La Práctica Psicomotriz

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La Práctica Psicomotriz, PPA, creada por el profesor Bernard Aucouturier, es un método que

tiene por objetivo la maduración psicológica del niño y niña a través de la vía motriz. La
práctica psicomotriz favorece el desarrollo armónico de la persona porque acompaña los
procesos de crecimiento y de desarrollo de la identidad; utiliza el juego espontáneo, el
movimiento, la acción y la representación ya que a través del placer de la acción el niño y la
niña descubren y conquistan el mundo, expresan sus emociones, su vida afectiva profunda y
su mundo de fantasía.
Para cumplir estos objetivos la Práctica Psicomotriz, propone una metodología basada en una
pedagogía de espacios y tiempos que permite al niño realizar este proceso en un marco
concreto que es la sala de psicomotricidad. Esta, es un espacio rico, variado y lleno de color,
con la presencia de un adulto atento que acoge y contiene las producciones de los niños y las
niñas, sus dificultades, sus miedos, sus descubrimientos, su deseo, su placer y sus emociones,
acompañándole en su proceso de maduración. El especialista en Práctica Psicomotriz se
prepara durante todo el proceso de formación para observar, acoger y "dar sentido" a la
expresividad motriz del niño/a con el fin de ofrecer respuestas adecuadas a sus necesidades
profundas.
La formación del psicomotricista se estructura en 3 ejes de formación:
• Formación teórica
• Formación práctica
• Formación personal por vía corporal.
Estos tres ejes constituyen un sistema: se completan y enriquecen entre sí.

Formación Teórica: Consiste en profundizar sobre los fundamentos de la Práctica Psicomotriz


y las teorías del desarrollo madurativo infantil normal y patológico: estructura motriz,
psicoafectiva y cognitiva. A través de esta formación se comprende la Práctica Psicomotriz en
su marco teórico y se construye una base psicopedagógica que permite a los estudiantes
analizar e integrar los conceptos necesarios para la comprensión de la expresividad motriz.

Formación Práctica: La formación práctica es lo que da sentido a todo el proceso


de formación, articulando vivencias y conceptos. A través la p´ractica en sala de
psicomotricidad, analisis de videos, observaciones directas, análisis de casos, el
psicomotricista pondrá en práctica las actitudes, los procedimientos y los conceptos
trabajados en su formación teórica.

Formación personal: En la formación personal se desarrollan las actitudes necesarias para


estar en la sala de psicomotricidad con el niño y ofrecerle una calidad de relación que
favorezca su maduración psicólogica. Es un proceso formativo que facilita la escucha del otro,
a partir de la disponibilidad personal. En un itinerario parecido al que vive el niño en la sala
de psicomotricidad, en la formación personal se proponen dinámicas que movilizan las
emociones y que se representan en distintos niveles de simbolización. Este proceso pasa
básicamente por la vía corporal, por medio de situaciones de grupo, de pareja, trinomios e
individuales, seguidas de momentos de reflexión personal y colectiva.

Datos del autor.

José Ángel Rodríguez Ribas es Licenciado en Medicina,


DEA y Doctor en Psiquiatría (USE). Psicoanalista (Miembro de
y de Psicoanálisis (AMP. París)), Psicomotricista y Formador
en Práctica Psicomotriz (ASEFOP. Bruselas). Educador,
terapeuta clínico y docente desde hace más de veinticinco
años, es Formador en /ASEFOP de Barcelona y profesor de de
Ciencias de (Universidad de Wales/EADE.Málaga) donde
imparte materias relacionadas con la psicomotricidad.
Asimismo es Director del Experto Universitario en Desarrollo
Psicomotor de la Universidad Isabel 1ª (MEDAC. Málaga),
Codirector del curso: Psicoanálisis y Sociedad
Contemporánea (CFP/USE) e investigador del Grupo: Sujeto,
sufrimiento y sociedad (HUM. 018. USE).
Miembro APP, AEC, AEH X-XI, Asociación de Estudios
Heideggerianos, Asociación Española de Neuropsiquiatría
(AEN) y de CORPUS, también es miembro de de Revistas
como Desenvolupa, Haser, Differenz y Entrelíneas.
Ha impartido numerosas conferencias, talleres y seminarios
por España y el extranjero; y publicado artículos sobre la
práctica psicomotriz –en relación con el psicoanálisis-
orientada especialmente al ámbito de la psicopatología y
Salud Mental en adolescentes y adultos.
Recientemente acaba de publicar un texto titulado: “La
práctica psicomotriz en el tratamiento psíquico” (Ed.
Octaedro. BCN, 2013).
Datos de contacto: [email protected]; http://jrribas.blogspot.com.es/

