Psicología Clínica y Psiquiatría
Psicología Clínica y Psiquiatría
Psicología Clínica y Psiquiatría
In this article, and on the basis of the origins of psychology, it is argued that clinical
psychology is a scientific-professional discipline with its own history and identity, and
whose objectives are assessment and diagnosis, treatment and research in the field of
psychological or mental disorders. Clinical psychology coincides with psychiatry in that its
object is the mental disorder, not mental illness; thus, the professional functions of clinical
psychologists and psychiatrists are to a large extent convergent. The differences reside in
the fact that the psychiatrist does not have the appropriate training to use treatments and
diagnostic instruments developed by psychological research, while the psychologist
possesses neither the legal authorization nor the necessary qualifications to administer
pharmacological therapies. Both the clinical psychologist and the psychiatrist are
sufficiently equipped for diagnosis and decision on the most appropriate therapeutic
strategy in each case, thus supporting the need for co-operation based on the recognition
of their different expertise and background.
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Orígenes de la Psicología
Definición de la Psicología
empezar por una definición de ésta. La Psicología es una ciencia que se define por
el estudio del comportamiento en todas sus manifestaciones y contextos. El
comportamiento es lo que hace la gente y supone, por tanto, alguna acción, actividad o
conducta. En este sentido, el comportamiento tiene una variedad de formas o
manifestaciones que incluyen la actividad mental, la respuesta psicofisiológica, la
reacción emocional, el decir y el hacer propiamente.
La Psicología, como se ha dicho en frase célebre, tiene un largo pasado pero una corta
historia. Su corta historia, para concretarla en su historia como disciplina científica, data
de finales del siglo XIX. Precisamente, es en esta época, de finales del siglo XIX, en la
que surgen las distintas ciencias humanas o ciencias sociales, entre ellas la Psicología,
junto con la Antropología, la Sociología y la Economía. Se ha de añadir que en esta
época es también cuando surge la Psiquiatría, a pesar de la larga historia de la Medicina.
Las condiciones históricas que han dado lugar a este surgimiento de las ciencias
humanas son varias pero parecen confluir en el interés e importancia que alcanza ahora
el ser humano, la persona o el sujeto, como objeto de conocimiento y, en su caso, de
cara a alguna posible mejora tanto de los individuos como de la sociedad. Si en siglos
anteriores el mundo era el objeto de conocimiento y de dominio, y el siglo XVIII se
caracterizó, en particular, por tener como objeto de conocimiento al conocimiento mismo,
o lo que es igual, a cómo el sujeto conoce y construye el mundo, el siglo XIX se interesó
por el sujeto o la persona como objeto del saber científico, por decirlo así también, en
cómo el mundo construye al sujeto o cómo el individuo es modelado por el mundo.
Así pues, es en el contexto en el que el saber científico se vuelve sobre los propios
sujetos y la sociedad, en el que surgen las ciencias sociales o humanas, entre ellas la
Psicología. No está demás recordar que estas ciencias, y muy característicamente la
Psicología, tienen una doble vocación, por un lado, constituir un conocimiento básico, de
carácter empírico y experimental, y, por otro, ofrecer un conocimiento aplicado que sirva
a la mejora práctica de los asuntos humanos.
Puestos a datar esta historia científica, se suele citar como primer hito la fecha de 1879,
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En este sentido dicho informe señala como tareas del psicólogo entre otras: "Estudiar los
factores psicológicos en el diagnóstico, tratamiento y prevención de enfermedades
mentales y trastornos emocionales o de la personalidad"
De la historia de la Psicología Clínica importa tener presente los siguientes hitos que han
ido conformando su desarrollo y estado actual. Si hubiera que dar una fecha de bautizo
de la Psicología Clínica ésta sería 1896, cuando Lighner Witmer fundara en la
Universidad de Pennsylvania la primera clínica con el nombre precisamente de
´psicología clínica´. De esta manera, se empezó a definir un papel clínico del psicólogo
hasta entonces caracterizado, sobre todo, como científico (recuérdese la fecha de 1879
del primer laboratorio). El caso es que el propio Witmer había hecho su tesis doctoral con
Wundt en Alemania (como también había trabajado con Wundt el padre de la psiquiatría,
Emil Kraepelin).
