Obligaciones - Bolilla 9
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BOLILLA IX:
TEORÍA GENERAL DEL DAÑO
PUNTO 1. FUNCIONES DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL. SISTEMAS Y
MICROSISTEMAS.
El Código Civil de Vélez Sarsfield, con base en el derecho francés, concibió a la
responsabilidad civil como una respuesta del derecho privado ante daños
causados a los individuos por deudores singulares y culpables, ofreciendo una
reparación patrimonial para tales casos. El reproche ante la conducta del dañador
resultaba central en tal esquema, pues no se admitía responsabilidad sin culpa, y el
factor de atribución de responsabilidad aplicable era de carácter subjetivo.
Por efecto de la revolución industrial, que significó el comienzo del uso masivo de
maquinarias riesgosas, que causaron daños extensos en trabajadores y terceros,
irrumpió la teoría del daño. De acuerdo a esta teoría, que consagraba un factor de
atribución de responsabilidad objetivo, el reproche al agente del perjuicio
resultaba ya indiferente o poco trascendente, pues el sistema jurídico priorizaba la
idea de resarcimiento a las víctimas.
Asi, la responsabilidad civil evolucionó de una deuda de responsabilidad a un
crédito de indemnización, prevaleciendo el concepto de injusticia del daño y la
garantía del resarcimiento a la víctima sobre la injusticia de la conducta
generadora (Alterini-Ameal-López Cábana).
Trigo Represas definía a la responsabilidad civil como aquella que consiste en
reparar, por medio de una indemnización pecuniaria, el daño que se ha causado a
otros, de manera que ser civilmente responsable significa “estar obligado a reparar
por medio de una indemnización, un perjuicio sufrido por otras personas”. A ello
debe sumarse que la obligación de reparar nace cuando alguien resulta
perjudicado como consecuencia de la violación de un deber jurídico preexistente;
pues los individuos están sometidos a un orden jurídico, con el doble alcance de
observar el deber de cumplir las normas o de atenerse a las consecuencias
derivadas del incumplimiento.
En la actualidad, la regulación específica de los derechos inherentes a la persona
como la dignidad, la identidad y la vida, la consagración de los bienes de incidencia
colectiva con carácter fundamental, la protección diferenciada de determinados
grupos de individuos como consumidores y usuarios, sumadas a la magnitud de los
daños alcanzados por efecto del progreso científico y tecnológico, dieron paso a
una nueva concepción de la responsabilidad civil, donde la prevención es ya su
función central.
Además, se observa un proceso de “constitucionalización del Derecho Privado”: de
un lado, en la inclusión de las normas fundamentales (Constitución y Tratados
Internacionales) en el tratamiento de cuestiones típicamente analizadas por el
derecho privado; y de otro, la lectura de los casos del derecho privado en términos
de conflictos de derecho constitucional (Lorenzetti).
En ese contexto, tuvo también lugar un proceso de “descodificación” del derecho
privado, se desdibujó la idea de integralidad de los Códigos y se produjo una
fragmentación legislativa, caracterizada por la sanción de numerosas leyes
especiales, varias constitutivas de “microsistemas” de normas del derecho privado.
a) El primer inciso del art. 1710 trata el deber jurídico de no causar un daño a
otro, se trata de un refuerzo para todas las acciones preventivas porque
supone un deber positivo de actuar para prevenir la ocurrencia de un daño.
Está dirigido a quien tiene todo el dominio del hecho que causa el daño, es
decir, a quien es su autor y tiene en sus manos toda la posibilidad de
evitarlo.
b) El segundo inciso se superpone parcialmente con el primero. Es cierto que
en aquél se habla de evitar y en este de adoptar medias razonables, pero no
se advierten las diferencias. Se evita un daño con medidas razonables, pues
es la mejor manera de hacerlo. La característica de “razonable” quiere decir
que estén al alcance del agente que puede causar el daño.
