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EXCEPCIONES PRELIMINARES
presentes, además,
de acuerdo con el artículo 31.6 del Reglamento de la Corte Interamericana de Derechos Humanos
(en adelante “el Reglamento”), dicta la siguiente sentencia sobre las excepciones preliminares
interpuestas por el Gobierno de la República de Colombia (en adelante “el Gobierno” o
“Colombia”).
1. Este caso fue sometido a la Corte Interamericana de Derechos Humanos (en adelante “la
Corte”) por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (en adelante “la Comisión”) el 24
de diciembre de 1992. Se originó el 4 de abril de 1989 por medio de una “solicitud de acción
urgente” enviada en esa fecha a la Comisión y en una denuncia (Nº 10.319) contra Colombia
recibida en la Secretaría de la Comisión el 5 de abril de 1989.
perjuicio de los señores Isidro Caballero Delgado y María del Carmen Santana. Además consideró
que se violó el artículo 2 de la Convención, por no haber adoptado disposiciones de derecho
interno tendientes a hacer efectivos tales derechos “en base al principio pacta sunt servanda” y el
artículo 51.2 de la misma en relación con el 29.b, al incumplir las recomendaciones formuladas
por la Comisión. Solicitó que la Corte declare que el Gobierno debe “inic[iar] las investigaciones
necesarias hasta identificar y sancionar a los culpables [. . .], inform[ar] a los familiares de las
víctimas sobre su paradero [. . .], reparar e indemnizar a los familiares de las víctimas por los
hechos cometidos por sus agentes [. . .] [y] pagar las costas de este proceso”. Designó como su
delegado para que la represente a Leo Valladares Lanza, miembro y como asistentes a Edith
Márquez Rodríguez, Secretaria ejecutiva y Manuel Velasco Clark, abogado de la Secretaría.
Designó como asesores legales para el presente caso a los señores Gustavo Gallón Giraldo, María
Consuelo del Río, Jorge Gómez Lizarazo, Juan E. Méndez y José Miguel Vivanco.
3. La demanda junto con sus anexos fue remitida al Gobierno por la Secretaría de la Corte el
15 de enero de 1993, previo examen de la misma hecho por el Presidente de la Corte (en
adelante “el Presidente”).
8. El 12 de julio de 1993 fue electo Presidente de la Corte el Juez Rafael Nieto Navia. Como
el nuevo Presidente es nacional de Colombia cedió, mediante resolución de 13 de julio de 1993, la
presidencia para el conocimiento de este caso a la Juez Sonia Picado Sotela, Vicepresidenta.
II
10. Según la denuncia el día 7 de febrero de 1989, en el lugar conocido como Guaduas,
jurisdicción del Municipio de San Alberto, Departamento del Cesar, Colombia, Isidro Caballero
Delgado y María del Carmen Santana fueron retenidos por una patrulla militar conformada por
unidades del Ejército de Colombia acantonado en la base militar del Líbano (jurisdicción de San
Alberto) adscrita a la Quinta Brigada con sede en Bucaramanga.
11. De acuerdo con la demanda la detención se habría producido por la activa participación del
señor Isidro Caballero como dirigente sindical del magisterio santandereano desde hacía 11 años.
Con anterioridad y por las mismas razones, había estado detenido en la Cárcel Modelo de
Bucaramanga, acusado de pertenecer al Movimiento 19 de Abril, y se le concedió la libertad en
1986; sin embargo desde esa fecha era permanentemente hostigado y amenazado. María del
Carmen Santana, “de quien la Comisión posee muy poca información, [también] pertenecía al
Movimiento 19 de Abril (M-19)” y colaboraba con Isidro Caballero promoviendo la participación del
pueblo para la realización del “Encuentro por la Convivencia y la Normalización” que se realizaría
el 16 de febrero de 1989 en el Municipio de San Alberto. Esta era una actividad organizada por el
“Comité Regional de Diálogo”, cuyo objetivo era “procurar una salida política al conflicto armado,
propiciando encuentros, foros y debates en diferentes regiones”.
12. Según la demanda, el 7 de febrero de 1989, Elida González, una campesina que transitaba
por el mismo lugar en que fueron capturadas las víctimas, fue retenida por la misma patrulla del
Ejército y dejada en libertad. Ella pudo observar a Isidro Caballero con un uniforme militar
camuflado y a una mujer que iba con ellos. Javier Páez, habitante de esa región que les sirvió de
guía, fue retenido por el Ejército, torturado y dejado en libertad posteriormente. Por los
interrogatorios a que fue sometido y por las comunicaciones de radio de la patrulla militar que lo
retuvo, supo de la captura de Isidro Caballero Delgado y María del Carmen Santana y, una vez
puesto en libertad, dio aviso a las organizaciones sindicales y políticas a las que ellos pertenecían,
las cuales a su vez, informaron a sus familiares.
