Maria de Mis Marias

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María

de mis Marías

Selección biográfica de
Geobanys Valle Rojas

1
PREÁMBULO

A pesar del tiempo, la distancia y hasta el hecho de vivir en contextos históricos


diferentes, e incluso a pesar de la desaparición física, María de los Ángeles Félix
Güereña sigue siendo una de esas mujeres que un día conquistó prácticamente a todo
el mundo por su belleza, su talento como artista –tan cuestionado por muchos-, y todas
esas 47 películas con las que pudo llegar a un público que en todo momento esperaba
más de ella.
Fue una mujer segura de sí misma, consciente de su valor, que despertó la admiración
de hombres y mujeres tanto de México como en el resto del continente americano y gran
parte del viejo mundo.
Los años se han sucedido uno tras otro. María dejó de vivir un día en el que cumplía,
casualmente, aniversario en el año 2002, y, sin embargo, parece que aún está allí. De
hecho, lo está: en la Doña, como la Devoradora, la Mujer de Todos, la eterna
Enamorada que desde la pantalla grande pudo dejar un mensaje que la revelaba tal
como era.
Coincido con los críticos que consideraron que para ser tan bella como ella, había que
ser María Félix; e incluso los franceses la llamaron un día ―La mujer más bella del
mundo‖, epíteto que se ha quedado corto para hacer honor a la belleza femenina
personificada.
México la vio nacer, Francia la adoptó después y el mundo la vio vivir. Varios países
tuvieron el honor de contar y apreciar su trabajo y presencia, como España, Italia,
Argentina, Colombia, Cuba, Brasil, Marruecos, Egipto, Venezuela, Ecuador y hasta los
Estados Unidos, donde nunca quiso actuar al rechazar los papeles que Hollywood le
ofertó.
Aunque despertó la admiración, el deseo, la atracción y hasta el amor de muchísimos
hombres, no todos tuvieron el privilegio de aunque sea robarle un beso. Ella siempre se
jactó de haber escogido sus hombres, quienes perdieron la cabeza por ella, llegando a
ser sus idilios o relaciones amorosas más sonadas los que mantuvo con Agustín Lara,
Jorge Negrete, Alex Berger, Jorge Pasquel, y su último romance, Antoine Tzapoff.
Descendiente de una familia numerosa, sus relaciones con su madre y sobre todo con
su hermano Pablo estuvieron sustentadas en un profundo amor y afecto, no siendo así
con sus hermanas ni con su padre, un hombre muy recto con relación a la educación
que les propició a sus hijos. Llegó a estar embarazada dos veces en su vida, pero solo
logró tener un único hijo que siguió sus pasos en el mundo de la actuación y el arte,
Enrique Álvarez Félix, quien llegó a convertirse sobre todo en un afamado actor de
telenovelas.
Al cine llegó por azar, tal vez de la misma manera en que llegó a mi vida a pesar de no
haber tenido el privilegio de conocerla. Pero llegó para quedarse.
Sus ojos de mirada fuerte e irresistible, su cabellera negra ondeada, su orgullo
mexicano, sus labios tan deseados hacían de ella una mujer singular, única e irrepetible.
Hay ídolos que nunca se van. Quizás en el cielo haya estrellas que nunca mueran. Hay
mitos que cuando se construyen alcanzan la eternidad. Y María alcanzó la inmortalidad.
A ella llegué a través de sus películas. No recuerdo cuál fue la primera que vi, pero sí la
impresión que desde aquel entonces provocó en mí tan bella mujer. Esa fuerza a la hora
de actuar, como mismo era en la vida, sus manera de conducirse tan fino y elegante, la

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pasión que transmitía al actuar enseguida me cautivaron. ¡Y qué decir de esos ojos
bonitos que tenía debajo de esas dos cejas!
Quise entonces descubrir quién era esa mujer tan bella que había desper tado
poderosamente mi atención. Comencé consultando la Enciclopedia Encarta buscando
datos sobre ella, e incluso llegué a revisar diccionarios como el Grijalbo. También fui
coleccionando fragmentos de artículos publicados en diversos periódicos donde se
hablaba de la famosa actriz mexicana.
Luego tuve la posibilidad de interactuar con el Internet, y a través de la utilización de
buscadores como Google pude incrementar mis conocimientos sobre la Doña,
satisfaciendo así mis ansias de saber. A la vez que conocía más sobre ella, fue
despertando en mí el interés de rendirle tributo y consideré que la mejor manera sería
elaborando algo que inició como una investigación de corte biográfica y luego terminó
convirtiéndose en un proyecto más ambicioso, con la redacción de un libro biográfico
donde pudiera integrar informaciones, datos e imágenes sobre María Félix, razón por la
cual justifico este texto como selección biográfica.
Varios años estuve escribiendo este libro, para el que me han sido muy útiles las
páginas digitales que pude consultar en Internet, los libros que tuve a mi alcance y que
aportaban aunque sea un detalle sobre la Diva del cine mexicano, como sucedió con los
libros biográficos que consulté de dos grandes artistas cubanas, María de los Ángeles
Santana y Rosita Fornés, donde se daban algunas impresiones y anécdotas de cuando
ellas conocieron a María Félix en momento diferentes; además de los artículos
recopilados.
Lamentablemente no pude acceder a fuentes bibliográficas más completas y
confiables, como el libro escrito por Enrique Krauze o el de Paco Ignacio Tabío, sino que
encontré informaciones dispersas publicadas en esas fuentes y con dedicación las fui
integrando para obtener este resultado final.
El más universal de los cubanos, José Martí Pérez, dijo en determinado momento que
honor a quien honor merece. Con esta selección biográfica pretendo reconocer la vida y
obra de esa mujer hermosa que tantos suspiros nos ha robado, con la ilusión de que sea
esta otra manera más de contribuir a la conservación y preservación de su legado
histórico, porque María Félix ya es historia.

Geobanys Valle Rojas


Sancti Spíritus, Cuba, 08 de junio del 2017

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María Félix: su vida, su obra. La historia

Es María Félix figura indispensable del cine mexicano; considerada, junto con
Dolores del Río, como la Máxima Diva del cine de oro mexicano; pues se destacó en la
llamada Época de Oro del Cine Mexicano, enalteciendo a México, y se constituyó en una
digna representante de la mujer mexicana, gracias a sus protagónicos en el cine
europeo y varios países de habla hispana. Personalidad controvertida, admirada por su
deslumbrante belleza legendaria y originalidad. Mujer que también poseía una gran
inteligencia, un carácter muy fuerte y una honestidad brutal. Durante su larga trayectoria
en el cine filma 47 películas en diferentes países como: México, Italia, Francia, Argentina
y España, sus galanes fueron siempre los más populares de cada país. Muere justo el
día que cumplía sus 88 años. María Félix es mucho más que una actriz es el ícono de
toda una generación de mexicanos y un referente mundial de la belleza femenina. Su
temperamento, sus cejas y su gran talento histriónico la catapultaron a la fama desde
muy joven.
La hermosura de la sonorense hizo que en Europa fuera adorada. Según expertos, su
cara tenía las facciones más perfectas del cine mexicano y una de las mejores simetrías
de cualquier cine. María no tenía fama de buena actriz pero ni falta le hacía; cuando se
habla de ella, lo que sale a relucir es su esplendor, su majestuosidad, su célebre lunar
en la mejilla, y su ―ceja de lujo‘‘, que alzaba como nadie: nació estrella y estrella fue
siempre.
Es conocida por el sobrenombre de «La Doña», mote que ganó a partir de su personaje
en el filme "Doña Bárbara" (1943). También es conocida como «María Bonita», gracias
al vals compuesto, exclusivamente para ella, como regalo de bodas, por el "Músico
Poeta": Agustín Lara, también conocido como "El Flaco de Oro"; el día que ambos
contrajeron nupcias, en 1945. Recientemente se dio a conocer que el vals compuesto
para ella, «María Bonita», fue en realidad compuesta para una «prostituta» que estuvo
con Agustín Lara, y que posteriormente María Félix se haría protagonista de dicha
canción, alegando que fue compuesta en un principio para ella. La vida de la Doña
siempre se bailó al borde de la realidad y la fantasía, de la mujer y el personaje.
Su público la colocó como la máxima Diva de habla hispana y sus fans la tienen como
la diosa del cine mexicano, una personalidad única que no copió a nadie, que tiene un
estilo propio que nadie pudo copiar. Cuando alguien le comentó que un periódico la
criticaba, ella contestó " Yo estoy hecha de baños de agua caliente y agua fría y muchas
veces los de agua fría le dan más interés a los chismes‖.
Aunque surgieron muchas bellezas fílmicas en la Época de Oro del cine mexicano, solo
dos de ellas lograron trascender y convertir sus rostros en el sentido de todas sus
películas: María Félix y Dolores del Río.
María Félix fue un caso excepcional en el Cine mexicano. Mujer de enorme belleza y
fuerte personalidad que de inmediato dominó los roles de "vampiresa" y "mujer fatal" de
las películas mexicanas. Antes del éxito de María Félix, las mujeres iban en papeles
secundarios (madres abnegadas, novias sumisas). A partir del éxito de Félix,
comenzaron a realizarse más películas con temáticas femeninas. El filme Doña Bárbara
(1943), dio inicio al mito de María Félix como La Doña, la mujer inalcanzable e
indomable. La belleza y singular personalidad fílmica de María Félix la llevaron a
conquistar el cine de Europa.
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Pertenece a un grupo de mujeres que entran al dominio público a través del
espectáculo, en la escena del primer momento del cine latinoamericano. Mujeres como
ellas se vinculan también al cine norteamericano y europeo en expansión y su vigencia
se extiende por lo menos un par de décadas. A estas mujeres, tres entre las más
destacadas, les corresponde marcar una imagen de la cultura latinoamericana que se
perfila entre los años treinta y cincuenta, proyectándose más allá en la sensibilidad de
diversos sectores a lo largo del siglo XX. Se trata de la mexicana María Félix, de la
brasileña Carmen Miranda y de la argentina Libertad Lamarque. Hemos pensado en
ellas porque son la expresión y, al mismo tiempo, perfilan y potencian con su presencia
la imagen de la cultura popular latinoamericana que se extenderá a lo largo del siglo. Es
el momento de lo que se llamará popularmente en el norte del continente el tiempo del
feeling, con la sensibilidad de la letra y de la música del bolero, en un período en que
surge la cultura de masas que circula a través de la radio, el cine y, luego, la televisión.
De acuerdo con algunos expertos, Pedro Armendáriz, María Félix y Dolores del Río,
son las máximas estrellas cinematográficas Latinoamericanas de las décadas de 1940's
a 1960's.
Otras figuras destacadas fueron actores de soporte como Ignacio López Tarso o los
Hermanos Soler: Domingo, Andrés, Fernando y Julián; galanes fílmicos como David
Silva, Emilio Tuero, Roberto Cañedo o Ernesto Alonso; bellezas fílmicas como Columba
Domínguez, Miroslava Stern, Marga López, Elsa Aguirre, Gloria Marín o María Elena
Marqués; actrices de carácter como Carmen Montejo, Andrea Palma, Isabela Corona o
Prudencia Griffel; héroes rancheros como Luis Aguilar y Antonio Aguilar; "villanos
cinematográficos" como Carlos López Moctezuma, Miguel Inclán, Rodolfo Acosta o los
hermanos Tito y Víctor Junco; actores como Arturo de Córdova, Joaquín Pardavé, Sara
García, llamada la "Abuelita del Cine Mexicano", y otros famosos comediantes como
Adalberto Martínez "Resortes", Antonio Espino "Clavillazo", Mario Moreno "Cantinflas" y
Germán Valdés "Tin Tan".
Un cine en el que también resaltaron actrices ―rumberas‖ como la cubana Ninón Sevilla,
quien llegó a México en 1946, un país que fue el canal para que su fama llegara a
Francia y a Brasil, incluso superando en popularidad y taquilla a figuras como María
Félix y Mario Moreno ―Cantinflas‖.
Fueron varias las guerras que María Félix tuvo que librar a través de su vida. Una mujer
con una carrera exitosa, y una vida difícil desde sus años mozos afrontó experiencias
que requirieron de mucho valor, coraje y temple. Son pocas las estrellas que pueden
decir como ella: "el éxito tú lo adquieres, la celebridad te la dan los demás". La primera
guerra fue dentro de su propia familia: sus hermanas la veían como una rival. Siendo
aún una joven adolescente tuvo que librarse de las ataduras de su padre, buscando su
propio camino. Pudo liberarse de un esposo dominante y egoísta, que le secuestró a su
hijo. La rivalidad siempre fue presente desde el inicio de su carrera, por ser una neófita
en la actuación, por lograr papeles de primera estrella, por opacar en escena a
luminarias como Agustín Lara. Las relaciones con algunos de los medios como la
prensa, y los críticos que inventaban situaciones para hacer noticia a costa de su
nombre; siempre les contestaba llamándolos "esos pendejos" o "mujerujos", hombres
con corazón de mujer. Tuvo que enfrentarse con valor para rescatar a su hijo que le
fuera arrebatado. En su vida como esposa de Agustín Lara, y su divorcio del músico-
poeta que no pudo con su carácter, sus celos y dominio. Su principal logro personal fue
romper con los convencionalismos sociales limitantes hacia la mujer de su país, ante su
subordinación, de desigualdad y sometimiento; que se negaba a reconocer,
adelantándose a su época.

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Tuvo que vencer a sus opositores en varios enfrentamientos por cuestiones de fortuna,
unos de tratar de valerse de su fama para obtener ganancia, y de invadir su vida
personal. Un collar que le regaló Negrete fue motivo de pleito, por la familia del charro
cantor. Y posteriormente, su oposición a una película sobre ella donde exponían datos
del asunto del collar, cuando amenazó al productor con revelar el pasado de su esposa,
desistiendo de su realización. Entabló desavenencias con varios escritores, por varias
novelas cuyos personajes protagónicos de carácter frívolo y mordaz, llenos de vanidad y
pedantería, perecían hacer alusión a la Doña, no quiso darles publicidad al asunto, por lo
que ignorarlos fue su defensa más estratégica.
Otro pleito se relacionó con la herencia de su esposo Alex Berger, donde su hija
adoptiva, quería la mitad de los bienes, situación que dio motivo a llevarla a los
tribunales, resultando demasiada presión para ella, a pesar de haberle ganado el pleito.
Al quedar viuda, la depresión la convirtió en dependiente de fármacos, lo que tuvo que
vencer, acudiendo a la clínica Mayo, en EEUU para recibir tratamiento. Relató que fue
una guerra de "mente contra corazón". Siempre salió airosa pese a la censura, como
cuando el obispo de Caracas de aquel entonces, advirtió que no fueran a verla al teatro;
y el fallecimiento del obispo, se lo relacionaron con su aparición en escena; siendo un
éxito su presentación la noche anterior. María siempre se mantuvo en buena forma física
y mental porque desde su infancia fue amante de la actividad deportiva, por eso se
resistió a que los años acabaran con ella y mantener su elegancia y fortaleza; conservar
su energía y capacidad de asombro. La buena lectura y rodearse de gente del buen
intelecto le ayudaron mucho. Siempre fue celosa en mantener su público, como su
máximo aliado, a pesar de que siempre apareció alguien haciendo una crítica adversa,
más bien las utilizaba para mejorarse. Ella decía: "Prefiero la envidia a la compasión".
Sobre su vida diría que Se necesita valor, pero también inteligencia, para revelar
sentimientos y decir verdades que forman parte de nuestro ser más íntimo. Desde joven
he manejado mi vida privada con la mayor discreción. Por discreta rechacé tercamente a
(...)
Al final se da cuenta que todo es vanidad: He vivido sin tener conciencia del tiempo (...)
No dejo de agradecer la distinción de una medalla o de un premio, pero las cambiaría
todas por saber cómo se me fue la vida. Yo no puedo ser ejemplo de nadie. Yo solo he
sido una mujer con corazón de hombre.
Ella descendía de indígenas yaqui y de españoles, elementos que le permitieron
consolidar su personalidad con determinada influencia, y nació en el seno de una familia
de clase media acomo-dada, pero sin exceso de fortuna.
En cuanto al origen paterno, el matrimonio conformado por Jacinto Félix Félix y
Trinidad Olea Valenzuela tuvo como hijo a Fernando Félix Olea, quien había nacido
alrededor de 1846, en La Cobriza, Quiriego, Sonora. Mientras que Miguel Flores y María
del Sacramento Félix fueron los padres de María de la Paz Flores Félix, quien fue
bautizada el 20 de abril 1844.
Cuatro hermanos de apellido Félix Olea llegaron con títulos de nobleza española en
1734 a Sonora, entre ellos el abuelo de María, don Fernando. Cuatro ranchos les fueron
otorgados: Vasicorepa, Guamúchil, Zutucame y un cuarto del cual no se recuerda el
nombre.
Fernando Félix Olea y María de la Paz Flores Félix contrajeron matrimonio, y de esta
unión nacieron María Trinidad (1861-1953), María del Sacramento (1874-1960);
Bernardo, quien había nacido en el Valle del Yaqui aproximadamente en 1876, y a María
Julia Félix Flores nacida el 29 de marzo 1878. Estos descendían de sangre de indio
yaqui.

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Por otro lado, en cuanto a la ascendencia materna, Modesto Güereña Santéliz, quien
había nacido alrededor de 1814 en Álamos, contrajo matrimonio con Dolores Chávez
Ronquillo. Ambos fue-ron los padres de Dolores y de Amado (1848-1926).
Dolores Güereña Chávez se casó con Jesús Marcelino Almada Almada, quien había
nacido alrededor de 1853 y era hijo de José de Jesús Pío Quinto Almada Salido y de
María Cornelia Almada Quirós. Ambos fueron los padres de Marcelino y de Aurora,
nacida en Culiacán, Sinaloa, en 1908, y fallecida el 9 de octubre del 2000 en Ciudad de
México, Distrito Federal, México a la edad de 92 años. Marcelino Almada Güereña se
casó con Carmen Peláez Izabal, y junto a esta fue padre de María Rosa Almada Peláez
y de Ofelia Almada Peláez. Mientras que Aurora Almada Güereña contrajo matrimonio
con Pedro Gámez Gil, y fue madre de Pedro Gámez Almada.
Por otra parte, Amado Güereña Chávez se casó con Marcela Rosas, y ambos fueron los
padres de María de Jesús, José Francisco Isadoro (n. a. 1872-m.?), Amada de Jesús
(n.a. en 1873-m.?), Felicita, María Josefina ( n. a. en 1875), Rosario, y José Rafael
Güereña Rosas (n.a. en 1878-m. en 1954). Estos eran descendientes de espa ñoles.
Josefina Güereña nació cerca de 1875 en Álamos, Sonora y fue educada en un
convento en Pico Heights, California.
De estas hijas, Josefina estuvo a punto de ordenarse como monja mientras estudiaba
en el convento californiano junto a dos de sus hermanas, Felicita y Rosario Güereña
Rosas; cuando en unas vacaciones conoció al joven Bernardo Félix, de quien se
enamoró.
De estos hermanos Güereña Rosas, José Rafael tuvo varios hijos, entre ellos a
Gilberto y María Justina Güereña Almada.
Con el paso del tiempo, el militar Bernardo Félix Flores contrajo matrimonio con
Josefina Güereña Rosas. Ambos tuvieron una numerosa descendencia, llegando a tener
16 hijos, de los que sobre-vivieron 12: Josefina, María de la Paz (1902-1996), Pablo
(1909-1934), Bernardo, Miguel, María Mercedes, Fernando, María Victoria Eugenia,
Ricardo, la décima fue María de los Ángeles, Benjamín (1922-?) y Ana María del
Sacramento.
La Doña había nacido en el seno de una familia humilde, campesinos de oficio, el día 8
de abril de 1914. El lugar que la vio nacer sería el rancho Quiriego, en Álamos, un
municipio minero que atrajo muchos emigrantes de Europa en el siglo XVI por sus ricos
yacimientos de oro y plata en la sierra madre occidental, muy cerca del gran Río Yaqui y
el desierto de Sonora; en Sonora, México. Y el nombre con el que la recibió el mundo
fue el de María de los Ángeles Félix Güereña. Ella fue la novena de los hijos que
sobrevivieron del matrimonio formado por Bernardo y Josefina.
La niñez de María transcurrió entre Álamos y el Quiriego, un rancho donde vivían los
abuelos paternos.
Allí la niña María disfrutaba con aficiones propias de muchacho, alejada de cuanto se
esperaba de una niña. Prefería jugar con sus hermanos subiendo a los árboles,
montando a caballo, jugaba en el campo con baleros, canicas, trompos, pistolas y otras
cosas que solo hacían los muchachos de la familia; se apartaba de los juegos de niña
que con sus muñecas y comiditas practicaban sus hermanas. ―Las muñecas me
parecían ridículas‖, aseguró la diva, quien en su infancia aprendió danza clásica y
contemporánea. Sobre sus hermanas decía también: Con mis hermanas me aburría
porque eran muy serias, muy modositas, completamente distintas a mí.
De niña fui muy atlética porque me pasé toda la infancia retozando en el campo. Quería
ser trapecista de circo. Es una de mis vocaciones frustradas, como la de detective. Otro
deporte que me gusta es la natación.

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Esto enloquecía a la fervorosa católica doña Josefina y preocupaba al severo don
Bernardo. También decía que El orgullo de mi madre se desbordaba cuando yo salía
declamando en las fiestas y eso molestaba a mis hermanas, que ya tenían suficiente con
los golpes físicos para soportar ese golpe moral.
Tuvo una nana yaqui, Jana, que le enseñó a hablar su lengua. Convivir desde pequeña
con esa tribu influyó en la formación de su duro carácter. La etnia de la tribu yaqui (que
significa 'los que hablan fuerte') es reconocida en el estado de Sonora, ya que esta tribu
es aportadora de muchas tradiciones y costumbres. Los yaquis son sin duda la etnia
más representativa de Sonora. Una de las costumbres y tradiciones más importantes de
la tribu Yaqui es la fiesta de Semana Santa llamada Waejma. En Cuaresma y Semana
Santa, así como en Día de Muertos, la cultura de la etnia Yaqui muestra su misticismo,
la unión del hombre con el universo. La mujer Yaqui viste para el diario faldas y blusas
holgadas de telas lisas y en colores muy vivos con adorno de encaje angosto; bajo las
amplias faldas llevan refajos de manta ó percal.
Los cultos que eran comunitarios a sus dioses, era un elemento de unión. Veneraban
como dioses a los astros y a la propia naturaleza. A diferencia de muchos pueblos de
América, los yaquis no tienen dioses ni altares: piensan que el Sol y la Luna son sus
hermanos. El sol es el Dios padre que ilumina y da vida, la Luna es la Diosa Madre que
los protege de noche y de día, las estrellas son los espíritus que vigilan desde el cielo.
Entre los Yaquis corre la creencia de que una serpiente negra de inmenso tamaño
llegaría algún día y que su arribo significaría la división de los pueblos que viven en el
territorio que cuida la tribu.
Pero sobre todas las cosas le gustaba andar con su hermano Pablo Félix, nacido en
1909 o en 1911, con quien se generó un vínculo muy especial, ya que en su carácter
coincidían bastante.
Su relación con Pablo, su hermano, era intensa y profunda. A corta edad María se
había enamorado de él. Su primer amor, quizá el único de verdad y el que la marcó para
siempre, fue su hermano Pablo Félix Güereña.
Su primer encuentro con la muerte fue en el rancho de sus abuelos. Envidiada por sus
hermanas al ser la consentida de su padre, una de sus hermanas la aventó a un pozo
seco, donde María pasó horas pidiendo socorro. Entrada la noche su padre la encontró y
la rescató. Esta historia la recuerda así: Un domingo que fuimos de día de campo a El
Quiriego me quisieron matar. Yo estaba jugando en el brocal de un pozo con un perico
que traía en el hombro cuando una de mis hermanas, no se´cuál, me tiró al fondo de un
empujón. Gracias a Dios estaba seco el pozo pero…
El político mexicano Álvaro Obregón convirtió a don Bernardo Félix en jefe de la oficina
federal de la Hacienda de Mazatlán. Álvaro Obregón Salido (Navojoa, Sonora; 1880 —
Ciudad de México; 1928) fue un militar y político mexicano que participó en la
Revolución mexicana, y fue Presidente de México entre el 1 de diciembre de 1920 y el
30 de noviembre de 1924. Por este tiempo estaba casado el general Obregón con la
acomodada señora María Claudia Tapia Monteverde (n. Guaymas, Sonora; 1888 – f.
Huatabampo, Sonora; 1971), con quien había contraído nupcias en 1916, y la que
después se convirtió en Primera Dama de los Estados Unidos Mexicanos durante el
periodo 1920 – 1924.
En 1917, Bernardo Félix fue nombrado jefe de la Oficina Federal de Hacienda por el
presidente Álvaro Obregón, por lo que la familia se tuvo que mudar a Guadalajara. Ese
―intrascendente‖ acto cambia la vida no sólo de la familia sino de todo México desde la
óptica que la mujer no es más o no tiene por qué ser más la sufrida ama de casa sino
puede ser también la tirana, la que rige, la que tiraniza al hombre y si puede le exprime
hasta el último tlaco. Dijo ella después: Y a partir de entonces mi papá trabajó en el
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gobierno. No llegué a conocer a Obregón, pero fue una figura tutelar de mi niñez. Era un
hombre que se parecía a mi papá en los bigotes y en el tipo neto de sonorense: alto,
firme, echado para (…) De niña admiraba mucho al general Obregón. Era amigo de mi
padre, quizá por eso le tengo estima. Mi familia salió de Álamos por la Revolución. A mí
no me tocó vivirla, pero me han contado cómo fue.
Llega muy pequeñita a la entonces deslumbrante Guadalajara, una ciudad que
mantenía incólume esa maravillosa mezcla de ciudad Mexicana con exquisito toque
europeo. Es de suponer-se la comparación entre El Quiriego y la que era la más bella
ciudad de todo México.
Se instalan en una buena finca en las calles de López Cotilla en lo que era entonces
una de las mejores zonas de la vieja Guadalajara y justo entre el Barrio del Pilar y del
Carmen, donde a la postre vivían familias tan notables como los Robles-León, un poco
más hacia el Centro las famosas hermanas Casillas, contra esquina las Castaños, los
Gómez-Palomar, los Robles Martínez, las señoras Concha Villaseñor y María Pacheco
Saz entre otras distinguidas personalidades que residían en un barrio de mujeres bellas
y de buenas familias. También vivieron en la calle Andador La Coronilla. Nuestra casa
era muy grande, con tres patios, horno de ladrillo, recámaras de techo muy alto. Se
hacía mucha comida porque éramos un regimiento, y la cocina era el rincón más
animado de la casa. Las tortillas de harina eran enormes, las (...)
Luego de que María Félix y su familia se mudaran de Álamos a Guadalajara cuando
ella tenía 8 años de edad, fueron contadas las veces que los pobladores de Álamos
volvieron a verla de cerca, aunque cuando lo hicieron el asombro indudablemente era
mayor del que mostraron al verla partir.
Allí ella comenzó sus estudios en varios institutos, pero siempre tuvo problemas de
conducta, y su rebeldía ocasionaba problemas. Estuvo con las Teresianas y
probablemente con Las damas del Sagrado Corazón, pues escribía con la misma
caligrafía de las mujeres que estaban en este instituto, aunque no es muy confiable que
haya estudiado ahí (con Las damas del Sagrado Corazón).
"La Perla Tapatía" se cree fue el lugar en donde María comenzó a sacar provecho a la
hermosura que la caracterizaba provocando que un séquito de hombres le siguieran aun
cuando sus papás, Bernardo Félix y Josefita Güereña, decidieron regresar a Sonora a
causa de que a su hija ya le apodaban "la 100 pesos".
"En cierta forma la mamá de ella se enfermó porque María no hacía caso. Ese era uno
de los problemas fuertes", reveló luego don José Félix Balderrama, primo hermano de
"La Doña".
La vida se les abrió con nuevos horizontes en Guadalajara donde existía aún una
sólida y sofisticada alta sociedad, si bien cerrada y poco afecta a admitir nuevos
elementos, pero también sabían reconocer el talento, la belleza, la clase o la educación.
Y al menos la familia Félix Güereña sin ser ricos poseían buenas virtudes para ser
admitidos dentro de algunos de los buenos grupos de entonces. De otro modo no se
comprende cómo es que fue elegida como candidata a ―Reina de los Estudiantes‖,
midiendo ―fuerzas‖ con chicas más conocidas entre las familias tapatías.
Tiempo después La Doña expresó que sus recuerdos de Guadalajara eran mucho más
nítidos que los de Álamos: ―Mis recuerdos de Guadalajara son tan nítidos que a veces
pienso que nunca estuve en Sonora...‖
Su padre tuvo una gran biblioteca, lo que incidió en que María fuese una ferviente
lectora desde pequeña. A diferencia de lo que se cree, la vida de la diva mexicana no
fue fácil, ya que su padre era una persona de carácter muy fuerte y de niña no podía ni
dirigirle la palabra. Aunque es válido reconocer que de su padre heredó la sangre

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indígena y el carácter dominante. Luego de Guadalajara, fue nombrado jefe de la oficina
en Chiapas.
Cuando su hermana mayor, Josefina, conocida como Chepita, se iba a casar, sucedió
algo que María recuerda así: Su prometido era Ramón Camarena, un joyero sin muchos
recursos, y Chepita le pidió a mi papá que la dejara llevarse la recámara a su nuevo
hogar. Mi papá estuvo de acuerdo, pero yo no. Pensé que si mis hermanas casaderas
iban a a llevarse cada una sus muebles, al rato
iban a desmantelar la casa, y me dio tanto coraje que tomé un hacha y destrocé
la recámara de Chepita. Desde entonces tenía un agudo sentido de la propiedad.
En este tiempo, desde 1924 hasta 1928, estuvo al frente de la presidencia de México
Plutarco Elías Calles, el «Jefe Máximo de la Revolución», quien fue un pedagogo, mili tar
y político mexicano. Sobre él opinó María tiempo después: A lo largo de mi vida me ha
tocado conocer políticos de toda laya: desde pulgas hasta gigantes, pasando por los de
medio pelo (…). Calles fue un tipo bien intencionado, al menos yo lo creo así. Era un
hombre al que le gustaba mucho el juego, pero aunque haya sido jugador, fue honrado.
Le gustaba perder su dinero en la baraja, no jugar con el dinero ajeno como hizo López
Portillo. Creo que los políticos de antes eran menos corruptos que los de ahora. También
conocí a las hijas de Calles, Tencha y Alicia, que me parecen gentes fabulosas.
De jovencita se ejercitó como consumado jinete. Los caballos siempre la emocionaron.
En ellos veía la libertad y también la vida. Domarlos, sentarse en ellos y lograr que la
obedecieran, representaba una metáfora de su propia leyenda. Se cuenta que un día de
campo a Zapopan, cuando aún era un pueblo a parte, todas las chicas iban con
chaperón, pero ella llegó sola y casi se la comen viva. Sus relaciones seguía siendo
mejor con sus hermanos, y ella recordaba que: Cuando íbamos a las charreadas (no
muy seguido: mis hermanos preferían el futbol) me daban ganas de hacer el jaripeo
como ellos. En una finca de Zapopan, propiedad de amigos de mi familia, ensayaba
suertes charras con mi caballo y…
Junto a sus hermanas y las hermanas Rafo escuchaba desde jovencita las canciones
del afamado compositor, actor y cantante Agustín Lara. Sobre esto recordó después:
Desde niña fui fanática de Agustín Lara. Oía La hora azul, un programa de la XEW, en
un radio chiquito que teníamos en la casa de Guadalajara, con mis hermanas y con las
Rafo, unas amigas de la colonia. E incluso solía decirles a sus hermanas: "Un día me
voy a casar con ese señor que canta tan bonito". Realmente Agustín Lara participó en la
radio con el programa La Hora Azul en la radiodifusora XEW, compartiendo con
intérpretes como Toña la Negra, Ana María Fernández y Pedro Vargas, quienes
popularizaban sus canciones, y dirigiendo también a la Orquesta El Son Marabú.
Su madre, fiel católica, insistía en que tuviera una educación religiosa así que estuvo
con las monjas del Sagrado Corazón y con las adoratrices. En Guadalajara aprendió a
tocar la guitarra, aunque no lo hacía bien. E hizo la primera comunión en la iglesia de
Nuestra Señora del Carmen, en Guadalajara.
En una entrevista que le realizó Elena Poniatowska en 1994, María recordó a su madre
al decir que: Mi mamá desde la infancia nos enseñó a sentarnos derechos y nos ponía
tirantes para que nuestros hombros no se cayeran hacia delante. Y en el colegio, las
monjas verificaban si en efecto traíamos los tirantes. A mí me corrieron de muchos
colegios, por indisciplinada, por bárbara; del Sagrado Corazón, de otros, pero eso sí,
nunca me rebelé contra los tirantes. Mi mamá se iba a meter de monja, pero en vez de
hacerlo mejor tuvo 12 hijos.
Además, sería precisamente doña Josefina quien le enseñaría algunas oraciones para
rezar antes de dormir o en situaciones determinadas, como, por ejemplo:
―Santa Mónica bendita,
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acomoda mi camita
que ya me voy a dormir.‖
O si no, rezo esta otra:
―San Jorge bendito,
ata tu animalito,
para que no me pique.‖
Recordó después que Entre la correspondencia cubierta de polvo encontré un tesoro:
el oficio parvo de mi madre, un libro de oraciones de la época en que estudiaba en un
convento con dos de sus hermanas, Felícitas y Rosario. Al hojearlo me vino a la mente,
como un relámpago, el recuerdo de mi infancia en Álamos, cuando mamá nos ponía a
rezar esas oraciones en latín, empeñada en contagiarnos su devoción. (…) La juventud
de mi madre fue un parto continuo. Tuvo dieciséis hijos, de los cuales vivieron doce, seis
hombres y seis mujeres: Josefina, María de la Paz, Bernardo, Miguel, María Mercedes,
Fernando, María del Sacramento, Pablo, María (...) Un amigo suyo, el periodista Osvaldo
Díaz Ruanova, había escrito en su columna de chismes que mi mamá trabajaba de
mesera en el Regis y por eso yo no tenía ninguna educación. El cretino tuvo el descaro
de presentarse un día en la (...) El primero era un recado de mi madre que seguramente
me dejó escrito al salir de viaje: "Nunca estés triste porque no estoy contigo, siempre
estaré en la pieza de al lado." Junto al recado había unos versos que mi padre le
compuso para que los leyera cuando él estaba lejos: Sufre y espera, C hefa, pero en
calma, ten los brazos abiertos mientras llego, y en lo más escondido de tu alma,
conserva mi recuerdo, te lo (...) Varias veces me topé con esos degenerados que se
desabrochan la gabardina y muestran sus vergüenzas a las niñas. Iba con mi madre
horrorizada y ella me explicaba: "Mira, hija, tú tienes bastante inteligencia para
comprender las cosas. (…)
En cierta ocasión, ella recordó: Lo altivo me lo inculcó mi madre desde los 12 años de
edad, y nunca lo olvidé. Me dijo: Sé siempre la número uno, nunca la número dos. (…)
Decía que para ser guapa hacía falta tener un estilo propio: "Una mujer nunca es
demasiado alta ni demasiado delgada. Cuida tu figura porque la armonía es la base de
todo." Para que no anduviera encorvada me puso tirantes.
Como recordó María con el paso del tiempo, cuando era pequeña, su madre, doña
Josefina, enseñó a defenderse a sus 12 hijos. En el caso de María eran 11 en su contra.
Ella consideró que siempre tuvo una espada invisible. Además, su madre le decía: ―Si
tus hermanos hombres te golpean, tú contéstales‖. Entonces cuando uno le daba un
trancazo es porque ya ella había dado dos.
Con relación al padre no podía decir lo mismo, como ella recordó: De mi padre no
puedo hablar con el mismo cariño. Era un hombre que no mostraba sus emociones.
Delgado como un cuchillo filoso, alto, guapo, de tez rojiza tirando a marrón, era la
imagen de la autoridad viril. Tenía facciones muy nobles: (...) Mi papá tenía por
costumbre sentarnos a la mesa. Aunque dijo también que Pero daría una falsa impresión
de mi padre si lo pintara como un dictador sin rasgos humanos. Mientras ponía mis
recuerdos en orden, con miras a describirlo en este libro, tuve un sueño que fue como
una petición de justicia para él.
María fue expulsada de varias escuelas, ya que espiaba a las monjas en sus
dormitorios y llevaba al suyo comidas y bebidas; razón por la que tuvo que quedarse a
estudiar en casa, mostrando su naturaleza rebelde e inteligente a pesar de su problema:
era tartamuda, causa por la cual se abstenía de participar en las conversaciones. Debido
a la tartamudez, era objeto de burlas en la escuela. Ella misma encontró solución a su
problema: se metía piedras en la boca al leer libros en clase, lo que le ayudaba a
corregirlo.
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Era sonámbula y, a veces, fingía para asomarse a la ventana y ver a algún galán. Su
madre le ponía una bandeja con agua a los pies de la cama para despertarla. Josefina,
su madre, le decía "Una mujer nunca es demasiado alta ni demasiado delgada. Cuida tu
figura porque la armonía es la base de todo", así que para corregir su mala postura la
hizo usar tirantes. Además, ella siempre le enseñó que ―No es suficiente ser bonita, hay
que saber serlo‖.
Posiblemente, la primera colección de María fue de porcelanas. Viviendo en
Guadalajara con sus padres, murió en forma accidental un perrito que ella quería mucho
y para consolarla, uno de sus hermanos le regaló un perro de porcelana que abajo tenía
las iniciales J.P. (Jacob Petit), con el tiempo María se convirtió en una de las más
grandes coleccionistas de esta porcelana.
Desde la adolescencia María lucía como una joven muy bella y desarrollada, esto
provocaba envidias a su alrededor y la relación que tenía con su hermano ya no estaba
bien vista, sobretodo por su madre, pues ya no veía con buenos ojos sus juegos y el
apego que ambos mostraban. Sin embargo, ellos tenían mucho en común, él era para
María como un ídolo y cuando su madre se percató que aquella relación ya no era como
la de dos hermanos, comenzó a separarles, hasta decidirse a enviar a Pablo a la
Cuidad de México al internado del Colegio Militar en los años 30.
Le gustaba andar con su hermano Pablo, nacido en 1911, desarrollándose una gran
admiración por parte de María hacia su hermano. lo que fueron juegos inocentes en la
niñez empezaron a parecerle peligrosos a la madre que observaba la veneración de que
Pablo era objeto por parte de María, y habló con su esposo acerca de enviar a Pablo al
colegio militar sin entrar en más detalles pues conocía el carácter fuerte de Don
Bernardo. En los recuerdos de María se adivina la emoción al pasear a caballo abrazada
a su hermano Pablo.
Sobre él habló así: " Pablo era un dios de guapeza: moreno, con el pelo rubio veteado
por el sol y un lunar junto a la boca idéntico al mío‖. Él sería su primer amor platónico. Le
decían ´El Gato´, y, María recuerda que se había ganado este seudónimo ―porque tenía
los ojos muy claros, casi amarillos. Cantaba y tocaba la guitarra como los mismos
ángeles. A esa edad yo no sabía nada de tabús ni de prohibiciones y estar cerca de mi
hermano me parecía lo más natural del mundo. El despertar de la adolescencia es una
flor que se abre y a esa edad el afecto brota del modo más natural. Pero mi madre se dio
cuenta de que mis relaciones con Pablo no eran como la de todos mis hermanos y nos
comenzó a separar. No podía estar mucho tiempo cerca de él, sentarme en sus piernas
o treparme en su espalda, porque ella se ponía furiosa. Los juegos que habían sido
naturales en nuestra niñez, ahora no le gustaban. Primero nos prohibió que saliéramos
juntos al campo y después convenció a mi padre de que internara a Pablo en el Colegio
Militar. En una de sus licencias vino a verme con su uniforme de cadete. Estaba tan
guapo que me temblaron las piernas. Al verlo de militar pensé en buscarme un
muchacho como él, que tuviera su piel y sus ojos, pero que no fuera mi hermano. Era
una tontería, porque el perfume del incesto no lo tiene otro amor.‖ Él era para María
como un ídolo.
Su estrecha relación con Pablo hizo que la madre los separara pensando que pudieran
envolverse en una relación incestuosa. Sin entrar en más detalles porque conocía el
carácter fuerte de don Bernardo, convenció a su esposo y envió a Pablo al Colegio
Militar en la Ciudad de México. Al respecto, ella recuerda: El hombre al que más quise
en la adolescencia fue mi hermano Pablo. Es muy normal que una niña se enamore de
su padre o de sus hermanos, pero mi familia vio con malos ojos algo que se dio de la
manera más inocente. (…) Recuerdo como una gran aventura el día en que me invitó a
subirme a una motocicleta y fuimos a un lugar de Guadalajara que se llama Los
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Colomos. Me veo apretada contra su espalda, cortando el viento a toda velocidad, como
en El (…)
Esa sería la primera gran pena para María pues además de la separación se sintió que
quedaba sola en medio de aquellas hermanas que no la entendían. Contaba siempre
con el apoyo de su madre, pero eso no era bastante para una niña que empezaba la
adolescencia. María sufrió y lloró por mucho tiempo, pero aún más, cuatro meses
después, cuando le llegó la noticia de la muerte de Pablo. Tiempo después María volvió
a ver a Pablo antes de su muerte y quedó fascinada con él.
Al poco tiempo de la visita de Pablo a su casa una fatal noticia les llega a la familia: la
de su sui-cidio en el Colegio Militar, lo que hizo que María cayera en una gran depresión
dado el significado de Pablo en su vida. Perdió a su amigo idolatrado, de quien afirmó
después le atraía mucho su lunar en el semblante, al extremo que si no fuese su
hermano sería su esposo, y, por ende, se dedicaría a buscar un hombre con un lunar
similar al de este. En cierto modo fue el primer hombre al que condujo a la perdición y
probablemente uno de los dos a los que más lloró aquella mujer tan orgullosa,
caracterizada por ser siempre una fémina inquieta con aires de grandeza, que no se
con-formaba con vivir en lugares tranquilos, pues siempre fue llamada a disfrutar de las
grandes ciuda-des.
Este acontecimiento marcó especialmente su vida, y ella lo recuerda así: "Poco
después llegó la noticia de que lo habían matado en el Colegio Militar. No quise ir a
México a recoger el cuerpo con mi mamá... Caí en una depresión profunda, la primera
de mi vida. Sin Pablo todo se me nubló. Me daba tristeza salir al campo y no quise volver
a la fuente donde nos habíamos bañado juntos".
La versión oficial fue que se trató de un suicidio. Pero la verdad de María es que
alguien lo mató por la espalda. Ella nunca aceptó la versión del suicidio.
Él se quita la vida porque empieza a hablar del amor incestuoso, sin que él le ponga el
nombre. Empezó a decir: ―yo me voy a graduar del Colegio Militar y me voy a casar con
el amor de mi vida que se llama María Félix Güereña y yo soy Pablo Güereña‖. Quizás
por esto los hermanos, los compañeros decían ―esto no es normal‖. Entonces corrió el
rumor que Pablo había terminado con su vida a causa del inmenso dolor que le causó la
ausencia de su amada hermana. Este suicidio del joven se ha atribuido al hecho de la
forzada separación de los hermanos. Lo cierto es que la muerte de Pablo, que ella
nombró como asesinato a traición, la dejó profundamente marcada. María estuvo
enamorada de su hermano Pablo, quien según la diva fue asesinado de dos tiros en la
espalda en el Colegio Militar, aunque Almazán en una investigación realizada para
escribir su novela ―Acuérdate María‖ encontró el expediente y dice que Pablo se suicidó
de un tiro y que sufría de delirium tremens.
A través de una técnica periodística que incluyó entrevistas, definición de patologías
psicológicas e investigación documental en diversos países como México, Colombia y
Francia, Sergio Almazán trabajó sobre la hipótesis del único amor que doblegó a La
Doña: el de su hermano Pablo, quien se dio un tiro en la sien durante su estancia en el
Colegio Militar, lugar a donde lo recluyeron sus padres por temor a que la relación con la
joven María siguiera avanzando.
El escritor refiere que descubrió el incesto luego de una serie de minuciosas entrevistas
con gente cercana a La Doña, así como numerosas búsquedas de documentos oficiales,
como el parte médico de la muerte de Pablo en el Colegio Militar (papel que tardó año y
medio en conseguir). En ese documento se confirma e l suicidio. Además, el autor
recuerda en lo que alguna vez María Félix contó al historiador Enrique Krauze: ―Ningún
amor tiene el perfume del incesto‖. Por ello, Almazán no duda en aseverar que fue real:
―Ésta es una historia de los amores que germinan dentro de una familia‖.
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A El Gato, como lo llamaba María, nunca le perdonó el día que se fue al Colegio Militar
y nunca más volvería más que metido en un cajón de madera pulcrísima. Fuerte como
ya era María adolescente, como pudo rompió el seguro y abrió la cubierta: ―Mostraba su
lunar como una marca que compartía conmigo‖.
―El que estaba muerto era más que mi hermano (…) Habíamos compartido también
una vida en secretos, entre las fronteras que en ese ataúd quedaban sepultadas‖, dice el
personaje de María al momento de enterarse del fallecimiento de "Mi Gato", hecho que,
escribe Almazán, hizo que el corazón de la actriz se convirtiera en piedra. Pablo Félix
fue ―el único deseo por el que vivió‖.
―Pablo, sabías cómo seducirme. Tú reías al verme los pelos pegados a la cara y mi
blusa blanca untada a mi cuerpo adolescente, tibio, dilatado por la presión de venir
adherido al tuyo‖. Así lo recordó María. Sobre su muerte decía: Pablo amaba demasiado
la vida como para matarse. Lo que pasó fue que no les convenía revelar la verdad.
Hubiera sido un desprestigio para el Colegio. Caí en una depresión profunda, la primera
de mi vida. Sin Pablo todo se me nubló.
Su principal culpa fue la del amor incestuoso que sentía por su hermano Pablo, del
único amor que doblegó a La Doña: el de su hermano Pablo. La María nacida en el
desierto de Sonora muere cuando se entera del fallecimiento de su hermano.
En el resto de su vida, pareció asumir ella la personalidad de su hermano militar. De
ahí su talante recio, su "corazón de hombre" en el cuerpo de la mujer más bella del cine
mexicano. Según Alma-zán, María Félix emula a su hermano pues si bien la diva era de
una enorme belleza fílmica no se trataba de una mujer femenina y sexual que provocara
pasiones. Y comenta. ―No he co nocido en todo este tiempo, alguien que diga yo me
quería acostar con María‖.
Lo cierto es que este golpe incorpora a María dentro de un proceso de reconstitución
emocional y configuración identitaria en donde ella, con reconocido voluntarismo, se
apropia, hace suya la imagen del hermano, vistiendo ropas cercanas a las suyas,
adoptando posturas varoniles, en una dinámica en que ella es ella y él, al mismo tiempo.
Este proceso se articula, además, con su postura de fuerza frente a la sensibilidad
masculina. Pareciera que usa a los hombres, o los hermana en términos igualitarios.
Tiempo después, María Félix contó al historiador Enrique Krauze: ―Ningún amor tiene el
perfume del incesto‖.
En el prólogo del libro "María Félix, Todas mis guerras‖, el histori ador Enrique Krause
cuenta que María Félix le reveló la historia de su primer amor. Krause apunta así la
importancia de Pablo en María: "en la vida de María, ficción y realidad se han confundido
frecuentemente pero nunca con la carga de significación de su última película: "La
Generala".
En ella aparecen dos hermanos: Manuel y Mariana San Pedro. Entre ellos existe
‹según la sinopsis de la productora Churubusco‹ un gran cariño y algunas actitudes que
permiten suponer un amor incestuoso. Mariana lo llora, abre su ropero y se pone su
ropa, sus pantalones negros, y opera una transfiguración. Desde ese instante será "La
Generala". Más adelante conoce a Alejandro Escandón, que es la viva estampa de su
hermano. Él le pide que se casen, que abandone su vida revolucionaria. Ella acepta, y
se hubiesen casado de no ser porque en la última escena de "La Generala" muere
acribillada. En la vida real es Pablo, el hermano de María, el que muere... ella hubiera
preferido morir en vez de su hermano. Como no fue así, se calzó los pantalones y se
lanzó al mundo a buscar una imagen que la reconciliara con su biografía, que fundiera a
los dos hermanos en uno. La última imagen de María Félix en el cine es ésa: acribillada
poco antes de casarse con Alejandro, que es como decir su hermano. ´Sólo he sido una
mujer con corazón de hombre´, una mujer con el corazón de Pablo".
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Desde entonces, su padre, aquel padre durísimo; la veta para siempre de la familia
tras la muerte de Pablo. A partir de ese momento, María cambia drásticamente y
soporta, ―con estoicismo, la muerte civil que le dio su familia‖. Además, se cuenta que el
propio don Bernardo anduvo investigando la causa de la muerte de su hijo Pablo, y por
el mismo Álvaro Obregón se supo que no se había suicidado.
Durante la década del 20 la familia Félix Güereña tuvo que enfrentar varias pérdidas
familiares. En 1926 Amado Güereña Chávez, padre de doña Josefina y abuelo materno
de María, falleció a la edad de 78 años.
De jovencita, María se ejercitó como consumado jinete, y el mo ntar tanto a caballo
enloquecía a su madre, Josefina, mujer muy devota al catolicismo, y le preocupaba a
Bernardo, su padre, un hombre severo y estricto con mucho trabajo.
Se fue convirtiendo en una belleza que desde los 13 años hacía volver la cabeza a sus
compañeros de colegio y a hombres de mediana y avanzada edad. El tiempo transcurrió
favorablemente para su hermosura; muy pronto su aspecto comenzó a llamar la
atención. Desde muy joven, gracias a su físico impresionante, empezó a llamar la
atención de hombres de todas las edades.
María de los Ángeles inició sus estudios superiores en la Universidad de Guadalajara.
Un día los estudiantes de la Universidad de Guadalajara le pidieron que se postulara en
un certamen donde se elegiría a la reina de la escuela, y lo ganó. Para la María
adolescente, ser reconocida como belleza, ser coronada como reina y desfilar en una
carroza por la ciudad fue un sueño que se hizo realidad y que continuaría para siempre
gracias a la inteligencia, disciplina y férrea voluntad de María. Tenía 17 años y era 1931
cuando se presenta al concurso de belleza que la corona como reina, acción que realiza
ocultada de su padre. Su coronación logró que su fama se difundiera por todas partes;
éste fue el primer reconocimiento a su belle za. Los pretendientes no paraban de llegar,
los suspiros se multiplicaban. Pero ella siempre conquistó, jamás se dejó conquistar. Es
la mujer quien elige, afirmó en diversas ocasiones.
Su triunfo le acabó de dar ánimos y ya poco después se le ve tomando el té en el
―Salón Olimpia‖ un sitio muy de moda en los años 20‘s o bien en el paseo en auto a la
salida de misa de 12 por la Avenida san Francisco como aún se le llamaba lo que hoy es
Av. 16 de Septiembre. Existe una memorable fotografía en donde se ve a María en el
baile de coronación en el muy exclusivo Casino Jalisciense, escoltada por Mario
Bozzano, un personaje muy conocido entonces, y detrás de ella toda la aristocracia
tapatía, impecablemente vestidos de frac y de largo. La sociedad entera estaba re ndida
ante la belleza de María.
Sorprendido, Bernardo se opone firmemente a una vida de modelo que bien pudiera
ejecutar su hija. Quizá tenía miedo del acecho precoz de los hombres hacia su hija
María, ya convertida en una beldad ineludible.
Puede ser que mientras vivió en Guadalajara se cruzó en su camino con la que llegaría
a ser la ―mujer más elegante del mundo‖; la mítica Gloria Rubio Alatorre, después más
conocida como Gloria Guinness, pues vivían literalmente a un par de cuadras de
distancia, además de que Gloria le llevaba a María un sólo año.
Ella siempre se jactó de haber elegido ella a todos sus hombres. Luego de haber sido
elegida Reina de los estudiantes, es que aparecen sus primeros noviazgos. Entre sus
noviazgos de la adolescencia se encuentran Rafael Corcuera y Rosendo Ibarra, quien
murió luego en un accidente. Pero María Félix muy joven y por presiones familiares tuvo
que contraer nupcias.
Los jóvenes hacían palomilla para conquistar a ella y a sus hermanas, obviamente el
papá no era muy afecto a eso. Su familia era de clase media alta, a su padre le dieron el

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puesto de recaudador de rentas, trabajo que ya no existe y que ahora no tendría la
mayor trascendencia.
No es de extrañar, pues, que su primer pretendiente lo fuera Rafael Corc uera y
Schiaffino, un hombre de más experiencia para los pocos años de ella. Entonces más
que en aquel momento una chica de 15 años ya era una mujer hecha y derecha y más lo
debió haber sido María de tal forma que llamaba la atención por su belleza y por su
estatura. Y máxime que las chicas se casaban jovencitas en esa época. Es así como su
primer novio fue Rafael L. Corcuera y Schiaffino, hijo de una aristocrática familia tapatía,
de Luis L. Corcuera Gómez y Matilde Schiaffino Soto, y era hermano de María del
Carmen, Luis L. y Ana María Corcuera y Schiaffino. No obstante a su belleza, la
sencillez de María fue un obstáculo para ser aceptada por los Corcuera; y al final Rafael
terminó casándose con Amparito Simancas Bejar, con quien luego tuvo a su hijo Rafael
Corcuera Simancas.
De adolescente tuvo un fugaz romance con Rafael Baledón, estudiante de Medicina
que no ejerció esta profesión, porque años después se convirtió en galán y director de
cine, a partir de la década del 30, trabajando como extra. En 1942 ambos protagonizaron
la cinta María Eugenia, que sería el primer estelar para este actor. De 1940 a 1950 fue
uno de los galanes de comedia más gustados por el público. Baledón se casó después
con Lilia Michel, en 1943.
María siempre se sintió absolutamente tapatía y máxime que uno de sus ―ídolos‖ era
Rodolfo Álvarez del Castillo, el famosísimo ―Remington‖, a quien le endilgaron tal apodo
porque gustaba usar un rifle de esa marca para ―cazar‖, y quien fue un charro
engalanado que aparecía lo mismo en las carreras parejeras en Atotonilco que en el
Jockey Club de la capital. Se cuenta que entre sueños ella suspiraba por que la
―raptara‖. E incluso, de este personaje se realizó una película mexicana estrenada en
1982, Aquel famoso Remington, interpretada y dirigida por Gustavo Alatriste; que narra
la historia de "Don Rodolfo", apodado "El Remington", un famoso pistolero mujeriego a
sueldo al servicio del Gobierno de aquel entonces de los años 1930, que muere
trágicamente en un duelo contra un militar que lo perseguía desde tiempo atrás por sus
asesinatos políticos, donde los dos contendientes se matan entre sí.
En realidad, Rodolfo Álvarez del Castillo y Rojas fue, supuestamente, cuñado de María
Félix.
Sus noviazgos de la adolescencia fueron misivas amorosas que los pretendientes le
enviaban, y una fiel sirvienta, la nana yaqui, Jana, era la encargada de entregar las
misivas a María, que tuvo en esa etapa de su vida como novios a los ya citados.
Transcurrido el evento trágico, el padre la anima y comienza a hablarle del matrimonio,
por su evidente edad núbil y su atractivo fascinador. Pero ella no estaba preparada para
una responsabilidad tan seria como el matrimonio.
Meses después de su coronación como reina en la Universidad de Guadalajara
conocería a quién en poco tiempo sería su marido, en una fiesta de disfraces, Enrique
Álvarez Alatorre, agente de ventas de los cosméticos Max Factor, ingeniero y fabricante
de zapatos, quien era miembro de una de las familias hasta hoy más acaudaladas de
esta ciudad, dueños del diario el Informador y de cientos de casas en el centro de la
ciudad. Ella llevaba puesto el vestido de novia de su madre.
Enrique Álvarez Alatorre era un hombre mayor que ella en cuanto a la edad, y
enseguida empezó a cortejarla, hasta que luego le propone matrimonio. Era hijo de los
acomodados José Álvarez y Paz Alatorre, y hermano de Guillermo, Paz y José Álvarez
Alatorre. Como agente de Max Factor, utilizó este medio como pretexto idóneo para
hacer una demostración de productos de belleza que le permitió acercarse a María.

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María y Enrique tuvieron un corto noviazgo. Ella pensaba que al casarse conseguiría la
libertad tan anhelada, pero al parecer sólo pasó de una cárcel a otra. Entusiasmada por
su aliada madre, quien precipitó el matrimonio, María aceptó desposarse. En 1932 se
casó con Enrique, supuestamente el 10 de enero, ceremonia a la que sus padres no
asistieron, debido al descontento familiar.
Para María el casarse con Enrique significaba la liberación del yugo de su padre. Este
matrimonio llegó en un afán por desprenderse del dominio de su padre y la idea de tener
casa propia y de alejarse un poco de la férrea disciplina de este. María se casó a los 18
años con Enrique, y este matrimonio supuestamente llegó para calmar la pérdida de su
familia, y sobre todo la suya.
Sobre la primera noche y este casamiento, María recuerda que: En la noche de bodas
tuve una experiencia traumática. Llegué al tálamo virgen como un botón y sentí el
desfloramiento como una agresión tremenda, como si me traspasaran con un puñal: a
Enrique le costó dos semanas quitarme la virginidad, porque yo saltaba de la cama cada
vez que me hacía daño. El pobre daba vueltas por el cuarto como lobo en brama.
Cuando por fin logró su objetivo, al día siguiente me corté el pelo. Tal vez intentaba
renunciar a mis atractivos de mujer para evitarme un sufrimiento mayor.
Se imaginaba que su vida de casada sería diferente, pero las cosas no sucedieron así.
El enamoramiento de los primeros días se tornó oscuro una vez casados. Ya casados
deciden tener casa propia, pero la inexperiencia y juventud de ambos no ayudó mucho la
relación. Su matrimonio desde el principio fue un desastre; su marido era un hombre
sumamente celoso y en ocasiones llegó a maltratarla. Si la llevaba a un cine, llegaban ya
con la luz apagada y la sacaba antes de terminar la función, no le gustaba llevarla a
espectáculos como los toros porque la entrada de María causaba mucho alboroto entre
los concurrentes. María no entendía los celos de su marido, ni le gustaba estar
encerrada.
Al respecto, ella recordaba después: Casi nunca me llevaba a pasear, temiendo que
otros hombres me echaran piropos en la calle. Toda nuestra diversión consistía en ir al
cine Reforma, que estaba enfrente del edificio. Llegábamos con la función empezada y
salíamos antes de que prendieran la luz, para que nadie me viera. En los restaurantes
no podía mirar a los meseros a la cara, porque Enrique se enfurecía, y cuando salía de
viaje me encerraba en el...
María quedó embarazada a tiempo después de casada. Ella esperó con gran ilusión el
nacimiento de su único hijo: Enrique Álvarez Félix, quien naciera el 6 de abril de 1934,
en Guadalajara, Jalisco, solo a dos días antes de su cumpleaños.
Su primer esposo, Enrique, viajaba mucho por su trabajo como representante de Max
Factor y ella envidiaba su libertad. Al encontrar una receta médica en uno de los sacos
de su marido, que era una prescripción para gonorrea, pues él le había sido infiel, María
decidió que Enrique no volvería a tocarla y que le devolvería el engaño, quería venganza
y libertad. Sobre esto recordó que no sabía qué cosa era. Mi madre nunca me habló de
sexo, mucho menos de enfermedades venéreas, de modo que acudí a mi suegra Paz
Alatorre, a quien le tenía más confianza. Ella trató de restarle importancia al asunto…
Aún casada con Enrique Álvarez conoció a Francisco Vázquez Cuéllar, quien era su
vecino de enfrente, con unos ojos amarillos que le recordaban a Pablo su hermano, por
lo que pronto se convirtió en su amante. Ella evocó que: Un día que mi marido andaba
de viaje se acercó a mi ventana, tuvimos una breve charla y me pidió mi número de
teléfono. Se llamaba Francisco Vázquez Cuéllar. Al día siguiente me habló para
recomendarme un libro: -Mira, no te conozco... Gracias a este affair, la Doña se decide a
separarse de Enrique. Francisco q uería que estuvieran juntos, pero ella decidió estar
sola. Sobre esta experiencia recordó después:‖Si, tal vez si me hubiera casado con
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Francisco Vázquez Cuellar (su primer y auténtico amor tapatío) hubiera sido feliz... muy
feliz... pero jamás hubiera llegado a ser María Félix.
Por esos problemas de juventud e inexperiencia, las infidelidades y por la razón de que
María no se sentía preparada para asumir el rol de la maternidad en una segunda
ocasión, el matrimonio terminó en divorcio muy pronto. Aunque E nrique la amaba
mucho, ella no le era recíproca en el sentimiento. María Félix primero se separó de
Enrique Álvarez, en 1936, y tiempo después se divorció de él, en 1938. El hijo de ambos,
Quique, quedó en un principio al cuidado de María. Y a pesar de la separación, él
continuará amándola.
Cuando María Félix era casada con Enrique en Perla tapatía, apelativo con el que
también se conoce a Guadalajara, fue por casualidad a ver la filmación de la película
Caminos de Ayer, filme mexicano de 1938 dirigido por Quirico Michelena, cuya
producción estuvo a cargo de Cifesa, José Macip, y el guión era del propio Quirico
Michelena. De esta película el protagonista era el actor Jorge Negrete, actor que reparó
en ella que lo miraba desde primera fila mientras rodaba una escena. Negrete descubrió
sus enormes ojos entre la multitud mientras filmaba algunas secuencias, y cuando
terminó la misma, él se acercó a la muchacha para ofrecerle hacer películas por su
belleza, a lo que ella respondió:
—―Soy una mujer casada‖, respondió María a los halagos del charro.
—―No importa, no soy celoso‖, respondió él coquetamente.
"Yo no quiero trabajar en el cine y menos si hay tipos tan majaderos como usted", así
zanjó el tema la futura actriz que no solo trabajaría en el cine, con ti pos tan majaderos
como Negrete, sino que tiempo después se casó con él.
El fracaso de su matrimonio y las infidelidades de su marido la llevaron al divorcio, dos
años después de su matrimonio. Rómulo Félix Gastélum, sobrino de "La Doña", explicó
después que el carácter reacio de la actriz se apoderó de ella en la época de los 30,
luego de lo sufrido con su primer marido, Enrique Álvarez.
Su madre tuvo que encargarse de los trámites de divorcio, pues María no alcanzaba
edad legal para hacerlo sola. Después del divorcio regresó a la casa familiar, que ahora
estaba en la calle Pesqueira de Navojoa, en Hermosillo, que fue el nuevo hogar de
María, en donde permaneció por cerca de dos años.
Ahí, durante la época de 1939-40, cuando María salía a pasear en la plaza la gente
salía a verla de lo guapa que estaba. Sin embargo, para quien había conocido otro
mundo esta vida quizá le aburría.
Por este tiempo, la familia tuvo que enfrentar otra pérdida, pues el 10 de diciembre
1939 en La Cobriza, Quiriego, Sonora, falleció Fernando Félix Olea, padre de Bernardo y
abuelo paterno de María, a la edad de posiblemente 93 años.
No soportó los chismes pueblerinos ni que su padre no la dejara trabajar, y fue así que
un día, en secreto, su primo José Félix, quien entonces era un niño, le ayudó a sacar
"los velices" de su casa, los llevó a la estación de tren y María empezó a escribir la
nueva y exitosa historia de su vida. Por ello decidió irse con su hijo a la Ciudad de
México, en 1939, casi a los 26 años, donde gracias a un encuentro casual con Fernando
Palacios pasó a formar parte de la profesión cinematográfica.
Al llegar al D. F. se hospedó en una casa de huéspedes, donde vivió con su hijo
Quique, en Hamburgo 70. La atendía la señora Carolina Russek, una señora de
Chihuahua que sólo aceptaba gente de (…) y no dejó este lugar hasta que empezó a
trabajar en el cine.
Muchas proposiciones le hicieron cuando se divorció de Enrique Álvarez, pero no
quería cometer el mismo error; motivo que la llevó a dejar Guadalajara e irse a México.
Sobre esto ella recordó: No quería un matrimonio por conveniencia y conseguí un
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empleo en el consultorio de un cirujano plástico, con el que ganaba lo suficiente para
mantener a Quique y comprarme buena ropa.
Consiguió trabajo como recepcionista en el consultorio médico de un cirujano plástico,
quien la llamaba Miss Happy y que estaba más interesado en ella como modelo que
como secretaria. Sobre este episodio recordó después: Como yo estaba siempre
contenta, el doctor me puso Miss Happy. Era muy correcto y muy amable conmigo.
Además de llevar todo el movimiento del consultorio yo le servía de gancho publicitario.
Este doctor cirujano plástico utilizaba el atractivo de la Félix como gancho para que las
pacientes se animaran a operarse, e incluso la presentaba a sus clientas para que
apreciasen su perfecta beldad.
En la capital mexicana se sustentaba trabajando como secretaria. A María siempre le
gustó la vida independiente. Cuando se divorció de Enrique Álvarez y no le faltaron
pretendientes que se ofrecieron a ponerle un departamento o una casa, ella prefirió
buscar un trabajo que estar diario esperando las órdenes de quien la hubiese mantenido.
―Primero número uno que número dos ".
Aún sin ser famosa, cuando María iba a los toros las primeras figuras del ruedo le
dedicaban las faenas. Lorenzo Garza, Armillita, Silverio, el Calesero (quien era hermano
de Ernesto Alonso)... todos reconocían su belleza en la grada y la honraban con sus
pases.
A su gran amigo Ernesto Alonso lo conoció antes de que la fama llegara a alguno de los
dos, en 1940. Él empezaba, hacía pruebas para las telenovelas y ella no tenía nada que
ver con el medio artístico. Su amistad duraría toda la vida.
Su primer encuentro formal con Agustín Lara fue como una escena de guión
cinematográfico, y María Félix aún no era famosa. Estaba caminando por Reforma y
entró a una caseta telefónica porque quería hablar por teléfonos al bar California, y el
señor muy delgado que ocupaba el auricular en la cabina tardaba muchísimo. Su
primera conversación nada tiene que ver con el inicio de una historia de amor.
Desesperada, tocó el vidrio para que se apurara... y para su sorpresa era el Flaco de
Oro, a quien admiraba desde joven. ―¿Usted quién es?‖ –preguntó Lara-. ―Y a usted que
le importa. Soy quien soy y qué‖ –respondió María. Fue todo.
Meses después de su llegada al Distrito Federal, su ex esposo y padre de su hijo
solicitaría su consentimiento para llevarse al niño de vacaciones. Ella accedió, pero
tiempo después él se negó a devolverle al niño y por medio de influencias quiso quitarle
la patria potestad del pequeño Enrique.
Es así como en esa visita Enrique Álvarez se llevó a Quique e inició un juicio para
quitarle la patria potestad a María. Esto lo recuerda así: Fui a un juzgado de Guadalajara
y pedí una orden judicial para que me entregaran al niño. Ahí supe que el padre me
quería quitar la patria potestad. Tuvimos un agarrón en casa de sus papás y le advertí: -
Aunque ahora puedes más que yo,... Perder a su hijo le dolió mucho y no logró
recuperarlo hasta algunos años después. Ella le juró que algún día sería más influyente
que él, y que se lo quitaría.
La actriz fue la primera en acercarse a los círculos políticos e intelectuales, quienes "le
dieron pase de entrada, ellos la b uscaron".
En este periodo era presidente de México Lázaro Cárdenas del Río, quien fue un
general y estadista mexicano, que ocupó la presidencia desde 1934 a 1940. Sobre este
político María expresó: A don Lázaro Cárdenas lo traté muy poco. Pienso que hizo mal
con la nacionalización del petróleo (1938). Eso le costó mucho dinero a México y no ha
servido para nada: ahí está el gasoducto de PEMEX que estalló hace poco en
Guadalajara. Pero juzgándolo como actor, sin lugar a dudas fue extraordinario, a tal
punto que su gente no lo ha olvidado.
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Quizás por este tiempo fue que conoció al abogado mexicano Adolfo López Matos,
quien de 1941 a 1943 fue secretario general de la Dirección de Educación Extraescolar y
Estética de la Secretaría de Educación Pública. Sobre él recordó después María: A Fito
López Mateos (que era como ella conocía a Adolfo López) lo conocí cuando era muy
joven y él era profesor de la Universidad (Uni-versidad Nacional Autónoma de México).
Tomé un curso con él y nos hicimos amigos antes de que llegara a la presidencia, pero
no llegamos a ser íntimos.
Su entrada al cine fue por un encuentro fortuito. Caminaba un día por la calle de Palma,
en el Centro Histórico de la Ciudad de México, cuando se detuvo a ver antigüedades-
afición que nacía en ella, pero que aún no podía costear-, como escaparates, entre las
calles de Palma y Fco. I. Madero, a principio de los años cuarenta. De repente, el
director Fernando Palacios la conoce ocasionalmente. En esta tienda, María escuchó la
voz de un hombre que, sin más, le preguntó: ¿Y a usted no le gustaría hacer cine? Era
el ingeniero Fernando Palacios, quien la descubrió e impulsó para que entrara al cine
por la puerta grande. Aquella parecía ser una visión celestial: el rostro más hermoso
jamás imaginado, mirando fijamente las mercancías, apoderándose de todo con sólo
tocarlo con sus ojos. No pudo resistirlo. Palacios se acercó a ella y le preguntó si le
interesaba hacer cine. Él, que encuentra en ella a una mujer con una belleza
excepcional, la sigue hasta la esquina de su casa abordándola con preguntas sobre si le
gustaría hacer cine. La respuesta pertenece también al mundo de los tópicos, pero los
que configuran la leyenda de La Doña: ―¿Quién le dijo que yo quiero entrar en el cine? Si
me da la gana, lo haré; pero cuando yo quiera, y será por la puerta grande‖. Estas
palabras fueron proféticas. No conoció papeles menores ni audiciones. Su primera
aparición en la pantalla grande de aquel cine de oro mexicano, fue con letras doradas.
Ella no lo tomó en serio pensando que más bien el Ingeniero Palacios quería tener una
aventura con ella, aunque también hizo lo que ella sospechaba después al enamorarla si
éxito. Una vez convencida que no era llevársela a la cama lo que buscaba Palacios, le
gustó el reto y aceptó cuando este la buscó nuevamente, y de allí en adelante todo sería
historia y leyenda. Es así como estuvo bajo la tutela de Palacios durante dos años,
tiempo en el que éste la preparó.
Para comenzar, le hicieron unas estupendas fotografías a colores que usaron en unas
vallas que colocaron en varias calles de la ciudad en las cuales se leía: ―¿Qué come
María Félix?‖ y cosas así por el estilo. El público que las veía no tenía ni idea de quién
era ella, ni para qué la estaban anunciando, pero llamó la atención.
Su primera aparición pública fue en el Baile Blanco y Negro del Country Club de la
Ciudad de México al lado de algunas de las figuras más populares de la época, como
Esther Fernández (actriz y pintora mexicana, la primer gran estrella de la época de oro
del cine mexicano, gracias a su actuación en la cinta Allá en el Rancho Grande rodada
en 1936), Lupe Vélez (actriz cinematográfica, bailarina y vedette mexicana que triunfó en
Hollywood) y Andrea Palma (actriz mexicana, considerada La primera diva de México y
del cine latinoamericano, luego de su exitoso papel en el filme La mujer del puerto, quien
era hermana de Julio Bracho, Jesús Bracho y Toribio Bracho y prima de Dolores del Río;
quien luego actuó con María en Miércoles de ceniza). Ahí platicó informalmente con
algunos de los directores y productores de la época. Los productores querían que su
nombre artístico fuera Diana del Mar o Marcia Maris, ella quería usar su nombre real:
María de los Ángeles Félix, que, al ser tan largo, la convencieron de usar sólo María
Félix.
Su sobrino Rómulo Félix Gastélum añadió que la incursión de su tía en el cine fue una
coincidencia. "Caminando por la calle de Madero, en el cent ro de México, la aborda un
ingeniero, Fernando Palacios, que era un hombre importante del cine nacional de
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aquella época. Se enamora enagenadamente de ella, la hace reina del Carnaval de
México, después la mete al cine nacional, pierde hasta dinero, así María firma hasta su
primera película: El peñón de las ánimas, obviamente seguida por una larga lista de
filmes realizados en América y Europa.
El ingreso de María en el cine tuvo sus bemoles. Uno de ellos fue que tuvo que cambiar
su nombre. "Querían que me llamara Diana del Mar. Ni loca, les dije, yo no me pongo un
nombre tan cursi. Luego me propusieron otro peor: Marcia Maris. Me negué
rotundamente a llevar seudónimo". Finalmente, sólo le quitaron de los Ángeles para
llamarla como se la conoce: María Féli x.
Como ‗La Doña‘ era un poco tartamuda tuvo que estudiar para superar este defecto, y
logró hacerlo al decir sus parlamentos con énfasis en cada una de las sílabas, al tiempo
que hacía grave la voz.
Después de varias presentaciones en actos públicos, su personalidad impactó tanto a
actores como a productores recibiendo una invitación de los hermanos Calderón, para
representar en los Ángeles la belleza de la mujer mexicana en la celebración de las
fiestas de independencia.
Su primera salida al extranjero fue a Los Ángeles, pues la llevaron a Hollywood a los
estudios de la Metro-Goldwyn-Mayer, ya que la invitaron a representar a la mujer
mexicana; poco imaginaba que deseaban vestirla de China poblana, a lo cual se negó
rotundamente. Sin embargo ahí conoció a Robert Taylor, Cecil B. de Mille y Ray Milland.
Cecil B. DeMille ( 1881-1959, productor y director de cine estadounidense, reconocido
por sus películas extravagantes y espectaculares, que fueron muy taquilleras, como El
rey de reyes, 1927; Cleopatra, 1934, con Claudette Colbert, Warren William y Henry
Wilcoxon, filme ganador de un Oscar y de varias nominaciones; Las cruzadas, 1935;
Sansón y Dalila, 1949; y Los diez mandamientos, 1956) fue quien le ofreció lanzarla en
Hollywood, pero a María no le interesó. Prefirió comenzar su carrera en su país.
De Mille se quedó impresionado conmigo y me dio su tarjeta para que lo buscara si
quería hacer carrera en Hollywood. Pero yo estaba esperando una oportunidad en
México. Mi nombre ya sonaba, tenía proposiciones para hacer pequeños...
A su regreso, recibió varias propuestas para trabajar en pequeños papeles y por
supuesto las rechazó. Su idea era debutar en plan estelar.
Palacios la presentó a su amigo el director de cine Miguel Zacarías y se comprometió a
poner el dinero para producir la primera película que ella hizo. Lo primero que hizo fue
aceptar hacerse unas pruebas de fotogenia con el amigo de Palacios, Miguel Zacarías.
Gabriel Figueroa le hizo una prueba de fotografía que le ayudó a conseguir su primer
protagónico al lado de Jorge Negrete, en ese entonces figura reconocida en el medio
artístico.
Zacarías afirma que María tenía un porte increíble. Pero calladita, al hablar
tartamudeaba. Por tres meses la llevó a ver filmes y cuando le preguntaba que cómo
cuál actriz quería ser, ella respondía que como ―ninguna‖. Durante meses se dedicó a
enseñarle todo lo necesario para que ella adquiriera los modales requeridos para el cine;
lo más difícil fue corregir su tartamudez y Zacarías lo consiguió; logró que María lo
controlara hablando pausadamente. Zacarías declaró: ―María es una mujer hermosísima,
posee un esplendor increíble, pero hay que quitarle la arrogancia, la insolencia‖.
María Félix, que debió aprender a actuar en el mismo escenario, comenzó con El
peñón de las ánimas en 1942, versión mexicana de Romeo y Julieta. Escribe su director,
Miguel Zacarías, quien le ayudó a disciplinar su cuerpo para la actuación: ―Tuve que
pasarme tres meses sentado en la alfombra de su departamento discutiendo, peleando
con ella, haciéndola pronunciar la a, la e; enseñándola a hablar, dicción, mímica, a
andar, sentarse, todo eso‖ (Taibo I, 2002:22).
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A él le fascinó su actitud y le ofreció protagonizar ―El peñón de las ánimas‖, junto al
cantante Jorge Negrete. Fue la productora Clasa Films (quizás dirigida por Fernando
Elizondo) quien la puso en el reparto de El peñón de las ánimas, de Miguel Zacarías. Al
principio ella dijo que no por el sueldo, quería uno altísimo que al final se le concedió.
Para protagonizar El peñón de las ánimas (1942), firmó un contrato que sólo lograban
las consagradas. Exigió un salario acorde a sus pretensiones, vestuario fino y camerino
dentro del set.
En un ensayo Zacarías le pidió arrodillarse ante él, su director. Y ella le dijo: ―Primero
muerta que arrodillada‖ y se largó. Él aún la ve regresar, altanera, para cumplir su
contrato. Con ―El peñón de las ánimas‖, logra cautivar a los mexicanos. Más por su
rostro, que por su carácter.
La vestimenta, esa otra forma con que se construye identidad, fue también motivo de
disgusto durante la filmación de esta película. En un episodio durante la filmación de El
peñón de las ánimas María relata: ―La tercera dificultad fue con mis vestidos. Querían
darme ropa corriente, alegando que una mujer del campo, aunque fuera hija de familia
no podía llevar sedas ni encajes. Mandaron a hacer unos vestidos de percal y se los tiré
al director en la cara‖.
María Félix fue descubierta por el director Miguel Zacarías, quien intentó, y logró,
potenciar aquella "apasionada frialdad" que caracterizaba sus actuaciones; y debutó en
el cine en 1942, interpretando la película ―El peñón de las ánimas‖, que inició la lista de
los filmes en los que compartía reparto con Jorge Negrete, quien era más divo que
María, alto, de ojos amarillentos y con una voz ópera-ranchera que hizo eco en toda
Latinoamérica..
El rodaje de la película no fue sencillo, pues María Félix y Jorge Negrete empezaron
una mala relación durante el rodaje de El peñón de las ánimas (1942), de Miguel
Zacarías. Negrete ya era una estrella, y él había solicitado a su novia Gloria Marín como
su pareja fílmica para el papel principal, quien había sido su coestrella en una película
anterior. Juntos habían alcanzado mucho éxito y él quería volver a actuar con ella, sin
embargo, María le fue impuesta. En lugar de Gloria, le endilgaban a una perfecta
desconocida, que además de altanera era tartamuda. María le quitó el rol a Gloria Marín,
entonces compañera sentimental de Negrete. Trabajar con Gloria Marín fue una
prioridad que Negrete manifestó cuando fue incapaz de que ella lograra el papel
protagónico en ―El Peñón de las Lágrimas‖ (1942). Su actitud fue causa de tensiones
durante el rodaje con María Félix, la actriz que sí logro el papel, y quien apenas daba
comienzo a su carrera. En ese entonces, era imposible adivinar que el destino uniría a
ambos actores en matrimonio. María recordó que: Nuestra primera pelea fue por los
camerinos. En Hollywood yo había visto que los grandes actores tenían su camerino
dentro del set, una como casita con ruedas. Pedí que me la pusieran, y como eso no se
usaba en México Jorge fue con el (director).
Para María, un papel estelar junto a un ídolo como Jorge Negrete era una puerta lo
bastante grande para que la cruzase sin reparos una mujer dotada de tanto carisma y
autoestima. A partir de entonces, todos sus papeles serían protagonistas.
Jorge se desesperaba. Las tomas se arruinaban a causa de aquella debutante sin
talento. No entendía cómo una desconocida como la tal María Félix podía entrar a la
época del Cine de Oro Mexicano por la puerta grande, siendo estelar en una de sus
películas. La producción lidiaba con un actor furioso y una principiante caprichosa que
rechazaba las telas elegidas para su vestuario, al grado de amenazar a los estudios,
pues o empezaba a lo grande o adiós al cine. Durante la filmación, Negrete le preguntó
con desprecio qué había hecho para obtener su lugar, y la enfadada María le dio una
cachetada.
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María contaba que en un ensayo de ―El peñón de las ánimas‖, el charro colérico le
pregunta: ―Señora, ¿con quién tiene uno que acostarse para estelarizar una
película?‖¿Con quién se acostó usted para que le dieran el estelar? Ella sólo respondió:
―Dígamelo usted; tiene más tiempo en este negocio que yo, así que debe saber bien
con quién hay que acostarse para ser estrella. Y quiero advertirle algo: yo no necesito
hablar con usted para nada. Me resulta muy antipático y no quiero que me dirija la
palabra fuera de escena.‖
Por esta causa el rodaje de El peñón de las ánimas fue difícil y condujo a un
enfrentamiento directo entre ambos, pues la filmación estuvo llena de rencillas entre los
protagonistas. Esto contribuyó a cimentar la fama de "La Doña" como una mujer dura y
altanera, que tanto contribuyó a su éxito. Además, esta no era la primera vez que se
veían y se enfrentaban.
María detestó inmediatamente la galantería ganadora de Jorge, pero esa ira
tempestuosa escondía una pasión que los arrollaría más tarde.
Ella afirmó que Miguel Ángel Ferriz y López Moctezuma se portaron maravillosos
conmigo. No sé qué hubiera hecho sin ellos. Con su trato paternal y con sus buenos
consejos me hacían sentir entre amigos. En cambio Jorge Negrete se obstinó en
hacerme (―la vida un yogurt‖).
El peñón de las ánimas es una película mexicana de drama romántico que habla sobre
la rivalidad existente entre dos familias nobles, los Valdivia y los Iturriaga, sobre el
dominio de una propiedad a la que se refieren como El peñón de las ánimas. Las
rencillas entre las dos familias se agudizan con el romance de los jóvenes Fernando
Iturriaga (Jorge Negrete) y María Ángela Valdivia (María Félix). Esta película, que marcó
el debut cinematográfico de María Félix, contó con las actuaciones estelares de Jorge
Negrete, Carlos López Moctezuma como El señor Valdivia y René Cardona como
Manuel.
Por otra parte, este debut cinematográfico provocó una ruptura con su familia, pues su
padre la consideraba "una pérdida", y esto estableció el silencio de María con los Félix
Güereña. Su padre, don Bernardo, les dijo a sus hijos: ―Los reuní a todos en casa porque
quiero que sea por mí que se enteren de que María de los Ángeles anda en muy malos
pasos‖. Se acababa de enterar de la primera película de su hija, ―El peñón de las
ánimas‖. Todos le tenían pavor a este pater familias, tan autoritario, quien los obligó a
firmar una carta para darle muerte civil a María y para que toda la familia la anulara de
su vida.
Reconocía que Para lo único que sí he luchado, y muy fuerte, es para aprender,
porque yo entré al cine sin saber una palabra de actuación. Me enseñó la vida, me
enseñó el paso. Aprendí a trabajar en un idioma que no era el mío, aprendí a tratar a la
gente (...)
Desde sus inicios, María tuvo la osadía de no ajustarse a la idea que el macho tiene de
la mujer. Ella se definía como ―una mujer con corazón de hombre‖.
La prensa, puntual para la proyección de la reciente estrella comentaba el
descubrimiento de una nueva y bella figura. Los productores con su buen olfato y
previendo la promesa de María, el estrellato, aun sin haber terminado el rodaje de ―El
peñón de las ánimas‖, le ofrecieron un contrato para protagonizar la película ―María
Eugenia‖, acompañada de Rafael Baledón. Cuando se estrenó ―María Eugenia‖, la
recién llegada a las pantallas era ya una gran estrella. En los anuncios de la película su
nombre, acompañado de una foto suya, aparecía por encima del título del filme. María
de los Ángeles Félix renunciaba a su segundo nombre y desde entonces se le conoció
como María Félix. Se recuerda a María Eugenia como la cinta donde María apareció por
primera vez en traje de baño en toda su carrera.
23
El cine mexicano que le tocó vivir a María Félix era difícil. "Tuve la inmensa fortuna de
que me rodeara gente muy talentosa, muy brillante: eso me ayudó a contrarrestar las
dificultades". Después de aquella primera actuación, el cine se rindió a sus pies. María
jamás fue una actriz virtuosa, muchas de sus películas resultaron un fiasco. Pero en
todas estaba ella. Bastaba con que la cámara tomara un acercamiento a sus ojos, a sus
cejas levantadas, a su piel tersa y sin mácula, para que todo valiera la pena. De golpe,
sin tener que esperar, María Félix se había convertido en una estrella.
Pero sus películas son una parte de la relación amor-odio que causa La Doña en
México, apunta el escritor Almazán. "La elite por donde empieza a moverse le da mucho
poder y quizá por eso se vuelve altiva, desdeñosa, soberbia, porque tiene todos estos
rasgos de los hombres y del poder", explica el escritor Carlos Monsivais.
Su capacidad histriónica es parte de la polémica: algunos la definen como la mejor
actriz de la época dorada del cine mexicano, como se conoce a las filmaciones
realizadas en las décadas de los 40. A mí me ha ido siempre tan bien en todo. Yo creo
que nunca tuve competencia real, expresó alguna vez María Félix. Otros afirman que en
realidad María Félix sólo posaba ante la cámara, y algunos como la escritora Elena
Poniatowska dicen que eso no importaba. "Creo que, a pesar de no ser buena actriz y
ser siempre ella misma, María Félix sigue siendo la mejor", escribió la periodista en el
diario La Jornada.
Una de sus grandes virtudes fue reconocer limitaciones y proponerse superarlas en
base al esfuerzo. ―Como yo estaba en desventaja por ser una improvisada, tenía que
estudiar mucho para sentirme segura. Siempre llegué al rodaje con mis diálogos
aprendidos, con toda la película en la cabeza .‖
En tiempos de machismo, ese machismo del cine mexicano que reforzó el que ya
campeaba en América Latina, María Félix fue la mujer que plantó cara al predominio
masculino. No se enfrentó a él con armas femeninas, sino masculinas. Nada de suaves
argucias de mujer, sino desplantes, bofetadas y dureza extrema. "Soy una mujer con
corazón de hombre", sentenció. Proclamaba el egoísmo como filosofía defensiva: "Hay
que pasar por encima de todo y de todos".
María Félix se masculiniza también —seguramente para enfrentar el poder patriarcal—
en el contexto de una sociedad que le ofrece una opción que normalmente no ofrece a
las mujeres, pero que ella asume dada su configuración identitaria, que le ha entregado
una imagen de mujer castigadora, insensible, fuerte, dura y, al mismo tiempo —y cuando
quiere— seductora con los subterfugios que ha adquirido en el uso de su cuerpo. Es
decir, María Félix responde a una opción del imaginario mexicano de esas décadas, del
mismo modo como responde conscientemente a su pertenencia a esa sociedad
afirmándose en su discurso: ser sexy es tener un ―estilacho‖.
En 1942, la capital mexicana aún era habitable y el cine era una promesa atractiva. Se
estrenaba una película cada siete días y por 350.000 pesos (30.000 euros) se hacía un
filme. Fue entonces cuando María de los Ángeles Félix (El Quiriego, 1914 - México,
2002), con 28 años, firmó su primer contrato como actriz para intervenir en El peñón de
las ánimas. "El cine no solamente la hizo famosa, sino que la hizo tal y como ahora es",
escribe Paco Ignacio Taibo I (Gijón, 1924), en María Félix, 47 pasos por el cine, una
biografía de la Doña, sobrenombre por el que se la conoció Doña Bárbara (1943),
basada en la novela homónima de Rómulo Gallegos. "Del cine tomó no solo la fama y el
dinero, sino también personalidad, estilo, vigor, altivez...", afirma el autor en este libro,
ampliamente documentado con diarios, documentos de la época y más de 100
entrevistas, que recorre la filmografía de la estrella mexicana, entrelazando su vida y sus
ambiciones, sus sueños y sus victorias.

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En 1943 se habían estrenado setenta películas en México y la industria tenía una
velocidad inusitada con el apoyo del gobierno. El mexicano era un cine de personajes y
estereotipos: charros, prostitutas, cantantes; y el poder dentro de la industria
experimenta grandes tensiones entre dirigentes, como William O. Jenkins, un
norteamericano que había logrado una cuota importante de poder, y los sindicatos. En
esta situación es importante el estallido de la Segunda Guerra Mundial porque ya no hay
distribución de películas europeas y Estados Unidos vuelve propagandística su
producción. México tiene ventajas sobre la Argentina, el otro gran productor
cinematográfico del momento, porque —alejado del Eje— tiene acceso al material virgen
de los Estados Unidos. Así, México desarrolla un cine de referente revolucionario, frente
al cine nostálgico de la cultura del porfiriato, con su cuota de frivolidad, champaña, lujo y
amores recatados. México estaba en un proceso de urbanización muy fuerte, después
de 1910, y el D. F. sufrió menos de hambre, escasez, violencia, tomas de ejércitos
revolucionarios, desarreglos económicos y miedo, al decir del historiador Sergio
González Rodríguez, que el resto del país. En pocos años más sería la llamada
―superconcentración industrial‖.
Entre 1934 y 1958 muchos escritores trabajaban en guiones, radioteatros y ―jingles‖ (el
famoso ―Mejor mejora Mejoral‖ entre otros) para la radio, por ejemplo, Xavier Villaurrutia,
Salvador Novo y Alfonso Reyes. Las clases populares y las clases medias se habían
ampliado y eran el público a quien estaba dirigida esta comunicación radial.
Así ingresó en la década de 1940 al ámbito del cine, industria floreciente en México que
en ese momento estaba viviendo su ―época dorada‖, época que se extiende desde 1935
al año 1955, siendo su mayor auge entre 1941 y 1945.
Tras el rodaje de El peñón de las ánimas, su fama ya no paró de crecer. Tanto es así
que filmes como María Eugenia (1943), de Felipe Gregorio Castillo, y Doña Bárbara
(1943), de Fernando de Fuentes, le otorgaron la categoría de gran diva del cine
mexicano. Un papel estelar junto a un ídolo como Jorge Negrete era una puerta lo
bastante grande para que la cruzase sin reparos una mujer dotada de tanto carisma y
autoestima. A partir de entonces, todos sus papeles serían protagonistas.
Al acabar el rodaje de este filme, María le pide un autógrafo al celebérrimo Negrete,
quien molesto porque le habían asignado el papel a una advenediza se negó a su
petición. María recordó el incidente así: La mayor grosería me la hizo al final de la
filmación. Era costumbre que los compañeros de una debutante le firmaran el guión con
una dedicatoria. Todos los actores de la película me lo firmaron con unos pensamientos
largos y muy bonitos, (excepto Negrete, que se negó a firmarlo).Ella, que entendió
perfectamente el motivo de su negación, le dijo:
Señor Negrete, le diré que es muy bueno como cantante. Pero, como actor es malísimo.
Esta película fue un éxito taquillero que contribuyó en las motivaciones de María por
estudiar actuación. Ella había llegado al mundo del cine como reina de la baraja, con su
cabello color ala de cuervo y su caminar felino desplazando en su derredor ondas
misteriosas, con un porte altivo y un aire de soberana que hizo de ella una diosa ideal.
Ninguna actriz de la tierra azteca, ni aún aquellas que se consagraron como intérpretes
de valía en las tablas antes de penetrar en el mundo de la luz y las sombras de la
cinematografía había tenido un ascenso tan vertiginoso y radiante como el suyo.
Poseía un físico arrebatador, con una melena desbordante, casi salvaje, tan
incontenible como su propietaria; y unos ojos grandes, negros y profundos, como un
pozo oscuro e insondable siempre dispuestos a descubrir algo, que atrajeron a hombres
de distinta posición y condición.
Por este tiempo era Secretario de Comunicaciones y Obras Públicas del gobierno
federal mexicano Maximino Ávila Camacho (1941-1945), hermano del entonces
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presidente de México Manuel Ávila Camacho, militar y político mexicano que desempeñó
la presidencia mexicana desde 1940 hasta 1946, y a quien el pueblo llamó ―El
Presidente Caballero‖. Sobre estos dos, María afirmó : A Manuel sólo lo vi de lejos, pero
tuve la desgracia de conocer a su hermano Maximino, que tenía tanto o más poder que
él. Maximino me corrió detrás cuando yo empezaba en el cine. Yo le tenía pavor por lo
que se contaba de él. Era mandón, astuto, arrogante: un típico ejemplar del circo de los
malos actores. Me mandaba seguir, me invitaba a sus fiestas, pero no se le hizo el gusto
conmigo porque si yo había escogido mi trayectoria de libertad y de independencia no
iba a dejarlo todo por meterme con un político a ver qué regalos me daba.
O sea, el militar y político mexicano Maximino Ávila Camacho (1891-1945), fue uno de
los enamorados sin suerte ni esperanzas de María Félix.
En aquellos tiempos, los rumores afirmaban que mantenía un amorío con Fernando
Palacios. Posteriormente actúa en el mediocre filme La China Poblana, donde María
afirmó haber pagado una deuda de gratitud con su descubridor Fernando Palacios,
quien dirigió la cinta que fue estrenada igualmente en 1943. ―La china poblana‖ fue una
mediocre cinta en colores inspirada en una leyenda de tiempos de la colonia, en la que
Palacios intuyó las posibilidades de la novel actriz, la hizo estudiar y completar así su
formación. Nadie ha vuelto a saber de esta película (la segunda película a color del Cine
Mexicano), por lo que se considera perdida. María consideraba las cintas María Eugenia
y La China poblana como sus "pecados de principiante".
Después se dijo que ya en camino de ser consagrada como toda una actriz, se había
casado en secreto con Raúl Prado, cantante jalisciense integrante de Los Tres
Calaveras, conjunto musical mexicano, que tuvo especial importancia en el desarrollo de
la música romántica y de la ranchera de México en el siglo XX y que alcanzó gran
popularidad a partir de la participación del trío en la cinta titulada "El peñón de las
ánimas", acompañando al actor y cantante Jorge Negrete, de quien se convirtieron en
sus acompañantes de cabecera; y que había sido fundado por Guillermo Bermejo
Araujo, Miguel Bermejo Araujo y Raúl Prado, a comienzos de los años treinta. Adoptaron
el nombre de Calaveras por el famoso mote que se les daba en aquel tiempo a los
mujeriegos. Fueron incluidos en la película "Las Cuatro Milpas" y tuvieron mucho éxito.
Consecuentemente, participaron en varias películas más a partir del año 1937.En
diciembre de 1939 realizan una gira por todo Centro y Sudamérica. Al finalizar ésta gira,
Guillermo Bermejo dejó el trío en 1942 para radicar en Argentina, y fue sustituido por
Pepe Saldívar, cantante yucateco.
Impactado con la belleza de María, Raúl Prado, integrante del trío Los Calaveras, la
ayudó a sobreponerse del fracaso que representó la película La china poblana (1943).
Se casaron y, como ella lo negó, se separaron a los dos meses.
No obstante, ella siempre desmentiría estos chismes sobre esas relaciones
sentimentales con Palacios y con Prado. De Prado, simplemente dijo que era un
―muchacho simpático‖.
El realizador Fernando Palacios le hizo estudiar arte dramático. Con este director
consiguió su primer éxito importante en ―La mujer sin alma‖ (1943), filme en el que tomó
cuerpo su arquetipo de mujer bella y altiva.
María Félix estuvo siempre al tanto de la moda; ella sabía lo que le va y lo que no,
tomaba de la moda lo que le convenía, creando así un estilo propio que muchas han
tratado de imitar sin ningún éxito.
En México al inicio de su carrera cinematográfica, para sus películas María fue vestida
por Beatriz Sánchez Tello, Armando Valdés Peza, Tao Itzo, y Mitzy para sus apariciones
en T.V. Siempre exigía que tanto materiales como ejecución fuese de lo mejor, así se
tuviese que repetir hasta tres veces la prenda que se confeccionaba.
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Tiempo después, don Bernardo Félix continuaba furioso contra su hija, ya actriz, y
entonces se vuelven a escuchar sus palabras, que María nunca olvidaría: ―Algo tenías
en los embriones y Pablo también. Él ya se murió pero tú te empeñas en seguir
haciéndonos daño...‖.
En 1943, Rómulo Gallegos, el escritor venezolano autor de ―Doña Bárbara‖ arriba a la
ciudad mexicana para asesorar la versión cinematográfica de su obra. Los productores
mexicanos le ofrecieron un festejo en un club. En esa ocasión, a María la habían invitado
a a una comida en el Club Chapultepec y al llegar sintió que alguien le gritó: ―¡Aquí está
mi Doña Bárbara! (...) ¡Sí, es ella!‖; ese había sido Gallegos luego de ver a una soberbia
y solitaria joven de pie en el umbral, y de un vistazo, y sin conocerla, le da el estelar.
María nunca olvidó ese día cuando fue invitada a una comida en el Club Chapultepec,
en donde no conocía a mucha gente, y de pronto alguien se levantó a su llegada y gritó:
"¡Aquí está mi doña Bárbara!". Habría de enterarse después de que se trataba del
mismo Rómulo Gallegos, quien la había ya seleccionado para protagonizar su novela
llevada al cine. Su consagración llegó con Doña Bárbara, película que, en sus propias
palabras, le cayó del cielo. "No sólo me dio a conocer en toda Latinoamérica, sino que le
debo el apodo con el que me conoce toda la gente: la Doña", decía María Félix.
Antes de protagonizar Doña Bárbara (1943), gracias a la cual adquirió su legendario
mote, la actriz Isabela Corona, actriz mexicana llamada la "Bette Davis" de México por
su capacidad histriónica comparable a la de la actriz estadounidense, que había actuado
antes en filmes como El ángel negro (1942), La isla de la pasión (1940), Los de abajo
(1939) y La noche de los mayas (1939) y estuvo casada con el director de cine Julio
Bracho(m. 1927-1943); ya estaba contratada para el rol principal, pero pocos días antes
de que se iniciaran las grabaciones, fue sustituida por la actriz María Félix como Doña
Bárbara.
El productor Salvador Elizondo contó luego una historia muy diferente a cómo María
obtuvo el papel, historia que fue publicada por Paco Ignacio Taibo I. Este contó lo
siguiente:
―En un momento los estudios Clasa, por medio de combinaciones financieras, los
absorvieron Grovas y Compañía y cambió de nombre, convirtiéndose en Clasa Films.
Me hice cargo de ella. Grovas había programado realizar esa cinta. Ya había adquirido
los derechos de la novela y había prometido a Isabela Corona que sería la estrella.
Entonces pensé dos cosas: primero, que sería bueno traer a México a Rómulo gallegos,
que pasaba dificultades políticas muy serias en Venezuela. Era una oportunidad para
que viniera y se desentendiera un poco de aquellos problemas. Segundo, pensé que era
absurdo que Isabela Corona hiciera el papel de Doña Bárbara. Pensé que para ese tipo
de papel es más importante la presencia que la calidad artística. Consideraba mejor a
María Félix. Consumé el cambio y fue una verdadera tragedia; porque el Banco
Cinematográfico financiaba parcialmente la película e Isabela Corona tenía mucha vara
alta con el director del Banco, mi amigo Carlos Carriedo. Además, el realizador del film
sería Fernando de Fuentes, quien no quería oír hablar de María. Me presionaron por
todos lados, para que no incluyera a María. Cuando llegó don Rómulo, le ofrecieron una
comida en un restaurante que estaba junto al cine Chapultepec. Le presentaron a
quienes iban a interpretar la película: María Félix, María Elena Marqués, Julián Soler,
Andrés Soler. También a Fernando de Fuentes y a todo el personal. H ubo discursos,
como es costumbre. Al final del banquete me llamó el invitado de honor y me dijo: Oiga,
si esa señora, María Félix, es quien va a hacer de Doña Bárbara, yo me retiro, no quiero
saber nada de eso. Yo le dije: -Déjeme pensarlo, Don Rómulo. Después le dije que yo
insistía en que fuera María. Si usted quiere regresar, hágalo. Yo le liquido los honorarios
y le doy su boleto de vuelta, como está convenido. Para entonces ya no querían a María
27
ni Fernando de Fuentes, ni Carlos Carriedo, ni don Rómulo Gallegos. Pero al día
siguiente don Rómulo me buscó y me dijo que no le importaba cómo saliera la película.
Que me ayudaría a hacer la adaptación y que se quedaba. Cuando murió Rómulo
Gallegos, María Félix declaró en una camida que el escritor había dicho : -¡Esa es mi
Doña Bárbara!‖
―Yo le puse una carta a esa señora señalando que tenía muy mala memoria. Le escribí:
―Que mala memoria tiene, no está en discusión si lo dijo donRómulo o no. Un mes antes
de que llegara a México (eso está en las actas del Consejo de Clasa Films), usted
estaba nominada para actuar en la película y don Rómulo no la conoció hasta después,
así que no puede ser cierto lo que usted dice‖. María Félix nunca me contestó. María
nunca fue artista, por eso necesitaba papeles muy especiales. De devoradora de
hombres y asuntos de este tipo, que cansaban a la gente.‖
María persistió en su historia y en su personaje (pero se dice que su enemistad con
Taibo I provino de que el crítico incluyó en un libro la anécdota anterior). En sus
memorias, la diva dio esta versión:
Tuvieron que pagarle sin trabajar a la actriz que habían contratado. A mí me dieron el
doblre de lo que cobré por María Eugenia. Desde que leí la novela supe que tenía el
nervio y la personalidad para interpretar el papel, pero no la edad. El personaje de
Gallegos es una señorona que viene de regreso de todo. Tuve que suplir con firmeza,
voluntad y toda la fuerza de mi carácter los años que me faltaban. La película salió muy
bien y fue un éxito formidable porque me compenetré con el personaje al extremo de
sentirme Doña Bárbara. Los demás actores estaban fuera de tipo. Julián Soler como
Santos Luzardo resultó una mala elección. Se requería un hombre sexy, una fuerza de la
naturaleza, y con Julián no daban ganas de hacer nada malo. En cuanto a la actriz que
salía de mi hija, estoy segura de que era mayor que yo.
En otro momento, también confesó:
Doña Bárbara fue una película que me cayó del cielo. Yo no iba a ser la protagonista;
ya estaba contratada otra actriz. Acababa de reconciliarme con mi padre, que por fin se
había resignado a tener una hija fuera de lo común.
En el año 1943 se le adjudicó el papel estelar de la cinta ―Doña Bárbara‖, basada en
una adaptación de la obra homónima del venezolano Rómulo Gallegos, quien también
participó en la película al co-escribir el guión y dirigida por Fernando de Fuentes. En esta
película interpreta a una mujer soberbia, dominante, cruel, la clásica "devoradora de
hombres" (lo que en el cine estadounidense se denomina "vamp", término procedente
del apócope de vampiresa o mujer fatal), que habría de convertirse en su caracterización
predominante a lo largo de todas su carrera cinematográfica. Concretamente su
interpretación de la Doña Bárbara del escritor venezolano Rómulo Gallegos es
insuperable. El mismo Gallegos se encargaba del guión y los diálogos de la película. La
tercera oportunidad en el cine la tuvo con ―Doña Bárbara‖, adaptación de la novela de
Rómulo Gallegos. Él mismo quiso que le diesen el papel.
En el prólogo de la novela, aparece un texto que parece haber sido escrito
especialmente para María: ―De más lejos que nunca, de allá vino la trágica mujer… Hoy
es la dueña de casi todo el cajón de la Aranca y señora de vida y hacienda, de rebaños y
sabanas. El llano la teme y la obedece. Su hermosura fascina a los hombres y su oro
compra leyes que la protegen y paga manos que por ella matan. Doña Bárbara. La
terrible Doña Bárbara‖.
La Doña se sintió identificada con el personaje por algo más. Al igual que la terrible
Bárbara, ella conocía el mundo mágico, al cual, según decía, había sido introducido por
una bruja yaqui durante su niñez.

