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Límites, Obstáculos y
Oportunidades para el Paraguay
Marzo 2017
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Este Proyecto es financiado por el CONACYT a través del
Programa PROCIENCIA con recursos del Fondo para la
Excelencia de la Educación e Investigación – FEEI del FONACIDE.
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La Política Exterior Brasileña: Límites, Obstáculos y Oportunidades para el Paraguay
CAPÍTULO 4
ALGUNOS RASGOS DE LA POLÍTICA EXTERIOR DEL
PARAGUAY. 1954-2014
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Diego Abente Brun (coord.) / Fernando Masi / Carlos Gómez Florentín
1 Esta sección es una versión casi literal de parte de mi artículo sobre los factores interna-
cionales como constreñimientos y oportunidades para la democratización (Abente: 1988).
Otros trabajos sobre el mismo tema son, por ejemplo, Mora: 1990, 1992, 2001, Masi: 1993,
Masi y Simon: 1993 y Simon: 1990.
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para un país pequeño que nunca antes había recibido una infusión de recursos
externos de esa magnitud. (United States-AID, 1975).
La ayuda económica norteamericana fue tan masiva que es difícil saber si
el régimen stronista se hubiese consolidado sin la misma. En el periodo 1953-
1961 el total de préstamos blandos otorgados por agencias internacionales de
crédito controladas por Estados Unidos fue de U$S 53.2 millones, es decir un
promedio de casi U$S 6 millones por año, correspondiendo un 35 % de dicha
suma a donaciones. Si se considera que el PIB para el mismo periodo alcanzó
U$S 1.947.3 millones se concluye que la asistencia económica representó el 2.7
% del PIB. Si se extrapolara dicha figura a valores de 2016 se estaría ante una
cifra superior a los U$S 750 millones.
Para todo el periodo 1953-1961 Paraguay figuró en el tercio superior de los
beneficiarios de ayuda norteamericana (James Wilkie y D. Lorey, 1985). Sin em-
bargo, si se analizan los montos como proporción del PIB, Paraguay recibía más
ayuda que algunos de los principales destinatarios, como Chile y Brasil. Incluso
la Nicaragua de Somoza recibía un porcentaje ligeramente menor, 2.68 % del
PIB.
La asistencia económica aumentó aún más con la Alianza para el Progreso,
en parte como respuesta a los brotes guerrilleros de finales de la década de 1950
y principios de 1960. Así, entre 1962 y 1965 el gobierno de Stroessner recibió
U$S 40 millones de ayuda económica y militar que sumada a los préstamos
blandos ascendió a U$S 77.9 millones, 30 % de los cuales eran donaciones. En
ese lustro la ayuda representó !el 4.9 % del PIB del Paraguay!
Además de la ayuda económica, Estados Unidos proveyó asistencia militar.
La Misión Militar Norteamericana era relativamente pequeña pero importante.
Se estima que aproximadamente un millar de militares paraguayos fueron en-
trenados en la Escuela de las Américas en Panamá. Igualmente significativa fue
la asistencia en el campo de la inteligencia. En su conocido libro sobre la Central
Intelligence Agency (CIA) Philip Agee (1975) revela algunos de los operativos
para infiltrar la oposición al stronismo. Además la instalación de la Dirección
Nacional de Asuntos Técnicos de la Policía (conocida como “la Técnica”) contó
con asesoramiento norteamericano.
Para algunos exponentes del establishment de política exterior norteameri-
cano esta generosa política de apoyo al stronismo no implicaba necesariamen-
te una simpatía hacia su régimen. El Embajador Walter Ploeser, por ejemplo,
mientras ayudaba al gobierno de Stroessner en Washington aducía en una carta
de 1959 haber realizado insistentes pero infructuosos esfuerzos por inclinar “a
este gobierno totalitario hacia la democracia”. (United States, Declassified Do-
cuments Collection, 1983, Carlos Miranda, 1987).
En contraste, su sucesor, el Embajador Harry Stimpson en 1960 solicitó al
Departamento de Estado que Paraguay fuese incluido en la gira realizada por
el Presidente Dwight Eisenhower al Cono Sur. Su pedido fue rechazado debido
a la naturaleza del régimen stronista (United States, Declassified Documents
Collection, 1983).
