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Seminario Evangélico Unido de Teología 13

Iglesia y Reino de Dios


Antonio González

La tesis de que la iglesia no se debe identificar con Desde el punto de vista de la exégesis histórico-
el reino de Dios es casi un lugar común en la teología crítica se ha señalado la posibilidad de que los textos
contemporánea. La tesis es, en buena medida, correc- en los que se habla de la monarquía divina sean más
ta. Sin embargo, la cuestión crucial consiste en deter- bien tardíos. Algunos sostienen que el texto más anti-
minar cuál es la relación entre la iglesia y ese reinado. guo en el que aparece la idea de Dios (YHWH) como
¿Se trata simplemente de que la iglesia “anuncia” el rey está en el libro de Isaías cuando éste proclama que
reino de Dios, como sostendrían las posturas más tra- ha visto “al rey y Señor de los ejércitos” (Is 6,5). El ca-
dicionales? ¿O se trata más bien de que la iglesia rácter tardío de estos textos no deja de ser sorpren-
“promueve” aquellas iniciativas socio-políticas que dente, si tenemos en cuenta que en los textos de Uga-
considera más apropiadas para que el reino de Dios se rit ya se consideraba en más de una ocasión a los dio-
acerque, como se diría desde posiciones más progre- ses como reyes. Ahora bien, en estos casos, la desig-
sistas? ¿Son estas posiciones tan distintas, o compar- nación de la divinidad como “rey” no tenía una fun-
ten muchos presupuestos comunes? ¿Y hay acaso ción crítica, sino más bien legitimadora: el monarca
otras maneras de pensar la relación entre la iglesia y el local aparecía como representante de la divinidad, a la
reino de Dios? Evidentemente, para aclarar estas cues- que también servía como administrador del templo.
tiones es esencial que comencemos preguntándonos La figura bíblica del Melquisedec, tanto rey como sa-
por determinar qué es lo que se quiere decir cuando cerdote del “dios altísimo” puede ser considerada
se habla de un reino de Dios. como característica del sistema político y religioso de
las ciudades cananeas. En ellas, el reinado de un dios
1. El reinado ¿de Dios? no era más que una forma de introducir al rey en la
esfera divina, y así legitimar su poder. Precisamente
En el canon la Biblia hebrea, la idea de que Dios re-
por ello, Israel habría sido reacio a utilizar el término
ina sobre su pueblo aparece por vez primera en Ex
“rey” para aplicarlo a Dios, por más que la idea del
15,18. Se trata de un pasaje crucial, que nos puede
pueblo gobernado directamente por Dios podría ser
ilustrar en gran manera sobre el sentido profundo del
muy anterior a la introducción de la monarquía. En
reinado de Dios. Tras el hundimiento del ejército del
cualquier caso, cuando finalmente el término “rey” se
faraón en las aguas del Mar de los Juncos, Moisés y su
aplica a Dios en el contexto israelita, las connotaciones
hermana Miriam entonan sendos cantos triunfales.
críticas parecen predominar sobre las legitimadoras:
Pues bien: al final su canto, Moisés proclama: “el SE-
que Dios reine es siempre un desafío para toda forma
ÑOR (YHWH) reinará por siempre jamás”. Lo que se
humana de igualdad o de dominación1.
afirma es justamente que el pueblo que ha salido de
Egipto ya no está bajo la soberanía del faraón, sino ba- Desde un punto de vista sistemático, es importante
jo la soberanía de Dios. Dios reina sobre ese pueblo. preguntarse cuál es la razón de que una misma idea
Se ha convertido en su gobernante, porque ha arreba- (Dios como rey) pueda servir para dos fines tan
tado a ese pueblo de la soberanía del faraón, y lo ha opuestos entre sí. Y es que para entender qué significa
situado bajo su propia soberanía. El reinado de Dios concretamente el reinado de Dios no basta con afirmar
no es en el canto de Moisés algo abstracto, utópico o la realeza de Dios, sino que hay que señalar en qué
meramente trascendente. El reinado de Dios tiene lu- manera se ejerce su función real. De hecho, muchas de
gar ya en la historia. Dios reina allí donde el faraón ya las dificultades que algunos teólogos encuentran con
no reina, y donde sorprendentemente tampoco Moi- la idea de un reinado de Dios se deben precisamente a
sés se convierte en rey. Si Dios reina, otros no reinan. su opción previa por una idea concreta de qué sea la
El que Dios reine entraña el cuestionamiento de toda soberanía real y cuál es su forma de ejercicio. Sin em-
forma humana de dominación. De ahí que la ley del bargo, la idea de que Dios reina se puede entender de
Sinaí diseñe una sociedad altamente igualitaria, que formas muy diversas. Aquí una cuestión decisiva es la
en principio no cuenta con la necesidad de una mo-
narquía, y en la que se prevén distintos sistemas para 1Cf. N. Lohfink, „Das Königtum Gottes und die politische Macht“,
reducir la aparición de desigualdades económicas. en su Das Jüdische am Christentum, 2ª ed., Freiburg im Brisgau, 1989,
pp. 71-102.

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14 Boletín ENCUENTRO Nº 2

de la mediación: si se entiende que la soberanía de Dios presenta buenas ocasiones para que el auténtico sobe-
ha de estar mediada, inmediatamente la idea de un rano reclame sus derechos reales. Y esto da lugar a
reino de Dios se convierte en legitimadora de las ins- una extraña tensión en la concepción del reinado de
tancias mediadoras. Así, por ejemplo, en el caso de los Dios en la Biblia hebrea.
pequeños reinos cananeos, los reyes-sacerdotes serví- Por un lado, el diagnóstico de los llamados histo-
an precisamente como mediadores en la relación entre
riadores “deuteronomistas” y de los profetas coincide
los dioses que eran considerados como “reyes” y su en atribuir a los reyes de Israel y de Judá una respon-
pueblo. Y justamente por ello, los reyes-sacerdotes
sabilidad muy especial en el hundimiento de los dos
quedaban encumbrados a una posición sagrada, en la
reinos, que culmina con las invasiones de los imperios
que también se legitimaba su poder. En cambio, en la
de Asiria y de Babilonia. Los reyes habrían sido los
medida en que se afirme la posibilidad de una rela-
principales impulsores de las injusticias y de las idola-
ción directa con Dios con independencia del palacio y trías que terminaron en una catástrofe, experimentada
del templo, se pone en entredicho la necesidad de
como un abandono por parte de Dios y en definitiva
mediadores sacralizados, y se apunta hacia la igual- como un castigo divino. De esta experiencia surge na-
dad fundamental de todos los miembros del pueblo
turalmente la esperanza de que Dios volverá a reinar
que Dios rige. Esta última parece haber sido la opción
directamente sobre su pueblo, como en los tiempos
predominante en Israel, donde no sólo se privilegian
fundacionales de Israel, repitiendo las experiencias de
mediadores distintos del rey (sacerdotes, profetas),
la salida de Egipto, el camino por el desierto, y los
sino que también se afirma (desde los relatos patriar- primeros tiempos en la tierra prometida, cuando so-
cales) la posibilidad de una relación no mediada con
lamente Dios era el rey de Israel. Los dirigentes de Is-
Dios. rael serán sustituidos por el verdadero propietario de
Es importante reconocer, sin embargo, la ambi- la tierra prometida y por el verdadero rey de su pue-
güedad de la concepción israelita del reinado de Dios. blo. Por otra parte, el modelo de un rey como David,
La introducción de la monarquía en tiempos de Saúl y pecador pero nunca idólatra, y las promesas dirigidas
David pudo ser valorada como una traición a los idea- hacia su dinastía posibilitan el hecho de que las espe-
les originales de Israel: un monarca significa un ejérci- ranzas judías se dirijan no sólo hacia un reinado de
to permanente y una corte, y la consiguiente des- Dios, sino también hacia el reinado de un descendien-
igualdad entre los miembros del pueblo de Dios. No te de David, que restaure su dinastía, y lleve al pueblo
sólo eso: la monarquía implica que Israel deja de ser a una era definitiva de esplendor. Estas dos esperan-
un pueblo distinto, para convertirse, al menos en este zas, aunque puedan ser compartidas por los mismos
aspecto, en un pueblo como los demás, afectando sen- grupos, o expresadas en los mismos textos (como por
siblemente a su misión en el mundo. Pero lo más gra- ejemplo Ez 34), no dejan de contener en sí mismas una
ve es que la introducción de la monarquía significa tensión no resuelta entre el reinar directo de Dios y la
que Dios es rechazado como rey de su pueblo (1 Sam aparición de figuras mesiánicas que reinan en su
8). Aquí se plantea claramente la alternativa caracte- nombre, y que se sientan en su trono2.
rística de Israel: o reina Dios, o reina un rey humano Ciertamente, el trasfondo de la Biblia hebrea es de-
(1 Sam 8,7). Sin embargo, esta alternativa radical pue-
cisivo para entender correctamente el mensaje de un
de suavizarse. Dios puede utilizar las decisiones erra-
Jesús al que los evangelios presentan anunciando la
das para llevar adelante sus planes. Tras el rechazo
llegada inminente del reinado de Dios. Jesús anuncia
del primer rey, Saúl, Dios aparece al lado de David,
que Dios va a volver a reinar directamente sobre su
estableciendo y confirmando su dinastía. Ello no sig- pueblo, como había hecho al liberarlo de Egipto y
nifica, sin embargo, que la perspectiva de un reinado
trasladarlo a la tierra prometida. Esto significa, ob-
de Dios desaparezca. Los libros de Crónicas presentan viamente, que el exilio ha llegado propiamente a su
a los gobernantes de Israel como personajes que se
fin, y que los pecados que impedían ese final del exilio
han sentado en el trono de Dios sobre su pueblo (1 Cr
están siendo perdonados3. No es extraño, dado el tras-
17,14; 28,5; 29,23; 2 Cr 9,8). Sin duda, la idea de un go-
fondo de la concepción hebrea del reinado, que el
bierno “vicario” del rey en el puesto de Dios puede
funcionar como poderoso instrumento de legitima-
2 Síntoma de esta tensión es el hecho de que Ezequiel no llame
ción. Pero, al mismo tiempo, introduce un permanen-
“rey” al futuro gobernante davídico, sino solamente “príncipe” (na-
te elemento crítico: el reinado pertenece propiamente sí, Ez 34,24).
a Dios, y no a los reyes. De ahí que eventualmente ese 3Cf. N. T. Wright, Jesus and the Victory of God, Minneapolis, 1996, pp.
reinado pueda ser reclamado por su auténtico propie- 268-274.
tario. Y, de hecho, la historia de la monarquía israelita
Seminario Evangélico Unido de Teología 15