La clínica de Witmer empezó por ofrecer tratamiento para deficiencias del desarrollo
infantil sobre la base terapéutica de un re-aprendizaje. Como dice Reisman (1991), el
papel terapéutico propuesto por Witmer es muy similar al papel del terapeuta de
conducta de hoy día (una de las principales orientaciones de la Psicología Clínica). La
clínica terminó por desarrollar lo que su fundador denominara ´método clínico´, una
suerte de formación de los estudiantes en psicodiagnóstico y aplicación terapéutica
(ofrecida por la Universidad de Pennsylvania en 1904-1905). Esta primera clínica se
concibió como una institución de servicio público y pronto otras universidades fundaron
las suyas. Finalmente, Witmer sería también fundador en 1907 de la primera revista de
Psicología Clínica (The Psychological Clinic).
Más allá de estos hitos fundacionales, se señalarían en los primeros años del siglo XX
las innovaciones psicodiagnósticas debidas a las pruebas para la medida de la
inteligencia desarrolladas por Alfred Binet, dando lugar a las célebres escalas Binet-
Simon y Stanford-Binet. Luego vendrían las escalas debidas a Arnold Gesel y a David
Wechsler. Tampoco puede faltar aquí la referencia a Charles Spearman y Edward L.
Thorndike, al hablar de la medida de la inteligencia. En esta misma línea de desarrollo de
pruebas psicodiagnósticas se citaría, ya en los años cuarenta, el MMPI (Minnesota
Multiphasic Personality Inventory, construido por el psicólogo S. Hathaway y el psiquiatra
J. C. McKinley). Entre las pruebas proyectivas, aparte del Rorschach, disponible desde
los años veinte, se citaría el TAT (Thematic Apperception Test) de C. D. Morgan y H.
Murray, presentado en 1935. En fin, todas estas referencias, entre otras muchas
posibles, no tienen otro propósito que servir de ocasión para subrayar la tradicional y
siempre reconocida función del psicólogo clínico en la construcción de pruebas de
medición psicológica y en su aplicación al psicodiagnóstico.
Por su lado, la línea iniciada por Freud no dejaría también de crecer y de expandirse,
constituyendo junto con el conductismo, otra gran corriente de la Psicología Clínica. Es
interesante señalar a este respecto, la separación del psicoanálisis de la medicina y, por
tanto de la psiquiatría, defendida por el propio Freud en 1927. Viene a decir Freud, contra
la tendencia en EEUU, que el psicoanálisis es parte de la Psicología y no de la Medicina.
Es así que, a finales de la década de 1930, los psicólogos clínicos desempeñaban con
mayor frecuencia funciones terapéuticas, además de la función psicodiagnóstica
tradicional. Se trataba, todavía, de entrevistas terapéuticas y de actividades psico-
educativas y de aconsejamiento. Sin embargo, ésta es la cuestión, no puede dejar de
percibirse el papel creciente de esta actividad. En esta época, finales de los años treinta,
aparecen los primeros programas de formación de postgrado para psicólogos clínicos (en
las universidades de Columbia y de Boston). La Sección de Psicología Clínica de
la American Psychological Association era cada vez mayor. De hecho, se llego a separar,
una vez más, en 1937 formando ahora la American Association of Applied
Psychology (para reintegrase de nuevo en 1944), de la que surgiría, a su vez,
la Asociation of Consulting Psychology y el Journal of Consulting Psychology. Quiere ello
decir que la Psicología Clínica organiza sus propias instituciones y perfil
profesional dentro de la Psicología de la que forma parte.
Esta consolidación y expansión de la terapia psicológica vino dada por dos condiciones.