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Doña Bárbara es una película mexicana de drama romántico. Cuenta la historia de
Doña Bárbara, una rica terrateniente, inclemente por una experiencia traumática que
tuvo de adolescente al ser violada por un grupo de sanguinarios piratas que también le
arrebataron el primer amor de su vida. Ella ha acumulado grandes tierras y manadas
extensas de ganados usando a los hombres para su provecho personal, así como por
medios ilegales, tales como el soborno a los funcionarios locales.
Uno de los pocos terratenientes restantes en el área es Santos Luzardo, que ha vuelto
del extranjero para imponer control en el rancho de su familia. Él sospecha que el
capataz del rancho, Balbino Paiba, había estado trabajando de forma disimulada para
Doña Bárbara a fin de poder robar sus ganados. Los otros peones no creen que Santos
sea el que le ponga bocado a las fechorías de Doña Bárbara, pero él demuestra con su
manejo exceso del caballo, que el equilibrio del poder de la región está a punto de
cambiar.
Doña Bárbara tiene una hija adolescente, Marisela, nacida de su vínculo con Lorenzo
Barquero, terrateniente con quien ella estuvo involucrada y al cual dejó quebrado y bajo
el daño total del alcohol. La muchacha, Marisela, ante un padre alcohólico y una madre
que no quiere saber de ella, es dejada al completo abandono, aunque Juan Primito un
criado de Doña Bárbara, se ocupa secretamente de ella. Cuando Santos Luzardo
conoce a Marisela, decide ocuparse de ella y de su padre y logra llevarlos a su Rancho,
principalmente con el interés de proporcionar a Marisela instrucción y educación, así
como alejar a Lorenzo Barquero del alcoholismo. Mientras tanto, Doña Bárbara se siente
atraída a Santos, pero cuando ella se entera de que su propia hija es un rival para su
afecto, busca por todas las vías arruinarlos.
Doña Bárbara era una mujer de aspecto masculino, pero muy hermosa. Erguida sobre
su caballo campeaba con sus pantalones para montar y un látigo en la mano. Se hab ía
convertido en una devoradora de hombres implacable y resumía con pocas palabras su
opinión sobre los mismos: ¡Asco de hombres! Esta película marcó la carrera y la vida de
María Félix para siempre. Así nació la María devoradora de hombres, la mujer sin a lma,
la mujer fatal. Paco Ignacio Taibo I, señala en su libro La Doña que: ―Doña Bárbara era
tan María, que María era para siempre la Doña‖.
Muchos especialistas afirman que María Félix siempre se interpretó a sí misma en
todas sus películas. Opiniones más aventuradas, como la de Paco Ignacio Taibo I -autor
del libro La Doña (1991)- señalan que la aparición de la actriz en el panorama del cine
mexicano fue tan impactante que los guionistas y directores terminaron por escribirle
historias de acuerdo a su personalidad. El resultado fue una curiosa mezcla de realidad
y ficción que terminó por construir el mito de la Félix.
Su fascinante imagen destacó en títulos como La mujer sin alma (1943) y La devoradora
(1946), de Fernando de Fuentes; La diosa arrodillada (1947), de Roberto Gavaldón; y
Doña Diabla (1948), de Tito Davison. Parece que ella misma iba enriqueciendo esa
imagen, de tal modo que su colaboración con el director Emilio Fernández le permitió
completar una trilogía heterogénea que resume sus méritos y favorece que, aún hoy, el
público la trate regiamente: Enamorada (1946), Río Escondido (1947) y Maclovia (1948).
Ni siquiera su aventura francesa —French Cancán (1954), de Jean Renoir— fue tan
celebrada como esos tres títulos del Indio Fernández.
Personaje e intérprete se habían vuelto un solo ser. Productores y guionistas pronto
entraron en el juego e hicieron un cine para ella, para ese personaje llamado María
Félix, en gran medida creación de sí mismo a través de un trabajo basado en la
disciplina y una férrea voluntad. Con sus desplantes resumió este fenómeno: ―Mi oficio
ha sido ser guapa, pero una guapa con entendederas, para saber qué me convenía en el
cine y qué en la vida.‖
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María Félix logró consolidar la personalidad que caracterizó al perso naje en que se
convirtió a partir de la cinta ―Doña Bárbara‖ (1943) de Fernando de Fuentes. Su vida
tuvo un cambio radical, al punto de vetar una personalidad propia para dar paso al mito
que construyó alrededor suyo. La cinta es una historia de Rómulo Gallegos y lo más
notorio de la película es la voluntad femenina que muestra la protagonista: ―Lo
memorable es la masculinización del temple femenino. Más que un personaje
excepcional, Doña Bárbara es para María la clave del quebrantamiento del machismo de
la industria, que inmoviliza a las presencias femeninas en razón de la inferioridad de su
sexo‖, expresó después Carlos Monsiváis.
Esta película contó con las actuaciones especiales de María Félix como Doña Bárbara,
Julián Soler como Santos Luzardo, María Elena Marqués como Marisela Barquero,
Andrés Soler como Lorenzo Barquero, Charles Rooner como Don Guillermo, Agustín
Isunza como Juan Primito, Miguel Inclán como Melquíades, Eduardo Arozamena como
Melesio Sandoval, Antonio R. Frausto como Antonio Sandoval, Pedro Galindo como
Nieves, Paco Astol como Musiquita, Arturo Soto Rangel como Coronel Pernalete,
Manuel Dondé como Carmelito López, Felipe Montoya como Balbino Paiba, Luis
Jiménez Morán como Pajarote y Alfonso Bedoya como Peasant.
En el caso de la joven actriz María Elena Marqués, tuvo la oportunidad de actuar por
primera vez en una película, una oportunidad que cabe destacar ella nunca busco.
Fernando de Fuentes, gran director de cine, que tiene en su filmografía la exitosa
película ―Allá en el rancho grande‖; estaba buscanco a quien personificara a Marisela,
personaje de la obra del escritor Rómulo Gallegos titulada "Doña Bárbara". Al ver a la
pequeña María Elena Marqués caminar, hacia el mismo rumbo en donde vivía la madre
del Director; Fernando de Fuentes inmediatamente la quiso para que hiciera el
personaje. Renuente su padre –don Gabriel Marqués- al principio, pues en aquella
época la farándula no contaba con una buena reputación, terminó por aceptar y dejarla
participar en la gran pantalla. Así fue como comenzó a dar sus primeros pasos la actriz,
quien lejos de buscar un nombre artístico; decidió que dejaría escrito en letras de oro el
nombre que sus padres le pusieron el de María Elena Marqués.
Para hacerle sus primeras pruebas, María Elena Marques tuvo dos participaciones
pequeñas en las cintas Dos corazones y un tango (1942, Mario del Río) Así se quiere en
Jalisco (1942, Fernando de Fuentes), Cinco fueron escogidos (1942, Herbert Kline) y La
razón de la culpa (1942, Juan J. Ortega); esta última con e l también principiante Pedro
Infante, quien por su nerviosismo ante las cámaras tuvo que ser doblado en esa película.
Una vez aprobado las pruebas que se hacen en cine, María Elena Marqués apareció en
la película, que la consagró en toda su carrera "Doña Bárbara", donde actuó al lado de la
Bella actriz María Félix "La Doña".
Era un duelo de bellezas entre María Elena y María Félix; y aunque no tuvieron
problemas durante la filmación; no se entabló una amistad tampoco. Sin Embargo, y
según opiniones de los críticos de cine de aquella época; María Elena Marques robaba
cámara a la Doña por su actuación, por lo que María Félix mandó a quitar varias
escenas en las que aparecía Marqués.
Pasados los años de la realización de esta película, La Doña siempre que tenía
oportunidad afirmaba que la actriz que interpretó a su hija en la película (Es decir María
Elena Marqués) era un poco mas grande que ella, cosa que es falso, pues María Félix
nació en 1914, mientras que María Elena Marqués nació en el 1925. De ahí en adelante
la carrera artística de Maria Elena Marqués despuntó de manera impresionante, al grado
que en su filmografía cada historia que protagonizó era éxito.

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Este filme ocupa el lugar 75 dentro de la lista de las 100 mejores películas del cine
mexicano, según la opinión de 25 críticos y especialistas del cine en México, publicada
por la revista Somos en julio de 1994.
Con Doña Bárbara adquiere María Félix un verdadero éxito, no solo por la fuerza
dramática que imprimió a su caracterización, sino también por esa personalidad suya tan
contundente, por esa manera tan clara y tajante de decir lo que pensaba. Si la ofendía,
llegaba a ser temible. En las entrevistas para la prensa escrita o televisiva era capaz de
desestabilizar a cualquier periodista, disminuirlo o caricaturizarlo con una sola frase
lapidaria, o hasta con un arqueo de cejas al que podía imprimir cierto matiz
explosivamente burlón, desdeñoso, corrosivo.
Asociado a este rotundo éxito taquillero, María Félix logra en este período algo que
había vaticinado en su juventud, al reencontrarse con el célebre compositor Agustín
Lara.
Fue en esta época también, en 1943, cuando María conoció a su ídolo desde la
infancia, al compositor conocido como El Flaco de Oro. Lo primero que pensó María
cuando tuvo frente a sí a Agustín Lara fue: "Me lo voy a conquistar esta noche". Y así
sucedió. La relación María Félix-Agustín Lara fue la comidilla de la época.
El encuentro formal con Agustín, el músico más popular de México, sucedió gracias al
actor Tito Novaro, quien fue compañero de Félix en La china poblana. Novaro lo hizo
porque era amigo de Agustín y porque sabía lo mucho que María lo admiraba. Agustín la
acompaño al estreno de ―Doña Bárbara‖ y elogió mucho su actuación. Luego la i nvitó a
cenar y comenzaron sus amores. Salieron los tres a tomar una copa y la siguiente
semana fueron a la exhibición privada de Doña Bárbara... para cuando terminó la noche,
La Doña ya se había hecho el propósito de conquistarlo.
Desde la primera cita con el trovador, justo cuando se estrenó la película ‗Doña
Bárbara‘, María se dio a la tarea de conquistar a Agustín, aunque, ciertamente, sin
ninguna objeción por parte de él... a los pocos meses ya se miraba a la actriz salir todas
las mañanas vestida de lo más elegante de la casa del compositor en la calle de Galileo
37, en Polanco.
Los periodistas no dejaban de seguirlos: ―el mejor compositor de México y la actriz más
bella del mundo juntos eran la fórmula inmejorable para la fama mutua‖.
Es así como María inicia una relación amorosa con el afamado compositor Agustín
Lara; quien para ella fue motivo de admiración desde su adolescencia. Para Lara, María
se convertiría en la mujer que tanto amó, motivo de inspiración en reiteradas ocasiones.
Sería este uno de los vínculos más sensacionales en la historia del arte.
Cuando María Félix se casó con Agustín Lara (1943), el poeta Efraín Huerta señaló
que ocurrió un hecho fantástico: reunir al monstruo con la bella. Para entonces, la Félix
ya se identificaba con la mujer perversa, la devoradora de hombres (enviudó cinco veces
y acabó sus días enamorada de un joven pintor), "amachada en sus pantalones y en sus
gestos de espadachín". Según Taibo, posiblemente ningún país tenga un cine
revolucionario tan conservador y contrario a los valores profundos de su Revolución
como México, pero en las películas de María Félix se observa un nacionalismo
apasionado, una domesticación de la mujer y una reivindicación de ese periodo histórico.
María Ángela, María Eugenia, Maclovia, o simplemente María protagonizó a la
guerrillera, la profesora, la generala y la india, pero sobre todo se interpretó a sí misma.
Agustín Lara había nacido el 30 de octubre de 1900, en Tlacotalpan, Veracruz, con el
extenso nombre de Ángel Agustín María Carlos Fausto Mariano Alfonso Rojas Canela
del Sagrado Corazón de Jesús Lara y Aguirre del Pino. Era hijo de Joaquín Mario y de
María Aguirre y Pino, quienes se trasladaron a la Ciudad de México en 1906, donde
luego su padre abandonó a su madre. Agustín vivió con una tía de nombre Refugio,
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lugar en donde conoció el armonio, tomó clases de música y a los 7 años ya demostraba
una notable habilidad para tocar el piano. Fue célebre por sus amores con diversas
mujeres como Esther Rivas Elorriaga en 1917, Angelina Bruscheta Carral en 1928,
Clarita Martínez en 1949, Yolanda Santacruz Gasca "YiYi" en 1953, Rocío Durán en
1964. Pero lo más relevante de su vida amorosa, fue el matrimonio con María Félix.
Lara fue un conquistador nato con miles de admiradoras, muchas amantes y al menos
seis esposas, que cantó a la mujer y al romanticismo enamorando a decenas de
generaciones de mexicanos. El compositor Agustín Lara fue uno de los mayores
rompecorazones de México en el Siglo XX pese a no ser apuesto, llevar dentadura
postiza y tener una gran cicatriz en su cara, lo que sólo ayudó a acrecentar los misterios
de su vida. Era un hombre muy infiel, básicamente infiel, pero cuando estaba ahí, estaba
al 100 por ciento. Cuando tenía su pareja la hacía sentir como la única mujer del mundo.
Las llenaba de regalos, las amaba, les cantaba al oído, hacía el amor con ellas de una
forma apasionada porque era un amante espléndido, pero a la vez podía ser muy
evasivo, incluso se casaba sabiendo que ese matrimonio no contaba, porque seguía
casado con otra mujer.
Con Agustín, la Doña iba mucho al Ciro's, cabaret del hotel Reforma, y luego al centro,
a los antros en que Lara era un príncipe: Salón México, el Leda y el Esmirna. También
iban mucho a los toros y al box, hasta que Agustín no lo quiso más. Cuando asisten al
boxeo o a las corridas de toros, el público les grita: ―¡María, vas a acabar con el flaco!‖.
Se cuenta que una vez alguien les voceó: ―¡Flaco, toque el piano, mientras me
chancleteo a su greñuda‖. Sobre este episodio, rememora María: Cruzamos una sonrisa
y Agustín se dirigió al piano a tocar Pecadora, pero antes
volteó hacia el tipo y le dijo: -La mula Pecadora ahí te va, pero mi greñuda no chancletea
con nadie. No obstante, su celebridad aumentó con su mítico matrimonio con el gran
―músico-poeta‖ Agustín Lara. También recordó María sobre su relación con Lara que Me
llevaba el desayuno a la cama y luego me invitaba a la recámara donde grababa sus
canciones. La primera canción que me compuso fue Saca los nardos, morena, una
noche que nos desvelamos hasta la madrugada. La letra de esa primera canción que le
dedicara dice así:
Saca los nardos, morena,
Saca los nardos
Que están marchitos
Temblando junto a tu frente,
Junto a tu frente;
Moren, deja los nardos.
Alegría que da,
Canto que canta mi alma;
Tofos en tu ventana
Vuelve a dejarlos
Ven a dejarlos todos
Para la virgen,
Que es la única que sabe
Lo que me hiciste.
Saca los bardos, morena,
Saca los nardos
Que hay luz de la mañana
En tus ojazos;
Que hay luz de la mañana
En tus ojazos.
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Saca los nardos, niña,
Saca los nardos,
Que prefiero
El aroma
Que hay en tus labios.
Estas anécdotas María las recuerda así: Los domingos íbamos a las corridas de toros.
Siempre sentados en barrera de sol, éramos el blanco de la picardía popular. Me
gritaban: "¡María, vas a acabar con el flaco!". No obstante, también dijo que: En el cine
había una historia que guiaba mis pasos. En el amor tenía que actuar sin libreto. Nadie
podía enseñarme cómo ser la esposa de Agustín Lara .
"Toda la gente lo veía feo", cuenta María. "Pero en la intimidad le ganaba a cualquiera.
Estaba acomplejado por su cicatriz. Yo le decía que le iba muy bien. Le daba un
ambiente canalla que atraía mucho a las mujeres". Y aunque los periodistas de entonces
afirmaban que María andaba con él por conveniencia, ella aseguraba que "en ese
momento yo iba para arriba y él para abajo, de modo que fui yo quien le dio un
levantón".
Agustín la colmaba de atenciones y regalos, y uno de los más significativos fue un
piano blanco con una tarjeta que decía: ―En este piano sólo tocaré mis más hermosas
melodías para la mujer más hermosa del mundo‖.
Pero Agustín aún no había terminado su romance con Raquel Díaz de León, una bella
joven tapatía de familia conservadora que terminó trabajando en la casa de citas de La
Bandida, en la colonia Condesa, donde la conoció el compositor.
Lara llevaba a su casa de Galileo tanto a Raquel como a María. Una noche que estaba
con la primera, después de una terrible pelea con la actriz, ésta se presentó y empezó a
tocar. Nadie le abría.
La Félix, con todo y sus zapatos de tacón, saltó la reja de la calle y se dirigió a grandes
pasos a la recámara de Agustín. Apenas le dio tiempo de salir corriendo al pasillo en
bata para detenerla. Mientras Raquel esperaba en la cama. Desde allí, con la puerta
entreabierta de la habitación, escuchó y vio a María, de rodillas, suplicándole al
compositor: ‗Por favor, Agustín, no me dejes. Perdóname, voy a obedecer en todo lo que
tú me digas‘‖.
Lara le contestó: ―María, no quiero que hagas estas escenas. Levántate del piso, voy a
llevarte a tu casa‖.
Después de esto, María sufriría las constantes infidelidades por parte de Lara. Quizá
fue el compositor el único hombre que logró dominar la altanería de Félix. Se sabe que
Agustín pretendía dejarla y ella, para evitarlo, llegó a hincarse delante de él, suplicándole
que no la abandonara.
No obstante, fue precisamente gracias a Agustín que María pudo recupera r a su hijo.
La abuela de Quique, doña Paz Alatorre, ex suegra de María, la quería mucho, y
también a Agustín. Según recuerda María, esta señora estaba enamoradísima de él
porque había venido con el niño a pasar unas vacaciones junto a ellos. María recuerda a
su ex suegra como una mujer muy fina, de una de las grandes familias de Guadalajara.
Gracias a Lara, María pudo rescatar a su hijo. Con Lara la Doña estaba muy agradecida
pues juntos recuperaron a su hijo Quique, a quien Enrique Álvarez iba a mandar a un
internado. Se fueron a Guadalajara en dos coches, María sacó a Quique de la casa de
su abuela y manejaron hasta llegar a la Ciudad de México. El ex esposo de la Doña no
pudo detenerlos. La propia María recuerda su enfrentamiento con su ex esposo Enrique
Álvarez, cuando este quiso luchar por su hijo, a quien le dijo: -¡A ver, ahora quítamelo,
vamos a ver quién puede más! Y realmente Enrique no pudo hacer nada, porque María
tenía amigos muy poderosos en el gobierno mexicano.
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A pesar de este escándalo para tener a su lado a su hijo, al construirse como lo ha
hecho, pareciera coherente la negación de María Félix a la maternidad: ―El amor de
madre siempre me ha parecido la cosa más cursi del mundo‖.
Ella batalló mucho con Quique porque su abuela, doña Paz Alatorre, lo tenía muy
mimado. María pudo recordar después cómo una vez le sirvió un plato de sopa a su hijo
y este lo despreció añadiendo: ―–Esta sopa no me gusta, ¿que otra hay?‖. María le
contestó que solo había una sopa y el angelito hizo un gran berrinche: ―-¿Qué clase de
actriz eres? No tienes más que una sola sopa. Mi abuela me hacía cuatro o cinco para
que yo escogiera‖, y así continuó con su berrinche, hasta que con paciencia y con la
ayuda de Agustín Lara ella logró clamarlo.
Cuando María se casó con Agustín Lara, y llevaron a Quique a vivir con ellos, y se dice
que el muchacho tuvo a bien envenenar el jarro de refresco que acostumbraba a beber
su padrastro. Como mismo recuerda María, é l quería mucho al niño y lo trataba como
hijo suyo, pero a veces Quique no se dejaba querer. Una vez Agustín lo regañó porque
había hecho alguna travesura y el niño se quiso vengar. A la hora de la comida Agustín
se sirvió agua de jamaica y al probarla hizo un
gesto de repugnancia, pronunciado: ―-Esta agua tiene algo, sabe a rayos‖. Quique había
querido envenenarlo mezclando champú y gotas para la nariz en la jarra de agua. Por
eso se dijo después que Lara no se los tragó nunca. Ni al jarro ni a Quique.
Ubicado en el tradicional Barrio de los Ángeles y a sólo unas cuadras de la Plaza de las
Tres Culturas en Tlatelolco, el Salón los Ángeles es el establecimiento de baile con
mayor tradición en la ciudad de México. Este emblemático lugar, distintivo de la vida
urbana, abrió sus puertas en 1937. La leyenda ―Quien no conoce Los Ángeles, no
conoce México‖ surge debido a que por sus amplios espacios han desfilado un gran
número de personalidades de la historia reciente de nuestro país. Frida Kahlo y Diego
Rivera acudían a escuchar música en el Salón Los Ángeles, Mar ía Félix caminó por esa
duela y Beny Moré compuso ahí algunos de sus inolvidables temas. Mario Moreno
―Cantinflas‖, junto con su amigo Adalberto Martínez ―Resortes‖, bailaban en las pistas del
aposento. El recinto contó con la presencia del incansable cronista Carlos Monsiváis, así
como de diversos intelectuales de importancia internacional como Gabriel García
Márquez, Carlos Fuentes o José Saramago, quienes visitaron el salón para ser
partícipes del ambiente y la tradición popular característica de la capital. También ha sido
el escenario de numerosas producciones televisivas, fílmicas y teatrales, desde películas
como Una gallega baila mambo, estelarizada por los inolvidables Ninón Sevilla y Joaquín
Pardavé; Tivoli, dirigida por Alberto Isaac, con los actores Pancho Córdova, Alfonso
Arau, Héctor Ortega, Carmen Salinas y Lyn May; la célebre Danzón, dirigida por María
Novaro y protagonizada por María Rojo, y recientemente la película biográfica de Mario
Moreno ―Cantinflas‖. Sobreviviente de una época gloriosa, Salón Los Ángeles atrajo
desde un principio a lo más granado de los bailadores de vals, fox trot, tango, paso
doble, swing, boogie-boogie, y por su puesto, el rey de todos los bailes: ―el danzón‖. Al
paso de los años, Salón los Ángeles ha presentado los músicos más talentosos de la
escena local e internacional del género afroantillano: Gonzalo Curiel, Everett Howland,
Agustín Lara, Chucho Rodríguez, Ramón Márquez, Mario Ruiz Armegol, Enrique Jorrín,
Sonora Matancera con Celia Cruz, Benny Moré, Dámaso Pérez Prado, Daniel Santos y
Héctor Lavoe, así como otros artistas.
Mientras que su relación con Lara iba viento a toda vela, su carrera cinematográfica no
encontraba un stop. Doña Bárbara fue el inicio de las importantes colaboraciones entre
María y Fernando de Fuentes, a cuyas órdenes filma La Mujer sin Alma (1943) y La
Devoradora (1946), cintas que contribuyen a aumentar su celebridad como "vampiresa
por excelencia del cine mexicano", rol que sin embargo abandona en filmes como El
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monje blanco (1945) de Julio Bracho y tras su primer encuentro con Emilio Fernández y
su renombrado equipo.
La mujer sin alma es una película mexicana de drama romántico estrenada en 1944,
dirigida por Fernando de Fuentes que se basa en la novela La razón social escrita por el
francés Alphonse Daudet. Teresa (María Félix) es una joven de clase media que tras
asistir a un baile de gente aristocrática, y de confirmar su belleza y encanto, decide salir
de la pobreza a base de su belleza, convirtiéndose en una "trepadora social". Sus
principales víctimas serán Don Alfredo Velasco (Fernando Soler) y su sobrino político
Enrique Ferrer (Antonio Badú). La desgracia de toda una familia no será obstáculo para
la ambición de Teresa. Entre el reparto de esta figuran, además, Fernando Soler como
Don Alfredo Velasco, Antonio Badú como Enrique Ferrer y Andrés Soler como Vicente
Ferrer.
Este filme fue el segundo de una trilogía filmada por María Félix dirigida por Fernando
de Fuentes, comenzado con Doña Bárbara (1943) y concluida con La devoradora
(1946). Estas cintas convirtie-ron a la Félix en la gran vampiresa y mujer fatal del cine
mexicano de la década de 1940.
Para este filme, la gran compositora y cantante María Alma, esposa de Fernando Z.
Maldonado, compuso populares canciones como "Compréndeme" y "Tuya Soy". En la
película María Félix aparece cantando, pero la voz es de María Alma con el tema Tuya
Soy.
La letra de la canción Tuya Soy, cantada por la Doña en la película, es la siguiente:
―Tuya soy, porque tú me enseñaste a querer/ porque tú me enseñaste a sentir/ el cariño
que tuve por ti/ yo seré en tus noches de amargo penar/ la que pueda enseñarte a
olvidar/ la que nadie pudo comprender.// Yo sólo sé que sin yo no puedo vivir/ si faltas tú,
yo tendría que morir. // Ven a mí que me siento muy sola sin ti/ que mi alma te espera
otra vez/ yo no puedo vivir más sin ti.‖
Sobre sus personajes expresó: ―A mí ningún productor me encasilló en un tipo de
personaje. De lo mucho que me ofrecían yo seleccionaba lo que más me convenía. ¿Si
le había gustado tanto al público La mujer sin alma por qué no continuar por ese
camino?‖, razonaba La Doña.
Fue alrededor de 1944 cuando la escritora y actriz mexicana Rebeca Uribe llegó a la
vida de María Félix, para trabajar a su lado como su secretaria personal. Rebeca Uribe
Mondragón había nacido el 8 de mayo de 1912, en la ciudad de Guadalajara. Luego de
cursar varios estudios, estudia en la Facultad de Comercio de la Universidad de
Guadalajara de donde egresa en mayo de 1928. En ese mismo año inicia su trabajo
literario en la ciudad tapatía. En marzo, la revista quincenal Carteles, de Guadalajara,
inserta una prosa poética titulada "De lo obscuro de tus ojos" (contaba con 16 años). Uno
de sus regresos a la ciudad tapatía, luego de que se había instalado a vivir con su madre
en la ciudad de México; lo realizó en febrero de 1942 , debido a un homenaje que con
motivo de las festividades del cuarto centenario de la fundación de ésta ciudad, le
ofrecieron los artistas jaliscienses que radicaban en la ciudad de México. El
reconocimiento tuvo lugar en el Teatro Colón, entonces sala de gran prestigio, en el que
actuaron importantes elementos del arte capitalino , y quizás en este evento también
estuvo María. En la capital publica ―Versos‖ (1937), ―Llovizna‖ (1940); ―Poema en 5
Tiempos‖, en su primera edición (1941), y más tarde, ―Poema a modo de Suite‖ (1942).
Todos textos poéticos que dado su éxito, habrían de llevar a la autora a preparar
―Emoción Furtiva‖ y luego, la segunda edición de ―Poema en 5 Tiempos‖ (1945). A la par
de su trabajo poético, Rebeca se desempeña como taquígrafa en el Archivo de la
Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, empleo al que ingresa el 16 de febrero

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de 1940 y del que solicitaría licencia para ocuparse como secretaria de la famosa actriz
mexicana María Félix.
Con la bella cineasta sonorense habría de trabajar por lo menos cinco años, hecho que
la relacionaría aún más con el ambiente artístico-bohemio de los años cuarentas. La
combinación de labores mencionadas permitió a Rebeca colocarse en una situación
económica que, si bien no era abundante, sí era estable. Sin embargo, ella nunca
abandonó su humilde departamento de la calle Rosales No.8, donde vivió hasta su
muerte.
Además de poetisa y secretaria, Rebeca participó como actriz al lado de Elena
Mondragón. Ella actuó además en ―Voz como sangre‖, la segunda obra teatral del
escritor Luis G. Basurto.
Para 1944 participa en otras películas: La Monja Alférez; y Amok. Luego, en el año
1945 prota-goniza El monje blanco; y Vértigo.
La monja alférez es una película mexicana dirigida por Emilio Gómez Muriel. Esta
película está basada aunque -no estrictamente- en la extraordinaria vida de Catalina de
Erauso "La monja alfé-rez" quien fue uno de los personajes más controvertidos del Siglo
de Oro español. Fue estrenada el 27 de julio de 1944. En este filme ella adopta los
pantalones, pieza que comienza a usar gran parte de su vida debido a sus piernas
delgadas que no le gustaba.
La historia comienza en el Perú virreinal durante el siglo XVII con una pelea después
de jugar juegos de azar en una cantina. Don Alonso de Erauso (María Félix) espadachín
del lugar, es condenado a muerte en la horca según un bando del virrey que castiga con
esta pena a quienes riñan y se batan a duelo en la calle. Durante su encarcelamiento y a
unas horas de ser ajusticiada, Don Alonso le confiesa a un sacerdote que en realidad es
una mujer y que su verdadero nombre es Catalina de Erauso y es originaria de
Valladolid, (hoy Morelia) México, y comienza así la narración de su vida diciendo que fue
hija de don Miguel de Erauso, español combatiente en la conquista de Perú y un gran
espadachín que enseñó a su hija las artes del esgrima criándose al lado de don Juan de
Aguirre quien le jura amarla por siempre hasta que a los ocho años de edad, su padre
muere repentinamente siendo viudo y Catalina queda al cuidado de su tía Úrsula,
hermana de su padre quien siempre estuvo en desacuerdo conque Catalina montara a
caballo y supiera utilizar la espada. Úrsula interna a Catalina en un convento donde
buscan convertir a la fuerza a la niña en una monja profesa, sin embargo, cuando crece
años después, se entera que don Juan de Aguirre va a casarse con su prima Beatriz hija
de su tía Úrsula y que además ésta pretende quedarse con una rica herencia que dejó
su hermano en el Perú a la cual renunciaría Catalina dado su voto de pobreza siendo
monja. Por tal motivo, Catalina logra comunicarse con Juan de Aguirre quien le ayuda a
escapar consiguiéndole un disfraz de hombre y después de tomar consigo a su viejo
mayordomo se hace a la mar buscando llegar al Perú para reclamar la herencia de su
padre. Úrsula contrata a un asesino de nombre Roger para investigar la partida de
Catalina al Perú y le da como seña que Catalina posee una medalla regalo de su madre,
de esta forma, Roger aborda la misma embarcación que Catalina y su mayordomo y en
el camino Roger se pone a su servicio creyendo que esta es hombre ya que se hace
llamar Don Alonso. Durante el camino la embarcación naufraga y solo sobreviven Don
Alonso y Roger llegando a la ciudad de Trujillo Perú. Don Juan de Aguirre que sabía el
plan de Catalina al enterarse del naufragio decide marchar al Perú a buscarla y le
promete a Beatriz que volverá para casarse con ella. Don Alonso y Roger se instalan en
la tienda de unos señores llamados Doña Elvira y Don César en donde trabajan y viven
tranquilamente de no ser porque Don Alonso llama poderosamente la atención en la
ciudad al creer que se trata de un hombre muy atractivo por el cual todas las mujeres de
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la ciudad suspiran y una mujer rica y poderosa llamada Lucinda hace tratos con Don
César para casarse con Don Alonso. Debido a que el compromiso es cada vez más
ineludible.
Don Alonso y Roger parten esa misma noche a la ciudad de Lima donde Don Alonso
sabe que podrá concluir el asunto que la trajo a Perú que es la herencia de su padre.
Mientras todo esto sucede, Roger que ha confesado su misión a Don Alonso, va
despojando a cuanto mujer encuentra a su paso de las medallas que lleven colgando
para ver si es la mujer a la que está buscando siendo en ocasiones sometido a
situaciones divertidas como ser regañado por el sacerdote siempre que comete sus
bellaquerías y obligarlo a confesarse. En Lima, don Juan de Aguirre da con su tío quien
es el sacerdote y conoce a Cristina sobrina del sacerdote quien queda enamorada de
don Juan y este parece corresponderle, tan pronto como Don Alonso llega a Lima se
entrevista con el sacerdote y es presentado con don Juan quien no la reconoce. Don
Alonso se entera que a la noche don Juan irá al balcón de Cristina para enamorarla. Los
celos hacen que don Alonso se presente a la ocasión y termine batiéndose en duelo con
don Juan quien nota en su pelea un arte especial llamada "La estocada de los Erauso" y
se pregunta quien será ese misterioso espadachín. Por este pleito ambos son
encarcelados y son perdonados de la pena de muerte por el virrey a cambio de que se
integren al Ejército español en la conquista del Perú contra los pueblos araucas que aún
no terminaban de ser sometidos.
De esta forma, durante la batalla, Don Juan le confiesa que aunque tiene compromiso
con Beatriz, él no tiene corazón más que para la monja Catalina pero que no sabe que
será de ella. Tras una brillante actuación de don Alonso, es nombrado alférez tras haber
ganado la batalla. Ya de regreso a Lima volvemos al punto de partida para presenciar un
nuevo pleito entre don Alonso y don Juan y nuevamente es enviado a la cárcel don
Alonso bajo pena de muerte. Se prepara todo para la ejecución de don Alonso y en el
último momento, don Juan y Roger lo liberan de ser ahorcado dispersando a la gente y
se esconden en la casa del sacerdote y Cristina donde don Alonso y Roger se disfrazan
de mujer y don Juan de sacerdote lo cual le prohíbe terminantemente el sacerdote, don
Alonso y Roger van así vestidos a una fiesta que da el Virrey en donde don Alonso
aprovecha para solicitar la herencia que le dio su padre diciéndole que ella es Catalina
de Erauso, de esta forma obtiene lo que buscaba en su misión al Perú mientras Roger
sigue buscando la medalla para matar a Catalina, esta le entrega la medalla y le dice
que la mujer ha muerto en sus manos. De esta forma, Catalina, don Juan y Roger
regresan a México. Roger llega con Úrsula quien le pide pruebas de que mató a Catalina
y este le entrega la medalla.
Sin embargo pronto se descubre que Catalina está viva, que ya se quedó con la
herencia de su padre y además se casará con don Juan de Aguirre quien falta a su
compromiso con Beatriz. La historia termina con un beso entre don Juan y doña
Catalina, que Roger mira admirado al no comprender el secreto de la verdadera
identidad de Catalina.
Este filme fue realizado en el Convento de San Miguel en Huejotzingo, México; y su
reparto estuvo integrado por:
María Félix - Catalina de Erauso (la Monja Alférez) / Don Alonso; José Cibrián - Don
Juan de Agui-rre; Angel Garasa – Roger; Delia Magaña – Elvira; José Pidal - Don César;
Fanny Schiller - Úrsula
Consuelo Guerrero – Lucinda; Paco Fuentes - Don Miguel; Eugenia Galindo- Cristina;
Esther Lu-quín – Beatriz; Maruja Griffel - Madre superiora; José Goula – Claudio; Lauro
Benítez; Jesús Valero – Sacerdote; M. Sánchez Navarro; E. García Alvarez - Don
Ignacio de Aguirre; Manolo Fábregas - Virrey de Perú
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Amok es una película mexicana de drama romántico estrenada en 1944, dirigida por
Antonio Momplet. En sus propias palabras, el único director con el que tuvo dificultades
fue el catalán Antonio Momplet.
La película está basada en la novela Amok escrita por el austriaco Stefan Zweig. El Dr.
Jorge Martell (Julián Soler) malversa los fondos de su clínica parisina, con el fin de
complacer los caprichos de su manipuladora amante, la Señora Travis (María Félix).
Después de perder todo el dinero, se ve obligado a huir a una región subdesarrollada de
la India. Allí, se trata de paliar los embates de una enfermedad que los nativos
denominan "Amok", mientras que sus errores del pasado todavía le atormentan, sobre
todo cuando una misteriosa mujer, esposa del gobernador, la Señora Belmont (María
Félix), se presenta en su consultorio para que le realice un aborto.
El sorprendente parecido físico de la mujer con su anterior amante, lo termi nará por
enloquecer.
Entre sus actores principales debutan: María Félix como Señora Travis / Señora
Belmont, Julián Soler como Sr. Jorge Martell, Stella Inda como Tara y Miguel Ángel
Ferriz Sr. como Señor Gobernador. Es la única cinta en donde María Félix aparece
rubia.
El 13 de diciembre de 1944, la actriz Lupe Vélez se reunió con sus mejores amigas,
Estelle Taylor y Benita Oakie; durante la cena inventó una excusa y se retiró a su cuarto,
escribió una nota de despedida para Harald Ramond e ingirió una dosis mortal de
seconal, para después acostarse en su cama, rodeada de una gran cantidad de flores y
velas encendidas. Desesperada y hastiada por el desamor y deprimida por el escándalo
que se avecinaba, pues estaba embarazada y condenada a ser una madre soltera,
había decidido suicidarse. Ella fue encontrada en su cama por su secretaria Beulah
Kinder. En el momento de su muerte, Lupe Vélez era extremadamente popular entre el
público, ejemplificado por las más de 4.000 personas que se presentaron ante su ataúd
durante el funeral en Glendale, California. Más tarde, en los servicios en la Ciudad de
México, miles de personas más asistieron para dar un último adiós, incluyendo actores
de renombre como Cantinflas, Jorge Negrete y María Félix. Johnny Weissmuller se unió
a Arturo de Córdova (su penúltimo amante) y al actor Gilbert Roland para cargar el
féretro. Los restos de Lupe fueron depositados en el Lote de los Actores de la ANDA del
Panteón Civil de Dolores de la Ciudad de México.
El monje blanco es una película mexicana de drama romántico estrenada en 1945,
dirigida por Julio Bracho. La película está basada en una novela escrita por Eduardo
Marquina, con diálogos de Xavier Villaurrutia. En un monasterio italiano, durante el siglo
XIII, una imagen blanca esculpida por Fray Paracleto aparece místicamente y cose sus
humildes ropas. Además aparece una misteriosa mujer Gálata Orsina. Ella cuenta su
historia al Padre Provincial y así se remonta a su pasado.
Entre sus actores están: María Félix como Galata Orsina, Tomás Perrín como Hugo
del Saso / Fray Paracleto, Martha Elba como Anabella, Ernesto Alonso como Fray Can,
María Douglas como Mina Amanda, Julio Villarreal como Padre provincial, Consuelo
Guerrero de Luna como Condesa Próspera Huberta, y Manolo Fábregas como Novio de
Anabella.
Julio Bracho hizo una estupenda adaptación de la obra en verso de Eduardo Marquina
y logró convertir a María Félix, en una de sus mejores actuaciones en la pantalla, de diva
en verdadera actriz, con un alto grado dramatismo. Su personaje, Gálata Orisna, es una
mujer con un extraño encanto que trastorna a dos hombres de diferente manera; a Hugo
como mujer; a Fray Can como Virgen, como diosa. Bracho transmite en la pantalla la
esencia beatífica del monasterio y de la época medieval en que se desarrolla la historia,
con bellos escenarios y una impecable escenografía. La calidad actoral es estupenda.
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Tomás Perrín da a su personaje los matices y los cambios requeridos: cuando es el
conde Hugo del Saso, es sensual y apasionado; cuando se convierte en Fray Paracleto
logra un aura de santidad, que la cámara logra captar con mística belle za. Ernesto
Alonso, estupendo como el beatífico y alucinado Fray Can. María Félix. por primera
ocasión dirigida por Julio Bracho, obtuvo una nominación al Ariel de Plata por mejor
actuación femenina por su papel en El monje blanco.
Esta mujer de cariátide hermosa y poderosa de la cinematografía latinoamericana fue
comparada por el director Julio Bracho con la orquídea negra de la Sierra de las Tuxtlas
que perfumó las pantallas mexicanas, durante la edad de oro en el cine mexicano.
Vértigo es un película mexicana filmada en 1945, con dirección de Antonio Momplet y
estrenada en México el 14 de febrero de 1946. Estelarizada por María Félix, Emilio
Tuero, y Lilia Michel es una adaptación de la novela "Alberte" (1926) de Pierre Benoit. Se
distribuyó en Estados Unidos con el nombre "Dizziness" ("mareo") y como "Desvarío" en
Brasil.
Mercedes Mallea (María Félix) es una mujer que se casó siendo casi una niña. Su
marido muere cuando ella aún es joven y atractiva. A pesar de su juventud Mercedes
decide pasar una vida solitaria en su hacienda, más aún cuando su única compañía, su
hija Gabriela (Lilia Michel), parte a estudiar al extranjero. Años después, Gabriela
regresa a casa para presentar a su madre a Arturo (Emilio Tuero), su futuro marido. El
conflicto se desata cuando entre Mercedes y Arturo comienza a surgir una profunda y
peligrosa atracción. Mercedes, al ver el dolor de su hija, arrepentida, apresura los
preparativos de la boda. Arturo se enferma, Gabriela va buscar al doctor y el triángulo
amoroso acaba en una fatalidad.
Su reparto actoral contó con las actuaciones de: María Félix como Mercedes Mallea,
Emilio Tuero como Arturo, Lilia Michel como Gabriela, Julio Villarreal como Don Agustín,
Emma Roldán como Nana Joaquina, Arturo Soto Rangel como Padre Moncada y
Eduardo Arozamena como Don José María.
Con Emilio Tuero tuvo varios altercados durante el rodaje el filme. Recordaba que: (…)
El cretino tuvo el descaro de presentarse un día en la filmación y lógicamente ordené
que no lo dejaran pasar al set. Vino Tuero a reclamarme y hubo una discusión con el
productor. Por supuesto que esa alimaña no puso un pie en el foro: yo había exigido en
mi contrato que sólo entraran actores y técnicos. El siguiente altercado con Tuero se
produjo cuando me negué a besarlo en una escena de amor. El productor alegó que yo
había aceptado íntegramente el guión y que por lo tanto estaba obligada a filmar la
escena. -Pues sí, eso dice mi (…)
En esta película, María se negó a besar al galán Emilio Tuero, alegando que "le
apestaba la boca".
Según María Félix en su autobiografía (Todas mis Guerras, Editorial Clío, 1993),
gracias a esta película, "La Doña" y Dolores del Río confundieron por primera y única
vez sus trayectorias y personalidades. La cinta fue escrita originalmente para Dolores,
pero un error de un mensajero, hizo que el guión llegara a María. Por el contrario, el
guión de La selva de fuego (escrito para María), llegó a Dolores, quien realizó la película.
Quizás fue por este tiempo, alrededor de 1945, en que la actriz, cantante y vedette
cubana María de los Ángeles Santana (1914-2011) y María Félix se conocieron.
Entonces, la Santana estaba trabajando en México, en una compañía teatral y estaba
casada con Julio Vega, su inseparable compañero; mientras que María era la mujer de
Agustín Lara.
María era considerada por todos como una mujer dichosa. Tenía un esposo rico y
famoso que la adoraba; los directores de cine se la disputaban como estrella de sus
filmes y recibía sueldos fabulosos. Tenía una casa bonita y cómoda, pero lo más
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importante para ella era haber conseguido recuperar a su hijo con la ayuda de Agustín
Lara, quien la llamaba tiernamente Maruca .
Conviviendo con su hijo se dio cuenta que los mimos de la abuela paterna, lo tenían
hecho un niño caprichoso e indisciplinado, como madre quería para su hijo lo mejor, por
lo que decidió educarlo y disciplinarlo aunque tuviese que separarse de él.
Una vez golpeó brutalmente a su hijo Enrique Álvarez Félix frente a Agustín Lara,
debido a que lo encontró con un vestido. Tras la agresión el niño terminó con la tela
pegada a la piel por la sangre.
María envió a su hijo a diferentes colegios e internados, para terminar de pulir su
educación, hasta que luego lo remitió a un colegio en Canadá que contaba con gran
prestigio: " The Upper Canadá College‖.
Sin embargo, su relación con Lara con el paso del tiempo se fue deteriorando, sobre
todo por los celos. Se casó con Agustín Lara cuando las cosas ya iban mal. "En realidad
me casé para divorciarme", explica la doña en su libro Todas mis guerras. La boda con
Lara fue el 24 de diciembre de 1945, una ceremonia celebrada como una reunión íntima
a la cual asistieron sólo 10 personas, entre ellas Pedro Vargas, Bette Davis, Renato
Leduc, Ernesto Alonso, su hermano Fernando Félix y Rebeca Uribe, secretaria de la
Doña. Ella recordó este episodio así: Después de la cena abrió botellas de champaña
como para emborrachar a una multitud y pidió a los invitados que rompieran las copas
donde bebían. Sobró tanta champaña que Agustín tuvo la ocurrencia de regar con ella
los rosales del jardín ―para embriagar las rosas‖. De la luna de miel nos fuimos a
Acapulco, a un hotel que ya tiraron….
Pasaron su luna de miel en las playas de Acapulco, en el hotel Papagayos, frente a
playa de Hornos. Ahí fue cuando el genial músico, inspirado como nunca, compuso
―María Bonita‖, como regalo de bodas, tema que la consagra internacionalmente y que
ella siempre consideró como un "regalo eterno‖. Su canción vals fue en un himno
entonado para María en cualquier parte del mundo en que se presentara.
La canción de María bonitala la ideó Lara en Acapulco, durante una noche, cuando
bajó a pasear por la playa, mientras María se arreglaba en la suite del ―Hotel de las
Américas‖, antes de acudir a una cena a la que les habían invitado en ― El Mirador‖,
atalaya de los clavadistas acapulqueños.
En una madrugada decembrina de 1945 en Ciudad de México Agustín Lara despertó a
Pedro Var-gas y le obligó a memorizar a toda prisa la letra de una canción que acababa
de componer. Estaba dedicada a María Félix y quería estrenarla esa misma noche. Lo
acompañaba el violinista Eulalio Uranga con cara de desvelado. Treparon los tres en un
camión de alquiler donde viajaba un piano blanco, y se dirigieron entre la neblina a la
mansión de la diva en el barrio Polanco. Abrió Lara la verja, metieron el camión a campo
traviesa por el jardín y poco después se oyó la voz de Pedro Vargas que, al son de piano
y violín, cantaba bajo la ventana:
Acuérdate de Acapulco,/ de aquella noche,/ María Bonita, María del alma;/ acuérdate
que en la playa, / con tus manitas las estrellitas/ las enjuagabas.
Tu cuerpo, del mar juguete, nave al garete,/venían las olas, lo columpiaban,/y mientras
yo te miraba,/lo digo con sentimiento,/mi pensamiento me traicionaba.
Te dije muchas palabras, de esas bonitas/ con que se arrullan los corazones,/ pidiendo
que me quisieras,/ que convirtieras/ en realidades mi ilusiones.
La luna que nos miraba/ ya hacía ratito/ se hizo un poquito desentendida,/ y cuando la vi
escondida
me arrodillé pa' besarte/ y así entregarte toda mi vida.
Amores habrás tenido, muchos amores,/ María Bonita, María del alma;/ pero ninguno tan
bueno ni tan honrado/ como el que hiciste que en mí brotara.
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Lo traigo lleno de flores/ como una ofrenda, / para dejarla bajo tus plantas;/ recíbelo
emocionada
y júrame que no mientes,/ porque te sientes idolatrada.
―Era un regalo para mí que al principio no quiso grabar, para no compartir nuestra
intimidad con el público. En el primer aniversario de bodas me la llevó de serenata con
Pedro Vargas y entonces lo convencí de que la incluyera en un disco‖.
Así fue como cumple también uno de sus grandes caprichos: casarse con un hombre
igual de legendario. Un hombre feo, flaco, cuyo rostro presentaba una cicatriz hecha por
una mujer celosa. Pero también un caballero, un genio de la música y de la poesía a la
que no había mujer que se le resistiera, y que solía regalar no solamente canciones
espléndidas, sino obsequios lujosos como joyas (como un collar de rubíes) y
automóviles.
Su boda con Agustín Lara fue un acontecimiento nacional. De hecho, fue su segunda
boda oficial. A todos extrañó que aquella mujer de sublime rostro se uniera a un hombre
tan feo. Aunque supuestamente se trató de un matrimonio inválido porque Agustín Lara
seguía casado con la colombiana Carmen la "Chata" Zozaya, una corista de una revista
musical que trajo a Venezuela, con quien se había casado en medio de una tremenda
borrachera en Caracas en 1942, quien nunca le dio el divorcio.
A pesar de que Lara no era un hombre guapo, María Félix estaba completamente
enamorada y afirmaba "Yo lo veía guapo. La guapeza no es sólo un físico atractivo. Un
hombre guapo es un macho con palabras de amor". Lara, por su parte, la homenajeó en
versos y canciones, la más famosa e inmortal, María bonita. Aunque la canción favorita
de ella era Solamente una vez.
Ella, muchos años después, afirmó: ―Agustín era guapo para mí. Bastaba escuchar su
voz para saber que era guapo‖. En cierta ocasión, mientras ambos se encontraban en la
plaza de toros, el poeta Renato Leduc le gritó: ―¡María! ¿Para qué traes paraguas?‖, con
lo que hizo alusión a la extrema delgadez de su marido.
María fue amiga del escritor y poeta popular famoso Renato Leduc (Tlalpan, Ciudad de
México, 16 de noviembre de 1897- Ciudad de México, 1 de octubre de 1986). Leduc,
quien tenía fama de ser "muy mal hablado" siendo capaz de decir tres groserías por
cada dos palabras que pronunciaba; también fue amigo, entre otros, de Federico Cantú
Garza, Luis Cardoza y Aragón, Carlos Bracho, Leonora Carrington y del llamado músico-
poeta Agustín Lara. Amigo de Agustín Lara, porque ''con Agustín Lara los tangos se
fueron al carajo", Renato acompañaba a la pareja a los toros, a los bares y a las
embajadas (sobre todo a la de Francia).
Con Agustín Lara, María adoptó una hija, Rocío Durán, hija de Chavela Durán, una de
las mejores intérpretes de las más románticas canciones, desde los 5 (o los 9) hasta los
11 años, quien, conocida por ellos como Coco, vive con estos dos de los años que estos
estuvieron casados. Con Rocío, Agustín perfeccionó su complejo pigmaleónico, pues la
conoció muy pequeña y desde entonces se encargó de otorgarle una buena educación
en los mejores colegios. Rocío Durán llegó a su casa con María Félix, sola, porque su
mamá siempre se encontraba de gira. Además, se dice que la historia de Rocío Durán
inicia cuando su madre, la famosa cancionista Chabela Durá n, frecuentaba a Lara para
ensayar su repertorio, pues ella cantó temas de Lara como el bolero ―Tu retrato‖.
Chabela llevaba a Rocío, entonces de 9 años, y esta saludaba a Agustín como papá o
papi. También se dice que con Rocío, Agustín perfeccionó su complejo pigmaleónico,
pues la conoció muy pequeña y desde entonces se encargó de otorgarle una buena
educación en los mejores colegios.
Casada con Agustín Lara, ella se convirtió en su musa y él compuso muchas de sus
más bellas canciones inspirado por su amor a María, algunas de ellas como "Humo en
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los ojos", "Palabras de mujer", "El Chotiz Madrid", y por supuesto "María Bonita", que le
es tocada y cantada a María cada vez que ella arriba a algún sitio donde hay músicos.
Su casa de Las Lomas fue centro de tertulias para artistas y escritores que solían
reunirse a menudo, y más en tiempos de María Félix.
La letra de la canción Humo en los ojos es la siguiente:
Humo en los ojos, /cuando te fuiste, /cuando dijiste muerta /de angustia, /"ya volveré".//
Humo en los ojos, /cuando volviste, /cuando me viste /antes que a nadie, /no se
porque.//
Humos en los ojos, /al encontrarnos, /al abrazarnos, /el mismo cielo, /se estremeció,//
¡Humos en los ojos, /niebla de ausencia, /que con la magia, /de tu presencia, se disipó...!
Fue estando casada con Agustín Lara que María conoció al magnate francés Alex
Berger, por ese entonces casado, quien con el paso del tiempo se convertiría en su
pareja sentimental. Alex Berger había llegado en 1941 con su esposa Nastia Berger, una
bellísima rusa-francesa; acompañando al destronado rey rumano Carol I. Carol, Príncipe
de Hohenzollern-Sigmaringen y luego Carol II Rey de Rumania, fue obligado a abdicar
en favor de su hijo Mihai I, que formó gobierno con el General Ion Antonescu, el 6 de
setiembre de 1940, debido a la complicación del panorama internacional. Este dejó
Rumania para siempre el 7 de setiembre de 1940, junto con su amante Elena Lupescu
(que se llamaba realmente Magda Wolf Lupescu), una atractiva mujer que le ocasionó
innumerables dificultades, en un tren especial llevándose muchos tesoros del palacio,
incluyendo pinturas famosas de Tiziano, El Greco y Grigorescu y reservas de oro y
dinero del tesoro. En julio de 1941 llegó a Veracruz, México.
También llegaron a entablar por este período tanto María y sobre todo Agustín una
gran amistad con el empresario y comunicador hispano nacionalidado mexicano Eulaio
Ferrer Rodríguez y su esposa Rafaela Bohorquez, a quienes conocieron en el Capri. En
cierta ocasión cuando estaban cenando Eulalio y Rafaela, padres ya de Eulalio y Ana
Sara; le confesaron a María y a Lara que esperaban su tercer hijo: ―Será niña, se llamará
María y seremos compadres‖. Lamentablemente fue niño, al que llamaron J uan
Cristóbal, pero acordaron que no dejarían de ser compadres, y así sucedió entre Eulalio
y Agustín.
Por esta época la Doña conoció a la actriz y cantante cubana Rosita Fornés (1923- ).
Esta vedette cubana había llegado a México por cuestiones de trabajo, pero también
enamorada del actor mexicano Mario Moreno, Cantinflas, a quien había conocido en
Cuba y con quien mantenía entonces una relación sentimental, aunque oculta de la
prensa amarillista. Además, en sus inicios el legendario músico Agustín Lara y Cantinflas
actuaban en el Teatro Follies Bergere, en Garibaldi, y conservaron su relación de
amistad. Rosita conoció a María durante el rodaje de su famosa película La Devoradora,
alrededor de 1945. A la actriz mexicana, la vedette cubana la recuerda de la siguiente
manera: ―era una mujer imponente: una belleza extraña, avasalladora, sin rivales en el
ámbito del cine latino‖.
Isabel Barrera Jacome fue peinadora de María durante 50 años, egresada de la
primera escuela de belleza que se instaló en México, conocía perfectamente a la Doña,
al grado de que la actriz le decía con cariño ―Topolino‖. Sabía que arreglarla se llevaba
una hora, y que se bañaba con agua helada diariamente para conserva su rostro fresco,
sólo se lavaba el cabello una ves a la semana, y que se comía un pollo rostizado entero
diariamente acompañado de verduras cocidas. La doña desde la perspectiva de Isabel,
era muy espléndida, regalaba cosas bellas en navidad y siempre pagaba a tiempo.
Isabel asegura que le conoció todo, sus sufrimientos, su gran amor por Agustín Lara,
por Anthony Tzapoff su última pareja, y hasta la vio llorar por Enrique de su hijo, al
cuestionarle si el hijo de la doña tenía tendencias sexuales, Isabel con tristeza, bajo la
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mirada y sólo lo afirmo con la cabeza, y dijo: ―Por eso siempre lloraba María, pero fue
una muy buena madre, le dio todo porque lo adoraba‖.
Asegura que La Doña fue operada varias veces de la cadera, la última ocasión que
habló con ella fue hace tres meses. Cuando se enteró de la terrible noticia de su muerte,
fue a su casa estuvo ahí, fiel como siempre le fue, pero al tocar la puerta, no la dejaron
entrar. De ahí se fue a bellas artes, sólo tocó el féretro, le lloró en silencio y se fue,
guardando los secretos de confesión que le hizo la Doña en vida.
Para 1946 actúa en los filmes La mujer de todos; y La Devoradora. En La mujer de
todos comparte reparto con el actor, director y productor de cine y televisión Ernesto
Alonso. Nacido como Ernesto Ramírez Alonso (n. Aguascalientes, México; 28 de febrero
de 1917 - f. México, D.F.; 7 de agosto de 2007), Ernesto Alonso es una pieza clave
dentro de la historia de las telenovelas mexicanas llegando a producir 157 telenovelas,
logro que hizo que fuera conocido como "El Señor telenovela". Ernesto Alonso fue uno
de los mejores amigos de María Félix.
Julio Bracho, quien más tarde sería su compadre, la eligió para La mujer de todos, su
pasaporte internacional al exhibirse en la competencia oficial del naciente Festival de
Cine de Cannes, pues acabada la II Guerra Mundial, en septiembre de 1946 se celebró
la primera edición del festival.
La devoradora (1946) sería un escándalo en su tiempo. Una mujer que vive sola en su
departamento se convierte en una destructora de hogares y enemiga de la moral
familiar. Diana, una mujer cerebral y amoral, seductora y vengativa, que se come las
almas de hombres y muere por una bala cuando portaba un vestido de novia. En su
tiempo se dijo que María Félix se interpretó a ella misma en la película.
El matrimonio con ―El Flaco de Oro‖ duraría de 1943 a 1947. En ese tiempo, María
sufriría las constantes infidelidades por parte de Lara. Quizá fue el composi tor el único
hombre que logró dominar la altanería de Félix. Se sabe que Agustín pretendía dejarla y
ella, para evitarlo, llegó a hincarse delante de él, suplicándole que no la abandonara.
El matrimonio no prosperó. No fueron felices nunca. Apenas se saludaban a la hora del
desayuno, pero al cruzar el umbral de la puerta de casa fingían quererse como el primer
día, si es que acaso se quisieron el primer día. Lara confesaría alguna vez a Pedro
Vargas, su incorregible compañero de farra, que esa María era muy mala, me quiere
nada. Las exigencias de las empresas disqueras y cinematográficas por mantener la
relación "bien" lograron que el matrimonio sobreviviera cuatro años. Hacia el final, los
días fueron terribles. Lara se convirtió en un celoso furibundo, y la Félix, que ya conocía
de esos trances (su primer marido Enrique Álvarez no la creía santa ni cuando dormía),
acabó por dejarlo. "No eres el único que ha arruinado su vida por mí", le la nzó antes de
partir. Lara no sería ni el único, ni el último, y menos el primero. Luego de haberse
mudado juntos, María confesó tiempo después que Nos mudamos allá porque me daba
seguridad ser la dueña de mi propio terreno. Agustín estaba cada vez más pesado con
los celos. Sospechando que de la casa no había salido de mis películas, insistía en
saber quién era mi amante.
A veces quería decirle algo y él pasaba de largo como si yo no existiera: estaba ido.
Era entonces cuando me preguntaba si no sería cierto el rumor de que Agustín era
adicto a la cocaína y fumaba marihuana para inspirarse.
Sin embargo, La Doña se encontraba en la cúspide de su carrera.
En 1946 protagonizó la cinta Enamorada, haciendo pareja con una de las
personalidades más recias de la pantalla, Pedro Armendáriz. El duelo de presencias y
miradas resultó un éxito; una película dramática con tintes cómicos, en la que frases
como ―Si como lo mueves lo bates…‖ y el par de bofetadas que Félix le propina al
terrible Armendáriz se arraigaron e n la memoria de los mexicanos.
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Sus mejores películas habría que buscarlas entre las que hizo para Emilio "Indio"
Fernández. En los filmes del Indio, la controvertida expresividad de María Félix provoca
acaloradas polémicas. De la mano de Fernández, María realizara las tres películas que
la consagran a nivel internacional: Enamorada (1946) de la cual Hollywood realiza una
segunda versión que no obtiene el reconocimiento de la original, todo el equipo se
mantiene con excepción de María Félix que es reemplazada por Claudette Colbert,
Benito Alazraki, que posteriormente la dirigiría en ―Café Colón‖ fue fundador y accionista
mayoritario la marca productora ―Panamerican Films‖ que también financió ―La Diosa
Arrodillada‖, Río Escondido (1947) y Maclovia (1948). Gracias a estos filmes, la fama de
María cruza el Atlántico.
María recordaba, sobre la película Enamorada: "Cuando me la ofrecieron tenía mis
dudas. Y como no estaba entusiasmada, me duplicaron la cantidad que pedí. Así pasa:
cuando uno dice 'no' le va mejor, de lo contrario hay que conceder". Ella diría que No
niego que la historia fuera desde el principio interesante, pero mi personaje estaba por
debajo del de Pedro Armendáriz. Hablé con el guionista Mauricio Magdaleno, un escritor
que me quiso mucho, y le propuse un trato.
El problema para la actriz estaba en que su personaje, 'Beatriz Peñafiel', estaba muy
por debajo del de 'José Juan Reyes', que interpretaba Pedro Armendáriz. Ante ello,
decidida a lograr algo mejor, habló con Mauricio Magdaleno, el guionista, y le propuso un
trato:
-"Mira, no puedo hacer la película como está –le dijo.- Yo ya tengo un lugar y no puedo
aceptar un papel pequeño e insignificante. Ahora que si me lo haces importante,
entonces sí le entro".
Para complacer a la 'Doña', Magdaleno le dio vuelta a la historia que se filmó gran parte
en Cholula y elaboró un nuevo tratamiento con el que la intérprete resultó sobradamente
favorecida. Y de 'pilón', platicaba posteriormente 'María bonita', le hizo un regalo: la
serenata con "La malagueña", que el 'Indio' Fernández y Figueroa inmortalizaron como
una de las escenas más bellas del Cine Mexicano, al filmar un largo close up de sus
ojos, con intercortes a un enamorado 'José Juan Reyes'.
También reconocería después que Por dar esas respuestas me hice fama de ser una
actriz conflictiva, pero en realidad sólo tuve roces con la gente mediocre. Con actores de
mi estatura nunca hubo problemas. Trabajar al lado de Pedro Armendáriz era una
felicidad para mí.
Una escena irrepetible que el 'Indio' Fernández intentó revivir en una segunda versión
hollywoodense, "The Torch" (Del odio nace el amor), rodada en 1949, con Pedro
Armendáriz en su mismo papel, aunque actuando en inglés, y Paulette Goddard en el
papel de 'Beatriz'.
Cuando en 1946 se anunció que actuaría en ―Enamorada‖, a las órdenes de Emilio
Fernández, el legendario Indio, el morbo popular se exacerbó. Se hicieron múltiples
conjeturas sobre la inminente batalla en la que debían enfrentarse dos personalidades
de tal envergadura. Su capacidad de seducción estaba en disputa. ―¿Quién tenía más
poder subyugador y mayor carácter dominante? —relata Adela Fernández, hija mayor
del cineasta— ¿El mujeriego del Indio terminaría por caer en las redes únicas de la
Doña y sería sometido a los caprichos de esta estrella fascinante considerada acaso la
más bella del mundo y la más vigorosa de las mujeres? O ¿Acaso el Indio la domaría
hasta llevarla a la sumisión? Quizá simplemente se mantuvieran en una guerra bestial
sin que ninguno de los dos diera su brazo a torcer‖.
Resulta explicable la tensión del equipo técnico al inicio de la filmación, tras haber sido
testigos del fuego desatado por el Indio al regar con gasolina el suntuoso camerino que
ordenara acondicionar con esmero a los escenógrafos para la ―Gran Diva‖, y ante el cual
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ella mostró su desagrado por una manchita hallada en la cortina. Todos supusieron que
el rodaje había concluido antes de accionar la primera claqueta. Evoca Adela
Fernández:
―María esperaba sentada con una postura majestuosa y una sonrisa sarcástica. El Indio
respiró hondo, levantó la ceja hasta el cielo, tensó su musculatura y gritó con brío:
―¡Empecemos!‖ Todos estaban en la expectativa de por dónde iba a comenzar a atacar
el dragón. […] Después de la escena de apertura con Fernando Fernández, seguía la
primera escena con María. Todos estaban en ascuas. El Indio la llamó y ―La Doña‖
acudió con pasos ligeritos y apenas perceptibles, bajó los ojos en un gesto y con voz
suavecita dijo: ―A sus órdenes, señor‖―.
Era el inicio de una fructífera relación de trabajo, una de las mejores del cine mexicano
por la inteligente compenetración de dos potentes fuerzas decididas a mostrar lo mejor
de sí y registrarlo en celuloide con mutuo respeto y admiración. María Félix actuó bajo su
férrea dirección en varios filmes: ―Río Escondido‖ (1947), obra maestra de agreste
plasticidad, ―Maclovia‖ (1948), en la cual personifica a una ―india obediente, sometida y
silenciosa‖, que espera la compra de una canoa por su novio (Pedro Armendáriz) para
poder casarse, pero un sargento se interpone. En Reportaje (1953), la Félix es una de
las 56 estrellas del cine hispanoamericano que aparecen fugazmente en las breves
historias independientes enlazadas por medio de las noticias de un periódico. ―El rapto‖,
también rodada ese año —pese a su intrascendencia en la trayectoria de ambos—, se
recuerda sobre todo por ser la última película de Jorge Negrete, quien falleció cinco
meses después de esa labor junto a su esposa. El charro cantor era forzado al
matrimonio con ―La Doña‖ en esta malograda comedia.
Pero indiscutiblemente, es ―Enamorada‖ (1946), la pieza más depurada de la aleación
Fernández-Félix. Como Beatriz, otra hembra aguerrida y rebelde, versión enésima de la
Catalina Shakespereana de ―La fierecilla domada‖, María Félix expone el máximo de su
controvertida expresividad. Con el auxilio del preciosista director de fotografía Gabriel
Figueroa, el Indio logró secuencias tan memorables como la de la serenata nocturna del
Trío Calaveras. Al compás de ―La malagueña‖, la cámara escruta el rostro de la actriz,
iluminado meticulosamente detrás de la ventana entreabierta y aparecen sus bellos y
fulgurantes ojos en primerísimos planos. También es memorable la imagen final de su
incorporación como soldadera a las tropas del general revolucionario (Armendáriz), cuyo
asedio despreciara, y fuera inspirada por el cuadro ―La mujer y el soldado‖, de José
Clemente Orozco.
Enamorada es una película mexicana de 1946, dirigida y escrita por Emilio "Indio"
Fernández y protagonizada por María Félix y Pedro Armendáriz. Fotografiada por
Gabriel Figueroa, la cinta fue la primera colaboración entre María Félix y Emilio
Fernández.
En tiempos de la revolución, las tropas zapatistas del general José Juan Reyes (Pedro
Armendáriz) toman la tranquila y conservadora ciudad de Cholula. Mientras confisca los
bienes de los ricos del pueblo, el general Reyes se enamora de la bella, rica e indomable
Beatriz Peñafiel (María Félix), hija del hombre más notable de Cholula. El desprecio
inicial que Beatriz siente hacia el revolucionario da paso a la curiosidad y, finalmente, a
un profundo y auténtico amor.
Entre sus actores, el filme contó con las actuaciones de: María Félix como Beatriz
Peñafiel, Pedro Armendáriz como José Juan Reyes, Fernando Fernández como el padre
Rafael Sierra, Miguel Inclán como Capitán Bocanegra, José Morcillo como Don Carlos
Peñafiel, Eduardo Arozamena como Mayor Joaquín Gómez, Manuel Dónde como Fidel
Bernal, Eugenio Rossi como Eduardo Roberts, Norma Hill como Rosa de Bernal, Juan
García como Capitán Quiñones y José Torvay como maestro Apolonio Sánchez.
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Enamorada es una de las películas más conocidas de la Época de Oro del Cine
Mexicano, ésta frecuenta un periodo de vasta importancia para la mayoría de los
mexicanos (la Revolución mexicana) y aunque su carácter esencial es el de un
melodrama en el fondo mantiene el perfil histórico, en algunos casos detrás de varias
escenas y en los otros de ciertos personajes. A pesar de la falta del criterio histórico la
película está bien hecha y deja entrever algunos aspectos reales de la revolución
mexicana, por ejemplo, al final de la película en una de las escenas se nota como el
general va en su caballo y la mujer va a pie, caso típico del machismo que persistía en
aquellos tiempos. Por otra parte la película nos muestra a un revolucionario con una
ideología sólida, hecho que justifica de alguna manera sus actos entorno al saqueo de
las riquezas concentradas en pocas manos; sin embargo, no es posible insertar a esta
obra en un tiempo histórico bien definido, aunque en uno de los personajes principales
(Juan Reyes) se deja ver la figura de Villa, no obstante, este sujeto no fue participe de la
revolución al menos en la zona de Cholula.
Con Enamorada la Doña rompió con una serie de personajes de "Mujer sin alma". En
esta película aparece el famoso close up de su mirada, mezclada con la de Pedro
Armendáriz, mientras suena La Malagueña. De todos sus galanes en la pantalla,
consideraba a Pedro Armendáriz, esposo de Carmelita Pardo; como el más guapo, el
más varonil y quien más se compenetró con ella.
Para quienes se aproximen por primera vez a Enamorada, conviene recomendar tres
secuencias de verdadera antología:
 Después de tomar el pueblo, los revolucionarios se relajan platicando en la plaza
principal. Beatriz (María Félix) pasa rumbo a la iglesia y se levanta ligeramente la
falda para subir la escalinata. Al verla, el general Reyes (Armendáriz) le silba.
Beatriz se vuelve, violenta, y sin pensarlo dos veces lo abofetea. Extasiado,
Reyes murmura: "con esta mujer me voy a casar" y se lanza a perseguirla por los
portales que rodean la plaza.
 Orgullosa pero inquieta, Beatriz escucha a lo lejos la serenata que el enamorado
Reyes le lleva a su balcón. Sólo vemos sus ojos y con eso es suficiente para
saber que ella también se está enamorando.
 Las tropas del general Reyes se ven obligadas a abandonar Cholula, mientras
Beatriz se está casando con su prometido. Desesperada, la joven estira el collar
de perlas que lleva al cuello hasta que éste se rompe. Las perlas caen al suelo y
ella corre a encontrarse con su verdadero amor.
 La fama internacional adquirida por el "Indio" lo llevó a realizar una versión
hollywoodense de Enamorada, bajo el título de The Torch (Del odio nace el amor)
(1949). Mientras que Armendáriz repitió su papel actuando en inglés, el personaje
de Beatriz fue interpretado por Paulette Goddard, famosa actriz ex-esposa de
Charles Chaplin. Aunque las comparaciones son odiosas, es preciso señalar que
The Torch resultó ser una versión muy inferior de su antecesora. La Félix había
logrado que Beatriz Peñafiel fuera un ser único e irrepetible dentro de la galería
de personajes inolvidables del cine mexicano.
Muchos compañeros de trabajo la describían como "disciplinada" y "encantadora". Sin
embargo, la historia dice que más de una vez demoró rodajes por un capricho o paralizó
películas en un acceso de ira. Un extra de Enamorada, que dirigió en 1946 el Indio
Fernández, ha dejado su airado testimonio al respecto. Desde el primer instante
identificó a María como una tirana que desde su toldo manejaba las actividades y las
personas en el campamento donde se filmaba la cinta.

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-Pinche vieja altanera -escribió años después Guillermo Alpuche Mendiola, el extra-. Se
creía la divina garza rebozada en huevo de faisán, bien déspota para tratar a todo su
séquito de asistentes y ayudantes...
Alpuche y cientos de supernumerarios más habían sido contratados para unas escenas
de guerra que consumían ya tres fatigantes días. En cierto momento se rodaba una
escena con la Félix y, por error, estalló cerca de su paso una pólvora que debería
haberse quemado después. Indignada y cubierta de polvo, María se encerró en su hotel
y no volvió a salir sino al cabo de varios días. La película, mientras tanto, tuvo que
suspenderse.
Era, al mismo tiempo, la mujer más macha del mundo y la más hembra y la más guapa.
De un mito se puede decir todo.
La cinta Enamorada fue nominada a la Palma de Oro del Festival de Cannes en 1947.
―¡Enamorada está en París!‖, decían los titulares de las publicaciones cuando María
llegó a la capital francesa. También recibió un reconocimiento a la mejor cinematografía
para Gabriel Figueroa en el mismo festival. En México, fue reconocida con el Premio
Ariel a la mejor actriz para María Félix.
En este año la coronan Reina de la Primavera. Fue coronada por el Regente Corona
del Rosal, en una fiesta a la que asistieron estrellas de Hollywood
A pesar de que nunca quiso filmar para Hollywood, casi obtuvo el papel protagónico del
clásico Duelo al sol (Duel in The Sun), un western estadounidense de 1946, basado en la
novela de Niven Busch sobre el relato bíblico de Caín y Abel, dirigido por King Vido. Era
la estrella de la película y hasta tenía el primer crédito por encima de Gregory Peck, pero
compromisos de rodajes en Italia y Francia y por tener el proyecto de Enamorada en
puerta, le impidieron que participara y el personaje terminó haciéndolo Jennifer Jones.
Años después dijo: ―Una de las pocas cosas que me ha pesado en la vida es no haber
hecho de Perla Chávez‘‘.
Argumentaba que nunca le propusieron personajes de su categoría, pero la verdad es
que ella nunca quiso aprender inglés. Le ofrecieron hacer Doña Bárbara en color, con
Gregory Peck y Gary Cooper, y otra cinta de terror con Bette Davis y Joan Crawford;
pero al final nada de esto se dio.
Por esta época llegó a México la actriz argentina Tita Merello, e n 1946, siempre detrás
de su amante Luis Sandrini (que ya estaba casado), donde el actor había sido
contratado para filmar tres películas. La pareja se integró a la comunidad de artistas
argentinos provisoria o definitivamente instalados allí -Enrique Santos Discépolo,
Libertad Lamarque, Alfredo Malerba, Víctor Buchino - y se acercó también a María Félix,
Agustín Lara, Jorge Negrete. En México Tita filmó una sola película, Cinco rostros de
mujer (dirigida por Gilberto Martínez Solares), que le valió el premio Ariel a la mejor
actriz de aquel año, 1947.
Rosita Fornés había regresado a Cuba, y después retornó a México para trabajar con el
empresario artístico Roberto Ratti, hospedándose en la casa de su primo Julio Bonavía
que vivía en la calle Nuevo León. Por el mes de diciembre de 1946 debutaron en el
teatro Abreu, un lugar que Rosita prefiere recordar como un teatro hermoso aunque no
estaba en muy buenas condiciones. No obstante, a este lugar asistirían a verla
importante actores y personalidades del gremio mexicano y del extranjero, como Pedro
Armendáriz, Joaquín Pardavé, Sofía Álvarez, Hugo del Carril, Luis Sandrini y Tita
Merello; y, por supuesto, también iría a verla la propia María Félix. Pero, la noche en que
esta fue a ver a la vedette cubana, no pudieron hablar. Esa compañía en la q ue
entonces actuaba Rosita tenía un elenco fijo, integrado, además de ella, por el cantante
y actor argentino Agustín Irusta, la bailarina Vitola, además de otros cantantes y la

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orquesta, e igualmente otros artistas de renombre trabajarían con ellos como Libertad
Lamarque, Katty Jurado, Marga López, Pedro Infante y Emilio Tuero.
Días más tardes fue que Rosita acudió a visitar a María Félix en compañía de dos
peridistas recién llegados de La Habana para entrevistarla, Francisco Ichaso (1901-
1962, periodista, escritor, dramaturgo, crítico de arte, orador y ensayista cubano nacido
en Cienfuegos) y François Baguer. En este encuentro, al ver María a la Fornés exclamó
asombrada: ¡Rosita Fornésss…que maravillosa! ¡Qué artista es usted! ¡Y además, que
herrrmosssa! ¡Qué cuerpo! ¡Qué piernass! Me fui con mi güero (se supone que se Lara)
a verla y no nos cansamos de aplaudirla ¡Qué maravilla!
Para Rosita escuchar estas palabras fue una enorme sorpresa, eso era algo realmente
novedoso, porque María Félix no acostumbraba a regalar elogios. La cubana se quedó
en una pieza y solo pudo decirle: ―Muchas gracias por los halagos, pero me ha dejado
sin palabras, porque eso precisamente venía a decirle yo a usted‖. A partir de ese día,
María y Rosita coincidieron otras veces, y en todo momento se saludarían con gran
alegría, hasta que después dejaron de verse por algún tiempo.
Río Escondido es una película mexicana de drama romántico filmada en 1947, dirigida
por Emilio Fernández. Rosaura (María Félix) una joven maestra rural, es comisionada
por el Presidente de México a alfabetizar un remoto pueblo conocido como Río
Escondido. Pero el pueblo está sometido a la tiránica voluntad de Don Regino (Carlos
López Moctezuma). El problema para Rosaura aumenta cuando Regino se enamora de
ella. Ocupa el lugar número 23 del conteo de Las 100 mejores películas del cine
mexicano publicado por la revista Somos. El cineasta francés Jean-Luc Godard se cayó
en elogios para esta cinta cuando aún era crítico de cine. En esta película actuó también
la debutante actriz Columba Domínguez, quien sería amante del Indio Fernández.
Cuando ya era la actriz más taquillera y mejor cotizada de México, todavía se dudaba
de mi talento. "Es bellísima -decían- pero no da la talla en un papel dramático." En Río
Escondido les demostré que además de guapa era buena actriz. Es una película que me
gustó mucho. Cuando el presidente Salinas de Gortari me entregó el Premio Ciudad de
México en Palacio Nacional, le dije que ya había estado (...)
Por esas fechas conocí a Salvador Novo, al músico Carlos Chávez, (a quienes conoció
antes que a Rivera) y Diego Rivera pintó mi retrato al óleo. Me llovían invitaciones para
asistir a reuniones de
sociales, invitaciones que yo declinaba por el fastidio de estar siempre en el centro (…)
La amistad de María Félix y Diego Rivera nació en 1947 cuando Gabriel Figueroa y
Emilio Fernández encargaron al pintor un dibujo para el póster de la película "Río
Escondido." Desde entonces comenzaron una sólida amistad, con él y con Frida Kahlo.
Una mañana en un descanso en el set de los Estudios Azteca, conversaron por primera
vez. Diego Rivera dijo a la Doña una serie de presentimientos que fueron con el tiempo
realidad.
Cuando Emilio Fernández y Gabriel Figueroa le encargaron un dibujo de María a
Rivera para ―Río Escondido‖, ella enseguida deseó que la pintara en un retrato, y así se
originó la amistad entre ambos, hasta el punto en que María declaró después en su
lenguaje especial y encantador: ―Dieguito, tu y yo nos conceptuamos‖.
Eso era cierto y exacto. Desde hacía mucho tiempo Rivera la admiraba, pero sólo al
llegar a ser su amigo la entendió realmente y observándola vivir y trabajar en todas las
horas de muchos días pudo prever y entrever el desarrollo próximo de su personalidad y
su actividad en el arte durante el tiempo a venir. En ese mismo periodo, él mantenía
aventuras amorosas con dos modelos: las actrices Linda Christian -conocida por ser la
primera Chica Bond- y Paulette Goddard, esta última esposa de Charles Chaplin.

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Rivera sintió necesidad de decirle cómo veía ese periodo que estaba seguro que
vendría; pero su exposición inicial fue tímida y torpe y la oportunidad para hacerlo muy
mal escogida: una mañana en que se quedaron solos en un set de los Azteca, mientras
los demás almorzaban.
Era para María una mañana de mal humor. La intervención de Rivera, en la que no
faltaron circunloquios de muy mala catadura galante sin que él pudiera evitarlo, la irritó y
finalmente la puso furiosa. Exclamó: ―¡Qué te crees tú, que a mí se me puede trastornar
la cabeza como Gabriel, el Indio y tú hacen con las extras babosas de 18 años!‖ ―¡Yo soy
una mujer con los pies bien puestos sobre la tierra y sé muy bien lo que puedo y lo que
no puedo hacer! Lo que doy, lo doy porque quiero y no necesito que traten de
engañarme sobre mí misma‖. Y siguió una tremenda autocrítica y un regaño furioso
contra Rivera, que arreció a tal punto, que en cierto momento Rivera hasta pudo haber
sentido pasar volando junto a su oreja derecha el tacón de un zapato de María.
A medida que arreciaba la tormenta, Rivera recobraba su calma y adquiría seguridad.
Cuando María acabó de descargar contra él relámpagos y rayos de toda la energía
acumulada, se quedó sentada como estaba, mirándole a la cara, desafiante pero
tranquila; entonces Rivera empezó de nuevo, ahora claro y seco, la relación de sus
previsiones.
Comenzó por la base económica, pues encontraba que ella no valorizaba entonces
exactamente su trabajo en relación con la importancia y la talla que ya tenía su
personalidad única. Y dando razón por razón y detalle por detalle, concluyó repitiendo
con precisión y sin adornos las deducciones a que había llegado: ―Después de ir a
España, en las condiciones que mereces, y obtendrás sin las imposiciones, este será el
primer peldaño en tu escuela ascensional. Después irás a París, a Roma, entre esos dos
lugares está tu verdadero campo de acción y tu verdadero público para que llegues a
reinar sobre el mundo entero. Ahí estallará tu popularidad repentina y sin diques; primero
brillará tu belleza; te proclamarán la actriz más guapa del cine; después, tu retrato se
verá por todas partes en Roma y París; empezarás a trabajar allá, acabará por adorarte
como la mujer más bella de la tierra, y lo serás. De más en más, desarrollarás tu
personalidad de artista; al esplendor de tu belleza se unirá el valor de tu arte madurado.
París, como México, te llamará ―nuestra María‖, y, finalmente, esplenderá tu gloria de
artista, crecerá en figura, luz y frescor tu belleza de mujer, pero esta acompañará ya, sin
anteponerse a ella, a la personalidad que serás mundialmente en el arte‖.
Una vez que Diego concluyó sus vaticinios, María lo miró severa, pero ya sin irritación;
calló unos segundos, bajó los ojos como reflexionando; después como provocándolo, lo
miró de frente y dijo: ―Lo único que te faltó fue decir que el papel que más me
acomodará es el de Mesalina‖; a lo que Rivera respondió: ―Lo representarás y triunfarás
en él como en otros‖. Y no se enojó, esta vez sonrió, se llenó de luz, gracia y picardía
sutil, sacudió la melena, se puso de pie (ya empezaban los del staff a volver al set) y
poniéndole las manos sobre los hombros, lo miró a los ojos para decirle: ―Veremos,
Dieguito, veremos‖. Después acudió al ―llamado‖.
María Félix y Agustín Lara comenzaron a tener problemas; Él le acusaba de infidelidad
y comenzaba a celarla de cualquier hombre. Después de varias escenas de celos, en las
filmaciones de María con Emilio, El Indio Fernández y Gabriel Figueroa, la pareja
comenzó a disolverse.
La ruptura con Agustín fue escandalosa. Incluso, ella recordó que Una noche tuvimos
un pleito tan fuerte que a la mañana siguiente agarré mis maletas y me fui a Nueva York,
dejándolo dormido en la casa. Cuando se despertó yo ya iba en el avión con mi amigo
Valdés Peza, que por ser homosexual era el (…) Ella había regresado de Nueva York
con unas joyas regalo de un admirador, él la acusó de serle infiel. Entonces María lo
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expuso, le reclamó a Lara que él había tenido una relación con una bailarina del teatro
Arbeu. Luego le mandó al chofer con toda su ropa al teatro en donde trabajaba y cuando
empezó a interpretar Mujer, el chofer tiró todas las cosas en el escenario, frente al
público. "Tuvo que suspender la pieza para recoger sus calzones", contaba María.
De sus múltiples peleas, una mañana del 47, cuando María se preparaba para salir de
la casa e ir al rodaje de Río escondido, Agustín sacó la pistola y le disparó un tiro. María
recuerda haberse levantado a esperar a su peinador: ―Yo estaba de pie frente a la
ventana y al voltear vi a Agustín sacar una pistola. Instintivamente me agaché y en ese
momento soltó un balazo que me pasó arribita de la nuca. Mi maquillista escuchó la
detonación y subió la escalera corriendo. Su presencia evitó un segundo disparo‖. Lara
falló, porque tenía buen pulso para las teclas pero malo para las armas, pero el tiro se
incrustó a pocos centímetros del espejo que reflejaba la cara aterrada de la actriz. Para
fortuna de ambos la bala no alcanzó a dar en el blanco. En un principio ―La Doña‖ quedó
paralizada de terror, pero cuando tomó conciencia de lo ocurrido, se paró y le gritó con
voz firme: ―Flaco cabrón, mándate a mudar de aquí‖. Aunque Agustín le pidió perdón,
ella decidió dejarlo para siempre poniendo fin al matrimonio. Ese evento fue el final.
Eventualmente ella lo perdonó, pero nunca quiso regresar a la casa.
La diosa arrodillada es una película mexicana de drama romántico estrenada el 13 de
agosto de 1947, dirigida por Roberto Gavaldón y protagonizada por María Félix y Arturo
de Córdova. La película está basada en una novela escrita por Ladislas Fodor. El
millonario Antonio (Arturo de Córdova) obsequia a su esposa Elena (Rosario Granados)
la estatua de una mujer desnuda como regalo de aniversario nupcial. La modelo que
posó para la estatua es Raquel (María Félix), amante de Antonio. Raquel exige a
Antonio que se divorcie de su esposa y poco después ésta muere bajo circunstancias
misteriosas. Antonio debe aceptar casarse con Raquel para que no se descubra que su
esposa no falleció por causas naturales.
Su reparto estuvo integrado, entre otros, por: María Félix como Raquel, Arturo de
Córdova como Antonio, Rosario Granados como Elena, y Fortunio Bonanova como
Nacho Gutiérrez.
A partir de Crepúsculo (1944), del director Julio Bracho, el cine mexicano encontró en
Arturo de Córdova al intérprete ideal para encarnar a un nuevo tipo de héroe: el hombre
atormentado por un pasado oscuro o avasallado por una pasión inquietante. Dotado con
un físico elegante y un rostro predispuesto a la preocupación, el actor yucateco
personificó mejor que nadie a esos "seres de las sombras" en cintas como Algo flota
sobre el agua (1947), El hombre sin rostro (1950), En la palma de tu mano (1950) y Él
(1952).
El personaje que interpreta de Córdova en La diosa arrodillada se agrega de manera
natural a su galería de galanes atormentados. El millonario Antonio Ituarte se debate
entre la pasión y el desprecio que le inspiran la ambiciosa Raquel Serrano, interpretada
por una María Félix en la plenitud de su belleza. Sólo ante una mujer como la Félix es
posible explicar la contradicción de emociones que experimenta el personaje de Ituarte.
Si en La diosa arrodillada Arturo de Córdova se convierte en un "hombre al borde de un
ataque de nervios", María Félix continua bordando el personaje que terminaría
confundiéndose con su personalidad extra-fílmica. Antes de ponerse a las órdenes de
Roberto Gavaldón, María había estelarizado Doña Bárbara (1943), La mujer sin alma
(1943), La devoradora (1946) y La mujer de todos (1946). Los títulos de estas cintas
evidencian el papel concebido para La Doña en la galería de personajes del cine
mexicano.
Se comenata que el director Roberto Gavaldón también disfrutó las caricias de María al
dirigirla en La diosa arrodillada (1947), por lo que se habló de un posible romance entre
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los dos. ―Fui infiel en más de una ocasión con los hombres que pude. ¿Qué de malo
tiene darse un gusto fabuloso?‖, argumentó ella con el tiempo.
Paralelamente al surgimiento del cine negro hollywoodense, en México se comenzaron
a explorar temáticas adecuadas a una estética noir. Sin embargo, fueron pocos los
directores mexicanos que se aventuraron a experimentar con las posibilidades
expresivas de la fotografía en blanco y negro como lo hizo Roberto Gavaldón en La
diosa arrodillada.
En esta cinta, la maestría del fotógrafo Alex Phillips logra momentos de gran belleza
plástica, mientras que los elegantes movimientos de cámara diseñados por Gavaldón
contribuyen a crear una atmósfera asfixiante. El resultado es un filme con una gran
fuerza expresiva, uno de los mejores de su realizador.
Hacia 1947 interviene también en ¡Que Dios me perdone!, filme dirigido por Tito
Davison, donde también actuaron Fernando Soler, Julián Soler, Tito Junco, Ernesto
Vilches, Carmen González, Fanny Schiller. Trata sobre Lena, una espía internacional
afectada de psicosis de guerra, tuvo una hija que hubo de abandonar en un campo de
concentración. Cuando la bella agente llega a México, es chantajeada por una
mujer…Un crítico de la época dijo que este filme, dirigido por el chileno Tito Davison,
contiene un ―candoroso sensacionalismo a lo Hitchcock‖. Emilio García Riera dice que
―como en otras ocasiones toca a Fernando Soler (…) enfrentar a la hembra fatal, que es
además una espía extranjera‖. El filme recibió un Ariel por su escenografía. Estreno en
Cinemateca.
Amiga, al igual que Lara, de Manuel Laureano Rodríguez Sánchez, más conocido
como Manolete, uno de los grandes toreros de España en la década de 1940; estuvo el
28 de agosto de 1947 cuando este se presentó en la plaza de toros de Linares, junto a
Luis Miguel Dominguín y Rafael Vega de los Reyes "Gitanillo de Triana II", donde aquella
tarde recibió una mortal cornada de un miura de casi 500 kg llamado Islero, que lo
atravesó con uno de sus pitones el muslo derecho, destrozando el triángulo de Scarpa,
herida que le produjo una hemorragia incesante y el matador falleció la madrugada del
día siguiente.
Después surgió la oportunidad de filmar varias películas en España, pero tuvo que
posponerlo hasta estar divorciada de Agustín Lara, mientras tanto ella llevó a Quique a
una escuela militar en Los Ángeles, porque quería ahorrarle el escándalo . Sobre la
posibilidad de filmar en el extranjero, recordó después: Yo me negué y él (Lara) se
empeñó en que mientras fuera su esposa no me dejaría viajar sola. Tuve que posponer
el viaje para el año siguiente mientras arreglaba el divorcio. Poco antes de tomar el
avión a Madrid recibí una carta de Agustín.
Su matrimonio con Lara concluye en 1947; producto a los celos por lo enamorado que
fue Lara, pues el matrimonio perdió interés cuando Lara fue pieza cobrada y empezó a
encelarse con el éxito de la actriz. La oferta para filmar en Europa ayudó en la decisión
que María tomó para divorciarse de Lara. Ya para 1948, el Flaco de Oro es un hombre
menos en su vida. ―Los hombres no me escogieron a mí. Yo escogí mis hombres, así los
podía dejar cuando quisiera. Yo nunca he tenido desgracias de amor. Yo luché por mis
películas. ¿Pero luchar por un hombre?!Hay tantos!‖, así se expresó después la Doña en
el 2001.
Después de la separación de Lara y María, este sostuvo un romance con Chabela
Durán, cantante de voz exquisita que trabajó bastante tiempo en su orquesta que fue la
madre de Rocío. Chabela Durán, además de intérprete, fue también actriz, y actuó en
filmes como "Señora Tentación" en 1948, "Cabellera blanca", realizado en 1950, "La
Mujer que yo amé" también en 1950", Ensayo de un crimen" en 1953, y "La Vida tiene
tres días" en 1955.
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La película ―Enamorada‖ había gustado tanto en España que Cesáreo González, un
productor español, viaja a México para contratarla. Ella decidió aceptar la oferta de
Cesáreo González para hacer varias películas en España. Pero decide viajar sola, sin
Agustín Lara, ―porque él ya era famoso en España, y yo quiero ser primera, nunca
segunda‖. Recuerda que Había visto (Cesáreo) Enamorada, le gustó mi personalidad y
vino hasta acá para contratarme. Por supuesto, la prensa se apresuró a inventarnos un
romance. Decían que por mi culpa Cesáreo había dejado a su esposa y a sus hijos en la
miseria (…)
A Kike, su hijo, lo matricula en un internado canadiense. Y así fue como se lanzó a
conquistar Europa, después que logró divorciarse de Lara.
Con relación a sus amistades, su amigo el periodista sin dinero, honesto y grosero
hasta las cachas Renato Leduc vivía en un caserón cuyos ventanales eran la memoria
de pasadas glorias que ahora se daban "el tú por el tú" con la mesa de ocote, de cocina,
que actuaba como escritorio, con una máquina fuerte y desgastada por el uso. Libreros
improvisados con tablones enriquecidos con libros de Renato, periódicos, revistas y
papeles. En el otro cuarto, más chico, había una cama con una cabecera de latón y un
águila dorada que le fue regalada por María Félix, aduciendo que había pertenecido a
Maximiliano. Completaba el lecho imperial, con cobijas gruesas, artesanales.
Renato Leduc fue uno de los periodistas y escritores mexicanos más importantes del
siglo XX. Este recordó una vez que su amiga María Félix le dijo una noche: ''Algún día,
cuando me vuelva vieja, me vestiré toda de negro, me peinaré de chongo y caminaré
despacio por mi bello jardín con un bastón en la mano para pegarles a los niños cuando
griten: '¡es María Félix!'. Yo no le tengo miedo a la vejez, sino a algo más peligroso: al
derrumbe de una mujer. No le temo ni a las canas ni a las arrugas, sino a la falta de
interés por la vida".
Recién divorciada María de Agustín Lara, un día se encontró con Renato Leduc en una
reunión donde comenzaron a hablar, cuya amistad trascendió después de su separación
con Lara. Durante la plática, María le dijo a Leduc:
Ay, Renatito, ya no sé qué hacer… Fíjate que de las cosas de los hombres, como son el
supervisar mis contratiempos y cambiarles placas a mi coche, se ocupan lesbianas
enamoradas de mí... Y luego las cosas de mujeres como por ejemplo todo lo referente a
mi vestuario, las haceb maricones… Como verás, yo necesito a un hombre en mi casa…
Oye, tú, ¿por qué no te casas conmigo? Al fin que tú no estás casado con nadie".
Renato le respondió, luego de meditar un instante : ‗‗Mira, em primer lugar, tú no
necesitas a un hombre sino a un administrador y si yo no puedo administrar mis propias
cosas, comprenderás que malamente podría hacerlo con las tuyas… Después, en
segundo lugar, si me caso contigo, pasaría de ser Renato Leduc a convertirme en el
señor Félix, lo cual está de la chingada… Y, finalmente, si ya les diste en la madre al
ingeniero Palacios, al padre de tu hijo, al mariachi de Los Calaveras, y ahsta a mi cuate
Agustín, ¿no crees que yo seguiría el mismo camino?... Sin embargo, yo conozco a un
hombre con el que te podrías casar sin menoscabo de su propia personalidad, que te
administraría perfectamente tus cosas y que, además, te metería en cintura…‖
¿Y quién es ese hombre?, preguntó La Doña intrigada.
''Pues el mariscal José Stalin. Fuera de ese cabrón, a todos los que se metan contigo te
los chingas", le respondió Renato.
A María todos se le arremolinaban. Causaba sensación y era imposible caminar a su
lado. Diego Rivera, perdido de amor por ella, le enviaba cartas dibujadas . Ambos habían
compartido viajes, cenas y secretos.
Renato siempre presumió venir de abajo, ''porque los telegrafistas somos gente de
abajo". Decía groserías como quien dice poemas. En el aire las componía, fluían como
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el agua, no se disparaban fuera de la unidad del coro. A la vuelta de cada frase, como
un remate glorioso, terminaba su pensamiento con una mentada de madre. En vez de
hombres decía ''cabrones", ''pendejos" o ''jodidos"; en vez de mujeres, ''putillas", y en vez
de destino, ''chingada".
A pesar de los comentarios de que María y Renato fueron amantes, ambos
mantuvieron una legendaria amistad. Con la pintora surrealista de origen británico
Leonora Carrington, Leduc contrajo matrimonio; un casorio que tuvo como fin más que
nada ayudarle a ella a huir de la persecución nazi, a la cual fue sometida por haber sido
la pareja sentimental de Max Ernst. Desde entonces (1942) hasta su muerte (mayo de
2011) Carrington vivió en la Ciudad de México.
En 1948 María conoce al importante político e industrial Jorge Pasquel, quien era
millonario pero también machista. Jorge Pasquel Casanueva (23 de abril 1907 - marzo
1955) era un hombre de negocios y el deporte ejecutivo mexicano. Fue presidente de la
Liga Mexicana y los intereses de propiedad en varios equipos en un momento en la liga
reclutados de Negro béisbol de la liga y la Major League Baseball (MLB), la creación de
una breve amenaza para el nivel de talento de la MLB. Pasquel y sus hermanos, entre
estos Bernardo, fueron dueños del Azules de Veracruz de la Liga Mexicana y eran
propietarios minoritarios en otros clubes. Pasquel fue nombrado presidente de la Liga
Mexicana de béisbol en 1946. Poco después de la muerte de Pasquel, que se produjo a
raíz de un accidente de avión de 1955, la Liga Mexicana se convirtió en una parte del
béisbol profesional estadounidense; y Pasquel fue incluido en el Salón de la Fama del
Béisbol Profesional de México en 1971.
Jorge Pasquel, quien conocía desde la infancia a Miguel Alemán, con quien estaba
emparentado; empezó a cortejarla de una manera principesca: regalos, flores y
atenciones las 24 horas del día. La Félix admite que el hombre le gusta, acepta sus
regalos, su obstinación de estar pendiente de ella las 24 horas del día y se siente
inmensamente halagada cada vez que él le manda avionetas llenas de flores y
chocolates hasta los parajes donde filma. La relación afrontaba un buen momento.
Estando María en Nueva York se dio cuenta que por error sus maletas fueron enviadas
a México un día antes, parte de su equipo de trabajo había salido a México y se las
habían llevado, se lo comunicó a Pasquel y él telefónicamente arregló que le abrieran
Sacks 5th. Ave. Este evento María lo recordó de la siguiente forma:
Otro detalle magnífico suyo (de Pasquel) fue sacarme de un aprieto cuando me quedé
sin maletas en Nueva York. Estaba trabajando en un teatro latino, en un show en el que
tocaba la guitarra y cantaba canciones de Lara. Yo no tenía voz pero era entonada para
cantar bajito, y ganaba mis buenos dólares con esas presentaciones. Un sábado,
cuando ya estaba por terminar mi temporada en el teatro, el equipo de ayudantes que
me acompañó al viaje se fue al aeropuerto con mis cuarenta maletas, dejándome sin un
triste vestido para el día siguiente. Al verme sin ropa llamé por teléfono a Jorge y le dije:
-Fíjate que estoy en un momento difícil. Se llevaron mis maletas y no sé qué hacer, es
sábado y todas las tiendas están cerradas.
-No te apures –me tranquilizó-, en este momento llamo al Saks de la Quinta Avenida.
Voy a pedir que te abran la tienda para que saques lo que necesites.
Minutos después me habló por teléfono la señorita de public relations de Saks para
decirme que fuera de inmediato a escoger la ropa que me gustara porque lo había
pedido mister Pasquel. Vino a recogerme una limusina, me abrieron la tienda para mí
sola y esto fue que pieles por aquí, que vestidos por allá y docenas de zapatos, abrigos,
sombreros.

