Coparticipacion Federal Ley 23548
Coparticipacion Federal Ley 23548
Coparticipacion Federal Ley 23548
I- PROLOGO
II a- Principales Etapas
Los esquemas de reparto de los impuestos que recauda la Nación son la respuesta
obligada. A la discrepancia entre el monto de los egresos recaudados por cada jurisdicción y el
financiamiento necesario para atender las funciones que le compete a cada una de aquellas.
Así, Manuel López Varela, señalaba que el sistema de la Constitución de 1853, era de
concurrencia, y tenía dos excepciones: 1) Los derechos de Aduana que se asignaron a la Nación
y 2) la Contribución Territorial que es facultad de las Provincias.
La relación entre el gobierno Nacional y las Provincias; lejos de ser armónica sufrió
etapas verdaderamente tortuosas ya antes de la Organización Nacional en 1853. La necesidad
de financiamiento del gasto publico tanto a nivel nacional como local, requerido para concretar
la independencia, la consolidación como país, junto con la necesidad y deseo de crecimiento,
llevó a permanentes conflictos de intereses en su concreción.
Etapa Preconstitucional
Si bien a efectos de la temática bajo análisis, la “Coparticipación” como tal la
analizaremos a partir de 1853 (desde la Organización Nacional con el dictado de la
Constitución); vale la pena recordar la situación en que, tanto la Nación como las provincias
llegaron a la misma.
Con el Pacto de San Nicolás de 1852; se inició un proceso de reformas fiscales que
llevaría a la eliminación gradual de las aduanas interiores y, con la Constitución de 1853, a la
cesión de la facultad de recaudar impuestos indirectos y directos a las provincias, y los de la
Aduana al Estado Nacional.
Este proceso se complementó con el otorgamiento periódico, por parte del Estado
Nacional, de subsidios a las provincias mas pobres (las que exhibían menor capacidad fiscal).
Algunos autores ( p.e. Venegas Lynch) destacan tres aspectos importantes en los que se
avanzó con la sanción de la Constitución Nacional:
Esta ley no generó un volumen de recursos significativos y, a pesar de ello, agravó las
tensas relaciones entre Buenos Aires y la Confederación.
En rigor, la participación de este tributo en los ingresos totales no cayó luego de esta
reforma que limitaba tanto su base contributiva. Ello es un fiel reflejo del nivel de evasión
alcanzado ya que hasta ese momento tan solo se pagaba por lo que no podía evitarse u
ocultarse como era la tierra; bienes que siguieron tributando igual cantidad luego de la reforma.
La ley reformista no hacía mas que aceptar lo que la práctica había establecido en el
período previo: los contribuyentes solo declaraban, en el mejor de los casos, sus propiedades
inmuebles; muchas de los cuales fueron adquiridas al Estado a precios irrisorios; ó simplemente
habían sido ocupados a medida que se lograba desplazar a los indios; para lo cual los gastos
militares eran importantes.
Incluso cuando se intentó en esta instancia, elevar la alícuota del impuesto sobre los
bienes raíces, con el argumento de que debía igualarse a la que abonaban los comerciantes en
otros impuestos. La oposición fue muy fuerte y no pudo implementarse ya que primo el
argumento que “los comerciantes no tienen límites en sus ganancias, mientras que la tierra
genera una renta neta más o menos fija y menor a la que ellos obtienen ” (Argumento del
Ministro Bartolomé Mitre).
La presidencia de Bartolomé Mitre (1862-1868); con los gastos militares por la guerra
con el Paraguay; el despilfarro del gasto con erogaciones no presupuestadas y la baja
recaudación por proteger los intereses de los terratenientes al no querer subir las alícuotas de
los bienes raíces y la presidencia de Faustino Valentín Sarmiento (alias Domingo) (1868-1874)
que se caracterizó por megaproyectos de obra pública sin la correspondiente recaudación y con
alto endeudamiento son la principal causa de los desequilibrios fiscales que llevaron a la
devacle. Lo único positivo fue el aumento del gasto social; no como asistencialismo; sino como
servicios brindados a la población; ejemplo en la educación.
El esfuerzo de Nicolás Avellaneda (1874-1880) por encauzar las finanzas con una
política de gastos austera y aumentando la recaudación con la reforma en 1876 de la Ley de
Aduanas. Los derechos de Aduana fueron aumentados del 15% al 20% y algunas mercaderías
fueron gravadas con el 40%. Se hizo frente a los graves compromisos heredados e impulso
medidas proteccionistas el nacimiento y desarrollo de la industria moderna en Argentina,
logrando un superavit fiscal previo al servicio de la deuda pública.
Buena parte de los fondos tomados en el exterior habían sido destinados a las
instituciones bancarias, las que a su vez otorgaron con ellos un enorme volumen de créditos a
políticos y propietarios rurales terratenientes. Las garantías de los prestamos eran cedulas
hipotecarias sobrevaluadas que nunca fueron honradas por sus deudores después de la crisis;
la cual estalló sin que mediara ningún factor externo desencadenante; de resultas de ello el
Estado Argentino “Quebró” en 1890; los terratenientes y políticos nunca pagaron.
Hasta esa fecha, más de las tres cuartas partes del total de los ingresos tributarios
tenían su origen en el sector externo. La crisis económica condujo a la creación de impuestos al
consumo e impuestos internos nacionales que con el paso del tiempo pasaron a tener una
importancia mayor: en 1892 apenas sobrepasaban el 4% del total de los recursos y en el año
1900 constituían casi el 24%. El posterior crecimiento del comercio exterior hizo que
disminuyeran su importancia relativa, participando en 1929, estos impuestos a los consumos e
internos del 16,5 % del total.
En 1891 se introdujeron por ley varias nuevas cargas internas; que permitieran
compensar la perdida, en terminos de recaudación aduanera, por proteger a determinadas
industrias defendiéndolas de la competencia internacional mediante altísimos aranceles de
importación, o bien por prohibición de importación. Para ello se creó:
Con el tiempo a los impuestos internos se fueron agregando nuevos artículos a la lista
de los gravados, tomándose como parámetro a aquellos que se consideraban viciosos ó nocivos
para la salud y los artículos clasificados como suntuarios; así se incorporó: bebidas alcohólicas,
naipes, vinos, tabacos, azúcares, aceites, sombreros, seguros, alhajas, etc.
La facultad de las provincias de crear impuestos internos sobre los mismos artículos de
consumo en los que recaían los impuestos internos nacionales generó problemas de doble
imposición. Por ello se denomina Etapa de Concurrencia Tributaria. Estos problemas limitaron, a
su vez, el rendimiento fiscal de estos tributos generaron distorsiones en la asignación de los
recursos productivos.
A pesar que los impuestos internos fueron cobrando mayor importancia en el conjunto
de los recursos fiscales; los ingresos aduaneros continuaron siendo los mas relevantes; entre
1910-1931 los impuestos de importación representaron el 56,7% de los ingresos públicos y los
de exportación el 6,1%; mientras que internos aportaban el 23,7% y sellos el 7,5%; la
participación aduanera fue aún mayor entre 1891 y 1909.
Las acertadas medidas tributarias y económicas; la creación de la Caja de Conversión;
el boom exportador agropecuario a partir de 1899; permitió en 1905 negociar con éxito el canje
de la deuda emitida y en default desde 1890.
En el plano fiscal hubo varios intentos de mejorar el sistema tributario; con intentos
fallidos de introducir un impuesto a la renta durante las gestiónes de Roque Saenz Peña;
Irigoyen y Alvear.
Dado el alto grado de dependencia del sector externo, la crisis de.1930 produjo un
importante impacto en las finanzas públicas de nuestro país a raíz de la caída de la recaudación
de los impuestos sobre el comercio exterior.
Junto con la sanción del impuesto a los réditos se creó un impuesto a las transacciones,
que fue sustituido en diciembre de 1934 por el impuesto a las ventas (lejano antecesor del
IVA). Mientras que el primero consistía en un impuesto multifásico en cascada; el segundo era
un impuesto monofásico a la venta final de mercaderías
Mediante la ley 12.139 de 1934, se profundizaron los cambios y se abordan los temas
de coparticipación y superposición de impuestos. Esta reforma dio inicio a un profundo cambio
estructural que ha producido, en el largo plazo, una gran concentración de atribuciones
tributarias en el gobierno nacional y ha debilitado sustancialmente el efectivo ejercicio de la
autonomía por parte de los estados provinciales en Argentina. A continuación veremos las
principales leyes de esta reforma tributaria:
Se sanciona por primera vez una Ley de Unificación de Impuestos Internos, N° 12.139 –
28/12/1934-, que inauguró, por ende, la recurrencia a la ley-convenio (Ley Nacional más la
adhesión de las Provincias en general por vía legislativa), como mecanismo de coordinación
financiera. Por esta ley sólo el Gobierno Federal establecería en adelante este tipo de impuestos
participando del producido a las Provincias las que, a su vez, renunciaron a la potestad de crear
tributos análogos y derogar los preexistentes que se superpusieran. Esta Ley entró en vigencia
a partir del 1 de enero de 1935.
