The Beautiful Now - M Leighton PDF

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Pau Tamria
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Lourdes7 lia
Didi VanEC
Disc
Pandora

4
Edición
Janc

Revisión final
Janc
lia

Diseño
lia
Contenido
Sinopsis Capítulo 19
Capítulo 1 Capítulo 20
Capítulo 2 Capítulo 21
Capítulo 3 Capítulo 22
Capítulo 4 Capítulo 23
Capítulo 5 Capítulo 24
Capítulo 6 Capítulo 25
Capítulo 7 Capítulo 26
5 Capítulo 8 Capítulo 27
Capítulo 9 Capítulo 28
Capítulo 10 Capítulo 29
Capítulo 11 Capítulo 30
Capítulo 12 Capítulo 31
Capítulo 13 Capítulo 32
Capítulo 14 Capítulo 33
Capítulo 15 Capítulo 34
Capítulo 16 Capítulo 35
Capítulo 17 Capítulo 36
Capítulo 18 Epí Logo

Sobre la autora
Sinopsis
Dane James trabajó en los campos de mi padrastro.
Él era el chico de al lado.
Fuerte.
Trabajador.
Prohibido.
Desde el momento en que nos conocimos, fuimos amantes
condenados, siempre queriendo, nunca teniendo.
Nos amamos durante la mayor parte de nuestras vidas, pero desde
6 el principio el destino tenía otros planes. Sabía que nos
enamoraríamos. Sabía que nos derrumbaríamos. Una y otra vez, como la
maldición de una pesadilla recurrente. O la esperanza de un sueño
familiar.

Nuestro pasado fue tumultuoso. Nuestro futuro era sombrío. Pero lo único
que siempre tuvimos era el hermoso ahora.

Hasta que nos lo arrebataron también.


Capítulo 1
2004
32 AÑ OS

No tengo la intención de reducir la velocidad cuando veo el letrero de


Bienvenidos a Shepherd’s Mill; mi pie sólo pisó el freno. Es un reflejo, como
sacudir tu mano hacia atrás la primera vez que tocaste los bonitos fogones
anaranjados de la estufa. Es una respuesta de la memoria muscular al
dolor recordado.
Y, chico, recuerdo el dolor.
Juré que nunca volvería aquí. Pero probablemente, después de todo
este tiempo, las cosas son diferentes.
Probablemente.
7 No es que importe. La razón por la que estoy recorriendo las calles
de esta pequeña ciudad perdida está sentada a mi lado en el coche, y no
hay nada que no haría por ella. Ningún lugar al que no iría. Ningún riesgo
que no tomaría. Ninguna profundidad a la que no me hundiría.
Incluso si eso significa volver aquí.
Eso es lo que hacen las madres.
Bueno, no la mía, pero es por eso que cuando tenía la edad de
Celina, me prometí a mí misma que si alguna vez tenía una hija la amaría
más que a nada ni a nadie. Nunca pondría dinero, estatus o un hombre
por sobre ella como hizo mi mamá.
No podía imaginar no mantener esa promesa. Celina es mi mundo.
Casualmente, como si no estuviera casi paralizada por el miedo,
acelero de nuevo. Igual de disimuladamente, la miro para ver si notó mi
momento de pánico. Puede que solo tenga catorce años, pero sus ojos, tan
verdes como los míos, son tan perspicaces como los de un adulto. Tal vez
incluso más.
Déjenme a mí tener una hija que es como un mini Dr. Phil con
pechos.
—¿Por qué estás haciendo esto, mamá? —pregunta, y no por
primera vez —¿Por qué estás realmente haciendo esto?
Hace mucho tiempo, cometí el error de decirle a Celina por qué
nunca visitamos este lugar. Bueno, más o menos. Nunca le diría toda la
verdad. Algunas verdades hacen la vida más difícil, y hago todo lo posible
para evitarlo. Pero tomé la imprudente decisión de decirle cuánto odiaba
donde crecí. Fue imprudente y totalmente lamentable, y ahora ese desliz
ha vuelto para morderme el culo. Ella sabe que nunca volvería aquí a
menos que la situación fuera grave.
Y la situación es grave.
No le diré cuán grave es. Ya tiene suficiente.
Cuando no respondo de inmediato, ella saca su propia conclusión, la
culpa y gravedad en su voz me rompen el corazón.
—Estás haciendo esto por mí, ¿no es así? Simplemente no me lo
dirás.
El pequeño óvalo de su cara es tan hermoso, pero tan pálido. Ella se
ve exhausta y sus ojos no brillan como antes. No lo han hecho por un
8 tiempo. Por eso estamos aquí. Estoy decidida a hacer todo lo que pueda
para restaurar ese brillo, sea cual sea el costo. Monetario o emocional.
—Nena, estoy haciendo esto por mí. Y por tu abuela también.
Aunque nunca lo admitiría, le vendría bien algo de ayuda y será bueno
para nosotras arreglar nuestra relación. Te estás quedando conmigo
porque soy tan impresionante y nunca te privaría de esa genialidad. Soy
así de considerada. —Le sonrío, la verdad a medias se desliza fácilmente
de mis labios. Estoy segura de que mentirle a tu hija no es a menudo la
ruta más aconsejable, pero mi único objetivo en la vida es protegerla.
Incluso si eso significa decir algunas mentiras en el camino.
—¿Por qué no traerla a Maryland a vivir con nosotras? Odias estar
aquí.
—La única manera en la que saldrá de esta ciudad es en una bolsa
para cadáveres, así que alguien tiene que estar lo suficientemente loco
para venir a ella. Y esa persona soy yo. —Le muestro mis mejores ojos
locos. —Porque ya sabes cómo soy. Estoy loco en la cabeza1.
Eso la hace sonreír. Desde que empezó a aprender español, siempre
la ha hecho reír cuando uso las pocas palabras que sé. Dice que mi acento

1 En español original.
sureño se espesa cuando intento hablar otro idioma. No lo noto, por
supuesto, pero ella jura que es cierto y por lo general la hace reír. Puedo o
no utilizar eso a mi favor en ciertos momentos clave.
Bien, lo hago totalmente. Soy desvergonzada en mis esfuerzos para
animarla o distraerla, dependiendo de la situación.
Hay una breve pausa, durante la cual realmente espero que ella lo
deje estar. Sin embargo, no estoy realmente sorprendida cuando no lo
hace. Celina no es otra cosa que tenaz. Es como una hermosa y delicada
pitbull.
—Hay algo que no me estás diciendo. ¿Por qué no me lo dices?
Mientras conduzco lentamente por la calle principal, una calle que
esperaba no tener que volver a ver, extiendo la mano derecha para tomar
la fria y sedosa mejilla de Celina. Mi corazón se hincha con una
combinación de amor infinito y miedo aterrador. Todas las bromas a un
lado cuando le contesto.
—Porque ya tienes bastante de qué preocuparte sin que yo añada
más. Eres mi hija. No es tu deber llevar mis cargas.

9 —¿Pero, y si quiero?
Oh santo Dios.
Es tan desinteresada. Tan increíblemente desinteresada y amorosa.
No sé de dónde lo sacó.
Me trago el nudo detrás de mis amígdalas. Me río y hago bromas tan
a menudo como sea posible, pero la mayoría de las veces siento que estoy
a segundos de las lágrimas.
—Cariño, me encanta que quieras, pero es mi trabajo como tu madre
no dejarte. Es mi trabajo hacer tu vida tan despreocupada como pueda,
mientras pueda. Llegará un momento en el que no podré protegerte de los
dolores de la vida, pero ahora mismo eres mi bebé. Mi dulce, dulce Celina.
Recibiría una bala por ti si eso significara salvarte de un segundo más de
dolor.
—No es como si hubiera vivido una vida protegida e indolora, mamá.
Reprimo una sonrisa ante la exagerada ironía escrita en su rostro.
Me recuerda que es una adolescente.
Nunca lo olvides, pienso sardónicamente.
—Sé que no lo has hecho. Ya has tenido más dolor que algunas
personas en toda una vida. Pero por eso quiero protegerte de todo lo que
pueda. Te pondría de nuevo en mi estómago si pudiera, así que alégrate de
que protegerte no sea tan malo como podría.
—¡Mamá! ¡Qué asco!
Me río de su respuesta. Ella estira "Mamá" en dos sílabas
repugnantes ma-máá.
—En serio, Celina, trata de no preocuparte por eso. Solo sé una
chica normal de catorce años. Bueno, tan normal como puedas ser
mientras compartas mi ADN.
Su voz es tan pequeña que casi no oigo su respuesta.
—Ni siquiera puedo recordar cómo se siente la normalidad.
Otra ola de intensa tristeza me atraviesa. Cuando miro a la derecha,
veo la cabeza inclinada y la boca abatida de mi pequeña. En momentos
como estos me pregunto si mi corazón no se está dividiendo literalmente
en dos, justo por el medio, ni la mitad para sentirse sano y completo de
nuevo.
10 —La verás de nuevo, cariño. —Por favor, Dios, déjala ver la
normalidad de nuevo. —Y recordarás lo aburrida que es. —Por favor,
ayúdala a superar esto.
Espero sonar convincente, pero tengo mis dudas cuando Celina solo
asiente. Me pregunto si ella puede ver a través de mí, en mi interior donde
siento cualquier cosa menos confianza. Me pregunto si, en realidad, soy
tan transparente como el parabrisas manchado de insectos frente a mí.
—Y hasta que lo hagas, podemos encontrarnos en mi antigua
habitación todas las noches antes de acostarnos y reírnos de los
pantalones de la abuela. Apuesto a que usa pantalones de anciana. Y ropa
interior de anciana. Ya sabes, esos muy grandes que van por encima de su
estómago. Como hasta sus axilas.
Arrugo mi nariz y Celina encoge su espalda, y al mismo tiempo
ambas decimos —Ewwww.
Después de un minuto o dos, ella suspira pesadamente.
Ruidosamente. Dramáticamente. Angustia típica adolescente.
—Supongo que estará bien. Las cosas no pueden empeorar.
No le diré que las cosas siempre pueden empeorar, y ciertamente no
le diré que lo hacen a menudo. Ella no necesita saber eso. Evitaré que lo
sepa mientras pueda. Desearía que alguien hubiera hecho lo mismo por
mí. Pero, por desgracia, la vida no ha dejado de demostrármelo durante
veinte largos años, empezando con el día en que me mudé aquí cuando
tenía doce años.
—Anímate, chica bonita. Nunca se sabe. Esto podría ser lo mejor que
te pueda pasar. —Olfateo ruidosamente, inhalando el olor de la hierba
recién cortada, el sol y algo dulcemente único a Shepherd’s Mill mientras
se vierte a través de la ventana abierta —¿Hueles eso?
No he olido esa combinación en particular en quince años. Casi me
da náuseas ahora.
—¿Qué pasa? ¿Te tiraste un pedo?
—Celina Holland, no, no me tire un pedo. Eso, jovencita, es el olor de
un nuevo comienzo. —Olfateo de nuevo —Y probablemente un poco de
estiércol de vaca.
Celina sacude la cabeza y cierra los ojos.
—Eres tan rara.
—Esa soy yo. Rara pero impresionante.
11
Ambas nos quedamos calladas y, mientras avanzamos por el corazón
de Shepherd’s Mill, trato de ver el pueblo bajo los ojos de Celina, dejando
de lado todo prejuicio.
Las aceras a ambos lados de la calle principal están vacías y todas
las tiendas todavía tienen letreros de CERRADO en las ventanas. No hay
coches aparcados en las ranuras que salpican la acera en las esquinas, y
no hay sonidos. En realidad es un poco extraño si no conoces a la gente de
aquí. Todo lo que falta es la bola de estambre rodando frente a nosotras
para completar la apariencia de ciudad fantasma. Eso sería engañoso, sin
embargo. Esta ciudad está muy habitada. Pero en este caso, los fantasmas
son demonios y todos están en la iglesia.
—¿Dónde está todo el mundo?
Celina está acostumbrada al bullicio de una ciudad más grande. Ya
tenía miedo de mudarse a un pequeño pueblo, pero esto… Esto
probablemente la está aterrorizando.
—En la iglesia.
Como si fuera una señal, justo cuando nos acercamos al único lugar
de culto en la ciudad, las puertas principales se abren de golpe y una
multitud de personas sale a borbotones, vertiéndose sobre los escalones de
concreto como agua sobre rocas. Sé por experiencia que están esperando
que el pastor se dirija a la salida para que pueda estrechar las manos de
su rebaño mientras se van. Siempre he pensado que es su último intento
para tratar de convencerlos de no hacer cosas pecaminosas al menos por
el resto del día.
Por lo que puedo decir, nunca funcionó, aunque tengo que darles
crédito por ir al único lugar que tiene alguna posibilidad de convertirlos en
personas decentes.
Los primeros en salir nos miran mientras pasamos. Resisto la
necesidad de deslizarme en mi asiento avergonzada. Estoy segura de que
sacarán sus propias conclusiones sobre porqué Brinkley Sommers ha
regresado después de todo este tiempo, y con una niña, nada menos. Sólo
pensar en ello me hace lanzar una mirada rebelde en su dirección,
levantar una mano, y saludar como si no supiera lo que están pensando.
Como si no supiera cómo son.
En realidad, me río de las expresiones de asombro que veo en sus
caras. Hace un tiempo, eso me habría molestado. Pero no ahora. No saben
que ya no pueden controlarme. No saben que ya no vivo y muero por sus
12 reglas.
Ellos no me conocen.
Ya no.
Finalmente, hacemos nuestro camino más allá del elegante edificio
blanco. Doy al lugar una última mirada en mi espejo retrovisor. Desearía
verlos en mi espejo retrovisor porque estoy dejando esta ciudad en lugar de
volver a ella, pero…
Mi melancolía es interrumpida por el grito de mi hija, lo que hace
que mi atención vuelva a la carretera frente a mí.
—¡Mamaaaá!
Instintivamente, agarro el volante, enderezo mis brazos y aprieto los
frenos, justo antes de aplastar a un animal de granja que camina
casualmente a través de la calle pavimentada.
—¡Oh Diablos! ¿Qué es eso?
Celina se inclina hacia adelante, las manos apoyadas contra el
salpicadero, mirando hacia el parabrisas.
—Es una cabra —contesto sin aliento, mi corazón late como un
tambor —¿Qué te parece?
—¿Por qué hay una cabra a mitad de la carretera, en medio de la
ciudad?
Dirijo una sonrisa irónica hacia mi única hija.
—Bienvenida a Shepherd’s Mill, cariño.
No puedo evitar reírme cuando se cubre la cara con las manos y
gime.
Sé exactamente cómo se siente.

13
Capítulo 2
1984
12 AÑ OS

—¡Brinkley, eres tan asquerosa!


Lauren Stringer. La chica más popular de la escuela. ¿Por qué tenía
que ser la única persona con la que mamá insistió en que me hiciera
amiga cuando nos mudamos aquí hace un par de meses? Ella era horrible.
Simplemente horrible. ¿Por qué tenía que ser ella?
Yo sabía la respuesta. Y sabía que no importaba lo horrible que
Lauren y sus secuaces fueran. Tenía órdenes y no eran negociables. Desde
el primer día de escuela, pude ver cómo iban a ser las cosas.
—Tienes que parar con esa actitud, Brinkley —dijo mamá cuando mi
iniciación en la Escuela secundaria Shepherd’s Mill no fue tan bien como
14 ella esperaba. —Ahora somos ricas y tienes que actuar como tal, jovencita.
Eso significa ser amable, mantener la boca cerrada y por el amor de Dios,
¡deja de jugar en la tierra!
En ese momento, se había estado refiriendo a la ya manchada punta
de mis flamantes y blancos Nike. Todo lo que había hecho era raspar
algunos círculos en la entrada polvorienta mientras esperaba el autobús
escolar. Era sólo tierra. No es como si estuviera jugando en el estiércol o
algo desagradable como eso. A pesar de todo, ese tipo de cosas iba ahora
en contra de las reglas. Evidentemente, ser rica significaba que nunca
podría ensuciarme de nuevo.
Suspiré mientras pensaba en ello. Esperaba que los sacrificios que
estábamos haciendo valieran la pena al final. Pero hasta ahora, no podía
ver que lo hicieran. Por supuesto, por lo que podía decir, yo era la única
que hacía sacrificios. Mamá estaba en el séptimo cielo.
Siempre habíamos sido mamá y yo. Nunca conocí a mi padre y desde
que puedo recordar, mi madre había querido conseguir un hombre rico,
alguien que pudiera hacer que todos sus problemas desaparecieran.
Problemas como tener que trabajar en dos trabajos para llegar a fin de mes
y tener que luchar para comprar ropa escolar para su hija cuando ella
realmente preferiría comprar algo bueno para ella en su lugar. Pensaba
que el dinero era la respuesta a todo, y supongo que podría parecer un
solucionador de problemas cuando no lo tenías. Si era así o no estaba por
verse, pero ella todavía estaba haciendo todo lo posible para enseñarme
que lo era. Yo no estaba convencida, sin embargo. Hasta ese momento,
sólo había logrado ser un dolor en el culo.
Yo tampoco debía decir "culo".
Las reglas de no decir palabrotas ni ensuciarse habían comenzado
en abril cuando finalmente consiguió lo que quería, su boda de ensueño
con un hombre rico, y nos habíamos mudado a través del gran estado de
Carolina del Sur a un pueblo llamado Shepherd’s Mill. Ahora, como ella
me recordaba constantemente, todo lo que teníamos que hacer era
interpretar el papel para que pudiera quedarse con el hombre. Según ella,
eso significaba (además de vigilar mi boca y mantenerme limpia) que
primero tenía que hacer todos los amigos correctos y luego aprender a
actuar como ellos. Eso es lo que ella estaba haciendo y esperaba lo mismo
de mí.
Así que me hice amiga de Lauren Stringer y su grupo porque eran
los hijos de las más grandes "celebridades" en la ciudad. Eso es lo que
mamá quería que hiciera. Y ella era todo lo que había tenido, así que
15 quería hacerla feliz. Siempre fui obediente e hice exactamente lo que ella
me pidió, hasta el último detalle, siempre que me fue posible. Incluso si
eso significaba hacer y mantener amigos que eran demonios de alma
hueca. Tuve mi primera probada real de sus negros corazones durante mi
duodécimo año de vida en un bonito día de verano en el río.
—¡Ewww Brinkley, eres tan asquerosa! —Las palabras resonaron en
la soleada tarde como las chillonas campanas de la iglesia señalando mi
funeral.
Al principio pensé que estaba bromeando. Se rio un poco cuando lo
dijo, así que sonreí, aunque no tenía idea de lo que estaba hablando. Pero
cuando los otros empezaron a reírse, a mofarse y a señalar, me di cuenta
de que no estaba bromeando en absoluto. Lauren Stringer me estaba
llamando asquerosa y ni siquiera sabía por qué.
Me froté una mano a través de mi cabello rubio ondulado, medio
pensando en encontrar barro o una araña o algo así. Sin embargo, no
encontré nada. Me había mantenido bien y limpia, como mamá me hizo
prometer. A continuación, me pasé los dedos por mi pequeña nariz y labios
carnosos, buscando humedad o pegajosidad de cualquier tipo. No encontré
nada allí tampoco. Miré hacia abajo a mi camisa azul y blanca, las rayas
vertiginosas en el sol brillante, y no encontré nada asqueroso en ella
tampoco. Sin bichos ni mostaza ni escupitajos ni mocos. Nada. Pero aun
así se rieron. Más fuerte. Señalando y retrocediendo como si de repente
fuera radioactiva.
—¡Oh por Dios, está sangrando y ni siquiera lo sabe! —El chillido de
Cassie Shields era mitad encantada, mitad horrorizada. No me había
gustado Cassie en el momento que la conocí. Ella tenía su cabeza más
profundo en el culo de Lauren que cualquiera de los otros. Todos la tenían
al menos un poco, pero Cassie era la peor.
Bueno, tal vez no todo el mundo. En realidad, hubo un chico que no
seguía a Lauren Stringer como los otros lo hacían. No parecía importarle
quién era, qué hacía o qué pensaba.
Se llamaba Dane James.
Me gustó de inmediato, aunque, según Lauren, no debería haberlo
hecho. Ella se apresuró a ponerme al corriente de los feos detalles del
chico guapo después de que se nos uniera ese día. Cuando tomó la
delantera en el camino a través del campo y todos los demás se
apresuraron a caminar a su lado, Lauren se quedó atrás. Ella era
demasiado buena para eso. O eso pensaba ella. Y como ella se quedó
16 atrás, yo también me quedé atrás. Porque eso haría feliz a mamá.
—Su padre trabaja en los campos. Es el capataz de tu padrastro —
susurró. Su tono implicaba que ser el hijo de un trabajador era una cosa
horrible. Al igual que mi madre, Lauren podría conseguir mucho con tan
solo su tono. —Es de nuestra edad, y es lindo, pero es un chico común. No
como uno de nosotros.
—¿Por qué lo invitaste entonces? —Yo era ignorante en los términos
de la realeza del pueblo y cómo funcionaba.
—Él es el único que puede conseguir una llave de la puerta trasera
para que podamos bajar al río. —Ella había puesto los ojos en blanco,
como diciendo, ¡Duh!
¿Ves lo que digo sobre ese tono?
Había asentido, como si eso tuviera mucho sentido, aunque no lo
hacía. Pero lo que ella quería lo tenía. Ella estaba insinuando que, aunque
Dane era lindo y útil, él no era lo suficientemente bueno para ser uno de
"ellos". Mi madre se había casado con uno de "ellos"; por lo tanto, era
automáticamente lo suficiente buena. Yo era uno de "ellos" ahora y éramos
un "nosotros", y Dane James nunca lo sería.
A medida que pasaba el día, me alegré de que lo invitara. Me gustó
que viniera a pesar de que realmente no encajaba. Me gustó que caminara
y que todos lo siguieran. Me gustó que se detuviera para recoger una
tortuga y moverla fuera de nuestro camino para que no la pisaran. Me
gustaba que no le prestara mucha atención a Lauren, también. Era como
si hubiera nacido con una inmunidad que el resto de nosotros no
teníamos. Realmente me gustaba eso de él. Pero, sobre todo, me gustaban
sus ojos. Eran de un color bonito. Como los tonos más oscuros de óxido
otoñal y marrón verdosos con un poco de oro espolvoreado. Me había
mirado un par de veces. Bueno, más bien observado. Sus ojos no solo
pasaban de largo como lo hacían cuando miraba a los otros. Se detuvieron
en los míos, los sostuvieron. Los miraba a ellos.
Hizo cosas divertidas a mi estómago cuando me miró de esa manera.
Lo hizo aletear, como si estuviera nerviosa y emocionada. Cómo la forma
en que siempre me sentía el primer día de escuela cuando me ponía mi
único atuendo nuevo, o en la mañana de Navidad cuando corría a la sala
para ver si había regalos bajo el árbol.
Por desgracia, no le estaba mirando a él o a sus ojos cuando los
demás empezaron a burlarse de mí.
17 ¡Ewww Brinkley, eres tan asquerosa!
Las palabras me rodearon, colgando de los árboles y de las hojas.
Que se reían en la brisa y burlaban del sol.
Mi cerebro estaba luchando para averiguar lo que había hecho para
darles asco, pero no fue hasta que seguí su grosero señalamiento que
entendí. Me incliné hacia adelante y miré hacia abajo. Abajo, por debajo de
mi cintura. Fue entonces cuando vi la mancha roja oscura que se
escapaba de la entrepierna de mis impecables pantalones blancos.
Bueno, solían ser impecables.
Mi ritmo cardíaco se disparó algunos niveles. Aunque estaba
bastante segura de que sabía lo que era, todavía me asustaba. Quiero
decir, mi madre había tenido "la charla" conmigo, pero seguía siendo un
shock ver sangre proveniente de esa zona. Me tomó por sorpresa. Qué
sorpresa tan horrible.
—¡Podría estar muriendo! ¡O podría ser contagiosa! ¡Ewww! ¡Todos
corran! —Lauren chilló teatralmente. —¡Corran!
Y, por supuesto, corrieron. Como una manada de ovejas. Ovejas sin
rumbo. Seguidores. Algo de lo que estaba aprendiendo esta ciudad estaba
llena. Corrieron tras Lauren, gimiendo en pánico todo el camino “Ahhh
ahhh maaala Brinkley” dejándome de pie, completamente sola y
sangrando, al lado del río en una tarde de verano calurosa y húmeda.
Todos ellos escaparon.
Todos menos uno.
Dane James.
No movió ni un músculo, sólo se quedó allí, mirándome con esos
ojos exóticos suyos, masticando un tallo de lo que parecía ser trigo. Ese
tallo delgado lo hacía parecer mayor de lo que era. Arrogante, también,
como una especie de vaquero de la televisión o algo así. O tal vez como un
caballero de brillante armadura, sólo que llevaba cuadros y vaqueros en su
lugar.
Me ahogué en lágrimas de humillación total por el tiempo que pude,
contando los segundos hasta que pudiera sentir mis piernas y huir
también. Pero mis piernas no funcionaban y la presa no aguantaba. Las
aguas furiosas presionaron fuertemente contra una debilidad en la
fachada hasta que encontraron una grieta en mi determinación.
Presionaron y presionaron hasta que salieron. Y cuando empezaron a fluir,
nada en la tierra podía detenerlas.
18
Ni siquiera Dane James.
Todo el estrés de la mudanza, de mi nuevo hogar y mi nuevo padre,
de mi nueva escuela y mis nuevos "amigos", chocó de cabeza contra la
presión de mi madre, y la colisión de todo eso me puso de rodillas. Las
articulaciones simplemente se rindieron y se desmoronaron bajo mi ligero
peso. Me deslicé al suelo, como un Slinky, enterré mi cara en mis manos, y
lloré.
Lloré y lloré y lloré un poco más.
No podía oír nada excepto el sonido vacío de la humillación a mí
alrededor, así que era fácil olvidar que no estaba sola. Fue cuando mis
lágrimas finalmente empezaron a secarse que recordé que Dane James
estaba allí.
Dane James, el que se quedó.
Deseé que no lo hubiera hecho. Solo quería morir en paz. Porque
estaba segura de que lo haría. Mamá me había enseñado hace mucho que
la muerte social estaba justo al lado de la muerte real. Estaba segura de
que eso era totalmente cierto en un pueblo como Shepherd’s Mill. También
estaba segura de que acababa de sufrir una muerte de proporciones
épicas.
Dejé mi cara presionada contra mis palmas, esperando que se fuera,
pero ya no podía ignorarlo cuando sentí una mano en mi hombro.
Vacilante, giré mi cabeza para mirar entre mis dedos temblorosos. Vi una
cara. Una hermosa cara.
Dane James estaba agachado a mi lado, mordisqueando su pedazo
de trigo, posándose entre labios que de repente me parecieron fascinantes.
Entre ellos, las palabras rezumaban como dulce, dulce miel.
—Soy Dane —dijo en voz baja.
—Sé quién eres. —Resople.
—Tú eres Brinkley.
—También sé quién soy.
Él sonrió.
—No le prestes atención a Lauren. O a sus amigos. No significan
nada. —Se puso de pie y me ofreció una mano para ayudarme. —
Probablemente le harán lo mismo algún día.
¡Dios, esperaba que sí!
19 Parte de mí esperaba que él tuviera razón y que ella recibiera el
mismo trato, pero peor. Algo verdaderamente horrible, como en la película
Carrie. Algo público, sangriento y eterno. Y esperaba poder verlo.
A pesar de que no era probable que eso sucediera, en realidad no,
esa simple declaración “probablemente le harán lo mismo algún día” fue
suficiente para calmarme. No del todo, pero lo suficiente para que le diera
a Dane una sonrisa tentativa y le dejara ayudarme.
Mientras me quitaba el polvo de las rodillas, lo vi quitarse la camisa
roja a cuadros que estaba atada alrededor de su cintura. Sin decir una
palabra, se acercó para atarla alrededor de la mía.
Mientras lo veía atar las mangas en un nudo y luego dejar que los
extremos colgarán, me pregunté si alguien realmente había explotado de
vergüenza. Explotado y muerto en el acto.
Abandoné el pensamiento, sin embargo, cuando miré hacia abajo y
vi la sabiduría en lo que Dane James había hecho. Las mangas largas de
su camisa ocultaban la mancha creciente entre mis piernas, los brazos
colgando justo en el lugar correcto frente a mi entrepierna, y la base de la
misma cubría mi espalda completamente. Ahora sólo parecía un
marimacho. Un marimacho limpio, sin embargo, y estaba bien con eso.
Mejor un marimacho que un leproso.
Y así como así, Dane James me salvó.
O al menos se sentía así.
—Gracias. —Tímidamente, miré hacia él desde abajo de mis
pestañas.
Un encogimiento de hombros casual fue su única respuesta. Actuó
como si no fuera gran cosa que se quedara atrás y salvara lo que quedaba
de mi dignidad. Y tal vez para Dane no lo era (él tenía su inmunidad ante
Lauren después de todo). Pero fue una gran cosa para mí. Una muy gran
cosa.
—Venga. Te acompañaré a casa.
Y así lo hizo. Caminamos de vuelta por el camino que habíamos
venido, sólo que estábamos solos esta vez. Lado a lado caminamos, lo
suficientemente cerca para tocarnos si Dane lo hubiera intentado. Sólo
que no lo hizo. Tal vez él no quería, pero yo sí. Yo quería tocarlo, sostener
su mano o cepillar mi brazo contra el suyo. Pero yo tampoco lo toqué. Era
demasiado tímida para ser tan audaz. Simplemente caminé a su lado,
disfrutando del calor que podía sentir irradiar del chico a mi izquierda, su
fuerza y tranquilidad me reconfortaban de maneras que realmente no
20 entendía. Descubrí que tenerlo a mi lado ahuyentaba el recuerdo punzante
de las ovejas, los pensamientos opresivos de mi madre, y la imposibilidad
de mi padrastro y de esta ridícula ciudad. Todo, simplemente se fue. Así
que cuando Dane James comenzó a hablar, me convertí en una
participante dispuesta de su mundo en lugar de una renuente del mío.
Me habló de Stanley, la tortuga que había movido antes para que no
le pisaran.
—Vive junto al río. La mayoría de los días le llevo hongos para
comer.
—Me gustan las tortugas.
Eso era en realidad una mentira. No me gustaban las tortugas en
absoluto. Me recordaban a los caracoles grandes con menos tierra y pies
prehistóricos. Pero esta tortuga era diferente. Esta tortuga era amada por
Dane James; por lo tanto, era amada por mí también.
—Me gustan la mayoría de los animales. Especialmente los perros.
—¿Tienes un perro?
—No. Siempre he querido uno, pero mi papá no me deja tener uno.
Yo estaba furiosa con su padre y nunca lo había conocido.
—Me gustaría tener un perro, también. —Y en ese momento, lo hice.
Sólo para que Dane James pudiera venir a mi casa y acariciarlo.
—Pero al menos tengo a Stanley. Hasta que se vaya.
—¿Qué harás entonces? Si se va, quiero decir. —Yo ya estaba de luto
por la pérdida de Stanley la tortuga. No podía comprender el porqué de
ello. Todo lo que sabía era que Stanley era importante para Dane James, y
Dane James de repente era importante para mí.
Dane se encogió de hombros de esa manera suya, pero esta vez
había algo triste alrededor de sus ojos de color otoño.
—Supongo que no tendré nada más.
No sabía qué decir a eso, así que no dije nada en absoluto. Sólo
sabía que, si pudiera hacer que sus ojos ya no se vieran tristes, lo haría.
También me hacían sentir triste. Me hacían desear que Stanley la tortuga
nunca se fuera. Me dolía el estómago pensar que un día este chico, El que
se quedó, podría estar solo.
—Dijiste que tu papá no te dejaría tener un perro. ¿Qué hay de tu
mamá? Pregúntale. Tal vez ella hable con tu papá para que diga que sí.
21 —Mi madre está muerta.
—¿Cómo murió? —Nunca se me ocurrió que no debía preguntar.
—Se suicidó. —Con mi involuntario jadeo, añadió —Con drogas.
—¿Por qué?
Dane se encogió de hombros de nuevo, pero pude notar una
diferencia en ese encogimiento de hombros. Este no dijo que no le
importaba; este dijo que no podía hacer nada más que encogerse de
hombros.
Caminamos en silencio por un par de minutos. Secretamente deseé
poder compartir a mi mamá con él. Tenía sus defectos, pero la amaba y
quería que Dane James tuviera una madre a la que amar. Pero luego
interrumpió mis pensamientos de nuevo y me alegré de dejarlos atrás.
—¿Una carrera hasta el borde del campo? Te daré una ventaja.
Con su oferta, me detuve a mirarlo, feliz de que hubiera cambiado de
tema. Hacía que mis brazos y piernas se sintieran pesados al caminar
junto a su tristeza.
En lugar de responder, simplemente me fui como si el mismísimo
diablo me persiguiera. Corrí tan rápido como mis piernas me llevaban. No
es que importara. Dane estaba a mi lado y luego me superó en cuestión de
segundos. Sin embargo, noté que desaceleró una vez que voló junto a mi,
ralentizando lo suficiente como para que pudiera seguir junto a él y
pudiéramos llegar al borde del campo al mismo tiempo.
Ninguno de los dos declaramos un ganador, aunque ambos
sabíamos que habría sido Dane. Si lo hubiera intentado claramente, así
hubiera sido. Pero no lo hizo. No quería ganarme. Sólo quería que alguien
corriera con él.
Estaba un poco enamorada de Dane James cuando llegamos a mi
entrada. Cuando giró a la derecha al final, dejándome caminar los últimos
metros hasta la casa yo sola, me sonrió antes de continuar por el camino.
—Hasta luego, caimán.
—Después de un rato, cocodrilo2 —contesté, sonriéndole de nuevo.
Parecía tonto, pero me hizo feliz por alguna razón.
Él me hizo feliz por alguna razón.
22 Y al separarnos, por primera vez desde que llegamos a Shepherd’s
Mill, sentí algo más que soledad.

2Otra forma de decir adiós. Usualmente se usa después de que alguien dice "Hasta luego
caimán".
Capítulo 3
Cuando entré en la casa, mamá y Alton Peterson, mi padrastro,
estaban sentados en el sofá de la sala de estar. No me gustaba mirarlos
juntos. No sabía exactamente por qué; simplemente sabía que me
incomodaba.
Para mí, eran una pareja extraña. Mi mamá era joven y hermosa,
como una de mis muñecas coleccionables con su hermoso cabello rubio y
sus ojos verde oscuro. Pero Alton no se parecía a ninguna de los muñecos
Ken con los que solía jugar. Era mayor y parecía más descuidado que
mamá, como si lo hubieran dejado en el armario bajo un montón de
zapatos por mucho tiempo. Su pelo ya se estaba poniendo gris a los
costados y pensé que seguramente ya debería ser el abuelo de alguien.
Mamá dijo que "sólo" tenía treinta y cinco, pero para mí era viejo.
23
Miré durante unos segundos mientras mi madre bordaba una
almohada. Alton se encontraba a su izquierda con el brazo alrededor de
sus hombros. Sus ojos estaban cerrados y sus dedos frotaban la parte
superior del pecho de ella. No su pecho real, pero demasiado cerca para mi
comodidad.
Deseaba que él no hiciera cosas así cuando podía verlos. Me daba
escalofríos a lo grande. No se atrevería a hacer algo así en público, pero
estaba aprendiendo rápidamente que Alton era una persona diferente
detrás de puertas cerradas. La máscara educada que usaba para que el
mundo la viera estaba muy lejos de la forma en que realmente era.
Estaba bastante segura de que ese era el caso de todos en
Shepherd’s Mill.
Todos excepto Dane James.
—Hola, cariño —Mamá saludó distraídamente, apenas levantando la
vista de su almohada. Pero cuando lo hizo, hizo una toma doble —¿Qué
diablos llevas puesto? ¿De quién es esa camisa?
Por supuesto, ella notaria mi ropa primero. Teníamos un papel que
desempeñar y en ese momento yo estaba fallando.
Suspiré. Teniendo en cuenta la forma en que se escandalizó por la
suciedad de mis Nike, tenía miedo de escuchar lo que diría de mis
pantalones cuando se los mostrara.
—De un chico.
—¿Por qué llevas la camisa de chico atada a la cintura? Pareces un
marimacho. —Le eché un vistazo a Alton. No quería hablar de ello delante
de él. Era vergonzoso para empezar, pero discutirlo delante de mí
asqueroso padrastro se sentía… mal.
Cuando no respondí de inmediato, mamá insistió.
—Brinkley, ¿me oíste? ¿Qué pasa con la camisa?
Mis mejillas ardieron mientras pensaba en la mancha entre mis
piernas, y cómo Lauren y sus ovejas habían reaccionado.
—Te lo diré más tarde.
Mamá puso la almohada en su regazo y frunció el ceño hacia mí.
Tenía toda su atención ahora.
—Me lo dirás ahora, jovencita.
24 De nuevo miré nerviosamente a Alton, que no se había molestado en
abrir los ojos o dejar de frotar el pecho de mi madre. En ese punto, sin
embargo, estaba de acuerdo. Si estaba distraído, no tendría que
preocuparme de que viera mi situación.
Eso era una ventaja
Apresuradamente, levanté las mangas de la camisa de Dane para
que mamá pudiera ver mis pantalones ensangrentados, pero rápidamente
las dejé caer de nuevo en caso de que Alton se molestara en mirar hacia
arriba. Es decir, si se hubiera molestado en dejar de toquetear a mi madre
justo delante de mí.
¡Puaj!
Mamá sonrió.
—Awww, mi pequeña está creciendo. Convirtiéndose en una mujer.
Ante eso, la cabeza de Alton se alzó, y cuando lo observé, su mirada
se centró en mí. Me estremecí ante lo frio que era. Los ojos de mi padrastro
eran de un azul oscuro, como la parte más profunda y fría del océano.
También eran tan intimidantes, como las cosas aterradoras que acechan
justo debajo de la superficie. Nunca pude sostenerlos por mucho tiempo.
Me hacían sentir incómoda por razones que aún no podía comprender. Así
que, como siempre, miré hacia otro lado después de unos segundos.
—¿Puedo ir a mi habitación? Me duele el estómago. —Había
comenzado a palpitar, un dolor profundo que se extendía por la parte
inferior de mi abdomen y hasta la parte superior de mis muslos.
—Por supuesto. Traeré la almohadilla térmica. Cámbiate de ropa y
lavaré lo que llevas puesto para que puedas devolverle esa camisa a su
dueño. ¿Cómo dijiste que se llamaba él chico?
—Dane. Su nombre es Dane James.
Con eso, mi padrastro comenzó a prestarme mucha atención. Su
mano se detuvo y se sentó más recto.
—¿Qué estabas haciendo con Dane James, Brinkley? —Cuando no
respondí inmediatamente, él ladró mi nombre de nuevo, haciéndome saltar
—¡Brinkley! ¡Respóndeme!
—Varios de nosotros estábamos, uh, jugando en el campo. —No
quería mencionar el río ya que no se suponía que tuviéramos una llave de
la puerta que nos permitiera bajar tan lejos.
25 Alton frunció el ceño.
—No deberías andar con ese chico.
—¿Por qué? Él es agradable.
—¿Qué te dije sobre contestarme?
Sentí la sangre drenarse de mi cara. Podía imaginarla goteando por
mi cuello, a través de mi pecho y de vuelta en mi corazón palpitante.
—D- dijiste que no lo hiciera.
—¿Entonces qué estás haciendo ahora?
—Yo estaba… solo estaba explicando. Dane es…
—No quiero una explicación. Él trabaja aquí y tú debes alejarte de él.
Fin de la discusión. ¿Fui claro?
Cerré los labios y asentí con la cabeza una vez.
—¿Puedo ir a mi habitación ahora?
—Sí. —Ansiosamente me di la vuelta y comencé a subir las
escaleras, pero Alton no había terminado. El sonido atronador de su voz
me hizo vacilar y tropecé con el primer escalón.
—Lo digo en serio, Brinkley. Aléjate de él.
Me enderecé, volví a asentir, y seguí subiendo. Poco sabía yo… Poco
sabíamos todos que pedirme que me alejara de Dane James era como pedir
que me mantuviera alejada del aire, el agua, la vida o el amor.
Era imposible.

26
Capítulo 4
Estaba jugando Atari en mi habitación cuando escuché el primer.
Tic.
No pensé mucho en ello. Me imaginé que era un efecto de sonido del
juego que estaba jugando, bueno, el juego que estaba perdiendo, o un salto
en la cinta de cassette que estaba escuchando. Fue cuando escuché el
segundo, mucho más fuerte, que me di cuenta de que no era el juego ni la
música.
Tic.
Rápidamente, presioné el botón de pausa en el control y bajé el
volumen en mi estéreo para poder oír mejor. Mientras escuchaba, no noté
27 nada fuera de lo común. Estaba el graznido de las ranas alrededor del
estanque a la distancia, el suave silbido de aire fresco saliendo desde el
ventilador junto a mi cama, y el zumbido electrónico de mi televisión en
blanco y negro. Nada inusual, y ciertamente ningún tictac.
Hasta que lo volví a oír.
Un tic más ruidoso.
Giré mi cabeza alrededor. El sonido venía de mi ventana.
Al instante tuve miedo. Había visto demasiadas películas de terror y
mi imaginación era demasiado vívida para ser considerada como algo
inocente. Mi cerebro evocó automáticamente todo tipo criaturas sedientas
de sangre acechando afuera en la oscuridad. Pero entonces recordé que
tenía doce años, demasiado mayor para creerlo realmente.
Después de al menos un minuto hablando conmigo misma, empecé
a racionalizar y me volví más curiosa sobre el ruido en lugar del miedo.
Bueno, mayormente.
Me impulse hacia arriba y empujé mis piernas por el costado de la
cama. Escuché el silencio. Una pequeña parte de mí todavía estaba
secretamente preparada para escuchar un rugido o garras rasgando el
costado de la casa, algo aterrador y monstruoso. Mi corazón golpeó
pesadamente mientras bajaba mis pies al suelo. Estaba totalmente
preparada para salir corriendo si escuchaba gruñidos.
Pero no lo hice, así que me dirigí lentamente hacia la ventana.
Razoné conmigo misma mientras me movía, enumerando posibles
explicaciones (aparte de monstruos) para el ruido: una rama de árbol
raspando el lado de la casa, algunos escombros soplando a través del
patio, algún insecto nocturno golpeando su cuerpo contra el vidrio.
Mis dedos sólo temblaban un poco cuando empujé las cortinas hacia
un lado y miré a través de la pequeña hendidura. Al principio, todo lo que
vi fue la mitad de mi cara y el destello brillante de la televisión detrás de
mí. Pero después de unos segundos, luego de que mis ojos se ajustaron
para ver más allá de mi propio reflejo, me las arreglé para mirar hacia
fuera en la noche. Fue entonces cuando vi que había, de hecho algo en el
patio. Y que ese algo era en realidad un alguien.
Era Dane James.
El que se quedó.
Lo reconocí en el instante en que mis ojos se centraron en él. Pensé
que probablemente lo reconocería en cualquier lugar, con cualquier
28 cantidad de luz. Si no reconociera su aspecto, reconocería la forma en la
que me hacía sentir. Incluso en la noche, con poca luz, desde esta
distancia, a través de un cristal que reflejaba mi propio rostro, me sentía
feliz, cálida y de alguna manera aliviada.
Dane estaba de pie justo donde la media luna de la luz exterior se
desvanecía en la oscuridad de los árboles. Se parecía un poco a un
fantasma. Algo producto de la noche, un brazo tal vez o algún otro tipo de
proyección, alcanzando lo suficiente en la luz para atraerme.
Y él me atrajó.
En algún lugar muy profundo de mi estómago. Lo sentí como un
aleteo en mi vientre. El chico que me salvó con su camisa de cuadros rojos
y sus ojos color otoño estaba en mi casa. De pie en mi patio. Arrojando
piedras a mi ventana. Y estaba emocionada de verlo.
En ese instante, no me importaba que mi madre se volvería loca si
supiera que Dane estaba ahí fuera. No me importaba que mi padrastro me
mataría si lo viera. No me importaba que fuera muy inapropiado que una
chica joven abriera la ventana de su dormitorio para hablar con el hijo de
un trabajador en medio de la noche. No me importaba nada de eso. Sólo
me importaba hablar con Dane James, El que se quedó. Sólo me
importaba lo emocionada que estaba de que hubiera venido a verme.
Abrí la cerradura en la parte superior de la ventana y empujé el
panel pesado, asomando mi cabeza lo suficiente como para estar segura de
que nadie en la casa podía oírme hablar.
—¿Qué estás haciendo aquí? —le susurré en voz alta.
—Vine a ver cómo estabas.
—¿Por qué?
Se encogió de hombros.
—Para asegurarme de que estabas bien.
No respondí de inmediato. Por unos segundos, la humillación del
"episodio" regresó con toda su fuerza y contuvo todo lo que podría haber
dicho como un puño apretado tratando de estrangularme. Desearía que se
olvidara de todo.
Después de una respiración profunda, sin embargo, finalmente logré
responder con voz audible.
—Estoy bien.
—Entonces ven. Vamos.
29
—¿Ir? ¿A dónde? Es media noche.
—Sé que es media noche. ¿A quién le importa?
—A mí me importa. Me meteré en problemas.
—No seas gallina.
—No soy gallina. —Incluso mientras respondía, empujé mi barbilla
un poco más, casi rompiendo mi cabeza contra la ventana.
—Bien. Entonces ven aquí.
Sabía que no debía. Sabía que no debía dejar que ningún chico,
mucho menos este chico, me convenciera de salir a escondidas de la casa,
pero sabía en mi corazón que no estaba convenciéndome de nada. Yo
quería ir con él. Dondequiera que fuera, yo también quería ir. Ni siquiera
me importaba dónde.
Impulsivamente, antes de que pudiera pensarlo dos veces y cambiar
de opinión, estuve de acuerdo.
—Dame un segundo.
Apresuradamente, cerré la ventana y, con el pulso palpitante, me
quité el camisón y me puse un par de shorts amarillos y una camiseta sin
mangas con mariposas rosas y amarillas en un hombro. Metí los pies en
mis Nike blancos y rogué que no fuéramos a ningún sitio donde se
ensuciaran. Mamá todavía estaba enojada por la última vez que tuvo que
limpiarlos.
Bajé las escaleras, deteniéndome en cada crujido de la madera hasta
que finalmente pude llegar a la alfombra y correr por el comedor hasta la
cocina. Sabía que tendría una mejor oportunidad de salir por la puerta de
atrás sin que nadie me escuchara. La puerta principal gemia cuando se
abría, algo así como un viejo fantasma que estaba demasiado cansado
para ser inquietante.
Una vez que abrí el cerrojo y giré el pomo de la cerradura, abrí la
puerta lo suficiente para salir y luego la cerré rápidamente detrás de mí.
Me detuve en la pequeña banqueta de concreto y respiré profundamente
antes de moverme otra pulgada. Todavía podía regresar. No era demasiado
tarde.
Aún.

30 Justo en ese momento, una ráfaga de aire nocturno calido azotó la


esquina de la casa, despeinando mi cabello rubio suelto y haciéndome
cosquillas en la nariz. Inhalé lentamente, otra respiración larga y
profunda. Para una chica que se había sentido algo prisionera desde que
llegó a Shepherd's Mill, la oscuridad olía a libertad, libertad de ser yo
misma de nuevo, aunque solo fuera por un momento. En medio de la
noche. Donde nadie podía ver, nadie más que un chico al que no le
importaban mis cadenas o las personas que las sostenían. Solo se
preocupaba por mí. Solo quería que alguien corriera con él.
Me di por vencida, corriendo hacia el patio delantero. Mientras
corría, algo en el fondo de mi mente me advirtió que Dane me causaría
problemas, pero lo ignoré. Lo ignoré como si quisiera ignorar a mi madre y
sus tontas reglas. Lo ignoré como si quisiera ignorar a mi padrastro y sus
amigos snob. Lo ignoré como si quisiera ignorar a toda la estúpida ciudad
y a la persona que intentaban obligarme a ser.
No dejé de correr hasta que estuve prácticamente sobre Dane James.
Extendió la mano para detenerme con sus brazos delgados y escuálidos.
No sabía si estaba sin aliento por correr o sin aire por su toque.
Finalmente me estaba tocando y se sentía tan bien.
—¿A dónde vamos? —exhalé.
—Por aquí. —Inclinó su enmarañada cabeza de color marrón oscuro
hacia los campos, dejando caer sus manos de mis brazos. Extrañe el calor
de ellas al instante.
Dane se giró hacia el camino de entrada y dio un paso adelante. Iba
a seguirlo, pero él se detuvo y me miró, así que yo también me detuve. Tan
casualmente como si estuviera buscando una servilleta o un dulce de
menta de la canasta de su abuela, extendió la mano y tomó mis dedos,
entrelazándolos con los suyos. Me aferré con fuerza mientras él me
empujaba suavemente junto a él.
Entonces supe que Dane James podría llevarme a cualquier parte y
con mucho gusto lo seguiría.
—¿A dónde vamos? —Pregunté por segunda vez, haciendo todo lo
posible para mantener la calma e ignorar la sensación extraña en mi
estómago.
—Al campo.
—¿Por qué?
Se encogió de hombros de nuevo.
31 Pensé en sus encogimientos de hombros. Y sus manos. Y sus ojos de
color exótico. Y luego pensé en sus labios.
—¿Necesitas un nuevo pedazo de trigo para masticar?
—No mastico trigo. Es hierba de pradera. ¿Cómo es que no sabes la
diferencia entre trigo y hierba?
—No he estado aquí tanto tiempo. Esta es la primera vez que he
visto trigo —me defendí.
Pareció aceptar eso como una buena razón.
—La hierba de la pradera es dulce, como la sandía. Mi papá odia que
la mastique.
Lo miré, por la forma en que parecía no importarle demasiado las
cosas que al resto de nosotros si, como lo que Lauren Stringer pensaba o
lo que su padre quería. Supuse que masticar la hierba tenía más que ver
con que su padre la odiara que con la forma en que sabía. No podía estar
segura, pero tenía el presentimiento. Dudaba que un chico como Dane
James se preocupara mucho por las reglas. Sin duda me hizo
preocuparme mucho menos por ellas.
Eso era seguro.
Después de unos segundos de silencio, cruzamos el camino de
entrada y salimos al borde del campo. Miré por encima del hombro, de
vuelta a la casa que acababa de dejar.
—¿Cómo sabías qué ventana era la mía?
Dane se detuvo el tiempo suficiente para apuntar en la dirección
opuesta, hacia fuera sobre las finas copas de los granos en crecimiento, a
uno de los graneros.
—Puedo verla desde mi habitación. La mía es la que tiene la luz
encendida.
Mis ojos siguieron su mano y encontraron el único punto amarillo en
la distancia. Emanaba del segundo nivel de uno de los graneros que se
encontraba en el centro del campo de mi padrastro. Era uno de los
muchos graneros y campos que poseía Alton Peterson.
—¿Tú y tu papá viven ahí arriba?
Jadeó con falso horror.
—¡Oh mierda! ¿Qué diría Lauren?

32 Deslicé mi mirada hacia su perfil y me reí cuando vi que estaba


sonriendo. Estaba bromeando. Sobre Lauren Stringer.
Lo hizo algo así como un superhéroe ante mis ojos.
Me gustó.
Me gustaba él.
—Estoy segura de que ella lo sabe.
—Estoy seguro de que sí. Ella lo sabe todo, ¿verdad? O al menos cree
que lo hace.
Sonreí más ampliamente.
Sí, me gustaba mucho Dane James.
Nos quedamos en silencio cuando entró en el campo. Me tiró detrás
de él y con mucho gusto lo seguí a través del océano hasta la cosecha de
espigas. Se balanceaban a la luz de la luna, olas plateadas sacudidas
suavemente de ida y vuelta por la cálida brisa nocturna. Tendí la mano
que no estaba entrelazada con la de Dane y dejé que los delgados tallos
pasarán entre mis dedos. Sus copas esponjosas hicieron cosquillas a una
palma mientras la piel callosa de Dane calentaba la otra. Tomé una
bocanada de aire y lo mantuve en mis pulmones. Algo sobre la noche se
sentía perfecto y valioso, como si fuera especial de una manera que no
vería mucho en mi vida. Estaba segura de que no lo había hecho hasta ese
momento. No quería dejarlo ir, así que lo mantuve dentro de mí, atrapado
con el aire dulcemente perfumado, por el tiempo que pudiera aguantar.
Hasta que tuve que dejarlo ir.
En el momento en que exhalé, supe que estar con Dane James
estaba bien. Aunque me metería en problemas si me descubrían, no me
importaba. No podía. De alguna manera con este chico que no conocía,
que tenía los ojos más bonitos que había visto, meterse en problemas
parecía algo insignificante. Y él parecía algo grande. Más grande que la
vida. Valía la pena el riesgo. Realmente no lo entendía, pero algo en mi lo
sabía. Mi debilidad por un chico, por el chico equivocado, ya se estaba
afianzando. Él me necesitaba tanto como yo lo necesitaba y el resto no
importaba realmente.
Dane me llevó a lo profundo del campo, tan profundo que estaba
empezando a preocuparme de que nos fuéramos a perder. Habíamos
llegado tan lejos que ya no podía ver la luz desde mi ventana. Cuanto más
nos alejábamos de la casa, más oscura parecía la noche. El tenue
resplandor de la luna en lo alto era nuestra única luz y Dane James era mi
33 única medida de seguridad. Él era todo lo que tenía para aferrarme.
Él era mi ancla.
Él era mi brújula.
Dane se detuvo justo frente a un bulto oscuro en nuestro camino.
Tuve que mirarlo durante unos segundos para darme cuenta de que era
una roca. Una grande. No era mucho más alta que mi mentón, pero la
superficie plana era más grande que el capó de un coche. Me recordó a un
disco gigante de hockey que había sido lanzado en medio del campo. Una
balsa salvavidas en un mar de nada.
Soltando mi mano, Dane se subió a la roca. Una vez que estuvo allí,
se inclinó hacia el borde y meneó sus dedos hacia mí.
—Vamos —insto.
Sabía que probablemente podría subir yo sola. Quizás Dane también
lo sabía. Pero me gustaba tomarle la mano, así que la tomé. Quizás
también le gustaba tomar la mía. No le importaba lo rica o pobre que
fuera, así que ¿por qué debería importarme a mí? Sabía que a mi madre sí.
Y a mi padrastro. Pero en ese momento, lo único que me importaba era
cuánto me gustaba este chico y cómo me hacía sentir cuando me miraba.
Seguí a Dane hasta la roca, que todavía estaba calida por el calor del
sol vertiéndose sobre ella todo el día. Soltó mi mano para estirarse sobre
su espalda, mirando hacía las estrellas. Yo hice lo mismo. Nuestros brazos
se tocaron desde el hombro hasta la muñeca y creí sentir el dedo meñique
de Dane rozándose contra el mío. Deseé en silencio que me tomara de la
mano de nuevo, pero no lo hizo. Él simplemente se quedó allí junto a mí,
silencioso y solido.
Miré al cielo de medianoche. Las estrellas eran más abundantes y
más notorias como nunca antes las había visto. Quizás era el hecho de
que estábamos inmersos en la oscuridad lo que las hacía lucir más
brillantes. Brillaban y destellaban como diamantes en terciopelo negro. O
tal vez era el chico a mi lado, haciéndome notarlas de una manera
completamente nueva. No podía estar segura. Sólo sabía que nunca había
visto un cielo tan deslumbrante.
—¿Vienes mucho por aquí? —susurré mi pregunta. No porque
tuviera miedo de que alguien pudiera oírme, sino porque parecía que debía
hacerlo. Como si un ruido fuerte pudiera romper el momento, la noche, las
estrellas.
Nosotros.
34
—Sí.
—¿Cómo la encontraste? —Sabía que no era lo suficientemente alta
para ser vista por encima del trigo hasta que estabas en el.
—Siempre he sabido que estaba aquí. Se puede ver tan claro como el
día cuando el campo está vacío. Además, tenemos que tener cuidado con
ella cuando cosechamos. Destruiría la cosechadora y los camiones volarían
en mil pedazos si la golpeamos.
—¿Por qué no la desentierran?
—Demasiado profunda. Es como un iceberg. Sólo una parte de la
superficie sobresale a la vista. Lo que hay debajo del suelo es mucho más
grande. Demasiado grande para desenterrar.
—¿Es aún más grande bajo tierra?
—Sí. Mi papá dice que esta roca siempre estará aquí. No se puede
mover. Puede que no parezca mucho desde aquí arriba, pero es lo que no
puedes ver lo que importa.
Pensé que Dane debía ser como esa roca. Sabía que la gente lo
miraba y simplemente veía al hijo de un humilde trabajador, sin mucha
importancia. Pero en el fondo, donde los ojos no podían ver, él era mucho
más.
Algo me decía que él lo era todo.
Golpeé mi palma contra la roca, sintiendo su solidez. Apuesto a que
Dane también sería difícil de mover. Testarudo. A la roca no le importaba
el viento y la lluvia, las tormentas que la rodeaban, y pensé que a Dane
tampoco. Seguía siendo Dane, ignorando a Lauren Stringer y masticando
su pedazo de hierba de pradera, sin importar lo que la gente dijera o
pensara. Era fuerte e irrompible de una forma que ellos nunca serían, de
formas que no entenderían.
—¿Por qué me trajiste aquí? —Tuve que preguntar.
Sentí su encogimiento de hombros. Su brazo frotó a lo largo del mío,
la fricción provoco cosquillas causando que los pequeños vellos en mi piel
se erizaran. Giré la cabeza para poder mirarlo a la tenue luz.
—Mira hacia arriba —dijo, casi como si pudiera sentir mi mirada.
Así que lo hice. Aparté mis ojos de él, tan difícil como era, y me perdí una
vez más en el cielo insondable e infinito rocío de estrellas. —Quería que
vieras lo grande que es el mundo. Mucho más grande que Lauren Stringer
35 y sus estúpidos amigos —explicó.
—¿Por eso vienes aquí? ¿Por Lauren Stringer y sus estúpidos
amigos?
Su risa era decididamente amarga para un chico.
—No. Me importan una mierda esas chicas. —Sonreí ante su uso
repetido de palabrotas. Mamá me daría una bronca si hablara así. Éramos
damas ricas ahora y las damas ricas no decían esas cosas.
Dane James no se preocupaba por los ricos o las damas, sin
embargo, y eso hizo que me gustara aún más. Y yo ya estaba
peligrosamente cerca de un flechazo. En realidad, para ser honesta,
probablemente ya estaba hasta las rodillas en ello.
—¿Entonces por qué?
Su pausa se extendió por un largo tiempo, pero finalmente su
suspiro rompió la noche en un largo y triste sonido, como el aullido de un
lobo solitario.
—Supongo que porque todos los demás se preocupan mucho por
ello. Venir aquí me recuerda lo grande que es el mundo.
Supe entonces que por mucho que intentara fingir lo contrario,
seguía siendo afectado por gente como Lauren Stringer. La gente
influyente en un pueblo como este. Yo sabía que era injusto y ridículo, tan
injusto y ridículo como el hecho de que mi madre quisiera que yo fuera
amiga de ellos sólo por su estatus. Era debido a gente como esa que un
chico realmente agradable que vivía sobre el granero venía aquí, a una
roca en el medio de un campo, en medio de la noche, sólo para recostarse
sobre su espalda y mirar hacia arriba a las estrellas. Y recordar que, en
algún otro lugar, tal vez los nombres, las familias y los trabajos no
importaban.
Pero ese lugar no era aquí. Porque en Shepherd’s Mill, eso era todo lo
que parecía importar.

36
Capítulo 5
2004
32 AÑ OS

—No me dijiste que la abuela era rica. —Celina se para en la V de la


puerta abierta del coche, mirando a la casa en la que crecí —O que este
lugar era tan bonito. Es como Tara.
No le digo que si bien se parece a Tara por fuera, es el patio de
juegos del diablo por dentro. O al menos lo era. Tal vez las cosas han
cambiado ahora que el diablo se ha ido.
Incluso ahora tengo que admitir que es llamativa, amplia puerta de
entrada, enormes columnas blancas, amplios porches de varios niveles,
pero nunca voy a ser capaz de separar eso de lo que se encuentra justo
detrás de esa impresionante fachada. Nunca podré separar al lobo con piel
37 de oveja.
Voy a ocultar todo eso de mi hija, sin embargo. Voy a proteger cada
cicatriz y cubrir cada vieja herida si eso significa que Celina pueda
encontrar la plenitud aquí.
—Supongo que nunca surgió. Además, era el dinero de Alton. —
Tengo que trabajar para mantener el desdén lejos de mi tono —Oye, ¿por
qué no recoges toda la basura del viaje por carretera? ahora vuelvo.
Celina no discute. Simplemente se sienta en el asiento del pasajero,
toma la bolsa de plástico de la tienda de conveniencia de dónde vinieron
todas las golosinas, y empieza a meter envolturas de dulces, papeles de
hamburguesas y botellas de agua vacías en ella.
Es una buena chica. En cualquier día, caminaría a través del fuego
por ella.
Me dirijo hacia la casa. Estacioné en la parte inferior del recinto sólo
por esta razón, para darme tiempo y espacio de Celina para esta parte.
Subo los escalones delanteros y levanto la mano para golpear la
puerta. Involuntariamente se detiene justo antes de que mis nudillos
puedan encontrarse con la fría madera, como si mi cuerpo me estuviera
dando una última oportunidad de volver antes de ir demasiado lejos.
Determinada, aprieto mis dientes.
Toc, toc, toc.
Y luego espero.
Unos segundos después, oigo el traqueteo de una cerradura
abriéndose y luego estoy cara a cara con mi madre. No parece tan
sorprendida de verme, simplemente se ve disgustada. Supongo que no
necesito preguntarle si está feliz de que esté aquí. Puedo ver claramente la
respuesta a esa pregunta. Eso no ha cambiado.
Supongo que algunas cosas nunca cambian.
Como su cara, por ejemplo. Debe haberse hecho algún arreglo. Un
buen arreglo, porque apenas ha envejecido un año, mucho menos quince.
Su cabello sigue siendo un halo de cortas ondas rubias que muestran sus
pómulos, y su figura sigue tan delgada como siempre. Pero son sus ojos
los que revelan la falta real de cambio. Están llenos del mismo tono verde
de decepción que recuerdo.
Todavía no me ha perdonado.
—Hola, mamá.
38
—Brinkley, ¿qué haces aquí?
—Yendo directo al grano. De acuerdo. Bueno, no estoy aquí por mí,
así que puedes sacar cualquier pensamiento como ese de tu cabeza. Estoy
aquí por mi hija.
Mi madre se inclina a su izquierda para que pueda ver a mí
alrededor.
—¿Ese es tu auto? —La desaprobación es evidente en su cara.
Probablemente ni siquiera entraría a un coche que se parece a mi viejo y
destartalado Mustang con su puerta de pasajero Bondo’d y techo de lona
descolorida.
—Lo es.
Ella hace un sonido de disgusto en la parte posterior de su garganta
y lo ignoro a propósito. No quiero pelear en los primeros cinco minutos.
—Es un milagro que hayas llegado aquí.
Oigo la puerta del auto cerrarse de golpe, así que sé que ella ve a
Celina. Lo triste es que su expresión no cambia. Ni un ápice. No puedo
hablar de eso ahora. Me estoy quedando sin tiempo.
—Mamá, ella no sabe que no te dije que veníamos. ¿Puedes por
favor, por favor, fingir que ya lo habíamos hablado? Le dije que veníamos a
ayudarte.
Los ojos color musgo regresan hacia los míos y se estrechan.
—¿La trajiste aquí bajo falsas pretensiones?
—Por supuesto que sí. ¿Qué iba a hacer, preguntarte? Habrías dicho
que no.
—Eso no lo sabes.
—Sí. Claro que sí.
—Sin embargo, lo hiciste de todos modos.
—Lo hice, mamá, porque esto es importante. Ella es importante.
Mi madre está muy callada durante demasiado tiempo, dándome
suficiente tiempo para sentirme ansiosa. Los lentos pasos de Celina se
acercan cada vez más y más fuertes. Aunque no se está apresurando,
tampoco está perdiendo el tiempo.
Hice la gran apuesta de que, en algún lugar en el fondo, mi madre
39 aún alberga cierta cantidad de amor por mí y, por lo tanto, por mi hija.
Espero no haberla sobrestimado. Desde que me convertí en madre, no
puedo imaginar no amar a un hijo, ni no hacer nada por su salud,
bienestar y felicidad.
Por otra parte, no soy mi madre, no importa cuánto haya tratado
hacerme exactamente eso.
Finalmente, ella cede.
—¿Qué quieres que diga?
Mis piernas se debilitan con alivio. Me hundo contra el marco de la
puerta.
—No tienes que decir nada. Simplemente no actúes como…
Simplemente no actúes como tú misma. Finge que estás feliz de conocerla.
¿Puedes hacer eso? —Cuando todavía no dice nada y sus labios se
estrechan, me siento con la obligación de trabajar más duro para influir en
ella. —Es tu nieta. Y no se parece en nada a mí. Te gustará. Dale una
oportunidad. Por favor.
Me siento como una niña otra vez, desesperada por convencerla de
algo que sería sentido común o decencia común para la mayoría de las
personas. Katherine Peterson siempre ha tenido su propia forma de ver las
cosas, sin embargo. La mayoría de las cuales me ha costado entender.
—Bien, pero espero una explicación lo antes posible.
—Tendrás una. Déjanos entrar y has que se sienta bienvenida.
Entonces podemos hablar.
Ella me fulmina con la mirada y luego vuelve a mirar a Celina. Ella
logra formar una sonrisa.
Algo asi.
—Tú debes ser…
Me apresuro a llenar el vacío. Había olvidado que ella ni siquiera
sabe el nombre de mi hija.
—Esta es Celina, mamá.
Celina se detiene a mi lado y extiende su mano, sus labios rompen
en una sonrisa.
—Es un placer conocerte.
40 Mi madre frunce el ceño por un segundo, sus ojos saltando de
Celina, a su mano, a mí, y de vuelta a Celina. Finalmente, enrolla sus
dedos alrededor de la mano de mi hija. Siento la necesidad de exhalar,
como si hubiera cruzado un enorme obstáculo, el primero de muchos más
por venir.
—Es un placer conocerte también, Celina. ¿No quieres entrar?
Ella retrocede y nos asiente. Le da a Celina una media sonrisa
cuando pasa.
Sin embargo, esa sonrisa muere cuando sus ojos caen sobre mí. Ella
no estará feliz conmigo por hacer esto, pero tengo mis razones. Sólo espero
que la mujer que pasó horas afuera los sábados enseñándome a montar en
bicicleta, y que jugó Candyland conmigo hasta que su cara se puso rosa,
todavía esté ahí en alguna parte, enterrada bajo años de almuerzos
pretensiosos y cientos de pares de zapatos costosos.
Sigo a Celina a la sala de estar. Ella se sienta en un extremo del sofá
y opto por el otro. Mamá toma la silla frente a nosotras, sentada al borde
de esta como si fuera un trono. Es un trono y nosotras somos sus
súbditas, lo que es apropiado ya que se ha visto a si misma como una
reina desde que se casó con Alton Peterson.
—No mencionaste cuando llamaste cuánto tiempo te quedarías,
Brinkley.
Siento que los músculos de mi cara se tensan. Debería haber sabido
que no sería capaz de dejar pasar esto con gracia. Aprieto mis dientes,
pero fuerzo una sonrisa clara y brillante.
—Aún no estoy segura. Hasta que encontremos un lugar propio.
—¿Un lugar propio? ¿Te mudas aquí?
Tengo que dárselo a mi madre. Ella realmente tomó eso bastante
bien. No chilló ni se desmayó ni se tragó la lengua.
Aún.
—Sí, mamá. Ya te lo dije dos veces. —Le resto importancia con mi
mano y susurro a Celina desde la comisura de mi boca. —La memoria de
la abuela no es lo que solía ser.
Por un segundo, me pregunto si va a salir vapor de las orejas de mi
madre. También hay una vena en su frente que nunca antes había visto, y
está levantada como una serpiente bajo su piel.

