Los Jesuitas en Las Islas Marias Uia
Los Jesuitas en Las Islas Marias Uia
Los Jesuitas en Las Islas Marias Uia
Universidad Iberoamericana
31 de octubre de 2018
Hace algunos ayeres, calculo por los 90s, la UIA Sta Fe editaba un folletito de cuatro medias
páginas con el título “Lo que hacen los Jesuitas en México”. El número dos describe lo que
desarrollaban en ese momento en las Islas Marías. Transcribo el primer párrafo:
La misma publicación narra cambios en la concepción del penal a través de los años. De ser
un penal conocido como “el infierno del Pacífico” evolucionó a uno más humano. En 1943,
exactamente hace 75 años, como muestra de este deseo, el gobierno mexicano ve
1
“Los Jesuitas en las Islas Marías”. Lo que hacen los Jesuitas en México, No. 2. Sin fecha ni autor. Publicación
de PROUNIVAC y el Centro de Integración Universitaria. Responsable P. Gerardo Anaya D., S.J.
necesario el acompañamiento religioso de los reos y pide a la Compañía de Jesús el envío
de sacerdotes con el fin de convivir con los prisioneros y acompañarlos en su vida
sacramental. Al principio es enviado el P. Samuel Ginori, reconocido por su labor
evangelizadora, como constructor de la infraestructura religiosa en la Isla y por la invitación
a religiosas para el servicio sanitario y catequético. Posteriormente llega el mítico Padre
Trampitas, P. Juan Manuel Martínez, muy cercano a los presos y gran comunicador que hizo
posible que la labor realizada en las Islas se conociera en amplios ámbitos del país.
Trampitas, duró 25 años en la Isla. Sus restos reposan ahí, junto a los de “El Sapo”, un
famoso criminal que decidió dejar de matar gracias a la amistad y el cariño del padre.
Cómo es de suponer, en el transcurrir de casi 120 años, los cambios han sido muchos; el
crecimiento y decrecimiento de los habitantes ha variado según el régimen en turno: las
políticas penitenciarias vigentes, la consideración de ser un penal destinado a presos de alto
riesgo o, por el contario, de menor riesgo. Igualmente, la personalidad del director en turno
tiene efectos inmediatos en el régimen de vida del penal.
También, como es de suponer, las concretizaciones del trabajo misional, de 1943 a la fecha,
ha ido evolucionando: desde el número del personal que ha formado el equipo pastoral, la
composición de éste, hasta la teología y el enfoque a la pastoral que se ha tenido. En algunas
épocas, el equipo misionero llegó a estar formado, entre jesuitas, religiosas y laicos -
principalmente mujeres- por 10 personas. En este momento sólo son dos sacerdotes
jesuitas. Pero lo que no ha cambiado es la visión de fondo. Después de hacer una breve
narración de las actividades que realizaban en los 90s el equipo apostólico, al finalizar el
folleto antes mencionado, aparece este párrafo:
“Pero sobre todo los colonos gustan contar y que se les escuche, su propia historia:
su soledad, su situación jurídica, sus problemas, sus nostalgias, y esperanzas. Su
estado de ánimo se aligera con el desahogo, y se va orientando a la confianza en ese
Dios Misericordioso que siempre perdona, y nunca condena, y que se vuelve el Dios
providente especialmente con aquellos quienes, por sus mayores miserias, mas lo
necesitan.”2
Es la constante en la historia de los jesuitas en las Islas Marías: “El Arte de la Escucha”
¿Quién escucha?
2
Ibid.
Y si la vida es solo hoy para ti, para mi, ya no habrá
vanidad efímera. El ritmo de tus pasos marcará los
míos, entonces seremos libres, abrazaremos así la
ternura del silencioso oleaje.