En el primero de los proyectos de ley presentados por el Poder Ejecutivo Nacional en 1934
al Honorable Congreso de la Nación -referido a los impuestos específicos al consumo ya que el
segundo proyecto se refería al impuesto a los réditos-, se había establecido:
Art. 19: La adhesión de las provincias a las disposiciones de la presente se hará mediante una
ley que disponga:
a) La adhesión lisa y llana;
b) La derogación de todas las leyes y ordenanzas municipales que contravengan
de cualquier ordenanzas municipales que contravengan de cualquier manera a la
presente;
c) La responsabilidad exclusiva de la provincia por cualquier compromiso
preexistente, que signifique exención o moderación de los impuestos o tasas
cuyas leyes y ordenanzas sean derogadas;
d) Que todas las autoridades de las provincias estarán obligadas a prestar su
amplia colaboración a los funcionarios nacionales destacados en ellas para
recaudar y fiscalizar los impuestos;
e) Que la adhesión tiene carácter de convenio.
Art. 19: La adhesión de las provincias se hará por ley que disponga:
a) Que la provincia acepta el régimen de la unificación tal cual está dispuesto por esta
ley, sin limitaciones ni reservas;
b) Que la provincia se obliga a no establecer ni cobrar, desde su adhesión hasta la
terminación de la vigencia de esta ley, impuesto, tasa, tributo u otro gravamen de los
comprendidos en el régimen de la misma, reconociendo que será nula toda disposición
en contrario;
c) Que las provincias adheridas, se obligan por el término de vigencia de esta ley, a no
gravar en lo sucesivo la producción de materias primas, sus derivados y subproductos,
ni la elaboración, transformación e industrialización de los mismos, destinados al
consumo interno de la Nación;
d) Que todas las autoridades de la provincia estarán obligados a prestar su más amplia
colaboración para facilitar la recaudación y fiscalización de los impuestos internos
nacionales;
e) Que las provincias productoras adheridas no podrán otorgar primas que tiendan a
que los productos gravados con impuestos internos nacionales, se vendan fuera de su
territorio a menor precio que el corriente dentro del mismo;
f) Que se tendrán por derogados los impuestos que a continuación se menciona para
cada provincia, y cualquier otra de sus mismas características, o que persiga igual o
semejante objeto.
La ley 12.139 fue la primera ley que entre sus disposiciones establecía que las
provincias adherían al régimen por ella establecido, las que a su vez participaban del producido
de todos los impuestos internos nacionales al consumo.
Como puede observarse existían tan solo 14 jurisdicciones provinciales; con el tiempo
se incorporan Misiones; Neuquen; Rio Negro; Chaco; Formosa; La Pampa; Chubut; Santa Cruz;
Tierra del Fuego y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Cabe destacar que los montos indicados para la distribución secundaria a las provincias
(37.160.000 $m/n) representan el 17,5% de la coparticipación ya que el 82,5% de la
Coparticipación primaria corresponde a la Nación. A título de Ejemplo, en el caso de la Provincia
de Buenos Aires, el 34,21% de la masa coparticipable representa el 5,98675% del total de
recursos recaudados por la Nación.
En virtud de lo dispuesto por el artículo 3º de la citada ley, a cada provincia a partir del
año 1936, se le deduciría anualmente un 10% de lo que le correspondía hasta el año 1944.
Asimismo, se contemplaba que esa deducción acumulativa del 10% que sufría cada provincia,
se repartiría a partir del 1 de enero del citado año , teniendo en cuenta la población, que a cada
una de ellas asignaba el último censo nacional de esa época.
El artículo 6º de la aludida ley establecía que las provincias productoras de vino, alcohol
y azúcar que se adherían a su régimen, percibirían durante el año 1935 el promedio de lo que
en los años 1929 a 1933 inclusive, hubieran recaudado por concepto de impuestos ó tasas
sobre esos productos y sus derivados ó en concepto de comercialización ó fiscalización a los
productores ó fabricantes de los mismos.
En esa misma época, fue sancionada la Ley 12.143; Supra mencionada, también con
entrada en vigencia el 1 de enero de 1935, por la que se creó un gravamen que se aplicaría
sobre las ventas de mercaderías, frutos y productos realizadas en todo el territorio de la Nación
Argentina, en forma que incidiera sobre una sola de las etapas de que es objeto la negociación
de cada mercadería. El artículo 14 de la ley preveía que el producido de este impuesto se
distribuiría anualmente entre la Nación, entonces Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, y
las provincias.
La última Ley que fue mencionada Supra; es la Nº 12.147 que prorrogó la vigencia del
impuesto a los réditos establecidos por la Ley 11.682, y estableció su participación en todo el
territorio de la República.
Así se cerró otra etapa en que, como se viera, en forma casi contemporánea, entre
1934 y 1935, con la sanción de la ley citada 12.139, se sancionaron las leyes 12.143, que
establecía el Impuesto a las Ventas y la ley 12.147, que prorrogó la vigencia del Impuesto a los
Réditos, que venía desde 1931. En ambas normas, el Gobierno Federal, unilateralmente,
dispuso la distribución del producido por esos impuestos, participando a las Provincias y luego a
la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, lo que ya se había anticipado en la ley 12.139.
La presión fiscal fue aumentada pero, por primera vez en mas de tres lustros, se
impulsaron durante la gestión de Juan Domingo Perón, políticas de redistribución de ingreso
instrumentado en el aumento de la participación del sector público en las actividades
productivas (ferrocarriles, empresas telefónicas, eléctricas, siderurgia, etc); fuerte expansión del
empleo y en el fomento del desarrollo industrial a través de tres instrumentos básicos
simultáneos: la protección arancelaria, un régimen de tipo de cambio y una política de crédito
favorable.
Producida la denuncia de la ley por una provincia, se necesitó de una nueva legislación
que comenzó a regir a partir del 1 de enero de 1955 y por un plazo de diez años. Al concluir el
señalado lapso, se prolongaría su vigencia por un termino de 10 años, siempre que ninguna de
las partes hubiere denunciado el pacto. Tal denuncia debía realizarse con una anticipación de
un año. (de acuerdo a lo ordenado por el art. 1º de la ley 12.956).
Si bien los gastos del estado aumentaron significativamente durante las décadas del 40
y 50, en relación a los vigentes hacia fines de la década del 30, si comparamos con otros países
que se encontraban entonces en similar estadio de desarrollo, y con los EEUU, podemos
concluir que este comportamiento no fue diferencial y correspondió al consenso económico-
social imperante en el mundo desarrollado durante ese período. Sin embargo debe destacarse
que Argentina, a diferencia de EEUU, Australia y Canadá, no tuvo que sostener un esfuerzo
bélico durante el período 1939-1945.
El mayor volumen de gastos requirió, como contrapartida, una mayor presión sobre los
ingresos. La creación de las Cajas de Jubilaciones, junto con la introducción del impuesto a las
ganancias eventuales y la ampliación del alcance del impuesto a los réditos, generaron los
nuevos recursos necesarios. En esta expansión de los ingresos tuvo gran gravitación los
impuestos a los salarios; los ingresos provenientes al sistema de seguridad social se duplicaron;
en 1944 eran el 16% de los ingresos y en 1945-1949 mas del 32%.
En 1963 antes de que asuma Illia la deuda era de 2.113 millones y el servicio anual
había alcanzado los 381,8 millones. Durante el período 1964-1973 el PBI se incrementó a una
tasa anual promedio del 4,5% sin que se verificasen recesiones (gestiones de Illia, Onganía,
Levingston y Lanusse); con una tasa de inversión promedio del 20% del PBI. Como resultado
de ello las exportaciones industriales crecieron desde el 3% del PBI en 1961 hasta el 24% del
PBI en 1975.
El Estado jugó un rol muy importante tanto en la generación de ahorros como
en su asignación. La inversión era financiada en parte a través de mecanismos de ahorro
forzoso y por la transferencia de la riqueza entre sectores mediante el impuesto inflacionario,
que castigaba a los asalariados y a los de menos recursos; comenzando a desvirtuarse parte de
las conquistas logradas durante las décadas del 40 y del 50; la participación de las clases bajas
y medias, comienza a tener menos gravitación en la participación de la riqueza generada.
Todo contribuyó a poner en aprietos a las finanzas del Estado, donde mientras este se
empobrecía una pequeña elite prebendaria se enriquecía en desmedro de toda la población; al
igual que en la época de 1890; solo que ahora no eran los terratenientes; sino una masa de
advenedizos “empresarios” especuladores; donde la sustitución del modelo agro-exportador y la
consiguiente necesidad de impulsar el proceso de sustitución de importaciones; llevó a financiar
empredimientos inviables en manos de hábiles operares financieros; situación que incluyó a
obras mixtas y públicas ej, la fabrica de Soda Solvay en Pto. Madryn que aún hoy no funciona,
luego de 40 años de proyecto-construcción y cientos de millones de inversión.
El interior no fue ajeno a toda esta debacle; por el contrario pegó muy fuerte en
determinadas regiones, donde la única forma de paliativo fue incrementar el empleo público el
cual a su vez origino mayor gasto público y endeudamiento y dependencia de las provincias de
los subsidios y ayudas del gobierno nacional, al resultar insuficientes los fondos coparticipables.
Esta norma simplificó los sistemas vigentes proponiendo la integración de una única
masa coparticipable con los impuestos hasta entonces contemplados en tres regímenes de
coparticipación diferentes: a) el de la ley 14.060, del Impuesto Sustitutivo del Gravamen a la
Transmisión Gratuita de Bienes, b) el de la ley 14.390, de Impuestos Internos y c) el de la ley
14.788 de los Impuestos a los Réditos, a las Ventas, a los Beneficios Extraordinarios, y a las
Ganancias Eventuales. Esto quedó plasmado en el artículo 24 de la ley 20.221, el cual decía
que: “se derogan las disposiciones de la ley Nº 14.390 y sus modificaciones, como también las
prescripciones de la ley Nº 14.788 y sus modificaciones”.
