Diccionario Criminalistica
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Introducción
CAPÍTULO I
1. Principios rectores de la política agraria colonial
CONCLUSIONES
RECOMENDACIONES
BIBLIOGRAFÍA
INTRODUCCIÓN
La explicación de la situación actual de la sociedad guatemalteca en general, es incuestionable
que se encuentra en su pasado histórico de carácter colonial, cuando originalmente se ve sometida a
su proceso de conquista o invasión armada, dando lugar por parte del conquistador, a diferencia de
otras regiones de América, a la apropiación violenta a que se somete a la principal fuente de valor
encontrada, es decir la fuerza de trabajo del nativo, al mismo tiempo que se origina un vasto proceso
de expropiación y acumulación de tierras que provoca, en primera instancia, la parcial desvinculación
de aquellos de su principal medio de producción: la tierra
El problema agrario es necesario enfrentarlo decisivamente a pesar de ser un tema delicado, porque
atenta contra la clase que tiene el poder económico, es decir afecta a los intereses de clase. Es urgente
entonces reestructurar la forma de tenencia de la tierra y crear mecanismos efectivos para aprovechar
al máximo su potencial productivo y que esto coadyuve a aliviar la situación paupérrima que viven más
de la mayoría de conciudadanos en el interior de la República. El presente trabajo pretende ser un
aporte teórico para el estudio que se haga para poder distribuir o redistribuir la tierra de una forma justa
y equitativa con énfasis social y dársela a quien la trabaja, creo que con el análisis del Decreto 900 del
Presidente Jacobo Arbenz Guzmán se sentaron las bases de una reforma agraria que dio sus frutos y
ayudo a la mayoría de los campesinos sin tierra, teniendo esto de base, más los aportes de las
organizaciones campesinas en materia agraria. Por lo anterior creo que teóricamente habrá un
planteamiento en beneficio de la inmensa mayoría campesina e indígena desposeída.
El objetivo general del presente trabajo, es que este sirva como un aporte teórico al problema en el
agro guatemalteco, que se reconozca la importancia que tiene la propiedad en función social de la
tierra, puesto que la historia nos ha demostrado que los grandes terratenientes solamente acapararon
los grandes latifundios y con esto ellos y sus familias se hicieron ricos y los indígenas y campesinos
más pobres.
En relación al contenido de la presente tesis, se contempla en primera instancia partir de los rasgos
más significativos de la política agraria colonial que a mi criterio es la base del latifundio, en el capítulo
uno se fundamenta la argumentación científica, jurídica de la misma. En el segundo capítulo se hace
un análisis histórico desde la época prerrevolucionaria, revolucionaria, el Decreto 900 y de la caída del
misma revolución. Posteriormente el surgimiento del conflicto armado interno, los acuerdos de paz, se
analiza también las instituciones gubernamentales afines al tema y por ultimo las propuestas de
organizaciones campesinas como lo es la propuesta de Reforma Agraria Integral.
CAPÍTULO I
Algunos estudiosos de las leyes y de las instituciones indianas han insistido en que la legislación de
Indias tuvo un carácter marcadamente casuista, vale decir que estuvo enderezada a resolver casos y
problemas surgidos en determinados lugares y tiempos, y que, por tal motivo, fue una legislación
caprichosa y des-provista de unidad sistemática. Esa es una verdad de superficie, que
desafortunadamente encubre importantes hechos de fondo. Las leyes que emite un Estado cualquiera
son, en una u otra forma, expresión jurídica de los intereses de las clases dominantes a quienes ese
Estado representa; y como entre tales intereses tiene que haber necesariamente algunos que sean
principales y permanentes, de ahí que toda legislación, por muy casuista que sea, deba estar regida
por ciertos principios fundamentales que le confieren unidad interna. La legislación indiana se formó
principalmente es cierto con un caudal de Reales Cédulas que le buscaban solución a problemas muy
concretos y hasta circunstanciales, pero ese cúmulo de disposiciones, ordenadas oportunamente en
una Recopilación, integraron y ponen a la vista un cuerpo de Derecho bastante coherente.
Por lo que hace a la tierra, el estudio atento de las fuentes coloniales guatemaltecas permite descubrir
los lineamientos de una política agraria perfectamente definida. Es más: pueden señalarse con cierta
precisión los cinco principios que configuraron aquella política, todos emanados de intereses
económicos que la propia documentación no oculta. Cuatro de esos principios hallaron expresión en
las leyes coloniales de tierras; el otro es revelado por documentos de diversa naturaleza. Vamos a
referirnos principalmente a la legislación, pues, sin atribuirle fuerza de factor determinante que nunca
la tiene, sino como expresión de intereses económicos.
Con base en el principio anterior, el Estado español desarrolló un segundo principio de su política
agraria en Indias: lo llamaremos el Principio de la Tierra como Aliciente, porque eso fue en realidad.
Varios autores han señalado que la corona española, imposibilitada para sufragar las expediciones de
conquista como empresas estatales, las estimuló como empresas privadas con el aliciente de ofrecerles
a los conquistadores una serie de ventajas económicas en las provincias que conquistasen. Agregamos
nosotros que en la región centroamericana, territorio pobre en metales preciosos, la concesión de
tierras y de control sobre los indios, fueron los principales alicientes empleados en aquel período. Con
diáfana claridad 1o manifiesta la Real Cédula de Fernando el Católico, fechada en Valladolid el 18 de
junio de 1513 incorporada después a la Recopilación de Leyes de Indias “Porque nuestros vasallos se
alienten al descubrimiento y población de las Indias, y puedan vivir con la comodidad, y conveniencia,
que deseamos: Es nuestra voluntad, que se puedan repartir y repartan casas, solares, tierras,
caballerías, y peonías a todos los que fueren a poblar tierras nuevas en los Pueblos y Lugares, que por
el Gobernador de la nueva población les fueren señalados, haciendo distinción entre escuderos, y
peones, y los que fueren de menos grado y merecimiento, y los aumenten y mejoren atenta la calidad
de sus servicios, para que cuiden de la labranza y crianza; y habiendo hecho en ellas su morada y
labor, y residido en aquellos Pueblos cuatro años, les concedemos facultad, para que de allí adelante
los puedan vender, y hacer de ellos a su voluntad libremente, como cosa suya propia; y asimismo
conforme a su calidad, el Gobernador o quien tuviere nuestra facultad, les encomiende los Indios en el
repartimiento que hiciere, para que gocen de sus aprovechamientos y demoras, en conformidad a las
tasas, y de lo que está ordenado”.Etc
Para que ese estímulo diera los resultados apetecidos, la corona tenía que mostrar mucha
magnanimidad en la cesión de tierras, pues hubiera sido desastroso que se propagara la noticia de que
los conquistadores no estaban siendo debidamente premiados por su inversión, ni los primeros
pobladores por su decisión de trasladarse a las colonias recientes. El rey ofrecía y cedía nótese este
detalle importante una riqueza que no había poseído nunca antes del momento de cederla. Los
conquistadores salían a conquistar unas tierras con autorización, en nombre y bajo el control de la
monarquía; y la monarquía los premiaba cediéndoles trozos de esas mismas tierras y sus habitantes.
Les pagaba, pues, con lo que ellos le 4 arrebataban a los nativos y con los nativos mismos. Y como
cedía algo que no le había pertenecido antes de cederlo, podía cederlo en grandes cantidades. Las
actas del primer cabildo de la ciudad de Santiago de Guatemala, desde el día siguiente al asiento de
la ciudad, muestran un cuadro muy animado de los conquistadores repartiéndose las tierras entre sí,
en grandes extensiones, con base en la autorización que para ello tenía el jefe de la expedición,
Alvarado, y las personas en quienes delegó dicha facultad en sus ausencias.
Este principio político —la tierra como aliciente—, determinado por la necesidad de expandir y
consolidar un imperio sin hacer gastos, a expensas de los conquistados, fue a su vez un punto de
partida del latifundismo. Las tierras cedidas a los conquistadores y primeros pobladores, solicitadas por
ellos en extensiones que la corona no podía valorar por desconocimiento de lo que cedía, fueron los
primeros latifundios coloniales —susceptibles de ser ulteriormente ampliados, como se verá adelante—
.
Resta decir que ese principio, segundo de nuestra serie, operó de manera profunda y decisiva en la
etapa de conquista y colonización intensiva, a lo largo, del siglo XVI. En los siglos subsiguientes
continuó actuando de manera atenuada, porque la posibilidad de adquirir tierra por merced real siguió
siendo un incitante de la inmigración española a Indias.
Perdió la fuerza y el sentido de la primera etapa, eso sí, por motivos que se desprenden de lo que se
verá en seguida.
Finalizando el siglo XVI, dos generaciones de colonizadores españoles habían echado raíces en las
colonias. Habían erigido ciudades, tenían tierras en abundancia, disponían del trabajo forzado de lo
indios, muchos de ellos tenían encomiendas, habían fundado familias y tenían descendientes criollos.
Afianzado el imperio por obra de la colonización y de la toma efectiva del poder local por las autoridades
peninsulares, el principio político de la tierra como aliciente perdió su sentido original y siguió actuando
en forma atenuada. A tono con la nueva situación, la monarquía se halló en condiciones de aplicar con
provecho un nuevo principio:
Veamos.
La incitación del período anterior a pedir y obtener tierras había dado lugar a muchas extralimitaciones.
En aquel período convenía tolerarlas, pero medio siglo más tarde se convirtieron en motivo de
reclamaciones y de “composiciones”. La monarquía comenzó a dictar órdenes encaminadas a que
todos los propietarios de tierras presentaran sus títulos. Las propiedades rústicas serían medidas para
comprobar si se ajustaban a las dimensiones autorizadas en aquellos documentos. En todos los casos
en que se comprobara que había habido usurpación de tierras realengas el rey se avenía a cederlas
legalmente si los usurpadores aceptaban pagar una suma de dinero por concepto de “composición”.
En caso contrario, era preciso desalojarlas para que el rey pudiera disponer de ellas.
En 1591 fueron despachadas por Felipe II las dos Cédulas que definitivamente pusieron en vigencia el
principio de la composición de tierras en el reino de Guatemala —y parece que lo mismo ocurrió en
todas las colonias en ese año—. Es del mayor interés la lectura cuidadosa de unos fragmentos de
dichas Cédulas, ya que ilustran de manera inmejorable los criterios que presidieron el principio de
composición de tierras desde sus inicios. Las dos Reales Cédulas son de la misma fecha (1o. de
Noviembre de 1591) y en la primera se leen los siguientes conceptos: “El Rey. Mi Presidente de mi
Audiencia Real de Guatemala. Por haber yo sucedido enteramente en el Señorío que tuvieron en las
Indias los Seriares que fueron de ellas (se refiere a los nativos conquistados, S.M.), es de mi patrimonio
y corona real el Señorío de los baldíos, suelo y tierra de ellos que no estuviere concedido por los
Señores Reyes mis predecesores o por mi o en su nombre y en el mío con poderes especiales que
hubiéremos dado para ello; y dunque yo he tenido y tengo voluntad de hacer merced y repartir el suelo
justamente (. . .) la confusión y exceso que ha habido en esto por culpa u omisión de mis Virreyes,
Audiencias y Gobernadores pasados, que han consentido que unos con ocasión que tienen de la
merced de algunas tierras se hayan entrado en otras muchas sin título (...) (lo cual) es causa que se
hayan ocupado la mejor y la mayor parte de toda la tierra, sin que los concejos (se refiere a los
municipios de los pueblos, S.M.) e indios tengan lo que necesariamente han menester (. . .); habiéndose
visto y considerado todo lo susodicho en mi Real consejo de las Indias y consultándose conmigo, ha
parecido que conviene que toda la tierra que se posee sin justos y verdaderos títulos se me restituya,
según y como me pertenece. . . “, y por ese tenor continúa la Cédula ordenando que todas las tierras
usurpadas le sean devueltas al rey.
Parecería, a primera vista, que la usurpación de tierras, su apropiación ilegal y subrepticia, sufría un
rudo golpe con aquella categórica disposición real. Pero estaba ocurriendo precisamente lo contrario:
se estaban poniendo las bases para que la usurpación se convirtiera en un procedimiento normal para
apropiarse la tierra y una de las principales modalidades de la formación de latifundios.
No se piense que todo ello ocurrió a despecho de la voluntad de los reyes; fue un fenómeno promovido
hábilmente por la política económica de la monarquía.