Sin embargo, un elemento diferencial que se puede interpretar en este
inciso es que se refiere a quien no ha causado un daño, pero puede adoptar
medidas para evitar que ese daño se incremente. Es un deber jurídico que
se impone a terceros simpre y cuando esté a su alcance de hacerlo.
c) Por último, el tercer inciso es novedoso. El deber de mitigación del daño
tiene su raíz en el duty of mitigation proveniente del common law. Es el
deber que tiene la víctima de no agravar el daño. Si bien no lo ha causado, es
contrario a la buena fe que pretenda cobrar los daños que podría haber
evitado. Así Borda dice que “si el damnificado pudo evitar mayores daños
adoptando las medidas adecuadas, el autor del hecho deja de ser
responsable de la agravación”. Este deber se aplica tanto en la faz
contractual como extracontractual.
El requisito básico para poder pedir la protección preventiva es que se trate de una
acción u omisión antijurídica. Mientras una persona no causa un daño, la regla es la
libertad de actuación, por lo que sólo puede restringírsela si se invoca la
transgresión normativa. Es, por otro lado, la única forma de justificar la actuación
preventiva frente a un acto omisivo. Sólo puede ser antijurídica una omisión si
existe deber legal de actuar para prevenir el daño.
También debe demostrarse el peligro de daño, es decir, que la acción u omisión
hace previsible la producción de un daño. Esta previsibilidad se juzga en abstracto,
teniendo en cuenta lo que es previsible para un hombre medio, sin dejar de lado
las particulares circunstancias. Esto se relaciona con el principio de que cuanto
mayor sea el conocimiento de las cosas, mayor será el deber de actuar.
Por otra parte, la norma permite interponer la acción preventiva para impedir la
continuación del daño. En otras palabras, el daño ya se ha producido, pero la
PRELACIÓN NORMATIVA
Finalmente, se observa que el nuevo Código establece un sistema de prelación
normativa para la interpretación y resolución de cuestiones que involucran la
responsabilidad civil (art. 1709):
Art. 1709 – Prelación normativa. En los casos en que concurran las
disposiciones de este Código y las de alguna ley especial relativa a la
responsabilidad civil, son aplicables, en el siguiente orden de prelación:
a) las normas indisponibles de este Código y de la ley especial;
b) la autonomía de la voluntad;
c) las normas supletorias de la ley especial;
d) las normas supletorias de este Código.
a) DAÑO
Podemos definir al daño como “todo menoscabo o minusvalía a un derecho
patrimonial (afecta a la persona o su integridad física) o extrapatrimonial (afecta a
la integridad psíquica)”. Entre la lesión y el perjuicio existe una relación de causa-
efecto. Como consecuencia de ello “genera una obligación de resarcir para quien lo
comete” (Cátedra).
El daño es una modificación de la realidad material, desfavorable para el dañado,
perjudicial para sus intereses. Por eso es “inmanente al concepto de daño la
confrontación entre una situación antecedente y una sucesiva desventajosa para la
víctima” (Busto Lago).
El nuevo Código Civil y Comercial en su art. 1737 define al daño en los siguientes
términos:
SISTEMAS DE REPARACIÓN
En esta materia, existen dos grandes referentes históricos:
El sistema germano que promueve la reparación en especie, procurando
volver las cosas al estado anterior al hecho dañoso. Al perseguir la
reparación del objeto dañado en sí, propende al cese o desaparación del
perjuicio. Para el deudor, ello en muchos casos significa un menor costo,
aunque a su vez le implica quedar vinculado con el acreedor por las
deficiencias que la reparación en sí pudiere suponer.
El sistema romano que tiende a la reparación por equivalente, mediante la
entrega de una suma de dinero. En este supuesto, la reparación recae sobre
el patrimonio del acreedor y aquello que él obtiene es una suma de dinero
De esta manera, se entiende que hay ilicitud cuando se actúa de forma contraria a
lo pactado, asimisimo si se infringe lo dispuesto en una norma que establece un
deber específico o una regla de alcance general. También lo es la violación del
principio alterum non laedere, que prescribe que no debe dañarse injustamente a
otro. Dicho principio tiene rango constitucional (art. 19), y actúa como norma
primaria y claúsula general del sistema. Supone además la consagración de la
atipicidad del acto ilícito civil, reafirmando la antijuridicidad material y objetiva
como elemento esencial del derecho por daños.
Ello no obsta que en el ámbito contractual persista un tipo de antijuridicidad típica,
en la cual el daño es consecuencia de la infracción de una obligación específica, sea
que ésta derive de un contrato propiamente dicho, o bien de la infracción a un
deber también específico que recae sobre el deudor, aun no existiendo un contrato
en sentido estricto.
