Moral de Los Actos Humanos Ejemplos Excelentes San Jose

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EDUCACIÓN

RELIGIOSA
CONSEJOS EN EL ÁREA DE EDUCACIÓN RELIGIOSA PARA DOCENTES Y
ALUMNOS
lunes, 21 de septiembre de 2015

PROYECTO DE VIDA CRISTIANA


PROYECTO PERSONAL DE VIDA CRISTIANA

Para elaborar nuestro Proyecto Personal de Vida Cristiana os presentamos algunas pistas de
cómo hacerlo y una plantilla que aparece explicada más abajo. Es importante que en esta ocasión
no queráis abordar y solucionarlo todo. Esto es un proceso. Lo importante es tener un proyecto
para caminar con conciencia y unificar nuestra vida. ¿Qué es el Proyecto Personal de Vida
Cristiana? El PPVC es un medio educativo para ayudarnos a crecer en el seguimiento de Jesús. El
PPVC se formula personalmente y después se contrasta con el grupo. Vamos a explicarlo palabra
a palabra: Es un PROYECTO, o sea un plan, que después de reflexionarlo y valorarlo, se escribe
en un papel para hacerlo realidad en la vida. Todos hemos visto alguna vez el plano de una casa,
que todavía no existe, pero queremos hacerla y por ello dibujamos el proyecto para luego
construirla de acuerdo con él. El PPVC es una lámina en la que trazo lo que quiero hacer de mi
vida. PERSONAL, es decir, se refiere a mi persona, y por ello es original. No se puede copiar.
¿Alguien tiene las huellas dactilares igual a otro? Pues tampoco puede haber dos Proyectos
iguales. De VIDA. El Proyecto Personal es de Vida, de toda nuestra vida. Somos personas que
tenemos unas ilusiones y esperanzas, también tenemos unas preocupaciones y problemas.
Formamos parte de una familia, tenemos unos vecinos, trabajamos o estudiamos, disponemos de
un dinero, tenemos tiempo libre. Somos personas que queremos seguir a Jesús, participamos en la
vida de la comunidad parroquial, nos comprometemos en nuestro ambiente... todo esto y mucho
más es nuestra vida. Ella es el centro del PPVC. CRISTIANA. El PPVC es una ayuda para ir
configurando nuestra vida al estilo de la vida de Jesús, en el aquí y ahora de nuestro tiempo. El
PPVC quiere ayudarnos a coger las riendas de nuestra vida y conducirla por el camino del
seguimiento de Jesús. La fe afecta a todos los aspectos de la vida del cristiano. Crea un nuevo
estilo de relaciones personales, una forma de entender y construir la vida familiar, una actitud en el
trabajo y ante el dinero, de servicio, de solidaridad... todo ello vivido con alegría y esperanza y de
un modo visible para nuestros hermanos. Sabemos que la fe es un don, que no se puede
programar y que los frutos del trabajo del cristiano es Dios quien los da. Pero es necesario que
quitemos los obstáculos a la acción de Dios y pongamos de nuestra parte todo el esfuerzo
necesario. En resumen:
• El PPVC tiene un horizonte que es el ideal cristiano. Su objetivo fundamental es la unificación de
toda la persona en torno a Jesucristo.
• Ayuda a la superación progresiva de la dispersión y del divorcio entre la fe y la vida.
• La razón del PPVC no es otra que la voluntad de andar en la Verdad, la voluntad de vivir nuestra
identidad de hijos Dios y hermanos de nuestros hermanos.
• El PPVC nos posibilita revisar en un clima de confianza nuestras actitudes, valores,
compromisos... es decir, confrontar lo que estamos viviendo con lo que debemos vivir de acuerdo a
la llamada de Dios.
• El PPVC nos ayuda a vivir despiertos, a convertirnos, a ir madurando, a crecer personal y
comunitariamente. PROYECTO PERSONAL DE VIDA CRISTIANA 2 / 6
• El PPVC quiere ser un instrumento que en nuestra vida ordinaria, nos permita colaborar en el
proyecto de Jesús, el Reino de Dios.
• El PPVC no es algo estático que se define de una vez para siempre porque la persona y su
realidad va cambiando y porque la vida en Cristo supone un continuo proceso de descubrimientos
y maduración en la fe. ¿Cómo se elabora el Proyecto Personal de Vida Cristiana? La reflexión
personal. Lo más importante es el trabajo personal que cada uno debe realizar. Es conveniente
hacerlo con tranquilidad, pensando bien lo que queremos hacer de nuestra vida. El PPVC nunca se
debe hacer deprisa y corriendo, es necesario hacer este trabajo en clima de oración. En
comunicación con el grupo. Es muy importante este paso. El seguidor de Jesús no existe solo, a
Jesús se le sigue en comunidad. El grupo ayuda a unos y otros a ser mejores seguidores suyos. Al
principio cuesta compartir el PPVC, es normal, pues supone una gran implicación personal. Es
necesario un mínimo de confianza. A veces, poner en común los proyectos ayuda a crearla. En
cualquier caso, la comunicación del proyecto de vida requiere en el grupo un clima adecuado de
escucha, de sinceridad, de libertad y de comprensión. Un clima de oración. Si no se cuida,
perderemos una buena experiencia. Los acompañantes haremos todo lo posible para que este
momento se viva con paz y resulte gratificante para todos los miembros del grupo. Cualquier
valoración o sugerencia que se haga a cada persona debe realizarse con mucha delicadeza y
cariño. Se puede proceder de una de estas dos formas:
• Dimensión a dimensión. Empezaremos por la dimensión personal, cuando todos hayan
comunicado su reflexión, se tendrá un breve diálogo en torno a lo que acabamos de compartir. Una
vez escuchadas las distintas valoraciones y sugerencias expresadas en el diálogo cada persona
puede perfilar y completar esta dimensión. A continuación pasaremos a la dimensión comunitaria, y
así hasta terminar.
• Persona a persona. Cuando en el grupo exista un clima de familiaridad se puede proceder de
esta forma. Tras la comunicación de todo el proyecto por parte de una persona, el resto de
miembros del grupo intervienen solicitando alguna aclaración, valorando algún aspecto, haciendo
alguna sugerencia, etc.
A continuación la persona que ha compartido su proyecto responde a las aportaciones recibidas y
se pasa a otra persona. Todo ello como ya se ha dicho en un clima de respeto y de ayuda sincera.
La celebración del PPVC. La elaboración del PPVC es un hecho significativo en nuestra vida, por
eso es un momento oportuno para vivirlo desde la fe.
Pistas para la Reflexión Personal Prioridad o eje central del PPVC Identificar este eje es el punto
vital del Proyecto Personal, pues todo él atraviesa a todas las dimensiones, por lo que en él
debemos centrar nuestros mejores esfuerzos. Hay que leer toda la vida a la luz de ese eje y ver
que de él depende el despliegue de todas tus dimensiones: personal, comunitaria, social y
espiritual. Prioridad significa que un determinado tema, problema o valor debe ser atendido con
