Sobre Cosas Que Se Ven en El Cielo
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Jean Cocteau
La voz humana
ePub r1.0
Titivillus 10.03.18
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Título original: La Voix humaine
Jean Cocteau, 1930
Traducción: Enrique Llovet
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El dormitorio de una mujer. A la izquierda, un gran lecho desordenado. A la
derecha, puerta que da a un cuarto de baño encendido. Una mesita con un teléfono.
Una silla baja. Algunos libros. La luz de una lámpara.
La mujer está en el suelo. Después de una pausa se medio incorpora, cambia de
posición y vuelve a dejarse caer. Finalmente se alza, se echa un abrigo sobre los
hombros y va hacia la puerta.
Suena el teléfono. La mujer deja caer el abrigo y se precipita hacia el auricular.
Desde ese mismo instante va a hablar sin interrupción: de frente, de espaldas, de
perfil, en pie, de rodillas, sentada o paseando. Al acabar caerá derribada sobre la
cama abandonando el auricular.
En realidad, cambiará de actitud con cada bloque expresivo: el del perro, el de la
mentira o el del abandono. Su desconsuelo no se refleja en la elocución del texto sino
en su gestualidad.
Hay un gran predominio del color blanco.
El autor propone a la actriz que abandone la ironía, la amargura y la expresión
directa del subtexto de mujer destrozada. Se trata, simplemente, de una mujer muy
enamorada, con pocos recursos intelectuales, que lucha hasta el final para arrancar
al hombre una confesión sincera y para que, al menos, se salve así la memoria limpia
del amor anterior.
La imagen continua que el autor desearía que se transmitiese al público es la de
un animal herido que se desangra y que realmente inunda al final de sangre
verdadera todo el espacio escénico.
ELLA: ¿Diga? Hola. Diga, diga. No, no es aquí… No, señora, debe haber un
cruce… La oigo muy mal… Es un cruce, sí… Pues claro, cuelgue… ¿Qué?… Con
otro número. ¿Qué más quiere saber?… ¡Por favor!… Sí, dígame… Colgar…
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colgar… ¿Cuántas veces quiere que se lo repita? Señorita, por favor, señorita…
Déjelo ya señora… ya está bien… No, esta no es la clínica… No es cero siete, es cero
ocho… Bueno, esto es idiota… de locos… y yo que sé, señora… no es a usted, es a
mí a quien llaman…
(Cuelga, pero no retira la mano del aparato que vuelve a sonar. Descuelga.)
Sí, hable… Pero, señora. ¿No comprende que yo no puedo hacer nada?… ¿Y a mí
qué me importa si usted está nerviosa?… Le digo que no… La culpa sería suya, claro
que sí… de usted… Hola… Sí, señorita… ¿Me oye? operadora… Ah, por fin… Que
me están llamando, señorita, y no consigo hablar… Sí, un cruce… Por favor, dígale a
esa abonada que cuelgue de una vez, para que yo pueda hablar…
¿Sí?… Sí, sí… menos mal… ¿me oyes?… ¿Eres tú?… ¿me oyes ahora? Sí, yo…
no, es terrible… te oigo lejísimo… en el fin del mundo… ¿Diga?… ¡Esto es de locos!
