TRT CM PDF
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Emilia Johnson
Hace 25 minutos
Para: [email protected]
De: [email protected]
Asunto: Recuerdas cuando…
Mia:
¡Si abriste este correo electrónico, por favor, sigue leyendo! Quiero pedir
disculpas, aunque no va a hacer nada porque soy una mierda total y te he hecho
tanto daño que probablemente nunca consiga tu perdón. Pero lo siento. Y quiero que
sepas que pienso en ti.
Mucho.
Demonios, más que mucho.
Me senté en uno de los conciertos de mi hermano la otra noche, sonriendo
como un idiota porque no podía dejar de pensar en el último concierto al que fuimos.
El pobre idiota detrás de nosotros nunca vio venir el codo. Siempre fuiste tan
salvaje… y me refiero de la mejor manera posible. Al segundo en que el primer
golpe de acorde comenzó, tus brazos subieron y su nariz ¡crack!
Me dijiste que era una reacción natural para los chicos el tirar golpes, no
importa si el destinatario era una chica o no. Pero de ninguna manera en el infierno
creí eso. Nadie toca a mi chica, incluso si se trataba de una “reacción natural”.
Valió la pena la noche en la comisaría, la nariz sangrando, y los nudillos
magullados. Especialmente cuando te acurrucaste en mi pecho después, y dijiste que
me veía sexy con tampones en mis fosas nasales. (Algo que queda entre nosotros
dos).
Fue el momento en que me enamoré de ti.
Y lo sigo estando.
—Scott
Eric Matua
Hace 4 horas
Mia:
Compruebas tu correo electrónico todos los días, así que sé que viste el
último que envié. Soy un creyente de las segundas oportunidades (No me digas,
¿no? De lo contrario no estaría enviándote un correo electrónico) así que…
Pido perdón… por segunda vez.
Te extraño. Es una forma baja de arrastrarse, lo sé, pero es la verdad. Sigo
mirando las fotos que tengo de nosotros en mi teléfono. No puedo parar… es una
adicción. Mi hermano dice que me volví loco. Rus dice que tengo que echar un
polvo. Vicki quiere que las borre. Todos piensan que es una causa perdida, pero no
lo creo.
Dijiste que fuimos un error. Solo quiero saber por qué. Porque si lo fuimos,
siento como si fueras el mejor error que he cometido. Y quiero cometerlo de nuevo.
—Scott
Emilia Johnson
Hace dos minutos…
Me rindo.
Dejándome caer en la cama gemela a la mía, saco mi teléfono y veo
todos los mensajes y notificaciones que me perdí. Mi cuerpo está tan
cansado, huelo a frutas y sudor. Yo lo llamo “frudor”.
Oh, voy a tuitear eso totalmente.
Uso una mano para quitarme mis pantalones cortos, mientras puedo
desplazarme por mis correos electrónicos con la otra. Ducha primero,
después tiempo online. Me detengo con mis pantalones cortos alrededor de
mis tobillos cuando veo otro correo electrónico de Scott.
Nunca respondí al último. No he podido averiguar qué decir, así que
no dije nada. Además, estuve un poco distraída cuando Eric entró oliendo
como un ambientador tropical. Esa energía familiar surgía a mí alrededor
con su proximidad, y no pude concentrarme mucho después, así que en
vez de responder a Scott, me fui a la página de Eric en Facebook y traté de
encontrar fotos antiguas de él, sólo para poder sentir como si estuviera
todavía en la habitación conmigo.
Sentándome, llego hasta mis pantalones cortos y me los quito del
todo mientras leo el nuevo correo electrónico.
Mia:
Me tomó dos horas reunir el valor para hablar contigo por primera vez.
Probablemente me habría tomado más tiempo, pero la película estaba a punto de
terminar, y no sabía si alguna vez te volvería a ver. Pero sabía que si no tomaba mi
oportunidad, probablemente no conseguiría otra.
Estabas en una cita con algún idiota al que ignoraste la mitad de la noche. Te
sentaste frente a mí, y cada vez que te inclinaste hacia él para decir algo, te hacía
callar. Casi le pegué en la nuca. Tú eres mucho más interesante que cualquier
película. Demonios, ni siquiera recuerdo qué película era… Te miré a ti todo el
tiempo.
Así que no me importó que estuvieras en una cita. No me importó que no
tuvieras ni idea de quién era yo y probablemente pensaste que era una idiota
haciendo el ridículo. Tenía que conocerte.
Me diste una oportunidad entonces. No tengo ni idea de por qué, pero me voy
a la cama cada noche agradecido de que lo hicieras. Y cabreado conmigo mismo por
joder las cosas.
Si me das otra oportunidad, no voy a estropearlo esta vez.
Por favor, responde, Mia. Cualquier cosa para saber que estás recibiendo esto.
—Scott
—¡Agh!
Me levanto rápidamente de mi cama, el corazón retumbando en mis
oídos mientras mis ojos tratan de ajustarse a lo que me rodea. Eso sin
duda fue un grito, choco contra la puerta del armario mientras la abro
para conseguir mi bate de béisbol. Sin embargo, mi maldito cuerpo no
hace lo que quiero y termino tanteando alrededor hasta que mis dedos se
enroscan sobre algo frío y con forma de tubo, lo que tiene que ser mi bate.
Ah, mierda, ¿de qué diablos están hechas estas paredes? Estoy
bastante seguro de que están llenas de ladrillos de goma mientras golpeo y
reboto por el pasillo hacia la habitación de Em. Abro la puerta de un golpe
y sostengo mi bate en alto, esperando algún tipo de lucha, o incluso una
maldita araña… algo… pero Em se encuentra apretando una almohada
contra su pecho, una gran sonrisa en su rostro con la suave luz de su
lector electrónico.
Su ceja se alza mientras recupero el aliento en la puerta.
—Um, ¿todo bien? —pregunta a través de su sonrisa.
—Yo... uh, te oí gritar.
Se muerde el labio y sus hombros se elevan un poco. —¡Vaya! Lo
siento. Solo leía.
Relajo mi postura y dejo que mi bate caiga a mi lado. —¿Siempre
gritas cuando lees?
—A veces. —Señala con su cabeza a mi mano—. ¿Siempre te
defiendes con un sable de luz?
Mis dedos se crispan en el mango, y encuentro el botón que no
encontré antes. El cuarto oscuro se ilumina de rojo cuando lo presiono y
suelto una carcajada.
—Sólo cuando no puedo utilizar la fuerza1.
Su risa hace que mi pecho se apriete y se afloje al mismo tiempo, se
mueve en su cama y acaricia el lugar junto a ella. No me molesto en
encender la luz del techo y ella tampoco. Supongo que los dos hemos
vivido con la luz de una pantalla lo suficiente como para estar
acostumbrados.
—Acabo de leer la escena de “Te amo” —dice, pasándomelo
rápidamente cuando me acomodo en la cama. Sostiene el lector entre
nosotros, así puedo ver el lugar que señala—. Ha hecho falta el libro entero
para que ellos lleguen allí, así que, en cierto modo, he chillado un poco
cuando lo leí.
—¿Eso era un grito de emoción? —Contengo mi risa, pero en
realidad no funciona—. Pensé estabas siendo secuestrada o algo así.
—Tengo un taser. Vencería el trasero de cualquier secuestrador.
Emilia Johnson
Hace 3 horas
Eric llega al final del libro, y todavía estoy despierta. Pero de ninguna
manera quiero moverme. Me siento cómoda aquí en su hombro, así que
cierro mis párpados, y cuando se mueve, no me inmuto ni un centímetro.
—¿Emmy? —dice sobre mi cabeza, y resisto las ganas de sonreír. No
soy tan buena en fingir estar dormida. Sólo quiero una excusa para usar
sus músculos como almohada sin tener que explicar exactamente por qué.
Se ríe cuando no contesto, lo siento bajar la Kindle y estirarse por
una almohada para su cabeza. Sus dedos están un poco fríos en mi brazo
mientras nos ajusta a los dos de modo que estemos en una posición más
cómoda para dormir.
—Sé que estás despierta —dice, y maldito sea, puedo escuchar esa
sonrisa en sus palabras. Me hago la terca y no contesto.
—Está bien, podemos jugar a ese juego donde finges estar
durmiendo, y hablo en voz alta hasta que te hartes.
Abro la boca, casi diciendo que sólo hemos jugado ese juego una vez,
y sí dormía cuando jugamos, me despertó por estar hablando. Pero aprieto
los labios y dejó escapar un ronquido ridículo.
Suelta una carcajada y se mueve debajo de mí, pero no lo suficiente
para hacer que ajuste mi posición en su brazo. De hecho, acaricia su nariz
contra mi cabeza, luego descansa su mejilla allí, tomando largas
respiraciones. Algo toma vuelo en mi estómago, y abro los ojos para
asegurarme de que no estoy soñando despierta otra vez.
—Sabes, no te he dicho todavía lo mucho que te he extrañado —dice,
y lo que sea que voló en mi estómago llega a mi garganta. Aunque no
trataba de estar callada, no creo que tendría voz para decir algo. Todos
esos sentimientos que noté cuando charlábamos en línea zumban en mi
pecho y otras áreas, para ser completamente honesta, y no sé qué hacer
con ellos. Se siente como que el protocolo para ver a amigos en persona
después de unos años es como llegar a conocerlos de nuevo. De alguna
manera, parece que sólo estamos tomándolo donde lo dejamos.
—Fue extraño ajustarme de nuevo a la vida en la isla —dice, con la
mandíbula moviéndose en la parte superior de mi cabeza—. Ah, y aún más
extraño, contestar por mi nombre de nacimiento de nuevo. Creo que tú
fuiste la única persona que todavía me llamaba Eric después de mudarme.
Estuve a punto de romperme una vez más, a punto de decirle que es
la única persona que todavía me llama Emmy, pero me quedo quieta como
piedra y trato de controlar lo que está pasando con mi respiración.
—Eso podría ser porque no sabes cómo se deletrea mi nombre real.
—Se ríe suavemente y trata de conseguir que lo mire. Cierro los ojos de
nuevo y sofoco una sonrisa.
—O tal vez es porque tampoco lo puedes pronunciar bien —se burla,
y maldita sea, sabe que voy a abrir la boca para defenderme. Mis ojos se
abren y arrugo la nariz hacia él.
—¿Qué pasa con Eric? Me gusta ese nombre —le digo, finalmente
hablando y sentándome alejada de su hombro cómodo. Me da una sonrisa
triunfal, pero me tira de nuevo a donde me hallaba. Supongo que no
necesitaba hacerme la dormida como excusa para permanecer allí.
—No puedes pronunciarlo, ¿verdad?
—Ha pasado tanto tiempo desde que lo oí. Pero podía cuando
estábamos en la secundaria. No cortes mi tarjeta de mejor amiga
impresionante a la mitad, porque conozco tu nombre Samoano.
—¿El cual es…?
Incluso en la oscuridad puedo ver sus hermosos ojos color chocolate,
y mi corazón resuena en mi pecho. En serio, debo parar esa mierda. Debe
haber sido esa novela romántica que leía. Maldigo a ese tipo Max.
—Um… —Niego con la cabeza y me ajusto contra su brazo de nuevo,
así no estoy mirándolo. Pero eso sólo pone mis ojos en los pantalones
cortos de gimnasio de Eric. Oh, maldición—. Es, uh… Escardo o algo así.
—No lo recuerdo, y se ríe tan fuerte que me sacude de su hombro. Lo que
sea que está pasando en mi cuerpo se relaja lo suficiente como para
golpearlo en el pecho—. ¡Ha pasado una eternidad desde que lo escuché!
—Apuesto a que incluso si lo digo ahora, todavía tendrás problemas
con él.