13. Agrega la demanda que la familia de Isidro Caballero y varios organismos sindicales y de
derechos humanos iniciaron la búsqueda de los detenidos en las instalaciones militares en donde
se negó que Isidro Caballero y María del Carmen Santana hubieran sido aprehendidos. Se
entablaron acciones judiciales y administrativas para ubicar el paradero de los desaparecidos y
sancionar a los responsables directos pero no obtuvieron resultados positivos. Tampoco se
obtuvo reparación de los perjuicios causados.
14. Las gestiones judiciales incoadas, de acuerdo con la demanda, fueron un recurso de
hábeas corpus ante el Juzgado Primero Superior de Bucaramanga, una investigación en la Justicia
Penal Ordinaria ante el Juez Segundo de Instrucción Criminal Ambulante y una investigación Penal
Militar ante el Juez 26 de Instrucción Penal Militar, adscrito al Batallón Santander con sede en
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15. Dice la Comisión que el 4 de abril de 1989, “motu proprio y antes de recibir comunicación
formal de los peticionarios, sobre la base de una solicitud de acción urgente enviada por fuente
confiable, transmitió al Gobierno [. . .] la denuncia [. . .] [y] solicit[ó] medidas excepcionales para
proteger la vida e integridad personal” de las víctimas. El 5 de abril del mismo año, la Comisión
recibió la denuncia formal de los peticionarios a la que dio curso bajo el Nº 10.319. El 26 de
septiembre de 1991 la Comisión emitió el informe Nº 31/91, en cuya parte resolutiva se dispuso:
16. Mediante nota que el Gobierno hizo llegar a la Comisión el 16 de enero de 1992, se solicitó
a ésta “reconsideración de estos informes, en virtud del artículo 54 del Reglamento de la
Comisión” y se dio como argumento para sustentar esa solicitud “las actividades desplegadas por
las diferentes entidades estatales encargadas de asuntos penales y disciplinarios, con miras a
profundizar dichas investigaciones, atendiendo así las recomendaciones de la Honorable
Comisión”. En comunicación de 18 de febrero, la Secretaria ejecutiva de la Comisión informó al
Gobierno que ésta había decidido “dejar firmes los informes aprobados previamente por la
Comisión, aplazando la decisión de publicarlos para el siguiente período de sesiones”. El
Gobierno, a su vez, pidió, en comunicación de 24 de febrero, aclaración de la expresión “‘dejar
firmes los informes aprobados previamente por la Comisión' para que se precise si fue decidida la
reconsideración solicitada por Colombia en los casos 10.319, 10.454 y 10.581 y en caso
afirmativo obtener el texto auténtico de la decisión correspondiente, si ésta ha sido expedida”.
Esta solicitud del Gobierno fue respondida el 28 de febrero por el Presidente de la Comisión, en los
siguientes términos:
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[L]a Comisión acordó postergar la decisión definitiva sobre los informes N°s. 31, 32 y 33/91
-aprobados durante su 80° período de sesiones-, habida cuenta de los alegatos presentados
por el Ilustrado Gobierno de Colombia y de las manifestaciones de voluntad de cooperación
de su Gobierno con la Comisión Interamericana.
Esta decisión, sin embargo, en modo alguno implica que los Informes ya aprobados
por la Comisión durante el mes de septiembre de 1991 hayan perdido vigencia, sino que se
ha suspendido la decisión sobre su adopción como informes definitivos, con el propósito
precisamente de dar una nueva oportunidad al Gobierno de Colombia de cumplir
efectivamente con las recomendaciones concretas en ellos contenidas.
17. Durante su 82º período de sesiones, en septiembre de 1992, la Comisión recibió el informe
sobre las gestiones realizadas por la Comisión Especial durante la visita in loco y recibió en
audiencia a los representantes del Gobierno y a los peticionarios. El 25 de septiembre de 1992
aprobó el informe 31/92 de 25 de septiembre de 1992, cuya parte dispositiva reza lo siguiente:
III
18. La Corte es competente para conocer del presente caso. Colombia es Estado Parte de la
Convención desde el 31 de julio de 1973 y aceptó la competencia contenciosa de la Corte a que se
refiere el artículo 62 de la Convención el 21 de junio de 1985.
IV
Para fundarla, el Gobierno alegó tanto en su escrito como en la audiencia respectiva, que la
Comisión infringió lo dispuesto por el artículo 48.1.f) de la Convención, en cuanto no se puso a
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disposición de las partes para lograr una solución amistosa del asunto, no obstante que el
Gobierno en ningún momento negó los hechos materia de la denuncia, y por ello resulta arbitraria
la afirmación que se incluye en el informe Nº 31/91 de 26 de septiembre de 1991, en el sentido
de que los hechos materia de la denuncia no son, “por su naturaleza”, susceptibles de ser
resueltos a través del procedimiento de solución amistosa y porque las partes tampoco lo
solicitaron de acuerdo con el artículo 45 del Reglamento de la Comisión.
