Terapia Familiar
Terapia Familiar
Terapia Familiar
Prólogo
Los capítulos de este libro fueron escritos con el objeto de analizar el campo de la terapia
familiar intensiva. La obra no constituye una compilación de artículos publicados
anteriormente; todos los capítulos
son contribuciones originales, escritas a petición de los directores dela edición. La
estructura del volumen fue determinada por la experiencia de éstos en el área de la terapia
familiar y por el intercambio continuo con otros especialistas en la materia, a través de
simposios, discusiones y, en la mayoría de los casos, la observación directa de su trabajo.
Al buscar colaboradores, acudimos primero a los investigadores por cuya labor clínica
sentíamos respeto, y les asignamos problemas en los cuales, a nuestro juicio, eran expertos,
y que presentaban mayor interés para ellos. En esta obra están representados casi todos los
principales especialistas en terapia familiar que trabajan con orientación psicoanalítica,
fundada en principios psicodinámicos y que tiene como meta el cambio reconstructivo
profundo, tanto en el grupo familiar como en los individuos miembros del mismo.
Elegimos la expresión "terapia familiar intensiva" con el objeto de caracterizar la cualidad
distintiva que comparten las diversas escuelas de terapia familiar representadas en esta
obra. En la opinión de quienes prepararon la edición, es preciso distinguir dos clases de
terapia familiar: la intensiva y la de apoyo. Al clasificar otras terapias familiares diciendo
que son de apoyo, no pretendemos rebajar la importancia de la contribución de un enfoque
que tiene como finalidad aclarar la comunicación, modificar patrones de interacción y
ayudar a la familia a enfrentar situaciones concretas de tensión; estos enfoques de apoyo
tienen indicaciones válidas. Sin embargo, con mucha frecuencia hemos oído a
psicoterapeutas profesionales calificar toda terapia familiar como un tipo de procedimiento
de apoyo y consejo (por ejemplo, aquellas que ayudan a la familia a comprender y tratar al
paciente). La terapia familiar intensiva, descrita en esta obra, pretende la comprensión de
las deformaciones de transferencias inconscientes que afectan las relaciones familiares
estrechas. La terapia individual intensiva y la terapia familiar intensiva comparten
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6
metas profundas, pero contrariamente a la opinión de que el cambio intrapsíquico profundo
sólo puede producirse en la situación psicoterapéutica individual, los terapeutas que han
escrito esta obra sostienen que algunos problemas de transferencia pueden explorarse y
abordarse con mayor eficacia en sesiones familiares conjuntas. En la terapia familiar
intensiva, los miembros de la familia se ayudan entre sí a superar las deformaciones de sus
transferencias, tan bien como lo harían los terapeutas.
Hemos dado a los autores un margen considerable para la presentación de sus propios
puntos dt vista y hemos limitado nuestro trabajo, en la edición, a cuestiones claras, en vez
de tocar aspectos en los que pudié semos estar en desacuerdo. La obra está orientada hacia
las dimensiones tradicionales de la psicoterapia, aunque también incluimos algunas
consideraciones significativas, propias de la terapia familiar. Nos hemos propuesto un libro
que, por una parte, trasmita experiencias clínicas y, por otra, proyecte un punto de vista
conceptual. Cada uno de los autores, por derecho propio, es un teórico concienzudo y
penetrante y, según creemos, ha logrado integrar lo práctico y lo teórico, lo abstracto y lo
concreto.
En el capítulo 1, los doctores Gerald H. Zuk y David Rubinstein nos ofrecen una revisión
de la bibliografía que condujo al desarrollo de la terapia familiar y tratan de elucidar, con
espíritu crítico, algunos de los problemas y conceptos fundamentales de la materia. El
doctor Zuk ha publicado artículos acerca de las relaciones familiares de los niñas
retrasados, y las observaciones en materia de terapia familiar. El doctor Rubinstein ha
hecho aportaciones a la bibliografía de la terapia familiar, como terapeuta, investigador y
articulista; se ha interesado desde hace mucho tiempo en la psicoterapia intensiva de
esquizofrénicos.
El capítulo 2 es un ensayo teórico del doctor Ivan BoszormenyiNagy, que trata de situar los
conceptos del proceso familiar en un amplio marco de referencia, con la finalidad de
integrar los puntos de vista psicoanalíticos-psiquiátricos y humanístico-existencial. El
doctor Boszormenyi-Nagy ha publicado obras sobre diversos aspectos de la investigación
en materia de esquizofrenia y, en años más recientes, en el campo de la terapia familiar. Sus
publicaciones van desde el tema de los problemas conceptuales y terapéuticos que se
presentan en la terapia familiar, hasta los problemas de "transferencias familiares" entre el
paciente y el personal de los programas psiquiátricos. Su gran interés en la psicopatología y
la psicoterapia de la esquizofrenia lo llevó a establecer, en 1957, el programa de terapia
familiar del Departamento de Investigación Clinica, del Eastern Pennsylvania Psychiatric
Institute.
En el capítulo 3, el doctor Boszormenyi-Nagy utiliza conceptos teóricos del capítulo
anterior a éste, para el estudio de algunas situaciones
fundamentales de la terapia familiar y ejemplifica sus conceptos del sistema y el proceso
familiares, con extractos de sesiones con una familia en tratamiento. En este capítulo, tiene
importancia especial la demostración de cómo el cambio estructural intrapsíquico en los
individuos fue paralelo a un cambio decisivo en el sistema de la familia.
En el capítulo 4, el doctor James L. Framo describe un amplio espectro de cuestiones
conceptuales y técnicas, tal como le surgieron a lo largo de sus años de experiencia
terapéutica en el programa de terapia familiar del Eastern Pennsylvania Psychiatric
Institute. Siendo uno de los pocos autores que han escrito sobre técnica de la terapia
familiar, se esfuerza por delinear los fundamentos y etapas del proceso terapéutico, así
como problemas especiales tales como la resistencia, las relaciones matrimoniales, el
hermano "sano", la transferencia contratransferencia, las relaciones en un equipo de
coterapia, los problemas de la terminación y una evaluación clínica de la terapia familiar.
Sus publicaciones van desde la investigación sistemática en los campos de la percepción,
los sueños y las escalas de calificación psicopatológica, hasta artículos de clínica sobre
esquizofrenia, organización hospitalaria orientada a la familia, dinámica familiar y terapia
familiar.
En el capítulo 5, el doctor Murray Bowen integra su conocimiento de la teoría de la
dinámica familiar con su experiencia en materia de hospitalización de familias enteras y de
tratamiento de familias en la práctica privada. Nos señala cómo la sociedad, la práctica
médica, la estructura hospitalaria y las leyes que gobiernan la enfermedad mental, basadas
todas en el concepto del individuo enfermo, pueden encajar en el "proceso de proyección
familiar". Este punto de vista es muy importante y puede tener grandes consecuencias. El
doctor Bowen, psicoanalista, es ampliamente conocido por su estudio del tratamiento de
familias de esquizofrénicos hospitalizadas llevado a cabo en el Natio:nal Institute for
Mental Health. Es el forjador de algunos conceptos importantes en materia de patología
familiar.
En una transcripción literal de toda una sesión de terapia familiar, los doctores Nathan W.
Ackerman y Paul F. Franklin, nos demuestran en el capítulo 6, su interpretación intuitiva e
imaginativa del tratamiento de una familia. El lector advertirá en esta transcripción la
importancia que tiene la sensibilidad del terapeuta a la interacción no verbal, elemento
mucho más importante en la terapia familiar que en la individual o de grupo. Complemento
interesante de este capítulo es la película intitulada "Dentro y fuera de la psicosis", basada
en el tratamiento de esta misma familia. En este estudio los autores nos muestran cómo una
enfermedad aparentemente maligna puede ser tratada eficazmente, cuando se le toma por
enfermedad enraizada en las relaciones familiares.
El doctor Ackerman, psicoanalista, es uno de los pioneros de la terapia familiar y quizá la
persona mas identificada con este campo. Sus publicaciones abarcan desde la psiquiatría
infantil, pasando por las inves tigaciones psicosomáticas y el prejuicio social, hasta las
relaciones internacionales. Es autor de The Psychodinamics o f Family Li fe y Exploring
the Base for Family Therapy (dir.), de otras obras y numerosos artículos. El doctor Franklin
es psicoanalista y psiquiatra, interesado desde hace muchos años en la dinámica familiar,
con interés especial en las familias de "esquizofrénicos".
En el capítulo 7, el doctor Lyman C. Wynne aborda la cuestión práctica de las indicaciones
y las contraindicaciones de la terapia familiar. Aunque muchos terapeutas consideren tal
vez que el intento de señalar las indicaciones y contraindicaciones de la terapia familiar
como tratamiento de elección puede ser prematuro, porque se carece de un conocimiento
plenamente desarrollado, no es posible menospreciar las valientes opiniones de uno de los
terapeutas familiares más experimentados de su país. Además de ser psiquiatra y
psicoanalista, el doctor Wynne es doctorado en psicología social; es forjador de varios de
los conceptos teóricos fundamentales de la dinámica familiar transaccional. Sus
fundamentos conceptuales, amplios y profundos, le permiten ser uno de los científicos más
concienzudos en el campo de la dinámica familiar, de la dinámica de la personalidad, de los
trastornos del pensamiento y de los estudios familiares interculturales.
Los doctores Carl A. Whitaker, Richard F. Felder y John Warkentin están notablemente
capacitados para escribir el capítulo 8, relativo a la contratransferencia en la terapia
familiar. Han desarrollado un enfoque verdaderamente basado en experiencias del proceso
terapéutico, tanto individual como familiar. Este capítulo demuestra también la compleja
relación recíproca entre los aspectos personales y profesionales de la terapia, que tanto
prestigio han dado a los autores. El doctor Whitaker, ha hecho aportaciones bien conocidas
al campo de la psicoterapia intensiva. Es autor (juntamente con Thomas P. Malone) de la
obra intitulada Roots o f Psychotherapy, director de la edición de Psychotherapy o f
Chronic Schizophrenia y autor de muchos artículos y capítulos de libros. Se ha interesado
en la relación terapeuta-paciente y, con sus colegas de la Atlanta Psychiatric Clinic ha
desarrollado el método de "terapia múltiple". El doctor Felder, psiquiatra, ha colaborado
con sus colegas de la clínica mencionada en la redacción de trabajos sobre psicoterapia
experienciasl. El doctor Warkentin, psiquiatra doctorado en psicología, es famoso por sus
notables aportaciones a la comprensión de los aspectos prácticos de la psicoterapia, y ha
manifestado constante interés por los avances de la terapia familiar.
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En el capítulo 9, el doctor Ronald D. Laing, psicoanalista inglés, introduce el concepto
"mistificación", en el estudio de los patrones de comunicación patógena en las familias.
Nos hace ver cómo los miembros de la familia manipular, confunden y ejercen poder, unos
sobre otros, a través de comunicaciones mistificadoras. Se conoce al doctor Laing por su
amplio interés en las orientaciones existencial y psicoanalítica. Es autor de The Divided Sel
f, The Sel f and Others, y de Sanity, Madness, and the Family. Recientemente ha estudiado
familias "normales".
En el capítulo 10, los doctores Anthony F. C. Wallace y Raymond D. Fogelson,
antropólogos, utilizan su observación sistemática del trabajo en el programa de terapia
familiar del Eastern Pennsylvania Psychiatric Institute, para la explicación de lo que llaman
"lucha por la identidad". Tratan de integrar los conceptos psicoanalítico-psiquiátricos y
antropológicos de identidad, y de poner de relieve las ubicuas implicaciones culturales de la
lucha por la identidad. El doctor Wallace es autor de Culture and Personality, y de muchas
publicaciones sobre aspectos culturales de la psiquitría. El doctor Fogelson se ha
interesado, desde hace mucho tiempo, en los aspectos antropológicos de la psiquiatría
social.
En el capítulo 11, el doctor Framo aborda el examen de algunos problemas que presenta la
investigación sistemática de la dinámica familiar, y revisa la contribución de la disciplina
del grupo pequeño, eva luando críticamente los estudios sistemáticos de la unidad familiar
interactuante, concentrando su atención en los problemas metodológicos que presenta la
medición de la interacción familiar y, por último, establece un punto de vista acerca de la
investigación en materia de dinámica familiar, que tiene como propósito orientar al
investigador en la dirección de las variables mas significativas.
El autor del capítulo 12, el doctor Harold F. Searles, uno de los más destacados autores en
materia de psicoterapia intensiva, especialmente en materia de esquizofrenia, está
especialmente capacitado para elaborar el último capítulo de este volumen. La distinción
que establece, entre los procesos intrapsíquicos y los interpersonales, destacada lo que
probablemente habrá de ser, durante mucho tiempo aún, la cuestión teórica fundamental de
la psicopatología. La integración de estos dos aspectos importantes es indispensable para el
desarrollo de una teoría completa de la personalidad y del tratamiento. El doctor Searles,
analista e instructor, asociado anteriormente a Chestnut Lodge, ha destacado por sus
aportaciones originales acerca de la experiencia subjetiva del terapeuta, como parte del
proceso de psicoterapia. La International Universities Press ha publicado recientemente una
colección de artículos suyos. Es también autor de The Nonhuman Environment, in Normal
Development and in Schizophrenia.
Cuando se va dando forma a un volumen como éste, se contraen muchas obligaciones con
otras personas. Podríamos empezar con nuestras esposas y familias inmediatas, así como
con nuestras familias de origen, que contribuyeron a proporcionarnos el contexto emocional
y la experiencia familiar que dieron origen, probalemente, a nuestro interés en la familia.
Hablando concretamente, diremos que nuestras esposas leyeron los manuscritos de la obra,
y nos ayudaron en su papel de críticos benévolos.
Indudablemente, nos sentimos agradecidos a los colaboradores que soportaron todas las
penas y fatigas que implica la redacción de un capítulo para un libro de este tipo. Cuando
terminaron sus propios capítulos, nos ayudaron a vencer nuestras propias dificultades para
la terminación del trabajo.
En cada uno de los capítulos está expresada la gratitud que sentimos por quienes trabajaron
con nosotros en el programa de terapia familiar del Eastern Pennsylvania Psychiatric
Institute.
Los directores de esta edición y sus diversos autores, dan las gracias a los editores y autores
de libros y de artículos, que han permitido citar materiales suyos en esta obra.
Debemos señalar el aprecio que tenemos a Paul Hoeber, editor de esta abra, por la fe que
nos tuvo y por su aliento. También queremos agradecer sus servicios a Claire Drullard y
Mitsi Sundvall, miembros de la editorial.
En la fase inicial de la composición y previsión del alcance de esta obra los doctores Harold
F. Searles, Norman Elrod y Lyman C. Wynne nos dieron útiles sugerencias en cuanto a
colaboradores.
Asimismo, agradecemos a Rita M. Tocci no sólo por la transcripción a máquina de nuestros
manuscritos y otras partes de este libro, sino también el haberse hecho cargo de muchos
otros trabajos de oficina.
IVAN BOSZORMENYI-NAGY, M.D.
Filadelfia
JAMES L. FRAMO, PH. D.
Introducción
La publicación de esta obra nos inicia en el enfoque transaccional familiar profundo de la
psicopatología y el tratamiento. Nuestro deseo de comunicar las experiencias y
descubrimientos que han ido acumu lando los diversos precursores del campo relativamente
nuevo de la terapia familiar, motivó esta edición. Dichos descubrimientos pueden tener
importantes implicaciones en lo relativo a la naturaleza interaccional de la disfunción de la
personalidad y su manejo terapéutico. Toda la gama de nuestros conceptos actuales,
fundados en el individuo, tendrá que reexaminarse desde el punto de observación que nos
p~ei-mita ver al individuo en el contexto de sus relaciones más íntimas, el de la familia.
Para la terapia de unidad familiar o conjunta, el paciente es toda la familia, y esta
"mutación" de las maneras tradicionales de enfocar la psicopatología da lugar no sólo a una
técnica terapéutica y a una manera de entender la enfermedad mental nuevas, sino a una
novedosa perspectiva del hombre.
Inicialmente, la terapia familiar se llevó a cabo por razones tanto de investigación como
prácticas del manejo terapéutico. Los que han trabajado en el campo de la terapia familiar
intensiva estaban de acuer do, al menos implícitamente, en que era necesario redefinir la
enfermedad, es decir, que las relaciones dentro de la familia son constituyentes de la
condición psiquiátrica de que se trate, en vez de ser tan solo factores ambientales que
influyen en ella, o que la causan históricamente.
La mayoría de los innovadores de este singular enfoque provienen del área de la
psicoterapia individual intensiva de pacientes esquizofrénicos; durante el tratamiento de
estos graves trastornos del ego, descu brieron que estaban tratando a los pacientes en un
vaío. El tratamiento progresaba únicamente hasta el punto en que la insight* tenía que
traducirse en cambios perdurables de la conducta, y entonces toda la empresa se venía
abajo, primordialmente a causa de una colusión regre
* Auténtica comprensión profunda de la dinámica motivational inconsciente y los
elementos que participan en ella. (N. del R.)
12
siva inconsciente, entre la familia y el paciente. Pensaron que estas influencias externas,
invisibles pero poderosas, sólo podrían palparse y volverse controlables si quedaban
integradas en el programa de tratamiento. Pero la investigación psicológica y el tratamiento
de la familia entera había sido durante largo tiempo un tabú cultural y profesional; la gente
había considerado siempre, de manera casi instintiva, que las cuestiones familiares eran de
carácter privado, personal y sacrosanto. Aunque el genio de Freud nos llevó hasta una
comprensión profunda del mundo intrapsíquico del individuo, su renuencia a hacer
participar a los miembros de la familia en el tratamiento de individuos y su concepción del
individuo como sistema cerrado, establecieron la práctica de excluir a la familia de la
mayoría de las formas de psicoterapia. Así pues, se comprende que algunos de los primeros
terapeutas familiares se mostrasen reacios a dar a la luz pública sus experiencias, y que sus
experimentos con familias enteras se comunicasen casi en secreto a sus colegas.
Desconcertantes fracasos en los tratamientos dieron lugar a una reconsideración del
principio de exclusión, a medida que otros terapeutas comenzaron a advertir que, cuando
trataban a un solo individuo, no se hacía visible una parte del problema total, que el
tratamiento era a menudo minado por la familia, que era el paciente excepcional el que
hacía progresos perdurables cuando su familia no cambiaba y que la terapia individual a
menudo naufragaba, porque las inversiones emocionales primordiales quedaban fuera de la
situación de tratamiento.
El pensamiento de los terapeutas familiares pasó de considerar la enfermedad en el
paciente, a localizarla en la relación entre el paciente y la madre; a advertir que el padre y
los hermanos "sanos" tenían que ver con la psicopatología compartida y que el paciente no
era tanto víctima, sino agente que ayudaba a mantener la patologia familiar; por último, los
terapeutas pensaron que la familia, además de ser considerada como el agente nocivo,
contenía el potencial que podría aprovecharse para un cambio. Durante muchos años, los
terapeutas han tenido que valerse de los informes de los pacientes acerca de sus familias, o
de las entrevistas con nvembros de éstas, separadamente; sólo cuando se observó a la
familia interactuar, comenzaron a surgir nuevos e inesperados descubrimientos. La terapia
familiar ofreció a los miembros de las familias la oportunidad de expresar sentimientos
contenidos, que hasta entonces habían sido expresados indirecta o simbólicamente, a
menudo de manera hiriente. La presencia real, física, de los miembros de la familia dentro
del medio terapéutico, en el que los terapeutas hacían explícito lo que había estado oculto,
facilitó los intercambios emocionales; se ayudó a todos los miembros de la familia a
decirse, unos a otros, cosas que nunca habían sido capaces de decirse antes. Sin embargo, lo
que
Introducción
Introducción
13
empezó siendo una consideración práctica de tratamiento produjo dividendos
extraordinarios. Guando se estudió intensivamente a la familia, se descubrió que tenía sus
propias y singulares reglas, su mundo subyacente, mitos, redes de comunicación, alianzas,
amores y odios secretos.
Se descubrió que, por maduras que algunas personas pudiesen parecer en las relaciones
sociales comunes, algunos rasgos infantiles de su personalidad salían a luz únicamente
cuando se encontraban en presencia de
miembros de su familia. No sólo los síntomas más incomprensibles del paciente parecían
comenzar a cobrar sentido, al vérseles encajados en el seno familiar, sino que motivaciones
de mala adaptación parecían estar presentes no solamente en el citado paciente sino,
subclínicamente, en todos los miembros de la familia. Un miembro de ésta manejaba su
propia irracionalidad mediante la proyección, y luego manipulaba la "enfermedad" en otro
miembro de la familia. Se llegó a un punto crítico del pensamiento psiquiátrico cuando se
advirtió que los síntomas servían para equilibrar fuerzas dentro de la familia, lo mismo que
fuerzas intrapsíquicas. Se descubrió que existía en cada familia una estructura motivacionel
profunda, inconsciente y multipersonal. Se advirtió que la conducta, en vez de estar
determinada exclusivamente por las fuerzas psíquicas propias de un individuo, estaba
determinada, en parte, por los sistemas de motivos de otras figuras significativas que
podían frustrar o satisfacer necesidades. Se advirtió que hay siempre complicidad recíproca
en lo que unas personas hacen a otras, y que el dar, recibir y rehusar es reciproco. Los
terapeutas familiares comenzaron a entrever parte del sistema interconectado, homeostático
de la familia y cómo, de manera extremadamente intrincada, las luchas intrapsíquicas se
fundían en una totalidad transaccional. Si un miembro de la familia mejoraba, otro tenía
que equilibrar el sistema y enfermarse. La realidad de las relaciones familiares no
contravino, como se había temido, el trato con la transferencia; por el contrario, se encontró
que lo esencial del sistema familiar consistía en fuerzas interpersonales unitarias ocultas,
derivadas en parte de pasados conflictos intrapsíquicos de sus miembros, "sacadas" en el
presente. Además, se descubrió que la terapia de la familia conjunta despierta los fantasmas
de las propias expectativas relacionales internas del terapeuta, de una manera que no se
encuentra en la psicoterapia individual o de grupo, común y corriente.
Utilizando los insights obtenidos mediante el tratamiento de familias de esquizofrénicos,
los terapeutas comenzaron a aplicar los principios del sistema de familia, a aquellas que
mostraban una amplia va
riedad de trastornos emocionales en su vida; lo cual refleja la transición de esta obra en el
transcurso de su desarrollo, al pasar del campo de la esquizofrenia, hasta toda la gama de
condiciones psiquiátricas. Podríamos
14 Introducción
haber relacionado el libro con conceptos de condiciones psiquiátricas individuales, tales
como la esquizofrenia, pero creemos que ha llegado el momento de sustituir el pensamiento
del diagnóstico individual por el pensamiento del diagnóstico transaccional.
Cuando se hace la publicidad de volúmenes como éste, se suele expresar el clisé que dice
"este libro está destinado a psiquiatras, psicólogos clínicos, trabajadores sociales____ , ,
etc.". A nuestro juicio, será más útil que pongamos algunos ejemplos de los tipos de
situaciones concretas en los que el concepto de familia podrá utilizarse provechosamente.
No se conoce aún, y estamos lejos de poder hacerlo, la totalidad de aplicaciones posibles de
este enfoque. La exploración directa de relaciones íntimas, estrechas, puede ser la clave
para la comprensión de muchos problemas psicoterapéuticos escurridizos. El enfoque
tradicional de la orientación infantil que consiste en tratar al niño y hablar con los padres
por separado tendrá que criticarse a la luz del enfoque familiar. Los centros de salud mental
de las municipalidades, que ahora se están estableciendo en todo Estados Unidos, tal vez se
orienten a crear centros de salud mental familiar. Los funcionarios encargados de vigilar a
quienes gozan de libertad condicional y que tienen que lidiar con problemas de
delincuencia, así como los centros para la prevención del suicidio, los organismos de
servicio social para las familias, los consejeros matrimoniales, los profesionistas dedicados
a la práctica privada, los hospitales psiquiátricos, los centros de rehabilitación para ancianos
e incapacitados, quienes se encargan de los problemas de los desertores escolares y del
desempleo, etc., son algunos de los grupos para quienes la entrevista introductoria al
diagnóstico de la familia resultará especialmente útil para determinar el significado del
problema que se les presente, aun cuando en la práctica nunca llegue a emprenderse una
terapia familiar formal.
Quienes han llevado a cabo programas de entrenamiento para estudiantes de medicina y
psicología han sentido, desde hace mucho tiempo, la preocupación de cómo contrarrestar la
manera intelectual, deshuma
nizada de ver al hombre común en los cursos académicos; la observación de sesiones de
terapia familiar proporcionaría una vía directa a la apreciación de las dificultades emotivas
reales de la vida. Los estudiantes de psicoanálisis, al familiarizarse con la terapia familiar,
se percatarán de toda una nueva dimensión de los trastornos de la personalidad y podrán
llevar mejor a cabo el análisis individual. Una vez que se ha visto al paciente, y se ha
observado dónde vive, cómo se desenvuelve en la trama de sus relaciones más íntimas, ya
no puede uno volver a entender la psicopatología o incluso las propias relaciones familiares
de la misma manera.
Introducción
15
El exponer a observación directa y escrutinio terapéutico intensivo las relaciones familiares
íntimas, nos habrá de conducir a la formulación de hipótesis nuevas acerca de lã
psicopatología, la personalidad, las rela ciones humanas y la sociedad. Sin embargo,
convendrá hacer una advertencia. En el momento actual, nadie está en situación de
demostrar científicamente que el método transaccional familiar de tratamiento sea
preferible a otras maneras de abordar un determinado problema psiquiátrico, incluso en
aquellos casos en que es factible. Apenas empezamos a explorar las indicaciones, los
límites y las precauciones de esta forma de tratamiento. El movimiento que llamamos
terapia familiar está conquistando cada vez más adeptos y se está desarrollando, de manera
casi insólita, en las profesiones del campo de la salud mental. Sin embargo, consideramos
necesario prevenir contra los usos equivocados a que pueden dar lugar un excesivo
entusiasmo y la falta de conocimientos. Además, la resistencia a la terapia familiar puede
cobrar la forma de una estimación negativa del método, con fundamento en los
experimentos del principiante. Los lectores de esta obra reconocerán que la competencia y
la experiencia, en materia de terapia individual y de grupo, no es suficiente para llevar a
cabo terapia familiar; es necesario un entrenamiento especializado. Sólo el tiempo nos dirá
si la terapia familiar constituye o no un hito o un gran avance en el pensamiento y el
método psiquiátrico. Todo lo implícito en el concepto de terapia familiar no ha sido siquiera
totalmente desarrollado, y nos daremos por satisfechos al comprobar que nuestra obra ha
adelantado, por lo menos un paso decisivo en esa dirección.
Indice general
Cap. 1 REVISIóN DE CONCEPTOS UTILIZADOS EN EL ESTUDIO
Y TRATAMIENTO DE FAMILIAS DE ESQUIZOFRÉNICOS 23
GERALD H. ZUK, DAVID RUBINSTEIN
Estudios de patología familiar en las décadas de 1940 y 1950: la madre "patógena" y el
padre "inadecuado", 25. Patología de la familia y su tratamiento, en la década de 1950 y
principios de la del 60: la familia "patógena", 29. Discusión, 47. Referencias bibliográficas,
49.
Ca p. 2UNA TEORÍA DE RELACIONES: EXPERIENCIA Y TRANS
ACCIÓN 56
IVAN BOSZORMENYI-NAGY
Teoría dialéctica de la personalidad y la racionalidad analogías entre la psicología del ego y
la fenomenología existencial, 58. Modos de relacionarse, 65. Sistemas relacionales en la
familia, 85. El proceso relacional fásico, 101. Observaciones finales, 112. Referencias
bibliográficas, 113
Ca p. 3LA TERAPIA FAMILIAR INTENSIVA COMO PROCESO 116
IVAN BOSZORMENYI-NAGY
Marco de la acción, 117. Conceptos de patología individual y patología basada en el
sistema, 122. El contrato terapéutico, 127. Descripción de un casa, 129. Metas y
fundamentación, 162. Problemas de la terapia y los terapeutas, 169. Observaciones finales y
perspectivas, 174. Referencias bibliográficas, 177.
17
18 Índice general Índice
Cap. 4 FUNDAMENTOS Y TÉCNICAS DE LA TERAPIA FAMILIAR
INTENSIVA 179 Cap. 8
JAMES L. FRAMO
Fundamentos, 185. Fases iniciales de la terapia fami
Matrimonio
Fig. 3. P = padres; N = niños; O E = otro extrafamiliar
compañeros, basado en su confianza de la mutualidad general de disponibilidad como
objeto de cada uno de ellos. Entonces, la estructura experiencial del diálogo de necesidades
es más o menos así: "sé que sabes que soportaré tus demandas; por consiguiente, acudo a tí
con la mía".
Una representación esquemática simplificada de la ley relacional fásica es la que aparece en
la figura 3. Este dibujo esquemático pretende representar la unidad de los aspectos
transaccional, conductual y expe riencial-personal del proceso fásico. Ostensiblemente, es
un esquema para los cambios en el aspecto, global del relacionarse, aunque la ley relacional
fásica es aplicable a los cambios (mucho más frecuentes) relacionales en parte, por
ejemplo, orales, anales o genitales. Puesto que el esquema nos describe la tabla ideal de la
maduración, no da cuenta y razón de los estancamientos relacionales.
La fase A representa la etapa autística, en la que simplemente se anticipa una relación
padre-hijo. Las líneas punteadas en los círculos de los padres indican las actitudes
relacionales internas de la búsqueda
105
106 Cap. 2 Una teoría de relaciones: experiencia y transacción
de objeto (restos de relaciones pasadas) de cada padre, dirigidas de manera expectante hacia
un objeto amoroso prospectivo (recuperado). Otra expectativa relacional de los padres ha
sido satisfecha, en parte, por la relación matrimonial, como lo indica el traslapamiento de
sus dos círculos.
En la fase B, la expectativa ha sido sustituida por una relación real y el impacto de las
fuerzas afiliativas debilita los delineamientos de la persona (fronteras). El grado de
conjunción entre miembros, aquí rea
lizada, predispone a cada participante a la realización de experiencias internas de fusión
interpersonal, con patrones de acción fusionados, simbióticamente sustitutivos.
La fase C indica una distancia relacional incipiente, junto con la formación de fronteras
tentativas del ego. Sin embargo, indica más significativamente la primera aparición de
relaciones internas en el niño. La naturaleza de las relaciones con objetos internos
determinará el éxito de la fase de individualización, como preparación para la fase
siguiente. El comienzo de una resolución satisfactoria del complejo de Edipo y la
consecutiva formación del superego son ejemplificaciones de esta fase.
La fase D representa la dolorosa fase del abandono real de los lazos familiares, que al
mismo tiempo es la puerta de entrada a la libertad emocional y a la realización de sí mismo,
en un nivel maduro. La prueba del cumplimiento con éxito de la fase de separación estriba
en un recomprometimiento subsiguiente con auténtica entrega. Sin embargo, muchos de los
actos violentos de separación, en los adolescentes, sólo sirven para poner de relieve la falta
de realización de los niveles C o B, o para recrear la supremacía de la fase B como meta de
una familia.
En la fase E, el niño ha "madurado" y en su calidad de individuo discreto, está preparado
para recomprometimientos con sus iguales. Sus relaciones internas bien delineadas le
permiten, a quien ya es un adulto joven, buscar relaciones de tipo complementario
(diálogo), sin la amenaza concomitante de despertar una necesidad o bien de fusión con el
compañero o de "deformación por transferencia" de este último, como si fuese un objeto
amoroso paterno durante largo tiempo buscado.
Las cinco fases del esquema representan metas parciales del proceso de maduración
psíquico y cada desplazamiento (desde A hasta B, desde B hasta C, etcétera) representa un
cambio dinámico, una realineación relacional. La transición de una fase a otra puede
compararse con el "trabajo" del duelo, a través del cual la capacidad de absorber pérdidas
representa una meta de la maduración.
Fase de afiliación o simbiótica
Las motivaciones afiliativas pueden basarse en las necesidades internas (de transferencia)
de las participantes, que consisten en asignarse
El proceso relacional fásico
107
unos a otros los papeles de representantes de objetos internalizados. Estas necesidades
tienen que dar lugar a expectativas y demandas mutuamente decepcionantes. Una atmósfera
de frustación y de búsqueda desesperada de posesión de objeto, es característica del tipo de
familias "oralmente" exigentes, simbióticas. Es como si los miembros hubiesen llegado al
grado de intimidad necesaria para plantear demandas de disponibilidad relacional, sin haber
alcanzado el nivel de "toma y daca" recíproco, o de diálogo de necesidades. La finalidad de
la lucha es conseguir que el otro miembro se interese realmente, es decir, se convierta en un
"fondo" bien dispuesto para el delineamiento del Yo, deseado por uno.
Con frecuencia, las aparentes complementaridades de las expectativas del padre y del hijo
equivalen a ligaduras simbióticas, contraautónomas. Una madre reveló que cuanto más
fastidiosamente hostil y exigente solía ponerse su hija, tanto más abnegada y dueña de sí
misma se volvía ella porque, según decía, su hija quería que así fuese. Por otra parte, la hija
sentía que tenía que comportarse de manera incontrolada, a fin de ayudar a su madre a
expresar su ira. Satisfacciones mas sutiles entre miembros de una familia pueden cobrar la
forma de una complementaridad menos patente.
Con todo, una madre puede censurar ostensiblemente la conducta sexual autode§tructiva de
su hija y, sin embargo, participar en el patrón de conducta a través de una identificación y
un compartimiento incons cientes. Tales "lagunas del superego" (Johnson, 1949) pueden
dar origen a poderosos lazos simbióticos que contribuyen a experiencias del yo, basadas en
un "nosotros amorfo".
La fase simbiotica se manifiesta, tanto en interacciones patentes, como en interacciones
encubiertas entre miembros de la familia. La naturaleza conjuntiva de estas interacciones
puede quedar embozada por actitudes conductuales patentes, ostensiblemente disyuntivas.
Pueden encontrarse manifestaciones de necesidades afiliativas, simbióticas en: a) la
conducta observable (por ejemplo, una esposa joven abandona a su esposo "insoportable" y
a su hijo y regresa hacia su madre, ocultándose a sí misma su deseo inconsciente de unión
con aquélla) ; b) el contenido de pensamientos (una paciente informa que tiene que
consultar con una madre, introyectada en su fantasía, antes de tomar cualquier decisión) ; c)
graves trastornos del pensamiento (oír "la voz" de la madre constantemente) ; d) la calidad
de la experiencia subjetiva (",todo el mundo me hace recordar a mi madre"; "no me siento
como persona" o "me siento hecha polvo cuando la tengo cerca"). Las características
formales y de contenido de los sueños y de los materiales de los tests proyectivos, pueden
darnos también testimonios de un estado psicológico empapado de motivaciones afiliativas.
108 Cap. 2 Una teoría de relaciones: experiencia y transacción
El proceso relacional fásico 109
Las necesidades posesivas inconscientes pueden clasificarse de acuerdo a niveles cada vez
mas específicos. Puede existir: a) una necesidad global de tener a alguien en calidad de
objeto cautivo, para el cierre a través de la relacionalidad. Muy característicamente, esta
demanda está oculta "entre líneas", no es evidente. Corolario de esta necesidad, es una
expectativa inconsciente de que el miembro de la familia, por ejemplo, un niña, fracase en
sus esfuerzos de crecimiento, si se advierte que éstos conducirán con el tiempo a una
separación. El novio de una de nuestras pacientes recibió una carta de la madre de la
muchacha, en la que brutalmente le advertía al joven que no debía casarse con la chica y
añadía que la crianza de su hija había sido para ella como "nieter dinero al banco". Otro
nivel de necesidad es: b) satisfacer la necesidad de objeto de la manera más, satisfactoria,
es decir, haciendo que el Otro se ajuste constante y unilateralmente a las necesidades que
uno tiene de contar con una persona "recurso" u objeto complementario específico.
Aplicada a la relación padre-hijo, la dinámica inconsciente de las necesidades restitutivas
de objeto del padre, habrá de modelar el crecimiento emocional del hijo. El hijo que se
elige para el desempeño de este papel es, comúnmente, aquel que ha mostrado mayor
capacidad para establecer empatía con las necesidades del progenitor. En otras ocasiones, el
niño constitutivamente más indefenso será el que más fácilmente reciba tal papel no
autónomo. El sistema entero de la mutua desconsideración, que los diversos miembros
tienen respecto a las necesidades de personalidad autónoma de cada uno de los demás,
combinado con la demanda de que los otros miembros proporcionen el esperado fondo
complementador de la persona, puede asemejarse al fenómeno de la "pseudomutualidad"
(Wynne y colaboradores, 1958). Un tercer nivel c) consiste en hacer que el objeto cautivo
ofrezca actitudes positivas y amorosas de objeto y sujeto. Si las expectativas libidinales del
niño permanecen vinculadas a los padres, se vuelve más tolerable el vacío del matrimonio
de los padres. En una de las familias tratadas por .nosotros, el padre prefería a la hija más
que a la esposa, lo mismo como compañera inteligente que como auditoria simpatizante de
sus aspiraciones sociales y políticas ambiciosas. Por otra parte, la madre esperaba que su
hija fuese como había deseado siempre que fuese su propia madre: amorosa, cordial y
dispuesta a corregirla, en todo momento.
En un caso distinto, la madre de otra joven esquizofrénica esperaba de ella una curiosa
oscilación entre papeles de "buena" y "mala" compañera. Cada verano, mientras la otra
hija, preferida, estaba fuera de la ciudad, se esperaba que la paciente se convirtiese en una
compañera no psicótica y afectuosa para su madre, papel que desempeñaba con gusto. Al
llegar el otoño y regresar la otra hija, la paciente volvía a
desempeñar el papel psicótico y caía en estado de "congelación profunda" en el hospital,
hasta el verano siguiente.
Fase de individualización
La individualización es la segunda fase del proceso relacional; representa un avance mas
allá de la realización de la afiliación o de la simbiosis. El vástago individualizado puede
relacionarse heterosexualmente o como padre, con tal que exista capacidad para una
inducción activa y espontánea de un proceso recíproco (diálogo). Sin embargo, la fase de
individualización, tiene validez para el sistema familiar en su conjunto. Aunque las dos
fases siguientes, la separación y los nuevos envolvimientos, conducen más allá del sistema
de la familia de origen, la individualización es una fase compartida del desarrollo. En otras
palabras, solamente puede producirse en un grupo que la permite. Por ejemplo, no tiene
caso esperar que un niño dé pasos conducentes a una individualización auténtica, antes de
haber absorbido una cantidad suficiente de envolvimiento verdaderamente "generoso" de
parte de sus padres. Dicho más exactamente, el niño no puede incorporar el modelo de
confianza y valer por sí mismo, si los padres no han sido capaces de actuar como tales.
Solamente si éstos han ofrecido verdaderos reconocimientos a las necesidades de
crecimiento del niña y han llegado a una reciprocidad plena de confianza, la existencia
personal del niño se volverá auténticamente autónoma.
Muchos ejemplos de la incapacidad de los padres o de su ambivalencia en lo relativo a
ayudar a sus vástagos a individualizarse, se pueden obtener de las experiencias de terapia
familiar. Los padres que parecen haber convenido en mantener un perpetuo desacuerdo y no
llegar nunca a la solución de ningún problema, perpetúan una atmósfera en la cual, la
necesidad que tiene el niño de un punto de orientación firme, queda frustrada. Es como si
los padres y el hijo estuviesen luchando por ocupar una posición de máxima
irresponsabilidad, de manera que alguien, las organizaciones de la comunidad más grande,
por ejemplo, la policía o un tribunal, tenga que intervenir tarde o temprano en calidad de
cuasi padres. El niño cautivo está a merced de un papel abruptamente alternante: o se
espera que actúe como juez maduro erytre dos adultos que se pelean como niños, o se le
incita a estar de acuerdo con un padre en contra del otro. En cada uno de estos casos, el
niño carece de un progenitor que le inspire confianza, para hacerle oír sus propios
problemas y necesidades. Una familia cambió radicalmente durante la terapia, cuando la
hija tranquila y "buena" explotó coléricamente y dijo: "Ustedes dos se están peleando
siempre como perro y gato, cuando deberían actuar
110 Cap. 2 Una teoría de relaciones: experiencia y transacción
El proceso relacional fásico 111
como adultos responsables . . . mis propios sentimientos no se toman para nada en cuenta."
Además, no solamente las relaciones externas dentro de la familia pueden oponerse a los
esfuerzos en pro de la autonomía de los vástagos. Algunos sistemas motivacionales
internalizados (de valores), a los que se les ha dado el nombre de "estructura
contraautónoma del superego" (Boszormenyi-Nagy, 1962), actúan como un obstáculo
interior que se opone a que se piense siquiera en hacer algo respecto a una autonomía
eventual. El hijo está imbuido de la convicción de que es su deber "enderezar" a sus padres
y de que la individualización de su parte equivaldría a una traición.
El vástago adolescente o adulto joven, que pasa de la afiliación a la individualización,
puede ofrecer una prueba severa a la madurez de los padres. Esto es especialmente
verdadero si los padres necesitan al hijo como objeto de transferencia para su diálogo
interior inconsciente, vitalmente importante, con sus propios padres. La incapacidad de los
padres para poner fin al duelo, puede hacer que el aferrarse al vástago sea la meta más
importante de sus motivaciones inconscientes. Hemos visto a padres que han ofrecido
cambiar su relación matrimonial por un prolongado comprometimiento estrecho con el
vástago psicótico. La subyacente motivación positiva del padre puede quedar disfrazada por
una disposición racionalizada a efectuar todo sacrificio que sea necesario para ayudar al
hijo a mejorar. Los padres, desesperadamente anhelantes, se ciegan al hecho de que
recargan al hijo, hasta abrumarlo con sus demandas de dependencia. Estas relaciones padre-
hijo tienden a provocar actitudes mutuamente frustradoras, unilaterales y defensivamente
autísticas, en ambas partes.
Fase de separación
La separación de los vástagos es una importantísima meta "sana" de la familia nuclear. La
separación, entendida como proceso físico, connota una clara acción disyuntiva, de parte de
un miembro e, implícita mente, de parte de todos. Como proceso emocional, es extensión
de una fase crucial del desarrollo de toda la familia. En la medida en que los miembros de
la familia representan un importantísimo segmento del fondo dialéctico de la personalidad
de cada uno de ellos, el renunciar al Otro como parte del diálogo significa una dolorosa
pérdida para la configuración sujeto-objeto de cada uno de los miembros. La
individualización, como requisito previo de la separación, ha significado ya un final parcial
de la "unicidad" de la familia simbiótica amorfa. La separación de un miembro no sólo
afecta las relaciones de uno a uno, del miembro
que se separa con cada uno de los otros miembros, sino que dispara una reacción en cadena
de cambios relacionales compensatorios entre los demás miembros del sistema familiar. El
resultado final de los reordenamientos compensatorios depende de la madurez de la familia
en su conjunto, además de la madurez de los miembros considerados como individuos. De
manera más concreta, podemos decir que en la medida que los miembros puedan absorber
los patrones de necesidades "expuestos" por cada uno de ellos, podrán ajustarse a la
necesidad de renunciar a un miembro. Y a la inversa, la pérdida de un hermano, por
ejemplo, a causa de matrimonio o de muerte, puede "precipitar" la psicosis en algún otro de
los niños o en uno de los padres, que habían estado compensados previamente.
La separación es un proceso muy complejo y el éxito de su realización requiere que
previamente se alcancen, de buena manera, las metas de la simbiosis y la individualización.
Sólo después de haber establecido relaciones estrechas, de confianza y recíprocas, con
miembros de la familia, y de haberlas internalizado, podrán los vástagos cortar los lazos
familiares y sustituirlos por vínculos extrafamiliares. La separación va precedida a menudo
por un "realineamiento" de las relaciones intrafamiliares de los vástagos; por ejemplo, el
desplazamiento del apego estrecho de la muchacha por la madre, hacia el padre o un
hermano.
Diversas fuerzas familiares complejas pueden contrarrestar las acciones de un miembro
tendientes a la separación, "incluso en la familia "normal". Un determinado hijo puede
llegar a representar simbólica mente un concepto o fantasía familiar inconscientes de fiel y
leal "unicidad". Hemos visto familias en que a una de las hijas se le ha "seleccionado" para
desempeñar el papel de quedarse con la madre después de que los otros hijos se hayan
casado. La presión moral para la aceptación de este papel de cuidador, puede ejercerse en
forma de una expectativa indiscutible de parte de los hermanos, amigos o consejeros
religiosos. Es como si se eligiese a un hermano para pagarle a la madre la obligación
contraída por todos los hijos. El acuerdo familiar no verbalizado "confirmará" _ las
necesidades de identidad personal de esta hija, sólo a condición de que cumpla el papel de
cuidador que se le ha asignado y, de tal manera, calme la culpa de los demás miembros.
Fase de reenvolvimiento
Las relaciones extrafamiliares que van surgiendo, normalmente requieren la ejecución de
papeles de sujeto más activos y de papeles de otro-objeto más generosamente aceptados de
parte del adulto joven. De berá ser capaz de expresar sus deseos (más maduros) a su nuevo
objeto
112 Cap. 2 Una teoría de relaciones: experiencia y transacción
Referencias bibliográficas
amoroso y de responder a los deseos (no siempre maduros) del compañero. Los adultos
jóvenes esquizofrénicos y gravemente neuróticos descubren dolorosamente que los amigos,
colegas, cónyuges y, en gran medida, sus propios hijos, tienden a rechazar sus actitudes
parasitarias, dependientes. Las demandas de nuevas relaciones estrechas y las
responsabilidades del compromiso recíproco, despiertan naturalmente, ansiedad en el
adulto joven. La naturaleza de estas ansiedades se ve a menudo disimulada por una
nostalgia, cargada de sentimientos de culpa, por los padres o por el estado simbiótico del
pasado. Está uno propenso a tener sentimientos de culpabilidad por haber recibido de los
padres más de lo que se les podrá pagar; tal vez, paradójicamente, la mayor o menor
confianza y seguridad que uno ha adquirido gracias a los padres.
subjetiva. Puesto que sin la existencia de un mínimo de delineamiento del Yo dialógico o
con carácter de sujeto-objeto, la seguridad fundamental de los miembros se ve amenazada,
tienen que considerarse incluso patrones relacionales "negativos" como algo preferible a la
fusión amorfa. A fin de "ayudar" a la familia a recorrer las etapas de inducción del diálogo e
inicio de la modificación de sistemas de interacción estancados, no recíprocos, el terapeuta
mismo tiene que recorrer las fases de un proceso de crecimiento relacional "terapéutico".
La capacidad que tenga para cambiar a otros, proviene de su propia libertad para cambiar
continuamente y ser cada vez más él mismo, a través de un dar v tomar.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
OBSERVACIONES FINALES
Las cuestiones acerca de la "patología" de las relaciones intrafimiliares están
inevitablemente conectadas con el problema de la "salud" de la familia. En nuestra opinión,
la cuestión de la salud y la enfermedad de la familia tiene que separarse de las
consideraciones relativas a la salud de sus miembros individuales. El concepto de diálogo
puede ayudarnos a definir la estructura transaccional de las relaciones familiares saludables.
El "toma y daca" del diálogo verdadero presupone un elevado nivel de confianza entre
miembros de la familia. Uno puede mantener una receptividad perdurable para las
necesidades del Otro, solamente si confía en que el Otro mostrará reciprocidad. La
alternación de los papeles de sujeto y objeto entre los participantes, constituye una
salvaguardia contra la fusión intersubjetiva y la relacionalidad amorfa, simbiótica o
indiferenciada. La existencia o inexistencia de una atmósfera de confianza puede
caracterizar todo el sistema relacional, y no sólo a sus miembros. La "patología" de un
sistema es más que la suma total de las patologías de los individuos.
Los conceptos transaccionales de salud o de patología, de crecimiento o estancamiento,
tienen que estar basados en nociones de confianza, es decir, en una pronosticabilidad
"temporal" de transacciones recíprocas. Si la reciprocidad pronosticable conduce a la
confirmación del Yo de los participantes, la "posesión" mutua resultante cobra las
características de un diálogo. El mejoramiento de la capacidad de diálogo en la familia es
una meta por demás importante y constituye, por sí sola, una señal de buen pronóstico. Si la
pronosticabilidad de las transacciones consecutivas no conduce al mejoramiento de la
confirmación del Yo en los miembros, tendrá que aumentar el patrón de la fusión colusiva,
inter
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La terapia familiar iat?nsiva como proceso
Ivan Boszormenyi-Nagy
LA TERAPIA FAMILIAR INTENSIVA DI fiere de todos los demás métodos de salud
mental, por su aplicación de los principios y las técnicas derivados de la psicoterapia
dinámica individual y, en menor grado de lo que podría suponerse, de la terapia de grupo,
para ayudar a los miembros de la familia mediante la observación directa y la modificación
de sus interacciones.' Aunque la terapia familiar nos ofrece algunas de las visiones más
claras y profundas de las relaciones íntimas, quien la practica tiene que enfrentarse a
problemas situados en un singular nivel de organización de un sistema multipersonal, que
envuelve la existencia de los miembros de manera mucho más global que la terapia de
grupo.
La salud y la enfermedad psiquiátricas reciben una definición nueva en la terapia familiar.
La sintomatología del paciente al que también se
* El autor desea reconocer, con gratitud, la ayuda del estado de Pensilvania y de los
funcionarios administrativos del Eastern Pennsylvania Psychiatric Institute, sin exceptuar a
la junta de Gobierno, a la Comisión Consultiva Médica y a sus
directores médicos, los doctores John E. Davis y William A. Philips. Ofrecieron un
ambiente estable, con libertad académica, que permitió al autor establecer y llevar a cabo
un programa de investigación en una de las ignotas fronteras del tratamiento psiquiátrico.
Marco de la acción 117
le llama paciente "designado", es sólo una manifestación de un conflicto que varía, en el
que participan muchas personas. En la familia, existe una lucha individual y colectiva cuyas
metas opuestas son la identidad autónoma por una parte y la seguridad, a través de la fusión
simbiótica, por la otra.
En un nivel consciente, tanto la individualización como la sumisión abnegada o lealtad a la
familia son valores recompensados socialmente. Cada valor está conectado con una amplia
gama de motivaciones in conscientes, en cada miembro del sistema. Frecuentemente, el
choque de estas motivaciones no se nos revela hasta que las relaciones se ponen al
descubierto en las sesiones de terapia familiar conjunta, puesto que gran parte de lo que se
espera de un determinado miembro y lo que realmente hace, de acuerdo con esa
expectativa, está latente y es percibido de una manera distorsionada por otros miembros.
Diversas familias exhiben una amplia gama de respuestas a la sugerencia de considerar el
valor de la terapia conjunta. En un extremo del continuam, se encuentran las familias que
rechazan claramente la sugerencia de una exploración en común de lo que, según creen, es
estrictamente el problema de un solo miembro. En el otro extremo, encontramos familias en
las que no es posible aislar a los miembros para su estudio individual. Frecuentemente,
aunque a menudo de manera inconsciente, interpretan la oportunidad de estudio conjunto
de los problemas como sanción de sus profundos deseos de unidad simbiótica interminable.
La clave para la comprensión de la "patología familiar" y de las técnicas terapéuticas
familiares especializadas, se encuentra en la integración de las dinámicas individual y del
sistema familiar. A este respecto, este capítulo cumple una doble finalidad: a) la descripción
de un caso, a fin de ejemplificar parte del proceso de la terapia familiar conjunta, y b) la
aplicación de algunos de los conceptos esbozados en el capítulo dos, en la identificación de
algunas dimensiones de la dinámica del sistema multipersonal.
En secciones sucesivas de este capítulo, describiremos algunos pensamientos acerca de la
relación entre los conceptos de patología basados en el individuo y en el sistema, junto con
extractos de la historia de un caso de terapia familiar,, los 'problemas de las metas y de la
concepción teórica general, así como las cuestiones de la terapia y los terapeutas.
MARCO DE LA ACCIÓN
La base de las observaciones y pensamientos que se leerán en este capítulo, tiene su origen
en los seis años de experiencia del autor en ma-
118 Cap. 3 La terapia familiar intensiva como proceso
Marco de la acción
teria de terapia familiar intensiva, durante los cuales desempeñó los papeles de terapeuta y
director de un programa de investigación sobre terapia, llevada a cabo en el Eastern
Pennsylvania Psychiatric Institute.' El autor también obtuvo experiencia en materia de
terapia familiar, después de cinco años de servicios como terapeuta de medio tiempo en el
programa del U. S. Public Health Service, intitulado "Tratamiento familiar en la
esquizofrenia en el hogar", en el Philadelphia Psychiatric Center (el director del programa
fue el doctor Alfred S. Friedman). La enseñanza y la supervisión en el EPPI, el intercambio
de experiencias y comentarios con colegas en ambos programas y una experiencia
complementaria en materia de terapia familiar, obtenida durante la práctica psiquiátrica
privada, han contribuido a dar forma a los conceptos que expongo en este capítulo.
El programa de terapia familiar del Eastern Pennsylvania Psychiatric Institute nació de un
proyecto de psicoterapia a largo plazo, organizado por el autor en 1957; concentró su
atención, primeramente, en la ex
ploración de los límites de la psicoterapia intensiva de la esquizofrenia, desde el punto de
vista de la relación. Esta última orientación tuvo su origen en diversas fuentes: los muchos
años de contacto profesional que el autor mantuvo con uno de los primeros en proponer la
psiquiatría familiar, Iialman Gyarfas, quien primero trabajó en Budapest y más tarde en la
Universidad de Illinois; otra influencia fue ejercida por la afiliación del autor (1956-1957)
al Departamento de Psiquiatría de la New York State University con sede en Syracuse,
donde, bajo la atinada dirección de Marc H. Hollender, la significación de la teoría de la
relación de objetos de Fairbairn fue constructivamente estudiada por pensadores tan
penetrantes, como Thomas Szasz. La idea de que el factor organizador del ego está
constituido por patrones relacionales, era congruente con los componentes existenciales
fenomenológicos de la orientación psiquiátrica teórica del autor.
Así pues, el proyecto comenzó siendo un propósito de exploración del valor potencial de un
enfoque psicoterapéutico psicoanalíticamente fundado, pero con fuertes inclinaciones
relacionales, para el tratamiento de es quizofrénicos. La organización de un proyecto
terapéutico de largo alcance, en una institución estatal de investigaciones, parecía tener
muchas ventajas. El marco en el que habría de efectuarse la investigación ofrecía una
oportunidad para seleccionar personal y prestar una atención supe
1 Miembros: Margaret Dealy, M. D., James L. Framo, Ph. D., Geraldine Lincoln, M. A.,
Leon R. Robinson, M. D., David Rubinstein, M. D., Oscar R. Weiner, M. D., Gerald H.
Zuk, Ph. D. Miembros anteriores del personal: Thomas
Downs, M. D., Eddis Holden, M. S. W., Elaine Jones, M. D., S. G. Koepp, M. S. W., Jane
Keenle, M. D., Elsa Katz, M. D., Kenneth M. Milgram, M. D., Laura Odian, M. D., Jerry
Osterweil, Ph. D., Barry, J. Schwartz, M. D.
rior al promedio general a los pacientes. Estas circunstancias eran requisitos previos para
poner a prueba nuestra suposición de que algunos conflictos psicóticos pueden ser objeto de
un working throughl con tal que las adecuadas dimensiones relacionales se encuentren en el
foco de la exploración dinámica y se cuente con un ambiente terapéutico seguro y que
preste apoyo suficiente. Nuestro interés en la psicoterapia intensiva se mantuvo durante
más de cinco años de tratamiento a largo plazo, de más de setenta mujeres psicóticas.
La visita del doctor Maxwelll Jones, en 1958, constituyó otra influencia importante en las
primeras etapas de desarrollo del programa. La espontánea informalidad de su manera de
abordar las relaciones entre los miem bros del personal, y de éstos con los pacientes, fue un
estímulo para la orientación de nuestros conceptos. En esta coincidencia de psicoterapia
intensiva, por una parte, y comunidad terapéutica, por la otra, nuestro trabajo comenzó a
prestar mayor atención a las relaciones familiares y, hacia fines de 1958, a la terapia
familiar.
El autor tomó la decisión de iniciar la terapia familiar después de asistir a la reunión sobre
este tema en la Academia Americana de Psicoanálisis, que tuvo lugar en San Francisco, en
1958. Nos pareció cada vez más claro que el estudio de los conflictos relacionales
psicóticos, tiene que cobrar mucho más sentido en el contexto de las relaciones primarias
originales de la persona. Por consiguiente, la significación de las relaciones artificiales o de
transferencia (Boszormenyi-Nagy y Framo, 1961, 1962) en la comunidad terapéutica, pasó
a ocupar un segundo lugar privilegiado, con tal de que fuésemos capaces de hacer participar
en el tratamiento a la familia de origen del paciente.
Para empezar, establecimos reuniones de terapia familiar múltiple, en junio de 1958.
Conforme a este programa, uno o dos terapeutas se reunían semanalmente con un grupo
constituido por pacientes esquizofrénicos internos, sus padres y el personal de enfermería.
El "clima" de estas reuniones ha dado lugar a un cambio gradual en nuestra orientación
clínica, en el cual el tratamiento de una sola familia se ha convertido en el enfoque
predominante. S n embargo, en fechas más recientes, la necesidad de amplificar el- efecto
de la terapia familiar dio lugar al establecimiento de nuestro Programa de Grupos
Familiares, con sus turnos matutino y vespertino, que consisten en sesiones de terapia con
varias familias y• en programas de actividad familiar.
Comenzamos a tratar a familias, de una en una, en la segunda mitad de 1958. El paciente
designado (en aquella fecha era una mujer esquizofrénica hospitalizada) y sus padres, se
reunían semanalmente con dos terapeutas, uno de los cuales era el que atendía a la paciente.
Durante
* Que traducimos como transelaboración.
120 Cap. 3 La terapia familiar intensiva como proceso
Marco de la acción 121
los cinco años siguientes, nuestra experiencia se basó en terapias conjuntas, individuales y
familiares, de jóvenes esquizofrénicas. Las pacientes provenían de diversas clases
socioeconómicas y a menudo habían sido clasificadas como casos difíciles o crónicos, a
quienes sus anteriores terapeutas habían desahuciado como candidatos para una
psicoterapia con posibilidades de éxito. Aun tomando en cuenta nuestro entusiasmo inicial,
las primeras respuestas de nuestros pacientes fueron muy alentadoras. La mayoría de
aquéllas no sólo mostraron alivio sintomático poco después del comienzo de las sesiones
familiares, sino que comenzamos a observar el despliegue de una dimensión multipersonal
de motivaciones crecientemente significativa, aunque por demás compleja. Cuando
comenzamos a advertir las fuerzas de resistencia que operaban en un miembro de la
familia, respecto al cambio en otro, poco a poco nos fuimos formando una idea nueva de la
responsabilidad del individuo psicótico en el mantenimiento de su patología. También nos
fuimos enterando de cómo la víctima aparente, el psicótico designado, estaba
contribuyendo también al mantenimiento de la "patología" en los demás miembros de la
familia. En pocas palabras, el concepto de "sistema" multipersonal de la motivación
profunda fue apareciendo gradualmente, como un punto de vista lógicamente inevitable.
Sin embargo, esta ideología naciente comenzó a exigir que se hiciesen cambios en el diseño
administrativo.
La plena comprensión de la significación del concepto del sistema familiar, primero puso
en tela de duda el valor de la hospitalización. Hemos descubierto que muchos de nuestros
psicóticos designados, remi tidos para su hospitalización, responden mejor a la terapia
familiar de consulta externa. Al mismo tiempo que dejamos de hospitalizar a dichos
pacientes, comenzamos a aceptar una gran variedad de otros casos psiquiátricos, aparte de
los esquizofrénicos. La terapia familiar demostró ser una valiosa manera de atacar una
amplia gama de trastornos neuróticos y del carácter. En total, cerca de 50 familias han sido
tratadas por el personal del programa, mediante una terapia a menudo prolongada (hasta de
cuatro años) ; otras 50 familias han sido atendidas para su evaluación, prestarles terapia de
apoyo a corto plazo, o ambas cosas a la vez.
La transición desde una terapia primordialmente individual hasta una orientación de la
terapia casi exclusivamente familiar, se fue haciendo poco a poco. A medida que nuevos
terapeutas se fueron incor porando al programa, cada uno tuvo que reajustar sus
orientaciones técnicas y axiológicas mediante la adopción de un papel, al cual hizo
resistencia emotiva al principio, y que con el tiempo llegó a adoptar con la casi exclusión
de otros enfoques psicoterapéuticos. La mayoría de los terapeutas han sido psiquiatras, que
se incorporaron al programa después de la terminación de su entrenamiento psiquiátrico.
Otros son psico
logos con diversos grados de experiencia psicoterapéutica. En algunos casos, el proyecto
mismo proporcionó entrenamiento complementario y supervisión en materia de
psicoterapia. Creemos que es requisito previo absoluto, para el terapeuta familiar que
trabaja intensivamente, un buen conocimiento de la teoría y la practica de la psicoterapia
individual. No hemos tropezado con dificultades para conseguir que profesionistas bien
preparados en los campos de la psiquiatría, de la psicología y del trabajo social, colaboren
en el desempeño de papeles terapéuticos intercambiables. Sin embargo, no nos parece
recomendable la participación en este trabajo de terapeutas que no estén casados, con el
debido respeto a casos excepcionales.
La naciente importancia de las relaciones del equipo de terapia depende del aspecto
"intensivo" de nuestro enfoque de la terapia familiar, así como de otros factores como
nuestro interés y experiencia previos en la psicoterapia de pacientes "difíciles" (psicóticos,
psicopáticas, etcétera), nuestro compromiso a largo plazo, nuestras metas de terapia
profunda que se van descubriendo y nuestra experiencia especializada en los puntos de
vista terapéuticos simultáneos, duales, (individual y familiar). Por otra parte, en varios
casos hemos ofrecido un tratamiento de apoyo más breve a las familias, a causa de la
naturaleza especial de su problema o de las limitaciones de su potencial para un cambio
más profundo. El método de terapia en equipo de trabajo dual, representa probablemente un
reto para las capacidades del que comienza aún mayor que el paso del tratamiento
individual de pacientes al tratamiento familiar. La observación del trabajo de cada equipo, a
través de una cámara de Gessel* por los otros ocho terapeutas, ha dado como resultado un
proceso complejo de relaciones de consulta y cuasisupervisión mutuas, que se han ido
desarrollando dentro del programa. Este proceso colectivo determina las maneras en que los
terapeutas se seleccionan unos a otros, como coterapeutas, para la evaluación y tratamiento
de nuevas familias. La dinámica compleja de las relaciones en el equipo de terapeutas está
expuesta con mayor detalle en otra parte de este libro y en un trabajo de Rubinstein y
Weiner (1964).
Como .norma, se trabajó—,pon las familias durante cerca de una hora, una vez a la semana,
en una habitación que permite que las personas se sienten cómodamente, en círculo. Hemos
descubierto que esta ma nera de ordenar las sillas es la que mejor permite los contactos
visuales entre los participantes. En la habitación hay un micrófono y una cámara de Gessel.
En el momento de la sesión de evaluación, se pide a los miembros de la familia que firmen
una solicitud de terapia familiar y una
Cámara que permite a un observador ver a través de ella sin ser visto él.
122 Cap. 3 La terapia famil ar in'eensisa como proceso
Patologia indi, ideal y patologia basada en el sistema 123
autorización para la observación de las sesiones por profesionistas y la posible publicación
de las observaciones, en revistas especializadas, a condición de que se oculte la identidad
del participante. Poco después de la adrr~'síón de una familia, se establece un pago
conforme a una escala móvil.
CONCEPTOS DE PATOLOGIA INDIVIDUAL Y PATOLOGÍA BASADA EN EL
SISTEMA
Si definirnos el término patología diciendo que designa la "ciencia de las enfermedades",
¿podernos hablar de una patología de toda la familia? Y, aun en el caso de que el concepto
de patologia familiar tenga significado, nos queda todavía una pregunta: ¿en qué sentido es
algo más que la suma total de las enfermedades de los indiv duos miembros de la misma?
Sin que pretendamos ofrecer respuestas definitivas a estas interrogantes fundamentales,
intentaremos esbozar algunas de las diferencias fundamentales entre la patología individual
y la familiar.
Desde el punto de vista de la fenomenología, podemos considerar la patología individual de
los miembros de la familia como si estuviese constituida por patrones repetitivos de acting
out. En su acepción tradicional, el acting out neurótico es una "conducta intencional de una
situación anterior adecuada a una nueva que la representa simbólicamente". (English y
English, 1958, pág. 8). Por ejemplo, una actitud impropia de constante "regaño" de parte de
una esposa puede derivarse del hecho de que, cuando niña, haya recibido atención mediante
la persistencia en un lloriqueo colérico. Pero este modelo de motivación, basado en el
individuo, evidentemente no nos permitirá explicar de manera adecuada los complejos
patrones de la interacción esposo-esposa.
A fin de averiguar plenamente lo "adecuado" de las acciones de cualquier individuo, es
preciso estimar el lugar que ocupa el individuo dentro de sus sistemas relacionares de
retroalimentación. Por lo común, es difícil distinguir una motivación basada en el individuo
solamente, de los efectos de reforzamiento social que reverberan entre los otros miembros o
dentro de todo el sistema familiar. El sistema de la relación matrimonial de la esposa
regañona, por ejemplo, puede incluir mensajes inconscientes de reforzamiento de parte del
esposo, cuyas necesidades profundas requieren de una influencia paternal en forma de
reprimendas. La terapia familiar ofrece una oportunidad de averiguar tanto la adecuación de
las aportaciones de los miembros a su sistema relacional, como el grado de adecuación del
sistema a las necesidades profundas de los miembros. Entonces, puede surgir la cuestión de
si las acciones (acting outs) recurrentes
de personas estrechamente relacionadas entre sí pueden ser verdaderarnente inadecuadas.
Las implicaciones del concepto acting out, para el "sistema" transaccional de la familia,
plantean interesantes cuestiones nosológicas. La relativa estabilidad y utilidad para la
adaptación a la realidad de algunos de los acting out repetitivos, nos recuerda aquello que
en psiquiatria individual se denomina rasgo de carácter, en vez de síntoma. Sin embargo,
los caracteres con acting out no son necesariamente idénticos a los caracteres impulsivos,
como se lee en el resumen de un informe sobre una mesa redonda psicoanalítica sobre "los
acting outs y su relación con los trastornos de los impulsos" (Kanzer, 1957b). Es interesante
señalar que los participantes en esta mesa redonda consideraron necesario introducir un
marco relacional, en sus exploraciones orientadas básicamente al individuo, del "carácter
acting out". Greenson, por ejemplo, señaló la tendencia de los pacientes con acting out a
confundir las identificaciones, con relaciones de objetos. Frosch subrayó el papel de
absorción por la madre de individuo con actiíig out prospectivo, lo cual da lugar a patrones
de aplazamiento débilmente desarrolladas. Adelaide Johnson dijo que los defectos del
superego del niño con acting out son la imagen en el espejo de los de sus padres. Kanzer
(1957a) señaló acerca del paciente con acting out, que "la conducta externa de un paciente
no nos permite decidir si estamos ante un caso de sublimación, de acting out o de síntoma.
Esto es tanto más cierto cuanto que los acting out decisivos tienen lugar, a menudo, fuera
de la situación analítica y el informe subsiguiente del paciente tal vez nos ofrezca sólo una
descripción inadecuada". Más adelante, añade que una "necesidad regresiva de posesión in?
nediata de objeto probablemente es más primaria que la actividad motora que la sirve" (pág.
667). Para nuestros fines, es importante que el acting out, tal como ha sido descrito en las
anteriores aseveraciones, sea considerado como la línea fronteriza entre la determinación
intrapsíquica y la relacional.
La naturaleza implícitamente colusiva de las "defensas", que consisten en los acting outs de
parte._ de los miembros de la familia, se ponen de manifiesto en el punto de la sensibilidad
a la pérdida de objeto. Por ejemplo, si nos representamos a`dos' miembros de la familia
"hambrientos de objeto", como parte de un sistema de retroalimentación, la semejanza y
correspondencia de sus organizaciones de impulso-defensa-ansiedad hace que no venga al
caso (desde el punto de vista del sistema simbiótico) establecer cuál de los dos compañeros
amenazará al otro de absorción, separación o emancipación. Entonces, ¿tiene más sentido
considerar la situación como una relación entre dos caracteres "como si" discretos (H.
Deutsch, 1937), o bien investigar cómo un encaje interpersonal
124 Cap. 3 La terapia familiar intensiva como proceso
excepcionalmente vulnerable puede acentuar las respectivas "lagunas del ego" de cada uno
de los compañeros, respectivamente? El primero de los dos enfoques es el tradicional,
basado en el individuo, y el segundo es el relacional, basado en el sistema.
Vista en su totalidad, como sistema multipersonal, la patologia familiar no consiste
exclusivamente en una serie de descargas motoras, sublimaciones, proyecciones y
desplazamientos de individuos. Más bien es una estructura interconectada de maniobras
conservadoras de objeto, que tienen carácter de proceso primario. La naturaleza de la
interrelacionalidad primitiva, entre miembros de un sistema familiar patológico, es tal que
impide la individualización necesaria que podría conducir al desarrollo de la personalidad
autónoma y a la separación eventual. El sistema ofrece un campo de descarga inmediata
para las fantasías de varios de los miembros, a través de patrones de transacción o de acting
out repetitivos. En esta atmósfera de proceso primario compartido, cada miembro puede
asignar un papel paternal, inconscientemente deseado, a otro. Las identidades de papel,
pasivamente asumidas al servicio del sistema familiar, no pueden ser realistas. El miembro
al que se le ha asignado un papel paternal se ve reducido al estado de "ser un objeto" (cap.
2), en conflicto con sus propias aspiraciones autónomas de crecimiento. Cada uno de los
miembros que participa en la asignación de un papel paternal de fantasía (de transferencia)
a otro miembro, queda simultáneamente exento de la tarea de un crecimiento auténtico a
través de la individualización; aplaza el doloroso proceso que conduce a la formación de
fronteras opuestas a los objetos paternales perdidos, de su propio pasado.
Los supuestos anteriores poseen gran importancia práctica para el terapeuta familiar. Tendrá
que guiarse por alguna fórmula hipotética, en lo concerniente a la dinámica inconsciente de
la patologia en la que trata de influir. Una fantasía de posesión de seres queridos realmente
perdidos, mantenida inconscientemente, puede manifestarse en un acting out, a través de
una deformación de las relaciones familiares presentes. En otras palabras, la transferencia
repetidamente "actuada" entre miembros de la familia, ayuda a éstos a evitar el
reconocimiento de pérdidas reales. El significado simbólico de los patrones de acción
repetitivos pueden descifrarse en términos de un deseo infantil no satisfecho, por ejemplo,
de un deseo de ser abrazado, alimentado o corregido. La fantasía inconsciente, a través de
la cual el padre asigna su propio papel paternal a sus hijos, puede dar como resultado
actuaciones estrafalarias, impropias. La conexión entre los patrones de acting out y las
necesidades subyacentes a las mismas, por ejemplo, la de asignación de papeles de padres,
puede ser completamente inconsciente. Tales fantasías regresivas de los padres pueden dar
como resultado demandas de responsabilidad
Patología individual y patología basada en el sistema 125
prematura a sus hijos, los cuales pueden satisfacer el deseo de los padres a través de un
desarrollo precoz. Sentimientos de odio y deseos de venganza, originalmente conectados
con una figura paternal introyectada, pueden "actuarse" respecto al hijo en forma de una
transferencia inconsciente, como lo ejemplifican los casos trágicos de palizas brutales y
asesinatos de hijos. Tal vez la peor causa del odio inconsciente contra uno de los padres es
el sentimiento de rechazo, generado por la pérdida a temprana edad de uno o de ambos
padres, por muerte, abandono o separación prolongada.
El aplazamiento de la terminación del duelo por relaciones perdidas puede conducir a una
desdiferenciación de sujetos y objeto. Como medida para la conservación del objeto, una
parte del Yo puede quedar fusionada con la representación imaginaria del objeto perdido.
Tal fusión imaginaria puede estar reforzada por acciones simbólicamente significativas,
respecto al miembro a quien inconscientemente se toma por representativo del objeto
perdido. Si las necesidades de transferencia del otro miembro, necesidades de deformación
de las apreciaciones y de acciones simbólicas, complementan la del primero, una inversión
mutua se convierte en un sistema interaccional compartido. Sin embargo, puesto que uno de
los miembros no es verdaderamente objeto de los anhelos del otro, ninguno de ellos queda
verdaderamente delineado como un sujeto de la relación. En una atmósfera en la que este
tipo de defensa contra la pérdida es practicado mutuamente por varios o todos los miembros
de la familia, la diferenciación y la común y corriente "tarea constante de poner a prueba"
(Brody y Mahoney, 1964, pág. 58). Las fronteras sujeto-objeto está prohibida. Al estado de
fusión resultante se le puede llamar, como acertadamente ha hecho Bowen (cap. 5), "masa
indiferenciada de egos".
La fantasia o fórmula interior, a través de la cual se mantiene un patrón de acción
"patológica", es una fantasía específica; cada miembro individual posee su propio "patrón
de necesidades relacionales" (Boszor nmenyi-Nagy•, cap. 2). Uno puede comprometer al
otro a través de la impotencia infantil o asignar el papel de padre a través de actos
censurables, que requieren corrección -de parte de! otro. Es erróneo suponer que el
contexto de la terapia familiar conjunta no es adecuado para la exploración profunda de las
fantasías de los individuos miembros. Por ejemplo, el terapeuta familiar experimentado
encontrará una clave en los numerosos lapsus verbales que revelan los aspectos conflictivos
de las relaciones, asi como la confusión de los miembros entre relaciones e identificaciones.
Naturalmente, el número, de deslices irá aumentando a medida que los patrones de acting
out comiencen a fallar como defensas. Para el estudio óptimo de las dimensiones
intrapsíquica e interaccional
126 Cap. 3 La terapia familiar intensiva como proceso
127
de la relación de la familia con el terapeuta, así como las relaciones de transferencia entre
miembros, éstas tienen que ser tales que pueda darse libre juego espontáneo a los patrones
repetitivos de acting out, tal corno es fundamental para el psicoanálisis una capacidad para
la asociación libre.
El terapeuta experimentado y verdaderamente orientado hacia la familia, desarrollará un
tercer oído para captar los designios de asignación de objeto, inconscientes, de cada
miembro, así como para captar la aceptación inconsciente, por parte de cada compañero, de
las necesidades narcisistas del otro. Los conflictos de carácter manifiestamente diádico,
frecuentemente envuelven a tres o más miembros.
El padre de una chica sexualmente delincuente estaba conscientemente airado por la
"chifladura" de su esposa, porque no le permitía castigar a la muchacha al volver tarde de
noche, pues creía que habría de dejar físicamente inválida a ésta, aun cuando nunca había
golpeado severamente a sus hijos. No obstante que el padre se reía de las suposiciones
"chifladas" de la esposa, también daba pie para creerlas, al hacer amenazas repetidas de
"matar a golpes a la chica", si ponía las manos encima de ésta. Posiblemente no se daba
cuenta de cómo sus comentarios ayudaban a su esposa a prevenirlo de los encuentros
nocturnos, agresivos y tal vez sexualmente estimulantes, con su hija crecida. Por otra parte,
aunque la esposa decía a los terapeutas que había pensado en suicidarse por vergüenza,
paradójicamente afirmaba que si encarcelaban a su hija "mala" la echaría de menos, todavía
más que a su otra hija, de conducta idónea. Incluso, añadió que tal vez se portaría de la
misma manera si tuviese la edad de la hija "mala". No tardó en resultar evidente que sus
mensajes no verbales para la hija eran principalmente de aprobación y aprecio, que
equivalían a una condonación de su conducta "mala". En pocas palabras, a pesar de sus
quejas en esta situación, aparentemente conflictiva, los tres miembros realmente actuaban
de acuerdo a las señales sutiles y a las expectativas enmascaradas de cada uno de ellos.
Es importante examinar si la correspondencia neurótica con el acting out del otro constituye
una reciprocidad. En términos de nuestra lista de modos de relación (cap. 2), aun cuando
los dos conjuntos de patrones de acción inconscientes (ser el sujeto y ser el objeto) son
complementarios, no tienen que constituir una relación dialógica. La complementación
relaciona) de las actitudes narcisistamente colusivas y regresivas de dos miembros, no da
lugar al estímulo recíproco de crecimiento y maduración emocional. Estas
complementaridades son colusivas, puesto que pueden contribuir a un interminable
aplazamiento del crecimiento y de la resolución del duelo, de parte de todos los
participantes. En la atmósfera de proyecciones y deformaciones narcisistas, a nadie se le
obliga a renunciar a los objetos de su pasado, nadie tiene que individualizarse.
EL CONTRATO TERAPÉUTICO
La protección de los intereses y del carácter privado de la vida del paciente ha estado
implícita en el "contrato médico" tradicional, de ayuda al paciente. Esta tradición ha
garantizado el carácter privado del trato, aun en lo que respecta a los miembros de la
familia del paciente, salvo en casos de enfermedades graves e incurables o de enfermedad
mental. El contrato psicoanalítico tradicional hace hincapié en el carácter privado de la
relación paciente-doctor, característicamente, con exclusión de los miembros de la familia.
Por otra parte, precisamente el caracter privado de la relación terapéutica o individual
puede estorbar la exploración terapéutica directa de los patrones de interacción social
patológica. El paciente puede quedar atrapado en la privacía del tratamiento que se le
ofrece. Él solo carga con la "culpa" de la patología relacional diádica o triádica, al propio
tiempo en que, por supuesto, se le ofrece ayuda para convertirse en un individuo más
autónomo e integrado. En el marco orientado a la responsabilidad del individuo,
característico del psicoanálisis, las referencias que hace el paciente a las contribuciones
realizadas por miembros de su familia a su "patología", comúnmente son desalentadas y
calificadas de resistencia a una autoexploración cabal. Sin embargo, se reconoce que no
todos los pacientes son capaces de trabajar conforme a tales exigencias. Por consiguiente,
hay que examinar las indicaciones de la conveniencia de la terapia familiar como enfoque
exclusivo o bien como complemento de la terapia individual.
La terapia familiar cruza las fronteras del estereotipo cultural de lo que es la psicoterapia,
puesto que pide a todos los miembros de la familia que abran viejas y dolorosas heridas
personales en la atmósfera de un derecho a la vida privada rescindido mutua, aunque
renuentemente. Además, el enfoque de la terapia conjunta toca un problema ético al
suponer, al menos hipotéticamente, que miembros de la familia, bien intencionados
conscientemente, están contribuyendo causalmente a los trastornos psiquiátricos patentes de
otros miembros de la misma. Por consiguiente, la decisión de llevar a cabo la exploración
de los problemas de la familia requiere una gran movilización de las motivaciones de parte
de ésta. Idealmente, requiere la fuerza que consiste en desear el cambio colectivo, tal como
una motivación para cambiar como individuo es la base del progreso terapéutico en la
terapia individual. Inicialmente, al menos, los miembros de la familia no tienen más
motivación, por lo común, que la de "ayudar al paciente", es decir, cambiar al otro y
obtener consejo profesional acerca de cómo tratar al enfermo. Aun en el caso de que
algunos miembros estuviesen auténticamente motivados
128 Cap. 3 La terapia familiar intensiva como proceso
para cambiar, otros, al menos transitoriamente, podrían salir ganando con el mantenimiento
del statu quo. A los miembros no-sintomáticos de la familia, tal vez se les dificulte el
reconocimiento del crecimiento familiar detenido o deformado, y aún las consecuencias del
mismo, gracias a la concentración continua de su atención sobre la "enfermedad" patente de
otro miembro. A menudo las pseudomotivaciones para la terapia familiar se basan en el
deseo de poner al descubierto, pero no de cambiar la enfermedad o las actitudes de otro
miembro.
La variabilidad de las motivaciones de los individuos miembros de la familia no es el único
factor importante y difícil del "contrato" de terapia familiar. Si la terapia familiar se efectúa
paralelamente a la terapia individual, como ha ocurrido frecuentemente en nuestro
programa se vuelve necesario aclarar la relación existente entre las dos maneras de trabajar.
¿Puede llevar dos chaquetas el mismo terapeuta: la de terapeuta de un individuo y la de
terapeuta de una familia? Cada nuevo miembro del personal de nuestro programa ha pasado
inicialmente por un periodo de enjuiciamiento de la compatibilidad de los dos papeles.
Surge otra cuestión, en lo tocante a la distribución de papeles en el equipo de tratamiento.
Así pues, ¿crea la presencia de dos terapeutas, orientados diferentemente, una lucha
consciente o inconsciente, de carácter competitivo, entre los miembros del equipo? El
tiempo ha demostrado que estas preocupaciones poseen tan solo validez relativa y que las
ventajas del trabajo en equipo, con el tiempo, superan sus inconvenientes, siempre que las
personalidades de los dos terapeutas sean de alguna manera compatibles. Es como si el
proceso de crecimiento, en la relación de un equipo determinado, estuviese interconectado
con el proceso de crecimiento de la familia.
Otro problema inherente al "contrato" de terapia familiar estriba en la calidad de novedad
de la terapia familiar como modo de tratamiento. El papel del psiquiatra o del
psicoterapeuta individual ha quedado relativamente bien definido, como parte de la escena
cultural norteamericana contemporánea; rara vez tiene que iniciar su trabajo justificando su
enfoque o los fines de su proceder. No puede decirse otro tanto del terapeuta familiar.
Quiéralo o no, las familias lo obligan a que las "convenza" de que su método es un modo de
tratamiento válido. El terapeuta familiar se encuentra a menudo tan indefenso frente a las
actitudes tradicionales y a los clisés del prejuicio social, como lo estuvieron los pioneros
del psicoanálisis.
DESCRIPCIÓN DE UN CASO z
La familia elegida para ejemplificar el proceso de terapia familiar conjunta intensiva ha
exhibido un cambio positivo, profundo y significativo, en el transcurso de la terapia
familiar. Sin embargo, es difícil for
mular y expresar adecuadamente el entrelazamiento de los puntos de vista basados en el
individúo y el sistema de la dinámica del cambio. A causa de la carencia de fundamentos
conceptuales uniformes, esto sería cierto aun para los terapeutas que tienen experiencia
directa en materia de terapia familiar intensiva. Para la descripción del cambio terapéutico
individual, he usado el marco conceptual de la teoría dinámica fundada psicoanalíticamente
y he tratado de descubrir los cambios en el proceso de la familia, sobre la base de la
estructura teórica del capítulo 2 y de las establecidas en la bibliografía de la terapia familiar.
Se incluyó a la familia S. en el Programa de terapia familiar, para el tratamiento de María,
de 16 años de edad, que primero estuvo hospitalizada durante un mes para el tratamiento de
un estado diagnosti cado como psicosis esquizo-afectiva. Su historia era la de una chica
precozmente inteligente, a la que no se consideró como problema grave de conducta hasta
que ingresó a la secundaria. Preocupaba algo el hecho de que hubiera sufrido una caída en
su primera infancia y también que hubiera sido atacada sexualmente por un primo de nueve
años de edad, cuando ella tenía apenas cinco. Se la describió diciendo que siempre había
sido físicamente saludable y madura, a la edad de once o doce años. Se arreglaba con
cuidado y era atractiva. Antes de su admisión a nuestra unidad, como paciente voluntaria,
había sido hospitalizada tres veces. Los problemas de María comenzaron, aparentemente, a
principios de 1960, cuando comenzó a dar señales de que no se concentraba bien en la
escuela y a recibir malas notas. Según decían los padres, mostró numerosas señales de
rebeldía y conducta irrespetuosa y finalmente fue hospitalizada por "trastornos de la
adolescencia", en marzo de 1961. La dieron de alta a fines de ese mismo mes. En el verano
de 1961, a la señora S. empezó a preocupar la posibilidad de que María tuviese trato sexual
con varios jóvenes. Por aquellas fechas, María huyó a Nueva York, ostensiblemente para
consolidar el matrimonio de sus padres, que en su opinión estaba a punto de deshacerse. En
octubre de 1961, comenzó a mostrar hiperactividad y una conducta algo estrafalaria en el
hogar y fue admitida en la unidad de psiquiatría de un hospital particu
2 El autor quiere expresar su agradecimiento a Oscar R. Weiner, M. D., por las numerosas y
valiosas discusiones sostenidas con él, en lo concerniente a la aclaración de los conceptos
clínicos de María, a todo lo largo del tratamiento de esta familia.
129
130 Cap. 3 La terapia familiar intensiva como proceso
Descripción de un caso
lar. Se le dio, de alta al cabo de un mes después de haber recibido terapia intensiva con
tranquilizantes. Sin embargo, no tardaron en reaparecer los problemas de María en la
escuela y en el hogar, y en enero de 1962 fue rehospitalizada con síntomas de insomnio,
hiperactividad y, al parecer, ideación marginalmente delirante. Poco después, se entrevistó a
la familia para averiguar los motivos que tenían para la terapia familiar y María fue
remitida al programa.
La familia está constituida por los padres y dos hijos: María, que ahora tiene 18 años y Paco
de 16. El padre es lo que en Estados Unidos se llama trabajador de "cuello azul", es decir,
obrero, y la madre hace trabajo de oficina. Viven en una casa propia y mantienen contactos
sociales con vecinos y miembros de la numerosa familia de la señora S. Con excepción de
Paco, a los miembros de la familia no les cuesta trabajo verbalizar y poseen un vocabulario
y una capacidad de razonamiento que sobrepasa su nivel educativo general. A pesar de su
capacidad para el debate y la argumentación, ha sido imposible obtener de algún miembro
de la familia una descripción consistente de la esencia de sus problemas. Desde el principio,
ha quedado claro que algunos elementos del estado de María y de los problemas de la
propia vida de los padres están inseparablemente entrelazados, en todas las descripciones
del "problema" familiar. No se ha negado el hecho de que la relación conyugal de los
padres dista mucho de ser buena. Desde el punto de vista de la experiencia terapéutica, toda
la familia está envuelta en el proceso patológico, aun cuando María sea el único miembro
que, como individuo, ha satisfecho el criterio tradicional de mostrarse sintomáticamente
enferma. Retrospectivamente, parece que la enfermedad de la chica ha debido proporcionar
a la familia una suerte de función de pararrayos, mediante la cual ha prevenido otras formas
de patología, mucho más catastróficas, de parte de los demás miembros.
Ambos padres provienen de familias inmigrantes. Los padres de la señora S. fueron
originarios de Lituania; el padre falleció cuando ella tenía entre once y trece años de edad;
declaró repetidas veces que no recordaba la fecha de la muerte del padre y que tenía muy
pocos recuerdos de él. Era la más pequeña de 4 hijos en una familia dominada por la madre.
Después de la muerte del padre, su familia se trasladó al campo. La madre no insistió en
que terminase la secundaria. Comenzó a trabajar pronto, pero se quedó con la madre hasta
que se casó, a los veintitantos años. La señora S. es alta, viste atractivamente y tiene una
inteligencia que capta rápidamente las cosas.
El señor S. nació en una familia de origen latino. Tiene dos hermanos mayores y una
hermana menor. Perdió a sus dos padres a los 9 años de edad; a la madre por muerte y al
padre por abandono. Fue
criado, sucesivamente, por una familia adoptiva, su hermano mayor y una institución para
menores. Lo que cuenta de su adolescencia está lleno de decepciones y sufrimientos; dio a
entender que estuvo a punto de andar en malos pasos. Hizo su servicio militar poco después
de casarse. María nació mientras el señor S. estaba cumpliendo el servicio militar. Al
regresar, se sintió muy decepcionado por el hecho de que ni su hija de dos años de edad, ni
su suegra, dieran señales de sentir gran afecto por él. En las disputas subsiguientes, su
cuñado prácticamente lo echó de la casa y vivió separado y en- comparativa pobreza,
durante un año mas o menos.
Nunca se expusieron con completa claridad los detalles de la primera fase del matrimonio
de los padres, pero es razonable suponer que su relación estuvo profundamente marcada por
deformaciones de trans
ferencia. El señor S. tal vez volvió a vivir algunas de las experiencias de separación de su
infancia, a través del conflicto con la familia de su esposa; y la señora S. tal vez se casó a
causa de una necesidad inconsciente de recuperar el objeto perdido, su padre. En el
momento de la admisión, la relación matrimonial exhibía el patrón de dos cónyuges
infantiles extremadamente regresivos, que buscaban la justificación mediante la
reinvidicación de sus derechos a tener un padre.
La descripción inicial de Paco fue la de un "hermano sana", que no había sido un problema
emocional para la familia. Era callado, obediente y tímido, alumno promedio en la escuela.
Daba la impresión de
miembro sometido, que contaba con muy poco "espacio vital" emocional entre los otros
tres miembros exigentes. En una de las primeras sesiones a la que asistió, su única
respuesta al ruidoso maltrato del señor S. fue un llanto impotente, doloroso, callado. Más
tarde, los padres lo mantuvieron fuera de las sesiones familiares durante más de un año.
Sigue siendo el menos comprendido, pero tal vez también el menos engolfado de los
miembros del sistema familiar.
La historia de la conducta de María reveló que parecía haber cambiado, desde un excesivo
apego, hasta una defensividad manifiestamente hostil, en lo tocante a su madre.
Simultáneamente, pareció exhibir
algún grado de apego, que no carecía de matices de seducción, respecto a su padre,
evidentemente hambriento de cariño. En el momento de la admisión, María consideraba
que su situación era insoportablemente tensa, a causa de las demandas opuestas de sus
padres. Sentía que se encontraba "en medio" y que tenía que hacer de "árbitro" entre sus
padres que, según dijo, disputaban el amor de ella, como si fuesen "amantes" rivales. La
observación directa de la conducta familiar parecía corroborar los alegatos de María.
Ejemplos de sobreenvolvimiento y sobreestimulación en las relacione= padres-hija,
comúnmente vinieron se-
132 Cap. 3 La terapia familiar intensiva como proceso
Descripción de un caso 133
guidos de demandas mutuamente frustrantes en la relación matrimonial. Las batallas
verbales tendían a degenerar en rabia incontrolada y odio vengativo, de parte de todos y
cada uno. Sin duda alguna, era conveniente separar a María del ambiente hogareño.
La suposición de que los padres sobreestimulaban a María se hizo evidente desde la
primera sesión familiar, como lo muestra el extracto siguiente
SEÑORA S. (a María) : ¿Cómo explicas este cambio? ¿Hemos hecho algo para que
ocurra? ¿He hecho yo algo?
MARÍA: Sí.
SEÑORA S.: Bien, dime ¿qué has hecho, María?
MARÍA: Me has acariciado, me has abrazado, me has besado en los labios. SEÑORA S.:
Creía que eso era lo que tú querías.
SEÑOR S.: ¿No querías eso? MARÍA: No.
SEÑOR S.: Eso es lo que dijiste. De eso te quejabas, de que no recibías suficiente amor.
MARÍA: ¿Tenías que besarme en los labios? SEÑOR S.: Bueno, mira...
MARÍA: ¡Siempre que quería besarte en la mejilla, tú querías que fuese en los labios! No
era bastante sincero ... tenía que tomarte en mis brazos...
SEÑOR S.: Yo nunca te dije cómo quería que besases a tu. ..
SEÑORA S.: María, te estás contradiciendo. Siempre has dicho que sientes que te falta
amor.
La fase inicial de tratamiento consistió en una combinación de psicoterapia individual, para
María, y sesiones semanales de terapia familiar, las cuales, al principio, por lo común, no
incluyeron a Paco. Fueron múltiples las razones por las cuales éste no participó en esta
etapa. No sólo se mostraba despegado e improductivo durante las sesiones, sino que apenas
si había espacio para dar cabida a las necesidades de expresión verbal de los otros tres
miembros, extremadamente activos, durante la hora. Sin embargo, después los terapeutas
consideraron que debían haber insistido en la presencia, desde un principio, de este chico
demasiado callado.
María estableció pronto una relación intensiva con su terapeuta particular, que era uno de
los terapeutas de la familia. Aunque obtuvo apoyo evidente gracias a esta relación, tendió
también a utilizar la terapia para hacer sentir celos a sus padres. Inicialmente, los padres
utilizaron las sesiones familiares para acusar a su hija, supuestamente desleal, y después
para sus interminables disputas airadas. Después de la primera sesión familiar, la terapia
familiar quedó interrumpida durante dos semanas,
porque María se estaba comportando de manera agudamente psicótica; se puso a hablar
sometida a gran presión, comenzó a atacar, predijo una explosión de bomba de hidrógeno,
dijo que era Dios y la Virgen María y pretendió ser capaz de hablar en cualquier idioma.
Poco después de este episodio psicótico, de corta duración, la terapia familiar se reanudó y
ha proseguido a razón de una sesión por semana, con sólo una interrupción breve. En el
momento- de escribir este trabajo, la terapia se encontraba en su trigésimo mes.