mayor urgencia, porque las demás dimensiones de la vida dependen de él. Así, por ejemplo, mi
relación con Dios y mis relaciones con los hermanos pueden estar bloqueados por un problema de
autoestima que ahora descubro que está en la base de mis agresividades, de mis inseguridades y
de mis refugios poco sanos en Dios. Si no afronto ese problema de autoestima, todas mis
relaciones con Dios y con mis hermanos y todos los propósitos que haga para mejorarlos pueden
ser inútiles. También podría ser la enfermedad de un familiar al que tengo que atender muchas
horas o puede suceder que el tema eje, o prioridad, sea la opción fundamental del seguimiento de
Jesucristo de una manera clara y definitiva. En forma breve, pero clara, convendría describirla,
situándola aquí. Puede ser muy iluminador releer o comparar los resultados que arrojan las demás
dimensiones a la luz del tema eje o prioridad. Se puede constatar la influencia de éste en las
demás dimensiones. Análisis y concreciones MI SITUACIÓN: Aquí recogeremos el momento actual
de nuestra vida en cada una de las dimensión, lo que realmente somos y la realidad de nuestro
pequeño mundo.
OBJETIVOS: Una vez hemos reconocido con sinceridad nuestra propia situación nos disponemos
a plantearnos unos objetivos para avanzar en nuestro seguimiento de Jesús en cada una de las
dimensiones. Los objetivos deben ser realistas y realizables, hay que evitar la tentación de ponerse
demasiados objetivos.
MEDIOS: En esta columna anotaremos qué vamos a hacer para conseguir los objetivos que nos
hemos propuesto. Se trata de concretar los medios que nos van a ayudar a hacer realidad las
metas que nos hemos trazado.
REVISIÓN: Al terminar cada bloque revisaremos cómo va calando en nosotros el proceso de
formación. Éste es el momento para volver la vista sobre nuestro PPVC y hacer los cambios
oportunos, motivados siempre por la reflexión y vivencias que estamos teniendo. Dimensiones del
PPVC Son las áreas fundamentales que forman parte de nuestra vida. En todas ellas queremos
tener como referencia a Jesucristo para ir conformando nuestra vida a su manera. En un primer
contacto con el PPVC puede asustar tantos aspectos, pero ni en ese momento, ni cuando
hayamos profundizado más en esta herramienta, hace falta marcarnos medios y objetivos para
cada uno de ellos. Seguramente, aunque quisiéramos, no podríamos abarcarlos todos. Además,
en algunos, trataremos “sólo” de cuidar los avances conseguidos.
• Desarrollo Personal: carácter, personalidad, actitudes, cualidades y dificultades, aceptación de
uno mismo, estilo de vida.
• Relaciones, Familia, Afectividad: amigos, padres, pareja, relaciones sociales...
PROYECTO PERSONAL DE VIDA CRISTIANA
• Ocupación: estudios, trabajo, paro, relaciones con los compañeros...
• Economía: recursos que dispongo y qué uso hago de ellos. Comunidad Cristiana de Bienes
(compartir con la Iglesia y con las personas).
• Aficiones: Ocio, tiempo libre, descanso, cultura...
DIMENSIÓN COMUNITARIA O ECLESIAL:
• Grupo: participación y corresposabilidad en la vida del grupo (asistencia, puntualidad,
preparación, relación con las personas del grupo...)
• Parroquia: participación en la parroquia, implicación pastoral, conocimiento de la vida parroquial,
relación con otras realidades del barrio/pueblo...
• Movimiento: participación, compromiso, asistencia a actividades, conocimiento de la realidad en
otras parroquias o diócesis, relación con los otros sectores... (para aquellos que formen parte de la
ACG).
• Iglesia: participación en la Iglesia diocesana, conocimiento de la realidad, implicación en la
delegación de juventud... DIMENSIÓN SOCIAL:
• Conocimiento de la Realidad: conocimiento de las realidades sociales, políticas y culturales de mi
barrio o pueblo, de mi ciudad, de España, del mundo.
• Lectura Creyente de la Realidad: capacidad y tiempo dedicado a ver a Dios en la realidad y en el
mundo, para ser capaces de escuchar sus llamadas.
• Relación con el Entorno: lugares y situaciones en las que se desarrolla mi vida diaria y cómo son
mis actitudes, disponibilidad, espíritu crítico, relación con los más desfavorecidos.
• Compromiso Evangelizador: Analizamos nuestros compromisos concretos con la sociedad y
nuestro testimonio cristiano en nuestros ambientes y en nuestras relaciones sociales.
DIMENSIÓN ESPIRITUAL:
• Síntesis Fe-Vida: coherencias e incoherencias entre lo que vivo en el día a día y lo que creo (mi
fe). • Oración: oración personal, oración comunitaria, Lectura Creyente de la Realidad en la
oración, ambiente y tiempo de oración, escucha de Dios, presencia de la Palabra.
• Celebración de los Sacramentos: participación en la Eucaristía y celebración del sacramento de la
Reconciliación.
• Formación Cristiana: formación bíblica, teológica, catequética, Doctrina Social de la Iglesia...
Cómo cuido esta dimensión en el grupo y en otros encuentros, jornadas, cursillos...
PROYECTO DE VIDA
El proyecto es como un camino para alcanzar la meta: es el plan que una persona se
traza a fin de conseguir un objetivo. El proyecto da coherencia a la vida de una persona
en sus diversas facetas y marca un determinado estilo, en el obrar, en las relaciones, en
el modo de verla vida...
El proyecto de vida es la dirección que el hombre se marca en su vida, a partir del
conjunto de valores que ha integrado y jerarquizado vivencialmente, a la luz de la cual se
compromete en las múltiples situaciones de su existencia, sobre todo en aquellas en que
decide su futuro, como son el estado de vida y la profesión.
La dificultad mayor para trazar el proyecto de vida reside en tener que tomar una decisión,
en tener que elegir una dirección fundamental con exclusión de otra u otras direcciones
fundamentales. Frecuentemente ante este compromiso se adopta una actitud de huida
que conduce a la persona a un estado de indecisión, es decir, hacia un "conflicto
existencial" que, al no ser resuelto, se convierte en crónico.
El miedo a la responsabilidad, la incapacidad de renunciar a alguna de las posibilidades
presentadas, la influencia del ambiente social contrario a los compromisos definitivos.
..son frecuentemente las causas de este conflicto no resuelto.
Tener un proyecto de vida es fundamental. De lo contrario se vive sin rumbo, a la deriva;
se vive sin sentido. Este es el drama en el que vive hoy mucha gente. Muchos de tus
compañeros viven sin saber para qué viven, viven sin un sentido, sin un rumbo que
encamine sus vidas. Viven a la deriva. Por eso mucha gente se estrella con la vida.
El proyecto de vida es VOLUNTAD DE VERDAD: es tomar en serio la AVENTURA DE LA
VIDA, es AUTONOCIMIENTO y DISCERNIMIENTO en el espíritu.