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También en este año, María actúa en Maclovia /Belleza maldita. Cuando Gabriel
Figueroa le trajo a firmar a su casa el contrato de Maclovia, Jorge Pasquel se portó muy
grosero con él, pues, como diría la doña: Desde que los presenté lo vi.
Maclovia (conocida en algunos países como Belleza Maldita) es una película mexicana
de drama romántico estrenada en 1948, dirigida por Emilio Fernández y protagonizada
por María Félix y Pedro Armendáriz. En la bella isla de Janitzio, en el lago de Pátzcuaro,
en Michoacán, México, vive Maclovia (María Félix), la hija del jefe de una comunidad de
indios tarascos de la región. Maclovia ama a José María (Pedro Armendáriz), pero su
padre se opone a su romance. El joven José María, hará todo por ganar el favor del
padre de la joven.
Pero el problema comienza con la llegada a la región de un batallón de soldados,
pues el sargento (Carlos López Moctezuma), se ha encaprichado con Maclovia. Por otra
parte, en Maclovia, donde interpretó a una india tarasca, logró algo muy difícil para ella:
parecer humilde.
A Columba Domínguez (1929-2014), actriz de cine y pintora mexicana, otra figura
crucial de la Época de Oro del Cine Mexicano, en 1948 Emilio Fernández, con quien
había iniciado una relación amistosa que pronto derivó en romance e incluso Columba
afirma haberse casado en secreto con Fernández; le da el papel antagónico al de María
Félix en la cinta Maclovia (1948). La actuación de Columba es elogiada por la crítica, y
por este filme obtuvo el Premio Ariel en la categoría de Coactuación Femenina, en 1949.
La cinta fue aclamada en la edición de 1949 del Festival de Venecia. El rostro de María
Félix caracterizada como Maclovia, colgaba de los puentes de la plaza de San Marcos.
Antes de irse a España, contratada por un productor enviado por el general Francisco
Franco, La Doña rodó con Pedro Armendáriz y bajo la dirección del Indio la cinta
Maclovia, estrenada en la Mostra de Venecia, conquistando con su belleza y talento al
público italiano, inglés y ruso, lugares donde fue vendido el filme. Pero también a
Hollywood, pues comenzó a frecuentar, junto con Armendáriz, Fernández y Figueroa, las
fiestas más memorables de los estudios estadunidenses, donde era común encontrarse
con figuras como Humprey Bogart, Greta Garbo, Henry Fonda, Marlene Dietrich, Kirk
Douglas, Burt Lancaster, Cary Grant, Rita Hayworth y Frank Sinatra, donde era conocida
como La mexicana.
Rocío Jurado, Henry Fonda, Ava Gardner, Spencer Tracy y Marlene Dietrich, entre
otras figuras del firmamento artístico mundial, conocieron y admiraron a La mexicana,
como dieron en llamarla en diversas partes del mundo.
María Félix tuvo un paso fugaz por Hollywood, que se limitó a una fiesta en la
residencia de Henry Fonda, porque María jamás quiso filmar en EE.UU.
La Doña contó sobre una anécdota que sucedió con Gabriel Figueroa y Pasquel: Le
propuse (a Gabriel) que se viniera en mi Cadillac, él aceptó y Jorge se nos quedó
mirando con desconfianza. Pasamos a otro tema, pero él estaba furioso y de pronto, sin
decir con permiso ni nada, se levantó de la mesa y salió de mi casa. Cuando iba a
llevarnos a Pátzcuaro en su Cadillac de siete plazas y le pidió que se viniera con
nosotros en el asiento de atrás. -No, gracias -le dijo Gabriel-, fíjese que yo me duermo
en la carretera y no quiero recargarme en ninguno de ustedes.
Cuando filmaba Maclovia en Pátzcuaro, Jorge Pasquel, su pareja del momento, le
enviaba avionetas llenas de flores y chocolates. Ella le pidió que mejor le enviara sacos
de maíz, arroz y frijol, que luego en sus ratos libres repartía a los indígenas. Esto lo
recordó después así: Cuando hice Maclovia me llenó de atenciones. Una vez le dije por
teléfono que se había acabado el hielo en el hotel de Pátzcuaro donde estaba
hospedada con todo el equipo de filmación y a la mañana siguiente me mandó un

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hidroavión con un refrigerador. Le di las gracias impresionada y él quiso mandarme
todos los días el hidroavión con manjares y golosinas. (…)
Pasquel, que devino luego en una importante figura política mexicana, fue otro de los
hombres que llegaron a sentir una real pasión por esta mujer de todos que, a su vez no
era mujer de nadie.
Quizás fue por esta etapa, en 1948, cuando en una tarde se reunió el sindicato de
actores mexicanos (ANDA), a cuyas reuniones no faltaba nadie, ni un solo artista;
cuando Rosita Fornés se encontró nuevamente con su viejo amor, Mario Moreno,
Cantinflas, quien estaba trabajando en Estados Unidos y había regresado a México
únicamente para participar en dicha asamblea dek sindicato, del que era secretario
general. Cuando Cantinflas llegó ya hab ía comenzado la sesión ordinaria, y le tributaron
un recibimiento tremendo, pues todos de pie lo ovacionaron. Al finalizar la reunión,
Rosita salió acompañada de María Félix y Pedro Armendáriz, por un lateral, cuando
sintió que alguien la llamaba desde muy atrás: ―¡Rosca, Rosquita… soy yo! ¡Qué gusto
verte! ¿Cómo has estado?‖, ese era Cantinflas, quien se le acercó y la abrazó
demasiado fuerte, según la apreciación de la actriz cubana. Después que Cantinflas se
fue, Rosita se aisló yendo hacia un balcón del segundo piso donde se puso a llorar,
hasta que allí la encontró el primer actor mexicano Manuel Medel, quien se había
convertido en su amigo y terminó enamorándola. Al final, Rosita se casó con Medel el 20
de diciembre de 1948.
María siempre escogió para sí al hombre que quisiese, y Jorge Pasquel no fue la
excepción. La colmó de grandes regalos y, además, le propuso matrimonio. La lección la
había aprendido y ella lo rechazó porque el señor Pasquel era un tipo muy celoso.
Mientras tanto, su carrera continuaba en ascenso.
De nuevo los celos intervinieron para terminar la relación. Pasquel tenía celos hasta de
los compañeros de trabajo de María. Una foto donde ella apareció abrazada de Luis
Miguel Dominguín, fue el detonador final.
Contratada por el productor español Cesáreo González, María realizará tres
importantes películas en España. Gracias a éste, la actriz participó en diversos
proyectos fuera de su país, entre los cuales cabe destacar Mare Nostrum (1948), de
Rafael Gil, que fue una producción hispano-italiana. María había recibido una
propuesta para filmar en España la versión cinematográfica de la novela de Blasco
Ibáñez, ―Mare Nostrum‖, donde su coestrella sería el famoso actor español Fernando
Rey.
Luego se dio cuenta que ya su relación con Pasquel no daba más, recordando que
Llegó un momento en que sentí necesario separarme de él para enfriar un poco nuestra
relación, y el viaje a España me vino como anillo al dedo. El día que nos despedimos, la
víspera de mi salida a Madrid, le dije adiós con el cigarro en la mano (…)
Antes de viajar a Madrid, María rechazó la propuesta de matrimonio echa por Jorge
Pasquel. Este suceso lo recuerda así: Antes de viajar a Madrid rechacé una oferta de
matrimonio de Jorge Pasquel, que puso a mis pies una de las mayores fortunas de
México. Pasquel era de Veracruz y conocía desde la infancia a Miguel Alemán, quien le
daba trato de hermano. Cuando me hizo la corte estaba en la cumbre de su poder,
porque su amistad con el presidente le abría todas las puertas, dentro y fuera de México.
Tenía un físico de atleta, pero su principal atractivo era el desprendimiento. No reparaba
en gastos con tal de halagar a una mujer.
Como en México, María Félix fue un mito en la España de las décadas de 1940 a 1960.
―La Doña‖ fue una de las divas del cine internacional en aquella época y todas sus
películas eran aclamadas por los españoles, recuerda el director y crítico Javier Aguirre
al diario ―Reforma‖.
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En mayo de 1948 llega al aereopuerto transoceánico de Barajas España, la diva
mexicana María Félix. Es recibida por una comitiva encabezada por Cesáreo González,
y María viajaba con todo su séquito de asistentes como su peinadora, maquillista, su
inseparable modisto y amigo Armando Valdés Peza, a quien apodaba ―Carrasclás‖,
porque era amable por adelante y por detrás. Estaba en Madrid, a donde llegó con la
ceja levantada para filmar en la España de la posguerra Mare Nostrum. A su llegada a la
madre patria tuvo un gran recibimiento por parte del público.
Tras su llegada a Madrid, Agustín Lara prefiere despedirse escribiéndole una carta:
―Ni tu ni yo, María, creemos en la casualidad. Hay un supremo designio, absoluto y
eterno que une a las almas o las separa. Los filósofos llaman a este fenómeno, destino.
Los gitanos lo llaman suerte. Y esto ha sido para mí encontrar el diluvio de cascabeles
de tu risa, tu rebeldía, tu inconsciencia, tu calidad humana y, por fin, tu amor. En España
encontrarás un nuevo templo donde todas las religiones se vuelven una sola; un idioma
que habla toda la humanidad; una música que cantan los hombres y los pájaros y el mar
y los árboles y la sangre: ¡Bendita seas!‖.
Más tarde, la prensa también hizo eco de la visita y mostró fotos de su llegada al
aeropuerto de Barajas. María aparecía junto al productor Cesáreo González y el barman
Pedro Chicote, en cuyo bar de la Gran Vía disfrutó varias fiestas, en las que se codeó
con españoles insignes como el torero Luis Miguel Dominguín y las actrices Lucía Bosé
y Sara Montiel. Incluso para algunos que la recuerdan, en las paredes y la barra del bar
Chicote aún resuenan las copas y las risas que un día reflejaron la felicidad de una gran
mujer.
Al poco tiempo de llegar a España recibió un homenaje de Agustín, que todavía no se
resignaba a su ausencia. Este momento, donde estuvo acompañada por amistades
como Amparo Rivelles, Cesáreo González y Luis G. Basurto, lo recordó así: (...). Íbamos
entrando al cabaret Villa Fontana cuando Ana María González, al verme llegar, comenzó
a cantar el chotis Madrid. Yo sabía que Agustín me lo había dedicado, pero al oírlo por
primera vez me sacudió una profunda emoción. Por un momento me quedé parada en el
pasillo, con el pulso agitado, recordando al flaco. Luego tuve un gesto de energía y
comencé a caminar hacia la mesa de pista que nos habían reservado.
En la región ibérica fue muy amiga del torero Luis Miguel Dominguín. Entre ambos hubo
una buena química, a María le gustaban los toros y a él las mujeres bellas; lo que ha
llevado a teorizar sobre un romance entre los dos. Luís Miguel González Lucas, más
conocido como Luís Miguel Dominguín, fue reconocido por sus romances con figuras
como Ava Gardner, Lana Turner, Rita Hayworth, Pilia Bravo, Rosario Primo, y se
comenta que María Félix vivió un fugaz romance con el torero Luis Miguel Dominguín,
padre de Miguel Bosé. Su capricho madrileño fue el torero Luis Miguel Dominguín, a
quien describe como "Estaba bonito, era joven y gozaba de mucha popula-ridad en
España".
Enfurecido al enterarse, Pasquel destruyó el departamento de la sonorense. Pasquel
se transforma en un animal rabioso de celos y arremete contra la diva reclamándole
hasta por el aire que respira. Esa foto en la que aparece María abrazada de Luis Miguel
Dominguín fue más que una tragedia para Pasquel, pues a partir de su reacción María
termina su relación amorosa con él. Pasa de la depresión/angustia/duda a la furia. La
última vez que se vieron, María subía al avión con destino a Madrid.
Sus amores y desamores le permitieron afirmar: "A mí el amor se me dio muy bien,
para qué voy a negarlo. Siempre estoy acompañada por alguien que me ama y eso es
bastante bonito porque te hace la vida"
Al llegar a España, María decidió sacar a Quique del colegio militar y mandarlo a un
internado en Toronto, al despedirse él le dijo "!Mala madre, adiós!". Ella recordaba que:
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Cuando lo despedí en el aeropuerto me dijo desde la escalera del avión, agitando su
manita: "¡Mala madre, adiós!" El reproche no me hizo mella porque yo sabía que el
principal beneficiado con la separación iba a ser él.
Aunque le tenía miedo volar en avión, pero, como en cualquier otra situación de su
vida, se controlaba; viajaba con todo un séquito: peinadora, maquillista, secretaria, que
en aquel entonces era Rebeca Uribe, costurera y su modisto Valdés Peza, al cual se
unió el dramaturgo Luis G. Basurto.
Luis G. Basurto (1920-1990) fue director escénico de varias compañías de teatro y de
la Unión Nacional de Autores y del Repertorio del Instituto Nacional de Bellas Artes
(INBA). Asesoró a la Dirección de Corporación Mexicana de Radio y Televisión y fue
crítico teatral del periódico Excelsior. Escribió, además y entre otras obras, Miércoles de
ceniza en 1956, que filmada y protagonizada por María, adaptada por Julio Alejandro y
Roberto Gavaldón.
Armando Valdez Peza, fue conocido por venerar las túnicas griegas y haber sido,
además, el diseñador de cabecera de la diva María Félix.
En España vivió cerca de tres años, primero en el hotel Ritz, luego en el Palace. Era
amiga de Pedro Corcuera, a quien se encontró caminando en la Gran Vía. Él la presentó
con el Duque de Alba, quien también fue su gran amigo.
Al terminar Mare nostrum, su primera película española, decidió pasar unos días en
Palma de Mallorca, ahí conoció a unos pescadores que la llevaron a Mohon, en donde
descubrió un museo de conchas y caracoles, el cuidador le regaló todo lo que ella quiso.
Cuando contó sus memorias a Krauze aún conservaba un caracol verde, el cual Leonora
Carrington le pintó en un cuadro que le regaló.
También en esta región conoció a la actriz de cine y cantante española Sara Montiel,
quien realmente se llamaba María Antonia Alejandra Vicenta Elpidia Isidora Abad
Fernández. Sobre las primeras veces que se vieron, recordó después Sara: "Siempre
estaba yo detrás de María Félix, desde el año 48, cuando ella fue a España a hacer una
película con guión de Miguel Mihura", recordó la artista, que relató la historia de la
rivalidad con que la "Doña" la trató siempre, hasta que un homenaje en Madrid y la
soledad de la mexicana las reco ncilió.
En este año se representaba en el teatro San Fernando "Zambra", un espectáculo
protagonizado por la mítica pareja Lola Flores y Manolo Caracol, que se hicieron
célebres en 1942, y al término de la representación, varios fueron a felicitar a Lola Flores
y se fotografiaron con ella Conchita Piquer y María Félix.
El éxito de Zambra había sido clamoroso desde su primera representación, donde el
número culminate del espectáculo era La Niña de Fuego, la mítica zambra rebosante de
flamenquísimas esencias que, difundida por radio tras su grabación en disco, prendió
hasta en quienes no eran aficionados al flamenco y se hizo enormemente popular,
donde todo el mundo tarareaba aquello de:
La luna te besa tus lágrimas puras// como una promesa de buenaventura.// La Niña de
Fuego te llama la gente// y te estás dejando que mueras de sed;// dentro de mi pecho yo
tengo una fuente// para que tu boca se incline a beber.// ¡Ay, Niña de Fuego!// ¡Ay, Niña
de Fuego!// Mujer que llora y padece// te ofrezco la salvación (bis).// El cariño es ciego.//
Soy un hombre bueno, que te compadece.// ¡Anda! ¡Vente conmigo, ay, Niña de Fuego!
Lola y Manolo, quienes eran amantes pues Manolo estaba casado con Luisa; actuarían
en el espectáculo Zambra una y otra vez desde 1944 a 1949, simplemente añadiendo
los cuatro dígitos de cada año al título.
Además, el 11 de marzo de 1949 se le ofreció a María Félix una recepción en el Hotel
George V, situado en el 31 de la Avenue George-V, en el Barrio de los Campos Elíseos
del Distrito 8 de París, Francia, donde conoció y compartió con la actriz, cantante y
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modelo francesa Arletty (1898-1992). En esta recepción también compartió con la actriz
de cine dominicana María Montez (1917-1951), en aquel entonces esposa del actor
francés Jean Pierre Aumont (1911-2001).
Después de ―Mare Nostrum‖ filmó ―Una Mujer Cualquiera‖, filme con guión de Miguel
Mihura, también en España; mientras que en México era galardonada con su segundo
Premio Ariel por Mejor Coactuación Femenina, en 1949, por ―Río escondido‖. Para ella
recibir este lauro fue demostrar su capacidad actoral.
También actúa en esta nación hispana en Una mujer cualquiera, del año 1949 y dirigida
por Rafael Gil, filme que contó con las actuaciones de Antonio Vilar, María Félix, Mary
Delgado, Manolo Morán, José Nieto, Juan Espantaleón, Juan de Landa. Este sería el
segundo de 3 films que María Félix realizaría en España trabajando para Suevia Films.
De la sinopsis: tras la muerte de su hijo, Nieves Blanco, una mujer mexicana de orígenes
humildes, se separa de su marido, y entonces q uiere salir adelante por sí misma. Esta
película se estrenó 10 de junio de 1950 (España). Una mujer cualquiera es una obra de
teatro de Miguel Mihura, estrenada en el Teatro Reina Victoria de Madrid, el 4 de abril de
1953.
En cuanto a su vida sentimental, se dice que desde el invierno de 1948, Diego Rivera
había empezado una relación amorosa con la actriz María Félix que causó un escándalo
público.
Diego Rivera era dueño de una inmensa genialidad tanto para pintar como para
conquistar mujeres. Sin ser un hombre atractivo físicamente llegó a ser todo un Don
Juan. Viejo, feo, gordo y comunista pero dueño de un gran talento así era Diego Rivera,
que supo enamorar a las mujeres más bellas de la época. Diego Rivera tuvo amores y
pasiones con las artistas y actrices más guapas de su tiempo. Un mujeriego e infiel
capaz de seducir y amar a toda mujer que le gustaba.
Rivera estuvo perdidamente enamorado de María Félix, aunque sin esperanzas,
además de que estaba casado con Frida Kahlo. María aceptó posar para Rivera en
varias obras, a pesar de que siempre afirmó que su pintura, así como la de Frida Kahlo,
nunca fueron de su agrado. E n 1948 Diego Rivera le hizo un retrato al carbón con un
bebé en brazos, obra que ella siempre conservó.
El pintor Diego Rivera -uno de los grandes del muralismo mexicano- terminó
amontonando una colección de retratos de ella, que la diva siempre rechazaba con el
argumento de que "me gustas tú, pero no tus cuadros". Tras la muerte del pintor, sus
descendientes encontraron en su estudio un texto escrito de su puño y letra, en el que
describía las diferentes etapas de su amor por la Félix y el momento mismo en que ella
lo encaró para explicarle, de una vez por todas, que no lo amaba. Fueron buenos
amigos hasta la muerte del muralista en 1957.
El año de 1949, la relación de Frida Kahlo y Diego Rivera tocó el punto más bajo
cuando corrió el rumor de que Diego intentaba casarse con la estrella de cine, María
Félix, con quien mantenía un romance.
Diego le pintó un retrato al óleo donde aparecía con un traje blanco, transparente, con
los hombros descubierto y revelando su cuerpo entre encajes. El retrato no fue muy de
su agrado mas Diego estaba loco por ella. Incluso ella reconoció que Rivera la había
pintado desnuda: "Me pintó como él quería, desnuda... como estaba enamorado", dijo
María sobre un cuadro de Rivera, en una entrevista con Jacobo Zabludovsky. Tanto lo
estaba, que llegó al grado de proponerle matrimonio sin importarle que ya estuviera
casado con la pintora Frida Khalo. A pesar de que nada de esto resultó y Diego
permaneció al lado de Frida, ella terminó profundamente herida. El autorretrato ―Diego y
yo‖ proviene de esta experiencia vivida. También recuerda otro suceso: Diego era un
mitómano profesional. Cuando pintó mi retrato al óleo, para que yo me distrajera
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mientras él trabajaba, me contó que había tenido un hermano siamés pegado a su
panza y que había llevado muchos años una capa muy amplia (…) Yo no posé para
Diego desnuda, pero él se las ingenió para que el pecho se me transparentara por
debajo del vestido. Cuando me casé con Alex Berger, el retrato se convirtió en un
problema. No le molestaba el desnudo -en esas cosas (…)
Fue Rivera quien le regaló su refugio favorito: la mansión de Catipoato, en Tlalpan, que
era un viejo convento adaptado como casa rodeada por un tenía un inmenso jardín de
14 mil metros y muchísimos árboles, alrededor de 600 árboles frutales, 14 perros
callejeros, un caballo y 80 víboras de cascabel. Diego Rivera le ofreció ir a su casa y
pasar el resto de su vida pintando lo que a ella le gustase. Le mandaba cartas con
mensajes plasmados de cariño y dedicación. Ella se reía de sus ocurrenci as, pero
cuando él le propuso matrimonio, se alejó.
Aunque también se cuenta que hasta la propia Frida Kahlo, quien a pesar de estar
casada con Rivera había mantenido relaciones bisexuales, había quedó prendada de la
enigmática María.
La Félix nunca se ocupó de dar detalles sobre este tormentoso triángulo pasional, pero
en alguna entrevista contó que tanto Frida como Rivera consiguieron deslumbrarla. La
verdad se la llevó a la tumba. Algunas especulaciones dan cuenta de que Rivera estuvo
a punto de dejar a la Khalo por la actriz. El muralista se había obsesionado con la
portentosa belleza de María Félix y no descansó hasta convencerla de vivir en la Casa
Azul, el templo de él y su mujer. A pesar de la amistad que las unía, Frida no pudo evitar
sentir celos y la mejor manera de incomodar a su marido fue robándose de a pocos a la
mujer que puso de vuelta y media a su incorregible hombre.
Desesperado, acaso ya medio loco, Rivera le propone matrimonio a la Félix. María no
acepta. Entonces fue Frida la que en una carta le ruega que se case. Era una propuesta
extraña. Se casaría inevitablemente con los dos.
En 1949 Cristina Kahlo, la hermana menor de Frida, quien antes había sido amante de
su cuñado Rivera, confrontó a María Félix acerca de la relación amorosa que mantenía
con Rivera y le rogó que acabara la relación por el bien de Frida. En junio, la relación
Rivera/Félix acabó bruscamente. La actriz desaparece del entorno de la pareja, luego de
la propuesta de matrimonio de Rivera. Mientras tanto, el pintor amenaza con hacer un
retrato de María con los ojos de él. El tiempo, como el hielo, enfría la pasión, hasta que
solo queda la amistad.
Diego, en tanto, fue su eterno enamorado. Hasta el momento de su muerte, conservó
un retrato de María en su estudio. Incluso, le dedicó un autorretrato: ―A María Reina de
los Angeles Félix, quien millones de gentes admiramos y amamos pero a quien nadie
querrá tanto como yo". Cuando el gran muralista la pintó, ella se empeñó en usar traje
de tehuana. Esto era indigno de ella, afirmó Rivera. En su lugar, la pintó desnuda.
Muchos años después, María encargaría a un albañil, que realizaba reparaciones en su
casa, que cubriera su cuerpo desnudo con pintura blanca y una burda brocha.
María también apareció en la sección policíaca de los periódicos mexicanos. Era 1949
y ella estaba en México para arreglar unos papeles. Durante su corta estancia en su país
natal, una mañana de agosto, encontraron el cadáver desnudo de su secretaria Rebeca
Uribe en el motel Tony's Courts, al cual había entrado con una amiga muy alta
enfundada en un abrigo de pieles. Junto al cuerpo había restos de cocaína y una foto de
María. Rebeca había salido en la mañana del 10 de agosto de 1949 de su casa, con la
bendición de su madre, para ya no regresar.
La prensa no lo dudaba: acusaron a María Félix de ser la misteriosa acompañante.
También la prensa interpreta que María es la amante, y entonces la acusaron de haberla
asesinado. Sobre esto María expresó: ―Echaron tantas mentiras que, a final de cuentas,
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la gente no las creía‖. Más tarde, la policía averigua que la secretaria era pareja de una
señorita de apellido Mendoza, descubriendo así quién era la misteriosa acompañante, y
la Doña salió limpia de culpas, más no ilesa. Declaré a Excélsior que lamentaba
profundamente su muerte y que para mí no sólo había sido una secretaria de primera,
sino una amiga con gran calidad humana. Paradójicamente, mientras más me atacaba la
chusma de los periódicos,...
Dos meses antes del deceso de Rebeca se terminó de imprimir, en la ICD, su poemario
titulado ―Poesía‖, en el que se presenta, además de una selección de poemas
anteriormente publicados, una serie de textos inéditos. Dicho libro incluye un dibujo a
lápiz firmado por José Clemente Orozco (que se presenta al principio).
María no criticó a Rebeca, sino a la prensa. Pensaba que lo que haga la gente de su
cintura para abajo son sus historias, no las de uno.
Su hijo había escuchado la noticia, y eso la molestó de sobremanera.
María Félix tuvo tantos apodos como aventuras en la vida. El más famoso es La Doña,
mismo que ganó a partir de su personaje en Doña Bárbara, en 1943. María Bonita le
decían sus amigos después de escuchar la canción que le compuso Agustín Lara, un
himno que le dedicó como regalo de bodas cuando se casaron en 1945. La Mexicaine la
apodaron en Francia cuando llegó a Europa para hacer algunas películas, pero después
de verla en pantalla la llamaron la Plus Belle Femme du Monde (la mujer más bella del
mundo).
Luego de varios anuncios de arribo, siempre pospuestos, María Félix llegó desde
Mérida el miércoles 26 de octubre de 1949 a La Habana, Cuba, invitada por el
presidente Carlos Prío Socarrás (1903-1977). Fue cuando el gobierno de Carlos Prío
Socarrás y La Habana le tributó un apoteósico recibimiento a la bella y gran actriz. Se
puede decir que La Habana completa se desbordó para recibirla en el aeropuerto de
Rancho Boyeros. Anunciar su arribo a La Habana y tenerla efectivamente en la capital
cubana, era una noticia capaz de vender la edición completa de cualquier diario. Del
recibimiento dan cuenta las palabras de la propia actriz: Yo tenía referencias de cómo
me querían en La Habana, pero lo de esta tarde ha sido más de lo que esperaba.
Desde el avión hasta el automóvil que la condujo a una confortable suite en el Hotel
Nacional hubo necesidad de protección policial, porque si bien abundaron las flores y los
aplausos, el ímpetu de los admiradores, el deseo de saludarla y las ansias por conservar
de ella un recuerdo tangible (que llevó a algunos a halarle el vestido), amenazaron con
perturbar la integridad física de María Bonita.
El despliegue publicitario en torno a la artista sirvió para que se hablara mucho de ella,
a tal punto que alguien observó cómo hasta los debates políticos pasaban a segundo
plano y el pandillerismo que agitaba la ciudad se tranquilizó un tanto para que la gran
estrella durmiera plácidamente en sus noches habaneras durante la visita de apenas
cinco días del rostro más endiabladamente fotogénico de México. Mientras, la prensa
reproducía su rostro, sus declaraciones y ella lo pasaba inolvidablemente bien. Aquí
recibe la Doña la Llave de la Ciudad y el título de Huésped de Honor en La Habana.
El poeta Nicolás Guillén recuerda el acontecimiento en una de sus crónicas así: ¡Qué
Sarah Bernhardt en sus buenos tiempos, ni qué Raquel Meyer en los suyos! ¡Qué
Pastora Imperio, ni Matilde Moreno, ni la Mayendía, ni la Barrientos, ni toda la corte
terrestre o celestial de tiples, bailarinas, pugilistas, toreros, tenores, actrices de rango o
canzonetistas de cartel prefabricado! La Habana olvidó por unos momentos sus urgentes
ocupaciones y galopó hacia el aeropuerto de Rancho Boyeros. Desde las 12 del día
hasta la llegada de María Bonita, la sudorosa comitiva fue engrosando sin cesar; llenó
los amplios salones de recibo, se desbordó luego por la pista de aterrizaje hasta donde

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las fuerzas de la policía pudieron permitirlo; invadió las azoteas aledañas y aún se
alineó en la carretera, bajo un sol que dejaba caer barretas encendidas…
(…)Y no solo carteristas –añadiremos por nuestra cuenta y por cuenta de María Félix-.
Ello fue cuando esta apenas había dado unos pasos, detúvose pálida y confusa. Luego
enrojeció hasta la raíz del cabello. ¡Pero es imposible!, murmuró al cabo. ¿Qué había
ocurrido? Algo insólito y lamentable. Aprovechando la jadeante confusión, una cálida
mano masculina se deslizó de modo inconveniente por el cuerpo de la artista, que
apenas pudo reprimir un grito de asombro, pero que por supuesto no reprimió su
desagrado.
Escribe un cronista social de aquellos días: Llegó deslumbrante. La sonrisa, al
aparecer en la escala del avión, iluminó todas las bocas. Fue una exclamación unánime
y espontánea: ¡Qué bella es! Cuando nos hicieron la gracia de pasarnos, la pista estaba
invadida. Invadida de público. En su mayoría dignísima, discreta, curiosa de ver de cerca
la espléndida belleza mexicana que nos visitaba. Pero, ¡ay!, había de todo en aquella
vorágine humana. Había de todo. ¡De lo peor también! ¡Hasta carteristas!.
Comenta Ramón Vasconcelos –la llamada pluma de oro del periodismo cubano- en su
periódico Alerta: Se cuentan cosas que nos ridiculizan y deprimen. Con el pretexto de
conservar souvenir suyos, hubo quienes le tiraron del cabello, quienes intentaron
arrancarle pedazos del traje, llevarse un adorno a viva fuerza; y lo que es más
bochornoso, hacerla objeto de exploraciones groseras.
Ya en el edificio de la terminal aérea conversó con la prensa. Venía en viaje privado y
con la intención de descansar. Había reservado una suite en el Hotel Nacional y,
aunque le llovieran invitaciones, ella sólo quería dormir en paz.
Al día siguiente, en una plataforma improvisada frente al Teatro Nacional y ante miles
de seguidores que se concentraron en el Paseo del Prado, recibió la Llave de la Ciudad
y el título de Huésped de Honor, de manos del presidente Carlos Prío Socarrás.
El presidente Carlos Prío, al día siguiente de su llegada, la recibió en el palacio de
gobierno. Y pronto se supo que veinte y cuatro horas después ofrecería un cóctel en su
honor.
Una de las anécdotas sobre Maria Felix cuando visitó La Habana, Cuba, por primera
vez en 1949, a su suite llegaban muchas cartas de admiradores.
Mientras se preparaba para asistir a una cena de honor en el Palacio Presidencial,
seleccionó una al azar, del sobre cayó al suelo una medalla de la Virgen de la Caridad
del Cobre, lo cual motivó su interés en leer la misiva.
No se trataba de un simple admirador, sino de un hombre que estaba preso en Isla de
Pinos y condenado a muerte por haber matado al violador de su hermana. El recluso le
solicitaba interceder ante el Presidente para que le perdonara la vida y le explicaba las
causas por la cual se encontraba preso.
Esa noche, en la recepción de Palacio, Prío Socarrás le dijo:
–Le hemos dado todos los premios que se otorga n a los huéspedes distinguidos, pero yo
quiero hacerle un regalo personal. Dígame qué desea: ¿una casa, un coche, una joya?
–...Nada de eso, señor Presidente –rehusó la diva–; quiero que me regale un hombre.
– ¿Un hombre?
–Sí, un condenado a muerte– y María le pidió el indulto para el reo, según cuenta en sus
memorias.
Inmediatamente, el Presidente llamó a un coronel de su guardia, le entregó la carta que
la actriz le había mostrado y le ordenó que se anulara la sentencia de muerte.
Eso lo hizo Maria Félix en Cuba. Eso demuestra el poder que tenía Maria Félix en todo
el mundo, incluso en Cuba.

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Su presencia en La Habana fuera todo un acontecimiento. Al escribir sobre ella, Mario
Rodríguez Alemán aseguró que si puede hablarse de la existencia de un star system en
el cine mexicano, María Félix sería una de sus máximas figuras. Desde su debut fue
devorada por la maquinaria comercial que la transformó en un símbolo sexual, en la
imagen por excelencia de la vampiresa.
El crítico cubano comentó que la Féli x fue siempre actriz de una sola cuerda, que
impresionaba por su belleza, pero desencantaba con sus lentos diálogos, casi estáticos,
con gestos que parecían haber sido aprendidos de memoria. Durante su visita los
periodistas le preguntaron sobre Agustín Lara, su ex esposo, compositor de moda
entonces, y respondió: "Yo deslumbro por la belleza que gentilmente me reconocen.
Agustín se destaca por su talento. Existen momentos en que los encantos físicos no
marchan en antagonismo con el intelecto".
Se dice que desairó a más de un vanidoso al no asistir a las citas sociales con las que
quisieron agasajarla.
Por ejemplo, Alfredo Hornedo, el muy ilustre senador Hornedo, como se le llamaba
siempre en El País, un periódico de su propiedad, la invitó a una cena de gala en su club
Casino Deportivo. La Doña no acudió a la cita con Hornedo y, con la justificación de un
malestar repentino, le dejó servido el champán a Prío, cuya esposa, Mary Tarrero, se
decía imitaba sin recato, a la actriz mexicana, lo que no necesitaba hacer en absoluto
porque fue una de las mujeres más bellas de Cuba.
María Félix fue vista fugazmente en diferentes lugares de la capital.
Sólo aceptó ir al cabaret Tropicana donde llegó a medianoche y fue recibida con
estruendosos aplausos. Cuenta Nicolás Guillén en una crónica de la época, que con la
prensa fue amable y explícita.
Sobre su asistencia al cabaret Tropicana, escribe, a propósito, Nicolás Guillén en su
crónica: Cuando apareció, deslumbrante de belleza, pasada ya la media noche, y tomó
asiento frente a una mesa espléndidamente preparada para ella, el gran mundo allí
reunido la saludó con una tempestad de aplausos y exclamaciones. Muchas voces le
suplicaban que saliera a la pista a decir algunas palabras, no ya de gratitud, sino de
mera cortesía, pero se negó en redondo. La audiencia se rompía las manos aplaudiendo
y enronquecía gritando… Nada. Intervino entonces el empresario de María Bonita […] y
sólo consiguió que la artista se pusiera de pie y saludara fugazmente con una sonrisa
lejana, como desprendida de Sirio, a la concurrencia alborotada». Aunque todos pedían
que dijera unas palabras, solo accedió a ponerse de pie y dedicarles una sonrisa.
En el teatro América no la haría mejor. Subió al escenario y dijo solamente: "Mírenme".
Pero el público allí congregado pudo mirar y admirar a su antojo a María Félix en su
triunfante imagen de hembra en celo, con aquellos ojos negros y grandes, la boca
pulposa, las caderas firmes y altas, los senos discretos, los muslos poderosos.
Pese a tanto calor y color, La Doña, al igual que lo hacía en México, se mostró en La
Habana fría y distante, transcurrió en un limbo estratosférico e inalcanzable, sin
importarte que la opinión pública se mantuviera en vilo con su presencia y pendiente de
su altivez y sus silencios.
Recuerda Guillén: "¿El béisbol con su eterna rivalidad entre rojos y azules, el Habana y
el Almendares? ¿El billar, con la victoria de Hoppe, el campeón mundial de los tacos,
sobre Mundito Campanioni, nuestro campeón nacional? ¿La política, con el
desenfrenado duelo entre Chibás, líder oposicionista, y el doctor Varona, jefe del
Gobierno, tan lleno de insultos patibularios, dicho sea con perdón de los señores reos de
muerte? ¿Las finanzas, con el empréstito de 200 millones de dólares que el presidente
Prío quiere que el pueblo le cuente como strike, cuando es una bola baja y afuera? ¿El
orden público, en fin, con un plante de dimensiones gigantescas en la cárcel de La
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Habana, donde los presos insubordinados pasearon como dramática bandera el cadáver
todavía tibio de un recluso muerto a palos por los escoltas? Pues no, señores… Todo es
apenas una dulzona melcocha informativa frente al plato de subido condimento que con
su presencia nos sirvió la felina hembra mexicana…"
Con los periodistas fue más amable, si bien se hizo esperar durante una larga hora con
doce minutos para comparecer en la conferencia de prensa que se había convocado. El
escritor Orlando Quiroga, que entonces quería ser periodista —y lo fue, y muy bueno, en
el mundo de la farándula— recuerda en sus memorias aquella tarde y dice que María
entró al salón sin mirar a los reporteros que la aguardaban y sin dar excusas por su
tardanza. Levantó aún más la ceja cuando abrió su pitillera de oro, sacó un cigarrillo
largísimo, dejó que alguien se lo encendiera con un mechero también de oro, cruzó las
piernas con elegancia, y, tras una bocanada como las de Pedro Armendáriz, ordenó:
"Ustedes dirán…"
La acosaron a preguntas, algunas de las cuales la actriz respondió con un seco "eso no
interesa". Habló de sus proyectos cinematográficos; de su hijo; de su relación con
Agustín Lara… Expresó su concepto sobre la belleza y confesó su preferencia por el
alacrán, "un animalito que me entusiasma y que los indios amaestran en México". Dijo
también que le gustaba el azul. Rectificó a una periodista que alabó su bello vestido
mexicano. "Pues no, es un bello vestido cubano".
Quiroga la había esperado a la entrada de la sala de conferencias para pedirle una
fotografía. No lo miró desde su altura. Con la ceja levantada y el talle le dijo con voz
hombruna: «Pídasela a mi secretaria.
Precisa Nicolás Guillén: "María Félix ha sido toda una enseñanza para el desbordante
temperamento de los criollos antillanos; un modelo de contención casi polar. Cuando
pase otra vez por La Habana seguramente encontrará los ánimos más templados, los
aplausos menos propicios, las invitaciones más restringidas y hasta —¿por qué no?—
las manos que se atrevieron a provocar un estremecimiento en su maravilloso cuerpo de
mujer fatal, menos agresivas y exploradoras".
En su visita a La Habana cuando le preguntaron sobre una posible relación con el
pintor Diego Rivera, María lo negó totalmente, alegando que entre ella y Diego solo
existía una amistad.
Nuevamente en España, María filmó su tercer filme en esta nación: Doña Diabla. Ella
causó furor con ―Doña Diabla‖, un papel clave en la construcción su personalidad, en la
creación del personaje.
Doña Diabla es una película mexicana de drama romántico estrenada el 28 de enero
de 1950, dirigida por Tito Davison. La película está basada en una obra homónima
escrita por Luis Fernández Ardavín. La belleza de Ángela (María Félix) provoca que
varios hombres se obsesionen con ella. Divorciada de Esteban (Crox Alvarado), un
cínico oportunista, sin escrúpulos que sólo pretendía usarla. A raíz del desengaño,
Ángela decide volverse dura y consagrar su vida a vengarse de los hombres. De esta
manera adquiere el mote de "Doña Diabla". Su hija Angélica (Perla Aguiar) ignora la vida
que lleva su madre. La joven se enamora de un rufián llamado Adrián (Víctor Junco),
quien le revela que su madre es "Doña Diabla". Angélica se fuga con él. Para salvar a su
hija de la influencia de Adrián, Ángela le mata y se entrega a la Justicia.
El reparto contó con los actores: María Félix como Ángela "Doña Diabla", Víctor Junco
como Adrián Villanueva, Crox Alvarado como Esteban de la Guardia, José María Linares
Rivas como licenciado Octavio Sotelo Vargas, la cubana Perla Aguiar como Angélica,
Dalia Íñiguez como Gertrudis, Luis Beristáin como cura, José Baviera como Solar
Fuentes, Beatriz Ramos como Carmela, Isabel del Puerto como Clara Valdepeña, Gloria
Mange como Gloria, cigarrera, la entonces principiante Rebeca Iturbide (1924-2003) que
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en plenitud de su belleza fue observada por un cazatalentos de la productora
cinematográfica Filmex que le ofreció una pequeña participación personificando a una
modelo en este filme; Pastora Soler como gitana cantaora y adivina, Ramón Gay como
invitado en la fiesta, Turanda como bailarina e Irma Dorantes como extra.
María Félix fue conocida como La Doña por su papel en la película Doña Bárbara
(1943), basada en la novela homónima de Rómulo Gallegos y por el protagónico de
Doña Diabla (1949).
En los filmes: La mujer de todos, La Devoradora, La diosa arrodillada y Doña Diabla;
María asume los rasgos de una mujer que triunfa en sus propósitos gracias a su
hermosura, audacia, a su férrea voluntad y bravura. De esta suerte, en muchas cintas en
las que intervino, esta mujer poseedora de una singular beldad, de silueta elegante,
hierática; se mantiene fiel al estereotipo establecido para melodramas de pasiones
desencadenadas.
María había vivido en Polanco hasta 1950 en la calle de Aristóteles N°127.
Vuelve a España para filmar ―La noche del sábado‖ (1950), producción española de
Rafael Gil, escrita a partir de la obra homónima de Jacinto Benavente; que contó con las
actuaciones de María Félix, Rafael Durán, José María Seoane, Manolo Fábregas, María
Rosa Delgado, Virgilio Teixeira, Mariano Asquerino; y trata sobre una seductora joven,
de humilde origen, se hace modelo de un artista de renombre, y a través de una
escultura de su cuerpo desnudo, adquirida por el príncipe de un reino — de quien se
hará su amante— pasa a ser una mujer de fama y fortuna, conocida en toda Europa bajo
su nuevo nombre de Imperia. Basado en la obra de D. Jacinto Benavente, adaptada por
A. Abad Ojuel.
Ahí conoció al poeta francés Jean Cocteau, que escribió una historia para cine
especialmente para que ella la interpretase. ―Tanta y tan intensa es su hermosura, que
duele‖ (―Cette femme est si belle que'elle fait mal‖), dicen que dijo Jean Cocteau cuando
la conoció. Tras responder a Jean Cocteau con un tajante ―soy María Félix‖ a la pregunta
¿usted quién es?, el artista francés le adviritió ―usted no es María Félix, usted es alguien
que se cree María Félix‖.
Parecía no tener alma; era la devoradora, la de todos y la de nadie, la doña, la diabla,
la generala. Rindió voluntades y doblegó temperamentos. María Félix reivindicó una y
otra vez su independencia, erigió su propio altar, se dio el lujo de construir su mito y
además de compartir su vida con cinco hombres.
Luego aceptó la propuesta de trabajar en el cine italiano. En el viejo continente
demuestra que es una estrella de talla internacional, por lo que viaja a Italia, donde se
consolida como personaje mundial. Protagonizó la producción hispano-ítalo-francesa La
corona negra, de 1951, filme del argentino Luis Saslavsky basado en un argumento de
Jean Cocteau. Jean Cocteau le creó un personaje para la película "La Corona Negra",
pues la personalidad de María le intrigaba; él se hizo su amigo y le regaló varios dibujos.
La corona negra (La couronne noire en francés) es una película española (co-producida
con Francia e Italia) de 1951, un argumento del narrador y realizador francés Jean
Cocteau adaptado a la pantalla por Charles y Peyret Chappuis, con guion del director y
diálogos del español Miguel Mihura, acerca de una ambiciosa mujer que luego de
asesinar a su marido, quien estaba a punto de exigir el divorcio por haberle sorprendido
en amores ilícitos con un amante (Vittorio Gassman), al que solo le interesa hallar el
lugar donde están ocultas unas preciadas joyas; sufre un ataque de amnesia. Un
arquitecto que la ama intenta ayudarla para que recupere la memoria, mientras su ex
amante le exige que le diga donde están ocultos los brillantes del difunto...«Un trío de
intérpretes muy considerable».

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Entre sus actores estuvieron María Félix como Mara Russell, Rossano Brazzi como
Andrés, Vittorio Gassman como Mauricio, José María Lado como Sr. Russell, Antonia
Plana como Sra. Russell, Julia Caba Alba como Flora y Antonia Herrero.
Durante la filmación de La corona negra, el equipo dirigido por Luis Savlasky llegó a un
poblado en Xauen, Marruecos, y debieron aceptar una comida que les ofreció el Jeque
del lugar. ¿El menú? carne de niños que fueron sacrificados a Alá por haber nacido de
un concubinato. En "Todas mis guerras", María explica: "Por miedo al jeque y por amor
al cine tuvimos que comer carne humana".
Mientras su carrera en Europa iba en ascenso, su intervención en "Doña Diabla" (1949)
fue reconocida con el Premio Ariel por Mejor Coactuación Femenina, en 1951, por
tercera vez.
Luego se i nstaló en Italia, para filmar otros proyectos cinematográficos, hasta que
comenzó la filmación de la película Hechizo trágico (Incantessimo Trágico (1951)).
Cuando empezó a trabajar en Italia, la Doña no hablaba italiano, así que para Hechizo
trágico se aprendió los diálogos fonéticamente, y luego terminó tomando ocho horas de
clases de francés.
Durante su estancia en Italia, cuando filmó Hechizo trágico, conoció al papa Pío XII en
Roma, quien no sólo le dio su bendición sino sostuvieron una larga plática en español.
Ya cuando filmó Mesalina (1951), tenía más dominio del italiano.
Mesalina fue una película dirigida por Carmine Gallone, y fue en su momento la cinta
más cara del cine italiano, además de que, al igual que Hechizo trágico, fue producida
por Italia y Francia. La película que finalmente convertiría a María Félix en una estrella
de Europa sería ―Mesalina‖, una producción costosa después de la segunda guerra
mundial.
Mesalina (Messalina en italiano y The Affairs of Messalina, en inglés) es una película
italiana (co-producida con España y Francia) de 1951, dirigida por Carmine Gallone, que
está basada en la vida de la célebre emperatriz romana Mesalina. La decadencia de la
Antigua Roma es vista a través de este retrato de la sensual esposa del Emperador
Augusto. La disoluta Mesalina (María Félix) planea poner el trono de Roma en su joven
favorito.
Entre sus actores aparecen María Félix como Mesalina, Georges Marchal como Cayo
Silvio, Memo Benassi como Claudio, Delia Scala como Cintia y Camillo Pilotto como
Octavio.
Filmada en los célebres Estudios Cinecitta, en Roma, Mesalina fue, en su momento, la
película más cara del cine italiano. Al principio se iba a rodar en España, pero debido a
la censura de Francisco Franco, se rodó en Italia. Este filme se presentó en Venecia y le
permitió conocer a Luchino Viscontti, quien le propuso filmar junto con Marlon Brando un
proyecto que jamás se concretó.
Además, se dice que María mantuvo un breve amor con el primer actor norteamericano
Marlon Brando, que apenas duró unos tres meses, que tal vez ocurrió por este tiempo.
Durante el rodaje de Mesalina (1951), en Italia, María recibió una de las noticias más
difíciles de su vida. Le comunicaron la muerte de su padre. Ella recordó que Durante la
filmación recibí un telegrama que me paró la vida: mi padre acababa de morir en
Navojoa, víctima de un infarto. No pude estar en su entierro porque la filmación hubiera
tenido que suspenderse. Fue un golpe directo al corazón. Haciendo gala de
profesionalismo, no detuvo el rodaje de la que entonces era la producción más costosa
en aquel país ni tampoco viajó a México para asistir al funeral. Bernardo Félix había sido
un padre muy enérgico y estricto con sus hijos. ―Aplicó un exceso de poder y fuerza‖,
señaló la actriz, quien encontró el amor en brazos de su madre, Josefina Güereña.

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Al otro lado del Atlántico, no pocos la llamaban la Mexicana, otro sobrenombre que
supo condensar su esencia de raíz criolla, de la cual siempre se mostró orgullosa y supo
levantar en sus interpretaciones cinematográficas. No en balde, el tema de la Revolución
mexicana se vuelve en su carrera un tópico recurrente, que se evidencia en filmes como
La cucaracha, en el que se enfrenta con su gran rival en la pantalla, la actriz Dolores del
Río. Ese es el contexto también en que se desarrollan las tramas de La escondida, Café
Colón, Juana Gallo, La bandida, La Valentina y La generala, su última película. En estas
historias el fragor de la guerra se avino bien a su imagen de mujer recia y varonil, que
defendió con su atuendo revolucionario de soldadera, a las bravías mujeres que también
participaron en la lucha armada; a la par que las cabalgatas a caballo y su melena al
viento potenciaban su salvaje sensualidad.
Aunque su primer viaje al extranjero fue a la ciudad de Los Ángeles, se resistió María
Félix a realizar proyectos con Hollywood. Invitaciones no le faltaron, pero las rechazó
desde el primer momento: ―me ofrecen papeles de india y las indias las hago en mi país,
en el extranjero solo encarno a reinas‖, comentaría al respecto con su dosis habitual de
autoestima.
Por esta época, algo curioso ocurrió en su vida.
En París, con todos sus brillantes en un pañuelo se fue directo a Cartier y pidió que le
dieran una joya nueva. El resultado fue una serpiente de brillantes con ojos de
esmeralda, que usaba lo mismo como cuff que como collar, y que sería otra de sus
magníficas joyas, un collar de platino y oro blanco, 2473 diamantes talla brillante y
baguette con un peso total de 178,21 quilates, en forma de serpiente, totalmente
articulado, con ojos de esmeralda y compuesto de diamantes redondos y talla baguette,
coloreados con esmalte rojo, verde y negro.
También destacan entre sus joyas unos pendientes de oro rosa y amarillo, diamantes
y turquesas, en forma de serpientes enroscadas.
En esa joyería conoció al rey Faruk de Egipto, quien en un intento por conquistarla la
invitó a su cumpleaños, en El Cairo. Quiso seducirla con la diadema de Nefertiti. Se
comenta que el Rey Faruk de Egipto le prometió una diadema de Nefertari si aceptaba a
pasar una noche con él. Ella devolvió la diadema de oro de la faraona Nefartari al rey
Faruk, con el mensaje de que si creía que ése era su precio de mujer, quería anunciarle
que primero se acostaba gratis con su criado, que enjaezada de diademas con él. ―Eso
no se puede comprar ni con tu reino entero‖, le dijo al osado monarca.
Al rechazar la oferta María no volvió a ver la corona.
Esta sería la época en que se relacionó con muchos intelectuales, pues en sus noches
parisinas, por ejemplo, compartió con Charles Blois, Sacha Guitry, Jean Genet, Max
Ernst, Balthus, Salvador Dalí, Jean-Paul Sartre y Picasso.
Matilde Landeta, primera cineasta del cine mexicano, se encontró una vez con María
Félix en la misteriosa ciudad de París. Platicaron y le dijo: "María qué bella eres". María
Félix no contestó, se ocupó en abrir su bolsa de lentejuelas negras, para sacar un
cigarrillo y fumárselo con la elegancia que le caracterizaba.
Después de un viaje por Europa donde estuvo filmando en Italia, tomó en Génova el
trasatlántico Giulio Cesare que la llevaba a Argentina; pero se bajó en Río de Janeiro
porque un admirador que iba en el barco la convenció de pasar al Carnaval en Río. El
enamorado era Francesco Aldobrandini de la nobleza italiana. María Félix volvió a
encontrar el amor en un viaje, en esta ocasión fue al partir de Italia con dirección a
Argentina, en el noble italiano Francesco Aldobrandini.
Los Aldobrandini fueron una familia noble originaria de Florencia que se expandió por
toda Italia y especialmente por la región de las Marcas. La familia se enriqueció en el
siglo XIV gracias al comercio internacional y a la actividad financiera que en aquella
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época desempeñaron en Florencia, una de las plazas activas de Europa. La casa fue
célebre, sobre todo en el siglo XVI, porque muchos de sus miembros hicieron una
brillante carrera tanto en el campo del derecho como del humanismo o en el campo
eclesiástico. Silvestre Aldobrandini, abogado financiero y gobernador de Fano, y Lisa
Donati fueron padres de los cardenales Giovanni e Ippolito, éste último subido al solio
pontificio en 1592 con el nombre de Clemente VIII. Esta elección ensalzó el prestigio de
la familia, aunque el papado de Clemente VIII fue controvertido por algunos hechos
como las condenas de Beatrice Cenci (quizás para encamarar los bienes de los ricos
Cenci) y de Giordano Bruno.
Lo que este idilio entre María y Francesco resultó efímero, porque la Félix tuvo que
continuar su viaje a Argentina.
De Río de Janeiro tomó un avión a La Argentina para filmar una película " La Pasión
Desnuda" con Carlos Thompson como galán, quien se enamoró perdidamente de ella.
Después tomé un avión a Buenos Aires, dispuesta a ponerme seria y a trabajar.
Entonces me ocurrió una aventura que parece una pesadilla inventada o un cuento de
horror: estuve a punto de irme al cielo sin haber muerto. En el viaje a (al parecer la
puerta del avión se abrió). No supe qué había pasado, pero al volver en mí sentí un
fuerte dolor en la espalda. Creí que el avión se había estrellado contra una montaña,
pero entonces vi que se había abierto la puerta. Junto a mí, del lado del pasillo, iba un
señor que (...) Nunca supe por qué se abrió la puerta ni quién tuvo la culpa del
accidente, pero desde entonces me persigno cada vez que subo a un avión. Otra
experiencia horrible en un vuelo la tuve en un viaje posterior de Panamá a Buenos Aires.
Convertida en la figura cinematográfica mexicana más admirada y mejor cotizada,
María arribó a La Argentina un día de enero donde la recibieron con grandes honores.
―En Buenos Aires me recibieron como en Madrid: con una manifestación de júbilo
popular‖, recordó después. La estancia de María en Argentina duraría seis o siete
meses.
En este país, un periodista le pregunta sin chistar si es lesbiana, Ella, siempre segura,
de una respuesta fácil y pronta, simplemente contestó, altivamente y con su mirada
fulminante: ―Si todos los hombres fueran tan feos como usted, pues sí sería lesbiana‖.
Realmente, cuando María comentó una vez que: "A mí, cuando empecé, las lesbianas
me perseguían y me pagaban la factura". Quizás por esto que varios rumores hablan de
que fue amante de algunas mujeres como Tina Modoti, Frida Kahlo y que tuvo roces con
Irma Serrano, la Tigresa la acuso por acoso sexual, pero no pasan de ser comentarios.
La realidad fue totalmente diferente.
Cuando llegué al hotel Plaza encontré en mi recámara un enorme ramo de orquídeas
que me había enviado Evita Perón. Ella era mi admiradora número uno en Argentina,
quizá porque veía en mí la imagen de lo que pudo haber sido… La llamé por teléfono
para agradecerle las flores y el recibimiento inmenso que me dieron. Ella estaba en una
junta del gabinete, pero la interrumpió para tomar la llamada y a partir de entonces nos
hicimos amigas.
La ilustre mandataria argentina Eva Perón, esposa del presidente argentino Juan
Domingo Perón, la recibe en La Casa Rosada y se hacen amigas. Evita primero la visitó
inesperadamente en su apartamento, donde le obsequió varias alhajas e hizo de María
su confidente y su cómplice. Hasta con el presidente argentino Juan Domingo Perón
llegó a pasearse por la quinta presidencial.
Dicen que en Argentina hablaba muy poco, lo necesario, y llegaba por las mañanas
junto a una asistente francesa llamada Carol, que invariablemente vestía de varón.
Conoció a Evita y frecuentó a Tita Merello, actriz y cantante argentina de tango y
milonga. Y algunos con buena memoria recuerdan que cuando se sentaba a mirar
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escenas de otros le colocaban —siempre— un sillón de alto respaldo y una alfombra roja
que no había pedido. Cuentan que le escapaba al alcohol y sólo bebía leche fría.
En 1952 María actúa en La pasión desnuda, filme rodado por Argentina, España e
Italia. La pasión desnuda es una película argentina dirigida por Luis César Amadori
sobre su propio guión según la leyenda de Thais que se estrenó el 1 de abril de 1953 y
que tuvo como protagonistas a María Félix, Carlos Thompson, Eduardo Cuitiño, Héctor
Calcaño y Diana Ingro. Trata sobre una mujer que ingresa para hacer tareas domésticas
en el convento donde vive su hija paralítica -que la cree muerta- se enamora de un
médico. Por este filme la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de la
Argentina le otorgó el premio Cóndor Académico a la actuación destacada masculina de
1953 a Eduardo Cuitiño.
Contó con las interpretaciones de María Félix como Malva Rey, Carlos Thompson
como Pablo Valdés, Eduardo Cuitiño, Héctor Calcaño, Diana Ingro, Milagros de la Vega,
Diana Miriam Jones, Margarita Burke, José Comellas, Gloria Ferrandiz, Daniel Tedeschi,
Héctor Armendáriz, Mario Baroffio, Cristina Berys y Julián Pérez Ávila.
Cuando María Félix filmaba en Argentina esta película, Pedro Vargas la invitó a ver su
espectá-culo, donde le interpretó el regalo hecho por el guanajuatense José Alfredo
Jiménez, quien le compuso la canción Ella, tras rechazar persistentemente sus
galanteos. De acuerdo con la propia actriz, José Alfredo Jiménez —otro de los grandes
compositores mexicanos— le dedicó el clásico Ella. "Esta canción me la compuso un
enamorado sin ilusiones…no quiere decir nada que Alfredo, José Alfredo Jiménez,
después, cuando yo ya me la aprendí de memoria, se la cantara a otras. Pero esa fue
para mí", dijo María en una de sus apariciones en la televisión mexicana, donde cantó el
tema con la voz gruesa que la caracterizó.
Desde esta película argentina el actor Carlos Thompson la enamora y logra
conquistarla. Por este galancete argentino, hasta Evita Perón interpuso sus buenos
oficios para que la diva mexicana le diera el sí, cuando Carlos le ofreció matrimonio.
María bailó tango con Carlos, aceptó casarse y hasta llamó a su hijo Enrique para que
asistiera a la boda.
Carlos Thompson había nacido el 7 de junio de 1923, como Juan Carlos Eduardo
Mundin Schaffter. Nacido en Buenos Aires, Argentina, sus padres eran de origen alemán
y suizo. En sus inicios trabajó en el cine y en el teatro argentinos. Posteriormente, en la
década de 1950, abandonó su país y viajó a Hollywood donde recibió papeles de galán
europeo. Este actor que protagonizó una frustrada intención de hacer carrera en
Hollywood antes de trasladarse a Alemania para casarse con Lili Palmer, era un tipo con
imponente arboladura de lor inglés, culto y guapo, miembro de una de las familias más
refinadas de la alta sociedad local y del que se contabana jugosas anécdotas.
Con Thompson rendido a sus pies, María recorre los sitios más elegantes en el día y
los más divertidos en la noche, donde aprende a bailar y a cantar tango.
En Argentina comenzó a cantar en importantes cabaret de Buenos Aires temas
compuestos, en su gran mayoría por Lara. Aunque no alcanza éxito como cantante,
bastó su presencia para llamar la atención del público argentino. Ella logró conquistar el
mercado argentino con el filme La pasión desnuda. E incluso recibió regalos de todas
partes de La Argentina.
Ya habían fijado la fecha de la boda entre María y Carlos, cuando la actriz se arrepintió
tres días antes.
María y Carlos estuvieron a punto de casarse en Montevideo. Con los invitados a punto
de llegar, María le dijo a su prometido que se lo necesitaba pensar mejor. Simplemente
apreté mis marfiles y dije: no, esto no tiene futuro. Pensé que no me convenía dar ese
paso y le dije a mi prometido: -Oye, che, lo he pensado mejor y creo que vamos a ser
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infelices con este matrimonio. Déjame pensarlo mejor "¿Pero qué excusa le vamos a dar
a los periodistas?", le dijo Carlos, "No sé, diles que te rompiste un brazo", contestó la
Doña. Él subió por un martillo y después de escuchar golpes y gritos, bajó con el brazo
destrozado, igual que la relación. Nunca se concretó la unión.
Ella le había pedido a su prometido que dijera a la prensa que la boda se suspendía
porque él se había fracturado un brazo. Cuando Evita y medio Argentina estaban felices
con la noticia, la Félix dijo que sólo era atracción física, piel, y adiós che. Súbitamente
días antes de la boda piensa que más que amor hay una atracción física entre ambos.
La boda se suspende ante el escándalo de la prensa argentina que escribe las más
extravagantes historias. Arrepentida de casarse días antes, decidió romper su
compromiso con Carlos, y huyó de la boda como la protagonista de Runaway.
―Carlos era serio, conservador, aburrido, y yo estaba en la época más animada de mi
vida... se me presentó como un obstáculo, pensé que si me casaba con él no podría
gobernar mi vida, y eso para mí siempre ha sido más importante que la marcha nupcial ‖,
dijo después la Doña.
Tenía María una gracia especial para desplegar una insolencia que no era ofensiva
sino bien acogida como síntoma de su brío. Nunca se disculpó por su boato y los
frondosos decorados en los cuales se inscribía no le mermaban su vulnerabilidad de
perpetua doncella en riesgo. Cultivó una marca de fábrica como mujer fuerte, maciza,
rígida y sin embargo nunca dejó de ser, a la vez, una constante novi a abandonada.
Podía ser condescendiente y protectora pero desertaba súbitamente de ese sitial para
mostrarse acosada y tímida. Hay que agradecerle una gallardía y una hermosura que no
disminuyó con el paso del tiempo, una galanura arrogante que no se hizo perdonar.
En medio del escándalo por su ―fuga‖ ante la renuncia de casarse con Carlos
Thompson –quien después se casó con la actriz alemana Lili Palmer, y hasta llegó a
mantener un affaire con Lola Flores- en Argentina, en 1952 María regresa a México
después de una larga ausencia. La acompaña su hijo Kike, ―su más grande fan‖, y
algunas de las más de 90 mantas de vicuña que recibió como regalo de bodas de las
provincias gauchas y que ella misma decía, entre risas, ―se las había clavado‖.
El sábado 30 de agosto de 1952, el avión bimotor que la transporta a México hace
escala en el aeropuerto de Ilopango. Estuvo aquí solo minutos, pero fue titular de este
periódico: ―María Félix de paso por San Salvador‖. La nota detalla que los salvadoreños
se arremolinaban solicitándole autógrafos. Ella firmó varios, fumó un cigarrillo y lamentó
su corta estancia.
Ese día, María iba muy bonita. Copiosa cabellera oscura. Y sobre su cuerpo de
maniquí, un elegante y largo abrigo de botones, que dejaba entrever un vestido más
ceñido. El mismo atuendo con el que aparece, horas más tarde, en México, donde la
esperaban, al pie del avión, diez mil personas para recibirla después de cuatro años de
ausencia. Unas imágenes de Televisa capturan su regreso. Ella saluda, con garbo, a
más de 10,000 espectadores. Cuando ―La Doña‖ llega triun-fante del extranjero, le tienen
organizados varios festejos.
Sobre Carlos Thompson comentó después: En México lo olvidé rápidamente porque
desde mi llegada me sorprendió con sus atenciones un hombre al que yo creía mi
enemigo: Jorge Negrete.
Al regresar a México un emisario de Jorge Negrete, el actor Crox Alvarado, que
entonces era colaborador de Negrete en la ANDA, la recibió en el Aeropuerto con un
ramo de rosas enorme. "Dice Jorge que está muy feliz de que no te hayas casado con el
argentino", fue el mensaje que recibió María Félix. Las flores eran de parte de Negrete,
que no había podido ir personalmente a recibirla. Ese fue el primer gesto de amor del

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Charro Cantor. María lo mira extrañada, aún se acuerda las dificultades que tuvo con
Negrete durante la filmación de "El Peñón de las Ánimas‖.
En uno de los festejos que le tienen organizados, Negrete hace acto de presencia en un
cóctel de bienvenida en honor a la Félix, y empieza a cortejarla. El mismo Charro Cantor
que diez años antes la había menospreciado durante su primera película, ahora se
mostraba a sus pies, como un enamorado que suplica una oportunidad. Ella no deja de
extrañarse pero él la cortejó a todo lo grande, serenatas, llamadas por teléfono, flores,
regalos, etc. Finalmente le propone matrimonio, hasta que María acepta. De esta
manera, ambas estrellas se relacionan sentimentalmente.
Estos rencuentros iniciales, María lo recuerda así: "Nos habíamos conocido antes en
un rodaje y él no ocultó el fastidio que me tenía. Cuando terminamos le pedí -porque así
se acostumbraba entonces- que me autografiara el libreto. El, displicente, se negó. Años
más tarde cuando nos volvimos a encontrar y me propuso matrimonio, le dije que si pero
con la condición de que me diera el autógrafo que me había negado en el libreto de hace
años".
Jorge Alberto Negrete Moreno había sido uno de los cinco hijos del matrimonio de
David Negrete Fernández y Emilia Moreno Anaya. Su padre, David Negrete Fernández,
había nacido en 1885, y falleció el 10 de julo de 1947 en México, unos años antes de
que éste se casara con María; mientras que su madre, Emilia Moreno Anaya, nació en
1885, en Michoacán, México, y murió en 1953 en el D.F. Jorge nació en la ciudad
mexicana de Guanajuato, frente a la Plazuela del Ropero el 30 de noviembre de 1911,
donde hoy en día existe una placa conmemorativa en su honor. Tuvo tres hermanas:
María Del Consuelo, quien fue la mayor y luego se casó con Alfredo Eugenio Farías De
La Garza, hijo de Alfredo Simeón Farías Hernández y de Virginia De La Garza Villarreal,
y con quien tuvo de hijos a Alfredo Emilio, Jorge, Alberto y Alejandra Farías Negrete;
Emilia, María Teresa y dos hermanos: David y Rubén, quien murió poco después de
nacido. Hacia 1921, su padre, el teniente coronel David Negrete Fernández se retiró de
la vida militar, trasladándose con su esposa y sus hijos a la Ciudad de México donde
trabajó como profesor de matemáticas en escuelas oficiales y en el Colegio Alemán
Alexander Von Humboldt, gracias a lo cual pudo inscribir a sus hijos en dicha institución.
Ahí Jorge concluyó la secundaria y aprendió el idioma alemán. Aprendió también inglés,
italiano y estudia de manera autodidacta los fundamentos del Náhuatl. Posteriormente
ingresó al Heroico Colegio Militar, graduándose como Teniente de Caballería y
Administración (Intendencia) del Ejército Mexicano con altas calificaciones. Allí aprendió
a montar caballos, habilidad de la cual haría gala interpretando al charro mexicano en el
cine. Estudió canto con José Pierson, director de la Compañía Impulsora de Opera de
México, quien había sido profesor de cantantes de ópera notables en la época como
Fanny Anitúa, José Mojica y de intérpretes populares como Pedro Vargas, Alfonso Ortiz
Tirado y Hugo Avendaño.
En 1931 con el grado de capitán segundo, solicitó licencia del Ejército Mexicano para
dedicarse completamente a su carrera de cantante, comenzando en la radiodifusora
XETR. En 1937 hace su primera aparición en cine, en el cortometraje de la Warner Bros.
"Cuban Nights" caracterizado como trovador cubano. Posteriormente viajó a México para
actuar en La madrina del diablo donde compartió créditos con María Fernanda Ibáñez,
hija de la actriz mexicana Sara García (amiga de la familia Negrete), quien recomendó al
joven Jorge para el papel estelar de esta película. En 1938 se casa con Elisa Christy en
la ciudad de Miami. Elisa Crochet Asperó, mejor conocida como Elisa Christy, fue una
bailarina y actriz de reparto mexicana de origen español, nacida septiembre de 1917, e
hija de la actriz catalana Elisa Asperó, la Dama de la Sonrisa pálida, y del actor
madrileño Julio Crochet Martínez, mejor conocido como Julio Villarreal.
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En la película ¡Ay Jalisco, no te rajes!, película que lo catapultaría a la fama
internacional y lo convirtió en una de las máximas figuras artísticas en América Latina,
comparte créditos con Gloria Marín, con quien inicia una relación romántica que duró
más de 10 años. Durante el rodaje de Seda, sangre y sol en 1942, se dictaría la
sentencia de divorcio de Negrete y Elisa Christy, después del nacimiento de su hija
Diana Negrete Crochet, y el estreno de la primera de estas películas. En 1949 durante la
filmación de Lluvia roja del cubano René Cardona, Jorge Negrete sostuvo un breve
romance con la actriz mexicana Elsa Aguirre.
La emisora radial Cadena Azul de Cuba le ofreció al ya famoso actor cantar en vivo en
sus canales radiofónicos en combinación con el Teatro Nacional. Fue tanto el cariño del
pueblo cubano, que el entonces presidente Grau San Martín acudió al Teatro Nacional
para aplaudirlo. Terminado su contrato, viajó a Puerto Rico, pero regresó a Cuba para
realizar conciertos de beneficencia, ya que la isla había sido azotada por un huracán.
Durante estas actuaciones, se realizaron grabaciones no comerciales de su voz, que
serían de uso particular de la emisora y varios años después fueron rescatadas
digitalmente.
Quizás por este tiempo es que Ma ría conoce a Vicente Ortega Colunga, gran amigo de
Renato Leduc. Don Vicente fue uno de los personajes que contribuyeron a la celebridad
de la cafetería de la farmacia Regis, donde se reunían en los cuarenta y cincuenta las
grandes personalidades del periodismo y la farándula. Allí surgió y se fortaleció su
amistad con María Félix, ya entonces diva inalcanzable y la primera en alentar sus
sueños editoriales.
Nadie imaginaba que el odio que las dos estrellas se profesaban iba a convertirse en
un gran amor.
Refiere María que cuando Negrete la visitó en el Hotel Regis, donde estaba
hospedada, no era el mismo de antes. Lo cierto es que toda la indiferencia y frialdad de
muchos años se convirtieron en pocos meses en una hoguera de amor. De ello sólo
estaban enterados los amigos íntimos de la pareja, como la actriz Andrea Palma, quien
en cierta ocasión los invitó a cenar.
Cuando las sirvientas de Andrea supieron que iban a tener esa noche visitantes tan
distinguidos se pusieron muy nerviosas. Nunca imaginaron que tendrían la oportunidad
de ver en persona a las famosas estrellas. Por eso, cuando Jorge y María llamaron a la
puerta y las humildes mujeres acudieron a abrir, cayeron desmayadas en el mismo
lugar. Andrea tuvo que hacerse cargo de la situación y sus invitados rieron a la vez y se
compadecieron de la impresión que habían causado.
Días después se hizo público el compromiso matrimonial de Jorge Negrete y María Félix.
Era algo increíble, pero cierto: -- digno de Ripley.
Un grupo de amigos cinematográficos de Jorge le organizó una fiesta en el salón
Versalles para despedirlo de la soltería. Allí estaban Gabriel Figueroa, Antonio Badú,
Miguel Torruco, Rodolfo Landa, el Licenciado Miguel Alemán Velasco y muchos otros.
Arribó Jorge y menudearon los abrazos y felicitaciones. Su alegría no tenía límites.
Parecía haber olvidado sus fracasos anteriores, pues les dijo: ―Ahora sí he logrado el
amor de mi vida. He hallado en María lo que tanto anhelé toda mi vida: comprensión y
reciprocidad en el cariño ―.
Durante la cena ocurrió algo curioso: hallándose sentados frente a la mesa, Jorge notó
que el enanito Tun-Tun apenas alcanzaba el plato. Se levantó de su asiento, tomó a
Tun-Tun en brazos, y al mismo tiempo que le hacía apurar un vaso de whisky, dijo: ―Este
hijo mío, aunque un poco ‗pervertido‘, también tiene derecho a ver lo que nos han puesto
en la mesa. Y también a beberlo―.

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Al regresar a su lugar, Jorge se detuvo frente a uno de sus anfitriones y le musitó al
oído: ―--- Con este casamiento inicio una nueva vida, que espero dure hasta la muerte ―.
Jorge estaba muy lejos de suponer que habría de llegar al final poco tiempo después.
La cena transcurrió en un ambiente de gran cordialidad. Jorge se opuso a los discursos
y cerca de la medianoche se marchó disculpándose con sus anfitriones; no le gustaba
desvelarse.
Durante su noviazgo con Jorge, a María le gustará que le cantara todo el tiempo. Las
dos figuras máximas del cine mexicano, ya reconciliadas, salían a todas partes,
ocupaban cintillos de revistas y periódicos y vivían una etapa de amor muy intensa y
serena. En esa temporada ella vivió en el Hotel Regis, a donde Jorge llegó dispuesto a
conquistarla; el cual dejó para mudarse a su casa de Tlalpan, conocida como la finca del
Catipoato, la cual estrenó el día de su boda con Jorge.
El 15 de octubre de 1952, dos días antes de la boda en su casa de Tlalpan y con
Diego Rivera como uno de sus testigos, María Félix declaró a Excélsior: ―Me caso con
Jorge porque lo amo.‖
El 18 de octubre de 1952, María y Jorge contraen nupcias, en la que fue calificada
como la boda del año. Para esta fecha, miles de mexicanos estaban ansiosos por
conocer todos los detalles de lo que sería la boda del año entre María Félix y Jorge
Negrete, dos de los más grandes ídolos del cine de aquella época. Este evento
representaba una gran oportunidad para demostrar la importancia que tendría la
televisión en el futuro, y así lo entendió Don Emilio Azcárraga Vidaurreta quien decidió
que se transmitiera vía Control Remoto por XEW Canal 2 , a pesar de que entonces sólo
había como 10 televisores en todo México.
María debía abandonar el Hotel Regis al mediodía para llegar a su residencia de
Catipoato --- done se celebró la boda ---, a las 13:30 horas. Sin embargo, se había
congregado una muchedumbre fuera del Hotel y le resultaba materialmente imposible
abandonar el sitio.
Después de hora y media --- eran cerca de las tres de la tarde --- la policía pudo abrirle
paso entre los miles de admiradores que estaban dispuestos a verla de cerca y de ser
posible tocarla. Jorge le dio alcance en la Avenida Insurgentes y juntos llegaron a
Catipoato, donde los esperaba otra sorpresa.
La finca estaba bloqueada por miles de curiosos y fue un triunfo llegar al interior, donde
ya los esperaba una selecta pero también numerosa concurrencia. A ella acuden como
invitados actores, productores, directores, aristócratas, artistas, diplomáticos y políticos,
etc. Fue una boda con cuatrocientos invitados, ochenta fotógrafos y sesenta periodistas.
Entre estos invitados estuvieron María Teresa Montoya, Octavio Paz, María Elena
Márquez (con quien Negrete había filmado ― Tal para Cual ―, en 1952, también junto a
Luis Aguilar), Rebeca Iturbide, Salvador Novo (a quien había conocido mucho antes de
Diego Rivera, al igual que al músico Carlos Chávez) y Renato Leduc, entre muchos otros
personajes, además de toreros y deportistas famosos; e igualmente asistieron Diego
Rivera y Frida Kahlo, grandes amigos de María.
Jorge y María fueron directamente hacia donde estaba el Juez Don Próspero Olivares
Sosa, y los murmullos se apagaron. Los invitados se congregaron en torno a la pareja.
--- En nombre de la Ley os declaro marido y mujer --- dijo finalmente Don Próspero, y la
pareja se fundió en numerosos abrazos.
Todos se disputaban el derecho de felicitar a los novios, quienes quedaron maltrechos
con tantas muestras de cariño. Serían las cinco de la tarde cuando los novios y sus
invitados terminaron de comer. Jorge y María se levantaron y caminaron en dirección al
coche nupcial, despidiéndose de todos a su paso. María Elena Márquez, Rebeca
Iturbide y otras actrices persiguieron el auto de los novios lanzándoles arroz.
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El regalo de bodas de Jorge Negrete fue un espléndido collar de esmeraldas, que se lo
regaló el día de su boda, en la ex Hacienda de Tlalpan. Fue un testimonio de amor de
300 mil pesos. Las esmeraldas eran tan brillantes, como rutilantes las grandes estrellas
de ese matrimonio, y se dice que para costearlo tuvo que hipotecar el rancho de Ciudad
Valles, que con tanto cariño y esfuerzo había levantado.
La boda de María Félix y Jorge Negrete marcó la historia de la televisión en México, ya
que fue el primer casamiento que fue transmitido por la XEW en el canal 2. Fue conocida
como ―La boda del siglo‖. Si alguna vez hubo un matrimonio más perfecto para los
admiradores del cine mexicano, fue la unión de Jorge y María.
Para filmar la boda, se tuvo en cuenta que la casa de María Félix desgraciadamente
estaba en una hondonada. Un día antes se instaló el Control Remoto y, una o dos horas
antes, comenzaron los preventivos para televisar este evento nupcial. Varias veces salió
al aire el productor diciendo: "No se separe usted de la televisión porque en unos
momentos vamos a empezar la transimisón con la boda del año: Jorge Negrete y María
Félix."
Llegada la hora alguien indicó que se alargara la introducción porque no había señal.
Entonces se acercaron los realizadores al monitor para ver lo que pasaba. El evento
estaba por comenzar y cada vez todos se ponían más nervioso porque la imagen
televisiva iba y venía. En un momento dado la imagen se estableció, y de repente ¡nada!
Entonces, el realizador gritó eufórico al técnico: "A ver, a ver, algo moviste porque
ahorita acaba de entrar la señal" El angustiado técnico, repetía una y otra vez ""¡Te juro
que no moví nada..!". El realizador acusaba al técnico y él, cada vez más molesto,
negaba que fuera su responsabilidad. Mientras trataban de encontrar la falla, este
seguía frente a la cámara, repitiendo una y otra vez: "En unos momentos más estaremos
con ustedes al aire para ver la boda de...". La boda dio inico, la señal nunca entró y el
realizador tuvo que disculparse ante la cámara "Lamentamos mucho decirles que por
causas ajenas a nuestra voluntad..."
Nadie sabía lo que había pasado... Comenzaron a levantar el equipo y descubrieron
que un árbol obstruía la señal de Tlalpan a la torre de Televicentro. Con el aire, el árbol
se movía provocando que la señal entrara y saliera. Ése fue el único Control Remoto
que falló y resulta que fue un árbol el que echó a perder la transmisión de la boda del
siglo.
La feliz pareja disfrutó de su luna de miel en el Puerto de Acapulco, y cuentan sus
íntimos que la primera noche Jorge accedió al fin a firmarle a María el libreto de ―El
Peñón de las Animas―, que años atrás se había negado a autografiarle por la discusión
previa que tuvieron.
La noticia de mi boda con Jorge rápidamente llegó a Argentina y Carlos Thompson me
pidió por telegrama una explicación. Con la voz quebrada me deseó suerte. Más tarde
hizo carrera en Hollywood y se casó con la actriz alemana Lily Palmer.
El matrimonio disfrutó de felicidad en todo momento, pero también es cierto que ―La
Doña‖ tenía muchas exigencias.
Dentro de casa, la pareja era muy diferente. Negrete era sencillo, pacífico, tierno
aunque apasionado en la alcoba… siempre y cuando se guardara silencio a la hora de la
intimidad, como asegura la actriz en su biografía: "Para él era indispensable guardar
silencio. Con él aprendí que no se debe decir nada en la alcoba porque en ese momento
de inspiración y confianza las palabras están de sobra y cualquier indiscreción puede ser
usada más tarde contra el amante que se fue de la lengua".
Vivían en la Finca de Capiotato, que gozaba de 14.500 metros cuadrados de jardín y
seiscientos árboles frutales. Además de árboles María coleccionaba perros callejeros y

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serpientes de cascabel en el jardín, tenía 80 que le había ido mandando Diego Rivera
desde Oaxaca.
Es así como su estancia en el país se basa principalmente en su matrimonio con Jorge
Negrete.
Desde 1949 María Félix no filmaba e n México. A su regreso fue contratada para filmar
―Camelia‖. Con su inseparable cigarro en la mano, La Doña regresó a los sets con
Camelia, en 1953, una producción hispano-mexicana de Roberto Gavaldón, donde hizo
pareja con el actor español Jorge Mistral, bien conocido a ambos lados del Atlántico.
En esta película actuaron María Félix, Jorge Mistral, Carlos Navarro, René Dumas,
Ramón Gay, Miguel Ángel Férriz, y trata sobre la cortesana Camelia Peral, ―la mujer más
cara de México‖, es actriz e interpreta en un teatro el rol protagónico de la obra La Dama
de las Camelias. Camelia seduce a un ap uesto torero español llamado Rafael; él será el
Armando Duval en esta adaptación al contexto mexicano de la famosa novela de
Alexandre Dumas (hijo), tercera versión del libro rodada en tierras aztecas. Fotografía a
cargo del gran Gabriel Figueroa y deficiente trabajo del galán Jorge Mistral.
Estando casada María con Jorge, su esposo acostumbraba a ir por ella al terminar el
día de trabajo mientras filmaba ―Camelia ―. También la llevaba por las mañanas en su
auto. Pero el charro-cantor iba perdiendo su buen aspecto a medida que pasaban los
días, porque el mito mexi-cano estaba ya muy enfermo.
Sería tal vez por esta época que la actriz española Sara Montiel y María volvieron a
cruzarse nuevamente, pues Sara se había nacionalizado mexicana en 1951. Sara
Montiel recordó como Félix "nunca quiso hacerse una foto conmigo" y hasta cuando fue
a verla en un rodaje en México: "la tía me vio y dice, aquella señorita fuera del set. Y yo
me fui llorando como una magdalena.‖ Sara Montiel triunfó en el cine mexicano, donde
se granjeó el recelo de María Félix y la enemistad de Luis Buñuel, pues vivió en México
durante los años cincuenta, cuando se convirtió en la actriz española más internacional.
Jorge Vidal, entonces Presidente de la Asociación de Periodistas Cinematográficos
Mexicanos logró que Jorge accediera a co-producir con ellos la cinta ―Reportaje ―, a fin
de obtener fondos para las prestaciones sociales de su organismo y a la vez para
construir la Clínica de los Actores. La mayoría de los artistas famosos también accediron
a intervenir en el film. Fue así como Jorge y María protagonizaron un episodio en marzo
de 1953 de la película ―Reportaje ―, que logró gran éxito de taquilla.
Reportaje es una película mexicana dirigida por Emilio «el Indio» Fernández, y escrita
por el Indio, Mauricio Magdaleno y el español Julio Alejandro, habitual colaborador de
Luis Buñuel. Con Producción de David Negrete, es notable porque en ella participaron
una gran cantidad de célebres actores de la llamada Época de Oro del cine mexicano.
Durante muchos años la película fue exhibida en la televisión mexicana en la víspera del
año nuevo. Como resultado de una discusión entre el dueño y el editor de un periódico,
aquel ofrece a los reporteros un premio para aquel que escriba la historia más
importante del último día del año. La película muestra las historias encontradas por
algunos de los reporteros durante esa noche.
Está considerada como un filme imprescindible para conocer el sistema de estrellas del
gran cine mexicano de la época —con la presencia adicional de famosos nombres del
cine español como Sevilla, Flores o Montiel— al reunir toda una constelación de artistas
de distintas generaciones que interpretan esta colección de pequeños cuentos de
diversa índole, que tienen como tema central lo sucedido en las tres horas previas a la
llegada del Año Nuevo y el reto a que son invitados un grupo de periodistas de una
redacción para que se ganen una cuantiosa suma si logran presentar un buen reportaje
antes de la medianoche. Cinta dedicada a los periodistas del mundo ―por su valiosa
labor de difusión de los más altos valores humanos‖.
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Entre sus protagonistas se encuentran: Arturo de Córdova, Manolo Fábregas, Rafael
Banquells, María Elena Marqués, Ernesto Alonso, José Elías Moreno, Pedro Infante,
Carmen Sevilla, Domingo Soler, Germán Valdés, Libertad Lamarque, Fernando Soler,
Joaquín Pardavé, Pedro Vargas, Dolores del Río, Columba Domínguez, Sara Montiel,
Lola Flores, Jorge Mistral, Pedro Armendáriz, Miroslava Stern, Armando Calvo, María
Félix y Jorge Negrete.
Junto a Jorge Negrete también haría otro filme, El rapto, dirigida por Emilio ―Indio‖
Fernández con las actuaciones también de Andrés Soler, José Elías Moreno, Rodolfo
Landa, José Ángel Espinosa, Beatriz Ramos. Esta película cuenta la historia de c uando
Aurora, una mujer de carácter fuerte y seductora belleza, llegó al pintoresco pueblo
Santiago de Alfaro, sedujo a las ―honestísimas‖ autoridades municipales para comprarles
la hacienda del ―desaparecido‖ Ricardo Alfaro. Pero Ricardo ha regresado, y al llegar a
su casa se entera que ya no es de él. Se inicia un juicio y las autoridades deciden unirles
en matrimonio, obligándolos así a compartir la casa. Este es el principio de una di vertida
guerra por la propiedad… Fue la última película del célebre actor y cantante Jorge
Negrete.
Otro proyecto cinematográfico truncado con participación mexicana fue el intento de
encontrar un buen argumento que uniera en un mismo filme, en un pulso de alto voltaje,
a la artista jerezana Lola Flores y María Félix y una versión de Carmen con un don José
que habría de ser encarnado por el pinturero Luis Mariano.
Mientras esto sucedía, una lamentable pérdida afectaría a la familia de María Félix. Su
tía paterna María Trinidad Félix Flores, hermana de Bernardo, el padre de la diva,
falleció el 6 de agosto de 1953, a la edad de 92 años.
Fue a lo mejor por este tiempo, cuando Rosita Fornés rodaba la coproducción
mexicano-cubana El mariachi desconocido o Tin Tan en La Habana, con Germán
Valdés, Tin Tan, su pareja de en-tonces Armando Bianchi y otros, cuando esta y María
Félix se vieron por última vez. Rosita había huido de México en 1952, separada de
Medel, y con su hija, Rosa María Eugenia Medel Palet, llamada cariñosamente
Chiquitina, quien había nacido en 1949. Entonces, para este período, Rosita había
regresado a México junto a su pareja el actor cubano Armando Bianchi. Un día, siendo
su hija Chiquitina una niña aún, Rosita se encontró con María Félix en un circo. La Doña
estuvo sentada del otro lado de la pista, por lo que ella y Rosita se saludaron desde lejos
y desde entonces no se volvieron a encontrar nuevamente. Sobre María Félix, la vedette
cubana Rosita Fornés opinó: ―Es uno de los mitos de la época del cine mexicano‖. Para
ella, María ―fue una buena actriz‖, que trabajó en los más disímiles papeles, donde hizo
de dama joven, también de mujer fatal, la devoradora de hombres… o sea: ―fue
polifacética‖.
Poco tiempo después de su estancia en México y su casamiento con Negrete, María es
requerida para filmar en Europa. Ella nota que Jorge no se ve bien físicamente. Mientras
disfrutaban de este entorno increíble durante su matrimonio, la hepatitis de Negrete
degeneró en cirrosis. La tormentosa e intermitente relación de Jorge con Gloria Marín
así como los conflictos de la ANDA, no obstante su resistencia física, le habían llevado a
un súbito deterioro de su salud. Lo curioso es que él jamás había tomado una copa de
alcohol, pues su hepatitis era viral, en cambio fumó toda su vida, sin que esto afectase a
su voz. Pero Negrete la anima a marcharse.
A París llegó para filmar la película La Bella Otero, de Richard Pottier. Mientras tanto,
para termi-nar de pagar el regalo de bodas que Negrete le obsequió a María, el costoso
collar de esmeraldas, éste aceptó trabajar en el Teatro Million Dollar de Los Ángeles, en
Estados Unidos, contratado por el empresario Frank Fouce, para que el Charro realizara
su debut en el Teatro Million Dollar.
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El 13 de noviembre de 1953, el actor y cantante Jorge Negrete salió a Los Ángeles a
cumplir con su presentación en el Teatro Million Dollar, a pesar de la prohibición de su
médico. Llegó al aeropuerto de Los Ángeles el sábado 21 de noviembre de 1953, donde
le aguardaba Al de la Rosa, manager del Teatro Million Dollar, el agente Joe Herrera,
Luis Shalhov Burch, Berta Razo y la música del trío Las Aguilillas. El fotógrafo Dave
Saldaña, empleado del servicio periodístico Orbe, de Armando del Moral, se encontraba
lejos de saber que las fotografías que tomó de la llegada de Negrete a Los Ángeles,
serían las últimas del actor con vida.
Al día siguiente de su llegada, la salud del actor hizo crisis. Tras su llegada, Negrete se
alojó en el Hotel Roosevelt donde habría de quedarse hasta el lunes 23 de noviembre,
cuando comenzaría sus presentaciones.
En la ciudad de Los Ángeles asistió Negrete a una pelea del boxeador mexicano Raúl
Macías, cuando se reventó una de las várices del esófago con vómito de sangre
produciéndole una hemorragia que obligó a su pronto traslado al Hospital Leba non
Cedars permaneciendo en coma durante varios días. En esta ciudad Negrete tuvo una
fuerte recaída de la cirrosis hepática que padecía desde muy joven, ya conevertida en
cáncer del hígado.
Cuando el actor cayó enfermo de gravedad, Anita Fouce se encargó de que Negrete
fuera transportado al hospital Lebanon Cedars. Su esposo Frank Fouce, y su hijo Frank
Louis, se encontraban ausentes de Los Ángeles. El lunes una carta escrita por Negrete
explicando su condición, fue expuesta en la entrada del Teatro Million Dollar para la
lectura de su público. Frank Fouce regresó de México para acompañar al actor. Cuando
el estado de Negrete empeoró, otros comenzaron a llegar incluyendo a su madre, y su
esposa Maria Felix, quien voló desde Francia.
Cuando la película "La Bella Otero" estaba en filmación recibe la noticia de la gravedad
de Jorge, estaba en Los Angeles, California, y lo tienen internado en el Hospital Cedros
de Líbano. Después de un viaje precipitado y lleno de peripecias, María llega al lado de
Jorge, el está en estado de coma pero la presencia de María lo anima.
Sobre este episodio, la periodista Elena de la Torre escribiría, después de la muerte de
Negrete:
―Por extraño designio del destino, Hollywood despide por segunda vez un astro glorioso
de la pantalla que, cerrados para siempre sus ojos a la luz, vuelve al solar patrio para
hallar en el regazo de la tierra mexicana el descanso eterno que ha de dar paz a sus
restos. Volvió hace unos años Lupe Vélez, la estrella brillante y bellísima, que por
voluntad propia dejó el mundo. Y volvió como novia enamorada, vestida con galas
nupciales para su maridaje con la Muerte, plena de juventud, plena de fama, ple na de
belleza. (..) Y ahora Hollywood vivió un par de semanas de
intensa amargura y ansiedad, viendo cómo se extinguía la vida de otro mexicano
famoso, que dio a
su patria honra y gloria con su arte. Jorge Negrete murió cuando acababa de cumplir 42
años y cuando todo en la vida, amor, gloria y fortuna, le sonreía. Su figura forma ahora
un tríptico
doloroso, en paralelo con otras dos que le precedieron: Rodolfo Valentino en el cine
americano y Carlos Gardel en el cine argentino. Tres ídolos de los públicos; tres galanes
apuestos; tres hombres nacidos para el triunfo, desaparecidos de repente, como si la
vida , celosa de ellos, hubiera querido cubrirlos en plena apoteosis con un manto de
sombras.
(…) Hollywood, la ciudad frívola que parece no prestar atención a nada, vivió días de
angustia y ansiedad al ver extinguirse la vida de Jorge Negrete, precisame nte en los
momentos en que le esperaba con afán para rendirle el homenaje de su admiración y de
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su cariño. El 21 del pasado noviembre llegaba Negrete a Los Angeles, para iniciar una
serie de presentaciones personales, desde el lunes 23 al domingo 29, en el teatro "
Million Dollars".
Al llegar Negrete a Los Angeles y descender del avión en el aeropuerto, vigoroso,
sonriente, lleno al parecer de energías y de salud, nadie podía predecir que quince días
después saldría de este mismo aeropuerto encerrado en un ataúd. Sin embargo, noticias
íntimas nos hicieron saber que
antes de tomar el avión en México habia sufrido una crisis de su antiguo mal del higado
que le habia hecho guardar cama por 24 horas, el dia antes de embarcar.
Al ver a Negrete, no obstante, pusimos en duda tales noticias y esperamos aplaudir al
siguiente dia en el escenario. No pudimos hacerlo. Apenas llegado al hotel sufrio un
desmayo y tuvo que ser trasladado al hospital de Los Cedros del Libano, donde los
médicos inmediantamente se dieron cuenta de la gravedad extrema de su mal, haciendo
que se llamara a su medico particular de Mé xico, el doctor Jose Kaim, que
inmediatamente llegó en avion, luchando sin descanso en union de cuatro especialistas
norteamericanos durante dos semanas por salvar la vida al
enfermo.
Desde el primer momento la batalla estuvo perdida y se hizo imperativo llamar a su lado
a la familia, a pesar de las repetidas protestas del paciente que no queria en modo
alguno que se alarmase a su esposa, Maria Felix, ni a su buena mama, doña Emilia
Moreno.
Pero mientras el luchaba con la muerte, que se acercaba cada vez mas, tres aviones
volaban por el espacio: uno desde Paris, trayendo a Maria Felix; otro desde Mexico,
trayendo a la mama y a los hermanos de Negrete ; y otro desde Florida , trayendo a su
empresario y amigo intimo,
Frank Fouce que interrumpia un viaje de negocios para estar al lado de Jorge.
Los tres aviones llegaron. Y, cuando sus pasajeros se agruparon angustiados alrededor
del lecho de muerte del amado enfermo, ya se debatia este con las sombras que habian
de envolver su muerte en la nada durante cinco terribles dias, hasta que quedo vencida
la resistencia
de su vigoroso corazon.
Y para consuelo de la madre y de la esposa, en el momento de llegar estas a la
cabecera del lecho, Negrete abrió los ojos por ultima vez, como en un espasmo
telepatico que le hiciera percibir la presencia de los seres queridos.Y al ver los rostros
amados tan cerca de el, trato en vano
de incorporarse. Y este fue el último gesto de amor y de despedida de Jorge Negrete
para los dos seres amados de su alma. (…)‖
Se dice que al llegar al hospital, lo primero que hizo María fue buscar a su cuñado
David Negrete para pedrile todos los objetos de valor que su esposo llevaba encima al
entrar al nosocomio: un anillo de diamantes, un reloj, una pluma de oro, entre otras
pertenencias; actitud que ofendió a la familia del Charro Inmortal, a pesar de que se lo
entregaron todo para evitar un escándalo.
Ella llegó a verlo con vida. -Negro: aquí estoy y estaré siempre contigo. Le dijo ella.
―Viniste, negrita‘‘, le dijo Jorge al ver a su esposa a su lado, y luego cayó en coma para
no despertar más. Su esposa María Félix, así como su madre Emilia Moreno (que
también murió en 1953), sus hermanos Consuelo y David Negrete y los integrantes del
trío Los Panchos acudieron para presenciar sus últimos momentos. El sacerdote José
López y Ocampo, de la parroquia de Guadalupe del Sur de California, le aplicó la
extrema unción.

