Yo
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Yo
GREGORIO ROBLES
La Teoría comunicacional del Derecho (en adelante, TCD) se llama así por
adoptar la perspectiva de la comunicación, y por tanto del lenguaje2, para
estudiar el fenómeno jurídico. No proclama que el Derecho es lenguaje, lo
que implicaría una posición ontologista3, sino que afirma que el Derecho,
todo lo que se cubre con esta palabra, se manifiesta por medio del
1
Sesión del día 13 de febrero de 2018. Al finalizar mi ponencia me hicieron valiosos comentarios los
Académicos siguientes: D. Dalmacio Negro Pavón, D. Pablo Lucas Murillo de la Cueva, D. Fernando
Súarez González, D. Alejandro Nieto García, D. Helio Carpintero Capell, D. Carmelo Lisón Tolosana, D.
Pedro Schwartz Girón, D. Julio Iglesias de Ussel y D. Ramón Tamames Gómez. A todos ellos les expreso
mi más sincero agradecimiento. Comento brevemente sus observaciones en distintos lugares de este
estudio en nota a pie de página.
2
La perspectiva comunicacional conlleva la perspectiva lingüística, pues la comunicación sólo es posible
mediante el lenguaje. Hay que entender este último término en su sentido más amplio; por tanto,
abarcador no sólo del lenguaje escrito, también del oral y del mímico o gestual. Además, los actos y
omisiones, las situaciones y relaciones, tienen también la consideración de lenguaje en el sentido de que
significan algo y, por eso, pueden ser expresados en frases, aunque ellos mismos no se manifiestan
primariamente en tales frases.
3
La Teoría comunicación al del Derecho renuncia al ontologismo. Eso significa que no se propone una
investigación sobre la “esencia” o la “naturaleza” del Derecho. En ello se diferencia de la mayoría de las
posiciones filosófico-jurídicas.
1
lenguaje. El lenguaje se constituye así en el punto de partida de la
investigación4.
4
Toda concepción teórica adopta un punto de partida que, por regla general, es una obviedad, una
verdad de Perogrullo. Recuérdese en este sentido el punto de partida de Descartes: “je pense, donc je
suis”. O, en nuestro terreno, el de Kelsen: “el Derecho es norma” (en este último caso la propuesta es
ontologista). Sobre estos sendos principios construyen los autores mencionados sus grandiosos edificios
de pensamiento.
5
Por consiguiente, no se le puede reprochar que no sea Sociología del Derecho, ni Análisis económico
del Derecho, ni Historia del Derecho. La TCD pretende mantenerse dentro de los límites que ella misma
se marca, y reconoce la conveniencia e incluso la necesidad de otros análisis. Adopta, frente al
fenómeno jurídico, el punto de vista interno, que es la perspectiva del jurista. Distintas perspectivas a
esta son las que corresponden a las disciplinas mencionadas, y todas ellas se caracterizan por adoptar
una modalidad de perspectiva externa. Así, la Sociología del Derecho estudia la vigencia social de éste,
su implantación social, o, como suele decirse, las relaciones de la sociedad con el Derecho. El Análisis
económico investiga las causas y los efectos de los diversos componentes jurídicos en términos de
costes y beneficios. La Historia del Derecho indaga la evolución de las instituciones jurídicas así como de
los modos de pensar y razonas de los juristas a lo largo del tiempo.
6
Desde el prisma de la TCD se rechazan las posturas mixtificadoras, esto es, las que –consciente o
inconscientemente- mezclan diversos enfoques epistemológicos y metodológicos en sus tratamientos
teóricos, saltando de un plano a otro. Por lo general, esta mixtificación es característica de algunas
escuelas de pensamiento, por ejemplo, de la Escuela de Frankfurt. En este caso, la mixtificación es
consciente, habida cuenta de que es constante.
7
El jurista mira al Derecho desde dentro; el sociólogo, el economista, el psicólogo lo hacen desde fuera,
investigando, respectivamente, la relación del Derecho con la sociedad, con la economía y con la
psicología de las personas. Ahora bien, hay que tener en cuenta que la mirada del jurista, que es una
mirada interna, no siempre se fija en los mismos aspectos. Por ejemplo, el juez mira el Derecho desde
dentro para aplicar los textos jurídicos a los casos; el abogado defensor en un juicio penal también
contempla el Derecho desde dentro, pero su punto de vista adquiere otro matiz: su cometido es
defender a su cliente y hacer lo posible para que el juez no lo condene. Otras perspectivas, dentro de la
genérica perspectiva interna, son la del legislador, la del notario, la del asesor, e incluso la del simple
ciudadano que ha de cumplir las leyes. Todos se mueven dentro de la perspectiva interna que podemos
llamar “práctica”. El teórico del Derecho se mueve también en la perspectiva interna, pero no
“práctica”, sino “teórica”. Eso le fuerza a generalizar sobre la base de su conocimiento de la experiencia
jurídica global, que siempre es mucho más amplia que la que define a un determinado ordenamiento y a
su respectivo ámbito jurídico.
8
Tal es la materia desarrollada en: Gregorio Robles, Introducción a la Teoría del Derecho. 1ª ed. Ed.