—No más apuestas hasta que te page la última —me quejo. Traté de
contarme como la décima mujer que comprobaba a Eric en la tienda, lo
que totalmente debería contar, pero dijo que era hacer trampa, así que le
debo ese masaje. Apesta porque realmente quería esa canción.
Especialmente si iba a sacar su ukelele. Ha sido demasiado tiempo desde
que el equipo de fútbol fue obligado a esa asamblea de talentos. Quiero
oírlo cantar de nuevo.
Me coloco de vuelta contra él y hablo con su ombligo. —Pero aun así,
dímelo.
—Esekielu.
—Dios te bendiga —le digo con una sonrisa. Se estira y me hace
cosquillas. Oh, sabe que no debe empezar una guerra de cosquillas
conmigo, porque va a perder.
—Está bien, boba, ¿puedes decir eso?
—Ezequiel o una cosa así.
—Supongo que es lo suficientemente cerca.
—Te lo dije, me gusta Eric. Digo Eric y me acuerdo de ti.
Su respiración cambia, se mueve a un ritmo más rápido, o tal vez
soy yo. No tengo idea. Pero sus dedos se arrastran por mi brazo y mueven
mi pelo, luego tira la manta sobre mi hombro.
—Es por eso que me gusta Emmy. Eres tú.
El protector de pantalla en mi computadora se pone completamente
negro, y también lo hace la habitación. Es perfecto para dormir ahora, y
doy gracias a los dioses de la tecnología por el momento, porque mi
sonrisa rivaliza con el emoticón de carita feliz con la D mayúscula, y me
alegro que Eric no pueda verlo porque totalmente me avergonzaría.
Su respiración se regulariza antes que la mía, y antes de que se
duerma completamente, abro mi boca.
—¿Oye, Eric?
—¿Hmm?
Aprieto su cintura y vuelvo a sorprenderme por lo pequeña que es.
—También te extrañé.
Todavía se encuentra oscuro cuando me despierto poco a poco del
sueño extraño que estoy teniendo. Me toma unos cuantos parpadeos para
ajustarme, y un par de respiraciones lentas para relajarme. La ventana
está abierta, y el sonido del océano se filtra. Miro hacia el ruido que causó
la pesadilla antes de estirar mi cuerpo, ir de puntillas a la ventana y
cerrarla. Ah... mucho mejor. No más sueños de tiburones y calamares lo
suficientemente grandes como para comerme entera.
En los diez segundos que me tomó para silenciar el ruido, Eric se ha
desplomado sobre la cama y expandido, dejándome unos doce centímetros
de espacio. Estoy tentada a saltar sobre su espalda y dormir sobre él de
esa manera, pero después de ver su boca ligeramente partirse a medida
que avanza de una especie de dormirse con estar completamente fuera,
decido no hacerlo. Estoy acostumbrada a funcionar con el mínimo sueño
de todos modos.
Enciendo mi computadora y pongo la contraseña, luego agarro una
manta del suelo para envolverla alrededor de mis hombros. Mi TweetDeck
es siempre lo primero, luego mi correo electrónico, después mi otro correo
electrónico, entonces Skype aparece. Oh, debo llamar a Eve hoy y ver cómo
le va. Rápidamente le envió un mensaje instantáneo para programar una
cita por Skype, entonces me desplazo por mis notificaciones para ver lo
que me perdí en las últimas seis horas que he estado desconectada.
Kristin, Alex, Amy, Lindsey y Karrie todas me dejaron mensajes
sobre una fiesta este fin de semana en la costa. Inicia justo después de mi
turno en SnoGo, así que escribo un colectivo: ¡Por supuesto!, y busco a
Rachel en la barra de búsqueda y le mando una solicitud de amistad para
poder invitarla también. Después entro a mi correo electrónico y empiezo a
enviar a spam el correo basura y a eliminar todos los mensajes de Twitter
y Facebook.
A mitad de camino, veo otro correo electrónico de Scott. —Maldita
sea —susurro para mí misma mientras lo abro. Sigo olvidando responderle
a este tipo. Otro tipo ha sido demasiado distractor para recordarlo.
Mia:
Soy persistente. Recuerda… eso es lo que te gusta de mí. ;) Esta no será la
último vez que oyes de mí, y voy a seguir molestándote bastante hasta que
respondas, incluso si es sólo un “Vete a la mierda”.
Por lo tanto, antes de que me digas que te deje sola, tengo que decirte que aún
te amo. Sé que no quieres oír excusas sobre por qué hice lo que hice, así que no te
las daré. Pero siempre te voy a decir que te amo porque es la verdad. Y como sabes,
no te guardo secretos. Decirte la verdad no fue lo que me metió en este maldito lío,
fue lo que hice, pero él no mentirte sobre ello tiene que contar para algo, ¿no?
Tal vez debería eliminar ese último párrafo. Pero no lo haré, porque fue
honesto y tiene las palabras “te amo” en él. No puedo borrar eso.
Confía en mí, lo he intentado…
Preparándome para el correo electrónico de “Vete a la mierda” que
probablemente enviarás.
—Scott
Scott:
Lo siento, pero tienes el correo electrónico incorrecto.
Huh, pensé que se iría por su camino feliz, pero está bien... esto
puede tomar más convencimiento de lo que pensaba.
Scott:
…
Scott, me gustaría ser esa chica de la que estás enamorado, pero te prometo
que no lo soy. Parece que tenían una relación muy real, y quiero que la encuentres
para que puedas hacer las cosas bien, pero no soy ella.
Buena suerte.
Emilia Johnson (la otra)
Sé que los dos somos personas diferentes ahora, pero aún te amo. Por favor,
dame la oportunidad de hacer las paces contigo. Voy a rogar y suplicar y
humillarme. Infiernos, te daré una serenata con One Direction si eso es lo que
quieres. El hecho de que siquiera respondas me tiene sonriendo como un tonto
aquí. ¿Pero podemos no pretender un minuto? Sin bromas. Quiero ser real contigo.
En serio…
NO SOY EMILIA JOHNSON. Lo soy, pero no la que estás buscando. Tiene
que haber un millón de Mias Johnsons en el mundo. Te enamoraste de una, lo
arruinaste, y quieres recuperarla. La única razón por la que aún estoy respondiendo y
no eliminando tus mensajes es porque quiero que la encuentres. No estoy hablando
metafóricamente. Soy una chica completamente diferente. No voy a darte la historia
de mi vida, pero nunca he estado enamorada de un Scott. Ni siquiera he conocido a
un Scott. Nunca tuve un novio que golpeara a algún tipo en un concierto. Y si me
das una serenata con One Direction, voy cerrarte la boca con cinta.
Revisa la dirección de correo electrónico. Podría ser un punto y no un guion
bajo, tal vez. O tal vez ella escribe Johnson con una “e”. Y espero que la encuentres
y la hagas volver corriendo hacia ti con este tipo de mensajes de amor. Confía en mí,
eres bueno en ellos.
Hola, Mia2.
Pensando en nuestra conversación, una broma de Demetri Martin apareció en
mi cabeza.
—Estaba en la calle. Este chico me saludó, se acercó a mí y dijo: “Lo
siento. Pensé que eras otra persona”. Y yo le dije: “Lo soy”.
Todavía no puedo creer que le envié un correo a la chica equivocada. Incluso
arrastrándome, lo arruinaría.
Tal vez sólo voy a enviarle un ramo de flores a cada Mia Johnson del
mundo. Voy a estar en quiebra por hacerlo, pero podría funcionar.
Espera rosas en unos días ;)
—Scott
“Mia2” ¿Crees que puedo encontrar eso en una matrícula de auto? Además,
asegúrate de enviar rosas rosadas si estás tratando de disculparte ;)
Ya sabes, realmente sabía eso. No es que haya tenido que enviar una tonelada
de rosas rosadas, pero sí… trabajo en una florería. Porque soy simplemente así de
varonil.
Oye, ¿estás en Facebook? Probablemente es más fácil charlar por ahí.
—Scott
Emilia Johnson
Hace 1 minuto
Emilia Johnson
Hace 1 día
—Lo juro, comí diez veces más que tú. —Em alcanza sus pantalones
cortos y abre el botón. Señalo a toda la caja de cartón de arroz frito.
—Comí todo eso. Y la mayor parte del pollo.
—No tocaste el chow mein.
—Porque eso sabe a goma.
—Y el arroz tiene mucho sabor. —Ella se ríe y vuelve a caer en el
sillón, su ombligo haciendo acto de presencia. Me encanta que tenga pecas
en su estómago. Me da curiosidad si el patrón se encuentra en todo su
cuerpo.
—Lo hace cuando está lleno de jamón y huevos —discuto, y agita su
mano en el aire como siempre cuando se rinde. Sonrío y me caigo de nuevo
en el sillón con ella. Estamos tocándonos de lado, y eso no me da
pánico. Me pone caliente como el infierno, pero me siento bien. En control.
Se retuerce a su lado, presionándose contra mí aún más, y su
cuerpo se siente como si estuviera ardiendo. O tal vez ese soy yo.
—Vamos a jugar un juego.
Ajusto mi brazo por lo que no se encuentra entre nosotros. —¿Qué?
¿Cómo el Scrabble? —bromeo.
—No, tonto. Quiero jugar algo divertido.
—¿Vas a inventar un juego de nuevo? —me quejo y ella me golpea
ligeramente en el estómago.
—Oye, amas mis juegos.
—No... tú amas tus juegos, porque haces las reglas a medida que
jugamos, así que terminas ganando.
Hace esa cosa linda donde arruga la nariz, y sus dedos se arrastran
hasta los botones de mi camisa. —¿Qué pasa si te prometo que te
encantará este? —El rosa en sus mejillas se vuelve un tono más oscuro, y
el fuego entre nuestros cuerpos aumenta un par de grados.
—Maldito sea tu poder de persuasión. —Junto mi frente con la
suya—. ¿A qué estamos jugando?
—¿Todavía tenemos uvas en la nevera?
—Si no te las has comido.
Se agacha y me hace cosquillas en mi rodilla. Al instante me alejo de
ella.
—¿Vas a ir por ellas?
Poner distancia entre nosotros no es lo que quiero hacer, pero es
probablemente bueno que consiga un poco de espacio para respirar. Em se
mueve al suelo mientras estoy buscando en el refrigerador. Le entrego la
taza y ella señala al otro lado de la habitación.
—Te sientas allí.
—Bien.
—Ahora... las reglas —dice, poniéndose en cuatro patas y
acomodando las uvas entre nosotros. Mis ojos van directamente a su
escote de nuevo, y su pelo largo que casi toca el suelo. Si estuviera debajo
de ella, probablemente le haría cosquillas a mi pecho.
Ah, infiernos. Me aseguro que Em no esté mirando, y me ajusto para
que mi cremallera no esté matándome.
—Vamos a tirarnos estas el uno al otro…
—Suena bien, vamos. —Me río, tratando de alcanzar las uvas. Ella
las desliza de mis manos, y luego me empuja hacia atrás sobre mi culo.
—Vamos a tratar de capturarlas, Eric. Y cada vez que atrape una,
tienes que darme un beso.
—Puedo hacer eso…
—En un lugar que nunca me hayas besado antes.
—¿Te refieres a... en el armario? —Me río, porque creo que sólo hay
tres lugares en este condominio donde no nos hemos besado.
—No. —Suspira—. Me refiero a... —Arrastra su dedo sobre la parte
superior de su camisa, directo sobre su corazón—. Aquí.
Mis cejas se levantan, y ella tiene una mirada adorable de timidez en
su rostro.
—Em...
—Mira, sé que esto es raro. —Se sienta sobre sus rodillas—. Somos
amigos. Quiero decir, en serio, eres mi mejor amigo, y creo que me conoces
mejor que nadie. Pero nosotros no nos conocemos... físicamente.