Sería importante, aunque muy difícil, describir los aspectos no verbales de la estructura
interaccional de las sesiones familiares, a medida que se fueron efectuando durante el
primer año y medio de terapia. A veces parecía como si existiese una competencia entre
María y sus padres, que se expresaban y autoafirmaban de las maneras más infantiles y
regresivas. Se ponían a gritar simultáneamente a todo pulmón, golpeaban la mesa y se
negaban a escucharse el uno al otro, todo lo cual hacía que la mayoría de las sesiones
pareciesen ser caóticas y estar vacías de todo significado. A través de la cámara de Gessel,
la aparente impotencia de los dos terapeutas que se esforzaban por hacer sentido, dejó en
los colegas que observaban una impresión de muy mal pronóstico. Contra la aplastante
intensidad de este incesante disputar, carente de sentido, lo único que podían hacer los
terapeutas era consultarse el uno al otro para encontrar algún significado. Sus declaraciones
e interpretaciones parecían ser rechazadas por la resistencia rígida de los padres. La
ostensible alianza temprana de María con los terapeutas, que a veces la hacían parecer un
terapeuta familiar auxiliar voluntario, resultó ser un simple ejercicio intelectual que tenía
como objeto, tal vez, inflamar la celosa posesividad de los padres. Sin embargo, a pesar de
todas las indicaciones de mal pronóstico iniciales, esta familia ha sido quizá la que ha
cambiado de manera más significativa, entre dos o tres docenas de familias. El proceso
terapéutico ha producido una masa enorme de material clínico, que puede estudiarse en las
cintas de más de cien sesiones familiares. En este capítulo no hemos intentado llevar a cabo
un análisis clínico exhaustivo. El material clínico, basado sobre todo en sus aspectos más
profundos, en la dinámica revelada por la señora S., ha sido extraído del material total con
objeto de ejemplificar conceptos de la dinámica del sistema multipersonal. Puede resultar
aplastante la complejidad de las oscilaciones dinámicas de un solo miembro. Es todavía
menos probable que la totalidad de la patología de los cuatro miembros pueda explicarse
satisfactoriamente, mediante una sola formulación. No obstante, ha sido posible delinear
una modalidad típica de patrones recurrentes y compartidos de acting out, y postular una
formulación dinámica consistente, en la cual se fundamenta. También ha sido posible
relacionar el patrón de
134 Cap. 3 La terapia familiar intensiva como proceso
Descripción de un caso 135
acting out y la hipótesis subyacente, con un camuflaje en forma de un "mito familiar", que
queda al descubierto a medida que avanza la terapia y comienzan a palidecer los patrones
mencionados.
El mito familiar puede descubrirse en una entrevista entre los dos padres y el terapeuta
familiar de María, efectuada el día siguiente al de su ingreso.
TERAPEUTA: ¿Qué provocó la enfermedad SEÑORA S.: Siente [María] que su padre no
se debe, que las disputas que tenemos son a ha hecho saber que probablemente no siones, si
no fuese por culpa de ella. TERAPEUTA: ¿De qué manera?
SEÑORA S: Bien, si el padre la regañase regañarla, comenzaríamos a discutir. esposo ha
sido demasiado estricto con tiempo en que tenía... bueno, diría edad.
interesa de
en ella todo lo que ella... y que se le habría ni la mitad de las discu
causa
por algo por lo que no debería En primer lugar, creo que mi ella desde un principio, desde
el yo, que entre 10 y 11 años de
Ostensiblemente, la madre está en esta sesión (como en muchas de las subsiguientes),
preocupada por la severidad del esposo y la falta de interés en María, como causa
contributiva de la enfermedad mental de su hija. Pero una observación más atenta de sus
oraciones nos ofrece una indicación más clara de la complejidad de las asignaciones del
papel de objeto y de las confusiones de identidad, que constituyeron una de las dimensiones
principales de la patología de la familia. La primera declaración de la señora S. tiene que
ver con la supuesta falta de "interés" del señor S. en María. Recordamos que la señora S.
dijo que su propio padre se pasaba regularmente las tardes fuera del hogar, lo cual se
ofreció como causa de la amnesia que sentía respecto del padre. En la segunda parte, en la
misma oración, la señora indica que en vez de no interesarse, ella y el esposo se interesan
demasiado y que sus discusiones tiene como objeto a María. En efecto, a medida que
avanza la terapia, el énfasis se desplaza hacia la excesiva tendencia del señor S. a regañar a
su hija, en vez de hacer caso omiso de ella. Hablando concretamente, se le acusa de ser
irrazonablemente estricto con la hija, desde que ésta cumplió once años. No sabemos
porqué la señora S. se refiere a este periodo llamándolo "desde un principio"; lo único que
sabemos es que la señora S. perdió a su propio padre más o menos a una edad semejante. Es
interesante, a este respecto, que la señora S. se quejase de una falta de afecto físico entre el
señor S. y María, y que el desarrollo físico de ésta, su transforrnación en señorita, haya
comenzado aproximadamente hacia la misma edad. Aunque el material de sesiones
posteriores validará un tanto la suposición de que la señora S. se inclinaba a con
fundir su propia identidad con la de su padre y la de María, a la vez, en el extracto anterior
la única indicación, en este sentida, la tenemos en su uso de la expresión "el padre", en vez
de decir el "padre de María" o "mi esposo". De hecho, en la mayoría de los casos, la señora
S. siguió refiriéndose a su esposo llamándolo "el padre".
Naturalmente, si la lógica implícita en la anterior aseveración es correcta, la señora S.
podría en verdad sentirse más celosa que protectora de María, aunque sus celos nunca se
han verbalizado. Por otra parte, si María es víctima pasiva de la severidad del padre, parece
ser extrañamente inconsistente que la señora S. le haya "hecho saber que probablemente no
habría ni la mitad de las discusiones, si no fuese por culpa de ella". Esta aseveración
descarga la culpa explícitamente sobre María. Si fuese víctima pasiva de la injusta
severidad del padre, ¿por qué habría que hacerle saber que era la causa de las discusiones
de los padres, especialmente si las discusiones tienen que ver con el carácter estricto del
señor S.? Es posible que la lógica extrañamente inconsistente, come de proceso primario,
de la implicación de María, esté basada en la transferencia de los sentimientos de la señora
S., originalmente dirigidos hacia su propia madre, a la cual se la vio en el papel de una
intrigante, aunque esto no haya sido reconocido. Probablemente, el ingrediente oculto de la
lógica de la señora S. se base en una memoria reprimida de competencia con su madre, por
poseer a su padre pasivo.
La observación real de las interacciones de la familia convencieron cada vez más a los
terapeutas de que el señor S. no controlaba tanto a su esposa y a su hija, como era
controlado por ellas. Aunque el "mito"
representaba al señor S. como padre injustamente punitivo, la verdad parecía ser que,
comúnmente, era manipulado por su esposa para que desempeñase dicho papel. Después de
esto, cambiando repentinamente, se ponía a atacarlo por ser padre ásperamente "regañón".
La inconsistencia de la conducta de la señora S. hacía juego con la buena voluntad
paradójica del señor S., para caer una y otra vez en el desempeño de un papel, por el cual
no tardaría en ser repudiado de manera igualmente "regañona". Por último, resultaba
intrigante que María fuese materia dispuesta para el "juego" de su madre.
Los primeros meses de la terapia familiar revelaron que uno de los "síntomas" principales
de la patología familiar consistía en un patrón transaccional triádico, repetido a menudo, en
el que participaban los dos padres y por lo común María o, a veces, Paco. El patrón
transacc•_onal constaba de cuatro fases:
1. La señora S., mediante añagaza o presión, consigue que el señor S. regañe a Maria (o a
Paco).
136 Cap. 3 La terapia familiar intensiva como proceso
Descripción de un caso 137
2. Una vez que la cólera del señor S. ha alcanzado intensidad suficiente, la señora S. se
vuelve contra el señor S. y lo acusa de ser injustificadamente duro.
3. Luego, la señora S. logra dirigir sobre sí misma los regaños paternales del señor S.; se
establece entre los dos padres una disputa ruidosa, mientras el hijo va perdiendo relieve.
4. La señora S. repudia la conducta paternal del esposo, poco después de haberla
provocado.
En una de las sesiones iniciales se desarrolló un ejemplo típico de este patrón de cuatro
fases, teniendo a María como objeto. En la primera fase, la señora S. acusa a María de
varias "faltas", especialmente de una conducta deliberadamente embarazosa e irreflexiva
con los huéspedes del último fin de semana. Los cinco minutos siguientes de la grabación
están llenos de un torrente de aseveraciones benignamente críticas, más bien ineficaces y
repetitivas, del señor S. para María. En un determinado momento, le pregunta a ésta por
qué tiene que "simular". En este momento comienza la fase dos, cuando la señora S. le da
"pie" a María, pronunciando en voz suave y con un tono intrigante: "¿ves?, te lo decía".
Instantáneamente, María comienza a llorar. Mientras el señor S. le habla con delicadeza a
María y le ofrece un pañuelito de papel, la señora S. la incita a que hable y diga por qué se
siente herida, por qué está llorando. María estalla, con gran cólera en su voz, y ataca al
padre por haber utilizado la palabra "simular". La fase tres, que se desenvuelve
rápidamente, nos muestra a un padre airadamente defensivo, que desplaza la discusión
desde María hasta su esposa. El extracto siguiente es característico de dicha fase
plenamente desarrollada:
SEÑORA S.: Siempre regañas a la otra persona.
SEÑOR S.: No te estoy regañando a ti, tú siempre... como dije antes, cuando uno expresa
algo, tú siempre. . .
SEÑORA S.: ¿No sermoneas a tus hijos?
SEÑOR S.: No sermoneo a mis hijos, trato de corregirlos. SEÑORA S.: Bueno, ahora si ...
llamas corregir ... (ambos hablan al mismo tiempo).
SEÑOR S.: Creo que los estoy corrigiendo. Si creo que están haciendo algo malo y que se
les debe castigar porque lo han hecho, entonces creo que los estoy corrigiendo.
SEÑORA S.: ¿Hacen alguna vez bien algo?
Con esta última pregunta comienza la fase cuatro. La señora S. repudia ahora a su esposo
por ser un sermoneador irrazonable, irresponsable, apenas unos minutos después de que él
comenzase a regañar a Maria, incitado por ella.
Se desprende de nuestra prolongada observación que al parecer, la cuestión de la
"enfermedad" de María ha sido utilizada también conforme a esta sucesión dinámica de
cuatro fases. Por lo general, el señor S. propendió a expresar sus dudas de que María
estuviese enferma, y la enfermedad de la hija fue utilizada frecuentemente contra él, a
manera de "garrote", por su esposa. Por ejemplo, mientras María estuvo en el hospital, la
señora S. utilizó la enfermedad de aquélla como pretexto para negarse a mantener relación
sexual con el esposo. Casi cualquier manifestación de control o disciplina, de parte del
señor S., fue interpretada por su esposa como una falta de consideración con la hija
enferma. Otro mecanismo utilizado para la perpetuación del conflicto padre-hija, ha sido el
hábito exhibido por la señora S. de discutir planes por separado con María, y hacer que ésta
le presente luego al padre situaciones plenamente decididas o arregladas, por ejemplo, la
asistencia a una fiesta. La tardía solicitud de permiso ha tendido a producir, de parte del
señor S., una actitud inflexible de enojo.
Otro caso de la misma serie esencialmente cuadrifásica, tuvo como protagonista a Paco.
Éste y sus padres fueron a un día de campo con otra familia. Paco y otro chico de 16 años
rentaron una lancha para remar arroyo arriba. Se les dijo que regresaran a las 5 de la tarde,
pero se atrasaron más de media hora. La fase 1 comenzó a desarrollarse cuando el señor S.
se cansó de tranquilizar a su esposa, que cada vez se estaba mostrando más histérica, y que
pensaba que tal vez los chicos se habían ahogado. Cuando los chicos hicieron acto de
presencia, a las 5 y 40 minutos de la tarde, el señor S. cogió a Paco y le empezó a pegar
delante de las demás familias, diciéndole que no debía haber preocupado tanto a su madre.
La fase 2 se desarrolló inmediatamente, cuando la señora S. comenzó a atacar a su esposo
por lo que, en su opinión, era una injustificada dureza con Paco. En la fase 3, los padres en
conflicto se desentendieron por completo de Paco y los altercados, que duraron toda una
semana, dejaron al señor S. con una etiqueta, recientemente reforzada, de padre brutal e
insensible (fase 4).
La sucesión fásica de acting outs nos sugiere una hipótesis dinámica implícita, que habrá de
ponerse a prueba en el transcurso de la terapia familiar. La hipótesis se basa en tres
supuestos fundamentales: a) la motivación a buscar padre (restaurativa de objeto),
dependiente, es uno de los elementos dinámicos principales de los miembros de la familia
que presenta acting outs; b) el deseo de ser regañado, es uno de los principales patrones de
necesidades o canal para esta dinámica, en esta pareja y c) los miembros que participan en
el esquema triádico de acting outs, están motivados (al menos inconscientemente) para
aceptar los papeles de "objeto", requeridos por las reglas del patrón o estructura
138
Cap. 3 La terapia familiar intensiva como proceso
Descripción de un caso
139
conductual. Teniendo presentes estas premisas, podemos suponer que una satisfacción
tranquilizadora, dependiente, consistente en tener simbólicamente "un padre", se deriva,
primero, de asignar el papel de padre implicado a un tercer miembro y, luego, en asumir el
papel como objeto de las reprimendas o castigos del "padre" implicado. En otras palabras,
una identificación regresivamente deseada con el yo-niño del pasado, se lleva a cabo
óptimamente cuando se la vuelve a vivir en oposición a un padre dispuesto a "corregir". La
meta inconsciente, hipotética, de poseer un objeto-padre enérgico, largamente deseado, es
exactamente lo opuesto del mito familiar declarado. Aunque, ostensiblemente, el mito
familiar condena la dureza de las "reprimendas" del padre, la censura paterno-materna es
profundamente deseada, como una forma regresiva de relacionarse con el objeto parcial. Al
parecer, la señora S. reaccionaba a la disposición del señor S. de regañar a María como si su
hija fuese excesivamente mimada, con la misma relación padre-hija que la señora S. había
echado de menos desde su infancia. Por consiguiente, para la señora S. el "agarrarse" al
papel de objeto regañado equivale a competir con su hija por una satisfacción dependiente.
Luego, cuando ella repudia ásperamente al esposo, el señor S., a su vez, obtiene su parte de
satisfacción, al ser corregido por haber cometido una falta. De esta manera, también él sale
ganando en la competencia con su hija por la atención paternal de la esposa. Finalmente,
empujan a --María a desempeñar el papel de tercera parte, implícitamente como árbitro, que
es también un papel de objeto paterno-materno sustituto.
La validación clínica de nuestra hipótesis dinámica se hizo posible, a través de la creciente
libertad con que la familia repitió los acting outs de patrones patológicos, y a través de los
lapsus verbales y otras mani
festaciones semejantes de una determinación inconsciente. Frecuentemente, pareció que, en
su conducta en el hogar, los miembros de la familia estaban manteniendo una interacción
comparativamente "normal", y que sólo adoptaban los papeles de la "trama" de cuatro fases
para ayudar a la exploración terapéutica durante las sesiones de terapia. Este patrón es
característico de las familias capaces de cambio terapéutico, puesto que la libertad para una
exhibición espontánea de la "patología" es un requisito tan importante para la terapia
familiar intensiva, como lo es para el psicoanálisis la capacidad de libre asociación. Los
lapsus verbales se produjeron comúnmente en estas "reactuaciones", y reflejaron la textura
inconsciente, o apenas consciente, de los deseos de los miembros de esta familia de
asignarse, unos a otros, las identidades transferenciales.
Consistentemente con el deseo de recuperar sus objetos paternales perdidos los lapsus
verbales de los padres frecuentemente asignaron un
papel paternal al otro, como lo ejemplifican los del señor S. (en cursiva), en el siguiente
extracto de la primera sesión familiar:
SEÑOR S.: Mi hija, cuando estaba creciendo... quiero decir, es una niña, y hay que tratar a
la niña como tal, como he dicho antes. Pero cree que cuando su madre le dice que haga algo
que existe un gran... este. .. este ... obstáculo para que lo haga y que no debería hacerlo
porque ella... porque se supone que lo tengo que hacer yo, que yo era su padre, que yo tenía
que hacerlo, que se suponía que ella no tenía que hacer nada. En otras palabras, cuando no
me ponía yo a lavar las ventanas como mi madre ... como mi esposa me lo pedía diciendo,
papá... Paco, ¿por qué no lavas las ventaras? Mi hija... si yo le sugería a ella diciéndole
"bueno, María, ¿no crees que deberías ayudar a tu madre.` Lo que yo creo que era correcto,
pues mi esposa realmente trabajaba para ella, para beneficio de su hermano (de María) y
para el mío.
Los dos lapsus que aparecen en esta última cita, poseen interesantes propiedades
estructurales. En el primero de ellos, el señor S. asigna inconscientemente el papel de
madre a su esposa, mientras que en el
segundo comete el lapsus que solía cometer su esposa, como si estuviese descubriendo las
motivaciones inconscientes de ambos.
Podrían citarse muchos otros, para ejemplificar la tendencia de los padres a apreciarse a sí
mismos, en sus fantasías cargadas de deseo, como si fuesen uno el hijo del otro. En una
sesión, el padre afirmó que su
esposa no quiso llevar a "los dos hijos", es decir él mismo y su hijo, al juego de pelota. En
otra sesión, su lapsus consiste en designar a su esposa y a su hija, diciendo que son sus "dos
hijas". En otro, el padre regaña a su esposa y a sus dos hijos colectivamente ("ustedes
tres"), por no reconocer haber obrado mal: "no pueden acercase a mí y decirme: «papá, lo
he hecho»". Ocasionalmente, la señora S. ha cometido el lapsus de llamar a su esposo
"papá" y, casi consistentemente, cada vez que lo menciona lo llama "el" padre.
Hay muchos indicics y testimonios, sutiles a veces, que confirman la .~u; osición de que ser
regañado o abofeteado puede significar recibir amor de una figura paternal, simbólicamente
recuperada. A este respecto,
es interesante comparar las cintas de dos sesiones. La primera contiene una airada disputa
entre los dos padres, en lo concerniente a las veces que el señor S. ha abofeteado a María.
Al principio, la voz de la señora S. tiene un tono sarcástico cuando desafia al esposo a que
confiese: "¿Cuántas veces le has pegado a lO2aría?, ¿sólo una vez?" Sin embargo, cuando
se escucha con más atención la grabación, se hace patente que a María no le preocupa
demasiado el que le hayan dado sus azotes y que el tono de voz de la señora S. parece estar
cargado de envidia, tal vez
140 Cap. 3 La terapia familiar intensiva como proceso
porque su hija ha recibido lo que, inadvertidamente, ella ha venido deseando desde hace
mucho tiempo. La validación real del deseo de la señora S., consistente en ser "castigada",
se encuentra en otra sesión familiar, efectuada diecinueve meses más tarde. A estas fechas,
la señora S. ha venido pasando por un largo y doloroso proceso de revaloración de sus
actitudes respecto a sus imagos paternales. La "maldad" del recuerdo de su padre está a
punto de disiparse y la amnesia de su infancia comienza a desaparecer. Se acuerda de la
historia de una de sus travesuras infantiles y añade con voz nostálgica: "recuerdo que mi
padre me pegó, y fue una sola vez". Este cambio explícito que hace la señora S. en la
estimación del valor del carácter "estricto" del padre, constituye un aspecto importante de
su cambio terapéutico gradual.
Sin embargo, durante el primer año y medio de terapia, la lucha principal pareció girar en
torno a los desesperados intentos, por parte de ambos padres, de asignar papeles de objeto
paterno-materno el uno al otro, a María y finalmente, durante la transferencia, a los
terapeutas. Los padres hicieron todo lo que pudieron por frustrar la emancipación de María.
Ridiculizaron la única amistad que fue capaz de formar con otra paciente de su edad.
Sabotearon su regreso a la escuela y si no hubiese sido por la intervención del terapeuta,
esta chica inteligentísima podría haber perdido un semestre de trabajo escolar que tan
excelentemente había ejecutado.
Durante año y medio fue prácticamente imposible obtener la cooperación de los padres para
cualquier discusión significativa de sus propios antecedentes o de sus acciones posesivas,
respecto a María. Sin embargo, en algunas ocasiones, la señora S. fue capaz de reconocer su
tendencia regresiva a confundir relaciones con identificaciones, en lo concerniente a María.
Tuvo lugar un interesante incidente, durante los meses en que María estaba aún
`hospitalizada y sólo pasaba los fines de semana en su casa. Ésta se quejó de que, cuando su
madre la había enviado a comprar unos pasteles, fue humillada delante de los invitados, por
no haber sabido tomar una buena decisión, pues había comprado una cantidad insuficiente.
Madre e hija se excitaron muchísimo al discutir este incidente. Inicialmente, la señora S. se
defendió, mientras María la acusaba de falta de consideración y trato humillante. Sin
embargo, negó la sugerencia de que su madre hubiese tratado de humillarla a propósito. La
señora S. comenzó a llorar entonces, y dijo que creía que su hija debía haberse sentido
humillada a propósito; expresó recuerdos de su propia infancia, de cómo se esforzaba por
agradar a su madre y ésta, a pesar de todos sus esfuerzos, seguía insatisfecha. En este
momento, el señor S. y María recordaron juntos varias ocasiones en que la señora S. había
criticado
Descripción de un caso
regalos que le había hecho su hija. Sin negar los incidentes, la señora S. conectó su propia
conducta hacia María y la actitud de su madre con ella misma.
SEÑORA S.: . . . ahora que lo pienso, es precisamente lo que mi madre solía hacerme. ..
y... ahora estoy devolviéndole lo mismo [a María], cuando no debería hacerlo...
SEÑOR S.: Es cierto.
SEÑORA S.: Como yo solía hacer las compras para mi madre, era la que casi siempre
compraba la carne. Cada vez que se la llevaba, ella decía eso (?), se ponía a oler para ver si
estaba fresca o decía, ¿por qué no me conseguiste esto? ... lo mismo ... ahora que lo pienso,
la misma situación.
MARíA: Problemas de los padres.
SEÑORA S.: Me enojaba tanto que eso (?) pensaba que era tan mal agradecida, que encima
de írselo a comprar, no hacía más que regañar. Pero nunca se lo reproché; tomé las cosas
como venían. Quiero decir, la aceptaba como lo que era. .. me decía, así es ella y qué es lo
que se va a hacer. Y lo mismo si se me ocurría comprarle un vestido para regalarle; me
decía "bueno, no me queda bien", y "no se ve bien" y "hubiese preferido otro" o algo por el
estilo, y ahora que nos hemos estado contando cosas, me doy cuenta de que eso es lo que
mi madre me hacía y ahora yo se lo estoy haciendo a ella.
Es por demás evidente que en el pasaje anterior, como en muchas otras ocasiones, las
fluidas fronteras del ego de la señora S. se desplazaron una y otra vez desde a) la
identificación con María, como su yo infan til, hasta b) ella misma, como extensión de
María o c) de su propia madre. La suma total de transferencias, falsas identificaciones,
inversiones y fusiones, equivalió a una desindividualización de la familia, con su
debilitamiento implícito de las discretas fronteras del ego de !todos los miembros. Tal
fusión del ego o regresión a una "masa de egos" (Bowen, capa 5), se reflejó en las
deformaciones gramaticales del párrafo anterior, cuando la señora S. sustituyó los
pronombres personales "ella" y "yo" con el impersonal "eso", como de cosa. Además, el
primer "eso" se refiere a sí misma, mientras el segundo se refiere a su madre. El "eso"
representa una masa de egos, literalmente fusionada, constituida por la señora S. y su
madre.
Este aspecto de la patología de la familia se expresaba también en -algunas configuraciones
verbales típicas, aparte de los lapsus verbales. Estas deformaciones, inconscientemente
determinadas, expresan, como se sabe, motivaciones más profundas que interfieren y
alteran percepciones y explicaciones adecuadas de las relaciones aparentemente exentas
de ,conflicto. Por ejemplo, a consecuencia de sus anteriores pérdidas de ob-
142 Cap. 3 La terapia familiar intensiva como proceso
Descripción de un caso
143
jeto, incompletamente resueltas, el pensamiento primario de los diversos miembros puede
revelar una fusión imaginaria del Yo con un Otro paterno-materno, una reversión de la
diferenciación generacional u otras apreciaciones deformadas de relaciones e identidades.
Aunque los lapsus del señor S. implicaron a menudo que aceptaba inconscientemene una
posición de padre, frente a su esposa, a su hija frecuentemente le hizo declaraciones como
la siguiente: "no soy un padre", "nunca fui un padre". Una arbitrariedad juguetona, pero que
provocaba dolor, del diferencial padre-hijo, se nos revela en las siguientes declaraciones
desconcertantes, hechas a Maria: "mientras yo sea tu padre", "supongamos que soy tu
padre". Como si el señor S. dudase de concederle a su hija lo que le había sido negado a él:
la prolongada posesión de un padre.
Algunos de los lapsus de la señora S. dejan la impresión de una fusión inconsciente, entre
las imágenes del Yo y del Otro paterno-materno. Dos de ellas nos sugieren importantes
consideraciones en relación con el hecho de que, tanto el señor como la señora S., perdieron
a uno de sus padres a temprana edad. En una sesión que data del comienzo del segundo año
del tratamiento familiar, la señora S. cometió el lapsus siguiente: "Morí cuando mi ßa ...
quiero decir, mi padre murió cuando yo tenía once años de edad." Otro, que implica tal vez
la fusión imaginaria de la persona de su esposo con su propio yo fusionado, se produjo al
principio del tercer año, momento en el cual la situación terapéutica estaba sufriendo un
cambio significativo. Hacia el final del segundo año, la señora S. parecía sentirse menos
inclinada a reproyectar sus imagos paternomaternas malas, i.nternalizadas, sobre su esposo.
Había caído en depresión y dedicado un esfuerzo considerable a reexplorar sus memorias
infantiles olvidadas y sus sentimientos hacia sus padres. El señor S. se sentía evidentemente
muy molesto por el cambio de su esposa, el cual saboteó de muy diversas maneras, a pesar
de su espíritu de consciente cooperación. En una sesión regañó a su esposa por criticar a sus
padres, diciendo: "Un padre es un padre. Deberías respetarlos, en vez de echarles la culpa."
En este momento, la señora S. estalló coléricamente: "¡Oh, Francisco!, ¿qué edad tenías
cuando tú moriste... cuando ellos murieron?" Este lapsus no sólo pareció fusionar al señor
S. con su padre, sino tal vez también con los aspectos aborrecidos de los propios imagos
paternales de la señora S. Además, la fusión entre el propio padre de la señora S. y el padre
del señor S. está implícita en la palabra "ellos" de la última oración. La madre de ella y su
suegro en realidad murieron años después de que ella y su esposo llegaron a la edad adulta;
aunque el padre del señor S. desapareció por las fechas en que murió su madre.
Estos lapsus expresaron una dimensión, no solamente compartida, sino también
fundamental, del estancamiento del desarrollo de los dos
padres, como se ve en uno de los sueños de la señora S., mencionado en una sesión que
tuvo lugar en el 13avo mes de la terapia familiar. Soñó que su esposo había decidido,
finalmente, visitar la tumba de su madre y, en su sueño, la señora S. se sentía muy contenta.
Hay que señalar que en esta misma sesión, su esposo fue capaz, por primera vez, de hablar
de lo solo y abandonado que se sintió cuando perdió a sus padres. En un momento
determinado, hizo la siguiente declaración espontánea: "Tal vez no quise vivir cuando mi
madre murió y mi padre se fue." Pareció ser una significativa coincidencia que, a la semana
siguiente, el señor S. mencionase por primera vez, con mucha animación y orgullo, un acto
de excepcional actividad social de su parte. Contó, con evidente gusto, que había pensado
en invitar a un grupo de sus amigos para jugar a. las cartas, tomarse unas copas y unas
papas fritas.
Es lógico suponer que el sueño de la señora S. tenía mucho más que ver aun con su propio
estancamiento o "muerte" psíquica. Se reveló que no había visitado la tumba de su madre.
Al parecer, el contenido del sueño no era el único vínculo que conectaba las experiencias de
la infancia del señor S. con las de la señora S. Esta última hizo, también espontáneamente,
la declaración siguiente, al describir su sueño: "Nunca me sentí tan cerca de mi esposo,
como en este sueño."
A medida que la terapia familiar fue avanzando, los padres se convirtieron en los
"pacientes" principales. Parecieron estarse desprendiendo de su culpa, a medida que los
síntomas psicóticos de María se fueron atenuando y fueron capaces de expresar y actuar sus
sueños y deseos durante largo tiempo frustrados, utilizando la seguridad del apoyo
profesional. Los terapeutas funcionaron como un escudo contra la destrucción real y por
consiguiente, los padres pudieron dirigir sus ávidas demandas, el uno al otro y a María, con
creciente libertad. Aun cuando estas demandas infantiles siguieron obligando a María a
ocupar una posición de padre, aliándose con los terapeutas pudo soportar la presión mucho
más fácilmente. En general, su conducta avanzó desde la impotencia inicial, hasta la
movilización de sus defensas en contra de demandas enormes. En esta primera etapa de la
terapia, parecía estar huyendo tanto de las demandas de sus padres como de su propio
instinto de adolescente, excesivamente estimulado. Aunque no tenemos datos de actos
manifiestos de incesto, los comentarios de María en la primera entrevista familiar, en lo
tocante a las caricias, los besos en los labios, etc., parecen haber validado la suposición de
que estimó que estos actos de sus padres tenían carácter sexual. Más tarde, María relató que
había adquirido el hábito de encerrarse en el baño para lavarse y vestirse, a fin de que su
madre no pudiese verla. Las demandas dirigidas a María, para que se convirtiese en padre
para sus padres, se volvieron más sutiles y enmas-
144 Cap. 3 La terapia familiar intensiva como proceso
Descripción de un caso
145
caradas, disfrazadas a menudo de peleas infantiles entre los padres. En otros momentos, se
manifestaron en forma de lapsus verbales. Hacia el final del segundo mes de tratamiento, la
señora S. inició una sesión dirigiéndose a María con uno de éstos, clásico:
SEÑORA S.: Vamos, María, empieza a dar. ¿De qué tienes que quejarte? TERAPEUTA:
¿Dijo usted "dar"?
MARíA: Qué cosas dice, ¿verdad? SEÑORA S.: ¿Me decía?
TERAPEUTA: ¿Dijo usted: vamos, María, empieza a dar? SEÑORA S.: No, ¿eso dije?
¿Qué dije?
TERAPEUTA: Dar.
SEÑORA S.: ¿Dije: vamos, María, comienza a dar? Vamos, debo estar diciendo cosas que
no sabía que estaba diciendo.
SEÑOR S.: Es muy posible.
SEÑORA S.: Dije: vamos, María, comienza a hablar.
Los diez minutos siguientes de cinta grabada contienen una discusión entre el señor S. y su
hija. Él afirma que no le ha pegada a ella más de cinco veces en toda su vida, y sobre todo
lo ha hecho por "respondona y faltar al respeto a tu madre y a mí". Sin embargo, María
alega que una vez le pegó tan solo por haber estado hablando con su madre acerca de él,
que se encontraba entonces en la entrada. Cuando mengua el calor de la disputa, salen a la
superficie la lógica del señor S. y sus profundas necesidades de búsqueda de padre
"Lo único que puedo recordar, como dije, es que sólo cinco veces te he pegado y lo que
debería haber hecho es haberte dado más nalgadas. Tal vez no habrías sido tan mala como
eres, de diferentes maneras. María, tú no creas que te hayan tratado inal, como dices que te
han tratado. Después de todo, no piensas continuamente eso, como lo haces al decir que
tienes problemas con la familia. No dirás lo que son los problemas de la familia. No creo
que te importe nada de lo que tu madre y yo hacemos. Eso queda entre nosotros dos."
Las últimas dos oraciones implican acusaciones hondamente sentidas, de parte de ambos
padres; al no importarles, María se convierte en chivo expiatorio de las privaciones de la
infancia de ellos. Se ve que su padre,
quien perdió a sus progenitores antes de los diez años, está luchando con las sombras de su
propio pasado, privado de amor paterno: ¿Cómo puede un padre, o una madre dar más de lo
que recibieron de sus propios padres? Este es uno de los conflictos claves del crecimiento y
desarrollo, de más de una familia.
Unos cuantos momentos más tarde, en la misma sesión, las necesidades inconscientes del
señor S. se manifiestan en forma de dos lapsus verbales
"Bueno. Ahora, déjenme contestar ... déjenme hacer esta pregunta. ¿Qué es lo que pasa
cuando el hijo está delante de las visitas y empieza a hablar descaradamente? ¿Qué es lo
que tiene que hacer un padre entonces? ¿Cómo puede corregir al hijo, cuando éste está
tratando de corregir al padre... tratando de ponerlo en vergüenza delante de las visitas?"
A medida que la discusión se va convirtiendo en pelea, entre el señor S. y su esposa, el
primero, airadamente defensivo, revela algunos elementos de insight:
"¿Por qué deberían sentir los niños? Bueno, hemos hecho algo malo y sin embargo, al padre
lo están ridiculizando y castigando por algo que nosotros hicimos. ¿Por qué él... sería...
bueno, por qué no debería haber esta confusión todo el tiempo, entre padre e hijo?"
Estos lapsus sugieren una inversión emocional inconsciente del señor S., en un cambio
fantaseado de la diferenciación de papeles padre-hijo. Los extractos antes citados
ejemplifican también la colusividad entre las motivaciones profundas de los dos padres,
revelada asimismo por sus lapsus. Además, la cinta está llena de ejemplos de "doble-
ligadura", de parte de los padres, y su interferencia de las declaraciones de María. La presa
que los padres hacen de María, equivale a una apretada inseparabilidad simbiótica. Tal vez
sea mejor empleo de esta inseparabilidad una declaración espontánea que hizo el padre en
una sesión familiar: "¿Por qué creen ustedes, doctores, que yo no quiero que mis hijos
crezcan? Si uno tiene un árbol, ¿no es un estúpido no desear que crezca?" (cita más o
menos fiel). La metáfora del árbol puede simbolizar una clase de crecimiento que no altera
el estado de cautiverio de una persona; es decir, un árbol puede crecer, pero nunca irse.
Frente a la patente posesividad de los padres, nos dio mucho gusto ver que María se
transformaba de adolescente psicótica en adolescente rebelde. Aunque pasó por la etapa
común de una estrecha amistad adoles cente con una compañera, es discutible que haya
formado jamás relaciones con iguales, aunque fuesen ligeramente significativas. Al parecer,
buscó amistades principalmente para agravar el celoso apego de los padres. Se observó que
tendía a utilizar las relaciones terapéuticas para obtener ventajas semejantes.
La relación de María con su padre pareció fluctuar entre largos periodos de discusiones y
fases más breves de afectuosa intimidad. Compartían un interés vivo en algunos deportes y
programas de televisión. Sin embargo, al parecer, la señora S. interpretaba cualquier
intimidad emocional entre María y su padre como una relación peligrosamente hostil, e
intervenía inmediatamente con lo que conscientemente creía que era una intención
protectora.
146 Cap. 3 La terapia familiar intensiva como proceso
Hacia el 16avo mes se produjo un gran cambio en la dinámica de todo el proceso de
tratamiento de la familia; en esta fecha se cambió el diseño terapéutico, al terminar las
sesiones de terapia individual. Hubo múltiples razones que llevaron a tomar esta importante
decisión. Era evidente que la terapia individual había agotado su potencial de
"fortalecimiento de María", para su participación en el proceso familiar. El simple hecho
del continuo calificar de "paciente" a María, habría ayudado a la defensa de la familia
contra el cambio. Se fue haciendo cada vaz más claro que los demás miembros de la familia
estaban encubiertamente "presentes" en las entrevistas individuales de la joven. El grado de
fusión entre las personalidades de ésta y la señora S., hizo impropio tratar las motivaciones
de la primera, como si pudiesen separarse de las ventajas neuróticas de su madre. Además,
al terapeuta se le estaba manipulando constantemente en torno a los limites de su entrega a
una confidencialidad basada en el individuo, mientras María podía utilizar las entrevistas,
tanto para influir en la interacción familiar, como para hacer resistencia a la exploración de
problemas familiares durante las sesiones de terapia familiar. Así también, los padres
comenzaron a utilizar el enfoque terapéutico dual, tratando de dividir al equipo terapéutico
y dar origen a una competencia entre sus miembros. Éstos comenzaron a darse cuenta de la
necesidad de reforzar su trabajo de equipo, aumentando la concentración de la atención en
las interacciones familiares y eliminando la influencia divisoria de la psicoterapia
individual y su carácter confidencial.
El rechazo en la relación de terapia individual, tal vez haya provocado en María un agudo
sentimiento de pérdida, al que luego trató de hacer frente con acting outs; comenzó a
comportarse de manera paten
temente extravagante y enfermiza. Empezaron a efectuar llamadas telefónicas al
consultorio de su terapeuta, y aun al domicilio particular de éste, a menudo durante la
noche. Llamaron los servicios de emergencia de algunos hospitales, y se puso de manifiesto
que la familia estaba jugando con el "peligro" de que María fuese internada en la sala de
admisión de un hospital estatal. Sin embargo, los terapeutas se mantuvieron firmes en su
negativa a readmitir a María en la sala del programa o a tratar el problema fuera de las
sesiones de terapia familiar. La familia respondió primero negándose de nuevo a llevar a
Paco a las sesiones y, finalmente, interrumpiendo el tratamiento durante varias semanas. A
pesar de la falta de cooperación de la familia, los terapeutas no suspendieron la terapia;
pensaron que la familia regresaría con mejores motivaciones para cambiar y al cabo de unas
semanas así lo hizo.
Poco después de la reanudación de las sesiones familiares, María desapareció. Más tarde, la
familia descubrió que se había ido a Nueva
Descripción de un caso 147
York y estaba viviendo con una familia que no conocían. Durante las tres semanas de su
ausencia, la familia efectuó cambios significativos. Prosiguieron las sesiones de terapia
famiilar y la señora S., que estaba padeciendo ahora a causa de un agudo sentimiento de
pérdida, se permitió expresar sus sentimientos de manera más franca que nunca. Rechazó el
consuelo que le ofrecía la intimidad afectiva con el señor S. y Paco. A manera de respuesta
a esta negativa, en una de las rarísimas ocasiones en que expusieron directamente sus
sentimientos, Paco le dijo a su madre: "Estás haciendo de María una santa." Era evidente
que la señora S. estaba luchando con su ambivalencia respecto a un valioso objeto perdido,
que muy probablemente era su madre introyectada en fusión con María. En una sesión, que
tuvo lugar una semana después de la huída de su hija, la señora S. declaró: "Cuando se fue
el viernes por la noche, dije que ojalá estuviese muerta, porque entonces al menos mis
penas habrían terminado."
Más tarde, después de su regreso, María confesó que a pesar de todos sus intentos
ostensibles de hacer creer que su huída era definitiva, constantemente estaba deseando que
sus padres la buscasen y la obligasen
a regresar. No obstante, el periodo de esta separación física señaló el comienzo de un
proceso de reordenamiento en la red de relaciones de la familia. Los estrechos lazos
simbióticas se aflojaron algo, tal vez porque la familia había sobrevivido a su más penosa
separación hasta entences.
Hacia estas fechas, algunos de los patrones que habían caracterizado las sesiones familiares
durante más de veinte meses, desaparecieron irreversiblemente. Maria pasó de ser una
adolescente provocativa, rebelde y
algo exhibicionista, a comportarse como una chica reticente, algo amansa-la, que esperaba
que sus padres le permitieran y se sintiesen retribuidos por su crecimiento. Se interesó en
terminar la secundaria y esperó que sus padres la ayudaran a hacer planes para el futuro. El
cambio más significativo se produjo en la conducta de la señora S. Al parecer, perdió su
motivación para mantener el patrón de reproches constante entre ella y su esposo. Hasta
cuando él trató de inducirla a disputar y pelear, ella propendió a negarse. En vez de eso, la
señora S. estaba atravesando por un periodo de depresión y reexamen de sus relaciones
internas, principalmente en lo relativo a su madre. Sus deseos inconscientes de fusión con
la madre, previamente revelados, deben haber perdido su utilidad defensiva. Pareció haber
adquirido una identidad nueva, más autónoma: la de un yo-niño triste, abandonado. Y lo
que es más importante, dejó de implicar a su esposo, proyectivamente, en lo que ahora
comenzó a calificar de "faltas" de sus padres. En una sesión del 26avo mes de tratamiento,
se observó un ejemplo de una lucha nueva
148 Cap. 3 La terapia familiar intensiva como proceso
Descripción de un caso
149
y de carácter reversivo, entre una señora S., entregada ahora a examinar sus sentimientos
acerca de sus padres, y un señor S. que se esforzaba por convertirse de nuevo en el villano
dispuesto para las proyecciones largo tiempo aborrecidas de la señora S.
SEÑORA S.: Ahora me doy cuenta... de que mis padres no fueron malos, pero ellos
también... este. . . tampoco supieron ser padres. Lo que hicieron, lo hicieron como mejor
supieron y ahora que lo pienso me pregunto cómo.. . todos crecimos como lo hicimos.. .
SEÑOR S.: No tienes que explicarmelo a mí... (suavemente) no puedo cambiarlo.
SEÑORA S.: No puedes cambiarlo, Francisco... tuve buenos padres, pero no fueron
realmente padres, como éstos deben de ser.
SEÑOR, S.: Entonces, ¿cómo crees tú que deben ser los padres?
SEÑORA S.: Deben preocuparse por lo que hacen los hijos o adónde van y enseñarles a
distinguir entre el bien y el mal. ..
SEÑOR S.: Bueno, creo que es lo que yo he estado tratando de hacer con mis hijos.
SEÑORA S.: Sí, lo has hecho. No digo que no. SEÑOR S.: ¿Cómo es que nunca lo
reconociste?
SEÑORA S.: Por la manera en que me criaron. . . creía que era la manera correcta. Ten fe
y confianza en tus hijos, déjalos hacer... no... este... en otras palabras, no te preocupes por
saber adónde van, qué hacen,
ni les prohíbas hacer esto o aquello, o que esto está mal o esto está bien. Uno siente que si
se tiene fe suficiente, se confía en que harán lo correcto; pero no es así.
SEÑOR S.: No se le prohíbe a nadie... no se le prohibe a nadie hacer nada... tienen que usar
su sentido común, como crean que deben hacerlo.
SEÑORA S. ¿Ves?, haces lo mismo que mi padre y mi madre. SEÑOR S. No hago lo
mismo que ellos.
En este último extracto, la señora S. parece haber renunciado completamente al mito
original. Más bien, ahora parece estar acusando a sus padres y sentirse culpable después por
los hijos a causa de su actitud
maternal previa tolerante. Además, cuando al final del extracto el señor S. intenta
desempeñar el papel (¿o caricatura?) del padre tolerante o liberal, la señora S. lo ataca
airadamente; esta vez no por ser severo, sino al contrario, por predicar un laissez-f aire, la
actitud precisamente que ha atribuido a sus padres. Sería interesante comprender las
razones por las que el señor S. ha invertido también su posición. Previamente, solía repetir
una y otra vez: "Creo que se debe corregir a los niños." Al parecer, las ventajas que reporta
mantener el "sistema" de perpetuas disputas con la esposa son más valiosas para él, que el
sostenimiento de su tan mencionada actitud estricta. Puede suponerse que, aunque las ne
cesidades de dependencia del señor S. encuentran satisfacción a través de la "corrección"
implícita en el patrón de las constantes disputas, la señora S. parece estar cada vez menos
dispuesta a meterse en estas batallas verbales, anteriormente constantes.
En una reunión familiar reciente, el relato de una de sus pesadillas ejemplifica los
importantes cambios internos producidos en la orientación relacional de la señora S.
Soñaba con su madre, que se lamentaba ince santemente, con "una voz horrible, como de
hombre". Después de despertar, la señora S. siguió oyendo estos lamentos provocadores de
culpa y tuvo que decirse a sí misma varias veces que no podía estar oyendo realmente la
voz de su madre, puesto que hacía varios años que había muerto. La señora S. se acordó de
lo que la solían afectar los lamentos de su madre, mientras cuidaba a ésta en su lecho de
enferma, en el último año de su vida. Al describir estos recuerdos, la actitud de la señora S.
hacia su madre se transformó, desde ser un objeto perseguido, cargado de culpas y a la
defensiva, hasta convertirse en un sujeto libremente crítico, capaz de hacer valer sus
derechos. Dijo que su madre tenía el hábito de dejar en las personas la impresión de un
sufrimiento mayor que el que probablemente estaba experimentando. En cambio, la señora
S. no lo hacía; ni siquiera se quejó mientras estaba dando a luz. Poco a poco, llegó a la
conclusión de que la madre solía controlarla a través de sentimientos de culpa.
Aparentemente, ayudada por su confianza en los terapeutas, la señora logró transformar su
relación pasiva con los imagos que la perseguían, en relación activa.
Podemos detenernos ahora un momento, a evaluar algunas implicaciones prácticas del
método de la terapia familiar conjunta y a especular un poco acerca del mismo. Podemos
preguntarnos primero, si la señora
S., sometida a terapia individual, hubiera sido capaz o no de mantener su motivación
durante un espacio de tiempo suficiente, para que se produjese el cambio. Según la
impresión clínica inicial de siete terapeutas individuales experimentados, esta expectativa
no parecía ser realista, sobre todo porque la razón patente que dio para aceptar la terapia fue
la de ayudar exclusivamente a su hija enferma. Además, podemos preguntarnos lo que le
habría ocurrido a la relación matrimonial, si el cambio de la señora S. se hubiese producido
en el transcurso de la terapia individual. Evidentemente, ha retirado su inversión emocional
de algunos de sus antiguos patrones neuróticos de relación y ha luchado con la dolorosa
frustración concomitante. ¿Qué es lo que le permitió al señor S. ajustarse a los cambios
fundamentales, que se estaban produciendo en la relación matrimonial? Los propios
terapeutas se han visto utilizados, tanto por el señor como por la señora S., corno objetos
paterno-maternos de transferencia y recompensas del cambio intentado. Más recientemente,
el
150 Cap. 3 La terapia familiar intensiva como proceso
señor S. también ha sido capaz de hablar acerca de sus necesidades de transferencia, a1
menos en forma de una negativa: "Recordaré estas sesiones. pero usted doctor X no será mi
padre ni usted doctor Y será mi hermano." Por lo que puede verse, el avance de un, cónyuge
hacia una mejor definición de sí mismo, como persona autónoma, ha llevado al otro a
utilizar, aunque sea ambivalentemente, las oportunidades terapéuticas a su alcance.
Aunque los miembros de la familia distan mucho de haber alcanzado el límite de su
potencial de crecimiento e individualización, sin duda alguna han cambiado. Para
expresarlo en términos convencionales, ba sados en el individuo, diremos que han tenido
lugar los cambios siguientes: la señora S. ha renunciado a la mayor parte de sus intrigas
para enfrentar al esposo con la hija, y ha desarrollado una capacidad de introspección. El
señor S. se ha vuelto más independiente y seguro en sus decisiones. Al parecer, también ha
intensificado sus actividades sociales. Durante la terapia, es capaz ahora de prestar atención
y reflexionar sobre las interpretaciones. María ha dejado de presentar acting outs a la
desesperada; ha terminado la secundaria y no ha manifestado ninguna señal verdadera de
trastorno psicótico, durante más de dos años. Paco parece haber obtenido un mayor
sentimiento de seguridad y es capaz de hacer valer más su opinión, cosa que parece estar
dispuesto a llevar a cabo.
Interpretación
El proceso total de la terapia familiar tiene que comprenderse en sus interrelaciones
complejas, sin exceptuar las interacciones que se producen entre la familia y los terapeutas,
y entre éstos últimos. En la exposición y los extractos anteriores del tratamiento de la
familia S., se hizo hincapié en el sistema patológico multipersonal de la familia. Tal
concepto de sistema de la dinámica familiar, sin duda alguna es la aportación más
característica del enfoque de la terapia familiar conjunta. Sin embargo, no podemos
subestimar la amplia utilización que hicieron los terapeutas de su experiencia en materia de
psicoterapia individual y fenómenos afines, para el desarrollo de la transferencia paciente-
terapeuta. Por último, las implicaciones dinámicas más profundas de la relación intraequipo
son quizá las que resulten más difíciles de comprender, a causa del delicado equilibrio que
tienen que mantener los dos terapeutas, entre sus relaciones personales y profesionales, por
una parte, y sus propias experiencias familiares, por otra.
La "patología" de la familia puede describirse de manera idónea, en función de los
conceptos de individuo y sistema familiar. Un sistema es
Descripción de un caso 151
un conjunto de procesos regulados dinámicamente, distinguible en función de sus
propiedades estructurales y homeostáticas. Es verdad aceptada que la sede final de la
experiencia psíquica es el individuo que siente y aprecia, la persona, y también que, para
algunos fines, podemos considerar las motivaciones y las acciones de una persona como un
universo contenido y encerrado en sí mismo. Pero no puede discutirse que gran parte de lo
que hacemos está regulado por la retroalimentación, que se establece entre nuestras
acciones y nuestras propias reacciones, ante los efectos de las primeras. Existe un
importante sistema de retroalimentación motivacional entre el yo y sus introyecciones. Sin
embargo, otro sector de nuestras motivaciones y acciones se modela, conforme a los efectos
de retroalimentación de todas las motivaciones y reacciones experienciales de otros
significativos. Naturalmente, tales patrones de sistema multipersonal abarcan aquellos
aspectos no individúalizados de nuestra vida. Como hemos visto, algunas motivaciones son
compartidas sustitutivamente por los diversos miembros, como partes de un sistema
patológico entero, como ocurre, por ejemplo, en el caso del aplazamiento del duelo por la
pérdida de objetos del pasado. Estas facetas amorfas, no individualizadas, de la constitución
psíquica de una persona, representan una fuente, cada vez más reconocida, de lo que en el
marco individual ha sido tradicionalmente calificado de psicopatología o enfermedad.
Es importante advertir que es el estado de indiferenciación mismo, y no una determinada
fantasía compartida o "folie a deux", lo que constituye la esencia de la patología de un
sistema familiar. La indiferencia
1 relativa al sentimiento de identidad y a las actitudes del papel de los miembros, es una
propiedad dinámica del sistema estructural, mantenida por la economía de las necesidades
fijadas de los participantes
(véase la conceptualización dialéctica pertinente a esto, en el cap. 2). La ambigüedad del
diferencial padre-hijo, o de dependencia, es un ejemplo importante de estos aspectos
estructurales de la patología del sistema motivacional-experiencial. En el caso de la familia
S,, la exposición inicial del mito familiar, realizada por la señora S., nos ofrece un buen
ejemplo de las múltiples capas de diferenciales de dependencia conflictivas que existen en
un sistema familiar. En un nivel, la señora S. se identifica con las necesidades dependientes
de María, respecto a un padre (tal vez para la satisfacción sustitutiva de sus propias
necesidades). Sin embargo, en otro nivel, la señora S. parece estar acusando a María,
cuando declara que ella y su esposo han considerado necesario señalarle a ésta que sus
disputas eran "a causa de ella", con lo cual implica que María tiene el poder y la
responsabilidad necesarias para regular la felicidad y satisfacción de los padres. En este
nivel, que desde el punto de vista motivacional es fundamental y relevante, el diferencial
padre-hijo está implí-
152 Cap. 3 La terapia familiar intensiva como proceso
Descripción de un caso
153
citamente al revés: los padres se convierten en los hijos. La estructuración simultáneamente
contradictoria de los patrones relacionales, equivale a una cancelación de la frontera padre-
hijo.
A fin de comprender el sistema patológico familiar, tenemos que recordar los conceptos
dialécticos concernientes al papel que desempeñan las relaciones, como contextos para el
sentimiento de identidad del indi viduo (véase cap. 2). Desde un punto de vista dinámico,
los sistemas familiares se basan primordialmente en estructuras existenciales y
experienciales profundas, y sólo secundariamente en transacciones comunicacionales y
observables, en general. El sistema de la familia valida la identidad de un miembro
solamente si éste puede experimentar al otro, o a los demás miembros, como un fondo
antitético adecuado a su propio patrón de necesidades relacionales. En una relación
recíproca (madura) que funcione bien, el espectro de las complementaciones de papeles,
que constantemente se van alternando, es amplio y ajustable a las necesidades del
crecimiento relacional. Por ejemplo, en un matrimonio, uno puede ser padre para el
cónyuge en un determinado momento e hijo el momento siguiente. Por otra parte, en una
relación "patológica", los miembros tienen que repelerse continuamente unos a otros, a
consecuencia de las configuraciones de sus necesidades fijadas y mutuamente no
complementarias.
La pérdida a temprana edad de uno o los dos padres, ha creado en el señor y en la señora S.
actitudes fijadas de dependencia que han durado toda su vida. Podemos establecer
hipotéticamente que cuando una persona pierde a los padres prematuramente, como
componentes del fondo en que se va delineando la identidad del niño, un anhelo fijado e
"infinito" de poder confiar se convierte en rasgo permanente de su carácter. La tendencia
natural, observada en todos los padres, a convertir en "padres" a sus propios hijos,
aumentará en un progenitor que haya adoptado durante toda su vida tal actitud de
dependencia; el niño se verá atrapado entre las dos definiciones o demandas de papel
contradictorias: la de ser hijo y la de ser padre (véase también Schmideberg, 1948).
No obstante, de acuerdo con lo que creen muchos terapeutas familiares, estoy convencido
de que las relaciones no mutuas y no complementarias se suman individualmente a los
sistemas mantenidos homeos táticamente. El hecho de que tales sistemas no puedan
progresar mediante cambios que se efectúen solamente en un participante, es uno de los
fundamentos teóricos principales de la terapia familiar conjunta. El terapeuta individual
tropieza con la desventaja de no poder distinguir entre un cambio intrapsíquico definitivo y
un cambio relacional, consistente en la adopción por parte del paciente, de otro papel
relacional fijado.
Ryckoff, Day y Wynne (1959) han descrito, por ejemplo, el estereotipo rígido del sistema
de papeles fijado de la familia esquizofrenogénica. Han descubierto cómo otros miembros
efectúan cambios de papeles alternantes y correspondientes, cuando un miembro pasa a
desempeñar un papel que previamente había ejecutado otro. Mientras haya quien
desempeñe cada uno de los papeles componentes, el sistema no cambiará; aun en el caso de
que cada uno de los miembros cambie individualmente. En resumen, según nuestro punto
de vista, no puede producirse ningún cambio verdadero de papel o transformación
definitiva, en un solo miembro de la familia, si no se produce un cambio correspondiente en
el sistema.
En contraste con el quedar expuesto al desempeño ambiguo y simultáneo de dos papeles
contradictorios, lo que puede ocurrir es que las fronteras de una persona se confundan, por
no estar clara y significa tivamente establecidas por otros. Por ejemplo, en la sucesión del
acting out, en cuatro fases de la familia S., María queda expuesta primero a las demandas
simultáneas de que sea un individuo crecido que "no simule", por una parte, y de que sea un
niño que necesite protección contra su padre, por otra. Sin embargo, subsecuentemente se
pierde el interés en la hija y los padres comienzan a librar su propia batalla, en la que cada
uno de ellos trata de convertir al otro en padre. A partir de este momento, el papel
desempeñada por María en la familia queda completamente indefinido. Ni siquiera se la usa
como meta de las necesidades de dependencia transferidas, y mucho menos se le permite
satisfacer sus propias necesidades de dependencia. Es concebible que este patrón, de
estimulación excesiva y subsiguiente retiro de la relación, pueda haber contribuido a causar
el de conducta autodestructiva de María.
En el transcurso de la terapia familiar, lo que principalmente se explora son las
implicaciones relacionales, mas que las caracterológicas, de la relación de un miembro con
sus propias introyecciones. Por ejem plo, cuando la señora S. habló de algunos recuerdos o
sueños acerca de sus padres, se hicieron esfuerzos por conectar sus actitudes intrapsíquicas
implícitas, con las tendencias hacia la deformación, observables en sus relaciones actuales
con los miembros de su familia y con los terapeutas. En la psicoterapia individual o de
grupo, el terapeuta tiene que valerse de los informes del paciente acerca de sus relaciones
con otros significativos; sin embargo, el terapeuta familiar puede observar realmente la
manera como el insight, alcanzado gracias a la exploración intrapsíquica o a los estallidos
catárticos, afecta realmente las relaciones actuales importantes.
El conflicto entre miembros, basado en sus necesidades relacionales inconscientes y
tenuemente conscientes, dio como resultado una prolongada situación de "guerra fría". Una
"guerra caliente", no moderada,
154 Cap. 3 La terapia familiar intensiva como proceso
podría haber estallado y haberse manifestado en forma de violencia física; pero no ocurrió
tal cosa. Sin embargo, a veces, una lucha franca de necesidades ha surgido y convertido en
el tema de disputas verbales, a propósito de los derechos de uno u otro progenitor a ser
objeto de cuidados y atenciones por parte del otro, como en el caso del señor y de la señora
S., en una sesión de terapia familiar que tuvo lugar al noveno mes de tratamiento. El
siguiente altercado catártico, conmovedor, tiene que haber alterado las orientaciones
relacionales de la señora S. de manera profunda y probablemente irreversible.
SEÑORA S.: Dijiste algo muy importante ... que he tenido en la cabeza desde que me casé
contigo. Siempre pensaste que yo tuve una infancia maravillosa. Yo tuve padres; pero
solamente hasta los trece años. Él
no. Él llevó una vida difícil. De manera que ahora que nos hemos casado, considera que
tengo que darle todo a él, porque nunca tuvo nada. Lo tengo que colmar de todo, como lo
hago; trato de hacerlo feliz. Trato de darle mucho afecto y demostrarle que lo quiero. Pero,
¿que pasa con mi propia sed de cariño.' (grita) también yo tengo sed. SEÑOR S.: Tú no
tienes sed.
SEÑORA S.: Sí, sí tengo.
SEÑOR S.: No tienes. No tienes sed.
SEÑORA S.: (Desesperadamente) No ... no ... ¡ No tengo sed de cariño! No necesito
ningún amor ni afecto de tí . . .
SEÑOR S.: No lo necesitas. No puedes obtenerlo. SEÑORA S.: No piensas en mí para
nada.
La batalla declarada hace que los miembros estén a punto de expresar sus necesidades más
profundas. La señora S. es un niño pequeño, hambriento, que está llorando; y el señor S, el
otro niño hambriento, le
dice: no hay leche. Incluso le niega el derecho a sus sentimientos, ("no tienes sed"). Tal vez
está expresando la dura inflexibilidad de la suerte del niño abandonado: no hay esperanza,
muérete de hambre. Después de todo, había perdido a sus padres antes de los diez años y
nadie prestó oídos a su llanto de hambre. Así pues, finalmente, el intenso conflicto
matrimonial, hondamente enterrado, podía aparecer claramente detrás de la máscara de los
complejos conflictos padre-hijo-padre.
En sus frenéticos esfuerzos por lidiar con el dolor de la pérdida de objeto a temprana edad,
no compensada estructuralmente, los miembros de la familia tienden a utilizar algunas
medidas de defensa, en grado "patológico". Estos esfuerzos defensivos pueden clasificarse
en términos de los seis modos relacionales, descritos en la figura 1 del capítulo 2.
a) Frontera intrasujeto. Uno puede crear dentro de sí mismo la ilusión de que su yo está
dividido interiormente, por una frontera intra
Descripción de un caso
155
sujeto, en dos entidades, sin una consecutiva dicotomía Yo-Otra. Esta maniobra
intrapsíquica puede manifestarse como un pseudo diálogo narcisista, ejemplificado por el
acostumbrado preámbulo del señor S., quien iniciaba todo lo que decía con un "como dije
antes". Es como si tratase de validar su propia veracidad, utilizando a otros tan solo como
auditorio para su soliloquio. Las ilusiones e ideas hipocondriacas expresan una
cuasirelación entre la mente y el cuerpo. Presumimos también que, sometido a tensión, el
organismo "responde" con un "acatamiento" psicosomático a los conflictos simbólicos que
se libran dentro de su "mente".
b) Relacionalidad interna. La confianza en una relacionalidad puramente interna entre el yo
y las introyecciones, se manifiesta en alucinaciones o en sueños persistentes; por ejemplo,
cuando el sueño de la señora S. acerca de su madre se hizo tan real, que tuvo que recordarse
el hecho de que su madre había muerto. Las depresiones o los sentimientos intensos de
culpa en general, representan una relacionalidad interna entre el yo y el superego. Además,
la relacionalidad interna constituye la estructura de las fantasías de masturbación.
La relacionalidad interna puede entrometerse en situaciones externas, aparentemente no
conectadas, y producir efectos engañosos. Las actitudes relacionales reales y las
transferidas pueden sobreponerse unas en otras,
de manera compleja. Lo que parece ser una verdadera retroalimentación entre dos socios,
puede estar programado realmente por sus acontecimientos relacionales internos. Muchos
matrimonios son experiencias vividas, en lo esencial, entre cada cónyuge y sus
introyecciones respectivas. La conducta de acting out de dos miembros puede estar
efectivamente apoyada o mantenida por las necesidades relacionales de un tercer miembro,
en lo tocante a sus introyecciones. Por ejemplo, se ha visto a una madre estimular
inconscientemente el mantenimiento de una relación incestuosa entre su esposo y la hija,
sin "haber pensado" en ello. Es posible que el deseo de poseer dos padres reales, de parte de
la madre, se cumpla simbólicamente al "casar" al esposo y a la hija, que representan a sus
padres de transferencia.
c) Fusión. Otro método para tratar una profunda necesidad de objeto, consiste en una fusión
imaginaria con el objeto satisfactor deseado (progenitor). Esta técnica se refleja en los
lapsus verbales; por ejem
plo, en aquél en el que la señora S. se ve como a su propia madre muerta. Los señores S.
cometieron muchos lapsus en los que se equipararon, tanto el uno como el otro, con María,
a quien frecuentemente colocaron en el papel del progenitor deseado para sí mismos. Las
expectativas de fusión profundamente arraigadas, inconscientes, anhelantes, pueden
constituir el fundamento dinámico de la participación sustitutiva de un miembro en el
acting out de un impulso inconscientemente com-
156 Cap. 3 La terapia familiar intensiva como proceso
Descripción de un caso 157
partido de otro. Una indiferenciación, como de fusión, caracteriza la fase temprana pre-
relación-objetal, del desarrollo del ego. Manifestaciones parciales de tal fusión sobreviven
en las tendencias a la proyección o a la introyección de los adultos, especialmente en
estados psicóticos. La fusión se describe comúnmente dentro de un marco relacional
diádico. Sin embargo, tenemos que comprender los aspectos de fusión de todo un sistema
familiar, sobre todo en la familia amorfamente simbiótica. A menudo, un miembro no
puede actuar recíprocamente con otro sin fusionarse imaginariamente con uno o varios
otros. La señora S., como muchas otras madres, ha mostrado tendencia a fusionarse a sí
misma y a sus hijos en un "nosotros", al discutir con su esposo. En las batallas que libra un
matrimonio, a menudo se puede apreciar la presencia de dos familias contendientes.
d) Ser el objeto. Lo que en el capítulo dos describimos con la frase "ser el objeto", está
representado vívidamente en la "patología" de la familia S. El concepto es diferente de una
simple reenunciación de la pasividad de la neurosis de transferencia. Aunque la satisfacción
esperada es de naturaleza dependiente y pasiva, el acto que consiste en asignarle a alguien
un papel de transferencia se basa en una elección activa, aunque parcialmente inconsciente.
En este sentido, quien asigna un papel de progenitor transferido a otro miembro de la
familia, asume una posición activa; y aquel que está dispuesto a desempeñar el papel
asignado, acepta ser el objeto. Por ejemplo, el acting out en cuatro fases, de la familia S., no
sería posible si el señor S. no hubiese estado dispuesto a desempeñar el papel asignado de
padre regañón en oposición a su esposa. Su aceptación del papel asignado de objeto, se
muestra también en forma de lapsus verbales, por ejemplo, ". . . mi esposa me dice, papá ...
Francisco . . .". Para ser el objeto, es esencial también en la "progenitorización" de los hijos,
que éstos acepten el papel que les han asignado, de ser copia de sus abuelos. Podemos
advertir el deseo de tal transferencia, en el lapsus del señor S.: ". . . cuando el hijo
corrige .... avergüenza al padre . . .". Inconscientemente, el padre espera ser corregido por el
hijo (como si éste fuera padre).
El ser objeto es una posición relacional que puede ocuparse en referencia a un sistema
familiar multipersonal, y no a individuos aislados únicamente. El aborrecimiento interior de
la soledad, de la pérdida de objeto o de la carencia de delineamiento dialéctico del yo (cap.
2), llevan a uno a acatar las demandas de papel de un sistema familiar "patológico", aun
cuando haya pocas probabilidades de que se establezca un diálogo de toma y daca
recíproco. La existencia y perpetuación de un mito familiar compartido, constituye la
prueba de la compulsión que sienten los miembros a aceptar determinadas asignaciones de
papel de obje
to, a fin de mantener y, al mismo tiempo, disfrazar los sentimientos dinámicos familiares
más profundos. Un ejemplo de este tipo de acatamiento o colaboración nos lo proporciona
la participación de María en los patrones de acting out en cuatro fases, donde la vemos
comportarse de acuerdo con las expectativas de la señora S. María produce primero una
conducta que provoca una reprimenda en su padre; luego, después de recibir el mensaje
adecuado, pasa a desempeñar el papel del hijo indefenso, injustamente herido, que ansia
recibir la protección de la madre, y después, tan pronto como los dos padres reanudan sus
peleas habituales, está lista para abandonar la escena. En muchas familias el papel de
"paciente" es aceptado por el miembro designado como un papel de objeto. El acto de
designación puede cobrar la forma de doble ligadura, conversión en chivo expiatorio,
etcétera (véase, en relación con esto, Spiegel, 1957).
e) Ser un sujeto. Si consideramos el aspecto pasivo de ser un objeto cautivo, frente a una
figura de progenitor introyectada, acusatoria y paralizadora, es fácil advertir la ventaja de
ser un sujeto que asigna un papel paterno-materno de transferencia, a otra persona. Sin
embargo, a pesar de su componente activo, las asignaciones de papel transferidas, por lo
común, no dan comienzo a un diálogo recíproco entre papeles, a causa de su fuerte
componente interior (narcisista). La interacción consecuente, generalmente sólo puede
efectuarse en una dirección: se espera del Otro que personifique, por ejemplo, a un
progenitor regañón.
Como describimos anteriormente, la asignación del papel paternomaterno puede llevarse a
cabo a través de una conducta de papel "negativa" o "pasiva-agresiva", que provoca la
reprimenda. Tenemos un ejemplo de asignación de papel de objeto exitosa, en lo que
llamamos "ganancia secundaria" neurótica. Ganancia secundaria es una expresión que
denota los aspectos satisfactorios de dependencia de una situación relacional, que se
desprenden del hecho de que uno está enfermo. Un papel de apoyo y consideración,
implícitamente paternalista, se asigna a otros, a consecuencia del impacto social de la
enfermedad de otro. Un mecanismo más complicado manifiesta la estructura triádica en la
que un miembro tiene acting outs, en los que expresa sustitutivamente las necesidades de
dependencia de otro, de contar con una tercera persona, de carácter paternal o maternal, y
repre.ndedora. A este respecto, es interesante especular si María hubiese manifestado acting
outs más autodestructivos, si el señor S. no hubiese estado tan dispuesto a aceptar el papel
paternal de reprensión que le fue asignado.
La transición, desde el papel de ser un objeto hasta el de ser un sujeto, es un componente
del cambio terapéutico de la señora S., como lo ejemplifica su reacción ante el sueño que
tuvo de su madre. Se ha trans-
158 Cap. 3 La terapia familiar intensiva como proceso
Descripción de un caso 159
formado de objeto cautivo, atado por la culpa, en un sujeto activo, críticamente repudiador.
Ahora, ni la disposición de su esposo para ofrecerse como padre preocupado y reprendedor,
ha apartado a la señora S. de su actitud activa, recientemente descubierta. Es como si la
emancipación respecto a su madre opresora, introyectada, le hubiese permitido a la señora
S. renunciar a su necesidad de proyección. Los avances que haga un miembro hacia la
individualización pueden catalizar el progreso de la familia como sistema dinámico, y
ajustarse al mismo. Es preciso descubrir ahora un nuevo patrón de interacción.
f) Diálogo. A pesar de los cambios indiscutibles en los miembros de la familia S., su
situación relaciona) no ha llegado aún al nivel de un auténtico diálogo. Tanto el señor como
la señora S. se han vuelto más capaces de encarar, y aun de fomentar activamente, cambios
dolorosos, pero no han alcanzado a establecer una verdadera relación de toma y daca. Tal
vez cuando más se han acercado al mantenimiento de un diálogo significativo, ha sido en el
extracto en que se nota que tratan de distinguir sus propias actitudes paternas, de las
actitudes de los padres de la señora S. Sin embargo, todo avance hacia la individualización
parece anularse cuando el señor S. expone su punto de vista, de manera casi idéntica a la
actitud seudoliberal y de abandono, de que la señora S. ha comenzado a acusar a sus padres.
Aunque resulte instructivo definir la patología y su cambio, dentro de los marcos duales de
la dinámica interpersonal diádica y la- intrapsíquica, tarde o temprano, la conducta de los
miembros tendrá que ser interpretada desde el punto de vista de un sistema triádico y
esperamos que también lo sea, como un sistema de cuatro y seis miembros. Por ejemplo, el
hecho de que María se ha vuelto psicótica, puede interpretarse desde un punto de vista más
complejo, basado en el sistema, como indicación de que se le ha utilizado en una alianza
encubierta, pero funcional, de los padres. A pesar de su eterno disputar, los padres se han
coludido en lo que toca a su deseo de conservar a María como objeto paterno cautivo,
sustituto. A este respecto, su psicosis, por supuesto, representó también un escape del lazo
amenazador, especialmente cuando éste comenzó a encerrar sus nacientes impulsos
sexuales de adolescente. Sin embargo, la rebelión de María fue únicamente parcial, puesto
que no podía renunciar a todas las satisfacciones que le proporcionaba el sistema. La
terapia individual probablemente ha enseñado a María a valorarla como modelo de relación
estrecha, con lo que tal vez únicamente se ha conseguido someter a tensión la simbiosis,
excesivamente apretada, del sistema familiar. Esta tensión ha dado origen a otra colusión
entre los padres. Su buena disposición para aliarse con los terapeutas era tanto como hacer a
un lado a María, en lo que respecta
a la posesión de aquéllos. Una vez que los terapeutas hubieron ingresado en el sistema
relacional cerrado de la familia, se convirtieron en herederos naturales de los papeles de
objeto, que previamente se le habían asignado a María.
Un fenómeno recurrente de resistencia familiar puede utilizarse como ejemplo del
ordenamiento, en múltiples capas, de la dinámica del sistema, en lo que puede parecer no
ser más que una interacción entre dos personas. Hemos observado, repetidas veces, que los
esfuerzos de un miembro por recuperar recuerdos pasados reciben la simpatía y el apoyo de
los otros, sólo mientras no tienen éxito. En el momento en que un miembro es capaz de
explorar sus relaciones internas o se ve interiormente impelido a hacerlo, uno o varios de
los otros interviene, comúnmente mediante acciones de distracción, de obstrucción o
incluso de franca incitación a que abandone la búsqueda. Es por demás complejo el
mecanismo de estas resistencias a permitir que el otro siga llevando a cabo la exploración
de sí mismo.
En el caso de la resistencia del señor S. a que su esposa comenzase a comprender de
manera diferente sus relaciones pasadas, suponemos que estaba lo suficientemente
comprometido con el sistema familiar pro yectivo, como para no permitir su cambio. Tiene
que haber recibido de buen grado la supresión de las proyecciones punitivas. Pero, ¿a qué
cambio intentaba hacer resistencia.? ¿Hacía resistencia a que su esposa renunciase a las
disputas, o hacía resistencia al cambio profundo de la personalidad de ella? Algunas de sus
referencias nos indican una preocupacion por la modificación de la relación de los hijos con
ambos padres, como impositores de la disciplina. Además, la gratificadora atención de los
terapeutas, prestada a cualquier miembro que estaba luchando con discernimientos internos
significativos, podría haber sido la motivación más importante para el obstruccionismo del
señor S, Como cualquier hermano rival, que carece de la capacidad de superar al otro en
alguna ejecución, deseaba estorbar la exitosa operación de búsqueda de atención del otro.
Así, además de la transferencia de los miembros a los terapeutas, los actos y comentarios de
los terapeutas mismos se convirtieron en partes del complejo sistema de crecimiento y
resistencia a éste.
Una de las tareas más difíciles consiste en describir lo que hicieron realmente los terapeutas
para contribuir activamente a que se efectuase un cambio en el sistema familiar. Además de
inyectar inevitable, aunque intangiblemente, sus propias actitudes vitales como puntos de
referencia, han dado lugar a un patrón de equilibrio entre la receptividad y la directividad.
El ofrecimiento inicial de terapia individual, dejó sin duda una impresión importante en el
sistema de la familia. Aunque la terapia individual para el paciente designado, por sí sola,
tal vez no haya con-
160 Cap. 3 La terapia familiar intensiva como proceso
Descripción de un caso 161
tribuido solamente a perpetuar el sistema familiar patológico, en combinación con la terapia
familiar ha contribuido a constituir una fuerza rival, dentro del sistema libidinal fijado de la
familia, que ha obligado al padre a buscar su propia figura paterna o materna de
transferencia, en la persona del otro terapeuta de la familia; mientras que la señora S. se
relacionó con el terapeuta de María, a través de lo que, según ella, eran las necesidades de
su hija. Al tomar los terapeutas la decisión de suspender la terapia individual, todo el
sistema familiar se conmocionó. Esta decisión equivalía a una amenaza de renovado trauma
de separación. Sin embargo, a lo largo del proceso terapéutico se ha hecho posible una
reorientación del sistema familiar: la señora S. ha aprendido a relacionarse con el antiguo
terapeuta individual, sin el subterfugio de las presuntas necesidades de María; el señor S. se
ha vuelto mas accesible a las comunicaciones del proceso secundario; María ha adquirido
capacidad para enfrentarse a la depresión causada por su maduración y a las necesarias
renuncias de objeto, en vez de disfrazar la depresión con acting outs y muy someras
intelectualizaciones, y Paco ha adquirido la capacidad de decir "no". Con toda probabilidad,
estas personas no podrían haber desarrollado relaciones suficientemente profundas,
necesarias para el cambio, basándose en una terapia individual. En vez de esto, se habrían
ido apartando paulatinamente del terapeuta, impulsados por las fuerzas de la simbiosis
familiar.
Asumir los papeles de objeto (transferencias), asignados por los miembros de la familia, no
supuso un esfuerzo en los terapeutas. De hecho, cada uno de ellos tuvo que luchar por
evitar que lo "sumergiesen" en
el papel de objeto, como progenitores sustitutos, que los padres asignaron mediante
conducta infantil y un halagador respeto y agradecimiento. Por otra parte, los terapeutas
advirtieron que, a fin de ofrecer influencia terapéutica, tenían que representar el papel de
objetos paterno-maternos, que pudiesen seguir siendo individuos discretos, y que
impulsaran a los miembros de la familia a desenredarse de sus fantasías simbióticas.
Es interesante señalar las maneras como la familia puso a prueba la fuerza de los terapeutas.
Uno de los criterios de fuerza de éstos, estribó en la capacidad de mantenerse unidos y no
permitir que la familia en
frentase a un terapeuta con otro. Se habrían debilitado, si se hubiesen dejado enfadar lo
suficiente, como padres contra sus "hijos descarriados". Si se les hubiera podido angustiar
lo suficiente, como para intervenir en las decisiones de la vida real de la familia (como
ocurrió en una ocasión, en lo relativo a la asistencia de María a la escuela, durante el primer
año de terapia individual), se habrían convertido en una suerte de padres débiles, inseguros
y excesivamente protectores. Los terapeutas se dieron cuenta de que deberían guiar, pero no
hacerse cargo de las deci
siones de la vida real. Tenían que ayudar a meter orden en el caos; ofrecer interpretaciones
cuando descubriesen maniobras de proyección, obstrucción, negación de manipulaciones y
toda una variedad de otros juegos de resistencia. Por último, deberían recompensar la
investigación en torno al duelo y la averiguación seria de las introyecciones, percatándose
claramente de estos esfuerzos a medida que fuesen ocurriendo. Tenían que actuar como
padres buenos, a través de su fuerza incorruptible y su empatía constructiva.
Con anterioridad al cambio terapéutico, los miembros de la familia se habían visto
envueltos en una lucha aparentemente interminable, con inversiones emocionales
excesivas, para poseerse los unos a los otros como objetos paterno-maternos sustitutos. Las
fantasías de sus deseos representaban al otro miembro como un progenitor fuerte,
reprensivo, corrector y lleno de cuidados. Este círculo vicioso se rompió cuando los
terapeutas se convirtieron en los progenitores sustitutos y de transferencia, fuertes.
Gradualmente, la "taza vacía" se fue llenando tal vez, y proporcionó a la señora S. una
fuerza prestada, que le permitió utilizar su potencia latente para la reflexión sobre sí misma.
Por supuesto, tuvieron que pasar casi dos años antes de que los viejos patrones de
irresponsabilidad y de dependencia neuróticas fuesen abandonadas por los padres, para
efectuar una reversión del deformado diferencial padre-hija. Los padres comenzaron a
descubrir otros medios de control, aparte de la negación de la autonomía. En efecto,
empezaron a permitirle a María ser la hija, sin tomar represalias inmediatamente contra sus
demandas. Por último, el sueño de la señora S. mostró que su confianza en los terapeutas le
habían permitido reestimar la fidelidad interna a su madre, a la que se aferraba
desesperadamente. Como se descubrió al examinar su sueño, la señora S. abrigaba un
resentimiento reprimido, fundado en la apreciación de la personalidad de su madre egoísta,
provocadora de sentimientos de culpabilidad, e indiferente.
Algunos lectores podrán pensar que el repetido hincapié en las necesidades de "adopción de
progenitores", es una reducción simplista de las motivaciones de los miembros de la
familia. El objeto que se persigue al subrayar la importancia de esta profunda fuente
motivational no es impedir la consideración de otros determinantes, sino destacar la utilidad
de un marco, por demás comprensivo, basado en las relaciones de objeto interno, para
entender la "inadecuación" interpersonal. La intensidad fijada de las relaciones internas de
los miembros de la familia, corresponde a la defectuosa capacidad de estos individuos para
la neutralización, sublimación y redistribución de las inversiones libidinales. Una
conceptualización algo semejante a la de nuestras motivaciones para la búsqueda de padres,
es la que nos ofrece el uso transaccional que hace E. Berne
162 Cap. 3 La terapia familiar intensiva como proceso
(en 1964), del concepto "estado de ego infantil", potencialmente presente en cualquier
persona.
METAS Y FUNDAMENTACIÓN
La terapia familiar encierra complejas implicaciones para las metas de la psicoterapia en
general. Sus criterios de curación son todavía menos "operacionales" que los criterios de
curación psicoanalítica. Eissler (1963) ha observado que los pacientes psicoanalíticos, a los
que técnicamente no se les puede considerar curados, pueden mejorar su función social
adaptativa en forma de acting outs de conflictos insolutos. Así por ejemplo, un amplio
cambio en la totalidad del estilo de vida adaptativa, puede ser resultado de la resistencia,
mas que de la aceptación de cambio estructural. Lo que en el paciente individual se califica
de criterios de cambio estructural, tendrá que traducirse al marco conceptual de la
"patología" y salud de la familia. Además de hacerlo con los criterios de cambio estructural
individual, los terapeutas familiares tendrán que familiarizarse con criterios de cambios en
patrones y procesos multipersonales, cubiertos y encubiertos. Posiblemente el proceso
relaciona) fálico (descrito en el cap. 2) sea la medida más confiable de cambio, tanto
terapéutico como de desarrollo, en una familia. A medida que el estilo de interacciones de
la familia pasa de la simbiosis a la individualización, va aumentando la capacidad de
encuentro auténtico en los vástagos. La meta práctica de la terapia familiar es lograr una
relación conyugal más significativa para los padres, y la separación, matrimonio y
paternidad significativos, para los vástagos.
Cuando se enfrenta a las complejas dimensiones de: a) las necesidades individuales, b) las
clases de estructura familiar, y c) las etapas del proceso familiar, al terapeuta familiar le
resulta difícil contestar esta sencilla pregunta: "¿cuál es la meta del tratamiento familiar?"
No obstante, por el bien de la claridad científica, debemos hacer todos los esfuerzos para
definir los lineamientos técnicos de la prestación de ayuda, a través de la terapia familiar.
En este capítulo me he preocupado más en esbozar tales lineamientos generales, que por
ofrecer un catálogo de técnicas terapéuticas concretas.
La premisa fundamental de la respuesta a la pregunta anterior, estriba en el hecho de que
los acontecimientos relacionales sólo pueden evaluarse en términos de otros. En general, se
supone que el terapeuta ha vivido un número suficiente de experiencias familiares, como
para ocupar una posición ventajosa en su trabajo. Puesto que no trabajará primordialmente
con síntomas, ni con personas motivadas para la terapia
Metas y fundamentación 163
individual de autoexplotación, tendrá que acopiar fuerzas relacionales para su tarea. Tiene
que ejemplificar y vivir la confianza, en la atmósfera familiar frustrada y a menudo cargada
de odio. Es difícil pronosticar la fuerza relaciona) del terapeuta familiar, incluso cuando
haya sido analizado. Tiene que permanecer "abierto" a los indicios de proceso primario y
profundo, en el contexto de un drama familiar real. Al perforar las fachadas defensivas de
una familia, tal vez recuerde de pronto la patología de su propia vida familiar. A menos de
que lo ayude un colega en la relación de coterapia, estará expuesto a no hacer caso,
selectivamente, de aquellas fachadas defensivas que se parecen a las de su propia familia.
En otras palabras, la guía del terapeuta hacia metas, se deriva de su honrado y constante
esfuerzo por llegar a la conciencia de sí, y de su buena diposición a inyectar sus estilos
relacionales en su trabajo personal, como modelo para los miembros de la familia. Puesto
que tiene que confiar en sus relaciones personales, como en un giroscopio, es inevitable que
sus relaciones familiares personales resulten afectadas también en el transcurso de su
trabajo. Como en muchos otros campos, los crecimientos profesional y personal tendrán
que equilibrarse, el uno al otro.
Las guías más generales para las metas técnicas de la terapia familiar, se desprenden de la
teoría del proceso relaciona) fálico (cap. 2). De acuerdo con esta teoría, todas las relaciones
atraviesan fases de irrelacio nalidad (fase autista), sobreenvolvimiento afiliativo (fase
simbiótica), crecimiento de la autonomía en los miembros (fase de individualización), y
disolución (fase de separación) que conduce a un reenvolvimiento con grupos nuevos. El
terapeuta familiar debe tener conciencia de dos procesos relacionales importantes, cada uno
de los cuales se ajusta a la regla fálica: a) proceso de la familia y b) proceso de la terapia.
En el capítulo dos, hicimos la caracterización de las fases del proceso de la familia y aqui
no añadiré más que algunas aplicaciones terapéuticas. El proceso de la terapia de la familia,
está relacionado de alguna manera con el proceso de la psicoterapia individual, pero se
complica por los aspectos familiares y, si es aplicable lo es debido a los aspectos
relacionales de un equipo terapéutico.
La validación "operacional" de las fases relacionales en la familia, lo mismo que en el
transcurso de la psicoterapia, resulta difícil porque pueden tener lugar cambios fálicos en la
fantasía de los miembros, es decir, en sus configuraciones relacionales internas, así como
en su conducta observable. Además, las representaciones intrapsíquicas (de objeto) de la
conducta exterior pueden sufrir una elaboración fálica, sin que haya manifestaciones
externas concomitantes. La conducta deformada por la transferencia, es una de las bien
conocidas manifestaciones
164 Cap. 3 La terapia familiar intensiva como proceso
Metas y fundamentación 165
externas de estos fenómenos ocultos. Por ejemplo, la experiencia de una madre cuya hija de
22 años de edad, simbióticamente ligada, se había mudado bruscamente a otro
departamento, fue dolorosa por lo menos en tres niveles: a) el hecho real de una
disminución del contacto con la hija; b) la conducta hostil de la hija, que constituyó su
defensa contra sus propios anhelos simbióticos; c) los reativados sentimientos de pérdida y
anhelo ambivalente de la madre, transferidos a la hija de los objetos de sus propias
relaciones (internalizadas) pasadas. En otras palabras, la experiencia de una separación real,
interpersonal, de la madre, entraba en conflicto con objetos amorosos internos del pasado,
ambivalentemente anhelados, a los que parcialmente se había renunciado. Un intento de
separación en un proceso relacional, activó un sentimiento de pérdida en por lo menos un
proceso más.
No pretendo revivir la añeja discusión de si la psicoterapia individual depende o no,
principalmente, de factores de insight relacionales o intrapsíquicos. Nuestra perspectiva
contempla factores intrapsíquicos, lo mismo que factores relacionales o interpersonales,
como codeterminantes del cambio psicoterapéutico. Se supone comúnmente que cuanto
menos autónoma es la estructura (ego) de la personalidad del paciente, tanto más tiene que
basarse el enfoque en técnicas de apoyo, y tanto más importante se vuelve el componente
relacional real, interpersonal. Sin embargo, podemos considerar que cualquier ayuda
psicoterapéutica ofrece una nueva relación a una o varias personas que se han detenido en
sus relaciones y desearían verse envueltas en otras. Se ha dicho en broma, que la
psicoterapia formal o análisis es una amistad pagada. Freud fue muy sensible al peligro que
encierran las propias necesidades de comprometimiento del analista (o del terapeuta),
cuando recomendó neutralidad y cautela en lo tocante a las actitudes de contratransferencia.
Transitoriamente, se espera que el paciente desarrolle cierta capacidad para un
reenvolvimiento con un objeto nuevo, el terapeuta (transferencia), a expensas de de los
envolvimientos transferenciales existentes, de su vida cotidiana. Por último, se espera que
el paciente renuncie a sus envolvimientos internamente fijados, así como a su relación real
con el terapeuta y que se vuelva individualizado, capaz de reenvolvimiento con otros en un
nivel más autónomo y satisfactorio. Los terapeutas que citaremos más adelante parecen
estar de acuerdo, al menos implícitamente, en considerar la psicoterapia como un proceso
relacional fálico.
Otto Rank (1950) hace hincapié en tres pasos de la terapia: a) la fase inicial de entrega al
proceso, b) la fase intermedia, que requiere una entrega total del yo del paciente a la
experiencia terapéutica, y c) la tercera fase, en la cual el paciente aprende a "querer"
renunciar al terapeuta, a cambio de otras relaciones con la realidad. Whitaker y Ma
loase (1953), en su penetrante obra, han hecho nuevo hincapié en la importancia capital de
que tanto el paciente como el terapeuta, pueden acceder mutuamente a la dinámica
inconsciente de cada uno de ellos. En la que estos autores llaman etapa principal o
"medular" del proceso terapéutico, esta accesibilidad alcanza transitoriamente un nivel de
"envolvimiento psicótico" o "psicosis terapéutica" (pág. 96). Searles (1961) describe lo que
llama "patrón general del curso de la psicoterapia", en el tratamiento de la esquizofrenia.
Traza el proceso desde una fase en que ".no hay contacto", a través de fases de simbiosis,
hasta llegar a una fase de individualización. En caso de tener éxito, la terapia proporcionará
finalmente a1 paciente, mediante nuevos vínculos, una creciente capacidad para reducir los
sentimientos concomitantes de pérdida y privación, cuando se tenga que renunciar a los
antiguos vínculos.
Freud (1919) subrayó explícitamente la importancia terapéutica de la frustración controlada
en la relación psicoanalítica, tema que requiere una comprensión más completa. La
privación inevitable, inserta en la naturaleza de las relaciones de transferencia del
psicoanálisis, es la condición relacional para alcanzar un cambio perdurable en el ego. Así
también, la terapia familiar expone a los miembros a experiencias de privación, y la defensa
contra éstas, a menudo la lleva a cabo el sistema familiar multipersonal. Conforme a
nuestro concepto dialéctico de la identidad del ego, cada estructura del mismo está basada
en una configuración (relacional) sujeto-objeto. A fin de obtener una nueva orientación del
ego, tendrá que reemplazarse una antigua delineación sujetoobjeto. Para renunciar a una
antigua configuración del ego, uno tendría que luchar también con la pérdida concomitante
de la relacionalidad intrínseca del ego con su objeto a fondo delineante. En otras palabras,
sin la posibilidad de formar una nueva relación interna o externa, no podemos esperar que
sea factible cambiar las actitudes del ego.
La renuncia incompleta a relaciones pasadas, constituye la base de los patrones de conducta
neurótica, en una amplia gama de manifestaciones individuales y multipersonales. La
presencia persistente de víncu
los importantes con relaciones pasadas, en parte introyectadas y en parte reproyectadas,
constituye la constelación de lo que en un contexto familiar equivale a un aplazamiento del
duelo multipersonal expresado en acting outs. En la transferencia al terapeuta familiar, que
se va desarrollando, la relación terapéutica queda empapada de las mismas disposiciones
internas persistentes, que han contaminado las relaciones familiares de los miembros.
En último análisis, la ventaja principal de la terapia familiar conjunta tal vez estribe en que
ofrece una oportunidad de renuncia al objeto, completa o acelerada, en una atmósfera de
apoyo colectivamente catalizado.
166
Cap. 3 La terapia familiar intensiva como proceso
Metas y fundamentación 167
personas no tienden a desarrollar una fuerte relación de transferencia con el terapeuta, a
causa de la naturaleza de sus relaciones con miembros de su familia, deformadas por la
transferencia y simbióticas. Además, no pueden relacionarse bien con un terapeuta que trata
de ser neutral. De hecho, aun en la mayoría de los casos de la terapia familiar, el progreso
terapéutico sólo puede mantenerse si el terapeuta sabe cómo hacerle a la familia demandas
de cambio; por ejemplo, para alterar arreglos inadecuados en la forma de dormir, o la
distribución de los papeles de hombre y de mujer, etcétera.
La teoría del proceso relaciona) fásicó permite al terapeuta familiar fijar metas terapéuticas
algo más concretas, según la etapa en que haya quedado fijada una determinada familia. La
familia autísticamente irre lacionada, tal vez necesite un "baño" de confianza. Quizá sus
miembros tengan poca o ninguna capacidad para representarse el mundo como un lugar que
se puede disfrutar. Paradójicamente, la ira que siente el terapeuta contra los miembros
desconfiados o contra las expresiones de desesperanza terapéutica (Fartier, 1958), puede
transferir su creencia interior en la existencia de algo bueno en la vida. Por otra parte, la
familia simbiótica, atrapada en una apretada red de sobrenvolvimientos, necesitará primero
un estudio cuidadoso de las maneras inconscientemente colusivas y sustitutivas en que se
bloquea y socava la individualización. Es preciso traer a las sesiones familiares a los
miembros que no asisten habitualmente, para que se puedan hacer progresos. Los
mecanismos multipersonales deberán entenderse en función de las necesidades
deformativas de los participantes y habrán de interpretarse conforme a estas conexiones. La
mejor manera de apoyar las necesidades individuales, consiste en catalizar el desarrollo de
diálogos de persona a persona, en los que las claras afirmaciones individuales pasen a
ocupar el lugar de una anterior carencia de sentido. Una vez que la individualización y la
separación se convierten en unas posibilidades tentativas, se necesita apoyo para los
miembros que comienzan a experimentar el dolor de la pérdida de objeto a causa de un
cambio en el otro miembro. Comúnmente, aquí es cuando el proceso del duelo alcanza un
punto en el que se pueden revisar ampliamente las relaciones importantes con las
introyecciones del miembro, a menudo con "ayuda" de las resistencias multipersonales
como indicios o claves.
Naturalmente, una meta más concreta del tratamiento familiar es hacer que desaparezcan
los síntomas y las consecuencias de una manera de vivir mutuamente destructiva. Por lo
común, esta es la finalidad mo
tivadora patente que tienen la mayoría de los miembros de la familia para participar en la
terapia conjunta. Sin embargo, el terapeuta debe estar alerta para descubrir cualquier deseo
subyacente en un miembro,
Aunque los miembros de la familia tal vez cuenten con la motivación fundamental para dar
este doloroso paso hacia el crecimiento, quizá también se encojan ante la idea del mismo,
por miedo a las frustraciones, las represalias o a una amenaza de pérdida, a menos que se
proporcione ayuda de profesionales.
Nuestro énfasis en las ventajas que tiene explorar los complejos sistemas relacionares de la
patología multipersonal, no debería dejar la impresión de que el reino de la dinámica
intrapsíquica tiene importancia menor en la terapia familiar. Sin duda alguna, la terapia
individual y el psicoanálisis son los métodos más destacados para comprender las
deformaciones del mundo relaciona) interno de una persona, y para concentrar la atención
sobre las mismas. Sin embargo, en lo que hay que hacer hincapié en este momento, es la
probabilidad de que aun en la terapia individual, el contexto relaciona), y no una fría
curiosidad genética por el mundo interno del paciente, sea lo que produce los cambios más
importantes. En sus implicaciones más profundas, el lidiar con problemas es una lucha más
relaciona) que conceptual, incluso en la terapia individual o en el psicoanálisis, puesto que
encierra la decisión de interrumpir o ahondar la relación terapéutica, en cada nuevo punto
de resistencia. La terapia familiar conjunta no puede evitar (ni debería hacerlo) ocuparse de
las fuentes intrapsíquicas de las deformaciones (transferencia) ; además, cuenta con la
ventaja de hacerlo en el contexto pertinente de relaciones reales estrechas. Algunas
constelaciones intrapsíquicas fijadas, sólo pueden revelarse en el campo de interacciones
personalmente exigentes. Oír que una madre describa su relación con la hija, es muy
diferente a observar su interacción con ésta. Por lo general, la psicoterapia individual y el
psicoanálisis son los métodos más adecuados para la averiguación de los fenómenos de
stress, mientras el paciente genera demandas personales hacia un profesionista que,
relativamente hablando, no exige nada. La terapia familiar nos permite la observación de
"pacientes", mientras estos se encuentran sujetos a las intensas demandas personales que se
hacen unos a otros.
Según la hemos descrito aquí, la terapia familiar intensiva es tan sólo una variante de todo
un nuevo arsenal de métodos psiquiátricos de tratamiento. Sin duda alguna, habrá que
conservar la entrevista individual para aquellos pacientes que se puedan beneficiar más con
la misma. Deberían utilizar especialmente el psicoanálisis y la psicoterapia individual
aquellos individuos que han efectuado enérgicos avances en el sentido de la
individualización y la responsabilidad y, sin embargo, se sienten neuróticamente inhibidos
en su crecimiento. Pero el valor reconocido del método individual no debería estorbar el
desarrollo de enfoques terapéuticos más libres, que exploran la multiplicidad de las
relaciones. Algunas
168 Cap. 3 La terapia familiar intensiva como proceso
Problemas de la terapia y los terapeutas 169
de cambiar a otros a fin de "sacar" más cosas de la vida familiar, sin renunciar a su propio
compromiso con el sistema patológico de acting out. Una meta dinámicamente más
importante de la terapia familiar, tiene que ver con el permitir a los hijos encontrar modelos
para la identificación, "realizables". En términos de la teoría dialéctica, tal modelo tiene que
basarse en una reciprocidad de capacidades para la empatía. Muy frecuentemente, los
miembros de la familia, plagados de conflictos, son incapaces de utilizar hasta su potencial
existente para establecer una empatía con un miembro adolescente, desesperadamente
ávido de comprensión. A menudo, el fundamento de la incapacidad para la empatía se
encuentra en la opinión, deformada por la transferencia, que unos miembros tienen de otros.