41 ¿Qué es eso?
Desconcertada, me pregunto si se desmayaría si caminara hasta allí
y presionara esa vena con mi pulgar. Es probable que haya mucho flujo
sanguíneo en un vaso tan grande. Cuanto más la miro, más grande se
vuelve. En realidad, parece comenzar a latir con su furia, así que me obligo
a mirar hacia otro lado.
Retengo una sonrisa. Honestamente, nunca esperé que esta
conversación fuera divertida o satisfactoria de ninguna manera, pero
resulta que engañar a la reina y verla tratar de esconder una maldición es
bastante placentero.
—No estaremos bajo tu techo ni un minuto más de lo necesario.
Estamos deseando encontrar nuestro propio lugar ¿verdad, Celina?
Obedientemente, mi hija asiente. Con el movimiento, noto la luz de
la ventana reflejando en el fino brillo del sudor que ha estallado en su
frente. Su piel es cerosa y pálida, y parece exhausta. Incluso su
respiración es superficial.
La alegría momentánea de la incomodidad de mi madre es
rápidamente eclipsada por el bienestar de Celina.
—Creo que le mostraré a Celina mi antigua habitación, si te parece
bien, mamá. Tal vez ella pueda tomar una siesta rápida. Ha sido un largo
viaje.
Mi madre parece aliviada de estar libre.
—Por supuesto.
Las tres nos ponemos de pie, y tomo la mano de Celina y la llevo
hacia las escaleras. Es sudorosa, y tengo que luchar contra la necesidad
de recogerla y cargarla como mi bebé. Porque ella sigue siendo mi bebé, a
pesar de que piensa que es demasiado grande para ser cargada, o para que
yo la trate como si fuera mi mundo. A decir verdad, en este caso,
probablemente sea lo mejor. Ya es más alta que yo y probablemente haría
que nos matemos las dos si tratara de recogerla.
Subo los escalones lentamente, dándole a Celina el tiempo suficiente
para tomarlo a su propio ritmo. En el rellano, doblo a la derecha. Estoy tan
concentrada en mi hija que el aluvión de recuerdos desagradables que
vienen durante el trayecto a mi antigua habitación son empujados a un
segundo plano en mi mente. Estoy segura de que pensaré en ellos más
tarde, los reviviré más tarde, pero en este momento mi mayor
42 preocupación es la chica detrás de mí.
Entrar en mi habitación de la adolescencia es como retroceder en el
tiempo. Algo así como lo fue mudarse a Shepherd’s Mill hace todos esos
años. Era como si el progreso nunca hubiera ocurrido.
Lo mismo aquí. Es como si los años no hubieran pasado. Todo se ve
exactamente como lo dejé hace quince años.
Esperaba que mamá lo hubiera convertido en una habitación de
costura o un cuarto de trofeos o una granja de hormigas gigantes,
cualquier cosa que no fuera el lugar donde su vergonzosa hija pasó sus
noches. No puedo entender por qué no lo hizo. Mi gran éxodo de
Shepherd’s Mill no era exactamente un motivo de orgullo para ella.
Me detengo antes de que el ceño fruncido que amenaza mi frente se
asiente.
—¡Vaya! Se encogió —le digo a Celina, sonriéndole. —Era al menos
cuatro veces más grande cuando vivía aquí. Por supuesto, tenía que serlo
para mantener mi personalidad más grande que la vida.
Al oír eso, ella rueda los ojos. Lo tomaré, sin embargo. Es cuando se
vuelve demasiado débil, demasiado fatigada, demasiado enferma para
bromear, jugar y burlarse de mí que mi preocupación aumenta a un nivel
peligroso.
Camino a la cama y la acaricio dramáticamente.
—Ven, pon tu linda cabeza en el mismo colchón donde dominé a
Frogger durante tres años seguidos.
—¿Qué es Frogger?
Suspiro teatralmente.
—La juventud realmente se desperdicia en los adolescentes. Frogger
fue simplemente el juego Atari más increíble jamás creado.
—¿Qué es Atari?
Levanto las manos.
—Toma una siesta. No puedo manejar este tipo de falta de respeto
en este momento.
Celina sacude su cabeza hacia mí, pero veo la curva tirando de las
esquinas de su boca.
43 —Eres tan rara.
Me lo dicen mucho.
—Crees que cualquiera de más de veinte es raro.
—Todos los mayores de veinte años no son raros. Son viejos.
—Realmente no quiero tirarte por la ventana ahora mismo, pero… —
Aprieto mis labios e inclino mi cabeza como si todavía lo estuviera
considerando.
—Me agotas.
—Entonces duerme, hija mía. Duerme. Duerme. Relájate. —Con mi
mejor acento de Transilvania, agito mis manos como si la estuviera
hipnotizando. Ella se acurruca de lado, y se estira para alcanzar el
edredón detrás de ella y lanzarlo hasta su barbilla. Le ofrezco una sonrisa
y le doy un beso, que ella ignora, antes de que me vaya y cierre la puerta
detrás de mí.
Hago una breve pausa en el otro lado del panel de madera, dejando
que mis ojos se cierren mientras me imagino a mi hermosa niña en la
cama, en la casa, en el pueblo que odié tanto al crecer. Espero haber
hecho lo correcto.
Por favor, Dios, dime que hice lo correcto.
Me alejo de la puerta y bajó las escaleras, mi corazón lleno de un
intenso amor maternal y una caótica ráfaga de todo tipo de emociones.
Cuando doy la vuelta al rellano, la vista de la ventana del pasillo me llama
la atención. Más allá del cristal están los campos. Se extienden como un
pálido océano. Pareciera que se extienden por kilómetros, contenidos sólo
por la línea oscura de los árboles a la distancia. El bosque se cierne
alrededor de los bordes de los campos como un padre protector con los
brazos extendidos, acorralando a sus hijos rebeldes.
Esos campos me recuerdan una cosa, una persona. Mi corazón
retumba con amor y odio, arrepentimiento y remordimiento, anhelo y
miedo. Todas las cosas claras y oscuras se estrellan y caen a través de mí,
y recuerdo algo que aprendí hace mucho tiempo.
Algo que aprendí de la manera difícil.
Si vivir en Shepherd’s Mill, Carolina del Sur me enseñó algo es que
la vida es, al menos, una mezcla impredecible de amargo y dulce.
A medida que desciendo las escaleras, un nombre para esta
confusión rueda a través de mi mente una y otra vez.
44
Dane James. Dane James. Dane James.
Incluso me encuentro susurrando: —Dane James. ¿Qué te ha
pasado?
Capítulo 6
1987
15 AÑ OS

Oí el estruendo del motor más fuerte mientras el camión se


acercaba. El crujido de las rocas bajo los neumáticos se hizo más
pronunciado a medida que se acercaba, pero no me importó. No me di la
vuelta para mirar y no dejé de caminar. Simplemente encorvé mis
hombros, puse mi barbilla contra mi pecho, y seguí adelante. Cuando oí
que disminuía la velocidad a medida que se acercaba a mí, pensé por un
segundo en dar la vuelta para gritar: ¡Vete! ¡Déjame en paz! No había una
sola persona que quisiera ver o hablar en ese momento.
Pero eso fue antes de oír la voz, la voz de la única persona que no
había considerado que podría encontrar en el camino a esa hora de la
noche.
45
—¿Necesitas que te lleve?
Dane James.
Nunca había estado tan aliviada. Pero nunca había estado más
avergonzada tampoco. Por eso mi tono fue agudo e irritable cuando
respondí.
—No. —No pude evitar el enojo más de lo que podría evitar el
tamaño de la luna o la temperatura del aire.
Hubo una larga pausa mientras caminaba. Parte de mí esperaba que
captara la indirecta y continuara. Pero otra parte de mí necesitaba que no
lo hiciera.
Cuando finalmente habló, pude oír la sonrisa en su voz.
—¿Estás segura de eso? Podría dejarte en la roca si eso te hiciera
sentir mejor.
La idea de la roca, nuestra roca, y de estar allí con él, era demasiado
dolorosa de imaginar, especialmente en una noche como esta. No ayudó
que, cuando giré la cabeza, vi su cara resaltada por las luces del tablero.
Parecía un fantasma. Un hermoso fantasma que no podía tocar y no podía
tener, y por un segundo, estuve enojada con él por existir.
La amargura se revolvió en mis entrañas.
¡Maldita sea!
¡Maldita sea esta ciudad y todos en ella!
—Dane James, ¿qué haces aquí en medio de la noche?
¡Conduciendo, nada menos!
Sabía que sonaba como una mojigata cuando lo reprendí, pero
mamá me había inculcado el decoró y la obediencia tan implacablemente,
que apenas tuve que pensar antes de hablar.
Apenas.
—Este es un camión de uso agrícola. Se me permite conducirlo.
—En una granja. No en los caminos abiertos. ¿Y no has estado ya en
problemas por esto un par de veces?
Su sonrisa era incorregible.
46 —Sólo es un problema si me atrapan. Y no me atraparán.
—¿Quieres decir que no te atraparán otra vez?
Se encogió de hombros antes de regresar la conversación hacia mí.
—Parece que yo debería preguntarte a ti qué estás haciendo aquí,
caminando sola en medio de la noche.
Redujo la velocidad hasta detenerse. Yo también. Me acerqué a la
ventana abierta y cuando sus ojos recorrieron mi rostro, deseé no haberme
acercado tanto. No lo suficiente para que viera mis lágrimas.
Los labios de Dane se estrecharon con furia.
—¿Qué demonios, Brinkley? ¿A quién voy a tener que patearle el
culo?
Para mi completa humillación, incluso mientras sacudía mi cabeza,
mi mentón comenzó a temblar. Por segunda vez en pocos años, Dane
James iba a ser él testigo de mi humillación y evidentemente, no tenía
poder para detenerlo.
Algo sobre la forma en que se movía, como si no pudiera llegar a mí
lo suficientemente rápido, me hizo pensar que estaba tanto enojado como
asustado.
Esperé a que viniera.
Lo quería.
Lo necesitaba.
Lo ansiaba.
Caminó frente a los faros y me tomó por la parte superior de los
brazos, girándome para enfrentarlo. Cuando no pude mirarlo a los ojos,
tomó mi mentón entre su pulgar y su dedo índice y me obligó a hacerlo.
Entonces lo miré. Simplemente me quedé observándolo. Todo lo que
pasaba por su cabeza estaba reflejado en sus ojos. O al menos eso parecía.
Me miraba como si fuera la cosa más hermosa que había visto, y como si
no quisiera nada más que tocarme por el resto de su vida.
O tal vez eso es lo que quería ver porque era lo que estaba pensando.
Durante el tiempo que había estado en Shepherd’s Mill, todo lo que
siempre quise fue a Dane James. Y él era lo único que no podía tener.
Me eché a llorar allí mismo. No podía soportar su ternura.
Simplemente no podía soportarlo.
¿Por qué tienes que ser prohibido? ¿Por qué no puedes ser tú?
47
Con una voz tan suave como la brisa nocturna en mi piel, demandó
—Dime lo que pasó.
Mi voz se rompió.
—Odio este pueblo.
—No puedo ayudarte allí. Yo también lo odio. Pero, ¿qué pasó para
causar los lagrimones?
Olfateé y usé el talón de mi mano para limpiar las lágrimas errantes
de mis mejillas.
—No quería salir con él para empezar.
Miré a Dane justo a tiempo para ver el cambio en él. Vi rabia, pura y
ardiente. Podía sentir el temblor en sus músculos mientras trataba de
mantener su temperamento bajo control. Su voz estaba incluso tensa.
—¿Quién? ¿Salir con quién?
Dane y yo corríamos en círculos diferentes. Mundos diferentes.
Lauren ya no lo necesitaba para tener acceso a lo que quisiera, así que el
abismo entre Dane y yo se había ampliado con el tiempo. Era tan ajeno a
los acontecimientos de mi vida como yo a los suyos.
Hasta que pasaba algo.
Por lo general algo malo.
Parecía que, en tiempos de dolor, Dane y yo nos encontrábamos. Era
como si nos uniera algo mucho más importante que los roles que teníamos
que desempeñar en esta ciudad olvidada por Dios. Sabía que, si él hubiera
sido el que sufría, me habría apresurado a su rescate. Al igual que él
estaba corriendo al mío. Las líneas, los mundos y las clases no importaban
cuando estábamos sufriendo.
Dane y yo éramos trascendentes. Aunque no habláramos ni nos
relacionábamos, había algo entre nosotros, algo fuerte y hermoso, que
nunca podríamos romper. Y ninguno de los dos lo intentó.
Pero eso no cambiaba las cosas con el resto del mundo. En el
universo de Shepherd’s Mill, estábamos tan separados como dos personas
podían estar.
Eso me hizo enojar de nuevo.
—No importa. Llévame a casa, ¿quieres? —Antes de que me liberara,
sin embargo, me encontré con sus ojos. Eran oscuros e insondables en la
48 noche, y sabía que le debía más que mi ira. —Por favor.
Podía verlo deliberando, probablemente entre ir a golpear a alguien o
hacer lo que le pedí. Pero al final, su lealtad hacia mí ganó.
—Claro. Entra.
Abrió la puerta del pasajero y me ayudó a subir al camión y luego
volvió a rodear la parte delantera para deslizarse detrás del volante. El aire
dentro del camión era cálido, como un capullo, y olía exactamente como su
conductor, como las noches de verano y a pinos y jabón.
Ninguno de nosotros dijo nada durante un par de kilómetros. Era
como si Dane supiera que necesitaba espacio y me lo estaba dando. No
había más sonidos que el murmullo de la carretera debajo de nosotros y el
sonido amortiguado de Bryan Adams chillando a través del altavoz roto en
el tablero.
Esperé a que Dane hablara, pero no lo hizo. Después de todo este
tiempo, me conocía. Y al igual que sabía que necesitaba espacio,
probablemente sabía que al final empezaría a derramar mis entrañas. Sólo
tenía que esperar su momento y Dane no era otra cosa que paciente.
Al menos lo era conmigo.
—Le dije que no quería salir con él —dije.
—¿De quién estamos hablando?
—Mi estúpida madre. Siguió detrás de mí para que saliera con
Taylor Kraus. Realmente no quería, pero ella siguió y siguió hasta que su
madre dijo algo sobre mí yendo a su casa. Entonces no pude decir que no.
Fui a ver películas en su casa un par de veces, lo que estuvo bien. Quiero
decir, supongo que estuvo bien. —Sentí la mirada de Dane sobre mí, así
que estudié los dedos con los que jugueteaba sin descanso en mi regazo.
—Parecía lo suficientemente agradable, incluso si no me gustaba de esa
manera. Pero esta noche… esta noche…
Dane no dijo ni una palabra, pero la tensión mientras esperaba que
yo terminara colgaba entre nosotros como una cortina, rígida e implacable.
No podía continuar. Estaba demasiado avergonzada. Demasiado
humillada.
Ahí fue cuando me incitó —¿Qué pasó, Brinkley?
Podía oír el temor en su pregunta. Estaba imaginando lo peor.
Gracias a Dios que no era eso.
Me giré para mirar por la ventana, un suspiro ondeando entre mis
labios como una bandera blanca de rendición.
49
—No es lo que piensas. No fue… eso. Sus padres estaban fuera por
el fin de semana. No lo supe hasta que estuve ahí. Si lo hubiera sabido, no
habría ido. Pero no lo sabía, así que… —Otro suspiro. —Intentó hacer un
movimiento. Le dije que no. Él no trató de forzarme ni nada. Sólo me dijo
que si yo no iba a cooperar, podía irme. No iba a perder el tiempo con una
chica como yo si no le iba a dar algo a cambio.
—¿Una chica como tú? ¿Qué demonios significa eso?
—Supongo que no soy lo suficientemente buena.
Sabía que Dane estaba muy familiarizado con el concepto. La cosa
era que no le importaba.
Pero a mí me importaba.
Tenía que.
Era la forma de vida en Shepherd’s Mill, y mi mamá me había criado
para vivir y respirar por ello.
—Él desearía tener una chica como tú. —Giró sus dedos alrededor
del volante, retorciéndolos como si deseara poder retorcerle el cuello a
Taylor Kraus, y luego escupió —Gilipollas.
El pensamiento me pareció extrañamente reconfortante. No Dane
estrangulando a Taylor, sino él protegiéndome. Sabía que ninguno de los
dos podía hacer nada con nuestros sentimientos, pero el sólo hecho de
saber que Dane estaba ahí afuera, tal vez en la roca mirando hacia el
mismo cielo que estaba viendo, siempre me trajo una sensación de paz que
nada más podría. Y en el fondo, sabía que, si lo necesitaba, si realmente lo
necesitara, vendría.
Siempre venía a salvarme.
—Al principio pensé que estaba bromeando. Quiero decir, ¿quién
dice esas cosas? ¡En voz alta!
—Un desconsiderado de mierda sin cerebro —suministró con
vehemencia.
—Pero no bromeaba. En absoluto. Eso es todo lo que él quería de mí.
Una chica como yo. Supongo que eso es todo lo que valgo. Lo único que
tengo para ofrecer a un tipo como él. —Antes de dejar que las palabras se
hundieran, las sacudí. Ya no quería pensar en esa parte de la noche. —De
todos modos, él no me trajo a casa, así que caminé.
—¿Qué demonios sabe un tipo como ese sobre lo que vales? Es un
50 chico rico mocoso que nunca ha tenido que trabajar por nada en su vida.
Ni siquiera sabe apreciar a una chica como tú.
—Una chica como yo. —El resentimiento se revolvió en mi estómago.
—¿Te refieres a una chica cuya madre es una puta cazafortunas? ¿Te
refieres a una chica que creció pobre, pero siempre le enseñaron a fingir
no serlo? ¿Te refieres a una chica que tiene amigos populares sólo por
quien su madre se acuesta por la noche? ¿Ese tipo de chica?
Las palabras gotearon de mis labios como ácido y quemaron todo lo
que tocaron.
—Brinkley, ¿qué demonios? ¿Quién te ha estado alimentando con
esa mierda?
Giré mi cabeza hacia él, con los ojos ardiendo.
—¿Quieres decir quién me ha estado alimentando con la verdad?
Porque eso es lo que es, Dane. Es la verdad. Mi madre es una puta. Porque
se casó con Alton por su dinero. Y ella me crio para actuar como si no
fuéramos pobres. Y solo tengo amigos por quién es mi padrastro. No se
puede negar porque todo es verdad. Estoy a un paso de la basura blanca.
Sólo estoy fingiendo que no lo soy. Ningún matrimonio, cuenta bancaria o
club de campo cambiará eso.
Mi pecho estaba pesado para el momento en el que terminé. Dane,
sin embargo, parecía calmado.
—Dinero, popularidad, el apellido correcto, esas cosas no definen
quién eres. No eres tu madre. No tienes que vivir tu vida de acuerdo a sus
errores o sus creencias. Eres Brinkley Sommers. Eres inteligente,
hermosa, divertida. Sé tú misma. No dejes que ninguno de ellos dicte tus
decisiones. Y no permitas que ninguno de ellos, que nadie en todo el
maldito mundo, te diga lo que vales.
Escuché lo que decía, pero no lo creí. Mucho antes de que incluso
las dijera, la verdad en las palabras de Taylor ya había sido grabada en un
rincón oscuro de mi alma. Taylor solo arrojó luz sobre ellas.
—Además, no te pareces mucho a ella. Incluso tu culo es mejor.
—¿Mi culo?
—Sí. Tienes un infierno de culo. Apuesto a que tu madre nunca tuvo
un culo así. Seguro que ahora no lo tiene.
Tardé unos segundos en asimilar sus palabras y cuando lo hice, no
pude evitar sonreír. Como siempre, Dane sabía exactamente lo que
51 necesitaba.
Como siempre, Dane era lo que necesitaba.
—¿Has mirado el culo de mi madre?
Él sonrió.
—Tu mamá es un poco caliente. Puede que haya comprobado su
culo en la tienda de comestibles una o dos veces.
Riendo, incliné mi torso hacia el suyo, como una flor marchita
desesperada por el calor del sol.
—¿En serio?
Se encogió de hombros.
—Soy un chico. Un chico adolescente, nada menos. Es lo que
hacemos.
—Repugnante —murmuré sacudiendo mi cabeza, a pesar de que me
sentía mejor de lo que me había sentido en toda la noche.
Quizás mejor que en muchas noches.
Parecía que justo cuando me sentía mejor, estuve en casa. El viaje
pasó demasiado rápido. Nuestro tiempo juntos ya había terminado.
Dane me dejó al final de la entrada para que el estruendo del camión
no despertara a mamá. Cuando se alejó, caminé de mala gana hacia el
porche.
Luego hice una pausa.
Justo mitad de la entrada, me detuve.
Por un segundo, en realidad reconsideré entrar. Deseé con todo mi
corazón que pudiera volver y perseguir a Dane, para poder pasar el resto
de la noche con él. Y tal vez la noche después de eso. Y la noche después
de eso.
Pero eso sería un desastre, por supuesto.
A mi madre le daría un ataque. No porque fuera una mojigata. No
era eso en absoluto. No le importaba mucho mi virginidad. Su única
preocupación era quién la tomaba y qué pasaría después de eso, un hecho
que reiteró una vez más no mucho después de que entré por la puerta
principal.
52 —¿Quién fue él que te dejó? —Estaba en la sala, dejó caer la cortina
que había corrido hacía un lado mientras se alejaba de la ventana.
—¿Hmm? —Me hice la tonta para ganar algo de tiempo. No había
inventado una mentira que contar, para excusar el hecho de que Dane
James me trajo a casa en lugar de Taylor Kraus. Nunca se me ocurrió que
ella podría haber estado viendo. Quiero decir, en serio, ¿cuáles eran las
probabilidades de que ella estuviera mirando por la ventana en el
momento justo?
No muy buenas, apuesto, pero lo suficientemente buenas como para
que ella ganara y yo perdiera.
—Me escuchaste, jovencita. Taylor no tiene un camión. Y tampoco
su padre. Vi claramente un camión salir de nuestra entrada y girar a la
izquierda. Y la izquierda va…
Podía ver las ruedas de su cerebro girar. Ella lo estaba uniendo por
su cuenta. Nuestra entrada se encontraba en la Ruta 16. La ruta 16 tenía
dos caminos, la derecha de regresó a la ciudad, la izquierda a los campos,
a la tierra de Peterson. Las únicas personas que iban en esa dirección
hacían entregas o trabajaban la tierra.
O vivían allí.
Y el camión se fue a la izquierda.
—¿Quién te dejó, Brinkley Renee? —Su voz se había vuelto severa y
chillona, lo cual era desconcertante. No había ninguna razón por la que
debería haberse molestado tanto. Bueno, ninguna razón racional. Pero
supongo que para alguien como mi madre, que sólo veía signos de dólar y
estatus social, esto era motivo de alarma.
Enderecé mi columna vertebral y levanté mi barbilla.
—Dane. Dane James me trajo a casa.
—¿Por qué? —Era como si ella no pudiera concebir una sola razón
por la que podría haberme encontrado en su compañía. Yo, por otro lado,
podría haber enumerado una docena de razones por las que quería estar
en la compañía de Dane. Sin embargo, no mencioné ninguna de ellas. Eso
solo empeoraría las cosas. Pero podría haberlo hecho. Muy fácilmente. Era
amable, sexy y muy apuesto. Y no se parecía en nada a la gente con la que
pasaba la mayor parte de mi tiempo. Eso era sin duda lo que más
objetaba.
—Taylor no me trajo a casa, así que caminé.

53 —¿Qué? ¿Por qué no? ¿Qué hiciste?


Hubo un tiempo en el que me habría sorprendido que saltara
inmediatamente a la conclusión de que yo era la culpable. De hecho, hubo
un tiempo en que ella no habría saltado a esa conclusión en absoluto. Pero
esos tiempos habían pasado. Sabía cuáles eran sus prioridades: complacer
a su marido rico, encajar con los ricos de la alta sociedad, vivir la vida que
siempre había querido, y estoy segura de que ya no estaba conmigo. Mamá
tenía una misión, y ni siquiera su hija iba a interponerse en su camino.
Hice un pacto en ese mismo momento; que si alguna vez tenía una
hija, siempre la elegiría primero, por sobre todas las cosas.
—Me negué a tener sexo con él. ¿Qué tan ridícula soy? —El
sarcasmo se filtró de mi lengua.
Vi los labios de mi madre estrecharse y apretarse mientras
procesaba lo que había dicho. Cuando finalmente habló, se acercó lo
suficiente a mí para poder tomar mis brazos de una manera semimaternal.
—Hay cosas peores que perder tu virginidad con Taylor Kraus. —
Hizo una pausa para mirarme fijamente a los ojos. —Sigues siendo virgen,
¿verdad?
—¡Mamá! ¡Por supuesto que sigo siendo virgen!
—Bueno, estamos en los ochenta. Tenía que preguntar.
No. Ella no tenía que preguntar. Si me conociera del todo. Si se
hubiera molestado en conocerme en vez de interesarse sólo en la
discrepancia entre lo que estaba haciendo y lo que pensaba que yo debería
estar haciendo, no habría tenido que preguntar.
—Bueno, no necesitas preocuparte. Sigo siendo virgen. Y planeo
quedarme así por un tiempo. —Me alejo lentamente de ella, la distancia
emocional entre nosotras nunca había sido tan grande o tan dolorosa.
—No es que mi opinión importe —comenzó, haciendo todo lo posible
para parecer tímida y cariñosa. —Pero Taylor Kraus viene de buena
familia. Si te embaraza, él haría lo correcto por ti. Su padre se encargaría
de ello. No tendrías que preocuparte por lo que sería de ti o de tu bebé.
Tendrías seguridad. Por el resto de tu vida, tendrías seguridad.
Mi boca se abrió. No estaba segura de qué parte de ese discurso loco
quería, necesitaba, abordar primero, el hecho de que ella podría estar
animándome a dar mi virginidad a Taylor Kraus o el hecho de que ella
estaba insinuando que debería usar un bebé para asegurar un marido
rico.
54 No era un secreto entre nosotras que ella había hecho lo que había
tenido que hacer para conseguir un hombre rico. Ahora esperaba lo mismo
de mí.
La mayoría de las madres soñaban con que sus hijas encontraran el
amor verdadero. La mía soñaba con que yo encontrara un millonario.
No importaba que quisiera ir a la universidad, para tener una vida
que no requiriera que un hombre la financiara. Ya me había dicho que
Alton no pagaría por eso y que no era lo suficientemente inteligente para
conseguir una beca. La única otra conclusión lógica, al menos para ella y
la mitad de las demás personas en este retrograda, anticuado y chovinista
pueblo, era casarse por ello.
—Mamá, ¿tienes idea de lo jodido que está todo lo que acabas de
decir?
—¿Por qué? —Se las arregló para parecer ofendida.
—Porque quiero ir a la universidad. Quiero hacer una vida para mí.
No quiero tener que depender de ningún hombre.
—Es un sueño maravilloso, Brinkley, pero es sólo eso, un sueño.
Estoy tratando de ayudarte a mantener los pies en la tierra.
—Así que debería acostarme con alguien y establecerme, ¿es eso?
¿Ese es tu consejo?
—¿Debería decirte que esperes el amor? ¿Debería estar llenándote la
cabeza con tonterías que no te llevarán a ninguna parte en la vida cuando
podría darte un consejo que te salvará a ti y a tus hijos de una vida de
dolor? ¿Está tan mal que quiera lo mejor para mi hija y mis nietos? ¿Es
eso tan horrible?
¿Cómo pudo cambiar eso y hacerme sentir culpable?
¿Cómo?
Amor, así es como.
Mamá sabía que la amaba. Ella era mi madre y era todo lo que tenía,
y no importaba lo mucho que estuviera en desacuerdo con su manera de
pensar, siempre haría lo mejor para hacerla feliz, hacerla sentir orgullosa.
Y ella lo sabía. Siempre hacía lo que me pedía.
Excepto darle mi virginidad a Taylor Kraus. El infierno tendría que
congelarse primero y yo estaba bastante segura de que la nieve no estaba
en el pronóstico allí abajo.
55 —No, claro que no, pero animarme a acostarme con un chico y ni
siquiera preocuparme de quedar embarazada solo para poder atraparlo y
tener una vida elegante en un pueblo como este es… ¡Mamá, eso es
retorcido! ¿No lo ves?
Refunfuñando por la leve percepción que acababa de darle, ella
retrocedió, herida.
—Me disculpo por tener una buena vida, por darte una buena vida.
Siento querer lo mismo para ti y para los tuyos. Obviamente soy un
monstruo.
Lo triste era que no era un monstruo en absoluto. Sabía que, en su
mente, ella realmente pensaba que estaba haciendo lo que era mejor para
mí. Y para ella también. No podía olvidar eso. Ella creía que la respuesta a
todos los problemas era el dinero, así que hizo lo que tenía que hacer para
conseguirlo. Incluso si eso significaba casarse con él. Prostituyéndose,
aunque sabía que nunca lo vería de esa manera.
Pero lo vi de esa manera.
Y otros también lo hacían.
Aún más si pudieran ver la forma en que Alton la trataba en la casa,
siempre manoseándola y tratándola como su propio juguete sexual
personal. Por supuesto, supongo que tal vez lo era. Pero mamá nunca
admitiría que había algo mal con lo que había entre ellos. Ella creía lo que
creía, fin de la historia.
Incluso ahora, estaba realmente herida porque no veía sus palabras
como dulces y cariñosas, que no las consideraba un buen consejo. No
podía entender por qué pensaba que sus decisiones eran nada menos que
perfectamente aceptables. ¿Cómo podía estar tan ciega? ¿Qué había
pasado en su vida para hacerla así?
Mamá nunca me había contado mucho sobre su pasado. Era obvio
que no le gustaba hablar de su infancia y mis abuelos estaban muertos,
así que no tenía a nadie más a quien preguntar. Evidentemente, habían
sido muy, muy pobres. Las cosas no deben haber cambiado mucho
cuando conoció a mi padre. Ella rara vez habló de él. No sabía si le dolía
recordarlo o si se alegraba de que se hubiera ido. Me hubiera gustado
saber más, pero se molestó cuando lo mencioné. Ella tampoco hablaba de
sus padres, aparte de decir que estaba mejor sin ellos cerca de mí. No tuve
más remedio que creerle, y al final dejé de preguntar. De todos modos, ya
no importaba. Obtener respuestas no cambiaría nada.
Suspiré, cansada y derrotada por la situación. Había sido una larga
56 noche, y ahora sólo quería olvidar todas las estúpidas reglas sociales y
estatus sociales por aquí y ser yo misma. Incluso aunque fuera sólo
temporal y tuviera que hacerlo solo en mi habitación.
—No eres un monstruo, mamá. Acabo de tener una mala noche. Me
sentiré mejor mañana, estoy segura. Vete a la cama. Eso es lo que voy a
hacer.
Le di un rápido beso en la mejilla, sonriéndo ante sus ojos aún
heridos, y me di la vuelta para subir las escaleras. No podía soportar un
minuto más de esa conversación. Ni un segundo más. Hizo que la vida
pareciera… sombría. Sin sentido. Sin esperanza.
La mayoría de las veces me sentía claustrofóbica en Shepherd’s Mill.
Esta noche, se sintió un millón de veces peor, como si las personas que
estaban en él trataran de ahogarme. Tratando de ahogar todos mis sueños
y deseos. Y tal vez lo hacían. Según mi madre, los únicos sueños seguros a
los que aferrarse eran los que involucraban a un hombre rico que me
rescataría de mis problemas.
Subí las escaleras y me puse unos shorts negros de spandex y una
media camisa que decía On The Brink en el pecho. Encendí mi estéreo y
mi habitación se llenó instantáneamente con el suave sonido de Madonna.
Mis pasos eran golpes silenciados mientras cruzaba el suelo alfombrado y
me sentaba en el asiento acolchado de la ventana que daba al este.
La noche parecía tan oscura más allá del frío cristal. Anónima, como
si pudiera haber algo ahí fuera. Y como si pudiera quien quiera ahí fuera.
Cualquiera que quisiera ser. Por ahí podría haber amor y felicidad, no sólo
dinero y estatus. Allá afuera podría haber una vida normal, lejos de toda la
mierda de Shepherd’s Mill. Simplemente no podía llegar a ello todavía. Tres
años más… tenía que sobrevivir tres años más.
Podría ser una roca hasta entonces, ¿no? Podría aferrarme a mis
propios pensamientos e ideales y creencias hasta entonces, ¿no? Pensé
que podría si fuera lo suficientemente fuerte. Si yo fuera una roca.
Una roca.
Una roca.
Una roca…
Como el recuerdo en sí fluyó de mi cerebro en un cálido goteo que se
acumuló justo en el centro de mi pecho, pensé en la roca en medio del
campo y el chico que me había mostrado lo grande que realmente era el
57 mundo.
Dane James.
La única persona que no cambió sin importar lo mucho que yo lo
hiciera. La única cosa que era sólida sin importar cuánto cambiara todo lo
demás. Era una roca.
Fuerte y constante.
Real.
Y esa noche, se sintió como mi roca.
Pensé en ese día de verano cuando se quedó conmigo. Él era él que
se quedó cuando todos los demás corrían. Pensé en lo bueno que era, en el
interior, en todas las formas que importaban. Pensé en lo amable que fue
conmigo antes, a pesar de que no tenía ninguna razón para serlo. Yo no
era muy amable con él en la escuela. Quiero decir, no era cruel o grosera.
Nadie era realmente cruel o grosero con él. Era hermoso, lo que significaba
que las chicas lo querían en secreto, y era un poco genial en su forma de
“me importa una mierda”, lo que significaba que los chicos lo respetaban
en secreto. Pero no lo suficiente para hacerlo un privilegiado. Todavía
existía esa regla tácita de que la alta sociedad sólo podía admirarlo desde
la distancia. O en la oscuridad. Los trabajadores sólo se relacionaban
realmente con su clase, al igual que los niños ricos sólo relacionaban con
los suyos.
Y estábamos en dos lados opuestos de ese hecho.
Él era una roca y yo tan fluida como el océano. Él sabía exactamente
quién era y lo que quería, mientras yo tomaba la forma de lo que me
contenía, o quien sea que estuviera cerca. Él era independiente. Ahora. Yo
no tenía identidad, nada mío. Dane James era Dane James y no se
disculpó con nadie por ello. Y yo no era... nadie especial.
Ahí fue cuando lo vi. Como la noche, o tal vez mi simple deseo por él,
lo había producido de la nada. De humo, sombra y cosas oscuras y
prohibidas.
Me incliné cerca de la ventana, lo suficientemente cerca como para
que mi nariz tocara el cristal. Quería asegurarme de que mis ojos no me
estuvieran engañando. Recé para que no lo hicieran. Y me llené de
nerviosismo cuando vi la realidad de la visión.
Era real.
Él era real.
58 Dane James estaba en mi jardín.
Capítulo 7
Los años se desvanecieron y volví a tener doce años, desesperada
por Dane James y todo lo que él representaba. Y al igual que esa noche
hace tres años, cuando miré hacia afuera y lo vi debajo de mi ventana,
mezclándose con la oscuridad, emocionándome con su mera presencia, lo
estaba viendo de nuevo. Sólo que no llevaba una sonrisa la primera vez. Al
menos no como esta, una sonrisa que decía que estaba feliz de estar
rompiendo las reglas de nuevo. Una sonrisa que decía que fuera y dejara
que me llevara un rato. Una sonrisa que podría meter a una chica en
problemas.
Una sonrisa que podría meterme a mi en problemas.
Dane se había cambiado de ropa. Había cambiado sus vaqueros y
59 camiseta por shorts y una camiseta sin mangas. Se veía igual de bien en
ambos, como si el diseñador hubiera tenido su cuerpo en mente cuando
cortó la tela.
Y obviamente se había acercado. Podía ver el trozo de hierba de la
pradera sobresaliendo de entre los labios, labios en los que me encontraba
pensando demasiado.
Mi corazón tropezó sobre sí mismo mientras abría mi ventana y la
empujaba hacia arriba.
—Dane James. —Mi tono era mucho más provocador y ligero esta
vez. No podía ocultar mi placer al verlo. Ni siquiera pensé que quisiera —
¿Qué haces ahí afuera en medio de la noche?
Su respuesta fue un encogimiento de hombros.
Me encantaba cuando hacia eso. Significaba que no le importaban
las reglas, el acuerdo o el decoro. Significaba que no le importaba lo que la
gente pensaba, decía o hacía. Significaba que solo le importaba venir a
verme, sin importar lo que el mundo pudiera decir al respecto.
Dios, me encantaba ese encogimiento de hombros.
Además de ver ese tallo de hierba girando entre sus labios, era
probablemente mi cosa favorita.
Eso y sus ojos.
—Ven aquí, Brinkley Sommers. —Imitó mi uso de su nombre
completo.
No pude evitar sonreír. Todo dentro de mí estaba sonriendo.
Mi boca no tuvo más remedio que seguir su ejemplo.
—¿Por qué?
—Porque te lo pedí. —Podía escuchar su rica risa hasta mi ventana.
Envió un fino rocío de escalofríos sobre mi piel, como la brisa de una
botella de perfume, dulce, sensual e intoxicante. Se sentía tan bien y olía
el doble de increíble. Porque mi tiempo con Dane James tenía un olor,
sabor y textura. Como todas mis cosas favoritas envueltas en un paquete
de sensaciones, entregado a mis nervios cada vez que lo veía. Incluso en la
escuela. Nunca había nada que pudiera hacer al respecto.
Hasta esta noche.
Porque te lo pedí, había dicho, una respuesta que era arrogante,
divertida y segura de sí misma, al igual que el mismo Dane. Estaba
dispuesta a apostar que no lo rechazaban muy a menudo cuando le pedía
60 a una chica que hiciera algo. Y yo no tenía ningún deseo de ser la primera.
Estaba aquí. Por mí. No por lo que hiciera o lo que no, no por quién era o
no mi padrastro, y no porque la sociedad dictaba que debía o no debía ser.
Simplemente estaba aquí por mí, Brinkley Sommers.
Y yo quería que lo fuera.
Aquí.
Conmigo.
Por mí.
Quería pasar la noche menguante con Dane James. Más de lo que
nunca había querido otra cosa, lo que no tenía sentido, por supuesto. No
era como si hubiéramos estado saliendo durante años. O que incluso
habíamos pasado mucho tiempo juntos. La cuestión era que apenas había
pasado un día desde que tenía doce años que no había pensado en él.
Tal vez me había enamorado un poco de él ese primer día hace tanto
tiempo. Y tal vez nunca lo había superado. O quizás estaba loca,
desesperada y desequilibrada.
Cualquiera que fuera la razón, no importaba. No me importaba el
por qué. Sólo me importaba lo que era. Lo que sentía. Así que cuando
preguntó, ni siquiera hice una pausa. Bajé por las escaleras y salí por la
puerta de la cocina.
Una vez que estuve afuera, con el viento en mi cara y la libertad en
mi cabello, no tenía remordimientos. Las únicas cosas que quería, que
necesitaba, era Dane James. Y la oscuridad.
Cuando doblé la esquina de la casa, vi que Dane se había movido allí
para encontrarse conmigo. Me detuve y lo miré.
Ya había crecido tanto de ese niño de doce años. Era unos buenos
treinta centímetros más alto que yo, y al menos nueve o diez centímetros
más alto que la mayoría de los chicos de nuestra clase. Ya se estaba
ensanchando, también, con músculos que engrosaban su pecho, hombros
y brazos. Hizo que mis entrañas se sintieran cálidas y pegajosas con sólo
mirarlo. Eso no era bueno, lo sabía, pero me gustaba cómo se sentía. En
ese momento, no me importaba lo "aceptable" que era querer a Dane
James. Sólo sabía que lo hacía.
Sin decir una palabra, bajó la mano y entrelazo sus dedos con los
61 míos, tirándome hacia adelante para guiarme por el camino de entrada, a
través del campo y hasta la roca.
La roca.
Nuestra roca.
Sin palabras, le seguí. Sabía que probablemente siempre lo haría.
Cuando llegamos allí, Dane saltó sin esfuerzo sobre la roca. Deseé
por un segundo que tuviera un botón de rebobinar para poder verlo hacer
todo nuevamente. Era fluido y masculino y tan sexy como el verano en el
Sur.
Al igual que el mismo Dane.
Doblándose ligeramente por la cintura, extendió su mano hacia mí.
La tomé y me levantó como si pesara un cubo lleno de nada. Pero esperaba
su ayuda, no que me sacaran tan rápido, así que salte con sorpresa.
—¡Guau, eres fuerte!
—Trabajo para vivir, ¿recuerdas?
Sus labios se arquearon en una sonrisa fácil. No podía ver mucho
más, ya que la luna estaba medio llena, pero podía ver a Dane casi
perfectamente, como si mi cerebro de alguna manera hubiera memorizado
sus rasgos lo suficiente como para juntar las piezas incluso en la
oscuridad. Y estaba haciendo exactamente eso. Pensé que casi podía ver
esa dulce mirada de arce de él fija en mí. Pero más que eso, pensé que
podía sentirla.
Nos quedamos así, sobre la roca, cara a cara, con la boca a
centímetros de distancia, hasta que dio un paso atrás y se sentó. Dio unas
palmaditas en la superficie dura junto a él, con la palma de la mano
haciendo un sonido de bofetadas, y me hundí para sentarme a su lado.
No dijimos nada durante mucho tiempo.
Finalmente, tuve que preguntar —¿Por qué viniste a mi ventana esta
noche?
—Quería asegurarme de que estabas bien.
Como años atrás.
—¿Sabe tu padre que vienes aquí a todas horas de la noche?
Nuevamente Dane se encogió de hombros.
—No lo sé. Si lo hace, nunca lo menciona y no trata de detenerme.
62 Probablemente ni siquiera le importa, así que…
—Y si lo hiciera, no importaría, ¿verdad? No a ti.
Él deslizó esa sonrisa sexy hacia mí y se encogió de hombros. ¡Dios,
yo amaba ese encogimiento de hombros!
Y esa sonrisa.
Y esos ojos.
Un pequeño escalofrío se extendió a través de mí. ¿Cómo podría un
chico, un chico que estaba mal para mí en todas las formas posibles, tener
este tipo de efecto en mí?
Esa respuesta parecía bastante fácil, a pesar de que no era una
respuesta en absoluto. No realmente.
Porque él era Dane James. Así es como.
Él era mi kriptonita y mi sueño más salvaje y mi fruto más
prohibido. Él era todo lo que quería, y todo lo que no podía tener. Y tenía
sus anzuelos clavados.
Profundo.
Era fácil ver que podía ser un problema para mí. Sería un problema
para mí, como un hábito poco saludable.
Un vicio inconveniente.
Una adicción inquebrantable.
Ese gesto fue claramente toda la respuesta que iba a obtener, así
que hice otra pregunta.
—¿Qué hacías esta noche? Conduciendo de entre todas las cosas.
—La vida es demasiado corta para no romper algunas reglas.
—Las reglas y las leyes son dos cosas diferentes.
—¿Qué? ¡No! —Su tono y su sonrisa estaban llenos de sarcasmo.
—Eres un culo inteligente.
Otra vez con el encogimiento de hombros, pero antes de que pudiera
irritarme, me sonrió y se inclinó hacia mí, golpeando mi hombro con el
suyo. Cuando se alejó, tuve la abrumadora necesidad de subir a sus
brazos y nunca mirar atrás.
63 —¿Entonces? —Le pedí una respuesta real, no dispuesta a rendirme
hasta que tuviera una —¿Qué estabas haciendo?
En lugar de satisfacer mi curiosidad de inmediato, Dane se estiró
sobre su espalda, uniendo sus manos detrás de su cabeza y cruzando sus
pies por los tobillos, ignorándome totalmente. Fue entonces cuando me di
cuenta de que no solo estaba siendo difícil o guay; estaba escondiendo
algo. Rápidamente junté dos más dos y obtuve la respuesta que no estaba
muy ansiosa de dar.
Jadeé. —Estabas con una chica, ¿verdad?
Frunció el ceño hacia mí. Con su rostro hacia el cielo, podía verlo
bastante bien con poca luz.
—¿Qué hay de malo en eso? Soy un chico. Es lo que hacemos.
Mientras que sí era lo que los chicos hacían, se sentía mal por
alguna razón. Simplemente mal. No se suponía que Dane se escabullera
con otras chicas. Pero tampoco se suponía que no lo hiciera. No me
gustaba pensar en él haciendo nada con otras chicas, sin importar lo
inocente que fuera. Y supe por su reacción que lo que había estado
haciendo antes no era inocente de ninguna manera, figura o forma. No
tenía que decírmelo para que yo lo supiera. Pude verlo allí mismo en su
rostro.
Y eso lo hizo mucho peor.
El pensamiento me trajo una cantidad excesiva de angustia, casi
como si tuviera un reclamo sobre él, lo cual no tenia, y él me hubiera
traicionado, lo cual no había hecho. Pero eso no quería decir que no
quisiera un reclamo sobre él, por irracional que fuera.
Aunque rodé mis ojos con tanta indiferencia como pude reunir, no
pude mantener la decepción defensiva en mi voz.
—Por supuesto, es lo que hacen los chicos. No sé por qué pregunté.
Debería haber sabido que no debía esperar nada diferente. Ni siquiera de
ti.
Odiaba que sonara tan amargada, pero así era como me sentía.
Amargada por la situación, por la ciudad, por la vida y el destino y las
reglas y la sociedad. Sólo…amarga.
Dane se sentó.
—No hagas eso —advirtió en voz baja.
64
—¿No hacer qué?
—No me compares con todos los demás. No me metas con el resto.
Soy diferente. Tú lo sabes.
Y lo hacía. O al menos eso pensé.
—Solías serlo.
—Todavía lo soy.
—¿Así que estaban tomando un helado, entonces? ¿Es eso? —
Realmente esperaba que eso fuera exactamente lo que él había estado
haciendo con ella. Imaginar cualquier otra cosa era totalmente incómodo.
A pesar de que no debería haberlo sido.
Dane me miró fijamente.
—¿Por qué importa eso? ¿Qué diferencia hace lo que estábamos
haciendo?
No debería hacer ninguna diferencia. No debería haber importado
que él estuviera con otra chica en absoluto, mucho menos lo que habían
estado haciendo.
No debería importar.
Pero lo hacía.
—Hace una diferencia —fue todo lo que dije.
—¿Así que está bien que yo estuviera con otra chica, siempre y
cuando yo no estuviera qué? ¿Besándola?
Algo cayó en mi estómago, algo así como una bola de plomo fría que
hizo que mis tripas se retorcieran en un nudo apretado.
—¿Es eso lo que estabas haciendo? ¿Besarla?
¿Por qué estaba cerca de las lágrimas? ¿Por qué sentí pánico? No
tenía derecho a sentir nada más que una leve curiosidad.
Pero eso no era lo que sentía.
Una leve curiosidad fue lo que sentí cuando le pregunté a Lauren de
dónde sacó los lindos zapatos que llevó a la escuela la semana pasada.
Una leve curiosidad fue lo que sentí cuando Alton dijo que tenía un regalo
para mí y ni siquiera era Navidad. Leve curiosidad fue lo que sentí cuando
mamá me dijo cuatro años atrás que estaba saliendo con un hombre
65 nuevo que podría ser "el indicado." Esos fueron incidentes de leve
curiosidad.
Esto no lo era.
Cuando no respondí, Dane hizo otra pregunta, una que me hizo
sentir aún peor por mi ataque de celos.
—Estuviste con alguien más esta noche. ¿Lo has besado?
Tragué duro.
—Sí, pero no quería.
—Pero lo hiciste. Besarlo, quiero decir.
—Eso es diferente.
—Demonios que lo es. ¿Crees que me gusta imaginarte con otros
chicos? —Su voz era aspera y un poco sin aliento. Me di cuenta de que se
estaba poniendo nervioso. Igual que yo.
—¿Por qué me imaginas en absoluto?
El silencio que siguió a mi pregunta se llenó de la respiración
profunda de Dane mientras decidía si dejar que su temperamento se
acelerara o forzarlo a calmarse.
No respondió hasta que pudo hacerlo con calma. Tenía más control
que yo.
—Tal vez porque estaba enamorado de ti cuando era un niño y parte
de mí desearía que aún fueras esa niña.
¿Dane James estaba enamorado de mí? ¿Y aún lo estaba? ¿Es eso lo
que estaba diciendo?
Mi corazón tartamudeaba en mi pecho, cada onza de mí ser se
aferraba a la feliz esperanza de que lo estaba entendiendo correctamente.
—¿Qué te hace pensar que soy tan diferente ahora?
—Ni siquiera me hablas ahora, Brinkley. No lo has hecho en años.
—Tú tampoco me hablas.
No podía negarlo, así que se encogió de hombros. El gesto que
normalmente me encantaba, de repente no me gustó tanto.
Dane envolvió sus brazos flojamente alrededor de sus piernas
dobladas y miró directamente hacia el oscuro campo que nos rodeaba.
—Has estado aquí el tiempo suficiente para saber cómo funciona.
66 Diablos, ya lo sabías ese día en el río. Eres una privilegiada, la creme de la
alta sociedad. Soy un don nadie, el hijo de un trabajador. ¿Por qué
perdería mi tiempo tratando de hablar contigo en público cuando sé lo que
va a pasar?
Una puñalada de intensa culpa y vergüenza atravesó mi corazón.
Quería negarlo. Quería decirle que no era verdad. Pero no pude. Tan
injusta, ridícula y arcaica como era, esa era la forma de la sociedad en
Shepherd’s Mill. Para aquellos que vivían aquí, este era el mundo entero. Y
lo que Dane había descrito era la forma en que el mundo funcionaba. O
vivías aquí y acatabas las reglas, habladas y tácitas, o te ibas y no
regresabas jamás. No había un punto intermedio.
Y durante los siguientes tres años, hasta que cumpliéramos
dieciocho años, estábamos atrapados aquí. Prisioneros de un sistema de
castas donde no teníamos voz ni voto. Ni siquiera un rebelde como Dane
James podía romper la estructura de la misma. Podía luchar contra ella,
pero sólo hasta cierto punto. En su mayor parte, se estaría golpeando la
cabeza contra una pared de ladrillo implacable.
El único escape para personas como nosotros, personas que eran
rehenes reacios en lugar de participantes dispuestos, era la noche.
Escondía una multitud de pecados. Y aquí en nuestra roca, en medio de
un campo de trigo, podíamos ser quien quisiéramos. O nadie. Éramos las
únicas personas que existían.
Al menos hasta que salía el sol.
Decidí en ese mismo instante que aprovecharía al máximo mí tiempo
con Dane James. Ya sea una noche o una hora o un momento robado en
un partido de fútbol, sabía que valía cada segundo que podía conseguir
con él.
—¿Alguna vez pensaste en besarme, Dane James?
Hice la pregunta impulsivamente, y en el instante en que las
palabras salieron, podría haberme metido en un agujero para morir. Era la
hijastra de uno de los hombres más ricos e influyentes de la ciudad, era
amiga de todas las personas más populares de la escuela, pero me sentía
tan insegura como nunca en mi vida. Y todo porque le estaba preguntando
al hijo de un trabajador si alguna vez pensó en besarme.
Tal vez porque sabía que él era mejor que yo.
Era mejor que todos nosotros.
Su respuesta fue suave, pero me golpeó duro.
67
—Todo el tiempo.
—Entonces, ¿dónde has estado estos últimos tres años?
—Aquí mismo. Donde siempre he estado. Donde siempre estaré.
—¿Siempre estarás? Pensé que tenías sueños más grandes que este
pueblo.
—Son sólo sueños, Brinkley. La realidad es una historia
completamente diferente.
—Podrías irte. Cuando te gradúes de la secundaria.
—Podría —dijo sin convicción.
—Pero no lo harás.
Se encogió de hombros de nuevo. Esta vez ese encogimiento de
hombros me hizo sentir triste.
—Puedo intentarlo.
—Dane —dije y luego me detuve.
No tenía nada que decir. Al menos nada que fuera lo suficientemente
valiente para decir. No tenía más preguntas que tuvieran respuestas
correctas, no más observaciones que pudiera hacer. No tenía nada más
que el deseo que corría por mis venas.
Quería que me mirara. Y quería mirarlo.
Sólo por un momentito.
Cuando no continué, Dane James se giró para mirarme, sus ojos
otoñales parpadeando ónix en la oscuridad. Por la noche eran diferentes.
Él era diferente. Éramos diferentes. Y también lo era el mundo.
—Si hacemos esto, no cambiará nada. —Palabras racionales y
maduras de un hombre racional y maduro.
Yo lo sabía.
Él lo sabía.
Pero aun así me dolía el pecho al reconocerlo.
Asentí. —Lo sé. Entonces, ¿por qué viniste a mi ventana?
Su mentón descansaba sobre su deltoide, sus ojos todavía pegados a
68 los míos.
—No podía no ir.
—¿Por qué?
Volvió a encogerse de hombros.
—No lo sé. ¿Por qué viniste conmigo?
Imité sus palabras y su acción.
—Realmente no lo sé.
Pero era una mentira. Lo sabía. Vine porque tenía que venir. Porque
él me salvó hace tres años y me salvó de nuevo esta noche. Y cada
segundo que estaba con él, salvaba a otra pequeña parte de mí de morir en
esta ciudad. Me salvó de ser sofocada, cambiada con el lavado de cerebro.
Me salvó de Shepherd’s Mill. Me salvó de mi madre.
Me salvó de mí misma.
—¿Brinkley? —Se inclinó sobre su mano, estirando una pierna
frente a él. Su cuerpo, más grande que la vida en ese momento, girado
hacia el mío levemente.
—¿Sí?
—¿Piensas en besarme?
Tragué. Por una fracción de segundo, consideré mentir nuevamente,
pero no pude hacerlo. No sobre esto.
—A veces es todo en lo que puedo pensar.
Y lo era.
Traté de no pensar en él, pero lo hice de todos modos. Pensaba
mucho en él. Más de lo que nunca habría admitido hasta ahora. Al parecer
no podía evitarlo.
Lo veía en la escuela cuando nadie estaba mirando. Lo veía en la
parada de autobús cuando no podía verme. Lo busqué en el campo cuando
salía al patio delantero. Y soñé con él.
Más noches de las que podía contar, soñé con él.
Así que sí, pensaba en besar a Dane James. Pensaba en estar con
Dane James. Realmente. En público. Pero esos también eran sólo sueños.
Diferentes a la realidad.
69 Pero esta noche, justo ahora, NO ERA un sueño.
Estaba allí, sola en la noche, con el objeto de mis deseos prohibidos,
y todo lo que quería era sentir su boca contra la mía.
Como si conociera la dirección de mis pensamientos, Dane se inclinó
hacia mí. No podía dejar de mirarlo mientras se acercaba. Justo antes de
que nuestras narices se tocaran, giró su cabeza lo suficiente como para
que sus labios rozaran los míos. Suavemente. Castamente. Casi como si
estuviera probando las aguas.
El ajuste fue perfecto, como si nuestras bocas estuvieran hechas
para estar justo ahí, justo así. Fusionándose. Dando y tomando.
Compartiendo.
Nos quedamos así por más latidos de los que pude contar, y cuando
se alejó, casi le rogué que no lo hiciera. Sin embargo, sólo se alejó para
cambiar el ángulo de su boca, y cuando regresó a mí, fue para poder
darme mi primer beso real. El único beso de verdad que importaba.
Los hermosos labios de Dane James eran firmes y cálidos, con la
cantidad justa de persuasión cuando separó los míos. Me relajé en su
pecho y los abrí, temblando al sentir su lengua sedosa deslizándose para
explorar la mía.
Inhalé, respirándolo con el aire nocturno y la libertad con la que solo
podía fantasear, y me prometí a mí misma que me escabulliría con este
chico tantas veces como se acercara a mi ventana. No teníamos un futuro.
No era posible. Ambos lo sabíamos. Pero teníamos el ahora. El hermoso
ahora. Y eso era mejor que nada.

70
Capítulo 8
No pude dejar de sonreír. A pesar de la forma en que la noche había
terminado con Taylor, a pesar de las opiniones retorcidas de mi madre
sobre el amor y el matrimonio, a pesar de la desesperanza que había
sentido antes, estaba en las nubes cuando crucé la puerta justo antes del
amanecer.
Dane y yo habíamos pasado lo que parecían horas besándonos en la
roca del campo.
Nuestra roca.
No habíamos hablado mucho después de que accidentalmente lo
toqué debajo de la cintura. Bueno, tal vez no fue tan accidentalmente. Yo
quería tocarlo. Tal vez más de lo que podía recordar querer algo. Y así lo
71 hice. Solo el recuerdo de su fiereza, de su control, de cuánto me quería me
hizo temblar.
Pero se resistió.
Yo.
Nosotros.
Aquello.
Por el bien de ambos. Y aprecié eso. Creo que, en cierto modo, por
eso no hablamos mucho después de ese punto. No era necesario. Todo lo
demás en el mundo se había desvanecido en el fondo, pareciendo mucho
menos significativo cuando sus labios estaban sobre los míos. Creo que
ambos descubrimos que era infinitamente más placentero luchar contra
nuestra atracción mutua que pensar y hablar sobre todas las otras
batallas que no podíamos ganar.
Cuando me dijo que tenía que llevarme de regreso, que pronto
saldría el sol, me acompañó hasta la puerta de la cocina, valiente como
siempre. También me había besado allí. Audaz como el infierno. No parecía
importarle que pudiéramos ser atrapados o que él y su padre pudieran
perder su sustento y su hogar si mi padrastro se enteraba. Parecía que
Dane quería sus labios sobre los míos por última vez más de lo que quería
garantías sobre el mañana. Y sabía exactamente cómo se sentía. Yo quería
lo mismo.
Atravesé la puerta, la cerré en silencio detrás de mí y me abrí paso
por la cocina. Me detuve en el borde de la sala para quitarme mis zapatos
y llevarlos conmigo a mi habitación. Subí de puntillas silenciosamente las
escaleras, pisando los bordes exteriores de cada escalón para evitar los
chirridos que había memorizado a lo largo de los años. Gire a la derecha
en el rellano y abrí la puerta de mi habitación, deslizándome y
recostándome contra ella una vez que estuve a salvo dentro.
Jadeé de sorpresa cuando escuché la voz de mi padrastro. Salté tan
violentamente que dejé caer mis zapatos.
—¿Divirtiéndote por ahí?
Examiné el interior débilmente iluminado hasta que localicé a Alton
Peterson sentado en la silla de papasan en la esquina. Encendió la
pequeña lámpara que estaba en el borde de mi tocador. Proyectando una
estela de luz en su rostro para que pudiera ver su expresión.
Mi corazón se aceleró, latiendo contra las paredes de mi pecho como
cascos sobre tierra compacta.
72
—Yo... yo no... yo no... ¿Qué estás haciendo aquí?
Vi como lentamente se ponía de pie. Se quedó mirándome unos
segundos antes de moverse. Observé, nerviosa como un gato en una
habitación llena de mecedoras, mientras se acercaba a mí. Rodeó la cama,
sus pisadas silenciosas mientras sus dedos se clavaban en la gruesa
alfombra. No se detuvo hasta que estuvo a solo unos centímetros de mí.
Demasiado cerca.
Demasiado cerca.
—¿Te escabulliste para ver a Dane James?
—No me escabullí —respondí, levantando la barbilla con rebeldía
para infundir verdad a la mentira.
—No me mientas. No soy tu madre —. Su voz era suave, pero tenía
un hilo de... algo que me hizo querer alejarme de él mientras se acercaba.
Sus ojos sostuvieron los míos, poniéndome cada vez más incómoda.
Contuve el aliento cuando él se acercó a mí y tomó un mechón de cabello
de un lado de mi cuello, levantándolo para frotarlo entre sus dedos.
—Yo... no me escabullí. Hace calor aquí. Salí a donde estaba más
fresco. No me di cuenta de que eso estaba prohibido.
Mi padrastro inclinó la cabeza lo suficiente como para llevarse el pelo
a la nariz e inhalar profundamente. Fue un sonido largo, lento y
espeluznante, como si estuviera tratando de inhalarme.
—Bien. Porque te dije que te mantuvieras alejada de él, ¿no?
Hubiera retrocedido más lejos, pero la puerta estaba detrás de mí.
No tenía a donde ir. En el fondo de mi mente, me di cuenta de que no
todas las cosas en la noche eran divertidas, calientes y sexys. Algunas
cosas eran extrañamente aterradoras. Y estaba extrañamente aterrorizada.
Asentí —Sin embargo, todavía no sé por qué. No hay nada malo con
él.
—Algunas chicas tienen nariz para la basura. Es una pena, de
verdad. Una chica bonita como tú, podría tener un futuro brillante. Solo
tienes que controlarte. Pon tus... encantos para usarlos en mejores
hombres —. Puso el mechón de cabello sobre mi pecho, la parte posterior
de sus dedos rozando la hinchazón de mi seno —. Si te preocupas por ti
misma, tu madre, tu futuro, por él, te mantendrás alejada de Dane James.
Él podría arruinarte. Y yo podría arruinarlo a él. Son demasiadas vidas
arruinadas por un flechazo. Por él —. Hizo una pausa antes de dar énfasis
73 adicional a sus siguientes palabras —El sexo con él no vale todo eso,
¿verdad?
Mi boca se había secado como un hueso y mis rodillas literalmente
temblaron tratando de sostenerme en posición vertical cuando realmente
solo querían doblarse.
Miré a la cara de mi padrastro, a sus fríos ojos azules, y recé para
que se fuera. Solo vete. Vi algo en ellos que hizo que mi estómago se
apretara de miedo, y supe que si él se quedaba, estaría en problemas. Me
estaba mirando de la misma manera que Taylor Kraus me había mirado a
primera hora de la tarde. Solo que había una racha despiadada en este
hombre.
Despiadada y perversa.
Contuve el aliento, haciendo que cada músculo de mi cuerpo
estuviera lo más quieto posible. Estuvimos así por mucho tiempo: yo
temblando en mi piel, él mirándome como si fuera la cena. Cuando
finalmente volvió a hablar, me sacudí, golpeándome accidentalmente la
cabeza contra la puerta.
—La próxima vez —dijo, dejando que sus ojos viajaran hacia mis
pechos. Intencionalmente y con tanta lentitud que me puso la piel de
gallina, mi padrastro pasó el dorso de sus dedos sobre mi pezón. En voz
baja y acerada, gruñó: —Usa un sujetador.
Se apartó y me rodeó para girar la perilla. Miró y levantó las cejas,
como preguntando si me iba a mover. Hice un gesto torpe a un lado para
dejarlo salir.
La respiración se había convertido en un desafío, pero me las arreglé
para mantenerla unida hasta que cerró la puerta detrás de él. Una vez que
desapareció, sin embargo, dejé que mis piernas dejaran de pelear y me
desmoroné en el piso.
Realmente no sé cuánto tiempo me quedé así, pero Dane tenía
razón. El amanecer no había estado muy lejos. No fue hasta que los tonos
dorados, rosados y anaranjados se derramaron sobre la alfombra pálida
que me relajé lo suficiente como para desmoronarme. Me desplomé sobre
mi costado, un montón deshuesado de miedo y rabia, y lloré hasta
quedarme dormida.

74
Capítulo 9
2004
32 AÑ OS

No tengo que ir muy lejos buscando a mi madre. Está de pie en la


puerta de la sala de estar, esperando para atacar cuando bajo las
escaleras.
—¿Qué significa…?
La callo con un dedo hacia mis labios y doblo ese mismo para que
me siga. Afortunadamente ella lo hace. No necesito que vaya y abra la boca
donde Celina pueda escucharla. Nos pueda escuchar.
Camino por el comedor y giro a la derecha antes de llegar a la
cocina. El estudio de Alton, que está felizmente desprovisto del hombre.
75 Dudo que mi madre esté de acuerdo, pero el mundo es un lugar mucho
mejor sin él.
Antes de cerrar los ojos, respiro hondo y lanzo una mirada de
gratitud hacia el cielo. Y luego me giro para enfrentar a mi madre furiosa.
—¿Cómo te atreves a ponerme en esta posición? ¿Cómo te atreves a
aparecer aquí, después de todo este tiempo, después de todo lo que ha
sucedido, sin previo aviso, y ponerme en esa posición de esa manera?
¿Cómo te atreves a...?
—Está enferma, mamá.
Eso la calla. Casi puedo escuchar el chasquido de sus dientes
cuando su boca se cierra de golpe. Después de unos segundos, ella
pregunta con mucha más calma —¿Qué?
—Está realmente enferma.
—¿Qué le pasa a ella?
De repente me siento agotada. Completamente drenada.
He temido este día, esta reunión durante semanas. Tan pronto como
hablé con el médico y tomé la decisión de venir aquí, comencé a temer.
Simplemente no creí saber cuánto me estaba afectando. Siento como si
cada músculo de mi cuerpo se hubiera cerrado durante quince años y
ahora estoy demasiado débil para mantenerlos tensos.
Mis pulmones se aceleraron y prácticamente me desplomé en la silla
frente al escritorio de Alton —Ella tiene anemia aplásica.
—¿Que es eso?
—Es complicado. Un montón de términos médicos y una mierda
aterradora y deprimente.
—¡Brinkley! —ella advierte.
—Básicamente, el año pasado, se cortó con un vidrio en el parque y
contrajo una infección por estafilococos en la herida. El único fármaco al
que era receptiva fue el cloranfenicol. Uno de sus raros efectos secundarios
es la anemia aplásica, que es cuando la médula ósea deja de producir
células sanguíneas. Eso significa que es muy susceptible a hemorragias e
infecciones. Ella se encuentra muy cansada todo el tiempo, sin aliento,
tiene muchos dolores de cabeza y cosas por el estilo, y cuando se enferma
con algo que un niño sano patearía en unos días, Celina lo tiene durante
semanas o meses. Algo así como que la gripe es potencialmente mortal
para ella.
76
—¿Es contagioso?
Mi boca se abre y miro boquiabierta a mi madre. Me toma varios
asombrados segundos incluso encontrar mi lengua, que normalmente es lo
primero que sale a trabajar en cualquier situación.
—No puedes hablar en serio.
—¿Por qué no?
El fuego explota en mi vientre y mi fatiga queda en el olvido. La ira
me quema con un resplandor salvaje y ardiente.
—Me das asco —. Las palabras salen antes de que pueda detenerlas.
Estoy realmente horrorizada. También estoy muy orgullosa de mí misma
por solo decir eso. Un largo tren de insultos pasó por mi mente, pero no
dije ni uno de ellos. Y la única razón es por mi hija. Nosotras debemos
permanecer aquí. Al menos por un tiempo. Y haría cualquier cosa por
Celina, incluso si eso significa morderme la lengua cuando realmente me
gustaría cortar a mi madre en pedazos.
Mamá se lleva una mano a la garganta como si acabara de decirle un
insulto grave y completamente inesperado.
—No puedes hablarme así en mi propia casa. No olvides que eres tú
quien vino a mí —. Hace una pausa altivamente antes de exigir: —
Discúlpate. Ahora mismo.
Me trago todas las cosas que me gustaría decir ante eso, junto con lo
que queda de mi orgullo, y hago lo que me pide. Incluso me las arreglo
para bajar los ojos de una manera sumisa, pero solo para que ella no
pueda ver el desdén que hay en ellos.
—Lo siento. No quise decir eso. Solo estoy... solo estoy cansada. No
te lo merecías.
Después de unos segundos, cuando ella no dice nada, me atrevo a
mirar hacia arriba. Ella está claramente apaciguada por mi acto, también
debería estarlo. Eso fue bueno. Jodidamente bueno. Me sorprendí incluso
a mí misma. Probablemente merezco un premio por esa actuación. Eso fue
algo digno de un Oscar, justo ahí.
—Bien. Simplemente no dejes que vuelva a suceder. No lo toleraré —
. Después de un latido, agrega: —Espero que no hayas criado a tu hija
para que sea tan irrespetuosa.
Siento la presión de mis labios contra mis dientes cuando quieren
77 contraerse, pero los mantengo sueltos y los obligo a sonreír forzadamente.
—No lo hice. Ella es una buena chica. No volverá a suceder. Cuidaré
mi lengua, mamá. Lo prometo.
—Bien. Ahora, ¿para qué trajiste a Celina aquí entonces?
Soy deliberadamente vaga. Por ahora. Tengo que dar ese paso
lentamente a la vez —Atención médica.
—¿No podrías conseguir su ayuda en... donde sea que vivieras?
Es casi cómico que en quince años, mi madre no se haya molestado
en averiguar dónde estaba.
—Maryland. Vivíamos en Maryland Y sí, tenían atención médica allí,
pero se están desarrollando algunas terapias realmente innovadoras en
Duke. No es el tipo de enfermedad en la que puede recibir una inyección o
someterse a una cirugía y desaparecerá.
—¿Crees que podrán curarla?
—Yo espero que sí. Ya había comenzado a necesitar transfusiones,
pero no son tan efectivas como lo fueron al principio, así que...
Necesitamos ver a los especialistas para descubrir cuál es el siguiente
paso.
Mamá asiente. Al menos veo algo de compasión en sus ojos.
Seguramente el egoísmo snob que afecta a la mayoría de los habitantes de
Shepherd's Mill no ha matado a nadie en toda su humanidad.
—Bien —Mi madre olfatea de esa manera altiva que me advierte que
no me va a gustar lo que viene después. Me dan ganas de arrancarle la
nariz respingona —Puedes quedarte aquí todo el tiempo que necesites,
pero nada de diversión. Ya le has causado suficiente dolor a esta familia.
Resisto el impulso de poner los ojos en blanco. ¿He causado dolor a
esta familia? Qué carga de mierda.
Sin embargo, antes de que pueda responder lo que pienso sobre eso,
la hermosa cara de muñeca de porcelana de mi hija parpadea en mi
cabeza, y me doy la vuelta y me hago la muerta.
—No hay travesuras. Promesa de explorador —. Levanto dos dedos
en señal de paz. Mamá los abofetea.
—Los exploradores son niños, para empezar. Y son tres dedos, no
dos. Lo juro por Dios. No has cambiado ni un poco.
Eso realmente lo tomo como un cumplido. Aunque he cambiado,
78 bastante, de hecho, de la niña moldeable, similar a una oveja que era
antes de abandonar esta ciudad, que ella pensó que era rebelde.
Obstinada. Indomable. Demasiado terca para encajar en una sociedad
como esta. El hecho de que todavía vea esos rasgos en mí es lo primero
que me dice algo en quince años.
Pongo mis manos detrás de mí y entrelazo mis dedos, reprimiendo
una sonrisa. Si no le importara, no nos dejaría quedarnos, así que esa es
una buena señal. Una muy buena señal.
A pesar de todas sus bravuconerías, ella sigue siendo mamá. Y a
pesar de todo el dolor que me causó, la he extrañado.
—Consigue tus cosas. Pon a tu hija en el tercer dormitorio. Es mas
tranquilo. Y, por el amor de Dios, cámbiate de ropa antes de la cena.
Pareces una vagabunda.
Miro mis jeans con un agujero en la rodilla (mis favoritos) y mi
camiseta verde lima con Slice escrito en la parte delantera. Quiero señalar
que al menos mis zapatillas están limpias, principalmente porque son
negras, pero aún así...
Sin embargo, no lo hago. No tiene sentido mosquear al oso el primer
día. Se da vuelta y camina hacia la puerta, pero la detengo antes de que
ella pueda desaparecer.
—¿Mamá?
Se detiene y gira la mitad superior de su cuerpo hacia mí. Ella
arquea una ceja, claramente todavía desconcertada.
—Por favor, sé amable con Celina. Ella... ha tenido problemas
últimamente. Realmente podría necesitar a otra persona a su alrededor —
El color mancha sus mejillas, así que antes de que pueda ponerse
realmente bueno y enojada, agrego, tan sinceramente como puedo sin
arrastrarme y besar su trasero —Por favor.
Las fosas nasales de mamá están ensanchadas, y cuando gira para
mirarme completamente, mi optimismo se agita. Por una fracción de
segundo pienso que esto nunca va a funcionar. No debería haber
regresado. Debería haber tratado de pensar en algo, cualquier otra cosa.
Pero, afortunadamente, sus palabras desmienten su expresión.
—Ella parece ser una chica encantadora. ¿Por qué demonios no
sería amable con ella? Ella es mi nieta.
Yo exhalo
Ella es mi nieta.
79 Eso es lo que quería escuchar. Lo que necesitaba escuchar. Que hay
algún apego, alguna conexión que sintiera con ella.
Si bien esperaba contra toda esperanza que aún pudiera contar con
mamá, no estaba cien por ciento segura. Quería su apoyo. Necesitaba su
apoyo. Incluso si es así, de mala gana, lo necesito. Por mi hija. Por mi
dulce Celina. Haría cualquier cosa por ella. Incluso esto.
—Gracias mamá. De verdad.
Ella me mira.
—En serio, Brinkley. No seas tan dramática. ¿Que esperabas?
—No lo sé. Supongo que solo estaba nerviosa. Ha sido un largo
tiempo.
—Así es.
Ella espera semi pacientemente a que yo termine, así que la libero de
la incertidumbre.
—También quería decir que... lo siento. Por tu pérdida.
No puedo decir que lamento que Alton esté muerto. De hecho, tuve
ganas de hacer una voltereta en nuestro departamento cuando leí el
artículo sobre su muerte por un aneurisma cerebral fatal. Pero no le digo
eso. Para mi madre, fue una pérdida, y al menos puedo sentir pena por
ella.
—Gracias —. Ella asiente amablemente y se aleja.
Suelto un suspiro cuando ella se va, mi optimismo regresando.
Quizás esto pueda funcionar. Quizás, después de todo este tiempo, alguien
además de Celina pueda encontrar la sanación aquí.

80
Capítulo 10
1989
17 AÑ OS

—¿Qué, qué? ¿Crees que Dane James es sexy?