… oigo muchísimas voces… todas a la vez… Vuelve a intentarlo… Que me llames
otra vez… No, no, tú… QUE-ME-LLA-MES-OTRA-VEZ… Señora o señorita o lo que sea
¿quiere callarse ya?… ¿Cuántas veces tengo que explicarle que esta no es ninguna
clínica? Hola… Hola…
Al fin, por fin… Al fin te oigo… Sí, bastante bien… Sí, sí… Era una tortura, te
oigo en medio de un tumulto… no… no… sí…, pues casi por casualidad… todavía
no hace ni un cuarto de hora que he llegado a casa… ¿Me habías llamado antes?…
Ya, sí, sí… No, no he cenado aquí… Marta me invitó a su casa… Pues deben de ser
las once y cuarto, once y veinte… ¿Es que no estás en tu casa?… Entonces. ¿Y qué
hora tiene ese reloj?… Eso, lo que yo te he dicho… Claro, naturalmente… La noche
de ayer, la noche de ayer… Ah, sí, me acosté en seguida, y tomé una pastilla porque
no conseguía dormirme… Claro… sólo una… Era muy temprano, alrededor de las
nueve… Seguramente… tenía un poco de jaqueca, pero en seguida se me fue… He
almorzado aquí con Marta y luego he dado una vuelta para hacer unas cuantas
compras… Muy rápido… Al llegar aquí lo primero que he hecho ha sido poner todas
tus cartas en ese bolsón amarillo… ¿Lo recuerdas? ¿Después?… ¿Cómo?… Sí, por
supuesto, una se conforma con todo en esta vida… ¡Qué remedio!… Jurado… Sí que
soy valiente, sí que lo soy… ¿Luego? Pues nada, arreglarme hasta que vino Marta y
salir con ella… Sí, claro, de su casa aquí… Es muy buena amiga… mucho… es una
persona estupenda… Sí, claro, da esa impresión, pero luego es un ángel… tú me lo
dijiste, tenías razón, como siempre… El traje salmón y la piel clara esa… ¡Pues el
sombrero negro, aquel que compramos juntos…! ¡Ni siquiera me lo he quitado
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todavía! ¡No me has dado tiempo!… ¿Qué dices?… Fumando nada… tres cigarrillos
en veinticuatro horas… que sí, que me puedes creer, que te lo juro… y… bueno,
cuéntame algo de ti… ¿Llegas ahora a casa?… Ah, no has salido… Asunto. ¿Qué
asunto?… Ah, ya, el pleito ese… Sí, ya me acuerdo…, pero descansa un rato… no
puedes trabajar de esa forma… ¡Alló! ¡Oiga!… Habla, habla, es que parece que se va
a cortar… Oye, si se corta vuelve a llamarme en seguida… Claro que sí… ¿Me oyes?
¿Me oyes? Sí, sí, soy yo… ¿En el bolso? Pues todas las cartas, las tuyas y las mías…
Sí, ya puedes mandar por él cuando te convenga… ¡Cómo no va a ser triste!… Lo
es… Sí, que lo entiendo… No, cariño, no, no me des más explicaciones, la tonta soy
yo… Eres muy bueno… y muy cariñoso… Tampoco yo creí que iba a poder
resistirlo… No sé de qué te asombras… menos de lo que crees… Parezco una
sonámbula… Me levanto, me arreglo, entro, salgo, y casi no me entero de lo que
estoy haciendo… A lo mejor mañana no puedo, pero hoy, todavía… ¿A ti?… A ti no,
amor mío, tú no tienes por qué sentirte culpable de nada… ¿Qué? No, espera,
déjame… yo… claro que pasan estas cosas… Lo sé muy bien… y no me
arrepiento… Dijimos que seríamos siempre francos el uno con el otro… Siempre…
Es mucho mejor que si hubieses esperado al último instante para decírmelo… Eso…
eso habría sido demasiado cruel… Entonces me habría dolido mucho más… Así voy
haciéndome poco a poco a la idea y… me habitúo… trato de entenderlo… ¿Teatro?
¿Qué dices?… oiga… ¿Estás ahí? No estoy echándole ningún teatro… ¿Cómo puedes
creer que…? Tú me conoces mejor que nadie… Sabes que no sé fingir… Nunca…
nunca… nunca… completamente tranquila… si te estuviese escondiendo algo me lo
notarías en la voz… Sí… te dije que quería ser valiente y lo voy a ser… ¿El qué?…
Bueno, eso es muy distinto… De acuerdo, todos nos engañamos cuando conviene…
Cuesta mucho aceptar las situaciones definitivas… ¡mira que te gusta exagerar las
cosas! Te juro que he tenido tiempo para hacerme a la idea… Y eso también te lo
debo… Has sabido dormirme, mimarme. No te faltó más que anestesiarme… lo
preparaste muy bien… Íbamos contracorriente… No hemos querido renunciar a cinco
años de felicidad y ahora tenemos que pagar el precio… Pero eso lo supimos desde el
principio, desde el primer día… Yo, por lo menos… Jamás pensé que se iba a
producir un milagro… Así que… ha valido la pena… y no me duele pagar… ¿Qué?