La Cédula que hemos citado ordena recuperar para el rey todas las tierras ocupadas sin títulos. No
ofrece ninguna posibilidad de retenerlas con base en arreglos. Es una orden tajante. Pero en la segunda
Cédula de esa misma fecha se le dice al Presidente que, no obstante lo ordenado en la anterior, se
puede entrar en arreglos con los usurpadores si éstos se muestran dispuestos a pagar lo “justo y
razonable”. Leamos sus renglones medulares: “Por otra Cédula mía de la fecha de ésta os ordeno que
me hagáis restituir todas las tierras que cualesquiera personas tienen y poseen en esa Provincia sin
justo y legítimo título” — dice el monarca, pero seguidamente agrega que: —“... por algunas justas
causas y consideraciones, y principalmente por hacer merced a mis vasallos, he tenido y tengo por bien
que sean admitidos a alguna acomodada composición, para que sirviéndome con lo que fuere justo
para fundar y poner en la mar una gruesa armada para asegurar estos Reynos y esos, y las flotas que
van y vienen de ellos (… ) se les confirme las tierras y viñas que poseen, y por la presente, con acuerdo
y parecer de mi Consejo Real de las Indias, os doy poder, comisión y facultad para que, reservando
ante todas cosas lo que os pareciere necesario para plazas, ejidos, propios, pastos y baldíos de los
lugares y concejos (se refiere otra vez a los municipios de los pueblos, S.M.), así( por lo que toca al
estado presente como al porvenir del aumento y crecimiento que puede tener cada uno, y a los indios
lo que hubieren menester para hacer sus sementeras, labores, y crianzas, todo lo demás lo podáis
componer, y sirviéndome los poseedores de las dichas tierras (. . .) que tienen y poseen sin justo y
legítimo título, se las podáis confirmar y darles de nuevo título de ellos (la expresión “de nuevo” no
significaba en aquel léxico “otra vez”, sino “por primera vez, como cosa que antes no había ocurrido”,
SM.) (...) y en caso que algunas personas rehusaren y no quisieren la dicha composición, procederéis
contra los tales conforme a derecho en virtud de la dicha mi real cédula.
“Sería ingenuo suponer que las dos Cédulas de aquel día se contradicen, o que pudo incluirse el
contenido de ambas en una sola, ya que tratan del mismo asunto. No se contradicen sino que se
complementan; y el hecho de poner la orden de restitución en un documento y la oferta de composición
en otro aparte, obedecía al propósito de no restarle fuerza legal a la primera y aumentar así el atractivo
de la segunda. Porque lo que la corona quería no era que le devolvieran las tierras usurpadas, sino que
no se las devolvieran; quería la composición, necesitaba el dinero.
Es interesante observar que en la etapa en que privó el principio de la tierra como aliciente, la corona
puso ciertas condiciones al hacer merced de la tierra: había que radicar en ella y cultivarla durante un
determinado tiempo antes de obtener la confirmación de su plena posesión —según se leyó en la
famosa Cédula del rey católico que hemos citado unas páginas atrás—. Pasada aquella corta y decisiva
etapa, privando ahora el principio de la tierra como fuente de ingresos para la monarquía,
desaparecieron totalmente aquellos requisitos: los terrenos realengos usurpados podían titularse por
vía de composición “... estando o no pob1ados, cultivados o labrados…”
La composición de tierras fue un mecanismo creado en la última década del siglo XVI ingresó como un
tema permanente en la Recopilación de Leyes de Indias; estuvo causándole ingresos a la corona
durante todo el período colonial;’ y fue un importante renglón de la Real Hacienda en el reino de
Guatemala hasta pocos años antes de la Independencia. Dicho lo mismo de otro modo: la usurpación
de tierras se practicó desde el siglo XVI con base en la liberalidad de las concesiones originales y en
el descontrol de la primera etapa colonizadora. En la última década de ese siglo fue instituido el sistema
de composiciones, el cual no vino a frenar la usurpación —porque no era su finalidad— sino a
convertirla en un procedimiento normal para adquirir tierras y ensanchar los latifundios con
desembolsos moderados. Al normar la composición, las leyes sistematizaron la usurpación de tierras
para todo el período colonial.
No hay negocio que más prospere, que aquel en que los dos tratantes salen beneficiados. El
procedimiento usurpación-composición beneficiaba a la corona con una- recaudación constante, y
favorecía a los terratenientes dándoles facilidades para ensanchar sus propiedades. En las
instrucciones que los Presidentes le daban a los comisionados de hacer remedidas y composiciones
de tierras, se les recomienda, entre otras cosas, regatear en torno al precio de la tierra, pujar para arriba
con el fin de que “...siempre lo que se hiciere sea en aumento del haber...“y naturalmente preferir
siempre una composición baja antes que una devolución de tierras sin provecho alguno para el “real
haber”. La consigna era no permitir el fracaso de la composición.
A mediados del siglo XVIII una importante Cédula le dictó nueva forma a la administración del ramo de
tierras, y dispuso que los Subdelegados percibieran el dos por ciento de las ventas y composiciones
que se 8 realizaran bajo su dirección. Tenemos allí, pues, un nuevo factor favorable al proceso
usurpación-composición, puesto que la concesión del citado estipendio a favor de los Subdelegados
era una disposición incitante y mañosa: por una parte, inducía a los Subdelegados a procurar precios
altos en las composiciones —que elevarían el estipendio a recibir—, pero al mismo tiempo los inducía
a realizar composiciones a cualquier precio antes que malograrlas —más valía pájaro en mano que
ciento volando—.
No hace falta demostrar que el resorte fundamental del mecanismo que estamos señalando se hallaba
en la necesidad de numerario que eran achaque crónico de la monarquía española. Y resulta harto
comprensible que buscara provechos en la concesión barata de tierras que de otro modo no le rendían
ningún beneficio —sin reparar, claro está, en consecuencias históricas como el latifundismo, que no la
afectaban ni tenía por qué preverlas—. Desde el punto de vista de la corona, la composición fue un
recurso económico inteligente. Usurpar tierras realengas y comprarlas después, fue el procedimiento
normal para comprar tierras al rey a precios favorables.
El cuarto principio de la política agraria colonial fue la reservación de las Tierras Comunales de Indios.
Al hacerse la gran organización definitiva de las colonias a mediados del siglo XVI, fueron creados los
pueblos de indios —completamente distintos de los poblados prehispánicos, que fueron desmantelados
para crear estas nuevas concentraciones—.Todos los pueblos de indios fueron dotados desde su
creación con dos clases de tierras: las llamadas ejidos—también “de pastos y ejidos” o “montes y
pastos”—, y las llamadas tierras comunales—también “comunes de labranza”, “de sementera” o “de
labranza y sementera”—. Los ejidos eran la tierra indispensable y de uso común en derredor del pueblo:
tierra y montes para recolectar madera y otros materiales de construcción, madera y hojas secas para
combustible, espacios para exponer al aire y al sol hilos y telas, y también para soltar algunos animales
de propiedad particular a fin de que pacieran en ellas. La ley establecía que la extensión de los ejidos
debía calcularse representándose dos líneas rectas que se cruzaran en el centro del pueblo —la fuente
de la plaza, si la había— cada una de las cuales debía tener una legua de longitud, o sea media legua
desde el centro del pueblo. Se suponía que el área encerrada entre los cuatro extremos de esas líneas
podía considerarse como ejido de un pueblo, pero esa norma era muy flexible y sufrió toda clase de
violaciones.
Las tierras comunales se extendían normalmente en los alrededores del pueblo más allá de los ejidos.
(Aunque también hubo tierras comunales situadas a considerables distancias de los pueblos). Su
extensión era variable, se suponía que había tierra suficiente para que cada familia pudiera recibir una
parcela y cultivarla en forma individual. Al final de la colonia, sin embargo, había pueblos que tenían
mucha más tierra de la que necesitaban, y otros que carecían de la necesaria. Los primeros solían
arrendarla a los segundos, y más comúnmente a ladinos pobres totalmente desprovistos de tierra. Las
tierras comunales eran administradas por el Cabildo o Ayuntamiento indígena. A partir de la dotación
original, muchos pueblos ampliaron sus tierras, bien solicitándola por merced, o bien, en muchos casos,
titulándolas por composición después de haber entrado en su uso por impulso de la necesidad. Para
estas composiciones, y para otras compras eventuales de tierras del común, los Cabildos echaban
mano del fondo llamado de comunidad (cajas de comunidad), integrado con ciertas contribuciones
municipales entre las que figuraba, de manera principal, cierta cantidad de trabajo en las mismas tierras
del pueblo. A ello se debe que, ocasionalmente, los documentos hagan distinción entre las tierras
comunales o de sementera y las de comunidad, dándole este segundo nombre a las adquiridas con
fondos de comunidad. Debe indicarse, empero, que hubo mucho descuido en la denominación de las
tierras de indios, y que fue incluso corriente llamar ejidos al conjunto de dichas tierras, englobando las
ejidales y las comunales. Fueron, como ya se dijo, dos tipos de tierra distintos.
Además de los ejidos y tierras comunales, hubo tierras que pertenecieron a ciertos indios en forma
particular. La estructura colonial propició la existencia de pequeñas camarillas de indios no serviles en
los pueblos; indios “nobles” que no tributaban ni acudían al trabajo obligatorio (repartimiento) y que
estaban incorporados al aparato de autoridad y de explotación. Dentro de esas facciones cabildescas
hubo indios ricos que dispusieron de medios económicos para componer tierras de su propiedad.
También hubo en los pueblos minorías de mestizos que llegaron a poseerlas propias en modesta
cantidad. La mediana y pequeña propiedad rústica existió, pues, en el cuadro agrario colonial, pero fue
una realidad muy limitada. El panorama del agro durante la colonia estuvo predominantemente formado
por latifundios y tierras comunales. (El cuadro de latifundios y minifundios, que compendia el problema
agrario de nuestro tiempo, no es colonial. Entre aquél y éste hay que situar la transformación agraria
realizada por la reforma cafetalera en el último tercio del siglo pasado: desmantelamiento de la
estructura colonial de los pueblos, supresión casi total de las tierras comunales, incremento de las
rancherías con introducción de indios en ellas, multiplicación en gran escala de la pequeña propiedad
agraria en manos de mestizos, y violenta elevación del número de empresas agrícolas grandes o nuevo
latifundios cafetaleros.)
En unas instrucciones dadas por el Presidente de la Audiencia Don Alonso Criado de Castilla, en 1598,
le encarga al comisionado que antes de entrar a composición con un particular “... hará información de
la cantidad que será menester para los pueblos de indios comarcanos —y agrega— (. . .) de las tierras
de que tuvieren necesidad para sus milpas, pastos, dehesas, potreros y otras granjerías y ejidos, y todo
lo demás que viere que los Pueblos de los dichos naturales hubieren menester, y eso les dejará y otro
tanto más, de manera que siempre procure que los indios queden contentos y no agraviados... “Más
adelante vuelve a referirse a las tierras de indios, diciéndole que: “. . . Las tierras para milpas, pastos,
dehesas, potreros y ejidos que los indios en particular y las Comunidades de los tales pueblos tuvieren
y poseyeren, se las deje y no trate de ello en manera ninguna… “ Ciento cincuenta años más tarde, en
la Cédula de 1754 que reorganizó el ramo de tierras, se incluyen renglones que vuelven a recomendar
mucha templanza en la composición con indios particulares, y la más amplia tolerancia con las tierras
comunales; “...pues por lo tocan te a las de comunidad y las que les están concedidas a sus pueblos
para pastos y ejidos, no se ha de hacer novedad, manteniéndolos en la posesión de ellas y
reintegrándoles en las que se les hubieren usurpado, concediéndoles mayor extensión en ellas según
la exigencia de la población”.
Esas recomendaciones reflejan con fidelidad la política de la corona frente al problema de las tierras
de los pueblos. No es que estemos tomando cándidamente las leyes como realidades; una
documentación amplia, ajena al texto legal, demuestra que la preservación de las tierras de indios fue
efectivamente un principio de la política agraria colonial. Y ello no tiene nada de sorprendente. La
organización de los pueblos de indios —que fueron la pieza clave de la estructura económica de la
colonia exigía la existencia de unas tierras en que los indígenas pudieran trabajar para sustentarse,
para tributar, y para estar en condiciones de ir a trabajar en forma casi gratuita a las haciendas y labores
y a otras empresas de los grupos dominantes. Se trata, pues, de un principio permanente y fundamental
de la política agraria de la colonia, porque enraizaba en un interés económico también fundamental y
permanente de la monarquía. Para que los indios permanecieran en sus pueblos, controlados para la
tributación y pera el trabajo forzado, era indispensable que tuvieran allí unas tierras suficientes, que no
tuvieran que ir a buscarlas a otra parte.
De los cinco principios que nos proponemos señalar, éste es el único que no operó como factor de
desarrollo de los latifundios. Su importancia es en todo caso extraordinaria, y no puede faltar en una
exposición sistemática de la política agraria de aquel largo período.
Los cuatro principios señalados hasta aquí - el señorío de la corona sobre la tierra de las provincias, la
tierra como aliciente de la conquista y la colonización, la tierra como fuente de ingresos para la
monarquía, y la preservación de las tierras de indios-, todos ellos tienen clara formulación en las leyes
y aparecen ampliamente ilustrados en sus pormenores en documentos coloniales de muy diversa
índole.
El quinto principio —último de nuestra serie— no se desprende de las leyes en ninguna forma, y antes
bien, si nos atuviéramos a ellas, pasaría totalmente inadvertido. Nos es revelado por hechos de gran
trascendencia consignados en documentos de otra naturaleza, gracias a los cuales sabemos,
precisamente, que era un principio que operaba al margen de la ley. Lo llamaremos el principio de
Bloqueo Agrario de los Mestizos.