propio papel de Jesús no resulte inicialmente nada Jesús, y que llamamos iglesia. No vino algo bueno,
claro. Jesús no parece favorecer el título de Mesías pa- que Jesús anunciaba, sino algo ambiguo, como la igle-
ra sí mismo, sino más bien el de “hijo del hombre”. Se sia, que de ninguna manera puede sustituir al reino
trata, como es sabido, de un título que en el contexto de Dios. Al menos, esta parece ser la interpretación de
del libro de Daniel pretende contrastar con el carácter muchos autores contemporáneos. Sin embargo, esta
bestial de los imperios que se disputan el gobierno interpretación no es necesariamente la más correcta.
mundial (Dn 7). Pero es un título que de ningún modo Pero tal vez merezca la pena preguntarnos cómo se ha
subraya el gobierno monárquico del que lo porta, sino llegado a ella.
que más bien abre la perspectiva de un gobierno con-
junto de todo “el pueblo de los santos del altísimo”. Y 2. La iglesia como reino de Dios
es que el anuncio de Jesús sobre el reinado de Dios no
En la historia de la teología cristiana aparecen muy
parece haber ido unido a la idea de una restauración
pronto tendencias que, a la larga, posibilitarán la pro-
del estado de Israel, en la que Jesús mismo pudiera
gresiva interpretación del reino de Dios como una rea-
aparecer como el rey ungido (=Mesías) al frente de
lidad ajena a este mundo, a lo que sin duda ayudó la
una nueva monarquía davídica. Al contrario: en Jesús
creciente influencia de la filosofía platónica sobre el
se mantiene la idea originaria de Israel de un pueblo
cristianismo. En el Pastor de Hermas nos encontramos
distinto, gobernado por Dios, y en este sentido desti-
ya con la reflexión sobre una iglesia preexistente,
nado a no reproducir el modelo de gobierno propio
creada antes que todas las cosas5. Lo que inicialmente
de las demás naciones (Lc 22,24-30). Dicho en otros
se quiere indicar con la preexistencia de la iglesia es el
términos: el anuncio de Jesús sobre el reino de Dios
hecho de que el sentido profundo del universo culmi-
mantiene la idea hebrea de un reinar directo de Dios
na en la comunidad iniciada por Jesús. Al afirmar que
sobre su pueblo y, de esta manera, nos plantea la pre-
la iglesia ha sido creada antes de todas las cosas, se
gunta sobre el sentido de una posible figura mesiánica
puede afirmar, en los moldes culturales de su tiempo,
en ese reinado, pues tal figura inevitablemente entra
que todas las demás cosas han sido creadas por razón
en tensión con la idea de un gobierno directo de Dios
de la iglesia. De forma semejante, en la segunda carta
sobre su pueblo.
de Clemente se afirma que la iglesia espiritual fue
Por otra parte, en el anuncio de Jesús sobre el rei- creada antes que el sol y que la luna, de tal manera
nado de Dios se plantean algunos problemas adicio- que, ya antes que todas las cosas, la iglesia está referi-
nales. El anuncio se expresa en el lenguaje de la apo- da a Cristo. Ciertamente, hay también una iglesia car-
calíptica, con diversas alusiones no sólo a aconteci- nal, situada en la historia, del mismo modo que Jesús
mientos dramáticos y bélicos, sino también a sucesos también vino en carne. Pero ya antes de que todas las
cósmicos como el oscurecimiento del sol, la falta de demás cosas fueran creadas, hay una referencia cons-
luz en la luna, la caída de las estrellas, o la sacudida titutiva entre Cristo y la iglesia6. No era difícil que ul-
de las potencias celestiales (Mc 13,24-25). Estas afir- teriormente esta iglesia preexistente fuera asociada
maciones parecen ligar la venida del reinado de Dios con las imágenes bíblicas de una Jerusalén celestial, tal
con el final de la historia humana, y con el final del como aparecen en la Carta a los Gálatas (Ga 4,25-26) o
universo espacio-temporal. De aquí surgen dos cues- en el libro del Apocalipsis (3,12; 21,2). Sin embargo,
tiones importantes. Una se refiere al hecho de que ese esa asociación no deja de esconder una diferencia im-
final de la historia no tuvo lugar, con lo que inevita- portante: mientras que el mundo bíblico piensa desde
blemente surge la pregunta por la posible “equivoca- la acción histórica de Dios que da lugar a una nueva
ción” de Jesús y del cristianismo apostólico. Otra Jerusalén en los tiempos finales, el mundo griego pa-
cuestión está expresada en la famosa expresión de rece preferir los arquetipos ideales como modelos an-
Loisy, según la cual, Jesús habría anunciado la llegada teriores al mundo material, y desde los que se puede
del reino de Dios, pero lo que en realidad habría ve- interpretar lo que ulteriormente sucede en la historia.
nido sería la iglesia4. El llamado “retraso de la paru-
Ahora bien, la idea de una iglesia preexistente im-
sía”, el hecho de que no llegara lo que se predicaba
plica obviamente la distinción entre ésta y la iglesia
como inminente, habría dado paso a la aparición de
“carnal” que hay en la historia. Esta distinción está
una realidad ambigua, no directamente querida por
cargada de consecuencias, porque va a permitir que
paulatinamente se vaya introduciendo la idea de una
4 “Jésus annonçait le royaume, et c’est l’église quie est venue”, cf. A.
Loisy, L’Evangile et l’Eglise, París, 1902, p. 111. Loisy quería subrayar
la continuidad, aunque su expresión luego se ha citado en el sentido
5 Cf. Pastor de Hermas, II, 4, 1.
opuesto. 6 Cf. 2 Clem 14,2-3.
16 Boletín ENCUENTRO Nº 2

