El Libre Albedrío
El Libre Albedrío
El Libre Albedrío
En este mismo momento usted está leyendo estas palabras porque ha elegido por su propia y libre voluntad leerlas. Es
posible protestar: "¡No! Yo no elegí leerlas. Me obligaron a leerlas. En realidad no quisiera leerlas". Es posible que ese
fuera el caso. Sin embargo, las está leyendo. Es posible que haya otras cosas que prefiriera estar haciendo en este
momento, pero ha optado por leer este libro a pesar de ello. Ha decidido leerlo en lugar de no leerlo.
Ya no puedo saber por qué lo está leyendo. Pero sí sé que debe tener sus motivos para leerlo. Si no tuviese ningún
motivo para leerlo, simplemente no habría decidido leerlo.
Toda elección que hacemos en la vida, la hacemos por alguna razón. Nuestras decisiones se basan en lo que en
determinado momento, y considerando todos los factores, nos parece bien. Algunas cosas las hacemos porque tenemos
un deseo muy intenso de realizarlas. Otras cosas las hacemos sin tener ni siquiera la conciencia de desearlas. Sin
embargo, el deseo está allí presente; de otro modo, no habríamos elegido realizarlas. En esto consiste la esencia misma
de la libre voluntad, o el libre albedrío -el elegir de acuerdo a nuestros deseos.
Jonathan Edwards, en su obra The Freedom of the Will ("La Libertad de la Voluntad"), define a la voluntad, o el albedrío,
como "aquello con lo que la mente elige". No cabe ninguna duda de que los seres humanos realmente hacen elecciones.
Yo elegí escribir, usted eligió leer. Es mi voluntad escribir, y la escritura se pone en acción. Cuando le agrego la idea de
libertad, sin embargo, el tema se torna terriblemente complicado. Debemos preguntarnos: ¿Libertad para hacer qué?
Hasta el calvinista más ardiente no negaría que la voluntad es libre de elegir cualquier cosa que desee. Hasta el
arminiano más ardiente estaría de acuerdo con que la voluntad no es libre de elegir lo que no desea.
Con respecto a la salvación, la pregunta entonces se transforma en: ¿Qué es los que los seres humanos desean? Los
arminianos creen que algunas personas desean arrepentirse y ser salvas. Otras desean huir de Dios y cosechar entonces
la maldición eterna. Los arminianos nunca dejan en claro por qué las distintas personas tienen deseos distintos. Los
calvinistas sostienen que todos los seres humanos desean huir de Dios hasta el momento en que el Espíritu Santo realiza
una obra de regeneración. Dicha regeneración cambia nuestros deseos para que libremente nos arrepintamos y seamos
salvos.
Es importante señalar que hasta los no regenerados nunca son forzados a ir en contra de su voluntad. Sus voluntades
cambian sin su permiso, pero siempre están libres para elegir según su voluntad. Entonces, somos realmente libres para
actuar según nuestra voluntad. No somos libres, sin embargo, para elegir o seleccionar nuestra naturaleza. Uno no
puede declarar: "De ahora en más desearé solamente el bien" del mismo modo que Cristo no podría haber declarado:
"De ahora en más desearé solamente el mal". Aquí termina nuestra libertad.
La teología de la Reforma afirma que la caída dejó a la voluntad humana intacta en cuanto todavía tenemos la facultad
de elegir. Nuestras mentes han sido oscurecidas por el pecado y nuestros deseos han sido atados por impulsos
malvados. Pero todavía podemos pensar, elegir, y actuar. Pero algo terrible nos ha sucedido. Hemos perdido cualquier
deseo que pudiésemos tener por Dios. Los pensamientos y los deseos de nuestro corazón son continuamente hacia el
mal. Nuestro libre albedrío es una maldición. Como todavía podemos elegir según nuestros deseos, elegimos el pecado
y quedamos sujetos al juicio de Dios.
Agustín dijo que aunque todavía tenemos una voluntad libre, hemos perdido nuestra libertad. La libertad real de la que
habla la Biblia es la libertad o el poder de elegir a Cristo como nuestro. Pero hasta que el Espíritu Santo no transforme
nuestros corazones, no tendremos ningún deseo por Cristo. Sin ese deseo nunca lo elegiremos a Él. Dios debe despertar
nuestras almas y darnos el deseo por Cristo antes de que nos sintamos inclinados a elegirlo.
Edwards dijo que como seres humanos caídos retenemos nuestra libertad natural (el poder de actuar de acuerdo con
nuestros deseos) pero perdemos la libertad moral'', La libertad moral incluye la predisposición, la inclinación y el deseo
del alma hacia la justicia. Esta tendencia hacia la justicia fue lo que se perdió en la caída.
Todas las decisiones que tomo están determinadas por algo. Hay una razón para ellas, un deseo detrás de ellas. Esto
puede sonar a determinismo. ¡De ningún modo! El determinismo nos enseña que nuestras acciones están
completamente controladas por algo que nos es externo, que nos hace hacer lo que no queremos hacer. Esto es
coerción y es lo opuesto a la libertad.
¿Como es posible que nuestras decisiones sean determinadas pero que no hayan sido controladas? Porque han sido
determinadas por algo desde dentro? - por lo que somos y por lo que deseamos. Han Sido determinadas por nosotros
mismos. Esto es la autodeterminación, que es la esencia propia de la libertad.
Para ser más precisos, para que podamos elegir a Cristo, Dios debe cambiar nuestros corazones. Yeso es precisamente
lo que hace. Cambia nuestro corazón. Nos da un deseo por Él, deseo que de otro modo no tuviéramos. Luego lo
elegimos a raíz del deseo que está dentro de nosotros. Lo elegimos libremente a Él porque deseamos elegirlo a El. En
esto consiste la maravilla de su gracia.
Resumen
Deut. 30: 19-20 / Jn. 6:44, 65 / Jn. 8:34-36 / Jn. 15:5 / Rom. 8:5-8 / James 1:13-15