Las Leyes de Indias en lo tocante a tierras no hacen discriminación de la gente mestiza —las “castas”,
los ladinos—, sino que ofrecen puntos de apoyo legal para que ellos también puedan obtenerlas por
los procedimientos usuales. Las Cédulas especiales para Guatemala, así como las disposiciones
elaboradas por la Audiencia, tampoco establecen limitación para la adquisición de tierras por mestizos,
aunque es de notarse que siempre se refieren a ellos como particulares, facultándolos para adquirirlas
por composición. Sin embargo, dado que los mestizos formaban un contingente humano en crecimiento
y de escasos recursos económicos, era de esperarse que el gobierno colonial, a nivel peninsular o a
nivel de provincia, dictara las providencias necesarias para dotarlos de tierras, considerándolos como
un grupo económicamente diferenciado y muy necesitado de aquel recurso fundamental. Si los indios,
como clase, vivían en sus pueblos, tenían tierras y gozaban de un fuero especial, los mestizos, como
grupo emergente en la sociedad colonial, no ubicada y carente de medios de producción, debieron ser
objeto de la creación de centros especiales para ellos, dotados de tierras para trabajar. Esto, que se
hizo en otras colonias y que los mestizos del Reino de Guatemala solicitaron en diversas formas, fue
sistemáticamente rehuido por las autoridades de esta provincia. Numerosos documentos dan prueba
del fenómeno, y una primera síntesis histórica del mismo fue elaborada por el religioso, economista y
notable historiador Francisco de Paula García Peláez en las primeras décadas del siglo XIX. En sus
ricas “Memorias” consagró dos capítulos al sistema colonial de ladinos, y en ellos dejó definitivamente
señalados los siguientes hechos importantes: que el desarrollo demográfico de los mestizos hubiera
ameritado la creación de un crecido número de poblados de ladinos —villas, como se les llamaba—, y
que las treinta existentes eran del todo insuficientes para las necesidades de aquel gran sector; que los
ladinos solicitaron en diversas formas la creación de villas, pero el gobierno de la provincia no le dio
solución favorable a esa tendencia; que varias de las villas existentes en el reino fueron fundadas por
el esfuerzo propio de grupos de ladinos, quienes tuvieron que comprar tierras de propiedad particular
para establecerse; que el régimen colonial le cerraba las puertas de los pueblos de indios a los ladinos,
haciendo que su existencia en ellos fuera siempre difícil e insegura; que por todos esos motivos se
veían obligados los ladinos rurales a introducirse en las haciendas, en donde vivían y laboraban en
malísimas condiciones a cambio de poder usufructuar parcelas de tierra de dichas empresas; y
finalmente, que ciertas modalidades de conducta de los ladinos, señaladas como “malas” por los grupos
dominantes, eran consecuencia necesaria de las limitaciones en que el régimen los obligaba a vivir.
No podemos adentramos aquí en pormenores acerca del mestizaje y el desarrollo de las capas medias
en la sociedad colonial, pero es indispensable señalar que los lineamientos fundamentales de aquel
complicado proceso estuvieron determinados por lo que indiscutiblemente fue uno de los principios de
la política agraria colonial: el bloqueo agrario de aquellos sectores emergentes. La proliferación de
ladinos configuró en aquella sociedad por lo menos dos capas medias urbana: una alta y reducida,
artesanal proveedora, y otra baja y numerosa, la “plebe” o gente pobre de los suburbios de las ciudades
coloniales. También configuro dos capas medias rurales: una alta y reducida, integrada por indios y
ladinos acomodados en pueblos de indios, y otra baja de grandes proporciones, constituida por la masa
de ladinos pobres dispersos en rancherías. Todas ellas fueron, por así decirlo, caminos que tomaron
los mestizos ante la imposibilidad de obtener tierras. La política colonial de ladinos, que se las negó
siempre, los arrojó en esas direcciones, entendido que la última de ellas —el camino hacia las
rancherías de las haciendas— fue la adoptada por una gran mayoría de ladinos pobres.
Aunque los documentos son pródigos al poner de manifiesto el bloqueo agrario y sus consecuencias
históricas, ninguno revela directamente las causas profundas del fenómeno. García Peláez se limita a
señalar que había una contradicción entre lo dispuesto por las Leyes de Indias y lo actuado por las
autoridades del reino, y solamente denuncia un incumplimiento de aquéllas por estas últimas. Pero es
seguro que allí hubo algo más que un mero incumplimiento de la ley. Hacia 1642 cesó en el cargo el
último Presidente que atendió a la creación de villas para los ladinos, y desde entonces quedó
abandonado ese grave problema. Tan marcado viraje obliga a sospechar un cambio de política
deliberado, y aunque carezcamos de información directa al respecto, hay elementos históricos que con
buena lógica parecen indicar la causa fundamental del abandono de los ladinos. El más voluminoso
resultado del bloqueo agrario fue el desplazamiento de ladinos pobres hacia las haciendas y la
formación de un gran número de rancherías dispersas a lo largo de todas las regiones habitadas del
reino. La multiplicación de las rancherías significó una creciente disponibilidad de mano de obra barata
y permanente para los hacendados, y con ello una distensión de la pugna que mantenían con las
autoridades en torno al trabajo forzado de los indios. Desde este punto de vista —que era de la mayor
importancia en la dinámica social de la colonia—la política de bloqueo agrario de los ladinos (negarles
posesión de tierras) resultaba ser la más conveniente para las dos fuerzas dominantes, la monarquía
y los terratenientes criollos, ya que aumentaba constantemente el número de peones que se introducían
en las haciendas, que se avenían a formar rancherías estables y a trabajar a cambio de usufructo de
parcelas. Esto cuando las haciendas estaban en crecimiento, necesitando mano de obra
preferentemente servil —todas querían indios de repartimiento— y estándoles prohibido retener a los
nativos y formar rancherías con ellos. Para la corona, el desarrollo de las rancherías y el aumento
numérico de los trabajadores ladinos rurales venía a ser, en definitiva, un factor importantísimo para la
conservación de los pueblos de indios con su régimen cerrado, su sistema de tributación perfectamente
controlado, y su régimen de repartimientos ya regularizado conforme al número de indios y para un
número limitado de haciendas. Así se lo deben haber demostrado al rey los terratenientes y también
los funcionarios que estaban viendo de cerca la realidad. La fundación de villas hubiera sido un grave
error de política económica desde el punto de vista de los dos grupos explotadores, quienes,
desaprovechando un factor que venía a moderar la contradicción básica existente entre ellos, hubieran
impedido el crecimiento de una nueva gran masa de trabajadores susceptibles de ser explotados en
diversas normas.
Dos hechos seguros debemos retener en relación con nuestro asunto. Primero, que el bloqueo agrario
de los ladinos fue un importante principio de la política agraria colonial. Y segundo, que ese principio
arrojó a un gran número de trabajadores a las haciendas, convirtiéndolos en arrendatarios de distintos
tipos —predominantemente usufructuarios de parcelas a cambio de trabajo—. Este último fenómeno
guarda estrecha relación con el desarrollo del latifundismo, porque la perspectiva de encontrar un
número creciente de trabajadores arrendatarios debe haber sido un aliciente para la ampliación de las
posesiones de los terratenientes.
Hemos señalado cinco principios que el estudio de la realidad colonial pone de manifiesto como
rectores de la política agraria de aquel período. El primero de ellos fue el fundamento sobre el que
operaron los restantes. El segundo fue el punto de arranque del latifundismo en Guatemala. El tercero
fue el gran mecanismo generador y ampliador de latifundios durante más de dos siglos coloniales. El
cuarto no fue generador de latifundios —tierra comunal para los pueblos de indios—. Y el quinto debe
haber actuado como incitante secundario.
Ahora bien; esos principios actuaban unilateralmente, fomentaban el latifundio desde el ángulo de los
intereses de la corona. Para que estos principios fueran operantes, tuvo que haber otros que actuaran
unilateralmente desde el ángulo de los intereses de los terratenientes; porque de nada hubieran valido
las facilidades que la monarquía ofrecía para ampliar las haciendas, si los hacendados no hubieran
tenido motivos para aceptarlas. Hubo, ciertamente, principios que actuaron desde este otro ángulo.
Es obvio que el mero hecho de poseer en grandes extensiones el medio de producción básico, era
suficiente para estimular el afán de acapararlo. Pero en el marco de esa circunstancia actuó esta otra,
originando entrambos un círculo vicioso: la tierra era para que los indios la trabajaran, pero la posibilidad
de disponer de los indios dependía de que la tierra estuviera acaparada. Dicho de otro modo: la tierra
era fuente de riqueza si se disponía de indios de repartimiento, pero los indios de repartimiento sólo
podían obtenerse si se poseía tierras en considerable extensión.
Desde el momento en que quedó organizado el sistema de repartimiento de indios, se vio que el número
de éstos, reducido por el hecho de que las autoridades los cedían en cantidades y por períodos
limitados, mantendría a los hacendados en un constante regateo, entre sí y con las autoridades, para
tener asegurada su cuota de trabajadores forzados.
Guarda estrecha relación con lo que estamos señalando la tendencia, muy acusada en la clase criolla,
a constituir una sola gran familia, a ser una parentela cerrada. Es evidente que de ese modo se
conseguía acaparar la tierra en las manos de un núcleo social compactado, unificar los intereses
básicos e impedir la penetración de advenedizos.
La limitación numérica de los indios disponibles también operaba en la base de otro fenómeno
importante: el de que la clase criolla, renovada por elementos extranjeros que lograban penetrar en
ella, se mantuviera 16 como una clase muy reducida, que no crecía, sino más bien tendía a expulsar
de su seno a criollos arruinados que pasaban a las capas medias. Esa lucha interna dentro de la clase
—lucha de la que ofrece claro testimonio la crónica de Fuentes y Guzmán— revela que la base de
sustentación económica de los criollos era una plataforma limitada, que la clase no podía crecer, y que
por ese motivo subían unos y caían otros. Había tierra suficiente para todos, pero no había indios en
cantidad ilimitada - ¡esa era la plataforma con limites peligrosos!-, y siendo esto así, acaparar la tierra,
aunque no fuera a utilizarse, era una medida necesaria para conservar el control sobre los indios y para
preservar la clase.
Siempre de todas formas es interesante observar que la clase latifundista pudo ampliarse, como lo hizo
con la reforma cafetalera del siglo XIX, cuándo, eliminado él dominio español sobre los indios, se pudo
echar mano de éstos y disponer de ellos ampliamente. Se amplió, pues, la plataforma de sustentación
de la clase terrateniente a disponibilidad de indios y la clase pudo ampliarse también.
Resumiendo. Los principios de la política agraria colonial no hubieran llevado el latifundismo a los
extremos que llegó, si la estructura de la colonia y la esencia de la clase terrateniente criolla no hubieran
obligado a dicha clase a aprovecharse de aquellos principios para ampliar su dominio, cerrado y
excluyente, sobre la tierra. La tierra sin indios no significaba nada, porque la gran importancia de los
indios como creadores de valor, aconsejaba la adquisición de grandes extensiones de tierra.
Es interesante anotar que el latifundismo llegó a ser un serio problema ya en la misma época colonial.
Así lo revelan de manera notable los célebres “Apuntamientos sobre Agricultura y Comercio” que el
Consulado de Comercio le proporcionó a Don Antonio Larrazábal como material de consulta para su
gestión en las Cortes de Cádiz. El documento refleja los puntos de vista de los grandes comerciantes
españoles del reino, cuyos intereses se hallaban en contradicción con los de los grandes terratenientes
criollos.
Mientras el bienestar de éstos reposaba sobra el trabajo semi-gratuito y por ende sobre la miseria y de
los ladinos pobres, el desarrollo del comercio hubiera exigido una elevación de la capacidad de compra
de las masas campesinas, la cual sólo podía alcanzarse con reformas profundas. Los comerciantes
hubieran deseado, según se ve en su documento, cambios revolucionarios sin Independencia, mientras
que los terratenientes deseaban una Independencia sin cambios revolucionarios. 17 De ahí que los
Apuntamientos contengan información absolutamente franca y fidedigna acerca del estado del agro en
las postrimerías de la colonia, y que una de sus secciones sea un verdadero proyecto de reforma
agraria —realmente el primer proyecto de reforma agraria que conoce la Historia Económica de
Guatemala, elaborado en 1810-.
El grado de expansión alcanzado por el latifundismo hacia el final de la colonia, aparece claramente
manifiesto en observaciones como la siguiente: ‘...En cuanto a los hacendados, unos poseen tierras de
considerable número de leguas sin trabajarlas, a reserva de alguna muy corta parte, resultando por
consiguiente inútiles a ellos y al común, que carece absolutamente de terreno propio para sembrar sus
maíces u otro fruto…“
En otros lugares el documento es más categórico acerca de la significación del latifundismo: “... Ya
queda demostrado —dice— que el origen o causa primaria de los atrasos y obstrucción que
experimenta en el Reino la Agricultura, apoyo de la subsistencia de todos sus habitantes, es sin
contradicción el que las se hallan distribuidas en posesiones inmensas entre pocos individuos, con
enorme perjuicio de los muchos que forman la masa del Estado, que no tienen un palmo de terreno
donde sembrar una milpa.
Parece, pues, cosa razonable, justa, necesaria al Reino, y conforme a nuestras Leyes de Indias, que
las tierras estén repartidas en muchas manos, para que en este caso quede removida la causa del
grave mal indicado. . .”