¿Oiga?… Nada… que no me duele pagar porque ha valido la pena… QUE-HA-VALIDO-
LA-PENA Ya lo creo… sí…, estás muy equivocado… mucho… He salvado lo que tenía
que salvar… ¿Oiga?… lo que yo misma he querido salvar… y he sido muy feliz
contigo… muy feliz… Ah, déjame a mí hablar un momento… Nunca te reprocharé
nada… absolutamente nada… Si es que hay culpas son todas mías… ¡Pues claro! ¿Es
que no te acuerdas de aquella carta que te escribí y de aquel domingo en Versailles?
… Fui yo, claro que fui yo, quien se empeñó en ir y en no dejarte hablar y en decirte
claramente que no me importaba nada de nada… ¿Qué? No, no… tienes muy mala
memoria… Primero te llamé yo a ti… fue un martes, me acuerdo perfectamente…
segura es poco… Un veintisiete, martes… Tú me pusiste un telegrama la víspera… el
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veintiséis, y lo recibí por la tarde… Pero ¿cómo se me van a olvidar esas fechas?…
¿Tu madre te ha dicho eso?… Pues no lo sé… eso no tiene ninguna importancia…
Todavía no lo he pensado… Bueno, a lo mejor, sí… Cuanto antes ¿no te parece?…
¿Y tú?… ¿Mañana, ya?… Pensé que no tenías tanta prisa… Bueno, espera un
momento, entonces… No, complicado, no… Le dejaré la bolsa al portero mañana
temprano… Así lo puede recoger José a cualquier hora… ¿Quién, yo?… Pues la
verdad es que todavía no lo sé… No sé si quedarme aquí o irme con Marta unos días
al campo, a su casa… ¿Dónde va a estar? Aquí… Pobrecillo, no entiende nada… No
ladra, no… Pero ayer se pasó el día entero husmeando del salón al cuarto y del cuarto
al salón… De vez en cuando me miraba y se le ponían las orejas tiesas… Trataba de
oírlo todo… Recorría el piso buscándote… Yo creo que a veces se enfadaba conmigo
porque yo estaba sentada sin ayudarle a encontrarte… Creo que te lo debías llevar
tú… Aquí se puede enloquecer… No creo, es demasiado perro para una mujer sola…
conmigo se sentiría mal… Eres tú quien le ha sacado siempre de paseo… sí,
llévatelo, llévatelo… Es mucho más fácil que se olvide de mí que de ti… Pensaremos
cualquier cosa… Eso no es difícil…, pues dices que te lo ha regalado un amigo que
tenía que marcharse… que venga José a buscarlo, José le gusta… te lo mandaré con
el collar de cuero rojo y acuérdate de que está sin placa… Bueno, ya pensaremos
eso… De acuerdo… De acuerdo, amor mío… que sí… que sí amor mío, que lo
entiendo… ¿Qué? ¿De qué guantes hablas?… ¿Los de piel?… Sí, los que llevabas en
el auto… Pues, no lo sé, no me he dado cuenta… si se hubiesen quedado aquí, yo
creo que los habría visto, Pero… no cortes…, espera un segundo… ahora mismo los
busco…
(En la mesita, tras la lámpara hay unos guantes masculinos. Ella los besa y los
aprieta contra su cara.)
¿Oye?, no, nada… Aquí no están… Por el salón, desde luego, no… mira… luego
buscaré más despacio y miraré todos los cajones… No creo, pero si por casualidad
doy con ellos te los dejo en la portería dentro del bolso con las cartas… ¿Qué?… ¡Ah,
las cartas!… de acuerdo, sí… Es lo mejor… Quémalas mañana mismo… te voy a
parecer una estúpida, pero… me gustaría que hicieses una cosa… guardar las cenizas
en aquella caja de concha de cigarrillos que te regalé… Ya sabes cuál es… Sí, sí, sí…
es una niñería… perdona…
Perdona, ya pasó… No, no estoy llorando… Era un poco infantil eso de las
cenizas guardadas en una cajita y… ¡Si eres bueno, sí! Claro que tengo buena
memoria…
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He quemado en el horno todos los papeles de tu hermana… Pensé guardar aquel
piano del que me hablaste. Pero ha sido mejor cumplir tus órdenes y destruirlo todo…
De acuerdo, entonces… las quemas sin mis… ¿Te vas a acostar ya? ¿En bata?…
Bueno, pero no trabajes hasta muy tarde… Si tienes que madrugar es mejor que te
acuestes cuanto antes… Sí, ¿diga?… ¿Diga?… ¿me estás oyendo?… Ya no puedo
gritar mis… ¿me oyes ahora?… ¿Que si me oyes mejor así?… Qué cosa tan curiosa
porque yo, en cambio, te oigo como si estuvieses aquí mismo… ¿Me oyes?… ¿Me
oyes?… ¡Oiga!… ¡Oiga!… Ahora soy yo quien no oye nada… Bueno, te oigo
lejísimo… ¿Y tú?… No, no, es mejor que no cuelgues… Si, señorita, claro que estoy
hablando, ¿es que no se da cuenta?… Ah, ahora va mejor… Sí, sí, muy bien…
Ahora, perfectamente… Sí, es incomodísimo… Parece como si te murieses de
repente… que oyes y no puedes hablar… Sí, ahora sí, ahora sí… Por lo menos no se
ha cortado la comunicación… Sí, muchísimo mejor que antes, menos mal, y eso que
tu teléfono hace un ruido muy raro… no parece el tuyo… ¡Claro que te veo, no es
muy difícil!
