EL ENFERMO TERMINAL Digitacion de Dolores Ventura

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INTRODUCCIÓN

Diagnosticar un paciente como terminal constituye para el médico una


gran responsabilidad profesional y ética. Por una parte, induce un
cambio radical en su actitud y acciones terapéuticas, ya que el trata-
miento curativo da paso al paliativo y al cuidado básico del enfermo.
Por la otra, implica la obligación de quien tenga, efectivamente y en la
práctica, el rol de médico tratante, de asumir en plenitud el cuidado del
paciente hasta su muerte.

Todo lo anterior señala la importancia de definir, con la mayor preci-


sión posible, lo que se entiende por enfermo terminal o condición ter-
minal de una afección, así como describir los deberes del médico en el
cuidado de estos pacientes.

El concepto de enfermedad terminal ha ido variando a lo largo de la


historia, gracias a los avances de la medicina y de la tecnología. Algu-
nas enfermedades que antes se consideraban terminales ahora ya no
lo son, ejemplo de esto es el cáncer el sida, pero aún existen probabi-
lidades que algunos de estos pacientes mueran por causa de estas u
otras enfermedades

La enfermedad o condición diagnosticada debe ser de carácter


progresivo e irreversible, con pronóstico fatal próximo o en un
plazo relativamente breve..

La mejora en los tratamientos de los enfermos en una etapa avanza-


da y terminal es uno de los retos que tiene planteados la sanidad to-
mando medidas que deben incluir, implementación de recursos espe-
cíficos, mejora en la atención de recursos ya existentes, mejora de los
profesionales del área de la salud, y educación de la sociedad, facilita-
ción de analgesicos opioides, vital para mejorar la atención, medida
recomendada por los expertos y la OMS..

No hay ninguna justificación ética para mentir a un paciente, dado que


cualquier buena intención que se tenga no excusa la intolerabilidad
moral de la mentira. Sin embargo, en determinadas situaciones, para
no dañar la condición psicológica del paciente o destruir las esperan-
zas de mejoría que pudiera tener, se puede limitar la información so-
bre su enfermedad, sin ocultar los aspectos esenciales de ella. Si bien
los pacientes tienen el derecho a conocer la verdad sobre su situación,
la prudencia es anterior al derecho a la verdad "a toda costa",

Cuando se plantea la alternativa de someter a un paciente terminal a


algún tipo de tratamiento experimental, se deberá ser estricto en la
aplicación del consentimiento informado, si el paciente está en condi-
ciones de entregarlo, o bien, obtenerlo de un familiar directo u otra
persona legalmente autorizada para ello. Cuando un paciente terminal
se encuentra hospitalizado o internado en un centro de salud, debe
tener acceso a visitas y contactos con familiares y amigos sin las res-
tricciones estrictas que regulan habitualmente las visitas a los hospita-
les. A solicitud del paciente, se debe facilitar las entrevistas con sacer-
dotes, notarios, abogados u otras personas que él requiera.
CONCLUSIÓN

Ante todo lo dicho anteriormente, y como se ha podido comprobar a lo


largo del presente trabajo, se ha podido constatar que ante los pro-
blemas éticos que despierta la situación terminal de la vida, casi siem-
pre es difícil encontrar la respuesta “correcta” en todos los casos.
Siempre se recordará que se tiene delante a un ser humano, cuyos
derechos y deseos han de ser tenidos en cuenta y cumplidos en la
medida de lo razonable, relación que ha de extenderse también a los
familiares.

Bibliografía

 Capítulo 11 de Bioética.
EL ENFERMO TERMINAL, DERECHOS DEL ENFERMO TERMINAL,
CUIDADOS PALIATIVOS, MUERTE DIGNA, DILEMAS DEL SUICI-
DIO ASISTIDO, DILEMAS ÉTICOS EN LA EUTANASIA, PENA DE
MUERTE.

ENFERMO TERMINAL

Las situaciones éticas que se suscitan en el final de la vida pueden


abordarse desde diversos aspectos y los haremos, aunque sintética-
mente, desde todos aquellos que han demostrado la Importancia de su
examen para su adecuada percepción. Esta elección metodológica no
responde a una mera razón pedagógica sino al convencimiento que la
visión del problema desde los distintos ángulos de observación posi-
bles enriquece la reflexión sobre el tema en general y también sobre
cada situación particular.

La conflictividad en el final de la vida

El visible aumento en la cantidad de conflictos que se suscitan y en su


complejidad es dependiente de la concurrencia de los siguientes he-
chos: el aumento en la expectativa de vida de la sociedad, la incorpo-
ración de la alta complejidad a la medicina, la presencia de serias co-
morbilidades en casa paciente, la existencia del soporte vital como un
recurso terapéutico habitual y el aumento de personas con importantes
alteraciones en su estado cognitivo.
Medicina paliativa

La historia de esta especialidad se remonta al trabajo de la enfermera


Cecily Saunders, en el Reino Unido, en San Christopher’s Hospice,
Londres, 1957. Esta modalidad asistencial se inspira en la atención y
cuidado del paciente portador de una enfermedad incurable en todo el
período que trascurre hasta su muerte. Poco a poco este movimiento
se extendió a los países europeos siguiendo su meta central que es la
calidad de vida, no por oposición al principio de la sacralizad, sino por
respeto a la libertad y dignidad de la persona enferma y de su entorno
familiar.