En un Proyecto de Vida, deben darse algunas condiciones básicas en la persona:


a. AUTONOMÍA. Capacidad de tomar la vida en las propias manos, para vivir la aventura de la propia libertad.

b. AUTENTICIDAD. Capacidad de adentrarse serenamente en sí mismo, para avanzar en un proceso de


conocimiento y aceptación.

 CONOCERSE, esto es, saber quién soy y cómo soy en mis cualidades y limitaciones y en mis fondos
existenciales.

 RECONOCERSE, esto es, no defenderme ni ocultarme de mi mismo, sino poder decir con serena lucidez:
“ESE SOY YO”.

 ACEPTARSE, es decir, quererme como soy, incluido mis limitaciones, que es como Dios me quiere.

c. DISCERNIMIENTO. Apertura al espíritu, único capaz de iluminar los fondos del corazón y de lograr el milagro
de hacernos salir de nuestro connatural egoísmo para confiar nuestras vidas a Dios.

El Plan o Proyecto de Vida, busca ordenar el CONJUNTO DE LA VIDA, trazando una estrategia de objetivos y
medios, fijándose unos tiempos para alcanzar aquellos nacidos a la luz de aquel discernimiento, que siempre
será lo esencial.

Por lo tanto, el plan o proyecto de vida, como conjunto de objetivos y estrategias, ayuda a enraizar nuestros
ideales en nuestro YO REAL, a mantener vivo el ideal y a discernir lúcidamente el camino y los pasos del
proceso que conviene ir dando aquí y ahora para avanzar hacia la meta: (NO BASTA CON SABER A DÓNDE
SE QUIERE LLEGAR, ES PRECISO CONOCER EL CAMINO)

Al elaborar el plan de vida, formulamos las preguntas y obtenemos las respuestas siguientes:

 ¿PARA QUÉ ESTAMOS AQUÍ? Declaración de la misma que asume un planteamiento general del tipo de
persona, su propósito de vida y sus valores. La misión guía la vida de cada persona.

 ¿QUÉ INTENTAMOS LOGRAR? Los objetivos que definen el impacto y los logros que la persona espera
obtener de manera afectiva y eficiente.

 ¿CÓMO LO VAMOS A LOGRAR? La estrategia es un planteamiento que describe cómo la persona logrará
los objetivos generales en forma factible y eficaz.

 ¿QUÉ VA A LOGRAR CADA ESTRATEGIA? Los objetivos específicos que son los resultados y beneficios
cuantificables esperados cuando se realiza una estrategia.

 ¿QUÉ ACTIVIDADES INCLUYE CADA ESTRATEGIA? Las actividades son la lista de intervenciones para
lograr cada objetivo específico.

 ¿CÓMO LO EVALUAMOS? Mediante un monitoreo o un seguimiento del plan o proyecto de vida.

Así mismo, reflexionamos nuestras DIMENSIONES DEL YO: PRIVADO O ÍNTIMO, FÍSICO, FAMILIAR,
SOCIAL, LABORAL Y ESPIRITUAL.

PARA ELBORAR EL PROYECTO DE VIDA SE DEBE TENER EN CUENTA LO SIGUIENTES ASPECTOS:

1. CONOCER LA PROPIA REALIDAD (PERSONALIDAD)


Las personas nos diferenciamos unas a otras no sólo por el aspecto físico o por lo que hacemos, también nos
diferenciamos por cómo sentimos, como pensamos o por una determinada forma de ser y actuar en la vida.
Al contemplarse desde afuera uno mismo, lo primero que aparece es su cuerpo, Mas adentro, está el mundo de los
sentimientos, de la afectividad. En un nivel más profundo se encuentra el mundo de las ideas, del pensamiento. Al final,
en el nivel más, está todo aquello que configura y estructura nuestro yo, nuestra personalidad.

El dibujo de círculos explica gráficamente estos cuatro niveles. Analizamos brevemente cada una de estas partes:
 El yo es lo que nos hace ser y sentir nos nosotros mismos; es lo que perdura. la conciencia del yo aparece en
torno a los doce años y marca la entrada a la pubertad.
 Nuestro cuerpo es nuestra parte más visible, por la que los demás primero nos conocen. Por él nos
relacionamos con los otros. Con él nos sentimos distintos y separados de los demás.
 Una vez que el yo ha tomado conciencia del cuerpo, penetra en el mundo misterioso de los sentimientos, de la
afectividad. La relación de amor y amistad se juega en este terreno. Aunque sea un mundo interior, se manifiesta a
través del cuerpo, especialmente del rostro.
 Si avanzamos un paso más nos encontramos con el mundo del pensamiento. Tener un modo propio de pensar se
considera uno de los factores básicos de la personalidad; sin embargo, existen personas poco reflexivas y las hay que
sólo dicen lo que opinan los demás.
 En el nivel más hondo está lo profundo del ser, es lo que la Biblia llama el corazón del ser humano. En nuestro
lenguaje lo llamamos el interior de la persona. Cuando el yo se instala en este nivel, encuentra la paz, la serenidad, el
gozo. Desde este nivel se puede todos los demás, equilibrarlos, compensarlos. Desde este nivel se seleccionan los
valores y se toma la opción fundamental.

2. SABER CLARAMENTE LO QUE ES UN PROYECTO DE VIDA

Un proyecto es la idea que se tiene de algo que se piensa hacer, y de cómo hacerlo. Toda persona, antes de iniciar una
acción, debe pararse a pensar para saber qué hacer y cómo llevarla a cabo.
Diversas clases de proyecto:
 Proyecto a corto plazo: Son proyectos muy concretos y cercanos en el tiempo; por ejemplo, este fin de semana iré
a la Misa.
 Proyecto a medio plazo: Son concretos, pero quedan abiertos a distintas posibilidades; por ejemplo, cuando
termine los estudios buscaré un trabajo.
 Proyecto a largo plazo: Son criterios generales que ayudan a encauzar todo lo que vaya ocurriendo en la vida;
por ejemplo; ser honrado conmigo y con los demás: en esta clase de proyecto lo que es un proyecto de vida.