En estos 75 años, han pasado la misma cantidad de jesuitas por las Islas: 75. Pero no son
solo ellos quienes han estado atentos, a la escucha, de los colonos de la isla. Durante cerca
de 60 años un grupo de religiosas colaboró directamente en los trabajos pastorales, así
como en el apoyo en los trabajos de enfermería en el hospital local. Con gran cariño se
recuerda también el trabajo de algunas señoras laicas, que dieron un servicio, al mismo
tiempo humilde y eficaz. Han sido constantes los apoyos de “misioneros”, laicos o religiosos,
que, por épocas limitadas, normalmente de entre una semana a un mes, realizan diversas
tareas de acompañamiento a los internos de la isla. Aquí incluimos a muchas y muchos
trabajadores en el penal, que más allá de su labor remunerada, tienen un interés especial
por “la escucha” del otro: desde una buena o un buen director del penal, hasta un celador
atento; desde una enfermera o doctor que más allá del cuidado de la salud física del interno
o del personal, se interesan también por su salud afectiva. En algún tiempo en la isla hubo
hasta mil niños, guiados, muchas veces, por excelentes y humanos maestros…
Una constante en estos casos, aunque no lo sea siempre explícito, todas y todos viven estas
palabras de Jesús: Estuve en la cárcel y me visitaste. El difunto P. Félix Palencia, con gran
experiencia de vida en las Islas y de acompañamiento a presos en distintas cárceles del país,
comenta dicha frase:
“Lo que no resulta ya tan claro es qué tanto mi mundana mentalidad eficientista me
tolere este mero ser y estar. Sí lo es, sin embargo, que el Señor me consuela en este
gratuito visitar, tanto más cuanto menos hay en él que restar de lo gratuito”.
Actualmente en la Isla reside el P. Mario Picech, de origen italiano. En el 2010 llegó de visita
al Penal para una experiencia de dos meses y ya lleva 8 años en ellas. Mario comenta la
necesidad del encuentro de quien escucha con toda amabilidad, evitando toda sensación
de miedo. Para él es claro que el hecho de ser sacerdote permite con más efectividad el
encuentro. El hecho de tener una casa hace que la escucha de los presos se facilite en
acciones cotidianas comunes. Estas favorecen la amistad y la confianza recíproca: ofrecer
un café, compartir la comida, dejar la casa abierta a todos los que deseen visitarlos y darles
su tiempo, ser hospitalarios.
Pero lo anterior no basta, continúa Mario. Hay que vencer la tentación de sentirse
indispensable, o peor, ser el artífice de los cambios que puedan irse dando en los presos.
Para quien escucha es necesario reconocer esta tentación y salir del propio ego, pedir la
conversión personal. Pedir el don de la transparencia y simplicidad para que en la relación
de escucha no se cimiente en el propio ego, sino tener claridad que la relación es solo un
medio para el encuentro con Dios. Ciertamente hay gozo en el poder ayudar a personas
para que puedan vivir de mejor manera, pero sobretodo es necesario vivir agradecidos, que
somos medio que aporta seguridad y confianza.
¿A quién se escucha?
En general, podemos decir que los pobladores del penal son de dos tipos: los presos y los
libres. El primero es el que da razón de ser a la población total de la Isla, pero,
paradójicamente, es quien menos poder de decisión tiene dentro de ella. En su casi
totalidad son adultos, en un rango de entre 20 y 40 años. Los números han variado según
épocas. Para 2003, durante la época de Vicente Fox, se pretendió desalojar a los presos del
archipiélago y construir en ese espacio un área natural protegida que sería administrada
por la Secretaría del Medio Ambiente. Los años anteriores al 2011 la población de internos
fluctuó alrededor de 1,500 presos. Para ese año, la administración de Felipe Calderón
pretendió, al mismísimo modo de Porfirio Díaz, convertir en las Islas Marías en una fortaleza
para presos de alta peligrosidad. Se empezó la construcción de un megaproyecto de 12
módulos de alta seguridad con una capacidad de doce mil reos. Se llegó a tener cerca de
seis mil.3 Por conflictos internos en la penitenciaría, por dificultades de infraestructura,
principalmente de abastecimiento de agua y de comestibles, y por cambios en la política
penitencial en el regimen de Peña Nieto, en la actualidad no llegan a los mil presos en la
Isla.
También en otro tiempo, todavia a fines del siglo pasado, muchos de los presos vivían con
sus parejas y/o su familia. Para mayo del 2000, habitaban en la Isla 400 presos con sus
familias. A la escuela primaria asistían 1000 alumnos. En la actualidad es mínimo el número
de presos que viven con sus familias dentro de la Isla.