Cassie Shields lo miraba por el pasillo como si fuera un trozo de
pastel de chocolate con crema batida extra.
—Todos piensan que Dane James es sexy, Eres una tonta.
Eso fue nuevo para mí. Tal vez porque siempre había visto algo
especial en él, me perdí el momento en el que todos los demás también
comenzaron a verlo. Y eso me molestó.
Aunque había mantenido mi distancia desde esa noche que regresé
81 de la roca para encontrar a Alton en mi habitación, de alguna manera
todavía consideraba a Dane James como mío. Si estuviéramos en un
pueblo diferente, y tuviera una familia diferente, él sería mío. Y yo sería
suya. No parecía que mi corazón entendiera que no estábamos en un
ciudad diferente, o que no tenía un familia diferente, o que él no era mío.
Solo sabía que era suya, que él me poseía, me quisiera o no.
—Está bien, bueno. Lo que sea, pero que él sea sexy no cambia nada
—. Quise agregar, ¿verdad? Pero no me atreví. No podía arriesgarme a que
Cassie viera que me importaba.
—No lo hace material de esposo. O incluso material para llevarlo a
casa a conocer a mamá. Pero seguro como el infierno lo convierte en
material para llevarme ahora.
Ella hizo un ruido gutural en su garganta, un sonido que me dijo
que estaba al acecho. Me entró el pánico.
—Bueno, eso es ridículo. ¿Quién se arriesgaría?
—Ummm, todas las chicas en la escuela —. Ella giró para mirarme,
frunciendo el ceño —¿Dónde has estado? Esto no es noticia, Brinkley.
Sacudí mi cabeza.
—No lo sé. Nunca pensé que Dane James fuera una opción. Eso es
todo.
—Bien, veamos —. Ella comenzó a enumerar razones en sus dedos
perfectamente cuidados —Él es caliente. Comprobado. Él es el mariscal de
campo, y un patea traseros en eso. Comprobado. Él está caliente. Doble
comprobación. Ahora está manejando la administración de tu padrastro,
así que todas las personas importantes lo tratan como un preciado
semental. Otra comprobación. Y él está buenísimo. ¿Ya mencioné eso?
Porque el es muy caliente.
Tragué saliva.
—Todavía no es uno de nosotros.
Ella me lanzó una mirada.
—Dios, ¿cuándo te convertiste en una snob?
—¿Yo? —Estaba incrédula.
—¿Quién es una snob? —La cara de Lauren apareció entre mi
cabeza y la de Cassie, y ella también miró a Dane por el pasillo —. Mira el
culo de ese chico.
82
Me volví para mirar a mi mejor amiga (que a veces también era mi
peor enemiga).
—No, tu también.
—¿Yo no qué?
—No estás en ese golpe de Dane James, ¿verdad?
—Realmente no. Está caliente, pero está todo mal.
—Eso es lo que le estaba diciendo a Cassie y ella me llamó una snob.
—Lo eres. Pero ese no es el punto. El hecho de que él no sea uno de
nosotros no significa que no pueda apreciarlo a la distancia —. La vi
guiñarle un ojo a Cassie —. O tal vez incluso de cerca y personalmente
una o dos veces. Estaría feliz de vivir en un barrio bajo por un tipo como
ese. Al menos cuando nadie este mirando.
Cassie y Lauren se rieron, golpeando las caderas en acuerdo,
mientras yo me quedaba mirando, completamente confundida y
completamente consternada. ¿Qué pasaría si Dane saliera repentinamente
de la lista de no-ir ahí? Tendría que ver a todas mis amigas ir tras él,
escucharlas hablar sobre él, imaginar todo tipo de cosas horribles, pero
nunca ser capaz de decir una palabra. Y nunca podré caminar por los
pasillos con él yo misma. Incluso si el pueblo lo aceptara, no podría. El
ultimátum de Alton todavía sonaba en mi mente. A menos que él aprobara
a Dane en un extraño giro de los acontecimientos, siempre estaría limitado
a mí. Incluso por la noche.
Me sentí enferma.
Supuse que había visto las señales. Dane James había florecido.
Cada vez que se mencionaba su nombre, tomaba nota. Se había convertido
en una especie de héroe entre los de bajos recursos, e incluso era bien
recibido entre los pudientes. Por sus compañeros de trabajo, hombres
décadas mayores que él, era admirado y respetado tanto por su
conocimiento como por su fuerza. Por sus compañeros sociales, era casi
idolatrado. Dane era como un jugador de béisbol de la Liga menor que
había sido convocado para el gran espectáculo. Y para los acaudalados, las
personas en Shepherd's Mill que "importaban", él era el preciado semental
que Cassie mencionó, un diamante que había estado esperando ser
descubierto en el pasto.
Su furor en la ciudad solo se intensificó cuando comenzó a jugar al
fútbol. Era inteligente, rápido y ágil, pero tenía el tamaño para eso, así que
83 no fue una gran sorpresa que lo hiciera bien. Al menos no para mí. Por
otra parte, había visto los rasgos notables de Dane James desde que tenía
doce años.
Después de tres juegos de la ciudad mirándolo lanzar touchdown
tras touchdown, él era oficialmente una estrella y todos querían un pedazo
de él. De repente, fue lo suficientemente bueno para que los chicos se
hicieran amigos de él y lo suficientemente bueno para que las chicas
quisieran ser vistas con él. Bueno, todas las chicas excepto algunas. Las
madres, los padres y la sociedad todavía tenían prohibido a muchachas
como Lauren Stringer y Cassie Shields hacer mucho más que animarlo o
saludarlo de pasada. Después de todo, la élite de Shepherd's Mill tenía que
mantener algún tipo de estándar, y un tipo como Dane James, sin importar
cuán inteligente, cuán capaz, valioso o talentoso fuera, nunca sería lo
suficientemente bueno. Mantenerlo en su lugar era su forma de mantener
el orden en un momento de caos.
Nunca pensé que ninguna de mis amigas lo querría. Siempre había
sido invisible para ellas. Al menos eso pensé. Quizás todo eso era invisible
para mí.
Dane James era mi punto ciego. Dudaba que pudiera confiar en mí
misma para ver con claridad, para ser racional cuando se trataba de él.
—Escuché, que como quince chicas diferentes lo invitaron al baile de
Sadie Hawkins —. Cassie hizo la declaración, y casi pude ver el desafío en
sus ojos.
La respuesta de Lauren fue débil, desinteresada. Ya estaba aburrida
con la conversación, y probablemente con Dane —¿Es cierto eso?
Angel Reynolds, probablemente la chica más simpática de nuestra
camarilla, llegó justo a tiempo para la partida de Lauren y Cassie.
—¿De qué estamos hablando?
—Brinkley puede iluminarte. Vamos, Cassie. Hagamos una ronda
por el pasillo de los senior antes del último período.
Estaba agradecida de que se fueran. Toda la charla sobre Dane me
estaba convirtiendo en un desastre nervioso.
Cuando se perdieron de vista, Angel se volvió hacia mí, su sonrisa
gentil y amable, muy parecida a la chica misma. De todos nosotros, ella
era la que menos pertenecía. Sus padres eran ambos abogados, por lo que
ella era una privilegiada, pero su corazón era puro en formas que el resto
de nosotros no podíamos afirmar. Ni si quiera yo. Por mucho que esperaba
84 que no fuera así, este pueblo y la gente que había en el había contaminado
el mío.
—Entonces, ¿qué está pasando ahora?
Sonreí por la forma en que ella preguntó. Era como si estuviera
diciendo: ¿y ahora qué? Siempre hay algo y lo era. Siempre hubo algún tipo
de drama en torno a Lauren y Cassie. Lauren especialmente. Ella era como
la cabecilla. Eso no había cambiado desde el día en que me mudé a
Shepherd's Mill.
—Oh, solo estaban hablando de Dane James. De alguna manera se
ha convertido en lo mejor y yo no lo sabía.
—No me sorprende.
—¿Por qué?
—Que no lo vieras.
De repente, me sentí un poco a la defensiva.
—¿Que se supone que significa eso?
Después de mirar a la izquierda y derecha, Angel bajó la voz.
—Sé que siempre has tenido algo por él. Para ti, él siempre fue
alguien.
Mi boca se abrió y me contuve. No porque me insultaran, sino
porque había sido tan transparente.
—Yo no...
Ángel se inclinó y me agarró del brazo —. No lo diré. Todavía no se lo
he dicho a nadie, ¿verdad? Tu secreto está a salvo conmigo.
—Pero yo... yo...
Cuando Angel solo seguía sonriéndome, dejé de tratar de buscar una
elaborada negación.
—¿Cómo lo sabes?
—Te conozco. Y veo la forma en que lo miras cuando crees que nadie
te está mirando —. Un rubor vergonzoso subió a mis mejillas —Es de la
misma forma en que te mira.
Mi estómago se revolvió ante sus palabras.
—¿Lo hace?
85
—Lo hace. Lo ha hecho por años. Probablemente desde que te
mudaste aquí.
Tal vez Dane James realmente era tan mío como yo era suya. Tal vez
todavía deseaba que las cosas pudieran ser diferentes también.
—Bueno, no importa. Alton me mataría si alguna vez hiciera algo al
respecto.
—No serás joven para siempre. Y tengo la sensación de que él te
esperará —. Me dio una palmadita tranquilizadora, como si supiera que lo
necesitaba, y luego pasó su brazo por el mío —Ahora que eso está fuera del
camino, ¿a quién debería invitar al baile? Todavía no tengo ni idea.
Me alegró lanzarme a una discusión diferente. Dane James nunca
estuvo lejos de mi mente, pero saber que él no estaba lejos de las mentes
de otras chicas me hizo sentir demasiado incómoda, especialmente cuando
no había absolutamente nada que pudiera hacer al respecto. Mejor ni
siquiera considerarlo.
Capítulo 11
El baile de Sadie Hawkins. No lo había estado esperando, en si, pero
tampoco lo había temido intensamente. Hasta que se corrió la voz de que
Dane James había aceptado una invitación, pero no le diría a nadie quién
era. Solo planeaban llegar al baile y Sorprende a todos.
¿Quién sabía que Dane tenía amor por lo dramático?
Ciertamente yo no lo hice. Parecía que había mucho que no sabía en
ese momento.
Solo habíamos estado allí unos treinta minutos, pero era fácil ver
que prácticamente todos los ojos en el gimnasio giraban hacia la puerta
cada pocos minutos. Todos esperaban que Dane llegara. Todos se
preguntaban con quién estaría, y yo no fui la excepción.
86
Estaba vestida con un vestido de cóctel metálico negro y dorado. Mi
cabello era un desorden de rizos rubios apilados sobre mi cabeza y mi
maquillaje estaba bien. Durante toda la noche, había tenido la sensación
de que estaba saliendo con Dane James. A decir verdad, ese era mi deseo
más profundo, porque en realidad, iba con Chad Gentry. Sin embargo, me
había vestido para Dane. Me había arreglado para él. Incluso había echado
un poco de perfume en mi escote. Solo para el. No iba con Dane James,
pero quería que todo sobre mí le hiciera desear tenerme. Quería que él
quisiera estar conmigo tanto como quería estar con él. No importaba que
no le preguntara, que no pudiera preguntarle; solo importaba que lo
deseara.
Mientras bailaba otra canción lenta, deseé, otra vez, que Lauren no
se hubiera enfermado. Aunque ella realmente era una persona terrible, ella
era un complemento en mi vida por lo que éramos. De alguna manera me
habría sentido más cómoda, más preparada para esto si hubiera venido.
Tenía una manera de hacer que las cosas que parecían un gran problema
lucieran insignificantes. Y esto se sentía como un gran problema. Un gran
asunto desgarrador. Pero Lauren había llamado y me había dicho que
estaba enferma y que tenía que cancelar, así que estaba atrapada tratando
de mantener las manos de Chad Gentry fuera de mi trasero mientras
miraba deliberadamente la puerta.
—Si estás aburrida, podríamos ir a Mission Pointe —susurró Chad
en mi oído, arrastrando sus labios por mi oreja.
Me estremecí, pero no en el buen sentido. No de la forma en que me
habría estremecido si los labios de Dane rozaran mi oreja. Incluso mi piel
podía notar la diferencia.
—No estoy aburrida —. Traté de sonar convincente, pero en verdad,
solo quería que la noche terminara. Justo después de ver con quién
aparecía Dane James.
—Seguro como el infierno que actúas así. Lo único que has hecho
desde que llegamos aquí es mirar a la puerta.
Me defendí con una respuesta más aguda de lo que pretendía —Todo
el mundo está mirando la puerta.
—¿A quién le importa a quién trae Dane James? De todos modos, no
veo cuál es el problema con ese tipo. Aunque pueda jugar al fútbol. Sigue
siendo un plebeyo.
Sentí mis labios fruncirse e ignoré a propósito a Chad. Si no hubiera
recibido un infierno por ello más tarde, probablemente lo habría
87 abofeteado con esa boca engreída y luego encontraría mi propio camino a
casa. Pero mi madre me daría más sufrimiento de lo que ese breve
momento de satisfacción valdría la pena. Así que contuve la lengua, moví
los pies y seguí mirando la puerta.
Sin embargo, no necesitaba haber estado tan atenta a mirar. La
forma en que la multitud comenzó a zumbar a nuestro alrededor unos diez
minutos después me dejó sin ninguna duda de lo que estaba sucediendo.
Dane James había llegado con su cita. Aún no habían entrado por las
puertas del gimnasio, pero ya habían murmurado tanto que parecía que
hubieran visto a una estrella de cine. Todos se habían detenido a mirar el
espectáculo y, nuevamente, no fui la excepción. Mi corazón estaba en mi
garganta mientras miraba a través de la abertura retro iluminada y
esperaba.
Desde mi punto de vista, él apareció primero. Casi en cámara lenta,
se reveló la primera mitad de su cuerpo y luego la otra. Como el baile era
semi formal, iba vestido con un traje negro con una camisa blanca y una
delgada corbata negra. Llevaba puesto lo que llevaban la mitad de los
demás presentes, pero se destacaba como si estuviera bañado por una luz
brillante.
Dane llevaba aquel simple traje, mucho, mucho, mucho mejor que
los otros. Su piel era bronceada, su cuello más grueso, sus hombros más
anchos. Era alto y en forma y ya era un hombre, a diferencia de la mayoría
de sus compañeros que parecían... menos. Menos impresionante, menos
confiados, menos maduros.
Pero no Dane.
Dane James era todo un hombre.
Hermoso, encantador y prohibido hombre.
Estaba completamente cautivada por él, hasta que vi aparecer a su
cita. Entonces mi hechizo se convirtió en shock. Y traición.
En su brazo no estaba otra que mi mejor amiga, y la chica que llamó
enferma (supuestamente), Lauren Stringer.
El murmullo se hizo más fuerte, pero apenas lo escuché sobre el
latido de mi corazón. Estaba latiendo dos veces más rápido de lo normal.
Me dolía el pecho y me picaba la cara, y todo lo que mi confusa
mente podía pensar era: ¿Por qué?
¿Por qué? ¿Por qué tuvo que hacer eso? Sabiendo que ella era mi
mejor amiga, ¿por qué? Sabiendo que a veces la aborrecía, ¿por qué ella?
88 Sabiendo cómo eran las cosas para mí y cómo se sentía ella sobre él y su
clase, ¿por qué? ¿Por qué tenía que hacer eso? Por qué iba a elegirla de
todas las personas?
Y Lauren... me había mentido. A propósito. No tenía dudas al
respecto cuando sus ojos brillantes se encontraron con los míos y vi la
satisfacción en ellos. ¿Por qué haría ella esto? ¿Qué estaba tratando de
probar?
Lauren no sabía que me gustaba Dane, por supuesto. Nadie lo hizo
excepto Ángel. Ella sabía que él era el más popular en la escuela, y eso era
todo lo que le importaba. Dane James no fue lo suficientemente bueno esa
mañana, pero claramente algo había cambiado. Lauren debió haber
decidido de repente que lo era. Sin duda tenía que tener lo que todos los
demás querían. Eso era parte del atractivo de ser rico e influyente,
¿verdad? ¿Tener lo que todos los demás deseaban?
Bueno, ahora ella lo hizo.
Lauren era una de las pocas que podía tener lo que quisiera, o a
quien quisiera. Ella y su familia eran intocables. La realeza que reinaba en
Shepherd's Mill. Hicieron las reglas que el resto de nosotros teníamos que
vivir. Incluso cuando ellos mismos no lo hacían.
La familia de Lauren era la autoridad en la sociedad de Shepherd's
Mill. Dinero viejo. El más viejo, de hecho. El resto de nosotros solo
teníamos que tratar de mantenernos al día, social y financieramente.
Pero incluso si todos decidieran que Dane James era repentinamente
aceptable, sabía que no importaría. Yo sabía que iba a ser la única que
seguiría teniendo prohibido ser asociada con él. Sabía que eso nunca
cambiaría. No importaba lo que Lauren hubiera hecho, no importaba lo
que sus padres consideraran aceptable, no importaba cuán sorprendente
Dane haya demostrado ser, mi madre nunca cambiaría de opinión por dos
razones. Uno, Alton lo prohibiría. Odiaba a las personas como Dane por
alguna razón. Y dos, ella solo quería que saliera con potenciales esposos.
Ella nunca aprobaría a Dane.
Me quedé inmóvil, estupefacta, mientras se dirigían hacia donde
Chad y yo estábamos parados en la pista de baile. Solo empeoró las cosas
cuando finalmente noté lo increíble que lucía Lauren. Cualquiera que sea
el tipo de podredumbre que albergaba en su alma, nadie podía negar que
era hermosa. De aspecto exótico con su cabello negro y ojos de espuma de
mar, su vestido era rojo sangre y ajustado, y lucía magnífica en él. Y justo
en ese momento, quise morir. Con mi cabello rubio liso y mis ojos verde
89 hierba. Con mi vestido no único. Solo quería evaporarme. Dejar de existir.
Se veían increíbles juntos. Todas las chicas allí podían ver por qué
Lauren elegiría a Dane. Y, como ella, todos los hombres podían entender
por qué Dane la eligió.
Pero no pude. No pude entenderlo. No tenía idea de por qué diría que
sí.
Cuando se detuvieron frente a nosotros, logré hacer una observación
casual que esperaba que no sonara demasiado petulante.
—Pensé que estabas enferma.
Evité mirar a Dane. No quería ver qué había en esos ojos color otoño.
No quería ver su deseo por Lauren. No quería ver su ambigüedad por mí.
Porque seguramente eso es lo que vería. Y no podría soportarlo.
—Se suponía que era una sorpresa. Duh —respondió ella con
arrogancia. Ella volteó la cara hacia Dane y le dedicó su mayor sonrisa —.
Sabíamos que todo el mundo se volvería loco al vernos entrar de forma
impresionante al mismo tiempo.
Traté de ignorar la forma en que ella estaba frotando sus pechos
contra su costado. Y la forma en que él tenía su brazo sobre la espalda de
ella. Traté de ignorar la forma en que mi estómago también se revolvió
inquieto. Lo último que necesitaba era vomitar en público.
—Te ves hermosa, Brinkley.
Dane.
Al llamarme, me estaba obligando a reconocerlo, lo que realmente no
quería hacer. Realmente podía sentirlo mirándome, como sostener una
llama demasiado cerca de mi piel.
Calentándola.
Quemándola.
Marcándola.
Dirigí mis fríos ojos hacia sus cálidos ojos otoñales y le di una
sonrisa breve y forzada.
—Gracias —. Eché un vistazo rápidamente a Lauren, quien era
definitivamente mi mejor opción para interactuar en este momento. Si no
me alejaba de ellos, temía terminar llorando. O perdiendo mi cena.
De alguna manera, era más fácil aceptar que nunca podría estar con
90 Dane cuando mis compañeras tampoco. De alguna manera, era más fácil
aceptar que estaba besando a otras chicas cuando no estaba con ellas y
tenía que escuchar los detalles. De alguna manera, era más fácil de
aceptar... antes de esta noche. Pero esto... esto era una tortura. Esto era
muy cerca de casa. Esto parecía como si me estuviera engañando, y en mi
corazón, lo estaba. Sabía que eso me haría daño. Pero lo hizo de todos
modos.
Y eso dolió aún más.
Puse una sonrisa, sacudiendo mi disgusto tanto como pude hasta
que pudiera solucionarlo en privado, y envolví mi brazo alrededor de la
cintura de Chad, inclinándome para dar efecto.
—Bueno, Chad y yo nos vamos. Ya tenemos nuestras fotos listas, así
que... ¡Nos vemos!
—¿Tan pronto? ¿A donde van? —Dane preguntó intencionadamente.
Me encantó el filo de su voz. Fue un alivio para mi destrozado
interior, de esa forma en que la venganza a veces se siente. Yo quería que
él se molestara. Quería que él estuviera tan enojado como yo.
—Mission Pointe —Chad habló para proporcionar la respuesta antes
de que yo pudiera. No tenía intención de dejar que me llevara allí, pero una
vez que vi la cara de Dane, decidí dejarlo fluir. Solo sonreí y mantuve la
boca cerrada.
¡Toma eso, gilipollas!
—¿Eso es cierto? —La sonrisa de Dane, sin embargo, se había vuelto
tensa y falsa. ¿Quién no era feliz ahora?
Chad asintió y levantó la mano en busca de cinco. Apreté los dientes
y deslicé mi mirada hacia Dane, casi desafiándolo a que lo golpeara.
Descubrí que esos ojos perceptivos estaban entrecerrados en mí. Pasando
de mí, o tal vez atravesándome, mientras lentamente levantaba su mano y
la golpeaba contra la de Chad.
—Supongo que nos veremos más tarde —respondió Dane, sin
siquiera mirar a Chad.
—O no —Chad se rió como si hubiera dicho algo gracioso. No lo hizo.
Eso o simplemente no estaba de humor.
¿Dane y Lauren en Mission Pointe? ¿Haciéndolo como dos hermosos
91 conejos? Ni siquiera podía tolerar la idea de eso.
No hice ningún comentario. No podía hablar más allá de mi
estómago, que estaba alojado en mi garganta. Solo tragué saliva
repetidamente, tratando de obligarlo a regresar a donde pertenecía.
Cuando finalmente confié en mí misma para decir algo, solo miré a
Lauren, le dije que la vería más tarde y tomé la mano de Chad para
arrastrarlo hacia las puertas. Necesitaba salir de allí. Rápido.
Chad tiró de mi mano —. Despacio nena. No es un viaje tan largo.
Tenía la impresión errónea de que tenía prisa por llegar a Mission
Pointe. No podría haber estado más equivocado.
Lo ignoré No dije una palabra más hasta que estuvimos en el camino
por unos minutos. Solo cuando estábamos llegando en el giro que nos
llevaría a mi casa, hablé.
—Déjame aquí, Chad.
Giró una mirada confusa en mi dirección —¿Por qué?
—Tengo calambres. Voy a tener que posponerlo.
Me di cuenta por el chasquido de su mandíbula que no me había
creído. Y no estaba feliz.
—Me estás jodiendo.
—Nunca te joderia.
Hizo un ruido chirriante.
—No eres más que una provocadora, ¿lo sabes, Sommers? Taylor
tenía razón.
Ignore eso también. No quería hablar de Taylor. No quería pensar en
Taylor. No quería pensar en ningún chico. No eran más que problemas.
Problemas, mentiras y angustias.
Chad murmuró algo por lo bajo, pero giró cuando yo se lo pedí.
Apenas había estacionado el auto antes de que yo saliera por la puerta y
me dirigiera hacia el porche delantero.
—Al menos podrías darme un beso de buenas noches, Brinkley. No
olvides que me invitaste a este baile.
Hice una pausa, una pequeña punzada de culpa se abrió paso en la
92 neblina roja de mi ira y decepción. No estaba considerando besarlo hasta
que vi la cortina de la sala moverse. Mamá. Ella estaba mirando. Y si
dejaba que Chad se fuera enojado, nunca escucharía el final de ello.
Entonces, con los dientes apretados, giré sobre mis talones y volví a
Chad, y dejé que me diera un beso de buenas noches húmedo y cargado de
lengua. Sin embargo, uno era más que suficiente para demostrar mi
punto, así que lo empujé lejos, me encorvé e hice una mueca como si
sintiera dolor, todo en beneficio de mi madre que miraba y espiabá.
Cuando entré, ni siquiera intentó fingir que no nos había estado
observando. Ella sonreía alegremente, con un poco de suerte.
—¿Come te fue?
—Realmente genial —respondí con una sonrisa apagada.
—¿Qué pasa? Algo esta mal. ¿Que pasó? ¿Qué hiciste?
Por supuesto, como siempre, sería algo que yo hice. Mi madre no
creía que hubiera algo que no pudiera soportar para el hombre correcto
que tenía el futuro correcto y la cuenta bancaria correcta.
Me tragué mi suspiro irritado.
—Calambres —dije, cruzando el brazo sobre mi abdomen.
Su expresión se suavizó de inmediato.
—Oh, mi pobre bebé. Arruinó tu noche. Sube y cámbiate. Traeré la
almohadilla térmica y colgaré tu vestido.
Asentí y caminé lentamente hacia las escaleras. Sabía que Alton
estaba sentado en el sofá. Podía sentir sus ojos sobre mí. Quería girarme y
gritarle que dejara de mirarme. Odiaba su aspecto. A veces era desprecio,
a veces sospecha, pero a veces eran cosas que ningún hombre debería
estar pensando en su hijastra.
Le había mencionado a mi madre lo que sucedió esa noche en mi
habitación, la noche en que Alton me asustó con su parloteo y sus toques
inapropiados. Aunque palideció notablemente, lo defendió, diciendo que
solo me estaba cuidando, que había malinterpretado lo que sucedió. Sin
embargo, sabía que no. Un hombre adulto nunca debe tocar a una joven
como lo había hecho por cualquier motivo.
Jamás.
Así que me alejé de él. No le di ninguna razón para venir a mi
habitación, o incluso para hablarme de otra cosa que no sea el mundano,
educado, tipo de vida cotidiana.
93
Mantuve mi mirada fija hacia adelante y subí los escalones, cerrando
la puerta de mi habitación una vez que estuve arriba. Empecé a hacer eso
después de la noche en que encontré a Alton en mi habitación. Nunca más
me sentí demasiada cómoda por la noche. Dudaba que alguna vez lo
hiciera. No, a menos que haya una puerta cerrada entre mí y cualesquiera
que fueran sus pensamientos enfermos detrás de esos fríos ojos azules.
Me arranqué el vestido y me puse unos pantalones de chándal y una
camiseta sin mangas, haciendo mi mejor esfuerzo para sacar de mi cabeza
los pensamientos sobre Dane y Lauren. Nada funcionó, por supuesto.
Verlos juntos fue todo lo que pude pensar. Era bastante difícil verlo
caminar por los pasillos de la escuela todos los días rodeado de un grupo
de chicas, pero verlo con una, solo una, tocarla, sonreírle, y tener una cara
para enfrentar las pesadillas que tuve. de él besando a alguien más...
Bueno, hizo que el hecho de que nunca podría tenerlo, que nunca
podríamos estar juntos más real. Y preferiría haber fingido que un día...
un día... podríamos.
Sabía que eso era una tontería. Probablemente nada más que
producto de un enamoramiento no resuelto. Quiero decir, tenía que ser,
¿verdad? No podría tener sentimientos reales por Dane James. Solo nos
besamos una vez. Bueno, técnicamente, fue una noche llena de besos,
pero aún así. Se necesitaba más que eso para enamorarse de alguien, ¿no?
No sabía mucho sobre el amor. Obviamente. Pero la opresión en mi
estómago, el dolor en mi pecho y el dolor en mi alma me dijeron que estaba
mucho más que enamorada de Dane James, ya sea que mi cerebro lo
creyera o no.
Fui a mi pequeño asiento junto a la ventana y subí mis piernas
debajo de mí, dividiéndome entre sentir que odiaba a Dane por traer a
Lauren, como si de alguna manera lo hubiera hecho a propósito, y
deseando sin razón alguna que viniera a mi ventana y me dijera que no era
nada, que solo tenía ojos para mí. Ni siquiera podía soportar la idea de que
él llevara a Lauren a casa, de que la besara en los escalones del porche
delantero o, peor aún, tomara un desvío a Mission Pointe.
Estaba sumida con el alma en esos pensamientos cuando escuché
un suave golpe. Por una fracción de segundo, mi corazón tartamudeó,
pensando que podría ser Dane. Pero rápidamente me di cuenta de que el
golpe era un golpe real en mi puerta real. Me levanté para responderlo. Era
mi madre, que me traía dos ibuprofeno y la almohadilla térmica.

94 —¿Por qué mantienes la puerta cerrada? —Ella actuó como si dijera


que tuvo que esperar a que la abriera.
Le di una mirada tristemente exasperada. —Sabes por qué, mamá.
Simplemente no me crees.
Ella ahuecó mi cara. —Alton es un buen hombre, Brinkley. Será mi
último deseo que termines con un hombre tan bueno como él, uno que
cuidará de ti y de tus bebés. Sé que no lo entiendes ahora, pero estoy
tratando de hacer lo mejor para ti. Siempre.
Asentí. No había como discutir con ella. No había discusión con
nadie en esta ciudad. Todos parecían creer lo mismo sobre el dinero, el
valor y la felicidad.
Se apresuró a entrar, colgó mi vestido y luego regresó a la puerta
donde todavía estaba esperando cerrarla una vez que se fuera.
—Buenas noches, mamá —Formulé una sonrisa solo para ella. Ella
era mamá y, de todos modos, era todo lo que tenía.
Se inclinó para besar mi mejilla, me dio unas palmaditas y luego me
dejó en paz. No sabía si alguna vez entendería cómo pensaba la gente de
Shepherd's Mill. O si algún día me lavarían el cerebro para que creyera las
mismas cosas. La edad le hacía cosas divertidas a la gente. Al igual que ser
pobre. Me daba miedo pensar en qué, o en quién podría convertirme si no
salía de aquí pronto.
Cerré la puerta detrás de mi madre y volví a mi lugar en la ventana.
Apoyé la frente contra el cristal frío y contemplé la noche solitaria,
deseando que Dane James viniera a rescatarme.

95
Capítulo 12
Ya había abandonado el asiento de la ventana a favor de acostarme
en la cama, mirando la gran luna llena mientras una canción sobre la
soledad llenaba mi habitación con reflexiones en la parte más profunda de
mi corazón.
Estaba sola en un pueblo de extraños dementes y la única persona
con la que me identificaba me había abandonado. O al menos así es como
se sintió. Había desertado al otro lado, todo porque finalmente podían ver
que era algo especial. Pero lo supe desde la primera vez que lo conocí,
mucho antes de que alguien más le diera la hora del día. Lo sabía y no
podía hacer nada al respecto.
Sentía que sabía muchas cosas que nadie más sabía: cosas sobre mi
96 padrastro, cosas sobre mi madre, cosas sobre Shepherd's Mill y sus
patrocinadores. Algunos días, sentía que era la única que tenía los pies en
la tierra. Pero eso a su vez me hizo sentir que era la única que realmente
no sabía lo que estaba pasando. Como si me faltara algo. No podía
entenderlo. ¿Cómo podría una población entera de personas estar tan
cegadas a la verdad, a la realidad, que creían que el dinero y el poder era
lo que hacía a las personas dignas o indignas?
Tal vez yo era la ciega. Tal vez así era como funcionaba el mundo.
Tal vez estaba en la minoría por una razón. Tal vez yo era la ingenua.
El agudo tic de una roca contra el vidrio me sobresaltó. Un solo
respiro más tarde y mi corazón se aceleró como un tren fuera de control
mientras mi estómago se llenaba de mariposas.
Dane.
Había venido por mí.
Tal vez él era mi héroe después de todo.
Corrí rápidamente hacia la ventana, rezando porque ese sonido no
hubiera sido producto de mi imaginación. O el producto de demasiadas
ilusiones. Pero cuando bajé la cortina, pude ver la brillante luz plateada de
la luna que se derramaba sobre su cabeza oscura y sus anchos hombros.
Era como un torrente de mercurio en una cascada sobre granito de
medianoche que había sido tallado en forma de hombre.
Sin embargo, mi corazón se hundió cuando vi la cara de Dane. Era
severa, su sonrisa habitual de travesura se encontraba peculiarmente
ausente.
Levanté la ventana.
—¿Qué estás haciendo en mi patio en medio de la noche, Dane
James?
Mi voz tenía un tono decididamente castigador. Solo me faltaba
haber estado chasqueando la lengua y señalando con el dedo, como una
colegiala enojada o una abuela decepcionada. Lo odiaba, pero parecía que
no podía evitarlo. Estaba enojada. Estaba decepcionada.
—Estoy aquí por ti —dijo simplemente, sin sonreír.
—No puedo ir a ninguna parte —le dije. Eso no era del todo falso.
Realmente no debería escabullirme con él. Alton me advirtió lo que
sucedería. Pero si fuera sincera, si no hubiera sido por la llegada de Dane
con Lauren esta noche, me habría arriesgado en un instante. Hubiera sido
97 estúpida y desconsiderada, pero probablemente lo habría hecho solo para
estar unos minutos más con él. Me asustó un poco pensar en todo lo que
estaría dispuesta a hacer por estar más tiempo con Dane James.
—¿Puedes bajar las escaleras solo un minuto? ¿O quieres que suba?
¿Él? ¿Venir aquí? Ni siquiera lo había considerado, pero la idea de
ello me dió un escalofrío. ¿En qué más había pensado? ¿Qué se había
imaginado que pasaría en mi habitación?
No pude evitar preguntarme si Dane podría llegar hasta aquí. Era
casi treinta centímetros más alto, y con sus fuertes brazos y piernas
largas, tal vez podría. Tal vez podría usar la barandilla para subir del
porche al porche del siguiente nivel.
Me entretuve con el pensamiento de él en mi habitación, en mi
espacio. Donde dormía y me vestía, y donde guardaba mis más oscuros
secretos. Aquí es donde llegué a sacar mis deseos más profundos y
examinarlos. Aquí es donde los giré una y otra vez en mis manos como
piedras oscuras y brillantes. Sería tan íntimo tenerlo aquí, lo
suficientemente cerca como para tocarlo. Compartiendo el mismo aire que
respiraba cuando soñaba con él. Pero si Alton se enteraba...
No. Ni siquiera podía empezar a pensar en esa dirección. Me puso
toda caliente y enloquecida, pero también más que un poco asustada. Si
alguna vez lo descubrieran en mi habitación... Habría un infierno que
pagar. Puro infierno. Además, todavía estaba enojada con él por aparecer
con Lauren.
—No, bajaré —dije apresuradamente —Espérame —Cerré la ventana
antes de cambiar de opinión.
Me detuve brevemente frente al espejo para inspeccionar mi
apariencia antes de bajar las escaleras. Con poca luz, mis ojos verdes
parecían negros y demasiado grandes para mi cara, y mis labios parecían
picados de abeja, sin duda dónde los había estado mordisqueando con mis
dientes desde que llegué a mi habitación y tuve mucho tiempo para pensar
en Dane con Lauren. Sin embargo, mi cabello estaba bien. Los rizos
apilados sobre mi cabeza brillaban como una maraña de anillos de oro
sueltos. Mi apariencia tendría que servir, en cualquier caso. Mi principal
preocupación en ese momento era conseguir llegar abajo, descubrir lo que
Dane quería, y luego regresar arriba a mi habitación, sin ser detectada.
Cuidadosamente giré la cerradura de la perilla de mi puerta y la
abrí, agradecida de que las bisagras no crujieran. Me detuve a escuchar,
mis oídos sintonizados con cualquier y todas las señales de vida en la
planta baja. Me aseguré de que estuviera mortalmente tranquilo antes de
98 dirigirme hacia allí.
Me escabullí de mi habitación, cerré la puerta detrás de mí y bajé
silenciosamente los escalones. Incluso respiré a través de mis labios
ligeramente separados para hacer menos ruido.
Una vez en la cocina, sali y abrí la puerta. Para mi sorpresa, Dane
estaba allí, esperándome. Miré hacia atrás para asegurarme de que mi
padrastro no se había despertado y bajé por el largo pasillo que separaba
la cocina de la suite principal. Sin embargo, no vi a nadie. Ni escuché
nada.
Empujé la pantalla, salí a la noche y me acerqué a Dane James.
—¿Qué quieres, Dane?
—¿Fuiste? —preguntó sin preámbulos.
—¿Fui a dónde?
—¿A Misión Pointe?
Eché la cabeza hacia atrás un poco —¿Por qué es asunto tuyo?
Me agarró la parte superior de los brazos con sus grandes manos,
los dedos se reunieron a su alrededor y eran tan largos.
—Maldición, Brinkley, sabes a lo que me refiero. ¿Fuiste?
—¡No! —Siseé —¡Dios!
Dane se relajó. Lo sentí en la disminución de su agarre y en el
aliento que exhaló mientras me acariciaba las mejillas. Se inclinó y
presionó su frente contra la mía —Jesús. Gracias a Dios —. Se quedó así
por unos segundos antes de alzar los ojos para mirarme —Apenas pude
ser amable con Lauren después de que te fuiste.
—¿Ser amable? Entonces, ¿por qué demonios la llevaste?
Estaba enojada de nuevo, la amargura inundaba mis entrañas como
un diluvio de aguas residuales llenando un desagüe vacío.
Hubo una pausa antes de que respondiera. Buscó en mis ojos... algo
mientras los pulgares formaban pequeños círculos en mi piel.
—Por ti. Lo hice por ti.
—¿Cómo fue eso por mí? —Se estaba convirtiendo en una tarea
difícil mantener la voz baja.
—Pensé que si podía cambiar las cosas lo suficiente por aquí, tal
99 vez... tal vez las cosas serían diferentes para nosotros.
—¿Cambiar las cosas? ¿Qué cosas?
—Yo. Si pudiera cambiarme. Solo lo suficiente para hacerme
aceptable para ellos. Entonces pensé que tal vez...
Mi corazón se hinchó justo dentro de mi pecho, como una esponja
que absorbe agua. Él hizo esto por mí. Por nosotros. Pensaba en ambos
como un "nosotros". Y llevó a Lauren para que realmente pudiéramos ser
un "nosotros". De verdad. En publico. Donde los ojos que importaban
pudieran vernos.
Pero Dane no sabía lo que yo sabía. Sabía que nunca podría haber
un "nosotros".
Aparté mis ojos de los suyos, la vergüenza me inundó. Era una pena
que no fuera lo suficientemente fuerte como para romper el sistema. Era
una pena que permitiera que personas de mente estrecha nos mantengan
separados. Era una pena que no hubiera encontrado una manera de
luchar contra Alton y mi madre.
Encontré mis dedos con los suyos donde colgaban a su lado. Sabía
que había un momento en que podíamos estar juntos. La noche. Cuando
el mundo se encogía al tamaño de dos personas solitarias en la oscuridad.
Cuando el pueblo era tan grande como un "nosotros".
—Llévame a la roca, Dane —Mi susurro contenía una tristeza
infinita mientras presionaba sus dedos, apretándolos fuertemente.
No habló hasta que su pausa se prolongó tanto que levanté la vista.
No quería diseccionar lo que vi en sus ojos. Dolía demasiado pensar en
ello. Así que solo lo miré, lo miré hasta que él asintió y me acercó a él,
brazo con brazo, piel con piel.
Sin decir palabra, salimos a través del patio moteado de luz de luna.
Creo que caminamos en silencio, no porque ninguno de los dos tuviera
algo que decir, sino porque lo que dijéramos no cambiaría nada.
Me aferré a su mano como si pudiera desaparecer si lo dejaba ir.
Me aferré a él como si supiera que solo teníamos la noche.
Porque lo hacíamos.
Pero al menos teníamos eso. Él volvería a mí, volvería por mí. En
este momento, eso tenía que ser suficiente. Ambos sabíamos que, a pesar
del progreso que había logrado al presentarse en el baile con Lauren, las
100 probabilidades estaban en nuestra contra. Al final, todo lo que teníamos
era el ahora.
El hermoso ahora.
Capítulo 13
Algo había cambiado después de la noche del baile.
Algo era diferente.
Dane y yo pasamos las horas que pudimos esa noche en la roca,
besándonos y aferrándonos, deseando poder ser otras dos personas en
otra ciudad. Pero ya lo habíamos hecho antes. Eso no fue lo que era
diferente.
Deseé que lo diferente fuera que las cosas hubieran cambiado, pero
no lo hicieron. A la mañana siguiente, después de nuestra noche en la
roca, mi madre había seguido hablando sobre cómo necesitaba perseguir
las cosas con Chad, pero si no podía hacerlo funcionar, sabía de algunos
otros chicos que serían compañeros aceptables para mi. Chicos que
101 podrían asegurarme un buen futuro.
Era como ser emparejada con el mejor semental del granero.
Un par de días después, Alton había hecho un comentario sobre
cómo Dane podía saber del trigo ahora, pero seguía siendo un pedazo de
mierda sin valor. No tenía idea de lo que pasó ese día, y no pregunté. Ni
siquiera me importó. Sabía en lo profundo de mis huesos que no
importaba cuán alto se elevara Dane, cuán estrella brillante se convirtiera,
nunca se le permitiría estar en mi cielo. No hasta que yo estuviera fuera de
su poder.
Pero algo seguía siendo diferente. Algo había cambiado entre Dane y
yo. Antes, pasábamos nuestro tiempo en la roca y luego volvíamos a
nuestras vidas. Todavía nos queríamos, pero ninguno de nosotros hacia
nada al respecto. Pero esta vez fue diferente. Esta vez, había surgido una
sensación de desesperación y sabía que no sería suficiente pasar esa
noche con Dane James y luego pasar meses o incluso años sin pasar
tiempo con él nuevamente. Sabía que haría lo que pudiera, lo que tuviera
que hacer, para verlo de nuevo. Pronto. Necesitaba más. Más tiempo, más
besos, más noches. Tantas como pudiera conseguir. Momentos robados en
la escuela, miradas ansiosas por el campo de fútbol, un parpadeo de la luz
de su habitación antes de que se apagara por la noche; todo alimentó mi
alma sedienta, pero nada de eso fue suficiente. No estaba segura de poder
tener suficiente.
Mantuve el sentimiento de inquietud, como si solo estuviera en
movimiento, esperando algo. Y ese algo era Dane James. Nada más se
podía comparar. Y nada más podría calmar mi deseo ni siquiera por unos
minutos con él.
—Entonces nos vemos. No lo olvides, Brinkley.
Era viernes, lo que significaba fútbol y fiestas y horarios sociales
repletos de actividades.
—¿Olvidar, que?
—La fiesta en la casa de Angel. Esta noche después del partido.
Puedes viajar con Chad —me recordó Lauren.
Eché un vistazo a través del patio de la escuela a la mesa donde
estaba sentado Chad. Como si supiera que estamos hablando de él, me
miró y me guiñó un ojo. Le di una pequeña sonrisa y aparté la vista.
Uno pensaría que me habría dejado después del baile, pero
evidentemente ese beso había sido suficiente para mantenerlo interesado.
102 Mi madre estaría encantada. Yo, sin embargo, no lo estaba.
—¿Voy con Chad?
—Dios, Brinkley, solo ríndete y duerme con el chico. Necesitas
reventar esa cereza y seguir adelante —. Ante eso, no dije nada.
—Lo que sea. ¿Pero por qué no podemos llegar juntas?
—Dane me llevará —. Podía escuchar la sonrisa, la satisfacción, la
jactancia en su voz mucho antes de mirarla a la cara.
—Oh —. Traté de enmascarar mi expresión.
—Chad no te va a desnudar en el momento en que entres en su
auto, por el amor de Dios. Contrólate, Brinkley.
Le dejé creer que mi renuencia estaba totalmente relacionada con
Chad y sus avances. Parte de ello lo era. No tenía ningún deseo de pasar
cualquier cantidad de tiempo fuera besándolo o tratando de esquivarlo,
pero eso era sólo una parte de ello. Una pequeña parte, de hecho. La parte
mucho más grande tenía todo que ver con Dane.
Mientras Lauren y Cassie hablaban sobre lo que usarían, dejé que
mi mente regresara a la noche en que Dane había venido a mi ventana,
cuando me dijo que estaba haciendo esto, ver a Lauren, por nosotros.
Reuní todo el consuelo que pude y traté de pensar en ver a Dane en la
fiesta. Eso era al menos un pequeño punto brillante en un posible fin de
semana de otro modo desagradable.
Ir al partido de fútbol ayudó un poco. Mientras caminaba por el
campo frente a las gradas, seguí mirando, buscando en las camisetas el
número correcto. Por el número de Dane. Y cuando lo encontré, vi que
estaba volteado hacia mí, mirándome descaradamente. No tenía que
preocuparse por ser atrapado. Por un lado, tenía puesto el casco. Para
cualquiera que mirara, probablemente parecía que estaba mirando hacia
las gradas. O mirando a Lauren que caminaba frente a mí. Pero sabía que
no lo estaba. Sabía que me estaba mirando. No solo asintió brevemente
cuando finalmente lo encontré, sino que pude sentir el calor de su mirada
en todo el campo. Encendió el fuego que siempre estaba listo y esperando
ser despertado cuando se trataba de Dane James.
Lauren nos encontró un lugar para sentarnos. Decidí rápidamente
que me gustaban los juegos de fútbol. Podía ver a Dane tanto como
quisiera y nadie notaria algo raro. Todos los ojos en el estadio estaban
enfocados en el campo, y todos estaban tan lejos que podría haber estado
103 mirando a cualquiera de ellos. Nadie sabía que solo tenía ojos para uno.
Varias veces, Dane miró en nuestra dirección. En una ocasión
Lauren saludó y él le devolvió el saludo. Traté de no dejar que me
molestara. Por supuesto, él la vería saludando; ella estaba sentada justo a
mi lado. Pero aún así, dolió por alguna razón. No quería que hubiera
ninguna duda de que estaba yo en su mente. Yo y solo yo.
Entonces supe que verlo en la fiesta probablemente sería tan
incómodo como necesario, pero sabía que iría. Era como tener tanta sed
que estás dispuesto a arriesgarte a beber agua contaminada. La noche
podría estar contaminada, pero necesitaba ver a Dane. Lo necesitaba. Y
tomaría un minuto aquí o allá, siempre que pudiera. Solo estar en la
misma habitación con él, mirarlo, incluso desde la distancia, evitaría que
me marchitara.
Poco más de una hora después, lamenté mi decisión de ir a la fiesta
de Angel. Lauren no solo estaba sobre todo Dane, mostrándolo como una
especie de trofeo, también Chad me tocaba constantemente, me pasaba el
brazo por los hombros, me pasaba la mano por la cintura y besaba la sien.
Me asustó, pero estuve un poco más dispuesta a tolerarlo cuando vi a
Dane mirando en nuestra dirección. Mucho. Y pude ver por la mirada en
sus ojos que no le gustaba lo que veía. Pero estaba de acuerdo con eso.
Tampoco me gustaba lo que estaba viendo con Lauren y él.
Cuanto más tiempo estábamos juntos pero separados, más nos
miramos. Sabía que él también se sentía así. Podía verlo en la forma en
que sus ojos me miraban con tanta frecuencia. Pude verlo en el anhelo que
ardía en ellos.
Al principio, estaba preocupada por ser atrapada, por si alguien
podría verme mirando a Dane, pero comencé a anhelar tanto sus miradas
que dejé de preguntarme o incluso preocuparme por quién lo veía. Y eso
era peligroso.
Incliné el vaso de plástico rojo que sostenía y no había nada en él.
Me volví hacia Chad y lo sostuve en alto.
—Esta vacío. ¿Quieres algo?
—Nada que encajaría en ese vaso —Su línea habría enorgullecido a
un viejo sucio.
Sonreí, o al menos creo que lo hice y salí corriendo. No tenía idea de
cómo responder a eso, así que simplemente... no lo hice. Tenía otras cosas
en mente. Otra cosa.
Me dirigí al barril, tratando de no girar y mirar a Dane. Fue cuando
104 estaba alcanzando el grifo que largos dedos bronceados lo interceptaron.
Miré hacia arriba y mi corazón tropezó sobre sí mismo.
Era Dane.
Parte de mí sabía que lo sería. No podía mantenerse alejado de mí
mejor de lo que yo podía mantenerme alejada de él.
Porque algo había cambiado definitivamente.
Me sentí aliviada, emocionada y satisfecha de que me hubiera
seguido hasta el barril. Que me había estado observando tan de cerca que
supo el momento en que dejé a Chad.
Una sonrisa lenta y tímida curvó mis labios. Me preguntaba cuánto
tiempo podríamos seguir así sin estallar. Sin explotar en un chorro de
calor y deseo, como un antiguo géiser carnal que libera lo que hierve y
burbujea debajo de la superficie.
—¿Qué estás haciendo?
—Sirviéndote una cerveza. —Guiñó un ojo mientras explicaba,
apuntando la boquilla a mi taza. Nos miramos mientras el líquido frío se
filtraba lentamente del grifo. Deseé que fuera vertido aún más lento, como
la lenta maleza. Quería quedarme aquí para siempre, viendo a Dane James
en un barril de cerveza y perderme en la calidez chispeante de sus ojos.
—¿Siempre te sonrojas cuando alguien te sirve una cerveza?
Bajé mi barbilla, con las mejillas ardiendo aún más. No había sido
consciente de mi sonrojo. No había sido consciente de nada, excepto este
chico y todo lo que me hacía sentir. Todo lo que me hacía desear.
—No. No siempre.
—¿No? ¿Entonces solo conmigo?
Mi estómago se contrajo y sentí que mis ojos se abrían con
incredulidad.
Dane James estaba coqueteando conmigo. En una fiesta. Con
mucha gente alrededor. Mientras estaba en una cita. Y yo también.
Sabía que nadie más podía escucharlo; No estaba hablando lo
suficientemente alto. Pero aún así… fue inesperado, aterrador y
emocionante. Muy, muy emocionante.
Me aclaré la garganta, mirando de izquierda a derecha antes de
volver a su mirada.
—Tal vez.
105 —¿Tu “tal vez” siempre significa sí?
En lugar de responder de inmediato, me acerqué y puse mi mano
sobre la suya. Me encantó cómo se quedó tan quieto y cómo sus ojos se
iluminaron como si quisiera arrastrarme en algún lugar y terminar este
pequeño y tentador baile en el que nos habíamos involucrado.
Sonreí cuando sentí que el líquido frío se derramaba sobre mi mano.
Por eso me acerqué. Para detener su vertido. Ni siquiera se había dado
cuenta de que mi vaso estaba casi lleno, un hecho que me hizo feliz de una
manera extraña y estimulante. Era una prueba de que tenía el mismo
poder sobre él que él tenía sobre mí. Y fue aumentando con cada segundo
que pasaba.
—¡Oh, mierda! Lo siento.
Me sentí curiosamente mareada.
—No te disculpes. Obviamente tenías... otras cosas en mente.
Le sostuve la mirada mientras chupaba espuma del borde del vaso
rojo. Dos podían jugar este juego.
Bajé el vaso y me lamí el labio superior. Los ojos de Dane miraron mi
boca todo el tiempo. Nunca me había sentido más sexy. Más hermosa. Más
deseada. Y solo por ser yo, Brinkley Sommers. Él era la única persona que
no podía preocuparse menos por mis padres o mi riqueza o mi estatus
social.
Demasiado pronto, escuché mi nombre. Me pinchó los oídos como
una sirena no deseada que señala algo fatal.
Era Chad, hablando desde algún lugar detrás de mí. Me estaba
buscando y no quería que me encontrara aquí. Eso podría causar muchos
problemas. Problemas que no necesitábamos.
Quería desesperadamente alcanzar y tocar a Dane, rogarle que se
fuera conmigo, pero no lo hice. Simplemente tragué un suspiro y otro trago
de espuma y dije: —Gracias por la cerveza.
Me di la vuelta para alejarme. Tuve que obligarme a no mirar atrás.
Si tan solo hubiera podido sacarlo de mi mente tan fácilmente como
lo saqué de mi vista. Sin embargo, no tuve tanta suerte. En todo caso, mi
pequeño encuentro con Dane James en el barril parecía haber creado una
especie de atadura invisible entre nosotros. Dondequiera que se movía por
la habitación, mis ojos parecían ir directamente a él. Estaba muy
consciente de su risa por encima del resto del ruido y la cálida sensación
106 que me hizo sospechar que sus ojos estaban sobre mí. Era como si pudiera
sentirlo a la distancia. Desafortunadamente, eso hizo aún más difícil
soportar a Chad y sus quince manos.
Después de una hora de mover y quitar, esquivar y evadir su PDA3
excesivo, necesitaba un respiro. Cuando Lauren se acercó, arrastrando a
un Dane James notablemente aburrido, y ofreció un descanso, uno que
incluía el objeto de mi obsesión, me apresuré a saltar sobre ello.
—¿Quién está dispuesto a asaltar la bañera de hidromasaje?
Estamos yendo.
—Estoy dentro —. Estuve de acuerdo antes de considerar realmente
lo que estaba aceptando. Vi a Dane. Vi una oportunidad Y eso fue todo lo
que me importó.
—Demonios si —. Chad siguió su respuesta con un grito de deleite.
—Genial. Ustedes pueden usar... lo que quieran. Vamos a
cambiarnos —. Dirigiéndose a mi, Lauren dijo: —Angel tiene un montón de
trajes de baño —Ella pasó su brazo por el mío y fuimos por las escaleras.

3 Public display affection. En español “Demostración pública de afecto”.


Lauren tenía razón. Angel tenía al menos una docena de trajes de
baño. Elegí una bonita pieza única con tiro alto y un atrevido escote.
Lauren eligió un bikini que se parecía más a retazos rosados de tela
brillante que una prenda de vestir hecha a propósito.
Cogimos toallas del baño y salimos a la bañera de hidromasaje. Las
luces estaban encendidas, dando a los tres ocupantes un brillo misterioso.
Sin embargo, realmente solo noté uno. Mis ojos se dirigieron directamente
a Dane James, que estaba sentado en el rincón más alejado con los brazos
extendidos a lo largo del borde, luciendo como un dios iluminado de la
noche. Sus ojos también estaban sobre mí y me dejaron sin aliento.
A propósito, aparté la vista de él cuando dejé caer la toalla sobre una
silla y caminé hacia el spa. Lauren entró y se acurrucó a su lado, así que
me interpuse entre él y Chad. Naturalmente, Chad se acercó a mí. Sin
embargo, lo soporté porque estaba sentada al lado de Dane en una piscina
de agua tibia, y casi podía sentir la energía de su atención, como si se
mezclara con las burbujas y acariciara cada centímetro de mi piel.
Chad, Lauren y Michael, el otro chico en el jacuzzi, hablaron y se
rieron. Dane y yo nos sentamos en silencio, escuchando, tratando de no
mirarnos demasiado. Debajo de las aguas turbulentas, podía sentirlo a mi
107 lado, atrayéndome como la gravedad. Quería más que nada acercarme a él,
pero no sabía cómo.
Como si hubiera leído mi mente, Dane se inclinó una vez para tomar
su vaso de cerveza, que estaba apoyado al borde del spa. Cuando se relajó,
estaba un poco más cerca de mí. Su brazo a lo largo de la parte posterior
de la bañera acercó su mano a unos centímetros de mi hombro, y su
presencia parecía... más grande. Rápidamente, lo miré a la cara. El me
estaba observando.
Ávidamente.
Justo como lo estaba mirando.
Su movimiento solo me hizo necesitar su cercanía aún más, y el
alcohol me había hecho un poco valiente. Sin pensarlo dos veces, me
incliné para agarrar el vaso de Chad.
Tomé un sorbo y miré por encima del hombro a Chad. Sonreí.
—No te importa, ¿verdad?
—¡Dios no! Bebe tanto como quieras.
Sabía que esa sería su respuesta. Me quería borracha. ¿Pero yo?
Solo quería acercarme a Dane.
Mi pulso se disparó un poco cuando regresé a un lugar un poco más
a la izquierda de donde había estado. A la izquierda donde estaba Dane,
era todo lo que quería. Tenerlo tan cerca era tentador más allá de lo que
podía resistir. Tenía que acercarme aún más. Tenía que tocarlo. Incluso si
era solo un roce, tenía que hacerlo. Se sentía tan necesario como respirar.
Lentamente, minuciosamente lento, me acerqué un poco más a
Dane. Entonces vi que los músculos de su hombro se movían cuando él se
acercaba a mí. Centímetros que parecían millas.
Respiré más rápido, me reí con más fuerza. Estaba mareada con el
peligro de lo que estábamos haciendo, y con el innegable efecto que Dane
James tenía sobre mí.
Chad y Lauren parecían seguirnos, como si gravitaran hacia
nosotros, y nosotros el uno al otro. Sin embargo, por una vez no me
importó. No me importaba mi lado derecho, solo el izquierdo. Todo mi ser
estaba enfocado en lo que estaba a un lado de mi corazón, y en cómo
gradualmente me acercaba lo suficiente como para tocarlo.
Tomé un sorbo de cerveza de Chad, fingí participar, y debajo de las
burbujas, finalmente sentí mi rodilla rozar la de Dane. Un rayo de
108 sensualidad se deslizó a través de mí y tragué un jadeo junto con el aire
fresco de la noche.
Presionó su pierna hacia mí; Cambié la mía contra la suya. La
porción de pelo sobre mi piel sedosa hizo eco en mi cuerpo como si me
estuviera tocando en todas partes a la vez. Puse mi mano hacia abajo,
debajo de la superficie, me apoyé contra el asiento y me acerqué un poco
más.
Segundos después, Dane también dejó caer su mano y sentí que se
deslizaba sobre la mía. Sus dedos encontraron los míos, primero su
meñique y luego el resto de ellos, y los acarició, jugueteó con ellos, los tocó
mientras ansiaba tocarlo. Y como ansiaba que me tocara en otra parte.
Mi estómago estaba lleno de deseo y casi gemí cuando Dane volteó
mi mano y comenzó a frotar mi palma con su pulgar. La presión era
asombrosamente deliciosa y tan inocente como podía ser una caricia.
Embriagada con el deseo de obtener más de él y envalentonada por
el alcohol que zumbaba en mi cabeza, me acerqué aún más, hasta que
sentí la mano de Dane a un lado de mi pierna. Nuestros dedos en
movimiento rozaron mi piel y la electricidad subió por el interior de mi
muslo. Nunca había deseado nada más de lo que quería que Dane James
se pusiera de pie, ignorara a todos los demás en toda la ciudad, me
recogiera y me llevara a la cama.
El impulso de hacer algo drástico fue casi más de lo que podía
soportar.
Dejo que mi mente divague a ese escenario. Imagino que me levanta
en sus fuertes brazos, me sostiene contra su pecho musculoso y luego me
baja sobre una cama suave como una pluma. Sintiendo sus largos dedos
despegar mi bañador mojado. Imagino sus labios fríos presionar
apasionadamente los míos. Sintiendo su peso asentarse entre mis piernas,
sus movimientos lánguidos creando fricción justo donde más lo anhelaba.
Pero luego, como si alguien me arrojara una jarra de cerveza fría en
la cara, siento el toque de otra mano. Posándose sobre mi muslo y
deslizándose hacia el interior, a un lugar que solo quería que Dane James
conociera.
Me pongo de pie tan repentinamente que el agua salpica los bordes
de la bañera y todos agarran sus bebidas.
—Lo siento. Aunque creo que he terminado. Hace tanto calor que me
hace girar la cabeza.
109
Me balanceo para dar efecto, y finjo que no puedo sentir los ojos de
Dane en mi rostro, mis senos, mi estómago ya que estaba parada a solo
centímetros de sus manos y su boca. Si tan solo las cosas fueran
diferentes. Ojalá no estuviera prohibido, o si estuviéramos solos. Me
sentaría en su regazo, le rodearía el cuello con los brazos y juro que nunca
lo soltaría.
Pero las cosas no eran diferentes. Y no estábamos solos. Entonces,
con una rápida mirada en su dirección, anuncié: —Me voy a vestir —.
Sobre mi hombro mire hacía Chad y dije: —Estoy lista para irme cuando
tú lo estés.
Con eso, salí de la bañera y me dirigí a la habitación de Angel. Con
piernas y dedos temblorosos, agarré mi ropa y me dirigí al baño más
cercano a la cocina para quitarme el traje mojado.
Una vez que me vestí, abrí el agua en el fregadero y dejé que la
corriente helada fluyera por mis dedos. Me eché unos puñados a la cara.
No estaba segura de si necesitaba enfriarme o ponerme sobria, pero
sospechaba que mi confusión interna, el calor en mi cabeza y el dolor en
mi vientre, no tenían nada que ver con el agua caliente y cerveza, y todo
que ver con un chico.
Lo supe hace años, y quedó demostrado ahora. Dane James era
peligroso para mí. Y no podía resistirme a él.
Tanto como quería quedarme en el baño en lugar de defenderme de
los avances de Chad camino a casa, sabía que no podía. De hecho, él
podría estar justo afuera de la puerta, esperando para emboscarme.
Con cautela, me acerqué a la puerta, girando lentamente la perilla y
abriéndola para mirar a través de la grieta. Cuando no vi ninguna señal de
Chad, salí.
Ahí fue cuando lo vi.
No Chad.
Dane.
Estaba apoyado contra la pared al lado de la puerta abierta de la
despensa, observando. Esperando.
Sentí mi cara enrojecer y mi estómago se calentó con puro placer.
Todo lo que había estado sintiendo en la bañera de hidromasaje regresó
con fuerza, y de repente me sentí abrumada por un deseo ferviente.

110 Nos miramos el uno al otro por unos segundos y luego... Ni siquiera
sé qué pasó, cómo sucedió. Antes de darme cuenta, mi espalda estaba
presionada contra el interior de la puerta de la despensa cerrada y Dane
estaba en todas partes.
Sus dedos se entrelazaban con mi cabello, su cuerpo estaba
apretado contra el mío, su boca se cernía a menos de una pulgada de
distancia. No podía verlo en la oscuridad, pero podía sentirlo. ¡Dios, cómo
podía sentirlo! Sentí cada pulgada caliente de aire que abanicó mis mejillas
mientras trataba de controlarse. Su lucha era casi tangible. Se estremeció
con eso, y yo también.
Era intoxicante.
—Brinkley.
Esa única palabra, ese único susurro, tan desesperado, tan
suplicante, fue como gasolina en un infierno ya descontrolado. Quería que
me besara. Lo necesitaba. El tenia que. Mi propia existencia parecía
depender de eso, como si pudiera desintegrarme si no presionaba sus
labios, su cuerpo, su alma contra la mía y me mantuviera unida.
Y luego, como la respuesta a una oración, Dane James se estrelló
contra mí, una ola hermosa y caótica de deseo y necesidad. Sus labios se
encontraron con los míos en una colisión que selló nuestro destino. Esto...
este fuego... esta llama de la que no podíamos alejarnos lo hizo oficial. Ya
no pudimos resistirnos. Lo que sea que había entre nosotros se había
convertido en aire o agua.
O fuego.
Lamiendo y ardiendo.
Consumiendo.
O tal vez era como una droga, esta cosa entre nosotros. Había visto
documentales sobre gente consumiendo crack por primera vez, cómo de
repente se convirtió en una obsesión: obtener más, más, y más. Por
primera vez en mi vida, supe cómo se sentía eso. Sabía cómo se sentía ser
adicto. Y sabía lo que se sentía al querer tanto algo que haría casi
cualquier cosa, arriesgaría casi cualquier cosa por tenerlo. Solo una
pequeña probada, un pequeño toque. Y por su beso, la forma en que me
abrazó, la forma en que me tocó, sabía que Dane también. A pesar de que
esto no iría a ninguna parte, no pudimos detenerlo.
No tenía idea de cómo ceder a eso que cambiaría las cosas. O tal vez
lo hice. Tal vez simplemente no me importaba.

111 Levanté mis brazos y los envolví alrededor de su espalda ancha y


fuerte, manteniéndolo cerca, cerca, más cerca. No podía acercarme lo
suficiente, no sin arrancarle la ropa y sumergirme en él.
Gemí cuando su lengua se deslizó a lo largo de la mía. Sentí el calor,
el sonido como si se deslizara sobre mis pezones, deslizándose entre mis
piernas.
Al igual que su solidez, sentí su beso en todas partes.
Un largo brazo me rodeó la cintura y me levantó, presionándome con
fuerza contra la puerta. El grueso muslo de Dane se metió entre los míos.
El toque, la presión, justo allí, era casi más de lo que podía soportar.
Movió su cuerpo a lo largo del mío en un ritmo que entendí en cierto
nivel instintivo, y lo percibí en la cresta de cada ola. Una y otra vez,
chocamos el uno contra el otro, frotándonos y deslizándonos, piel viva,
nervios en llamas. Mi cabeza estaba ligera por la necesidad de oxígeno,
pero no le pedí que se detuviera. Lo quería más de lo que quería respirar.
Cuando Dane finalmente levantó la cabeza, él también estaba
jadeando y gimiendo. Su voz era gutural cuando confesó: —He querido
hacer eso desde antes de que comenzara el juego.
Una parte racional de mi cerebro volvió a estar en línea, pero estaba
muy lejana y su voz era débil.
—P-podríamos ser atrapados.
Incluso yo pude escuchar la falta de preocupación en mis propias
palabras. Dane James era lo único que me importaba, y creía que yo
también era lo único que le importaba.
Ni siquiera se molestó en responder. No con palabras. Él solo inclinó
su cabeza hacia la mía y metió mi labio inferior en su boca, chupando
suavemente hasta que lo abrí de nuevo. Nada después de eso realmente
importó. Toda la vida se había reducido a unos pocos segundos robados en
la despensa de una amiga, tal como sucedía cuando nos reuníamos en la
roca. Éramos lo único que importaba cuando la luna estaba en lo alto y la
noche era joven. El tiempo era nuestro y solo nuestro, solo por un
momento. Pero esta vez, estos segundos, fueron diferentes. Nada sería
igual después de esto.
Nada.
—Ve directo a casa —susurró Dane mientras arrastraba sus labios
por mi mejilla hasta mi oído. —Necesito verte. Y tocarte. A solas.
112
Apenas podía pensar con la suficiente claridad como para hablar.
—Me estás viendo. Y tocándome. Y nosotros estamos solos —.
Incliné mi cabeza hacia un lado para darle acceso a mi cuello. Aceptó,
mordisqueando su camino hasta mi clavícula. Sus dientes y lengua
enviando lava vertiéndose en mi vientre.
—¿Me estás tomando el pelo? —Había risa en su tono cuando
murmuró contra mi piel.
—¿Y si lo estoy?
—Hay castigo por ese tipo de comportamiento —Centró sus labios en
mi pecho y besó su camino hasta la parte superior de mi camisa. Mi
espalda se arqueó como si fuera un arco y él controlara la cuerda que la
guío.
Nunca había deseado tanto en toda mi vida. Jamás. Pero... había
consecuencias, y si nos atrapaban...
Las palabras de Alton se burlaron de mí. Devolviéndome a mis
sentidos, empujé a Dane hacia atrás, perdiendo instantáneamente el
contacto íntimo cuando él lo hizo. Tomó mis manos entre las suyas y besó
los nudillos.
—Nuestra roca. Dame una hora.
—Una hora entonces —Me besó una vez más, como si estuviera
tratando de asegurarse de que no cambiara de opinión. No necesitaba
haberse preocupado —. Será mejor que te vayas mientras puedas —.
Retrocedió para que yo pudiera abrir la puerta. Me detuve antes de
escapar. No quería irme. Y sabía que Dane no quería que me fuera. Pero
allí, en la despensa de Angel Reynolds, con una fiesta en la planta baja,
ambos sabíamos que no había otra opción.
Como si sintiera mi vacilación, Dane agregó: —Te veré allí.
Asentí. Sabía que la próxima hora sería la más larga de mi vida.

113
Capítulo 14
Después de fingir la necesidad de vomitar y "logrando apenas llegar"
a la hierba Chad estuvo más que feliz de llevarme rápidamente y dejarme
en mi casa sin un beso de buenas noches o tocarme a tientas.
Sonriendo hasta la puerta principal. Entré sigilosamente en la casa,
pero antes de que pudiera subir las escaleras escuché la voz somnolienta
de mi madre.
—¿Era Chad?
Tragué un suspiro y rodé los ojos —Sí, mamá.
—¿Te divertiste?
Pensé en mi pierna presionada contra la de Dane cuando el agua
114 caliente brotó y burbujeó a nuestro alrededor. Pensé en sus besos y sus
caricias, y cómo se había sentido su cuerpo contra el mío y le respondí
honestamente.
—Sí, mamá. Mucho.
—Buena chica.
Esperé para saber si iba a preguntar algo más, pero no lo hizo. En
un segundo, el rugido del ronquido de Alton rompió la quietud, y el ruido
más ligero de mi madre cantó detrás de el.
Subí las escaleras, sintiéndome como una leona enjaulada. Cada
uno de mis pensamientos y todos mis nervios se concentraron como un
enfoque láser en un objetivo: llegar a Dane.
Caminé de un lado a otro por el piso de mi habitación, tratando de
darles a mamá y a Alton la oportunidad de volver a dormir profundamente.
Iba y venía, mis ojos seguían mi reflejo en el cristal de la ventana. Pero no
era a mí a quien estaba mirando; Estaba imaginando los campos más allá.
Parecían contener todo lo que me hacía feliz en la vida.
Dane James.
Recuerdos hechos con él.
Los sueños que giraban en torno a él.
Mi creciente amor por él.
Y nuestra roca. La balsa salvavidas en el mar turbulento de mi
mundo.
Me resistí todo el tiempo que pude, traté de esperar la hora
completa, pero todo en mí estaba tensándose. Tensándose y esforzándose
para llegar a Dane. Para ver su sonrisa, sentir sus brazos, escuchar su
voz.
Cuando no pude soportarlo más, regresé sobre mis pasos hacia
abajo. Pasé de puntillas por la cocina, abrí la puerta y salí a la noche. Sin
embargo, en el instante en que me alejé de la casa salí disparada. Todo lo
que podía pensar, todo lo que quería era a Dane.
Llegar a Dane.
Arriba, la luna estaba llena y redonda, una hermosa bola de cristal
en el cielo. Proyectando una suave y brillante luz sobre Dane, lo que me
permitió verlo mucho antes de llegar a él. Empapando su largo cabello en
plata y bañando sus anchos hombros con mercurio.
115 Estaba de pie sobre nuestra roca, alto y fuerte, como un faro en una
costa rocosa. Era el faro hacia el que corría, el que me guiaría a casa, me
daría puerto seguro. Llevándome al lugar al que pertenecía. Así era con él.
Yo le pertenecía.
Dane se inclinó mientras me acercaba y me ofreció la mano. Corrí
los últimos metros y la tomé. Con asombrosa facilidad, me levantó sobre la
amplia superficie de la roca y me atrajo directamente al círculo de sus
brazos, aplastándome contra él. Me sentí tanto eufórica como satisfecha,
como si hubiera esperado toda mi vida por este mismo momento.
Me aferré a él.
Los labios de Dane cosquillearon en el costado de mi cuello donde
estaba enterrado su rostro.
—¿Por qué parece que no te he visto en mil años?
Estaba sin aliento —No lo sé, pero siento lo mismo —Dane se echó
hacia atrás lo suficiente como para tomar mi cara en sus manos.
Durante largos e intensos segundos, todo lo que pude sentir fue el
calor de sus manos, el frío de la noche y lo que brillaba en su mirada.
Buscó en mis ojos algo que no supe que, pero me mantuvo cautiva
mientras se acercaba lentamente.
Más y más y más cerca.
Ninguno de los dos apartó la vista hasta que nuestras narices casi se
tocaron y él apoyó su frente contra la mía. Sentí tanto como lo escuché
exhalar.
Sabía lo que estaba sintiendo. Conocía ese tipo de alivio. Se sentía
como si siempre estuviera conteniendo la respiración, siempre esperando
el momento en que pudiera verlo nuevamente, que pudiera estar con él
nuevamente. Y así poder exhalar. Y entonces todo se sentiría bien. Y todo
estaría bien.
Al menos por un momento.
Conocía ese sentimiento. Para mí, tenía un nombre.
Dane James.
Era mi alivio.
Él era mi exhalación.
116 Él era mi roca.
Y ahora él estaba aquí. Estábamos juntos. Y teníamos la noche.
De repente, estaba frenética, impaciente, abrumada por la necesidad
de tenerlo. Todo de él, como si pudiera absorberlo o ser absorbida por él,
sintiéndome plena y completa.
—Dane —. Mi voz era un susurro, seguía respirando tan ansiosa de
tocarlo como yo. Mis manos, mi boca, mi piel, quería que cada parte de mí
estuviera en contacto con cada parte de él.
Me incliné. Él se inclinó.
Sus labios encontraron los míos. Mi alma encontró la suya.
Nuestras piernas estaban enredadas, nuestras lenguas en un giro
caliente. Éramos nada más que manos hambrientas, labios codiciosos y
gemidos frenéticos.
Nos tocamos y aferramos. Nos besamos y rasgamos. Los dedos
presionando, las palmas planas, la boca devorando. Ninguno de nosotros
podía acercarse lo suficientemente rápido. Esto era todo lo que importaba.
Éramos lo único que importaba. Dane James y yo y esta noche. No hubo
un ayer. No hubo un mañana. Teníamos el ahora, y ambos sabíamos que
eso podría ser todo lo que tendríamos.
Mi ropa fue retirada con dulce intensidad. Sentí la urgencia en los
dedos de Dane, sabía exactamente lo que estaba sintiendo cuando la
arrojó. Tenía prisa por volver a mí, por volver a mi piel y mi calor. Y tenía
prisa por sentirlo de nuevo.
Con una sola respiración profunda, el aire fresco de la noche enfrió
mi piel. Observé con los ojos abiertos y embelesados cómo Dane retrocedía
para desnudarse. Era la fuerza y la gracia y cada cosa varonil que había
imaginado, envuelto en belleza y cubierto de piel impecable.
Se me cortó el aliento y, antes de que pudiera inhalar de nuevo, su
pecho duro y caliente se presionó contra el mío. Podía sentir el latido
rápido de su corazón. Golpeó fuertemente sus costillas y resonó desde su
pecho hasta el mío. Nuestros cuerpos hablaron a un ritmo que solo
nosotros podíamos entender. El ritmo nos rodeó y nos movimos con el, nos
trasladamos a el.
Me dejó el tiempo suficiente para extender su ropa sobre nuestra
roca, y cada segundo sin él fue casi doloroso. Una urgencia, una necesidad
117 violenta y desesperada me recorrió, haciendo que mi sangre se incendiara.
Quemó toda razón, toda precaución, toda duda y dejó solo la necesidad de
Dane. Se sentía necesario para mi corazón, para mi cabeza, para mi propia
existencia, y nada en el mundo importaba excepto él. Estar cerca de él.
Tenerlo contra mí, a mi alrededor, dentro de mí.
Cuando regresó a mí, se detuvo solo el tiempo suficiente para pasar
su pulgar sobre mi labio inferior.
—Brinkley, no hay nada que quiera más en mi vida que estar
contigo, pero quiero que estés segura.
Había un temblor en su toque, pero no en su voz. Su cuerpo corría
hacia el placer, pero su corazón... su corazón corría solo hacia el mío.
—Te deseo. Te quiero más de lo que jamás he querido algo.
Ni siquiera me molesté en tratar de ocultar lo que estaba sintiendo.
Mi alma estaba tan desnuda ante él como mi piel.
Luego me encontré flotando. Estaba en brazos cálidos, contra un
torso cálido, flotando por el aire frío antes de ser presionada sobre la ropa
que olía al hombre de mis sueños.
Parecía que todo sucedía a la vez, pero cada momento único, cada
toque individual se dibujaba en mi memoria con la tinta indeleble del
deseo, de la obsesión, del amor.
El roce de su mano en mi mejilla. Satín.
El susurro de sus labios en mi pecho. Seda.
La marca de su lengua en mi muslo. Magia.
Labios, manos, besos y toques. El estaba en todas partes. Estaba
sumergida en Dane James, envuelta en su pasión, y él prendió fuego a mi
cuerpo. Pero más que eso, él me liberó. Él liberó mi corazón. Él liberó mi
mente. Él liberó mi amor. Se derramó de mis miembros febriles y calentó el
aire nocturno a nuestro alrededor.
Cada murmullo de los labios de Dane contra mi carne me emocionó.
Susurró y gimió y me prometió su corazón con cada segundo que pasaba.
Nunca había estado tan hipnotizada como en esos largos y perfectos
minutos.
El dolor dentro de mí aumentó. Se alzó, trepó y arañó hasta alcanzar
el calor, y me encontré desesperada. Desesperada por él.
118 Más de él.
Todo de él.
Instintivamente, enrolle mis piernas alrededor de las caderas de
Dane, necesitando algo para lo que no tenía nombre. Era más que solo él
físicamente llevándome; se parecía más a su posesión sobre mí.
Emocional, física, espiritualmente: quería ser suya en todos los sentidos, y
esto era lo único que podía darle para demostrar que lo era. Quería
compartir algo con él que nunca compartiría con otro, una pureza que solo
podía regalar una vez. Era lo único que podía acercarse a igualar la pureza
de lo que sentía por él.
Que amor.
Tanto amor.
Dane James me dio lo que quería, y tomó lo que quería que tuviera.
Y juntos, fuimos perfectos.
Jadeé en el momento en que entró en mí. No con dolor, sino con
pasión. Solo sentí un pequeño pellizco, seguido de brillantes estrellas y
cielos aterciopelados y colores brillantes detrás de mis ojos. Cada parte de
mí, desde mi alma hasta mis nervios, sintió el intenso placer de ser
marcado por él de esta manera.
Pero Dane se quedó quieto. Completamente quieto, excepto por los
besos que estaba rociando sobre mi cara mientras susurraba: —Lo siento.
Lo siento mucho. No quise lastimarte. Nunca te lastimaré de nuevo.
Jamás. Te lo juro, Brinkley. Nunca te lastimaré de nuevo. Lo siento
mucho.
Su voz se fue apagando y sentí una sonrisa optimista curvar mis
labios. Comencé a moverme debajo de él —. No me lastimaste. Quería que
me hicieras el amor. Y tu lo hiciste. Me amaste, Dane James.
Ante eso, levantó la cabeza y me miró a los ojos.
—Te he amado todos los días durante los últimos cinco años. Has
tenido mi corazón desde que te mudaste aquí. Esto es solo una formalidad.
—Pero qué formalidad tan maravillosa fue.
—¿Fue? —Un escalofrío me atravesó cuando su boca se torció en
una sonrisa arrogante —Oh, nena, aún no ha terminado.
No le pregunté a qué se refería. No tuve que hacerlo. El me mostró.
Dane James me mostró amor esa noche. Amor al corazón, amor al cuerpo,
amor a la mente. Él me amó de adentro hacia afuera, y yo lo amé de
119 regreso. Sabía que le pertenecía de una manera que nunca le pertenecería
a nadie mientras viviera.
Simplemente no sabía cuánto podría lastimarme al final.
Capítulo 15
2004
32 AÑ OS

Trabajo en desempacar las cosas de Celina y preparar su habitación


mientras duerme. No tengo idea de qué está haciendo mamá abajo aparte
de cocinar. Probablemente tomando chupitos de vodka. Ella nunca bebió,
pero yo diría que esto sería suficiente para convertir a cualquiera en un
alcohólico. Al menos por una noche. Seguro como el infierno que me
vendría bien un poco de ayuda alcohólica.
Por un segundo, en realidad considero entrar a escondidas en mi
habitación y asaltar mi maleta por la botella de tequila que traje conmigo.
Es casi tan viejo como Celina, pero lo traje porque... bueno, Shepherd's
Mill Nough dijo.
120 Pero, por desgracia, lo reconsidero. No vale la pena despertar a
Celina. Vuelvo a desempacar hasta que escucho la voz altiva de mi madre,
que nos invita a cenar.
—¡Yendo! —Respondo tan alegremente como puedo.
Me levanto y me dirijo por la escalera hacia mi vieja habitación. Abro
la puerta en silencio y susurro —Celina, ¿estás despierta?
—No, estoy dormida. ¿Por qué no estaría dormida? Es muy tranquilo
aquí. —Sus palabras gotean sarcasmo.
—Entonces, lo que estás diciendo es que soy ruidosa. ¿Correcto?
Celina inclina su cuerpo hacia mí y lanza un ojo burlón en mi
dirección. —Un equipo de demolición es más tranquilo que tú, mamá.
¿Dejas caer todo?
—Déjalo caer como si estuviera caliente, déjalo caer como si
estuviera caliente, déjalo caer como si estuviera caliente —empiezo a
rapear, a lo que mi hija se tapa los oídos y comienza a suplicarme que
pare.
—¿Por qué estás aquí arriba? ¿No deberías haber ayudado a cocinar
o algo? ¿Alguna cosa abajo?
—Me ofrecí. Y fui brutalmente rechazada en el intento, muchas
gracias.
Celina vuelve a su lado, de espaldas a mí, pero todavía puedo
escucharla tan claro como el día.
—No puedo imaginar por qué.
—Que graciosa. ¿Que se supone que significa eso?
—Mamá. —Más burlas mientras se sienta y se da la vuelta para
mirarme. —Puedes pedir comida para llevar como una profesional, pero
¿cocina real?
—Mi salsa de espagueti…
—Viene de un frasco.
—Mi salteado asiático…
—Comienza congelado.
Lo intento de nuevo.
—Mis tacos son…
121 —De una caja llamada “Taco Bell”.
—¡Maldita sea! —Me desinflé visiblemente —¿Qué estás diciendo?
—Te amo, pero no puedes cocinar. Lo siento. Simplemente no es tu
fuerte —. Celina se desliza de la cama y se dirige hacia mí, arrojando un
brazo conciliador sobre mis hombros. —Está bien. Sobrevivimos. Además,
¿quién necesita cocinar con tanta comida para llevar, simplemente
esperando que dos encantadoras damas como nosotras ordenen? —Dice lo
último “¡Orden lista4!” exactamente como lo hace el cocinero en Waffle
House.
Le sonrío.
—Esa es mi chica. No derroches, ni carezcas.
Bajamos las escaleras. Mi madre está de pie al fondo, mirándonos
con desaprobación. Celina y yo nos detenemos a unos metros de ella, y
mamá nos escanea de pies a cabeza.
—¿Eso es lo que vas a usar?

