Resiliencia Juvenil
Resiliencia Juvenil
Resiliencia Juvenil
¿Qué es resiliencia?
La resiliencia es la capacidad que tiene una persona o un grupo de recuperarse
frente a la adversidad para seguir proyectando el futuro. En ocasiones, las
circunstancias difíciles o los traumas permiten desarrollar recursos que se
encontraban latentes y que el individuo desconocía hasta el momento.
El análisis de la psicología respecto a la resiliencia ha cambiado con los años.
Durante mucho tiempo, este tipo de respuestas eran consideradas como inusuales
o patológicas. Sin embargo, los psicólogos actuales reconocen que se trata de una
respuesta común como forma de ajuste frente a la adversidad.
Educar en la resiliencia
Se sabe que un niño con buena autoestima se transformará en un adulto con
buena capacidad de resiliencia, por lo que estará preparado para superar los
obstáculos que encuentre a lo largo de su vida.
Es importante que a los niños se les guíe durante su primera etapa de vida de
forma eficiente, a fin de que desarrollen una forma constructiva de enfrentarse a la
vida; que se los motive positivamente para que puedan enfrentarse a las diversas
situaciones que pudieran anteponerse en su camino y consigan sobrellevarlas sin
sufrir un daño profundo.
Todos los padres deberían ser conscientes de que la felicidad de sus hijos no será
algo provocado por la casualidad o la buena suerte; nada más lejos de la realidad.
Una de las mayores responsabilidades de los padres es poner a disposición de
sus hijos una serie de herramientas positivas que ayuden a la formación de un
nivel alto de resiliencia frente a los problemas; para ello es ideal brindarles
comprensión, optimismo, buen humor, afecto y ayudarlos a aceptarse y confiar en
ellos mismos. Por el contrario, aquellos niños que son maltratados, humillados o
incomprendidos son menos propensos a conseguir enfrentarse sanamente a los
conflictos.
Datos estadísticos
DEFINICIÓN Y RECOMENDACIONES
La resiliencia ha sido definida como la capacidad para superar y salir
fortalecido de las adversidades. Esta capacidad es evolutiva y es
influenciada por factores protectivos, tanto personales como
ambientales. Si bien muchos de estos factores han sido
identificados, poco se sabe acerca de las complejas interacciones
entre ellos y la forma que contribuyen al desarrollo de la resiliencia.
La resiliencia se da cuando se sale transformado de una experiencia
dolorosa, es decir, cuando las adversidades y el estrés no provocan
un derrumbe emocional irreversible.
Momentos buenos y malos los tenemos todos. Es la ley de la vida.
La resiliencia se da cuando se sale transformado de una experiencia
dolorosa, es decir, cuando las adversidades y el estrés no provocan
un derrumbe emocional irreversible. Todas las personas tenemos
esta capacidad, pero tenemos que tener en cuenta que los adultos
podemos ayudar a nuestros niños y adolescentes a ser resilientes.
De hecho, es fundamental haber desarrollado esta habilidad al llegar
a la etapa de la adolescencia porque permitirá transitarla con mayor
armonía. Para tratar este concepto tomamos como punto de partida
la información del libro Educar las emociones de la Dra. Amanda
Céspedes (Chile).
Como señala la psiquiatra Céspedes, resiliente es "aquel niño nutrido
en el amor de sus padres que logra, gracias a ese amor, mantener
intacta su armonía emocional en un mundo donde acecha el estrés y
que algún día fue invitado por un loco soñador y poeta a imaginar
mundos posibles, a creer en la belleza del misterio y a conquistar la
verdadera libertad, que consiste en descubrir en su interior ese soplo
sutil llamado alma". Por lo tanto, ser resiliente depende en gran
medida de los otros. Los niños y adolescentes dependen de los
adultos, necesitan el amor de sus padres.
ESTUDIOS RESILIENCIA
Si bien el estudio de la resiliencia ha generado un interés importante en los últimos
años, aún hoy en día resulta difícil definir este concepto. La literatura acerca de la
teoría y la investigación en esta materia permite ver que no existe propiamente un
consenso en las definiciones de este concepto y que hay grandes variaciones en
la operación y medición de sus elementos centrales o dimensiones.