Esta ley constituye todo un hito es estos regímenes, que tenía en miras concretar la
aspiración de las provincias de obtener una mas adecuada distribución. Esto último debido a
que, una característica típica de los sistemas de unificación anteriores al sistema de
coparticipación dispuesto por la ley 20.221, eran los desiguales niveles previstos para la
coparticipación primaria, donde las provincias debían distribuir secundariamente magros fondos,
en comparación con los que recibía la Nación por la coparticipación primaria; con grave
deterioro financiero de las provincias que debían acudir por auxilios del Tesoro Nacional.
Esta drástica reducción del 82,5% (por ley 12.139); luego el 68,8% (por Ley 12.956), al
46,5% (por ley 20.221) de la coparticipación primaria a la Nación, sumado al hecho que
cualquier impuesto que la Nación creara a fututo para financiarse debía ser coparticipable llevó
luego, a la creación de gravámenes específicos; muchos de ellos de carácter parafiscal y a tasas
para sostener organismos descentralizados necesarios en el quehacer estatal; Ej. El gravamen
establecido en la Ley 22.285 de Radiodifusión para el sostenimiento del COMFER.
En 1975, se crea el Impuesto al Valor Agregado por ley 20.631 que reemplazó al
Impuesto a las ventas (indirecto) de la ley 12.143 que había sucedido en 1935 al Impuesto
Interno a las Transacciones.
Sin embargo, esta ley consolidó el avance del Gobierno Federal sobre las contribuciones
directas, con lo cual pareció agudizarse la mutación desde el sistema de separación y
concurrencia de fuentes hacia el de coparticipación con tendencia al de asignaciones
incondicionadas y condicionadas (éstas últimas bajo la forma de impuestos con afectación
específica, o transferencias de la misma naturaleza).
Debido a su precaria constitucionalidad, el régimen de la Ley 20.221 debió ser renovado
periódicamente mediante Ley Nacional con adhesión de las Provincias hasta el 31 de Diciembre
de 1984.
Hacia 1973, con la tercer presidencia de Perón (1973-1974), se llevaron adelante medidas
tendientes a sostener la sustitución de importaciones (ISI) mediante un nuevo programa de
reformas estructurales de carácter nacionalista, de intervención estatal y orientado a la
redistribución del ingreso, que requirió de consenso entre las clases obreras, los pequeños y
medianos empresarios las dirigencias políticas para darle el mayor sustento social y político
posibles.
Tal situación llevó al quiebre dentro del mismo partido gobernante; entre los que querían
ver un cambio gradual con las nuevas medidas y aquellos que querían cambios radicales,
cambiando todas las estructuras económico-financieras y de poder.
La reforma del sistema tributario fortaleció, a su vez, la imposición directa y también
introdujo modificaciones en la indirecta. Se centró en las siguientes medidas principales:
Esta reforma fue a consecuencia de un fuerte incremento del gasto público entre 1973 y
1975. El Tesoro Nacional debió acudir en auxilio de las masas provinciales por medio de
transferencias adicionales a las correspondientes al régimen de Coparticipación Federal.
Teniendo en cuenta que este impuesto formaba parte de la masa coparticipable, para poder
hacer efectiva la sustitución del financiamiento del sistema previsional, el gobierno nacional
reformó el régimen de coparticipación.
A partir del golpe militar de marzo de 1976, las autoridades de facto apuntaron a
cambiar de un modo permanente el modelo de desarrollo por otro en el cual, “el mercado”
fuese el principal asignador de recursos y el estado no corrigiese la distribución de ingresos
“decidida” por “el mercado”; en una reedición de las variantes ortodoxamente liberales:
internacionalización de la economía argentina con sesgo agro-exportador, apertura irrestricta al
comercio exterior, drástica concentración de la riqueza y reducción del crédito a pequeñas y
medianas empresas y endeudamiento externo. “El Mercado”, no decidió todo ya que, desde el
Estado se ayudó a “corregir” el esquema distributivo peexistente a favor de los tenedores de
capital y del decil superior de ingresos. Aumentando la brecha de ricos y pobres.
El plan se concebía para un país con 10 millones de habitantes; donde sobraban la
tercera parte y, sobre todo, los obreros industriales. Los terratenientes; los industriales del
Consejo Empresario Argentino; banqueros y financista inescrupulosos fueron los grandes
beneficiados; los mismos que llevaron a las crisis de 1890 y se beneficiaron con los créditos en
las gestiones de Aramburu, Onganía, Levingston y Lanusse, en proyectos inviables que solo
subsistían con subsidios estatales.
Al inicio del gobierno de facto, la situación mejoró impulsada por cierto ordenamiento
fiscal y progresos en el comercio exterior. En el sistema financiero se liberaron las tasas de
interés y la asignación del crédito.
Ese sistema tal vez pudiera ser efectivo en países con economías muy pequeñas como
Santa Lucía, Granada, etc. Que dependen de subsidios internacionales ó de la prestación de
servicios como el turismo. Pero no en Argentina donde la inflación reconocía múltiples factores,
especialmente en la necesidad de sostener un gasto público necesario para realizar obras de
infraestructura, brindar servicios necesarios a la población, proteger industrias para su
crecimiento, poner en marcha emprendimientos productivos.
Tal política solo podía llevar a la destrucción de empresas pequeñas locales por falta de
competitividad; al endeudamiento masivo y al caos social.
La respuesta de “el mercado” fue en este sentido; primero se dio una masiva entrada
de capitales privados, que tuvo como contrapartida un importante incremento del
endeudamiento externo; pasando la deuda de u$s 6.279 millones en marzo de 1976 a u$s
44.377 en 1982; segundo tal situación llevó a una sobrevaluación de la moneda, con la
perdida de competitividad de la economía nacional, declinación del nivel de actividad con
aumento del desempleo y tercero, esto terminó en una severa crisis del sistema financiero ya
que el importante incremento de reservas logrado ( que era de u$s 10.480 millones en 1980
superior, al total de la deuda externa, en ese momento) era una ficción, dado que, el origen de
estas reservas eran créditos a empresarios inescrupulosos que se habían licuado por las fugas
de capitales; la estatización de la deuda privada, no hizo mas que blanquear esta situación,
“salvando” a los propietarios que condujeron a las empresas a la crisis, con malas
administraciones; emprendimientos inviables y sacando los capitales del país; de resultas de
ello, la deuda externa creció en forma exponencial al son que se verificaba la inexistencia de
reservas que habían desaparecido vía los créditos fraudulentos de la “plata dulce”.
Los gastos bélicos del conflicto Malvinas y el cierre de mercados externos que paralizó
el comercio internacional fue el broche para el endeudamiento argentino.
Las principales consecuencias de la reforma de 1980 se hicieron sentir durante los primeros
años del gobierno constitucional: en 1983 el 45 % de los recursos coparticipables se destinaba
al sistema previsional y al FONAVI.
La crisis no fue superada por la restitución de las contribuciones al FONAVI y la mitad de las
previamente destinadas al sistema previsional (en abril y septiembre de 1984).
La respuesta oficial para cubrir los déficit provinciales, agravados por la transferencia de
servicios de la Nación a las provincias, fueron los Aportes del Tesoro Nacional (ATN). Este
mecanismo, además de alterar los coeficientes de la distribución secundaria, fomentó la
irresponsabilidad fiscal ya que las provincias, a través de estos aportes de la Nación, legalizaban
los gastos efectuados, sin tener en cuenta su necesidad, eficiencia o racionalidad. El uso era
discrecional del gobernante provincial de turno. Por lo tanto, el déficit fiscal de las provincias
fue en aumento, de la mano de mayor contratación de personal, descontrol de los bancos
provinciales, enriquecimientos políticos, etc.
Desde el 1° de Enero de 1988 rige un acuerdo federal fiscal que, bajo la forma de ley-
convenio N° 23.548 organiza el sistema de coparticipación federal ratificando "de iure" el
avance del Gobierno Federal sobre facultades tributarias de las provincias y un criterio de
"porcentajes fijos" en lugar de los parámetros de la ley 20.221, tornando el régimen menos
racional.
Las provincias admiten esto y sólo reclaman que la "transferencia" de servicios sea
acompañada de la "transferencia" de recursos para atenderla. Esto era razonar como si el
nuestro fuera un régimen unitario con descentralización administrativa y sistema de
asignaciones condicionadas.
El Fondo del 1% de ATN; según el art 3º ; inc. d) son para atender situaciones de
emergencia y desequilibrios financieros de las provincias y se encuentra destinado
presupuestariamente en jurisdicción del Ministerio del Interior, quien es el encargado de
su asignación.
A su vez el art. 7º estipula que el monto a distribuir a las Provincias, no podrá ser
inferior al 34% de la recaudación de los recursos tributarios nacionales de la administración
central tengan ó no el carácter de distribuíbles.
Las urgencias monetarias del déficit fiscal del Gobierno Federal, atribuido al déficit
previsional y al crecimiento de la deuda externa, pretendieron justificar la violación reiterada de
la ley 23.548 que, en 1992, llevó la relación de la distribución primaria del 42,34% para el
Gobierno Federal y el 56,66% para las Provincias a un 58% y un 41% respectivamente en
forma aproximada. (Las diferencias corresponden al Fondo de Aportes del Tesoro Nacional).
La gestión de Raúl Alfonsín (1983-1989), luego de una primera fase de discusión con
los bancos acreedores y el FMI, donde se intentó cambiar el eje de las políticas sostenidas;
apuntó a estabilizar la economía mediante el “Plan Austral”; llevado a cabo por “el gabinete
económico de lujo”, a decir del Sr. Presidente; compuesto por Sorrouille, Machinea,
Brodherson; Da Corte, Lavagna y Mazzorín entre otros.