Por otro lado, el grupo de libres formado por funcionarios de la Secretaría de Gobernación
del Poder Ejecutivo, entre ellos los custodios, los marinos que vigilan los litorales y mares,
además de ejercer algún control sobre la población de la Isla. Por otro lado se encuentran
los empleados de una empresa privada que se encarga de todos los servicios de
alimentación en la isla, el personal médico de la clínica del IMSS y los dos sacerdotes
jesuitas.
Regularmente están las visitas, principalmente familiares de los presos que están
normalmente durante dos semanas en la isla. Eventualmente llegan otro tipo de visitas:
oficiales, religiosas, culturales, de medios informativos, que pueden durar desde unas horas
hasta varios días.
Para todos ellos está abierto el servicio de escucha de parte del equipo jesuita, aunque las
actividades religiosas están organizadas primordialmente en función de los internos.
3
Nota en el periódico La Jornada. Méndez, Alfredo “Anuncian ampliación del penal de las Islas Marías”.
Lunes 20 de junio 2011, p. 18
¿Qué caracteriza a los internos?
Por el motivo de su internación: la mayoría purgan delitos contra la salud, relacionados con
la droga, principalmente cultivo, transporte y comercio de marihuana, y de menor
proporción cocaina. Las sentencias por estos delitos van de entre 10 y 15 años. Por supuesto
no son los grande capos, pero si han manejado en algún tiempo cantidades fuertes de
dinero, cuando menos en proporción a otras etapas de su vida. Son personas que no están
arraigadas a un lugar, ya que desde chicos han estado emigrando por los motivos propios
de lo que después serán tomados prisioneros.
Además de ellos se encuentran los reos comunes, normalmente por asaltos, lesiones,
homicidios, con sentencias de entre 5 y 25 años. Tanto estos como los anteriores, la mayoría
provienen del medio rural o suburbano y de distintos estados de la república, aunque
muchos reflejan la situación del mapa del narcotráfico en el país. En los dos últimos años
han llegado cuerdas de reos extraditados de los Estados Unidos para cumplir su sentencia
en México.
Su religiosidad es variada. Muchos católicos, pero muy pocos practicantes. Algunos pocos
de ellos en grupos más o menos constituidos: renovación carismática, soldados de Cristo
Rey, catequistas… En las actividades religiosas de corte sacramental o de religiosidad
popular, participan a lo más una quinta parte de los habitantes de la Isla, incluidos presos y
libres. Hay presencia de grupos religiosos menores: algunso cristianos, testigos de Jehová.
Aquellos que en su momento estaban presos en la Isla y con todavía algunos años por
delante de estancia:
El Jarocho fue primero autobusero y al fin trailero. Fue siempre moderado en sus
entregas, y se supo cuidar más de 20 años. Sus primeros viajes fueron locales,
acompañando a su papá. No nació para la escuela, sino para la carretera, y nunca le
interesó mucho el dinero: le bastaba con lo necesario para su esposa y sus 4 hijos, y
para ayudar de vez en cuando a su mamá. Ella se volvió, ya viuda, a su pueblo. Una
hija ya tiene 2 niños, los dos jóvenes estudian en la capital del estado, y la esposa
con la muchacha sigue en el norte del mismo estado. Fue detenido en el sur del
país, y ya pagó 4 años en la cárcel de aquel rumbo. Sólo le faltan 6, y espera volver
de 52 con su familia.
El Tato empezaba apenas a mover: torció en el primer viaje, por Nogales. Hasta
acólito era. Su jefe se fue con otra cuando él andaba en los 10 años. La jefa halló
otro hombre, y parecía todo iba bien; pero, al primer niño, le empezó a agarrar
coraje: decía el hombre que el Tato no quería a su medio hermano. A las 12 fue a
buscar al jefe, y sí lo halló… pero con dos mujeres en la misma casa. Se quedó el
Tato con él, y al poco tiempo empezó a acostarse con una de las dos. Terminó a
balazos con el jefe, pero gracias a Dios sólo lo hirió. 3 a 4 años anduvo alquilándose
de rancho en rancho, hasta que lo invitaron al dinero fácil. Y a la primera vez perdió.
