La Indumentaria Desde La Puesta en Escena PDF
La Indumentaria Desde La Puesta en Escena PDF
La Indumentaria Desde La Puesta en Escena PDF
PUESTA EN ESCENA:
DE BUONTALENTI A DIAGHILEV.
Junio de 2014
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN ....................................................................................................... 1
1.3 El vestuario en los primeros ballets de cour en la Francia del siglo XVI. ....... 15
3.2 El vestuario en la ópera y el ballet, con especial incidencia en Francia. ....... 120
3.2.3 La renovación del vestuario en el teatro inglés del siglo XVIII. ............ 133
4.3.2.3 La llegada del tutú: Marie Taglioni y Eugène Lami. ........................ 183
4.5 Las grandes producciones operísticas durante la época romántica en Italia. . 193
5.4.1 Paul Fort y Lugné-Poe: principales promotores del teatro simbolista. ... 241
5.5 El Teatro del Arte de Moscú bajo la dirección de Stanislavsky. ................... 257
5.5.1 Principios fundamentales del Teatro del Arte de Moscú. ....................... 257
6.3 Los ballets coreográficos de Marius Petipa y la transformación del tutú. ..... 307
Francisco Nieva.
Miguel Narros.†
Mucho se ha publicado sobre la historia del traje a nivel general, de modo que
se pueden citar, a modo de ejemplo, obras como Breve historia del traje y la moda
(2012), de James Laver, El vestido habla (1998), de Nicola Squicciarino o Histoire
du costume en Occident de l'antiquité à nos jours (1965), de François Boucher.
También han visto la luz trabajos sobre los diversos métodos de confección de trajes
teatrales, como, por ejemplo, Vestuario teatral. Cuadernos de técnicas escénicas
(1988), de Marisa Echarri y Eva San Miguel. Por otra parte, entre los estudios sobre
vestuario diseñado para determinados montajes teatrales concretos se puede
mencionar la interesante monografía de Georges Banu titulada Le costume de théâtre
dans la mise en scéne contemporaine (1994). Sin embargo, ninguna de las
publicaciones citadas aborda el estudio y evolución de la indumentaria teatral desde
la puesta en escena.
1
costumes de L´Opera (1931), aunque se limita al análisis del vestuario operístico de
Francia, desde la segunda mitad del siglo XVII hasta la primera mitad del XIX.
Otros estudios de interés sobre vestuario teatral son los de Stella Mary
Newton, autora de Renaissance Theatre Costume and the Sense of the Historic Past
(1975), que se centra en el periodo renacentista, o el de Adolphe Jullien, que escribió
Histoire du costume au théatre (1880), detallado estudio de la indumentaria teatral
centrado en Francia y que abarca desde el siglo XVII hasta la primera mitad del XIX.
James Laver publicó Costume in the Theatre (1964), pero desde la perspectiva de la
historia del traje. Renzo Guardenti es autor de varios capítulos sobre la evolución del
vestuario teatral, dentro de la magnífica y ambiciosa Storia del teatro moderno e
contemporaneo (2000) de Roberto Alonge. Por último, habría que citar a Mercedes
de los Reyes Peña que dirigió la publicación de la obra colectiva El vestuario en el
teatro español del Siglo de Oro (2000).
2
precedentes del proyecto de vestuario, desde sus mismos orígenes en los siglos XVI
Y XVII y, en segundo lugar, describir la evolución del proyecto de vestuario,
dilucidando la influencia que los figurinistas van ejerciendo unos sobre otros y la
repercusión que las diversas corrientes artísticas han tenido en el vestuario teatral.
Por último, se pretende establecer el momento en que por fin se origina un verdadero
proyecto de indumentaria, precisando en qué género aparece y señalando el momento
a partir del cual se puede decir que existe una auténtica disciplina de proyecto de
vestuario.
Partiendo de los indicios que sobre vestuario existen ya en los siglos XVI y
XVII, se intenta hurgar en fenómenos aislados y particulares para luego entrar ya de
lleno, a partir del siglo XVIII, en el análisis de una evolución más o menos racional
del proyecto de vestuario.