Si el documento que comentamos no fuera suficiente prueba de que la mala distribución de la tierra
llegó a ser ya dentro de la colonia, el problema capital de la sociedad guatemalteca, consideremos una
última prueba documental dedicada hacia quienes, cogidos en la ideología de los criollos latifundistas
—sin serlo, muchas veces— se estremecen al oír hablar de reformas agrarias. Allí va:
El más drástico e intransigente de todos los Capitanes Generales del Reino de Guatemala, enviado
especialmente para reprimir el movimiento de Independencia, y tristemente recordado por la crueldad
que puso en el cumplimiento de su misión; el ceñudo y amargo — ¡pero no tonto! — José Bustamante
y Guerra, llegó a la conclusión de que en el reinó de Guatemala era necesaria una amplia repartición
de tierras entre la gente pobre.
En un documento de 1813, dirigido al gobierno peninsular y “muy reservado”, aconseja: “... Abrir las
fuentes de riqueza pública para desterrar la miseria que dispone a los que la sufren a revoluciones en
que esperan variar de suerte; multiplicar el número de propietarios para aumentar el de verdaderos
ciudadanos (...) Proteger liberalmente a los indios, clase la más numerosa y recomendable, al mismo
tiempo que por su sencillez es la más expuesta a ser seducida.”
Hasta aquí el discurso presentado expone los orígenes del latifundismo nacional guatemalteco con la
debida puntualización acerca de su orden primario jurídico-legal, espacio desde el cual históricamente
se enraizó dentro de toda la formación social, el sistema económico y en el Estado guatemalteco.
Porque como veremos posteriormente, al identificar en cada época y período histórico las huellas y los
efectos resultantes de la concentración, esta ha significado, no solo concentración de tierras, sino de
poder, de influencia social y ha constituido un régimen de dominación, capaz de utilizar las formas más
variadas de represión y coacción. Su esencia se manifiesta y se evidencia constantemente:
concentrador y excluyente. No está demás afirmar que en toda esa historia de la perpetuación
latifundista, la clase dominante terrateniente ha mantenido el carácter racista, tanto en la legislación
posterior como en lo relativo a la invisibilizacion del indígena y de la justa demanda campesina por la
tierra. Cada uno de los aspectos de la vida nacional están sojuzgados por esa visión colonial
concentradora y las soluciones a los problemas están obligados a pasar la prueba de erradicar de raíz
esa visión y la ideología que la sustenta.
CAPÍTULO II
El eje central de este capítulo lo constituye la demostración de cómo el Decreto 900 que intentó
trasformar y revolucionar las relaciones sociales en el agro guatemalteco principalmente, se convirtió
en medio del ambiente internacional de la guerra fría en el único suceso histórico político hasta nuestros
días que llevó a enfrentar frontalmente las causas profundas de la pobreza contenidas en la exclusión
y la concentración de la tierra. Ha sido el único intento social, político e ideológico concreto democrático
que ha tocado profundamente las estructuras coloniales y arcaicas de la economía de Guatemala.
Agregado a esto pasó a convertirse en un alzamiento contra el imperio económico de los USA y llegó
a movilizar fuerzas sociales dentro y fuera del país. Tanto los revolucionarios como los anticomunistas
(autodenominados por ellos mismos) se vieron de pronto, en los últimos años de la revolución del 44
enfrascados en una lucha de clases que radicalizó todos los ámbitos de la vida nacional, lo que
demostrará que tan profundas estaban (y aún lo están en nuestros días) las raíces latifundistas de la
explotación campesina, exclusión y la concentración de la tierra.
Cuando estalla la Segunda Guerra Mundial los Estados Unidos por razones de estrategia
política-militar y para una más eficaz vinculación y control de los países centroamericanos dispusieron
la construcción de una ruta militar de emergencia a Panamá aprovechando los tramos carreteros. La
política militar norteamericana necesitaba asegurarse de puentes aéreos y al poner México resistencia
para el establecimiento de bases aéreas norteamericanas en su territorio lo hacen en Centro América
deciden ampliar las instalaciones aeronáuticas de Guatemala de modo que fuese una especie de paso
de tránsito de su fuerza aérea hacia el canal.
Los hechos señalados habrían de originar un reflejo sociopolítico, ampliando los sectores
medios e incrementando un semiproletariado, que fueron creándose conciencia a nivel nacional de lo
que era el pueblo guatemalteco y de lo insostenible de la situación económica y política impuesta por
el dictador y su camarilla.
Aparte de este sector oligárquico productor de café existía un sector de propietarios agrarios,
pero, por razones dé intereses de fracciones y de intereses económicas del sector gobernante, Ubico
impuso limitaciones en los cultivos entre ellos el de la caña de azúcar y hasta la ganadería con el objeto
de que sus allegados fueran los únicos que se beneficiarían del monopolio de esos renglones
productivos.
Represión policíaca del Estado por el estilo de gobierno autoritario y despótico, pero que al
derrumbarse éste, estas fracciones sociales asumen posiciones diferenciadas, aceptan pasivamente y
con recelo el derrocamiento del dictador, otras lo aceptan con moderada simpatía y un sector minoritario
da su apoyo al movimiento insurgente de la pequeña burguesía. La incipiente burguesía industrial,
como reacción natural, habría de sumarse entusiasta, al carro victorioso de la Revolución de Octubre
de 1944.
La caída de un dictador vecino desconcertó a Ubico e inspiró a sus inquietos súbditos. Esto se
manifestó primeramente, como observaba la embajada estadounidense, entre los estudiantes
universitarios de Guatemala. Hasta finales de junio, sus peticiones estuvieron limitadas a cuestiones
académicas pero su actitud reivindicativa era reciente. Las autoridades respondieron con una indecisión
sorprendente, combinando conceptos vacilantes con castigos tenues. Algunos estudiantes fueron 22
detenidos brevemente y otros perdieron sus plazas de maestros. La impresión global era de debilidad,
los estudiantes adquirieron valor y el miedo que paralizaba a la población empezó a disiparse. A
mediados de junio la agitación se extendió a los maestros de la capital. Los preparativos para el día del
maestro proporcionaron la chispa que encendería la mecha.
En las palabras de un líder estudiantil, “el pueblo permanecieron con la respiración en suspenso
ese día y el siguiente, pero debajo de la zozobra, alentaba ya un nuevo espíritu. La enhiesta masiva
del magisterio eran incentivos bastantes para decidir fuerzas que pugnaban desde hacía tiempo por
desencadenarse. El sábado 24 de junio dos damas valerosas llevaron al palacio presidencial una
petición firmada por guatemaltecos destacados, en donde exigían la restauración de las garantías
constitucionales, era una audiencia que Ubico vio como una dolorosa traición. Ese mismo día se
reunieron multitudes de personas en la capital para manifestarse contra el gobierno y exigían la
renuncia del dictador, fue la primera manifestación organizada. Efectivamente el 1 de julio de 1944,
Ubico dimitió abandonando una batalla que todavía no había perdido y que al final habría podido ganar,
abandonando el palacio presidencial en la mañana del 1º. De mayo instruyó a un ayudante clave, el
general Roderico Anzuelo para que buscara a tres generales Federico Ponce Vaides, Eduardo Villagrán
Ariza y Buenaventura Pineda, cuando Anzuelo les dijo que desde ese momento constituirían una junta
militar integrada por tres hombres y reemplazarían a ubico. El 4 de junio el general Ponce, persuadió
al Congreso para que lo eligieran presidente provisional, Ponce permitió la formación de partidos y
sindicatos y prometió celebrar elecciones libres. Los dos partidos más fuertes fueron “frente Popular
Libertador” y cuyo líderes eran estudiantes universitarios, y “Renovación Nacional” encabezado por su
candidato único el profesor universitario Juan José Arévalo, se destacó como el contendiente más
fuerte a la presidencia, no contaban que a finales de julio se había engendrado una conspiración entre
los oficiales jóvenes del ejército. Estaba encabezada por Jacobo Arbenz Guzmán, un capitán que había
dimitido del ejército a principios de mes, y por el mayor Carlos Aldana Sandoval, quien pertenecía a la
Guardia de Honor, esto oficiales se pusieron en contacto con algunos líderes civiles y con estudiantes,
y en la noche del 19 de octubre atacaron. La Guardia de Honor se sublevó, durante toda la noche se
distribuyeron armas a los voluntarios civiles, en total 2000 y 3000 hombres fueron armados. En las
primeras horas de la tarde del 20 de octubre, Ponce se rindió, permitiéndosele abandonar el país: El
24 de octubre, Ubico había solicitado refugio en la Embajada Británica y finalmente abandonó el país.
2.3 La revolución de octubre de 1944
El régimen ubiquista mantuvo en vigencia la ley de vialidad por medio de la cual se obliga a los
campesinos a trabajar gratuitamente una semana dentro de determinado lapso en la construcción de
obras públicas, así como la ley de vagancia, instrumento legal por medio del cual se garantizaba mano
de obra forzada a las finca cafetaleras, en condiciones de trabajo fijadas por los patronos.
Ubico, con carácter enérgico lindado en la brutal y una perspectiva incapaz de aceptar los
cambios requeridos por las nuevas circunstancias sociales, fue derribado después de una serie de
manifestaciones en su contra realizadas por sectores sociales que incluían a la burguesía comercial e
industrial, la pequeña burguesía entre los cuales se incluía artesanos, así como estudiantes y
profesionales democráticos. El movimientos se consolido militarmente el 20 de octubre del mismo año,
cuando el general Federico Ponce Vaides que intentaba suceder a Ubico, fue derribado por un
alzamiento armado, en el que jugó un papel fundamental la incorporación de oficiales de la pequeña
burguesía al movimiento revolucionario.
En la década revolucionaria se sucedieron los gobiernos de los presidentes Juan José Arévalo
Bermejo y Jacobo Arbenz Guzmán, el 24 último de los cuales fue derrocado en el año de 1945, por una
parte cumplían la función de modernización del Estado capitalista en Guatemala, pero por otra parte
reflejaban la dinámica de la lucha de clase en el país.
La celeridad de los cambios en Guatemala desde el inicio de la Revolución fue notable. Ejemplo
de ello fueron los siguientes Decretos: Decreto 7. Deja sin efecto el servicio personal de vialidad,
liberando con ello la obligatoriedad de la fuerza de trabajo de prestar sus servicios en las fincas y
haciendas cafetaleras, aboliendo de esa manera las formas de servidumbre propias del sistema
dictatorial anterior.
También el Decreto 70 Ley de titulación supletoria. Este es importante, porque permite legitimar
la posesión de las tierras por parte de sus poseedores, pretendiendo hacerlas productivas, sobre la
base de la seguridad que tendrá el poseedor de la tierra, al considerarla como un bien propio. Además
el Decreto 83. Establece la estación experimental agronómica en fincas nacionales con el propósito de
buscar el mejoramiento de los cultivos.
Transforma el papel del Estado en relación al Régimen económico hacendario. Artículo 88. “El
Estado orientará la economía nacional en beneficio del pueblo, a fin de asegurar a cada individuo una
existencia digna y provechos para la colectividad. Es función primordial del Estado, fomentar las
actividades agropecuarias y la industria en general procurando que dé frutos del trabajo beneficien de
preferencia a sus productores y la riqueza alcance al mayor número de habitantes de la República”.
Otros ejemplos son: Artículo 89. Son bienes de la nación. “1. Los de domino público, 2. Las aguas de
la zona marítima que dé a las costas de la República, las riberas de los lagos y ríos navegables; los
ríos y lagos navegables o flotables los ríos de cualquier clase que sirvan de límites a la República y las
caídas de agua de aprovechamiento industrial de la forma que determine la ley, la que, asimismo,
establecerá la extensión condiciones, de domino sobre estos bienes. 3. Los que constituyen el
patrimonio del Estado y del Municipio; 4. La zona marítima-terrestre sobre las costas de la República,
en la extensión 25 fijada por la ley. 5. La atmósfera y la estratosfera situadas sobre el territorio nacional.
Su tránsito y aprovechamiento, se regularán por la ley y los tratados internacionales. 6. Los ingresos
fiscales y municipales, originarios de derecho público; 7. El subsuelo de la nación, los yacimientos de
aguas, hidrocarburos y los minerales, así como todas las sustancia orgánicas que determine la ley y 8.
Todos los demás bienes existentes en el territorio nacional, que señalan las leyes y que no sean de
propiedad particular individual o colectiva”.
Artículo 90 que: “El Estado reconoce la existencia de la propiedad privada y la garantiza como
función social más limitaciones que las determinadas en la ley, por motivos de necesidad o utilidad
públicas o de instancia nacional.
Artículo 93. “Por causa de utilidad o necesidad pública o interés social legalmente comprobado
por ordenarse la expropiación de la propiedad privada, previa indemnización. En caso de invasión o
ataque en el territorio o grave perturbación del orden interior, no es forzoso que la indemnización sea
precisa. Con motivo de guerra la propiedad enemiga puede ser objeto de intervención y si fuere
expropiada cabe reservar el pago de la indemnización para cuando la guerra concluya. Una ley
determinara el procedimiento de expropiación.
Por causa de delito político no puede ser limitada la propiedad en forma alguna. Se prohíbe la
confiscación de bienes.
Artículo 93. “El dominio directo del Estado sobre sus bienes es inalienable e imprescriptible. Se
exceptúan excesos de la propiedad particular, los derechos adquiridos para los efectos de la titulación
y los bienes muebles derechos y acciones.
El Estado podrá otorgar, en las condiciones que determine la ley, el domino útil de sus inmuebles
rústicos con el objeto de que los que las trabajasen, preferentemente, a colectividades, y en sus defecto
a familias, a sociedades no accionadas, salvo aquellas que organice y que participe el Estado, a
individuos guatemaltecos, o a inmigrantes contratados por el gobierno.