No, cielo, mío, tú no… Ni lo intentes… No quiero que me veas ahora… ¿Por qué
asustada?… asustada, no… Es… todavía peor… No… no sé dormir sola… Claro,
claro… claro… Estate tranquilo… Que te estés tranquilo… Pues todavía no lo sé…
No me atrevo a ponerme delante de un espejo… me da miedo hasta encender el
cuarto de baño… Ayer me puse delante del espejo y me parecí una vieja… Desde
luego… una ancianita, flaca, y llena de arrugas y con todo el pelo blanco… ¡Eres un
cielo!… ¿Como una poesía, mi cara?… No digas eso que suena muchísimo a
caballero bien educado… y… me recuerda cuando… me decías que… era fea y…
tonta y… adorable… eso estaba mejor y… perdona, era una broma… No seas
tonto… No, no lo eres… «eres un bruto», pero me quieres… porque si no me
quisieras podrías hacerme muchísimo daño con ese teléfono que tienes en la mano…
es un arma terrible… Puede matar a cualquiera sin dejar la menor señal… ¡Yo qué
voy a ser mala!… ¡Óyeme!… ¿Hola? Diga… diga… ¡Que no te oigo!… ¿Diga?…
¡Señorita!… ¡Señorita! ¡Que se ha vuelto a cortar, señorita!…
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¿Oiga?…
(Golpea la horquilla.)
Hable… ¿Eres tú?… ¿Eres tú?… Se corta la línea, señorita… No estoy segura…
Bueno, sí, sí lo se… Un momento… Auteil cero, cuatro, cinco, siete… Hable…, sí,
dígame… Comunicando claro… Es que están intentando hablar con este número…
Bueno, gracias…
Oiga…, hable por favor… Cero, cuatro, cinco, siete… no, siete, siete, no seis…
siete… ¡Por favor!
(Golpea la horquilla.)
Por favor… ¿Auteil cero cuatro cinco siete?… Menos mal. ¿José? ¿Es usted?…
Sí, sí, soy la señora… que estábamos hablando el señor y yo y se ha cortado la
comunicación… Ah, no… ¿No estaba hablando desde casa?… Ya… ¿No vuelve
hasta mañana, verdad?… Sí, por supuesto, se me había olvidado… Es que estaba
hablándome desde un restaurante y al cortarse… pues… sin darme cuenta… he
llamado a la casa… Bueno, entonces, váyase a descansar, José… Perdone y gracias…
Sí, José, buenas noches…
Ah, menos mal… Sí, nos cortaron… no, no, estaba esperando, sabía que ibas a
volver a llamar… Sí, es que sonó hace un momento y descolgué y no era nadie… Sí,
eso pasa mucho… Estás cansado…, pero eres un ángel habiendo vuelto a llamar… un
ángel muy bueno…
No. Claro que estoy aquí… ¿Qué dices? No, que tontería… Nada, no decía
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nada… No. ¿Qué quieres que me pase?… Pues claro que estoy como siempre… Sí,
como siempre… Que no, ya te lo he dicho… Estás en un error… estoy como
estaba… sí, eso sí, y eso tienes que entenderlo… Estamos hablando y hablando de
esto, y… no queremos darnos cuenta de que… habrá que callarse pronto y… colgar
este teléfono y… dejarse caer en la nada y… en el silencio y… en la oscuridad y…
(Vuelve a llorar.)