3
El trabajo culmina con los ballets de Diaghilev puesto que, como se intenta
demostrar, con la puesta en escena de esos ballets queda definitivamente consolidado
y definido lo que es un proyecto global de vestuario, concebido en plena conjunción
con la puesta en escena.
4
Por último, se incluye un artículo sobre el ballet Sadko, de los Ballets Rusos, para
ilustrar la coordinación de la coreografía con el vestuario, dentro de una puesta en
escena totalmente vanguardista.
5
6
1. PRECEDENTES HISTÓRICOS DEL DISEÑO DE VESTUARIO EN EL
RENACIMIENTO.
Tres son las innovaciones del teatro italiano respecto a la puesta en escena: la
introducción de la escenografía pictórica, el descubrimiento de la perspectiva y los
cambios en el vestuario teatral. En el teatro medieval, el espacio escénico había
permanecido indeterminado, pues las escenas se sucedían unas a otras, mientras los
actores podían quedarse a la vista del público durante toda la representación, aunque
no participasen en la acción. Los autores renacentistas entienden el espacio
dramático como una unidad indivisible, de modo que el espectador abarca de una
sola mirada todo el campo del escenario, sin detenerse ante ningún detalle,
englobando simultáneamente todo el conjunto (Hauser, Arnold, 2005, pp. 390-91).
Al contrario que en la época medieval, a partir de finales del siglo XV y durante el
XVI, las representaciones teatrales tienden a realizarse en un lugar fijo. El público
demanda locales adaptados, que puedan incorporar innovaciones en tramoya y
decorados, permitiendo, como en el caso de algunos escenarios de Italia, la
representación de fenómenos naturales: viento, lluvia, tormentas. Los diferentes
espacios escénicos influirán de forma decisiva en uno u otro tipo de vestuario.
1
Agustín Rojas Villandrando (1572-1618), en su obra El viaje entretenido (1603), realiza una
descripción de las diversas compañías teatrales surgidas en su tiempo clasificándolas según el grado
de repertorio y fama.
7
de preparar los espectáculos de los “corrales” o los autos del Corpus (Pérez Priego,
M. A., 2004, pp. 99-100). Las representaciones se dotarán de recursos técnicos y
maquinaria para sorprender a un público cada vez más heterogéneo y mayoritario.
Dos de las compañías de autor más importantes de esta época son las de
Alonso de Cisneros (1540-1597) y la de Lope de Rueda (1510-1565), cuyos “pasos”
marcaron el cambio de la tendencia italianizante a la tendencia autóctona. Rueda fue
cómico ambulante (estuvo en Sevilla, Valladolid, Toledo, Madrid, Valencia) y
representó los más variados géneros teatrales -autos, comedias, entremeses- , tanto en
locales públicos como privados, con un gran éxito de público.2 Cisneros inició su
andadura como representante palaciego en la corte de Felipe II, demostrando sus
dotes de actor cómico. A partir de 1575 su actividad teatral se intensifica.
Coincidiendo con el desarrollo de las representaciones para la fiesta del Corpus y la
aparición de los corrales de comedias, Cisneros representó con cierta continuidad en
Toledo, Valladolid y Sevilla. Ante el Ayuntamiento de Madrid presentó, como
repertorio dramático, el Códice de los Autos Viejos, gracias al cual se benefició con
la contratación de los autos para el Corpus y las representaciones de temporada en
los corrales. Su compañía fue, además, una de las primeras en conseguir la licencia
para que actuasen mujeres.
2
Sobre el teatro de Lope de Rueda y su influencia en el teatro español, véanse Pérez Priego, M. A.,
2004, pp. 109-118; Canet, José Luis, 1992; Oliva, C., 1988, pp. 65-79.