Debate. Madrid 1988. 6ª ed. Ed. Debate. Barcelona 2003. Esta sexta edición se diferencia de las
anteriores en el amplio prólogo que incorpora y en el que se explican las diversa denominaciones: Teoría
comunicacional del Derecho, Análisis del lenguaje de los juristas, Teoría de los textos jurídicos, y Teoría
hermenéutico-analítica del Derecho. Cada una de estas denominaciones subraya un aspecto del
método; no son excluyente sino complementarias o, mejor expresado, recíprocamente inclusivas.
2
formal del Derecho9, Teoría de la Dogmática jurídica10 y Teoría de las
Decisiones jurídicas11. En la Filosofía del Lenguaje corresponden,
respectivamente, a la Sintaxis (o Morfosintaxis), a la Semántica y a la
Pragmática.12
9
La Teoría formal del Derecho constituye la primera parte en la exposición de la TCD. Está expuesta en:
Gregorio Robles, Teoría del Derecho. Fundamentos de Teoría comunicacional del Derecho. Volumen I.
Editorial Civitas, 1ª ed. 1998; 6ª ed. Navarra 2015. Las diversas ediciones han ido incorporando materia
progresivamente hasta completar la temática.
10
La Teoría de la Dogmática jurídica constituye la segunda parte en la exposición de la TCD. Está
expuesta en: Gregorio Robles, Teoría del Derecho. Fundamentos de Teoría comunicacional del Derecho,
Volumen II. Ed. Civitas. Navarra 2015.
11
La Teoría de las Decisiones jurídicas constituye la tercera parte en la exposición de la TCD, en actual
elaboración, si bien las referencias a las decisiones en el Derecho es frecuente en las obras mencionadas
en las dos notas anteriores (7 y 8). Asimismo, me he ocupado de las decisiones jurídicas en algunos
trabajos: Gregorio Robles, Epistemología y Derecho (Ed. Pirámide, Madrid, 1982), Las Reglas del Derecho
y las Reglas de los Juegos (Universidad de Palma de Mallorca, 1984), “La decisión en el Derecho y la
Tópica jurídica” (Boletín mexicano de Derecho comparado, Sep.-Dic. de 1985, núm 54, UNAM, Instituto
de Investigaciones Jurídicas; pp. 951-984), El Derecho como Texto (Ed. Civitas. Madrid 1998, 2ª ed.
2006), La Justicia en los Juegos (Ed. Trotta. Madrid 2009), “Sobre el concepto de Constitución” (Anales
de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, LXIX. Madrid 2017; pp. 93-117).
12
A Charles Morris (1901-1979) se debe la diferenciación de la Semiótica en Sintaxis, Semántica y
Pragmática, que se ha transformado en un lugar común en la Filosofía del Lenguaje. La idea de
correspondencia entre los tres niveles de la Lingüística y los propios de la Teoría comunicacional la he
mantenido constantemente desde mis primeros escritos. Véase Epistemología y Derecho (1982), pp.
119-129 (aunque con otra terminología en lo que respecta a los niveles jurídicos); Doxa (1984); Las
Reglas del Derecho y las Reglas de los Juegos (1984), en el “Apéndice II”; Introducción a la Teoría del
Derecho (1988), pp. 151-169, cap. VI: “La Teoría del Derecho como análisis del lenguaje de los juristas”;
El Derecho como Texto (1998), capítulo III; La Justicia en los Juegos (2009), pp. 49-94. Mi obra principal
está construida sobre ese esquema: Teoría del Derecho. Fundamentos de Teoría comunicacional del
Derecho, ya desde la primera edición (1998) hasta la reciente: vol. 1º (6ª ed. 2015); vol. 2º (1ª ed. 2015).
A dicha tesis Diego Medina Morales la ha calificado de “tridimensionista” (ya que se trata de las tres
dimensiones del lenguaje), distinguiéndola netamente de las teorías “tridimensionalistas” al uso. Cfr.
Diego Medina Morales, "Comunicación y Derecho. Trascendencia de una Teoría", en: Diego Medina
Morales (Coord.), La Teoría Comunicacional del Derecho a Examen. Ed. Civitas, 2017, pp. 25 y ss.
También Adolfo Sánchez Hidalgo, “Los derechos fundamentales en la Teoría comunicacional del
Derecho”, en: Diego Medina Morales (Coord.), La Teoría Comunicacional del Derecho a Examen, op.cit.,
pp. 81-105, esp. 85-87.
13
No es preciso subrayar la gran importancia del normativismo en la Teoría del Derecho. En la TCD se
formula un concepto de norma jurídica y un modelo heterogéneo de normas en el Derecho sobre la
base de la dualidad de normas indirectas de la acción y normas directas de la acción. Cada una de estas
categorías se desdobla a su vez. Véase el volumen 1º de mi Teoría del Derecho, 6ª ed. 2015, cit.,
capítulos 7 a 12 (pp. 177-430).
3
La Teoría de la Dogmática jurídica o Teoría de la Ciencia de los juristas es
equivalente a la Semántica jurídica. Su campo de investigación lo
constituyen los modos de interpretar y de construir el sistema jurídico o
sistema doctrinal. Debido a que todo ordenamiento se organiza
internamente en unidades institucionales, las cuales dan sentido a sus
componentes normativos, el concepto básico de la Teoría de la Ciencia de
los juristas es el de institución jurídica. Si se hojea un tratado o un manual
de Derecho, podrá comprobarse enseguida que su organización responde
a las diversas instituciones del ordenamiento jurídico de que se trate14.