Sólo está por posesión. De los 6 que le echaron lleva 4, dos de ellos en la Isla.
Otro grupo. Algunos presos que están por salir de prisión, en espera de subir al barco y con
disitintas expectativas para un futuro inmediato:
Pedro, de 41 años al que le dieron diez años de cárcel por transportar droga: tenía
derecho a salir a los seis años si observaba buena conducta, pero hizo 8 años 7
meses, después de los cuales vuelve a su esposa y a sus ocho hijos: no perdió la
relación con su señora ni con sus hijos, quienes lo estuvieron visitando mientras
estuvo preso cerca de su casa: los últimos dos años y pico ya no vinieron a la Isla.
¿Cómo se salva una relación así? Quizá los hijos y la esposa comprenden que hizo el
intento de transportar toneladas de droga, ganó mucho para la familia los dos
primeros viajes, y lo pescaron al tercero: su familia sabía los riesgos y seguramente
estuvo de acuerdo, aunque lo tuvieron que pagar con ocho años y medio de
ausencia del papá, que no pudo generar recursos en ese tiempo...
Miguel de 50 años lo sorprenden con arma de uso exclusivo de las fuerzas armadas,
le dan seis años y medio y por buena conducta le rebajan un año de cárcel; dice que
nadie lo espera: quizás la familia emigró al norte y nadie lo espera en casa. ¿Qué va
a hacer? No hay ninguna oferta del gobierno que le da por toda identificación su
boleta de libertad, donde consta que estuvo preso por poseer armas prohibidas:
¿orientación? ¿asesorías? Desde que llegué hace once años, a los que sale libres se
les da una carta llena de buenos consejos y una torta con el consejo de que la
guarden para el largo camino, y se les pide que escriban con el compromiso de
responderles. Muy pocos lo hacen (no saben cómo, no tienen hábito, ¿o por qué?).
Roberto de 34 años de edad, con esposa y tres hijos, le dan diez años por transportar
toneladas de droga y sale libre a los 6 años 4 meses: con toda naturalidad reporta
que su esposa y sus hijos lo esperan en casa.
Nazario de 66 años hace seis de los siete años cuatro meses de la sentencia por
posesión de droga con fines de venta: la esposa murió ya, lo esperan en casa dos
hijos, seguramente ya casados.
A un muchacho muy pobre, de 28 años, con esposa y ocho hijos le dan diez años por
transportar unas toneladas de marihuana: no sé cuántos viajes alcanzó a hacer,
cuánto dinero alcanzó a ganar: aunque tenía derecho a salir al 60% de su sentencia,
le dieron largos 8 años 7 meses, sin visita de la familia, y vuelve ahora a su señora y
a sus hijos.
Se les insiste mucho en que aprecien el valor de la esposa y la consistencia de los hijos: mal
que bien, el preso tuvo casa, comida y uniforme en la cárcel, y ocho años y pico hizo falta
para ayudar a sostener la casa: no pudieron venirlo a visitar. Algo más se tiene que hacer.
¿Pero qué, o por quién?
Aclarando que hay matices y excepciones, Felix Palencia en 1999, hace algunas
observaciones acerca de aspectos de la psicología de los internos:
1. Un ego débil e inseguro; quizá por la ausencia de una figura paterna cercana.
2. Mamá “sufrida” pero “dominante”, probablemente utilizando la figura
“amenazante” del papá como medio de sujeción de los hijos.
3. Valores negativos de la sociedad:
a. Cosificación de la mujer: sufriente, objeto sexual, sierva doméstica
b. La irreflexión como miedo a enfrentarse a una verdad dura e insuperable.
c. Fuga de la propia conciencia mediante el alcohol y las drogas
4. Ensoñación o ficción: imaginar y tener por válidos mundos o egos ideales donde las
cosas no son como son sino como le gustarían que fueran.
