El Arte y La Ciencia de No Hacer Nada - Andrew Smart
El Arte y La Ciencia de No Hacer Nada - Andrew Smart
El Arte y La Ciencia de No Hacer Nada - Andrew Smart
Smart
Reseña
Índice
Introducción
1. Ese horrendo monstruo llamado «ocio»
2. Ruido, sólo ruido
3. Momentos de inspiración y autoconocimiento
4. Rilke y la vida ociosa examinada
5. Somos un sistema que se organiza a sí mismo
6. Revolución o suicidio
7. La señal es el ruido
8. Seis sigma es una crisis convulsiva
9. El trabajo está destruyendo el planeta
Agradecimientos
Bibliografía
Introducción
Este libro trata sobre el ocio. El ocio es una de las actividades más importantes de
la vida; me he decidido a compartir mis ideas sobre el tema, con la esperanza de
convencer a otras personas, a pesar de que en el mundo entero el horario laboral
está en crecimiento y de que todos los libros sobre administración del tiempo que
se ofrecen en el mercado aseguran que se puede, y se debe, «hacer más». El
mensaje de este libro es, precisamente, el opuesto. Sobre la base de los datos
el camino. Así como los pilotos alcanzan niveles peligrosos de fatiga cuando
vuelan en modo manual, todos nosotros necesitamos tomarnos un descanso y dejar
que sea el piloto automático el que guíe nuestra aeronave durante un tiempo mayor:
el truco consiste en evitar la «mode confusion» tomándonos las cosas con
tranquilidad, abandonando nuestra agenda y no haciendo nada.
Diversas investigaciones psicológicas mostraron que los seres humanos, en especial
los estadounidenses, tienden a sentir terror ante el ocio. No obstante, las mismas
investigaciones también indican que si las personas no tienen una justificación para
estar ocupadas, preferirían estar ociosas. Nuestro contradictorio temor al ocio junto
con nuestra preferencia por la pereza puede ser un vestigio de nuestra historia
evolutiva. Durante la mayor parte de nuestra evolución, conservar la energía
constituyó la prioridad número uno, por la mera razón de que obtener alimento
suficiente constituía un desafío físico monumental. En la actualidad, sobrevivir no
requiere de mucho (o ningún) esfuerzo físico, por lo que hemos inventado
ocupaciones fútiles de todo tipo. Dado el motivo menos importante o, incluso, una
razón especiosa para hacer algo, las personas se abocan a la tarea. Quienes
disponen de demasiado tiempo libre tienden a deprimirse o aburrirse. No obstante,
el ocio puede constituir el único camino verdadero al autoconocimiento, como
veremos en el presente volumen. Lo que se le presenta a la conciencia mientras se
está ocioso puede muchas veces provenir de las profundidades del yo inconsciente,
y esa información puede no ser siempre agradable. Sin embargo, es probable que el
cerebro tenga buenas razones para llamar nuestra atención sobre esos datos.
Gracias al ocio, grandes ideas enterradas en el inconsciente tienen ocasión de
abrirse paso a la conciencia.
Nuestra «fobia al ocio» de larga data nos ha conducido casi inexorablemente a
nuestra actual cuasi obsesión con estar ocupados. En una profética nota editorial
publicada en 2006 en la revista Medical Hypotheses, Bruce Charlton postuló que la
****
Hasta los científicos reconocen que es probable que nunca comprendan de manera
cabal algunos de los conceptos recurrentes de las neurociencias: simplemente se
habitúan a esas nociones. No obstante, resulta de utilidad adquirir cierta
familiaridad con esas ideas desde los primeros pasos del presente análisis, aunque
solo sea porque forman parte de la excusa que podrá esgrimir el lector para tomarse
las cosas con tranquilidad. Si para explicar su pereza alguien dispara una oración
como: «Estoy dejando oscilar el centro de mi red predeterminadamente para ver
qué quiero hacer con mi vida», seguramente nadie le molestará. Y conocer esos
conceptos permite situar muchos datos sobre el cerebro en el contexto.
Lo que ofreceré a continuación puede considerarse un curso acelerado sobre teoría
de la complejidad y ciencias neuronales. El cerebro humano es una máquina
creativa, un objeto natural complejo, no lineal, con las siguientes características:
• No linealidad o caos: dependencia exponencialmente sensible de las
condiciones iniciales. ¿Qué significa? La mayoría de los sistemas con los que
trabajan los ingenieros son lineales o deterministas. Incluso en los casos en
que no son lineales, los sistemas suelen modelarse como si lo fueran porque
de ese modo resulta más sencillo (o posible) efectuar cálculos. Un sistema
lineal es tal que, dado un conocimiento suficiente de los valores de las
variables que describen el sistema en un momento dado y dado un
conocimiento suficiente acerca del modo en que se modifican esas variables,
es posible predecir con gran precisión el futuro del sistema. Si en un sistema
lineal se introduce una «señal de entrada», es posible saber con exactitud
cuál será la «señal de salida». Es evidente que tal característica resulta muy
útil cuando se procura diseñar una red de comunicaciones, un dique o un
avión. En los sistemas no lineales, en cambio, aunque se cuente con
información exhaustiva sobre el estado del sistema en un momento particular
y con un modelo muy bueno del modo en que las variables interactúan, es
imposible predecir el futuro del sistema. El motivo reside en que cambios
pequeños en las condiciones iniciales del sistema pueden amplificarse a lo
largo del proceso y provocar cambios enormes en una etapa posterior. Por lo
tanto, cuanto más lejanas sean las predicciones, menor será el grado de
exactitud. Es más, una señal de entrada pequeña introducida en un sistema no
lineal puede causar una salida inmensa. O quizás, no provocar salida alguna.
El mejor ejemplo de un sistema no lineal es el clima. Es posible estimar la
probabilidad de que el clima se encuentre en cierto estado en el futuro, y el
estado actual del sistema es una función de estados pasados (es decir, el
sistema tiene memoria), pero sin embargo no podemos predecir su
trayectoria futura con certidumbre. Por fortuna para nosotros y por desgracia
para los científicos, los cerebros son no lineales. En la naturaleza no existen
sistemas lineales fuera del mundo mineral.
• Umbral: valor que una vez alcanzado hace que un sistema excitable
abandone su trayectoria dinámica e ingrese en un estado de excitación o
actividad. En la vida cotidiana, abundan los ejemplos de umbrales. Un
termostato es una buena ilustración de un dispositivo que utiliza umbrales. El
termostato se configura con cierto valor y cuando el termómetro desciende
por debajo de ese valor, se empieza a recibir calor. El valor con el que se
configura el termostato es un umbral. Las neuronas, en cambio, son
dispositivos con umbrales no lineales. Cada neurona tiene un umbral para
activar su potencial de acción. Las neuronas tienen un estado de reposo y un
umbral definido por las propiedades eléctricas y químicas de cada neurona.
El valor del umbral de las neuronas se modifica con el tiempo. Muy
sucintamente, las señales que llegan desde otras neuronas convergen en una
neurona determinada, y cuando una cantidad suficiente de señales del tipo
2
El número de Bacon es una adaptación al mundo del cine del número de Erdös, que mide la separación colaborativa
entre cualquier matemático y el matemático húngaro Paul Erdös. Y ambos son ejemplos de la teoría de los seis
grados de separación, que propone que todo el mundo en la Tierra está separado por una cadena de conocidos de seis
personas como mucho. El motivo de que se use a Kevin Bacon es que una vez declaró que había trabajado con todo
el mundo en Hollywood. Todos los actores tienen asociado un número de Bacon. Si el actor ha participado en una
película con Kevin Bacon, su número de Bacon es 1. Si no ha compartido película con él, pero sí con un actor que
haya trabajado con él, será 2. Y de esta manera, el número de Bacon mide la «distancia», es decir, el número de
actores y películas que separa a cualquier actor del propio Kevin Bacon.
Veremos más adelante de qué modo se relacionan con el ocio y la creatividad cada
uno de estos conceptos científicos que acabamos de describir, y por qué el ocio
podría conducir a una mayor creatividad. Cada una de las áreas mencionadas en
líneas anteriores constituye un campo activo de investigación de vanguardia con la
participación de miles de científicos. Al final del libro, se incluyen varias
referencias excelentes para profundizar la lectura. El desarrollo de cada uno de los
temas mencionados ocupa semestres completos en los cursos de posgrado; algunos
científicos dedican toda su vida profesional al estudio de esas áreas de
investigación. No obstante, los científicos todavía saben muy poco acerca de cómo
funciona el cerebro. Es más, la aplicación de estas ideas al estudio del cerebro
constituye un desarrollo bastante reciente en los campos de la psicología y las
neurociencias. Por lo tanto, si el lector puede empezar a comprender algunas de las
ideas que aquí exponemos, así como el modo en que se relacionan con el cerebro,
bien puede considerarse al tanto de los conocimientos científicos de vanguardia.
Permitir que el cerebro repose abre el sistema para que sea posible aprovechar los
mecanismos de no linealidad y aleatoriedad, y amplifica la tendencia natural del
cerebro a combinar percepciones y recuerdos y convertirlos en conceptos nuevos.
Datos no sistemáticos obtenidos a partir de la observación de escritores y artistas,
así como investigaciones psicológicas recientes constituyen la base de la idea de
que, con el fin de aprovechar a fondo el potencial creativo del cerebro, un sistema
complejo no lineal, debemos permitirnos gozar de periodos extensos e
ininterrumpidos de ocio. Como mínimo, es posible que el descanso sea tan
importante para la salud cerebral como lo es la actividad mental dirigida, si no más.
Capítulo 1
Ese horrendo monstruo llamado «ocio» 3
Al menos desde Homero, hemos mantenido una actitud ambivalente respecto del
ocio. En Odisea, los lotófagos pasaban el día echados «comiendo loto», eran
hospitalarios y se sentían, en apariencia, satisfechos con su existencia. Sin
embargo, representaban una amenaza para Ulises y su tripulación. Cuando llegó a
la tierra de los lotófagos, el capitán, adicto al trabajo, envió a un par de hombres a
investigar a los pobladores locales. Los lotófagos «no los dañaron», pero ofrecieron
a los hombres enviados por Ulises un poco de su alimento, tan embriagador que los
griegos olvidaron cualquier idea de volver al hogar. Ulises, la personificación del
heroico director ejecutivo de una empresa, obligó a los hombres afectados por el
loto a regresar al barco y luego los amarró a los bancos de la nave. Advirtió que si
el resto de la tripulación probaba la droga, jamás dejarían la isla y ordenó levantar
amarras. En la traducción de Samuel Butler, los hombres «ocuparon su lugar y los
remos azotaron el gris mar».
A pesar del estereotipo occidental de China como nación en la que el trabajo, la
productividad y la industria se reverencian como los mayores ideales, en épocas de
3
Robert Hitchcock, citado en Worthy Efforts; Attitudes to Work and Workers in Pre-Industrial Europe, de Catharina
Lis y Hugo Solys (Brill, Boston, 2012). En 1580, Hitchcock, «un aristócrata de Oxfordshire», propuso crear una
flotilla de cuatrocientos barcos pesqueros para dar trabajo a diez mil pobres.
Confucio el ocio no constituía una subcultura sino que formaba parte integral de la
cultura. Los caballeros del periodo se dejaban crecer las uñas como prueba de que
no necesitaban trabajar con las manos. A decir verdad, el confucianismo
despreciaba el trabajo arduo e idealizaba, en cambio, el ocio y la falta de esfuerzo.
Según Lawrence E. Harrison, un investigador de larga trayectoria de la Universidad
de Tufts, «para los chinos, Sísifo no es una tragedia sino una broma hilarante».
Harrison señala que el principio filosófico fundamental del taoísmo es wu-wei, no
esfuerzo, lo que significa que una persona verdaderamente iluminada en el terreno
espiritual o intelectual vive con el gasto mínimo de energía. En asuntos militares,
los antiguos chinos sostenían que un buen general obliga al enemigo a agotarse y
espera la oportunidad adecuada para atacar, usa las circunstancias para su propia
ventaja y desarrolla la menor actividad posible. Esta noción es la opuesta a la idea
occidental de tratar de lograr algún objetivo predefinido con un inmenso despliegue
de fuerzas y esfuerzo. Resulta paradójico, en consecuencia, que a pesar de la
extensa historia de China en lo que respecta a aceptar el ocio, esa nación se conciba
en la actualidad como la fábrica del mundo. La razón podría ser que, tal como un
físico chino me dijo hace muy poco, China logró «superar» el confucianismo en la
última mitad de siglo.
En Occidente, con la llegada de la Ilustración y la deshumanización, mecanización
y burocratización del trabajo, los filósofos contraatacaron. En el momento en que el
sistema capitalista mundial iniciaba un periodo de expansión sin precedentes, la
cultura occidental popularizó el concepto del «noble salvaje», uno de cuyos
atributos particulares consistía en holgazanear y alimentarse de las frutas que caían
en su regazo. El incomparable Samuel Johnson publicó una serie de ensayos acerca
de los beneficios del ocio en el periódico The Idler, entre 1758 y 1760. Señaló: «Es
posible gozar del ocio […] sin perjudicar a nadie; y por tanto no debe ponerse a la
par del Fraude, que pone en riesgo la propiedad, ni del Orgullo, que por naturaleza
4
http://goo.gI/KdcJJ6
5
Debolsillo, 2010
Según reza la leyenda, Descartes (que habitualmente se levantaba tarde) ideó los
ejes X e Y que constituyen las coordenadas ortogonales (hoy la pesadilla de tantos
escolares que pierden horas de sueño estudiando sus propiedades), mientras
holgazaneaba en su cama y observaba una mosca posada en el techo. Los mayores
avances científicos y las obras de arte más maravillosas — en suma, muchas de las
ideas más grandes de la historia— pueden no ser el resultado de un trabajo arduo y
persistente. Más bien, las oleadas repentinas de comprensión o los momentos en los
que se nos enciende la ampolleta suelen sobrevenir durante lo que Rilke
elocuentemente describió como «las últimas reverberaciones de un vasto
movimiento que se produce en nuestro interior en los días de ocio». Resulta que
podría existir una explicación neurocientífica del fenómeno.