Una meta más concreta de la terapia familiar conjunta es suprimir los obstáculos concretos
que estorban el camino del crecimiento relacional de la familia. A menudo, sin haber
llegado a una comprensión más profunda de la dinámica relacional de la familia, el
terapeuta advierte algunas peculiaridades familiares de la comunicación, manidas
repeticiones de conversaciones, hábitos de vida fijados, secretos, separaciones emocionales
no expresadas. El terapeuta puede pedir directamente a los miembros de la familia que
alteren estos hábitos como condición para la terapia, e incluso enseñarles cómo hacerlo.
Además de poner a prueba la profundidad de la motivación que tenga la familia para
cambiar, tales demandas pueden producir comunicaciones en un nivel más significativo.
Una meta relacionada con ésta, es la obtención de una libertad para plantear y resolver
cuestiones controvertidas dentro de la familia. A menudo, la fijación del proceso vital de la
familia se manifiesta en una rígida evasión de cualesquier puntos de vista enérgicamente
formulados o, en casos extremos, de toda significación o sentido (Schaffer y colaboradores,
1962). Sin embargo, conforme a la teoría de la síntesis dialéctica, el crecimiento sólo puede
alcanzarse mediante la presentación manifiesta tanto de la tesis, como de la antítesis. Por
ejemplo, un resentimiento no expresado verbalmente o enunciado con demasiada
generalidad, no puede resolverse. Con frecuencia, el obstáculo que impide una presentación
clara de problemas es un hábito, de parte de los miembros, que consiste en disputar de
manera personal, repetitiva, escandalosa y destructiva.
Otra meta implícita en la terapia familiar consiste en el mejoramiento de los intercambios
dinámicos con la comunidad más amplia, de parte de la familia. Actitudes más realistas y
activas respecto a la comunidad vendrán, probablemente, después de un mejoramiento
relacional fundamental dentro de la familia. Sin embargo, el terapeuta tendrá cuidado
de no esperar tan sólo buenos "ajustes" a la comunidad, de parte de miembros de la familia,
aun en el caso de que el paciente les haya sido remitido por algún organismo correctivo de
la sociedad. Sin embargo, al fijar los cambios que desea observar en la familia, el terapeuta
tiene que hacer uso de su buen juicio y no fijar metas demasiado altas. Son éstos los
campos en que es humanamente imposible aspirar a algo más que un arreglo.
PROBLEMAS DE LA TERAPIA Y LOS TERAPEUTAS
Al enfrentarse a sistemas patológicos conectados entre sí, el terapeuta familiar tiene que
trazar una estrategia conveniente. No debe caer en la trampa de desear salvar a un miembro
de otro. Sin embargo, es obvio que la autonomía de cada miembro está amenazada no sólo
por sus propias necesidades regresivas, sino también por las necesidades del sistema
familiar. Ningún miembro de la familia podrá alcanzar una organización fuerte,
autosustentadora y autónoma de su ego, si su "compañero" en una patología
complementaria se muestra renuente a cambiar. Un cónyuge, por sí solo, no puede sustituir
un patrón sexual sado-masoquista por la genitalidad, si no se efectúa un cambio
correspondiente en el otro, a menos que uno de ellos renuncie a la relación. Sin embargo, el
terapeuta familiar debe estar alerta para descubrir la gran variedad de complejas maneras en
que los cónyuges están "arraigados" en la personalidad de cada uno de ellos.
Un nuevo enfoque estratégico se desprende lógicamente de la conceptualización de la
situación terapéutica, que considera a ésta fundada en una dinámica de dos alianzas
opuestas: la alianza del terapeuta con los aspectos autónomos del ego de cada miembro de
la familia, por una parte, y el sistema familiar de patologías aliadas, por otra. Esto nos trae a
la memoria lo que dijo Guntrip (1960), acerca de que la relación de la terapia individual
tiene que competir con la fuerza de las relaciones de objeto internas, patológicas, del
paciente. Además, en la terapia familiar, la relación terapéutica tiene que competir con
todas las relaciones patológicas complementarias, dentro del sistema familiar. Sin embargo,
en el lado positivo, tenemos el hecho de que el terapeuta familiar se encuentra mejor
situado que el individual, para reforzar enfáticamente los recursos interaccio.nales,
orientados a la vida y al crecimiento (autónomo) entre los miembros de la familia; el
terapeuta individual tiene que valerse de una reconstrucción puramente intuitiva de las
interacciones familiares.
Los sistemas multipersonales de relaciones familiares pueden considerarse como un
contexto complementario para delinear la identidad, y
170 Cap. 3 La terapia familiar intensiva como proceso
también como campo poderoso de influencias externas. Rapaport (1958) ha hecho hincapié
en la necesidad de extender el concepto de autonomía del ego, hasta incluir una libertad
ejecutiva opuesta a los estímulos procedentes del mundo exterior. Para el terapeuta familiar,
los estímulos externos que limitan la autonomía del paciente, pueden equipararse al
impacto motivacional de las necesidades complementarias de los miembros de la familia,
carentes tal vez de síntomas. A este respecto, los mecanismos tan inteligentemente llamados
"lagunas del superego" por A. Johnson y Szurek (1952), fueron observados con gran interés
en las primeras etapas de nuestro trabajo de terapia familiar. Aunque inicialmente sólo
algunos miembros de la familia parecían participar en estas complementaridades limitativas
y patológicamente sustitutivas, nuevas experiencias nos han enseñado que la mayoría de los
miembros de una familia que aparentemente no tienen síntomas y no están envueltos en las
interrelaciones patológicas, son también partes constitutivas de lo que ahora llamamos
"sistemas patológico familiar".
En toda situación de terapia familiar, parecería que, transitoriamente, el paciente primario o
algún otro miembro está en favor de cambiar el sistema. Sin embargo, en el momento en
que un cambio auténtico comienza a trastornar el sistema, aquel que parecía estar dispuesto
a ayudar para conseguir la participación regular de todos los miembros, puede empezar a
dejar de asistir a sesiones, a impedir discusiones importantes, etcétera. Este descubrimiento
es una de las decepciones más molestas que pueden producirse, debido a la motivación para
el rescate, existente en el terapeuta familiar inexperto, respecto al paciente primario, y en
virtud también de la identificación del terapeuta con él. Una paciente esquizofrénica,
soltera, alentó a su terapeuta para que respaldase su punto de vista dentro de la familia, a
saber: que vivir con su padre en el apartamento de soltero que tenía éste, equivaldría a un
"suicidio" de su parte. Sin embargo, cuando el terapeuta respaldó su punto de vista, la
paciente cambió radicalmente de parecer y se sumó a la familia en su vigoroso rechazo de
tan rara preocupación del psiquiatra.
El terapeuta inexperto, tal vez no se dé cuenta del conflicto inherente que existe entre su
enfoque psicoterapéutico, que concentra la atención sobre el individuo y que él ha
aprendido tradicionalmente, y las necesi dades del método que se basa en la familia. Existe
una tendencia a preocuparse por las aportaciones de los miembros "productivos". El
miembro que produce una conducta conflictiva, lapsus verbales, o sueños durante la sesión
de familia conjunta, puede, por lo común sin saberlo, formar una complementaridad
perfecta con el terapeuta, que a su vez se siente más seguro dentro de los límites de la
terapia individual. En sus esfuerzos por llegar dinámicamente al sistema patológico familiar
más
Problemas de la terapia Y los terapeutas 171
pertinente, el terapeuta, sobre todo el que es bisoño en el campo de la terapia familiar
conjunta, a menudo se verá distraído por dimensiones patológicas "individuales",
aparentemente significativas. En una familia, algunos miembros de la misma que habían
sido previamente psicoanalizados, se entregaron a un esfuerzo supuestamente honrado para
recordar sueños y llevar a cabo asociaciones con los mismos. Más tarde se supo que éste
era un esfuerzo colectivo para hacer resistencia a la averiguación de dolorosos como
frecuentes problemas matrimoniales de los padres.
Aun cuando el terapeuta esté convencido de la necesidad de tratar, en última instancia, las
formas de patología familiar basadas en el sistema, podrá caer en la trampa de prestar
indebida atención a un miembro exigente de la familia. Por supuesto, podrá estimar
acertadamente que tal vez el miembro menos razonable sea quien lo conduzca hasta el
meollo del sistema dinámico de la familia. Ciertamente, el terapeuta familiar tiene que
encontrar a un miembro por lo menos, que sea capaz de establecer un nivel de
comunicación a través del cual pueda penetrar hasta el meollo del sistema familiar, y
manipularlo. Sin embargo, se necesita experiencia para reconocer los aspectos y los
síntomas individuales que tienen importancia para el sistema, y resulta importante tratar de
buscar más allá de la expresión verbal. Si uno cree que lo que nunca se verbaliza es una
parte de la patología familiar, más importante que la conducta manifiesta, también tiene uno
derecho a suponer que los miembros que no hablan, a menudo tienen la clave para
comprender las facetas más resistentes de la patología familiar. Una víctima aparentemente
pasiva, tal vez sea el manipulador más sutil y astuto de los sentimientos de otro miembro.
La suposición de que un miembro de la familia podría darnos la clave de todo el sistema
familiar, no debería confundirse con una manera de pensar orientada rígidamente hacia el
establecimiento de una sola causa, conforme a la cual la contribución de algunos miembros
es secundaria (como de víctima), respecto a las contribuciones primarias de otros
miembros. Por supuesto, genéticamente, tenemos que suponer que el matrimonio y su
patología antecede a la contribución de los hijos. Sin embargo, una vez que las
personalidades de éstos, se han adaptado a sus papeles en el sistema familiar, su inversión
emocional en el mantenimiento del sistema puede resultar tan activa como la de los padres.
Tal vez el terapeuta necesite la ayuda de su supervisor o de su colega del equipo
terapéutico, para darse cuenta de la deformación producida por sus propias inclinaciones,
basadas en la transferencia, en la selección del paciente "principal".
172
Cap. 3 La terapia familiar intensiva como proceso
Problemas de la terapia y los terapeutas 173
Problemas del terapeuta
La extensión de esta obra, nos impide desarrollar de manera verdaderamente sistemática
todos los complejos aspectos del papel que desempeña el terapeuta en la terapia conjunta de
la familia (véase también el
capítulo 8). La contribución personal del terapeuta a dicha terapia, puede resultar crucial,
más importante aun que la contribución inconsciente del terapeuta a su propia terapia.
Según nuestra experiencia, la diferencia principal entre las dos terapias estriba en el
enfoque por equipo de la terapia familiar, con todas sus implicaciones relacionales
intraequipo ocultas.
Hemos descubierto que la "armonía" en la personalidad de los dos terapeutas es un factor
terapéutico mucho más importante que la diferencia interprofesional (en lo que respecta al
entrenamiento), el papel
a desempeñar y el rango en nuestro grupo. A menudo, dos profesionistas de igual categoría
(por ejemplo, dos psicólogos), han tropezado con mayores dificultades, para hacer coincidir
sus puntos de vista, que equipos de composición heterogénea. Sin embargo, la coincidencia
automática y un acuerdo de puntos de vista, no es necesariamente la actitud ideal y más
conveniente, para un equipo. El reconocimiento de diferencias en las actitudes durante el
trabajo, habrá de ir acompañado más tarde por el reconocimiento de actitudes más
profundas, a menudo conflictivas o ambivalentes. Hemos descubierto que los equipos
alcanzan un éxito mayor en la resolución de sus conflictos, si periódicamente presentan sus
problemas ante todos los miembros participantes en el programa; en nuestro caso, ante el
equipo de ocho terapeutas.
El aspecto más importante de la "técnica" de la terapia familiar, estriba en la supervivencia
emocional saludable de los terapeutas, en medio de las increíbles tensiones generadas por lo
que podríamos calificar de manipulación inconsciente de los terapeutas por parte de los
miembros de la familia, con el objeto de llevarlos a resolver los conflictos incestuosos y
homicidas, encubiertos, de la familia. Por ejemplo, se puede conseguir una abreviación
temporal considerable como resultado de la activación de procesos de duelo largamente
mantenidos en estado de latencia, y conseguirlo a través de una rápida alternación de la
catexia de objeto, en noventa minutos de terapia conjunta de la familia. La necesidad de
poseer buenos objetos amorosos y rechazar los malos, sucesivamente, motiva a los
miembros de la familia para rechazar a los terapeutas en el momento en que éstos se sienten
más firmemente aceptados por aquéllos. La profundidad y confianza de las relaciones
dentro del equipo, puede ayudar a los terapeutas a sobrevivir a estos cambios repentinos,
sin tener que recurrir a una defensa neurótica.
Las traiciones frecuentes, que se observan en la aceptación de los terapeutas por parte de la
familia durante el proceso de terapia conjunta, quedan ejemplificadas por el caso de la
terapia familiar de una muchacha esquizofrénica de 19 años de edad
La posesividad patológica de los padres respecto a la hija, quedó de manifiesto inicialmente
en sus negociaciones con el médico encargado de la terapia individual de la muchacha en el
hospital. No tardó en advertirse que los padres querían que el terapeuta aceptase la
hospitalización de la hija, durante un año por lo menos. Por otra parte, a medida que los
padres comenzaron a aceptar la terapia familiar, en el transcurso de varios meses exhibieron
signos de una transferencia fuertemente ambivalente y regresiva, respecto a los terapeutas
de la familia. Concurrentemente, los síntomas de la hija disminuyeron y ésta empezó a
expresar su interés por continuar los estudios fuera de la ciudad. La posesión combinada de
la hija y de los terapeutas, por parte de los padres, quedó amenazada; era preciso hacer una
elección. Después de un considerable conflicto interior, los padres rechazaron tanto la
terapia familiar como la individual, con el pretexto de que deseaban respetar el vago deseo
-ocasionalmente expresado por la hija- de que a ésta tratase otro terapeuta individual.
Paradójicamente, en la caldeada atmósfera de la última sesión, la madre, que rechazaba a
los terapeutas, los acusó de crueldad y de no querer ayudar. Poco después, la hija regresó a
otro hospital, tras varios intentos de suicidio comparativamente graves.
Del ejemplo anterior y otros semejantes, se desprende que los deseos de "proceso
primario", de los miembros de la familia, pueden tener como mira mantener a los terapeutas
en papeles "alimenticios" terapéuti camente ineficaces, pero prolongados. La efectividad de
los terapeutas en lo tocante a un auténtico cambio en la personalidad, constituye un
indeseable producto derivado, en lo que concierne a la constelación de necesidades internas
de los miembros. Este estado de cosas coloca a los terapeutas en un dilema, relativo a si
deberían o no encargarse de la motivación principal para el cambio. Por supuesto, la
mayoría de los terapeutas sienten la necesidad emocional de alcanzar éxito en su trabajo.
Por desgracia, las motivaciones de rescate pueden estar reforzadas por las necesidades
inconscientes de aceptación y aprobación, que sienten los terapeutas hacia aquellos que
desean ayudar. Sin embargo, el terapeuta familiar puede ser rechazado precisamente por
aquello por lo cual desea que lo acepten, es decir, por querer ayudar al cambio en la familia.
Por otra parte, puede ser cada vez más aceptado y, por consiguiente, recompensado a un
nivel más profundo de proceso primario, si renuncia a sus metas profesionales. Si decide
participar en el juego de estancamiento de la familia, siente la tentación de renunciar a su
integridad profesional; si se opone al juego, pierde la aceptación y el apoyo de
174 Cap. 3 La terapia familiar intensiva como proceso
Observaciones finales y perspectivas
175
aquéllos por cuyo bien está luchando. Sin una relación coterapéutica buena y abiertamente
comunicativa, el terapeuta tal vez perderá innecesariamente muchas horas de sueño en esta
etapa. Evidentemente, la suerte de la terapia no depende de lo que está siendo comunicado
verbalmente, sino de la posibilidad de conseguir o no que ceda el sistema relacional de la
familia. La fuerza relacional del terapeuta tiene que sobreponerse a la fuerza patológica, a
la cual desafía.
OBSERVACIONES FINALES Y PERSPECTIVAS
Antes de terminar, creo que le debo al lector algunas palabras acerca de los resultados o
efectos de nuestra empresa de terapia familiar. Naturalmente, en este momento, una
evaluación sistemática, controlada, de los resultados de este enfoque es todavía menos
posible que una evaluación objetiva de la terapia individual intensiva. La falta de tiempo
suficiente, así como de un buen número de casos, constituye una de las razones de esta
dificultad. La carencia de un marco patológico consistentemente aceptado y de su
aplicación descriptiva, constituye una razón más grave de la escasez de publicaciones
acerca de los resultados de la terapia familiar.
Desde el punto de vista del progreso científico final, no ofrece mayor consuelo -aunque
resulte alentador- el hecho de que quienes han practicado paralelamente las terapias
individual y familiar, se han sentido
más animados que desanimados a considerar éste último como el enfoque más prometedor,
tanto en profundidad coma en "volumen numérico" por hora-terapeuta. Nos percatamos de
la necesidad de una comunicación más completa, de los cambios familiares observados, a la
comunidad profesional; pero la calidad completamente no verbal, multipersonal y a
menudo imponderable de los resultados, hace que la tarea resulte por demás difícil y
probablemente prematura, dado el nivel actual de claridad conceptual.
El hecho de que por lo menos en familias con pacientes designados esquizofrénicos y
delincuentes, nuestros terapeutas se hayan convencido cada vez más de la utilidad del
enfoque familiar, nos indica que el tra bajo a este nivel puede contribuir de manera
considerable al surgimiento de una evaluación (psiquiátrica) basada en las relaciones de la
madurez individual en sí. La esquizofrenia es sólo un caso de toda la gama de fenómenos
que nos indican que la seguridad emocional del hombre se basa en la calidad de sus
relaciones íntimas. Se necesitarán nuevos adelantos para el establecimiento de criterios
indicativos específicos, que determinen cuál sea el mejor tratamiento, el diádico o el de
psicoterapia
conjunta. Es igualmente difícil la evaluación del resultado del tratamiento, en ambos
enfoques. La única comparación controlada que podamos imaginar, sería la que pudiese
basarse en grandes .números. Además, todavía nos queda el problema de la elección del
tipo de terapia familiar. Algunas metas pueden alcanzarse con sólo prestar apoyo a un
reordenamiento y "desazolve" de los canales de comunicación. Cuanto más grave es el
estancamiento de la personalidad de los miembros, tanto más obvio es que lo indicado es la
averiguación de las deformaciones interpersonales y de sus raíces intrapsíquicas. Sin
embargo, el sistema de deformaciones interconectadas y mutuamente reforzantes puede
investigarse mejor, a través de sesiones familiares conjuntas. Finalmente, la profundidad e
intensidad de cualquier enfoque terapéutico están reguladas por el grado de motivación del
paciente.
Aunque podamos prever una aceptación rápidamente creciente del método familiar de
psicoterapia intensiva, por parte de los profesionistas, la resistencia a la ejecución seria del
cambio, a través de este procedi
miento, habrá de ser igual por lo menos a la renuencia inicial a aceptar el psicoanálisis
como tratamiento válido de estados nerviosos "graves". Algunos críticos del enfoque
utilizarán como argumento el carácter sacrosanto del individuo y la familia. Se hará
resistencia a la penetración de la terapia familiar en las facetas inconscientes de los
mecanismos neuróticos colectivos, en forma de justa indignación contra las implicaciones
supuestamente "injustas", señaladas por el terapeuta, de falta de responsabilidad o
destrucción intencionales de parte de los miembros "sanos" de la familia, considerados
como individuos. El aumento transitorio de la sintomatología será objeto de tantas críticas,
como ocurre en el caso del psicoanálisis. Detrás de una presunta falta de comprensión del
aspecto orientado al sistema del enfoque familiar, se oculta lo que realmente equivale a una
resistencia dinámica contra el cambio del sistema mismo.
La lucha en pro o en contra de la aceptación de la terapia familiar, no hará sino poner de
relieve la confusión en lo que respecta al papel desempeñado por la familia en la vida
moderna. La significación de la
vida familiar está sufriendo probablemente un cambio profundo, dinámicamente conectado
con la transición social. La organización mecánicoindustrial desindividualiza las
interacciones entre personas; y el surgimiento de la concepción científico-racional del
mundo y de las cosas, tiende a reemplazar a la dependencia anterior respecto a un orden
ético-religioso del universo. La vida del individuo se parece cada vez más a una
proposición racionai de ventajas y limitaciones materiales calculables. Es natural suponer
que la salida principal para la dependencia emocional y la oportunidad de crecimiento
personal del hombre moderno, sigue existiendo en la vida familiar.
176 Cap. 3 La terapia familiar intensiva como proceso
Referencias bibliográficas
177
Probablemente sea un error suponer que el equilibrio dinámico de la familia puede
entenderse, sin tomar en cuenta su relación con fenómenos sociales más amplios y gruesos.
Pocos pondrían en tela de juicio que el sistema de valores y los ritos de la sociedad de los
adolescentes es algo complementario y a menudo diametralmente opuesto a los valores
tradicionales de la familia. Además, es evidente que las salidas para la hostilidad,
aparentemente ubicuas, como los prejuicios, los sistemas políticos dictatoriales de dominio
agresivo y la competencia hostil entre los sexos, tienden a mantener un equilibrio dinámico
retributivo, a través de las oportunidades de "relacionarse" dentro de la familia. Los hijos
pueden amenazar a los padres de separación y pueden pasar a confiar en los valores y los
atractivos de la sociedad adolescente, para su apoyo emocional; y los padres, a su vez,
pueden reaccionar con maniobras inconscientemente defensivas y conservadoras, dirigidas
hacia los hijos, los cuales pasan a ser considerados como objetos de transferencia,
semejantes a los padres que han abandonado a dichos progenitores.
El problema más amplio de la patología familiar tiene que ver con el papel que desempeña
la familia en la sociedad moderna. ¿En qué medida el desarrollo social contemporáneo
exige demasiadas cosas a la vida familiar? Las características de "sistema" de la naciente
familia del futuro, parecen sufrir algunos cambios modales. Buehler (1962) concluye que la
patente dependencia mutua de las generaciones, de padres e hijos, ha disminuido en el
transcurso de las últimas décadas. Además, es posible que las técnicas de los padres de
nuestro tiempo hayan disminuido el grado de contacto físico entre la madre y el niño, con
una disminución consecuente en lo que respecta al desarrollo de la confianza básica.
Podemos postular que una disminución de esta confianza, en combinación con el efecto
desindividualizador de los medios modernos de comunicación de masas, dan lugar a nuevos
patrones de comunicación en las familias, lo cual tiene como resultado que las relaciones
personales vayan perdiendo intimidad y firmeza. ¿Quedarán los niños de las generaciones
venideras expuestos a un creciente volumen de mensajes desorientadores de doble-ligadura,
junto con un aumento de sofisticación superficial de los patrones de hábitos sociales? Las
opciones posibles que ofrece ahora la sociedad para las satisfacciones no familiares de las
necesidades emocionales de los adolescentes, ¿son a la vez lo suficientemente atractivas
3 El autor quiere expresar su agradecimiento al doctor Oscar R. Weiner, por sus importantes
contribuciones en calidad de coterapeuta y conceptualizador de la dinámica del proceso de
tratamiento de la familia de la cual hemos venido hablando en este
capítulo. El doctor james L. Framo se echó encima la penosa tarea de leer y revisar el
manuscrito con gran pormenor y detalle; él, lo mismo que las señoras Geraldine Spark y
Geraldine Lincoln hicieron numerosas y útiles indicaciones que permitieron mejorar este
capítulo.
y capaces de dar apoyo suficiente al crecimiento? Podemos predecir que la "terapia" de la
familia sólo tendrá éxito si la sociedad no le hace una demanda imposible de satisfacer a la
vida familiar y a los papeles desempeñados por los padres.
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Fundamentos y técnicas
de la terapia familiar intensiva
Jaunes L. Framo
LAS OBRAS EN QUE SE HAN EXPUES
to técnicas psicoterapéuticas, han poseído tradicionalmente la virtud del atrevimiento y los
riesgos de la revelación.* Algunos terapeutas muy experimentados, no sólo han puesto en
duda qué tanto puede considerarse recomendable la publicación de libros y artículos sobre
esta técnica, sino creen sinceramente que es fútil tratar de expresar en lenguaje bien
articulado lo que un terapeuta hace o debería hacer. Creen legítimamente que los intentos
de comunicar y analizar el proceso terapéutica padecen
* El autor reconoce su deuda con el doctor Ivan Boszormenyi-Nagy, no solamente por
haber sido el innovador que condujo al Programa de Terapia familiar hacia los
discernimientos de ésta, sino por haber aportado los sistemas de organización y la
inspiración general que ayudaron a promulgar muchas de las ideas que aparecerán en este
capítulo. La fecundación recíproca, de conceptos y opiniones que ha tenido lugar a lo largo
de las conferencias que se han efectuado, se refleja también en este capítulo. Quiero
agradecer especialmente al doctor Oscar R. Weiner el haber participado conmigo en
muchas discusiones que dieron como resultado su aportación, consciente e inconsciente, de
ideas. Los doctores Boszormenyi-Nagy y Weiner han leído el capítulo y ofrecido útiles
indicaciones. El autor quiere manifestar su reconocimiento a los mentores y amigos que
influyeron en su desarrollo personal y profesional: Dres. James R. Frakes de la Lehigh
University, Joseph J. Rubin de la Pennsylvania State University, Wayne H. Holtzman de la
University of Texas, Leslie Phillips del Worchester State Hospital, Sylvan S. Tomkins de la
Princenton University, y Morris D. Galinski de Filadelfia.
179
180
Cap. 4 Fundamentos y técnicas de la terapia familiar
Fundamentos y técnicas de la terapia familiar
siempre, a causa de la interpretación, y que las comunicaciones fundamentales, en todas las
formas de psicoterapia, son intuitivas, sentidas, inexpresadas verbalmente e inconscientes.
Gran parte de lo que se comunica entre pacientes y terapeutas se expresa mediante el tono
de la voz, mediante gestos, expresiones, impresiones sensoriales, sentimientos y multitud
de otros estados casi incomunicables. Sólo una pequeña parte del trato terapéutico tiene
lugar mediante palabras. Además, desde hace mucho tiempo, los supervisores de la terapia
han sabido que existe frecuentemente una amplia discrepancia entre lo que un terapeuta
dice que hace y lo que realmente hace. Por ejemplo, puede creer que está trabajando con
material muy profundo, no obstante lo cual su influencia en el paciente tal vez sea muy
somera; otro terapeuta podrá creer que lo único que está haciendo es psicoterapia de apoyo
al tratar exclusivamente problemas de la realidad, y descubrir, sin embargo, para su
asombro, que el paciente está profundamente involucrado. Otra razón que se esgrime en
contra de la definición de técnicas, es que todos los terapeutas difieren muchísimo en lo
tocante a personalidad, estilo, actividad, calidad de enfoque, metas, etcétera, hasta cuando
son miembros de la misma escuela psicoterapéutica. Además, por más que se lea en materia
de técnica, ese solo hecho no convertirá a uno en psicoterapeuta efectivo. Desde hace
mucho tiempo se sabe, aunque rara vez se haya declarado, que la psicoterapia que tiene
sentido requiere del terapeuta algunas características de su personalidad (difíciles de
especificar, ciertamente), que puedan ser desarrolladas bajo tratamiento personal y
supervisión detallada y competente. Esta supervisión, para ser eficaz, deberá tener lugar en
una atmósfera "terapéutica" libre, que permita el examen de los sentimientos del alumno.
Otros razonamientos se han aducido en contra de las obras que versan sobre técnica; a
saber, los que se fijan en la naturaleza de la psicoterapia. Es opinión del autor que aún
sabemos muy poco, de carácter defi nitivo, acerca de lo que ocurre en la psicoterapia,
porqué ocurre, cómo se ayuda a la gente y qué es lo que realmente constituye una ayuda.
Desde el punto de vista subjetivo del paciente, el ingrediente decisivo, terapéutico, de la
psicoterapia -cualquiera que sea la teoría en la que se base, e independientemente de lo que
haga o deje de hacer el terapeuta- puede ser simplemente el hecho de que el paciente llega a
sentir que le importa a alguien, independientemente de cómo interprete ese "interés de
alguien" o "amor". Cuando el paciente comienza a sentir que le importa a alguien, empieza
también a interesarse por sí mismo. A veces, puede sentirse "amado" sobre la base de un
sueño de transferencia. Desde el punto de vista del conceptualizador, que está obligado a
explicar el factor terapéutico de la psicoterapia como mecanismo diná
mico, explicativo, se ha dicho que el amor no es suficiente. Se presume que hay otros
elementos determinantes: la singularidad de la relación terapéutica, el descubrimiento, la
interpretación oportuna, la paulatina labor de penetración. Pero se necesita un paciente muy
maduro para darse cuenta de que lo que el terapeuta puede dar -destreza técnica,
confiabilidad, objetividad relativa, sentimiento de confianza, interés relativamente carente
de ambivalencia en el crecimiento del pacientey verdaderamente equivale a lo que
llamamos amor. ¿Qué paciente no le ha preguntado al terapeuta, en un momento de
desprevenida sinceridad, verbal o no verbalmente: "dígame, ¿se interesaría en mí, si no
fuese este su trabajo o si no le pagase". ¿Qué paciente, en un estado de alerta superagudo,
no se ha puesto a buscar señales de que el terapeuta está haciendo algo "extra" por él, fuera
de la estructura de su dádiva habitual, o a buscar indicios de que el terapeuta se está
portando como una persona real, para él? Al advertir estas necesidades del paciente, en toda
la gama de la psicopatología, cada terapeuta, independientemente de cuál sea su
orientación, en cada momento de decisión (por ejemplo, cómo presentar una interpretación;
cómo saber si debe o no revelar sus sentimientos al paciente; a qué parte de las
producciones del paciente debe responder, etcétera) tiene que hacer una elección a lo largo
de la dimensión siguiente: ¿Deberé darle satisfacción o deberé frustrarlo? ¿Se beneficiará
más el paciente si cedo, que si me mantengo firme y no lo hago? ¿Está el terapeuta tan
seguro de que el efecto de su actividad o de su no actividad puede ser tan inespecífico,
como por ejemplo, el alimentar o no alimentar? Si suprimimos la deformada fantasía del
paciente que le hace creer que fue "amado" cuando niño, ¿la sustituimos con alguna otra
cosa, o será mejor que alentemos la aceptación de su pérdida? Estas cuestiones van más allá
de las simples consideraciones técnicas.
Aunque las críticas a la exposición de la técnica tienen validez, incumbe a quienes la
practican abrir las puertas del consultorio y tratar de hacer llegar a sus colegas
informaciones acerca de cómo conducen las sesiones de tratamiento. De otra manera, la
práctica, la teoría y la investigación avanzarían por caminos separados, sin coordinación ni
integración, y sin que pudiese llegar a constituirse jamás una disciplina sistemática de la
estructura terapéutica.
Es especialmente importante revelar procedimientos, cada vez que se descubre un nuevo
campo de trabajo terapéutico. Por ejemplo, en la terapia familiar, es preciso considerar una
multitud de variables nuevas,
peculiares del enfoque a través de la familia, además de aquéllas ya increíblemente
complejas de la psicoterapia individual y de grupo. Sin embargo, este capítulo sobre
técnicas de terapia familiar no pretende ser un tratado o manual de cómo realizarlas. Una
lista de reglas directivas.
182 Cap. 4 Fundamentos y técnicas de la terapia familiar
Fundamentos y técnicas de la terapia familiar 183
no sólo sería prematura, sino presuntuosa. Más bien, daremos a conocer una serie de
principios derivados de nuestra propia práctica de la terapia familiar, así como una
descripción del desarrollo de técnicas que nos han parecido útiles, prometedoras, limitadas
o antiterapéuticas. Las opiniones expresadas en este capítulo constituyen una ampliación de
aquellas que anteriormente describieron nuestro trabajo (Framo, 1962). Las aseveraciones
que se leerán en seguida, reflejan nuestras experiencias de aprendizaje, los cambios en
nuestras concepciones y un mayor refinamiento y sutileza en el enfoque familiar respecto a
la anterior publicación.
Es preciso subrayar desde el primer momento, que los fundamentos y las técnicas que
habremos de describir se desarrollaron en determinadas condiciones y en un marco
particular. En el capítulo tres han sido des critos con mayor detalle este marco y la historia
del desarrollo de la unidad. El nuestro es uno de los escasísimos equipos de trabajo en los
Estados Unidos, que llevan a cabo la terapia familiar a largo plazo. Creemos que existen
algunos parámetros profundos del sistema de la familia que sólo pueden revelarse mediante
un amplia trabajo con ésta.
Aunque muchas de nuestras observaciones se fundaban originalmente en el trabajo con
familias que tuviesen un miembro femenino esquizofrénico, hace varios años comenzamos
a tratar familias en las que figuraban pacientes designados de uno y otro sexo y edades
variables, y cuyos síntomas representaban la gama completa de la psicopatología, desde los
trastornos del carácter y de la personalidad, hasta las reacciones neuróticas, somáticas y
psicóticas. Sin embargo, y para hablar con mayor exactitud, hay que señalar que ya no nos
ocupamos, desde el punto de vista del diagnóstico, de categorías o síntomas psiquiátricos.
Los síntomas en el paciente designado, frecuentemente cambian de una semana a otra, y
entendidos como respuestas inespecíficas a los reordenamientos en el sistema familiar que
está siendo sometido a modificación terapéutica, pueden desplazarse de un miembro de la
familia a otro.
Nuestro criterio de admisión a la terapia ya no se basa en el individuo, sino en la familia.
En el capítulo 7, escrito por Wynne, se encuentra una exposición detallada de los criterios
para la selección de familias en la terapia familiar. Nos hemos ajustado a algunas normas
concretas. Las familias que han sido remitidas al programa son objeto de observación, a lo
largo de varias sesiones de evaluación, no sólo para obtener una estimación preliminar de la
dinámica de la familia, sino también para determinar la clase de motivación que está
operando dentro de ella. Es sumamente raro que una familia exprese unánimemente una
motivación (por ejemplo, que diga: "necesitamos que se nos ayude como familia") ; y
cuando esto ocurre, podemos descubrir que están operando otras estratagemas. Por ejemplo,
una institución privada, muy cara, que permitía
la permanencia por tiempo limitado únicamente a las pacientes, nos envió varias familias
cuyos padres, al enterarse de que proporcionaríamos hospitalización si las familias se
mostraban de acuerdo en participar en el tratamiento, pudieron entonces "entender"
fácilmente el problema como de la familia. En tales casos, la motivación inicial de la
familia fue ahorrar dinero y encontrar un hospital en el cual pudieran internar al paciente
designado.
Al principio de nuestro trabajo, propendíamos a aceptar familias independientemente de
cual fuese la motivación existente (las más de las veces orientada característicamente y de
manera exclusiva, a obtener ayuda para el paciente designado). Por falta de conocimiento,
atamos nuestras manos y aceptamos la variedad de excusas que se nos ofrecieron para
justificar la ausencia de un importante miembro de la familia: uno de los hijos no podía
perder clases, la abuela se turbaría mucho en las reuniones, el trabajo del padre le impedía
asistir a todas las sesiones, etcétera. Gradualmente, fuimos aprendiendo, gracias a nuestros
errores, v lo que es más importante, fuimos confiando cada vez más en el valor de lo que
estabamos ofreciendo; hemos llegado a exigir más a las familias, al establecer condiciones
para su aceptación en el programa -a comienzos del proceso de evaluación- que nos dan un
máximo de capacidad de maniobra. En la primera sesión, y a veces desde antes, se pide a
todos los miembros de la familia que firmen una solicitud de evaluación, la cual introduce
el concepto de que toda la familia debe participar regularmente en el tratamiento. Se
estableció una cuota para las sesiones de trabajo (anteriormente, no se había exigido nada).
Durante las sesiones de evaluación, y con fundamento en la dinámica de la familia,
determinamos cual habría de ser la "familia" con la que trabajaríamos; es decir, todos
aquellos miembros de la familia inmediata y familiares cercanos, así como personas
extrafamiliares que ejercen una influencia comprobable sobre el sistema familiar total. Los
miembros designados tenían que aceptar arreglar sus horarios, de manera que pudiesen
asistir todos a las sesiones semanales. Y por último, en respuesta al interrogatorio de
exploración, la familia tenía que dar indicios, durante las sesiones de evaluación, de que
prestarían verdadera atención a los problemas familiares, aparte de los que tuviesen que ver
con el paciente designado. Aunque tal vez no sea posible conseguir que los padres o los
hermanos "sanos" reconozcan que tienen problemas, es preciso plantear la cuestión y
discutirla a fin de colocar la terapia familiar sobre una base terapéutica más realista. Los
terapeutas deberían preguntar a cada miembro de la familia: "¿qué cambios le gustaría que
se hiciesen en la familia, para beneficio de usted mismo?", o "¿qué cambios desearía
afectuar en sí mismo, para mejorar su propia vida?" Las preguntas formuladas de
184 Cap. 4 Fundamentos y técnicas de la terapia familiar
Fundamentos
185
esta manera poseen la cualidad de no ins;¡nuar culpabilidad ni enfermedad, con todas las
apreciaciones morales y axiológicas de éstas.
El hospitalizar o no al paciente designado comenzó a depender de la dinámica familiar, así
como del estado psiquiátrico de aquél. (Después de que un paciente queda hospitalizado, la
presencia o ausencia de síntomas no determina si habrá de permanecer o no en el hospital.
A veces enviamos a su casa a pacientes con síntomas psicóticos activos, cuando creemos
que este procedimiento nos permitirá adquirir una fuerza mayor para tratar el sistema
familiar.) Desde esta posición de fuerza, no sólo pudimos tratar la "maniobra del miembro
ausente" (Sonne, Speck y Jungreis, 1962) al conservar la opción de obligar a cualquier
miembro de la familia a asistir, sino que posteriormente pudimos ser más flexibles y
permitir que algunos miembros presentasen excusas válidas, faltaran a las sesiones, y
también conservaran la libertad de trabajar con subsistemas familiares. Anteriormente,
descubrimos que cuanto mayor era la resistencia que ofrecía la familia a traer a un
determinado miembro de la misma, tanto más necesaria era la presencia de éste para
comprender el sistema total. Por supuesto, aumentó el número de deserciones precoces; las
familias nos telefoneaban para decir, "decidimos que, verdaderamente, no necesitamos
ayuda"; "ahora todo está mucho mejor", "mi esposo no puede abandonar su trabajo";
"ustedes, los médicos, no nos dijeron cómo tratar a nuestra hija enferma"; "decidimos
enviar nuestra hija a un psiquiatra, o a otro hospital". No obstante, hemos encontrado que
las familias que perseveran en el proceso de evaluación, propenden menos a interrumpir el
tratamiento una vez que advierten todo lo implícito en la terapia familiar. En la medida en
que la terapia familiar exige un gasto de tiempo y esfuerzos del personal fuera de lo común,
es necesario un proceso de selección. Estos son, pues, los métodos que hemos desarrollado
para tratar los problemas de motivación en aquellos miembros asintomáticas de la familia,
que comúnmente no habrían solicitado nunca la psicoterapia para sí mismos, ya que sus
conflictos intrapsíquicos son canalizados intrafamiliarmente. Gracias al surgimiento de la
terapia familiar, por primera vez estamos logrando que unas personas traigan a otras para
que reciban tratamiento. Es una ventaja, no exenta de inconvenientes, que la terapia
familiar ponga en juego -como pacientes- a las personas que, aunque ejercen una gran
influencia en otras, a menudo quedan fuera de los alcances del tratamiento.
A pesar de nuestro sistema de selección, es preciso subrayar que nos encontramos todavía
en las primeras etapas de la estimación de cómo motivar la terapia familiar. Hemos tratado
a familias que, desde el punto de vista motivacional, al principio no parecieron ofrecer muy
buenas perspectivas y más tarde recibieron grandes beneficios del tratamiento;
también hubo unas que parecieron ser muy prometedoras durante el proceso de evaluación
y luego no hicieron mayores adelantos.
Todo el personal, de ocho terapeutas, observa las sesiones iniciales de evaluación.
Valiéndose de sus reacciones humanas globales, a las que toman como guía, dos terapeutas
que han decidido trabajar juntos se ofrecen como voluntarios para tratar a una determinada
familia. La base distintiva en que se funda la capacidad de una familia para provocar una
respuesta de "encuentro" en algunos terapeutas, y las razones que nos han llevado a utilizar
dos terapeutas que se han elegido el uno al otro, son temas interesantes que habremos de
tratar con mayor amplitud más adelante, en este mismo capítulo. Por supuesto, no podemos
determinar hasta qué punto un marco y un conjunto de condiciones diferentes de los
adoptados nos habrían conducido a otras técnicas y conclusiones.
A manera de advertencia contra la interpretación literal de nuestras técnicas, diremos que es
preciso reconocer que éstas se van desarrollando a partir de un proceso en marcha y son
siempre incompletas. En este capítulo, solamente se describe una pequeña parte de los que
hacemos realmente en el tratamiento cotidiano; ésto podrá explicar parcialmente la escasez
de bibliografía sobre técnica de terapia familiar (Ackerman, 1960; Bell, 1961; Bowen,
1961; Jackson, 1961; Midelfort, 1957) ; a pesar de que ésta es cada vez más voluminosa
(véase cap. 1, bibliografía).
Este capítulo está dividido arbitrariamente en las secciones siguientes: fundamentos; fases
iniciales de la terapia familiar; fases intermedias de la terapia familiar; resistencia en la
terapia familiar; problemas con yugales en la terapia familiar; el hermano "sano" en la
terapia familiar; transferencia y contratransferencia; relación del equipo de coterapia; fases
finales de la terapia familiar; y por último, una evaluación subjetiva de la terapia familiar.
Cuando se estaba preparando el capítulo, se descubrió que estas subdivisiones tomaban con
naturalidad ese orden, como dimensiones importantes del proceso de terapia familiar.
FUNDAMENTOS
Es preciso reconocer que las técnicas son diseños o artificios, que llevan a la práctica el
"conjunto de razones" (o fundamentos) de la terapia.' Nos encontramos en las etapas
iniciales del desarrollo de una comprensión conceptual de los trastornos familiares y, por
supuesto, las
1 Aunque el interés en los conflictos familiares y los métodos empleados para arreglarlos
tienen una larga historia, especialmente de parte de los trabajadores sociales, el hincapié
específico dinámico y clinico en la familia, que se ocupa de las inter
acciones y transacciones mismas, así como el tratamiento conjunto de los miembros de la
familia, son en gran parte fenómenos de la última década.
186 Cap. 4 Fundamentos y técnicas de la terapia familiar
Fundamentos 187
técnicas para tratar estos trastornos familiares van muy rezagadas respecto a la comprensión
de los mismos. El conjunto de fundamentos de nuestro enfoque terapéutico sobre las
familias, se basa en observaciones subsecuentes, que representan una "destilación" de
nuestro conocimiento. Puesto que nuestras primeras experiencias han tenido que ver con
familias en las que existía un miembro esquizofrénico, se podría poner en tela de juicio la
posibilidad de generalizar estos descubrimientos y hacerlos válidos para la dinámica
familiar en general. Sin embargo, nuestra experiencia mas reciente nos indica que deberían
utilizarse los procesos del sistema patógeno para diagnosticar familias, y que tales procesos
no respetan las categorías convencionales de diagnóstico. Todas las familias tienen
propiedades de sistema, cualquiera que sea la forma que puedan cobrar los síntomas
manifiestos de uno de sus miembros. Tal vez. parezcan contradictorias algunas de las
aseveraciones siguientes, pero son aplicables a diferentes niveles de inferencia y se
consideran válidas para éstos.
1) A menos que se haya tenido la experiencia de observar juntos a los miembros de una
familia, durante cierto periodo, será difícil captar todas las implicaciones de la noción de
que la esencia de un trastorno psiquiátrico puede ser una manifestación familiar, y que el
"paciente" designado es tan solo el síntoma más obvio, a través del cual el sistema familiar
manifiesta su patología. Cuando uno ve por primera vez la familia de un esquizofrénica, por
ejemplo, es difícil concebir la esquizofrenia como un trastorno familiar, pues el paciente
parece ser muy diferente de los demás miembros. La interconexión de los problemas de la
familia se confirma a menudo dramáticamente, al observar una sesión familiar después de
un periodo de tratamiento e intentar señalar al miembro enfermo.
Tal vez podamos ilustrar algunas de esas ideas, comparando los enfoques terapéuticos
individual y familiar del mismo problema.
Remitieron a nuestra unidad a una paciente con los síntomas siguientes: se mostraba
suspicaz y se sentía perseguida en la oficina en la cual trabajaba. Estaba encargada de la
mensajería y creía que estaba prestándose
a enviar mensajes de intención ominosa. Comúnmente, en un buen departamento
psiquiátrico, la habrían entrevistado, posiblemente hospitalizado, quizá le habrían
practicado pruebas psicológicas y presentado su caso en una sesión diagnóstica ante todo el
personal del servicio. Surgirían polémicas en torno a si era o no esquizofrénica, y en caso
afirmativo, de cuán maligno era el caso; también se oirían algunas especulaciones acerca de
su dinámica en términos intrapsiquícos. Una trabajadora social rendiría el informe de
entrevistas con los padres, que ofrecerían un relato pormenorizado de la historia del
desarrollo y los antecedentes de la paciente. Después de una exposición objetiva de la
extracción y los antecedentes de los padres, la tra
bajadora social haría algunas observaciones concomitantes acerca de los padres, y tal vez
expresaría algunos comentarios en torno a sus peculiaridades personales, de lo preocupados
que parecían estar o lo responsables que parecían ser. Después de tal sesión diagnóstica, se
establecería un programa de psicoterapia individual para la paciente, y tal vez la trabajadora
social se encargaría de atender a uno o ambos padres.
Ahora, comparemos este enfoque característico con lo que supimos después de unas
cuantas sesiones con esta muchacha y su familia, juntos.
Después de vencer la resistencia de los padres y la paciente a hablar acerca de los síntomas
de la paciente y sus problemas en el trabajo, nos enteramos de que la paciente designada
estaba atrapada en una paranoia
de toda la familia, que sus síntomas no eran sino parte componente de una red. De los
diversos niveles de complicación y toda la maraña de relaciones, fue emergiendo
claramente un conjunto de hechos. Varios años antes, el padre se había vuelto
extremadamente celoso; había comenzado a sospechar que su esposa se enredaba con
cuanto hombre encontraba, y se había dedicado a vigilar constantemente y comprobar todos
y cada uno de sus movimientos. A veces, la paciente fue empleada por su padre como
emisario en estas misiones. Los celos del padre menguaron después; y más recientemente,
la madre manifestó los mismos celos irracionales y violentos que anteriormente había
ostentado su esposo, basando sus sospechas en las pruebas más frágiles imaginarias. De
nuevo se le pidió a la paciente que actuase como mediadora entre sus padres, papel que
aceptó ambivalentemente, desplazando su rabia, desconfianza y excitación sobre su
situación de trabajo.
Las transacciones de esta familia, lo mismo que las de todas las demás que hemos visto, nos
han permitido descubrir que parte del problema reside en cada miembro de ella, a manera
de aspectos separados de un acertijo de muchas capas.
2) El sistema familiar posee mecanismos reguladores propios, que controlan los
mecanismos colectivos de sus miembros individuales. Hay algo más que la dinámica
inconsciente de cada persona; los complejos
procesos del sistema que está en marcha gobiernan las motivaciones individuales. A pesar
de las numerosas tramas y subtramas, la familia sigue siendo una unidad. Cada miembro de
la familia utiliza a los demás para compensar su propia patología. Sin embargo, no se trata
de una persona que actúa sobre otra; puede ser cualquier persona que afecte toda la
estructura transaccional. Aunque algunos sucesos, tales como la psicosis o la delincuencia,
pueden introducir una grave tensión y romper el equilibrio existente, si trastornan el sistema
de la familia, a veces pueden ser absorbidos rápidamente por el sistema y pasar a formar
parte del modo de vida de la familia. A veces, la psicosis repentina de un miembro puede
crear una enorme ansiedad en la familia, semejante a
188 Cap. 4 Fundamentos y técnicas de la terapia familiar
Fundamentos
189
la que se genera cuando una fantasía o un juego peligroso amenazan con convertirse en
reales.
3) Cada miembro de la familia tiene que "encajar" en las reglas del juego familiar (Haley,
1959). El apartarse de este "acomodamiento" por algunos de los miembros, da lugar a una
serie graduada de admoniciones, la más extrema de las cuales es la amenaza de abandono
(castigo que casi nunca se da en forma permanente, porque cada parte es neceria para el
todo). Los miembros de las familias indiferenciadas nunca han aprendido que es mejor
contar con el amor voluntario de un ser humano libre y separado, que con el "amor"
resultante de la esclavitud emocional. A veces, un miembro de la familia trata de deshacerse
de este papel: comúnmente, el padre recorre su serie de protestas sutiles y luego renuncia;
son demasiado grandes sus necesidades para poderse mantener alejado si se separa.
Frecuentmente, lo que parece un gesto de separación por parte de una adolescente
constituye en realidad un esfuerzo por conseguir que los padres se interesen en ella. (Por
ejemplo, la hija que indirectamente hace saber a sus padres que mantiene una relación
amorosa inconveniente.) En raras ocasiones alguien, por lo común uno de los hermanos
llamados "sanos", logra liberarse pero la "liberación" es violenta y los antiguos conflictos
se trasladan a las nuevas relaciones. Muchas personas se engañan a sí mismas creyendo que
si se alejan de su hogar, y no vuelven a ver nunca a la familia durante el resto de sus vidas,
ya no tendrán que ver nada con ella.
En la gran mayoría de las familias observadas (especialmente los sistemas más apretados,
que sólo cuentan con un hijo), todos los intercambios emocionales significativos están
contenidos en el sistema social cerrado y completo de la familia, y se mantiene poco o
ningún contacto con el mundo exterior. Una minoría de las familias observadas por
nosotros, constantemente lanza señales de alarma y compromete a otros miembros de la
comunidad. Vecinos, policías, trabajadores sociales, psiquiatras, etcétera, frecuentemente
cumplen la tarea de proporcionar control exterior o "alimento" complementarios a estos
"egos familiares" deficientes.' En toda comunidad existe alguna de estas familias, con la
que han tenido que ver todas las instituciones de servicio social; algunos de los miembros
de estas familias son conocidos de muchos de los psiquiatras de la ciudad, pues la familia
ha consultado a todos en algún momento.
a El autor reconoce que varios términos técnicos comúnmente empleados en otros marcos
teóricos (especialmente del psicoanálisis) han sido trasladados al campo de la terapia
familiar (ego de la familia, resistencia de la familia, etcétera). Al pe
netrar en un campo nuevo, uno tiene naturalmente que hacer uso de términos ya conocidos,
aun cuando preserven un significado específico, restringido, dentro de un sistema teórico.
Sin embargo, la creación de términos técnicos nuevos poseería un valor de comunicación
menor en estos momentos.
4) En la familia menos diferenciada, es más probable que los padres no puedan ver a sus
hijos o cada uno de los cónyuges al otro como lo que realmente son, sino, por el contrario,
como pantallas en las cuales pueden proyectarse, o bien como imagos a través de los cuales
pueden tratar de aliviar anhelos y heridas del pasado, aún dolorosas, que nacen de sus
experiencias originales con sus propias familias. Así pues, cada familia tiene sus propios
restos fósiles preservados de generaciones pasadas, que en gran parte determinan lo que
ocurre en el presente. Aunque es rara una representación de uno a uno, tiene algún mérito
tratar de descubrir a cuál figura clave o fusión de personajes del pasado de cada uno de los
padres representa el paciente. Sin embargo, como necesitan que se les considere padres
buenos, los progenitores frecuentemente exhibirán preocupación obsesiva por algún aspecto
del paciente, su salud física, su cociente de inteligencia, sus granos, su peso, su manera de
hablar, su ropa, etcétera.
5) El paciente designado acepta a medias su papel de chivo expiatorio y sacrifica su
autonomía, a fin de llenar las lagunas y vacíos en las vidas de sus padres o en la relación
conyugal de éstos, para ajustarse
a alguna noción preconcebida por los padres acerca de lo que él debería ser, o para
preservar la estabilidad de sus progenitores. No puede evadir ninguno de los papeles
asignados, ya sean de esposa, espoco, amigo, madre, padre, abuelo, sustituto sexual,
hermano del padre, amigo del padre, objeto de ambición o de venganza. Además, el
paciente ha quedado sujeto a lo que llamamos síndrome del "yoyo"; es atraído hacia los
padres cuando éstos lo necesitan, o apartado e ignorado cuando sus propias necesidades
pasan a primer plano. El franco rechazo nunca se expresa, y si se expresase podría
manejarse mejor que el continuo provocar al paciente con un amor prometido, que nunca se
entrega del todo o se sostiene. (En el transcurso de la terapia familia, hemos descubierto
que también los padres tuvieron experiencias de "yoyo" semejantes, con sus propios
progenitores.) El paciente trata de rechazar el papel que le han asignado, al propio tiempo
que se siente estimulado por sus cualidades interesante; a través de su conducta, pregunta
constantemente "¿qué es lo que debo hacer o ser, para que se me acepte?"
El concepto familiar de terapia aclara el proceso de deterioro de la realidad. Por lo común,
los .niños desarrollan su capacidad para el pensamiento abstracto, ejerciendo de manera
natural sus dotes intelectuales genéticas. Sin embargo, cuando prevalecen irrealidades en
las mentes de los propios padres, al niño no le queda más remedio que ajustarse a tales
irrealidades. Poderosas presiones de culpabilidad e implicaciones de traición o de deslealtad
podrán ejercerse sobre el niño, si persiste en su búsqueda de la realidad. Estas presiones no
sólo obligarán al niño a renunciar a la
190 Cap. 4 Fundamentos y técnicas de la terapia familiar
Fundamentos 191
realidad, sino que pueden bloquear los niveles superiores de razonamiento, asociados con el
pensamiento abstracto. Al cabo de un tiempo, la irrealidad de los padres se convierte en la
irrealidad del hijo. Gradualmente, a lo largo de los años, se "entrena" al paciente designado
para que se convierta en encarnación viviente de la imagen proyectada. Sin embargo,
encontrarse en la posición receptora de la proyección de la imagen interna de alguna otra
persona, puede ser una experiencia particularmente frustrante y desconcertante, si ese
alguien es una persona de la cual se tiene necesidad vital; tiene uno que verse como
malévolo, echado a perder, precoz, engañador, o lo que sea, y nada hay que pueda hacerse o
decirse para cambiar esta opinión. Uno de los estados emotivos más desconcertantes y
dolorosos es el que resulta de que los motivos decentes o autónomos de uno se tuerzan y
deformen, hasta convertirse en algo malo o insalubre.
Una paciente sometida a terapia individual y familiar empezaba a volverse autónoma; le
hacía menos confidencias a la madre y ya no le permitía que la peinase. La madre, al
apreciar el retraimiento y sentirse ame nazada por el relajamiento del lazo simbiótico,
reaccionó con un "debes estar enfermándote de nuevo; será mejor que te lleve de nuevo al
hospital". La paciente, que ya se sentía dolorosamente vulnerable porque la llamasen
"enferma", se aterró y cayó -en estado de ansiedad, sobre todo porque le resultaba muy
tentador hacerle confidencias a la madre o permitirle que la peinase.
Con base en tales datos, tal vez podamos comprender de manera más completa la génesis
de algunos de los síntomas clásicos de la esquizofrenia (perplejidad, desarmonía del afecto,
etcétera). Mientras los síntomas del paciente designado a veces pueden traducirse
psicodinámicamente como expresión de algún fenómeno familiar (por ejemplo, la
expresión por parte del paciente, en forma exagerada o simbólica, de los síntomas
subclínicos de un padre, o algún comentario solapado acerca de la relación conyugal), otras
veces tienen poco o ningún significado en términos familiares o intrapsíquicos, y con el
tiempo se comprueba que son epifenómenos o "ruido" no específico. A menudo, el paciente
designado envía la señal de SOS mediante síntomas y acciones tan engañosas como dolores
de estómago, robarse un automóvil, encerrarse en una habitación, faltar a clases o tener
alucinaciones. Es infortunado que se hayan empleado tantos años en desarrollar categorías
nosológicas precisas para individuos con tratamientos específicos para estados específicos.
Aun los terapeutas familiares han contraído el hábito de caracterizar a las familias mediante
los síntomas manifiestos del paciente designado (por ejemplo, familias esquizofrénicas,
familias con acting out, etcétera). Una de nuestras tareas para el futuro, respecto a la cual
ahora mismo se están
llevando a cabo esfuerzos preliminares, consiste en tratar de establecer diagnósticos
transaccionales más significativos para las familias.
6) Por lo común, quienes han alcanzado una distinción relativamente clara entre el yo y el
no yo, se dan cuenta de que el percatarse de una necesidad no es garantía de la satisfacción
de la misma, y también de que el desear una conducta externa de parte de alguna otra
persona no puede provocar mágicamente ésta, tal como el deseo de mover las propias
manos hace que éstas se muevan. Sin embargo, en las familias en las que las fronteras del
ego de los individuos miembros son difusas y en las que les cuesta gran dificultad
distinguirse a unos de otros, existen en verdad ocasiones en que un miembro de la familia
no tiene más que desear o querer la satisfacción de una necesidad para conseguirlo. La
madre que alimenta a su hijo cuando ella siente hambre, puede convertir al niño en adicto a
reaccionar a las necesidades inexpresadas verbalmente de la madre, y este fenómeno puede
extenderse hasta convertirse en una omnipotencia y una magia que abarquen a toda la
familia, y que pueden ser sumamente difíciles de deshacer. ¿Por qué habrían de cambiarse
estas profundas satisfacciones por la realidad? La perpetuación y lo "pegajoso" de las
necesidades preverbales placentero-dolorosas, constituye la resistencia principal al cambio
en la familia. Cuando se hacen intentos para modificarlas o eliminarlas, las otras maneras
posibles de relacionarse son apreciadas por los miembros de la familia como el horror de
los horrores, el agónico estado de irrelacionalidad. Temen llegar al punto en que nada de lo
que hagan, posean o lleguen a ser, tenga importancia para nadie. De diversas maneras, las
familias que discuten abiertamente o que se relacionan de maneras humillantes, se
encuentran mejor de lo que estarían en un estado de fútil "nadería".
7) Dondequiera que hay hijos trastornados existe un matrimonio trastornado, aunque no
todos éstos dan lugar a hijos trastornados. En algunas familias más diferenciadas, el
matrimonio existe en gran parte sobre la base de lo que aportan los niños. Los padres han
renunciado el uno al otro desde hace tiempo, y viven juntos con escaso o ,ningún sentido de
relación real, salvo para cumplir la función de objetos para la hostilidad proyectada o como
representativos de introyecciones. A fin de evitar el conflicto intimidad-despego, se pueden
hacer diversos arreglos para mantener el divorcio emocional: absorción al ver la televisión
cuando se encuentran juntos; aceptación de empleos por parte del esposo, que lo mantengan
alejado del hogar; excesiva participación de la esposa o del esposo en causas,
organizaciones o clubes; intensificación de la relación de los padres con miembros de sus
familias de origen, etcétera. Algunos de estos matrimonios podrían funcionar bien si no
tuviesen hijos. Hay ocasiones en que la relación de los padres con un hijo, por lo común
192 Cap. 4 Fundamentos y técnicas de la terapia familiar
Fundamentos
193
el paciente designado, puede ser más fuerte y significativa que cualquier otra. El paciente
cuyos propios sentimientos edípicos han sido realizados en tales condiciones, descubre que
nada que le ofrezca alguien que no pertenezca a la familia puede competir con la
estimulación prometida por los objetos amorosos primarios, o estar a la altura de la misma.
Al ofrecerse a sí mismos, los padres pueden inculcar una convicción para toda la vida,
realmente incorporada en la personalidad del sujeto, que impedirá que el paciente encuentre
jamás vida satisfactoria fuera de la familia. Puesto que la satisfacción sexual real que se
ofrecen los padres es limitada o inexistente, pueden acudir al hijo en busca de amor sexual.
Cuanto más comprometidos están los hijos en el matrimonio y los utilizan los padres, tanto
mayor es la amenaza de incesto y la posibilidad de que el hijo contraiga una psicosis. La
expresión de sentimiento sexual respecto al hijo, puede ir desde una patente conducta de
seducción, hasta una tentación sexual preconsciente o inconsciente, contra la cual los
miembros de la familia tienen que defenderse mediante amenazas o alejamiento repentino.
No es común encontrar familias en las que se produzca una expresión sexual incestuosa
real. Una severa inhibición sexual, en una atmósfera permanente de gran tentación, es más
característica. Los miembros de la familia ni siquiera pueden permitirse dar muestras
normales de afecto o exhibir una sexualidad juguetona; algunos ni siquiera se atreven a
tocarse.
Casi siempre el paciente está enredado en el matrimonio, aunque en algunas situaciones,
hemos visto que ha estado excluido de la pareja matrimonial; en estas circunstancias, los
padres lo consideran como una
especie de fenómeno o monstruo, como una pieza de maquinaria mal diseñada que no da
buen servicio. Aunque el paciente pudo haber sido una "víctima" en sus primeros años, a
causa de un ego inmaduro, al llegar a la adolescencia deja de serlo, porque entonces es sin
duda parte del sistema familiar. Por ejemplo, no siente que pueda organizarse una vida para
sí mismo, a menos que :sus padres lleven una vida propia, con algún grado de satisfacción
recíproca. Por otra parte, se volverá más ansioso si sus padres alcanzan un mayor grado de
intimidad.
8) Las concepciones psicoanalíticas tradicionales han hecho hincapié en los siguientes
fenómenos intrapsíquicos, por considerarlos hipótesis fundamentales en la etiología de la
esquizofrenia: una perturbación en la relación libidinal con objetos; un defecto en el ego,
entendido como agente para la solución de problemas; un defecto en el ego, como
experiencia en relación con el mundo-objeto pasado, presente y futuro; la existencia de una
pulsión destructiva mayor que la común; un grado año rmalmente grande de ansiedad; y
una incapacidad de integrar y sintetizar todos los factores antes mencionados. Desde el
punto de vista
de un concepto transpersonal de la familia, la esquizofrenia o cualquier otra clase de
enfermedad mental, no obstante sus manifestaciones proteicas, puede considerarse como la
única reacción lógica, adaptativa a un sistema familiar ilógico, descompuesto. No obstante
las tentadoras satisfacciones proporcionadas por los padres y a pesar de una orientación
simbiótica, el paciente designado es quien más vida puede perder; por consiguiente, a veces
"desarrolla" la psicosis como una manera de hacer señales de que necesita ayuda y cambio,
al mismo tiempo que se ofrece para desempeñar el papel de persona sacrificada y niega que
tenga algo que ver con el deseo de cambio en la familia. En relación con esto, es interesante
especular acerca de cuán a menudo un acto de delincuencia juvenil puede interpretarse
como la única manera "segura" de atraer la atención sobre una situación familiar
intolerable. El paciente se siente demasiado culpable como para ser desleal con los padres,
como descubre todo terapeuta cuando trata de interpretar el descontento obvio. No obstante,
cuando el paciente trata de identificar la realidad en las deformaciones de la familia, ésta a
menudo pone el marbete de "enfermo" sobre ese esfuerzo y cuando es hospitalizado, los
médicos (y la sociedad, en efecto) refuerzan y confirman el diagnóstico de la familia. Estas
consideraciones nos han llevado a evitar la hospitalización, salvo cuando ésta es
absolutamente necesaria.
Los síntomas del paciente designado, aunque restitutivos y regresivos, crean muchos otros
problemas. Desde hace tiempo se ha descubierto que algunas clases de síntomas provocan
en otras personas actitudes que
pueden afectar el curso del trastorno mismo (por ejemplo, el retraimiento pasivo a menudo
provoca el matemalismo; el haraganeo obsesivo obliga a otros a que lo estén picando y
empujando, las deformaciones paranoides o la conducta agresiva, pueden llevar a otros a
castigar o a rechazar; los delirios pueden fascinar o repeler; la depresión provoca mezclas
de compasión, impotencia e ira; el acting oztt sexual provoca envidia y asco; etcétera). Y
también la porción intacta del ego del paciente psicótico tiene dolorosa conciencia del
estigma de la enfermedad mental; algunas motivaciones y conductas del paciente pueden
interpretarse como diversas maneras de lidiar con la carga intolerable de la vergüenza y del
sentimiento de ser un "perdido".
La enfermedad mental puede servir también como medio para obtener ganancias
secundarias para el paciente designado; primordialmente, como estratagema para alcanzar
alguna ventaja intrafamiliar. Los padres ven con horror todos los síntomas antifamilia; y los
que no 1_o son se consideran como molestias de poca importancia, son tolerados o aun
"patrocinados" indirectamente. En términos generales, podemos decir que si el paciente da
a los padres lo que ,necesitan, ya no se le considera
194 Cap. 4 Fundamentos y técnicas de la terapia familiar
Fundamentos
195
enfermo (un padre dijo: "¡Doctor, esta linda chica no puede estar enferma; me besa con
tanto afecto!" Característicamente, una vez que desaparecen los síntomas antifamilia en el
paciente designado, los padres carecen de motivos para proseguir la terapia familiar.
Como los esfuerzos terapéuticos se dirigen comúnmente hacia la vida joven que está
sufriendo tanto y parece ser especialmente vulnerable, y como el paciente designado parece
poseer una mayor capacidad de cam bio (aunque esto no siempre se deba a la flexibilidad
asociada a la juventud), se ha convertido en práctica común llevar a cabo el tratamiento
individual junto con la terapia familiar. Algunos terapeutas de la familia están hondamente
convencidos, a causa de su anterior experiencia orientada al individuo, de que la resolución
de conflictos por medio de introyecciones sólo puede llevarse a través de un trabajo de
transferencia de uno a uno. Arguyen también que en el tratamiento individual puede
esperarse que el terapeuta alcance a satisfacer algunas de las necesidades del paciente,
aunque a largo plazo; dicho tratamiento, a solas con el psicótico, frecuentemente amenaza
convertirse en un vínculo de dependencia respecto al terapeuta para toda la vida (Hill,
1955). La perspectiva de este resultado puede ser la razón por la cual tantos terapeutas se
muestran renuentes a tratar pacientes psicóticos. Algunos terapeutas se han convencido de
que es necesario casi adoptar al esquizofrénico, a fin de enseñarle a vivir (Szasz, 1957).
Otros, especialmente los terapeutas de Chestnut Lodge, consideran que el vínculo
simbiótico entre paciente y terapeuta es una fase necesaria del tratamiento a largo plazo, y
que se pueden resolver complicaciones resultantes (Searles, 1958, 1959a, 1959b).
Muchos aspectos de la conducta psicótica poseen la calidad de la conducta del niño de dos
años, que está poniendo provocativamente a prueba a su madre. Esta conducta puede estar
orientada a poner a prue ba la preocupación del padre o de la madre y su interés en cuidarlo
y atenderlo, pase lo que pase. Puede darse también en el hospital, teniendo como
protagonistas al personal de enfermería y de sala, quienes desempeñan los papeles de
sustitutos de los progenitores para el paciente (Boszormenyi-Nagy y Framo, 1961, 1962).
Si un terapeuta no abandona al paciente a lo largo de una tormentosa psicosis y le sigue
prestando ayuda después, entonces el paciente puede comenzar a confiar en otros y a
acumular bondad constitutiva del ego. Con todo, de cuando en cuando la verdadera
preocupación del terapeuta tiene que ponerse a prueba. Si resiste las pruebas del paciente,
consigue un lugar en el mundo relacional de éste y cobra a veces más importancia que los
padres. Son pocos los terapeutas capaces de soportar estas pruebas, que a veces pueden ser
muy desagradables y cobrar la forma de ataques físicos directos, fugas del hospital,
rabietas, regalos, intentos de seducción, huelgas de hambre, etc.
La experiencia adquirida a lo largo de los años nos ha llevado a reducir el hincapié en la
terapia individual para el paciente designado y preferir el trabajo con el sistema de la
familia interdependiente. El miembro del equipo terapéutico que se estaba haciendo cargo
del paciente designado en las sesiones de terapia individual, a causa de su relación especial
con el paciente, frecuentemente descubrió que le era más difícil ver y mantener el punto de
vista del sistema familiar. Además, descubrimos que la terapia individual ejercía un efecto
disolvente sobre la familiar, y se utilizaba a veces como resistencia a la exploración de la
dinámica de la familia. Comúnmente, los padres ansiaban que los doctores se ocupasen de
su hija y argüían que era obligación del doctor hacerse cargo de las personas enfermas. Nos
ha parecido más realista que sean los padres, y no los terapeutas, los que carguen con la
responsabilidad de criar al hijo. La terminación de la terapia individual va seguida,
comúnmente, de un aumento en la intensidad de la terapia familiar. Aún hay ocasiones en
que lo indicado es dar terapia individual, tanto al paciente designado como a otros
miembros de la familia.
9) Las personas les hacen cosas realmente a otras, o se las hacen a sí mismas? El grado en
que la psicopatología es solamente un asunto interno, intrapsíquico, y el grado en que puede
producirse, atenuarse
o modificarse en función de la manera como las personas que mantienen relación estrecha
se afectan unas a otras, ha sido y seguirá siendo uno de los problemas prácticos y teóricos
capitales de nuestro tiempo. (Las dos posiciones polares, en lo que respecta a este
problema, las ocupan los psicoanalistas tradicionales, por una parte, y los terapeutas de la
familia, por la otra.) A nuestro juicio, una teoría final de la personalidad, tendrá que tomar
en consideración una combinación intrincada, pero adecuada, de los puntos de vista
individual y transpersonal.
Las personas que no resuelven con éxito los problemas que se van planteando a cada paso
del crecimiento, trasladan a cada etapa sucesiva del desarrollo una serie de condiciones e
insuficiencias que limitan su capacidad de relacionarse con otros, excepto cuando están en
juego sus propias necesidades (véase cap. 8, Erikson, 1950). Sin embargo, la relación
narcisista nunca es total; las personas que mantienen una relación duradera (por ejemplo,
esposo y esposa) reaccionan también el uno con el otro, sobre la base de su experiencia
acumulada de adaptación recíproca, aun cuando su relación esté mezclada de pasadas
relaciones de transferencia y quede marcada por ellas. Es decir, hay ocasiones, aun en las
relaciones más simbióticas, en que las personas de que se trata se aprecian y responden la
una a la otra como individuos separados. No obstante, en nuestra experiencia hemos visto
que la familia no puede efectuar un cambio profundo o significativo si los terapeutas tratan
sola-
196
Cap. 4 Fundamentos y técnicas de la terapia familiar
Fases iniciales de la terapia familiar
197
mente las interacciones actuales, inmediatas, entre los miembros. El obstáculo más
poderoso del éxito del tratamiento está constituido por los vínculos libidinales del individuo
con sus introyecciones paternales, independientemente de lo que hayan sido los
progenitores en la vida real (Guntrip, 1953) ; es necesario que cada individuo lleve a cabo
su lucha con los objetos internos incorporados (Fairbairn, 1952), que están siendo objeto de
acting outs con los otros miembros de la familia. El inconsciente aferrarse al perturbador
mundo interno de objetos, está asociado con los intentos interminables de trocar a los otros
en padres que lo quieran a uno incondicionalmente. (La necesidad de ayudar a los padres a
convertirse en personas mejor integradas, probablemente se base en la creencia de que
podrían dar más, si estuviesen mejor integrados.) Una de las situaciones más patéticas nos
la presentan los esfuerzos de un individuo, durante toda su vida, por obtener algo de un
padre o una madre, que nunca puede conseguirse.
En el concepto de la familia, hay también parámetros importantes que apenas ahora
comienzan a advertirse; las introyecciones no se basan únicamente en una relación de uno a
uno con la madre y el padre, con siderados como individuos, sino también en la naturaleza
de la relación matrimonial entre los padres; en la madre y el padre psicológicos de la
familia; en la familia misma, sin exceptuar el sistema de hermanos. En otras palabras, a
veces se introyecta todo un sistema familiar, sus emociones, sus códigos, su estilo. En la
introyección de las emociones familiares, por ejemplo, tenemos en un extremo a familias en
las que el afecto es patente y explosivo y, en el otro aquellas en las que emociones intensas
se callan o nunca se expresan; tales métodos de manejar el afecto pueden tener
consecuencias drásticas para las personalidades de los hijos de tales familias. Además, las
personas están fuertemente motivadas a experimentar estados emocionales específicos o
combinaciones de emociones en secuencias y condiciones específicas; la fórmula
motivational pertinente guarda siempre una relación legal con la red emocional, dentro de
la cual se ejecutó el drama familiar original.
10) Los profesionistas del tratamiento familiar han descubierto que a causa de la
importancia vital de lo que está en juego para cada miembro, tratar el sistema familiar de
manera significativa resulta siempre mucho más amenazador para la familia, que tratar las
defensas y conflictos de un solo individuo. Desde hace mucho tiempo, los terapeutas han
venido estimando que un paciente sometido a psicoterapia o análisis individual no ha
cambiado y ha adquirido una mayor resistencia, porque los elementos transaccionales de su
vida familiar (lo que los analistas meten en la categoria de "problemas de la realidad") no
han quedado sometidos a observación directa, o no han sido tratados directamente. A
menudo, la "resistencia" del paciente reside, en parte, en otra persona. La incomunicación
de los adolescentes sometidos a terapia individual, constituye a menudo un mudo
testimonio de su reconocimiento interior de que no está siendo tratada la persona que
debería serlo. El trabajo terapéutico con un niño frecuentemente es socavado en el hogar, y
el trabajo con un paciente adulto a menudo es saboteado por una esposa, un padre, o un
hermano, y es frecuente que el paciente y el otro miembro conspiren para mantener su
"juego _fantástico", bilateral y patológico. Cuán a menudo los terapeutas orientados
individualmente han oído a sus pacientes decir, explícita o implícitamente, "cambiaré, si
fulano cambia también", o "¿de qué me serviría cambiar, si fulano no cambia también?"
Cuando el terapeuta replica: "pero fulano no se encuentra en esta habitación; es con usted
con quien tenemos que trabajar", el paciente podrá estar de acuerdo ostensiblemente, pero
decirse a sí mismo: "piense usted lo que quiera, pero yo tengo mucho que perder de alguien
importante para mí, si cambio realmente". Por estas razones ha fracasado a menudo el
enfoque puramente intrapsíquico y casi nunca sabe cómo explicarlo el terapeuta. Cuando
las silenciosas, pero poderosas, influencias exteriores quedan comprendidas en un marco
terapéutico, se puede observar y controlar un mayor número de factores; pero, por supuesto,
esto no facilita la tarea terapéutica. Comentaremos en seguida las técnicas que permiten
tratar estas defensas del sistema.
FASES INICIALES DE LA TERAPIA FAMILIAR
Como dijimos antes, en nuestro trabajo reciente hemos elegido para la terapia familiar
únicamente aquellas familias que satisfacen las condiciones mínimas de aceptar reunirse
semanalmente, con todos aquellos
miembros de la familia inmediata y parientes cercanos que señalen los terapeutas; y
aquellas familias que pueden advertir problemas, en ellas mismas, que ya no tienen que ver
con el paciente designado. Por consiguiente, las familias aceptadas son ya un grupo selecto
y presumiblemente habría de existir algún grado de uniformidad entre ellas, en lo que
respecta a su manera de entender la necesidad de llevar a cabo la terapia familiar; pero no
hay tal. Todo el que espere que las familias acudirán a las sesiones de tratamiento y se
pondrán a hablar de sus problemas mentales, como podría hacerlo, por ejemplo, un paciente
externo bien motivado, sufrirá un gran desengaño. Así, todas las personas tienen que
presentar sus problemas de la única manera como lo saben hacer. Comúnmente, los
problemas son planteados inferencialmente por la familia, por su conducta, su acting out no
verbal, su estilo familiar. Los dilemas pueden exhibirse en multitud de formas, que rara vez
están significativa-
198
Cap. 4 Fundamentos y técnicas de la terapia familiar
Fases iniciales de la terapia familiar
199
mente producidas con afecto genuino, como un silencio impotente, un altercado estéril, una
serie de visajes medio disimulados, una andanada de palabras, parándose "de cabeza", por
medio de abstracciones intelectualizadas, estando siempre de acuerdo con el terapeuta para
no tener que escucharlo, etcétera. La mayoría de las familias no pueden expresar con
palabras su necesidad de ayuda.
Algunas familias presentan su patología de manera sorprendente, desde el primer contacto.
Revelan con exceso su dinámica. En otras familias es mucho más difícil advertir al
principio la patología; todo el mundo, salvo el paciente designado, puede parecer razonable,
convencional y bien equilibrado psiquiátricamente. Los padres parecen tener un notable
insight sobre la enfermedad del hijo, y ser capaces de aceptar con facilidad la parte de
responsabilidad y contribución a la enfermedad que les corresponde. El matrimonio parece
ser sano y aun cuando los terapeutas escuchan con gran atención, no pueden descubrir nada
burdamente excepcional en la descripción que hace la familia de sus modos pasados o
actuales de relacionarse. Todo el mundo parece decir lo indicado y todo suena como si
hubieran aprendido de memoria la lección. Se puede tardar mucho en comenzar a apreciar
las vetas extremadamente sutiles de patología, entretejidas en el sistema: el "dulce"
sacrificio de la madre, la supresión de la autonomía en el hijo, la competencia del padre, o
una oculta alianza entre dos miembros de la familia, pueden ocultarse tras múltiples capas o
ponerse de manifiesto tan sólo delicadamente. Se necesita el proverbial "sexto sentido" para
descubrir las fuentes patológicas específicas; sabe uno que está cerca de éstas, cuando la
familia trata de eludir el tema o siente ansiedad al abordarlo. Tanto el sistema familiar
abierto y cerrado como el expresivo y represivo, presentan sus propias clases de resistencia
a la exploración.
La calidad de exhibición casi pública, es uno de los atributos mas notables del tratamiento
familiar, en contraste con el carácter privado del tratamiento individual. Naturalmente, la
comunicación es más libre entre un paciente y su propio médico en la intimidad del
consultorio. No se disputa el carácter "intocable" de la relación médico-paciente en la
psicoterapia. Para la mayoría de los terapeutas, tratar a una familia junta no es sólo una
perspectiva caótica e irrealizable, sino consideran también que hará fracasar todos los
intentos de trabajar con las defensas y explorar motivaciones subyacentes. Parecería
imposible seguir la pista de todos los factores que intervienen. Preguntan los terapeutas:
"¿cómo puede uno tratar con cinco personas que hablan a la vez " "¿Cree usted que la gente
se «abrirá» realmente en tal situación? Cada vez que se dice algo, todo mundo lo oye; ¿se
puede creer en obtener algo, que no sean superficialidades, como material para trabajar?"
Nuevas complica
ciones provienen de la experiencia en la terapia familiar; gran parte de la actitud defensiva
de la familia gira en torno no sólo de la autoprotección, sino también de la "protección" de
otros miembros de la misma. Cuando las personas que mantienen relaciones estrechas
quedan sujetas a la observación terapéutica, aparece siempre este interesante fenómeno de
la protección y parece estar relacionado con la guarda y preservación de los intereses
creados y las necesidades vitales que se satisfacen en la relación. La protección puede
aparecer de diversas maneras, las más de las veces en forma de bloqueo de la exploración
terapéutica de un miembro por parte de otro (interrupciones, terminación de las frases del
otro, tácticas para distraer, etcétera). La resistencia al cambio en uno mismo, así como la
turbación que provoca la posibilidad del cambio en el otro -incluso un cambio que
conscientemente se desea muchísimosiempre da lugar a estratagemas de protección, a
medida que cada miembro trata de restaurar el equilibrio previo de la relación; porque las
antiguas satisfacciones, irxlependientemente del dolor que las haya acompañado, son por lo
menos algo conocido. No sólo las familias enteras conspirarán para guardar sus secretos e
impedir la revelación de la conjura familiar, sino que por el carácter público de la terapia
familiar, a menudo es difícil para un miembro reconocer siquiera un sentimiento penoso,
conscientemente defendido. Por ejemplo, cuando se interpreta a la madre que está celosa de
la preferencia del esposo por su hija, ¿cómo habrá de reaccionar, incluso cuando se
manifieste la implicación? En la terapia de insight individual podrá llegar a reconocerlo
después que se hayan aflojado las defensas; quizá entonces pasará a preguntarse por qué la
preocupa tanto eso, y luego rastrear sus raíces hasta llegar al pasado. Pero, ¿quiere que su
esposo y su hija sepan que siente celos? Su respuesta final a la interpretación (,negación,
evasión, etc.) está determinada no solamente por su resistencia, sino por el factor añadido
en la terapia familiar de tener que reconocerlo en público; a veces delante de las personas
que menos quisieran que lo supiesen.
Por consiguiente, frente a estas dificultades casi insuperables, ¿qué es lo que puede
hacerse?, ¿cuáles son las técnicas que prometen dar carácter de terapia real al proceso, en
vez de propiciar la recurrente actua lización de motivos repudiados y proyectados? Al igual
que en cualquier terapia, es necesario ser selectivo, tomando en cuenta, entre otras cosas, la
actual gama de defensas individuales y del sistema, y la posibilidad de que la familia esté
prestando atención a la intervención terapéutica y haciendo uso de la misma. Naturalmente,
muchas cosas se perderán, pero si son importantes reaparecerán de alguna forma.
Consideramos toda la unidad familiar como si fuese un paciente, y solemos estructurar la
situación de tratamiento de manera que constituya
200
Cap. 4 Fundamentos y técnicas de la terapia familiar
Fases iniciales de la terapia familiar
201
una oportunidad para que los miembros de la familia exploren, con los demás, sus
problemas. Cuando se les dice a los padres que trabajamos con toda la familia, aceptan
inicialmente la idea con ecuanimidad, diciendo: "Sí, doctor, comprendemos. Deseamos
hacerle saber que haremos todo lo que esté de nuestra parte para cooperar y conseguir el
alivio de nuestra hija. Ningún sacrificio es demasiado grande." En nuestros primeros años
de trabajo, solimos permitir que se llevasen a cabo discusiones en torno al paciente
designado durante varias sesiones; y es que consideramos que las sesiones debían comenzar
con lo que más preocupaba a la familia, lo cual evidentemente habría de ser la enfermedad
de un miembro de la misma. Lo siguiente es característico de las conversaciones de aquel
tiempo; los padres comenzaron dirigiéndose a la paciente con las siguientes palabras:
"Dinos qué te pasa, querida. ¿Por qué no hablas con el doctor? No temas decir lo que
quieras; lo soportaremos. ¿Te gustaría hablar de nosotros, o pegarnos? ¿Te haría sentir
mejor?" Las más de las veces, la paciente, al percibir la advertencia encubierta de que
debería decir solamente lo que era correcto o por lo menos evitar incriminarse a sí misma,
respondía: "No me pasa nada", o se comportaba de alguna manera irracional para confirmar
la opinión que se tenía de ella, de persona demente o inepta. Si la paciente (especialmente
la que ha recibido psicoterapia individual y siente el apoyo de su terapeuta) revela
realmente lo que piensa, por ejemplo, en forma de comentarios "desleales" sobre el
matrimonio infeliz de sus padres, o en forma de un juicio airado a la madre (con lo cual
viola el mandamiento familiar número uno [Jackson, 1959, pág. 138] ), una serie de
acontecimientos se precipitaba inmediatamente. El padre cambia rápidamente de tema, un
hermano comienza a reir, y la madre, después de quedarse estupefacta por un momento, se
da una palmada en los muslos, se vuelve hacia el doctor y le dice: "ve, doctor?, eso es lo
que le digo, se está poniendo enferma de nuevo". Repetidas veces hemos observado, en la
mayoría de lasa familias, que la madre nunca considera que la hija está bien, hasta que ésta
deja de manifestar rabia o profundo resentimiento contra ella.'
3 Una contraparte interesante del choque que experimentan los padres cuando el paciente
comienza a hablar después de que se ha ejercido sobre él presión para que se manifieste, es
la que se descubre en la psicoterapia individual de los esquizo
frénicos. Como ha dicho Searles (1961), "es muy frecuente oír decir a los colegas
terapeutas y al personal de las salas cuán profundamente «asombrados» o aún
«escandalizados» se sintieron al advertir un mejoramiento dramático en el paciente que
había estado durante largo tiempo enfermo, y yo mismo me he sentido así en numerosas
ocasiones ... Es también digna de mención la reacción inicial de desaliento y decepción que
han llegado a sentir hasta los terapeutas más capaces técnicamente, ante la capacidad que
un paciente parece que acaba de descubrir para expresar verbalmente en toda su
profundidad su desesperación, soledad, confusión, necesidades infantiles, etcétera."
A medida que fuimos obteniendo más experiencia, nos animamos a indagar otros
problemas familiares a principios de la terapia, y a apartarnos de la discusión de los
problemas del paciente designado. Común
mente, las familias no saben qué contestar a la pregunta general "¿cuáles son los problemas
de la familia?" Tal pregunta suele dar origen a un silencio embarazoso, a clisés o a
declaraciones como la siguiente: '`no hay problemas en la familia, salvo el de esta hija
enferma". En vez de hacer preguntas directas, atacamos el problema indirectamente
pidiendo a cada miembro, por turno, que hable acerca de sus experiencias en esta familia
presente, acerca de las opiniones que tiene de cada uno de los demás miembros, que
exprese sus ideas en torno a la vida de la familia, a fin de conseguir la historia de la familia
según la entiende cada uno de sus miembros. En el transcurso de las declaraciones habrá
interrupciones frecuentes, cuando otros miembros se pongan a discutir algo que se ha dicho
a su respecto o acerca de algún suceso o a reaccionar con asombro ante algo de lo que se
haya dicho, replicando: "Juan, no imaginaba que te sintieses así durante todos estos años."
También les pedimos a los padres que hablaran acerca de sus familias de origen, de sus
pérdidas y traumas importantes, de sus propios padres y de las relaciones que guardaban
entre sí sus progenitores; así como de la historia de su actual matrimonio. Al principio, sólo
se divulgan relatos expurgados de las personas y de los acontecimientos, bien protegidos y
deformados; pero esto carece de importancia en esta temprana etapa. Los hijos, por lo
común, se interesan muchísimo en oír historias acerca de los antecedentes y del matrimonio
de los padres, y a veces se enteran de secretos por primera vez. Nuestra estrategia, al ir
preparando todos estos campos, consiste no solamente en obtener esbozos de las
introyecciones de los padres, a fin de comprender los problemas de la familia actual sino
también en ir descubriendo los elementos psicológicos familiares "enterrados". A medida
que se van discutiendo estas diversas opiniones y puntos de vista, surgen nuevos
problemas; los miembros de la familia interactúan y los patrones, divergencias, coaliciones,
formas de influencia, complicidades cruzadas, técnicas persuasivas, luchas motivacionales
y jerarquías, comienzan a aparecer poco a poco. Se empieza a entender el significado real
del procedimiento terapéutico familiar gracias a esta exploración mutua intensiva, que por
lo común provoca una notable ansiedad. Ésta puede manifestarse de diversas maneras: tal
vez se hagan esfuerzos renovados y frenéticos para concentrar la atención de nuevo sobre la
paciente ("bueno, doctor, mire, es nuestra hija la enferma") ; tal vez intenten apartarse del
tratamiento familiar, valiéndose de toda una diversidad de razonamientos; o la paciente
puede convertirse en vocero del miedo que siente la familia y decir: "No creo que
202 Cap. 4 Fundamentos y técnicas de la terapia familiar
Fases iniciales de la terapia familiar 203
me sirva la terapia familiar. 11is problemas nada tienen que ver con mi familia", mientras
espera que no se la tome en serio.
En estos momentos a veces ocurre algo inesperado, como cuando uno de los padres se
mueve con todo y silla para acercase a uno de los terapeutas y comienza a recitar una
historia pormenorizada de necesi
dades insatisfechas y decepciones, con lo cual se revela como el miembro más hambriento
y airado de la familia. Comúnmente, a la paciente le producen gran sorpresa
acontecimientos de esta clase, que pueden confirmar una vieja sospecha apenas consciente:
que de alguna manera, sus padres están peor que ella. A veces, cuando la paciente está
agudamente psicótica, está tan dispuesta a sacrificarse para rescatar a sus padres o a llamar
la atención sobre sí misma, que tratará de bloquear la exploración de la familia recurriendo
a tácticas de distracción consistentes en ponerse a divagar psicóticamente, a chillar, a
responder en voz alta sus alucinaciones, a correr por la habitación, etc.; a veces es necesario
callar simplemente a la paciente, y otras es preciso pedir a los padres que la controlen. En
algunas ocasiones hemos sido testigos de las estratagemas de una paciente psicótica, que
desde el privilegiado santuario de su psicosis trata de humillar a sus padres, haciéndolos
comportarse como focas amaestradas o esforzándose por obligarlos a negar la realidad y
entrar en el juego de sus delirios. Los padres, avergonzados delante de los terapeutas y
dispuestos a mostrarles que quieren a la hija, a menudo, a pesar de su rabia impotente,
tratarán de hacerle el juego a la irrealidad; porque después de todo "no debe uno enfadarse
con alguien que está enfermo". Explican su conducta a menudo, diciendo que "le dan por su
lado" a la paciente. Sin embargo, en un nivel más profundo, la paciente está caricaturizando
el importante papel que desempeña en la vida de sus padres; los padres y la hija han hecho
un trato: "dejad que os posea y seré vuestra esclava". El papel amo-esclavo se va alternando
entre los dos. Cuando la paciente designada empieza a vociferar y hacer ruido, los
terapeutas deben atender hábilmente tanto al nivel del proceso primario de la paciente,
como al nivel de proceso secundario, en su mayor parte, del resto de la familia, sobre todo
porque en estos momentos las exhibiciones del psicótico son frecuentemente sainetes de
algún aspecto profundo de la dinámica familiar.
Hay también problemas en el manejo de las sesiones cuando el paciente designado es
calladamente psicótico. La pasividad "casi muda", menos dramática, que viene después de
un periodo de franca pertur bación en el paciente psicótico, preocupa siempre más a los
terapeutas que a la familia; los padres suelen mostrarse más desconfiados de la tranquilidad
que los hermanos "sanos", y explican su aparente despreocupación diciendo: "siempre se
pone así antes de enfermarse". Es muy
difícil impedir que los padres renuncien al status premórbido de no persona del paciente y
como en este momento las familias frecuentemente desean interrumpir la terapia, se
confirma la necesidad del papel de incompetente del paciente para mantener la economía
del sistema familiar. Hemos descubierto cuán importante es meter en estos momentos al
miembro callado en la discusión, y provocar insatisfacción en los padres acerca del estado
del hijo. Sin embargo, estos esfuerzos no siempre tienen éxito, porque amenazan uno de los
engranes esenciales del sistema familiar. Muchos de estos padres se sienten capaces
solamente si su hijo no lo es; por consiguiente, una de las tareas de los terapeutas consiste
en ayudar a elevar la autoestimación de los padres, a fin de que el hijo incapaz se vuelve
distónico para el sistema. Sin embargo, a veces es muy difícil desear para las personas más
de lo que ellas quieren para sí mismas.
Cuando los terapeutas advierten que el arreglo familiar equilibrado es demasiado tenue
como para ocuparse de él, a veces resulta útil dedicar las primeras fases de la terapia
familiar a la práctica de la terapia individual con el miembro que está sufriendo más o que
se muestra más accesible. Es sorprendente cuán a menudo una persona que no es el
paciente designado, comúnmente la madre o el padre, se ofrece para este fin. Aunque esta
terapia "individual" tiene lugar en presencia de otros miembros de la familia, éstos
frecuentemente sacan provecho de la misma, aun cuando no parezcan participar en ella. A
veces es necesario eliminar de la escena del tratamiento los apremiantes problemas de una
persona o de una alianza, antes de poder tratar todo el sistema transaccional. Por ejemplo,
una familia no podía comenzar siquiera a examinar la inexistente relación de la madre con
su esposo o su excesivo envolvimiento con su hijo delincuente, hasta que la madre no se
hizo más capaz de comprender que la lucha real era con su propia madre.
En fases más bien tempranas del tratamiento, el terapeuta puede combinar la exploración
con la confrontación o con la interpretación de bajo nivel, y montar así la escena para la
futura terapia familiar, ha ciendo comentarios sobre la esencia de la dinámica familiar,
diciendo, en efecto, "son éstas las cosas con que tenemos que trabajar". Cuando los
terapeutas expresan su impresión de la dinámica, quedan al descubierto algunas de las
siguientes coaliciones ocultas y de los mitos de la familia: falta de participación profunda
en la relación conyugal; el profundo apego de los padres a sus familias de origen; de qué
manera los síntomas o los acting outs del paciente designado están relacionados con lo que
está aconteciendo en la familia; etc. Cuando sé mete la realidad en estas zonas prohibidas,
el shock de la incredulidad, el reconocimiento a medias o el miedo, aparecen en los rostros
de los diversos
204
Cap. 4 Fundamentos y técnicas de la terapia familiar
205
miembros de la familia. A menudo se revelan secretos de la familia y es interesante señalar
la frecuencia con que éstos tienen que ver con el sexo (nacimientos ilegítimos, enredos
amorosos, matrimonios previos, etc.). Incluso podrá trabajarse algo con las introyecciones
durante las primeras fases, pero en estos momentos la discusión es en gran parte intelectual
y solamente más tarde se establecen algunas de las conexiones emotivas. Gran parte del
material puesto al descubierto en las primeras fases se repite en las intermedias, pero con
más pormenores y una mayor sustancia emotiva.
