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23 de enero de 2011

José Antonio Pagola 3 Tiempo ordinario (A)


Mateo, 4, 12-23

Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS


Colabora en hacer una Iglesia de seguidores de Jesús. Pásalo.

Música:Scheherazade-Rimsky K.:present:B.Areskurrinaga HC:euskaraz:D.Amundarain


Cuando Jesús se entera de que
el Bautista ha sido encarcelado,
abandona su aldea de Nazaret y
marcha
a la ribera del lago de Galilea
para comenzar su misión.
Su primera intervención no tiene nada de
espectacular.
No realiza un prodigio. Sencillamente, llama a
unos pescadores que responden
inmediatamente a su voz: "Seguidme".
Así comienza
el movimiento
de
seguidores de
Jesús.
Aquí está el
germen
humilde de lo
que un día
será su
Iglesia.
Aquí se nos manifiesta por vez primera la relación
que ha de mantenerse siempre viva entre Jesús y
quienes creen en él.
El cristianismo es, antes que nada,
seguimiento a Jesucristo.
Esto significa que la fe cristiana no es sólo
adhesión doctrinal, sino conducta y vida
marcada por nuestra vinculación a Jesús.
Creer en Jesucristo es vivir su estilo de
vida, animados por su Espíritu,
colaborando en su proyecto del reino de
Dios y cargando con su cruz para
compartir su resurrección.
Nuestra tentación es siempre querer ser
cristianos sin seguir a Jesús, reduciendo
nuestra fe a una afirmación dogmática o a
un culto a Jesús como Señor e Hijo de Dios.
Sin embargo, el criterio para verificar
si creemos en Jesús como Hijo
encarnado de Dios es comprobar si le
seguimos sólo a él.
La adhesión a Jesús no consiste sólo en
admirarlo como hombre ni en adorarlo
como Dios.
Quien lo admira o lo adora, quedándose
personalmente fuera, sin descubrir en
él la exigencia a seguirle de cerca, no
vive la fe cristiana de manera integral.
Sólo el que sigue a Jesús se coloca en la
verdadera perspectiva para entender y
vivir la experiencia cristiana de forma
auténtica.
S.B.A.
En el cristianismo actual vivimos una
situación paradójica.
A la Iglesia no sólo pertenecen los que
siguen o intentan seguir a Jesús, sino,
además, los que no se preocupan en absoluto
de caminar tras sus pasos.
Basta estar bautizado y no romper la comunión
con la institución, para pertenecer oficialmente a
la Iglesia de Jesús, aunque jamás se haya
propuesto seguirle.
Lo primero
que hemos
de escuchar
de Jesús en
esta Iglesia
es su
llamada a
seguirle sin
reservas,
liberándonos
de ataduras,
cobardías y
desviaciones
que nos
impiden
caminar tras
él.
Estos tiempos de crisis pueden ser la mejor
oportunidad para corregir el cristianismo y mover
a la Iglesia en dirección hacia Jesús.
Hemos de aprender a vivir en nuestras
comunidades y grupos cristianos de manera
dinámica, con los ojos fijos en él, siguiendo sus
pasos y colaborando con él en humanizar la
vida.
Disfrutaremos de nuestra fe de manera nueva.
SEGUIDORES
Cuando Jesús se entera de que el Bautista ha sido encarcelado, abandona su aldea de Nazaret
y marcha a la ribera del lago de Galilea para comenzar su misión. Su primera intervención no tiene nada de
espectacular. No realiza un prodigio. Sencillamente, llama a unos pescadores que responden
inmediatamente a su voz: "Seguidme".
Así comienza el movimiento de seguidores de Jesús. Aquí está el germen humilde de lo que un
día será su Iglesia. Aquí se nos manifiesta por vez primera la relación que ha de mantenerse siempre viva
entre Jesús y quienes creen en él. El cristianismo es, antes que nada, seguimiento a Jesucristo.
Esto significa que la fe cristiana no es sólo adhesión doctrinal, sino conducta y vida marcada
por nuestra vinculación a Jesús. Creer en Jesucristo es vivir su estilo de vida, animados por su Espíritu,
colaborando en su proyecto del reino de Dios y cargando con su cruz para compartir su resurrección.
Nuestra tentación es siempre querer ser cristianos sin seguir a Jesús, reduciendo nuestra fe
a una afirmación dogmática o a un culto a Jesús como Señor e Hijo de Dios. Sin embargo, el criterio para
verificar si creemos en Jesús como Hijo encarnado de Dios es comprobar si le seguimos sólo a él.
La adhesión a Jesús no consiste sólo en admirarlo como hombre ni en adorarlo como Dios.
Quien lo admira o lo adora, quedándose personalmente fuera, sin descubrir en él la exigencia a seguirle de
cerca, no vive la fe cristiana de manera integral. Sólo el que sigue a Jesús se coloca en la verdadera
perspectiva para entender y vivir la experiencia cristiana de forma auténtica.
En el cristianismo actual vivimos una situación paradójica. A la Iglesia no sólo pertenecen los
que siguen o intentan seguir a Jesús, sino, además, los que no se preocupan en absoluto de caminar tras
sus pasos. Basta estar bautizado y no romper la comunión con la institución, para pertenecer oficialmente
a la Iglesia de Jesús, aunque jamás se haya propuesto seguirle.
Lo primero que hemos de escuchar de Jesús en esta Iglesia es su llamada a seguirle sin
reservas, liberándonos de ataduras, cobardías y desviaciones que nos impiden caminar tras él. Estos
tiempos de crisis pueden ser la mejor oportunidad para corregir el cristianismo y mover a la Iglesia en
dirección hacia Jesús.
Hemos de aprender a vivir en nuestras comunidades y grupos cristianos de manera dinámica,
con los ojos fijos en él, siguiendo sus pasos y colaborando con él en humanizar la vida. Disfrutaremos de
nuestra fe de manera nueva.
José Antonio Pagola

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