El daño puede ser causado por una acción (obrar positivo) o por una omisión,
concepto que se constituye siempre sobre con relación a una conducta debida que
no se cumplió; es preciso que exista un previo deber de actuar.
De Lorenzo expresa que la antijuridicidad “debería ser conceptualizada como el
deber general de no inferir daño a otro sin causa de justificación idónea, aun en el
supuesto que el comportamiento lesivo no haya sido previsto por una específica
norma prohibitiva”. Ello en consonancia con lo que el Código dispone como regla
general en su art. 1716:
Art. 1716 – Deber de reparar. La violación del deber de no dañar a
otro, o el incumplimiento de una obligación, da lugar a la reparación del
daño causado, conforme con las disposiciones de este Código.
Este último artículo tiene la finalidad de demostrar la unidad del fenómeno
resarcitorio. Se indemniza ya sea porque se incumple una obligación preexistente
o porque no se respeta el principio de que nadie puede dañar a otro. Así se unifican
las causas que dan lugar a la reparación: si hay obligación es contractual; si hay
deber violado es extracontractual. Así se busca reforzar la noción de que lo que en
realidad interesa a la funcióon resarcitoria de la responsabilidad no es castigar un
hecho ilícito sino reparar el daño, mediante la indemnización a la víctima.
CAUSAS DE JUSTIFICACIÓN
Las causas de justificación son supuestos en los cuales, si bien existe una acción u
omisión dañosa, éste le resulta inimputable. Por ello, en estos casos puede no
resultar aplicable el criterio de acuerdo al cual el daño causado al acreedor debe
ser reparado en forma integral, al no ser responsable el deudor por las
consecuencias del acto, o serlo en una medida diferente.
Lorenzetti, siguiendo a Trigo Represas, lo define como circunstancias en las cuales
el ordenamiento jurídico otorga un “permiso para dañar”. En tales casos, el hecho
dañoso es lícito, y no antijurídico, sin perjuicio de que en algún caso (estado de
necesidad) corresponda el pago de una indemnización (responsabilidad por acto
lícito).
Por otra parte, se ha señalado que las causas no son un numerus clausus; el Código
se ha limitado a regular las más importantes, pero ello no obsta a que los jueces
puedan valorar la existencia de alguna otra causa de justificación no mencionada
en el articulado.
2. Legítima defensa:
La primera parte del inciso establece los requisitos para que proceda la legítima
defensa, a saber:
a. Defensa propia o de un tercero: El tercero puede ser cualquier
persona y no necesariamente un familiar o alguien por quien haya
obligación de sacrificarse.
3. Estado de necesidad
El estado de necesidad es un caso de interés prevaleciente o de sacrificio de un
bien jurídico menor por uno mayor. Se lo define también como la situación de
aquel que para evitar un mal mayor a su persona, a terceros o a sus bienes, causa
un daño a otro, que no es autor del peligro.
La diferencia de la legítima defensa con el estado de necesidad es que la situación
que motiva la actuación es causada dolosamente por quien sufre el daño.
Sus requisitos de procedencia son:
ASUNSIÓN DE RIESGOS
La asunción de riesgos es aquella situación en la que la víctima, conscientemente,
asume un peligro extraordinario o anormal, lo que le provoca un daño (Zavala de
González) y por lo tanto pierde el derecho a ser indemnizada. Para Trigo Represas
y López Mesa alude “al consentimiento tácito que la víctima parece prestar en
todos aquellos casos en que, con pleno conocimiento, asume el riesgo de sufrir un
daño; lo cual tendría el valor de una convención sobreentendida con otra persona,
por la cual aquélla renuncia por anticipado a reclamar eventualmente una
indemnización por los perjuicios que así pueda sufrir”.
Calvo Costa la define como aquella que ejecuta una persona que, en ausencia de
toda obligación jurídica, acepta en forma deliberada sacrificar espontáneamente su
vida, para prestar auxilio a otro.
Para Zavala de González no se trata de una institución autónoma sino una
aplicación del hecho de la víctima, como o concausa del daño, al participar
activamente en una situación de peligro especial, enfrentándola
desaprensivamente.