Rilke no pudo haber sabido cuán acertado resultaría ser, casi un siglo más tarde, el
uso metafórico de la palabra «reverberaciones» para la neurociencia moderna.
Como veremos, conjuntos de neuronas de nuestro cerebro literalmente reverberan,
incluso cuando no hacemos nada. En rigor, algunos grupos de neuronas situados en
los «centros» de las numerosas redes que existen en el cerebro reverberan con
mayor intensidad durante el reposo. Se trata de un descubrimiento reciente que, por
lo que sé, no ha llegado aún al público en general. Este libro propone tomar con
seriedad la noción de reverberación… y usar la neurociencia como la excusa
definitiva para entregarse al ocio. Una de las grandes paradojas de la vida moderna
radica en que la tecnología, a pesar de sus ventajas, está quitándonos en realidad
nuestro tiempo para el ocio. Ahora estamos conectados las veinticuatro horas del
día, los siete días de la semana. El ocio se ha vuelto anacrónico.
La «red de estado de reposo» (RSN) o «red neural por defecto» (DMN por sus
siglas en inglés: default-mode-network), como se denomina, fue descubierta por el
neurocientífico Marcus Raichle, de la Universidad de Washington, St. Louis, en
2001. Esta red se activa cuando no hacemos nada. Raichle observó que cuando sus
El cerebro humano es único en el reino animal por contar con capacidad para idear
soluciones innovadoras para los problemas. Los animales, en especial los primates
no humanos, son, sin duda, creativos. Sin embargo, su creatividad está restringida a
los estrechos límites de sus mundos perceptuales y cognitivos. Los seres humanos
han inventado tecnologías que permiten extender la percepción a porciones no
visibles del espectro electromagnético y es probable que pronto podamos, incluso,
extender nuestra memoria y nuestra cognición mediante neurotecnología. Muchos
especialistas en neurociencias argumentan que los seres humanos son únicos en su
grado de conciencia. Además, son la única especie que ha creado sistemas de
comunicación que permiten crear arte y adquirir Corpus complejos de
conocimientos.
Ahora estamos usando el cerebro para entender el cerebro. Otra característica
singular de los seres humanos es que pueden darse el lujo de ser holgazanes gracias
a la tecnología y la cultura. Podríamos pensar que un elefante marino echado en la
arena de una playa californiana haraganea; sin embargo, nada estaría más alejado
de la verdad: está preservando su valiosa grasa corporal y energía para cuando deba
cazar en aguas heladas o eludir tiburones.
****
¿Cómo fue que adquirimos la convicción de que el ocio es puro mal? En los
Estados Unidos, el ocio fue siempre objeto de temor. Los puritanos creían que
trabajar con empeño era la única manera de servir a Dios. En la Europa del siglo
XVI, donde tiene sus raíces el puritanismo, Calvino y Lutero tenían la convicción
de que Dios había ordenado el trabajo continuo e instaban a los fieles a elegir un
trabajo y trabajar «como si fuera el puesto de un centinela, sin abandonarlo a la
ligera». Incluso alentaban el trabajo forzoso de pobres y desocupados como un
7
Sería como atribuir la crisis financiera a la holgazanería de los banqueros.
8
En E.E.U.U. las vacaciones no son un derecho establecido sino que un beneficio que negocia cada empleador. El
estatuto federal Fair Labor Standards Act, de 1938, regula un sinfín de aspectos laborales pero no hay ninguna
mención al tiempo libre remunerado ni a las licencias remuneradas por enfermedades. [N. del. E]
nosotros, la sola idea de la esclavitud constituye a todas luces un craso error. Algún
día, es posible que veamos nuestra actual ética del trabajo del mismo modo. El día
en que se corrijan ciertos errores de los que adolecen nuestras creencias respecto
del cerebro, la idea de nuestra sociedad recargada de trabajo resultará abominable e
insensata para las generaciones futuras.
A principios de la década de 1990, Steve Sampson, un ex profesor mío de
antropología, fue contratado como asesor por una empresa danesa de informática.
Una firma de Rumania había contratado, a su vez, a la danesa para modernizar sus
operaciones. Los daneses instalaron ordenadores y crearon un departamento de
informática. Todo parecía funcionar según lo planeado, pero se presentó un
problema: después de que se puso en marcha el sistema informático y se capacitó a
los empleados, el personal empezó a salir del trabajo a mediodía. Intrigados, los
daneses preguntaron por qué los empleados salían del trabajo a mitad del día; los
rumanos les explicaron que los ordenadores les permitían completar la labor de un
día en medio día, de modo que cuando terminaban con el trabajo, se iban a sus
casas. Mi profesor, antropólogo, fue convocado para resolver la crisis. A los
daneses los desconcertaba que los rumanos no desearan hacer el doble de trabajo
ahora que disponían de ordenadores; los rumanos consideraban que los daneses
estaban totalmente locos por esperar que su volumen de trabajo aumentara al doble
solo porque contaban con la posibilidad de trabajar más rápido. Este constituye un
ejemplo claro de brecha cultural, pero también del hecho de que una tecnología,
como los ordenadores, que supuestamente nos da más tiempo libre en realidad
reduce o elimina el tiempo dedicado al ocio.
Muchos de nosotros leemos las notas sobre investigaciones científicas del campo
de la salud que se publican en revistas de circulación masiva o en periódicos como
The New York Times. Algunos procuramos poner en práctica los consejos que los
investigadores brindan: cómo comer de manera más saludable, cómo incorporar la
****
procuran hacer más de una cosa por vez). A continuación, volvió a mostrar la
misma imagen, modificando en ocasiones la posición de los triángulos rojos.
Se indicó a los sujetos no prestar atención a los rectángulos azules y establecer si
los triángulos rojos habían cambiado su posición. Lo que Nass halló fue que
quienes no solían desempeñar varias tareas a la vez no tuvieron problema alguno
con la tarea; las personas con capacidad para la multitarea, en cambio, tuvieron un
resultado pobre: no podían pasar por alto los rectángulos azules y tampoco
distinguir si se había modificado la posición de los triángulos rojos. Esto significa
que quienes pueden ejecutar diversas tareas a la vez no pueden filtrar y eliminar
información no pertinente porque su atención se encuentra sobrecargada con tareas
que no están ejecutando. En otras palabras, una persona capaz de desempeñar
diversas tareas al mismo tiempo no puede distinguir información importante de
información no importante, porque en realidad no sabe qué está haciendo en cada
momento determinado.
La prueba más clara son las dos mil seiscientas muertes y los trescientos treinta mil
heridos que según se estima resultan anualmente de accidentes provocados por
conductores que hablan por teléfono móvil mientras conducen. La multitarea es una
conducta compulsiva que en realidad produce una perturbación muy similar al
Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH).
El médico psiquiatra Edward Hallowell denominó a este trastorno «rasgo de déficit
de atención» para describir lo que les ocurre a quienes no pueden evitar realizar
varias tareas a la vez. También sostiene que el modo en que se administran los
entornos de trabajo modernos contribuye a este problema, por el cual personas que
en condiciones normales logran altos rendimientos experimentan dificultades para
organizar sus tareas, se distraen con facilidad y se abstraen. En promedio, los
trabajadores modernos se ven interrumpidos por mensajes instantáneos, alertas que
anuncian la llegada de un correo electrónico o llamadas telefónicas cada tres
Capítulo 2
Ruido, sólo ruido
«Revelar los misterios de fenómenos
naturales que antes parecían mero ruido
es un tema recurrente de la ciencia».
Alfred Bedard hijo y Thomas George
cuanto más tiempo se pasa sin ordenarla y limpiarla. Pero el viejo adagio «los
platos no se lavan solos» no se puede aplicar al cerebro.
Muy por el contrario, cuando grandes porciones del cerebro quedan desatendidas
porque nos tumbamos en el césped a gozar de una tarde de sol, esas áreas del
cerebro que se encuentran en la red neural por defecto aumentan su organización y
actividad. En el cerebro, los platos se lavan solos si los dejamos en paz. Resulta que
el cerebro jamás se entrega al ocio; en rigor, es probable que trabaje más cuando no
estamos haciendo nada.
Con el tiempo, los físicos tuvieron que aceptar que si nuestro conocimiento del
universo no era totalmente erróneo, entonces el universo estaba constituido en su
casi totalidad de energía oscura. De manera similar, es posible que la psicología y
las neurociencias cognitivas estén dejando fuera de su foco de estudio buena parte
del cerebro.
Los experimentos psicológicos basados en imágenes cerebrales tienen por objeto
poner a prueba niveles de activación cerebral durante la realización de tareas
específicas para averiguar qué hacen ciertas estructuras cerebrales mientras se
ejecutan esas tareas. Antes señalé que, en las neurociencias, se adopta el supuesto
de que cualquier actividad detectada que no haya surgido por efecto de
manipulaciones experimentales no es más que ruido. Hasta que se comprobó su
existencia, la red de estado de reposo solía considerarse mero ruido. Es necesario
advertir que no debe confundirse esto con el mito de que solo usamos el diez por
ciento del cerebro. La ciencia ha revelado que usamos la totalidad del cerebro, solo
que no del modo en que muchas personas suponen.
Durante la ejecución de una tarea mental, como añadir algo a la lista de tareas
pendientes, solo se producen perturbaciones menores en la actividad basal del
cerebro. Por ejemplo, la energía neural requerida para presionar un botón cada vez
que se enciende una luz roja en un experimento de laboratorio no es más que una
pequeña fracción (solo 0,5 por ciento) de la energía total que el cerebro gasta en
cualquier momento.
En cambio, el modo predeterminado del cerebro utiliza un porcentaje mucho mayor
de la energía cerebral total. Tratar de elucidar qué está haciendo el cerebro para
consumir toda esa energía cuando el sujeto no hace absolutamente nada, es la labor
a la que se han empezado a entregar Marcus Raichle y otros especialistas en
neurociencias.
Uno de los aspectos sorprendentes del cerebro es que, en términos de consumo
energético, es tan ávido como Goldman Sachs. El cerebro representa alrededor del
dos por ciento del peso corporal total, y sin embargo consume el veinte por ciento
de la energía corporal: es el equivalente biológico de la élite socioeconómica. En
otras palabras, el cerebro es glotón y egoísta. Esta podría ser una de las razones por
las que los atletas de resistencia pueden empezar a sufrir alucinaciones después de
correr ochenta kilómetros o cuando participan en pruebas de ciclismo tan arduas
como Race Across America, en la que recorren casi sin descanso la distancia que
separa a California de Maryland.
Cuando los niveles de azúcar en la sangre descienden durante la ejecución de algún
descabellado reto de alta resistencia, por ejemplo, y hay privación del sueño, la
conciencia es el primer aspecto corporal que resulta afectado. Esto ocurre en
general, pero más especialmente durante la ejercitación física.
Las operaciones innecesarias para la supervivencia inmediata, como el pensamiento
coherente, se sacrifican para que el cerebro pueda mantener funciones vitales como
respirar durante un periodo de deficiencia de glucosa, electrolitos o agua. La
confusión y las alucinaciones también son advertencias de nuestro cerebro respecto
de que nos encontramos peligrosamente cerca de dañar nuestro cuerpo. El siguiente
paso es el desvanecimiento, el último recurso desesperado al que apela el cerebro
para proteger al cuerpo de morir por exceso de ejercitación.
sentado frente a un escritorio el día entero con un nivel bajo continuo de estrés son
factores que contribuyen a ello. Si supiéramos que mantenernos ociosos
(preferentemente mientras estamos echados sobre una manta bajo un árbol con una
botella de buen vino) más horas al día pudiera añadir años a nuestra vida, ¿qué
haríamos?
****
información puede fluir en dirección de ida y vuelta entre nodos, se habla de arista
no dirigida. La verdadera utilidad de la teoría de grafos reside en que se puede usar
para estudiar cuestiones tan diferentes como el tráfico aéreo, Internet y las redes
sociales.
Cuando los componentes de un sistema forman una red compleja, lo que importa
no es su estructura microscópica concreta, sino la relación entre las partes.
En el cerebro, los nodos están constituidos por estructuras distintas desde el punto
de vista anatómico. Los nodos se encuentran conectados por aristas que adoptan la
forma de axones. Las zonas del cerebro que se encuentran conectadas físicamente
se denominan «redes estructurales». Tal como el cuerpo está constituido por
diferentes partes —el corazón o los pulmones, por ejemplo—, así también ocurre
con el cerebro. Las diferentes partes del cerebro se conectan mediante estructuras
similares a dedos de extraterrestres denominadas vías fibrosas. La red estructural
del cerebro se encuentra densamente poblada por agolpamientos locales, que están
interconectados entre sí y con la red general. Es probable que el lector haya oído
mencionar algunas regiones conocidas del cerebro como la corteza prefrontal.
Podemos imaginar los nodos como aeropuertos: todos conocemos aeropuertos que
funcionan como centros, por ejemplo Chicago, Heathrow o Frankfurt. Esos
aeropuertos son inmensos comparados con los regionales y reciben mucho más
tráfico aéreo que los más pequeños. No es posible volar en forma directa desde
Portland, Oregón, a Columbus, Ohio, sino que habitualmente es necesario hacer
escala en Chicago (o incluso en algún centro alejado como Atlanta).