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En todo caso, el rol central que jugaba la política de contención del comunis-
mo en la política exterior norteamericana fue sin duda la motivación principal
de su apoyo al stronismo. Para algunos, como el Secretario de Estado de Tru-
man Dean Acheson, los países latinoamericanos como el Paraguay eran incapa-
ces de tener gobiernos democráticos debido “a su cultura Hispano-Indígena, o
falta de ella” (citado en Stephen Rabe, 1988).
Otros formulaban argumentos más sofisticados. El Embajador Adlai E. Ste-
venson, que en 1961 encabezó una gira latinoamericana enviado por el gobier-
no de John F. Kennedy reflexionaba:
“La dictadura de Stroessner está lejos de ser la de un estado totalitario
y policiaco, pero él parece muy reacio a cumplir sus promesas de demo-
cratización y algunos observadores creen que las fuerzas subterráneas del
comunismo son más poderosas de lo que parecen. [Por lo tanto, Estados
Unidos debe] alentar a Stroessner a moverse en dirección de un régimen
más liberal, incluyendo la realización de elecciones libres. Mientras tanto
no se debe interrumpir el flujo de ayuda, aunque debe continuar siendo
otorgada de una manera cuidadosa y sagaz.” (United States, Declassified
Documents Collection, 1977)
El régimen stronista logró así consolidar su posición doméstica a través de
la astuta manipulación de un contexto internacional favorable. A finales de la
década de 1970 y principio de la de 1980, sin embargo, la situación interna-
cional empezó a cambiar radicalmente. Para principios de la década de 1980
tanto Brasil como Argentina se habían re-democratizado. El gobierno de Raúl
Alfonsín en Argentina se distanció claramente de la dictadura y prestó su apoyo
a la oposición democrática. Mientras tanto, el gobierno de José Sarney en Brasil,
aunque menos abiertamente, mantuvo una prudente distancia que ya de por si
debilitaba al régimen stronista.
Rodney Elpidio Acevedo, el ultimo canciller del stronismo reflejaba esta rea-
lidad cuando afirmaba:
“Brasilia es ejemplar debido a su política exterior madura, equilibrada
y constante…que no la hace depender de la política doméstica sino de sus
intereses estratégicos. [En el caso de Argentina] mientras que su apoyo [a la
oposición paraguaya] no se traduzca en actos concretos contra nuestro go-
bierno no tomaremos medidas. Pero el gobierno argentino no debe olvidar
que nosotros también tenemos nuestros propios amigos en la Argentina”
(Latin American Weekly Review, 1988)
En todo caso la entente Sarney-Alfonsín terminó con la tradicional política
de enfrentamiento entre Brasil y Argentina, sustrayéndole así a Stroessner la
capacidad de pendular. Además, el avance en sus negociaciones comerciales de
integración a la que luego se sumó Uruguay dejó a Paraguay afuera, justamente
por el carácter autoritario del stronismo.
Pero quizás más importante aún que los cambios regionales fue el impacto
de la política de derechos humanos inaugurada por el Presidente Jimmy Carter
luego de su asunción el 20 de Enero de 1977. El gobierno de Carter ejerció una
fuerte presión sobre el stronismo, redujo al mínimo la asistencia económica y
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dio justo fin a la reivindicación histórica que desde 1813 realizaba el Paraguay
al consagrar que:
La navegación por los ríos Paraguay, Paraná y de la Plata dentro de la
jurisdicción de ambas altas partes contratantes, es libre para los buques
argentinos y paraguayos en igualdad de condiciones.
Cada alta parte contratante concederá a los buques nacionales de la
otra alta parte contratante el mismo tratamiento que a sus propios bu-
ques en todo lo relativo a navegación.
2 Por la naturaleza de este estudio, en esta sección, como en las siguientes, el análisis de la
política exterior paraguaya bilateral se concentra en Brasil y secundariamente en Estados
Unidos. Obviamente, ello no significa que no existan otras relaciones bilaterales de relevan-
cia. De la misma manera, los temas abordados son los más salientes, no los únicos, de la
agenda de la política exterior paraguaya.
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cional. El gobierno del General Andrés Rodríguez vio así su suerte indisoluble-
mente atada a un proceso liberalizador primero y democratizador después.