8
innovaciones se le atribuyen a Ganassa: la creación del personaje de Arlequín y la
promoción de espectáculos teatrales cobrando al público por asistir. Se aprovechó de
la práctica de determinadas cofradías de beneficencia, que prestaban locales propios
o alquilados a los comediantes a cambio de recibir un estipendio económico para el
mantenimiento de sus hospitales y obras de caridad.
Los distintos tipos de compañía, así como los lugares donde hacían sus
representaciones, fueron determinantes para la elección de unos u otros decorados,
que variaban dependiendo de que las representaciones se realizasen en espacios
abiertos (plazas), corrales de comedias, palacios o universidades.
3
Para tener una información más detallada sobre las actividades de entretenimiento de la nobleza
véase Amorós, Andrés y Díez Borque, José María, 1999, pp. 210-214.
9
El aspecto visual (indumentaria, decorados y tramoya) ocupaba un lugar
fundamental en los espectáculos cortesanos de principios del siglo XVII. Sin
embargo, a diferencia de los autos sacramentales y de las obras escritas para
“corrales”, las comedias palaciegas contienen muy poca información en sus textos
sobre el vestuario utilizado. Excepcionalmente, sólo en algunas (como Adonis y
Venus de Lope de Vega) se encuentran indicaciones más detalladas, aunque ni
siquiera en tales casos se refieren a todos los personajes, sino sólo a los principales,
describiéndose la indumentaria del resto de una forma muy escueta, probablemente
porque estaba codificada. Las acotaciones sobre vestuario más elaboradas se
limitaban a breves apuntes sobre los adornos del traje (por ejemplo, el manto de la
Fama iba bordado con ojos y lengua, en El vellocino de oro de Lope), que tenían un
alto valor emblemático o entroncaban con la representación iconográfica clásica del
personaje. Por tanto, el vestuario teatral cortesano, sobre todo en la indumentaria de
figuras mitológicas, tenía también una función simbólica, aunque menos relevante
que la que poseía en los autos sacramentales.
10
Juana (hermana de Felipe II) realizado tras su muerte en 1573 y que es de gran
interés por la fecha temprana en que se documenta la participación de damas de la
corte actuando en representaciones dramáticas, así como por la relación con el
mundo pastoril de algunos de los atuendos descritos (Ferrer Valls, Teresa, en De los
Reyes, Peña, Mercedes, 2000, pp. 70-71).
Los libros de cuentas de palacio dan noticia sobre los montajes realizados en
la segunda mitad siglo XVII, pues no es hasta 1675 cuando comenzaron a incluirse
en los archivos de palacio detalles de los gastos efectuados en las comedias
cortesanas. Las partidas solían distinguir entre “vestuarios en dinero” (pago a los
actores) y “vestuarios en vestidos” (pagos por las telas y la confección de los
vestidos). Lo habitual era que los libros de cuentas informasen sobre los materiales
empleados y el gasto de confección, pero normalmente no describían trajes
completos.
11
abundante en motivos florales de color rojo; la Noche, vestida de negro con bordados
de estrellas de plata, la Aurora, cubierta con tela de plata forrada en encarnado, o la
Ninfa de los Bosques, con manto de damasco de oro verde (Ferrer Valls, Teresa,
1993, pp. 283-295).
12
representaciones. En general, los adornos, el colorido del vestuario y el atrezo
(complementos emblemáticos y pastoriles) cobran una importancia fundamental en la
caracterización de los personajes debido a su potencial simbólico.
13
vestuario el propio uniforme (manteo y bonete) de los escolares, muy adecuado a la
finalidad litúrgica y académica de las representaciones.
