Resiliencia Juvenil

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FALTA DE RESILIENCIA DE LOS JOVENES EN EL MUNDO

 ¿Qué es resiliencia?
La resiliencia es la capacidad que tiene una persona o un grupo de recuperarse
frente a la adversidad para seguir proyectando el futuro. En ocasiones, las
circunstancias difíciles o los traumas permiten desarrollar recursos que se
encontraban latentes y que el individuo desconocía hasta el momento.
El análisis de la psicología respecto a la resiliencia ha cambiado con los años.
Durante mucho tiempo, este tipo de respuestas eran consideradas como inusuales
o patológicas. Sin embargo, los psicólogos actuales reconocen que se trata de una
respuesta común como forma de ajuste frente a la adversidad.

 La resiliencia para la psicología positiva


La psicología positiva considera a los problemas como desafíos, que son
enfrentados y superados por las personas gracias a la resiliencia. Existen distintas
circunstancias que favorecerán o no el desarrollo de la resiliencia en cada hombre,
como la educación, las relaciones familiares y el contexto social.
Los especialistas afirman que la resiliencia está vinculada a la autoestima, por lo
que es importante trabajar con los niños desde pequeños para que puedan
desarrollar sanamente esta capacidad.
Según Michel Manciaux, conocedor de la materia, existen personas que al
enfrentarse a un trauma o una desgracia permiten que éstas los superen, pero hay
otras que no lo permiten y que consiguen continuar con su vida sin problemas.
Incluso, dice, muchas llevan esta actitud a un nivel superior y transforman ese
trauma en algo positivo; es decir que ese problema los ayuda a desarrollar
recursos para sobrevivir que creían no poseían.

 Educar en la resiliencia
Se sabe que un niño con buena autoestima se transformará en un adulto con
buena capacidad de resiliencia, por lo que estará preparado para superar los
obstáculos que encuentre a lo largo de su vida.
Es importante que a los niños se les guíe durante su primera etapa de vida de
forma eficiente, a fin de que desarrollen una forma constructiva de enfrentarse a la
vida; que se los motive positivamente para que puedan enfrentarse a las diversas
situaciones que pudieran anteponerse en su camino y consigan sobrellevarlas sin
sufrir un daño profundo.
Todos los padres deberían ser conscientes de que la felicidad de sus hijos no será
algo provocado por la casualidad o la buena suerte; nada más lejos de la realidad.
Una de las mayores responsabilidades de los padres es poner a disposición de
sus hijos una serie de herramientas positivas que ayuden a la formación de un
nivel alto de resiliencia frente a los problemas; para ello es ideal brindarles
comprensión, optimismo, buen humor, afecto y ayudarlos a aceptarse y confiar en
ellos mismos. Por el contrario, aquellos niños que son maltratados, humillados o
incomprendidos son menos propensos a conseguir enfrentarse sanamente a los
conflictos.

 RESILIENCIA EN LOS JÓVENES

 Momentos buenos y malos los tenemos todos. Es la ley de la vida.


La resiliencia se da cuando se sale transformado de una experiencia dolorosa, es
decir, cuando las adversidades y el estrés no provocan un derrumbe emocional
irreversible. Todas las personas tenemos esta capacidad, pero tenemos que tener
en cuenta que los adultos podemos ayudar a nuestros niños y adolescentes a ser
resilientes. De hecho, es fundamental haber desarrollado esta habilidad al llegar a
la etapa de la adolescencia porque permitirá transitarla con mayor armonía. Para
tratar este concepto tomamos como punto de partida la información del libro
Educar las emociones de la Dra. Amanda Céspedes (Chile).
Como señala la psiquiatra Céspedes, resiliente es "aquel niño nutrido en el amor
de sus padres que logra, gracias a ese amor, mantener intacta su armonía
emocional en un mundo donde acecha el estrés y que algún día fue invitado por
un loco soñador y poeta a imaginar mundos posibles, a creer en la belleza del
misterio y a conquistar la verdadera libertad, que consiste en descubrir en su
interior ese soplo sutil llamado alma". Por lo tanto, ser resiliente depende en gran
medida de los otros. Los niños y adolescentes dependen de los adultos, necesitan
el amor de sus padres.