El cerebro funciona de la misma manera. Existen ciertas estructuras del cerebro que
reciben muchas más conexiones que otras zonas: se trata de los centros. Cuando
estamos ociosos, los «centros cerebrales» se encienden, plenos de actividad. Al
estar relajados y empezar a vagar con la mente, se incrementa el flujo de sangre,
portadora de oxígeno, y de azúcar hacia los centros que integran la red neural por
defecto.
En los últimos veinte años, tecnologías como la resonancia magnética y la
tomografía por emisión de positrones permitieron a los científicos observar
cerebros vivos y tomar instantáneas de la actividad cerebral, además de medir la
cantidad de energía consumida por partes determinadas del cerebro mientras un
sujeto ejecuta tareas experimentales. Hoy sabemos que cada estructura cerebral
distinta anatómicamente está especializada en la realización de tareas diferentes.
Pensemos, por ejemplo, en el corazón. Se trata de un órgano que hace circular la
sangre. Dentro del corazón, hay componentes más pequeños, cada uno de los cuales
desempeña una función más específica. Por ejemplo, el ventrículo izquierdo
bombea sangre oxigenada hacia la aorta, que la envía al resto del cuerpo.
De manera similar, en el cerebro, la corteza prefrontal interviene en lo que se
denomina cognición «de alto nivel», como el razonamiento, la memoria a corto
plazo, el control de las emociones, la planificación de actividades y la evocación de
recuerdos pertinentes a la conciencia. Otra región del cerebro denominada
hipocampo (algunas partes del hipocampo se activan durante el reposo) es
responsable de la creación de recuerdos de largo plazo y su almacenamiento en otra
región del cerebro denominada neocórtex.
La corteza prefrontal decide cuándo es pertinente evocar recuerdos o información
almacenada en el neocórtex. Cada una de esas regiones se subdividen, a su vez, en
subregiones más pequeñas que, en conjunto, desempeñan tareas más específicas
como «recordar el nombre de esa mujer que también lleva a su hijo a la guardería
donde lo llevo yo y que veo a diario y sabe mi nombre».
Por ejemplo, supongamos que una persona se encuentra con su tía Lisa: ha
almacenado en el neocórtex toda clase de información sobre ella. Esa información
se encuentra distribuida en toda la corteza y es necesario reunirla al recuperarla.
Cuando ve a Lisa, esa persona recuerda que su tía tiene perros de raza Basenji, que
vive en Milwaukee y que está casada con el tío Juan. La corteza prefrontal ayuda a
traer esa información a la conciencia porque de pronto adquiere relevancia en el
diálogo con la tía Lisa.
Inversamente, toda la información nueva que esa persona obtenga de su tía Lisa,
incluido el episodio actual del encuentro, va de la conciencia (que involucra
muchas regiones del cerebro) al hipocampo. Después, si duerme bien durante la
noche o tiene oportunidad de distenderse por un rato o bien toma una siesta, el
hipocampo se ocupa de registrar esos nuevos recuerdos en el neocórtex, que aloja
los recuerdos a largo plazo y adquiere importancia fundamental cuando se
adquieren ideas o habilidades nuevas. Por lo tanto, lo más indicado después de
adquirir nueva información es tomar una siesta o, al menos, entregarse al ocio.
La corteza prefrontal, el hipocampo y algunas zonas del neocórtex deben hablar
entre sí para lograr llevar a cabo ese proceso. Uno de los modos en que las
neuronas y las regiones cerebrales envían y reciben información es a través de la
sincronización de su actividad eléctrica oscilatoria. De modos que todavía no se
comprenden cabalmente, cuando la información debe transmitirse entre nodos, se
codifica en diferentes frecuencias que luego se encabalgan unas sobre otras, como
olas marinas.
Las ondas de alta frecuencia solo pueden recorrer distancias cortas, pero las de baja
frecuencia, en cambio, se trasladan extensiones mucho mayores. Así, parece que la
información codificada en frecuencias más altas «monta» las ondas de frecuencia
más baja, que pueden llevar la información a regiones distantes del cerebro. Un
ejemplo fascinante de percepción de ondas de frecuencia ultra-baja que recorren
grandes distancias está constituido por la huida de elefantes y otros animales en
reacción al tsunami que se acercaba a las costas de Tailandia, en 2004. Horas antes
de que cualquier ser humano advirtiera las vibraciones de frecuencia ultra-baja
generadas por la ola gigante, los elefantes las percibieron y se dirigieron a las
montañas, mucho antes de que llegara el destructivo tsunami. El motivo es que los
elefantes oyen y perciben frecuencias muy por debajo del umbral humano. Esas
ondas de sonido de baja frecuencia pueden viajar cientos de kilómetros.
Las neuronas humanas oscilan, típicamente, entre 0,5 Hz y hasta más de 100. No
obstante, parece que la mayor parte de la actividad cerebral tiene lugar con
frecuencias de entre 1 y 40 Hz. La frecuencia dominante se denomina «alfa», y es
de unos 10 Hz. En las redes cerebrales, el nodo receptor de información debe
oscilar en sincronía al menos parcial con el nodo que envía la información.
Cuando la corteza prefrontal, por ejemplo, debe recuperar algunas asociaciones de
la memoria semántica, sincroniza al instante sus oscilaciones con parte del lóbulo
temporal, sitio donde se almacena el significado de las palabras. Es todavía un
misterio cómo se logra esa sincronización.
El momento preciso y el alcance espacial de la sincronización constituyen lo que se
conoce como «código neuronal»: es el lenguaje secreto del cerebro. El santo grial
de la neurociencia radica en descifrar ese código neuronal, que utiliza señales
eléctricas y químicas organizadas en patrones complejos: gracias a ese código,
hablamos, leemos, pensamos, recordamos, caminamos, escribimos, tenemos hijos
y, por supuesto, nos entregamos al ocio.
Cuando regiones anatómicamente distintas del cerebro trabajan en colaboración,
como durante el encuentro con la tía Lisa, forman «redes funcionales» temporales.
Esas redes son funcionales porque se forman para llevar a cabo una tarea
específica, como almacenar algún dato nuevo sobre tía Lisa; pueden durar muy
poco tiempo, por ejemplo algunos cientos de milisegundos. Una cuestión no
resuelta en el campo de las neurociencias es si las redes funcionales temporales
pueden o no alterar las redes estructurales que subyacen en ellas. En otras palabras,
si el tráfico aéreo que llega y sale de Bozeman, Montana, aumentara hasta superar
los nervios y músculos de las extremidades para que se lleven a cabo acciones o se
responda a eventos del mundo exterior, por ejemplo un saque del contrincante en
un partido de tenis. Este sistema ha sido objeto de estudio durante décadas. Pero
resulta que cuando el sistema motor interviene y le indica al brazo que mueva la
raqueta después (o antes) de que el sistema visual haya informado que nuestro rival
efectuó un saque, es probable que solo use una fracción diminuta de la energía
cerebral total.
Si bien es de vital importancia que las neurociencias obtengan el mayor
conocimiento posible acerca del sistema motor, es probable que solo logre rasguñar
la superficie al concentrarse en áreas discretas del cerebro e ignorar el «ruido»
generado por el resto de las regiones. El ruido, desde el punto de vista técnico, es
una señal no deseada que suele interferir de manera aleatoria con la señal que se
encuentra en estudio, cualquiera que sea. Pero la red observada por Raichle parecía
«desactivarse» durante la concentración activa en un estímulo determinado y no
actuaba de manera aleatoria. Tampoco interfería con otras señales de interés. Se
comportaba con total regularidad: cuando un sujeto empezaba a pensar activamente
en algo en particular, la red se desactivaba.
¿Por qué habría de disminuir su actividad una red cerebral durante la realización de
una tarea mental dirigida, como recordar una lista de palabras? Más misterioso aún
es el hecho de que la red disminuya su actividad sin importar cuál sea la tarea
mental en cuestión. Observando muchas condiciones experimentales diferentes, se
comprobó que la situación se repetía: la red se desactivaba en cuanto el sujeto
empezaba a ejecutar una tarea experimental. Como es natural, Raichle se preguntó
qué ocurría con la red cuando las personas se limitaban a no hacer nada. Resultó
que el ruido del cerebro no era «ruido» en lo más mínimo.
Lo que Raichle halló fue tan sorprendente que muchos científicos dudan todavía de
que sea posible: sostienen que se trata de un error de medición, algún problema
técnico o un efecto accidental del modo en que se analizan los datos obtenidos a
partir de imágenes por resonancia magnética. Cuando los sujetos se limitaban a
yacer en la camilla de un equipo resonador y dejaban vagar la mente, la misma red
que se desactivaba durante las tareas experimentales empezaba a bullir de
actividad.
Asimismo, en el periodo en que el sujeto dejó vagar la mente, la actividad de los
nodos de la red mostró un alto grado de correlación: cada parte de la red neural por
defecto se comportó de igual forma. Es importante señalar que la red
predeterminada que se activa durante el ocio se encuentra en correlación casi
perfectamente inversa con la red que entra en actividad durante la ejecución de
tareas que requieren atención. El lector probablemente adivinará qué significa
«correlación inversa»: es lo opuesto de «correlación». Si X e Y están inversamente
relacionadas, cuando el valor de X aumenta el de Y disminuye, y viceversa.
Cuando se utilizan datos obtenidos a partir de imágenes por resonancia magnética,
la señal que los neurocientíficos usan para medir la actividad de una región cerebral
determinada se denomina contraste dependiente del nivel de oxígeno en la sangre
(BOLD, por sus siglas en inglés). Sin entrar en detalles complicados, esa señal
indica de manera aproximada cuánta sangre y oxígeno fluye hacia una región
cerebral activa. Cuando las neuronas incrementan su actividad, usan más sangre y
oxígeno (al igual que los músculos). El aumento de la señal BOLD indica un
aumento de la actividad cerebral.
Si bien la red que el cerebro emplea para prestar atención activamente solo requiere
una pequeña fracción de la energía cerebral total, cuando esa red se activa, la red
neural por defecto reduce su actividad. Y eso es lo que significa inversamente
correlacionado: cuando la red de atención se activa, la red predeterminada se
desactiva. Cuando corremos a tontas y locas en nuestra vida cotidiana tratando de
cumplir nuestro horario, tratando de responder a todos los dispositivos móviles que
****
¿Dónde está y qué es, exactamente, la red neural por defecto? La red se constituye
con un conjunto de regiones cerebrales: posterior, medial, medial anterior y parietal
lateral. «Posterior» significa «detrás»; «medial» significa «en el medio»; «medial
anterior» significa «al frente, en el medio»; y «parietal lateral» remite a regiones
que están a ambos lados de la cabeza, hacia la parte superior y posterior. Las
regiones específicas que constituyen la red neural por defecto se denominan:
Sin embargo, el precúneo es, también, una de las regiones que exhibe la mayor tasa
metabólica en reposo entre las regiones del cerebro, lo cual significa que, en estado
de reposo, el precúneo devora glucosa como un colibrí enloquecido. Por lo tanto, si
podemos desconectarnos de nuestro «eficiente» entorno laboral, este centro de la
red neural por defecto se activará y empezará a cobrar velocidad. ¿En qué reside la
importancia de este hecho? El precúneo parece intervenir en la autorreflexión. Una
de las mejores maneras de conocerse es buscar un sitio silencioso o
confortablemente ruidoso, mirar las estrellas, desconectarse un rato y ver a dónde
nos lleva el precúneo.
Como el precúneo, la corteza parietal también está involucrada en la representación
de nosotros mismos, que a veces se denomina «metacognición». La capacidad de
pensar en nosotros y lograr algún tipo de respuesta proviene, en parte, de nuestra
corteza parietal lateral. La vida no tendría sentido si se careciera de la conciencia de
sí.
Es probable que, junto con el lenguaje, las representaciones conscientes y
coherentes de nuestro propio yo sean una característica exclusiva de la cognición
humana. ¿Sabe la rana que es rana? Nuestras propias identidades se basan,
obviamente, en esas representaciones. La corteza parietal lateral nos permite saber
si somos góticos, punk, hipsters o neurocientíficos. Asimismo, es un nodo que
integra la red predeterminada y, por lo tanto, disminuye su actividad cuando se
ejecutan tareas inducidas externamente. Como el precúneo, la corteza parietal
lateral es un nodo céntrico de actividad.
Esta podría ser una de las razones por las que cuando empezamos a soñar
despiertos en el trabajo, cuando deberíamos estar rastreando las horas destinadas en
el último plan de lanzamiento de un producto a establecer una relación sinérgica
entre planes de comercialización implementados por todas las unidades de
negocios, nuestro pensamiento invariablemente desemboca en preguntas como
«¿por qué una persona maravillosa y vital como yo terminó haciendo algo tan
estúpido, sin sentido, poco estimulante y tedioso?». La red neural por defecto nos
conoce mejor que nadie, incluso que nuestro yo organizado y eficiente.
El siguiente componente de la red neural por defecto, denominado corteza
cingulada anterior, requiere de una breve digresión. Ya sabemos que nuestro
cerebro se divide en dos mitades, denominadas hemisferios. Los hemisferios se
conectan mediante un tracto fibroso denominado cuerpo calloso.
El cuerpo calloso permite que la información circule de un hemisferio a otro. A
veces, este tracto fibroso se secciona quirúrgicamente para prevenir crisis
convulsivas en las personas que sufren epilepsia intratable. Envolviendo el cuerpo
calloso, como un cuello, se encuentra la corteza cingulada anterior; está conectada
con la corteza prefrontal.