iglesia invisible, distinta de la iglesia visible. La iglesia campo en el que crecen el trigo y la cizaña a la iglesia
invisible no es sólo una realidad preexistente, sino (ni a Israel), sino al mundo. Sin embargo, es obvio que
también el modelo ideal al que se tiene que conformar el giro constantiniano, al hacer co-extensivas la iglesia
la iglesia visible. En Clemente de Alejandría encon- y el imperio, permite interpretaciones como la de
tramos una posición de este tipo, utilizada en sentido Agustín: así como en el mundo crecían el trigo y la ci-
crítico. Clemente sostiene que en la tierra los amos zaña, también ahora en la iglesia visible crecen el trigo
deben dar justicia e igualdad a los esclavos, precisa- y la cizaña. La distinción entre el trigo y la cizaña so-
mente porque la iglesia terrenal es imagen de la igle- lamente es posible en la iglesia invisible, cuya presen-
sia celestial7. Aquí estamos en un terreno claramente cia no se distingue de aquella de los arquetipos a los
platónico, pues también en la República de Platón la que las realidades sensibles se asemejan. Ahora bien,
ciudad ideal es el modelo que sirve para determinar lo en este ámbito ideal, Agustín no tiene dificultades en
que las ciudades empíricas deberían de ser, al mismo afirmar sin ambages que “la iglesia es el reino de Cris-
tiempo que posibilita una actitud crítica respecto a to, y el reino de los cielos”11.
ellas. Ahora bien, la distinción entre iglesia invisible e Esta identidad entre la iglesia y el reino de Dios se
iglesia visible también puede desempeñar la función
mantiene en la teología occidental a lo largo de las
opuesta. Ante el progresivo acomodamiento de la
edades media y moderna, aunque con un importante
iglesia al mundo de su contexto, la distinción entre
matiz: en la medida en que la iglesia católica se va
una iglesia ideal y unas iglesias “visibles” también
percibiendo a sí misma como una “sociedad perfecta”,
permitirá una cierta resignación ante el hecho de que en oposición a los movimientos disidentes y a los es-
el mundo sensible nunca podrá llegar a ser igual que
tados nacionales, crece también la tendencia a identi-
el mundo ideal. De lo que se tratará más bien será de ficar esta iglesia presuntamente perfecta y sin duda
tener paciencia con el mundo real, y aguardar que,
visible con el reino de Dios. Todavía en el siglo XX,
tras la muerte del cuerpo, nuestra alma pueda llegar a
autores católicos como Karl Adam (en El espíritu del
gozar del mundo ideal. La idea de un Dios que reina catolicismo) o Reginald Garrigou-Lagrange (en Vida
sobre un pueblo en la historia presente irá dejando lu-
eterna) han defendido la identidad entre la iglesia ca-
gar a un Dios que reina en los cielos. Porque de hecho, tólica y el reino de Dios. El concilio Vaticano II ha
quien reina en la tierra son los emperadores, cuya
moderado levemente este entusiasmo, afirmando que
conversión al cristianismo y cuyo patronazgo sobre la la iglesia es el reino de Dios presente “en misterio”, o
iglesia tendrá que ser teológicamente integrado.
que representa en la tierra “el germen y el principio”
Todavía en Orígenes encontramos claros alientos del reino de Dios12. También en el ámbito protestante
bíblicos, cuando piensa en Judá como un pueblo go- se mantuvo desde los reformadores la identidad entre
bernado por Dios8, y también cuando entiende que la la iglesia y el reino de Dios. Así, por ejemplo, Lutero
iglesia terrena es la forma del reino que ha de venir, habla de la iglesia como “el reino de Dios bajo Cris-
pues su unidad adelanta la unidad de toda la huma- to”13. Sin embargo, los reformadores mantuvieron es-
nidad9. Y es que Orígenes, a pesar del fuerte influjo trictamente la distinción agustiniana entre la iglesia
del platonismo sobre su teología, todavía escribe en visible y la iglesia invisible, de modo que la ecuación
un contexto preconstantiniano. En Agustín de Hipo- entre la iglesia y el reino se daba más bien en el ámbi-
na, en cambio, nos encontramos con la plena vigencia to de la iglesia invisible, y no en las diversas iglesias
de la ecuación que equipara a la iglesia preexistente, a territoriales que surgieron de la Reforma. En cambio,
la iglesia como arquetipo invisible, y al mismo reino en los grupos anabaptistas se comenzó a poner en tela
de Dios10. Ciertamente, Agustín tiene que admitir, en de juicio la diferencia radical entre iglesia visible e
su polémica con los disidentes, especialmente con los iglesia invisible, y se comenzó a entender la “Jerusa-
donatistas, que la iglesia visible no es perfecta, sino un lén celestial”, no como una iglesia distinta de la pre-
“cuerpo mixto”, en el que crece el trigo y la cizaña. Se sente, sino como una metáfora de la iglesia histórica
trata sin duda de una curiosa interpretación de la pa- concreta14.
rábola evangélica, pues en ella Jesús no refiere el
11 Cf. Agustín de Hipona, La ciudad de Dios, XX, 9, 1-2.
7 Cf. Clemente de Alejandría, Strómata, 4, 8, 66.
12 Cf. Concilio Vaticano II, LG 3 y 5.
8 Cf. Orígenes, Homilía sobre Jeremías, 9, 2 (a propósito de Jer 11,2).
13 Cf. Lutero, WA 11, 249-253, 262.
9 Cf. Orígenes, Sobre los principios, I, 6, 2.
14 Cf. J. H. Yoder, Textos escogidos de la reforma radical, Buenos Aires,
10Cf. Agustín de Hipona, La ciudad de Dios, XIII, 16; XVIII, 29; Enqui- 1976, pp. 403-443; W. Klaassen, Selecciones teológicas anabautistas,
ridión a Laurencio, 56,15. Guatemala, 1985, p. 86.
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3. La iglesia no es el reino de Dios “reino de Dios fundado por Cristo”18. La oposición a


La distinción estricta entre la iglesia y el reino de la concepción ilustrada en cierto modo se agudiza en
Dios comienza con la ilustración. En cierto modo, co- el contexto de la “escatología consecuente” de Johan-
mienza siendo una distinción filosófica, que hace Kant nes Weiß y Albert Schweitzer. El descubrimiento de la
en su obra de 1793-1794 sobre La religión dentro de los dimensión escatológica del mensaje de Jesús favorece
límites de la pura razón. Como es sabido, se trata de un una idea del reino de Dios como algo que se habría de
texto típicamente ilustrado, en el que se propone la realizar como obra exclusiva de Dios, sin la colabora-
progresiva sustitución de las religiones históricas, lle- ción humana. De ahí que el señorío (reinado) de Dios
nas de arbitrariedades, por una religión moral y ra- sea algo radicalmente distinto de la comunidad de los
cional que en el fondo representa el núcleo auténtico discípulos de Jesús, por más que ese señorío, según
de toda religiosidad. Al mismo tiempo, como buen Weiß, sí incluye a la comunidad creyente, en la que se
ilustrado, Kant confía en el triunfo progresivo de la realiza la verdadera justicia19. Ciertamente, estos énfa-
moral y de la racionalidad en la historia humana. En sis escatológicos podrían haber sido importantes para
esta línea, Kant interpreta la victoria del principio del recuperar aspectos esenciales del reinado de Dios, y
bien sobre el principio del mal como “fundación del de su relación con la iglesia. Sin embargo, el movi-
reino de Dios sobre la tierra”15. De este modo, el reino miento de la escatología consecuente planteaba dema-
de Dios adquiere para toda la modernidad los claros siados problemas a la teología de su tiempo como pa-
caracteres de una utopía ética. Ciertamente, Kant re- ra poder ser digerido con facilidad. Un Jesús apocalíp-
conoce que la fundación de una comunidad moral tico es tal vez una figura plausible en el siglo primero,
constituye una obra que no se puede esperar de los pero alguien demasiado extraño para nuestro tiempo.
seres humanos, sino solamente de Dios. Sin embargo, Y no sólo extraño, sino también equivocado, pues en
los seres humanos no pueden permanecer de brazos definitiva la realización inminente del reino por parte
cruzados, sino que han de comportarse como si todo de Dios, tal como la pensaron estos autores, no habría
dependiera de ellos, y solamente así les está permitido tenido lugar. El final de los tiempos no llegó. Jesús y
esperar que la providencia lleve a su esfuerzos bien los primeros cristianos estaban equivocados.
intencionados a un cumplimiento pleno. Esta comu- Ante esta dificultad, una vía de solución, empren-
nidad ética todavía no realizada se puede interpretar dida repetidamente por la teología del siglo XX, fue la
entonces como una iglesia invisible, mientras que la separar el mensaje de Jesús de toda connotación apo-
iglesia visible sería aquella asociación de seres huma- calíptica. Así se pudo decir, por ejemplo, que los ele-
nos que coincide con ese ideal, y lo trata de realizar. mentos apocalípticos de sus discursos habrían sido
La verdadera iglesia visible sería aquella que presenta añadidos por la primera comunidad cristiana. Jesús
(darstellt) el reino moral de Dios sobre la tierra, y por no habría anunciado la venida del reino de Dios o, si
tanto la iglesia podría ser considerada como la repre- la anunció, habría tenido un sentido muy distinto al
sentante (Repräsentantin) del reino o estado de Dios16. que después le atribuyeron los primeros cristianos. El
En buena medida puede decirse que las reflexiones reino de Dios anunciado por Jesús sería un reino pu-
kantianas han determinado el tratamiento de este ramente interior, y su mensaje tendría que ser enten-
problema teológico hasta el presente. Albrecht Ritschl dido en términos puramente sapienciales o existencia-
se sumó a la tesis kantiana, diferenciado entre la igle- les. La inminencia del reinado no tendría que ser in-
sia como comunidad del reino de Dios, y el reino terpretada entonces como referida a grandes trans-
mismo de Dios17. Sin embargo, no faltaron desde el formaciones globales, sino simplemente como una
principio las voces críticas. Friedrich Schleiermacher “escatología presente” a diferencia de las escatologías
se opuso a la concepción ética del reinado de Dios, futuristas de sus contemporáneos. La escatología pre-
subrayando que éste acontece no como realización sente consistiría simplemente en que aquellas trans-
humana, sino como efecto de la obra de Cristo. Ahora formaciones individuales e internas anunciadas por
bien, el efecto de la obra de Cristo es la iglesia, que en- Jesús serían accesibles ya en el presente a cualquier
tonces puede ser entendida por Schleiermacher como persona, con independencia de cualquier catástrofe
cósmica. El precio de estas reinterpretaciones es, por
15 Cf. I. Kant, Die Religion innerhalb der Grenzen der bloßen Vernunft, B