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Jorge Negrete murió a los pocos días en el Hospital Cedros del Líbano, exactamente el
5 de diciembre de 1953. Su deceso se produjo a las 11: 33 a.m. (13:22 horas de
México). Como si hubiera presagiado su muerte en la canción ―México lindo y querido‖,
uno de los primeros grandes mitos del cine nacional falleció fuera de su país natal. "Que
digan que estoy dormido y que me traigan aquí", cantó. Esto fue un golpe muy duro para
ella. María había enviudado tan solo once meses después de su casamiento con
Negrete.
Negrete se convirtió en el primer fenómeno cinematográfico. La primera película que
filma es La madrina del diablo, en 1936. La última fue El rapto, en 1953. Pero además
del cine, Negrete fue uno de los hombres más envidiados al contraer matrimonio con
otro gran monstruo del cine mexicano: María Félix. Otra actividad relevante en la vida de
Jorge Negrete fue su participación sindical dentro de la Asociación Nacional de Actores
(ANDA), desde la cual defendió a su gremio. Fue justamente durante la llamada "época
de oro'' del cine mexicano cuando Jorge Negrete participó como secretario general de la
ANDA, relevando en el cargo a otro gran actor: Julián Soler.
Como secretario general en el periodo 1950-1952, Negrete intervino en la elaboración de
la Ley Cinematográfica que reservó para el cine mexicano 50 por ciento del tiempo en
pantalla y obtuvo una diputación para su colaborador Rodolfo Echeverría, primer
representante de los actores ante el Congreso. La lucha sindical le provocó la enemistad
con Cantinflas, a quien derrotó en la contienda electoral, hecho que el mimo nunca le
perdonó.
La audiencia que esperaba con entusiasmo sus presentaciones, tuvo la oportunidad de
darle un último adiós en un velorio que la familia organizó. Desde las 8pm hasta la
medianoche, mas de diez mil personas desfilaron por su féretro en el mortuario
Cunningham and O'Connor.
La periodista Elena de la Torre opinó que la comunidad hispanohablante de Los
Ángeles no había pasado tal dolor desde el suicidio de la actriz Lupe Vélez, en 1944. De
La Torre quien estuvo presente en el velorio, escribió: ―Con la viuda, Maria Felix; con la
mamá, señora Emilia Moreno; con los hermanos Consuelo y David, y con el médico,
Josée Kaim, quedaron tan solo en la funeraria el actor espa ñol Antonio Moreno, el
empresario Francisco Fouce; Hector Espinola, David Saldañna, Nanette Noriega, la
esposa de Tito Guizar; Leticia Cardenas, Al de la Rosa, Esperanza Baur, la ex esposa
de John Wayne y tres periodistas hispanos: Armando del Moral, Miguel de Zarraga Jr., y
la cronistas que esto escribe‖. Sobre el artículo publicado por esta periodista anunciando
la muerte de Negrete, se transcribe a continuación el siguiente fragmento:
―(…) Eran en estos momentos las 11:45 de la mañana del sábado 5 de diciembre del
1953. La numerosa colonia mexicana de Los Angeles pidio clamo rosa el derecho de
poder despedir a su idolo. Y la familia accedió gustosa a complacer a sus compatriotas.
Tendido, durmiento su sueño de paz en un sencillo y magnifico ataud de bronce, recibio
Negrete el homenaje del pueblo que le adoraba. Desde las ocho de la noche hasta las
doce, en que se permitio la entrada al publico a la funeraria , desfilaron ante el cadaver
muy cerca de 10,000 personas, de todas las clases sociales, mexicanos y
norteamericanos por igual , quedando aun llenas las calles adyacentes , cuando a las
doce fue preciso cerrar las puertas para dar paso a la familia, que queria velar al muerto
adorado en las horas restantes,hasta que fuera conducido en la mañana del domingo al
aeropuerto para emprender rumbo a Mexico su ultima jornada. (…)‖
María Félix y Frank Fouce, volaron en compañía de la familia del actor en un avión
costeado por Fouce, que traslado a la familia y el cuerpo del actor a México donde toda
una nación esperaba la llegada del cuerpo de uno de los más grandes ídolos del mundo
hispanohablante. Con el cadáver de Jorge Negrete, María regresó a México. Ella
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comentó que jamás imaginó regresar a México así ―con esta pena tan honda que me
está matando‖.
El comentario publicado por Elena de la Torre también hizo alusión a la llegada de
María con el cuerpo de su esposo a la patria:
―(…) En la mañana del domingo, al llegar al aeropuerto para abordar el avión enviado
por el Presidente de México para transportar el cadáver. María Felix se nego a que el
feretro fuera
subido a la nave aerea, por considerar que era una especie de avion de carga, indigno
de llevar el cadaver. Y hasta las primeras horas de la noche no se consiguió otro avion,
en el que salieron asi, con diez horas de retraso, el cadaver y la familia.‖
Cuando María había filmado en 1944 La monja alférez, adoptó el vestuario que usaría
gran parte de su vida: los pantalones, a pesar de que le valieron multitud de críticas,
sobre todo porque los usó al viajar junto al cuerpo de Jorge Negrete, su marido. Ése,
decía la gente, no era el luto apropiado que una viuda debía guardar. Los pantalones,
sin embargo, ocultaban un secreto: a María Félix no le gustaban sus piernas. Las
consideraba demasiado delgadas. Un viejo fabricante de ropa la recordaría de este
modo: ―Una cara de diosa, pero unas piernas flaquitas, flaquitas‖.
El día de la muerte de Negrete fue considerado de duelo nacional y se guardaron cinco
minutos de silencio en todos los cines del país. Solamente en el aeropuerto de la Ciudad
de México se congregaron cerca de 10 000 personas para recibir su cadáver.
María, Pedro Infante y más de 200,000 mexicanos lloran y entierran a Negrete. Una
valla humana de cientos de miles de admiradores bordeó el trayecto del Teatro de la
Asociación Nacional de Actores (hoy Teatro Jorge Negrete) hasta el Panteón Jardín, al
sur de la Ciudad de México. Si la boda de la Doña con Negrete fue tumultuosa, el
entierro fue apoteósico: el amor, curiosidad y morbo del pueblo los acompañan hasta el
último momento.
E igual se dice que María y el actor Mario Moreno, Cantinflas, no se llevaban bien
debido a los problemas del mimo con el entonces esposo de la Doña, Jorge Negrete, a
quien incluso intentó golpear en una ocasión. Ella declaró que lo bajó de la carroza
fúnebre el día del sepelio del cantante. Aunque al principio Jorge Negrete y Mario
Moreno fueron compañeros en la lucha sindical por los derechos de los trabajadores del
medio del espectáculo, entre Mario y Jorge hubo un distanciamiento y una sonada
antipatía, pues se dice que el cantante y actor siempre envidió las posesiones materiales
de Mario y trataba de alcanzarlo en todo a como diera lugar.
Pero no solo echó del sepelio de Jorge Negrete a Cantinflas. Cuando murió su marido
Negrete, hasta en el cementerio, lleno de paparazzis, María también botó a la actriz
española Sara Montiel. Sin embargo, esta actriz hispana recordó que: "Pero la vida es
tremenda, y cuanto ella más me despreciaba, yo más la defendía como artista...‖
El entierro de Negrete fue tan espectacular como su boda con María. Según la Félix el
más hermoso recuerdo que Negrete le dejó fue su dedicación en una copia del li breto de
El Peñón de las Ánimas, para reparar su antigua ofensa, pues Jorge le pidió perdón por
la mala impresión que le había causado en 1943:
―Diez años después. Amor de mi vida: Siento un rencor enorme hacia mí por no haber
tenido la inteligencia ni el suficiente corazón para encontrarte entonces, pues sé ahora y
siempre que no había ni habrá felicidad para mí sí me faltas tú. Perdóname si puedes,
estos diez años de estupidez, que yo no perdonaré nunca. Te adora siempre tu Jorge‖.
María recordó que: El más hermoso recuerdo que Jorge me dejó fue su dedicatoria en
el libreto de El peñón de las ánimas, para reparar su antigua ofensa. La escribió en
secreto y vine a descubrirla por accidente, al abrir una cómoda.
Sin embargo, también le había dejado el collar que le regaló el día de su boda.
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"Conmigo no tuvo tiempo de ser fabuloso, ni malvado ni espléndido. Se fue cuando lo
empezaba a conocer", dijo la Doña al recordar a su tercer marido. María Félix resumía a
Negrete, decía que la inteligencia no era su fuerte. Que era un hombre ingenuo, tierno,
solidario, de gustos sencillos, que se dejaba guiar por las emociones más que por el
cerebro. Aunque le celebraba el haber decido pasar un último año ―de lujo‖ junto a ella.
A los pocos días del fallecimiento de Negrete, José Alfredo Jiménez, Luis Aguilar, Trío
Calaveras, Amalia Mendoza, Antonio Badú, entre muchos otros artistas, le rindieron
tributo en un cortometraje musical.
Los matrimonios de María Félix con Agustín Lara (1943-1947) y Jorge Negrete Moreno
(1952-1953) ayudaron a afianzar su imagen de "devoradora" de hombres.
Meses después del fallecimiento de Negrete, María tuvo que enfrentar una feroz
disputa con la familia de El charro cantor, en torno a su herencia y, sobre todo, por el
famoso collar de esmeraldas de Muzo que Jorge le había obsequiado el día de su boda.
Desde 1947, según recuerda Consuelo Negrete, su hermano Jorge había hecho su
testamento dejándolo todo a su hija Diana, menor de edad, bajo custodia de su madre
Elisa Christy, y a su madre doña Emilia. Por lo que en este testamento no se incluía a su
viuda actual, María Félix. Jorge Negrete ganaba mucho dinero, pero no era rico, por ser
despilfarrador. Peso sobre peso lo gastaba a manos llenas. Por eso, Jorge no heredó
más que deudas. Un montón. Incluida la que había adquirido por el collar de
esmeraldas.
El hermano de Negrete, David, le reclamó a la Doña la devolución del collar,
considerando que era injusto que los herederos cargaran con la deuda. Ahí empezó un
largo litigio. Cuando el hermano de Jorge le pidió a María la devolución del collar ella se
negó.
Como los familiares de Negrete no podían pagar la hipoteca de la casa de los papás de
Jorge, la Félix los alivianó cubriendo la deuda. Para pagar la hipoteca, la Doña hipotecó
la hacienda de Catipoato, la de Tlalpan, que era de su propiedad y era donde se había
casado con Negrete. María creyó así que se acabaría el pleito. Pero no. La
demandaron, y el asunto subió al Tribunal Superior de Justicia.
―Aunque quiero mucho a Dianita‖, dijo la Doña, ―como viuda me corresponde la
propiedad del collar. Además, ya me encariñé con él‖.
―Lo dado, dado‖, fue la respuesta de la Doña a los Negrete. ―Lo consideraba mío y me
pareció un atropello, quereermelo arrebatar. ¿Qué culpa tenía yo de que Jorge no lo
hubiera pagado?‖.
A principios de 1954, cuando María Félix quiso regresar a Francia para continuar con su
trabajo filmográfico de La bella Otero, dos policías se pararon frente a ella con una orden
judicial que le impedía salir del país, pues estaba acusada de apropiarse indebidamente
del collar. La actriz debía permanecer en México, hasta resolverse el problema del collar.
El juez había ordenado la entrega de la joya al albacea del testamento, que era ni más ni
menos que David Negrete.
Mientras la familia Negrete presentó una denuncia formal contra la Doña, ella los acusó
de haberse quedado con un cofre lleno de monedas antiguas, guardado e n una caja de
seguridad. Aseguró que Jorge se había quedado con la llave, al viajar ella a París. ―!Se
cobraron a lo chino!‖, sentenció y no devolvió el collar de esmeraldas.
El principio jurídico en el que se basó el abogado de la Doña fue ―en materia de
muebles, la posesión equivale al título‖. Al final, María Félix obtuvo de inmediato una
―suspensión definitiva en forma condicionada‖ de esa orden, mediante una fianza de
643,000 pesos, que le permitió por un breve tiempo continuar con su profesión actoral.
Se despide de sus amistades, la élite política y cultural mexicana: Diego Rivera, Frida
Kahlo, Salvador Novo, Octavio Paz... Y vuela a Francia, dispuesta a actuar y devorar
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éxito en francés. Después de la muerte de Jorge, regresó a París a seguir trabajando en
La bella Otero (1954). Esta película le costó mucho trabajo, tomaba ocho horas diarias
de clases de francés, tuvo que bailar, apoyada y enseñada por el bailarín José Torres,
quien estuvo al frente de los ensayos de baile para este filme; cantar y aprender a tocar
las castañuelas. Sobre esta experiencia expresó: Tuve Que hacer un gran esfuerzo para
actuar en francés, aunque suene feo decirlo, puse mis agallas sobre la mesa! hasta
aprendi a tocar castañuelas! Fueron pesadisimas las horas de ensayo, de baile, de
castañuelas, de frances, y el esfuerzo casi desesperado que tuve que hacer. Pero lo
logre con mi famoso "puedo" a la mexicana. Al lograrlo se sintió muy orgullosa.
A su manera, Topolino (una mujer muy pintoresca, encargada de ponerme las pestañas
postizas, a la que mi hijo y yo bautizamos con el nombre de un pequeño carro italiano)
también hacía progresos en el francés. En una fiesta que di en mi casa un invitado le
preguntó cuántas veces había estado en Francia. Ella le respondió con mucho aplomo:
"C'est la premiere fois que je pis la…
La actriz mexicana María Félix conoció personalmente a Carolina Otero o La Bella
Otero, que era el nombre artístico de la célebre bailarina española, cantante e incluso
actriz Agustina Otero Iglesias, inte rpretó en el cine su biografía, por cierto, plagada de
imprecisiones, pues Carolina Otero gustaba fantasear sobre aspectos de su tortuosa
existencia.
Considerada una de las mujeres más hermosas en su tiempo y con una imagen de
―guitarra y pandereta, de toreros, de gitanos y de sangre‖, la Bella Otero llenó cualquier
teatro en el que se presentó. En ella se inspiró el cubano más universal, José Martí, para
escribir su poema La bailarina española. Argentina, Cuba y Rusia fueron los paises que
visitó y actuó más veces; además de que actuó en New York y en otros lugares del
mundo.
Debido a que La Bella Otero inventó parte de su pasado para obviar hechos como su
violación o sus orígenes extremadamente humildes, muchas biografías, películas u otros
trabajos en torno a su persona tienen datos inexactos y hechos que nunca sucedieron
de verdad.
La presencia excepcional de María Félix enriqueció la coproducción franco-española La
bella Otero (1954), de Richard Pottier. Sobre este filme expresó: ―En ‗La Bella Otero‘,
aunque suene feo, puse mis agallas sobre la mesa. En esa película me la jugué, no
entraba para nada dentro de mi línea. Estudiaba francés ocho horas diarias, poniéndome
un lápiz bajo la lengua para pronunciarlo más o menos. Lo logré‖.
En 1954 a María le llegó la oferta para protagonizar La condesa descalza (The Barefoot
Contessa) que fue una película estadounidense dirigida por Joseph L. Mankiewicz y
basada en la historia de la famosa actriz y bailarina española María Vargas; pero María
la rechazó porque se encontraba filmando La Belle Otero en Francia, y no quería
personificar otra bailarina española ese mismo año, por lo que Ava Gardner terminó
actuando en ese papel.
A pesar del deceso de Negrete, María se las arregló del modo más natural para estar
en el centro de las etapas de mayor efervescencia cultural de México.
Cuando hice La bella Otero regalé centenarios a todos los trabajadores de los estudios
Joinville Le Pont y ellos me consiguieron un camerino con sala, comedor y tina, mientras
que Francoise tenía un cuartucho donde no cabía ni su ropa .
En Francia realizará igualmente la cinta franco-italiana French Cancan, que se convirtió
en la cinta más importante de María en este periodo y fue liderada por el gran director
francés Jean Renoir. Sobre Renoir diría: Jean Renoir, el director, era un maestro al que
toda Francia admiraba y yo quería aprenderle algo. Al conocerlo pensé que era un

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elefante color de rosa. Su ternura y su delicadeza me cautivaron. Al poco tiempo de
conocerlo ya lo adoraba.
French Cancan es una película musical francesa escrita y dirigida por Jean Renoir en
1954, y protagonizada por Jean Gabin y María Félix.
Henri Danglard (Jean Gabin) es un hombre licencioso de la vida nocturna de Paris,
propietario de una sala de espectáculos, en la que actúa Lola de Castro (María Félix),
bailarina de la danza del vientre. Como el negocio no es rentable, Henri decide probar
con un baile pasado de moda, el cancán, inaugurando un nuevo establecimiento, el
Moulin Rouge. Mientras recluta a un grupo de bailarinas, Danglard se enamora de Nini
(Francoise Arnoul), una dulce muchacha que trabaja como lavandera. La rivalidad estalla
entre Nini y Lola, y una serie de eventos se desencadenan en los días previos a la
inauguración del famoso cabaret.
Contó con las actuaciones de Jean Gabin como Henri Danglard, Francoise Arnoul
como Nini, María Félix como Lola de Castro, Giani Esposito como Príncipe Alexandre,
Michel Piccoli como Capitán Valorgueil, Edith Piaf como Eugenie Buffet y Patachou
como Yvette Guilbert.
Evocación nostálgica del ambiente artístico parisino finisecular, French Cancan supuso
para Renoir la ocasión de hacer una película de intención popular, acercarse
nuevamente al universo paterno mediante el uso experimental del color y reencontrarse
con el actor Jean Gabin: ―Nuestras relaciones son puramente profesionales, pero tengo
la impresión de que sus gustos en la vida son poco más o menos los míos. Nos
encontramos en los mismos restaurantes sin consultarnos. Cuando trabajamos juntos no
tenemos necesidad de largas conversaciones para analizar la situación. Apenas
tenemos necesidad del guión para orientarnos. Gabin nació actor del mismo modo que
yo nací autor‖.
Pintoresca estampa de época cuidadosamente reconstruida en función de la pictórica
característica del famoso impresionista Auguste Renoir. Se presentan con desenfado la
vida y costumbres licenciosas de la época. El color está empleado con sentido
específicamente pictórico. La interpretación y los encuadres fotográficos son los valores
estéticos fundamentales de la película.
Sobre este filme recordó: En una escena, según el script, Francoise tenía que darme
un golpe en la cara. Entonces me permití hacerle una sugerencia a Renoir que
seguramente indignó a mi rival.
-Oye -le dije-, este gesto de Francoise para pegarme es ilógico, porque yo nada más le
tuerzo la mano y la tendría dominada. Soy mucho más fuerte que ella. ¿Por qué no le
das otra acción?
–Tienes toda la razón -aceptó Jean-. Mejor que ella te quite el sombrero y te pegue con
él. Será más creíble que un golpe de mano. Francoise no abrió la boca pero por dentro
estaba a punto de estallar. Hicimos un ensayo y la escena salió (…) Eso lo oyó Renoir,
lo oyó Jean Gabin y todos los presentes. Me le fui encima... con el apoyo de Jean Cau,
que me corregía con suavidad y me enseñaba palabras nuevas. A su manera ...
Durante el rodaje del filme French Can Can, en Francia, agarró a patadas y le rompió
los dientes a la actriz gala Francoise Arnaud, enviándola al hospital, luego de que ésta,
celosa por el éxito de la mexicana, le lastimó seriamente un ojo tras propinarle un
puñetazo y no haberle golpeado con el sombrero, como indicaba el guión.
En Europa los personajes de la moda como Irene Karinska y Marcel Escoffier le
diseñaron unos sombreros y un vestuario bellísimo para la película "French Can-Can", el
legendario creador de zapatos Roger Vivier le diseñó y ejecutó decenas de zapatos ( el
Metropolitan Museum y el Museo de las Artes Decorativas de París exhiben los zapatos
de Vivier).
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En 1954, le ofrecieron protagonizar una de las mejores cintas italianas: Senso, dirigida
por el director italiano Luchino Visconti; pero María se vió obligada a rechazar el contrato
ya que la ley italiana prohibía a los extranjeros filmar más de dos cintas por año, por lo
que la actriz Alida Valli fue elegida para sustituirla.
María desdibuja la frontera de la ficción y la realidad. Ella misma a veces no cree la
fama que goza en Francia. Desde ahí, la casa fotográfica Kodak impulsa una campaña
publicitaria, en el Paris Match: ¿Reconoces quiénes son? Bajo la pregunta: instantáneas
de Hemingway, Gandhi, el Papa y María Félix. Su fama no pasa inadvertida en
Hollywood. María se ufana de haberlo rechazado: ―Siempre me ofrecían papeles de
huehuenche (indígena) y a mí no me daba la gana ir en ese plan. Me parecía que
encerrarme en el tipo de belleza autóctona era un menosprecio no solo para mí, sino
para México‖.
Además, hay que tener en cuenta que ella siempre se sintió orgullosa de ser mexicana,
pues fue capaz de declarar al público nacional su orgullo de ser mexicana y su
responsabilidad frente a ello. Pero, también a un público internacional: ―represento a mi
país en el extranjero‖. ―No soy únicamente yo, soy la imagen de mi nación‖.
El 13 de julio de 1954 fallece en el D.F. su amiga la pintora Frida Kahlo, y María estuvo
en su funeral llorando abrazada del viudo, Diego Rivera. María y Diego lloran abrazados
la pérdida sobre el lecho de la sufrida artista que marcaría la vida de los dos. Será por
este amor que la Félix fue la primera en despotricar contra Salma Hayek tiempo después
al enterarse de que esa niña bonita pretendía perpetrar el sacrilegio de personificar a
Frida en una película.
También en este año falleció uno de los tíos maternos de María, José Rafael Guereña
Rosas, hermano de su madre, doña Josefina, quien fuese padre de Gilberto Guereña
Almada, María Justina y 5 hijos más
Tal vez por esta etapa fue que María conoció a Fanny Schatz, representante de varios
artistas. Originaria de Oaxaca, Fanny Schatz inició su carrera como representante en los
años 50, teniendo como primera estrella a la actriz María Félix, con quien la unió una
amistad hasta el fin de sus días. Fanny Schatz ha sido una de las mejores
representantes que ha dado México, y manejó la carrera de estrellas de la talla de María
Félix, Lola Beltrán, Lupita D´Alessio y Verónica Castro. Además, fue piedra angular para
la carrera de estrellas como la cantante cubana Celia Cruz, Carlos y Aída Cuevas,
Enrique Guzmán, además de que consiguió traer a México a artistas como a la actriz
cubana Olga Guillot, José Luis Rodríguez El Puma y Nelson Ned. Para mí ha sido una
suerte contar con Fannita, porque además de ser una magnífica gente sabe hacer lo
suyo con tacto y habilidad.
María se regodea en el cerrado círculo del talento y la inteligencia de París. No solo es
cliente VIP de Cartier, manda a fabricar ahí sus famosas serpientes y lagartos, de oro,
con pupilas de esmeraldas, rubíes, y otros ―vidrios‖. Es amiga del modista Christian Dior.
Amiga de la novelista Colette y la surrealista Leonor Fini. Amiga del catalán Salvador
Dalí, ―un pintor que se hacía el loco. Más tarde se volvió loco de verdad‖. Conoce a
Picasso, al que le parece pesado y arrogante.
Quizás por esta etapa fue que al rey egipcio Faruk se lo encontró alguna vez en
Montecarlo, cuando ya había sido derrocado después de 1952.
Por esta época, Leonor Fini en su estudio de la calle Payenne, realizó espléndidos
retratos de María. Para ocupar su tiempo a parte de filmar, decide hacerse unos retratos
con Leonor Fini, pintora que fuera amiga suya. Ella la nota tan triste que, mientras le
pintaba un retrato, le dice: ―Te voy a regalar un hombre‖. Así, a las bravas, soltó la
surrealista Leonor Fini a María Félix para que salga de su pena. Lo cumplió cabal. Días
después, en 1954, le presenta a Jean Cau, un joven talentoso que trabaja con Jean-Paul
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Sartre. Ella lo recordó así: Era un joven de perfil aquilino que se llamaba Jean Cau.
Trabajaba con Jean-Paul Sartre en la revista Les Temps Modernes, como secretario de
redacción. Es el escritor que he conocido más de cerca, porque más cerca que en la
cama, (…)
La actriz mexicana y el escritor francés se enamoraron de inmediato. Ella era ya una
verdadera celebridad y la película Enamorada se exhibía con gran éxito en las salas
parisinas. Incluso, la prensa gala desplegó a ocho columnas la noticia del arribo de la
estrella con un: ―La enamorada está en París‖. Jean Cau me encantaba física e
intelectualmente. En ese momento, siguiendo a Sartre, era simpatizante del comunismo.
Después empezó a tener más dinero y cambió de ideas. Ahora es partidario de Chirac y
escribe una columna semanal.
Por su parte, el novelista se encargó de pasear a María por los lugares de moda y de
relacionarla con todas las luminarias que en aquel entonces se encontraban en la
Ciudad Luz. Entre otros, con Salvador Dalí, Pablo Picasso, el diseñador Christian Dior y,
por supuesto, el filósofo existencialista Jean Paul Sartre, del que Cau era secretario. Por
cierto, la Félix nunca simpatizó con el pensador ni con su mujer, Simone de Beauvoir.
Decía de ellos que eran unos pesados, pretenciosos e insoportables. Es decir, no podían
caerle bien personas que tuvieran cosas tan marcadamente en común con ella. Simone
de Beauvoir y yo no simpatizamos en absoluto. Me pareció pesada, pretenciosa, llena de
ínfulas. En un hombre esos defectos pasan; en una mujer son horribles. Procuraba
tratarla con pinzas y desde lejos, pero no podía evitar que...
Jean Cau era el niño mimado de la intelectualidad parisina aunque en aquella época,
sus grandes triunfos aún estaban por llegar. Novelista, periodista y dramaturgo,
profesaba una enorme afición a los toros. De hecho, Las orejas y el rabo, Vida y muerte
de un toro bravo, Matador, Toros, Por Sevillanas, son obras taurinas que serían
publicadas en la década de los sesenta. Por su parte, ya sabemos que a María Félix lo
del toreo le encantaba y en México era frecuente verla en barrera de primera fila junto a
la pareja de turno, Agustín Lara al punto. Incluso, hay quien habla de una relación furtiva
con el Matador Luis Miguel Dominguín.
Por eso es de imaginar que María Félix y Jean Cau viajaron quizás a Bayona o a
Nimes, o tal vez a Arles a ver toros; pues seguramente cada uno sabía de la enorme
afición del otro. Además, los franceses en su país ven corridas de toros más formales y
serias que las que ven nosotros los que viven en países taurinos hispanos. Incluso, en
Francia hay suertes, como la de picar, que se realizan con más rigor que en la misma
España.
Jean Cau escribió a María Félix unos versos, mismos que tiempo después, el
guitarrista y compositor Francis Cabrel les puso música y bautizó como La quiero a
morir, del francés «Je l‘aime à mourir», tema que fue lanzado en marzo de 1979. La
canción ha sonado en las voces de incontables artistas entre otros, el español Raphael,
el dominicano Sergio Vargas y más recientemente Shakira, pasando por Jarabe de Palo,
Alejandro Sanz, Marc Anthony y otros. La Doña decía que quien la tradujo al español
nunca alcanzó la sublime belleza de los versos en francés. De todos modos, la pieza es
conmovedora. De aquel intenso y fugaz amor nos quedó este regalo precioso. Además
del español, también se han hecho versiones en italiano, inglés, checo, catalán y chi no,
de este tema que fue escrito por Jean Cau inspirado en María Félix.
Esta es la letra de la canción en francés:
Moi je n'étais rien/ Et voilà qu'aujourd'hui /Je suis le gardien /Du sommeil de ses nuits /Je
l'aime à mourir /Vous pouvez détruire /Tout ce qu'il vous plaira /Elle n'a qu'à ouvrir
/L'espace de ses bras
Pour tout reconstruire /Pour tout reconstruire /Je l'aime à mourir//
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Elle a gommé les chiffres /Des horloges du quartier /Elle a fait de ma vie /Des cocottes
en papier
Des éclats de rire /Elle a bâti des ponts /Entre nous et le ciel /Et nous les traversons /À
chaque fois qu'elle /Ne veut pas dormir /Ne veut pas dormir /Je l'aime à mourir//
Elle a dû faire toutes les guerres /Pour être si forte aujourd'hui /Elle a dû faire toutes les
guerres /
De la vie, et l'amour aussi /Elle vit de son mieux /Son rêve d'opaline /Elle danse au milieu
/Des forêts qu'elle dessine /Je l'aime à mourir//
Elle porte des rubans /Qu'elle laisse s'envoler /Elle me chante souvent /Que j'ai tort
d'essayer /
De les retenir /De les retenir /Je l'aime à mourir /Pour monter dans sa grotte /Cachée
sous les toits Je dois clouer des notes /À mes sabots de bois /Je l'aime à mourir //
Je dois juste m'asseoir /Je ne dois pas parler /Je ne dois rien vouloir /Je dois juste
essayer /De lui appartenir /De lui appartenir /Je l'aime à mourir//
Elle a dû faire toutes les guerres /Pour être si forte aujourd'hui /Elle a dû faire toutes les
guerres /De la vie, et l'amour aussi /Moi je n'étais rien /Et voilà qu'aujourd'hui /Je suis le
gardien /Du sommeil de ses nuits /Je l'aime à mourir //
Vous pouvez détruire /Tout ce qu'il vous plaira /Elle n'aura qu'à ouvrir /L'espace de ses
bras /Pour tout reconstruire /Pour tout reconstruire /Je l'aime à mourir.
Existe una curiosa anécdota que involucra a María Félix, «La Doña» —quien también
se animó a cantarla con una voz más bien cavernosa—: ella contaba que Jean Cau, un
admirador suyo, se la había escrito y dedicado cuando vivía en París y que, además, le
había asegurado que nunca la publicaría. Lo cual anula cualquier posibilidad, en caso de
que esto fuera cierto, de que Cabrel sea el verdadero autor de la canción.
Otras adaptaciones incluyen al trío neoyorquino Dark Latin Groove y su versión latin
house en los 90; a los argentinos Rodrigo «el Potro» y Jairo; a la peruana Eva Ayllón; al
grupo colombiano de hard rock Don Tetto; las más recientes del cantante de rumba
catalana, Muchachito Bombo Infierno, y de otros españoles, como Jarabe de Palo y
Alejando Sanz —en dueto— y Sergio Dalma.
Dicen que Jean Cau era un tipo cruel. En varias entrevistas, María aseguraba que él le
decía cosas muy hirientes, pero lo disculpaba porque tenía mucho talento: ―Jean era el
niño mimado de Jean Paul Sartre, y por lo tanto no me salvé de conocerlo en persona.
Admiro la inteligencia, pero la de Sartre no me convenía. Era un poco pesado con la
gente que no le hacía caravanas, y naturalmente yo no se las hice. Cuando yo tenía una
frase feliz, Su Majestad me regateaba el mérito‖. Jean Cau me enseñó muchas cosas.
Lo que no me gustaba de él era su crueldad. Íbamos a conciertos, a museos, a bailar y a
muchas reuniones de intelectuales. Vivíamos juntos y él quería casarse conmigo. Tal
vez me habría casado con él de haber sido más joven, pero lo conocí a una edad en que
ya no me dejaba llevar por mi primer impulso. Cuando vivía con Jean tuve algunos
problemas con mi hijo Enrique. Un día llegó a mi departamento (...) Con el tiempo
aprendió a estimar a Jean y se hicieron muy amigos. Jean, como dije antes, era el niño
mimado de Jean-Paul Sartre, y por lo tanto no me salvé de conocerlo en persona.
Admiro la inteligencia, pero la de Sartre no me convenía.
Jean Cau fue un escritor y periodista francés, que nació en Bram, Aude, 8 de julio de
1925. Fue secretario de Jean Paul Sartre, además de periodista y reportero de
L´Express, del Nouvel Observateur, de Le Figaro y de Paris-Match. Procedente de la
extrema izquierda, se acercó al GRECE, el think tank de Nouvelle Droite, y fue autor de
textos polémicos en los que fustigaba a la izquierda, la decadencia de Europa y
ensalzaba el combate y las tradiciones europeas. También fue libretista, siendo influido
por la artista belga Regine.
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Para este tiempo en que estaba junto a María Félix, Jean había publicado las obras Le
Fort interieur (1948), Maria-negre (1948), Le coup de barre (1950) y Le tour d´un monde
(1952).
Luego, en 1955 María protagoniza Les héros sont fatigués /Los héroes están fatigados,
una producción franco-alemana al lado de Yves Montand.
Además de Montand había dos grandes actores en el reparto: uno era Jean Servais,
con quien volví a trabajar en Los ambiciosos. A pesar de su alcoholismo era estupendo
como actor y como persona. El otro era Curt Jurgens, que se hizo muy amigo mío en la
filmación y más tarde vino a verme a México con su esposa. Le di un coctel en mi casa,
donde se podía comer el caviar con cuchara. Desacostumbrada a esos lujos, su esposa
no lo (...)
Durante el rodaje de Los héroes están fatigados conocí a Picasso. Estuve a punto de
rechazar esa película porque mi galán era Yves Montand, y su esposa, Simone Signoret,
quería que yo me comprometiera en el contrato a no acostarme con su marido. Yo le dije
a mi agente Paulette Dorisse que por (...) No hubiera podido verme al espejo si aceptaba
esas condiciones de trabajo. La Signoret debió notar que se había puesto en ridículo y
aflojó el cinturón de castidad que le había endilgado a su esposo. Fue lo mejor para
todos (…)
Por este tiempo, el joven Jean le pide que se casen, pero María decide continuar su
carrera y se separan. En 1955, María Félix termina sus filmes y su relación con Jean
Cau, y regresa a Latinoamérica.
La contratan como actriz y cantante en atiborrados cabarets de Suramérica...
En Caracas se encuentra con un arzobispo que vociferaba que ella es mala, un mal
para la sociedad. Una destructora de hogares, come -hombres. Un día después de su
arribo, el religioso muere de infarto y eso genera polémica adicional.
Transgresora, audaz, se sitúa a menudo en el límite, enmarcando su actitud en la
corriente modernizadora que ha traído la industrialización. Del mismo modo se aprecia
en su anticlericalismo. En su autobiografía, los párrafos son numerosos y la Iglesia
Católica ––―uno de los principales enemigos del progreso, no sólo en México sino en
toda Latinoamérica‖ –– recibe ataques muy fuertes. En esta opción, María Félix también
se está jugando un espacio en los vínculos de la actitud laicizante generalizada por el
proceso revolucionario.
En Bogotá, María se siente cansada para dar show. Sale solo a dar las buenas noches.
Alguien grita: ―¡He pagado mil pesos y no he visto nada!‖ Y ella: ―¡Pues sepa usted que
otros han pagado más y han visto menos!‖ Y en Lima, actuaba en lo alto de un edificio,
cuando se devino un terremoto. Ella pide calma al público y continuar con la velada. Tras
bambalinas, algunos peruanos recuerdan verla temblar de susto, con un coñac en mano:
―No puedo quedar mal con la gente, si soy Doña Bárbara ¿cómo iba a echarme a
correr?‖.
En Lima tuve dos aventuras peligrosas, una en tierra y otra en mar. La primera durante
mi show, en un cabaret ubicado en el piso 25 de un edificio. Estaba cantando y de
repente vi que el piano de Chucho Ferrer patinaba y pensé: ¡Dios mío, ...
Durante una visita a Lima, Perú, la embajadora de Francia en ese país le contó que
Jacques Costeau estaba ahí y la invitó a subir al Calipso, así María Bonita conoció el
fondo del mar.
Entre sus romances comentados se encuentra el que supuestamente vivió con un
piloto colombiano de aviación. Para el año 1955, el capitán Gonzalo Fajardo cautivó el
corazón de la diva. Gonzalo Fajardo, un capitán de Avianca de tan solo 27 años, fue
durante todo un año pareja de María Félix, y se comenta que su amor nació en una
tormenta y terminó en un terremoto.
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Gonzalo Fajardo, quien luego se convertiría en uno de los pilotos más destacados de la
aviación comercial de Colombia, y quien años después conformó un hogar y tuvo dos
hijas, conoció por azar a María Félix, la mujer tempestad.
Para el año 1955, Gonzalo Fajardo era piloto de Avianca. Este había sido asignado para
recoger en la casa matriz en Texas un DC3 y llevarlo a Barranquilla. El trayecto fue largo
y tempestuoso. Llevaba cuatro días de retraso porque una tormenta le había estado
persiguiendo desde Bogotá hasta New Orleans, Bronsville y de allí continuó
persiguiéndolo por Miami y Kingston. La tormenta finalmente logró su cometido porque lo
obligó a aterrizar en Cartagena esa precisa noche.
Ya en Cartagena, en el restaurante del aeropuerto se encontré con el capitán Tirado. El
y su grupo también iban para Barranquilla y fueron obligados por la misma tormenta a
aterrizar en Cartagena. Fue Tirado quien le presentó a Fajardo quiénes le
acompañaban; y entre estos acompañantes estaba la misma María Félix. Roberto
Tirado, comandante del vuelo de María Félix, cogió de un brazo a Fajardo y lo animó
para que conociera a la mexicana y conversara con ella mientras se despejaban los
cielos. Gonzalo le dijo a su amigo Tirado que no le interesaba la farándula, y, aunque al
principio se mostró reacio, Tirado logró convencerlo.
Inmediatamente Fajardo sintió un corrientazo. No bastó sino estar al frente de su
irresistible belleza de 40 años para caer fulminado. Fue amor a primera vista.
Emocionado se sentó con ellos. Aunque no estaba con su uniforme sino de overol, la
empatía fue inmediata y ante el acecho de curiosos y solicitudes de autógrafos, pues el
restaurante estaba atestado, Tirado propuso que se fueran para el avión, en donde
estarían más cómodos. Así abandonaron el restaurante del aeropuerto y se fueron al
avión que transportaba a María.
María y el capitán Fajardo siguieron al grupo.
En el avión siguieron hablando durante horas. Gonzalo Fajardo recuerda que María era
inteli-gente, culta, coqueta.
—Te invito a comer mañana, dijo María en voz baja y deliciosa, dirigiéndose a Gonzalo,
quien inmediatamente aceptó y armándose de valentía acercó muy despacio su mano a
la de ella y en el instante en que las pieles se tocaron hubo rayos y centellas.
Cuando mejoró el tiempo salieron para Barranquilla. Ellos, María y su comitiva, en un
DC 4 y Gonzalo en su lento DC 3. Pero le puso toda la potencia para no quedarse atrás.
Sobre este vuelo recuerda Gonzalo: Allí, entre las nubes, delante de mí iba ella y yo iba
pegadito detrás. Desde la cabina llamó al aeropuerto en Bogotá para informarles que se
tomaría en Barranquilla los tres días de descanso que le correspondían.
Esa noche, Gonzalo la esperó en el lobby del Hotel El Prado. Ella apareció de blanco.
En ese vestido y con ese collar de esmeraldas de Muzo que después supo le había
regalado su tercer marido, Jorge Negrete. Así pasaron tres días juntos y felices.
En Bogotá María y Gonzalo se vieron varias veces. Él la llevó de paseo a Mesitas,
donde se dieron cuenta de que se estaban e namorando. Ella luego se fue para Ecuador
y desde allá fletó un vuelo de Avianca para ella y su comitiva y le pidió a la compañía
que el capitán Fajardo fuera el piloto. Él quedó sorprendido cuando le asignaron ese
vuelo.
Cuando regresó a México, María y Gonzalo continuaron escribiéndose, se mandaban
telegramas y ella lo llamaba día de por medio. Ella también le enviaba telegramas muy
tiernos: se despedía pidiéndole a su Virgen de Guadalupe que lo protegiera. Una vez le
regaló una medalla que decía ―Que la virgen te bendiga y te proteja siempre para mí‖.
También le regaló mancornas y otras cositas de oro.
Hubo muchos encuentros porque el Super Constelation tenía unas regulaciones que le
permitían a Gonzalo llegar el lunes a Nueva York y regresar el sábado. Fue un romance
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perfecto. Ellos se ponían de acuerdo, y ella tomaba un vuelo de Air France de ocho
horas desde Ciudad de México y llegaba a las 5 de la tarde a Idelwild, que era como se
llamaba el aeropuerto Kennedy en ese momento.
Gonzalo recuerda que: Era maravilloso verla allí sentadita, vestida con un sastre muy
sencillo, esperándome en una banca en el despacho de aduanas. Nos saludábamos con
sed. Recuerdo su olor a perfumes refinados. Pasábamos la semana en Nueva York, a
veces nos alojábamos en el Plaza de la 59, en el Pierre o en el Sherry Nederland.
Aunque yo ganaba muy bien en Avianca sólo me alcanzaba para pagar mi parte de la
cuenta. Era difícil cubrirle los gastos. Recuerdo que a ella le gustaban muchísimo las
joyas. Era coleccionista de pulseras de serpiente. Tenía en oro, plata, con esmeraldas,
con piedras de colores y en formas extrañas. Una vez vio una pulsera en una vitrina de
la Quinta Avenida. Entró a la joyería y la compró sin importarle el precio. Esa era su
obsesión...
En la Quinta Avenida la reconocían. La gente se lanzaba a saludarla y era fastidioso, por
eso muchas veces nos quedábamos en el hotel... tomando té y galletas. Ella tenía una
personalidad muy fuerte pero conmigo fue amable, llena de cariño y afecto. Creo que
esa fachada masculina que tenía la usaba para defenderse. En la intimidad era dócil y
tierna. Era sencilla. La vi sin maquillaje, bañada y al natural. Se preocupaba mucho por
su físico. En su habitación por las noches tapaba, con toallas y pañoletas, todas las
rendijas para que no entrara luz. —La forma más rápida de envejecer es dormir con un
chisguete de luz en la cara— decía con gracia.
"Le fui tan fiel como lo puede ser un muchacho de 27 años. De la fidelidad de ella, en
esa época de 43 años, no puedo decir nada, pero el hecho es que cada mes nos
encontrábamos clandestinamente en algún hotel de Nueva York como el Pierre, el Plaza
y el Nederland".
Gonzalo le decía Caperuza porque una noche para salir a comer con él se puso una
capa con caperuza, mientras que María le decía Mi gatico con alas, por sus ojos verdes.
Con el solsticio de verano, en julio del año 1955 apareció de nuevo la señora María
Félix en Cuba, tras visitar nuevamente La Habana, vestida de blanco con elegancia y
donaires majestuosos, convertida en una estrella de fama mundial, contratada por los
Cigarros Partagás.
En esta ocasión se alojó en el Hotel Comodoro, del ribeño reparto de Miramar y
accedió a responder cuantas preguntas quisieran hacerle los reporteros.
En el Hotel Comodoro recibió en su habitación al periodista Germinal Barral (Don
Galaor) de la revista Bohemia. Al de la revista Bohemia aseguró que uno de los sueños
de Jorge Negrete y de ella era venir juntos, pero que la muerte de aquel, en 1953, se
había interpuesto. Al referirse a Negrete comentó su interés de visitar La Habana junto
a ella: ―Me dijo –Amor mío, tenemos que ir juntos a La Habana, para que veas cómo me
quieren los cubanos". Concedió una entrevista exclusiva a la revista Carteles. Hizo su
primera aparición en la TV cubana, donde fue entrevistada por el famoso actor Enrique
Santiesteban. En esta entrevista respondió preguntas acerca de sus inicios en el cine, la
última película de Negrete, sobre los modelos de Dior y el tipo de hombre que le
gustaba.
En esta ocasión actuó en la pista del cabaret Montmatre y en el escenario de
Radiocentro (hoy lo ocupa el cine Yara), lugares que ocupan los días habaneros de
María Félix. Y también estuvo en el programa Jueves de Partagas. Se presentó en el Alí
Bar. Bailó chachachá en Tropicana. Se bañó en la playa de Guanabo y visitó La
Bodeguita del Medio.
El cabaret Alí Bar fue uno de los rincones emblemáticos del célebre y emblemático
cantante cubano Benny Moré, pues allí fue su ―Cuartel General‖, donde dejó una
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leyenda aguda. En sus presentaciones compartió el escenario con todos los cantantes
que estaban en el candelero musical. Según datos de Reinaldo Herrezuelo Rey Caney,
Benny Moré comienza en el Alí Bar en 1953, aunque sus presentaciones las hacía con
un pequeño grupo del cabaret, a veces reforzada con el trombón de Generoso Jiménez.
Solamente en una ocasión el lajero se presentó, como algo especial, con la Banda
Gigante. Benny cantaba cuando podía o cuando quería, porque también alternaban
cantantes de moda: Roberto Faz, Fernando Álvarez, Ñico Membiela, Miguel Matamoros,
Orlando Contreras, Blanca Rosa Gil, Orlando Vallejo, Rey Caney. Benny tenía muchos
compromisos por toda Cuba, pero siempre recalaba en el Alí Bar. Ese es el motivo por el
cual, en el propio cabaret se colocaba un letrero donde se nformaba la visita del cantor:
―¿Vendrá hoy el Benny Moré? ¡Nadie lo sabe!‖ Otro letrero decía: ―¿El Benny actúa hoy?
¡Seguro! ¡Ya está adentro!‖. De seguro sería el último de los carteles el que vería María
Félix cuando estuvo en el Alí Bar, donde se presentaría Benny Moré. Porque, estuvieron
de visita en el Alí Bar: Miguelito Valdés, María Félix y muchas grandes figuras.
En el cabaret Montmatre, mientras se abrochaba su collar de perlas y charlaba con
unos amigos, ocurrió la siguiente anécdota:
La actriz se abrocha su collar de perlas mientras charla con amigos. Alguien observa:
- María, milagro que a usted le gustan las perlas. Dicen que traen mala suerte.
La estrella respondió sonriente, con gestos de majestad ofendida:
- ¡Pero estas perlas son legítimas!
- Sí, me refiero a las legítimas –insiste el otro.
- Mire, tener que usar perlas falsas sí es mala suerte. ¡Buena suerte es poderlas usar
legítimas! Y eso quiero yo: ¡poderlas usar siempre legítimas!
A Radamé Ramírez, uno de sus fans, lo recibió en el camerino del teatro Radiocentro,
donde le firmó un autografo y muchas fotos que él tenía de ella. Con él fue muy amable
y sencilla.
Ella iluminó las noches de La Habana el tiempo que estuvo allí y en el Montmartre
triunfó rotundamente, así como en el Teatro Radiocentro. María Félix deslumbró a La
Habana. Su presencia hizo época en esta Villa, que la recuerda joven, como a esos
personajes extinguidos que ella representaba.
La afamada actriz brasileña Carmen Miranda y María Félix coincidieron en La Habana
de julio de 1955. Eran dos divas muy diferentes y los periodistas se percataron de ello.
Carmen, bajita y rubia; María, alta y trigueña; Carmen, risueña y locuaz; María, con una
sonrisa medida y hablar contenido. La primera, cercana; la segunda, distante. Si de
belleza se trataba, María no tenía comparación, mas si se medía por la simpatía, la
gracia, entonces Carmen ganaba.
Por el cabaret Tropicana de La Habana pasaban los artistas más famosos del
espectáculo de la época. Carmen Miranda no sería la excepción. Entrevistada para los
semanarios Carteles y Bohemia, para ambos declaró más o menos lo mismo: sobre su
nacimiento en Portugal, que fue llevada pequeñita hacia Brasil y que en el gigantesco
país sudamericano se hizo artista. Desde 1934 alcanzó el éxito, en un filme del género
carnavalesco que la revelaría en su condición de vedette: Aló, aló, Brasil, que le dio
popularidad sostenida desde entonces y a lo largo de los dos decenios subsiguientes.
Fue una artista cabal y en Cuba lo demostró. Tropicana vivió algunos de sus mejores
momentos con Carmen Miranda, cantando y bailando, descalza a veces, con la blusa
recogida sobre el abdomen, bajo las luces y al ritmo endemoniado del carnaval carioca,
que a través de ella tocó a las puertas de los habaneros. En Cuba, donde se la esperó
por largo tiempo, habló en español con absoluta fluidez. Hizo bromas acerca de su boca
grande, que remarcaba con el maquillaje, y contó de su debut artístico en Nueva York,
en 1939.
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Durante este período era propietario de la legendaria Tropicana Club en La Habana el
empresario Martin Fox, quien estaba casado con la cubana Ofelia Fox (1923 – 2006,
nacida como Ofelia Suárez), la que fue poetisa, conferenciante y personalidad de radio
cuya vida como la esposa del dueño de un club nocturno de La Habana le permitió
reunirse en este lugar con importantes celebridades nacionales e internacionales del
momento, como Carmen Miranda, María Félix, Ava Gardner, Nat King Cole, Ernest
Hemingway y Tyrone Power. En Cuba de la década de 1950, Ofelia Fox se convirtió en
una personalidad nocturna muy conocida, ya que ella estaba a menudo al lado de su
marido en el club nocturno. Bajo la propiedad de Martin Fox, el Club Tropicana floreció y
se convirtió en uno de los lugares de entretenimiento más conocidos en el mundo.
Mientras que Carmen Miranda estaba en Cuba actuando en Bahiondo, Ofelia y Martin
le dieron una fiesta en el día de su santo, San Carmen. El partido se celebró en casa de
Johnny Sueño Club, un cabaret así que después de horas que por lo general no se cerró
hasta después del amanecer. Los Zorros invitó a muchos de los amigos que Miranda
había hecho durante su estancia en Cuba, incluyendo Olga Guillot, la actriz mexicana
María Félix, y la actriz cubana Lilia Lazo. Para Ofelia, el partido fue memorable no sólo
por la presencia de Miranda o la torta de la hoja de merengue cubierto que ella había
hecho especialmente para el evento, sino porque esa noche era una de las pocas veces
en su vida que Ofelia bailó con Martin, quien la llamaba como China.
También llegó a ser amiga de Amelia Mauri, la última mujer del cubano-español
Agustín Rodríguez (Galicia, 1885- La Habana, 1957), un destacado autor, director de
teatro y empresario, que también se distinguió como guionista del naciente cine sonoro
de Cuba y letrista de canciones famosas; además de libretista de sainetes y zarzuelas,
llevando sus obras a la televisión y profesor de excelentes actores de teatro y comedias
cubanas, pero sobre todo, el mejor autor que supo destacar los temas que identificaban
al pueblo cubano.
El sábado 17 de septiembre de 1955 llegó a la ciudad de Guayaquil, en Ecuador el
actor Andrés Soler (1898-1969) junto a su compatriota, la afamada María Félix, al
aeropuerto de la ciudad, donde la masiva presencia de fanáticos los esperó para
saludarlos y pedirles autógrafos; donde se presentaron como el plato fuerte del
programa que presentó Cine Presidente. Ahora, convertido en un lugar de proyección de
películas para adultos, en aquel entonces se promocionaba como el "único teatro en el
Ecuador con aire acondicionado".
Prohibido para menores se tituló el sketch cómico que protagonizaron junto a los
talentos nacionales Paco y Teresita Villar.
Previo a presentarse, María Félix y Andrés Soler recibieron a un grupo de periodistas
locales en la planta baja del hotel Humboldt. La crónica, publicada el 18 de septiembre
de 1955, destaca que ambos fueron amables con los comunicadores y ofrecieron una
"interesente entrevista". Solo hubo un momento en el que La Doña cambió su "voz
suave" por una "firme" para dirigirse a varios admiradores que habían logrado ingresar a
la sala y que pugnaban por un autógrafo: "Pues, ¿me entrego a los periodistas o firmo
autógrafos?". La publicación de EL UNIVERSO indica: "Solamente así se calmó el
entusiasmo de aquellos admiradores, muchos de los cuales eran extranjeros".
En otro punto del hotel, en aquel balcón que mostraba el extenso río Guayas, Soler
habló con Rodrigo Chávez González, amigo suyo y quien escribió en EL UNIV ERSO
bajo el seudónimo de Rodrigo de Triana. Quien interpretara al general Nemesio Garza
en La Escondida (1956), película en la que también apareció María Félix, confesó que se
sintió como en casa durante su estadía en Guayaquil, ciudad en la que vivieron
familiares suyos. Rodrigo de Triana complementa la expresión de su entrevistado, al
escribir: "Y aquí no pudo menos que descubrir natural emoción. Todos recordamos
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enseguida a don Domingo Díaz Soler, que tantos amigos tuvo hasta su muerte, cuando
incluso fue el apoderado y administrador del teatro Sucre, en Quito, en tiempos en que
sus hijos estaban ya en España triunfando como embajadores americanos de arte ante
la madre patria". Andrés Soler recuerda en la entrevista que su hermana Irene conoció
en Guayaquil el amor y formó aquí su hogar. "Y mis sobrinos son todos nacidos y
educados aquí", agregó. También dijo Soler: Ah, la ría! Nosotros hemos cambiado, nos
hemos envejecido alguito, pero esta ría anchurosa y cordial que acogiera nuestros
paseos dominicales en lanchitas o yates, sigue tan joven y riente como ayer, frente a
este malecón que se remoza (se robustece), pero que guarda para los viejos amigos el
recuerdo de su pintoresco paisaje". Andrés Soler a EL UNIVERSO el 17 de septiembre
de 1955.
Era la primera vez que un teatro presentaba sonido de alta fidelidad. Para el
espectáculo, los asistentes cancelaron 7 sucres (menos de un centavo de dólar al
cambio) por verlo desde la Galería y 30 sucres (un centavo) por estar en Platea y
Mezzanine.
A su regreso a México en 1955, María, convertida ya en figura mítica del cine, se dará
el lujo de elegir sus propias cintas, directores y hasta co-estrellas. Continúa así un
ramillete de filmes de disímil factura.
De este periodo destacan La Escondida y Canasta de cuentos mexicanos, un filme
méxico-estadounidense. En estas películas comparte créditos con Pedro Armendáriz,
para muchos su galán por excelencia.
Aún estando con Gonzalo Fajardo, María viajaba para encontrarlo donde fuera.
Panamá, Estados Unidos, Suramérica, Madrid. Los pilotos de Avianca le 'cuadraban'
viajes al hipnotizado amante que casi a diario recibía llamadas telefónicas de la actriz
que por ese tiempo rodaba La Escondida, una de sus 47 películas en las cuales
compartió escena con Yves Montand y Vittorio Gasman.
La Escondida fue dirigida por Roberto Gavaldón, y contó con las actuaciones estelares
de María Félix, Pedro Armendáriz, Andrés Soler, Arturo Martínez, Domingo Soler, Jorge
Martínez de Hoyos, Carlos Agosti, Sara Guash. Este filem a colores cuenta la historia de
cuando en la estación de trenes de Tlaxcala la india Gabriela vende aguami el a los
pasajeros. Ella es la mujer de un pobre agricultor que es llamado a filas por el ejército.
Entonces Gabriela decide cambiar de vida y se convierte en la amante de un general,
con el cual regresa a Tlaxcala… Primera de las espectaculares producciones en color
que protagonizará María Félix sobre el tema de la Revolución Mexicana. Fotografiada
por Gabriel Figueroa, la cinta ganará un premio Ariel de edición.
Incluso, este amante fue a visitarla a México, a su casa de Catipoato. Gonzalo estaba
orgulloso de estar con ella y ella estaba orgullosa de sí misma y feliz de estar con él.
Siempre estaban conversando, porque María era muy culta. Con sus conversaciones,
Gonzalo percibió que su hijo era muy importante para ella. Hablaba mucho de él y de
Enrique Alvarez, el padre del muchacho. Le hablaba de Jorge Negrete, contándole que
había muerto de cirrosis en Los Ángeles y que ella había estado al pie hasta el último
momento. Sin embargo, nunca le habló de su segundo marido, Agustín Lara.
Con el tiempo fue creciendo el amor entre María y Gonzalo, pues pasarían 10 meses
hermosos juntos y se planteó la posibilidad del matrimonio. Lo hablaron y llegaron a la
conclusión de que no era viable. Aunque se querían, comprendían que tenían que
separarse. Gonzalo era joven y sus padres no estaban de acuerdo con esta relación.
Al cabo del tiempo, los rumores de un posible matrimonio entre 'La devoradora' y el
piloto empezaron a crecer como espuma. Así que consideraron los imponderables y
decidieron cortar la relación y mantener una buena amistad.

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"La realidad asaltó el encanto. La diferencia de edades, su fama y mi ambición por
destacarme en mi carrera nos obligó a ponerle punto final a lo nuestro". No hubo
lágrimas ni dolor. Tampoco juramentos. De todos modos sabían que ese día llegaría.
María no hubiera sido de Fajardo, mientras que él se hubiera convertido en Gonzalo
Félix. Esa unión sí lo hubiera absorbido y le habría demandado sacrificios al joven piloto.
Por eso decidieron que para evitar tanto dolor no se volverían a ver. Ella, en todo caso,
le regaló una argolla de matrimonio.
Canasta de cuentos mexicanos fue un filme dirigido por Julio Bracho también 1955,
donde actuaron María Félix, Pedro Armendáriz, la actriz hispano-mexicana Consuelo
Guerrero de Luna, Emma Roldán, Arturo de Córdova, Lorraine Chanel, Elvira Quintana,
Mari Blanchard, Jack Kelly, Jorge Martínez de Hoyos, que sería un filme a colores.
Adaptación por Juan de la Cabada de tres cuentos de B. Traven, autor de El tesoro de la
Sierra Madre. En el primero, Una solución inesperada, un padre le prohíbe
terminantemente a su hijo que se case con una chica sin que al parecer haya razón para
su proceder; en Canasta una pareja de norteamericanos, ávidos de dinero, reciben una
lección de un humilde fabricante de canastas. En el tercero, La tigresa, un rico ganadero
norteño se propone domar a la más hermosa y bravía hembra de Cuernavaca. Jorge
Martínez de Hoyos ganó un premio Ariel de coactuación.
María hablaba perfectamente el francés pero nunca quiso aprender inglés.
También participa en el documental El Charro Inmortal, realizado en homenaje a Jorge
Negrete, donde también participó su hijo Enrique Álvarez Félix.
Una vez que finalizó su romance con el piloto Gonzalo Fajardo, casi finalizaba la
filmación de ―La escondida‖, junto a la única figura que nunca podría opacar en la
pantalla: Pedro Armendáriz; cuando en esa época llegó a su vida alguien que la reanima
sentimentalmente: el banquero Alexander Berger, de origen germánico, alguien con
quien se reencuentra en México, y a quien ya había conocido antes cuando era la
esposa de Agustín Lara.
En octubre de 1955, el abogado de la familia Negrete, Arsenio Farell, logró revivir el
caso del collar que antes David Negrete le había pedido a María, y volvieron a arraigar a
María Félix en México. Tres semanas después, la Doña pagó 150 mil pesos para que se
le levantara el arraigo y pudiera ir a Paris, para visitar a su amigo Alex Berger.
Una vez libre, María Félix asiste a una cena de su amiga Natasha, quien la reunió con
Alex Berger. María Félix está de nuevo libre, y en este encuentro con los Gelman, le
pregunta a Natasha sobre Alex Berger. Ella le dice que está divorciado. María lo
recuerda como un hombre inteligente, sólido con gran sentido del humor y piensa que un
hombre así sería lo ideal para su vida. Natasha hace una cena y los reúne, la atracción
es mutua y el encuentro es todo un éxito. María quedó prendada de su buen trato,
sentido del humor, vasta cultura –era políglota y hablaba rumano, turco, ruso, francés,
alemán y español-, además era atractivo y con dinero. Con él aprendió a fumar puro,
detalle que se volvió parte de su personalidad.
A partir de 1956, María filma por separado en México, París y Madrid.
El 28 de agosto de 1956, coincidiendo en su llegada a Madrid, María Félix y Lola Flores
asistieron a una fiesta ofrecida para ambas, donde se dieron un abrazo de fraternidad de
artistas y de hermanas de sangre hispánica. Realmente esta última frase fue reseñada
por la revista ―Noche y Día‖, donde la publicación escribió, junto a la foto de portada en
la que se les veía abrazadas, que se trataba de ―un abrazo de fraternidad, de artistas y
de hermanas de sangre hispánica‖. En la crónica del evento aparece otra foto de ―La
Doña‖ en animada celebración junto a ―La Faraona‖ y Carmen Sevilla.
Cuando Ismael Rodríguez le presentó el guión de Tizoc, ella no quería hacerla, " Tizoc
es un indio pendejo y los indios no son así...", le dijo. Pero al final decidió realizar el
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filme. Para aceptar su participación en la película Tizoc (1956), al lado de Pedro Infante,
puso como condición que el director Ismael Rodríguez le garantizara protagonizar La
cucaracha (1958), al lado de Dolores del Río.
En 1956 estelariza Tizoc: amor indio, al lado del Ídolo de México, Pedro Infante, cinta
que sin embargo no fue del agrado de la actriz a pesar de su éxito internacional.
Tizoc: Amor Indio o conocida más popularmente como Tizoc o El Indio Tizoc es una
película mexicana escrita por Manuel R. Ojeda y Carlos Orellana, dirigida por Ismael
Rodríguez. La película cuenta la historia del amor trágico entre el indio Tizoc, habitante
de la sierra de Oaxaca y María (María Félix), una mujer criolla proveniente de la ciudad,
aparentemente arrogante y orgullosa que al conocer a Tizoc aprende a apreciar su
sencilla sabiduría y su buen corazón. Recordaría que Todavía se me ponen los pelos de
punta cuando veo esa ridícula escena en que Pedro Infante le canta a mi efigie:
"Virgencita, ya estoy aquí, no te vayas a incomodar." ¡Qué ridiculez! Sin embargo, la
película causó mucho impacto en el (país).
Tizoc aborda el drama de una mujer citadina huye de un desengaño amoroso y se
refugia en la sierra de Oaxaca, donde Tizoc descubre que la recién llegada al pueblo se
parece a la Virgen de la iglesia y tras un mal entendido se la roba para esconderla en
una cueva. Cuando acuden a rescatarla ella es alcanzada por una flecha, Tizoc la
arranca del pecho y se la clava para morir junto a ella. Quizá no fue su mejor película
pero sí una de las más recordadas, por la canción ―Te quiero más que mis ojos‖.
La cinta fue filmada en Pathécolor y CinemaScope por Alex Phillips y forma parte del
periodo final de la Época de Oro del Cine Mexicano, que abarca de 1935 a 1958.
Eulalio Ferrer Rodríguez, empresario de la comunicación y publicista hispano-
mexicano; recordó en sus memorias el fracaso que significó lo que a su modo de ver
hubiese sido el más expectacular de todos los programas de su amigo Agustín Lara (a
quien conocía desde mucho antes): Tú y yo, una idea del ―Flaco de oro‖, con título de un
poema de Jean Giraudoux , que reunía a María Félix y al propio Agustín Lara.
Recuerda que: ―Emilio Azcárraga, padre, nos ha abierto el mejor horario de la semana
en el Canal 2. He entrevistado a María Félix con un cheque en blanco de por medio,
creyendo que aceptaría, pero me ha explicado su negativa: está a punto de casarse con
un rico empresario, con quien piensa vivir en París. Al enterarle de la situación, Agustín
se inconforma: hablará con María y la convencerá. Me pide que concierte con ella una
cita en mi oficina. Será la primera desde que se separaron, o mejor dicho, desde que
Maríale mandó su ropa a Agustín a un camerino del Teatro Lírico, avisada de que
coqueteaba con una corista. María se resiste a la entrevista, pues el programa lo
considera un imposible. Dramatizo los sentimientos amorosos de Agustín y finalmente se
aviene: No quiero líos… voy muy en serio con Alex, me espeta amenazante.‖
―La entrevista se celebró según lo planeado, en mi oficina, hace unos días, después de
una espera de casi dos horas. Nunca olvidaré la escena de un Agustín humilde y
suplicante, que se arrodilla ante la mujer más bella de México —cuyo mito él const ruyó
en gran parte— y le recuerda las horas felices compartidas, la entrega melódica de
María bonita, todo en nombre de que se cumpla una ilusión y una necesidad centradas
en la realización de Tú y yo. Con la voz seca y dura, como un latigazo, María ordenaría:
¡Levántate ―Flaco‖, no pidas imposibles! Luego se apiadaría, explicando a Agustín su
inminente casamiento con Alex Berger, un hombre que le da la riqueza y la seguridad
que ha buscado. Antes de despedirse María parece consolar a Agustín: Nuestro pasado
guárdalo en un estuche..., y dame las gracias por él. Recogí a un desfallecido Agustín y
le acompañé a su casa. En esta casa en la que ahora estoy, con una sala a media luz y
un piano negro arrinconado. Nada se puede hacer, en efecto. Agustín lo sabe. Mira en

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torno, como si buscara algo: ¿Tú sabes que un día sembré la casa de pétalos de rosa
para festejar su cumpleaños?‖
―Mi pregunta es obvia: ¿Todavía sigues enamorado de María? Agustín parece asentir,
pero no responde, mientras fuma uno de sus largos cigarrillos. Claro que está
enamorado de María. Añado el recuerdo del origen de nuestro compadrazgo, en el
―Capri‖, cuando cenando con mi esposa Rafaela le confesamos que esperábamos
nuestro tercer hijo: Será niña, se llamará María y seremos compadres. Fue niño y se
llamó Juan Cristóbal, pero acordamos que no dejaríamos de ser compadres. Suena el
teléfono. Es su nuevo amor, la jovencita Rocío Durán. Como ayer lo fue su madre, la
cantante Chabela Durán. Nos despedimos, una despedida melancólica. Me pide copia
de la grabación de Improntu, un divertimiento al piano que improvisó hace algunos
meses para que no dudara de su talento musical. Ahora me obsequia una parti tura
dedicada con el trazo firme de su letra clara. Muy pocos saben —me dice—que entre
mis ya incon tables canciones soy autor de Broadway adiós. Y tararea:
Broadway, muchacha rubia, de ojos azules [sin corazón. ¿Quién se robó la sonrisa más
bella del [mundo? Broadway, adiós, yo ya me voy. . .‖
Meses después de su reencuentro con el millonario francés Alex Berger, tras descubrir
que son el uno para el otro, éste le propone matrimonio, e inmediatamente María lo
aceptó. Se casan en una sencilla ceremonia en Curbevoir, en las afueras de París, en la
primavera del 20 de diciembre de 1956, lo que permitió nuevamente su regreso a Paris,
donde ella se integra a la alta sociedad parisina, encantándole su rol.
En esta nueva etapa de la vida de La Doña donde se encuentra por primera vez un
hombre que desconoce los celos, que le gusta el lujo, pero también lo práctico, que
piensa en lo enorme y retirado que se encuentra Catipoato (la Casa de María), le
propone construirle una nueva casa, ella acepta y se construye la casa en la calle de
Hegel (en el barrio de Polanco). La casa que en 1956 construyera Alexandre Berger
para la señora María de los Ángeles Félix Güereña con quien contrajo matrimonio en
ese mismo año, se edificó en un predio de poco más de 470m² sobre la calle de Hegel,
entre Campos Elíseos y Tres Picos. Abajo, en una imagen de 1955, aparece la zona de
―Ampliación Chapultepec-Polanco‖ (ahora sección Bosque de Chapultepec) y en un
círculo rojo se señala el predio donde se edificaría la casa; destaca arriba a la izquierda
la glorieta al cruce de las avenidas Presidente Masaryk, Newton y Arquímedes, así como
el trazo ondulante de Campos Elíseos que solía ser el cauce del Río de los Morales. La
edificación de Hegel N°610 satura el terreno en planta baja con cocheras, zona de
servicio y un amplio salón para recibir, mientras que las plantas superiores abren los
espacios habitables a patios interiores; el proyecto de 1955 se ha atribuido
insistentemente al arquitecto Mario Pani (que entre 1946 y 47 había edificado el
Conservatorio Nacional de Música en Polanco). La fachada forrada de recinto y cintilla
de tabique ostenta un relieve que recuerda las serpientes que para el Anahuacalli
dibujara Diego Rivera.
María se muda a Hegel en donde vivirá hasta al final de sus días, muy cerca después de
su amigo el poeta mexicano Efraín Huerta, uno de los poetas más importantes del siglo
veinte en América Latina, quien residía en un edificio renovado en Lope de Vega y
Campos Elíseos.
Los Berger-Félix vivían entre México y París. En aire, viajan en el Concorde, y en tierra,
en Rolls-Royce. En Ciudad de México, residen en casa de él. En París, en el
apartamento de ella. Ambas residencias amuebladas con el ostentoso gusto barroco de
María: armarios españoles del siglo XVI, candelabros de oro, consolas Luis XIV, jarrones
de Jacob Petit, avestruces de plata, docenas de óleos con la imagen de María, ángeles

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coloniales... María afirma que su marido le regala el metro de ciudad de México. Berger
impulsa su construcción, mediando con el Gobierno francés créditos y asesoría.
Quizás por esta etapa es que la vedette cubana María de los Ángeles Santana llega a
Paris, invitada por Manuel de Molina para trabajar en París, luego de haber trabajado
exitosamente en España, donde actúa en el teatro Olympia, en el que alterna con
Josephine Baker, Maurice Chevalier y María Félix, antes de regresar a Cuba en 1958.
En 1957, precisamente el 19 de octubre, María estuvo en un programa especial con
Pierre Cardinal y María Carita para la Televisión Francesa.
La película Tizoc fue galardonada con el Globo de Oro en la categoría de mejor
película en lengua no inglesa en 1957, Pedro Infante (Mazatlán, Sinaloa, 18 de
noviembre de 1917 - Mérida, Yucatán, 15 de abril de 1957) ganó en ese mismo año el
premio a mejor actor por su interpretación de Tizoc en el Festival de Cine de Berlín,
Infante no pudo recoger su premio en Alemania, debido a que había fallecido poco antes
en un accidente aéreo, y fue recogido por el productor Antonio Matouk quien dio a
conocer a los asistentes al festival que Pedro había fallecido por lo que todo el mundo se
puso de pie y le brindaron un minuto de aplausos.
El premio quedó en manos del cineasta Ismael Rodríguez quien lo recibió de parte de
la madre de Pedro ya que según palabras de ella Ismael fue el "padre cinematográfico" y
era justo que se quedara con el reconocimiento.
Para compensarla, el mismo director de Tizoc, Ismael Rodríguez, le crea tiempo
después un vehículo genial para su lucimiento: La cucaracha, donde el director explota
al máximo la recia personalidad de María, haciéndola rivalizar con su "complemento
mítico": Dolores del Río.
Hacia 1956, María autorizó a Vicente Ortega Colunga a publicar la historieta La vida
deslumbrante de María Félix, cuyos excesos fraguaban él y Alberto Domingo. El
argumento era seriado y cada semana María quedaba en una situación complicada que,
por supuesto, se resolvía en el siguiente capítulo.
Impaciente, curiosa, la actriz llamaba a don Vicente un día antes de que el número
correspondiente comenzara a circular para hacerle siempre la misma pregunta: ―¿ Y
ahora qué estupideces voy a hacer?‖, y sus carcajadas, después de escuchar la
respuesta, era el esperado signo de aprobación para el editor.
De principios de 1956 a 1958 circuló esta foto -historieta dedicada a la vida íntima de
María Félix, editada por Vicente Ortega Colunga. Ordenó tomar infinidad de fotografías
de su rostro para poner a María en los sitios más turísticos de Roma, París, Marruecos y
México. El portadista ("cartulista" lo llaman) es Roger López. Los dibujantes son
Cristóbal Velasco, Sergio Tovar, el mismo Roger y María Elena Amézaga. Los fotógrafos
Carlos Moro y Felipe Colín.
Con Alex Berger, María comienza a vivir 6 meses del año en México y 6 en París. Ella
se ocupa de hacer cine, ayuda a Alex en sus relaciones para traer el Metro a la Ciudad
de México, en Francia a cuidar la cuadra de caballos que lleva el nombre de María Félix,
con la cual ganan muchos premios internacionales. Mi cuadra, la cuadra María Félix,
llegó a ser la más importante de Francia, pero los mexicanos ni se enteraban de los
éxitos que tenía con mis caballos en los principales derbies de Europa. Gané el Derby
de Irlanda en Dublín con un caballo (...) Entre mis jockeys recuerdo con especial cariño a
Lester Piggot, que era el mejor de Inglaterra. También tuve una mujer jockey, que
además fue mi secretaria (...)
Alex Berger fue un millonario francés responsable de la construcción del met ro de
México DF que le contagia su pasión por los caballos. Eres mi yegua salvaje, le decía él.
Fue la primera vez que se hace de un hombre inmune a los celos. La Félix negocia con

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su marido vivir seis meses del año en México y seis en París, en la casa nueva que él le
construye sin descuidar cada uno de sus caprichos.
Alex le decía "Puma". María dejó de fumar cigarros de un día para otro, pero como su
marido fumaba puro, se aficionó. Conservó el hábito el resto de sus días como un
homenaje a Berger.
Con Alex, María vive la relación más larga de su vida (18 años), son conocidos en el
mundo, viajan para oír conciertos y escuchar ópera, para ver museos, zoológicos y a los
lugares de moda para esquiar que tanto le gustaba a Alex.
Lo relevante de su relación con Alex, fue el hecho de que él le permitió continuar en el
cine, respetaba mucho su carrera y ella compartía con él sus éxitos. Después de
casarse con Alex filmó, ―Flor de mayo‖, del novelista Vicente Blasco Ibáñez; y filmó con
el actor norteamericano Jack Palace.
Con él María quiso volver a ser madre nuevamente e incluso volvió a embarazarse.
Como Alex había sido hijo único, como ella recordaría: Ningún ser humano se merece
semejante dolor. Me prometí nunca volver a experimentarlo, pero por Alex anulé mi
promesa. El había sido hijo único, sufrió mucho en la infancia por la falta de hermanos.
Nastia, su primera mujer, adoptó una niña que Alex nunca quiso. Yo le quise dar un hijo
de su sangre, aunque no tuviera vocación para la maternidad. Estaba embarazada de
dos o tres meses y tenía el compromiso de hacer Flor de mayo.
Lamentablemente, en 1957, cuando tenía tres meses de embarazo, filmaba la cinta Flor
de mayo en Topolobampo; cuando de pronto resbaló en una piedra y cayó de bruces.
Producto a esta caída, María perdió al bebé. Después de ello ya no pudo embarazarse.
Flor de mayo fue dirigida por Roberto Gavaldón y actuada por María Félix, Jack
Palance, Pedro Armendáriz, Juanito Múzquiz, Carlos Montalbán, Domingo Soler, Paul
Stewart, Jorge Martínez de Hoyos, Emma Roldán. Realizada a colores, fue una
adaptación de una novela de Vicente Blasco Ibáñez cuya trama transcurre en
Topolobampo, puerto pesquero mexicano. Allí llega un barco camaronero capitaneado
por Gatsby, un norteamericano que va a reencontrarse con su viejo amigo Pepe, dueño
de un barco camaronero y casado con la mujer más linda del pueblo. Gatsby viene a
proponer a la cooperativa de pescadores del puerto un negocio, pero su presencia
despierta sospechas y celos en su amigo…Como bien afirma Emilio García Riera, el
filme lo tenía todo para triunfar: texto literario famoso, buen reparto que incluía estrellas
de Hollywood, María Félix, Pedro Armendáriz, excelente fotógrafo, etc., sin embargo el
resultado fue, en palabras del crítico, ―frío y desangelado‖.
María Félix y Pedro Armendáriz, alternaron con el feo y truculento Jack Palance, en esa
película que filmaron en technicolor en la embrujadora Bahía de Ohuira, en el
Topolobambo de tantos recuerdos. La sonorense, ha de haber cumplido 38 años; era
una fruta madura de las carísimas. A Pedro Armendáriz, no lo olvidaron en el puertecillo,
por lo mal hablado y porque no combatía la calor con aire acondicionado y anduvo
encuerado todos los días, en la casa que le dieron en la punta del lomerío. El Jack
Palance, llegó de sabio gringo, creyéndose Einstein, porque llevaba una cosonda para
detectar cardúmenes de camarón en el fondo del mar. Un mamo treto para ignorantes,
pues. Los de las cooperativas, entre ellos el Níquel Ahumada, el Kelele Ceceña y el
Apolonio Matadamas, se rieron del gringo que terminó de locutor de los Records
Guinnes.
El gritón Armendáriz, levantó cejas y maldijo muchas veces. Lo de siempre, pues.
Recompensó al cinéfilo, que Gabriel Figueroa haya sido el fotógrafo de la Bahía Ohuira.
De María Félix, se enamoró Chindo Vasconcelos. María iba a comer camarones al
restaurante Bahía Topo, cuyo dueño era el tal Chindo. Cuando lo entrevistó Dámaso
Murúa este le habló de su amor no correspondido, suspirando hondo y profundo. ―Si
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María mandó al carajo a Agustín Lara y al Presidente Alemán, juntos, podría reponerse
conmigo, yo que la quiero tanto‖, dijo Chindo, con los ojos rojos como si se hubiera
bebido botellas de a litro de la cerveza marca Mexicali. –La Félix, aquí no se acostó con
nadie, intervino Charlie Young, quien era gerente de la Pesquera de Topolobambo.
–Aunque se aparecieron Los Tísicos, que medían casi dos metros cada uno de los tres,
y no eran feos, tampoco María se impresionó. El gringo Palance, fue el primero a quien
ponchó sin cuenta de 3 y 2. No me quiero quemar en un pueblito tan chiquito, dijo la
Doña. Ya tenía sus caballos árabes corriendo en un hipódromo de París, y andaba muy
mundial en sus amores que ni Jean Cocteau, ni Antonin Artaud, pudieron tentar. La
sonorense, sabía que su palmi to de mujer, que no le podía opacar ni María Montez, la
portorriqueña, la llevaría a ser muy orgullosa, altanera, gritona pero muy bonita.
Bonitísima. Se explayó el canijo Charlie Young, quien era gringo de Guanajuato, cuando
Vicente Fox, apenas tenía diez años de edad.
En esos tiempos, todavía no había aeropuerto en Los Mochis y tuvieron que llevar
hasta Guaymas a la Félix, para que se regresara a la capirucha tenochca. En el carro, se
le olvidaron los velices de esa mujer, al tal Charlie Young. Pero María, nomás se rió.
Sabía de la desmemoria que sufría Young, porque en aquel puerto, y en esos años, se
necesitaban agallas para poder vivir entre tantos jenízaros y gaznápiros, que repletaban
la Bahía de Ohuira.
También en este año, el asunto del collar de esmeraldas que le había regalado su
difunto esposo Jorge Negrete y por el que fue demandada por la familia Negrete, ya
había subido al Tribunal Superior de Justicia, quien ordenó que María Félix devolviera el
famoso collar de esmeraldas. El caso no se resolvió sino meses después. María puso
medio millón de pesos en un fideicomiso a favor de Diana (no de los parientes) y retuvo
el collar.
Según su autobiografía, María pagó finalmente con su dinero la deuda del regalo de
bodas de su difunto esposo Jorge Negrete. Aunque otra versión cuenta que fue su
cuarto esposo, Alex Berger, quien desembolsó los 300 mil pesos para liberarla del
problema y darle el placer de disfrutar su valiosa joya.
A Negrete el collar le costó 300 mil pesos, que no pagó. A la Doña, un millón, 293 mil
pesos, más gastos de abogado y una hipoteca.
Aprovechando el escándalo, el productor cinematográfico Guillermo Calderón se
apresuró a echar a andar una película titulada ―El collar de esmeraldas‖. La actriz Ana
Luisa Peluffo interpretaría a la mítica María Félix. Pero el rodaje fue echado abajo ante la
oposición de la Doña: ―¿Por qué van a meterse con mi vida?‖, explotó ella contra el
productor.
Quizás por este tiempo fue cuando conoció al expresidente Miguel Alemán Valdés,
casado con Beatriz Velasco, quien fue un y abogado mexicano que desempeñó la
presidencia de México entre 1946 y 1952 (cuando María era amante de Jorge Pasquel),
y sobre quien se especuló mantuvo una relación, como ella misma aseveró: A Miguel lo
conocí ya de ex presidente. Me ligaron a él como una amante durante todo su gobierno y
la verdad es que ni siquiera lo llegué a ver de cerca. Se rumoraba, entre muchas otras
mentiras, que había un túnel subterráneo entre mi casa de Polanco y Los Pinos, por
donde el presidente se metía para venir a verme. Como yo era la más guapa del cotarro
y como a Alemán le gustaban mucho las guapas, el pueblo creía que yo me le merecía,
pero nada era cierto. Si yo me compraba con mis centavos alguna piedrita o alguna
alhaja de poco valor, de inmediato decían que Alemán me la había regalado. Así es que
no me podía poner nada. Y a mí me daba coraje porque mis joyas eran modestas, no
eran alhajas tan grandes y tan formidables como las que el presidente me hubiera
podido regalar. Siempre lo estaban dejando como avaro con esos regalos.
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Cuando Alemán ya había desocupado la silla me lo encontré en casa de Nabor Carrillo
en un banquete y le dije: ―Mire, me han achacado tantas cosas con usted que véngase a
comer a la casa conmigo. Total, ya somos famosos ¿no?‖ Ahí empezó nuestra amistad,
que fue muy buena porque yo simpatizaba con su hija Beatriz, Alex se hizo amigo de
Alemán y como éramos vecinos nos juntábamos a cenar muy seguido. A parte de su
importancia como político, Alemán era simpático, alegre, fácil de tratar, sencillo,
inteligente y muy atractivo. Yo le decía Jefe Pluma Blanca, por su mechón canoso. Estoy
perfectamente de acuerdo con las mujeres que se volvían locas por él. Si nos
hubiéramos conocido más jóvenes quién sabe qué hubiera pasado. Pero Alemán ya
tenía su segundo frente, una mujer Austriaca bellísima. Yo también era invitada a la casa
chica y para no herir susceptibilidades me apalabraba antes con Beatriz y le avisaba.
―oye, mi reina, me invitan a la casa chica, no vayas después a enojarte conmigo porque
tu padre me invitó‖. Fuera de la cosa mundana tengo la impresión de que Alemán fue un
gran presidente. Se preocupaba mucho por el país y nunca tomó las decisiones a la
ligera. Nadie puede negar que dejó cosas buenas y eso ya es mucho en un país en el
que la mayoría de los presidentes dejan horrores.
Quedan para la narrativa anecdótica las aventuras amorosas de Alemán: la actriz
brasileña Leonora Amar fue la más conocida, aunque se mencionaba también a María
Félix, al grado de afirmarse que la esposa de Alemán Valdés, Beatriz Velasco Mendoza,
la encontró en el aeropuerto de la Ciudad de México y le soltó una bofetada.
Lo cierto es que María mantuvo una estrecha relación amistosa con Miguel Alemán
Valdés y con su familia, al igual que con su hijo Miguel Alemán Velasco.
Por este tiempo estaba presidiendo Adolfo Tomás Ruiz Cortines –quien fue un contador,
militante revolucionario y político priísta mexicano- los Estados Unidos Mexicanos, quien
tuvo su mandato en el sexenio de 1952 a 1958, y, además, fue sucesor en el cargo de
Miguel Alemán Valdés. Para este tiempo, este estaba casado en segundas nupcias con
María de los Dolores Izaguirre Castañares, Primera Dama del país. Con relación a María
Izaguirre y su esposo, María recordó lo siguiente: A Ruiz Cortines lo traté en cenas de
Los Pinos y alguna vez jugué canasta con su mujer, que por cierto era muy tramposa.
Estaba acostumbrada a jugar con un grupo de lambisconas que se dejaban ganar para
congraciarse con ella, una vez tiró un nueve al monte y se le ocurrió gritar:
–¡Con el nueve no se mueve!
Yo le dije que esa regla no existía en la canasta, y como tenía un par de ese número, me
llevé el monte. Sus amigas se quedaron con el ojo cuadrado.
Incluso, se comenta que una vez la esposa de un presidente de la República de ese
entonces le mandó un papel donde decía: "Puta". Y ella le contestó, mire, me han
mandado muchas cartas, muchos mensajes pero nunca había yo recibido una carta con
sólo la firma.
Luego aparece en Café Colón, en1958, junto a Pedro Armendáriz, única figura que no
podía opacar en la pantalla; y en Miércoles de ceniza; La estrella vacía; y en La
cucaracha.
Café Colón fue dirigida por Benito Alazraki, y contó con las actuaciones de María Félix,
Pedro Armendáriz, Jorge Martínez de Hoyos, Francisco Jambrina, Luis Beristaín. A
colores; la estrella del Café Colón se debate entre su amor a un general zapatista
indiferente a sus reclamos y su ambición personal. A destacar las imágenes de Gabriel
Figueroa, la escenografía de Manuel Fontanals, la música y la presencia de Jorge
Martínez de Hoyos.
La estrella vacía (1958) es una película mexicana, dirigida por Tito Davison y Emilio
Gómez Muriel, basada en la novela homónima de Luis Spota.