14
Aquí hay que tener en cuenta el concepto de institución en su sentido amplio, comprensivo de lo que
Maurice Hauriou denominó “institutions-personne” e “institutions-chose” (“Instituciones-persona” e
“instituciones-cosa”). Ejemplos de las primeras serían el Estado, un municipio, una sociedad mercantil;
de las segundas, el contrato, la herencia, la letra de cambio. Véase Maurice Hauriou, La Teoría de la
Institución y de la Fundación. Traducción, prólogo y bibliografía del autor por Arturo Enrique Sampay.
Ed. Abeledo-Perrot. Buenos Aires, 1968. Del mismo autor, Principios de Derecho Público y Constitucional.
Traducción, estudio preliminar, notas y adiciones por Carlos Ruiz del Castillo. Ed. Reus, Madrid, s/a (el
estudio preliminar de Ruiz del Castillo está fechado en Santiago de Compostela, agosto de 1927). Sobre
estos aspectos véase Joaquín Ruiz-Giménez, La concepción institucionalista del Derecho.
Recientemente, el institucionalismo ha experimentado un cierto resurgimiento a partir de la obra de
Donald Neil MacCormick y Ota Weinberger, Grundlagen des Institutionalistischen Rechtspositivismus.
Ed. Duncker & Humblot. Berlin, 1985. Véase también: Francisco Javier Ansuategui Roig, El positivismo
jurídico neoinstitucionalista (Una aproximación). Ed. Dykinson. Madrid 1996.
15
Una panorámica general y certera puede verse en el libro de Mª Victoria Escandell, Introducción a la
Pragmática. Ed. Ariel. Barcelona, 2013.
4
cómo los juristas construyen el sistema a partir del texto ordinamental, la
Teoría de las Decisiones jurídicas aborda los aspectos dinámicos del
Derecho a partir de la concepción de éste como un conjunto heterogéneo
de procesos de comunicación que tienen en común su relación con las
decisiones de los intervinientes en dichos procesos. Estos, como vamos a
ver, son múltiples y variados, y por tanto, también los agentes que en ellos
intervienen.
16
Del verbo “proferir”: “pronunciar, decir, articular palabras o sonidos.” Empleo “proferencia” como
sinónimo de “proferimiento”: “acción y efecto de proferir” (DRAE). La proferencia es, en principio, oral,
pero también la podemos extender a la expresión escrita. Así, una ley pasa primero por el debate oral y
el acuerdo oral en el Parlamento, para a continuación ponerse por escrito en el boletín oficial del Estado
17
El texto constitucional no sólo es el texto escrito en el documento constitucional, sino que a dicho
documento hay que añadirle las prácticas, usos y costumbres que han alcanzado el grado de preceptos
constitucionales. También en el supuesto de constituciones consuetudinarias puede hablarse de “texto
constitucional” en cuanto que las costumbres son objeto de verbalización en los procesos
comunicacionales y, por consiguiente, han de ser consideradas también como textos. Cfr. Gregorio
Robles, “Sobre el concepto de Constitución” (2017), ya citado.
18
Un acto (acción) es el significado o sentido de un movimiento o conjunto de movimientos físico-
psíquicos; por ser un significado la acción es una realidad hermenéutica verbalizable en texto. Sobre el
5
3. La decisión (en general)19.
concepto de acción (acto), omisión y conducta en la Teoría comunicacional del Derecho véase G. Robles,
Teoría del Derecho. Fundamentos de Teoría comunicacional del Derecho. Volumen 1º, Civitas (2015), pp.
271-324. También: Mercedes Gómez Adanero, “La acción en la teoría comunicacional del derecho. La
acción como texto”; Fernando Rister de Sousa Lima, “A açao natural, lógica e convencional”. Ambo
trabajos en Teoria Comunicacional do Direito: Diálogo entre Brasil e Espanha. Coord.: Gregorio Robles &
Paulo de Barros Carvalho. Ed. NOESES. Sao Paulo, 2011; pp. 533-562, y 563-568, respectivamente.
19
La Teoría de la Decisión es una disciplina de gran alcance en la ciencia moderna, de aplicaciones
prácticas sobre todo en la economía y en la estrategia bélica, pero extensible a todas las ciencias
sociales. Su objeto es el análisis empírico o lógico de los actos individuales o colectivos en situaciones en
las que hay que elegir. Suelen distinguirse tres situaciones básicas: la de certidumbre, la de riesgo y la de
incertidumbre. Una visión general, aunque orientada a la economía de la empresa, puede verse en:
Helmut Laux, Entschedungstheorie. 7ª ed. Springer. Berlín, etc. 2007.