Me estoy mareando, y cierro los ojos, me concentro en Em y sólo en
ella. Puedo hacer esto... si lo hago lento.
Después de un par de respiraciones, abro los ojos y veo a Em, cuyas
cejas están fruncidas, preocupación grabada en sus iris de color
marrón. Intento una sonrisa para hacer que se relaje.
—¿Qué sucede si no le atinas?
Parpadea, la opresión en su frente se suaviza lentamente. —Tienes la
oportunidad de hacerme una pregunta.
—¿Supongo que esto va en viceversa? —pregunto, cogiendo un
racimo de uvas de la taza y arrancando una—. ¿Si las atrapo, me besas en
algún lugar que nunca me has besado, y si fallo, me haces una pregunta?
Sonríe, balanceando las piernas para sentarse bien. —Sí. Cada
captura, un beso. Cada fallo, una pregunta.
—Bien. Abre la boca. —Le tiro la uva antes de que tenga la
oportunidad de prepararse. Rebota en su barbilla y aterriza en su regazo.
—¡Tramposo! No estaba preparada. —Toma una fruta—. Y las damas
van primero
—Inventando reglas de nuevo.
—Cállate. —Se ríe, y luego lanza la uva en el aire. Es un poco corto y
hacia la izquierda, pero me pongo de rodillas rápidamente y la atrapo con
mi boca antes de que toque el suelo.
La muestro entre mis dientes, sonriendo como un tonto. Em se ríe y
se arrastra hacia mí, y me olvido de mi respiración, y todo lo demás, en
realidad, cuando agarra mi muñeca y me planta un beso en mi antebrazo.
Sus labios se curvan en una sonrisa contra mi piel, y me mira. —He
querido besar ese maldito músculo durante tanto tiempo.
Me río y se sienta de nuevo en su posición. Debería haber sabido que
Em tomaría las cosas con calma porque le pedí que lo hiciera. Mi mano
está temblando mientras apunto a su boca, y es porque estoy ansioso...
porque atrape la uva.
Abre ampliamente, y la lanzo directamente en su lengua, pero rebota
en sus dientes y cae a alguna parte. Se ríe, y en secreto estoy maldiciendo
mi puntería.
—Bien, ahora puedes hacerme una pregunta.
—Ni siquiera sé...
—Simplemente cualquier cosa que hayas querido preguntar, pero
nunca pensaste que podrías.
Lo primero que me viene a la cabeza es: ¿quién diablos es ese tipo
con el que sigues mandándote mensajes? Pero estamos divirtiéndonos, y
realmente no quiero arruinar el estado de ánimo. Tal vez pueda
preguntarle más tarde. Pero en este momento...
—Uh —tartamudeo, pasando una mano por mi cabeza—. Si no
hubiese estado con Ali en la secundaria, ¿tú... nosotros...?
—¿Habríamos estado juntos? —termina por mí, y asiento—. Bueno,
no sé tú, pero a pesar de que tenías una novia, pensé mucho en
ello. Cuando te graduaste, casi te besé, y probablemente no me habría
importado una mierda si ella lo veía. Luego tuviste que mudarte del
maldito país, y realmente pensé que nunca volvería a verte. Esa noche fue
una de las noches más desgarradoras de mi vida. ¿Por qué crees que te
enviaba tantos mensajes? ¿Te escribía todos los días? No era sólo porque
eras mi mejor amigo, aunque eso fue una gran parte de ello. Quería estar
cerca de ti, aunque estuviéramos físicamente separados.
Sé que, probablemente, es en contra de las “reglas”, pero me inclino
sobre mis rodillas, la acerco, y la beso en la boca. No tiene idea de lo que
acaba de hacerme. La mayoría de mis inseguridades provienen por mi
peso, y a pesar de que he perdido mucho, todavía me veo como esa
persona. Pero ella conocía a esa persona. No sólo lo conocía, lo quería.
Me retiro cuando empiezo a tener un poco de pánico, pero se va
volando cuando abro los ojos. Está sonrojada, sonriéndome, y muerde mi
nariz antes de empujar suavemente mi pecho.
—Siéntate, tramposo.
Mi cuerpo se relaja en el suelo y abro mi boca, listo para su siguiente
tiro. La tira con curva, y casi toca el techo antes bajar en picada. Arqueo
mi espalda para tratar de conseguirla, pero rebota en mi mejilla y rueda
hacia el suelo de la cocina.
—Vamos a tener las uvas por todo el lugar. —Le guiño un ojo, y ella
sacude la cabeza. Sus dientes tiran de su labio inferior antes de que
respire fuertemente.
Estoy a punto de preguntarle si está bien, pero hace su pregunta
con tanta prisa que tengo que reproducirla de nuevo en mi cabeza antes de
entenderla.
—¿Concuántaschicashasdormido?
—Um... ¿qué?
Golpea sus manos sobre su cara. —Lo siento. Sé que probablemente
no debería preguntar, pero siento que eso es algo que debemos saber el
uno del otro. No lo sé. No hablar de ello como amigos, sino como más
que amigos, ¿tal vez deberíamos? Quiero decir, voy a decirte con cuántas
personas he estado.
—Vaya, Emmy, no tienes que…
—Simplemente han sido dos —dice, dejando caer las manos y
hablando con la alfombra—. Kyle en mi último año, y Jaxon el año
pasado. Nunca tuve cosas de una noche, pero salí con ambos, y ya sabes...
sucedió. Y siento que debes saber mi historia, y no estoy segura de si
quiero saber la tuya... pero tal vez sí, quiero.
—No…
—Sólo dime si es inferior a cinco. O diez. O, no sé. ¿Qué es normal?
Su rostro es una sombra profunda de color púrpura, y puedo ver sus
manos tratando de cubrirlo. Antes de que pueda, me inclino, las sostengo
en las mías, y hago que me mire.
—Es menos de cinco.
Asiente, y puedo decir que está conteniendo la respiración. Aparto el
pelo de su cara y trago saliva. Abierto, honesto, real. Eso es lo que quiero
con ella.
—¿Puedes guardar un secreto? —le pregunto con una media sonrisa.
Espero una forma de abuso coqueto, pero simplemente asiente de nuevo.
Dejando caer mi voz, me le acerco un poco más—. Es menos de uno.
Sus ojos se abren. —¿Qué?
—No me he acostado con nadie, Em.
Ahora sus labios se abren, y su respiración sale un poco
entrecortada. —¿Eres virgen? Pensé que tú y Ali...
Niego. Pensé que me sentiría raro al decirle esto, pero... no lo
hago. Se siente bien. En realidad estoy muy orgulloso de poder decir que
nunca dormí con Ali. Y a pesar de que era mi ansiedad y el peso y la
inseguridad lo que me retuvo a tener relaciones con otras mujeres, me
enorgullece que pueda decir que nunca me he acostado con nadie. Porque,
honestamente, nadie se siente más correcta que Em.
—Voy a romper las reglas ahora —dice, antes de presionar un beso
en mis labios. Su lengua se roza contra la mía, suavemente al principio y
luego nos acariciamos entre sí, respiramos el uno del otro, y quiero tocarla
por todos lados, sentir su piel, pero una punzada de pánico sube por la
parte trasera de mi cuello ante el pensamiento, y me aparto.
Un paso a la vez.
Y es como que puede leer mi maldita mente, porque parece ir al
mismo ritmo.
—¿A quién le toca? —Respira. Tomo una uva y le doy un minuto
para abrir esos labios carnosos, y luego darle una sacudida suave que ella
atrapa con facilidad.
Su mandíbula lentamente se mueve arriba y abajo mientras
mastica. Dejo que mi mirada recorra a lo largo de su cuerpo, y me
pregunto dónde debo empezar. Sólo le he besado el cuello y la boca. Hay
varios lugares que quiero besar, pero no estoy seguro de cómo
acercarme. Ni siquiera estoy seguro si a ella le gustaría eso. Mi corazón
comienza a acelerarse, de mala manera. El tipo que ocurre antes de que
las paredes se empiecen a cerrar y mi estómago se agite, y salga
corriendo. Así que inhalo durante cinco segundos, sostengo, y exhalo, ojos
aterrizando en su delicado pie.
Lento. Vamos lento. Asegurándome que estoy respirando constante,
envuelvo una mano alrededor de su tobillo y lo arrastro hacia mí. Nos
encontramos en el centro del piso, y no puedo dejar de notar lo
increíblemente suave que está su pierna. Es casi como si nunca hubiera
crecido un solo vello. Paso la mano por encima de su pantorrilla, la agarro
en el hueco de su rodilla y tiro. No está respirando, pero yo sí. Estoy
tomando tantas respiraciones como puedo para que ser capaz de hacer
esto sin volverme loco.
Cuando su dedo gordo del pie toca mi mejilla, me dirijo, lentamente,
viéndola mirarme, y presiono el más ligero de los besos en el arco de su
pie. Su pecho se mueve hacia arriba y abajo, soltando el aire, y por un
momento me pregunto si ella es la que tiene un ataque de pánico. Dobla
su rodilla cuando dejo caer su pierna, y agita una mano sobre su rostro.
—Está bien, si vamos a seguir jugando, tenemos que aumentar el
aire acondicionado.
Me río, toma mi lugar en el otro lado de la habitación. Abro la boca,
listo para atrapar cualquier cosa que lance, porque no me importa dónde
diablos sea, quiero sus labios sobre mí.
Traducido por Vane Black
Corregido por Paltonika
Emilia Johnson
Hace 4 horas
Estoy drogada.
Debo estarlo.
Nunca he estado drogada antes, pero tiene que haber una razón
para sentirme así. Colores aparecen y se arremolinan en mi visión. Mi
cuerpo se siente como si estuviera a punto de ir de un lado a otro
rápidamente, pero las manos... los labios, me anclan al suelo. Los únicos
pensamientos volando a través de mi cerebro vienen en frases sencillas,
frases incompletas, y cada uno de ellos me hace sonreír, gemir, reír,
suspirar, y flotar. Definitivamente estoy flotando.
Me siento... drogada.
La cosa es, que Eric ni siquiera está besándome en cualquier parte
sexualmente. Pero siento como si eso es todo lo que hace.
Saca los labios del hueso de mi cadera. Su pulgar recorre mi tatuaje
de la ola de mar, y la piel de gallina cae sobre mi piel, todo el camino hasta
mi nuca.
—Nunca me dijiste que tenías un tatuaje —dice, poniendo mis
pantalones cortos de regreso. Incluso abotona el botón superior que he
sacado toda la noche.
—Lo conseguí al inicio del semestre. —Me deslizo de regreso a mi
lugar en el lado opuesto de la habitación—. Nunca le dije realmente a
nadie sobre ello.
—¿Por qué no?
—Quería algo para mí. —Entonces me encojo de hombros y dejo
escapar una pequeña risa—. Y no iba a tomar una foto, teniendo en cuenta
su ubicación, y estoy segura que la gente me habría pedido publicarlo.
—Eso no significa que tengas que escuchar.
—Se me hace difícil decir que no cuando se trata de la presión de los
compañeros de las redes sociales.
—Bueno, si alguna vez alguien te envía un enlace que dice que
ganaste un millón de dólares, no hagas clic en él.
Ruedo los ojos y arrojo una uva a su rostro. Debe haber estado
preparado para ese movimiento porque la agarra y celebra su victoria
mostrando la roja fruta entre sus dientes, para luego morderla.
No ha atrapado muchas, y no estoy segura de sí lo está haciendo a
propósito o no, pero estoy agradecida de que llegué a poner mis labios en
alguna parte de su cuerpo que todavía no lo he hecho. Y sé exactamente
dónde me dirigiré a continuación. Es hora de tomar esto a un nivel
superior.