Durante las primeras fases sobre todo, probablemente aparecerán acting outs fuera de las
sesiones, así como problemas críticos, los cuales exigirán una mayor actividad de parte de
los terapeutas. Éstos descu bren frecuentemente que es necesario mantener un pie en los
problemas de la realidad y otro en el sistema de la fantasía. Hay veces en que se necesita
ejercer control sobre las interpretaciones flagrantemente falsas, los intentos de convertir a
alguien en chivo expiatorio o la explotación de una víctima. Por ejemplo, cuando un
matrimonio se ponía a discutir vehementemente y luego recurrían a los dos hijos pequeños
para alcanzar la decisión final acerca de cuál de los dos tenía la razón, los terapeutas
intervenían para interpretar el uso de los hijos como padres y señalar las consecuencias de
su conducta. Sin embargo, cuando uno de ellos dijo a los niños: "nos entendíamos bien,
hasta que nacieron ustedes", los terapeutas se indignaron por la brutal injusticia de la
afirmación. El manejo del acting out fuera de las sesiones (por ejemplo, la conducta sexual
o delictuosa de parte del adolescente que se propone "salvar" a la familia), es un tema
amplio que requiere un prolongado examen aparte.
Es difícil generalizar acerca de las fases iniciales de la terapia familiar, a causa de las
amplias diferencias observables entre familias; diferencias en las maneras como se enfocan
o presentan los problemas y la variabilidad en los estilos de los terapeutas. Pero las etapas
preliminares de la terapia familiar están caracterizadas, en gran parte, por las adaptaciones
y ajustes que tienen que efectuarse entre la familia y los terapeutas, la armonización en el
equipo de coterapia, la lucha por alcanzar posición, así como la comprensión parcial al
menos de las interconexiones de la patología familiar. Son muchos los caminos que
conducen a estas metas, y algunas familias se mantienen en estas fases durante largo
tiempo, sin avanzar jamás hacia el meollo real de la terapia familiar. O dicho de manera
más escueta, en las primeras fases los terapeutas tratan de irrumpir en el sistema familiar y
la familia trata de tenerlos a raya. Si se llega a las fases intermedias, entonces los terapeutas
están en la familia.
FASES INTERMEDIAS DE LA TERAPIA FAMILIAR
En los Estados Unidos existen instituciones en las que se asiste a una familia durante unos
cuantos meses únicamente, ofreciéndole un programa de terapia familiar que no va más allá
de lo que para nosotros son las fases preliminares de tratamiento. A nuestro juicio, la prueba
real y el trabajo serio en materia de terapia familiar estriba en la laboriosa tarea de crear y
desarrollar la confianza en los terapeutas, proceso que lleva tiempo. Indudablemente, hay
numerosas dificultades que tienen que ser vencidas, unas relacionadas con la naturaleza de
la familia, otras con la naturaleza del equipo de terapeutas y otras más con la singular
calidad de la terapia familiar misma. Lo que aparece en seguida, en esta sección, representa
el intento de tratar algunos de los problemas que surgen en las fases intermedias de la
terapia familiar -y que constituyen el meollo del proceso- así como con algunas de las
técnicas que se han ideado para tratarlos.
Una vez que los terapeutas son parte de la familia, la meta más general de estas fases
intermedias intensivas consiste en comprender y transelaborar -a menudo a través de la
transferencia de unos para con otros y para con los terapeutas- las introyecciones de los
padres, de manera que éstos puedan advertir y experimentar cómo estas dificultades que se
manifiestan en el sistema familiar actual, provienen de sus intentos inconscientes para
perpetuar o dominar viejos conflictos que provienen de sus familias de origen. En general,
los padres imponen los mismos actos de injusticia y de carga excesiva sobre sus hijos que
en otro tiempo les fueron impuestos a ellos. Tienen que sufrir también revelaciones graves
y "estafas"; y a fin de realizar avances reales en la terapia familiar, se les tienen que
conducir suavemente para que recuerden y les hagan frente a éstas. Es mucho pedirle a una
persona que vuelva a abrir viejas heridas y a experimentar antiguas culpabilidades que han
sido hechas a un lado, menospreciadas, suprimidas o vividas a través de alguna otra
persona. En una atmósfera de confianza con los terapeutas, establecida después de largo
tiempo, puede tener lugar esta autoexploración a veces angustiosa. La esencia del verdadero
trabajo en materia de terapia familiar, consiste en el rastreo de las vicisitudes de las
relaciones de objeto tempranas, en las variedades de la experiencia humana y en las
transformaciones sobradamente intrincadas que se producen como función de la mezcla
intrapsíquica y transaccional de los sistemas familiares antiguo y nuevo de los padres, así
como en establecer la contribución de los hijos. El proceso es largo, arduo, y tiene muchos
niveles; se despiertan intensos sentimientos y los avances no son en línea
206
Cap. 4 Fundamentos y técnicas de la terapia familiar
Fases intermedias de la terapia familiar 207
recta, de ninguna manera. Cuando una persona marcha hacia adelante, se rompe todo el
equilibrio familiar y es preciso hacer numerosos ajustes dolorosos; tal vez se lleven a cabo
frenéticos esfuerzos por restablecer el statu quo y volver a poner en vigor viejos patrones.
Por ejemplo, después de que la esposa ha podido encarar el problema de la ira que sentía
contra uno de sus padres, tal vez ya no necesite utilizar a su esposo como objeto malo para
la transferencia de la cólera; pero el esposo puede seguir "pidiéndolo", aun después de
haberse venido quejando de ello durante años. Pocas familias pueden llegar a este nivel de
la terapia, pero cuando se le alcanza es muy impresionante y -a menos que ocurra- en
nuestra opinión, no se puede confiar en llegar a una solución de los conflictos, o a un
cambio significativo en los individuos o en la familia.
Una vez rebasadas las primeras etapas de andar culpando a otro y cuando las preguntas
dirigidas hacia los terapeutas se reflejan sobre la familia, los miembros tratan de mantener
la interacción entre sí; y por regla general, los terapeutas tratan de poner al descubierto los
sentimientos ocultos que subyacen en las interacciones manifiestas. Sin embargo, hay
familias a cuyos miembros les resulta sumamente difícil hablarse unos a otros en presencia
de los terapeutas. Estas sesiones comienzan cuando estos últimos preguntan: "¿cómo le va a
la familia?" (concentrando la atención en ésta y considerándola como unidad). El padre o la
madre responden: "todo va bien". Viene después un largo silencio y se puede percibir el
miedo. Luego, uno de los padres se vuelve hacia el paciente designado y le dice: "¿qué
tienes que decir tú?" El paciente, que se da cuenta de que toda declaración significativa
podrá incriminarlo, por lo común dirá: "nada". En este momento, los terapeutas pueden
volverse más activos. A veces no se descubre hasta el final de la sesión que ha habido una
escena violenta en la casa, o que en el hogar se ha venido librando, entre sesiones, una
amarga y silenciosa guerra. A veces se necesita indagar mucho y ejercer presión, para
descubrir, qué es lo que ocurre realmente en el hogar, entre sesión y sesión. Hemos
ensayado la técnica de quedarnos callados, junto con la familia, durante periodos hasta de
media hora, y hemos descubierto que todos, sin exceptuar a los terapeutas, encuentran que
estos silencios son insoportables. A veces hemos caído en la trampa -a través de sagaces
interpretaciones- de "pensar" por la familia (por tanto, de "alimentarla"), diciendo a los
miembros cuáles son sus problemas. En estas fases intermedias de la terapia, los miembros
de la famiila, a causa de los sentimientos de transferencia que para entonces ya se han
establecido, suelen interesarse menos en averiguar sus propias dificultades que en quedarse
sentados y esperar que los terapeutas les den algo. Esto ofrece a
los terapeutas el dilema de suministrar alimento o bien crear una atmósfera libre de
indagación introspectiva. Tal vez en estas condiciones de mezcladas motivaciones
terapéuticas, los terapeutas se vuelven más activos e interpretativos. Ahora estamos
convencidos de que las técnicas que promueven la integración familiar son las que resultan
más productivas, a la larga.
Una útil técnica terapéutica, consiste en concentrar la atención en la situación inmediata, en
vez de perderse en formulaciones abstractas, y señalar específicamente a la familia las
conductas y maneras caracte rísticas que no percibe (por ejemplo, "¿se ha dado usted
cuenta, señora Pérez, de que se queja de que su esposo no habla lo suficiente, pero que cada
vez que intenta hablar usted lo interrumpe o termina por él sus frases?", "ustedes dos me
hacen señales de asentimiento a lo que les estoy diciendo, pero no creo que estén prestando
atención realmente a lo que les digo"; "¿no cree usted que María no sabe llevar las faldas y
que enseña todo?", "¿no se han dado cuenta de las veces que intercambian entre ustedes
sonrisas secretas?"). Cuando se fija la atención de la familia sobre ellas, estas conductas
casi siempre causan embarazo, negaciones, evasiones y justificaciones. Pero a veces causan
impresión y llevan a la familia a preguntarse por las mismas. Es especialmente útil
concentrar la atención en los sentimientos del momento; por lo común, este método penetra
mucho más hondamente que el tratar con sentimientos descritos retrospectivamente. La
técnica es especialmente útil en el caso de familias intelectualizadoras, que aíslan el afecto
(por ejemplo, "señora Pérez, su hija le acaba de decir que se vaya de la habitación, y sin
embargo usted lo único que ha hecho es sonreir, no hacer caso de sus palabras y luego
enfadarse por alguna otra cosa").
Cada familia tiene sus propias prácticas, costumbres y mitos, los cuales -a causa de haber
satisfecho las necesidades del sistema familiar durante largo tiempo- parecen lógicos,
correctos y cómodos para los miembros de la familia; pero para observadores externos (en
este caso, los terapeutas) no sólo pueden parecer raros e incomprensibles, sino a menudo
desconcertantes y aun ofensivos. A veces el mito familiar es alguna flagrante injusticia que
ha quedado aislada en la conciencia de todos. Por ejemplo, en una familia, la madre, en vez
de llevar el anillo de bodas del esposo, llevaba el anillo de un novio que hacía treinta años
que había muerto. Una de las coterapeutas, asombrada por este estado de cosas, dijo: "¡vaya
locura!, ¿por qué lo soporta, por qué tolera que su esposa lleve el anillo de otro hombre?"
En otra familia se reveló que la esposa era la única que ganaba dinero, lo manejaba todo; le
daba a su esposo una cantidad para sus gastos personales y había hecho que éste le
entregase la propiedad exclusiva de la casa, por su "incompe-
208
Cap. 4 Fundamentos y técnicas de la terapia familiar
Fases intermedias de la terapia familiar
209
tencia". Uno de los terapeutas se encaró con el esposo: C. ¡ por Dios!, ¿cómo permitió
usted tal cosa?" A veces los terapeutas se ven llevados a comentar algún sentimiento que ha
quedado excluido -por voluntad de todos- de la escena familiar: "Toda esta familia parece
estar muerta. ¿Ninguno de ustedes se divierte nunca?" La interjección de los sentimientos
de los terapeutas frecuentemente opera como poderoso estimulante para abrir problemas y
escenarios, que durante largo tiempo han sido suspendidos y aislados por la familia. Hay
otras ocasiones en que los terapeutas parecen salirse de sus papeles de profesionistas y
utilizarse a sí mismos como personas reales. Esta maniobra se lleva a cabo, las más de las
veces, a modo de reacción a la violación brutal de un significado semántico que manifiestan
algunas familias (Schaffer y colaboradores, 1962) ; aunque hay que recordar que todo
terapeuta descubrirá cosas extrañas y perturbadoras en cualquier familia, según lo diferente
que sean de su propia experiencia familiar. En tales ocasiones, hemos ensayado la técnica
de reconocer la ignorancia o la perplejidad acerca de lo que está ocurriendo: un terapeuta
adoptó una actitud de "tonto", y repetidas veces le dijo a la familia que no entendía, que se
había hecho un lío.
En estas situaciones los coterapeutas pueden incluso interrumpir la interacción, recurrir el
uno al otro como islotes de realidad en la habitación, comentar su confusión y especular
acerca de los significados. Tam
bién pueden utilizarse el sarcamos y la intolerancia para aflojar las defensas de la familia;
igualmente puede recurrirse al contacto físico, dar seguridad, expresar simpatía, mostrar
empatía con la familia. Los terapeutas pueden reconocer también, con toda franqueza, que
tienen sentimientos personales que no les gusta que toquen, que la familia no puede
expresar; por ejemplo, pueden reconocer haber tenido sentimientos sexualas u hostiles
respecto a sus propios padres, hermanos o hijos.
En las sesiones, rara vez se observan intentos francos de seducción o de sadismo directo, de
expresión completa de sentimientos socialmente condenados; no solamente porque ninguna
familia traiciona completamente el código familiar, sino también porque se desea mucho la
aprobación de los terapeutas. La misma persona que dice de un miembro de la familia,
durante la sesión: "admiro su valor, perseverancia y maravillosa personalidad" o "es bueno,
tierno, dulce y firme como una roca para mí", en la intimidad del hogar ha exclamado: "¡ te
voy a partir la boca, imbécil!" o "¡eres una mierda!' Goffman (1956) ha ejemplificada
excelentemente cómo se presentan las personas ante extraños, en comparación con su
conducta en el hogar. Después de varios años, cuando la familia comienza a sentir que los
terapeutas están realmente de su parte, se incrementa la confianza y se observa también un
aumento de conducta espontánea; pero, por supuesto, solamente puede conjeturarse el
grado de franqueza.
A medida que fue aumentando nuestra experiencia de trabajo con familias, comenzamos a
vacilar menos ante la posibilidad de adoptar posturas más activas y vigorosas, a fin de
conseguir que la familia re
nunciase a sus patrones rígidos. A veces estos procedimientos se usan en las primeras fases.
Ocasionalmente insistimos en que familias ruidosas, desorganizadas, que saltan de un tema
a otro, concentren su atención en un problema y lo examinen con todo detalle. En otras
ocasiones, especialmente en el caso de las familias más regresivas, nos ha resultado útil
realizar ciertas presiones, cuyo objeto es causar un cambio en la dinámica intrafamiliar. Por
ejemplo, en una familia, el padre había vivido lejos del hogar durante varios años y los
terapeutas insistieron en que regresase a él; en varios casos, sugerimos que los padres
durmiesen juntos en la misma cama, cosa que no habían hecho durante años; en otra
situación, recomendamos entrenamiento vocacional para un padre que durante mucho
tiempo había carecido de empleo, a fin de que consiguiese respetarse a sí mismo.
trabajando. En una familia, los padres nunca habían tomado una decisión juntos; las
decisiones las había tomado siempre la madre, que era impositiva y creía que tenía que
encargarse de todo; la paciente designada, hija única, había aprovechado la situación
metiendo una cuña entre los padres y enfrentándolos, para manipularlos. El padre protestó
inútilmente, a menudo se quejó de que no tenía autoridad, y evidentemente envidiaba la
capacidad de la hija para sacarle favores a la esposa mediante demandas constantes. En un
determinado punto de la terapia familiar, la paciente había sido dada de alta y andaba por la
casa sin hacer nada, atendida en todo por la madre; insistimos en que los padres -en aquel
preciso momento- se pusiesen a discutir conjuntamente y a decidir qué tareas diarias
correrian a cargo de la hija. Fue interesante contemplar cómo fue creciendo la ansiedad, a
medida que los tres miembros de la familia malinterpretaron repetidas veces estas
recomendaciones tan sencillas; los padres evitaron ponerse a discutir la cuestión entre sí y
se la pasaron, dirigiéndose a la hija o a los terapeutas. Si no se toman en su momento
adecuado, estas decisiones de participación activa por parte de los terapeutas pueden dar
como resultado un conformismo sin sentido, quizá puramente ritualista.
Algunos de los procedimientos terapéuticos utilizados han sido francamente experimentales
y aun accidentales. En varias ocasiones, cuando uno de los coterapeutas no pudo asistir a
una sesión, otro miembro del personal pasó a ocupar su lugar. Nos sorprendió descubrir que
al ocurrir esto, la familia frecuentemente se adaptaba al cambio con docilidad
210
Cap. 4 Fundamentos y técnicas de la terapia familiar
Fases intermedias de la terapia familiar
y pasividad extremas, y seguía sus discusiones de la semana anterior como si nada hubiese
cambiado, sin hacer objeciones de ninguna especie ni preguntar siquiera por el terapeuta
ausente. Esta clase de reacción nos ha hecho pensar hasta qué punto algunas familias
interpretan la terapia como un proceso absorbente y de "alimentación" no específico, en el
cual los terapeutas, cualesquiera que sean, son anónimos dispensadores de cuidados. Ha
habido casos en que el sustituto del terapeuta, por no haberse visto tan envuelto en la
contratransferencia, ha resultado capaz de "ver" y tratar a la familia y al coterapeuta en
nuevas condiciones y con una nueva perspectiva, con lo cual ha contribuido a deshacer un
estancamiento que se había venido prolongando mucho tiempo. La utilización de un
terapeuta visitante ha sido procedimiento normal en la Llanta Psychiatric Clinic (Whitaker
y colaboradores, 1959), en la que a un miembro del personal se le invita, como cosa de
rutina, a que actúe en situaciones de terapia, como consultor.
Ha resultado valioso también, un procedimiento que consiste en trabajar transitoriamente
con subsistemas familiares. Hay algunos sistemas familiares en los que existen tales
conjuntos de condiciones, que resulta
extremadamente difícil trabajar con el sistema en su conjunto. Una de tales situaciones
familiares es aquella en la que actúan "lealtades divididas"; por ejemplo, en una familia en
que el hombre se siente desgarrado entre su esposa y su madre, y paralizado en presencia de
ambas. En situaciones de esta clase, ha resultado útil atacar el sistema por su punto más
débil, y tratar un segmento del sistema total. En la familia antes mencionada, después de
examinar durante algún tiempo el sistema psicológico total del padre, de la madre, de dos
hijos v de la abuela paterna, nos enteramos de que el padre llamaba a la madre todos los
días y le hacía confidencias, al mismo tiempo que su esposa resentía su falta de intimidad
para con ella, pero se sentía incapaz de expresar verbalmente sus sentimientos, porque
también ella necesitaba a la madre del esposo como sustituto de su propia madre muerta.
Cuando nos reunimos únicamente con el padre y su madre, pudimos adelantar algo en el
problema de su relación simbiótica; por primera vez en su vida, el padre se sintió capaz de
enojarse con la madre, sobre todo cuando pronunció su trillada amenaza provocadora de
culpa: "No te preocupes por mi, me iré a un asilo para ancianos; quédate con tu esposa." El
trabajo con los subsistemas, de mayor o menor duración de acuerdo con la naturaleza de la
dinámica, tarde o temprano debe encajar en el cuadro general. Tal vez se tropiece con el
inconveniente de crear ansiedad y desconfianza en los miembros de la familia
transitoriamente excluidos, pero esta ansiedad, creada recientemente, puede constituir
también una manera de abrir nuevos campos.
Hay varios problemas familiares típicos, que aparecen repetidamente. Uno de los más
comunes proviene de que los padres están tan aplastados por sus introyecciones, de que
esencialmente no hay matrimonio y los hijos, para su propia supervivencia, se dedican a
tratar de salvar el matrimonio. Otro problema común se presenta cuando la madre se
identifica con el hijo y obtiene paternidad a través de él, en tanto que el padre se identifica
con la hija y obtiene maternidad a través de ella; luego, sus quejas acerca de sus
compañeros como el padre o la madre tienen que ver con ellos mismos. Un patrón común
es la de la madre excesivamente envuelta con su propia madre; desde esta alianza
hostildependiente, las dos mujeres utilizan a los hombres como chivos expiatorios, de
manera que cuando un hijo enferma psiquiátricamente se debe a que el padre "no fue tal
para los hijos". En dicha situación, el padre ha obtenido una satisfacción sustitutiva, del
envolvimiento de la esposa con su propia familia, y frecuentemente busca el papel
proyectado de chivo expiatorio, como algo más transpersonal que intrapsíquico, se
comprende mejor cuando se observa en su contexto familiar. En cierta familia, la madre
tenía fuertes sentimientos de hostilidad no reconocida para con la hija, que para ella
representaba a una hermana odiada. La madre le recordaba constantemente a su esposo la
mala conducta de la hija y el esposo castigaba a ésta, dándole azotes. Después de ello, la
madre consolaba a la hija y, en su presencia, acusaba al padre de brutalidad y falta de
comprensión. Las sesiones de terapia familiar trataron el tema de la "brutalidad" del padre y
éste, confundido por la doble ligadura, solamente podía tartamudear impotente y
defensivamente vagas razones acerca de que la mala conducta de la hija ameritaba el
castigo. El padre y la hija se ponían a discutir, y la madre -que hábilmente había convertido
en chivo expiatorio al esposo- se mantenía aparte, ocultando su papel en la transacción,
mediante comentarios virtuosos y tranquilos. Enreda aún más estas situaciones el hecho de
que cada miembro de la famiila convierta a los demás en chivo expiatorio, tras maniobras
de camuflaje. A veces estas acciones para convertir a alguien en chivo expiatorio, tienen
que ver con toda una red de colusión de una diada contra un número mayor de personas
(por ejemplo, ambos padres, aliados inconscientemente contra la autonomía de los hijos,
esforzándose tal vez por enfrentar a éstos entre sí).
Los estereotipos de la madre agresiva-dominante y del padre pasivoincapaz, se han
convertido en parte del folklore de la psiquiatría familiar y, como en todos los estereotipos,
hay algo de cierto en las exce sivas simplificaciones. Nuestras experiencias iniciales con
madres de este tipo, nos metieron en muchas dificultades, porque tratamos de hacerles
frente. La mujer de esta clase proyecta todas sus cualidades indeseables
212 Cap. 4 Fundamentos y técnicas de la terapia familiar
en los demás miembros de la familia, o en los terapeutas. No "oye" nada que no coincida
con sus propios conceptos y puede ser excesivamente irritante. Entre los halagos serviles,
como de sicofante, entremezcla observaciones despectivas, como: "¿de qué manual de
psiquiatría sacó usted eso?", y otras exclamaciones de represalia, que le ponen a uno los
pelos de punta. Estas mujeres tienen una necesidad vital de participar en peleas emotivas y
un evidente talento para enredar a los terapeutas en sus pleitos, hasta el punto de que los
coterapeutas tienen que desperdiciar mucho tiempo del tratamiento, rescatándose el uno al
otro para no quedar absorbidos. En nuestras primeras experiencias, los coterapeutas se
esforzaron por mantener un apretado control trabajando juntos; pero en el trabajo
prolongado con estas mujeres, aprendimos a no hacer caso de lo que hacían y a prestar
atención a lo que echaban de menos en la vida. Este procedimiento ayudó a disminuir su
defensividad, de manera que tarde o temprano aparecía, tras la impresionante pseudofuerza,
la chiquilla privada de muchas cosas, asustada, y que siempre se había sentido despreciada
e insignificante. Cuando se lograba dar este paso, el resto de la familia reverberaba ante el
cambio; inicialmente con miedo a perder a la madre poderosa y trás tarde llevando a cabo
los acomodamientos necesarios.
A pesar de la frustración provocada por el trato con la madre agresiva, no tardamos en
descubrir que el padre pasivo constitutía un desafío más formidable. En primer lugar, algún
grado de humillación y reco nocimiento de fracaso de parte del padre, está implícito en el
hecho de acudir a la terapia familiar. Y aun cuando los terapeutas hacen toda clase de
esfuerzos conscientes para levantarle la moral durante las sesiones, alguna doble ligadura
está operando inherentemente cuando el hijo "enfermo" es objeto de tratamiento por parte
de un terapeuta, que le da terapia individual concurrente, o bien cuando el padre observa
que los terapeutas tratan a su esposa de una manera que él nunca fue capaz de hacer. En la
medida en que parte de estos procedimientos pueden reforzar la incapacidad del padre, nos
hemos preguntado si los terapeutas no están subsidiando inconscientemente las poderosas
fuerzas de la esposa, de los hijos y del propio padre, que se sincronizan en su totalidad para
mantener el sistema. Otro de los obstáculos con que han tropezado los terapeutas es que a
veces parece no ser correcto poner en tela de juicio a un hombre tan razonable y correcto.
Para lidiar con estos predicamentos, se han ensayado varias técnicas: imponer una mayor
interacción entre el esposo y la esposa; asignar tareas (por ejemplo, insistir en que, durante
un determinado periodo, el padre tome las decisiones en el hogar, con razón o sin ella, y
que su esposa le preste apoyo sin chistar) ; hacer que un terapeuta de sexo femenino lo
estimule y
Fases intermedias de la terapia familiar
213
aliente de manera halagadora; sesiones individuales ocasionales con el padre. Hablando
metafóricamente, no hemos tenido éxito en lo que respecta a darle al padre un "pene" o
conseguir que lo use, ni en quitárselo a la madre. Son muchas las razones dinámicas que
llevan a la adopción de la pasividad como defensa; según nuestra experiencia, es común
que cumplan la finalidad de mantener a raya sentimientos homicidas. Sin embargo, y
hablando con mayor precisión, diré que hemos alcanzado un mayor éxito al lidiar con los
aspectos de sistema, concentrando nuestra atención en la lucha por la fuerza del ego entre
los padres, en cómo la madre y el padre representan aspectos disociados de cada uno de
ellos, y en cómo los hijos a menudo ayudan a reforzar el conflicto recíprocamente
destructivo.
En la exploración del sistema familiar en su totalidad, no deben pasarse por alto los
problemas del paciente designado, la chispa que provocó la solicitud de terapia familiar. Es
necesario que el paciente de signado acepte la parte de responsabilidad que le toca, en lo
que respecta a su conducta. Sin embargo, una de las experiencias más aleccionadoras para
la familia se produce cuando pueden reconocer la conexión que existe entre los síntomas
del paciente designado y una situación familiar, de la que no se habla mucho, o una
característica que durante mucho tiempo ha preferido no "ver" en uno de los padres. Una de
las pacientes no hacía más que decir: "no tiene sentido vivir cuando no se puede hablar con
la gente". Sus padres trataban de hacerle ver que sus ideas eran tontas, que podía hablar con
la gente, etc. ; después, nos enteramos de que en esta familia, nadie le dirigía la palabra a
nadie en el hogar; en particular, los padres nunca discutian nada importante. Un padre se
venía quejando desde hacía meses de los robos de su hijo, acusándolo de ser un "solitario",
y presentándose a sí mismo como modelo de virtudes; finalmente reconoció tímidamente
que también él había robado y que nunca había tenido amigos íntimos. En sus desatinos, los
pacientes psicóticos frecuentemente utilizan los palabras "falso" y "falsificado", en
referencia no sólo a sí mismos, sino también a sus padresHemos tenido que dedicar mucho
tiempo a tratar la conducta de duplicidad. Podremos decir que la familia está haciendo
adelantos, cuando sus miembros se muestren más sinceros respecto a los sentimientos que
tienen entre sí. Los motivos de los padres comúnmente están ocultos tras ideas aceptadas
por todos, y que nadie se atrevería a discutir. El padre que se quejaba de la vagancia
nocturna de su hija por las calles de la ciudad, expresó su miedo bien fundado de que algo
sexualmente peligroso le pudiese ocurrir; sin embargo, reveló otro motivo aparte de esta
preocupación paternal cuando dijo: "mientras esté haciendo esto, no puede haber verdadero
entendimiento entre nosotros..." Cuando las
214 Cap. 4 Fundamentos y técnicas de la terapia familiar
Fases intermedias de la terapia familiar 215
hijas salen con hombres evidentemente indeseables, los padres se sienten justificados para
hacer objeciones y pueden ocultarse a sí mismos, sin temor, su deseo de mantener a la hija
atada a la familia y exenta de vínculos heterosexuales. La paciente, al salir con ese tipo de
hombres, coopera con los motivos de sus padres. Solamente cuando comienza a salir con
hombres "recomendables", de manera realista, puede desenmascararse la renuencia de los
padres a liberarla.
Realmente, cuando la terapia familiar ha comenzado a surtir efecto, los problemas del
paciente designado -que solían ser la preocupación exclusiva de la familia- han pasado a
ocupar desde hace mucho tiempo el pleno del fondo. Cada uno de los padres ha pasado por
la experiencia aleccionadora de tener que luchar con su propio mundo interior, de tener que
volver a meter en sí mismo sus proyecciones (proceso que comúnmente va acompañado de
depresión), de haber tenido que reexaminar toda su manera de vivir y de considerar a las
demás personas y, sobre todo, de haber tenido que reevaluar sus sentimientos para con sus
propios padres y hermanos. El proceso de retirar la catexia de las introyecciones provoca
siempre sentimientos encontrados. Un padre que necesitaba terriblemente alimentar la
ilusión de que de niño lo habían querido, trajo una fotografía de él mismo cuando bebé, y
dijo: "¿ven cómo estoy sonriendo?, debo haber sido feliz entonces". Una madre estalló
diciendo: "bien, mi madre nunca me dio rada que valiese la pena y nunca apreció nada de lo
que traté de hacer por ella. ¿Y ahora qué puedo hacer? ¿Qué quieren ustedes que haga, que
vaya a su tumba y me ponga a gritar y a maldecirla?" Los hijos, por lo común, se muestran
muy conmovidos y compadecidos de sus padres durante estas revelaciones; es frecuente ver
cómo rodean al padre o a la madre, y los abrazan y besan cuando éstos se ponen a llorar a
causa de heridas o decepciones pasadas. El paciente designado o uno de los hijos "sanos"
pueden llegar inclusive a manifestar síntomas o acting outs fuera de las sesiones, a fin de
ahorrarle a un padre sufrimientos. Estas sesiones posteriores son por lo común tranquilas,
caracterizadas por repentinos descubrimientos, por conexiones entre el pasado y el presente
y, a veces, por una visión real del otro cónyuge o uno de los hijos, por primera vez. Tales
revelaciones de los padres les aportan esa curiosa combinación, a menudo descubierta en
quienes han alcanzado algún insight emocional verdadero: una insólita sensación de alivio,
a veces acompañada de sentimientos omnipotentes acerca de sus limitadas posibilidades
como personas, más un sentimiento depresivo y de pesar por la pérdida parcial de las
introyecciones y, además, algún sentimiento de culpa por la manera en que se ha "usado" a
miembros de la familia y a otras personas. A veces los cambios de los padres son evidentes
en su mayor interés por
su aspecto personal y por cuestiones extrafamiliares; incluso hemos observado cambios
notables en la calidad de la voz y en otras características físicas. Sin embargo, el cambio
más importante que se produce consiste en el fortalecimiento del lazo matrimonial, tema
examinado con mayor detalle en la sección intitulada "Problemas del matrimonio".
En la terapia familiar, como en todas las formas de terapia, parece perderse mucho tiempo,
hacerse muchas cosas en vano y hablar por hablar, antes de que se produzcan los escasos
momentos dramáticos en que se establece una conexión significativa o se expresa un
sincero intercambio de sentimientos. Sin embargo, es difícil saber cuándo está ocurriendo
algo interno, aunque en la superficie todo parezca seguir siendo lo mismo. Tal vez sea
necesaria la "paja" a fin de que tengan lugar los cambios significativos. El cambio de
personalidad es muy sutil. A veces ni siquiera los terapeutas advierten el cambio en uno de
los miembros de la familia o en los patrones familiares; ocasionalmente, se necesita la
observación de algún extraño -que puede ser otro miembro del personal terapéutico- para
hacer que aquellos se den cuenta del cambio. Éste puede tener lugar en muchos niveles. Se
producen frecuentes regresiones de los viejos patrones, precipitadas a veces por el cambio
real en vi-Ti miembro, y otras por la ansiedad de separación cuando los terapeutas se van de
vacaciones o se ponen a hablar de dar por terminada la terapia en un futuro cercano.
A medida que las familias comienzan a ponderar la idea de que pueden cambiar los
sentimientos que sus miembros guardan entre sí, irán bajando sus defensas, y en el marco
de tratamiento, su conducta se ase mejará muchísimo más a la que puede darse durante la
comida cuando, por ejemplo, se ponen a discutir. De hecho, algunas familias exagerarán sin
quererlo sus sentimientos, a fin de provocar un mayor interés por parte de los terapeutas.
No obstante, hay que recordar que la motivación para el cambio está disociada en la
mayoría de las familias. Al nivel más profundo, siguen asistiendo a las sesiones con objeto
de conseguir que los terapeutas les ayuden a devolver las cosas a su lugar. En el transcurso
de la terapia se hacen más dependientes de los terapeutas, se comprometen más con ellos y
cuando tiene lugar el cambio positivo, éste se produce casi a pesar de ellos mismos.
Hasta ahora, hemos descrito las clases de familias que llevan a cabo el uso más eficiente de
la terapia familiar, al alcanzar la capacidad de abrirse, relacionarse con otros, reflexionar o
cambiar. Por supuesto, hay otras familias incapaces de utilizar la estructura de la terapia
familiar para el crecimiento. Éstas requieren frecuentemente transfusiones constantes en
forma de papeles más explícitamente paternales, desempeñados por los terapeutas, e
incluso que se lleve a las sesiones a parientes
Cap. 4 Fundamentos y técnicas de la terapia familiar
216
cercanos a ó
a importantes personas periféricas, que puedan añadir fuerza a la familia ~ principal. Son
éstas las familias que provocaron algunas de las técnicas '. más activas y experimentales
anteriormente descritas; pa
recen necesi í ltar, más que palabras, acciones concretas. Algunas de estas familias nos han
llevado a pensar que no se las puede obligar a cambiar; en ciesPrta manera, hay que darles
por su lado.
Llamar $ fases intermedias de la terapia familiar, a lo que en esta sección hemos tratado, tal
vez no sea muy atinado, puesto que contamos con un conc#ocimiento del proceso
terapéutico que no es suficiente para
trazar fases regulares o establecer si un determinado aspecto pertenece a una fase cp a otra.
Aunque los problemas de la resistencia, matrimonio, hermano transferencia,
contratransferencia y las relaciones en el equipo de c#%°terapia figuran como subsecciones
de las fases intermedias, rir su efecto en cualquier etapa del proceso terapéutico.
dejarán sente
Resistencia en la terapia familiar
La resist,'encia que se ofrece a los intentos de poner al descubierto motivos inconscientes,
puede cobrar muy diversas formas en todas las distintas claso'es de psicoterapia. A veces
hasta los terapeutas profesionales cometen el error de interpretar la resistencia como
terquedad o gusto por llevar las contraria, puesto que la ceguera que manifiestan las
personas en lo que toca a reconocer lo que están haciendo podrá parecer obstinación. , La
resistencia consciente (por ejemplo, miedo de ser recha
nza desconfianza del terapeuta) crea determinados problezado, vergüe~- . '
mas terapéu
t~lcos; pero la resistencia inconsciente (de la que se ocupa con mayor c
{uidado el psicoanálisis clásico, y es la raíz de todas las resistencias conscientes) es mucho
más complicada, no solamente porque el inconsciente del terapeuta puede encajar con el del
paciente, sino por
, r cosa puede utilizarse al servicio de la resistencia inconsciente (por e%jemplo, el silencio
o el hablar demasiado, la falta de afecto o la demasía de éste, el acting out o la
incapacidad de actuar, etc.) . Así
pues, éstas san las resistencias intrapsíquicas de los individuos que operan dentro cfel
marca relativamente no amenazador de la psicoterapia de uno a une'
En la teri pia de grupo tradicional entran en juego diferentes clases de resistencia' en gran
parte como función de las defensas del individuo en la situacicon de grupo (Varon, 1958),
así como de la naturaleza de
la resistencia de grupo misma (Redí, 1948). El individuo que se encuentra en lav situación
de grupo no solamente tiene que protegerse del conocimiento de algunos aspectos de sí
mismo, sino también tiene que ocultar sus niotivos más profundos a otros, mientras al
mismo tiempo
Fases intermedias de la terapia familiar
217
trata de ajustarse y de acomodarse a otros miembros del grupa. Es ésta una de las
diferencias fundamentales entre la terapia de grupa y la familiar (Handion y Parloff, 1962).
La familia que llega a la terapia, se acerca con una prolongada historia de coincidencias,
entendimientos privados, respuestas altamente previsibles y hondos sentimientos
recíprocos; la disolución del grupo, al final del tratamiento, es muy poco probable. En la
terapia de grupo, la cultura se crea de novo, y los miembros no esperan obtener de los
demás una satisfacción real de necesidades. Las terapias familiar y de grupo ofrecen a los
miembros la oportunidad de llegar a dominar, en una situación socialmente real, los tipos
de experiencias casi refractarias que produjeron las diversas clases de defensas patológicas;
la terapia de grupo, al proporcionar sustitutos de los hermanos y de los padres, y la terapia
familiar, por la presencia de los personajes originales. Sin embargo, a causa de la cualidad
singular del grupo familiar y de los vínculos especiales de relación y familiaridad, tanto las
resistencias conscientes como las inconscientes tienen una cualidad distintiva y una vida
propia en la terapia familiar y operan en adición a las más conocidas que se han descubierto
en la terapia individual y de grupo. Esta sección describe aspectos escogidos de estas
defensas transaccionales y de sistema endémicas.
Una vez consideramos -en nuestros primeros años de trabajo- que habíamos realizada
descubrimientos importantes acerca de la validez del punto de vista de la psicopatología
transaccional y compartida, para diagnosticar lo que estaba ocurriendo a la familia y que
había dado como resultado la patente perturbación en uno de sus miembros, creímos con
todo optimismo que lo único que nos restaba por hacer era reunir regularmente a los
miembros de la familia, utilizar nuestro conocimiento de la psicoterapia y entonces nos
encontraríamos en situación de alterar la estructura total de manera terapéutica. Este tipo de
ingenuidad en lo que respecto a la enorme complejidad que tiene la tarea de producir
cambios en las personas, es algo que probablemente acompaña al desarrollo de cada nuevo
enfoque psicoterapéutico. Sea como fuere, nuestros equipos terapéuticos no solamente
toparon con clases de resistencias diferentes a todas las conocidas anteriormente, en los
trabajos de terapia individual y de grupo, sino que de cuando en cuando dichos equipos se
sintieron sorprendidos y decepcionados cuando comenzaron a darse cuenta de cuán
formidable era la tarea terapéutica que se les presentaba. Por ejemplo, descubrieron que se
tropieza con una fase de resistencia masiva en todas las familias, una vez que han
terminado los preliminares; aunque deberíamos haber esperado esta fase, en nuestras
primeras experiencias todavía fue para nosotros un golpe duro. En aquella ocasión, los
terapeutas de un equipa dijeron: "no podemos entenderla; la
218 Cap. 4 Fundamentos y técnicas de la terapia familiar
Fases intermedias de la terapia familiar 219
familia estaba trabajando tan bien, estábamos adelantando de verdad y ahora, de pronto, ya
no quieren seguir viniendo". Esta experiencia nos enseñó dos lecciones: a) desconfiar
cuando todo parece andar demasiado bien en la terapia y b) que las familias se pondrán a
manipular cuando advierten que los terapeutas las necesitan demasiado, tal como
reaccionarán apartándose cuando sientan que los terapeutas no las quieren. Las familias
pueden despertar sentimientos de celos y posesividad en los terapeutas, mucho más
vigorosamente que los pacientes en terapia individual.
Hay algunas personas que inician la terapia familiar con gran entusiasmo porque se han
trazado una estrategia, y cuando los terapeutas no encajan en ésta, rápidamente pierden
motivación. Una madre que había abandonado a sus hijos durante muchos años, al
deshacerse su primer matrimonio, volvió a casarse y luego trató de darles un hogar. Ella y
sus hijos consideraban al segundo esposo como monstruo severísimo y arbitrario. La madre
convenció a su renuente esposo para que asistiese a la sesión de evaluación inicial, y tenía
la esperanza de que sus hijos y los terapeutas se diesen cuenta de lo mal hombre que era.
Sin embargo, en opinión de los terapeutas, éste se comportaba mejor con los niños que ella
misma; su supuesta severidad mostraba un auténtico interés en el bienestar de aquéllos. Su
estrategia se volvió más clara: utilizar a su esposo como chivo expiatorio y convencer a
todo el mundo de que no había abandonado y rechazado a sus hijos. Al final de la sesión
inicial de evaluación, la madre no deseaba continuar la terapia familiar y en cambio el
esposo -que inicialmente se había mostrado renuente- ahora la solicitaba con vehemencia.
La fase de resistencia masiva se produce comúnmente cuando ha pasado la crisis inmediata
del paciente designado y el sistema de la familia va no está tan adolorido. Luego viene una
actitud de "no agiten el agua". La resistencia hace su aparición de manera muy inocente,
cuando el portavoz de la familia (que por lo común es el padre, incitado a hablar por la
madre) pide que las sesiones se efectúen cada quince días y ya no semanalmente. O tal vez
se quejen de que los niños están faltando mucho a la escuela. En sus primeras experiencias
con las familias, los terapeutas solieron atacar de frente las resistencias, se metieron a
discutir y aun trataron de convencer a las familias para que continuasen el tratamiento,
aduciendo razones de la realidad (por ejemplo, "¿qué es más importante para usted, que la
familia siga llevando esta vida enfermiza o que Juanito pierda la clase de Lengua
Nacional?") . Había algo en la calidad de la terapia familiar y en la ansiedad provocada, que
conducía sutilmente a los terapeutas a olvidar sus precauciones comunes al tratar las
resistencias \, hacer tolerables los enfrentamientos.
Estas primeras clases de actividades causaron tales dolores narcisistas, que las familias
pusieron fin a la terapia muy a menudo. Sea como fuere, utilizando la seguridad de la
relación del equipo de coterapia aprendimos a tratar los temores de pérdida y todas las
demás razones inconscientes que hay detrás de la resistencia. Como en todas las cuestiones
técnicas, es más lo que depende del cómo se dice algo, que del qué es lo que se dice.
En la terapia familiar, las resistencias pueden cobrar muchas y variadas formas, y en última
instancia puede convertirse en una cuestión de saber si los terapeutas pueden tolerarlas
durante prolongado tiempo.
Un tipo de resistencia particularmente frustrante, consiste en una especie de dominio pasivo
practicado por la familia, en virtud del cual acuden sus miembros semana tras semana,
aportan poco o ningún material y no relacionan sus sentimientos. Después de realizar
valerosos esfuerzos por estimular y hacer actuar a la familia, los terapeutas terminan
frecuentemente sintiéndose inútiles y vacíos como personas.
Otra prueba de la tolerancia de los terapeutas tiene lugar al cabo de muchos meses de
tratamiento, cuando las familias parecen estar dando vueltas y vueltas, estereotipadas en su
movimiento por un solo surco, reconociendo que dan ocasión a muchos sufrimientos por no
ser capaces de hacer algo que no sea repetir lo mismo una y otra vez, aun cuando dicen que
desean algo diferente. Cuando se les da la interpretación de que deben querer que las cosas
vayan de ese modo, que todo lo que hacen perpetúa la situación y que de esta manera
tortuosa de relacionarse se satisfacen necesidades, siempre lo niegan. Hemos pensado que
tal vez, vistas las circunstancias externas e internas, esto es lo mejor que puede hacer la
familia, que quizá se están conformando con lo que tienen, en vez de lo que realmente
desean, porque interpretan la otra posibilidad como un peligro aún mayor (por ejemplo, de
abandono). En el proceso de resolución de tales resistencias masivas, se tropieza con
muchos problemas. A veces las interrupciones o "grietas" en el tratamiento, intencionales o
accidentales, a menudo han ayudado a una familia a superar estas incontenibles
propensiones a repeticiones.
Las opiniones de los terapeutas familiares están algo divididas en lo tocante a si deberían
llevarse a cabo o no las sesiones de tratamiento, cuando no estuviesen presentes todos los
miembros señalados para el caso. Sonne, Speck y Jungreis (1962) fueron los primeros que
señalaron que la maniobra del miembro ausente era una de las resistencias principales con
que se tropezaba en la terapia familiar. Sugirieron que si un miembro de la familia se
ausentaba de las sesiones de la terapia, lo hacía con el objeto de preservar una "paridad fija"
en las relaciones de la familia, y que esta maniobra -que supone la cooperación de toda
220 Cap. 4 Fundamentos y técnicas de la terapia familiar
la familia- se produce para evitar la ansiedad que provoca una experiencia triangular de
crecimiento heterosexual. Por lo general, la maniobra se contrarresta insistiendo en la
presencia del miembro ausente. Otro punto de vista, expuesto primordialmente por Bowen
(véase cap. 5), es que el procedimiento de trabajo con la familia puede utilizarse aun
atendiendo a los miembros de la familia en cualquier combinación. Bowen sostiene que hay
ocasiones en que el terapeuta, en determinadas etapas del proceso de tratamiento, puede
tratar a un solo miembro de la familia en la terapia familiar, y que este procedimiento no
constituye psicoterapia individual, porque la elevación del nivel de diferenciación de un
miembro tiene como objeto atender a una necesidad terapéutica de toda la familia. Las
contradicciones entre estos dos puntos de vista tal vez sean superficiales únicamente,
puesto que ambas provienen de un reconocimiento cada vez mayor de las formas en que
operan las resistencias en el sistema de la familia. Cuando son los terapeutas y no la familia
quienes controlan la situación y deciden a quienes incluir, es posible prever y tratar mucha
resistencia. Los terapeutas necesitarán nuevos conocimientos para decidir, en el caso de una
determinada familia, cuándo abordar el sistema familiar a través de un miembro o de una
pareja, o cuándo insistir en que todos los miembros hagan acto de presencia en todas las
sesiones.
Los terapeutas que trabajan con las familias han tropezado con otros problemas que han
dado lugar a controversia: el de si los hijos deben encontrarse presentes o no cuando los
padres discuten su relación sexual; o la edad que deben tener los hijos antes de que se les
incluya en las sesiones de tratamiento. Estas decisiones habrán de tomarse con fundamento
en el nivel de integración y la dinámica de una determinada familia. Por lo común, en las
familias en que los hijos han quedado exclusivamente expuestos a conversaciones o
conductas sexuales de los padres, hemos optado por hacer que aquellos se encuentren
presentes, sobre todo para contribuir al esclarecimiento de equívocos en sus mentes.
Algunos terapeutas se muestran más renuentes a ejecutar este procedimiento y se inclinan a
pensar que es preciso proteger a los hijos y que éstos no conozcan este aspecto del mundo
adulto. Otros terapeutas pueden trabajar cómodamente, aun cuando se encuentren presentes
niños de edad preescolar. Sin embargo, la mayoría preferiría que sólo asistiesen a las
sesiones niños de por lo menos seis o siete años de edad.
En lo esencial, la resistencia gira en torno a la cuestión del cambio, en la medida en que las
inevitables y poderosas fuerzas -que protestan y tratan de mantener los arreglos
patológicos- actúan con mayor vigor cuando la terapia comienza a tratar zonas de conflicto,
que en caso de ser abordadas y resueltas plenamente podrían dar como resultado el
Fases intermedias de la terapia familiar 221
crecimiento y el cambio. En un informe muy penetrante (1961), Searles ha escrito acerca de
algunas de las razones que nos permiten comprender por qué los individuos esquizofrénicos
tienen tanto miedo y son tan incapaces de cambiar (muchos de sus conceptos podían
aplicarse también a los pacientes neuróticos y a los trastornos del carácter, en la
psicoterapia y el análisis). También, las familias consideran el cambio más como una
privación que como una superación y, al más profundo nivel, temen una variación en el
sistema familiar que pueda tener como resultado la pérdida de alguna forma de relación
vitalmente necesaria, aunque la relación tenga sus aspectos dolorosos. Los miembros de la
familia se ven amenazados, en lo más íntimo de su ser, por la perspectiva de tener que
renunciar a necesidades infantiles que ellos satisfacen o de los cuales esperan satisfacción,
y habrán de hacer resistencia conjunta para no revelar estas motivaciones, y más aún, para
abandonarlas. El tratamiento psicoanalítico sostiene teóricamente que cuando se frustran
necesidades infantiles (amor incondicional, simpatía, indulgencia, aceptación total,
confortación, caricias, cuidados, etc.), el paciente analítico llega al punto crítico de
inflexión que consiste en renunciar a ellas en su forma infantil, literal, y puede buscar su
satisfacción de maneras más maduras y realistas (_Tenninger, 1958). Sin embargo, los
miembros muy privados -de las familias que hemos visto- parecen sentir la necesidad de
tratar de alcanzar la satisfacción de sus necesidades infantiles en un sentido muy real, y
tener gran dificultad en renunciar a cualquiera de ellas, no obstante el hecho de que les son
crónicamente frustradas. Además, todos los miembros de la familia participan en la
resistencia, pues cada uno ha invertido algo en un papel que cumple una función para el
sistema y mantiene el equilibrio homeostático de la familia. Los esfuerzos realizados por
miembros insatisfechos, para cambiar el sistema, han tenido el efecto paradójico de
perpetuarlo.
Por supuesto, existen muchas otras razones para hacer resistencia al cambio, aparte de la
incapacidad de renunciar a necesidades infantiles, que consideramos como la fundamental.
Aunque, en un nivel, cada miembro de la familia reconoce la necesidad de que algún otro
cambie, y no él, en otro nivel cada miembro sugiere que sentiría una carga de culpabilidad
si él mismo cambiase. Por ejemplo, el paciente designado pone de manifiesto que hay
problemas en la familia exhibiendo síntomas o acting outs; luego, una vez que se inicia la
terapia familiar y los padres se sienten trastornados, comienza a sentirse culpable de la
alteración de éstos y entonces comienza a realizar esfuerzos para poner fin a la terapia. (En
relación con esto, uno se pregunta cuántas psicoterapias y análisis individuales no habrán
fracasado porque el paciente prefirió conservar sus síntomas particulares, en vez de sentirse
culpable
x ap. 4 rundamentos y técnicas de la terapia familiar
Fases intermedias de la terapia familiar 223
por su maduración y hacer que alguna otra persona sufriese a causa de la misma.) Cuando
vemos a los padres bloquearse unos a otros en las exploraciones terapéuticas, sabemos que
temen que si su compañero madura, ellos mismos serán vistos como lo que sienten que son
realmente (indignos de amor, infantiles, aborrecibles, cte.), y que por tanto, los perderán. A
la gente le resulta muy difícil darse cuenta de que, en última instancia, solamente puede
cambiar por si misma.
Las fuentes de resistencia son complejas y variadas: el uso que hacen los padres de las
sesiones para informar acerca de la conducta enajenada del paciente designado; el evitar la
discusión en torno a la relación matrimonial; la exageración de los comentarios del
terapeuta, hasta lo absurdo; la motivación para llevar a cabo la terapia familiar, expresada a
fin de tender una pantalla y apartar la atención de la exploración intrapsíquica;
admoniciones especialmente fuertes contra la deslealtad a la familia; la "protección" de
unos miembros por otros; sentimientos intensos del prestigio y del rango de la familia; el
convertirse recíprocamente en chivo expiatorio. Otras fuentes de la resistencia se
encuentran en factores de contratransferencia, tales como los padres que son miembros
importantes de la comunidad; hermanos "sanos" que han logrado liberarse hasta cierto
punto de los enredos familiares; normas sociales acerca de la santidad de la familia; dulces
madres que peinan canas; la fragilidad de algunas familias (por ejemplo, aquellas en las que
se han sufrido grandes traumas) ; amplias diferencias culturales entre la familia y los
terapeutas. Son éstos ejemplos de factores de resistencia que pueden actuar, muy sutilmente
a veces, para obstaculizar la exploración y el cambio. Hay ocasiones en que los terapeutas
descubren en fecha relativamente tardía del proceso terapéutico, la existencia de alguna
persona periférica muy importante (amigo, vecino, pariente lejano, abogado, médico,
consejero religioso, cte.) que ejerce gran influencia en la familia, pero cuya existencia se ha
ocultado. Esta relación especial puede actuar como poderosa resistencia y se recomienda
invitar a las sesiones a tal persona. Las resistencias son siempre función de un complejo
juego recíproco entre las variables de la familia y las de los terapeutas (por ejemplo,
conflictos en un solo terapeuta o entre coterapeutas). Como señaló en cierta ocasión Carl
Whitaker, ¿existe realmente resistencia o hay algo en el terapeuta que le impide la
exploración?
Problemas matrimoniales en la terapia familiar
A medida que fuimos adquiriendo experiencia en el trabajo con familias se fue
desenvolviendo gradualmente una meta funcional de la
terapia: separar las diferencias generacionales que se habían anulado extravagantemente y
hacer hincapié en que los padres son padres y los hijos son hijos. No tardamos en descubrir
que no se puede intentar alcanzar esta meta, hasta que los padres no empiezan a satisfacer
sus necesidades recíprocas. Como han señalado algunos antropólogas, nuestro conjunto de
valores implícito puede ser una año malía de la sociedad occidental; al parecer, hay partes
del mundo en las que no se espera que los padres críen y eduquen a los hijos o que
satisfagan, el uno al otro, todas sus necesidades importantes. Además, estaríamos de
acuerdo con Bell (1962), en que la familia no debe considerarse como una "unidad
contenída en sí misma y existente en un vacío social y cultural" y que no debería uno pasar
por alto a los parientes cercanos y la red de la sociedad circundante, como marco dentro del
cual se desarrolla la familia. Sin embargo, desde el punto de vista clinico, práctico, nuestra
meta de fortalecer el matrimonio nos ha rendido grandes dividendos en lo que respecta a
liberar a los hijos para que puedan vivir sus propias vidas. El impacto de las relaciones de
los familiares y de la comunidad más amplia, en términos de lo que significan para una
familia en particular y de cómo se utilizan, es parte inherente de nuestro trabajo terapéutico
diario.
No obstante, es difícil tratar de crear un vínculo matrimonial ahí donde nunca ha existido
una verdadera relación esposo-esposa. Antes de relatar nuestras experiencias en el manejo
de los problemas matrimo niales durante la terapia familiar, habremos de examinar algunas
cuestiones teóricas acerca del matrimonio. Con algo de razón, se ha dicho que la mayor
felicidad que pueda alcanzarse en la vida es el resultado de un "buen" matrimonio y, a la
inversa, que una gama increíblemente variada de desdicha humana puede ser resultado de
un "mal" matrimonio, que abarca desde el divorcio legal, el divorcio emocional, las
continuas disputas, el acting out destructivo, los trastornos psicosomáticos y psicológicos,
hasta sus efectos perniciosos en los hijos, la sociedad y el espíritu. Otra certeza es la de que
el mayor don que los padres pueden conceder a los hijos consiste en otorgarles la seguridad
de que los dos se quieren.
Sin embargo, es muy difícil determinar qué es lo que constituye un matrimonio feliz o
siquiera aceptable. Mientras preparaba este capítulo, el autor repasó varias obras sobre el
matrimonio, y le sorprendió descu brir el número de afirmaciones contradictorias
efectuadas por profesionistas especializados en este campo, igualmente experimentados.
Algunos han dicho que nadie se curó de una neurosis casándose y que los problemas
neuróticos de dos cónyuges se acumulan; por otra parte, otros dicen que un matrimonio, en
virtud de su infelicidad, puede enmascarar
224 Cap. 4 Fundamentos y técnicas de la terapia familiar
Fases intermedias de la terapia familiar
225
o predecir la aparición de una neurosis, o que la relación matrimonial puede encerrar
mecanismos de compensación para cónyuges gravemente perturbados. Un grupo de
investigadores sostiene que la personalidad está bastante bien establecida hacia las fechas
en que una persona se casa y que los cónyuges están condenados al fracaso en sus eternos
esfuerzos por cambiar las personalidades de sus compañeros; otros dicen que los cónyuges
pueden ayudarse entre sí a crecer y madurar.
Estas contradicciones tal vez no sean tan incongruentes como se podría suponer, según se
desprende de un examen más profundo de las intrincadas complejidades de la relación
matrimonial. Podríamos co menzar con el capítulo de Kubie, en una de las mejores obras
que se han publicado acerca del matrimonio, intitulada Neurotic Interaction in Marriage
(1956, cap. 2). Después de exponer su punto de vista inicial, establece la existencia de
ingredientes neuróticos en toda personalidad humana y, por consiguiente en todo
matrimonio, Kubie pasa a exponer su tesis principal, a saber, la de que la fuente principal
de desdicha entre esposo y esposa estriba en las discrepancias existentes entre las demandas
conscientes e inconscientes que se hacen uno al otro y también al matrimonio, según se
expresan primero en la elección de compañero y luego en la subsiguiente evolución de su
relación. Congruentemente con esta tesis, Kubie describe cómo ciertas fuerzas
inconscientes, derivadas de la familia de origen y basadas en la necesidad de "hacer
desaparecer viejos dolores o cobrarse una vieja venganza", pueden crear una profunda
discordia matrimonial y una gran separación emocional, en particular cuando los cónyuges
han estado expuestos a las ilusiones de la tradición romántica. Así pues, descubrimos que
los individuos buscan inconscientemente padres en vez de cónyuges, que se casan con
quienes pueden demostrar o corregir algo acerca de sí mismos, con aquellos con quienes
pueden reproducir o dominar una antigua relación conflictiva, etc. Puesto que las demandas
inconscientes no pueden ser satisfechas sin entrar en conflicto con la realidad y las
consideraciones conscientes, la carencia de integración matrimonial es más la regla que la
excepción. Lo anterior nos ayuda a comprender por qué los estudios en que se hacen
pronósticos matrimoniales fundados en informes conscientes, tienen un valor tan limitado,
por qué la relación de noviazgo prematrimonial no sirve para pronosticar la felicidad en el
matrominio, por qué los agentes que pueden contribuir a afianzar una relación matrimonial
pueden causar la destrucción de otra, por qué los matrimonios precipitados pueden tener
tanto éxito como los que se han meditado con toda seriedad y cuidado, por qué el ponerse a
leer manuales sobre el matrimonio o libros de educación sexual puede empeorar las cosas,
y por qué, dice Kubie, un matrimonio feliz puede ser un accidente feliz.
Las consideraciones anteriores constituyen insights de los aspectos dinámicos de los
problemas matrimoniales que nos ha ofrecido el pensamiento psicoanalítico ortodoxo.
Aunque éste hace hincapié en la importancia de la motivación inconsciente y reconoce en
algún grado la existencia de patrones complementarios, sigue siendo esencialmente un
énfasis orientado hacia el individuo. Lo que no se toma en cuenta es la colusión
interconectada que tiene lugar a -un nivel inconsciente, una reciprocidad bilateral que
solamente se discierne a través de la exploración de las actividades de transacción entre
personas. Cuando se estudió la relación interactuante de una pareja, al tratarlos juntos,
como unidad diádica (Whitaker, 1958; Haley, 1963), se observó por primera vez la
coincidencia de los perfiles de sus relaciones de objeto internas, independientemente de la
manera en que otros factores impidieron ver con claridad la reciprocidad inconsciente. A fin
de aclarar las implicaciones de este descubrimiento, será necesario que examinemos parte
de la dinámica de la selección de compañero.
Cada vez que los especialistas en cuestiones matrimoniales han deseado señalar un factor
como el responsable principal de los problemas matrimoniales, han elegido al amor
romántico. Por ejemplo, Kubie de fine el "estar enamorado" como "estado obsesivo,
determinado en parte por la ira". No obstante, hay que tomar al amor romántico como
realidad psíquica, puesto que -al menos en la cultura norteamericanaes una tradición
poderosa reforzada por la publicidad, las canciones populares, las películas, los dramas y
las novelas. (Podríamos citar excelentes películas inglesas como Brie f Encounter y Room
at the Toar, y obras norteamericanas contemporáneas como Middle o f the Night y Marty de
Chayevsky, que nos pintan los profundos efectos que puede tener el amor sentimental,
incluso en las parejas donde menos se lo habría de esperar uno. Como dice un personaje,
"¿por qué habría de renunciar a esto? Cuando me siento así, me faltan horas en el día para
seguir viviendo". El proceso en virtud del cual un hombre y una mujer se sienten atraídos y
se enamoran es complejísimo y tiene un carácter casi mágico. A fin de alcanzar ese estado
subjetivo, inspirado, placenterodoloroso, al que llamamos "estar enamorado", tiene que
darse una mezcla extremadamente compleja y sutil de condiciones conscientes e
inconscientes. El amado debe poseer alguna combinación de características físicas ligadas
al atractivo sexual, y algunos modales, estilos de relación, calidad del afecto, etc., que
estimularán la recreación del "romance" familiar idealizado en la infancia, con todas sus
promesas de amor incondicional; al mismo tiempo, el futuro compañero debe ser lo
suficientemente semejante al objeto interior malo como para permitir la eventual
penetración de odios antiguos. El ego puede decir: "quiero
226 Cap. 4 Fundamentos y técnicas de la terapia familiar
Fases intermedias de la terapia familiar 227
casarme con un hombre que sea fuerte pero amable, que me haga sentir mujer, en el que
pueda confiar, que tenga éxito, que sea fiel, que me controle, pero no me domine, que sea
un buen padre para mis hijos, que tenga sangre liviana". El inconsciente puede buscar "un
hombre que casi pueda amar, que mienta, haga trampa o beba, en el que no se pueda
confiar, que sea un buen padre para mí, que me mantenga perpetuamente en la duda, que
fracase, que sea débil e impotente, al cual yo pueda dominar, que sea difícil de tratar, que
muestre despego". El inminente matrimonio promete corregir todo lo que siempre ha
andado mal, y parte de la función del ritual del noviazgo consiste en negar el
reconocimiento del objeto malo en el cónyuge que proporcionará confirmación al modelo
de papel interior. La confirmación inconsciente y el ensamblamiento, además, es un doble
proceso; cada cónyuge ha recibido la señal de su sistema emocional de "radar" que le
permite reconocer que el otro dará satisfacción a las necesidades de objeto internas.
Durante el noviazgo y la luna de miel, cada cónyuge, por primera vez en su vida, acepta al
otro y se siente aceptado por lo que es, con todos sus yoes diferentes, todos los objetos
parciales restantes; los dos se fusionan en una unidad satisfactoria; la pareja está
"enamorada". Nada tiene de particular que, en momentos de tensión, en un matrimonio que
ha durado largo tiempo, los cónyuges traten de recapturar los sentimientos del periodo del
noviazgo y de la luna de miel, del tiempo en que se sintieron unidos y satisfechos el uno
con el otro.
Sin embargo, gradualmente uno de los dos comienza a sentir que en vez de que se confirme
su personalidad real, lo están entrenando para que se ajuste a la imagen interna proyectada
de su compañero y a que se comporte como tal; al mismo tiempo, sin saberlo, le está
haciendo lo mismo a su cónyuge. Cada uno comienza a maniobrar al otro,
inconscientemente, para que encaje en el molde del imago interior, menospreciado,
incitante. Cuanto más se comportan los cónyuges como el objeto interno malo previsto
-compuesto de rasgos reales y a veces desconocidos parcialmente de uno mismo, más las
proyecciones irreales del cónyuge- tanto mayor será la probabilidad de que tenga lugar una
nueva clase de confirmación, inconscientemente buscada y conscientemente temida. Cada
cónyuge comenzará a sentir vagamente que se ha levantado algún viejo fantasma para
acosarlo. Esta es la razón por la cual las quejas que expresan los cónyuges, uno de otro,
aunque contengan algunos elementos irracionales, pueden estar muy justificadas; el
compañero puede ofrecer numerosos ejemplos de su validez ("no es afectuosa", "es
regañona", "no puedo contar con ella", "anda con otras mujeres", "no me conoce
realmente", "ya no le gusto", "es demasiado celosa", "es muy desarreglada", "todo el
mundo tiene más impor
tancia que yo para ella", "nunca me escucha", "es incapaz de amar", `'no le intereso
realmente", "es demasiado mandona".) Lo que no reconocen quienes se quejan es que no
tienen más que "lo que se buscaron". Cuando llega la decepción, como ocurre de alguna
forma en todos los matrimonios ("no eres como yo creía`), el individuo "recuerda" las faltas
de las que no hizo caso durante el noviazgo, se siente traicionado y luego transfiere al
cónyuge el odio reactivado que originalmente sintió contra el objeto malo, tomado de su
infancia. La decepción se produce las más de las veces a comienzos del matrimonio, a
medida que los compañeros se van probando recíprocamente con sus ambivalencias
infantiles, lo cual explica por qué se producen tantos divorcios en los primeros años de
matrimonio. (Los problemas del divorcio legal, de los matrimonios múltiples y de la
incapacidad para separarse probablemente, son aspectos diferentes de la misma dinámica.)
Sin embargo, las crisis de desconfirmación pueden ocurrir más tarde, durante hitos y etapas
decisivas del matrimonio: el nacimiento de hijos, la inseguridad económica, las relaciones
con parientes políticos, los acting outs por parte de uno o ambos cónyuges, la separación de
los hijos del hogar, la jubilación, etcétera. La mayor prueba de madurez emocional consiste
en la capacidad de llevar a cabo en el matrimonio el ajuste, por demás complejo, a la
existencia de otra persona, de tolerarse recíprocamente las luchas con objetos internos
ambivalentes aborrecidos y permitir las regresiones del compañero, anhelos infantiles todos
que están empotrados en el contexto de los lazos de afecto, del proceso de dar y tomar, de
la aceptación de la responsabilidad de adulto y del derramamiento de amor sobre los niños.
Los sentimientos de frustración y ultraje serán mayores en aquellas parejas cuyos propios
padres no supieron resolver la lucha matrimonial, de carácter universal, y quedaron sujetos
a privación, con la consecuente subestimación, un débil sentimiento de identidad y una
polarización de su conflicto amor-odio. Estos cónyuges esperan aún más cosas del
matrimonio y sienten más agudamente, no obstante que han sido traicionados y se les ha
hecho trampa.
En la situación de desarmonía matrimonial de carácter más crónico y prolongado, que
hemos observado en la terapia familiar, el síndrome más común es el de "no puedo vivir
contigo, ni sin ti". Dicks (1964), cuyo pensamiento está representado en parte en las
anteriores aseveraciones y cuyo concepto de "objeto interno compartido" como lazo entre
cónyuges es muy interesante, ha hecho las siguientes aseveraciones incisivas en torno a la
cuestión de por qué se mantienen juntas las parejas desdichadas: ". . . aparte de los valores
sociales y del deber para con los hijos, en cada cónyuge existe la necesidad de provocar en
el otro la respuesta que significa para el inconsciente el modelo de interacción
228 Cap. 4 Fundamentos y técnicas de la terapia familiar
típico con el objeto u objetos internos, que han quedado investidos en la relación
matrimonial" (pág. 269). Cuando estas clases de matrimonios persisten a lo largo de
muchos años, los cónyuges se ven atrapados en una implacable guerra, callada o manifiesta,
y obtienen su satisfacción del uso que hacen del cónyuge o de los hijos, casi
exclusivamente como representaciones de objeto interno malo. Las personalidades reales de
los miembros de la familia han dejado de existir desde hace mucho tiempo, y nos
encontramos ante un matrimonio caracterizado por la falta de relaciones sexuales y por el
uso casi exclusivo que cada cónyuge hace del otro como hijo o como padre, mucho más
allá de la ocasional alternación de papeles que se observa en todos los matrimonios. Un
aspecto sistémico del problema del matrimonio es que los papeles de cada uno de los hijos
pueden reflejar la ambivalencia de los cónyuges respecto a su matrimonio, pues un hijo a
menudo representa al bien y el otro al mal. O también, se puede hacer caso omiso de los
hijos, castigarlos o convertirlos en el campo de batalla de un matrimonio desdichado.
Las contrapartes clínicas de las nociones teóricas anteriores, surgen en nuestro trabajo con
parejas durante el curso de la terapia familiar. Teniendo como meta "volver a casar" a los
cónyuges, estudiamos las fórmulas motivacionales pertinentes en cada uno de ellos, los
ayudamos a entenderse con sus introyecciones y explicamos el carácter de interconexión
del significado de su vínculo matrimonial. Se observa una notable diversidad en la
capacidad que tienen las parejas para trabajar conforme a estos delineamientos, así como
una variabilidad en lo relativo a la etapa de la terapia familiar en la que puede abordarse la
relación matrimonial. Muchas parejas sienten gran temor ante la idea de que se estudia su
relación matrimonial y utilizan los problemas de los hijos como tácticas dilatorias para
detener la exploración de sí mismas. A veces nos ha sido útil, en tales situaciones, provocar
una confrontación directa del terror que no se menciona: "¿durante cuánto tiempo han
sentido ambos que este matrimonio no ha existido de verdad?" Después de la exploración, a
menudo encontrábamos que estas parejas habían renunciado desde hacía mucho tiempo a la
sinceridad en su relación. Al principio del matrimonio, se hicieron intentos de comunicar
los sentimientos reales del uno para el otro, pero estas sesiones de conversación
desembocaron en una gran frustración, porque ninguno de los dos pudo conseguir que el
otro comprendiese su punto de vista. La comunicación se había vuelto imposible, porque
cada uno estaba empleando el lenguaje de su propia historia personal, en la que las palabras
de amor, apego, celos, intimidad y agresión, tuvieron significados diferentes, Luego, los
cónyuges llegaron a un modus vivendi, en virtud del cual se "cancelaron" el uno al otro y se
pusieron a desempeñar un papel, consistente en no
Fases intermedias de la terapia familiar
229
dejar conocer al otro sus sentimientos reales. Por tácito consentimiento, sus problemas
recíprocos dejaron de existir, aunque siguieron muy interesados en los problemas de los
hijos. A medida que los terapeutas van explorando estos matrimonios, se puede producir la
ruptura violenta de su contrato implícito consistente en "no te delataré, si tú no me delatas"
(Carroll, 1960). El cónyuge que rompe este acuerdo y comienza a "hablar", podrá ser
víctima de un vitriólica contraataque, que tal vez empiece con las palabras "¡bueno, si así lo
quieres, atente a las consecuencias!"
Los problemas matrimoniales de otras parejas, ocupan el primer plano desde la sesión
inicial, a medida que cada cónyuge vierta sobre el otro una avalancha de quejas y amargas
recriminaciones. Se atacan con acusaciones y contraacusaciones, a medida que van pasando
revista a ofensas obsoletas, culpan a las familias y antepasados del cónyuge y utilizan las
sesiones de terapia para ganar aliados para su causa. Sin embargo, es curioso que una
disputa de esta clase suela interrumpirse de pronto y entonces veamos a los padres señalar
al paciente designado como el problema real de la familia; las controversias que sostienen
les parecen extrínsecas y estar aisladas de los problemas que presenta el paciente
designado. A veces dan la impresión de que representa para ellos un alivio el tener que
lidiar con la enfermedad del hijo, de manera que no tengan que hacer frente plenamente a
sus sentimientos desesperantes y aterradores de homicidio potencial, que tienen el uno para
con el otro.
Aunque en ambas clases de problemas de discordia matrimonial -la callada y la explosiva-
hay amenazas de divorcio, la posibilidad real de separación o de divorcio es casi
inexistente; en el inconsciente, la separación significa la muerte psíquica. Cuando los
terapeutas (en vista de tanto descontento evidente) preguntan si han pensado en separarse,
uno de los cónyuges suele decir: "me hace estas y otras cosas crueles, pero en el fondo sé
que me ama". Hay infinidad de significados de la palabra "amor". Obsérvese la
universalidad de la siguiente aseveración "te amo tanto, que deseo que me hubieses
gustado". O coméntese el diálogo siguiente: Él: "ojalá fueses tan amable conmigo, como lo
eres con los extraños". Ella: "pero no estoy enamorada de ellos!" Para algunas personas, es
triste decirlo, es verdad que, como dice la canción popular, "el que te quiera, te hará sufrir".
Por supuesto, los hijos tienen que sentir que sus padres se quieren; porque, de lo contrario,
si no existe amor en este mundo, ¿qué se puede esperar? Aunque puede decirse que el amor
que nunca se demuestra se convierte en alguna abstracción sin contenido, en otro nivel, el
apego profundo puede revelarse durante emergencias extremas o pérdidas; por ejemplo, por
muerte, como ates-
230 Cap. 4 Fundamentos y técnicas de la terapia familiar
Fases intermedias de la terapia familiar 231
tigua la depresión que se observa en el cónyuge sadomasoquista cuando muere su pareja.
Un hombre y una mujer que se han tocado, que han tenido relaciones sexuales y criado
hijos, que han discutido, se han "olida" y compartido experiencias y reminiscencias, se
convierten en parte de cada uno de ellos. Cuando se ha realizado una gran inversión
emocional en el otro, las personas sólo pueden separarse salvajemente. Nótese, por
ejemplo, los vituperios y la acrimonia que envuelven sus procesos de divorcio; la acidez y
la amargura de lo que se dicen los cónyuges escandaliza hasta a los abogados más
experimentados (Nizer, 1961, cap. 2).
En muchas situaciones matrimoniales, uno de los cónyuges se entrega al acting out de
manera burda (por ejemplo, alcoholismo, infidelidad), y a menudo nos enteramos de qué
manera esta conducta presta servicios a las necesidades del cónyuge que presenta las
objeciones. Muy frecuentemente, el cónyuge que solicita tratamiento para el compañero
errado es quien está más gravemente perturbado. Dice el adagio: "fíjate bien en lo que dices
desear mucho, no vaya a ser que lo consigas" o, a la inversa: "fíjate en lo que dices que no
quieres, no vaya a ser que lo pierdas". Hemos visto cónyuges que inician un cambio en la
dirección exigida por sus compañeros, para descubrir tan sólo que la satisfacción de sus
deseos ha venido acompañada de una grave perturbación. Y hemos observado la
interrupción de la conducta "reprobable" en un cónyuge, seguida de aguda ansiedad en el
otro, causada por la desaparición de la conducta censurable.
A medida que vamos trabajando con la vida pasada de los padres, sus privaciones y
confusiones, cómo trataron mal a sus padres y fueron tratados mal por ellos, cómo trataron
mal a sus cónyuges y de qué manera su patología se interconecta, ellos frecuentemente van
alcanzado una compresión cargada de mayor simpatía hacia el otro, y aumentan de esa
manera sus capacidades para entregarse recíprocamente. Hay un nivel de comunicación
entre esposo y esposa que ni los terapeutas experimentados pueden observar; el medio de
comunicación es sublime, y tal vez no sea apreciado durante las sesiones, porque funciona
cuando están a solas. En otras palabras, el mejoramiento del matrimonio tal vez solamente
pueda advertirse en sus efectos colaterales; por ejemplo, quizá los padres sigan peleando
constantemente, pero los hijos intervendrán menos en las disputas.
Sin embargo, ¿no terminará siendo la terapia familiar una psicoterapia de la pareja, llevada
a cabo en presencia de los hijos? ¿Por qué tienen que estar presentes los hijos? ¿Será
posible que los terapeutas estén subsidiando la patología familiar, al solicitar implícita o
explícitamente la ayuda de los hijos para "casar" a sus padres, con lo cual
"paternalizarán" a aquéllos? Hemos descubierto que la presencia de los hijos es útil porque
cuando los terapeutas se hacen cargo de la tarea de reunir a los padres, los hijos pueden ser
hijos de nuevo. Si los terapeutas no llevan a cabo esta unión, los hijos sienten que a ellos les
toca hacerlo; lo han venido intentando sin éxito durante años, y los terapeutas contribuyen a
liberarlos de la tarea curativa. Como dice mi colega Oscar Weiner, en esencia, lo que los
terapeutas hacen es sacar "a patadas" a los hijos de la cama de sus padres. A veces el
paciente designado o algún otro de los hijos manifestarán síntomas durante este proceso,
porque sienten que están perdiendo un papel conocido, que les gusta desempeñar, aunque
perturba su ego. Los hijos también se sienten mal cuando ven a sus padres padecer a causa
de heridas pasadas, pero a la larga es confortante; siempre habían sentido que sus
progenitores eran desdichados, pero no sabían por qué. A medida que la incertidumbre
desaparece, los padres parecen ser más reales; como dijo Oscar Wilde, el punto culminante
de la relación con los padres se alcanza cuando comienza uno a perdonarlos.
El hermano "sano" en la terapia familiar
Las principales preguntas planteadas tanto por los profesionistas como por la familia, en
torno al concepto de la patología interrelacionada de la familia y contra el de las
contribuciones de los padres a la enfer medad del paciente designado, son las siguientes: "si
los padres tienen la culpa y el ambiente familiar es el responsable, ¿por qué no están
enfermos los otros miembros de la familia?, ¿cómo pueden ser tan distintos los hijos en una
misma familia?"
Varios investigadores han tratado de dar respuesta a estas preguntas formuladas por los
pacientes, los hermanos y los padres de éstos; pero por desgracia, estos estudios se
circunscribieron únicamente al síndrome de la esquizofrenia y, con una excepción se
basaron en entrevistas separadas y no en la observación de la interacción en la familia. Y¡-
chuang Lu (1961) descubrió que los pacientes esquizofrénicos habían concentrado toda su
inversión emocional en sus progenitores -especialmente en las madres- mientras los
hermanos normales habían realizado este tipo de inversiones más amplias y evitado tanto
un apego, como una repulsión intensa hacia la madre. Prout y White (1956), que
entrevistaron por separado a pacientes esquizofrénicos, a sus hermanos y a sus madres,
llegaron a la conclusión de que el esquizofrénico había sido diferente de sus hermanos
desde la infancia; sostuvieron, con fundamento en los recuerdos narrados, que los pacientes
habían sido más sen-
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Cap. 4 Fundamentos y técnicas de la terapia familiar
Fases intermedias de la terapia familiar
233
sitivos, desdichados y menos sociables que sus hermanos más sanos. También sugirieron
que habiendo sido el niño preesquizofrénico tan dependiente y requerido tal grado
excepcional de apoyo y atención, había sido provocada la sobreprotección de la madre;
ésta, simplemente estaba satisfaciendo las necesidades de un niño débil. Las fallas de estos
estudios son bastante obvias; aceptan las declaraciones de los miembros de la familia
literalmente, no toman en cuenta a los padres y se olvidan de la interacción familiar y de los
factores del sistema. Un enfoque más sutil es el representado en la obra de Lidz y
colaboradores (1963), quienes utilizaron una serie de entrevistas intensivas, visitas al hogar,
tests proyectivos, informes de amigos y maestros, y la observación de la interacción
familiar en dieciséis familias. El problema de los efectos diferenciales de la familia en los
hermanos fue examinado mediante estos métodos extensos, y con las siguientes
consideraciones: los efectos de cambiar las circunstancias familiares, la capacidad de la
madre para proporcionar cuidados y atenciones durante la infancia del paciente, el papel
desempeñado por el hijo en la dinámica familiar, el sexo de los hermanos, los problemas
idiosincrásicas en la relación de los padres con el vástago esquizofrénico, y la interacción
entre hermanos. En primer lugar, descubrieron que al estudiarlos cuidadosamente, los
llamados hermanos "sanos" no lo estaban tanto. Había tanto hermanos psicóticos, como
otros medianamente bien integrados; y todos, salvo cinco o seis de los veinticuatro,
presentaban graves trastornos de la personalidad. Los hermanos que habían realizado un
buen ajuste, lo habían logrado mediante maniobras defensivas de aislamiento y separación
de la familia. Descubrieron que en la mitad de las familias, el paciente fue criado en
condiciones muy distintas de aquéllas en que se crió a los hermanos; las circunstancias
familiares eran tan disímbolas en varios casos, que el paciente parecía haber nacido en otra
familia y no en la misma de sus hermanos. Además, el niño de un sexo determinado puede
ser más vulnerable -dentro de una determinada familia- que el niño del sexo opuesto.
Además, descubrieron que el hijo que se vuelve esquizofrénico, a menudo disminuye el
impacto de la patología de los padres sobre los hermanos, al hacer las veces de blanco para
las intromisiones de los padres, de chivo expiatorio, o de ejemplo que los hermanos deben
procurar no imitar. Al identificar algunos de los elementos dinámicos que toman parte en
las fuerzas diferenciadoras -que obran sobre los hijos de una misma familia-, Lidz y sus
colaboradores han contribuido al progreso de los conocimientos en este campo. Sin
embargo, aunque comprendió algunas observaciones de la interacción familiar, su trabajo
no pudo explicar los niveles más profundos de conocimiento que se ponen al descubierto en
la terapia de la familia, en toda su extensión.
Antes de relatar nuestras experiencias con los hermanos "sanos" en la terapia familiar, creo
conveniente expresar algunas ideas acerca del campo relativamente soslayado del mundo
de los hermanos. Ocurren importantes experiencias de aprendizaje y emotividad entre los
hijos de una misma familia. Los hermanos aprenden a poner a prueba fuertes sentimientos
de amor y de odio, de unos para con otros, que son demasiado peligrosos como para
expresarlos respecto a los padres, a causa de todo lo que está en juego y porque un hermano
o una hermana no le puede hacer a uno mayor cosa, de manera duradera; los hermanos
saben qué lugar ocupan los demás en relación con sus padres y aprenden a ganar, perder o
empatar. Cuando los niños juegan juntos, aprenden a divertirse; ven cómo los otros son
castigados o reciben un trato preferencial, y se ven obligados a lidiar con la culpa o envidia
resultantes; cuando los hermanos se pelean, aprenden a enfrentarse con sus conflictos; y
cuando los padres pelean, los hijos pueden descargar sus frustraciones sobre alguien que
sea ligeramente más débil o más fuerte. Los hermanos se protegen entre sí, de los padres o
cualquier amenaza extrafamiliar; pueden encontrar un aliado de igual tamaño en momentos
de crisis; adquieren la habilidad de entenderse con alguien que no siempre les gusta; luchan
con el conflicto de compartir y querer todo para sí mismos. En pocas palabras, el mundo de
los hermanos es un poderoso subsistema de la familia, que posee su propia cultura. Si
excluyésemos del tratamiento a este sector, obtendríamos un cuadro incompleto de la
terapia familiar.
La variación genética fortuita, heredada, ha sido considerada siempre como la base de las
diferencias de personalidad entre hermanos, y sólo hasta la aparición del concepto familiar
se ha empezado a apreciar de manera más completa la importancia de otros factores. Por
ejemplo, la inculcación de papeles puede determinar la existencia de personalidades
diversificadas en los hijos, que satisfacen necesidades del sistema familiar. Wynne y
colaboradores (1957), han informado de un conjunto de cuadrillizos monocigóticos, cuyos
papeles dentro de la organización social familiar permitían explicar las diferencias en el
desarrollo de la personalidad y las variaciones en las formas que cobraron sus
enfermedades esquizofrénicas. Los diversos hijos de la familia pasaron a representar
expectativas apreciadas o temidas por los padres, basadas en las introvecciones de sus
progenitores; a veces se eligen papeles para los hijos desde antes del matrimonio (por
ejemplo, el hijo que se concibe para "salvar el matrimonio"). En ocasiones, un hijo puede
representar el superego de la familia y otro el id. En cada familia con varios hermanos,
existe "el mimado", "el estudioso", "el que representa la conciencia de la familia" y "el
perdido"; los papeles asignados son infinitos. Los her-
234 Cap. 4 Fundamentos y técnicas de la terapia familiar
Fases intermedias de la terapia familiar 235
manos "sanos" frecuentemente llenan lagunas en la familia y actúan como mejores
intérpretes entre los padres que el paciente designado, y a menudo se les aprecia mucho por
esta razón. Algunas clases de impulsos (por ejemplo, sexuales u hostiles) se consideran
peculiares de algunos niños de la familia; a éstos se les ve a veces según estas maneras
fijas, aun cuando su naturaleza esencial aporte pruebas de lo contrario. Todo terapeuta está
familiarizado con la madre o el padre que continuamente dice que la muchacha "se meterá
en líos con muchachos", hasta el punto en que la hija finalmente "coopera" y se mete en
dichos "líos". Los papeles pueden quedar tan fijados en la familia, que cuando se lleva a
cabo un intercambio de ellos entre dos hermanos, la familia puede interpretar el trueque
como equivalente a una psicosis en uno de los hijos o en ambos; Ryckoff y colaboradores
(1959) han ejemplificado de qué manera hijas "buenas" y "malas" asumieron acting outs,
por presiones conscientes e inconscientes de sus padres, intercambiando papeles, lo cual
provocó violentos trastornos en la familia. Es común ver en la familia de los
esquizofrénicos a un hijo rebelde que ejecuta, mediante acting outs, un papel destructor
complementario del excesivo conformismo del paciente; el mismo conflicto medular puede
existir en el paciente y su hermano, aunque sea manejado opuestamente.
Las anteriores consideraciones nos permiten explicar parcialmente varios fenómenos
notables, que hemos observado en el curso de la terapia familiar. Los hermanos "sanos" que
lograron ajustarse, gracias a no querer saber nada de las enajenadas contradicciones de su
familia, y, que utilizaron las defensas del aislamiento, la constricción, la represión y la
amnesia para poder sobrevivir, se perturbaron más a medida que, en la terapia, se fueron
desenvolviendo los traumas pasados y las maneras de entender las cosas de la familia. Estos
hermanos, frecuentemente comenzaron a exhibir algunos de los mismos síntomas
manifestados por el paciente designado. Hasta el hermano superapto, exitoso, muestra una
patología profunda cuando se rasca la superficie. Durante años, una madre había estado
chantajeando a su familia para que le diese la razón en todo, amenazándola constantemente
con salirse de la casa e irse con su madre. La única manera de prevenir tan triste
acontecimiento consistía en que uno de los hijos se pusiese enfermo. Cuando el paciente
designado empezó a mejorar, la madre comenzó de nuevo con sus amenazas y -uno de los
hijos, al que previamente se le había considerado como el más abierto y saludable de la
familia empezó a exhibir algunos de los síntomas que el paciente designado había
manifestado antes. Esta experiencia es la que da fundamento a la afirmación de los
terapeutas familiares, en el sentido de que los síntomas que se desplazan de un miembro a
otro de la familia representan ajustes, relativamente inespe
cíficos, a las tensiones del complejo familiar total, y poseen un valor para el sistema.
Por regla general, aunque algunos de los hermanos "sanos" reflejan el sistema familiar
durante las sesiones de terapia, lo ocultan o "le siguen la corriente", la mayoría de los
mismos actúan como terapeutas auxilia res o como egos observadores, a causa de su
disposición a poner al descubierto el sistema, revelar secretos de la familia, hacer
comentarios sobre comunicaciones patológicas, y revelar las duplicidades (por ejemplo, un
hijo expresó: "vamos, mamá, sabes perfectamente bien que odias estas reuniones y que no
te gusta lo que te dicen los doctores; pero cuando ellos te preguntan, tú dices que te
gustan"). Debido a que comúnmente se muestran dispuestos a poner al descubierto el
sistema familiar, a los hermanos "sanos" se les encamina particularmente hacia el
desempeño del papel de "miembro ausente". Es más raro que el paciente designado corra el
riesgo de que se le considere traidor a la familia. Algunos de los hermanos, aunque llevan
las huellas de una parte de la patología familiar, son lo suficientemente resistentes como
para ofrecer rescate al hermano o a la hermana enfermos. Hemos visto a algunos manejar al
psicótico de manera mucho más razonable que los padres, con lo cual le tienden un puente
para alejarse de los enredos de la familia.
Posiblemente haya un inconveniente en la utilización de la franqueza de los hermanos
"sanos", en las sesiones de terapia familiar. A veces puede parecer que los terapeutas están
aliados con los hijos, contra los padres. En los hijos se puede desarrollar un gran conflicto
de lealtad, cuando se dan cuenta de que los terapeutas pueden tener una mayor
preocupación por ellos, que sus propios padres. Y éstos, tal vez inciten indirectamente a los
niños a oponerse a los terapeutas, o incluso pueden llegar a tomar represalias contra
aquéllos. A los terapeutas les es muy necesario comunicar su interés en ayudar a todos los
miembros de la familia, aun cuando transitoriamente parezcan estar a favor de uno solo.
Tarde o temprano se habrá de ayudar a los padres para que desempeñen el papel que los
terapeutas han tomado temporalmente.
Al principio, dudamos del acierto de incluir en las sesiones familiares al hermano "sano",
que había logrado eludir a la familia patológica; pero desde que comenzamos a insistir en la
asistencia de los hermanos, empezamos a hacer mayores adelantos. Además, descubrimos
que, a la larga, los propios hermanos salían beneficiados y que se sentían privados y
excluidos cuando se les dejaba fuera. El problema del hermano "sano" es complejo, y
tendrá que seguir siendo estudiado a medida que se vayan acumulando nuevas experiencias
en materia de terapia familiar.
236 Cap. 4 Fundamentos y técnicas de la terapia familiar
Fases intermedias de la terapia familiar 237
Transferencia y contratransferencia
Todo intento de abarcar los múltiples aspectos de la transferencia y de la
contratransferencia en la terapia familiar, en unas cuantas paginas, tendrá por fuerza que
resultar muy incompleto. Puesto que las deformaciones transferenciales en estas complejas
situaciones de terapia familiar resultan extremadamente difíciles de desentrañar,
hablaremos tan sólo de algunos componentes que nos parecen interesantes. En el capítulo 8,
escrito por Whitaker, Warkentin y Felder, se presenta con mayor profundidad el tema de la
contratransferencia.
Freud descubrió que el fenómeno de la transferencia era una cualidad humana ubicua, en
virtud de la cual las personas desplazan sentimientos, pensamientos y fantasias, que hacen
referencia en el presente a otras personas significativas del pasado; la situación del
tratamiento psicoanalítico crea las condiciones para que este proceso se produzca con
mayor intensidad y especificidad. La naturaleza misma de toda situación terapéutica lleva
implícita la regresión. Es casi imposible para cualquier persona evitar sentirse niño y no
tener algunas expectativas profundas y únicas de transferencia frente al terapeuta,
independientemente del aspecto que éste tenga y de lo que haga o deje de hacer. Los afectos
que se transfieren son sobre todo mezclas complejas de miedo, esperanza, odio, admiración,
desprecio, asombro, humillación, amor, vergüenza, etcétera. Estas previsiones de
transferencia son tan forzosas, que la personalidad real del terapeuta casi no tiene
importancia, hasta que se ha adelantado bastante en el proceso terapéutico; los sentimientos
son tan poderosos, que pueden sobreponerse a las diferencias de personalidad existentes
entre los coterapeutas. Por lo general, las interpretaciones de la transferencia suelen
iniciarse cuando ya va bastante adelantada la terapia familiar, no solamente porque las
transferencias han quedado más fijadas y se reacciona diferencialmente a los terapeutas,
sino también porque les resulta más difícil a los miembros de la familia utilizar las
interpretaciones cuando se encuentran entregados sólo periféricamente a la terapia, en sus
fases iniciales.
Sin duda alguna, la transferencia no se produce de la misma forma en la psicoterapia
individual o familiar que en la terapia psicoanalítica ortodoxa. La situación de la terapia
familiar se ve complicada por la presencia simultánea de dos o tres generaciones, aparte de
los terapeutas. Cuando se repiten actitudes emotivas del pasado y se asignan papeles a los
diversos miembros y a los terapeutas, es preciso distinguir entre el miembro real de la
familia, al cual se está respondiendo, y la introyección de esa persona. En otras palabras, las
deformaciones por transferencias, de los miembros de la familia, no solamente se
manifiestan
respecto a los terapeutas, sino también respecto a cada uno de los miembros de la familia.
Al mismo tiempo que se reacciona ante los terapeutas, tomándolos como abuelos, madre,
padre, hermanos, etcétera, por parte de cada uno de los miembros de la familia, nace una
complejidad adicional del hecho de que cada uno percibe y aprehende los paradigmas de la
transferencia individualmente, lo que produce efectos de retroalimentación. Ademas, todas
las distorsiones transferenciales se llevan a cabo dentro del contexto de las expectativas de
papel social convencional de los pacientes y de los médicos, así como de otras
consideraciones de la realidad. Por supuesto, los terapeutas introducen sus propias
interpretaciones equivocadas de transferencia y contratransferencia. En consecuencia, nos
quedamos cortos al decir que el tema de la transferencia en la terapia familiar es complejo.
Tal vez su complejidad explique la falta de bibliografía sobre el tema, pero no reduce su
importancia. En verdad, al igual que en todas las formas de terapia, los fenómenos de
transferencia tienen -una importancia capital y es indispensable contar con técnicas para
tratarlos, si se quiere llevar a cabo la terapia familiar intensiva y prolongada, por la que
hemos venido abogando.
La terapia familiar ha revelado también una nueva clase de transferencia: la del sistema
familiar en su conjunto, que es algo más que una colección de distorsiones individuales.
Cuanto más "enfermo" está el sistema, tanto más obvia es la transferencia familiar; las
familias más integradas pueden desempeñar su papel "normal" de mucho mejor manera.
Como se mencionó al principio de este capítulo, dos terapeutas que se escogen el uno al
otro, eligen también una determinada familia para trabajar con ella; los evaluadores
iniciales de la familia pueden o no terminar siendo sus terapeutas. Las razones que los
llevan a seleccionar una familia, indudablemente tienen que ver con las primeras
experiencias de su propia vida familiar, como individuos, así como con la naturaleza de la
relación del equipo de coterapia. Aunque esta respuesta instintiva del terapeuta ante un
paciente se produce en la psicoterapia individual, cuando ocurre en una familia posee una
cualidad totalmente diferente.
Mencionaremos en seguida los aspectos de la familia que pueden atraer o repeler a los
terapeutas: el aspecto físico de la familia, su manera de vestir y de comportarse en general;
la forma en que se ocupan de sus sentimientos, el estilo de relacionarse los unos con los
otros, el grado de desorganización o lo que sea, la manera como los padres tratan a los hijos
y se tratan el uno al otro; su aparente insaciabilidad o capacidad de satisfacerse; la
sensación que les provoca a los terapeutas de que no se les puede dar nada, o de que tienen
necesidad de demasiadas cosas; el hecho de que la familia sea deprimida o paranoica; la
238 Cap. 4 Fundamentos y técnicas de la terapia familiar
Fases intermedias de la terapia familiar 239
excesiva evidencia de hostilidad o su impresión de destrucción dentro de la familia; sus
reacciones cuando alguien llora; su drástica violación de lo establecido. Además, todos
hemos pasado por la experiencia de sentir inicialmente desagrado por una familia y luego
comenzar a quererla poco a poco, y viceversa. Cuando algunos aspectos de la familia
resultan atractivos para determinadas tendencias de los terapeutas, que se derivan de sus
propios imagos internos, éstos son capaces de acercarse a la familia y, de tal manera,
elegirla para la terapia. Estos elementos de transferencia de los terapeutas a menudo no se
perciben, pero indudablemente forman parte del proceso que determina cómo se llevará a
cabo el tratamiento. Las actitudes subjetivas -a menudo inconscientes- del equipo
terapéutico, probablemente tengan más que ver con el resultado de la terapia, que la misma
naturaleza de los problemas familiares.