Lo que caracteriza a la figura es que una persona, plenamente consciente, se
expone a un riesgo conocido de sufrir un daño, sabiendo que de suceder, no podrá
cobrar nada.
La figura ha sido utilizada para justificar los daños que se sufren en las
competencias deportivas. El deportista sabe que puede sufrir un daño aun en una
buena práctica y cumpliendo con todas las reglas. Por eso no puede reclamar esos
daños al adversario.
En otro orden de ideas, la segunda mitad del artículo regula el denominado “acto
de abnegación o altruismo”, constituidos por aquellos casos en los cuales alguien
se expone voluntariamente a una situación de peligro para salvar la persona o los
bienes de otro. En cuanto a la indemnización, debemos distinguir dos situaciones:
Si puede identificarse al autor del hecho que motiva el acto de altruismo
(por ejemplo, el piromaníaco que incendia una casa y obliga a un transeúnte
a romper la puerta para salvar a quien se encontraba dentro), la
responsabilidad es total.
Así también, puede suceder que el hecho sea inculpable (por ejemplo, que el
incendio haya sido provocado por un rayo). Así el autor del acto de
altruismo puede reclamarle al beneficiado una indemnización, que no será
total, sino fundada en la equidad.
c) FACTORES DE ATRIBUCIÓN
El factor de atribución constituye el fundamento necesario para imputar
responsabilidad civil, ya que para que ésta exista, debe concurrir algún elemento
que la ley repute apto para señalar quién habrá de ser responsable en un caso
concreto.
Según Pizarro-Vallespinos, el factor de atribución es aquel elemento valorativo o
axiológico, que determina quién deberá pagar el daño y por qué razón o título lo
hará. La cuestión de imputar o atribuir un daño a una persona es netamente
jurídica, y no son una sino varias las razones que orientan en uno u otro sentido.
Se responsabiliza al autor, dice Díez Picazo, “porque no hizo aquello que era
necesario, pues si lo hubiera hecho, el daño no hubiera ocurrido. Existe un juicio de
valor sobre lo que podría llamarse la conducta adecuada ante una situación de
riesgo o peligro y la comparación entre esa conducta de la que esta última no sale
favorecida”.
Antiguamente en Vélez, el factor de atribución era exclusivamente el tipo subjetivo,
es decir, sólo se consideraba la conducta (culpa o dolo) del autor, y éste se liberaba
probando su no culpa. Ello era así porque el sistema velezano estaba orientado
hacia el autor. Con el cambio de paradigma de mediados del siglo XVIII, el sistema
pasó a enfocarse en la víctima, debido a que en muchos casos no había culpa del
agente, sino de cosas riesgosas o viciosas que ingresaban a la sociedad civil
producto de la revolución industrial. Por ello, se comenzó paulatinamente a incluir
factores de tipo objetivo, que surgen exclusivamente de la ley y responden al nexo
causal del hecho. De esa manera, permitían presumir la responsabilidad de ciertos
sujetos, invirtiendo la carga de la prueba. Dichos sujetos debían acreditar una
causa ajena para verse liberados de su deber de resarcir (Cátedra).
El art. 1721 del actual Código se refiere a esta figura:
Art. 1721 – Factores de atribución. La atribución de un daño al
responsable puede basarse en factores objetivos o subjetivos. En
ausencia de normativa, el factor de atribución es la culpa.
El Código opta por considerar que la culpa es la norma de clausura del sistema o
válvula de cierre. Esto quiere decir que los factores objetivos son excepcionales y
deben estar creados por la ley; y si no es aplicable un factor objetivo, sólo habrá
responsabilidad si se prueba la culpa (López Herrera).
FACTORES SUBJETIVOS
Un factor será subjetivo cuando el agente no responde si no se prueba su
culpabilidad, es decir, si obro con dolo o con culpa.
Ahora bien, para que un sujeto pueda ser tenido por culpable y, en su caso, sea
responsable, es preciso determinar si el acto cuya autoría se le atribuye ha sido
voluntario, y en consecuencia, susceptible de ser imputable (Compagnucci de
Caso). Para ello, dicho acto debió haberse practicado con intención, discernimiento
y libertad (art. 260):
Obstan el discernimiento, la minoridad y la falta de salud mental (art. 261).