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Luis Spota escribió la novela, ―La estrella vacía‖, basada libremente en la vida de María
Félix. Una actriz ambiciosa que se transforma en una celebridad. Aquí su nombre es
Olga Lang; fue llevada al cine por el director Emilio Gómez Muriel, con un guión de Julio
Alejandro en 1958.
Olga Lang, (María Félix) es una mujer de pueblo con sueños de grandeza y anhelos
de ser una famosa actriz, que pueda ser reconocida por su talento, y por el esplendor
que pueda llevar consigo el trabajar en el teatro así como en el cine. Desde muy
pequeña soñaba con el triunfo y estaría dispuesta a lograrlo a cuestas de lo que sea. Su
inicio como estrella famosa, se da gracias a la comunicación que tiene con una amiga,
Teresa Mallén (Rita Macedo) pues ella conoce a Luis (Ignacio López Tarso) un
periodista que está muy allegado a grandes personalidades del cine y que conoce a
contactos que pueden conducir a Olga Lang al éxito. Durante una invitación de Teresa
para Olga, ella conoce a Luis y se enamora profundamente de él. Fruto de su amor,
queda embarazada, pero consciente de que un hijo en sus inicios será un tropiezo
decide abortarlo, -hecho- que pasado el tiempo traería una gran soledad pero que de
momento era un impedimento para su carrera. Su ambición por el éxito fue tal, que
enamoró a varios hombres para obtener lo que necesitaba de ellos y así abrirse un
nuevo camino hacia la riqueza y la fama.
Entre su elenco figuran: María Félix - Olga Lang, Ignacio López Tarso - Luis Arvide,
Carlos López Moctezuma - Federico Guillén, Rita Macedo - Teresa Mallén, Enrique
Rambal - Rodrigo Lemus, Tito Junco - Edmundo Sisler, Ramón Gay – Raúl, Carlos
Navarro - Rolando Vidal, Wolf Ruvinskis - Tomas Tellez, Mauricio Garcés – Jiménez y
Emma Roldán - Teresa, sirvienta.
La película está basada en una popular novela homónima de Luis Spota. Aunque María
Félix fue tomada como la base de la protagonista de la novela por el público, lo cierto es
que Spota se inspiró en diversas figuras, como Lupe Vélez y Ava Gard ner. La propia
María Félix, junto con otras personalidades (Vélez, Dolores del Río, Jorge Negrete,
Emilio Fernández), aparecen en el libro, pero fueron omitidos de la película.
Cuando la llamaron a filmar ―La cucaracha‖, pidió que Dolores Del Río fuese su
coprotagonista.
Distaban mucho entre María y Dolores, las separaba un abismo de diferencia en todos
los aspectos, tanto como a Libertad Lamarque y a Irma Serrano. Dolores del Río era
muy femenina y de vida social; María Félix era de actitudes varoniles, y muy huraña.
Dolores del Río era una brisa; María Félix, un huracan. Dolores del Río era de corte
aristocrático; María Félix, típica clase media.
Siendo tan diferentes y con la egolatría propia de cada una, más exacerbada en el caso
de la Félix, a Ismael Rodríguez se le ocurrió juntarlas en una película sobre la
Revolución soñando en hacer la gran película sobre tal tema, tan idiotamente tratado por
el cine nacional.
Mucho se había discutido sobre una supuesta rivalidad entre las dos actrices. Tiempo
después, María, al hablar sobre este duelo de actuaciones, afirmó: ―Yo la pedí‖ (a
Dolores del Río). En la cinta, La Doña lleva la parte fuerte, recia, el mando sobre los
hombres. En tanto, Dolores es la mujer sumisa, la que sufre, la que no le importa llegar
hasta las lágrimas públicamente.
Lo cierto es que ambas actrices se trataron por primera vez en sus vidas durante la
filmación, y de la supuesta rivalidad, surgió una estrecha amistad que perduró hasta la
muerte. Acerca de esta "rivalidad" María Félix, dijo en su autobiografía en 1993: "Con
Dolores no tuve ninguna rivalidad. Al contrario éramos amigas y siempre nos tratamos
con mucho respeto, cada una con su personalidad. Éramos completamente distintas:
Ella refinada, interesante, suave en el trato, y yo en cambio enérgica, arrogante y
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mandona‖. En otra entrevista María reveló: "Dolores del Río era una Gran Señora.
Dolores era aparte. Una mujer muy inteligente, una mujer de primera clase, una mujer
divertida. Yo quise mucho a Dolores y guardo un gran recuerdo de ella".
En el elenco también estuvieron Emilio ―EL Indio‖ Fernández y Pedro Armendáriz.
La Cucaracha es una película mexicana (filmada en 1958 y estrenada en 1959) co-
escrita, producida y dirigida por Ismael Rodríguez, protagonizada por María Félix y
Dolores del Río, con Emilio Fernández, Antonio Aguilar, Flor Silvestre y la actuación
especial de Pedro Armendáriz.
En los albores de la Revolución mexicana, derrotado y casi sin tropas, el villista coronel
Antonio Zeta (Emilio Fernández) llega a un pueblo controlado por los carrancistas.
Aunque son aliados, Antonio Zeta encarcela y ordena fusilar al coronel Zúñiga (David
Reynoso) y a varios de sus hombres para tomar el control del pueblo. Entre los muertos
está el amante de "La Cucaracha" (María Félix), una bragada soldadera que capitanea
un grupo de mujeres armadas. "La Cucaracha" siente de inmediato una atracción por el
coronel Zeta. Poco después, en un combate, una mujer del pueblo, madura y educada,
llamada Isabel (Dolores del Río), pierde a su marido y se ve forzada a unirse a la tropa.
En poco tiempo, "La Cucaracha" logra que el coronel Zeta se rinda ante sus encantos,
sin embargo, Zeta está fascinado con la presencia de Isabel. En medio de la batalla, se
desata un enfrentamiento pasional entre "La Cucaracha" e Isabel.
Entre sus actores figuran María Félix - Refugio "La cucaracha", Dolores del Río - Isabel
Puente, Emilio Fernández - Coronel Antonio Zeta, Pedro Armendáriz - Coronel Valentín
Razo, Ignacio López Tarso – Trinidad, Antonio Aguilar - El capitán Ventura, Flor Silvestre
– Lola, Cuco Sánchez – Cantante, Irma Torres – Soldadura, Miguel Manzano - Gabriel
Fuentes, Lupe Carriles - "Trompeta", Humberto Almazán – Soldier, Alicia del Lago -
Soldadera embarazada, Emma Roldán – Partera, Tito Novaro - Jacobo Méndez y David
Reynoso - Coronel Zuñiga.
A cambio de protagonizar Tizoc, María quiso hacer La Cucaracha. Ismael quería darle
el papel de Dolores a una debutante, pero como en la película nos disputábamos el
amor del coronel Zeta exigí que la coestelar fuera una actriz de primera. Con Dolores no
tuve ninguna rivalidad. Al contrario:
éramos (amigas...)
El director Ismael Rodríguez tomo como base para La cucaracha, la historia de una
vieja locomotora llamada "Cucaracha", que funcionó en la Revolución Mexi cana.
Rodríguez adaptó la historia y convirtió a "La cucaracha", en una mujer, una soldadera.
La historia giraría en el enfrentamiento entre una bravía soldadera y una joven raptada
de una hacienda por los revolucionarios. Rodríguez ofreció la cinta a María Félix durante
el rodaje de Tizoc: Amor Indio. La actriz considerada originalmente para interpretar a su
némesis sería Elsa Aguirre. María aceptó con la condición de que la co-protagonista
fuera Dolores del Río, y así pudiera darse un "enfrentamiento fílmico" entre las dos
grandes divas del Cine Mexicano. De esta forma, y para que Dolores del Río aceptara el
proyecto, la historia se modificó para crear un personaje femenino tan importante como
el de "La Doña". Así, la historia derivó en el enfrentamiento entre la soldadera y una
mujer del pueblo, madura y educada.
Ismael Rodríguez en 1959 con ―La cucaracha‖, tuvo la oportunidad de reunir a cuatro
de las grandes mitologías del cine mexicano: María Félix, Dolores del Río, Pedro
Armendáriz y Emilio ―El Indio‖ Fernández. Esta cinta le permitió a los personajes
interpretados por María y Dolores, pero especialmente a la primera, trabajar y explotar el
tema de la revolución haciendo resaltar la participación de la mujer presente en aquella
época en la figura de la soldadera. A partir de ésta y de una serie de películas en las que
participa, la figura de la soldadera se vuelve imprescindible, como lo demuestran las
100
cintas: ―Juana Gallo‖ (1961, de Miguel Zacarías), ―La bandida‖ (1963, de Roberto
Rodríguez), ―La valentina‖ (1966, de Rogelio A. González) y ―La genérala‖ (1970, de
Juan Ibáñez). ―La Doña es la caudilla inolvidable por el rostro, inaccesible por el énfasis
viril. El levantamiento de cejas es el preámbulo de la tormenta, y la voz grave le confiere
a frases simples el aire de sentencia inapelable‖, diría Carlos Monsiváis.
El actor mexicano Ignacio López Tarso conoció a María Félix en 1958, durante el
rodaje de la película La Cucaracha. El encuentro, recuerda, lo hizo ponerse muy
nervioso, porque había escuchado que la actriz tenía un carácter fuerte; sin embargo,
con el trato que tuvieron en esta cinta, él formó su propia opinión sobre ella, y desde
entonces los unió una amistad.
Tiempo después, Ignacio recordó sobre su actuación en La cucaracha lo siguiente: ―Yo
me portaba muy discreto. Hacía todo lo que me pedía el director. Mucha disciplina. Me
fue bien. Me hice muy amigo de María Félix, de Dolores del Río. Con Dolores, después
hice dos obras de teatro. Ella y yo, solos, en el Teatro Insurgentes, durante meses.
Hicimos gira por la República. Un verdadero placer trabajar con esa señora. Me invitaba
a su casa y yo iba a estudiar el texto. Los dos… solos… Fue una época maravillosa.
Dolores nunca se enojaba. Era una mujer muy elegante, fina, una señora muy educada y
culta. Una dama verdaderamente extraordinaria. De muy buen gusto. Su casa era una
maravilla, con obras de arte. Su vestuario, sus perfumes, comida, bebida. Todo tan
delicado, fino.‖
Mientras que de María Félix recordó: ―Ella era bronca. Ella sí se enojaba y hacía unos
berrinches terribles. Conmigo siempre fue muy amable, cariñosa. Nos llevábamos muy
bien. Hice ocho películas con María.‖ ―Desde esa película (La Cucaracha) nos hicimos
amigos. Yo no la conocía personalmente, me la presentó mi queridísimo amigo Gabriel
Figueroa (cinefotógrafo de ese filme).
―Las escenas con ella eran difíciles, porque la señora imponía. Era una gran estrella y
estaba rodeada de una serie de leyendas que decían que era muy grosera, una persona
complicada... Pero conmigo fue todo lo contrario‖, relata el actor en entrevista telefónica.
López Tarso asegura que, a partir de entonces, todas sus colaboraciones en el cine se
dieron en una atmósfera de camaradería.
Producto a su amistad con María, este actor fue uno de los entrevistados para el
programa La Leyenda de María Félix, que se transmitió en el año 2010 en homenaje a la
diva mexicana. Además, él sería uno de los tantos enamorados mencionados que tuvo
la Doña, a pesar de que desde 1950 estuvo casado con Clara Aranda López, su esposa
hasta la muerte de esta.
La Cucaracha estuvo nominada en 1959 a la Palma de Oro como mejor película.
Además, por este filme el Club Deportivo Israelita le otorgó su premio ―Menorah‖ a María
Félix, como la mejor actriz del año.
Tiempo después filmó ―Miércoles de ceniza‖ junto a Arturo de Córdoba; la cinta fue un
éxito.
Miércoles de Ceniza es una película mexicana dirigida por Roberto Gavaldón en 1958.
Ambientada en la década de 1920 en México, en medio de la Guerra Cristera, Victoria
(María Félix) es violada por un sacerdote católico y a partir de esa experiencia se vuelve
enemiga de la religión, especialmente de los sacerdotes, así que presta sus servicios al
gobierno para combatir a los cristeros y acabar con la religión. Pero un día se enamora
del Dr. Federico Lamadrid (Arturo de Córdova), que despierta en ella emociones
encontradas que pondrán en jaque muchas de sus creencias, fobias y prejuicios, sobre
todo cuando descubra, que en realidad, el Dr. Lamadrid, es un sacerdote disfrazado.
Su elenco contó con las actuaciones de María Félix - Victoria Rivas, Arturo de Córdova
- Dr. Federico Lamadrid, Víctor Junco - José Antonio, Andrea Palma - Rosa, amiga de
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Victoria, María Rivas – Silvia, María Teresa Rivas – Elvira, David Reynoso - Enrique,
coronel, Carlos Fernández – Carlos, Enrique García Álvarez - Padre González, Luis
Aragón - General cristero, Consuelo Guerrero de Luna - Mujer del burdel, Arturo Soto
Rangel – Notario, Cuco Sánchez - Soldado cantante y Rodolfo Landa - El Violador.
Su contacto posterior con el cine extranjero se limita a las cintas españolas Faustina
(1957), de José Luis Sáenz de Heredia; y Sonatas (1959), de Juan Antonio Bardem, así
como a la producción franco-mexicana La Fievre Monte a El Pao (Los ambiciosos),
dirigida por Luis Buñuel en 1959.
Un demonio es requerido para hacer un pacto con una anciana de tempestuoso pasado
que desea volver a la juventud. Mogón es un condenado que se suicidó por aquella
mujer que fue la causa de que perdiera su alma y esté en el infierno.
Faustina es una película española de 1957 escrita y dirigida por José Luis Sáenz de
Heredia, autor también de la opereta Si Fausto fuera Faustina, estrenada por Celia
Gámez en 1942. Se inspiran ambas en la novela de Johann Wolfgang von Goethe
Faust. Con un reparto de peso encabezado por la estrella mexicana María Félix y
Fernando Fernán Gómez, se presentó en competición en el Festival Internacional de
Cine de Cannes. Sáenz de Heredia recibió el Premio del Sindicato Nacional del
Espectáculo al mejor director. Su última cinta rodada íntegramente en Europa, fue la
cinta española Faustina.
Esta película fue protagonizada por: María Félix, Fernando Fernán Gómez, Fernando
Rey, Elisa Montés, José Isbert, Juan de Landa, Tony Leblanc, Tomás Blanco, Xan das
Bolas, Guillermo Marín, Matilde Muñoz Sampedro, Rafael Bardem y Conrado San
Martín.
Por esta etapa, en el mes de septiembre de 1957 se casaron en México la actriz
italiana Sofía Loren y el productor Carlo Ponti, quien estaba casado y como en Italia el
divorcio aún no era legal, tuvo que casarse con la diva italiana en México.
La diva del cine italiano Sophia Loren realizó varias visitas al país mexicano en
diferentes etapas, y logró entablar una estrecha relación con actores de la talla de Mario
Moreno Cantinflas, Pedro Armendáriz, María Félix y Dolores del Río, con quien se
retrató en 1967 en el plató de ―Y vivieron felices‖ (C‘era una volta). Sobre Dolores del
Río llegó a opinar luego: ―La conocí porque era una gran artista... Actuaba excelente en
las películas y ésa era una forma de admirar su belleza y su profesionalismo. Es una
mujer muy importante para el cine, ella y María Félix, especialmente en Italia, porque
veíamos muchas películas habladas en español‖, dijo Loren.
En este tiempo, Diego Rivera, uno de los grandes amigos de María, falleció de un
ataque cardíaco el 24 de noviembre de 1957 en Coyoacán, Ciudad de México y sus
restos fueron colocados en la Rotonda de los Hombres Ilustres, contraviniendo su última
voluntad.
Mientras que Sonatas (también conocida como Las aventuras del Marqués de
Bradomín), es una película mexicana y española filmada en 1959 y dirigida por Juan
Antonio Bardem, protagonizada por Francisco Rabal, María Félix, Aurora Bautista y
Fernando Rey. Está basada en la novela Sonatas del escritor Ramón del Valle-Inclán.
A mediados del siglo XIX, el marqués de Bradomín (Francisco Rabal), noble gallego, se
ve envuelto, sin querer, en una conspiración política cuando intenta escapar a México
con su antiguo amor, Concha (Aurora Bautista), que es ahora la esposa del conde
Brandeso. El día de la huida, Bradomín cae en una emboscada tendida por el propio
conde, de la que consigue escapar, pero muriendo Concha en trágicas circunstancias.
Este fragmento está basado en la Sonata de Otoño (1902) de la novela original.
Bradomín se refugia en México, donde conoce a la bella Niña Chole (María Félix), una
mujer acusada de sostener relaciones incestuosas con su padre. Bradomín y Niña Chole
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se vuelven amantes e intentan huir. Este fragmento se basa en la Sonata de Estío
(1903) de la novela original.
Cuando Francisco Rabal llegó a trabajar a México, en la prensa sensacionalista
mexicana se pusieron titulares como «Francisco Rabal llega a México para casarse con
Columba Domínguez», debido a la amistad que ambos habían alcanzado mientras
estaban en España, después que Columba se separó del Indio Fernández en 1952, cosa
que molestó a Emilio Fernández. Poco después cuando Rabal se encontraba filmando
Sonatas en los estudios Churubusco, se encontró con ella mientras platicaba con Luis
Buñuel, agregándose a la charla. En eso estaban cuando Emilio llegó y se acercó
dispuesto a pegarle unos tiros al actor español. Solo la mediación de Buñuel, a quien
Fernández respetaba muchísimo, evitó una tragedia.
El reparto estuvo conformado por Francisco Rabal - Marqués de Bradomín, María Félix
- La Niña Chole, Aurora Bautista – Concha, Fernando Rey - Capitán Casares, Ignacio
López Tarso - Jefe de guerrilleros, el actor uruguayo Carlos Casaravilla - Conde de
Brandeso y Rafael Bardem - Juan Manuel Montenegro.
Esta película fue exhibida en el Festival de Venezia, en agosto de 1959, adonde asistió
María acompañada por su hijo Quique. Sobre esto escribieron después: ― Resulta
innegable la expectación que un film de Bardem despierta en el ámbito de un Festival.
No en balde, él, con Berlanga, representa casi exclusivamente al cine español ante la
crítica y las minorías extranjeras. Es, pues, además, un previo aspirante a cualquier
galardón. Y se le espera en consecuencia. Este año, por añadidura, los italianos
anhelaban su revancha ante el copo que la «nouvelle vague» francesa había conseguido
en Cannes. Deseaban, necesitaban fervientemente un triunfo italiano en toda la línea.
Resultado: a Bardem hay que eliminarlo, que es enemigo. Como Chabrol, como
Hossein, como Ichikawa. Por otra parte, nuestro gran don Ramón María del Valle Inclán
no debe ser muy conocido por aquellos pagos. Ni por los franceses, que «sacudieron»
también lo suyo arrimando el ascua a su sardina. Y unos y otros se pusieron a encontrar
personajes stendhanlianos, reminiscencias de Visconti o de Malle, harta influencias del
Indio Fernández, quizá arrastrados porque la fotografía era, además que de Paniagua,
de Figueroa. La edad de María Félix pareció interesar más a algunos críticos que el
ponderado análisis de la obra de Bardem. Y hubo quien encontró «típico» el personaje
de Bradomín y «bellísima» a Aurora Bautista. Todo menos descubrir acertadamente las
errores -que los tiene- de Sonatas y subrayar sus acuerdos. A Bardem le perjudicó, a
qué negarlo, el error cometido a la hora de elegir algunos de los intérpretes y, tal vez, su
preocupación por un neorrealismo crítico. Y no le sirvieron de mucho sus evidentes
aciertos de realizador consiguiendo las mejores secuencias de su brillante obra
cinematográfica. El público, en el Palazzo del Cinema y en la Arena, aplaudió varias
veces durante la proyección y ovacionó a director e intérpretes a su término. Final con
interrogante: ¿Debió presentarse Sonatas en Venecia?‖
Los ambiciosos es una película franco-mexicana basada en una novela de Henri
Castillou, dirigida en 1959 por el director español exiliado en México Luis Buñuel, uno de
sus tutores.
Un honrado funcionario de prisiones de un ficticio estado centroamericano ambiciona
ascender en el escalafón, pero para hacerlo se enfrenta a una serie de juegos de poder
que, en muchos casos, son muy sucios. Para hacer frente a las intrigas de otros
funcionarios y militares, urde un plan con la ayuda de su amante.
Sus protagonistas fueron: Gérard Philipe, María Félix, Jean Servais, Raúl Dantés,
Domingo Soler y Víctor Junco. El protagonista masculino fue el francés Gérard Phillipe.
En ésta cinta su personaje era de una gran crueldad y el choque de temperamentos de
los actores era muy evidente en la película.
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Los ambiciosos pudo haber sido una gran obra, pero desgraciadamente hubo muchas
discusiones con los productores y Buñuel tuvo que alterar el argumento con tanta
frecuencia que al final quedó irreconocible.
Fue en 1959 cuando llegó a México la actriz española Amparo Rivelles, que había
salido de España para trabajar en la televisión cubana y luego se instaló en México
aproximadamente por 20 años. Amparo Rivelles, nacida en 1925, era hija de la insigne
pareja de actores formada por María Fernanda Ladrón de Guevara y Rafael Rivelles, e
irrumpió en el cine a los 14 años y se convirtió en una estrella de aquella sorprendente
industria de los años 40 que creaba sueños de cartón para un país desgarrado. Con
María Félix esta actriz española tuvo mucha amistad. Ella consideró que la vida para la
Doña no era nada fácil, porque la han atacado mucho y está siempre a la defensiva,
pero en la intimidad es buenísima, dijo luego. Amparo se granjeó la amistad de «La
Doña», María Félix, nada menos. Ellas se frecuentaban y admiraban. Amparo nunca se
casó y a comienzos de la década de 1950 afrontó en solitario la maternidad de su hija
María Fernanda. En México hizo teatro y rodó muchas películas y famosas telenovelas,
muchas de ellas en compañía del actor mexicano Ernesto Alonso. Por eso fue conocida
como la "reina de las telenovelas mexicanas", en el país azteca donde también logró
enorme popularidad por sus trabajos para la televisión.
Cierto es que María fue amiga de la exuberancia, del rococó y el oropel, del fasto y la
ostentación. Su personalidad se inscribía en un derroche profuso de quimeras. María
encarnaba lo que cada fámula, mecanógrafa, modistilla o colegiala desean llegar a ser.
Era la expresión alcanzada de una frustración colectiva. La cultura de masas que ha
impuesto la sociedad de consumo establece unas relaciones sociales que sostienen el
sistema socio económico y político establecido. María Félix era la cúspide de al
bipolaridad social.
Sintió gran afición por la lectura, la música y el piano. María pasó por varios cambios de
piel a lo largo de su vida. Se identificaba con la serpiente, animal muy atractivo para ella
debido a la ―cosmovisión yaqui‖ que le heredó su nana Jana, uno de los personajes
centrales de la obra, quien sin saberlo le dio recursos para soportar lo que le vendría
encima el resto de sus días. La actriz solía lucir un brazalete de oro en forma de
serpiente.
Su silueta elegante, sus enormes ojos negros, su tipo, le convienen para representar a
la perfección en numerosas ocasiones un personaje femenino con cualidades precisas:
el de una mujer de temperamento volcánico, obstinada cuando adopta una decisión, de
airadas e imprevisibles reacciones, con un carácter dominante y voluntarioso, que solo el
amor puede reducir.
Mantiene fidelidad al estereotipo establecido para melodramas de ―pasiones
desencadenadas‖, cuya calidad oscila entre la mediocridad y el pésimo gusto, hasta le
exacerbación, de igual modo que portan tonos sentimentaloides que bordean o rebasan
lo cursi y lo edulcorado. ―María Eugenia‖ (1942), de Felipe Castillo, ―La monja alférez‖
(1944), de Emilio Gómez Muriel, ―Amok‖ (1944), del español Antonio Momplet sobre una
obra de Stefan Zweig, y ―La mujer de todos‖ (1946), dirigida por Julio Bracho, son títulos
ilustrativos en los cuales a menudo asume los rasgos de una mujer que triunfa casi
siempre en sus propósitos gracias a sus encantos físicos, su audacia y su
inquebrantable voluntad.
Ella ―se afirma cada vez más como actriz avocada al tipo de personajes ―bravíos‖, que
los directores no cesarán de explotar —opinó García Riera—. Se trata, curiosamente, de
insistir en el clásico tema del ―machismo‖ mexicano, mediante un personaje femenino‖.
Es la devoradora de hombre que se ajusta a su fama, para imponerse hegemónicame nte
en el primer período de estancamiento del cine mexicano (1945-1951), de acuerdo a sus
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estudiosos. Melodramas como ―El monje blanco‖ (1945), de Bracho, ―La devoradora‖
(1946), realizado por Fernando de Fuentes, ―Vértigo‖ (1945), de Momplet, y ―Doña
Diabla‖ (1949), rodado por el chileno Tito Davison, le ofrecen nuevas oportunidades de
reincidir en sus enérgicas caracterizaciones de ―mujer de pelo en pecho‖. Puede
permanecer fría y también exteriorizar altanería, inmersa en tempestuosas oleadas que
la arrastran en un erotismo desbordante.
Pese a y por toda su fama, María se aferra a la nada. Justamente por eso, comenta, se
identificó con La metamorfosis de Franz Kafka, obra que le hizo decir: ―Ésa soy yo, una
piel que no acaba de ser la de alguien; soy la piel de quién sabe qué‖.
Alta, delgada, elegante, amante de las joyas y pieles, y coleccionista de antigüedades,
María Bonita sustentó su propio mito más allá de la pantalla, entre sus aparatosos
romances y desmanes. Antológico fue su amor con el compositor Agustín Lara, quien le
dedicó Aquel amor, Noche de ronda, Madrid y la inolvidable letra de María Bonita,
compuesta bajo el influjo de la luna de miel que disfrutaron en Acapulco. Despreció a
Jorge Negrete, su coestrella en su primer filme El peñón de las ánimas (1942), con quien
se casaría en 1953, luego de dejar plantado casi en el altar al actor argentino Carlos
Thompson. Fue admirada por el rey Faruk de Egipto, quien le ofreció la diadema de
Nefertiti para cortejarla, y amada sin esperanzas durante más de diez años por el
muralista Diego Rivera, quien la eternizó en un famoso autorretrato. ―Yo nunca he
querido a nadie como me han querido a mí‖, confesaría al contar su vida personal en
Todas mis guerras.
En su carrera cinematográfica María filmó películas con artistas de gran fama: Pedro
Armendáriz, Rossano Brazzi, George Marchall, Yves Montand, Gerard Philipe, Vittorio
Gassman, Curt Jurgens, Fernando Rey, Jack Palace, Fernando Fernán Gómez, Jorge
Mistral, Arturo de Córdova, Jorge Negrete, Carlos Thompson, Ignacio López Tarso,
Pedro Infante y Emilio Fernández.
En la mayoría de sus películas María representó a la mujer fatal, fría y calculadora: ―La
mujer sin alma‖ (1943, de Fernando de Fuentes), ―Amok‖ (1944, de Antonio Momplet),
―Vértigo‖ (1945, de Antonio Momplet), ―La devoradora‖ (1946, de Fernando de Fuentes),
―La mujer de todos‖ (1946, de Julio Bracho), ―Que Dios me perdone‖ (1947, de Tito
Davison) y ―La diosa arrodillada‖ (1947, de Roberto Gabaldón). En estas cintas, a su
disposición tendrá una serie de hombres sometidos a su voluntad; y aunque esté
condenada al amor, a la soledad o al final trágico, la única opción para su destino parece
ser el castigo pagado con el fracaso existencial por su actitud hacia la vida como mujer
altanera y rebelde.
En ―La mujer sin alma‖, María se queda sola, aislada por su falta de escrúpulos; en
―Amok‖ muere en un intento de aborto; en ―Vértigo‖, asesina a su amante; en ―La
devoradora‖, el amante la mata de un tiro el día que ella se casa por interés; en ―La
mujer de todos‖, la soledad es la recompensa de su traición; en ―La diosa arrodillada‖, el
amante (Arturo de Córdoba) se suicida.
Durante su periodo de filmación en España, Francia, Italia y Argentina, periodo que
comprendió de 1948 a 1952, sus películas fueron algo mediocres. Se considera que fue
la etapa más pesarosa de su filmografía y ―si en rigor nunca es actriz, en sus películas
en el extranjero apenas resalta su presencia‖, expresó Carlos Monsiváis.
Como una soberana ideal del cine hablado en español, María abordó todos los
géneros, y lo hizo bien. Si nos limitamos al asunto que guía estas líneas, hemos de citar
su personificación de Catalina de Erauso en La monja alférez (1944), de Emilio Gómez
Muriel, su trabajo junto a Buñuel en Los ambiciosos (1959), y su linda presencia en
Sonatas (1959), aquella película de Juan Antonio Bardem que recreaba el texto de Valle-
Inclán. En esa línea española, María Félix también mantuvo una estrecha relación
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profesional con el productor Cesáreo González.; y en un tono más ligero, dio lecciones
de seducción en Faustina (1956), de José Luis Sáenz de Heredia, donde también
intervenían Fernando Fernán Gómez, Conrado San Martín, Tony Leblanc y José Isbert.
Cerrando el catálogo español, esta última comedia presentaba a la actriz en una faceta
voluptuosa cuyos efectos aún se perpetúan en la gran pantalla.
María era una mujer misteriosa, proyectaba una imagen de sí misma, un personaje, la
DOÑA, pero tenía otros matices más desconocidos, uno de ellos es que era fan la las
ciencias ocultas, mística y aficionada a la astronomía.
Ella era fan como las grandes divas de la época de las joyas, entendió desde joven que
eran un muy buen seguro contra la vejez y la adversidad, su gusto barroco, excesivo,
era muy conocido, Cartier era su mayor proveedor, sus collares de serpientes y
cocodrilos recargados de diamantes rubís y esmeraldas causaban asombro, exitación,
envidia y admiración, aunque su joya más controvertida fue el collar de esmeraldas que
Jorge Negrete le regaló en su boda, pues al morir el charro cantor comenzó una disputa
entre los familiares de Negrete y María... aunque ella se quedó con el collar, no sin antes
pagar por él, se dice que María se hizo de importantes cuentas bancarias, monedas de
oro y joyas de Negrete, quien murió en la ruina.
María. María Bonita. La Doña. La perfecta y última diva del cine mexicano.
Controversial, ególatra, encantadora. Calificada como la mujer más bella del mundo.
Amada por muchos, deseada por casi todos, igual admirada que temida. La encarnación
de un mito que ella misma construyó. María nació gracias a su inteligencia, pero también
gracias a su vanidad. Ella misma edificó su leyenda, alteró la verdad, se inventó a sí
misma.
Siempre estuvo segura de su beldad: ―Para mí, la belleza es una condición natural (...)
porque fue un regalo de la vida‖. Entonces, su cuerpo es la premisa para diseñar el logro
de su deseo; es un espacio.
María Félix estaba dotada de una especial sagacidad que le permitía sustentar el aura
sagrada que la mantenía en perpetua levitación. Su vida estuvo envuelta en
contradicciones, polémicas, fabulaciones, enlaces, distanciamientos y ella supo manejar
esa compleja urdimbre rebatiendo difamaciones y rumores y asentando a cada paso su
leyenda. Sabía juzgar con dureza y era inclemente en el recuerdo.
María siempre se sintió segura de sí misma, nadie, ni hombres ni mujeres, logró
opacarla. Sin embargo, sintió celos de una joven, casi niña, que debutaba en el cine más
por diversión que por otra cosa: Elsa Aguirre, aquel ángel de rostro supremo, casi veinte
años más joven que ella, que fue capaz de enamorar al país entero con su ingenuidad y
su mirada. Cuando Elsa entraba a un restaurante y María estaba presente, ésta se
levantaba, ofendida, y se marchaba.
Mujer sensual, de bellos rasgos y ojos profundos y negros, enmarcados bajo unas
cejas bien definidas, coleccionó maridos como la divina Liz Taylor y, como ella, también
coleccionó joyas.
Estas fueron algunas de sus FRASES más CÉLEBRES:
 "Una mujer es algo muy complicado y difícil; es un laberinto donde cualquiera se puede
perder fácilmente, inclusive otra mujer."
 "Un hombre tiene que ser escultura para satisfacer, una mujer para satisfacer solo
sonríe, no es lo mismo tener el brazo tendido que la boca abierta."
 ‖ A mí no me impresiona nadie con el precio, pero si con los resultados‖
 ‖ Investigarme ni me digas la palabra, el otro día un periodista desde su gran prestigio
me dijo: ―quisiera hacerte una biografía‖ y me pareció bien, tantas biografías chafas me
han hecho y tantas que no he permitido y bien tuvimos citas, tuvimos grabaciones,
tuvimos visitas, nos encuatachamos en esta historia de la biografía para que a un
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momento dado esta persona me diga ‖ya no puedo hacer tu biografía porque ya fui tu
amiga, ya me siento tu amiga, ya no te quiero investigar‖ y la palabra me llenó por qué
me vas a investigar si no soy Porfirio Díaz o Emiliano Zapata, por qué me vas a
investigar,a esos se les investiga, a una actriz se le inventa, una actriz es sueño‖
 ‖ Sólo he sido una mujer con corazón de hombre‖
 * ‖ La cabellera es para nosotras las mujeres un medio de expresión, no es cier to que
con una negra cabellera la mujer demuestra su altivez o su desdén.
 * ‖ La mejor manera de amar a alguien es aceptarlo tal como es, eso es lo que yo hago
con Antoine, no es fácil, pero sólo amar a los pendejos es fácil‖
 * ‖ Yo fui la primera que dije que el TLC no nos serviría, sólo para ponernos encima la
bota de los gringos. Ahora los mexicanos sólo servimos para vender tacos y fritangas
en las esquinas de nuestra bella ciudad‖
 * ‖ o me gusta la ayuda…cuando te la pida, tú me ayudas‖
 * ‖ Yo no me creo la Divina Garza… ¡Yo soy la Divina Garza!‖. (Esta fue la tajante
respuesta que le dio La Doña al popular conductor y animador de la televisión
mexicana, Paco Malgesto, cuando éste le preguntó si se creía la ―Divina Garza‖,
durante una entrevista en un a ntiguo y popular programa de los años sesenta llamado
―La hora del Orange Crush‖).
 «Una, cuando me engendraron. Y otra, cuando yo me inventé».
 «La belleza te lo da todo, pero no es todo».
 «A mi no me impresiona nadie con el precio, pero sí con los resultados».
 «A una actriz no se la investiga... se la inventa».
 «Sólo he sido una mujer con corazón de hombre».
 «No me gusta que me ayuden, puedo equivocarme sola».
 «El dinero no da la felicidad, ah, pero como calma los nervios».
 Otra versión: «los diamantes no son la vida, ah, pero como quitan los nervios».
 «Yo no soy ―populachera‖ para nada, el público me ama, el público me respeta, pero con
un amor elevado al cubo».
 «Yo nunca he criticado a las lesbianas ni a los gays. Lo que hacen las gentes de la
cintura para abajo son sus historias, no las mías».
 «No es suficiente ser bonita, hay que saberlo ser».
 «¡Lo mismo que mide alrededor de su cabeza!». (Nota: Respuesta cuando un reportero
le preguntó: ¡María! ¿Cuánto miden sus nalgas?.)
 «Yo seré para ti una mujer más en tu vida, pero tú un hombre menos en la mía».
Cuando una reportera le preguntó su edad, María contestó:
 «Mire, señorita, yo he estado muy ocupada viviendo mi vida y no he tenido tiempo para
contarla».
 «Me parece un poco difícil hablar de mí, el hablar de mí es muy severo, porque soy
mucho mejor de lo que parezco».
 «Pensar en el existir no hace que lo que no existe exista».
Cuando le pidieron una donación para restaurar el panteón de su natal Álamos, dijo:
 «Dejen a los muertos en paz, si los que están adentro no pueden salir y los que estamos
afuera no queremos entrar».
Cuando uno de sus galanes le dijo suplicante:
 «Y yo no puedo vivir contigo...» (Nota: Le dijo: María, es que yo no puedo vivir sin ti...)
 'Dicen que el hombre no es hombre mientras no oye su nombre de labios de una
mujer'.
 'En el cine y en la vida, seducir es más importante que agradar'.

107
 'Sabemos que una mujer original no es aquella que no imita a nadie, sino aquella a la
que nadie puede imitar. Ser inimitable, no te quepa duda, es cuestión de imaginación,
nada más'.
 El sexy es el que tiene estilacho, el que te habla bajito, el que se pone más guapo
cuando cierra la puerta, el macho con palabras de amor.
 Cuando pasa el amor de cuarenta grados, el amor loco, entonces queda el sexo.
 Sin embargo, lo que más me gusta en el amor es querer, pues querida lo he sido
siempre, a veces demasiado. Conocí el amor loco, la pasión sin freno, pero me duraron
poco (…)
 Yo tengo grosso modo para mis necesidades, para mis cosas, y nunca me ha interesado
competir con fulana o mengana en riqueza. Pero el billete es importantísimo en la vida.
No da la felicidad, ya se sabe, ¡pero cómo calma los nervios!
 Lo difícil es aguantar el éxito. Emborracha, marea mucho más que una botella de
aguardiente barato. Se necesita tener la tripa sonorense, la pata en la tierra, para seguir
siendo más o menos normal.
 He huido de todo aquello que pudiera debilitar mi fuerza de voluntad, empezando por el
alcohol, que a tanta gente subyuga. Yo ni cerveza tomo. Una copa de champaña alguna
vez, para espumarme un poco, pero nada que me haga perder ...
 Mi oficio ha sido ser guapa, lo he dicho otras veces, pero una guapa con entendederas,
para saber qué me convenía en el cine y qué me convenía en la vida. Mi celebridad no
fue un premio del destino.
 En cuanto a los galanes de Hollywood, el que más me gustaba era Steve Mcqueen, que
hace unos años murió de cáncer. No fue mi amigo pero coincidimos en alguna fiesta y
me atraía muchísimo. Solamente lo disfruté en sus películas.
 Aunque ya tuviera treinta películas encima yo siempre creí que podía mejorar. Por eso
exigía que donde yo trabajara me pusieran a los mejores actores dentro de las
posibilidades del ambiente.
 Yo no puedo ser un modelo, ya lo he dicho, porque ninguna mujer puede seguir mis
pasos.
 Aun cuando soy una mexicana del mundo, siempre he sido una enamorada de mi país y
me choca la gente que sólo ve nuestra mala cara. Yo no le veo los defectos al pueblo
de México, sino a sus gobernantes.
 Llego a París y me paso horas escogiendo ropa con los modistos, porque nadie sabe tan
bien como yo qué es lo que no me va. El buen tacuche ha sido uno de mis vicios: me
gustan los buenos trapos y sé cómo llevarlos.
 Yo nunca he querido a nadie como me han querido a mí. Esa es la razón por la que
nadie me ha hecho sufrir. El que más da en el amor también es el que más sufre, y yo
no puedo aguantar el sufrimiento de ninguna manera.
 Nada es definitivo: hasta la trama puede modificarse a última hora y los personajes
pueden ganar o perder importancia según la capacidad del actor. En ese juego de azar
está el encanto del cine para quienes lo vemos como profesión.
 Quiero aclarar que a mí ningún productor me encasilló en un tipo de personaje. De lo
mucho que me ofrecían yo seleccionaba lo que más me convenía en cada momento.
 Sólo tengo un mensaje para las mujeres de mi país y del mundo: ojalá se quieran tanto
como yo me quise.
 Decidí vivir, decidí pasarla bien, decidí salir adelante y que el sol volviera a brillar para
mí. El enemigo más duro que he vencido es la depresión porque lo llevaba dentro. Fue
una guerra de la mente contra el corazón.

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 No le tengo miedo a que me caigan los años encima, sino a caerme yo misma. Evitarlo
depende de mí, y por eso ando girita como una bicicleta. Yo puedo ufanarme de ganarle
al tiempo. Para eso hay sistemas. El mío es no doblegarme
 "Siempre gané cada cosa que tuve en la vida. Pero, claro, para ganar algo hay que
trabajar hasta el último detalle."
 "La vida es muy dura cuando la edad llega y se pierde la frescura, especialmente en
alguien que, como yo, tuvo una gran belleza. Pero, todavía no estoy mal verdad?"
 "La gente siempre admiró mi belleza e inteligencia pero no se dio cuenta de que soy una
mujer con corazón de hombre".
En los años 60, la presencia de María solo se limita a algunas películas, siendo las más
destacadas Juana Gallo (1960); y Amor y sexo (Safo '63), (1963), de Luis Alcoriza.
En los años sesenta me fui alejando paulatinamente del cine. Antes filmaba dos o tres
películas por año. En toda la década sólo hice otras seis, porque me volví más
cuidadosa y exigente para escoger mis guiones.
Su primer desnudo lo hizo a la edad de 49 años en la cinta ―Amor y sexo‖, donde
realiza un desnudo parcial y que fue una película muy criticada porque aparecen las
únicas escenas de María Félix desnuda y en una cama, lo cual provocó que los grupos
más conservadores de la época respingaran la nariz y levantaran las cejas. Aquí
interpreta a Diana, una mujer con muchos amantes y que finalmente se enamora de un
doctor, él abandona a su joven novia para iniciar un amor tormentoso junto a ella. La
censura había aflojado un poco y Luis Alcoriza me preguntó si quería hacer un desnudo.
Antes sólo había salido en una tina cubierta de espuma o...
Julio Aleman, quien actuó con ella en Amor y Sexo, respondió tiempo después ante
una pregunta que le hicieron sobre si era María Félix buena o mala actriz lo siguiente: La
pregunta es comprometedora, porque María Félix fue una diva. No podría catalogarla
como actriz, en el sentido si fue buena o fue mala, porque aquí entra el gusto muy
personal. Lo único que puedo decir, que conmigo fue una persona amable, graciosa,
sagaz, sarcástica, pero finalmente una diva, con gran belleza, que sólo ella supo cómo
guiarse para ser el mito que es, como la vida misteriosa que ella llevó, que si tuvo
tristezas o alegrías, sólo ella lo sabe. Yo la traté en lo personal y en el trabajo. Conmigo
se portó muy cortés y amable, lo que mucha gente no cree. Sé que yo mismo vi su
actitud de parar la ceja y hablar con esa voz fuerte ronca y echar esa mirada retadora
que mandaba a la fregada a cuanta gente influyente o de distintas clases sociales, que
se le ponía enfrente. Finalmente absorbió esa personalidad de su papel de Doña
Bárbara en la vida real, que la hizo distinguirse y destacar, hablando con toda claridad y
franqueza de lo que sentía y observaba tanto a su favor o en contra. Aunque también se
manejó en otros círculos y con determinadas personas muy humilde, sencilla, cariñosa,
dando amor y prodigando risas de felicidad.
Juana Gallo fue dirigida por Miguel Zacarías en 1960, donde actuaron María Félix,
Jorge Mistral, Luis Aguilar, Ignacio López Tarso, Rita Macedo, René Cardona, Noé
Murayama, Marina Camacho. Realizada a colores; durante la dictadura de Huerta, el
ejército efectúa un reclutamiento forzoso en los pueblos. En uno de ellos, dos civiles, el
marido y el padre de Juana Gallo, se oponen a integrar el ejército del usurpador y son
asesinados. Juana, una mujer muy valiente, se convierte en jefa de las guerrillas
revolucionarias que se enfrentan a los federales…Un filme que forma parte de los títulos
rodados por La Doña sobre el tema de la Revolución Mexicana. Antes de esta película
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filmó La escondida, Café Colón y La cucaracha, y en el futuro rodará La bandida, La
Valentina y La Generala. Juana Gallo fue fotografiada en colores por el gran maestro
Gabriel Figueroa.
En esta década aparece también en las películas estrenadas en 1962 : La bandida; y Si
yo fuera millonario /Soy millonario. Hasta 1962 había rodado 42 películas en 20 años.
Empezaron entonces los que su filmógrafo Paco Ignacio Taibo I llama "los pasos falsos".
El último lo dio en siete películas después, en 1970.
La bandida, dirigida por Roberto Rodríguez en 1962, fue protagonizada por María Félix,
Pedro Armendáriz, Ignacio López Tarso, Emilio Fernández, Katy Jurado, Lola Beltrán,
Andrés Soler, Gina Romand, Marco Antonio Muñiz, René Cardona. A colores, comienza
la historia en 1912. Una mujer de vida fácil, famosa por su belleza y su fuerte carácter,
se entera de que ha regresado el único amor de su vida, Roberto, pero en venganza
porque él la dejó para participar en la revolución lo enfrenta con otro hombre de gran
temple, Epigmenio. Ambos hombres, que se batieron con las armas en el pasado, ahora
miden armas por el amor de La bandida…Filme con un reparto de primera y cuidadosa
puesta en escena inspirado en un personaje real, «María Gracia, llamada La Bandida,
prostituta convertida por el pueblo mexicano en mito y ejemplo. Autora de canciones y
figura pendenciera, ha pasado al folklorismo nacional hasta terminar, irremediablemente,
en el cine» (Paco Ignacio Taibo I)
Si yo fuera millonario, de Julián Soler, contó con María Félix, Amador Bendayán,
Teresa Velázquez, Enrique Rambal, Miguel Aceves Mejía, Antonio Aguilar, Chino
Herrera, César Costa, Lorena Velázquez. Producida en blanco y negro. Una
organización criminal internacional elimina a los herederos posibles de un multimillonario
a punto de fallecer en Nueva York. Pero uno de ellos es muy difícil de
asesinar…Homenaje del cine azteca al cómico Amador Bendayán, procedente de
Venezuela, país que según explica el historiador Emilio García Riera era entonces el
mayor mercado extranjero del cine mexicano. Bendayán y María Félix hacen una breve
escena de carácter onírico en la que ella se representa a sí misma.
El teatrista argentino francés Alfredo Arias estrenó en 1963, su espectáculo, Diosa en
Spoleto, Italia. Inspirado en vida y leyendas de María Félix que aparecía como la diosa
Artemisa, un ―show‖ surrealista enmarcado en las ruinas romanas de la ciudad. Arias la
reelaboró y la reestrenó en París en el teatro Space de Pierre Cardin en 1980.
Además, la familia de María tuvo una lamentable pérdida en este período: María del
Sacramento Félix Flores, tía de la Doña y una de las hermanas de su padre Bernardo,
murió el 9 de noviembre de 1960, a la edad de 86 años.
Por esta época era presidente de México Adolfo (Fito) López Mateos, abogado y
político mexicano con el que tiempo atrás María había tomado un curso, y que se
desempeñó como el quincuagésimo octavo Presidente de los Estados Unidos
Mexicanos, ejerciendo como tal durante el sexenio comprendido entre 1958 y 1964.
Sobre él expresó: Era mucho más atractivo como hombre Miguel Alemán que Fito, y
también más inteligente. No quiero decir con esto que Fito haya sido tonto. Algo debía
de tener para llegar a un puesto como ese, pero le faltaba el atractivo intelectual de
Alemán. Cuando Fito estaba en Los Pinos con mucho estrés y mucho trabajo, se venía
de incógnito a mi casa a jugar canasta. Lo que no me gustaba a mí era que no apostaba:
con él puros juegos de frijolito.
Una vez le pregunté cómo se sentía después de cierto tiempo de ser Presidente de la
República.
–¿Qué diferencia notas en ti? ¿Eres el mismo? ¿Has cambiado?
–Mira -me dijo-, tú no puedes tener una idea de lo que es esto. Llega un momento en el
que te lavan el cerebro las gentes que están todo el día contigo para alagarte, para
110
decirte que eres guapísimo y que tienes el pelo rizado. Al principio dice uno: se están
burlando de mí. Pero después te lo acabas creyendo, porque es muy envanecedor que
nadie te diga que no a nada.
Si me podía decir eso era porque en el fondo no llegó a perder la cabeza. Creo que
tuvo un gobierno tranquilo, con la ventaja de que no había grandes problemas.
En 1962 María Félix fue entrevistada por el novato animador de TV, Luis Ángel Pinasco
en la Televisión Peruana. La Doña lo eligió luego que el conductor anterior le hiciera
preguntas insulsas.
Los periodistas peruanos que asistieron a la conferencia organizada por el canal 2 para
presentar a la ‗Doña‘, se quedaron mudos cuando apareció aquella mujer alta, elegante
y de fuerte personalidad. Al ingresar al recinto, muy dueña de sí misma, se percató del
silencio sepulcral y exclamó: ―¿Qué? ¿Acaso no me van a preguntar nada?‖, y como
efecto dominó el eco de las voces regresó y los brazos empezaron a levantarse. Al
presentarse ante el público limeño, María Félix tuvo que ―cantar‖ pero las malas lenguas
dijeron que su voz se parecía a la de Agustín Lara. Igual, con tal de ver al mito se
toleraron sus gallos.
El incidente que marcó su estadía lo protagonizó el actor Miguel Arnaiz, encargado de
entrevistarla, quien no se imaginó el temperamento de la diva, por lo que la trató de
manera displicente. Luego, cuando él le dio la mano, ella no lo hizo, así que el canal
salomónicamente cambió al conductor por Luis Ángel Pinasco, que muy tímidamente
trató de cumplir con las expectativas. Para su suerte, María se mostró muy comprensiva
y la entrevista resultó muy cordial y amena, hecho que disparó la carrera del popular
‗Rulito‘.
Luis Ángel Pinasco fue el muchacho que debutara a los 15 años en el programa
"Discoteca Sudamericana" de Radio Loreto. Quizá su consagración llegó en e l canal 2
peruano de ―Victoria Tv‖ al haber sido postergado para presentar a la diva de cine
mexicano María Félix. Se había recurrido a Miguel Arnaiz, actor peruano, de mayor peso
en edad y aparente para dialogar con ella, pero una alusión infortunada a los años de la
artista motivó que esta se mostrara inconforme y como consecuencia se le presentó en
bandeja la oportunidad a "Rulito". La gran expectativa se colmó y en medio de la crítica
especializada triunfó este carismático y ya popular personaje.
Rafael Quiroga Delgado, el célebre productor de televisión venezolano que trabajó en
Lima, dijo luego que Arnáiz fue víctima del mal carácter de la actriz mexicana María
Félix, cuando le tocó la infeliz oportunidad de conducir su presentación en Victoria TV.
Canal 2. No toleraba confianza alguna y ya había demostrado su engreimiento en
Venezuela con un gran animador pero que felizmente salió del paso. Con Miguel Arnáiz,
sucedió todo lo contrario.
La idea de José Eduardo Cavero Andrade, era poner en dicho programa a un
conductor célebre por ser actor, de edad aparente, y considerando los buenos años que
cargaba la diva. Miguel tuvo una desafortunada pregunta y que María Félix consideró
ofensiva y ocasionó un incidente Acostumbrada a sus caprichos de "Doña", le dio
oportunidad al "tierno" Luis Ángel Pinasco para que este, con su ayuda, escalara
posiciones inmediatas. El destino lo marcó así. Uno fracasó y el otro brincó a la fama
ansiada. La prensa especializada no supo apoyarlo.
La bandida es una película mexicana filmada en 1963 y dirigida por Roberto Rodríguez,
protagonizada por María Félix, Pedro Armendáriz, Emilio Fernández y Katy Jurado. Una
turbulenta historia de amor y sobre todo, de aventuras en el marco de la Revolución
Mexicana de 1910. Maria Mendoza "La Bandida" (María Félix), prostituta y dueña de un
burdel, es amante de Roberto Herrera (Pedro Armendariz), quien mantiene una
constante disputa a través de las peleas de gallos y con las armas, con Epigmenio
111
Gómez (Emilio Fernández). Las constantes fricciones entre los rivales se agudizan
cuando "La Bandida" se convierte en parte de la disputa.
Su elenco contó con las actuaciones de: María Félix - María Mendoza "La bandida",
Pedro Armendáriz - Roberto Herrera, Emilio Fernández - Epigmenio Gómez, Katy Jurado
- La Jarocha, Ignacio López Tarso – Anselmo, Lola Beltrán, Andrés Soler, Marco Antonio
Muñiz, Gina Romand, Carlos Ancira, Alicia del Lago, René Cardona, Celia Viveros,
Yolanda Ciani, José Chávez, Pilar Sen y Mario García "Harapos".
Esta fue la última cinta filmada por Pedro Armendáriz en México
Alrededor de 1963 un día, al llegar al Hotel Bolívar, en Lima, unas azafatas le contaron
al capitán Gonzalo Fajardo que se habían encontrado con María Félix en el aeropuerto.
Ella al verlas en la Ruana Roja de Avianca les había preguntado por él y al saber que se
encontraba allí le había mandado a decir que estaría en el Crillón y q ue esperaría su
llamada. Para ese entonces Gonzalo estaba recién casado, con una joven llamada
Rosita. Luego de meditarlo un buen tiempo, decidió verla. Entonces la llamó.
—Qué dicha oírte — dijo María, con esa voz ronca y deliciosa —. Esta noche tengo una
presentación en el Crillón ¿Por qué no vienes? —Sí, balbuceó Gonzalo sin poder decir
más.
Y allí llegó. Se saludaron y él empezó a contarle que estaba recién casado y en ese
momento perdió su piso. Todo se empezó a mover para un lado y para el otro. Cerró los
ojos y al abrirlos las mesas se deslizaban de punta a punta del salón. —Quedémonos
quietos porque no hay nada que hacer, dijo ella, como quien tranquiliza a un niño.
Todo indicaba que estaban en el sitio equivocado y Gonzalo se sintió culpable. Esa
noche se despidieron con el corazón agitado.
En 1964, Bette Davis le ofreció ser su coprotagonista en la cinta Hush… Hush, Sweet
Charlotte, (en México, Cálmate, dulce Carlota; en España, Canción de cuna para un
cadáver) que fue una película de terror de con Bette Davis, Olivia de Havilland y Joseph
Cotten como actores principales, y dirigida por Robert Aldrich, en lo que es una
adaptación de Henry Farrell y Lukas Heller de la historia corta del primero llamada
Whatever Happened to Cousin Charlotte?; pero María se negó diciendo que no quería
hacer una segunda versión de Whatever Happened to Baby Jane? (1962), también
protagonizada por Davis. El papel de María Félix lo terminó realizando Olivia de
Havilland.
En 1964, María Félix haría el papel de La Caponera en la cinta El gallo de oro, dirigida
por Roberto Gavaldón, a lado de Ignacio López Tarso, sin embargo, fue Lucha Villa
quien terminó actuando en su lugar.
En 1964, John Wayne le propuso ser su pareja en la cinta Circus World, dirigida por
Henry Hathaway y escrita por Ben Hecht, Julian Halevy y James Edward Grant; pero "La
Doña" rechazó alegando que Ni loca haría el papel de madre de Claudia Cardinale, ya
que esa actriz sería la protagonista y María no estaba dispuesta a estar en segundo
lugar después de una principiante, por lo que Rita Hayworth la sustituyó.
Para 1965 actúa en La Valentina.
La Valentina es una película mexicana de 1966, dirigida por Rogelio A. González y
protagonizada por María Félix y Eulalio González «Piporro». Se basa en el corrido del
mismo nombre y fue producida por Gregorio Walerstein. La hija de un hombre rico, quien
también es un líder revolucionario, es secuestrada por un traficante de armas por
órdenes de un capitán del ejército federal, el cual está enamorado de ella.
Su reparto contó con las intervenciones de María Félix es Valentina Zúñiga, Eulalio
González es Genovevo Cruz García, José Elías Moreno es don Juan Zúñiga, José
Venegas «El Bronco» es Epigmenio Zúñiga, Raúl Meraz es el capitán Luis Benítez,
Graciela Lara es Lupita, Carlos Agostí es el marido de Valentina, Víctor Alcocer es el
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coronel, Ricardo Carrión es el sargento, Carlos León es Melitón Zúñiga, Juan Ferrara es
un soldado federal, Jorge Lavat es Erasmo, Víctor Sorel es Bedulo, Hugo Avendaño es
el cantante (actuación especial) y Graziella Garza es la cantante (actuación especial).
La película fue filmada a partir del 17 de mayo de 1965 en locaciones de Tlayacapan,
Morelos, y en los Estudios San Ángel. Se estrenó el 10 de febrero de 1966 en los cines
México y Mariscala durante siete semanas.
Cuando se estrenó La Valentina, fue criticada considerablemente. La revista Política:
quince días de México y del mundo consideró la película como "trágicamente estúpida y
reveladora del nivel alucinante de nuestro cine comercial".
En 1965 Leonora Carrington le hizo un retrato, titulado «Reina del Tarot»; que es un
retrato doble de gran tamaño de María Félix en forma de una carta de tarot.
En los años sesenta María conoció al escritor Enrique Krauze. Entró en una boite de
Acapulco como torera partiendo plaza, demostrando su indiferencia olímpica hacia el
resto, pobres mortales. Llevaba en la mano derecha un largo cigarrillo de color oscuro.
De su cuello pendían saurios de oro y en sus manos relucían piedras inmensas como
inmensos soles. Era más alta y altiva de lo que había imaginado Krauze. La seguía su
marido, Alex Berger, y algún otro acompañante.
María Félix es citada en una biografía escrita por Luis Rutiaga: ―Para vivir con un
hombre necesito verlo como un gigante. No me preocupa si es un gigante para los
demás: lo importante es que lo sea para mí. Berger lo era. Duré 18 años casada con él,
y siempre tuve un ambiente de amor, alegría y gentileza. A pesar de mi genio, le hacía la
vida ligera y feliz. Un hombre no puede adorar a quien lo humilla‖. Berger la llamaba
―Pumita‖, porque con él era dócil. Lo único que María le critica es que le importe mucho
el qué diran. ―Hazle caso a tus demonios, no te fijes en lo que piense el de junto‖, le
aconseja. Con él aprende a fumar habanos marca Te-Amo.
Con Alex, María vive la relación más larga de su vida (18 años), son conocidos en el
mundo, viajan para oír conciertos y escuchar ópera, para ver museos, zoológicos y a los
lugares de moda para esquiar que tanto le gustaba a Alex. María tenía muchas aficiones
pero quizá una de las que más disfrutaba era montar a caballo y jugar carreras en el
hipódromo por lo que su multimillonario marido Alex Berger le regalo una cuadra, que
ganó importantes premios.
Era fan de la ópera. Con Berger vio a María Callas y a Anita Cerquetti, entre muchas
otras grandes cantantes, y también Wagner le fascinaba. Mientras estuvo casada con
Berger, él se encargaba de firmar los cheques por ella. Amaba los caballos. Cuando se
casó con Berger él ya tenía una cuadra en Chantilly, Francia, junto a la del príncipe Alí
Khan. Berger le regaló la cuadra y sus caballos fueron campeones en los principales
derbies de Europa. La compañía de Berger Monclova corrió caballos de pura sangre,
logrando un notable éxito con el potro Nonoalco que ganó cuatro carreras Grupo Uno,
incluyendo el 1974 British Classic, las 2000 Guineas. Todos sus caballo tenían nombres
mexicanos: Pancho Villa, Nonoalco, Zapata... A otros los no mbró en honor a sus
películas: Doña Bárbara, Doña Diabla, Río escondido. Cuando vivía en Francia y atendía
la cuadra tenía que salir cada seis meses para renovar su visa.
Para comprarse una joya que la cautivó, fingió el secuestro de Panito, el perro bulldog
de Alex. Esta anécdota María la recuerda así: Una vez en México vi una joya que me
cautivó. Pero solo costaba ciento cincuenta mil dólares, y por una cantidad así no quise
molestar a Alex. Entonces, de acuerdo con la gobernanta de mi casa, elaboré un plan
para sacarle el dinero a Alex sin tener que tomarlo yo de la cuenta. Alex tenía un bull
dog que era su mejor amigo. Se llamaba Panito y vivía como rey (…). Le dijo que pedían
150 mil dólares de recompensa, y tan pronto tuvo el dinero, hizo que el perro regresara.

113
Siempre llevó una buena relación con su hijo Enrique Álvarez Félix, quien se graduó en
la carrera de ciencias políticas, pero luego decidió seguir los pasos de su madre y
convertirse en un actor destacado, consiguiéndolo.
Su hijo, Enrique, estudió en colegios militares de Canadá, Estados Unidos y Francia.
Cuando las calificaciones de Enrique eran excelentes, ella lo premiaba regalándole algo
que el quería y permitiéndole traer un compañero del colegio cuando venía en sus
vacaciones en México. Una de esas vacaciones María le preguntó qué carrera quería
estudiar, y él le contestó que quería ser actor de cine. Ella trató de disuadirlo, pero
viendo que él ya tenía bien tomada su decisión le exigió que antes hiciera otra carrera.
Enrique eligió Ciencias Políticas, haciendo sus estudios en la Universidad Nacional
Autónoma de México, estudió para diplomático y se graduó con altos honores. Ya con el
título en mano y a los 30 años expresó su deseo de comenzar una carrera
cinematográfica.
Su único hijo, Enrique Álvarez Félix, tuvo un inicio de vida un poco difícil, ya que fue
separado de los brazos de su madre, y llevado a Guadalajara, María pudo recuperarlo
hasta que tenía una relación con Agustín Lara. Después de ello, tuvo que reivindicarse,
además de educarlo a su manera, aunque eso significó que se alejaran para que él
estudiara, regresó y se convirtió en actor después de lograr una carrera. Su paso por la
televisión, cine y teatro, fue fructífero, no como su madre, pero sí logró hacerse de un
nombre.
Con el nombre de Enrique Álvarez Félix hizo una carrera con éxito en el cine, el teatro y
la televisión, se convirtió en un buen actor y tenía un público devoto que lo seguía a
todas partes reconociéndole así su talento. Se inició como actor en el cine en la película
Simón del desierto en 1964; también trabajó en el teatro y la televisión. Él alcanzó el
éxito en 1966 al estelarizar Los Caifanes. Desde 1964, Javier Téllez Pulido se convirtió
en su asistente personal.
Con respecto a su hijo, María llegó a comentar: De no haber sido María Félix, me
hubiera gustado ser el hijo de María Félix. Enrique es un hombre muy dotado, con un
sentido común admirable. Es mi mejor amigo. Me divierto mucho en su compañía. No es
un hijo de mami como muchos creen. Trabaja por su cuenta, lucha como ser
independiente. Él tiene su propia carrera, su público, su cartel y asume sus
responsabilidades sin apoyarse en mí.
Además, ella también evoca a su hijo de la siguiente manera: Con el tiempo se hizo un
actor de primera. Ahora está feliz de que yo le haya permitido llevar su vida en la forma
como él quiso. Nuestro pacto ha sido respetarnos y no interferir en las decisiones del
otro. En general, Quique siempre ha sido amable y respetuoso con los hombres que han
estado a mi lado. No es un hijo celoso.
Orgullosa del éxito de su hijo, María asistía a las funciones de estreno de sus obras de
teatro, develó placas de cientos de representaciones de obras como: "Drácula", " El
Hombre de la Mancha", " Mame ", " El Retrato de Dorian Gray", y muchas otras donde
demostró su talento artístico.
En la vida privada eran grandes amigos, hablaban de sus proyectos y los consejos eran
de María a Enrique y viceversa. Cuando ella estaba en París, él estaba al pendiente de
las casas de México y Cuernavaca. Durante toda su vida Enrique coleccionó fotos,
películas, pinturas y cuanta cosa se publicara sobre María Félix, era su admirador
número uno.
Desde 1964 Rocío Durán se convierte en la mujer de Agustín Lara, con quien contrajo
nupcias en Madrid, España, en 1965. Agustín había pensado que su primera esposa,
Carmen Zozaya, quien aún no le había otorgado el divorcio, estaba muerta y decidió
casarse con Rocío en España. Su enlace matrimonial fue celebrado en la cripta de la
114
iglesia de la Virgen de Guadalupe, que aún no estaba terminada. Este matrimonio
provocó que Chabela Durán rompiera relaciones con su hija.
Rocío siempre lo quiso y cuando Agustín Lara cayó enfermo, Rocío, no lo dudó ni un
segundo y se convirtió en su esposa. Ella tenía 17 años, Agustín Lara 63.Cuenta Rocío,
que el maestro por las mañanas después de las 11:30 a.m., ya estaba sentado al piano.
Ensayaba, tocaba y componía con un vigor extraordinario. Luego por las tardes se
dedicaba a leer. Horas y horas de poesía española y poesía francesa. Su pasión era la
generación del „98 y devoraba como un insaciable las páginas de Baudelaire.
La última mujer de las muchas que tuvo Agustín Lara, Rocío, ayudó a que el prolífico
compositor se reconciliara con María Félix, quien, como él mismo lo confesó, había sido
su gran amor. Rocío invitó a María Félix al cumpleaños del 'Flaco de. Oro', el 30 de
octubre de 1964, tras más de 15 años separados.
Rocío Durán cuenta que invitó a María Félix al c umpleaños del 'Flaco de
Oro'. Durán, quien antes de ser pareja de Lara tuvo otra con quien procreó un hijo,
expresó que "mi vida es muy diferente a las demás parejas que tuvo. Yo para él fui su
hija, él para mí fue mi padre, fue mi tío, mi hermano, fue todo, porque se hizo cargo de
mí cuando tenía cinco años". "Nadie me podía cuidar y me llevó a su casa y yo viví con
él y María Félix hasta los siete. Después, con su siguiente mujer Clarita Martínez, hasta
los nueve, y ya lo reencontré a los 17 años, cuando él estaba muy enfermo, lo cuidé y ya
no salí de su casa hasta su muerte".
Habló también de María Félix, con quien vivió en su niñez dos años cuando ésta era
pareja de El Flaco de Oro. "María fue maravillosa conmigo, me hacía caireles, me
llevaba a tiendas muy elegantes en Polanco para vestirme, me compró zapatitos
preciosos. Guardo un gran respeto para ella", anotó. Señaló que inclusive Lara y "La
Doña" estuvieron muy enojados desde que se separaron en 1947, "y yo los reconcilié en
1964". "Fui con La Doña y le dije:
Maruca, tú no puedes seguir enojada con Agustín, cómo es posible que ustedes dos no
se hablen, y me dijo, ¿y tú qué crees que puedo hacer?".
Entonces la propia Rocío Durán invitó a María Félix al cumpleaños de Lara, el 30 de
octubre de 1964. "La Doña" en ese momento le preguntó a Durán: "¿Y tú crees que no
me va a correr?", pero Rocío aseveró que estaba segura que no, ya que ellos se habían
querido mucho. Sin embargo, María Félix expuso que no se mandaba sola, así que
consultó con su entonces marido Alex Berger la conveniencia de estar en el festejo de
"El Flaco de Oro". Durán, a quien Lara llamaba "Coco", apuntó que Alex Berger era todo
un personaje maravilloso, divino y dijo: "Pero por supuesto que sí vamos". Para el día 30
de octubre, Lara estaba también enojado con los de su orquesta, así que Durán fue a
pedirles el favor de que se reconciliaran.
Al seguir el relato, "Coco" recordó que Lara se metió en su baño para terminar de
arreglarse y de perfumarse, "porque era un gentleman", y al salir y abrir la puerta del
baño vio a todos los de la orquesta parados en la escalera y se pusieron a tocar su
rúbrica. "Lara empezó escalón por escalón a abrazar a cada uno de sus músicos,
terminó la escalera y se encontró con Pedro Vargas, Toña "La Negra" y Alejandro Algara
cantándole "Las mañanitas", fue emocionante", relató. "En ese entonces tocaron el
timbre de la casa, él abrió la puerta y vio a "La Doña", toda vestida de blanco con un
abrigo de marta encima, quien le dijo: "Flaco", no me vayas a correr porque "Coco" me
invitó". Durán remarcó: "Así los reconcilié y gracias a esa reconciliación ganaron mucho
dinero, porque se fueron por toda la Unión Americana durante dos años, 1965 y 1966, y
ganaron todo el dinero que se les dio la gana".
De lo que sucedió después, recuerda María: Agustín Lara se hizo amigo de la casa.
Otro (Alex Berger, su esposo) en su lugar no lo hubiera permitido, pero Alex era tan
115
mundano y tan inteligente que hasta nos dejó hacer una gira juntos. Con Agustín Lara
hizo giras donde Lara tocaba el piano y ella cantaba aún cuando ya en ese momento ella
estaba casada con Alex Berger. Hizo una gira también con Chucho Ferrer y Andrés
Soler por Centro y Sudamérica, donde interpretaba canciones de Lara y hacia algunos
sketchs con Soler. Además, como recordase luego la misma María: el Señor Frank
Fouce, propietario del Million Dollar de Los Ángeles, le propuso a Agustín que me
presentara con él en su teatro. También recordó ella que Al día siguiente Alex me
alcanzó en Los Ángeles, porque no se quería perder el espectáculo de vernos juntos, y
le tocó un pleito muy sabroso. Agustín ya no me cambió la melodía, pero tocaba las
canciones en otro ritmo, acariciando las (…) Lógicamente me descontrolé, pero en vez
de obedecer al piano seguí cantando Solamente una vez- Al terminar el show le pedí a
Fanny Schatz, mi representante, que lo pusiera como camote. Ella fue a su camerino y
le dijo: -Maestro, por (...)
Grabó un disco con canciones de Agustín Lara, el disco se agotó rápidamente y ahora
es objeto de culto y colección. Sacaron un CD titulado " La Hora Azul" con música de
Agustín Lara, en este disco María interpreta una canción y Agustín otra (ellos nunca
grabaron este disco juntos). El disco se agotó rápidamente y ahora es objeto de culto y
colección.
Sobre su riqueza expresó: Tengo dinero y me han pagado bien, y no siempre porque
me lo hayan ofrecido, sino porque lo he exigido. El dinero es una herramienta para mí.
Por eso gasto mucho en ropa y joyas y me siento orgullosa de que a los mejores lugares
a donde llego digan: La mexicana María Félix. Me gustan los buenos trapos y sé cómo
llevarlos. Vale más dar envidia que piedad. Tengo mi Rolls, mis joyas, mis pinturas, mi
casa elegante, y todo me lo gané.
A Agustín Lara lo evocó de la siguiente manera en su autobiografía: llegué a conocerlo
demasiado, aunque siempre tuvo secretos para mí. No era melancólico, como cree la
gente, pero sí
extraño. A veces quería decirle algo y él pasaba de largo como si yo no existiera.
En 1966, María recibió en su casa vestida con pantalones ceñidos a sus nalgas y
batiendo de lado a otro su copiosa cabellera a Jorge de Angeli, Ernesto Spota y a
Vicente Leñero, quienes habían ido a su casa de Shakespeare en Polanco, donde la
escucharon arrobados, para concertar un reportaje para la revista Claudia. No se
trataba de hacerle una entrevista como tal, sino que era para fotografiar su casa, para
mostrar a los lectores cómo vivía y dónde vivía la Doña: sus habitaciones, sus muebles,
sus cuadros, sus objetos queridos.
A estos les dijo: Alex me tiene mucha paciencia. Yo soy una mujer difícil; tengo mi
carácter, mi genio. Ah sí, qué difíciles somos las mujeres y qué difícil debe de ser para el
hombre aguantar nuestros malos ratos. Pero yo también le tengo paciencia a él, no
crean que no. Por ejemplo, me molesta el olor del puro, me parece una pestilencia, y lo
más fácil sería ponerle mala cara; pero yo me digo: María, es mejor que lo fume aquí en
su casa a que vaya a fumarlo a otra parte. Claro. ¿No tengo razón?
A María le agradó el proyecto de los periodistas de fotografiar su casa y le dio el visto
bueno para que el fotógrafo Alex Klein y su asistente invadieran su territorio privado con
cámaras y lámparas durante dos mañanas. Vicente Leñero se encargaría entonces de
redactar los pies de foto. María se hizo presente en las dos secciones, y Reina, su
administradora, se mantuvo estricta en la vigilancia, expresando a cada rato: ―Cuidado
con este cojín. No vayan a maltratar la mesa. Por favor, no toquen las porcelanas‖.
Ella no quiso que concluyera la sección, que incluso incluyó los cuadros de María, sin
fotografiar su última adquisición: una cajonera del siglo XIX recién llegada de Paris. El
mueble ocuparía un sitio de privilegio en su boudoir. Después que el ebanista
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responsable de los muebles de la actriz terminara de adosar al semblante de los cajones
una docena de porcelanas de Meissen, entonces estuvo listo para ser fotografiado.
El ebanista demoró alrededor de una semana para concluir su trabajo, pues la
precisión obligó a un retraso. Ella tenía mucho interés en que ese mueble también se
fotografiara para que figurara en el reportaje, y por eso los periodistas aceptaron sin
remilgos realizar una nueva sesión.
Se cuenta que mientras que el fotógrafo de Claudia estuvo buscando ángulos insólitos
para favorecer al mueble, María estuvo atenta a los disparos de la cámara, hasta que le
dijo a Vicente:
-¿Verdad que es precioso?
-Precioso, María.
-No sabe lo que me costó convencer a su dueño de que me lo vendiera. U na herencia
de familia. Un tesoro para él.
-Ya me imagino.
-Pero qué cree. Ayer llegó de Europa Alex, mi marido, y se lo enseñé. No sabía nada,
era una sorpresa. Lo vio por primera vez.
-Y le encantó.
-¡No! Le pareció un mamotreto.
-No me diga.
-Un capricho absurdo, un despilfarro, un mamotreto. Ya no sé cuántas cosas horribles
dijo de mi cajonera. El caso es que nos peleamos y se salió de la casa hecho una furia.
Hacía mucho tiempo que él y yo no teníamos una diferencia y ahora la tuvimos, horrible,
horrible, por mi cajonera preciosa… ¿Verdad que es preciosa?
-Preciosa, señora- dijo sorprendido Vicente, por la insólita confidencia.
La casa de Hegel siempre fue motivo de especulaciones. En 1978, el novelista,
guionista, periodista, dramaturgo, ingeniero civil y académico mexicano Vicente Leñero
describiría parte del contenido de la casa, al narrar su encuentro con María Félix a
través del texto titulado Yo soy mi casa: María Félix, publicado en la revista Claudia en
mayo de 1966. Esta fue la publicación de Leñero en esa revista en 1966:
Se oye un timbrazo largo, inacabable, y Reina, la cuñada de María Félix, dice: Ahí está.
En la residencia de Polanco, donde una gran fachada de piedra gris limita y defiende la
vida privada de la Doña, Reina es algo así como su gerente, su administradora, su ama
de llaves y consejera y secretaria ejecutiva: todo al mismo tiempo. Reina es quien
contesta el teléfono para informar a qué horas se podrá hablar con la Doña, quien vigila
el trabajo de los operarios que han ido a colocar un toldo en el patio, quien vuelve a
contestar el teléfono ("En esta casa llaman a todas horas –sonríe–, parece comisaría"),
quien finalmente me dice: espere un momento ya no tarda en llegar. Ahí está. El
prolongado timbrazo –tercera llamada en el foro de un teatro, voz de "cámara-acción" en
un estudio de cine– anuncia la definitiva aparición. Son las cinco y media de la tarde, la
hora exacta que fijó para la cita la señora Félix. Hasta entonces todo ha sido silencio.
Pronunciadas en voz baja, las palabras amortiguan su sonido sobre la alfombra que se
derrama sin interrupciones por la estancia. Cuadros de María en ésta y en aquella otra
pared. María pintada por Leonora Carrington en un tríptico milagroso. María amazona y
María con una serpiente enrollada al brazo izquierdo por Leonor Fini. María con un
corazón de llamas ardiendo según Sofía Bassi. Una madre mexicana enrebozada (Diego
Rivera 1948) amamanta a su hijo en la pared principal de la sala ¿también María?... y un
poco más allá, en el comedor provenzal, los pinceles de 1964 de Lepri transformaron a
María en ave, en mariposa, en pistilo vegetal que se asoma a un jardín alucinante. Ahí
está la Doña, vuelve a decir Reina cuando ya se escuchan los pasos, la voz, el levísimo
chirrido de una puerta. Y aquí está efectivamente la Doña; al fin.
117
Sin moverse un milímetro. Toda acción, María entra bajando de uno de los cuadros de
Leonor Fini, o mejor: como saliendo del que Chávez Marión acaba de pintarle; sólo que
hoy, en lugar del suéter y los pantalones blancos con que la vistió el artista para
significar mejor ese desplante un poco reto, un mucho triunfo, María lleva pantalones
azul oscuro, un suéter rojo de cuello de tortuga y botas encarnadas. La imprescindible
diadema contiene la hermosa mata de pelo que Chávez Marión puso a flotar al viento,
alígera. Es mi traje "del diario", dice después. Así se siente más cómoda; así anda de
aquí para allá, sabiéndose bella y diciéndolo con orgullo de mujer que ha colocado en la
cúspide de la fama su fama de mujer hermosa. Lo es, siempre. Indiscutiblemente.
María levanta la ceja izquierda y avanza firme por el salón de esta casa que ha
decorado para ella el marqués de Beyrac, de Clardecor. Su voz, la voz de sus películas
y de sus presentaciones en público resuena durante el intercambio inicial de saludos.
Sólo le falta un fuete, látigo quizá, supongo, para convertirse en una doña Bárbara
citadina.
Es la segunda vez que estoy delante de ella. La primera: una noche en casa de Ernesto
Alonso. Cuando yo ya me iba, llegó a cenar acompañada por Quique. Vestía un traje
azul Dior; maravillosa, dijo Ernesto mientras yo me escabullía tímido con el buenas
noches, mucho gusto, con permiso.
¿Un coñac?; ¿un café?
María retarda la charla cuando desaparece por segundos para ir a decir algo a Reina.
Regresa pronto, siempre ligera y erguida, con el mismo cuerpo joven con que hace
veintitrés años saltó al primer plano del estrellato nacional. Allí se ha mantenido desde
entonces, sin moverse un milímetro, dirá después, durante la plática; ¡y vaya que eso
cuesta! Porque más que alcanzar el éxito, lo difícil para una actriz es sostenerse en él
sin permitir que se suba y nuble la cabeza; qué importante, pero qué importante
conservar lúcidos los cinco sentidos, firme la voluntad, entero el ánimo. Talento.
Inteligencia. Interés por la vida.
Pero de qué manera, señora. Cómo. Cuál es el secreto; las reglas prácticas. María no
responde aún. Apenas está llegando y ya llegando haciendo suya de inmediata la
atención del intruso que se ha quedado sin ojos para la decoración, para los muebles,
para los cuadros de María. Sólo María en persona se halla enfrente.
Y María repetirá después:
Mantenerse en la primera fila sin que nadie venga a moverme. Entera. Bien plantada y
bien vestida. Eso sí, cuando vaya una fiesta, al teatro, a una recepción, me gusta ser la
mejor. Desde muy tempranito, porque yo me levanto muy tempranito: a las siete y media
ya estoy pintándome y arreglándome y cepillando y cepillándome el pelo, nada de
sprays; si tengo que ponerme chinos que ni modo, a veces hay que usarlos, no salgo de
mi boudoir, nadie me ve, ni siquiera me asomo por aquí, se me hace una falta de respeto
y de delicadeza y de todo; mucho menos afuera, ¿una mujer con chinos en la calle?,
¡qué horror! ¿María Félix, con chinos?, ¡jamás! A veces, claro, cuando estoy haciendo
una película, tengo que salir muy de mañana sin peinarme por exigencias de la propia
filmación, pero entonces me envuelvo muy bien muy bien con una mascada hasta acá y
me subo al coche. Yo no sé cómo hay señoras... Pero eso no vaya a escribirlo, por
favor, no quiero ofender a nadie. Eso pienso, nada más. Y como le digo: me gusta
peinarme yo misma. Alexandre de París me dio unas clases. Y ahí estoy desde muy
temprano cepillándome el pelo para llegar a esa fiesta o a esa función de teatro muy
derecha y muy plantosa como me enseñó mi madre desde que yo era muy chica.
Eso se trae desde la cuna. Se nace.
No, no, qué se va a nacer así. No me diga eso. Cuando uno nace no trae nada. Se nace
en cueros, ¿o no? Las costumbres y los hábitos Y todo se adquiere después a pura
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fuerza de voluntad, de régimen, de privaciones. Se aprende. Uy, es que usted no sabe
cómo era mi madre. Frenos en los dientes desde niñas y tablillas en la espalda para que
camináramos derechitas: cambréate, niña, cambréate, me decía mi madre que me
enseñó a andar siempre erguida y con gracia. Les pedía a las monjas de la escuela que
vigilaran si habíamos llegado o no con los famosos tirantes en la espalda. ¡Yo le debo
tanto!
Ahora está muy viejita, pero ahí sigue, sigue, sigue. La tengo aquí como una joya. Vive
conmigo; muy bien cuidada, no faltaba más. Y ahí está, todavía la tenemos con nosotros
Dios quiera que por muchos años. ¿Pero qué le estaba diciendo? Ah, que cuando
aparezco en público, sí, me gusta que la gente diga: aquí está ya María: ahora sí llegó la
mejor. Lo mismo en México que fuera de México. Mire: los reportajes que me hacen en
el extranjero escriben: La mexicana María Félix. La mexicana, fíjese usted. Ya no soy yo
únicamente, es la mujer mexicana lo que represento para ellos. Y cómo va a quedar mal
la mujer mexicana, eso sí que no, cómo voy a quedar mal yo misma con mi público. No
señor. Llego a París y me paso horas y horas con Marc Bohan, el de Dior, viendo qué
vestido me tiene especialmente para mí y qué zapatos. Uh, me enamoro de la ropa en
una forma que usted no se imagina. Es uno de mis vicios; me gustan los buenos trapos y
sé cómo llevados, qué caray, muy levantada siempre la cabeza y muy segura de mí,
porque ¡aquí está María Félix!, a ver qué pero le ponen, sin un detallito fuera de sitio, sin
un pelito de nada: ¡a todo dar!
En el gesto de la Doña, en ese levantar un poco la cabeza enhiestando la barbilla, se
repite el desplante que es desafío y postura ante la vida del cuadro de Chávez Marión.
María quiere mostrarlo antes de iniciar la plática, cuando todavía es la señora Félix,
intimidante y lejana. Pronto se convertirá en la Doña, y luego, al fin, en María simpática,
en María cordial, charlista extraordinaria capaz de hablar horas y horas de María Félix
porque prefiero hablar muy bien de mí misma, en lugar de hablar mal de la gente.
Venga, mire. Está en la biblioteca. Todavía ni lo cuelgo porque me lo acaban de traer.
Venga.
¡Un partidazo!
Libros y cuadros en la biblioteca. Una mesa circular con la carpeta verde y el block para
anotar gin. Libros de historia, de teatro, de filosofía, obras completas: todas en lujosa
encuadernación; uno que otro en rústica. Cervantes y Freud, Sor Juana, La Fontaine,
Alvarez Quintero, Balzac, Premios Nóbel, la enciclopedia Espasa Calpe. Editorial Janés,
Aguilar... Un cuadro más de Leonora Carrington. Un apunte 1930 de Salvador Dalí.
Vampiros de Lepri y el célebre autorretrato de Diego Rivera con una dedicatoria para
María Reina de los Ángeles Félix a quien millones de gente admiramos y amamos, pero
a quien nadie querrá tanto como yo. 1949.
En el lugar de honor, arriba de la chimenea y en espera del clavo: el óleo de Chávez
Marión. La Doña no economiza elogios para el retrato. Siento que ésa soy yo, ¿verdad
que sí?
Luego se encaminará a la sala y sobre el mullido sofá de tapiz rojo hablará de su
residencia y de Alex Berger, su marido. Catipoato. Allá tenía 4,500 metros cuadrados
entre jardines y árboles y mil habitaciones. Aquí sólo tiene 500 y un patio-jardín que
gracias a un muro de espejos sabiamente colocado al fondo, como límite, disimula su
brevedad. Pero la casa es agradable. Magnífica, diré yo.
María ha terminado acostumbrándose a ella, y además, como le dijo a Guillermo Ochoa
para Novedades, no iba a cambiar una casa por un marido. Alex Berger la ha hecho
feliz, indudablemente. Se adivina en todo: en la forma en que María se expresa de su
vida matrimonial, en las pequeñas numerosas fotografías que de su esposo y de Quique
ha distribuido por todas las habitaciones. Alex me tiene mucha paciencia. Yo soy una
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mujer difícil; tengo mi carácter, mi genio. Ah sí, qué difíciles somos las mujeres y qué
difícil debe ser para el hombre aguantar nuestros caprichos y nuestros malos ratos. Pero
yo también le tengo paciencia a él, no se crea que no. Por ejemplo, me molesta el olor
del puro, y lo más fácil sería poner mala cara; pero yo me digo: María, es mejor que lo
fume aquí en su casa a que vaya a fumarlo a otra parte. Claro. ¿No tengo razón?
Muchas mujeres no lo entienden y pobrecitas. Hay que saber ceder. Por eso mi hijo y yo
dejamos Catipoato a pesar de todo lo que nos gustaba. Siempre he pensado que quien
da el pan da la ley. Aunque cuando me casé con Alex se atrevieron a decir, sí, sí, lo
dijeron, figúrese nada más, dijeron que yo me había casado por su dinero, por interés.
Me dio mucha rabia y furiosa me encerré en mi cuarto para hablar conmigo misma como
me recomendó un amigo hindú al que yo quería mucho. El ya murió, pero conservo sus
cartas y no olvido sus consejos valiosísimos. Cuando te sientas mal, me decía mi amigo
hindú, enciérrate en tu cuarto y habla contigo misma en voz alta. Y así lo hago, frente al
espejo. Aquella vez, furiosa, me preguntaba: a ver, María, ¿es cierto que te casaste por
interés? Nadie podía oírme, me lo preguntaba con toda sinceridad porque luego puede
haber sentimientos escondidos dentro de uno y me veía en el espejo pensando en todo
lo que soy y cómo soy. Pero vaya, si no estoy fea, soy guapa, muy guapa, tengo cartel,
fama; no estoy bizca, ni tuerta, tengo mi sitio, gano buen dinero, cómo voy a haberme
casado por interés. Soy un gran partido para cualquiera. Claro que sí. ¡Pero si
pensándolo bien soy un partidazo!, ¿a poco no?, ¿no le parece que soy un partidazo?
¡Están locos! ¡Qué me voy a haber casado por interés ni qué nada!
Así hablará la Doña durante la charla que está por iniciarse. Catarata de palabras,
incontenibles, matizadas unas veces por el ademán de sus manos siempre inquietas,
expresivas; otras por las cejas arriba y abajo; por la mirada que desciende y se recoge,
como retrocediendo, para dar oídos al interlocutor. Los dedos índice y pulgar de María
se unen de pronto y trazan un fugaz pincelazo en el aire. Sus uñas se vuelven contra
ella para señalarla en un ademán que las dos manos dibujan en forma simultánea,
mientras sus piernas buscan continuamente una nueva posición. Ahora están aquí,
rumbo a la mesa de centro, extendidas. Ahora cruzadas: la derecha sobre la izquierda,
la izquierda sobre la derecha. Ahora se separan y se doblan a la manera de un buda.
Ahora está de pie.
Impresionante flexibilidad la de esta Doña ágil y elástica capaz de doblar sus dedos
hacia atrás hasta hacer que las uñas toquen el dorso del antebrazo. Mujer que es toda
nervio, corriente eléctrica, chispa, llama, incendio. No, gracias, no fumo. Muchos
periodistas han quedado boquiabiertos con sus respuestas. Queriendo presumir de
audaces, groseros muchas veces, han asaltado a María con preguntas que no pueden
reproducirse en letras de molde. Pero el ingenio de la actriz los ha derrotado. Con un par
de palabras, una frase, una rápida contestación, los ha detenido en seco. En México, en
Buenos Aires, en Caracas...
Desde luego no lo digo por usted, pero es muy molesta la actitud de muchos periodistas
que...
No, en realidad yo no soy periodista...
Minutos después, a medida que la charla avanza, la voz grave de María se va
musicando aunque sin perder sonoridad. En ningún momento hay falsa impostación. Su
lenguaje es fresco, brota salpicado de expresiones populares y refranes. Toco madera,
poniendo sus dedos debajo de la mesa, cuando lo que dice pudiera convertirse en
alguna calamidad. Ni lo mande Dios. Es graciosamente supersticiosa. Emplea palabras
como trapos, relajo, tembeleque, tiliches, tacuche, greñas, chácharas; giros como
ajustarse las pretinas, poner el ojo pelón, una señorona encopetada. Cree en la magia.

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Lee la revista Planeta. Colecciona porcelanas. Y ama la vida. Sobre todo eso: ama la
vida.
Lo dice y lo repite, otra vez porque en ese amor por la gente, por las cosas, por las obras
de arte, se apoya –afirma– su incansable, sorprendente vitalidad. No solamente Alex,
Quique y Reina lo saben, sino las personas que trabajan a su servicio, sus criados. Pero
no los llama criados, son sus colaboradores. Gente que sabe que la Doña es inflexible
en sus órdenes, que la Doña no disculpa la falta de limpieza, que la Doña no soporta la
desorganización. Y sus sirvientes –sus colaboradores– la quieren, nunca se van. (Yo
tengo un gran respeto por el trabajo de los demás). Raúl, por ejemplo, una especie de
hombre equipo que lo mismo hace de mayordomo que de electricista o carpintero, ha
estado a su servicio catorce años. María lo llama cariñosamente mi tigre Raulete, mi
tigre de Bengala; qué haría sin él, dice; es maravilloso. Y Raulete serio, serio, siempre
serio, sonríe con timidez.
No gracias, no fumo. Mi tilichero. Dejé de fumar, va usted a ver, precisamente el tres de
diciembre de 1962. Y no se crea que por cuestión de salud, ni por una promesa ni por
nada, sólo para ponerme a prueba yo misma, para medir mi fuerza de voluntad. Antes
llegaba a fumarme tres cajetillas diarias y ahora ya ve, ni un solo cigarro desde hace tres
años y pico. No sé qué sabor tiene el whisky... Porque todo, todo, todo se consigue a
pura fuerza de voluntad. Tienes que hacer esto, María, y lo hago. Una actriz como yo no
puede mantenerse en la primera fila durante veintitantos años si no es a base de
sacrificios que luego ya ni sacrificios resultan. A mí hábleme de un gran filete, todo
grasoso, y puf, no lo tolero ni en la imaginación. Mi dieta es rigurosa, nada de grasas y
harinas; al mediodía: dos huevos cocidos, un plato de carne asada con alguna verdura, y
dos o tres guayabas que son muy alimenticias y muy sabrosas: para mí no hay mejor
fruta que mis guayabas totonacas. Pero claro, no bebo agua durante las comidas. Los
domingos hago una excepción y mando a descansar la dieta. Como lo que se me antoja.
Es mi día libre.
María sale de la biblioteca rumbo a la sala donde habrá de ocurrir la conversación. Ya no
necesita del fuete de doña Bárbara porque ahora es, simple y femeninamente: María.
Con ella va el perfume Joy, de Jean Patou, que la envuelve y hace perdurar su
presencia en las distintas habitaciones de su casa. Por primera vez en la historia del
periodismo, la Doña accederá a abrir esas habitaciones a la cámara de una revista. No
sólo eso: María en persona se ocupará de disponer el extraordinario arreglo de la mesa
del comedor; tenderá su cama, su célebre cama de plata diseñada por Diego Rivera con
los exquisitos e increíbles encajes valencianos confeccionados a mano; permitirá la
entrada a su baño de mármoles negros, a su íntimo boudoir.
Cada habitación prepara, como sonriendo, sorpresa tras sorpresa. Primero es la
antesala de la alcoba: lámpara y muebles de porcelana de Meissen, dos cuadros más de
la Doña pintados por García Ocejo y un gran estantero que crece hasta el techo y donde
María conserva, exhibe, objetos, libros, fotos, chácharas; recuerdos de su vida y su
carrera triunfal en ordenado desorden. Allí se encuentra, superviviendo, todo lo que está
más cerca de su corazón. Reina lo llama La repisa de los recuerdos. Para la Doña es Mi
tilichero.
Después la alcoba que la cámara de Alex Klein puede describir mejor que las palabras.
El baño. El boudoir: nuevas repisas, nuevos estanteros henchidos con porcelanas de la
primera firma mundial en porcelanas: Jacob Petit, el célebre artista de principios del siglo
XIX. Es difícil conseguir una nueva pieza auténtica, informa la Doña. Yo salgo tras ellas
y recorro galerías de arte y casas europeas de antigüedades en busca de un Jacob
Petit. Es mi vicio. Mire, mire, vea esto. Vea qué trabajo, qué primor, qué delicadeza.
Fabulosos.
121
Cada pieza es para estarla admirando toda la vida. Por eso cuando me preguntan si me
aburro yo me río. Cómo vaya aburrirme en mi casa teniendo estas preciosidades. Pero
mire, mire esta figura. Y no son únicamente las porcelanas de Jacob Petit, sino los
muebles de Meissen y los encajes valencianos y los recuerdos y todo lo que llena esta
casa lo que le da un calor, un clima, un ambiente único de algo que vive por alguien y
para alguien: una mujer de fina sensibilidad: la Doña.
Cuando era niña, me acuerdo, tenía unas postales de la Capilla Sixtina: me fascinaban
los murales de Miguel Ángel. Y la primera vez que fui a Roma corrí a admirar aquellas
maravillas. No pude decir nada. Me quedé así, sin moverme, y de pronto empecé a
sentir que me estaban escurriendo las lágrimas... tamaños lagrimones y yo sin poder
decir nada. ¿Usted conoce la galería Degli Uffizi, en Florencia? Pues allí hay un Tiziano,
un retrato de un cardenal joven, con su uniforme o como se diga, al que voy a saludar
cada vez que llego a Florencia. Tiene una expresión, una majestad, un señorío... es
guapísimo, es un cuadro fabuloso. No qué va, yo qué voy a aburrirme habiendo tanto
que admirar en el mundo. Y me gustaría que la gente supiera eso de mí. Su reportaje se
podría llamar Por qué no se aburre María Félix. ¿No le parece un buen título? ¿Verdad
que sí? Por qué no se aburre María Félix, y usted podría hablar de todo lo que tengo
aquí en mi casa. Venga, venga para acá. Pase.
Y conducido por María, antes de dar comienzo a la plática formal, penetro en las
habitaciones exclamando oh, oh, oh, ante lo que mis ojos descubren. En todo se refleja
ella: sus gustos, su sentido del orden, su secreta femineidad. La señora Félix, María, la
Doña, está siempre ahí, expresada en el ambiente y en los detalles de cada habitación.
Al grado de que ella podría hacer suya, mejor que nadie, aquella frase de Pita Amor: "Yo
soy mi casa."
En 1966, Antonio Aguilar le propuso protagonizar la cinta Una mexicana, donde él sería
su pareja fílmica, pero al no concretarse la participación de María, Antonio cambió el
título por el de Lauro Puñales y para sustituir a María, escogió a su esposa Flor Silvestre.
Para 1966, el escritor Carlos Fuentes, quien se había casado en 1959 con la actriz Rita
Macedo (1925-1993), con quien tuvo a su hija Cecilia, nacida en 1962, y, además, con
quien María Félix había compartido créditos en La estrella vacía; había comenzado a
escribir su novela Zona Sagrada: que es la historia de la relación madre-hijo de una
famosa actriz: ella es Claudia Nervo, gran estrella del cine mexicano, su hijo Guillermo
es llamado, por Guillermito, Mito.
Siendo esposo Fuentes de Rita Macedo, tuvo la oportunidad de escribir esta novela
inspirado en María Félix y su hijo Enrique Álvarez Félix. Rita era amiga de Enrique
Álvarez Félix, unigénito de la Doña. Dicen los chismes que una noche Enrique llegó
borracho y lloroso con Rita, y le contó (Fuentes paró la oreja, tomó apuntes) lo que
después se convirtió en esta novela que tuvo sus quince minutos de fama.
Las alusiones a la Félix son constantes y claras: ―Antes la imagen de México era
Pancho Villa y ahora soy yo‖; ―Ah, la ceja. Como en las películas‖.
Hay una suerte de trascripción de las frases rotundas que usaba Félix en toda la
novela: ―Las heridas no se besan, se lamen‖; ―A ti las pesadillas han de parecerte
milagros‖; hasta llegar a las famosas respuestas que la actriz real decía y que aquí repite
la actriz de ficción:
—¿Prefiere a los hombres o a las mujeres como amistades?
—A las mujeres, si todos los hombres fueran como usted.
—¿Qué tipo de hombre prefiere?
—Al que olvido más rápido.
—¿Tiene muchos enemigos?
—Toda la gente que me debe un favor.
122
—De no haber sido Claudia Nervo, ¿qué le hubiera gustado ser?
—Una admiradora de Claudia Nervo.
—¿Qué opina del público?
—Que va a durar más que yo.
—¿Ha destruido a muchos hombres?
—Todas mis medallas las he ganado en defensa propia.
—¿Qué usa para conservar su belleza?
—Zacate y piedra pómez.
—¿Es usted muy rica?
—Cien millones de glóbulos rojos.
—¿Cuánto vale su vestuario?
—Un poco menos que la percha…
Carlos le dio un ejemplar a María para que la leyera, al igual que a Cortázar y Luis
Buñuel. A María le interesó esta novela, y por ello quiso hablar con Carlos Fuentes
cuando este regresara a París el 15 de julio de 1966, e incluso se marchó con el original
de esta novela a Suiza, y Carlos tuvo que averiguar su paradero para entrevistarla y así
saber su opinión.
Finalmente María le dio permiso a Carlos para que publicara su novela Zona sagrada,
aunque este antes de publicarla, insatisfecho con el final, quiso cambiar la parte final,
pero los contratiempos de su trabajo mientras estaba planificando un proyecto con el
documentalista francés François Reinchenbach, con quien preparaba el texto de una
película mexicana para presentarla en el próximo festival de Cannes. E incluso, Carlos le
envió una copia de la novela a su amigo el Dr. Arnaldo Orfila para que la revisara.
También en este periodo vio por última vez al expresidente mexicano Adolfo López
Matos, a quien ella conocía como Fito, y quien estaba casado con Angelina Gutiérrez.
Sobre este suceso recordó: Ya estaba enfermo cuando lo vi por última vez en París.
Supimos que había llegado y Alex (Berger, esposo de María) lo invitó a cenar en el
Maxim´s. Ya estaba un poco tocado por su aneurisma y le costaba un trabajo llevar la
conversación. Era un hombre disminuido y un poco triste, como si le doliera haber
dejado las mieles del poder.
En 1967, Fito López perdió el conocimiento a causa de un aneurisma y vivió sin
recuperarlo hasta el 22 de septiembre de 1969, tiempo en que falleció en la Ciudad de
México.
En 1967, Leopoldo Torre Nilsson y Beatriz Guido le comentaron a Carlos la idea de
llevar al cine su novela Zona sagrada, que aún no había sido publicada para ese
entonces. Por lo que le escribe al Dr. Orfila solicitándole que le envíe una copia del texto
a esta pareja que estarían hasta el 28 de febrero en el Hotel Algonquin, 59 West 44th.
Street, en Nueva York.
Para marzo de 1967 vio la luz la publicación de Zona sagrada, del escritor Carlos
Fuentes, el libro con más reimpresiones del escritor.
A partir de 1968, el ex esposo de María, Agustín Lara inicia una rápida decadencia que
lo llevaría hasta el final de su vida, incluso tuvo un accidente que le causó la fractura de
la pelvis, lo que agravó su salud dada su edad avanzada. Entró en coma el 3 de
noviembre de 1968 por derrame cerebral, y murió el 6 de noviembre de 1968.
Agustín Lara (1900-1968), con sus canciones, fue el maestro de toda una generación
de padres y abuelos que no tenían otra instrucción que aquella que les llegaba a través
de la radio y de la copla popular. Sus canciones sirvieron de educación sentimental para
montones de personas que puede que ni siquiera conociesen el milagro del cine, ni de la
televisión, pero que en sus pequeñas aldeas o en sus casas de la montaña tenían un