Por causa de necesidad o utilidad públicas o interés social y en casos de excepción el Estado
puede enajenar sus bienes urbanos o permutar pequeños lotes rústicos en la extensión que señale la
ley”.
Artículo 95- “Los contratos pare explotar yacimientos de hidrocarburos y minerales pueden
celebrarse por un término que no exceda de cincuenta años y los relacionados con aguas nacionales
por un plazo no mayor de veinticinco años. En ambos casos se requiere la aprobación del Congreso.
Los yacimientos de hidrocarburos y sus derivados solamente pueden ser explotados por el
Estado por guatemaltecos o par compañías guatemaltecas cuya capital sea predominantemente
nacional.
Los contratos sobre corte de maderas deberán salir a licitación pública y concederse de
preferencia a trabajadores guatemaltecos quienes no podrán ceder sus derechos sin autorización
gubernativa. La ley determinará la forma de extracción y explotación de resinas gomas y demás
producto similares”
Artículo 96 “Las tierras ejidales y las de comunidades que determina la ley son inalienables
imprescriptibles o indivisibles. El Estado les prestará apoyo preferente a fin de organizar en ellas el
trabajo en forme cooperativa con forme a lo dispuesto en el artículo 94 y deberá asimismo dotar de
terrenos a las comunidades que carezcan de ellos”.
Artículo 97 “Se reconoce la libertad de industria de comercio y de trabajo en general, salvo las
limitaciones que por motivos económicos fiscales o sociales de interés nacional impongan las leyes.
El autor de algo o inventor goza de la propiedad exclusiva de su obra o invento por un tiempo
que no exceda de quince años. La propiedad literaria o artística se rige por lo que determinen la ley y
tratados. La ley 27 dispondrá lo necesario pare la mayor eficacia y estímulo del trabajo e incremento
de la producción”.
Artículo 96. “El ejecutivo sólo podrá otorgar concesiones por un término que no pase de diez
años a quienes introduzcan o establezcan industrias nuevas en la República pero no con el carácter de
prohibitivas de industrias análogas o similares.
Artículo 102 “En toda concesión que otorgue o contrato que celebre el Estado o el Municipio
para el establecimiento de obras y servicios de utilidad púb1ica se estipulará la condición de que esas
obras o servicios transcurrido cierto tiempo no podrá ser mayor de cincuenta años o al vencimiento del
contrato pasarán en perfecto estado de servicio, al dominio del Estado o del Municipio, sin
indemnización.”
Entre las reglamentaciones del proceso de expropiación se contaba también con el Decreto
establecido por Manuel Estrada Cabrera el 31 de diciembre de 1905. Mediante el cual partiendo de la
consideración de que era necesaria “…una disposición que facilitara a empresas de interés general,
todo los medios para llevarlas a efecto como lo demanda la creciente prosperidad del país; y con el fin
también de cortar dilaciones verdaderamente perjudiciales al pronto desarrollo de las obras públicas…”
Se estableció que para “…toda expropiación que se acuerde por causa de utilidad pública según bases
en el avalúo, la cantidad en que el propietario hubiese declarado 4el inmueble para el pago de la
contribución del seis por millar…”
Sin embargo este procedimiento de expropiación forzosa como se le denomino, se aplicó
fundamentalmente para adquirir para el Estado tierras necesarias para la ampliación de instalaciones
gubernamentales, por ejemplo de creación y/o ampliación de campos de aviación, como fue el caso
ubicado en las cercanías del Puerto de San José, el de la expropiación de la finca ”La Esperanza” para
la construcción de un hospital en la Ciudad de Guatemala y el de la expropiación de un lote ubicado a
inmediaciones del Campo de Marte.
De esta cuenta se emitió el Decreto Gubernativo No. 2789 del 12 de junio de 1942, con el cual
determinó la intervención inmediata de las fincas de café pertenecientes a personas o entidades que
figuran en las listas, estableciéndose que el Banco Central de Guatemala sería el encargado de
designar el personal, interventores, regulándose además otros aspectos relativos a la intervención tales
como inventarios, depósito, venta de frutos, colocación de sobrantes ”cuentas bloqueadas”, el
establecimiento de un impuesto de Q4.00 por cada quintal de café exportado, etc.
Esta intervención de los bienes de “nacionales bloqueados”, fue ampliada con los Decretos
2791, artículo 23 del 2841 y por el 2951.
Otro caso de expropiación durante la guerra, fue él de los bienes muebles e inmuebles, líneas,
vehículos, instalaciones y depósitos del ferrocarril Verapaz y agencias del Norte. Limitada, contenida
en el Decreto gubernativo 3078 del 22 de octubre 1943, el cual fue aprobado por el Decreto de la
Asamblea Legislativa No. 2765, el cual se fundamentaba en el artículo 28 de la Constitución y señalaba
“…. Que para la defensa de la república en el actual estado de emergencia y para prevenirse contra
fuerzas contrarias, más tarde, por el influjo económico que ha ejercido y pudiera ejercer la compañía….”
Posteriormente, el 22 de junio de 1944 Ubico emitió el Decreto gubernativo 3115, con el que se
pasó de la intervención de los bienes de nacionales alemanes a su expropiación. Decía lo siguiente:
CONSIDERANDO: Que, por otra parte, la prolongación indefinida del estado de intervención
crea descuidos en el manejo, mantenimiento y ensanchamiento de esta propiedades y empresas, que
forman parte del patrimonio guatemalteco, las cuales reclaman una situación estable para no
desmerecer ni perjudicar, de rechazo, los intereses generales de la economía guatemalteca; y que el
hecho de pertenecer tales propiedades a nacionales enemigos dificulta la exportación de sus productos,
lo que puede causar serios trastornos a la economía nacional.
POR TANTO: En uso de las facultades que le confieren los incisos 23 y 26 del artículo 7 de la
Constitución, y el Decreto legislativo No. 2564.
DECRETA:
Artículo 1. Por causa de utilidad y necesidad públicas, se expropian a favor de la nación, las
fincas de café y las acciones y participaciones que en ellas tengan las personas de nacionalidad
alemana que, por su posición financiera, constituyan un peligro virtual para la seguridad de la República
y la defensa del hemisferio.
Este derecho fue modificado el 23 de agosto de ese mismo año, mediante decreto emitido por
Federico Ponce, y se estableció una adición al artículo 1, de acuerdo con lo cual “… los adquirientes
directos del gobierno los sucesivos, pro cualquier título, deberán ser guatemaltecos de los
comprendidos en el artículo 5 de la Constitución de la República…”
El manejo y administración de las propiedades expropiadas y nacionalizadas fue encomendada
al departamento de fincas rústicas nacionales y de las intervenidas, pertenecientes a la Secretaría de
Hacienda Crédito Público, por medio del Decreto Gubernativo 3118 del 23 de agosto de 19, aprobado
y enmendado en Asamblea Legislativa mediante Decreto 2812 del 30 de ese mismo mes y año. De
acuerdo con las adiciones al Departamento de fincas rústicas nacionales y de las intervenidas se
encargaba “…formular las bases fundamentales de un amplio programa para que dentro de las
mayores facilidades financieras posibles, el Estado pueda ir traspasando estas propiedades a
guatemaltecos naturales que reúnan condiciones de honradez, capacidad y dedicación al trabajo. El
ejecutivo separará de la masa de bienes expropiados los que se adjudiquen en forma gratuita a la
Universidad Nacional, destinados acrecentar el patrimonio de esa institución…”
También se previó la posibilidad de que los antiguos propietarios intentaran recuperar sus
propiedades para lo cual se estableció que “…los bienes traspasados a guatemaltecos naturales en
virtud del artículo anterior, no podrán ser enajenados, hipotecados, dados en uso o en usufructo, ni
heredado a favor de personas extranjeras, individuales o jurídicas y, en ningún caso, podrán venderse
o cederse antes de quince años, de la fecha del otorgamiento de la escritura traslativa de dominio…”
El 11 de marzo de 1945, se emite la ley de titulación supletoria a los poseedores de tierra carente
de registro que solicitarán su titulación ante un juez de primera instancia de la jurisdicción donde
estuviera ubicados los bines y probado plenamente y en forma previa, la posesión pública, pacífica,
legítima de buena fe. Sin embargo este procedimiento se volvió instrumento de los terratenientes para
despojar de tierras a los campesinos. Durante el gobierno de Jorge Ubico no existió una política
gubernamental que diera origen a procedimientos de creación de parcelamientos, tanto rurales como
urbanos, los que fueron creados obedeciendo a más que nada a meros impulsos coyunturales, como
expresión de interés del ejecutivo a beneficiar a algún sector social y/o gubernamental.
A partir de 1944 el gobierno, heredó todo el marco legal creado por los gobiernos que le
antecedieron, su modificación fue paulatina, de manera tal que mientras este marco legal no fue
modificado, las autoridades debieron emplearlo para la aplicación de sus políticas. El marco jurídico
regulador de los procedimientos de expropiación, creado por los gobiernos anteriores a la Revolución,
continuaron vigentes durante varios años. El gobierno de Arévalo ante la derrota de Alemania procedió
a abordar el problema del pago de las indemnizaciones por los bienes expropiados durante el gobierno
de Federico Ponce, las cuales en términos del artículo 3 del Decreto Gubernativo 313, deberían
efectuarse después de que la guerra estuviera definitivamente concluida y en función de los acuerdos
que en materia de indemnizaciones adoptaran las naciones unidas.
De acuerdo con el Decreto Legislativo 114 adoptado por el Congreso de la Republica en mayo
de 1945 determinó modificar el artículo 3 del Decreto Gubernativo 3131, estableciéndose que “...De
conformidad con el artículo 92 de la Constitución de le República, el pago de la indemnización a que
se refiere el artículo anterior reserva para cuando estén firmados y ratificados los tratados de paz por
parte de la República; debiéndose tomar en cuenta los daños y perjuicios que haya sufrido el país por
motivo de su forzado sometimiento a la economía de guerra o por cualquier otra causa.”
Algunas de las personas que les fueron expropiados bienes lograron, a través de
procedimientos judiciales, que la Corte Suprema de Justicia reconociera que no les era aplicable el
decreto de expropiación y ordenara la continuación del trámite del expediente de exclusión ante las
autoridades respectivas. Tal fue el caso de las hermanas Ernelies Dorotea Greite Schwalbe, Leonie
Norma Greiite Schawalbe de Grave, quien a criterio de Corte Suprema de Justicia, según el Acuerdo
Gubernativo del 22 de noviembre de 1948, acreditaron ser guatemaltecas, en términos del inciso 1 del
artículo 5 de la Constitución de 189 y que por lo tanto no estaban afectas a las leyes de emergencia ni
a la expropiación, de acuerdo con el artículo 9 del Decreto Número 114 del Congreso de la República,
que contemplaba este extremo legal.
Durante los primeros años de la revolución se produjeron expropiaciones esporádicas, sin que
respondieran a una política específica por parte del gobierno, sino más bien obedecían a impulsos
provenientes de la sociedad civil. Tal fue el caso de la expropiación de la finca “Hierba Buena” ubicada
en el municipio de Cuilco, Huehuetenango.
Al principio del gobierno de Arévalo intentó diseñar una política de establecimiento de colonias
agrícolas sustentadas en el trabajo colectivo, con la intención de establecer núcleos de población y
producción, como medio para consolidar el dominio nacional sobre zonas abandonadas del territorio
del país. Para este fin se emitió el acuerdo gubernativo del 25 de octubre de 1945. El cual tenía como
objetivo la promoción de la defensa militar del territorio nacional, señalando a la zona militar del
departamento del Petén, para la ubicación de la primera colonia en los alrededores de la población de
Poptún.
El régimen legal territorial heredado por la revolución de octubre, se encuentra enmarcado entre
las disposiciones legales, por la Ley Forestal de 1925, la ley Agraria de 1936 y fundamentalmente por
la Constitución de 189 con todas las reformas que experimentó hasta 1935.
Hasta la aprobación del Decreto 900, los gobiernos no contaron con una política definida
respecto tanto del procedimiento de expropiación, como de los objetivos de la expropiación y
fundamentalmente en los procesos de expropiación obedecían a impulsos generados desde la
sociedad civil del país, que demandaba la aplicación de una política agraria congruente con los
postulados de la revolución y con la tendencia a la modificación de las relaciones sociales de producción
en el campo, es decir en la perspectiva del desarrollo del capitalismo en el agro guatemalteco.
En el aspecto social debe resaltarse la aprobación del Código de Trabajo en 1947, ya que por
primera vez los trabajadores cuentan con un instrumento legal para hacerle frente a los abusos de la
clase dominante en especial las transnacionales. Así “Este código establece: el salario mínimo, el pago
del séptimo día, días de asueto, pago de vacaciones, pago de indemnización por despido injustificado,
ya sea directa o indirectamente, suscripción de derechos individuales y colectivos de trabajo".
Reconocimiento del derecho de huelga, organización sindical de los trabajadores, derecho al uso del
Instituto Guatemalteco de Seguridad Social. Se organizó la primera Asamblea nacional en el
departamento de Petén destinada a experimentar nuevos cultivos. Se aprueba el Reglamento de la
Dirección General de Colonización que dentro de varias tareas tenía la colonización, parcelamientos,
electrificación, vivienda, obras de irrigación rurales, organización ganadera, etc.