Tener un proyecto de vida es saber lo que se quiere, darle sentido a la existencia. Cuando este ocurre, la persona
orienta sus acciones en la dirección y compromete su vida en la consecución de lo deseado.
Cuando la persona ha jerarquizado los valores y tiene una opción fundamental, se puede decir que tiene un proyecto de
vida.

3. DEBE SER UN PROYECTO DE VIDA DESDE LA FE CRISTIANA

Las coordenadas que marcan el sentido de la vida desde la fe cristiana las podemos resumir así:
La vida es un don de Dios y está en sus manos.
La vida es un regalo de Dios. Él nos ha dado, no para que la desperdiciemos sino para que la desarrollemos. La
persona no solo es cuerpo, tiene otros niveles más profundos: la afectividad, el pensamiento y, sobre todo el interior del
ser: Al igual que hizo Miguel Ángel con el bloque de mármol del que salió el David, así la persona ha de trabajar para
que lo más profundo de su interior se manifiesta y dirija todas sus opciones.
La vida es para darla
La vida se posee en la medida en que, renunciando a ella, se da: en el momento en que la persona deja de darse, deja
de ser ella misma. Cuando la persona siente el vacío de la soledad y pretende llenarlo rodeándose de mil objetos
atractivos o huir de sí mismo buscando un activismo desenfrenado, lo normal es que no desaparezca la soledad
sino que se agigante. Sólo la entrega de uno mismo puede dar sentido a la vida. Dice el apóstol que al final de la
vida seremos examinados de lo que hayamos dado a los demás.
Seguir a Jesús.
El proyecto de vida de un cristiano, su opción fundamental, no puede ser otro que seguir a Jesús, identificarse con él,
comprometerse con su causa. El encuentro con Jesús es la experiencia central de la vida cristiana, se instala en lo
profundo del ser.

4. CONSIDERANDO EL PROYECTO DE JESÚS, QUE CREE EN UNA UTOPÍA

(Hay ciertos pasajes de Isaías que probablemente usó Jesús para explicar su obra liberadora de los pobres y oprimidos
(Lc 4, 16-21; 7, 22, par.; Mt 10, 7-8). Lucas lo colocó al comienzo del ministerio de Jesús, como una especie de texto
programático, tiene razón Lucas al conceder tanta importancia a estos pasajes para entender la praxis de Jesús. Is (29,
18-19).(35, 5-6).(61, 1-2). El evangelio o buena noticia que Jesús trajo a los pobres y oprimidos era una profecía. La
profecía fundamental de Jesús se contiene en ese pasaje del Evangelio que llamamos «las bienaventuranzas»:
Bienaventurados los que sois pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Bienaventurados los que ahora padecéis
hambre, porque seréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis (Lc 6, 20-21).

La utopía de Jesús de la que hablamos tiene un nombre, su proyecto de vida. Se llama Malkuta Yahvé, Reino, «Reinado
de Dios» (RD). Como es sabido, RD resulta ser una de las «mismísimas palabras de Jesús», una de las frecuencias más
altas en el evangelio, lo que constituyó con toda certeza el centro mismo de la predicación de Jesús. Fue, en efecto, «la
Causa de la que Jesús habló, con la que Jesús soñó, por la que se expuso, se arriesgó, lo persiguieron, lo capturaron, lo
condenaron y lo ejecutaron...». Jesús es ante todo un servidor fervoroso del RD, un apasionado luchador por la Causa.
Sin la perspectiva del RD es imposible conocer realmente a Jesús.

Pero, ¿qué Reino?


La Sustancia de la Causa, la Utopía, la Misión por la que vivió y luchó Jesús.
La lucha de Jesús por el Reino no hizo de él un hombre «eclesiástico», beato, religiosista, encerrado en los estrechos
límites de lo convencionalmente religioso. Al contrario: el RD lo arrancó de las preocupaciones domésticas y familiares,
lo sacó de Nazaret, de los planteamientos religiosos tan legalistas de su tiempo, de las limitadas perspectivas judías... El
RD lo condujo a la vida, a la profecía, a la plaza, a las masas, al dolor humano, a la historia, al conflicto público, a la
confrontación con el Imperio y el Templo.

Su reino: «no otro mundo, sino este mismo, pero totalmente otro».
Jesús no dio en ningún momento una lección magistral sobre el RD. Nunca lo explicó sistemáticamente. Pero en el
conjunto de la vida de Jesús está clara su predicación sobre el Sólo queremos resaltar ahora este rasgo: para Jesús, «el
RD no es sin más otro mundo, sino este mismo mundo, pero totalmente otro». Con esta formulación se subrayan
claramente dos aspectos.
 la identidad del Reino esperado en continuidad con este mundo. La salvación es «homo salvación». El RD no
puede ser un mundo (un «cielo») enteramente distinto, «otra tierra».
 una radical novedad: el Reino, que habrá de ser este mismo mundo, lo será pero de una forma enteramente
renovada. No será «otra tierra», sino una «tierra otra», nueva, enteramente renovada, retornada a su prístina y
transcendida novedad original.

Hacia tal RD no se puede avanzar sino por el sendero de la transformación histórica. «La tierra es el único camino que
tenemos para ir al cielo». No podemos hacer Reino sino en la historia. Salirnos o despreocuparnos de ella en nombre de
un supuesto cielo transhistórico que nada tuviera que ver con la historia, sólo sería un espejismo. No podemos construir
un cielo nuevo sino haciendo nueva la vieja tierra. Transformando la historia configuramos el cielo futuro.

Como ejemplo: Las curaciones


Es muy probable que los relatos de los milagros que han llegado a nosotros en los Evangelios contengan algunos
retoques y exageraciones y que, además, incluyan ciertos relatos de acontecimientos que no fueron originariamente
milagros o prodigios extraordinarios (como, por ejemplo, el caminar sobre las aguas, la multiplicación de los panes, la
maldición de la higuera y la transformación del agua en vino). Un estudio crítico de los textos tiende a confirmarlo.
Sin embargo, y una vez tenido esto en cuenta, parece un hecho histórico indudable que Jesús realizó milagros, que
realmente exorcizó y curó a la gente de un modo absolutamente extraordinario. Pero lo que resulta aún más
extraordinario es que, a pesar de su interés por descubrir lo milagroso siempre que fuera posible, los evangelistas
recogieron fielmente la extrema repugnancia de Jesús a realizar milagros.