Y si las cosas siguen la dirección en que creo que van, va a llegar a
besar mi ganado con esfuerzo, suave como la seda... bueno, todo.
Intento este atractivo gateo en su dirección, pero acabo derribando la
taza y derramando su contenido en el suelo. Mi rodilla aplasta una uva en
la alfombra, y Eric está riendo fuertemente para cuando llego a él.
—Cállate —regaño juguetonamente, poniendo un dedo contra su
boca. Luego lo arrastro por su barbilla, por el cuello, por el pecho. Abajo,
abajo, abajo, y su risa se ha ido. Su respiración se ha ido. Sonrío
tímidamente y ojalá estuviera más segura en este momento, pero tengo
mucho miedo. Tal vez esta es la línea. Y estoy a punto de volar directo a
través de ella y nunca mirar hacia atrás.
Mi frente se extiende a lo largo de los botones de su camisa mientras
me muevo hacia abajo. Está respirando ahora. Duro. Rápido. Su estómago
palpita en mi mejilla y su aliento le hace cosquillas a la cima de mi cabeza.
No bajo su cremallera, aunque lo veo luchando contra ello. Mi
corazón está latiendo muy rápido y mis manos comienzan a temblar
cuando me apoyo en sus muslos.
Una pequeña parte de mi cerebro susurra: Mia... él es virgen. Puedes
ser la primera en tocarlo de esta manera. Y maldita sea esa pequeña parte,
porque triplica mi nerviosismo.
Pero no me detiene.
—Em... —jadea, y hago una pausa con la frente en su ombligo. Estoy
lista para besar sus pantalones, besarlo, en algún lugar que nunca lo he
hecho, pero coloca una mano en mi hombro, y en vez de llevarme hacia
adelante, me empuja suavemente hacia atrás.
—Em, espera... espera... —Su voz sale por encima de mi cabeza—.
No puedo... tienes que moverte... Lo siento, solo dame... necesito un
segundo, por favor.
Mi cara se calienta al instante. Es la bañera de tomate de nuevo. Tal
vez puedo fingir que iba por su estómago. O su cadera, como hizo con la
mía. O las piernas o muslos o cualquier cosa, menos la región por la que
claramente iba.
Retrocedo, agradecida de tener mi cabello para poder utilizarlo como
cortina.
—Lo siento…
—Creo que tu teléfono está sonando.
—¿Qué? —Echo un vistazo a su cara pálida, sus ojos entrecerrados.
—Tu teléfono. —Asiente hacia un lado del sillón, con los ojos
cerrados con fuerza—. Está vibrando. Una gran cantidad. Podría ser el
guardacostas.
Me toma un segundo entender, pero cuando finalmente lo tengo, los
contantes zumbidos se registran y paso rápidamente a través del cuarto
para agarrar mi teléfono.
—¿Hola? —digo, pero no consigo nada más que el sonido de una
llamada perdida.
—¿Eran ellos?
Mirando el número, me levanto, Eric siguiendo mi ejemplo.
—El código de área de Alaska —susurro—. Voy a llamar de nuevo...
si eso está bien.
—Por supuesto que está bien.
Da un paso hacia mí, pero me giro para protegerme. Todavía estoy
tratando de quitar el rubor de mis mejillas.
Suena y suena, y no va al buzón de voz o cualquier cosa. La
decepción se arrastra en la boca de mi estómago, haciéndome sentir vacía.
Mi brazo se balancea hacia mi costado cuando apago mi teléfono.
—Quienquiera que fuese, debo haberlos perdido.
Siento que Eric da otro paso hacia mí, y sus nudillos suavemente
acarician la palma de mi mano. Me entrego a su toque, entrelazando
nuestros dedos.
—Lo siento —dice, y su voz suena firme ahora. Sus mejillas han
vuelto a su color natural. Abro la boca para pedirle que hable conmigo,
que me diga si me moví demasiado rápido o si tiene miedo o qué.
Cualquier cosa para entender. Pero mi celular vibra en mi palma, y le doy
la vuelta para ver la foto de mi papá y un texto.
Cada vez que te extraño, miro el mar, porque allí es donde está
mi corazón. Más vale tarde que nunca, ¿no, bichito?
Me agarro al brazo del sofá, pero no me impide caer de rodillas en un
dulce alivio. Mi dedo está en el botón de llamada en un segundo, y Eric se
agacha a mi lado en el siguiente.
—Por favor, dime que estás en tierra.
La maravillosamente brusca risa de mi padre me empuja todo el
camino hasta el piso. Eric no me suelta la mano.
—Estoy bien. Solo perdimos la señal por unos días.
—¿No hay ataques de tiburones?
—No hay ataques de tiburones.
—Pero todavía estás ahí.
—Fue solo un problema técnico con la señal. Tres semanas más,
luego estaré de vuelta en tierra firme.
Me inclino hacia delante, golpeando mi cabeza contra el pecho firme
de Eric. —¿Por cuánto tiempo?
Papá toma tanto tiempo para responder que sé que no me va a
gustar su respuesta.
—Un par de semanas.
—Luego volverás.
—Mia, ya sabes cómo funciona esto.
—Sí. —Suspiro, empujando mi cara en el calor de Eric—. Y lo odio.
—Lo sé. Pero me encanta.
—Lo sé. —Tenemos esta discusión cada vez que esto sucede. Eric
frota su pulgar sobre mi muñeca y me enderezo, descansando mi trasero
sobre mis talones—. Me alegro de que estés bien.
—Simplemente bien. —Hace una pausa—. Y odio decirlo, pero estoy
en medio de una captura, entonces…
—Será mejor que reciba un texto mañana por la mañana.
Se ríe. —Sí, señora.
—Te amo.
—También te amo, bicho.
Cuelga, pero mantengo el teléfono pegado a mi oreja. Las lágrimas
gotean por las comisuras de mis ojos, y no hago ningún esfuerzo para
detenerlas.
—Está bien —dice Eric, y asiento, finalmente dejando caer el celular
a mi regazo. Ladea la cabeza y estudia mi cara—. ¿Estás bien?
Asiento de nuevo, pero luego niego con la cabeza. No estoy bien.
Nunca he estado de acuerdo con papá trabajando en el océano. Y quiero
gritarle eso. Hacerle entender lo ansiosa que me pongo cuando pienso en
todas las cosas diferentes que podrían suceder. Pero conozco a papá, y el
amor por su trabajo, por el océano, es demasiado fuerte, y eso es algo que
no puedo entender. Pero lo hace feliz, y entiendo eso.
—¿Em? —incita Eric, y limpio mi mejilla con el dorso de mi mano.
—Es solo que... odio el océano. —Me limpio la otra mejilla—. Es
aterrador.
Su patrón de respiración cambia de nuevo. El color de sus mejillas
comienza a desaparecer, y me aprieta los dedos. No entiendo lo que está
pasando por su mente, pero lo conozco lo suficiente como para saber que
está nervioso acerca de lo que va a decir o hacer.
—Ven aquí —dice, ayudándome a ponerme de pie. Mi mano se queda
en la suya mientras me conduce a la terraza. El aire de la noche es cálido
y húmedo, no es tan cómodo como nuestro apartamento con aire
acondicionado pero, no obstante, es tranquilo y relajante.
Eric mueve su mano de la mía a la parte baja de mi espalda, y luego
se coloca detrás de mí mientras me apoyo en la barandilla. Miro el vasto
océano, y una pala excava en mi estómago al ver toda esa negrura, toda
esa profundidad... todo el escalofriante quien-sabe-qué oculto justo más
allá de mi visión.
El agua choca contra la orilla, y veo a una pareja besándose en las
aguas poco profundas. Una respuesta normal sería reconocer el romance
en eso, pero todo lo que puedo pensar es en las medusas, y cuán doloroso
sería si una se rozara contra sus tobillos.
—El océano da miedo... pero es hermoso —dice en mi oído.
Ve claramente algo que no estoy viendo.
—Supongo.
—Mujer obstinada. —Se ríe, y sus manos se deslizan de mi cintura
hasta la barandilla, y su pecho se presiona contra mi espalda—. Cosas
aterradoras pueden ser hermosas, ya sabes. Confía en mí en eso.
—Está bien, dame un ejemplo.
Está tranquilo durante tanto tiempo que me pregunto si está
enojado conmigo por mi actitud. Apartando la mirada de la pareja en la
playa, me meto en sus brazos. Coloco mis manos en la cima de las suyas
en la barandilla. Su pecho está tan cerca del mío, y nuestras caderas
chocan, una contra la otra. Lo que sea que estaba a punto de decir vuela
de mi cerebro. Presiona su frente contra la mía y toma un largo suspiro,
cerrando los ojos. Sus manos comienzan a temblar, y aprieto mi agarre
sobre ellas, ya que parece que se puede desmayar.
—¿Estás bien? —pregunto.
—El océano te asusta —dice, moviendo sus ojos abiertos a los míos.
—Sí…
—Tú me asustas.
—¿Qué? —Doy un paso atrás para concentrarme en su rostro, sobre
todo para ver si está bromeando, pero parece aterrorizado—. Eric, nos
conocemos desde siempre. ¿Por qué te asustaría?
Sus manos tiemblan en la mías de nuevo, y toma otra respiración
profunda. Puedo ver el pulso en su cuello, el sudor formándose en su
frente, y no sé qué hacer más que envolver mis brazos alrededor de su
cintura y sostenerlo. Le toma unos segundos abrazarme de vuelta, pero
pronto sus manos se deslizan alrededor de mí, quemando mi piel y
arrebatándome el aliento desde mis pulmones.
—Me pones nervioso —dice sobre mi cabeza—. No soy bueno en las
relaciones.
—Lo estás haciendo bien hasta ahora. —Por supuesto, solo ha
pasado un día, pero aun así, he sentido más con él que con Jaxon y Kyle
combinados.
Sus brazos se sacuden y mueve su peso. —Me asustas, porque
quiero todo contigo. Cada maldita cosa, Em. Solo que no sé cómo hacer
eso.
Los puntos en mi cabeza aún no se están conectando, pero mi miedo
por él no quiere que eso se disipe. Me quedo con el dulce alivio, mitad
impotencia, porque no estoy segura de qué decir para que se sienta mejor,
pero mi pecho se hincha porque dijo lo que quería oír.
Quiere todo.
Me aprieto con fuerza contra su calidez y su camisa y los botones de
la misma.
—Solo quédate conmigo.
Sonríe y da un suave beso en la cima de mi cabeza.
—Puedo hacer eso.
Su cuerpo comienza a relajarse, y pronto está balanceándose
conmigo al sonido del mar. Y en ese momento, veo su punto.
Cosas que dan miedo pueden ser hermosas.
Traducido por Tolola
Corregido por Kora
Emilia Johnson
Hace un minuto
Emilia Johnson
Hace aproximadamente una hora
Para: [email protected]
Desde: [email protected]
Asunto: Odio el día de hoy
Mia2:
Creo que necesito unas vacaciones. Sé que la mayoría de la gente va a Florida
para alejarse, pero no sé cómo manejar la jodida humedad… ¿cómo sobrevive la
gente ahí?
Como sea, feliz cuatro de julio. Voy a estar sentado en casa sin hacer
absolutamente nada. Tal vez conseguiré emborracharme.
Lo siento por el estado de ánimo sombrío. Hoy se suponía que era mi
segundo aniversario con Mia. Sé que golpear cosas probablemente ayudará, pero
eh... solo no lo siento hoy.
Pero TÚ diviértete viendo todos los fuegos artificiales. Hablamos mañana o
algo.
—Scott
Hoy me siento igual de súper bien y súper mal, en una especie de
cambios de humor. Extraño a papá. Los fuegos artificiales son sus
favoritos. Me envió un mensaje esta mañana antes de ir a trabajar,
diciéndome que me divierta jugando con mis fuegos artificiales con Eric
esta noche, y pienso en él, lo que me hace feliz. Así que sí... ha sido una
especie de sube y baja hoy.