127-222. 18Cf. F. Schleiermacher, Der christliche Glaube (1930-1931), ed. por


M. Redeker, Berlín, 1999, § 107, citado en W. Pannenberg,
16 Cf. ibid., B 142-144.
Systematische Theologie, vol. 3, Göttingen, 1993, p. 47.
17 Cf. A. Ritschl, Unterricht in der christlichen Religion (1875), ed. por
19 Cf. J. Weiß, Die Predigt Jesu vom Reiche Gottes, Göttingen, 1892, pp.
G. Ruhbach, Gütersloh, 1966, p. 15.
79, 15-126.
18 Boletín ENCUENTRO Nº 2

supuesto, la necesidad de amputar grandes extensio- Pablo) por haber abandonado el anuncio del reino de
nes de los evangelios, y de privar al mensaje cristiano Dios, sustituyéndolo por el anuncio de Cristo21.
de referencias al mundo externo, y a las realidades so-
ciales e históricas. Por eso mismo, otra corriente im- 4. Consideraciones críticas
portante de la teología contemporánea ha preferido
Esta comprensión del reino de Dios y de sus rela-
mantenerse en la ruta abierta por Kant. El reino de
ciones con la iglesia, por extendida que sea, presenta
Dios sería la expresión de la utopía de una humani-
al menos tres dificultades importantes, que es necesa-
dad éticamente realizada, y pertenecería al futuro que
rio mencionar.
ha de llegar no sólo como una acción de Dios, sino
también mediante el trabajo humano en la historia. La 1) En primer lugar, hay que comenzar señalando
inminencia de ese reinado significaría la posibilidad que la mayor parte de la reflexiones sobre la relación
de gozar ya en el presente de algunos de sus frutos, y entre la iglesia y el reino de Dios comparten un pre-
la iglesia sería aquella comunidad que anuncia y supuesto no cuestionado. Se suele pensar que la igle-
promueve el acercamiento de esa utopía, cuya realiza- sia y el reino son dos individuos del mismo género.
ción plena significará la consumación de la historia En ambos casos, se estaría hablando de dos estados o
humana más allá de este mundo. situaciones. No sólo estados de cosas, sino estados so-
Esto significa que la distinción entre la iglesia y el ciales, que incluyen diversos modos de relacionarse
reino de Dios se puede considerar como una tesis bien las personas entre sí. La iglesia representaría una si-
establecida en la teología contemporánea20. La distin- tuación todavía imperfecta, donde las relaciones
ción suele transcurrir sobre las siguientes coordena- humanas, aunque perfeccionadas por la gracia, aún
das: En primer lugar, la iglesia es una realidad parti- no habrían alcanzado la perfección propia del reino.
cular, que solamente alcanza a una parte de la huma- Además, la iglesia sería una realidad particular en la
nidad, mientras que el reino de Dios es algo que con- historia humana, mientras que el reino sería una rea-
cierne a toda la humanidad y a toda la historia. En se- lidad análoga, pero universal, porque estaría destina-
gundo lugar, la iglesia es una comunidad limitada por do a alcanzar a toda la humanidad. La iglesia, en su
la imperfección (al menos, en la doctrina católica, por particularidad histórica, sería una realidad presente,
la imperfección de sus miembros), mientras que el re- mientras que el reino, aunque podría estar de algunos
ino de Dios es algo perfecto, que colmará plenamente modos ya presente, por su universalidad y por su per-
las ansias de todos los corazones humanos. En tercer fección sería predominantemente una realidad futura.
lugar, la iglesia es algo que pertenece al presente, En todos estos casos, las diferencias se dan en una lí-
mientras que el reino de Dios, al menos en su realiza- nea común, pues las diferencias entre la iglesia y el
ción plena, es algo que concierne al futuro. Esto no reino se dan entre dos realidades análogas. Son dife-
obsta para que se admita que, en el presente, sea posi- rencias entre un estado de cosas presente, imperfecto
ble gozar de algún tipo de adelantos del reino de y particular, y un estado de cosas futuro, perfecto y
Dios, pero nunca de su plenitud. En esta perspectiva, universal.
la iglesia –según matices en las diversas teologías- una Ahora bien, el testimonio bíblico no trata a la igle-
institución que le compete anunciar, promover, repre- sia y al reino de Dios como individuos del mismo gé-
sentar, adelantar, etc. el reino de Dios. Pero en todos nero. El reinado de Dios no es primeramente un esta-
los casos, ese reino de Dios es algo distinto de la igle- do de cosas, ni siquiera en el sentido de un estado de
sia. La teología latinoamericana de la liberación se cosas utópico e ideal, caracterizado por la perfección
inscribe en este marco teológico, aunque con algunos de las relaciones sociales. Tanto el término hebreo
acentos propios como pueden ser las dimensiones so- (malkut), como también el termino griego normalmen-
ciales de la utopía del reino de Dios, la posibilidad de te traducido como "reino" (βασιλεία), no se refieren
adelantar parcialmente esa utopía por medio de cier- primeramente a un estado de cosas, a una situación, o
tos logros socio-políticos, y la denuncia contra ciertos a un conjunto de relaciones sociales. Estos términos,
estratos del Nuevo Testamento (especialmente contra ya en su uso secular, pero también cuando son aplica-
dos a Dios, se refieren primeramente al hecho de que
20Cf. K. Rahner, Schriften zur Theologie, vol. VI, Einsiedeln, 1965, pp. alguien reina, a su autoridad para reinar, o al tiempo
348-367; J. Moltmann, Kirche in der Kraft des Geistes, München, 1975, de su reinado. El reinado de Dios es ante todo el
pp. 214-221; W. Pannenberg, Systematische Teologie, vol. 3, op. cit.,
pp. 40-51.
21 Aunque no hay unanimidad en estos asuntos entre todos los au-

