Torres Lugar Charcot Histeria Masculina PDF
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Patricio Torres
Introducción
La figura de Jean-Martin Charcot dejó una marca no solo en la historia del psicoanálisis,
en su conocido rol de mentor de Sigmund Freud, sino también en la historia de la histeria como
enfermedad. Esta suele ser relacionada con Freud, quien la estudió primero junto a Breuer y
luego en solitario. Sin embargo, la historia de la histeria puede ser trazada desde la antigua
Grecia, con referencias a ella en textos de Platón e Hipócrates, pasando por Thomas Sydenham y
su concepción de vapores histéricos en el siglo XVII, hasta llegar al siglo XIX, con Briquet y
Charcot como representantes de una idea de la histeria como una enfermedad de origen
neurológico y no de origen sexual (Charcot incluirá el factor psíquico sobre el final de su vida).
Ahora bien, dentro de esta historia, Charcot tiene un papel preponderante en el estudio de los
casos de histeria en hombres y niños. La histeria había sido siempre concebida como una
enfermedad exclusivamente femenina; sin ir más lejos, su nombre deriva de hystera (ὑστέρα),
que es la palabra griega para útero.
Pero ¿se trata la histeria masculina de una enfermedad en sí misma? ¿Por qué hablar de
una histeria masculina y no simplemente de “la histeria”, sin que ello implique que solo se trate
de una histeria femenina? ¿Qué diferencias encuentra Charcot en casos de histeria de ambos
sexos? Estos son algunos de los interrogantes que intentaré contestar a lo largo del texto.
Para ello, me centraré en el escrito Parálisis histérico-traumática masculina de Charcot, extraído
de Historia de la Ansiedad, de Conti y Stagnaro, el cual analizaré bajo la óptica de Marcel
Gauchet y Gladys Swain, en su texto El verdadero Charcot, y de Mark Micale y su ensayo
Charcot and the idea of hysteria in the male: gender, mental science, and medical diagnosis in
late nineteenth-century France (Charcot y la idea de la histeria en el hombre: género, ciencia
mental y diagnóstico médico en la Francia de fines de siglo XIX).
Para terminar, mencionaré la influencia de Charcot en los primeros trabajos de Sigmund
Freud sobre la histeria, retratada en particular en sus primeros escritos y en general a lo largo de
toda su obra.
Charcot no fue el primero en mencionar que la histeria podía ser adquirida por hombres
además de por mujeres. En primer lugar podemos nombrar a Thomas Sydenham, médico inglés
del siglo XVII, quien si bien no admitió la idea de una histeria masculina, ya que a aquella se la
seguía tomando como una afección del útero, le dio una contraparte masculina, la hipocondría.
Esta era atribuida en los hombres a “obstrucciones del bazo o del bajo vientre” (Sydenham,
2007). Letras más, letras menos, se estaba hablando de una sintomatología similar pero con un
origen cada una en los sistemas reproductivos correspondientes. Según Micale (1990), esta es la
primera mención de la idea de histeria masculina en la historia de la medicina.
Dos siglos más tarde, en Francia, Paul Briquet escribe su Traité clinique et therapeutique
de l'hystérie (Tratado clínico y terapéutico de la histeria), un estudio integral sobre la histeria.
Con Briquet se inaugura la idea de que la histeria tal vez no sea una afección del útero o
esté relacionada con una actividad sexual insatisfecha, como era la opinión de los médicos hasta
esa fecha. Briquet (1859) la consideraba una “neurosis del encéfalo”. De hecho, se mostraba
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absolutamente en contra de las teorías reproductivas del origen de la histeria, al punto que
reflexiona si no sería mejor cambiar el nombre a este trastorno, porque las anteriores o están
demasiado relacionadas al útero como generador de los síntomas, o son demasiado generales.
Así las cosas, si las causas de la histeria eran de origen neurológico y no uterino, no había
razón para descartar que el hombre también pudiera sufrirla. Briquet mismo afirmó haber tratado
algunos casos de histeria masculina. Sin embargo, sus aportes tendrían un éxito limitado. Según
palabras de Mark Micale (1990):
Briquet tenía pocas dudas de que la histeria era un desorden del sistema nervioso
superior e insistió en su existencia para ambos sexos. [...] El de Briquet fue un
avance sustancial para la conceptualización médica de la histeria. Sin embargo, la
publicación de su monografía no logró el abandono de los modelos genitales de la
histeria. Si bien fue significativo para Charcot y los Salpetrianos de 1880, tuvo
comparativamente poca influencia en sus contemporáneos.1
1
Traducción propia.