Quien piense que el motivo de Jesús para realizar milagros de curación lo constituía el deseo de demostrar algo, de
demostrar que él era el Mesías o el Hijo de Dios, no ha entendido a Jesús en absoluto. Su único motivo para curar a la
gente era la compasión. Su único deseo era el de liberar a la gente de su sufrimiento y de su resignación fatalista a dicho
sufrimiento. Jesús estaba profundamente convencido de que esto podía hacerse, y el éxito milagroso de sus esfuerzos
hay que atribuirlo al poder de su propia fe. Tampoco es que pensara que él poseía el monopolio de la compasión, la fe o
las curaciones milagrosas. Lo que deseaba por encima de todo era despertar esa misma compasión y esa misma fe en
las personas que le rodeaban. Sólo esto haría posible que el poder de Dios resultara operativo y eficaz en medio de
ellos.

Consiguientemente, aunque Jesús no pretendía probar nada, su éxito milagroso mostraba verdaderamente que era Dios
quien actuaba, liberando a su pueblo gracias a la fe que Jesús había engendrado en ellos.

Otro ejemplo: El perdón


Para explicarlo, Jesús contó tres parábolas a los Fariseos: las de la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo pródigo
(Lc 15-1-32). El sentido de cada una de estas parábolas consiste en que el hallazgo o la recuperación de lo que se ha
perdido (perdón) constituye una razón suficientemente lógica como para regocijarse y celebrar.

Jesús les hacía sentirse libres y seguros. No había necesidad de temer a los malos espíritus, a los hombres depravados
o a las tormentas del lago. No había que preocuparse por el vestido, por la comida o por la posible enfermedad.
Resultaba llamativo con qué frecuencia se afirma que Jesús les alentaba y les daba ánimo con palabras como: «No
temáis», «No os preocupéis», o «¡Animo!» (Mc 5, 36; 6, 50; Mt 6, 25, 27, 28, 31, 34; 9, 22; 10, 19, 26, 28, 31; 14, 27; Lc
12, 32; Jn 16, 33, y todos los textos paralelos; véase también Mc 4, 19, 40; 10 49; Lc 10, 41). Jesús no sólo les curaba y
les perdonaba, sino que además disipaba sus temores y les aliviaba de sus ansias. Su misma presencia ya les había
liberado.

Hacer un proyecto de vida es pensar en una meta y en unos medios para llegar hasta ella.
Un proyecto de vida desde la fe cristiana tiene que aceptar que la vida es para darla, no
nos pertenece, es un regalo de Dios.

Elabora Tu Proyecto de Vida, siguiendo los siguientes pasos:

1. Finalidad: Es necesario tener información suficiente acerca de lo que deseo hacer. Es el sentido general que le va a
dar a su proyecto de vida ¿qué valores y actitudes quiero que rijan mi vida?

2. Áreas: Aquí se encuentra los objetivos y medios que van a ser luego DECISIONES que cada uno va tomando
diariamente.
- Familia Objetivos (qué quiero lograr) y medios para lograr el objetivo u objetivos planteados. Lo más concreto posible.
- Estudios Objetivos (qué quiero lograr) y medios para lograr el objetivo u objetivos planteados. Lo más concreto posible.
- Trabajo Objetivos (qué quiero lograr) y medios para lograr el objetivo u objetivos planteados. Lo más concreto posible.
Amigos Objetivos (qué quiero lograr) y medios para lograr el objetivo u objetivos planteados. Lo más concreto posible.

3. Evaluación: Aquí se encuentra ya la VOLUNTAD de actuar de acuerdo a la decisión que he tomado, a partir de ello
evaluar las consecuencias de ese actuar y será LA CONCIENCIA que dicte si está bien o mal la decisión que se ha
tomado y cuál es la responsabilidad frente a todo esto.

Evaluar las consecuencias de mis decisiones y actos y si realmente he logrado los objetivos propuestos, si los medios
propuestos han sido los adecuados y qué grado de responsabilidad he tenido en todo esto. (Todo se hace con el fin de ir
mejorando nuestro proyecto de vida).
Un buen proyecto de vida realizada a conciencia te lleva a una plena realización personal. De ahí
como consecuencia provienen los éxitos personales en ciertos aspectos de tu vida, sin perder de
vista al ente supremo que está presente en tu Yo profundo, que es Dios
Los actos humanos
¿De qué están hechos nuestros actos? ¿Hasta qué punto son
nuestros? ¿Qué virus vician su libertad? ¿Qué hábitos la
fortalecen? Todo planteamiento serio de la ética debe partir
de estas preguntas. Pablo Prieto.

1. Introducción
2. Los elementos del acto moral: alegoría del árbol
2. El qué de la acción: objeto del acto
4. Doble acto de la voluntad y doble juicio
5. El para-qué del acto: la intención
6. Intenciones y justificaciones
7. Las circunstancias

1. Introducción

Por ser libre, el obrar humano posee una contingencia constitutiva: es


concreto, cambiante, circunstancial. Lo que hago puedo no hacerlo, o
hacerlo de otro modo. Las circunstancias no determinan totalmente mi
actuar, sino que puedo asumirlas más o menos, y de un modo u otro. Por
todo ello la vida humana es radicalmente insegura y azarosa, es
decir, dramática: con mis actos puedo lograrme como persona o
malograrme, superarme o degradarme; mis acciones me desvelan o me
encubren. En una palabra, son autorreferenciales, es decir, revierten sobre
el sujeto modelándolo para bien o para mal.

Otra característica del obrar humano es su singularidad: se construye


decisión a decisión, paso a paso, de tal modo que en cada acto se
compromete la persona entera; cada acto singular resume toda la vida, y
la orienta (o no) en el horizonte de la vocación. Esto no pasa con los
animales, los cuales ni tienen su vida en propiedad ni pueden hacerla a su
modo.

¿Cuál es la moralidad de estas acciones concretas? ¿Es posible juzgarla en


su singularidad?

Los intentos de captar el quid moral de la acción han sido varios, pero no
siempre acertados:

a) Contrastando el acto singular con la naturaleza humana en general, es


decir, formulando esta pregunta: ¿esta acción es verdaderamente
humana? ¿Es conforme con lo la dignidad propia de mi naturaleza? Estas
preguntas se refieren en el fondo a lo que llamamos ley natural, según la
cual lo que el hombre hace debe adecuarse a lo que el hombre es.

b) Otra opción es invocar la teleología, la tendencia del hombre a su fin


propio: ¿Esta acción me perfecciona como hombre? ¿Contribuye a realizar
el proyecto inscrito en mi naturaleza? ¿Me humaniza o me deshumaniza?