tores.
Seminario Evangélico Unido de Teología 19

hecho de que Dios reine, su soberanía ejercida en acto. los tiempos, como conclusión feliz de la historia
Se trata ante todo de algo dinámico, y no simplemente humana. El reinado de Dios como utopía es la secula-
de un estado de cosas. Ciertamente, el que Dios reine rización de una mala comprensión del reinado de
transforma radicalmente la realidad sobre la que se Dios como reino de ultratumba.
ejerce su soberanía. Por eso, el reinado de Dios tam-
bién puede ser entendido en los textos bíblicos de 2) Esto nos lleva a una segunda consideración crí-
forma espacial, y hablarse de "entrar" en el reino de tica sobre las concepciones clásicas de la relación entre
Dios. En este caso, el reinado de Dios es el ámbito so- la iglesia y el reinado de Dios. Y es que, si el reinado
bre el que se ejerce la soberanía de Dios. Pero su as- de Dios designa primeramente el acto de reinar por
pecto espacial no reposa sobre sí mismo, sino que se parte de Dios, este acto no tiene por qué quedar cir-
funda sobre el ejercicio efectivo de la soberanía de cunscrito exclusivamente al futuro. Obviamente, la
Dios. Sin duda, el reinado de Dios crea un nuevo es- concepción del reinado de Dios como un estado de
tado de cosas, pero el reinado de Dios no es simple- ultratumba o, en sus versiones secularizadas, como un
mente el estado de cosas que él crea. Sin duda, la igle- estado utópico de cosas tiende a circunscribirlo al fu-
sia tendrá que ser entendida en el marco del estado de turo, pues en el presente solamente se pueden detec-
cosas que crea el reinado de Dios. Pero ella no es un tar realizaciones imperfectas de esa utopía. Sin em-
reinado más pequeño, particular, presente e imperfec- bargo, el testimonio bíblico parece ir en una dirección
to. Ni el reinado de Dios es una iglesia más grande, muy distinta. Jesús no solamente afirmó la llegada
universal, futura y perfecta. El reinado de Dios y la inminente del reinado de Dios sobre Israel. También
iglesia no son dos individuos de un mismo género, sostuvo que ese reinado ya estaba presente entre sus
sino realidades esencialmente distintas. Mientras que discípulos (Lc 17,21). De hecho, Jesús interpretó los
el reinado de Dios designa el acto de reinar por parte exorcismos que tenían lugar durante su ministerio
de Dios, la iglesia pertenece al ámbito de aquello que como una señal de que el reinado de Dios ya había
surge en virtud del ejercicio divino de esa soberanía. llegado a su pueblo (Lc 11,20). En la carta a los Colo-
senses se afirma que los creyentes ya han sido trasla-
Los orígenes de esta tendencia ilustrada a pensar el
dados al reino (Col 1,13). Démonos cuenta de algo
reinado de Dios como utopía podemos rastrearlos en
importante en estos textos: lo que ha llegado es el rei-
la idea clásica del reinado de Dios como “reino de los nado de Dios, no una "realización parcial" del mismo.
cielos”. Como es sabido, el Evangelio de Mateo em-
Si el reinado de Dios fuera una utopía, solamente al
plea la expresión “reino de los cielos” para evitar final de los tiempos se podría decir que ha llegado al
mencionar el nombre divino. Es decir, “los cielos” no
final de los tiempos. Pero si el reinado de Dios es el
es una indicación sobre dónde se encuentra el reinado
hecho de que Dios reina, este reinar puede estar te-
de Dios, sino sobre quién lo ejerce. Decir que “los cie-
niendo lugar en el presente, aunque no abarque toda-
los te protejan” es una forma piadosa de desear que
vía todos los ámbitos de la realidad. Allí donde la
“Dios te proteja”. Del mismo modo, hablar del reina- opresión espiritual es vencida "con el dedo de Dios",
do de “los cielos”, es afirmar de que “los cielos” rei-
allí Dios está comenzando a reinar, tal como sucedió
nan, es decir, que Dios reina. Si Jesús afirmaba la lle- en el Éxodo (Lc 11,20; Ex 8,9). Y estonces el reinado de
gada del reinado de “los cielos” no estaba diciendo
Dios no es simplemente una utopía de futuro, es un
que ese reinado fuera un estado de cosas situado en
reinar efectivo de Dios en el presente, por más que es-
alguna región celeste, sino simplemente afirmaba que
te reinar todavía haya de ampliarse extensiva e inten-
Dios estaba a punto de volver a reinar sobre su pue-
sivamente en el futuro.
blo. Sin embargo, en la historia del cristianismo,
cuando la soberanía efectiva de Dios fue sustituida 3) Esto nos conduce a un tercer punto, relaciona-
por la soberanía del emperador, y cuando el plato- do con la escatología de Jesús. Si Jesús solamente
nismo se estableció como “la” filosofía cristiana, el hubiera afirmado que algo estaba a punto de suceder,
reinado de “los cielos” fue interpretado como un es- y después no hubiera sucedido nada, ciertamente
tado de cosas celestial, situado en una región de ultra- tendríamos que lidiar con la mencionada "equivoca-
tumba. El reinar de Dios sobre su pueblo ya en esta ción" del Jesús apocalíptico. Ahora bien, si Jesús no
historia fue sustituido por un estado de cosas después sólo dijo que algo estaba a punto de suceder, sino que
de la muerte. Cuando la ilustración repensó los gran- también dijo que aquello que estaba a punto de suce-
des temas del cristianismo, el reino de ultratumba fue der estaba de hecho ya sucediendo, la cuestión toma
transformado fácilmente en una utopía para el futuro otro cariz. Porque entonces se hace bastante difícil de-
de la humanidad. Y por lo tanto algo que nos aguarda cir que lo que Jesús dijo que iba a suceder de hecho
en un tiempo todavía muy lejano, o incluso al final de nunca sucedió: Jesús no parece haberse referido a algo
20 Boletín ENCUENTRO Nº 2

que tendría que terminar definitivamente con el uni- mológicos o geológicos, sino simplemente para hablar
verso espacio-temporal, sino a algo que se podía ob- de graves transformaciones en la historia. Los astros,
servar en su propio tiempo, en sus exorcismos, en la como potencias celestiales, funcionaban en la apoca-
comunidad de sus discípulos. No podemos hablar de líptica como símbolos de las potencias reales de este
un pronóstico totalmente equivocado cuando aquél mundo. De nuevo no es algo tan extraño si tenemos
que hace una predicción considera que esa predicción en cuenta con cuánta frecuencia los poderes políticos
no pertenece solamente al futuro, sino que está ya rea- y económicos de este mundo se representan a sí mis-
lizándose en el presente. Al parecer, las predicciones mos mediante estrellas, soles, lunas u otros astros.
ya tuvieron alguna corroboración empírica en la co- Basta con echar una ojeada a las banderas del mundo
munidad de los discípulos de Jesús y en las primeras o a los "logos" de las grandes empresas para caer en la
comunidades cristianas. Si esto es así, la pregunta cuenta de esto. Al igual que en el tiempo de Jesús, to-
adecuada no es si Jesús se equivocó, sino más bien davía hoy hablamos de "potencias" (Mc 13,25) para
qué aspectos del reinado de Dios presentes en el designar a los poderes políticos más importantes.
tiempo de Jesús experimentaron una continuación Igualmente, el término "estrella" se utiliza para desig-
desde entonces, y pueden también considerarse como nar a personajes públicos (deportistas, artistas, etc.),
susceptibles de un cumplimiento futuro. que son objeto de algún tipo de admiración o incluso
adoración masiva. La caída de los astros, en al apoca-
Se podría pensar que hay una diferencia esencial
líptica, era un modo de designar la caída de los gran-
entre aquello que Jesús vio realizado en su tiempo y
aquello que sus discursos apocalípticos anunciaban des poderes de este mundo, y de este modo se refería
a las grandes trasformaciones que darían lugar a una
para un futuro más o menos cercano. Ése sería el reino
de Dios futuro, no llegado tan pronto como pensó el nueva era en esta historia. Con imágenes cósmicas, la
apocalíptica no hablaba del final del espacio y del
cristianismo primitivo, sino todavía no realizado, y
tiempo, sino del inicio de un nuevo tiempo, caracteri-
por tanto interpretable como una utopía que solamen-
te se completará al final de los tiempos. Y es que, se- zado por las trasformaciones que Dios introduciría en
nuestra historia.
gún esta concepción, los mensajes apocalípticos se re-
ferirían necesariamente al final del universo espacio- Todo esto no significa que los textos bíblicos no
temporal. Ahora bien, el conocimiento actual de la contemplen también el final de la historia humana.
apocalíptica nos muestra algo muy distinto. Los dis- Pero los nuevos conocimientos sobre la apocalíptica
cursos apocalípticos, contra lo que las primeras im- nos invitan a ser cautelosos respecto a la interpreta-
presiones pudieran sugerir, no contaban con el final ción de los textos apocalípticos. No hay necesariamen-
del universo. Los escritores apocalípticos del comien- te en ellos la afirmación de un final del espacio y del
zo de nuestra era podían hablar de la caída de las es- tiempo. Muchos de los anuncios "apocalípticos" de Je-
trellas, del oscurecimiento del sol, y al mismo tiempo sús bien se pueden estar refiriendo a sucesos en nues-
continuar hablando del decurso normal de la historia tra historia, y no al final de la misma. Y esto tiene en-
después de esos acontecimientos cósmicos. La razón tonces gran importancia para las cuestiones que nos
es que esos acontecimientos no denotaban verdaderos ocupan. Porque las afirmaciones de Jesús sobre la pre-
sucesos cosmológicos, sino que constituían una forma sencia actual del reinado de Dios en su propia activi-
literaria de referirse a graves transformaciones histó- dad no representa un contraste con los acontecimien-
ricas, pero no al final de la historia. El oscurecimiento tos "apocalípticos" que él anunciaba para un futuro
del sol y de la luna, la caída de las estrellas, la sacudi- inminente. En el presente tenemos a Dios reinando allí
da de las potencias que están en el cielo, etc., eran donde las personas son liberadas de espíritus opreso-
modos de referirse a graves alteraciones sociales y res, o a Dios reinando en el grupo de sus discípulos.
políticas, y no al final del espacio y el tiempo22. En el futuro inmediato, tenemos el reinado de Dios
haciendo caer a las potencias (astros) que dominan es-
No se trata de un lenguaje tan extraño a nosotros
te mundo, ya no en la escala del ministerio de Jesús y
como pudiera parecer. También en la actualidad
de la comunidad de sus discípulos, sino en una escala
hablamos de un "des-astre" económico o a un "terre-
aún mayor. Una escala que, aunque no designa el fi-
moto político", no para referirnos a fenómenos cos-
nal de la historia, sino el inicio del reinado de Dios,
abre perspectivas que conducen hacia el final de la
22N. T. Wright, Jesus and the Victory of God, Minneapolis, 1996, pp.
210-220. De hecho, ya en el Antiguo Testamento encontramos la
historia, cuando todos los poderes finalmente hayan
imagen de que la caída de los dioses paganos, incapaces de hacer sido sometidos al reinado de Dios.
justicia al pobre, puede ser descrita como un tambalearse los fun-
damentos de la tierra, cf. Sal 82.
Seminario Evangélico Unido de Teología 21