5. Impulsividad insititiva que lleva a “hacer en cada momento lo que me da la gana”
6. Carencia de metas a largo plazo.
7. Fatalismo: “las cosas son así y así seguirán para siempre”
8. Falsa ilusión de que un milagro cambiará todo de la noche a la mañana
9. Fe o creencia religiosa o mágica ilusoria
10. Sentimientos poco confesados de culpabilidad
11. Competitividad y consumismo que presentan estándares de vida inaccesibles
12. Desordenes en la comunicación temática: mentira, insulto, fanfarronería, violencia,
falso testimonio.
13. Hermetismo y hosquedad habitual que bloquea toda la comunicación
14. Verborrea: comunicación frecuentemente ambigua, deshilvanada.
15. Capacidad de observación muy desarrollada: la de quien registra todo, pues en todo
puede haber peligro u oportunidades aprovechables
16. Una inteligencia creativa, fácil de generar hipótesis, pero muy escasamente crítica,
poco dispuesta a verificarls o modificarlas por la praxis.
17. Y, finalmente, un superego que ocultamente reprocha una vida absurda y exige con
urgencia un sentido para ella, y que encuentra su satisfacción en momentos
privilegiados y escasos de solidaridad y sacrificio, que muy poco afectan el desarrollo
general del ego.
A estos y otros muchos hermanos se acompaña, se escucha actualmente en las Islas Marías.
¿Cómo es la escucha?
Al inicio de esta ponencia mencionaba que los modelos de escucha han variado, según
circunstancias, tanto de las posibilidades que dejan las autoridades, como por las
potencialidades y capacidades del mismo equipo misionero. Igualmente subrayaba que la
constante es la escucha de la propia historia de los internos para que, desde ella, tratar de
mostrar al Dios de misericordia que Jesús nos mostró con su propio testimonio.
Quizá en un principio la visión tradicional, como a la época de mediados del siglo pasado
correspondía, fue la que pervadió a los misioneros: construcción de las iglesias, catequesis
tradicional, sacramentos más de forma que de fondo, tomando en cuenta la gran cantidad
de familias que componían los campamentos… Como simbólico fin de esta época está la
construcción del enorme Cristo de once metros de altura, de brazos abiertos e intesamente
iluminado para que aun de noche se vea desde lejos y que corona lo alto de la montaña que
emerge de la Isla.
Sin dejar toda la actividad sacramental y catequética, el segundo momento estuvo matizado
por un apoyo asistencial a los presos: compra-venta del material necesario para que los
presos pudieran elaborar sus artesanías, acompañamiento y asesoría en los procesos
jurídicos para lograr acortar el tiempo de sentencia por buena conducta, envío de
correspondencia a los familiares.
Después de vivir una fuerte crisis sobre el sentido del trabajo en la Isla, principalmente por
las fuertes limitaciones que la dirección en turno puso a la actividad de los padres, con una
fuerte desconfianza de las autoridades, sea por choque de personalidad entre el director y
el superior jesuita, sea por la implementación de nuevas medidas restrictivas y de seguridad
ante la perspectiva de un penal con reclusos de alta peligrosidad, se da un enfasis mayor a
la actividad misional enfocada ha fortalecer el aspecto valoral y espiritual de los presos.
También desde aquí se desarrolla la actividad central de acompañamiento en la fe mediante
la vida sacramental y la catequesis.
Después de leer los rasgos psicológicos que, básicamente son semejantes en los últimos 20
años, el deseo de fondo del equipo misional es ta enfocado a que el preso pueda recuperar
su dignidad, en el encuentro con Jesús, pero con la consicencia de que Dios mismo está
presente en su vida cotidiana: en su capacidad de perdonar y compartir; en su humildad
profunda y su búsquedad de la verdad, en su personal intimidad con Dios y su confianza en
Él. Y ahí, como cita Palencia “simplemente admirar, contemplar, respetar y agradecer”.
Tres actividades principales son las que muestran este cambio: Cineforums en cada
campamento, escucha atenta a los presos y Ejercicios Espirituales.
Mario Picech contesta a la pregunta ¿Qué significa escuchar en la Isla? con las siguiente
reflexión:
Encontrarse con le conocimiento de los límites que nos condicionan… las
reglas carcelarias pueden ser una representación de las limitaciones más
profundas que albergan en el corazón y que en parte el fruto de una
conducta de vida.