Así, la fuente de transferencia o contratransferencia que está más "cargada", emotivamente,
y acerca de la cual muy poco se ha escrito -con la notable excepción del grupo del Atlanta
Psychiatric Clinic (Whitaker y Malone, 1953)- tiene que ver con las necesidades de los
terapeutas y la forma en que sus propias relaciones familiares personales, lo mismo actuales
que pasadas, afectan al proceso terapéutico.
A menudo se pasa por alto el hecho de que la contransferencia es un fenómeno
inconsciente; cuando los terapeutas reaccionan con sus propias inclinaciones y
preconcepciones irracionales, no se dan cuenta de ello en el mismo instante del suceso.
Podrán reconocer el sentimiento o respuesta exagerados más tarde, cuando se lo señale un
coterapeuta o todo el grupo observador. La terapia familiar está especialmente expuesta a
provocar reacciones impropias a causa de lo "cargadas" que están las interacciones. No
puede uno mantenerse tan distante de una familia, como de un paciente en particular; es
casi imposible no quedar atrapado en el drama de la interacción familiar. Hay también algo
en el trabajo con la familia, en contraste con el trabajo con individuos: lo tienta a uno a
"juzgar", mientras pretende ser objetivo. Cuando un niño está siendo cruelmente explotado
o alguien se retuerce impotente bajo el influjo de una devastadora atadura de "lo hagan o
no, estoy perjudicado", resulta difícil a los terapeutas mantener la distancia clínica. En el
caso de una familia, existe gran tentación a esquivar defensas para llegar al meollo de la
cuestión, a estructurar menos y hacer menos preparativos para una interpretación, a no
tomar en cuenta todo lo que se sabe que debe hacerse y que no debe hacerse, de lo que se
ha ido aprendiendo en el entrenamiento de la psicoterapia. Esto no quiere decir que esté
equivocado o que sea malo tal procedimiento reactivo; sin embargo, en el caso de una
familia, parece tener validez un diferente conjunto de reglas
terapéuticas, y esta actitud aparenta ser producto natural de haber estado tratando a una
familia entera y tenido que lidiar con las materias brutas de la vida, por así decirlo. La
terapia familiar puede subírsele a la cabeza a los terapeutas; existe una propensión
magnética a remodelar a nuestros propios progenitores, y a convertir en una madre y un
padre mejores a los que están sometidos a observación. ¡ Esta es una oportunidad ideal para
reconstruir las luchas de la propia familia de uno, de manera que en esta familia se pueda
lidiar con ellas y se las pueda llegar a dominar!
La salvaguardia que se suele recomendar para reducir al mínimo las deformaciones de la
contratransferencia es el propio análisis o psicoterapia personales, pero ningún análisis
libera realmente a nadie de todas sus tendencias neuróticas, y además, el psicoanálisis no
puede tratar directamente los elementos transaccionales de la familia. En la estructura de
nuestra organización, mediante la observación directa de las sesiones por parte de todo el
grupo terapéutico y con la utilización de grabaciones en cinta, existe la oportunidad de que
miembros del personal que no participan en la terapia directamente hagan comentarios en
torno a las falsificaciones por contratransferencia, así como respecto a engorrosos
problemas de la realidad. (Por ejemplo, un equipo terapéutico necesitó mucha ayuda del
personal para controlar sus sentimientos a causa del incesto consumado, patente, que había
ocurrido en una de las familias.) Se ha descubierto que posee un valor esencial la discusión
continua de la dinámica, las metas, las técnicas y los fenómenos de transferencia y
contratransferencia entre coterapeutas, después de cada sesión de terapia. Estas metas
pueden alcanzarse mucho mejor en sesiones del personal, donde observadores
independientes pueden ofrecer sus impresiones y ayudar a aclarar discrepancias entre
miembros del equipo. Ha resultado especialmente útil la introducción en las sesiones de -un
tercer terapeuta como consultor temporal, cuando los otros dos se vieron en peligro de
quedar absorbidos por el sistema familiar y no podían salir de algunos surcos y canales, con
la consiguiente pérdida de libertad de acción.
La terapia familiar es un trabajo exigente, desde el punto de vista emocional, y crea en los
terapeutas intensos sentimientos que deben contenerse durante las sesiones, o que por lo
menos solamente deben recibir expresión terapéutica. Sin embargo, detrás del espejo de
observación, el personal de terapeutas da salida frecuentemente a sus frustraciones,
comportándose infantilmente, haciendo observaciones maliciosas o interpretaciones
hostiles acerca de una familia, bromeando y mofándose, todo ello en la impunidad de esta
posición segura. Hemos descubierto que es necesario entregarse a esta especie de
liberación, e incluso llegado a pensar que la terapia familiar no puede llevarse a cabo
aislándose de los colegas.
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Cap. 4 Fundamentos y técnicas de la terapia familiar
Fases intermedias de la terapia familiar
241
Relación en el equipo de coterapia
Desde que comenzamos a tratar familias, convertimos en rutina el empleo de dos terapeutas
por equipo, en vez de solamente uno; pero reconocemos el hecho de que algunos
terapeutas, en otros centros de terapia familiar, están dispuestos a enfrentarse solos a una
familia y, por lo que dicen, han podido trabajar eficazmente de esta manera. Además,
reconocemos francamente que el procedimiento de trabajo en equipo tal vez se creó
originalmente más para la seguridad de los terapeutas que de la familia, pues si no pueden
estar seguros, se reducirá su utilidad para los pacientes. A nuestro juicio, la seguridad de
relación que da el equipo es un recurso necesario, pues la terapia familiar, especialmente a
largo plazo, puede dar origen a sentimientos fuertes y extraños que pueden resultar
profundamente perturbadores. El sistema de la familia es mucho más poderoso y experto
que el de cualquier equipo de terapeutas.
Al ir reuniendo experiencias, gracias a nuestro modus operandi, descubrimos que el trabajo
en equipo, a pesar de sus desventajas, aportaba otra dimensión que tenía su propio valor
terapéutico, a saber, le pro
porcionaba a la familia unos "padres". Así pues, el proceso terapéutico total ha llegado a
comprender no sólo a la dinámica intrafamiliar, sino a la dinámica de la relación de equipo
y las influencias recíprocas que ejercen el equipo y la familia. En su totalidad, el proceso
constituye una unidad, aunque para facilitar los comentarios en este capítulo, cada factor
haya sido abstraído artificialmente del conjunto interconectado. En un artículo de
Rubinstein, Weiner y colaboradores (1964), se ofrece un informe más detallado de la
relación del equipo de coterapia en nuestra unidad.
La dinámica de la relación entre coterapeutas es complicada y existe en varios niveles. Los
terapeutas deciden trabajar juntos parcialmente con fundamento en indicios extremamente
sutiles e inconscientes, que proba blemente estén relacionados con experiencias semejantes
en sus propias familias de origen, o haber conocido parecidos estilos de expresión, de la
calidad del afecto, etcétera, todo lo cual los hace sentirse atraídos el uno al otro y les
permite zanjar sus diferencias de manera relativamente congruente. Los coterapeutas
podrán dar la impresión de ser personas de muy diversa clase, que trabajan
complementariamente, y sin embargo, con toda probabilidad comparten experiencias
introyectadas semejantes. Sobreponen las afinidades fundamentales de sus personalidades a
las diferencias de sexo, profesión, cultura, religión u orientación teórica y, con toda
probabilidad, ello determina la satisfacción de necesidades profundas en la relación y las
deformaciones por transferencia, por igual. La
confianza y la sensibilidad de un terapeuta para con otro es un requisito previo, para poder
trabajar con familias; esta concordancia primaria puede tolerar que exista la divergencia
entre ellos, así como permitirles manejar la ansiedad familiar. Al igual que en un
matrimonio, una relación de equipo tiene su propia evolución y ha de llegarse a un
entendimiento en lo que respecta a las ambivalencias existentes entre terapeutas, pues la
familia a menudo las explota. Si el fundamento de la relación es suficientemente sólido, los
dos terapeutas pueden alternarse los papeles de hijo y padre para cada uno de ellos, aun
cuando sigan siendo dos padres o esposo y esposa para la familia. Si no existe una buena
relación en el equipo, no puede llevarse a cabo una buena terapia familiar.
Hemos descubierto que cuando la terapia familiar se ha estancado y no hace más que girar
sobre sí misma, los primeros esfuerzos para diagnosticar el problema no deberían orientarse
a la familia sino a la relación de equipo. Si a un terapeuta le perturba algo que está
ocurriendo en la familia, lo primero que debería hacer es averiguar si existe algún problema
en la relación de equipo. En nuestra unidad, cuando el equipo es incapaz de resolver los
problemas por sí mismo, todo el personal observa una sesión familiar o escucha registros
grabados de las sesiones. Cuando los miembros del equipo pueden superar sus defensas
individuales y colectivas, se encuentran en situación de examinar el origen de las
dificultades que están experimentando en su relación. Por ejemplo, un terapeuta puede
sentirse excluido a causa de que el otro haya establecido derechos de propiedad sobre un
miembro de la familia; cuando -un terapeuta "saca" más de un miembro de la familia que
de su compañero de equipo, se está portando como el progenitor de la familia
esquizofrénica que recurre más a su hijo que a su cónyuge. Parte del proceso que se da
entre los coterapeutas es función del proceso colectivo de todo el personal; por supuesto, la
familia total de terapeutas tiene sus propios mitos, reglas y sistemas. A veces la conducta de
los terapeutas se ve más regulada por la impresión que tratan de causar en sus colegas que
lo están contemplando detrás del espejo, que por la estrategia del equipo o las necesidades
de la familia.
La relación de equipo permite a los terapeutas tolerar amplias divergencias de estilo, así
como las pruebas a que la familia someterá a dicha relación. Un terapeuta podrá ocuparse
del material de procesos prima rios y el otro del material de los secundarios. Un terapeuta
se mantendrá relativamente al margen del enredo familiar y rescatará a su coterapeuta
cuando éste pierda objetividad. Hasta un equipo que haya venido funcionando
armoniosamente, y cuyos individuos cuenten con una larga experiencia de trabajo en
conjunto, podrá resentir los efectos de algunas maniobras de la familia. Una de las pruebas
más severas se presenta
242 Cap. 4 Fundamentos y técnicas de la terapia familiar
Fases finales de la terapia familiar
243
cuando la familia trata de dividir a los terapeutas en objetos malo y bueno, aislando al
primero. Este omnipresente fenómeno humano es producido por toda una diversidad de
motivos: puede entenderse como un vestigio de intentos anteriores entre los padres para
dividir y vencer, de poner a prueba a los progenitores; puede cumplir fines de resistencia o
conducir a provocar celos o competencia entre los terapeutas. La maniobra puede resultar
especialmente eficaz cuando existen rivalidades latentes entre éstos o si encaja con la
necesidad inconsciente de un terapeuta de que lo consideren capaz de dar y dotado de un
enorme sentido de responsabilidad, o con la necesidad inconsciente del otro terapeuta de
que lo vean como el "malvado". Si uno de los dos siente gran necesidad de que una familia
lo quiera, al otro miembro del equipo se le podrá considerar como estorbo, o tal vez se le
utilice como medio para obtener satisfacción de parte de la familia. En este problema de
equipo hay un paradigma de la relación entre hermanos. Se siente uno mejor cuando vence
a un hermano para conquistar el amor de los padres, que cuando se es hijo único y no hay
nadie con quién competir. Surge otro problema cuando se considera a un terapeuta del
equipo como experto y al otro como aprendiz. Frecuentemente, la familia impondrá su
estructura al equipo terapéutico (por ejemplo, un médico judío será considerado por una
familia judía como el terapeuta experto; o bien, si uno de los terapeutas ha atendido
individualmente al paciente designado, la familia lo considerará como el "médico"). El
terapeuta preferido no puede menos que reaccionar al concepto que la familia tiene de él.
Será preciso sacar a relucir algunos de estos problemas y discutirlos con la familia; si los
terapeutas no se comunican el uno con el otro, la familia tampoco lo hará. Las emergencias
y las pruebas por las que pasa la familia durante la terapia, frecuentemente acercan más a
los miembros del equipo y de tal manera unen a éste con la familia.
Hay algunas familias que no permitirán a los terapeutas el ingreso en su sistema porque
utilizan técnicas pasivas de no envolvimiento. Esta clase de familias, que por lo común
contienen un miembro con acting out, se muestran superficiales y triviales una vez que ha
pasado la crisis inmediata (por ejemplo, cuando la policía ha detenido al hijo). Asisten a las
sesiones, pero su conducta silenciosa parece decir: "hazme", como si quisiesen decir: "bien,
ya estamos aquí; ahora hagan algo por nosotros, sin que tengamos que pedirlo". La
seguridad de la relación de equipo es muy importante en estas ocasiones, a causa de la ira y
la ansiedad provocadas en los terapeutas. Los coterapeutas, después de haber realizado
esfuerzos por provocar sentimientos e interacciones entre los miembros de la familia,
frecuentemente tienen que apoyarse el uno en el otro para establecer contacto, o tienen que
aprender a utilizarse mutua
mente para mantener silencio. Las familias que permiten a los terapeutas un ingreso
demasiado rápido en el sistema pueden ser engañosas, y a veces es necesario que los
terapeutas se salven entre sí del atolladero.
En conclusión, hemos descubierto que en la relación de un buen equipo terapéutico hay una
cualidad que ayuda a menguar la ansiedad de la familia, de manera que los miembros
pueden explorar con mayor libertad las profundidades de sus relaciones. La relación de
equipo ayuda a que la familia conciba la esperanza de que algo mejor pueda surgir de su
desdicha.
FASES FINALES DE LA TERAPIA FAMILIAR
Entre las vastas zonas inexploradas de la terapia familiar se encuentra la cuestión de la
dinámica y el manejo de las etapas finales de tratamiento y su conclusión. Existe poca
información a este respecto, no solamente porque son escasos los lugares de los Estados
Unidos en los que se está efectuando terapia familiar a largo plazo, sino también porque no
son muchas las familias que llegan a la fase de la conclusión natural (es decir, aquélla en la
que están mutuamente de acuerdo los terapeutas y la familia, por estar convencidos
unánimemente de que ha tenido lugar el crecimiento). No hemos trabajado un tiempo
suficiente como para haber visto a un número considerable de familias alcanzar las fases
finales; así también, es difícil comprender la dinámica del proceso de conclusión de la
terapia.
Toda clase de resistencias familiares caracteriza las fases final e intermedia de la terapia,
pero cobran una forma algo diferente. Durante largo tiempo se observa mucha monotonía
porque cada miembro de la familia presenta una y otra vez el mismo material, y
eternamente suma dos y dos y obtiene cinco. Desde luego, todo progreso se detiene en
ocasiones; se establece aquí una nueva conexión, se retrocede un poquito allá; varios
miembros están preparados para avanzar a nuevas definiciones de las relaciones, pero un
miembro no hace más que obstruir el proceso; o una combinación de dos retarda a un
tercero. Los mismos viejos hábitos y patrones familiares jalan hacia atrás constantemente a
la familia, al mismo tiempo que estas personas desesperadas están tratando de encontrar
una salida a su desgracia. Interpretaciones repetidas muchas veces los hacen reaccionar
como si las oyesen por primera vez.
Cuando el sistema familiar comienza a resquebrajarse, se provoca una intensa agitación;
puede haber amenazas de suicidio, asesinato y divorcio. La ruptura del sistema crea
también ansiedad en los terapeutas, que pueden reaccionar avanzado en una de dos
direcciones: ofreciendo más apoyo, sesiones más frecuentes o haciendo ofrecimientos de
terapia
244 Cap. 4 Fundamentos y técnicas de la terapia familiar
individual. O bien, pueden comenzar a apartarse de la familia; una reflexión tal vez los
haga darse cuenta de que habían estado dando indicios de que, en su opinión, la familia
debía concluir el tratamiento, consistente por ejemplo en llegar tarde a las sesiones,
impacientarse más, aumentar la cantidad de interpretaciones, insistir en condiciones que
sabían que la familia no podía aceptar o prestar atención al aspecto patente, negativo, de la
ambivalencia de la familia, en lo que respecta a acudir a las sesiones.
Hemos descubierto que la amenaza de concluir un tratamiento es un poderoso movilizador
de las motivaciones para el cambio y aflojar algo las cosas. Cuando preguntamos a algunas
familias por qué vienen semana tras semana sin cambiar esencialmente, rara vez pueden
expresar verbalmente sus metas, salvo diciendo: "queremos que nuestra hija (o nuestro hijo)
se ponga bien" o "necesitamos una familia más feliz". Cuando señalamos la futilidad de
continuar sin testimonios de un deseo de cambio, se provoca una gran aprehensión, aun en
padres que nunca han aceptado la idea de que son pacientes o solamente lo han aceptado de
dientes para afuera. Una madre nos insinuó que si los abandonábamos, haría que su hija
enfermase de nuevo. Los miembros de la familia viven un gran conflicto entre el deseo
poderosísimo de mantener el statu quo, el equilibrio homeostático previo, por una parte, y
el deseo dependiente de agradar a los terapeutas, de ser aceptados y queridos por ellos, por
otra. Sin embargo, a menudo se sienten honradamente confundidos acerca de lo que
significa "cambio". Una de las madres, que había controlado todo el dinero de la familia y
tenía la casa a su nombre, interpretó que el cambio consistía en hacer más, y no menos, de
lo que ya estaba haciendo; y dijo: "ya he hecho bastante; ¡no puedo hacer más!" Su esposo
comenzó una de las reuniones diciendo: "bueno, creo que lo que quieren es que yo sea un
hombre más fuerte, más dominante", y luego se volvió hacia su esposa y le preguntó: "¿no
estás de acuerdo, querida?"
4 Tal vez esto sea lo que el autor de la obra intitulada F¡¿ ,e Finger Exercise (Shaffer, 1959)
trata de hacernos ver, cuando el tutor llega a vivir con la familia y el hijo le dice desde la
primera conversación con él: " . . mire, le voy a hacer una advertencia. Esto no es una
familia, es una tribu de caníbales. Entre todos, nos comemos todo lo que podemos ... ¿cree
usted que estoy bromeando?" El tutor, que se
siente incómodo por lo que acaba de oir, le responde: "yo creo que tienes la fortuna de
poseer familia". Y el hijo le replica: "yo creo que usted tiene la suerte de no tener una ...
perdóneme. Estoy haciendo chistes de mal gusto. En realidad, escogemos con mucho
cuidado a nuestras víctimas. Solamente nos comemos a otros miembros de la familia."
252 Cap. 4 Fundamentos y técnicas de la terapia familiar
Evaluación subjetiva de la terapia familiar
253
personas y empiezan a entender un poco mejor por qué éstas hacen lo que hacen, y que
dadas una historia particular y las circunstancias presentes, hacen lo que tienen que hacer.
Desde el punto de vista subjetivo, los terapeutas experimentan una mescolanza de
sentimientos mientras atienden a estas familias: empatía, aborrecimiento, perplejidad,
aislamiento, amor, asco, simpatía, etcétera. Cognoscitivamente, evalúan, juzgan, sienten,
combinan estrategias con el coterapeuta, maniobran, se observan a sí mismos, etcétera.
A veces nos hemos preguntado de qué manera la terapia perturbaba a las familias. En la
terapia individual se suele oír a los pacientes que jarse de que se sienten peor que cuando
comenzó el tratamiento. Tam bién las familias acostumbran decir que se sienten más
perturbadas; hay amenazas de divorcio y asesinato (ninguna de las cuales se han cumplido
realmente), quejas de que estamos "arruinando" a la familia, informes de que han
aumentado las disputas en el hogar, etcétera. Sin embargo, al examinar con mayor atención
esta cuestión, nos preguntamos: ¿cuál era el estado de cosas en la familia antes de que
interviniésemos nosotros? ¿No ocurrió acaso que su relativa tranquilidad se alcanzó
sacrificando a un miembro de la familia y convirtiéndolo en paciente? ¿No ha existido un
descontento profundo, pero no reconocido, durante años? Todo procedimiento de
investigación tiene que alterar forzosamente patrones rígidos, provocar más desdicha,
frustrar intereses creados intrafamiliares y hacer que las cosas, transitoriamente, parezcan
andar mucho peor. Es interesante señalar que a medida que hemos ido adquiriendo mayor
experiencia en materia de terapia familiar, también hemos venido oyendo menos quejas de
esta clase. Como en todas las formas de psicoterapia, indudablemente, la terapia familiar
tiene vastos efectos colaterales. A veces las familias exageran el análisis en el hogar y se
ponen a interpretarse unos a otros; incluso pueden utilizar lo que hayan dicho los terapeutas
en las sesiones para apoyar mejor un punto que están defendiendo (por ejemplo: "mira, el
doctor dijo que tienes sentimientos hostiles hacia tu madre y los desquitas conmigo"). A los
parientes cercanos, los cambios en los miembros de la familia les pueden resultar muy
penosos.
Es interesante especular sobre la razón por la cual Freud, a pesar de todo su genio para
captar tantas verdades fundamentales acerca de la naturaleza del hombre, no llegó a
reconocer plenamente y manejar terapéuticamente la patología interpersonal,
interconectada, entre personas estrechamente relacionadas. Aunque en cierto sentido puede
decirse que nadie comprendió mejor que Freud las luchas intrafamiliares, su hincapié en la
reconstrucción y elaboración de la dinámica familiar dentro de la propia mente, y todo lo
que hizo por desalentar la partici
pación de los miembros de la familia en el proceso de tratamiento de los individuos,
estableció la practica de la exclusión de aquélla en la mayoría de las formas de psicoterapia.
Hasta ahora, la ciencia ha tenido siempre que confiar en la información de segunda mano
acerca de la familia, en los informes rendidos por los pacientes, en los cuestionarios o en lo
que han dicho los miembros de la misma, a quienes se ha interrogado por separado. Al
observar la interacción de la familia entera comenzaron a descubrirse fenómenos que antes
no se habían conocido, porque las condiciones especiales de su revelación nunca habían
estado presentes. Es probable que esta generación de terapeutas de la familia haya realizado
una importante aportación científica al establecer el concepto de familia y reconocer
algunas de sus profundas implicaciones; tal vez se necesitará otra generación de clínicos-
teóricos, para integrar mas aún las esferas intrapsíquica y transaccional, antes de que la
terapia familiar se convierta en una forma refinada, específica de tratamiento, con límites
conocidos. Haciendo a un lado las consideraciones prácticas del tratamiento, a la larga, la
significación del enfoque sobre las transacciones familiares consiste en un gran reto
conceptual para la psicopatología contemporánea y la teoría de la personalidad, en su
conjunto.
Solamente ahora comenzamos a darnos cuenta de algunas de las connotaciones y de las
consecuencias más amplias del enfoque familiar. Esta terapia, que originalmente concentró
su atención sobre los pacientes esquizofrénicos y sus familias, ha empezado a ser aplicada a
una gran variedad de estados clínicos en el paciente designado, incluyendo la neurosis, los
trastornos de personalidad que se manifiestan por medio de acting outs, los estados
psicosomáticos resistentes, los problemas del aprendizaje, así como problemas de
restricción del ego e inhibición, el alcoholismo, problemas de las personas de edad
avanzada, de aquellas con desviaciones sexuales, etcétera. Los investigadores de los centros
para la prevención del suicidio están aprendiendo que hay mejores oportunidades de
impedirlo, cuando se examina a toda la familia y puede comprenderse mejor el sentido del
intento o la amenaza de realizarlo. El enfoque tradicional en la orientación infantil va
cediendo gradualmente su lugar al enfoque familiar en varios estados de la Unión
Americana. Y los centros de salud mental de la comunidad en el futuro bien podrán llegar a
convertirse en centros de salud mental de la familia. Incluso en aquellas situaciones clínicas
en las que no puede emprenderse la terapia familiar, los clínicos están comenzando a
descubrir el valor diagnóstico de las entrevistas de evaluación de la familia como trabajo de
rutina, pues se han dado cuenta de que este enfoque constituye el mejor método para
establecer el significado de la enfermedad y averiguar qué ocurrió en la familia y
contribuyó a producirla. La terapia familiar tiene un gran
254 Cap. 4 Fundamentos y técnicas de la terapia familiar
Referencias bibliográficas
255
futuro, pero como hay tan pocos terapeutas familiares entrenados, es una tarea que lleva
mucho tiempo, y el conocimiento en este campo se encuentra aún en sus etapas
preliminares, seguirá siendo durante algún tiempo un procedimiento altamente selectivo y
limitado, aunque las adaptaciones de algunos de sus principios fundamentales llegarán a
utilizarse algún día para tratar algunos de los males sociales de nuestro tiempo. El valor
último de la terapia familiar se encuentra probablemente en el campo de la prevención; los
hijos de la familia tratada, que lleguen a casarse y formar sus propias familias, contarán con
una mayor capacidad para la creación de una sana vida familiar.
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Cap. 4 Fundamentos y técnicas de la terapia familiar
Psicoterapia familiar de la esquizofrenia en el bospital
y en la práctica. privada
Murray Bowen
EL MÉTODO ESPECÌFICO DE PSICOTE rapia familiar para el tratamiento de la
esquizofrenia que describiremos aquí se fue desarrollando como parte integrante de una
premisa teórica acerca de la naturaleza y el origen de la esquizofrenia. La premisa se
amplió más tarde hasta convertirse en un "concepto familiar de la esquizofrenia" y más
recientemente, en una "teoría familiar de la enfermedad emocional". Gran parte del material
teórico y preliminar ha sido mencionado ya en las obras de Bowen, Dysinger, Brodey y
Basamania (1957) ; Bowen (1959) ; y Bowen, Dysinger y Basamania (1959). El concepto
familiar de la esquizofrenia ha quedado expuesto en Bowen (1960) y la psicoterapia
familiar de la esquizofrenia en Bowen (1961).
Presentamos aquí una serie de secciones que comienzan con conceptos teóricos amplios y
van llegando, a través de una teoría más específica y de las aplicaciones clínicas de ésta, a
una descripción clínica de la psicoterapia familiar. Se ha hecho un considerable hincapié en
la orientación teórica. El psicoterapeuta establece y controla el medio en el que se lleva a
cabo la psicoterapia, y su pensamiento teórico acerca de la naturaleza del problema que ha
de tratarse determina su enfoque del mismo, los procedimientos de que se valdrá, las
observaciones que
257
258 Cap. 5 Psicoterapia familiar de la esquizofrenia en el hospital
Antecedentes
259
hará y la forma en que responderá y reaccionará a medida que vaya avanzando el
tratamiento. Por consiguiente, conviene conocer el énfasis teórico específico del terapeuta
en toda descripción de un método de psicoterapia.
El orden específico de esta presentación es el siguiente: la primera sección constituye un
breve repaso de las etapas importantes en el desarrollo de la teoría familiar. Se presenta
para aclarar diferencias entre la teoría familiar Y la individual, la cuál concibe al trastorno
emocional como una psicopatología circunscrita a la persona del paciente. Es difícil
comunicar una orientación familiar a aquellos cuyos pensamiento y sistema perceptual
operan en términos de la teoría individual. Las diferencias entre la teoría individual y la
familiar se repiten en un contexto diferente en cada sección de este capítulo. La segunda
sección es una consideración específica de algunos puntos importantes de la orientación
teórica. La tercera es un resumen breve de la teoría familiar de la enfermedad emocional.
Se interpreta la esquizofrenia como parte del espectro total de la adaptación humana. La
comprensión de los tipos menos severos de enfermedad emocional puede hacer mucho en
favor de la comprensión de la esquizofrenia. La cuarta sección es una descripción del
proceso de proyección familiar, en virtud del cual un problema de los padres se trasmite a
un hijo, proceso especialmente importante en la esquizofrenia. La quinta sección es una
descripción de un programa clínico que tiene como objeto modificar el proceso de
proyección familiar en el hospital y en la práctica privada. La sexta sección se ocupa de
principios y técnicas específicos para el uso de este método de psicoterapia familiar. La
última sección constituye una estimación del estado actual del método de la psicoterapia
familiar que estamos presentando.
ANTECEDENTES
El trabajo inicial, en el desarrollo de la teoría familiar de la enfermedad emocional, se
fundó en las experiencias previas alcanzadas a través de la psicoterapia individual de la
esquizofrenia. Comenzó con un estudio clínico' que duró cinco años, en el cual a diversos
miembros de la famiila del paciente, lo mismo que a éste, se les sometió a psicoterapia
individual. Al desplazar el hincapié hasta incluir a los miembros de la familia, empezó a
destacarse el sistema de relación entre aquellos. Se concentró la atención en el vínculo
simbiótico de madres y pacientes. Presentó particular interés el carácter cíclico de la
relación simbiótica, en la que los miembros de cada pareja de madre y paciente podían a
veces sentirse tan cerca el uno del otro, que parecían "hermanos siameses emocionales" o,
en otras ocasiones, tan distantes y hostiles que se repelían recíprocamente. Algunas
características de la relación simbiótica quedaron incorporadas a una hipótesis detallada,
concerniente a -la etiología de la esquizofrenia.
Los pasos más importantes en el desarrollo de la teoría familiar se dieron durante un
estudio formal de investigación familiar,' durante el cual los pacientes esquizofrénicos y sus
familias residieron en un pabellón de psiquiatría. Al comienzo de la investigación, la
hipótesis del trabajo anterior se incorporó a un plan de investigación para que las madres
vivieran en la sala, con los pacientes esquizofrénicos. La investigación reveló
características sorprendentemente "nuevas" de la relación madrepaciente, que no se habían
"visto" claramente en el trabajo anterior. En la sección siguiente se describirán estas
características. ¿Por qué no se habían advertido con claridad estas observaciones
anteriormente? La hipótesis era la misma y las familias presentaban la misma clase de
problemas clínicos. Dos factores parecían explicar el cambio. Uno de ellos fue la situación
del_ vivir en estrecho contacto, que determinó que las acciones y las respuestas relacionales
fuesen más intensas; pero el factor que nos pareció más importante fue el de la "ceguera
observacional" de los investigadores. Los hombres suelen no ver lo que tienen ante sus.
narices, a menos de que encaje en su marco teórico de referencia. Por ejemplo, los hombres
habían estado mirando los huesos de animales prehistóricos durante siglos, sin "verlos"
realmente; creían que la Tierra había sido creada exactamente como se la ve ahora y no
pudieron "ver" los huesos hasta que apareció la teoría de la evolución. El trabajo inicial con
las familias se fundó en la teoría individual, la cual concentra tanto su atención en el
paciente, que no es posible "ver" realmente a la familia. El desplazamiento hacia la
hipótesis de la relación simbiótica fue un paso conducente a la orientación sobre la familia.
Creo que este cambio específico estuvo determinado más por las limitaciones del
pensamiento teórico, que por la precisión con que el concepto describe al fenómeno de la
familia. En la bibliografía profesional, ya se había descrito la relación simbiótica; era una
ampliación compatible de la teoría. individual y describía con precisión un campo del
fenómeno de la familia. Solamente entraba en foco la relación madre-paciente, porque la.
"ceguera observacional" dejaba en las sombras al resto del fenómenoLa investigación que
tenía como objetivo la observación del "vivir juntos" constituyó otro paso más hacia la
orientación sobre la familia. Aunque la hipótesis todavía se expuso exactamente como en el
estudio in
Llevado a cabo en la Menninger Clinic y en el Shawnee Guidance Center, de Topeka,
Kansas, 1949-1954.
2 Llevado a cabo en el Centro Clinico del National Institute of Mental Health, Bethesda,
Maryland, 1954-1959.
260 Cap. 5 Psicoterapia familiar de la esquizofrenia en el hospital
Antecedentes 261
formal, la actitud subyacente a la situación de vivir juntos contribuyó a montar el escenario
que permitió "ver" mejor a la familia. La creciente capacidad para "ver" a ésta, mas la cada
vez mayor intensidad de las características de la relación, fueron suficientes para que
abriesen camino las nuevas observaciones. Una vez advertido, el fenómeno de la nueva
relación se hizo tan patente que se difundió en toda la operación. Luego fue posible ver con
claridad el fenómeno, durante el trabajo conjunto con familias de pacientes externos, en las
cuales aquél tenía manifestaciones menos intensas.
El paso mas importante en el desarrollo de la teoría familiar se basó en las "nuevas"
observaciones, y se dio a fines del primer año de la investigación. Se amplió la hipótesis,
hasta comprender a toda la familia en la premisa teórica; el diseño de la investigación se
modificó para permitir que ambos padres, así como otros miembros de la familia, viviesen
en el pabellón con el paciente, y la psicoterapia dejó de ser individual para convertirse en
familiar. Durante los últimos cuatro años del estudio, la premisa teórica se definió más aún
y se amplió hasta convertirla en un concepto familiar de la esquizofrenia, a la vez que la
psicoterapia familiar se desarrolló como parte integrada al concepto familiar.
Simultáneamente a la investigación con las familias residentes, se dio tratamiento a un
número creciente de familias con pacientes extrenos, a las que se sometió a psicoterapia
familiar para pacientes externos. Desde 1959, el autor se ha limitado en lo referente a
psicoterapia familiar, al trabajo con pacientes externos y a la práctica privada.
Los pasos más recientes en el desarrollo de la teoría familiar se basaron en la experiencia
obtenida con la psicoterapia familiar, practicada con familias que no tenían problemas tan
severos como la esquizofrenia. Entre éstas figuraron unas 250, cuyos problemas fueron
desde las neurosis simples, hasta las de grado casi psicótico. Fue sorprendente encontrar
que todos los dinamismos familiares, tan notables en la esquizofrenia, se encontraba
presentes también en las familias que tenían los problemas menos graves e incluso en
familias "normales" o asintomáticas. La experiencia corrobora la opinión de que solamente
hay una diferencia de grado entre la esquizofrenia y la psicopatología menos grave. Los
cambios efectuados durante la psicoterapia familiar tienen importancia para comprender el
fenómeno familiar, y los rápidos cambios efectuados en familias con problemas neuróticos
nos proporcionan una gama de observaciones imposibles de realizar con los cambios lentos
e indefinidos, propios de la esquizofrenia. La experiencia alcanzada con los problemas
menos graves, proporcionó las observaciones necesarias para la ampliación del concepto
familiar de la esquizofrenia, hasta convertirlo en la teoría familiar de la enfermedad
emocional. La teoría ac
tual considera que toda la gama del ajuste humano se encuentra en una sola escala, en uno
de cuyos extremos se encuentran los niveles de madurez mas altos, en tanto que en el otro
están las formas más bajas de desadaptación y enfermedad emocional.
Antecedentes teóricos
Al final del primer año de investigación, la decisión de cambiar la orientación individual
por la familiar puso nítidamente de manifiesto la existencia de diferencias importantes entre
la teoría individual y la fa miliar. Durante el primer año, la orientación teórica se basó en la
teoría individual; cada paciente y cada madre recibieron psicoterapia individual, y la
investigación se orientó hacia la definición de patologías individuales interconectadas. El
cambio se fundamentó en las características recientemente observadas de la relación madre-
paciente. Esta simbiosis era mucho más intensa y amplia en la realidad, que lo que se había
postulado en la hipótesis. La "unicidad emocional" simbiótica no era una entidad en sí
misma, sino un fragmento de una "unicidad emocional" mas amplia, de la familia. Las
observaciones simultáneas de las familias de pacientes externos nos indicaron que los
padres se veían tan envueltos como las madres en dicha unicidad, y que también lo estaban
otros miembros de la familia. Las relaciones familiares mostraban una sucesión de excesiva
intimidad y distancia. En las fases de la intimidad emocional, los sitemas intrapsíquicos de
los miembros de la familia implicados estaban tan estrechamente fusionados, que resultaba
imposible distinguir uno de otro. La fusión abarcaba toda la gama del funcionamiento del
ego. Un ego podía funcionar por el de otro. Un miembro de la familia podía saber con
precisión cuáles eran los pensamientos, fantasías, sentimientos y sueños del otro, además,
podía ponerse enfermo físicamente, como reacción a la tensión emocional de otro. Cada
detalle de la psicosis de un paciente se podía reflejar en la madre. Vimos ejemplos en que la
psicosis del paciente constituía un acting ou.t del inconsciente de la madre. En las fases del
distanciamiento airado, algunos miembros de la familia podían "fusionarse" con otros o con
algunas personas que no eran parientes, como los miembros del personal del hospital, y la
otra persona se "fusionaba" también en el problema familiar. Otra manifestación de la
unicidad familiar era el desplazamiento fluido y espontáneo de las fuerzas y debilidades del
ego, de un miembro de la familia a otro. Podía advertirse parte de una "patología" en un
miembro de la familia y otras partes en los demás. Hacía pensar en un rompecabezas
familiar de fuerzas y debilidades, en el que cada miembro poseía piezas del mismo y había
un considerable intercambio de éstas. Dichas observaciones
262 Cap. 5 Psicoterapia familiar de la esquizofrenia en el hospital
Teoría familiar de la enfermedad emocional
263
nos llevaron al concepto de "la familia como unidad de enfermedad". Una parte del
problema total se encontraba en cada miembro de la familia, y la percepción del problema
en su totalidad no podía llevarse a cabo sin examinar por separado las partes. En algunas
familias, la psicoterapia individual con un solo miembro de ellas bajaba el tono del proceso
emocional en toda la familia, durante periodos variables. Las observaciones realizadas
durante la investigación nos hicieron pensar que la unicidad emocional de la familia en su
totalidad poseía las mismas características fundamentales de la simbiosis madre-paciente.
Expresiones tales como "fusión emocional", "estado de conexión emocional", "unión
emocional" y "fusión del ego', describen con precisión el fenómeno. La hipótesis
"simbiótica" fue descartada y se dirigió el pensamiento hacia el fenómeno familiar, más
amplio.
En la decisión de cambiar la orientación hacia la familia, se ventilaron cuestiones teóricas y
prácticas de capital importancia. Las consideraciones de índole práctica nos inclinaban a
favor de la teoría y la psi coterapia individuales, dentro de los campos "conocidos" de la
teoría y de la práctica; pero las observaciones nos llevaron a pensar que el fenómeno de la
familia era más complejo que la interconexión de patologías individuales. El pensamiento
teórico estricto se inclinaba por completo hacia la orientación de la familia; pero la
hipótesis "familiar'" inicial no estaba bien desarrollada y parecía incomprensible la
psicoterapia de la familia. Se reflexionó sobre diversas combinaciones de las orientaciones
individual y familiar, pero todo plan para realizarlas tuvo inconvenientes. Por ejemplo, la
experiencia nos indicó que la psicoterapia individual podía estorbar algunas observaciones
de la familia. Después de muchas deliberaciones y a pesar de las dudas respecto a su éxito
se tomó la decisión de dedicar todos los esfuerzos a la observación de investigación en la
familia, la ampliación de la hipótesis familiar y a un intento de desarrollar un método de
psicoterapia familiar, al que se daría una buena oportunidad de probar su valor "antes de
retornar a la orientación individual". Clínicamente, se tuvo la idea de incluir en el estudio a
un número suficiente de miembros de la familia, para tener las partes esenciales del
"rompecabezas familiar" en un mismo lugar y a un mismo tiempo, así como la de intentar
la psicoterapia estando presentes todas las "piezas". Las dudas más graves fueron
despertadas por la psicoterapia de la familia. A causa de mi formación en el psicoanálisis y
la psicoterapia individual, yo creía que el único camino conducente a la madurez emocional
consistía en el análisis cuidadoso de la relación de transferencia entre el terapeuta y el
paciente, y suponía que la "psicoterapia familiar" propuesta no podía ser más que una
preparación para la psicoterapia individual, que eventualmente habría que practicar des
pués con cada miembro. No obstante, se decidió suspender toda psicoterapia individual y se
ideó un método de psicoterapia familiar que encajase con el problema clínico definido por
la premisa teórica.
La nueva orientación hacia la familia constituyó un hito, que no hubiese sido posible
alcanzar sin la "entrega total" al estudio de la familia. La premisa familiar teórica nos
permitió "ver" una interesantí sima y nueva dimensión de las observaciones clínicas, cuya
contemplación había sido estorbada por la teoría individual. Al cabo de un corto tiempo, se
vio con evidencia que la psicoterapia familiar tenía un futuro muy prometedor. Más
adelante hablaremos de algunos de los problemas que encierra una orientación hacia la
familia en un ambiente "individual". Este método de psicoterapia familiar se ha venido
usando ahora, durante ocho años, con más de 300 familias. Hemos sometido a 63 familias
con un miembro esquizofrénico a psicoterapia familiar, por periodos que han oscilado entre
siete semanas y siete años. Entre ellas figuran 51 familias que tenían un vástago
esquizofrénico adulto gravemente afectado, diez con un cónyuge psicótico y dos con niños
gravemente afectados, a los que se les diagnosticó autismo o esquizofrenia infantil.
TEORÍA FAMILIAR DE LA ENFERMEDAD EMOCIONAL
Es difícil conceptualizar la unicidad emocional de una familia y aún más difícil comunicar
esa idea a quienes, por concentrar toda su atención en el individuo, tropiezan con
dificultades para "ver" realmente a la familia. He utilizado la expresión "masa familiar
indiferenciada de egos" para designar la unicidad emocional de la familia. La expresión
encierra algunas inexactitudes, pero describe con acierto la dinámica general de la familia y
ninguna otra expresión ha resultado tan eficaz para comunicar el concepto a otros. Me
imagina un racimo fusionado de egos individuales de la familia, con una frontera común.
Unos egos están completamente fusionados en la masa que otros. Algunos de ellos se
sienten intensamente envueltos en la masa familiar durante la tensión emocional, y están
relativamente "despegados" en otros momentos. La madre y el padre son siempre los que se
ven más envueltos. A veces, la masa de egos puede incluir tan sólo a un pequeño grupo de
los miembros de la familia, que son los que se ven más envueltos. En otras ocasiones, la
fusión activa puede incluir miembros de la red de parientes cercanos y aun animales
favoritos y personas que no sean parientes. Algunos criados que viven en la casa a menudo
están más "fusionados" en la masa familiar de egos, que algunos parientes consanguíneos,
quienes están más diferenciados. Sonne y Speck (1961) han incluido
264 Cap. 5 Psicoterapia familiar de la esquizofrenia en el hospital
Teoría familiar de la enfermedad emocional
265
a los animales favoritos en la psicoterapia familiar. La fusión de egos es más intensa en las
familias menos maduras. En la familia que tiene a un miembro esquizofrénico, la fusión
entre el padre, la madre y el hijo alcanza un máximo de intensidad. Teóricamente, la fusión
se presenta, hasta cierto punto, en todas las familias, salvo en aquellas en las que sus
miembros han alcanzado una madurez emocional completa. En las familias maduras, los
miembros son unidades emocionales de límites bien definidos, que no participan en
fusiones emocionales con otros.
Clínicamente, la masa familiar indiferenciada de egos se considera equivalente a un solo
ego. La psicoterapia familiar se dirige hacia dicha masa, sin prestar consideración
específica a los individuos envueltos en ellá, por el momento. El psicoterapeuta se relaciona
con la masa familiar de egos, de la misma manera como se relaciona con un solo ego en la
psicoterapia individual. Qué miembros de la familia se incluyen en la psicoterapia familiar,
en cualquier momento, es algo que depende de la dinámica de la masa familiar de egos y de
la meta terapéutica inmediata. El terapeuta puede abordar la masa familiar de egos estando
presentes todos los miembros de la familia comprometidos, ante cualquier combinación de
éstos o estando presente únicamente uno de ellos. La psicoterapia familiar con un solo
miembro es difícil de explicar para quienes emplean una orientación teórica diferente. El
psicoterapeuta familiar que se relaciona con la masa familiar de egos a través de un solo
miembro de la familia, emplea un principio psicoterapéutico semejante al utilizado en la
psicoterapia individual cuando el terapeuta se relaciona con la "porción intacta del ego del
paciente" o con "el lado maduro" del ego. Puesto que los dos cónyuges (o padres) son los
miembros de la familia más comprometidos en la masa familiar de egos, se producen los
cambios familiares más rápidos cuando los progenitores son capaces de trabajar en equipo
en la psicoterapia familiar. La etapa final de una psicoterapia familiar que haya sido exitosa,
se alcanza cuando los dos cónyuges trabajan juntos para resolver sus problemas
individuales y colectivos.
De acuerdo con la teoría familiar de la enfermedad emocional, los niños crecen hasta
alcanzar diversos niveles de diferenciación del "yo" respecto a la masa familiar de egos
indiferenciados. Algunos alcanzan una diferenciación casi completa, hasta convertirse en
individuos claramente definidos, cuyos egos poseen fronteras bien definidas también. Esto
equivale a nuestro concepto común de persona madura. Estos individuos son unidades
emocionales de fronteras bien definidas. Una vez diferenciados, pueden sentirse unidos
estrechamente, en lo emotivo, a los miembros de su propia familia o a cualquier otra
persona, sin fusionarse en la nueva unicidad emocional: las personas tienden a casarse con
otras que tienen
niveles idénticos de diferenciación del yo. Cuando la persona bien diferenciada contrae
matrimonio con otra que haya alcanzado un nivel igualmente alto de identidad, los esposos
son capaces de mantener una clara individualidad y, al mismo tiempo, sostener una
intimidad emotiva intensa, madura, que no resulta amenazadora. Estos cónyuges no se ven
comprometidos en la fusión de "yoes" que se produce en los matrimonios menos
diferenciados.
Si toda la gama de diferenciación del yo se considera sobre una sola escala, en cuya parte
superior se encuentran el nivel más alto de diferenciación del yo y la madurez emotiva
teóricamente completa, y en la parte inferior el nivel más bajo de desadaptación y las
formas más graves de enfermedad emocional, la escala relativa de posiciones de las
categorías diagnósticas pertinentes a esta presentación sería la siguiente. La persona que
más tarde desarrolla una neurosis ocupa algún punto a la mitad de la escala, la persona que
posteriormente se convierte en padre de un vástago esquizofrénico pertenece al extremo
inferior de aquella, y la persona que más tarde se vuelve esquizofrénica pertenece al
extremo inferior, por cuanto es un "no yo" que funciona como un "yo" tomado de otros.
Las personas que se convierten en padres de un vástago esquizofrénico ejemplifican una
importante faceta de la teoría. Son individuos con niveles muy bajos de diferenciación del
yo, que se las arreglan de alguna manera para conducirse medianamente bien en sus ajustes
vitales. Cuando niños, no inician el proceso constante de "ir creciendo y apartándose de los
padres", como lo hacen sus hermanos más diferenciados. Al contrario, se mantienen
indiferenciados emocionalmente en la masa de egos con sus padres. Después de la
adolescencia, en un esfuerzo por funcionar sin éstos, se "desprenden" para establecer
"pseudoyoes", mediante una "pseudoseparación" de la masa de egos de los padres. Ésta
puede alcanzarse mediante la negación, mientras se siga viviendo en casa de los padres, o
puede reforzarse por una distancia física. El adulto joven que huye para no volver a ver
jamás a sus padres puede tener un mayor vínculo fundamental con éstos, que los hermanos
que continúan viviendo con ellos. El talón de Aquiles de estas personas es una relación
emocional estrecha. Pueden funcionar con éxito en los negocios o en una profesión,
mientras mantengan relaciones breves y superficiales; pero en un matrimonio con un
cónyuge cuyo yo está también muy poco diferenciado, se comprometen demasiado
emocionalmente. Los nuevos esposos se fusionan en una nueva masa familiar de egos, en la
que se borran las tenues fronteras de éstos. Es una réplica de sus anteriores fusiones
emocionales con los padres. Este mismo proceso, en grado menos intenso, se producen en
los esposos que han alcanzado más altos niveles de diferenciación del yo;
266 Cap. 5 Psicoterapia familiar de la esquizofrenia en el hospital
pero el proceso es notabilísimo en personas que son padres de vástagos esquizofrénicos.
Las personas que más tarde se convierten en esquizofrénicas son ejemplo de uno de los
niveles más bajos de diferenciación del yo. La diferencia principal estriba en que nunca son
capaces de "desprenderse" de otras personas para alcanzar un nivel adecuado de
"pseudoyo". Siguen funcionando como apéndices dependientes de la masa familiar de egos.
Algunos logran formar un yo tan precario, que se hunden en una psicosis durante sus
primeros esfuerzos por funcionar independientemente de los padres. Otros alcanzan un
"pseudoyo" suficiente para funcionar durante breves periodos tan sólo, pero cualquier
separación prolongada de los padres se lleva a cabo únicamente si pueden encontrar una
nueva masa familiar de egos a la cual engancharse como apéndices. Su ajuste vital depende
del esencial vínculo a otros que los guíen y aconsejen, y de los cuales puedan tomar un yo
suficiente para funcionar. Van por la vida sin graves problemas, pero son extremadamente
vulnerables a la pérdida del otro importante, y se hunden en una "nada psicótica" frente a
los acontecimientos vitales que amenazan o trastornan sus vínculos de dependencia.
Un punto importante en la teoría familiar es la fusión que tiene lugar cuando un esposo y
una esposa recién casados se incorporan a una nueva masa familiar de egos. Tal fusión es
especialmente intensa en aquellos que tienen bajos niveles de diferenciación del yo. Ambos
cónyuges suspiran por mantener relaciones estrechas, pero tal intimidad se transforma en
una fusión de los dos "pseudoyoes" hasta formar un "yo común", en el que se borran las
fronteras del ego que existen entre ellos, y hay una pérdida de individualidad en beneficio
del nuevo yo. Para evitar la ansiedad de la fusión, guardan una distancia emotiva suficiente,
llamada "divorcio emocional", a fin de que cada uno pueda mantener la mayor cantidad
posible de "pseudoyoes". En general, el curso de la nueva masa familiar de egos está
determinado por a) la estructura de la dinámica dentro de la masa y por b) las relaciones
con quienes se mantienen fuera de la masa. La dinámica dentro de la masa de egos está
determinada por la manera en que los esposos se disputan o comparten la fuerza del ego de
que disponen. Comúnmente, un cónyuge funciona con una parte dominante de dicha fuerza.
En un extremo de la escala tenemos a los matrimonios en los que ambas partes "luchan por
sus derechos". El resultado es un matrimonio cargado de conflictos. Éstos se superan
cuando alguno de ellos "cede". En el grupo intermedio tenemos a los matrimonios en los
que las diferencias se resuelven cuando un esposo "cede" de mala gana. El cónyuge que
cede "pierde fuerza" ante el otro, que la "gana". En el otro extremo de la escala tenemos a
los matrimonios en los que un
Teoría familiar de la enfermedad emocional 267
cónyuge se esfuerza por ser el dependiente que cede, y se convierte en un "no yo" que da
apoyo al yo fortalecido del otro. El cónyuge que habitualmente "cede" puede alcanzar un
estado de "no yo" suficiente como para quedar incapacitado con una a) enfermedad física,
b) enfermedad emocional o c) disfunción social, como la ineficiencia en el trabajo, el
alcoholismo o la irresponsabilidad social. Un matrimonio podría estabilizarse
permanentemente si el cónyuge del "no yo" quedase incapacitado por una enfermedad
crónica.
Las relaciones con las personas que están fuera de la masa familiar de egos, determinan la
intensidad y la amplitud de los fenómenos emocionales dentro de la misma. Las relaciones
exteriores importantes se man tienen comúnmente con parientes cercanos, pero pueden
cumplir la misma función personas que no lo sean. Cuando las relaciones externas no son
demasiado intensas, se atenúa la intensidad emocional dentro de la masa de egos. Si las
relaciones con el exterior se vuelven intensas, los problemas existentes dentro de la masa se
"trasmiten" a la persona externa, que entonces queda fusionada en aquélla. Los cónyuges
pueden conservar sus relaciones más importantes con la generación pasada, sus padres; con
la generación presente, sus hermanos; o con la generación futura, sus hijos. Un pequeño
porcentaje de cónyuges conserva sus problemas circunscritos casi completamente en una
área pequeña. Por ejemplo, hay matrimonios que tienen problemas intensos limitados casi
completamente a los cónyuges, con un conflicto matrimonial intenso o un cónyuge
crónicamente enfermo y poco o ningún comprometimiento de sus hijos. Hay también
matrimonios en los que todo el peso del problema de los padres se trasmite a un solo hijo,
afectado al máximo, en tanto que la relación de los progenitores se mantiene tranquila y
armoniosa. En la familia estándar, los cónyuges mantienen importantes relaciones con el
exterior en más de un campo y el problema se "dispersa" sobre una zona más extensa del
sistema familiar de relaciones.
La esquizofrenia se desarrolla en una familia en la que los padres exhiben un bajo nivel de
diferenciación del yo, y en la cual un elevado nivel del deterioro de ellos mismos se
trasmite a uno o más hijos. Las variables importantes del proceso son: a) la severidad del
problema en la masa de egos de los padres y b) el grado en que el deterioro de los padres se
trasmite solamente a uno de los hijos, se "dispersa" sobre varios de éstos o bien sobre otras
relaciones con los parientes cercanos. Por ejemplo, un problema no tan grave de los padres,
pero trasmitido únicamente a un hijo, producirá una esquizofrenia más severa que un
problema mayor "dispersado" entre varios hijos. Se considera a la esquizofrenia como
producto de un proceso familiar en el que, en cada generación, un hijo sufre mayor
deterioro que sus padres (los niños menos envueltos en
268 Cap. 5 Psicoterapia familiar de la esquizofrenia en el hospital
El proceso de proyección familiar en la esquizofrenia 269
el proceso pueden alcanzar niveles de diferenciación del yo más altos que los de sus
progenitores). El proceso se repite durante varias generaciones, hasta que aparece un
vástago con un bajo nivel de diferenciación del yo, quien al contraer matrimonio sufrirá un
deterioro en la masa de egos de los padres, suficiente como para producir esquizofrenia en
un hijo. En un artículo anterior (Bowen, 1960), planteé la hipótesis de que se necesitan tres
o más generaciones para que aparezca la esquizofrenia, consideraba que el proceso de tres
generaciones puede extenderse desde padres bastante bien ajustados en la primera
generación, hasta la esquizofrenia en la tercera, si los progenitores trasmiten gran parte del
problema conyugal a un solo hijo en cada generación. En la mayoría de las situaciones, hay
diversos grados de "dispersión" en el proceso de trasmisión, lo cual hace que sean
necesarias más de tres generaciones para el desarrollo de la esquizofrenia. En esta
presentación no es posible tomar en consideración las variables que se observan en las
familias con varios vástagos psicóticos, ni aquellas que operan en el divorcio, la muerte y
otros trastornos familiares graves.
EL PROCESO DE PROYECCIÓN FAMILIAR EN LA ESQUIZOFRENIA
Dedicaré esta sección al mecanismo predominante en la esquizofrenia, en virtud del cual el
problema de los padres se transmite al hijo. El proceso puede comenzar mucho antes de la
concepción de éste, cuando los pensamientos, sentimientos y fantasías de la madre
comienzan a prepararle un lugar en su vida al hijo. ¡Nos preguntamos si el patrón del
pensamiento y la fantasía de la madre no fueron derivadas de su propia madre!
Así, el proceso cobra forma definida durante el embarazo de la madre, y continúa a lo largo
de los años, con manifestaciones diferentes en diversas etapas de la vida. El hijo funciona
como estabilizador para los padres y convierte la inestable masa de egos padre-madre en
una tríada más sólida. La estabilidad de los padres depende de que el hijo funcione como el
"triádico".3 El hijo necesita padres que sean lo más estables posible. Su existencia está tan
absorta en "ser para los padres", que no se ocupa en tener un "yo" propio. Los
acontecimientos que amenazan con apartar al hijo de su función estabilizadora en la tríada
provocan ansiedad en los padres; por ejemplo, sucesos como el "apartarse al ir creciendo" o
"irse a vivir a otra parte". El proceso emocional triádico
3 A quien manifiesta esquizofrenia se le califica comúnmente de "psicótico",
"esquizofrénico" o "paciente". Prefiero emplear en término "triádico", porque designa una
parte componente de la masa familiar de egos.
es, adaptativo y puede restablecerse a sí mismo después de la mayoría de las amenazas.
Una de las mayores amenazas es el colapso psicótico que impide el funcionamiento
habitual del triádico; pero el proceso puede sobrevivir y proseguir mientras los padres viven
en su casa y aquél queda internado permanentemente en una institución estatal.
La expresión "proceso de proyección familiar" designa los mecanismos que operan cuando
los padres y el hijo desempeñan papeles activos en la trasmisión del problema de ellos a él.
Para explicar el proceso en
la teoría individual, sería necesario postular una "proyección" de parte de los padres y una
"introyección" de parte del hijo. Los padres pueden forzar la proyección contra la
resistencia, hasta que el hijo la acepta finalmente; pero la mayoría de las veces inician la
proyección y el hijo la acepta. O bien, éste puede iniciar la proyección y obligar a los
padres a reconocer que él es la causa del problema familiar. Los términos "acusador" y
"autoacusador" describen asimismo un aspecto del proceso de proyección.
En un eje del funcionamiento, las personas se dividen en "acusadoras" o "autoacusadoras".
En una situación de tensión, ambas se ponen a buscar las causas que expliquen la situación.
El acusador busca fuera del yo; su sistema de percepciones intelectuales lo conduce a
buscar las causas en el otro o en el ambiente, y es incapaz de mirar dentro de sí mismo. El
autoacusador advierte con precisión las causas en él mismo, pero está tan deteriorado para
mirar hacia su exterior, como el acusador lo está para mirar dentro de sí.
La causa real de cualquier situación es probablemente una combinación de factores internos
y externos. Teóricamente, una persona madura puede evaluar objetivamente tanto los
factores internos como los externos y hacerse responsable de la parte que le corresponde al
yo. Cuanto más inmaduras son las personas, tanto más intensas son las acusaciones y las
autoacusaciones. El ejemplo siguiente ilustrará un aspecto del proceso de proyección. Las
personas A y B son igualmente culpables de una situación embarazosa. A comienza a
pensar: "si no hubiese sido tan torpe, no habría ocurrido esto". En ese mismo momento, B
está pensando: "mira lo que hizo la torpeza de A". El proceso se completa sin que medie
palabra. Ambos le echan la culpa a A, los dos al papel desempeñado por B y ambos actúan
como si su diagnóstico fuese exacto.
En algunas circunstancias, el acusador puede también convertirse en autoacusador y éste es
vehemente acusador. El esquizofrénico es predominantemente un autoacusador. Puede
llegar incluso a considerarse a sí
mismo como causa de inundaciones, tormentas y terremotos. Cuando la carga de la
autoacusación resulta excesiva, puede pasar a convertirse en
270 Cap. 5 Psicoterapia familiar de la esquizofrenia en el hospital
furioso acusador. El autoacusador es tan irresponsable como el acusador, por lo que toca a
asumir responsabilidad del yo.
Las más de las veces el problema de los padres se proyecta sobre el hijo por la obra de la
madre, mientras el padre la apoya. Ella es una persona inmadura, con hondos sentimientos
de insuficiencia y que busca fuera de sí misma la causa de su ansiedad. La proyección
conduce a miedos y preocupaciones por la salud y capacidad del hijo. La proyección busca
pequeñas incapacidades, defectos y fracasos funcionales en el hijo; centra la atención sobre
ellos, los agranda y exagera hasta convertirlos en graves incapacidades. En cada episodio
del proceso de proyección se descubren tres pasos principales. Éstos son importantes en el
tratamiento ulterior de la esquizofrenia. Al primero lo llamaremos sentimiento-
pensamiento. Comienza con un sentimiento en la madre, que se transforma luego en un
pensamiento acerca de los defectos del hijo. El segundo paso lo llamaremos examen-
rotulación; en él, la madre busca y diagnostica en el hijo el defecto que mejor armoniza con
su sentimiento. Este es el paso del "examen-diagnóstico clínico". El tercero, llamado del
tratamiento, es aquel en el que actúa respecto al niño y lo trata como si su diagnóstico fuese
exacto. El sistema de proyección puede crear sus propios defectos. Por ejemplo, la madre
siente y piensa respecto al niña como si éste fuese un bebé (hay un yo infantil en la persona
más madura), lo llama bebé y lo trata como si lo fuese. Cuando el hijo acepta la proyección,
se vuelve más infantil. La ansiedad de la madre alimenta la proyección. Cuando la causa de
su ansiedad se localiza fuera de la madre, la ansiedad mengua. Para el niño, la aceptación
de la proyección como realidad representa un precio bajo para conseguir una madre más
calmada. Ahora el hijo es un poco más incapaz. Cada vez que acepta otra proyección, añade
algo a su creciente estado de incapacidad funcional.
El sistema de proyección puede utilizar también defectos menores existentes. Algunos de
éstos requieren el examen y diagnóstico de un experto, para confirmar su presencia. Los
padres van de médico en médico, hasta que un diagnóstico confirma finalmente la
existencia del "temido" defecto.
Toda año rmalidad descubierta en exámenes Psicos, análisis de laboratorio y pruebas
psicológicas puede facilitar también el proceso de proyección. La proyección familiar
puede precipitarse sobre una año malía congénita e inocua, recientemente descubierta, y
convertirla en una grave incapacidad. La función importante del proceso es localizar la
"causa" y confirmar que está fuera de la madre. Basta con escuch^r a una de esas madres
durante unos cuantos minutos, para oírla invocar opiniones externas, diagnósticos y pruebas
para validar la proyección.
El proceso de proyección familiar en la esquizofrenia
Ésta llega a una etapa crítica cuando el triádica se hunde en una psicosis y ya no puede
actuar como absorbente de la proyección familiar. Por lo común, la ansiedad familiar es
elevada. No es la psicosis misma la que causa aquélla, sino la incapacidad de este triádico
para seguir cumpliendo su función habitual en la tríada. La ansiedad familiar es menos
intensa cuando la psicosis se desarrolla lentamente o el psicótico está tranquilo, dispuesto a
cooperar, y sigue cumpliendo los fines de la proyección con los padres. Éstos pueden llegar
al extremo de no solicitar ayuda para el psicótico tranquilo, a menos que una persona ajena
o alguna institución los obligue. La ansiedad intensa se produce cuando el colapso psicótico
es repentino y el individuo psicótico no solamente se rebela contra la aceptación de la
proyección, sino que se convierte en un "acusador" vehemente, que niega la existencia de
un problema, al mismo tiempo que causa problemas con su conducta irresponsable.
Los tres pasos del proceso de proyección familiar se ponen de relieve cuando la familia
solicita auxilio psiquiátrico para el colapso del psicótico. La ansiedad de los padres motiva
una propensión creciente a lla marlo "enfermo", a confirmar la enfermedad con un
diagnóstico, e iniciar un programa de tratamiento. Cuando el diagnóstico se confirma y el
hijo se convierte en "paciente", se completa otra proyección familiar y mengua la ansiedad
de los padres. El paso que lleva a la enfermedad mental probablemente es el que tiene
mayor importancia crítica en la larga serie de crisis de proyección familiar. Una de las
proposiciones teóricas y psicoterapéuticas importantes de la teoría familiar gira en torno a
este punto. El enfoque psiquiátrico habitual consiste en examinar pacientes, confirmar la
presencia de la patología mediante un diagnóstico y recomendar un tratamiento adecuado.
La consulta psiquiátrica encaja, paso a paso, con el proceso de proyección familiar. De tal
manera, un principio que el tiempo ha consagrado como buena práctica médica sirve para
confirmar el proceso de proyección de los padres en la familia, para cristalizar y fijar la
enfermedad emocional en el paciente y contribuir a convertir en crónica e irreversible la
enfermedad. En la sección siguiente de este capítulo se describe un enfoque terapéutico de
este dilema, basado en la teoría familiar de la enfermedad emocional.
Muchos años de exitosa proyección de los padres preceden al paso que lleva hasta la
enfermedad mental. En algunas familias, el trabajo de cimentación es tan completo y los
miembros de la familia están tan fijos en sus posiciones funcionales,} que "el paso" no hace
sino reconocer
4 El término "papel", tal como lo ha definido Spiegel (1960), sería más preciso que el de
"posiciones funcionales", pero no he podido adaptar consistentemente los conceptos de
papel a este trabajo. En vez de permitir un uso vago e inconsistente de la teoría de los
papeles, he empleado otros términos descriptivos.
271
272 Cap. 5 Psicoterapia familiar de la esquizofrenia en el hospital
273
oficialmente lo que ya ha ocurrido. En estas familias, el triádico acepta facilmente la
proyección y la nueva designación de "paciente", y el contrato operante entre la familia y el
psiquiatra es aquél en virtud del cual éste asume su responsabilidad por el producto final
del prolongado proceso de la proyección familiar. Son remotas las posibilidades de
modificar el proceso- familiar. En otras familias, "el paso" es más grande; el triádico se
opone a su diagnóstico y designación de "paciente", y si el psiquiatra evita ponerse de lado
de los padres en la proyección, el pronóstico es más favorable para la modificación del
proceso familiar. Funcionalmente, "el paso" es aquél en virtud del cual el problema familiar
se proyecta sobre el paciente triádico y queda fijado en él, mediante un diagnóstico.
Cuando el psiquiatra acepta la responsabilidad del tratamiento de la enfermedad del
"paciente", condona la exteriorización del problema de los padres sobre aquél, se hace
responsable del paciente (el problema familiar queda separado de la familia) y permite a los
padres seguirse proyectando sobre el hijo, sin hacer a estos responsables de las
consecuencias de su proyección. A menudo, los padres se convierten en estudiosos de la
enfermedad emocional y utilizan términos y conceptos psiquiátricos para facilitar más la
proyección sobre el paciente. Por consiguiente, el enfoque psiquiátrico acostumbrado para
tratamiento de la psicosis es tal que la familia, el paciente, el psiquiatra y la sociedad
desempeñan, todos, un papel en el acting out y la perpetuación de la proyección familiar, en
convertir el problema del paciente en crónico y crear una situación que permite a la
proyección familiar subsistir mucho después de que el paciente se ha convertido en
responsabilidad permanente del estado. Hay situaciones de consulta externa en las que el
psiquiatra muestra una mayor eficacia, aun en lo que respecta a facilitar el proceso de
proyección familiar. Por ejemplo, la psicoterapia individual de un "paciente" que aún vive
con sus padres, puede apoyar al paciente lo suficiente como para que prosiga en su papel de
absorbente excepcionalmente eficaz de la proyección de los padres.
Una última característica clínica del proceso de proyección, familiar importante para esta
presentación, es la falta de responsabilidad respecto al "yo", en quienes participan en el
proceso de proyección. Un "acusa dor" que proyecta su problema sobre otros no es
responsable del yo. El "autoacusador" es igualmente irresponsable. Se acusa para aliviar la
ansiedad y no hacerse cargo de sí mismo. Nuestro concepto de "enfermedad" y "mal"
considera el problema como una disfunción, determinada por fuerzas que están más allá del
control o la responsabilidad de la familia.
ESFUERZOS CLÍNICOS PARA MODIFICAR EL PROCESO DE PROYECCIÓN
FAMILIAR EN EL HOSPITAL
Y EN LA PRÁCTICA PRIVADA
El programa para vivir en el pabellón y la psicoterapia familiar se diseñaron de manera que
modificasen el proceso de proyección familiar. Esta sección está consagrada al manejo
clínico de los tres pasos del pro
ceso de proyección familiar: a) pensamiento del triádico como enfermo; b) diagnóstico y
designación del mismo como "paciente" y c) tratamiento del "paciente", como persona
enferma. En esta sección habrá que incluir también una discusión clínica de la
responsabilidad. El esfuerzo clínico consistió en pensar y actuar respecto a las familias, de
acuerdo con la orientación familiar. Esto quiere decir que se evitó emplear los conceptos
"enfermo", "enfermedad" y "paciente" y el uso del diagnóstico y el tratamiento del triádico
(o cualquier otro miembro de la familia) como si fuese un enfermo. No fue posible alcanzar
más que un éxito parcial con las familias internadas, pero el esfuerzo nos proporcionó
muchos conocimientos acerca de la esquizofrenia, y la experiencia ha resultado valiosísima
para la psicoterapia familiar subsiguiente. Un repaso de los esfuerzos clínicos en las
familias nos proporcionará una nueva visión de las diferencias entre las teorías individual y
familiar, y nos hará vislumbrar las profundidades del cambio que supone un cambio hacia
la teoría y la psicoterapia familiares.
Las costumbres sociales, las leyes que gobiernan a la enfermedad y a los trastornos
mentales, y nuestros principios fundamentales de la práctica médica, consagrados por el
tiempo, están todos orientados hacia la teoría individual de la enfermedad. La práctica
médica y la estructura hospitalaria se adhieren estrictamente a los principios de
"enfermedadpaciente-diagnóstico-tratamiento". Toda pequeña desviación del procedimiento
estándar puede causar una reacción en una organización hospitalaria o médica. Este estudio
se llevó a cabo en un hospital-escuela, lo cual permitió alguna flexibilidad en las
operaciones, que no es posible en una institución consagrada estrictamente al servicio
médico; se realizó un esfuerzo por adelantarse a los problemas que surgirían en la
investigación y para propiciar la mayor "libertad de investigación" posible, respecto al uso
forzoso de principios y procedimientos individuales. La administración del hospital se
interesó en facilitar la investigación, pero cuando se definieron mejor los problemas, se vio
que un administrador médico puede "interpretar", pero no cambiar, la estructura médica.
Aparte de la flexibilidad permitida para cualquier investigación y algunas interpretaciones
favorables que hizo la administración del hospital, la investigación se llevó a cabo
conforme a la estructura médica de rutina.
274 Cap. 5 Psicoterapia familiar de la esquizofrenia en el hospital
En mi calidad de director del programa, era yo responsable ante el hospital de todos y cada
uno de los elementos del procedimiento individual. En el interior del pabellón se estableció
un medio ambiente diferente. Muchas personas han dicho que esta investigación no debería
haberse efectuado en un hospital, por las actitudes tradicionales de los hospitales acerca de
la enfermedad. Por otra parte, esos mismos problemas se plantearon incluso en la práctica
privada de la psicoterapia familiar, a causa de una actitud semejante ante la enfermedad de
parte de las instituciones legales y médicas de la sociedad. Por ejemplo, el acting out
peligroso del miembro psicótico de una familia puede exponer al terapeuta a que se le acuse
de negligencia en el cumplimiento de sus deberes médicolegales; se le podrá acusar de que
debió considerar que el psicótico era un paciente que requería hospitalización.
Durante el primer año, antes de iniciada la orientación familiar, se tropezó con algunos
problemas. Tres madres y tres pacientes participaron en el estudio; a las primeras se les
permitió vivir en la misma habitación del paciente, o vivir fuera y pasar el día con él. Una
madre decidió vivir en la habitación de la hija, las otras dos prefirieron no hacerlo. En lo
que se hizo hincapié fue en la "presencia" de las madres. No se les exigió que actuasen
como madres. A la madre que decidió residir en el hospital se le pidió que llenase los
requisitos administrativos de los "pacientes" y, aunque se le dio el diagnóstico de "control
normal" y se redujo al mínimo su calidad de paciente, se le consideró como tal. Las otras
madres tenían como privilegio comer en el pabellón y participar en actividades del hospital.
Se consideró que deberían tener parte en los cuidados del paciente, pero nunca ejercieron
tareas por las que pudiesen hacerse responsables en el estudio. El personal era el
responsable de los pacientes y las madres eran "visitantes" privilegiados. El sistema
permitió realmente crear una situación ideal a las madres, para la libre proyección de sus
problemas sobre los pacientes; no se las haría responsables de alterar al paciente, para
después decirle a la enfermera: "su paciente se ha alterado", luego regresar a su casa. Los
resultados del tratamiento fueron medianamente buenos, a juzgar por las normas
individuales, pero la psicoterapia individual mantuvo divididos los problemas familiares.
Problemas de importancia capital pudieron eludirse, confiando en que el otro se enfrentaría
a ellos, y ninguna familia fue más allá de la actitud pasiva consistente en cooperar mientras
esperaba que la cambiasen.
Al optar por la orientación familiar, se exigió a todos los miembros de la familia que se
internasen. A los padres y los hermanos normales se les dio el diagnóstico de "control
normal", y a los miembros psicó
ticos de la familia el de "esquizofrenia". Los miembros de la familia
Esfuerzos clínicos para modificar el proceso de proyección familiar
fueron sometidos a todos los registros y procedimientos de rutina, a que se somete a los
"pacientes". Mediante pases para "pacientes", válidos por setenta y dos horas, se permitió a
los padres proseguir su trabajo regular, y a otros miembros de la familia participar en
actividades externas. Las ausencias por más de setenta y dos horas daban lugar a una "alta"
y una nueva admisión. El mantenimiento del programa en un hospital requirió
innumerables admisiones, "altas", exámenes físicos y estudios rutinarios de laboratorio,
para estar a la altura de las normas del buen cuidado médico hacia los pacientes. La
estructura administrativa permitió algunos ahorros de tiempo en los procedimientos de esa
índole, pero no toleró la eliminación de ninguno.
Una parte importante del programa clínico para el tratamiento del proceso de proyección
familiar, consistió en obligar a los padres a responsabilizarse del miembro psicótica de la
familia. Los médicos y el
personal de enfermería les prestarían ayuda, pero no se harían directamente responsables de
los "pacientes". Se exigió que uno de los progenitores hiciese compañía constantemente al
"paciente". Cuando ambos se encontrasen fuera de la sala al mismo tiempo, tendrían que
pedir a las enfermeras que se hiciesen cargo de los "pacientes". Pasaron casi dos años antes
de que el personal comenzase a ejecutar medianamente bien el programa clínico. Para
llevar a cabo el plan, fue preciso resolver tres categorías principales de problemas: la
primera de ellas tuvo que ver con la orientación médica individual del personal. Parecían
ser otros los miembros del personal, al pensar en términos del individuo, "asumir
responsabilidad por el paciente", "simpatizar" con éste y enfadarse con los padres. Se
necesitó tiempo y contactos íntimos con las familias para que el personal conociese la
orientación familiar. Los primeros esfuerzos realizados para el cambio de conceptos y
términos, fueron pura "comedia''". Poco después de que el personal dejó de utilizar el
término "paciente", la jefa de enfermeras protestó contra la inutilidad del cambio de
palabras; tres años más tarde, escribió un atrículo intitulado: "The patient las the family"
(Kvarnes, 1959). Entre los términos que sustituyeron a los de "enfermo", "enfermedad" y
"esquizofrenia", figuraron los de "disfuncion", "incapacidad" y "colapso funcional". Entre
los términos que sustituyeron el de "paciente" figuraron los de "empeorado",
"incapacitado", "colapsado" y "triádico''. A su debido tiempo, la orientación hacia la familia
se hizo casi tan cómoda como la antigua; sobre todo cuando las familias comenzaron a
reaccionar favorablemente a dicho enfoque.
La segunda categoría de problemas estuvo estrechamente conectada con la primera. La
dirección del hospital exigía una orientación individual, lo cual entraba en conflicto con las
normas generales del director
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276 Cap. 5 Psicoterapia familiar de la esquizofrenia en el hospital
Esfuerzos clínicos para modificar el proceso de proyección familiar
277
del pabellón de investigaciones. El personal cumplió los requisitos individuales mínimos
establecidos por el hospital, pero dentro de la sala trató de pensar y actuar conforme a la
orientación familiar. La administración del hospital calificó de "paciente" a cada miembro
de la familia y exigió que los médicos se hiciesen responsables de los "pacientes" confiados
a su cuidado. Dentro del pabellón no había "pacientes", sino "miembros de la familia", y se
exigió a los padres que asumieran la responsabilidad de todos ellos. Las familias
comprendieron las dos orientaciones y se convirtieron en estudiosas de las sutiles
diferencias que existen entre las dos.
La tercera categoría de problemas se presentaba dentro de la familia. El proceso de
proyección familiar es muy fuerte. Posee una asombrosa capacidad para utilizar la
estructura existente, proyectar el problema so
bre el "triádico" y culpar al medio ambiente del problema externalizado. Cuando el
personal ya no aceptó la misma responsabilidad de antes, en lo referente al funcionamiento
emocional en las familias, el proceso familiar encontró nuevas maneras de hacer
responsable al personal. Puesto que el médico tenía a su cargo la salud física de sus
"pacientes", un creciente número de problemas familiares comenzó a manifestarse como
enfermedad física y las familias hicieron un uso abusivo del médico de la sala y de la
estructura médica, para hacer responsable al personal. Finalmente, el personal creó un
sistema equivalente a un médico en la práctica privada. Se estableció en el pabellón una
clínica, a la que se le fijó un horario regular de servicio y, para los problemas de rutina, las
familias pedían citas. Las habitaciones de la familia (recámaras dobles en el pabellón) eran
equivalentes a hogares particulares. Los miembros de la familia acudían a la "clínica" para
la consulta y volvían al "hogar", donde se hacían responsables del cumplimiento del
tratamiento recomendado. Se proporcionó a las familias muchos medicamentos para que los
conservaran en sus "hogares". Este tipo de arreglos fueron posibles gracias a que se
realizaron en una unidad de investigación.
Una serie de acontecimientos nos permitirá entender con mayor claridad el problema de la
"responsabilidad". Se dejó a los padres en libertad de llevar a los "pacientes" a la
comunidad, "cuando fuesen capaces
de controlar la conducta psicótica". Podían solicitar la compañía de un miembro del
personal, si no estaban seguros de su capacidad para manejar la situación. Hubo quejas
frecuentes de los comerciantes y otros ciudadanos del lugar, así como de otros
departamentos del hospital, que denunciaron conductas perturbadoras. Cada incidente fue
discutido con las familias. Éstas trataron de restar importancia a los incidentes, llamándolos
desacuerdos o exageraciones; echando la culpa a la gente por su incapacidad de
comprender la enfermedad emocional; diagnosticando al
quejoso con los calificativos de persona malhumorada, quisquillosa, neurótica; o
poniéndose a discutir si la queja estaba o no justificada. Luego, las familias prometían
poner más cuidado. El personal pasó por un periodo de excesivo servilismo para con las
familias, consistente en señalarles los límites de las zonas de tolerancia y en ayudarles a
comprender la conducta perturbada y a tratar la misma. La frecuencia de. los incidentes
siguió siendo la misma; pero se produjeron en lugares poco comunes o en circunstancias de
las que "nada nos habían dicho". Por último, nos dimos cuenta de que la actitud del
personal algo tenía que ver con el problema. Al proporcionar ayuda y recomendaciones, el
personal dudaba de la capacidad de los padres para encontrar sus propias soluciones. Se
había regañado a las familias por sus errores, pero no se les había dicho exactamente que
era lo que se quería de ellas.
Cuando nos dimos cuenta de esto, les dijimos que el proyecto de investigación requería que
los padres asumieran responsabilidad de los miembros perturbados de la familia, y que
gozaban de considerable li bertad para ir y venir en la comunidad, mientras pudiesen
controlar la conducta de aquéllos. Se les recordó que vivíamos en una comunidad en la que
las personas tenían los mismos miedos y preocupaciones en relación a la enfermedad
mental que las personas de cualquier otra parte del mundo, que teníamos una
responsabilidad ante la comunidad y que la meta era evitar quejas, justificadas o
injustificadas. Se dijo a las familias que se las consideraba obligadas a conocer las reglas de
la comunidad y del hospital, y que era condición para seguir participando en el proyecto de
investigación que no hubiese quejas a causa de conducta perturbada fuera de la sala.
Desaparecieron las quejas del hospital y de la comunidad. Los padres anteriormente
irresponsables se convirtieron en todo lo contrario. Cuando los miembros perturbados de la
familia se alteraban, los padres ponían en acción sus propios sistemas de control. Cuando
una alteración se hacía demasiado grande, la familia pedía permiso a las demás familias
para cerrar la sala durante algunos días, hasta que se calmase el trastornado. Esta
experiencia, confirmada ahora por otras subsiguientes, nos aportan testimonios de que los
padres de un vástago esquizofrénico, que comúnmente funcionan como personas
impotentes e irresponsables, son capaces de actuar responsablemente cuando es necesario.
Mi propia conducta como director del programa desempeñó un importante papel. Ante la
dirección del hospital me había comprometido a suprimir los incidentes y cuando actué con
mayor responsabilidad, me fue posible exigir a las familias que se condujesen también de la
misma manera. Es interesante señalar que durante los periodos en que los padres
funcionaban con sentido de responsabilidad, las familias hicieron los mayores adelantos en
las reuniones diarias de psicoterapia.
278 Cap. 5 Psicoterapia familiar de la esquizofrenia en el hospital
Las familias residentes nos proporcionaron una experiencia única y muy satisfactoria desde
el punto de vista de las investigaciones, pero el ambiente de un hospital no es el más apto
para propiciar el cambio en la psicoterapia familiar. Fue posible que las familias alcancen
un nivel bastante satisfactorio de responsabilidad en lo tocante al miembro psicótico de la
familia, pero los padres pasaron a ser excesivamente dependientes de los recursos
hospitalarios puestos a su disposición, lo cual estorbó el desarrollo de sus propios recursos.
Se han alcanzado mayores éxitos en la psicoterapia familiar cuando las familias se han
hecho cargo del cuidado del psicótico en el hogar.
Los mejores resultados clínicos por lo que toca a tratar el proceso de proyección familiar, se
han alcanzado en el trabajo con pacientes externos y en la práctica privada. La ansiedad
alimenta al proceso que con duce a las cuestiones de "enfermedad-paciente-diagnóstico-
tratamiento". En los primeros esfuerzos clínicos, también yo me opuse frecuentemente al
proceso de proyección. El enfoque más productivo había consistido en procurar no verse
enredado en las cuestiones del proceso de proyección familiar y dirigir la atención hacia la
ansiedad de los padres, que alimenta la proyección. Unas cuantas horas dedicadas a uno o a
ambos padres bastan a menudo para aliviar la ansiedad inmediata y convertir la situación es
un esfuerzo psicoterapéutico familiar tranquilo y productivo. Cuando la ansiedad familiar
es muy elevada y no es posible evitar las cuestiones de enfermedad-diagnóstico del proceso
de proyección, expongo mi punto de vista teórico con la mayor claridad posible y me niego
tranquilamente a participar en toda acción que tenga como objeto concentrar el problema en
el paciente, o a seguir trabajando con la familia, a menos que los padres estén dispuestos a
reconocer la parte de responsabilidad que les toca en el problema.
Las cuestiones del proceso de proyección familiar cobran nitidez cuando se propone por
primera vez la hospitalización a causa de un trastorno psicótico agudo, especialmente
cuando la persona psicótica afirma que no está enferma y el proceso de proyección está
basado en un diagnóstico y hospitalización. Se adelanta mucho cuando pueden evitarse el
diagnóstico y la hospitalización, y el proceso de proyección puede modificarse antes de que
la familia dé este importantísimo paso en la confirmación de la enfermedad emocional. Si
es necesaria la hospitalización, prefiero que sea por otras razones y no por la "enfermedad".
Describo en seguida la manera como enfoco actualmente la situación en mi trabajo con
pacientes externos, en la práctica privada. Son tres las razones principales para recomendar
la hospitalización: a) La familia la solicita porque ha llegado al límite su tolerancia de los
trastornos en el hogar. b) La comunidad la exige a causa de los perjuicios causados a la
misma. c)
Esfuerzos clínicos para modificar el proceso de proyección familiar 279
La persona perturbada la pide por sí misma. La primera razón es la más importante para mi
exposición. Cuando se trata la cuestión de la hospitalización, la familia espera que el
psiquiatra utilice la enfermedad como razón para efectuarla. Con este punto de vista, se le
dice al paciente que está enfermo y debe internarse para su tratamiento. Al hacerse
responsable de la hospitalización el psiquiatra, la familia le dice al paciente: "nos apena que
estés enfermo y tengas que internarte en el hospital. Te tratarán bien ahí. Queremos que
vuelvas a casa cuando te pongas bien". De acuerdo con el concepto familiar, esta sucesión
de acontecimientos encierra deformaciones de la realidad. La primera es la de los conceptos
de "enfermo" y "hospital". El grado de "enfermedad" no es la razón verdadera que
determina la hospitalización. Las familias mantienen grados severos de "enfermedad" en el
hogar, en tanto la persona se comporta bien. La verdadera razón es que la familia quiere
sacar de su casa la conducta perturbadora. La hospitalización se realiza más por la familia
que por paciente. Otra deformación está encerrada en la expresión "cuando te pongas bien".
Esto quiere decir realmente: "cuando ya no trastornes a la familia".
Un ego deteriorado puede hacer frente a los graves hechos de una mala conducta, pero le
resulta más difícil enfrentar las deformaciones de la realidad contenidas en los alegatos de
"enfermedad". El ego de la per sona que está haciendo resistencia no advierte "enfermedad"
en su propio sistema perceptivo, y se encuentra en desventaja cuando se la hospitaliza por
una razón que no puede descubrir dentro de sí misma. Si insiste en su propia opinión de que
no está enferma, entonces se rebela y entra en conflicto con su ambiente. Si acepta su
"enfermedad", reconoce algo que no puede advertir dentro de sí misma y comienza a
depender del ambiente, para que éste le enseñe lo que debe saber acerca de su
"enfermedad". Se han alcanzado notables adelantos cuando la familia acepta la
responsabilidad de la hospitalización y utiliza como razón la "conducta". Si la situación lo
permitía, dedicaba varios días o semanas a tratar este punto, antes de hospitalizar a una
persona por "enfermedad". Por ejemplo, un hijo psicótico había estado haciendo resistencia
a la hospitalización durante varias semanas. El esfuerzo se dirigió a ayudar a los padres a
utilizar "la familia" como razón. Cuando la madre dijo finalmente: "¿lo harás por nosotros,
para proporcionarnos algún alivio?", el hijo respondió tranquilamente: "Ésta es la primera
proposición justa que he oído. Firmaré mi admisión en cuanto me presenten los papeles."
La familia puede utilizar la fuerza, como cuando dice: "te mandamos al hospital porque
estamos hartos de tu conducta y de los problemas que creas en el hogar", sin las
complicaciones y castigos que pueden desprenderse del uso de la "enfermedad" como
razón. En estas circunstancias, los pa-
280 Cap. 5 Psicoterapia familiar de la esquizofrenia en el hospital
Esfuerzos clínicos para modificar el proceso de proyección familiar 281
cientes conciben el hospital de otra manera; el progreso es comúnmente rápido y las
permanencias en aquél son breves. En la siguiente sección se presenta un caso clínico que
ejemplifica algunos de los puntos tratados.
Los principios válidos para el concepto de "enfermedad" son aplicables en muchos campos
no relacionados específicamente con el proceso de proyección familiar. El ejemplo
siguiente está tomado de una situa
ción en la que nada tuvo que ver una familia. A un paciente hospitalizado que se estaba
recuperando se le permitió dar su primer paseo por la ciudad. Al comenzar a subir al
autobús para regresar al hospital, se quedó paralizado, pues oyó voces que lo amenazaban
con las más terribles consecuencias si entraba al vehículo. Su conducta detuvo al autobús
en medio de un tránsito intenso y la compañía de transporte se quejó al hospital de que
permitía salir a "pacientes demasiado enfermos para andar por la ciudad". Su médico le
prohibió salir del hospital a causa de su "conducta", no por su enfermedad. Se le dijo que
no se le iba a dejar salir del hospital, por su "comportamiento" en la parada de autobuses, y
que cuando fuese capaz de conducirse de manera que no llamase la atención o no molestase
a otros, le permitirían probar de nuevo. Al cabo de una semana le dieron otro pase para ir a
la ciudad y poco después se le dio de alta y volvió a su trabajo. Más tarde, durante su
psicoterapia, reconstruyó la serie de acontecimientos. Después de su restricción, dedicó días
enteros a practicar la manera de comportarse normalmente, a pesar de las voces. Alcanzó
tanto éxito, que regresó al trabajo mientras las voces todavía se dejaban oír. La restricción
causada por una conducta le proporcionó algo que podía entender, sobre lo cual podía
reflexionar y que podía cambiar. Si se le hubiese circunscrito al hospital a causa de su
"enfermedad", sobre la que no ejercía ningún control, tal vez no le hubiese quedado más
remedio que ponerse a esperar a que la enfermedad se fuese.
Muchos esfuerzos se han dedicado a evitar el uso de los conceptos "enfermedad" y
"paciente", así como la utilización del "diagnóstico" aunque este esfuerzo puede parecer
irrealista cuando el triádico está tan
deteriorado e incapacitado. ¿Cuán válido es el esfuerzo y cuáles son los resultados? Todavía
no he visto que un proceso de proyección familiar haya quedado completamente resuelto en
una familia donde haya un caso grave de esquizofrenia. Cuando la familia está tranquila, el
proceso desaparece; pero si se produce ansiedad de nuevo, reaparece. A veces, los padres
logran controlar con éxito la parte que les toca en el proceso, pero entonces el triádico
comienza a actuar como perturbado e incapacitado, de tal manera que los obliga a
reconocer su "petición de enfermedad". La persona esquizofrénica no está orientada a
volverse "normal", y desempeña un importante papel en la perpetuación del statu
quo. Mendell (1958) ha utilizado un enfoque diferente del dilema de diagnosticar
únicamente al paciente. Pone pruebas psicológicas a todos los miembros claves de la
familia, que luego se utilizan como testimonio autorizado para fundar un diagnóstico que
abarca a todos los miembros. Luego se trata a cada persona "enferma" mediante
psicoterapia de grupo, pero cada miembro de la familia forma parte de un grupo distinto.
Cuando se tratan problemas menos graves que el de la esquizofrenia, el evitar la secuencia
"enfermo-paciente-diagnóstico" constituye un beneficio directo que ayuda a la masa
familiar de egos a alcanzar un nivel
superior de diferenciación del yo. Cuando la familia alcanza dicho nivel, el proceso de
proyección desaparece permanentemente. Ofrezco en seguida uno de los innumerables
ejemplos que se podrían poner. Un esposo de treinta y tantos años de edad se había
sometido durante cuatro años a psicoanálisis, con mediano éxito, para tratarse de
obsesiones y fobias paralizadoras que lo habían obligado a renunciar a su trabajo. Mientras
tanto, su esposa recibió psicoterapia durante algún periodo. El esposo retornó al trabajo con
éxito, pero era un "neurótico compensado" que tenía su enfermedad bajo control. La esposa
era la capacitada que lo protegía de situaciones que lo pudiesen trastornar. En un periodo
posterior de conflicto matrimonial, la esposa solicitó nuevamente ayuda psiquiátrica. El
esposo se negó a participar y ella comenzó sola la psicoterapia familiar. Su sistema de
pensamiento-sentimiento estaba totalmente ocupado por la "neurosis" del esposo. Al
principio del tratamiento se le preguntó si podía dejar de considerarlo y llamarlo neurótico
y de tratarlo como persona perturbada, a lo que ella respondió: "de acuerdo, ¿pero qué otro
término podré usar? ¿Conocen ustedes un término mejor?" Se le sugirió que "jugase" a que
su esposo no era enfermo, débil ni neurótico. La sugerencia no pareció dar en el blanco.
Unos dos meses más tarde dijo: "he estado trabajando de acuerdo con lo que me dijeron. Ya
no lo llamo neurótico, ni lo trato como tal, pero pongo a Dios por testigo de que no puedo
dejar de seguirlo considerando como neurótico". El esposo reaccionó ante el cambio con
una campaña de impotencia, en la que se llamó neurótico y rogó a su cónyuge que se
compadeciese maternalmente de su impotencia. La esposa se negó a ceder a sus demandas.
Él se enfadó, la acusó de no quererlo y durante una semana se comportó como un
individualista que le quería decir: "no te necesito". Después, se unió a ella en la
psicoterapia familiar y lograron la solución de su problema. Desde el comienzo de su
matrimonio, el esposo había sido un "paciente" potencial, "real" o compensado, y la esposa
había sido una "madre" que se había hecho cargo de sus diversos grados de incapacidad.
Ahora, por vez primera, se habían librado del problema y alcanzado la capacidad de ser dos
personas adultas en su matrimonio.
282 Cap. 5 Psicoterapia familiar de la esquizofrenia en el hospital
Principios y técnicas de la psicoterapia familiar
283
PRINCIPIOS Y TÉCNICAS DE LA PSICOTERAPIA FAMILIAR
La primera psicoterapia familiar estructurada se practicó con las familias internadas para el
estudio de investigación. Ambos padres, el vástago esquizofrénico y los hermanos normales
acudieron juntos a las sesiones de psicoterapia. Se empleó una psicoterapia no directiva, en
la que los miembros de la familia "trataron de resolver juntos el problema familiar". El
terapeuta funcionó como catalizador para facilitar el trabajo conjunto y como observador
participante, lo suficientemente "distante" para poder observar objetivamente e interpretar
el proceso familiar. La psicoterapia siguió un curso definido. Los hermanos normales no
tardaron en encontrar razones para separarse del esfuerzo familiar, y dejaron a sus padres y
al psicótico interconectados en una intensa dependencia recíproca emocional, a la cual he
llamado "tríada interdependiente". El cambio en ésta fue lento y pareció dirigirse hacia una
diferenciación en tres yoes distintos. Un cónyuge lograba elevarse hasta un nivel de
funcionamiento más seguro, y parecía haber logrado un yo mejor definido, con un nivel
superior de identidad. Luego, el otro cónyuge pareció recorrer el mismo proceso y después
el triádico dio señales de haber "crecido un poquito". A veces estos ciclos se extendieron
por un año. Se confió en que el curso cíclico proseguiría, hasta que los tres se
transformasen en individuos bien diferenciados. No ocurrió tal cosa. Algunas familias
prosiguieron a lo largo de unos cuantos ciclos e interrumpieron la psicoterapia durante un
periodo asintomático o se valieron de un airado incidente familiar como razón para
detenerla. Otras avanzaron muy rápidamente durante algunos meses y luego se detuvieron
de pronto, cuando los síntomas ya no les produjeron tantas molestias.
