Beard, Thomas - JVDO A Lo Largo de 3 Vanguardias PDF
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a lo largo de
tres vanguardias
Thomas Beard
Al comienzo del film de Eugeni Bonet Tira tu reloj al agua (2004), un ensayo visual
elaborado a partir de materiales cinematográficos rodados por Val del Omar entre
1968 y 1982, oímos una grabación en la que Val del Omar comenta su práctica.
Alude a “un sueño de cinematografía intuida insólita por andar sus imágenes
flotando sin aparente coherencia”. Este posicionamiento, la disposición a aceptar
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Adebar, Peter Kubelka, 1957
la discontinuidad narrativa, es esencial para comprender su cine. Es más, se 1. Luis Buñuel. “Notes on
the Making of Un chien an-
trata de una noción de la que encontramos ecos en los escritos de otro innovador dalou”. En: Art in Cinema.
radical de la forma en el cine que, como Val del Omar, comenzó su trayectoria en Frank Sauffacher (ed.) San
Francisco: San Francisco
España en el decenio de 1920: Luis Buñuel. Museum of Art, 1947, pp.
29–30.
En las notas del programa correspondiente a su film surrealista fundacional, Un
chien andalou (1929, realizado con Salvador Dalí), menciona que “en la redac-
ción del guión toda idea que tuviera una preocupación racional, estética o que
se relacionara con cuestiones técnicas fue rechazada como irrelevante… [Los
dos creadores] solamente aceptaron como válidas las representaciones que,
conmoviéndoles profundamente, no tuvieran explicación posible. Prescindieron,
naturalmente, de las restricciones de la moralidad común y de la razón. ¡La moti-
vación de las imágenes debía ser puramente irracional! Son tan misteriosamente
inexplicables para los dos colaboradores como para el espectador”1.
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José Val del Omar a lo largo Thomas Beard
de tres vanguardias
objetos), todo ello libre de las exigencias de la continuidad: las imágenes “flotan”.
Lo que este film consigue, y lo que Val del Omar logra con tanta frecuencia, es
un tipo de continuidad sostenida por la discontinuidad. Y, sin embargo, hay pro-
fundas diferencias entre las dos empresas. Aunque compartan una actitud libre
en la creación de una corriente onírica de imágenes mediante la yuxtaposición
creativa del montaje, en la obra de Val del Omar las imágenes distan mucho del
azar. Mientras que Buñuel y Dalí decidieron elaborar su obra a partir de compo-
siciones que desafiaban la explicación racional, cuyo origen estaba en las profun-
didades de su inconsciente, las preocupaciones visuales recurrentes de Val del
Omar a menudo se centran en emblemas icónicos de la cultura y de la historia
españolas (la Alhambra, las procesiones religiosas, las estatuas), cargados de
significado convencional. La segunda colaboración de Buñuel y Dalí, dicho sea de
paso, L’Âge d’or (1930), también utilizaría símbolos católicos bien conocidos, pero
los utilizaría, al contrario que Val del Omar, para fines abiertamente iconoclastas,
intencionadamente perversos, sadianos.
La analogía más llamativa con la obra de Val del Omar que encontramos en
Entr’acte aparece en el plano más célebre del film de Clair. Se trata de la se-
cuencia en la que la palabra “Fin”, que aparece en negro sobre fondo blanco, es
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Arnulf Rainer, Peter Kubelka, 1958–60
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José Val del Omar a lo largo Thomas Beard
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Viendo Vibración de Granada (1935) uno se acuerda, por ejemplo, de Rose Hobart, de
Joseph Cornell, elaborada un año después. Aunque la obra de Val del Omar es un
retrato de la Alhambra, de su arquitectura y de la ciudad de Granada, y la de Cornell
sea una pieza pionera del collage fílmico que utiliza la película de serie B East of
Borneo, montada de nuevo y proyectada sin banda sonora, ambas comparten un
sentido intuitivo y elegante del montaje y, de manera más evidente, utilizan filtros de
color (verde en el caso de Vibración de Granada; azul profundo en Rose Hobart). En
ambos films el tinte monocromo sirve como elemento estructural y como recurso
liberador, un punto de amarre en una procesión dinámica y un tanto impredecible
de imágenes y también una nueva emancipación de la verosimilitud que rodea cada
acción de un colorido sobrenatural. Existen otros paralelismos entre los miembros
de esta generación de cineastas de vanguardia. H2O, de Ralph Steiner, y Rain, de
Joris Ivens (ambas de 1929), por ejemplo, constituyen ilustraciones tempranas del
modo en que los cineastas utilizan el agua como herramienta de abstracción (una
preocupación constante en la práctica de Val del Omar), mientras que el vertiginoso
Anemic cinéma (1926) de Duchamp, con sus hipnóticas rotaciones y contrarrotacio-
nes de círculos concéntricos, se adelanta a las superposiciones gráficas que Val del
Omar proyectará sobre estatuas en obras como Fuego en Castilla (1958–1960), y a la
compleja desorientación espacial que produce dicho film.