 Consejos para desarrollar la resiliencia


En lo biológico, es importante el factor neurotrófico del amor brindado al niño
desde antes de nacer y durante los primeros cinco años de vida.
¿Qué son los factores neurotróficos? Todos los que fortalecen el cerebro,
produciendo neuronas sanas y fuertes y conexiones interneuronales sólidas y
precisas. Las tres principales son:
- El amor incondicional hacia el niño.
- La protección activa, permanente y comprometida contra los efectos del
estrés y el maltrato psicológico y físico.
- La estimulación temprana.

Los adultos también deben ayudarlos a fortalecer su autoestima y a establecer


diferentes vínculos (ya que ser resiliente depende en gran medida de los otros).
También es importante que los adultos cuiden su estrés, su ansiedad y su
descanso, porque es el primer modelo que los chicos imitan.
- En el hogar no debe haber estrés y ansiedad. La habitación o la casa debe
ser una "zona de tranquilidad". Igualmente, deben entender que si algo
grave acaba de suceder, los padres van a querer compartir momentos
juntos, pero respetando aquellos en que el joven está dispuesto a hacerlo.
- En períodos de mucho estrés, deben planificar una rutina y cumplirla, ya
que las rutinas son básicas para que las personas se sientan bien.
- Es necesario que los jóvenes duerman correctamente, además de
alimentarse bien y cuidar su físico. Si esto no se cumple, pueden estar
malhumorados y nerviosos en los momentos que necesitan estar
animados.
- Pueden cumplir sus metas, incluso en medio de una tragedia. Los malos
momentos descontrolan, pero si toman acciones decisivas (si tienen
iniciativa), pueden recuperarse. Tener metas, ayuda siempre a recuperarse,
porque hay algo por lo que queremos luchar.
- A algunas personas les cuesta expresarse, pero hay que buscar la manera
de hacerlo, ya sea escribir en un diario o recurrir al arte como medio de
expresión. Si los jóvenes no hablan, animarlos a buscar otra forma de
expresión.
- Pueden ayudar a los demás para liberar la mente. Cuidar mascotas o a un
hermano o sobrino puede ser una buena "terapia".
- Deben ayudar a los hijos a poner las cosas en perspectiva. A la larga, los
malos momentos se superan. Por eso, si se preocupan porque piensan que
no van a poder seguir adelante, deben recordar algún momento de estrés
que fue superado. Sería bueno que aprendan técnicas de relajación, por
ejemplo, pueden pensar en una canción especial durante los momentos de
estrés o respirar profundamente. Cuando hablen de los malos momentos,
deben hablar también de los buenos.
- Deben desconectarse de las noticias, ya que pueden añadir la sensación de
que nada va bien. Incluso el exceso de conexión tecnológica puede
abrumar, por lo que hay que tratar de lograr espacios de desconexión.
 Tipos de Resiliencia

- Resiliencia individual: Es ese potencial humano que permite emerger de


una experiencia aplastante con cicatrices, pero fortalecidos/as.
- Resiliencia Familiar: La habilidad de una familiar resistir y rebotar de una
crisis y problemas persistentes.
- Resiliencia Social y comunitaria: En la que participa el contexto social con
sus factores protectores y/o vulnerables.