Una de las funciones fundamentales de la corteza cingulada anterior consiste en
monitorizar nuestro comportamiento respecto de la retroalimentación proveniente
del entorno y en informarnos cuando cometemos un error; es lo que se denomina
«detección de errores». De modo similar, cuando no hacemos nada, la corteza
cingulada anterior también monitorea el subconsciente en busca de soluciones
posibles a los errores.
Cuando la corteza cingulada anterior descubre conceptos remotamente asociados
que podrían combinarse en una idea novedosa, dirige nuestra atención a esa idea,
impulsando de ese modo su activación para que la idea pueda ingresar a la
conciencia. Como parte de la red neural por defecto, la corteza cingulada anterior
funciona mejor cuando nos relajamos y mantenemos una actitud positiva. En los
periodos de ocio, parece estar pronta para ayudarnos a encontrar soluciones
ingeniosas e idear pensamientos creativos. Cuando nos estresamos y nos
preocupamos por cuestiones externas, la actividad de la corteza cingulada anterior
disminuye.
Todos esos recuerdos deben pasar por el hipocampo cuando se crean y se recrean al
evocarlos. Es más, cuando reflexionamos sobre nuestra vida pasada, la red neural
por defecto parece usar con gran solvencia esos recuerdos para generar
proyecciones futuras y crear imágenes de nosotros mismos en situaciones futuras.
La capacidad de reflexionar sobre nuestra situación actual, nuestro pasado y
nuestro futuro se encuentran íntimamente relacionados. Las personas que pueden
darse el lujo de destinar tiempo a esa reflexión al entregarse al ocio tienden a ser
más creativas y a gozar de mejor salud mental en general.
Si avanzamos hacia la parte anterior de la cabeza, llegamos a la corteza prefrontal.
Desde el punto de vista evolutivo, esta fue una de las últimas regiones en
desarrollarse. De manera similar, es una de las últimas regiones cerebrales que
madura durante el desarrollo. En rigor, en los hombres, la corteza prefrontal no
termina de madurar hasta la edad aproximada de veinticinco años. Mencioné con
anterioridad que esta región es responsable de habilidades como toma de
decisiones, planificación, control de impulsos y autorreflexión, habilidades de las
que los hombres de menos de veinticinco años carecen.
Una de las funciones primordiales de la corteza prefrontal en la vida cognitiva del
cerebro es poner la información almacenada en este órgano a disposición para la
manipulación y la acción: cuando la información llega a la corteza prefrontal, es
probable que adquiramos conciencia de ella. La corteza prefrontal es, por lo tanto,
considerada necesaria pero no suficiente para la conciencia.
No es la corteza prefrontal el único origen de la conciencia, pues para que
adquiramos conciencia de algo deben activarse muchas áreas del cerebro. Sin
embargo, es necesaria la intervención de la corteza prefrontal para procesar
información de manera distintivamente humana y significativa.
Una vez que un dato ha llegado a nuestra conciencia, podemos llevar a cabo
procesos con esa información, por ejemplo, pensar sobre ella, tomar una decisión o
consecuencia exhibe menor nivel de activación. Este podría ser uno de los motivos
por los que a los pacientes con enfermedad de Alzheimer se les dificulta evocar
recuerdos: la información almacenada en el cerebro no puede recorrer la red.
Inversamente, en pacientes de esquizofrenia, se observa hiperactividad e
hiperconectividad en la red neural por defecto. Si la red neural por defecto está
demasiado activa, y sus nodos establecen demasiadas conexiones, puede
dificultarse la diferenciación entre realidad y fantasía. La relación entre genialidad
y locura ha sido objeto de estudio desde hace muchísimo tiempo: muchos
investigadores sostienen que la línea que las separa es muy fina.
El hecho de que la actividad anormal de la red neural por defecto se encuentre
vinculada con la enfermedad mental ilustra su índole fundamental. No obstante, al
igual que en el caso de la enfermedad de Alzheimer, la perturbación de la actividad
de la red neural por defecto puede ser un síntoma antes que una causa. Entre ambos
extremos del espectro se sitúa el nivel óptimo de actividad de la red neural por
defecto, que propicia nuestra sensación de bienestar, nuestra salud física y nuestra
creatividad.
Por fortuna, el único camino para alcanzar ese nivel óptimo de actividad de la red
neural por defecto radica en poner los pies sobre la mesa, buscar una buena
almohada, recostarse y abandonar la actividad orientada a la realización de tareas.
Disfrutar de buenas obras de arte, escuchar nuestra música favorita y garabatear
puede ayudar a facilitar el proceso.
Por desgracia, la holgazanería se encuentra tan estigmatizada en los Estados Unidos
que todo el mundo sabe lo que significa. El secreto reside en aprender a adoptar,
defender y exigir el derecho a la holgazanería como requisito indispensable de una
buena vida y una sociedad sana, y admitir, además, que las increíbles ideas que
pueden ocurrírseles a quienes cuentan con redes de modo predeterminado
especialmente robustas no son anomalías, sino la norma.
Capítulo 3
Momentos de inspiración y autoconocimiento
En el sentido más literal, Newton era su propio jefe. Trabajaba cuando quería y se
sentaba en el jardín cuando le placía. Seguramente, el lector dirá que, en la
economía moderna, tal actitud resultaría inviable y poco realista. Y yo responderé
que, entonces, merecemos la falta de dinamismo intelectual a la que nuestra
economía nos obliga.
Antes de Newton, las ciencias naturales se encontraban en una fase de
transformación. El periodo que va de fines del siglo XV al siglo XVIII es el que
muchos consideran como la etapa crucial de revolución científica en la historia
humana. En esa época, Copérnico, Kepler, Galileo, Brahe y Newton realizaron
aportes fundamentales al avance de las ciencias. En el siglo XVII, en especial, tuvo
lugar una explosión intelectual que significó un incremento repentino y cuantioso
de nuestra comprensión del universo. El conocimiento del mundo natural empezó a
expandirse a un ritmo caracterizado por una aceleración continua, que aún no se ha
detenido. La comprensión humana de la naturaleza pasó de la creencia
supersticiosa a la ciencia verdadera.
En el transcurso de esa revolución, nació una comunidad científica que empezó a
publicar revistas especializadas y a mantener reuniones muy similares a los
congresos actuales. En los siglos que transcurrieron desde la época de Newton, las
ciencias naturales realizaron avances increíbles. En general, pensamos en Newton
frente a la manzana que cae como una especie de momento afortunado en la
historia de la ciencia. Cualquiera que sea el origen real de la historia, después de
ver caer la manzana y elaborar su teoría, Newton escribió uno de los trabajos
científicos más importantes de la historia, Philosophiæ Naturalis principia
mathematica, donde presenta la teoría formal de la gravedad.
Newton no se encerró en su escritorio, arrancándose los pelos, tratando de
descubrir por qué los objetos se mueven hacia la Tierra y los planetas giran
alrededor del Sol, desesperado por la proximidad de un plazo inminente. Tampoco
totalidad de su cerebro. Puesto que los nodos de la red neural por defecto son
centros, pueden obtener información de casi cualquier región del cerebro. Esta red
también tiene acceso a recuerdos y asociaciones, así como a conceptos matemáticos
y espaciales, que se almacenan en regiones conectadas con la corteza parietal. Esos
conceptos empiezan, en ese momento, a ingresar a la conciencia de Newton, a
medida que la corteza prefrontal medial informa al resto de la red neural por
defecto que se encuentra en actividad qué ocurre en las zonas más lejanas de su
subconsciente.
Los informes respecto de los vastos conocimientos de física que Newton almacena
en su memoria a largo plazo, ausentes en condiciones normales de su conciencia,
ahora ingresan en su mente, porque el cerebro no necesita ocuparse de hablar,
programar reuniones, planificar las actividades del día o administrar el tiempo.
Los movimientos de los planetas, la ley cuadrática inversa, la atracción, la masa y
la aceleración: todos los conceptos que Newton ha adquirido podrían estar
circulando por su conciencia. Es probable que, antes de sentarse en el jardín esa
tarde en particular, Newton no hallara relación alguna entre esos conceptos, porque
no tendrían oportunidad de ingresar en su conciencia durante el desarrollo de sus
actividades cotidianas. De manera similar, también existen datos que indican que la
red neural por defecto funciona inconscientemente, de modo que en estado de ocio,
el cerebro descubre conexiones entre conceptos sin que se adquiera conciencia.
Y luego, por motivos que por ahora no comprendemos, a veces esos pensamientos
llegan a la conciencia. Lo importante es que durante el reposo, la red neural por
defecto puede abrir conexiones entre regiones del cerebro que suelen estar
demasiado ocupadas tratando de mantenerse al ritmo de nuestra vida, llena de
actividades, como para poder establecer una conversación mutua. Este es el
momento en que la verdadera creatividad e inspiración pueden presentarse. En este
punto, la corteza cingulada anterior de Newton, muy ocupada normalmente en
Capítulo 4
Rilke y la vida ociosa examinada
Rilke era una persona sensible, no compatible con su época. La Europa de los
primeros años del siglo XX fue testigo del nacimiento brutal de la economía
industrial moderna y de los horrores de la Primera Guerra Mundial. Durante ese
periodo, también nació la creciente obsesión de la clase capitalista por medir el
tiempo y maximizar la eficiencia del trabajador. Y fue entonces también cuando los
primeros atisbos de la naciente industria de la administración del tiempo empezaron
a envolver la cultura con sus tentáculos. Por primera vez, se multiplicaban los
relojes en oficinas, fábricas y hogares. Los trabajadores se concebían como
máquinas insertas en un sistema ideado para producir ganancias para los
propietarios de la economía. Con ese telón de fondo, el introspectivo y sensible
Rilke sacrificó el amor romántico, la familia y las comodidades materiales en aras
de su arte.
Rilke sabía que dedicar tiempo a no hacer nada era fundamental para su proceso
creativo. Aspiraba a entregarse al ocio con alegría, lo que para nuestros oídos de un
siglo XXI sobrecargado de trabajo y atiborrado de tareas suena sorprendente. Gozar
del ocio es anatema a nuestra creencia cultural de que si no desarrollamos una
continua actividad, no aprovechamos al máximo nuestro potencial, creencia que
nos enseñan de manera implícita desde nuestra infancia.
Las neurociencias modernas tal vez nos muestren que, en rigor, la verdad es la
contraria: nuestro verdadero potencial solo puede realizarse si disponemos de
periodos en los que no hacemos nada. Como señala Oscar Wilde en El alma del
estadounidense Robert Bly, señala que Rilke a veces se equivocaba en una rima al
tratar de capturar un poema porque no podía escribir tan rápidamente.
Desde una perspectiva neurocientífica, Rilke estaba aprendiendo a permitir que
regiones cerebrales, como la corteza prefrontal medial, informara acerca de
imágenes y asociaciones provenientes de regiones cerebrales como el hipocampo y
el neocórtex, cuyos contenidos más profundos no ingresan, a veces, en la
conciencia. En nuestra lucha continua por alcanzar el éxito o incluso conservar
nuestro trabajo, usamos las partes de nuestro cerebro que procesan los eventos
externos inmediatos. Esa red, centrada en el exterior, apaga la red neural por
defecto y nos impide acceder a lo que puede ocurrir en el resto del cerebro. No
obstante, nuestro cerebro está generando emociones y respondiendo a ellas de
manera continua, y toda esa energía emocional debe disiparse en algún lugar.
Rilke también debió lidiar con ciertos accesos de depresión, debidos posiblemente
a su implacable actitud respecto de sí mismo en el auto examen: permitía que todos
los aspectos desagradables de su mundo interno afloraran a la conciencia para
poder analizarlos. Y aquí vemos la delgada línea que separa la cumbre de la
genialidad del abismo de la depresión y la locura. Rilke vivió buena parte de su
vida adulta en las proximidades de esa línea.
****
Rilke contaba con una capacidad notable para explorar su inconsciente y sacar a la
luz escenas y emociones de la juventud largamente olvidadas, capacidad que bien
puede haber sido resultado de dar lugar a la actividad de la red neural por defecto
mediante el ocio.
Para muchas personas, esa experiencia puede resultar aterradora. Es probable que
nuestro inconsciente guarde contenidos que preferiríamos dejar donde están.
¿Podría ser que esos materiales incómodos que suprimimos, llenando de
actividades nuestra agenda para olvidarlos, estén llamando a la puerta de la
conciencia por algún motivo? La noción de sentido común respecto de los «adictos
al trabajo» es que no soportan el ocio y la inactividad porque eluden el dolor
emocional mediante el trabajo continuo.
Cuando los niños empiezan la escuela (y cada vez más, antes de iniciar su
escolaridad), los padres llenan sus vidas con una inacabable serie de actividades:
deportes, clases de música de iniciación temprana, escuela de chino con inmersión
en la lengua extranjera, campamentos de verano, tareas de voluntariado en
organizaciones caritativas, clases de equitación, teatro, preparación para olimpíadas
matemáticas y talleres de ciencias. Cierta clase de padres parece experimentar un
temor ubicuo y profundo de que sus hijos puedan disponer de tiempo para no hacer
nada y ser niños. Los padres se ven en la necesidad de trabajar cada vez más horas,
a veces por el mismo salario. Obligamos a nuestros hijos a soportar un bombardeo
interminable de actividades que ofician de padres sustitutos, como una manera de
convencernos de que todavía participamos en la vida de nuestros hijos de algún
modo significativo.
Podemos recibir el informe de los maestros o de los entrenadores y profesores
acerca de los avances de nuestros hijos, sin haberlos visto jamás llevar a cabo la
actividad en la que los inscribimos. Después de todo, tenemos cosas más
importantes que hacer, como trabajar. No debería sorprendernos que a medida que
las «citas de juego» hayan reemplazado la actividad de pasar el rato con amigos y
jugando al aire libre, los índices de angustia y depresión infantil se hayan disparado
por las nubes, así como la obesidad infantil.