Resumen

Es bien conocido que la manera de comprender el cuerpo y


la psicomotricidad misma, sufrió una mutación importante
sobre los años 70 del pasado siglo, a partir del encuentro de
los profesores A. Lapierre y B. Aucouturier en el seno de
dando lugar al fructífero trabajo desarrollado por ambos. Ya
desde sus primeras obras conjuntas, la adscripción de la
psicomotricidad vivenciada y relacional al paradigma
psicoanalítico, sentaría las bases de una nueva manera de
concebir la relación entre el cuerpo y el inconsciente,
modificando las bases psicopedagógicas y terapéuticas de la
intervención psicomotriz sobre las diversas producciones
expresivas: motrices, pulsionales, fantasmáticas y
representativas. Dicho mérito, no se redujo simplemente a
aproximar la perspectiva psicodinámica a lo atinente al
cuerpo y al juego sino que, a su vez, permitió ofrecer a los
propios psicoanalistas postulados que posteriormente
resultarían decisivos en su teorización y práctica terapéutica.
Al punto que, actualmente y en numerosos centros
-especialmente en Atención Temprana y Salud Mental Infantil-
ambas disciplinas trabajan conjuntamente y en red, haciendo
notar sus efectos sobre el aprendizaje y el sufrimiento
subjetivo.
Por todo ello, creemos que el mejor homenaje que podemos
rendir a ambos autores, especialmente al Prof. Bernard
Aucouturier (BA) en este caso, sea intentar una sinopsis de lo
que ha constituido la evolución psicodinámica y conceptual de
(PP), a lo largo de sus años de enseñanza.

Palabras Clave.

Psicomotricidad vivenciada. Psicomotricidad relacional.


Psicoanálisis. Fantasmas, Engramas y Esquemas de acción. A.
Lapierre. B. Aucouturier. S. Freud. J. Lacan. Globalidad
somatopsíquica. Pulsionalidad motriz. Transferencia y
resonancias tónico-afectivas. Angustias arcaicas. Esquema
corporal inconsciente.

Abstract.

It is a well-known fact that the way to understand the


human body and its psychomotricity (i.e. the motor skills of
the body) suffered a major change during the seventies of the
past century, this was due to a meeting between the
renowned professors A. Lapierre and B. Aucouturier in the
bosom of the SFERP, which resulted in a fruitful research
carried out by both. Since their early joint research, the
secondment of experienced and relational psychomotricity in
the psychoanalytic paradigm would lay the foundations of a
new way of conceiving the relation between the body and the
unconscious by modifying the therapeutic and psycho-
pedagogical bases on different of the psychomotor
intervention over the diverse expressive productions:
motrices, pulsionales, fantasmáticas y representativas. The
said merit would not be simplified to approximating the
psychodynamic perspective to the body and the game's
pertains, instead it would permit future postulate
psychoanalysts to use this research in theoretical and
pragmatical therapy. To the extent that at present, numerous
institutions (specially in the Early Age Attention and Child
mental Health centres) make use of both disciplines which
carry out a study over the effects on learning and subjective
suffering. This is why we believe that the best tribute which
we can pay to both authors, specially to Prof. Bernard
Aucouturier (BA) in this case, is to attempt a synopsis of what
has been the psychodynamic and conceptual evolution of
Psychomotor Practice (PP) throughout their years of teaching.

Keywords.

Experienced psychomotricity. Relational psychomotricity.


Psychoanalysis. Ghosts, engrams and action schemes. A.
Lapierre. B. Aucouturier. S. Freud. J. Lacan. Global
somatopsiquica. Motor Pulsionalidad. Transfer and tonico-
afectivas resonances. Archaic anxieties. Unconscious body
scheme.

1.- Ejes convergentes.