De acuerdo a la ley, la persona se halla dotada de discernimiento para los
actos ilícitos a partir de los 10 años, y de 13 para los lícitos. A su vez, podrán
reputarse realizados sin discernimiento aquellos actos cuyos autores se
encontraren privados de la razón al momento de su ejercicio.
2. Dolo
La forma más agravada de un factor subjetivo es el dolo. En el Código de Vélez se
exigían dos elementos: uno era cognoscivo (acto ejecuta a sabiendas) y el otro era
volitivo (con intención).
En el nuevo Código sólo se exige la intención, lo que plantea dudas respecto a la
necesidad de que el sujeto se haya representado previamente las consecuencias de
su acto. En el Código anterior había dolo cuando se sabía lo que podía pasar y se
actuaba queriendo que eso pasara.
Sin embargo, debe entenderse que el dolo en el nuevo régimen exige la previa
representación o conocimiento de las consecuencias del acto. Es que luego dice que
puede haber dolo o “manifiesta indiferencia por los intereses ajenos”. Esta última
parte se hizo para dar cabida al denominado “dolo eventual”.
Para que haya indiferencia, previamente debe conocerse qué o ante qué se es
indiferente. La indiferencia es un estado de ánimo en que no se siente inclinación
ni repugnancia hacia una persona, objeto o negocio determinado.
Es que el dolo eventual sólo es posible si no obstante saber lo que puede suceder,
se actúa sin importar.
FACTORES OBJETIVOS
El art. 1722 define claramente a los factores objetivos de atribución:
El art. 1725 sienta una regla excepcional cuando la persona tiene mayores
conocimientos. En esos casos la previsibilidad media, no es la de un hombre
común, sino la de un experto con esos conocimientos. Así, por ejemplo, lo que se
espera de un profesional de la medicina no es lo mismo que el de un personal de
maestranza del hospital.
El juicio en abstracto no debe juzgar lo que el dañador concreto previó, sino lo que
era previsible de acuerdo a la normalidad de la vida y que no se hizo. Por eso se
exige mayor previsibilidad y, por ende, mayor cuidado a quien tiene mayores
conocimientos. Por ejemplo, el chofer de un colectivo tiene un mayor deber de
cuidado que el de un automóvil porque puede causar mayores daños.
La previsibilidad como fundamento de la causalidad adecuada debe ser utilizada
tanto para decidir quien es causante de un daño, como de las consecuencias que va
a responder.
El segundo y el tercer párrafo desarrollan lo conocido como la “confianza especial”:
La previsibilidad que se exige es la ordinaria o media, excepto que haya confianza
especial, en la que se aprecia la condición especial del agente.
La condición especial del agente hace referencia a una persona que posee las
cualidades recomendables para el fin a que se destina, caso típico de los contratos
que suponen obligaciones intuitu personae.
En virtud de esa confianza en el estado o situación de una determinada persona, se
fundamenta la reconsideración de la responsabilidad del agente, que puede
aumentar o disminuir según la naturaleza del acto.
Esta teoría guarda íntima relación con lo dispuesto por el art. 1728 en cuanto a la
previsibilidad en los contratos, pero que corresponde al estudio de la relación de
causalidad.
El artículo coincide con lo dispuesto en los Códigos Procesales, que regulan que
siempre la carga de la prueba de un hecho incumbe a quien la alega.
Excepcionalmente, se prevén específicamente facultades para la distribución de la
carga de la prueba tomando en cuenta cuál de las partes se encuentra en una mejor
posición para aportarla (art. 1735):
PRUEBA
El art. 1736 establece claramente que todo lo que rompe la cadena causal debe ser
acreditado por quien lo invoca, ya sea que se trate de una causa ajena o de la
imposibilidad de incumplimiento.
Dentro de ese esquema, es aplicable lo dispuesto por el art. 1735 que dispone que
la carga de la prueba puede ser distribuida por el juez según considere a una de las
partes en mejor posición probatoria.
4. IMPOSIBILIDAD DE CUMPLIMIENTO
El Código se apartó del método de Vélez Sarsfield que había ubicado a la
imposibilidad de pago dentre de la regulación de las obligaciones. La actual
sistematización parece adecuada por aplicarsele a la figura las pautas del caso
fortuito (art. 1732):
Art. 1732 – Imposibildad de cumplimiento. El deudor de una
obligación queda eximido del cumplimiento, y no es responsable, si la
obligación se ha extinguido por imposibilidad de cumplimiento objetiva
y absoluta no imputable al obligado. La existencia de esa imposibilidad
debe apreciarse teniendo en cuenta las exigencias de la buena fe y la
prohibición del ejercicio abusivo de los derechos.