Desde aquí podemos darnos cuenta que el escán- beranía, sea democrática o tiránica, patriarcal o ma-
dalo de la teología liberal con la presunta equivoca- triarcal, monárquica o republicana. Precisamente el
ción de Jesús ha de ser revisado. Porque si lo que Je- hablar de que Dios, y nadie más, reina sobre su pue-
sús y las primeras comunidades anunciaban como blo, nos permite poner en entredicho cualquier forma
inminente no era el final del universo, sino profundas de dominación. Si Dios reina directamente sobre su
alteraciones en la historia, la pregunta decisiva, antes pueblo, y si este reinado no está mediado, la comuni-
de hablar apresuradamente de una equivocación de dad sobre la que Dios reina es necesariamente una
Jesús, es saber si esas profundas alteraciones realmen- comunidad fraterna, donde no puede haber domina-
te sucedieron y, si sucedieron, en qué consistieron ción. Esta dimensión crítica de la terminología sobre el
exactamente. Y esto nos conduce de nuevo a la pre- reinado de Dios se pierde cuando se deja de hablar de
gunta por la relación entre el reinado de Dios y la que Dios reina, y se adoptan otras terminologías más
iglesia. Una pregunta que ahora podemos abordar en impersonales, como puede ser la de la "nueva crea-
una nueva perspectiva. ción". No sólo esto. Ya en el libro de Daniel, el reina-
do de Dios es presentado como un reinado comparti-
5. El pueblo del Rey do entre el Hijo del Hombre y el “pueblo de los santos
del Altísimo” (Dn 7,27). Esta idea aparece en boca de
De las consideraciones anteriores, creo que debe
Jesús cuando afirma que los doce se sentarán con él a
resultar claro que el reino de Dios se refiere primera-
juzgar a las tribus de Israel. Nótese por cierto la prefe-
mente a su reinado, al ejercicio fáctico de su sobera-
rencia de Jesús por imágenes del tiempo anterior a la
nía. Y este ejercicio de soberanía crea y sostiene un
monarquía, cuando el pueblo era gobernado carismá-
pueblo, una comunidad. Esto significa, ante todo, que
ticamente por jueces (Mt 19,28). Otros estratos del
la comprensión del reinado de Dios como soberanía
Nuevo Testamento presentan imágenes semejantes de
no tiene en absoluto que reducirse a una comprensión
los discípulos reinando junto con el Mesías (2 Ti 2,12;
existencialista de la misma. Y, por tanto, tampoco tie-
Ap 5,10). Un reinado compartido entre todos los súb-
ne sentido rechazar la idea del reinado de Dios como
ditos es algo radicalmente distinto de cualquier forma
ejercicio dinámico de su soberanía por el simple hecho
humana de dominación, incluso de las que pretenden
de que tal idea haya sido utilizada en círculos teológi-
ser democráticas e igualitarias. En cualquier caso, el
cos existencialistas23. La soberanía de Dios no se refie-
rechazo al reino de Dios alegando sus connotaciones
re solamente al individuo, sino que se trata de una so-
tiránicas parece algo superficial e injustificado.
beranía que constituye un pueblo. Dios no sólo cues-
tiona y transforma existencialmente a los individuos, Todo esto ya nos permite afirmar algunas tesis so-
sino que esas transformaciones están dirigidas a la bre la relación entre el reinado de Dios y la iglesia. En
constitución de un pueblo especial y distinto de todos primer lugar, hay que afirmar categóricamente la dis-
los demás pueblos. tinción entre el reinado y la iglesia. La iglesia designa
la asamblea de los que han sido convocados por el
También es necesario observar que, aunque el rei-
rey, y se han incorporado explícita y conscientemente
nado de Dios designa su señorío sobre un pueblo, to-
a su reinado. En cambio, el reinado se refiere al go-
davía no especifica cuál es la índole de ese señorío. Y
bernar de Dios, y no a una especie de pueblo utópico
mientras no se especifique esa índole, tiene poco sen-
o de situación idílica. Por supuesto, este gobernar
tido rechazar el término "reinado de Dios" diciendo
puede pasar por distintas fases históricas. No es igual
que despierta asociaciones monárquicas, tiránicas y
el reinar de Dios a la salida de Egipto, que durante la
machistas en los oídos contemporáneos24. Estas aso-
etapa monárquica de Israel, que el reinar de Dios que
ciaciones pueden variar según los distintos contextos,
aparece en el ministerio de Jesús o que el reinar de
y dependen altamente del modo concreto en que se
Dios que experimentan las comunidades cristianas
utilice la terminología del "reinado de Dios". Porque el
después de la pascua. Y, por supuesto, este reinar está
sentido originario del reinado de Dios consiste preci-
abierto a una culminación escatológica. Sin embargo,
samente en afirmar que, si Dios reina, cualquier otro
se trata de un reinado ya presente. Como tal, designa
reinado sobre el pueblo de Dios queda excluido. El
el acto de reinar de Dios sobre un pueblo, y es radi-
reinado de Dios pone en entredicho cualquier otra so-
calmente distinto de ese pueblo sobre el que Dios re-
ina. La diferencia entre el reinado de Dios y la iglesia
23 Es lo que hace J. Moltmann, Theologie der Hoffnung, München,
no es simplemente cualitativa, como la que se puede
1968, pp. 200-201.
dar entre individuos del mismo género, sino que es
24Cf. J. Moltmann, Cristo para nosotros hoy, Madrid, 1997, pp. 14 y
24.
una diferencia esencial.
22 Boletín ENCUENTRO Nº 2