21. El Gobierno sostiene que el citado precepto de la Convención no faculta a la Comisión para
trasladar a las partes la obligación, que tiene en forma exclusiva, de ponerse a su disposición para
lograr una solución amistosa, para luego argumentar la Comisión que quien no la pidió ya no
puede sostener que ella violó la Convención. Además, en opinión del Gobierno, el artículo 45.1
del Reglamento de la Comisión no corresponde a un desarrollo exacto del alcance y contenido del
artículo 48.1.f) de la Convención, por la razón elemental de que los Estados Partes no deben
encontrarse en la incómoda posición de tener que solicitar una solución amistosa, lo que podría
interpretarse como una confesión anticipada de su responsabilidad con los consiguientes riesgos
políticos y procesales.
22. Alega el Gobierno que de manera indebida la Comisión pretende extender al presente el
criterio sustentado por la Corte en el caso Velásquez Rodríguez en su sentencia de 26 de junio de
1987 sobre excepciones preliminares, ya que las circunstancias que motivaron dicha decisión
difieren sustancialmente de este asunto, pues en aquel el Gobierno de Honduras negó en
repetidas oportunidades que hubiera existido participación de autoridades gubernamentales o
militares en la desaparición forzada de la víctima, e incluso llegó a negar que dicha desaparición
se hubiese producido. En el presente caso ha dicho el Gobierno que
24. Señala además la Comisión que en el caso Velásquez Rodríguez la Corte se abstuvo de
apreciar la conducta del Gobierno de Honduras ante la Comisión y si las pretensiones de las partes
estaban suficientemente claras y precisas, en virtud de que la cuestión esencial era que la
Comisión no estaba obligada siempre a iniciar el procedimiento de solución amistosa.
25. Observa la Corte que la Comisión y el Gobierno sostienen una interpretación diversa de los
artículos 48.1.f) de la Convención y 45 del Reglamento de la primera, así como sobre los alcances
del criterio establecido por este Tribunal al decidir las excepciones preliminares planteadas por el
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Gobierno de Honduras en los casos Velásquez Rodríguez, Godínez Cruz, y Fairén Garbi y Solís
Corrales, resueltos por sentencias de 26 de junio de 1987 y que son similares en este aspecto.
Desde un punto de vista literal, la frase utilizada por el artículo 48.1.f) de la Convención, la
Comisión ‘se pondrá a disposición de las partes interesadas, a fin de llegar a una solución
amistosa’, parece establecer un trámite obligatorio. Sin embargo, la Corte considera que
una interpretación, de acuerdo con el contexto de la Convención, lleva al convencimiento de
que esa actuación de la Comisión debe intentarse sólo cuando las circunstancias de una
controversia determinen la necesidad o la conveniencia de utilizar este instrumento,
supuestos sujetos a la apreciación de la Comisión (Caso Velásquez Rodríguez, Excepciones
Preliminares, Sentencia de 26 de junio de 1987. Serie C No. 1, párr. 44; Caso Fairén Garbi
y Solís Corrales, Excepciones Preliminares, Sentencia de 26 de junio de 1987. Serie C No.
2, párr. 49; Caso Godínez Cruz, Excepciones Preliminares, Sentencia de 26 de junio de
1987. Serie C No. 3, párr. 47).
27. La Corte ha dicho que la Comisión no tiene facultades arbitrarias en esta materia. Es muy
clara la intención de la Convención respecto del papel conciliador que debe cumplir la Comisión
antes de que un caso sea enviado a la Corte o publicado.
Sólo en casos excepcionales y, naturalmente, con razones de fondo, puede la Comisión omitir el
procedimiento de la conciliación porque está de por medio la protección de los derechos de las
víctimas o de sus familiares. No parece ser suficiente decir, como lo hace la Comisión, que no se
acudió a este procedimiento simplemente por razón de la “naturaleza” del asunto.
29. Sin embargo esta negativa de la Comisión no causó un perjuicio irreparable a Colombia
porque el Estado, si no estaba de acuerdo con ella, tenía la facultad de solicitar la iniciación del
procedimiento de solución amistosa de acuerdo con el inciso 1 del artículo 45 del Reglamento de
la Comisión, que dispone:
De alcanzarse el acuerdo debe ella cerciorarse de que los derechos humanos hayan sido
adecuadamente defendidos.
Si una parte tiene interés en la solución amistosa puede proponerla. En el caso del Estado y
frente al objeto y fin del tratado, que es la defensa de los derechos humanos en él protegidos, no
podría entenderse esa propuesta como un reconocimiento de responsabilidad sino, al contrario,
como un cumplimiento de buena fe de los propósitos de la Convención.
La Corte no encuentra aceptable que el Gobierno arguya como excepción preliminar que la
Comisión no ejecutó el procedimiento de solución amistosa, cuando frente a las disposiciones del
Reglamento él tenía esa misma facultad. No se puede exigir de otro un comportamiento que uno
mismo pudo cumplir en igualdad de condiciones pero no lo hizo.