Entonces recibí un correo electrónico de Scott y quiero sentirme mal
por él, quiero ayudarle de alguna manera, pero también siento que no
puedo estar sumergida en otra conversación que tendrá horas y horas
porque quiero estar con Eric esta noche.
Mi novio.
Necesito estar con mi novio, ¡maldita sea! Han sido un par de
semanas desde que estamos haciendo lo mismo. Es romántico o divertido
o lindo y lo deseo tanto que sólo arremeto. Apenas se aleja saco mi
teléfono. Entonces nos enojamos mutuamente, nos disculpamos sin
realmente explicar por qué los dos actuamos de esa manera y dormimos
juntos. Ha sido un ciclo estúpido, ojalá pudiera parar. Así que voy a
intentar detener al menos mi parte de ello.
Pero si ignoro a Scott, siento que eso sería totalmente estúpido. Él es
una persona del tipo amistoso. Voy a escribirle un correo electrónico
rápido y cerrar sesión. Sin computadora, sin teléfono... sin Kindle, ni
Facebook o Twitter o lo que sea. ¡Nada de eso! Estaré con Eric y eso es
todo. Tendrá toda mi atención.
Oye. Siento que hoy sea un mal día para ti. Haz lo que yo hago cuando estoy
de un humor de mierda... lee un montón de novelas románticas, come crema batida
de la lata y bebe tanto hasta que termines bailando desnudo con una de tus
almohadas.
Si eso no funciona, suelo lanzar pastelitos contra la pared. El “¡plaf!” me hace
reír.
Pero tendrás un gran desorden por la mañana. Solo te advierto. ;)
¡Feliz cuatro de julio! ¡Sin gruñones!
—Mia2
Bueno... Eso. Es. Todo. He hecho mi parte, ahora es tiempo de
dejarlo a un lado por el resto del día.
Pero podría comprobar mi Facebook muy rápido antes de que Eric
llegue a casa, así no me sentiré tentada a comprobarlo mientras estamos...
¡no! ¡Maldición, Mia!
Me apresuro a hacer clic en el botón de apagar y bajo la tapa. Eso en
sí fue todo un logro. Quiero acariciarme en la cabeza. Después deslizo la
computadora debajo de la cama y me siento en posición vertical,
totalmente lo hago. Y sonrío como una gran idiota.
Lo hice.
¡Bing!
Ah mierda, mi teléfono. Me olvidé de las notificaciones por correo
electrónico. Scott debe haber respondido. No quiero un correo electrónico
sin abrir en mi celular, porque estoy segura de que Eric se volvería loco si
lo ve. Todo este asunto de Scott es inocente, pero sé que se pondría de mal
humor.
Solo lo leeré, luego apago el teléfono.
Por alguna estúpida razón, me aseguro de que mi puerta esté
cerrada antes de abrir el correo electrónico.
Emilia Johnson
Hace 2 horas
Las lágrimas pararon por unos buenos veinte minutos, mientras que
Eric nos llevaba de vuelta a casa. Pero siento que se pusieron en marcha
de nuevo cuando abre la puerta del apartamento y me permite pasar
primero.
—¿Em? —dice, impidiendo que me lance directamente a mi
habitación. Sus dedos se envuelven alrededor de los míos. Un largo
suspiro sale de sus labios—. Lo siento.
Arrugo la frente y me doy la vuelta para mirarlo. —¿Por qué lo
sientes? Tienes razón.
Cierra la puerta. —¿Qué?
Doy un paso hacia él, probando con cautela los límites físicos que
tenemos en este momento. —Paso mucho tiempo delante de una pantalla y
no lo suficiente contigo.
Niega con la cabeza. —Aun así no debería haberte gritado de esa
manera.
—No debería haber dicho lo que dije. —Doy otro paso hacia él y
aprieto mi puño en su mano—. Me encanta todo lo que hacemos juntos.
—Debería haber sido más sincero acerca de mi ansiedad. —Sus
dedos se doblan—. No hay ningún interruptor de encendido y apagado
para eso. Infunde un temor que no tiene sentido para nadie más, pero
supera a todo pensamiento racional. Y eso es algo sobre lo que debería
haberte advertido.
—¿Eso es lo que tratabas de decir cuando me dijiste que tenías
miedo?
Asiente, y su frente cae sobre la mía. Aspiro su olor, su calor, su
todo, y me resisto a la tentación de darle un beso.
Mi teléfono suena en mi bolsillo, y sé que es Scott. Le dije que tenía
que correr, pero él sigue mandando mensajes. Eric se tensa, y en lugar de
abrir la pantalla para que pueda librarme de la estúpida burbuja de
Facebook antes de que lo vea, envuelvo mi mano alrededor del teléfono y lo
lanzo al sofá.
Levanto la mirada, preocupada de que veré su rostro arrugado,
herido y todo lo que vi hace veinte minutos, pero me sonríe.
—Eso es todo lo que quería, Em —dice, y luego sus manos van a mi
cintura. Me acerca, y su cálido aliento golpea mi boca por un breve
momento antes de que aplaste sus labios contra los míos.
Esto no es lento. No es suave. Es tanto que mis rodillas ceden debajo
de mí y tiene que sostenerme. Un gemido vibra hasta mi garganta y se lo
traga, luego mete su lengua en mi boca, y la desliza contra la mía en un
movimiento fluido y suave que me provoca un hormigueo en todo el
cuerpo. Entonces lo hace de nuevo, y de nuevo, y no puedo parar el
estruendo de ruidos que se cuelan entre nuestros labios conectados.
Sus manos agarran mis caderas, sus dedos rozan debajo de mi
camiseta. Me pregunto si esto finalmente ocurrirá. Si va a dar el siguiente
paso y viajar por debajo de mi ropa en lugar de sólo encima de ella. Abro
los ojos para ver lo suyos, para poder leer sus pensamientos. Sus ojos
están cerrados con fuerza, y respira brusco y rápido en mi piel. Entonces
su agarre se afloja, y antes de que pueda alejarse, me aferro a sus
muñecas y veo como sus ojos se abren de golpe.
—No —le susurro—. No retrocedas. Sigue tocándome, por favor.
—No puedo.
—Está bien. —Me presiono contra él, moviendo sus manos a la parte
baja de mi espalda, debajo de mi camiseta—. Lo deseo. Ya te he dicho que
lo deseo.
Me mira con la expresión más desgarradora que he visto. Mi corazón
retumba en mi pecho. —¿Por qué me tienes miedo? —digo. Estoy tan
frustrada de no entender que siento las lágrimas en mis ojos pero las
limpio bruscamente y tomo una respiración profunda para calmarme.
—Maldita sea —dice Eric antes de desplomarse contra mí, con el
rostro en el hueco de mi cuello—. Estoy a punto de darte una maldita
frase, Em, pero no es así...
Sus manos se mueven de mi espalda a mi trasero, y me da ese
apretón típico de él, pero se siente mucho menos juguetón en este
momento. —No eres tú. Te quiero, pero mi cabeza no se calla.
—¿Qué?
—Nunca he estado con alguien.
—Bueno...
—Y la única persona que estuvo cerca... pues... no puedo sacarla de
mi cabeza.
Se me revuelve el estómago. —¿Se trata de Ali?
Asiente. —Ella me dijo cosas, y es difícil no pensar en eso cuando...
—¿Qué cosas te dijo? —Mis ojos buscan su rostro, pero él no me
mira—. Eric, ¿qué te ha dicho?
—No es nada.
—No. Es algo. Si no fuera nada, no estarías actuando de esta
manera. —Mi voz sale con miedo. No voy a dejar que se cierre.
—Esta cosa de la ansiedad, he tratado con eso durante mucho
tiempo, pero cuando estaba con ella, se puso... muy mal.
—¿Qué pasó?
Sus ojos se cierran. —No puedes enloquecer, ¿de acuerdo?
—Está bien. —Lo digo, pero ya me estoy volviendo loca. Y estoy
bastante segura de que Eric lo sabe, porque toma mi mano de nuevo, y no
la suelta.
—Mi relación con Ali fue... rara, supongo. Ella me hacía sentir lo
suficiente querido para que me quede, pero la mayoría de las veces, me
decía lo... decepcionante que era.
Su nuez de Adán se mueve cuando traga. Pequeñas explosiones de
dolor invaden mi estómago. Quiero retractarme de lo que dije antes,
porque no lo decía en serio. Eric nunca me decepcionó.
—Al principio, los ataques fueron menores. Siempre tuve problemas
para estar cerca de la gente nueva, hacer cosas nuevas, y adaptarme a
diferentes situaciones. Me tomaba las cosas con tanta calma hasta el
punto en que no sabía realmente que es lo que había estado haciendo. Es
decir, demonios, Emmy, tardé unos meses sólo para hablarte.
—¿Sí? —¿Cómo no sabía esto? Habíamos estado hablando desde el
momento en que me pidió un bolígrafo durante esa clase—. Pero siempre
parecías tan...
—¿Cómodo? Lo estaba. Nunca me hiciste sentir fuera de lugar. Tú,
bueno, me hacías olvidarme de... —Se aclara la garganta—. Me hacías
olvidarme de mis inseguridades. Mi peso. Me sentía incómodo con todo el
mundo, incluido yo mismo. Todo el mundo, menos tú.
—¿Pero todavía tenías ataques? ¿Por qué nunca me dijiste acerca de
ellos?
—No es algo fácil de admitir. Sobre todo a alguien tan hermosa como
tú. —Sus ojos van a nuestras manos enlazadas y desliza su dedo pulgar
sobre mi dedo anular—. Pero debería informarte sobre ellos ahora. —Se
lame los labios y respira profundamente—. Ali quería moverse rápido.
Cuando empezamos a estar juntos, pensé que se preocupaba por mí, y eso
es lo que hacen las parejas. Se mueven rápido. Pero la primera vez que me
vio sin mi camiseta, ella... bueno, era su rostro. Parecía disgustada, Em.
Me empujó, me dijo que tengo que entrenar más con el equipo, y que no
podía tocarme sin apagar las luces.
Qué perra. Mi agarre es tan fuerte en la mano de Eric que se
estremece un poco y tira de mis dedos.
—¿Por qué demonios te quedaste con ella? —gruñí.
—Eso no fue todo lo que me decía. —Suspira—. Y el resto... le creí.
—¿Cómo qué? —Aprieto los dientes. Necesito calmarme
porque sé que él me pidió que no enloqueciera, pero estoy a punto de
buscar a esta chica y estrangularla.
—En su mayoría cosas sobre mi peso. Que no era lo suficientemente
atractivo como para encontrar a otra chica. No era seguro ni divertido ni
experimentado. No tenía nada a mi favor y ella iba a ayudarme a conseguir
todas esas cosas. Excepto que lo empeoró. Los ataques se hicieron más
constantes, y no sólo cuando me encontraba con ella. Cuando sabía que
iba a verla, me encerraba. Hiperventilaba. Temblaba y me mareaba. No
podía respirar. Era tan difícil... era difícil... —Se detiene y tomo su rostro
entre las palmas de mis manos.
—Oye —le digo, deseando que me mire a los ojos. Su piel se siente
húmeda bajo mis manos, y empiezo a respirar profundo, con la esperanza
de que va a seguir mi ejemplo. Lo hace después de un momento, y muevo
las manos de su rostro a sus hombros—. ¿Estás bien?
Asiente, aspirando otra gran respiración. —Gracias.
Estoy a punto de decirle que se lo tome con calma, pero continúa
donde lo dejó, mucho más tranquilo que hace un minuto.