4 Order up significa “Orden lista”, pero también es utilizado para el verbo ordenar.
Miro hacia abajo. Estoy usando los mismos jeans y camiseta que
tenía cuando llegamos. Celina también.
—¿Qué? Todavía estamos limpias.
—Limpias. Si —¿Cómo puede alguien hacer que eso suene como algo
malo? ¿Cómo se burla uno de la palabra "limpio"?
Levanto mi pulgar sobre mi hombro.
—¿Quieres que nos pongamos un par de vestidos de graduación?
Veinte dólares a que hay al menos uno todavía colgando en mi armario.
—No seas una sabelotodo.
—Mejor que los pantalones de anciana.
Le doy un codazo a Celina y ella se ríe. Es todo lo que puedo hacer
para contener mi propia risa.
—No has cambiado nada, Brinkley. Honestamente.
Yo suspiro.
—Lo tengo, mamá. Sólo soy yo siendo yo. Nosotras siendo nosotras.
122 Esperaba después de todo este tiempo que fuera suficiente.
Ante eso, ella no dice nada, sino que simplemente se da la vuelta y
regresa a la cocina. Paso mi brazo por el de Celina y la seguimos, pero me
detengo en el comedor.
—¡Guau! ¿Quién más vendrá a cenar? —Los ojos de Celina están
muy abiertos mientras contempla la grandeza. La mesa está cubierta de
lino fino y platos y cuencos cubiertos de plata y una sopera. Hay tres
lugares repletos de cargadores y servilleteros, flores frescas cortadas en un
delicado jarrón de cristal en el centro y candelabros largos y delgados que
parpadean silenciosamente a ambos lados. Realmente parece que ha
invitado a la realeza. Tal vez me he olvidado un poco de cómo era la vida
aquí.
Bueno, de alguna manera.
En otros sentidos, nunca lo he olvidado. Ni un solo segundo.
—Nadie que yo sepa. Solo nosotras.
Ella regresa una mirada incrédula hacia mí.
—¿Todo esto? ¿Para nosotras?
Asiento y acaricio su brazo con simpatía.
—Es parte del espectáculo. Te acostumbrarás.
—No lo creo —dice en voz baja —¿Dónde debería sentarme?
—Veamos dónde se sienta la abuela. Tomas un lado, y yo tomo el
otro. Como acorralar a la reina —Le guiño un ojo y Celina asiente. A las
dos nos ha encantado el ajedrez desde que tuvo edad suficiente para jugar,
así que capta mi referencia.
Como si fuera una señal, mamá sale rápidamente de la cocina,
alisando un cabello imaginario fuera de lugar (¡como si uno tuviera el
descaro de salirse de la línea!) Y toma su lugar en la cabecera de la mesa.
Supuse que lo haría, pero lo sé mejor que basar una acción en una
suposición.
—Acabo de hacer cosas que tenía a mano. Yo... no estaba preparada.
No he estado cocinando mucho desde que Alton falleció, así que…
—Es perfecto, mamá, y huele delicioso.
Mi madre asiente y todas nos sentamos. Inmediatamente, ella toma
el plato de carne y me lo da. Tomo un trozo de lomo de cerdo para mi plato
y paso el resto a Celina. Luego me envía puré de papas, luego guisantes,
123 luego zanahorias guisadas, luego una canasta de panecillos, luego un
plato de mantequilla, todo lo cual agrego a mi plato antes de pasarle a mi
hija. Con cada artículo que se cruza en su camino, los ojos de Celina se
agrandan.
—La abuela es una cocinera bastante impresionante, ¿verdad?
—Esto es increíble.
Veo los labios de mamá curvarse.
—Apuesto a que tu madre nunca cocina así para ti, ¿verdad?
Celina se encoge de hombros.
—Siempre tenemos una gran cena de Acción de Gracias. Y navidad.
—Ella está acostumbrada a tener al menos un plato quemado en la
mezcla. Dos si el Desfile del Día de Macy's dura mucho.
Le guiño un ojo a mi hija y ella sonríe.
—No hay nada de lo que burlarse, Brinkley.
—Nunca tocaría algo con lo que no este íntimamente familiarizada,
mamá.
Ella ignora eso y continúa con sus discurso.
—Deberías dar prioridad a proporcionar una buena nutrición a tu
familia.
—Lo hago. Por lo general, proviene de la cocina de otra persona.
Ella sacude la cabeza.
—¿Qué debo hacer contigo Brinkley?
—Míralo de esta manera, mamá. Celina comerá mejor mientras
estamos aquí que en toda su vida. Bueno, con la excepción de cuando fue
amamantada. Ahora, eso era algo de nutrición.
—¡Brinkley!
—¡Mamá, asqueroso!
Les sonrío a mi madre y a mi hija mientras corto un trozo de cerdo y
lo apuñalo con el tenedor.
—Es bueno estar en casa.
Después de la cena, me ofrezco para limpiar el desastre. Celina me
124 ayuda a limpiar la mesa. En la cocina, susurra mientras deposita platos
sucios en el fregadero.
—Entonces, está un poco nerviosa, ¿eh? —mantiene la voz baja y
mira por encima del hombro como si esperara que mi madre apareciera en
la esquina en cualquier momento, como una reina ninja.
—Creo que podríamos fabricar diamantes si pudiéramos encontrar
un poco de carbón en su trasero. Podríamos ser ricas, cariño. Asquerosa y
apestosamente ricas. Énfasis en lo apestoso —. Le guiño un ojo y ella
arruga la nariz.
—Eres tan asquerosa.
Me encojo de hombros y ella niega con la cabeza, pero puedo ver las
comisuras de su boca curvarse. Mi madre moriría si pudiera escuchar esta
conversación. Ella juraría que en realidad no soy una adulta, pero no
esperaría lo contrario. Ella nunca entendería mi relación con mi hija. Ella
nunca entendería lo que es reírse con su hija o divertirse con ella. Nunca
entendería lo que es ser una amiga cuando necesita hablar o un hombro
cuando necesita llorar. Todavía soy la madre de Celina y sigo siendo
disciplinaria, pero hace mucho tiempo prometí tener una mejor relación
con mi pequeña de la que mamá y yo compartimos. Es el único voto que
nunca he roto. Los otros dos fueron hechos cuando era joven. Juré que
nunca dejaría ir a Dane James, y prometí que nunca volvería a Shepherd's
Mill cuando me fuera.
Supongo que dos de tres no está tan mal.

Mi sueño es aún más irregular de lo que hubiera esperado, y


esperaba que fuera malo. Volver a mi antigua habitación es difícil. Los
fantasmas están más vivos de lo que hubiera soñado posible después de
todos estos años. Quiero decir, han pasado quince años. Eso fue hace casi
la mitad de mi vida. Mucho ha sucedido desde que me fui de aquí, mucho
ha cambiado. ¿Cómo podía sentirse tan reciente, tan… devastador ahora?
Miro hacia el techo, el patrón familiar de remolinos blancos como
rizos de humo de mi pasado, grabados en pintura. Tiene que ser este
cuarto. Esta habitación, esta casa, esta ciudad. Y los campos que se
extienden en cada dirección, visibles desde todas las ventanas de la casa.
125
Creo que los campos lo hacen más difícil. Verlos nuevamente, ver el
océano de trigo ondeando en el viento, es como volver en el tiempo a
cuando era una adolescente. Todo lo que puedo ver cuando los miro es la
roca oculta a la vista y el chico que me conoció sobre ella.
De todo lo bueno, lo poco que había, y todo lo malo que sucedió
mientras vivía aquí, el noventa por ciento desaparece de mi mente cuando
pienso en Dane.
Me quedo solo con Dane.
Los recuerdos.
Las preguntas.
El arrepentimiento.
Arrojo las sábanas y salto de la cama como si algo me mordiera.
Todavía en pijama, bajo para tomar una taza del café que huelo. No tengo
dudas de que mi madre todavía hace una gran taza de los mejores granos
gourmet que el dinero puede comprar. La comida y la bebida son algunas
de las ventajas de quedarse aquí por un tiempo.
Me dirijo a la cocina, las primeras luces del amanecer espolvorean
cada superficie en oro. La habitación está vacía, pero hay café, así que me
preparo una taza y me dirijo al porche para disfrutar del amanecer.
Me siento en el balancín acolchado y me acomodo para ver cómo se
levanta la espesa niebla. Es especialmente densa esta mañana,
oscureciendo el trigo hasta la mitad de los tallos. Sin embargo, no necesito
ver las puntas para recordar exactamente cómo se ven. Si cierro los ojos,
puedo imaginar con claridad cristalina cómo los delgados tallos se
convierten en cabezas espesas, cómo se doblan y se balancean con el más
leve viento. Y sé exactamente cómo se sienten contra mi piel.
Como siempre hacía cuando miraba los campos, mi mente vagó
hacia Dane. Miro hacia el granero donde vivían él y su padre. Me pregunto
si está vacío o si el nuevo capataz vive allí. Por casualidad vi otro obituario
de Shepherd's Mill hace varios años, y el nombre de Zane James estaba en
él. El padre de Dane murió de un ataque al corazón. Solo había un breve
párrafo sobre cómo le sobrevivió un hijo y cómo se cerró el monumento al
público, y eso fue todo.
Ese fue mi único hilo de contacto con mi vida anterior. Pediría un
periódico aquí un par de veces al año. Lo revisaría en busca de nombres
126 que reconociera. Vi algunos anuncios de bodas a lo largo de los años, una
o dos muertes, un par de nacimientos y, por supuesto, una página
completa en homenaje a la vida y los tiempos de Alton Peterson cuando
murió. De lo contrario, nunca contuvo nada que realmente me importara.
Nunca lo admití para mí, pero lo que realmente quería era un lazo con
Dane James, una ventana a su vida, pero él era una de las muchas,
muchas personas sobre las que nunca leí una palabra. Nunca salió en los
periódicos, no es que debería haber esperado que lo hiciera. Excepto
cuando su padre murió. Era una sola oración en un obituario. Eso es todo
lo que siempre significó para la gente de Shepherd's Mill.
Veo movimiento en el campo frente a donde me siento. Una figura
solitaria flotando en la niebla como un espectro. Parece ser un hombre,
apareciendo y desapareciendo en la bruma. Es alto, bien formado, y algo
sobre la forma en que se mueve envía un dolor familiar a mi estómago. Me
siento un poco más erguida, mi corazón golpea salvajemente contra mis
costillas.
Pero luego sopla una brisa y la niebla se separa un poco, y veo la
parte posterior de su cabeza un poco mejor (cabello corto y oscuro) y la
sensación desaparece. Primero, estoy segura de que Dane James ya no
vive aquí, no desde que murió su padre. No en esta ciudad y ciertamente
no en este campo. Y segundo, nunca se habría cortado el pelo. Dane
amaba su cabello largo, dijo que les mostraba a todos en la ciudad que no
le importaba lo que pensaran y que nunca se conformaría. Me encantaba
eso de él, esa racha rebelde. Lo envidiaba y lo admiraba, probablemente
más que nada porque sabía que nunca podría ser tan despreocupada. Sin
embargo, creo que me hizo amarlo un poco más de lo que él lo hacía.
Observo mientras el hombre camina más y más lejos de mí, y justo
antes de que se sumerja completamente fuera de la vista, se da la vuelta.
Está demasiado lejos y demasiado oculto para que pueda verlo con
claridad, pero mi estómago cae como si estuviera parado frente a mí,
mirando directamente a mi alma con sus ojos color otoño.
Seguro que no puede ser Dane James.
Ciertamente no.
Salto cuando la puerta detrás de mí se abre. Me giro para encontrar
a mi madre parada detrás de mi hombro derecho, sosteniendo la cafetera.
Presiono una mano sobre mi corazón acelerado y uso la otra para levantar
mi taza hacia ella. Le echo un vistazo a su cara. No me sorprende en
absoluto ver que me está mirando furiosa. No sé qué la provocó esta
mañana. Probablemente solo mi presencia aquí.
127 Algunas cosas nunca cambian.
Me fulmina con sus ojos por unos segundos más mientras vuelve a
llenar mi taza, luego, sin una sola palabra, gira sobre sus talones y vuelve
a entrar. Creo que debería alegrarme de que no esté muy deprimida desde
que Alton murió. Todavía tiene mucho fuego, y todo está dirigido hacia mí.
Con un suspiro, envuelvo mis dedos alrededor de la cálida taza y
regreso a los campos. Están vacíos excepto por la sombra pesada y
nebulosa que se aleja lentamente de la cima del trigo.
El hombre ya no está. Igual que la sensación de familiaridad.
Capítulo 16
1989
17 AÑ OS

Desde la cálida seguridad del lado de Dane, vi que el cielo


comenzaba a iluminarse. Cuanto más el azul oscuro de la medianoche se
convertía en el azulado del inminente amanecer, más pesado se volvía mi
corazón. No quería que la noche terminara y, sin embargo, así fue. Nuestro
ahora había terminado, y quién sabía cuándo podríamos pasar más tiempo
juntos.
Luché contra las lágrimas. Se sentían irracionales. La voz de mi
madre en mi cabeza me decía que no me molestara tanto por un chico.
Según ella, había muchos para elegir, todos con futuros brillantes y
excelente linaje.
128 Pero no quería a ninguno de ellos.
Yo quería a este.
Así que me molestó pensar que podrían pasar días o incluso
semanas antes de poder estar con él nuevamente. La mera idea de eso me
hizo doler el pecho.
Sentí los labios de Dane rozar mi sien.
—¿En qué estás pensando? —Su voz era un susurro flotando sobre
los tallos de trigo.
—Tengo que irme. Pronto amanecerá.
—Desearía que pudieras quedarte.
—Desearía poder también. Ojalá pudiéramos quedarnos aquí, en
esta roca, en esta noche, para siempre.
—Tendremos más. De hecho… —Dane saca su brazo debajo de mí lo
suficiente como para poder sentarse y mirarme. Memorizo su hermoso
rostro, los ojos cálidos, la boca perfecta, la forma en que su cabello cae
alrededor de su mandíbula.
—¿Puedes venir al río hoy?
—¿No tienes que trabajar?
—Sí, pero todos tenemos un descanso.
Un descanso. Unos minutos al medio día, escondidos donde nadie
nos pudiera ver. Parecía terriblemente injusto que tuviéramos que
conformarnos con unas pocas miserables sobras, pero lo haría. Me
conformaría con cualquier momento, sin importar cuán breve fuera, que
pudiera tener con Dane James.
Solo que durante el día, sería más difícil para mí.
Cierro los ojos cuando pienso en las consecuencias de ser atrapada.
—Yo… no puedo. Si Alton me atrapara…
Dane no se molestó.
—Esta noche entonces. Cuando todos estén dormidos, apaga la luz.
Cuando vea que se apaga, vendré hasta aquí.
Estaba acariciando distraídamente la piel debajo de mi barbilla con
la yema del pulgar, mirándome como si fuera el sol, la luna y todas las
estrellas en su cielo. No había preocupación o inquietud en sus ojos. No
129 sabía qué podía pasar si nos atrapaban, y no pude decirle. No lo
entendería.
Bueno, en realidad lo haría. Sabía lo que la gente de este pueblo
sentía por él. Simplemente no quería ser un recordatorio constante de ello.
Y no quería ser la razón por la que sus ojos dejaran de brillar tan
descuidadamente. No quería ser yo quien les agregara preocupación y
carga. Dane no tenía una vida fácil. Quería darle la poca paz que pudiera,
y si eso significaba protegerlo de las amenazas de Alton, eso es lo que
haría. Soportaría el miedo por ello sola.
—Hey, ¿sigues conmigo? —Dane me insto cuando no respondí, un
lado de su boca se inclinó en una sonrisa.
—Sí, todavía estoy contigo.
Siempre estaré contigo. Siempre te amaré. Y un día, nunca tendré que
dejarte.
—¿Así que está noche?
Asentí. No pude decir que no. No podía alejarme de él por más
tiempo que eso. En este momento, ni siquiera sabía cómo iba a pasar el
día sin verlo, mucho menos veinticuatro horas enteras.
—Ven entonces. Vamos a vestirte. Cuanto antes llegue el día, antes
llegará la noche.
Dejé que Dane me ayudara a levantarme y, juntos, en el brillo
creciente, nos volvimos a poner la ropa. Lo vi ponerse los jeans sobre sus
muslos gruesos. Lo vi abotonarlos y cerrarlos sobre su estómago plano.
Observé sus abdominales flexionarse y moverse debajo de su piel mientras
levantaba los brazos y se ponía la camisa sobre la cabeza. Y lo vi pasar los
dedos por sus largos mechones cuando terminó.
Cuando me di cuenta de que me había sorprendido mirándolo tan
descaradamente, me sonrojé y miré hacia otro lado, pero no antes de ver
sus labios dividirse en una sonrisa impresionante. Me puse mi ropa lo más
rápido que pude, y cuando me inclinaba para alcanzar mis zapatos, noté
que todavía estaba parado allí sonriéndome.
—¿Qué? —Pregunté.
—Solo estoy imaginando cómo se vería esto en repetición
instantánea.
—¿Cómo se vería qué?

130 Se acercó a mí y deslizó sus brazos alrededor de mi cintura,


enviando escalofríos rodando por mis brazos.
—Tú. Poniéndote ropa en ese cuerpo perfecto. El trigo y el cielo como
telón de fondo. La mirada en tu cara.
—¿Cuál mirada?
Dane levantó su mano para acariciar mi mejilla.
—La mirada que pasé toda la noche poniendo allí.
Mis mejillas ardieron de nuevo, pero esta vez por algo más que
vergüenza. Esta vez ardieron de placer. Placer ante sus palabras, así como
el inolvidable placer al que se refería.
—Nunca lo olvidaré. No mientras viva —dijo, rozando suavemente
sus labios sobre los míos.
—Tampoco yo —. Y no lo haría. Sabía que no lo haría. Lo que suceda
después, lo que sea que depare el futuro, siempre consideraría esta noche
con Dane la noche más perfecta de mi vida.
Dane me besó en serio entonces, sus labios se burlaron de los míos,
nuestras lenguas se enredaron en un giro húmedo que me hizo quererlo de
nuevo. Se apartó tan repentinamente que jadeé.
—¿Qué pasa?
—Jesús. Tenemos que llevarte a casa o no llegarás en absoluto.
—¿Por qué? ¿Qué sucedió?
—Tú —respondió simplemente —. Tú sucediste.
Al borde de nuestra roca, saltó y levantó los brazos hacia mí. Me
enamoré de ellos, al igual que me enamoré de él, sin esfuerzo. Y él me
atrapó, me abrazó con tanta ternura con su increíble fuerza, y supe en ese
momento que quiso decir lo que dijo. Nunca me haría daño. No a
propósito. Solo recé para poder decir lo mismo.
Me abrazó unos segundos y nos miramos en silencio a los ojos.
Dijimos todas las cosas que no tuvimos tiempo de decir, todas las cosas
que esperábamos que algún día pudiéramos decir, y cuando él me puso de
pie, me tomó de la mano y sin palabras me condujo de regreso al campo.
Cuando nos acercamos al lugar donde estaríamos a la vista de la
casa si alguien se molestaba en mirar afuera, lo detuve.
—Seguiré desde aquí. Ve a dormir un poco.

131 —¿Estás loca? Te acompaño a casa.


Él comenzó a caminar de nuevo.
Lo detuve otra vez.
—No en serio. No necesitas hacer eso. Estaré bien.
Dane tomó mi barbilla entre su pulgar e índice.
—Después de lo que acaba de pasar en esa roca, no hay forma de
que no te acompañe a casa. No va a pasar.
Pude ver la terquedad en sus ojos, esa rebeldía que le encantaba
mostrar para desafiarme.
Estaba indecisa. Me encantó su sentido de la decencia. Podía
garantizar que ninguno de los chicos que mamá eligió para mí se sentiría
así después de tener relaciones sexuales. De hecho, la mayoría de ellos
probablemente me meterían en un taxi y me enviarían por mi cuenta. Pero
no Dane James. Tenía más modales que todos juntos.
Pero no entendía lo peligroso que esto podría ser para él. Qué
peligrosa podría ser para él. Alton me había dado una regla simple.
Mantente alejada de Dane James o ya verás.
También podría haberme pedido que dejara de respirar.
Me resistí unos segundos más antes de rendirme. No creía que nada
de lo que pudiera decir lo haría cambiar de opinión de todos modos.
—Justo en la entrada, ¿de acuerdo?
Con una sonrisa satisfecha, Dane besó nuestros dedos unidos y
comenzó a cruzar el campo nuevamente, manteniéndome cerca de su lado.
Al borde del camino de entrada, me adelanté y giré hacia él. Seguía
sonriendo, y todavía me estaba endureciendo.
Le amaba.
Lo amaba más de lo que tenía derecho a amar cualquier cosa.
—Gracias —comencé, mordiéndome el labio para evitar que mi
barbilla temblara. De repente, estaba devastada.
—¿Por qué?
—Por todo. Esta noche fue perfecta.
La sonrisa de Dane se volvió gentil mientras acunaba mi rostro.
132 —Y fue solo el comienzo —Asentí, tratando de mantenerlo junto —
Intenta no preocuparte. La gente de este pueblo no importa. Algún día te
haré ver eso.
Asentí de nuevo, esperando que tuviera razón. Besó mi frente antes
de comenzar a retroceder.
—Hasta luego, Caimán —Su voz era tranquila en la quietud, pero
podía escucharlo perfectamente.
No sabía por qué mi corazón se estaba rompiendo, pero lo estaba.
Aun así, logré formar una sonrisa para Dane James cuando le respondí.
—Despues de un rato, Cocodrilo.
Ese fue nuestro comienzo.
Y se sintió como nuestro fin.
Capítulo 17
Tuve mucho cuidado en guardar silencio cuando volví a entrar en la
casa. Tomé tres respiraciones entre cada paso y evité cada tabla que
alguna vez había crujido.
Sin embargo, lo que noté al llegar al final de las escaleras, cuando
estuve casi a salvo en casa, fue que solo escuché un ronquido, el de mi
madre. El rugido más burdo de Alton no se mezclaba con el de ella en la
quietud. Eso significaba que estaba despierto. Y esperándome en alguna
parte.
Intenté no entrar en pánico, pero pude sentir que mi ritmo cardíaco
aumentaba mientras mi cerebro luchaba por salir de esto. Escaneé la sala
de estar, buscando algo, cualquier cosa que pudiera darme una excusa
133 para estar aquí o estar despierta. Mis ojos se iluminaron en un libro que
había estado leyendo. Estaba posicionado boca abajo, abierto, en la mesa
del fondo. Dudaba que alguien lo hubiera notado.
Antes de que pudiera analizar mis acciones, volé a través de la sala
de estar, me tiré al sofá, agarré el libro y lo dejé caer al suelo como si se
me hubiera resbalado de los dedos cuando me quedé dormida.
Apresuradamente, saqué la manta de la parte posterior de los cojines
sobre mí y fingí estar dormida.
Inhalé tan profundamente como pude por la nariz para calmarme, y
conté hacia atrás desde cien.
Noventa y nueve.
Inhalar.
Noventa y ocho.
Exhalar.
Noventa y siete.
Inhalar.
Noventa y seis.
Exhalar.
Continué hasta que mi respiración fue profunda y uniforme, y mi
cuerpo se relajó. No sé en qué número me quedé dormida, solo sé que me
sobresalté de golpe cuando sentí una palmada en la parte superior de mi
pie.
Entrecerré los ojos a mi madre, que estaba parada al final del sofá,
mirándome, un Alton furioso se alzaba tras ella.
Me incorporé y miré a mi alrededor, un poco desorientada, lo cual
iba bien con mi artimaña. El sol entraba por la ventana lateral de la sala
de estar, asegurándome que había dormido al menos un par de horas.
—¿Qué pasa? —Pregunté, frotando mis ojos con el dorso de mi
mano.
—¿Qué estás haciendo aquí, Brinkley? —Era la voz severa de mi
madre, de “estás en problemas señorita”.
—No podía dormir, y hacía calor en mi habitación, así que vine a
leer. Supongo que me quedé dormida —Me agaché para recoger mi libro
descartado, haciendo un doble de oreja de perro en la página siguiente
134 antes de ponerlo en la mesa de café.
—¿Qué pasa? —Pregunté de nuevo, jugando la carta de la
adormilada.
Mamá miró a Alton, que me miraba con los ojos entrecerrados por la
sospecha. Cuando se volvió hacia mí, todavía fruncía el ceño.
—Nada. No podíamos encontrarte, eso es todo.
—¿Por qué me estaban buscando? ¿Ha pasado algo?
Sabía exactamente por qué me estaban buscando. Alton había
descubierto que no estaba en mi habitación. ¿Por qué? Porque había ido
allí a buscarme. Tal vez para ver si me escapé.
Quizás por otra cosa.
Un estremecimiento me atravesó y fingí que era un escalofrío.
Cuando ella no respondió y Alton solo siguió frunciéndome el ceño,
tiré la manta y puse los pies en el suelo.
—Bueno, me voy a la cama un rato. —Me puse de pie e hice una
demostración de bostezos —¿Qué hora es de todos modos?
—Un cuarto para las ocho.
Asentí y me dirigí hacia las escaleras, contenta de haberme quedado
dormida y estar demasiado atontada para sentirme asustada. Sin
embargo, lo haría más tarde. Sabía que probablemente me despertaría
sudando frío pensando en todas las formas en que todo podría haber
salido mal y lo que significaría eso para Dane.
—No me dejes dormir más allá de las once, mamá.
Eso fue lo último que les dije antes de llegar a la cima de las
escaleras y proceder a encerrarme en mi habitación.

Más tarde esa noche, Inicio una nueva rutina. Si necesitaba la


confirmación de que Alton sospechaba que estaba mintiendo, su cambio
de hábitos me la dio.
Pasé la tarde con Angel ayudándola a limpiar después de la fiesta.
135 Pedimos pizza y vimos una película, y lo único en lo que podía pensar era
en Dane. Estar con él. Volviendo a él. Salvándolo de mí.
Cuando volví a casa, me excusé para ir a mi habitación y leer antes
de dormir. Ni Mamá ni Alton discutieron. Hasta ahí todo bien.
Esperé hasta la medianoche antes de abrir la puerta y escuchar sus
ronquidos. Por lo general, ambos se acostaban alrededor de las once y
estaban completamente dormidos a las doce. Solo que la casa no se
encontraba en silencio a excepción de sus ronquidos como lo estaba
normalmente. Podía escuchar la televisión a todo volumen desde la sala de
estar, y podía decir que era un canal de noticias. Ese tenía que ser Alton.
Frunciendo el ceño, regresé a mi habitación para esperar un poco
más.
A la una, la televisión seguía encendida.
A las dos, la televisión seguía encendida.
A las tres, la televisión seguía encendida.
A las cuatro, me di cuenta de que como todo lo que podía escuchar
era estático, Alton se había quedado dormido frente al televisor y el canal
ya no estaba reproduciendo nada, de ahí la estática. Pero mientras él
estuviera en la sala de estar, no podía arriesgarme a bajar.
Regresé a mi habitación y cerré la puerta. El no ver Dane... se sintió
como pura tortura.
Caminé hacia la ventana que daba a nuestro campo, y me acurruqué
en el asiento de la ventana. Presioné mi mano contra el cristal frío,
esperando que él pudiera verme, segura de que no podía. Me senté así
hasta que llegaron las lágrimas. Esta vez, las dejé caer. Las dejé caer hasta
que el pozo se secó, y solo entonces me dirigí a la cama.
Dormí con la luz encendida para que Dane no fuera a nuestra roca y
esperara encontrarme allí. En esa noche, no lo haría.
Para mi horror, Alton hizo exactamente lo mismo durante las
siguientes cinco semanas consecutivas. Todas las noches, sin falta, se
quedaba despierto hasta tarde viendo la televisión y luego se quedaba
dormido frente a él. Si había deseado un medio eficaz para mantenerme en
casa, lo había encontrado. Me encontraba atada de manos.
Mi mundo se marchitó sin Dane James en él. No poder verlo, hablar
con él y tocarlo, me estaba matando. Al menos se sentía así.
136
Entre su creciente popularidad en la escuela, su falsa relación con
Lauren, el fútbol y el trabajo agrícola por las tardes, nunca lo veía. Una
mirada robada aquí y allá era todo lo que podía obtener, si es que. El
destino, al parecer, estaba trabajando aún más duro para conspirar en
nuestra contra.
Un día, caminé hacia nuestra roca después de la cena. No me
importaba quién me viera mientras Dane lo hiciera, y viniera a mi
encuentro.
Solo que no lo hizo.
O no estaba en casa o no me vio, porque me senté allí en esa roca
sola durante dos horas, llorando por el chico que nunca fue realmente mío
para empezar.
Observé la puesta de sol, sentí el calor de su atención
desvaneciéndose de mi rostro y me levanté para irme a casa. Fue cuando
me estaba preparando para bajar de la roca que tuve la idea de alcanzar y
sacar uno de mis pendientes y dejarlo atrás. No sabía si Dane lo
encontraría, o qué pensaría si lo hiciera, pero esperaba que supiera que
había estado allí, pensando en él, esperándolo, y que de alguna manera
siempre lo estaría.
Lloré todo el camino a casa, y cuando llegué allí, subí las escaleras y
dormí dieciséis horas seguidas.
Y desperté enferma como un perro.

137
Capítulo 18
—¿Estás enferma de nuevo?
—No es como si quisiera estarlo, mamá.
Sabía que estaba preocupada. Lo sabía porque yo también. Me
desperté enferma hace dos días. Tuve que correr directamente al baño tan
pronto como abrí los ojos. Sin embargo, pensé que estaba mejorando. Me
sentí casi normal a medida que avanzaba el primer y segundo día, pero
esta mañana… me encontraba acurrucada alrededor del inodoro,
vomitando mis tripas de nuevo.
—Si no estás mejor mañana, te llevaré al médico.
—Por mi está bien —me las arreglé para decir miserablemente antes
138 de vomitar de nuevo.
Escuché a mamá suspirar y el roce de su bata justo antes de que el
grifo se abriera. Unos segundos después, me presionaron un paño frío en
la frente y unos dedos cálidos me apartaron el pelo de la cara. Puede que
no siempre lo demuestre, pero sabía que mamá me amaba a su manera.
Solo tenía que dejar que eso fuera suficiente para mí.
Cuando parecía que estuve vacía, mi madre me ayudó a volver a mi
habitación, me metió en la cama y se fue a buscarme unas galletas.
Siempre parecían calmarme el estómago. No fue hasta que, por arte de
magia, me sentí mejor a la hora del almuerzo, fue en ese momento que se
me ocurrió una alarmante idea.
Mamá estaba abajo cocinando un asado para la cena cuando me
levanté de la cama con el pulso acelerado, pensé en la última vez que tuve
mi período. No recordaba haberlo tenido este mes, pero me di cuenta de
que estaba hinchada y seguí pensando que estaba por comenzar. Solo que
nunca lo hizo.
Tal vez no solo estaba hinchada.
—Oh Dios. Oh Dios. Oh, Dios, Dios, Dios —. Apreté los ojos y dejé
caer la cabeza entre las manos. ¿Era realmente posible quedar embarazada
en una noche de sexo?
Sabía que así era.
Pero, ¿era realmente posible quedar embarazada en tu primera y
única noche de sexo?
Temí que probablemente eso también era posible.
No habíamos planeado hacerlo, y ni siquiera había pensado en
preguntarle sobre protección. Quedé atrapada en el momento. Solo lo
quería a él. Lo necesitaba. Y no estaba pensando en otra cosa.
¿Qué pasaría si, de hecho, estaba embarazada del bebé de Dane
James? ¿Qué significaría eso? ¿Para él, para mí, para nosotros?
Me sentí enferma, y no por las náuseas matutinas. Me sentí mal de
que hubiéramos sido tan descuidados.
Pero entonces una imagen pasó por mi mente. Era una niña con la
cara de un ángel y los ojos de su padre, que me miraba desde los pliegues
de una manta blanca y esponjosa. Podía verla tan claramente como si ya la
hubiera conocido.
Parte de mí y parte de Dane James, juntos en un niño. Podríamos
estar juntos para siempre de esa manera. ¿Podría realmente arrepentirme
139 de eso? Si estaba embarazada, ¿podría realmente estar tan molesta por
eso? Lo amaba y amaría cualquier parte de él, sin importar cuán
inoportuno o inesperado fuera.
Me recosté en la cama, dejando a mi mente divagar a un mundo en
algún lugar lejano. Si alguna vez pudiera ser real, ser nuestro o no, no
tenía idea, pero me gustaba pensar en ello. En ese mundo, Dane era mío y
yo era suya, y teníamos un bebé. En ese mundo, podríamos salir en
público y él podría tomar mi mano y reír conmigo. En ese mundo, vivíamos
en la misma casa y él acunaba a nuestra pequeña para dormir por la
noche. En ese mundo, no éramos quienes somos. Éramos quienes
queríamos ser.
Mi ritmo cardíaco volvió a un ritmo normal y me encontré sonriendo
mientras pensaba en lo que podría ser, sobre lo que podría pasar. Me
acerqué a la bandeja que mamá había traído, y saqué algunas galletas
para poder comer un par antes de salir de la cama al día siguiente, porque
tenía que ir a la escuela. Me haría una prueba de embarazo para saberlo
con certeza, pero de repente, no parecía nada malo estar embarazada del
hijo de Dane James.
De hecho, me encontré esperando estarlo.
Al día siguiente, todo salió según lo planeado. Salí de la casa a la
parada de autobús sin tener náuseas ni una vez. Desafortunadamente,
entre el escape del autobús y las carreteras con curvas, estaba segura de
que me encontraba prácticamente verde cuando llegué a la escuela. Era
obvio cuando llegué al aula y pedí un permiso para ir al baño.
La señora Clark me miró y se encogió.
—Sí, será mejor que vayas. No te ves muy bien.
Asentí, tomé el pase y me dirigí por el pasillo. Pasé por alto el baño y
me dirigí hacia el gimnasio. Podría salir por esas puertas con menos
probabilidades de ser atrapada por un maestro. Además de eso, estaba en
el lado de la escuela más cercana a Main Street, que es donde estaba la
farmacia.
Una vez que salí del edificio, corté por el campo y caminé detrás de
la hilera de casas que me separaban de la farmacia. Cuando finalmente
llegué allí, mantuve la cabeza baja mientras cruzaba la puerta. Me
apresuré a lo largo de un extremo de la tienda, buscando en cada pasillo a
alguien que conociera o alguien que pudiera conocer a mi madre o Alton.
Cuando vi que solo había una anciana en la tienda, volví por los pasillos
140 buscando pruebas de embarazo. Resultó que estaban al final de una fila
con condones y tampones, en ese orden. Condones, tampones, pruebas de
embarazo. Me pregunté por la lógica que llevó a esa ubicación. Me
pregunté si las personas que los acomodaron se dijeron a sí mismas
“Bueno, si no usan el primero y no necesitan el segundo, seguramente
vendrán en busca del tercero”.
Ciertamente lo hacía.
Recogí una prueba y me apresuré lo más rápido que pude a pagar,
donde prácticamente arrojé dinero al tipo detrás de la caja y salí volando
por la puerta. Metí la prueba en mi mochila y medio corrí de regreso a la
escuela.
Desafortunadamente, una vez allí, leí las instrucciones y descubrí
que la prueba solo era completamente precisa cuando se analizaba con la
primera orina de la mañana. Había tirado la cadena hace tiempo. Estaba
frustrada y abatida, pero sin embargo, volví a meter la caja en mi mochila
y me dirigí a mi casillero. Solo había una cosa que podía hacer.
Esperar.
Esperar para saber si mi vida iba a ponerse patas arriba. Esperar
para saber si tenía la madre de todas las bombas para arrojar sobre
mamá. Esperar para saber si llevaba un pedacito de Dane James dentro de
mí.
El miedo me devoró. Pellizcando y mordiendo como un ratón que
mastica a través de una pared. Pero a pesar del miedo, sentí una emoción
intensa. Opté concentrarme en eso mientras caminaba a mi clase del
segundo período.
Sí, podría esperar un día más para ver los resultados, aunque, en mi
corazón, ya lo sabía.

141
Capítulo 19
2004
32 AÑ OS

Solo se necesitó un día, para desarrollar una rutina. Me despierto y


bajo para encontrar el café esperándome. Llevo una taza al porche y
observo los campos por un rato, luego vuelvo dentro para comenzar el día.
Parece que Celina y yo estamos solas para el desayuno, lo que en
realidad está bien. No sé qué hace mamá por las mañana, pero ella no
prepara el desayuno y parece que tampoco desayuna. De hecho, desde esa
primera mañana, ella desaparece hasta la tarde. No sé si tiene reuniones o
eventos sociales, o si simplemente está haciendo… lo que sea que haga
Katherine Peterson. No tengo idea, y me imagino que, si ella quiere que lo
sepa, me lo dirá.
142 Una vez que alimento a mi hija, casi tenemos la casa para nosotras
solas por resto del día. En algún momento de la tarde, mi madre regresa
para comenzar la cena. Ella está ocupada con eso hasta que es hora de
cenar, lo que hacemos todas juntas. Está muy callada, y trato de mantener
mi conversación con Celina dirigida a cosas que los grandes mecenas de
Shepherd's Mill considerarían aceptables. Eso solo sirve para recordarme
lo aburridas que son estas personas.
Hoy, sin embargo, es diferente. Celina inicia su educación en el
hogar (ir a la escuela con todos esos niños a veces enfermos y con
gérmenes es demasiado arriesgado mientras su sistema inmunológico está
debilitado), me duché, salí y me puse ropa que mi madre aprobaría por
primera vez en meses. Tengo una cita a las diez de la mañana con la
persona de recursos humanos en Lees & Hammer, la firma de contadores
públicos donde trabajare en algunas cuentas. Encontrar un trabajo tan
ideal, uno que pague bien, tenga un excelente seguro y me permita
trabajar desde casa, fue uno de los principales factores decisivos para
regresar a esta ciudad. Necesito todas esas cosas para poder cuidar de mi
hija, y Lees & Hammer me las ofrece.
Hoy es el día para completar el papeleo y recoger los archivos que
quieren que lleve conmigo. Esa clase de cosas. No es la gran cosa
realmente. No sé por qué estoy tan nerviosa. Bueno, no estoy realmente
nerviosa pero sí, estoy inquieta por estar de vuelta en Shepherd's Mill.
Temía salir de la casa. No tenía ganas de encontrarme con personas que
conocí hace una vida. Pero, por desgracia, debo arriesgarme.
Me aliso la falda lápiz después de salir del auto, y tiro mi bolso sobre
mi hombro. Me recuerdo que no soy la chica que se fue de aquí hace
tantos años. Soy una mujer fuerte e independiente cuya vida no cambiará
ni un ápice en función de la aprobación o desaprobación de la gente de
esta ciudad.
Me lo digo a mi misma todo el camino hasta la puerta del edificio de
ladrillo de tres pisos que se encuentra al lado del banco más grande de la
ciudad.
Abro la puerta y me registro con la recepcionista. Ella me dice que
tome asiento mientras hace una llamada rápida. Unos minutos más tarde,
el elevador suena y una mujer mayor que no recuerdo haber visto sale.
Tiene el cabello castaño cortado en una melena hasta la barbilla, y es tan
profesional y poco original como parece ser el resto de ella, desde su
monótono traje marrón hasta sus funcionales zapatos negros. Se dirige
directamente hacia mí, su sonrisa es rígida pero educada, y se detiene
143 frente a mí y extiende su mano.
—Brinkley Sommers.
La tomo. Es fresca y huesuda y el agarre es firme.
—Si. ¿Señora Griffin?
Ella asiente.
—Tenemos cosas que explicarte.
Ella se da la vuelta y se va. Asumo que tengo que seguirla, y lo hago.
Ella me lleva al segundo piso, a una oficina en la esquina con una sola
ventana. Es tan austera como su ocupante. La pintura es de un beige
apagado y la decoración es mínima, una sola silla en tonos marrones, una
sola imagen de un bosque sobre el escritorio y una mesa de consola vacía
a lo largo de una pared. Me hace preguntarme si ella no ha estado aquí en
mucho tiempo. O si esto es solo una extensión suave de la mujer en sí
misma.
Me inclino por eso último.
Hace un gesto hacia la silla con la mano mientras rodea el escritorio.
Me siento en el borde, cruzo las piernas y dejo mi bolso en el suelo.
—Como sabes, manejarás varias de las cuentas corporativas. Bruce,
el contador principal de la empresa, será tu contacto principal. Cualquier
cosa que no pueda responder será asumida por el propio Sr. Kraus.
Una pequeña alarma suena en el fondo de mi mente. Cuando
investigué esta empresa, la única información dada fue que Nathanial Lees
y Michael Hammer habían comenzado el negocio a principios de la década
de 1960 y que había sido un negocio familiar desde entonces, creciendo a
través de los años hasta hoy. Ahora están manejando algunos de los más
grandes clientes en las Carolinas. No fui a la escuela con ningún Lees o
ningún Hammer, así que pensé que estaría a salvo con cualquier persona
de la familia a la que le hubieran entregado el negocio.
Pero Kraus… ese es un nombre que reconozco.
—¿Señor Kraus dijiste? —Espero que mi voz sea informal y no esté
llena del temor que siento.
—Si. Taylor Kraus es el socio gerente aquí. Conocerás a su esposa
pronto. Ella ayuda a administrar el negocio, y pidió específicamente verte
cuando llegarás.
Trago saliva.
144
—¿De verdad? ¿Y con quién se casó?
—Lauren. Lauren Stringer. ¿Te acuerdas de ella, Brinkley?
Me quedo perfectamente quieta a pesar de que quiero arrojarme al
suelo y gritar. ¿¿¿Por qué???
—Lo hago. Fuimos a la escuela juntas. Los tres lo hicimos en
realidad.
La señora Griffin asiente, sus ojos agudos en mí.
—Tú, eh, no me recuerdas, ¿verdad?
Oh, mierda
—Yo... yo… uh... yo... —tartamudeó, riendo ansiosamente mientras
lucho por no retorcerme en mi asiento. Finalmente, me desinflo un poco y
me estremezco —No. Lo siento, pero no. Sin embargo, ha pasado mucho
tiempo desde que me fui. Y mi memoria... —Golpeo el costado de mi
cabeza como si estuviera sacudiendo canicas, pero mi indiferencia no
parece estar ayudando. La señora Griffin sigue mirándome fijamente.
—Mi apellido de soltera era Shields. Cassie Shields.
Mi boca se abre de golpe.
—¿Cassie? ¡Dios mío, ni siquiera te reconocí! —Ante mis palabras,
su boca se rompe en una delgada línea, así que me apresuro a agregar —
Te ves increíble.
Su expresión se suaviza un poco ante eso. O al menos eso creo. Es
algo difícil de decir. Leer su temperamento emocional es muy parecido a
tratar de medir el calentamiento de una capa de hielo polar. ¿Es un goteo
lo que veo?
—Gracias. Mucho ha cambiado desde la escuela.
Ella tampoco parece muy feliz por eso, si tuviera que adivinar.
Cassie no era gorda de ninguna manera, pero era un poco más
ancha en la escuela. Su cabello era una larga mata de rizos negros y sus
ojos eran de un azul brillante. Puedo ver el parecido ahora que sé quién es
ella, pero lo que sea que hizo a Cassie, Cassie en ese entonces claramente
ha sido reformado, ya sea por elección propia o la fuerza. Ella siempre fue
una de las más grandes seguidoras de Lauren. Tal vez eso le haya pasado
la cuenta después de todos estos años.

145 —Puedo ver eso —. Me siento, sacudiendo la cabeza y sonriendo, y


cuando ella no dice nada más y el silencio se hace tan fuerte como la
tensión, reitero —Bueno, te ves genial.
Eso tampoco es del todo falso. Ella es delgada y evidentemente
exitosa. Y su piel todavía está bastante tersa y sin arrugas. Eso cuenta
como verse bien, ¿verdad?
—No has cambiado en absoluto. Sigues siendo la misma hermosa
Brinkley.
Mi sonrisa titubea. Las palabras en sí son de cortesía, pero su tono...
es todo lo contrario.
Siento que las piernas de mi esperanza han sido barridas debajo de
mí. Realmente esperaba que, después de todos estos años, la brecha social
podría haberse reducido. Al menos hasta cierto punto. Descubrir que no lo
ha hecho y que nunca lo hará, es más que un poco molesto.
Me castigo a mí misma.
¿Cómo demonios pensé que volver aquí era una buena idea? Aquí
hay demasiada historia, demasiado drama, demasiados prejuicios y
elitismo, demasiado... todo. ¿Por qué habría esperado que fuera diferente
ahora?
¿Qué demonios estaba pensando?
Pero luego, como un rayo de sol que atraviesa las nubes de
tormenta, las imágenes de mi hija, el día en que nació, su primer día de
jardín de infantes, la primera vez que anduvo en su bicicleta sin caerse,
vienen en mi mente en ráfagas. Mis músculos se relajan, mi sonrisa
regresa y la razón de todo lo que hago vuelve con ella. Mi dulce Celina
siempre ha traído paz a mi alma cansada.
—Estás equivocada, Cassie. —Mi voz es ligera y sincera. —No soy la
chica que una vez fui.
—Entonces, ¿por qué regresaste aquí?
—Mi hija. Mi pequeña niña. Todo lo que hago, incluso volver aquí, es
por ella.
Ella solo asiente, pero por primera vez desde que llegué, la mirada
punzante y desdeñosa está curiosamente ausente de su rostro. Después de
unos segundos, regresa la conversación a ámbitos profesionales, pero no
puedo evitar preguntarme sobre la vida de las personas que una vez
conocí. Y si todos son tan miserables como Cassie Shields parece ser.

146

Una hora y diez minutos después, estoy en otra oficina, pero en el


tercer piso. También es un espacio en una esquina, pero este tiene una
pared llena de ventanas y la decoración es tan elegante y atractiva como la
joven que una vez conocí. Mi entorno me prepara para ver a Lauren
Stringer.
Los pisos son una especie de cerezo oscuro, las paredes de un crema
profundo y rico. Un sofá densamente acolchado con almohadas
perfectamente llenas y obras de arte caras ubicadas estratégicamente en
toda la habitación. La pieza central, sin embargo, es un hermoso
escritorio. Está decorado con remolinos de madera con incrustaciones y
patrones intrincados de nudos tallados que forman un hermoso diseño que
se puede ver al momento de ingresar a la habitación. Si tuviera que
adivinar, diría que es un escritorio Parinian, lo que probablemente la hizo
gastar casi diez mil dólares, si no más.
—Hermoso, ¿no? —No habría reconocido la voz si no hubiera sabido
a quién pertenecía. Sus tonos bajos están modulados para reflejar a la
mujer de estilo, exitosa y sofisticada en la que se había convertido.
Rebosaba cultura y confianza, y me dio una imagen mental de Lauren
Stringer incluso antes de que me diera la vuelta.
Giro, clavando mi sonrisa firmemente en su lugar. Prefiero ser
incendiada y arrojada desde un avión que darle la satisfacción de
sorprenderme.
—¡Lauren! —Finjo sorpresa. No sé por qué, pero no quiero que
piense que de alguna manera me he preparado para esta reunión.
Me paro donde estoy y la dejo venir a mí. No solo para poder seguir
observándola, sino que para inclinar el poder de la reunión en mi
dirección. Eso puede ser una locura y categóricamente falso, pero toda la
situación es extraña y estoy haciendo lo mejor que puedo con ello. Así que,
maldita sea, ella está caminando hacia mí.
La miro como ella lo hace.
Mi vieja amiga de la secundaria ha envejecido bien. Por supuesto.
Probablemente desafió a la Madre Naturaleza a siquiera mirarla. Lauren
147 siempre fue alegre y tenía razones para ser de esa manera.
Su figura es elegante y curvilínea, enfundada en un vestido negro
con un corte blanco en su cintura. Sus ojos brillan y su cabello está tan
oscuro como siempre. Le llega justo debajo de sus hombros y descansa a
un lado. Es sexy pero profesional. Parece una modelo que finge ser una
empresaria inteligente. Eso también es raro.
Todo es raro.
Me alcanza en una nube de perfume caro y se inclina para besar el
aire al lado de mi mejilla. Eso es nuevo.
Cuando se aleja, veo que su rostro es tan juvenil como hace quince
años. Solo puedo suponer que descubrió el mismo genio cosmético que
encontró mi madre. El tipo probablemente da un descuento a Shepherd's
Mill. O tal vez él acepta cupones.
—Ha pasado mucho tiempo, Brinkley.
—Lo ha hecho, ¿no?
—Demasiado largo.
—Sí, así es.
—Te ves muy bien.
—Al igual que tú.
Nuestra interacción es como un programa aburrido y mal escrito en
el canal de acceso público.
—¿Quieres una bebida? —Se dirige a un bar que ha sido hábilmente
disfrazado a lo largo de una pared. Abre una puerta que no había notado y
saca una jarra de algo claro. ¿Vodka tal vez?
Sacudo la cabeza.
—No, gracias. —No agrego que ni siquiera es la hora del almuerzo y
que no soy una alcohólica.
—Como quieras.
Vierte un dedo o dos en un vaso de cristal, agrega un poco de tónica
y tuerce una lima en el borde, luego se vuelve hacia mí.
Ella mueve una mano con manicura francesa hacia el sofá y ambas
caminamos y tomamos asiento. Se sienta en una esquina, cruzando las
piernas como si estuviera haciendo una sesión de fotos. Me siento hasta
148 atrás y sostengo mi bolso en mi regazo. No estoy aquí para fingir que soy
algo que no soy, y no estoy aquí para impresionar a una vieja conocida.
Todo esto se reduce a una sola cosa.
Celina.
—Entonces, ¿qué te trae de vuelta a Shepherd's Mill?
—Pensé que este podría ser un buen lugar para criar a mi hija.
Es mentira. Todo mentira.
Es como decir que el infierno es un buen lugar para criar a tus hijos.
No sé por qué, pero no quiero decirle a Lauren los detalles de la
enfermedad de mi hija. Se siente como una traición a Celina, lo que no
tiene ningún sentido. De hecho, así es como se siente, de manera que
guardo el resto para mí.
Una ceja morena se contrae un poco.
—¿Tienes una hija? ¿Y la trajiste aquí?
Asiento con la cabeza.
—Entonces, ¿estás casada?
—No.
—Pero tienes una hija —No es una pregunta, es una declaración.
Una cargada de prejuicios.
—Si —Resisto el impulso de contrarrestar su actitud y preguntarle
qué pasa.
—Ahhhh —Ella asiente como si algo hubiera encajado en su lugar —
¿Dane lo sabe?
Frunzo el ceño y mi ritmo cardíaco aumenta. La mera mención de su
nombre siempre ha sido suficiente para elevar mi presión arterial. Incluso
después de quince largos años, todavía tiene el poder de hacerme eso. Pero
esto es más que eso. Lauren nunca hizo nada sin un propósito en mente.
Estoy segura de que eso no ha cambiado, ¿de qué se trata?
No lo sé, así que voy con un viejo recurso cuando estoy confundida.
Me hago la tonta.
—¿Dane? ¿Dane James?
Ella sonríe.
—Sí, Dane James.

149 —¿Por qué iba a saberlo?


—Simplemente asumí que él, de todas las personas, lo sabría.
Siento una ligera capa de sudor en mi labio superior.
—No sé a qué te refieres.
—¿Entonces ustedes dos no se han mantenido en contacto?
—No, no lo hemos hecho. ¿Por qué lo haríamos?
—¿Y no tienes idea de lo que le pasó?
Su tono es francamente felino. Prácticamente está salivando por un
chisme jugoso. También podría maullar y lamerse las garras mientras
espera el derramamiento de sangre.
—No, seguro que no. —Aunque ahora tengo aproximadamente seis
millones de veces más curiosidad que cuando entré en este edificio hace una
hora.
Me guardo esa parte para mí
Lauren se inclina hacia mí, su expresión se relaja en una de
conspiración y deleite. Desconcertada, creo que estoy un poco sorprendida
de que su cara se mueva tanto. Imaginé que con tanto Botox y relleno en
su cara, sus músculos estarían básicamente inmóviles para ahora.
—Si quieres saber, te lo diré —. No digo nada mientras trato de
mantener mi apariencia en blanco y no afectada. Después de unos
segundos, cuando está claro que no estoy mordiendo el anzuelo, los labios
de Lauren se curvan en otra sonrisa maliciosa y ronronea: —No tienes que
fingir conmigo. Sé sobre ti y Dane, Angel nunca pudo guardar un secreto.
Necesito desesperadamente un cambio de tema, y esto es tan bueno
como cualquier otro.
—Angel. Guau, no la he visto en años. ¿Qué fue de ella? ¿Se casó?
Lauren en realidad se ríe. ¡Se ríe! es suave, pero audible. Supongo
que ella sabe exactamente lo que estoy haciendo. Nunca fui tan buena en
estos juegos como ella. Afortunadamente, ella no presiona.
—Angel fue a la universidad. Está embarazada. Casada con un
cantinero. La familia por supuesto esta devastada.
—Por supuesto —. Hay un giro de ojos en mis palabras, pero quién
sabe si Lauren se da cuenta.
150 —No todos pueden aferrarse a una buena vida cuando se les da.
—No. Supongo que no. Todos crecemos. Cambiamos.
—Si. Algunos más que otros.
Más declaraciones desconcertantes.
Solo sonrío, principalmente porque, si no lo hago, me temo que
alcanzaré y estrangularé a Lauren. Ahora es más irritante que en la
escuela secundaria y, francamente, ni siquiera pensé que eso fuera
posible.
Me aclaro la garganta y dirijo la conversación a aguas menos
personales.
—Entonces, sobre este puesto. ¿Algo que quieras que sepa o tenga
en cuenta cuando empiece?
—Solo un par de cosas. Número uno, si tienes alguna pregunta, ven
directamente a mí.
—Cassie me dijo que le preguntara a Bruce, así que si es una
molestia…
—Haz caso omiso de Cassie. Seré tu contacto principal.
—Bien. Si surge algo, vendré directo a ti. —Eso me inquieta por
razones que aun no entiendo —¿Algo más?
—No la cagues. Nuestros clientes corporativos son muy importantes
para Lees & Hammer. La discreción es clave y los errores no son tolerados.
Cuando se trata de estos negocios, tenemos una política de
confidencialidad.
Asiento con la cabeza. Eso parece duro, pero lo que sea.
—Entendido.
Lauren toma un sorbo de su bebida y luego se levanta, tendiéndome
la mano libre. La tomo. —Entonces bienvenida a bordo. Hazme saber si
necesitas algo.
Ella me da una sonrisa cortés y se mueve hacia su escritorio. Saca la
silla, se sienta e inmediatamente comienza a revisar los papeles como si ni
siquiera estuviera en la habitación.
Solo así, soy despachada.
Me dirijo a la puerta y salgo sin decir una palabra o mirar hacia
atrás. Eso fue extraño e incómodo y… simplemente raro. ¡Y estoy tan feliz
151 de que haya terminado!
Aprieto el botón hacia abajo en el elevador, de repente ansiosa por
llegar a casa, a pesar de que en este momento el hogar es el mismo lugar
que una vez se sintió como una prisión. Mientras camino, sin embargo, no
me imagino los enormes árboles que adornan el patio delantero o los
vastos campos que lo rodean. Me estoy imaginando una cara. La cara de
un chico que conocí en otra vida y me pregunto en qué tipo de hombre se
ha convertido.
Capítulo 20
1989
17 AÑ OS

Mi sueño fue tranquilo. No es que me haya sorprendido. Mientras


que con Dane quería que la noche durara para siempre, esta vez quería
que pasara volando. Quería cerrar los ojos un segundo y abrirlos al
siguiente para encontrar la mañana filtrándose por las cortinas de mi
habitación.
Pero eso no sucedió.
Tuve que aguantar hasta las tres y media de la mañana, momento
en el que estuve tan exhausta que lo único que podía hacer era dormir.
Estaba adormilada cuando sonó la alarma, pero solo por un segundo.
152 Entonces recordé lo que tenía por delante.
Me levanté y corrí hacia mi mochila, saqué la prueba, la metí debajo
de mi camiseta y corrí al baño. Me las arreglé para orinar en el test antes
de que las náuseas llegaran con una venganza impía. Había olvidado
meterme algunas galletas antes de levantarme.
Mientras me sentaba en el suelo, acurrucada alrededor del inodoro,
traté de imaginar cuanto tardaría cinco minutos. No es que importara. La
pequeña pantalla mostraba dos líneas rosadas antes de que siquiera
pudiera sacar mi segundo vomito. Eso no cambió después de tres arcadas
secas, o aproximadamente cinco minutos.
El golpe en la puerta me sobresaltó. Me puse de pie y me apresuré a
enterrar la prueba en el basurero. Hice una nota mental para sacarlo a
escondidas después de mi ducha, antes de que mamá pudiera vaciarlo.
Era una fanática de los basureros vacíos. Dios no permita que tengamos
visitas, ninguno de los cuales llegaría al segundo piso en realidad, y
mucho menos a mi baño, y pudiera ver un pañuelo en el basurero.
O la audacia para tirar basura real en el cubo de basura real.
Mi irritación estaba en su apogeo cuando abrí la puerta.
—¿Qué?
Mi madre frunció el ceño, cubriéndose la garganta como si la
hubiera abofeteado.
—Supongo que ese es el agradecimiento que recibo por venir a ver a
mi hija.
Exhalo por la nariz, el aire silbando como una serpiente.
—Me siento como la mierda, mamá.
La empujé y pisoteé de regreso a mi habitación, con la intención de
cerrar la puerta, pero antes de que pudiera, otra ola de náuseas me golpeó.
Con la mano sobre la boca, volví corriendo por donde había venido y llegué
al inodoro justo a tiempo.
Cuando la agitación disminuyó una vez más, apoyé mi cabeza en la
tapa y me quedé allí sentada. No abrí los ojos cuando escuché el susurro
de la bata de mi madre. No los abrí cuando escuché que el grifo se abrió.
Simplemente suspire de alivio cuando la tela fría tocó mi frente.
—Venga. Arriba, arriba. Vamos a llevarte a tu habitación —. Su voz
era sorprendentemente tierna, por lo que estuve agradecida. No podía
manejarla en ese momento. Sentí que mi piel y mis huesos estaban siendo
153 desgarrados por la tempestad de emociones que se apoderó de mí. Solo
quería estar sola para poder resolverlo todo y averiguar qué hacer.
Me puse de pie y dejé que mamá me llevara de vuelta a la cama,
donde me puse de costado y me acurruqué en posición fetal.
—Gracias, mamá.
—Ya vuelvo.
Escuché sus pasos mientras bajaba las escaleras, y los volví a
escuchar mientras volvía a subir. La escuché entrar a mi habitación
nuevamente y poner algo en la mesita de noche, y luego sentí que el
colchón se hundía cuando se sentó a mi lado.
—Aquí. Toma un sorbo de ginger ale y unas pocas galletas.
Me levanté sobre mis codos e hice lo que ella me pidió. Mi estómago
me lo agradeció. Hasta que me recosté.
Murmuré enfermizamente, tratando de subir a la cama lo
suficientemente rápido, pero antes de que pudiera, mi madre estaba
corriendo y volviendo con el cubo de la basura del baño. Sin ceremonias, y
para mi horror, arrojó la basura al suelo y me dio el cubo vacío para que
vomitara, lo cual hice. El ginger ale y las galletas volvieron a subir, y a
través de mis ojos llorosos, vi el test azul y blanco esparcido a solo unos
metros de mí.
Mamá comenzó a alejarse, pero la detuve.
—¿Puedes sentarte conmigo por unos minutos?
Estaba ganando tiempo, cualquier cosa para evitar que ella viera lo
que quería desesperadamente que permaneciera oculto. Ella hizo lo que le
pedí, y cuando retrocedí, se recostó junto a la curva de mi cuerpo y frotó
suaves círculos en mi espalda. Poco sabía ella que nada podía calmarme.
Estaba tan tensa y nerviosa como un ser humano podía estarlo.
Ella comenzó a tararear, lo que realmente me hizo relajarme un
poco, pero todavía estaba completamente concentrada en cómo evitar que
ella viera el test incriminatorio en el piso. Sin embargo, con lo que no
conté, ni consideré, ni tuve forma de prevenir, fue otra voz en la
habitación.
—¿Qué demonios es esto?
Mi madre se echó hacia atrás justo a tiempo para ver a mi padrastro
parado en el centro de la habitación, sosteniendo la prueba de embarazo
154 usada (y muy positiva) como un clavo que estaba listo para ser clavado en
mi ataúd.
Cerré los ojos, rezando para que todo esto fuera solo un sueño, que
solo sucediera dentro de mi cabeza, pero cuando los abrí de nuevo, tanto
mi madre como Alton me estaban mirando.
—¿Brinkley?
Esperaron una respuesta.
Solo tenía una para darles.
—Estoy embarazada.
Capítulo 21
Mi madre y Alton hablaron al mismo tiempo.
—¡Brinkley Renee!
—¡Pequeña puta!
Mamá estaba desconcertada.
Mi padrastro estaba furioso.
¿Yo? No tenía idea de cómo estaba.
Aparte de embarazada.
Por Dane James.

155 —Por favor dime que es de Chad.