VI
33. Alega el Gobierno que el trámite previsto por los mencionados preceptos de la Convención
está conformado por diferentes etapas, la primera de las cuales, de competencia exclusiva de la
Comisión, se agotaría con la tramitación del informe. La segunda estaría constituida por el plazo
de tres meses para que se solucione el caso o se ponga en conocimiento de la Corte. Una tercera
estaría conformada por la competencia exclusiva de la Corte cuando el caso se le ha sometido de
manera oportuna dentro del plazo mencionado, o por el contrario, le corresponde a la Comisión
adoptar las medidas previstas en el artículo 51 de la Convención. Estas tres etapas sucesivas no
admitirían interferencias ni podrían omitirse sin ocasionar una lesión al derecho de defensa de los
Estados Partes.
34. El Gobierno estima que la Comisión integró y confundió los diferentes trámites y funciones
que le están encomendados por los artículos 50 y 51 de la Convención, con lo cual impidió que las
partes conocieran con exactitud si alguna etapa procesal se encontraba agotada y cuáles eran los
plazos aplicables que tienen carácter perentorio. Que poco importa si dicha confusión fue
producto de una interpretación equivocada o de un descuido de la Comisión, pero lo cierto es que
produjo efectos negativos sobre los derechos que la Convención otorga a Colombia.
como informe definitivo con el propósito de dar una nueva oportunidad al Gobierno de cumplir
efectivamente con las recomendaciones concretas contenidas en el mismo informe.
36. En opinión del Gobierno, la resolución de febrero de 1992 determinó el rechazo del recurso
de reconsideración contra el informe regulado por el artículo 50 de la Convención, en tanto que la
decisión sobre el informe del artículo 51 quedó postergada. Fue hasta el 25 de septiembre de
1992 cuando la Comisión decidió desestimar la solicitud de reconsideración y ratificar el informe
Nº 31/91, así como remitir el caso a la Corte. Además, estableció el 25 de septiembre de 1992
como la fecha definitiva del informe.
37. En tales condiciones, considera el Gobierno que el asunto ya no podía presentarse ante
esta Corte, en virtud de que el plazo de tres meses del artículo 51 de la Convención venció en tres
ocasiones, según se tomen en cuenta para el cómputo, los días 26 de septiembre de 1991, el 16
de enero o el 28 de febrero de 1992. Como la demanda se presentó por la Comisión ante la Corte
el 24 de diciembre de 1992, lo fue con mucha posterioridad a cualesquiera de los plazos
mencionados, que son de carácter fatal.
38. Por su parte, la Comisión afirma que no es exacto lo sostenido por el Gobierno en el
sentido de que el plazo de tres meses regulado por el artículo 51.1 de la Convención debe
considerarse como fatal, ya que la Corte consideró en su sentencia de 11 de diciembre de 1991, al
resolver sobre las excepciones preliminares en el caso Neira Alegría y otros que, como tal plazo
puede ser prorrogado no puede considerarse perentorio. Agrega la Comisión que la prórroga se
produjo en virtud de que el Gobierno solicitó, antes del vencimiento del plazo fijado en el informe
Nº 31/91, la reconsideración de este último.
Por otra parte, esta instancia no puede desconocerse con el argumento de que no era aplicable
puesto que sólo pueden interponerla los Estados que no son parte en la Convención, ya que, al
decidir las excepciones preliminares en el caso Velásquez Rodríguez, la Corte determinó que si
bien el recurso de reconsideración no se contempla en la Convención y el artículo 54 del
Reglamento de la Comisión lo reserva a los Estados que no son Partes, se ajusta al espíritu y
propósitos de la Convención (Caso Velásquez Rodríguez, Excepciones Preliminares, supra
26, párr. 69; Caso Fairén Garbi y Solís Corrales, Excepciones Preliminares, supra 26,
párr. 69; Caso Godínez Cruz, Excepciones Preliminares, supra 26, párr. 72). También, de
acuerdo con el caso Neira Alegría y otros, en virtud de un principio básico de buena fe que rige en
el derecho internacional de los derechos humanos, no se puede pedir algo de otro y, una vez
obtenido lo solicitado, impugnar la competencia de quien lo otorgó (Caso Neira Alegría y otros,
Excepciones Preliminares, Sentencia de 11 de diciembre de 1991. Serie C No. 13, párr.
35).
39. Afirma la Comisión que no es correcta la aseveración que hace el Gobierno en el sentido de
que la petición de reconsideración la presentó fuera del plazo de 90 días contados a partir de la
fecha de la aprobación del informe Nº 31/91 el 26 de septiembre de 1991, ya que este cómputo
es equivocado en virtud de que el informe fue comunicado al Gobierno el 17 de octubre del mismo
año y es a partir de entonces cuando empieza a correr el plazo. Y que, como la reconsideración
se hizo valer el 16 de enero de 1992, se introdujo un día antes del vencimiento del plazo, pues la
jurisprudencia de la Corte ha establecido que los 90 días deben contarse a partir de la remisión al
Gobierno respectivo de las recomendaciones pertinentes.