Hay otros muchos planteamientos que pueden resumirse en los dos


anteriores. Aunque útiles, tienen el defecto de perder de vista la
singularidad de la acción concreta: tal acto de tal persona con tal vocación
y en tales circunstancias. Solo a ese nivel, en efecto, es posible captar el
dilema moral con todo su dramatismo: qué debo hacer yo aquí y ahora.

Una acción humana, en efecto, no es la elección de una realidad que ya


existe de antemano, como quien elige un artículo en un supermercado. El
artículo existe con anterioridad a que yo lo compre, la acción moral no.
Las acciones hay que inventarlas. No son una cosa, una entidad física, y
por eso no pueden ser abarcadas totalmente por una tipificación legal o
un elenco casuístico.

Tampoco la naturaleza o la ley natural funcionan como las instrucciones


de uso de una máquina, a las que hay que acomodar la conducta, porque
la ley natural, inscrita en el corazón humano, no es un código abstracto y
general, ni la persona una máquina con comportamientos invariables y
previsibles. Estos ejemplos, aunque a veces son útiles, resultan
inapropiados.

Los planteamientos anteriores (a y b) se encuadran en lo que se ha


llamado moral de la 3ª persona, es decir, la del juez imparcial que
considera la acción desde fuera, distanciándose el agente. Sin embargo el
quid moral de los actos, como hemos visto, requiere situarse en la
perspectiva del sujeto que obra, haciéndose cargo lo más posible de su
drama interior. Así sucede, por ejemplo, en el consejo amistoso, la
dirección espiritual o la confesión. Es lo que se llama moral de la 1ª
persona. Sobre su desarrollo en el ámbito de la amistad puede verse el
artículo Internarse en las almas.

En la moral de la 1ª persona desempeña un papel el corazón


como síntesis de la persona y órgano del sentido. Importa mucho
distinguirlo del concepto trivial de corazón, que lo considera simplemente
como símbolo de la afectividad. Véase a este respecto el artículo ¿Qué es
el corazón?

Otra dimensión que pone de relieve la moral de la 1ª persona es la de la


vocación. Toda vida humana es vocacional, discurre biográficamente, con
un argumento, y posee un sentido. Para este tema pueden verse el
artículo Vocación cristiana y moral.

Resumiendo, digamos que las acciones humanas, y la conducta que deriva


de ellas, son invención de la persona, en el doble sentido de la palabra.
Inventar significa descubrir y también crear. Con mi conducta voy
descubriendo quién soy y el sentido de mi vida y, al mismo tiempo, hago
mi vida y la protagonizo artísticamente, como una película. Descubro lo
que busco mientras lo busco.

Esta invención de la vida la sentimos como un deber, más aún,


como el deber por antonomasia, que abarca toda la existencia. Un lema
clásico lo resume así: si quieres saber lo que debes hacer, debes hacer lo
que quieres saber.

Hemos insinuado que la vida humana tiene una dimensión artística


inherente o, como decía Ortega, es faena poética. Esta comparación con la
creación artística ilustra el papel de la contemplación en la conducta
moral, y por consiguiente también en el juicio que hacemos de ella.

Toda acción está informada por una inspiración. La inspiración es aquella


experiencia contemplativa que informa desde dentro una conducta, de tal
modo que la verdad que se entrevé se afina y se aclara en el corazón, al
tiempo que se encarna en las obras. Ahora bien, la verdad comparece en
el corazón en forma de belleza. Dicho de otro modo, la belleza es la voz
de la verdad, que el corazón percibe de modo intuitivo y sabroso. Esta
verdad se refiere siempre al universo personal: el amor erótico, la familia,
Dios… Vivida contemplativamente, la conducta humana se convierte así
en respuesta a lo que el amor revela y don a quienes él nos une.

Como veremos más adelante, esta belleza de que hablamos no es otra


cosa que la vivencia subjetiva del fin último, horizonte en que se insertan
los fines más o menos particulares. Estos fines solo se entienden en
función del amor radical, eros en sentido clásico. Es el para-qué total, o
mejor dicho, el para-quién que da sentido a toda una vida.

2. Los elementos del acto moral: alegoría del árbol

En el acto humano se distinguen tres elementos: objeto, fin y


circunstancias.

El objeto es la conducta concreta elegida por el agente: tal acción u


omisión: esta llamada, aquel servicio, aquella agresión… El fin o intención
es el propósito perseguido con dicha conducta: resolver tal problema,
prestar tal servicio, ejecutar tal venganza.

El mejor modo de comprenderlo estos es acudiendo a las parábolas


vegetales del Evangelio, p. ej. Mc 7, 20-23 y Mt 15, 1-11. En ellas lo que
llamamos objeto aparece como fruto, mientras que la intención es la raíz.
El árbol representa la realidad total del acto, abarcando tanto su
dimensión visible como invisible. El tronco representa las virtudes, porque
ellas son la savia vital que hacen posible realizar actos verdaderamente
humanos. El juicio moral sobre el acto, por tanto, debería tener en cuenta
no sólo la conducta externa sino la intención oculta, así como el proceso
misterioso que une a ambas. El objeto-fruto, en efecto, es una
realidad concreta, en el sentido más profundo de la palabra. Concreto
viene de concretum, participio de cum cresco, acción de crecer
orgánicamente un ser vivo. En el fruto, por tanto, late la persona entera;
en él se encarna y se compromete. Sobre la sabiduría moral de estas
alegorías véase el artículo El árbol de la libertad.
3. El qué de la acción: objeto del acto

Lo que llamamos objeto o materia del acto corresponde a la pregunta


¿qué hago? Se trata siempre de un comportamiento concreto: servicio,
robo, limosna, fornicación, etc. Como realidad humana que es, este
comportamiento siempre está provisto de una moralidad intrínseca. No es
posible, por tanto, describirlo en términos puramente físicos, como un
simple proceso mecánico o fisiológico. Hay que tenerlo en cuenta
especialmente en el ámbito de la sexualidad, donde es frecuente encubrir
la índole moral del acto hablando genéricamente de “sexo”, en vez de
“relaciones conyugales”, “fornicación”, “adulterio”, “onanismo”, etc. Estos
términos son realistas, mientras que el de sexo es más abstracto y está
recargado de naturalismo y prejuicio sociológico.

Hasta tal punto el objeto posee una moralidad intrínseca que a veces en
virtud de ella el acto queda totalmente pervertido, sean cuales sean las
intenciones. Hablamos entonces de actos intrínsecamente malos, por
ejemplo el asesinato, la fornicación o el adulterio.

4. Doble acto de la voluntad y doble juicio

De lo anterior se deduce que en cada acto humano la voluntad, guiada por


la inteligencia, realiza dos actos simultáneos: elegir una conducta
(¿qué hago?) y tender a un fin (¿para qué lo hago?). El qué y el para-qué se
unen como si fueran la materia y la forma o, si se quiere, al cuerpo y el
alma. Al fin y al cabo cada acto libre de una persona es como una
prolongación de sí misma. En cada cosa que hago estoy yo con mi cuerpo
y mi espíritu.