Una serie de experiencias condujo a una modificación del esfuerzo por trabajar con la tríada
para llegar a la diferenciación. Ofrecemos en seguida un buen ejemplo: la hija, a la que le
faltaban pocos años para cumplir treinta, se había pasado la mayoría de los seis años
anteriores en instituciones. El padre, la madre y la hija asistían juntos a las sesiones de
psicoterapia. Se hicieron rápidos avances. Al cabo de seis meses, la hija estaba trabajando y
después de un año había llegado a un nivel de funcionamiento tan seguro y capaz, como
nunca he visto en el periodo de recuperación de un esquizofrénico. Estaba exenta de
culpabilidad y defensividad en lo que respecta al periodo psicótico. La intensidad del patrón
a que se sujetaba la relación de los padres (madre agresiva, ansiosa, y padre sumiso) había
pasado a ocupar el plano del fondo, y éstos vivían tranquila y fecundamente. La hija habló
de mudarse a su propio apartamiento y los padres "estuvieron de acuerdo". La hija sol¡
citó psicoterapia "individual" para sí, pero el plan implicaba que los padres interrumpieron
su participación y el terapeuta se opuso. Los tres siguieron juntos la psicoterapia. El día que
la hija les anunció que ya había decidido y arreglado definitivamente su mudanza, los
padres -que anteriormente habían estado tranquilos- comenzaron a manifestar ansiedad, a
rogarle a la hija, atacarla, mostrarse impotentes, y el antiguo proceso de proyección familiar
retornó en toda su intensidad. La hija decidió "renunciar a sus propias metas vitales"
durante un tiempo, "para ayudar a sus padres". Poco a poco, su funcionamiento comenzó a
deteriorarse y seis meses después había perdido su empleo y caído en otra grave regresión.
Después de otros diez meses, la regresaron a una institución. He aquí un ejemplo de
reacción familiar, cuando el triádico trata de separarse de los padres. Al enfrentarse con la
ansiedad de éstos, el yo en embrión del triádico regresó precipitadamente hacia la masa
familiar de egos, "para salvar a los padres". En años recientes se ha modificado la
psicoterapia para ayudar a la familia durante esta crisis de separación. Tan pronto como los
padres y el triádico se percatan del papel que cada uno de ellos desempeña en el proceso
familiar, se trata a los padres juntos con la meta explícita de ayudarlos a separar sus vidas
de la del triádico, y a éste se le trata a solas, con la meta explícita de ayudarlo a funcionar
sin los padres y hacer resistencia a su "reflejo" emocional automático para "salvar a
aquéllos" (para convertirse en objeto de proyección de los padres) cuando están ansiosos.
Se han obtenido mejores resultados con este procedimiento, pero encierra una relación
mayor "de apoyo" a cada bando de la familia, y el nivel fundamental de diferenciación del
yo no cambia.
Cuando la esquizofrenia es grave, la masa familiar de egos no es solamente
"indiferenciada" sino, según mi experiencia, "indiferenciable". Todavía no conozco una
solución razonable al problema fundamental que presenta una familia con esquizofrenia
grave. La unicidad emocional en la esquizofrenia está muy por encima de cualesquiera
otros vínculos. El hijo está emocionalmente "soldado" a la masa de egos con sus padres,
donde funciona como un "ego nada" qué les permite a éstos ser un "ego algo". Las tres
personas podrán estar separadas físicamente, pero parece imposible para cualquiera de ellas
diferenciarse como "yo", de las otras dos. Si el triádico vive lejos del hogar y mantiene
vínculos de dependencia que no envuelven a los padres, los tres miembros de la tríada se
sienten más cómodos. Los padres funcionan "tomando prestados yoes" de fuera de sí
mismos, y "proyectando sus insuficiencias" sobre otros. En esta situación, los padres no
advierten en ellos mismos un problema y carecen de motivos para solicitar psicoterapia
familiar. Si el trío se reúne, la antigua función emocional comienza a operar
inmediatamente.
284 Cap. 5 Psicoterapia familiar de la esquizofrenia en el hospital
Principios y técnicas de la psicoterapia familiar
285
La ordenada "diferenciación del yo" respecto de la masa familiar de egos, se produce en
una amplia gama de problemas menos severos que el de la esquizofrenia. El proceso de
diferenciación es especialmente rá pido en el caso de problemas de grado neurótico. Los
padres pueden ponerse a diferenciar sus yoes de los de sus hijos (con cambio espontáneo en
éstos), de los de sus propios progenitores el de uno respecto al del otro; pueden alcanzar
altos niveles de identidad. Cuanto más grave es el problema familiar, tanto más probable es
que la familia interrumpa la psicoterapia tan pronto como se consiga una mejoría
sintomática, como ocurre en las familias con esquizofrenia. Sin embargo, ha habido
familias con problemas psicóticos transitorios o "fronterizos" en un miembro de la misma,
en las cuales la psicoterapia ha proseguido hasta alcanzar la "diferenciación de yoes"
respecto a la masa familiar de egos. Ha sido mi meta encontrar el camino para la solución
completa del problema subyacente, cuando hay esquizofrenia grave. Algunas familias han
continuado la psicoterapia familiar por cinco o siete años y han alcanzado ajustes
medianamente exentos de síntomas, pero sin lograr ningún cambio en el problema
fundamental. En los últimos tres años se han hecho esfuerzos por conseguir que participen
algunos parientes cercanos claves en el tratamiento, para añadir más "fuerza" a la masa
familiar de egos. Este esfuerzo es demasiado nuevo como para rendir un informe extenso
de él aquí, pero los resultados iniciales son alentadores.
Aunque la psicoterapia familiar no ha tenido éxito por lo que toca a resolver el problema
subyacente en casos de esquizofrenia grave, sí ha sido eficaz al ayudar a las familias a
conseguir ajustes asintomáticos, sin cambio del problema subyacente. Ofrezco en seguida
un ejemplo de buen ajuste asintomático mediante una breve psicoterapia familiar: una
madre de 45 años de edad se encontraba en su segundo episodio psicótico agudo. En
ocasión del primer episodio, había estado hospitalizada durante un año, se la había
sometido a terapia por electrochoques y a psicoterapia, y después, durante dos años había
sido tratada como paciente externa de psicoterapia. El segundo episodio psicótico se
presentó tres años más tarde. El esposo se mostró ansioso y solícito en relación con el
pensamiento y la conducta hiperactivos y extravagantes de su esposa. Ésta reaccionó a las
reacciones de aquél con un aumento de síntomas psicóticos. El esposo convino en intentar
la psicoterapia familiar, manteniendo a la esposa en el hogar. El esposo se esforzó por
convertir la enfermedad de la esposa en responsabilidad del terapeuta, mientras seguía
proyectando su ansiedad sobre ella. Yo me esforcé por concentrarme en la ansiedad del
esposo, en eludir la responsabilidad directa por la enfermedad de la esposa y en conseguir
que su marido se hiciese responsable del problema familiar. Exhibió considerable
responsabilidad mien
tras tuvo a la esposa en el hogar y al cabo de dos semanas, solicitó que la hospitalizasen
porque estaba "demasiado enferma" como para quedarse en la casa. Sostuve mi punto de
vista de que lo mejor para la esposa era el hogar, pero que podía obtener la hospitalización
si había llegado a su límite de tolerancia de las tensiones existentes en su casa. Le pidió a
un pariente que lo ayudase a vigilar la conducta de la esposa. Cuando el pariente se "hartó"
de la situación, me preguntó si podía darle a la esposa "tratamiento de shock". Me negué a
participar en dicho tratamiento y nos hicimos de palabras en torno a lo que entendía por
shock. Por su propia iniciativa, dio comienzo a un programa muy firme de control, en el
que los "privilegios" de la esposa estuvieron determinados por la capacidad de ésta para
controlar su propia conducta. Al cabo de diez días, los síntomas psicóticos habían
desaparecido y el "resultado perfecto", que la familia comenta con grandes elogios, ha
continuado durante cinco años. La familia recibió catorce horas de psicoterapia familiar
durante un periodo de siete semanas.
La familia siguiente, comprendida dentro de los límites del deterioro en que es aún posible
la diferenciación completa de yoes, ejemplifica varios principios y técnicas importantes de
la psicoterapia familiar. En este caso, el proceso de proyección familiar se contrarrestó
evitando la hospitalización. Otro principio importante queda ejemplificado por la técnica
que consiste en ejecutar la terapia familiar tratando transitoriamente a un solo miembro de
la familia. Se trataba de una familia con un hijo de 17 años de edad, agudamente
trastornado, que tenía un problema de grado psicótico fronterizo y que había sido un
problema de conducta cada vez más grande desde la adolescencia. Nunca había sido bueno
su ajuste a la escuela, y las instituciones de enseñanza habían dedicado muchos esfuerzos a
diagnosticar y comprender el problema, incluirlo en programas especiales, y habían
recomendado varias veces que se le tratase con psicoterapia. Los padres trataron de
enfrentar los problemas de conducta haciendo uso de la "disciplina", que en realidad era
una serie de coléricas represalias contra la mala conducta de su hijo. Éste reaccionaba con
estallidos violentos, coléricos, que asustaban a los padres. Se oponía a la proyección de los
padres, llamándolos "enfermos". La psicoterapia nunca había sido más allá de la simple
consulta psiquiátrica, porque el hijo insistía en que no estaba "enfermo" y los padres se
sentían paralizados porque el hijo no estaba dispuesto a cooperar.
En las semanas que precedieron a la consulta, la ansiedad del hijo había aumentado hasta
mantenerse totalmente apartado de la familia y pasarse las tardes y las noches vagando por
la comunidad. Iba desali ñado, su conducta y su manera de vestir eran extravagantes, al
parecer tenía alucinaciones y ya no era capaz de cumplir rutinas escolares sen-
286 Cap. 5 Psicoterapia familiar de la esquizofrenia en el hospital
cillas. Asustaba a algunos maestros y personas de la comunidad. Cuando en la escuela se
sugirió que lo hospitalizasen, el padre solicitó ayuda para hacerlo. No estuve de acuerdo
con el plan de hospitalización inmediata y en cambio les ofrecí entrevistas para la
evaluación previa a la psicoterapia familiar. El hijo insistía en que su único problema eran
los padres y que no necesitaba psiquiatra. Los padres se sentían extremadamente ansiosos,
pero estaban dispuestos a recibir psicoterapia familiar para sí mismos y dejar al hijo fuera
del esfuerzo familiar, hasta que expresase un deseo positivo de psicoterapia. Los acting outs
del hijo en la escuela y en la comunidad no parecían ser demasiado grandes como para
correr el riesgo de un esfuerzo psicoterapéutico familiar. Las autoridades de la escuela
estuvieron de acuerdo en "esperar los acontecimientos", pues interpretaron mal la
recomendación del terapeuta en el sentido de no hospitalizar al muchacho y creyeron que
debía permanecer en la escuela.
Unos días después, informaron que la conducta del chico había asustado a algunos
maestros. Las autoridades de la escuela habían avanzado, desde hacía tiempo, en el camino
del proceso de proyección fa
miliar que consiste en pensar, diagnosticar y en tratar al hijo como "enfermo". Se les
recordó que el terapeuta no había recomendado que el muchacho siguiese en el colegio, y
se les pidió que tomasen decisiones sobre la base de la conducta y ya no de su
"enfermedad", es decir, que enviasen al muchacho a su casa cuando su conducta no
cumpliese las reglas de la escuela. Algunos maestros temieron que se "heriría" al muchacho
si se le enfrentaba a la realidad; preferían disculpar su conducta mediante su "enfermedad".
Otros maestros, a quienes agradó el permiso para tratar la conducta en vez de preocuparse
por la "enfermedad", tomaron decisiones más firmemente realistas y la situación mejoró
notablemente.
Los padres hicieron pocos adelantos en sus primeras horas de psicoterapia familiar
conjunta. Sentían gran ansiedad y no hacían más que pensar en los defectos del hijo. A
pesar de esto, la ansiedad del hijo
menguó y al cabo de dos semanas, ni la escuela ni la comunidad presentaron quejas de él.
El hijo declaró que le agradaba que los padres estuviesen tratando de resolver finalmente su
propio problema. En la psicoterapia, los padres estaban en tan grande desacuerdo
fundamental acerca del hijo, que sus "yoes" se neutralizaban el uno al otro. Su esfuerzo
desemboca en la misma falta de dirección "sin yo", que había caracterizado al ambiente del
hogar. Se sugirió que uno de los dos se sometiese individualmente a la psicoterapia y que
decidiesen cuál debería hacerlo. Durante los seis meses siguientes, la madre fue el único
miembro de la familia que asistió a las sesiones de psicoterapia familiar. Puesto
Principios y técnicas de la psicoterapia familiar
que en estas situaciones el esfuerzo se dirige a que uno de los padres logre alcanzar un nivel
de identidad más elevado, se alentó a la madre para que definiese un "yo", aclarase sus
propias creencias y convicciones y, sobre todo, mantuviese su punto de vista en importantes
cuestiones familiares, sin perder "yo" en el campo emocional de la familia. Hizo progresos
y comenzó a aparecer un "yo" bastante definido, surgido de la "masa sin yo" de la familia.
Por primera vez, la madre comenzó a enfrentarse a las situaciones familiares penosas,
controlando su propio "yo" en vez de tratar de cambiar el "yo" de otros.
Al cabo de unos meses, la conducta del hijo fue "casi normal" en la escuela y en la
comunidad, pero su problema era objeto de acting outs ante la familia. Por lo general, es un
indicio alentador que el ac ting out en la comunidad se desplace y vuelva a la familia.
Mientras la madre se ocupaba más de su propio problema y menos de los de la familia, el
padre comenzó a "sentir" los problemas del hijo. Hubo un breve periodo de intimidad entre
ellos dos, seguido de un conflicto. El padre se convirtió en "disciplinario" y estricto, a lo
cual reaccionó el hijo con un acting out agresivo, específicamente dirigido al padre.
La fase siguiente de la psicoterapia comenzó unos ochos meses después del comienzo de la
psicoterapia familiar, cuando el exasperado padre pidió que le dedicaran tiempo de la
psicoterapia familiar. Nos informó de que la situación familiar era peor que nunca, pero al
cabo de unas cuantas horas comenzó a definir un "yo" y una posición para sí mismo en la
familia. Hizo progresos más rápidos que la_ madre. Después de un breve periodo, sus
pensamientos, sentimientos y acciones se dirigieron más a la madre que al hijo. Unos tres
meses después de haber comenzado, se produjo un periodo de evidente conflicto entre los
padres. Éstos unieron rápidamente sus fuerzas y empezó otro periodo de proyección del
problema familiar sobre el hijo. El conflicto entre ellos menguó, y el hijo tuvo otro periodo
de regresión y conducta irresponsable dentro de la familia. Los padres se enfadaron con él,
quien los seguía llamando "enfermos" y no hacía ningún esfuerzo por ayudar a resolver el
problema familiar. El hijo solicitó psicoterapia para sí mismo, y fue la primera vez que se le
trató, desde la evaluación efectuada casi un año antes.
La fase siguiente de la psicoterapia familiar consistió en tratar al hijo a solas, aparte de las
sesiones familiares semanarias a las que los padres asistían juntos. El hijo hizo algunos
adelantos, pero no tardó en
verse con claridad que si iba a la psicoterapia, era solamente porque sus padres se lo pedían,
y se limitaba a salvar las apariencias. Los padres estaban haciendo pocos adelantos en lo
referente a su parte del problema. En tales situaciones es común que la motivación de ellos
se reduzca y comiencen a depender del triádico para resolver todo el problema. Al
287
288 Cap. 5 Psicoterapia familiar de la esquizofrenia en el hospital
Estado actual de la psicoterapia familiar
289
cabo de dos meses, el hijo decidió interrumpir las consultas, diciendo que regresaría más
tarde, cuando sintiese necesidad de la psicoterapia. Los padres iniciaron de nuevo la
proyección sobre el hijo, que empezó otra vez a manifestar acting outs en la familia.
Gracias al problema tangible proporcionado por el acting out del hijo, fueron capaces de
concentrar su atención en un problema familiar y luego emprender, por primera vez
conjuntamente, la solución de su propio problema.
Hasta la actualidad, esta familia ha recibido setenta y dos horas de psicoterapia familiar, en
el transcurso de dieciocho meses. El hijo ha logrado obtener calificaciones que le han
permitida aprobar el curso en la escuela, por primera vez en mucho tiempo, y se sintió
motivado a conseguir un trabajo; pero su déficit académico es grande y le falta todavía por
lo menos otro año de segunda enseñanza. Los padres mantienen la concentración sobre su
propio problema en la psicoterapia familiar, pero avanzan cauta y lentamente en la
investigación de sus propios problemas intrapsíquicos de lo que sería característico en
padres de familias menos deterioradas. La familia posee un nivel de diferenciación del yo,
superior al que es común en una familia que tiene un caso de esquizofrenia grave en el
triádico. La capacidad del hijo para oponerse al proceso de proyección familiar, y la de los
padres para alcanzar un nivel medianamente efectivo del "yo" en situaciones agudas, es
más característica del "yo" que lo que en otros casos de esquizofrenia grave. En la mayoría
de las familias que tienen este nivel de deterioro, los padres piensan en terminar la
psicoterapia cuando se alcanza algún nivel de mejoramiento sintomático. La actual
motivación de los padres para continuar ¡nos indica que tal vez puedan llegar a una
solución razonable del problema subyacente.
ESTADO ACTUAL DE LA PSICOTERAPIA FAMILIAR
Es notable que el método de la psicoterapia familiar, que se inició con el estudio de la
esquizofrenia, haya demostrado ser eficaz para resolver el problema subyacente en caso de
enfermedades emocionales me nos graves, e ineficaz para resolver el problema familiar en
la propia esquizofrenia.
Con todo, esto tiene implicaciones prácticas y teóricas. Desde el punto de vista práctico, ya
no trato la esquizofrenia con la esperanza de que el proceso fundamental logre cambiarse
mediante las técnicas actuales de psicoterapia familiar. Al principio tuve la esperanza de
que la tríada padre-madre-paciente constituiría una unidad autónoma, encerrada en sí
misma, dentro de la cual el problema podría resolverse sin dar apoyo
a cada individuo por separado. Pero resultó no ser autónoma. Ahora abordo la esquizofrenia
con la idea de que es necesario prestar algún "apoyo" emocional a la masa familiar de egos,
pero tiene sentido teórico y práctico dirigir al menos una parte del "apoyo" a los padres que
forman parte de la tríada, y no solamente al paciente.
Teóricamente, la experiencia con familias refuerza la creencia de que la esquizofrenia
llegará a explicarse finalmente como fenómeno emocional, si nos la representamos corno
un proceso de esta índole que abarca varias generaciones.
Sin embargo, la esquizofrenia es tan fija y estacionaria en la tríada padre-madre-paciente,
como en el paciente; pero hay pruebas que indican que el proceso puede invertirse en la
masa de egos familiar en la cual crecieron los padres, si se puede someter a terapia a los
miembros de la familia de origen.
Yo entiendo el proceso de proyección familiar como un fenómeno natural, que se desarrolla
como cualquier otro fenómeno de la naturaleza, cuando hay condiciones favorables para él.
Al mismo tiempo, creo que las "condiciones favorables" podrán ser controladas y
modificadas por el hombre, cuando conozcamos mejor la forma en que se desenvuelve el
proceso. En la psicoterapia familiar está implícita la suposición de que el proceso de
proyección familiar no es algo que tenga que ocurrir, y que los padres pueden hacerse
responsables de un yo. En familias menos deterioradas, los padres asumen dicha
responsabilidad cuando es necesario, pero como los padres de una persona esquizofrénica
crecieron como receptores triádicos de procesos de proyección familiar semejantes, pero
menos intensos, en sus propias familias y en las que no era posible asumir la
responsabilidad del yo, a tales padres les resulta difícil asumirla ahora, salvo durante
periodos esporádicos. Además hay que decir que, a un nivel práctico, les resulta más fácil y
conveniente a la profesión médica y a la sociedad asumir la responsabilidad del problema
familiar proyectado (el paciente psicótico), que tratar de hacer responsables a los padres del
paciente. La utilización de la estructura médica que lleva a cabo la familia, consistente en el
"examen, diagnóstico y tratamiento" para apoyar la causa del proceso de proyección
familiar, constituye un problema monumental para cuya solución no se tienen
procedimientos f áciles.
Si la estructura médica no existiese, las familias se las arreglarían para encontrar otras
maneras de hacer responsable al ambiente. Se alcanza una notable ventaja terapéutica
cuando los terapeutas pueden tratar el proceso de proyección familiar sin tener que hacer un
diagnóstico de enfermedad en el miembro incapacitado de la familia.
290 Cap. 5 Psicoterapia familiar de la esquizofrenia en el hospital
REFERENCIAS BILIOGRÁFICAS
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Leido ante la Conferencia de Schizophrenia and the Family, Temple Univ. Filadelfia, marzo
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Vogel (dir.) The family. Glencoe, Ill.: Free Press.
Dinámica familiar y reversibilidad de la formación de delirios:
estadio de un caso en terapia familiar
Nathan W. Ackerman Paul F. Franklin
EL ENFOQUE FAMILIAR DE LA INVES tigación de los fenómenos de la esquizofrenia
requiere que se adopte firmemente un punto de vista. En anteriores publicaciones
(Ackerman, 1960, 1961), sostuvimos una teoría en lo concerniente a la enfermedad de la
esquizofrenia y también una teoría de la terapia familiar adecuada a este estado. El marco
conceptual tratado en dichas publicaciones da por supuesta una correlación entre el proceso
esquizofrénica y el trastorno homeostático del organismo. También se supone una
interdependencia fundamental del trastorno homeostático del individuo esquizofrénico y el
desequilibrio homeostático del grupo familiar. La meta del estudio familiar es la aclaración
de esta relación. Al adoptar esta postura teórica, no afirmamos que exista una relación
exclusiva o exacta de uno a uno entre la familia y la homeostasis del individuo, sino
únicamente sugerimos que puede existir una correlación significativa. Sacamos esta
inferencia a partir de una serie pequeña, pero convincente, de experiencias empíricas en el
tratamiento del paciente esquizofrénico dentro de la matriz de la vida emocional de toda su
familia. Con este tipo de intervención hemos podido alterar, a nuestra satisfacción, el
equilibrio homeostático dentro de la unidad familiar y, de manera semejante, modificar
291
292 Cap. 6 Reversibilidad de la formación de delirios
Situación de la enfermedad
293
el curso del trastorno esquizofrénico. En esencia, hemos podido producir un cambio en el
patrón integrante de las relaciones familiares y un cambio simultáneo en el funcionamiento
integrante del paciente esquizofrénico, dirigidos hacia la salud.
Permítasenos avanzar un poco más en nuestro pensamiento. En el estudio del tratamiento
familiar de la esquizofrenia, observamos efectos circulares: la influencia de la familia en el
paciente y la influencia del paciente en la familia. En casos escogidos, si logramos invertir
algunos de los rasgos esenciales de la experiencia psicótica mediante una intervención
familiar; con ello estamos aportando testimonio de la existencia de una asociación
significativa entre la homeostasis de la familia y la del individuo. Gracias a este método,
cuando logramos retardar la tendencia patógena y traer de nuevo al paciente al espacio vital
real de su grupo familiar, inferimos que la terapia familiar tiene la capacidad potencial, no
sólo de influir en las elaboraciones secundarias, sino también en las manifestaciones
primarias de este trastorno. Al afirmar esto, no aseveramos que el factor social sea el único
agente etiológico; tampoco pretendemos haber realizado una cura. Ni decimos que tal
mejoría pueda alcanzarse uniformemente en todos los tipos de esquizofrenia, en todas y
cada una de las etapas de la enfermedad y con cualquier clase de familia. Sostenemos
únicamente que si tal resultado puede alcanzarse en algunos casos, esto por sí mismo
constituye una reflexión importante sobre la naturaleza de la enfermedad y el papel
fundamental que desempeña la interacción familiar.
En las controversias actuales, ésta es una consideración importante, pues los investigadores
de inclinaciones organicistas aseguran a menudo que la psicoterapia influye únicamente en
las manifestaciones secunda rias, sin tocar para nada el proceso esquizofrénico primario. N
o estamos de acuerdo con este punto de vista. Según nosotros, constituye una observación
sorprendente el que la psicoterapia familiar, en condiciones ambientales y orgánicas
favorables, parece afectar tanto las manifestaciones primarias, como las secundarias.
La terapia del caso que describiremos se llevó a cabo en la Family Mental Health Clinic of
the Jewish Family Service de la ciudad de Nueva York. Es una clínica orientada a la
investigación y dedicada al estudio de las relaciones entre la dinámica familiar y la salud
mental. Como se suele hacer, a la familia de que hablaremos fue estudiada primero en una
serie de entrevistas exploratorias, realizadas por los psiquiatras investigadores y observadas
por el personal clínico. Luego se asignó la familia a un psiquiatra del personal, para
proseguir el estudio y la terapia. Se hicieron entrevistas con la familia entera y también,
cuando se consideró propio, con el paciente y los padres por separado.
En esta familia se practicaron entrevistas individuales con la hija durante los primeros
meses, y entrevistas conjuntas con los padres. Más tarde, la hija se incorporó a las
entrevistas familiares regulares, pero
siguió manteniendo algún contacto individual con el terapeuta. Después de un año de
terapia, el psiquiatra investigador mantuvo algunas entrevistas de "continuación" con la
familia, que fueron filmadas con fines de estudio.
En este capítulo nos proponemos informar del estudio de una paciente y su familia, en el
cual el tratamiento familiar pareció dar como resultado la inversión de la experiencia
psicótica de la paciente. Pre
sentaremos el material apropiado en cinco secciones principales: a) la situación de la
enfermedad; b) antecedentes v diagnóstico de 1a familia; c) curso de la terapia familiar; d)
registro textual de una entrevista familiar; e) comentario interpretativo, basado en los
testimonios del estudio familiar.
SITUACIÓN DE LA ENFERMEDAD
La paciente era una muchacha de 16 años de edad, a la que sus padres llevaron a la consulta
psiquiátrica porque su estado mental parecía estarse deteriorando y ellos se sentían
alarmados. Durante tres años,
la paciente había estado recibiendo psicoterapia en otra clínica, pues se suponía que padecía
psiconeurosis. Ni éste, ni ningún otro diagnóstico, habían sido compartidos con los padres;
estaban confusos acerca del verdadero carácter de la enfermedad de la paciente, y trataban
de negar, de manera no muy convincente, su gravedad. Preferían ver en la paciente a un
niño de "imaginación muy viva".
La paciente vivia retraída, no tenía amigos y se negaba a asistir a la escuela. En el hogar,
alternaba periodos en los que se encerraba en su habitación, con disputas con sus padres y
especialmente con su abuela.
Varias veces amenazó con suicidarse y exhibió un raro conjunto de amaneramientos: tosía
extravagantemente, se retorcía constantemente el pelo, cambiaba su mirada, y hacía una
serie de movimientos como de "lombriz", que hacía con las manos y el cuerpo. En algunas
ocasiones se valía de frases extrañas, presuntuosas, que casi rayaban en el neologismo.
Algunas señales patentes de enfermedad habían hecho su aparición a la edad de once años,
contra un fondo de timidez y retraimiento de toda la vida. La paciente nació cuando su
padre estaba cumpliendo con
el servicio militar. La conoció a los tres años de edad, pues había tenido que prestar servicio
en ultramar. Al terminar la guerra y volver al hogar, se encontró en mal estado, física y
mentalmente. Había sufrido una prolongada infección debilitadora y estaba mal alimentado,
depri-
294
Cap. 6 Reversibilidad de la formación de delirios
Situación de la enfermedad
295
mido e irritable. En el hogar, la esposa y la suegra lo acusaron de ser excesivamente
exigente y de monopolizar la atención de su esposa, mientras que al mismo tiempo no hacía
más que criticar y rechazar irritadamente a la hija. Cuando en años posteriores la madre y la
abuela se unieron para acusarlo de haber causado la enfermedad mental de la hija, se puso
del lado de las mujeres contra sí mismo. Acepto la carga total de la culpa y abatió su frente
avergonzado; estaba plenamente convencido de que había causado un grave daño a su hija.
Pero ésta no era toda la historia. Las mujeres habían convertido al padre en chivo
expiatorio. Los estudios clínicos revelaron que la hija había padecido un grave trauma
emocional desde antes de que regresase el padre de la guerra. En estos primeros tres años,
mientras el padre estaba en el extranjero, la abuela había gobernado la familia. La madre y
la abuela mantenían una estrecha relación ambivalente, dependiente. La abuela criticaba
ásperamente las cuidados que la madre daba al bebé. Aunque resentía el irritante ataque de
la abuela, la madre era incapaz de replicarle. La abuela acusaba a la madre de abandonar a
la hija, de ineptitud total al no lograr controlar el llanto de ésta, que podria despertar al
abuelo. El abuelo era una figura borrosa, periférica; había sido obrero y había muerto seis
meses antes de la primera consulta de la familia. La abuela no hacía más que regañar a la
madre para que sacara a la niña al aire y al sol, por considerar que el aire de la casa estaba
estancado y viciado. De manera racionalizada y obsesiva, la abuela sacaba a la niña de la
casa. Aunque esto provocaba su resentimiento, la madre accedía a la presión coercitiva. Se
sentía "dividida" entre la necesidad de cuidar al bebé y la de apaciguar a la abuela. No
obstante, prosiguió la estrecha alianza entre las dos mujeres, y se unieron para aislar y
convertir en chivo expiatorio al padre. Enfrentaron al padre con la hija, y a la hija con el
padre. Fortificaron en la hija una barrera de desconfianza y terror hacia el padre, en su
calidad de varón.
El examen de la paciente reveló la existencia de experiencias alucinatorias activas.
Mantuvo comunicación regular con un planeta perdido en el espacio llamado "Queendom"
(literalmente, país de la Reina) ; y
lo hacia enviando y recibiendo algo parecido a las ondas de radar. Intercambiaba mensajes
con la dama reinante en "Queendom", llamada "Zena" mediante un "Zenascopio". De esto
hablaremos más adelante.
La situación en que se presentó era crítica. Fue preciso tomar una decisión rápida acerca de
la necesidad de atención hospitalaria, a causa del peligro de violencia o suicidio, o de
ambas cosas a la vez. Después de
un estudio acucioso, mediante entrevistas familiares filmadas, se tomó la decisión de correr
el riesgo previsto, consistente en mantener a la paciente en su hogar y emprender la
psicoterapia de toda la familia.
Antecedentes y diagnóstico de la familia
La unidad vital estaba constituida por los padres, la abuela materna y la paciente, que era
hija única. La abuela tenía 65 años de edad. El padre tenía 47; la madre, 45. Hacía 20 años
que estaban casados. El padre obtenía ingresos superiores al término medio y la abuela
contribuía a los gastos del hogar. Los dos padres habían hecho estudios universitarios, eran
ciudadanos norteamericanos por nacimiento y de religión judía.
Los padres se habían sentido atraídos entre sí, en virtud de sus necesidades mutuas de
dependencia y compartían ideales de intimidad familiar, seguridad, fidelidad y
motivaciones a la superación intelectual. En sus respectivas familias de origen, habían
experimentado algunas ansiedades comunes a los dos: el padre provenía de una familia
desintegrada; el abuelo paterno murió en la temprana infancia del padre; la abuela patema,
dominante y "sufrida", era excesivamente solícita y entrometida. La madre se identificó
estrechamente con su propia madre dominante y a la vez consideró a su padre como
temperamental, ineficiente y sin embargo, como alguien al que había que temer.
El padre es un hombre alto, apuesto, de aspecto distinguido. Es un individuo rígido,
obsesivo, perfeccionista y con profundos sentimientos de inferioridad. Da la impresión de
no ser un hombre, sino un muchacho asustado, con sentimientos de culpabilidad, sin
confianza en sí mismo. Se inclina a congraciarse con los demás y justificarse
constantemente a sí mismo. Sus modales son casi femeninos. Habla rápida y
precipitadamente, o no habla en lo más mínimo. Teme a sus emociones y envuelve sus
pensamientos en frases intelectuales, presuntuosas. Se atrinchera en tareas académicas. No
obstante todo esto, posee un cierto atractivo, como de niño, y solicita frenéticamente
aprobación y apoyo. Sus defensas principales son la obediencia obsesiva, la represión de la
agresión y el despego emocional. La madre es una mujer atractiva, pero tiene un rostro
blando, "vacío", inexpresivo. Es difícil encontrar en ella animación. De manera un tanto
superficial, es una persona obsesivamente buena, convencida de su rectitud, muy dada a
juzgar, y repleta de clisés acerca de lo que es bueno y lo que es malo. Muestra poca
espontaneidad. Es propensa a estallidos histéricos periódicos y padece también jaqueca. De
cuando en cuando, prorrumpe en risas chillonas y atemorizadas.
La abuela tiene una personalidad rígida, muy dogmática y agresiva. Nunca se equivoca y
tiene una respuesta inmediata para cualquier problema. Tras sus declaraciones hipócritas y
mojigatas, desprecia a todo el mundo. Si no consigue lo que quiere, se pone de mal humor y
comienza
296 Cap. 6 Reversibilidad de la formación de delirios
Situación de la enfermedad 297
a hacer amenazas intimidadoras. Actúa como vocero de su hija, hostiga al padre y lo
empuja a ocupar una posición aislada. Tanto la abuela como la madre sienten la necesidad
de hablar en nombre del padre y también de la hija. Un fragmento de simbiosis caracteriza
la relación de la madre y la abuela. Esforzándose fútilmente por atenuar el miedo de las
mujeres a la agresión masculina, el padre se priva de la expresión de sus poderes
masculinos.
La paciente es una adolescente atractiva que ofrece un patético aspecto de desorganización
y desorientación. A sus pánicos le siguen agresiones explosivas, desafiantes. Su
inteligencia, imaginación y sensibilidad inna tas aparecen claramente tras el velo de su
perturbación. A veces, sus expresiones son exquistamente sensitivas y parecen casi
poéticas. Sobre todo, vive presa de la desesperación; de cuando en cuando se desenfrena
por pura desesperación, pero luego se retrae.
Superficialmente, estos padres rinden homenaje, de dientes para afuera, a su estrecho
compañerismo; pero no han alcanzado una unión matrimonial satisfactoria; más bien se
trata de una relación padre-hijo. El padre teme los poderes hostiles de una mujer; la madre
es desconfiada y temerosa de la agresión masculina. Una corriente oculta de competencia y
hostilidad hace que aborte el establecimiento de un firme vínculo emocional. Los padres
parecen colaborar tácitamente a reducir al mínimo la importancia del aspecto sexual de su
unión. Cuando nació la niña, este hecho pareció hacer pedazos el tenue equilibrio de las
relaciones familiares. Era una intrusa y había que expulsarla. Cuando trató de demostrar
frenéticamente que existía, que se le debía dar un lugar, el resultado fue un trastorno mayor
del grupo familiar. Las únicas posibilidades que le quedaban fueron las del retraimiento en
un mundo psicótico o el suicidio. Contra este fondo, la abuela insistió en que la paciente
ingresase en un internado. Se suponía que esto la obligaria a hacerse de amigos entre sus
compañeros.
A primera vista, esta familia daría 1_a impresión de estar bien integrada, con excepción de
la chica gravemente trastornada. Pero ésta era una apariencia engañosa. Al examinarla con
mayor profundidad, se veía que era un grupo profundamente desorganizado y escindido. En
términos emocionales, era una familia paralizada, cargada de culpa y ansiedad. Los
miembros de la misma estaban gravemente alienados, vivían en un temor constante a la
explosión incontrolada de la violencia y la destrucción. En su vida interior había graves
prejuicios y tendencias a convertir a otros en chivo expiatorio. El único miembro varón de
la familia unas veces era un monstruo y otras un muchacho impotente; a la hija se la trataba
como intruso perturbador. Las mujeres de mayor edad habían condenado a ambos al castigo
y al exilio. De parte de la hija y el padre,
se observaba un anhelo apenas apreciable de formar una alianza protectora contra las
mujeres de mayor edad, pero éste nunca pasó de la etapa embrionaria. Los tres adultos se
habían unido para convertir en chivo expiatorio a la hija enferma. Advertían en ella a una
fuerza peligrosa y actuaban como si fuese necesario controlarla o eliminarla, a fin de que la
familia pudiese sobrevivir. Aunque de manera subrepticia, la paciente se interesaba en su
padre; sobre todo, procuraba eludirlo, como él la esquivaba a ella. Mutuamente, no se
atrevían a mirarse a los ojos; temían tocarse el uno al otro. El padre percibía un elemento
erótico, en el interés que demostraba su hija, retrocedía ante ese tabú y temía la violencia.
Un profundo abismo se había abierto entre la paciente y ambos padres. Cuando
ocasionalmente hacía un gesto infructuoso por establecer contacto con alguno de ellos, la
desairaban. Disputaba con su madre, pero su rabia estaba dirigida principalmente contra la
abuela. Hacía resistencia a la autoridad de los padres, se aislaba en su habitación y
amenazaba con cometer actos violentos si violaban su intimidad.
Entre padre y abuela existía un perpetuo conflicto latente. Cuando él fracasó originalmente
en su intento de expulsar a la abuela de la familia, renunció a su propósito. Pero persistió su
refunfuñante resentimien to. A espaldas de él, la abuela se lanzaba a una tortuosa campaña
para abatir su personalidad. En la actualidad, la relación entre el padre y la abuela es
característica de personas bien educadas, pero casi no se hablan. Se trata de una guerra fría.
La madre, persona dulce, persuadida de su rectitud, dejó de interponerse entre el padre y la
abuela, como si esperase inconscientemente que se destruyesen el uno al otro. En las
relaciones diarias con la paciente, los miembros adultos del grupo se mostraban confusos,
desorganizados y derrotados; trataban de controlarla mediante amenazas y sobornos.
En el nivel consciente, la madre y el padre aspiraban a coincidir en el ideal de una unidad
familiar llena de cálido afecto, estrecha y leal. Sin embargo, ésta era una ficción completa.
En realidad, existía un temor constante a que estallase la "guerra declarada". Pero la ilusión
persistía, puesto que los miembros adultos creían ser personas armoniosas, amantes de la
paz. Por consiguiente, existía esta aguda y flagrante contradicción entre el ideal de una
familia de vínculos estrechos y la situación real, de profunda alienación en las relaciones
familiares. Salvo por explosiones periódicas, el clima emocional del hogar era estático,
medio muerto; el estado general de ánimo era el de una apatía resignada. Los miembros del
grupo se sentían atrapados. Las funciones de la familia se llevaban a cabo de manera
rutinaria y constreñida. La familia mantenía escasos contactos con la comunidad.
298
Cap. 6 Reversibilidad de la formación de delirios
El curso de la terapia familiar
299
Como familia, constituía una unidad "económica", pero sin unión emocional ni social. El
ajuste sexual de los padres era muy bajo; el cuidado de la hija carecía de organización. La
familia, como tal, parecía
retroceder, en vez de avanzar; las relaciones estaban gravemente constreñidas y carecían de
vitalidad. La atmósfera emocional estaba invadida por una actitud de evasión y miedo a la
vida; era casi nulo el potencial de crecimiento del grupo familiar.
EL CURSO DE LA TERAPIA FAMILIAR
Al principio resultó sumamente difícil el esfuerzo por tratar juntos a la paciente y la familia.
Ésta estaba confundida y fragmentada. La abuela realizaba una intensa campaña para llevar
a cabo su plan de meter a la paciente en un internado. La propia paciente solicitaba terapia
individual, separada completamente de su familia. Durante los primeros cuatro meses, el
procedimiento planeado de entrevistas familiares se vio obstaculizado por el estado de
escisión del grupo. Al sentirse frustrada, la abuela saboteaba agresivamente todo el
procedimiento. Competía con la influencia del terapeuta y se oponía a su meta de tratarlos a
todos juntos. Este conflicto llegó rápidamente a un clímax, después del cual la abuela se fue
de la casa y no volvió a las sesiones de terapia.
En esta primera fase, se trató por separado a la paciente y a su familia. Por lo general, se
entrevistó primero a ella y después a su familia, sin exceptuar al principio a la abuela. Las
primeras entrevistas con los
padres fueron monótonas. Mostraron su asombro, miedo y culpabilidad, así como el
profundo resentimiento que les provocaba la conducta de la hija. A causa de su pánico
persistente, seguían negando la severidad del trastorno de la paciente. Atribuían sus
experiencias alucinatorias a su "vívida imaginación", y el padre trataba de reducir la
gravedad de la enfermedad afirmando que, como a él mismo, a la hija le interesaba la
ciencia ficción. El terapeuta no estuvo de acuerdo con esto; aseveró categóricamente que la
paciente estaba mentalmente enferma.
Cuando finalmente los padres se vieron obligados a reconocer la psicosis de la muchacha,
surgió un conflicto abierto entre ambos. El padre mostró una preocupación auténtica por el
bienestar de la hija, mientras
las mujeres mayores lo acusaban una y otra vez de haber rechazado aquélla. De acuerdo
con la madre y la abuela, el padre mantenía rígidamente normas y expectativas altas, sobre
todo en lo intelectual. Zaherían al padre por no haber sido capaz de relacionarse
emocionalmente con la hija, salvo en relación con lo académico, y él aceptaba esta
mortificación. Se deprimió. Pero a medida que el terapeuta le fue prestando apoyo, al no
aceptar de ninguna manera que el padre fuese la única causa de la
enfermedad de la paciente, sintió un gran alivio y desapareció su depresión. Le dio
efusivamente las gracias al terapeuta.
En las sesiones siguientes, el padre mantuvo una posición más firme contra las ruidosas
críticas que la abuela lanzaba a la paciente. Sin embargo, hay que señalar que el padre, que
ahora se oponía más franca
mente a la agresividad de la abuela, no se hacía valer directamente ante su esposa.
Resultaba evidente que estaba tratando de dividir a la madre y la abuela, de liberar a su
esposa del dominio de aquélla y conquistarla para sí una vez más. En esencia, estaba
volviendo a vivir su original intento fallido de sumar sus fuerzas a las de su esposa y
eliminar del hogar a la abuela.
El conflicto entre la abuela y el terapeuta llegó a un punto crítico. Hablar con ella era como
hablarle a una pared, y el terapeuta le expresó la cólera que sentía contra ella. En este
momento, los padres quedaron
entre la espada y la pared; vieron que estaban obligados a elegir entre la abuela y la hija; la
una o la otra. El terapeuta hizo ver cómo la abuela monopolizaba las relaciones con la
madre y competía con la paciente. En efecto, estaba privando de madre a la hija enferma.
En la elección entre la abuela y la hija, el padre se puso de parte del terapeuta. Expresó con
toda claridad su deseo de separar a su familia de la abuela. En contraste, la madre mostró
conflicto e indecisión. Pero comenzó a expresar cada vez más su ira contra la abuela.
Finalmente, el terapeuta se puso de acuerdo con ambos padres para "enviar a la abuela a un
internado", por así decirlo, en vez de internar a la paciente. La abuela se mudó al hogar de
un pariente, y después la terapia familiar comenzó a hacer adelantos.
En el consultorio, la paciente caminaba de un lado a otro, agitadamente. En varias
ocasiones había tratado de suicidarse tragando pequeños objetos metálicos, y explicaba que
su continua tos tenía como objeto expulsarlos. Sin embargo, se observó que tosía
regularmente cada vez que miraba a su padre o al terapeuta de sexo masculino. En
momentos de gran tensión, cuando experimentaba un agudo conflicto provocado por el
peligro de intimidad con el padre o con el terapeuta, declaraba que solamente porque le
faltaba valor no se tiraba por la ventana.
Poco a poco fue revelando la naturaleza de sus experiencias psicóticas. Dijo que oía voces
de otro planeta: "Queendom". Los habitantes de éste le hacían señas para que se fuera con
ellos. En él, los seres eran de otra especie. No eran humanos; eran como máquinas. En este
planeta no se permitía la existencia de varones; todos eran femeninos, "no hembras, sino
femeninos". Estas criaturas eran espléndidas, y tenían un color de piel y pelo bastante
exótico. Tenían hormonas, pero no para las relaciones sexuales, sino para hacerse
atractivos. No se reproducían por unión sexual, sino únicamente por fisión. Los seres de
"Queendom" vivían en el tiempo
300
Cap. 6 Reversibilidad de la formación de delirios
El curso de la terapia familiar
301
solar, no en el terrestre. No había día ni noche. Sus habitantes vivían tal vez hasta 150 años.
Eran capaces de dormir durante largos periodos. Se bastaban completamente a sí mismos y
no experimentaban fatiga. Tenían el poder de la clarividencia. En ese planeta todo se
fabricaba mediante procedimientos químicos. La nutrición no era personal ni humana. La
fuente de alimentación no era la "Madre Tierra", sino la fábrica donde todos los alimentos
se producían químicamente. En el exterior del planeta, no había odio, ni guerra, ni
asesinatos, pero tampoco amor. Los Habitantes se dedicaban al cultivo de las artes, la
música, la literatura y la pintura. Era una cultura de la mente sobre el cuerpo. Por último, en
este universo había control mágico. No existían el odio ni los peligros del modo de vida
terrestre. Sin embargo, a ciertos seres de este planeta los afectaba una misteriosa
enfermedad, que pudría progresivamente el cuerpo mientras el espíritu se mantenía
inmortal.
En varias ocasiones la hija se presentó a la sesión con una máscara de hule que representaba
a una persona enferma, horriblemente deformada. Contemplaba un libro de medicina en el
que se veía una fotografía
de un paciente repleto de llagas repugnantes, mutiladas. Por deducción, ésta era la imagen
que en su fantasía tenía su propia enfermedad deteriorante. Explicó su necesidad de
deshacerse de su cuerpo: la parte física de su ser era una carga intolerable, pues había que
alimentarlo, cuidarlo y atenderlo continuamente; lo único que deseaba era preservar y
perfeccionar su espíritu. Buscaba eliminar su cuerpo y glorificar su mente. Experimentaba
un profundo conflicto con sus necesidades corporales, especialmente con sus apetitos
sexuales. Relató un turbador encuentro con un joven camarero de un hotel de veraneo. Tal
como describió el incidente, de manera extraña, de pronto se había encontrado a solas con
él, quien la había sentado en sus rodillas y besado. Dijo de este joven que era un "lobo". "Ni
siquiera caucásico'''; parecía "un monstruo de Formosa". Cuando la besó sintió como si la
hubiesen transformado bruscamente de adolescente en mujer. Fue una experiencia que la
estremeció; sintió pánico y huyó lo más rápidamente que pudo.
De manera peculiar, paradójica, a pesar de sus temores al sexo y a los hombres, exhibió a
veces brevemente un interés intenso, tanto en su padre como en el terapeuta. En una sesión
familiar, dramatizó el conflicto de fidelidad entre su comunidad psicótica de "Queendom" y
su familia verdadera. Con gran animación, habló de cómo tal vez había cometido un error.
Había permitido a Zena y a los seres de Queendom que la convenciesen de aceptar su modo
de vida, en el que no se permitía la presencia de varones. Quizá se había mostrado
demasiado obediente. Debería haber ofrecido una mayor resistencia. Se sentía tentada a
conspirar para llevar uno o dos varones a Queendom, "simplemente para que vieran
cómo es la especie masculina". Por supuesto, esos varones eran el padre y el terapeuta.
Como no estaba permitida la existencia de varones en "Queendom", tendría que meterlos de
contrabando. Pero "solamente podrían quedarse unos minutos". "Los tendría muy
vigilados." Tendrían que portarse bien, o los mandaría de regreso a la Tierra.
En la segunda fase del tratamiento, cuando se iniciaron las entrevistas familiares regulares,
la paciente se sentó al principio lo más lejos posible de sus padres. Estaba indecisa,
insegura, asustada. Frecuentemente, a
medida que iba aumentando su sensación de estar amenazada, sobre todo en relación con su
temor de que estallasen hostilidades abiertas, hacía ademán de salirse de la habitación.
Cada vez que lo hacía, el terapeuta la convencía para que se quedase. En la mente de ella, él
se había convertido en su "defensor".
Al cabo de varias semanas, la paciente comenzó a tocar e incluso a besar suavemente al
terapeuta en la mejilla, en presencia de sus padres. El terapeuta expresó el asombro que le
provocaba que exhibiese esta
clase de afecto para con él, pero no lo hiciera con sus padres. El padre dijo que cuando
trataba de acercársele, ella lo recibía generalmente con una actitud beligerante, hostil.
Cuando trataba de entrar a su habitación, le cerraba la puerta en la cara y lo amenazaba con
un palo. La madre, regularmente se entrometía con comentarios que reforzaban el miedo
que la paciente tenía al padre, y aludió repetidas veces a las normas rígidas y exigentes de
éste y a su rechazo de la hija. Poco a poco se fue viendo con claridad que la fuente principal
de hostilidad contra la paciente no era el padre, sino la madre. Cuando aquél criticaba algo,
parecía estar obedeciendo una indicación de la madre. Era ésta la que tendía a reforzar la
barrera entre la hija y el padre.
Un incidente destaca notablemente como ejemplo de esta tendencia. La paciente llegó de la
escuela con una mala calificación en una de sus materias. La madre le advirtió que no se lo
contase al padre. Sin em
bargo, cuando en la entrevista familiar el terapeuta, con permiso de la paciente, habló de la
mala calificación con el padre, éste no reaccionó con decepción y críticas, sino que más
bien expresó una auténtica preocupación por la forma en que la paciente había sufrido por
este fracaso.
A medida que fueron avanzando las sesiones pudimos observar un desplazamiento en el
arreglo de las relaciones familiares. La hostilidad de la paciente hacia su padre fue
disminuyendo gradualmente, y ella se volvió
apreciablemente más aguda en sus ataques a la madre. Sin embargo, alternó estos ataques
con algunos reconocimientos que casi parecían tratar de disculpar a medias a la madre, en
el sentido de que tal vez no se le pudiese culpar realmente, pues había estado dominada por
la abuela. Poco a poco, la paciente expresó su ira hacia la abuela, de manera cada vez
302
Cap. 6 Reversibilidad de la formación de delirios
El curso de la terapia familiar
303
más directa y vigorosa. En las ocasiones en que la abuela visitaba a la familia, la paciente le
decía: "¿Para qué viniste? Vete a tu casa. No te queremos de nuevo." Pero hizo algo más; le
rogó a la madre que se "destetase" de la abuela: "la abuela ya tuvo su oportunidad de ser
madre; te toca a ti ahora". Cuando el terapeuta llamó la atención sobre la simpatía
fundamental con que el padre veía el resentimiento de la paciente hacia la abuela, aquél
expresó su sentimiento de que, después de todo, "mi hija está librando mi propia batalla".
Se refería una vez más a su primera lucha fútil por separar a la madre de la abuela.
Poco después de un año de terapia, se observó un nuevo cambio. La paciente se acercó más
a su padre. Le acariciaba el pelo y le besaba la mano. El terapeuta hizo notar la manera
exagerada y excesivamente intensa
como la paciente expresaba su deseo de acercarse al padre. Le preguntó si estaba devorando
al padre, en vez de besarlo. Al mismo tiempo, hizo referencia al miedo que sentía el padre a
estos acercamientos agresivos, su miedo a toda franca relación con el sexo y su
consiguiente apartamiento de todo contacto. El padre expresó su temor, diciendo a la hija
que se buscase un novio de verdad. El terapeuta trató esta situación, diciendo que una hija
también podía tocar a su padre, que era un tacto diferente y que no tenía que ser igual que el
tacto sexual de una esposa. Inevitablemente, esto condujo a un prolongado examen del
miedo, que el padre siempre la había tenido a las mujeres, de sus relaciones con su propia
madre, excesivamente posesiva, y de su sumisión a la esposa y a su suegra.
Y volviendo al incidente del camarero "de Formosa", hay que señalar que la paciente habló
con toda libertad de este incidente con el terapeuta, pero nada les dijo a sus padres. Creía
que en su familia no estaba permi
tido el sexo, que era absolutamente un tabú. En años anteriores, cuando había hecho alguna
pregunta acerca del sexo a sus padres, recibió siempre un desaire. Los padres parecían
sentirse avergonzados y eludían la cuestión. En vez de dar una explicación, le decían que
volviese a sus estudios o que practicase el piano. Por ejemplo, en cierta ocasión le preguntó
a su padre qué se siente cuando se sale con un muchacho. El padre eludió la pregunta con
una humorada; le dijo que una novia (date, que en inglés quiere decir "persona con la que
se cita uno" y, a la vez "dátil") "como cualquier fruta", era despachurrada. La paciente no
volvió a hacer preguntas de carácter sexual.
Otro aspecto de este mismo problema se reflejaba en lo que sentía la paciente por ser hija
única. Cada vez que preguntaba por hermanos y hermanas, sus padres eludían responderle.
Ser hija única no solamente
significaba para ella que tenía que llevar una vida solitaria, sin compañía, sino era una
prueba de que sus padres reprobaban la actividad sexual. En efecto, rara vez la practicaban.
Cada vez que el terapeuta aludía a
la intensa curiosidad de la paciente en lo tocante al sexo, ésta se agitaba y trataba de
interrumpir bruscamente la conversación. En una ocasión, acudió a la sesión armada con un
martillo. Se irguió ante el terapeuta con el instrumento, y amenazó con pegarle si persistía
en hablar de su tema tabú. El terapeuta contrarrestó esa negación del sexo con la
observación de que él era masculino y le interesaban mucho las cosas sexuales. No podía
evitarlo, así lo había hecho Dios. Gradualmente, aflojó la tensión de ella y se volvió menos
beligerante. Diluyó su tensión a este respecto, intelectualizando todo el tema. Por ejemplo,
en cierta ocasión lanzó todo un discurso acerca del papel de los genes en la especie
humana.
Posteriormente habló de un sueño que había tenido. En él, la pared del consultorio tenía una
gran variedad de fotografías de desnudos y se estaba llevando a cabo una desenfrenada
orgía. Al entrar la paciente, el
terapeuta masculino le arrojó latas de cerveza vacías. Mientras hablaba de este sueño, la
paciente sacó un juego de cartas decoradas con mujeres desnudas. Le rogó al terapeuta que
no hablase de estas cartas con sus padres, pues se horrorizarían. Todavía más tarde, le contó
al terapeuta un cuento que estaba escribiendo, en el que una estudiante de enfermería se
enamoraba de un joven practicante médico. Habló de que estaba planeando una fiesta, una
verdadera celebración. Un día se presentaría con una botella de champagne y ella y el
terapeuta "se soltarían el pelo".
Sin embargo, inconscientemente, su reconocimiento del interés sexual iba aunado a la
amenaza de agresión. En uno de tales momentos, la paciente cogió la mano del terapeuta y
le hundió las uñas en la palma. El
terapeuta le dijo que no sabía si lo que ella deseaba era tocarlo o arañarlo. Le indicó que
aunque ella deseaba acercársele, la asustaban los impulsos que emanaban de ella y de él. La
paciente reconoció que a pesar de que se sentía aterrada, también se sentía cada vez más
segura con él, porque no la criticaba de ninguna manera. El terapeuta le indicó que podían
hablar libremente de estos impulsos, sin necesidad de actuar de conformidad con ellos.
Cada vez que desempeñaba uno de estos papeles con el terapeuta, se ponía a hablar de los
problemas que tenía con su padre. Expresó su convicción de que al padre el sexo le daba
tanto miedo como a ella. Reaccionaba con vituperios "contra este hombre". El terapeuta
contrarrestaba la negativa de la paciente de desear tener algo que ver con el padre, llamando
su atención sobre los intereses comunes, donde mucho se parecían el uno al otro. Ella
imitaba del padre el uso de palabras cultas, su interés en la biología y su empleo de
términos médicos. Poco a poco sus negaciones se fueron debilitando, y reconoció que
sentía el deseo de estrechar relaciones con su padre.
En las sesiones familiares, prevalecieron los patrones característicos de la interacción
familiar. Se actuó de acuerdo a ellas una y otra vez y de tal
304
Cap. 6 Reversibilidad de la formación de delirios
El curso de la terapia familiar
305
manera, acabaron por ser totalmente predecibles. Cuando los miembros de la familia
pasaban a ocupar sus lugares en el cuarto donde se hacían las entrevistas, la hija se sentaba
en un extremo y el padre en el otro. Entre ellos se sentaban la madre y la abuela. Más tarde,
cuando la abuela ya no asistía a las sesiones, era la madre la que mantenía separados a la
hija y al padre. Como reveló claramente la serie sucesiva de interacciones, la madre y la
abuela no sólo interponían sus seres físicos entre la hija y el padre, sino también sus
pensamientos y palabras. Cada vez que la hija y el padre parecían poder desmoronar el
muro que se interponía entre ellos, mediante un intercambio más directo de sentimientos, la
madre o la abuela, o ambas, intervenían para estorbarlo. Cada vez reforzaban la barrera,
recordándole a la hija el miedo que tenía a los hombres y al padre el rechazo de aquélla. Por
ejemplo, cuando el padre mostró interés en ir con su hija a "Queendom" mediante un
"pasaporte especial", la madre reforzó rápidamente el tabú contra los hombres.
Instantáneamente sugirió que eso podría trastornar a la hija, que "Queendom" ya no sería
como ésta quería que fuese, es decir, ya no se "prohibiría la entrada a hombres".
El terapeuta desempeñó un papel activo en lo que toca a contrarrestar la alianza de las dos
mujeres mayores para imposibilitar todo intento de comunicación personal entre la hija y el
padre. Emprendió la tarea de po
ner a prueba la realidad del sentimiento de peligro catastrófico, compartido por el padre y la
hija, ante cualquier relación estrecha entre ambos. En esta situación, la hija exhibió una
ambivalencia característica. Osciló entre dos extremos: un repentino impulso que la llevaba
a tratar de acercarse a él, seguida de un angustioso aislamiento, reforzado a menudo por un
ademán de abandonar la habitación. A su vez, el padre exhibía una cualidad recíproca de
conflicto ambivalente. También él mostraba por un momento una chispa de interés, seguida
inmediatamente de retraimiento angustioso. Estaba tan asustado, que veía con muy buenos
ojos que el terapeuta arreglase por él el contacto con la hija.
El terapeuta intervino de manera especial. En un momento oportuno surgió un
reordenamiento de los lugares, para que la hija y el padre pudiesen sentarse el uno junto a la
otra. Los invitó a que se mirasen cara a cara y expresasen sus sentimientos. Especialmente,
incitó al padre a que saliese de su escondite, a que se mostrase como hombre y expresase
directamente el afecto por su hija. La hija y el padre se miraron furtivamente, recelosos de
los peligros del contacto, y mientra lo hacían, la madre y la abuela se interpusieron
constantemente. Finalmente, provocado por estas repetidas invasiones, el terapeuta les dijo
que se callaran para que la hija y el padre pudieran llegarse a conocer. A pesar de la timidez
y el miedo de la hija y el padre, se hicieron algunos adelantos.
Poco a poco, la madre y el padre se unieron en una mutua preocupación por la hija, y él
apoyó a la madre cuando ésta trató de hacer hincapié en sus diferencias con la abuela y en
las buenas intenciones que tenía para con la hija.
Al producirse este cambio, se le presentó al terapeuta la oportunidad de prestar apoyo a la
hija para que probase, contra la realidad, su equiparación fantástica del sexo y la violencia.
La llevó a que preguntase a
sus padres mas directamente si en aquella familia se permitía el sexo. A una pregunta tan
brutal como ésta, tanto el padre como la madre reaccionaron con evasivas, diciendo:
"espero que sí". Más adelante, el padre se mostró mas firme y contestó: "decididamente,
sí". En este momento, la hija proyectó sobre el padre un profundo llamado emocional, para
que reconociese que era humano, de carne y hueso. Se encaró con su "distancia", con su
tendencia a actuar con ella como si él fuese un robot impersonal. Anhelaba que le mostrase
interés afectuoso, cálido y personal.
Durante toda la terapia, el terapeuta desempeñó un papel activo. En la atmósfera emocional
de la familia introdujo los ingredientes que faltaban: calor humano y afecto, aceptación
natural y franca del sexo,
vinculación del sexo y el afecto, e imágenes más adecuadas de los papeles familiares de
hombre, mujer y niña. El primer paso consistió en inducir a los padres a reconocer la
gravedad de la enfermedad de la hija. El paso siguiente fue compensar las intromisiones de
la abuela y neutralizar su posesión regresiva y monopolizadora de la madre. Para conseguir
esto, fue preciso lograr que se atenuase el miedo que le tenía la madre a la abuela, por
considerarla omnipotente y omnisciente, como persona peligrosa; y también se requirió la
sustitución de la abuela por el terapeuta como una mejor figura paternal. Para lograrlo, el
terapeuta tuvo que competir con la abuela, como "abuelo" omnisciente y omnipotente, pero
también prudente, benigno y bien intencionado.
De esta manera, la madre se fue liberando poco a poco de la unión simbiótica y absorbente
con la abuela. El paso siguiente consistió en que el terapeuta contrarrestase el miedo que
sentía la madre a los poderes
letales del "monstruo masculino" agresivo, y en apoyarla de manera que se uniese al padre
en el desempeño de un papel matrimonial y materno mas adecuado. Se corroboró el valor
de la satisfacción sexual. Las prerrogativas masculinas del padre fueron reafirmadas.
Después de año y medio de tratamiento continuo, la paciente perdió el interés en sus
relaciones con Zena y "Queendom". Paulatinamente fue mencionando cada vez menos sus
comunicaciones alucinatorias con los habitantes de ese planeta, y finalmente interrumpió
por completo la mención de tales experiencias. Poco a poco pareció volver a ocupar su
lugar en el espacio vital
306 Cap. 6 Reversibilidad de la formación de delirios
y verdadero de su familia en la Tierra. Se vio con claridad que iba retirando más y más su
interés del mundo psicótico, e invirtiendo cada vez más sentimientos en su lucha por
encontrar un nuevo lugar en su familia terrestre.
Al mismo tiempo, comenzó de nuevo a asistir a la escuela. Se restableció su capacidad para
concentrarse en los estudios y ya no volvió a reprobar. Trabajó mejor y alcanzó en efecto un
promedio del 8517o. Fue un cambio notable que causó el asombro de sus maestros. Espera
terminar la segunda enseñanza para fines de año.
En otro nivel, mejoró las relaciones con sus iguales. Comenzó a hablar con los jóvenes de
su grupo y estableció amistad con una muchacha. Pudo asistir a un baile de la escuela y
mantener contactos con chicos y chicas. En el cuadro general, la paciente manifestó notable
mejoría en el hogar, la escuela y la comunidad.
El siguiente diálogo textual, que se produjo a los doce meses de sesiones familiares
conjuntas y después de 16 de tratamiento individual y familiar combinado, fue una
entrevista de "continuación" llevada a cabo por el psiquiatra investigador y supervisor.
ENTREVISTA FILMADA
DR. A
ELENA
DR. A:
ELENA:
DR. A.:
ELENA: DR. A.: ELENA: PADRE:
Registro textual
Bien, Elena, ¿cómo te ha ido con el "viejo" estos días? (hablando con mucha vacilación)
Yo... este... Yo... bueno, cuanto menos se habla, más se está de acuerdo.
Quieres decir que si tú
se pusiesen a hablar con toda libertad, ¿se meterían en un lío?
(vacila antes de responder; empieza y se detiene)
¿Más desacuerdos? ¿Más conflictos? ¿Más peleas?
Bueno, sí.
¿Es cierto eso?
(al padre) Sabes que es cierto. Bueno, todavía no estamos absolutamente de acuerdo en
todo, veámoslo así. Todavía no esta
y tu papá
Comentario de evaluación
El terapeuta sigue poniendo prueba el peligro que
para la hija estrechar con el padre.
a representa relaciones
El padre utiliza la existencia diferencias para forticar la barrera emocional.
de
Entrevista filmada
ELENA:
DR. A.: ELENA:
DR. A.: ELENA:
DR. A.:
ELENA:
Registro textual
mos absolutamente de acuerdo en todo.
Bueno, regresó de Chicago. Todo anduvo a las mil maravillas durante un tiempo, pero
cuando terminó de contarnos de Chicago, volvimos a la misma rutina de siempre.
¿Qué entiendes por rutina?
El mismo cuento de nunca acabar.
¿La misma opresión,* dijiste? La misma rutina, el mismo cuento de nunca acabar.
¿Qué es eso del cuento de nunca acabar?
Sabe usted lo que quiero decir. Se levanta uno en la mañana, va al trabajo, regresa a casa,
come, ve televisión, se mete uno a la cama, y vuelta a empezar. Ya sabe lo que quiero decir.
¿ Quieres decir que él es como una máquina?
¿No estamos todos en este moderno, caótico ... todo lo demuestra ...
¿Quieres decir que en este mundo moderno, caótico, en el que vivimos, las personas ya no
son seres humanos? ¿Que nos hemos vuelto todos unas máquinas?
En cierta manera, lo somos. Bien, hay máquinas en "Queendom", pero aquí en la Tierra, yo
no me considero máquina. ¿Soy yo máquina?
No.
Sientes un poco de aversión contra alguien en la familia.
Sí, hay algo que no tolero. No sé lo que es.
El uso del término opresión por parte del terapeuta fue perfectamente intencional. A
propósito, está reforzando la quejas de la hija contra el padre.
Comentario de evaluación
DR. A.:
ELENA:
DR. A.:
ELENA: DR. A.:
ELENA: DR. A.:
ELENA:
* En inglés, grind: cuento y gripe: opresión.
307
La paciente se pierde a1 tratar de extender la deshumanizada calidad de su padre a toda la
sociedad.
El terapeuta aplica la fuerza emocional del término aversión para agudizar la conciencia, en
todos, de la incapacidad que tie-
308
Cap. 6 Reversibilidad de la formación de delirios
Entrevista filmada
309
Registro textual
Comentario de evaluación
Registro textual
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DR. A.:
ELENA:
DR. A.:
ELENA: DR. A.:
ELENA:
DR. A.:
ELENA:
DR. A.: ELENA:
DR. A.:
ELENA: DR. A.:
ELENA:
¿Estás hablando en inglés (la palabra no se entiende) ?
Creo que estoy tosiendo y espectorando todo.
Bueno, tan pronto como te hago bajar del elevado nivel de generalización, tan pronto como
te saco de la atmósfera de "Queendom", cuando te traigo a la Tierra y a tu familia, empiezas
a toser.
No sé que decirle.
Te estoy haciendo una pregunta sencilla: ¿están los tres juntos ahora? ¿Son tres para uno y
uno para todos, o están divididos?
Bien, diría que todavía estamos muy... bueno, creo que hay más unidad que la que había la
última vez que nos vio, pero aún no estamos del todo (no se entiende de aquí en adelante) .
¿Quieres decir que las piezas del rompecabezas no encajan como es necesario, para hacer el
dibujo?
Sí, pero hay un poco más de armonía que la que existía la última vez que lo vi.
Bueno, eso es algo. (interrumpiendo) Pero no es un ciento por ciento, no lo es. No soy
perfeccionista. Me conformaré con un poco de mejoría. ¿Aceptarías algo que fuese un
poquito mejor?
Sí.
De manera que hay un poco más de unidad, un poco más de armonía, desde que mandamos
de paseo a la abuela.
Sí.
ne la hija para tolerar la pérdida de calidad humana en sus padres.
La tos de Elena es provocada por la tensión, y significa el esfuerzo inconsciente que hace
por expeler un objeto (masculino) que amenaza con una invasión peligrosa.
El terapeuta desplaza el hincapié exclusivo en la unión con el padre, hacia la unión con toda
la familia.
Los miembros de la familia no armonizan de manera que satisfaga las necesidades de la
paciente.
El terapeuta identifica al miembro de la familia (la abuela) que concentra la obstrucción de
la integración emocional de la siguiente generación de la familia.
DR. A.:
ELENA:
DR. A.:
ELENA:
Dijiste hace rato que querías que se casara. ¿Quieres deshacerte de ella?
Bueno, no. .. bueno, no sé. Creo que lo poco que la vemos ahora es más que suficiente;
porque después de todo, necesita una familia ahora que ha enviudado y está sola... usted
entiende, bueno, usted sabe, le habla por teléfono a Ramona (la madre). Bueno, se está
haciendo de más amigos ahora; ojalá pudiese decir lo mismo de mí.
Bien, la abuela ya se ha ido de tu casa y vive en un apartamento propio; pero todavía forma
parte de la familia.
Sí, se va a las tiendas que hay por donde vive, se siente un poco más contenta. Va a ellas y
se siente un poco más animada. Me parece que no te sentirás verdaderamente a salvo hasta
que hayas conseguido que se case la abuela.
Con alguien que viva en California, quizá.
Bien, recuerdas que hemos hablado de eso. La abuela dijo que le estabas consiguiendo un
novio. Que desempeñabas el papel de un casamentero. (El padre se rie.) Que le ibas a
amarrar a un hombre. ¿Sigues trabajando en ese propósito?
Bien, para decirle la verdad, todavía no veo que la abuela desempeñe en esto un papel tan
importante; y lo digo porque lo creo sinceramente. Nos deshacemos de la abuela, pero esta
relación (padre e hija) sigue siendo la misma, esté ella (la abuela)
La paciente deja entrever emociones de ambivalencia y culpabilidad, en lo concerniente a la
exclusión de la abuela.
DR. A.:
ELENA:
DR. A.:
MADRE
La paciente quiere que la abuela se vaya muy lejos.
El nadre se une a la hija en la satisfacción hostil, medio en broma, que les produce exilar a
la abuela.
Esta es la primera intervención de la madre en la conversación. Defiende patentemente a la
abuela (encubiertamente, se defiende a sí misma) de la acusación de entrometerse en la
relación entre la hija y el padre.
310
DR. A.: MADRE DR. A.: MADRE DR. A.:
MADRE
ELENA: MADRE
PADRE: MADRE DR. A.: MADRE
ELENA: DR. A.. ELENA:
DR. A.: ELENA:
DR. A.:
ELENA: DR. A.:
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Cap. 6 Reversibilidad de la formación de delirios Comentario de evaluación
en la casa o no. Su manera de reaccionar el uno hacia la otra es absolutamente la misma.
Cuando vivíamos en Albany ocurrió lo mismo, y ahí no estaba la abuela. Cuando vivimos
en muchos lugares, a gran distancia de la abuela, ocurrió lo mismo. No digo que la abuela
no sea entrometida o algo por el estilo. Bueno, si.
Pero no hasta el extremo... Exagero.
Sí.
Exagero a propósito. ¿No tiene usted algo de su madre?
(el comienzo de sus observaciones no se oye con claridad) Sé que mis hábitos son muy
diferentes de los de mi madre.
Lo son.
Hay cosas de mi madre que no me parecen bien, y espero sinceramente no tener las
mismas... Las mismas cualidades.
... cualidades.
¿Cuáles son estas cualidades? Bueno, como sabe el doctor F., es una persona muy
dominante. Es muy intrépida, muy intrépida. ¿ Intrépida?
Sí, intrépida, audaz, es un "virago". Es una de mis palabras predilectas.
¿Es palabra española?
No, es palabra inglesa. Virago significa mujer que es mas o menos marimacho, usted sabe.
Bueno, si dices marimacho, ya te entiendo.
Sí, se dice también "virago". (a la madre) Bien, usted cree que no es agresiva, que no es
"virago", es decir marimacho como su madre (abuela).
La madre reconoce su ambivalencia para con la abuela.
El terapeuta incita a la madre a que libere su hostilidad.
El terapeuta pone de manifiesto el papel de intrusa de la madre. La madre se defiende de
nuevo, señalando esta vez su diferencia con la abuela.
Entrevista filmada
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MADRE
DR. A.: MADRE DR. A.:
MADRE
DR. A.:
MADRE DR. A.: MADRE
ELENA MADRE
DR. A.:
Así lo espero, porque son las cosas que provocan mi mayor resentimiento.
Hum.
... su espíritu dominante.
(el comienzo no es claro) Pero sí se entromete usted un poco; un poquito.
i Oh. . . no, no! ¿Se refiere al chiste?
Sí. Se entrometió entre la hija y el padre (cuando la hija estaba contando de nuevo el cuento
"colorado" del padré).
é Cómo?
No la dejó contar el cuento. (ríe) Bueno no era entre ellos dos.
Era un chiste muy bueno. Era una broma entre nosotros. No entre ellos dos tan solo. Nada
me produce mayor placer que verlos bromear, en verdad. Lo digo sinceramente. (Que
bromeen padre e hija.)
Bueno, cuando llegaron me sentí muy impresionado. Se podía observar una mayor
comodidad en las relaciones y un contacto lleno de sentimiento, entre Elena y su padre,
mayor que el de hace un año. No obstante, usted todavía se entromete un poquito.
Permítame hacerle esta pregunta, Dr. A.: ¿cree usted que lo único que ella la madre) quiere
es entrometerse, o interviene para proteger a uno de nosotros del otro?
No lo sé. No puedo averiguarlo. Por temor a que lleguemos a las manos. En otras palabras,
no creo que su móvil sea entrome
Comentario de evaluación
El terapeuta. pone en tela de juicio la negación de que sea entrometida, como la abuela.
La madre manifiesta nuevamente una típica desaprobación.
PADRE:
DR. A.: PADRE:
El padre acude en apoyo de la madre; la necesita para que lo proteja del peligro de
violencia.
312
Cap. 6 Reversibilidad de la formación de delirios
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Entrevista filmada
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313 Comentario de evaluación
DR. A.:
PADRE:
MADRE ELENA:
PADRE:
DR. A.:
PADRE:
MADRE
DR. A.: MADRE
terse por entrometerse, sino que trata de protegernos al uno del otro. Como un
amortiguador, usted entiende.
¿Por qué? ¿Va usted a lastimar a Elena?
Ella sabe que no la lastimaré físicamente.
Nunca ha hecho eso. Físicamente; bueno, ¿y mental y moralmente?
Lo que trato de explicar ahora es lo siguiente. Creo que lo que tu consideras como
entrometimientos de tu madre y de mi suegra se basan en motivos diferentes. En el caso de
mi suegra, probablemente será el deseo de dominar la situación. En el de tu madre, como ya
lo he dicho, ella actúa como amortiguador. -
¿Ella protege a Elena de la violencia de usted?
O viceversa, no sé cuál sea la verdad.
(interrumpiendo) Realmente; no, no creo que esté usted entendiendo.
Bueno...
Es verdad lo que he dicho; para mí no significó nada que ella contase el chiste delante de él.
¿No me puede creer? Ojalá lo haga, porque usted lo ha mencionado varias veces, porque
me pareció, sabe usted, que era un poco "subido de color". (Se oye un intercambio de
palabras entre Elena y la madre, que no es claro.) Bueno, no sabía, todas esas personas...
hay para todo un momento y un lugar oportunos.
El terapeuta desafía al padre en lo tocante a su violencia reprimida.
La madre prorrumpe para protegerlo del terapeuta.
La madre se defiende aún del terapeuta.
DR. A.:
MADRE
DR. A.:
MADRE
DR. A.:
MADRE DR. A.:
MADRE
DR. A.:
MADRE
Esas personas han oído cuentos más "colorados".
Lo sé, pero no vienen aquí para oír ese chiste en particular. Tal vez no lo encuentren
soportable. Pero entiendo qué es lo que trata de decirme.
Ramona (madre), voy a hacer una confesión. Constantemente interpreto mal las cosas.
(Risa general.)
No me salga con eso! i No se me ponga sarcástico!
(se dirige a la madre) Corríjame con toda libertad.
i Se está poniendo sarcástico! No sé demasiado acerca de sus sentimientos reales...
(interrumpiendo) i Sabe muchísimo! ¡Estoy segurísima de eso! No sé como actúa con Elena
y su marido.
Se está preguntando si no hay alguien que se interpone entre ellos y hace que actúen como
actúan. Así de sencillo es,
Era sencillo. Él era el monstruo masculino y Elena le tenía un miedo terrible a los hombres
y a los muchachos. Todos los hombres eran monstruos.
Usted quiere decir que eran de otra especie.
Así es.
Sé que la abuela no estuvo en Albany durante ocho años. En ese tiempo, quizá vino a
visitarnos dos veces; pero no pudo haber desempeñado un papel muy grande.
Bueno, no sé que decirle. ¿Qué sintió cuando usted y la abuela se separaron? ¿Cómo se
sintieron usted y ella?
DR. A.:
ELENA:
DR. A.: MADRE
DR. A.:
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Cap. 6 Reversibilidad de la formación de delirios
Entrevista filmada
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MADRE DR. A.:
MADRE
DR. A.:
MADRE
DR. A.:
MADRE
DR. A.: MADRE
Muy contenta (ríe).
¿Y cuando vivía usted aquí y la abuela en otro lugar?
(con vacilación) Bueno, yo ... por supuesto, y cuando yo ... bueno, mire, lo que quiero
decir es que no la eché mucho de menos. Tengo mis propios intereses. Créame, tengo
bastantes. Y estoy muy atareada. ¿Cree que me estoy aferrando a ella... ? Cuando dijo
"mire, lo que quiero :decir" mencionó algo que tiene mucho mayor significado que el
literal.
(interrumpiendo) ¿Cree que me estoy agarrando a sus faldas? No lo sé. No conozco lo
suficiente a usted y a su madre. ¿Qué piensa usted? ¿No la echa de menos? Ella la llama.
Sí, lo hace; ahora que vivimos cerca, me llama por teléfono. Quiere llamar la atención, que
nos demos cuenta de que vive. No quiere que se la olvide. Desea atención. No quiere que se
la olvide. No tiene ningún interés, o muy pocos intereses; no tiene muchos amigos en su
nuevo apartamento, de manera que me llama por teléfono cuando encuentra una
oportunidad, cada vez que siente la necesidad de hablar con alguien.
¿Sintió que la expulsaban de la familia?
No, creo que deseaba, quería irse.
Bueno, quería sacar a Elena, enviarla a un internado, ¿no es cierto? (la madre ríe). ¿No es
verdad que ella (la abuela) quería expulsar a Elena?
La madre da media vuelta. Soltando una risa sarcástica, reconoce su propia necesidad de
liberarse del dominio de la abuela.
1
La madre revela su dependencia ambivalente.
La madre se identifica de nuevo con la abuela.
ELENA:
MADRE
ELENA:
DR. A.:
ELENA:
MADRE
¡Qué bueno que no tengo una madre así! Podría dominar realmente la vida de una persona.
Ahora está dispuesta a pagarme la escuela de arte. No se que pensar.
Por ello, Elena cree que su abuela desea deshacerse de ella. No sé qué es lo que ocurre en la
mente perversa de ella.
Lo que crees es que la abuela te "lavó el cerebro".
No sé. De cuando en cuando se "suelta el pelo".
No es verdad. En lo que respecta a la clase de arte, simplemente cree que le puede interesar
a ella (Elena), porque es buena para el dibujo.
Pero, mamá... (interrumpiendo) Ella (la abuela) no tiene vela en este entierro.
Pero, madre, ella ya ha tenido su oportunidad de ser madre. Ahora te toca a ti. Ella ya ha
sido madre. Lo que quiero decir es que, ¿no podría aflojar un poco las cintas de su delantal,
al menos para que se pudiese respirar bien?
¿Entendió el mensaje de Elena? Bueno, no; aún se aferra a sus hijos. Lo sé. Elena quiere
que yo me libere totalmente. La abuela se sentiría completamente perdida. ¿Por qué?
Porque cuando la abuela quiere hablar conmigo, aparta para sí algo de mi atención, y a ella
(Elena) no le gusta. No quiere que nadie le quite mi atención. No sólo la abuela (se oye
hablar a Elena, pero no se entiende lo que dice.)
La paciente desconfía de los motivos de la abuela.
El terapeuta entiende la insinuación, subraya el miedo que siente la paciente de la
manipulación por parte de la abuela.
La paciente pide patéticamente el derecho a respirar.
La madre sale de nuevo en defensa de la abuela.
La madre acusa a la hija de sentir celos de la abuela.
DR. A.: MADRE
ELENA:
DR. A.: MADRE
DR. A.:
MADRE
DR. A.:
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Cap. 6 Reversibilidad de la formación de delirios
Entrevista filmada
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DR. A.:
MADRE
ELENA:
MADRE DR. A.:
ELENA:
DR. A.:
ELENA:
DR. A.:
ELENA: DR. A.:
Elena le envió un mensaje a usted, por medio del Zenascopio. Tal vez ésta sea su
oportunidad, por primera vez de ser mamá de tiempo completo para Elena. ¡Una mamá de
tiempo completo!
¿Le tendré que decir a mi madre que no la quiero volver a ver? ¿ Y qué deberé hacer
cuando me llame por teléfono?, ¿cortarle la comunicación? (Se oye hablar constantemente
a Elena, pero no se entiende lo que dice.) Te lo dije cuando te pasaste una hora (en el
teléfono con la abuela).
Bueno, es verdad.
¿Qué clase de mamá es Ramona para tí, ahora?
Bueno, se ha vuelto un poco más paciente; la quiero. A veces exagera. Se exalta demasiado
en ocasiones, y no dejamos de tener nuestras pequeñas diferencias; pero creo que ahora nos
llevamos bastante bien.
¿Te sientes más apegada a tu mamá, ahora que ya no está la abuela en la casa?
Sí, le tengo más apego (volviéndose hacia la madre). Lo sabes. Y ahora que puedes
reflexionar sobre eso, ¿sientes que tu mamá estaba dividida entre tú y la abuela, que hubiera
estado "desgarrada" entre ustedes dos? (la respuesta de Elena no es clara). Tosiste de nuevo.
Eso siempre significa que te estás poniendo tensa.
¿ Poniéndome tensa?
Cada vez que digo algo que no te gusta, toses. Más tensa, de
De nuevo, la paciente apela a la madre; ésta es una oportunidad para que la madre se haga
cargo de su propia hija.
La madre esquiva la petición de la hija. Está demasiado ocupada justificándose á sí misma.
La tos de la paciente parece estar relacionada ahora con la ansie
ELENA: DR. A.:
ELENA:
DR. A.:
hería decir. Siempre estás tensa. ¿Qué te pasa? (balbuceando) ... este... nada. Pensaste algo.
¿ Qué es lo que pensaste?
Bueno, creo que tenemos relaciones más íntimas ahora que la abuela está un poco lejos, un
poquito lejos; aunque esté sólo a cinco cuadras de distancia, nuestras relaciones son un
poco más íntimas.
"1,`i que tratabas de alcanzar a tu mamá. ¿Querías tomarla del brazo? (la madre ríe
nerviosamente). ¿Querías hacerle un cariñito? ¿Querías hacer algo? Quería decir en
respuesta a ella, usted sabe.
(a la madre) Le ha enviado un recadito de amor.
Lo sé. Hay momentos en que nos sentimos afectuosas.
(a Elena) Mamá te acaba de tender la mano. No la tomaste.
(riéndose) Démosle gusto. ¿Para darnie gusto? (la risa de la madre continúa.)
Analiza todas las palabras. Llega el momento en que tengo que ser un poco más
independiente. Bueno... un poco más "iconoclasta". Te quiero, y todo eso; pero no quiero
que ocurra lo que ocurrió contigo (madre) y tu madre (abuela) anteriormente. Podemos
querernos mucho. Pero necesito tener otras diversiones, tú sabes.
Y, ¿sabe usted?, lo mejor para mí es que Elena sea independiente, que no tenga que
depender de mí. Yo soy completa
dad en lo concerniente a la intimidad con la madre.
El
terapeuta
desafía a la hija
y
a la madre a que reconozcan ambas la necesidad de afecto y relaciones íntimas.
ELENA:
DR. A.:
MADRE
DR. A.:
MADRE DR. A.:
MADRE ELENA:
AIADRE
La madre y la hija se toman de la mano, pero se sienten extremadamente tensas e inquietas.
La madre se muestra sarcástica, frívola; muestra afecto sólo para apaciguar al terapeuta.
Ahora la hija muestra una creciente ansiedad ante el peligro de estrechar relaciones con la
madre, el mismo peligro que existe en el lazo de cautiverio simbiótico de la madre y la
abuela.
Aquí tenemos al rechazo disfrazado de la hija por parte de la madre. Pasó al despego
extremo respecto de la hija, como reper-
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Cap. 6
Reversibilidad de la formación de delirios
Entrevista filmada
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DR. A.:
ELENA: '
MADRE
ELENA
DR. A.:
ELENA:
MADRE
DR. A.: MADRE
mente diferente de mi madre. A ella le hubiese gustado que yo fuese dependiente. Yo quiero
que Elena se valga por sí misma. Por eso, no veo que coincida el pensamiento de nosotras
dos. Bien, Elena, mamá dice que no siente lo mismo que la abuela respecto de ti.
Bueno, yo creo que (volviéndose hacia la madre) . . . ¿tienes suficiente confianza en mí,
para sentir que podría tomar la decisión correcta en determinado momento, oportunamente?
Bien, ¿desearía saber el Dr. A. si he impedido alguna vez que tomes tus propias decisiones,
cuando creíste que eran correctas, que te podían ayudar? ¿Soy yo uno de los iconos?
¿Qué si eres uno de ellos? Bueno... (balbuceando)... no oigo tu opinión muy a menudo.
Elena, ¿quieres soltar eso, por favor? (Elena manipulaba el micrófono y no se oía el
sonido.) Bueno, yo diría, ¿confías algo en mí? ¿Me tienes confianza? (a la madre).
Sabes que sí la tengo. Si no estuvieses tan encerrada en sí misma como estás, te tendría
mucha... quiero decir, sé cuál es tu potencial.
Sí.
Pero, ¿sabe usted? existe ese cuartito cerrado. Y si pudiese liberarse. Pero me doy cuenta de
su potencial, perfectamente. No es algo que diga ahora porque me están escuchando. Se lo
he dicho constantemente. ¿Estoy mintiendo?
cusión de la dependencia excgesiva, asfixiante respecto de la abuela.
De nuevo, la hija pide suavemente a la madre que la acepte.
La madre se siente en apuros con el terapeuta. Está demasiado atareada defendiéndose de la
amenaza masculina, como para atender al llamado de la hija. En vez de eso, desea saber si,
en su calidad de icono, tiene que ser destruida también.
La hija renueva su llamado a la madre.
La madre se dirige defensivamente al terapeuta, apartándose de la paciente. No presta
atención a su hija.
La madre muestra más sentimientos ambivalentes. Sigue a la defensiva, solicitando la
aprobación del terapeuta. Muestra serias dudas respecto de sí misma.
ELENA: DR. A.:
ELENA:
No.
De manera que tú y tu madre se sienten un poco más unidas. i Ajá! Me da gusto que ella (la
madre) tenga sus intereses. Va a la escuela de arte; ya hace esbozos. Ello hizo que me
interesase más en el dibujo. ¿Comparten ahora mejores sentimientos?
Sí.
Bueno, ahora es más fácil, ¿verdad? Ahora que la abuela no vive contigo.
Sí, es más fácil.
Ella (la abuela) tenía que opinar de todo, ¿sabe usted?, como la votación en la Asamblea
General de las Naciones Unidas. Tenía que ser el Orador de la Cámara, por así decirlo.
Es muy difícil competir, con la lengua de la abuela.
Siempre tiene que meterse.
i Ajá! Bueno... ¿y respecto del monstruo masculino? Bueno... no sé; me imagino
que el monstruo masculino tiene sus propios problemas. No sé, yo... (silencio). Lo que me
gustaría decir acerca de él... se levanta, va al trabajo, vuelve a casa, se sienta y mira la
televisión... de manera que no sé qué es lo que le está pasando. Creo que lo que quiere decir
es que todavía no hay un sentimiento de unión.
Todavía no tienen nada que decirse el uno al otro.
De hecho, una vez le repliqué algo. Le pregunté sarcásticamente cuántas coronas e incrusta
A pesar de la ambivalencia de la madre, el terapeuta apoya la mayor unión de la hija y la
madre.
La hija elogia a la madre, aunque no de todo corazón, pues la asfixia el temor a1 peligro de
las relaciones íntimas.
DR. A.:
ELENA: DR. A.:
MADRE ELENA:
DR. A.:
ELENA: DR. A.:
ELENA:
PADRE:
MADRE
ELENA:
El terapeuta apoya la defensa contra la abuela y, por inferencia, contra la madre también. Al
haber apoyado una mejor unión de la hija y la madre, el terapeuta vuelve a tratar el miedo
al padre.
Para la paciente, el padre es todavía un extraño.
El padre se aparta de la relación con la hija; "no hay sentimiento de unión".
La hija se muestra mordaz, pero triste, por el distanciamiento del padre.
320
Cap. 6
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DR. A.:
ELENA: PADRE:
ELENA:
DR. A.:
ELENA DR. A.:
ELENA: DR. A.:
ELENA:
ciones de oro había hecho hoy. Se enojó mucho.
Por qué no le dices eso al monstruo masculino? ¿Por qué se lo estás diciendo a tu madre?
No sé.
Creo que ella quiere una corroboración. (Los dos padres ríen al unísono.)
No sé realmente qué preguntarle. Le preguntaré cuántos... no sé que preguntarle cuando
vuelve a casa... cuántos incisivos curó o cuántas incrustaciones de oro hizo (la madre ríe
mucho) ... o en cuántos puentes trabajó... no sé que decir.
Bien, Elena, recuerdo que tú y yo nos pusimos a hablar, hace tiempo, de una cierta clase de
hombres, y dijiste que un día tendrías un hombre para ti misma, te casarías, tendrías hijos.
Bueno, no sé.
Te pregunté por tu papá... si sabía algo acerca del sexo, y tú dijiste que debía saber algo,
porque siempre andaba metiendo los dedos en la boca de las personas, agarrándoles sus
dientes, y que por tanto tenía que saber algo acerca del sexo.
No sé.
Lo que tratas de decir realmente... cuando vuelve a casa de su trabajo y tú quieres saber qué
podrías preguntarle... estás diciendo en realidad que quieres saber qué clase de hombre es,
verdad?
Sí. No puedo preguntarle cómo le ha ido con sus ayudantes, con sus enfermeras, cómo le ha
ido con los dientes.
E1 terapeuta invita a la hija para que dirija sus sentimientos directamente hacia el padre.
Desorientada, la paciente busca la manera de acercarse a su padre.
El terapeuta aviva la esperanza de tener un hombre para sí misma, que siente la paciente.
El terapeuta pone al descubierto el temor que la paciente le tiene al sexo.
El terapeuta hace explícita la necesidad de la paciente de llegar a conocer a su padre como
hombre.
DR. A.:
ELENA:
en mayo. a reír.)
DR. A.: Bueno, que se palpite vera.
Bueno, míralo bien. ¿ Qué es lo que quieres saber realmente acerca de papá?
(titubeando) Bueno... quiero saber qué clase de persona es realmente, aparte de su trabajo
de dentista, de cualquier cosa de negocios.
Quieres saber si es realmente una persona, un ser humano. Sí.
... y no sólo una máquina que trabaja.
No solamente una máquina para perforar muelas o llenar caries. No simplemente un
mecánico. Un monstruo mecánico. (La madre ríe; el padre también.)
Si eres de carne y hueso. Bueno, pregúntaselo. ¿Estás vivo, padre?
Bueno, no lo sé.
Debo recordarte (padre) que eres de carne y hueso, que respiras, comes, haces otras cosas;
que eres de carne y hueso, y no un robot, y que ninguno de nosotros lo es.
Su hija tiene que recordarle que corre sangre por sus venas, que no es simplemente un
hombre mecánico.
Un robot.
Especialmente ahora que ha llegado la primavera.
¿Qué tiene que ver con esto la primavera? Eres el mismo en septiembre o diciembre, o aun
(La madre se suelta
lo que está diciendo es siente capaz de que le el corazón en la prima
DR. A.:
ELENA: DR. A.:
ELENA:
DR. A.: PADRE:
ELENA: DR. A.:
PADRE: ELENA:
DR. A.:
ELENA PADRE:
ELENA:
La risa de los padres sirve para aflojar la tensión.
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Cap. 6 Reversibilidad de la formación de delirios
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Entrevista filmada
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323 Comentario de evaluación
PADRE: DR. A.:
PADRE:
ELENA: PADRE:
DR. A.:
PADRE:
ELENA:
DR. A.:
ELENA:
DR. A.: ELENA:
DR. A.: ELENA: DR. A.:
Así es.
¿Está enamorado esta primavera?
(exageradamente) i Oh, claro! (Él y la madre ríen.)
¿Estás enamorado?
Por supuesto; toda la savia comienza a correr. (La madre sigue riendo; el padre la imita.)
Bien, eso es algo que los robots no pueden tener, sangre en las venas.
(Dice algo que no se entiende bien, acerca de que la primavera no afecta a los robots.)
Bueno, es algo que los robots no pueden hacer. Su corazón no late, están hechos de metal.
Bien, mira este monstruo masculino, ¿crees que puede correr sangre por sus venas?
Creo que es capaz de... bueno, de otras cosas también.
¿Como cuáles?
Sé que es de carne y hueso; a veces puede parecer inanimado, inerte.
¿Inanimado e inerte? Sí.
¿Como esos seres mecánicos de "Queendom", que me describiste?
i Oh, ni siquiera como esos! Es como esa lámpara que está ahí, o aquel teléfono, o incluso
aquella mesa. Pero sé que en el fondo es una buena persona; es ingenioso, es "brillante";
tiene un corazón de oro, es un tipo muy bueno.
Busca la atención personal de él. Más atención.
(al padre) Lo que quiere es sentir su "calor".
La savia no corre en los robots.
La paciente hace vagas alusiones a la capacidad del padre para tener relaciones sexuales y
procrear niños. La paciente se aparta de la zona de peligro y se dirige hacia la insensibilidad
normal del padre y, un momento más tarde, otra vez hacia la existencia "cintilante" del
padre.
El terapeuta quiere provocar el "calor" del padre.
MADRE
DR. A.:
PADRE:
DR. A.:
Cuando relata un cuento, no quiere que me lo cuente a mí. Quiere que se lo cuente a ella.
Padre, lo está acusando de ocultar su talento masculino.
Bien, ¿ve usted? En lo fundamental y, por supuesto, el Dr. F. alienta esto de manera muy
decisiva. Ella se siente apartada de la familia. No se siente incluida en el círculo familiar.
Padre, estás comenzando a hacer un discurso de nuevo. (Elena interrumpe en este
momento, pero no se oye claramente lo que dijo.)
El Dr. A. lo sabe, pero quiere saber por qué piensas así. Bien, estoy seguro de que te das
cuenta de esa fase.