123
receptor en la cocina. Por orden presidencial fue sepultado en la Rotonda de las
Personas Ilustres del Panteón de Dolores en la Ciudad de México.
Por esta época, a María se le confeccionó un collar de serpiente, que Cartier creó para
la actriz en 1968, en platino articulado decorado con esmeraldas y diamantes, un collar
que tiene su historia. Sobre la serpiente, cuentan que al llegar a París, la diva juntó sus
brillantes y se dirigió a Cartier para pedirle al gerente que le cambiara todo por una joya
espectacular y fue entonces cuando surgió la famosa pieza que tomó dos años en
completarse. La flexibilidad de la pieza fue lograda a través de un sistema aeronáutico
trabajado en miniatura. El collar fue enviado a la casa de la actriz en México el día de su
cumpleaños por su amigo, el empresario André Denet, hacia 1970.
Maria Felix coincidió con Marie Helene de Rothschild, en Longc hamp, el 30 de junio
de 1968. La Baronesa Marie-Hélène de Rothschild fue una de las más imaginativas
anfitrionas de París, la doyenne de la alta sociedad francesa de los años ‘60, ‘70 y ‘80.
Sus actividades empezaron a dominar la temporada social desde que, por matrimonio,
pasó a formar parte de la prominente familia Rothschild. La prensa de todo el mundo se
hacía eco particularmente de sus cenas, bailes y eventos benéficos, muchos de ellos
realizados en el Château de Ferriéres, la antigua mansión Rothschild que hoy pertenece
al Estado francés. Nacida en Nueva York como Baronesa Marie-Hélène Naila Stephanie
Josina van Zuylen van Nyevelt, era la hija mayor de los tres vástagos del Barón Egmont
Van Zuylen van Nyevelt (1890-1960) y Marguerite Namétalla (c.1905-1996). Su madre
era egipcia y su padre un diplomático holandés, mientras que su abuela paterna era la
baronesa Hélène de Rothschild (1863-1947) – hija de Salomon James de Rothschild,
judío-, quien se había casado en 1887 con el Barón holandés Etienne Van Zuylen,
católico romano. Luego de finalizar la escuela viajó a París y allí conoció al Conde
François de Nicolay (1919-1963), con quien se casaría en 1950. Su hijo, Philippe de
Nicolay, nació en 1955 pero la pareja se divorció al año siguiente. Marie-Hélène
comenzó a frecuentar a su primo en tercer grado una vez separado, el barón Guy de
Rothschild, cabeza del Banco de Rothschild Frères, quien, asimismo, había decidido
obtener el divorcio. Se casaron el 17 de febrero de 1957 en una ceremonia civil en
Nueva York ―para permitir que la tempestad que habíamos despertado por un doble
divorcio disminuyera un poco‖, co mo dijo la baronesa. Tuvieron un único hijo, Edouard
Etienne Alphonse, nacido en diciembre de ese año.
En este período era presidente de México Gustavo Díaz Ordaz Bolaños, un abogado y
político mexicano que se desempeñó como Presidente de México desde 1964 a 1970.
Sobre éste dijo María:
De Díaz Ordaz no puedo contar anécdotas, porque lo conocí poco. No tenía encanto
personal pero siempre lo he considerado un gran presidente. Su mérito fue tomar
decisiones muy difíciles y muy peligrosas. Lo que hizo en Tlatelolco fue atroz pero salvó
al país en un momento de crisis. El mundo estaba viviendo una coyuntura difícil y aquí
había muchos contactos en el exterior en la cuestión del movimiento estudiantil. Se
estaba reproduciendo en México el movimiento de Cohn-Bendit en París, y sino se
paraba la cosa a tiempo, quién sabe que hubiera pasado, sobre todo con los Juego
Olímpicos encima. Yo creo que estaba muy preocupado por el país y no tuvo más
alternativa que ocupar la fuerza. En Francia los estudiantes protestaban, hacían cosas
tremendas, pero eran más controlables.
Esos brotes de rebeldía como los que hubo en el 68 me parecen naturales en la
juventud. En todas las épocas los jóvenes han protestado, lo aburrido sería que
protestaran los viejos. Lo que a mí no me gustaba era el lado feo de todo eso; el lado
siniestro: las drogas y el desenfreno autodestructivo. Los hippies no me gustaban. Sus
ideas y sus filosofías no las critico, pienso que eran interesantes. Pero la limpieza es
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algo fundamental para mí, y esos jóvenes daban una impresión muy desfavorable. Por lo
que toca a la revolución sexual de esa época, la verdad no le di ninguna importancia.
Para mí, el amor es privacidad y secreto. Eso de andarse desnudando en la playa me
parece que le quita sabor al sexo.
La matanza de Tlatelolco consistió en lo siguiente: Con el conflicto estudiantil de 1968,
la represión oficial llegó a límites nunca antes imaginados. El problema se inició después
de que las escuelas vocacionales 3 y 5 del Instituto Politécnico Nacional fueron
ocupadas por granaderos, con el pretexto de sofocar una riña callejera entre los
estudiantes de esos planteles y los de la preparatoria particular Isaac Ochoterena.
Después de estos hechos, una organización que llevaba años controlando la vida
estudiantil del Politécnico, la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos (FNET),
convocó a una manifestación de protesta que tendría lugar el 26 de julio.
Casualmente, el mismo día se iba a celebrar otra manifestación para conmemorar el
aniversario de la revolución cubana, convocada por el Partido Comunista. Cerca de
cinco mil estudiantes se separaron de su propia manifestación para unirse a la otra y
llegar al Zócalo, a pesar de que ya se tenía noticia del enorme despliegue policial que
los esperaba. El enfrentamiento duró varias horas, mientras la sede del Partido
Comunista era ocupada por agentes del gobierno que aprehendieron a varios militantes.
El día 27 los estudiantes, en un acto de protesta, ocuparon los planteles 1, 2 y 3 de la
Escuela Nacional Preparatoria de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
y el día 29 hubo un enfrentamiento entre estudiantes y granaderos. Como estos últimos
no lograban controlar la situación, pidieron la intervención del ejército, y en la madrugada
del día 30 las fuerzas armadas entraron a los planteles mencionados, a los otros
edificios de la preparatoria de la UNAM y a los de la vocacional del Politécnico. El
enfrentamiento tuvo como resultado cuatrocientos lesionados y gran cantidad de
detenidos.
Durante los meses de agosto y septiembre la situación se fue agravando, mientras el
mundo fijaba su atención en México porque se acercaban los Juegos Olímpicos. El 28
de agosto, ante la amenaza de que los estudiantes permanecieran e n el Zócalo hasta el
1 de septiembre, día del informe presidencial, tuvo lugar un violento desalojo. Poco
después, el CNH declaró que no pretendía entorpecer la celebración de los Juegos.
El gobierno, que negaba la existencia de presos políticos, rechazó todas las demandas
y, el día del informe, Díaz Ordaz advirtió con firmeza que llegaría a cualquier extremo
con tal de conservar el orden. Sin embargo, las manifestaciones estudiantiles
continuaban. El 18 de septiembre, el movimiento comenzó a dividirse. A causa de la
represión, el CNH se inclinaba por el diálogo, pero otro sector más radical se negaba.
El 23 de septiembre tuvo lugar un fuerte enfrentamiento entre los estudiantes y las
fuerzas del gobierno en el casco de Santo Tomás, al norte de la Ciudad de México. El 27
del mismo mes, cinco mil personas asistieron a un mitin en Tlatelolco, en la Plaza de las
Tres Culturas, convocado por el CNH. En ese mitin se citó a la manifestación del 2 de
octubre en el mismo lugar, que se celebró con la asistencia de cinco mil personas.
Cuando el acto estaba a punto de concluir, la plaza fue rodeada por el ejército.
Comenzaron los disparos. Según testimonios, algunos provenían de los edificios
adyacentes, de uso habitacional. La sangre corrió por la Plaza de las Tres Culturas.
Años después no se habían podido aclarar algunos detalles de esta tragedia. Ni siquiera
se sabía con seguridad cuántas personas habían muerto. Algunas fuentes hablaban de
trescientas; otras, de seiscientas.
La matanza de Tlatelolco puso fin al movimiento estudiantil de 1968. Los estudiantes
volvieron a sus clases y los Juegos Olímpicos se celebraron en paz. A pesar de ello,
1968 fue un parteaguas de la historia de México. Los jóvenes del país tenían otra
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mentalidad. Ya no defendían los antiguos valores nacionalistas, no creían en el éxito de
la Revolución Mexicana y hallaban vacías las antiguas tradiciones. Por su parte, el
gobierno modificó un poco su actitud y puso en práctica algunas medidas de carácter
social.
No obstante, en determinado momento María realizó una cena en honor de este
mandatario. En la ciudad de México, la célebre cantante cubana Celia Cruz, conocida,
entre otros seudónimos, por La Reina de la Salsa, La Guarachera de Cuba, La Reina de
Todos los Ritmos o La Reina de la Música Latina, quien ya había estado antes en
México, donde llegó por primera vez gracias a Roderico Neira, Rodney, el conocido
coreógrafo que hiciera famosos los shows del cabaret Tropicana, el que tras conocer a
Celia en 1948 la llevó a México con las espectaculares bailarinas Las Mulatas de Fuego,
con la revista titulada Sinfonía en Blanco y Negro, y en este país azteca actuaron
durante tres meses en el cabaret El Zombie; y que acababa de exiliarse de Cuba
preocupada por la suerte y el futuro del nuevo gobierno revolucionario instalado en su
patria nativa, y además, ya mantenía para ese entonces una relación con el trompetista
cubano Pedro Knight; compartió en esta cena con la gran diva del cine mexicano. Pues
Celia es invitada por la deslumbrante estrella María Félix, para que con la Sonora
Matancera amenice en su mansión, una selecta fiesta en honor del presidente del país
azteca, Gustavo Díaz Ordaz.
En 1968, el director Robert Aldrich le envió el guión de The Legend Of Lylah Clare pero
María no llegó a un acuerdo con el director y EL FILME terminó realizándola Kim Novak.
María Félix decía: «Nunca me arrepentiré de haberle dicho que no a Hollywood, porque
mi carrera en Europa se había orientado hacia el cine de calidad».
Posteriormente, María aparece en el programa Automex presenta, en 1968, conducido
por Jacobo Zabludovsky y Pedro Ferríz. Ella barría el piso con los periodistas quienes le
hacían a veces preguntas muy pintorescas como para sacar de quicio a la artista y
vender la nota pero les salía el chirrión, y no hay una entrevista en la que María salga
mal parada y eso es astucia. Jacobo Zabludovsky se ha de acordar muy bien de su
poderosa lengua cuando una vez e n su programa la entrevistó por teléfono estando ella
en el aeropuerto recién llegada de Europa:
-¿Fuiste a darte otra restiradita, María?...preguntó imprudentemente él...
-¿Y tú todavía te sigues acostando con hombres, Jacobo?...le contestó ella
En el año de 1969, la «Miss Argentina» de 1964, Viviana Corcuera, quien radicaba en
México, donde era conocida como la reina de Acapulco y fue una de las socialités (una
socialité es aquella persona que gracias a su estatus es reconocida simplemente por su
manera de vivir, lujos, moda y sus eventos benéficos son constantes) más conocidas;
conoció a María Félix en una comida en Acapulco, en la casa de Jacques y Monique
Davidoff.
Inmediatamente Viviana y la Doña simpatizaron y se sentaron a platicar. A Viviana le
impresionó su belleza y su ingenio, pues al hablar tenía una gran fuerza en su dicción, y
ella iba de sorpresa en sorpresa en la plática; porque lo que decía María a veces era una
especie de fuete o cuchillo y otras era para echarse una gran carcajada con sus
venenosas frases. Para la Miss Argentina la conversación con María era como un
encantamiento, y tuvo tiempo de escucharle compartir todas sus vivencias, su ánimo
festivo, sus proyectos, pues María tenía un cerebro prodigioso, se acordaba de detalles
de su vida con sus padres, su niñez, sus primeros novios, su llegada a la capital, a quién
quería y a quién no. Ella le decía que ‗‗la vida de una actriz es sueño y si no es sueño no
es nada‘‗. Era muy irónica, pero a la vez muy amena.
En otra ocasión, Viviana estaba en la casa de su amiga Magda Pedrero. María Félix
habló por teléfono y les preguntó que qué estaban haciendo. Entonces estas le dijeron
126
que iban a cenar, Magda la invitó y le dijo que era muy informal. Ella contestó: ‗‗ Voy para
allá. Cómprenme un pollito y una manzana, eso es lo que como durante la semana; no
se olviden de un vinito tinto y los puritos los llevo yo‘‗.
María llegó simpática como siempre. Venía vestida con un traje de saco y pantalón de
Dior Couture y les confesó a sus nuevas amigas con la modestia que la caracterizaba
que una blusa que no costaba menos de mil dólares no valía la pena ponérsela... lo que
las deprimió muchísimo.
En esta cita, ella les contó anécdotas de su Puma, como le decía a su esposo, el
banquero francés Alex Berger, quien le decía Pumita a ella. Decía María: ‗‗Yo salía
divina vestida de Dior y Puma me decía: ‗Pumita, no me gusta cómo te queda ese
vestido‘, y yo, con la modestia que me caracterizaba, le contestaba: ‗Ahorita voy y me
cambio‘ y salía yo deslumbrante con otro traje de Dior y mis alhajas, que por supuesto
me las cambiaba ya que no iban con el anterior traje‘‗.
Ya muy animada –María, que era una admiradora de Amparo Montes– les dijo:
‗‗Vámonos en un viejo taxi‘‗. Y Viviana y Magda le contestaro n: ‗‗¡Pero cómo irnos a
estas horas en un taxi!‘‗ ‗‗¡A mí, el pueblo me adora y nadie me haría nada; vámonos!‘‗
Por supuesto llevaba el ladrillo que la caracterizaba, su anillo de brillantes de 30 quilates
del joyero Harry Winston, al cual Magda le decía ‗‗que era su pista de patinar‘‗. Viviana
en su mente pensó: ‗‗Al día siguiente saldrá en los diarios: ‗Dos mujeres desconocidas
muertas y a María Félix no le pasó nada‘.‘‗Pero, cómo decirle que no. Llegaron a la
Cueva de Amparo Montes, les dieron mesa de pista y le empezaron a cantar ‗‗María
Bonita‘‗. Después le mandaron champaña francesa. Pero María no tomaba nada, se
cuidaba con una disciplina férrea. Todos se acercaban a pedirle autógrafos o a tomarse
fotos con ella, lo cual le molestaba mucho y nunca lo permitió y ahí empezó a recordar al
‗‗Flaco de su alma‘‗ –que, según ella, era el amor de su vida– Agustín Lara. E igualmente
les contaba que tuvo tantos amores...
Viviana recuerdo que cuando coincidían en París, a María le fascinaba ir a CARTIER
donde le hacían los diseños que ella les ordenaba. Aparecía con unos lagartos, víboras
de oro, brillantes, zafiros, esmeraldas con esmaltes de distintos colores, nadie podía
competir con ella, ya sea en belleza, personalidad, joyas o vestidos.
Alexandre Berger, siempre etiquetado como ― millonario‖ (banquero e inversionista
francés nacido en Rumanía, quien llegó a nuestro país en 1941, acompañando al
destronado rey Carol) resultaría instrumental en la edificación del Metro de la Ciudad de
México. Berger, Director de la Empresa que construía los furgones del Metro de París,
por su relación con María Félix contactó con don Bernardo Quintana, fue quien insistió
en presentar el proyecto al Regente Ernesto P. Uruchurtu cuando Francia planeó
organizar una Exposición en México para promover un mayor intercambio comercial
entre los 2 países (exposición que sería apuntalada con la asistencia del Presidente
Charles DeGaulle).
Por medio de estos contactos, se logró el apoyo Francés para financiar toda la obra
Electro-Mecánica, a fin de presentarlo al Presidente Gustavo Díaz Ordáz y obtener la
aprobación para que el Gobierno de México financiara únicamente la obra de Ingeniería
Civil (para entender la importancia de la intervención de Alex Berger, puedo indicar que
la obra tuvo un costo total de MXP$ 2 530 millones, de los cuales, MXP$ 1 630 millones
provinieron del crédito francés y MXP$ 900 millones por parte del Departamento del
Distrito Federal.) María Félix diría: ―¿Qué me ha regalado Alex? ¡El Metro de la Ciudad
de México!‖.
Precisamente en 1967 se inició la construcción del Metro del DF. Fue capitalizado por
un crédito francés negociado por Alex Berger. El Metro de la Ciudad de México es un
sistema de transporte público tipo tren pesado que sirve a extensas áreas del Distrito
127
Federal y parte del Estado de México. Su operación y explotación está a cargo del
organismo público descentralizado denominado Sistema de Transporte Colectivo (STC),
y su construcción está a cargo de la Secretaría de Obras y Servicios del Distrito Federal.
Hasta el 12 de agosto de 2013 su construcción fue gestionada por el denominado
Proyecto Metro del Distrito Federal, un organismo desconcentrado de la citada
secretaría. Se conoce coloquialmente como metro, por la contracción del término tren
metropolitano. El metro de la Ciudad de México cuenta con 12 líneas, cada una con un
número o letra y color distintivo. El parque vehicular está formado por trenes de rodadura
neumática en diez líneas, y trenes férreos en las líneas A y 12. La longitud total de la red
es de 225,9 km, con 195 estaciones. El metro está construido de forma subterránea (115
estaciones), superficial (55 estaciones) y viaducto elevado (25 estaciones).10 184
estaciones se encuentran en el Distrito Federal y 11 en el Estado de México.
Las grandes ciudades se caracterizan por conflictos viales debidos a la elevada
demanda de transporte e intensa actividad económica. El Distrito Federal inició el siglo
XX con aproximadamente 540 mil habitantes y 800 vehículos para satisfacer su
demanda de transporte. Para 1953 la población se había incrementado a 3,5 millones y
en 1960 la cifra superaba los 4,5 millones. Para 1964 había una fuerte tendencia hacia
los 5 millones de habitantes en contraste con las 7 200 unidades de transporte público
que circulaban por la capital (casi un 40% de los viajes totales se hacían en el centro de
la ciudad). El ingeniero Bernardo Quintana Arrioja (1919-1984), fundador de la empresa
mexicana Ingenieros Civiles y Asociados, SA de CV, hoy Empresas ICA, SAB de CV,
elaboró estudios que permitieron la creación de un anteproyecto, y posteriormente un
proyecto, para la construcción de un sistema de transporte masivo en la Ciudad de
México. La propuesta del proyecto se presentó en 1958 a Ernesto P. Uruchurtu, Regente
de la Ciudad de México de 1952 a 1966, quien la rechazó al considerarla
económicamente costosa. Además, el 28 de julio de 1957, un sismo de 7,7 grados en la
escala Richter dañó diversos edificios del centro de la ciudad, hecho que provocó la
desconfianza entre las autoridades para construir proyectos de grandes dimensiones
como el presentado por Quintana.
Quintana presentó nuevamente su proyecto de transporte en el sexenio de Gustavo
Díaz Ordaz, Presidente de México de 1964 a 1970. De nueva cuenta el obstáculo resultó
el costo elevado de la obra. Gustavo Díaz Ordaz decidió aprovechar el acercamiento del
presidente francés Charles de Gaulle hacia Latinoamérica. Alex Berger, empresario
francés, entonces esposo de la actriz María Félix, amigo de Quintana, fungió como
mediador entre los gobiernos francés y mexicano para la obtención del crédito. Como
resultado de la negociación el gobierno mexicano cubrió el costo de la obra civil,
estudios de geotecnia, diseño de estaciones, entre otros, y el gobierno francés la ob ra
electromecánica. La obra tuvo un costo total de MXP$ 2 530 millones, de los cuales,
MXP$ 1 630 millones provinieron del crédito francés y MXP$ 900 millones por parte del
Departamento del Distrito Federal.
El 29 de abril de 1967 se publicó en el Diario Oficial de la Federación el decreto
presidencial que crea el Sistema de Transporte Colectivo, organismo público
descentralizado, para construir, operar y explotar un tren rápido subterráneo como parte
del transporte público del Distrito Federal.
En el cruce de Av. Chapultepec con la calle Bucareli, el 19 de junio de 1967, se realizó
la ceremonia de inicio de obra para construir la línea 1 del Sistema de Transporte
Colectivo.
El 4 de septiembre de 1969 Gustavo Díaz Ordaz y Alfonso Corona del Rosal, Rege nte
del Distrito Federal de 1966 a 1970, inauguraron formalmente el servicio entre las
estaciones Chapultepec y Zaragoza. Un tren construido por la compañía francesa
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Alsthom, modelo MP-68, decorado con franjas tricolores y el escudo nacional mexicano
a sus costados, realizó el recorrido inaugural entre las estaciones Insurgentes y
Zaragoza. Exactamente el día 4 de septiembre de 1969 se inauguró en México el Metro,
bajo la presidencia de Gustavo Ordaz. El parque vehicular está formado por trenes de
rodadura férrea y neumática. En total, cuenta con 390 trenes: 321 trenes de rodadura
neumática de caucho (321 de nueve carros y 29 de seis) y 27 trenes de rodadura férrea
de 6 carros, 12 trenes de rodadura férrea de 9 carros y 30 trenes de rodadura férrea de
7 carros (en Línea 12). En su construcción destacan las empresas Alstom, SA;
Bombardier, Inc.; Construcciones y Auxiliar de Ferrocarriles, SA; y Constructora Nacional
de Carros de Ferrocarril, SA. Los primeros trenes denominados MP-68 fueron diseñados
por Roger Tallon, diseñador industrial francés, por encargo de la empresa CIMT.
Sobre esta construcción dijo: "El Metro de la Ciudad de México es mío, me lo regaló mi
marido Alex Berger".
Cada gesto suyo, en los años sesenta, podía ocupar la primera plana. Eran tiempos en
que las revistas del corazón dedicaban suplementos ante cada suceso de su vida. Un
accidente del tránsito, como el que sufrió en 1969, detenía a México. "La belleza de sus
manos corre muy serio peligro", anunciaban los titulares de entonces.
También en este año ocurrió algo lamentable con uno de los caballos de la Doña. El
domingo 22 de junio de 1969 en París el caballo Chakhansoor, hijo del prestigioso
semental Tanerko y de Be Mine, que era propiedad de María Félix Berger, terminó su
vida en el hipódromo de Auteuil, cerca del final de la gran carrera de vallas para los 4
años, en la que parecía tener asegurado el triunfo. Chakhansoor, destacado en cabeza
desde la salida de la prueba de 4.300 metros y 16 obstáculos, montado por M.
Prodhomme, se detuvo bruscamente al hacer el esfuerzo para saltar la penúltima valla.
Se había fracturado el remo delantero derecho y quedó inmovilizado por el dolor.
Comprobado por el veterinario la gravedad de la fractura, el caballo hubo de ser abatido
por un fatal tiro en la cabeza. Su propietaria, la ex actriz mexicana María Félix,
profundamente afectada, abandonó rápidamente la tribuna y fue a aislarse en el salón
de los propietarios. El caballo había pertenecido al Aga Khan hasta el año pasado y
estaba invicto en carreras de vallas.
Tuve un estupendo caballo de obstáculos que se llamo "Chakhansoor" Un día estaba
corrriendo en Auteuil , a la cabeza del pelotón, ya tenía ganada la carrera, pero en el
último obstáculo metió la pata en un hoyo y se la rompió, ahí mismo en la pista,
levantaron la bandera roja y me lo mataron de un tiro en mis propias narices, esto
sucedió en 1969 y desde entonces fue instituido en Francia el premio "Chakhansoor" en
honor a mi caballo, pero yo quede tan impresionada que por mucho tiempo no quise
volver a Auteuil.
Doce caballos participaron en la importante prueba, dotada con 200.000 francos, que
fue finalmente ganada por Kara (Vimy y Kayna) de Guy Henry, montado por B.
Vanheeghe, que precedió por tres cuerpos a Clermont, de la señorita J. Troude,
montado por H. Mathelin; tercero, a diez cuerpos, fue Maioli, de Andrés Ferrari, con el
jockey Costes. El tiempo de duración fue de 4 minutos, 57 segundos, y la apuesta mutua
fue: ganador, 15, 70 francos, colocados a 2.70, 1.80 y 4.70 francos por un franco. Bajo el
titular, por ejemplo, de ―Hubo que rematar a un caballo de María Félix‖, varios diarios
anunciaban este suceso.
Carlos Fuentes tuvo planes de llevar Zona Sagrada a la pantalla, donde María Félix y
su hijo Enrique Álvarez Félix desempeñarían un rol protagónico, y la película sería
supuestamente dirigida por José Luis Ibáñez, aunque luego se decidió que sería
Leopoldo Torre Nilsson el director del filme, adaptada por Beatriz Guido. Sería una
coproducción argentino-mexicana.
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Estuvo a punto de filmarse en 1968, dirigida por Leopoldo Torre Nilsson, con guión del
realizador y de su mujer, Beatriz Guido, con las actuaciones de María Félix y Alfredo
Alcón. La coproducción entre André Durona por Estados Unidos y Clasa por México
estuvo a un tris de realizarse; Guido y Fuentes no se pusieron de acuerdo en ciertos
puntos del libreto.
Para Clasa, Luis Alcoriza pensó reunir a María Félix con su hijo Enrique Álvarez Félix
en Zona sagrada, con guión de Alcoriza, a punto de arrancar el rodaje, todo organizado
para empezar la filmación, el presidente Díaz Ordaz ordenó cancelar el rodaje por un
artículo que escribió Carlos Fuentes sobre la matanza de Tlatelolco en un periódico
francés en 1969.
En 1969, el cineasta argentino Leopoldo Torre Nilsson tuvo que anunciar la
suspensión, por problemas presupuestales, del proyecto de llevar Zona sagrada al cine,
por lo que las autoridades mexicanas denegaron la filmación.
En 1970, filma La Generala, la que sería su última cinta. Así se despide del cine, tal
vez porque estaba cansada, porque tenía mejores cosas qué hacer (como cuidar a sus
caballos) o porque los proyectos que le ofrecían no eran lo suficientemente atractivos,
María dejó de hacer películas en los años 70. Se fue de manera impecable. No se le vio
caída en desgracia haciendo papelitos en telenovelas chafas. Llegó al cine y se fue
como una reina.
La Generala es una película mexicana dirigida por Juan Ibáñez. La pe lícula se
desarrolla durante la etapa de la revolución mexicana, por lo que muchos la consideran
una película de guerra o épica. En la cinta es Mariana, una hacendada que se salva de
una matanza ejecutada por el gobierno federal y escapa hacia la sierra do nde se reúne
con un caudillo campesino. La muerte de su hermano le da la fuerza para encabezar un
movimiento armado que reclama "justicia" a sangre y plomo, en la bola le dan el apodo
de La Generala.
Durante la revolución mexicana, una dura y rica terrateniente es abrumada por la
violencia de los tiempos. Perdiendo su tierra y casa, se enamora de un líder
revolucionario que es asesinado por un sádico y corrupto oficial federal. Entonces ella
toma la bandera de la revolución para liderar una campaña de violencia y destrucción
que le permitan vengarse.
Protagonistas: María Félix, Carlos Bracho, Ignacio López Tarso, Eric del Castillo,
Evangelina Eli-zondo, Ernesto Gómez Cruz, Sergio Jiménez, Óscar Chávez, Salvador
Sánchez (actor), Santanón.
Después de filmar su última película en 1970, La Generala, María Félix se dedicó "a
alimentar al personaje que construyó", dice Almazán, a partir de la ostentación de joyas
y ropa exclusiva, por ejemplo. "Querías ver cómo iba vestida, qué joya usaba, la firma
del vestido que usaba o quién la había peinado. Eso ocurre con las divinidades:
adoramos lo divino como un objeto supremo a nosotros y eso es a lo que se dedica a
hacer, hacer objeto del personaje que había construido". Y ésta es la María Félix que
conocieron varias generaciones de mexicanos, entre ellos muchos que no sienten
empatía con la actriz… O a quienes su nombre significa muy poco.
―Bonita, bonitilla nada más, no, no, no basta, necesita uno saber caminar, estar siempre
limpia, creo yo que es lo más importante, ir con el dentista, hacer gimnasia para ponerse
siempre en forma, hay muchas cosas para ser bonita.‖ Así se expresaba ella.
Eric del Castillo, uno de los que actuó con ella en su última película, dijo después sobre
María: Aquí hay que dividir dos cosas. Una es la actuación, dentro de lo estrictamente
arte dramático y otro el marketing por personalidad. En personalidad, desde luego que
María Félix ocuparía un primerísimo lugar, como lo ocupó. Su actuación en ese sentido
cumplía los requisitos de una diva. Y hablando en el terreno en la actuación dramática,
130
adolece de muchos defectos, no se veía sincera, todos sus personajes eran parecidos, a
veces una dicción muy difícil de definir, porque era parte de su personalidad de diva.
Entonces haciendo un resumen general, como actriz, le faltaba mucho que tener, en el
otro campo, fue una gran diva actuando. En su última película La Generala, fui uno de
sus galanes villanos. Fue una experiencia para mí agradable e importante trabajar con
ella, a petición de ella.
Para 1970, María Félix se despide de las filmaciones con dos telenovelas. Actúa en la
telenovela venezolana Cristina, con una aparición especial como Domenica, La Leona.
Sobre sus amigos, del respetado productor televisivo Ernesto Alonso -amigo
inseparable de María Félix- se especuló hace un par de años que él era gay, y él dijo
que no negaba ni afirmaba nada. Alguna vez mencionó que en su juventud tuvo una
amistad muy cercana a alguien y que ese alguien era ta n cercano que casi era una
relacion "de esas". Alonso se le relacionó mucho con Frank Moro, y se dijo que por
"favores" le dio sus primeras oportunidades. Moro casi solo hizo telenovelas con Alonso
y también se veía medio gay. Realmente de Ernesto Alonso nunca se supo nada de él
con mujeres y sus hijos fueron adoptados, solo Carmen Montejo afirma haber sido novia
suya.
La telenovela mexicana La Constitución (1970), dirigida por su gran amigo, "El Señor
Telenovela", don Ernesto Alonso, y en la cual comparte créditos con la gran Maria Rubio
(famosa por su personaje de Catalina Creel), será su último trabajo profesional como
actriz. La Constitución fue mi último trabajo profesional como actriz. En gran medida me
aparté del espectáculo porque absorbía todo mi tiempo una nueva pasión: la pasión por
los caballos. Cuando yo me casé con Berger él ya tenía su cuadra.
La amistad de María Félix con Ernesto Alonso fue legendaria, y él la convenció de
hacer la única telenovela que la Doña filmaría: la épica de la Revolución Mexicana, La
Constitución.
A partir de entonces, María se retira de la vida pública de manera parcial para
dedicarse a una de sus grandes pasiones: los caballos. Algunos de sus ejemplares
llegaron a ganar importantes premios hípicos internacionales. María se dedicó a cultivar
su mito. Viajaba de París a la ciudad de México, disfrutaba de sus caballos, de sus
propiedades, de las entrevistas en las que periodistas y conductores se mostraban más
admiradores que profesionales. La Doña se dedicó a viajar, a ir a los toros, a la ópera, a
cuidar su cuadra de caballos y a disfrutar su vida de mujer de la alta sociedad de París.
―La historia de mi vida parece inventada, porque me han sucedido cosas fabulosas.
Amé, hice películas que ahora son clásicas, viví en las ciudades más bellas del mundo y
en todas partes me acogió la aristocracia del talento. ¿Qué más puedo pedir?‖, señaló
en su autobiografía.
―El éxito es traicionero, cambia a las personas. Hay que tener los pies en la tierra para
asimilarlo y no dejar que nos gane la partida.‖ Para lograrlo, María Félix desarrolló una
serie de estrategias que le permitieron mantenerse a buen recaudo. Decidió hacer frente
a los elogios permanentes, a las ponderaciones sin límites y no creer en la imagen de sí
misma que el público le devolvía. Y así fueron surgiendo las dos Marías, quien supo
darle su destino al: ―Entre mis guerras no menciono el éxito porque no me costó ningún
trabajo obtenerlo‖.
Con la imagen que el público se ha hecho de mí no hubiera podido vivir. Tuve que
hacerme mi propia imagen para no perder el equilibrio. Desde que empecé a triunfar
hice una separación entre mi verdadero ser y la imagen que reflejo. Si yo me hubiera
creído tan maravillosa como la gente decía de mí, hace tiempo que me hubiera vuelto
loca o drogadicta o alcohólica. Todo el mundo me festejaba por cualquier cosa: ¡Oh, qué
inteligencia! ¡Qué guapa! ¡Qué gran sentido del humor! ¡Cómo viste, qué elegancia!
131
Nunca me creí tan guapa, ni tan simpática, ni tan inteligente, ni tan divertida. Yo siempre
guardé mis distancias con la otra María sin dejar que su reflejo me encandilara.
Diva por excelencia y auténtica mexicana, ―La Doña‖ fue adorada por su público. La
mayoría de los que lograron acercarse a María Bonita la veneraban como una santa.
Pero otros tenían diferentes reacciones: los que veían en ella a un monstruo sagrado
que provocaba admiración y fascinación, y los que la calificaban simplemente de
monstruo.
Aunque se ganó la fama de mala, los que la conocieron íntimamente afirman que fue
una mujer maravillosa, con gran sentido de la amistad, simpática, culta y encantadora.
Un poco como Greta Garbo, pero sin caer en los extremos de la sueca, María Félix armó
un símbolo que protegió contra todo. Desde un principio percibió que en torno a ella se
había creado un mito y sintió que su imperativo mayor era respetarlo. Su distancia, su
altivez, su bravura, representaron el arquetipo de la mujer fatal, inabarcable, sin
fronteras y cimentaron su fama de mujer calculadora, fría y ambiciosa. A partir de ese
momento, su carrera conoció un ascenso meteorórico y los títulos de sus películas son
el mejor ejemplo de su temperamento recio y soberbio
Para María Félix no fue tan difícil convertirse en estrella de cine sino soportar los costos
de la celebridad. Ser una estrella de cine no es difícil. Lo difícil es aguantar el éxito.
Emborracha, marea mucho más que una botella de aguardiente barato. Se necesita
tener la tripa sonorense, la pata en la tierra, para seguir siendo más o menos normal. He
conocido el gran éxito, me han llamado la mujer más hermosa del mundo en revistas
internacionales de gran tiraje como Life, Paris-Match y Esquire, y para cualquiera resulta
duro aguantar ese paquete. Yo no creo en mi propia imagen, pero me divierto mucho
con ella.
Sobre su fama y celebridad, reveló: Al éxito lo considero inferior a la celebridad. Éxito lo
puede tener mucha gente, pero la celebridad te coloca y te apoya toda la vida. El éxito lo
hace uno. La celebridad te la dan los demás.
A pesar de su prolongada trayectoria, María Félix nunca se sintió poseedora de todos
los secretos del cine. ―Hice cuarenta y siete películas a lo largo de mi carrera, pero mi
aprendizaje nunca terminó. Cada papel me enseñaba algo nuevo. Todos me exigían
transformaciones: cambios de ropa, cambios de lenguaje, cambios de mentalidad.‖
Existe una relación de mutua interdependencia entre el guión y el actor. ―Las historias
que uno lee en el libreto varían al irse filmando. Nada es definitivo: hasta la trama puede
modificarse a última hora y los personajes pueden ganar o perder importancia según la
capacidad del actor.‖ Así en el cine como en la vida.
Su interés por las cosas bellas, insólitas y únicas la motivaron para hacer colección de
porcelanas, joyas, tapetes, encajes, chales de cachemira indumentaria china, objetos de
plata, libros y una colección de muebles que van desde el Siglo XVI hasta el Napoleón
III.
La doña María Félix había trabajado por toda Latinoamérica y también en Europa,
sobre todo en España, Francia e Italia, donde alcanzó gran popularidad, por sus
películas, telenovelas y aparición en documentales. Siempre se negó a filmar en
Hollywood porque sentía en los papeles que le ofrecían que despreciaban su raza.
En una ocasión, tras la última aparición cinematográfica de María Féli x en La Generala
(1970), María Félix estuvo relacionada por lo menos con tres proyectos fílmicos, ninguno
de los cuales logró cristalizarse. El primero de ellos fue la versión cinematográfica de la
novela de Carlos Fuentes "Zona sagrada", cuya trama guarda más de una relación con
la vida de la estrella.
Para 1974 María ha cumplido más de 60 años de edad. Pero no es eso lo que la
deprime. Ese año muere su madre, Josefina Güereña, en su propia casa, en Polanco.
132
María vivía entonces en Francia, e iba a México en cada ocasión posible porque su
madre, doña Josefina estaba enferma. Entonces se la llevó a vivir con ella a su casa de
la Ciudad de México. La noche de la muerte de su madre, cenaron en familia. Luego
Josefina se retiró a su recámara y falleció en silencio.
Hija de una madre que quiso ser monja, La Doña imputó a la Iglesia católica muchos de
los males terrenales. Al Papa le pidió organizar una subasta en el Vaticano. "Está todo el
día predicando el paraíso. ¿Qué le cuesta al Papa regalarnos el paraíso? Nada. Debería
vender las joyas del Vaticano, que son muchas, y hacer escuelas con todo eso y ayudar
a los pobres".
El restaurante Maxim's de Paris, era el punto de encuentro de la crema y nata parisina,
un gran restaurant-museo de la bella época, fundado el 7 de abril de 1893, y visitado por
las más grandes celebridades, incluyendo reyes, y la Doña no podía faltar. Se dice que
la última vez que apareció en este restaurante fue en 1974, acompañada de su esposo.
Meses después de la muerte de su madre le sucede lo mismo a su esposo Alex. La
última vez que salió con Alex a cenar fue el 28 de octubre de 1974, fueron a Maxim's.
Después descubrieron que tenía cáncer de pulmón. A finales de 1974, su cuarto esposo,
Alex Berger, comienza a sentirse mal, pues estaba fulminado por un cáncer de pulmón.
Lamentablemente, este muere en París, precisamente el 31 de diciembre de 1974.
María, después de 18 años de matrimonio con Alex, queda viuda de nuevo.
Al perder a su esposo, María Félix cayó en depresión durante dos años, perdió 18 kilos,
tomaba pastillas para dormir, píldoras para estar despierta. María Félix pasó meses
realmente triste. Bajó de peso. Lloró a solas. Se encerró con su dolor. Esto la obligó a
modificar su carácter y hacerse más tolerante y humana sin perder su personalidad
fuerte y arrolladora, después de una mañana en la que se dijo para acabar pronto o para
volver a empezar, que o se iba de una vez al otro mundo, o se quedaba en este para
aguantar. Con Alex había conocido el mundo de los lujos, los grandes negocios, la
afición por las carreras de caballos y experimentó la dicha de volver a crear una vida.
María busca rehabilitar su debilitada salud emocional y su delgadez en la
estadounidense Clínica Mayo, en Rochester. Cuando Alex murió a ella no le querían
aceptar su firma en ningún lado, le decían que no coincidía, porque mientras él estuvo
vivo siempre firmó sus cheques. Se dice que de sus amores fue a Alex a quien más
admiró y quiso. Tiempo después de que él falleció lo recordaba con mucho respeto.
Decía que era un hombre muy inteligente, políglota, muy trabajador. Ella estaba
orgullosa de haberse casado con una persona así.
Durante este periodo depresivo tuvo que emprender una lucha legal con la hija
adoptiva de Berger. María había encontrado un testamento en el que Berger la dejaba
como única heredera, por las leyes francesas a la hija le correspondía el 25 por ciento
de la herencia, sin embargo ella quería el 50. La señora Félix pretendió quedarse con
toda la herencia, alegando que esa era la voluntad del finado. Para ello interpuso una
demanda ante los tribunales de París. Sostenía igualmente que en México era válido
que alguien heredara todos sus bienes a una persona en particular, fuera o no familiar.
En el fondo, lo que pretendía María era impedir que la hija del señor Berger se quedara
con los bienes de su padre, a los que tenía derecho. Sin embargo, la justicia parisina
falló contra la sonorense, reafirmando con toda claridad que, según las leyes francesas,
correspondía a la hija la mitad de esos bienes.
Después de los años 70 comenzó a definirse a sí misma como una ex actriz, pero no
perdía muñeca a la hora de las declaraciones efectivas. "Siempre que conocía a un
hombre atractivo me era difícil no enamorarme", declaraba en 1975.
A la muerte de Alex Berger, María continuó un tiempo con la cuadra de caballos,
durante cinco años. Varios premios ganó María Félix con la cuadra de caballos que Alex
133
Berger puso a su nombre y que tenía 87 caballos, siendo una de las más importantes de
Francia.
―Dejé de hacer cine en el momento en que murió mi marido (Alex Berger) y me dejó 87
caballos pura sangre y tuve que dirigir una cuadra Ese es un oficio de hombre, de
hombre duro, pero yo pude Los tomé como mejor pude, y como la vida me da y me quita
todo el tiempo, me quitó un marido fabuloso que yo tenía y me dio, a cambio, un lugar
muy grande en los hipódromos Era la reina de los hipódromos, ganaba lo que quería,
ganaba derbys, la gente me apostaba a mí, no le apostaba al caballo‖, recordó después.
Algunos de los premios que ganó con esta cuadra fueron:
• El Gran Derby francés del Jockey Club con su caballo Caracolero. El Gran Derby
de Irlanda en Dublín con su caballo Malacate. El Prix Round Point con Nonoalco, uno de
sus caballos favoritos. El Steeplechase de París con el caballo Verga.
• Sus caballos tenían nombres mexicanos como: Zapata, Pancho Villa, Nonoalco,
Doña Bárbara, Doña Diabla, María Bonita, Río Escondido, Chingo, Verga, etc. Sus
yeguas de la suerte eran Chingo y Verga.
Algunos amigos de Alex le proponen matrimonio, ex-compañeros de cine y hombres
de sociedad en México le hacen la corte, pero ella no tiene ganas de involucrarse
sentimentalmente, además en la comparación los galanes salían perdiendo. Entre estos
que la cortejaron por este tiempo quizás estuvieron Gustavo Alatriste e Ignacio López
Tarso. Pero ella no cede. Alex fue una gente extra-ordinaria.
Los años postreros de María transcurren entre eventos sociales, homenajes, opiniones
controvertidas ("Yo no sé por qué Fox se arrodilla ante ese mugroso de Marcos"),
simples despropósitos ("Los quise mucho, fueron mis amigos, pero ni Diego ni Frida me
parecen pintores. Les falta, les falta"). Aunque insistía en que la casa de Polanco era
apenas ocupada seis meses al año, con el tiempo adquiriría una mayor importancia,
hasta que la casa de Cuernavaca pasara a primer plano.
En 1975, María Félix llegó a la Casa Cartier de París cargando un cocodrilo bebé vivo
en un frasco y pidió un collar del mismo tamaño, y así le hicieron un collar
exclusivamente para ella.
Tras la muerte de Berger, con 61 años, en 1975, un día entra en Cartier, se quita el
abrigo de visón y le dice al dependiente: "Quiero que me hagan un collar igual que esta
belleza". Los empleados enmudecen y llaman al encargado, quien baja sonriendo las
escaleras pues conoce el carácter de la Doña y sus excentricidades. Esta vez se había
superado a sí misma. Como si fuese una estola, llevaba una cría de cocodrilo. "¡Dense
prisa!¡Crecerá pronto!" El encargado, recordando uno de los lemas del fundador de la
casa, "nada es imposible", aceptó el reto y se puso a trabajar en ello.
Meses después, entregaba a la diva un collar compuesto de dos cocodrilos
desmontables, creados con 1023 diamantes junquillo talla brillante con un peso total de
más de 60 kilates, dos cabujones de esmeralda talla navette para los ojos, junto con dos
cabujones de rubíes y 1060 esmeraldas, con un peso de más de 66 kilates.
Perfectamente articulado, cada cocodrilo puede llevarse como broche. Para no daña r el
cuello cuando se lleva en forma de collar, las patas interiores se reemplazan por motivos
que las figuran encogidas.
La pieza en forma de dos cocodrilos que se abrazan al cuello, diseñada para la actriz,
fue construida en oro rosado con el mismo sistema articulado en la cabeza, la cola y las
patas del reptil, con ojos brillantes y un total de mil 023 diamantes y mil 066 esmeraldas.
La firma Cartier le diseñó también otro collar y ónix con cortes de campana decorado
con diamantes y esmeraldas, así como las llaves del agua en forma de cuello de cisne
que adornaban el baño de "La Doña".

134
Además, la Doña poseía otras magníficas joyas como un collar de rubíes de Agustín
Lara, las esmeraldas que le regaló Jorge Negrete, su colección de serpientes victorianas
repletas de turquesas y diamantes, los brillantes de Harry Winston, una serpiente rusa
que adquirió en Nueva York... o sus joyas antiguas de los S. VXIII y XIX como la cadena
elaborada de la que colgaba un medallón y que Antoine Tzapoff sustituyó por otro en el
que puede verse, por un lado, la cara de ella y, por otro, la de él.
E igualmente ella siempre llevaba 3 pulseras de oro de 18 kilates, creadas por la firma
Tane; cada una con su nombre en brillantes y un significado: una, "Puma Pumita" por el
nombre que le dio Alex Berger; otra, "María Bonita" por Agustín Lara; y una tercera,
"Doña Doñita" por todo el pueblo de México.
María era fan como las grandes divas de la época de las joyas, entendió desde joven
que eran un muy buen seguro contra la vejez y la adversidad, su gusto barroco,
excesivo, era muy conocido, Cartier era su mayor proveedor, sus collares de serpientes
y cocodrilos recargados de diamantes rubís y esmeraldas causaban asombro,
excitación, envidia y admiración, aunque su joya más controvertida fue el collar de
esmeraldas que Jorge Negrete le regaló en su boda.
Hasta el final de su vida aseguró que quería volver a la actuación, pero nunca se
concretó nada. Después de vivir en París, regresó a México y se instaló en una casa-
museo. "Me siguen lloviendo ofertas de trabajo, pero no tiene sentido empezar de
nuevo", explicaba, y optaba por seguir esperando, tranquila, lo que finalmente sucedió el
día que cumplía los 88 años.
En el México de los 80, El Nueve era el primer bar gay que no se asumía con
vergüenza. Exclusivo y para las clases altas, en sus inicios brindó un cóctel en el que
estuvieron María Félix y Lola Flores. Su madrina y protectora era Xóchitl, la travesti más
poderosa de su país: pasó de vender flores a alquilar un edificio entero y convertirse en
un símbolo público de los homosexuales en México: hasta Carlos Monsivais la describió
en una de sus crónicas. Debido a las relaciones con los artistas del momento, uno de los
cocteles más memorables de aquellos primeros días de El Nueve fue el que ofrecieron
en honor de Lola Flores, la cantante española, durante 1975, que entonces tenía
cincuenta y dos años y había venido a México para actuar en el Hotel Fiesta Palace de
Reforma.
Para el coctel, Flores pidió encontrarse con María Félix, que entonces tenía sesenta y
un años. Los nuevos administradores del bar tuvieron que acudir a un anticuario amigo
de la Doña, que habló con ella y la invitó a El Nueve, arreglando así el encuentro entre
las mayores divas de España y México. La fiesta se encendió cuando las dos
comenzaron a cantar, lo que resultó muy celebrado. El rumor de esa noche se esparció
rápidamente y contribuyó a acrecentar la fama del bar.
El club abría la puerta a las ocho de la noche y con frecuencia ya estaba lleno cua ndo
daban las nueve. Calatayud, con más visión comercial, mandó quitar definitivamente las
mesas del antiguo restaurante y puso una barra en el salón de la chimenea, que se
convirtió en el lugar donde durante casi un año Guillermo Ocaña recibió a amigos y
estrellas. La combinación de artistas y homosexuales de posición acomodada le dio a
este bar gay un carácter único. Además, era el primero fuera del centro de la ciudad que
no se asumía con vergüenza y se presentaba como lo que era. Ir a El Nueve significaba
no tener que practicar el sluming, término inglés que significa visita al barrio bajo,
descenso a lo sórdido —y que retrata cómo experimentaban los homosexuales de las
clases medias y altas la salida a ligar—. Geográficamente, el lugar estaba en medio de
una de las zonas más dinámicas de la ciudad; simbólicamente, heredaba el prestigio de
un restaurante de postín y era el primer bar gay que restringía la entrada.

135
En 1976 interviene en el documental México de mis amores. También en este año,
María Félix cantó junto al ídolo del pop estadounidense Michael Jackson, el 29 de
octubre, en una presentación de Michael Jackson para la TV. A mediados de los 70 el
grupo The Jackson Five se presentó en varios programas de Televisa. De acuerdo con
el productor Luis de Llano Macedo, una diva mexicana destacada en primera fila entre
los espectadores, María Felix "La Doña" quien aplaudió las canciones pero se marchó al
terminar la grabación por que no quiso acercarse a saludar al jovencito Michael Jackson
que, según testigos, era ya marcado por el fuerte temperamento de su padre Joe.
En el video recuperado de esta anécdota se ve cómo al inicio de la grabación, Michael
Jackson, vestido totalmente de blanco, acompañado en el escenario por sus hermanos,
realiza la presentación de sus hermanas menores, sentadas en primera fila: la Toya y
Janete Jackson, ésta última de entre 8 y 10 años, lo que hace suponer que se trata de
una presentación de mediados de los años setenta. En seguida, Jackson canta una
canción en la que pide la participación del público sentado en el estudio. En el centro de
la primera fila, vestida con un abrigo de piel de leopardo, está María Félix, con la pierna
cruzada y su característica peineta en el cabello. Michael Jackson inicia su recorrido por
el lado izquierdo y llega hasta el centro, extendiéndole el micrófono a ‗la doña‘, que
canta una frase. Sigue con las personas que están a su lado, muy posiblemente
acompañantes de la actriz, pues ella, muy divertida, ríe por su participación. Para este
momento, la cámara se ha acercado y permite ver a detalle el momento. Es la reunión
de dos personajes de leyenda, aparentemente muy diferentes. Una diva del cine
mexicano, y un aspirante a rey del pop.
Una vez recuperada de la muerte de Alex Berger vendió su c uadra equina en 1979 y
redecora sus propiedades. Adquiere una insólita mansión en la ciudad de Cuernavaca.
Un refugio de tres pisos, estilo imperio romano, que encierra una piscina donde la Diva
se zambulle sin ojos de paparazis. En esa casa, hasta su perico le llama La Doña.
Participó en varios comerciales, promoviendo cosméticos, café, cigarros... Alguna
ocasión, Joan Crawford la recomendó para anunciar un refresco de cola, lo que redituó a
María Félix ganar una fortuna.
El trabajo la ayudó a disipar las penas, y el encuentro con un nuevo amante, un joven
de 22 años, fue la sacudida que terminó de llevarse su dolor ante la pérdida de Alex,
aunque el romance no duró mucho.
A finales de la década de 1970, María Félix grabó un corto frente a la estatua de
Agustín Lara ubicada en el barrio madrileño de Lavapiés, que se instaló en 1975 en
homenaje al compositor. Vestida de negro con un gran sombrero a juego, ajustó cuentas
ante la efigie de bronce y dijo: ―No he olvidado que nuestras relaciones fueron un
combate, pero hoy no he venido a pelear, para nada. Tú, por primera vez, estás en
desventaja frente a mí, porque no puedes contestar. Dijiste que un día nos veríamos en
Madrid. Yo no sabía cómo ni cuándo, pero la vida nos une otra vez… Las piedras
rodando se encuentran, flaco… Tus canciones siempre me han acompañado… Ni tu
Granada ni tu Suite española… Madrid te dio una estatua, te la di yo por el chotís que tú
me compusiste cuando yo vine por primera vez a España. ¡Bravo! ¡Músico poeta!‖. Hoy,
años después, la estatua sigue ahí con un pensativo Agustín Lara que seguramente no
olvida a su ―María Bonita‖ mientras ve pasar la vida.
En 1980 se realizó el VI Festival Iberoamericano de Cine en Huelva, con José Luis Ruiz
al frente de la edición; donde María Félix fue homenajeada. Con una gran asistencia del
público se desarrollaron las sesiones de este VI festival que duró una semana,
comenzando desde el lunes hasta el domingo. Fuentes del Gabinete de Información de
la muestra cinematográfica onubense divulgaron q ue por problemas urgentes de
solución habían retenido a María Félix en París por lo que la actriz no pudo llegar el día
136
previsto sino que se incorporó el jueves al festival. En este evento se proyectaron las
películas más importantes de la Doña, y se organizó también una mesa redonda en la
que participarían además de la actriz diversas personas relacionadas con su vida y obra.
Las salas de proyección se encontraron, en esta edición, totalmente repletas de público
en cada uno de los seis pases de programa que tenían lugar diariamente, a diferencia de
años anteriores. Dentro de ese mismo festival los cerca de cien informadores
acreditados organizaron unas conversaciones en aras de aprobar alternativas de
difusión del cine iberoamericano, los días miércoles y jueves, para llegar también a
conclusiones concretas para elaborar una estructura operativa entre los países
iberoamericanos, a fin de aprovechar los cauces posibles de circulación para las
películas españolas, según reportaría EFE a la prensa.
Hacia 1980 cuando Alejandro Colunga había expuesto por vez primera en el Museo de
Arte Moderno de la Ciudad de México, María había caído rendida ante el artista y su
gran personalidad. Manuel Ávila Camacho se ocupó de llevar a María a la exposición
que acabo siendo un éxito pocas veces visto para un pintor joven en ese momento y en
ese Museo.
En septiembre de 1981 Margarita López Portillo, directora General de Radio, Televisión
y Cinematografía, entregó a la primera actriz María Félix dos premios, durante los
festejos conmemorativos de los 50 años del Cine Sonoro Mexicano Por la televisión, el
día 25 (los Arieles), el público fue testigo de las mutuas sonrisas, del afecto recíproco,
del trato delicado y correspondido de estas mujeres sobresalientes y vislumbró como
realidad su sueño: Toña Machetes, la novela de Margarita que en 1954 obtuvo el premio
―Lanz Duret‖, sería contada en una película y María representaría el papel principal:
retorno al cine luego de 15 años
En un viaje a París, María conoce a su última pareja sentimental. En diciembre de 1981
unos amigos le dan una cena en París, donde conoce al pintor francés de origen franco-
ruso Antoine Tzapoff, con el que empieza a vivir una nueva vida. María Félix decía que
todos sus hombres habían sido sexys. Y definía a quien era tal: aquel con el que tenía
ganas de hacer el amor cuando lo veía vestido. Por ese motivo, en su primer encuentro
con Antoine bastó cruzar una mirada para saber que eran el uno para el otro. Ella estaba
de nuevo enamorada.
Cuando estuvo frente a frente con Antoine se manifestó lo que para ella era señal del
amor: cruzar una mirada, y la vela estuvo enseguida prendida. Ella decía que el amor
era un estado de gracia; y en él se mantendría desde que conoció a Antoine. El amor
otoñal de María Félix fue Antoine Tzapoff. Veinte años menor que la Doña, el pintor
francés fue su compañero hasta el final de sus días.
Antoine Tzapoff nació en París, Francia, el 14 de mayo 1945, hijo de padre ruso y
madre france-sa. Creció en París en una familia muy modesta. Desde sus años de
infancia, Antoine desarrolló un interés particular sobre los grupos humanos que vivían en
los vastos territorios de América del Norte en el siglo XIX. En 1964, después de haber
estudiado en la escuela de arte de Les Arts Apliques durante tres años, comenzó a
trabajar para el maestro de la pintura óptica, Victor Vasarely durante doce años. En
1976, Antoine Tzapoff comenzó a crear sus propias pinturas se concentran en su tema
favorito: la gente nativa de América del Norte, hasta que tiempo después viaja a México
y pinta a los indios mexicanos.
Su primera exposición tuvo lugar en Santa Fe, Nuevo México, en 1977, su segunda
exposición en París en 1978. Mientras tanto, otras exposiciones de gran éxito han tenido
lugar en Nueva York, las principales ciudades de México y España.
Antoine no sólo es un pintor de las culturas indígenas tradicionales de América del
Norte, sino también de la historia de Europa. En su obra pueden encontrarse pinturas de
137
los antiguos griegos, romanos, escitas, celtas y varios cuadros de franceses y rusos del
siglo 16 y 17.
Entre María y el pintor Antoine Tzapoff surge un nuevo devaneo: ―De Antoine me gusta
todo, hasta sus defectos... Su talento y juventud me alegran el espíritu. Habría sido
estúpido buscarme un hombre de mi edad. Nunca lo hubiera encontrado tan guapo y tan
vital... Amar es una falta de egoísmo y yo tengo el ego más robusto del mundo. Antoine
no. Gracias a él he mejorado en muchos aspectos. La inteligencia es contagiosa‖. Este
talentoso y joven pintor recorre la República Mexicana en compañía de La Doña. Aunque
fue más una relación de amistad que de amor, ella lo consideró uno de los mejores
hombres de su vida.
Tiempo después serán sus pinturas sobre los indios de México los que se exhiban en
diferentes partes de la República Mexicana, viajan también a Valencia, España y el 13
de Marzo de 1997 se exhiben en La Casa de La América Latina en París.
El 28 de septiembre de 1977 las legendarias y bellísimas divas María Félix y Sofía
Loren, dos iconos del cine mundial, se reunieron para inaugurar la nueva colección de
pieles de Frédéric Castet, que este creó para Christian Dior Boutique Fourrure. Seguido
de una recepción para inaugurar la nueva boutique de París , Sophia estuvo
acompañada por la actriz mexicana María Félix para cortar la cinta tradicional hecha de
pieles de zorro blanco.
En 1978, María Félix aparece en el programa Siempre en Domingo, conducido por Raúl
Velasco, donde el cantautor Juan Gabriel le dedicara la canción "María de todas las
Marías":
Maria de todas las Marias,
tan bella, que hasta te pareces a la madre de Dios.
Maria de todas las marias, la doña,
dueña del amor.
Quien fuera tus ojos Oh maria
para ver realmente quien es Dios,
pero yo soy nada en ti maria.
Me conformo con esta cancion.
Y cantando esta cancion Maria
llegare hasta donde vive Dios,
dejame llegar a ti Maria, se que
Dios esta en tu corazon.(x2)
A fines de los setentas, el cineasta norteamericano, Robert Aldrich (murió en 1983),
pretendió reunir a María Félix y a su hijo en una versión hollywoodesca de Zona
sagrada que nunca pudo llevarse al cabo. Antes, Aldrich trató de convencer a la Félix de
filmar en los cincuentas Apache, con Burt Lancaster, en los sesentas, Sodoma y
Gomorra y La leyenda de Lylah Clare, que terminó interpretando, Kim Novak. El director
que fuera asistente de Jean Renoir en El sureño, conoció a la Félix en el set de French
Cancán. Había quedado fascinado con ella desde que la vio en Enamorada.
En Francia Henry Burdin escribió en 1982 un libro titulado " La Mexicaine", tiene 769
páginas y está supuestamente inspirado en la vida de La Doña.
También en 1982, Dolores del Río y María Félix fueron parodiadas en la obra de Carlos
Fuentes Orquídeas a la luz de la luna: Comedia Mexicana, que se presentó en España y
en la Universidad de Harvard. A partir de esta publicación María no mantuvo una
estrecha relación con el escritor Carlos Fuentes, pues esta parodia fue motivo de una
gran molestia en la Doña, quien llegó a expresar: Que ese cretino se haga su propia
publicidad. Es un Mujerujo, porque tiene corazón de mujer. Desafortunadamente, en el
caso mío, es el precio que tengo que pagar por ser famosa.
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El adjetivo mujerujo y los insultos que le aplicó María Félix a Carlos Fuentes quedaron
para la historia. La Doña se enojó con Carlos Fuentes porque escribió la obra de teatro
Orquídeas a la luz de la luna, donde un travestí la personificaba. Nunca perdonó al más
famoso de novelistas mexicanos, autor de La región más transparente y Aura, además
que escribiera Zona sagrada, una historia que de manera muy obvia se refiere a ella y a
su hijo Enrique.
Ellas fueron demasiado famosas para ser amigas, y se hicieron ―rivales‖ quizá sin
proponérselo. El caso es que las dos marcaron su territorio, se forjaron sus propias
personalidades y se hicieron de sus respectivos admiradores, los cuales como suele
suceder ensalzaban a una y denostaban a la otra.
Aunque María no se sintó indentificada con el libro y montó en cólera con su autor, él
asegura que "mis sentimientos cálidos hacia ella siguen siendo los mismos. La
encuentro bella, graciosa y muy divertida. De lo único que me arrepiento es de que
nunca se acostó conmigo".
Aunque se comenta que la Doña también tuvo otras rivales como Doña Liber, rival de
su amiga Evita Perón en Argentina con quien se había cacheteado; Gloria Marín, Irma
Infante, Silvia Pinal, Libertad Lamarque, entre otras. Igualmente también se ha dicho que
nunca tuvo nada personal contra estas artistas, pero sí tuvo algunos roces con Maria
Elena Marqués, Columba Domínguez, Katy Jurado y la actriz francesa Francoise Arnoul,
pero nada más. "Mi trabajo no tenía rivales. No sé, a mí me ha ido siempre tan bien en
todo. Yo creo que nunca tuve competencia real", decía María.
Retirada de la vida artística, en 1982 la productora Conacine le ofreció a María Félix
interpretar a la brava mujer Toña Machetes, basada en la novela homónima de Margarita
López Portillo, llamada "Pésima musa", directora de CONACINE y hermana del entonces
presidente de México; , y este sería el segundo proyecto cinematográfico en el que
estuvo envuelto después de filmar La generala que no se materializó. El entonces
presidente José López Portillo, hermano de la escritora, canceló el proyecto porque no
quería fomentar los ataques de corrupción y nepotismo de que era centro. Pese a todo,
La Doña cobró los 350 mil dólares que le ofrecieron al firmar el contrato.
La señora Margarita López Portillo quería poner un director español para que dirigiera a
María en la película Toña Machetes, pero la Doña quería uno mexicano, y producto a
esta contradicción se armó la bronca entre las dos. A partir de allí, se conjeturan tantos
chismes y mentiras sobre el disgusto de la Félix con Margarita . María se negó a filmar la
cinta debido a que el director mexicano Raúl Araiza, fue sustituido por el español Carlos
Saura a petición de López Portillo. María fue demandada por López Portillo, pero logró
salir airosa del empeño, defendiéndose con su fama internacional.
Al final, Toña Machetes se realizó un año más tarde, fue dirigida por Raúl Araiza, y
protagonizada por Sonia infante, además de que en ella actuaron Andrés García, Ignacio
López Tarso, Sergio Jiménez, César Adrián, Tito Junco, José Carlos Ruiz entre otros.
La Félix asistió en Nueva York en 1982, a un club nocturno llamado ―La cage au folles‖
(La jaula de las locas) en compañía de Néstor Almendros y un amigo de él que
estudiaba cine; las travestis que imitaban a figuras fílmicas en el show del lugar
quedaron sin habla cuando la vieron. Una de ellas, llamada ―International Crisis‖, le dijo:
no podemos creerlo, yo vengo hasta a ti para preguntarte: ¿Cómo le haces, tu imitación
es perfecta‖. Ella sonrió y le hizo un cariño en el rostro: ―el secreto es que no hay
secreto‖. Aunque no lo comprendieron, de alguna manera les reveló que era ella misma,
y todas pasaron una noche inolvidable.
Lamentablemente, en 1983 falleció en los Estados Unidos el otro mito, el otro rostro, el
otro sím-bolo que al igual que María Félix puso el nombre e n alto del cine mexicano en
su época de oro: Dolores del Río.
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El historiador de arte y diplomático dominicano Federico Suro conoció a María Félix en
París en 1983. Tuvo una amistad bastante estrecha con ella, compartiendo ocasiones
especiales tales como cenas formales y recepciones, al igual que momentos más
sencillos como visitas a los anticuarios y galerías de arte. Estando tan cercano a ella,
pudo escudriñar con facilidad los rasgos de su personalidad, llegando a descubrir lo
complicado que era su carácter. Con gran frecuencia la visitaba tanto en su apartamento
de Neuilly en Paris, como en el hotel Regency de Park Avenue en Nueva York, donde se
alojaba en la Gran Manzana.
Su primer contacto con la Félix se produjo a través de su hermana Rosa Suro, q uien
era muy amiga de ella. Al saber que María iba a pasar sola en París las fiestas de
Navidad de 1983, Rosa le pidió a Federico, desde New York, que la invitara a la cena
que él iba a dar en su casa para un pequeño grupo de amistades. Cuando Federico
marcó el número telefónico se oyó una voz profunda que declamaba: ―¡oui!‖. Al
identificarlo la voz le dijo: ―attendez, ne quittez pas, je vais vous passer Madame‖
(espere, no se vaya, le voy a pasar a la Señora). En unos segundos la misma voz se
transformaba en ―Madame‖ y le hablaba en castellano. El rito era parte del teatro creado
por ella: la supuesta criada ―Denise‖ le había pasado el teléfono para que no pareciera
que la Diva misma contestara. ―Así que eres el hermano de Rosita‖, le dijo después que
Federico se presentó, agregando: ―¡Yo adoro a tu hermana!‖.
Lo trató con gran cariño y simpatía; hablaron por un rato da varias cosas y la invitó a su
cena navideña. Ella le dijo que le hubiese encantado asistir, pero que ya había hecho
planes para cenar con una amiga en el Maxims. ―Pasaremos por tu casa después‖, le
dijo.
Como la amiga de Federico, Olga Santos Alvarez y su madre Clementina también iban
al Maxims esa misma noche antes de ir a su fiesta, les sugerió que se encontraran con
María y vinieran juntas a su apartamento. Al llegar se produjo la crisis: al darse cuenta
de que Federico vivía en el cuarto piso de un antiguo inmueble en la calle Jean Jacques
Rousseau, sin ascensor, María les dijo a sus amigas que le iba a ser imposible subir por
las escaleras debido a un problema de artritis. Federico bajó enseguida, y a manera de
broma se ofreció para cargarla. Con una mirada de horror y un tono que ya había
perdido la dulzura que este había escuchado por el teléfono, le dijo: ―¡no, absolutamente
no!‖. María se despidió de una manera abrupta , añadiendo muy secamente:
―Hablaremos en otro momento‖.
Unas semanas después, en una de las frecuentes visitas a París que hacían Rosa Suro
y su marido, estuvieron cenando con María en La Tour D‘argent, donde tambi én estuvo
Fedrico. Aunque ya se habían visto con cierta frecuencia, este la notaba aún algo
distante: su cariño estaba estrictamente reservado para su hermana y su cuñado,
dejándoselo saber claramente. Cuando cenaban con ella iban a lugares de gran
prestigio, como Anibal de Coconas, Le Grand Vefour, L‘Orangerie... A veces Federico
quedaba sentado directamente en frente de ella y la verdad es que era hipnotizante. La
magia y el esplendor de su belleza habían quedado intactos, pese o no a cirugías.
Solamente las manos delataban su edad.
Casi siempre ellos la recogían en su apartamento en Neuilly, donde tomaban una copa
antes de salir. Su insólito hogar ya era conocido para Federico a través de fotografías
que habían aparecido en libros y revistas importantes dedicados a su estilo preferido, el
Segundo Imperio o Napoleón III, equivalente francés del Victoriano de Inglaterra. Este
estilo servía como fondo ideal para su imagen de diosa desenfrenada: recargado y lleno
de detalles de fauna y flora, entre otras cosas; un escenario perfecto para la
personalidad de la Félix. Su colección de arte decorativo era de primera. A ella sólo le
interesaba coleccionar piezas dignas de los grandes museos, lo mejor de lo mejor.
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Luego, Federico expresó que nunca olvidaría la primera vez que estuvo en su casa. A
pesar de la opulencia de cada pieza y su impresionante contenido, fue el baño lo que
más le llamó la atención. Había sido decorado por su compañero Antoine Tzapoff, tan al
estilo Segundo Imperio como la sala, dormitorio y el resto de la vivienda: repleto de
detalles, era una caverna de Alí Babá. Buscando el inodoro se equivocó y abrió la puerta
que daba a su bidet. No podía dejar de contemplar este rincón tan íntimo de ―La Doña‖,
todo nítido, organizado; toallas, frascos de shampoo y perfumes; su bata y pantuflas
cuidadosamente colocadas en el pequeño espacio decorado por su amigo, que casi
daba la impresión de ser un sitio religioso.
Rosa Suro también tiene muchos recuerdos de la Máxima Diva. Uno de sus preferidos
ocurrió un día muy frío de invierno en París. En vez de tomar un taxi optó por caminar a
lo largo de la Faubourg St.Honoré con su hija y la niñera. ―Rosita, ¿a dónde vas?‖ La
inconfundible voz era la de la Doña quien hizo que su chofer parara el carro en la muy
concurrida calle. Al explicarle Rosa que iba a hacer varias diligencias, María insistió,
―¡Ven que te llevo¡‖. Cuando salió para acomodar sus nuevas pasajeras, era Catalina de
Rusia, llevaba un abrigo confeccionado con diversas pieles, botas dignas de Siberia y
coronada con un enorme sombrero de sibilino, estilo moscovita- ¡una visión
resplandeciente! Los espectadores en la calzada igual que los que se encontraban en el
denso tráfico estaban paralizados.
No hubo quejas, todo lo contrario, mientras contemplaban a la afamada actriz
ayudando a entrar el cochecito de la niña en el maletero. La verdad es que andar con
―La Doña‖, en su magnífico Rolls Royce, con chofer uniformado, era algo extraordinario.
En otra ocasión, Rosa le presentó a la afamada escultora venezolana Marisol, quien
como latinoamericana estaba loca por conocer a La Doña. A ésta no le agradó el
encuentro; desde que la vio le cayó mal, aún más cuando vio una escultura que le hizo a
su amiga Rosita Suro, en su inconfundible y fuerte estilo. Desde ese día María, cuando
hablaba con Federico, se refería a Marisol como ―esa venezolana que mató a tu
hermana‖ o ―la scultrice‖, en un tono sarcástico. Naturalmente, en la última parte de su
vida, su compañero, el pintor Antoine Tzapoff, era para ella el artista más grande que
había en el mundo. Este artista francés, de origen ruso, sabía muy bien favorecerla,
presentándola en una riqueza de escenarios que ilustraban el delirio de la visión y el ego
de la máxima estrella y diva.
A María le gustaba pasear en su auto y en uno de esos paseos, pasando por el Centro
Pompidou de Beaubourg, cuya arquitectura en aquel entonces era el non plus ultra de la
expresión modernista, exclamó: ―¡Vámonos, que detesto este lugar!‖. Un rato después,
estando en el salón de té del clásico y elegante hotel Plaza Athénée, el pianista se puso
a tocar ―María Bonita‖ desde que la vio entrar. ―Este es el tipo de lugar que sí me gusta‖.
En algún momento de su vida, Carlos Monsiváis le preguntó si no le aburría escuchar
tanto el tema María bonita, una canción que ella consideró como un "regalo eterno"; en
los homenajes, y ella respondió: "Mira, yo ya no oigo esa canción, pero sé que los hace
felices pensar que me hacen feliz".
María Félix detestaba el modernismo en la pintura igual que en el cine. Una vez le
contó a Federico que cuando estaba haciendo la película ―French Can Can‖ alguien le
recomendó que hablara con Jean Renoir, su director, e hijo del afamado pintor francés,
quien en ese entonces todavía vendía las obras de su pad re, pero la rápida respuesta de
La Doña fue: ―Yo odio la pintura de su padre, igual que todo el impresionismo, un
movimiento que padece de falta de fantasía‖. Igual pensaba de la pintura francesa del
siglo 18: Boucher, Fragonard, etc.
En una de esas veces que Federico se atrevió a hablarle del pasado, le mencionó a
Diego Rivera y a Frida Kahlo, sabiendo muy bien que ella había tenido una íntima
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amistad con ambos. ―Conocí a esa gente hace mucho tiempo; eran muy extraños‖. Sus
comentarios sobre el arte moderno mexicano, incluyendo a Orozco, Siqueiros, Tamayo y
los arriba mencionados, eran bastante desfavorables.
Para María lo más glorioso que se había logrado en la historia del arte universal era la
pintura holandesa del siglo 17. También le gustaba una parte de la pintura académica
del siglo 19. Del siglo 20 le agradaban algunas cosas, pero por supuesto tenían que
tener algún toque de fantasía, un surrealismo más suave, por ejemplo el de Leonor Fini,
quien la pintó varias veces. De Magritte o Max Ernst ni hablar.
No le gustaba nada de lo que se estaba haciendo en el cine contemporáneo. Una vez,
alguien le preguntó qué le había parecido una nueva película vanguardista francesa.
―Haber tenido que ver esa película fue una tortura; ahora, tener que discutirla sería una
tortura aún más grande!‖, fue su cáustico comentario. Para ella no sólo los directores
contemporáneos eran horribles, sino que también los nuevos galanes. Hablando de
Gerard Depardieu, le llamó ―de Perrier‖ para burlarse de él. ―Imagínate que tuve la dicha
de trabajar con los grandes: Pedro Armendariz, Yves Montand, Vittorio Gassman,
Francisco Rabal, Jack Palance, Gerard Philipe y tantos otros. Los de hoy son todos uno
títeres y las películas que se están haciendo, abominables‖.
Sobre cómo se encaprichó con un afiche, recuerda Federico Suro:
María averiguó que yo era el dueño de un afiche espectacular de su película ―Mare
Nostrum‖, hecha en España en el 1948. ―¡Me lo tienes que regalar!‖, me exigió,
viéndome firmemente. Le dije que era una reliquia para mí y me contestó: ―Esas cosas
yo se las di al mundo, ahora el mundo tiene que devolvérmelas‖. No sabía si se estaba
expresando en broma o en serio, pues a veces era difícil descifrar el sentido de lo que
decía, pero decidí que, aunque me rogara, de ninguna manera le iba a obsequiar mi
joya-trofeo cinematográfica. Cada vez que nos veíamos persistía con el tema: ―¿cuándo
me vas a regalar mi poster?‖ y yo le contestaba con un lacónico: ―¡nunca!‖.
Milagrosamente encontré en Bruselas otro ejemplar del escaso afiche y se lo regalé.
Desde ese día todo cambió en nuestra relación: ya yo era uno de los suyos, me trataba
de ―mi amor‖ y se desbordaba en afecto cuando nos encontrábamos. Siendo
coleccionista de afiches de cine yo estaba constantemente en la búsqueda de tesoros
que en esa época se podían conseguir como regalados en Bélgica. Cada vez que
encontraba un afiche duplicado de sus películas, se lo obsequiaba. Asimismo, sus
demostraciones de cariño hacia mí se fueron incrementando.
Desde el principio de nuestra amistad pude darme cuenta de que había dos temas muy
delicados cuando se conversaba con María Félix: el pasado y el cine. Solamente si a ella
le daba la gana éstos se podían abordar. Si alguien se atrevía a introducir anécdotas de
alguna de sus películas o si se refería a algún incidente del pasado era casi seguro que
ella saldría con una de las suyas. Cuando vi por primera vez ―Enamorada‖, del 1947, no
pude contenerme y le comenté una escena en particular. ―María, la semana pasada vi tu
película Enamorada y me pareció extraordinaria‖. Le señalé la famosa toma en ―close-
up‖ de sus ojos, mientras ella en su cama escucha a Pedro Armendáriz que desde la
calle le ofrecía una serenata acompañado por mariachis, cantando ―Qué Bonitos Ojos
Tienes‖. Con una mirada de indiferencia me dijo: ―¡yo nunca vi esa película!‖. Cuando se
lo comenté a su amigo, el diseñador Miguel Cruz, se quedó sorprendido: ―¡qué buena
mentirosa, es su película preferida y la ha visto al menos 30 veces!‖. Decidí entonces no
decirle que yo era graduado de la Universidad de Columbia con una maestría en cine y
que el cine universal era mi mayor pasión.
En otra ocasión estábamos cenando con un grupo de sus amigos en París y alguien
admiró la chaqueta de seda tan bella que ella llevaba. Al preguntarle cuál era el origen
de esa hermosa prenda ella contestó: ―me la hicieron para la película La Diosa
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Arrodillada‖. Cuando le preguntaron cuándo había hecho esa película me vio,
reclamándome: ―Federico, ¿en qué año hice esa película?‖. Yo, que conocía
perfectamente su filmografía, le respondí: ―en el 1947‖. Con una mirada endiablada me
argumentó: ―¿Estás loco? En el 1947 yo no había trabajado en el cine‖. Pero la realidad
es que su carrera comenzó en el 1942 y la película de la chaqueta de seda fue la
número 13. Algunas semanas después, en otra cena, ella mencionó la única película
que realizó con Dolores del Río, ―La Cucaracha‖, y alguien de los presentes preguntó
que de qué se trataba dicha película. La respuesta de María fue: ―Es sobre la revolución
mexicana. Dolores fue muy gentil en dejarme trabajar en esa película, hecha cuando yo
debutaba en el cine‖. A mí me pareció increíble lo que estaba diciendo, porque cuando
hizo ese filme ya María Félix era una veterana a todo dar. Esta película se realizó en el
1958 y ya ella había hecho 39, dirigidas por directores internacionales, tanto en Europa
como en América Latina.
También llamada ―Puma‖, su estilo no era nada sencillo. Este famoso y complejo
personaje, impredecible volcán de emociones, podía mentir y exagerar cuando creía
conveniente hacerlo. Si algo le molestaba, simplemente se iba inmediatamente; cuando
alguien no era de su agrado, no lo ocultaba; no tenía pelos en la lengua.
Su meta principal era lograr todo lo que deseaba y se proponía , de cualquier manera,
sin presentar excusas ni pedir disculpas. A veces podía dar la impresión de ser una
chiflada, una loca desmesurada, pero en realidad siempre estuvo muy cuerda, sabía
mejor que nadie lo que estaba haciendo. Por supuesto, las reglas eran muy fáciles: todo
tenía que estar a su disposición, en armonía completa con ella y con su entorno. María
era, al menos así sentía, el centro del universo.
Ciertos artistas como Leonora Carrington y Chavez Marion la representaron como fiera
salvaje y fuerza de la naturaleza. Uno de los videntes más destacados de Francia, Axel
Benoit Le Mee, decía que María Félix era una bruja y que poseía poderes
extraordinarios. Algunos, sobre todo aquéllos que no la conocían bien, trataban de hacer
comparaciones y erróneamente veían en ella a una Greta Garbo o Marlene Dietrich
latino-americana. En un obituario norteamericano hasta se refirieron a ella como la
Marilyn Monroe mexicana.
En 1984 la Cámara Nacional de la Moda Italiana y la Federación Francesa de la
Costura, reconoció a María Félix como una de las mujeres mejor vestidas del mundo.
María Félix fue vestida por importantes diseñadores y modistos como Beatriz Sánchez
Tello, Armando Valdés Peza, Tao Itzo, Mitzy, Irene Karinska, Marcel Escoffier, Roger
Vivier, Jean Desses, Christian Dior, Valentino, Coco Chanel, Givenchy, Yves Saint
Laurent, Bijan, Balenciaga y muchos otros; y fue una de las grandes mujeres peinadas
por el afamado peluquero y santero Rupert. Sobre ella dijo tiempo después el afamado
diseñador venezolano Nicolás Felizola: María sabía de moda. Sabía con precisión lo que
le iba bien y lo que no, y sabía también que el arte de vestir requería, como toda obra
maestra, de pasos ineludibles para alcanzar la perfección, por lo que dedicaba tiempo y
atención a numerosas pruebas, entalles, ajustes y maniobras para lograr el efecto
deseado.
La vestimenta alude a espacios de convivencia social, a formas de representación; es
signo de glamour o de sobriedad, de sofisticación o de simpleza. En ese código, María
asume más bien los signos de poder: oro, brillantes, esmeraldas, joyas de las grandes
casas parisinas, ropa de Dior. Es por esto que el cuerpo se disciplina no sólo con los
modales y la espalda espigada sino con todo su aparataje para ejercer el rol necesario:
la seducción.
A la Doña siempre le gustó coleccionar telas antiguas, encajes, linos, sedas y cuando
piensa en confeccionarse algún vestido o abrigo, echa mano de ellas sin importarle si
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son cortinas de un palacio chino o telas del siglo XVIII. E n una ocasión alguien le regaló
una capa pluvial y ella la usó como falda y comentó: " Mi cintura es del tamaño del cuello
del cura‖.
Impresionante era su colección de abrigos de piel, todos diseñados para ella, de
pantera de Somalia, Leopardo, Chinchilla, Pantera de China y sus famosas gabardinas
forradas de Cibellina. Cierta ocasión, en el Metropolitan Opera House de Nueva York,
una americana se acercó a decirle: ―Todo lo que lleva puesto es muy bello, pero solo
una mujer como usted puede portarlo ".
Con un estilo propio, María Félix logró imponer su sello personal a su vestimenta y
arreglo personal. Era una mujer asediada por los fotógrafos e imitada por las mujeres
que buscan parecer-se a ella.
Para Oscar Lupercio, director general de Maniquí, Modelos & Edecanes, la figura de
―La Doña‖ fue un auténtico icono de la moda, no porque ella siguiera las tendencias, al
contrario, su personalidad y su esencia, marcaban un estilo definido que sirvió de
referente para muchos creativos. ―Claro que lo fue y durante mucho tiempo, la gente que
estamos metidos en este medio siempre queríamos ver cómo iba vestida, los últimos
años casi no hacia apariciones, pero siempre fue alguien muy especial, México también
se dio a conocer gracias a ella, sobre todo en España y Francia, muchos de sus vestidos
eran de Dior y sus joyas de Cartier‖.
Para el también diseñador, María definió su estilo elegante y cargado en la etapa de los
sesenta, con un toque masculino en sus atuendos y al pasar los años con looks más
estampados y siempre cargados de accesorios. ―Ella decía que a la gente no le gustaba
verla sobria, al contrario cargada con joyas y trajes fastuosos‖.
Sin duda la marca Cartier fue la gran aliada de María Félix en la creación de lotes
ostentosos para la estrella, como los icónicos lagartos de esmeraldas hechos
únicamente para la diva, así como la creación de pulseras y aretes de gran calibre, con
un aire masculino que la caracterizaba en su ajuar, ―La Doña‖ contrastaba las joyas que
portaba, con los pantalones arriba de la cintura, las botas y camisas abotonadas, así
como sus característicos sombreros.
María siempre lució impecable, era una estrella y había que refrendar el título, otras
características de su look eran las peinetas que decoraban su abundante cabellera,
misma que sirvió para que ella protagonizara comerciales de tintes para el cabello. Sus
cejas tupidas, su mirada intensa y el rojo carmesí de su labios, eran sensualidad pura,
sin recargar su maquillaje, pero siempre bien definido y exacto, la originaria de Álamos,
Sonora siempre lució una belleza natural y enigmática.
Para 1985, Federico Suro se había mudado a New York, donde siguió viendo a María,
ya que ella visitaba esa ciudad con bastante frecuencia. Como él era el director de la
Galería Jacob Freres, que se especializaba en piezas de museos, se le acercaba aún
más frecuentemente. En una ocasión lo abrazó, casi estrangulándolo, y le dijo: ―¡No sé
por qué, pero te quiero tanto, tanto!‖... en el último ―tanto‖ su voz bajó a su máxima
profundidad. Fascinada con los antiguos objetos que estaban a la venta, pero a precios
bastante elevados, le dijo que a ella tenían que tratarla de una forma excepcional. Este
le dije que, naturalmente, le iban a dar precios muy especiales y rápidamente le
contestó, en una forma que casi sonaba como una orden militar: ―¡al costo!‖.
Un día lo llamó con una voz muy alegre: ―¿Federico, te gustaría acompañarme a
Colombia? Me van hacer un homenaje especial en Cartagena y me dijeron que podía
llevar todas las personas que yo quisiera. Te pagarán todos tus gastos --pasaje de
avión, hotel, todo-- lo pasaríamos muy bien‖. La idea de ir a un festival de cine en
Colombia, acompañando a María Félix, le parecía una experiencia incomparable e irreal.

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Por supuesto, le contestó afirmativamente. Después de varios días le dijo que había
decidido no ir a Colombia, después de todo.
Algunos días, casi siempre domingos, lo llamaba de su hotel y le decía ―¿por qué no
vienes a tomar el té? Estoy sola‖. Cuando Federico llegaba, siempre encontraba a
alguien a su lado. Uno de esos domingos había un grupo de gente, un matrimonio con
sus hijos, sentados, haciéndole la corte. Eran mexicanos, gente de dinero y muy
simpáticos. Pasaron el día entero paseando con ellos en su limosina. Ellos corrieron con
todos los gastos: almuerzo en el Hotel Plaza, cena en Le Cirque, etc. Visitaron varios
anticuarios en diferentes barrios de Manhattan. El dueño de uno de ellos era latino,
admirador de La Doña, pero aun así no quería hacerle una rebaja en la compra de una
joya victoriana que ella quería. Salieron de esa tienda y se fueron a otra que quedaba al
lado. Federico notó que el señor mexicano se demoró, apareciendo luego con la joya
para obsequiársela a María. Esta le dio un fuerte abrazo diciéndole: ―eres un amor‖.
Durante la cena, La Doña se quitó un anillo que llevaba puesto y lo colocó en un dedo de
la hija de sus amigos. Era una jovencita de unos 15 años y de una belleza angelical. Su
madre le dijo: ―imagínate qué honor recibir una prenda de nuestra querida Doña‖.
Pasaron el día entero con ellos y a Federico le pareció que estos compatriotas de ella
eran amigos muy especiales.
Regresaron al hotel Regency y casi enseguida se fueron los encantadores mexicanos.
Federico se quedó un rato más conversando con María, mientras tomaban el té que no
llegaron a consumir en la mañana. ―¿Viste qué gente tan extrañas?‖. Muy sorprendido
este le contestó: ―pero al contrario, son una maravilla, me encantaron‖. Contradiciéndolo
dijo: ―no, son muy raros y a primera vista la niña lo que parece es una monjita!‖. ―Pero
María, como tantos jóvenes de hoy, ella lleva la moda punk‖. ―¡Será la moda pendeja!‖.
Luego se despidió de Federico con uno de sus rudos abrazos.
En otra ocasión, Della Koenig invitó a Federico Suro a una cena dedicada a María, en
el restaurante La Grenouille de New York. Della Koenig, viuda de un industrial mexicano,
conocía a toda la gente importante de Hollywood. Sumamente hermosa y afable, aunque
ya no era una jovencita, había sido muy amiga de Marilyn Monroe. Esta conoció a la
Félix en Acapulco, donde eran vecinas. Los mexicanos la bautizaron ―Zsa Zsa‖, aunque
la Koenig era mucho más bella que la amiga húngara de Rubirosa. Federico acompañó
a María y su amigo Antoine Tzapoff al restaurante. Della y su compañero los recibieron,
pero esperaban a otras tres personas más: Eleanor Lambert, Martha Reed y Alfredo
Ortiz Murias. En total eran ocho personas: cuatro mujeres y cuatro hombres que podían
ser los hijos, y aun los nietos, de las presentes. Lo primero que le hab ía preguntado
María a Federico, cuando fue a recogerlos al hotel, fue: ―¿Quién ganó el match de
fútbol?‖. A lo que Federico, que no seguía el fútbol, quedó sin respuesta. ―¡ Qué te pasa,
es que no te gusta el fútbol? Este es el partido más importante, es entre México e Italia,
¿no te das cuenta de la importancia de este juego?‖. Cuando Federico le dije que no
estaba al corriente de esos eventos le respondió: ―¡Eres imposible!‖. Tenía una obsesión
con el tema y a todos los que se le acercaron esa noche le preguntaba lo mismo. A la
pobre Della también le dijo: ―¡eres imposible!‖, cuando ésta no le pudo dar la
información.
María se sentó a la derecha de Federico, y enseguida este se dio cuenta de que no le
estaba agradando la presencia de las señoras Lambert y Reed. A La Doña no le gustaba
estar rodeada de mujeres de avanzada edad y éstas no eran exactamente unas
mozuelas. María pasó casi toda la cena pegada a él.
Cuando Federico ya se había tomado varios whiskies comenzó a hablarle a María de
sus temas prohibidos. Le confesó que de toda su carrera su película preferida era
―Maclovia‖ y a este le sorprendió cuando le dijo: ―¿Verdad que es estupenda?, es una de
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mis preferidas‖. Pero el tema que más le gustó fue cuando comenzó a hablarle de
Agustín Lara, su músico-poeta.
Cuando le dijo que le apasionaba la música de ese jarocho y, sobre todo cantada por él
mismo, casi le da un beso. ―Estoy completamente de acuerdo, nadie cantaba esas
canciones como él. ¡Tienes un gusto excelente!‖. María, que tenía su rostro a unas dos
pulgadas del de Fedrico, comenzó a cantar cada canción que él le mencionaba. Ella,
según lo expresa, fue la inspiración de casi todas las composiciones del músico-poeta.
Sin embargo, cuando le mencioné ―Solamente una vez‖ le dijo: ―no, esa se la escribió a...
a... ¡a Walt Disney!‖. Su forma de decir ―Walt Disney‖ fue como si el legendario
animador, creador de Mickey, hubiese sido un desconocido.
Este momento, el mismo Federico lo recordó así: El momento me parecía algo
surrealista, por no encontrar otra definición: María Félix casi trepada en mi hombro,
brindándome un concierto de los éxitos de Agustín Lara, con su inconfundible y honda
voz. Me hacía sentir como si yo fuese la única persona en la mesa. Sé que en parte el
motivo de estar tan exageradamente cercana a mí se debía a que no se sentía a gusto
con algunos de los que compartían la noche con nosotros .
Cuando estaban tomando el postre y el café se aparecieron dos señoras y un caballero
que estaban sentados en una mesa vecina. Vestidos elegantemente, muy ―couture‖,
tenían la pinta de pertenecer a una clase adinerada. Una de las señoras se acercó a
María y casi se le arrodilla por delante; comenzó a declamar un pequeño discurso:
―María, eres la gloria de México...‖ (en la medida en que iba diciendo frases elogiosas,
éstas se iban haciendo más cursis) para terminar diciendo: ―¡soy mexicana!‖. La Doña,
que no perdió ni una sola palabra de las que dijo su compatriota, contestó: ―¡ah sí!‖, ¿y
quién ganó el match de fútbol?‖ Sólo Della y Alfredo Ortiz Murias, quienes hablaban
español, y Federico pudieron apreciar el humor insólito de María.
Cuando se despidieron de los demás, María decidió que quería caminar hasta llegar al
Regency. E invitaron a Federico a quedarse un rato para seguir platicando y se sentaron
en un amplio sofá que estaba ubicado justamente al frente de la entrada principal del
hotel. Este fue testigo de lo que más tarde supo era uno de los pasatiempos favoritos de
―Puma‖: reírse de todos los que entraban y salían por el salón, ya fueran jóvenes, viejos,
hombres, mujeres, niños, perros... a todos les encontraba defectos, nadie se escapaba.
María Félix y Federico llegaron a verse con más frecuencia en New York, donde
apenas era conocida, que en París, donde era reconocida por todos. Con excepción de
los Estados Unidos de América, María podía parar el tráfico en Rusia, Polonia, Italia y el
resto del mundo. En uno de estos tantos encuentros, él le llevó unas galletas belgas
bajas en calorías, pero muy sabrosas, y les encantaron. Cua ndo le entregó el paquete a
la entrada del hotel, enseguida lo abrió y comenzó a comérselas. Mientras esperaban
por un taxi se les acercó una joven mexicana que la reconoció inmediatamente y la
saludó con mucho respeto, diciéndole que era un gran honor saludarla, etc. María, que
tenía la boca llena de galletas, le comentó: ―musha glasha, y por favol dishcoupe la boca
shena de gaceta‖.
Frecuentemente, Federico estuvo presente cuando se le comentaba de alguien que
había conocido en el pasado. Generalmente su respuesta era la misma: ―no sé de quién
me están hablando‖, cuando realmente no era así, pero ella lo hacía para fastidiar.
María visitaba con mucha frecuencia la casa de su amiga Rosa Suro en New York. Una
vez le dijo a Federico: ―¡Qué felices somos! Mi hijo Quique adora a tu hermana y yo te
adoro a ti‖. Hubo un año en que se vieron ocho noches consecutivas en la semana de
Navidad. Él estaba loco por tomarle una foto, pero estaba bien consciente del riesgo que
corría. Decidió tomársela de lejos, con un lente especial. Cuando estaba enfocando, La

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Félix, cual radar, le increpó: ―Federico, te veo muy ocupado... pero muy ocupado...‖, en
otras palabras le quiso decir ―no me jodas‖.
Rosa le contó que cuando su hija Marina era una bebé de algunos nueve meses, María
insistió en entrar a su dormitorio para verla, a pesar que se le dijo que la niña estaba
acostada. La Doña entró en la penumbra de la habitación haciendo sonidos extraños y
contorneando su cuerpo para asustar a la niña: ―aquí llegó la bruja‖. Marina, a quien ella
llamaba igual que a su madre, Rosita, se quedó observándola como intrigada,
disfrutando de la juguetona comedia que le ofrecía María. En ese momento salió la voz
más teatral de la diva: ―Rosita, ya veo que eres mujer. Estás observando todo lo que
llevo puesto: la ropa de Dior, las joyas de Cartier, los zapatos de Roger Vivier.... lo mejor
de lo mejor‖.
Poco o casi nada se sabe de la familia de María Félix. Parece que el avasallamiento de
la personalidad de La Doña, también eclipsó sus lazos familiares, no sólo a sus
hombres. Como le dijo Octavio Paz antes de ganar el Premio Nobel de Literatura, en una
ocasión, que ella se había nacido dos veces: cuando la parió su madre y cuando se
―inventó‖. Y en esta reinvención parece haber desconocido a su familia porque su
familia también la desconoció, según narraba ella misma. Cuando se parió a sí misma
María sepultó su pasado filial. Nunca tuvo buena relación con sus hermanas,
comenzando por su diferencia física (todas eran rubias por herencia materna), así como
también por la, desde entonces, contrastante personalidad de María.
En cuanto a la familia distante de María Félix, su hermana María Eugenia Félix
Güereña, quien nació el 26 de abril, también alcanzó notable popularidad en México.
Casada con Antonio Paz Seira, tuvo cuatro hijos: Antonio, Maria Eugenia, Maria de
Rocío Teddie y Tomás Paz Félix. Doña Eugenia Félix de Paz se dedicó a estudiar
música e impartir conciertos de música clásica, tocando el piano. Doña Eugenia Félix de
Paz tuvo varios nietos, entre ellos a Mireya, Karine, Gunther, Antonio, el actor Kuno
Becker, Luis Antonio, Bernardo, Maria Eugenia, David, Daniel y Andrea.
Su hermana María de la Paz adoptó el nombre de su esposo, llamándose María de la
Paz Sánchez Pillot, y fue madre de Manuel Sánchez y otros 3 hijos.
Su otro hermano, Miguel Félix Güereña fue padre de seis hijos: Marcela Félix de Romo,
Susana Félix de Dampierre, quien reside en Houston y está al frente de la galería de
Neiman Marcus de tan importante ciudad texana; Alicia Félix de Kiamy, Esperanza Félix
de Fernández y de Hermosillo, Ana Rosa Félix de Fragoso, esposa de don Roberto
Fragoso; y Miguel Félix Orendain, casado con Anita de Félix.
Mientras que otro de los hermanos de María, Bernardo Félix, fue padre de Carlos y
Benjamín Félix, posiblemente dos de sus sobrinos más allegados; y su hermano
Benjamín Félix fue padre de María Elena Félix. Otros de los sobrinos de la Doña son
José Nemesio Lugo Félix, Rómulo Félix Gastélum y Pablo Félix. Además, una de sus
sobrinas nietas, María del Carmen Félix, con quien nunca mantuvo una relación cercana,
también se convirtió en actriz.
María Félix tiene una lista interminable de amistades, que abarcan todos los géneros
sociales y artísticos, lo mismo pertenecen a la aristocracia, la política o la intelectualidad,
que al cine, los toros y el box. En incluso sobre los hombres llegó a decir: ―Que no sean
pendejos. Por eso he procurado tener gente inteligente cerca de mí. Todas mis
amistades lo han sido; desgraciadamente, la mayor parte ya se ha ido de este mundo‖.
En Europa tuvo entre sus amigos al Príncipe Aldobrandini, el Duque de Alba, el Barón
Guy de Roschild y su esposa Marie Helene, Ali Khan y la Begun, Jean Paul Sartre,
Plácido Domingo, Jean Paul Belmondo, Jean Genet, Curt Jurgens, Irene Karinska,
Marcel Escoffier, Luis Miguel Dominguín, Manolette, Jean Gabin, Jean Renoir, Gerard
Philipe, Ives Montand, Salvador Dalí, Alan Delon… mientras que en Latinoamérica se
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pueden citar entre sus amistades a Diego Rivera, el Lic. Miguel Alemán Valdés, Adolfo
López Mateos, Renato Leduc, Pepe Alvarado, José Pages Llergo, Carlos Monsivais,
Gabriel Figueroa, Ernesto Alonso, Jacobo Zabludoski, Juan Gabriel, los ex presidentes
de Cuba Prío Socarrás (quien le entregó el premio de Huésped Distinguido) y Fulgencio
Batista, Pedro Armendáriz, Salvador Novo, Xavier Villaurutia, Juan Rulfo, Octavio Paz,
Emilio Azcárraga, Miguel Alemán hijo, Jean Paul Olivier, entre otros.
A Jean Paul Sartre lo conoció por Jean Cau, María admiraba su inteligencia y en sus
encuentros filosóficos, María tenía siempre la última palabra. Mientras que el Rey Faruk
de Egipto, le regalaba la diadema de Nefertari a cambio de una noche de amor,
diadema que se quedó en el Cairo.
Tuvo también muy buenas amigas, como: Frida Kahlo, Eva Perón, Leonor Fini, Collete,
Dolóres Del Río, Pita Amor, Leonora Carrington, Estela Moctezuma, todas ellas mujeres
talentosas e independientes.
Una exhibición se organizó en el Palacio de Minería, y por primera vez María accedió a
prestar la colección de retratos que le han pintado. La exhibición se tituló ―María y sus
pintores", la cual tuvo un gran éxito batiendo record de asistencia, donde se presentaron
cuadros de la Diva, que ha sido pintada por Estanislao Lepri y Leonor Fini, y la
colección de retratos que le ha pintado Antoine Tzapoff, donde es siempre muy bella.
Además, también posó para la pintora surrealista española naturalizada mexicana
Remedios Varo (1908-1963), quien también fue amiga de María.
A La Doña, Tzapoff le había pintado varios retratos. Unos se encuentran en la Casa de
la Ciudad de México y otros en Cuernavaca. Con su nuevo compañero, María comparte
el amor por los indígenas del mundo, por los animales, los museos y los amigos.
Una noche, con esa voz profundamente apasionada, y los ojazos negros clavados en el
azul de los de él le dijo: ―Dime que me quieres aunque no sea verdad‖. Y Antoine le
respondió: ―¿Y las pinturas que te hecho no son palabras de amor?‖. Antoine le había
prometido que en cada pintura la pintaría cada vez más joven, le daría en los lienzos la
eternidad, juventud que tiempo atrás la había dejado.
María valoró mucho la inteligencia, y hasta llegó a decir en una ocasión: "¿Puedo decir
la palabra 'pendejo', que es tan bonita? Bueno, pues ese tipo de cosas no divierte. He
procurado tener siempre gente inteligente cerca de mí". Enrique Castillo-Pesados, un
periodista del periódico El Universal, recuerda haber preparado una velada en honor de
María y Tzapoff. Al arribar la pareja, una de sus amigas y colega, la venezolana
Elizabeth Pérez Liechti, abordó a La Doña: ―En Caracas se presenta una obra de teatro
en la que dos travestis hacen los roles de las vidas de Dolores del Río y María Félix...‖
De inmediato María espeta: ―Es usted una pendeja. No tiene ni el menor sentido de
discreción. Por favor, retírese‖. Todos rieron, menos María y la venezolana.
María Félix fue motivo de inspiración de varios de sus enamorados aun cuando todavía
no entraba al cine le compusieron valses y boleros que quedaron inéditos. Juan Gabriel
le compuso "María de todas las Marías". José Alfredo Jiménez le compuso " Ella" y se la
mandó cantar a Argentina. Cuco Sánchez le compuso "Oiga Doña". En Francia un joven
de 20 años escribió la letra de la canción "Je Iáime a mourir", cuenta la historia de un
joven que sufre de amor por ella sin más recompensa que lo que ella quiera darle. En el
rock Los Amantes de Lola le compusieron" La Doña" como homenaje.
Mientras que el ranchero Marco Antonio Muñiz grabó un disco para la RCA en el que
unieron su voz a la de María Félix, en una grabación que la Doña había hecho tiempo
atrás de La inspiración, sin pedirle permiso a María para utilizarla.
Escritores de gran prestigio como Octavio Paz, han escrito sobre ella. Otros escritores
mexicanos como: Carlos Fuentes, Luis Spota, Carmen Barajas, son algunos de tantos