La decisión de política exterior más significativa fue la aprobación de la Ley
1/1989, la primera de la legislatura del nuevo gobierno, que aprobó y ratificó la
Convención Americana de Derechos Humanos o Pacto de San José de Costa
Rica. A este hito fundamental y fundacional se sumó la subscripción y apro-
bación de otros tratados internacionales como la ley que aprueba y ratifica la
convención sobre los derechos políticos de la mujer adoptada por la Asamblea
General de las Naciones Unidas el 20 de diciembre de 1952, la que aprueba
y ratifica la convención interamericana para prevenir y sancionar la tortura,
suscrita en Cartagena de Indias, Colombia, el 9 de diciembre de 1985 y la que
aprueba y ratifica la convención contra la tortura y otros tratos o penas crueles,
inhumanas o degradantes, adoptada por la asamblea general de la Organización
de las Naciones Unidas, el 10 de diciembre de 1984.
Estas decisiones de política exterior posicionaron internacionalmente al
nuevo gobierno del Paraguay en el campo de los países democráticos. Al mis-
mo tiempo, el Gobierno avanzó en la misma dirección en los temas de la agenda
regional sumando al Paraguay a los esfuerzos integradores que culminaron el
26 de Marzo de 1991 con la firma del Tratado de Asunción que dio luz al MER-
COSUR. Esta decisión fue más política que económica. Durante toda la década
de 1990 la defensa de los intereses económicos del Paraguay fue tenue y vaci-
lante. Como señala Masi en su capítulo, en los años noventa el modelo econó-
mico del Paraguay iba de contramano al proyecto Mercosur, desde el momento
en que su principal actividad consistía en la reventa de productos extranjeros
a sus vecinos, mientras que su oferta exportable genuina se estancaba y deja-
ba de aprovechar la apertura de las economías de sus socios en el proyecto de
integración regional. Asimismo, en las propias negociaciones del Mercosur, el
Paraguay apostaba por medidas que defiendan el modelo de triangulación co-
mercial antes que favorecer el aumento de su producción agrícola e industrial.
Así, a través de una política exterior presidencialista (Masi y Simón, 1993),
Paraguay rompía su aislamiento internacional y se incorporaba plenamente a
un mundo y una región cada vez más globalizados y apegados a valores demo-
cráticos.
La primera formulación de las directrices de política internacional del si-
guiente gobierno de Juan Carlos Wasmosy las formuló su Canciller en un dis-
curso ante la Cámara Paraguayo-Americana de Comercio. En la misma señaló
como ejes los siguientes (Ramírez Boetnner, 1995: 96-98):
1. La defensa de nuestra soberanía e integridad física, que es la más
alta de las prioridades de toda política externa;
2. La defensa de la paz y de la seguridad internacional y esto implica
una muy activa participación en los organismos internacionales
responsables del mantenimiento y consolidación de la paz;
3. Vencer la mediterraneidad del Paraguay debido a su situación geo-
gráfica, buscando toda forma ventajosa para el Paraguay de salir al
mar ya sea por vía fluvial, ya sea por carreteras;
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4. Buscar por todos los medios posibles la mayor inserción del Pa-
raguay, en el mundo moderno y actual, buscando una incorpora-
ción plena a todas las actividades internacionales, saliendo de la
marginalización en que se encontraba el Paraguay, no solo por su
posición geográfica, sino también por su posición política. La me-
diterraneidad física puede contagiar a la mediterraneidad mental;
6. La integración física del Paraguay con nuestros vecinos, con nues-
tro continente y allende los mares patrocinando la apertura de vías
fluviales, de carreteras y de líneas aéreas para mantener facilidades
de comunicación.
Como se puede apreciar este enfoque combina una concepción más propia
de la primera mitad del siglo XIX con algunos elementos nuevos como la parti-
cipación en misiones de paz y la integración física. De esta manera, se confun-
den presupuestos de la política exterior –como la defensa de la soberanía y la
integridad física y el acceso al mar—con objetivos de la política exterior.
De todas maneras, muy pronto la debilidad política del gobierno de Was-
mosy volvió a convertir a la política internacional en un elemento de apoyo
a la sobrevivencia de su gobierno amenazado por las constantes incursiones
políticas del General Lino Oviedo. El rol del MERCOSUR y de los Estados
Unidos en sostener un gobierno que tambaleó más de una vez es conocido. A su
vez, el accionar de la política exterior giró alrededor de la necesidad de obtener
respaldos internacionales que disuadieran al General Oviedo de consumar un
golpe de estado.
La crisis más importante tuvo lugar entre el 22 y el 24 de Abril de 1996,
cuando el Gen. Lino Oviedo se negó a aceptar su relevo en el mando militar.