Las obligaciones tienen como finalidad ser cumplidas, pero ese cumplimiento es a
veces imposible por circunstancias ajenas al deudor. En ese caso, no puede
exigírsele que cumpla lo imposible. Por eso, la primera característica que debe
señalarse es que la imposibilidad debe ser sobreviniente. Si la dificultad ya existe
al momento de contraer la obligación, no puede ser alegada porque se supone que
el deudor, que debe ser diligente, la tuvo en cuenta al calcular el costo de su
prestación.
La imposibilidad puede ser material o jurídica. Debe ser objetiva y absoluta, en el
sentido que la prestación no puede ser satisfecha por ninguna persona.
Debe ser, además, definitiva, ya que si es sólo transitoria, el deudor debe cumplir,
siempre y cuando el acreedor no tenga un interés destacado en el tiempo del
cumplimiento, como en las obligaciones de plazo esencial.
Como último carácter a destacar, la imposibilidad debe ser inimputable, esto
quiere decir que el impedimento para cumplir no debe haber sido motivado por el
comportamiento del deudor.
El principal efecto de este instituto es eximir al deudor de la responsabilidad por
incumplimiento pero no tiene influencia en la obligación de restituir las
prestaciones recibidas.
Finalmente cabe mencionar una novedad que incorpora el artículo: la inclusión
expresa de la buena fe y la prohibición de un ejercicio abusivo de los derechos.
Art. 1740 – Reparación plena. La reparación del daño debe ser plena.
Consiste en la restitución de la situación del damnificado al estado
anterior al hecho dañoso, sea por el pago en dinero o en especie. La
víctima puede optar por el reintegro específico, excepto que sea parcial o
totalmente imposible, excesivamente oneroso o abusivo, en cuyo caso se
debe fijar en dinero. En el caso de daños derivados de la lesión del
honor, la intimidad o la identidad personal, el juez puede, a pedido de
parte, ordenar la publicación de la sentencia, o de sus partes pertinentes,
a costa del responsable.
El Código regula los casos en que las cláusulas limitativas y exoneratorias son
inválidas. A contrario sensu debe entenderse que, como regla, son válidas y liberan
o eximen de pagar el daño:
La cláusula es limitativa cuando pone un tope a todo el daño o a un tipo de
daño (Por ejemplo, que se pacte pagar el daño patrimonial pero no el
extrapatrimonial).
La cláusula es exoneratoria cuando el deudor se libera de tener que
indemnizar si no cumple el contrato por su culpa. Equivale a dispensa de
culpa.
Estos dos tipos de cláusulas son inválidas cuando:
Afectan derechos indisponibles: Por regla general los derechos
disponibles son los patrimoniales, salvo que una ley especial lo prohíba; Los
derechos indisponibles como la vida o la integridad física no pueden ser
objeto de cláusulas exoneratorias, pero sí de un consentimiento informado
(Por ejemplo, cuando se trasladan los riesgos en una intervención
quirúrgica. El médico informa los riesgos y el paciente los toma a su cargo,
pero lo que no entra en el contrato es la diligencia del médico, por lo que el
paciente no se hace cargo de ellos).
Atentan contra la buena fe, las buenas costumbres o leyes imperativas:
Por ejemplo, cuando existen cláusulas desnaturaliza la esencia de un
contrato.
Cuando son abusivas: El abuso de derecho debe ser juzgado según las
reglas del Código, sin perjuicio de los casos expresamente previstos en él y
en la legislación especial, como la Ley de Defensa del Consumidor.
Finalmente, la dispensa anticipada del dolo no es una novedad, ya que en ese caso
la obligación se convertiría en potestativa, es decir, que dependa de la voluntad de
una de las partes.
El Código agrega la prohibición de dispensa del dolo del dependiente.
También, a contrario sensu debe interpretarse que la dispensa por culpa, sea
propia o del dependiente, está permitida, siempre que se cumplan los requisitos
antes previstos.