La Fijación del tipo de cambio ocasionó que los productos manufactureros argentinos
no fueran competitivos a nivel mundial con una paridad de o,80 australes por dólar era utópico
pensar que Argentina podía tener una moneda internacional mas fuerte que el dólar; a su vez el
incremento de los aranceles a la exportación terminaron de impedir hasta las exportaciones
agropecuarias.
La fijación del tipo de cambio fue acompañado por el “desagio” de las deudas; muchos
acreedores legítimos vieron mermada su acreencia mientras deudores morosos festejaban. El
Estado que a su vez era gran acreedor a través del FONAVI; el BANADE; EL Banco Hipotecario
y la Caja de Ahorros vió reducidas sus acreencias mientras, los proveedores del Estado
quebraban por la falta de pago y la reducción de los créditos; para protegerse de esta situación
terminaron haciendo pool entre ellos e inflando los precios de las licitaciones.
El congelamiento de salarios debió significar una limitación al gasto público; pero no fue
así ya que el populismo partidario llenó a las empresas estatales y a los organismos oficiales de
nuevos empleados públicos que disimulaban los índices reales de desempleo ya que se
sumaban en la medida que eran expulsados por la actividad privada por las medidas
económicas erradas. Lo único que consiguió el congelamiento de salarios fue el deterioro
económico de aquellos que si tenían trabajo, una acumulación de riqueza en las clases mas
pudientes y el enfrentamiento obligado con los sindicatos.
La reducción del gasto previsional se consiguió por dos vías: una por el congelamiento
de los haberes y otra en la reducción de las jubilaciones futuras mediante liquidaciones
caprichosas que luego ocasionarían miles de juicios al Estado. Con ello se deterioró para
siempre la capacidad económica de la clase pasiva.
Se inició un asistencialismo partidario con las “Cajas PAN”; que dio origen a una
mentalidad lejana a la cultura del trabajo, se destruyó la educación, la investigación científico
técnica; el plan nuclear argentino, el equipamiento de la fuerzas armadas, etc.
Para salir de las hiperinflación del período 1988- Feb.1991 se estableció durante la
gestión Menem el “régimen de convertibilidad”; mediante un sistema de caja de conversión fijo.
La crisis fiscal y política se resolvió, provisoriamente, con el “Acuerdo entre el Gobierno Nacional
y los Gobiernos Provinciales” del 12 de Agosto de 1992; ratificado por Ley 24.130
En el “Acuerdo” de agosto de 1992, que suscribieron todas las provincias, menos
Corrientes, se estableció que a partir del 1º de Septiembre de 1992, el Estado Nacional
quedaba autorizado a retener un 15%, con más una suma fija de 43,8 millones de pesos
mensuales, del total de la masa de impuestos coparticipables del art, 2º, en concepto de
aportes de todos los niveles estatales que integran la Federación, para ciertas finalidades. Este
acuerdo introduce una modificación en la distribución convenida en la Ley 23.548.
Respecto de “las finalidades”; se estableció que el 15% debía ir para atender el pago de
obligaciones previsionales nacionales y que de los 43,8 millones anuales se repartirían entre las
siguientes provincias para atender desequilibrios, según la siguiente distribución:
Santa Cruz- Chubut y Tierra del Fuego : 3 millones cada una................total ....$
9.000.000
Rio Negro- Neuquen- La Pampa y Salta: 2,5 millones cada
una.............total.....$10.000.000
Catamarca- Formosa- Jujuy- La Rioja- Mendoza- San Luis
San Juan- Stgo. Estero- Tucumán y Misiones. 2,2 millones
c/u.............Total......$22.000000
Entre Rios.........................................................................................Total....$
1.800.000
Santa Fé y Cordoba: 500.000 mil cada una..........................................Total...$
1.000.000
El "Acuerdo” entre el Gobierno Nacional y los Gobiernos Provinciales, fué ratificado por la
Ley 24.130, que comenzó a regir en septiembre y modificó la distribución primaria de los
recursos que establecía la Ley 23.548 que resumiendo estableció:
o Las provincias ceden el 15% de la masa coparticipada al Tesoro Nacional para "atender
el pago de las obligaciones previsionales nacionales y otros gastos operativos que
resulten necesarios".
o Las provincias ceden una suma fija mensual de $ 43.800.000 del total de la masa
coparticipable para ser distribuida en forma de montos prefijados en el acuerdo, a
aquellas provincias con desequilibrios fiscales ("Fondo para Desequilibrios Fiscales").
o Las partes ponen un límite del 1 %. al aumento de sus gastos corrientes de 1993 con
relación a 1992, incluyendo los servicios transferidos.
Adquiere carácter automático la remisión a las provincias de los recursos del FONAVI,
Consejo Federal de Agua Potable y Saneamiento (COFAPyS), Fondo de Desarrollo Eléctrico del
Interior (FEDEI) y Fondo Vial Federal. Las provincias asumen la responsabilidad de afrontar el
pago de los servicios de los préstamos acordados por organismos internacionales.
Pacto Fiscal I y II
o Derogar las Tasas Municipales que afecten los mismos impuestos provinciales
del acápite anterior; igual actitud se seguirá respecto de las Tasas Municipales
en general, en los casos que no constituyan la retribución de un servicio
efectivamente prestado, o en aquellos supuestos en los que excedan el costo
que derive de su prestación.
o Derogar los impuestos que graven los Intereses de Depósito a Plazo Fijo y en
Caja de Ahorro, a los Débitos Bancarios, y gradualmente todos aquellos que
graven la Nómina Salarial.
o Reemplazar el actual tributo sobre los ingresos brutos por otro que fuera sobre
las ventas minoristas y que repercutirá exclusivamente sobre los consumidores
finales; asegurando la neutralidad tributaria.
o Unificar a partir del 1er. Trimestre de 1994 las valuaciones y alícuotas sobre las
Patentes de Automotores; guardando uniformidad entre todas las
jurisdicciones.
o Adecuar las normas sobre retenciones y pagos a cuenta del IVA para que en
ningún caso los contribuyentes paguen una tasa efectiva superior al 18%.
o Asegurar que las reducciones en los costos o aumento de los beneficios de las
empresas prestadoras de servicios públicos resulten en favor de los usuarios y
consumidores.
Estas medidas tuvieron algún resultado positivo en los primeros años – caída de la
inflación y crecimiento del PBI- pero una primera advertencia seria acerca de sus límites fue
planteada como consecuencia de la crisis del Tequila (1994/95).
Los desequilibrios de las cuentas públicas se hicieron mayores a medida que avanzaba
la década, superada la etapa de la privatizaciones y los efectos fiscales positivos de la
“hiperestabilización”. Esto se debió, fundamentalmente, a la merma en los ingresos y al
crecimiemto acelerado de las erogaciones correspondientes a los servicios de deuda externa e
interna.
La virtual eliminación del impuesto a los activos por parte de la Nación, perjudicó a las
provincias, debido a que el 50 % de su recaudación es coparticipable y el otro 50 % se destina
al Fondo Educativo asignado también a las provincias. Por lo tanto, la Nación deja de percibir
600 millones de pesos por año (0,23 % del PBI) que en realidad son las provincias quienes lo
pierden.
Los resultados de ambos pactos fiscales no pudieron estar más lejos de lo propuesto, y
además ocasionaron un significativo recorte de la autonomía en la gestión provincial y
municipal. Ambos acuerdos modificaron la distribución primaria y secundaria prevista en la ley
de coparticipación federal de 1988.
En especial los municipios, vieron recortados sus recursos y la potestad de cobrar tasas
sin contraprestación alguna, situación que repercutía en las bases políticas de los intendentes;
provocando un fuerte rechazo y desagrado hacia la política económica de la Nación; exigiendo
cambios.
Las Provincias, a su vez, temían nuevas violaciones al sistema, a partir del crecimiento
de las que se proyectaban como las dos funciones principales del Presupuesto Nacional: el
sistema previsional y el servicio de la deuda externa, por lo cual, en lugar de reclamar,
definitivamente, la reasunción de las competencias que les correspondían conforme a la
Constitución de 1853/60, tanto en materia de servicios como tributarias, admitieron
definitivamente el sistema de coparticipación con garantía constitucional.
En relación a los ingresos, debe señalarse que la eliminación de la alta inflación permitió
elevar la presión impositiva, la cual fue concentrada en el Impuesto al Valor Agregado (El IVA
tuvo una participación superior al 50% en la recaudación impositiva nacional) y tornó mas
regresivo el sistema de tributos legislados.
Los ingresos aduaneros, afectados por una economía poco competitiva que mostró un
limitado avance en sus exportaciones, seredujeron y alcanzaron un nivel de un (1) punto del
PBI.
El incremento de la presión tributaria decidido para intentar cortar la brecha fiscal tuvo
efectos “procíclicos”, de ajuste recesivo al buscar sostener los niveles de recaudación sin tener
en cuenta los efectos contractivos que tenía tal política sobre los niveles de actividad y
ocupación.
Ello sin entrar a considerar las diversas modificaciones que dicho régimen ha sufrido
como consecuencia del llamado "laberinto de la coparticipación" hasta llegar a la ley que ratifica
el denominado "Compromiso por el Crecimiento y la Disciplina Fiscal”.
o "Una ley convenio sobre la base de acuerdo entre la Nación y las Provincias instituirá
Regímenes de coparticipación de estas contribuciones, garantizando la automaticidad
en la " remisión de los fondos".
