Desde El Punto de Vista de Los Procesos Civilizatorios
Desde El Punto de Vista de Los Procesos Civilizatorios
Desde El Punto de Vista de Los Procesos Civilizatorios
Varios autores, tales como Rengifo (1993), Ost (1996), Martínez (2001) y Mosquera & Flórez
(2009), coinciden en que con la aparición de la agricultura, hace cien mil años, acontecieron
grandes cambios: comenzó la domesticación de especies de animales silvestres, surgió la cría y la
labranza. A las plantas útiles se les protege de la competencia (hierbas malas) y de los
consumidores potenciales, se les brinda aguay nutrientes (fertilizantes), mientras que a los
animales se les resguarda de los depredadores y se alimentan para lograr su crecimiento óptimo.
Según Nebel & Wrigth (1999), con los años la crianza selectiva modifica o mejora
significativamente casi todas las especies domésticas de plantas y animales, haciendo que sean
muy distintas de sus antepasados silvestres. Esta práctica agrícola requirió asentamientos
poblacionales permanentes, la especialización y la división del trabajo, así como las posibilidades
de un avance tecnológico que originó mejores herramientas, mejores moradas y mejores medios
para transportar agua y materiales vitales; comenzó el intercambio con otras poblaciones y con
esto se originó el comercio y la formación de las civilizaciones.
De lo anterior se deduce que, con la llegada de la agricultura y la ganadería, el hombre alcanzó una
independencia y separación de la naturaleza. Se volvió necesario y apropiado convertir los
sistemas naturales en agricultura, conquistar y explotar la naturaleza para sostener el crecimiento
de las poblaciones, modificar los ecosistemas, identificar enemigos naturales (hierbas malas,
insectos y depredadores) que interferirían con la producción agrícola; de otra parte, se explotaron
otras especies, incluso hasta extinguirlas, solo por los beneficios para las poblaciones, sin asumir
las consecuencias reales inmediatas (Nebel & Wrigth, 1999). De estas transformaciones da cuenta
la antropología social y los estudios culturales, que al respecto “han estado involucrados en
procesos de crítica auto-reflexiva, que han sido estimulados por ideas post-estructuralistas y
postmodernistas” (Wade, 2011, p. 15).
Los procesos civilizatorios demandaron más del entorno, con las consecuentes modificaciones y
las transformaciones de los sistemas naturales y sociales. Esto se evidencia en las sociedades
esclavistas y feudales que se desarrollaron alrededor de la tierra, el poder del dominio y la
propiedad sobre ella. Durante el período de las grandes civilizaciones e imperios estudiados desde
el enfoque eurocéntrico, los recursos se aprovecharon sin límite y se acentuaron los intercambios
comerciales. La esclavitud sobre los pueblos conquistados y la imposición de la cultura, fueron una
constante para los períodos de conquista del mundo antiguo, propiciados por los pueblos
babilónico, persa, griego y romano.
La Edad Media comparte con las culturas precristianas la consideración del ser humano como
parte inseparable de su entorno natural; de otro modo, no existe la distinción entre sujeto-
hombre y objeto-naturaleza. En el feudalismo, la naturaleza es objeto de su acción tecnológica sin
dejar de verla y de sentirla, como el sujeto de su economía, de su derecho y de su religión. En este
sentido, el hombre medieval logra restablecer un equilibrio con la naturaleza que la religión y la
magia avalan. Se da una alternancia en la acción del hombre y del animal, del hombre y de la
naturaleza en general, lo cual está en la base de las relaciones feudales con el medio natural, pero
es asimétrica dado que las grandes calamidades y epidemias, como las catástrofes naturales,
muestran la dependencia del hombre para con la naturaleza.
Las situaciones de emergencia son demasiado cotidianas para olvidarlas, arrasan las obras
económicas laboriosamente conquistadas y solo la religión, en simbiosis con la superstición, puede
explicarlas y aplacarlas. Es así como la mentalidad medieval subordinada a la razón sobrenatural,
domina la práctica económica y social y su relación con la naturaleza, dejando en manos de Dios,
el diablo o los astros, la solución (Barros, 1997).