—Empecé a cancelar nuestras citas, pero ella se presentaba en mi
casa. Me besaba y trataba de relajarme y besarla también, pero me decía
que hacía algo mal. En cualquier lugar donde estuvieran mis manos…
estaba mal. Y cada vez que me desnudaba, me daba esa mirada de
disgusto y apagaba las luces. Nunca la desvestí. La única vez que nos
vimos completamente desnudos, mi ansiedad alcanzó su punto máximo, y
me desmayé. Me desperté con ella gritándome. Gritándome para que dejara
de ser tan condenadamente incompetente en todo.
Está temblando, por lo que envuelvo los brazos alrededor de su
torso, y noto que también estoy temblando. Lágrimas calientes pican mis
ojos mientras me presiono contra él. Pasa la mano por mi espalda.
—Me preocupaban los desmayos, los cuales venían cada vez con
más frecuencia. Tolani y yo lidiamos con los ataques de pánico desde que
éramos niños, y cuando se puso mal, vio a un terapeuta. Hasta ese
momento, mi ansiedad nunca había causado un desmayo, así que me
hallaba dispuesto a intentar cualquier cosa para hacer que desapareciera
esa mierda. Después de hablar con mi madre, empecé a ver al doctor
Shuman, que me dio una medicación habitual.
—¿Tu mamá sabe?
—¿Sobre los ataques? Sí. Pero en realidad no. Ella no sabe la causa.
—¿Quién lo sabe?
—Tolani. El doctor Shuman. Y ahora tú.
—Eric —le digo en su camiseta—. ¿Por qué no me lo dijiste antes?
—Supongo que... es vergonzoso. —Afloja su control sobre mí, ve las
lágrimas que se derraman por mi cara y acuna mi mejilla—. Me dijeron
gordo un par de veces. No debería entrar en pánico por eso.
—No. Esto es mucho peor que eso. —Cierro los ojos, dejando que
unas pocas gotas más caigan de mis pestañas y sacudo la cabeza—. Por
favor, no me digas que perdiste todo ese peso por esa perra.
Deja escapar una risa entrecortada. —No. Hacer ejercicio me ayudó
a dejar la medicación. Me ayuda a tener algo más en que centrarme, como
respirar, contar... fue un estrés bueno y aliviaba la ansiedad.
—Pero dijiste que seguías tomando la medicación.
Presiona los labios, y baja la cabeza. —Sí, yo… tuve que tomarla de
nuevo.
—¿Por qué?
—Porque no quiero entrar en pánico cuando estoy contigo.
Un puño se cierra alrededor de mi vía respiratoria. ¿Le recuerdo
a ella? ¿Estoy presionando demasiado? Lo besé primero. Le dije: “Claro,
vamos despacio”, entonces me depilo y trato de besarlo más al sur. Me
rozo contra él en cualquier oportunidad posible. Muevo sus manos. Ruego,
suplico, me frustro y ahora estoy llorando porque no tenía ni idea de lo que
pasaba cuando le hice todas esas cosas.
Eric debe sentir la tensión en mi cuerpo y agarra rápidamente mi
cara, sus ojos color chocolate se encuentran muy abiertos.
—No, Em, te amo. Nada de lo que hacemos se parece a la relación
que tuve antes. Esto se trata de tomar las cosas con calma, para que no
entre en pánico de nuevo. —Su pulgar se mueve suavemente sobre mi
frente—. ¿Sabes lo que es un detonador?
—¿Como en un arma?
—Algo así. Es lo que provoca una reacción. Y en pacientes con
ansiedad, por lo general es la causa de un ataque. A veces es mínimo. Por
ejemplo, no me manejo bien en las multitudes, por lo que un concierto o
una fiesta, de vez en cuando, causarían un ataque mínimo. Pero a veces...
el disparador es algo muy pequeño, pero causa una reacción mayor.
Sus dedos se deslizan por mis mejillas, pero lo mantengo allí. Besa
la punta de mi dedo meñique antes de continuar.
—Tolani ya no puede usar un cierto tipo de colonia. Ese es uno de
sus detonantes. Una vez lo usaba cuando tuvo un ataque y ahora cada vez
que lo huele, siente que viene otro.
—Es malo que... es decir, está casado. Así que... —No estoy segura
de cómo expresar lo que pregunto, pero Eric me sonríe y sacude la cabeza
como si supiera lo que trato de decir.
—Es algo fácil evitar ese detonante en particular. Él simplemente ya
no usa esa colonia. Pero cuando lo usa alguien más, hay métodos, técnicas
para prevenir los ataques. —Las venas de sus antebrazos aparecen cuando
flexiona los dedos alrededor de un mechón de mi cabello. Toma una
respiración profunda y lo desliza detrás de mi oreja—. Para mí... es difícil
tocar íntimamente o ser tocado porque... es uno de mis detonantes.
Se me revuelve el estómago y me duele el pecho, y doy un paso
atrás, preocupada de que la manera en que lo que toco lo haga sentir
incómodo, pero sus ojos se abren de nuevo, y me lleva de nuevo a donde
estaba. Más cerca. Mi piel quema contra la suya, causando un hormigueo
en mi bajo vientre.
—Nunca he hecho estas cosas con nadie —dice, y su aliento calienta
mi rostro ya acalorado—. Ali intentaba que las hiciera, y no podía. Me
atragantaba, titubeaba, me echaba para atrás, y ella me decía mis errores
a cada segundo. Y la oigo repetir esos errores cada vez que te toco, porque
me asusta. Me aterra hacer algo mal. Que arruine lo que tenemos.
—Si necesitas terapia... si estás tomando medicamentos... Eric, si te
sientes incómodo conmigo…
—Míranos, Em. —Me aprieta, haciendo que mi pecho choque contra
el suyo y nuestras piernas se enreden. Cálidos dedos acarician mi mejilla
cuando descanso mi mano sobre su corazón—. Nos estamos tocando,
abrazándonos. Y estoy bien.
—Tu corazón late con fuerza.
Sonríe. —Bueno, hay otras razones para ello.
Suelto una carcajada hueca, pero la reprimo enseguida porque este
no es un momento adecuado para reír.
—Créeme, Em. Te deseo. Visualizo todo contigo; enterrarme dentro
de ti, perderme en ti. Siento tanto cuando estamos juntos que es como una
picazón debajo de mi piel que tengo tantas ganas de rascarme, pero me da
miedo lo que vaya a pasar cuando lo haga. Es por eso que me tomo las
cosas con calma.
Asiento, presionando mis labios y con miedo de preguntarle si el
sexo será una posibilidad, porque no quiero parecer insensible. No quiero
presionarlo ni hacerle sentir que esto se parece a lo que hizo esa perra.
Justo cuando abro la boca y no sale nada, Eric tironea un poquito mi labio
inferior y sé que otra vez, sin necesidad de decir nada, sabe lo que no estoy
diciendo.
—El doctor Shuman dice que estoy mejorando. No he tenido que
tomar mis medicamentos por unos días y… —Hace una pausa para besar
el puente de mi nariz—, ella está más tranquila. —Se da un golpecito en la
cabeza y me da una sonrisa tranquilizadora, pero no funciona. Ella no
debería estar allí.
—No sé cómo pudo decirte eso. —Agarro la mano que descansaba en
mi mejilla y la ataco con besos y lágrimas—. No eres nada de esas cosas.
Eres hermoso, sexy, paciente, amable, dulce, compasivo, tolerante, fuerte,
cariñoso, y…
—Está bien —dice, interrumpiéndome y presionando los dedos en mi
nuca.
—No es cierto. —Envuelvo los brazos alrededor de su cuello y
aprieto—. Quiero retroceder en el tiempo y patearle el culo.
Se ríe, pero lo digo en serio. Le beso el cuello, respirándolo y
llorando, porque no puedo creer lo insensible que he sido, y las disculpas
empiezan a salir de mi boca.
—Lamento mucho presionarte. Lamento mucho tratar de apresurar
las cosas y gritarte por lo que pasó. Y, oh, Dios mío, te pedí, te pedí…
—No tienes que lamentarlo. Tú no has hecho nada de eso.
—Hoy te pedí sexo, Eric.
—No. Me preguntaste si podíamos hacer el amor. —Alcanza mis
brazos, los desenvuelve de su cuello y me besa los dedos—. Y quiero hacer
el amor contigo. Amarte, Em. Eso es algo completamente diferente a lo que
Ali me pidió que hiciera.
No sé qué decir, así que presiono mi rostro en su pecho, deseando
poder alejar todo por lo que ha pasado. Deseando haber hecho o notado
algo en la secundaria. Deseando y deseando, pero nada sucede, así que
cuento los latidos de su corazón, y trato de ser feliz por lo que comparte
conmigo.
Nos abrazamos uno al otro, ocasionalmente besándonos. Mi teléfono
continúa zumbando desde el sofá, pero el ruido de fondo es solo
eso. Ruido. No es importante.
—Son las tres en punto —susurra Eric por sobre mi cabeza.
Maldición, el trabajo. Pero llamé a Rachel después de que Eric y yo
peleáramos en la calle para hacerle saber que podría llegar unos cuantos
minutos tarde.
—Supongo que estoy despedida.
Ríe y me abraza más fuerte. —¿Quieres que te acompañe?
—Sí, por favor.
Vamos a la mitad de la escalera antes de que Eric truene sus dedos
y se apresuré de regreso al piso de arriba. Juego con el final de mi cola de
caballo mientras lo espero. Sólo se fue por unos rápidos segundos, y
cuando llega a mi lado desliza el teléfono en mi bolsillo trasero. Mi
estómago se retuerce porque me preocupa que lo mirara, pero besa mi sien
y reclama mi mano, así que imagino que la pantalla permaneció apagada
mientras lo tuvo en su poder.
La culpa me carcome con cada paso hacia el SnoGo. Inocente o no,
ya no puedo hablar con Scott.
Duerme con la boca abierta. He pasado casi todas las noches con
ella este verano, y siempre me quedo dormido primero y despierto último.
Nunca la he visto dormir, y creo que me perdí de algo muy, muy especial.
Empujo su labio inferior, cerrando su boca, pero ¡pum! se abre
enseguida cuando dejo caer mi mano. Es lindo. Por lo que no puedo evitar
soltar una risita y besar su frente. No mueve ni un músculo.
Su camiseta todavía está amontonada en su espalda, dejando al
descubierto su parte delantera… bueno, si no estuviera presionada
firmemente contra mi pecho. La toqué en lugares que nunca pensé que
sería capaz de tocar a alguien de nuevo, y ni siquiera tomé mis pastillas.
Un sonrisa curva mis labios mientras me muevo un poco en la cama,
lo suficiente para poder pasar mi mano sobre su estómago. Me encanta lo
suave que es, cómo su piel se arruga cuando la agarro con fuerza, o cómo
incluso en su sueño, la piel de gallina comienza a propagarse por su
abdomen. Me encanta que cuando la toca siento lo mucho que le gusta.
Me hace cuestionar cada cosa que pensé que sabía sobre el sexo y la
intimidad, como que estoy a punto de descubrir algo que será hermoso y
satisfactorio, sin importar lo incómodo que termine siendo.
Mi pulgar llega lo suficientemente alto como para acariciar la curva
de su pecho izquierdo, y me detengo, pero no porque esté entrando en
pánico. En realidad estoy bien. Mi sangre bombea un poco fuerte, pero no
de una mala manera... de una manera que me hace querer perseguir lo
que está causando el aumento de presión. Pero Em está durmiendo, y
aunque ahora sé que estaría de acuerdo con cualquier cosa que le haga,
me gustaría que esté despierta cuando la toque así. Por lo que tiro de su
camiseta amarilla de vuelta sobre sus perfectos pechos y la aprieto contra
mi pecho de nuevo.