Miré de mi madre a Alton y viceversa. Y luego me reí. No pude
evitarlo. La mayoría de las adolescentes tenían que preocuparse de que
sus padres las rechazaran si se quedaban embarazadas. Yo no. Solo tenía
que preocuparme de quedar embarazada por el chico equivocado.
—No lo es.
Alton apenas controló su ira cuando volvió a hablar.
—Jesucristo, será mejor que no digas que es de Dane James.
Ante eso, no dije nada.
—Eres una puta barata —dijo, viniendo hacia mí. De hecho, agarró
mis brazos y comenzó a sacudirme, pero antes de que me sonaran los
dientes, mi madre intervino.
—Alton, cálmate. Podemos arreglar esto. Podemos arreglar esto.
Cuando me soltó, me arrastré hasta la esquina donde la cama se
unía con la pared, lo más lejos que pude de mi padrastro. Me miraba con
dagas en los ojos mientras mamá le pedía que se apartara, lejos de la
cama. Lejos de mí.
—Ella tendrá un aborto. Nadie lo sabrá. La llevaré a Columbia. O a
Charlotte. A una clínica. Puedes decirle a la gente que ella y yo fuimos a
un spa durante el fin de semana. Cuando regresemos, nadie se dará
cuenta. Formalizará su relación con Chad y se casará. Todo saldrá bien.
Ya verás.
Ella lo guio fuera de la habitación, mientras él maldecía todo el
tiempo con palabrotas en voz baja, llamándome con cada nombre que se le
ocurría, algunos de los cuales incluso eran nuevos para mí. Antes de que
cerrara la puerta, mi madre me lanzó una mirada que me decía que me
quedara quieta y que mantuviera la boca cerrada. Sin embargo, no debería
haberse preocupado por eso. Alton me había asustado. Por unos
segundos, realmente pensé que podría lastimarme. La mirada en sus
ojos... era aterradora. No tenía ganas de estar cerca de él, o de empujarlo a
ese punto nuevamente. Al menos no en este momento. No me sentía bien y
tenía muchas cosas que pensar.
No vi ni escuché de nadie por el resto del día. Podía escuchar a
mamá abajo dando vueltas. Un par de veces escuché su voz, algo sobre
programar una hora. Asumí que era por mi aborto por lo que estaría
haciendo los arreglos, como si yo fuera a ir y no tuviera ningún problema
156 en deshacerme del bebé que fue creado del amor que me une con el chico
que me salvó de morir por dentro prácticamente a diario.
De vez en cuando lloraba. Lloré por la inoportunidad del embarazo,
lloré por lo que podría pasar después, lloré porque mi madre no había
pensado por un segundo que no quería un aborto. Lloré por mí misma, mi
juventud, mi futuro.
Simplemente lloré.
Pasé parte de la tarde, cuando me sentí mejor, mirando por la
ventana, imaginando a Dane esperándome en nuestra roca. Y yo nunca
apareciendo.
Habían pasado semanas desde que lo había visto.
Bien podría haber sido toda una vida.
Si pensara por un segundo que estaría allí ahora, me iría. Saldría
corriendo por la puerta principal y correría hacia él sin mirar atrás. Pero
estaría en la escuela, donde yo debería estar. Y luego estaría en la práctica,
y luego volvería a casa y al trabajo. Y perdería mi oportunidad con él. De
nuevo.
Sólo que esta noche, nadie me detendría. Ya había decidido que iba
a verlo, maldito Alton. Lo peor ya había sucedido. Nos habían descubierto.
No había razón para no ir a verlo ahora. Tenía que contarle sobre nuestro
bebé.
Me duché y me vestí con mucho cuidado, poniéndome una camisa
que hacía que mis ojos se vieran más verdes y mis jeans más
favorecedores. Dane recordaría esta noche, esta conversación para
siempre. Quería estar hermosa para él.
Si no hubiera estado tan hambrienta por no comer en todo el día (y
probablemente por estar embarazada), me hubiera saltado la cena, pero mi
estómago gruñía con tanta fuerza que casi me sentí mareada. Cuando
aparecí en la puerta del comedor, ni Alton ni mi madre dijeron una
palabra. De hecho, Alton ni siquiera levantó la vista, como si estuviera
asqueado de verme.
Tomé mi silla habitual frente a mi madre, y me serví, llenando mi
plato con una gran cantidad de cada comida que ella había preparado.
Cuando estaba a medio camino y me sentía más fuerte y valiente, me
aclaré la garganta e hice mi anuncio.
—No voy a abortar.
Si alguien hubiera dejado caer un alfiler a una milla de distancia,
157 podría haberse escuchado en el denso y completo silencio que rodeaba la
mesa.
Al principio, los dos me miraron. Ninguno de los dos dijo una
palabra. El primero en hablar fue Alton, e incluso estaba bastante
tranquilo cuando lo hizo.
—Entonces te irás.
Lo dijo como si nos estuviera informando que se suponía que el sol
saldría por la mañana. Cómo si no fuera la gran cosa.
Solo que era un gran problema.
—¿Perdón?
Incluso continuó comiendo, encogiéndose de hombros cuando
reiteró.
—Tus opciones son, abortar o irte. Depende de ti.
Mi madre mantuvo la cabeza baja y siguió comiendo. Sí, eso era lo
que ella estaba haciendo. Parecía más como si estuviera empujando la
comida alrededor de su plato con el tenedor.
—Umm no. No me iré. No me iré y no tendré un aborto. Es mi
cuerpo. Mi bebé. Tengo que tomar la decisión.
—No. No lo harás. No te burlarás de mí. Te prometo que esas son las
únicas dos opciones que tienes.
Su ira regresaba. Pude verlo en el tinte rojo que cubría su rostro.
—No puedes obligarme a abortar.
—Entonces vete. Empaca tu mierda y vete.
No esperaba esto, así que no tenía preparada una defensa.
—No.
Alton golpeó sus puños sobre la mesa con tanta brusquedad, tan
repentinamente, con tanta fuerza que sacudió cada vaso, plato y pieza de
platería. Fue como un disparo, y mi madre y yo saltamos.
—¡No puedes decirme que no! Te desharás de ese pedazo de basura
de tu vientre, o te irás de aquí y nunca volverás.
Ahora también me estaba enojando.
158 —¡Tú tampoco puedes obligarme a hacer eso! Soy menor de edad. No
puedes echarme a la calle.
—¡No puedo! Pruébame. Pruébame, pequeña, y mira qué pasa. —
Alton se levantó tan bruscamente que su silla se volcó y golpeó el suelo
con un fuerte estruendo. —Arruinaré su vida, Brinkley. ¿Me escuchas? Lo
destruiré a él y a su padre. Desmantelaré toda su vida. ¿Cómo crees que
se sentirá por ti entonces? Cuando este sin hogar. Y tenga otra boca que
alimentar. Una boca no deseada para alimentar. ¿Cuánto crees que te
amará cuando descubra que la madre de su mocoso podría haberlo
salvado de una vida de miseria, una vida de culpa, pero era una perra tan
egoísta que no podía molestarse en pensar en alguien más? ¿Cómo crees
que saldrá eso, Brinkley? —Como si no lo hubiera escuchado gritarme, mi
padrastro se inclinó en mi cara y rugió: —¿Huh? ¿Cómo resultará eso?
Con eso, se dio la vuelta y se alejó, saliendo por la puerta principal y
cerrándola detrás de él. Mi madre y yo nos quedamos sentadas a raíz de
su furia, el silencio cayendo a nuestro alrededor como fuego lloviendo del
cielo.
—Brinkley, ¿cómo pudiste? —Su voz temblaba como si estuviera
cerca de las lágrimas.
—¿Cómo pude qué? ¿Cometer un error?
—Has arruinado todo. Todo lo que luché tanto para darte, todo se
arruinará si no haces esto. ¿No ves lo estúpida que estás siendo?
—¿Estúpida? ¿Por querer un hijo del chico del que estoy
enamorada? ¿Cómo es eso estúpido?
—Porque ese niño solo será una carga para ti. Un día, será la cadena
que te detenga, el arrepentimiento que nunca podrás superar. ¿Es eso lo
que quieres para tu vida? Sufrirás, Brinkley. Sola, sufrirás y él se irá. Un
día te despertarás y habrás desperdiciado los mejores años de tu vida.
Serás pobre y estarás sola, sin nada que demostrar.
—Es... ¿es así como te sientes por mí, mamá? ¿Es por eso que
nunca fui suficiente para hacerte feliz?
Al menos tuvo la delicadeza de bajar los ojos avergonzada. Pero ella
no lo negó, porque era verdad. Yo era una carga para ella. Yo era la cadena
que la detenía. Yo era su gran arrepentimiento. Y Alton fue quien la salvó
de una vida de pobreza y soledad. O al menos así lo veía ella.
—He hecho todo lo posible para brindarte oportunidades en la vida,
Brinkley, pero si no tomas la decisión correcta ahora, no hay nada que
pueda hacer para ayudarte.
159
Mi corazón subió a mi garganta, ahogándome.
—Quieres decir que no hay nada que hagas para ayudarme. Tú
podrías. Simplemente no lo harás.
Ante eso, volvió a mirarme a los ojos y dijo simplemente.
—Es lo mismo —Mamá se limpió la boca, dejó la servilleta junto al
plato y se levantó con gracia. —Hazte el aborto, Brinkley. No lo presiones.
Él podría hacer esto mucho peor para ti. Y para Dane. Si no piensas en ti
misma, y no piensas en mí, piensa en él.
Ella se alejó después de eso, dejándome con el mayor peso de mi
vida descansando sobre mis hombros. Pero nada de eso, nada de lo que
ella había dicho, el peso de todo, lo aterrador de todo, fue suficiente para
hacerme dudar. Ni por una fracción de segundo. Estaba embarazada del
bebé de Dane James. No podría matarlo más de lo que podría matarlo a él.
Si tuviera que irme para darle vida a nuestro bebé, lo haría. Podría ser
fuerte. Para él. Por el pequeño bulto que llevaría un pedazo de él y un
pedazo de mí, por la encarnación de nuestro amor, podría ser fuerte.
Ya sin hambre, también me aparté de la mesa. Caminé hacia mi
habitación, mi cabeza bullía con el surrealismo de la situación. De todos
los resultados para mi vida, nunca imaginé que este sería el camino que
tomaría. Pensé que podría caer en algún lugar en medio de lo que yo
quería y lo que mamá quería para mí. Graduarme de la escuela
secundaria, ir a la universidad con Dane, a pesar de que ambos
tendríamos que pagar por nuestros medios, demostrar a toda la gente de
Shepherd's Mill que éramos una buena apuesta y vivir felices para
siempre. Sin justificarnos. Aceptados.
Pero, ¿cómo funcionaría todo ahora? ¿Podría arriesgarme a decirle a
Dane? Alton obviamente lo odiaba. Probablemente le encantaría tener una
excusa para hacerle la vida miserable a Dane. ¿Y cómo podría vivir
conmigo misma sabiendo que fui yo quien hizo que eso sucediera?
No podría.
Amaba a Dane James. Quería que fuera feliz. Me había imaginado
que podría estar feliz conmigo, pero ¿y si eso no fuera posible? ¿Podría
vivir conmigo misma sabiendo que me odiaba por destruir no solo su vida,
sino también la de su padre? ¿Podría aprovechar esa oportunidad?
Con el corazón vacío, me di cuenta de que no podía. Por mucho que
quisiera una vida con Dane James, no podía arriesgarme con lo que Alton
podría hacer, lo que sentía que realmente haría si se le diera el menor
160 estímulo. La reputación lo era todo en esta ciudad. Protegería la suya con
todas las armas a su disposición. Y, cuando peleaba conmigo, Dane era el
arma definitiva. Lo único que podía usar para lastimarme o manipularme.
Mientras me sentaba en la ventana, viendo caer el sol, comencé a
llorar. Ni siquiera podía decirle a Dane sobre el bebé. Él no era el tipo de
persona que simplemente me vería alejarme sin hacer algo. Y si Alton se
enteraba... su vida habría terminado. También lo haría la de su padre. Y
todo sería mi culpa. Porque no pude alejarme de él y, cuando la
consecuencia de eso me atrapó, fui demasiado débil para hacer lo correcto.
No, tendría que irme de aquí sin decirle nada. Tendría que encontrar
un lugar donde ir y tendría que comenzar de cero, hacer una vida para mi
bebé y para mí. Sola, como dijo mi madre.
En algún momento de la noche, después de dormirme con la cara
presionada contra la funda de almohada mojada, sentí unas manos en mis
piernas. Me desperté sobresaltada al encontrar a Alton flotando sobre mí,
su rostro era un paisaje oscuro y aterrador en la habitación
profundamente sombreada.
Mi puerta. Estaba tan molesta después de la cena, que olvidé cerrar
la puerta.
Con un fuerte tirón, extendió mis piernas bruscamente hasta que yo
estuve medio colgando de la cama, acurrucada contra él. Cuando se
inclinó para hablar, pude oler el alcohol en su aliento.
—No eres más que basura, Elizabeth, pero como lo estás regalando
libremente, creo que probaré un poco. Mira cómo te sientes al tener un
bebé con escoria después de eso.
¿Elizabeth?
Un miedo, agudo y amargo, me atravesó.
—Quítate de encima.
Incluso mi voz se sacudió, mi corazón latía con fuerza en mis
costillas.
—Oh, me bajaré. No te preocupes por eso.
Se puso encima de mí, así que comencé a patear y luchar tan fuerte
como pude. Sin embargo, era muy pesado. Fue como tratar de mover un
bloque de hormigón.
—Alton —dije, tratando de razonar con él mientras mi pánico
161 aumentaba. —No quieres hacer esto. Piensa en lo que la gente diría.
Porque sabes que les diré.
—¿Y arriesgar al chico bonito en el campo? No lo creo. Conozco a las
de tu clase. Sé lo desagradables que son las cosas pequeñas como tú. En
un año, ni siquiera recordarás que ha habido un hombre más entre estas
piernas. Pero lo haré. Nunca lo olvidaré, Beth.
Me besó entonces, y casi me dio náuseas. Sin embargo, sentía que
me estaba ahogando con el terror y la impotencia.
—Por favor, Alton. Por favor, no hagas esto —. Estaba llorando, pero
ni siquiera me importaba. No me importaba lo débil que sonaba. Solo
quería que se detuviera.
—Sigue rogando, cariño. Solo lo mejorará para mí.
Comencé a llorar en serio, grandes sollozos salían de mi pecho
mientras tiraba de mis bragas y trataba de alejar sus manos. Giré la
cabeza para evitar su boca, y mis ojos se posaron en la ventana. Fuera de
esa ventana estaba la noche, el campo, la roca en la que había hecho el
amor con Dane James. Se había llevado mi virginidad porque se la había
dado. No importaba lo que Alton intentara quitarme, nunca podría tener lo
que di libremente. Fue ese pensamiento el que activó mis emociones y la
ira ciega me atravesó como un incendio forestal.
Puse mis piernas alrededor de la cintura de Alton y giré las manos.
En lugar de aplastar las suyas, las curvé en garras dirigidas a sus
costados. Las hundí lo más profundo y fuerte que pude, mis uñas
rasgaron su carne. Sentí la cálida exudación de sangre mientras él aullaba
de dolor.
Cuando él se hizo a un lado, usé la pausa momentánea para
levantar una rodilla contra su vientre. En el espacio que proporcionaba,
extendí la mano entre nosotros y tomé un testículo firmemente hinchado
en mi mano y, apretando los dientes, apreté.
Eso lo acorraló. Alton me agarró la muñeca, me arrancó la mano y se
apartó de mí. Pero no había terminado. No estaba ni cerca de terminar.
Casi con mi furia cegadora, me subí encima de él.
—Si me quieres, tendrás que sangrar por eso. ¿Me escuchas? Si me
tocas, te volveré a atacar. ¡Te gusta esto! —Le arañe con las uñas el pecho,
con vetas de sangre que se filtraban a través del material de su camisa de
dormir a su paso.
Grité, un sonido salvaje y feroz que ni siquiera estaba segura de sí
vino de mi propio cuerpo. Decidí que, si me violaba, lo pagaría. No iba a
162 caer sin pelear. Y sin dejarlo a él con cicatrices de mí parte.
Fue una voz tranquila la que rompió el hechizo retorcido que había
maldecido la oscuridad en mi habitación.
—Alton, déjala en paz.
Me di la vuelta para ver a mi madre parada en la puerta, sosteniendo
los dos lados de su bata apretada a su alrededor. Tenía la espalda recta, la
barbilla bien alta, y sabía lo que probablemente le costaba tomar una
posición contra él por mí.
Encendió la luz y vi a Alton mirarme, sus ojos se abrieron primero y
luego se entrecerraron. Pareció calmarse por unos segundos antes de que
su furia regresara. Podía verlo en cada línea de su rostro.
Los dos nos agitamos, rodé fuera de Alton y él rodó de mi cama.
Caminó hacia la puerta, agarrándose los costados mientras avanzaba.
Se detuvo y miró a mi madre por unos segundos antes de girarse
hacia mí.
—Esto no cambia nada. Vete por la mañana. Si alguna vez escucho
esto de alguien, te haré desear nunca haber nacido.
Me puse de pie cuando él comenzó a alejarse, pero con todo el
veneno corriendo por mis venas, solo pude pensar en una cosa que decir.
—Te odio.
Escuché su gruñido —Por la mañana. —Y luego se fue.
Mi madre esperó hasta que él estuvo abajo antes de entrar en mi
habitación. Temblando para entonces, me senté al borde de mi cama. Ella
se sentó a mi lado. Durante unos minutos ninguna de las dos habló.
Vi a mamá alcanzar su mano izquierda y comenzar a remover su
anillo de bodas de su dedo. Sin mirarme a los ojos, lo colocó contra mi
palma y cerró mis dedos sobre él.
—No dejes que te den menos de cinco mil por esto.
Se puso de pie y caminó hacia la puerta. Sin embargo, antes de que
ella saliera, la detuve.
—¿Así que esto es todo? ¿Estás de su lado?
—Este es mi lugar, Brinkley. Hice todo lo que pude por ti.
—Mamá, hay más en la vida que esto.
163
—No para mí. Esto es lo que quiero. He tratado e intentado
ayudarte, hacerte ver, y este es el agradecimiento que recibo.
—No es que haya hecho esto, nada de esto, a propósito.
—Quizás no, pero eres la única que puede arreglarlo. Te he dado
oportunidad tras oportunidad tras oportunidad. —La escuché suspirar,
como si estuviera tratando de mantener la calma. —Toma el anillo. Te dará
un mejor comienzo que a mí.
Con eso, mi madre salió de mi habitación y cerró la puerta detrás de
ella.
Capítulo 22
2004
32 AÑ OS

Estoy sentada al sol en el porche, tomando un descanso y tomando


una taza de té dulce. Mientras mis ojos escanean los campos, veo la punta
del techo del granero, la única parte que se puede ver desde este ángulo y
a esta distancia. Por supuesto, me recuerda a Dane. De todos modos, lo
habría hecho, pero desde que me reuní con Lauren, tengo aún más
curiosidad sobre lo que está haciendo y lo que sucedió en su vida en el
transcurso de los últimos quince años.
Impulsivamente, me levanto y empiezo a bajar por el camino de
entrada. Celina acaba de comenzar su álgebra, por lo que estará ocupada
por un tiempo. Mamá está haciendo lo que sea que hace durante el día. En
164 este momento, solo somos yo y los campos y un cerebro lleno de
preguntas.
Cuando entro en el trigo, pienso en aquellos primeros años de mi
vida, cuán asustada estaba de que se descubriera mi amor por Dane
James. Nunca bajé a este granero. Lo sabía mejor. Ver a Dane y su padre
en el campo, o en la ciudad y hablar era una cosa. Eso se llamaba ser
cordial o cortés. Pero sabía que no debía acercarme al granero donde
vivían.
El trigo se detiene repentinamente, como si se hubiera trazado una
línea y supiera que no debía cruzarla. Un lote de grava se extiende desde
esa línea hasta la barrera, que se alza frente a mí como una
representación física de todas las preguntas que tengo.
Me detengo frente a la entrada y miro hacia arriba. Las puertas
principales están cerradas, al igual que la única grande que está en la
parte superior. Me pregunto si Dane James alguna vez abrió esa puerta y
miró hacia la noche, o si nuestra roca era el único lugar donde realmente
podía ver que había vida más allá de esta ciudad.
Un escalofrío me atraviesa. Estar aquí es como estar cerca del
mismo Dane James. Es como estar en la zona cero para un inquietante
lugar donde están enterrados los huesos. Los huesos que mantienen el
espíritu atado a este mundo.
Me estremezco de nuevo.
Me estoy preparando para ver una parte de Dane que nunca conocí.
Y después de quince años de estar sin él, no estaba realmente preparada
para lo que sentiría el estar cerca de él nuevamente.
Tiro de una de las puertas del granero. Casi esperaba que estuviera
cerrado, pero no lo está, así que entro. El interior es oscuro excepto por las
franjas de luz dorada que se filtran a través de los listones en la madera.
El piso está lleno de tierra y la pared posterior está llena de todo tipo de
herramientas de aspecto aterrador. Parece que este granero en particular
no ha tenido ninguna maquinaria grande durante muchos años,
probablemente no desde que el capataz vivió sobre el. Probablemente solo
mantuvo el camión aquí. Ese viejo camión de uso agrícola que recuerdo
muy bien.
Echo un vistazo a la izquierda, a la escalera que conduce al segundo
piso.
He llegado hasta aquí. No tiene sentido retroceder ahora. Si el nuevo
165 capataz vive aquí, me disculparé, me presentaré y caminaré de regreso a la
casa. Sin daño, sin falta. Pero si está vacío… veré dónde pasó Dane James
su infancia, dónde pasó todos los días y noches que no estuve con él.
Subo las escaleras y pruebo el pomo de la puerta en la parte
superior. Está desbloqueado, así que lo abro y asomo la cabeza con
cuidado.
—¿Hola?
No obtengo respuesta, así que camino más adentro. El interior es
sorprendentemente limpio y resistente, no es realmente lo que esperaba
que estuviera encima de un granero. Los pisos son viejos, pero de madera
dura, y las paredes están totalmente cubiertas de yeso. No puedo decir qué
tan recientemente se ha hecho. Tal vez fue así cuando Dane vivía aquí. No
tengo forma de saberlo. También es más brillante de lo que esperaba, con
varias ventanas a lo largo de la pared exterior, frente a nuestra casa. Me
imagino que hay algunas detrás de las puertas cerradas a la izquierda
también.
El techo elevado se ha pintado de negro mate, al igual que las
tuberías expuestas y los conductos que lo recubren. Le da a la habitación
una sensación más industrial que una antigua sensación de granero
convertido. La sala de estar es enorme, al igual que el área de la cocina a
la derecha. Todavía hay un pequeño sofá frente a la gran puerta superior
cerrada y una pequeña mesa en la cocina, pero parece residual, no como
evidencia de que alguien viva aquí. Claramente nadie lo hace.
Hay tres puertas a la izquierda, todas parcialmente abiertas. Asomo
mi cabeza en las dos primeras. Una habitación, un baño, ambos vacíos.
Camino lentamente hacia la tercera puerta. Sé que, debido al ángulo
del granero con respecto a la casa, esta tiene que ser la antigua habitación
de Dane. Sé que entraré al lugar donde dormía cada noche, donde soñaba
y fantaseaba, donde veía mi luz a través de los campos. Donde
probablemente se preguntó qué me pasó y por qué me levanté y me fui.
Incluso después de todos estos años, me duele el corazón.
Empujo la puerta y me sorprende encontrar un escritorio en esta
habitación. La parte superior está cubierta de papeles y carpetas, y hay
una computadora en una esquina. Si bien nadie vive aquí, claramente el
nuevo capataz usa esto como su espacio de trabajo.
Probablemente debería irme. Dudo que quien esté dirigiendo la
operación me quiera caminando por aquí, aunque si ese fuera el caso,
debería haber cerrado las puertas. Me iré en un minuto, me digo. Solo
166 quiero estar aquí, en esta habitación, su habitación, por unos minutos.
Sólo algunos.
Camino a lo largo de las paredes, de esquina a esquina, pensando.
Me detengo en la ventana, capaz de distinguir la casa e imaginar cómo la
luz de mi habitación habría llamado la atención de Dane.
Las cosas podrían haber sido tan diferentes si hubiera sido más
cuidadosa. Tal vez hubiéramos podido escapar de esta ciudad, ir a la
universidad y estar juntos. Tal vez hubiéramos podido hacer una vida
juntos, y tal vez Celina habría venido más tarde, cuando hubiera tenido
dos padres amorosos en lugar de uno con problemas.
Me limpio las lágrimas de arrepentimiento que corren por mi cara.
Por la vida perdida. Y también por el chico que vivía aquí y la chica que
veía por las noches.
Me doy la vuelta para irme y casi choco directamente contra una
figura parada detrás de mí. Alto, ancho, duro como una roca. Jadeo y
tropiezo hacia atrás, pero no demasiado lejos. Unas manos fuertes agarran
mis brazos, estabilizándome para evitar que me caiga.
A raíz de mi jadeo, en ese extraño silencio que sigue a un momento
de terror, una voz retumba. —No quise asustarte.
Todo se acelera y se detiene. El tiempo se desvanece y los años se
ponen al día. El pasado y el presente chocan, y la conmoción cerebral es
temblorosa.
Reconocería la voz en cualquier lugar, aunque ahora es un poco más
profunda, un poco más adulto. Y también reconocería esa cara en
cualquier lugar, incluso en la suave luz que se filtra a través de la ventana
sucia y polvorienta.
Dane James.
El amor de mi vida.
El padre de mi hija.
Del que me alejé para salvar.
—Ha pasado mucho tiempo, Brinkley.
Mi corazón está tronando, mi sangre rugiendo. No puedo respirar,
pero a la vez tampoco he respirado tan fácilmente desde que me fui. Siento
alivio y ansiedad, todo y nada a la vez. Estoy en el ojo de una tormenta.
Estoy en el centro del caos.

167 —Dane —. Finalmente logro pronunciar su nombre, una sola sílaba


en una respiración temblorosa.
Me suelta rápidamente, bruscamente, como si de repente se diera
cuenta de a quién estaba tocando.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Da un paso atrás y lo veo mejor. Ha envejecido maravillosamente,
por supuesto. Era demasiado hermoso para no hacerlo. Sus ojos son el
mismo remolino intenso de colores otoñales, su mandíbula igual de fuerte,
su frente igual de ancha. Sin embargo, su cabello es más corto ahora, lo
que me sorprende por alguna razón. Nunca lo hubiera imaginado
llevándolo de esta manera. Es casi de negocios. Pero verlo me hace darme
cuenta de que fue Dane a quien vi esa mañana en la niebla.
—T-te cortaste el pelo.
Claramente, mi agudo ingenio ha salido a jugar. Este chico siempre
podría poner mi mundo en su eje. Eso no ha cambiado.
—Hace mucho tiempo —. Su respuesta es tan breve y corta como su
cabello, y un sentimiento claramente incómodo me invade.
—¿Q-qué estás haciendo aquí?
—La puerta estaba abierta. No debía estarlo.
—Oh. Lo siento por eso. Estaba... solo estaba mirando alrededor.
Pensando.
—¿Pensando en qué?
—Uh —Miro fijamente, mi mente corriendo. No quiero decírselo. —
Nada en particular. Paseando por el carril de la memoria, supongo.
Estoy confundida, mi mente aturdida. Me siento tan poco preparada
para esto, para él.
No dice nada, solo se queda allí mirándome. O más bien frunciendo
el ceño. La expresión de su rostro es cualquier cosa menos agradable o
acogedora.
—Entonces, ¿todavía vives por aquí?
—Si.
—No aquí, obviamente —. Me río y es un sonido nervioso que hace
temblar aún más mi interior.
—No. Solo trabajo aquí.
168
Eso también me pilla desprevenida, y mis cejas se disparan.
—¿Aquí? ¿Todavía... todavía trabajas en el campo?
—Supongo que se podría decir eso. Solo que ahora me pertenecen.
No puedo ocultar mi sorpresa sobre eso. Mi boca se abre y miro,
atónita, mi viejo amor. Mil cosas pasan por mi mente, una de las cuales es
una voz desagradable y acusadora que me dice que podría haber evitado
esto si no hubiera asumido que se había ido, asumido que Alton contrató a
un nuevo capataz antes de morir, y solo le hubiera preguntado a mamá
sobre el estado de las cosas.
Pero no lo hice.
Así que aquí estoy.
Desconcertada.
—Tú... tú... Wow. ¡Eso es genial!
Él se encoge de hombros, un gran hombro, se mueve un poco. Solía
amar ese gesto sobre él. Ahora solo parece frío y despreocupado. Justo
como sus ojos. Los ojos que siempre fueron tan cálidos ahora son frígidos.
—No deberías estar aquí arriba.
—Oh, oh. Lo siento. La puerta estaba abierta. No lo sabía… Mamá
no me dijo que vendió este lugar.
—Ella no lo hizo.
Arrugo la frente.
—No… no entiendo.
—Quizás deberías preguntarle a tu madre entonces.
Su tono, el borde de sus palabras, la mirada triste en su rostro,
pinta una imagen convincente de lo que debe estar sucediendo en su
mente. Y en su corazón.
Como un hacha para mi alma, me queda claro lo que estoy
sintiendo, lo que estoy viendo.
Dane James me odia.
Me esfuerzo por tragarme el enorme nudo que se forma en mi
garganta y parpadeo para contener las lágrimas que brotan antes de poder
detenerlas. Miro hacia otro lado, hacia la ventana que da a la casa en la
169 que crecí.
—Está bien, bueno, supongo que debería volver.
Empiezo a moverme alrededor de él cuando me pregunta —¿Por qué
regresaste?
No podía sonar menos complacido de que yo estuviera aquí. De
hecho, sonaba un poco antagónico. Y estoy abatida. Aunque ninguno de
ellos era en lo más mínimo realista, había albergado sueños sobre Dane
James, sobre cómo sería volver a verlo, qué tipo de reunión tendríamos y
qué podría haber sido de él. Verlo aquí, ahora, así, es como sufrir la
muerte de cada uno de esos sueños, así como los recuerdos de mi amada
infancia.
El chico que amaba no existe.
Ya no.
Y el hombre que amaba, aunque era joven, tampoco existe. Esta
persona no es el Dane James que conocía. Él es alguien más.
Alguien que me odia.
Y con justa razón.
Camino hacia la ventana. Tengo dificultades para controlar el
tornado de tristeza, arrepentimiento y desesperación que me desgarra el
interior. Me tiembla la barbilla y presiono los labios para calmarla.
Parpadeo rápidamente, rezando para poder contener todo lo que
siento hasta que pueda escapar. Señor Dios, solo déjame hacerlo un poco
más.
—Es una historia larga y aburrida, y estoy segura de que tienes
mejores cosas que hacer que quedarte aquí y escucharme hablar sobre mi
vida.
Una breve pausa.
—En realidad, lo hago. —Otro golpe a esa hacha en mi alma,
enterrándola más profundo. —Solo sal. Cierra la puerta principal cuando
te vayas, por favor.
Levanto una mano y pronuncio una astillado —Lo haré.
Parece una eternidad mientras se encuentra de pie detrás de mí,
callado e imponente, antes de escuchar el suave roce de sus zapatos
cuando se da vuelta para irse. Me desplomo contra la ventana cuando el
170 sonido de sus pisadas desaparece por las escaleras. Estoy agarrando el
alféizar cuando veo a Dane cruzar la calzada y abrir la puerta de una gran
camioneta negra y reluciente. Por un segundo antes de agacharse, levanta
la cabeza. Me mira directamente, con una expresión extraña en su rostro.
Me mira por mucho tiempo. Y le devuelvo la mirada. Es casi como si
ambos estuviéramos tratando de reconciliar las personas que éramos con
las personas en que nos hemos convertido.
Finalmente, dobla su largo cuerpo en el asiento del conductor y,
segundos después, se aleja. Miro hasta que ya no puedo ver su vehículo.
Cuando está fuera de la vista, me derrumbo en el suelo y lloro.
El Dane James que conocía y amaba se ha ido. Y también todas las
esperanzas irracionales que tenía. Todos los días y todos los “qué tal si”,
que he albergado durante una década y media se han ido.
Muerto y olvidado.
Capítulo 23
Estoy sentada en el porche de nuevo cuando mamá se detiene.
Siento que estoy en piloto automático. Hago lo que se debe hacer, pero una
gran parte de mí está entumecida. Creo que es esa parte la que está aquí
con la esperanza de obtener otro vistazo de Dane James caminando por los
campos. Verlo ayer se sintió como un mal sueño y quiero
desesperadamente una renovación, una que vaya mucho mejor, una en la
que Dane James no me odie, porque tengo noticias que eventualmente
tendré que compartir con él, y sería mucho mejor si no me odiara para
entrar en eso. Casi no hay dudas en mi mente ahora que lo hará.
Descubrir que le he escondido a su hija durante catorce años no hará que
me quiera. Es por eso que pospondré esa conversación todo el tiempo que
pueda. Sin embargo, sé que no podré ocultarlo para siempre. No puedo
171 soportar pensar en eso ahora.
Me concentro en el Cadillac blanco de mamá y en cómo brilla como
una perla al sol. Cuando sale, me doy cuenta de lo perfecto que le queda.
Su cabello es solo unos tonos más oscuros, y está vestida con un pantalón
de vestir de color crema con una capa de albaricoque debajo. Se ve tanto
elegante como hermosa. Ella encaja en esta vida. Es todo lo que siempre
quiso, y su satisfacción se nota. Desde la inclinación real de su cabeza
hasta los dedos de los pies perfectamente cuidados que sobresalen de sus
zapatos de quinientos dólares, ella es parte de la multitud de la élite en
Shepherd's Mill. Ahora no necesita a Alton para mantenerse activa. Ella
tiene un derecho legítimo al trono, y está perfectamente bien tomándolo.
Con gracia, ella sube los escalones delanteros. En lugar de asentir y
pasarme por alto para entrar directamente, que es lo que pensé que haría,
mi madre se sienta en la mecedora a mi lado, cruza las piernas y exhala
como si estuviera exhausta.
—¿Dónde está Celina?
—Haciendo su tarea de inglés.
Mamá me mira de reojo.
—¿Qué pasa con tu trabajo? ¿Has terminado por el día?
—No. Solo tomándome un descanso —. Me giro para darle toda mi
atención. —¿Cómo estuvo tu... lo que sea que estabas haciendo?
—Estuvo bien. Estuve en una reunión de The Women's League.
Asiento, pero no digo nada más. No tengo idea de qué es eso, y no
me importa particularmente. Mi mente está llena de un millón de otras
cosas. No hay espacio para los detalles de su calendario social.
Mis ojos escanean los vastos campos, observando de cerca esa figura
familiar que quiero y no quiero ver.
—Nunca me dijiste lo que pasó después de que el Sr. James falleció.
¿Alton consiguió un nuevo capataz?
Mamá no responde de inmediato. Cuando lo hace, su voz suena un
poco herida.
—¿Te mantuviste en contacto con esas personas y no con tu propia
madre?
—No. No me "mantuve en contacto" con nadie. Solía obtener una
copia del periódico de vez en cuando, eso es todo. Uno de ellos contenía su
obituario. Así es como supe que Alton también murió.
172
—Oh —¿Es alivio lo que escucho? —¿Por qué preguntas?
Estrecho mis ojos hacia ella.
—Mamá, ¿Qué me estás escondiendo?
—No te estoy escondiendo nada. Estás siendo astuta. ¿Por qué no
solo preguntas lo que quieres saber?
—Bien. ¿Por qué no me dijiste que Dane compró este lugar?
—Porque él no sólo compró este lugar.
—¿Que se supone que significa eso?
Ella sacude la cabeza con agitación.
—No importa. No necesitas preocuparte por esas cosas. Esta casa
sigue siendo mía y Alton me dejó en una buena posición. Eso es todo lo
que importa.
—¿Por qué estás siendo tan rara con esto?
—No estoy siendo rara. Tú estás siendo rara. Siempre fuiste
completamente irracional cuando se trataba de ese chico. ¿No crees que ya
has causado suficiente daño? ¿No puedes seguir adelante? Sin más, por el
bien de Celina. Ella tiene la oportunidad de una buena vida aquí. No
arruines eso para ella.
Es mi turno de sacudir mi cabeza.
—Espera, ¿qué? ¿De qué diablos estás hablando? ¿Cómo voy a
arruinarle algo a mi hija? Ella es mi única preocupación.
—No necesitas involucrarte con él nuevamente. Eso es todo lo que
digo.
—Oh, créeme, eso no será un problema —No puedo ocultar mi
amarga decepción.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Hoy me encontré con el señor Dane James. Abajo en el granero.
—Que estabas haciendo…
La corto y sigo hablando.
—Claramente no hay amor perdido para mí allí. Incluso podría ir tan
lejos como para decir que me odia.
173 Mamá resopla y mira hacia otro lado.
—Tal vez eso sea lo mejor.
—¿Cómo puedes ser tan insensible? Lo amaba, mamá. Es el padre
de Celina. ¿No ves cuánto duele esto?
—Lo superarás. La vida está llena de dolor y decepciones. Solo
espera hasta que Celina crezca. Realmente descubrirás lo que es el dolor
entonces.
Herida, cierro la boca y me recuesto en la silla, apartando la cara de
mi madre. Se sienta unos segundos más antes de levantarse y entrar.
Me alegro de verla irse.

Me levanto de la mesa para limpiar los platos. Celina hace lo mismo.


—Ve a hacer algo divertido, nena. Tengo estos.
Ella me mira con sus grandes ojos esmeralda.
—No me importa ayudar.
Yo sonrío.
—Sé que no, pero esto es lo mío. Ve a hacer lo tuyo.
Sus ojos se ven cansados y está sin aliento solo ayudando a llevar
los platos a la cocina. Ella necesita descansar.
—¿Qué es lo mío?
—¿Cómo se supone que debo saber?
Ella se encoge de hombros y baja la barbilla.
—Probablemente sepas lo que los chicos normales de catorce años
hacen mejor que yo.
Escuchar eso es como un puñetazo en el intestino. Camino alrededor
de la mesa y la tomo por los hombros.
—Esto no durará para siempre. Es posible que no puedas hacer los
catorce como todos los demás, pero si tengo algo que ver con eso, los
174 quince irán mejor que todos los demás. Estarás cotilleando con tus amigas
y besando chicos, e irás a fiestas a las que te diré que no vayas. Serás
rebelde y yo seré estricta. Te castigaré y luego te liberaré porque soy una
blandengue. Como ves, ya tengo todo planeado. Solo un poco más de
tiempo y estarás en casa libre.
—¿Cómo sabes todo eso, mamá?
Ella suena tan abatida, tan desesperada. Preferiría recibir una paliza
que ver a mi pequeña de esta manera.
—Debido a que te llevaré a ese nuevo médico la próxima semana y
nos dirá cuál es el mejor próximo paso a seguir, y lo haremos, y
funcionará, y estarás como nueva para el próximo verano. Tal vez incluso
en Navidad.
—¿Realmente crees que pueden curarme?
—La verdad es que se ve muy bien —Inyecto tanta esperanza y
optimismo en mi voz como sea posible. Si fuera honesta, tendría que
decirle que no tengo idea de lo que sucederá. Tendría que decirle que estoy
tan preocupada y desesperada como ella. Tendría que decirle que lloro
hasta quedarme dormida la mayoría de las noches, preocupándome
porque no haya forma de salir de esto para ella.
Pero no soy honesta. Ella no necesita el peso de mi honestidad. Ella
necesita que yo sea su madre. Para protegerla y decirle que todo estará
bien, hasta el momento en que, Dios no lo quiera, sepamos con certeza
que no será así.
Hasta entonces, esta es mi historia y me estoy aferrando a ella.
Respira profundamente y muestra una sonrisa, su fuerza brillando
tanto como su belleza.
—Está bien, entonces voy a subir a mi habitación para ver una
película con Drea.
Drea es la mejor amiga de Celina en Maryland. Ambas fueron
típicamente dramáticas cuando descubrieron que nos estábamos
mudando. Hubo lágrimas y amenazas y largas y dolorosas despedidas,
pero se han mantenido en contacto. Tal como les dije que harían.
Chicas, pienso con una sacudida interna de mi cabeza. ¿Alguna vez
fui tan dramática?
Celina comienza a irse, pero la detengo antes de que pueda salir del
comedor.
175 —¿Qué película? —Tiene catorce años y sigo siendo su madre. Tengo
que preguntar.
—Ma-máá—Ahí está ese sustantivo de dos sílabas nuevamente.
—Celinaaaaa —Hago el suyo al menos cuatro veces más largo. —
Nada con clasificación R.
Sus labios forman una línea delgada y puedo decir que quiere
pisotear su pie.
—Me estabas diciendo que hiciera lo mío, y cómo voy a hacer cosas
que no se supone que deba hacer.
—Si. Un día en el futuro, no esta noche.
Ella pone los ojos en blanco y levanta las manos.
—Bien. Veremos algo que ya hemos visto antes.
Eso realmente no me ayuda, pero no voy a estar sobre ella
demasiado. Realmente quiero que haga algo divertido esta noche.
—Te amo —le digo cuando ella comienza a alejarse.
—Te amo —responde ella, aunque de mala gana.
Escucho el timbre justo cuando está doblando la esquina hacia las
escaleras, y veo a mi hija desviarse hacia la entrada. Antes de que pueda
detenerla, ella abre la puerta.
—¿Puedo ayudarte?
Hay silencio. Un espeso, espeso silencio, uno que me saca de detrás
de la mesa, con los brazos cargados de platos, para mirar a la vuelta de la
esquina.
Allí, de pie en el vestíbulo, mirando a mi hija como si le hubiera
crecido una segunda cabeza, está Dane James.
Salgo y empujo a Celina con mi cadera. Se da la vuelta para mirarme
y yo asiento hacia las escaleras.
—Sigue. Tengo esto.
Ella se encoge de hombros y camina lentamente, dolorosamente
lento, sube los escalones hacia su habitación, dejándome sola con el nuevo
Dane James y todas las preguntas que probablemente tenga.
Lo veo verla irse. Sus ojos otoñales la siguen hasta que ella
desaparece, y se quedan en ese lugar durante mucho tiempo después. Su
176 mandíbula está tensa y dura, y no puedo estar segura de si está armando
las cosas o si solo me está odiando un poco más. Me inclino hacia este
último simplemente porque Celina no parece de su edad. La mayoría de las
personas que la ven piensan que tiene al menos uno o dos años menos. Si
ese es el caso con Dane, él sabrá que ella no podría ser suya. Aunque ella
lo es, y mucho.
—¿Tuya? —pregunta, inclinando su cabeza hacia las escaleras.
Enderezo mi columna, preparándome para lo que venga después.
—Sí, ella es mía.
Él asiente con la cabeza y una expresión extraña cruza su rostro.
¿Es tristeza? ¿Amargura? O solo mi imaginación.
—Ella se parece a ti.
Lamo mis labios repentinamente secos.
—Gracias.
Él asiente nuevamente y se aclara la garganta.
—Tengo algo para tu madre. ¿Está ella por aquí?
—Por supuesto. Adelante.
Dane entra, llenando la entrada con su presencia, haciendo que la
gran área luzca pequeña. Siempre me hacía sentir así cuando estaba
cerca, como si yo fuera este pequeño receptáculo esperando que él viniera
y me llenara. Y él lo hizo. Cada vez que estábamos juntos, me hacía sentir
tan plena y completa como nunca.
Empuja la puerta y sonrío antes de girar hacia la cocina y hacía el
estudio. Asomo la cabeza por la esquina.
—Mamá, Dane está aquí para verte.
Su frente se arruga y se pone de pie. En su elegante ropa, de pie
detrás del impresionante escritorio de Alton, luce como la dama de la
mansión. Tengo que sonreír. Algunas personas nacieron para esta vida.
Ella es una de ellas.
—Hazlo pasar.
Resisto el impulso de hacer un ruido reservado para la mayoría de
los adolescentes. Y en su lugar, asiento y vuelvo al vestíbulo, con los
brazos todavía cargados de platos, para decirle a Dane que me siga.
177 Cuando lo llevo a través de la casa al estudio, soy muy consciente de
sus ojos sobre mí. Daría cualquier cosa por saber qué pasa por su mente,
pero sé que eso no sucederá.
Lo dejo con mamá y vuelvo a mi tarea, enjuagar y lavar. Para mi
gran sorpresa, mis manos temblorosas no dejan caer ni rompen ni un solo
plato.

No es de extrañar que no pueda dormir. No podía soportar estar


abajo, así que me acosté temprano. Pero ahora, no puedo soportar estar
aquí arriba. En todas partes se siente claustrofóbico. Las paredes se están
cerrando. Se están burlando de mí con sus recuerdos, interrumpiendo mi
silencio.
Dane James me odia.
Y me está matando.
Todo lo que hice, lo hice por él, para que fuera feliz y no me odiara.
Pero terminó odiándome de todos modos. Todo eso, todo lo que renuncié, y
también perdí su corazón.
Me quito las sábanas retorcidas y me dirijo a la puerta. Necesito un
poco de aire fresco. Necesito cielos abiertos y noches interminables.
Me dirijo hacia abajo. Por costumbre, esquivo las tablas chirriantes
en mi descenso. Me sonrío cuando considero volver a subir solo para poder
bajar y pisar cada una. Dejar que mamá se despierte. Dejar que ella
pregunte a dónde voy. Dejar que intente detenerme. Con el estado de
ánimo en el que estoy, es probable que le muerda la cabeza.
Ni siquiera estaría en esta posición si no fuera por ella y su esposo,
Alton el monstruo. Forzaron mi mano, todo por el bien de las apariencias.
Me separaron de Dane, le robaron el derecho de ver crecer a su hija y
cambiaron el curso de toda mi existencia. Todo para que ninguno de los
dos tuviera que sentirse avergonzado por su hija.
La amargura, vieja y ardiente, se agita en mi vientre. Estoy enojada
con ellos de nuevo. Y conmigo misma por no ser más fuerte, por no
encontrar otro camino. No importa que fuera joven y estuviera
178 aterrorizada, por estar embarazada y sola. Debería haber descubierto una
manera.
Pero no lo hice.
La culpa es sólo mía. Es mi precio a pagar. Y un día cercano, Dane
vendrá a cobrárselo. Es solo cuestión de tiempo.
El aire suave me golpea en la cara. Es suave, cálido y perfumado, y
me devuelve al pasado. Tengo doce años de nuevo, escapándome con un
chico extraño por primera vez. Tengo quince años de nuevo, buscando
consuelo de la única persona que me entiende. Tengo diecisiete años otra
vez, dispuesta a renunciar a todo por el amor de un chico que trabaja en el
campo.
Comienzo a caminar, pero antes de que me dé cuenta, estoy
corriendo, corriendo por los campos, virutas de trigo golpeando mis
brazos, pecho y mejillas. Y luego la veo. Oscura y solitaria bajo la luna.
Una roca.
La roca.
Nuestra roca.
Sin aliento, no me detengo hasta que estoy al pie de la misma.
Levanto la mano, mis dedos aferran un borde para agarrarme e
impulsarme, pero no es necesario porque no tengo peso.
Grito de sorpresa cuando soy arrastrada sin esfuerzo hacia la roca.
Cuando me oriento, allí, esperándome al igual que cuando era una niña,
esta Dane James.
—Yo... yo no te vi —jadeo.
—Estaba acostado.
Estoy respirando muy fuerte y él está tan cerca. No retrocedió
cuando me dejó en la roca, y ahora está a solo un pie de distancia,
elevándose sobre mí.
—Lo siento. Puedo... puedo irme si tú... — Mi cerebro no puede
soportar una sorpresa más. Ni una más.
Cuando no dice nada, tomo eso como mi señal para irme, así que me
giro y comienzo a bajar de la roca. Una vez más, una mano fuerte me
detiene.
—No lo hagas.
179
Una sílaba.
Una palabra.
Un comienzo. Y yo exhalo.
Lentamente, me giro para enfrentarlo. Parece un Dios hermoso y
misterioso en la noche, como si le perteneciera, y ella a él. Parece más alto
de lo que recuerdo, ciertamente más intimidante, pero en este momento,
así... no es el hombre enojado que he visto dos veces. Él es simplemente
Dane, él que se quedó.
—¿No quieres que me vaya?
Él responde con una pregunta propia.
—¿Tienes miedo de quedarte y hablar?
Es un desafío. Claro en su voz y aún más claro en la posición de su
barbilla, como si me estuviera desafiando. Dane James tiene un hueso que
recoger, y creo que estoy a punto de ser devorada.
—N-no.
Si. Todavía no estoy lista para esto. Puede que nunca lo esté.
—Bien. Toma asiento.
Lo hago, pero estoy lejos de sentirme cómoda.
—Entonces…
—Entonces… —Nos sentamos, esperando. El qué, no tengo idea.
Comienza con lo que debe ser una pequeña charla. —Tu hija parece dulce.
—Acaba de entrar en su adolescencia. Ella tiene sus dulces
momentos, pero... ese no es siempre el caso.
Dane asiente rígidamente.
—Me imaginé que tenía más o menos esa edad. Parece de doce o
trece años.
Casi suspiro de alivio porque él llegó a la conclusión que la mayoría
de los demás hacen, la que la haría demasiado joven para ser suya. Estoy
de acuerdo con que asuma eso por el momento.
Nos quedamos en silencio nuevamente hasta que él comienza de
nuevo, esta vez con un poco más de agresión.
—¿Me vas a decir dónde has estado durante los últimos quince
180 años?
Hay una pequeña cantidad de ira y desprecio en su voz. Tengo la
sensación de que me va a odiar sin importar lo que diga.
—Yo... Bueno, ni siquiera sé por dónde empezar realmente.
¡Qué manera de evadir! ¿Qué le pasó a mis agallas?
—¿Quieres que elija un lugar? ¿Qué tal el día que te fuiste de aquí?
Ese ha sido un gran misterio para mí por un tiempo, aunque escuché
algunas historias sobre por qué te fuiste.
—¿Lo hiciste? ¿Como qué?
—Bueno, hubo una sobre un secuestro. Claramente, eso no era
cierto. Tus padres no lo habrían dejado pasar. Nadie secuestra a uno de la
élite de Shepherd's Mill y se sale con la suya. —El cinismo cubre cada una
de sus palabras. —Luego hubo una sobre una sobredosis de drogas. Creo
que esa historia fue diseñada específicamente para mí. —Jadeo ante eso.
Hace muchos años, me contó lo que le pasó a su madre. ¿Qué clase de
broma cruel fue esa? ¿Por qué la gente le diría que yo había hecho lo
mismo? —Luego hubo otro, de Lauren creo, algo acerca de que te
transferiste a una escuela preparatoria y conociste a un chico allí. Alguien
a quien tus padres aprobaron. Supuse que tenía la mejor oportunidad de
ser verdad. Incluso la gente común como yo sabe lo importante que es la
aprobación familiar. Para ustedes, de todos modos.
Me siento, aturdida y sin palabras, mientras lo escucho hablar. Por
una fracción de segundo, considero simplemente ponerme en marcha,
volver a la casa para recoger a Celina, subir a mi automóvil y conducir a
alguna parte, a otro lugar.
Pero no puedo.
Por una razón.
Celina.
Regresé aquí por ella. Ella es la única razón, y no la defraudaré
ahora.
Cuando no digo nada por un tiempo, Dane dice —¿Nada que decir?
Mido mis palabras con cuidado. —No estoy segura de que creas la
verdad. Parece que tu mente está decidida a odiarme sin importar qué.
¿Vale la pena que me siente aquí y te cuente lo que pasó? ¿Hará alguna
diferencia?
181
Ante eso, la expresión de Dane se funde en un ceño fruncido, pero se
ve más confuso que hostil.
—Tal vez. Supongo que depende de lo que digas. Tal vez haya una
buena razón y si la hubiera... no soy un completo imbécil, ¿sabes?
—No, solo un imbécil parcial.
No me rio. Ni siquiera sonrío. Y tampoco él. Simplemente se encoge
de hombros y dice —Touché.
Suspiro y tiro mis piernas debajo de mí, doblando mis manos sobre
mi regazo. Ahora sería la oportunidad perfecta para contarle sobre Celina,
pero mi corazón me dice que espere. No solo no está listo, sino que podría
estar preparando a Celina para una gran angustia. Primero necesito
hablar con ella y luego decidir si Dane es incluso el tipo de persona que
necesita en su vida en este momento.
¿Es esa la elección correcta? No lo sé. Todo lo que sé es que estoy
haciendo lo mejor que puedo con lo que tengo en este momento.
—Alton... me sorprendió entrando a escondidas una noche cuando
había estado contigo. Yo tenía quince años. Me estaba esperando en mi
habitación. No hizo nada, pero fue... inapropiado. Él también me amenazó.
Me dijo que, si no me mantenía alejada de ti, te arruinaría a ti, a tu padre
y a mí. Y que me odiarías por eso —. Es mi turno de encogerme de
hombros. —Le creí. Era un monstruo, simple y llanamente. Hice lo mejor
que pude para alejarme de ti. Sabes eso bien. Y lo hice por un tiempo. Dos
años, de hecho, pero luego... entonces... no sé qué pasó. Supongo que
estaba demasiado enamorada de ti como para alejarme más. Y luego
nosotros... —No sé cómo llamarlo. En ese momento, pensé que estábamos
haciendo el amor. Para mí, eso sigue siendo lo que hicimos. Pero para
Dane, tengo la sensación de que fue algo completamente diferente. No
estoy segura de que mire hacia atrás y vea algún amor allí ahora. —Justo
después de eso, una noche entró en mi habitación y trató de... Se subió
encima de mí, me dijo que, si entregaba mi basura gratis, tomaría un poco.
No sé cuándo comenzaron las lágrimas. Solo soy consciente cuando
gotean por mi barbilla y hacen cálidas salpicaduras en mis manos en
puños. El dolor de lo que ese hombre me hizo pasar nunca desaparecerá
por completo.
Dane ha estado completamente en silencio hasta ahora, y lo único
que dice es un gruñido bajo y peligroso —¿Él...?
Inhalo.
182
—No. Mamá debe haberme escuchado gritar y vino a la puerta. Ella
lo hizo... lo detuvo antes de que sucediera algo peor. Me dijo que saliera,
que me fuera por la mañana, y que nunca le dijera a un alma o te
destruiría a ti y a tu padre. Se aseguró de señalar que terminarías
odiándome por arruinar sus dos vidas, si me molestaba en decírtelo. Tenía
miedo de que tuviera razón. Así que me fui.
Nos sentamos en la tranquilidad durante varios minutos, solo las
ranas croando a lo lejos. Finalmente, Dane se levanta y camina hacia el
borde de la roca y mira hacia la oscuridad. Lo veo pasar una mano por su
cabello y escucho algo, tal vez algunas palabrotas, un silbido entre dientes.
Sin embargo, me quedo quieta y espero pacientemente a que regrese.
Acabo de lanzar una bomba. No la bomba, per una bomba. Necesitará
tiempo para pensarlo. Tal vez sea suficiente para evitar que me odie.
Al menos hasta que le cuente sobre Celina. Entonces volveremos al
punto de partida.
Pero esa es otra preocupación, otra pelea por otro día.
Parece que ha pasado una eternidad cuando finalmente Dane
regresa a donde estoy sentada. Se detiene frente a mí y deja caer su mano
en mi dirección.
—¿Puedo acompañarte a casa?
Supongo que también ha tenido suficiente por una noche. Miro de
su mano a sus ojos y viceversa. Son negros como el carbón en la
oscuridad, negros e ilegibles.
Asiento, deslizando mis dedos entre los suyos y dejo que me ayude a
levantarme. Caminamos hasta el borde de la roca y Dane salta hacia abajo
y luego se voltea para ofrecer su mano otra vez. Nuevamente la tomo.
La suelta una vez que mis pies están en el suelo y comenzamos la
caminata de regreso a mi casa.
El silencio es demasiado grande, demasiado cargado para mí. Mis
nervios no pueden soportarlo, así que entablo una conversación que no
tiene nada que ver conmigo o por qué me fui o qué sucedió para hacerme
huir.
—¿Qué estabas haciendo aquí esta noche? ¿Trabajando hasta tarde?
—Si.
—No tienes que caminar conmigo en ese entonces. Ve a buscar tu
camioneta y…
183
—Vine andando. Desde mi casa. Está justo al otro lado del río. Tomé
el puente peatonal.
—Oh. ¿Cuánto tiempo has vivido ahí? —No recuerdo que haya una
casa allí, pero tal vez lo he olvidado.
—Brinkley, yo... —Dane hace una pausa y se pasa una mano por la
cara antes de comenzar de nuevo. —Lamento mucho lo que pasó. No lo
sabía. Obviamente. Creo que yo... estaba bastante herido. Pensé que nos
iríamos juntos, y cuando tú...
—También pensé que lo haríamos. —Mis palabras son tranquilas,
nostálgicas.
—Yo... lo siento.
—No necesitas disculparte. Tenías todo el derecho de estar enojado
conmigo.
Él asiente distraídamente, pero veo un cambio en él. Toda la furia y
el resentimiento, toda la hostilidad y amargura que mostró antes...
curiosamente estaba ausente. Tal vez su odio no era tan profundo como su
amor. Al menos espero que ese sea el caso.
Cuando llegamos al lugar donde el campo se encuentra con el
camino de entrada, Dane se detiene.
—¿Por qué no regresaste?
Su pregunta no es enojada ni acusatoria; Parece más como si
estuviera tratando de entender lo que sucedió hace tanto tiempo.
—Me dijo que no lo hiciera. Alton dijo que, si volvía, lo mismo
aplicaba. No quería arriesgarme. Para empujarlo. Ese hombre tenía una
vena malvada.
Ante eso, Dane me mira. Veo que los ángulos y planos de su rostro
se han vuelto oscuros. No hubo amor perdido entre Dane y Alton.
—No sabía cuánto hasta que fue demasiado tarde.
—¿S-sucedió algo más?
Se me acelera el pulso. ¿Alton le hizo algo a él o a su padre de todos
modos? ¿Algo de lo que no sé nada? Claramente, él no los echó de la
propiedad, pero probablemente había imaginado una docena de formas
diferentes de lastimar a las personas. Ese es el tipo de hombre que era.

184 Por un segundo, Dane parece estar hirviendo, pero luego sus labios
se curvan en una sonrisa tensa y educada.
—Esa es una historia para otro día.
—¿Habrá otro día?
Las palabras salen antes de que pueda detenerlas. Y tan pronto
como lo están, me muerdo la lengua por ser el demonio traidor que es.
¿Por qué, por qué, por qué preguntas eso, Brinkley? Estás jugando con
fuego.
—¿Quieres que lo haya?
No respondo enseguida, aunque sé lo que quiero decir de inmediato.
—Creo que estaría bien.
Exhalo de alivio ante mi buena respuesta, bastante casual. Eso esta
mejor. Tal vez mi cerebro no ha abandonado completamente las
instalaciones.
El asiente. —Entonces te veré por ahí.
—Bien. Buenas noches, Dane.
—Buenas Noches.
Me doy la vuelta y empiezo a caminar para no mirarlo mientras
avanza. He visto a Dane James alejarse demasiadas veces.

185
Capítulo 24
Estoy sosteniendo una computadora portátil, trabajando en una
hoja de gastos para mis finanzas personales, aunque escasa, mientras
tomo el sol en el porche delantero. Sabía que no sería capaz de sentarme
aquí y soñar despierta como siempre. He descubierto que cada minuto
libre cuando mi mente no está ocupada, va directamente a Dane James.
Esta es mi forma de ser productiva y mantener mi cordura.
Estoy haciendo números en mi cabeza, entrecerrando los ojos al sol
del mediodía cuando veo una figura solitaria atravesando el campo. Sus
brazos están expuestos por una camiseta sin mangas que se extiende
sobre un amplio pecho, y puedo ver una franja de mezclilla en su mitad
inferior antes de que se funda con las hojas de trigo. Sus jeans están
sostenidos por un cinturón con una hebilla gruesa, y sé que sus piernas
186 terminan en botas viejas y polvorientas. Todo lo que le falta es el sombrero
de vaquero.
Dulce madre.
Mi estómago hace volteretas.
Incluso después de todos estos años, después de todo lo que
sucedió, todavía me causa mariposas verlo caminar hacia mí, tan grande
como el día.
Observo sus anchos hombros mientras se balancean ligeramente
con cada paso que da. Aunque no puedo verlos claramente desde esta
distancia, sé que sus ojos están enfocados en mí. Están empeorando las
mariposas.
No quito la mirada de él. Es grosero mirarlo, lo sé, pero no creo no
poder verlo ahora mismo.
Se acerca más y más hasta que está de pie en el borde del campo,
donde me dejó anoche, y se detiene. Desde allí, él continúa mirándome en
silencio, y yo en silencio lo miro de regreso a él.
¿En qué está pensando? ¿Qué es lo que quiere?
¿Qué quiero yo?
Eso es fácil, regresar. Para retroceder en el tiempo. Para deshacer y
rehacer. Para hacerlo mejor.
Solo que eso es lo único que no puedo tener. Posiblemente una de
muchas.
Finalmente, reanuda su caminata, cruza el camino de entrada y no
se detiene hasta que está parado frente al porche. Él no sube las escaleras;
solo pone un pie en el escalón inferior y engancha un pulgar en su bolsillo
delantero. Parece una imagen de revista, o un póster de película, hasta la
hierba girando en sus labios.
—¿Estas ocupada?
Sacudo la cabeza.
—¿Quieres ir a caminar?
Otra voltereta, pero aún así me las arreglo para encogerme de
hombros con indiferencia.
—Claro.
Él asiente, girando ese pedazo de hierba con la lengua, sus ojos fijos
187 en mí, quemándome. Mi piel comienza a calentarse. Dulce madre de todo
lo que es sagrado, nadie debería ser tan sexy.
Dane James siempre fue sexy, pero ¿siempre fue así de sexy? ¿O es
solo que ahora es un hombre adulto y que un poco de edad trae su propio
tipo de calor? No lo sé. Solo sé que me está destrozando por dentro, de pie
allí así. Y por la forma en que sus labios se curvan en los bordes mientras
lo miro como una persona sin cerebro, creo que probablemente él también
lo sabe.
Salgo de allí, obligándome a mirar hacia otro lado y empujo mi
laptop para cerrarla.
—Déjame llevar esto adentro y agarrar unos zapatos. Ya vuelvo.
Llamo a Celina para decirle que regresaré en unos minutos, pongo
mi portátil en la mesa del comedor, tomo mis zapatos junto a la puerta y
regreso afuera.
Dane está de espaldas a mí ahora, dándome la visión perfecta de su
trasero. De las pocas cosas que no han cambiado desde que me fui, el
legendario trasero de Dane James es una de ellas.
—Lista —anuncio mientras troto para encontrarme con él. —¿A
dónde vamos?
—Hacia el río. Tengo algo que mostrarte.
—Bien —No puedo imaginar lo que podría ser, pero estoy más que
dispuesta a descubrirlo. Este es un gran avance, creo. Aparentemente,
Dane pensó en lo que dije anoche y decidió que tal vez vale la pena darme
el beneficio de la duda.
Al menos espero que eso haya sucedido.
—Entonces, ¿cómo va el negocio?
—Bien
—¿Alguna vez me dirás cómo terminaste con este lugar? Nunca lo
habría visto venir.
—Sí, yo tampoco. Especialmente no como lo hizo.
—Mamá dijo que lo compraste cuando Alton murió.
Dane me lanza una mirada por el rabillo del ojo.
—¿Eso es lo que dijo?
—Bueno, algo así. Estaba siendo muy rara al respecto. ¿No fue eso
188 lo que pasó?
Dane me mira a lo lejos, su mandíbula se flexiona mientras sus
labios giran ese delgado pedazo de hierba.
—¿Alguna vez te preguntaste por qué tu padrastro me odiaba tanto?
Mis cejas se juntan. —No diría que te odiaba.
Eso es una mentira. Alton odiaba a Dane. Con pasión.
Dane me lanza una mirada dudosa.
—Brinkley, vamos.
Con un suspiro, confieso —Está bien, está bien. El te odiaba. Pero
realmente, nunca supe por qué.
—Yo tampoco. Por mucho tiempo. No hasta que mi padre murió.
—Lamento mucho tu pérdida, por cierto. Quería decirte eso.
—Gracias. Él está mejor. Su vida... no fue la mejor.
—Pensé que era feliz.
—Yo también, hasta que descubrí la verdad.
—¿La verdad?
Dane inhala tan profundamente que parece que su camiseta sin
mangas podría rasgarse por la mitad. Cuando exhala, levanta la mano,
agarra la hierba y la arroja a un lado. Por alguna razón, ese gesto dice
mucho. Es casi como si escupiera... enojado.
—Zane, él... él no era mi padre.
—¿Qué? ¿Qué quieres decir?
—Quiero decir que la razón por la que Alton me odiaba es porque yo
era su hijo.
Me detengo y giro tan abruptamente que mi cabeza da vueltas un
poco.
—¿Qué?
Las líneas de la cara de Dane están tensas. Sus labios son delgados
y su ceño fruncido.
—Sí. Resulta que soy más uno de ellos de lo que siempre quise ser.
—Pero ¿cómo? ¿Quiero decir… cómo?
189
—Cuando murió, Zane, quiero decir, había una carta dirigida a mí
con su testamento. Resulta que era copropietario en la organización de
Alton. Tenían más historia de la que nadie sabía. Alton se las arregló para
comprar su silencio. Mi madre, Elizabeth, era de la élite de Shepherd's
Mill. Salió con Alton y se suponía que se casarían. Ya sabes cómo se
relacionan en esta ciudad. Sin embargo, creo que obtuve mi racha rebelde
de ella, porque se enamoró de un simple trabajador, un tipo que trabajaba
en los campos del padre de Alton. —Él me mira con los ojos entrecerrados.
—Creo que la historia realmente tiene una forma de repetirse. Al menos
eso era lo que pensaba Alton.
Ahora entiendo por qué Alton odiaba la idea de mí con Dane.
Golpeaba demasiado cerca de casa.
—¿Tu madre... y Alton?
El asiente.
—Sus padres estaban encantados con aquel partido, por supuesto.
El suyo también. Tú sabes cómo funciona eso. Pero ella renunció a todo
para estar con Zane. Sus padres la condenaron, no querían saber nada ni
de ella, ni de mi, y Alton... bueno, él tampoco lo tomó muy bien,
evidentemente. Él... la forzó. Tomó lo que dijo que era suyo, antes de que
ella pudiera entregarlo a la “basura”. —Me mira de nuevo. Esta vez sus
ojos están brillando ardientemente al sol —¿Suena familiar?
Estoy pálida, sintiendo pena por la mujer que sufrió tanto.
—Así es como llegué al mundo. De eso nací. De su odio. Su
violencia. —Sus dientes están fuertemente apretados cuando agrega —
Odio a ese hombre. Cristo todopoderoso, lo odio.
Prácticamente puedo sentir la emoción que emana de Dane. Una vez
caminé por este camino con un niño cuya tristeza se extendía y me tocó.
Hoy, veinte años después, estoy caminando con el hombre, pero siento su
furia.
—¿Te enfrentaste a Alton? ¿Que dijo él?
—Fui a su casa la noche que me enteré. Tu madre estaba allí, pero
Alton no. Entré furioso y yo... dije algunas cosas que probablemente no
debería haber hecho. Pero estaba tan malditamente loco. Podría haberlo
matado con mis propias manos —. Dane levanta esas manos y aprieta los
dedos con los puños apretados. Su piel se pone blanca y tiembla de furia.
—Probablemente fue bueno que se hubiera ido. Me evitó como la peste.
Hasta que volví con los papeles de la corte para reclamar mi mitad de la
190 compañía.
Jadeo —¿Qué? ¿En serio?
—Sí. Cuando mi madre se enteró de que estaba embarazada, no se
lo iba a decir a Alton, pero comenzó a notarse y, bueno... no había forma
de ocultarlo. Exigió saber si el niño era suyo. Cuando se enteró de que lo
era, le dio una última oportunidad de hacer lo "correcto", pero ella quería
quedarse con mi padre, con Zane. Entonces Alton se dispuso a vengarse.
La amenazó, le dijo que la arruinaría, arruinaría al bebé, arruinaría a
Zane. Estarían sin hogar y sin dinero y él la odiaría. Más o menos la
misma mierda que te dijo, por lo visto. Ella luchó tanto como pudo, pero
supongo que se volvió demasiado. Terminó tomando una sobredosis
después de que yo naciera. Alton debe haberse estado volviendo loco,
porque trató de cubrir sus huellas. Por eso llegó a un acuerdo con Zane.
Un treinta por ciento de los campos a cambio de su silencio y de criarme
como suyo. Así lo hizo papá. Porque yo era parte de mi madre y él la
amaba. Nunca le dijo a un alma, hasta después de que se fue.
Las piezas del rompecabezas comienzan a encajar. Por qué Alton
odiaba que estuviera con Dane, por qué lo señaló, por qué me llamó
Elizabeth la noche que vino a mi habitación. Estaba borracho y pensó que
yo era ella.
Estoy estupefacta. Estoy furiosa.
Pero también estoy tan desconsolada por la mujer que dio a luz a
Dane. Siento que puedo identificarme con ella de tantas formas diferentes.
En sus zapatos, espero poder hacer lo correcto también. Espero haberlo
hecho. Me quedé con mi bebé. Al menos no dejé que Alton me intimidara
para que la abortara.
—Yo... ni siquiera sé qué decir a eso. Él era… él era... Dios, fue tan
despreciable.
Siento que la ira aumenta en mí ahora también. Usó mentiras para
manipularme. Sabía que no podía hacer nada a Dane ni a su padre, pero
yo no. Y contaba con eso. Contaba con mi amor por Dane para forzar mi
mano.
Y funcionó.
Todavía estoy tratando de entenderlo.
—Entonces él nunca podría haberte forzado a ti y a tu padre a
abandonar la granja. Todo lo que hice, todo lo que renuncié, todas las
elecciones que hice y las personas a las que lastimé... todo fue en vano.
191 Dane se queda mudo a mi lado mientras mi mundo está siendo
sacudido hasta sus cimientos.
—Él... usó mi amor por ti contra mí. Para callarme, para castigarte
por... por ser su hijo cuando tu madre no lo quería. Robó... robó quince
años de mí, de nosotros, de... —Me detengo, mi ira aumenta. —Él... él...
¡Oh, Dios!
Reanudo mi caminar. No puedo quedarme quieta. Apenas puedo
soportar estar en mi propia piel. Estoy tan enojada, y me siento tan
traicionada, tan engañada, tan defraudada, que quiero golpear, patear o
destruir algo. Cualquier cosa para liberar la presión que se acumula
dentro de mí.
A medida que avanzo, me paso las manos por el pelo.
—¿Cómo pude estar tan ciega? ¿Cómo pude haberlo dejado hacer
eso? ¿Cómo? ¿Por qué alguien haría eso?
Dane gruñe a mi lado.
—Ese es el tipo de bastardo que era. —Me giro y lo miro a la cara.
Veo un reflejo perfecto de la furia impotente que siento. Si Alton estuviera
vivo, siento que podría matarlo por esto, pero nunca tendré esa
oportunidad. Ni siquiera podré enfrentarlo, decirle que espero que se
queme por lo que ha hecho.
Él consiguió reír al último.
Y no estoy segura de poder vivir con eso.
Pero no estoy segura de cómo no hacerlo.
—¿Cómo... cómo vives con esto? —Siento un sollozo expandirse en
mi pecho —¿Cómo se supone que voy a vivir con esto?
Se escapa antes de que pueda detenerlo. Estoy lívida, devastada, y
tampoco sé qué hacer al respecto.
—Me tomó un tiempo darme cuenta.
Eso solo me enoja más.
—¿Cómo puedes estar tan tranquilo acerca de esto?
Dane me detiene bruscamente y se alza furioso sobre mí. —Odio a
ese hombre. Con todo lo que hay en mí, lo odio. No sabes cómo ha sido mi
vida desde que me enteré. Si no hubiera muerto, lo habría destruido y todo
lo que amaba, pero ese mentiroso hijo de puta también me engañó. Me
192 robó todo. Incluso te robó. —Dane está resoplando, su ira más que
evidente.
—Yo... yo no...
Ambos estamos echamos humo y jadeando.
—¿Qué demonios se supone que debo hacer?
Curiosamente, Dane parece calmarse un poco.
—Me he preguntado lo mismo. He dejado que el odio gobierne mi
vida durante los últimos dos años. Es como beber veneno. Cada día. Pero,
sinceramente, estar de vuelta aquí... pone las cosas en perspectiva. Si sigo
haciéndolo, sigo bebiéndolo, sigo dejando que gane. Estaré dándole lo que
no pudo tomar, lo único que no pudo tomar. Mi futuro. Pero no lo haré. —
Él sacude la cabeza con firmeza. —No le daré una cosa más. Ni una más.
Ni siquiera un día más.
Escucho sus palabras. Las oigo. Pero no tiene idea de la verdadera
magnitud de lo que Alton me robó, y a él. Y cuando le diga, no solo me
odiará, sino que odiará a Alton nuevamente. Estaré robando la pequeña
paz que ha logrado obtener en su vida. Me habré ganado su odio diez veces
peor, con justa razón.
Al borde de las lágrimas otra vez, sacudo la cabeza, mirando hacia
otro lado.
—Necesito algo de tiempo para pensar esto. ¿Podemos... podemos
hacer esto otro día?
Él asiente lentamente.
—Por supuesto.
Giro sobre mis talones y empiezo a caminar en la otra dirección.
—Tal vez mañana.
Él asiente de nuevo y me observa irme. No trata de seguirme.
Todo el camino a casa, mi interior arde de furia. Ira impotente. No
puedo enfrentar a Alton. No puedo hacer que pague. Ni siquiera puedo
confrontar a mi madre, no puedo preguntarle si ella lo sabía. No puedo
romper los lazos con ella porque la única persona que sufriría es Celina.
Pero yo quiero.
Y al parecer me está matando el no poder hacerlo.
193 Esto es solo una cosa más que tendré que tragar, tengo que vivir,
tengo que tratar de no dejar que me coma viva. Hay una montaña de dolor
acumulado en mí, y parece estar creciendo más y más cada día.

NO PUEDO DORMIR OTRA VEZ.


Conmocionada.
He pasado las últimas dos horas mirando por la ventana a la gran
nada negra. Estoy llena de confusión y no tengo idea de cómo detenerlo.
Me dirijo escaleras abajo a la cocina donde enciendo la tetera y me
preparo una taza de té de lavanda. Estoy volviendo a colocar la olla vacía
cuando escucho una voz suave desde algún lugar detrás de mí.
—¿Mamá?
Me giro para encontrar a Celina de pie debajo del marco, pasando
una mano por su cabello largo y rubio.
—¿Te desperté?
—No. No puedo dormir.
—¿Quieres un poco de té?
En el resplandor de la luz de la noche, la veo asentir. Le doy mi taza.
—Toma esta. Ve a sentarte en la sala de estar. Voy a estar allí en un
momento.
Me preparo otra taza y me uno a mi pequeña en el sofá. Sus piernas
están dobladas debajo de ella y está frente a mí, así que asumo la misma
posición frente a ella. Le sonrío sobre mi taza humeante.
—¿Nerviosa?
Ella asiente de nuevo.
Su cita con el nuevo doctor de Duke es mañana. Aunque trato de
restarle importancia a las cosas y mantenerlas tan positivas como sea
posible, ella aún así sabe que esta es una visita importante. Esta visita
podría darnos mucha esperanza, o podría destruir muchas esperanzas.
—Si las transfusiones de sangre siguieran siendo tan efectivas como
194 lo fueron, nunca te haría pasar por esto. ¿Lo sabes verdad?
—Si. Lo sé.
Se queda callada por un par de minutos antes de preguntar —¿Nos
mudamos aquí por dinero?
Mi corazón se hunde. Este no es el tipo de cosas con las que quiero
llenar la mente de mi hija enferma. —Celina…
—No soy un bebé, mamá. No me vuelvas a decir todo el discurso de
mi trabajo protegerte. Simplemente evitas decirme la verdad, y eso me
hace preocuparme más.
—¿De dónde demonios viene esto?
Estoy haciendo tiempo. Señor, ayúdame, me estoy demorando
porque no quiero decirle a mi hija la verdad y tampoco quiero mentirle.
—¿Ves? Esto es lo que siempre haces, pero tengo derecho a saberlo.
Esto también me afecta a mí.
—Sé que sí, y no estoy tratando de...
—Sí, lo estás. Sé que lo estás haciendo porque me amas, pero ahora
te digo que quiero saber. Necesito saber. Por favor. —Las lágrimas brillan
en sus ojos y hay angustia en todo su rostro. No tenía idea de que mi
evasión le había causado tanto dolor. Pensé que la estaba protegiendo,
pero parece que solo estoy empeorando las cosas.
—Estoy tratando de hacer lo mejor que puedo por ti. Tú…
—¡Mamá! Tú…
—Déjame terminar —. Celina cierra la boca. —He hablado con más
médicos sobre más tratamientos de los que puedes imaginar. No quiero
solo la opinión de una persona sobre lo que es mejor para ti. Las quiero
todas. Quiero saber qué es lo mejor de lo mejor, y quiero saber todos los
pros y los contras y los efectos secundarios, y básicamente los expertos en
hematología, los que tienen más experiencia con anemia aplásica, están en
Duke. Entonces, esa es la razón principal por la que estamos aquí.
Estamos más cerca de Duke, tiene la mejor atención, encontré un trabajo
que puedo hacer desde casa. Es ganar-ganar.
—Y es la ciudad que odias. La gente que odias.
—No odio a nadie, Celina —. Al menos nadie que esté vivo.
—Sabes a lo que me refiero. Este lugar te hizo miserable, y ahora
195 estás de vuelta aquí por mi culpa.
—Haría cualquier cosa por ti. Cualquier cosa.
—Lo sé, pero no quiero que lo hagas. No quiero que seas miserable.
Ser miserable porque estoy enferma ya es bastante malo.
—No soy miserable. Y que estés enferma no me hace sentir
miserable.
—Y sé que parte tiene que ver con el dinero.
—Celina, estamos bien.
—¿Entonces no estás gastando todo tu dinero en mí?
—Nop. No lo estoy.
—¿Lo prometes?
—Lo prometo —. Y estoy totalmente cómoda haciendo esa promesa
porque no estoy gastando todo mi dinero en ella. Solo la gran mayoría.
Pero ella no necesita saber eso. Ella no sabe que vendería la ropa que
traigo puesta si eso significara darle el tratamiento que necesita. Regresar
aquí, cambiar de trabajo y mudarnos, enfrentar a mis viejos demonios...
todo vale la pena. Por ella.
—Te amo, mamá. —Sus palabras son tan bajas que casi no las
escucho.
—Por supuesto que sí. No puedes no amarme —bromeo mientras tira
de las puntas de su cabello. Cuando ella se inclina hacia adelante,
presiono mis labios en su frente y trato de mantener mi voz lo más estable
posible. —Yo también te amo, chica. Eres mi mundo entero.
Ella se sienta, mojando su bolsa de té varias veces antes de tomar
un sorbo.
—Entonces, el tipo que apareció aquí…
Dane.
Ella pregunta por Dane.
Santa mierda.
Mis músculos se han tensado. Ni siquiera estoy segura de poder
parpadear. Pero mis labios todavía funcionan, así que tomo un sorbo de té
y pronuncio lo más casualmente posible.
—Sí. ¿Qué hay de él?
196 —¿Lo conoces?
—Lo hago.
—¿Que tan bien?
—Solía trabajar aquí cuando era joven.
—¿Eso es todo?
Celina no levanta la vista cuando pregunta; ella solo mira su taza.
—Salimos. Algo así. Si a eso te refieres.
—Él... parecía sorprendido de verme.
—Estoy segura de que así fue. No lo he visto ni hablado con él en
quince años. No tenía idea de que tengo una hija.
—Me dijiste que mi padre era un chico de tu ciudad natal, pero que
estaba muerto. Dijiste que se llamaba James.
Asiento, sorbiendo mi té, aunque mi corazón está en mi garganta.
Rezo para que deje pasar esto. Lo que le dije a mi hija sobre su origen es
otro paso en falso de mi pasado. Sabía que mamá y Alton nunca lo
mencionarían, y sabía que nadie más lo sabía, así que pensé que no sería
un problema. Por supuesto, tampoco esperaba que Dane James viviera
aquí.
—¿Es eso cierto?
Cierro los ojos y soplo en mi taza humeante.
Oh Señor.
Oh Señor Dios.
No dejes que ella me acorrale. Ahora no. No antes de su cita. No
antes de que se case con sus propios hijos y pueda entender por qué hice
las cosas que hice.
—¡Mamá!
—¿Qué?
—Dijiste que murió. ¿Es eso cierto?
—Lo hice.
—Es. Eso. ¿Cierto?
—Cariño…
197
—¿Él... es mi padre?
Desearía por un momento que se abriera un agujero en el piso y me
tragara. Que simplemente me sacara de aquí, de este lugar donde estoy
rodeada de mis errores. Impugnado por mis engaños.
—¿Por qué piensas eso?
—Dime la verdad, mamá.
—Tu padre... —Dejo que la palabra cuelgue en el aire mientras
pienso en qué decir y cómo decirlo. Cuando miro a mi hija, a la cara que es
casi un reflejo de la mía, sé lo que tengo que hacer. Es hora.
—Si. Es tu padre.
Ella no jadea, sino que solo inhala ruidosamente. Despacio.
Profundamente. Como si estuviera asimilando todo físicamente.
Sin embargo, para mi sorpresa, en lugar de enojarse o actuar
lastimada, comienza a asentir. Su única respuesta verbal es un tranquilo
—Eso creí.
—¿Creías? ¿Pero por qué? ¿Qué demonios te haría mirarlo y pensar
que es tu padre?
—No era la forma en que lo miraba o la forma en que me miraba a
mí. Era la forma en que tú lo mirabas y la forma en que él te miraba a ti.
Froto una mano sobre mi palpitante frente. ¿Cuáles son las
probabilidades de que regrese aquí después de quince años y descubra que
Dane James todavía está aquí? ¿Como aquí mismo?
—Lo siento, no fui completamente honesta.
—¿Entonces se llama James?
—Dane James. James es su apellido.
—¿Por qué me ocultaste esto? Soy lo suficientemente mayor como
para saberlo. —Ella está siendo sorprendentemente tranquila y racional.
Eso en sí mismo es casi suficiente para preocuparme.
—Las circunstancias de mi partida de Shepherd's Mill no fueron
buenas. No pensé que lo volvería a ver. No es que no quisiera. Estaba
tratando de hacer lo mejor para él. Fue... fue solo una mala situación. No
podía hablarle de ti, así que pensé que por tu salud y felicidad sería mejor
decirte que estaba muerto en lugar de dejarte con preguntas y
preocupándote por un padre que no podrías ver, tocar o hablar.
198 Ella asiente varias veces, evitando el contacto visual, lo que, de una
manera extraña, me duele mucho más que si gritara y despotricara.
—Entiendo.
—¿Lo haces? ¿De verdad? Porque creí que posiblemente no podrías,
y tienes todas las razones del mundo para estar enojada conmigo en este
momento.
—Está bien, mamá.
—Celina…
—Está bien.
¿Por qué no puedo tomar este regalo y dejarlo ir?
No lo sé, pero no puedo. No quiero que reprima sentimientos que
puedan pudrir su alma. Soy una chica grande y sabía que habría
consecuencias por mis acciones.
Simplemente no esperaba que todas cayeran del cielo al mismo
tiempo.
—¿Estás segura? —No lo creeré, aunque diga que sí. Esto es muy
grande.
—Sé cuánto me amas. Sé que nunca harías nada para lastimarme a
propósito.
—Es verdad. Eso es todo muy cierto. Pero, Celina, si estás enojada,
hablemos de eso. O si estás herida, vamos a resolverlo. Sé que debes tener
preguntas, así que pregunta.
—Sí, pero no creo que quiera preguntarlas todavía.
—¿Por qué no?
—Yo solo... —Ella niega con la cabeza y es entonces cuando veo su
nivel de fatiga. Esto es demasiado para ella en este momento. Ella no
duerme bien, su cuerpo está bajo ataque, ha sido sacada de su entorno
familiar. Su nivel de estrés probablemente ya está fuera de los gráficos. —
Quiero pensar primero.
Ella es lo suficientemente inteligente como para poner cosas que
pueden esperar en segundo plano.
¿Cómo tuve una hija tan inteligente? ¿Cómo podría esta criatura
inteligente, madura, pragmática y hermosa haber venido de mí? ¿Cómo
podría tener algo que ver con tal asombro?
199 —Entiendo. Y está bien, cariño. Podemos hablar de eso en otro
momento. En cualquier otro momento. Cuando estés lista.
—Bueno. ¿Has... le hablaste de mí?
¿Los disparos no se detendrán por el amor de Dios? ¿Nunca podre
escapar de los incontables niveles de mi propio egoísmo y estupidez?
—Aún no. Estaba muy enojado conmigo porque me fui. —Me
detengo, mi pulso latiendo desesperadamente —¿Por qué? ¿Quieres que le
diga?
Ella también hace una pausa, considerando claramente la pregunta.
—Quizás aún no.
—Está bien. Respeto eso. Podemos hablar de eso más tarde.
Ella parece aliviada.
—Está bien, mamá.
—Por esta noche, ¿por qué no vuelves a la cama? Quizás puedas
dormir ahora.
Como si fuera una señal, ella bosteza.
—Estoy bastante cansada. Repentinamente.
—Rocié un poco de polvillo de hada en ese té. Espero que no hagan
una prueba de orina mañana.
Celina se levanta y me entrega su taza, sacudiendo la cabeza y
murmurando —Eres tan rara.
Yo sonrío. —Pero soy increíble.
Ella sube las escaleras, todavía sacudiendo la cabeza.
Esto somos nosotras.
Esto es lo que hacemos.
Y siempre y cuando nos tenga, sobreviviré.