 Datos estadísticos

- “El sentido existencial el motor de resiliencia que le otorga al ser humano la


capacidad de superar la depresión”
- “La depresión es la causa silenciosa del suicidio, la cual es la segunda
causante principal de defunción entre jóvenes de 15 a 29 años” .
- “Una de las principales razones de suicidio del ser humano es la falta de
sentido existencial. el sentido existencial es lo que ata, según el psiquiatra,
al ser humano con la vida”.
estrategias a través de la investigación • Comunicación social y
abogacía
Describir las principales características que identifican el potencial de
resiliencia en niños y adolescentes. • Señalar la influencia que tienen
las acciones de padres y educadores en el potencial de resiliencia de
los niños. • Facilitar el análisis y la evaluación de las acciones de los
adultos como generadores de resiliencia.
Expectativas
# Describir la evolución de los principales anclajes psico-sociales de
las características de comportamiento resiliente, según el modo de
responder a las necesidades básicas de afecto, seguridad y
autonomía.
# Sugerir acciones que agentes de salud y educadores puedan
efectuar en cada etapa del desarrollo del niño y del adolescente,
para generar y fortalecer las características resilientes.
Frustraciones:
Genere factores Inmodificables que lleven al suicidio en jóvenes por
causas
 Genética  Sexo  Edad:  Adolescentes y adultos jóvenes  Edad
geriátrica  Estado civil  Situación laboral y económica  Creencias
religiosas  Apoyo social  Conducta suicida previa

Se consideran factores modificables aquellos sobres los que puede


actuarse activamente mediante el tratamiento clínico, y,
básicamente, se relacionan con circunstancias sociales, psicológicas
y psicopatológicas. Los factores inmodificables serían aquellos
asociados a las características del sujeto o de su grupo social de
pertenencia y no son susceptibles de modificación mediante la
actuación clínica.

DEFINICIÓN Y RECOMENDACIONES
La resiliencia ha sido definida como la capacidad para superar y salir
fortalecido de las adversidades. Esta capacidad es evolutiva y es
influenciada por factores protectivos, tanto personales como
ambientales. Si bien muchos de estos factores han sido
identificados, poco se sabe acerca de las complejas interacciones
entre ellos y la forma que contribuyen al desarrollo de la resiliencia.
La resiliencia se da cuando se sale transformado de una experiencia
dolorosa, es decir, cuando las adversidades y el estrés no provocan
un derrumbe emocional irreversible.
Momentos buenos y malos los tenemos todos. Es la ley de la vida.
La resiliencia se da cuando se sale transformado de una experiencia
dolorosa, es decir, cuando las adversidades y el estrés no provocan
un derrumbe emocional irreversible. Todas las personas tenemos
esta capacidad, pero tenemos que tener en cuenta que los adultos
podemos ayudar a nuestros niños y adolescentes a ser resilientes.
De hecho, es fundamental haber desarrollado esta habilidad al llegar
a la etapa de la adolescencia porque permitirá transitarla con mayor
armonía. Para tratar este concepto tomamos como punto de partida
la información del libro Educar las emociones de la Dra. Amanda
Céspedes (Chile).
Como señala la psiquiatra Céspedes, resiliente es "aquel niño nutrido
en el amor de sus padres que logra, gracias a ese amor, mantener
intacta su armonía emocional en un mundo donde acecha el estrés y
que algún día fue invitado por un loco soñador y poeta a imaginar
mundos posibles, a creer en la belleza del misterio y a conquistar la
verdadera libertad, que consiste en descubrir en su interior ese soplo
sutil llamado alma". Por lo tanto, ser resiliente depende en gran
medida de los otros. Los niños y adolescentes dependen de los
adultos, necesitan el amor de sus padres.