Es posible que la actual generación de niños sea la primera que tenga menor
esperanza de vida que la generación anterior. Más allá del volumen de datos
epidemiológicos y clínicos que esperemos ver para convencernos de que esta
posibilidad es real, la causa subyacente es bastante sencilla: los niños que no pasan
varias horas todos los días corriendo al aire libre, compartiendo con amigos, sin
hacer nada en especial y, en cambio, destinan cada instante del día a tareas y clases
inducidas por sus padres, a verse con sus amigos con horario, comer alimentos
procesados y jugar a los videojuegos para explorar sus mundos virtuales, aumentan
de peso y se deprimen.
Existen cientos de libros y artículos de revistas acerca de la administración del
tiempo infantil, con títulos como Organización; Administración del tiempo y
habilidades de estudio para niños; Tarde, perdido y sin preparación: guía para
padres sobre cómo ayudar a sus hijos con las funciones ejecutivas; y ¡Organiza a
tu hijo!
Para esos padres y estudiantes obsesionados con el éxito para los cuales la
manipulación farmacológica innecesaria con medicación para el TDAH derivada de
las anfetaminas no es financiera ni moralmente problemática, existen, en
apariencia, muchísimos médicos que no le huyen al dopaje académico y estarán
dispuestos a recetar medicamentos para tratar el TDAH a estudiantes a quienes no
se les ha diagnosticado el trastorno, para que puedan lograr una concentración
artificial agudísima y aplastar a sus competidores en sus exámenes.
Esos médicos en nada se diferencian, desde el punto de vista ético, de los oscuros
médicos del submundo del doping que suelen encontrarse en los deportes
Como resultado de las constantes demandas y actividades externas en que los niños
se ven obligados a participar, sumadas a incontables horas destinadas al uso de
dispositivos digitales, es cada vez menos el tiempo del que disponen para la
introspección, el procesamiento de experiencias sociales y emocionales y la
autorreflexión.
Es más, puede ocurrir que los niños adquieran una relación de incomodidad con su
yo ocioso, como muchos adultos. Cuando esto sucede, el ocio induce inicialmente
un sentimiento muy similar al que experimenta un fumador que ansia tabaco:
desesperación e inquietud. El niño buscará obtener estimulación externa en los
dispositivos digitales, la aprobación de sus maestros u otros adultos.
En un artículo científico de publicación reciente titulado «Descanso no es ocio:
implicaciones del modo predeterminado del cerebro para el desarrollo y la
educación humanos», las psicólogas Mary Helen Immordino-Yang, Joanna
Christodoulu y Vanessa Singh postulan la tesis de que es esencial para el desarrollo
de las habilidades sociales permitir que los niños se entreguen a la ensoñación libre
y otros tipos de estados no atencionales.
Las autoras repasan los datos obtenidos en la última década en relación con la red
neural por defecto y analizan sus implicaciones para el desarrollo humano en etapas
tempranas de la vida y la educación. Argumentan que si la vida del niño se
encuentra llena de «demandas de atención ambiental sistemáticamente elevadas»,
el proceso de desarrollo de la capacidad para reflexionar, interpretar la experiencia
y reconciliar recuerdos con experiencias actuales resulta afectado. El cerebro
infantil necesita tiempo para procesar lo que ocurre a diario, consolidar esas
experiencias e integrarlas al yo que se encuentra en proceso de formación durante
la infancia.
El único modo de permitir que este proceso tenga lugar es entregarse al ocio. Los
niños necesitan «apagar» el mundo exterior durante una cantidad importante de
tiempo todos los días, sin demandas ni expectativas. Para gozar de salud mental en
la adultez, podría ser necesario tener una niñez cuya mayor parte estuviera dedicada
a soñar despiertos libremente, jugar sin propósito y experimentar un goce
irreflexivo.
En una de sus Cartas a un joven poeta, Rilke escribe: «Cuanto más callados,
cuanto más pacientes y sinceros sepamos ser en nuestra tristezas, tanto más
resueltamente se adentra una nueva revelación en nosotros, tanto mejor la hacemos
nuestra. Así, cuando más tarde surge el día en que “acontece” —cuando se
manifiesta en nuestra respuesta a otra persona— sentimos que pertenece a nuestro
ser más interior».
Immordino-Yang et al. señalan que el tiempo y las habilidades para lo que
denominan la «reflexión interna constructiva» benefician el aprendizaje emocional
y el bienestar. También argumentan que cuando un niño pasa la totalidad del día
con la atención dirigida al mundo exterior, su capacidad de entender «qué significa
algo para el mundo y para el modo en que vivo mi vida» se ve debilitada.
Así como los músculos necesitan tiempo para recuperarse después de ejercitarlos,
nuestros cerebros requieren de tiempo para recuperarse después de interactuar con
el mundo exterior. Por ejemplo, la investigación indica que los jóvenes que envían
mensajes de texto con frecuencia excesivos tienden a obtener puntuaciones más
bajas en pruebas que miden la capacidad de reflexión moral. El motivo podría ser
que con cada nuevo mensaje, la red orientada a tareas se activa, con la consiguiente
supresión de actividad en la red neural por defecto. Empezamos a identificarnos
más con el teléfono que llevamos en el bolsillo que con la mente que tenemos sobre
los hombros.
Sin duda, la meta a largo plazo de la crianza orientada a lograr el desempeño
sobresaliente de los niños reside en lograr que los hijos ingresen en una universidad
de primer nivel. En los Estados Unidos, el ingreso a una casa de estudios superiores
Capítulo 5
Somos un sistema que se organiza a sí mismo
«Autoorganización: el surgimiento de
estructura u orden sin un agente externo
que lo imponga».
Francis Heylighen
antenas sobre él: si el objeto huele como ellas, lo siguen; si el objeto huele
diferente, lo matan. A veces, aplican esta regla al punto de seguirse entre sí hasta la
muerte, en lo que se conoce como un «vórtice de hormigas».
Las hormigas, además, difunden información mediante rastros químicos. Cuando
siguen a otras hormigas, saben en qué dirección girar a partir del olor. Las
hormigas exploradoras que encuentran fuentes de alimento empiezan a dejar un
rastro químico para informar al resto que debe seguirlas. Pronto una columna de
hormigas se dirige al alimento.
De ese modo, la información acerca de la ubicación de una fuente de alimento se
difunde con velocidad en una colonia. Cada hormiga sigue muchas de esas reglas
sencillas utilizando sus órganos sensoriales. Cuando millones de hormigas
interactúan, surge la complejidad autoorganizada de la colonia. Por ejemplo,
muchas hormigas pueden desarrollar un comportamiento suicida para defender a la
colonia. La colonia cuenta con capacidad para procesar el conocimiento adaptativo
y la información, pero los individuos carecen de tal capacidad; por lo tanto, existen
ciertos atributos de la colonia que no se observan en ninguna hormiga.
Pensemos en el caso de un equipo de fútbol: el equipo tiene propiedades que sus
integrantes no tienen, una de las cuales es ser un equipo de fútbol constituido por
once jugadores. Ciertos comportamientos solo son visibles cuando el nivel
descriptivo es el de la colonia. Sin embargo, si examinamos a cada hormiga,
encontramos una criatura bastante simple capaz de tomar decisiones rápidas. Si
bien cada hormiga está programada para realizar una cantidad limitada de tareas en
función del contexto (buscar y llevar alimento, seguir o atacar a otras hormigas),
una colonia puede aprender cuál es la mejor ruta a una fuente de alimento, construir
redes inmensas de túneles y nidos, e incluso cultivar hongos en elaborados jardines
subterráneos.
Tanto las colonias de hormigas como los cerebros son ejemplos de un orden
macroscópico que surge de manera espontánea a partir de un vasto océano de partes
que interactúan en forma aleatoria en el nivel microscópico. Cuando millones de
simples hormigas obedecen unas pocas reglas, los resultados posibles de la
interacción de esas hormigas pueden ser inmensos.
En rigor, una hormiga «de computadora» que solo sigue dos reglas simples se
comporta como un sistema dinámico complejo. En ciencias de la computación,
existe un modelo de autómata celular conocido como la hormiga de Langton.
Imaginemos una hormiga llamada Langton que camina de manera aleatoria por una
cuadrícula de casilleros blancos o negros. Langton solo tiene dos reglas que seguir:
(1) cuando cae en un casillero blanco, debe girar noventa grados hacia la derecha,
cambiar el color del casillero a negro y adelantar un casillero; (2) cuando cae en un
casillero negro, debe girar noventa grados hacia la izquierda, cambiar el color del
casillero a blanco y adelantar una unidad. Sin importar cómo se configure la
cuadrícula inicialmente, es decir, cuál sea la distribución de casilleros blancos y
negros, después de unos diez mil pasos, Langton empezará a trazar un patrón
repetitivo, una «autopista» de ciento cuatro pasos que se repite indefinidamente.
En otras palabras, sin importar cuál sea el punto de partida, los caminos que siga
Langton convergerán en este patrón complejo. Y esta es solo una hormiga con dos
reglas. Langton brinda una idea de la espectacularidad que puede alcanzar el
comportamiento de las colonias de hormigas en el mundo real. Un ejemplo de
comportamiento autoorganizado en una colonia de hormigas que resulta
particularmente intrigante es el de las colonias de hormigas ejército tropicales del
Nuevo Mundo.
Resultaría una pérdida de energía construir nidos, que requieren muchísimo trabajo,
para los momentos del día en que la colonia descansa (sí, hasta las hormigas se
entregan al ocio). En su lugar, las hormigas forman un refugio, denominado
«vivac», usando sus propios cuerpos para proteger a la reina y a las crías de
intrusos: conectan sus cuerpos entre sí y forman una especie de tienda de campaña,
sin necesidad de que haya un jefe que les indique qué hacer.
Dentro del refugio, la temperatura y la humedad se regula al detalle mediante el
ajuste de la forma y la posición del vivac. Para buscar alimento, una columna de
cientos de miles de hormigas sale del refugio, caza cualquier objeto en movimiento
y cambia de dirección para volver a la colonia, actuando como un único organismo
que alarga el brazo. Durante la noche, el refugio se dispersa y la colonia avanza
hasta el próximo sitio.
Es importante comprender que las hormigas no pueden tener la menor idea de que
forman parte de una estructura general de vivac, mucho menos que son integrantes
de una colonia. Para el individuo, lo que ocurre simplemente es que se conecta con
sus vecinos porque la hora, la temperatura u otros indicios ambientales han
superado un umbral que dispara el cumplimiento de la regla «conectarse con el
cuerpo del vecino».
De manera similar, las neuronas individuales del cerebro no saben que forman parte
del cerebro o que constituyen un «yo». La conciencia es muy similar al vivac de las
hormigas ejército. Una de las persistentes ilusiones filosóficas que hemos albergado
durante siglos es que en algún sitio del cerebro, una personita llamada Homunculus
controla las acciones cerebrales. O que incluso sin Homunculus, hay una parte
específica del cerebro que de alguna manera funciona como centro de comando y
control, y dicta lo que el cerebro debe hacer.
Las neurociencias han revelado que no existe tal centro de control en el cerebro.
Hay centros en las redes cerebrales cuya actividad es más importante, pero no
existe un único centro que dirija la acción. El cerebro, en cambio, es mucho más
parecido a una colonia de hormigas: miles de millones de neuronas colaboran para
dar origen a nuestro yo, sin la mediación de ningún agente externo o interno. En
otras palabras, somos un fenómeno autoorganizado emergente.
Las neuronas, como las hormigas, siguen algoritmos y toman decisiones binarias
rápidas en función de las señales que reciben. Cuando una neurona recibe señales
que alcanzan cierto umbral electroquímico y oscila en sincronía parcial con sus
vecinas, dispara un potencial de acción que se propaga a otras neuronas con las
cuales se encuentra conectada. Esta actividad puede hacer que otras neuronas que
se encuentran en la trayectoria disparen o no, según cuál sea su contexto. La
emergencia de una organización extremadamente compleja surge de la interacción
de miles de millones de partes más pequeñas y simples, igual que el refugio de las
hormigas ejército, salvo que el cerebro no se disuelve en neuronas individuales que
migren, en conjunto, al siguiente cráneo… aunque después de todo ¿qué es el
lenguaje?
La interacción de miles de millones de neuronas individuales que usan billones de
conexiones hace posible la emergencia de la variedad infinita de la creatividad
humana, tal como la colonia de hormigas, que es mucho más creativa y adaptativa
que la hormiga individual. Como es natural la comparación entre hormigas y seres
humanos solo puede llegar hasta aquí. Y como ya señalé en páginas anteriores, la
analogía solo es válida en lo que atañe a las neuronas cerebrales. Un ser humano
individual no puede compararse con una hormiga obrera, voladora o soldado. Se
desconoce la cantidad de reglas del comportamiento que sigue cada ser humano,
cantidad que bien podría ser infinita.
Además, podemos adquirir conciencia respecto de qué reglas seguimos y ejercer un
buen grado de elección al respecto. Y lo que es más importante, los seres humanos
pueden crear reglas nuevas. No obstante, hay un aspecto fundamental en el que
colonias de hormigas y cerebros son muy similares: en cuanto sistemas
autoorganizados complejos, ambos se han adaptado a ciertos parámetros. Cuando
esos parámetros se exceden en demasía, por ejemplo como resultado del cambio
climático, las colonias pueden colapsar.