200
Capítulo 25
El camino a casa desde Duke es tranquilo. Ambas tenemos mucho
que digerir. Celina está todo el viaje de tres horas con sus auriculares
puestos y música encendida. La madre que hay en mí quiere preguntarle
si está bien, asegurarle que todo va a estar bien, sostenerla en mis brazos
y protegerla de cada obstáculo que la vida le arroje.
Pero no lo hago.
Es una chica madura de catorce años y esto es lo que hace. Ella
toma la información, la considera, hace preguntas y luego decide.
Le lanzo una mirada de reojo. Parece estar mirando tranquilamente
por la ventana, su cuerpo sereno, pero sé que las ruedas están girando. Su
mente está dando vueltas, repasando todo lo que dijo el médico, revisando
201 esa información y seleccionando las pequeñas cosas que más le importan,
que son ligeramente diferentes a las que me importan.
Si bien es madura para su edad, todavía es solo una niña. Su
pensamiento es a muy corto plazo. Eso es de esperarse. Ella quiere el
camino más fácil por ahora. Pero he aprendido que el ahora eventualmente
será el pasado, y el pasado es con lo que tenemos que vivir en el futuro. Y
le queda mucho futuro, mucha vida por delante. Es mi trabajo ayudarla a
tomar las mejores decisiones en el presente para que no se arrepienta en el
futuro.
Solo que es más difícil de lo que pensé que sería.
Mis opciones son revisar infinitos folletos e informes y documentos
para determinar cuál es la menor de una serie de males. Mi trabajo es
descubrir qué le dará a mi hija las mejores oportunidades de tener una
vida saludable y normal, pero sin ignorar por completo cómo le afectará
ahora. Me mata pensar en su sufrimiento, y existe una gran posibilidad de
que sea lo que enfrente sin importar lo que decidamos.
Entonces, aunque mi corazón está pesado y quiero ayudarla tanto
como pueda, le estoy dando el espacio que necesita para lidiar con esto a
su manera. Espero que sea lo correcto. Mi madre siempre trató de
controlar todo. Ella quería dirigir mi vida de acuerdo con la de ella quería y
sentía que era lo mejor. Nunca tuvo en cuenta lo que podría querer o cómo
me sentiría. Ahora la culpo menos por eso porque creo que ella me ama a
su manera y que realmente quería una buena vida para mí, pero todavía
deseo que las cosas hubieran sido diferentes. Mucho dolor ha resultado de
su inflexibilidad. No quiero eso para Celina. Más que mi propio bienestar,
quiero que ella sea feliz. Todos los días de su vida si es posible.
Cuando llegamos a la casa, mamá nos está esperando. La veo abrir
la boca para preguntar cómo nos fue. Le llamo la atención y sacudo la
cabeza lo más mínimo. Ella cierra los labios y camina hacia la oficina, de
donde vino. Pongo los ojos en blanco y sigo a Celina por las escaleras. Ella
va a la izquierda a su habitación y yo voy directo a la oficina de mi cuarto-
barra-hogar. Quiero estar cerca si ella viene a buscarme. Además de eso,
tengo trabajo que hacer.
Solo que ella no viene a buscarme. Celina permanece escondida en
su habitación hasta que mamá viene y nos llama a cenar. Ella sale y
bajamos a comer. Conversa tanto como de costumbre, a pesar de que hay
una tensión en la mesa mientras mi madre espera que una de nosotras le
cuente cómo fue. Estoy decidida a no hablar con ella hasta que haya
tenido la oportunidad de hablar con mi hija.
202 Después de la cena, Celina se excusa para regresar a su habitación y
yo comienzo la limpieza. Mamá se queda unos minutos más de lo normal,
esperando. Sonrío cuando la paso, pero no digo nada. Finalmente, se va
sin decir una palabra, lo que me hace sentir un poco mal, pero mi
principal preocupación es Celina. Siempre. Los sentimientos de mi madre
están en un segundo lugar muy, muy, muy lejano. Probablemente ni
siquiera eso. Sin embargo, me alegra que no esté presionando, que al
menos tenga la sensibilidad de esperar hasta que estemos listas para
hablar de eso.
Cuando el comedor y la cocina han sido devueltos a su inquietante
estado impecable, regreso a mi habitación, esta vez para analizar toda la
información que traje a casa de Duke. Hay esperanza en todo esto, pero
también hay riesgos y efectos secundarios. No hay forma de avanzar para
ella que no la afecte dramáticamente de alguna manera, ya sea ahora o
más adelante.
Cuanto más leo, más abrumada y abatida me siento.
Justo antes de las diez, me levanto y voy a la habitación de Celina.
La luz aún está encendida, así que toco suavemente y espero a que ella
responda. Por su respuesta de dos palabras, puedo decir que está tan
agobiada como yo, probablemente más.
Asomo mi cabeza para encontrarla sentada con las piernas cruzadas
en el centro de su cama. No hay nada frente a ella, ni siquiera junto a su
cama, lo que me lleva a creer que solo ha estado sentada pensando. No
estoy segura de que sea algo muy bueno.
—¿Qué pasa, pastelito? —Pregunto, entrando y cerrando la puerta
detrás de mí.
—Viniste a mi habitación. ¿No debería preguntarte eso?
Camino hacia la cama y subo, sentándome frente a ella y reflejando
su posición.
—Bien. Entonces pregúntame.
Una esquina de su boca se arquea un poco y ella pregunta —¿Qué
pasa, pastelito?
—Vine a ver a mi hija. Hoy tuvo un importante día y no ha dicho una
palabra al respecto. Me preocupa, porque, sabes, soy madre y es lo que
hacemos.
Celina simplemente asiente y mira una flor en el edredón que
comienza a trazar con su dedo índice.
203
Le doy un par de minutos, y cuando no habla, lo intento de nuevo.
—Un centavo por tus pensamientos.
—Estoy segura de que sabes cuáles son. —Su voz... Parece que el
peso del mundo descansa sobre sus hombros, y me rompe el corazón
escucharlo. Estos son los años sin preocupaciones de su vida.
Al menos se supone que lo son.
Por enésima vez, maldigo ese día en el parque. Si solo la hubiera
llevado en un día diferente o a un parque diferente, tal vez no estaría
pasando por esto. Nada de esto estaría sucediendo.
—Probablemente, pero quiero escucharlo de ti.
Ella suspira e, incluso con la cabeza inclinada hacia abajo, veo que
su barbilla comienza a temblar.
—No sé qué hacer, mamá.
Tomo sus manos en las mías, y contengo mis ganas de llorar.
—Lo resolveremos, cariño. No tienes que decidir en este momento,
ok. Tus recuentos aún se ven bien desde tu última transfusión de sangre.
Estás sana, hermosa como siempre —. Digo lo último con una sonrisa y
con todo el destello dramático que puedo manejar cuando siento que mi
pecho se está abriendo. —Y eres más fuerte que nadie que haya conocido.
No solo tomarás la decisión correcta, sino que lo superarás como una
campeona. Porque eso es lo que haces. Eres mi hija después de todo.
Ella no dice nada al principio, pero finalmente lanza una mirada
inquisitiva hacia mí a través de sus pestañas.
—¿Vas a decirle?
Mi estómago cae al piso.
—¿Voy a decirle a quién?
Sé exactamente de quién está hablando. Está tanto en su mente
como en la mía.
—A él.
Ella sabe que yo también sé de quién está hablando. Es una chica
inteligente.
—¿Quieres que lo haga?
Ella se encoge de hombros y vuelve a enfocarse en la flor.
204
Un nuevo conjunto de preocupaciones se despliega ante mí, al igual
que la flor que está trazando lo haría si fuera real. Pétalo tras pétalo se
abre, y con cada uno, algo más a considerar.
No quiero que Celina salga lastimada. Esa es siempre mi principal
preocupación. Y aunque no lo habría pensado dos veces, que su corazón
estaría a salvo con el Dane que solía conocer, el hombre que he visto desde
que regresamos a Shepherd's Mill no es el mismo. Él es diferente. Parece...
más frío. No es que pueda culparlo. Este lugar casi me consumió y estuve
aquí solo por cinco años. Pero, ¿Y si hubiera estado aquí los últimos
quince años también? ¿Como una adulta?
Al menos cuando vivía aquí, tenía a Dane. Me mantuvo cuerda, me
mantuvo atada al mundo real donde podíamos ser cualquier cosa y quien
quisiéramos. Me impidió ahogarme en la fealdad de este lugar.
Pero él no me tenía.
Me fui y no tuvo a nadie que lo mantuviera a flote durante los
últimos quince años, así que sea lo que sea en lo que se haya convertido,
no puedo evitar sentirme un poco responsable por ello. Lo abandoné. No
porque quisiera, sino porque tomé una mala decisión que nos costó a
ambos, solo que él no lo sabía. Él solo creyó que me fui.
La voz de Celina me recuerda los problemas que tengo entre manos.
—¿Crees que le importe?
—Por supuesto que le importará. Eres su hija. —Espero que le
importe. ¡Dios, espero que le importe!
—Me pregunto si... —Hace una pausa por una eternidad, o al menos
así es como se siente. Probablemente porque estoy tan nerviosa que
necesitaría un tranquilizante de caballos para calmarme ahora —¿Crees
que él querrá tener algo que ver conmigo?
Sé que solo está buscando tranquilidad, pero no quiero darle falsas
esperanzas. Ella no puede tomar más noticias devastadoras en este
momento.
—Creo que lo hará, sí. Una vez que se acostumbre a la idea. Los
hombres... a veces no tratan las cosas de la misma manera que nosotras.
Podría llevarle un poco de tiempo resolver esto en su cabeza.
Probablemente no estará muy contento conmigo, pero tenía buenas
razones para hacer lo que hice. Mi principal preocupación serán ustedes
dos y su relación. Y, Celina Holland, una vez que te conozca, se
enamorará. Eres la persona más maravillosa y adorable que conozco.
205
Ella asiente mientras hablo y rezo mientras continúo para decir las
cosas correctas, de la manera correcta. Lo último que quiero es causarle
dolor a mi hija. Se suponía que mudarse aquí la ayudaría, no que la
lastimaría.
—Te digo qué —le digo, tomando sus manos de nuevo y besando
ruidosamente sus nudillos. —Una vez que resolvamos nuestro plan, tal vez
podamos reunirnos con él. ¿Como suena eso? Puedes conocerlo sin
grandes confesiones primero. ¿Eso te haría sentir mejor? Sin presión sobre
ninguno de ustedes.
Ella me da una sonrisa débil. Estoy segura de que eso no era lo que
quería escuchar, pero es todo lo que puedo darle en este momento. No
quiero empeorar las cosas.
—Si. Bien.
Desdoblo las piernas y me bajo de la cama.
—¿Por qué no intentas dormir un poco? Podemos analizar todo esto
después de haber comprendido mejor todo. Los gráficos contarán la
historia. Ya sabes cómo amo mis listas —. Sonrío y me inclino para besar
su frente. Soy una persona muy visual y, hace mucho tiempo, comencé a
hacer listas para mantenerme en el camino. Listas para las actividades de
Celina, listas para las cosas de mi escuela, listas que sopesan los pros y
los contras de los lugares de vacaciones (la playa siempre ganaba), listas
para los gastos navideños, nombra cualquier cosa y yo tenía una lista para
ello. Realmente soy la nerd que mi hija cree que soy.
—Odio esos gráficos —dice petulantemente. Lo dejé pasar. Ella
merece ser un poco irritable hoy.
—Solo espera hasta que empiece a hacer listas de opciones
universitarias y planes de bodas y baby showers. Entonces te encantarán
mis gráficos.
—Si llego tan lejos.
Fue como un puñetazo en el pecho.
—Oh, pequeña, lo lograrás. Aunque tenga que arrastrarte, pateando
y gritando, lo lograrás. Te queda mucha vida por delante. Aún no llegas al
final. Ni de cerca.
Sonrío mientras me dirijo a la puerta. Me deslizo y la cierro detrás de
mí. Apenas logro llegar a mi habitación antes de poner una mano sobre mi
boca y caer al suelo.
206 Mi hija teme por su vida. Le preocupan los tratamientos y las tasas
de supervivencia, mientras que a la mayoría de las niñas de su edad les
preocupa si se cortan el pelo o qué chico les sonrió en la clase de ciencias.
Y ahora, además de eso, tiene un padre en la mezcla.
Mientras me apoyo contra la puerta, sollozando en silencio en mis
manos, me doy cuenta de que es muy probable que haya hecho un
desastre tan grande en la vida de mi hija como lo hizo mi propia madre.
Tal vez la manzana no cayó tan lejos del árbol.

SUEÑO.
Es una cosa hermosa.
Cuando lo tienes.
Cuando puedes conseguirlo.
Cuando puedes acceder a él.
Pero cuando no lo haces, cuando no puedes...
Es una perra esquiva.
Ni siquiera remuevo las sábanas de mi cama. No me molesto en
hacerlo. Sé que el sueño está lejos de mí, así que me siento frente a la
ventana, como lo hacía cuando era una niña, y miro la noche, la pizarra en
blanco que desearía que pudiera ser la vida.
En la noche, los problemas parecen muy lejanos y el nuevo día
parece estar lleno de posibilidades. Hay una sensación de poder reiniciar el
mundo cuando cae la oscuridad. Al menos así es como siempre me ha
parecido.
Veo el movimiento, y creo que una parte de mí reconoce quién es de
inmediato. Es solo que a mi cerebro le toma un poco más de tiempo
ponerse al día. Mi cerebro parece pensar que la imagen oscura de un
hombre parado al borde de una media luna de luz es producto de mi
imaginación, no una persona real y viva. Cuando da otro paso hacia la luz,
me doy cuenta de que no estoy imaginando cosas. Hay alguien ahí abajo, y
no tengo la menor duda de quién es.
207
Me tiemblan los dedos cuando desbloqueo la ventana y la empujo
hacia arriba. Gime como un anciano, probablemente porque no se ha
abierto desde la última vez que estuve aquí, hablando con Dane James a
través de ella, como una adolescente enamorada.
Dios realmente tiene sentido del humor.
—Dane James. —El simple hecho de decir su nombre envía un
escalofrío por mi columna vertebral. Esto, todo esto, se siente como toda
una vida en algunos aspectos, y como si fuera ayer en otros.
—¿Puedes bajar? —La voz es un poco diferente, el cabello es un poco
diferente, pero el resto de esto es tan dolorosamente familiar que quiero
llorar nuevamente.
No lo dudo. —Estaré allí.
Bajo las escaleras y la ironía de regresar aquí, quince años después,
como una mujer adulta, y salir a escondidas de la casa para encontrarme
con el mismo chico por el que escapé para protegerlo, no se me escapa.
Tampoco la casa de mariposas salvajes en la que se ha convertido mi
estómago. Está lleno de aleteos y danzas hasta la puerta.
Cuando salgo a la noche, Dane dobla la esquina. Me detengo y
espero. Continúa hacia mí con esa arrogancia sexy, los dedos en los
bolsillos delanteros, los ojos fijos en mí. Incluso en la oscuridad, puedo
sentir el calor de su atención. Es como el sol en un día de otoño. Me
calienta de principio a fin, a pesar de que estamos lejos del niño y la niña
con estrellas en nuestros ojos que éramos hace quince años. Un amplio
abismo lleno de malas elecciones y medias verdades se interpone entre
nosotros ahora, y no estoy segura de que alguna vez podamos
encontrarnos.
Dane se detiene frente a mí. No dice nada, solo me mira. Toda esta
escena me lleva de vuelta a mejores días, días que pensé que eran los
peores, y me hace añorar una repetición.
Lentamente, como si estuviera tratando de no asustarme, o tal vez
como si no estuviera seguro de que está haciendo lo correcto, alcanza mi
mano donde cuelga a mi lado. No me resisto cuando pasa sus dedos por
los míos, y no dudo cuando inclina su cabeza hacia el campo y da un paso
en esa dirección.
Lo sigo como siempre lo hice. Me pregunto si siempre lo haré, si esa
es una de las cosas que no ha cambiado.
208
Ninguno de los dos habla mientras Dane me conduce por el camino
de entrada y cruza el campo. Pareciera que el trigo se dobla cuando
entramos en él, como si nos recordara, recordara nuestro amor y se
inclinara en homenaje.
Como lo hice hace muchos años, extiendo mi mano libre y dejo que
las puntas borrosas del trigo raspen mi palma. Es un vínculo sensorial
más entre hoy y ayer, el presente y el pasado. La mujer que soy y la niña
que fui.
Cuando llegamos a la roca, como siempre, Dane salta sobre ella
primero antes de agacharse para ayudarme a subir. Una vez que mis pies
están en la superficie sólida, él retrocede y luego se sienta, sacando sus
rodillas extendidas y envolviendo sus brazos holgadamente alrededor de
ellas.
No digo nada. También me siento, mientras espero a que Dane
comience la conversación. Él vino a buscarme a mí, después de todo. Debe
tener algo que decir.
—¿Cambiaste de opinión?
No contesto de inmediato. No tengo idea de qué está hablando.
—¿Acerca de?
—Venir conmigo al río.
Me doy una palmada en la frente. —¡Mierda! Lo olvide por completo.
Desliza sus ojos hacia mí y me estudia.
—¿Estás segura de que eso es todo?
—¿Qué otra cosa podría ser?
Un gran hombro se levanta en un encogimiento de hombros. Ese
maldito encogimiento de hombros. Tengo una relación de amor y odio con
eso.
—Tenemos mucha historia. La mayoría no ha sido buena. No puedo
decir que te culpo por correr como el demonio.
—¿Crees que la mayor parte de nuestra historia es mala?
—¿Tú no?
Pienso en su pregunta durante mucho tiempo antes de responder.
—No. Yo no. Cada vez que pienso en ti, es bueno. Siempre. No tengo
209 malos recuerdos de ti. Ninguno. —Me detengo por un segundo antes de
acotar —No debes poder decir lo mismo de mí.
Él no responde, probablemente porque no puede negarlo. Y eso
duele.
Excesivamente.
Finalmente, dice —Pasé muchos años observándote, deseándote, sin
poder tenerte nunca. Y luego, cuando te tuve, te fuiste. Supongo que tengo
muchos años de... sentimientos encontrados.
—Guau. —Eso es todo lo que se me ocurre decir. Probablemente
porque, desde su perspectiva, puedo ver porque se siente así. —Nunca
quise hacerte daño. ¿Lo sabes, verdad? Que, si hubiera podido cambiar
alguna de esas cosas, ¿lo habría hecho?
El asiente. —Si lo sé.
—Te quería tanto como tú me querías a mí. Estaba tan atrapada
como tú.
—Esta maldita ciudad... —Sacude la cabeza y yo suspiro. Nos robó
mucho a los dos. Shepherd's Mill y Alton. El diablo y el anticristo, aunque
no puedo estar segura de cuál es cuál.
—Sobre el río, realmente lo olvidé. He.… he tenido muchas cosas en
mi mente.
—¿Quieres hablar de ello?
No.
Si.
Desesperadamente.
Estoy aterrorizada.
—Mi…mi hija está enferma.
—¿Enferma?
—Si.
Un temblor golpea mi labio inferior antes de que las lágrimas
quemen mis ojos. Ha sido un día tan emotivo, unos días tan emotivos que
no estoy segura de poder hablar de esto sin desmoronarme.
Pero tengo que.
Dane merece saberlo, incluso si aún no sabe que ella es su hija. Y
210 Celina quiere que lo sepa. Después de todo lo que he hecho, a ambos, les
debo mucho.
—Ella tiene anemia aplásica. —Con voz temblorosa, le cuento cómo
sucedió y lo peligroso que es.
Él no dice nada, ni una sola palabra por una eternidad.
—¿Entonces esto es mortal?
—Lo es. Podría serlo, eso es seguro. La suya fue clasificada como
moderada hasta hace aproximadamente un mes. Le han dado algunas
transfusiones de sangre para mantenerla activa, pero se están volviendo
menos efectivas. Su condición está empeorando constantemente, lo que
significa que está aumentando a severa. Tenemos que tenerlo bajo control.
Y hoy... hoy fuimos a ver a un especialista en Duke, y las opciones son...
son...
Me tapo la boca con la mano, tratando de contener el miedo, la
preocupación, la incertidumbre, el horrible pensamiento de que existe la
posibilidad de que pueda perder a mi hija en todo esto. Dane se acerca a
mí y me empuja contra su costado. Creo que ambos nos damos cuenta de
que se siente... tentativo, pero me alegra que esté dispuesto a ofrecer
consuelo, consuelo que tan desesperadamente necesito.
Lloro en voz baja a su lado, y él me deja, y cuando parece haber
disminuido, pregunta —¿Cuáles son las opciones?
Respiro hondo y trato de reponerme. Siento que he llorado ríos en el
último año, y justo cuando creo que no queda nada, hay más. Mucho más.
—Hay un nuevo medicamento que promete, pero debe administrarse
junto con un tratamiento de quimioterapia realmente fuerte. Los efectos
secundarios son bastante horribles, pero existe la posibilidad de que su
condición mejore drásticamente, si no se cura. La otra opción es un
trasplante de médula ósea, que sería mejor en algunos aspectos. Tiene
mayor probabilidad de curarla. A su edad, es casi seguro, pero ella no
tiene un hermano y otro familiar podría servir, pero no es una
compatibilidad completa, por lo que conlleva sus propios riesgos. La
cuestión es que primero tendría que tomar un medicamento horrible para
agotar su propia médula, lo que causaría muchos de los mismos efectos
secundarios que el otro. Y uno de los efectos secundarios... uno de ellos es
que ella... ella... podría terminar siendo estéril.
El dolor en mi corazón, el dolor de pensar en lo que mi hija podría y
probablemente tendrá que sufrir, me afecta como el peso de un automóvil
sobre mi pecho. Empiezo a llorar nuevamente, está vez más fuerte
211 mientras pienso en las opciones, mi pequeña y su futuro.
—Ella es solo una bebé. ¿Qué pasa si ella nunca puede experimentar
tener un hijo, sostener un cálido cuerpo que se mece fruto del amor que
comparte con su esposo, todo porque la llevé al parque el día equivocado?
¿Qué pasa si ella nunca llega a experimentar ser una adolescente normal,
romper las reglas y escabullirse, lamentarse por los chicos y animar en los
juegos de fútbol? Todo lo que siempre quise fue que ella fuera feliz. Muy,
muy feliz. Quería darle todo lo que nunca tuve. Y ahora... Su vida podría
estar arruinada.
Ahí es cuando lo pierdo. Es como si la presa que me ha estado
manteniendo unida estos últimos meses simplemente se desintegrara y
todo el miedo, todo el dolor, toda la impotencia salen a la superficie donde
se desborda.
Siento que los labios de Dane se mueven contra mi cabello mientras
habla.
—Lo resolverás. Te conozco, Brinkley. Encontrarás un camino.
—Espero que sí.
Nos sentamos en silencio por un rato, cada uno perdido en sus
pensamientos. Los míos están centrados en Celina. No tengo idea de lo que
piensa Dane, no hasta que hace una pregunta que hace que mis piernas
se debiliten.
—¿Su padre no está en la foto?
No muevo un músculo. No respiro. Ni siquiera creo que mi corazón
lata por unos segundos.
Ahora sería el momento perfecto para decirle, pero... no puedo.
Celina quiere esperar. Pero también, temo las consecuencias. El me
odiara. Y eso me mata, pero merece saberlo.
Le diré eventualmente. Solo que no ahora. No todavía.
—No lo está —exhalo. —Es una larga historia.
—No voy a ninguna parte. ¿Tú? —Escucho la sonrisa y la burla en
su voz.
—¿Has venido aquí para que te mate de aburrimiento a propósito?
—Tu vida no es aburrida para mí.
Me río, tratando de ser alegre, pero sintiéndome claramente
incómoda.
212
—Bueno, definitivamente no es una conversación que quiera tener
en este momento. Hablemos de algo bueno. —Me inclino, le doy una
mirada de reojo y sonrío. —Como, por ejemplo, cómo terminaste con este
lugar. Por favor, dime que engañaste a Alton. Eso haría mi día entero. Tal
vez incluso todo mi año.
Dane sonríe.
—Tengo que admitir que fue genial —. La sonrisa es lobuna y
encantadora.
—Cuéntamelo todo.
Nos acurrucamos juntos, en nuestra roca, en la noche, y Dane me
cuenta todo sobre cómo tomó su conocimiento de la explotación del trigo,
obtuvo un título yendo a clases nocturnas cuando podía y tomando tantos
cursos en línea como pudo.
—Me aseguré de saber todo lo que había que saber no solo sobre
trigo y negocios, sino sobre esta explotación. Entonces, cuando surgió la
oportunidad de hacer algo al respecto, lo hice. En esa carta que me dejó
con su testamento, papá me dijo que Alton estaba tratando de expandirse,
para que no dejara ir mi participación en este lugar, por ninguna cantidad
de dinero. Así que mantuve mis oídos alerta, hice algunos amigos
superficiales en el club de campo, y cuando escuché rumores de Alton
buscando inversores, me incorporé y compré un poco más de este lugar.
Por supuesto, él no investigó, no tenía idea de que estaba detrás, lo que lo
hizo mucho mejor. Y luego, cuando necesitó más dinero, volvió a vender,
así que compré más a través de una compañía diferente. Cuatro veces,
vendió acciones de este lugar a inversores. Y las cuatro veces, las compré.
Creo que la única satisfacción que tengo es que, antes de morir, tuve que
decirle que yo era el dueño. Ya había acudido a él con los documentos
judiciales que mostraban mi participación en la empresa, pero eso no era
suficiente. Y él lo sabía. Pero verlo asimilar que yo tenía una participación
mayoritaria en los negocios de su familia... Jesús, eso fue increíble. Nunca
quiso que me pertenecieran, por supuesto, así que tomarlo, quitárselo
fue... fue muy bueno.
Mi boca se abre de golpe.
—Eso es... Dios, ¡eso es increíble! Hubiera dado cualquier cosa por
estar allí para ver eso. Apuesto a que se sintió tan bien. ¿Qué dijo el?
¿Cómo se veía su cara?
—En un comienzo no me creyó, así que le mostré los certificados de
213 todas las diferentes compañías. Al principio se puso un poco pálido, pero
luego se puso rojo como la remolacha. Se levantó de su escritorio y dijo:
“Hijo de puta”. Lo detuve allí mismo. Lo juro por Dios, creo que mi sangre
comenzó a hervir. Todo en lo que podía pensar era en lo que había hecho,
qué clase de bastardo había sido toda su vida. Alcancé su escritorio y lo
agarré por el cuello. Creo que podría haberse meado un poco cuando lo
hice. —Dane se ríe y yo con él, la imagen mental casi tan satisfactoria
como si hubiera estado allí. —Le dije que tuviera mucho cuidado con lo
que salía de su boca, que no olvidara que yo era el dueño. Y podía
destruirlo si quisiera.
—¿Que dijo él?
—Ni una maldita cosa. Sabía que era verdad. Y planeé seguir
adelante eventualmente, pero... él murió antes de que pudiera. Ese imbécil
consiguió reír al último de todos modos —. La amargura de Dane regresa
con una mueca en sus labios.
—No, no lo hizo. Lo golpeaste donde más le dolía. Esa era la única
debilidad que tenía, y la robaste debajo de su nariz. Esa es la mejor
venganza que podrías haber obtenido.
La expresión de Dane se vuelve seria. —No se siente así. Lo he
odiado por tanto tiempo, no creo que nada que no fuera ver la vida
drenarse de él mientras lo estrangulaba hasta la muerte me haría sentir
reivindicado —. Hace una pausa por un largo minuto antes de mirarme. —
Pero eso probablemente ni siquiera ayudaría. Vivir con ese tipo de odio...
Creo que es hora de dejarlo ir. Tengo que.
—¿Me...? —Impulsivamente, empiezo a hacer una pregunta, pero
con esa sola palabra, lo reconsidero. Es posible que no quiera saber esa
respuesta.
Desafortunadamente, Dane no quiere dejarlo ir.
—¿Hice qué?
—Nada.
—¿Qué? ¿Qué ibas a preguntar?
Vacilante, le pregunto —¿Me odiabas? ¿Me odias?
Los ojos de Dane buscan los míos. Incluso con poca luz, puedo ver
que han vuelto a ser la sombra cálida que jamás podré olvidar en lugar de
los fríos de cuando regresé.
—No. Pensé que lo hacía. Por un tiempo. Pero en realidad nunca lo
214 hice.
Asiento con la cabeza. Realmente no tengo una respuesta. Me duele,
sí, pero supongo que tengo que alegrarme de que ya no sea así.
Nos quedamos callados de nuevo, y de repente me doy cuenta de lo
cansada que estoy. Sin querer, me balanceo contra Dane.
—Probablemente será mejor que regreses. Duerme un poco. Sé que
debes estar cansada.
Asiento y Dane se pone de pie, ofreciendo su mano, que tomo. Esta
vez, la sostiene mientras caminamos hacia el borde de la roca, y cuando
salta, levanta ambos brazos hacia mí. No sé por qué, pero eso parece
significativo, como si se estuviera abriendo a mí. O tal vez me está diciendo
que está bien dejarse caer.
O tal vez solo estoy abrumada y cansada.
En este punto, podría ser cualquier cosa.
Me inclino y dejo que Dane me ayude a bajar. Esta vez es un poco
más lento para dejarme ir, lo que me causa una sensación agradable.
Estoy sonriendo cuando digo: —Buenas noches, Dane.
—Hasta luego caimán —No me pierdo el brillo en sus ojos. Y es
prácticamente mi ruina.
—Después de un rato cocodrilo.
De repente, tengo ganas de reír, como una colegiala.
—Duerme bien, Brinkley Sommers.
Esto... es una rama de olivo.
Eso creo.
O podría estar delirando.
No sería la primera vez que Dane James me haga perder la cabeza.

215
Capítulo 26
Al día siguiente, Dane James aparece como un espectro, nacido de la
niebla y las sombras. Sexy, misterioso y tentador. Camina hacia mí de esa
manera floja que tiene y no puedo evitar mirar. Cuando me alcanza, sonríe
como si supiera exactamente lo que está pasando por mi mente.
—¿Vienes?
—Sí. —Me levanto de mi silla donde había estado trabajando en mi
computadora portátil nuevamente. No había elegido ese lugar
específicamente para poder ver a Dane, pero...
¿Oh, a quien estoy engañando? Por supuesto lo hice.
Su voz me detiene antes de que atraviese la puerta.
216 —¿A tu hija le gustan los animales?
Pienso en lo mucho que Celina ama a los animales y en cómo
siempre le dije que lo obtuvo de su padre. Mi sonrisa llega hasta mi alma
cuando respondo.
—Los ama.
—Ella también puede venir. Si tú quieres.
Mis pulmones se hinchan cuando arrastro una lenta inhalación
hacia ellos. Él está nervioso. Lo veo ahora, por la forma vacilante que
preguntó y por la manera en que mete las manos en los bolsillos e intenta
sonar casual. Dane James quiere conocer a mi hija, como realmente
conocerla, y está tratando de no mostrarlo.
La parte posterior de mis ojos pica, así que solo asiento con
entusiasmo y me alejo antes de hacer un completo ridículo frente a él.
Subo corriendo las escaleras en busca de Celina, que debería estar
en su habitación haciendo su trabajo de química. Su puerta está
entreabierta y puedo verla adentro, sentada con las piernas cruzadas en la
cama, con la barbilla en su pecho y los auriculares en sus oídos, con un
aspecto tan sombrío que detiene mi corazón por un segundo.
Ella debe estar pensando en su vida, su futuro. Su decisión.
Todavía no hemos hablado de ello. Le estaba dando tiempo y
espacio, así como la oportunidad de informarme, antes de abordarlo
nuevamente.
Sé que incluso tener la discusión agregará peso a sus delgados
hombros y odio verlos caer por ello. Ningún adolescente debería tener que
considerar consecuencias como las que enfrenta. Ningún adolescente
debería tener que elegir entre terapias que los hagan sentir miserables y
más enfermos y posiblemente robarles su posibilidad de procrear.
Y, sin embargo, ella lo hace.
La mía lo hace.
Cuando se enfermó por primera vez hace casi un año, decidimos que
nos ocuparíamos juntas de su atención médica. Prometí que no tomaría
ninguna decisión unilateral con respecto a su tratamiento. Le prometí que
solo sacaría la tarjeta de madre y la detendría si estuviera eligiendo algo
que no tenía sentido o que era perjudicial para su salud de una manera
que era evitable. Cumplí mi palabra.

217 Me alegra que estemos tomando la decisión juntas. Las opciones en


este caso son brutales y perjudiciales para su salud, pero menos que la
anemia. Esa es la peor parte de todas. Básicamente tendrá que ser
envenenada y agotada para curarse.
Si ella puede curarse, lo cual son muy optimistas de que pueda.
Pero quiero que mire cada camino y piense en cómo quiere avanzar.
Tengo mis sentimientos al respecto, pero no se lo diré hasta que llegue a
su propia conclusión.
Toco ligeramente para no asustarla.
—¿Aprendiste todo el libro en un par de horas? Wow, eso es rápido
—digo, señalando con la cabeza el libro cerrado frente a ella.
Me siento en la cama y levanto una rodilla.
Ella me mira como diciendo que sabe porqué estoy aquí.
—Sé lo que vas a decir.
—Apuesto a que no —. Esto ha estado cerniéndose, colgando sobre
nuestras cabezas durante días. Estoy muy contenta en este momento de
que, incluso si tocamos el tema ahora, tengo a Dane esperando abajo para
distraerla.
—Lo hago. Es hora de tomar una decisión —. Ella suspira, un sonido
tan fuerte que siento que podría ahogarme.
—No tenemos que decidir en este momento. Todavía puedes tomarte
un tiempo para estar segura. Esto no es algo para apresurarse, pero
tenemos que hablar de ello eventualmente.
—Lo sé. Yo solo... —Su barbilla comienza a temblar. —Simplemente
no quiero hacer ninguna de las dos. Va a ser horrible, mamá.
Ella se inclina hacia adelante y pone su mejilla en mi hombro, y yo
ahueco el costado de su cabeza. Dios en el cielo, haría cualquier cosa,
cualquier cosa en el mundo, para quitarle esto. Si pudiera absorber toda la
enfermedad de su cuerpo y ponerlo en el mío, lo haría en un instante.
Prefiero estar a las puertas de la muerte que ver sufrir a mi hija. No hay
nada peor. Nada en todo el mundo.
No digo nada por mucho tiempo. No estoy segura de poder empujar
las palabras más allá del enorme nudo en mi garganta. Trago una y otra
vez hasta que se disuelve.
—¿Alguna vez te conté lo que tu maestra de preescolar dijo sobre ti?

218 —No —. Su voz es miserable.


—Fue al comienzo de la segunda mitad del año escolar. Tu maestra,
se llamaba Sra. Hammond, había anotado en tu libreta de calificaciones
que le gustaría que yo entrara y hablara con ella en alguna ocasión, así
que lo hice. Ella me dijo que te había visto luchando por correr en clase de
gimnasia desde el comienzo de la escuela. Déjame decirte que mi corazón
se detuvo. Pensé que iba a decirme que tenías algún tipo de problema
físico, como con los pies o la espalda o algo así. Ella continuó diciéndome
cómo había pensado lo mismo, y cómo te había apartado un día y te
preguntó si te dolía. Dijiste que no. Ella te hizo algunas otras preguntas,
ahora no recuerdo cuáles eran, pero al final, dijo que pensó que tal vez no
eras capaz de hacer lo que los otros niños podían hacer, lo que supongo
era ejecutar una cierta distancia dentro de un cierto período de tiempo. De
todos modos, ella te dijo que hicieras lo mejor que pudieras y me hablaría
sobre conseguir un permiso médico para inscribirte en una clase de
gimnasia diferente. Dijo que, al día siguiente, comenzaste a correr durante
el recreo. Corriste ese día, y el día después de eso, y el día después de eso.
Ella dijo que corrías por la pequeña pista cada vez que salías. Dijo que
hiciste eso durante dos semanas seguidas, y comenzó a ver una mejora en
la clase de gimnasia. Empezaste a hacerlo mejor y mejor, y al final de la
primera mitad del año, eras una de las más rápidas de tu clase —. Celina
levanta la cabeza para mirarme cuando hago una pausa. —¿Sabes por qué
quería reunirse conmigo, nena?
Con sus ojos en los míos, ella niega con la cabeza.
—Ella solo quería decirme cuán luchadora eras —. Me giro y tomo
las manos de Celina en las mías. —Sé que tienes miedo, Celina, pero
también sé esto. Ella tenía razón. Eres una luchadora. Eres más fuerte de
lo que piensas. Hay tantos días en que desearía ser tan fuerte como tú —.
Acomodo un largo mechón de cabello color miel detrás de su oreja,
parpadeando para contener las lágrimas. —Me inspiras todos los días. ¿Lo
sabías?
—¿Y si te decepciono, mamá? ¿Y si no puedo ser tan fuerte como
crees que soy?
—Cariño, nunca podrías decepcionarme. Fuerte es quién eres. Es
tan parte de ti como tus ojos verdes y tus largas piernas. Y maldita sea,
cómo desearía tener piernas así —. Añado esto último con una sonrisa.
Sus labios se tambalean en su intento de responder. —Chica, solo sé tú
misma. Eso siempre será suficiente. Tú siempre serás suficiente.
Ella se inclina contra mí otra vez, y me deslizo para poder abrazarla.
219 Nos sentamos en silencio durante un par de minutos hasta que ella habla
de nuevo.
—Te amo, mamá.
—No tanto como yo te amo a ti. —Beso su cabello dulcemente
perfumado y luego empujo mi hombro. —Adivina quién está abajo
esperando llevarnos al río para mostrarnos... No sé qué nos va a mostrar,
en realidad —. Me río cuando la cabeza de Celina reaparece y sus ojos se
abren de emoción.
—¿Mi padre?
—El mismo.
—¿Podemos ir?
—Ummmm, sí. Nos está esperando.
Ella salta de la cama y toma sus zapatos, mirándose al espejo antes
de girarse hacia mí y preguntar —¿Me veo bien?
—Estás preciosa. Como siempre.
Ella sonríe y sale por la puerta. Escucho el ruido de sus pies
mientras ella baja volando las escaleras. Me tomo un momento antes de
seguirla. Digo una oración silenciosa para que Dios facilité el camino para
que todo funcione perfectamente entre ellos, y hago todo lo posible para
calmar el impulso de llorar. Esto se siente demasiado grande para no
llorar, pero no puedo dejar que lo vean, así que tengo que aguantar un
poco, solo hasta que podamos volver a casa. Luego me disculparé iré al
baño y sollozaré en una toalla por una semana.
Pero no hasta que regresemos.
Por ahora, seré fuerte.
Fuerte como mi hija.

Cuando salimos al porche delantero, Dane está descansando en la


mecedora en la que generalmente me siento, con las piernas estiradas, la
cabeza inclinada hacia atrás y los ojos cerrados. Él no se mueve cuando
220 Celina y yo salimos. Ella mira hacia adelante y hacia atrás entre Dane y yo
varias veces, aterrizando en mí con una mirada que pregunta, ¿Qué
hacemos? Naturalmente, mi primer pensamiento es asustarlo.
Imito mi plan para asustarlo pasando mis dos dedos por mi palma y
luego haciendo una cara con garras y dientes. Celina sonríe y asiente. Ella
siempre está dispuesta a una buena broma.
Me giro y cruzo de puntillas por el porche, mi sigilo me sorprende
incluso a mí. Cuando llego a unas pocas pulgadas de Dane, me preparo
para alcanzar su brazo y hacer un fuerte gruñido, pero antes de que
pueda, se sienta abruptamente y grita. Desprevenida como estoy, salto y
chillo alarmada. Incluso escucho a mi hija dar un pequeño chillido de
sorpresa.
Dane estalla en carcajadas.
—Eres el diablo —le digo, tratando de no reírme.
—Te atrapó totalmente, mamá. —Echo un vistazo a Celina, que está
prácticamente radiante mientras aplaude con alegría.
Dane se pone de pie, luciendo arrogante y orgulloso de sí mismo. —
¿En serio pensaste que podrías asustarme? Te escuché bajar las escaleras
hasta aquí. Sonaba como una manada de búfalos.
Jadeo con fingido horror.
—¿Acaso... me llamaste búfalo?
—No, dije que sonaba como una manada de búfalos. Hay una
diferencia.
—¿Es por mi trasero? Porque una mujer no puede elegir donde su
peso se asienta. A muchos hombres les gusta un gran trasero. Ya sabes,
basura en el maletero y todo eso. —Aumento la velocidad de mi charla,
haciendo todo lo posible para adoptar una expresión angustiada en mi
rostro. —Y ninguna cantidad de caminatas puede eliminarlo. Lo he
intentado. He caminado kilómetros y kilómetros, y nunca se vuelve más
pequeño y no sé qué más puedo hacer y soy tan consciente de mí misma, y
odio la forma en que me veo en jeans, y nada me queda bien, y yo... yo...
Me detengo, respirando como si me estuviera abrumada. Celina y yo
solíamos hacer esto todo el tiempo, practicar nuestras habilidades de
"Daytime Emmy5". Ambas nos hemos vuelto bastante buenas, si me
permiten decirlo.
La cara de Dane ha caído lentamente en una de incomodidad e
incredulidad. Casi puedo verlo preguntándose cómo esto salió tan mal, tan
221 rápidamente.
—Brinkley, no quise decir eso. Yo...
—Los hombres son solo... tan imposibles de complacer. Y yo... yo...
he hecho todo lo que puedo, ¿crees que necesito cirugía? ¿Debería
considerar la liposucción? Todos lo están haciendo. Dicen que es seguro, y
las posibilidades de infección son bastante escasas, y esas son las únicas
opciones en las que puedo pensar que podrían ayudar. A menos que me
muera de hambre. ¿Es eso lo que se necesitaría para hacerte feliz?
Estoy haciendo todo menos llorar hasta que escucho a Celina
resoplar. Luego me derrumbo en un ataque de carcajadas. La cara de
Dane está en blanco.
Ambas decimos simultáneamente —¡Caíste!

5Los premios Daytime Emmy son uno de los premios Emmy otorgados por la Academia
de Arte y Ciencias de la Televisión y la Academia Nacional de Arte y Ciencias de la
Televisión en reconocimiento a la excelencia en la programación de televisión
estadounidense diurna.
Los hombros de Dane se hunden de alivio justo antes de que me
lance una mirada y diga muy, muy suavemente —Todo lo que voy a decir
es que será mejor que corran.
Su significado tarda un segundo en registrarse, y en el momento en
que lo hace, me doy la vuelta, agarro a Celina, y salimos por los escalones
del porche, cruzando el camino con Dane pisándonos los talones. En
botas, nada menos.
Nos detenemos al borde del campo. Celina y yo estamos sin aliento.
Dane está justo detrás de nosotras y ni siquiera jadea. Los tres estamos
sonriendo.
Él pone sus manos sobre sus delgadas caderas y nos informa con
advertencia —Todo lo que voy a decir es que ustedes, chicas, cuiden sus
espaldas —. Levanta dos dedos y los señala a sus ojos y luego a los
nuestros, como si nos estuviera mirando. Sacudo la cabeza y miro a
Celina. Su sonrisa es la más brillante que he visto en meses. Tal vez en
años, desde que se enfermó por primera vez. No creo que nada pueda
hacer que mi corazón se sienta más feliz y ligero.
—Entonces, ¿por qué nos estás arrastrando aquí? —Todavía estoy de
222 un humor burlón.
—Vamos. Se los mostraré.
Dane comienza a atravesar el campo, y caminamos ligeramente
detrás de él hasta llegar al viejo camino que baja al río, luego él se detiene
para que podamos caminar uno al lado del otro. Celina está entre
nosotros, y él la entretiene con historias extravagantes sobre cómo, cuando
era un niño, cortaba árboles tan grandes como los automóviles de este
camino, los derribaba como un verdadero leñador. Dijo que tenía músculos
más grandes que todos los hombres y que podía levantar caballos sin
sudar.
Celina se ríe casi todo el tiempo y lo absorbe todo.
Y yo los absorbo a ambos.
Dane se desvía antes de llegar al río. Sale del camino y avanza hacia
el bosque. Escanea el suelo mientras avanza. No tengo idea de lo que esta
buscando hasta que se agacha y recoge una pequeña tortuga con
manchas.
Se endereza, sonriendo de oreja a oreja, y sostiene la tortuga para
que Celina pueda verla.
Ella tiene los ojos muy abiertos con emoción.
—¿Puedo sostenerla?
—Por supuesto. Solo tómala así —. Él le muestra cómo sostenerla
por su caparazón. Ella la mira a la cara y sonríe cuando gira la cabeza
hacia la seguridad de su casa móvil.
—¿Es tuya?
—Algo así. Crie al padre de esta. —Sus ojos se dirigen a los míos.
Luego lo entiendo.
—¡Stanley!
Dane sonríe y asiente. —Sí. Él se encontró con una hermosa chica y
tuvieron bebés hace aproximadamente un año. Dos de ellos se quedaron
por aquí. Esta es una de ellos.
—¿Quién es Stanley?
—Era como mi mascota cuando yo era pequeño. Mi papá no me
dejaba tener un perro, que era lo que quería, así que encontré a Stanley, la
tortuga que vivía aquí junto al río, y le traje hongos todos los días.
Imágenes tan vívidas como un rayo en el cielo pasan por mi mente,
223 imágenes de Dane y yo caminando por este mismo camino un día de
verano hace tantos años. Puedo imaginar sus ojos y su pelo largo, la forma
en que se veía su rostro cuando hablaba de esa tortuga, la tristeza que lo
sobrecogía cuando hablaba del día en que Stanley podría irse. Sol y
árboles verdes y una felicidad que no pensé que encontraría en Shepherd's
Mill. Todo por un chico.
Este chico.
Este hombre.
—¿Cómo se llama esta? —Celina todavía está tratando de
convencerla para que vuelva a salir de su caparazón, al igual que su padre
está tratando de sacarla del suyo.
—No tiene aún. ¿Cuál sería un buen nombre para ella?
—Sarabella —. Su respuesta es instantánea, y no tengo idea de
dónde vino.
Dane sonríe.
—Bonito nombre para una hermosa tortuga. Sarabella será. —Hace
una pausa y me pregunto qué está esperando. Luego me doy cuenta de
que es seguridad. O tal vez coraje. —¿Quieres ayudarme a alimentarlos?
Celina aprovecha la oportunidad. —¡Claro!
Charlan sobre la mejor manera de lograr esto mientras escucho y los
observo. Hasta que llegó Celina, Dane fue el amor de mi vida. Cuando
nació mi hija, sabía que nunca amaría nada más. ¿Y tenerlos a los dos
juntos? Es como una sobrecarga al corazón. No recuerdo haberme sentido
tan llena. Tan completa.
Y como una mentirosa.
Cuando regresamos a la casa, unas dos horas después, veo a mamá
parada en el porche. Cuando nos ve, observo que sus hombros se hunden
como si se sintiera aliviada, pero eso solo dura un segundo. Veo su mirada
pasar de mí a Celina a Dane y de nuevo a mí. Luego observo sus ojos
entrecerrarse, su boca ligeramente fruncida y su postura rígida. Ella me
mira por unos segundos, luego se da vuelta y marcha de regreso a la casa.
Hago todo lo posible por ignorarla y disfrutar estos últimos minutos
con Dane y Celina, pero su desaprobación está allí, en el fondo de mi
mente como una rebaba atrapada bajo mi montura.

224
Capítulo 27
Ha pasado una semana desde que Dane nos llevó a Celina y a mí al
río. Cada día aparece a primera hora de la tarde, posiblemente para evitar
a mi madre (hombre inteligente), y cada día hemos hecho algo juntos.
Nosotros tres.
Un día trajo Sándwiches de barbacoa de Carolina con papas fritas y
ensalada de repollo para el almuerzo. A Celina y a mí nos encantó.
—Sabemos todo sobre la comida rápida, rápida y más rápida en
nuestra casa, ¿no es así, C?
Celina asintió vigorosamente ya que tenía la boca llena y no podía
responder.

225 —No cocinas mucho, ¿eh?


—Uh no. Eso se lo dejo a mamá. Ordeno y soy muy buena en ello.
De nuevo, Celina asintió con la cabeza, sacudiéndola rápidamente.
—Yo con la parrilla. Cocino todo a la parrilla. Incluso la pizza.
—¿Qué? —Mi hija murmurara a medio bocado, asombrada
totalmente.
—No has vivido totalmente hasta que comes pizza a la parrilla. La
haré para ustedes alguna vez.
Creo que tanto Celina como yo teníamos nuestros lápices mentales
sobre nuestros calendarios mentales, listas para aprovechar la
oportunidad de estar con él nuevamente.
Un día nos llevó al nuevo granero, un simple capricho que había
comprado después de la muerte de Alton. Mantuvo todo el equipo grande
allí. Monto a Celina en uno de los tractores y la dejó conducirlo alrededor
de un campo vacío más pequeño cerca del río.
Un día la ayudó con su álgebra. Dane James, además de ser
hermoso, exitoso, amable y el hombre de mis sueños, también era
inteligente. Como realmente inteligente.
Un día nos llevó a la ciudad a tomar un helado al mediodía. Lo
presentó como si fuera una cosa.
—Ya sabes, helado al mediodía. Todos lo hacen.
—No todo el mundo.
Dane me miró, levantó una ceja oscura y dijo —Algo más que estoy
feliz de enseñarte entonces.
La forma en que dijo enseñarte... casi me derritió en el acto.
Los tres nos amontonamos en su camioneta y nos llevó a la
heladería Dove's. Entramos y ordenamos un cono de chocolate con
almendras y coco para mí, y menta con chispas de chocolate, y cerezas con
crema batida para Dane y Celina.
—¿También te gusta eso? —Fue Celina quien preguntó cuándo Dane
terminó de ordenar.
—Es mi favorito.
Sus sonrisas fueron la cosa más deslumbrante que había visto en mi
vida.
226 Casi idénticas.
Llevamos nuestros conos a una mesa en la acera para disfrutarlos al
sol. Nos reímos y sorbimos y tratamos de darnos codazos y untarnos la
cara como tres delincuentes juveniles que faltan a la escuela en la
primavera.
Era la tarde perfecta hasta que un ronroneo malicioso interrumpió
nuestra diversión.
—Bueno, bueno, bueno, si no son los inadaptados del pueblo.
Lauren estaba caminando con Cassie y un hombre que reconocí
como Taylor Kraus pero mayor. Me di cuenta por la mirada altiva en su
rostro que no había cambiado ni un ápice.
Dane no se molestó en lo más mínimo por su comentario.
—Seguro que sí.
—Dane, realmente deberías tener más cuidado con tu reputación.
Todos amamos a Brinkley, pero ella no regresó en las mejores
circunstancias.
Sus ojos se deslizaron hacia Celina y mis vellos se erizaron. Me puse
de pie. Tenía toda la intención de golpear su boca. No me importaba que
ella fuera mi jefa.
La mano de Dane en mi brazo me detuvo.
—Lauren, ¿no crees que es hora de crecer?
Lo dijo con una sonrisa, mucho más de lo que pude reunir.
—Vamos cariño. Ella es solo una empleada —dijo Taylor, tirando de
su brazo. —No vale la pena perder el tiempo con ninguno de ellos. Nunca
lo hizo.
Lauren le dio a Dane una última mirada persistente, me sonrió y
dejó que Taylor se la llevara. Cassie siguió sus pasos, negándose a mirar
en nuestra dirección.
Un par de minutos después de que se marcharon, fue Celina quien
rompió el silencio.
—¡Qué perra!
Miré a Dane, y él a mi, y ambos miramos a Celina, luego estallamos
227 en carcajadas.
—Esa es mi chica —le dije, inclinándome para darle un fuerte beso
en la mejilla.
Dane levantó una mano para chocar los cinco y su hija estuvo más
que feliz de responderle.
El día terminó con una buena nota, incluso si Lauren hizo todo lo
posible para asegurarse de lo contrario. Me di cuenta uno de los dos días
en que Dane no apareció que Celina seguía bajando las escaleras. Recorría
las habitaciones como si no supiera qué hacer consigo misma, a pesar de
que tenía tareas escolares que hacer.
No dije nada.
Sabía cómo se sentía.
Él no apareció hoy y ella hizo lo mismo. Me recordó lo peligroso que
sería dejarla acercarse a Dane, solo para que él la rechazara. No decirle
que ella es su hija era cada vez más arriesgado. Y la perspectiva de hacerlo
se estaba volviendo cada vez más desagradable para mí.
Mientras me acuesto en la cama, mirando el techo de mi infancia,
resolviendo problemas como adulta, pienso en Dane y en nuestra extraña
relación de toda la vida, y pienso en Celina y en cómo espero que sea su
experiencia con él. En este punto, eso es todo lo que tengo, sin embargo,
esperanzas. No tengo garantías, solo la confianza que tenía en el chico que
solía conocer.
Por un segundo, deseé volver a ser una niña. En aquel entonces, mis
mayores preocupaciones eran encajar con mis compañeros y querer un
chico que no debía querer. Parecían enormes en ese entonces,
insuperables, pero en comparación con los problemas que tengo ahora,
eran tontos, pequeños e inconsecuentes.
Mi hija tiene una enfermedad que pone en riesgo su vida, su
tratamiento será brutal sin importar lo que elija, y la responsabilidad de
verla atravesar eso y financiarla recae directamente sobre mis hombros.
Y Dane... él tiene una hija que no sabe que existe. Al menos no de
esa forma. Tengo que decirle en algún momento. Y luego tengo que aceptar
las consecuencias.
Parece que estos problemas son un poco más contundentes que las
preocupaciones sociales de mi adolescencia.
Oigo el primer tic-tac a las doce y veinte minutos. Sonrío. Todavía
228 me parece gracioso que, a los treinta y dos años, Dane y yo sigamos
escabulléndonos. Sin embargo, como siempre, la noche es nuestra. Es un
lugar especial donde resolvemos las cosas. Nosotros siempre lo hemos
hecho. Y supongo que aún lo estamos haciendo. Estamos descubriendo
quiénes somos de nuevo. Como amigos, y tal vez incluso como algo más
que amigos.
Me levanto y camino hacia la ventana. Efectivamente, Dane James
está de pie debajo, mirando hacia arriba, levantando otra pequeña roca
para lanzar.
Abro la ventana.
—Dane James —. Mi corazón se siente ligero mientras jugamos este
antiguo juego. Es reconfortante de alguna manera.
—¿Puedes bajar?
No digo, por supuesto, aunque es exactamente lo que estoy
pensando.
—Ya voy.
Me pongo unos pantalones cortos y mis chanclas y bajo las
escaleras, la rutina maravillosamente familiar. Incluso muchas de las
sensaciones son las mismas que cuando era niña, emoción, euforia,
anticipación, atracción, optimismo. Todo es diferente por la noche. Eso es
algo que no ha cambiado en absoluto.
Cuando salgo, él está allí. Alcanza mi mano. Estoy más que feliz de
envolver mis dedos alrededor de los suyos cuando lo hace.
Caminamos en silencio hacia la roca. No tengo que preguntar a
dónde vamos. Lo sé. Esto es tanto una parte de lo que somos, juntos,
como parte de una vieja rutina. Parece que la roca es parte de nuestra
historia, nuestro amor, nuestras almas.
Cuando la alcanzamos, él salta primero.
Como siempre.
Luego me ayuda a subir.
Como siempre.
Él se sienta primero y yo hago lo mismo. De inmediato, dice —Dime
el mejor momento de tu vida, además del nacimiento de Celina, que
sucedió mientras estabas fuera.

229 Me río.
—¿Qué?
—Me he perdido quince años de tu vida. Si no me cuentas, nunca lo
sabré.
Él quiere saber.
Quiere saber sobre mi vida, mi pasado. Quiere volver a conocerme.
La esperanza y el optimismo surgen en mi.
—¡Guau! No empieces con las cosas fáciles ni nada.
Me envía una sonrisa con ojos bizcos.
—¿Cuándo hemos sido fáciles?
Bajo la cabeza.
—Buen punto. —Respiro y realmente lo pienso. —La mayoría de mis
mejores momentos son en torno a Celina, pero si tengo que sacarla de la
ecuación, supongo que sería graduarme de la universidad. Me sentí tan
realizada, como si hubiera hecho algo que nadie más pensaba que podía o
me ayudaría a hacer. Lo hice todo por mí misma.
—¿Fuiste a la universidad?
—Lo hice. —No puedo ocultar el orgullo en mi voz. —Esperé por un
tiempo ya que Celina era pequeña. Eso hace las cosas difíciles. Sabía que
no mejoraría a menos que hiciera algo al respecto, así que cuando ella fue
a prescolar, volví a la escuela. Solicité ayuda financiera en la universidad
comunitaria. Obtuve una tonelada, por supuesto, porque éramos muy
pobres. Tomé dos clases en la mañana y trabajé por las tardes mientras
Celina estaba en la escuela y luego en el las actividades después de la
escuela. Me tomó cuatro años obtener un título técnico en contabilidad,
pero lo hice. Después de eso, conseguí un trabajo llevando la contabilidad
de un CPA6. El sueldo era mucho mejor y podía trabajar desde casa por las
noches después de que Celina se fuera a la cama. Eso desocupó mis días
para poder volver a la universidad a tiempo completo mientras ella iba a la
escuela. Me gradué y me convertí en CPA, y fue entonces cuando las cosas
realmente cambiaron para nosotras.
—¿Y qué hay de su padre?
Frunzo el ceño. —Pensé que estábamos haciendo preguntas
divertidas.

230 —Oh, ¿dije eso? Debo haber olvidado esa parte.


Me río. —¿Qué hay de ti?
Apenas tiene que pensarlo. —El día que mi casa estuvo terminada.
—¿Has construido la casa?
—Lo hice. Te la mostraré en alguna ocasión. Tal vez tú y Celina
puedan venir y contemplar mi increíble habilidad en la parrilla.
—A ella le encantaría eso.
No agrego que a mí también lo haría.
—Construí en un terreno que compré al otro lado del río. Cuando me
enteré de Alton, de las acciones y de lo que había hecho, fue cuando decidí
tratar de controlar la compañía, compré ese terreno con la intención de
expandirme algún día, de tener trigo en ambos lados del río y ser más
poderoso que Alton. En cierto modo, ver que la casa tomando forma fue
como ver cumplirse mi sueño. ¿Qué tan cursi es eso? —Se ríe un poco
tímidamente al final.

6 Contador público.
—Eso no es cursi en absoluto. Creo que es genial. Has hecho mucho
con tu vida aquí. Contra todo pronóstico. Todos en esta ciudad apostaban
en tu contra. —Mi mente retrocede en el tiempo. —Cuando era niña, no
podía entender por qué nadie más podía ver lo maravilloso que eras. Me
alegro de que finalmente lo hayan hecho.
—Nada ha cambiado. Solo tengo dinero ahora. Tengo lo que ellos
valoran. Siempre he tenido lo que valoro.
Apoyo mi barbilla sobre mi hombro mientras lo miro, absolutamente
glorioso a la luz de la luna.
—Así es. Eres tan sólido, estable y cómodo con quién eres como esta
roca —. Golpeo la roca debajo de mí para enfatizar.
—No lo sé. Durante un tiempo después de que te fuiste, estuve
bastante amargado. Estaba desgarrado. Dividido entre convertirme en uno
de ellos, porque de alguna extraña manera quería ser digno de ti si alguna
vez regresabas, y ser un demonio solo para enojarlos a todos. Creo que
probablemente terminé cayendo en algún lugar entre ambos.
—Nunca tuviste que ser otra cosa que Dane James para ser digno de
mí, digno para mí. Te amaba tal y como eras.
231
Está haciendo lo mismo que yo, mirándome por encima del brazo.
Durante un tiempo ninguno de los dos dice nada, pero algo está
sucediendo en el silencio. Algo está creciendo. O tal vez volviendo a crecer.
Y el calor aumenta con cada segundo que pasa.
Y hace calor. Mucho calor.
—Háblame de tu casa.
—No es nada lujoso, pero me gusta. Es de madera en el exterior con
un interior moderno. Cuatro habitaciones, tres baños. Tengo un gran patio
trasero. Mucha hierba. Siempre quise pasto creciendo. Ya sabes, en lugar
de ese lote de grava en el que estaba el granero.
Una punzada atraviesa mi corazón. Ni siquiera tenía hierba. Algo tan
simple como jugar con la hierba. Me dan ganas de traer de vuelta a Alton
para poder matarlo.
—Es una casa grande para vivir solo. ¿Nunca a habido una mujer
para ayudarte a llenarla?
Incluso cuando pregunto, estoy empezando a contener la
respiración. Quiero saberlo y a la vez no. Sé que me molestará, pero
necesito saberlo.
—No para vivir allí, no.
—¿Entonces nunca te casaste?
—Nop. ¿Tú?
—Nop.
Dane se mueve para que sus piernas se estiren frente a él y se
recuesta.
—Sin embargo, hay algo que probablemente deberías saber.
Mis entrañas se retuercen con miedo. —¿Qué es?
—Yo, eh, salí con Lauren por un tiempo.
—Lo sé. Todavía estaba aquí cuando eso sucedió.
—Después de eso.
—Oh. —Es mi única respuesta inexpresiva —¿Por cuanto tiempo?
—Salimos después de la secundaria. Hace unos años, por un
tiempo.
232 —¿Un tiempo?
—Si. Unos cuatro años.
Mi estómago hace un vuelco desagradable.
—Oh. Guau. Eso debe haber sido bastante serio entonces.
—Pensé que ella había cambiado, pero conoces a Lauren.
—Si. Conozco a Lauren. No puedo creer que se haya casado con
Taylor.
—Sí, eso estaba condenado desde el principio.
—¿Por qué?
—Ella todavía estaba enamorada de mí. Eso fue lo que la hizo beber.
Creo que se dio cuenta de que cometió un error al casarse con él para
tratar de vengarse de mí.
Pienso en el cóctel que tomó temprano.
—Es una lastima. Entonces tú... ¿ya no la quieres?
—¡Dios no! Nunca lo hice. Lo intenté. Pensé que los dos podíamos
ser personas diferentes, pero simplemente no lo fuimos. Nunca seré uno
de ellos. Ella no será otra cosa que uno de ellos.
Tengo que admitir que me hace sentir muy incómoda saber esto.
Realmente desearía que no me lo hubiera dicho, sinceramente. Pero
teniendo en cuenta todo lo que tiene que perdonarme a mí, sería el epítome
de la hipocresía que me resista a esto.
Pero aún así duele.
—Si no se hubiera casado con Taylor, ¿crees que hubieran vuelto a
estar juntos?
—No. Ya lo había intentado. Mi corazón nunca estuvo en ello. Sé que
es una locura, salir con alguien que conoces y que nunca podrás amar de
la manera que lo necesita, pero fui bueno con ella. Ella simplemente no
era para mí. Simple y llanamente.
—¿Por qué?
Hace una pausa para mirarme.
—Ella simplemente no eras tú.
233
Dios, odio lo feliz que me hace escuchar eso. Intento mantener la
alegría fuera de mi voz cuando murmuro un suave —Oh.
—Nunca estuve tan interesado en ella como en ti. Creo... creo que
salí con ella en parte para vengarme de ti, porque sabía cuánto lo odiarías.
Todavía estoy enojado conmigo mismo por eso también.
—Todos hemos hecho cosas de las que no estamos orgullosos —.
Gano la medalla de oro en ese evento.
—Simplemente odio que ella que haya terminado con Taylor. Él la
engaña con cualquier cosa con una falda. Es el mismo imbécil que solía
ser en la escuela.
Siento mi labio curvarse.
—Así parece.
Después de un par de minutos, Dane se ríe. —Tiene suerte de que
no conduje a su casa y le di una paliza esa noche que te recogí.
Sonrío solo pensando en lo maravilloso que se sintió que Dane
quisiera protegerme.
—Solo habría empeorado las cosas para ti, pero a una parte de mí le
hubiera encantado verte haciéndolo.
—No me hubiera importado. Habría hecho cualquier cosa por ti. —
Dane me mira con ojos oscuros y una expresión seria.
La forma en que me está mirando... El aire deja de fluir hacia mis
pulmones.
Mi voz se queda sin aliento cuando admito —Lo sé. Porque yo
también habría hecho cualquier cosa por ti.
Y lo hubiera hecho.
Cualquier cosa.
De hecho, me fui al amanecer, me alejé, parí y crie una hija sola,
simplemente para salvarlo.
—¿Ha pasado demasiado tiempo, Brinkley? ¿Hemos llegado
demasiado lejos para volver a ser como eran las cosas antes?
—Yo... yo no creo que podamos volver. —Él asiente con la cabeza. —
Pero creo que podemos avanzar. O al menos podemos intentarlo. Si... si
234 eso es lo que quieres.
Él asiente lentamente, sin apartar sus ojos de los míos.
—¿Este “intentar” incluye besos?
Sonrío porque no puedo evitarlo, no más de lo que puedo evitar la
forma en que mi estómago hace volteretas y mi sangre entra en llamas.
—Creo que definitivamente debería incluir besos. Quiero decir, ¿qué
tipo de adultos seríamos si no aprovecháramos las libertades de los
adultos? Como besar, por ejemplo.
—De mierda. Y no quiero ser un adulto de mierda.
—Yo tampoco.
—Tal vez debería acompañarte a casa y podemos ser adultos
increíbles justo debajo de tu ventana, solo para molestar a Alton.
—Oh, creo que suena como una idea increíble. —El mundo que me
rodea es tan oscuro como el terciopelo azul, pero el mundo dentro de mí...
es tan brillante como el mediodía.
—Y tal vez deberíamos encontrarnos aquí mañana por la noche. Para
practicar ser adultos increíbles.
—Me gusta cómo piensa, Sr. James.
—Me gusta su enorme trasero, Sra. Sommers. —Tengo que reírme de
eso. —La parte de “basura en el maletero” debería haberme hecho
sospechar.
—Probablemente.
Dane me ayuda a levantarme y quitó el polvo del mismo maletero
que estamos hablando. Dane se inclina para mirarme mientras lo hago.
—Siempre amé tu trasero, pero ahora has traído tanta atención a el,
que solo puedes culparte a ti misma cuando lo miro cada vez que te das la
vuelta.
Golpeó mis pantalones cortos.
—Sin embargo, es un poco grande.
—No es grande. Es redondo y perfecto y... —Él hace un silbido
mientras toma aire entre los dientes. —Realmente quiero morderlo.
—¿Morderlo?
Una corriente fría se extiende por mis brazos cuando él regresa sus
235 ojos a los míos. No he visto esa mirada hambrienta en quince largos,
largos años.
Su voz es baja cuando da un pequeño paso más cerca de mí y agrega
—No te preocupes. Lo besaría después. Para que se sienta mejor. Porque
soy un infierno de adulto.
Estoy sin aliento. Y me encanta.
—Creo que cualquier cosa se sentiría mejor después de un beso
tuyo.
Se inclina y ahueca su oreja.
—¿Qué dijiste? ¿Te sientes mal? Tengo justo lo que necesitas.
—¿Mal? —Apenas entiendo sus palabras y la risita que las
acompaña de mi boca antes de que Dane James me tome en sus brazos y
presione sus labios contra los míos.
Ese es el momento en que recuerdo cómo se siente el cielo. Y como
sabe.
Se siente y sabe a Dane James.
Incluso después de todo este tiempo, él es mi cielo. Y así comienza
un ritual nocturno que me hace enamorarme del chico equivocado, pero
del hombre correcto nuevamente. Solo puedo esperar que él también se
enamore de mí.
Hasta que le diga que le oculté a su hija durante catorce años.
Entonces se dará cuenta de que me odia.

