Poemas de Autrores Mendocinos

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"La hora del crepúsculo"

...Se ahorca entre el follaje de la noche


y sumerge en sombras mis jornadas inconclusas
en un estremecedor desamparo de amor, péndulo
monótono e inexorable que agoniza sin gemidos
al sentir morir las horas sin sentido de mi vida.

Me desespera la mansedumbre agónica del crepúsculo


en su adiós definitivo, funeral de mis limitaciones.

Quisiera perpetuarme en un sueño, único y auténtico,


ése, que al despertar se lleva algo mío
en las paralelas infinitas de mis brazos vacíos.

Mario BALLARIO (Los espejos no tienen memoria 2000)

"Aquí tengo"

Aquí tengo
el abanico de los días con sus colores y sus luces
aventando las telarañas donde se pegan
los recuerdos.
Los recuerdos se desatan, locos,
buscando cuerpos,
la sonrisa antigua,
el amor y el llanto;
los rostros,
uno a uno,
como a naipes;
la ronda de los siglos trazando surcos
de sal sobre la herida de los ojos.

Aunque la noche caiga sobre el pecho


con toda su fauna y sus soles,
no escaparé a estos nombres que se imponen;
los muertos y sus pálidas sonrisas,
los amigos
soltando pañuelos en los muelles, los andenes,
los confusos bordes...

Contra el cielo,
el grito grande de las voces y su ausencia.

Pero yo
asumiré el color de este día total, las efigies
y los hechos, aunque por ello pague el precio
de una muerte calada hasta los huesos.
Que el sol no tiemble,
que no se inmute el pulso del árbol de mi casa.
No desvelaré la noche,
partiré sin un gesto.
Telarañas rotas sobre las mojadas luces
del puerto. María Angélica POUGET Las efigies y los hechos (1965)
"Es bueno el dolor que causan los espejos”

Es bueno el dolor que causan los espejos donde habita alguien


cuando te quedas solo, esperando que tú llegues
cuando te arrancas el traje dominguero de 30 para sellarte los labios con sonrisas nuevas,
o de más años y te miras para destruir la babel de tus millones de signos
los ojos tristes de no ser el que pudiste; para devolverte algo del rostro de niño:
cuando palpas tu piel ya gastada una cierta
y te apena su perfume sólo a sexo: claridad en la mirada.
cuando te observas las pulidas manos
y te tiemblan Es necesario, urge
sin saber el porqué exacto. que en este largo invierno, te tiendas desnudo
sobre el madero de tu propio lecho y llores
Es bueno que te quedes solo muchos días, y te quedes a solas
mucho tiempo, con tu temblor absoluto y tu apariencia de nada
quizás años, No será inútil. Alguien espera
hasta que encuentres lo que está en la maraña de tu bosque,
en el fondo de tus tenebrosos mares, el instante en que empuñes el hacha o te abras
entre los gigantescos árboles del bosque paso a dentelladas.

María Angélica POUGET Las efigies y los hechos (1965)

"Misterio prodigado"

Agreste tierra, sobria faz montuna Verdean el paisaje, vides mías;


derrocha los veneros de sus nieves las cepas que restallan con su hartura
y en la voz de la aguas se susurra y un remanso en la euforia de vendimias
la plegaria de amor en labrantíos. esculpen en los hombres su aventura.

Ilma VALENZUELA PEREZ (Ritmos de Mendoza 1986)


La luz se vuelve llama El follaje sostiene el aire
en el incendio de los árboles, en su estirpe de azucena,
en la palpitación ligera cuando el árbol muere
del anhelo, en el vuelo en su mitad encendida,
de los pájaros proclamando despojado del ala
la libertad del aire. que enloqueció su vuelo,
En la ventana las horas mientras clama la noche
marcan el huir de la sombra por las horas consumidas
callada en los cristales. de sol en los pinares.

¿Quién puede nombrar la tarde Regresan las palomas


cercana de la muerte, cuando en la mañana cálida,
la gloria de la tierra tiembla como un llamado
entre el esplendor y los ocasos? olvidado en el sueño,
en vuelo confidente
¿Quién cuando el aire aligera salidas de la nada,
el peso de las nubes y el verde inundan el espacio.
permanece augusto en su hermosura? En sus alas el alma
se eleva en armonía.
¿Quién señala los pasos finales Quedan sobre las piedras,
del camino, cuando el gris inmutable vuelan bajo, llevan
enmudece las fuentes de la vida? en los picos la simiente
de oro. Con las luces
Quién, Señor, sino Tú, renacerá en su día se duermen,
solos quedan los palos.

Dolly LUCERO (La luz se vuelve llama 1983)

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