20
En el Derecho se dan multitud de decisiones tanto individuales como colectivas. Ejemplos de las
primeras: un individuo decide matricularse en la Facultad de Ciencias Exactas; otro decide comprar una
mochila para llevar sus libros; otro decide robar un banco; en todos estos casos, para hablar de decisión
propiamente dicha, se tiene que producir la acción decidida, pues si al final resulta que el primero no se
matricula, el segundo no compra la mochila, y el tercero no roba el banco y ni siquiera lo intenta, las
respectivas decisiones habrán quedado sin cumplirse, serán decisiones sin concreción, sin existencia
real, como no sea la del fenómeno psicológico que se ha producido en la mente de esos individuos. Sus
decisiones no iban “en serio”. Las verdaderas decisiones conllevan la acción (o la omisión) decidida. En
el Derecho también encontramos numerosos ejemplos de decisiones colectivas: la decisión del poder
legislativo se produce, para aprobar una ley, tras un proceso de discusión y de votaciones, de acuerdo
con el procedimiento establecido; lo mismo sucede con la decisión que adoptan los miembros de un
tribunal; o la que toma la asamblea general de una sociedad anónima. Tanto las decisiones individuales
6
Hay decisiones, sean individuales o colectivas, que vienen precedidas de
una deliberación, también individual o colectiva. En la deliberación se
sopesan los pros y los contras de cada alternativa: la deliberación va unida
a la ponderación.21 Y las hay que son calificables de irreflexivas: aquellas
que se toman sin darse tiempo para sopesar los pros y los contras de lo
que se decide. Suele suceder que no haya tiempo para la reflexión, como
le pasa a un individuo que, nadando en el mar, divisa de pronto, en un
horizonte no muy lejano, la aleta de un tiburón22.
como las colectivas suponen seguir un procedimiento, cuya flexibilidad depende del tipo de decisión de
que se trate.
21
Algunos autores contemporáneos elevan estos términos (deliberación, ponderación) a las alturas de
una especie de lenguaje novedoso y al mismo tiempo sagrado. Conviene por ello llamar la atención de
que tanto deliberar como ponderar son actos intelectuales que la humanidad y los individuos han hecho
siempre. La teorización de estos términos tampoco es nueva, los griegos ya lo hicieron con gran
brillantez.
22
No hace falta llegar a tal dramatismo para comprender que las decisiones irreflexivas están a la orden
del día en la vida de las personas. Además de las decisiones irreflexivas, que son aquellas que se
adoptan sin detenerse a sopesar los pros y los contras, existen las decisiones reflexivas erróneas, pero
en estas estamos ante otra problemática: no se adopta la decisión por falta de tiempo o por una
característica del agente decisor, sino sobre la base de conocimientos incompletos, falsas
informaciones, asesoramientos equivocados, etc.
23
Llamo la atención del lector sobre la importancia del concepto de ámbito jurídico en la TCD. Se trata
de un concepto novedoso en la Teoría del Derecho. Amplía enormemente el campo de referencia
jurídico y permite explicar realidades que tradicionalmente la Teoría del Derecho ha dejado fuera de su
consideración. Véase G. Robles, Teoría del Derecho, vol. 1º cit., pp. 485-494; también, “El concepto de
ámbito jurídico en la teoría comunicacional del Derecho”, en: Nos ad iustitiam ese natos. Coord.: José
Luís Guzmán Dalbora. Universidad de Valparaíso – Edelval, volumen II, Valparaíso (Chile) 2011, pp. 1241-
1254; también: “Ordenamiento, Sistema, Ámbito jurídico: la función comunicacional de la Dogmática
jurídica”, en: Gregorio Robles & Paulo de Barros Carvalho (coords.), La Teoria Comunicacional do Direito.
Diálogo entre Brasil e Espanha. Volumen 2. Sao Paulo 2017.
7
aceptados como textos sistémicos. Son las decisiones jurídicas que
generan propuestas de textos normativos sistémicos.
C) Decisiones jurídicas que generan textos normativos, esto es, de
textos que pertenecen al sistema jurídico propiamente dicho (o
sistema jurídico en sentido estricto: SIS). Son las decisiones jurídicas
sistémicas.24
D) Decisiones jurídicas productoras de textos que no pertenecen ni al
ordenamiento ni al sistema, en cualquiera de las dos modalidades de
éste (esto es, no forman parte ni del sistema didáctico-expositivo ni
del sistema jurídico propiamente dicho). Son las decisiones jurídicas
que son a la vez tanto extra-ordinamentales como extra-sistémicas,
pero pertenecen al ámbito jurídico.
E) Decisiones jurídicas que no se manifiestan en lenguaje explícito, sino
por medio de actos que no son expresamente lingüísticos. Las
podemos denominar decisiones jurídicas tácitas o implícitas.
24
Obsérvese que manejamos dos conceptos distintos –aunque conectados- de sistema: el sistema
didáctico-expositivo y el sistema jurídico en sentido estricto (SIS). El primero es el presentado por los
autores en sus escritos de Dogmática jurídica. El segundo está formado por las normas y principios que
las autoridades competentes, en especial los jueces, incorporan a sus decisiones; normalmente
aceptando algunas de las doctrinas propuestas por los autores. Sobre estos aspectos me he explicado
ampliamente en el volumen 2º de mi Teoría del Derecho. Fundamentos de Teoría comunicacional del
Derecho. Ed. Civitas, 1ª ed. 2015, capítulo 12, pp. 545-619.
8
administrativa, la decisión judicial (esta enumeración no es exhaustiva,
sino ejemplificativa). En la TCD las llamadas tradicionalmente “fuentes del
Derecho” son las decisiones que crean los textos jurídicos ordinamentales,
es decir, los textos jurídicos que forman parte de la totalidad textual
llamada “ordenamiento jurídico”.
25
La disciplina “Derecho Comparado” tiene, entre sus principales objetivos al estudiar las diversas
“familias jurídicas”, subrayar las similitudes y diferencias entre los diversos sistemas de fuentes que
caracterizan a dichas “familias”. Así puede apreciarse por ejemplo en la obra de René David, Los grandes
sistemas jurídicos contemporáneos. Ed. Aguilar. Madrid, 1973.