Se emite el reglamento para dar en arriendo parcelas de terrenos municipales, estipulando que
la persona que tuviera la posesión de bienes inmuebles de las municipalidades, debía declararlo para
formar los contratos de arrendamiento.
En los años comprendidos entre 1944 y 1954; con las nuevas corrientes ideológicas, producto
de la Revolución de Octubre de 1944, se hicieron las primeras investigaciones técnicas sobre el
régimen de tenencia de la tierra, merece mencionarse el primer Censo Agropecuario en 1950; que puso
al descubierto el desequilibrio en ese régimen de tenencia de la tierra, al existir grandes extensiones
de tierra sin aprovecharse como propiedad de pocas personas, en marcado contraste con la numerosa
población rural carente de ella.
El presidente Juan José Arévalo, minimizaba o eludía la cuestión de Reforma Agraria, indicando
que eso lo resolvería el próximo gobierno.
Es así, que la campaña presidencial de 1950, en la cual los partidos democráticos y las
organizaciones populares apoyaron la candidatura de Jacobo Arbenz Guzmán, se realizó bajo el lema
de Reforma Agraria, pues esta era un tema o línea de acción fundamental, bien definida, que
conformaba el programa de Arbenz. Como es del conocimiento de todos Jacobo Arbenz ganó las
elecciones para el segundo periodo revolucionario sustituyendo a Juan José Arévalo.
La Ley de Reforma Agraria estuvo vigente hasta finales de junio de 1954; aplicándose
solamente durante 18 meses; época en la cual fue derrocado el Gobierno de Arbenz, cerrando así el
siclo de transformaciones iniciado en 1944. Así desafortunadamente esta medida que constituida el
inicio de un racional desarrollo económico para el país se vio frenado por los intereses políticos y de
clase, que al verse afectados, se valieron de cuantas medidas y recursos estuvieran a su alcance hasta
conseguir su anulación; de esa manera se congeló la aplicación del Decreto 900, que en este lapso de
tiempo de aplicación había beneficiado entre un 31 y 40% de los campesinos y trabajadores agrícolas
sin tierra. Según recuentos pormenorizados se llegó a beneficiar hasta 500,000 personas del área rural.
La Reforma Agraria se observaba como una necesidad para el progreso de los países de
economía retrasada, aquí se trataba de concluir con la etapa económica retrasada, aquí se trataba de
concluir con la etapa económica feudal de esa manera desarrollarse hacia el capitalismo. Contenía
medidas como la abolición de la esclavitud y perseguía como fines fundamentalmente:
Esta revolución estaba contenida en las prestaciones personales gratuitas al campesinado así
como el pago en especie del arrendamiento de la tierra, con única excepción de las tierras no cultivadas,
no afectas por la reforma. Otro aspecto interesante era aquel que tenía que suprimir la sujeción personal
de los trabajadores agrícolas que los propietarios. Además se declararon para uso público los caminos,
que comunicaban caseríos urbanizados entre sí o con cualquier carretera. También se declararon para
uso público las aguas cuyo volumen aprovechable podría sera destinado a satisfacer necesidades de
riesgo, electrificación, etc. Otra de las buenas intenciones de la Reforma Agraria era solucionar
conflictos y dificultades que por los caminos internos y vecinales venían existiendo en distintos lugares
de la República entre patronos y campesinos al disponer de su expropiación.
Contrario a lo que en la época los grupos de la clase dominante y los mercenarios afirmaban,
en cuanto a la reducción de la producción bajo ese nuevo regimen de tenencia los informes de FAO,
AID y del Departamento de Estado de los USA, aceptaron un leve crecimiento en la producción. Incluso
con el reducido promedio de 6 manzanas por adjudicatario se incrementó por el uso de la tecnología la
producción de maíz hasta 36 quintales por manzana. Cifra récord en la época en el país.
Pero la Reforma impactó más allá. "No obstante la trascendencia de sus contribuciones a la
modernización de la economía, el legado de Arévalo y Árbenz fue sobretodo de orden político: respetar,
alentar y garantizar los derechos de la inmensa mayoría campesina, obrera e indígena del país, efectuar
un auténtico vuelco histórico"1 Richard Adams, citado por el autor en mención reconoce además "la
principal contribución de los gobiernos revolucionarios a la adaptación organizativa general de
Guatemala fue la introducción de las organizaciones de masas y la provisión de poder derivado de
estas organizaciones"2 Significa que se desató un enorme proceso de organización de masas y de
organizaciones populares solamente en torno a la repartición y adjudicación de la tierra. Profundo
impacto en un país tan concentrador de poder.
Con todo y eso fue mucho más profundo el cambio. "el Decreto 900 dio a los pobres algo más
que tierra: amplió la libertad política en las zonas rurales. Los siervos se estaban convirtiendo en
ciudadanos"3 es claro el reconocimiento a la importancia que este evento único en la historia del país
por su aplicación acelerada tuvo y aún mantiene hasta nuestros días en casi toda la sociedad
guatemalteca. Se puede observar que la ciudadanía integradora funciona como anulación y el acabose
de la exclusión colonial.
1
Guerra-Borges, Alfredo. Guatemala: 60 años de historia económica (1944-2004. PNUD. Guatemala. 2006. página 70.
2
Ídem página 70
3
Gleijeses, Piero. La Esperanza Destrozada. "La Revolución Guatemalteca y los Estados Unidos 1944-1954". Editorial
Ciencias Sociales, La Habana. 2004. página 393.
Como veremos al final son trascendentales los hechos de la confrontación de las causas
estructurales de la situación de pobreza (hoy extrema). Porque desde el ámbito económico de repartir
un recurso tan esencial en la producción agraria; así como la agregación de un contenido social tanto
desde la producción misma como desde la repartición de cuotas de decisión; y hasta finalmente cubrir
la reivindicación histórica cultural de la tierra como un derecho-legado de pertenencia étnica, hoy en
nuestros momentos de discusiones de transición democrática la democracia moderna pasa
fundamentalmente en Guatemala por distribuir la tierra y por transformar el sistema de tenencia, que
persiste concentrador y excluyente.
CAPÍTULO III
Para dar inicio a este capítulo digamos que el legado histórico de no haber concluido la
modernización económica, la democratización de la sociedad en su conjunto y el hecho de haber
permitido por el contrario, la restauración de la dictadura impopular y antidemocrática, (disfrazada de
anticomunismo) resultó agregando otra causa estructural más, a los episodios y fenómenos sociales
en la etapa post revolucionaria. Esta nueva fuente de causalidad social tiene dos aspectos. Uno
corresponde al establecimiento de un sistema socio-político basado en un régimen cerrado que
privilegió la eliminación física del opositor mediante prácticas terroristas y para-militares. Y por el otro
lado se negó la participación y el desarrollo social comunal y local al haber eliminado toda forma mínima
de participación. De esa cuenta el incumplimiento de la demanda de tierra para los campesinos e
indígenas, sobrepasó la dimensión agraria nacional y conllevó al país a una etapa distinta y terrible en
el que el Estado guatemalteco cobró relevancia (y dentro de este el Ejército Nacional) por haber
implementado un régimen violatorio de los Derechos Humanos y que llegó a permitir practicas
inhumanas hacia casi todos los sectores de la sociedad. En ese lapso ha habido verdaderas intenciones
y procesos que podrían haber resuelto la situación de pobreza y de desigualdad agraria, pero han
quedado hasta hoy en formulaciones y no en realizaciones. Por eso es que el eje central de este
capítulo es la demostración variada y múltiple de intentos y políticas, acuerdos y propuestas, (desde
las más comprometidas hasta las que defienden el status quo del regimen de tenencia) que han
intentado resolver y acabar con las estructuras profundas que causan el problema agrario. En todo el
proceso histórico desde 1954 han surgido propuestas que incluyen medios incluyentes y democráticos
que verdaderamente favorecen a los campesinos. Pasemos al recuento histórico.
La fuerza social que se situó detrás del decreto 900, fue tan importante que los gobiernos
posteriores tuvieron pronunciamientos ambiguos respecto de la reforma agraria. En efecto, y utilizaron
al inicio del periodo contrarrevolucionario un lenguaje que no coincidía con los hechos. En el Decreto
559 se propuso expropiar las tierras con más de cinco años de ociosidad, o con incumplimiento en el
pago de impuestos progresivos sobre áreas ociosas a favor de campesinos que la demandaran. Sin
embargo no hay indicios de que una sola hectárea de las 99,077 incluidas por la disposición haya sido
expropiada. Se justificó la ilegalidad de la antigua ley de Arrendamiento forzoso, aduciendo que los
más afectados habían sido campesinos pobres, ya que las denuncias 40 para forzar el arriendo fueron
indiscriminadas. Posteriormente, se vuelve a legislar, normando las relaciones de arrendamiento,
estipulando que el límite en el precio de la tierra arrendada no fuera superior al del 6% del valor de la
cosecha obtenida. Salvo excepciones la ley se aplicó y el proceso de desmantelamiento de las
transformaciones anteriores se realizó en el corto plazo. De hecho durante los seis primeros meses
que siguieron al derrocamiento del gobierno de Arbenz, la mayoría de las expropiaciones de tierra
fueron anuladas. El sistema de colonato fue restituido en diciembre de 1954 por medio del decreto 170.
Con esta disposición se le restringió el derecho a la tierra al sector más favorecido de ese 40% de
campesinos sin tierra beneficiados por el decreto 900. Diez años después existían 5,217 fincas con
colonos, los que sumaban 102,829. No se manejan cifras exactas en cuanto al total de tierra afectada
por la reforma y luego restituida. Se apunta que de las 765,233 manzanas distribuidas durante el
gobierno de Arbenz 603,775 fueron devueltas 79%. Si se excluye la tierra expropiada a la United Fruti
Co. 368,481 manzanas de 529,939 fueron devueltas 70%.
El Decreto 559 o Estatuto Agrario fue la base de la política agraria puesta en marcha en la
segunda mitad de los cincuenta, y duró hasta 1962. Ésta contó con tres variantes siendo estas las
zonas de desarrollo agrario, microparcelamientos y comunidades agrarias. En las zonas de desarrollo
agrario, fue donde se concentró la mayor distribución de tierras, estas se distribuyeron y titularon como
fincas familiares en tierras nacionales o fincas nacionales ineficientemente explotadas, así como fincas
privadas adquiridas por el estado. Las parcelas se adjudicaron campesinos que carecían de tierra o
que la poseían en cantidad insuficiente. Hasta 1960 se distribuyó un total de 3,800 parcelas con un
promedio de 36 manzanas cada una en un total de 21 zonas. Estas estaban distribuidas principalmente
en la costa sur Escuintla, Retalhuleu, Suchitepequez y en el oriente Jutiapa e Izabal.
La política distributiva agraria posterior al decreto 900 impulsó el minifundio en cuanto al número
de beneficiarios, en el caso de las comunidades agrarias, fueron asentamientos en tierras entregadas
individualmente correspondiéndole a cada beneficiario un promedio de 6 manzanas. En esta
experiencia la tierra tendría que ser trabajada de forma colectiva, pues se consideró no rentable la
producción individualizada por las características que presentaban los terrenos.
La política de distribución de tierras fue reforzada a partir de 1963 con la creación del Instituto
Nacional de transformación Agraria INTA, cuando se procedió a la colonización de tierras baldías y
nacionales ubicadas en Huehuetenango, Quiché, Alta Verapaz sur del peten e Izabal, lo que sería la
Franja Transversal del norte. Ahí se podría ubicar a 100 mil familias campesinas y dotarlas de terrenos.
Parte de la colonización masiva de tierras del Estado situadas en la región norte del país,
mediante un proceso que atendiera las grandes necesidades de la población occidental desposeída de
tierras, así como el aprovechamiento de la mismas sería en Peten. Sin embargo, ni la colonización fue
masiva, ni el aprovechamiento de la tierra el más deseado.
Los límites de tenencia de la tierra en Petén se fueron ampliando con los años en desmerito de
colonos y campesinos en general En 1964, bajo el decreto 226, las fincas tendrían un promedio máximo
de 284.26 manzanas. Para 1969 el FYDEP, que gozaba de un poder de decisión por encima de la
misma gobernación Departamental, influyó en el congreso de la República en la determinación de del
máximo de tierras asignadas a una persona, en 1,400 manzanas para el desarrollo de proyectos de
ganadería, los cuales abarcarían una área de departamental de 462,000 manzanas. Así las promesas
de abrir el departamento del peten a la colonización campesina no duraron mucho, más bien se fue se
fue definiendo la predominancia latí fundaría en la estructura de tenencia de la tierra del departamento.
En el caso del cooperativismo agrario, las primeras iniciativas datan de 1945, a esta modalidad
organizativa se recurrió cuando se dinamizó el proceso de colonización de los sesentas-setentas, una
modalidad de cooperativismo agrario fueron las llamadas Empresas Campesinas Asociativas y
Asociaciones Campesinas en las cuales se enfatizó el sentido empresarial individual campesino. Las
primeras para 1990 sumaron 21, y su principal actividad fue promover el uso eficiente de la tierra, el
capital el trabajo para el mejoramiento económico y social de sus miembros. Las ECAS fueron
supervisadas por el INTA. Otra modalidad colectiva que predominó en Ixcán fue el patrimonio familiar
mixto en donde se colectivizaron más que nada los servicios.