(Llora.)
Muy cobarde, sí… me tomé una docena de pastillas en un vaso de agua tibia…
caí fulminada… me desperté sobresaltada, pero feliz creyendo que todavía estaba
soñando y… luego… cuando vi que no… y que era verdad… y que no tenía a nadie a
mi lado… y que no podía apoyarme en tu hombro, ni tener mis piernas enlazadas con
las tuyas ni… me di cuenta de que no es posible… de que no puedo seguir viviendo
como… sin peso… sin sangre… tan fría… tan horriblemente fría… Entonces pensé
que ni la muerte me quería ayudar… respiraba con mucha angustia y… aguanté una
hora o algo así… y luego llamé a Marta… hace falta mucho valor para morirse sola…
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y yo no lo tengo… ¿lo entiendes, mi amor? ¿Verdad que lo entiendes?… Marta llegó
a eso de las cuatro y se trajo a un médico que vive en su misma casa… Yo tenía
muchísima fiebre… y ese médico me dijo que si no se conocen las dosis es bastante
difícil envenenarse… me recetó no sé qué… y Marta se ha pasado el día aquí a mi
lado… Le he tenido que insistir mucho para que se fuese… Quería estar sola cuando
me llamases… Sabía que esta era la última vez que me llamas. Sí, ahora, sí… Ya
pasó todo… Sí, ya pasó… Un poco de destemplanza… Pues treinta y ocho dos o
treinta y ocho tres… naturalmente que son los nervios… estate tranquilo… ¡Soy una
estúpida!… estaba dispuesta a no contarte nada para que nos pudiésemos separar en
paz y… a colgar sin más como otras veces… como si nos fuésemos a volver a ver
mañana… ¡Qué débil soy!… sí, sí… muy débil… me da mucho miedo colgarte este
teléfono y… volver a desaparecer en la oscuridad…
(Llora.)
¿Estás ahí?… ¡Qué miedo, creí que se había vuelto a cortar…! ¡Qué bueno eres!
No te mereces todo el daño que te acabo de hacer… No te calles, no te calles, dime
todo lo que estás pensando… lo he pasado tan mal que hasta me he revolcado por el
suelo y luego, fíjate, ya ves, me llamas, cierro los ojos y ya me siento bien… Bueno,
eso me ha pasado siempre ¿no?… Tantas y tantas veces que en la cama te he oído
hablar con la cabeza sobre tu pecho… cerraba los ojos y te oía… igual que ahora…
No, qué va… tú, no… La única cobarde soy yo… Te he dicho que me había jurado a
mí misma que… ¿Cómo?… No, te equivocas, no… Pero ¿qué dices?… me has hecho
muy feliz… Te digo que no. ¿Cómo va a ser lo mismo?… ¿No ves que yo sabía, yo
sabía que esto tenía que suceder alguna vez?… Pues, claro… Lo que pasa es que hay
muchísimas mujeres, más de las que tú te piensas, que creen que se van a pasar la
vida entera junto al hombre que quieren y, de pronto, cuando llega la hora no están
nada preparadas para la ruptura… Yo estaba preparada… nunca te hablé de eso
porque… porque era mejor, pero… un día que fui a la modista estaba tu foto en no se
qué periódico… por cierto que… abierto por la página justa y muy bien colocadito
encima de la mesa… un detalle muy femenino, muy humano, si quieres… Pues
porque no quería amargarnos nuestros últimos días… ¿Además para qué? Lo lógico
es encajarlo y… callarse… No, no me hagas mejor de lo que soy… Oye ¿qué es eso?