26
“Fuentes del Derecho” y “lagunas de la ley” son las dos expresiones metafóricas más extendidas. Es
atractivo su uso y no hay razón para dejar de usarlas siempre que se sea consciente de la carga
naturalista que conllevan. Precisamente lo que encubren es el carácter decisional del Derecho. Si este
surge de unas fuentes, nadie lo decide. Si hay una laguna, tampoco nadie decide que haya tal cosa,
simplemente existe.
9
normas jurídicas no aparecen en ORD sino en SIS, si bien ORD proporciona
el material (“texto jurídico en bruto”) para que en SIS se elabore el
sistema (“texto jurídico elaborado”)27.
Junto a las decisiones ordinamentales explícitas hay que contar con las
decisiones ordinamentales implícitas: tal es el caso de las costumbres y de
los principios jurídicos; pero sólo en el caso de que tengan validez jurídica,
lo cual supone que en algún momento las autoridades del Derecho los
formulen verbalmente como textos28 (texto consuetudinario; texto
principial29) incorporándolos al texto del ordenamiento jurídico.
27
Cfr. Gregorio Robles, El Derecho como Texto, ya cit., passim.
28
La costumbre surge como repetición de actos en el seno de una comunidad, pero sólo se transforma
en “costumbre jurídica” si la autoridad competente (legislador, juez) la considera “fuente del Derecho”.
Algo parecido puede suceder con un principio de naturaleza moral, o de otro género: educativa,
económica, etc. Sólo se transforma en “principio jurídico” si las autoridades dotadas de potestad para
ello lo incorporan al ordenamiento jurídico, considerándolo como “fuente del Derecho”.
29
Los principios jurídicos son formulables lingüísticamente en textos escritos como normas generales.
Pueden ser de diversos tipos. Cfr. Federico de Castro y Bravo, Derecho Civil de España. Parte General
I.Instituto de Estudios Políticos. Madrid, 1955; pp.448 y ss. En polémica con Robert Alexy, Gregorio
Robles, “El concepto no-positivista de los derechos fundamentales. Teoría de los principios, derechos
fundamentales y moral”, en: María Elósegui Itxaso (Coord.), Los principios y la interpretación de los
derechos fundamentales. Fundación Giménez Abad & Marcial Pons. Zaragoza, 2016; pp.47 y ss. Sobre el
procedimiento de incorporación de los principios jurídicos al Derecho de la UE puede consultarse:
Gregorio Robles, “La influencia de loa principios generales del Derecho en el ordenamiento jurídico de la
Unión Europea y la importancia de la jurisprudencia del Tribunal de Justicia”, en: Jerónimo Maillo
González-Orús & Belén Becerril Atienza (Coords.), Tratado de Derecho y Políticas de la Unión Europea.
Tomo IV. Las fuentes y principios del Derecho de la Unión Europea. Ed. Aranzadi. Navarra, 2011; pp. 345
y ss.
10
agrupa en sus estantes los textos ordinamentales, tenemos otra biblioteca
que acumula los textos que explican, sistematizan y completan los textos
ordinamentales.
30
Al igual que la Física o Ciencia física es lo que hacen los físicos y la Ciencia matemática, lo que hacen
los matemáticos, la Ciencia del Derecho es lo que hacen los juristas. Es habitual discutir e incluso negar
el carácter científico de esta última. Pero no es posible dudar de que la Ciencia de los juristas es lo que
hacen los juristas y, además, la única manera de conocer el Derecho positivo. Otra cosa es el debate
sobre si se trata o no de una “verdadera” Ciencia. Dependerá obviamente del modelo de Ciencia que se
maneje.
31
Véase G. Robles, Teoría del Derecho, op.cit., cap. 1 (“La Dogmática jurídica”).
11
el resultado de una obra colectiva: la realizada por los juristas dogmáticos
(o científicos del Derecho). Ahora bien, como fácilmente puede
comprenderse, no existe unanimidad de criterios ni de interpretaciones
entre los diversos autores, sino que, por el contrario, lo usual es encontrar
posturas muy variadas, y en ocasiones contrapuestas, en la manera de
concebir un mismo problema, como puede ser la interpretación de un
precepto legal o la aplicación de un concepto jurídico.
12
El jurista se enfrenta ante el problema de cómo interpretar un
determinado texto legal. Partiendo de los conocimientos que ha adquirido
desde que fue alumno de la Facultad de Derecho, razona de un modo o de
otro y llega a una conclusión. Los presupuestos de los que parte, sus
razonamientos y su conclusión los pone por escrito en su tratado, en su
manual, en su monografía. ¿Qué busca con ello? Obviamente, lo que
intenta es que las autoridades competentes incorporen su propuesta al
Derecho vigente. Puede tener éxito en la empresa, o puede que no.
También es posible que no tenga éxito en el presente, pero sí en el futuro.
O puede suceder que no lo tenga nunca, al no aceptarse jamás sus tesis
por parte de una autoridad jurídica. Él se limita a exponer su postura y se
esfuerza en razonarla siguiendo determinados criterios, los criterios
admitidos como propios del razonamiento jurídico. Detrás de su
propuesta hay siempre una decisión, una decisión doctrinal; por eso, de
entre las varias posibilidades que el texto legal le ofrece, se queda con
una, la que le parece más adecuada, justa, conveniente o funcional.