Como ya vimos con anterioridad, a partir de la cruenta invasión española en 1524, donde se
produce el despojo y atropellos contra la población indígena se instala violentamente un régimen
colonial, que establece en Guatemala un sistema basado en la discriminación, la opresión cultural, la
explotación y la sobre explotación económica, manteniendo y reproduciendo históricamente en lo
esencial, por la manipulación ideológica, el empleo de la fuerza y la represión.
Hechos históricos importantes y trascendentales como la independencia y la reforma liberal se
neutralizaron y desnaturalizaron, a causa de la continuidad en el esquema de poder, que se ha venido
alternando desde entonces entre sectores de las clases detentadoras del poder, manteniendo o
adecuando los mecanismos de explotación, sin transformarlos.
En la etapa republicana múltiples intentos progresistas, liberales sucumben ante los sectores
conservadores, quienes instauran, de nuevo en forma violenta, una dictadura férrea y oscurantista de
40 años, con Rafael Carrera, que preserva sus privilegios y desarrolla las grandes plantaciones de añil
y cochinilla, estableciendo alianzas con Gran Bretaña, la potencia de ultramar de la época.
La nueva clase terrateniente se perpetúa en el poder. Crea un ejército profesional a finales del
siglo XIX, se alía con capital monopolista estadounidense, a quien da en concesiones onerosas y
grandes extensiones de tierra aptas para el cultivo del banano, la explotación de los puertos, el
ferrocarril y la energía eléctrica.
Para mantener esta estructura de poder, se implantan las dictaduras de Estrada Cabrera y Jorge
Ubico, de 22 y 14 años respectivamente, caracterizadas por la opresión, brutalidad y entreguismo a los
poderes extranjeros.
Por la forma en que se produce la caída de Arbenz, se genera en las mayorías populares y
progresistas gran dolor, desconcierto y frustración, además del enorme costo social que tuvo que pagar
el pueblo guatemalteco en muertes, persecución y exilio.
En los años sesenta el sentimiento de rebelión social va cobrando cuerpo y se dan las primeras
manifestaciones organizadas de lucha armada. Surge el movimiento 13 de noviembre que al ser
derrotado, sus principales integrantes se repliegan y reorganizan con otras características
manteniéndose vigentes.
Paralelamente surge el primer esfuerzo unificado de la izquierda, que culmina con la experiencia
del Concúa en marzo de 1962, en el marco de una virtual insurrección popular en contra de la dictadura
de del General Idígoras Fuentes, en lo que se conoce como las jornadas de Marzo y Abril.
A pesar de los reveses sufridos en 1962 no desaparecen las condiciones para la lucha armada.
Por el contrario se fortalecieron y numerosos jóvenes participes en las jornadas de 1962 empiezan a
engrosar las filas guerrilleras.
En Marzo de 1963 ante una situación política que podría tornarse incontrolable y como previsión
al resurgimiento guerrillero, el ejército da un golpe de Estado, con lo que el estado guatemalteco abre
la etapa contrainsurgente contra el pueblo de Guatemala.
Esta fase de la guerra se caracteriza por la acción represiva del ejército que adquirió niveles
inimaginables. De los más de doscientos cincuenta mil muertos a lo largo de los 36 años de conflicto
nuestro país perdió valiosos seres humanos, la barbarie cometida en la embajada de España donde
fueron quemados vivos luchadores campesinos y atropellados diplomáticos españoles y
guatemaltecos.
Todo esto conforma la dimensión y el carácter del conflicto armado en Guatemala y ratifica que
históricamente los grupos económicos, militares y políticos que detentan el poden optaron por aniquilar
pueblos enteros, y por destruir sus precarios patrimonio agrícola y familiar, antes que ceder en
privilegios e intereses. Afines de la década de los años 80 los gobiernos militares dictatoriales y
contrainsurgentes de Guatemala, que habían contado con el apoyo de los gobiernos de estados unidos,
Israel y ejércitos represivos latinoamericanos y centroamericanos, son cuestionados
internacionalmente, por lo que se da inicio en Guatemala la maniobra contrainsurgente denominada
apertura democrática, instalando en el gobierno a un presidente civil. Se inicia en 1986 una búsqueda
de la solución política al conflicto armado, en un largo y complejo proceso de negociación. En los años
90 se van perfilando nuevas condiciones de 46 carácter nacional e internacional que abren las puertas
para el resurgimiento de organizaciones de la sociedad civil, alrededor de reivindicaciones políticas
económicas y sociales.
La vigencia, política militar de la URNG, el surgimiento del movimiento social que había sido
arrasado en la década anterior, los espacios políticos que se fueron abriendo, junto al ambiente
internacional propició , sumando todo ello al asilamiento de los regímenes contrainsurgentes, su
desgaste y la revisión gradual de sus concepciones y estrategias, hicieron posible que a lo largo de
este proceso se le diera un contenido justo y democrático a la paz, que culminaría con la firma el 29 de
diciembre de 1996.
3.4 Proceso de paz
El proceso de negociaciones fue creando las condiciones para profundizar la transición política
en Guatemala. Se logra modificar esencialmente la democracia tutelada que a partir de la convocatoria
a la última Asamblea nacional constituyente y, como una nueva etapa de la contrainsurgencia, fue
impulsada por el Estado guatemalteco por medio del ejército con el nombre de reencuentro
Institucional.
Los opositores al proceso de paz se expresaron desde distintas posiciones e intereses. Desde
los más retrógrados que cuestionaban la legitimidad del proceso, hasta las posiciones que, desde
distintos sectores de la sociedad civil, desvalorizaron lo alcanzado por considerarlo insuficiente,
ignorando que los acuerdos de paz expresan el mayor consenso nacional que nuestra historia haya
registrado. También se manifestó el caso de los sectores que sobrestimaron las expectativas y que
esperaban resultados inmediatos que al no suceder, provocaron frustración.
La firma de los acuerdos de paz creó un clima de estabilidad y permitió el flujo de recursos que
fueron aprovechados por el gobierno del empresario neoliberal Álvaro Arzú. La obra realizada fue
presentada como producto de los planes de gobierno del Partido de Avanzada nacional PAN y no como
parte del cumplimiento de los acuerdos. Ello no permitió que la población identificara los Acuerdos de
Paz con beneficios concretos.
Este gobierno incumplió con el compromiso de hacer una amplia divulgación de los Acuerdos
de Paz, por lo que gran parte de la población no los conoció ni los ha asumido en su real dimensión y
complejidad.
Por su parte, las organizaciones sociales aprovecharon el marco de la institucionalidad de la
paz para incidir con sus propuestas en las comisiones derivadas de los Acuerdos cuyas conclusiones
fueron en un porcentaje significativo, favorables para el avance del proceso.
Con la firma de los Acuerdos de paz se avanzó en la en la apertura política que era necesaria
para la transición democrática, esta apertura fue significativa, aunque insuficiente para la magnitud de
los compromisos asumidos en los acuerdos. Es necesario subrayar lo trascendental de la misma de
cara a la represión, la militarización y la contrainsurgencia del pasado. El gobierno de Arzú no se
comprometió con aspectos de fondo, políticos, sociales, económicos y culturales. Por el contrario
impulsó políticas neoliberales, que por su esencia son contrarias al contenido y espíritu de los Acuerdos
de Paz. Estas políticas fueron acompañadas con hechos de corrupción, clientelismo político, tráfico de
influencias y fraudes, como el caso de las privatizaciones. De nuevo las políticas públicas y el
presupuesto de gobierno privilegiaron los intereses empresariales, olvidando los intereses sociales
contenidos en los compromisos de los Acuerdos de Paz.
El Acuerdo sobre Aspectos Socioeconómicos y Situación Agraria en su apartado III B.34 habla
de crear un Fondo fideicomiso de Tierras dentro de una Institución bancaria participativa para la
asistencia crediticia y el fomento de los ahorros preferentemente a micro, pequeños y medianos
empresarios. El Fondo de tierras concentrará la potestad del financiamiento público de adquisición de
tierras, propiciara financiamiento público de adquisición de tierras, propiciara el establecimiento de un
mercado transparente de tierras y facilitará el desarrollo de planes de reordenamiento territorial. La
política de adjudicación del Fondo priorizar la adjudicación de tierras a campesinos y campesinas que
se organicen para el efecto teniendo en cuenta criterios de sostenibilidad económica y ambiental. Para
asegurar que sus beneficios lleguen a los sectores más necesitados, el fondo de tierras contará con un
departamento especial de asesoría y gestión para atender a las comunidades y organizaciones
campesinas. Ahora a más de 9 años después de la firma de los acuerdos de paz, se puede afirmar que
los compromisos relativos a la tierra firmados no se han cumplido. Los derechos a la tierra de las
comunidades indígenas la regularización de la tierra irregularmente adjudicada y la promulgación de
nuevas leyes agrarias, considerando la pluralidad del derecho de un país multicultural, entre otros
compromisos, han sido ignorados por el poder político y económico. La formulación y puesta en marcha
de una política de estado en desarrollo rural tampoco se concretado, pesar de las presiones y
propuestas del movimiento campesino.
Luego define las tierras para las cuales inicialmente se debe conformar el Fondo: tierras de
baldíos nacionales y de fincas registradas a nombre de la Nación; tierras de baldíos nacionales y de
fincas registradas a nombre de la Nación; tierras nacionales entregadas en forma irregular en zonas de
colonización, especialmente en Petén y la Franja transversal del Norte que el gobierno se compromete
a recuperar mediante acciones legales, tierras que se adquieran con los recursos del gobierno está
destinado a FONAPAZ Y Fontierras tierras que se adquieran con donativos del gobierno amigos y ONG
internacionales, tierras que se adquieran con préstamos de organismos financieros internacionales,
tierras ociosas que se expropien de acuerdo con el artículo 40 de la Constitución; tierras que se
adquieran con recursos provenientes de la venta de excesos de tierras que pudieran resultar en las
propiedades privadas al comparar la medida real con la superficie registrada en el registro de la
Propiedad Inmueble, y que corresponden al Estado.
En términos generales, aparte del Fondo de Tierras que representa el mecanismo de la reforma
agraria asistida por el mercado el Acuerdo plantea una gran parte del concepto del mercado de tierras,
es decir una coincidencia grande ente el planteamiento.
Tres son los acuerdos que se refieren a la situación agraria y ambiental del país: el Acuerdo
Sobre aspectos Socioeconómicos y Situación Agraria ASSA, el Acuerdo Sobre Identidad y Derechos
de los Pueblos Indígenas AIDIPI y el Acuerdo para el Reasentamiento de las Poblaciones
Desarraigadas por el Enfrentamiento Armado ARPDEA. Dichos acuerdos el componente agrario forma
parte medular de su contenido.
Haciendo una valoración histórica y un análisis comparativo con los procesos de cambio en la
situación agraria de otros países podemos decir en que los acuerdos de Paz plantean soluciones a la
problemática de la tenencia de la tierra y rural en general, tomando en cuenta una serie de elementos
que son consustanciales a los procesos de reforma agraria, entre los cuales podemos mencionar:
-El papel fundamental del estado en la resolución de la problemática agraria y desarrollo rural.
-La necesidad de la transformación de la estructura de la tenencia y el uso de la tierra.
-La modernización agraria sobre la base de mayor justicia y mayor eficiencia.
-El carácter integral de las medidas a adoptar, que van desde la modernización hasta la
protección del ambiente, incluyendo la seguridad de la propiedad, la protección laboral y una
distribución más equitativa de los recursos y beneficios del desarrollo.
-Fortalecer y ampliar la participación de organizaciones campesinas, mujeres del campo,
organizaciones indígenas, cooperativas gremiales de productores, ONG, etc.
-El reconocimiento respeto de las autoridades tradicionales comunitarias e implementación del
sistema de justicia maya en la resolución de los conflictos agrarios.
-El reconocimiento respecto a los principios valores y filosofía de los pueblos indígenas en la
implementación de su desarrollo rural y por ende en la Reforma Agraria Integral. Con base en
el análisis anterior considero que los Acuerdos de Paz proponen en materia agraria un proceso
de desarrollo agrario integral.
3.6 Algunas instituciones gubernamentales afines al tema agrario
Con la firma de los Acuerdos de Paz se abrió un nuevo capítulo en la historia de los mecanismos
de acceso a la tierra por la población campesina en Guatemala. En 1997 desaparece el INTA y se crea
Fontierras, desde entonces en la institución encargada para posibilitar el acceso a la tierra a los
campesinos sin tierra y con tierras insuficientes. El funcionamiento de Fontierras corresponde al
concepto de la denominada reforma agraria asistida por el mercado, desarrollado y puesto en práctica
por el Banco Mundial. Este concepto parte del supuesto que el mercado de tierras es el mejor regulador
de la oferta y la demanda. El papel del estado está limitado a la provisión de créditos y o donaciones y
al establecimiento descentralizado de mercados de tierras más fluidos, no a la administración de todo
el proceso. Gran parte de los servicios proporcionados a los beneficiarios son entregados por el sector
privado. Se supone que la supresión de la agencia estatal en el proceso de selección y negociación de
la tierra elimina ineficiencias, reduce costos administrativos y oportunidades de corrupción. En la
práctica del funcionamiento de Fontierras han resultado varias deficiencias, entre ellas podemos
mencionar:
-Hasta el 2004 han sido beneficiados 165 grupos conformados por 14,248 familias. Esto hace
un promedio de 2,192 familias beneficiadas al año, sin una tendencia clara de incremento o
descenso anual en la cantidad de beneficiarios. Tomando en cuenta un crecimiento de la
población sin acceso a la tierra en un 2.51% anual, a partir del año 2003 cada año la demanda
incrementa en más de ocho mil familias. Se evidencia que el fondo de tierras en promedio,
apenas logra cubrir una cuarta parte de la demanda anual creciente, no considerando el déficit
acumulado alrededor de 316,000 familias, esto significa que el impacto de la reforma agraria
asistida por el mercado es mínima, así que realmente no se muestra apto a resolver uno de los
grandes problemas estructurales de Guatemala.