El vocablo resiliencia tiene su origen en el latín, en el término resilio, que significa
“volver atrás”, “volver de un salto”, “resaltar”, “rebotar”. Según Kotliarenco,
Cáceres y Fontenilla (1997), se trata de un concepto originalmente utilizado en la
física y en la ingeniería que se refiere a la capacidad de un material para recobrar
su forma original después de someterse a una presión deformadora. En la
Enciclopedia de la Real Academia Española se define resiliencia como “la
resistencia de un cuerpo a la rotura por golpe”.
En inglés, el concepto resilience define la tendencia de un cuerpo para volver a su
estado original, a su capacidad de recuperación. De acuerdo con Becoña (2003),
el término resiliencia fue adoptado en las ciencias sociales, particularmente en las
ciencias de la conducta, para referirse a aquellas personas que logran enfrentar
exitosamente el estrés y las condiciones de vida adversas.
Algunos autores (Rutter y Rutter, 1992; Ramundo, 2001; Silva, 1999; Soriano,
1996; Bernard, 1995; Masten, 2001) se refieren a la resiliencia, en términos
generales, como la capacidad de afrontar de manera positiva situaciones adversas
y transformarlas constructivamente. Para Garmezy (1993) es el proceso de o la
capacidad para alcanzar una adaptación exitosa a pesar de las circunstancias
desafiantes o amenazadoras. De acuerdo con estos autores se puede considerar
a la resiliencia funcionalmente equivalente a la invulnerabilidad, la resistencia al
estrés y la adversidad. Para Mangham (1995), la resiliencia, además de describir
la habilidad para controlar de manera significativa la adversidad o el estrés, puede
resultar en un incremento de habilidades para responder a adversidades futuras.
El programa de la Universidad Estatal de California implementado por Soriano
(1996) define a la resiliencia como la habilidad para reencontrar una condición
previa a la aplicación de un estresor dado o a la experiencia de un evento
traumático.
Según Vanistendael (1995), la resiliencia es la capacidad de una persona o de un
sistema social de vivir bien y desarrollarse positivamente a pesar de las
condiciones de vida difíciles. Distingue dos componentes: la resistencia frente a la
posibilidad de destrucción o sea, la capacidad de proteger la propia identidad bajo
presión y la capacidad de construir un estilo de vida positivo pese a circunstancias
difíciles.
Luthar y Cicchetti (2000, 2004), por su parte, definen la resiliencia como un
proceso dinámico que tiene como resultado la adaptación positiva en contextos de
gran adversidad. Esta definición considera tres componentes esenciales de la
resiliencia, a saber: la noción de adversidad, la adaptación positiva o superación
de la adversidad y la dinámica entre mecanismos emocionales, cognitivos y
socioculturales que influyen sobre el desarrollo humano.
De acuerdo con Melillo y Suárez (2001), el concepto de resiliencia surge del
fracaso de las predicciones de los modelos de riesgo, pero las explicaciones o
respuestas que aporta para dar cuenta de los resultados inesperados no
pertenecen en general al ámbito de las ciencias naturales.
Finalmente Olson y cols. (2003) definen la resiliencia como un resultado de
patrones particulares de conductas funcionales a pesar de la exposición al riesgo.
Para estos autores se trata de un proceso dinámico de adaptación en un medio de
riesgo que involucra la interacción entre los factores de protección y riesgo del
sujeto.
Aunque la mayoría de estos autores consideran que estas habilidades son el
resultado de diversos elementos que se conjugan durante la infancia del niño la
inteligencia, el temperamento, el locus de control interno, la familia y la comunidad
en que le ha tocado vivir (particularmente en lo que se refiere a su educación y a
los apoyos sociales con que pueda contar) y, por otro lado, la exposición al riesgo
y a la adversidad a lo largo de la infancia, sigue sin haber un claro consenso con
respecto a si la resiliencia es un conjunto de rasgos de personalidad o un patrón
de conducta que se manifiesta ante circunstancias de riesgo específicas.
Un problema que se deriva de esta falta de claridad con respecto al concepto que
aquí nos interesa es el de la evaluación. De hecho, la resiliencia ha sido evaluada
de distintas maneras. Las investigaciones precursoras sobre resiliencia fueron, por
lo general, estudios longitudinales, transculturales, de desarrollo y vida media,
sobre niños y niñas que nacieron en familias de alto riesgo, cuyos padres eran
enfermos mentales, alcohólicos o delincuentes, en comunidades de extrema
pobreza o en zonas de guerra (Werner y Smith, 1989; Cyrulnik, 2001). Un dato
relevante que han mostrado estos estudios es que al menos 50% y en ocasiones
hasta 70% de los jóvenes que crecieron en condiciones de alto riesgo llegaron a
tener habilidades sociales adecuadas para su medio, no obstante que estuvieron
expuestos a una presión severa. Estos estudios permitieron identificar algunas
características de estos jóvenes “resilientes” y arrojaron luz sobre aspectos
centrales de su ambiente familiar, escolar y de la comunidad, que promovieron la
manifestación de su capacidad resiliente.