El hecho de plantearnos volver a pensar y valorar los


fundamentos psicoanalíticos[i] de es un tema que
consideramos de enorme interés dado que nos retrotrae por
un lado, a las bases mismas que sustentan nuestra teorización
y clínica y por otro, porque nos permite ajustar una semántica
moderadamente compartida de los conceptos específicamente
aucouturianos.
Ni el cuerpo de hoy en día, ni sus manifestaciones
expresivas, ni los requerimientos sociales al niño.a, ni
siquiera, las alternativas terapéuticas ofertadas actualmente
son las mismas que el tiempo en que nació la psicomotricidad,
allá con Dupré o la década de los 70.s, cuando germinó lo que
vino en denominarse una psicomotricidad vivenciada.
Digamos que habitamos un tiempo que bien podríamos definir
como postlapierriano y postaucouturiano (Rodríguez Ribas,
2013): por lo que una permanente labor de reactualización, de
rigor, pero también de difusión nos es permanentemente
requerida[ii].
¿Dónde radicaría, para nosotros y en última instancia, la
concepción inaugural de lo que terminó siendo un cambio de
paradigma, una ruptura epistémica, en la manera de entender
la psicomotricidad de hasta entonces?. Sostenemos que al
igual que anteriormente sucedió con S. Freud, la podemos
encontrar en el intento de superar la lectura de una
fenomenología corporal desde una razón meramente
neuromotriz o psicopedagógica, hasta elevarla a planos donde
la expresividad particular quedara subjetivamente implicada.
Es desde ahí, donde podemos reconocer algunas de sus más
genuinas aportaciones y originalidad.
Con lo que, a renglón seguido y a fin de sostener esta tesis,
deberemos indagar cuales han sido los nexos que fueron
implantándose entre el psicoanálisis y esta psicomotricidad,
psicoanalíticamente orientada[iii].
A nuestro juicio, hemos encontrado varios. Resumiendo
rápidamente: primero, el hecho de compartir una similar
concepción de la subjetividad parlante, sexuada y mortal
humana entendida esta como deseante y pulsional a partir de
lo que del universo simbólico pudo inscribirse, dando como
resultado la humanización de un cuerpo: es decir, el
inconsciente, sus afectos, sus fenómenos y acontecimientos.
En segundo lugar y de no menor importancia, la operación
que consistió en equiparar la actividad motriz espontánea de
los niños[iv], el juego espontáneo, a la inferida por el propio
Freud[v] a través de la asociación libre. Y por último, la
asimilación del fort-da freudiano, del juego del carretel, a los
juegos de seguridad profunda aucouturianos (llenar-vaciar,
entrar-salir, atrapar-escapar, mater-sacar…), es decir:
plantear la acción y la actividad corporal como condiciones de
posibilidad para la constitución de los primeros “ladrillos”
simbólicos, la materialidad significante, aquellos elementos
que siendo tomados del Lenguaje en su función estructurante,
constituyen la radical singularidad de una historia y de un
cuerpo (su imagen corporal, también única e irrepetible). De
ahí que si seguimos el conocido aforismo lacaniano: “el
inconsciente está estructurado como un lenguaje” (Lacan, J.,
1990) podremos afirmar de manera decidida que el cuerpo
mismo, está estructurado como un lenguaje (Rodríguez Ribas,
2011).
A estas iniciales conexiones fundantes, habrán de sumarse
algunas otras: la concepción global del sujeto (como la
continua, aunque siempre provisional, interrelación entre las
esferas afectivas, cognitivas, sociales y neuromotrices de la
persona), lo que conlleva la ausencia de una totalidad
corporal y más aún, la falta de una relación directa causa-
efecto en lo que al cuerpo de la subjetividad compete [vi] ; a lo
anterior habrá de añadirse el tratamiento dado a la
pulsionalidad motriz, lo inseparable de la acción y la dicción
(hechos y dichos) del sujeto como caras de una misma
moneda, la importancia dada a la experiencia y la vivencia
como factores de acceso a una identidad definida, y todo ello
enmarcado en la aguda escucha y observación de la
fenomenología expresiva e inconsciente que mostraron dichos
autores, a la hora de ajustarse e intervenir sobre las
producciones infantiles.
No en vano en las escasas ocasiones que el mismo B.
Aucouturier dió cuenta de sus propias referencias se refirió a
sí mismo como freudiano. Siendo algunas de sus fuentes
inspiradoras las provenientes del movimiento postfreudiano
francés: D. Anzieu, B. Golse, R. Kaes, Laplanche y Pontalis, G.
Haag, G. Mendel, S. Tisseron, P. Marty, S. Lebovici, B. Gibello,
F. Tustin, D. Meltzer, B. Bettelheim, Sapir…sin desdeñar en
absoluto las influencias kleinianas, annafreudianas o las
lacanianas.
Veamos, entonces, como fueron evolucionando los
conceptos psicoanalíticos aucouturianos a la hora de articular
los pilares teóricos y aplicados a la educación y la ayuda, de lo
que más tarde se denominaría Práctica Psicomotriz
Aucouturier. Para ello, hemos extractado no menos de 30
seminarios y conferencias, en su mayoría no publicadas ni
establecidas por el Prof. Aucouturier, que abarcan el periodo
transcurrido desde el año 1990 hasta el 2008. Sin embargo, al
analizar cada concepto en su particularidad, sí que hemos
tenido en cuenta los diversos textos publicados.