Otro momento que se presta al análisis histórico comparativo de la obra de Val del
Omar es el de la posguerra. Mientras la anterior vanguardia europea estaba consti-
tuida principalmente por artistas que habían trabajado en otros medios y que hicieron
un puñado de films, para después abandonar este medio, una nueva generación de
cineastas, sobre todo en los EEUU, emprendía nuevas direcciones cinematográficas.
Este grupo de artistas incluía a Kenneth Anger, Stan Brakhage, Maya Deren, Peter
Kubelka, Gregory Markopoulos, Marie Menken y Harry Smith, entre otros nombres.
De estos cineastas Menken es la artista cuya obra sugiere una analogía más inme-
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Stan Vanderbeek delante de su Movie Drome
en Stony Point, New York, ca. 1963
diata. Uno de sus films más conocidos, Arabesque for Kenneth Anger (1958–1961), 2. Peter Kubelka. “The Theory
of Metrical Film”. En: P. Adams
lo rodó en la Alhambra, un tema permanente para Val del Omar. En Arabesque la Sytney (ed.). The Avant–Garde
cámara sigue con vivacidad los complejos dibujos de la arquitectura árabe y uno Film: A Reader of Theory and
Practice. New York: New
nota la presencia corporal de Menken al cruzar velozmente los jardines del palacio. York University Press, 1978,
La cámara salta y tiembla con cada uno de sus gestos, construyendo el retrato de p. 146.
una fortaleza a partir de fugaces perspectivas de sus detalles más nimios. Se trata
de un cine corpóreo. Y aunque la manualidad de la cámara de Menken es más in-
tencional, sus ágiles miradas llaman la atención tanto como las de Val del Omar,
así como comparten la habilidad para construir composiciones poéticas a partir de
unas formas geométricas simples (el reencuadre del arco parabólico de una fuente,
digamos, o la reiteración insistente de un mosaico de azulejos). Las estrategias for-
males específicas que utilizan algunos de estos cineastas también recuerdan la obra
de Val del Omar. Destaca entre ellas el uso del negativo, que invierte el registro en
blanco y negro de la película, tal como lo observamos en Adebar (1957) de Kubelka y
en Acariño galaico (De barro) (1961) de Val del Omar, entre otras obras del momento.
La película de Kubelka presenta una breve secuencia en la que las siluetas de un
hombre y de una mujer bailando son el objeto de una serie de permutaciones que se
repiten rítmica y rigurosamente. Se trata de una obra cuya belleza depende de una
ejecución precisa. En “Theory of Metrical Film” (Teoría del cine métrico) el cineasta
comenta las decisiones que implica:
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José Val del Omar a lo largo Thomas Beard
de tres vanguardias
En el film de Val del Omar, sin embargo, vemos la imagen espectral de los bailarines, 3. Maya Deren. “Ritual in
Transfigured Time”. En:
de la catedral, de las imágenes religiosas, en una inversión luminosa que sugiere un Bruce McPherson (ed.). Es-
mundo del revés y que prepara el terreno para un escenario, que se parece a lo que sential Deren. Collected
Writings on Film By Maya
el historiador P. Adams Sitney ha descrito como “film de trance”, un psicodrama que Deren. Kingston, New York:
sigue a un personaje, en este caso un sonámbulo cubierto de barro seco, como si Documentext, 2005, p. 225.
fuera en estado de sueño. La utilización del negativo tiene, por lo tanto, un objetivo
compositivo, en el caso de Kubelka, y un objetivo psicológico, en Val del Omar.
Finalmente, aunque resulte instructivo valorar el vocabulario formal que Val del
Omar comparte con los principales cineastas de vanguardia de los decenios de
1940 y 1950, el paralelismo que cabe considerar más importante es el interés de
todos ellos por el mito y el ritual. De hecho, esta preocupación temática marca
una importante diferencia entre la primera y la segunda vanguardia. Se produce
un desplazamiento entre el impulso creativo, que venía orientado por el deseo
de llevar las convenciones (institucionales, formales o de otros tipos) hasta sus
últimas consecuencias y un compromiso continuo con el peso estético de los
rituales culturales. Como dijo una vez Maya Deren:
“Un ritual es una acción que se distingue de otras porque busca alcanzar su objetivo me-
diante el ejercicio de la forma. En este sentido un ritual es arte, e incluso históricamente
todo arte procede del ritual. En el rito la forma es el sentido. Más específicamente, la cali-
dad del movimiento no es un factor meramente decorativo, sino que constituye el sentido
mismo del movimiento”3.