Acuartelado en su base militar , y acompañado de una veintena de generales
leales, exigió la renuncia del Presidente Wasmosy. Además de la reacción po-
pular, las gestiones diplomáticas de Brasil y Estados Unidos a través de sus Em-
bajadores Marcio Diaz y Maura Harty, y el Secretario General de la OEA César
Gaviria, fueron claves para disuadir a Oviedo de su intentona. Brasil le habría
hecho llegar el mensaje que de persistir en su intentona golpista las sanciones
serían fuertes, incluyendo la exclusión del Mercosur y el cierre del Puente de
la Amistad. Antiguos colegas militares, como el General Zenildo Lucena que
ocupaba entonces el Ministerio del Ejército, habrían también llamado a Oviedo
para que desista. Tras dos días de intensas gestiones, el Gen. Oviedo aceptó su
derrota.
Esta constante desestabilización continuó durante la breve administración
de Raúl Cubas (1998-99). Cubas decidió conmutar la pena impuesta al Gen.
Oviedo por los tribunales civiles por su responsabilidad en los hechos de Abril
de 1996 tras un largo y enrevesado proceso judicial. La decisión violaba el pre-
cepto constitucional que requería el previo informe de la Corte Suprema de Jus-
ticia.El Congreso le inició un juicio político. La crisis se agravó con el asesinato
del Vicepresidente Luis M. Argaña y la matanza de jóvenes que ocupaban las
plazas del Congreso en respaldo al juicio político. El gobierno de Cubas llegó así
a un doblemente sangriento final que terminó con su renuncia.
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Cubas fue reemplazado por Luis A. González Macchi, Presidente del Con-
greso, tal como lo establece la cláusula de sucesión de la Constitución. Durante
la administración de este último se produjeron nuevas intentonas golpistas y se
redobló el esfuerzo por lograr apoyo internacional a su gobierno. El factor des-
estabilizador siguió siendo el ahora prófugo General Oviedo y sus seguidores.
El proceso de transición a la democracia culminó teóricamente con las elec-
ciones general de 1998, las primeras libres y limpias y por lo tanto las primeras
que dieron un resultado electoral legítimo.El primer quinquenio de la democra-
cia, sin embargo, fue marcado por una gran inestabilidad producto de la nunca
cerrada crisis de Abril de 1996 y del resultado de la contienda electoral 1998,
que se analiza ut supra. Este clima de constante crisis vivido desde entonces
hasta 2003 hace prudente considerar este período aún como uno de transición
por los altísimos riesgos de una involución autoritaria.
El giro que representó pensar la política exterior desde los intereses nacio-
nales puede claramente ubicarse en los primeros años del nuevo milenio. Dos
elementos confluyeron para que esto fuera posible. Por una parte, como ya se
señaló, hay que destacar el surgimiento de una élite tecnocrática que desde la
sociedad civil, y en menor medida desde los partidos políticos, formuló un
pensamiento propio que representaban pensar el Paraguay y su política externa
como país y no como colonia. Este pensamiento fue permeando el escenario
nacional e interpelando a los actores políticos tradicionales.3
Por otra parte, el gobierno de Nicanor Duarte Frutos se mostró abierto a di-
chas voces, incorporó a una pléyade de tecnócratas a su gobierno y les dotó del
apoyo político necesario para influir de manera decisiva en las políticas públicas.
Es precisamente por eso que Paraguay, tanto en el gobierno de Nicanor
Duarte Frutos pero muy especialmente desde el gobierno de Fernando Lugo,
pudo articular en el escenario regional una voz autónoma e independiente en
defensa de sus intereses. Sin duda el primer logro significativo fue la aproba-
ción de la conformación del FOCEM (Fondo de Convergencia Estructural del
Mercosur).A ello siguió la eliminación del doble cobro arancelario y luego a la
renegociación de los términos del Tratado de Itaipú, ya en la administración
Lugo.
3 El antecedente más directo de este ascenso de una elite tecnocrática y su influencia sobre
la política pública se encuentra en la incipiente primero y creciente después utilización de
informes y recomendaciones de asesoría técnica por parte de las Comisiones de las dos
Cámaras del Congreso Nacional. El hecho que las Comisiones estuviesen compuestas por
representantes de distintos partidos políticos abrió un espacio pluralista indispensable para
su consolidación. Un punto de inflexión fue el ambicioso proyecto de reforma institucional
promovido por la Cámara de Senadores en 1996 con apoyo de fondos del BID. El mismo llevó
a la formulación y aprobación de un conjunto de leyes fundamentales como la de Adminis-
tración Financiera, el Estatuto Militar, la Ley de Seguridad y Defensa, la creación del FONDEC
y más tarde la Ley de Cultura, y otras en cuya redacción participaron muchos de los que
jugarían un rol central en la formulación e implementación de la política pública desde 2003.