41. Tampoco considera aceptable la Comisión el argumento del Gobierno en el sentido de que
la decisión de febrero de 1992 implicaba que se había iniciado el trámite relativo al documento
previsto en el artículo 51 de la Convención, por lo que ya se había perdido la oportunidad de llevar
el caso a la Corte. Según la Comisión, esa decisión sólo estableció una prórroga para resolver
sobre la cuestión como, en efecto, lo hizo en el período de sesiones de septiembre de 1992.
42. Son varias las cuestiones debatidas en esta excepción. En primer lugar, la Corte no
comparte el argumento del Gobierno en el sentido de que el plazo establecido por el artículo 51.1
de la Convención tiene carácter perentorio, pues este Tribunal ha sostenido que puede ser
prorrogado (Caso Neira Alegría y otros, Excepciones Preliminares, supra 38, párrs. 32-
34).
[e]l artículo 51.1 estipula que la Comisión, dentro de los tres meses siguientes a la remisión
del informe, debe optar por enviar el caso a la Corte o por emitir posteriormente su opinión
o conclusiones, en ambas hipótesis si el asunto no ha sido solucionado. En el curso del
plazo, sin embargo, pueden presentarse diversas circunstancias que lo interrumpan o,
incluso, que hagan necesaria la elaboración de un nuevo informe o la reanudación del plazo
desde el principio. En cada caso será necesario hacer el análisis respectivo para determinar
si el plazo venció o no y cuáles fueron las circunstancias que razonablemente lo
interrumpieron, si las hubo (Caso Cayara, Excepciones Preliminares, Sentencia de 3 de
febrero de 1993. Serie C No. 14, párr. 39).
44. La Corte ha señalado, al aceptar las excepciones preliminares propuestas por el Perú en el
caso Cayara, que no obstante que
[e]s un principio comúnmente aceptado que el sistema procesal es un medio para realizar la
justicia y que ésta no puede ser sacrificada en aras de meras formalidades, [d]entro de
ciertos límites de temporalidad y razonabilidad, ciertas omisiones o retrasos en la
observancia de los procedimientos, pueden ser dispensados, si se conserva un adecuado
equilibrio entre la justicia y la seguridad jurídica (Caso Cayara, Excepciones Preliminares,
supra 42, párr. 42).
Y añadió luego:
La Corte debe guardar un justo equilibrio entre la protección de los derechos humanos, fin
último del sistema, y la seguridad jurídica y equidad procesal que aseguran la estabilidad y
confiabilidad de la tutela internacional [, porque lo contrario] acarrearía la pérdida de la
autoridad y credibilidad indispensables en los órganos encargados de administrar el sistema
de protección de derechos humanos (ibid., párr. 63).
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45. El Gobierno ha planteado esta segunda excepción con base en que la Comisión atendió una
petición “extemporánea” del propio Gobierno para que se reconsiderara el informe, fundada en un
artículo inaplicable porque se refiere a Estados no Partes en la Convención. Independientemente
de que, como queda dicho, a la luz del artículo 51.1 de la Convención la solicitud no fue
extemporánea, la Corte debe recordar aquí lo que ya dijo en un caso anterior sobre la buena fe
que debe gobernar estos asuntos (Caso Neira Alegría y otros, Excepciones Preliminares,
supra 38, párr. 35) y agregar que cuando una parte solicita algo, así sea fundada en una
disposición inaplicable, no puede luego de que se lo concedan impugnar la fundamentación.
46. Al plantear la excepción que se discute, hace Colombia otras consideraciones que merecen
un trato diferente. Dice el Gobierno, refiriéndose a la carta que el Presidente de la Comisión
enviara con fecha 28 de febrero de 1992, que las frases “postergar la decisión definitiva sobre los
informes”, “se ha suspendido la decisión sobre adopción como informes definitivos” y “la Comisión
tomará una decisión de carácter definitivo sobre su eventual publicación”, “señalan claramente
que la Comisión ha acordado postergar la adopción del informe originado en el mandato del
artículo 51”. Añade el Gobierno que ha llegado a “la conclusión de que los ‘informes definitivos’ a
los que se refiere [la carta en cuestión], son informes cuyo sustento normativo es el artículo 51.
Lo anterior se desprende del hecho de que estos últimos informes son los únicos que se pueden
dar a la publicación, cosa que no ocurre con relación a los informes provenientes de lo ordenado
por el artículo 50”.
Agrega que “si ha de caracterizarse como ‘definitivo’ alguno de estos informes a los que se
refieren los artículos [50 y 51], no cabe la menor duda que [el] único informe ‘definitivo’ que la
Comisión está facultada para adoptar es el informe mencionado en el artículo 51”.