Ahora bien, como hemos dicho antes, la materia u objeto tiene una
moralidad intrínseca con independencia de las intenciones. Cabe por
tanto un juicio de qué con independencia del para-qué, aunque como es
lógico sin conocer el para-qué este juicio nunca será perfecto. Es, sin
embargo, suficiente para el ámbito del Derecho y la moral pública, donde
es posible, y a veces necesario, juzgar los actos haciendo abstracción de
las intenciones que los han motivado. Para tal robo el Código penal
establece tal pena, cualquiera que haya sido la intención del ladrón.
Por consiguiente un acto moral es susceptible de dos juicios. El primero
es sobre el objeto en sí mismo, como acabamos de decir. Y el segundo,
más completo, engloba al anterior y versa sobre la totalidad del acto,
incluyendo las intenciones. Ni que decir tiene que este juicio sólo puede
realizarlo perfectamente Dios, el único que conoce los corazones (cfr 1
Sam 16, 7; Jn 2, 25). Pero el hombre puede, y muchas veces debe,
aproximarse a este juicio, que tiene lugar en el ámbito de la amistad, el
acompañamiento espiritual o la confesión. A diferencia del juicio del
objeto, en este juicio del acto-total (que equivaldría, en la alegoría
mencionada, a la totalidad del árbol) tiene gran relevancia el afecto, la
comunión propia del amor amicitiae en todas sus formas. Para más detalle
en este punto, véase Internarse en las almas.

La diferencia entre los dos juicios es que el objeto puede ser bueno, malo
o indiferente, pero el acto total, es decir, el comportamiento en cuanto
informado por la intención, nunca es indiferente: siempre supone un
acercamiento o un alejamiento respecto al fin último, la vocación. El
hombre nunca permanece inmóvil en su camino: o avanza o retrocede.

Lo dicho podemos resumirlo del siguiente modo:

OBJETO INTENCIÓN
En la alegoría del árbol es el En la alegoría del árbol es la
fruto raíz
Visible, tipificable, juzgable Invisible, pertenece al fuero
desde fuera interno, se adivina, aunque
imperfectamente, por los
frutos
Respecto a él la voluntad es Respecto a ella la voluntad
eligens (elije) es
intendens (tiende a)
Responde a la pregunta: Responde a la pregunta:
¿qué hago? ¿para qué lo hago?
Posee una moralidad Influye en la moralidad del
intrínseca, que puede objeto haciéndolo bueno o
juzgarse con independencia malo, aunque los actos
de la intención. Así sucede en intrínsecamente malos la
la moral social y en la vida intención no puede
pública. volverlos buenos.

En cuanto al doble juicio del acto moral, podemos ilustrarlo con el


siguiente cuadro:

Si el objeto es… y la intención es… entonces el acto total


es…
bueno buena bueno
malo mala malo
malo buena malo
bueno mala malo
indiferente buena bueno
indiferente mala malo

5. El para-qué del acto: la intención

Como hemos dicho, la intención o motivo se sobrepone al objeto


especificándolo y matizándolo: tal robo concreto es malo, pero no es lo
mismo si se ha cometido con tal intención o con tal otra.

Lo primero que salta a la vista en el estudio de la intención es


su complejidad, debido principalmente a dos factores: el enfoque
nominalista de la moral presente en los manuales anteriores al Vaticano II,
y la necesidad de comprender los actos singulares en el horizonte de la
vocación.

La tradición nominalista tiende a restar importancia a la intención, cuando


en realidad es lo más importante de la moral, como dice el Evangelio:
“Pues del corazón proceden los malos pensamientos, homicidios,
adulterios, actos impuros, robos, falsos testimonios y blasfemias” (Mt 15,
19). El nominalismo, como se sabe, establece una contraposición entre
libertad y ley, incluyendo en ésta la naturaleza humana con sus
tendencias. Se pierde de vista de este modo el carácter argumental de la
vida, su continuidad biográfica, y se reduce a una sucesión de decisiones
independientes, a “casos”, que ya no se consideran como fruto de un
proceso de maduración y crecimiento. En otras palabras, el nominalismo
corta el tronco que une las intención-raíz con el acto-fruto, para analizar
éste desgajado de su origen profundo. A la consolidación de este
planteamiento contribuyó el modo de enseñar la moral para los
confesores, centrado en los casos de conciencia.

Unido a este factor histórico, está el segundo factor de complejidad, de


orden psicológico y espiritual. Consiste, como hemos dicho, en que la
vida humana es un todo vocacional, donde cada acción posee sentido
entrelazada con las demás. Esto significa que la intención próxima o
primera del acto (p. ej. “estudio este examen paraaprobarlo”) está
conectada con otras más lejanas y profundas (formarme, servir a los
demás, cumplir mi vocación, etc). Las intenciones, pues, se concatenan, se
acumulan, se interrelacionan, y ello tanto a nivel consciente como
inconsciente. No es fácil, por ello, ni siquiera para nosotros mismos, saber
por qué hacemos las cosas, qué es lo que realmente buscamos con lo que
hacemos. La práctica de “rectificar la intención” tiene este sentido.

Más allá de todas estas intenciones intermedias, sin embargo, podemos


distinguir dos que no lo son: la intención próxima o primera y la
intención-vocación o última. La intención-vocación es el horizonte donde
se sitúan las acciones singulares, y que estas a su vez van modelando y
esclareciendo. El objeto de mi vocación, en efecto, no puedo conocerlo ni
elegirlo de golpe sino poco a poco, mediante los hábitos virtuosos. Sólo
mediante las virtudes, en efecto, puedo tender a este doble objetivo:
saber lo que quiero y querer lo que sé. Esta síntesis entre poder, querer y
saber es obra de la virtud de la prudencia, que me permite enlazar las dos
intenciones extremas que he mencionado: la intención próxima y la
última. para ilustrarlo, reproduzco a continuación un dibujo del
artículo ¿Qué es la conciencia moral?, con sus comentarios.