2.-Evolución conceptual.

El Prof. B. Aucouturier en determinado momento de su


obra (Aucouturier, Darrault y Empinet, 1985: 20-21), al tratar
de dar cuenta de su itinerario profesional, describe cierto
número de etapas por las que pudo transitar. La primera
consistió en una etapa Educativa, propuesta por Le Boulch y
Vayer: toda práctica corporal solo puede concebirse partiendo
de la estructuración del esquema corporal, haciéndolo desde
una pedagogía bastante directiva. Más tarde, ya con A.
Lapierre, sienten la necesidad de observar a los niños
pequeños. Intervención sutil que se articula sobre los deseos
de los niños, aunque tomada desde una óptica intelectualista.
La segunda etapa se define como Emocional: subraya el
sistema simbólico de la gestualidad como satisfacción de los
deseos más profundos. Esta concepción, dice, les arrastró
hacia una práctica bastante regresiva que encuentra una
orientación terapéutica inmediata pero que no dejó de
plantear algunos problemas tanto de orden personal y
profesional, como institucional. Su tercera etapa, fue
determinada por la influencia del Psicoanálisis: acá se
consideró la aparición del fantasma originario de la carencia
del cuerpo como fuente de toda dinámica simbólica. Una
etapa posterior consistiría en el Análisis de , a partir de los
índices semióticos de la expresividad. Su último periodo
(Aucouturier, 2004), consideramos nosotros, ha estado
dedicado a fundamentar una Fantasmática de la acción como
eje vertebrador de los procesos de transformación e
interacción a través de los esquemas de acción.
Prácticamente desde que se instauró su etapa vivenciada
en la que el acento fue puesto en la exploración de una
pedagogía corporal inductiva -que naciera de la propia
experiencia en la adquisición de conceptos operativos-
apareció en ellos, la necesidad lógica de dar un soporte
teórico a la hora de observar a los niños desde esta posición.

En la superficie, el cuerpo instrumental. Por debajo, todo


un sustrato cognitivo. Más profundamente todavía toda la
organización tónica. Finalmente, un imaginario inconsciente
que condiciona toda la vida relacional (Lapierre A. y
Aucouturier, B. 1980: 60).

Como comentan en Simbología del movimiento (Lapierre y Aucouturier, 1977:


11) las filiaciones primeras a las que se adscribieron fueron las de Wernicke, Kleist,
Dupré, Chorus. Y más tarde, Freud, Wallón, Ajuriaguerra, Piaget, Rogers, Laing,
Lacan, Decroly, Neil o Illitch. De los que, dice, no intentaron hacer una imposible
síntesis sino utilizar el concepto que más les convenía. Es en ese sentido que
estos autores acudieron al préstamo de determinados conceptos psicoanalíticos,
para dar sentido a los fenómenos motrices y expresivos observados y poder arribar
al estado de elaboración del momento. Sin gran esfuerzo, se puede cotejar en
estos textos primigenios la enorme frescura de sus teorizaciones.
Un provisional análisis textual permite, de entrada, cotejar
una evolución casi que continua en las matizaciones de sus
conceptos y principios psicodinámicos; manteniendo
invariables algunos de ellos e introduciendo, o prescindiendo,
otros de menor rango. Si indagamos este decurso, cotejamos
términos que mantienen su fijeza, como son los conceptos
fundamentales del psicoanálisis: inconsciente, repetición,
transferencia y pulsión. Junto con aquellos, como veremos al
final, cuya importancia fue oscilando en el tiempo pero que
poseen un gran valor definitorio para : acción, angustias,
placer, totalidad corporal y unidad de placer, fantasmas,
empatía, continente psíquico y corporal, aseguración
profunda o superficial, representaciones…
Hagamos pues, un recorrido histórico longitudinal[vii] de
sus conceptos preeminentes.
Del año 1990, posterior a su etapa semiótica del análisis de
(1985) datan los conceptos de unidad de placer, totalidad
corporal, unidad corporal y continente corporal. La totalidad
del cuerpo vendría determinada por la unidad de placer y el
continente corporal lo que organiza una estructura que será
determinante. De sus carencias y sufrimientos surgen las
zonas escotomizadas y las angustias de pérdida del cuerpo,
como: la angustia de licuefacción, despellejamiento, caída o
hemicuerpo. También de ahí provendrá una totalidad
fragilizada o no estructurada a partir de los fantasmas de
incompletud. “No porque el niño cambie de juego que él
cambiará profundamente” recordará.
De 1991, data el acento puesto en la represión: un exceso o
un fracaso de la represión van a tener sus efectos en la
expresividad de la dialéctica apego-dominio.
En 1992, enuncia que el Todo es la madre, el continente
imaginario, con el que el niño recrea el todo. Para BA. no
habría observación sin transferencia. El transfert es lo que
permite la actualización de una historia de sufrimiento
profundo: el inconsciente corporal solo se puede revelar en la
proyección de los afectos. Apareciendo, en consecuencia, una
psicopatología del cuerpo; de las angustias, emergen los
fantasmas: sádicos, de incorporación, de omnipotencia…Los
trastornos de la expresividad, aparecen, pues, como un
sistema de expresividad motriz, abierto o cerrado. Las
condiciones de entorno maternante y autoridad estructurante
surgen para favorecer el despliegue de dicha historia.
En 1993, pone el acento en los afectos como registro
corporal de las sensaciones de placer, o no. El placer es lo que
permite la separación del niño y la aparición de las
representaciones. Frente a las primeras angustias de pérdida
del cuerpo y del Otro, se proponen los mecanismos de
seguridad profunda o el placer sensoriomotor, como niveles
de expresividad motriz. Y frente a la angustia de incompletud,
se proponen los juegos de seguridad superficial: la
expresividad plástica (simbólicos, representación etc). “El
placer de la acción es esencial para la anticipación, sin
embargo, el dominio de un acto no se enseña sino que es el
resultado de un recorrido”, recordará.
De 1994, entresacamos el hecho de que no hay
pensamiento sin el placer de la acción: “al reactualizar sus
recuerdos de placer, su motricidad adquiere el sentido del
Otro”, reforzando el sentimiento de sí y aumentando la
estructura del ser social responsable y creador. El factor de
cambio es la descarga emocional asociada a los fantasmas
arcaicos: “cuanto menos se induce el cambio, más se
produce”. Profundiza en los índices sensoriales,
sensoriomotores y fantasmáticos del proceso de observación
interactiva. Escuchar las resonancias afectivas consiste en
privilegiar el abordaje de la comunicación.”Favorecer un
desarrollo armonioso es dar la posibilidad de existir como
persona única y ofrecer las condiciones más favorables para
comunicarse, expresarse, crear y pensar”. El niño es un ser
de impulsividad motriz: agresión, posesión y reproducción son
sus maneras elementales de ser: “la impulsividad motriz,
siempre cargada de afectos de placer y displacer, de la
historia afectiva arcaica e inconsciente, facilita la