-El trámite en si es burocrático y complicado, por lo cual existe una auto depuración de grupos
que no tienen la necesaria formación, experiencia o el acompañamiento de una organización
campesina. Además, cada vez se está burocratizando más el proceso. La duración del trámite
hasta la aprobación del crédito desde el año 1998 ha ido aumentando de 13 a 24.5 meses en
el año 2001.
-No existe suficiente tierra de calidad en venta ni en el listado del Fontierras, y éste no dispone
de la tierra que según los Acuerdos de Paz, debía haber recuperado. Esto obligó a los grupos,
conformarse con tires infértiles a que no les rinden lo necesario para poder pagar la deuda o
lograr un desarrollo integral.
-Los grupos beneficiados tienen que asumir costos para la búsqueda de la tierra, la asistencia
técnica y sobre todo, el pago de la tierra. El costo de la tierra, por diferentes fallas, tanto en el
funcionamiento del mercado de tierras como por anomalías administrativas, en muchos casos
no corresponde a su valor productivo real. El grupo campesino tiene entonces no sólo que pagar
el precio de la tierra y sus respectivos intereses sino también el sobreprecio. De esta manera,
los grupos campesinos pagan su acceso a la tierra con una deuda agraria que asciende a
cantidades millonarias, sin contar con los mecanismos, conocimientos y, en muchos casos, con
la tierra productiva adecuada para poder pagar los créditos otorgados. Bajo estas condiciones
un desarrollo comunitario sostenible resulta ser prácticamente imposible lo que provoca un alto
nivel de abandono de las tierras compradas.
-La mayoría de las fincas no logra rentabilidad en sus proyectos productivos debidos
principalmente a una asistencia técnica inadecuados, por no contar con suficiente capital de
trabajo, o por falta de mercados y precios estables. La deserción se da principalmente por falta
de servicios básicos esenciales y porque consideran no tener capacidad para pagar la finca.
Ante este escenario en un estudio sobre funcionamiento de Fontierras se concluye que muchos
de los problemas del Fontierras de Guatemala, coinciden con los que en otros países se han
observado en la implementación de una reforma agraria asistida por el mercado, lo cual afirma
que no se deben a una problemática particular sino estructural e inherente al modelo que no da
una respuesta adecuada a la problemática de los países en los que ha sido impulsada.
Cabe mencionar que el Fontierras se limita únicamente a dar créditos para la compra de la tierra
y a la regularización. Otras funciones establecidas como la recuperación de tierras entregadas
en forma irregular en Peten y la franja transversal del norte nunca se ha cumplido. Además, en
el Acuerdo sobre aspectos Socioeconómicos y la Situación Agraria se mencionan mecanismos
más amplios, como la expropiación de tierras ociosas para su distribución a grupos campesinos.
Mecanismos, que de ninguna manera han sido concretizados desde la firma de la paz. Otros
aspectos sin mayor avance radican en el Registro de Investigación Catastral RIC, que sin duda
alguna representa los intereses de las clases dominantes y que obviamente no devolverán las
tierras que históricamente le corresponden a los antiguos moradores y le darán certeza jurídica
a los que anómalamente las detentan y en la resolución de conflictos en donde CONTIERRA
institución creada par esta finalidad, nunca ha podido desarrollar una función eficiente.
Con todos los esfuerzos realizados por los distintos gobiernos desde 1954, cuando se abortó la
primera Reforma Agraria el problema prevalece en el campo. La visión parcial y coyunturalista,
cortoplacista y 52 meramente productiva, sobre todo actualmente basada en el mercado libre, no
presenta a mediano plazo soluciones para los campesinos y sus familias. El problema se agudiza con
los proceso recientes de migraciones masivas hacia centros urbanos, hacia México y los USA. La tierra
está siendo cada día un aliciente menos atractivo para los pobladores rurales, incluso para los
agroproductores familiares y medianos.
La reforma agraria integral se podría definir como: una reforma agraria redistributiva y conducida
por el Estado es un elemento clave del modelo de soberanía alimentaria de los pueblos y una medida
crucial para la realización para la realización de varios derechos humanos como el derecho a la
alimentación, a vivienda, a trabajo, a participar en la vida cultural y disfrutar de la cultura propia, a
participar en la dirección de asuntos públicos, y de los derechos ambientales.
Por estas razones los gobiernos y la sociedad deben darle un lugar primordial en la agenda de
desarrollo. Los programas de la reforma agraria actual deben garantizar a los campesinos y
campesinas, a los trabajadoras y trabajadores rurales, a los pueblos indígenas, y las comunidades
excluidas racial y socialmente, el acceso y control sobre la tierra, el agua, las semillas, los bosques , la
pesca y los medios de producción (financiación y capacitación), distribución y comercialización.
Además, las reformas agrarias de garantizar la seguridad y tenencia de la tierra y los recursos,
el libre acceso al conocimiento y la tecnología, apoyar el uso de la tierra para fines productivos y evitar
la reconcentración territorial.
La reforma agraria debe asegurar a las mujeres plena igualdad de oportunidades y de derechos
a la tierra y a los recursos naturales, y deben acabar con la discriminación y las desventajas sociales
a las que las mujeres han sido sometidas. La juventud de contar con oportunidades apropiadas para
un futuro digno. La reforma agraria también tiene que reconocer y realizar efectivamente los derechos
de los pueblos indígenas a sus territorios, así como resustituir los territorios que hayan sido arrebatados
anómalamente.
Entre los contenidos esenciales de la reforma Agraria Integral, por su misma naturaleza incluye
elementos políticos, económicos, sociales, culturales y jurídicos, por lo que debe pensarse en función
de un cambio estructural diseñado a corto, mediano y largo plazo.
Con relación a los cambios propiamente agrarios, el proceso debe contemplar los siguientes:
Como puede observarse esta propuesta en su conjunto es una de las pocas propuestas que tienen una
visión total de la problemática agraria; contempla los elementos y componentes de la producción agraria
en sus distintos y variados aspectos tocando todos los niveles e instancias recurrentes a la problemática
de la tenencia y la producción.
Las perspectivas consisten en las posibles dinámicas que llevará cualquier intento de instalar y
desarrollar una política de desarrollo rural y el primer escenario problemático de una Reforma Agraria
en Guatemala lo constituyen las actuales relaciones sociales tradicionales que imperan en el campo
pues aún persisten grupos de poder que concentran tierra, tecnología y acceso al crédito,
(considerando tres insumos solamente).
Y el papel del Estado reducido muchas veces, es casi inexistente cuando de protección y tutelaje
se refiera a los procesos del campo. Ejemplos como la protección de las mineras a cielo abierto en
detrimento del ambiente, el ahogamiento sindical campesino y los brutales actos llevados a cabo en los
desalojos, hablan de esta desprotección a la organización social agraria.
Como se ha dicho anteriormente por causa del poco incentivo los campesinos residentes son
cada día menos propensos a iniciar procesos de reclamo y lucha por la tierra. Ha resultado en el campo
y las áreas rurales donde mayor escepticismo ha provocado la actual situación de pobreza y hambruna,
esto es producto y explica las fuertes migraciones y los procesos de abandono de la producción directa
de la tierra sustituyéndose por otros sistemas productivos y de generación de oportunidades como el
trabajo informal y los servicios, turismo, etc.
El siguiente espacio lo constituye la seguridad alimentaria que como parte de una política
nacional tanto de producción agropecuaria como de prevención en salud, de atención a la cultura etc.,
no responde a los intereses internos.
Sin agotar los espacios y retos venideros de la cuestión agraria, cualquier intento de plantear
una Reforma Agraria debe extender su comprensión hacia otras modalidades que atiendan los
territorios nacionales en función de su especificidad.
4
Acerca de estas notas ayudaron bastante a su redacción las conclusiones de la conferencia REFLEXIONES SOBRE LA
REFORMA AGRARIA DE 1952-54 Y POSIBILIDADES EN LA GUATEMALA ACTUAL presentada el miércoles 10 de octubre
de 2007, por FLACSO-CRISE, impartida por Eduardo Baumeister.
De esa cuenta hay que hablar más bien de Reformas (varias) atendiendo la Costa Sur con sus
cultivos permanentes, el Centro o Meseta Central donde hay que atender el consumo interno amplio y
masivo, el Peten usado actualmente para los improductivos terrenos de pastos y finalmente el Altiplano
y los minifundios que pueden atenderse con criterios de alta productividad al racionalizar y tecnificar la
producción.
No cabe duda que las perspectivas en política agraria en nuestro país en su gran mayoría se
derivarán de la voluntad política del organismo legislativo y organismo ejecutivo, ya que sin la venia de
estos organismos no se podrá hacer los cambios necesarios que necesita nuestros campesinos e
indígenas, y los sectores de la sociedad civil organizados tendrán que seguir sus luchas para mejorar
sus condiciones de vida.
CONCLUSIONES
1. El sistema de propiedad, tenencia y uso de la tierra vigente tiene sus orígenes a partir del
sistema colonial de expropiación y apropiación de la tierra que se dio en ese régimen. Con
sus propias particularidades, se continúa manifestando al persistir el sistema del latifundio-
minifundio que ha sido la base sobre la que descansa las altas e inhumanos tasas de
sobreexplotación de la fuerza de trabajo en el campo, y ha constituido uno de los
principales determinantes del limitado desarrollo humano y la limitación precaria del
mercado interno, causa la reproducción de la pobreza, el atraso y la marginación
económica, social y cultural, primordialmente de los campesinos e indígenas.
5
CEIBAS. Campesinado y Globalización Neoliberal. NORDSUD. Guatemala. 2004. página 26
el cual en una sociedad democrática, desarrollada y tecnificada debe repartirse, como los
demás insumos económicos (tecnología y créditos, etc.). Para este enfoque por lo tanto, la
democracia moderna tiene entre sus principales retos el de democratizar la tierra tanto en
el usufructo tecnificado y eficiente, así también en lo concerniente a la certeza jurídica de
su posesión. Por eso es afirmativo que la lucha social por la distribución justa e igualitaria
de la tierra es una lucha impostergable del desarrollo democrático del país.
6. También se puede afirmar sin menoscabo alguno, que las causas que originaron la
creación del Decreto 900, del Presidente Jacobo Arbenz Guzmán en el año de 1952,
siguen intactas, ya que la mayoría de campesinos e indígenas guatemaltecos siguen sin
poseer la tierra que trabajan. Se pudo constatar que con la implementación del Decreto
900, el número de beneficiarios se ha establecido entre 75,000 y 88,000, en parcelas
repartidas provenientes de confiscaciones, y entre 23,000 y 30,000 beneficiarios de las
fincas nacionales. Por lo tanto se puede afirmar que fueron más de 100,000 familias las
beneficiadas, lo que se convierte en más de 500,000 personas, de un total de 3 millones
de habitantes.
7. De manera particular desde el aspecto jurídico actualmente el derecho agrario parte del
reconocimiento de la dignidad humana del trabajador o productor agrario, para lo cual han
de garantizársele dos derechos fundamentales: el derecho a la alimentación y el derecho
de acceso a la tierra. Por ello, modernamente, ambos derechos son componentes
transversales de la Política Agraria. Por otra parte, la interpretación extensiva del Derecho
Internacional de los Derechos Humanos ha permitido su reconocimiento y su exigibilidad
en los derechos nacionales.
8. Luego de la firma de los Acuerdos de Paz se hace necesario tratar de aglutinar toda la
institucionalidad y la reglamentación existente para verificar el cumplimiento de los
mismos. La creación, implementación y sucesivo proceso de la Oficina del Registro de
Información Catastral comprueba levemente el desempeño del Estado guatemalteco en
relación a finalizar con la desigualdad en el área rural. Y sobre todo en el aspecto de la
tenencia y posesión en términos de justicia y de certeza jurídica. Aunque la cobertura
alcanzada en el plano nacional tanto del registro físico como de la normalización jurídica
es aún precario el paso inicial esta dado y debe crearse en el futuro consistencia
institucional y normativa en el seguimiento del proceso.
RECOMENDACIONES
1. Que el Estado tome las medidas legales necesarias para la recuperación de las tierras
nacionales entregadas en forma irregular en zonas de colonización, especialmente en el
Petén y en la Franja Transversal del Norte, tal como lo establece el Acuerdo Sobre
Aspectos Socioeconómicos y Situación Agraria.
2. Que las tierras ociosas productivas, se vendan a precios razonables o se repartan a los
campesinos, campesinas e indígenas sin tierra.
5. Que el Estado reconozca la función cultural de la tierra para los pueblos indígenas,
cosmovisión y derechos culturales y de las autoridades indígenas.
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