13
Las autoridades jurídicas –sobre todo, los tribunales de justicia- se
encuentran, para resolver los casos, con los textos ordinamentales, así
como con los textos del sistema didáctico-expositivo. O sea, con las dos
bibliotecas mencionadas. Nadie duda de que dichas autoridades han de
aplicar la ley. Pero tampoco se pone en cuestión el hecho de que las leyes
plantean a su vez muchas cuestiones interpretativas. Para resolver las
dudas las autoridades se sirven, por medio de los letrados a su servicio o
directamente por ellas mismas, de la doctrina de los autores. Como ésta
suele ser variada, lo usual es que se confíen a las opiniones expresadas
mayoritariamente.
En la práctica diaria de los jueces es usual que estos, para resolver el caso,
no tengan tiempo para consultar la doctrina (y probablemente, ni siquiera
ganas), y acudan directamente, por un lado, a las alegaciones de los
abogados de las partes del proceso y, por otro, a la base de datos
informática de que dispongan en busca de un precedente parecido y, una
vez encontrado, apliquen análoga solución con los matices que la
prudencia les aconseje. Este modo de proceder no supone en modo
alguno la irrelevancia de la doctrina, sino tan sólo el acortamiento del
procedimiento. Un estudio detenido de las decisiones judiciales sobre
casos similares al planteado nos llevaría con casi total seguridad a un
punto de partida, y en ese punto de partida jurisprudencial se
15
encontrarían las claves de las decisiones posteriores. Con un poco de
perspicacia podríamos encontrar asimismo las bases doctrinales sobre las
que se apoyó la decisión original, así como las sucesivas decisiones.32 El
hecho de que los “procedimientos acortados” en la elaboración de
sentencias sean usuales e incluso necesarios, no significa que la Teoría del
Derecho tenga que centrarse en ellos exclusivamente. Más bien parece
que su verdadero cometido es ir más allá de la apariencia, tratando de
desentrañar el conjunto de aspectos que intervienen, directa o
indirectamente, en los procesos comunicacionales de decisión. La práctica,
como sucede en todos los terrenos de la vida, acorta y tira por el camino
más cómodo. Pero el enfoque teórico de los problemas no puede
quedarse en ello, sino que ha de proporcionar las claves de dichos
procesos de decisión. Además, la Teoría del Derecho no puede quedarse
en cómo opera un determinado juez o tribunal, y ni siquiera en lo que
32
Este párrafo lo he añadido por inspiración del comentario del profesor Pablo Lucas, Magistrado del
Tribunal Supremo en su Sala Tercera de lo contencioso-administrativo, quien destacó que en la práctica
diaria de los jueces estos, para resolver los casos, acuden regularmente a estos tres elementos: 1. Los
principios jurídicos. 2. Los precedentes judiciales. 3. La prudencia. Parece que así se excluye la relevancia
de la doctrina científica. Sin embargo, los principios han sido normalmente objeto de elaboración
doctrinal (hay que desconfiar de los principios “moralmente intuidos”). Los precedentes judiciales
tampoco escapan a ese origen, como subrayo en el texto. Por último, la prudencia es una virtud que se
espera de los jueces, pero que no siempre se ejerce. En una línea similar se expresó el profesor Nieto,
invocando para ello al juez estadounidense Benjamin Cardozo (1870-1938). La obra teórica de Cardozo
se centra en un análisis introspectivo sobre cómo decide él mismo el contenido y fallo de las sentencias;
constituye una reflexión sobre el hacer judicial –y más en concreto, sobre “su” hacer judicial- en un
contexto determinado: el del ámbito jurídico de los EEUU a comienzos del siglo XX; no extensible por
tanto a otros ámbitos jurídicos del pasado o del presente. Además de estas consideraciones hay que
tener en cuenta otra no menor, que es la siguiente: la perspectiva teórica global como tarea de la Teoría
del Derecho intenta ir más allá de las experiencias particulares, por más que estas puedan ser
enriquecedoras para el análisis de conjunto. Posteriormente (24 de febrero), el prof. Lucas me ha
enviado un mensaje por correo electrónico en el que dice lo siguiente: “Las únicas observaciones que
puedo hacerte a propósito de los pasos que damos a la hora de establecer la solución de un litigio son la
siguientes. Recurrimos a los principios en los casos en que el ordenamiento no nos ofrece una regla clara
para resolverlo. Cuando hay disposición aplicable y no entra en contradicción con otra ni suscita dudas,
entonces nos limitamos a extraer de ella las consecuencias. Los principios entran en juego cuando no
hay claridad respecto de o en la regulación aplicable. Nos atenemos a la jurisprudencia siempre que
existe sobre el problema planteado para hacer efectiva la igualdad en la aplicación de la Ley y la
seguridad jurídica. Podemos cambiarla justificando las razones que nos llevan a hacerlo pero esto
sucede de manera muy gradual y con el transcurso del tiempo. Más fácil es buscar en el caso diferencias
que permitan eludir la aplicación de la jurisprudencia consolidada cuando observarla conduzca a
situaciones injustas. En este sentido, se debe subrayar que, antes de operar jurídicamente, es
fundamental conocer muy bien los hechos y los términos en que argumentan las partes. A menudo, esos
hechos llevan casi por sí mismos a la respuesta que hay que dar. En fin, las posiciones de las partes
limitan en muchas ocasiones las opciones del juzgador: por lo que piden o no piden y por cómo
argumentan sus pretensiones.” Téngase en cuenta que está hablando un magistrado de lo contencioso-
administrativo. Si fuera de la Sala Segunda (Penal) probablemente pondría el acento en otros aspectos,
p.ej., más en la tipificación que en los principios.