2
Los casos de histeria masculina de Charcot
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ejemplos citados por Stagnaro y Conti (2007), el desencadenante de los episodios histéricos en
los enfermos era un accidente físico. Lo llamativo para Charcot era, por un lado, el tiempo
sucedido entre el accidente y la aparición de los síntomas histéricos, y por el otro, la
incompatibilidad entre la intensidad del trauma físico (por lo general baja o sin consecuencias
directas para el paciente) y la de los síntomas histéricos (de mucha mayor gravedad). Esto fue lo
que hizo que Charcot dé un paso más allá a la explicación meramente física de la enfermedad:
era el shock producido por el hecho traumático el que la desencadenaba . Por ejemplo, su
paciente Gui… pierde un ojo en 1879 tras una herida con un cuchillo. Tres años después
comienza a ver visiones cuando cierra los ojos, ve monstruos que se van apenas abre los ojos,
pero vuelven cuando los vuelve a cerrar. En 1882 sufre otro accidente: cae de un tercer piso. Dos
meses después, tras curarse de las heridas por la caída, vuelven las alucinaciones, a lo que se le
suman episodios histéricos, que constaban de hemianestesia derecha, temblores en la mano de
ese lado, órganos sensoriales afectados (particularmente la vista, recordemos que ya era ciego del
ojo izquierdo). El paciente presentaba una zona histerógena: el testículo y cordón espermático
derecho, que cuando era presionado, provocaba o interrumpía el ataque histérico. Los ataques,
según indicaba el mismo Charcot, en poco diferían de los de las mujeres internadas en La
Salpêtrière. Charcot se encarga de aclarar que el paciente nunca había visitado el pabellón
femenino, por lo que no podía haber copiado la sintomatología de aquellas.
En el caso de los pacientes masculinos, la sintomatología principal tenía que ver con
sensibilidad afectada. 48 de los 61 casos registrados por Charcot presentaba ese tipo de síntomas,
particularmente anestesias o hiperestesias (hipersensibilidad). Las hemianestesias, o anestesias
de un solo lado del cuerpo, eran frecuentes. El caso de Pinaud, otro de los pacientes de Charcot,
es particular. Había sufrido una caída desde dos metros lo que le había dejado unas contusiones
leves en hombro y rodilla. Sin embargo, tres días más tardes presentó una paresia
(debilitamiento) y anestesia en el brazo izquierdo. Estas monoplejias (parálisis de un solo
miembro) no eran comunes. Sus sentidos (vista, gusto, oído) se vieron afectados del lado
izquierdo. Si bien no presentaba ataques de tipo convulsivo, tras deliberar con sus estudiantes
llegaron a la conclusión de que debía tratarse de una histeria. Unos días después, Charcot
encuentra una zona histerógena en la zona submamaria de Pinaud y los ataques convulsivos
comienzan en todo su esplendor, con las cuatro etapas que describía Charcot en sus grandes
ataques histéricos: epileptoide, los grandes movimientos (que en Pinaud eran de una gran
violencia: incluso se golpeaba la cabeza contra las rodillas), luego la de las actitudes pasionales
(en la que demostraba furia hacia personajes imaginarios), y finalmente, la del delirio final.
Charcot no consideraba que las cuatro etapas tuvieran que darse necesariamente para poder
considerarse histeria en el caso de los hombres. De hecho, más de un tercio de los pacientes
registrados no presentaban ningún tipo de convulsión. Pero si pasaban por la etapa de actitudes
pasionales, estas solían ser aun más dramáticas que en los ataques histéricos femeninos (Micale,
1997)
Más allá de esto, Charcot no hacía grandes diferencias entre la histeria femenina y
masculina. En cuanto al origen, consideraba que, como dijimos, el factor hereditario es
preponderante para ambos sexos. Sin embargo, según sus cálculos, la mujer tenía 20 veces más
posibilidades de sufrir de histeria, y además tenía la capacidad de transmitirla a sus hijos
varones. Esto demostraba que Charcot no podía quitarse de encima la idea de que, en el fondo, la
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histeria era fundamentalmente una enfermedad femenina. Las causas secundarias eran la mayor
diferencia entre ambos sexos. Mientras que en los casos femeninos, las pacientes se enfermaban
por una experiencia altamente emocionante, como problemas maritales, un amor prohibido, la
muerte de un familiar, en el caso de los hombres, la causa era por lo general un evento
traumático físico, combinados con enfermedades venéreas anteriores y alcoholismo. Es como si
las mujeres enfermaran por un exceso de femineidad y los hombres, por un exceso de
masculinidad.
A modo de cierre
Si bien sus teorías sobre la histeria no tuvieron repercusión luego de su muerte (Stagnaro
y Conti, 2007), sus trabajos hicieron despertar el interés por ella. En particular, es reconocida la
influencia que tuvo sobre los primeros trabajos de Sigmund Freud. Verdad es que Freud amplió
el trabajo de Charcot, asignándole una mayor importancia al factor psíquico en los casos de
histeria, el que Charcot empezó a indagar recién en sus últimos trabajos.
Freud se centró sobre todo en casos de histeria femenina. Hay un solo caso de histeria
masculina registrado en su bibliografía, de 1886, en el que la prosa a la que estamos
acostumbrados todavía no está presente, y que parece un caso más descrito de Charcot. Según
palabras del traductor de Freud, James Strachey, el caso pasó desapercibido en esa época.
Finalmente, podemos ver que los casos de histeria masculina y femenina son lo bastante
parecidos como para ser considerados una misma afección, aunque Charcot no logra despegarse
del todo de estas diferencias en lo sexual. Si bien comienza por buen camino cuando, retomando
a Briquet, pasa de una concepción uterina a una neurológica (y de ese modo, allanando el camino
para que hombres y mujeres puedan supuestamente adquirir la histeria por igual), al analizar con
más cuidado los distintos casos puede observarse que seguía diferenciando la histeria en ambos
sexos, tanto por sus causas como por sus síntomas. Freud echaría un lado este problema al
centrarse casi puramente en casos de histeria femenina.
Bibliografía