Darse cuenta de la condición `privilegiada´ que pueden ser las relaciones en
una cárcel, donde sus pesadas limitaciones, nos obligan a ´hacer verdad´
entre nosotros la escucha con los demás. Reconociendo cuanto está libre
nuestra disposición a escuchar, cuanto es un verdadero servicio, o esta
motivada por intereses personales… y así abrirnos a la conversión (No solo
favorecer aquella del preso que escuchamos, ¡sino la nuestra!)
Para nosotros sacerdotes, continúa el P. Mario, el camino de la escucha
quiere ir mas a lo profundo, ir al ‘misterio’ de nuestra vida, donde el sentido
de libertad llega por medio de la relación con Dios. ¿Quién ayuda a reconocer
que la libertad no está perdida en las restricciones del encierro y que ‘fuera’,
cuando uno estaba libre, había una cárcel peor? ¿Quién libera de verdad?
Concluye Mario: para escuchar los internos es antes de todo necesario
escucharse a si mismo. Pedir a Dios claridad para ver dónde esta nuestro
corazón ¿en nosotros mismos o en El? Y ver si escuchas ‘en su nombre’,
poniendo al centro de la relación la vida de Cristo, su acción salvadora y no
la nuestra. Ayudar los presos a ver como operó Dios y continua a operando
en la vida: como los sacó del encierro de la vida delictuosa, para hacer un
camino que misteriosamente pasa por medio de una detención. En este
contexto subrayar los gestos ‘libres’, de generosidad actuados, y las
dimensiones de confianza y ofrenda vividas. Los limites paradojamente
ayudan a verlas más.
Y Felix Palencia, ante esta misma pregunta, 20 años antes, hace una reflexión semejante:
Ante todo, en lo más hondo de sí mismo: lo que sobrevive y vive después del despojo de
todo lo superfluo, lo accesorio, lo complementario y aun lo convreniente…
Pero la transitoriedad también toca el aspecto emocional o afectivo. Los amigos de la Isla
son auténticos, no cabe duda, y son los que fundamentalmente hacen la vida vividera en
ella; pero son claramente transitorios: Pocos internos imaginan la permanencia de sus
amistades más allá de su salida de la Isla.
Sabe, entonces, el interno, aunque aún duda de ello, que Dios es bueno y que lo quiere, y
que, así también él es bueno, y puede quererse como es. Sabe, por tanto, que el amor
misericordioso de Dios no pone condiciones; que no puede ni merecerse ni perderse, y que
es absolutamente gratis.
Creo que la simple escucha atenta y afectuosa, que propicia la toma de conciencia explícita
en un diálogo del todo cercano al monólogo, facilita el que se formule para sí la experiencia
y el saber espiritual, y que eso mismo, a la vez que la coagula, la hace más evocable y menos
vulnerable. Pero puede ayudar también el alentarla mediante pequeñas intervenciones de
apoyo poco explícito o aun mediante preguntas más directas. Más aún, a veces pienso en
un apoyo más explícito, que fraternal o aun paternalmente confirme el testimonio del
Espíritu. Puede a veces ser una oración solidaria y compartida generalmente sacada del
bagaje de la memoria, preferentemente el padrenuestro.
Cualquier labor o presencia misional o pastoral, en la Isla como en cualquier otro contexto,
no puede tener sentido ni provecho alguno para nadie si no se establece en la base de una
confianza firmísima e ilimitada: en Dios, ciertamente, pero no menos en cada uno de
aquéllos a quienes se pretende misionar o pastorear, así como también en quienes
integraran un posible equipo misionero o pastoral, y, por supuesto, en uno mismo.
Si del trópico vienen vientos, de vida azulada, cielo y agua, los unen.
Así aletea el espíritu en las Islas Marías, es horizonte, silencio...
Se acerca abriendo corazones en encuentros humanos,
de personas recluidas en el Complejo Penitenciario, c
on carga de condenas y animosidad que revela su vida interna.
Provoca libertad, que trasciende "los muros de agua", deliraría Revueltas.