Puesto que las hormigas individuales gozan de grados muy escasos de libertad en
su comportamiento, su conducta colectiva guarda un alto grado de armonía con el
medio ambiente. Lo mismo ocurre con las neuronas del cerebro: viven en armonía
dentro del cráneo. A diferencia de una hormiga, el cerebro humano como totalidad
cuenta con un grado de libertad potencialmente ilimitado, lo que nos dota de
inteligencia y creatividad únicas. También puede ser esa la razón que nos impide
disfrutar de la esclavitud, a diferencia de las hormigas.
Bertrand Russell definió dos tipos de trabajo: el primero, modificar la disposición
de la materia que se encuentra en la superficie de la Tierra o cerca de ella, a partir
de otra materia dada; el segundo, ordenar a otros que lo hagan. Añadió que el
primer tipo de trabajo es desagradable y está mal pagado, mientras que el segundo
es agradable y muy bien remunerado.
Capítulo 6
Revolución o suicidio
«Este es el motivo por el que los
empleados de Foxconn pueden arrojarse
al vacío desde un edificio pero no
“causar problemas”».
Empleado de Foxconn
«La especialización es para los insectos».
Bart Kosko, profesor de USC; autor de
Noise
El lector seguramente habrá oído hablar de las pésimas condiciones en las que las
fábricas chinas producen la casi totalidad de nuestros equipos electrónicos. Su
preocupación pasajera podría haberse mitigado con los recientes anuncios de que
las fábricas están procurando mejorar las condiciones de trabajo de sus obreros.
Foxconn, una empresa taiwanesa radicada en China, fabrica los productos de
Apple. Se enorgullece de aplicar lo que se denominan técnicas de «administración
científica» de sus millones de trabajadores.
La justificación es siempre la misma: un grupo pequeño de poderosos desea
controlar sistemas que son intrínsecamente incontrolables para lograr que esos
sistemas lleven a cabo actividades que de otro modo no realizarían. Tales
soluciones a corto plazo siempre se reciben como revelaciones. Y sin duda,
producen resultados a corto plazo espectaculares.
Pero ya sea que hablemos de bosques o seres humanos, el hecho científico respecto
de esos sistemas es que son autoorganizados y, por lo tanto, un agente externo no
puede controlarlos. Obligarlos a suprimir sus fluctuaciones y complejidades
naturales en nombre de la productividad desembocará, de manera inevitable, en
revolución, crisis o colapso. En el caso de los bosques, lo que se obtiene es
Waldsterben; en el de los seres humanos, el suicidio es un resultado posible: puede
provocarse el derrumbe de una corporación o de un sector completo de fabricación.
El enfoque de la administración adoptado por Foxconn es muy sencillo: hacer que
cada obrero ejecute una tarea repetitiva muy especializada para que no sea
necesario ningún tipo de pensamiento o habilidad. Esta clase de trabajo
especializado funciona sin inconvenientes en las colonias de hormigas porque las
hormigas son criaturas simples y están genéticamente especializadas en la
realización de ciertas tareas sin que les sea necesario pensar.
Los seres humanos son, a decir verdad, terribles cuando se trata de especialización.
Este es el motivo por el que todos los intentos de convertir a los seres humanos en
insectos-obreros, para el beneficio de los más ricos, han dado como resultado la
miseria generalizada. Terry Gou, director ejecutivo de Foxconn, así lo admite al
decir que quienes desean obtener un ascenso deben memorizar que: «El sufrimiento
es el hermano gemelo del crecimiento».
En una investigación notable sobre la reciente racha de suicidios registrados en el
proveedor de Apple, Pun Ngai y Jenny Chan describen el caso de Tian Wu, una
empleada de diecisiete años que el 17 de marzo de 2010 se arrojó desde el cuarto
piso del dormitorio que compartía con otras obreras. 10
Tian acababa de llegar de Hubai, una aldea rural, para trabajar en la fábrica de
Foxconn, situada en Longhua. Quienes la conocieron antes de lo que ella denomina
«su accidente», la describen como una joven despreocupada que amaba las flores.
Después de trabajar en la sede de Foxconn en Longhua treinta y siete días, intentó
suicidarse. A diferencia de otros catorce compañeros de trabajo que también
intentaron suicidarse en un periodo de dos meses en 2010 y 2011, Tian sobrevivió.
Muy probablemente, deberá seguir en silla de ruedas el resto de su vida.
Foxconn tiene un programa de producción que abarca las veinticuatro horas del día,
todos los días de la semana; a menudo, se obliga a los obreros a cumplir horas
extra. Los trabajadores viven en dormitorios custodiados por guardias armados; las
habitaciones son tan pequeñas que la privacidad personal es casi inexistente. La
asignación de los trabajadores a las habitaciones es aleatoria; ese proceso rompe las
redes sociales existentes y reduce la organización de los obreros al mínimo. No se
permiten visitantes que se queden durante la noche. La vida de un trabajador de
10
El estudio, «Global Capital, the State, and Chinese Workers: The Foxconn Experience» (Capital global, el Estado
y los trabajadores chinos: la experiencia de Foxconn), describe en detalle las horrendas condiciones en las que los
trabajadores que fabrican productos para Apple deben vivir y trabajar. Revela que la empresa cuenta con la
complicidad de Apple en lo que respecta a mantener los salarios bajos y los derechos laborales en su nivel mínimo.
Antes de que el lector adquiera su próximo supergenial producto de Apple o lea la emotiva biografía de Steve Jobs
escrita por Walter Isaacson, le recomiendo enfáticamente leer esta investigación, disponible online en forma gratuita.
fuera lo más satisfactoria posible, tendríamos que tener siempre presente que
existen ciertas condiciones que no podemos alterar. Como ya se mencionó, para
todos los fines prácticos, la naturaleza biológica del hombre no se encuentra sujeta
a cambios».
Si bien nuestra comprensión de «la naturaleza biológica del hombre» se actualiza a
diario, Einstein estaba en lo cierto al señalar que nuestro cerebro tiene límites.
Aunque nuestras vidas son más fáciles, existimos en el mismo espectro que los
trabajadores chinos: el precio del logro es el mismo para ambos. Con frecuencia
cada vez mayor, las empresas de nuestra sociedad de la información procuran que
su organización sea «plana». Sin embargo, cuanto menos explícita es la jerarquía
en los puestos de trabajo, mayor es la responsabilidad que se espera que asuma
cada trabajador. La línea entre la vida y el trabajo se desdibuja cuando una lista
interminable de tareas empieza a distribuirse entre todo el mundo por igual.
Los dispositivos móviles garantizan que estaremos disponibles las veinticuatro
horas de los siete días de la semana para atender solicitudes relacionadas con el
trabajo. Ya no existe un lugar físico en el que no podamos trabajar. La mente jamás
puede descansar. Un trabajador moderno de la sociedad de la información puede
sentir que jamás deja de trabajar. Desde el punto de vista de los inversores
capitalistas, inducir el temor de perder en una competencia que no tiene fin es más
efectivo que emplear jefes que intimiden a los trabajadores. La coacción a trabajar
es una forma de orden impuesto externamente y puede adoptar la forma de un
cronograma de trabajo, una lista de tareas pendientes, un proceso comercial,
proyectos vanos, actividades de administración del tiempo o indicaciones de un
cliente que esperaba obtener resultados seis meses antes.
En el otro extremo del espectro, encontramos trabajadores como Tian Wu en las
plantas de Foxconn en China. Pagan el precio de nuestra movilidad digital, a veces
con su vida. Mijaíl Bakunin, un pensador anarquista, escribió: «La libertad de todos
iPhone: trámites, mensajes de correo electrónico para responder, facturas por pagar,
cuentas que administrar, inventarios que revisar, planes estratégicos de marketing
orientados a aumentar la sinergia y todo aquello que pueda presentársenos en el
curso de nuestros ajetreados días. Cuando tenemos un registro físico de esas tareas,
ya no tienen por qué ocupar espacio de memoria en el cerebro, la probabilidad de
olvidarlas disminuye y, por ende, no hay motivo para preocuparse por ellas.
Jamás sugiere Alien, al desarrollar su imperativo de «convertirse en mago de la
productividad», que si necesitamos recurrir de manera ineludible a una perpetua
gimnasia mnemónica y digital para lograr llegar al fin de cada día, podría ocurrir,
tal vez, que tengamos demasiadas cosas que hacer. Como ya señalé, el cerebro
tiene límites. Una de las concepciones científicas modernas del cerebro indica que
cada uno de nosotros cuenta con un orden y una estructura que le son peculiares,
que debemos aprender a entender tanto en el ocio como en la actividad.
Esa peculiaridad es, además, lo que nos une. Reconocer lo que es universal en el
ser humano —la autoorganización, la complejidad y la no linealidad— debe
liberarnos. La dinámica de la autoorganización es fundamental en lo que respecta al
modo en que el cerebro procesa la información. Nuestro sistema nervioso también
es un sistema dinámico no lineal conectado con el cerebro. La capacidad con que
cuenta el corazón para responder con flexibilidad a los cambios de actividad es lo
que previene los accidentes cerebrovasculares o los infartos. La reducción de la
variabilidad del ritmo cardíaco es un muy buen predictor de falta de salud cardíaca.
Y resulta ser que algunas porciones de la red neural por defecto del cerebro se
encuentran estrechamente vinculadas con la regulación del ritmo cardíaco variable.
La corteza cingulada anterior, entre otras regiones, desempeña un importante papel
en la regulación del estrés que se transfiere al corazón. El ocio permite que la
corteza cingulada anterior y nuestro sistema nervioso encuentren dinámicas
estables y variables. El estrés reduce la variabilidad del ritmo cardíaco: un nivel
Capítulo 7
La señal es el ruido
caracterización que ofrece Silver refleja la intuición que nos dicta el sentido común
respecto del ruido, existen numerosas circunstancias en las que la adición de la
cantidad adecuada de ruido intensifica, de hecho, la señal.
Dada la ubicuidad del ruido en el cerebro y el entorno, no debe sorprendernos que
la evolución haya dotado a los sistemas biológicos de la capacidad de utilizar el
ruido para encontrar la señal. De hecho, si nuestros cerebros carecieran de
aleatoriedad, no podrían funcionar.
Lo maravilloso de nuestro cerebro es que, a través de la evolución, desarrolló la
capacidad de encontrar las señales y la verdad sin que debamos realizar grandes
esfuerzos. En rigor, al cerebro le sale mejor la tarea de buscar nuestra verdad
cuando estamos ociosos.
En los últimos treinta años, la resonancia estocástica se ha convertido en una
importante área de investigación dentro del campo del ruido. Esta es la revelación
fundamental: en sistemas no lineales, la adición de cierto volumen óptimo de ruido
incrementa la relación señal-ruido. En otras palabras, agregar ruido a una señal
débil puede, en efecto, fortalecerla.
Roberto Benzi, un físico italiano de la Escuela Internacional de Climatología de la
OTAN, ideó la noción de resonancia estocástica a principios de la década de 1980
para explicar la recurrencia del ciclo de las eras glaciales en la Tierra, ciclo que
tiene lugar cada cien mil años: ese es, también, el ciclo de la excentricidad de la
órbita terrestre. La idea consiste, sencillamente, en que existen dos «pozos de
potencial» o un doble pozo que representa dos estados del clima —bajas y altas
temperaturas— entre los cuales oscila la Tierra.
Cuando la Tierra se encuentra en un pozo, las temperaturas son, en promedio, más
altas; cuando está en el otro pozo, las temperaturas promedio son mucho más bajas.
Benzi postuló que la combinación de excentricidad y perturbaciones aleatorias o
«estocásticas» en la órbita —en otras palabras, el ruido— era lo que causaba el
Imaginemos que el punto negro del diagrama representa el estado del clima en
cualquier momento dado.
La línea sobre la que se apoya el punto representa la órbita terrestre. Cuando el
clima se encuentra en uno de los pozos (+1 o -1), nos encontramos ante una era
glacial o un periodo cálido. Cuando la magnitud tiempo (t) = 0 (extremo superior
derecho), la probabilidad de que el clima pase al estado opuesto es muy baja.
Supongamos ahora que animamos los gráficos y las líneas curvas suben y bajan,
además de sacudirse aleatoriamente. ¿Qué hace que el punto salte de una depresión
a la otra?
con un umbral dinámico para disparar potenciales de acción. En otras palabras, los
umbrales pueden cambiar con el tiempo. Las neuronas responden de manera
aleatoria y diferente ante los estímulos, y esta respuesta luego se integra
azarosamente a la red a la cual pertenece la neurona.
Con unos cien mil millones de neuronas atestadas en el cráneo, cada una de las
cuales dispara cientos de veces por segundo, el cerebro está lleno de ruido. Cabe
preguntarse, sin embargo, si ese ruido es perjudicial. Podría ocurrir que la actividad
intrínseca, espontánea, de la red neural por defecto proporcionara el necesario ruido
de fondo para que el cerebro esté en condiciones de procesar información. El
funcionamiento anormal de la red neural por defecto podría generar demasiado o
demasiado poco ruido cerebral.
El ruido puede ayudar a las neuronas a detectar señales débiles del entorno o de
otras neuronas.
La figura anterior muestra una onda senoidal típica representada por la línea
ondulada, es decir, «la señal». Esa onda podría corresponder a un sonido, una
imagen, un tren de potenciales de acción de otras neuronas o quizá, incluso, un
poema genial en el inconsciente. La línea de puntos representa el umbral de disparo
de la neurona.
Es importante señalar que la línea ondulada no cruza el umbral. Por lo tanto, la
línea que se encuentra por encima de la línea de puntos y representa la salida de la
neurona no registra cambios. Se trata de una señal débil sin ruido: no es detectable.
Nótese que cuando el ruido cruza el umbral y hace que la neurona dispare, el ritmo
de disparo se corresponde con la frecuencia de la señal subyacente. Por lo tanto, la
salida toma las características de la señal débil.