Poca información sobre vestuario aparece en las obras del padre Pedro Pablo
Acevedo (1522-1573), considerado como el primer dramaturgo de teatro jesuita en
España; más detalles se pueden encontrar en la crónica de la puesta en escena de La
Tragedia de San Hermenegildo, de autor anónimo, obra cumbre de este tipo de
teatro, estrenada en Sevilla hacia 1591. Curiosamente, los pormenores del vestuario
no aparecen en las acotaciones del texto, ya que el atuendo, bien conocido por el
público, servía como elemento caracterizador que facilitaba el reconocimiento de
cada personaje. Solamente cuando se producía un cambio sustancial o había que
subrayar una determinada escena mediante vestuario, la acotación correspondiente se
volvía más específica. Así, cuando San Hermenegildo duda entre seguir el mandato
paterno o la llamada de la nueva religión, tres personajes alegóricos entran en escena
para transmitirle fuerza y valor: el Zelo (con una espada), la Constancia (con una
rodela) y la Fe (con un yelmo). En otro momento, cuando Recaredo visita a su
hermano para convencerle de que desista de su empeño, se apunta en el texto que los
pajes le quitan la gola y el yelmo y le colocan un bohemio (capa corta) y sombrero
14
para entrar como hombre de paz y no como guerrero. Según la relación del Padre
Montenegro, la fastuosidad y riqueza del vestuario, que había sido proporcionado por
las familias de los escolares, dejó al público tan impresionado que hubo que proteger
a los muchachos actores ante los intentos de pillaje por parte de algunos asistentes.6
1.3 El vestuario en los primeros ballets de cour en la Francia del siglo XVI.
15
A lo largo del siglo XVI las representaciones teatrales se desplazarán de los
espacios abiertos a los locales cerrados. En las plazas y en las ferias, sobre un tablado
improvisado, se realizaban las parades: breves espectáculos de propaganda que
servían de publicidad a los vendedores de sustancias para curar las distintas
enfermedades, es decir, los tradicionalmente considerados “charlatanes”.
Los juegos de pelota, jeux de paume, muy populares en Francia hasta el siglo
XV, se practicaban en canchas cubiertas y de forma alargada. Cuando decayó el
interés por este deporte, algunas compañías ambulantes las acondicionaron como
teatros temporales, sobre todo en provincias. En París siguieron funcionando como
espacios escénicos durante todo el siglo XVII y gran parte del XVIII, compitiendo
con el Hotel de Bourgogne.
16
destacó la compañía Gelosi que, desde 1577, regentó la sala Petit Bourbon, ya
mencionada.
Los primeros ballets que hubo en Francia habían derivado de las máscaras de
Carnaval y Navidad procedentes de la época medieval. En la corte del siglo XVI,
debido a la influencia italiana, aumentó el gusto por la música y el canto. Si a esto se
añade la tradicional inclinación francesa hacia el baile, no es de extrañar que
proliferaran los espectáculos palaciegos de ballets, que se solían integrar dentro de la
ópera.
17
Le Ballet comique de la Reine (“Ballet cómico de la reina”) se representó en
1581 en la sala Petit Bourbon del Palacio del Louvre, ante Enrique III y su corte. Por
primera vez se ofrecía al público un espectáculo en el que la música, un relato
escénico y la escenografía se presentaban como un todo expresado a través de la
danza. Baltazarini del Belgioioso,7 con la colaboración de Beaulieu (?-después de
1587), fue el autor de la música y la coreografía. El poeta Chesnaye (1530-1575)
compuso los versos, y el pintor Jacques Patin (?-1604) elaboró los decorados, y un
vestuario que destacaba por la profusión de oro, plata, perlas y piedras preciosas,
dando la impresión de un fasto y de una suntuosidad inigualables, extensible incluso
a los músicos (Prunières, Henry, 1914, 82-89; Reyna, Ferdinando, 1981, pp. 29, 31-
33; Esteban Cabrera, Nieves, 1993, pp. 35-51).
7
El bailarín, coreógrafo, compositor y violinista, Baltazarini del Belgioioso (1500 – 1581) fue
determinante en la aparición de los ballets de cour. En 1555 llegó a París y se puso al servicio de
Catalina de Médicis. Ese mismo año montó el Ballet des Nymphes, no como representación
independiente, sino todavía a la manera de los intermezzi. Debido a su gran éxito, Baltazarini se fue
labrando un futuro profesional dentro de la corte, pues Enrique II le otorgó la nacionalidad francesa,
cambiándole el nombre por el de Balthazar de Beaujoyeulx; la reina madre lo nombró Valet de
Chambre en 1567.