Por un lado, el desarrollo científico de la Psicología, relativo al aprendizaje de la
conducta, al desarrollo de la personalidad, al funcionamiento cognitivo, a la relación
interpersonal, a la influencia social, a la organización de los grupos sociales, (aparte de
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Siendo así las cosas, no puede pasar desapercibida la naturaleza psicológica y social de
los trastornos psicológicos (sin perjuicio de sus concomitancias biológicas) y,
consiguientemente, la importancia de un tratamiento psicoterapéutico en
correspondencia con esta condición. No es una mera coincidencia que una corriente de
la Psiquiatría (de las dos en que está bifurcada) tenga una marcada orientación psico-
social, ciertamente, de gran confluencia y afinidad con el enfoque que le es propio a la
Psicología Clínica (la otra corriente psiquiátrica tiene una orientación biológica). En este
sentido, todo hay que decirlo, numerosas innovaciones psicoterapéuticas de las aludidas
fueron desarrolladas tanto por psicólogos como por psiquiatras. Así pues, no es una
casualidad que se use el término ´trastorno psicológico’ u otro afín como pudiera ser
desorden del comportamiento o alteración psicopatológica, en vez de ´enfermedad
mental´ o, incluso, ´trastorno psiquiátrico´.
Por otro lado, estos trastornos tampoco tienen la entidad nosológica que se supone a
una enfermedad. En realidad, la esquizofrenia es más un espectro de trastornos, de
sintomatología y pronóstico variable que, ciertamente, una enfermedad, cuya etiqueta
revelara una entidad neurológica como cuando se dice, por ejemplo, ´enfermedad de
Alzheimer´. Igualmente, la depresión es un trastorno psicológico que está más
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Todo ello, no quita que estos trastornos, y los otros, se puedan definir con objetividad. De
hecho, la Psicología Clínica y la Psiquiatría disponen de métodos, instrumentos y
criterios psico-diagnósticos que permiten su identificación. Pero lo que se define es un
trastorno, no una enfermedad. Asimismo, nada impide reconocer la utilidad de ciertos
psicofármacos con eficacia probada en determinados trastornos. Ahora bien, cosa
diferente sería suponer que por ello se trata de una enfermedad (porque sea útil un
tratamiento médico). No porque sea efectiva la aspirina para el dolor, el paciente tiene
una enfermedad, póngase por caso, la ´acetilsaliciliconemia´, en razón de su acción
farmacológica. Ni tampoco, por más que el dolor sea síntoma de muchas enfermedades,
es de por sí una enfermedad, si bien siempre es un trastorno.
Lo que se ha dicho hasta este momento en relación a la naturaleza diversa del trastorno
frente a la enfermedad queda claramente refrendado en las clasificaciones internaciones
de los trastornos mentales patrocinadas en gran medida por las instituciones médicas
oficiales y psiquiátricas más influyentes
sean síntomas de una disfunción" (American Psychiatric Association, 1995, pág. XXI).
Por otra parte, reiterando la definición que ofrece el DSM-IV, se afirma que el trastorno
psicológico o mental, "cualquiera que sea su causa, debe considerarse como la
manifestación individual de una disfuncióncomportamental, psicológica o biológica". Es
decir, el trastorno mental puede ser debido a múltiples causas y es, en última instancia,
un concepto funcional; de modo que el hecho de que los trastornos mentales hayan sido
formulados siguiendo un "modelo médico" no implica por principio la existencia de
causas fisiológicas u orgánicas en su origen. El carácter deliberadamente ateórico de los
sistemas diagnósticos oficiales de los trastornos mentales es el resultado de reconocer
abiertamente que en su origen coexisten diferentes causas.
Es inconsecuente, por lo tanto, concluir que los psiquiatras sean los exclusivos
profesionales capaces de diagnosticar y tratar los trastornos mentales cuando los
criterios diagnósticos huyen de contemplar las causas que los determinan, en términos
orgánicos, y se basan exclusivamente en conductas observables.
trastornos cerebrales, afirmando que todos los estados mentales son estados cerebrales,
es manifiestamente superfluo y a la vez falaz. Utilizando una analogía, ello equivale a
afirmar que puesto que todo programa informático (software) corre en una máquina o
soporte físico (hardware), cualquier error detectado en una operación debe explicarse por
fallos en el sistema físico, descartando así la existencia de errores en el programa mismo
o en su manipulación; cuando de hecho la mayoría de las disfunciones operativas se
deben a errores o imperfecciones del programa y no a causas físicas del aparato.