En ese orden, cuando los hijos llegan a la adolescencia y sufren


alguna adversidad:
1. Hay que fomentar que hablen con sus amigos y/o con sus padres y
expresen sus opiniones, incluso si no opinan lo mismo que los demás.
Expresarse hace bien.
2. Las emociones en la adolescencia pueden verse alteradas por las
hormonas y los cambios físicos. La incertidumbre en una tragedia o trauma
puede hacer que estos cambios parezcan más extremos. Por eso, a veces
los padres deben tomarse un respiro y ser menos exigentes.
3. En el hogar no debe haber estrés y ansiedad. La habitación o la casa debe
ser una "zona de tranquilidad". Igualmente, deben entender que si algo
grave acaba de suceder, los padres van a querer compartir momentos
juntos, pero respetando aquellos en que el joven está dispuesto a hacerlo.
4. En períodos de mucho estrés, deben planificar una rutina y cumplirla, ya
que las rutinas son básicas para que las personas se sientan bien.
5. Es necesario que los jóvenes duerman correctamente, además de
alimentarse bien y cuidar su físico. Si esto no se cumple, pueden estar
malhumorados y nerviosos en los momentos que necesitan estar
animados.
6. Pueden cumplir sus metas, incluso en medio de una tragedia. Los malos
momentos descontrolan, pero si toman acciones decisivas (si tienen
iniciativa), pueden recuperarse. Tener metas, ayuda siempre a recuperarse,
porque hay algo por lo que queremos luchar.
7. A algunas personas les cuesta expresarse, pero hay que buscar la manera
de hacerlo, ya sea escribir en un diario o recurrir al arte como medio de
expresión. Si los jóvenes no hablan, animarlos a buscar otra forma de
expresión.
8. Pueden ayudar a los demás para liberar la mente. Cuidar mascotas o a un
hermano o sobrino puede ser una buena "terapia".
9. Deben ayudar a los hijos a poner las cosas en perspectiva. A la larga, los
malos momentos se superan. Por eso, si se preocupan porque piensan que
no van a poder seguir adelante, deben recordar algún momento de estrés
que fue superado. Sería bueno que aprendan técnicas de relajación, por
ejemplo, pueden pensar en una canción especial durante los momentos de
estrés o respirar profundamente. Cuando hablen de los malos momentos,
deben hablar también de los buenos.
10. Deben desconectarse de las noticias, ya que pueden añadir la sensación de
que nada va bien. Incluso el exceso de conexión tecnológica puede
abrumar, por lo que hay que tratar de lograr espacios de desconexión.

Ejemplo: RESILIENCIA es la capacidad de una persona, un hogar, una


comunidad, un país o una región de convivir, adaptarse o recuperarse
rápidamente de crisis y presiones. Piensa en una goma elástica y en la capacidad
que tiene de ser deformada y recuperar después su forma
En el Sahel, uno de los epicentros mundiales del hambre, 11 millones de personas
viven amenazadas por la falta de alimentos. El Sahel es una franja semidesértica
de oeste a este al sur del Sáhara, cada año durante la estación del hambre, entre
junio y septiembre, mueren más de un millón de niños fruto de su consecuencia
más extrema, la desnutrición aguda. En el Sahel, y en otros muchos lugares del
mundo, la RESILIENCIA puede ser la clave para erradicar el hambre.