8
Véase la lámina 1-1 al final de este capítulo.
9
Los intermezzi eran piezas de danza insertadas en los entreactos de una obra de teatro o de una ópera.
Para mayor información véase el apartado dedicado al estudio de los intermezzi de la Pellegrina.
10
En 1582 Baltazarini publicó bajo el título de Balet comique de la Royne, faict aux nopces de
Monsieur le Duc de Ioyeuse et madamoyselle de Vaudemont sa soeur el libro que contenía el libreto,
las partituras musicales y las estampas y grabados correspondientes al decorado y vestuario creados
18
A lo largo de los siglos XVI y XVII la ópera-ballet, o ballet de cour, se
consolida en Francia como espectáculo compuesto por danza, música, poesía y
escenografía.11 En el prefacio dedicado “au lecteur” del Ballet comique de la Reine
Baltazarini escribe: “Ainsi i´ay animé & fait parler le Balet, & chanter & resonner la
Comedie”12 (Beaujoyeulx, Baltasar de, 1582) y considera dicho ballet “comique”
porque en él se fusionan los anteriores elementos (danza, música, poesía y
escenografía) con la comedia, formando un conjunto que culmina con el espectáculo
coreográfico final.
por Jacques Patin para la representación (Bapst, Germain, 1893, p. 207). Actualmente el libro se
conserva en la Bibliothèque Nationale de France, département Manuscrits, RES-4-Ln27-10436.
11
Sobre las características generales de les ballets de cour véase Esteban Cabrera, Nieves, 1993, pp.
35-51.
12
Por tanto hay que hacer vivir y hablar al Ballet, y cantar y sonar a la Comedia (traducción propia).
13
Denominada Acte for the Punishment of Vacabondes.
19
Durante todo el siglo XVI, la única escenografía que se podía lucir en una
representación estaba reservada al teatro cortesano. El teatro profesional sólo
“sugería” decoración mediante el uso de pequeños objetos que simulaban
determinados ambientes: casas, bosques, cielos. Algunos recursos ingeniosos
permitían también la creación de efectos especiales: alcohol para las llamas de los
incendios, aparatos para reproducir los truenos, etc.
On the daie of the Epiphanie at night, the kyng with a. xi. other were
disguised, after the maner of Italie, called a maske, a thyng not seen
afore in Englande, thei were appareled in garmentes long and brode,
wrought all with gold, with visers and cappes of gold & after the
banket doen, these Maskers came in, with sixe gentlemen disguised in
silke bearyng staffe torches, and desired the ladies to daunce, some
were content, and some that knewe the fashion of it refused, because it
14
En el día de la Epifanía, durante la noche, el rey acompañado por otros apareció disfrazado al estilo
de las mascaradas italianas, algo nunca visto antes en Inglaterra, con vestidos largos y muy adornados,
todo trabajado en oro, con sombreros y capas doradas; y al final del banquete se presentaron otras
máscaras con seis caballeros disfrazados con trajes de seda portando antorchas en la mano, e invitaron
20
A partir de esa fecha, este tipo de celebraciones fue sucediéndose cada vez
con mayor éxito en la corte, llegando a su máximo esplendor en la segunda mitad del
XVI y, sobre todo, a principios del XVII con Ben Jonson e Iñigo Jones, quienes
realizaron numerosas mascaradas para la corte de Jacobo I de Inglaterra, que reinó
entre 1603 y 1625.
a las damas a bailar. Algunos de los invitados aceptaron de buen grado estas máscaras, pero otros las
rechazaron porque se trataba de una cosa que no se veía normalmente (traducción propia).
21
principios del XVII, destacaron el Teatro Olímpico de Vicenza, el teatro de
Sabbioneta y el teatro Farnese de Parma.