… Parece música… Digo, que me parece como si estuviese oyendo música… ¿Ah,
sí?…, pues dale con los nudillos en el tabique, como hace todo el mundo… estas no
son horas de oír música tan alta… No has tenido suerte con esos vecinos… Además
como no vivías ahí, pues se han acostumbrado mal… No, no hace falta, mañana
volverá ese médico amigo de Marta… Que te digo que no… es muy buen médico…
vino en seguida y se puede molestar si llamo ahora a otro… Estate tranquilo… claro,
claro que sí… Por Marta… Marta te dará noticias mías, de vez en cuando… Sí, claro
que lo entiendo, ¿cómo no lo voy a entender? Te juro que voy a ser la mujer más
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valiente del mundo… Jurado… ¿Qué dices?… Sí, ya estoy bien… Si no me hubieses
llamado me habría muerto, pero ahora ya estoy bien… No, no, no… Espera todavía
un poco… un poco más… Espera un poco… Vamos a ver si encontramos una forma
de…
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perro… Le estoy empezando a tener miedo… En casa de Marta se convertiría en una
fiera, ¿no te digo que ni siquiera me deja a mí que me acerque?… Contigo, sí… Yo le
estoy tomando miedo. Desde aquí lo veo… Completamente quieto… ¿Y yo qué sé
por qué?… A lo mejor piensa que yo tengo la culpa de que no vengas… o… incluso
que te he hecho algo malo… ¡pobrecito!… No, si yo le quiero mucho… Por eso,
porque sé lo que pasa… Que te quiere… Que te quiere muchísimo y… como no te
ve…, pues me echa la culpa a mí… Sí, con José se va… mándalo cuanto antes… Sí,
no me echaría de menos… Era tu perro, no el mío… Ahora lo estás viendo… Sí, lo
que tú digas, sólo que me da miedo acercarme… Está bien, ya pensaré a quién se lo
doy…, pero estoy segura de que en tu casa se haría amigo de todos… de toda la…
gente que… esté viviendo contigo… Sí, vida mía, tienes razón… es un perro y… por
listo que sea… habrá cosas que… que no estén claras para él… Puede que no me
conozca… a lo mejor le doy miedo… cualquier cosa, vete a saber… ¿No te acuerdas
de aquella noche en que yo tuve que decirle a mi tía que se había muerto su hijo? Es
muy blanca y muy pequeñita… Pues se puso roja, roja y se estiró como si fuese un
gigante… Daba en el techo con la cabeza… parecía como si tuviese mil manos y
daba espanto su sombra que llenaba la habitación entera… ¡espanto, sí!, pues su
perra, precisamente se escondía debajo de la cómoda, y ladraba como si corriera
detrás de un animal… ¡Ah, eso! ¿Cómo voy a saber eso?… Estoy muy descentrada…
He hecho algunas cosas… peor que tonterías… ¿Por ejemplo? Pues he roto todas mis
fotografías… no me preguntes por qué, hasta las de pasaporte. Sí… ¿Me quieres decir
para qué lo necesito yo ahora?… Nos encontramos en un viaje… Si vuelvo a viajar y
te vuelvo a encontrar me sentiría muy desgraciada… No, nunca… ¿Qué?… ¿Oiga?
¿Oiga?… Por favor, señora cuelgue… Le digo que cuelgue… Me tiene sin cuidado lo
que opina de mí… Lo único que quiero es que cuelgue… Ridícula o no, dedíquese a
sus cosas y antes cuelgue de una vez… ¡Ah! Cielo mío… cariño… no le hagas
caso… No, no cortes, por favor, ya ha cortado ella… La he oído. Sí… ¿Te ha
molestado lo que ha dicho?… Sí, sí, te ha molestado, te conozco muy bien… ¿Y a ti
qué más te da?… Era una estúpida y ni siquiera sabe quién eres… una estúpida que
piensa que todos los hombres son iguales… Que no, cielo mío, que no, que tú no te
pareces a ninguno… ¿Por qué?… No le des más vueltas… Tenía que suceder y ha
sucedido… Anteanoche se me acercó Henri… Quería saber si tú tenías un hermano y
si era el anuncio de su boda el que venía en el periódico… No, mal rato, no…, pero
bueno tampoco… Como si me estuviesen dando el pésame, ¿qué iba a hacer?… La
gente no tiene la culpa y como no se lo explica… Sí, la gente, en general… Para la
gente las cosas son blancas o negras… Nos queremos mucho o nos odiamos a
muerte… No, no te molestes, porque no conseguirás nada… Haz con todos lo mismo
que yo estoy haciendo…
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¡Ay!… No, no era nada… Es que como estoy hablando tanto… igual que
siempre, ¿no?… Pues de pronto se me olvida lo que ha pasado… creo que no ha
pasado y… cuando me doy cuenta…
(Llora.)