De la lectura del artículo 75, inc. 2. se desprende que el procedimiento para la sanción
de la ley-convenio sería el siguiente:
Sigue diciendo el artículo 75: "La ley convenio tendrá como Cámara de origen al
Senado y deberá ser sancionada con la mayoría absoluta de la totalidad de los
miembros de cada cámara, no podrá ser modificada unilateralmente ni reglamentada y
será aprobada por las provincias. No habrá transferencias de competencias, servicios o
funciones sin la. respectiva reasignación de recursos, aprobada por la Ley del Congreso
cuando correspondiere y por la Provincia interesada o la Ciudad de Buenos Aires en su
caso. Un organismo federal tendrá a su cargo el control y fiscalización de la ejecución
de lo establecido en este inciso, según lo determine la ley, la que deberá asegurar la
representación de todas las provincias y la ciudad de Buenos Aires en su composición".
o Por otra parte la Constitución reformada estableció las bases conceptuales, principios y
objetivos a tomar en consideración para distribuir los recursos coparticipados, sin
establecer magnitudes, para evitar una rigidez innecesaria: "La distribución entre la
Nación y las Provincias y la Ciudad de Buenos Aires y entre estas se efectuará en
relación directa a las competencias, servicios y nociones de cada una de ellas
contemplando Criterios objetivos de reparto; será equitativa, solidaria y dará "prioridad
al logro de un grado equivalente de desarrollo, calidad de vida e igualdad de
oportunidades en todo el Territorio Nacional".
Desatada la crisis de diciembre de 2001, el FMI recomendó a los gobernadores una baja
en el gasto publicó y pidió una nueva ley de coparticipación, garantías de crecimiento y un plan
sustentable que convierta al país en un deudor solvente.
De esta manera se esta entabló el diálogo, encaminado a estudiar que asistencia ellos
podrán dar a nuestro país, observando la naturaleza del programa de gobierno para luego ver si
era viable ayudar financieramente con U$s 20.000 millones.Para obtener esta asistencia el
Ejecutivo ideó varios planes entre ellos presentó un proyecto de presupuesto para el 2003 que
tenía en líneas generales las siguientes pautas:
o Pasar de un rojo de casi 5000 millones en 2001 a otro de 1500 millones que equivaldría
a reducir de un golpe 3800 millones, situación sobre la que el FMI formuló serias dudas
de cómo se conseguirá llevar a cabo.
Para ello tuvo que tenerse en cuenta el déficit proyectado del consolidado de las 24
provincias en todo el año anterior que llegó a los $5089 millones y la ambición del FMI era que
retorne al nivel inicial de 2000 cuando alcanzó a $3209 millones.
o Una caída en el gasto publico proyectado del 8% provocaría una disminución de $1950
millones en los recursos tributarios provinciales respecto al 2001.
o Que el 13% de los recortes en los recursos coparticipables representó una merma de
$2128 millones respecto a lo expresado en el Pacto Federal.
Con el nuevo presupuesto los diputados facultaron al Jefe de Gabinete para que adopte
todas las medidas presupuestarias para reasignar y modificar las partidas que resulten
necesarias para dar cumplimiento al acuerdo Nación-Provincia.
Luego de esta trastienda la Nación logró de las provincias un nuevo acuerdo de
Coparticipación Federal con 3 claros objetivos y un delicado equilibrio entre los intereses de
ambas partes:
o Las provincias dejen de cobrar una suma fija mensual y comparten los impuestos
recaudados.
Así, en líneas generales, es como quedó el enésimo acuerdo fiscal entre la Nación y las
provincias, no obstante ello para conseguirlo la Nación tuvo que asumir varios costos.
o Deja abierta la posibilidad a las provincias de emitir más bonos para pagar sueldos y
jubilaciones.
Los gobernadores están de acuerdo con el cambio de sistema ya que sostienen que
con el correr del tiempo la inflación terminará por licuar el valor de la suma fija, en cambio un
régimen de porcentajes les permite reservarse un aumento de impuestos como mecanismo de
ajuste.
Sucediendo una descentralización de la recaudación de impuestos de forma de lograr
algún compromiso de los distritos que ejecutan el gasto en creación de los recursos, una
distribución de impuestos dejando las transferencias de las sumas fijas que habían establecido
los Acuerdos Federales para volver al simple reparto "a suerte de verdad".
La apuesta es que esto obligue a las provincias a ajustar más el gasto ya sea
disminuyendo sueldos o ajustando personal. Sin embargo la baja salarial se lograría por el
congelamiento de los sueldos en un contexto en que la inflación ya se encuentra en los 2
dígitos.
Pero esto conlleva el peligro de potenciar aún más el retroceso económico y se siga en
el actual círculo vicioso de recesión, desempleo, y recaudación.
Del 30% del impuesto al cheque, gravamen que hasta el momento no era
coparticipable se previó recaudar entre marzo y diciembre de ese año $4000 millones anuales
(un 60% más que en 2001), donde se destinará el 14,45% a las provincias recibiendo estas
unos 580 millones de pesos.
Esto implica que hasta agosto las provincias sólo podrán cubrir gastos corrientes no
pagarán los intereses de la deuda, (que ronda los 2500 millones anuales) lo que las compensa
por la menor recaudación.
No obstante, el Gobierno no asume un costo en el caso de que esa deuda se termine
pagando a un valor superior si los acreedores de la deuda, bancos locales y del exterior no
aceptan canjear sus actuales bonos o préstamos al 7% anual en dólares por el nuevo título en
pesos.
Los bancos y las AFJP rechazan la pesificación y exigen cobrar la deuda en dólares a
una tasa variable. Esta pesificación no incluye la deuda que las provincias mantienen con los
Organismos Financieros Internacionales y que suma 2900 millones de dólares.
En este caso, el compromiso es que tengan el mismo trato que el que logre la Nación,
con lo cual para atenuar el eventual impacto del tipo de cambio sobre esas deudas el Estado
Nacional incluirá partidas presupuestarias a tal fin.
De aquí se deduce que la deuda provincial no tendría el mismo trato que la nacional y
el Estado asumiría el costo que surja de esto.
Las provincias reducirán en un 60% el déficit fiscal, deuda que el año pasado orilló los
5000 millones de pesos, lo que se lograría por la prórroga hasta agosto en la suspensión del
pago de la deuda. En el 2003 deberán alcanzar el equilibrio fiscal, donde cualquier nuevo
endeudamiento deberá ser autorizado por Economía y/o el Banco Central.
Los técnicos que participaron del acuerdo dicen que las nuevas series de bonos por
tratarse de cuasi moneda no se considera nueva deuda. O sea que por esta vía las provincias
podrían cubrir su déficit con más bonos, pero en ese caso esos billetes no serían aceptados por
la Nación para cancelar impuestos por lo que caerían de valor, y jubilados y estatales perderían
una parte de sus ingresos, a la hora de gastar esos bonos.
Por la deuda que tiene el Estado con las provincias desde 1995 por la suba de 3 puntos
en la tasa del IVA, el Gobierno les dará un certificado que será negociable.
Así el nuevo Pacto Fiscal pretende satisfacer las exigencias del FMI, pero si el retroceso
económico continúa, en pocos meses el acuerdo corre el riesgo de quedar desactualizado, como
sucedió con los anteriores pactos fiscales.
A partir del Tequila el desequilibrio anual promedio fue del 3,4% del PBI hasta el año
2001; sin embargo a pesar que el déficit fiscal resultó bastante inferior al de los lustros
precedentes (1975-1990); a fines del año 1999 cuando Menem deja el poder, la deuda bruta
consolidada del sector publico era de 120 mil millones de dólares (60% del PBI); dos años mas
tarde en diciembre de 2001 había trepado a mas de 170 mil millones (89% del PBI).
Las perfomances nacionales de este período parecen mostrar que a mayor apertura y
endeudamiento se verifica una menor tasa de crecimiento y una mas alta volatilidad del mismo.
La historia reciente lleva a cuestionar y confirmar varios “mitos fiscales” como ser:
a) El gasto público no ha sido alto durante la convertibilidad
- Las sucesivas crisis han resultado en una muy baja tasa de crecimiento de
la economía, lo que ha limitado el nivel de erogaciones públicas.
- Los servicios pagados por una creciente deuda pública “externa” ha restado
cada vez mas recursos a las obligaciones “internas” del Estado.
El efecto progresivo del gasto público, resulta superior – como es de esperar- al efecto
regresivo del sistema tributario; pero resulta inaceptable que la regresividad del sistema
tributario erosione la progresividad del gasto público; mas cuando dicho gasto no es elevado y
existe gran cantidad de necesidades básicas insatisfechas en la población.
En los últimos 25 años, se concretó en Argentina una muy fuerte descentralización del
gasto público (en educación, salud e infraestructura), que por el contrario de lo que debió ser
fue acompañada por una centralización de los recursos; lo que agravó el desequilibrio entre los
recursos de recaudación directa y los gastos de provincias y municipios. Este serio desbalance
fue cubierto en parte con giros de coparticipación muchas veces por asignaciones directas
discrecionales (ATN).
De esta forma, el sistema fiscal federal hace muy difícil la gestión de la economía
durante los ciclos ya que impide la función estabilizadora del Estado, crea desigualdades
regionales importantes con importantes deterioros de los servicios (Educación, salud), impide el
ejercicio de la responsabdad fiscal por parte de los distintos niveles de gobierno y distorsiona el
propio funcionamiento del régimen democrático (hay irresponsabilidad del gasto, esperando “la
mano salvadora” del Estado Nacional y no hay control por parte de los contribuyentes del
destino de los impuestos pagados.