236
Capítulo 28
Un golpe apenas audible en la puerta de mi habitación me despierta.
Echo un vistazo primero a las cortinas. Hay luz que se filtra a través de
ellas y alrededor de los bordes, pero aún tiene un tono azulado, lo que me
asegura que es muy temprano. No es de extrañar que me sienta cansada.
Probablemente no he estado en la cama mucho tiempo.
Sonrío al recordar la noche anterior que pasé besándome con Dane
James en nuestra roca como dos adolescentes cachondos. Es una locura
pensar en las cosas que han cambiado y las que no.
Nuestra química loca definitivamente no.
—Adelante —. Mi voz es ronca por la necesidad de descansar un
poco más.
237
Veo la forma esbelta de mi hija cuando se asoma a través de una
grieta en la puerta y luego la cierra fácilmente detrás de ella. Ella camina
hacia la cama y retiro las mantas, ofreciéndole un lugar debajo de ellas
conmigo. Me hace feliz cuando ella acepta. La rodeo como una cuchara,
acercándola a mí como lo hacía cuando era pequeña.
Ya no me deja hacer esto muy a menudo, así que ahora estoy
completamente despierta, disfrutando de cuidar a mi niña.
—¿Que estás haciendo despierta tan temprano?
—He decidido lo que quiero hacer.
Estoy aún más despierta ahora.
—¿Y?
—Quiero el trasplante de médula ósea —. Creo que mi corazón
habría dado un vuelco sin importar lo que ella dijera. Hay pros y contras
en ambos, pero estoy un poco contenta porque este ofrece las mejores
posibilidades de curarla. Este ofrece la mejor oportunidad de encontrar el
camino de regreso a una vida normal en algún lugar en un futuro cercano.
—Creo que es una buena opción.
—¿Lo haces?
—Lo hago. El hecho de que tenga una mejor oportunidad de curarte
realmente es un factor bastante convincente en la columna de “pros”, ¿no
te parece?
—Si. Por eso quiero ir por esta ruta.
La abrazo fuerte y beso su cabello sedoso.
—Eres una niña muy sabia. Como un pequeño Yoda rosado.
—Sabia yo ser —dice con su mejor voz de Yoda, y las dos nos reímos.
Y así continúa la siguiente parte de nuestra conversación, hasta que
volvemos a cosas más serias.
—Plan, lo haremos.
—Con los médicos, hablaremos.
—Sí, sí. Consúltalos, lo haremos.
—Que la fuerza esté conmigo.
Ante eso, mi corazón se aprieta un poco.
238 —No necesitarás eso. Tienes a Dios. A mí. Y a tu papá. Lo harás
bien.
—Espero que sí —. Después de una pausa que es tan larga, que me
pregunto si se ha vuelto a dormir, dice algo más que acelera mi corazón.
Mi vida es como un maldito tornado. —¿Crees que deberías decírselo antes
de que lo haga? Ya sabes, así él lo sabrá. Por si acaso.
Por si acaso.
—Celina, deja de pensar en el “por si acaso”. Has leído la
información. Sabes que, con tu edad y tu diagnóstico, el pronóstico es
increíble. Todo va a salir muy bien y vas a vivir una vida muy larga y
saludable. De hecho, puedes vivir para ser tan vieja como Yoda. Solo
necesitarás pañales para adultos. Ninguna vejiga humana puede aguantar
tantos años.
—Eres tan rara —susurra.
—Pero soy increíble —le susurro.
—¿Lo harás, mamá?
—Le diré, cariño.
—¿Cuándo?
Trago saliva. —Puedo decirle hoy si quieres que lo haga.
—Antes de volver al médico, ¿de acuerdo?
—Bien.
En el fondo de mi mente, escucho el tic-tac de un reloj, contando los
minutos hasta que tenga que arrojar la madre de todas las bombas sobre
Dane.
Y el momento en que el brillo feliz que lleva puesto vuelva a ser una
máscara de odio.

Dane trajo vinagre, bicarbonato de sodio y una botella de dos litros


de soda vacía para que la más reciente lección de química de Celina sea
239 más divertida. Él asomó la cabeza por la puerta principal y le gritó —
Celina, baja aquí. Mount Dew está a punto de explotar.
Se giró y la sonrisa que me dio estaba a unos dos segundos de hacer
explotar mis ovarios. Sin necesidad de vinagre ni bicarbonato de sodio.
Sería un padre increíble. Ya lo es; simplemente no lo sabe.
Ella vino corriendo más rápido de lo que nunca lo hace por mí, a
menos que la esté sobornando con algo. Todo lo que Dane tiene para
ofrecer es su presencia. Ella lo quiere cerca. Y claramente quiere estar
cerca. Si tan solo no existiera este horrible obstáculo entre ellos.
Por supuesto, no es entre ellos. Será entre Dane y yo. No se enojará
con ella. Ella es inocente en todo esto. Es a mi a quien odiará.
Y no podré culparlo ni un poco.
Los veo a los dos hacer volcán tras volcán tras volcán en erupción en
el pequeño parche de hierba a la izquierda del camino de entrada. Sé que
pospondré decírselo hasta esta noche. No puedo soportar arruinar la
felicidad que dejará aquí hoy. Esta noche será lo suficientemente pronto.
Dane no tiene que venir a buscarme. Voy a la roca por mi cuenta.
Incluso lo espero allí. Me siento sobre ella, con las palmas sudando,
esperándolo y dándome una charla motivacional para no perder el tiempo.
Cuando veo su forma oscura cortando el trigo a la brillante luz de la
luna, todos los músculos de mi cuerpo se tensan. Lo veo acelerar mientras
se acerca a la roca y se sube a ella en un movimiento impresionantemente
suave y ágil.
Él se acerca a mí, sonriendo. —¿Qué?
—¿Qué, que? —Mi cerebro aún no está funcionando a toda máquina.
—¿Por qué me miras de esa manera?
—¿Que manera?
—Como si estuvieras a punto de saltarme los huesos.
240 —¿Así es como te estoy mirando?
—Estoy seguro de que eso espero, porque estás a punto de obtener
una respuesta muy firme de mi parte, y odiaría pensar que todo está en mi
imaginación.
—Bueno, eso fue un poco caliente.
Hacía mucho, mucho calor.
—¿Qué fue un poco caliente?
—Tu saltando aquí como lo hiciste.
Alcanza mi mano y me pone de pie y en sus brazos. —Te gustó eso,
¿verdad?
—Mucho —. No podría respirar correctamente en este momento,
aunque mi vida dependiera de ello.
—Estaba camino a tu ventana cuando te vi sentada aquí. Las cosas
que pasaron por mi cabeza... Mmmm, casi salí corriendo por ello.
—¿Cosas? ¿Qué cosas?
Necesito detener esto. De todas las noches, esta no es la que debería
avivar el fuego que hay entre nosotros. Hará que su reacción sea mucho
más difícil de tragar, mucho más dolorosa de soportar.
—Como el hecho de que mis manos están ardiendo con la necesidad
de tocarte en este momento. Me gusta que en lo único que he podido
pensar durante días es en el sabor de tu boca. Y como el hecho de que,
durante una semana, todas las noches cuando me acuesto, al segundo
que cierro los ojos recuerdo cómo te veías al ponerte las bragas a la luz de
la mañana. Justo aquí en esta roca. Maldición, eras hermosa. Pero no tan
hermosa como lo eres ahora.
Oh Dios.
¡Oh Dios!
Me lamo los labios. Tengo que hacerlo ahora, antes de que esto se
salga de control y pierda el valor.
—Dane, hay algo que necesito decirte —. Como si pudiera sentir el
peso de mis hombros, da un paso atrás, todavía sosteniéndome, pero lo
suficientemente lejos como para que pueda darme espacio y mirarme a la
cara al mismo tiempo.
241
—¿Qué es?
Mi boca está repentinamente llena de aserrín, mi lengua gruesa y
seca. Respiro hondo y me lanzo. Sin tacto, sin interrupciones, sin dudas.
Si no lo suelto sin más, podría no decirlo en absoluto. Y tengo que. Por
Celina, sobre todo, pero también por él chico que robó mi corazón, por él
hombre que nunca me lo devolvió y por él hombre que merece respuestas.
—Dane, Celina es... ella es tu hija.
Hay silencio.
Denso y oscuro silencio sepulcral.
Ni siquiera escucho el torrente de sangre en mis oídos. Es como si
todo se hubiera drenado y hubiera recorrido la ruta de mi corazón, que
está en algún lugar a diez o veinte pies debajo de la gran roca en la que
estamos parados.
Me libera por completo y da otro paso atrás. El aire frío que se
precipita entre nosotros se siente gélido. Sin embargo, eso podría tener
más que ver con el entumecimiento de Dane que con la temperatura
nocturna real.
—¿Qué?
—Ella... ella es tuya.
Me mira durante un número incalculable de minutos, como si
tratara de entender lo que estoy diciendo.
—Ella es... —Él lucha con eso, las expresiones cambian por su
rostro como un caleidoscopio. Entonces, finalmente, parece decidirse por
una cuando pregunta —¿Por qué, Brinkley?
¡Oh Dios! Hay tanto dolor en su voz. Es como un cuchillo curvado
que me atraviesa el pecho, la piel, los músculos, los huesos y los tendones.
Mi respuesta sale en un susurro, uno tan desgarrador como lo que
se refleja en su rostro.
—Lo siento mucho.
—No entiendo. ¿Cómo... cómo pudiste hacerme esto?
—No quería, Dane. Fue Alton. Me obligó.
—¿Te obligó a huir, tener a mi bebé y nunca tratar de contactarme
de nuevo?
La ira ha vuelto, junto con una buena cantidad de amargura,
242 ninguna de las cuales puedo culparlo.
—Cuando se enteró, estaba muy enojado. Él... te odiaba mucho. Él
quería que abortara, pero yo me negué, así que me dijo que me fuera. Dijo
que, si te lo decía, te arruinaría a ti y a tu padre. Todo fue en la misma
noche que trató de... trató de...
Aquellos últimos días y horas que pasé aquí en Shepherd's Mill
vuelven a toda marcha y me abruman. Las lágrimas regresan y no puedo
hacer otra cosa que dejarlas caer. Al igual que no puedo hacer nada más
que quedarme aquí y dejar que me odie.
—Me preguntó cuánto me querrías cuando supieras que yo era
quien podía salvarlos a ti y a tu padre de quedar sin hogar y sin trabajo y
no lo había hecho. Dijo que solo sería la perra egoísta que te costó todo y
te dio otra boca para alimentar. Sabía que lo haría. Era despiadado. Cruel.
Sabía que no lo pensaría dos veces antes de destruirlos a los dos.
Simplemente no sabía... no sabía en ese momento que él no podía.
Dane no se ha movido. No ha dicho ni una palabra. Simplemente me
está mirando, su expresión se vuelve más oscura cada segundo.
—Si hubiera tenido otra opción, la habría tomado, pero yo... no la
tuve. Y no podía tener un aborto. No podía soportar la idea de deshacerme
de una parte de ti, la única parte de nosotros que podía tener.
Cuando finalmente Dane habla, su voz es fría.
—Entonces ella... ¿tiene catorce años? —Asiento con la cabeza. —
Brinkley, podrías haber regresado antes.
Mi boca se abre y se cierra con todas las cosas que quiero decir y no
puedo. Porque, sinceramente, no tengo excusa. Tenía miedo. Tenía miedo
de que Dane me odiara. Que no podría amarme después de lo que hice. Y
dejé que ese miedo me arrastrara año tras año hasta que me había ido por
tanto tiempo que no había vuelta.
—Yo... lo siento —ofrezco débilmente.
Dane da un paso atrás. —No tanto como yo.
Observo mientras salta de la roca y corta el trigo como una guadaña.
No le quito los ojos de encima. No puedo. Sigo esperando que regrese, que
me perdone.
Solo que no lo hace.
243
Se aleja, una solitaria silueta alta y oscura es tragada por un mar de
tallos pálidos, moviéndose rápidamente hacia el bosque hasta que se
pierde de vista.
Sin embargo, aún está en mi mente. Incluso después de que él
desaparece, incluso después de que dejo la roca, incluso después de que
me escabullo de regreso a casa, e incluso después de acurrucarme y llorar
en mi almohada por lo que parecen horas, no desaparece de mi mente.
Me pregunto si alguna vez lo hará.
Capítulo 29
No he visto o escuchado de Dane por días. No me sorprende del todo.
Lo que estoy es decepcionada.
Pensé que su cariño por Celina, especialmente después de saber que
es su hija, lo haría volver. Pero está claro que no conozco tan bien al Dane
James adulto como lo hacía cuando él era joven.
Me arrastro entre las sabanas, preparándome para otra noche de
insomnio cuando oigo un sonido en mi ventana. Creo que mi cuerpo
suspira de alivio.
Dane James.
Regresó.
244
Abro la ventana y lo miro, el amor abriéndose paso a través de mí.
En ese momento me doy cuenta de que nunca dejé de amar a Dane.
Incluso esta versión madura de él es perfecta. Perfecta para mí de todas
formas. El alma dentro de este hombre, ya sea que tenga quince o
cincuenta años, es la que he amado la mayor parte de mi vida. Eso no
cambiara nunca. Lo siento con tanta certeza como al marco de la ventana
dañándome las palmas de mis manos cuando las apoyo sobre él.
—Dane James —. Hay alivio en mi voz, aunque no esté sonriendo.
Puede que todavía tenga un camino difícil para ganar su confianza, pero al
menos ha vuelto. Puede que me odie, pero si volvió, al menos volvió por mi
hija. Por nuestra hija. Eso es lo más importante. Ella merece el amor de
este hombre.
Más de lo que yo lo he hecho nunca.
—¿Vienes?
Cierro la ventana.
Por supuesto, Dane. Te seguiría a cualquier parte. Como siempre supe
que lo haría.
Cuando salgo por la puerta trasera, él me está esperando. No me
toma de la mano, pero inclina la cabeza hacia el campo y espera a que
llegue a su lado. Entonces nos dirigimos juntos hacia la roca. Tal vez eso
sea algo.
Los dos estamos sentados sobre la roca antes de que él diga algo.
—Háblame sobre ella.
No pregunto a quién se refiere. Ambos lo sabemos. Ella es el único
lazo que no podemos romper. El tiempo y la distancia no importan cuando
hay un niño involucrado. Y ahora sabe que lo hay.
—Se llama Celina. Celina Holland. Tiene catorce años. Es inteligente
y madura y hermosa y atlética y dotada y… —me detengo —¡Vaya! Sueno
como uno de esos padres, ¿no?
Los bordes de los labios de Dane se levantan un poco. No era una
sonrisa, pero tampoco era una mueca. Para mí, eso era una buena señal.
—Deberías de estar orgullosa. Ella es genial.
Respiro profundamente, cerrando los ojos.

245 —Lo siento mucho, Dane. No sé qué más puedo decir. Cómo puedo
compensarlo. Yo era joven. Tenía miedo. Estaba embarazada y enamorada,
y todo estaba sucediendo en el peor momento y de la peor manera. Pensé
que estaba haciendo lo correcto. No creí que tuviera elección. Incluso
ahora, no sé qué podría haber hecho de forma diferente.
La pausa antes de que me respondiera fue tan larga, tan tensa, que
siento mi estómago apretarse.
—Me llevó un par de semanas saber que te habías ido. Vine aquí
cada noche y esperé. Pensé que algo estaba mal. Pensé… no sabía que
pensar.
—Lo siento mucho —. Desearía poder abrir mi alma y dejarle ver
cuánto lo sentía, cuánto me duele saber lo que le he hecho.
No responde a eso. Espera una eternidad, pero finalmente dice —
Mira, todavía estoy enojado. No sé cómo no estarlo, pero es mi hija.
Quiero… quiero conocerla. Y tú eres quien mejor la conoce —. Sus
palabras me lastiman, pero merezco cada una. —Háblame de su infancia.
¿Qué clase de bebé era?
Aunque me estoy muriendo por dentro, Dane eligió el tema que
revive mi alma, la única cosa de la que podría hablar durante horas.
Comienzo con una cascada de historias que parecen durar eternamente.
Le cuento lo bien que me fue en el embarazo después de las
primeras mañanas en las que me despertaba enferma. Le cuento como
rompí aguas en la fila del supermercado y cómo una anciana se quedó
conmigo afuera hasta que llegó la ambulancia, contándome todo lo que
había aprendido sobre la técnica de respiración Lamaze y las técnicas de
respiración viendo las repeticiones de Doogie Howser y St. Elsewhere. Le
cuento lo aterrador que fue ser una adolescente, completamente sola,
dando a luz una vida cuando ni siquiera podía cuidar de mí misma. Le
digo que sostener a Celina por primera vez, sin embargo, fue todo lo que
necesité para convertirme en una mamá oso protectora que haría
cualquier cosa por su hija.
—Ella cambio mi vida. Para mejor. Ella me hace ser una mejor
persona.
Juntos, en nuestra roca, pongo al corriente a Dane sobre su hija.
Sus cólicos, la aparición de sus dientes, y la risa musical que podía
cambiar mi día entero, no escatimo en detalles. Le hablo de la primera vez
que dijo “mamá” y de los guisantes aplastados que nunca pude conseguir
que comiera. Le cuento la primera vez que le dio faringitis estreptocócica y
cómo quería ser bailarina cuando era pequeña. Le hablo de las propinas
246 que ahorré durante seis meses para poder comprarle un tutú. Le hablo de
su horrible maestra de segundo grado y de su increíble maestra de tercer
grado. Le digo su color favorito (purpura) y su comida favorita (pizza). Le
hablo de su amor por la música y las comedias románticas, y su afición
por las mascotas que saco a su padre.
Dane sonríe por eso.
—¿Qué más heredó de mí?
—¿Estás bromeando? La lista es ridícula —. Así que nombro todas
las similitudes que se me ocurren. Su risa, su piel y sus dientes perfectos.
Su amor por el aire libre y su vena rebelde, e incluso la marca de
nacimiento justo encima de su ombligo.
—¿En serio tiene una ahí también? —Sonríe cuando pregunta.
—Sí. No sé si algo así puede ser hereditario, pero ella tiene una
exactamente como la tuya.
Sin darse cuenta, se frota el ombligo mientras mira fijamente algo
sobre mi cabeza—. Eso es genial.
Mi corazón se derrite. Sí, es genial. También es genial que esté en
una roca, nuestra roca, con el chico que he amado desde que tenía doce
años, hablándole de su hija, porque ya la ama lo suficiente como para
querer conocerla. Eso es genial.
Hablo sobre cada cosa que se me ocurre que él tiene en común con
su pequeña. Creo que ni siquiera yo era consciente de lo mucho que
llevaba Celina de su padre hasta que le expliqué todo. Ella es
absolutamente, cien por ciento, incuestionablemente la hija de Dane
James.
—¿Alguna vez preguntó por mí?
—Por supuesto, ella lo hizo.
—¿Y qué le dijiste?
Mi garganta se cierra. —Yo... le dije que estabas muerto —. Veo su
mandíbula apretada y me apresuro a añadir —Cuando ella tenía la edad
suficiente para empezar a preguntar por su padre, no quería que pensara
que no la querías, y no quería que intentara encontrarte y arriesgarse a
que todos salieran heridos por culpa de Alton, así que le dije que habías
muerto cuando era una bebé. Yo… lo siento mucho.
Los músculos de Dane se tensan. Su tensión es como un escalofrió
247 en el aire, pero después de un par de minutos, sus palabras me dicen que
está haciendo todo lo posible para afrontar esto.
—No quiero que piense que no he estado porque no la quiero.
—Tampoco quería que ella pensara eso —. Respiro profundamente
aunque mi pecho está tan apretado que siento que mis pulmones podrían
colapsar —. Espero que creas que hice lo mejor que pude. Siempre. Para
ambos. Te amé tanto, que... creo que habría hecho cualquier cosa para
evitar que te hicieran daño.
No puedo imaginar lo difícil que debe ser para él aceptar todo esto.
Casi puedo sentí su lucha. Pero está ganando. Porque es fuerte. Es un
luchador. Eso es lo que es Dane James.
Y su hija es como él.
—Tengo una hija. —Asiento con la cabeza. —Tengo una hija —. Lo
repite con una pizca de asombro filtrándose en su voz.
Esto me da esperanza.
—La tienes —. Me quedo callada durante un tiempo. Parece que
Dane lo está evaluando, digiriéndolo, y quiero dejarlo.
Finalmente, rompe el silencio de nuevo. —¿Cómo lo hiciste por tu
cuenta todo este tiempo?
—No siempre fue fácil. Después de que Alton dejara mi habitación
esa noche, cuando intentó violarme, mamá me dio su anillo de
compromiso. Me dijo que no aceptara menos de cinco mil por él —. No
puedo evitar la risa amarga que abandona mis labios. —Creo que esa fue
su forma de cuidarme. No pudo encontrar el valor para enfrentarse a
Alton. O tal vez no quería, no quería arriesgarse a perder la vida que había
construido aquí. No lo sé, pero al menos no me dejó en la calle para que
muriera de hambre. Hizo lo que pudo para darme una ventaja —. Mi
corazón estaba pesado al recordar mis últimos momentos en Sheperd’s
Mill. No puedo evitar revivir todos los sentimientos que se agolpaban en mi
interior.
—No sé cómo la perdonaste.
—A veces no estoy segura de haberlo hecho —. Y eso es cierto. A
veces quiero sacudirla o abofetearla o gritarle por lo que me hizo pasar.
Pero nunca lo hago. Porque ella es mi madre. Ella es mamá —. Todo lo que
tenía era ese anillo y veinte dólares cuando me fui de aquí. Nunca lo
olvidaré. Fue horrible. Esa mañana, recuerdo que miré al sol cuando
248 estaba amaneciendo. Las nubes se habían vuelto rojo sangre, y los campos
y tu granero… parecían estar en llamas. Y así es como me sentía. Como si
todo lo que había amado se hubiera quemado hasta los cimientos. Y no
había nada que pudiera hacer para detenerlo. Recuerdo haber pensado
que hasta el cielo sabía. Hasta el cielo sabía —. Agarro la costura de la
pierna de mi pantalón —. Lloré todo el camino hasta la estación de
Greyhound.
—Jesús.
—Al menos tenía eso, sin embargo. Fue un comienzo.
—En aquellos días, con veinte dólares se podía llegar a Greensboro,
Carolina del Norte, así que ahí es a donde fui. Cuando llegué allí, le
pregunté al empleado de la estación de autobuses a qué distancia estaba
la casa de empeños más cercana. Por suerte, estaba solo a tres manzanas
de ahí. Caminé hasta allí y le mostré al tipo el anillo de mamá. Me dio seis
mil doscientos once dólares por él. Seis mil dólares —. Resoplo sin alegría
—. Eso es lo que tenía para empezar una vida. Una vida entera. Una
adolescente, embarazada y completamente sola. No tenía nada ni a nadie,
pero tenía seis mil dólares.
Hago una pausa, mirando al vasto cielo, reviviendo esos primeros
días. De alguna forma, siento esto como si hubiera sido la semana pasada.
—Conseguí una habitación de hotel para pasar la noche, y al día
siguiente tomé un autobús a Baltimore, Maryland. Mamá solía hablarme
de Baltimore cuando yo era pequeña. La visitó una vez y le encantó. Pensé
que yo también la amaría. Supongo que me hizo sentir un poco menos
sola, también, de una manera extraña. Como si alguien que conocía
estuviera allí. De todos modos, cuando llegué ahí, me quedé en un hotel
barato durante nueve días. Ese fue el tiempo que me llevó encontrar un
lugar para alquilar a menor costo. Fue el predicador, Greg Shatley, y su
esposa quienes me acogieron. Me dejaron quedarme allí por cien dólares al
mes. Estoy segura de que tuvieron mucha perdida, pero estaba tan
agradecida que no discutí. Viví encima de su garaje durante tres años.
Eran la única familia que tenía.
Me pierdo en mis pensamientos, en mi memoria, y cuando el silencio
se extiende, escucho las tranquilas palabras de Dane estrellarse como
balas en mi corazón. —Me habría ido contigo. Habría sido tu familia.
Aprieto mis ojos cerrados, mi corazón al borde de romperse. — Lo sé.
Sé que lo habrías hecho. Y podrías haberme odiado por ello después
cuando la vida de tu padre se arruinara por una chica egoísta que no pudo
mantenerse alejada del chico que amaba.
249 —No te habría odiado. No podría. Créeme, lo intenté.
Eso duele, pero de una manera diferente. Saber lo traicionado que se
debe haber sentido, saber cómo debe haber pasado de estar confundido a
estar enfadado a estar herido, pincha en mi alma como una aguja del
tamaño de un remo.
—Yo… —Ni siquiera sé qué decir ahora. Tal vez no haya nada que
decir.
—Me alegro de que hayas encontrado a alguien que te ayude. Al
menos tenías eso.
—Sí. Fueron geniales. Y me encantó ese pequeño lugar. Era mío,
todo mío. Nadie me decía cómo debía vivir mi vida, cómo actuar, cómo
criar a mi hija. Era un nuevo comienzo. En un pequeño piso que daba a
un estanque, comenzaba de nuevo. Ese lugar fue donde Celina dio sus
primeros pasos, donde dijo sus primeras palabras. Es donde aprendió a
gatear y donde aprendió a ir al baño. Es donde ella se convirtió en una
niña pequeña y yo en una madre. Fue bueno en muchos sentidos. Incluso
la cuidaron por mí mientras yo trabajaba esos primeros años. Serví mesas
en un restaurante frente al Guilford College. Estaba a poca distancia de la
casa de Shatley, así que funcionó perfectamente.
—¿Entonces por qué no te quedaste?
—El Señor Shatley fue reasignado a otra iglesia. Era una gran
oportunidad, así que puedo ver el por qué la tomaron. Tuvieron que vender
la casa, por supuesto, y desafortunadamente, los nuevos dueños querían
poner a su hija adolescente sobre el garaje, así que tuve que mudarme.
Fue entonces cuando me di cuenta de que, si quería darle a Celina una
buena vida, una vida estable con un lugar estable para vivir, tendría que ir
a la universidad. Necesitaba hace algo por mí misma. Por ella.
—Y lo hiciste.
—Supongo. Lo hicimos bien. Hasta que enfermó. Eso es por lo que
realmente volvimos. Atención médica y… y un lugar para quedarnos. Ya no
podía soportar todo, así que tuve que volver a casa. Como un cachorro
azotado.
—No regresaste como un cachorro azotado. —Hay burla en su tono.
—Así es como se siente a veces.
—Te ayudaré con ella, ya sabes. —Sus palabras son duras, casi
dichas de mala gana, pero no lo tomo como algo personal. Esta es la forma
250 en que responde un hombre cuando ha sido herido.
—No espero eso, Dane. No es por eso que te lo dije.
—¿Por qué me lo dijiste? ¿Por qué ahora? ¿Por qué no lo hiciste
cuando regresaste?
Levanto mis rodillas hacia mi pecho y apoyo mi barbilla en ellas. —
Tenía miedo de que me odiaras y eso hubiera sido… hubiera sido muy
difícil. —Me tiembla mi barbilla. —Pero más que eso, Celina tenía miedo de
que no quisieras tener nada que ver con ella. Ella quería conocerte
primero. Darse la oportunidad de que ambos se conocieran. Y ahora que lo
has hecho, ella está lista. Además de eso… —Tengo que detenerme antes
de continuar para no estallar en lágrimas. —Además, ha decido que quiere
hacerse un trasplante de medula ósea y… cree que hay una posibilidad de
que no lo logre, y quería que lo supieras antes de que lo hiciera.
Meto mi barbilla hasta que mi frente descansa sobre mis rodillas. No
quiero sentarme aquí y llorar delante de Dane. No otra vez. Parece que eso
es todo lo que sé hacer, llorar.
Escucho el sonido del tejido contra la roca segundos antes de sentir
una gran mano caliente asentarse en mi espalda. No la mueve, no me frota
la espalda ni hace nada para tratar de consolarme, pero me consuela de
todos modos. El simple toque, el gesto en sí mismo, lo dice todo. Dice que,
aunque no esté muy contento conmigo ahora mismo, y que probablemente
este enfadado durante mucho tiempo, no me odia. Todavía tiene
suficientes sentimientos tiernos para querer consolarme.
Supongo que eso es algo.
—Quiero participar, Brinkley. Con ella, con su tratamiento, con todo.
Me he perdido los primeros catorce años. No quiero perderme ninguno
más.
—Entiendo. Y tú eres su padre. Puedes verla tan a menudo como
quieras.
—¿Verla? —Lo dice de tal manera que suena negativo.
—Sí, pero solo si quieres hacerlo
Hace un gruñido irritado.
Me siento un poco confundida. Me acaba de decir que no quiere
perder más tiempo, pero parece resistirse cuando le ofrezco todo el tiempo
que quiere.
—Así que tendremos algo como, ¿qué? ¿Custodia compartida?
251 Eso hace que mi corazón se acelere. Palabras como “custodia” me
hacen pensar en una desagradable batalla en la corte y en niños divididos
en dos por los padres que se odian y usan a sus hijos como armas. No me
gusta nada esa palabra.
—No. Quiero decir, no tenemos que hacer nada legal como eso.
Nunca intentaría alejarte de ella.
—Ya lo hiciste.
Me trago el jadeo.
—Pero…pero te expliqué. Esas fueron circunstancias extremas. Te lo
dije ahora porque quiero que seas parte de su vida.
—Pero solo ocasionalmente.
—No, en absoluto. Puedes estar cerca de ella tanto como que
quieras.
—¿Cómo puedo hacer eso cuando ella vive con tu madre? No soy
exactamente su persona favorita. No es que pueda aparecer allí de la nada
todos los días, cuando quiera, para ver a mi hija. Eso sacaría a su perra
interior más rápido de lo que yo podría escupir.
Me vuelvo hacia él, agarrando su antebrazo con mis dedos.
—Dane vamos a resolver esto. Haremos lo que tengamos que hacer.
Por Celina.
No se mueve cuando lo toco. Ni siquiera aparta sus ojos de los míos.
Se sienta como una gran y dura roca mirándome fijamente. Quiero saber
qué pasa detrás de sus ojos, pero tengo miedo de preguntar. Esto no ha
salido como esperaba. No es que supiera realmente qué esperar.
Dane me mira por tanto tiempo que empieza a hacerme sentir
incómoda. No puedo decidir si está pensando en Celina o en cuánto le
gustaría hacerme daño. Su cara, su boca y sus ojos son tan intensos, que
me alejo.
Sin embargo, cuando abre su boca de nuevo, sus palabras suenan
neutrales.
Me pregunto qué estará pensando.
—Háblame del trasplante.
—Le darán varias dosis grandes de quimio y un par de rondas de
radiación de cuerpo entero para agotar su propia medula ósea. Tienen que
252 hacer eso antes de poder trasplantar la medula del donante.
—¿Será hospitalizada?
—Para alguna de las sesiones, sí.
—¿Y qué hay del donante?
—Bueno, todavía no tenemos uno. Pero como no tiene hermanos,
creen que podrá usar el mío.
—¿Porque eres su madre o porque tienes otro tipo de
compatibilidad? ¿Cómo funciona eso?
—Es porque soy su madre, sí. Los padres son básicamente medio
compatibles en vez de ser totalmente compatibles como ocurre con un
hermano.
Se queda en silencio otra vez, sus ojos perforan en mí. O tal vez a
través de mí. Ni siquiera estoy segura de que me esté viendo.
—Quiero ser su donante.
No es una pregunta o una petición. Es una declaración. Es tan
fuerte y tan determinada como el hombre mismo.
—Dane, no tienes que…
—Quiero hacerlo. No he podido darle nada en toda su vida. Quiero
hacer esto por ella. Así sabrá que es mi hija y que la quiero.
Siento que mi cara quiere desmoronarse y me detengo contra la
necesidad de gritar.
—Ella no tendrá ninguna duda de que la amas. Yo no las tengo. La
forma en que estás con ella… Dane, ya la amabas desde antes. Yo lo sabía
y creo que ella también.
—Quiero hacer esto, Brinkley. No me quites esto también.
También.
Como si le hubiera robado tanto.
Pero la verdad es que lo he hecho. Y es imposible deshacer el daño
que le he hecho.
—Bien, Dane. Está bien.
—Bien. Entonces, ¿Cuándo nos vamos?
253 —¿Ir a dónde?
—¿A Duke? Necesitamos encontrar un lugar para quedarnos allí si
va a entrar y salir del hospital, ¿verdad?
—¿Vas a quedarte todo el tiempo?
—Por supuesto. ¿Por qué no lo haría?
—No lo sé. Tengo que llamar a su médico y decirle lo que vamos a
hacer. Tendrá que hacer todos los arreglos. Y también tendrás que dar una
muestra de sangre, para que la analicen. Analizaron la mía para estar
seguros, también, así que es rutina.
—Bien. Lo que sea. Hare lo que sea.
Mi labio inferior tiembla, maldita sea.
—Gracias. —Pestañeo furiosamente.
—¿Por qué?
—Por seguir siendo la persona que siempre supe que eras.
—Cuando todo esto termine, tenemos que hablar del futuro. Quiero
ser parte de su vida. Permanentemente.
Su vida.
No la mía.
Vuelvo a tragar. Y otra vez, es difícil.
—Está bien.
—Tal vez ustedes dos deberían venir a cenar mañana por la noche.
Haré una parrillada y entonces podemos decírselo. ¿Crees que le gustaría
eso?
Un sollozo diminuto sale y tengo que cubrir mis labios temblorosos
con las puntas de mis dedos. Asiento con la cabeza.
—A ella le encantaría.
—Te recogeré sobre las tres o algo así. Me gustaría pasar un rato con
ella antes de la cena.
—Podemos caminar hasta allí. Dijiste que estaba cerca del puente
peatonal, ¿verdad?
—No, quiero ir a buscarlas.
254 —Bien. A las tres en punto.
—A las tres en punto.
Se pone de pie, y cuando me mira, sé que he perdido terreno con
Dane, emocionalmente, entre él y yo. Sus ojos no tienen el mismo fuego
que hace tres días.
—¿Quieres que te acompañe de vuelta?
—No, estaré bien. He caminado por aquí un millón de veces.
Duda, pero solo por unos segundos. Luego asiente con la cabeza y se
dirige hacia el borde de la roca. Salta y comienza a atravesar el trigo. Me
levanto, aunque mis piernas se sienten demasiado pesadas para moverse.
Me castigo mientras bajo de la roca y vuelvo a casa.
Esto es lo que quería para Celina.
Quiero que él la ame primero. Que la ame con todas sus fuerzas.
Ella es su hija. Ella tiene que ser la primera.
No tiene que amarme para amarla.
Ni siquiera tengo que gustarle.
Mientras sea bueno con Celina, no puedo pedir más.
Es solo que duele.
Me duele saber que he perdido su corazón y puede que nuca lo
recupere, que estará en mi vida y completamente fuera de mi alcance
mientras viva. Volveremos al principio, solo que esta vez mi amor no será
correspondido. No es solo que nunca tendré al hombre que amo, sino que
él ahora nunca me amará. No otra vez. No después de esto.
Dejo que las lágrimas caigan mientras camino, el trigo se convierte
en largos y borrosos rayos de luz en la oscuridad. Veo el punto amarillo de
la ventana de mi dormitorio acercarse cada vez más, pero no quiero volver
a casa. Todo parece demasiado doloroso ahora mismo, incluso estar en mi
propia piel.

255
Capítulo 30
Celina estaba muy contenta de saber que nos habían invitado a
cenar en la casa de su padre. Mi madre, por otro lado, no se lo tomó muy
bien.
—Después de todos los problemas que ese chico te ha causado,
vuelves a encontrarte con él. Sinceramente, Brinkley, es como si ni
siquiera intentaras pensar.
—Lo que sea, mamá. No sabes todos los detalles, y créeme cuando te
digo que te los ahorraré al no dártelos. Solo diré esto. Sería prudente que
te lo tomaras con calma con Dane James. No es la persona horrible que
crees que es.
—No he dicho que sea una persona horrible. Solo dije que ya te ha
256 traído suficiente dolor, ¿no crees?
—Dane nunca me trajo dolor, mamá. Tú y Alton lo hicieron muy
bien sin él.
Con eso, giré sobre mis talones y salí de la habitación. Media hora
después, llamaron a la puerta principal. Sabía que era Dane. No tuve que
mirar el reloj para saber que eran las tres en punto.
Abrí la puerta. Lleva pantalones cortos caqui, una camisa verde
bosque y una sonrisa que revolvió mi estómago, aunque no fuera dirigida
para mí.
—Hola.
—Hola.
—¿Están listas?
—Déjame ir a buscar a Celina. —Me giro invitándolo a entrar para ir
a buscar a mi hija, pero casi me giro cuando lo hago. Ella está justo detrás
de mí, toda sonrisas. —Oh, bueno, supongo que estamos listas entonces —
. Dane retrocede y Celina sale corriendo por la puerta. Me despido por
cortesía de mi madre por encima del hombro y no me sorprendo en lo
absoluto cuando no obtengo respuesta.
Cuando cierro la puerta, Dane pregunta —¿Día difícil?
Pongo los ojos en blanco. —Demasiado.
Sonrío mientras camino detrás de él y de Celina, escuchando lo que
dicen.
—Te daré tres intentos para que adivines lo que estoy haciendo, pero
los dos primeros no cuentan.
—¡Algo en la parrilla! —Responde con una diminuta cantidad de
sarcasmo, aunque de forma burlona.
Dane me mira y le dice a nuestra hija con un guiño —Tienes una
boca tan lista como la de tu madre.
—Ella obtuvo todos sus buenos rasgos de su madre. Todo lo demás
vino de tu reserva genética, papá.
Dane rebosaba alegría. Es la única forma que se me ocurre para
describir el resplandor entusiasta que aparece en su cara. Mi corazón
brilla con el reflejo de ello. No me siento del todo parte de esto, porque esto
es más sobre Dane y nuestra hija, pero me emociona de todos modos. Para
Celina. Y por Dane. Dos personas que he amado desde que los conozco.
257
Le oigo que dice a Celina —Para ser sincero, me alegro de que hayas
sacado la apariencia de ella. No soy un tipo guapo. Soy increíblemente
guapo, pero estas piernas nunca se verían bien en un vestido. Tu madre,
por otro lado…
—Ewww eres tan malo como ella.
Dane se ríe. Celina se ríe. Yo me rio. No lo ve, pero su comentario me
hace muy feliz. Es un cumplido, y considerando lo molesto que está
conmigo, se siente como un gran paso.
Subimos a la csmioneta de Dane. Dejo que Celina se siente delante.
Ella y su padre charlan hasta su casa mientras yo reflexiono sobre la
conversación que tuve con mi hija esta mañana cuando le expliqué que le
había dicho a Dane que era su padre. Estaba encantada de que él ya
estuviera tan interesado en ella.
—¿Qué dijo?
—Quería todos los detalles. Quiere ayudar en lo que pueda. —Ella
no dijo nada, así que continué. —Quería saber sobre ti, qué clase de bebé
eras, cómo eras al crecer. Y le encanta que tengas una marca de
nacimiento en tu vientre.
Ante eso, Celina levanto la cabeza y me miró. Sus labios se curvaron
hacia arriba y sus ojos se abrieron de par en par con deleite. —¿En serio?
—En serio. Dijo que era “tan genial”.
Eso generó una sonrisa genuina.
—Creo que es genial.
—¿Tú crees?
Ella asiente con la cabeza.
—Sí. Y es inteligente.
—Definitivamente es inteligente. De él lo sacaste.
—¿Que más tengo de él?
Así que le repetí a mi hija todas las cosas que le había dicho a Dane.
Le hablé de su padre, y de todas las similitudes que comparten, e hice las
primeras puntadas para unir a mi hija con el amor de mi vida.
Incluso ahora, pensando en ello, no puedo recordar haber sentido
una paz tan grande. Al menos no de forma completa.
258 Cuando Dane se detiene frente a una hermosa cabaña de madera de
dos pisos, Celina se inclina para mirarla a través del parabrisas.
—¡Vaya!
Pienso lo mismo, pero me lo guardo para mí.
Celina sale corriendo del camión en cuanto se detiene, y Dane viene
a ayudarme a salir de la parte de atrás. Me ofrece su mano, la cual tomo, y
me mira fijamente a los ojos mientras salgo y piso el suelo. Sus ojos no son
tan fríos, no son tan oscuros. Están un poco más cálidos, un poco más
claros. Sé que tiene que ver con Celina, pero aún así me dan esperanza
sobre nosotros.
Dane nos lleva a mi hija y a mí a un gran tour por su impresionante
casa. Es grande y bien construida, hasta las lujosas decoraciones de cada
esquina, pero también es modesta. No es llamativa ni ostentosa. Es
discretamente impresionante, y me encanta al instante.
Hay una sala de estar y un comedor formal justo después del
vestíbulo. Todos los dormitorios excepto el principal, dice, están en el
segundo piso. Señala la parte superior de la elegante escalera caracol, pero
no nos lleva allí.
Pasamos por la cocina de última generación con sus cálidas maderas
y verdes pálidos hasta la guarida, que es claramente donde vive y respira
Dane. Tiene toques de practicidad y confort en cada superficie, desde el
gastado sofá de cuero marrón hasta los mandos a distancia alineados en la
mesa de madera oscura. Desde allí, salimos a un patio trasero íntimo. Los
altos cipreses proporcionan privacidad mientras siguen pareciendo
exuberantes y se mezclan con el paisaje, y un estanque de koi burbujeaba
tranquilamente frente al patio.
—¿Frisbee antes de empezar a cocinar? —Dane mira a Celina
cuando pregunta, quien asiente con entusiasmo. Es lo primero que hace
que mis antenas reaccionen.
—No te exedas, nena.
—No lo haré, mamá. —Me dice, y luego corre al centro del patio con
su padre.
Me siento en la mesa redonda con base de cristal y los observo. Un
profundo sentido de serenidad y rectitud me envuelve en un fuerte abrazo
de emoción. Observo la mitad de su juego a través de un fino velo de
lágrimas.
259 Los dos juegan y ríen sin parar, como si se conocieran desde
siempre. Y, al verlos, nadie en su sano juicio cuestionaría su vínculo
genético. Celina se mueve con la misma facilidad que su padre. Son como
dos piezas de la misma persona, y me pregunto si Dane puede verlo. Me
pregunto si puede sentirlo.
Mi teléfono suena mientras miro. Es un número que no reconozco,
así que lo ignoro. Esta vez se trata de mi hija y su padre. Nada es más
importante.
Hasta que llego a casa casi a las once de la noche y me doy cuenta
de que mi madre se ha ido.
Y que la llamada era del hospital.
Capítulo 31
Camino por la planta mientras espero a que me comuniquen con la
persona a cargo. La mujer que dejó el mensaje era del departamento de
emergencias, pero estaba con un paciente y nadie podía decirme nada
sobre mi madre, aparte de que había sido transferida. Me puso en espera
para que otra persona del laboratorio me informara, pero cuando la
llamada fue contestada, fue la secretaria de la unidad que se puso en la
línea, pidiendo el nombre del paciente con el que quería hablar, y
rápidamente me dijo que mamá ya no estaba allí abajo.
Después de que ella hizo algunos ruidos mientras buscaba la
ubicación de mi madre, dijo finalmente —Espere por favor. Le transferiré a
cuidados intensivos cardíacos.

260 La línea se calló cuando las palabras explotaron en mi cabeza.


¿Cuidados intensivos cardíacos?
Mi pulso se aceleró cuando escuché otra voz. —UCIC Esta es Pam.
—Sí, señorita. Me llamo Brinkley Sommers y recibí una llamada
antes sobre mi madre, Katherine Peterson.
—Peterson, Peterson. Déjame revisar su historial. Espérame un
segundo. —Podía oír el ruido de los archivos, así que al menos no me puso
en espera. Podría haber trepado por el teléfono y estrangular a alguien. Ni
siquiera estaría haciendo llamadas si tuviera alguna idea de dónde
encontrar a mamá en el hospital. Habría conducido directamente hasta
allí. —Puede confirmar su fecha de nacimiento, ¿por favor?
Lo hago.
—¿Y puede darme su nombre completo y su relación con la
paciente?
También lo hago, aunque ya he establecido ambas cosas. Trato de
no ser brusca, recordándome a mí misma que ella solo está haciendo su
trabajo.
—Gracias. Soy la enfermera de tu madre, Pam. Su contacto de
emergencia estaba listado como Alton Peterson, pero desde que falleció, dio
tu nombre y número como su pariente más cercano.
¿Pariente cercano? ¡Oh, Dios!
Mi aliento se atasca en mi garganta.
—S-sí. Soy su hija.
—Sra. Sommers, su madre llamó a los servicios de emergencia
cuando empezó a tener dolor en el pecho esta tarde. La llevaron en
ambulancia a la sala de emergencias y le hicieron un examen cardíaco.
Mostró signos de daños en el músculo cardíaco, la llevaron a una sala de
cardiología, así que ella ha sido llevada para un cateterismo cardíaco esta
noche. Tiene una obstrucción principal izquierda muy grave, y se someterá
a una cirugía de bypass coronario a primera hora de la mañana. Llamo
para saber si usted u otro pariente quiere venir y quedarse con ella, antes
de que entre a cirugía.
Estoy tan aturdida, mi mente ya está tan abrumada, que solo partes
de lo que ella dijo se registran. Sobresalen como hierbas altas en un
campo de amapolas amarillas.
261
Madre.
Cardíaco.
Cirugía.
Oportunidad.
Aunque no puedo repetir mucho de lo que dijo la enfermera, las
pistas sobre esto se hacen claras. Y nunca lo olvidaré.
Mi madre está en problemas. Y hay una posibilidad de que no salga
con vida.
Dejo que el teléfono se me caiga del oído por un segundo mientras
lucho por procesar esto.
Mi boca está seca y mi cerebro es lento para procesar la información.
—¿Está... está consciente? ¿Está despierta?
—Sí, ya está despierta. Está en la UCI cardíaca si quieres venir a
verla. Solo tienes que llamar a la puerta y registrarte en la estación de
enfermeras.
Miro a mi hija, sentada en el sofá, mirándome con gran interés. Es
mi hija. Su salud y bienestar son mi prioridad número uno, incluso por
encima de la mía. Pero en algún lugar cerca de ella está mi madre.
Mi madre.
La he amado toda mi vida, incluso cuando me preguntaba si
también la odiaba en secreto. Ella tenía ideales locos, vivió una vida con la
que nunca pude subir a bordo, y me hizo cosas que nunca le haría a mi
hija.
Pero...
Ella es mi madre.
Al final del día, no importa qué, ella es la mujer que me dio la vida,
que me crio, que se sacrificó por mí. Es la mujer que, a su manera, intentó
hacer lo que era lo mejor para mí. Sobre todo. Es mi mamá, y podría estar
muriendo.
Sé lo suficiente sobre la cirugía de corazón para saber que es
peligrosa, incluso si es necesaria. Hay una lista de posibles
complicaciones, entre las que se encuentra la posibilidad de que el corazón
262 no vuelva a funcionar. Como con cualquier cosa importante como esa, hay
riesgos. Grandes.
Mamá es joven y saludable, por lo que sé, pero aún hay una
posibilidad, no importa cuán grande o pequeña sea la oportunidad puede
que no lo logre, de que esta sea mi última oportunidad de hablar con ella.
Y hay cosas que quiero decir.
—¿Señorita Sommers?
Es Pam, comprobando si sigo en línea.
—Yo... estoy en camino.
Es casi media noche y mi hija está aquí sola, pero tengo que irme. Sé
que no puedo dejar que mi madre muera sin saber con seguridad que la
amo. Que después de todo, no importa el qué, la amo.
Cuelgo el teléfono mientras camino con las piernas temblorosas
hacia el sofá.
—¿Qué pasa, mamá? —Los ojos de Celina están muy abiertos. Ella
sabe que algo malo ha pasado. Pero no quiero estresarla más de lo que ya
está, así que me relajo para estar tranquila mientras se lo digo.
—Tu abuela ha tenido un ataque al corazón. Tiene que ser operada.
Por la mañana. Y yo... tengo que ir a verla. Solo para... solo para verla. Por
si acaso. —Resisto el impulso de apretar un dedo en mi sien palpitante.
—Entonces tenemos que irnos.
—No, cariño, no lo hacemos. Lo último que necesitas es contraer una
enfermedad en el hospital.
—Mamá, estoy entrando y saliendo del hospital todo el tiempo.
—Pero eso es diferente. No tenemos elección.
—Nosotras tampoco ahora. Es mi abuela. Quiero verla también,
especialmente si... si...
Es inteligente y perceptiva. Ella sabe lo que esto podría significar. Y
no puedo pasar por alto lo que podría significar para Celina si la privo de
esto. No conoce a su abuela desde hace mucho tiempo, pero sé que ya la
quiere, y no quiero quitarle esto, por si pasa lo peor.
Suspiro. Parte de mi cerebro se pregunta furiosamente si las cosas
pueden empeorar, pero la otra parte se calla, porque sé que pueden.

263 Las cosas siempre pueden empeorar.


—Está bien, pero solo para hablar con ella y luego vendremos
directamente a casa. Yo... volveré por la mañana, antes de que la lleven a
cirugía.
—Solo llama a papá. Apuesto a que me dejaría quedarme con él.
—No estoy segura de que sea una buena idea.
—¿Por qué no? Es un adulto, también.
—Sé que es un adulto, pero... pero...
—Pero él no es tú.
Quiero negarlo, pero no puedo.
—¿Está tan mal que te proteja?
—No, pero es mi papá, mamá. Esto es diferente.
Cierro los ojos. Sé que ella tiene razón. —Lo sé. Sí, lo llamaré. Estoy
segura de que le encantará que te quedes con él.
Me hace sentir un poco mejor ver lo emocionada que está Celina
sobre esto. Para ella, probablemente se siente como una fiesta de pijamas
con su nueva mejor amiga. Y, aunque me siento incómoda de alguna
manera (principalmente porque soy una fanática del control), estoy
extasiada por verla tan feliz. Necesitaba algo de felicidad en su vida.
Creo que todos lo necesitamos.
—Vamos entonces. Ayúdame a encontrar su número.
Nos dirigimos hacia la oficina de Alton. Estoy segura de que mi
madre mantiene una lista de números de teléfono, y seguramente el de
Dane está entre ellos ya que ahora es el dueño de los campos.
—Probablemente está aquí —Celina dice, yendo directamente al
Rolodex7. Y tiene razón. La tiene.
Dane responde en el primer pitido.
—¿Estabas dormido?
Esa es mi primera pregunta. Ni siquiera pienso en decirle quien está
llamando. Por suerte, no necesito hacerlo.
—No. ¿Está todo bien, Brinkley?
Puedo oír ese hilo de inquietud en su voz. Una llamada telefónica, a
264 altas horas de la noche rara vez significa algo bueno.
—Bueno, he estado mejor.
De repente, estoy cerca de las lágrimas, pero mantengo la
compostura para no dejarme llevar por mis emociones. Celina no necesita
verme desmoronarme. Ella necesita verme fuerte y tranquila, así que eso
es lo que seré. Por ella.
Le pongo al corriente, dándole la versión corta.
—Jesús —Dane susurra. Sé lo que está pensando. Su propio padre
murió de un ataque al corazón. No he olvidado eso, tampoco olvido lo
aterrorizado que estaba por eso. Rápidamente, añade —¿Qué puedo hacer?
—Celina también quiere verla, pero no debería estar pasar la noche
allí. Necesita descansar, y los hospitales no son los lugares más limpios
para ella. ¿Te importaría recogerla y cuidarla esta noche?

7Un Rolodex es un dispositivo de archivo rotativo utilizado para almacenar información


de contacto comercial. Su nombre es un acrónimo de las palabras rolling e index.
Se siente tan extraño pedirle a Dane James, el chico por el que caí
enamorada a los doce años, cuidar de nuestra hija enferma mientras me
quedo con mi madre enferma. ¿De quién es esta vida?
—Hecho. Lo que necesites.
—Danos, como, ¿treinta minutos?
—Estaré allí. ¿En qué habitación está?
—No lo sé. Está en la UCI. Solo tienes que ir allí. Averiguaremos el
resto.
—Nos vemos allí.
Siento que mi barbilla empieza a temblar.
—Gracias, Dane. Yo... Yo...
—Brinkley, no tienes que agradecerme. Es mi hija, también.
—Lo sé, pero...
No sé cómo decirle cuánto significa para mí su amor por Celina,
cuánto significa su ayuda para mí. No hay palabras para describirlo.
265 Después de unos pocos segundos de titubear, Dane me saca de mi
miseria, por lo que estoy agradecida. —Vete. Te veré pronto.
Celina y yo salimos por la puerta casi tan pronto como el teléfono
está de vuelta en su soporte.

Unos minutos más tarde, caminamos por un largo pasillo con


paredes color mostaza pálido. Mis ojos se dirigen a los letreros que cuelgan
del techo, situados en cada intersección con letras y flechas azules. Giro a
la derecha, siguiendo la flecha que apunta a la UCI.
El pasillo se convierte en una gran sala de espera con mucha luz.
Tiene sofás bajos y sillas a juego, agrupados alrededor del espacio. Hay
plantas en macetas de arcilla gigantes y un bar con cuatro urnas de café
alineadas como patitos en fila. Contra una pared, hay un mostrador de
recepción. Está vacío a esta hora de la noche. Las únicas personas aquí
son las que están cansadas y con ojos llorosas soportando más estrés del
que pueden. De lo contrarío no estarían aquí. Especialmente aquí.
Veo un conjunto de puertas dobles a través de la habitación con un
letrero azul y blanco a su izquierda que dice “SOLO EMPLEADOS. LOS
VISITANTES DEBEN REGISTRASE.” Hay una flecha que apunta a un
intercomunicador. Celina y yo nos dirigimos hacia allí, y yo presiono el
botón. Una voz femenina incorpórea se enciende y pregunta cómo puede
ayudarme. Le doy el nombre de mamá y el mío, y ella me hace ingresar.
Mientras avanzo es como si estuviera pasando de un mundo al otro.
Las paredes son de un blanco estéril, los pisos son de un gris reluciente, y
las voces se callan para oír mejor los pitidos y las alarmas que suenan
desde todas las direcciones.
Nos detenemos en la estación de enfermeras, frente a una mujer de
mi edad con el pelo oscuro recogido sobre su cabeza. Me sonríe y se pone
el bolígrafo detrás de su oreja.
—¿Puedo ayudarle? —Pregunta.
—Me llamo Brinkley Sommers. Soy la hija de Katherine Peterson.
¿Eres Pam?
266
—Si, esa soy yo —La mujer extiende su mano y yo la tomo. Esta fría
y el agarre es firme, inspirándome confianza por alguna razón. —Es un
placer conocerte, Brinkley. Siento que sea en estas circunstancias. —Su
expresión muestra simpatía, y no parece fingida.
—Gracias. ¿Cómo está ella?
—Bueno, está estable ahora mismo. —Entonces Pam empieza a
hablar de todo tipo de cosas médicas, algo sobre su oxígeno, su
electrocardiograma y una funda en su pierna. Ella me habla de los
bloqueos de mamá, y menciona lo afortunados que somos de que mi
madre tenga tal circulación colateral. —Ella es fuerte, eso es seguro.
Sé que está tratando de ser alentadora, pero mi mente no puede
asimilar nada de lo que dice, así que asiento, sonrío y le pregunto —
¿Podemos verla?
—Es después de las horas de visita, y solo una de ustedes puede
quedarse, pero las dejaré a las dos, solo por unos minutos. —Ella guiña el
ojo como si me estuviera haciendo un favor, lo que probablemente hace, y
luego señala un lugar detrás de mí. —Habitación cuatro.
Me giro para ver el rostro pálido de mi madre, bañado por la luz de
la ventana, descansando entre una montaña de almohadas. Sus ojos están
cerrados, pero no necesito verlos para saber que ella no se parece en nada
a la mujer vital que estoy acostumbrada a ver. Camino hacia ella pensando
que todo esto es surrealista, mis pies se deslizan sobre el piso por su
cuenta. Paso por la puerta y está considerablemente silencioso, lo que es
extraño, ya que la habitación es de cristal por ambos lados. Es una buena
forma de ver al paciente y darle un grado de paz.
Me acerco a la cama y alcanzo su mano. Mi madre nunca ha sido
una persona particularmente afectuosa. No es una gran abrazadora o
cariñosa, pero yo lo soy. De hecho tal vez por eso soy todas esas cosas,
porque ella no lo es.
Acaricio el dorso de su mano. Es sedoso y no se ven viejas como
parecen ahora mismo. No puedo sentir las arrugas o hendiduras que
puedo ver en su piel. No puedo sentir su edad, pero puedo verla. Ahora
más que nunca.
—¿Mamá? —Mantengo mi voz suave y tranquila mientras veo su
cara. También está pálida. Su boca está cerrada y las arrugas alrededor de
ella son más profundas de lo que nunca he visto. Ella es una mujer
hermosa que se cuida mucho, pero su cuerpo está luchando por su vida y
se nota.
267
Cuando no responde, digo un poco más alto —¿Mamá?
Sus parpados se agitan y abre sus ojos, mirando hacia el cielo raso
antes de mirar justo donde estoy. Cuando sus ojos, usualmente fríos se
posan en mí, se suavizan y me veo transportada a la edad de seis años a
mi fiesta de cumpleaños en McDonald’s, y a los nueve años cuando tuve
gripe y ella se sentó en el sofá conmigo durante un día entero. Esta es la
mujer que he amado desde que era un bebé.
—Brinkley.
No está cuestionando que yo esté aquí. Está aliviada de que esté
junto a ella. Su voz sale como el sol lo hace al amanecer.
—Estoy aquí mamá. ¿Cómo te sientes?
Sus labios se curvan cuando intenta sonreír —Estoy bien.
—No lo parece.
—Bueno, he tenido días mejores —La habitual superioridad que
parece rodear a mi madre está ausente. La vida, la edad la ha despojado
de la mujer que solía ser. La mujer que he amado con todo mi corazón.
—Y los tendrás mejores —. Espero que mis palabras sean precisas.
De repente la idea de perderla es abrumadoramente dolorosa. Todo esto es
demasiado real, demasiado crudo.
—Eso espero. —Ella ve a mi hija detrás de mí y se ilumina
considerablemente. —¡Celina! ¿Qué estás haciendo aquí? Deberías estar
en la cama.
Sonríe con esa sonrisa que hace la gente cuando quiere ser
agradable, pero sé que no está demasiado alegre, y Celina da un paso al
otro lado de la cama tomando la otra mano de mi madre. —Quería venir a
verte, abuela.
—Siempre es un placer verte. ¿Cómo fue tu día?
Celina lanza un animado recuento del día que paso con su padre. Le
cuenta a la abuela todo sobre la casa y el juego de frisbee, y cómo
cocinaba la pizza a la parrilla y que era la mejor de todas. Increiblemente,
mi madre no frunce el ceño ni una vez. Solo asiente y sonríe, dándole toda
su atención a su nieta. Ella también debe estar pensando que esta podría
ser su última conversación con Celina.
Quince minutos después, Pam asoma su cabeza por la puerta. —Hay
268 alguien que quiere verte. Afuera en la sala de espera.
Asiento con la cabeza. —Gracias.
Es Dane, estoy segura.
Miro a mi madre. —Dane llevará a Celina a casa, estaré de regreso
en un segundo, ¿de acuerdo?
Ella asiente con la cabeza y Celina se inclina para besar su mejilla
deseándole buenas noches. Me doy cuenta de eso, y me pregunto si mi
madre también lo hizo. Ella dice buenas noches, no adiós.
Acompaño a Celina por el camino en el que vinimos. En cuanto
pasamos por las puertas dobles que dividen ambos mundos, veo a Dane de
pie en el centro de la habitación. Es tan alto y verlo de alguna manera me
hace sentir mejor. Aunque no está aquí por mí, el hecho de que este aquí
es reconfortante. La única vez que dejamos todo lo demás a un lado, el
miedo, la ira, las reglas de la sociedad, es cuando uno de nosotros estaba
sufriendo. Y aunque su rostro no está lleno de amor como solía ser,
tampoco está lleno de ira como las últimas ocasiones. Eso es un progreso.
Y él está aquí.
Tomaré eso.
—¿Cómo está? —pregunta cuando Celina y yo nos dirigimos a él.
—Ella está bien en este momento.
Asiente varias veces mientras yo lucho contra las ganas de llorar.
Casi como si pudiera sentirlo, Dane me agarra los brazos y se inclina lo
suficiente para mirarme a los ojos. —¿Lo estás tú?
Reúno una de mis sonrisas más valiente y despreocupadas. —Sí.
Estoy bien.
No parece convencido, pero sé que no discutirá delante de Celina.
—Si pasa algo, llámame. —No, no lo haré. No lo preocupare a él o a
Celina a menos que sea absolutamente grave. Grave como el fallecimiento
de alguien. —La cuidaré bien.
Inhalo despacio para no soltar el sollozo que acecha en mi pecho
como un sapo, acurrucado y listo para saltar.
—Lo sé.
No hace falta decir que si no confiara en él para cuidar de ella, no se
lo habría pedido. No dejaría que la llevara a los ascensores si no confiara
269 en él. Y mucho menos dejaría que la mantuviera durante la noche.
—¿Trajiste una bolsa o algo así? —Dirige su pregunta a Celina.
Ella me mira y yo dejo caer mi cabeza hacia atrás.
—Mierda.
Celina responde —No, nos olvidamos de empacar una.
—Está bien. Dame la llave y la llevaré allí primero. —Busco mis
llaves en el bolsillo, las cuales afortunadamente no están en mi bolso en el
cuarto de mamá. Deslizo la llave por el anillo y se la entrego a Dane.
Cuando la toma, deja sus dedos presionados contra los míos hasta que
miro hacia arriba.
—Preocúpate por tu madre. Yo me encargo de esto.
Asiento y me quedo de pie para ver como Dane James se va con mi
hija.
Con nuestra hija, me corrijo.
La cosa es que ella se siente como si fuera solo mía. Sé que no lo es,
y estoy encantada de que él esté en su vida ahora, pero yo la di a luz. La
crié. La acuné cuando sus dientes comenzaron a aparecer, la sostuve
cuando lloraba, la vendé cuando se lastimó. Se siente como mía y solo
mía, y es difícil verla alejarse sabiendo que ahora está en manos de otra
persona.
Pero la veo.
Me obligo a verlo, porque tengo que hacerlo.
Antes de que doblen la esquina, Celina se vuelve hacia mí y me lanza
un beso, hablando lo suficientemente fuerte para que yo lo escuche —Te
amo, mamá.
Atrapo su beso, lo que es un raro regalo proveniente de ella.
—Te amo también, cariño.
Espero hasta que ellos desaparezcan antes de ponerme a llorar.

270 Mi madre nota mis ojos rojos cuando regreso a su habitación. Me


eché agua fría en la cara con la esperanza de ocultarlo, pero si hay alguien
que notara tu estado de ánimo inmediatamente, esa es Katherine Peterson.
—No deberías quedarte. Deberías ir a casa y estar con ella. Les dije
que no te molestaran.
—Mamá, ¿Por qué dices eso?
—Ella es tu pequeña. Ella va primero.
No puedo discutir eso, pero parece extraño que mi madre me lo diga.
—Ella está bien. Quiero pasar algo de tiempo contigo.
—¿En caso de que no tengas otra oportunidad?
Su pregunta aterriza en mi garganta como un búfalo en el agua,
obstruyendo algo tan básico como tragar, y por un segundo, incluso
respirar.
Sacudo mi cabeza y me aclaro la garganta como si hubiera algo en
ella antes de girarme hacia mi madre. —Vas a superar esto muy bien,
mamá. Hasta la enfermera lo dijo. Dijo que tienes suerte de que haya
pasado así, y que eres fuerte. Incluso dijo que eres demasiado terca para
quedarte así —Una sonrisa aparece en mi cara al decir lo último.
—Soy terca. Eso lo has sacado de mí.
Suspiro. No quiero discutir con ella. No ahora. No estando aquí. —
Hay cosas peores.
Sus ojos se llenan de lágrimas y su labio inferior comienza a
temblar. —Desearía haberte dado solo cosas buenas, ninguna de las
malas. Espero que lo sepas.
—Mamá, yo…
—Escúchame, Brinkley. —Levanta su mano y agarra la mía con un
agarre sorprendentemente fuerte. Casi desesperado. —Sé que he cometido
errores contigo. Sé que los cometí. Viéndote con Celina... lo veo. Veo lo
equivocada que estaba. Pero pensé que lo amaba. Pensé que era un buen
hombre y que solo estabas siendo rebelde. No creí que te fueras a ir. O que
estarías tan lejos. Si lo hubiera sabido, yo… nunca te habría dejado ir.
Eres mi bebé. ¿Lo sabes? Aún así, después de todo este tiempo, eres mi
bebé.

271 Estoy aturdida en silencio mientras ella comienza a llorar. Mi


corazón se rompe y no estoy segura de por qué. Esto se siente como… un
final. Y no estoy lista para perderla todavía. Pensé que habría tiempo.
Tiempo para hacer las paces, tiempo para volver a conocernos. Solo
tiempo.
—Mamá, te quiero. Siempre te he querido. Eso nunca ha cambiado.
Sé que no siempre nos hemos llevado bien y nos hemos alejado, pero
nunca he dejado de quererte. Ni un solo día en toda mi vida.
—Me dolió tanto cuando año tras año pasó y no supe nada de ti.
Pero debería haber intentado encontrarte. Debería haberte protegido. No
debí dejar que te echara, Brinkley. Debí haberte escuchado. Intentaste
hablarme de él y yo... yo... ¡Oh, Dios, fui tan egoísta!
—Está bien, mamá.
—No, no lo está. Pensé que solo estaba borracho, pero nunca debí
dejarlo pasar. Es imperdonable.
—No lo es, mamá. No diré que no tomaste la decisión equivocada, y
no diré que no estuve enfadada contigo durante un tiempo, pero todo eso
está en el pasado. Se ha ido. No hay razón para aferrarse a lo que hizo.
—¿Pero qué hay de lo que hice?
—Se acabó. Vamos a...
Sin embargo, está decidida a no dejarlo pasar. Está decidida a decir
lo que piensa y hacer las paces. Porque en algún rincón de su mente, cree
que esto también podría ser el final.
—Por favor, perdóname. Por favor, dime que podemos ser una
familia de nuevo. Eso es todo lo que siempre he querido. Que fuéramos
una familia y que te cuidaran. Cuando regresaste, me diste una razón para
vivir. Tú y Celina. No había cocinado en meses hasta el día en que
apareciste en mi puerta. Siempre fuiste mi mundo, pero era terrible
demostrándotelo.
Recuesta la cabeza hacia atrás y las lágrimas caen constantemente
por sus mejillas fantasmales. Siento un poco de pánico. —No necesito
perdonarte, mamá. Ya está hecho. Lo hice hace mucho tiempo.
Y lo hice. Aunque todavía tengo momentos de amargura que se
arrastran y me atraviesan, nunca he dejado de amarla. La perdoné en el
momento en que lo eligió a él en vez de a mí. O al menos en unos pocos
meses. Porque ella es mi madre. La quiero. Y el amor lo vale todo. Cada
riesgo. Cada sacrificio. Cada día incómodo que se avecina mientras ella
272 lucha por aceptar a Dane en nuestra vida. Lo haría todo por ella. Para que
pueda tener la familia que siempre quiso, y para que mi hija pueda tener
una también.
—¿No me culpas?
—Lo único por lo que te culpo es por hacerme más fuerte.
Ella solloza delicadamente, sus dedos aún se agarran a los míos, y
yo inclino mi cabeza para descansar sobre nuestras manos unidas. Rezo a
Dios para que la cure, para que nos dé otra oportunidad de hacer las
cosas bien. Por ella. Por Celina. Por mí también. Tal vez por todos
nosotros.
Durante la noche, me siento sosteniendo la mano de mamá mientras
descansa o charlando sobre cosas ligeras y felices cuando está despierta.
Parece que la calma, y ciertamente me calma a mí. La pongo al corriente
de la vida de Celina, lo cual disfruta con entusiasmo, y recordamos los
momentos divertidos de nuestra vida antes de Shepherd's Mill.
A nuestra manera, todos nos preparamos para la mañana, para el
momento en que la lleven al quirófano y podamos o no verla viva de nuevo.
Cuando el sol estalla por las cortinas y se acerca la hora señalada,
me disculpo para ir al baño.
Cuando salgo del baño de la sala de espera, veo a Dane y Celina
hablando con la mujer mayor que ha llegado con su bata roja y su camisa
blanca para atender la recepción de la sala de espera. No esperaba que
volvieran, pero no puedo negar el alivio que siento al verlos.
Empiezo a acercarme a ellos, muy consciente de que me veo como
una mierda y me siento aún peor. Traté de limpiarme lo mejor que pude,
pero no hay mucho que pueda hacer en este momento. Mi cabello está
enredado, mis ojos están rojos y estoy pálida como un fantasma. Sin
embargo, pongo una sonrisa brillante cuando Dane se da la vuelta y me ve
yendo hacia ellos. Sus ojos permanecen en los míos mientras me acerco.
—¿Cómo lo llevas?
—Estoy bien. ¿Qué están haciendo ustedes dos aquí?
—Quería ver a su abuela de nuevo. Y yo quería ver cómo estabas.
Mi corazón se derrumba ante eso.
—Gracias. Te lo agradezco.
Dane, sigue mirándome, suspira.