—Te amo —susurro sobre su cabeza, luego me dejo relajar lo
suficiente para quedarme dormido.
Traducido por Annie D
Corregido por Amélie.
Te amo.
Para: [email protected]
De: [email protected]
Asunto: Supongo que no estoy seguro de cómo me siento
Mia2:
Me gustaría simplemente llamarte Mia de ahora en adelante.
Así que… Mia:
Sé que estás esperando corregir un correo para mí, pero eso es porque fui
demasiado cobarde como para pedírtelo cuando hablamos el otro día, así que me
aparecí con algunas pobres excusas para escribirte por correo.
La cuestión es que creo que deberíamos conocernos. Sé que tienes novio, o al
menos eso es lo que Facebook dice, pero nunca lo mencionas y estoy pensando que
no puede ser algo tan serio si ese es el caso. Sobre todo si estás en Facebook
hablando conmigo todo el tiempo. No me puedo imaginar a ningún tipo estando bien
con eso.
Estoy divagando. Hago eso cuando estoy nervioso. Solo quiero conocerte. En
persona. Sostener tu mano y ver tu sonrisa y, ya sabes, mierdas como esas que no
puedes conseguir a través de una computadora. (:
Así que, supongo que estoy diciendo que quizás no encontrar a Mia fue algo
bueno. Quizás el destino me estaba diciendo que te encontrara a TI.
—Scott.
Para: [email protected]
De: [email protected]
Asunto: Extrañándolo
No puedo dormir. Es la primera noche que ninguno de nosotros se coló en la
habitación del otro. Sigo pensando que tal vez entrarás y cada sonido hace que mi
cuello gire de golpe hacia la puerta, pero no es nada. No es que espere que lo hagas.
Sé que necesitas tiempo. Lo entiendo.
Las mejores partes de mis noches este verano han sido cuando sentía el
colchón hundirse junto a mí. Tus brazos envolviéndose alrededor de mi cintura y
acercándome. Siempre oliendo mi cabello, o mi cuello y nunca te dije lo cohibida
que me ponía al principio, pero entonces gemías y me hacías sentir como la chica
más sexy del mundo. Amaba que hicieras eso.
Quiero ir por el pasillo y arrastrarme sobre tus sábanas. Me está matando que
estés ahí y no pueda hacer nada. No quiero apresurar el proceso de curación. A
veces, cuando la gente necesita espacio, tienes que dárselo, incluso cuando no
deseas hacerlo. Porque cuando te lanzas hacia adelante y las cosas no están del todo
curadas, termina lanzándote hacia atrás y tarda mucho más tiempo para que las cosas
mejoren.
Así que a pesar de que me voy a quedar en mi habitación y no me escabulliré
por el pasillo, estoy escribiendo esto para que alguien sepa que quería hacerlo.
Calor se arrastra hasta mi cuello mientras me quedo mirando el
correo de Em. No quiero responderle, pero me encuentro escribiendo una
respuesta y pongo todo lo que me he guardado para mí desde que salió del
cuarto de baño.
Para: [email protected]
De: [email protected]
Asunto: Re: Extrañándolo
Tengo que estar en mi habitación y tienes que permanecer en la tuya. Esto no
es sólo un “proceso de curación”, Em. Todo lo que pasa por mi cabeza es cómo pude
mentirle a la chica que amo. Cómo me mentiste. Y cómo esta mierda está en muy
mal estado. Cuando amas a alguien, no le mientes. Nunca hay una buena razón para
ello. Algunas personas siguen y siguen sobre cómo a veces mienten para proteger a
las personas que aman. Pero no creo eso. Creo que toda mentira es egoísta. Es solo
para protegerse a sí mismos.
Mentí porque quería ponerte a prueba. Fui un estúpido, pero me mentiste de
nuevo. Y fue entonces cuando comencé a pensar que tal vez no nos amamos.
Pensábamos que lo hacíamos, pero si estamos dispuestos a mentirnos así de
abiertamente entre nosotros, no lo hacemos.
No solo estoy enojado, Em. Esto me ha arruinado. Pensé que antes estaba
roto, pero ahora me siento destrozado. La confianza es importante para mí. Y me
pregunto si confiarás en mí nuevamente. O peor... Me pregunto si puedo confiar en
ti.
Así que no me escabullí por el pasillo. Caminé más allá de tu habitación sin
mirar hacia atrás. Y lo siento por eso, pero ahora alguien al menos sabe por qué.
Para: [email protected]
De: [email protected]
Asunto: Re: Supongo que no estoy seguro de cómo me siento
Scott:
Lo siento por haber tardado tanto en contestar. Ha sido una semana infernal.
Y para ser honesta, no estoy muy segura de cómo poner en palabras lo que quiero
decirte. Pero espero que esto salga bien.
Dijiste que sabías que tengo un novio, pero que si no hablo acerca de él
probablemente no lo amo. Sin embargo, hablas de tu ex-novia muy abiertamente y
lo mucho que la amas, pero intentas buscar una relación conmigo… alguien que
apenas conoces y con quien solo has hablado a través de Internet. Supongo que
algunas relaciones suceden de esa manera, pero no ésta.
He perdido a alguien muy importante para mí, debido a mi adicción a las
redes sociales. Dijiste que perdiste a Mia de la misma manera, por lo que entiendes
estar en mi lugar.
Sé que desarrollamos una amistad, pero siento que es importante que sigamos
por caminos distintos. No puedo hablar contigo porque no importa cuántas veces
trato de racionalizarlo, está mal. Estoy enamorada de otro hombre. Y para ser justa
con él, no puedo pasar la mayor parte de mi tiempo hablando contigo… alguien con
quien, sin ánimo de ofender, solo estoy conectada por una señal de Wi-Fi.
Lo siento por haberte dado falsas esperanzas. Esa no era mi intención. Paso
mucho tiempo hablando con la gente a través de una pantalla, y porque lo hice, he
perdido a la persona que en realidad se encontraba conmigo.
Espero que encuentres a tu Mia. Y si no es ella, entonces alguien más. Voy a
decir lo que debería haber dicho la primera vez que me enviaste un correo
electrónico. Lo siento, pero no soy la persona que estás buscando. Buena suerte
encontrándola.
—Mia2
Me toma tres horas para empacar todas mis cosas. Estoy bastante
segura de que todavía me faltan algunas, pero escucho la llave de Eric en
la puerta y pienso: “Oh, bueno” sobre lo que sea que me faltó.
Lleva una camisa de vestir y pantalones, y apuesto a que está
sudando por completo. Su corbata amarilla sobre su hombro y su botón
superior desabrochado. Frunce el ceño cuando me ve luchar con el cierre
de mi bolso. Debe estar enganchado en uno de los calcetines que metí en
el último minuto.
—¿Cómo te fue? —pregunto, manteniendo mi voz ligera y
despreocupada, como si no estuviera totalmente a punto de irme, y quién
demonios sabe si lo volveré a ver.
—Bien, supongo. Lo sabré en pocos días. —Baja su llave y la
corbata, y asiente hacia a mi equipaje—. ¿Qué es esto?
Tiro del cierre que todavía no se mueve. —Eve tuvo a su bebé. —Uf,
esta maldita cosa—. Así que me voy a quedar con ella por el resto del
verano. Ayudándola.
Eric se agacha y desengancha mi calcetín. Todavía no me ha mirado.
—Entonces supongo que renunciaste a tu trabajo.
Me encojo de hombros. —Solo era temporal. —Pongo las manos
sobre mis rodillas y me levanto. Eric sigue evitando el contacto visual. En
realidad sigue mirando mi maleta.
—Así que, supongo que esto es todo —dice con la voz ronca. Mi
corazón cae en mi estómago.
—¿Quieres que lo sea?
Parpadea. Inhala. Se rasca la oreja. Espero con gran expectación
cualquier tipo de esperanza. Que me pida que me quede. Que me diga que
le envíe un mensaje cuando llegue allí. Que me diga que aún somos
amigos. Que me diga que todavía me ama. Cualquier cosa.
Su mano desciende buscando el asa de mi maleta, y el último hilo de
esperanza huye de mi cuerpo. Aparto las lágrimas que se precipitan a mis
ojos. Al igual que lo hizo cuando me mudé, no deja que cargue nada
excepto mi bolsa del ordenador portátil. Incluso lo pone en el Camaro por
mí. Pongo mi portátil en la parte superior y retrocedo para cerrar la
cajuela. Me seco una lágrima.
Luce como si quisiera abrazarme... por un segundo. Luego mete las
manos en sus bolsillos. Me muerdo el labio y asiento.
—Está bien, entonces —chillo. Tomo mis llaves y las sacudo,
buscando a tientas cuando las pongo en la puerta del auto. Todavía se
siente como que hay tantas cosas que decir. Sé que ahora no hay
posibilidad para mi redención, pero aún tiene que saber que siempre ha
sido él.
—Eric —digo, volviéndome hacia él, pero mirando fijamente las
llaves en mis manos—. Para que conste, cuando me preguntaste acerca del
correo electrónico, realmente no sabía de lo que hablabas. No lo leí hasta...
después de que te envié el correo esa noche. Así que lo entiendo. Habría
hecho lo mismo si veía eso en tu computadora. —Trago saliva y lo miro.
Finalmente encuentra mi mirada. Una agitación sube por mi garganta—.
Pero debes saber que incluso si lo hubiera visto antes que tú, le habría
dicho lo mismo que le dije hoy.
Frunce el ceño, y deja escapar un suspiro tan exasperado. —¿Y qué
sería eso, Em?
Me aseguro de que todavía me esté mirando.
—Que te amo.
Cuando no responde, me meto en el auto y me alejo, dejando mi
corazón con él, mi pecho extrañamente vacío.
Traducido por Annie D
Corregido por Adriana Tate
Para: [email protected]
De: [email protected]
Asunto: Re: Extrañándolo.
Hola Em:
Quería hacerte saber que tienes algunas cosas aquí, y me voy a mudar el
lunes, así que si tienes la oportunidad de venir y llevártelas, sería genial. O si
prefieres que te las envíe, puedo hacerlo.
—Eric
Hago una pausa con el cursor sobre enviar, luego coloco el cursor de
nuevo en el texto principal y sigo escribiendo.
“Llegarás a un lugar donde las calles no están marcadas...”.
Cierro los ojos y escribo, sin saber si va a significar algo para ella o
si pensará que me he vuelto loco, pero las palabras de mi libro favorito, mi
ancla, se derraman en el correo electrónico. Siento que Seuss escribió este
libro pensando en personas como yo: Inseguras, perdidas y acomplejadas.
Mis dedos se detienen por un pequeño segundo sobre el teclado, y
abro los ojos y escribo la última línea del verso.
“¿Cuánto puedes perder? ¿Cuánto puedes ganar?”.
Luego tomo una respiración, pulso enviar, y empiezo a empacar el
resto de mis cosas.
Traducido por Vane Farrow
Corregido por SammyD
—Te amo —digo en la boca de Em. Sus uñas pasan por mi cabello y
me lo dice de vuelta, y le creo. Está en mis entrañas, mi pecho, mi cerebro,
mi corazón… en todas partes. Habla en serio cuando lo dice. Y habló en
serio cuando dijo que lo lamentaba.
Sus rodillas se deslizan más profundo en la arena, colocando más
presión sobre mí, en lugar de un ataque de pánico, mi cuerpo quiere más.
Quiero más. Mis manos se extienden por debajo de su camiseta, pasan por
toda su espalda. La marea choca contra nosotros y espero a que entre en
pánico mientras baña su piel expuesta, pero simplemente continúa
besándome.
—¿Em?
—¿Hmm?
—Quédate aquí esta noche.
—¿En el océano? —bromea—. Creo que has subestimado mi control.