En efecto, las cualidades ceremoniales que presentan sus films, con su énfasis
frecuente en el gesto o en la danza; la teatralidad barroca de Inauguration of the
Pleasure Dome (1954) de Anger, llena de imágenes herméticas que irradian una
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Inauguration of the Pleasure
Dome, Kenneth Anger, 1954-1966
potencia críptica; y las obras producidas en ese momento por Markopoulos, que
a menudo estudian e invocan motivos griegos clásicos, todo ello invita a la com-
paración con el proyecto continuo de Val del Omar, consistente en imaginar de
nuevo el símbolo y el hábito sacramentales. En todos los ejemplos que he men-
cionado, la articulación del ritual mediante las propiedades específicas del cine
(la ilusión de movimiento y el montaje) se presenta como un tipo de ceremonia,
la escritura y la lectura de una liturgia privada. Dicho de otra manera, y utilizando
una célebre frase de Anger, hacer cine es como ejecutar un hechizo.
Cinematografías expandidas
En años recientes la investigación histórico–artística del “cine expandido” (es
decir, una situación de proyección en la que se reconsideran las relaciones tra-
dicionales entre el público, la proyección, la pantalla y el ámbito arquitectónico
de la sala) se ha intensificado drásticamente; un fenómeno muy halagüeño, si
tenemos en cuenta que gran parte de la obra que suele considerarse en esta
categoría, incluida la de Val del Omar, ha tendido a recibir poca atención por
presentar una forma efímera, temporal o intencionadamente vinculada a una de-
terminada localización, lo que la convertía en un objeto de análisis escurridizo.
Al mismo tiempo, una proporción importante del discurso emergente en torno al
cine expandido se enmarca en una casilla histórica relativamente limitada, con
su mayor enfoque en los decenios de 1960 y 1970. Esta situación es, en cierto
modo, comprensible, dado que fue en esas décadas cuando se acuñó la expre-
sión “cine expandido” y cuando mayor difusión tuvo en los círculos de vanguardia.
A pesar de todo, una perspectiva tan limitada, que desestima la consideración de
los precursores protocinematográficos, empobrece tanto nuestra comprensión
del género y de sus contextos históricos como de la herencia que de este modo
se perpetúa.
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de tres vanguardias
veces cine expandido; experimentos encaminados a ampliar las fronteras de la 4. Stan VanDerBeek. “Cul-
ture: Intercom and Ex-
sensación óptica, así como a tratar de ver lo que no puede verse (en este caso el panded Cinema”. En: Film
resplandor directo del sol) y poner a prueba los límites de la visión. Culture. Nº 40, primavera
1966, p. 16.
Es más, cuando, a comienzos del siglo XVI, la cámara oscura empezó a utilizarse
para ver escenas de la calle, dejando de ser patrimonio exclusivo de los científi-
cos que observaban los cielos, encontramos el origen de uno de los tropos más
duraderos del cine experimental, el impulso que reverberará en toda la filmo-
grafía de Val del Omar: el de ver lo cotidiano, lo conocido, con una nueva luz y
desde perspectivas novedosas. En posteriores y más sofisticados avatares de la
cámara oscura, como los sistemas ópticos desarrollados por el polígrafo jesuita
del siglo XVII Athanasius Kircher (a quien equivocadamente se atribuye a menudo
la invención de la linterna mágica) hallamos nuevos puntos de comparación pre-
cinematográficos. En el influyente estudio Ars magna lucis et umbrae (Gran arte
de la luz y de la sombra) de Kircher encontramos, por ejemplo, una figura de lo
que él llamaba una máquina de metamorfosis. El invento era una habitación en la
que el visitante podía contemplar su rostro en un espejo sobre el que se proyec-
taba una serie de cabezas de animales, lo que constituye un antecedente de las
formas decorativas que Val del Omar proyectaría tanto sobre el propio celuloide
como sobre los rostros que filmó en su cinematografía desbordante.
Kircher ejercería también su influencia sobre artistas como Harry Smith, cuya
utilización de filtros de colores en films como su obra de animación Film no. 12:
Heaven and Earth Magic (1957–62), nos recuerda de nuevo a Val del Omar. Smith
llegó a imaginar procedimientos de enmascaramiento para su aplicación durante
la propia proyección de Heaven and Earth Magic, sistemas que distorsionaban la
forma de la pantalla para conseguir un efecto no muy diferente del de las super-
ficies cóncavas imaginadas por Val del Omar. Los intentos de Smith, como los de
Jordan Belson y los de Barbara Rubin, supusieron desarrollos importantes para
una concepción novedosa de la proyección cinematográfica, pero la verdadera
aparición del cine expandido llegó en la primavera de 1966 cuando el artista Stan
VanDerBeek acuñó la expresión.
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Entr’acte, René Clair con guión de
Francis Picabia, 1924
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