Ahora bien, una vez que afirmamos la distinción 6. El reinado del Mesías
radical entre el reinar de Dios y el pueblo, hay que Hemos señalado que, según la perspectiva bíblica,
afirmar, en segundo lugar, que el reinado de Dios y el el reinado de Dios es compartido por Jesús con los
pueblo de Dios están constitutivamente referidos uno miembros de ese reinado. Los discípulos somos invi-
a otro. Dios reina, no en abstracto, en la forma de una tados a reinar con él. Sin embargo, hemos sostenido
utopía idílica, sino que Dios reina sobre un pueblo. El hasta aquí que estamos hablando de un reinado de
reinar de Dios requiere un pueblo sobre el que Dios Dios. Tenemos entonces que preguntarnos por la posi-
reine. Del mismo modo, la iglesia verdadera es aque- ción específica de Jesús en ese reinado. Jesús anunció
lla que tiene a Dios por rey, como soberano que direc- la llegada inminente del reinado de Dios. Por otra par-
tamente rige sobre ella. Un signo esencial para distin- te, Jesús no pareció sentirse demasiado a gusto con el
guir una iglesia auténtica de una farsa eclesiástica es título de Mesías, prefiriendo el de “Hijo del Hombre”.
el hecho de que, en una iglesia auténtica, Dios reina Sin embargo, después de su muerte y resurrección, el
directamente sobre su pueblo. Por eso, una iglesia au- reinado de Dios es interpretado cristológicamente
téntica está caracterizada por la igualdad fraterna de como reinado del Mesías. De acuerdo con Pablo, el
aquellos que solamente tienen a Dios por rey. Y esto Mesías Jesús ejerce en la actualidad su reinado, hasta
significa entonces que el reinado de Dios y la iglesia, que finalmente, cuando haya suprimido todo domi-
siendo dos categorías radicalmente distintas, pues una nio, toda autoridad y toda potencia, entregue el rei-
se refiere a un pueblo, y otra a un acto de reinar, están nado al Padre (1 Co 15,24). También en los escritos
sin embargo radicalmente referidas la una a la otra. El post-canónicos encontramos esta identificación entre
reinado de Dios requiere un pueblo, y el pueblo de el reino de Dios y el reino de Cristo. Así, por ejemplo,
Dios requiere que Dios, y no otro, sea el rey. Siendo en la carta de Clemente la venida de Cristo es venida
radicalmente distintos, el reinado de Dios y la iglesia del reino de Dios25. A veces se ha querido ver aquí
están constitutivamente referidos el uno al otro. una gran contradicción entre el mensaje de Jesús y el
Es algo que solamente puede ser captado correc- mensaje del cristianismo primitivo. Jesús habría esta-
tamente mediante un pensamiento no sustancial, sino do centrado en el reino de Dios, mientras que el cris-
estructural y dinámico. Desde el punto de vista sus- tianismo primitivo habría estado pendiente de los tí-
tancialista, reinado de Dios e iglesia son dos sustan- tulos de grandeza dados a Jesús, ahora proclamado
cias, una más grande y mejor que otra. Desde el punto como Mesías (Cristo), como Señor, etc.
de vista estructural y dinámico, el reinado de Dios es Sobre esta presunta contradicción hay que afirmar
un acto, y está radicalmente referido a aquél pueblo dos cosas. En primer lugar, la tesis de una contradic-
sobre el que Dios reina. Inversamente, el pueblo de ción sobre el reino de Dios entre Jesús y el cristianis-
Dios no es una sustancia idéntica a sí misma, sino una mo primitivo presupone la idea del reino de Dios co-
asamblea congregada por los actos liberadores del so- mo una especie de utopía. Ya hemos visto que se trata
berano. Por supuesto, el reinar de Dios trasciende al de una concepción equivocada, derivada de la com-
pueblo concreto sobre el que explícitamente reina. El prensión del reino de Dios como reino celestial del ul-
universo entero, creado por Dios, está sujeto a su so- tratumba. Jesús afirmó el reinado de Dios como el re-
beranía real. Del mismo modo, hay realidades huma- inar inminente y directo de Dios sobre su pueblo. El
nas e históricas sobre las que Dios puede ejercer una cristianismo primitivo afirmó que quien reinaba era el
soberanía no explícitamente reconocida, pero real y Mesías Jesús. En ambos casos se trata de un reinar
efectiva. En último término, toda la historia humana efectivo. Ahora bien, ¿quien reina? ¿Jesús o Dios?
está bajo la soberanía de Dios, por más que quienes Pues bien, esto nos lleva en segundo lugar a una cues-
actúan en esa historia lo ignoren, o incluso lo aborrez- tión central, decisiva para entender la cristología del
can. Ahora bien, hay un ámbito donde esa soberanía cristianismo primitivo. Se trata justamente de las
sobre la creación y sobre la historia es reconocida afirmaciones neotestamentarias relativas a la divini-
conscientemente y proclamada explícitamente en una dad del Mesías. El Nuevo Testamento otorga a Jesús
forma que no pueden hacer ni las piedras, ni las ranas, títulos propios de Dios, como el de “Señor” o como el
ni los incrédulos. Ese ámbito son las iglesias. Las igle- “Yo soy” de Juan. Otros muchos textos sugieren, con
sias cristianas, en su diversidad y variedad, constitu- diverso grado de claridad, la divinidad de Jesús26.
yen una sola iglesia en la medida en que se sitúan li-
bremente bajo la soberanía del verdadero Rey. Es el 25 Cf. 1 Clemente 50,3.
pueblo sobre el que Dios reina, introduciendo la
26 Cf. R. E. Brown, Introducción a la cristología del Nuevo Testamento,
igualdad, la libertad, y el gozo de la nueva creación.
Salamanca, 2001, pp. 191-219.
Seminario Evangélico Unido de Teología 23

Démonos cuenta de algo fundamental: si Dios estaba la afirmación de la divinidad de Jesús tampoco tienen
en el Mesías, reconciliando el mundo consigo (2 Co que ver con algún gusto pagano por otorgar divinidad
5,19), tal como afirma Pablo, el reinado del Mesías no a ciertos personajes relevantes. La afirmación neotes-
contradice el reinado de Dios. La llegada del reinado tamentaria de la divinidad de Jesús se entiende desde
del Mesías sobre su pueblo no es otra cosa que la lle- una perspectiva más cercana a la tradición bíblica
gada misma del reinado de Dios. No son dos reinados cuando se la sitúa en el marco de aquello que fue cen-
distintos. Si se afirma la divinidad del Mesías, su rei- tral para Jesús: el anuncio del reinado de Dios. Afir-
nado es reinado de Dios. El reinado del Mesías sobre mar la divinidad de Jesús es algo que se deriva de la
las comunidades mesiánicas (=cristianas) es la llegada percepción de que su reinar como Mesías glorificado
del reinado de Dios. No es posible entender la cristo- no es un reinar vicario, en lugar de Dios, sino el reinar
logía del Nuevo Testamento pasando por alto esta mismo de Dios. Toda consideración ontológica es algo
cuestión crucial. necesario, pero derivado de un momento previo, que
es la experiencia del reinado de Dios como reinado
En primer lugar, podemos entender por qué Jesús
no gustaba del título Mesías, al mismo tiempo que realmente ejercido ahora, en la historia, por el Mesías
resucitado que es cabeza de su pueblo (Heb 1,1-12)27.
también podemos entender por qué ese título le fue
aplicado masivamente por el cristianismo primitivo, Si nos situamos en esta perspectiva, podemos, en
hasta convertirse casi en un nombre propio (Cristo). segundo lugar, entender que el cristianismo primitivo
Antes de la pascua, la afirmación del reinado directo de ninguna de las maneras dejó de anunciar el reina-
de Dios sobre su pueblo estaba, como vimos, en ten- do de Dios. Ciertamente los primeros cristianos no
sión con la esperanza en la llegada de un rey ungido anunciaron una simple utopía, pero tampoco era eso
(=Mesías) según el modelo de David. Era una tensión lo que había anunciado Jesús. Jesús había anunciado
que atravesaba la historia de Israel, y que Jesús decide la llegada del reinar directo de Dios sobre su pueblo, y
claramente en un sentido no monárquico. Jesús no op- eso fue lo que anunció el cristianismo primitivo cuan-
ta por la instauración de un estado judío, gobernado do reconoció a Jesús como el verdadero Mesías. Es
por él como rey ungido, el cual de alguna manera vi- decir, no se trata solamente de caer en la cuenta de
caria se sentaría en el trono de Dios sobre su pueblo. que de hecho los primeros escritos cristianos siguie-
Jesús rechaza el modelo estatal, y pone en el centro la ron empleado el término “reinado de Dios”, utilizado
soberanía directa de Dios sobre un pueblo de herma- por el mismo Jesús28. Es que, además, cada vez que los
nos y hermanas, libre de cualquier mediación vicaria primeros cristianos proclamaron a Jesús como Mesías
que diluiría la fraternidad básica de sus discípulos. A (Cristo), estaban de hecho anunciado el reinar de
diferencia de las naciones, el pueblo de Dios no está Dios. Y es que, obviamente, el título de Mesías no es
llamado a ser un pueblo estatal. Sin embargo, después simplemente un “título de grandeza”, “de exaltación”
de la pascua, el sentido de la misión de Jesús queda o cosa semejante, sino que es un título claramente po-
desvelado plenamente. Jesús ha sido resucitado, y se lítico en el sentido que designa al rey ungido para go-
ha sentado a la derecha del trono de Dios (Heb 8,1; bernar sobre su pueblo. No tenía sentido llamar a Je-
12,2). No gobierna vicariamente en lugar de Dios, sino sús “Mesías” si no había un pueblo que se sintiera go-
que gobierna junto con Dios. Ahora bien, este “junto bernado directamente por él. Este pueblo, claramente,
con” podría contener todavía una dualidad entre re- son las iglesias cristianas nacientes. Ahora bien, cuan-
ino de Dios y reino del Mesías que solamente se di- do esas iglesias afirmaban a Jesús como Mesías no só-
suelve cuando claramente se afirma la identidad entre lo afirmaban el reinado de un hombre. Como hemos
Dios y el Mesías. Solamente entonces la tensión de la visto, la afirmación cristiana de la divinidad de Jesús
Biblia hebrea entre el reinado directo de Dios y el rei- no sólo implica que su reinado es un reinado humano,
nado vicario del rey ungido se resuelve definitiva- a diferencia de los reinados bestiales de los imperios
mente. El reinado de Dios es idéntico al reinado del
Mesías. El reinar del Mesías es reinar de Dios. 27 El texto de Hebreos es significativo, porque no sólo se invoca a