La información es transmitida por medio del ruido.
Este mecanismo también funciona en el nivel sensorial, de modo tal que el ruido
amplifica los sonidos que se sitúan por debajo del umbral. El ruido también puede
resaltar imágenes débiles. Una imagen conocida de la bibliografía relativa a la
percepción visual de la resonancia estocástica es la del Big Ben de Londres
(reproducida de Simonotto, 1998).
****
****
Cognition» («¿Es el ruido siempre malo? Exploración de los efectos del ruido
ambiental sobre la cognición creativa»), Ravi Mehta, Rui (Juliet) Zhu y Amar
Cheema informaron que, como resultado de sus investigaciones, hallaron que un
nivel moderado de ruido ambiental mejoraba el desempeño de los sujetos en la
Prueba de Asociación Remota (RAT, por sus siglas en inglés), un test muy
utilizado por los psicólogos para medir el pensamiento creativo.
La prueba RAT presenta una tarea sencilla, similar a un programa de la televisión
estadounidense denominado «10.000 Dollar Pyramid», en el que los concursantes
trataban de que sus compañeros de equipo adivinaran una palabra ofreciendo pistas.
En la prueba RAT, el sujeto recibe tres o cuatro palabras estímulo que se
encuentran relacionadas de algún modo con la palabra «secreta», por ejemplo,
«estante», «leer» y «final» si la palabra que hubiera que adivinar fuera «libro».
Los resultados obtenidos por los investigadores mostraron que con un nivel
moderado de ruido blanco ambiental de unos setenta decibelios, los sujetos
respondían significativamente más rápido con la palabra correcta y lograban más
aciertos que con niveles de ruido bajos o elevados. En otras palabras, un nivel de
ruido moderado mejora la creatividad, y un nivel de ruido elevado degrada la
creatividad (según la mide la prueba RAT).
Considero que esos resultados pueden explicarse a la perfección mediante la
resonancia estocástica. He señalado que las regiones del cerebro se comunican
sincronizando sus oscilaciones. Así, se forman redes cerebrales temporales para
llevar a cabo ciertas funciones, como percibir una escena, escuchar una canción o
preparar una presentación en PowerPoint.
Por medio de esta sincronización, la información puede propagarse por la red. Si se
añade la cantidad correcta de fluctuación aleatoria al sistema, se facilita la
sincronización neuronal. Si el ruido es demasiado poco, la sincronización no es
resonancia estocástica dentro del cerebro vivo, las técnicas que Ward está
empleando podrían aplicarse al cerebro ocioso y a la red neural por defecto.
Volvamos ahora a Rilke caminando por la almena del castillo aquel día ventoso, en
el norte de Italia. Los años de paciente ocio vividos por el poeta permitieron que la
actividad de su red neural por defecto se filtrara a la conciencia de tanto en tanto,
de modo que esa conciencia estaba preparada para recibir mensajes. Esa mañana en
particular, en el Duino, el potente viento que soplaba desde el mar proporcionó la
suma justa de ruido externo que el cerebro necesitaba para brindarle a Rilke la
inspiración de una de sus grandes obras. Es probable que el poeta, sumamente
creativo y original, haya necesitado más ruido externo para que su cerebro entrara
en resonancia estocástica y obtuviera los beneficios que la acompañan.
En el inconsciente de Rilke, se había estado elaborando este poema, que podría
considerarse una señal débil que, como ya vimos, sin ruido es imposible de
detectar. Es probable que esa mañana, mientras el poeta caminaba en medio del
viento tempestuoso, el mecanismo de sincronización neuronal intensificada por el
ruido descrito por Lawrence Ward haya hecho posible la sincronización de
porciones decisivas del cerebro de Rilke.
Como resultado, puede haberse formado una red funcional transitoria que llevó a
que esta maravillosa obra de la poesía se le presentara a Rilke. En presencia del
viento, la señal débil del poema atravesó la red hasta llegar a la conciencia del
poeta. La fuerza de la señal ha de haberse intensificado hasta superar el umbral
crítico para que fuera posible su ingreso a la conciencia. A Rilke, la señal se le
habrá presentado como una voz que lo llamaba en medio del viento diciéndole:
¿Quién, si yo gritara, me escucharía entre las órdenes / angélicas?
Lawrence Ward y otros científicos están arrojando luz sobre los mecanismos
precisos a través de los cuales el ruido ayuda al cerebro a lograr algunas de sus más
Capítulo 8
Seis sigma es una crisis convulsiva
Los devotos de Seis Sigma se refieren a sus cinturones de yudocas para denotar su
dominio sobre los aparentemente infinitos niveles del mundo Seis Sigma. Se
empieza como «cinturón verde» y, si uno es un verdadero creyente que se esfuerza
con ahínco, puede lograr ser «cinturón negro». También existe un nivel de
«Maestro», que parece casi inalcanzable para los seres humanos normales.
Según la descripción oficial, Seis Sigma es un método sistemático y organizado
para mejorar procesos estratégicos así como el desarrollo de nuevos productos y
servicios, que recurre a métodos estadísticos y científicos para lograr reducciones
drásticas en las tasas de defectos informadas por los clientes. Nadie debe
preocuparse por tratar de entender qué significa esa descripción: resulta que ni
siquiera los Maestros Cinturón Negro de Seis Sigma entienden qué quiere decir.
Seis Sigma no es estadístico ni científico: cualquiera puede superar con éxito la
capacitación fingiendo que entiende de qué se trata, así que finjamos.
En un artículo de investigación sobre Seis Sigma publicado en Journal of
Operations Management, en 2008, R.G. Schroeder identifica varias definiciones:
Seis Sigma es «un enfoque de alto rendimiento, basado en datos, que analiza las
causas raíz de los problemas de negocios y los soluciona». Asimismo, es un
«proceso de negocios que permite a las empresas mejorar de manera drástica sus
resultados mediante el diseño y la supervisión de todas las actividades de negocios
de modo que permiten minimizar el desperdicio y el consumo de recursos, al
tiempo que incrementan la satisfacción del cliente»; también es «un enfoque
disciplinado y basado en datos estadísticos para mejorar la calidad de productos y
procesos», además de «una estrategia de gestión que requiere cambios culturales en
la organización».
Después de algunas semanas de capacitación en Seis Sigma, aprendí, básicamente,
a escribir mi nombre en un pedazo de cartón, dibujar en una cartulina y pasarles
papelitos a otros integrantes de mi grupo. Mientras tanto, el instructor nos
promedio podría rondar un metro setenta y ocho centímetros. Por lo tanto, la mitad
de las personas, aproximadamente, miden menos y el resto, más de un metro
setenta y ocho centímetros. Pero no sabemos si se calculó un promedio entre
algunas personas que miden tres metros y otras que solo alcanzan medio metro o si
la mayoría de las personas rondaba un metro setenta y ocho centímetros.
El desvío estándar nos dice en qué medida la mayoría de las personas se desvía de
ese promedio. Porque la población está constituida en su mayoría por personas de
tamaño regular, las mediciones de alturas tienen un pequeño desvío estándar de
alrededor de ocho centímetros. Asimismo, porque la altura parece adoptar una
distribución normal, también conocida como «curva de campana», es posible
estudiarla utilizando estadísticas tradicionales.
Cabe señalar que no existe una única distribución denominada «la curva de
campana», sino una gama infinita de curvas de campana. Pero al determinar un
promedio y un desvío estándar, podemos estimar cuáles sean las alturas probables
de las personas más alta y más baja de la población.
Un sigma, o un desvío estándar, de la media en lo que atañe a la altura cubriría, tal
vez, al sesenta y cinco por ciento de las personas. Puesto que el sigma es de ocho
centímetros, se trataría de personas que miden un metro setenta centímetros (en el
extremo más bajo) o un metro ochenta y seis centímetros (en el extremo más alto).
Dos sigma de la media incluiría menos personas, quizá solo el diez por ciento, pues
nos alejamos de la media hacia los extremos alto y bajo del espectro: se trataría de
personas que miden, aproximadamente, un metro sesenta y dos centímetros y un
metro noventa y cuatro centímetros.
Cuanto más alejada en desvíos estándar se encuentra una persona respecto de la
distribución normal, más inusual es. Si se encontrara a «seis sigma» (o seis desvíos
estándar) de la altura promedio, sería extremadamente rara: dos metros y
veintiocho centímetros: estamos en el territorio de Yao Ming, ex jugador de
básquetbol profesional. Hay solo unas pocas personas tan altas en el mundo. El
objetivo de Seis Sigma es que los errores en el proceso de negocios sean tan raros
como Yao Ming.
Es sencillo ver cómo puede aplicarse esta manera de pensar a procesos altamente
automatizados como la fabricación de microchips o automóviles. El propósito es
diseñar el sistema de producción de modo que se produzcan unidades falladas en
tan raras ocasiones que solo ocurran con una frecuencia de Seis Sigma, es decir,
nunca.
Si se analiza cada paso de un proceso y se encuentra la manera de medir entradas y
salidas, es posible obtener un promedio del proceso, tal como si se midiera la
altura. Con ese dato, es posible calcular el desvío estándar del proceso. Si el desvío
estándar es importante, entonces hay demasiada variación en el proceso, que debe
modificarse para producir un desvío estándar menor. En otras palabras, debería
haber tan poca variación en un proceso como sea posible. El supuesto subyacente
es que la variación conduce a errores.
No obstante, en lugar de considerar a Seis Sigma solo como un método para
estandarizar la producción, las empresas empezaron a aplicarlo a todos los procesos
de negocios y a tratar a los seres humanos como una serie de entradas y salidas, en
lugar de criaturas conscientes. El objetivo más importante de Seis Sigma reside en
reducir la variación en los procesos organizacionales mediante el uso de vectores
de enfermedad que le permitan propagarse por la empresa: esos vectores son
especialistas en mejoras, un método estructurado y mediciones del desempeño.
Esta reducción de la variabilidad es similar a lo que les ocurre a las neuronas con la
epilepsia. Durante una crisis convulsiva, la variación de las neuronas se reduce, lo
cual resulta devastador para el cerebro. Aplicado a la totalidad de una empresa, el
proceso Seis Sigma es análogo a una crisis convulsiva organizacional.
superado el jet lag, se recupera el ritmo diario de la zona anterior: si se trata de una
persona que acostumbra levantarse temprano en Nueva York, también lo hará en
París. El motivo probable es que el cerebro genera su propio patrón interno, que en
gran medida puede ser hereditario.
Nuestro cerebro responde de maneras ligeramente distintas a cada situación, en
función de numerosos factores: humor, nivel de fatiga y motivación. La capacidad
de prestar atención también tiene un ritmo natural y fluctúa en el transcurso del día.
Como ya vimos, la actividad de la red neural por defecto oscila alternándose con la
red orientada a tareas. Cuando no permitimos que los ritmos cerebrales fluctúen de
manera natural, las consecuencias para el individuo pueden ser graves: la fatiga de
los pilotos, por ejemplo, es una de las principales causas de accidentes de aviación.
Los aspectos naturales, no lineales, fluctuantes y, a menudo, impredecibles de los
seres humanos resultan problemáticos para las corporaciones. Los directores
ejecutivos ansían la certidumbre y la previsibilidad. En la jerarquía corporativa,
cada escalón debe producir altos niveles de previsibilidad y certidumbre. En los
últimos diez años, el enfoque de Seis Sigma ha sido objeto de fuertes críticas.
Varias empresas de gran envergadura observaron que, cuando Seis Sigma se
implementaba religiosamente, la innovación se enlentecía hasta casi detenerse.
Michael Tushman, profesor de la Escuela de Negocios de Harvard, señaló:
«Estas… metodologías sustentadas en la reducción de la variabilidad se encuentran
inversamente asociadas con lo que llamamos innovación exploratoria. Tales
metodologías propician la innovación incremental».
En el curso de una década, la proporción de productos 3M nuevos o de menos de
cinco años que se encontraban en el mercado bajó de un tercio a un cuarto. En otras
palabras, antes de la implementación de Seis Sigma, el treinta por ciento de los
productos 3M eran nuevos; después de la introducción de esa metodología, el
porcentaje cayó al veinticinco por ciento. En lugar de eliminar Seis Sigma de sus
procesos, la empresa prefirió dejar de relevar el porcentaje de productos nuevos.
Motorola, la empresa en la que estalló el primer brote de Seis Sigma, gozaba de un
indiscutido liderazgo en el mercado de la telefonía móvil. Su posición dominante
en el mercado se ha evaporado. El mercado de los dispositivos móviles es uno de
los más cambiantes e innovadores: al parecer, obligar a la competencia a adoptar
Seis Sigma es una buena estrategia para inmovilizarla.
Las corporaciones capitalistas deben ejecutar un extraño malabarismo entre dos
polos paradójicos de un espectro. Por un lado, deben esforzarse por obtener
beneficios inmediatos para sus accionistas, de ahí la adopción de la táctica Seis
Sigma. Por otro lado, necesitan generar ideas para producir productos innovadores.
Los dos aspectos contradictorios son fundamentales para alcanzar la escurridiza
«ventaja competitiva».
El único sistema del universo que, según sabemos, puede ser innovador es el
cerebro humano. Pero el cerebro necesita libertad, largos periodos de ocio,
emociones positivas, bajos niveles de estrés, aleatoriedad, ruido y un grupo de
amigos compartiendo un té en el jardín para ser creativo. La verdad es que no es
posible tenerlo todo. Hasta que descubramos la manera de dotar a los robots de un
«modo creativo», los seres humanos seguirán siendo la única fuente de innovación
en el futuro inmediato. Pero la vasta mayoría de los procesos de negocios no
necesitan el pensamiento humano. Así como muchas estrategias de administración
del tiempo nos instan a sacarnos cosas de la cabeza y registrarlas, en cambio, en un
organizador físico, Seis Sigma desearía reducir al mínimo la variación humana
dentro de las organizaciones.