16
pueda ser habitual en un ámbito jurídico concreto. Su perspectiva ha de
ser la más amplia posible.
33
Tal es el caso de Hans Kelsen, Teoría pura del Derecho (Introducción a los problemas de la Ciencia
jurídica) [Primera edición de 1934]. Traducción a cargo de Gregorio Robles y Félix F. Sánchez.
Presentación de Gregorio Robles. Editorial Trotta. Madrid, 2011. También de Norberto Bobbio, Teoría
General del Derecho. Traducción de Eduardo Rozo Acuña. Editorial Themis, Bogotá – Colombia, 1987.
17
en sentido estricto (SIS), a los actos, situaciones, relaciones jurídicas y
cualquier otro elemento con significado para el Derecho.
10. Conclusiones.
34
Por esta razón, Diego Medina Morales la califica de “teoría tridimensionista”, a diferencia de las
denominadas “teorías tridimensionales”. Estas se basan en la confluencia entre hecho, valor y norma, en
un alarde mixtificador de perspectivas. La TCD, por el contrario, aplica el mismo método (hermenéutico-
analítico) al lenguaje de los juristas en sus tres dimensiones: sintáctica, semántica y pragmática. Véase
Diego Medina Morales (Coord.), La Teoría Comunicacional del Derecho a examen. Introducción de
Gregorio Robles Morchón. Editorial Civitas (Thomson Reuters), Navarra, 2017. Este volumen integra los
siguientes trabajos: Diego Medina Morales, “Comunicación y Derecho. Trascendencia de una Teoría”;
José J. Albert Márquez, “Las reglas del Derecho y las reglas de los Juegos. Del análisis del lenguaje de los
juristas a la Teoría Comunicacional del Derecho en la obra de Gregorio Robles”; Adolfo Sánchez Hidalgo,
“Los derechos fundamentales en la Teoría Comunicacional del Derecho”; y Angelo Anzalone, “El
pretendido concepto universal de derecho subjetivo en la Teoría Comunicacional del Derecho”.
35
A diferencia de la tesis presentada por Carl Schmitt en su opúsculo Über die drei Arten des
rechtswissenschaftlichen Denkens (1934) (“Sobre las tres especies de pensamiento científico-jurídico”).
Hay versión española: Carl Schmitt, Sobre los tres modos de pensar la ciencia jurídica. Estudio preliminar,
traducción y notas de Montserrat Herrero. Editorial Tecnos, Madrid 1996. Schmitt sostiene que existen
tres especies posibles de pensamiento jurídico: el normativista, el decisionista y el institucionista (o del
orden concreto). Estas tres especies se repelen recíprocamente, son excluyentes unas de otras. La TCD,
por el contrario, las combina y armoniza, sin mezclarlas en los tres niveles de investigación del lenguaje
de los juristas: sintaxis (Teoría formal del Derecho, semántica (Teoría de la Dogmática jurídica) y
pragmática (Teoría de las decisiones jurídicas).
20
El término “decisión” suele tener un matiz peyorativo pues, al ir vinculado
a la “voluntad” (se decide lo que uno quiere decidir), conlleva una cierta
sospecha de irracionalidad. Esto es lo que podemos denominar “prejuicio
anti-decisional” o “anti-decisionista”.
Hemos visto en este trabajo cómo las decisiones aparecen en todos los
momentos de los procesos que se generan dentro del ámbito jurídico
(AMB). Esto hay que tenerlo siempre presente, pues ayuda a comprender
que el Derecho no puede equiparase al ordenamiento, ni al sistema, ni
siquiera a la conjunción de ambos. El ámbito jurídico abarca todos los
actos y procesos comunicacionales que se generan en relación con la
dualidad ORD / SIS.
21
pretende hacerse cargo la Teoría comunicacional del Derecho. Sin
embargo, esta se manifiesta siempre con una limitación: la TCD se
propone representar tan sólo el punto de vista de los juristas, el punto de
vista interno36. Otros enfoques –el sociológico37, el psicológico, el
económico38, el antropológico39, el político40, el ético41- son perfectamente
legítimos, pero representan puntos de vista externos.
36
El punto de vista interno puede dirigirse tan sólo a un ámbito jurídico considerado en abstracto, esto
es, en una perspectiva meramente teórica; o bien puede ser puesto en contacto con el Derecho
Comparado. Tal sugiere el profesor Helio Carpintero al invocar las modalidades decisionales que
predominan en el modelo continental del Derecho europeo en contraste con el modelo del common
law. La objeción es certera, en cuanto que no hay una teoría de las fuentes (decisiones) jurídicas que sea
uniforme para todos los ámbitos jurídicos que existen o han existido. A este aspecto hay que aplicar el
principio de relatividad que sostiene la TCD: cada ordenamiento jurídico es producto de sus propias
“fuentes”, que pueden ser equivalentes a las de otros ordenamientos, pero que también admite otros
modelos.