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Por la otra, la postura del gobierno de Brasil fue sin duda marcada por Lula.
Su apertura a contemplar las legítimas reivindicaciones del Paraguay estaba en-
raizada en su propia experiencia de vida política como fundador del PT. No se
podía, al mismo tiempo, abogar por la justicia entre ciudadanos, al interior, y
condonar la injusticia entre países, al exterior. Este mismo talante se observó
en el manejo de la crisis con Bolivia con motivo de la ocupación de la refinería
de Petrobras y hasta con la paciencia estratégica demostrada en la relación con
la Argentina de Kirchner y Fernández.
Sin duda Lula entendía que para que Brasil ejerciera un liderazgo en la re-
gión debía revisar posiciones que implicaban una relación asimétrica y desigual
con sus vecinos más chicos. Esta relación asimétrica y desigual era actual y se
basaba en temas actuales; no era producto de resabios históricos, como en al-
gunos círculos de opinión brasileños parecería pensarse. No se trataba que el
Paraguay se viese como víctima por el rol del Brasil en la Guerra de la Triple
Alianza, o aún antes por las invasiones de los bandeirantes, o el apoyo a la
dictadura stronista, es decir que viese el presente, o peor aún el futuro, con el
prisma del pasado.
Tampoco se trataba de que la política exterior brasileña hacia el Paraguay
durante la segunda mitad del siglo veinte, vista desde el Paraguay, haya tenido
como un objetivo principal incorporar al Paraguay a su área de influencia geopo-
lítica según las estrategias militares de la época. En esta línea, vale recordar, se
identificaba al Paraguay como un territorio decisivo para proteger al Brasil de
potenciales incursiones desde el sur, considerando la posibilidad de que el te-
rritorio paraguayo cayera en manos del principal enemigo regional, Argentina.
Ese pasado sin duda existe y no debe ser ignorado, pero no debe empantanar
las relaciones actuales en un debate estéril sino servir como un trampolín para
construir relaciones cualitativamente diferentes en el futuro. Y estas relaciones
tienen que ver con reivindicaciones muy presentes, de temas muy actuales, no
con un supuesto revanchismo histórico.
En cuanto a las relaciones bilaterales con Estados Unidos el gobierno de
Lugo mantuvo un enfoque de diálogo pero sin mayores iniciativas que genera-
sen beneficios para el país.Como en el caso del gobierno de Duarte Frutos, el
gobierno de Lugo no aceptó en 2009 la realización de los ejercicios Medretes-
Nuevos Horizontes, pero revirtió su posición y aceptó en el 2010, demostrando
así que adoptaba decisiones basadas en los méritos y no en el ruido de las tri-
bunas. Esto no implica un juicio sobre la conveniencia o no de realizar dichos
ejercicios, sino simplemente una constatación que el gobierno actuaba en fun-
ción a su concepción del interés nacional, no de la opinión de otros países ni de
sus posiciones.
En cuanto a la decisión de 2009 vale la pena citar una crónica periodística
que ilustra un pensamiento lamentablemente bastante general. Dice el diario
Ultima Hora del 17 de Septiembre de 2009 que:
La decisión del mandatario se debe a que en este momento todos los
países que integran el Mercosur y el Unasur están tomando distancia-
miento de EEUU por el malestar que genera la instalación de las bases
militares en Colombia.
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40,0
35,0
30,0
13,3
16,9
25,0 13,4
16,6
20,0 25,9
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15,0 24,8
35,7
34,2
10,0
35,5
19,1
5,0 16,8
18,6
0,0 15,9
2003
2004
2005
2006
2007
2008
2009
2010
2011
2012
2013
2014
2015
2016
4 En 2005 el Presidente Duarte Frutos afirmó que no habría bases militares norteamericanas
en el Paraguay porque “somos un país soberano. Somos parte del MERCOSUR.” En realidad
lo primero es lo único que importa, somos soberanos, y por tanto decidimos lo que nos pare-
ce mejor para el país.
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CONCLUSIONES Y
RECOMENDACIONES
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Recomendaciones
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