Jesús como Dios, sino que se hace esto en el contexto de su reinado


Démonos cuenta de las enormes consecuencias de
mesiánico, con alusiones al cetro y al trono.
esta perspectiva para una comprensión adecuada de
28Los Hechos de los Apóstoles se abren y concluyen con el tema del
la cristología. En primer lugar es necesario afirmar,
reinado de Dios, entendido por Lucas como el eje de la predicación
contra siglos de confusión especulativa, que la prime- cristiana, incluyendo la de Pablo, cf. Hch 1,3 y 28,31. El término
ra razón por la que el cristianismo primitivo afirma la aparece al menos catorce veces en el corpus paulinum, e igualmente
divinidad de Jesús no es una reflexión metafísica so- se usa con profusión en el resto del Nuevo Testamento. Más allá del
término concreto, la soberanía de Dios sobre su pueblo es un tema
bre naturalezas y personas. Las claves para entender
omnipresente en todos los escritos neotestamentarios.
24 Boletín ENCUENTRO Nº 2

mundiales, sino también implica que su reinado es el en una forma muy concreta: no como una teocracia
reinado mismo de Dios. Y esto significa que no hay estatal en Israel, sino como un Israel renovado según
ninguna contradicción, sino continuidad en diferen- sus orígenes no estatales, y sobre el que Dios reina di-
cia, entre el anuncio de Jesús de la inminente llegada rectamente como Mesías, mediante el Espíritu que
del reinado de Dios y la afirmación cristiana de Jesús forma y recrea constantemente las asambleas. No hay,
como Mesías. Y es que el reinar de Jesús es reinar de propiamente, una contradicción entre el mensaje de
Dios. Y esto implica, entonces, que el reinado de Dios Jesús y la experiencia del cristianismo primitivo, sino
efectivamente llegó, tal como Jesús lo había anuncia- más bien una continuidad fundamental, aunque con
do. las novedades propias de los planes de Dios: un Mesí-
as sin estado, un Mesías derrotado, un Dios que se
Y entonces se nos resuelven también los enigmas
identifica con el crucificado. Como ya decían los pri-
de la presunta equivocación de Jesús sobre la inmi-
nencia del reinado de Dios. Como hemos visto, el len- meros cristianos, “el reino de Jesús está en la cruz”30.
El reinado del Mesías, en el presente, sufre violencia.
guaje apocalíptico del Nuevo Testamento no se refiere
al final del espacio y del tiempo, sino a transforma- Sin embargo, hay una esperanza para el final de los
tiempos: la Jerusalén celestial en la que toda lágrima
ciones decisivas ya en la historia, por más que en ellas
será enjugada. Esta Jerusalén celestial no es el reinado
se abran perspectivas universales, también hacia el
de Dios, situado en la ultratumba. Dios ya está rein-
final de los tiempos. Ahora podemos concretar más en
ando en el presente. La Jerusalén celestial es más bien
qué consisten esas transformaciones decisivas. Con la
muerte y la resurrección de Jesús, y con la efusión del la imagen de la plenitud de ese reinado al final de los
tiempos, cuando toda forma de dominación sea su-
Espíritu Santo, surge en la historia un pueblo nuevo,
guiado por el Mesías con el que Dios se ha identifica- primida, y el Mesías entregue el reinado al Padre. No
hay, por tanto, algún tipo de iglesia invisible de tipo
do. Este pueblo ya no está bajo el dominio de ninguno
platónico, que haga posible aceptar los límites de la
de los imperios bestiales que recorren la historia
humana, sino bajo el reinado humano del Hijo del iglesia visible. El reinado de Dios, en cuanto acto de
reinar realizado por Dios, es perfecto ya en el presen-
Hombre. El surgimiento de este pueblo representa
una novedad histórica comparable a la que tuvo lugar te. Sin embargo, el pueblo sobre el que Dios reina es
imperfecto, por más que haya reconocido la soberanía
con la salida de Egipto en tiempo del Éxodo. Significa-
tivamente, la muerte y la resurrección de Jesús han de Dios sobre su vida. De hecho, esa soberanía no se
ejerce plenamente sobre la vida de los individuos y de
tenido lugar en la Pascua. Los nuevos creyentes repre-
las comunidades. Aquí es donde tienen perfecto sen-
sentarán con el bautismo la nueva travesía del Mar de
los Juncos hacia la libertad. Así como las aguas sepa- tido las consideraciones sobre el ser humano como
justus et peccator.
radas en el Éxodo indicaban el acontecer de una nue-
va creación29, igualmente ahora el lenguaje apocalípti- Con su imperfección, la iglesia es sin embargo
co es perfectamente utilizable para designar la nove- “signo” de lo que será el reinado de Dios en la pleni-
dad radical que se ha producido en la historia. Es la tud de los tiempos. Ahora bien, ser “signo” no signifi-
novedad de un pueblo en el que desaparecen las dis- ca que Dios no reine, ni que su reinado tenga que ser
tinciones entre esclavos y libres, judíos y gentiles, va- remitido al final de los tiempos. Todo lo contrario. La
rones y mujeres. Un pueblo fraterno en el que sus iglesia no es un signo extraño a la cosa significada, si-
miembros son invitados a reinar junto con el Mesías. no el lugar donde la plenitud significada está ya pre-
Un pueblo pequeño, en el que se inicia una liberación sente como vestigio de la plenitud que se espera, pues
que concierne a toda la humanidad, hasta que todo las iglesias cristianas son justamente las asambleas
principado y toda potestad sea suprimida, y el Mesí- convocadas por el Señor, quien ya ejerce su soberanía
as, el Hijo, pueda finalmente entregar el reinado al sobre ellas. Las iglesias son signos de la plenitud de
Padre. los tiempos precisamente porque ya en el presente
constituyen el ámbito donde se reconoce explícita-
Entonces, ¿se puede decir que Jesús anunció el re-
mente la soberanía de Dios. La imperfecta fidelidad
ino de Dios y después vino la iglesia? Más bien habría
de los cristianos y, por tanto, la imperfecta unidad de
que decir que Jesús anunció que Dios iba a volver a
reinar sobre su pueblo, y después ese reinado se inició las iglesias es signo de la plenitud futura de unidad y
de fidelidad al Creador que alcanzará a toda la Tierra.
Sin embargo, ya en el presente las iglesias cristianas
29 Se recoge una imagen de las cosmogonías semíticas, que aparece

hondamente transformada en Gn 1,6-7. La división de las aguas del


Mar de los Juncos indica el acontecer de una nueva creación. 30 Cf. Epistola de Bernabé, 8,5.
Seminario Evangélico Unido de Teología 25

gozan de una unidad, por más que sea imperfecta. No mero reino de ultratumba, ni tampoco la versión secu-
es la unidad de unas instituciones centralizadas, en las larizada de este reino, en la forma de una utopía. El
cuales se explicite el ansia humana de poder, y la pre- reinado de Dios tampoco es la iglesia, ni siquiera la
tensión secular de sustituir el reinado de Dios por rei- más auténtica y fiel de todas. El reinado de Dios es el
nados vicarios de potencias humanas. Se trata de la reinar de Dios, que requiere tanto de las iglesias como
unidad que surge cuando todos reconocen a un mis- de la culminación futura de la historia humana. Es
mo Señor (1 Co 1,2), pues es precisamente la fidelidad precisamente ese reinar el que origina, ya en la histo-
al Mesías la que conduce a todos los cristianos autén- ria, las primicias del porvenir, allí donde deja de
ticos hacia la unidad. No se necesita, por tanto, postu- haber amo y esclavo, judío y griego, varón y mujer, y
lar una iglesia invisible de corte platónico que confiera la fraternidad propia de una sociedad gobernada di-
unidad a las iglesias. Lo que confiere unidad a las rectamente por Dios toma formas concretas en la his-
iglesias es el reconocimiento, en la pluralidad y en la toria. Por eso mismo, el reinado de Dios no es un me-
diversidad, de un mismo Señor que las convoca. Las ro reinado sobre los espíritus individuales. Es un rei-
iglesias cristianas son signo de la plenitud del reinado nado de comunidades guiadas por el Espíritu del Me-
de Dios por el hecho de que en ellas ya está irrum- sías, y realizando en la historia aquello que para el re-
piendo ese reinado que finalmente un día alcanzará a sto de la humanidad es sólo un sueño o una utopía. El
toda la humanidad. Con la ilustración, los creyentes reinado de Dios, en lugar de ser una utopía, es más
esperan una culminación de la historia, pero a dife- bien una “topía”, algo que tiene lugar en la historia,
rencia de la ilustración, los creyentes gozan ya en el no por la perfección de las personas, ni tampoco por
presente de la soberanía compartida del Mesías con el la perfección de las iglesias, sino por la perfección de
que Dios se identificó. La culminación de la historia aquél que en la cruz inició su triunfo y su soberanía
será plenitud del reinado de Dios, entregado final- sobre quienes humildemente, como pecadores com-
mente al Padre, y al mismo tiempo trascendencia de la prados a gran precio, se ponen a disposición de aquel
misma historia, en la nueva creación, cuando Dios lo Señor por quien toda forma humana de dominación
sea todo en todos (1 Co 15,28). ya ha sido derrotada.
En definitiva, podemos concluir que el reinado de
Dios no es un estado de cosas futuro, al estilo de un

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