recuperación de los fantasmas originales del cuerpo (sádicos,
de persecución, de omnipotencia, devoración, destrucción…)”.
“Se trata de participar en la aparición de una inteligencia con
una dimensión más humana”.
De 1995, podemos destacar la unidad de placer como aquel
entorno que inviste al niño con placer y espejo de unidad, lo
que unifica los placeres parciales vividos en su cuerpo. De la
unidad de placer y sus representaciones saldrá el continente
psíquico: si faltan estos, habrá una pérdida de cuerpo y
emergerán las angustias arcaicas. Habla, a su vez, de una
represión primaria positiva.
Del 96, sobresale la PP como elección filosófica cuyos
principios se resumen en: comprender para captar el sentido
de un testimonio, creer en el autocambio y en el placer de
actuar como origen de la continuidad de sí mismo, de las
representaciones y de la maduración afectiva. “Ayuda
Terapéutica consiste en tomar a cargo a una persona y su
historia”, “cuando se tenga en cuenta el afecto en la escuela
será la revolución de la escuela”. Habla de los procesos de
acción-transformación: “la acción es lo que se supone que
ejerce un efecto sobre el otro o sobre sí mismo” Toda acción
es una transformación exterior como interior de la persona.
Niveles de representación inconsciente son:los fantasmáticos
(reactualización de los fantasmas sensoriomotores),
narcisísticos (representaciones de acción que aseguran la
permanencia de sí mismo: corresponde a los juegos de
aseguración profunda) y cognitivos (corresponde a los índices
externos y a los esquemas de acción). Si la representación de
sí no se desarrolla estaremos ante la presencia de angustias
arcaicas de pérdida del cuerpo. El niño vive con la madre una
unidad de placer, y las repeticiones de la acción son las que
están en el origen de las representaciones inconscientes: de
ahí surgen los fantasmas sensoriomotrores originarios, como
reactualización de los recuerdos de la acción.”Nuestra
elección es clara: el niño pequeño con dificultades, el
adolescente o el adulto que sufre, es considerado como una
persona que atestigua una experiencia única”.
De 1997. El niño transforma el pensamiento por la acción,
reactualizando la presencia del Otro, en una dialéctica
recíproca. Las condiciones de acción-transformación: es
necesario que el Otro sea transformable, mutable y estable.
”No podemos quedarnos en el cuerpo, si no la historia se
repite”. Señala a PP, como una auténtica psicoterapia por la
vía del cuerpo, que pretende construir una envoltura muy
arcaica.
En el 98 recuerda como la acción-interacción recíproca
testimonian la integración. Del déficit de transformación del
continente del pensamiento, surge un déficit de la unidad de
sí y la patología de la acción. El esquema de acción es el
resultado de una integración somato-psíquica: son los
kinegramas. Lo sensoriomotor no existe sin los fantasmas: el
cuerpo está animado por fantasmas que representan la
transformación de la relación de placer con el Otro. A partir
de los índices de maduración tónico-emocionales, insiste en la
estrategia de rodeo que anima nuestra intervención.
En 1999, subraya que la formación personal del practicante
debe permitir una nueva comprensión del niño. Si hay una
disociación emoción-representación o no se construye la
representación mental, aparece la impulsividad o la
inestabilidad motriz que provocan tanto malestares del
cuerpo como alteraciones de la expresividad motriz. ”Las
estructuras tónico-emocionales se construyen en relación con
el Otro”. El niño representa su transformación en un
fantasma: los fantasmas son del orden del deseo inconsciente,
atenúan la angustia y la segurizan. El fantasma solo se
encuentra en lo simbólico: es la representación de la
presencia-ausencia. Por ello, Hipótesis aparece aprés-cup, no
haciendo falta comprender demasiado. Dar tiempo: no
precipitar una terapia. Clarificar una observación no es hacer
un diagnóstico: “la finalidad no es la normalidad”. “Trabajar
sobre el síntoma no tiene sentido: hay que trabajar sobre el
origen”.”La psicomotricidad ayuda a extraer las
representaciones del movimiento”. Y para esto, hace falta una
teoría que permita situar el proceso de seguridad profunda:
se trata de la calidad del ajuste tónico-emocional; lo que nos
permite pensar en una suerte de cultura psicomotriz.
Añadiendo que:”No hay otro medio de entender el afecto del
niño que el psicoanálisis de Freud”.
En el año 2000, recuerda que las teorías de proceden de la
psicología dinámica, del psicoanálisis y de la psicosociología.
“Hay una dialéctica continua entre la teoría y la práctica, pero
también evidentes incompatibilidades epistémicas”. Se trata