Murphy (cit. en Werner, 1989), uno de los pioneros en el estudio de la
vulnerabilidad y las habilidades de afrontamiento de la población infantil, con su
estudio The widening world of childhood, aportó una serie de lineamientos que han
resultado útiles para entender cómo se constituye la resiliencia ante los factores y
eventos estresores. Si bien en éstos y otros trabajos pioneros se tendía a utilizar el
concepto de resiliencia como equivalente a “invulnerabilidad”, más adelante se
estableció una distinción entre ambos, quedando circunscrito el uso de la noción
de invulnerabilidad principalmente al campo de la psicopatología.
Rutter (1993) señala que el interés en el estudio de la resiliencia tiene
aproximadamente tres décadas y proviene principalmente de tres áreas de
investigación: 1) con poblaciones de alto riesgo, particularmente referida a
enfermedades mentales, 2) en los estudios sobre temperamento, y 3) en la
observación de las diferencias individuales para enfrentar situaciones específicas
de la vida.
Becoña (2002), por su parte, afirma que en el campo de las adicciones, la
utilización del concepto de resiliencia ha surgido a partir de las observaciones de
personas dedicadas a la aplicación de intervenciones preventivas con familias y
comunidades, así como de los hallazgos de distintos estudios empíricos, estudios
etiológicos sobre el estrés y el afrontamiento con de privación severa, como es el
caso de los supervivientes de guerras y catástrofes, de estudios longitudinales
sobre el curso de eventos estresantes a lo largo de la vida del niño, de
investigaciones específicas sobre recursos y programas orientados a familias con
problemas, cuyo objetivo es mejorar la capacidad para solucionar sus problemas
más que depender de otros para solucionarlos.
Blum (1998) habla de dos grandes áreas en las que se ha estudiado la resiliencia
en los adolescentes: 1) una investigación de resultados psicosociales en
poblaciones de jóvenes bajo un ambiente de riesgos específicos y 2) una
investigación de mecanismos protectores significativos en el proceso de
adaptación exitosa. Aunque cada área proporciona una perspectiva útil al plantear
cuáles son los diferentes elementos del constructo y, además, sugiere diferentes
abordajes para su medición, este autor señala que surge una gran confusión
cuando los resultados de la adaptación y el proceso de la adaptación son usados
intercambiablemente para describir la resiliencia, ya que ésta puede ser descrita
como un resultado generalmente planteado en términos de salud mental,
capacidad funcional y competencia social ante un ambiente de riesgo, o como un
proceso de adaptación ante un ambiente de riesgo en donde interactúa una serie
de factores de riesgo y protección que pueden ir desde lo individual hasta lo social.
En el terreno del consumo de drogas existe una extensa gama de estudios
empíricos extranjeros (Hawkins y Catalano, 1992) y de instrumentos de medición
que han permitido identificar los factores de riesgo y protección más importantes
asociados con esta conducta (Mrazek y Mrazek, 1987; Jew, Green y Kroger,
1999); sin embargo, existen pocos estudios nacionales (Rodríguez y Pérez, 2002)
que identifiquen las características individuales y del medio que permiten a los
jóvenes mexicanos tener un resultado resiliente en términos de mantenerse libres
de adicciones, aun estando en situación de alto riesgo para el consumo de drogas,
lo que, además, ha derivado en una producción limitada de instrumentos de
medición para esta población. De ahí el interés de Centros de Integración Juvenil,
A. C. por desarrollar un estudio que permita conocer las características del joven
mexicano que, no obstante encontrarse en situación de alto riesgo para el
consumo de drogas, puede evitar el desarrollo de este tipo de conductas. Hoy en
día, cuando la labor preventiva está encaminada al fortalecimiento de los factores
protectores con que cuentan los individuos incluso en las circunstancias más
adversas, el conocimiento de estas características podrá contribuir al
enriquecimiento de los programas preventivos dirigidos a este sector de la
población.