****
Le epilepsia mata cincuenta mil personas al año solo en los Estados Unidos.
Alrededor de cincuenta millones de personas sufren de esta enfermedad en el
mundo entero; el treinta por ciento de esas personas experimentan crisis
convulsivas mal controladas a pesar de tomar dosis máximas de medicación.
Existen muchas causas diferentes de epilepsia, pero el síntoma común es
experimentar algún tipo de actividad convulsiva. La epilepsia puede heredarse o
adquirirse como resultado de una enfermedad o un trauma cefálico: todos esos
traumatismos craneoencefálicos que padecimos alguna vez pueden regresar y
amenazarnos. La actividad convulsiva puede durar unos instantes y ser muy leve, y
manifestarse como un cambio sutil en el estado cognitivo.
El paciente, incluso, puede no percibir que sufre una convulsión: podría
simplemente «ausentarse» unos instantes y luego reconectarse sin advertir qué
ocurrió. Las formas más graves pueden provocar convulsiones incapacitantes y, en
los casos más graves, la muerte.
La descarga neuronal sincrónica anormal en una o varias áreas del cerebro provoca
la crisis epiléptica. Recordemos que el modo en que las neuronas se comunican es a
través de la sincronización de su actividad que permite el flujo de información entre
neuronas y entre regiones que integran la red cerebral. Sin embargo, la
sincronización neuronal normal que hace posible el estado de conciencia es muy
sutil y se basa en grupos de neuronas que se sincronizan y desincronizan según sea
necesario. El funcionamiento cognitivo cotidiano depende de la variación de la
actividad normal.
A veces, la sincronización es parcial dentro de un área del cerebro. Esta compleja
interacción de neuronas que se activan, en forma conjunta o no, constituye la base
de la comunicación entre diferentes partes del cerebro. El proceso es sumamente
variable, no lineal, dependiente del contexto, ruidoso y exhibe muchas de las
Capítulo 9
El trabajo está destruyendo el planeta
11
Como científico, me interesa medir cosas. Hace casi quince años que analizo mediciones, en serio. Suelo medir
cosas como ondas cerebrales. No soy economista, sin embargo, y cuando trato (sin demasiado ahínco, porque es
aburrido) de entender medidas como el PIB, me doy cuenta del porqué del poco interés que despiertan: me resulta
imposible comprender qué es lo que se mide en realidad o cómo se lo mide. Por ejemplo, a menudo oímos que China
viene experimentando un crecimiento económico excepcional. Ese país ha incrementado su producción de bienes y
servicios a un ritmo aproximado del diez por ciento anual. Según esa medida, cada año hay en China un diez por
ciento más de bienes y servicios que el año anterior. ¿Incluye ese incremento cosas como hamburguesas, masajes,
bodas y traficantes de drogas? China también ofrece un excelente ejemplo del tema que aborda el presente capítulo:
el crecimiento económico incontrolado conduce al desastre ambiental, incluso a corto plazo.
pero ya mayor afirma que algo es posible, casi seguramente está en lo cierto.
Cuando señala que algo es imposible, es muy probable que esté errado».
Deseo postular la afirmación radical de que porque nuestro sistema social se funda
en la creencia mayoritaria en la necesidad fundamental del trabajo, un aumento
marcado del ocio, el ausentismo, la haraganería y la no laboriosidad, podría ser la
manera más eficaz de generar un cambio social y político positivo.
Evocando a Bartleby, un «preferiría no hacerlo» colectivo infundiría un temor más
profundo en el corazón de banqueros y directores ejecutivos que cualquier
movimiento político organizado. Como es natural, las personas necesitan solventar
una vivienda, alimentación y atención de la salud decentes para sí y sus familias.
No obstante, la vasta mayoría de los trabajos del mundo existen, sencillamente,
para generar más dinero para cierto grupo de personas, con lo cual incrementan su
privilegio relativo.
No solo es imposible para la mayoría de las personas elegir a conciencia la
intensidad y la índole de su empleo, sino que además, una vez que están trabajando,
la industria de la administración del tiempo les informa que hay maneras correctas
e incorrectas de desplegar sus habilidades. Y después les dicen que deberían
considerarse felices por el hecho de tener trabajo.
****
Hace muy poco, Ross Douthat, columnista de The New York Times, escribió un
ensayo titulado Un mundo sin trabajo. Allí señaló: «Imaginemos, como los
utopistas del siglo XIX, una sociedad tan rica que muy poca gente debiera trabajar,
una sociedad en la que el ocio estuviera al alcance de todos, donde los trabajos a
tiempo parcial reemplazaran la reglamentada semana laboral y donde los niveles de
vida aumentaran continuamente, a pesar de que más gente dejara de formar parte de
la fuerza de trabajo. Si esa utopía fuera posible, uno podría esperar que primero se
lograra en la clase alta y luego se extendiera en forma gradual por la jerarquía
social hacia las clases más bajas».
En primer lugar, Douthat supone que tal utopía no es posible. Se trata de un
excelente ejemplo de lo que Graeme Webb, un investigador de la Universidad
Simón Fraser, denomina el colapso de la imaginación social. En un artículo de
investigación reciente acerca de la reintroducción del radicalismo en la sociedad de
la mano del Movimiento Okupa, Webb señala que el discurso del individualismo,
el fundamentalismo de mercado y el consumismo domina nuestra sociedad en una
medida tal que no podemos concebir que la sociedad pueda estar organizada de
ningún otro modo. En nuestra atomizada y desesperada lucha por el bienestar
material individual, percibimos «que la sociedad que tenemos hoy es la única
sociedad posible: hemos perdido la imaginación». Webb afirma que hemos
abandonado por propia voluntad la idea de la utopía; el pensamiento utópico se
desestima y denigra.
En segundo lugar, Douthat sugiere que la felicidad ociosa llegaría a los ricos antes
que a nadie. Cabe suponer que este hecho se debería a que los ricos son los únicos
que cuentan con posibilidades significativas de elección en la cuestión. En su
magnanimidad, según Douthat, los ricos trabajarían menos y, luego, extenderían el
regalo del ocio «en forma gradual por la jerarquía social hacia las clases más
bajas». Douthat presenta su teoría del derrame del ocio sin ironía; su supuesto es
que los ricos deben darnos a los demás permiso para trabajar menos. Resulta
revelador que Douthat parezca implicar que si los ricos contaran con medios para
dejar de trabajar (como, en efecto, ocurre), no elegirían trabajar. Pero señala que los
ricos trabajan más que los pobres. Nina Easton, elocuente defensora de las clases
pudientes en Fortune, escribió en 2012: « ¿Qué pasaría si les dijera que hay un
grupo de adictos al trabajo, ambiciosos y llenos de energía, que aportan un nivel de
talento y conocimientos a su trabajo que atrae los mejores sueldos en la economía
mundial?» Según Douthat, si la utopía fuera posible, esos «adictos al trabajo,
ambiciosos y llenos de energía» trabajarían cada vez menos horas y, con el tiempo,
dejarían que sus subalternos —nosotros— trabajaran menos horas también. Porque,
como todos sabemos, los ricos son tan generosos…
Los teóricos utópicos del siglo XIX a los que Douthat se refiere —Marx, Rousseau
y Fourier— sostenían que los miembros de la clase trabajadora revolucionaria que
empezaba a despertar abrirían las puertas a una era de utopía y organizarían la
sociedad en la que el trabajo sería beneficioso, una fuente de alegría y de sustento
para todos por igual.
Douthat señala que los pobres están dejando el mercado de trabajo y sobreviviendo
sin trabajo fijo en lo que denomina «post-empleo». El problema, como asegura la
antropóloga Sarah Kendzior, radica en que: «La crisis económica es una crisis de
las expectativas administradas. Se está condicionando a los estadounidenses a
aceptar su propia explotación como si fuera normal. Cargados de deudas desde el
momento en que terminan sus estudios universitarios, compiten por el privilegio de
trabajar sin sueldo».
Si existe algo peor que trabajar por el sueldo, es trabajar sin sueldo. La solución
radica en crear una verdadera sociedad post-trabajo que libere las energías
humanas. Si bien el camino no está a la vista, tengo fe en que la respuesta está a
nuestro alcance en miles de millones de mentes ociosas y que los más inteligentes
entre nosotros deben darse cuenta de que lo que en realidad necesitan es un recreo,
una oportunidad de descansar, la posibilidad dorada de no hacer nada.
Agradecimientos
Este libro no habría sido posible sin mi increíble esposa, Sonja Schmer-Galunder:
ella es mi sparring intelectual y una fabulosa fuente de ideas. Su lógica aguda y su
perspicacia, derribaron muchas de las ideas ridículas que se me ocurrieron para este
libro, por lo cual estoy profundamente agradecido. Asimismo, su generosidad me
permitió trabajar en el libro durante las noches y los fines de semana, a pesar de
que teníamos dos niños pequeños con pañales. Este libro le pertenece tanto como a
mí.
También debo agradecer a mi madre, Caryl Briscoe. No existe persona menos
egoísta en el universo. Mi madre siempre albergó una sólida (tal vez, ilusoria)
creencia en mí, y se lo agradezco enormemente. Si este libro es audaz, lo es en gran
parte porque me ayudó a confiar en que podía ser osado. Este libro está dedicado
también a ella. La vi trabajar sumisamente en una empresa que aplicaba muchas de
las técnicas de gestión que critico en este libro. En su trabajo, mi madre debió lidiar
con los vanos y arbitrarios dictados que la mafia de los MBA pergeñaba para
mejorar el rendimiento, y eso me enojaba. Me gusta pensar en parte este libro como
la venganza de mi mamá por los años que debió soportar el sonsonete corporativo
sin sentido en su lugar de trabajo.
Gracias a mis tres hermosos hijos, Marie, Niklas y Jonas: ustedes son mi mayor
fuente de inspiración y motivación.
Gracias a mi hermana, Sarah Smart, por estar siempre presente.
También desearía agradecer a mi padrastro, el abogado Frank Briscoe, por hacerme
amante del ciclismo, por alentarme a asumir riesgos y por ser una base firme e
inamovible de apoyo en mi vida. Y por permitirme tratar de leer a Kierkegaard
cuando estaba en primer año de la escuela secundaria.
Quiero agradecer, además, a mi padre John Smart, adicto al trabajo, y a mi
madrastra, Holly Smart, su amor y apoyo incondicionales, por inculcarme un
espíritu viajero insaciable y por transmitirme su fascinación con las grandes
maquinarias.
Debo agradecer también a mi socio en la escritura y mejor amigo, Arya
Senboutaraj, por ser una gran fuente de inspiración, por mi retrato y por alentarme
a seguir adelante. Vamos encaminados.
Tengo, asimismo, una inmensa deuda filosófica, política, emocional y práctica con
Anthony Troy Fiscella; sin él, este libro sería poco más que algunas ideas mal
conectadas. Bueno, tal vez todavía sea solo unas ideas mal conectadas, pero gracias
a la honestidad y la mente crítica de Troy, hay cientos de artículos de investigación
detrás de esas ideas. Debo agradecer a mis compañeros de laboratorio, Trent
Reusser y Stephen Whitlow, por hacer agradable y muy divertido nuestro entorno
de trabajo, y por enseñarme a programar.
Desearía dar las gracias a Leyla Kader Dahm por brindar orientación a un escritor
ingenuo. Estoy en deuda con Sarah Douglas, editora de la sección cultural de The
Bibliografía
• Silver, Nate (2012), The Signal and the Noise: Why Most Predictions Fail
but Some Don’t, 1.a ed., Penguin Press HC, The.
• Di Simplicio, M, R Norbury y C J Harmer, «Short-term Antidepressant
Administration Reduces Negative Self-referential Processing in the Medial
Prefrontal Cortex in Subjects at Risk for Depression», en Molecular
Psychiatry 17, núm. 5 (1 de marzo de 2011): 503-510.
doi:10.1038/mp.2011.16.
• Smith, Daniel Sandford, «Newton’s Apple», Physics Education 32, núm. 2
(marzo de 1997): 129-131. doi:10.1088/0031-9120/32/2/024.
• Söderlund, Göran, Sverker Sikström y Andrew Smart, «Listen to the Noise:
Noise Is Beneficial for Cognitive Performance in ADHD», en Journal of
Child Psychology & Psychiatry 48, núm. 8 (agosto de 2007): 840-847
• Steger, Michael F., Bryan J. Dik y Ryan D. Duffy, «Measuring Meaningful
Work The Work and Meaning Inventory (WAMI)», en Journal of Career
Assessment 20, núm. 3 (1 de agosto de 2012): 322-337.
doi:10.1177/1069072711436160.
• Stella, Federico, Erika Cerasti, Bailu Si, Kareljezek y Alessandro Treves,
«Self-organization of Múltiple Spatial and Context Memories in the
Hippocampus», en Neuroscience & Biohehavioral Reviews 36, núm. 7
(agosto de 2012): 1609-1625. doi:10.1016/j.neubiorev.2011.12.002.
• Sylvester, C.M., M. Corbetta, M.E. Raichle, T.L. Rodebaugh, B.L.
Schlaggar, Y.I. Sheline, C.F. Zorumski y E.J. Lenze, «Functional NetWork
Dysfunction in Anxiety and Anxiety Disorders», en Trends in Neurosciences
35, núm. 9 (septiembre de 2012): 527-535. doi:10.1016/j.tins.2012.04.012.
EL AUTOR