22
primitivas tonalidades (Sommi, Leone de´, 1968, pp. 64-66; González Román,
Carmen, 2001, pp. 225-226; Molinari, Cesare, 2006, pp. 90-91).
23
punto en el que el nombre del actor se confundía con el de su máscara sin que
pudiera discernirse cuál de las dos personas era la auténtica.
Todos los personajes formaban una serie de arquetipos que se podrían dividir
en tres categorías: criados, como Arlequín, Brighella, Polichinela y Colombina;
amos, como Pantaleón, el Doctor y el Capitán; y amantes, como Rosana y Florindo,
Isabel y Octavio o Angélica y Fabricio. Como dato curioso, cabe señalar que los
personajes femeninos y, en general, los enamorados, no se cubrían el rostro con
máscara.
15
Entre las compañías, formadas por diez o doce actores, destacaron I Gelosi (Los Celosos), I Desiosi
(Los Deseosos), I Confidenti (Los Confidentes) e I Fideli (Los Fieles). Pronto actuaron en Europa,
obteniendo no sólo los aplausos del público, sino también de reyes y magnates, así como grandes
beneficios. La compañía de Alberto Ganassa trabajó en la corte de Carlos X de Francia en 1571,
trasladándose más tarde a España, donde realizó actuaciones en el Corral de la Pacheca; en Inglaterra,
la reina Isabel invitó al Arlequín, Drusiano Martinelli; ya en el siglo XVII, con la llegada de Tiberio
Fiorilli, intérprete del personaje Scaramuccia (el Capitán), los cómicos italianos, subvencionados por
el rey, se establecieron definitivamente en París, en el teatro Petit-Bourbon, donde alternaron sus
representaciones con las de la compañía de Molière.
24
compañía, explicaba el argumento y las novedades de atrezo y decoración, pasando
inmediatamente a la actuación. Así, la Commedia dell´Arte, como espectáculo, gozó
del aplauso de los espectadores de toda clase y condición, y constituyó un fenómeno
teatral (más que literario) que, prescindiendo del dramaturgo, centró la atención en el
trabajo del actor, cuyas improvisaciones se sustentaban en una sólida y metódica
preparación, a menudo transmitida de padres a hijos, y que perduró durante siglos,
incluso cuando ya habían desaparecido las máscaras.16
16
Para un conocimiento más detallado sobre la Commedia dell´Arte véanse Molinari, Cesare, 1985 y
D´Amico, Silvio, 1954, vol. 2, pp. 97-150.
17
Véanse las láminas 1-2 y 1-3 al final de este capítulo.
25
“lechuguilla”) y el sombrero pierde su forma de tricornio, adaptándose a los modelos
de la época.18
18
Véanse las láminas 1-4 y 1-5 al final de este capítulo
19
Véanse las láminas1- 6 y 1-7 al final de este capítulo.
20
Véanse las láminas 1-8, 1-9 y 1-10 al final de este capítulo.
26
aceptaba el mundo con filosofía y suspiraba por los macarrones, perdura su peculiar
sombrero en forma de cono truncado, aunque en el siglo XVI se cubría la cabeza con
un sombrero alargado y puntiagudo, parecido al utilizado por las hadas.21 Las
muchachas enamoradas, como Isabella, aparecen con trajes de la época, es decir,
faldas largas, grandes escotes y, en ocasiones, tocado de plumas.22
Al igual que en otros países europeos, las fiestas cortesanas se realizaban con
ocasión de la visita de un personaje ilustre, la celebración de unos esponsales, boda,
bautizo, banquete, recepción, etc. En las calles se celebraban torneos y desfiles de
carros y máscaras (que eran luego inmortalizados por los artistas plásticos en frescos
y esculturas) bajo el mecenazgo del príncipe o noble que los había organizado. En el
21
Véanse las láminas 1-11 y 1-12 al final de este capítulo.
22
Véase las láminas 1-13 y 1-14 al final de este capítulo.