Elena lo miró y dijo que si tuviese que juzgar por las impresiones superficiales, usted sería
un hombre completamente inanimado, sin sensibilidad, mecánico, un robot. Dice usted que
no. Llega la primavera y se enamora de nuevo.
Y luego, cada invierno, se va. Usted lo sabe.
Elena lo mira y dice que usted se oculta de ella. Su masculinidad... (interrumpe Elena, pero
no se oye con claridad.) (A Elena) ¿Quieres hablar? (Al padre) Quiere verlo.
Lo sé, lo sé. Es hombre. Sé todas esas cosas. Es cuando vuelve a casa.
Pero no sabes realmente.
Pero cuando vuelve a casa, está tan cansado que lo único que quiere es leer su periódico y
comer. Usted sabe... está dema
La madre muestra rivalidad.
El padre le habla al terapeuta, apartado de la hija, exactamente como hizo la madre
anteriormente.
El terapeuta contrarresta la tendencia del padre a intelectualizar.
MADRE
PADRE:
DR. A.:
ELENA:
DR. A.:
ELENA:
DR. A.: ELENA
Igualmente, contrarresta la intelectualización de la paciente.
ELENA:
MADRE
DR. A.:
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Cap. 6 Reversibilidad de la formación de delirios
Entrevista filmada
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DR. A.: ELENA: DR. A.: ELENA:
DR. A.: ELENA:
DR. A.:
PADRE: DR. A.:
ELENA: DR. A.:
siado cansado para hablar... quiero decir... está exhausto. Usted entiende.
Está cuidando su cuerpo. Sí.
Pero, ¿y su espíritu?
No sé... pero... (pausa prolongada).
Desea sentir su "calor", padre. Es como un vegetal. (Se vuelve hacia el terapeuta.)
¿Cuándo... cuándo lo veré a usted a solas? (La madre ríe.)
Bueno, por el momento me haces sentir inquieto. En el preciso momento en que
hablábamos de lo que papá te está ocultando, de su "calor" masculino en la primavera, él
declara ante todos que es hombre, que puede ser romántico, que es capaz de emocionarse
por una muchacha -en la primavera especialmente-, ¿no es así?
Exacto.
En ese momento, tú (Elena) interrumpiste. Dijiste querer hahablar conmigo en privado.
¿Quieres alejar a tu padre?
Fue grosero de mi parte. Hablaré contigo a solas, pero averigüemos un poquito esto.
Hablemos un poquito más, ¿no quieres?
Bueno, no sé. Creo que se está metiendo demasiado hondo. Una vez que se rebasa la línea
de la ropa... bueno... no sé... creo que está llegando demasiado a fondo.. ., usted sabe, como
un pozo petrolero que está siendo perforado.
¿Quieres decir que te estás asustando? ¿que suena casi a que
La paciente se siente desorientada; también tiene miedo. Trata de escapar, pidiéndole al
terapeuta que la vea a solas.
El terapeuta neutraliza el miedo y la resistencia de la paciente.
La paciente alude directamente a su miedo de ser descubiertos, tanto ella como su padre.
ELENA:
DR. A.:
ELENA:
PADRE: DR. A.:
yo lo fuese a desvestir delante de tí?
Bueno, no sé. (pausa) Bien, tal vez ocurra en otras partes, pero nunca ocurre en este grupo.
¿Quieres decir que no hay sexo en este grupo?
Quiero decir que será mejor que seamos un poco más conservadores. (Risa general.)
¿Puedo abusar de usted? Claro. ¿Qué entiende por "abusar de mí"? (el padre le pide un
cigarrillo al doctor. El Dr. A. le ofrece también un cigarrillo a Elena) ¿Fumas Elena?
No fumo, no bebo, no tengo que ver nada con el sexo. Simplemente...
No fumas, no bebes, no tienes nada que ver con el sexo. Bueno, puedes prescindir de beber
y de fumar, pero no sé qué decirte del sexo.
Bueno, soy mala de otras maneras. Digo mentiras.
¿Es malo el sexo?
(Gruñe y balbucea, sin encontrar la respuesta) No sé. Bueno, mira, hemos vuelto al punto
en que nos encontrábamos antes. Es un problema muy importante, porque en ese mundo
imaginario que creaste para tí, en "Queendom", no se permite el sexo, ni los hombres...
Todo el mundo es autosuficiente. ¿Todos son seres mecánicos, allá arriba, creados en una
fábrica? ¿Solamente se reproducen mediante fisión binaria?
(al padre) Dicho sea de paso, ¿cómo está Chicago en estos días?
El terapeuta sigue desafiando la resistencia.
ELENA:
DR. A.:
ELENA:
DR. A.: ELENA:
DR. A.:
ELENA DR. A.:
ELENA:
El terapeuta insiste en poner al descubierto el problema del sexo.
La paciente se muestra medianamente evasiva, y hace un chiste a propósito.
ELENA:
DR. A.:
326
Cap. 6 Reversibilidad de la formación de delirios
Entrevista filmada
327
Registro textual
Comentario de evaluación
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Comentario de evaluación
PADRE: ELENA:
PADRE:
DR. A.:
ELENA:
DR. A.:
MADRE
ELENA:
DR. A.:
ELENA:
MADRE
DR. A.:
Hermoso.
Lo que sea para cambiar de tema. (La madre ríe.)
Estamos profundizando un poquito; escudriñando y comenzando a llegar al nervio. Esta es
la única manera de llegar... Creo que debemos llegar a una decisión acerca de si se permite
el sexo en esta familia, aquí en la Tierra, o no? ¿Si o no? Bueno, no entiendo. Pensé... ¿qué
entienden por sexo? No puedo comprender... creí que todos debíamos estar juntos, sin que
importase nuestro sexo.
Oh!, no puedo estar de acuerdo contigo en eso de que no importa cuál sea el sexo de uno. A
mí me importa mucho llevar pantalones, y a mi madre le importa que yo los lleve. (El padre
y la madre ríen. La madre hace un comentario que no se puede oír, por la risa.) Me importa
mucho. Usted y él están de acuerdo. Nada de desvestirse. Bueno, depende. Si estuviese en
un curso de pintura, me daría mucho gusto.
O en la naturaleza... en un club naturista.
Vamos a simular que éste es un club naturista, durante un momento. ¿Por qué no les
preguntas a tus padres si permiten el sexo en esta familia?
(a los padres) Bueno, ¿lo permiten?
Bien, creo que somos normales a ese respecto.
Bueno, ¿si o no? (La madre y Elena comienzan a hablar. Ésta pide disculpas por
interrumpir.)
El terapeuta desea que se comprometan: ¿se permite o no el sexo?
El terapeuta induce a la paciente a preguntar directamente a sus padres respecto del sexo.
"Creo que somos normales", ambigüedad característica..
ELENA
MADRE
ELENA DR. A.:
MADRE
Sé que tu hermano y tu cuñada seguramente disfrutan del atributo del sexo.
Elena teme que nosotros no lo hacemos, porque en nuestra familia hay una sola hija.
Ellos tienen cinco, ¿sabe usted? Están muy atareados. (La madre ríe.)
¿Ve usted?, siempre ha sentido mucho el hecho de ser hija única.
Oh!, bueno.
Elena le hizo a usted una pregunta directa. ¿Se permite o no el sexo en esta familia? ¿Sí o
no?
Si, por supuesto.
Eso es como decir si se permite comer en esta familia. Si se permiten la digestión y respirar,
en esta familia, o no.
Es cierto, ¿Quieres que te lo diga tu papá?, pregúntaselo. (al padre) ¿Se permite el sexo?
Definitivamente, sí. ¿Definitivamente?
Por supuesto.
¿Quieres decir, sin protocolos? Tu madre y yo formamos un matrimonio normal, por lo
menos así lo creo.
¿Quiere decir que tienen relaciones sexuales?
¡Dios mío!, ¡no pensé que llegásemos a esto!
Me inquieta esto, porque nunca ha sido tabú en esta familia contar un cuento "colorado".
Quiero decir, la manera en que contesté al principio no fue porque hubiese tenido miedo. Sé
que hay familias así, donde es completamente tabú, nunca lo men
La paciente mete a sus padres en aprietos. Otros disfrutan del sexo, ¿por qué no ellos?
La madre intelectualiza.
ELENA DR. A.:
PADRE: ELENA
DR. A.:
ELENA: PADRE: ELENA PADRE: ELENA PADRE:
DR. A.:
ELENA:
MADRE
La paciente afirma que el sexo es natural, como respirar o comer.
Ante la falta de seguridad y la vacilación de sus padres, Elena no cree en la seguridad que
da el padre.
Tiene razón; éste simplemente está satisfaciendo el deseo del ,terapeuta de que se exprese
decididamente acerca del sexo. Casi en seguida, aparece de nuevo la falta de seguridad, en
su forma estándar, estereotipada.
La madre se pone de nuevo a la defensiva, y se justifica a sí misma de manera excesiva,
literal.
328
Cap. 6 Reversibilidad de la formación de delirios
Entrevista filmada
329
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Comentario de evaluación
Registro textual
Comentario de evaluación
ELENA:
MADRE
DR. A.:
MADRE
ELENA:
DR. A.: ELENA: DR. A.:
ELENA:
DR. A.: ELENA:
MADRE
ELENA:
MADRE DR. A.: MADRE
DR. A.: ELENA:
cionan, nunca cuentan cuentos ",colorados".
Tu madre (abuela) era muy conservadora, ¿no es cierto? Sí, pero le encantaban (los cuentos
"colorados").
¿Le gustan los chistes a la abuela?
¡ Claro que le gustan! Y le gusta toda clase de cuentos.
¿Te refieres a la señorita Conservadora?
¿Así le dices a la abuela? Rosa la Conservadora. ¿Quieres decir que en lo del sexo, era
reaccionaria?, ¿qué estaba contra el sexo? (Elena titubea antes de contestar.) ¿Era muy
mandona? ¿Permitía el sexo entre tus padres?
Bueno, dice cosas... que... bueno, no tendría yo la audacia de decirlas. De cuando en cuando
hace observaciones que yo no me atrevería a decir.
Bueno, ponme un ejemplo. Bien. ¿Recuerdas lo que dijo cuando tú y papá estaban recién
casados?
Oh, sí! Sé lo que estás tratando de decir; sigue.
Que papá estaba muy ocupado con su trabajo y tú también, ayudándolo. Y que ella había
sido la inspiradora en el caso, este, quiero decir... que... bueno...
Sé lo que estás tratando de decir. No lo diga por ella.
Está bien, sé lo que quiere decir. Adelante.
No hable por ella.
... que no te interesaba tener familia... quiero decir... que
Vaga alusión a que la abuela se atribuía el mérito de haber incitado a los padres a tener un
hijo.
La madre interrumpe repetidas veces; debido a su ansiedad, corta la corriente de palabras
de la hija. Siente la necesidad de hablar y pensar por ella.
no querías tener hijos... y que ella fue... que había sido la inspiradora, la inspiradora. . . no
sé.
Dijo cosas sin sentido.
Bueno, fue algo sin sentido. Lo que me sorprende es que haya tenido siquiera la audacia de
decirlo.
Le di. ..
Le diste una buena regañada, por decirlo.
Usted sabe, tiene tantas ganas de que Elena la quiera, que dice esas cosas completamente
irracionales. Son disparates tan grandes como... (la madre deja de hablar).
De manera que tienen algún fundamento en realidad.
Dijo que tú y papá no querían tener hijos, por el momento. Ella (la abuela) dijo que gracias
a ella tuvimos a Elena, por su... su influencia.
No sé. .. su no sé qué cosa. ...influencia. Le dijo eso a Elena y le di una tremenda regafiada.
Tú eres testigo. ¿Qué le dije a la abuela?
No sé. Le diste un buen repaso. ¡Fue una cosa estúpida! Mi esposo y yo nunca consultamos
a mi madre para tener o dejar de tener hijos; él y yo deseábamos mucho tener a Elena. No
sé qué tuvo que ver ella en el asunto. Bueno, hoy, esta mañana, Elena ¿crees que tus padres
serán capaces de darte una respuesta franca y directa acerca del sexo?
¿Me podrán dar una respuesta franca y directa acerca del sexo?
MADRE ELENA:
MADRE ELENA
MADRE
DR. A.:
ELENA:
MADRE
ELENA: MADRE
ELENA: MADRE
DR. A.:
ELENA:
La madre se pone a la defensiva de nuevo.
¿Padecen la madre y la hija una confusión inconsciente acerca de quién es la madre de
Elena? (¿la madre o la abuela?).
La madre muestra su acostumbrada indignación moral.
El terapeuta vuelve a la pregunta: ¿se permite el sexo en esta familia?
330
Cap. 6 Reversibilidad de la formación de delirios
Registro textual
Comentario de evaluación
Entrevista filmada
Registro textual
331 Comentario de evaluación
DR. A.: ELENA:
DR. A.:
ELENA:
MADRE
ELENA: PADRE:
DR. A.:
MADRE
DR. A.: PADRE:
DR. A.:
MADRE
sí.
Quieres decir que si les pidiese que explicasen los hechos de la vida, ¿lo harían sin
ruborizarse? ¿ Me lo contarían con toda libertad? ¿Me lo...
¿Te lo dirían con todas las letras?
¿Descubrirían cualquier misterio que yo pueda haber tenido o. .. se lo guardarían, como si
fuese un tremendo secreto militar?
No es una cuestión de mala información. Elena sabe más del asunto. Lo sabe todo.
Lo leí en libros, ¿sabe usted? Me gustaría indagar un poco más de esto (al Dr.).
Sé que no es una simple cuestión de puros datos, mamá. (La madre ríe.)
¿Me estoy entrometiendo de nuevo?
Sí.
Me gustaría explorar esto con usted. Por favor, continúe (al terapeuta).
Creo que es muy importante que Elena sienta que puede hablar con ustedes de manera
sincera, sin ponerse a la defensiva, de manera sencilla y directa, acerca del sexo. Que les
pueda hacer preguntas. Que la actitud de ustedes sería la de estar dispuestos a contestarle.
No es una simple cuestión de información. Es una cuestión de la calidad de la relación; el
sentimiento es lo que cuenta; el convertirlo en un secreto profundo, misterioso y sucio, o
comentarlo abiertamente. Bueno, lo hemos discutido centenares de veces... de dónde
Nuevamente, la madre exhibe su excesiva literalidad. Tiene la actitud del sabelotodo
escolar, respecto al sexo.
El padre le pide al terapeuta que siga. Depende de él para tomar la iniciativa.
ELENA:
DR. A.:
ELENA:
MADRE ELENA:
DR. A.: MADRE
DR. A.:
ELENA:
DR. A.:
ELENA:
DR. A.:
PADRE:
ELENA:
vienen los bebés y todas esas cosas. No es un tema tabú. ¿Cuantas veces hemos hablado de
ello?
Lo sé. Sé que hay muchas personas que son muy conservadoras, muy mojigatas.
¿Estás diciendo que tu mamá es mojigata?
(a la madre) ¿Apruebas el S-E-X-O?
(riendo) ¡Oh, sí!, mucho. Quiero decir.. . si pudiese ,cambiar la naturaleza... ¿lo harías?
¿Harías que fuese posible reproducirse como una amiba, tú sabes, sin sexo?... una amiba, tú
sabes, se divide en dos. ¿Está en pro o en contra?
No creo haberle enseñado nunca que yo esté en contra, de ninguna manera.
Si quieres una respuesta directa, hazles una pregunta directa. Bueno, ¿qué me dicen del
sexo? podría yo...
Bien, ¿quieres saber la manera en que te aprecian a ti como hija? ¿Te darán una respuesta
franca o se harán los misteriosos?, ¿se sentirá avergonzada mamá y actuará como una
mojigata? ¿O se pondrá tímido tu papá, como si tuviese miedo de perder los pantalones o
algo por el estilo?
No sé si él. ¡Yo sí, sin duda! (La madre ríe.)
¿De manera que tú serías la tímida?
Entonces, ¿tú eres la conservadora?
Tal vez yo soy la conservadora . ..no lo sé. (Risa general.)
De nuevo, la indignación moral.
332 Cap. 6 Reversibilidad de la formación de delirios
Registro textual Comentario de evaluación
Comentario
333 Registro textual Comentario de evaluación
DR. A.: Tu papá tiene razón, tú eres la mojigata.
ELENA: No sé. Tengo la impresión de que puedo hablar de bonos y acciones, de sus planes
de retiro, de las pensiones por ancianidad ...pero, pero ¿del sexo... sabe usted... quiero
decir... ? ¿De hombres y mujeres... ? Usted sabe lo que quiero decir.
DR. A.: Bien, ¡hazle una pregunta! PADRE: Cuando me haces preguntas, ¿me hago el
desentendido? ELENA: ¿Que si las esquivas?
PADRE: Bueno, ¿alguna vez te informé mal?
DR. A.: Si lo hizo. PADRE: ¿Yo?
DR. A.: Te lo recordaré, Elena. Una vez me contaste que le habías preguntado a tu
papá qué se sentía
al acudir a una cita (date, que también es dátil, en inglés). ELENA: ¿Hice yo esa
pregunta?
DR. A.: Sí. Me dijiste que tu papá te había hecho una broma. Que te dijo que una date es
como
una fruta, que se le apachurra. ELENA: ¿Se hizo tonto con la verdad?, ¿la ignoró?
DR. A.: Sí. ¿Te gustaría hacerle la misma pregunta de nuevo?
ELENA: Yo, bueno... no sé, porque... es... no es... ¡caray!
DR. A.: Bueno, ¿quieren pasar a la biblioteca, por favor? (A los padres.)
MADRE: Iba a mencionar que él (el padre) se siente avergonzado si ella (la hija) lo toca, y
yo creo que eso le da a ella un sentimiento de incapacidad y de duda acerca de cómo actuar
con otros chicos; porque cada vez que lo
toca, de cualquier manera, él se encoje.
DR. A.: ¿Es verdad eso, padre? ¿Se encoje cada vez que Elena lo toca? MADRE:
Creo que eso es muy importante. ELENA: Claro, se cambia de sofá. MADRE:
Bueno, probablemente cree que si con él pasa eso, ¿qué no pasará con otros chicos?
DR. A.: ¿Cómo actúa cuando usted (la madre) lo toca?
MADRE: Bueno, de ninguna manera así. Se siente adulto conmigo, pero considera que ella
debía sentirse
a gusto con los chicos, no con su propio padre.
DR. A.: Entonces, cuando usted toca al padre, él no se aparta.
MADRE: No, porque siente que la relación es correcta.
DR. A.: Eso es correcto, pero cuando su hija lo toca a usted, entonces es incorrecto.
¿Así lo siente us ted, padre? Pues bien, es diferente cuando Elena lo toca.
COMENTARIO
Hemos descrito una aguda reacción psicótica en una chica de 16 años, estudiada y tratada
dentro de la matriz de su grupo familiar durante un periodo de 18 meses. En este caso,
algunos de los rasgos pri marios de la experiencia psicótica resultaron reversibles. Durante
el periodo de terapia, la paciente estuvo entrando y saliendo de su mundo psicótico. La
tendencia dominante consistió en desplazarse del mundo psicótico en el espacio, hacia el
espacio de la vida real en su familia terrestre. En relación con esto, hay que reflexionar
acerca de varias cuestiones importantes.
La reacción psicótica de esta joven paciente, germinó en un conjunto de relaciones
familiares perturbadas. ¿Conforme a qué criterio podemos definir la perturbación de esta
familia? ¿Cuáles son los compo nentes de este trastorno, que resultan específicamente
patógenos para la paciente y guardan una relación directa con la precipitación de una
334
psicosis manifiesta? ¿Y qué otros componentes patógenos de esta familia son relativamente
inespecíficos para la psicosis, pero tienen otras consecuencias en la salud emocional de la
familia como tal, y en los miembros como individuos?
Tratemos primero de discernir aquellos componentes patógenos de la constitución de este
grupo familiar que pueden guardar relación directa con el desarrollo de la psicosis en la
hija. La estructura emocional de esta unidad familiar nos reveló una pareja, la madre y la
abuela, regresivamente unidas como una sola persona y que afirmaban poseer una rectitud,
una bondad y un espíritu de sacrificio exagerados, que defendían tenazmente. La calidad de
esta unión era tal, que requería la expulsión de un elemento peligroso y malo. En primer
lugar, a este elemento malo se le dio el epíteto de "monstruo masculino", o sea, el padre, al
que se vio como un extraño peligroso, pues interfería el vínculo de las dos mujeres,
mediante el sexo y la agresión. El sexo mismo se equiparó a violencia. Se redujeron
notablemente los contactos sexuales y corporales en general. La todopoderosa abuela
regente, convirtió en tabú la verdadera unión sexual del padre y la madre. Se simbolizó al
sexo como una fuerza sucia, destructora y contaminante, y se le disoció del afecto y el calor
humanos. Para salvar su propia vida, el padre se unió a las dos mujeres contra la hija única.
No le proporcionó a ésta el antídoto necesario para contrarrestar la fuerza invasora y
destructiva de las dos mujeres mayores.
La hija simbolizaba al elemento extraño y peligroso en esta familia. Se convirtió en la
"mala simiente" y fue expulsada. No le quedaron más que dos salidas posibles: retirarse a
un mundo psicótico o suicidarse. En
cualquiera de los dos casos, el resultado final sería la autodestrucción; se sometería a la
aplastante fuerza expulsiva de la familia y se la haría desaparecer del mapa.
En los procesos de interacción observados en la entrevista familiar, se notó que, cuando la
madre y la abuela cobraban vida, es decir, cuando hacían valer su dominio agresivo de la
situación, la paciente tendía a morir emotivamente, a retraerse. Cuando, por contraste, el
terapeuta apoyaba a la paciente contra la fuerza invasora de las dos mujeres, aquélla
cobraba vida. De manera similar, cada vez que Elena se expresaba con animación, las
mujeres mayores parecían extinguirse. En este marco, el padre parecía estar paralizado y
perdido. Pasivamente, hacía lo que indicaba el terapeuta, de manera sumisa, para
congraciarse, o llevaba a cabo un débil y breve intento de ponerse del lado de su hija,
esfuerzo que no podía sostener sin contar con el apoyo activo del terapeuta. Así pues,
cuando una parte de la familia elevaba su voz agresivamente, la otra se extinguía y moría, y
viceversa. En relación con esto, es intere
Cap. 6 Reversibilidad de la formación de delirios
Comentario
335
sante especular acerca de la diferencia esencial que podría existir entre la calidad de las
interacciones emocionales de la familia en la que se genera un miembro psicótico, y aquélla
en la que se producen neuróticos principalmente: la familia neurótica establece
implícitamente el tabú de que el hijo no debe ser diferente; mientras que en la familia de un
psicótica, el tabú es: el niño no debe ser. Esta familia tiene un miedo oculto a la nueva vida,
un prejuicio contra el nacimiento, el crecimiento, el movimiento, y todo lo que es novedad
en la vida. Este niño perdió el derecho a respirar; fue asfixiado.
En el caso que ha sido presentado, resulta muy interesante la posible significación
diagnóstica del esquema de relaciones humanas que la paciente trazó para su universo
psicótico en "Queendom". Las normas so ciales que ideó para su comunidad psicótica,
situada en el espacio exterior, parecen proyectar una larga sombra sobre las deformaciones
patógenas de su familia real, en la Tierra. Es fascinante especular sobre el significado del
contraste entre el modo de vida en "Queendom" y el de su familia terrestre. ¿Qué puede
significar este contraste para el proceso patológico mismo? ¿Qué podemos inferir útilmente
del choque de valores, dramatizado en el contraste de los dos mundos? ¿Qué cosas son
iguales, y cuáles son diferentes, en los dos universos? En "Queendom", la paciente diseñó
un modo de vida que mezclaba elementos de su familia terrestre con otros elementos de
cambio, que ella parecía necesitar como defensa contra la ansiedad desintegradora de su
enfermedad. En su mundo psicótico, rehizo la vida de manera especial y alteró todo el
sistema de valores de la comunidad en "Queendom". Para decirlo en pocas palabras, quitó
todo lo peligroso y feo que había en su vida familiar terrestre, e introdujo formas mágicas
de autoprotección. "Queendom" representó un esfuerzo en pro de la reparación mágica, un
intento de compensación. Borró las amenazas terrestres, pero más allá de eso, no señaló el
camino hacia el crecimiento y la salud. Sin embargo, era más soportable que el patrón de
vida de su familia terrestre. Consideraciones como éstas tal vez vengan al caso cuando
tratamos la correlación entre las deformaciones interaccionales del grupo familiar y el
desarrollo de la psicosis en un hijo único.
Surge otra cuestión: ¿cuáles son los componentes del trastorno patógeno existentes en este
grupo familiar, y que resultan relativamente inespecíficos para el desarrollo psicótico en un
vástago, aunque tengan
amplias consecuencias en las restantes personalidades no psicóticas de la familia? En esta
sociedad conyugal, existe una coincidencia consciente en la búsqueda de los fines de la
seguridad, la armonía, la fidelidad y las tareas intelectuales. Sin embargo, existe una
profunda contradicción entre la búsqueda consciente de valores que realiza esta pareja, y su
336 Cap. 6 Reversibilidad de la formación de delirios
modo real de vida. El pretexto consciente de la paz y la armonía no es muy sólido.
Virtualmente, es una ficción. En realidad, el matrimonio se sujeta a un patrón rutinario,
mecánico, estático, semimuerto. La relación de la pareja carece extraordinariamente de
vitalidad y crecimiento. En el esfuerzo obsesivo y conjunto, para controlar los peligros de la
agresión desenfrenada, el sexo y la espontaneidad de expresión se reducen a un mínimo. Es
patente que una ansiedad fundamental compartida, concerniente a la destrucción, invade a
toda la familia y constriñe rígidamente los horizontes de su desarrollo. Las metas de la
satisfacción sexual y del crecimiento de la familia, en términos de un hijo, son casi
totalmente sacrificados en aras de la pura supervivencia. En este ambiente, la salud
emocional de todos los miembros se resiente. La abuela queda fijada al papel de
perseguidora martirizada. La madre queda anclada en una existencia obsesivamente vacua.
El padre, gravemente castrado, se desenvuelve en medio de una preocupación, distante,
mecanizada y estática por cuestiones intelectuales. A la hija no se le ha dado el derecho de
comer, respirar, ni crecer.
En una familia de este tipo, se observa una estructuración progresiva de papeles patógenos;
la abuela en el papel de perseguidora; la madre en el de hija-esposa crónicamente inmadura,
que proyecta sobre su única hija tan sólo una preocupación ritual; el padre, en el papel
potencial de protector y rescatador de la hija, pero demasiado impotente y asustado como
para ser realmente eficaz. Por consiguiente, en este grupo familiar no existe una integración
efectiva de ninguno de sus miembros en un papel de árbitro de los conflictos familiares, ni
una integración efectiva de alguien en un papel creativo o de crecimiento. Solamente hay
un reforzamiento progresivo de un patrón patológico de prejuicios, conversión en chivo
expiatorio, conversión de la hija y el padre en víctimas, y una fuerza creciente hacia la
regresión.
Teniendo presentes estas tendencias patógenas, la terapia se propuso alcanzar los objetivos
siguientes:
Referencias bibliográficas
337
e) Salvar a la hija y al padre de sus papeles de chivos expiatorios. f) Inducir a la madre y al
padre a que aceptasen a su hija.
g) Vencer el miedo al contacto táctil entre la madre y el padre.
h) Permitirle a la hija que tocase al padre de diferente manera, neutralizando de tal forma el
miedo al incesto y a la violencia.
i) Inducir a los padres a que reconocieran el valor del crecimiento, del crecimiento
emocional franco y libre; neutralizar su idea de que la hija era la "mala simiente"; apoyar a
ésta para que descubriese un papel
sano de hija en la familia; proteger su derecho a nacer, crecer, a asimilar una imagen
natural, y no omnipotentemente destructiva, de la unión sexual y la procreación de hijos.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Ackerman, N. W. (1960). Family-focused therapy of schizophrenia. En S. C. Scher y H. R.
Davis (dir.) The out-patient treatment o f schizophrenia. Nueva York: Grune & Stratton,
págs. 156-173.
Ackerman, N. W. (1961). Schizophrenic patient and his family group. En M. Greenblatt, D.
J. Levenson y G. L. Klerman (dir.) Mental patients in transition. Springfield, Ill.: Thomas,
págs. 273-282.
a) Romper la alianza simbiótica regresiva de la madre y la abuela. b) Contrarrestar el papel
de la abuela que actuaba como destructora omnipotente; extinguir sus hipócritas
pretensiones de tener siempre la "razón" y amar a la nieta más que los propios padres.
c) Destetar a la madre de la abuela, eliminando su necesidad de hacerse cómplice de ésta;
alentarla para que aceptase al "monstruo masculino" y, por vez primera, se le uniese en
matrimonio; contrarrestar la imagen del sexo como símbolo de violencia.
d) Unirse al padre y fortalecerlo para que desempeñase el papel de "árbitro familiar", a fin
de proporcionar el necesario antídoto de la invasión destructiva de la madre y la abuela.
Características de la terapia familiar exploratoria
339
Algunas indicaciones contraindicaciones de la terapia familiar exploratoria
Lyman C. Wynne
averiguar si las relaciones familiares son interesantes o importantes -supongo que todo el
mundo está de acuerdo en esto- sino más bien establece desde qué punto de vista y para qué
fines psicoterapéuticos puede resultar útil el contacto con unidades familiares.
Abordo este problema con espíritu de investigador, y no con la intensión de hacer
declaraciones doctrinarias o promulgar un partidarismo ideológico en pro de la terapia
familiar. Antes que nada, permítaseme aclarar que no considero que la terapia familiar sea
una panacea psiquiátrica, pues para mí es solamente un valioso complemento de nuestro
repertorio psiquiátrico. Por una parte, considero que la terapia familiar es el tratamiento
indicado en determinadas condiciones que trataré de señalar. Por otra parte, algunas
limitaciones, intrínsecas a la terapia familiar unas, y otras impuestas por causas externas y
prácticas, restringen la gama de problemas para los cuales es adecuado este modo de
tratamiento. Otro tanto puede decirse de todas y cada una de las formas de tratamiento
psiquiátrico; gracias a la investigación de las condiciones especialmente propicias y
desventajosas para el uso de tal procedimiento o enfoque, podremos llegar a ser más
específicos y abarcar más que en la actualidad, cuando formulemos recomendaciones de
tratamiento.
SUPONGO QUE TODOS LOS PSICOANA listas y los terapeutas que se inclinan por la
psicodinámica sienten un profundo interés en la comprensión de las relaciones familiares.
Desde que Freud describió la constelación familiar en función de la situación edípica, el
proceso psicoanalítico ha incluido entre sus tareas fundamentales el desenredar la madeja
de relaciones familiares actuales y pasadas. Sin embargo, en el tratamiento psicoanalítico y
psicoterapéutico individual, la preocupación fundamental tiene por objeto las
representaciones intrapsíquicas internalizadas de las relaciones familiares del paciente, en
vez de la observación directa y el estudio de las transacciones familiares reales y presentes.
En este capítulo tomaré en cuenta algunas de las circunstancias en que un trabajo
psicoterapéutico directo, con unidades familiares a las que se vea conjuntamente, puede ser
el indicado o, por otra parte, lo contraindicado.' El problema que planteo no consiste en
1 La mayoría de las ideas y las observaciones que presentaré, las he ido recogiendo en las
discusiones sobre problemas de terapia familiar con los colegas, los miembros del personal
y los consultores del NIMH; sobre todo con los doctores
Juliana Day Franz, Irving M. Ryckoff, Leslie Schaffer, F. Gentry Harris, Alexander
Halperin, Harold Searles, Roger Shapiro, y el señor Stanley Hirsch y la señorita Carol
Hoover. Les agradezco sus valiosas aportaciones a mi pensamiento, pero no hay que
suponer que hayan estado de acuerdo con todas y cada una de las cosas que diré aquí.
CARACTERÍSTICAS DE LA TERAPIA FAMILIAR EXPLORATORIA
En este capítulo me ocuparé especialmente de las indicaciones y contraindicaciones que
presenta una de las formas de terapia familiar: la terapia familiar conjunta, exploratoria y a
largo plazo, utilizada como modo terapéutico primordial. Este tratamiento pone de relieve
algunas potencialidades y características especiales de la entrevista familiar conjunta, que
se mantienen latentes o enmascaradas en el trabajo con familias, el cual resulta menos
intensivo y prolongado. Como indica la expresión, la terapia familiar exploratoria se apoya
considerablemente en la exploración y esclarecimiento de la naturaleza y orígenes de los
problemas familiares, como medio para resolverlos. Las transacciones inmediatas y
actuales de los miembros de la familia, entre sí y con los terapeutas, son consideradas como
los datos de punta de partida más significativos que deben ser investigados y comprendidos.
La terapia familiar exploratoria, sobre todo si es prolongada e intensiva, se facilita mucho
cuando es posible disponer de una "escena" de tratamiento sólidamente estructurada. Ésta
debe incluir un programa de consultas regulares y la asistencia regular de los participantes.
Comprende también una "cultura terapéutica" inducida por los terapeutas, en la cual las
sesiones conjuntas se van convirtiendo gradualmente en un
338
340 Cap. 7 Algunas indicaciones de la terapia familiar
lugar seguro y en el momento ideal para expresar directa y verbalmente sentimientos que de
otra manera hubieran sido bloqueados, desplazados, o hecho erupción en forma de
acciones.
El objeto de la terapia familiar exploratoria consiste en establecer un ambiente de
tratamiento, dentro de cuyos límites la interacción tenga lugar de la manera más libre que
sea posible. En estas condiciones, se
pondrán de manifiesto los estilos familiares de comunicación, sin exceptuar los patrones de
control y organización de la interacción, así como los modos de desorganización y de
experimentar desconección. Quienes participan no se dan cuenta de muchos (o la mayoría)
de los patrones recurrentes de interacción, pues están atrapados en su perpetuación. Esto
puede decirse especialmente de los intercambios no verbales y de las secuencias en que
tiene lugar la interacción. Ningún miembro de una familia puede darse cuenta del patrón
recurrente, conforme al cual, por ejemplo, la madre se vuelve confusamente desorganizada
y pasa a ocupar el centro de la atención, inmediatamente después de que el padre y la hija
han estado intercambiando miradas recíprocamente solícitas. Aquí, el terapeuta o los
terapeutas añaden un nuevo ingrediente al ser capaces de hacerse a un lado, de cuando en
cuando, de los patrones de interacción, para luego hacer comentarios sobre ellos.
Especialmente en las primeras fases de la terapia familiar exploratoria, gran parte de la
actividad del terapeuta consiste necesariamente en ayudar a la familia a percartarse de su
conducta inmediata, presente; a darse cuenta de las cadenas y los patrones de que se valen
para expresarla. Como técnica terapéutica, esta actividad del terapeuta no constituye una
interpretación, en la acepción psicoanalítica del término sino una aclaración. Al igual que
en el psicoanálisis, los comentarios del terapeuta pueden hacer consciente aquello que había
estado fuera de la conciencia; pero en la terapia familiar, la atención se concentra más en lo
inadvertido, pero observable, que en lo inadvertido, pero inferible.
En algunas ocasiones, especialmente en las últimas etapas de la terapia, el terapeuta
familiar puede expresar útilmente algunas inferencias acerca de motivos inconscientes y de
vínculos entre los acontecimientos presentes y pasados. Sin embargo, la mayor ventaja que
ofrece la terapia familiar exploratoria consiste en permitir un uso máximo de datos de las
interacciones observables directamente y de la influencia inmediata de la interacción. En
esto incluyo la influencia que se ejerce sobre la propia experiencia subjetiva del terapeuta,
cuando entra en contacto con las diversas facetas de la familia. En la mayoría de las
familias la discusión del pasado es un ejercicio intelectualizado, salvo cuando se ha llevado
a cabo primero un considerable trabajo, tendiente a comprender y advertir la experiencia
presente y la interacción dentro de las sesiones mismas.
Terapia familiar exploratoria en el NIMH
En resumen, puede decirse que la terapia familiar exploratoria difiere en su hincapié de
otras formas de entrevista familiar conjunta: el diagnóstico familiar es un precursor
necesario, evaluativo de la terapia familiar exploratoria. El estudio diagnóstico podrá
abarcar visitas domiciliarias, tests psicológicos, historia clínica y entrevistas con miembros
de la familia y diversos subgrupos familiares. Sin embargo, el objetivo de las entrevistas
familiares conjuntas, entendidas como parte del diagnóstico de la familia, no es
proporcionar tratamiento definitivo, sino ayudar a formular una buena estrategia de
tratamiento, que puede incluir o no una terapia familiar exploratoria amplia. Sea como
fuere, un proceso diagnóstico como el mencionado requiere una mirada relativamente breve
a los diversos patrones familiares, sin tratar de estabilizar una estructura de tratamiento para
su exploración pormenorizada y su resolución.
Las tareas de aconsejar al matrimonio y a la familia se cumplen de diversas maneras, que
van desde la psicoterapia de orientación psicoanalítica, pasando por el escuchar sin ejercer
una dirección y el dar con sejos, hasta la manipulación de los arreglos de la vida diaria. Por
lo común, aun cuando las reuniones familiares conjuntas están comprendidas en el proceso
que incluye dar consejos, la estrategia primordial del tratamiento no consiste, como en la
terapia familiar exploratoria, en observar directamente la interacción intrafamiliar y
comprender su estructuración y dinámica.
Las entrevistas familiares conjuntas, aunadas a la terapia individual, pueden resultar útiles
en situaciones especiales, pero difieren en su orientación de la terapia familiar exploratoria,
en la cual se hace un esfuerzo para examinar el equilibrio general de la familia.
Considerando los fines de la terapia familiar exploratoria, las dificultades que presenta un
miembro de la familia en particular no constituyen el foco de atención permanente (aunque
los sentimientos o la conducta de un individuo pueden ser un foco transitorio, a fin de
ilustrar y comprender algún aspecto de un patrón que es compartido con otros miembros de
la familia).'
TERAPIA FAMILIAR EXPLORATORIA EN EL NIMH (NATIONAL INSTITUTE OF
MENTAL HEALTH)
La mayoría de las observaciones y sugerencias que contiene este capítulo resultan del
programa de Estudios de la Familia, realizado en el National Institute of Mental Health. Se
podrán comprender mejor, des
2 Otras observaciones acerca de las características especiales de la terapia familiar
oxploratoria han sido descritas previamente por Wynne (1961), y Schaffer, Wynne, Day,
Ryckoff y Halperin (1962).
341
342 Cap. 7 Algunas indicaciones de la terapia familiar
Indicaciones generales para la aplicación de la terapia familiar
343
pués de proporcionar una descripción breve del aspecto clínico del programa. Por lo
común, las familias que están sujetas a tratamiento constan de dos padres y de sus vástagos
adolescentes o jóvenes adultos. En la generalidad de los casos, uno de los hijos fue
señalado por el médico que lo remitió, o la familia, como el "paciente", debido a ciertos
síntomas esquizofrénicos o neuróticos por los cuales pudo haber estado hospitalizado
durante semanas, e incluso años. También participan otras personas, cuando se considera
que están dentro de las "fronteras psicológicas" de la familia, concepto del que hablaremos
más adelante.
Por lo general, en el programa del NIMH trabajaban dos terapeutas con cada unidad
familiar. Sin embargo, a modo de variantes, hemos ensayado la terapia familiar con un solo
terapeuta y con tres. Todos ellos están orientados hacia el área de la psicodinámica; algunos
son psicoanalistas; otros son psiquiatras que están en las últimas etapas de su
entrenamiento; o bien psicológos clínicos o trabajadores sociales psiquiatricos. Lo más
común es que un psiquiatra también proporcione terapia individual al paciente, trabaje con
otro psiquiatra o con un trabajador social psiquiátrico, que no tenga contacto individual con
el paciente.
A fin de recabar ideas acerca de la utilidad de diversas combinaciones de las terapias
individual y familiar, por una parte hemos ensayado la atención de los miembros de la
familia solamente durante la terapia familiar conjunta, sin aplicar terapia individual a
ninguno de ellos, y por otra parte, hemos atendido a cada miembro de la familia en sesiones
de terapia individual, además de proporcionar terapia familiar conjunta.
La mayoría de las familias son tratadas en sesiones de una hora, dos veces a la semana;
pero a otras se les puede atender una o tres veces en ese mismo periodo. Aunque casi todas
las familias reciben el tratamiento al menos una sola vez en su hogar, durante la evaluación
inicial de los planes de tratamiento las sesiones de terapia familiar regular se efectúan en las
habitaciones destinadas para las entrevistas en el hospital. A cada familia que ingresa en el
programa NIMH se le informa que las reuniones se graban en cinta magnetofónica por
rutina, y que pueden ser observadas a través de una cámara de Geissel por otros
profesionales, a quienes los terapeutas siempre conocen.
En mi calidad de terapeuta o supervisor en este ambiente del NIMH, he observado la
terapia familiar conjunta en aproximadamente sesenta familias, aparte de las consultas y
sesiones de evaluación. Además, he
trabajado con otras familias y parejas conjuntamente, como parte de una práctica más
convencional y fuera del marco de la investigación. El tiempo máximo de tratamiento de
una familia mediante la terapia familiar conjunta, ha sido de cinco años, apegándome casi
siempre a un programa de tres consultas por semana.
Aunque esta experiencia en materia de terapia familiar ha sido muy amplia, no debe
considerarse como un instrumento de evaluación sistemática de la terapia familiar, tomando
ésta como una técnica. La inves tigación sistemática realizada en el NIMH, dentro de la
serie de estudios de la familia, ha concentrado su atención en la dinámica familiar en
relación con la psicopatologia, especialmente con la esquizofrenia, y no en la técnica o los
resultados de la terapia. Nuestros estudios clínicos más exploratorios se han valido de
diversos procedimientos de tratamiento -entre los que figura la terapia familiar
exploratoria-, de los que esperamos una utilidad terapéutica y un mejoramiento de nuestra
comprensión de la dinámica familiar. Por tanto, las ideas aquí presentadas constituyen una
decantación de impresiones clínicas que necesitan nuevas evaluaciones y están sujetas a
revisión y ampliación, aunque son lo suficientemente amplias como para permitir la
comparación con la experiencia de otros.
INDICACIONES GENERALES PARA LA APLICACIÓN DE LA TERAPIA FAMILIAR
EXPLORATORIA
A manera de generalización preliminar, diremos que la terapia familiar exploratoria puede
resultar apropiada para el esclarecimiento o la solución de cualquier dificultad en la
relación intrafamiliar. Al usar la expresión "dificultad en la relación", me refiero a los
problemas que surgen en los patrones de transacción en la interacción recíproca de los
miembros de la familia, a los cuales cada persona contribuye un poco, ya sea de manera
colusiva o abierta.
Sólo transitoriamente las relaciones humanas carecen de "estructura" o se apartan de cierto
patrón; de manera que la anterior especificación excluye únicamente aquellos problemas
familiares determinados por ca tástrofes o enfermedades nuevas o no recurrentes. Desde el
punto de vista práctico, un enfoque no exploratorio será el indicado para enfrentarse a los
acontecimientos inmediatos a tales crisis. Sin embargo, la mayoría de las crisis psiquiátricas
intrafamiliares parecen formar parte de un patrón recurrente o continuo, que puede
explorarse provechosamente en la terapia familiar conjunta. Además, la manera como una
familia reacciona ante cualquier tipo de crisis puede tomar la forma de inadaptación crónica
aun cuando el contenido inmediato de dicha crisis sea nuevo.
Los problemas de relación intrafamiliar presentan siempre aspectos intrapsíquicos
comunes, así como raíces intrapsíquicas y de relaciones en el pasado. En mi opinión, es
razonable tratar los aspectos intrapsíquicos mediante procedimientos psicoterapéuticos y
psicoanalíticos individuales
344 Cap. 7 Algunas indicaciones de la terapia familiar
Indicaciones generales para la aplicación de la terapia familiar
345
y tradicionales, a veces después de un periodo de diagnóstico o terapia familiar conjunta. Es
igualmente lógico, aunque no se acostumbre, tratar los aspectos de la relación intrafamiliar
por medio de la terapia familiar conjunta, en ocasiones después de un periodo de estudio de
diagnóstico o una terapia individuales.
En virtud de que la transferencia queda establecida comúnmente en el tratamiento
psicoanalítico individual, diversas manifestaciones de las primeras relaciones familiares del
paciente se reactivan, caen en el foco de observación y pueden ser sometidas al escrutinio
analítico. Sin embargo, es evidente que existen estados psiquiátricos en los que no se
establece en lo más mínimo, o únicamente con ciertas dificultades, una relación de
transferencia útil. Para algunos de estos estados, que señalaré concretamente, la terapia
familiar exploratoria ofrece un enfoque preferible o sustitutivo.
Según mi opinión, en términos generales debería considerarse la idoneidad de la terapia
familiar exploratoria para el tratamiento de los problemas de relación, en los que todos los
participantes miembros de la familia tienen un interés vital y continuo, tanto a nivel
consciente como inconsciente. Teóricamente, cada miembro de la familia debería dedicar
una parte de su vida a deshacerse del problema que comparte con otros, o bien a esquivarlo.
El grado de envolvimiento se estima mejor por medio de una serie de sesiones conjuntas,
que se efectúan a manera de diagnóstico o ensayo, antes de decidir un plan para llevar
adelante la terapia familiar explo ratoria de manera amplia. En el programa del NIMH,
como rutina dedicamos los dos o, tres primeros meses a la evaluación de diversos enfoques
posibles del tratamiento de una familia. A veces desde el primer contacto se cuenta con
declaraciones explícitas acerca de la existencia de un problema de "relación". En otros
casos, tal problema puede inferirse de la manera en que algunos miembros de la familia
actúan "en nombre de otro". Cualquiera de estas indicaciones puede fundamentar el
establecimiento de sesiones iniciales de evaluación conjunta. Estas sesiones nos ofrecen la
oportunidad de reflexionar acerca de la clase de expectativas recíprocas que mantienen los
miembros de la familia, y de establecer si ésta, en su conjunto, está enredada en un
problema para cuya solución convendría una terapia conjunta más extensa.
Por lo común, es más fácil organizar las sesiones de evaluación conjunta a principios de la
terapia, que hacerlo en fechas posteriores. Generalmente, pedimos a toda la familia que se
reúna en la primera sesión; luego podemos llevar a cabo entrevistas de evaluación con
individuos, parejas o subgrupos familiares, no obstante lo cual se puede retornar fácilmente
a la terapia con la familia, tomada como unidad. Si se establece
primero una relación terapéutica intensa con un miembro de la familia, y no ha existido un
contacto temprano y evaluativo con la familia, considerada como unidad, tanto el terapeuta
como la familia, tropezarán probablemente con dificultades más tarde, al cambiar su
orientación y dirigirla hacia los patrones generales de la familia y a los problemas
familiares compartidos.
En general, resulta estéril emprender la terapia familiar exploratoria cuando las sesiones de
evaluación conjunta indican que el problema no tiene significado emocional y conductual,
ni consecuencias actuales para los miembros de la familia. Por ejemplo, se carece de
fundamento suficiente para una terapia familiar exploratoria activa cuando algunos de los
miembros de la familia tan solo pueden aportar datos históricos del problema, que son
narrados con toda cortesía. Las dificultades en las relaciones o interacciones familiares
comunes, tal como se presentan en las propias sesiones conjuntas, sirven de trampolín para
la terapia familiar exploratoria.
Aun en las sesiones conjuntas, uno o más miembros de la familia podrán parecer al
principio indiferentes, como si año les afectase el problema. Otros podrán acudir a las
sesiones conjuntas iniciales, refun fuñando o asintiendo sólo de labios para afuera. Puede
resultar engañoso el contenido literal de estas formas iniciales de interacción. Si el
terapeuta insiste en el enfoque familiar exploratorio a manera de ensayo, tal vez encuentre
que la aparente indiferencia o los refunfuñas disfrazan un profundo interés.
Una de las maneras en que el terapeuta puede comenzar a explorar tal conducta inicial,
consistirá en preguntarse si la persona está expresando tal vez los sentimientos o deseos no
manifiestos de otros miembros de la familia, así como de ella misma. En efecto, el
terapeuta plantea la cuestión de si los refunfuños, el sometimiento, el silencio, etcétera,
cumplen un propósito o una función para la familia en su conjunto. Por ejemplo, puede
representar una forma de tener a raya, o de incorporar al terapeuta "extraño". Esta
indagación puede conducir a la reflexión sobre los sentimientos y las dificultades que
puedan tener los miembros de la familia, en lo tocante a establecer relaciones que rebasen
las fronteras psicológicas familiares. Asimismo el terapeuta puede observar que su propia
interacción con un miembro se manifiesta también entre otros miembros de la familia,
como un aspecto de los problemas de la relación intra f amiliar.
Si los miembros de la familia se comprometen realmente a tratar de resolver sus problemas
de manera conjunta, surge entonces un criterio de "compromiso compartido", mejor que sus
aprobaciones o rechazos verbales. Algunos miembros de la familia podrán seguir
aseverando du-
346 Cap. 7 Algunas indicaciones de la terapia familiar
Indicaciones generales para la aplicación de la terapia familiar
347
rante meses o años, cada vez que sientan ansiedad, que "el problema", según lo entienden,
reside únicamente en la individualidad de algún otro miembro de la familia y que solamente
acuden a las sesiones porque desean ayudar a esta persona. Sin embargo, conductualmente,
estos mismos miembros pueden participar de manera vigorosa y hablar, cuando se sientan
menos tensos, del valor y el sentido de la terapia familiar tanto para sí mismos, en su
calidad de individuos, como para su familia.
Así pues, la terapia familiar exploratoria es recomendable no únicamente cuando todos los
miembros de la familia reconocen verbalmente su motivación personal para recibir el
tratamiento. La expectativa del
terapeuta familiar, de tal reconocimiento, provocará sin duda una actitud defensiva, y se
contrapone al concepto de que, durante las sesiones familiares conjuntas, "el paciente" es la
familia, y no algún individuo.
En resumen, las dificultades que existan en la interacción familiar común, tal como se
revelan en las sesiones conjuntas, constituyen la indicación más clara y el mejor trampolín
para llevar a cabo la terapia familiar reconstructiva, exploratoria.
Ejemplos de indicaciones
Sin que pretenda llevar a cabo un inventario completo, describiré varios problemas para los
cuales parece ser especialmente adecuada la terapia familiar exploratoria. Estos problemas
no se excluyen mutuamen
te, sino tienden a combinarse en mayor o menor grado, según la familia. 1. Problemas de
separación en los adolescentes. En el Programa de Psiquiatria para Adultos del NIMH, se
ha prestado atención especial a los problemas de los últimos años de la adolescencia, tanto
en la Sección de Estudios Familiares, como en los estudios dirigidos por el doctor Roger
Shapiro, relativos a problemas de ajuste de los alumnos de nuevo ingreso en las
universidades.
Como ha señalado Erikson (1956), el problema capital del desarrollo en los últimos años de
la adolescencia es la consolidación de un sentimiento estabilizado de identidad personal,
vinculado al ambiente psico social y diferenciado dentro del mismo. Los problemas que
surgen en esta etapa de la diferenciación psicológica y de la formación de identidad, se
presentan comúnmente como problemas de "separación"
a) crisis de identidad en las que figuran episodios esquizofrénicos agudos, precipitados a
menudo por la primera gran separación del ambiente intrafamiliar, como la que se produce
cuando se ingresa a la universidad;*
* Es común que los estudiantes norteamericanos acudan a una universidad alejada del
hogar.
b) actos de rebeldía, a veces delictuosos, que lleva a cabo el adolescente para situarse aparte
de su familia y del sistema de valores de ésta;
c) incapacidad de liberarse de una relación simbiótica de dependencia con uno de los padres
(proviniendo la queja acerca de esta situación, comúnmente, del otro progenitor o de otro
vástago).
Se ha considerado tradicionalmente que estos problemas indican la conveniencia de prestar
psicoterapia individual al adolescente. En la práctica psiquiátrica corriente, se dan consultas
iniciales y complementarias
a los padres, aparte de las consultas del adolescente. Cuando éste se encuentra absorto en la
solución de los problemas irresolutos de su infancia, y sus padres no están en la actualidad
profundamente unidos a él, en mi opinión, lo razonable y propio es aplicar el tratamiento
individual acostumbrado. Sin embargo, la evaluación preliminar en las sesiones familiares
conjuntas es casi siempre útil, según mi punto de vista, para considerar directamente hasta
qué grado los padres comparten de la ambivalencia y la confusión del adolescente, por lo
que toca a su separación respecto de ellos y al establecimiento de nuevos papeles
extrafamiliares. Según mi experiencia, la mayoría de las veces los padres sufren tanto o más
que el adolescente, a causa del conflicto de sentimientos provocados por estos cambios. Por
lo que respecta a la selección de las posibilidades de tratamiento, las sesiones conjuntas
pueden ayudar a distinguir los problemas que tienen un residuo activo que sigue operando,
principalmente en un miembro de la familia, de aquellos problemas en los cuales las
dificultades siguen compartiéndose de manera reciproca. Para esta última situación, pienso
que la terapia familiar exploratoria resulta especialmente recomendable.
El subgrupo de problemas comúnmente llamado simbiótico, en el que se observan
relaciones padre-hijo mutuamente intrusivas, se presta más a dicho tratamiento. Reunir a
los miembros de la familia simbióticamente amalgamada, constituye en efecto un
reconocimiento de que valdrá la pena entender la relación, puesto que cumple funciones
importantes. El tratamiento conjunto trata de justificar y analizar estas funciones, en vez de
suprimirlas mediante procedimientos hospitalarios o de tratamiento, que a menudo crean
tan solo una aparencia externa de separación.
2. El intercambio de disociaciones. Existe un grupo numeroso e importante de problemas
familiares en el que las cuestiones intrafamiliares son complementarias y están conectadas
entre sí, para los cuales la terapia familiar conjunta resulta indicada. Esta clase de
problemas es tan compleja, que su comentario amerita que la expongamos como ejemplo.
La forma general de estos problemas es la siguiente: cada persona piensa de sí misma que
tiene una dificultad limitada concreta, la cual, a su juicio,
348 Cap. 7 Alg1 Algunas indicaciones de la terapia familiar
se deriva de otro miembro de la fa VI la familia y sólo puede ser aliviada por aquél. Aunque
todo ello parece tente tener algún fundamento en los hechos, la otra persona no reconoce la
posill.q posibilidad de que contribuya al problema. Sin embargo, dicha miembro f:::bro
puede percatarse agudamente de las dificultades correspondsentes, que de ii e de igual
manera no son reconocidas (sino disociadas) por el primer miembro :7bro de la familia, ni
por cualquier otro. De tal modo, existe una intrincada:Acada red de apreciaciones acerca de
los demás y de disociaciones respecto desisto de uno mismo, en la que cada persona
"localiza" en otro miembro de la U la familia la totalidad de una cualidad o un sentimiento
particulares. Cadal~:'' Cada persona ve a uno o varios de los otros una manera negativa y
preamhu°eambivalente por completo, y se considera a sí misma de manera semejante :ante
pero recíproca, estando la cualidad aborrecida en la persona misma, dina, disociada de tal
modo que no le es posible percibirla. La característica -ática de este patrón que dificulta su
terapia, está determinada por el intercaic:r,,.tercambio de disociaciones: la concepción fija
que cada persona tiene de la otrila otra es intercambiada inconscientemente por una
concepción fija que de ella n ella misma tiene la otra persona. El resultado de interconexión
es semejante Jante al sistema de expectativas de papel recíprocas, que han descrito los
soc~os sociológos en las relaciones intrafamiliares. Sin embargo, n-ie estoy
refirien2firiendo aquí a un sistema u organización de procesos profundamente inconsciirc'-
onscientes, una organización que proporciona un medio para que cada indi-i~ : individuo
pueda lidiar con ideas y sentimientos que de otra manera le resurp- resultarían intolerables.
Los mecanismos psicodinámicos micos que actúan aquí han sido descritos con toda una
variedad_ de nombres: :}i)res: identificación proyectiva '(Bion, 1957; Klein, 1946),
exteriorización (Brodk,`
,Brodey, 1959), etcétera. En relación con lo que he venido diciendo, quiero irl.iero subrayar
especialmente las formas en que el compromiso puede ser comED, compartido por toda la
familia; está or
ganizado en un "subsistema social"iisocial" (Parsons y Bales, 1955) y, hasta cierto punto,
establecido perdurablel~hurablemente.
Hay que hacer hincapié en quena que el intercambio recíproco y compartido de
disociaciones sirve a la vez ;j~ vez para mantener fuera de la conciencia que cada individuo
tiene de sí mismi mismo las cualidades e ideas aborrecibles, y también para reterzer estas
cualici!c:cualidades al alcance de su visita, a una distancia fija de su ego. El miedoánniedo
del individuo a que la experiencia disociada pudiese volverse ingobermnbbernable queda
de esta manera reducido, pero al mismo tiempo se perpetúa e ttúa el problema, sobre todo
en la medida en que el proceso de las interaccioo~~~~~acciones contribuye a convertir a
esto en parte real y permanente de la conce, conducta de la otra persona.
El intercambio de disociaciones .iones significa que cada persona concentra su atención,
sobre todo, en aquelloc.11uello que la otra persona no puede reconocer. De tal manera, no
puede haflde haber "encuentro", ni confirmación, ni
Indicaciones generales para la aplicación de la terapia familiar
mutualidad, ni validación compartida de sentirnientos o experiencias. Tenemos aquí, por
supuesto, un aspecto de la experiencia esquizoide y esquizofrénica o, dicho con mayor
exactitud, una "no" experiencia.
A manera de ejemplo clínico, diremos que en una familia, cuya descripción es muy
esquemática, el padre, la madre y el hijo habían disociado, hasta no percatarse de ellos, sus
sentimientos intensamente destruc tivos para con los otros; pero se daban cuenta de la
existencia de tales sentimientos en los demás. El padre reconocía su frustración, pero no
que sintiese mala voluntad hacia su hijo, el cual era una caricatura del fracaso en su trabajo,
que el padre se negaba a reconocer en él mismo. Sin embargo, el hijo y la madre se daban
cuenta muy claramente del encolerizado desprecio contenido en las críticas que el padre
acumulaba hacia al hijo, que para el padre no eran sino "de preocupación y consejos que le
serían útiles".
A su vez, el hijo era indiferente, en el momento que comenzó su tratamiento, a sus fracasos
en la escuela y en el trabajo, y que tanto preocupaban al padre. Sin embargo, sagazmente
advertía numerosos indicios de que el padre sentía, pero no podía reconocer, desesperación
y sentimiento de fracaso por su propia carrera. La madre veía en el padre y en el hijo a un
par de chicos dependientes, impotentes, peleoneros, que necesitaban de ella para que se
hiciese cargo de todas y cada una de sus responsabilidades. Cuando en el transcurso de la
terapia familiar fue proponiendo plan tras plan para ellos, aceptaron sus decisiones
tranquilamente, pero no obstante hablaron de las actividades de ella, diciendo que era un
"atareadísimo trabajo" sin sentido. No se daban cuenta de su verdadera dependencia
respecto de la madre, pero menospreciaban los sentimientos de soledad y vacío de ésta, que
había disociado hasta que la terapia familiar le permitió reconocerlos.
Otros detalles clínicos podrían documentar los procesos en que se apoyaba el patrón de
relaciones dentro de esta familia; pero tal vez este breve esbozo, de acuerdo con los fines de
este capítulo, indicará algo
de esta variedad común de problemas, para la que parece estar especialmente indicada la
terapia familiar. Es preciso señalar que la complejidad de un patrón o estructura, como la
que acabamos de describir, por lo común sólo se manifiesta al cabo de varios meses de
terapia.
En tal situación, las disociaciones intrapsíquicas de cada miembro de la familia quedan
estabilizadas y reforzadas, cuando se localizan los aspectos disociados de cada individuo en
la conducta manifiesta de otro miem bro de la familia. Ahí, él podrá contemplar las
cualidades disociadas como algo real y digno de su preocupación y de un esfuerzo por
cambiar. En esta clase de problema familiar ningún miembro de la familia se percibe a sí
mismo como si tuviese un problema intrapsíquico que
349
350 Cap. 7 Algunas indicaciones de la terapia familiar
Indicaciones generales para la aplicación de la terapia familiar
351
solucionar, para lo cual le convendría solicitar psicoterapia individual o psicoanálisis. En
verdad, cuando tales individuos consultan a un psiquiatra, por lo general se considera que
no están convenientemente motivados y no se recomienda su tratamiento. Entonces la
persona sigue su camino, descontenta con los demás miembros de su familia y con lo que la
psiquiatría puede ofrecerles, pero reconciliada consigo misma.
Desde el punto de vista del diagnóstico individual, muchos de estos problemas quedan
comprendidos en el numeroso grupo de trastornos del carácter egosintonico. Aunque a
veces estos trastornos pueden transfor
marse, mediante terapia individual, en problemas antagónicos al ego, acerca de los cuales el
paciente va adquiriendo gradualmente motivación en el transcurso de la terapia, mi
impresión es que gran número de ellos vagan a la deriva en las partes más descuidadas por
la atención psiquiátrica. Sin embargo, su influencia patológica en otros puede ser
considerable en verdad.
Creo que la terapia familiar constituye realmente un medio para someter a tratamiento a los
individuos que tienen muy graves trastornos del carácter, pero que no se acercarían a un
psiquiatra que insistiese en ponerles la etiqueta de pacientes individuales.
3. Caos cognoscitivo colectivo y distanciamiento errático. La terapia familiar exploratoria
parece ser lo indicado también en los casos de familias con esquizofrénicos que manifiestan
intrusiones estrafalarias y per
turbadoras del llamado pensamiento de "proceso primario". Estas familias manifiestan
comúnmente lo que puede calificarse de "caos cognoscitivo colectivo" o, como la doctora
Margaret Thaler Singer y yo lo hemos descrito en relación con otras cosas, "trastorno del
pensamiento transaccional" (Wynne y Singer, 1963a). Desde otro punto de vista, Schaffer y
colaboradores (1962) han descrito la subcultura de estas familias diciendo que tienen una
"institucionalización de la fragmentación", de profundo significado psicodinámico para
cada uno de los miembros de la familia y para ésta misma, tomada como subsistema social.
En dichas familias, las aseveraciones de cada persona pueden parecer suficientemente
normales, fuera del contexto transaccional, de manera que nadie pondria en tela de juicio la
racionalidad de algunas de ellas,
específicas y aisladas. Sin embargo, la totalidad de la serie transaccional puede ser
completamente extravagante, desarticulada y fragmentada. Aunque los padres sean
psicóticos en cierto grado, el trastorno general de las transacciones supera a menudo la
gravedad del trastorno individual de los padres. Esta discrepancia entre el trastorno
individual de los padres y el transaccional de la familia, puede captarse sólo con muchas
dificultades a través de diagnósticos individuales o contactos terapéuticos con los
miembros. En publicaciones anteriores se han descrito varios ejemplos
clínicos de este fenómeno. '(Wynne, 1961; Schaffer y colaboradores, 1962; Wynne y
Singer, 1963a).
Todos los miembros de la familia parecen estar atrapados en esta comunicación caótica, que
constituye el "síntoma" de su "patología" familiar. Crónicamente, han sido incapaces de
apartarse de este caos, de
comentarlo o interrumpirlo de alguna manera útil. En estos casos, el terapeuta familiar
puede cumplir una función benéfica. A medida que va entendiendo la naturaleza y el grado
de influencia de esta clase de problemas, la capacidad que tenga para intervenir activamente
es una cuestión de la mayor importancia y complejidad. Por lo que sé, la terapia familiar
exploratoria es la única manera con que contamos para observar y tratar los aspectos
compartidos del caos cognoscitivo familiar.
En el caso de los problemas familiares, como en atros, los problemas cognoscitivos y de
comunicación van de la mano con las dificultades que provoca el "distanciamiento"
emocional (Wynne y Singer, 1963a; Singer
y Wynne, 1965). En las familias donde el pensamiento y la comunicación son caóticos, se
observa característicamente la existencia de estilos altamente erráticos e inestables de
relacionarse y de establecer la "adecuada distancia" entre unos y otros. En un momento se
sienten distantes y emocionalmente despegados, y al siguiente, como intrusos o
absorbentes. La "distancia focal" cognoscitiva adecuada para una tarea o una comunicación
determinadas, cambia de manera asombrosa. El pensamiento borroso y fragmentado va
asociado inevitablemente al distanciamiento errático.
En principio, el papel del terapeuta familiar puede consistir de cuando en cuando en
intervenir, por la fuerza si es necesario, para ayudar a la familia a enfocar su atención sobre
problemas concretos, sobre lo que
se dijo y lo que se pudo dar a entender en un determinado intercambio de palabras. De tal
manera ayudará gradualmente a crear un modelo o un patrón nuevos para el pensamiento,
la comunicación y el establecimiento de una distancia o una cercanía adecuadas.
Cuando Ruth se puso medias de colores, al principio las cuestiones para los padres fueron
las siguientes: ¿por qué nos tiene que deshonrar de esta manera? Es una buena chica. Ha
sido siempre tan sensata y agradecida. No suele ser tonta y desconsiderada. Aun si quiere
ponerse medias, cte., como ésas, sabe que ello molesta a su padre y que él está enfermo del
corazon. ¿Cómo puede trastornarlo de esa manera, cuando realmente lo quiere?
La dificultad que ofrece el análisis de esta muchacha en sus periodos no psicóticos, como
suele ser el caso de los esquizofrénicos en su fase `.`muda", consiste en que se pone
completamente de parte de sus padres cuando opinan que tiene "ataques" de su
"enfermedad" periódicamente. Solamente cuando está "enferma" repudia (por supuesto,
sólo en parte) _el "eje de orientación" de sus padres.
En este caso podría intentarse el siguiente enfoque de la lógica de _la mistificación.
X es buena. Todo lo que no es X es malo. Ruth es X. Si Ruth fuese Y, sería mala. Pero Ruth
parece ser Y.
Así pues, Y debe ser equivalente a X, en
cuya caso Ruth no es real
mente X, sino que es en realidad X.
Además, si Ruth trata de ser o es Y, será mala. Pero Ruth es la persona X, es decir, es
buena; de manera que Ruth no puede ser mala, y entonces debe estar loca.
Ruth desea ponerse medias de lana de colores y salir con chicos, pero no quiere ser mala o
loca. La mistificación consiste en que sin ser -mala o loca, no puede llegar a ser nada, salvo
una solterona que viva para vestir santos en su casa mientras sus padres envejecen. Si es
buena, la persiguen las "voces" de su propia vida no vivida, y las "voces" de sus padres, si
es mala. De manera que enloquece de ambas maneras. 'Está en la llamada posición
insostenible. (Laing, 1961, pág. 135).
La tarea del terapeuta es ayudar a desmistificar a tal persona. Así, la primera fase de la
terapia consiste en gran parte en los esfuerzos de desmistificación, para desenredar el nudo
que la ata, o para plantear cuestiones que nunca se habrán mencionado o siquiera pensado,
salvo cuando la persona estuvo "enferma", a saber: ¿es mala o es una vergüenza?, ¿es
egoísta, desconsiderada, mal agradecida, etcétera?, ¿ser o no ser X? y ¿es necesariamente
bueno ser X?, etc.
Pero la práctica de la terapia es otro cuento.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Cap. 9 Mistificación, confusión y conflicto
La lucho. por lo. identidad
Anthony F. C. Wallace Raymond D. Fogelson
EN EL OTOÑO DE 1960, EL DOCTOR Ivan Boszormenyi-Nagy y sus colaboradores
invitaron a los autores de este capitulo a participar como antropólogos observadores en su
programa de terapia familiar del Eastem Pennsylvania Psychiatric Institute.' En las primeras
entrevistas con el doctor Ivan Boszormenyi-Nagy, nos impresionó el interés de su grupo en
los estilos de conflicto interpersonal, en los que las familias sometidas a tratamiento.
estaban crónicamente envueltas. Estas luchas parecían girar en torno a esfuerzos obstinados
y verbalmente manifiestos de los participantes por obligarse unos a otros a desempeñar
papeles sencillos relacionados con el cuidado de los hijos, culturalmente convencionales
pero mutuamente incompatibles, sobre todo mediante el burdo recurso de insultarse unos a
otros, tarea en la que persistían a menudo durante mucho tiempos no obstante los decididos
esfuerzos realizados por el equipo terapéutico, para intervenir en diversas ocasiones y
desviar las diversas energías hacia canales mas saludables.
1 Queremos consignar muestro agradecimiento, por la valiosa colaboración que nos
Proporcionaron, a los siguientes miembros de la sección de antropología, que hicieron las
veces de secretarios, asistentes de investigación y colaboradores, en diversas fases del
proyecto: doctor Robert Ackerman, Nina Balis, Connie Davidejt, Josephine Dixon, H.
Pollard Dow, y Virginia Tovey.
419
420
Cap. 10 La lucha por la identidad
Material de. caso
421
hnparcialmente a los terapeutas y a los pacientes en un sistema de interacción, cuyas reglas
constituyen una forma más de las diversas maneras en que puede estructurarse la conducta
humana. Al hacerlo así, evitamos deliberadamente la interpretación rutinaria de la conducta
en términos psiquiátricos; por ejemplo, sólo de cuando en cuando introducimos el concepto
de psicodinámica inconsciente; hacemos hincapié en el contenido manifiesto de la
comunicación verbal, más que en la comunicación no verbal, la cual a veces resulta más
reveladora desde el punto de vista de la libido. Nos damos perfectamente cuenta de que al
restringir de tal rnanera nuestra atención, dejamos de percibir muchos fenómenos
importantes. Por otra parte, diversos procesos controlados por el ego, conscientes,
cognoscitivos y verbales, son también partes importantes de la conducta humana y
constituyen, por cierto, la conducta más característica. del hombre. En este trabajo nos
ocupamos de la forma manifiesta de un tipo de interacción interpersonal, que tiene que
describirse primero al nivel de la conducta verbal manifiesta y del proceso cognosctivo
consciente. Sólo después de que se haya completado razonablemente esta descripción,
podrá ensayarse una explicación que tenga sentido, en términos de la psicodinámica.
MATERIAL DE CASO
Nuestros materiales de caso provienen de observaciones visuales y grabaciones en cinta
magnética de algunas sesiones de terapia familiar, llevadas a cabo en la unidad del doctor
Ivan Boszormenyi-Nagy del Eastern Pennsylvania Psychiatrie Institute. (La rutina de estas
reuniones ha sido descrita en los capítulos correspondientes de este libro, por los autores
Ivan Boszormenyi-Nagy y James L. Framo.) Los antropólogos observaban las sesiones a
través de una cámara de Gessel; nunca participaron en el tratamiento y, por lo que sabemos,
no conocían a los sujetos (aunque se informó a éstos que el personal de investigaciones
podría estar observando y grabando cualquier sesión). En el transcurso de seis meses, desde
enero hasta junio de 1961, observamos cuatro familias en sesiones semanales de
tratamiento, a lo largo de varios meses cada una; a una de estas familias, que llamaremos
ficticiamente con el apellido Sánchez, la observamos durante seis meses. Examinaremos
con algún pormenor una parte del material obtenido en las sesiones con la familia Sánchez.
Inicialmente dedicamos un esfuerzo considerable a desarrollar un sistema para codificar las
copias de las cintas grabadas, e ir escogiendo las propias imágenes y otras presentadas por
los participantes. Esperá-
El calificativo de lucha por la identidad parecía acertado porque, en pocas palabras,
descubrimos que el contenido manifiesto de los conflictos verbales en la terapia familiar
cobraba a menudo la forma de una disputa acerca de qué clase de persona era cada uno de
los participantes. Cada persona desempeñaba alternadamente los papeles de agresor y
defensor, acusando en ocasiones al otro de poseer alguna característica indeseable y otras
veces defendiéndose firmemente de toda crítica a su propio carácter. Una vez establecidas,
tales luchas parecían ser algo más que expresiones sencillas, sintomáticas de necesidades
libidinales (aunque sin duda dependían de éstas para su origen) y eran, de hecho, procesos
transaccionales cuasiautó.nomos que tenían "vida" propia.
Por consiguiente, este capítulo es la descripción de casos representativos de la lucha por la
identidad, así como un informe de algunas formulaciones teóricas que en el momento actual
nos parecen útiles y aun necesarias, aunque no suficientes por completo, en toda
explicación de los fenómenos que observamos.
El capítulo contiene tres secciones. En la primera presentamos material de casos, pues en
esta etapa del trabajo no es posible ofrecer datos experimentales controlados. No obstante, a
fin de comunicar con mayor claridad los conceptos, demostrar que la lucha por la identidad
existe como fenómeno e ilustrar algunos de los métodos y de las dificultades de la
observación, presentaremos algunas descripciones tipo "historia natural", fundadas en
observaciones clinicas de las familias sujetas a 'tratamiento. En la segunda sección se
presentan formulaciones teóricas. En el transcurso de nuestras reflexiones y discusiones en
torno a los conflictos familiares observados, hemos venido formulando gradualmente una
posición teórica que ha determinado cada vez más elección de los fenómenos a los que
hemos prestado atención. Habremos de exponer esta formulación, y algunos de los
contextos sociales más allá de la situación de terapia familiar, con toda la precisión que nos
sea, posible.
Y por último, en la tercera sección consideraremos la lucha por la identidad en la terapia
familiar de la esquizofrenia. Aunque no hemos hecho ningún esfuerzo especial por
relacionar nuestro trabajo con la bi bliografía que existe sobre terapia familiar, no hemos
podido evitar la realización de algunas inferencias a partir de nuestras observaciones. Estas
inferencias tienen que ver con las condiciones en que los procesos 'terapéuticos o
antiterapéuticos pueden ser propiciados por la lucha por la identidad en la situación de
psicoterapia, tanto individual como familiar.
A lo largo del capítulo mantenemos el papel de antropólogos (en la medida en que lo
podemos hacer, al tratar una materia de estudio tan cargada de valores sociales, médicos y
personales), y hemos observado
422 Cap. 10 La lucha por la identidad
Material de caso
423
barros trazar la estructura estocástica del conflicto de identidad, característico de cada
familia en particular. Aunque en principio esta manera de proceder tiene algunas
cualidades, las dificultades técnicas que presentó el establecimiento de confiabilidad entre
observadores para la codificación, pudieron más que nosotros. Un inconveniente más
grande aún de tal manera de proceder fue el de la superficialidad de la interpretación
semántica de lo dicho por los participantes. El reducir cada declaración, rica en imágenes y
fantasías, a un pequeño número de símbolos ',(veintisiete), cada uno de los cuales
significaba una categoría que definía el tipo de imagen, su valencia y su vector, eliminaba
tanto de su significado del análisis de lo que estaba ocurriendo en la comunicación, que
hicimos a un lado el procedimiento y recurrimos a un método menos riguroso pero más
sensible. Este método confiaba en las capacidades de los observadores, que hablaban el
mismo lenguaje general de los sujetos, para "comprender" mucho de lo que se estaban
diciendo unos a otros. Este procedimiento más intuitivo permitió reconocer gambitos
tácticos, delinear la estructura del conflicto y relacionar la comunicación interpersonal y la
psicodinámica, con mayor confiabilidad y muchísima más validez que con el procedimiento
más austero de codificación.
La familia Sánchez constaba de la paciente, joven de 17 años de edad, su padre y su madre.
Los padres asistieron fielmente a las sesiones familiares con el terapeuta de la paciente (el
cual simultáneamente la
atendía en terapia individual) y otro terapeuta del grupo del doctor Boszormenyi-Nagy. Los
padres eran una pareja de la clase media, de edad e ingresos medianos, que no habían
recibido educación universitaria pero estaban bastante bien informados de los propósitos de
la psiquiatría dinámica moderna, y aceptaban el principio de que ellos mismos tal vez
sufrían dificultades emocionales cuya solución contriburía a la recuperación de su hija y al
éxito del ajuste posterior a la vida en el "exterior". La hija, María, había sido admitida para
su tratamiento en el Instituto, después de un intento de suicidio. Cuando ingresó por
primera vez al hospital, unos dos meses antes de que comenzase el programa de tratamiento
familiar, había estado sin hablar, retraída, desaliñada y propensa a. sentarse en el suelo
durante horas, mirando a la pared. En el momento de su participación inicial en el programa
de tratamiento familiar, se había producido alguna mejoría de su estado, que quizá resultó
del trabajo en terapia individual.
A lo largo de la serie de sesiones que observamos, no obstante manifiestas oscilaciones en
el estado de la paciente, y a pesar de un cambio de terapeuta cuando el proceso iba a la
mitad, y de la variedad de temas particulares discutidos, un rasgo de la entrevista se
mantuvo virtualmente constante: la tendencia a que cada conversación, independientemente
de cuál fuese su tema, ascendiese rápidamente en espiral hasta convertirse en una lucha por
la identidad. Por supuesto, los terapeutas toleraron y alentaron este proceso, puesto que su
táctica normal consistió en diagnosticar las implicaciones de identidad de cualquier
declaración, y luego trabajar para convertir en explícitas las imágenes que no lo eran. Por
ejemplo, si el padre decía que se sentía inquieto por algún suceso concreto, uno de los
terapeutas le sugería que tal vez estaba expuesto a sentirse así en una gran clase de
situaciones, de la cual el suceso era un solo caso; la madre lo confirmaba; el terapeuta le
preguntaba a la paciente su opinión, y proseguía la lucha con el padre a la defensiva, la
jauría acercándosele, el padre acusando a la madre de tener una característica que lo hacía
sentirse inquieto, la madre defendiéndose, la hija defendiendo a la madre, el padre acusando
a la hija de parcialidad, el terapeuta generalizando su comentario, y así sucesivamente.
Creemos que los terapeutas desempeñaron este papel incendiario con toda intención, para
conseguir, en primer lugar, que las cuestiones emocionales conscientes debatidas entre la
familia se hiciesen explícitas y quedasen a disposición de la conversación y, en segundo
lugar, peara traer a la atención consciente los conflictos internos de los individuos
participantes, especialmente de la paciente, que luego, en la sesión familiar y en las
sesiones privadas con su terapeuta, podria trabajar sobre los dilemas.
Un diálogo recurrente en estas sesiones, en el que quedaban envueltas particularmente
María y su madre, versaba sobre las imágenes complementarias que tenían de sí la una de la
otra, como personas más o menos comprensivas y cordiales. Al parecer, esta lucha era
vieja, se remontaba a varios años. La madre deseaba que María fuese más cordial, franca y
desenvuelta con ella; la táctica de la madre consistia en obligar a María a actuar de manera
más cordial, acusándola de no mostrarse amistosa con ella, con lo que la desafiaba a probar
que sí era amistosa. María contrarrestaba esto diciendo que su madre no era una persona
comprensiva y que ella misma no era inamistosa de manera hostil o antagonista, sino que
era pura y simplemente sincera y realmente fria, retraída e indiferente. Entonces la madre
decía que María no era realmente indiferente, fría ni retraída en lo fundamental. Tan sólo
con que se portase de manera más cordial, como podría serla si quisiera, se le
recompensaría con bondad, calor humano y liberación del hospital. María señalaba que esto
mostraba que su madre no entendía su incapacidad de relacionarse cálida y cordialmente
con la gente, que estaba demasiado enferma; esa era su enfermedad, y el que alguien dijese
que era "realmente" una persona llena de vida, era simplemente una manera astuta de
pedirle que mostrase una cordialidad que no sentia. Dejemos ahora que las transcripciones
hablen por sí mismas.
4424 Cap. 10 La lucha por la identidad
1Ylaterial de caso
425
1) Primer extracto
Febrero de 1961. Presentes: María, padre, madre, doctor A. (terapeuta de la familia) y
doctor B. (terapeuta particular de María).
MADRE: Bien, lo he intentado; he intentado hablar con María, aunque sea de algunas
cosas. Trato ... trato de obtener alguna chispa, aun cuando sea acerca de cosas de todos los
días. No puedo estar simplemente sentada ahí. No soy así. Tengo que hacerle preguntas y . .
. a veces muestra un poco de interés, otras veces no. Es como un trozo de madera... que
habla. Pero si ... ella... este... a veces veo una chispita, una pequeñísima respuesta, y me
siento mejor. Me siento más contenta y me da gusto obtener cualquier clase de respuesta.
MARÍA: (ríe).
PADRE: Eso es lo que yo siento.
DOCTOR B.: Esto nos muestra toda su actitud en cierta manera, si responde aunque sea un
poco, entonces usted se siente feliz.
MARíA: (ríe).
MADRE: Creo que yo (ininteligible) pero ella no; tiene mucha vida y mucho sentimiento.
DR. B.: Lo acabamos de ver ahora, cuando se rió. Pensó que un trozo de madera era
emocionante, de algún modo.
MARíA: No. DR. B.: ¿ No? MARíA: Me hizo gracia (voz baja). DR. B.: ¿Gracia?
MARÍA: No eso... todo...
PADRE: Pero ¿ no crees que ... nuestras visitas podrían ser mucho más agradables si
tú, este, tratases de compartirlas un poquito más? Sin embargo, te encierras... en otras
palabras, siento como que te da lo mismo que vengamos o no, o que nos vayamos... o no...
por supuesto, tal vez esté equivocado y aceptaré que se me corrija, pero esa es mi
impresión. Por supuesto, como he dicho, tú puedes opinar de manera diferente.
MARÍA: Este lugar hierve de... vida... palpita debajo de mí... (ríe) (pausa). Ja, ja, no sé
realmente qué es lo que quieren de mí... (ríe) ... para ser franca.
PADRE: Muy poco. No te hemos pedido nada. MARíA: i Oh! (ríe).
PADRE: Aparte de un poquito de cordialidad, y no creo que sea pedir demasiado. Después
de todo, cuando se reúnen extraños, actúan con cordialidad, y te aseguro que no creo que
seamos extraños.
MARíA: (breve risa) Yo no estaría tan segura.
PADRE: ¿Por qué?, ¿por qué dices que no deberías estar tan segura? Quieres decir que
después de todos estos años, nosotros... ¿yo soy un extraño para tí?
MARÍA: Bien (pausa), te estás olvidando de algo... quiero decir... no creo haberme
comunicado contigo, o con ninguna otra persona, si a eso vamos, durante los dos últimos
años... y tú pareces olvidarte de eso y esa cosita, sabes...
PADRE: Bueno, reconocí que fui negligente, pero sólo por... este... MARíA: (excitada) No
dije nada... de tu abandono... este... no dije eso. Simplemente dije que no me he
comunicado contigo ni con otras personas... o de mi parte ... no dije nada que tenga que ver
contigo ... de manera que, este... quiero decir... no es... bueno... algo que yo tan
abruptamente supuse, tú sabes, desde que llegué aquí... o algo así ... yo no quise
realmente ...
PADRE: Pero yo siento que te has retraído todavía más desde que has llegado aquí...
MARÍA: No me comunico con mucha gente ni le digo a ellos que tenga mucho sentido. Ah.
. . no siento ... ah... como si yo... ya sabes... simplemente hago esto... cuando tú, cuando tú
vienes a visitarme (ríe). Y entonces yo ah ... no entiendo realmente de qué quieres que
hable. DR. B. :Creo que eso es cierto.
MARíA: No sé qué es lo que quieres que diga (ríe), quiero decir, no tengo mucho... este ...
mucho que decir.
PADRE: Bien, tal vez no quiera yo que te desbarates de entusiasmo, pero sí espero que
muestres un poquito más de sentimiento y de gusto por nuestra presencia.
MARíA : No puedo (voz alta), tú siempre. . . todos ustedes... desean algo que
yo no puedo hacer.
PADRE: Bueno, eso por lo menos es una explicación parcial que nunca había oído antes.
MARíA: Quisieras que yo... oh, yo supongo que podría... representar algo (ríe) un papel
que no sentiría. Si lo que quieren es que yo haga eso, me imagino que podré hacerlo (ríe) ...
DR. A.: Tengo la impresión de que María está en la situación de alguien que puede dar o
quitar y, este, que sus padres le están pidiendo algo a ella, a María: que represente
cordialidad y de tal manera los haga sentirse felices.
PADRE: Bueno, veámoslo de esta manera: no sólo en nuestro caso ---claro que tal vez nos
veamos envueltos personalmente más que cualquier otra persona en el momento actual-,
pero es una teoría con la que uno
trata a todo el mundo. Uno espera cordialidad, entonces tiene que ofrecer algo. No se puede
ser frío y esperar cordialidad. Es imposible. No se puede conseguir eso de nadie.
DR. A.: Es muy cierto; no estoy discutiendo eso, no estoy en desacuerdo con eso. Lo que
estoy diciendo es, que en esta situación, tal como es ahora, ustedes ven su enfermedad, y su
visita como padres crea, como si, como
si la manera de hablar, los dos, que... este... si pudiese ser tan sólo un poquito mas amable,
podría darnos gusto y eso es lo que...
426 Cap. 10 La lucha por la identidad
1Vlaterial de caso
427
PADRE: Bien, no, este... ah... posiblemente tenga usted razón cuando dice que por supuesto
sintiéndonos tan profundamente preocupados y viniendo como hacemos, es muy duro.
Después de todo es una visita de tres horas. En tres horas, este... bueno, tratar de conservar
interés en la conversación... con alguien que no muestra la menor cordialidad. . . MARÍA:
No siento hostilidad (al mismo tiempo)
PADRE: Parece ser infeliz
MARÍA: ¿Qué he hecho? Discuto contigo de cuando en cuando. PADRE: Bueno, ¡eso es
algo!
MARÍA: Dos veces he discutido contigo.
PADRE: Sí, creo que una discusión es mejor que nada.
MARÍA: Dos veces he discutido contigo y este... no sé verdaderamente qué es lo que
quieres que yo ofrezca. Yo, este, no puedo ofrecer algo que... simplemente no tengo... Sería
difícil, y no creo realmente que te pondría mucho más contento (ríe).
PADRE: Bueno, ¿cómo lo sabes si no lo has intentado? MARÍA: No vale la pena intentarlo.
Tú ... en lo que a mi se refiere, yo, este... no puedo insinuar algo que no siento. Este (ríe),
no sé qué es lo que quieren de mí.
MADRE: He visto toda clase de intereses... este, el martes. . . no he estado viniendo todos
los martes, pero a veces cuando yo he, este, podido salir de la casa, lo he intentado, y este
martes sentí vivamente que quería ver a María; mi nuera me ayudó, nos apuramos y salimos
de la casa. Y ah, María muestra algún interés a veces. Le preguntó a su padre si estaba
estrenando camisa y algunos días me preguntó si me había comprado una bolsa nueva.
Estas son señales de que tiene algún interés en sus padres. Sinceramente, yo no espero la
cordialidad de que está hablando mi esposo... sabiendo algunas de las cosas que ahora
mismo siento.
MARÍA: No siento hostilidad contra ustedes. No sé de dónde sacan la idea de que yo,
quiero decir, no creo que sienta yo hostilidad.
PADRE: Bueno, he dicho que tal vez me expresé mal. Digamos que no excesivamente
hostil.
inARíA: Bien, yo no soy una persona excesivamente cordial, de ninguna manera; entonces
no es justo que lo esperen de mí. A veces pienso que ustedes quieren que tenga aquí algo
que ya no existe... tal vez estuvo aquí (ríe) pero, este, lo siento, ya no está. No puedo
remediarlo.
DR. A.: ¿Sientes también, María, que esta es una especie de exigencia que consume tu
energía, que no sólo tienes que pensar en tus propios problemas, sino también debes cuidar
de no decepcionar a tus padres? MARÍA: Pienso a veces que cuando vienen mis padres, se
quiere que yo mantenga una conversación y que parezca... no sé...
DR. A.: ¿Contenta, o. . . ?
MARÍA: Bueno, como cuando viene mi hermana; quiero decir que sé que mi hermana hace
un largo viaje para verme y yo sé, bueno, usted sabe, si este... si viene a verme y todo eso, y
no le digo nada...
DR. A.: ¿Tienes que corresponderle?
MARÍA: Luego se regresa sintiéndose mal tal vez, preocupada; quiero decir, soy su
hermana... y no creo que vendría a verme al menos que realmente quisiese hacerlo, de
manera que yo debo (suspiro) hum, decirle una o dos cosas de las cuales no estoy... hasta
cierto punto.
DR. A.: ¿Sentiste alguna vez que ya has llegado hasta el extremo de tus esfuerzos por tratar
de mantener esta buena fachada, aun cuando no lo sientes, o que ya no puedes simular más
cuando ya no lo sientes?
MARÍA: Creo que sería muy difícil para mí hacerlo ahora. Quiero decir, a veces puedo
sostener una conversación, pero ...
DR. B.: En relación con el propio yo de María y alguna conexión que sabemos que existe
entre usted y ella, este ... quiero señalar que ella se ha descuidado mucho el pelo
recientemente. Bueno, no sé si así ocurrió en el otro hospital, pero tengo la idea de que esto
ha venido ocurriendo recientemente, aunque no entiendo por qué.
DR. A.: Unos cuantos días después de que llegó aquí. Creo que está relacionado con el
incidente del que hablamos, no tanto del incidente en sí, como de la importancia del pelo de
María en relación contigo.
MARÍA: (ríe) .
DR. B.: Este... me extraña mucho que María descuide tanto su pelo, sabe usted, ella no es,
este. . . el tipo de paciente que se ha abandonado realmente hasta el punto de la regresión en
el cual éstos se olvidan por completo de su cuerpo; y sin embargo, lo del pelo es tan notable
... Tenemos también lo del lápiz labial, que podría tener alguna relación con todo esto. No
sé, pero le he pedido a María que reflexione en esto y que se peine, y es algo que no está
dispuesta a hacer por nada; me pregunto si también ustedes se han dado cuenta, cuál es su
impresión,
cómo se lo pueden explicar. MADRE: Yo sí me he dado cuenta.
21 Segundo extracto
Marzo de 1961. Presentes: María, padre, madre, Doctor A. (terapeuta de la familia) y doctor
B. (terapeuta particular de Maria).
MARÍA: No sé. Lo que digas, prácticamente (ríe). Tú ... tú... dijiste que nunca te hice
confidencias. Bueno, si supieses cómo ...
MADRE: No dije que nunca me hicieras confidencias.
MARÍA: Dijiste que no me acercaba a ti, o algo por el estilo; que no me acercaba a ti para
decirte mayor cosa. Pues bien, si no me acercaba a ti, ni siquiera se me hubiera ocurrido
que pudieses darte cuenta de ello de ninguna manera, de lo que yo estaba sintiendo
realmente o de cuáles eran mis problemas.
MADRE: Bueno, a veces te acercaste a mí, María, pero el día que ... MARÍA: Me acerqué
a ti para hablar de religión, acerca de esto, este...
428
Cap. 10 La lucha por la identidad
'Material de caso
429
MADRE: Bien, también me habías dicho que no querías sentir. MARÍA: ¡No lo hice!
MADRE: Que te duele demasiado sentir y por eso no querías hacerlo. MARÍA: Yo no
sentía, eso... eso es todo. Quieres decir... ¿la vez que creíste que yo estaba deprimida? Hace
mucho tiempo que dejé esa etapa (ríe) en la que la gente se deprime (ríe) ; no sé. No es
importante. DR. A.: Sí, sí es importante, porque sientes que tu madre no se interesa
seriamente en ti y ni siquiera conoce tus problemas.
MARÍA: No los conoce.
DR. A.: Sin embargo, siente que...
MARÍA: Bien, no sé; me haces sentir a veces que, este... no sé, tú, la manera como me
hablas, hablas de otras personas y me dices: "María, cuando ella llegó aquí, estaba muy
enferma, y esta otra también, lo mismo que aquélla", ¿sabes?, como si a veces... no es que
yo diga que estoy muy enferma -yo realmente no podría estimar más en este momento,
realmente no podría estimarlo- pero tú, como me dijiste el domingo: "bien, María sabes. . .
", no recuerdo lo que me manifestaste. Mencionaste algo respecto de que podría dejar de
ser... que tú... Lo que dijiste, ahora recuerdo todo lo que dijiste; no dijiste nada acerca de si
yo trataba o algo por el estilo. Dijiste que habías estado pensando en ello y que pensabas
que... ¡ah, sí!, dijiste algo acerca de tratar (ríe), así fue. Que si yo trataba, podría ser
paciente externo (internó), para el mes de julio.
MADRE: No, dije que no era una imposibilidad.
MARÍA: Bueno, dijiste... no puedo recordar la palabra exacta, es todo lo que recuerdo.
Simplemente te estoy diciendo lo que creo que dijiste. MADRE: Bien, recuerdas algunas de
las cosas que te digo, ¿verdad? MARÍA: Sí. Bueno, yo no... ¿sabes?, no puedo recordar
todo lo que la gente me dice, o exactamente lo que me dicen.
DR. A.: Bien, ¿tu madre quería decirte que esperaba que salieses en unos cuantos meses y a
ti te pareció que era una subestimación de lo enferma que estás?
MARÍA: Bueno, lo subestima porque no sabe.
DR. A.: ¿Por qué estás lo suficiente enferma como para no ponerte bien en unos cuantos
meses?
MARÍA: No, lo que siento... no es que diga que es imposible, simplemente siento, sabe
usted, que mi madre cree que si María hace un poquito de esfuerzo por progresar, todo se
resolverá milagrosamente, ¿sabe usted? Supone que en un par de meses mejoraré
realmente, según creo, y que saldré, ¿ve usted? Quiero decir que tengo la impresión de que
espera algo muy grande, que yo sea tan diferente y todo lo demás; y para mí, es una
imposibilidad que yo vaya a cambiar tanto. Quiero decir, no es que sea una cuestión de
estar bien; simplemente siento que a veces ella espera que yo lo haga, con un ínfimo
esfuerzo. Entonces todo iría muy bien y, ¿sabe usted?, para mí, esto es totalmente
imposible.
DR. A.: ¿Por qué no lo podrías hacer tú sola?
MARÍA: No, simplemente es imposible (ríe). <DR.' A:: ¿Quién debería hacerlo?
MARÍA: Bueno, no es cuestión de quién lo haga. Sencillamente se trata de que, aun cuando
yo le dedicase algún esfuerzo a ello, no pienso que cambiaría tanto como supongo que ella
espera.