273 —Brinkley, yo... —Hay una larga pausa y sus ojos buscan los míos.
Sé que quiere decir algo, pero no estoy segura de que siquiera él sepa qué
es ese algo. Después de unos segundos más, me doy cuenta de que nunca
lo sabremos. —Me alegro de que estés bien.
Sonrío y asiento, volviendo mi atención a Celina y extiendo mi mano
para tirar de un extremo de su cabello.
—¿Por qué no puedes despertarte fea como el resto de nosotros?
—Buenos genes, supongo.
—Buena respuesta.
Levanta la mano para dar un golpe de puño y nos sonreímos la una
a la otra.
—¿Cómo está la abuela?
—Lo está haciendo bien. Se supone que la van a traer de vuelta
pronto. Vamos a darnos prisa para que no nos eche de menos.
Como su tiempo programado se acerca, la enfermera nos deja entrar
a los tres en la habitación de mamá. Estoy un poco preocupada por Dane,
pero parece que quiere ir, así que creo que debería dejarlo.
Mamá está sentada en la cama, con un aspecto extrañamente fresco,
lo cual es una locura.
—Te ves bien, abuela —Dice Celina mientras se acerca a la cama.
—Gracias, Celina. Tú también estás muy guapa esta mañana. —Ella
envía una mirada en mi dirección y añade —Tenemos que darle un
descanso a tu madre. No ha dormido. Hizo lo mejor que pudo.
Pongo los ojos en blanco, pero no me tomo en serio la ofensa como lo
habría hecho en otro momento. Parece que mi madre y yo por fin hemos
encontrado un camino pacífico. Ella es ella. Yo soy yo. Nos encontraremos
en algún lugar en el medio e intentaremos no discutir constantemente.
Pero hay amor entre nosotras. Eso está claro.
Veo que los ojos de mamá parpadean hacia la puerta. Hacia Dane.
—Ven aquí —Le dice, un poco de su imperioso frío resurgiendo.
Veo el músculo de la mandíbula de Dane moverse, pero su expresión
no cambia cuando entra en la pequeña habitación y se detiene en el pie de
la cama de mi madre.
—Más cerca.
274
Me alejo, dejando a Celina cerca de mamá y haciendo espacio para
que Dane se acerque a ella, lo cual hace. Sus pasos no vacilan y no se
detiene.
—Lo siento —Dice roncamente, sus ojos se llenan de lágrimas otra
vez. —Sé que la amas, y espero que algún día puedas perdonarme por mi
parte en todo esto.
Siento como si estuviera conteniendo la respiración, y como si mi
corazón hiciera un baile de tap sobre la cabeza de un alfiler mientras veo
que la escena se desarrolla y espero la respuesta de Dane.
Sé la amargura que lleva. Lo sé porque yo también la he llevado.
Pero nunca ha podido escapar de ella. Ha vivido toda su vida bajo el
injusto manto de la opresión de Shepherd's Mill. Probablemente tiene una
reserva de ira y resentimiento que tiene años de profundidad.
Sin embargo, con una bondad que me revuelve el estómago, veo al
Dane James, el que se quedó, inclinarse cerca de mi madre, sonreírle a la
cara y decirle con la mayor sinceridad que he conocido en él —Tengo a
Celina. Y tengo a Brinkley. No hay lugar para el odio. Ya no.
Ella comienza a llorar mientras una sonrisa de gratitud aparece y
Dane se aleja, dejando que Celina se acerque y abrace a su abuela, para
darle consuelo como si no estuviera igualmente enferma. Pienso de nuevo
que es la persona más fuerte que he conocido. Pero tal vez mi madre es
igual de fuerte. Nunca la había visto de esta manera antes. Y tal vez yo
pueda ser igual de fuerte como las otras dos mujeres de mi vida. Sea lo
que sea que el futuro me depare, sé que tendré que intentarlo.
—Tenemos que despejar la habitación. Están aquí para transportar
a la Sra. Peterson —Dice la enfermera desde la puerta.
Dane y mamá asienten con la cabeza mientras él se aleja, como si
hubieran llegado a un acuerdo. Una tregua. Luego Celina se inclina para
darle un rápido abrazo antes de que sea mi turno.
Me acerco a la cama, bajando para cepillar un mechón de pelo rubio
perdido de la rejuvenecida y pálida cara de mi madre. —Nos hemos
perdido muchos años, pero los recuperaremos cuando salgas, ¿sí?
Mis ojos se llenan de lágrimas que parpadeo. Ella me sonríe y sé que
sabe a lo que me refiero.
—Necesitamos encontrarte un coche mejor, también.
Me río. No puedo evitarlo. Me agacho para besar la mejilla de mi
275 madre, memorizando el modo en que huele y la forma en que su pelo me
hace cosquillas en la nariz. —Lo que tú digas, mamá.
Me coge la mano y me aprieta los dedos. Es el único indicio que deja
ver lo nerviosa y asustada que está. Su mano está temblando.
Y eso me rompe el corazón.
De repente, me siento más asustada, y más decidida a convencernos
a ambas de que ella va a estar bien. —Mamá, vuelve a mí. ¿Prometido?
—Haré lo que pueda, cariño.
Cariño.
No me ha llamado por muchos apodos en las últimas dos décadas.
Los extraño terriblemente.
—Te amo.
—Yo también te amo, Brinkley.
Y con eso, me sacan y alejan a mi madre para abrirle el pecho y
reparar su corazón.
Si pueden.
LAS HORAS PASAN LENTAMENTE. Tan lentamente. La voluntaria
nos trae mensajes periódicamente para hacernos saber lo que está
pasando. Han comenzado el procedimiento. La han puesto en la máquina
de bypass. La cirugía va bien. Han completado el procedimiento.
Me paseo. Y entre paso y paso me siento con Dane y mi hija hasta
que Celina empieza a mostrar su fatiga y hago que Dane la lleve a casa.
Entonces solo soy yo, dando vueltas por la sala de espera. Esperando.
Esperando. Esperando.
Los pensamientos dan vueltas por mi cabeza. Arrepentimientos.
Cosas que desearía haber hecho de forma diferente, cosas que desearía
haber dicho antes de dejar que la alejaran. Espero que los sepa todos.
Ruego porque ella lo haga. Pero eso no me reconforta. Solo verla de nuevo,
viva y bien, lo hará.
276 Recibo otro mensaje de la voluntaria. Van a ir para reiniciar su
corazón. Suspiraría de alivio, pero sé por mi investigación que este paso es
crucial, y es el paso donde tantas cosas pueden salir mal. Rezo mientras
recorro el circuito que he desarrollado. En mi mente, ahora hay una
mancha desgastada en la alfombra, el rastro que he tallado en nombre de
Katherine Peterson.
Pasan 15 minutos. Luego treinta. Voy hacia la voluntaria.
—¿Alguna otra noticia sobre Katherine Peterson?
Revisa sus mensajes y sacude la cabeza.
—No, lo siento.
Sonrío lo mejor que puedo y espero que no tener ninguna noticia sea
una buena noticia. Entonces pasa una hora. Luego una hora y media. Mi
ritmo cardíaco aumenta y me siento constantemente al borde de las
lágrimas. Algo está mal. Ya debería estar fuera.
Me cubro la boca temblorosa con las manos y camino, más fuerte,
más rápido, más frenético. No puedo perderla ahora, no cuando acabo de
recuperarla. Se suponía que teníamos que tener más tiempo después de
esto. Buenos años. Juntas. Como una familia. Con Celina. Y Dane. Dios,
por favor no te la lleves ahora. Todavía no.
—¿Srta. Sommers? —La voluntaria me llama por mi nombre. Me
acerco al escritorio, esperando con los pulmones llenos de aire, que no
puedo sacar.
—El doctor quiere hablar con la familia en la sala de conferencias
número tres. Pasa por las puertas principales, es la tercera puerta a la
izquierda.
—¿Hay... hay algo mal? —Apenas logro pronunciar las palabras.
La mujer mayor sonríe con una sonrisa triste.
—No lo sé. Eso es todo lo que me dijo que te dijera. Lo siento.
No puedo tragar. No, en absoluto. Tengo la boca seca y una tristeza
tan grande que no puedo pasar, está atascada en mi garganta.
Procedo a ir la sala de conferencias y allí espero. Espero lo que
parece ser una eternidad antes de que un hombre con uniforme quirúrgico
verde, el hombre que sé que es el cirujano cardiotorácico, entre en la sala.
Cierra la puerta tras él y tengo que dar la espalda. Puedo sentir mi cara
desmoronándose.
—Entonces, ella está fuera. En su habitación. Lo hizo muy bien.
277
Me giro para enfrentarlo. El cirujano continúa hablando de cómo
pudo usar su arteria mamaria para el injerto, pero no escucho mucho de
eso. Todo lo que oí fue la primera parte. Ella está fuera. En su habitación.
Lo hizo bien.
Aún así me pongo a llorar, pero por una razón completamente
diferente. Son lágrimas de alegría, de alivio, de una segunda oportunidad,
que no pienso desperdiciar.
Capítulo 32
—Mamá, una semana más no va a hacer la diferencia. Te dije que
hablé con el médico de Celina y me dijo...
—Brinkley, estoy bien. No sé qué tengo que hacer para convencerte
de que estoy bien.
—Tuviste una cirugía a corazón abierto hace dos semanas. Eres la
definición misma de no estar bien.
—Me estoy curando perfectamente. Sé que escuchaste al Dr. Sage
decirme eso. No sé por qué no le crees.
—Le creo. Y creo que es genial que te estés curando tan bien, pero
curarse bien y estar lo suficientemente bien para que te dejen en paz por lo
278 menos un mes son dos cosas completamente diferentes.
—Una enfermera de salud en casa vendrá a verme y...
—No es lo suficientemente bueno.
—Déjame terminar. Y he tenido una... oferta de un amigo para que
se quede conmigo.
Frunzo el ceño. Eso suena como una gran mentira para
manipularme para que haga lo que ella quiere que haga.
—¿Quién es este amigo?
Mi madre se ruboriza. Al menos creo que es un rubor. Sus mejillas
se vuelven de un bonito y pálido color rosa.
—Se llama John. Nos conocemos desde hace años y ha sido muy
amable desde que Alton murió. Se ha ofrecido a venir y quedarse. Ya
sabes, solo para vigilarme. Y hacerme compañía, por supuesto. Así que no
me siento del todo sola aquí.
Entrecierro los ojos en ella.
—No puedo decir cuánto de esto es una mierda total.
—¡Brinkley! ¡Lenguaje! —Cruzo los brazos sobre mi pecho,
ignorándola. —Y todo es verdad, para tu información. Soy viuda. ¿Está
mal que eventualmente disfrute de la compañía de otro hombre?
Se ve apropiadamente confundida, lo que me hace inclinarme un
poco hacia la verdad.
—No, no hay nada malo en ello. Pero ¿Por qué me estás decidiendo
esto ahora? Entiendes lo sospechoso que suena, ¿verdad?
—Solo si eres una persona cínica, pero supongo que puedo ver
porqué pensarías eso. Pero déjame asegurarte, hija, que esto no es... B.S8.
Dios no permita que te abran el pecho y te operen el corazón. Te hace
replantearte todo, incluso cómo quieres pasar los próximos años de tu
vida, sin importar cuántos te queden.
Con eso me ablando. —Entonces, ¿esto es real?
—Sí, es real. No voy a mentirte para que te vayas. No debería tener
que hacerlo, pero por primera vez, no lo hago.
—Solo quiero asegurarme de que estás bien. Lo sabes, ¿verdad? Que
solo estoy cuidando de ti.
279 —Lo sé.
—Porque te amo. Eso es lo que hace la gente que se ama.
Tiene una sonrisa sorprendentemente maternal. —Ya lo sé. Y es
precisamente por eso que quiero que vayas y te ocupes de Celina. Las
quiero a las dos, y quiero lo mejor para ustedes. Y esto es lo mejor para ti.
Para las dos. Así que vete. Estaré bien.
—¿No estarás sola? En absoluto, ¿verdad?
—Ni por un minuto. Excepto quizás por mi ducha. Espero que nadie
insista en que debo ducharme con ayuda. Eso no funcionará.
Ahogo una risita. Mi mamá. Algunas cosas no cambian. Incluso
después de un bypass coronario, sigue preocupada por el decoro, Dios la
amo.
—Bien, mamá. Si esto es lo que quieres y te parece bien, y dejas que
alguien se quede contigo todo el tiempo...
—Trato hecho. Solo te queda llevarlas a ti y a tu hija a Duke.

8 Siglas que utilizan para describir una mentira o una farsa.


Suspiro, en parte con alivio y en parte preparándome para el
próximo gran obstáculo. El mayor obstáculo: conseguir que mi hija se
cure. Por mucho que quiera a mi madre, no hay nada más importante que
eso. Por eso sé que una vez que iniciemos el proceso, no me iré de su lado
hasta que esté lista para volver a casa conmigo.
—Está bien, entonces. Pondré la bola a rodar.
La mayoría de los arreglos ya se han hecho. Solo necesitábamos una
hora de inicio clara. Este tipo de procedimientos se planifican hasta el día
de hoy.
Unos días después de que mamá fue dada de alta del hospital, Dane
preguntó si podía decirle a Celina que quería ser su donante. Por
supuesto, le dije que sí. Mi corazón estuvo en mi garganta todo el tiempo.
Estaba asando pollo para todos nosotros en casa de mamá. Celina y
yo estábamos sentados en el porche con él, yo tomando té, ella leyendo.
Dane estaba nervioso. Me di cuenta. Pinchó y giró el pollo unas mil
veces más de lo que necesitaba pinchar o girar. Se estaba entreteniendo,
preparándose para la conversación que se avecinaba, lo cual me pareció
adorable. Finalmente, cuando terminó de atender la carne más de la
280 cuenta, caminó hacia Celina y se puso en cuclillas frente a ella,
poniéndose a la altura de los ojos de ella.
Lo soltó de golpe, lo cual fue algo cómico. —Celina, me gustaría ser
tu donante. Si soy lo suficientemente compatible, claro. ¿Cómo te sentirías
al respecto?
Su tono era tan suave, tan amable, tan cariñoso, que casi me
destroza. Si alguna vez tuve dudas de que Dane era lo que mi bebé
merecía tener en su vida, esas dudas fueron erradicadas ese día.
Vi cómo sus palabras se fundieron. Vi los ojos de mi hija llenarse de
lágrimas. Vi cómo se tapaba la boca. Y la vi asentir con la cabeza al
aceptar la propuesta de su padre. Entonces inclinó la cabeza y sus
delgados hombros comenzaron a temblar con sus sollozos. Vi a Dane
estrecharla tiernamente en sus brazos. Me senté en silencio frente a ellos,
con lágrimas cayendo por mis mejillas.
Dane ya había dado su muestra y ya se había determinado que era
mitad compatible. Tiene aun más características en común con ella que yo
incluso, lo cual es bueno.
Una vez que le digo a él y a Celina que estamos bien para dejar a la
abuela y poner en marcha este espectáculo, mi vida se convierte en un
torbellino.
A las 48 horas de decírselo a Dane, se han hecho llamadas, se han
programado citas y, después de despedirme de mi madre, nos dirigimos a
la casa que Dane alquiló cerca del hospital para ser nuestra base. Celina
se quedará con nosotros tanto tiempo como pueda, pero se dejó claro que,
en cierto momento, tendría que ser hospitalizada. Estaremos lo
suficientemente cerca, sin embargo, para que podamos pasar tanto tiempo
con ella como sea posible, mientras mantenemos la higiene básica y
tenemos una cama real para alternar el dormir.
Nos registramos en el hospital y su médico, el Dr. Napier, repasa por
última vez todo lo que podemos esperar una vez que la cuenta atrás
comience oficialmente. Ese será el día menos ocho, el día en que es
admitida en el hospital para comenzar sus tratamientos preparatorios. Lo
llaman el día menos ocho porque cada día cuenta hacia el día cero, que es
el trasplante, y cada día después comenzará con un más uno, dos, tres,
etc.
El Dr. Napier fue muy directo en todo lo que podíamos esperar, así
281 que todos estábamos bien informados sobre el proceso y lo que implicaba.
Y yo creía que estaba preparada. Bueno, tan preparada como una madre
puede estarlo para algo así, pero nada podría haberme preparado para lo
que sería ver a mi pequeña pasar por un infierno.
El día menos ocho comenzó sus tratamientos de quimio. Celina lo
hizo muy bien. Le dieron muchos medicamentos para las náuseas, pero los
esteroides que le dieron con ellos no la dejaron dormir. Dane y yo
estuvimos sentados con ella toda la noche, jugando a las cartas y haciendo
planes para unas grandes vacaciones el próximo verano con la esperanza
de que se olvidara por completo de este verano.
El día menos siete comenzó un poco menos agradable porque estaba
cansada. El día menos seis, aún más. Pero fue en el día menos cinco en el
que le salieron las llagas en la boca y en el que se le empezó a caer el pelo.
Celina se dio vuelta sobre su almohada y se sentó. Dejó atrás un
grueso trozo de pelo largo y rubio. Cuando lo vi, mi primera inclinación fue
esconderlo de ella. Si eso hubiera sido inteligente o no, no lo sé, pero sabía
que quería ahorrarle el dolor de verlo. Porque yo sabía que le dolería.
Celina se dio la vuelta para ajustar su almohada y se detuvo. Sabía
que lo había visto. Vi sus pálidos dedos extenderse y tomar el mechón de
la funda de la almohada blanca, se volvió hacia mí, su corazón y una
compuerta de lágrimas en los ojos.
Ahí fue cuando empezó la verdadera angustia de su parte. Y su
salud se deterioró desde ese punto también.
Sus náuseas se volvieron más difíciles de controlar, su fatiga estaba
más allá de la ayuda, las llagas en su boca le impedían comer y beber, a
pesar del enjuague que le daban para usar, y por lo tanto, había que darle
más líquidos porque se estaba deshidratando peligrosamente.
El día menos tres, le agregaron radiación a su régimen, y día a día,
vi a mi niña pequeña marchitarse delante de mis ojos. Su piel se ponía
más pálida cada día. Los círculos oscuros bajo sus ojos se hicieron más
pronunciados. La pérdida de su cabello se hizo más evidente.
Su negativa a comer o beber la hacía parecer piel y hueso, y para el
día cero, apenas nos hablaba.
Me arrodillo al lado de su cama, rezando mientras ella se acuesta de
espaldas, mirando en silencio al techo.
Tomo su mano en la mía. Es fría y huesuda y tan frágil. Tan, tan
282 frágil. Mientras viva, nunca olvidaré lo que se siente al tocarla de esta
manera. Es como si fuera una figura de cera de mi hija, fría y sin
emociones. Como si no hubiera vida en ella, o que la que hay va de salida.
No puedo soportar pensar en ello.
—Lograrás superar esto, Celina. —Por favor, no te rindas. —Te
prometo que lo harás. —Moriré si no lo haces.
No dice nada. Nunca lo hace. Parece que ella solo... existe, pero solo
por poco. Como si estuviera colgando de un hilo.
Un hilo que se está desvaneciendo constantemente.
Mis ojos arden con lágrimas sin derramar. He llorado tanto que ya
no puedo llorar más. Aunque mis ojos no se han dado cuenta del todo
todavía. Arden como si intentaran llorar, pero las lágrimas nunca llegan.
Las he derramado todas. Y lo que podría haber quedado, me he
preocupado. Ver a mi hija pasar por esto me ha robado hasta la última
lágrima que me quedaba para llorar.
Puede que nunca vuelva a llorar.
Puede que nunca vuelva a sentir.
No puedo recordar la última vez que dormí. No puedo recordar la
última vez que sentí que la vida era normal. Los últimos ocho días han
sido una eternidad tortuosa que no le desearía ni a mi peor enemigo. Si
hubiera más días como estos, no estoy seguro de que ninguno de nosotros
pudiera sobrevivirlos.
Pero casi ha terminado.
Casi ha terminado.
Si puede pasar la siguiente parte...
Siento una mano caliente en mi hombro y me giro para encontrar a
Dane de pie detrás de mí. Sus ojos son oscuros y huecos y sé que está
sufriendo tanto como yo. No estaba preparado para esto. Ninguno de
nosotros lo estaba.
—Es hora.
Ya ha hecho su parte, donó su médula para que pudieran hacer lo
necesario para que el cuerpo de Celina tuviera la mayor posibilidad de
aceptarlo. Ahora está como yo, observando, sufriendo y esperando.
Esperando que esto termine y que ella esté bien.
283 Inhalo y me paro, inclinándome sobre Celina. —¿Has oído eso? Estás
a punto de conseguir lo bueno. Este es el último paso. ¿Estás lista?
En ese momento, gira su cabeza apenas cubierta sobre la almohada
y me mira con sus enormes y vidriosos ojos verdes. Ella asiente con la
cabeza.
Eso es todo.
Ella asiente con la cabeza.
No sé si lo acepta tanto como está demasiado cansada y enferma
para luchar contra ello.
¡Arden! Oh, Dios, mis ojos arden tanto, pero le sonrío mientras le
froto la mejilla con el dorso de la mano. —Se acabará pronto, nena. Estás
en la recta final. Aguanta, ¿vale?
Por favor, aguanta, nena. Por favor, no te rindas.
De nuevo, asiente con la cabeza, y detrás de mí las enfermeras están
ocupadas con el equipo y las bolsas y el caos que siempre traen cuando
llegan.
El trasplante se prepara como una transfusión de sangre y nos
hacen salir de la habitación mientras está en marcha. Dane y yo
caminamos por la sala de espera, sin hablar al pasar, hasta que nos
llaman a la habitación de Celina.
Entramos en silencio, y me pregunto si Dane esperaba ver un
cambio drástico en ella como yo. Sé que no tiene ningún sentido, pero
esperaba que el alivio de hacerlo se notara en su cara, en sus ojos, en la
forma en que se ve como si estuviera demasiado cansada para seguir
luchando.
Eso me asusta más que nada.
Parece que se ha terminado. Como si ya se hubiera rendido.
Cuando me acerco a la cama veo una extraña expresión en su cara.
Es casi como una confusión y sucede solo segundos antes de que su
cuerpo se tense. Entonces empieza a temblar. Desde la cabeza a los pies,
se mueve. Comienza como un escalofrío, pero luego, como si fuera un
interruptor, se desata el infierno.
Celina se sacude una vez, tan violentamente, su espalda se arquea
tan bruscamente, que me pregunto si su columna vertebral no se partirá
284 en dos. Jadeo, pero antes de que pueda dar un paso en su dirección,
empieza a agacharse. Veo en cámara lenta como la enfermera empieza a
acercarse a ella, pero no es lo suficientemente rápida. Ninguno de nosotros
lo es. Nadie está allí para protegerla cuando, con un temblor salvaje, la
cabeza de Celina se golpea contra la barandilla de la cama con un
chasquido repugnante.
Más caos sucede cuando la enfermera gira a Celina de lado y tira de
su almohada para proteger su cabeza. Ella grita cosas hacia el pasillo y
otras personas entran y salen rápidamente de la habitación. Me quedo de
pie, atónita, mirando cómo rodean a mi hija como abejas zumbando.
Mi corazón está en mi garganta y mi mente da vueltas con
incredulidad, y el único pensamiento que realmente puedo pensar es que
quiero que todos se aparten del camino para poder verla. Siento que si
puedo mantener mis ojos en Celina, ella estará bien.
Su cuerpo se sacude y se mueve con el ataque, y yo contengo la
respiración mientras trabajan para administrarle los medicamentos que lo
van a detener. Los oigo parlotear de un lado a otro, ciertas palabras
penetrando el terror indefenso que siento.
No hay antecedentes de epilepsia.
La presión sanguínea solo se elevó ligeramente con la última lectura.
No se conocen alergias a los medicamentos.
Posible reacción a la transfusión.
A medida que sus palabras entran y salen de mi conciencia, observo
a mi hija. En mi mente, rezo, ruego, hablo con ella y rezo a Dios,
suplicando por la vida de mi hija.
Mis ojos están pegados a los suyos cuando ella empieza a asentarse.
La violencia la deja lentamente, como el aire que se escapa de un
neumático. Finalmente, su cuerpo vuelve a descansar en la cama, y
mientras lo hace, un párpado se abre. Como si fuera a propósito, un ojo
verde parece enfocarse en el mío.
Un latido.
Dos latidos.
Tres latidos.
Y luego se cierra.
Pero no antes de ver que la luz se apaga.
285
Reconozco el momento, el mismo instante en que Celina ya no está
conmigo. Siento la ausencia de ella como un disparo que deja en mi pecho
un agujero enorme y desordenado. La niña que di a luz, la que he conocido
toda mi vida, la que he amado más que a mí misma desde el día en que
vino a este mundo, se ha ido.
Escucho a alguien gritar. Es la voz de una mujer, y todo lo que ella
sigue diciendo es una palabra una y otra vez.
—¡Noooo!
Capítulo 33
Los gritos anunciaban el inicio de ráfagas de luz y tiempo y realidad,
como los flashes de una cámara que capturan momentos de horror.
El doctor corriendo al lado de Celina.
Flash.
La urgencia de su voz mientras le hace preguntas y no obtiene
respuesta.
Flash.
La prisa con la que la sacan de la habitación y la llevan al TAC.
Flash.
286 Dane me lleva a una silla y me presiona contra ella.
Flash.
La mirada de dolor insoportable en su cara cuando lo miro.
Flash.
El dolor sordo de perder algo más valioso para mí que mi propia
vida.
Flash.
Dane.
Flash. Flash. Flash.
Él me levanta del suelo.
Él presionando mi cabeza contra su hombro.
Él mirándome a los ojos, con la agonía escrita en su cara.
Luego está la agonía. Tanta agonía.
Luego el tiempo. Tanto tiempo.
Horas, días, años después, el Dr. Napier aparece de nuevo. Sus
palabras son un desastre. La hemorragia crítica de Celina ha causado un
ataque de traumatismo craneal.
¿O fue el trauma del ataque lo que causó la hemorragia crítica de la
cabeza de Celina?
¿O fue el ataque de Celina el que causó el traumatismo craneal y
tiene una hemorragia crítica?
No lo sé. Solo sé que mi hija no está despierta. No puedo ver sus ojos
y no puedo sentirla conmigo.
Desde que nació, siempre he podido sentir su presencia, como una
luz cálida en mi corazón sin importar dónde estaba, en el preescolar, en
casa de un amigo, en un viaje de campo. Siempre estaba viva ahí fuera, en
algún lugar, sus pulmones se llenaban de aire y su corazón latía lo
suficiente como para mantenernos a ambas vivas.
Solo que ahora no siento eso.
No puedo sentir a mi niña y mi corazón no tiene suficiente energía
para latir por sí solo. Mi mundo no tiene suficiente energía para girar por
287 sí mismo. Mi vida no tiene suficiente razón para continuar por sí misma.
Poco a poco, hora a hora, día a día, me estoy muriendo y mi niña
también.
El jueves, ¿o es martes? Estoy en la sala de espera. Siempre estoy en
la sala de espera. Algo se mueve a mi lado y miro a mi izquierda. Es Dane.
Se ve demacrado, sus ojos rojos, su cabello desordenado, y una gruesa y
oscura capa de rastrojo le salpica las mejillas. Se sienta a mi lado y yo lo
miro distraídamente.
No sé cuánto tiempo lleva ahí. O cuánto tiempo yo llevo aquí. Desde
siempre. Momentos. Ya no lo sé.
Siento que me toma la mano. Siento su calor. Siento su comodidad.
Pero no estoy caliente.
Y no me consuela.
—La enfermera dijo que sus signos vitales están mejorando.
Asiento con la cabeza. Eso no significa nada para mí. No puedo
sentir a mi hija.
—El neurólogo dice que cree que está mejorando.
Vuelvo a asentir con la cabeza. Siento una pequeña llamarada en mi
pecho, como la chispa de la esperanza tratando de agarrarse, pero
parpadea una vez, se apaga y muere porque ya no puedo sentir a mi hija.
—Ella lo logrará, Brinkley. Tiene que hacerlo.
Es el temblor en la voz de Dane, la incertidumbre de ello lo que me
sacude. Primero, miro nuestras manos juntas y luego vuelvo a su cara
familiar, y veo.
Veo.
Por primera vez desde que todo esto sucedió, realmente veo a Dane.
Está sufriendo. Lo veo tan claro como el sol brillante pintando
triángulos dorados en la monótona alfombra.
Está indefenso. Puedo sentirlo tan conmovedoramente como siento
la ausencia de mi hija.
Pero también es fuerte. Es tan sólido como nuestra roca y tan
inquebrantable como la misma tierra.
Parpadeo.
288 Mis ojos, están ardiendo. Todavía están ardiendo. Siempre ardiendo.
Intento hablar, pero tengo que intentarlo dos veces. Mi boca está tan
seca. —Dane, ¿qué voy a hacer?
—Estarás aquí cuando nuestra hija se despierte. Eso es lo que vas a
hacer.
—Y si... y si... —No me atrevo a decir las palabras, aunque parezca
que ya existen.
Porque ya no puedo sentir a mi hija.
—Ella lo logrará. Es fuerte. Como tú. Ella lo logrará. Tiene que
hacerlo.
—¿Qué haré si... si...?
Apenas puedo pensar en las posibilidades, y mucho menos
pronunciarlas.
—No sucederá. No tienes que preocuparte por eso. Ella lo logrará.
—Dane, no puedo... no puedo sentirla. Ya no puedo sentir a mi
pequeña niña.
La histeria viene a por mí, rápida y radical.
—Ella sigue ahí, Brinkley. La sentirás de nuevo.
—Siempre la he sentido. Siempre. Desde que nació, yo... siempre...
no puedo perderla. No puedo... no puedo...
Me siento tan hueca.
Tan fría y vacía y hueca.
—No lo harás. Lo logrará. Así no es cómo termina su historia. Si
tengo que entrar ahí y dar cada uno de mis órganos para salvarla, la
recuperaré para ti. Lo juro. No puedo vivir sabiendo que te la quité.
Simplemente... no puedo. La recuperaré para ti, aunque sea lo último que
haga.
Siento mi frente arrugarse.
—Dane, esto no es tu culpa.
Se levanta de la silla y se pone de rodillas delante de mí, apretando
nuestras manos juntas contra su frente. —Si no hubiera querido ser su
donante, esto podría no haber pasado. Fui tan egoísta. Quería ser el único.
289 Quería ser él que la salvara.
Su voz es angustiosa, su tono miserable.
—No fue tu médula la que hizo esto.
Está tan quieto, tan tranquilo. El tormento se está alejando de él
como las olas frías del océano. —Acabo de encontrarla. Haré esto bien. Lo
juro por mi vida.
Sus palabras me traen una especie de despertar. Me obligan no solo
a ver la razón, sino a recordársela a Dane. —Tienes razón. Acabas de
encontrarla, así que no la conoces. No sabes lo fuerte que es. Es la
persona más fuerte que he conocido. Es tan dura, tan... decidida. Es una
luchadora. Incluso sus profesores lo dicen.
Mientras digo las palabras, saco una extraña especie de consuelo de
ellas. Y en lo profundo de mí, un suave resplandor comienza.
Dane mira hacia arriba y me mira fijamente, largo y tendido, y de
alguna manera, poco a poco, empezamos a sacar fuerzas el uno del otro.
—No puede venir de nosotros y no ser una luchadora.
—No, no puede.
Continúa, más audaz. —Luchamos por amor en esta familia.
Luchamos por los demás. Siempre lo hemos hecho.
—Siempre.
—Nunca nos rendimos y ella tampoco lo hará. Ella va a volver. Te lo
prometo. Ella va a volver. Y estaremos juntos. Los tres. Una familia. Por
fin.
—Una familia. —Aunque las palabras no son más que un susurro,
hay un hilo de acero que las une. Las repito, solo para sentirlas rodar por
mi lengua, llenar el aire a nuestro alrededor, resonar en y a través de mis
costillas. —Una familia. Tendrá una familia entera.
Dane me toma en sus brazos, me aplasta contra él, y juntos,
esperamos de forma esperanzadora. Nos agarramos a ella, nos aferramos a
ella. Nos aferramos a ella tan desesperadamente como nos aferramos el
uno al otro. Su voz es gruesa y apagada cuando dice —Nunca dejé de
amarte, sabes.
Algo dentro de mí cambia, se mueve. Se derrite. Mi Celina... tiene
que volver a nosotros. Tiene que volver a esto.

290 —Dane. —Entierro mi cara en la curva de su cuello.


—Desearía habértelo dicho antes, y sé que este es el peor momento
para decirlo, pero quiero que lo sepas. Tienes que saber que tú... eres todo
lo que siempre he querido, y conocer a la hermosa niña que hicimos
juntos... nunca será lo mismo. Y no quiero que lo sea. Cuando nos
vayamos de aquí, quiero que sepas que... que... —Se inclina y toma mi
cara en sus manos. —Tú eres mi hogar. Donde quiera que estés, ahí es
donde está mi corazón. Siempre lo ha estado. Incluso después de todos
estos años.
—¿Sommers? —Nuestras cabezas giran rápidamente cuando me
llaman por mi apellido. Es el doctor. Nos está buscando.
Cuando sus ojos se encuentran con los míos desde el otro lado de la
habitación, mi corazón se detiene. Deja de latir, toda mi existencia se
equilibra en la cabeza de un alfiler.
Comienza otra cuenta atrás.
Menos un latido.
Menos dos.
Menos tres.
Pero entonces sonríe.
Y mi corazón, mi vida, mi mundo comienza de nuevo.

291
Capítulo 34
Vuelvo a la habitación de Celina y Dane está literalmente en la cama
con ella. Está estirado sobre su espalda con las manos detrás de su
cabeza, y ella está acurrucada en posición fetal contra su costado,
profundamente dormida.
Celina.
Mi bebé.
Veo sus labios resoplar con cada aliento que exhala. Cada vez, me
tranquiliza ver que ella está viva, que está bien. Todavía está conmigo.
Incluso ahora, no puedo soportar pensar en dónde estaría ahora si no lo
hubiera logrado, si no se hubiera recuperado. Es como si mi mente
literalmente no pudiera captar el pensamiento.
292
Ni quiero que lo haga.
Escaneo su rostro, su hermoso rostro. Me alivia ver que su color es
un poco mejor, sus mejillas están un poco más llenas, y el brillo de su piel
no es ceroso.
En el pecho de Celina hay una tortuga de peluche que Dane le trajo
el día que la trasladaron a una sala de la unidad y le permitieron que le
trajeran regalos. Dijo que quería que tuviera un pedazo de casa con ella,
así que le trajo una tortuga.
Mis ojos se dirigen hacia él.
Dane.
Mi amor.
Mi corazón da un giro.
Sus ojos están cerrados, pero está hermoso como siempre. Acostado
al lado de nuestra niña, se ve tan grande, tan largo y flexible, tan varonil y
capaz. No podría imaginar un hombre más perfecto para nosotras, el padre
perfecto para nuestra hija y la pareja perfecta para mí.
Si Celina es mi sol, él es mi luna y mis estrellas. Me mantiene a
salvo por la noche y me vigila en silencio durante el día. Los dos juntos
forman mi universo, y estaría perdida sin ninguno de ellos.
Me contento con quedarme de pie y mirarlos, mi hija y el amor de mi
vida, vivos y bien. Juntos.
Los ojos de Dane se abren lentamente, enfocándose en mí por unos
segundos antes de que sus labios se curven en una suave sonrisa. Mi labio
se curva en respuesta, no por voluntad propia , sino porque cada vez que
me mira, sonrío. No puedo evitarlo. Esa es realmente una respuesta de la
memoria muscular cuando se trata de Dane. Una respuesta a la felicidad.
Nos miramos fijamente, sosteniendo una conversación entera sin
decir una palabra. Me dice que me ama y que es muy feliz. Y yo le digo que
lo sé, porque yo siento lo mismo. Es la misma conversación que tenemos al
menos una vez al día. Comenzó en la hora en que Celina salió del coma.
Seguimos así mientras ella empezaba a mejorar a pasos agigantados todos
los días.
Mi sonrisa se amplía. No hay nada por lo que no sonreír. Tengo todo
lo que necesito en esa cama. Y sospecho que Dane siente lo mismo cuando
293 me acuesto con ella y nos ve allí juntos.
Ella se agita, abriendo sus brillantes ojos verdes. Al principio
parpadea lentamente. Tarda un minuto en despertarse. Su cuerpo ha
pasado por tanto, que tardará un tiempo en volver a ser la de antes, pero
lo logrará.
Todavía duerme mucho. Necesita una gran cantidad de descanso,
así que hacemos todo lo que tenemos que hacer a su alrededor. Dane se
quedó con ella para que yo pudiera volver a nuestra casa de alquiler,
darme una ducha rápida y luego ir al centro comercial a recoger algunas
cosas para Celina.
—¿Lo conseguiste?
Su voz es grave por el sueño, pero sus ojos brillan rápidamente.
Tomo la bolsa que tengo en la cama y se la doy mientras me siento junto a
sus piernas. Se atrinchera, el plástico cruje mientras pasa por alto el par
de camisas que le compré en busca de una cosa en particular.
Sonríe con una gran, amplia y hermosa sonrisa cuando saca la
gorra. Es suave, tejida y púrpura, y fue lo más cercano que encontré a lo
que ella quería para cubrir su resbaladiza cabeza.
—¿Está lo suficientemente cerca? —Ella usa sus dientes para roer la
etiqueta. —¡Deja eso! Arruinarás tus dientes. —Pero llego demasiado tarde.
La etiqueta está en blanco y es arrojada descuidadamente en la bolsa
mientras el sombrero va a su cabeza.
Ella lo esponja y tira de el hasta que se siente bien, y luego inclina la
cabeza y me mira desde debajo de sus pestañas todavía intactas. —¿Y
bien? ¿Cómo me veo?
—Estás impresionante, como siempre. Si no te quisiera tanto, podría
odiarte un poco. —Le hago una sonrisa burlona y me saca la lengua.
—Rara.
—¿Vas a volver alguna vez parte de este abuso hacia tu padre? Ni
siquiera ha sido iniciado en su esfera de angustia adolescente todavía.
Estoy a punto de ofenderme.
—Él es más genial que tú. No hay nada que lo aniquile.
—Oh, mi dulce, dulce niña —Le digo con una sonrisa retorcida y un
guiño conspirativo. —Estoy más que feliz de ponerte al tanto de todas las
cosas no geniales de tu padre. Por ejemplo, ¿sabías que le gusta masticar
294 la hierba de la pradera?
Se gira para mirar a Dane. —Ah, ¿sí?
Se encoge de hombros. —Sabe a sandía.
—¿Puedo probarla?
Dane me dedica una sonrisa deslumbrante que dice que él ganó, yo
perdí. —Así que así es como va a ser. ¿Ustedes dos contra mí?
Dane y Celina se miran y sonríen, luego se vuelven hacia mí y
asienten al mismo tiempo. —Sí, más o menos.
Naturalmente, les saco la lengua, pero luego cruzo las piernas y me
conformo con una verdadera tortura. —Celina, ¿te he contado alguna vez
cómo fue cuando empecé a amamantarte?
Me río de inmediato cuando se pone las manos sobre las orejas y
cierra los ojos. —¡Para! ¡Para! ¡Cállate! ¡No quiero oír esas cosas
asquerosas!
—Yo, por otro lado... —Dice Dane con una sonrisa de hombre total.
En ese momento, Celina gira sus ojos sorprendidos y jadea sobre él.
—No está bien, papá. No. Está. Bien.
Un maravilloso silencio cae entre nosotros. Creo que Celina no es
consciente de ello porque los dos seguimos sonriendo. No se da cuenta de
lo que se siente al oírla llamar "papá" a Dane. Ni siquiera estoy segura de
que ella sea consciente de hacerlo.
Pero yo sí.
Y por la mirada en la cara de Dane, él también lo está.
Ojalá tuviera una cámara y pudiera grabar la mirada en su cara.
Todavía está sonriendo, pero hay algo diferente en su expresión. Es como
si la luz de su interior brillará a través de cada poro. Sé que no necesitaré
una foto para recordar cómo se ve. Estará siempre grabada en mi
memoria, archivado en una carpeta etiquetados como los MEJORES
MOMENTOS DE MI VIDA.
Porque este es uno de ellos, uno de los mejores momentos de mi
vida.

295
Capítulo 35
Salgo al porche y miro los campos. El campo está cubierto de noche,
todo pintado en tonos azules y negros y adornado con plata. Como
siempre, contiene todas las promesas del mañana.
Una posibilidad sin fin.
Esperanza.
Respiro profundamente. Huele a hogar. Nunca pensé que me
gustaría ese olor de nuevo, pero ahora sí. Ahora todo ha cambiado.
Salgo al camino de entrada, echando una breve mirada atrás para
asegurarme de que no veo ninguna luz encendida dentro de la casa. Nos
quedamos en casa de mamá un tiempo más, hasta que se recuperen. Es
296 más fácil para mí vigilarlas a ambas si nos quedamos allí, aunque Dane ha
dejado muy claro que le gustaría que nuestra residencia permanente
estuviera con él.
Tanto Celina como yo estamos de acuerdo con eso.
Todo esto solo llevará tiempo. Un tiempo precioso.
Celina ha salido del hospital durante un mes, pero nos quedamos
cerca de Duke hasta que nos dieron el visto bueno para llevarla de vuelta a
Shepherd's Mill, lo que ocurrió la semana pasada.
El proceso tomó más tiempo del que nadie esperaba debido a esas
complicaciones iniciales. Nunca descubrieron definitivamente qué causó el
ataque, pero saben que el golpe en la cabeza es lo que causó el sangrado.
Afortunadamente, no fue uno grande. Eso podría haber resultado en un
desastre. El aumento del riesgo de hemorragia fue uno de los efectos
secundarios más graves posibles del trasplante. Afortunadamente, Celina
no se golpeó la cabeza con mucha fuerza y la hemorragia se detuvo
bastante rápido por sí sola. Nadie más lo ha dicho, pero sé que fue un
milagro. Nadie más tuvo que decirlo.
Así que ahora, después de todo, aquí estamos. De vuelta en casa.
Estamos finalmente en casa y por fin empezamos a volver a la normalidad.
Cuando salí de la casa, mamá estaba dormida en su habitación.
Celina estaba dormida en el sofá con la televisión encendida, así que la
dejé allí. Todavía necesita mucho, mucho descanso, así que cuando quiere
dormir, la dejo dormir. Cuando sea y donde sea.
Las cosas son una locura, todo el día todos los días, pero en el buen
sentido. Son agitadas, pero todo el mundo está vivo y bien, así que eso lo
hace todo soportable. Más que soportable. Solo pensar en esas horas en
las que Celina estaba inconsciente, luchando por su vida, me hace sentir
como si estuviera hiperventilando. Trato de estar agradecida, todos los
días, de que ella lo haya logrado. Que todos nosotros lo hicimos.
El tiempo a solas con Dane ha sido bastante escaso. Unos pocos
minutos aquí y allá son todo lo que hemos podido conseguir, en el pasillo
del hospital o en la cafetería mientras Celina dormía o cuando me
acompañó a su camioneta. Eso nunca fue suficiente, pero no había nada
que pudiéramos hacer al respecto. Celina era la prioridad número uno.
Todavía lo es, pero esta noche las cosas están tranquilas. Esta noche está
llena de oportunidades para nosotros.
Solo para nosotros.

297 No hicimos planes. No se dijo nada. Solo fue una especie de cosa no
dicha que flotó entre nosotros esta noche, el acuerdo de que todo está
finalmente lo suficientemente tranquilo como para que podamos
reunirnos. Así que, por unos minutos, en medio de la noche, lo tendré todo
para mí.
Sé que estará esperando en nuestra roca. Así como siento algo por
mi hija, siento algo por Dane también, y sé que estará allí. Un cosquilleo
en mi corazón me lo dijo justo cuando se iba, cuando sus ojos se
encontraron con los míos y me guiñó el ojo, y lo supe.
Porque a veces una mujer simplemente lo sabe.
Me abro camino lentamente a través del trigo. Me dejo llevar por mis
manos a través de él. Se siente igual que siempre, pero también
completamente diferente. Todo es diferente. Todo es mejor, o por lo menos
está bien mientras camino para llegar allí.
Sonrío y giro la cara a la luna, con su gorda y llena barriga brillando
sobre mí. Pienso en todas las lunas que he visto a lo largo de los años,
todas las lágrimas que he llorado con ella mirándome desde arriba, y me
doy cuenta de que nunca he sido tan feliz como ahora. Nunca pensé que
sería tan feliz. En realidad, no. Una parte de mí siempre supo que tendría
que elegir entre Dane y mi madre. Sabía que ella nunca lo aprobaría, y
sabía que yo no dejaría de amarlo. Así que pensar que alguna vez estaría
aquí, justo aquí, ahora mismo, encontrándome con mi amante en la
oscuridad de la noche y sin importarme quién lo sepa, es alucinante.
Y emocionante.
Tan, tan emocionante.
Mi risa muere mientras tomo velocidad. A lo lejos, veo una forma,
alta y estilizada, saliendo de la base sólida de nuestra roca. Mientras me
acerco, se inclina para lanzar su mano por el costado. En el momento en
que estoy lo suficientemente cerca, deslizo la mía en ella y él me levanta.
Dane me tira directamente a sus brazos, aplastando mi boca con la
suya. Está tan hambriento como yo. Voraz, como si hubiéramos esperado
toda una vida para este momento. Y de alguna manera lo hemos hecho.
Me devora, su necesidad me ilumina por dentro. El reloj retrocede y,
de repente, vuelvo a tener diecisiete años, tan enamorada, tan ardiente. Ni
siquiera tomo un respiro. Solo siento.
Pruebo la lengua de Dane, saboreando el sabor de su boca, el sabor
de él. Pierdo el control, pierdo la cabeza. Estoy abrumada por una
298 necesidad que no he sentido en media vida.
Calor y ganas de subir el ritmo. Mis dedos se aferran, mi lengua
lame, me duelen los pechos. Lo inhalo y exhalo su nombre.
Y luego nos quemamos. Juntos. Estamos tirando y rasgando y
desgarrando la ropa del otro. Hay un urgencia entre nosotros, pero no una
nacida de la escasez de tiempo. No, este nace del paso de la misma. Ha
pasado tanto tiempo. Siento como si hubiera esperado toda una vida por
él, y de muchas formas lo he hecho.
Cuando estoy vestida solo con la luz de la luna y el fresco aire
nocturno, Dane presiona su piel caliente contra la mía, pecho a pecho, se
inclina para levantarme. Con una voluntad y una necesidad propia, mis
piernas se envuelven alrededor de su cintura, poniendo la parte de mí más
dolorida a pulgadas de la única cosa que puede aliviar ese dolor.
Me doy cuenta de que está desnudo, lo que me hace hacer una
pausa. —Ya somos adultos. Deberíamos ser más inteligentes que esto,
¿verdad?
Dejo caer mi cabeza hacia atrás mientras sus labios queman un
rastro por mi garganta. —Probablemente. Aunque estoy bien con lo que
pase. ¿Tú?
Un poco de emoción, como el zumbido de una corriente eléctrica,
zumba a través de mi núcleo. —Sí. ¡Oh, Dios, sí!
Está sin aliento mientras habla. Yo también. —Esto me parece
vagamente familiar.
—Tan familiar.
—Todavía siento que fuiste hecha solo para mí. Mis labios
pertenecen aquí. —Besa el pequeño hueco bajo mi oreja. —Mis manos
pertenecen aquí. —Él flexiona sus dedos en mi trasero donde me
sostienen. —Y esto —Gruñe mientras se burla entre mis piernas —
Pertenece aquí.
Con eso, Dane me deja caer sobre él y los dos gritamos al mismo
tiempo.
Nuestros pechos están pesados y nuestra piel se pega mientras
jadeamos. Mis músculos se aprietan y se contraen alrededor de él, una
súplica silenciosa por más.
—Oh, mierda. —El susurro de Dane me hace sonreír, y me río
cuando me levanta de él y se gira para arrodillarse en el montón de
299 nuestra ropa desechada. —No confío en que mis piernas nos sostengan
para esto. No te importa, ¿verdad?
Ni siquiera logro decir mi respuesta antes de que me tire hacia él de
nuevo y me ponga de cabeza desde dentro hacia afuera. Somos una ráfaga
de besos calientes, dedos burlones y gemidos desesperados. Nos arañamos
y agarramos, mordemos y lamemos. Cada centímetro está en llamas, cada
nervio vivo, y todo se reduce a Dane James.
No sé cuando me empuja debajo de él y comienza a marcarme con
empuje tras empuje, poseyéndome una y otra vez. Solo sé que en algún
momento, olvido que el mundo existe fuera de este hombre, fuera del amor
que hemos alimentado durante más de la mitad de nuestras vidas, y el
tiempo se detiene. Para nosotros, por este momento, la tierra deja de girar
y no hay nada más, nadie más, excepto Dane y yo.
Estoy en los brazos de mi alma gemela, y cuando explotamos juntos,
me siento atrapada por una pasión que no se parece a nada de lo que he
conocido.
Varios largos, hermosos e impresionantes minutos después, oigo su
voz. Una respiración. Un gemido. Una promesa. Y sella mi destino así
como el suyo. —Te amo, Brinkley Sommers.
—Te amo, Dane James. Nunca me dejes ir.
—Nunca.

300
Capítulo 36
Vispera de navidad
2004

La cena ha terminado. La cocina está limpia, las sobras están


guardadas en contenedores de plástico en la nevera. Hay suficiente para
que cuatro familias coman durante un mes. Mamá nunca supo cómo
hacer algo simple. No solo nos preparó una cena de Nochebuena, sino
también un banquete que cuatro personas no podrían acabar. Pero quería
que este año fuera especial. No solo es nuestra primera Navidad juntos,
todos nosotros, como familia, sino que es una celebración del exitoso
examen de Celina. El trasplante de médula ósea parece estar funcionando
perfectamente, sin problemas. Tendrá que ser monitorizada durante
mucho tiempo, y no estará completamente sana durante un tiempo, pero
por ahora, está bien. Parece estar curada. Solo eso es motivo de alegría.
301
El turno de repartir regalos ha sido pasado silenciosamente a Dane.
Cuando todos estamos sentados alrededor de la habitación, él comienza en
la pila de regalos bajo el árbol. Parece interminable. —Mamá, has
comprado demasiado.
—Oh pish posh —Dice con un movimiento de su mano.
—¿Pish posh? ¿Qué diablos es eso? Suena como mal sushi.
Pone los ojos en blanco. —Brinkley, honestamente. ¿Tienes que
molestarme todo el tiempo?
—Uh, sí. Es lo que hago.
Ella mueve la cabeza, pero veo la curva que parece en sus labios.
Veo la felicidad que irradia su rostro.
—Espera a que Celina crezca y empiece a hacerte esto.
—Eso no sucederá. Soy increíble. No hay nada de que burlarse.
—¿Qué pasará cuando te hagas vieja y empieces a usar pantalones
de anciana?
—Nunca va a suceder. Este culo se quedará en estos vaqueros hasta
que yo muera. Me enterraran en ellos, muchas gracias.
—¡Brinkley Renee! —Mamá castiga.
—Trasero. Quise decir trasero.
Celina se ríe y yo le guiño el ojo. Mientras tanto, Dane empieza a
decir nombres.
Cuando todos los regalos están entregados y estamos todos sentados
detrás de vergonzosas pilas enormes de regalos, Dane apunta su teléfono a
mi madre y le dice que empiece las festividades. Mamá está más que feliz
de hacerlo, por supuesto. Le encantan los regalos. Eso nunca cambiará.
Ella hace oohs y aahs sobre cada regalo, lo que emociona a Celina y hace
que mi corazón se caliente curiosamente, y cuando termina, se levanta y
viene a cada uno de nosotros para darnos las gracias individualmente con
un beso en la mejilla y un abrazo. Y para mí, una mirada que dice gracias
por cien cosas diferentes que no están bajo el árbol.
Dane va por la habitación, a mí, y luego a Celina. Por último, se
vuelve hacia su pila y desenvuelve una sorprendente y atenta selección de
regalos. Al otro lado de la habitación, le doy a mi madre un saludo y ella
302 pone los ojos en blanco. Pero luego levanta la mano para completarlo.
Me río.
No puedo evitarlo.
Voy a la cocina a buscar una bolsa de basura para recoger todos los
envoltorios y Dane me sigue. Puedo oír a Celina riéndose con mamá y
sonrío. He estado haciendo mucho eso últimamente.
—Queda un regalo —Dice, sus ojos tan cálidos como el pastel de
calabaza que comimos de postre. Sostiene una caja, del tamaño de una
cartera, y me la entrega. Dejo caer la bolsa vacía y me atrinchero. —¿De
quién es? —Pregunto, rasgando el papel y rasgando la cinta.
No responde; solo me mira.
Abro la tapa solo para encontrar dos cajas más pequeñas dentro de
la primera, ambas del tamaño de una caja de anillos. Están etiquetados
como Uno y dos.
Inhalo con fuerza. No quiero hacer mucho de esto en caso de que no
sea lo que creo que es, lo que espero que sea. Podrían ser pendientes o un
juego de joyas a juego. Quiero decir que hay dos cajas, no solo una.
Pero, aún así, podría ser algo más, también.
Mis ojos parpadean a los de Dane y están fijos en mí, felices pero
intensos.
Suavemente, quito el papel de la primera caja más pequeña
etiquetada como UNO, y levanto la tapa de terciopelo. Dentro hay un anillo
que me es familiar. La última vez que lo vi fue hace quince años cuando mi
madre lo deslizó sobre su dedo y me lo dio. —¿Es esto... es esto lo que creo
que es?
Asiente con la cabeza.
—¿Cómo lo encontraste? Quiero decir... ¿cómo?
Se encoge de hombros. Como si no fuera gran cosa cuando sé que
tenía que serlo. Dios, me encanta ese encogimiento de hombros. —Me
costó un poco de trabajo. Y algunos sobornos, pero por suerte hoy en día
hay un rastro de papel para todo. Y un precio. Casi todo puede ser
comprado. Una vez que encontré la tienda, no fue tan difícil.
—¿No tan difícil?¿Me estás tomando el pelo? ¡Apuesto a que esto fue
un gran dolor en el c… trasero! —Sonrío mientras me corrijo.
—Culo —Susurra, y yo me río. —No importa lo difícil que haya sido,
303 tú lo vales. Pensé que tal vez este anillo significaría algo para ti.
—Lo hace —Lo recojo y lo muevo en la luz. Dane toma mi mano, el
anillo presionado entre nuestras palmas, y agarra la otra caja. —Vamos.
—¿Adónde vamos?
Una astuta pero impresionante sonrisa se desliza por su cara. —A
nuestro lugar.
Como siempre, Dane James podía sonreír así y preguntarme
cualquier cosa y yo lo haría. Lo seguiría a cualquier parte. Las mariposas
alzan el vuelo, revoloteando en mi vientre y bailando por mis venas. —
Dame un segundo. Para decirles que volveremos.
Él asiente y luego me besa rápidamente, susurrándome —No tardes
mucho. Te he estado esperando toda mi vida. No quiero esperar más.
Sonrío, una sonrisa temblorosa, nerviosa y eufórica, y me precipito a
la sala de estar. Me quedo sin palabras cuando veo que John, el nuevo
novio de mi madre (o como se llamen entre ellos a su edad), ha llegado.
—Oh. Hola, John. No quiero ser grosera, pero Dane y yo tenemos
que salir un momento. Volveremos enseguida.
—No es nada grosero. Tómate tu tiempo.
Él y mi madre me sonríen y luego se miran el uno al otro, y
reanudan lo que estaban discutiendo con Celina como si nunca hubiera
aparecido. Lo encuentro extraño, pero no me tomo mucho tiempo para
pensar en ello. Más bien, vuelvo corriendo por la casa hacia Dane,
deteniéndome junto a mi bolso en el camino para sacar la bolsa de gasa
que está dentro.
Y luego, con el corazón en llamas, vuelvo a la cocina.
Dane está de pie pacientemente junto a la puerta, todavía sonriendo,
y me doy cuenta cuando mis ojos se posan en su cara de que nunca he
sentido más viva, más completa que en este momento.
Cuando me detengo frente a él, debe ser capaz de verlo en mi cara,
mis sentimientos, mi corazón, mi amor. —Sostén esto solo por unos pocos
minutos.
Toma mi mano de nuevo, el anillo una vez más presionado entre su
palma y la mía, y me lleva por la puerta trasera, alrededor de la casa, y a
través del campo. Me lleva a la roca.
Nuestra roca.

304 El camino se siente como una parte de nosotros, nuestro amor,


nuestra historia, como los sentimientos mismos. Me deleito con cada uno,
con cada paso que dimos para llegar a este lugar en el tiempo.
Ambos juntos.
Finalmente juntos.
En nuestra roca, Dane me libera el tiempo suficiente para saltar
sobre ella y tirar de mí después de él. Cuando estamos frente a frente, digo
con ansiedad —Apuesto a que parecemos una de esas parejas de plástico
sobre un pastel de boda.
Él sonríe. —Supongo que eso es algo apropiado. De una manera
extraña. Esto siempre ha sido una especie de pastel en mi vida. La parte
buena. La parte dulce. Aquí es donde todo comenzó, ¿no?
Ambos nos tomamos un segundo para mirar alrededor de los vastos
campos que brillan a la luz de la luna, en el cielo sin fin, y las igualmente
infinitas posibilidades que el futuro parece tener desde este punto de vista.
Dane toma mi mano y pone el anillo en mi palma. —Nunca podré
devolverte lo que te han robado. Si pudiera, lo haría. Daría hasta el último
centavo para pagarte por todo lo que has sufrido.
—Dane, tú...
Me pone un dedo en los labios. —Este es un símbolo de nuestro
pasado, de todo lo que perdimos. Pero ya he terminado de vivir en el
pasado y espero que tú también. Te tengo de vuelta, y todo lo que quiero
ahora es un futuro contigo. Tú y Celina. Nuestra familia. Alton... ya no
puede hacernos daño. Se ha ido. —Dane enrosca sus dedos con los míos,
formando un puño alrededor del anillo, y luego da un paso atrás. —
Lánzalo.
Miro hacia abajo a mis dedos cerrados, el peso del anillo es más
pesado que el mero oro y las piedras preciosas. Es una carga que he
llevado durante veinte años, quince de ellos por mi cuenta. Como Dane,
estoy lista. He terminado de vivir en el pasado, dejando que Alton y este
pueblo y toda la fealdad gobiernen mi vida. He terminado de beber el
veneno de lo que él hizo e intentó hacerme. No voy a sufrir más por él.
Retiro mi brazo hasta el final y, con un gruñido, lanzo el anillo a la
oscuridad, imaginando que se lo tragan los campos recién plantados. El
trigo crecerá alrededor y por encima de él, y permanecerá allí para el resto
de mi vida, enterrado, donde pertenece.
Un viento suave y fresco sopla y yo inhalo. Inhalo la noche y respiro
la libertad. La clase de libertad con la que solía soñar cuando era niña.
305
Una risa burbujea en mi pecho. Me siento mil libras más ligera.
Quiero girar en círculos y reírme tan fuerte que todo el mundo me oiga.
Pero esa risa se me atasca en la garganta cuando me doy la vuelta y veo a
Dane arrodillado en nuestra roca. Su brazo está extendido, su palma
abierta, y sobre él está la caja dos.
Lentamente, avanzo y tomo la caja. La doy vueltas en mi mano unas
cuantas veces antes de deslizar un dedo bajo un pliegue y arrancar el
papel. Lo hago con gran reverencia, una reverencia que, para un
espectador casual, podría parecer fuera de lugar. Pero es merecida. Bien
merecida. Mi instinto, mi corazón me dice que lo que hay en esta caja
cambiará el resto de mi vida. Incluso sin verlo, siento que todo lo que
descansa dentro es la culminación de dos décadas de amor y deseo.
Con dedos temblorosos, levanto la tapa. Jadeo cuando veo un
pendiente en el interior, anidado en el terciopelo del color del cielo. Es un
solo pendiente de esmeralda y diamante colgante.
Y también lo reconozco.
—Esto es...
Dane asiente con la cabeza.
Es el pendiente que le dejé ese día hace tanto tiempo en esta misma
roca. Era mi forma de decir todas las cosas que no podía decir, que no se
me permitía decir.
Y él las escuchó.
Froto mi dedo sobre el, maravillada por la fina pieza de joyería. —¿Lo
guardaste? ¿Todo este tiempo?
Otra vez asiente con la cabeza. —Era el último pedazo de ti que
tenía. Aunque pensé que eras tú la que se despedía, no podía deshacerme
de él. Simplemente... no pude.
—Nunca fue un “adiós”. Fue un “Te amo”.
El rostro de Dane, su apuesto y guapo rostro, se ilumina ante el mío
cuando dice, su voz silenciada en la noche tranquila —Brinkley Sommers,
amor de mi vida, madre de mi hija, ¿quieres casarte conmigo? ¿Serás mía?
¿Finalmente serás mía?
Como siempre, no puedo detener las lágrimas. Se derraman
libremente por mis mejillas.
No noto el dolor cuando caigo de rodillas delante de él. Solo siento
306 amor. Tanto amor y tanta felicidad, todo lo demás está apagado. Todo y
todos los demás se han desvanecido en la distancia, en el fondo, en la
noche, y una vez más, solo somos Dane y yo, en nuestra roca. Solos en el
mundo, rodeados por la oscuridad y llenos de la profunda adoración que
hay entre nosotros.
Me quito uno de mis pendientes y me pongo el pelo detrás de mi
oreja. —Siempre he sido tuya. No hubo un día en veinte años que haya
sido de alguien más.
—No vuelvas a dejarme nunca más.
—Nunca. Nunca.
Me pone mi viejo pendiente y luego toma mis temblorosas manos en
las suyas. Frota mi dedo anular izquierdo con su pulgar. —Quiero poner
esta piedra en tu anillo de compromiso, pero por esta noche, por esto,
quería devolverte cada pedazo de nosotros que dejaste atrás.
—Nunca te dejé atrás. Siempre estuviste conmigo, en mi corazón,
todos los días. Tampoco pude deshacerme de ti. No quería hacerlo. —Meto
la mano en el bolsillo de mis pantalones y saco la pequeña bolsa de gasa.
—Yo también tengo algo para ti.
Tomo la mano de Dane y la giro con la palma hacia arriba para
colocar la bolsa de gasa en ella. Le echa una mirada, con un poco de
confusión en la cara, pero de todas formas abre las cuerdas.
Observo con el corazón martillado cómo saca el palo delgado y mira
fijamente la pantalla en él. —Probablemente no puedas verlo en la
oscuridad, pero hay dos líneas rosas allí.
Levanta sus ojos a los míos. —¿Significa esto... —Asiento con la
cabeza. —Tú estás... —Vuelvo a asentir con la cabeza.
Grita tan fuerte que no puedo oírlo durante unos segundos. Pero
puedo sentir. Siento alegría, una alegría indescriptible, irradiando de él, de
mí. Chocando en el espacio intermedio. Se dispara en un spray por encima
de nuestras cabezas y llueve sobre nosotros mientras Dane me pone de pie
en sus brazos, y luego me balancea en una docena de círculos
vertiginosos.
Cuando finalmente se detiene, me quedo sin aliento. —Esta vez,
estaré a tu lado todo el tiempo. Esta vez, no estarás sola.
Me besa con tanta ternura, que unas cuantas lágrimas más se
derraman y se arrastran por mis mejillas.
307
—Te amo, Dane James.
—También te amo, Brinkley Sommers —. Entierra su cara en mi
cuello. —Estás temblando. Deberíamos volver.
—No es el frío lo que me hace temblar.
—Ojalá hubiera traído una manta.
—¿Por qué? Estoy bien. De verdad.
Se inclina hacia atrás y me mira. —Porque si lo hubiera hecho, te
quitaría cada una de tus prendas. Quiero verte con este pendiente y nada
más.
Sus palabras me calientan más eficazmente que cualquier manta. —
Podríamos ser echados de menos, y realmente odiaría que alguien viniera a
buscarnos. Este es nuestro lugar. No quiero que nadie más lo arruine.
—¿Qué tal si nos encontramos aquí más tarde entonces? Traeré una
manta. Tú solo tráete a ti. Y un gran apetito.
Mi estómago se retuerce de la manera más deliciosa. —¡Hecho!
Me río mientras me arrastra de vuelta a la casa. Ahora solo quiero
que la noche termine para poder escabullirme y encontrar a Dane como
cuando éramos niños. Y como probablemente siempre lo haremos.
Porque la roca es nuestro lugar. Y pertenecemos allí.
Juntos.

308
Epílogo
Celina
2 AÑOS Y 8 MESES DESPUÉS

Me paro al frente del pasillo, esperando, como todos los demás. El


aire huele a lirios y rosas. Todo lo que se quedaría en el patio trasero de la
abuela ha sido cubierto con capas de gasa blanca y racimos de flores
blancas. Parece el sueño de una princesa que alguien ha hecho realidad.
Ese alguien es mi abuela.
No creo que mamá estuviera totalmente encantada de dejar que se
ocupara de la boda, pero ella sabía lo mucho que significaba para la
abuela, así que aceptó. A mi padre no le gustaba mucho la idea, pero se
encogió de hombros y dijo que lo que sea que hiciera a mi mamá feliz
estaba bien con él. Eso es algo que le gusta hacer... encogerse de hombros.
309 Bueno, eso y hacer feliz a mamá.
Es realmente genial verlos juntos. Una parte de mí está realmente
feliz de no saber que él existía. Me habría dolido saber que estaba ahí
fuera e inalcanzable. Además, ahora lo veo como mi padre, pero también
como el tipo del que mi madre se enamoró. Todo el asunto de las citas fue
raro, pero lo superé bastante rápido. La hace tan feliz. Puedo verlo en su
cara, en sus ojos y en su sonrisa. Cualquiera que se preocupe por ella
querría que él se quedara, sin importar lo espeluznante que fuera el PDA.
Miro a mi padre donde está parado, alto y fuerte, esperando la
música que indicará la caminata de mamá hacia el altar. Me sorprende
mirándolo y guiña el ojo. Luego me saca la lengua muy rápido. Yo sonrío.
No puedo evitarlo. Es tan tonto. Un tonto increíble.
Nunca pensé que sería tan feliz.
Miro a Miles. Es el padrino de mi padre, lo cual es un poco raro, pero
no. Es el chico que conocí en el hospital de Duke. Estaba allí teniendo una
complicada cirugía para reparar una lesión en la columna vertebral que se
hizo jugando al fútbol. Él y mi padre se llevaron bien enseguida. ¿Miles y
yo? No tanto.
Al principio los dos éramos bastante gruñones. Estuve en el hospital
por un tiempo y maduré rápidamente, pero un día, de repente, noté lo gris
que eran sus ojos y cómo me hacían doler el estómago cuando me miraba.
Las cosas tomaron un giro mucho más romántico después de eso.
Por suerte, él vive en el pueblo de al lado. Vino a verme cuando
volvimos a Shepherd's Mill. No mucho después de eso, recibí mi primer
beso. Después de que mamá lo examinará cuidadosamente para ver si
tenía algún resfriado, gripe o fiebre, por supuesto. La llamamos
cariñosamente la Nazi de los mocos porque esta siempre preguntando
sobre narices que gotean y ojos llorosos y cosas así. Es neurótica, pero no
puedo culparla por ello.
No se lo dije, pero me habría arriesgado a enfermarme solo por
besarlo. En cierto modo, se sentía más importante que respirar. Sabía que
lo entendería porque una vez me dijo que así se sentía con mi padre, como
si besarlo o estar con él era más importante que el aire.
Ahora lo entiendo.
Soy joven, lo sé, pero aún así voy a disfrutar cada minuto de esto
tanto como pueda. Puede que no funcione en absoluto, pero no es
310 irracional por mi parte esperar que funcione. Lo hizo para mi madre y mi
padre. Se enamoraron a los doce años y luego se separaron durante quince
años, pero encontraron el camino de vuelta al otro.
Verlos juntos hace que se sienta como si los sueños se hicieran
realidad y los milagros ocurrieran y el verdadero amor realmente existiera.
Me dan esperanza. Solo estar en la misma habitación con ellos me da
esperanza.
Miro a mi abuela. Su novio, John, está a su lado. Mi hermana, Hope,
está en su regazo. Está vestida con una versión en miniatura del vestido
de novia de mamá, porque Hope era la chica de las flores. Pero eso es lo
único de ella que es similar a nosotras. Es una versión femenina de papá,
con su pelo oscuro y sus ojos color otoño. Le sonrío y ella me saluda. Es
una niña boba, pero la amo.
Escucho al pianista tocar el primer acorde de la marcha nupcial.
Todos se ponen de pie y se vuelven hacia la casa, cada ojo esperando ver a
mi madre cuando aparezca. Pero la vi antes de bajar, así que miro a mi
padre. Quiero mirarlo por unos minutos primero. Quiero ver su cara
cuando la vea.
Sé en el momento exacto en que aparece. Le oigo aspirar una
bocanada de aire y parece que acaba de ver el sol por primera vez.
Veo que su mandíbula se afloja por un segundo y luego se aprieta.
Sé que está aguantando todo tipo de emociones. Lo he visto hacer esa cara
antes, pero nunca así.
Sus ojos están pegados a ella, y los veo moverse cuando ella se
mueve. Se ve asombrado. Y muy enamorado.
Cuanto más se acerca ella, más lo veo relajarse. Sé que está a unos
segundos antes de que ella tome su mano, ella está cerca. Su cara se
divide en una sonrisa, como la sonrisa, y sé que es por ella.
Yo también sonrío.
Porque no puedo evitarlo.
Y entonces miro a mi madre.
Mientras la miro, su pelo rubio perfectamente peinado y su velo
perfectamente colocado se desvanecen. Su precioso vestido de diseñador es
una silueta blanca borrosa y su collar único es un montón de destellos,
nada que se compare con lo hermosa que es. Todo lo que puedo ver es su
cara. Todavía lo veo claramente, y dudo que lo olvide alguna vez.
Se ve resplandeciente.
311
Ella brilla con amor. Casi duele mirarla, pero de una manera muy
buena. Ella está sonriendo y llorando al mismo tiempo, y me doy cuenta de
que estoy haciendo lo mismo. Nunca he visto dos personas más destinadas
a estar juntas, y tampoco he conocido dos personas que hayan luchado
más por estar juntas. Me inspiran. Todos los días.
Mamá toma la mano de mi padre y ambos se vuelven hacia el
ministro. El zumbido de las telas caras de todos, hace eco mientras los
cientos de invitados que la abuela invitó toman asiento.
—Queridos amigos —Comienza, y luego pasa por la ceremonia de
matrimonio tradicional. Observo con orgullo y con amor, tan feliz por las
dos personas más importantes de mi vida. Vuelvo a mirar a Miles, y él me
mira, sonriendo. Me pregunto qué está pensando. Tal vez después le
pregunte.
Miro hacia atrás a mis padres cuando escucho la voz de mi padre.
—Te amé antes de saber lo que era el amor, pero me has mostrado lo
que significa dar tu vida de verdad a otra persona, para poner su felicidad
por encima de la tuya. Hasta mi último aliento, seré el que te muestre ese
tipo de amor. Yo seré el que se sacrifique por ti. Seré el que camine a
través del fuego por ti. Seré quien te levante cuando caigas, y te lleve
cuando estés enferma, y te sostenga cuando llores. Yo seré el único.
Porque soy tuyo. Tienes todo mi corazón para toda la vida. Siempre lo has
tenido.
Aunque me da la espalda, escucho la suave y pequeña respiración
de mi madre y sé que está luchando contra las lágrimas. Ella no había
escuchado sus votos. Se los guardó para sí mismo hasta este momento.
Ahora todo el mundo sabe lo mucho que la quiere, incluida ella.
Su voz tiembla cuando empieza a hablar.
—Me salvaste, Dane James. Me salvaste cuando tenía doce años, y
cuando tenía quince, y cuando tenía diecisiete, y me has salvado todos los
días desde que volví. Eres mi amor, mi mundo. Eres mi roca.
Ante eso, mi padre sonríe. Supongo que debe ser una especie de
broma interna.
El ministro dice —Ya puedes besar a la novia. —Mi padre lo está
haciendo antes de que pueda terminar la frase.
Cuando se giran hacia la multitud, mano a mano, el reverendo
Daniels anuncia —El Sr. y la Sra. Dane y Brinkley James
312 Los aplausos resuenan en el aire y mis padres se vuelven hacia mí.
Mamá extiende su mano y yo doy un paso adelante para cogerla. Me pone
entre ella y mi padre justo cuando la abuela da un paso adelante con
Hope. Ella le da la mano a papá y luego extiende la suya para que él la
libere. Papá sitúa a Hope en su cadera y toma la mano de mi abuela justo
antes de que ella alcance la mano de mamá.
Todo el mundo en el patio está de pie, mirando, esperando como La
abuela se gira para hablar a la multitud.
—Cuando nos mudamos a Shepherd's Mill, pensé que sería un lugar
para empezar de nuevo, un lugar para que mi hija y yo tuviéramos una
vida mejor. Quería llevarla a un pueblo donde pudiera enseñarle cómo se
comportan las damas de verdad y cómo se comportan las mujeres con una
buena vida. Pensé que al traerla aquí la moldearía, le daría forma y le
enseñaría, pero ella terminó enseñándome a mí. —La abuela mira a mi
madre, sus ojos están llenos de lágrimas. —Pensé que eras una chica
obstinada, terca, joven y tonta, pero resulta que eras, eres, una persona
mucho mejor que yo. Resulta que mi hija me enseñó. Ella me enseñó todo
lo que necesitan saber sobre la vida y el amor.
La abuela suelta las manos de mamá y papá y traza la cara de
mamá. Las lágrimas corren por la cara de mi madre, pero sé que a ella no
le importa. Hay una especie de felicidad, una especie de paz en sus ojos
que ninguna cantidad del rímel puede mejorar.
—Me hiciste crecer, Brinkley. Tú me mostraste lo que es el verdadero
amor y cómo el dinero no debe cambiar lo que eres. Conocerte, verte vivir
tu vida, incluso los años que estuviste lejos de aquí, me ha hecho una
mejor persona, y solo quiero que sepas... quiero que todos sepan que estoy
muy orgullosa de ti. Tan, tan orgullosa de ti. —La abuela hace un pequeño
sollozo y atrae a mamá en un abrazo. Nadie dice una palabra o mueve un
músculo hasta que se separan y la abuela se acerca para poner su mano
en la mejilla de papá, también. —No podría haber elegido mejor hombre
para ella. Eres el tipo de hombre que ella necesita. Ella lo sabía incluso
cuando yo no lo sabía, y me alegro de que no me escuchara. Tú eres... tú
eres el único para ella. Siempre lo fuiste. Y estoy feliz de llamarte mi hijo.
Mi padre sonríe y se inclina para besar su mejilla. Hope también se
mete en esto, envolviendo su pequeño brazo regordete alrededor del cuello
de la abuela y haciendo un sonido de chasquido como si ella le hubiera
dado golosinas.
Todos se ríen.

313 La abuela se vuelve hacia la multitud y, con una gran sonrisa,


anuncia. —Mi hija y mi yerno. Que encuentren la felicidad en cada día de
su vida.
Al principio empiezan unos cuantos aplausos, pero luego surgen
más, y pronto todos en el patio aplauden y animan a mis padres. Eran los
marginados de esta ciudad y, se den cuenta o no, salieron ganando.
John sube, y él y la abuela se ponen detrás de nosotros. Juntos,
todos caminamos por el pasillo.
Este es uno de los mejores días de mi vida.
Sé que es uno de los mejores para mis padres.
Han encontrado la verdadera felicidad. Me han demostrado que la
vida es lo que hacemos de ella. Solo tenemos que ser lo suficientemente
decididos para perseguir lo que queremos y hacer lo correcto, sin importar
lo que los demás digan o piensen.
Me dan esperanza, y creo que hoy le dieron esperanza a muchas
otras personas también.

Fin.
Sobre la autora
M. Leighton, es originaria de Ohio. Se mudó a
un clima más cálido al sur, donde puede estar
cerca del agua todo el verano y lejos de la nieve
durante el invierno. Poseedora de una
imaginación hiperactiva desde que era pequeña,
Michelle finalmente encontró una salida
aceptable para sus fantásticas ocurrencias: la
ficción literaria.
Después de haber escrito más de una docena
de novelas, actualmente le gusta dejar que su
mente divague a entornos más románticos con
sexys chicos sureños, como su esposo y los que
encontraras en sus últimos libros. Cuando sus
314 pensamientos no viajan en esa dirección, se
encuentra montando caballos salvajes, esquiando en las laderas de Aspen
o buceando con una caliente estrella de rock, todo sin abandonar la
acogedora comodidad de su oficina.
Acerca de Michelle: Me encanta el café y el chocolate, aún más
cuando se combinan. Estoy convencida de que algún día podrían ser la
base para la paz mundial. También me encanta el color rojo y estoy
considerando seriamente teñirme el cabello.

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