47. Sobre este particular las constancias que aparecen en el expediente son las siguientes:
El Gobierno quiere hacer creer que la frase [‘la Comisión tomará una
decisión de carácter definitivo sobre (la) eventual publicación (del informe)’]
lo confundió porque lo llevó a pensar que la Comisión habría abandonado la
posibilidad de llevar el caso a la Corte y estaría dando inicio al trámite a que
se refiere el informe del artículo 51 de la Convención.
sí conviene tener presente, en cambio, que la preparación del informe previsto por el artículo
51 está sometida a la condición de que el asunto no haya sido elevado a la consideración de
la Corte, dentro del plazo de tres meses dispuesto por el mismo artículo 51.1, lo que
equivale a decir que, si el caso ha sido introducido ante la Corte, la Comisión no está
autorizada para elaborar el informe a que se refiere el artículo 51 [y que] [. . .] una vez que
un asunto ha sido introducido ante ella, no son aplicables las disposiciones del artículo 51,
relativas a la preparación de un nuevo informe por la Comisión, que contenga su opinión y
sus recomendaciones, el cual sólo es procedente, según la Convención, tres meses después
de haberse hecho la comunicación a que se refiere el artículo 50. Según el artículo 51 de la
Convención, es la elaboración del informe la que está condicionada a que no se haya acudido
a la Corte y no la introducción de la demanda la que está sujeta a que no se haya preparado
o publicado el informe. En consecuencia, si la Comisión procede a preparar o a publicar el
informe del artículo 51, a pesar de haber introducido ya el caso ante la Corte, puede
considerarse que ha aplicado indebidamente las disposiciones de la Convención,
circunstancia ésta que puede afectar el valor jurídico del informe, pero que no acarrea la
inadmisibilidad de la demanda puesto que, como se dijo, el texto de la Convención no
condiciona, de ninguna manera, la introducción de la instancia a la no publicación del
informe previsto por el artículo 51 (Caso Velásquez Rodríguez, Excepciones Preliminares,
supra 26, párrs. 63 y 76; Caso Fairén Garbi y Solís Corrales, Excepciones Preliminares, supra
26, párrs. 63 y 75; Caso Godínez Cruz, Excepciones Preliminares, supra 26, párrs. 66 y 78).
49. Al resolver una consulta que le formularon los gobiernos de Argentina y Uruguay, acerca de
la recta interpretación de los artículos 50 y 51 de la Convención, la Corte dijo que en el
procedimiento que esos artículos señalan hay tres etapas, a saber:
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Una recta interpretación del artículo 50, basada en un presupuesto de igualdad de las
partes, implica que la Comisión tampoco puede publicar ese informe preliminar, el cual se
transmite, en la terminología de la Convención, solamente ‘a los Estados interesados’.
[. . .]
Una segunda etapa está regulada por el artículo 51 y, en ella, si en el plazo de tres meses el
asunto no ha sido solucionado por el Estado al cual se ha dirigido el informe preliminar
atendiendo las proposiciones formuladas en el mismo, la Comisión está facultada, dentro de
dicho período, para decidir si somete el caso a la Corte por medio de la demanda respectiva
o bien si continúa con el conocimiento del asunto. Esta decisión no es discrecional, sino que
debe apoyarse en la alternativa que sea más favorable para la tutela de los derechos
establecidos en la Convención.
[. . .]
Puede existir una tercera etapa con posterioridad al informe definitivo. En efecto, vencido el
plazo que la Comisión ha dado al Estado para cumplir las recomendaciones contenidas en
este último sin que se acaten, la Comisión decidirá si lo publica o no, decisión ésta que
también debe apoyarse en la alternativa más favorable para la tutela de los derechos
humanos [Ciertas atribuciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (arts.
41, 42, 44, 46, 47, 50 y 51 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos), Opinión
Consultiva OC-13/93 del 16 de julio de 1993. Serie A No. 13, párrs. 48, 50 y 54].
50. De los recaudos aparece que la Comisión, al aprobar y tramitar posteriormente el informe
Nº 31/91, no pensó en enviar el caso a la Corte sino solamente en publicarlo. La decisión cambió
un año después, en el informe Nº 31/92. Las razones de ese cambio no son todo lo claras que
fuera de desear y para nada ayuda la imprecisa carta de la Comisión del 28 de febrero de 1992.
En el ínterin entre la solicitud de reconsideración y el informe Nº 31/92 la Comisión practicó una
visita in loco, durante la cual llevó a cabo una audiencia en la que el Gobierno manifestó su
imposibilidad de indemnizar en virtud de que el Informe de la Comisión “no tenía el carácter de
decisión obligatoria como una sentencia de la Corte Interamericana, sino de simple
recomendación”, aludiendo a disposiciones de orden interno.