Nos hemos abocado a acompañar una y otra vez, a recibir a quiénes nos
envían a retirarse en la Casa Loyola, a reconocerlos, mirándoles a los
ojos. Nos han dicho de donde vienen, qué estudios lograron, si son
casados o solteros, culpables o inocentes. Su religión marca diferencias,
su espiritualidad no los aparta entre si
Y, finalmente, un modo explícito y planeado de escucha, son los ejercicios espirituales que
se dan a grupos pequeños en una casa expresa para ello. Tres o cuatro días de reflexión, de
compartir, de dinámicas de desarrollo humano. Hombres que llegan con sentimientos de
tristeza, dolor y coraje; hombres que se saben llenos de inseguridad y miedo, con enojo con
ellos mismos y cargados de nostalgias por una realidad que quedó lejana e igual o más para
volverla alcanzar. Hombres que no sienten su corazón, que tienen la esperanza perdida,
llenos de frustración y donde la fe queda apenas latente en lo más recóndito de su ser. Se
autocalifican como personas de “mente sucia”, olvidados de Dios.
Al final de la experiencia, y mucho más allá de lo imaginado por los acompañantes, los
ejercicios les ayudaron a darse cuenta que eran máscaras que ocultaban heridas más
profundas que no habían cicatrizado del todo, motivo de que todos esos sentimientos
seguían prevaleciendo. Al caer esas máscaras, brotó el yo oculto, la verdadera misericordia
de Dios, las lágrimas que corrían hasta el corazón, limpiado y purificando todo a su paso.
Nuevos hombres, felices, llenos de amor, experimentando paz y libertad en su corazón;
fortalecidos, con esperanza de saber có mo acercarse a Dios y vivir agradecidos con Él por
su amor, que en esta experiencia los hizo sentir bendecidos, emocionados con serenidad y
armoni ́a, sin dolor y un gran alivio; diferentes a como habi ́an llegado; ahora con mucha
confianza, fe y aprendizaje para dar y recibir.
Asi ́, algunos ejercitantes llegaron a experimentar su libertad interna y se dieron cuenta que
esta es una capacidad humana que les da la fortaleza de reorientar el sentido de su vida. Es
un gran tesoro que poseen en su corazó n. Esta misma libertad la tuvieron desde el inicio del
retiro, al decidir libremente aprovechar la oportunidad.
También aquellos que escucharon, con el arte de quién sabe escuchar y sabe escucharse,
dan este testimonio “sentimos que cuando Dios toco el corazó n de los ejercitantes, también
toco el nuestro, gozamos del gozo del otro. Fue un privilegio ser testigos del proceso de la
relació n de la persona consigo misma y con Dios.”
Quisiera terminar esta plática con mi experiencia personal. En uno de los viajes que me tocó
ir a la Isla, de noche y de regreso, teniendo que dormir en la cubierta del barco, contemplaba
en el horizonte una negra cortina de lluvia. Temía empaparme hasta el último rincón del
cuerpo. Cruzamos la cortina y solo unas pequeñas gotas. Después acostado en cubierta,
observaba arriba la vía lactea, y adelante, atrás, a derecha y a izquierda, intermitentes
luminosidades producidas por los rayos. A un lado dormía un compañero jesuita, de otro
dos o tres libres que cumpliendo su sentencia regresaban a casa. Sentía la presencia de
muchas luces, muchas luminarias que a través de estos 75 años han sabido escuchar al
espíritu, han sabido escuchar a los internos de la isla, se han sabido escuchar a sí mismos. Y
en esa escucha, como en aquella vista de la vía lactea, han sabido dar herramientas para
que muchas personas puedan encontrar el camino a casa.
“No sé qué nueva misión pueda esperarme ahora, en consonancia con nuestro
flamante Proyecto Común de Provincia. Si sé que dejé un poco de libertad cristiana
y para mi mismo la encontré, en una prisión perdida en el Pacífico, y que muchos
hermanos en ella hubieran deseado que me quedara yo más tiempo con ellos… cosa
que yo deseé también intensamente. Y que las Islas Marías no serán en adelante
para mí el infierno del Pacífico, sino más bien, como aquellas de Xavier, las Islas de
esperar en Dios.”