DR. A.: Bien, ¿qué podría cambiarte? ¿Qué podría cambiarte, de qué manera podría hacerse
y cuál es el mejor plan para conseguirlo? Si tu propio esfuerzo no es suficiente, entonces
¿qué otra cosa se necesitara'? MARÍA: ¡ Oh!, no sé.
'DR. A.: Que ella cambie su actitud ¿es eso?
MARÍA: Bueno, no sé. Yo ni siquiera creo entender qué es lo que piensa. A veces creo que
espera de mí esta cosa grande, y tal vez esto me hace sentir que me subestima y me hace
ver el grado en que no conoce realmente... ¡oh!, no sé. No puedo explicarlo. 'MADRE: No
entiendo, María, cuando dices que yo espero que cambies, ¿qué quieres decir?
MARÍA: Bien, esperas que cambie, ¿no es verdad? !MADRE: Bueno, entonces, ¿sabes de
qué manera? MARÍA: Mirándolo desde el punto de vista práctico, tú sabes que para
ponerme bien tengo que cambiar. ¿No tendría que cambiar en cierta medida?
MADRE: ¿Es eso lo que tú no quieres hacer?
MARÍA: Tú sabes que a la gente no le gusta el cambio en otras personas y en sí mismas,
madre. No es algo totalmente personal y mío.
DR. A.: ¿Qué debería cambiarse?... estamos hablando del cambio... ¿qué debería
cambiarse?
MARÍA: ¡Oh!, no sé...
DR. A.: Debes tener una idea de cuáles cambios... MARÍA: ¿Qué debería cambiarse.'
DR. A.: Ya que dices que no puedes cambiar en ese periodo ¿qué cambio podría esperarse
en ti? ¿Cómo lo sabrías?
MARÍA: El cambio que ella espera en mí consistiría en que yo ... yo pienso. .. creo que...
no sé. Simplemente tengo la impresión de que espera de mí que yo sea muy... con un
pequeño esfuerzo, ¿sabe usted?, hacer un esfuerzo por progresar; y entonces mejoraré, lo
cual... este.. . como ella dice, dejaré de ser paciente externo (interno) para julio; para mí
que... no sé. Yo... parece algo realmente imposible, aunque quisiese hacerlo realmente,
conseguirlo ... creo que sería imposible. No es cuestión de que me ponga bien o... algo por
el estilo.
DR.. A.: Entonces ¿qué es lo que falta para que mejores?, ¿por qué no? MARÍA: (ríe)
Porque no puedo.
DR. A.: ¿Qué es lo que falta? MARÍA: No sé. (Ríe.)
DR. A.: Mira, es una cosa muy interesante porque, por una parte, muchas personas dirían
que éste es un apoyo muy bien intencionado de parte de tu madre, pero aparentemente no lo
tomas así. Una madre le está
430
Cap. 10 La lucha por la identidad
Material de caso
431
diciendo a su hija enferma: "mira, esfuérzate todo lo que puedas y tal vez en unos cuantos
meses saldrás y volverás a casa", y sin embargo a tí te parece que esto es...
MARÍA: No dice sal de aquí y ven a casa. Dice que habrá terminado para mí toda la
terapia, que no tendré nada que hacer, ¿sabe usted?, habrá acabado todo para mí; acabado,
acabado, ¿sabe usted?
DR. A.: Entiendo.
MARÍA: Bueno, no creo, no sé...
MADRE: ¿No es eso lo que quieres, María?
MARÍA: Quise... yo... yo no quiero hablar de eso para nada, te dije eso antes a ti. No
tenemos que volver a hablar de todo esto, para empezar. Pero digamos que nos pusimos a
hablar de ello. Aún con eso, dudo mucho que para julio nosotros... este... yo esté
"retoñando".
A pesar de la falta de material visual y de buena parte del material auditivo, los extractos
anteriores de las sesiones de terapia familiar pueden evaluarse útilmente desde varios
puntos de vista. Por ejemplo, pode mos decir algo acerca de los deseos libidinales de varios
miembros del grupo, particularmente de las demandas, por parte de cada uno de los tres
personajes principales, de que los otros los acepten y quieran por lo que son, sin exigir
condiciones de salud, sabiduría o tolerancia, que no se pueden satisfacer. Se pueden
observar las respuestas agresivas y aun autodestructivas que se dan unos a otros, ante la
negativa real o imaginada a desempeñar el papel de cuidador. Pero deseamos dirigir la
atención sobre otro rasgo de estos pasajes: su contenido de imaginación. La disputa en
torno a quién debe, o puede, o hará algo y para quién, se convierte rápidamente en una
disputa en torno a qué clase de personas son. Los medios utilizados en la lucha por la
identidad constituyen un conjunto de adjetivos, metáforas, comparaciones, y otras
expresiones que describen a una persona, tanto a la que habla como aquélla a la que se le
dirige la palabra.
Consideremos el primer pasaje. Empieza cuando la madre dice que cuando visita a María,
aunque la mayor parte del tiempo la hija permanece "como un trozo de madera", a veces
muestra "una chispita" que hace que su madre se sienta mejor. Aunque el contenido
manifiesto de lo dicho por la madre tiene que ver con el retraimiento de María, la
introducción de los sentimientos de la madre (se siente "más contenta" cuando María
responde) implica que aquélla es capaz de hacer que su madre se sienta triste o feliz. Luego
el padre acusa a la hija de ser indiferente con sus padres y de hacer desagradables las visitas
al hospital. Esto constituye una acusación explícita de que María es hostil.
Mientras, María se estuvo defendiendo de estos gambitos, con risitas; sin embargo, la
acusación del padre la obliga a acusarlos, a su vez, de
ser exigentes y requerir de ella alguna conducta que pretende no saber cuál es.
El padre niega que sean exigentes: lo único que quieren es "un poquito de cordialidad", lo
cual no es mucho pedir, no es más que lo que esperaría de un extraño, y sin duda los padres
no son extraños para
ella. El padre quiere saber si es esto lo que ella piensa realmente. (Si ella lo reconociese,
implicaría que, después de todo, sí era hostil, puesto que acusar abiertamente a los propios
padres de no sentir mayor afecto por su hija que un extraño, sólo podría hacerse en estado
de cólera: en esta cultura, por lo menos, tal negligencia por parte de los padres no sólo
justificaría, sino que exigiría virtualmente, cólera en el hijo abandonado.) María retrocede y
explica que quiso decir que había estado demasiado enferma y retraída como para
comunicarse con sus padres durante los dos últimos años. Al advertir que su hija se ha
puesto a la defensiva, el padre trata de sacar mayor provecho de su situación, aunque
reconoce a modo de disculpa que ha sido negligente.
Ahora han logrado arrinconar a María; los padres han formulado una acusación contra ella,
delante de dos psiquiatras (y quizá sienta ella la presencia de otros observadores), con
fundamento en su indiferencia durante las visitas y la supuesta acusación de negligencia
con ellos (aunque ésta fue en gran parte fabricada por el padre), de que es hostil con sus
padres. Pero ella trata de defenderse. Niega haber dicho que sus padres fuesen negligentes e
insiste en que su incapacidad de comunicarse no tenía carácter personal o intencional, sino
constituía un aspecto general de su enfermedad; a causa de esta enfermedad, no puede
comunicarse con nadie. El padre y la hija se entregan a una disputa breve, cara a cara, en la
que el padre le pide a ella que renuncie a su hostilidad y muestre "un poquito más de
sentimiento y gusto" cuando la visiten; ella recula y da la explicación de que está enferma y
retraída, además de dar a entender que los padres le están pidiendo que sea hipócrita y
simule sentimientos que no tiene.
El terapeuta aviva el conflicto al sugerir que los padres de María dependen emotivamente
de ella, y que ésta tiene el poder de hacerlos felices o desdichados. La aseveración implica
que en el aprovechamiento de la oportunidad por parte de María se descubre una cualidad
ligeramente sádica. El padre, que no se da cuenta de ello, lo interpreta como una crítica a él,
y justifica su propia hostilidad señalando la de ella; finalmente, declara lisa y llanamente
que su hija es hostil.
María acude en su propia defensa al oír esto, y dice, también de manera simple, que no es
hostil. Reconoce que a veces discute. El padre dice que eso "es algo". Pero ella cita su
enfermedad como causa de su indiferencia emocional, y le pregunta si quiere realmente que
sea una
432 Cap. 10 La lucha por la identidad
Material de caso
433
hipócrita. Él le replica que ni siquiera trata de ser cordial. La madre interviene en la disputa,
para decir que María es verdaderamente capaz de alguna respuesta emocional, pero que
ahora tiene sentimientos que le impiden ser cordial.
Entonces María repite que es falso que carezca de cordialidad hasta el punto de ser hostil;
simplemente no es una persona efusiva, cordial; por lo menos "ya no lo es". Está apenada;
no hay nada personal contra sus padres; está enferma y "no puede evitarlo".
El terapeuta familiar, cuyo trabajo se ha fundado en la premisa de que los padres dependen
realmente de María para encontrar apoyo emotivo y ella no lo presta, especialmente ahora
que está enferma, le sugiere esto a ella como explicación de su hostilidad. María reconoce
que sus parientes, sin exceptuar a su hermana, quieren ver en ella señales de salud que
consistan en que se ponga a charlar con ellos cuando la visiten. Le reconoce al doctor que
mantener una fachada de conversación interesada es algo "muy difícil para mí ahora".
El terapeuta de la paciente y el terapeuta familiar intervienen entonces y desvían
transitoriamente la lucha mediante una larga disquisición sobre el pelo desaliñado de María.
El segundo episodio tiene que ver en gran parte con el grado de enfermedad de la paciente.
Comienza con un desacuerdo en lo que respecto al grado en que María le hace confidencias
a su madre. Lo implícito aquí es que la madre considera a su hija como cargada de secretos
y no dispuesta a relacionarse, imagen que tanto María como la madre rechazase pronto.
Esto conduce a que la madre cite un caso concreto en que aquélla le dijo que no quería
"sentir" porque era demasiado doloroso. La paciente acusa a la madre de interpretar mal
esta confidencia, diciendo que no sentía, que estaba mucho más allá de la etapa de
depresión en este punto. Interviene el terapeuta e interpreta la reacción de la paciente
diciendo que significa que siente que su madre no tiene interés en ella y ni siquiera conoce
sus problemas. María acepta la última parte de esta interpretación y se lanza a una
descripción de la imagen que la madre se forma de su estado. Parece acusar a la madre de
simplificar su enfermedad, de elevar al máximo los grados potenciales de progreso
terapéutico y de ofrecer la falsa esperanza de que un poquito de esfuerzo es todo lo que se
necesita para mejorar su estado lo suficiente como para que la den de alta en el hospital.
También en este pasaje, María pretende que es incapaz de evaluar cuán enferma se
encuentra realmente. Después de hacer algunas modificaciones a esta imagen de ambas
partes, el terapeuta interviene de nuevo y trata de resumir la estructura de la disputa.
Sugiere que cuando la madre quiere ofrecer aliento y estimulo, la hija lo interpreta como
una subestimación de la gravedad de su enfermedad. María está de acuerdo
con la segunda parte de la interpretación del terapeuta. Luego amplía lo que para ella es el
concepto ingenuo que tiene la madre acerca de su estado: que con un poco de esfuerzo se
producirá un cambio milagroso. María considera que esta previsión es poco plausible, o que
su cumplimiento sería imposible.
El terapeuta le pregunta a María cuáles son sus ideas en lo concerniente a los mecanismos
del cambio de personalidad. Ella parece considerar que los cambios que su madre espera
que ella efectúe requerirían algo más que un simple esfuerzo. Cuando el terapeuta sugiere
que la actitud de la madre es tal vez el elemento fundamental que hay que cambiar, María
elude la cuestión y señala simplemente la subestimación que de su enfermedad hace
aquélla. Después, la madre comienza a interrogar a la hija acerca de la naturaleza del
cambio que se necesita hacer. María reconoce que un cambio es un requisito previo para
ponerse bien (por lo cual, parece dar a entender: salir del hospital), pero por otra parte, dice
incisivamente: "tú sabes que a la gente no le gusta el cambio en otras personas y ni el
cambio en sí misma. . ."
Luego el terapeuta le pide a la paciente una descripción más clara de lo que constituye este
cambio requerido. María reitera su afirmación de que la madre espera que se produzca un
cambio milagroso con un esfuerzo pequeño, pero que tal expectativa no es realista, aun en
el caso de que estuviese dispuesta a realizar tal esfuerzo. El terapeuta trata de hacer que la
paciente exprese verbalmente cuál es el ingrediente esencial y necesario para que ella
misma se alivie, pero ésta no le hace caso. El terapeuta planteo de nuevo a la paciente una
aparente paradoja: la madre parece estar dándole alientos para que se ponga bien, pero la
paciente no considera a este ofrecimiento como un apoyo bien intencionado. María
responde con su propia interpretación de la actitud de aquélla ".. . (su madre) dice que habrá
terminado para mí toda la terapia, que no tendré nada que hacer, sabe usted?; se habrá
acabado todo para mí, acabado, acabado, ¿sabe usted?. . . "
La madre supone que María está hablando de la meta comúnmente deseable de mejorar, y
le pregunta a la hija si no es eso lo que quiere. Pero ésta interrumpe la discusión del tema
con un ejemplo hipotético final, en el sentido de que aun en el caso de que estuviese
dispuesta a realizar un máximo de esfuerzo para mejorar, la magnitud del cambio que
espera la madre no se realizaría en el tiempo señalado. Dice pintorescamente la paciente:
". . . dudo mucho que para julio, nosotros... este ... yo esté retoñando".
En suma, el contenido manifiesto de las conversaciones de muestra que hemos citado (y
que según creo, son representativas del conjunto de las entrevistas), está dedicado en gran
parte a argumentos ad homi-
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Cap. 10 La lucha por la identidad
Formulaciones teóricas
435
nem. Inicialmente, el objeto de estas argumentaciones probablemente resulte manipulante:
las necesidades libidinales de los que hablan, los conducen a utilizar esta manera de acosar
a los demás miembros de la familia para obligarlos a que actúen de acuerdo con sus propios
deseos. Sin duda, una consecuencia funcional es también catártica: la lucha ofrece una
oportunidad para ventilar sentimientos de frustración y de hostilidad. Pero sentimos que
estas discusiones tienen otro efecto: la tendencia de los participantes a preocuparse por el
problema táctico que consiste en defenderse de las acusaciones de que ellos no valen nada.
Esta última tendencia contribuye grandemente al mantenimiento de la disputa como una
lucha por la identidad. Lo que empieza siendo, por así decirlo, un foro abierto para la
declaración de necesidades mutuas, se transforma en una arena para la lucha de identidades,
en la cual, si no se protege a sí mismo, el participante desprevenido puede sufrir la
destrucción de su autoestimación.
Consideremos ahora con mayor pormenor el concepto de identidad, que tiene importancia
capital para el análisis del fenómeno, y pasemos luego a formalizar la estructura de la lucha
por la identidad.
FORMULACIONES TEÓRICAS
1) El concepto de identidad
Por identidad entendemos una imagen o conjunto de imágenes, conscientes o inconscientes,
que un individuo tiene de sí mismo.' En este sentido, una imagen puede reconocerse
introspectivamente como una re presentación interna, "visual" o "verbal", pero se observa
en otros como una aseveración externa, en palabras, hechos y gestos que supuestamente
reflejan de alguna manera una representación interna. El conjunto total de imágenes del yo,
o identidad total, hace referencia a muchos aspectos de la persona, en cierto número de
niveles de generalidad: sus apetitos, fuerzas y capacidades, sus temores, su vulnerabilidad y
debilidades, su experiencia, cualidades morales, su status y su papel social, apariencia
física, etcétera. No es necesario que las diversas imágenes que componen esta identidad
total no sean contradictorias entre sí; por consiguiente, en algu
2 El término "identidad" (así como el término afín de "yo") ha sido utilizado con varias
acepciones diferentes en la bibliografía psicológica y psiquiátrica. Nuestra definición no
corresponde exactamente a ninguno de los diversos usos principales, pero en ella han
influido primordialmente Erickson (1959), Goffman (1959) y Rogers (1942, 1947, 1951,
1954 y 1959), quienes han realizado notables aportaciones a los conocimientos
psicoanalítico, sociocultural y psicológico respectivamente. En la bibliografía se citan
algunas referencias que existen en las publicaciones.
nos de sus dominios, la identidad puede ser ambigua o inconsistente. Frecuentemente, y tal
vez por lo general, la identidad total, o conjunto pleno de imágenes, puede dividirse en dos
o más subconjuntos, cada uno de los cuales será más o menos consistente internamente, y
estarán todos más o menos interrelacionados hasta formar una compleja estructura de
conflictos y alianzas. Una división cuádruple mínima, utilizada a lo largo de este estudio,
reconoce la existencia de una identidad real, otra identidad ideal, otra identidad temida y
otra más, pretendida, como aspectos separables analíticamente de la identidad total del
individuo. La identidad real es un subconjunto de imágenes que, en su fuero íntimo, la
persona cree que constituye una auténtica descripción actual de sí misma, tal como es
"realmente". La identidad ideal es un subconjunto de imágenes que a la persona le gustaría
poder decir que es verdadero, pero que no cree que necesariamente lo sea en el momento
actual; el subconjunto ideal de imágenes comprende a menudo componentes moralmente
ideales, pero también puede constar de identidades amorales o incluso, en relación con las
convenciones del lugar, inmorales o "negativas", en la acepción de Erikson. (Así pues, la
identidad ideal abarca tanto fantasías determinadas por el id, como otras determinadas por
el superego, y a menudo no es consistente interiormente.) La identidad temida es un
subconjunto de imágenes, las cuales no le gustaría decir que son verdaderamente suyas en
el momento presente, y que no cree que deban ser verdaderas por fuerza. El subconjunto
temido de imágenes podrá constar de componentes depreciados socialmente, pero podría
incluir también identidades que, de acuerdo con alguna convención pública, poseen un
valor positivo. La identidad pretendida es un subconjunto de imágenes que a la persona le
gustaría que otro le dijese que constituyen su personalidad real. A veces, en lo que respecta
a una determinada dimensión de cambio, las identidades real, ideal, temida y pretendida,
pueden representarse como puntos colineales, como una escala, o bien como una variable
discreta o continua.
Por ejemplo, la identidad real de un hombre podría ser una imagen de sí misma: la de una
persona que mide 1.62 m de estatura; su identidad ideal quizá sea una imagen de sí mismo,
como si fuera un hombre de 1.80 m de estatura; su identidad temida, una imagen de enano,
de 1.20 m de estatura; y su identidad pretendida (pretendida por el uso de zapatos
fabricados especialmente, de un corte de pelo con copete alto, y una postura muy erguida),
como la de un hombre de 1.67 m de estatura. Sin embargo, otras dimensiones no están
ordenadas, salvo en función del valor afectivo: la identidad real de una mujer puede ser una
imagen de sí misma como paciente mental, consignada por la familia al cuidado impersonal
pero potencialmente terapéutico del personal de un hospital; su identidad ideal podría ser
una imagen similar a la de una hija amada
436 Cap. 10 La lucha por la identidad
y contenta con su familia; su imagen temida, una imagen de sí, como psicótica malvada,
hostil, menospreciada, perdida en las peores salas del hospital; y su identidad pretendida, la
de Reina de Francia. Resulta útil representar visualmente los cuatro aspectos de la
identidad, como si estuviesen dispuestos, en lo que respecta a cualquier dimensión de
variación dada, sobre una escala de valor, significativa para la propia persona, y por lo
común en el orden siguiente
Identidad Identidad Identidad Identidad temida real pretendida ideal
Negativa Positiva
La posición de las identidades real y pretendida en el continuo de valores, está
especialmente sujeta a cambios rápidos, a manera de reacción ante la experiencia personal,
las comunicaciones de otros y la presión de fuerzas psicológicas acerca de las fantasías que
se tienen de sí mismo. Podría señalarse que esta escala implica una correspondencia de
semejanza y relación de valores entre los componentes.
Por supuesto, no hay razón alguna para que un observador esté de acuerdo a priori en que
cualquier componente de la identidad es una descripción válida de su sujeto. Aun la
identidad "real", en el sentido que le hemos dado aquí a la palabra, no resulta
necesariamente más válida que cualquier otra descripción de un sujeto. Y es muy común
que el mismo individuo no esté seguro de la validez de su identidad real, y que unas veces
la vea más cerca de lo ideal, y en otras ocasiones, más alejada, en la escala ordenada por
valores.
Como hemos indicado, una identidad tiene valor; es decir, a un determinado conjunto de
imágenes de uno mismo se le puede asignar carácter positivo o negativo. El individuo se
esfuerza por alcanzar una identidad real que tenga valor positivo, y por evitar la experiencia
de carácter negativo, en relación con su identidad real. Puesto que se esfuerza por mantener
su identidad real más o menos cercana a la ideal, y prudentemente alejada de la temida, por
definición, la identidad ideal es relativamente más positiva, y la identidad temida resulta
más negativa, en valor afectivo, que la identidad real. Así pues, generalmente existe una
motivación mas o menos apremiante para cambiar la identidad real por algo que esté más
cerca, en valor afectivo, de la identidad ideal o, si no se tiene éxito en esto, para cambiar la
identidad ideal por algo que se asemeje más, en valor afectivo, a la identidad real;' y, pari
passo, para aumentar la distancia entre la
3 El proceso en virtud del cual se lleva a cabo el acercamiento entre la identidad real y la
identidad ideal, se ajusta estrechamente a algunos de los postulados conte
Formulaciones teóricas 437
identidad real y la temida. Por supuesto, el proceso del cambio de identidad depende
estrecha, aunque no completamente, de la interacción social. En .la medida en que las
identidades real, ideal y temida son una internaJización de los comentarios implícitos o
explícitos y de los valores de otros, están construidas sobre la validación repetida de la
comunicación social y necesitan de la misma. Pero el individuo también manipula en
privado y evalúa su propia conducta, y de esta manera refina su concepto de la identidad
ideal, de acuerdo con las exigencias de la experiencia, y a la vez que estima también para sí
mismo toda discrepancia entre la identidad real y la ideal y entre la real y la temida. Así
pues, la formación de la identidad depende tanto de la autoevaluación, como de la
comunicación interpersonal.
No restamos importancia a la complejidad y variedad de formas en que se constituye y se
defiende la identidad, y las maneras en que cambia constantemente. Por consiguiente, no
tocaremos los temas de la formación de la identidad en la niñez y en la adolescencia, la cual
depende del uso de muchos procesos (algunos de los cuales son las diversas formas de
"identificación" y la operación de los mecanismos de defensa tradicionales en otras fases de
la dinámica de la identidad). Sin embargo consideraremos con algún pormenor varias
técnicas de la comunicación interpersonal que emplean los individuos para reducir la
disonancia (lo que Erikson llama conflictos de identidad, en sentido intrapsíquico) entre la
identidad real y la ideal, y para elevar al máximo la disonancia entre la identidad temida y
la real, porque el empleo de estas técnicas tiene una consecuencia social: la lucha por la
identidad.
2) La lucha por la identidad
Dos clases de motivos personales, relacionados entre sí, en combinaciones diversas, pueden
incitar a una persona a que inicie una lucha por la identidad.
En primer lugar, existe el simple motivo manipulante para persuadir o influir a otra
persona, haciendo que actúe de determinada manera respecto de uno mismo,
convenciéndola de que la identidad propia y la de ella hacen que el desempeño de un papel
por su parte resulte algo razonable - y de interés mutuo. Al menos cuando principia la
transacción, tal motivo es un esfuerzo sencillo y directo para satisfacer una necesidad
sentida, y se observa en tratos cotidianos, como los que consisten en solicitar favores
nidos en la teoría de la disonancia cognoscitiva de Festinger (1957). Los estudios de
especie Q, de los que rindió informe Rogers (1959), y en los que el aumento de la
congruencia entre los conceptos real e ideal de sí mismo acompaña al movimiento
terapéutico positivo, también tienen que ver con lo antes dicho.
438 Cap. 10 La lucha por la identidad
(por ejemplo: "sé buen amigo y préstame cinco pesos") ; también puede ser en el extremo
del continuo, un desvergonzado intento de explotación ("hermano, año te sobran veinte
centavos?"). Esta sencilla maniobra no da lugar por lo general, a una lucha por la identidad,
puesto que de parte del iniciador no constituye tanto un esfuerzo por resolver problemas de
identidad personal, como para satisfacer necesidades, tanto prácticas como libidinales, que
ya son aceptables dentro de su estructura de identidad existente. Pero a veces un desafío
trivial, como el que hemos mencionado, puede provocar una lucha por la identidad, cuando
el objeto de la manipulaci6n se niega a que le "tomen el pelo" y responde, en cambio,
atacando la identidad del otro (si, por ejemplo, se niega a hacer el préstamo y responde: "ya
no puedo seguir prestando dinero a «sablistas»") .
En segundo lugar, existe el motivo, psicodinámicamente más complejo, de mantener o
restaurar en uno mismo una identidad favorable. Es este segundo motivo, que brota de la
dinámica de la identidad, lo que consti
tuye el interés principal para nosotros en este trabajo. El mantenimiento o restauración de la
identidad requiere que se reduzca al mínimo la disonancia entre los valores asociados a las
identidades real e ideal, así como una elevación al máximo de la disonancia entre las
identidades real y temida. Por supuesto, podemos hacer frente al problema del control de la
disonancia de muchas maneras. Un modo de acción es interno sobre todo, y consiste en
explotar algunos mecanismos de defensa, como la negación, represión, proyección,
racionalización, etcétera, o bien "reformar" al yo mediante una nueva síntesis de la
personalidad, alcanzada a través de recursos tales como una conversión religiosa,
inspiración profética, psicoterapia, o la adopción aparentemente perversa de una "identidad
negativa" (Erikson, 1959). En la medida en que ni los mecanismos internos de defensa ni la
nueva síntesis interna resultan adecuadas (por toda una variedad de razones) para la tarea de
mantener la disonancia a un nivel tolerable, el individuo tiene que actuar exteriormente para
obtener de los demás una comunicación que reduzca la disonancia (o, que la aumente) .
Rara vez encontramos aisladas estas clases de tácticas para controlar la disonancia, pero
uno u otro predominan en un determinado caso.
Cuando el individuo recurre a otra persona para que le ayude a controlar la disonancia de
identidad, su estrategia fundamental es característicamente doble. Primero, A trata de
conseguir que B le ofrezca testi monios patentemente declarados o implícitos, en los
papeles que B adopta respecto de A, testimonios de que a los ojos de B la identidad de A es
la que ésta desea tener; y, al mismo tiempo, A trata de no oír, o incluso impedir a B que
exprese, explícita o implícitamente, descripciones de A las cuales no resulten favorables
para la estructura de la identidad de A. En segundo lugar, A atribuye a B una identidad de
valor tan nega
Formulaciones teóricas 439
tivo, que ésta tratará de modificar su identidad real en un sentido que resulte menos
antagónico para A. En efecto, A dice: "quiero que me trates como si yo fuese esta clase de
persona; no lo haces porque tú eres esto y lo otro". Además, en estos casos lo que se desea
no es el trato mismo, sino el reforzamiento de la identidad que dicho trato representa.
Característicamente, en defensa propia o como respuesta a sus propias necesidades de
identidad, B comenzará a aplicar la misma estrategia al agresor A, y surgirá una lucha por
la identidad. Con el tiempo, tal lucha puede envolver a un grupo, como la familia, es una
compleja red de luchas mutuas por la identidad y se formarán diversas coaliciones
transitorias durante el combate.
Al analizar una lucha por la identidad, tratamos únicamente las imágenes intercambiadas
verbalmente en la red de comunicación del grupo. Debemos distinguir estas imágenes de
los estados afectivos y las pulsiones libidinales, que motivan la lucha y simultáneamente
dan lugar a otras transacciones. Así pues, aunque las imágenes del extracto anterior tienen
que ver con el amor y el afecto, y las partes contendientes se piden unas a otras respuestas
cargadas de afecto cálido, no consideramos directamente la comunicación de estos deseos,
sino únicamente el intercambio de imágenes.
Con todo, cuando se expresa mediante palabras, el contenido de las imágenes que
componen la identidad, está constituido por términos y frases descriptivas, de carácter
simplemente adjetivo a veces: "sincero", "lindo", "idiota", "cruel", etcétera, y en otras
ocasiones por expresiones más complejas, como la de: "siempre lo deja todo para más
tarde" o "fastidia a su esposo". En su forma verbal se les concibe fácilmente como atributos
y predicados que denotan alguna característica más o menos perdurable del objeto.
Pero, por supuesto, las imágenes no siempre se comunican por medio de un lenguaje
descriptivo, claro y simple. Pueden ser trasmitidas mediante un contenido verbal sutil,
indirecto o complejos como las órdenes
y recomendaciones, preguntas, bromas, el hablar con "doble sentido", las parábolas y
alegorías, cuentos, discusiones abstractas, etcétera, y pueden trasmitirse también por la
simple elección del tema; además, pueden trasmitirse imágenes de sí mismo o de los otros
mediante el tono de la voz, el vestido, los adornos personales, el plante y la postura, los
gestos, toda la gama de comunicaciones cinestésicas, y aun mediante respuestas fisiológicas
relativamente involuntarias pero perceptibles, como el sudor, sonrojo, palidez, cambio del
ritmo respiratorio, etcétera. Y, como han señalado Bateson y colaboradores (1956), las
imágenes trasmitidas simultánea o sucesivamente, con estas diversas modalidades, no,
tienen que ser consistentes.
440 Cap. 10 La lucha por la identidad
Formulaciones teóricas 441
Sin embargo, cuando las imágenes se consideran de manera más dinámica, parecen
implicar que tienen relación con alguna clase de planes o intenciones, y expresar alguna
evaluación de la capacidad del objeto para salir bien librado en empresas de esta clase. Así
pues, las imágenes que una persona tiene de sí misma, por lo general guardan relación con
alguna meta y con la confianza en su capacidad para alcanzarla. Por consiguiente, desde
este punto de vista, las imágenes que la persona tiene de otra resultan significativas (al
menos en términos de las relaciones interpersonales) por su promesa, o falta de promesa, de
que esa otra ejecute algún acto instrumental u otra clase de actos que son necesarios para el
éxito del plan del ego. Así por ejemplo, una mujer joven puede tener como meta libidinal el
mantenimiento de una relación de aferramiento infantil, de dependencia, respecto de la
madre. La imagen ideal de sí misma y la que pretende, es la de una hija afectuosa, cordial,
amable y devota, capaz de provocar la conducta maternal deseada. Sin embargo, la madre
se ha estado comportando de una manera que la hija considera rechazarte, y aunque la
madre niega que se muestre fría con su hija, les confiesa a sus amigos que sí se siente así.
La hija desea que la madre acepte su ruego y le proporcione amor maternal, pero no está
segura de que el rechazo que ahora está padeciendo se deba a una discrepancia entre sus
propias identidades real e ideal (quizá, piensa que ella misma no es en verdad lo
suficientemente afectuosa, cordial y amable), o a la frialdad de su madre.
Esto nos conduce a una consideración de la estrategia fundamental del juego. El ego tiene
intensiones, un plan y una identidad (o más bien, identidades) relacionadas con tal plan, que
comprueba su posesión o carencia de las cualidades requeridas para la realización del plan.
Otras "partes" (ya sea un individuo o un grupo, como por ejemplo, el resto de la familia)
son importantes; en parte, para reforzar (al aceptar una identidad pretendida) una identidad
real que no resulta demasiado discrepante de una identidad ideal, y (a veces) con el objeto
de desempeñar también un papel instrumental. Cuando la otra parte tiene que desempeñar
un papel instrumental, el ego tiene que procurar asegurarse de que la identidad del otro sea
la adecuada para ese papel, si la identidad de ese otro ya no, es adecuada; lo hace tratando
de inducirlo a aceptar una identidad atribuida o a renunciar a su identidad actual
(pretendida). Así pues, y volviendo al ejemplo ofrecido en el párrafo anterior, la hija quiere
conseguir dos cosas de su madre: primero, la reconfirmación de que la considera como una
persona afectuosa, amable y devota; y, en segunda lugar, la aceptación de su "petición" de
que vuelva a desempeñar el papel y a mantener la identidad real de madre amorosa. A fin de
lograr todo esto, la hija trama primero inducir a la madre a que
admita públicamente su actual identidad real "fría"; una vez obtenido este reconocimiento,
cree que la madre se sentirá avergonzada o que su sentimiento de culpa la empujará a un
restablecimiento de la identidad real "maternal" (porque la hija sabe bien, por su
experiencia, que la identidad pretendida de la madre es maternal).
En sentido social, la lucha por la identidad puede clasificarse como una forma de
negociación entre partes (individuos o grupos), cuyos intereses y características son
estimados mutuamente como si fuesen, de alguna manera, realmente antitéticos pero
potencialmente complementarios. Tiene la forma de conflictos, pero su desenlace correcto
es un acuerdo o contrato sobre derechos y obligaciones mutuas (con sus necesarios
concomitantes de identidad), tal que las dos partes puedan interactuar a satisfacción mutua
en una estructura de equivalencia (véase Wallace, 1961). Pero una lucha por la identidad es
un procedimiento azaroso de negociación; en parte, porque invoca motivos internos
poderosos e irracionales, y también a causa de la poca confiabilidad de la comunicación
humana. Son posibles otros resultados menos agradables que un acuerdo equitativo que
conduce a una estructura de equivalencia: tensión excesiva, que da como resultado
trastornos psicosomáticos en una o ambas partes; daño cognoscitivo y emotivo en una o
ambas partes, en forma de una internalización de imágenes del yo, valoradas negativamente
(véase Searles, 1959) ; retraimiento social mutuo; violencia que conduce a un daño físico
en los participantes o la destrucción de objetos materiales. Por consiguiente, cierto número
de reglas de conducta se convierten en consenso, a partir de la experiencia de los
participantes, o se anuncian formalmente como expectativas de la cultura. El objeto de estas
reglas o normas es evitar que el conflicto se haga tan agudo que reduzca demasiado la
probabilidad de un resultado feliz. De hecho, en algunos medios culturales las luchas
manifiestas por la identidad pueden considerarse tan perniciosas, que están proscritas salvo
en los aspectos más cuidadosamente regulada, como los tribunales de justicia, política, o el
campo en que se dirimen cuestiones de honor mediante el duelo. Una participación
demasiado frecuente en estas luchas lícitas, o la participación fuera de los contextos
formalmente permitidos, puede considerarse como señal de insuficiencia personal o
pertenencia a un grupo de "status inferior" que permite tal conducta; podrán señalarse con
desdén analogías (y hasta homologías) como el olisquearse mutuamente y el erizarse el
pelo de los perros y los procedimientos para el establecimiento respectivo de la identidad de
otros animales inferiores. La naturaleza de tales reglas varía, por supuesto, según las
diversas culturas y la "materia" de que se trate; pero, en general, parecen encerrar
universalmente una prohibición de cólera patente, violencia física o crueldad excesiva en la
coer-
442
Cap. 10 La lucha por la identidad
Formulaciones teóricas 443
ción no física; alguna limitación al abordar cuestiones que son a la vez permisibles
convencionalmente y pertinentes a la materia de la negociación; la evitación, en lo posible,
del envolvimiento de otros que no sean las partes principales del_ conflicto; y el requisito
de que ninguna parte busque despiadadamente una solución unilateralmente aceptable.
Nos llevaría demasiado lejos, en este trabajo preliminar, tratar de explorar toda la gama de
complejidades lógicas y maniobras tácticas especiales, que envuelven problemas
especiales, como la ocultación de la identidad, las alianzas, las identidades falsamente
pretendidas y atribuidas, las identidades reales ambivalentes o aun contradictorias, las
promesas de mutua transformación de la identidad, etcétera, sí como las más francas y
directas afirmaciones, contraafirmaciones y defensas (algunas de las cuales, sin embargo,
han quedado ejemplificadas en el material de caso, ya expuesto). En realidad, nos
inclinamos a sospechar que la exploración completa de la dinámica interna y las tácticas
externas de las luchas por la identidad, podrá hacer aportaciones importantes a una
psiquiatría verdaderamente social y también a una teoría psicodinámica. Pero pasaremos
ahora a examinar algunas maneras no patológicas en que las luchas por la identidad han
sido institucionalizadas en varias culturas.
3) Observaciones preliminares de varias culturas
Hemos indicado que un proceso fundamental como la lucha por la identidad, que nace de
las características del género humano (o filéticas), no sólo podría descubririrse en cualquier
sociedad humana, sino también estaría institucionalizada de diversas formas en diferentes
tradiciones culturales. Deben existir reflejos del proceso en los mitos y leyendas de los
pueblos ágrafos y en la literatura formal de las civilizaciones; plantearía cuestiones que
habrían de tratarse mediante los códigos morales, legales y de urbanidad; generaría
sanciones cuyo objeto sería restringir y limitar las ramificaciones del conflicto, a fin de
reducir el daño tanto a los participantes inmediatos como a la sociedad en general.
Consideremos primero las sociedades más sencillas, los llamados pueblos tribales
"primitivos" o "ágrafos", que han tenido interés especial para los antropólogos. En estas
culturas más sencillas, como en las avan zadas, el mínimo de aspectos socialmente
pertinentes de la identidad de un individuo y los derechos y obligaciones que le
corresponden por ello, están definidos generalmente por el status del individuo como
miembro de varios grupos reconocidos públicamente: una unidad de parentesco (pequeño
grupo, clan, o una familia extensa), una comunidad o pandilla, un grupo de la misma edad,
un sexo, una especialización profesio
nal, una sociedad religiosa secreta, etcétera. (Véase Goodenough, 1961). Pero los conceptos
prevalecientes de identidad en una sociedad son más complejos que un racimo de media
docena de status, y se les puede considerar más fácilmente, en jerga antropológica, como
aspectos del carácter nacional, estructura modal de la personalidad o ethos de ese grupo.
Las comunidades primitivas se distinguen notablemente entre sí por sus ethos, lo mismo
que por sus costumbres particulares, por supuesto; y tal variación implica una diversidad en
las formas y el espíritu de la cortesía. Sin embargo, por lo menos, en algunas comunidades
primitivas, y probablemente en la mayoría de las mismas, el ethos se opone a esa suerte de
confrontación directa de identidades opuestas, a la que hemos venido calificando de lucha
por la identidad. Así por ejemplo, entre los indios del noreste de la América del Norte, se
evitan las luchas por la identidad entre individuos de cualquier comunidad, salvo en
situaciones claramente sancionadas, a menudo ceremoniales. Si una persona impugna
patentemente la identidad de un miembro de otra comunidad, ya sea mediante daño físico o
insulto, la parte ofendida tiene a su disposición los recursos de su comunidad para un
ataque físico (y/o mágico) contra el otro grupo, a fin de obtener cumplida venganza, y
puede proceder directamente causando el mismo daño recibido o, en muchos casos,
terminar el conflicto dando muerte al que lo ha ofendido. Sin embargo, tal represalia no
sería conveniente dentro de la comunidad pequeña; y, en consecuencia, tal vez las tribus de
esta zona muestran notable cortesía y discreción en sus interacciones cara a cara (aun
cuando pueda existir mucha murmuración maliciosa, desconfianza y miedo a la brujería).
En otras zonas culturales, la preocupación por un tabú recíproco y por sistemas de evitación
entre miembros de diferentes posiciones de status en la misma comunidad -por ejemplo, el
tabú de los contactos masculinos con las mujeres durante la menstruación-, puede tratar de
conseguir el mismo fin. Con todo, en estructuras sociales como éstas, las luchas latentes por
la identidad tal vez requieran expresión ceremonial como recurso catártico que evite la
acumulación de hostilidad; esta función se cumple a menudo a través de juegos
organizados, del reforzamiento de la inversión ritual de papeies y otros recursos. Si brota
una lucha entre el grupo, no ritualizada dentro de la sociedad, la consecuencia será
probablemente la desorganización social o el cambio radical.
No obstarte, a veces, y particularmente entre miembros del mismo grupo de status en una
sociedad, se permite que se produzcan luchas formalizadas por la identidad, en lo que
respecta a algunas cuestiones, a las que acompaña una etiqueta altamente ritualizada. Por
ejemplo, suelen producirse luchas formales dentro de grupos de élite, en los que el
reconocimiento de un elevado rano en un individuo tiene que con1
444
Cap. 10 La lucha por la identidad
rormulaciones teóricas
445
quistarse mediante la demostración de que se posee en grado sumo una determinada
característica. Ejemplo conocido de esto era el potlatch de los kwakiutl y otros indios de la
costa noroccidental de la América del Norte. En el potlatch, los hombres más destacados
competían entre sí por el rango, en fiestas públicas en las que grandes cantidades de bienes
se consumían o regalaban. El vencedor, en una serie de fiestas, era el hombre que podía dar
o destruir más mantas, aceite, esclavos y otros bienes que tenían valor en esa sociedad.
Otro contexto en el que las luchas por la identidad pueden precipitarse intencionalmente es
el de la enfermedad. Aquí, donde el objeto es suprimir la causa sobrenatural sospechada de
aflicción, al paciente se
le puede acosar ritualmente mediante acusaciones de violación de tabú y ser alentado a que
confiese, para que ni él ni otros sufran muerte o enfermedad crónica como castigo. De
manera algo semejante, los varones adolescentes, y a veces las mujeres, están a menudo
sujetos a humillación grave, privaciones y aun mutilación física, a fin de inducirlos a que
renuncien a una identidad infantil en favor de la adulta.
A veces el ritual tiene como objeto explícito y consciente, resolver luchas por la identidad;
por ejemplo, entre los tangu, grupo tribal melanesio residente en Nueva Guinea, el ideal en
las relaciones sociales es un estado de amistad neutral y equivalencia moral (o, en nuestros
términos, de identidad). Pero las circunstancias de la vida, los caprichos del impulso y la
oportunidad, frecuentemente dan lugar a violaciones de la amistad o de la equivalencia, que
provocan ira y levantan el horroroso espectro de la brujería o el asesinato si alguien sufre
un daño moral intolerable. Por ejemplo, como relata Burridge:
Un intercambio que no se considera como equivalente exactamente, o que no queda
retribuido plenamente durante demasiado tiempo, se toma como indicio de falta de
equivalencia moral. Un sentimiento de agravio no
puede implicar amistad ni equivalencia. Uno u otro de los participantes en el intercambio se
hace sospechoso al tratar de alcanzar un dominio o superioridad moral. Quien produce más,
se hace sospechoso de esforzarse por asumir un status moral más elevado, en virtud de lo
que puede ser una simple competencia física, lo cual es lamentable. La fuerza bruta podrá
ayudar o alcanzar una posición social más alta, pero sólo puede reflejar grados de
perfección moral cuando se usa de determinadas maneras para ciertos fines. El que produce
menos puede hacerse sospechoso de contumelia y conducta esencialmente despectiva que,
por consiguiente, no coincide con la amistad. Y puede que el otro, o los miembros de la
comunidad, sospechen que está recurriendo a una técnica que tiene como intención
envolver al otro en una calumnia. Lo ideal es la equivalencia, ni más ni menos; ni "uno
arriba", ni "uno abajo". Ir "uno arriba" es ofender y, por consiguiente, provocar represalia
mística. Ir "uno abajo" y quedarse contento, es casi
Así pues, según nuestro punto de vista, la valla de hule puede considerarse como el
equilibrio dinámico colectivo e inconsciente de la familia, entre su intensa necesidad de
mantener un ego colectivo, el único
digno de confianza que existe en la familia y, por otra parte, su esfuerzo incesante para
alcanzar la individualidad. Por consiguiente, la aparición de la psicosis en el paciente
representa no sólo su propio impulso hacia la individualidad, hasta ahora frustrada, sino
también los anhelos, expre-
542 Cap. 12 Tratamiento familiar a la psicoterapia de la esquizofrenia
sados sustitutivamente, de una naturaleza semejante, de parte de los demás miembros de la
familia. Probablemente sea más adecuado conceptuar este advenimiento de la psicosis
considerándolo como un cambio en el modo total, de la familia, de tratar sus necesidades
conflictivas, no resueltas, de simbiosis e individualización.
SENTIMIENTOS POSITIVOS
Como he dicho en otra parte, me ha impresionado profundamente la intensidad de los
sentimientos positivos del paciente esquizofrénico (Searles, 1958, 1961a), y creo que
muchos de los terapeutas que están
explorando este campo comparativamente nuevo de la terapia familiar de la esquizofrenia,
están subestimando, tal vez por lo mucho que les preocupa demostrar la contribución de los
otros miembros de la familia a la enfermedad del paciente, el papel real y hondamente
significativo de los sentimientos positivos en la interacción familiar en su conjunto. Al cabo
de varios años de terapia individual, diversos pacientes me han podido revelar el deleite que
ellos y la familia en su conjunto encuentran en esos tipos de locura familiar, que la
bibliografía de este campo describe como portadora de una connotación exclusivamente
maligna. Algunas de mis pacientes han llegado a expresar angustia por su falta de hijos,
angustia relacionada en parte con su incapacidad para perpetuar el nombre de la familia; en
cada caso, tales comunicaciones han estado llenas de un sentimiento de tragedia
profundamente humana. En el caso de un esquizofrénico con el que he trabajado
intensamente durante 13 años, he llegado a darme cuenta de que la devoción de sus padres
a esta empresa de tratamiento prolongado no se ha basado primordialmente, como yo creí
durante mucho tiempo, en la culpa, sino más bien en el afecto --o, para decirlo más
claramente, en el amor- de un grado de intensidad que ha resultado para mí aleccionador y
emotivo, a la vez. Su aborrecimiento del hijo, del que hace tiempo descubrí muchos
testimonios, fue en cierta manera más fácil de descubrir que este amor subyacente, que sólo
el paso de los años ha puesto ante mí de tal manera que ya no puedo desconocerlo o
menospreciar su valor.
Es esencial darse cuenta de que la clase de lealtad que encuentra uno en estas familias, no
obstante todos sus asfixiantes aspectos patológicos, contiene un núcleo de sentimiento
auténticamente positivo al que los miembros de la familia, sin exceptuar al paciente, le
asignan un gran valor. Aunque se encuentre distorsionada de manera trágica, tenemos aquí
encerrada una de las más altas aspiraciones del espíritu. A veces, cuando he presenciado la
angustia experimentada por un paciente esquizofrénico, al descubrirse desgarrado entre su
yo, que está comenzando
Sentimientos positivos
543
a desarrollarse por primera vez, por una parte, y su lealtad para con la familia, por otra, me
acuerdo de las palabras del salmista: "¡ Jerusalén, si yo de ti me olvido, que se seque mi
diestra!`
5
Aún la breve experiencia que he tenido con la terapia familiar de la esquizofrenia ha estado
repleta de testimonios de sentimiento positivo, aunque a menudo esto es menos dramático y
evidente que las múltiples
manifestaciones de odio real e invasor. Me ha conmovido mucho el grado de confianza
implícito en el hecho de que un padre se exponga no sólo a sí mismo, sino a toda la familia,
a los esfuerzos del terapeuta familiar. He visto algo del gran apetito que sienten los
miembros de la familia por una mayor relacionalidad familiar real, por una mayor intimidad
interpersonal real, de la que se dan cuenta que les hace falta en algún nivel; el poder de este
anhelo de convertirse auténticamente en una familia, es de la misma clase que el que
experimenta todo ser humano neurótico 0 psicótico por alcanzar la salud, como individuo.
Al estimar la fuerza potencial de una familia y su capacidad para crecer coma tal, hay que
tener presente que se está trabajando con una familia que se ha descompensado, ha quedado
desorganizada y no está
funcionando al nivel que lo hacía en años anteriores, mejores. Es decir, tal como la
regresión es un rasgo de la psicosis que se ha manifestado en el paciente, al menos un grado
significativo de regresión se debe haber producido en la relacionalidad familiar general; así
pues, no sólo el paciente, sino- todas estas personas, pueden poseer más madurez
colectivamente y como familia, de la que se pone de manifiesto en su vida familiar, en el
estado actual de descompensación o regresión. Un artículo de Lidz y Fleck (1960), en el
que se describen las graves desorganizaciones que se producen en las familias de pacientes
esquizofrénicos, me ha ayudado a advertir este aspecto de la situación de terapia familiar.
Y de la misma manera, si la madre, por ejemplo, según la vemos actualmente en la terapia
familiar, es de manera significativa diferente de la madre anterior (la madre de la primera
infancia del paciente), y
todavía difiere en mayor grado de las imágenes-madre del paciente, deformadas e
introyectadas a temprana edad, entonces esto tendrá algunas implicaciones importantes,
Parte de la identidad del ego de la madre tiene que subsistir a este nivel anterior, para
satisfacer las necesidades primitivas de su hija o hijo psicótico. De esto se desprende que
parte del resentimiento que sienten contra los vástagos está relacionado con esta
obstaculización de su propia madurez, y que entre los resultados benéficos de la terapia
familiar se encontrará una mayor libertad para madurar más su yo. El artículo de Benedek
(1959), intitulado "Parenthood as a developmental Phase", nos ayuda a percatarnos de que
no sólo la infan
s Salmos 137:5.
544 Cap. 12 Tratamiento familiar a la psicoterapia de la esquizofrenia
Pérdida o amenaza de pérdida de membrecía en la familia 545
cia y la adolescencia, sino también la edad adulta, constituyen etapas de desarrollo
continuo; de manera que podemos suponer, al abordar la terapia familiar de la
esquizofrenia, que no sólo el desarrollo infantil del paciente fue obstaculizado por la madre,
sino que también el desarrollo de la madre como tal está siendo frenado por el vástago
esquizofrénico.
En la primera sesión de terapia familiar en la que participé, me vi disfrutando grandemente
de la interacción en la cual tomaba parte, y me di cuenta de que deseaba muchísimo que no
cambiase; esto me, dio
una muestra, de primera mano, de las satisfacciones positivas que los miembros de la
familia debieron haber estado obteniendo del statu quo. Es razonable pensar que la familia
tiene que agregar mucho más sentimiento positivo, de unos miembros para con otros, del
que se revela patentemente y a principios del tratamiento; de lo contrario, y en vista de la
gravedad de los choques que se producen entre ellos durante las sesiones, se matarían unos
a otros o destruirían sus vínculos respectivos, en los intervalos que median entre las
sesiones de terapia. El hecho de que no actúen, entre las sesiones, de acuerdo con los
sentimientos que han expresado verbalmente durante la interacción terapéutica, puede
considerarse como un reconocimiento muy significativo, aunque no verbal, de parte de
todos ellos, del importante papel de la transferencia, proyección, introyección y otras
deformaciones en sus reacciones de unos con otros, en la sesión terapéutica.
Para la terapia, es esencial que hagamos contacto con los anhelos positivos de la familia,
pues si no nos damos cuenta de ellos, no podremos comprender el desarrollo histórico de la
psicosis en el paciente y la des
organización en el conjunto familiar; en esta evolución, el factor del pesar no asimilado (a
causa de la pérdida de relaciones muy queridas) cumple un papel fundamental. Además, sin
una apreciación de la fuerza de los sentimientos amorosos, por más reprimidos que estén,
no podremos apreciar el papel absolutamente clave de la ambivalencia en la patología que
estamos tratando. Anteriormente he hablado de mi descubrimiento de que la regresión
esquizofrénica es una defensa no tan solo contra la agresión, como dicen Bak (1954) y otros
investigadores, sino más bien contra la ambivalencia; es decir, contra la intensidad de amor
y odio que, de no mediar el beneficio de la psicoterapia, anulan los esfuerzos que hace el
individuo para alcanzar una integración más madura del ego (Searles, 1961a). Los escritos
que señalan pormenorizadamente tan solo los aspectos cargados de odio de la racionalidad
entre los miembros de la familia del paciente esquizofrénico, pasan por alto completamente
la tragedia esencial de estas familias: el grado en que sus miembros están quedando lisiados
y paralizados por su incapacidad de enfrentarse al hecho de que se aborrecen intensamente
y se aman mucho unos a otros, a la vez. Sólo
en la medida en que el terapeuta puede- ayudarlos a enfrentarse tanto a su amor como a su
odio, pueden renunciar al modo simbiótico de relacionalidad que está haciendo las veces de
defensa inconsciente de toda la familia contra esta ambivalencia, pero que está matando,
por la naturaleza misma de esta relacionalidad, su desarrollo de la madurez del ego y de la
auténtica relacionalidad de objeto de unos con otros.
Quiero hacer unos cuantos comentarios más en lo concerniente a la etiología familiar de la
esquizofrenia en el paciente, más -allá de esta cuestión de los sentimientos positivos, antes
de tocar el tema de la contratransf erencia.
PÉRDIDA O AMENAZA DE PÉRDIDA DE MEMBRECÍA EN LA FAMILIA
Hay que señalar que, en estas familias en particular, la cuestión de la membrecía no es, para
cada miembro, algo biológicamente dado, sino que ha de mantenerse únicamente a través
de la participación en la sim biosis familiar. Cuando niño, al paciente sólo se le ofrecieron
dos posibilidades: a) participar en la simbiosis familiar, o b) que se reaccionase ante él
como si no fuese miembro de la familia y, por lo mismo, como si estuviese "loco".
Irónicamente, puesto que debe tener una experiencia exitosa en lo que se refiere a la fase
simbiótica de maduración del ego, para evitar el autismo (locura), y en virtud de que la
familia le ofrece al paciente la única posibilidad existente de experiencia simbiótica (a
menos que el terapeuta se presente y le ofrezca tal experiencia), para él es trágicamente
cierto que la de no membrecía en la familia equivale, en verdad, a la locura. Mucho antes
del comienzo de su psicosis, el paciente se ha debatido bajo la amenaza crónica de
expulsión psicológica de la familia, en caso de que decidiese no cumplir su papel de
personificación de los aspectos parciales rechazados de las personalidades de sus padres y
de otros miembros de la familia. También es significativo que finalmente, cuando se
recupera de su esquizofrenia, si llega a lograrlo, tal vez descubra que el resto de la familia
le ofrece un aspecto de sociedad cerrada; no tienen lugar ahí para una persona completa.
Durante los pródromos, de la esquizofrenia del paciente, la separación progresiva de los
demás miembros de su familia es tan notable que podemos subestimar la mutualidad de tal
hecho, el grado en que los demás
miembros de la familia han perdido interés en él y han ido excluyéndolo, progresivamente
de la membrecía funcional en la familia. Las observaciones de Schwartz y Will (1953) en lo
concerniente al grado en que el personal de las salas participa en el retraimiento mutuo y,
por consiguiente, contribuye al mismo, en que se ve envuelto el paciente esquizofrénico,
546 Cap. 12 Tratamiento familiar a la psicoterapia de la esquizofrenia
Contratransferencia
547
que cada vez se retrae más, nos ayuda a advertir lo que el paciente debe, haber
experimentado, con anterioridad a su hospitalización, frente a los miembros de su familia.
En muchas de estas familias, el estado de no saber del ego, de buscar explicaciones y
aclaraciones, se considera equivalente a estar loco, lo cual a su vez significa que se le
considera irremediablemente separado de la familia, e inelegible para ser miembro de la
misma. El hijo ha aprendido desde hace tiempo a no cuestionar seriamente las discusiones
carentes de sentido e incoordinadas, tan características de estas familias. Ninguno de los
miembros se atreve a ponerlas en tela de juicio, pues sentir y revelar confusión es correr el
riesgo de que lo consideren loco a uno por poner en evidencia aquello que clásicamente se
ha convenido en considerar obvio e indiscutible. El artículo de Wynne y colaboradores
(1958) antes mencionado, trata agudamente cuestiones relacionadas con lo que trato de
decir. Especialmente en el caso de que cada uno de los pacientes esquizofrénicos
paranoides a los que he tratado, la capacidad de revelar la confusión profunda y
previamente reprimida, ha constituido un avance por demás satisfactorio y difícil de
alcanzar; el crecimiento es posible sólo en la medida en que uno puede soportar la
confusión y la incertidumbre.
Los demás miembros de la familia han reaccionado conflictivamente ante el paciente, no
como lo harían ante la totalidad de la persona, sino, lo que todavía tuvo peores
consecuencias para el ego, como si fuera un
objeto parcial, a fin de mantener sus respectivas economías psíquicas. Uno de mis pacientes
expresó esto en términos somáticos, diciendo que una "facción" controlaba siempre sus
pulmones, otra su estómago, otra su corazón, y así sucesivamente. Según creo,
normalmente una madre protege al niña de tal "uso" complejo y conflictivo de parte de
diversas miembros de la familia, sobre todo a través de su simbiosis comparativamente falta
de ambivalencia con él.
Mientras uno de mis pacientes paranoides me contaba cómo en la secundaria su hermano lo
había condenado, llamándolo "fuerza del mal", me hizo vislumbrar cuán devastador
resultaría un hecho como éste para un niño que careciera de sólidas relaciones con la
persona "entera", a las cuales aferrarse, y que reaccionara entonces como si fuese un objeto
parcial; en el caso citado, como la encarnación de la hostilidad reprimida y proyectada por
el hermano.
El impacto en los demás miembros de la familia, cada vez más formidable, del niño
progresivamente angustiado y hostil que se encamina hacia la esquizofrenia, es en sí mismo
un factor enológico de gran impor
tancia. Yo solía sentir desprecio por los padres que constantemente solicitan prescripciones
acerca de lo que "deben decirle" a su hijo o hija esquizofrénico; pero ahora he llegado a
darme cuenta de que, con su
conducta verbal y no verbal profundamente hiriente y provocadora de ansiedad, el paciente
causa sentimientos tan poderosos y conflictivos en los padres, que le resultaría difícil a
cualquiera, en tales circunstancias, encontrar sin ayuda las palabras necesarias para
expresar la gran cantidad de heridas, pesares, cólera, etcétera, que, como aprende por propia
experiencia el terapeuta evoca dicha conducta. Como los padres no pueden integrar estos
sentimientos profundamente ambivalentes, a manera de reacción, con las comunicaciones
del paciente, su fachada de blanda negación de sentimiento tiende a intensificarse. De tal
manera, el paciente se ve privado progresivamente de toda persona real y accesible con la
cual relacionarse; esto lo lleva cada vez más a funcionar como un objeto parcial
proyectado, respecto de los demás miembros de la familia.
En general, la naturaleza de la simbiosis familiar, con su atmósfera espuria (aunque tan
esencial para la defensa) de "unicidad familiar", fija un tabú al mantenimiento de relaciones
significativas de uno a uno dentro (o fuera) de la familia. Pero las relaciones de uno a uno
representan el orden más alto de complejidad interpersonal que el niño (o el paciente
esquizofrénico adulto) puede integrar con éxito, y son totalmente esenciales para la
formación de identificaciones saludables y el sano desprendimiento de la relacionalidad
simbiótica (en contraste con la huida autista).
CONTRATRANSFERENCIA
Al abordar el tema de la contratransferencia, primeramente apreciaremos en toda su
magnitud las cargas emocionales inherentes a la terapia familiar de la esquizofrenia y que
evocarán sentimientos profundamente conflictivos y ansiedad, a menudo grave, en
cualquier terapeuta, por mejor analizado que pueda estar. Inevitablemente experimentará un
gran conflicto y ansiedad en lo que respecta a su papel en relación con el grupo familiar,
como reflejo o muestra de la ansiedad y ambivalencia que surgieron en el paciente en años
anteriores, por lo que respecta a la membrecía o no membrecía en la familia. El agudo
sentimiento de aislamiento que a veces he experimentado en esta situación, cuando me he
sentido "cortado" por todas las demás personas de la habitación, me hizo recordar una de
las clases de presión más graves con que se tropieza en la terapia individual de un paciente
esquizofrénico hospitalizado: la sensación de aislamiento profundamente angustioso que
uno experimenta en algunas ocasiones, cuando percibe que el paciente, el personal de la
sala, el administrador psiquiátrico y otras personas comparten una visión completamente
armoniosa acerca de la maldad de uno, que lo convierte en alguien razonable por completo.
548 Cap. 12 Tratamiento familiar a la psicoterapia de la esquizofrenia
Contratransferencia 549
Por otra parte, cuando el terapeuta siente que forma parte de la familia, experimenta otra
clase de presión que también es, según creo, una muestra.de aquélla a la cual el paciente ha
estado expuesto durante mucho tiempo en la familia; a saber, un sentimiento de agudo
conflicto acerca de cuál de los miembros es el que más ayuda necesita por el momento. En
artículos anteriores he citado testimonios de los esfuerzos básicamente terapéuticos del
paciente en favor de su madre (Searles, 1958, 1961a), y pienso que ésta es su actitud más
importante hacia los miembros de la familia en su conjunto.
Después de una sesión de terapia familiar, me vino a la mente que durante la sesión ya
había tenido presentes algunas metas en lo relativo a cada uno de los miembros de la
familia, pero que me había resultado imposible pensar en un objetivo para el conjunto
familiar. Probablemente esto fue una reacción mía ante la falta de coordinación que reina en
esas familias, detrás de la pseudomutualidad que ha sido descrita por Wynne y
colaboradores (1958). Tal reacción le ofrece a uno la clave para entender la medida en que
esta "familia" realmente no lo es, en la acepción sociodinámica del término, sino más bien
resulta ser una simbiosis colectiva en la que los papeles de objeto parcial de los diversos
participantes están cambiando constantemente. Es decir, reacciona uno menos, desde el
punto de vista emocional, ante la rígida estructura exterior de la familia que a la subyacente
fluidez de las fronteras del ego, la cual es de tal índole, que característicamente no hay
nadie en la habitación con quien sienta uno mantener un contacto digno de confianza. Los
patrones de transferencia, que cambian rápidamente, con los que me he tropezado en esta
situación terapéutica, establecían un contraste notable con mi experiencia en terapia de
grupo, con uno de pacientes externos constituido en gran parte por neuróticos, algunos
individuos esquizoides o esquizofrénicos "fronterizos"; allí, fue relativamente fácil seguir el
rastro a los patrones de transferencia a medida que se fuerotrn poniendo de manifiesto,
semana tras semana y mes tras mes. En la terapia familiar de la esquizofrenia, no sólo el
sentido de relacionalidad emocional, sino también el del significado, están notablemente
trastornados e incoordinados, hasta tal punto, que resulta difícil o imposible encontrar un
hilo de significado que corra por toda una típica sesión.
Después de describir las primeras dificultades que los terapeutas y el personal de las salas
encontraron, y que consistieron en verse enredados en los diferentes puntos de vista
emocionales de los diversos miembros de la familia (Bowen, 1960), dice que:
... Cuando era posible alcanzar un nivel práctico de separación interesada, resultaba posible
también comenzar a desenfocar al individuo y enfocar a toda la familia, inmediatamente...
Una vez que se podía hacer
esto, considerando al grupo como unidad, ocurría algo semejante al cambio en un
microscopio desde la inmersión en aceite hasta lá lente de baja potencia, o pasar desde el
terreno de juego hasta la grada más' alta del estadio para contemplar un partido de futbol.
Amplias estructuras de forma y movimiento que habían quedado borradas al contemplar de
cerca la escena, se hicieron claras. Luego, la visión de cerca- se volvia más significativa
una vez que era posible también la visión a distancia.
Al parecer, tanto la visión de cerca como la visión a distancia son igualmente esenciales, y
el terapeuta familiar tiene que ser capaz de pasar de un modo de participación a otro, según
lo exijan las necesidades del momento. Es precisamente esta integración de los diferentes
puntos de vista, esta comunicabilidad fácil entre ellos, lo que el paciente mismo (y, en
grado significativo, los demás miembros de la familia también) no ha sido capaz de
adquirir. Para él, la cercanía emocional (o participación) a los demás miembros de la
familia ha significado: quedar enredado en una relacionalidad simbiótica cargada de
conflictos, y el zafarse de este estado ha sido equivalente al aislamiento e irrelacionalidad.
Debería advertirse toda la intensidad y fundamental ambivalencia de la reacción de la
familia (sin exceptuar al paciente) ante el terapeuta, como representantes de la realidad
extrafamiliar amenazadora. Los miem bros de la familia se esfuerzan inconscientemente
por convertirlo en ¡irexistente, psicológicamente, o bien por moldearlo en uno u otro papel
de objeto parcial (constantemente cambiante), es decir, en la personificación de una u otra
de sus imágenes de sí mismos reprimida. Si no pueden moldearlo de esta manera o
"borrarlo del mapa", los miembros de la familia pierden colectivamente su omnipotencia
fantástica. He descrito este moldeamiento como representación de una necesidad
fundamentalmente sana de ingerir un objeto materno sano, de identificarse primitivamente
con ella; pero en este caso, la !necesidad sana está siendo expresada -hasta el momento en
que una orientación predominantemente aborrecedora haya cedido su lugar a otra
primordialmente amorosa- con el objeto de mantener la fantasía infantil de grandiosidad, de
que no existe un mundo exterior duradero que no sea como plastilina en manos de las
necesidades y deseos de uno. Sin embargo, por otra parte, los miembros de la familia
necesitan desesperadamente que el terapeuta siga siendo sólido y entero, pues de otra
manera no podrán sanar y madurar. De manera que éste está irremediablemente expuesto a
los embates de la ambivalencia que la familia siente respecto de él.
Aparte de las dificultades inherentes a la terapia familiar, existe un factor de verdadera
contratransferencia en el hecho de que el terapeuta no ha resuelto adecuadamente, en su
propio análisis, aquellos conflictos personales sobre los que incide específicamente esta
clase de terapia. Como
550 Cap. 12 Tratamiento familiar a la psicoterapia de la esquizofrenia
Contratransferencia 551
insinué al principio, nuestro análisis de entrenamiento, orientado diádicamente, nos deja
característicamente con un reino de sentimiento orientado a la familia, comparativamente
inexplorado (reprimido), que tiende a hacer su aparición en forma de reacciones de
contratransferencia cuando tratamos de llevar a cabo la terapia familiar. Algunos artículos
sobre este último concepto parecen haber sido escritos en un estado de ánimo de infantil
regocijo, provocado porque el autor ha "descubierto algo" acerca de la familia del paciente;
existe una estrecha semejanza entre este tono emocional y el del estudiante de psicoanálisis
que, en fecha demasiado temprana de su análisis como para ver cara a cara sus sentimientos
de amor y pesar respecto de su madre y su padre con todo gusto presenta testimonios que
prueban la culpa que les toca a aquéllos en su psicopatología personal. Me imagino que la
no represión de nuestros sentimientos hacia nuestras familias, especialmente los de amor y
pesar, se ha ido quedando rezagada respecto de nuestra captación de los sentimientos que se
han formado dentro del contexto de dos personas, con nuestra madre o nuestro padre. La
fachada de "armonía" simbióticamente defensiva que prevalece en la familia del paciente
esquizofrénico, tiende a borrar tan poderosamente los sentimientos que tiene el participante,
de fidelidad, tragedia y nobleza genuinamente humanos, así como otros básicamente
positivos, que hace que sea extraordinariamente difícil también para el terapeuta percatarse
de tales ingredientes emocionales en las interacciones familiares; así pues, le corresponde
tanto más a él no contentarse con una catalogación de los aspectos negativos de la
relacionalidad de la familia, es decir, con una catalogación de su psicopatología. Le
incumbe el intento de darse cuenta de las luchas y tragedias familiares, fundamentalmente
humanas, en contra de las cuales la propia psicopatología de estos miembros de la familia
los está defendiendo
Siente uno tentación de burlarse de la lealtad tan cargada de hipocresía, por ejemplo, que
encontramos en estas familias; pero esto sugiere que aún no hemos analizado bien nuestros
propios sentimientos de pérdida temprana de los objetos buenos, con los cuales en otro
tiempo estuvimos tan profunda y simbióticamente ligados. Como he tratado de demostrar
en el primer tercio de este artículo, creo que, en general, tendemos a sobrestimar el grado
de verdadera relacionalidad de objeto que se trasluce en la familia, a causa de nuestra
necesidad de no darnos cuenta del grado en que la relacionalidad de objeto parcial
(simbiótica) predominó en nuestra propia familia de origen durante nuestra infancia, y el
grado en que ciertos introyectos de objeto parcial predominan aún dentro de nosotros
mismos. Es decir, bajaría mucho nuestra moral advertir hasta qué punto los miembros de
nuestra familia, en su conjunto,
reaccionaron frente a nosotros, no como si hubiesen estado frente a personas por derecho
propio, sino más bien ante la externalización de sus propios objetos buenos o malos, y en
qué rnedida nuestras reacciones ante ellos han sido de naturaleza comparable-mente
intrapsíquica. Hay tal grado de pérdida genuina vinculado a esta percepción, que tendemos
inconscientemente a perpetuar nuestra familia de origen, simbiótica, en el reino de nuestros
introyectos reprimidos. Hay que subrayar que no es tanto la pérdida de los miembros de
nuestra familia de origen, tomados como objetos separados e íntegros, de lo que de tal
manera nos estamos defendiendo, sino más bien de la pérdida de la simbiótica unicidad
familiar, tan carente de límites y fronteras, que todos sus miembros se consideran,
literalmente hablando, como si fuesen de un solo corazón, espíritu y alma.
Así pues, la naturaleza del ambiente terapéutico familiar tiende a evocar en nosotros
aquellos introyectos no integrados, que hasta ahora habían eludido su descubrimiento en
nuestro análisis diádico de entre namiento. Pero no se puede exagerar la efectividad con
que dicho ambiente tiende no sólo a evocar las reacciones de contratransferencia del
terapeuta, sino también a mantener borrosa la naturaleza de contratransferencia de aquéllas,
en vez de reacciones predominantemente de realidad. Los sentimientos inconscientes del
terapeuta pueden encontrar con demasiada facilidad una expresión sustitutiva de parte de
uno u otro miembro de la familia, ya que es de esta manera simbiótica como dichas
personas ingresan a la relacionalidad "interpersonal" y la mantienen. Por ejemplo, el papel
sutil de la hostilidad o los reproches inconscientes del terapeuta respecto de alguno de los
participantes en el drama familiar, propende a quedar perfectamente borrado por la
flagrante realidad de la hostilidad personificada por la madre o el padre, y por la actitud de
reproche que el paciente está manifestando respecto de ellos.
Me pregunto si en un ambiente en el que no existiese un conjunto de "blancos" tan bien
dispuestos, o aun ansiosos, para recibir los introyectos del terapeuta, no se sentiría él
amenazado de perder sus introyectos
y quedar, de tal manera, irremediablemente al margen de lo que está ocurriendo en la
sesión. Y, aunque los introyectos se experimentan subjetivamente como si estuviesen en
oposición a la identidad del ego, en vez de contribuir a la misma, contienen incrementos
significativos de identidad potencial o latente del ego; así pues, creo que esta sensación de
amenaza puede ser experimentada como un temor a perder el propio yo, la propia identidad.
Estos pensamientos, cuyo carácter altamente especulativo reconozco, parecen resultar
plausibles cuando piensa uno en lo aguda que es la sensación de aislamiento y ansiedad que
a veces experimenta en estos casos el terapeuta.
552 Cap. 12 Tratamiento familiar a la psicoterapia de la esquizofrenia
Observaciones finales553
Es conveniente indagar cuáles son las causas personales del interés que pueda uno tener
para efectuar terapia en este campo, pues cualesquiera necesidades personales no
reconocidas y manifestadas mediante acting outs tienen que ejercer una gran influencia en
nuestra "técnica". Por ejemplo, si el terapeuta no se percata de cuánto anhela participar en
la vida de la familia de origen, le resultará difícil zafarse de un papel, de participación
profunda y ocupar una posición de observador menos apasionado en los momentos en que
esto es lo indicado. Y de igual manera, experimentará una resistencia inconsciente a que la
familia desarrolle una relacionalidad cada vez más sana entre sus miembros, que él no
puede compartir biológicamente, análoga a la resistencia del terapeuta individual a que el
paciente sane y, de tal manera, lo pierda.
La bibliografía de este campo está abundantemente salpicada de ejemplos del terapeuta que
se impone la tarea de rescatar o proteger al paciente de uno o de ambos padres, sobre la
base de una evitación in consciente del papel de transferencia frente al paciente, los padres,
o ambos, de personificados de los "introyectos malos" de los miembros de esta familia. Una
auténtica transelaboración de las dificultades del paciente y de otros miembros de la
familia, requeriría que el terapeuta fuese capaz de soportar, durante todo el tiempo
requerido para tal proceso, que lo considerasen estas personas como encarnación de la
malignidad de la madre o el padre. Pero es engañosamente fácil verse a uno mismo como
salvador potencial, desprovisto por definición de hostilidad, y considerar al paciente como
una víctima de la hostilidad de los padres, exenta igualmente de odio. Así también, las
satisfacciones activas que produce el papel de buen padre (o buen hijo), si puede uno
seguirlo desempeñando, son realmente grandes. Por ejemplo, cuando un padre paranoide,
que comúnmente me consideraba en el grupo familiar como si fuese la personificación del
mal, durante un tiempo me vio de manera contrastante por completo y me dijo, sonriendo
benévolamente: "si usted es inocente, entonces es inocente"; yo me sentí simplemente
invadido por un sentimiento de pureza y de bondad benditos, que debió haber sido una de
las experiencias emocionales de una primera infancia cuyo recuerdo ahora se ha perdido
para siempre.
Las dramáticas confrontaciones "interpersonales" a que da lugar la terapia familiar,
propenden a borrar la visión del papel esencial que desempeñan tales introyectos. Burton
(1961) nos dice, acerca de la terapia de una mujer esquizofrénica:
... su mejoría no estuvo aparejada al crecimiento de su familia, la cual había realizado una
gran inversión emocional incconsciente en el mantenimiento de su enfermedad. En la
terapia familiar, por primera vez pudo presentarles a su padre y su esposo sus necesidades
de persona y señalar,
lógicamente, la parte que les correspondía en su enfermedad. En este momento, el esposo
habló de su ambivalencia en lo relativo a reanudar su vida con ella fuera del hospital, y
empezó a beber de nuevo...
De manera semejante, Jackson (1961) observa que
.. . quizá el aspecto más importante de la psicoterapia familiar sea que el paciente tiene que
ver a sus padres como personas reales...
Lo que quiero decir es que nos inclinamos demasiado a considerar tales confrontaciones
como si fuesen sucesos genuina y exclusivamente interpersonales, sin percatarnos del papel
etiológico esencial que desem
peñan los propios introyectos patógenos del paciente, proyectados aquí sobre el cónyuge o
los padres.
Parece evidente que, a fin de que el terapeuta trabaje eficazmente en la terapia familiar de
la esquizofrenia, su identidad como padre debe ser aceptable para él y estar tan bien
elaborada y establecida como su identidad de niño, pues de otra manera tenderá
indebidamente a identificarse demasiado con el paciente como hijo e, inconscientemente, a
vengarse (de los agravios de su propia infancia) en los padres del paciente. Aparentemente,
para satisfacer las necesidades terapéuticas de la familia, como estas cambian momento tras
momento, debe ser capaz de cambiar su identificación de manera fácil y fluida, y pasar del
hijo al padre y viceversa. Entiende uno aquí que, por más limitada que llegue a demostrarse
que resulta esta forma de terapia, como método terapéutico, uno de sus valores perdurables
nacerá de la madurez que exige, y por consiguiente fomenta en el terapeuta, madurez que
sólo podrá incrementar sus resultados terapéuticos en la psicoterapia individual también.
OBSERVACIONES FINALES
El entusiasmo que despierta en nosotros este nuevo y prometedor enfoque terapéutico de la
esquizofrenia, no debería hacernos olvidar que el paciente es, de manera característica e
independientemente de cuán grandes sean las contribuciones etiológicas de otros miembros
de la familia, el miembro de la misma que está más profundamente enfermo.'
Esta aseveración constituye un resumen preciso de mi propia experiencia clínica, la cual,
como reconocí al principio, se inclina considerablemente del lado de la terapia individual
con pacientes crónicamente esquizofrénicos, como explicaré con más detalle. Cuando
califico al paciente de ser el individuo característicamente más enfermo de la familia, hago
referencia a los respectivos funcionamientos del ego de los diversos miembros de aquélla,
considerados como individuos.
La validez de la anterior aseveración ha sido puesta en tela de juicio por personas que
cuentan con muchísima más experiencia que yo en la terapia familiar de
554 Cap. 12 Tratamiento familiar a la psicoterapia de la esquizofrenia
Observaciones finales
555
Así pues, aunque este nuevo campo pide a gritos una exploración vigorosa, no deberíamos
ingresar en él a manera de huída de la tarea de encarar en toda su profundidad la propia
psicopatología del paciente, de eludir, por ejemplo, la tremenda profundidad de su
hostilidad, desesperación, pesar y necesidad de dar y recibir amor, y la profundidad no
menor e impresionante en el mismo grado, por ejemplo, del amor y el odio ambivalentes de
uno mismo y, por consiguiente, de la desesperación en lo concerniente a él. Es demasiado
fácil llegar a convencerse, con él, de que su propia enfermedad está ahora resuelta
efectivamente y que el único problema que le resta consiste en la aflicción que le produce
su madre o padre maliciosos, de manera que, con sólo que se pueda arrastrar a éstos a la
situación terapéutica y se revele ante todos la magnitud de sus contribuciones respectivas,
este paciente fundamentalmente sano y amoroso podrá entonces funcionar de manera
correcta.
Es especialmente importante que nos demos cuenta de que estos problemas orientados a la
familia pueden ser transelaborados en la relación terapéutica individual, y de que tiene que
efectuarse dicho proceso para que el paciente alcance el nivel más profundo de integración
personal que se pueda. Es perfectamente posible que lleguemos a ver la terapia familiar
como el complemento más valioso de la terapia individual; pero dudo que pueda llegar a
reemplazar, en valor integrativo, la resolución del paciente en la relación de transferencia
con el terapeuta individual -independientemente de que esta relación sea ostensiblemente
diádicade sus conflictos intrapsíquicos, con referencia no sólo a alguna otra persona, sino a
todos los miembros de la familia simultáneamente. Es decir, tal como hemos visto que un
paciente puede formar una transferencia maternal adecuada a un terapeuta de sexo
masculino, y una transferencia paterna adecuada a un terapeuta femenino -es decir, sin que
en esta etapa de la terapia se requiera una transferencia a otro terapeuta del sexo opuesto-
como indica mi experiencia, la transferencia puede alcanzar la necesaria multiplicidad
también, aunque dirigida hacia el terapeuta, aun cuando a nivel biológico no sea más que
una sola persona. El paciente que puede encontrar a la madre, al padre y los hermanos en el
terapeuta, simultáneamente, y que puede, mediante identi
la esquizofrenia. Respeto su experiencia discrepante y a este respecto mucho mayor, y no
me resulta difícil creer que si se contase con la oportunidad de trabajar con un número de
familias que contuviesen al inicio del tratamiento a una persona joven, que en fecha
reciente hubiese comenzado a manifestar una esquizofrenia aguda, en tanto que alguno de
sus padres exhibiese, pongamos por caso, una esquizofrenia ambulatoria existente desde
tiempo atrás, entonces podríamos llegar a la conclusión de que el padre, tan a menudo
considerado como el "esquizofrénico", el hijo o la hija que en opinión del terapeuta
individual lleva la etiqueta de paciente, es quien, en resumidas cuentas, está más
gravemente afectado por la psicopatología, etc.
ficación con éste, transformar estas imágenes internas proyectadas en partes
verdaderamente integradas de sí mismo, se convierte por ello, creo yo, en un solo individuo
profundamente más integrado que el paciente cuya relación de transferencia se distrae y
dispersa sobre los diversos miembros reales de la familia de origen, en un enfoque de
terapia familiar exclusivamente.
El espacio de que dispongo me permitirá mencionar muy pocos de los ejemplos de
"transferencia familiar" que he llegado a descubrir en las relaciones de tratamiento
individual, y que me han convencido de que la terapia individual puede y debe extenderse
hasta este reino, y que la familia en su totalidad es la que se presenta en la escena de la
terapia individual y no se la debería traer a la misma como algo más que un adjunto para
nuestro enfoque sobre el individuo. Una mujer paranoide que se quejaba de mí con una
enfermera, le dijo: "¿quién demonios se cree que es? ino es mi padre ni mi madre!" Más
tarde, en el transcurso de una sesión, dijo: "usted, Edgardo, papá y Luisa...". Edgardo y
Luisa eran los nombres de dos de sus hermanos; en esta etapa de la terapia veía a todas las
demás personas, a mí, como personas múltiples, y en innumerables ocasiones representé
para ella, simultáneamente, a varios de los miembros de su familia de origen. Durante años
no había sido visitada por ninguno de sus tres hijos y negaba firmemente que los tuviese.
Me sentí desconcertado y desesperanzado en lo que respecta a la manera de salvar este
abismo tan grande en la vida real; pero mi preocupación se redujo a medida que comencé a
darme cuenta del grado en que lograba apreciarme en la transferencia, como si fuese alguno
de sus hijos, y al transelaborar en este ambiente su ansiedad, hostilidad, pesar, etc., respecto
de su hijo de cinco años, su hija de siete y su hijo de tres, que en la actualidad tienen varios
años más. Estos acontecimientos en su transferencia ayudaron enormemente a preparar el
camino para la reanudación de las relaciones con sus hijos en la vida real.
Un hombre hebefrénico vivió durante años en un mundo predominantemente alucinatorio.
Poco a poco, la calidad caótica, incoordinada, de este mundo "interpersonal" en el que
vivía, fue cobrando, con consistencia cada vez mayor, la identidad de su familia de origen;
pero todavía reaccionaba ante mí como si poseyese yo mucha menos sustancialidad de
carne y hueso que los miembros familiares de sus alucinaciones. A medida que el
tratamiento avanzó todavía más, sentí que ya no era simplemente un espectador en esta
escena familiar; estaba ahora ya la par de estas figuras alucinatorias, respecto "de las
cuales", más de una vez, había sentido celos a causa de la vivacidad de las interacciones del
paciente con ellas y las escasas migajas de reacción emocional que a mí me habían tocado.
Más tarde, me hizo saber que ahora yo era más im-
556 Cap. 12 Tratamiento familiar a la psicoterapia de la esquizofrenia
Referencias bibliogräficas
557
portante para él que estas alucinaciones, cuyo surgimiento en su mundo ya podía rastrearse
más fácilmente a las vicisitudes de la relación real e identificable entre él y yo. En cierta
ocasión en que estaba yo tratando de comprender qué opinión se formaba de mí, me explicó
en tono compasivo: "para mí, usted es un padre. Todos se han ido. Martín (el nombre del
paciente) se ha ido, Leonardo (un hermano muerto en Corea) también, y Esther (una
hermana que hacía tiempo se había ido a vivir a un país extranjero) ha hecho lo mismo;
usted es el único que queda". No puedo expresar con propiedad lo profundo y vivaz del
sentimiento de familia que contenían sus palabras, su transferencia a mí como la
personificación de su padre anciano y solitario, de quien esta visión era realmente
verdadera.
Una mujer hebrefrénica con la que actualmente estoy trabajando, se experimenta a sí misma
y a mi como sendas multitudes, y espero que habrá de pasar todavía mucho tiempo antes de
que la integración de su ego avance lo suficiente, como para que aparezca la transferencia
familiar comparativamente simple e identificable que presente alguna consistencia, como
ocurrió en el trabajo con el hombre del que hablé en el párrafo anterior. Por supuesto, estas
transferencias múltiples representan un gran esfuerzo para el terapeuta, porque lo amenazan
con la fragmentación de su ego (Searles, 1959b).
La exploración de la terapia familiar de la esquizofrenia enriquece y hace más vívido el
concepto que uno se forma también de la familia saludable. Supongo que, tal como en el
desarrollo individual del ego existe normalmente una fase simbiótica que cede su lugar más
tarde a la individualización, existe una fase simbiótica para la familia saludable, que, para
que la familia cumpla su destino sano y alcance éxito psicol6gicamente como familia, tiene
que dar lugar a la individualización efectiva de sus diversos participantes (o, en el caso de
los adultos, al ahondamiento de la misma). Es decir, los conspicuos fenómenos simbióticos
de objeto parcial y proyectado que uno descubre en la familia del paciente esquizofrénico,
tienen equivalentes menos cargados de confl`ctos en el desarrollo de la familia sana.
Cuando se le contempla en un determinado momento, la familia es un grupo de personas;
pero a lo largo de los años de su evolución, aquélla se nos presenta como un proceso de
indiz.idualixación a partir de la simbiosis.
Tal vez la forma más madura de interrelacionalidad entre los introyectos de la persona sana
pueda designarse idealmente con los términos "familia de introyectos", o relacionalidad de
familia entre sus introyec tos. Es notable que la familia esquizofrénica en su conjunto queda
privada, en comparación con otras familias, por su aislamiento y tal como le sucede al
paciente esquizofrénico, del conocimiento de relaciones fami
liares más sanas; y no parece ser adecuado emplear a una familia sana para satisfacer las
necesidades de identificación de otra familia trastornada. Pero en los casos afortunados en
que el terapeuta familiar ha madurado suficientemente, de manera que se ha alcanzado una
interrelacionalidad entre sus introyectos, la familia puede encontrar en él a la familia
saludable con la que anhela identificarse. En este sentido, puede constituir un puente que
ellos podrán atravesar para salir de su aislamiento, como familia, y penetrar en el mundo de
las familias más sanas que la rodean.
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Contraindicaciones e indicaciones de la terapia familiar, 182, 185, 338-375 Contrato
terapéutico, 127-128 Contratransferencia, 164, 238-239, 367370, -372, 376-396, 547-553
patrones de la, 381-390
resolución de la, 239, 372, 390-394, 395
véase también Terapia familiar, contratransferencia
563
564
índice analítico
índice analítico
565
Crecimiento, 33 resistencia al, 159 como amenaza., 108
véase también Individualización Cronógrafo de interacción, 496, 497, 503 "Cuestión", 400
Cuestionario familiar, 480 "Cultura terapéutica", 339
Chestnut Lodge Research Institute, 194, 524, 541
Chivo expiatorio, acción o fenómeno del, 86, 97, 145, 189, 204, 213, 219, 232, 294, 296,
472
"Darle por su lado" al paciente, 202 Defensa interpersonal, 511
Delineación bilateral de la identidad, 99 Delirio y la familia, 335
Desarrollo de la personalidad, 103, 104 Deserción, tasa de, 184 Desindividualización, 141,
475
familiar, 141 Despersonalización, 62 psicopática, 70 Deterioro de los padres, trasmisión
del, 26
;
, , ,
510
I)isputas entre los padres, 78, 121, 133, 145, 148, 198
Distanciamiento errático, 350-352 fijo, 352-355
Distorsiones de la transferencia, 72, 236, 240; véase también Terapia familiar, transferencia
en la,
Divorcio, 229, 509, 528 emocional, 31, 42, 191, 266 Doble ligadura, situación de, 39-40,
48, 88, 89, 145, 158, 211, 212, 238, 354, 407, 423, 478
del terapeuta, 387 Dominio
pasivo receptivo, concepto de, 76 "Dozens" (juego), 451
Eastern Pennsylvania Psychiatric Institute, 118, 419, 421, 463
Elección de pareja, 224-225, 508
Ego
familiar, 199 fusión del, 262 integración del, 546 lagunas en el, 124 límites del, 141, 534
psicología del, 64
teoría de la autonomía del, 64 teóricos del, 24
y fenomenología existencial, 58-60 Egos, masa de, 141, 263, 284, 511 Emocional,
divorcio, 31-42, 191, 266
enfermedad, teoría familiar de la, 263 fusión, 262, 265, 266
madurez, prueba de la, 227 unicidad, 262, 264 Enamorado, estar, 225-226 Enfermedad,
concepto de, 274-281, 288 Enfoque de cuestionarios, 466, 480 Enfoques psicoterapéuticos
diádico y de
conjunto, 174-175 Enmascaramiento, 406 "Ensalada de personas", 378, 382, 393 Entrevista
textual, 306-333 Envolvimiento,
véase también Hipótesis de las tres de la familia y psicosis, 129-161
generaciones psicótico, 165
Diada, como diálogo, 73 EPPI véase Eastern Pennsylvania Psychia
problemas de la, 196 Síndrome de "no puede vivir contigo, ni Terapia de grupo,
véase Psicoterapia de 358
pruebas de la, 305
social, concepto de, 59 sin ti", 227 grupo Terapia individual, como
Terapia familiar 365 preparación,
Síndrome de yoyo, 189 Síntomas, cambio de, 234 Sistema de papeles, fijación del, 153
Sistema familiar
introyección del, 196-197, 542 patología del, 152
Sistemas
de categorías para el observador, 501 de reglas familiares, 187, 510
Sistemas familiares, 85-100, 186-187, 516 amorfos, 92, 93, 94
patológicos, 30 patrones de los, 44 simbióticos, 86
Small Groups: Studies in Social Interaction, 468
Sobreprotección materna, 25 Solidaridad familiar, 482 Subsistemas familiares, 210-211,
233, 360361
Superego y lagunas del superego, 95, 107 Supervisión, 39'2
Tarjetas IBM, 503 TAT, 487
Tavistock Clinic (Londres), 398 Técnica de las referencias reveladas, 472, 480, 482, 492
Técnicas de no envolvimiento, 242 Tender las the Night, 448 Teoría
de la personalidad, 57, 195
dialéctica de la relacionalidad, 57, 5864
familiar en comparación con la teoría individual, 260-263, 273
Terapeuta
capacidad de control del, 371 como consultor transitorio, 239 entrenamiento del, 372
véase también Equipo de coterapia; Equipo terapéutico
función del terapeuta de establecer límites, 371
identificación con el paciente, 171, 387388
interés sostenido del, 370 papel del, 46, 48, 305
características de la, 339, 341
cambio en la familia, 128, 150, 215, 221-222, 244, 247-248
clases de terapeutas disponibles, 336, 369
como influencia perturbadora, 251-252 como proceso, 116-178
connotaciones más amplias de la, 253 constelación familiar en, 356-361 contratransferencia
en la, 236-239, 376396
resolución de la, 239, 271, 394 con un miembro, 264 dependencia de la, 245
etapas en el desarrollo de la, 224 evaluación de la, 246-254 exploratoria; véase Terapia
familiar fase de conexión, 382-384
fase de desprendimiento, 389-390 fase de envolvimientos, 384-389 fase del proceso
psicoterapéutico, 163167, 362-366
fases iniciales de la, 197-204 fases intermedias, 205-216 fases terminales, 234-246
fundamentos de la, 162-168, 185-197 "hermano sano" en, 231-235
hiatos en la, 245
indicaciones y contraindicaciones, 175176, 338-375
lucha por la identidad en la, 454, 460 metas de la, 162-168, 248
presencia de los hijos en la, 219, 220 principios y técnicas, 48-49, 245-256, 282-288
resistencias en la, 162-168, 186-197 riesgos de la, 373
técnicas, véase Terapia familiar, principios y técnicas,
técnicas activas, 208
transferencia en la, 42, 66, 236-239, 555
y manifestaciones esquizofrénicas secundarias, 292
en el hogar del paciente, 43
Terapia múltiple, 393; véase también Equipo de coterapia
Terminación, 215, 234, 253 amenaza de, 234, 235 Tests
de interacción, 505 proyectivos, 505, 508 Psicológicos, 281, 505-508 Tiempo, muestreo de,
501-503 Transferencia, 43, 164-165, 167, 236-239, 456
en la terapia familiar, 42, 66, 238, 455 véase también Terapia familiar, Transferencia en la
Transpersonal, patología, 403, 512-513 Trastorno del pensamiento transaccional, 350
Trastornos egosintónicos del carácter, 350 sintónicos familiares, 371
Trastornos de los impulsos, 64 y acting out, 123
Tres generaciones, hipótesis y proceso de la6s, 32, 41, 47, 48, 135, 146, 189, Tres personas,
grupo de, 472
Tríada interdependiente, 282 Triádico, 268, 269, 270, 271, 272 Tunes of Glory (película),
449
Unidad interaccional de dos generaciones, 379
"Valla de hule", 540-541
Wechsler-Bellevue, tests de, 505
Yo
diferenciación del, 264, 266, 282-284 y otro, 59, 112, 141
Yo de los niños, imágenes del, 75
Esta obra se terminó de imprimir el día 10 de junio de 1976, en los talleres de Litográfica
Cultural Mexicana, S. A., Centeno 590, Col Granjas México, México 8, D. F.
Se tiraron 3 000 ejemplares más sobrantes de reposición
En el capítulo 5 se indica cómo la sociedad, la práctica en el hospital, la estructura médica y
las leyes que gobiernan la enfermedad mental "encajan en el proceso de proyección
familiar".
El capítulo 6 demuestra la interpretación intuitiva e imaginativa del tratamiento de una
familia; el 7 especifica la cuestión práctica de las indicaciones y las contraindicaciones de
la terapia familiar, y el 8 desarrolla un enfoque verdadero basado en experiencias del
proceso terapéutico, tanto individual como familiar. Aquí se demuestra además la compleja
relación recíproca entre los aspectos personales y profesionales de la terapia. El capítulo 9
introduce el concepto "mistificación" en el estudio de los patrones de comunicación
patógena en las familias; señala cómo los miembros de una familia manipulan, confunden y
ejercen poder, unos sobre otros, a través de comunicaciones mistificadoras.
El capítulo 10 explica lo que es "lucha por la identidad"; integra los conceptos
psicoanalítico-psiquiátrico y antropológico de identidad, y destaca las implicaciones
culturales de la lucha por la identidad.
El capítulo 11 ausculta aquellos problemas, que ofrece la investigación sistemática de la
dinámica familiar y revisa la contribución de la disciplina del grupo pequeño; evalúa
críticamente los estudios sistemáticos de la unidad familiar y concentra la atención en los
problemas metodológicos de la medición en la interacción familiar.
El capítulo 12 analiza la distinción entre los procesos intrapsíquicos y los interpersonales y
remarca lo que es la cuestión teórica fundamental de la
Terapia familiar intensiva representa
el trabajo de eminentes especialistas en el área respectiva. Ivan Boszormenyi-Nagy y James
L. Framo son los directores y colaboradores; los artículos
de diversos autores, constituyen lo más selecto dentro de la especialidad. La intención de
los directores es que este volumen
trasmita experiencias clínicas y proyecte puntos de vista conceptuales
de la terapia familiar intensiva. Problemas como la resistencia, las relaciones
matrimoniales, las relaciones de un equipo de terapia, la lucha por la identidad, etcétera, se
analizan aquí concienzudamente.