ESTUDIOS RESILIENCIA
Si bien el estudio de la resiliencia ha generado un interés importante en los últimos
años, aún hoy en día resulta difícil definir este concepto. La literatura acerca de la
teoría y la investigación en esta materia permite ver que no existe propiamente un
consenso en las definiciones de este concepto y que hay grandes variaciones en
la operación y medición de sus elementos centrales o dimensiones.
El vocablo resiliencia tiene su origen en el latín, en el término resilio, que significa
“volver atrás”, “volver de un salto”, “resaltar”, “rebotar”. Según Kotliarenco,
Cáceres y Fontenilla (1997), se trata de un concepto originalmente utilizado en la
física y en la ingeniería que se refiere a la capacidad de un material para recobrar
su forma original después de someterse a una presión deformadora. En la
Enciclopedia de la Real Academia Española se define resiliencia como “la
resistencia de un cuerpo a la rotura por golpe”.
En inglés, el concepto resilience define la tendencia de un cuerpo para volver a su
estado original, a su capacidad de recuperación. De acuerdo con Becoña (2003),
el término resiliencia fue adoptado en las ciencias sociales, particularmente en las
ciencias de la conducta, para referirse a aquellas personas que logran enfrentar
exitosamente el estrés y las condiciones de vida adversas.
Algunos autores (Rutter y Rutter, 1992; Ramundo, 2001; Silva, 1999; Soriano,
1996; Bernard, 1995; Masten, 2001) se refieren a la resiliencia, en términos
generales, como la capacidad de afrontar de manera positiva situaciones adversas
y transformarlas constructivamente. Para Garmezy (1993) es el proceso de o la
capacidad para alcanzar una adaptación exitosa a pesar de las circunstancias
desafiantes o amenazadoras. De acuerdo con estos autores se puede considerar
a la resiliencia funcionalmente equivalente a la invulnerabilidad, la resistencia al
estrés y la adversidad. Para Mangham (1995), la resiliencia, además de describir
la habilidad para controlar de manera significativa la adversidad o el estrés, puede
resultar en un incremento de habilidades para responder a adversidades futuras.
El programa de la Universidad Estatal de California implementado por Soriano
(1996) define a la resiliencia como la habilidad para reencontrar una condición
previa a la aplicación de un estresor dado o a la experiencia de un evento
traumático.
Según Vanistendael (1995), la resiliencia es la capacidad de una persona o de un
sistema social de vivir bien y desarrollarse positivamente a pesar de las
condiciones de vida difíciles. Distingue dos componentes: la resistencia frente a la
posibilidad de destrucción o sea, la capacidad de proteger la propia identidad bajo
presión y la capacidad de construir un estilo de vida positivo pese a circunstancias
difíciles.
Luthar y Cicchetti (2000, 2004), por su parte, definen la resiliencia como un
proceso dinámico que tiene como resultado la adaptación positiva en contextos de
gran adversidad. Esta definición considera tres componentes esenciales de la
resiliencia, a saber: la noción de adversidad, la adaptación positiva o superación
de la adversidad y la dinámica entre mecanismos emocionales, cognitivos y
socioculturales que influyen sobre el desarrollo humano.
De acuerdo con Melillo y Suárez (2001), el concepto de resiliencia surge del
fracaso de las predicciones de los modelos de riesgo, pero las explicaciones o
respuestas que aporta para dar cuenta de los resultados inesperados no
pertenecen en general al ámbito de las ciencias naturales.
Finalmente Olson y cols. (2003) definen la resiliencia como un resultado de
patrones particulares de conductas funcionales a pesar de la exposición al riesgo.
Para estos autores se trata de un proceso dinámico de adaptación en un medio de
riesgo que involucra la interacción entre los factores de protección y riesgo del
sujeto.
Aunque la mayoría de estos autores consideran que estas habilidades son el
resultado de diversos elementos que se conjugan durante la infancia del niño la
inteligencia, el temperamento, el locus de control interno, la familia y la comunidad
en que le ha tocado vivir (particularmente en lo que se refiere a su educación y a
los apoyos sociales con que pueda contar) y, por otro lado, la exposición al riesgo
y a la adversidad a lo largo de la infancia, sigue sin haber un claro consenso con
respecto a si la resiliencia es un conjunto de rasgos de personalidad o un patrón
de conducta que se manifiesta ante circunstancias de riesgo específicas.
Un problema que se deriva de esta falta de claridad con respecto al concepto que
aquí nos interesa es el de la evaluación. De hecho, la resiliencia ha sido evaluada
de distintas maneras. Las investigaciones precursoras sobre resiliencia fueron, por
lo general, estudios longitudinales, transculturales, de desarrollo y vida media,
sobre niños y niñas que nacieron en familias de alto riesgo, cuyos padres eran