IV -PROBLEMÁTICA DE LA COPARTICIPACION EN LA
REDISTRIBUCION DE LA RIQUEZA Y EL DESARROLLO DEL
PAIS.
Resulta claro que las redistribuciones regionales vía la coparticipación también afectan
la distribución personal del ingreso. Si bien se reconoce usualmente que puede existir
complementariedad entre redistribución regional y personal, el hecho de que una transferencia
mejore la distribución regional no implica que necesariamente también mejore la distribución
personal. Y si mejora la distribución personal no implica que también lo haga con la regional.
La Nación quiere disminuir sus impuestos distorsionantes (por ejemplo sobre el trabajo)
y exige a las Provincias y sus Municipalidades que sigan el mismo camino con los suyos
(Ingresos Brutos, Sellos); la eliminación de distorsiones, el mejoramiento de la competitividad y
de la rentabilidad de la inversión son los argumentos (válidos) para este tipo de políticas.
Por otro lado, la Nación desea mejorar la situación de los jubilados (en tanto elimina las
fuentes tradicionales de financiamiento del sector previsional, por disminución de los aportes
patronales y el cambio del régimen de reparto a capitalización); a su vez, las Provincias desean
llevar a cabo sus reformas educativas, en los sectores seguridad y justicia, etc.
Todas ellas implican, al menos a corto plazo, aumentos en el gasto público. Estas
“tensiones” explican porqué el mandato de la Constitución Nacional de 1994 (nueva Ley de
Coparticipación de Impuestos) no se cumplió en 1996.
En la Ley 23.548 se había establecido una participación provincial del 56,66%, que se
transformó en 57,05% al provincializarse Tierra del Fuego. Después de los procesos de
hiperinflación y de la reforma en el sistema de financiamiento del Gobierno Nacional
(fundamentalmente con recursos coparticipables), la presión federal sobre los recursos
coparticipables hizo que el coeficiente efectivo de distribución primaria de las Provincias
disminuyera año a año hasta alcanzar el 47% en la actualidad.
1. En primer lugar, uno que considere la cantidad de habitantes (se espera que las provincias
con mayor cantidad de habitantes tengan más gasto).
2. En segundo término, otro que considere la cantidad de personas bajo la línea de pobreza e
indigencia (considerando que el gasto público social guarda relación con ello).
3. Tercero, otro que premie a las administraciones provinciales que más esfuerzos realizan por
aumentar la recaudación, y disminuir la evasión y los gastos ineficientes. Por ello, además de
utilizar los anteriores criterios tradicionales (y algún otro como el devolutivo), proponemos que
uno que denominé de igualación de bases tributarias de impuestos provinciales.
Este mecanismo es novedoso, adaptado a nuestro país y diseñado a partir de uno que
dio muy buenos resultados en Canadá.
De acuerdo con el mismo, la provincia que más recursos recibirá es aquélla que por
tener menos base tributaria (menor cantidad de autos, menor valuación de inmuebles o menor
consumo) menos posibilidad de recaudar impuestos provinciales tiene. No se iguala la
recaudación, sino la base, lo cual constituye un incentivo para que los administradores locales
combatan la evasión y eliminen exenciones de sus impuestos, ya que los fondos que recibirán
de la Nación serán los mismos por más que aumenten la recaudación de los tributos
provinciales.
¿Cuándo se modifican las cantidades que cada provincia recibe? Cuando varíe su base
(en este caso la cantidad de autos o su valuación, que hay por habitante) y no la recaudación.
La transferencia es siempre independiente de lo que la provincia recauda realmente.
Aún estando en equilibrio financiero el sector público global, puede existir algún nivel
de gobierno con “superávit” y otro(s) con “déficit”. Dada la existencia de este “desequilibrio
vertical”, la finalidad de la coparticipación de impuestos es transferir recursos financieros de
uno a otro nivel de gobierno.
Resulta claro que un mal diseño de las políticas e instituciones fiscales en cada uno de
estos temas puede tener costos económicos y políticos significativos. Por ejemplo la
centralización de funciones o gastos puede originar las pérdidas de bienestar.
Por el lado de los impuestos la centralización evita “guerras tributarias” con ganancias
tanto en términos de recaudación (que tienen expresión presupuestaria) como de eficiencia
(que no se cuantifican en los presupuestos). Es decir que el fundamento ecónomico de un
régimen de coparticipación surge del desequilibrio vertical en el sector público, que se origina
en la distinta distribución de funciones y recursos entre niveles de gobierno, y es transferir
recursos financieros de uno a otros de estos.
Si una región es rica “R” y la otra pobre “P”, con el mismo sistema tributario (bases
imponibles y alícuotas), R tendrá más recursos provinciales que P (o sea, el “déficit” será menor
en R que en P).
Con lo cual, aún cuando sea igual la capacidad tributaria de dos provincias distintas,
como las necesidades fiscales varían, se requerirán transferencias para enfrentar el
desequilibrio horizontal.
Se infiere que una de las preguntas más importantes para el diseño de un régimen de
transferencias intergubernamentales es la de ¿que costos diferenciales son los que deberían
compensarse?
CUESTIONES ESENCIALES DE UN REGIMEN DE COPARTICIPACION
Con la limitación de los Aportes del Tesoro Nacional (ATN, legislados en cuanto a monto
total desde 1988) y del EP por la privatización de bancos provinciales, las Provincias descansan
ahora sobre RP y RC.
Los RP han estado sujetos a fuertes presiones para eliminarlos o reducirlos, debido a su
naturaleza distorsiva (Ingresos Brutos, Sellos); los RC han estado sujetos al avance nacional
debido a las limitaciones antes comentadas sobre las otras fuentes de financiamiento federal.
II- Otra cuestión que se presenta es que los conflictos no se dan sólo entre niveles de
gobierno, sinó también dentro de un mismo nivel de gobierno.
El esquema tradicional de visualizar el problema debe ser modificado para incluir esta
nueva dimensión: las “tensiones” sectoriales dentro de un mismo nivel de gobierno. Sobre ese
panorama se agrega un nuevo actor que es el nivel municipal de gobierno. El intento del
Gobierno Nacional de incluir a los Municipios en la distribución de la coparticipación hace que,
tanto desde el punto de vista técnico como del político, encontrar un equilibrio sea cada vez
más difícil.
M23
i1, i2, i3, … i1, i2, i3, I1, i2, i3, … I1, i2, i3, …
…
Individuos
FRAGMENTACIÓN: Es así cuando las actividades publicas y por ende sus fuentes de
financiamiento, están repartidos entre distintos niveles de gobierno. Cada unidad establece y
administra los tributos que la conforman.
Es necesaria para que, cada nivel de gobierno cuente con recursos propios.
Esto origina una división de impuestos entre el gobierno nacional y las unidades menores con
recaudación en ambos niveles que sería la “fragmentación Vertical” y por unidades
subordinadas que sería la “fragmentación Horizontal”.
Ventajas:
Permite una mejor adaptación de la actividad a las preferencias de cada sociedad
Los individuos tienden a agruparse en aquellas unidades que ofrecen la combinación de
actividades gubernamentales e impuestos que prefieren
El control de la prestación de servicios es mayor
Facilita la experimentación y la innovación para resolver problemas locales de diversas
formas
Permite preservar la autonomía fiscal, lo cual lleva a la autonomía política
Desventajas:
Dificulta el logro de estructuras tributarias optimas
Disminución de la capacidad impositiva
Desigualdad de la fuentes de recursos
Problemas administrativos y de recaudación
Las condiciones básicas para la existencia de poder tributario en los distintos niveles de
gobierno:
Eficiencia: se refiere a la posibilidad practica de aplicar el gravamen
Suficiencia: los recursos reservados a cada una de las jurisdicciones deben cubrir los
presupuestos locales correspondientes.
Conveniencia: ciertos gravámenes por su naturaleza y efectos económicos, es
conveniente que los aplique la nación.
En 2003, Buenos Aires representó cerca del 50% del resultado primario consolidado, que
obtuvieron las provincias y que fue de 450 millones de pesos, según datos preliminares del
Ministerio de Economía. Por eso, en Hacienda saben a la perfección que el consentimiento de
un grupo de provincias gobernadas por el justicialismo ya le dio a la administración de Néstor
Kirchner no alcanza para cumplir con lo acordado con el Fondo Monetario.
Allí se estableció como pauta que el Gobierno debe conseguir el apoyo de un grupo de
provincias que represente el 90% de la meta fiscal proyectada para 2004 (el 0,4% del PBI) y
por eso el consentimiento de Buenos Aires es irremplazable.
El ministerio de Economía bonaerense dijo con todas las letras que la propuesta de Kirchner
es inaceptable. En realidad, la oferta hecha por el Presidente por medio de la comisión a cargo
del vicejefe de Gabinete, Juan Carlos Pezoa, y el secretario de Coordinación Técnica del
Ministerio de Economía, Leonardo Madcur, no introduce modificaciones sustanciales a lo que
hay es el reparto federal de impuestos. Por eso, Solà no lo aprueba y la critica generalizada es
la ausencia de un debate serio sobre el tema.
La dura posición bonaerense tiene a mal traer a Pezoa y al equipo del Palacio de Hacienda
que teme un apercibimiento del FMI cuando a fines de mayo llegue una misión para la tercera
revisión del acuerdo.
“No habría problemas si se logra llevar antes de mayo el proyecto al Congreso, pero si los
plazos se escapan y llega la misión, habría que pedir una dispensa”, dijo una fuente de
Economía.