148
mexicanos que se han inspirado en el personaje de la Félix; Renato Leduc y Pita Amor
le han escrito varios poemas.
Se cuenta que una tarde Pita Amor, la Dueña de la tinta americana, en una de sus
andanzas por la zona rosa se encontró a María Félix caminando. Se limitó a mirarla de
lejos y le escribió estos versos:
Ayer te vi rodeada por la tarde, / ibas como un cuchillo desafiando el aire.
Le escribió también otros poemas. "Eres María una ave y eres el Ave María."
El periodista Álvaro Cueva (1968- ) dijo sobre ella tiempo después, con relación a que
si era una buena o mala actriz: Fue buena actriz. Yo creo que María Félix, fue
maravillosa actriz tan maravillosa, que supo actuar un personaje que era la María Félix,
hacer que ese personaje llamado María Félix actuara otros personajes en otras
películas. Esa es su gracia inventar un personaje e interpretarlo tan bien que te permita
integrarlo a otras cosas.
Hasta sus últimos días Renato Leduc fue un periodista honrado, vivía de la escritura,
de sus artículos que le pagaban los dueños de los periódicos, y que con él, ganaban en
prestigio. Murió pobre el primero de octubre de 1986.
María no fue víctima de su tiempo, a unque fuera producto de él. En el México de hoy,
quién sabe si una celebridad como ella fuera posible. Sin embargo, en la primera mitad
del siglo XX pocas mujeres eran tan fuertes, independientes, trabajadoras, emocional y
sexualmente tan libres. ―Siempre he sido independiente, rechacé casarme con algunos
para poder ser independiente y hacer lo que yo quisiera‖.
Y eso se lo debió a tener convicciones fuertes, inamovibles. Por ejemplo, nunca quiso
trabajar en Hollywood, porque no creía en su industria cinematográfica. Sólo trabajó en
México y Europa, lo que le retribuyó en hacer cine sumamente valioso. Si habría de
compararse con alguien, sería con Marilyn Monroe, que pese a ser un mito cultural por
su enorme belleza, más de uno estará de acuerdo en que su filmografía no está a la
altura ni de su aspecto ni de su historia personal.
De su belleza casi perfecta y eterna, dijo: Fue un regalo de la vida. El público se ha
hecho una imagen de mí pero yo no puedo vivir con eso, así que me hice mi propia
imagen. Ser estrella de cine no es difícil. Lo difícil es aguantar el éxito porque
emborracha y mata más que una botella de aguardiente.
Ella no le tuvo miedo a lo que quiso obtener. ―Yo he tenido siempre mucho valor para
las cosas, no he sido una timorata ni una tímida. Para muchas cosas sí, pero no en el
trabajo, no en mis amores‖.
La actriz entendía una cosa del amor importantísima. El amor debe ser recíproco, así
como el desamor. Al repecto dijo: ―He tenido mucha suerte porque me han querido
mucho, he tenido mucho amor, me lo han dado mucho y la verdad es que yo nunca he
llorado por un hombre porque desde el momento en que no me quiere él ya no lo quiero
yo‖. Se dice que mantuvo amores con varios hombres como Ignacio López Tarso, e
incluso la película ―La estrella vacía‖ que protagoniza con él tiene cierto paralelismo de
su vida juntos, María unida a un importante millonario pero enamorada de un hombre
pobre, se dice que ella misma en una entrevista habla del amo r que vivió con López
Tarso, y él menciona que se enamoró perdidamente de ella; y otros amoríos importantes
fueron con José Alfredo Jiménez, Gustavo Alatriste , amorío que fue contado por Sonia
Infante en una gala dónde discutieron cuando Sonia estaba casada con él y esta fue una
de las razones por las que Silvia Pinal y la Doña no se caían nada bien; Miguel Alemán
padre, Julio Alemán, Emilio Indio Fernández, Jorge Armendáriz, aunque quizás estos no
pasaron de ser solamente enamorados sin esperanzas.
Sobre ella expresó después Ignacio López Tarso: Si considero que fue buena actriz,
pues tan sólo hay que verla en todas sus películas. Por eso a mí me parece que era
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buena actriz, por su trabajo, porque las cosas que yo hice a su lado en cintas como La
cucaracha, La estrella vacía, Juana Gallo, La Generala; me pareció que su trabajo
interno y toda su actitud al personaje, era la correcta.
Hacia las décadas del 80 y los 90, María Félix se hizo merecedora de varios premios de
cine, amén de haber sido huésped de honor, hija predilecta y tras haber recibido las
llaves de varias ciudades en el mundo; e igualmente varios escritores se inspiraban en
su vida para perpetuar su mito en diferentes biografías. Sobre una de estas biografías
diría que El más fraudulento de todos fue el autor de La mexicaine, un libro aparecido en
Francia donde se asegura, por ejemplo, que yo fui amante de Pedro Armendáriz, con
quien jamás tuve nada que ver.
En 1986, el cineasta Jaime Humberto Hermosillo estuvo a punto de hacerla volver a los
sets para protagonizar Eterno esplendor, adaptación de "Los papeles de Aspern" de
Henry James: la historia de una diva veneciana caída en desgracia que guarda los
secretos de un escritor cumbre; pero problemas fiscales del productor impidieron iniciar
el proyecto que se le pagó por anticipado a la actriz.
El filme se desarrollaría alrededor del 1900. Iba a ser una película de época y, por
supuesto, la moda jugaría un papel importante, ya que a través de ella se ubicarían
destacados momentos históricos. María no sólo quería dictarle al director cómo se debía
hacer la película, sino que quería llevar los peinados que usaba entonces, con el pelo
suelto, negándose a usar moños. El director, quien parece que estaba al borde de una
crisis nerviosa, canceló el proyecto.
El periodista Alfonso Diez llegó a entrevistarla el 4 de agosto de 1986, una entrevista
que después se publica el 11 de agosto en el semanario en el que escribía este
periodista para este entonces. María no era proclive a hablar a la prensa. Aceptó, en el
caso de Alfonso, porque consideró que ya era hora de parar tantas mentiras sobre su
persona. Lo distinguió como el indicado para hacerlo y durante la entrevista habló sobre
algunos personajes: Margarita López Portillo, Carlos Fuentes, Paco Ignacio Taibo,
Marco Antonio Muñiz… Lanzó entonces retos que nunca fueron respondidos:
―Ya estuvo bueno. Durante años he soportado que digan de mí lo que quieran sin
contestar, pero ya no es posible seguir en silencio ante todas las mentiras y ataques a
mi persona‖.
María Bonita, de Agustín Lara. Llamada en otro tiempo ―la mujer más bella del mundo‖,
se ha repuesto de una fractura en la cadera que la tuvo postrada por algún tiempo. ―Los
huesos tienen que soldar y los míos están más firmes que nunca‖, dice la sonorense con
su altivez característica.
— En algunos periódicos se metieron con mi salud y eso no lo permito.
— Si no responde usted, parece seguir el juego y hay muchas interrogantes respecto a
su persona. Una de ellas: ¿Cuál fue el problema con Margarita López Portillo?
— La señora López Portillo quería poner un director español para que me dirigiera en la
película Toña Machetes y yo quería uno mexicano, de ahí se armó la bronca.
Pero ahí no paró todo, ¿Qué es lo que pasa? Paco Ignacio Taibo publicó una biografía
sobre mi persona sin mi autorización y yo le digo: ya estuvo bueno, hijo.
Y si le quiere usted buscar, le seguimos. Marco Antonio Muñiz grabó un disco para la
RCA en el que unieron mi voz a la suya, era una grabación que hice hace tiempo, pero
no me pidió permiso para utilizarla. ¿Qué les pasa? Se valen de que no respondo para
hacer y decir lo que quieren.
Tiene usted el caso de Carlos Fuentes, ese inmundo ser que se dice escritor. Él lo que
quiere es que yo le responda, para hacerse publicidad y eso es lo malo de que esté yo
aclarando puntos. Es un cretino que lo único que quiere es ganar dinero a costa de mi
persona. Si Dolores viviera, estaría furiosa.
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— Se refiere usted a la última obra de Fuentes, Orquídeas a la Luz de la Luna.
— Claro, pero ni lo diga. Que ese cretino se haga su propia publicidad. Es un Mujerujo,
porque tiene corazón de mujer. Desafortunadamente, en el caso mío, es el precio que
tengo que pagar por ser famosa.
Hay mucho cretino, como ese de Novedades que se firma Mirabal, pero su verdadero
nombre es Ricardo del Río y es español… Es español y todavía tuvo la desfachatez de
atacarme en un artículo en el que puso: ‗váyase usted de México, señora‘. Qué se ha
creído, que se vaya él. Me dio una disculpa, porque le caló hondo lo que le dije. Luego
me salió con que estaba yo apostrofada y paralítica y eso sí me dolió porque a mi salud
no me la tocan. Aquí estoy, vivita.
No estoy retirada de nada. Espero un buen director, con un buen argumento. Morales
Ortiz, de la sección de Espectáculos del periódico ―Esto‖ me defendió, le contestó al
español. Yo, efectivamente, tuve un problema de salud, pero ya está resuelto. Es
comprensible, cualquiera se puede enfermar. ¿Por qué hacen tanta alharaca? Ahora me
tocó a mí, pero le puede tocar a cualquiera. Tienen hambre y me inventan cosas.
Este señor quiere estar en el candelero a costa de mi persona, igual que el otro cretino,
el que se dice escritor, que en lugar de una torta quiere dos y no tiene derecho a hablar
de quien no se defiende ni de quien ya murió.
— Recuerdo el caso de Zona Sagrada.
— Le digo que lo que yo no quiero es que ese cretino se haga publicidad a costa mía. Lo
que él quiere es que yo hable de él para pavonearse. Es un tipo sucio. Toda la vida no
han hecho más que sacar y yo no respondo, por eso se aprovechan.
— Está bien, no hablemos más de él. Sobre el asunto de la señora López Portillo hubo
otros aspectos.
— Todo lo que se dijo fueron mentiras. Aquí la reto a que le hable a usted para
desmentirme. Lo que sucedió fue que no estuve de acuerdo con ella cuando quiso
mantener en su puesto a un director español. Como le dije, eso fue todo, lo demás son
chismes. Démosle esta semana para que le llame. El que calla otorga. Si no, verá usted
que yo tengo razón.
— ¿Y lo del dinero que le dieron y no devolvió?
— Mire, yo había invertido mucho tiempo y trabajo preparándome para la dichosa
película, así que no me vengan ahora con cuentos. Que respondan con sus cuentas
ante la autoridad que les corresponda. Lo demás, como le dije, son cuentos.
— ¿Volverá usted a filmar? ¿Hará televisión, teatro?
— Estoy en la mejor disposición de trabajar en lo que siempre he trabajado, en seguir en
mi carrera artística, de la que nunca me he retirado y póngalo usted así: Nunca me he
retirado. Pero que me traigan un buen asunto, que me pongan un buen director y usted
verá las cosas que todavía podemos hacer. Me han venido a ofrecer algunos asuntos,
todavía los estoy estudiando, por lo mismo no le puedo adelantar nada, pero en cuanto
me resuelva se lo haré saber.
Y creo que por el momento aquí le paramos, no hay que darles muchas margaritas.
Por otro lado, por lo que a usted se refiere, le agradeceré ponga las cosas tal como se
las dije, sin más ni menos, otro día volveremos a platicar.
Los reconocimientos y distinciones llovían sin cesar y ellas los recibía como si le
pertenecieran por derecho propio. En los años 80, la Doña recibió los siguientes
reconocimientos:
 1986 - Ariel de Oro en reconocimiento a su carrera cinematográfica.
 1989 - Diosa de Plata por su carrera internacional como actriz.
 1989 - Premio de la Ciudad de México con la Condecoración del "Consejo
Consultivo" de la Ciudad de México
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La diva fue vulnerable, durante el vértigo de sus años mozos, a las festivas
convocatorias de dictadores o demócratas farsantes, y en la madurez, entre viaje y viaje
a París, instaba a políticos y presidentes a calzarse los pantalones para sacar a México
de la pobreza y la corrupción.
Para esta época asumió la presidencia mexicana Miguel de la Madrid Hurtado, quien
fue Presidente de México desde 1982 hasta 1988. Sobre este nuevo mandatario, María
expresó después: A De la Madrid lo tengo un poco borrado. No pudo hacer gran cosas
con un país hecho jirones. ¿Cómo iba a levantar la cabeza? Lo que hizo fue capear el
temporal, poner parches aquí y allá para que no se hundiera la nave. Pero fue un
gobernante discreto, y eso ya fue una ventaja después de las vedettes que lo
antecedieron.
Cuando en 1986 recibió el premio Ariel de Oro por su trayectoria en el cine, el
presidente mexicano De la Madrid mandó a uno de sus ayudantes a pedirle un
autógrafo. Ella pensó que era un truco de un fan y le dijo:
–Pues dígale al presidente que si quiere un autógrafo que me lo venga pedir en persona.
Se había formado frente a ella una fila de gente y le preguntaban a cada persona cuál
era su nombre para escribir la dedicatoria.
De pronto llegó el primer mandatario con su esposa, la Primera Dama Paloma Cordero
Tapia. Ella no recordaba su nombre de pila y tuvo que tratarlo como a todo el mundo:
–Su nombre, por favor.
–Miguel de la Madrid Hurtado, a sus órdenes -le respondió él muy serio-.
Octavio Paz se rió mucho cuando ella le contó esa anécdota. Según él, De la Madrid
debió responderle ―Axayácatl‖ o ―Benito Juárez‖.
También en 1986, su hijo Enrique Álvarez Félix resultó ganador del Premio
TVyNovelas, como Mejor villano por su actuación en la telenovela De pura sangre,
donde interpretó a Leonardo Altamirano.
Para 1987 asistió a un recital que dio en Acapulco el tenor español Plácido
Domínguez. A María le gustaba mucho la música. Por toda su casa había bocinas
ocultas. Le encantaban Luis Miguel y Mijares. En el coche siempre traía un disco de
Agustín Lara cuando salía y no podían faltar los tangos, algo de José Alfredo Jiménez y
de música clásica. A veces le pedía a Luis Martínez de Anda, después que este
comenzó a trabajar para ella de chofer, "Las cuatro estaciones" de Vivaldi para relajarse;
otras, un disco de Amanda Miguel, de la cual le llamaban la atención los gritos al cantar.
Igualmente en este año asistió a una de las fiestas que se habían organizado con
motivo de la Reseña Internacional de Cine de Acapulco, a una cena dada por Miguel
Alemán hijo y su esposa Christiane Martel. En este evento conoció a Fernando Partida,
autor de la columna ―Diario de un Snob‖, también, conocido como el ―Duque de
Tlaquepaque‖, quien llegó acompañado por Pepita Dupont, la reportera estrella del
―Paris Match‖. Enseguida que se conocieron, María y Partida simpatizaron, pues de
inmediato movió sitios asignados y para sentarlos a su derecha y los días subsecuentes
nació una cierta amistad entre ambos, y más cuando se enteró que él era tapatío y que
también era Aries como ella, por lo que podrían tener muchos temas en común; además,
él regresaba de vivir en Paris y eso tal vez hizo que la amistad se afianzara. Ella le
externó que pese a nacer en Sonora, sentimentalmente era toda una tapatía. Cuando se
enteró que él era de Guadalajara, le pidió que se sentara a su lado y le dijo que ella era
totalmente tapatía, que así se sentía, pues ahí era donde había descubierto el mundo y
la sociedad.
Cuando estuvieron toda una semana departiendo en Acapulco, María y ―El duque de
Tlaquepaque‖, ésta le preguntaba continuamente sobre la gente de sociedad de
Guadalajara que ella recordaba y también sobre los establecimientos donde le gustaba
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comer. ―Me cuestionaba sobre ‗Las tortas Emiliano‘ y las del ‗Texano‘ que obviamente ya
ni existen, pero que serían el equivalente de las que venden en el Santuario‖, recordó
después Partida.
De pronto en Ciudad de México, ella llamaba a Fernando Partida a las 11 de la noche
para con-versar y muy curiosa le preguntaba acerca de qué opinaba de tal o cual
personaje de la política o de actualidad.
A su casa de Polanco no acostumbraba a recibir muy continuamente, pero en la
mansión que se hizo construir en Cuernavaca ―La Casa de las Tortugas‖ sí que
Fernando Partida llegó a asistir varias veces, ya entonces cuando María mantenía en
una gran relación con Antoine Tzapoff, el pintor fra ncés con quien vivió largo romance
después de que Alex Berger, su último marido, le dejara de este mundo ―pero con lo
suficiente para no tener que pagar nada en abonos‖, como decía con mucha gracia.
Fernando Partida expresa que cuando entabló relación co n ―La Doña‖, ella aún estaba
muy lúcida y con un semblante extraordinario, aunque después, debido a su edad, se
fue alejando socialmente, prácticamente sus únicos contactos eran el productor
televisivo Ernesto Alonso y el padre Julián Pablos. ―No era una m ujer tan altiva como
todos piensas, si la gente se mostraba para ella con educación, les daba entrada muy
fácilmente, lo de la altivez y la distancia era para la gente que ella sentía que era muy
insidiosa‖. Comparte también que en esa década de los años 90, María Félix tenía una
dieta muy balanceada para su edad, pero que le encantaba fumar tabaco y beber
champagne.
En 1989, Federico Suro cambió de ocupación, yéndose del mundo de las antigüedades
al mundo del mercadeo, dos polos opuestos. Para este entonces, la Doña visitaba New
York menos que antes. Un día se encontraron cara a cara en la tienda de
Bloomingdales. Estaba acompañada de un joven. Para él fue una gran sorpresa verla y
cuando fue a darle el beso habitual enseguida sintió su brazo impidiéndole que se
acercara, tratando de mantenerlo a cierta distancia. Era como si le estuviera diciendo:
―no te acerques, que ya no es como antes‖. A pesar de esta nueva actitud, fue
suficientemente cordial y le preguntó por las dos ―Rositas‖. Esta fue la última ve z que
ambos se vieron. Su amistad con su hermana Rosa, sin embargo, continuó como
siempre: se hablaban por teléfono y se invitaban mutuamente a cenas y fiestas. Quizás
la diferencia entre Rosa y Federico es que aquella siempre la trató como a cualquiera de
sus amigas y nunca le pidió autógrafos ni trató de tomarle fotografías; por supuesto,
tampoco le hizo preguntas sobre el cine. En cambio él sí cometió el pecado de actuar
como lo que era, un verdadero ―fan‖.
El 9 abril de 1989 muere en la capital mexicana uno de los ex esposos de María Félix,
el cantante jalisciense Raúl Prado, fundador del Trío Calaveras, a consecuencia de una
enfermedad hepática. Este cantante se caracterizó por el uso del falsete en sus
interpretaciones, lo que imprimió un sello especial al estilo del grupo y fue imitado por
otros conjuntos.
Fragmentos de ―French Cancan‖ se incluyen en una exposición dedicada al
Impresionismo francés llevada a cabo en el Museo Metropolitano de Nueva York durante
la década de los noventa.
Para esta época ocupa la presidencia mexicana Carlos Salinas de Gortari, un
economista y político mexicano que fue presidente de México entre 1988 y 1994; de
quien ella expresó:
Salinas de Gortari va cada vez mejor. Al principio no lo conocía, y como todos los
presidentes empiezan igual –prometiendo, prometiendo, pero luego todo cae al agua–,
pensé que iba a pasar sin pena ni gloria. Pero a fuerza de verlo, he notado que tiene
inteligencia, valentía y atractivo personal. La primera vez que lo vi por televisión no me di
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cuenta de lo que traía por dentro. Pero como está en la pantalla a todas horas y dice
cosas sensatas, una termina reconociendo que el tipo vale. Ha tomado decisiones
importantes y benéficas para el país. Que vende los teléfonos, pues bueno, de alguna
forma tenemos que conseguir dinero ¿no? Siento que ahora sí tenemos un jefe de
buena fe, que nos puede conducir al progreso. Me tiene asombrada su capacidad de
trabajo y la energía mental con que resuelve problemas. Además tiene el pantalón
blindado como lo tenía el Jefe Pluma Blanca, y sabe tomar decisiones con la cabeza fría.
Ojalá mantenga los pies en la tierra y no se envanezca.
Sobre la política ella sentenció: A últimas fechas la oposición ha empezado a crecer en
México. A mí me parece bueno que haya oposición, pero no sé si estemos capacitados
para ejercer el voto. Hace unos años no lo estábamos. Ahora la gente ya está cansada
de que le impongan todo y quiere votar, aunque no sepa bien por dónde va la cosa.
Equivocándose tienen que aprender, pero a mí se me figura que le PRI todavía es un
partido exitoso y ahora, con enemigos fuertes, tiene una gran oportunidad de mejorarse
y renovar a sus gente.
Casi al finalizar el capítulo ―El espectáculo del poder‖, de su autobiografía, La Doña, a
los 79 años que tenía en 1993, dijo: ―Si no hubiera sido actriz, me habría dedicado a la
política para ayudar en algo a mi gente. Soy una persona que sabe decir las cosas y
creo que podría hacer una serie de gestiones importantes para el beneficio del pueblo‖.
Otro hombre de los enamorados de la Félix pierde la vida a inicios de los 90. Tras residir
durante décadas en Estados Unidos, Carlos Thompson volvió a su país para suicidarse,
en la ciudad de Buenos Aires, el día 10 de octubre de 1990 -tras haber ofrecido una
velada a gran cantidad de sus ex-colegas actores- pegándose un tiro en la sien derecha.
Él fue encontrado por su chofer, quien debía llevarlo al Teatro Regina para protagonizar
Cartas de amor. Estaba abatido por un estado de profunda soledad.
Esporádicamente hacia la década del 90 María interviene en varios programas
especiales: en 1990 se le realizó una entrevista en el programa Aquí San Luis, donde
estuvo acompañada por su amante, el pintor francés Antoine Tzapoff en la ciudad de
San Luis Potosí. En este programa María presenta a Antoine Tzapoff y su exposición
Los Indios de México, y el artista Potosino, Domingo López Dávila, muestra sus retratos.
Un año después, en 1991 está en La Movida que conducido por Verónica Castro, contó
como invitados especiales a Ernesto Alonso, Jacobo Zabludovsky y enlaces con Vicente
Fernández y Juan Gabriel, programa que mantuvo cerca de 4 horas toda la atención de
los telespectadores constituyendo así el rating más a lto.
Una vez, en una entrevista por televisión, dijo que se sentía muy querida por México." A
mí me ha importado el afecto que los mexicanos tienen para mí, la protección que me
dan, el amor que me tienen. Los he divertido mucho, y les he convenido mucho",
afirmaba. Aunque al parecer la relación entre Félix y su país natal no era tan idílica.
Según cuentan quienes la conocieron o escribieron sobre su vida, la actriz, una de las
más bellas del mundo, cotizada por diseñadores de moda, pintores y fotógrafos, vivió
durante mucho tiempo una extraña relación de amor-odio con los mexicanos.
El escritor Sergio Almazán autor del libro "Acuérdate María", afirma que a lo largo de su
vida La Doña causaba reacciones encontradas. "Encuentro un enorme sector empático
idolatrando a María Félix, pero encuentro a otro que la rechaza, casi ignorando su
existencia por lo chocante que les resulta el símbolo que es La Doña", le dice Almazán a
BBC Mundo."María Félix, por tratarse de un personaje mítico tiene estos matices de
odio-amor porque se le ve casi inalcanzable, logra lo que ninguna mujer del siglo XX
mexicano había logrado", agrega.
María nunca vivió de su cuerpo. Cuando llegó a la Ciudad de México en 1939, sola,
devastada, sin dinero ni trabajo y despojada de su hijo, vivió en casa de su cuñada
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Reyna -quien luego fue su ama de llaves durante 40 años-, (quien) le tendió la mano y le
dio de comer, y así lo recuerda el escritor uruguayo Enrique Mourigan, quien fue su
amigo personal durante muchos años y con ella recorrió países de América y Europa,
conviviendo con primeros ministros, altos dignatarios, artistas de renombre y lo más
selecto de la sociedad. Este escribió luego un libro dedicado a la Doña, María Félix a
todo color, una recopilación de anécdotas y charlas de amigos que tuvieron el autor y la
actriz.
Aunque no fue hasta el verano de 1991 cuando se conocieron, María y Enrique
Mourigan cultivaron una amistad que parecía venir desde mucho antes. La razón estriba
en que él conocía la vida y trayectoria de ella a la perfección, más allá de los escenarios
cinematográficos; María supo valorar esa muestra de admiración. Enrique Mourigan,
periodista uruguayo, tuvo el privilegio de ver por primera vez a María Félix, diva de
México cuando entonces era un niño. Después de ese encuentro, cuando niño
transcurrieron casi 60 años y de ahí nació una gloriosa amistad.
En una entrevista para Crónica publicada en el 2006, Mourigan comentó: ―El secreto de
mi amistad con María constó en que nunca le hablé con miedo. En un principio María me
dijo que hiciéramos un pacto: mientras no habláramos de temas que tuviera que ver de
la cintura para abajo todo iba a estar bien entre nosotros. Solamente una vez nos
enojamos y fue por un comentario de su también amigo Carlos Fuentes, pero nuestra
amistad fue más allá de ese simple roce que tuvimos en ese momento‖.
Mourigan dijo también después, sobre si fue ella una buena o mala actriz: Muy buena
actriz, porque sólo una buena actriz puede ser como era María, convertirse en maestra
rural en Río Escondido, si no hubiera sido actriz, no hubiera sido posible. María fue muy
buena actriz con buenos directores. Cuando el director era mediocre o menos que ella,
hacía lo que le encantaba y salía una película regular pero a lado de Buñuel o el Indio
Fernández era una corona. Era muy buena actriz, lo que pasa que le sobraba
temperamento por todos lados María se entregaba ante el talento.
Su biógrafo más conocido, Paco Ignacio Taibo, hace notar en su obra —obviamente
bautizada como "La Doña"— que María Félix no sólo poseía "una belleza singular".
También era fundamental en ella el contraste con las actrices "tradicionalmente sumisas"
de su país. Paco Ignacio Taibo publicó esta biografía sobre María sin su autorización en
1991, a lo que molesta le dijo la Doña: ya estuvo bueno, hijo.
Su edad fue por muchos años parte de sus innumerables secretos. Al escritor Paco
Ignacio Taibo, antes de comenzar las entrevistas que llevarían a la realización de la
biografía titulada La Doña, lo obligó a jurar sobre una Biblia y dos velas que jamás
revelaría su edad. Taibo mantuvo el juramento, pero en su lugar, publicó en la primera
página de la obra su acta de nacimiento, la cual obtuvo sin mayores complicaciones en
el registro civil. Ella siempre quiso que su edad mantuviera el estatus de misterio. "En
México cumplir años es como un pecado. ¿Por qué precisar?", mencionó María en una
entrevista en la década de 1990.
Los periodistas son unos hijos de la chin… Me ponen cara de taruga que no tengo y me
atribuyen frases que nunca dije. Me divierte la obsesión que tienen por mi edad y
algunos dicen que tengo 120 años. Yo no le tengo miedo ni a la parca ni a la vejez. Le
temo a algo más peligroso: al derrumbe como mujer. No le temo a las canas ni a las
arrugas sino a la falta de interés en la vida. No temo que me caigan los años encima,
sino a caerme yo misma. Evitarlo depende de mí y por eso siempre ando girita como una
bicicleta, dijo tambien la Doña.
A través de más de 600 páginas, el escritor, admirador declarado de la actri z y su
biógrafo más conocido, Taibo, expone su propia versión sobre el fenómeno de la Doña.
Según él, su larga trayectoria artística construyó no solo al mito, sino también a la mujer.
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Una cita del escritor mexicano Octavio Paz refiriéndose a María Félix refuerza esa
postura: "Ella nació dos veces: cuando su madre la echó al mundo y cuando ella se
inventó a sí misma". Según Taibo, un curioso caso en el que la realidad se va ajustando
al proyecto y la mentira se hace primero leyenda y luego realidad. El libro no solo habla
de la protagonista de Enamorada, La diosa arrodillada, Río escondido, Maclovia, Doña
diabla, French-Cancán y La cucaracha, sino que entreteje su análisis con la historia de
México y del cine, con anécdotas que convirtieron a la actriz en uno de los personajes
más apasionantes del séptimo arte. En una ocasión, la Doña, expresó: "Nací para el
cine, al mismo tiempo que mi abuelo me mataba de un tiro", refiriéndose a una escena
de su primera película, en la que inaugura "el pecado pasión, el amor delirio y el amor
que nos conduce hasta la muerte en los dominios del cine mexicano", sugiere su
compatriota, el escritor Carlos Monsiváis.
La artista era no solo una belleza singular, sino una figura atractiva, alejada de la
sumisa mexicana o de la supuesta "elegancia tercermundista" de otras actrices. "No
importaban sus titubeos, su falta de pasión, su dicción llena de huecos y oscuridades",
señala Taibo. Y añade que la diva no trabajó en Hollywood porque no quiso, pero acaso,
sugiere, "el idioma totalmente desconocido la asustó". Cuando buscó la
internacionalización eligió Europa, seducida por las atractivas ciudades más que por los
papeles que se le ofrecían.
Estuvo bajo las órdenes de cineastas como Fernando de Fuentes, Emilio Indio
Fernández y Jean Renoir, pero fue Antonio Monplet quien aportó un dato interesante a
su biografía: "En algunas escenas no se puede dirigir a María, ella se dirige sola". Se
advierte, dice Taibo, "que el buen director hace con María su película menos
importante". Y concluye el libro con una frase sobrecogedora: "Fue, eso es cierto, víctima
del cine de su tiempo. O, si se quiere, víctima de su víctima: el cine".
En 1991 también recibió un importante galardón: Homenaje y Medalla al Mérito
Artístico de la Asociación Nacional de Actores (A.N.D.A.), a los 50 años de su debut
cinematográfico en "El Peñón de las Ánimas".
En 1992 su hijo Enrique Álvarez publicó un libro con sus fotografías, el prólogo es de
Octavio Paz y el epílogo de Enrique donde con el título de " Una raya en el agua" hace
una remembranza de su madre. Durante toda su vida Enrique coleccionó fotos,
películas, pinturas y cuanta cosa se publicara sobre María Félix, era su admirador
número uno.
También en este año, se le acercó la intelectual mexicana Elena Poniatowska.
—Usted, María Félix, ¿se considera inteligente?
—A base de tontería no se puede conservar un lugar. Yo tengo 50 años en el mismo.
— ¿Si fuera tonta no habría durado a pesar de su hermosura?
—Así lo creo. La imbecilidad no lleva a ningún lado.
Además, en 1992 María Félix recibió la Medalla de la UNAM por su trayectoria
cinematográfica.
El actor, director de cine, guionista, y productor de televisión dominicano naturalizado
mexicano Enrique Segoviano, produjo la serie La vida de María Félix, también en 1992.
María Félix aparece por casualidad en el programa Llévatelo con el humorista, actor y
conductor mexicano Paco Stanley en 1993, programa que este conducía con Gabriela
Ruffo.
Justo en 1993, María se apresura a publicar su autobiografía: ―Todas mis guerras‖,
escrita con la colaboración de Enrique Krause, que se convierte en un best seller. Se
trata, entonces, de un texto privilegiado para la lectura de la relación del sujeto con el
vínculo social, de la construcción individual en la dinámica de su inserción en el espacio
social. La existencia del distanciamiento está consignada por el mismo Krauze, al citar
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una imprecación de María: ―¿Para qué insistes en buscar eso que tú llamas la verdad?
La vida de una actriz es sueño, y si no es sueño no es nada‖ (2005:15).
Por medio del poeta y eminente cardiólogo mexicano Teodoro Césarman (1923-1997),
Enrique Krause conoció formalmente a la Doña. Esa primera vez que se vieron, mucho
tiempo después de conocerse, ella le extendió su mano y apretó la de él con fuerza, alzó
la "ceja de lujo" y anunció que los invitaría a cenar muy pronto. Por esos días, Emilio
Azcárraga planeaba ya un retorno de María a la pantalla. Nadie en México se resistiría a
verla. Entonces, Krause ideó escribir su biografía. La comentó con Azcárraga y le pidió
que Paula, su mujer, los reuniese en una comida. Y así sucedió.
Tras saludarla, Krause le dijo: "Usted se ha robado el siglo." Ya en la mesa, le confesó
su deseo de escribir una biografía suya que pusiera en su sitio las mil y una versiones
que corren sobre su vida y milagros. "Imagino las cartas que guarda de Jorge Negrete,
de Agustín Lara: serían el fundamento de su historia verdadera." Tras un silencio que le
pareció interminable, contestó: "No guardo absolutamente nada. Ha llegado usted un
poco tarde: hace unas semanas que me los eché a todos. No puede uno cargar con el
pasado a cuestas. No es sano. Yo vivo hacia adelante. Por eso me eché las cartas del
charro cantor y las del músico poeta, por eso tiré la guitarra de Pedro Infante y no sé
cuántas cosas más. Apegos inútiles. Me los eché a todos. ¿Comprende? De modo que
si yo conviniera en que usted escribiese mi biografía tendría que ser exclusivamente con
mis recuerdos, con mi sesera. Créame, no necesitaríamos más."
A los pocos minutos "se echó" el tema de la biografía y comenzó a hablar. Al
escucharla Krase pensó que su audacia mayor ha sido el lugar público que eligió desde
hace décadas, al terminar la última de sus cuarenta y siete películas: no la oscuridad ni
la luz sino la penumbra. María Félix optó por proteger su personaje. Desde un principio
percibió que en torno a él se había creado un mito y sintió que su imperativo mayor era
respetarlo. Su distancia, su retraimiento, no fueron un retiro: están hechos de reserva, no
de inseguridad o temor. Su silencio, como en aquel cuento de Rulfo, se oye.
Sobre esta cita, Krause recuerda: Pero, ya frente a ella, sus palabras se oían más. Su
genio verbal me sorprendió casi tanto como su hermosura tenaz. Cada frase contenía
giros inusitados. Había algo de fuete, de puñal en sus hallazgos, una sorpresa incesante
que no tenía su origen en lecturas o reflejos miméticos, sino un venero propio construido
al cabo de mil experiencias, viajes, personas. Su trato con escritores —Xavier
Villaurrutia, Salvador Novo, Renato Leduc, Mauricio Magdaleno, Efraín Huerta—
contribuyó seguramente a alertar su oído, pero la originalidad de su voz era evidente. Y
si a la creatividad se aunaba la corrección, la charla de sobremesa se volvía lo que fue
aquélla: un acto de encantamiento.
Desde siempre, la propia María había declarado que sólo ella podría describirse, que
no habría biógrafo ni periodista osado que pudiera despojarla de su vida privada y de
sus secretos. Tuvieron que pasar varias décadas desde la génesis del mito para que el
historiador y director de la revista Letras Libres, Enrique Krauze, fuera el afortunado en
escuchar la verdad de María. Lo único que le pidió ésta al investigador fue que se
olvidara de documentos y papeles.
"Si yo conviniera en que usted escribiese mi biografía, tendría que ser exclusivamente
con mis recuerdos, con mi sesera. Créame, no necesitamos más", le dijo a Krauze. Y así
sucedió. Después del primer intento de Krauze por investigar sobre un relato de María,
se dio cuenta de que, una vez más, La Doña había salido victoriosa. Y que "su verdad y
la verdad son una sola".
Sin mayor preámbulo, en la siguiente cita Krause comenzó a grabar sus recuerdos.
Una buena química en la conversación, un ánimo festivo, un proyecto intelectual que
podía ser interesante y que ambos entreveían con claridad, abrieron caminos de
157
comunicación. "Por primera vez estoy abriendo mis entretelas", me dijo, como
sorprendida por el torrente de imágenes y sensaciones antiguas y recientes, muchas de
ellas íntimas, que le brotaban. Era una tarde en su casa de Polanco. Estaba sentada en
uno de sus sillones barrocos, vestida toda de cuero negro con bordados y pasamanos
de oro. La conversación duró casi cuatro horas. Vendrían muchas más.
Fue en aquella primera conversación cuando le contó la historia de su primer amor.
Recordó los paseos a caballo abrazada a él, como soldadera, recordó su voz y su
guitarra, su lunar en la mejilla, sus ojos claros, los rizos de su pelo rubio, su apostura
cuando llegó a Guadalajara vestido con su riguroso uniforme militar. Las piernas le
temblaban al verlo. Le decía "el Gato" y sobre su sentimiento acuñó una frase
memorable: "El perfume del incesto no lo tiene otro amor."
La conversación se demoró muchas horas en la casa de Bernardo Félix: aquel padre
durísimo, la madre aliada, la nana yaqui, las hermanas que, como al José bíblico,
intentaron ahogarla en un pozo, la vida en Álamos, en el rancho "El Quiriego", en
Guadalajara. Pero Krause insistía en la historia de Pablo, adivinando en e lla una clave
maestra para comprender a la mítica mujer con la que conversaba. Su interés no le
sorprendía: lo compartía. Algo se descargaba en aquella confesión. Hablar de Pablo era
un alivio…
Así nació el libro que le contó María Félix a Enrique Krause y que Enrique Serna,
meticulosa-mente, transcribió y editó. "Escribe lo que quieras de mí, porque de mí creen
cualquier cosa; di que me acosté con un pulpo", le dijo a su biógrafo Enrique Serna. En
su libro autobiográfico Todas mis guerras (Editorial Clío, 1993), María Félix reveló sus
secretos como el amor a su hermano Pablo (quien fue enviado al Colegio Militar, donde
se suicidó): ―El perfume del incesto no lo tiene otro amor‖; habló de sus matrimonios y
amantes, su independencia y su peculiar estilo de ver la vida: ―Me felicito en haber
contribuido en algo a la liberación de la mujer mexicana, que era una esclava del macho
cuando yo empecé a darme a conocer. Pero eso no significa que mi vida sea un modelo
a seguir, porque se necesita un egoísmo formidable para ser como yo‖.
Los detractores de María descubren en ella tintes de humanismo insospechados: ―No
me gusta enseñar mis entretelas en público, si lo hago es porque me gustaría que mis
guerras hicieran reflexionar a las mujeres. Me daría por satisfecha si alguna, motivada
por mis palabras, luchara un poco más de lo que está acostumbrada. Solo tengo un
mensaje para las mujeres de mi país y el mundo: ojalá se quieran tanto como yo me
quise‖.
La presentación del primero de los cuatro tomos que conforman la autobiografía María
Félix. Todas mis guerras, producidos por la editorial Clío, que dirige el mismo Krauze,
fue el plato fuerte en los días de agosto en México. Elaborados en Singapur, cada tomo
es ilustrado con fotografías de la colección del hijo de María, Enrique Álvarez Félix, y
muchas de esas imágenes son inéditas.
Es un racconto autobiográfico destinado al gran público, como todos los discursos de la
Félix en sus innumerables entrevistas, esta vez alentado y moldeado por Krause quien
originalmente había querido escribir una biografía, pero pronto se percató de la
imposibilidad de hacerlo, según anota en el prólogo.
El texto comienza con una expresión definitoria: ―Aquí estoy, desentilichando el alma‖.
Se trata, aquí, de una afirmación, de una dirección del discurso y de un desafío. Es la
Félix tal cual ella ha querido presentarse al público: ―Aquí estoy‖ es la valentía
desafiante; ―Aquí estoy‖; frente a amigos, a desconocidos y a enemigos. El desafío se
instala desde la primera frase (¿Estrategia de presentación de Enrique Krauze?). Sea
como fuere, aquí está diseñada la actitud fundamental del discurso autobiográfico. La
actitud del desafío, que, evidentemente, es una postura valorada popularmente, sobre
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todo en un país que ha vivido una revolució n armada, y que sostiene durante todo el
siglo XX un discurso de nación ―revolucionaria‖, más allá del contenido demagógico, o
no, de ello. El título elegido tiene que ver también con esta oferta de sujeto: la actitud
guerrera, desafiante en términos bélicos, el valor del heroismo. Además de esto, en la
afirmación del léxico nacionalista ––―desentilichando‖–– se apuesta, por una parte, a un
receptor cercano (el mexicano) pero, también, se trata de una afirmación desafiante de
pertenecía nacional frente a un público internacional, puesto que es un discurso para el
presente y para el futuro.
La existencia del distanciamiento está consignada por el mismo Krauze, al citar una
imprecación de María: ―¿Para qué insistes en buscar eso que tú llamas la verdad? La
vida de una actriz es sueño, y si no es sueño no es nada‖.
En uno de los capítulos de este libro, el capítulo ―El espectáculo del poder‖, comienza
diciendo: ―En mis ideas políticas he cambiado mucho. Antes creía más, me
entusiasmaba con los grandes líderes. Ahora veo la política desde lejos y me parece un
espectáculo como el cine, donde hay buenos y malos actores.‖
―La solución no era la biografía sino la autobiografía. No sería difícil armarla. Las
grabaciones consignaban ya una literatura oral que con leves afinaciones pasaría
limpiamente a la página. Así nació este libro que me contó María Félix y que Enrique
Serna, meticulosamente, transcribió y editó. Su contenido, como su título es la verdad de
María: la bitácora de todas sus guerras‖, así narró luego Enrique Krauze en el artículo
―Corazón de hombre‖. Prólogo a ―María Félix. Todas mis guerras‖.
En esta autobiografía ella llegó a expresar: "Durante mi vida he sido acusada del
secuestro de mi propio hijo, del asesinato de mi secretaria, del robo del collar que se me
dio como regalo de bodas. También de haberme casado con un hombre sólo por su
dinero, de ser amante de otro con miras publicitarias, de lesbianismo y hasta de ser
adicta a las drogas. No pretendo ser un ángel porque para eso se necesita aureola, pero
tampoco soy el diablo en forma de mujer".
Cuando el escritor Enrique Serna la visitaba en su casa de Polanco o de Cuernavaca -
para realizarle las entrevistas utilizadas en la famosa autobiografía de "La Doña",
publicada en 1993 por editorial Clío- notaba los desplantes lujosos de la actriz.
―Eran casas sobrecargadas de objetos preciosos, antigüedades; a veces resultaba
difícil caminar porque uno se tropezaba con los muebles. Un día que fuimos a tomar
fotografías, yo me puse a hojear sus libros y me llamó la atención que tenía "Las
canciones de Bilitis" (la colección de poemas eróticos de Pierre Luoys) y vi que había
una carta de Leonora Carrington, estuve a punto de robármela pero entró el mayordomo.
Me quedé con la curiosidad de por qué Leonora le regalaba ese libro a María‖, cuenta.
Serna sostiene que la Félix fue congruente con su imagen pública, nunca nadie la vio en
un supermercado o en fachas en la calle. Cuando lo recibía, siempre estaba
perfectamente arreglada, con los brazos llenos de pulseras, con su serpiente de oro y
brillantes.
―Tuvo la capacidad de imponerse en una época terriblemente machista, ella logró
cotizarse por encima de los charros cantores, era la actriz que más cobraba en ese
tiempo, fue precursora de la liberación feme nina con esa imagen de mujer fatal,
dominante, que escogía a sus amantes, satanizada en los púlpitos, a veces no la
dejaban entrar a las iglesias. Le abrió el camino a las mujeres independientes‖,
considera Enrique Serna.
En realidad lo que se sabe de "La Doña", finalmente es lo que ella quiso que se
supiera, tanto en sus entrevistas, como en la autobiografía, "Todas mis guerras",
publicada por Clío en 1993. Hay episodios de su vida, como la supuesta relación
incestuosa con su hermano Pablo, que hasta la fecha es un misterio u otro mito. De
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acuerdo con Serna, el libro resultó ser un poco orwelliano, porque ella borró de su
pasado lo que ya no le lucía.
Enrique Serna recuerda que el proceso de entrevistas y fotos les tomó unos tres meses
por los constantes viajes de la actriz, a quien recuerda por su inteligencia y sentido del
humor, pero, si había algo de lo que no le gustaba hablar, simplemente lo omitía.
―En la primera cita le pregunté sobre su matrimonio con Raúl Prado (el cual negó hasta
el final), el integrante del trío Calaveras que cantaba en las películas de Jorge Negrete
(Jorge el bueno. La vida de Jorge Negrete (1993)), y ella me dijo que si yo iba a andar
con esos infundios no íbamos a poder trabajar en el libro‖, dice Serna.
―Simultáneamente yo trabajaba en una biografía de Negrete y una semana antes había
entrevistado al único sobreviviente del trío, Miguel Bermejo, quien me dijo que fue testigo
de la boda‖.
A pesar de que la crítica muchas veces la trató mal, en su libro Todas mis guerras
María se lamenta de la forma en que fue fustigada por la prensa mexicana, pero no
flaqueó, no se doblegó ante los chismes amarillistas. Ella fue una mujer muy dura que le
cantaba las cuarentas a cualquiera y eso no se suele perdonar.
Igualmente en este año, en París muere su anterior amante Jean Cau, el 18 de junio de
1993.
En España Luis Gasca (1994) le dedica varias páginas en su libro " Chicas malas,
mujeres perversas".
También expresó en un viaje a España en 1994: 'Siempre he hecho las cosas como
quería; si no quería un galán me daban otro'. 'A mí me ha ido muy bien en el amor, pero
yo no siento el poder; el poder, ¿qué quiere decir eso?, una mujer siempre tiene poder
sobre quienes la rodean, sobre sus trabajos...' , declaraba en 1994 la actriz en una
entrevista publicada en Babelia con motivo del homenaje que le rindió la Mostra de Cine
del Mediterráneo, en Valencia. 'Puede ser que sí haya tenido poder, porque siempre he
hecho las cosas como quería; si no quería un galán me daban otro, si no quería una
cosa se cambiaba. Y me parecía muy normal, porque siempre fue así'.
El 13 de octubre de 1994 asisitió a la XV Mostra de Cine del Mediterráneo, en Valencia,
España, y a su llegada a su llegada al Palacio de la Música de Valencia posó junto a al
cantante español Miguel Bosé (hijo del torero español Luis Miguel Dominguín y de la
actriz italiana Lucia Bosè), donde ella llegó para asistir a la proyección de la película
―Enciende mi pasión‖, del director José Miguel Ganga y protagonizada por Miguel Bosé,
Emma Suárez, Juan Luis Galiardo, Karra Elejalde, Ana Alvarez y otros, que inauguraría
el certamen.
Fue en 1994 cuando se publicó una entrevista que le realizó a la Doña la escritora
Elena Poniatowska. Esta sería esa entrevista:
–¿Es cierto que tiene voz de sargento?
–Creo que hablo como mi tío Miguel, pero me he acostumbrado tanto a mi voz que ya no
me oigo. De cualquier modo, es mucho mejor tener una voz así que una de pito.
–¿Quién es su tío Miguel?
–Dije mi tío Miguel como pude haber dicho mi tío Bernardo o mi tío Juan, cualquier tío.
–¿Es cierto que es usted muy hombruna?
–Eso lo juzgará por sí misma y lo dirá usted al describirme. Véame, ¿le parezco
hombruna? Sí, sí lo sé, traigo pantalones, me encantan los pantalones, pero los traigo
por fuera, no por dentro.
Allí está, blanca y negra, negra y blanca, como reina de baraja, con sus pantalones de
Cifonelli (pronúnciese Chifonelli), es el sastre de mi marido, y su casaca de Dior, una
chaqueta negra espléndidamente bien cortada, abierta a los lados. Su pelo largo –ahora
me lo dejé crecer–, ébano, ala de cuervo, brilla con reflejos azul profundo. Cuando tiene
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una la suerte de tener bonito pelo, ¿por qué ponerse postizos o pelucas? Y sus mejillas,
manzanas lisas, también brillan. Camina como las fieras desplazando a su derredor
ondas misteriosas. A veces se encabrita sobre sus botitas de charol, y uno la sabe
peligrosa, rebelde, fogosa, con un aplomo de amazona que ha franqueado todos los
obstáculos. Nunca se sienta. Erguida enseña sus cuadros uno a uno: Leonora
Carrington, Leonor Fini, Diego Rivera, Sofía Bassi, Remedios Varo, pero sobre todo
Leonora Carrington, de quien María habla mucho porque la quiere. Es mágica, yo amo la
magia. Por ella, por Leonora, pondría mi mano en el fuego. Sería capaz de cualqui er
cosa. Sobre su pecho lanza destellos una joya flexible y le pregunto si será una pantera.
–Es un puma –responde María Félix–. Álex, mi marido, me llama puma, seguramente
por lo buena gente que soy y lo fácil que resulta mi carácter.
Los aretes, grandes hojas de diamantes y esmeraldas, también son de Cartier. Unas
mancuernas: dos ojitos azules, surrealistas y una camisa blanca con cuello de jockey.
―Le pedí a mi jockey que me prestara su camisa y se la copié, pero sólo el cuello, ¿eh?‖
Se quita los aretes de las orejas que se ven muy pequeñas, delicadas, pegadas a la
cabeza: Sí, tengo orejas muy bonitas y están muy limpias. A mí me gusta lo limpio. Si de
algo tuviera yo que presumir sería de mis orejas, aunque ya sé que tengo un físico
agradable.
Lo más llamativo de La Doña es su manera de moverse, de ir hacia un cuadro en la
pared y señalar otro, buscar la mirada del interlocutor, rescatarla, demandarla imperiosa,
y atornillar sus ojos en los de uno. Mientras habla y hace ademanes, que los campesinos
llaman del corazón, relampaguea un enorme diamante. ¿Verdad? ¿Qué le parece,
Elenita? ¿No lo cree usted así?, inquiere a cada respuesta y el diamante corta el aire
con sus mil aristas.
Dicen que su rostro es duro e inexpresivo, que lo único que sabe hacer es levantar la
ceja; me fijo en la ceja, no la levanta una sola vez; trato de recapacitar: ¿Es este un
rostro inexpresivo?, no, ni de chiste, quizá es un rostro agresivo por vital, por enérgico,
por bien dibujado, porque la perfección siempre aturde; un rostro limpio. No, no señoras
y señoritas, María Félix no se pinta, no trae pan-cake ni maquillaje; sólo los labios muy
rojos, las pestañas muy negras, los ojos muy brillantes, los dientes muy blancos. No, no
señoras y señoritas, ni una sola arruga, ni un solo pliegue amargo en la comisura de los
labios, nada se va a pique. Vehemente, gira como un carrusel, gira sobre sí misma, gira
dentro de su casa de 500 metros en la calle de Hegel, amplificada por un espejo –de
pared a pared– que la agranda y la refleja hasta al fondo del jardín: El espejo fue idea de
mi marido. Qué bien distribuida es esta casa, ¿verdad? Gira sobre sus botitas,
expectante, retadora, invierte mucha energía en contestar las preguntas de la entrevista,
demanda el diálogo, la comunicación, y yo, aplastada en uno de sus sillones como un
flan de sémola, la miro ir y venir boquiabierta ante este espectáculo inesperado y sólo
para mí. ¿Qué opina, Elenita? ¿Le gusta? ¿Cómo ha estado? Dígame, ¿ha estado bien?
Luego se sienta muy derecha en un sofá, junto al sillón en que aguardo patidifusa, y se
mantiene erguida muy tiesa como soldado a punto de blandir su fusil.
–Mi mamá desde la infancia nos enseñó a sentarnos derechos y nos ponía tirantes para
que nuestros hombros no se cayeran hacia delante. Y en el colegio, las monjas
verificaban si en efecto traíamos los tirantes. A mí me corrieron de muchos colegios, por
indisciplinada, por bárbara; del Sagrado Corazón, de otros, pero eso sí, nunca me rebelé
contra los tirantes. Mi mamá se iba a meter de monja, pero en vez de hacerlo mejor tuvo
12 hijos. Oiga, ¿está usted cómoda? ¿No quiere tomar nada? ¿Ni un café? Hoy se me
hizo un poquito tarde porque Álex, que está en Europa y tiene telefonitis aguda –me
habla tres o cuatro veces al día–, me pidió que lo alcanzara mañana en Nueva York. Le
dije: Espérate a ver si puedo conseguir boleto. Y allí me tiene colgada del teléfono
161
tratando de arreglar este viaje inesperado. No, no me gusta el avión; lo utilizo mucho,
pero me sigue dando miedo. Me persigno en mi asiento y rezo; soy creyente,
absolutamente católica, apostólica y romana. Y en las noches rezo mucho.
Su pelo largo, ébano, ala de cuervo, brilla con reflejos azul profundo. Cuando tiene una
la suerte de tener bonito pelo, ¿por qué ponerse postizos o pelucas?
–¿Qué reza usted?
–Unas oraciones que me enseñó mi mamá de niña y se me han quedado. Sabe usted, lo
que más nos marca en el curso de toda la vida es la infancia.
–¿Cuáles son esas oraciones?
―Santa Mónica bendita,
acomoda mi camita
que ya me voy a dormir.‖
O si no, rezo esta otra:
―San Jorge bendito,
ata tu animalito,
para que no me pique.‖
Entre tantos cuadros surrealistas, porcelanas de Sevres, manitas de porcelana sobre
cojines, damascos y terciopelos, el gran cuadro en el que Diego Rivera cubre a María
Félix de transparencias es como una ventana por donde entran luz y aire. En él, María
Félix tiene un rebozo en la cabeza y un niño en los brazos.
–Me gusta mucho. El niño es el nieto de Diego, el hijo de Picos. Es bonita esta
maternidad, ¿verdad? Diego la hizo así al carbón, desde lejos, el carbón sobre un largo
fuseau, y yo estaba fascinada viéndolo (María Félix imita a Diego). Después me regaló el
dibujo y me mandó hacer este marco blanco con un ebanista de Coyoacán. Dijo que el
marco iría bien con el estilo de la casa.
Tengo el ojito nuevo
–¿Qué es lo que cree usted haberle dado a la gente, a su público, además de sus
películas?
–Le he dado la imagen del éxito. Yo soy la imagen de la salud, de alguien que se mueve
bien en su piel y está de acuerdo consigo misma. Soy la imagen del gusto por la vida,
del ojito nuevo. Sí, sí, tengo el ojo nuevo, todo me interesa, todo me llama la atención:
los conciertos de Vivaldi que se dan los sábados en el convento de Tepotzotlán, como
los toros que todos saben que me encantan, o… el box. Nomás que al box ya no me
lleva mi marido, porque es un público bragado, oiga usted, y además ahora, con la
televisión puedo verlo desde mi casa. ¡Me siento bien! Si uno está guapo por dentro
naturalmente se refleja y embellece el exterior.
–Greta Garbo la divina, representa el misterio; Marlene Dietrich un nuevo tipo de sex
appeal, ronco y frágil a la vez; Dolores del Río, el triunfo de la belleza morena que se
impone en Hollywood a tal grado que la llamaron la Rodolfo Valentino femenina. Usted,
¿qué cree representar?
–A la mexicana triunfadora que no se deja. Yo no soy una dejada. Nunca lo fui. Desde
pequeña, mi madre nos enseñó a defendernos. Somos 12 hermanos. Eran 11 en mi
contra. Yo siempre tuve una espada invisible. Además, mi madre me decía: Si tus
hermanos hombres te golpean, tú contéstales. Entonces cuando me daban un trancazo
es porque yo ya había dado dos.
–Usted declaró alguna vez en una entrevista que la gente era mala. ¿Sigue creyéndolo?
–Yo no creo haber dicho eso. Al contrario. Para mí, cada gente tiene un interés. Si
pensara así, yo estaría amargada, y de amargada no tengo nada.
–Pero usted se defiende muy bien cuando la atacan.

162
–¡Claro, sé defenderme! Alguna vez un periodista me preguntó con muy mala leche: Y a
usted le gusta mucho hablar de sí misma, ¿verdad?, y le contesté: Yo prefiero hablar
bien de mí a hablar mal de los demás. Ahora, si usted viene expresamente a
entrevistarme supongo que no quiere que le hable del vecino, sino de mí misma. En
México, cuando la quieren insultar a una, le dicen que está vieja. Amparo Rivelles, que
es muy mi amiga y me puede decir todo lo que se le antoje, porque no tiene mala uva en
la tripa, en una entrevista de televisión me preguntó de plano: ¿Cuántos años tienes?
Mire usted, Elenita, yo no le tengo miedo a ser vieja, le tengo miedo a algo que va
mucho más allá y que viene de mucho más lejos que la vejez: al derrumbe de una mujer.
No le tengo miedo ni a las canas ni a las arrugas, sino a la falta de interés por la vida; no
le tengo miedo a que me caigan encima los años, sino a caerme yo misma. Evitarlo
depende de mí, y por eso ando girita como una bicicleta. Un día alguien en la calle me
gritó: Vieja, y un periodista me preguntó después cuál había sido mi reacción, le dije: Yo
ya fui al infierno y hablé con el diablo.
Entrevisté primero a María Felix en la calle de Berlín numéro 4, cuando vivía con Jorge
Negrete, luego en su casa de Catipoato, en Tlalpan, y finalmente en su casa de Hegel,
que Álex Berger diseñó para ella. La casa, más bien pequeña, tenía grandes espejos
que la reflejaban, la multiplicaban, la estrellaban, la volvían cielo e infierno a la vez.
Recuerdo que me dijo que su belleza había sido una muy buena almohada y que ser
feliz costaba un trabajo de la cachetada, pero que ella tenía un natural peleonero. Es
difícil aguantar durante muchos años que le digan a uno que es una diosa, que no hay
nadie mejor. Ahora, más de 20 años después, creo que, a pesar de no ser una buena
actriz y ser siempre ella misma, María Félix sigue siendo la mejor.
La Casa Hermes de París le dedica una doble página a La Doña en un libro que publicó
en 1995. Hermes famosa por sus sedas y sus artículos de piel, le había confeccionado:
ropa, bolsos y todo lo relacionado con la cuadra de caballos que te nía en Chantilly.
Quizás ya para este tiempo trabajaba con ella de chofer Luis Martínez de Anda.
El padre de Luis era chofer del señor Ernesto Alonso, su gran amigo, quien lo
recomendó con María. En ese entonces este tenía 18 años, estudiaba Ingeniería
Electrónica en el Instituto Politécnico Nacional y estaba de vacaciones. Se presentó la
oportunidad y quiso conocer a la diva de México.
La recuerdo fumándose un puro y tomando un cafecito en el desayunador. Con todo su
estilo, con ese magnetismo tan suyo, me saludó muy amable. Le dije que venía por lo
del trabajo de chofer y le comentó a su hijo Enrique, quien estaba sentado a su lado:
"Bueno, Quique, ¿qué pasa? ¿Voy a traer kinder o qué?", y soltó la carcajada; así
expresó Luis Martínez de Anda tiempo después, sobre este primer encuentro con la
doña.
En un principio fue difícil para María acostumbrarse a ese nuevo chofer, porque ella
estaba acostumbrada a su personal de muchos años, pero poco a poco nació la
confianza entre ella y Luis Martínez de Anda.
En 1996, al escuchar María sobre una biografía suya, la artista autorizó a Enrique
Mourigan para que escribiera un libro biográfico, y él lo comenzó a preparar.
Desgraciadamente María Félix no alcanzó a conocer la publicación, aunque siempre
tuvo una vaga idea del contenido. A este le dijo: ´ Aviéntate y ponlo todo, fírmala como
biografía no autorizada y hazla, tú sabes más de mi vida que yo misma´, refiere el
escritor. A pesar de que quedaron muchas anécdotas qué contar, Enrique adelantó
luego en una entrevista del 2006 una que podría anexar en la segunda edición del libro:
―Nadie sabe que María mantuvo un amor con Marlon Brandon de tres meses, ese tipo de
cuestiones no se saben, y mi larga amistad con María me avala‖. El periodista incluye el
recorrido de La Doña por el cine europeo, de sus amores; reales, ficticios que siempre
163
rodearon su vida y la soledad que padeció cuando murió su único hijo Enrique Álvarez
Félix. Este libro es editado por Random House Mondadori. Mourigan deja muy en claro
que no le interesa mucho el dinero que le está dejando está publicación, sino la
proyección que tiene.
Con motivo del 50 aniversario de la filmación de la película Enamorada (1946), el
director francés André Techiné propuso en 1996 filmar una versión actualizada, pero ella
lo hizo desistir.
La mayor parte de su vida no tuvo empacho en manifestarse priista. ―El tricolor ha sido
mi partido de siempre. Claro, a veces le va bien, otras mal, pero se va a levantar‖, dijo en
1996, aunque tiempo después confesó haber votado por Vicente Fox para la
presidencia.
Nunca le gustó tomar alcohol, pero sí café. ―No sé rezar ni tengo sueños. Vivo al día
muy a gusto. Paso cada momento lo mejor posible y estoy cada vez más lejos que cerca
de la vida‖, dijo María.
Para este año de 1996 la Doña vuelve a aparecer en varios programas televisivos.
Primeramente estuvo en María Félix... una conversación, conducido por el periodista
Ricardo Rocha, que duró 5 días (dos horas diarias) y que mantuvo el interés de los
mexicanos con el rating más elevado; y antes de finalizar el año estuvo en otro
programa. "Si yo me creyera todo lo que la gente me dice, que soy la más inteligente,
que soy la más guapa, que soy la más fregona… no me creo eso. Yo he visto mujeres
muy guapas en mi vida, más que yo", mencionó María en esta entrevista, con el
periodista Ricardo Rocha. Durante ese diálogo se observa a La doña ataviada con joyas
doradas, en ocasiones fumando, y casi a punto de llorar cuando reproducen un
fragmento de la película Enamorada, y siente nostalgia al escuchar la voz del actor
mexicano Pedro Armendáriz.
Para realizar esta serie de 5 programas especiales grabados entre 1994 y 1995, donde
Rocha entrevistó a María; se utilizaron diferentes locaciones, como, por ejemplo, París,
Francia y sus hermosas plazas, la catedral de Notre Dame, el Museo del Louvre, El
Barrio Latino y Los campos Elíseos; Madrid, España y La gran Vía, El hermoso Palacio
del Escorial, El Valle de los Caídos, El museo del Prado y la majestuosa Puerta de
Alcalá; México D.F., El museo de Antropología e Historia, El Centro Histórico y sus
grandes palacios, La Plaza de la Constitución y La Catedral Metropolitana; Polanco,
D.F., su residencia, decorada con valiosas hermosas antigüedades; Cuernavaca,
Morelos, Residencia de Verano, ricamente decorada, llena de recuerdos de su hijo
Enrique Álvarez Félix y del pintor francés Antoine Tzapoff, y Álamos, Sonora, pequeño
pueblo ubicado en pleno desierto. De esta entrevista hay varias anécdotas:
Estábamos grabando en París, justo fre nte a la Plaza de la Concordia, en medio de un
gran nerviosismo del primer día, el microfonista suavemente intentaba acomodar el
micrófono de clip entre las finas estolas de pieles de la Doña, ya que la operación se
complicaba pidió:
-Mi Doñita, podría mover su "peluche" para que pueda colocar el micr....
No había terminado de decir la frase cuando María lo fulminó con la mirada y
cariñosamente contesto:
-¿Peluche?, ¿crees que María Félix utiliza peluches corrientes?
En la Gran Plaza de Madrid, hacía un frío que calaba los huesos, habría 5 grados
centígrados, María como de costumbre bajaba puntualmente de su maquillaje para
grabar, yo me encontraba enfundado en una gruesa chamarra, ella nos contaba sin
tartamudear de cómo Agustín Lara le dedicó el chotis "Madrid", la Doña se inspiró esa
tarde, al terminar, me tomó del brazo y me pidió la acompañara a dar un paseo por los
alrededores, saliendo de esa hermosa Plaza, llegamos a una vieja sombrerería, pidió
164
una boina y me la colocó en la cabeza al estilo Lara , ella le compraba allí las boinas... y
me regaló una.
En el Aeropuerto de París, justo antes de abordar el vuelo, casi hace enloquecer a
Enrique Segoviano (productor) pues pidió que le regresaran las finas maletas que
acababa de documentar. Hizo que bajaran todo el equipaje del avión. Salimos una hora
y media tarde.
En el estudio en México, grabamos durante 5 días. María pedía que yo la recogiera en
su domicilio. El último día entramos al foro iluminado... la traía tomada por el brazo, al
ver el set se detuvo... su mirada se fijaba en cada detalle, en las sillas, en la fuente, en
las cámaras, los técnicos que iban y venían... sentí un leve apretón de su mano... apretó
el paso. ¿Cuál será la sensación de "la última vez"?, ¿Qué sentirá una estrella de la talla
de la Doña al despedirse de un estudio?, ¿Habrá "otra vez"?. Al terminar un mariachi
vestido de blanco entonó las notas de "María Bonita" de Agustín Lara, una lágrima
recorrió la tez inquebrantable de María Félix, nuestra querida "Doña". (Estas son
remembranzas de Ricardo Rocha).
En otra entrevista para la cadena Televisa, con el periodista Jorge Berry, María dio su
definición sobre lo que es una diva: "Cuando una mujer conocida, y ya con un nombre, y
un currículum muy pesado, entra a un lugar, hace un desplazamiento de aire... La gente
se vuelve, la gente se queda muda y queda viendo a esa persona. Eso es muy raro",
dijo. "Conocí una (mujer) que a mí que pareció que era diva, esa sí, que se llamó María
Callas… María Callas tenía eso que una diva debe tener, la fascinación", mencionó
sobre la cantante estadounidense de ópera, hija de inmigrantes griegos, que murió en
París en 1977.
Igualmente obtuvo varios reconocimientos en este periodo, pues María fue
homenajeada en el "XVIII Festival Internacional de Filmes Dirigidos Por Mujeres" en
Créteil, Francia.
María Félix manejó la fama con mucha naturalidad y seguridad. No era un problema ni
un obstáculo para ella. Cuando íba a La Plaza del Ángel (ubicada en la Zona Rosa),
acompañada de Luis Martínez de Anda, el problema era para él, porque se juntaba
mucha gente a su alrededor y este tenía que cuidarla. Pero ella caminaba tranquila,
repartía autógrafos, sonrisas, agradecía… Le daba gusto que le gritaran cosas bonitas.
En la vida privada uno de sus grandes amigos fue siempre su hijo Enrique. Hablaban
de sus proyectos y los consejos eran de María a Enrique y viceversa. Cuando ella
estaba en París, él estaba al pendiente de las casas de México y Cuernavaca.
Frente a la fugacidad de los maridos y amantes a los que la diva iba reemplazando, su
hijo acabó siendo el hombre de su vida, su amor más firme y duradero. Entre las
telenovelas más famosas en las que actúa su hijo Enrique están Rina al lado de Ofelia
Medina, y Colorina con Lucía Méndez.
Éste actuó en varias telenovelas, entre las que se hallan:
• Marisol (1996).... interpretando a Don Leonardo Garcés del Valle
• La Sonrisa del Diablo (1992) ... interpretando a Salvador Esparza
• Luz y sombra (1989).... interpretando a Juan Guerra
• Tal como somos (1987).... interpretando a Miguel
• De pura sangre (1985-1986).... interpretando a Leonardo Altamirano
• Tú eres mi destino (1984).... interpretando a Eugenio Dávila
• Lo que el cielo no perdona (1982).... interpretando a Marcelo
• Colorina (1980).... interpretando a Gustavo Adolfo Almazán y De la Vega
• Pecado de amor (1978).... interpretando a Alberto
Enrique Álvarez Félix nuca se casó, quizás porque los comentarios sobre su
homosexualidad eran reales, (algunos comentarios sostienen que Enrique Álvarez Félix
165
tuvo como amante a un actor francés llamado, Christian Belgest quien a su vez fue
amante de Marlon Brando). Sobre la orientación sexual de su hijo, se comenta que María
solo comentó en determinada ocasión que esa era su vida y la vida que elija ella lo
apoyaba. Aunque también se comentó que en el programa Mentiras y Verdades, de
Verónica Castro, Ofelia Medina dijo que Enrique Álvarez Félix le había propuesto
matrimonio y además tener un hijo con ella.
Aunque muchos no creen que haya sido homosexual, de él siempre se dijo que lo era
pero nunca se comprobó, si bien nunca se casó ni tuvo hijos, ni se le conocieron parejas
mujeres tampoco se le conocieron parejas hombres, nunca los medios mostraron una
imagen o una fotografía que lo comprometiera. No obstante, otros plantena que era muy
discreto con sus parejas hombres, siem-pre fuera del teatro o del estudio de TV, muy
pocas veces presentó a sus novios como tal, solo con artistas de confianza como
Angelica María.
Ser el hijo de la diva más importante del cine mexicano, sin duda impactó la vida de
este bello pero afeminado ejemplar gay. Sus modales de príncipe, su nívea piel, su
belleza casi idílica -que recordaba más a un querubín pintado por Botticelli que a un
joven de la aristocracia mexicana- , como actor impresionó por su trabajo en teatro,
televisión y cine en donde no pudo sobreponerse a la personalidad materna. Su más fina
y carismática actuación se da en "Los Caifanes" al lado de Julissa, Sergio Jiménez y
Eduardo López Rojas.
Además, mantuvo una estrecha amistad con la cantante y actriz Thalía, quien, por esta
relación, se convirtió también en amiga de María Félix. Otra de sus amigas cercanas fue
la actriz Angélica María.
En 1996 la Doña enfrentaría varias péridas familiares. En este año falleció su hermana
María de la Paz. Uno de los duros golpes que vivió María Félix ocurrió también en 1996,
cuando ella tenía 82 años. El 24 de mayo de 1996 su hijo Enrique Álvarez Félix falleció
de un ataque al corazón, en México, Distrito Federal, a los 62 años de edad.
Ella estaba en París en esos momentos, desde donde viajó para despedirse de su hijo.
Tomó un avión a México y a su llegada al aeropuerto fue recibida por las autoridades,
quienes la llevaron directamente a Gayosso, donde ya la esperaba Emilio Azcárraga
Milmo. Se mostró muy fuerte durante el funeral, aunque realmente estaba devastada. En
la funeraria ella salió y los flashazos de las cámaras estuvieron por aquí y por allá. Ella
se dirigió hacia la sala donde estaba el cadáver de su hijo. María iba con unos lentes
oscuros que no permitían verle los ojos; se le acercó al ataúd y lo cubrió con su rebozo
negro. Cuando llegaron a la casa, su chofer Luis Martínez de Anda no tenía el corazón
para dejarla sola con su pena, y por eso prefirió quedarse a acompañarla, algo que
quizás fue del agrado de la Doña. Desde ese día, este se quedó a vivir junto a María en
su casa, en los cuartos de arriba, que son los de servicio. Algo que le ayudó mucho a
superar su dolor fue la remodelación de la casa de Cuernavaca.
Los restos del actor mexicano Enrique Álvarez Félix, el único hijo de María Félix,
descansan en el Panteón Francés en la Ciudad de México. Nunca actuó al lado de su
famosa madre.
La muerte de su hijo y admirador más ferviente, Enrique Álvarez Félix, la llena de
quebranto. Fue terrible: perdió al hijo, al amigo y a su más grande amor. Este suceso
significó uno de los momen-tos más dolorosos de su vida.
En lo demás, María se niega a convertirse en una Norma Desmond de Sunset
Boulevard, asilada en su residencia y entregada a la revisión de sus películas. Como
Norma Desmond, exclama: "¡Entonces teníamos rostros!"; a diferencia del personaje
prodigiosamente interpretado por Gloria Swanson, nunca huye del mundo.
Es así como recibe otros reconocimientos antes de finalizar el año.
166
María Félix fue condecorada en noviembre de 1996 por el gobierno francés con la Orden
de Commandeur dans I´Ordre National des Arts et des Lettres (Orden de las Artes y las
Letras en grado de Comandante), la más alta distinción, y máximo galardón, que otorga
el gobierno de Francia a sus ciudadanos y a los extranjeros, por su labor en la
promoción de la cultura francesa; siendo María Félix la primera mujer en América Latina
en recibirla.
Esta condecoración le sería entregada a María Félix el martes 12 de noviembre en la
Casa de Francia, en una ceremonia encabezada por el entonces embajador de Francia
en México Bruno Delaye (1952-?), quien también pronunció un sentido discurso en su
honor, del cual se reproducen algunos fragmentos:
Madame, le propongo empezar, como en el cine, con un flash back...
Toma I
Un día de 1950, en París, estación Montparnasse... En el andén del tren proveniente de
Madrid, se arremolina una multitud de señores importantes y elegantes, periodistas,
fotógrafos, curiosos... ¿A quién esperan? ¿A un ministro, un príncipe, un jefe de Estado?
--``No. ¡Parece que se trata de una mexicana ¡Una actriz ¡'' murmura alguien.
--``Si, la llaman Enamorada'' --dice otro que acaba de leer la primera plana del France
Soir con el título a ocho columnas: ``La Enamorada está en París!''.
--`` ¿Ah sí? Y qué tiene de especial esa ``enamorada''? --pregunta un curioso.
--``Dicen que tiene la belleza del diablo'' --responde otro; ``que enloquece a los hombres,
que le dedican poemas, canciones, y le regalan pieles, joyas, castillos''. ``Hasta Faruk, el
rey de Egipto, le ofrecía su reino por una noche!''.
--En México la llaman La Doña o también Doña Bárbara, que es el título de una película
cuyo guión acaba de escribir especialmente para ella un ex presidente de Venezuela...
``Viene de Madrid. Todos los grandes de España se han postrado a sus pies: el día de la
muerte de Manolete, Luis Miguel Dominguín, le brinda su toro!''...
¡Así comenzó aquel día, madame, una larga historia de amor entre usted y París, entre
María Félix y Francia!
El primer encuentro es breve. Aquel año, se queda usted solo unas cuantas semanas,
pues Italia y Cinecitta la reclaman. Tendremos que esperar tres años antes de que usted
regrese de Roma, pasando antes por Buenos Aires y México.
La protagonista de La Belle Otero, papel que le propone el director Richard Pottier, es
quien la hará regresar a París. La Belle Otero: aquella mujer, una actriz, como usted,
que 50 años atrás, y antes de los inicios del cine, había puesto París a sus pies. Se
cuenta que tuvo usted un encuentro con ella y al parecer ella le dijo: ``tú eres más bonita
de lo que yo era, pero a tu edad ya se habían matado por mí dos banqueros y un
conde!''.
Sin embargo, madame, para conquistar París, usted no tuvo que matar a nadie. Entró
en aquella arrogante ciudad, por la puerta grande: la de la belleza, del talento y el
empeño.
Primero, por supuesto, la de la belleza. Jean Cocteau, que apenas unos años antes
había de escribir para usted el guión de la Corona negra, ¿no dijo acaso ``esta mujer es
tan bella que hace daño''?
Luego, la puerta de la inteligencia y el talento. Jean Cocteau, ni más ni menos, guía sus
primeros pasos. En la sala de su casa, vi la dedicatoria del retrato que él le hizo: `` los
médicos quieren que me vaya a donde hay sol. Se equivocan. El verdadero sol será
verla a usted''. Con Cocteau, usted conoce a Colette, a quien le hará descubrir la música
mexicana (…)
(…)Y finalmente, el tesón y el empeño se suman para su éxito. En efecto, María, no
hablaba nuestra lengua al llegar. Se impone usted entonces una férrea disciplina: ocho
167
horas al día de clases de francés, incluso llega usted a ponerse un lápiz bajo la lengua
para los ejercicios de pronunciación. Y esto, porque después de La Belle Otero, la
llaman para una gran película dramática: Les Héroes sont fatigues, con Yves Montand y
Simone Signoret, que compartirán con usted su amistad con Picasso (…)
(…) Mientras tanto, su corazón se prenda para siempre de París a través de Alex
Berger, banquero francés con quien usted se casa en 1956. Pasarán 18 años de
armonía compartida entre las ciudades París y México. Ella recordaría, incluso, que: ―En
París leo El Fígaro y en México El Sol, que me regala mi amigo Vázquez Raña.
Solamente leo la página política y la nota roja. Me gusta seguir las investigaciones
criminales y soy una lectora voraz de novelas policiacas‖.
Reina parisina, Charles de Gaulle la recibe en el Palacio del Eliseo. La pasión por los
caballos que llevaba dentro la jovencita de Álamos, Sonora, la pone a la cabeza de la
cuadra de carreras más grande de Francia. La ``cuadra María Félix'' acumula trofeos en
Auteil, Chantilly, Vincennes, Deauville, Dublin, Epson. Por desgracia, en 1974,
sobrevienen el infortunio y el duelo con la muerte de Alex Berger. ¿Acaso con ello la
perderíamos? (…)
(…)Madame:
Usted sigue siendo hoy el vivo símbolo del afecto y la admiración que mi país siente por
México. De México, usted nos ha dado la imagen de la belleza altiva y rebelde. En su
estela, han danzado ante nuestros ojos su dulzura y sus pasiones, sus imperios y sus
revoluciones, sus generales y sus campesinos. Soldadera o princesa, usted nos ha
entregado a este país, a través de sus ojos de fuego y su porte de reina.
Gracias por el más bello regalo que usted pudo habernos llevado de su México: el del
sueño y el amor, lo único que perdura y vale la pena, pues se inscribe para siempre en
la memoria imaginativa de los pueblos.
Por ello, es para mí un gran honor hacerle entrega hoy de la más alta condecoración de
la Orden de las Artes y Letras de mi país, por decisión y en nombre del gobierno francés.
Permítame, madame, añadir otro homenaje: el del respeto, la amistad y el afecto entre
los pueblos de Francia y México.
¡Gracias!
Madame Maria de los Ángeles Félix, au nom du Gouvernement fran•ais, nous vous
faisons Commandeur dans I'Ordre National des Arts et des Lettres.
Luego de recibir este reconocimiento, en esta ocasión fue entrevistada para la revista
Proceso, por el reportero Miguel de la Vega, y habló de ese homenaje, de la muerte de
su hijo, y de los presidentes. A continuación se reproduce aquella entrevista:
―A María Félix no se le tocaba. La Doña tenía que salir siempre vencedora de cualquier
contienda, de cada entrevista, de todos los ruedos En noviembre de 1996, recubierta de
oro, resplandecía desde el fondo de un luto riguroso. Hablaba mientras sus dedos,
largos y autoritarios, recreaban en el aire las palabras.
María Félix defendió a la virgen de Guadalupe y fustigó a la Iglesia como enemiga de
México, calificó de traidor a Carlos Salinas de Gortari, recordó su infancia, desdeñó el
llamado nuevo cine mexicano, lamentó la falta de un líder en la Presidencia y se
condolió del dolor de la pobreza:
―Mi pueblo sufre y sufre porque le han quitado la fe No tiene gobernantes; no se siente
gobernado Y cómo no se va a sentir mal la gente Los pobres, muy pobres, a ell os, ¿qué
les quitan? Siempre han tenido hambre Los de la clase media son los que han sufrido
más, usted lo sabe Antes podían comprarse un coche, comprarse una casita Ahora no
pueden No pueden‖
Era María Félix en el papel de María Félix.

168
Hegel, entre Tres Picos y Campos Elíseos, en el corazón de Polanco. La estancia, una
recargada mezcla de estilos que da sustento al ambiente digno de una diva: muebles de
tapicería bordada y madera tallada con barniz de oro, tapetes persas, un reloj francés de
pie de dos metros de altura tapizado de concha nácar, taburetes, candiles, fotografías,
lámparas de pantalla, un diván inglés con forma de dragón y cojines azules. Estaban
algunos de los retratos que le había hecho su compañero Antoine Tzapoff, de Leonora
Carrington, de Leonor Fini. No se veía el retrato de Diego Rivera por ningún lado.
Además, decoraban su tocador envases de finas cremas, el pegamento pa-ra pestañas
postizas y una gran colección de peinetas . Ella cuidaba sus cejas y pestañas con aceite
de ricino para hacerlas crecer; y siempre arqueaba sus cejas, con lápiz encerado.
María Félix apareció vestida de negro. No dio la mano. Su voz, grave, de leyenda,
reclamó:
―Nunca me dijeron que vendrían con fotógrafo No estaba preparada‖ Pero la altivez de
sus cejas y la sonrisa burlona la delataban: la castaña cabellera estaba sujeta con sus
tradicionales peinetas de carey. De su cuello colgaba un cordón que sostenía una figura
blanquiazul. Serpientes doradas se ensortijaban en cinco de sus dedos. Portaba un par
de arracadas dobles, también de oro. En la solapa llevaba una pequeña bandera
mexicana y en el tobillo izquierdo, debajo de la media, sobresalía una pulserilla con dos
corazones.
En su muñeca izquierda, tres pulseras de oro macizo ostentaban tres palabras escritas
con diamantes: ―Doña‖, ―María‖ y ―Puma‖, esta última, dice, ―por dócil‖
La actriz recibió a Proceso para hablar sobre la condecoración que le acababa de
otorgar el gobierno francés: La Orden de las Artes y las Letras en grado de comandante,
la más alta distinción que rinde Francia a sus ciudadanos y a extranjeros El único otro
mexicano que la ostenta es el Premio Nobel de Literatura, Octavio Paz.
Según Olivier Bove, ministro consejero de Prensa de la embajada francesa en México,
la orden se entrega a personalidades del mundo cultural, como agradecimiento por su
labor en la promoción de la cultura francesa.
Explicó que esta condecoración, creada en 1957, tenía tres niveles: oficial, caballero y
comandante. Carlos Fuentes, de acuerdo con la embajada, tiene el grado de oficial.
El ascenso dentro de ellos corresponde a iniciativas del Ministerio de Cultura francés.
Aunque el nombramiento lo firma el ministro de Cultura, la decisión corresponde
exclusivamente al presidente de la república francesa.
Al momento de la entrevista, el rostro de María Félix capturó toda la atención. Se sentó
en la terraza. La pierna cruzada. Las cejas perfectamente delineadas. Sus manos
reflejaban sus 82 años Se apoderó de la escena, estaba en su papel Se representaba a
sí misma en cada frase, en cada mirada Engatusaba con respuestas a medias y seducía
con esa franqueza que decía poco.
―Siempre me ha gustado tener lo que nadie tiene‖, reconoció María y se ufanó: ―Usted
se imagina: a una mujer de Alamos el gobierno de Francia le manda su más alto
reconocimiento, ¿no le parece bonito? La plata de Alamos brilla mucho más ahora La
plata de Alamos está reluciente‖
Y aunque aceptó que no era nada ―modestona‖, María Félix aseguró que dicha
distinción era, sobre todo, para que el pueblo de México sonriera, ―que sienta que no
todo son penas; me refiero a los más necesitados, a los que nada tienen, a los que
nunca han tenido‖, porque ―los ricos no necesitan de sonrisas‖
-Dice usted que el pueblo de México sufre, ¿por qué sufre México, María?
La Doña se creció a la pregunta, alzó la voz e imitó burlonamente la pregunta del
reportero:
-―¿Por qué sufre México, María?‖ Cómo no va a sufrir: le han quitado la fe
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Dijo que ve a la gente en las calles ―sin apoyo, como sueltos, como perdidos‖
Afortunadamente, consideró, ―tienen a la virgen de Guadalupe‖
-¿Usted cree en la virgen?
-Ay, pero qué cosas dice -respondió ahogando la carcajada- Yo no creo en la virgen Ni
usted tampoco ¿verdad? Cómo voy a creer en la virgen Nosotros no lo necesitamos
Pero hay gente que sí necesita creer en algo
-Pero cuando las mujeres priístas le rindieron un homenaje el 14 de agosto, usted pidió
aplausos para la Malinche, para Sor Juana y para la Guadalupana Hasta criticó al abad
Schulenburg por negar a Juan Diego y las apariciones
-La defendí porque el abad metió en chismes a la virgen ¿Usted ve eso bien, que
alguien meta en chismes a la virgen? Yo nunca había visto eso Yo no fui a hablar de
política ni de nada con los del PRI Ahí dije que el abad había metido en chismes a la
virgen y que ya estaba pidiendo perdón
-De hecho ya se fue de la basílica
-Ya pidió perdón y ya se fue le eché la malaria No pensaba irse Más bien la cosa de la
basílica es una cosa política Hay que ver la cantidad de dinero que entra de limosnas
-Según el abad, son como 15 millones de pesos al año
-Según el abad, según el abad vamos a creerle al abad Mire, yo no estoy por la Iglesia,
porque la Iglesia es uno de los principales enemigos de este país ¿Por qué? Porque la
Iglesia necesita pobres, no necesita ricos Y la gente de abajo necesita fe Necesita creer
en la virgen, necesita creer en algo.
Para María Félix no sólo México, sino el mundo entero, andaban mal. Algo, dijo, le hace
falta.
―Será que los gobernantes han cambiado, será que nosotros hemos cambiado. No sólo
los mexicanos, todo el mundo. Será que todos hemos cambiado. Cambiado para mal,
claro.‖
-¿Cómo era antes?
-Sí, claro, como todo el mundo me cree centenaria, usted me pregunta para que yo me
remonte a la prehistoria
-No diga eso
-Cómo era antes: estábamos más tranquilos, había menos hambre, había más
confianza, la gente creía, los mexicanos hemos creído siempre, ahora ya no
-A usted le tocó vivir una época gloriosa de México
-Gloriosa no, estamos exagerando
-Pero usted misma se ha quejado de que ya no hay las figuras que había en su tiempo
-No, no las hay por eso todo el mundo me adora, porque no les ha salido otra como yo.
Todos se fueron, todas se fueron. La única que queda para el muestrario soy yo
-Por ejemplo, en el campo de la política ya no hay aquellas luminarias
-Un líder
-Un Lázaro Cárdenas
-O un Álvaro Obregón Uno de estos pesados, con amor al país, con ganas de ayudar
-¿Y qué me dice de la vida social de los cincuenta, en comparación con la de ahora? No
existe, por decir algo, un lugar como lo que fue el Regis en su momento
-Estaba Agustín Lara, estaba yo, estaba Toña la Negra había un ambiente en la Ciudad
de México diferente. Ahora la gente tiene miedo, no sale de noche porque la inseguridad
no lo permite. Qué quiere decir eso: el mal comportamiento que tiene el gobierno con el
pueblo, con la gente pobre. El que sale a robar, lo hace porque tiene hambre, algunos
-Y este mal comportamiento, ¿no ha sido siempre el mismo?
-No -respondió con un susurro

170
Aunque alguna vez dijo que su ilusión había sido llegar a la Presidencia de México,
María Félix renegó de la política, a la que veía como ―un gran espectáculo en el que hay
buenos y malos actores‖, de los cuales ninguno le gustaba.
Desde su butaca privilegiada por la celebridad, la Félix conoció de cerca a la mayoría
de los personajes del poder, incluidos los presidentes. La mayoría de ellos había salido
de escena. Y ella seguía aquí.
El primero en la lista es Miguel Alemán Valdés, a quien en aquella época se le señaló
como amante de la actriz.
―Era un hombre con gran carisma, era un hombre inteligente, con un charm increíble. Así
como él era, su gobierno tenía un ambiente esplendoroso‖.
-Pero ese esplendor se construyó con la más cínica corrupción
-Yo no sé si era corrupto, pero lo que sí sé es que la gente estaba contenta. Que es algo
que no pasa ahora
-¿Cuándo se perdió esto?
-Yo no puedo decirlo exactamente, porque casi no vivo aquí
-Usted ha conocido, desde entonces, a todos los presidentes de México, cómo los ha
visto. Qué me dice de Adolfo Ruiz Cortines.
-Lo conocí someramente, no fui su amiga. Era un viejo, y a mí los viejos no me gustan.
-Adolfo López Mateos.
-Le decían el presidente caballero.
-Gustavo Díaz Ordaz.
-Me parece que era un tipo con un físico muy ingrato, pero era muy inteligente. En el
horrible momento de Tlatelolco hizo lo que tenía que hacer para tener al país en paz. ¿Y
por qué tengo que hablar siempre de presidentes, le parece muy divertido?.
-Ya vamos a acabar ¿Luis Echeverría?.
-Era un transa como todos y López Portillo fue el que nos hundió completamente.
Dígame usted si no. No hemos tenido quién nos lleve a estar tranquilos
-María, los tecnócratas: De la Madrid, Salinas y Zedillo
-Es Harvard, es Cambridge, son aristócratas del talento nos tienen hechos polvo
María Félix veía como algo natural que los presidentes dejaran el cargo mucho más
ricos que cuando lo tomaron, pero en el caso de Carlos Salinas, ―se llevó el país entero‖.
El 11 de diciembre de 1989, al recibir la presea ―Ciudad de México‖, María Félix le dijo
a Salinas:
―La ciudad me premia y yo lo acepto, y en manos de usted, señor presidente, es un gran
honor para mí‖
Seis años después, acusó al exmandatario de traidor porque ―dejó este país vendido al
extranjero‖
De niña:
Su primer recuerdo fue junto a sus hermanos, montando a caballo. Eran seis hombres
y seis mujeres.
―Mi madre me concedía algunos privilegios como no ponerme la ropa que dejaban mis
hermanas mayores. No me gustaba usar ropa usada. Mi mamá tenía bajo su férula a
algunos de nosotros porque no podía con todos. Mis hermanas mayores la ayudaban,
cada una se hacía cargo de algunos de nosotros. Yo siempre estuve bajo la guía de mi
mamá‖
Su padre era hombre cercano a Álvaro Obregón, quien lo hizo jefe de la oficina federal
de Hacienda de Mazatlán, luego de Guadalajara, posteriormente en Chiapas. Su madre
estaba a punto de ordenarse como monja, cuando en unas vacaciones lo conoció y se
casó con él.

171
Narró María que su padre era ―muy guapo, pero muy duro‖, por lo que su madre, a
escondidas, la aleccionaba para que pudiera defenderse de él.
―Yo le decía que cómo era posible que un señor tan grande, de bigototes, le hablara tan
fuerte a una niña como yo. Él se desconcertaba mucho al escucharme hablar como
adulto. Nunca supo que mi madre era quien me enseñaba. Nunca me gustó estar bajo la
bota de un señor que me mandara. Por eso cuando me casé, me divorcié lo más pronto
que pude‖
En la evocación de su infancia, por primera vez en la entrevista, María jaló las riendas
de esos recuerdos y se resistió a entrar en detalles. Prefirió las generalidades. Omitió el
suicidio de su hermano Pablo, de quien fue separada a causa de una relación
incestuosa, como ella reconoció en su autobiografía, y calificó posteriormente ante la
televisión como un ―incesto platónico, con toda la pureza debida‖
-¿Alguna vez pensó en ser monja, como lo iba a ser su mamá?
-¿Yo monja? -y la carcajada elimina cualquier duda de su negativa- Creo que no hubiera
tenido aptitud.
A María le divertían sus desplantes de agresividad. Se sabía avasalladora y así se
desenvolvía. Seguía siendo el personaje de sus películas, en las que siempre se
representó a sí misma, a la mujer con espíritu de hombre.
No obstante, cuando se le preguntó a quién le heredó ese carácter que ya se confunde
con el mito de tal forma que no se sabe si María es verdaderamente tan dura o sigue en
su papel, jugó a hacerse la desentendida:
―¿Y que carácter cree que tengo yo? No soy dura, soy de verdad siempre. Le voy a decir
una cosa: mi cocinero estuvo conmigo 40 años, ¿usted cree que si lo hubiera tratado
mal se habría quedado tanto tiempo? Yo creo que soy a todo dar‖.
De amores y dinero
Ya divorciada de Enrique Álvarez, María Félix inició su carrera como actriz. Debutó en
1942 en El peñón de las ánimas, al lado de Jorge Negrete, quien años después de
pleitos y desencuentros se convertiría en su marido. Antes, se casó con el músico-poeta
Agustín Lara, de quien dice que ―mucha gente lo veía feo, yo no le veía nada de feo. Era
todo un hombre. Tenía una manera, una voz para decir las cosas‖
En 1970, con La generala, María Félix acabó su carrera cinematográfica, con lo que
puso fin a una carrera en la que realizó 47 películas. Entre ellas: Doña Bárbara (de
donde surgió su famoso apelativo), La Cucaracha, Tizoc, La Bella Otero y French Can-
Can, por la que el director Jean Renoir la calificó como ―la mujer más bella del mundo‖.
El sitio 1FILA declaró que las 6 películas más taquilleras de María Félix son Doña
Bárbara, Tizoc
Vértigo, La bandida, La pasión desnuda y La Generala. Claro, faltarían otras como
Enamorada y Río Escondido.
El mito de La Doña se mantiene hasta su retiro, más de la personalidad forjada a
golpes de oportunidad e inteligencia, que de una plataforma cinematográfica respaldada
por cintas como ―Enamorada‖ o ―Río escondido‖, que fueron más una excepción que la
regla en su carrera, ambas de Emilio Fernández.
En este período, fue presidente de México desde 1970 hasta 1976 Luis Echeverría
Álvarez, abogado mexicano y miembro del Partido Revolucionario Institucional, a quien
María calificó de ―vedette‖ y sobre quien expresó: Yo he visto que mi país en lugar de ir
para adelante, se fue para atrás. Nos han hundido la corrupción y la frivolidad de los
gobernantes que se obnubilan con el poder y sólo escuchan a su grupito de
lambiscones. Por eso yo pediría que en primer lugar se limitara el poder de los
presidentes. He conocido a varios que llegan al poder muy cuerdos y acaban
enloquecidos. Yo puedo tener mis veleidades y mis caprichos sin afectar a nadie. Pero
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las veleidades de un señor presidente pueden arruinar a todo un país, como sucedió con
Echeverría y, peor aún, con López Portillo.
Apartada de los reflectores, el mito de su personalidad se acrecentó.
María Félix residió en París, al lado del pintor Antoine Tzapoff, quien le llamaba dos
veces al día desde Francia.
-María, ¿ha sido amada?
-¿Qué clase de pregunta es esa? ¿Acaso salió usted de la lluvia sin saber nada de mí?
-Porque lo sé se lo pregunto.
-Por ahí hubiera empezado. Mire, nada más un ejemplo: María bonita. Esa canción es
un regalo eterno que me hizo Agustín Lara.
―Siempre he tenido trabajo, pero siempre he tenido un amor. Nunca he estado sola.
Puedo vivir sola, pero siempre tengo una gente que me quiere. La presencia masculina
en mi casa es indispensable. Jamás me ha perjudicado. Yo trabajaba y estaba casada.
En el caso de Antoine, él se asume solo, sus pinturas se venden, tiene su vida Llevamos
ya 15 años juntos‖.
María Félix dijo que no le gustaban las entrevistas porque consideraba ―muy pesado‖
hablar de sí misma, además:
―Qué me puede preguntar que no me hayan preguntado ya. Nada. Todo lo han
preguntado. Todo‖
Dijo que le gustaría, mejor, entrevistar a Tzapoff:
―Preguntarle cosas a mi marido. Jugar con él a la hora de la verdad, que consiste en
decirnos todo. Nunca digo mentiras. No sé hacerlo. Por eso siempre digo lo que pienso‖
De sus ingresos, nada quiso decir:
―No voy a hablar de dinero con usted, ni cuántos centavos tengo, ni cómo los gasto. Yo
creo que es de mal gusto. El dinero sirve mucho, calma los nervios, pero si comenzamos
a hablar de eso, se acaba la plática‖
―La gente me ama‖
María Félix no se permitía ser ordinaria. Hablaba y actuaba dentro de ese personaje
que se ha creado, sin salirse un ápice del guión. Sorprendía por su buen humor,
sarcástico y directo. No concedía. La última palabra siempre tenía que ser suya.
-María, da la impresión de que el cine actual, ese que llaman ―el nuevo cine mexicano‖,
no ha generado estrellas del tamaño de los figurones que se dieron hace 40 años.
-Mire, aquí en México, que todo está preparado para que salga mal, nosotros hicimos el
gran cine. Teníamos poco dinero, pocas cosas con qué hacerlo -y engola la voz-, pero
teníamos unas ganas de hacerlo. No era el dinero el que nos movía, eran las ganas de
hacer alguna cosa. Se lo digo porque lo viví.
-Qué diferencias encuentra entre el cine que usted hizo y el que se hace ahora.
-El cine de ahora, ni lo conozco porque no veo nada. Yo no veo ninguna película
mexicana
-¿Por qué?
-Porque no me da la gana ver cosas malas, porque me divierten más otras cosas.
-¿Y cómo sabe que son malas?
-Entienda: yo no estoy para ver si es buena o mala. No lo veo. Yo quiero pensar que
nuestro cine mexicano, lo que llaman ―la época de oro‖, surgió en un momento preciso,
que es después de la guerra. Cuando el cine americano estaba mal y también el cine
europeo estaba mal. Salió ese cine mexicano con una personalidad, con un paisaje
diferente, apasionado, conmigo, con Emilio Fernández. Dimos el trancazo
-¿Y qué le pasó al cine mexicano?
-Pues de repente perdió el rumbo. Dejé de hacer cine en el momento en que murió mi
marido (Alex Berger) y me dejó 87 caballos pura sangre y tuve que dirigir una cuadra.
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Ese es un oficio de hombre, de hombre duro, pero yo pude. Los tomé como mejor pude,
y como la vida me da y me quita todo el tiempo, me quitó un marido fabuloso que yo
tenía y me dio, a cambio, un lugar muy grande en los hipódromos. Era la reina de los
hipódromos, ganaba lo que quería, ganaba derbys, la gente me apostaba a mí, no le
apostaba al caballo.
-¿Siente que en México se le ha reconocido lo suficiente?
-¿Usted cree que no soy reconocida?
-Lo digo en términos oficiales.
-Aquí en México no se premia a la gente como en otros países. A mí me tuvieron que
crear una medalla, la de la Ciudad de México fue una medalla inventada para mí, porque
aquí no hay premios, sólo los hay para los extranjeros. Vea el criterio del Águila Azteca
-Cree que esto se debe a esa costumbre muy mexicana de hacer todo lo posible por
ignorar el éxito de alguien, ¿o es personal contra usted?
-Yo no tengo necesidad de medallas ni reconocimientos porque la gente me ama,
porque los mexicanos me aman. En el extranjero me llaman ―la mexicana‖. Y es que no
soy borracha, no soy drogada, soy una gente limpia. De vez en cuando, me fumo un
purillo.
-¿Qué posición ocupa en lo que llama ―la aristocracia del talento‖?
-Eso no me corresponde a mí decirlo. El éxito me lo hago yo, con mis películas, con mi
trabajo, la celebridad me la dan los otros. Hay gente que sabe dirigir su trabajo, y hay
quien sabe dirigir su vida. Yo he podido dirigir las dos. Si usted lo sabe para qué me
pregunta.
-Le han tenido mucha envidia.
-Pero eso a mí no me importa, no conozco el sentimiento de los celos, yo no tengo
envidia de nada. Tengo envidia, si pudiera llamarse envidia, de una cosa: la inteligencia.
Aunque en realidad no es envidia, porque tampoco soy tarada.
-Cada pregunta que le hago, cada entrevista que concede, cada fotografía que le toman,
cada saludo, cada sonrisa, son como pequeños actos de ese homenaje continuo en el
que vive.
-¿Y por qué cree eso?
-Eso me toca a mí preguntárselo.
-Qué le puedo decir: es el homenaje de la vida y de la gente para mí.
-¿Y cuál sería su legado?
-No puedo dejar nada.
-Una historia.
-No.
-Una leyenda.
-No, sólo soy una actriz que ha hecho soñar a la gente.
-Pero su importancia va más allá de sus películas.
-No quiero dejar ninguna herencia, ningún legado, quiero pasar por la vida como
cualquiera, que los recuerdan tres días y después los olvidan.
-Pero aunque no quiera, algo dejará.
-No me divierte la idea ¿Mi legado?, ¿cuál legado? Esta condecoración me gusta porque
México está triste y le va a hacer sonreír a mi pobre México.
-¿Pobre México?
-¡Hombre! Usted me está preguntando pobre por qué. Por favor. A la gente le va a dar
gusto que una mexicana, una, sea condecorada.
-¿Qué simboliza para usted la condecoración?