—¿Tienes miedo? —le pregunto, besando su cuello. Envuelvo una
mano alrededor de su cabello y tiro de su coleta. Largos mechones oscuros
caen por sus hombros, por su pecho y mi polla incrementa su rigidez.
—Un poco —admite, con una tímida sonrisa en su rostro—. Pero no
quiero parar.
Coloco mi mano sobre sus labios mientras se cierran. —¿Qué hay de
una pausa? —No quiero que esté incómoda—. Ven adentro conmigo.
—Estoy toda mojada —dice—, y la única ropa adicional que tengo
son un par de bragas y una camiseta rosa manchada.
No es una mala elección en cuanto a ropa en mi opinión, pero le
digo—: Puedes usar las mías.
Sus sexys labios carnosos se curvan en una sonrisa y asiente,
poniéndose de pie y ayudándome a salir del agua. No puedo llevarla a
través de la playa, por las escaleras y dentro del apartamento lo bastante
rápido. Parece como si nos toma veinte minutos simplemente abrir la
puerta. Reclamamos las manos de cada uno, y la única vez que la suelto
es para envolver una toalla a su alrededor y secarla. Se ríe mientras le
froto el trasero, y continúo frotándolo incluso después de que intenta
hacerme cosquillas, diciéndole que tengo que sacarle toda el agua del
océano. Eso es todo lo que estoy haciendo, lo juro.
—Listo, ahora estás seca —le digo, y asiente, quitándome la toalla de
las manos. Sus dientes tiran de su labio inferior mientras sus ojos vuelan
hacia la cama detrás de mí. Sonrío—. ¿Cansada?
—Más o menos —chilla. Sacudo mi cabeza y envuelvo mi mano
alrededor de su nuca.
—No tienes que preguntar si está bien —le digo, pasando mi dedo
pulgar por su mandíbula. Amo tener su piel debajo de la mía de nuevo. Es
tan lisa, tan suave, tan real… y me doy cuenta que desea cada caricia que
le doy—. Estás perdonada. Te amo. Y soy yo. Estamos bien, ¿de acuerdo?
—Creo que una parte de mí todavía no puede creerlo —susurra—.
Pensé que estaría triste para siempre.
—¿Dormir en esta cama conmigo te haría feliz?
—Sí.
Sonrío y la alzo por la cintura. —Entonces coloca este sexy trasero
debajo de las sábanas.
Se echa a reír mientras la sitúo en el colchón, su largo cabello rebota
sobre sus pechos. Me subo a su lado, me ruedo a mi costado y tomo su
mano. Quiero presionarla contra mí, pero se mantiene sobre su espalda,
dejando que sus ojos se cierren mientras beso sus hombros y acaricio su
nariz.
—¿Te puedo preguntar algo? —le dice al techo.
—Pregunta.
—¿Puedes… no mudarte a Tampa?
Me inclino sobre mi brazo y juego con la cintura de sus pantalones.
—¿A dónde iría?
—A cualquier lugar para estar conmigo. —Frunce el ceño—. He
estado sin ti demasiadas veces. No me gusta.
—Bueno, tenemos Skype. Y Facebook. Y Twit…
Pellizca mi codo y me echo hacia atrás con una carcajada.
—Creo que mi tiempo conectada al Internet estará un poco limitado.
—¿En serio? ¿Por qué?
—Porque hay vida fuera de mi teléfono. ¿Quién lo diría?
—Hmm, entonces eso es un problema.
—Exactamente. Te necesito, pero no en mi computadora.
—Así que debería encontrar un lugar cerca de Keiser.
—Sí.
—Y tú deberías venir a vivir conmigo.
Sus ojos se abren de golpe y gira la cabeza, su nariz chocando
contra la mía. —¿Todavía quieres hacerlo?
—Es muchísimo mejor que vivir con mi hermano.
—Eric…
Aprieto su cadera, le beso el cuello, y mordisqueo su lóbulo. Su
cuerpo se estremece junto al mío y me hace sonreír como un condenado
idiota.
—Por supuesto que todavía lo quiero.
Presiono mis labios en los de ella una vez más, y se retuerce en mis
brazos.
—Me encanta verte de esta manera.
—¿Cachondo?
Me golpea en el hombro. —Feliz. —Luego hace una pausa—.
Espera… ¿cachondo?
—Demonios, sí.
—Hmm… interesante.
No dice nada más, y casi me mata no preguntar. Sus ojos se cierran
y se acomoda sobre su espalda de nuevo. No me lo está pidiendo, pero me
doy cuenta que lo quiere. Yo lo quiero. Estoy temblando y teniendo
dificultades para respirar, y no me puedo controlar por hacer el primer
movimiento. Rara vez hago el primer movimiento. Pero creo que lo voy
hacer esta vez.
Nuestras palmas se hunden cuando presiono sus dedos, luego le doy
un beso en el hombro, dirigiendo mis labios hacia el hueco en su cuello.
Contiene la respiración, y la siento tensarse a mi lado. Le doy a su mano
otro apretón antes de inclinarme para ceñirme sobre su cuerpo. Su camisa
sigue húmeda cuando la alzo por encima de su vientre.
—Espera… —dice, y me detengo de inmediato. Se retuerce debajo de
mis manos, estirándose hacia la lámpara en mi mesita de noche. Cuando
la enciende, parpadeo un par de veces ajustándome a la luz, y luego me
encuentro con sus ojos abiertos ampliamente.
—Quiero verte —dice, y un hermoso sonrojo llena su cuello. La
comisura de mi labio se alza, y me inclino para besar las pecas a lo largo
de sus mejillas. Sus manos se envuelven alrededor de mis hombros, pero
aparte de eso, no se mueven más. Me deja tomar la iniciativa, y mis
nervios se relajan, pero todavía estoy ansioso.
Estoy ansioso por sacarle la ropa. Bajarle los pantalones.
Desabrochar su sujetador. Tener a esta mujer debajo de mí. Encima de mí.
Envuelta a mí alrededor.
Este tipo de ansiedad es una que puedo manejar.
Mordisqueo su hombro y le subo la camiseta. —Todavía estás
mojada. —Mierda—. Quiero decir tu camiseta está mojada. Quiero decir,
también podrías estar mojada, pero… ah, demonios.
Em presiona los labios y sofoca una risita, y yo presiono mi rostro en
mi almohada.
—Maldición, intentaba decir algo sexy, y salió mal.
—Creo que salió perfecto. —Se echa a reír, dirigiendo mi rostro hacia
el suyo de nuevo.
—Quería decir que quiero quitarte la camiseta. —Froto mi frente
contra la suya—. Tan pronto como deje de decir estupideces, comenzaré a
besarte de nuevo.
—Creo que es sexy.
—Bueno, entonces. Estás mojada. —Meto mis manos debajo de la
tela. Sus ojos se abren como platos y un brusco jadeo sale de sus labios—.
Así que esto tiene que irse.
Mido su reacción, manteniéndome inmóvil. Los perfectos círculos de
sus ojos me tienen un poco preocupado, pero otra hermosa ola de rubor
azota su cuello y levanta los brazos sobre su cabeza.
Capturo cada centímetro de su piel mientras es expuesta. Es tan
hermosamente pecosa, tan hermosamente pálida. Tan pronto como está
libre de la tela en su totalidad, la dejo caer al suelo, me siento y trazo mis
dedos por su piel. Su estómago se tensa cuando le hago cosquillas a su
ombligo. Sus senos rebotan bajo un sujetador de lunares mientras se
estremece cada vez que la acaricio. Trago saliva y bajo mi cabeza, beso la
cima de su pecho, siento su palpitante corazón bajo mis labios.
—Creo que también estás mojado —dice sin aliento, tirando de los
botones de mi camisa. Me sostengo contra el colchón, manteniendo mi
peso por encima de su cuerpo y cerrando los ojos mientras desabrocha
cada botón. No estoy respirando, y eso no está bien, sé que no está bien,
pero no me importa. No hay nada en esta habitación excepto Emmy. Nada
más en mi cabeza que ella. Así que, si tengo aire para respirar o no, ella
será la que me guiará a través de ello.
—¿Eric?
—Estoy bien —le digo, pero mis ojos no se abren.
—No, no es eso… —Sus uñas rozan la piel en mi abdomen—. Quiero
decir, me alegra que estés bien, solo iba a decir que… bueno, eres
condenadamente sexy y no estoy segura de cuán lento pueda ir porque
estoy bastante segura que estoy a punto de rasgar toda tu ropa.
Me río, abriendo los ojos, y mis brazos se tambalean. Su cálida piel
colapsa contra la mía, y estoy embistiendo contra ella sin siquiera
pensarlo. Gime mi nombre, y la llevo a una posición sentada conmigo,
besando apasionadamente su boca, su cuello, detrás de su oreja, por
encima de sus senos. Los muerdo de nuevo porque quiero tan
desesperadamente saborearla, y no puedo estar lo bastante cerca. Agarra
mi nuca, acercándome, frotándose contra mí, y ya me hartaron esos
malditos pantaloncillos que lleva puestos, y quiero quitarme los
pantalones. Somos un desastre tropezándonos mientras intentamos
mantener nuestros labios en cada uno a la vez que nos quitamos la ropa.
Ya no tiene su sujetador y sus pechos están en mi boca, en mis manos,
presionados contra mi pecho. Sus manos están en mi cabello, apretando
mis hombros, agarrando mi trasero, y acariciándome. Siento como si no
puedo respirar, pero estoy respirando. Mi respiración sopla contra su
cabello provocando que se le ponga la piel de gallina, se sienten calientes
contra mis labios mientras se presionan contra su piel. En todas partes.
Estoy respirando en todos lados, sin embargo, me estoy ahogando, pero no
quiero salir a la superficie por oxígeno.
No sé cómo terminamos de la forma en que terminamos, pero tiro
sus piernas hacia mí. Me deslizo por su cuerpo, beso, mordisqueo y lamo
cada curva de su piel y me deleito con sus gemidos. Maldición, sus
gemidos. Me están matando en esta agua en la que nos estamos ahogando.
Con voz ronca, le digo—: Te amo. —Y continúo diciéndoselo. Me lo dice de
regreso. Me dice cuán apuesto soy, y no puedo dejar de llamarla hermosa,
preciosa, y se siente…
Tan.
Condenadamente.
Bien.
Y no me puedo concentrar más. Me detengo, sosteniéndome por
encima de ella, presionando contra su muslo interno, siento una gota de
sudor deslizarse por mi sien y aspiro una bocanada de aire.
El pecho de Em sube y baja, chocando contra el mío, dejándome aún
más alucinado. Limpia el sudor de mi frente, con los ojos caídos y
oscurecidos, una mirada de puro placer que me tiene tan jodidamente
orgulloso de que fui yo quien la puso allí. Me inclino con una ligera sonrisa
y beso sus hinchados labios.
—¿Emmy?
—¿Sí? —pregunta, con la voz quebrándosele. Piensa que me voy a
detener, y sonrío de manera amplía para que sepa que estoy bien.
—Sé amable conmigo.
Su cuerpo se relaja y deja salir un gran resoplido. Luego coloca sus
manos en mi rostro mientras rayos de risa me atraviesan.
—Eso fue sexy —le digo, besando las arrugas cerca de sus ojos. Deja
caer una mano para palmearme en la cara.
—Sólo por eso, no voy a ser amable en absoluto.
Levanto una ceja, extiende una mano y entierra sus uñas en mi
trasero. Mueve las caderas hacia arriba, y estoy dentro de ella, y mi
cerebro ha abandonado el barco. Pierdo mi sonrisa burlona y caigo de cara
en la almohada cerca de su cabeza.
Ya no hay ninguna posibilidad en el infierno de ser “amable”.
Traducido por Alessandra Wilde
Corregido por Jasiel Odair