Version Doce Paginas de Elia PDF

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En esta novela, toda

Elia y su clase
3

+ 7 años la clase va en autobús


a visitar un museo
y un zoo.
van de excursión
Pero al profesor
se le olvida el dinero Timo Parvela
en el colegio,
y las cosas se complican

SERIE ELIA Y SUS AMIGOS


cuando no les dejan
entrar en ningún sitio
por no poder pagar

TIMO PARVELA
las entradas.
ELIA
Y SUS AMIGOS

Hola, soy
Elia, voy a 1º
de Primaria y tengo Ilustraciones

ELIA Y SU CLASE VAN DE EXCURSIÓN


un montón de amigos. de Mikel Valverde
Nuestro profesor nos cae
muy bien, y dicen que
es el único que nos
aguanta.

158540
Primera edición: abril de 2015

Edición ejecutiva: Gabriel Brandariz


Coordinación editorial: Teresa Tellechea
Coordinación gráfica: Lara Peces

Título original: Ella luokkaretkellä


Traducción del finés: Luisa Gutiérrez

Publicado por primera vez en finés en 1998


por Tammi Publishers, Helsinki, Finlandia.
Publicado por acuerdo con Werner Söderström Ltd. (WSOY), Finlandia.

© del texto: Timo Parvela, 2015


© de las ilustraciones: Mikel Valverde, 2015
©E diciones SM, 2015
Impresores, 2
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28660 Boadilla del Monte (Madrid)
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elia tuomas

la profesora de 1º b EL PROFESOR

SAMI pauli
• 1
La partida

Me llamo Elia. Voy a 1º. Tengo compañeros


simpáticos y un profesor que también lo es.
O lo era, porque últimamente está bastante
nervioso.
–El profesor va a tener un bebé, pásalo –me
dijo Hanna al oído. Formábamos una ordena­
­da fila en el patio del colegio mientras esperá­
bamos al autobús que nos llevaría de excur­
sión con la clase.
–No lo paso –le contesté–. Que luego el men­
saje cambia por el camino y después sale algo
de lo más raro.
–¿Qué es lo más raro? –preguntó Tuomas,
que estaba delante de mí.
–Lo del bebé del profesor –expliqué.

7
–El bebé del profesor va a salir rarito, pásalo
–le dijo Tuomas a Sami.
–El bebé del profesor va a salir despacito
–susurró Sami a Tiina.
–De la bolsa del profesor va a salir un cer­
dito –le dijo Tiina a Pauli al oído.
–¿Qué andáis cuchicheando por aquí? –pre­
guntó el profesor a Pauli, que era el primero de
la fila.
–¿Lo puedo acariciar? –quiso saber Pauli.
–¿La bolsa? –se sorprendió el profesor.
–No, el cerdito.
–Sí, sí, acarícialo –contestó el profesor, ex­
trañado, y puso la bolsa delante de Pauli.
–Y dieciocho –la mujer del profesor terminó
de contarnos. Ella también nos acompañaba
a la excursión con la clase, aunque en realidad
era la profesora de 1º B.
–Fíjate en su barriga –me susurró Hanna.
A lo mejor Hanna estaba en lo cierto respecto
al bebé.
–¿Y lo sabrá el profe? –pregunté.
Nos daba la risa solo de pensar en la cara del
profesor cuando algún día se enterara.
Entonces llegó el autobús. Era enorme­
mente grande y alto. Sin embargo, el conductor
era enormemente pequeño, gordo y barbudo.
Al subir, Hanna y yo echamos un vistazo a su
barriga. Estaba clarísimo que el profesor no era
el único que iba a tener un niño.
–Todo listo –anunció la mujer del profesor.
–¿Quieres decir que todos están dentro del
autobús y bien sentaditos en su sitio? –pre­
guntó, incrédulo, el profesor.
–Cariño, no te pongas nervioso. Los he con­
tado.
De todos modos, el profesor nos volvió a con­
tar. Y dos veces.

10
–¿Tenéis todos dinero? –preguntó.
Se lo enseñamos.
–¿Tenéis todos vuestras bolsas y mochilas?
Se las enseñamos.
–¿Lleváis todos la merienda?
Se las enseñamos.
–¿Los paraguas?
Se los enseñamos.
–¿Y Pauli?
Se lo enseñamos.

11
–¿Bolsas para el mareo y bengalas de emer­
gencia?
Entonces sí nos quedamos sorprendidos.
–Cariño, tranquilízate y siéntate ya –le pi­
dió su mujer.
–Inconcebible. Esto tiene que ser una treta
–murmuró él al sentarse en su sitio.
«Podemos irnos», le indicó al conductor
pequeño y gordo, y el autobús se puso en mar­
cha. Agitando la mano, nos despedimos de la
escuela y de la bolsa del profesor, que se había
quedado en mitad del patio.
–¡Qué pena el cerdito! –exclamó Pauli, des­
consolado.

12
• 2
En el autobús

A Tuomas se le ocurrió un juego emocio­


nante: cuando viéramos un tractor, teníamos
que apretar uno de los botones rojos que había
en el techo del autobús. Se le da bien inventar
juegos.
–¿Y qué pasa si uno no llega hasta el botón?
–se preocupó Pauli, que es el más bajito de la
clase.
–Entonces se puede decir «piiiiiii».
Al principio nadie vio ningún tractor por­
que todavía estábamos en la ciudad. Pero tam­
poco fuera de la ciudad se veían tractores, solo
había bosque. Y cuando se acabó el bosque, vino
otra ciudad donde tampoco había tractores.
–¡Qué calladitos están! –le dijo al profesor
su mujer.

13
–Tú espera y verás.
En ese preciso momento pasamos junto
a una fábrica de tractores. ¡Al botón! A todos
nos pareció un fastidio que el profesor nos pro­
hibiera continuar antes de haber podido em­
pezar a jugar en condiciones.
–El próximo que apriete el botón de alarma
va a hacer el resto del viaje andando –nos ame­
nazó.
Los juegos de Tuomas son mucho mejores
que los del profesor.

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