37
El profesor Julio Iglesias de Ussel echa de menos en el análisis de este trabajo el engarce con los
hechos. Se trata sin duda de una limitación autoimpuesta. Los hechos –supongo que se refiere a los
hechos psíquicos y, sobre todo, sociales- quedan para la investigación de sendas disciplinas poseedoras
de su propia tradición: la Psicología jurídica y la Sociología del Derecho. La TCD no es ni Psicología, ni
Sociología; y reconoce la plena legitimidad de los campos y los métodos de ambas. La primera adopta el
punto de vista externo del psicólogo, y la segunda el punto de vista también externo del sociólogo. La
TCD intenta tan sólo ponerse en la perspectiva típica del jurista, como tal jurista.
38
Mis continuas “desavenencias teóricas” con el profesor Pedro Schwartz, con el que por otra parte me
une una buena amistad, tienen su raíz en que me echa en cara que no hago Análisis económico del
Derecho. Le doy toda la razón en que no hago tal Análisis, que por otra parte aprecio mucho. Me limito
a hacer Teoría del Derecho, tal como la entiendo: como TCD. Para hacer Análisis económico del Derecho
supongo que hay que ser economista, cosa que yo –para bien y para mal- no soy. Me echa en cara el ser
“formalista”, lo que para un jurista constituye más bien una alabanza. Dice que reduzco todo el Derecho
a lenguaje. No es así, simplemente tomo el lenguaje de los juristas como punto de partida para el
análisis dentro de una concepción comunicacional. Es la perspectiva adoptada. Me critica que no tengo
en cuenta las consecuencias. Cómo no: las consecuencias forman parte de lo que deben considerar los
legisladores, los administradores, los jueces, y todo aquel que toma una decisión. Normalmente su sede
natural será la deliberación que debe preceder a la decisión: en ella se sopesan las posibles o previsibles
consecuencias de las decisiones que se pretenden adoptar. La ponderación de las consecuencias es un
aspecto importante de la reflexión que debe preceder a la decisión. En ello tiene mucho que decir el
Análisis económico del Derecho, porque permite analizar la decisión en términos de probables costos y
beneficios sociales (o socio-económicos). Un legislador prudente, a la hora de aprobar una ley,
considerará sus posibles consecuencias en la realidad social, su impacto sobre la economía, la familia, o
cualquier otro aspecto. Solicitará probablemente informes técnicos que le proporcionen algo de claridad
sobre la situación social de referencia y sobre el posible efecto de una ley que adopte estas o aquellas
medidas. La experiencia demuestra, sin embargo, que muchas leyes son auténticos “disparos en la
oscuridad”, dirigidos más por intuiciones o “corazonadas” que por conocimientos fundamentados en
una seria investigación de la realidad social.
39
El profesor Carmelo Lisón Tolosana me sugiere una reflexión antropológica sobre la necesidad de
tener en cuenta el trasfondo de ideologías, creencias y culturas que subyacen a todos los procesos
decisionales en el Derecho. Sin ninguna duda esto es así; pero su investigación pertenece al campo de la
Antropología jurídica.
40
Aquí viene a propósito la relación entre las decisiones políticas y las decisiones jurídicas, cuestión que
me suscita un comentario del profesor Dalmacio Negro. Merece la cuestión un estudio detenido. Ahora
puedo decir que el ámbito de la política no coincide necesariamente con el del Derecho; si bien en un
Estado de Derecho todas las decisiones políticas se adoptan por los cauces que el Derecho establece.
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La separación de planos epistemológicos y metodológicos constituye un
rasgo esencial de la TCD. No sólo se distingue la TCD de las posiciones
externas, sino que también reclama la necesidad de distinguir los tres
planos o niveles que la conforman (el sintáctico, el semántico y el
pragmático).
Bien es verdad que se dan decisiones que pueden ser consideradas políticas que se extralimitan del
marco jurídico o, para ser más exactos, no se ajustan a lo exigido por las normas del Derecho. Pero
cuando esto sucede las normas del Derecho suelen tener prevista la respuesta.
41
El profesor Ramón Tamames observa una deficiencia: la ausencia de un tratamiento de los contenidos
morales de las decisiones jurídicas. Estoy de acuerdo: en este trabajo tan sólo se estudian los diversos
tipos de decisiones jurídicas. Otros aspectos quedan fuera de consideración. Se sitúa el estudio en lo
que se puede denominar Teoría formal de las decisiones jurídicas. Ello no es óbice para que la TCD
introduzca, en una exposición más completa, lo que puede llamarse una Teoría material de las
decisiones jurídicas, o sea, una Teoría de la Justicia. Ahora bien, el estatuto epistemológico que haya
que otorgarse a dicha Teoría material será probablemente diferente al propio de la Teoría formal de las
decisiones jurídicas.
42
Sobre esta diferenciación de planos, dentro de la TCD, me he explicado algo detenidamente en
Gregorio Robles, Teoría del Derecho. Fundamentos de Teoría Comunicacional del Derecho. Volumen I, 6ª
ed. (2015), cit., pp. 637 y ss.: “Los derechos subjetivos y las tres perspectivas de la Teoría
Comunicacional del Derecho”. Y también en el terreno sociológico en Gregorio Robles, Sociología del
Derecho. 2ª ed. Civitas. Madrid 1997, pp. 115 y ss. La Sociología jurídica también puede organizarse en
tres niveles, paralelos a los propios de la TCD: Sociología formal del Derecho, Sociología de las
Instituciones Jurídicas, y Sociología de las Decisiones jurídicas.
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