La conciencia como juicio práctico podemos describirla gráficamente del


siguiente modo, que sirve también para ilustrar la virtud de la prudencia.
Es como una cabeza con dos caras, cada una de las cuales mira a un
objeto distinto:
El juicio de la conciencia tiene lugar cuando la persona se
abre simultáneamente a la verdad tanto de la circunstancia que reclama
una respuesta como a sí mismo. Se trata de una respuesta única y
encarnada a los dos requerimientos: me aclaro —un poco más— sobre
quién soy al tiempo que elijo acertadamente sobre lo que hago, y
viceversa: actúo porque me conozco y me conozco porque actúo. Como
excursionista con su mapa, voy confrontando a cada paso el plano de mi
vocación con el terreno que piso. Al hacerlo no sólo me adapto a la
realidad de las cosas, sino que me modelo como persona, me hago a mí
mismo, me soy fiel. Por eso decimos que los actos humanos son
autorreferenciales: “siempre que decides lo que quieres hacer decides
quién quieres ser”; “decidir es decidirse”; “somos hijos de nuestras
propias obras”, etc.

Por depender del conocimiento, que es siempre progresivo e imperfecto,


la conciencia-juicio mejora con su ejercicio, es susceptible de formación y
entrenamiento, se convierte en hábito. Este hábito moral de traducir la
verdad interior a la situación práctica es lo que los clásicos
llaman prudencia o sabiduría.

Como salta a la vista, esta radical coherencia entraña un riesgo que es


inherente a la existencia humana. Este riesgo de perversión moral es
doble: cerrarse a las exigencias del propio ser, o bien volver la cara a la
realidad, cambiándola por otra más placentera: es más fácil engañarse
que superarse. Y cuando estas mentiras se consolidan en la conducta, la
conciencia se deforma y acaba viendo espejismos: Cuando uno no quiere
lo que oye acaba oyendo lo que quiere.
6. Intenciones y justificaciones

Con frecuencia se invocan las “buenas intenciones” para justificar un


acción objetivamente mala. Hay que notar que estas “intenciones” no sólo
no vuelven bueno un acto intrínsecamente malo, como decíamos más
arriba, sino que no son la verdadera intención que informa el acto. ¿Por
qué? Porque, como hemos dicho, no es fácil discernir cuál es esta
intención, y en cualquier caso ésta no puede considerarse al margen de la
intención vocacional y de las virtudes. Cuando no se hace así, muchas
veces estas “intenciones” no son más que justificaciones.

La intención verdadera nunca está completamente patente a la propia


consciencia (y menos aún para quien juzga desde fuera); es, por decir así,
subterránea e intuitiva. Su percepción depende del temple moral del
individuo y de su formación. Está inserta, como decíamos, en el horizonte
de la vocación. Es una respuesta provisional y parcial a la pregunta: ¿quién
pretendo ser?; ¿qué sentido tiene mi vida?, etc.

En cambio la “justificación” es una creación del individuo, fruto de su


razonamiento. No procede de una verdadera introspección psicológica y
espiritual, sino de prejuicios ideológicos y sociológicos, o también de un
individualismo pragmático.

7. Las circunstancias

Las circunstancias son aquellas condiciones accidentales que modifican


la moralidad substancial que sin ellas tenía ya el acto humano; se trata de
elementos a los que tiende la acción por sí pero no en primer lugar. Las
circunstancias tradicionalmente se enumeran como 7: quién, qué, dónde,
con qué medios, por qué (es el fin), cómo, cuándo; pero dado como las
hemos definido no se debe incluir en ellas el fin.

Hasta tal punto influyen en el acto que a veces mudan su especie moral. En
esa medida son difícil de individuar, pues lo que parecen circunstancias
puede pertenecer a la integridad del objeto. Por ejemplo, la circunstancia
del estado matrimonial del sujeto se integra en el objeto del acto,
determinando si el uso del sexo es un acto matrimonial, adulterio o
fornicación.

Importa, no obstante, distinguir circunstancia propiamente moral del


circunstancia sociológica, influjo psicológico, ambiente, contexto
histórico, etc. Tanto más cuanto que en la cultura contemporánea se da
una importancia desmesurada a la Sociología.

Una alegoría gráfica nos ayudará a entenderlo. La circunstancia (que


preferimos nombrar en singular, como Ortega) es aquella con la que
hacemos, aquí y ahora, la vida; son los ingredientes que intervienen en tal
o cual acto. en cambio las circunstancias (así, en plural) serían
la despensa. La despensa, efectivamente, me condiciona, pues no puedo
cocinar un alimento que no tengo. Ahora bien, de lo que sí tengo, puedo
tomarlo en mayor o menor medida, y combinarlo de tal o cual modo. La
circunstancia moral es el conjunto de esos ingredientes en cuanto
presentes en el plato ya cocinado, no en la despensa. Del análisis de la
despensa (el estudio sociológico y psicológico) no se deduce el plato
concreto que he preparado (realidad propiamente moral). En una palabra,
con mi libertad hago jugar lo que hay en función de lo que quiero, y
entonces surge una realidad inédita, original, que nunca es un producto
científicamente previsible.

Otro ejemplo. Con los múltiples elementos de una película (guion,


escenarios, actores, cámaras, música) puede obtenerse una película u
otra, según como se dirija. Dentro de la película ya realizada, esos
elementos adquieren una expresividad, una consistencia moral, que antes
no tenían. Por así decir, “cobran voz”, mientras que antes estaban mudos.
En Casablanca el cigarro de Humphrey Bogart transamite un mensaje
moral que no tiene en otro hombre y en otra situación.

La circunstancia, pues, es todo aquello que toca efectivamente, hic et


nunc, al agente hablándole a su corazón. En este sentido la circunstancia
puede ser el medio por el que se manifiesta voz de la Providencia.

Se entiende de este modo que haya circunstancias minúsculas desde el


punto de vista sociológico, psicológico, pedagógico, etc, que sin embargo
influyen decisivamente en el plano moral. Caso paradigmático es el
enamoramiento o la vocación divina.
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BIBLIOGRAFÍA:
Básica:
● Ramón GARCÍA DE HARO, La vida cristiana, Rialp,
sobre los actos: pp. 342 – 405;
sobre la virtud: pp. 581 – 602;
sobre el pecado: pp. 690 – 742
● Catecismo de la Iglesia Católica,
sobre los actos: nn. 1749 – 1761;
sobre la virtud: nn. 1803 – 1811;
sobre el pecado: nn. 1846 - 1876
● Veritatis splendor nn. 65 – 83

Recomendada:
● José NORIEGA, Amor y acción, en Livio MELINA, José NORIEGA y
Juan José PÉREZ SOBA, Una luz para el obrar. Experiencia
moral. Caridad y acción cristiana, pp. 323 – 335.
● Enrique COLOM y Ángel RODRÍGUEZ NUÑO, Elegidos en Cristo
para ser santos, pp. 236 – 471.
● Josef PIEPER, Las virtudes y la imagen cristiana del hombre (es
la introducción al libro del mismo autor “Las virtudes
fundamentales”.

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