174
-Este reconocimiento tiene, primero, a las personas que creyeron en mí, que hicieron
posible mi carrera. Enseguida están mis padres, mis equipos de trabajos. Está mi hijo.
Es mucho lo que tiene dentro esta medalla.
-Ese gusto va a ser para usted ¿qué puede importarle a la gente?.
-No, a mí me da más gusto por mi país que por mí, yo he recibido muchos premios. Un
premio es que la gente me ama, ese es el premio más grande, pero una distinción como
ésta sí la tiene un mexicano, pero sólo una mexicana. Está difícil que caiga en otra la
medalla. A mí se me hace fabuloso que me la hayan dado. Jamás se me han acercado
para sugerirme algo así como un homenaje aquí en México. Qué más necesito que el
amor de la gente. En la calle todos me saludan, todos me mandan besos. Estoy igual
con el más pobre que con el más rico. A mí qué me interesa la gente rica. Qué pueden
tener que yo no tenga, qué pueden traer que yo no traiga -dice mientras juega
socarronamente con sus joyas-, qué me pueden dar que yo no tengo. Nada.
-¿Alguna vez pensó en cambiar de nacionalidad?
-(Otra vez carcajadas) Lo mismo me preguntó el juez cuando me casé con Berger. Para
nada. ¿Usted cree que me habría ido mejor si hubiera sido china?
-Usted insiste en compadecer a los mexicanos, ¿qué piensa que les ha pasado?
-Que nos hemos hundido porque el dinero es muy canijo, ¿no le parece a usted? Salinas
dejó este país vendido al extranjero, y la gente no dice nada. Nos estamos haciendo
tarugos porque ¿quién no sabe lo que le pasó a Colosio?, todo el mundo lo sabe.
-Qué le pasó.
-No se haga usted que no lo sabe.
-Bueno, según usted, qué le pasó.
-Usted sabe muy bien qué le pasó y quién le pasó, y quién todo. Eso lo sabe usted. Es el
círculo de callarse, de no decir nada.
-¿Qué tendríamos que hacer? Porque lo que usted dice, casi es ―hagamos la revolución‖
-Deberíamos. Para cambiar.
-¿Como en Chiapas?
-Como en Chiapas, no. Nosotros no somos enmascarados, ¿a usted le gustan esos
enmascarados? A mí no me gusta tratar con gente que no se conoce su identidad. El
gobierno yo no sé cómo acepta tener conversaciones con esos tapados. Vamos a
destaparnos y a hablar cara a cara.
-Salir a la calle, entonces.
-No, yo no estoy diciendo nada, ni cómo serán las cosas, pero sí sé que el país está
entristecido, que está en una inseguridad, que aquí se mata fácilmente a la gente; que
todos los problemas encima, como asesinatos, como lo de la Ruta 100, como todo lo de
Colosio, todo se sabe, pero estamos callados. Usted cree que algún día se va a saber lo
que le pasó a Colosio. ¡No se va saber nunca! Pienso que las cosas se deberían saber,
pienso que el pueblo tiene derecho a saber lo que le pasa.
-Hace rato dijo que usted no era ejemplo para nadie.
-Digo las cosas de una manera que otras gentes no dicen, y yo soy completamente y
absolutamente verdad de arriba abajo. Yo digo lo que pienso sobre política, yo digo lo
que pienso sobre el amor, sobre mi condecoración. Cada quien es como es, yo así soy.
-¿Y no haría falta más gente así?
-Siémbrela, siémbrela no nos damos como camotes.
La fría
Enrique Álvarez Félix, único hijo de María, murió en mayo de 1996. María reiteró que la
vida siempre la había tratado así: le daba y le quitaba:
―Me acaba de quitar a mi hijo, y ahora me está dando esta condecoración‖
-Y en el balance, ¿cómo queda con la vida?
175
-Siempre se pierde cuando a uno se le muere un ser querido. No hay premios ni
condecoraciones, ni nada, que valgan lo que vale un hijo. Pero así es, no hay de otra
manera, así es la vida.
Contó que cuando llegó de París para el velorio, no quería ver muerto a su hijo:
―Pero sabía que ese momento nunca se iba a repetir, y no me quería arrepentir después.
Alcé la tapa de la caja y lo vi. El sacerdote estaba diciendo tonterías. Le dije: callado,
callado, vamos a rezar. Y rezamos como nos enseñó mi madre‖
Un silencio recorrió la terraza ante la pregunta de si pensaba en la muerte:
―No me da miedo. Mi hijo y yo hablábamos muy seguido de la muerte, pero todo pasó a
la inversa. Yo creía que, lógicamente, la primera que se iba a morir iba a ser yo. Yo eso
creía. No le decíamos la muerte, le decíamos La Fría. Un día pasó por aquí y no me vio.
Cinco personas murieron en esta zona de neumonía. Yo también estaba enferma y no
me morí. Cuando murió Enrique fue como si el mundo, que siempre iba caminando y
caminando normalmente, de pronto se detuviera y comenzara a andar hacia atrás. Todo
se ve al revés. Todo se ve diferente. No entendía nada‖
-¿Usted espera a La Fría, o la ve lejana?
-Quisiera morir como Enrique: sin enfermedad, sin dolor, lúcida. Y después, nada,
vienen otros.‖
A finales de 1996, en el mes de diciembre, hizo otro programa nuevamente con
Verónica Castro, La Tocada (Emisión Especial), con una duración de casi cuatro horas
donde el tema fue la mujer, cantó dos canciones con mariachi y dos tangos. Ella asistió
a este programa porque lo veía como una tribuna para tocar temas importantes. Ahí
platicó lo descuidado que estaba el Centro Histórico y tuvo un pequeño arrebato con el
entonces regente capitalino Óscar Espinosa Villarreal. Sabía que su voz sería
escuchada y tomada en cuenta.
Propuso en este programa que sea una mujer la que ocupe la presidencia del país en
el próximo periodo y la urgente necesidad de una mujer más preparada y responsable
en la sociedad, la política y el hogar. Una mujer que solamente tenga los hijos que
pueda educar y preparar para la vida porque: "Las mexicanas no necesitan irse a la
sábana, basta una mirada, para que queden embarazadas".
Por esta etapa, sigue siendo objeto de interés, admiración y envidia cuando alguna
persona anónima quiere hacerse notar escribe o da entrevistas que le darán unos pesos
o notoriedad por 2 minutos. A María nada de eso le importa, ella continúa innamovible,
su público la colocó como la máxima Diva de habla hispana y sus fans la tienen como la
diosa del cine mexicano, una personalidad única que no copió a nadie, que tiene un
estilo propio que nadie pudo copiar.
Cuando alguien le comentó que un periódico la criticaba, ella contestó " Yo estoy hecha
de baños de agua caliente y agua fría y muchas veces los de agua fría le dan más
interés a los chismes".
A una reportera que le preguntó su edad, María respo ndió: "Mire señorita yo he estado
muy ocupada viviendo mi vida y no he tenido tiempo de contarla‖.
Hacia el final de su vida, vive seis meses del año en París y los otros seis en México,
entre su casa de la Ciudad de México y la de Cuernavaca.
En París ocupa su tiempo en exhibiciones de arte, moda, antigüedades, museos y
visitar a sus amigos, siendo la propietaria de la colección de pinturas "Cuando La Danza
Se Vuelve Rito, Los Indios de México" pintada por Antoine Tzapoff sobre los indios de
México y que ha recorrido varios museos de la República Mexicana, en Valencia,
España, y el 13 de marzo de 1997 se exhibieron en La Casa de La América Latina en
París, Francia.

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María, amó profundamente Paris, y hasta su muerte conservó un departamento en la
zona más exclusiva de la ciudad, muy cerca del arco de triunfo y de los Campos Elíseos.
En México aparte de arreglar su casa de la Ciudad de México y la de Cuernavaca,
asiste a comidas o cenas en casa de sus amigos, da entrevistas a periódicos o
programas de televisión que encuentra interesantes.
Durante 1997, la prensa de espectáculos en México especuló con la posibilidad de un
retorno de la Félix, al lado de Verónica Castro, interpretando una versión para televisión
de la obra ―Los amores criminales de las vampiras Morales‖, basada en la obra
homónima del mexicano Hugo Ar-güelles, y sería una nueva serie de televisión del
emporio Televisa, pero está no se realizó.
En Abril de 1997 en Madrid, España se organiza el primer festival de cine; y María Félix
fue invitada de Honor al Primer Festival de Cine en Madrid, que fue dirigido por el
director y crítico Javier Aguirre, donde, además, es homenajeada y se exhibieron varias
de sus películas. Por otra parte, este I Festival Internacional de Cine de Madrid rindió
también homenaje a los actores Isabel Sarli y Marcello Mastroianni. Incluso hubo
titulares que se publicaron anunciando: ―La mexicana María Félix, considerada un día
como "la mujer más bella del mundo"; Marcelo Mastroianni, el maestro italiano del
"cinismo sentimental, y la sensual estrella argentina Isabel Sarli, son los personajes
centrales del Primer Festival de Cine de Madrid.‖ María Félix e Isabel Sarli, símbolo
sexual del cine argentino, estuvieron presentes en esta magna fiesta del cine español,
pues el italiano Mastroianni había fallecido recientemente para ese entonces; para gozar
en Madrid de las ovaciones reservadas a su obra. Para representar a Marcelo
Mastroiani, que había muerto en París, se anunció la presencia de la actriz francesa
Catherine Deneuve, madre de una hija del "latin lover" italiano.
En esa ocasión, ―La Doña‖ hizo su última visita a España, en la que desplegó todo su
carácter. ―Era muy exigente y en esa ocasión hubo una serie de fricciones; por ejemplo,
me reprochó que no la fuera a recibir en limusina al aeropuerto, pero no teníamos
infraestructura para tanto, aunque la hospedamos en el mejor hotel madrileño y la
homenajeamos por razones artísticas y su contribución al cine‖. Aguirre agrega que
incluso le propuso al alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano, que nombrara
como María a una calle. ―Pero se negó por razones morales, ya que, como era muy
conservador, consideró que ‗La Doña‘ era una mujer que no casaba con una moral
‗decente‘‖, señala.
Otros titulates anunciaban:
―Uno de los momentos más fuertes del primer Festival Internacional de Cine de Madrid -
a realizarse desde el 4 al 13 de abril- será el homenaje que los españoles van a rendir a
la actriz argentina Isabel Sarli y a su célebre colega mexicana, María Félix. Durante la
conferencia de prensa que se realizó el fin semana para anunciar el lanzamiento del
certamen, se anticipó también que se rendirá un homenaje al actor italiano Marcello
Mastroianni (que murió a fines del 96) y que habrá un ciclo especial sobre Shakespeare
y el cine, así como otro sobre cine latinoamericano, en el que se proyectarán cintas
mexicanas, brasileñas y algunas argentinas, que aún no están seleccionadas.
Se informó el sábado que el festival -que se realiza por primera vez- rendirá tributo a la
Coca Sarli "por ser la primera actriz argentina en aceptar desnudarse ante una cámara,
en la década del 50. Es algo que queremos rescatar y celebrar".
Dirigida casi siempre por su esposo, Armando Bó, Sarli realizó una veintena de filmes
eróticos con los que llevó a la pantalla grande su pulposa silueta, como en La leona
(1964), La tentación desnuda (1965) -así las conocen en España-, Carne (1968), Fuego
(1968), Fiebre (1970) y Una viuda descocada (1980). Tras un largo alejamiento de la
actuación, Isabel Sarli volvió al cine, dirigida esta vez por Jorge Polaco, para
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protagonizar La dama regresa, una película que no contó con el visto bueno de la crítica
ni del público.
María Félix será la otra gran homenajeada del festival madrileño, "por haber trascendido
las fronteras de su país con una obra magnífica que dio que hablar al mundo entero". La
mexicana, que llegó a trabajar con el gran realizador francés Jean Renoir y encandiló al
propio Jean Cocteau, fue la inspiradora del popular chotis (ritmo madrileño) compuesto
por su marido de entonces, Agustín Lara, que lo llamó María Bonita.
Al margen de los ciclos de reconocimiento ajeno, la Sección Oficial del concurso contará
con más de 14 títulos inéditos de Palestina, Hungría, Azerbaiján, Cuba, Estados Unidos,
Gran Bretaña, Italia, Alemania, Francia y España, seleccionadas entre aquellas que no
tienen cabida, habitualmente, en los grandes festivales internacionales de cine de
Europa.‖
Además, Sara Montiel recordó después sobre este festival: ―Pasó el tiempo y en un
festival en Madrid que le rendían homenaje, me planté allí y pensé que tenía que
recibirme", relató la protagonista de 'Piel Canela' (1953).
Finalmente Sara acabó con la 'Doña' agarrada a su brazo y de anfitriona inesperada de
la diva mexicana, que "cuando salió a escena y con el teatro lleno, dijo: "Quiero
compartir aplausos con mi amiga Sara Montiel". ―Conmigo dio las gracias al público, y
me pidió que no le negara cantar "La violetera", y yo se la canté", continúo el recuerdo
de Sarita. "Después nos fuimos a comer una paella... Ella se emocionó mucho, vivía en
París entonces. Estaba solita, me pidió que la acompañara al hotel y al día siguiente
hasta la vestí y la llevé al avión... Tenía 84 años y me dijo: Solo te deseo que no
entierres a un hijo, muérete tú primero. Ella sabía que tengo dos hijos (Thais Tous y
José Zeus Tous) y me dio esa suerte", señaló.
En 1998 aparece nuevamente en otro programa televisivo, pues estuvo en Todas Mis
Guerras dirigida y escrito por el documentalista mexicano Arturo Pérez Velasco, y con
Jacobo Zabludovsky.
La leyenda de María Félix siempre fue más importante que cualquier retorno. Aunque
nunca pretendió ser cantante, cultivó esta faceta por necesidades propias de la
actuación. A finales de 1998, la Doña sorprendió una vez más a propios y extraños
grabando un disco al cual tituló ―Enamorada‖; un disco de trece melodías donde
combinó canciones mexicanas como rancheras y boleros, tangos y baladas francesas.
Entre las canciones grabadas en este disco están Je l`aime à mourir, Cada noche un
amor, y otras de las canciones cantadas por María Félix fueron Por que negar, Gota de
Amor, y Escarcha, temas de Lara.
La letra del bolero Cada noche un amor es:
Cada noche un amor, /distinto amanecer, /diferente visión. /Cada noche un amor /pero
dentro de mí, /sólo tu amor quedó.//
Oye que te digo en secreto /que te amo de veras; /que sigo de cerca tus pasos /aunque
tú no quieras.//
Que siento tu vida /por más que te alejes de mi; /que nada ni nadie hará /que me olvide
de ti.//
Oye que te digo en secreto /que te amo de veras; /que sigo de cerca tus pasos, /aunque
tu no quieras. //
Que siento tu vida /por más que te alejes de mi, /que nada ni nadie /hará que mi pecho
/se olvide de ti, /hará que mi pecho /se olvide de ti.
El día de la presentación de este segundo disco publicado por María con sus
canciones, habló una vez más de su eventual retorno al cine. A pesar de ello, la Félix
permaneció alejada de la actuación. A esas alturas, su leyenda era más importante que
cualquier retorno.
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Además, el cine que entonces se realizaba en México le atraía bien poco por las
deplorables producciones, llegando a afirmar que: ―El cine actual ya no tiene figuras
como la Garbo y como yo‖.
En tiempos de redes sociales es fácil quedar demasiado vulnerable por revelar detalles
personales que no son tan convenientes a nuestra imagen profesional. María Félix era
una con sus personajes y su persona pública. A nadie la cabía duda de su fuerte
carácter, su talento y ética en el trabajo. Aunque todos supimos de su amor por Agustín
Lara y aún se habla de que ella lo conmemoraba como su mejor amante, en 1998 dijo al
respecto en una entrevista: ―Esas cosas no se pueden hablar así nada más, esas cosas
son más bonitas porque son más secretas.‖
A la Doña siempre le ha gustado coleccionar telas antiguas, encajes, linos, sedas y
cuando piensa en confeccionarse algún vestido o abrigo, hecha mano de ellas sin
importarle si son cortinas de un palacio chino o telas del siglo XVIII. En una ocasión
alguien le regaló una capa pluvial ella la usó como falda y comentó: " Mi cintura es del
tamaño del cuello del cura‖. Sus abrigos de piel son impresionantes todos diseñados
para ella, los hay de pantera de Somalia, Leopardo, Chinchilla, Pantera de China y sus
famosas gabardinas forrradas de Cibellina. Cuando las prendas lo requieren La Doña
esta siempre dispuesta a que el diseñador la llame cuantas veces sea necesario, lo que
ella quiere y exige que terminada la prenda ésta sea fabulosa.
La entrada de María a un lugar público siempre causa expectación, su personalidad y
su porte hacen un desplazamiento. La ropa y las joyas encontraron quien les dé su
máximo esplendor, pero como dijo una americana que la contemplaba en el Metropolitan
Opera House de Nueva York y que fue la única de todos los que la admiraban en
acercarse y decirle:
"Todo lo que lleva puesto es muy bello, pero solo una mujer como usted puede portarlo".
Después de un tiempo María rinde un tributo a su hijo con un nuevo libro. El nombre de
" Una raya en el agua" es el título que lleva el libro de María Félix, con el cual le rinde un
homenaje póstumo a su tan querido hijo Enrique Álvarez Félix, elaborado con la
colección de fotografías que Enrique tenía de ella. Así mismo, el libro contiene un
prólogo excepcional: el artículo ―Razón y elogio de María Félix‖, escrito por el Premio
Nobel de Literatura, el poeta Octavio Paz como prólogo del libro María Félix: Una raya
en el agua.
En 1999 aparece otra vez en otro programa televisivo: María Félix. Sus Personajes
dirigida también por Arturo Pérez Velasco.
E igulamente en este año se realizió por invitación de Agustín Arteaga, director del
Palacio de Bellas Artes, monumento insignia en pleno corazón de la Ciudad de México,
célebre por los frescos de Diego Rivera, creados originalmente para el Centro
Rockefeller en Nueva York; la exposición El Arte de Cartier, que ofreció una
escenografía colorida, inaugurando la tendencia a una visión menos académica y más
estética de las piezas de la Colección Cartier; y para la célebre actriz mexicana María
Félix, fue la ocasión de reencontrar sus aderezos fetiche, la impresionante serpiente de
diamantes y la pareja de cocodrilos montados en collar, símbolos, junto a la Pantera, del
virtuosismo de la creación animalista de la Maison. Esta exposición estuvo formada por
más de 400 piezas, entre ellas algunas de Gracia de Mónaco, cuya nieta Carlota
Casiraghi amadrinó la presentación de la exposición luego en España. Porcelanas,
objetos personales, mobiliario de sus casas en Cuarnavaca y en ciudad de México, y
arte formaban parte de los lotes. Vestidos de Dior o Hermés y cuadros de Diego Rivera,
Frida Kahlo y su última pareja Antoine Tzapoff, además de retratos suyos formaron parte
de la exhibición. Cartier fue su joyería de cabecera. Fueron muchas las ocasiones en las
que la diva mexicana encargó opulentas joyas, muchas de ellas vinculadas a reptiles y
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felinos. Un collar formado por dos cocodrilos engastados con diamantes y esmeraldas
articulados lo que ofrecía una sugerente sensación de movimiento y que también podían
lucirse como broches.
Un juego de pendientes en forma de serpientes en oro rosa y amarillo, rubíes y esmalte
azul, son también un conjunto significativo. Así como un excepcional collar con forma de
serpiente en platino, oro blanco y amarillo y aderezado con llamativos diamantes,
esmeraldas y esmalte, de 178,21 quilates.
Piezas exclusivas como el bolso de noche realizado en oro, platino, diamantes, zafiros,
esmeraldas y terciopelo negro que pidió que le confeccionaran. La relación entre la firma
francesa y la protagonista de ―La Bella Otero‖ fue tan intensa que, tras su muerte, Cartier
incluyo en su catalogo una colección inspirada en su figura, formada por joyas y relojes
en oro y platino. Joyas delicadas que dicen mucho de su personalidad, figuras de
animales salvajes que se dulcifican bajo una exquisita estética y una primorosa
artesanía.
En esta ocasión, María estuvo allí entre Jean Paul Olivier, que por años tuviera la firma
Christian Fersen, los Sánchez Osorio, Herve y Queta Peyrelongue, y su fiel mozo Luisito
Martínez. A su mesa fueron a saludarla varias personas, como Sofia y Mónica Corcuera
y ésta se para y les abraza como si se tratase de familiares o sobrinas .
La última vez que Fernando Partida vio a la actriz fue en una fiesta que organizó la
firma joyera Cartier en el Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México, ahí en la
celebración se encontraban los famosos lagartos que la compañía de moda elaboró para
ella. ―La fiesta era en su honor, estaban presentes artistas de toda índole, recuerdo que
estaba Salma Hayek, ella se paró a saludarla y María francamente apenas le respondió,
la otra se desvivía en hacerle conversación para que le hicieran fotos y en cuanto iban a
disparar (los flashazos) María se volteaba para conversar con las personas de su
alrededor y continuar fumando su habano‖.
Otro artículo sobre ese incidente cuenta que c uando fue la exposición El arte de Cartier
en Bellas Artes, toda la prensa estaba sobre Salma. María y su asistente Luis Martínez
entraron por atrás, sin aspavientos, y cuando los reporteros la vieron, dejaron a Salma
solita, con la palabra en la boca, y se le fueron encima a La Doña. Salma corrió y se
metió al lado de ella para que las grabaran y retrataran juntas. A María no le gustó ese
detalle.
María Félix revive en 1999 cuando el mexicano Jacobo Zabludowsky la visita en
Francia y le hace el documental biográfico La Doña, donde firme a sus sentimientos dijo:
Yo no he querido a nadie como me han querido a mi.
Siempre estuvo consciente de su poder, un poder que emanaba de ella misma, más
allá de una belleza física que con el tiempo llegaría a eclipsarse, sin menguar su magia
personal.
Nunca ocultó sus amores, sus lujos, sus odios. Le encantaban las joyas y vivió siempre
rodeada de alhajas. Manejó sus misterios como un hábil pronosticador. Dicen quines la
conocieron que acostumbraba a barajar las cartas por sí misma todos los días, en un
intento de descifrar los misterios de su destino. Y lo realizaba en una recámara a la que
llamaba el Cuarto de los Misterios, sin darle acceso a nadie más que no fuese ella,
porque los extraños lo llenarían de malas ondas.
Tampoco se arrepintió de nada. Obtuvo lo que quiso y construyó en vida su mito. Nadie
la sobrevivió de entre aquellos que tocaron íntimamente su vida amorosa, ni siq uiera su
hijo. Sobre sus maridos se refería con una ironía gráfica: ¿Mis maridos?, cuatro; pero
fíjese bien, siempre les he puesto placas a mis coches.
Los amores de la actriz mexicana María Félix fueron con personajes importantes,
reconocidos en el ámbito político, cultural y artístico. Durante su larga trayectoria
180
artística se casó cuatro veces y a sus 4 esposos los vio morir; sus esposos fueron:
Enrique Álvarez, Agustín Lara, Jorge Negrete y Alex Berger, pero además tuvo
romances con el pintor Diego Rivera, Antoine Tzapoff, Raúl Prado, Carlos Thompson,
Jorge Pasquel, Rafael Corcuera y Jean Cau, y aunque sólo se casó en 4 ocasiones tuvo
muchísimos pretendientes, nacionales e internacionales. Una cosa son los amores de
María y otra muy diferente los enamorados de María, sus pretendientes y aquellos a los
que ella correspondió. Por su vida pasaron tantos amigos que casados, solteros,
divorciados, muchos de ellos terminaban enamorándose de ella, por supuesto sin
ninguna esperanza.
De las 47 películas que filmó aquí y en el extranjero ya se ha hablado mucho, lo mismo
de sus amores y divorcios. Pero ella misma reveló que sólo dos hombres dejaron huella
y buenos recuerdos en su vida sentimental: Alex Berger, un banquero europeo que
hablaba seis idiomas y que hizo grandes negocios apoyado por el rey Carol de Rumania,
entre ellos construir el Metro de la Ciudad de México. Vacacionaban dos veces al año, y
tenían la costumbre de que el primer paseo era a los lugares que María escogiera; y el
segundo eran a los que él prefería... Su otro gran amor fue el músico jarocho Agustín
Lara, cuyo matrimonio acabó por los celos de él. Lara le llevaba el desayuno a la cama,
llenaba su cuarto de flores y según María: Con la luz apagada Agustín tenía la voz más
excitante, y le gustaba decirme esas frases suyas que eran pura poesía y que me
fascinaban.
De alguna manera, María hizo realidad el hecho de que: ―Estoy hecha de todo el
pasado y he aprendido mucho de los hombres que vivieron conmigo, pero en realidad el
pasado no me interesa. Me interesa el presente, lo que voy a hacer hoy o mañana‖.
Siempre tuvo en cuenta que ―lo que más me gusta en el amor es querer, pues querida
lo he sido siempre, a veces demasiado‖; e igualmente supo sugerirle a las féminas
mexicanas lo siguiente: ―Sólo tengo un mensaje para las mujeres de mi país y del
mundo: ojalá se quieran tanto como yo me quise‖.
Por este tiempo, su chofer Luis Martínez se había convertido en cierto sentido en una
especie de ―hijo adoptivo‖, quizás sin que la Doña se lo hubiese propuesto. Juntos
asisten a diferentes conciertos. De hecho, una obra que le fascinó fue el musical
―Forever Tango‖, de Luis Bravo, que estuvo en el teatro Alameda (hoy Centro Cultural
Telmex), y junto a Luis la vio cuatro veces. La primera fueron invi tados por Jacobo
Zabludovsky.
A este le dio la oportunidad de estudiar idiomas, y Luis comenzó a estudiar francés en
una escue-la cercana a su casa. Además, aunque su francés no es perfecto, lo practicó
mucho con ella. Cada día aprendía algo nuevo de la Señora: su manera de resolver las
cosas, no dejarse derrotar por nada ni por nadie.
Sobre la amistad que quedó entre Thalía y María, después de que su hijo Enrique
falleciera, en una ocasión, ella y su chofer Luis Martínez regresaban de Cuernavaca, era
medianoche y justo antes de entrar vieron un coche que se paró unos momentos y luego
se siguió. Al otro día llegó una canasta enorme llena de dulces típicos de parte de
Thalía. Venía una tarjetita con palabras muy lindas. A la señora se le hizo un muy buen
detalle y le llamó para darle las gracias. Le dio en su mero mole, ya que a ella le
encantaban los dulces típicos. Tuvieron una bonita amistad por teléfono. Thalía le
hablaba de Miami para platicarle lo que estaba haciendo. Le insistió mucho para que
fuera a su boda con Tommy Mottola, en el 2000, pero María no pudo ir. Incluso le ofreció
mandarle el boleto para viajar a Nueva York, que se quedara en el hotel que quisiera el
tiempo que decidiera.
Fanny Schatz, quien fuera representante de artistas como José José, Angélica María,
Alberto Vázquez y la Doña, falleció en la madrugada del martes 20 de marzo del 2001, a
181
los 71 años de edad, víctima de afecciones pulmonares, como así lo confirmó la actriz
Jacqueline Andere, quien fuera amiga de Schatz durante varios años. Ella dejó la orden
a la persona que la cuidaba que si ella moría mientras estaba dormida, que no le
avisaran ni a María Félix ni a nadie, que se la llevaran y la incineraran y después que
llamaran a sus amigas más cercanas. Fanny Schatz siempre fue muy querida en el
gremio artístico, principalmente porque ayudó a muchos artistas, --cuando estaban en
sus peores momentos--, a sobresalir en el medio.
Maria Félix al final de su vida subastó muchas de sus joyas de Cartier (las mejores que
tenia, al igual que un diamante grandotote de Harry Winston) y una antigua colección de
muebles imperio que tenia que valía una fortuna. La subasta de esa colección de
muebles imperio se realizo en un hotel de Paris.
Fiel a sus orígenes, su tipo se avenía maravillosamente con el personaje de la mujer
pasional, rebelde, segura de sí misma, dueña de un aplomo de amazona que ha
franqueado todos los obstáculos y de un carácter dominante y voluntario que solo el
amor puede domar. Semanas antes de morir, acude a un concierto de Luis Miguel en el
Auditorio Nacional. Ella caminó hasta el escenario para dar al Sol un beso como muestra
de respeto y cariño. Un reportero le pregunta después: "¿Y dónde le dio el beso?". La
respuesta es típica: "En la boca".
Su asistente, Luis Martínez, recordó este episodio así: ―Su lugar estaba en la primera
fila. Le comentaron a Luis Miguel que La Doña estaba ahí, pues desde que él salió al
escenario la buscaba entre el público. Cuando la vio, la saludó y ella le correspondió.
Parecía una adolescente emocionada. Llegó un momento en que él le pidió que se
acercara. Luis Miguel literalmente se acostó sobre el escenario para darle un beso. Ella
decía muy orgullosa que entre tantas chamacas presentes, era a la única que había
besado.‖ A los conciertos de Luis Miguel iba muy contenta. Le parecía muy atractivo. De
él le gustaban sus boleros y en especial el tango "El día que me quieras".
La última vez que se le vio fue en un concierto de Luis Miguel. Estuvo en primera fila. Al
salir, dijo a la prensa, en tono socarrón, que había saludado al cantante con un beso en
la boca.
Amada y odiada, ella misma gustaba de su propia personalidad y la imagen que se
forjó en el cine; se divertía al subvertir la objetividad de los periodistas y del público. Ni la
edad debilitó su temperamento avasallante y provocador. Unos cuantos meses antes de
morir, la Félix asistió al Auditorio Nacional a presenciar un concierto de Luis Miguel; el
cantante le dedicó su actuación, fue a su lugar a saludarla y le dio un beso en la boca. A
la salida del espectáculo, los periodistas y fotógrafos rodearon el auto donde viajaba la
diva: ―Hasta luego, los quiero mucho, me despido de todos ustedes con el beso que me
dio Luis Miguel‖. Y realmente fue su última aparición pública.
Para octubre del 2002 se estrenó una película inspirada en la vida de una de las
amigas de María, Frida Kahlo; y aunque la Doña no llegó a ver el estreno, sí realizó
ciertos comentarios sobre este filme. Frida es una película de Hollywood coproducida
con México, con la dirección de Julie Taymor estrenada el 25 de octubre del año 2002,
de la mano de Miramax Films, basado en el libro de Hayden Herrera, sobre la vida de la
famosa pintora mexicana, y contó con las actuaciones de Salma Hayek, Alfred Molina,
Mía Maestro, Roger Rees, Geoffrey Rush, Ashley Judd, Antonio Banderas y Edward
Norton, entre otros.
En una entrevista realizada a María Félix, habló sobre Salma Hayek y su papel en la
película "Frida", y dijo: ―Seguramente que no van a presentar Frida como Frida era,
porque primero que nada esta señora Hayek no se parece nada a como era Frida, el
pueblo no sabe exactamente como era Frida, quien sabe cómo era soy yo, porque yo

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viví con ellos en su casa‖. Además dijo que el físico de Salma y el de la pintora no era
parecido.
En marzo de 2002, quizás presintiendo su inminente partida de este mundo, la
televisión volvió a dirigir su mirada hacia María Félix. Un par de documentales dieron
cuenta de sus triunfos, sus amores, sus inolvidables frases y su deslumbrante imagen.
Al final de uno de ellos, María aparece sola enmedio de las penumbras, sentada en la
sala de su casa de Cuernavaca. De sus labios surge un leve murmullo, como si la diva
estuviese platicando con sus recuerdos. El camarógrafo duda un instante en acercarse,
temeroso de interrumpir un acto íntimo y sagrado. Cuando finalmente lo hace, nos
descubre a una María Félix ensimismada, cantando en voz baja el más bello de todos
los homenajes que haya recibido jamás: "Acuérdate de Acapulco, de aquellas noches,
María bonita, María del alma...."
María Félix llevó su desparpajo a hablar sobre sí misma diciendo:
Yo, María de los Ángeles Félix, mexicana de Álamos, nacida un día en que el sol estaba
a plomo y criada por una bruja yaqui, ya bajé al infierno y hablé con Satanás. Después
de eso, ¿qué me puede asustar?
Es ampliamente reconocida la trayectoria de María Félix en el cine mexicano en
tiempos en que no era fácil hacer las cosas bien. ―(…) yo no puedo hablar más que del
cine mexicano que me tocó vivir, un cine difícil, con pocos medios, donde todo estaba
preparado para que una película saliera mal‖. Ser la actriz que ella quiso ser le exigió
mucha fuerza de carácter y profesionalismo.
Y había que tener unas entretelas de acero para llevar una carrera como la que llevé,
porque el espectáculo, como cualquier otra profesión, es duro y canijo si uno lo toma en
serio, pero más canijo todavía con quienes lo toman a la ligera. Por casualidad se puede
tener un acierto dos o tres días, un aplauso dos o tres meses, pero un éxito de varias
décadas ya no es cuestión de suerte: es cuestión de agallas.
María no ocultó su temor ante el paso del tiempo y el deterioro físico, pero le
atemorizaba aún más la posible pérdida del interés por la vida. ―Yo no le tengo miedo a
la vejez, le tengo miedo a algo más peligroso: al derrumbe de una mujer. No le temo a
las canas ni a las arrugas, sino a la falta de interés por la vida. No le tengo miedo a que
me caigan los años encima, sino a caerme yo misma.‖ Y para dar crédito a las palabras
concluía su reflexión con un solemne juramento: ―Yo no tengo la obsesión de que me
caen los años, lo juro por los clavos de una puerta vieja‖.
Hasta entonces, de vez en cuando reaparecía de la nada para generar un revuelo
alrededor: demoraba el inicio de una corrida de toros —la gente gritándole María Bonita,
María Bonita— presentaba su autobiografía en cuatro tomos, se dejaba fotografíar con el
pintor ruso Antoine Tzapkoff —el último de sus amores—, visitaba el programa de su
amiga Verónica Castro o la condecoraban en Paris o Madrid.
Ya casi al final de su vida, sus pocas reuniones eran con su gran amigo Ernesto Alonso,
con el R.P. Julián Pablos, Prior de la Orden de los Dominicos en México, con el joven
anticuario Daniel Liebhson o bien con la empresaria Estela Moctezuma.
Cuando se refería a la muerte mientras conversaba con Luis Martínez de Anda o
alguien cercano, María recitaba la frase de Salvador de Madariaga, del libro ―El corazón
de piedra verde‖: "Cuando me vaya al país donde no hay puertas ni ventanas". Su
filosofía era: "No tengo tiempo para estar enojada. Quiero estar muy alegre. Vivir bien.
No me espanto, pero ojalá sea dentro de 120 años porque quiero seguir disfrutando". Sin
embargo, no era ajena a que en cualquier momento podía suceder. Por ello le dejó
varias instrucciones a su asistente antes de fallecer. La más importante era que debía
comunicarse con Mondragón y que él ya sabía qué hacer. Deseaba ser enterrada con

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sus sábanas de lino bordadas y deshiladas que tienen todos los años del mundo; que no
la vieran más que sus conocidos, y que la velaran en su casa.
El fin de semana antes de su muerte, María Félix le dio descanso a todo su personal y
ordenó que se pusieran a trabajar los relojes de la casa que hacía 15 años estaban
detenidos pues a ella no le gustaban. Almazán sugiere que María les tenía
animadversión debido a la artritis que padecía y que ―es una enfermedad del tiempo‖.
Además, ya llevaba algunos años padeciendo de varias enfermedades, entre ellas
osteoporosis.
Horas antes de fallecer, manifestó su deseo de viajar a París y Nueva York para
celebrar su cumpleaños 88 , número que representa el infinito; aquel lunes 8 de abril de
2002. No pudo enfrentar despierta a la muerte, de quien alguna vez dijo: ― Quiero
topármela de frente para ver de qué cuero salen más correas‖. Falleció a la 01:00 de la
madrugada por un infarto al miocardio, según su médico de cabecera Enrique Peña, en
su casa de Polanco (Hegel 610), que tiempo después fue vendida, por su máximo y
sorpresivo heredero: su asistente y empleado de confianza.
La noche del día 7 de abril fue recordada por Luis Martínez de Anda de la siguiente
manera: La noche anterior nos despedimos normal. Tomó su té como siempre.
Hablamos como a las 11:30 p.m. para verificar que estuviera todo cerrado, las luces
apagadas… lo cotidiano. Presentí que su amiga Estela Moctezuma quería hacerle algo
sorpresa para su cumpleaños, que era justo ese día. Ella iba a venir como a las 10 a.m.
con el pretexto de llevarnos a alguien que nos ayudaría con las labores domésticas. La
Doñita comúnmente se recluía en su recámara y para llegar a ella había que atravesar
otro cuarto cerrado con llave. A la hora del desayuno le toqué el interfón y no me
contestó. Había veces que no respondía a la primera porque se había desvelado viendo
la televisión. Dejé pasar un ratito y luego insistí, pero no hubo respuesta. Le marqué por
teléfono, pues pensé que tal vez se había descompuesto el interfón, pero tampoco
contestó, así que, muy preocupado, le hablé a la señora Moctezuma. Ella llegó de
inmediato con su hija Jimena y con Daniel Liebsohn. También vino Jesús Jiménez
(anticuario de la Plaza del Ángel al igual que Daniel Liebsohn), un amigo de María que le
había llamado para felicitarla y le conté lo que estaba sucediendo.
Cuando entramos a su recámara nos llevamos la sorpresa. Fue increíble, no lo
podíamos creer. En esos momentos uno no sabe ni qué pensar. Te enlazan
sentimientos. Hasta la fecha sigo creyendo que está de viaje en París. Ya pasó el tiempo
y no me hago a la idea. Aún siento mucha tristeza y melancolía.
Como un conjuro casual del tiempo o un ejercicio de voluntad digno del mágico México,
lo cierto es que a María Félix, que hab ía nacido un 8 de abril, le tocó morir otro 8 de
abril, cuando el calendario le indicaba que debía festejar sus 88 años de vida. Último
gran capricho de una mujer que no pedía permiso, que apostaba en general por su
deseo, la gran diva del cine mexicano en verdad ya había entrado en una sólida
inmortalidad varias veces: casi cincuenta películas en su haber y su rostro dibujado por
Diego Rivera y Frida Kahlo, Octavio Paz escribiendo sobre su biografía y su figura
filmada por Luis Buñuel y, entre tantas cosas, Agustín Lara, uno de los hombres que la
amaron, que pensó por ella y para ella, el bolero María Bonita. Allí le decía lo que todo el
mundo sabía o intuía de María Félix: que era bonita y que no era de nadie.
La muerte le llegó en la madrugada, mientras dormía en su casa de la ciudad de México
de 500 metros cuadrados, decorada de manera barroca, con muebles estilo Luis XIV, en
el exclusivo barrio de Polanco, y fue advertida por su mucama, según relató su médico
de cabecera, Enrique Peña. El médico informó que la muerte fue sorpresiva porque la
máxima estrella del cine mexicano tenía una atención permanente y no sufría del
corazón.
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Dice Sergio Almazán en su novela biográfica Acuérdate, María que fue el cielo el que le
avisó, a María, que iba a morir. Según las enseñanzas de Jana, su nana yaqui, era justo
―el momento en que el pasado y el presente se encuentran‖, cuando las manecillas del
reloj de la vida marcan las doce en punto y se encuentra una con su destino. María quiso
ser testigo de ese momento. A lo largo de 205 páginas en esta novela se ve pasar ante
nuestros ojos, como si se tratara de una de sus películas, la vida de La Doña. ¡Cuántos
recuerdos! Y entre ellos, solo uno: el de Pablo.
―Estoy sola, es la memoria la que me acompaña, pero quisiera poder soltarme sin estas
ganas de verlo llegar por mí‖, dice María, quien no se quiere ir de este mundo sin verlo
antes. ―Tú sabes, nana, que me juró que vendría, que volvería por mí‖. Por eso ella, a
sus 88 años, lo espera, para que le ate su vestido de novia, le cepille el pelo y coloque
su corona. Por fin llega el momento y le dice Pablo: ―Te espero del otro lado, María, con
tu ramo, que llevarás a nuestro destino. Al camino final. Al nuestro, donde no hay juicios,
ni nuestros padres para separarnos‖.
No tuvo tiempo de despedirse. "Solamente se retiró hacia su recámara. Ella era muy
disciplinada para dormir. Se levantaba temprano y casi siempre desayunaba ligero",
confesó uno de los trabajadores domésticos que desde hace más de 40 años estaba al
servicio de La Doña. Mientras dormía la encontró la muerte como si viniera a felicitarla
en su cumpleaños número 88.
El primero en llamar a saludarla , para felicitarla, muy tempranito, fue su amigo Juan
Gabriel, compositor de Se me olvidó otra vez y María de las Marías, un homenaje a ella.
-Lo siento -le dijo el mayordomo de la actriz-. La señora aún no se ha despertado, ni ha
abierto la puerta de su recámara.
La señora ya no se despertó más. Había fallecido horas antes, durante el sueño.
Fueron las llamadas entre amigos quienes solicitaban la presencia de La Doña para
ofrecerle sus felicitaciones quienes alertaron al personal de servicio de que algo raro
sucedía, al ver que no despertaba llamaron a su amiga de toda la vida Estela
Moctezuma quien a su vez llamó al médico Enrique Peña quien determinó que María
Félix falleció a la 1:30 de la mañana de una ataque al miocardio.
La mujer que alguna vez contestó ante las críticas de un periódico que "estaba hecha
de baños de agua caliente y agua fría y muchas veces los de agua fría le dan más
interés a los chismes", quedó tendida en su cama muerta de un paro cardiaco.
La gran estrella María Félix murió, cuando dormía aproximadamente a la 1:00 am. hora
de Ciudad de México, pero sólo hasta aproximadamente las 10:00 de la mañana de ese
8 de abril del 2002 se descubrió el cuerpo sin vida. De este lamentable acontecimiento
dio información su médico de cabecera el Dr. Enrique Peña.
Frente a la pared gris de la casa de la calle de Hegel en Polanco, estaba un centenar
de personas que entre curiosos, policías y periodistas, aguardaban con celo el destino
del cuerpo de María Felix, que dejó de respirar a los 88 años de edad la madrugada del
8 de abril.
La expectación era grande, se percibía un ambiente muy especial, había un aire de
tristeza, incertidumbre, desolación, que se combinaba extrañamente con la adrenalina
por obtener información. Ni los 120 policías que custodiaban la casa, ni las casi 50
motocicletas que escoltarían la carroza que le llevaría al Palacio de Bellas Artes a ―La
Doña‖, ni las innumerables cámaras fotográficas que captaban cada instante, ni unas
flores moradas que reposaban en la puerta del domicilio de la actriz, ni el paseo
constante de López Dóriga que iba de un lado a otro en la banqueta de casa, pudieron
aminorar las emociones encontradas que ahí se sentían.

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Tras un cortejo que la trasladó al Palacio de Bellas Artes, donde fue velada por el
pueblo mexicano durante 22 horas, fue enterrada junto a los restos de su único hijo,
Enrique Álvarez Félix (1934-1996), en el Panteón Francés.
El día en que falleció fue depositado su cuerpo inerte en un féretro y así fue
transportado de su residencia de la Colonia Polanco en la Ciudad de México al
majestuoso Palacio de Bellas Artes. El cortejo fúnebre fue flanqueado por una escolta de
motociclistas y gente del pueblo que la acompañó, la vitoreó y la aplaudió a su paso por
las diferentes calles por donde desfiló hasta llegar a su destino en la gran ciudad. El
féretro con los restos mortales de María nunca se abrió de acuerdo con los deseos de la
propia finada y tuvo sobre la tapa un cojín rojo con algunas de sus condecoraciones. En
Bellas Artes permaneció durante 22 horas, siendo velada en el vestíbulo del palacio, a
donde se acercaron familiares, artistas, personalidades y miles de admiradores con
flores blancas y rojas para darle su último adiós a La Doña, como se le conocía en
México; y de éste histórico sitio partió el cortejo fúnebre despidiéndolo entonando la
sentida ―Golondrina‖ hacia la Asociación Nacional de Actores en donde se le rindió
tributo en el Teatro Jorge Negrete, expresando unas palabras alusivas al acto por Juan
Imperio, y entonando sus compañeros actores ―María Bonita‖. De este lugar partió el
cortejo fúnebre hacia el Panteón Francés donde reposan sus restos al lado de su hijo
Enrique Álvarez Félix y de sus padres.
Fue velada entre amigos cercanos y familiares que ya abarrotaron la casa de María
Félix. Las inmediaciones del domicilio, principalmente la calle de Emerson, Lope de
Vega y Schiller fueron congestionadas debido a la gente que intentó despedirse de
María Félix. De negro y amargados, perdidos en una de las multitudes que rindieron
honores, Benjamín y Carlos Félix, sobrinos del mito, se dolían por haber sido relegados
de la guardia de honor del féretro. "Nosotros no venimos por herencias. ¡Buitres, que ni
siquiera saben dónde vivía María en París", escuchó un periodista del diario Milenio.
Luego se previó que en un par de horas más la actriz fuese trasladada a una funeraria
cercana a su domicilio y posteriormente se le rendiría un homenaje en el Palacio de las
Bellas Artes.
Marcelo Ebrard, Secretario de Seguridad Pública, se presentó a la casa de María Félix
para coordinar personalmente al equipo de seguridad que acompañará a La Doña en su
recorrido al Palacio de Bellas Artes donde fue velada hasta el día siguiente de su
muerte, o sea, el 9 de abril.
Un grupo de fotógrafos, olvidaron sobrepeso y estatura, y se subieron a los árboles que
estaban frente a la mansión de Polanco, camarógrafos se subieron a sillas, escaleras y
hasta defensas de carros con el propósito de captar la última vez que la Doña dejaría su
casa.
Durante la espera llegaron amigos de la familia y trataron de entrar a la casa, algunos
sin suerte como un familiar de nombre Bernardo Félix que se decía su sobrino y exigía
no se le negara el derecho de ver por última vez a su tía; al pedirles que comprobaran su
legitimidad familiar, dijeron en varias ocasiones sólo tener fotos, y algunos papeles, pero
la suerte no estuvo de su lado, y sencillamente los ignoraron por ser desconocidos para
quienes estaban dentro de la mansión de María.
Muchos de sus amigos, y solo unos pocos de sus familiares acudieron a despedirse de
la Doña.
Cuando ella murió, su amiga Viviana Corcuera junto a su amiga Magda fueron hasta la
puerta de la casa de María en Polanco, donde la estaban velando. La estaba esperando
todo su servicio, pues sabían lo mucho que María los quería.
Durante el funeral de María, una de las más criticadas fue la actriz Salma Hayek, pues
se dijo que sólo se quiso colgar de la fama de la Félix. Salma decía que La Doña era su
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amiga y la verdad es que no, después del incidente que ocurrió cuando se homenajeó a
la Doña en la exposición de El arte de Cartier.
También se criticó a la cantante Thalía, aunque ella y La Doña se conocían por la
amistad que h abía entre su hijo Enrique y la cantante.
En el exterior de la casa hubo 150 elementos de la secretaría para lidiar con reporteros
y fotógrafos.
Esta pérdida la informó Mauricio Hernández, portavoz de la Asociación Nacional de
Actores (ANDA). Estela Moctezuma, amiga íntima de María Félix, declaró a la cadena
Televisa que 'María murió dormidita' durante la madrugada y que su cadáver fue
encontrado por la mañana. Según informó la emisora mexicana Núcleo Radio Mil, la
causa del fallecimiento fue un infarto. Nada más conocerse la noticia, en Ciudad de
México comenzaron los preparativos para rendirle un multitudinario homenaje en el
palacio de Bellas Artes. María Félix, a quien su tercer marido, el compositor Agustín
Lara, dedicó el tema María Bonita, era la actriz de mayor renombre de la cinematografía
mexicana de todos los tiempos.
La noticia conmocionó al mundo. Aquel día, la noticia fúnebre fue la primera plana:
―Luto, dolor, ¡tragedia! La muerte de la última diva del cine nacional‖, ―María Bonita,
epílogo de las leyendas del cine mexicano‖. Noticieros y radioemisoras locales
interrumpieron sus programaciones para anunciar sobre la muerte de la leyenda viviente
de la época de oro del cine mexicano. Al conocerse la noticia, el mundo la despidió como
tocaba, como la más grande figura femenina que ha producido el cine latinoamericano y
como uno de los más recios iconos nacionales de México. "Era un personaje digno de
Balzac, con una belleza digna de las madonnas de Boticelli", dijo Juan Gabriel entre
lágrimas dignas de conmiseración.
Nadie se había atrevido a disputarle su sitio de Doña en la cultura popular
iberoamericana. Nadie se lo disputa aún.
Su pueblo le lloró y le acompañó en su último adiós. Los mexicanos se despedían de la
última diva que tuvo el cine de la denominada época de oro.
Ya sobre Paseo de la Reforma, el cortejo fue escoltado por cientos de reporteros, los
tres carriles de la avenida fueron insuficientes para los autos, motos, patrullas y algunas
ambulancias repletas de fotógrafos que le tiraban a lo que se movía. En cada metro que
avanzaba el cortejo, la fidelidad del pueblo mexicano se mostraba de manera
espontánea, una señora de poco más de 50 años, se atravesó sin importarle el
contingente y con una pañoleta al borde de la carroza, y rostro lleno de lágrimas sólo
decía: ¡Adiós mi María!, ¡Adiós mi reina!, y unos segundos después un policía le gritaba
¡quítese señora no estorbe!. La valla humana que poco a poco se formaba en Reforma
manifestaba amor por la Diva, le gritaban vivas, le aplaudían, le lloraban y no faltó quien
le cantara el himno que le hizo Agustín Lara.
Al llegar a Bellas Artes un contingente de guardias de seguridad vigilaban el
movimiento de la carroza, ―Reporteros apúrenle, porque ya mero llega el Presidente y se
van a quedar afuera‖, y así una fila reporteros corrieron por una valla y entraron al
majestuoso palacio.
En el vestíbulo del Palacio ya estaba Joaquín López Dóriga, listo para reportar y
agasajar su pasión. Al fondo Carlos Slim daba el pésame, y Pedro Moctezuma hacía lo
propio. Poco antes de las 18 horas, otra figura comenzaba a desvanecerse; se trataba
de Ernesto Alonso –amigo de toda la vida de La Doña- que tenía la presión muy alta y
que de no ser por la oportuna intervención de una enfermera, la historia del sepelio
hubiera tenido otro desenlace.
A las 6 de la tarde llegó Vicente Fox, acompañado de su esposa y de varios miembros
del gabinete, así como el Jefe de Gobierno del Distrito Federal, acompañados de Sari
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Bermúdez de CONACULTA (Consejo Nacional para la Cultura y las Artes) y de Emilio
Azcárraga Jean. Hicieron una guardia de honor por espacio de 20 minutos y se fueron,
el presidente de Televisa, vio a Ernesto Alonso sumamente demacrado y personalmente
escoltó al productor, para que la prensa no se le acercara y le robara el aire que le
faltaba. Destaca que Azcárraga protegió al productor lo abrazó y lo acompañó hasta el
lobby del Palacio, y después regresó, y educado contestó sólo algunas preguntas.
"Fue una gran pérdida para México", dijo, en una frase que no pasará a la historia, el
entonces presidente mexicano, Vicente Fox, quien asistió al funeral con su esposa,
Marta Sahagún. El mandatario, en medio de una gira por el interior del país, calificó a
María Félix como "una de las impulsoras del cambio democrático en el país". ("Lo digo
desde mi propio corazón. Fue una de las impulsoras del cambio democrático en el país",
dijo).
En la pasarela del velorio hubo políticos, artistas, escritores, que aunque no eran
muchos se veían sinceros. Marco Antonio Muñiz quizá el más certero en sus
condolencias, pues sólo dijo: ―Murió como era, con mucha clase‖.
Siempre creativo con sus respuestas, al ser abordado por la prensa Carlos Monsivais
respondió con creatividad. ¿Qué piensa del día de hoy? le cuestiona una reportera de
televisión, con su particular estilo el escritor dijo: ―El pensamiento que tenía del día de
hoy me cambio al ver lo que está pasando aquí‖, ¿cree que es una lamentable pérdida
para el cine Mexicano? le cuestionan y la sagaz respuesta de Carlos sencillamente fue:
―No se pierde nada, porque ahí están todas sus películas y porque ella no filmaba desde
hace más de 32 años‖.
Afuera del Palacio de Bellas Artes, estaban los verdaderos amantes de La Doña, se
formaban al rededor del recinto, cientos de mexicanos que le quisieron, y tan le quieren
que los vendedores ambulantes hicieron blanco de ganancia, unos ofrecían la biografía
de La Doña con todas sus películas por 20 pesos, el compac pirata de su único disco por
15, o sencillamente un par de rosas rojas o blancas por 5 pesos, paradójicamente la
gente compraba flores, sin saber que a La Doña no le gustaban, pues decía que sólo
duraban dos días y se tenías que agradecer toda la vida.
Su muerte se volvió un escándalo, primero porque era una diva que ya no regresaría,
pero también porque no se sabía de un estado grave, o que estuviera ya con pasos
hacia la muerte.
La ceremonia fúnebre por la gran diva del cine mexicano, María Félix, se ha visto
empañada por el inicio de la disputa por la herencia de la artista, aunque en su
testamento, según el abogado Javier Mondragón, su legado es para el pueblo mexicano.
Pocas horas después de la muerte de la actriz y cuando su restos todavía son velados
en el Palacio de Bellas Artes, su sobrino Carlos Félix, hijo de Bernardo Félix Güereña,
hermano de la artista, ha anunciado que ya ha comenzado la pugna por la herencia.
Carlos Félix ha acusado a algunos parientes y a sus empleados de mantener alejada a
su tía de parte de la familia y ha lamentado que "en México jamás" la pudieron ver
"porque todos ellos no se alejaban de ella". Sin embargo, en París la veían "cada dos
años", ha explicado el sobrino a los periodistas que se encontraban en el velatorio, para
añadir que, cada vez que viajaban a la capital francesa, su tía se ponía "muy contenta",
salían de paseo, a comer y a fumar puros.
Carlos Félix ha recordado que su tía decía que ellos eran "los sobrinos menos
interesados en cortar el pastel" y ha afirmado que a toda la gente que logra hacer una
fortuna le pasa lo mismo, pero "eso no es nada en comparación a lo que viene por todo
lo que ella dejó".
Horas antes, Javier Mondragón, albacea de los bienes de la actriz, había señalado que
María Félix dejó un testamento y que su legado sería para el pueblo mexicano. Aunque
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no ha querido dar nombres de los parientes que la mantuvieron alejada del resto de la
familia, el sobrino de la actriz ha denunciado claramente que "la gente que trabajaba con
ella" la tenía prácticamente prisionera.
Además, ha anunciado que los miembros de la rama de su familia no piensan
inmiscuirse en los problemas de la herencia que se avecinan y que dejarán la pelea a
otros. El sobrino de la diva ha señalado que María Félix tenía planeado viajar a París
después de su cumpleaños, ya que pasaba la mitad del año en México, en su casa de la
capital o en Cuernavaca, y la otra mitad en la capital europea. Sin embargo, ha relatado
que en sus últimos años estaba "muy sola" y que la muerte de su hijo Enrique, en 1996,
"le afectó mucho".
Después de la muerte de la actriz, los escándalos siguieron; a finales de agosto de 2002
el hermano de la actriz interpuso una demanda civil de nulidad de este documento y
solicitó la exhumación de los restos de su hermana. Pese a lo amarillista que resultó
toda esta campaña, no marchitó su leyenda. Se sospechaba que la señora María Félix
no había muerto de un infarto sino por envenenamiento progresivo y de que se manipuló
su voluntad a fin de dejar sus bienes al joven Luis Martínez de Anda, su ayudante de 28
años por varios años, lo que después fue aclarado.
El abogado de la familia Félix, Mondragón, declaró entonces que existían dudas sobre
el testamento, que se había realizado nueve meses antes de que la actriz falleciera,
pues éste no se había hecho en una notaría, sino en la casa de la diva.
La Doña conoció a Ernesto Alonso (1917-2007) antes de que ingresaran al mundo de
los protagónicos en la pantalla y él fue uno de los grandes amigos de su vida.
Por ello no extrañó que el productor revelara, en la publicación de ―Excélsior‖, el 6 de
junio de 2002, parte del testamento de la diva, previo a su lectura: el asistente de María
Félix, Luis Martínez de Anda, de 28 años, quien fue asistente de La Doña en los últimos
diez años y, según un amigo de la actriz, ésta "lo quería como a un hijo", obtuvo la casa
y el departamento de Polanco, la residencia de Cuernavaca, así como el 50 por ciento
de sus cuentas bancarias en México y el extranjero. Para su última pareja, el pintor
francés Antoine Tzapoff, la actriz dejó 200 mil dólares, y para su secretario particular
Javier Téllez Pulido, quien fue asistente personal de su hijo Enrique Álvarez Félix
durante 32 años, desde 1964; 50 mil pesos. Vendió sus propiedades en el extranjero
antes de morir. Para su familia no dejó nada.
Mondragón dijo en rueda prensa que Martínez de Anda fue designado por María Félix
"heredero universal" de un departamento en el lujoso barrio de Polanco valuado en unos
300 mil dólares, una casa con valor de 2 millones y otra propiedad en la ciudad de
Cuernavaca que aún no ha sido valuada. A todo ello se suma el mobiliario, joyería, obras
de arte y pinturas, entre ellas cuadros del gran muralista mexicano Diego Rivera, así
como mantelería fina, vajilla de plata y cortinados. Además, Martínez de Anda recibirá
las cuentas bancarias que poseía María Félix, una en México por 48.000 pesos (unos
5.000 dólares), dos en París y una más en Nueva York, de las que no se precisaron
montos pero que se cree que ascienden a "varios cientos de miles de dólares".
Su hermano Benjamín Félix, quien reside en Monterrey, pidió la exhumación de sus
restos, sospechando un caso de homicidio, y para comprobar la legalidad del
testamento. Estos demandaron a Luis Martínez de Anda, a Mondragón y hasta al
notario, Mario Rea Vázquez. María había hecho otros testamentos, pero el único válido
fue el último.
El 25 de agosto, el Procurador capitalino Bernardo Bátiz autorizó la exhumación de La
Doña, la cual se realizó el 28 del mismo mes en el Panteón Francés, donde un total de
220 elementos de la policía fueron empleados para evitar la presencia de los medios de
comunicación. La exhumación se consumó el 29 de agosto de 2002. El sobrino de la
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actriz, Benjamín Félix, señaló a EFE que su tío, José Benjamín Félix Gúereña, presentó
ante un tribunal mexicano una petición en ese sentido y que "la mayoría de la familia le
apoya". "El objetivo es sacar la verdad de las cosas. Cuando ella murió hubo mucho
hermetismo, lo que generó desconfianza", agregó. Y aunque la relación de María no era
tan estrecha con su familia, esto no impide que sus hermanos quieran corroborar la
legalidad de la última voluntad de la artista. ―Lo que sí es que mi papá, y sus hermanos,
desde luego, dudaron mucho de ese testamento. Ellos, lo único que quieren es indagar
que sea realmente legal‖, expresó María Elena Félix, sobrina de ―La Doña‖ e hija de
Benjamín Félix.
A los hermanos de la diva les extrañó mucho que originalmente Francisco Javier
Mondragón, albacea de ―La Doña‖, dijera que sus bienes serían para el pueblo de
México, porque era la voluntad de su hermana, y posteriormente informara sobre otros
herederos. ―(Eso) Extrañó mucho a mi papá y a sus hermanos. Si la herencia se la
hubiera dejado al pueblo de México no era ninguna sorpresa, porque siempre lo dijo,
pero ahora se la dejó a un empleado‖, dijo la sobrina, quien aseguró que esta orden le
parece fuera de toda razón. ―Si eso es legal, pues ellos lo aceptan con toda la
tranquilidad del mundo. Si es una decisión de ella, pues se respeta totalmente, pero
siento la duda porque siempre se dijo que ella le dejaba al pueblo de México sus bienes,
y eso no es el pueblo de México‖, indicó refiriéndose a Martínez de Anda.
Sus empleados no permitieron que los familiares vieran el cadáver, al que sólo tuvo
acceso su amigo Ernesto Alonso, y no se le practicó una autopsia. Al día siguiente de
su deceso, y cuando todavía sus restos eran velados en el Palacio de Bellas Artes,
comenzaron las disputas por su herencia entre los empleados que la cuidaron en sus
últimos años y sus parientes. La familia acusó a los asistentes de "la Doña" de
mantenerlos alejados e impedir todo contacto con ella. La disputa se incrementó con la
posterior lectura del testamento, en el que María Félix dispuso que todos sus bienes y la
mitad de su dinero fueran para su asistente personal, Luis Martínez de Anda. El resto de
su patrimonio se lo dejó a su último compañero sentimental, el pintor francés Antoine
Tzapoff; y a Javier Téllez, secretario de su hijo, Enrique Álvarez Félix, fallecido en mayo
de 1996 de un ataque masivo al corazón.
La declaración de la última voluntad de la actriz no consideró a los familiares, lo que
generó sospechas y les animó a pedir una investigación para comprobar la legalidad del
testamento. Benjamín Félix reconoció que en la base de la petición de exhumación de
los restos de su tía está la "inconformidad" de la familia con lo dispuesto en el
testamento. "Muchos no están de acuerdo con lo que le dejaron, están inconformes", dijo
Benjamín, quien es hijo de Bernardo Félix Güereña, un hermano de la artista que falleció
hace tiempo.
El 7 de septiembre, los resultados de la autopsia realizada por peritos de medicina,
química y patología del Servicio Médico Forense y de la PGJDF (Procuraduría General
de Justicia del DF) reafirmaron la causa de muerte inicial: insuficiencia cardiaca, sin
delito que perseguir. Su muerte fue natural, durmiendo, hasta en eso se creó el mito, ya
que era la única manera de que ella se fuera de este mundo.
Por otro lado, Estela Moctezuma, quien fuera gran amiga de María Félix y quien se vio
involucrada en la denuncia penal interpuesta por Benjamín Félix, aseguró a los medios
de prensa que no hubo nada turbio en la muerte de la actriz.
En entrevista con REFORMA, la empresaria relata lo sucedido la mañana del 8 de abril,
cuando recibió una llamada de Luis Martínez de Anda, el heredero, quien le avisó que la
actriz había muerto. Descartó que exista algo turbio en la muerte de la artista y afirmó
que fueron varias personas las que se reunieron en la casa de La Doña para verla por

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última vez, siendo una de ellas su hermana María Eugenia Félix, quien la despidió con
un abrazo y un beso.
Aunque se ha negado a dar entrevistas, en esta ocasión quiso dejar en claro que no fue
ella quien impidió a la familia Félix ver a María .
Martínez de Anda, en entrevista para el programa Historias engarzadas, con Mónica
Garza, señaló que él no presentía que sería el heredero: ―Yo me imaginaba que sería
alguien más o algunos más, yo no. Ni era mi fin, ni nada por el estilo, no tengo la menor
idea, fue una sorpresa para mí‖. Luis nunca imaginó las vicisitudes que tendría que pasar
al ser nombrado heredero mayoritario de los bienes de La Doñita, como él le decía.
Él nunca se imaginó lo que vendría después del fallecimiento de María. Ella siempre le
decía: "Hay que trabajar porque no somos herederos". Cuando fue a entregarle las
llaves de la casa al licenciado Mondragón, hoy albacea de la herencia, este le comentó
que no se preocupara, que regresara a la casa, que él sabía lo que La Doña quería y
que él lo buscaría. Así fue. Un día el licenciado citó a Luis y a Javier Téllez Pulido, chofer
de Enrique Álvarez Félix por muchos años, que tras la muerte del hijo de María trabajó
un tiempo con ellos. Mondragón le indicó que la señora le había dejado unos beneficios
y que tenía que firmar que los aceptaba. María le enseñó a querer y conservar los
objetos, a interesarse por las antigüedades, y posiblemente vio que él tenía la capacidad
de apreciarlos.
A pesar de que la actriz deseaba que se hiciera un museo en su casa de Cuernavaca
con sus objetos, su heredero, quien vivió ocho años con ella, subastó en 2007 en la casa
Christie‘s Europe de Nueva York, 600 obras de arte, entre porcelanas, muebles y
prendas de vestir de La Doña por una cifra de siete millones 200 mil dólares. Había
pinturas de Leonora Carrington, Diego Rivera y Antoine Tzapoff. También vendió la casa
de Polanco.
Ante la decisión que tomó Luis Martínez de Anda, heredero de todos los bienes de
María Félix, al demoler la casa que habitó durante 35 años La Doña, la sobrina nieta de
la actriz se manifestó en contra de eso.
La revista BASTA! platicó en exclusiva con María del Carmen Félix, sobrina nieta de la
diva del cine nacional, quien ha hecho carrera como actriz y dijo que una admiradora de
su tía abuela, contrario a la decisión de Martínez de Anda, rescató la casa donde creció
María para convertirla en museo. "Fíjate que allá en Álamos, Sonora, de donde somos,
hay una casa que es donde ella nació, creció y vivió de niña, y una canadiense la
compró, y ella, siendo fan de María Félix, la hizo museo. Ni siquiera el gobierno del
estado de Sonora, nada, fue una canadiense quien la rescató y allá existe esa casa aún,
la dejó casi intacta. Hay muchas cosas de María Félix y pues pienso mucho e n esa
comparación de cómo una extranjera viene y hace algo en nuestro país, y otros prefieren
acabar con su legado".
Su hermosa amistad con Ernesto Alonso tuvo un triste epílogo cuando, tras la muerte
de la Sra. Félix, Don Ernesto fue acusado injustamente de "haberla ayudado a morir".
Aunque esta absurda acusación pronto fue retirada, es muestra de cómo aún los
grandes pueden ser calumniados.
Fue la más amada, la más deseada, la más odiada... Una mujer capaz de decir "No me
des consejos, soy capaz de cometer errores yo sola"; respecto a las joyas: ―Algunos
amigos me han dicho que las perlas hacen llorar a la gente. A mí las únicas perlas que
me han hecho llorar son las falsas"; así cuando una periodista le preguntó su edad, le
contestó: "Mire, señorita, he estado muy ocupada viviendo mi vida y no he tenido tiempo
de contarlos"; o cuando explicó por qué nunca trabajo en Hollywood pero sí en Europa.
Decía que allí sólo le ofrecían papeles de india: "Las indias las hago en mi país. Fuera
sólo encarno a reinas"
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Mujer de gran temperamento encandiló a poetas, pintores, actores, banqueros... a todo
aquel que se le pusiera por delante. No en vano su belleza animal la precedía. La bella
con corazón de hombre y con una gran pasión por las joyas en forma de reptil .
María fue el hechicero rostro del cine latinoamericano, y alimentó su propia leyenda con
el distanciamiento, el desdén, la provocación y las frases lapidarias. "Era energía,
pasión, polémica y astucia", glosó el actor Pedro Armendáriz. La avasalladora mexicana
hizo las cosas "por sus purititos calzones", sin importarle la opinión ajena, y resultó más
personaje que actriz. Impulsó la democracia a su manera, acertando en la enumeración
de los males nacionales y cantando verdades al lucero del alba. "Mi pueblo sufre porque
le han quitado la fe. No se siente gobernado", declaró en 1996, durante la presidencia de
Ernesto Zedillo. "Lo que me da coraje es que nuestro presidente [Vicente Fox] se esté
poniendo de rodillas ante ese payaso [el subcomandante Marcos], que no es nadie",
remató el año pasado, cuando el Gobierno intentó una solución negociada del conflicto
de Chiapas.
Filmó con Luis Buñuel y Jean Renoir y tuvo como partenaires a Vittorio Gassman, Jean
Gabin, Yves Montand. "Al fin de cuentas, un nombre tiene cualquiera", bromeaba ella,
que había logrado que la llamaran de diversas formas: La Doña, María Bonita, Señora
Tentación, La Devoradora. "En sus años de esplendor, con cada personaje le asignaban
un bautismo", decían de ella los críticos.
Su fascinante imagen destacó en títulos como Doña Bárbara (1943), La mujer sin alma
(1943) y La devoradora (1946), de Fernando de Fuentes; La diosa arrodillada (1947), de
Roberto Gavaldón; y Doña Diabla (1948), de Tito Davison. Parece que ella misma iba
enriqueciendo esa imagen, de tal modo que su colaboración con el director Emilio
Fernández le permitió completar una trilogía heterogénea que resume sus méritos y
favorece que, aún hoy, el público la trate regiamente: Enamorada (1946), Río Escondido
(1947) y Maclovia (1948). Ni siquiera su aventura francesa —French Cancán (1954), de
Jean Renoir— fue tan celebrada como esos tres títulos del Indio Fernández.
Como una soberana ideal del cine hablado en español, María abordó todos los
géneros, y lo hizo bien. Si nos limitamos al asunto que guía estas líneas, hemos de citar
su personificación de Catalina de Erauso en La monja alférez (1944), de Emilio Gómez
Muriel, su trabajo junto a Buñuel en Los ambiciosos (1959), y su linda presencia en
Sonatas (1959), aquella película de Juan Antonio Bardem que recreaba el texto de Valle-
Inclán. En esa línea española, María Félix también mantuvo una estrecha relación
profesional con el productor Cesáreo González.
Su presencia excepcional enriqueció la coproducción franco-española La bella Otero
(1954), de Richard Pottier; y en un tono más ligero, dio lecciones de seducción en
Faustina (1956), de José Luis Sáenz de Heredia, donde también intervenían Fernando
Fernán Gómez, Conrado San Martín, Tony Leblanc y José Isbert. Cerrando el catálogo
español, esta última comedia presentaba a la actriz en una faceta voluptuosa cuyos
efectos aún se perpetúan en la gran pantalla.
Al llegar a Europa, María Félix, causó tal impacto, por la perfección de su belleza que,
los franceses la llamaron «la Plus Belle Femme du Monde» (La Mujer Más Bella del
Mundo), donde también era conocida como «La Mexicaine» (La Mexicana).
Estas fueron sus películas, y los protagónicos que encarnó:
El peñón de las Ánimas (1942) María Ángela Valdivia
María Eugenia (1942) María Eugenia
La china poblana (1943) Frances Erskine, marquesa de
Calderón de la Barca/Mir-rá, Catarina
de San Juan o "La china poblana"
Doña Bárbara (1943) doña Bárbara
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La mujer sin alma (1943) Teresa López
La monja alférez (1944) Catalina Erauso "La monja alférez" o
don Alonso
Amok (1944) señora Trevis/señora Belmont
El monje blanco (1945) Gálata Orsina
Vértigo (1945) Mercedes Mallea
La devoradora (1946) Diana de Arellano
La mujer de todos (1946) María Romano
Enamorada (1946) Beatriz Peñafiel
La diosa arrodillada (1947) Raquel Serrano
Que Dios me perdone (1947) Sofía o Lena Kovach
Río Escondido (1947) Rosaura Salazar
Maclovia (1948) Maclovia
Mare nostrum (1948) Freyra (producción española)
Una mujer cualquiera (1949) Nieves Blanco (producción española)
Doña Diabla (1949) Ángela "Doña Diabla"
La noche del sábado (1950) Imperia (producción española)
La corona negra (1950) Mara (producción hispano-francesa)
Messalina (1951) Mesalina (producción ítalo-franco-
española)
Incantesimo tragico (Hechizo trágico) Oliva (producción ítalo-española)
(1951)
La pasión desnuda (1952) Malva Rey (producción argentina)
Reportaje (1953) estrella de cine a la que no dejan
dormir
El rapto (1953) Aurora Campos y Campos
Camelia (1953) Camelia Peral, antes Marcela
(coproducción con España)
La bella Otero (1954) Carolina Otero (producción franco-
italiana)
French Cancan (1954) Lola de Castro "La Belle Abbesse"
(producción franco-italiana)
El charro inmortal (1955) ella misma (documental)
La escondida (1955) Gabriela
Les héros sont fatigués (Los héroes Manuella (producción franco-alemana)
están fatigados) (1955)
Canasta de cuentos mexicanos (1955) Luisa Bravo "La Tigresa" (episodio "La
Tigresa")
Tizoc (Amor indio) (1956) María
Faustina (1956) Faustina (producción española)
Flor de mayo (1957) Magdalena (versiones en español e
inglés)
Miércoles de ceniza (1958) Victoria Rivas
Café Colón (1958) Mónica
La Cucaracha (1958) La Cucaracha
La estrella vacía (1958) Olga Lang
Sonatas (Aventuras del marqués de La Niña Chole (episodio mexicano)
Bradomín) (1959) (coproducción con España)
Los ambiciosos (La fièvre monte à El Inés Rojas (versiones en español y
193
Pao) (1959) francés) (coproducción con Francia)
Juana Gallo (1960) Ángela Ramos "Juana Gallo"
Si yo fuera millonario (1962) ella misma
La Bandida (1962) María Mendoza "La Bandida"
Amor y sexo (Safo 1963) (1963) Diana
La Valentina (1965) Valentina Zúñiga
La Generala (1970) Mariana Sampedro "La Generala"
La Constitución [TV] (1970) María Guadalupe
Igual que su país: "tan cerca de Estados Unidos y tan lejos de Dios", parecía inevitable
que la devorara la máquina de los sueños de Hollywood. Pero se resistió. Su argumento
fue que no quería aprender inglés ni le gustaban los papeles de india que le ofrecían:
"No nací para cargar canastos", "me ofrecen papeles de india y las indias las hago en mi
país, en el extranjero sólo encarno a reinas" dijo. Si algo perdió con esta decisión, lo
compensó con la adhesión popular y la admiración de los intelectuales de su país y del
Viejo Mundo.
Hay una certeza fuera de toda duda, sin embargo. El cine mexicano se encontraba
lleno de actrices que personificaban el estereotipo clásico de la mujer mexicana: sumisa,
abnegada, en cuyo corazón no cabía el rencor, doblegada ante los caprichos de su
hombre dominante. Con María Félix, la cinematografía nacional conoció el lado opuesto
de la moneda: una mujer que se mantenía de pie, que lo podía todo, que gracias a su
extrema belleza y a su astucia era capaz de someter incluso a los hombres más rudos,
machos y perversos.
María nunca interpretó a mujeres sumisas. No era eso lo que deseaba. Siempre se
interpretó a sí misma. Sus papeles tenían su alma y ella misma adoptaba para su vida
personal los rasgos que le atraían de cada personaje. Los personajes eran María; María
misma fue un personaje de sí misma. Por eso jamás se interesó por incursionar en
Hollywood. ―No nací para cargar canastos (…) me ofrecen papeles de india y las indias
las hago en mi país; en el extranjero sólo encarno a reinas‖.
Además, varios intelectuales han emitido sus comentarios, favorables algunos,
desfavorables otros; con relación a la gran diva del cine mexicano.
Sergio Almazán sostiene que María Félix sólo alcanzó la libertad al momento de su
muerte. Consciente de haber realizado ―sin juicios morales‖ la primera novela sobre La
Doña, recuerda lo que alguna vez le dijo Carlos Monsiváis en 2006: ―Yo nada más te
recuerdo que ningún mito se sostiene sólo de verdades‖. Y así fue como escribió
Acuérdate, María, porque, asegura, ―no podemos pensar en María sin un halo de
misterio‖.
Manuel Puig, el desaparecido escritor argentino gran conocedor de la vida de la Félix,
explicó alguna vez los motivos que, en su opinión, la hicieron diferente: "María Félix
nunca imitó a nadie. No le pidió prestado nada al teatro ni a Hollywood ni a las películas
europeas. Al contrario. Desarrolló un estilo muy personal de moverse y hablar que nadie
pudo ignorar".
Para el novelista norteamericano, Edmund White que la entrevistó y le escribió un
artículo para la revista Vanity Fair en 1991, la Félix pertenece a una clase de especie en
extinción, la estrella de cine al estilo de Greta Garbo, Marlene Dietrich. La considera
primordial en la historia de la cultura en México de los años cuarenta a los setentas ―y
más allá‖. Dice, según sus palabras, que es una actriz que se transformó de máscara de
alabastro criollo en la reina de los indígenas, ya que pidió a su última pareja, el pintor
Antoine Tzapoff que la pintara como india del México norte, de donde ella era nativa,
presumiendo su sangre yaqui. (Acotación: El cineasta Jean Renoir dijo: ―María Félix

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pertenece a una tribu del norte de México, me daba la mano en la mañana y me dolía
todo el día‖).
Para Edmund White, la Félix es una heroína nacional, una chamana que con su belleza
transmite magia, ilusiones al público. No le asombra que le hayan otorgado tributos por
―Una vida al servicio de la nación‖, como una especie de embajadora de México y que la
Universidad Nacional Autónoma de México que ella admiró siempre, le extendiera una
medalla al reconocimiento de su carrera, fundiendo varias de sus películas en nitrato de
plata para realizar el premio. En tal ocasión, la Félix dijo, entre otras cosas,
―Agradecidísima por la medalla que me otorga la Universidad Nacional Autónoma de
México, institución que he admirado toda mi vida, más si fue el lugar dónde mi hijo
Enrique estudió su carrera en Ciencias Políticas; yo que he sido una improvisada en el
trabajo y que aprendí a fuerza de golpes y determinación, me siento doblemente
honrada con la distinción‖.
El escritor mexicano Carlos Monsiváis la describió como "una sucesión de atavíos,
'close-ups', actitudes y frases memorables" y también como "la persona que veía en el
lujo la escenificación de sus fuerzas interiores". Sobre todo, María Félix —en cuyo honor
fueron bautizadas miles de mujeres que hoy tienen entre 40 y 50 años— fue el sueño de
generaciones de latinoamericanos y no latinoamericanos. "Tanta y tan intensa es su
hermosura, que duele", dicen que dijo Jean Cocteau cuando la conoció. No fue el único
piropo. Su amigo Diego Rivera le dedicó un autorretrato "a María Reina de los Ángeles
Félix, quien millones de gentes admiramos y amamos pero a quien nadie querrá tanto
como yo". El propio Rómulo Gallegos le subrayó en una edición de su libro Doña
Bárbara una frase: "Agua clara del remanso donde los cielos se miran". Al margen, el
escritor anotó: "Ésta, María, eres tú". Agustín Lara, uno de sus cinco maridos, optó por el
homenaje más perdurable: "María bonita", cantada por miles de enamorados a lo largo
del tiempo y a lo ancho del mundo.
Dice Monsiváis: María recibió adjetivos como ―Despótica, lúcida, inesperadamente
tierna, narcisista al punto de la autofagia‖. Amigos, Félix y Monsiváis, ella dijo de él:
―Aunque siempre que habla o escribe de mí me hace polvo, de todas maneras lo adoro‖.
Monsiváis continúa: ―María Félix siempre desdeñó esa variante del anonimato que es
suponer cotidianas sus apariciones en público‖. Y agrega: ―María Félix se califica como
una mujer con corazón de hombre, aunque en realidad ―describe los derechos de una
mujer, ella misma, que no representa al género y que nunca deja de representarlo‖.
Rafael Aviña opina que la sonorense María Félix ―no era buena actriz‖. Sin embargo,
tiene en cuenta que ―María es quizá la única artista a la que no se le reprocha su trabajo
histriónico, ya que su personalidad superaba cualquier personaje por más distinto que
fuera.‖ Aviña halla los mejores largometrajes de La Doña en aquellos donde resalta su
personalidad avasalladora:
―Sí, su presencia es imponente, su belleza es hipnótica, ahí está el caso de Doña
Bárbara (1943) y Doña Diabla (1949), de Tito Davison, por ejemplo. Pero de manera
muy personal me inclino por tres películas que muestran justamente sus valores
extrafílmicos.
―Primero, Enamorada (1946), la bravía poblana que enfrenta al macho revolucionario
Pedro Armendáriz: ambos están extraordinarios, aunque en el momento cuando ella
abre los ojos durante la serenata que le lleva Armendáriz, el espectador queda fascinado
con ese bellísimo close up de sus hermosas pupilas.
―Segundo, Río Escondido (1947), donde María dejó atrás todo asomo de arreglos de
belleza y maquillaje para interpretar a una valiente profesora rural quien llega a un
pueblito perdido para llevar la luz de la educación, enviada por el mismísimo presidente

195
Miguel Alemán. No necesitó de maquillaje ni de peinados sofisticados; su personalidad y
su hermoso rostro son parte fundamental de Río Escondido.‖
Finalmente, La diosa arrodillada, de 1947: ―Antítesis de la anterior, vemos la belleza de
María en todo su esplendor, peinados majestuosos y un vestuario que realza su increíble
voluptuosidad. Como esa escena en la que ella se presenta en casa de Arturo de
Córdova y de su mujer, Charito Granados, para la fiesta de cumpleaños de ésta… ¡Uno
se la quiere comer lentamente! En esa cinta, María Félix es erotismo puro.‖
Jorge Ayala Blanco, crítico e historiador de cine, destaca que María Félix es un invento
de Fernando de Fuentes, si bien el primer filme de ella fue El peñón de las ánimas, de
Miguel Zacarías. Pondera a la diva considerándola como que ―Es la hembra que aplasta
a cualquier hombre, representante de la venganza en contra de los hombres. No sólo
era Doña Bárbara, también Doña Diabla por unos diálogos absolutamente maravillosos
que le escribían.‖
Ejemplifica Ayala Blanco con un parlamento: ‗Yo sé que para ti soy una mujer más, en
cambio para mí eres un hombre menos‘. Dicha conjunción ―entre la mujer macho‖,
motiva su dictamen: ―María era una amenaza para la virilidad‖. Sus largometrajes
preferidos: Enamorada, La diosa arrodillada y Río Escondido.
El crítico de Proceso, Javier Betancourt es directo: ―Hasta la peor película de María
Félix tiene algo que rescatarle: ella misma. En lo personal, mi favorita es La diosa
arrodillada, un excelente trabajo de Gavaldón donde la estética de cine negro no parece
ni copiada ni adaptada al contexto mexicano, emana de la acción y de la angustia que
viven los personajes.‖
―Lo más importante es que aquí la personalidad de María Félix absorbe por completo a
todos y cada uno de los elementos que componen esta cinta; realizador, fotógrafo (Álex
Phillips) y actores (Arturo de Córdoba) se convierten en material plástico de la efigie de
esta diosa del cine mexicano.‖
―María Félix es un solipsismo del cine mexicano; el narcisismo de ella es el orgullo de
todos los mexicanos que la admiran y ven a través de sus ojos. En el nivel del arte con
mayúscula tenemos a Luis Buñuel; pero si pensamos el cine como puro fenómeno de
expresión y comunicación, nuestra cinematografía no sería la misma sin ella. Impuso no
su presencia (cualquier actor bueno o malo lo hace), sino su manera de estar. Más vale
ser la bruja y no la tonta.‖
Carlos Bonfil expresa que acercarse a María Félix es aproximarse asimismo a las
personas que trabajaron a su lado: ―Fueron unos talentosos maravillosos… Desde el
fotógrafo Gabriel Figueroa, quien ayuda mucho a crear el mito de la máxima diva del
cine mexicano y su rostro, sus ojos y su mirada, hasta El Indio Fernández.
―Ella era un personaje que brillaba tanto en México como en el extranjero, por su
personalidad podía fascinar a Luis Buñuel y a Jean Renoir, no tanto por sus dones
histriónicas; lo que fascinaba de ella era una nueva imagen de la femineidad que
contrastaba con el cliché de la mujer mexicana abnegada, sumisa. Era, entonces, la
fierecilla domada.‖
Señaló que sedujo a directores, fotógrafos e intelectuales, como Carlos Monsiváis,
Octavio Paz y Carlos Fuentes; este último le dedicó un libro, Zona sagrada, ―pero ella es
alguien que trasciende esta noción de si era buena o mala actriz para ser sencillamente
una presencia que no puedes pasar por alto‖.
La guionista y periodista Susana Cato denota que la plus belle femme du monde (la
mujer más bella del mundo, tal como la llamaban en Francia) ―más que actriz fue un
emblema que no pudo desprenderse nunca de la piel de su personaje. Como me dijo
ella misma en una entrevista al final de su vida: ‗Hasta el perico de mi casa me la
recuerda: ‘¿Dónde está mi Doña?‘.‖
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―Como periodista no sabía una si preguntarle sobre su amor de película con Agustín
Lara o sobre el Santos Luzardo de su vida.‖
―La actriz fue una personalidad que embrujó a todos como los ‗rebullones‘ del demonio
en Doña Bárbara. Estaba en los cuadros de Diego Rivera y hasta en la famosa pulquería
La Rosita, en Coyoacán, donde Arturo García Bustos, uno de los Fridos (los cuatro
alumnos preferidos de Frida Kahlo) la pintó sentada sobre las nubes y a los que la
miraban de cabeza, porque así los traía a todos. En un país de machos, fue también la
antítesis que armonizó todo: la dominadora de hombres.‖
Silvestre López Portillo, especialista de cine en televisión, radio y prensa escrita,
especifica que la actriz poseía un rostro que expresaba todo: ―Pasión, erotismo, dolor,
amor y al mismo tiempo, una dureza, carácter y fuerza. Esto fue lo que le dio su fama y
su estilo en las actuaciones, tanto las buenas como las malas. Siempre aportaba a sus
personajes, sin importar raza o estatus social, una imagen más moderna, con carácter y,
sobre todo, fuerza.‖
A decir suyo, Enamorada, Río Escondido y El peñón de las ánimas son sus
largometrajes preferidos de esta luminaria, quien expresó alguna vez: A un hombre hay
que llorarle tres días… y al cuarto, te pones tacones y ropa nueva.
El historiador Enrique Krauze escribió en el prólogo del libro, ―Todas mis guerras‖, de
María Félix: ―Usted se ha robado el siglo‖, y más adelante refiere: ―María Félix optó por
proteger su personaje. Desde un principio, percibió que en torno a él se había creado un
mito y sintió que su imperativo mayor era respetarlo. Su distancia, como en aquel cuento
de Rulfo, se oye. ―Su genio verbal me sorprendió casi tanto como su hermosura tena z.
Cada frase tenía giros inusitados. Había algo de fuete, de puñal en sus hallazgos, una
sorpresa incesante que no tenía su origen en lecturas o reflejos miméticos sino en un
venero propio, construido al cabo de mil experiencias, viajes, personas, su trato con
escritores –Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, Renato Leduc, Mauricio Magdaleno,
Efraín Huerta,- contribuyó seguramente a alertar su oído, pero la originalidad de su voz
era evidente. Y si a la creatividad se aunaba la corrección, la charla de sobre mesa se
volvía lo que fue aquella: un acto de encantamiento‖.
El escritor español Terenci Moix, dije entre otras cosas de María Félix, ―Reina
continental, arribó a España para ejercer de emperatriz como en todo lugar dónde
instituyó su poder. (…) ―María Félix, después de su esplendorosa presencia en México
captada por Gabriel Figueroa y Alex Philips, en sus trasplantes a cinematografías
extranjeras lució divina y algunas veces hasta parodió su imagen de perversa.
Inolvidable en French Cancán, de Jean Renoir; intensa en sus films de pasiones ―A la
francesa‖ como La fiebre sube al Pao , de Luis Buñuel, con Gerard Philippe y Jean
Servais, y en Los héroes están fatigados, con Yves Montand, Curt Jurgens y Jean
Servais. A la Félix la comprendió muy bien la pinto ra Leonor Fini, la realzó como la
encarnación del arte y la personificación de todos sus poderes míticos; obsérvese uno
de sus cuadros dedicados a la diva en la que sugiere a María convertida en corteza de
árbol salvaje‖. Dice también Terenci Moix que María simbolizó la autoridad de la gran
matrona romana en uno de sus films italianos y que le faltó una tragedia griega, no sería
ninguna sorpresa descubrirla en un juego de máscaras, ya que ella siempre fue ―de
categoría superior‖. María siempre tuvo el don del cine, ninguna otra actriz de cine
mundial sabe convertir las modas de los años cuarenta y cincuenta en atributos
intrínsecos de la mujer fatal: los vestidos de terciopelo negro, los visones como símbolo
de poder, los abrigos de enorme solapa como imaginados para esconder un rostro
culpable, elementos que contribuyen a magnificar la ilusión de una mujer que todo lo
puede y a quien a de cuadrar como nadie el mote de Doña, sea Doña Diabla o Doña
Bárbara, o simplemente la Doña: María Félix‖.
197
El gran director de fotografía, Nestor Almendros destacó en su libro Cinemanía que uno
de los momentos cumbres en la cinematografía mexicana ocurre en La Cucaracha
cuando María Félix y Emilio Fernández se comen un helado sentados a la mesa durante
los festejos de una feria de pueblo; que el trabajo interpretativo de la Félix, a cargo de un
excelente director de actores, Ismael Rodríguez, alcanza momentos insospechados; lo
mismo sucede con Emilio Fernández.
Perla Schwartz refuerza esa personalidad telúrica de La Doña y que ―uno de los más
bellos close up de nuestro cine, es el de sus ojos en Enamorada‖: ―Ella fue una mujer
muy guapa y elegante, una de sus mejores películas donde tiene un gran lucimiento es
La diosa arrodillada.‖ Y remata: ―María Félix es sinónimo de Diva y su mito aún pervive.‖
Fernanda Solórzano, ensayista y editora, acentúa que los papeles tomaban la forma y
características de María Félix, no a la inversa: ―El trabajo actoral requiere que el actor
habite un personaje y a veces desaparezca en él. Con e lla esto habría sido imposible,
tanto por la magnitud de su belleza, por su fotogenia y porque jamás lo hubiera
permitido.‖
María Félix expresó en varias entrevistas: " Yo no soy ejemplo de nada‖. Pero ha
demostrado con su talento, inteligencia y esfuerzo que alcanzar las metas que ella se
propuso no son imposibles, que hay que disciplinarse y luchar por lo que uno quiere, no
es al azar que ella eligiera como título para su autobiografía " Todas mis guerras‖.
No perteneció al partido feminista, pensó que no es luchando contra los hombres sino
aliándose con ellos que el futuro de la mujer puede mejorar, la mujer debe prepararse
para tener mejores oportunidades en el próximo milenio.
Los autores James Robert Parish y Don E. Stanke, señalan en su libro , The Glamour
Girls que ―el ejemplo más valioso de glamour en el cine, le fue negado a Hollywood.
María Félix, estrella de docenas de películas mexicanas, francesas, italianas, españolas,
argentinas, nunca filmó una cinta en inglés. Siempre permanecerá en los anales de la
historia del cine como la gran pérdida para el cine norteamericano‖.
―Siempre me ofrecieron contratos‖, refiere La Félix, ―pero ellos me querían para
personificar indias y campesinas sumisas, y después de todo María Félix es María Félix‖.
No cayó en el chovinismo de Hollywood. ―Para ella, el glamour era tan esencial como el
oxígeno‖. En sus films, ―La Doña luce diez pies de alto, brilla como una aparición
deslumbrante, ya sea como la amazona vengativa o la devoradora de hombres cubierta
de minks y esmeraldas‖.
En su ensayo ―Ave Félix‖, dentro del libro Cine o sardina, Cabrera Infante apunta:
―Cuando surgió María Félix en el mes de abril era, como Afrodita, ya una mujer hecha.
Uno de los dones de la Félix es que siempre fue una mujer: nunca nadie la recuerda
como una muchacha o una adolescente alta. Aún las otras diosas del cine, versiones de
Venus, como Greta Garbo o Marlene Dietrich, jamás fueron mujeres completas. La
Garbo en Gran hotel era una temblorosa niña neurótica, una ballerina patética. Marlene
Dietrich en El ángel azul era una púber pervertida. Pero María Félix fue siempre muy
mujer. Ella no era una malcriada versión mexicana de la fierecilla domada, ni una bella
máscara hierática y helada bajo la piel cobriza ni una india pasiva y apática, por
mencionar a tres estrellas internacionales mexicanas. María fue siempre su propia ama,
La Doña, y su carácter no le permitía jamás descender a la mera moza sumisa. Antes de
la liberación de la mujer, ella no era sólo una mujer liberada sino dueña de su destino y
en muchas ocasiones del destino de los hombres que se atrevían a cruzar su camino;
como la Diana al ser sorprendida en su baño en el bosque por un cazador de imágenes,
es capaz de matar al mirón con sus propios perros. La orden de matar proviene de la
divinidad desnuda. María Félix era de temer y aún enamorada su amor era tan terrible
como su odio y los celos hacían de Otelo un moro moroso. Cuando se piensa en las
198
otras dos mujeres verdaderamente bellas del siglo veinte, Greta Garbo y Hedy Lamarr,
María Félix es la única que abandonada en una isla desierta como Robinson Crusoe,
sería una real Robinsona, capaz de no sólo sobrevivir y de reconstruir su civilización con
dedicada, delicada minuciosidad, sino de rechazar a Viernes por superfluo y exterminar
a todos los caníbales con su odio destructor. Mientras que otras como Hedy Lamarr
hubiera sido violada por Viernes y devorada por los antropófagos, María se lo habría
almorzado. Los ojos de la Félix son fuego y fervor‖. María Félix es una original. Ella es su
propio canon de belleza y sólo es posible compararla consigo misma. Su Gestalt se
descompone en su larga cabellera en ondas. Pocos ojos del cine consiguen ese
resplandor visible hasta en las fotos fijas. Cuando alguien me dijo: María Félix es todavía
bella, respondí que ―todavía‖ es una palabra mezquina para María Félix, eterna como
Venus. Y finaliza: ―Quiero agradecer (,,,) el placer que María Félix me ha regalado sin
pedirme nada en cambio. Lo escrito se une a los diversos homenajes que otros hombres
le han rendido a su persona de distinta manera‖.
Dijo de ella el crítico de cine David Thompson (que durante muchos años publicó sus
artículos en el New York Times) en su ―Nuevo diccionario biográfico del cine‖: ―La
pueden llamar una actriz terrible, la pueden llamar la diva de las divas, pero nadie puede
negar que fue la más grande estrella de cine de México y la más grande de todas las
estrellas del cine hablado en español (…) ella no sólo dominó la industria fílmica
mexicana y fue un ídolo nacional, una celebridad de proporciones colosales, fue modelo
de artistas de la talla de Diego Rivera, José Clemente Orozco y ya en el mundo en los
años cincuenta y sesenta, de Jean Cocteau, Leonora Carrington, Leonor Fini, Remedios
Varo, Pedro Friedeberg. (…) Siempre fue recibida como una reina: Eva Perón la
consideró una gran amiga. Frida Kahlo le pidió que se casara con su marido, Diego
Rivera. El rey Farouk de Egipto le ofreció dentro de la joyería Cartier un regalo millonario
por una noche de amor. La Félix rehusó pero le preguntó si podría darle el regalo si
aceptaba la noche con su chofer que sí le gustó; Farouk se negó y ella también.
Salvador Novo, escribió una obra ―La Güera y la Estrella‖, uno de sus diálogos entre
personajes famosos. Además de ser un intercambio de temperamentos fuertes, María
Félix y la Güera Rodríguez, sostienen un incisivo diálogo intemporal. Es una obra con
mucho humor. Novo dirigió a La Félix en La voz humana, de Jean Cocteau para la
televisión de Monterrey, en 1964, traducida y adaptada por el propio Novo. Novo apunta
en sus memorias: ―Es un positivo descaro lo hermosa que es esta mujer, que respira y
exhala la felicidad de vivir, por sus ojos bárbaros, por su rostro de porcelana, por su
cuerpo flexible y tenso, por su voz cálida y por el afecto con que prodiga atenciones a
sus privilegiados…‖
Salvador Novo que principió como enemigo de María y terminó admirándola, publicó en
un periódico la tan esperada noticia para mucha mujeres: " Receta de la Belleza de
María Félix " y comenzaba narrando a qué hora se despertaba, qué desayunaba, qué
ejercicios hacía, pero finalizaba diciendo:
―Después que usted haga todo esto, necesita también tener ¡la belleza de María!".
Ser un personaje, tener una imagen pública, sostener un éxito por décadas, parece
cosa fácil pero atrás de todo esto hay inteligencia y disciplina. No es cuestión de ponerse
a levantar la ceja o llevar unas peinetas en el pelo, o hablar, vestirse y moverse como La
Doña, las que han tratado de imitarla han caído en el ridículo, se les olvida que hay que
empezar por dentro.
Nada, sin embargo, empañó el cariño y la admiración que le tenían los mexicanos. El
día de sus funerales, el público apostado en el camino hacia el Cementerio del Panteón
Francés, junto con las flores, las pancartas y las fotos de la actriz le gritaba: "¡Viva María
Bonita!", "¡Viva La Doña!".
199
TESTIMONIO GRÁFICO

María Félix (1914-2002)

200
201
202
203
204
María Félix y su familia

Bernardo Félix Josefina Guereña

205
María Félix niña, adolescente y joven

María y su hermano Pablo Félix

206
María Félix, su primer esposo y otros enamorados

María y Enrique Álvarez Alatorre, su primer esposo

Rafael Corcuera y María María y Jorge Pasquel

207
Jorge Pasquel Jean Cau

María y Carlos Thompson María y Jean Cau

208
María Félix y Agustín Lara

209
María Félix y Jorge Negrete

210
María Félix y Alex Berger

211
María Félix y Antoine Tzapoff

212
María Félix y su hijo, el también actor Enrique Álvarez Félix

213
María Félix con amigos, artistas, políticos y otros conocidos

Rocío Jurado y María Félix María Félix y Hedy Lamarr

María Montez y María Félix María Félix y Robert de Niro

214
María, su hijo Kike y Silvia Pinal Arlettys y María Félix

Fernando Soler y María Félix Luis Buñuel y María

215
María y el Indio Fernández La Bella Otero y María Félix

María y Diego Rivera Jacobo Zabludosky y María


216
María y Enrique Santiesteban María, Olga Guillot y Carmen Miranda

Ofelia Fox, Martin Fox y María Lilia Lazo y María Félix

217
María y Perla Aguiar María y Bette Davis

Evita Perón y María María y Frida Kahlo

218
María y Vittorio Gassman María y Francoise Arnoul

María y Dolores del Río María y Sara García


219
Ernesto Alonso y María Fernando Fernán Gómez y María

Sara Montiel y María Juan Gabriel y María

220
María y Luis Miguel Dominguín Miguel Bosé y María

221
María Félix, Mario Moreno ―Cantinflas‖ y Dolores del Río

María Félix, Diego Rivera, Armando Valdés Peza, Frida Kahlo, y Enrique Álvarez Félix
en 1950

222
María Félix en algunas de sus películas

María en ―Doña Bárbara‖ En ―La china poblana‖

María en ―Vértigo‖ En ―La bailarina española‖

223
En ―La devoradora‖ En ―La mujer de todos‖

En ―Mesalina‖ Con Lola Beltrán en ―Las Bandidas‖

224
Sepelio de la Doña María Félix, abril del 2003

225
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228
Índice

Preámbulo…………………………………………………………………………. 2
María Félix: su vida, su obra. La historia…………………………………. 4
Testimonio gráfico………………………………………………………………… 200
María Félix……………………………………………………………………… 200
María Félix y su familia…………………………………………………….. 205
María Félix niña, adolescente y joven………………………………….. 206
María Félix, su primer esposo y otros enamorados……………….. 207
María Félix y Agustín Lara…………………………………………………… 209
María Félix y Jorge Negrete………………………………………………….. 210
María Félix y Alex Berger……………………………………………………. 211
María Félix y Antoine Tzapoff………………………………………………. 212
María Félix y su hijo, el también actor Enrique Álvarez Félix……. 213
María Félix con amigos, artistas, políticos y otros conocidos………. 214
María Félix en algunas de sus películas…………………………………….. 223
Bibliografía…………………………………………………………………………………… 226

229
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