Ya sé que no tengo que volver a hacerme ilusiones… No, no, no es eso… Pero
hasta ahora… cuando hemos tenido un problema… que nunca han sido importantes,
pero en fin…, pues hasta ahora hablábamos, soñábamos y… al final, con un beso y
un abrazo, pues… menos. Con una simple mirada nos volvíamos a entender… Por
teléfono no es lo mismo… Por teléfono lo que se ha acabado se ha acabado. No, amor
mío… Los suicidios no se repiten… Puede que sí, pero sólo una, para dormirme
cuanto antes… ¿Tú me imaginas a mí comprando una pistola?… Ni entiendo ni
quiero entender… ¡Pero si ya no tengo fuerzas ni para mentirte, cielo mío!… Te estoy
diciendo la verdad… Sé que a veces es mejor mentir… mucho mejor… Ya ves, es
como si tú… Si tú me engañas ahora pensando que voy a sufrir menos. No, no digo
que me estás engañando. Lo que digo es que si yo me entero de que me has dicho una
mentira… Una mentira pequeña, yo que sé, que estás en tu casa y no estás o… algo
así… No… Escúchame, amor mío… no… Estoy segura… Te he puesto un ejemplo…
¿Cómo voy a decir yo que me estás mintiendo?… ¿Pero por qué te enfadas?, me has
entendido mal… Sí te has enfadado, sí, te lo noto en la voz… Lo que te he dicho es
que si me mientes por cariño, por no hacerme daño, yo te lo tendría que agradecer…
¿qué?… ¿me oyes?… ¿me oyes?… ¿me oyes?…
¡Por favor que vuelva a llamar…! ¡Que vuelva a llamar! ¡Dios mío, que vuelva a
llamar!
Se cortó otra vez… No, te decía, que si me mintieras por… para no hacerme
sufrir y… y yo lo descubriese, todavía te querría más de lo que te quiero…
No es verdad, parece que estamos juntos y nos separa media ciudad… Ahora está
tu voz dando vueltas en mi garganta… Espera un poco… Es mejor que se corte por
casualidad… ¿Yo? No, ¿cómo voy a pensar yo que estás deseando colgar?… Eso
sería muy cruel y tú no eres cruel… ¿A dónde?… Marsella… ¿Tan pronto? ¿Pasado
mañana?… Nada… Sí, bueno, que me hagas un favor, que no vayas al hotel de
siempre… No, no quiero que te enfades… Es que… como hemos ido tantas veces
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juntos a ese hotel, pues… así no me imagino nada y… al no verlo me hará menos
daño… ¿Comprendes por qué te lo pido?… Sí, gracias… Eres un ángel… Te quiero
mucho… con toda mi alma…
¡Qué tonta soy!… Te iba a decir «hasta ahora mismo»… Lo de siempre, claro…
Tienes razón, tienes razón… Es mejor que seas tú quien cuelgue…
Adiós, vida mía… Adiós… Sí, voy a tener mucho ánimo. Sí…, pero ahora date
prisa y cuelga… ¡Cuelga, por favor!… ¡Ya! Te quiero… más que a mi vida… más
que a mi vida… más que a mi vida…
OSCURO
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JEAN COCTEAU (Maisons Laffite, 1889 - Milly-la-Forèt, 1963) fue una de las
personalidades artísticas más versátiles del siglo XX: poeta, novelista, dramaturgo,
pintor, diseñador, crítico y cineasta, su labor cubre más de cincuenta años de vida
cultural, del París de las primeras vanguardias hasta la segunda posguerra mundial.
Una trayectoria hiperactiva y diversa y una intensa presencia social le darán fama
mundial más allá de las letras, en las que destacó en géneros como la novela (Les
enfants terribles, 1929), el teatro (La voix humaine, 1930), el diario (Opium, 1930), el
ensayo (Essai de critique indirecte, 1932) y la poesía, que cultivó durante más de
media centuria con libros tan destacados como Vocabulaire (1922), Ópera (1927),
Léone (1945) o Le Requiem (1962). Pionero de la performance y precursor del cine
de autor, fue un inimitable hombre orquesta, muy consciente de la importancia de ser
su propia marca. Defendió con elegancia su homosexualidad, se implicó durante la
ocupación alemana en la salvación de amigos amenazados por los nazis y al final de
su existencia cosechó el reconocimiento oficial que tanto se le negó al ingresar en la
Academia Francesa en 1955.
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