51. Puede colegirse de lo anterior que, en opinión de la Comisión, la única manera de lograr
que el Gobierno indemnizara a quienes, según ella, eran víctimas, era mediante una sentencia de
la Corte Interamericana ejecutable en el orden interno. Una interpretación semejante concuerda
con el objeto y fin de la Convención, que es la protección de los derechos humanos y la Corte
tiene que aceptarla.
52. Debe la Corte, sin embargo, puntualizar que no existe razón alguna para que la Comisión
no dé estricto cumplimiento a las normas procesales porque, como lo ha dicho ya y lo reitera
ahora, es verdad que el objeto y fin de la Convención no pueden sacrificarse al procedimiento
pero éste, en aras de la seguridad jurídica, obliga a la Comisión.
53. La Corte considera, igualmente, que las manifestaciones de la Comisión sobre la eventual
publicación del informe no deben entenderse como decisiones anticipadas de la misma, pues
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54. Debe, entonces, concluirse que el plazo de 90 días a que se refiere el artículo 51.1 de la
Convención, al haberse prorrogado a solicitud y beneficio del Gobierno por medio de un recurso
de reconsideración, empezó a contarse a partir del 2 de octubre de 1992, fecha en la que se
comunicó al Gobierno la decisión de 25 de septiembre anterior, en la cual el informe se adoptó de
manera definitiva. Como la demanda fue introducida por la Comisión ante la Corte el 24 de
diciembre de 1992, hay que considerarla oportunamente presentada.
VII
56. En la tercera excepción, Colombia invoca el no agotamiento de los recursos internos por
parte de las presuntas víctimas. Para ello se apoya, esencialmente, en los siguientes argumentos:
que desde la primera vez que compareció ante la Comisión, Colombia sostuvo que no se habían
agotado los recursos internos, los que no se limitan al hábeas corpus; que esta Corte y la
Comisión han considerado que en eventos en los cuales se investiga la desaparición de
ciudadanos, el único recurso “reparador” es la exhibición personal y que las demás acciones
internas no tienen eficacia suficiente para reparar el eventual daño causado por el Estado. Que si
bien esta afirmación es acertada, es parte de una noción de hábeas corpus mucho más amplia
que la establecida en la legislación colombiana, en la que no se despliega una actividad
encaminada propiamente a establecer el paradero de la persona privada de la libertad, sino que
se parte del conocimiento del lugar de retención y de las autoridades comprometidas en la
violación de los derechos constitucionales y legales. En caso contrario, otras son las vías
procesales idóneas para investigar la ilegal privación de la libertad y restablecer el derecho
vulnerado, o en su caso, para sancionar a los responsables y determinar las indemnizaciones a
que hubiere lugar.
58. Por su parte, la Comisión considera que el hábeas corpus es un derecho reconocido
internacionalmente, por lo que no debe ser diferente en cada país como lo pretende el Gobierno,
pues ello implicaría un claro desacato del artículo 2 de la Convención que ordena a los Estados
Partes que adopten disposiciones de derecho interno encaminadas a hacer efectivos los derechos
y libertades consagrados en ella. Por lo que, si a pesar de que teóricamente el hábeas corpus es
el recurso idóneo para reparar la violación, si no ofrece garantías de eficacia real, como lo
sostiene el Gobierno, no sería obligatorio agotarlo, de conformidad con las excepciones previstas
en el artículo 46, numeral 2 de la Convención.
59. La Comisión señala, por otra parte, que los familiares de Isidro Caballero acudieron
también ante la jurisdicción penal ordinaria, penal militar y ante el Ministerio Público en busca de
investigación y de una sanción penal y disciplinaria para los responsables de su desaparición,
instancias que no tuvieron resultados efectivos. Todas estas gestiones y otras más de carácter
extrajudicial realizadas por la familia de Isidro Caballero no deben ser consideradas recursos que
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deben agotarse para acudir a la Comisión. Sin embargo se intentaron y demuestran el empeño
por agotar todas las posibilidades existentes.
60. La Comisión sostiene, además, que según el Tribunal Europeo de Derechos Humanos
y que “el Estado que alega el no agotamiento tiene a su cargo el señalamiento de los recursos
internos que deben agotarse y de su efectividad” (Caso Velásquez Rodríguez, Excepciones
Preliminares, supra 26, párr. 88; Caso Fairén Garbi y Solís Corrales, Excepciones
Preliminares, supra 26, párr. 87; Caso Godínez Cruz, Excepciones Preliminares, supra
26, párr. 90).
61. Finalmente, la Comisión afirma que, como el informe Nº 31/91 lo expresa, resulta evidente
que los peticionarios no han podido lograr una protección efectiva de los organismos
jurisdiccionales internos, y por ello el Gobierno no puede alegar el no agotamiento de los recursos
de la legislación colombiana, en consideración que no ha tenido efectos la investigación de los
hechos denunciados como el mismo Gobierno lo admite en su solicitud de reconsideración del 16
de enero de 1992.