enfermos mentales, alcohólicos o delincuentes, en comunidades de extrema
pobreza o en zonas de guerra (Werner y Smith, 1989; Cyrulnik, 2001). Un dato
relevante que han mostrado estos estudios es que al menos 50% y en ocasiones
hasta 70% de los jóvenes que crecieron en condiciones de alto riesgo llegaron a
tener habilidades sociales adecuadas para su medio, no obstante que estuvieron
expuestos a una presión severa. Estos estudios permitieron identificar algunas
características de estos jóvenes “resilientes” y arrojaron luz sobre aspectos
centrales de su ambiente familiar, escolar y de la comunidad, que promovieron la
manifestación de su capacidad resiliente.
Murphy (cit. en Werner, 1989), uno de los pioneros en el estudio de la
vulnerabilidad y las habilidades de afrontamiento de la población infantil, con su
estudio The widening world of childhood, aportó una serie de lineamientos que han
resultado útiles para entender cómo se constituye la resiliencia ante los factores y
eventos estresores. Si bien en éstos y otros trabajos pioneros se tendía a utilizar el
concepto de resiliencia como equivalente a “invulnerabilidad”, más adelante se
estableció una distinción entre ambos, quedando circunscrito el uso de la noción
de invulnerabilidad principalmente al campo de la psicopatología.
Rutter (1993) señala que el interés en el estudio de la resiliencia tiene
aproximadamente tres décadas y proviene principalmente de tres áreas de
investigación: 1) con poblaciones de alto riesgo, particularmente referida a
enfermedades mentales, 2) en los estudios sobre temperamento, y 3) en la
observación de las diferencias individuales para enfrentar situaciones específicas
de la vida.
Becoña (2002), por su parte, afirma que en el campo de las adicciones, la
utilización del concepto de resiliencia ha surgido a partir de las observaciones de
personas dedicadas a la aplicación de intervenciones preventivas con familias y
comunidades, así como de los hallazgos de distintos estudios empíricos, estudios
etiológicos sobre el estrés y el afrontamiento con de privación severa, como es el
caso de los supervivientes de guerras y catástrofes, de estudios longitudinales
sobre el curso de eventos estresantes a lo largo de la vida del niño, de
investigaciones específicas sobre recursos y programas orientados a familias con
problemas, cuyo objetivo es mejorar la capacidad para solucionar sus problemas
más que depender de otros para solucionarlos.
Blum (1998) habla de dos grandes áreas en las que se ha estudiado la resiliencia
en los adolescentes: 1) una investigación de resultados psicosociales en
poblaciones de jóvenes bajo un ambiente de riesgos específicos y 2) una
investigación de mecanismos protectores significativos en el proceso de
adaptación exitosa. Aunque cada área proporciona una perspectiva útil al plantear
cuáles son los diferentes elementos del constructo y, además, sugiere diferentes
abordajes para su medición, este autor señala que surge una gran confusión
cuando los resultados de la adaptación y el proceso de la adaptación son usados
intercambiablemente para describir la resiliencia, ya que ésta puede ser descrita
como un resultado generalmente planteado en términos de salud mental,
capacidad funcional y competencia social ante un ambiente de riesgo, o como un
proceso de adaptación ante un ambiente de riesgo en donde interactúa una serie
de factores de riesgo y protección que pueden ir desde lo individual hasta lo social.
En el terreno del consumo de drogas existe una extensa gama de estudios
empíricos extranjeros (Hawkins y Catalano, 1992) y de instrumentos de medición
que han permitido identificar los factores de riesgo y protección más importantes
asociados con esta conducta (Mrazek y Mrazek, 1987; Jew, Green y Kroger,
1999); sin embargo, existen pocos estudios nacionales (Rodríguez y Pérez, 2002)
que identifiquen las características individuales y del medio que permiten a los
jóvenes mexicanos tener un resultado resiliente en términos de mantenerse libres
de adicciones, aun estando en situación de alto riesgo para el consumo de drogas,
lo que, además, ha derivado en una producción limitada de instrumentos de
medición para esta población. De ahí el interés de Centros de Integración Juvenil,
A. C. por desarrollar un estudio que permita conocer las características del joven
mexicano que, no obstante encontrarse en situación de alto riesgo para el
consumo de drogas, puede evitar el desarrollo de este tipo de conductas. Hoy en
día, cuando la labor preventiva está encaminada al fortalecimiento de los factores
protectores con que cuentan los individuos incluso en las circunstancias más
adversas, el conocimiento de estas características podrá contribuir al
enriquecimiento de los programas preventivos dirigidos a este sector de la
población.

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