de un conocimiento eficaz que toca emocionalmente a la
persona: “si no fuera así, la práctica perdería su sentido y la
teoría se volvería delirante”. La educación tiene un vector
terapéutico. ”Uno es sujeto en la palabra y en el juego”. El
continente psíquico, el esquema corporal inconsciente, es el
sentimiento de continuidad de sí-mismo. “PPA no es un
método, es una práctica que evoluciona en función de
aportaciones nuevas que van enriqueciendo la manera de
hacer con el niño”.
Del 2001: “Los engramas son inscripciones de
transformación del cuerpo del niño”. Son las huellas de las
transformaciones vividas en el cuerpo del niño. Si hay un
afecto de placer, surgen los fantasmas de acción y la pulsión
de dominio. Si se da un afecto displacentero, emergen los
engramas de inhibacción y las somatizaciones. Las
alteraciones psicomotrices provienen de una disminución de
los fantasmas de acción. “En el acto se suspende el
pensamiento”. Por ello en el proceso que va desde el fantasma
a lo simbólico, hay que propiciar las rupturas tónicas: “no
estar donde se espera”. “Cuanto mayor acogimiento, escucha
y menor es el deseo de hacerle cambiar, más cambio se
produce”. En la culpabilidad excesiva de la pulsionalidad
radica la pérdida de representaciones del sujeto y objeto:
angustias de pérdida. “Prevenir y atenuar el sufrimiento de un
niño es ayudarle a metaforizar por los símbolos
representativos o verbales”. Si los niños no se tocan a niveles
tónico-afectivos, no evolucionan. Se llama ayuda psicomotriz
a la terapia psicomotriz. ”El terapeuta no ha de tener
memoria. La confianza no se da, se gana a través de la
escucha”. “Las dudas son necesarias: una teorización nunca
es definitiva, se mueve”.
De 2002. Cierta culpa es necesaria, facilitadora. Al no tener
suficientes representaciones que lo seguricen, aparecen las
angustias. La culpa, origina un desgarro de las
representaciones originarias. “La represión es la base del
cambio, aunque no sea suficiente”. Los fantasmas de acción
permiten acceder a la simbolización desde el esquema
corporal inconsciente, es decir, a la construcción del
continente narcisístico, fantasmático y cognitivo. “El fantasma
intenta reencontrar la pérdida, la falta originaria que nunca
encontraremos”. De ahí, los Fantasmas de: elevación, de
persecución, destrucción, aparecer, identificación al agresor,
orales, anales, fálicos, omnipotencia, devoración, sádicos.
En el 2003, destaca que lo que diferencia a del
psicoanálisis, es que nos fijamos en la expresividad motriz del
niño, sin, además, interpretar. El placer sensoriomotor,
también es simbólico: a través del Otro, el niño va a encontrar
la dinámica de placer. “En el fantasma hay una pérdida
porque nunca podrá vivir en el fantasma lo que se ha perdido
y ahí está la falta. De esa carencia, deriva el deseo”. “El
psicomotricista es un especialista en las demandas del niño
por la vía corporal”. “La formación personal no es una
psicoterapia, pero tiene efectos terapéuticos evidentes”. El
cuerpo deviene un objeto transicional, en tanto metáfora
tónica que recrea al Otro en su fantasma. Aucouturier, define
los tipos de reformulación, al intervenir sobre el cómo, la
forma; o sobre el porqué, el sentido.
Durante el 2006, declara que el niño juega para evitar el
displacer. Dicho displacer tiene un componente biológico que
impide construir sus fantasmas de acción. Existe una
hormona, la dopamina, ligada al deseo, que condiciona la
agitación y la inhibición, o pasividad psicomotriz. Hablamos
en estos casos de pseudoaseguración. Del placer de la acción
surge el conocimiento de la acción. El deseo necesita de sus
límites, de ahí, el decir no, a los niños.
En 2007, recuerda que las angustias son tensiones
corporales ligadas al displacer que nacen de una necesidad
insatisfecha. Para superar dicha angustia, el niño busca la
respuesta en sus recuerdos de placer engramados y crea
fantasmas de acción: de ahí aparecen las dificultades
relacionales (habitado por un agresor, todo lo que rodea al
niño se convierte en agresor y no puede retener los objetos
buenos), dificultades instrumentales (la angustia distorsiona
la capacidad de sensaciones propioceptivas: una debilidad de
ajuste práxico y del equilibrio).Y dificultades cognitivas (de
permanencia, anticipación, memoria seriación,
clasificación…).
Del 2008.”Los psicomotricistas no somos ni
psicoterapeutas, ni psicoanalistas: trabajamos sobre el placer
de actuar, y la consecuencia de este es la separación”. El
juego permite liberar el inconsciente originario. Todo lo que el
niño representa es la expresión de una memoria corporal
engramada. La sala de psicomotricidad es una metáfora del
cuerpo de la madre.