Aportante neto
Buenos Aires subraya que es la provincia que aporta el porcentaje mas alto de recursos
a la masa coparticipable, pero que tan solo recibe el 21,7% y que eso no se modifica con el
proyecto que propone el presidente Kirchner. “Es cierto que hay provincias que han ido
ganando recursos a costa de Buenos Aires y por eso Solà dice que el proyecto insiste con
mantener la inequidad social. En los casos de Cordoba y Santa Fe hay una correspondencia
entre lo que aporta y lo que reciben; allí funciona un perfecto esquema devolutivo, cosa que no
ocurre con Buenos Aires”
Buenos Aires no es la única provincia en desacuerdo, aunque si la que tiene mayor peso
relativo. En el interior, en la región del noroeste, consideran que la reforma a la ley de
coparticipación es un tema primordial como para discutirlo a las apuradas.
“Lo que estamos discutiendo es demasiado importante como para que se resuelva todo
tan rápido como quiere el Gobierno. Se manejan con plazos apremiantes, quieren resolver ya,
sin tener en cuenta temas que para muchas provincias tienen un alto impacto social”, dijo un
ministro de la Mesopotamia.
Inciso 2º, artículo 75 de la Constitución Nacional, con la reforma del año 1994
«...Una ley convenio, sobre la base de acuerdos entre la Nación y las provincias,
instituirá regímenes de coparticipación de estas contribuciones, garantizando
automaticidad en la remisión de los fondos.
La distribución entre la Nación y las provincias y la Ciudad de Buenos Aires y entre
éstas, se efectuara en relación directa a las competencias, servicios y funciones de
cada una de ellas contemplando criterios objetivos de reparto; será equitativa,
solidaria y le dará prioridad al logro de un grado equivalente de desarrollo, calidad
de vida e igualdad de oportunidades en todo el territorio nacional...».
Dudosas discusiones
En el contexto de las actuales y escasas discusiones entabladas para diseñar la nueva ley de
coparticipación federal ya se ventiló como muy dudoso que la norma constitucional se cumpla;
esto puede deducirse a través del simple análisis de los factores que concentran los debates,
aunque el más claro posiblemente sea el manejo político centralizado de la Nación. Si esto
ocurre se ratificará la quita del derecho a crear y percibir impuestos directos a las provincias a
cambio de una porción de lo recaudado por el gobierno federal, lo cual será una repetición de lo
que viene sucediendo en los últimos años, dejándose sin recursos fiscales propios y suficientes
a los estados provinciales, que pasaron a depender de la «buena o mala voluntad de los
sucesivos gobiernos federales».
El despojo
En vez de volver a la interpretación correcta según la cual los impuestos directos son -en
principio- facultades propias de las provincias, el inc. 2º del art. 75 de la Constitución Nacional
legitimó el despojo con algunas alternativas destinadas aparentemente a garantizar la justicia y
la equidad en el régimen de coparticipación, objetivo que pensamos no se ha logrado y que no
se logrará hasta que no se modifique el sistema, cuestión que nadie discute en el seno del
oficialismo ni de la diluida y debilitada oposición, como tampoco en los gobiernos provinciales
que se encuentran en poder o no del partido del gobierno federal.
Todos estos parámetros que acabamos de reseñar podrán ser simples enunciados, muy
edificantes por cierto, que quedarán en el campo teórico si es que no se plasman en la nueva
ley de coparticipación federal; por el contrario, podrían servir de argumentos formales y
mezquinos para que en un virtual campo de batalla las provincias se pongan a combatir para
obtener una mayor porción de la torta, mientras en el otro frente pueden posicionarse los
distritos que tengan mayor peso político, cuenten o no con mayor o menor adhesión del partido
del gobierno federal, con lo cual la desigualdad de reparto puede terminar siendo notable e
inversamente proporcional a las reglas de la solidaridad, potenciándose las desigualdades
regionales.
Actualmente la estructura regresiva del sistema tributario posibilita que la mayor parte de lo
recaudado se obtenga a través del cobro de impuestos que gravan el consumo y el trabajo. En
este esquema, los sectores de menores recursos son los que aportan un porcentaje mayor de
sus ingresos para financiar los déficit públicos de las distintas jurisdicciones.
Por ello, es indispensable iniciar el debate acerca de la nueva estructura impositiva ya que
de su construcción dependerá el logro de los objetivos de la nueva ley que necesariamente
debería caracterizarse por auspiciar la redistribución geográfica, en armonía con la prestación
adecuada de los servicios primarios a cargo de los estados provinciales. Deberíamos
comprender con claridad que no es conveniente reducir la discusión a un combate por los
coeficientes; lo esencial no deben ser las porciones de la torta, sino la composición de la masa
coparticipable y los mecanismos eficientes para alcanzar los objetivos genuinos del sistema
federal. Se debe edificar el necesario consenso social y político para encarar la reforma
estructural del sistema tributario nacional; para las provincias también debería constituir un
desafío la necesidad de establecer mecanismos propios y acertados en la administración de los
recursos y en el control del gasto porque un sistema democrático se debe edificar sobre la
base de la equidad social, que es la gran ausente en las políticas publicas aplicadas durante los
últimos años.
Las provincias utilizan gran parte de los recursos para mantener una estructura de personal
fuertemente sobredimensionada y para sostener -mediante préstamos y subvenciones- las
deterioradas economías locales. El Chaco es un desagradable ejemplo de este esquema y figura
al tope de las provincias mal gestionadas; esto es así porque está comprobado que la
legitimidad de gestión se evalúa en función de los resultados económicos y sociales generados
a partir de la acción de gobierno.
La nueva ley de coparticipación probablemente nada dirá sobre como las provincias
administrarán los recursos que transferirá la Nación, aún cuando el estado financiero
desastroso de numerosas jurisdicciones locales se debe tanto a la inviabilidad del modelo como
a las administraciones irresponsables y desastrosas de muchos gobernadores; estos aspectos
incidieron con mayor vigor que los propios defectos del actual régimen de coparticipación. En el
centro de la problemática también se sitúa la escasa capacidad tributaria que demuestran las
provincias más pobres y menos desarrolladas ante la ausencia de decisión política para generar
sistemas locales que incentiven las propias recaudaciones.
El marco político actual indica que la nueva ley de coparticipación se podría reducir a
establecer los coeficientes de redistribución, aumentándose las porciones futuras para algunas
provincias y congelándose para otras; probablemente Nación ofrezca repartir un monto
garantizado, pretextando que controlará los ciclos y programará las estrategias financieras
anticrisis para afrontar las consecuencias gravosas en caso de que se produzcan nuevos
conflictos y cimbronazos en la economía. De esta manera Nación contaría con mayor cantidad
de recursos, retaceando fondos a la masa coparticipable, reduciéndose a transferir fondos de
subsistencia para cada provincia, de manera que el Estado promotor del desarrollo continuará
ausente aunque la apariencia refleje el fenómeno en menor medida.
Una propuesta positiva para la formulación de una nueva ley de coparticipación que sea
progresiva y que fomente el desarrollo homogéneo de las provincias debiera atender pautas
elementales, entre las que pueden señalarse las siguientes: * La construcción de una nueva
estructura de la masa coparticipable, incorporándose impuestos y tributos que actualmente no
la integran, impidiéndose o restringiéndose las reformas parciales o coyunturales futuras. La
masa coparticipable debiera conformarse con la recaudación de la totalidad de los impuestos
nacionales vigentes y los que se creen en el futuro; naturalmente que los tributos vinculados
con el comercio exterior no deben integrar la masa en armonía con las pautas contempladas en
la Constitución Nacional. * Fijación de nuevos criterios de redistribución primaria y secundaria
que garanticen los sistemas de seguridad social nacional y provinciales, que permitan contar
con fondos adicionales a las provincias con menor población y/o desarrollo relativo. *
Transferencia de mayores recursos en relación directa con los procesos de traspasos de los
servicios primarios que fueran trasladados a las provincias sin financiamiento suficientes
[educación y salud]. * Nuevos mecanismo en materia de financiamiento de las asignaciones
específicas para las provincias. * Reformas de los sistemas provinciales de seguridad social. *
Creación de un Fondo de Desarrollo Regional para atender situaciones de emergencias graves
en las provincias. * Creación de un índice de ajuste anual para la distribución secundaria, en
armonía con la reducción de las brechas sociales, de manera que el índice de ajuste se
optimizará en forma directamente proporcional al mejoramiento de los resultados sociales
derivados de las gestiones de los gobiernos locales. El ajuste de los coeficientes no fue
establecido en ninguna de las leyes anteriores; el principal problema se centró en el
prorrateador redistributivo, que con una alta ponderación beneficia a las provincias más pobres.
REFLEXIONES DE LA PROBLEMATICA
Durante las últimas dos décadas las distorsiones que han afectado al sistema de
coparticipación – con la finalidad de “expropiar” recursos de las provincias y municipios- y la
paralela acentuación de la centralización tributaria fueron los dos instrumentos clave utilizados
por la administración nacional para financiar los crecientes déficits del sistema previsional y
para atender los servicios de una deuda externa tomada y administrada con total
irresponsabilidad. La vocación crecientemente centralista de las sucesivas administraciones
nacionales tuvo como contrapartida, durante este período, una paulatina resignación de las
autonomías provinciales; la que fue forzada durante los períodos de dictaduras militares y
voluntariamente aceptada por los responsables políticos provinciales bajo las gestiones
democráticas.