62. La Corte considera que la cuestión fundamental que se plantea respecto a esta excepción
preliminar es la determinación de los recursos internos que deben agotarse previamente a la
instancia ante la Comisión, para cumplir con lo dispuesto en el artículo 46.1 de la Convención.
Que sean adecuados significa que la función de esos recursos, dentro del sistema de
derecho interno, sea idónea para proteger la situación jurídica infringida. En todos los
ordenamientos internos existen múltiples recursos, pero no todos son aplicables en todas las
circunstancias. Si, en un caso específico, el recurso no es adecuado, es obvio que no hay
que agotarlo. Así lo indica el principio de que la norma está encaminada a producir un
efecto y no puede interpretarse en el sentido de que no produzca ninguno o su resultado
sea manifiestamente absurdo o irrazonable (Caso Velásquez Rodríguez, Sentencia de 29 de
julio de 1988. Serie C No. 4, párrs. 63-64; Caso Godínez Cruz, Sentencia de 20 de enero de
1989. Serie C No. 5, párrs. 66-67; Caso Fairén Garbi y Solís Corrales, Sentencia de 15 de
marzo de 1989. Serie C No. 6, párrs. 87-88).
64. La Corte ha decidido anteriormente que, según el objeto y fin de la Convención, de acuerdo
con una interpretación del artículo 46.1.a) de la misma, el recurso adecuado tratándose de la
denuncia de desaparición forzada de personas sería normalmente el de exhibición personal o
hábeas corpus, ya que en estos casos es urgente la actuación de las autoridades y por tal motivo
“la exhibición personal o hábeas corpus sería, normalmente, el [recurso] adecuado para hallar a
una persona presuntamente detenida por las autoridades, averiguar si lo está legalmente y,
llegado el caso, lograr su libertad” (Caso Velásquez Rodríguez, Sentencia de 29 de julio de
16
1988, supra 63, párr. 65; Caso Godínez Cruz, Sentencia de 20 de enero de 1989, supra
63, párr. 68; Caso Fairén Garbi y Solís Corrales, Sentencia de 15 de marzo de 1989,
supra 63, párr. 90).
65. En este caso está demostrado que María Nodelia Parra Rodríguez, en su calidad de
compañera de Isidro Caballero Delgado, interpuso el 10 de febrero de 1989, recurso de hábeas
corpus ante la Juez Primero Superior del Distrito de Bucaramanga, por la desaparición de la
víctima que junto con una “joven CARMEN” habrían sido detenidos indebidamente por autoridades
militares. La Juez, como aparece en el expediente respectivo, no sólo solicitó información sobre el
particular a las entidades del Estado donde una persona puede estar detenida por diversas
causas, a saber: a la Cárcel Modelo de dicha ciudad, a la Policía Judicial y al Departamento
Administrativo de Seguridad (DAS) sino que también se dirigió personalmente a la Quinta Brigada,
donde según la peticionaria se encontraban los detenidos, lo que significa que la Juez, de acuerdo
con las finalidades del hábeas corpus, hizo lo que estaba a su alcance para localizar a los
presuntos detenidos. Como todas estas autoridades informaron que dichas personas no se
encontraban en esas dependencias ni existían órdenes de aprehensión o sentencias
condenatorias, la Juez, en la misma fecha de la interposición del recurso, es decir, con gran
celeridad en la tramitación, declaró improcedente la instancia, por considerar que no se había
demostrado que Isidro Caballero hubiese sido privado de su libertad.
66. La Corte hace notar que el recurso de hábeas corpus sólo fue interpuesto y resuelto a favor
de Isidro Caballero Delgado y no de María del Carmen Santana, a pesar de que en la relación de
los hechos se menciona a una “joven CARMEN”. Pero como el Gobierno no invocó esta
circunstancia en sus excepciones preliminares, este Tribunal no se pronuncia sobre el particular.
67. Como el procedimiento ante la Comisión se inició el 5 de abril de 1989 por la denuncia de
la desaparición forzada de Isidro Caballero Delgado y María del Carmen Santana, es decir, con
posterioridad a la interposición y resolución del recurso de hábeas corpus con resultados
negativos, esta Corte considera que los denunciantes cumplieron con lo dispuesto por el artículo
46.1.a) de la Convención, pues agotaron el recurso interno adecuado y efectivo para asuntos de
desaparición forzada de personas. Todas las demás instancias internas son materia del fondo del
asunto, ya que están relacionadas con la conducta que ha observado Colombia para cumplir con
sus obligaciones de protección de los derechos consagrados por la Convención.
68. Por todo lo anterior, debe concluirse que es infundada la tercera excepción formulada por
el Gobierno.
VIII
Por tanto,
LA CORTE,
RESUELVE:
por unanimidad,
por unanimidad,
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Asdrúbal Aguiar-Aranguren
Comuníquese y ejecútese,