Igualmente incongruente sería sostener, en el ámbito profesional, que todos los fallos
apreciados en un programa o proceso informático deben ser subsanados por o bajo la
supervisión y control de los físicos, por cuanto conocen los fundamentos remotos que
sirven de base a la máquina, excluyendo a los ingenieros y analistas que trabajan con el
software.
¿A qué viene esta insistencia en algo que parece tan obvio y está admitido? Se trata de
la ambigüedad con la que a menudo se maneja este asunto. La ambigüedad por la que
se desliza y se pasa a sobre-entender que los trastornos psicológicos son enfermedades
mentales. Al hablar entonces de enfermedad se presupone que los trastornos en
cuestión tienen una etiología y un tratamiento bio-médico y fueran, por ello, del dominio
psiquiátrico, cuando en rigor los trastornos no son propiamente enfermedades. Se trata
pues de una ambigüedad que puede tener importantes consecuencias. Esta ambigüedad
es mantenida, sobre todo, por los propios psiquiatras debido, probablemente, a su
identificación profesional y a los privilegios que pueda suponer arrogarse el ´dominio de
enfermedades´. Un punto más de esta ambigüedad viene dado, incluso, cuando se habla
de ´trastorno psiquiátrico´, cuya denominación (aun cuando legítima) tiene más un
sentido profesional que el sentido fundado en la naturaleza de las cosas, que no es otro
que el ser trastorno psicológico, mental o del comportamiento, como así es en los
documentos internacionalmente reconocidos (antes citados).
Dicho esto, nada quita reconocer ahora la confluencia entre la Psicología Clínica y la
Psiquiatría. De hecho, es posible que las avenencias sean mayores que las
desavenencias y esto es así, históricamente, tanto en el plano de la investigación como
en el de la provisión de servicios. La única diferencia entre el psicólogo clínico y el
psiquiatra, en lo que atañe a lo que nos ocupa, la evaluación, diagnóstico y tratamiento
de los trastornos psicológicos o mentales, viene dada por la facultad legal de éste último
para la prescripción de fármacos. Por lo que respecta a la posible facultad científica del
psicólogo para la prescripción de psicofármacos, esta dependería de que su currículo
académico incluyera las disciplinas correspondientes (aunque en verdad no falta en los
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La Psicología Clínica concuerda con las demás áreas de la psicología su interés por la
medición de las funciones conductuales y psicológicas, el diseño sistemático de la
investigación, la comprobación empírica de las implicaciones de los modelos e hipótesis
clínicas, y la evaluación y valoración de la efectividad de sus predicciones. El contenido
empírico de este campo abarca aquellos aspectos de la ciencia psicológica relevantes
para el diagnóstico y tratamiento de los problemas de salud mental.
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Los mismos intereses que manifiesta el médico, relativos a una perspectiva unitaria (bio-
psico-social) de la persona que presenta un trastorno mental, son compartidos
plenamente por los psicólogos que ejercen su función profesional en este ámbito. Ello,
sin embargo, no debe significar el exclusivo acaparamiento por ninguna de las partes de
todos los factores que intervienen el proceso patológico o el también exclusivo control de
la persona afectada sino la cooperación de diversas especialidades en beneficio del
individuo. Éste es el objetivo manifestado, al margen de intereses gremialistas, por los
profesionales expertos de diversos países.
Conclusiones
1. La Psicología es una ciencia que se define por el estudio del comportamiento en todas
sus manifestaciones y contextos, y también una actividad aplicada a diversos ámbitos
profesionales, entre ellos, la Psicología Clínica.
5. Dada la naturaleza del trastorno mental, cualquiera de los dos profesionales, psicólogo
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Bibliografía
Nathan, P. E. y Gorman, J. M., eds., (1998). A guide to treatments that work. Oxford:
Oxford University Press.
Roth, A. y Fonaggy, P. eds.. (1996). What works for whom?: A critical review of
psychotherapy research. Nueva York: Guilford.