Numerosos son los países que se pueden tomar como ejemplo donde buscan el
equilibrio entre la coparticipación y la autonomía provincial en materia fiscal. Una nueva
organización entre la Nación y las provincias en la Argentina tiene que buscar ese equilibrio;
que deberá enfrentar 3 grandes desafíos:
o El repago de la enorme deuda pública Argentina
o Los intereses de un establishment económico reacio a tornar progresivo el
sistema tributario (condición básica para un proceso serio de descentralización)
o El poder político relativo; o sea el agrado de autonomía y la dinámica fiscal de
largo plazo de los diversos niveles de gobierno.
V - LEY DE COPARTICIPACION
LEY Nº 23548
CAPITULO I
b) Aquellos cuya distribución, entre la Nación y las provincias, esté prevista o se prevea
en otros sistemas o regímenes especiales de coparticipación;
(Notas Infoleg: — Por art. 1º del Decreto Nº 559/92, 20/4/1992, se establece que la
masa de fondos a distribuir que expresa el presente artículo estará constituida por el
resultante de deducir de la recaudación total, el monto de los gastos vinculados directa
o indirectamente a su percepción. Vigencia: desde el 1º de abril de 1992.
— Por art. 1º de la Ley Nº 25.082 B.O. 20/1/1999 se establece que el producido del
Impuesto sobre los Intereses Pagados y el Costo Financiero del Endeudamiento
Empresario y del Impuesto a la Ganancia Mínima Presunta, se distribuirá conforme a
lo establecido en la presente Ley).
a) El cuarenta y dos con treinta y cuatro centésimos por ciento (42,34%) en forma
automática a la Nación;
b) El cincuenta y cuatro con sesenta y seis por ciento (54,66%) en forma automática al
conjunto de provincias adheridas;
c) El dos por ciento (2%) en forma automática para el recupero del nivel relativo de las
siguientes provincias:
Chubut 0,1433%
Neuquen 0,1433%
d) El uno por ciento (1%) para el Fondo de Aportes del Tesoro Nacional a las
provincias.
ARTICULO 4º —- La distribución del Monto que resulte por aplicación del Artículo
3º, inciso b) se efectuará entre las provincias adheridas de acuerdo con los siguientes
porcentajes:
Catamarca 2,86%
Córdoba 9,22%
Corrientes 3,86%
Chaco 5,18%
Chubut 1,38%
Formosa 3,78%
Jujuy 2,95%
La Pampa 1,95%
La Rioja 2,15%
Mendoza 4,33%
Misiones 3,43%
Neuquén 1,54%
Salta 3,98%
Santa Fe 9,28%
Tucumán 4,94%
(Notas Infoleg: — por art. 1° del Decreto Nº 2456/90, B.O. 29/11/1990, texto según art.
2° del Decreto N° 702/99, B.O. 7/7/1999, se fija la participación que le corresponde a
la PROVINCIA DE TIERRA DEL FUEGO, ANTARTIDA E ISLAS DEL ATLANTICO
SUR, en un coeficiente equivalente a SETENTA CENTESIMOS POR CIENTO (0,70%)
del monto total recaudado por los gravámenes establecidos en el artículo 2º de la
presente ley y sus modificatorias)
— por art. 1º del Decreto Nº 705/2003, BO: 27/3/2003, se fija, desde el 1/1/2003, la
participación correspondiente a la CIUDAD AUTONOMA DE BUENOS AIRES en un
1,40% del monto total recaudado)
1. En lo que respecta a los impuestos sobre los ingresos brutos, los mismos deberán
ajustarse a las siguientes características básicas:
Esta deducción sólo podrá ser efectuada por los contribuyentes de derechos de los
gravámenes citados, en tanto se encuentren inscriptos como tales. El importe a computar
será el del débito fiscal o el del monto liquidado, según se trate del impuesto al valor
agregado o de los restantes gravámenes, respectivamente y en todos los casos, en la
medida en que correspondan a las operaciones de actividad sujeta a impuesto, realizados
en el período fiscal que se liquida;
3) En las operaciones de venta de inmuebles en cuotas por plazos superiores a doce (12)
meses, se considerará ingreso bruto devengado a la suma total de las cuotas o pagos que
vencieron en cada período;
Los períodos fiscales serán anuales, con anticipos sobre base cierta que, en el caso de
contribuyentes comprendidos en el régimen del convenio multilateral del 18 de agosto
de 1977, comprenderán períodos mensuales;
Se entenderá por instrumento toda escrituras, papel o documento del que surja el
perfeccionamiento de los actos, contratos y operaciones mencionados en la primera
parte del párrafo anterior, de manera que revista los caracteres exteriores de un título
jurídico por el cual pueda ser exigido el cumplimiento de las obligaciones sin necesidad
de otro documento y con prescindencia de los actos que efectivamente realicen los
contribuyentes.
d) Que continuarán aplicando las normas del convenio multilateral del 18 de agosto de
1977 sin perjuicio de ulteriores modificaciones o sustituciones de éste, adoptadas por
unanimidad de los fiscos adheridos;
CAPITULO III
Este reglamento determinará los asuntos que deberán ser sometidos a sesión plenaria,
establecerá las normas procesales pertinentes para la actuación ante el organismo y
fijará la norma de elección y duración de los representantes provinciales que integran el
Comité Ejecutivo, entre los cuales figurarán los de aquellas provincias cuya
participación relativa en la distribución de recursos prevista en el artículo 4, supere el
nueve por ciento (9%).
La Comisión formulará su propio presupuesto y sus gastos serán sufragados por todos
los adherentes, en proporción a la participación que les corresponda en virtud de la
presente Ley.
(Nota Infoleg: por art. 2º de la Resolución Nº 19/1997, B.O. 1/10/1997, y por art. 1º de
la Resolución Nº 64/1998, B.O. 10/12/1998, ambas de la Comisión Federal de
Impuestos, se fija el asiento de dicha comisión en la Av. Presidente Roque Sáenz Peña
933, piso 7º de la Ciudad de Buenos Aires)
g) Preparar los estudios y proyectos vinculados con los problemas que emergen de las
facultades impositivas concurrentes;
ARTICULO 14. — Los contribuyentes afectados por tributos que sean declarados en
pugna con el régimen de la presente ley, podrán reclamar judicial o administrativamente
ante los respectivos fiscos, en la forma que determine la legislación local pertinente, la
devolución de lo abonado por tal concepto sin necesidad de recurrir previamente ante la
Comisión Federal de Impuestos.
CAPITULO IV
Otras disposiciones
ARTICULO 17. — Con relación a la distribución de fondos entre la Nación y cada una
de las provincias, efectuada desde el 1 de enero de 1985 hasta el 31 de diciembre de
1987, las partes no podrán efectuar reclamo administrativo alguno, quedando expedita
la vía judicial.
ARTICULO 18. — Las obras del Fondo de Desarrollo Regional que se encuentren
autorizadas, en proceso de licitación, contratadas o en ejecución al 31 de diciembre de
1987 así como las deudas generadas por las mismas, serán continuadas hasta su
finalización y atendidas con cargo al Presupuesto Nacional, en las condiciones actuales
establecidas entre las provincias y el Ministerio del Interior.
(Nota Infoleg: por art. 31 de la Ley Nº 24.061, B.O. 30/12/1991, se establece que a
partir de su vigencia el TESORO NACIONAL dejará de atender las erogaciones
derivadas de la aplicación del presente artículo)
En caso de resultar inferior, el ajuste respectivo deberá ser liquidado y pagado a las
provincias antes del 30 de abril del mismo año, en función de los porcentuales de
distribución previstos en el artículo 3º, inciso c) y artículo 4º de la presente ley.
CAPITULO V
Disposiciones Transitorias
b) Se abonará el costo del exceso por sobre los diez (10) puntos sólo en la medida en
que la remuneración por todo concepto en cada provincia, para cada servicio en
particular, al 31 de marzo de 1988, sea inferior a la vigente en la Administración Central
Nacional; en caso de ser inferiores las remuneraciones provinciales, la garantía se
abonará, como límite, hasta alcanzar la remuneración vigente en la Administración
Central Nacional.
Los pagos a que hubiere lugar por parte del Gobierno Nacional serán efectivizados antes
del 30/4/88.
La Nación se obliga a no cubrir las vacantes ni incrementar las plantas del personal de la
Administración Central Nacional existente el 31/12/87. Las provincias percibirán las
sumas resultantes de la garantía de este artículo cuando correspondiere y sólo en el caso
que no incrementasen las plantas de personal ni cubriesen las vacantes existentes al
31/12/87.
Las provincias que otorguen incrementos salariales a sus agentes que superen, en
promedio para la Administración Central, en diez puntos la variación acumulada del
índice de precios al consumidor, en tanto estos incrementos superen los otorgados para
la Administración Central Nacional, se entenderá que renuncia a participar en la
distribución del Fondo de Aportes del Tesoro Nacional, instituido en el inc. d) del art. 3º
de la presente ley.
Dada en la Sala de Sesiones del Congreso Argentino, en Buenos Aires, a los siete días
del mes de enero del añi mil novecientos ochenta y ocho.
Antecedentes Normativos
- Art. 8: por art. 1º del Decreto Nº 692/2002, B.O. 30/4/2002, se estableció que la
participación que le corresponde al GOBIERNO DE LA CIUDAD AUTONOMA DE
BUENOS AIRES por aplicación del artículo 8º de la Ley Nº 23.548, sería transferida en
forma automática y diaria por el BANCO DE LA NACION ARGENTINA hasta un
monto mensual equivalente a la doceava parte del nivel que se establezca anualmente
en las leyes de Presupuesto de Gastos y Recursos de la Administración Nacional.