3.-Recapitulación.

Una vez expuesto el anterior recorrido, fijémonos -de


manera transversal- como según qué términos van a oscilar
en importancia dependiendo del momento y el contexto de su
teorización. Sobre el 1992 la transferencia toma un valor que
apenas volverá, siendo asimilada por la empatía. Si en 1991,
la causa de una falta de estructura corporal era una represión
excesiva, para el 2002 la represión resulta ser estructurante.
Sin embargo, desde el 2001, la causa de la patología
psicomotriz radica en una culpabilización excesiva. Alrededor
de 1993 parecen tomar un gran valor los afectos, aunque
ensombrecidos más tarde, prácticamente por las emociones.
Desde 1994, las resonancias tónicas adquieren un gran valor,
que se ha seguido mantenido. A partir de 1997 la
fantasmática corporal que tenía una connotación, digamos
negativa ligada a las angustias arcaicas, a primeros de los
90.s pasa a ser el recuerdo simbolizado de la acción, ligada al
deseo, tomando por tanto un carácter más positivo. Situamos,
también en el 93, el comienzo de los procesos de aseguración
profunda y superficial. En 1998 BA, habla de kinegramas. Y
desde finales de los 90.s, usa los engramas de acción como
uno de sus términos más definitivos. En el 96 introduce los
conceptos de transformación, ligada a la acción. Con el giro
de finales de los 90.s con los esquemas de acción, aparece la
insistencia en la calidad del ajuste, término que ha seguido
manteniendo. Para terminar, hay que recordar que a
mediados de la pasada década (2006) B.A. introduce
tímidamente algunas bases neurofisiológicos que no habían
estado presentes hasta entonces.
Concluyamos acá. A lo largo de esta exposición, creemos
haber demostrado tanto el rigor y la seriedad de la
fundamentación psicoanalítica de , como su vigencia, fruto de
la continuidad renovada de sus esfuerzos de transmisión,
práctica e investigación.
Pues al final, final, el futuro de , no va a depender de otra
cosa que del deseo de sus propios practicantes.

[i] En esta ocasión, hemos asimilado el término “psicodinámico” como


paradigma y fundamento epistémico al psicoanálisis, haciendo de ellos
un uso indistinto. Es evidente que esto no es exactamente así y que por
sus orígenes históricos, evolución y prácticas asociadas, pueden
encontrarse notables puntos de divergencia.
[ii] Sin duda, que el cuerpo y su experiencia no sean en absoluto ajenos a
los determinantes socioculturales de su tiempo, implica tomar en
consideración y en todo momento dichos determinantes. Si hoy, y según
Lipovetsky (2006 y Sennett, 2007) habitamos un tiempo hipermoderno,
el cuerpo actual no parece tanto el oprimido, el de la falta o el inhibido.
Más bien, en general las manifestaciones clínicas que se nos presentan
son la del exceso, la inestabilidad o las del paso al acto pulsional.
[iii]Este tema ha sido ampliamente desarrollado por el autor en el Cap. 2
de su texto La práctica psicomotriz en el tratamiento psíquico (2013).
No olvidemos que a pesar del mérito reseñado, por el contrario,
numerosos conceptos tomados del psicoanálisis, a menudo fueron
tratados por la psicomotricidad sin el rigor y la formación analítica que
hubiera sido menester a tal intento epistémico.
[iv] Ver en Rodriguez Ribas, 2013b. “Regreso a la actividad motriz
espontánea”. Rev. Entrelíneas. Nº 32. Edita APP. Barcelona.
[v] Cuando al cotejar la falta de objetivación neurológica de sus pacientes
histeriformes les supuso una traducción psíquica a sus manifestaciones
somáticas, inaugurando lo que se nombraría como la cura por la palabra
(talking cure) y posteriormente, la práctica psicoanalítica.
[vi] Fijémonos que, desde esta perspectiva la presunta y tan
promocionada cientificidad de la psicomotricidad queda seriamente en
entredicho. No así, la motricidad humana. Efectivamente, el hecho de
hacer intervenir la subjetividad en el ámbito de la globalidad
somatopsíquica, y a pesar de pretender encontrar una lógica inmanente
sobre la que intervenir, no debe hacernos olvidar que no hay dos
cuerpos, ni sujetos, iguales. Y por lo tanto que las mismas condiciones no
pueden ser replicables, ni extrapolables, a todos.
[vii] Sin duda, esta revisión es necesariamente incompleta, quedando
pendiente, por tanto, de nuevos estudios y aportaciones. Recordemos
además, que a pesar de la preeminencia psicodinámica de la
conceptualización aucouturiana, existen conceptos fundamentales de que
no necesariamente son psicoanalíticos. En este escrito hemos omitido
cualquier comentario o matización de los conceptos propuestos. Entre
comillas, hemos transcrito algunas citas literales.

Referencias bibliográficas.

Aucouturier, Bernard. 2004. Los fantasmas de acción y la práctica


psicomotriz. Ed. Graó. Barcelona.
Aucouturier, B.; Darroult, I. y Empinet, J.L.1985. La práctica
psicomotriz. Reeducación y terapia. Ed. Científico-médica.

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