El paciente en estado crítico: Se define por la existencia actual o


probable de una alteración en la función de uno o varios órganos o sis-
temas, situación que compromete su supervivencia de no tomar medi-
das activas sobre sus funciones vitales. Ese estado crítico supone,
además de la amenaza de muerte, de dos circunstancias esenciales a
tener en cuenta: la posibilidad de su reversibilidad si se aplican ciertas
acciones terapéuticas efectivas y rápidas y que su presencia es un
momento evolutivo probablemente transitorio. Estas dos condiciones
esenciales del estado crítico: reversibilidad esperable y transitoriedad
posible, no siempre son predecibles.

El paciente sin esperanzas: Se refiere al portador de una enferme-


dad de larga evolución (años) pero finalmente letal que en su evolu-
ción sufre varios episodios agudos, que no tratados conducen a la
muerte, pero que en el mejor de los casos una vez superados dejan al
paciente cada vez más cerca del final de su vida.
El paciente terminal o muriente: Se refiere a una enfermedad letal.
Este término debiera aplicarse solo a aquellos enfermos en quienes la
experiencia indica que debieran morir en un plazo relativamente corto
de tiempo.

El paciente moribundo o agonizante: Implica considerar muy cerca


la presencia probable de la muerte (acerca o alrededor de la muerte).

Medicina crítica

También llamada terapia intensiva, aparece en la medicina hace cua-


renta años con la introducción en la práctica del respirador mecánico y
es heredada directa de las “polio units” creadas por la epidemia mun-
dial de poliomielitis de la década del cincuenta.

Sufrimiento humano y uso analgésicos

Aunque no siempre la muerte viene acompañada de sufrimientos in-


soportables, la verdad es que hay casos muy extremados de dolor que
ponen a prueba todos los recursos humanos y hacen pensar en la eu-
tanasia como medida desesperada. En estas situaciones no se puede
exigir a nadie el heroísmo como norma.

¿Qué favorece una actitud “eutanásica” en el personal sanitario?

 La falta de enseñanzas organizadas sobre el dolor en las escue-


las de medicina.

 La progresiva tendencia a la especialización.


 La incapacidad o falta de disposición de algunos médicos a de-
dicar el tiempo y esfuerzo necesarios para conseguir un control
adecuado del dolor.

 La escasa cantidad de información publicada sobre el tratamien-


to correctivo del dolor.

DERECHOS DEL ENFERMO TERMINAL:

 Derecho a ser tratado como ser humano vivo hasta el momento


de la muerte.

 Derecho de mantener una esperanza, cualquiera que sea esta.

 Derecho de expresar a su manera sus sentimientos y emociones


en lo que respecta al acercamiento de su muerte.

 Derecho de obtener la atención de médicos y enfermeras, inclu-


so si los objetivos de curación deben ser cambiados por objeti-
vos de confort.

 Derechos de no morir sólo.

 Derecho de ser liberado del dolor.

 Derecho de obtener una respuesta honesta, cualquiera que se la


pregunta.

 Derecho de no ser engañado.

 Derecho de recibir ayuda de su familia y para su familia en la


aceptación de su muerte.
 Derecho de morir en paz y con dignidad.

 Derecho de conservar su individualidad y de no ser juzgado por


sus decisiones, que pueden ser contrarias a las creencias de
otros.

 Derecho de ser cuidado por personas sensibles y competentes,


que van a intentar comprender sus necesidades y que serán ca-
paces de encontrar algunas satisfacciones ayudándole a enfren-
tarse con la muerte.

 Derecho de que su cuerpo sea respetado después de su muerte.

LA EUTANASIA

Hablar de eutanasia en estos días es interesante. En estos tiempos


donde todo es posible y todo es permitido, donde lo normal es lo que
digan y hagan la mayoría, y no el seguimiento de la verdad objetiva
como debe ser, motiva a repensar sobre la postura de cada persona
frente a este controversial tema.

La eutanasia concebida por su definición etimológica como “muerte


buena” encierra muchas interrogantes y visiones, ya que en muchos
países se le considera como un signo de “civilización”, pero eutanasia
no es eso, porque consiste en eliminar al que sufre para que deje de
sufrir.

La eutanasia en el Catecismo de la Iglesia Católica

La Eurasia directa, según el catecismo, consiste en poner fin a la vida


de personas disminuidas, enfermas o moribundas. Es moralmente
inaceptable. Es provocar la muerte para suprimir el dolor, lo que es un
homicidio (n.2276-2277).

LA PENA DE MUERTE

La pena de muerte. Planteamiento equivocado del problema

Por pena de muerte se entiende el castigo decretado por la suprema


autoridad social legítimamente constituida, contra determinados mal-
hechores, de acuerdo con unas leyes establecidas en nombre de la
estricta justicia y del bien común. Tal castigo lleva consigo la elimina-
ción física del reo tras el juicio condenatorio.

La eutanasia en la Evangelium Vitae

Monseñor Elio Sgreccia, presidente de la Pontificia Academia para la


Vida, hace referencia a este tema en su artículo Aspectos Éticos de la
Asistencia al Paciente Moribundo. Él haciendo una evaluación teológi-
ca de la eutanasia toma como base la Encíclica Evangelium Vitae de
Su Santidad Juan Pablo II.

La pena de muerte en el contexto de la EV

La EV habla expresamente de la pena de muerte en los números 27 y


56 y la mayor parte de los informadores de prensa destacaron mucho
esta cuestión cuando se publicó el texto.

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