23
Los refinados diablos alados, diseñados por Buontalenti para la corte de Plutón en el cuarto
intermedio de La Pellegrina, elegantísimos con sus alas adornadas de color rojo caldera y salpicadas
de argento, no tienen nada que hacer con sus hogareños antepasados [los diablos medievales], vestidos
con la rústica "calzamaglia" [media de malla] y adornados con una cola y un camauro (gorro) cornudo
(traducción propia).
27
interior del palacio tenían lugar las danzas y las representaciones teatrales para
disfrute del señor y de sus invitados. Los nobles aragoneses en Nápoles, los Médicis
en Florencia, los Estensi en Ferrara, los Gonzaga en Mantua y los Montefeltro en
Urbino fueron príncipes y nobles que se encargaron de los gastos de estos
espectáculos y, en ocasiones, de su organización. No obstante, la responsabilidad de
la puesta en escena corría a cargo de un literato, que ejercía funciones de director,
mientras que el pintor de la corte se ocupaba de la escenografía y la indumentaria.
Aunque en ocasiones intervenían actores y músicos profesionales, los actores eran
casi siempre aficionados y pertenecían a la familia que organizaba el acontecimiento,
a los que se sumaban también cortesanos y pajes. Los papeles femeninos eran
interpretados por hombres, con voz de falsete y disfrazados con atuendos de mujer.
Así ocurrió en la representación de Danae, de Baldassare Taccone, organizada por
Leonardo Da Vinci en 1496 en el palacio de Gian Francesco Sanseverino, conde de
Caiazzo, en Milán, y ante Ludovico Sforza; el personaje de Danae fue interpretado
por el joven Francesco Romano, miembro de la corte de Ludovico.
Los intermezzi, en los que el aspecto visual tenía una importancia primordial,
exigían que los intérpretes fueran ataviados con fastuosas vestimentas, bordadas en
oro o en plata, confeccionadas con tejidos de terciopelo, raso, damasco o carmesí, y
con lujosos calzados adornados de oro y plata. Marialuisa Angiolillo describe los
trajes que llevaban los personajes en una representación alegórica celebrada en la
corte de Urbino en 1474: “Penelope vestita de panni d´oro, cum la corona in testa e
28
cum le chiome sparte per le spalle; Ipolito vestito de panno d´oro (..) le ninfe tutte
vestite di seta de verdure a la damaschina" (Angiolillo, Marialuisa, 1989, pp. 37-
38).24
24
Penélope vestida con paños bordados en oro, con la corona en la cabeza y los cabellos sobre los
hombros; Hipólito con un traje de paño bordado en oro (…); las ninfas todas vestidas de seda, con
adornos de flores y frutos (traducción propia).
29
representaba así porque era la madre de la Virtud. La Virtud, su hija, iba enteramente
vestida con una túnica de satén de color violeta irisado, el peinado simplemente
recogido y las manos llenas de frutas y de flores. La Felicidad, representada por una
mujer joven vestida con alegres colores, llevaba la túnica superior de satén encarnado
y el tocado muy simple con una bella guirnalda de preciosos frutos (De Rossi,
Bastiano, en Warburg, Aby, 2009, pp. 243, 245). Como se puede apreciar, el
vestuario de estos personajes alegóricos es bastante simple, aunque los adornos y
complementos refuerzan su significado simbólico.
25
Conservados en la Biblioteca Nazionale Centrale di Firenze, Archivos CBIII. 53 Vol. II.
26
Biblioteca Nazionale Centrale di Firenze, Boceto de Garza en el archivo C.F. ficha 5.14.e. Véanse
las láminas 1-16 y 1-17 al final de este capítulo.
27
Véase la lámina 1-18 al final de este capítulo.
28
Londres, Victoria and Albert Museum, Archivo n. E. 1186-1931. Véase la lámina 1-15 al final de
este capítulo.
30
figuras masculinas elegantemente ataviadas con ligeras túnicas hasta los tobillos, y
sombreros con una especie de penachos, como los de los cascos de los soldados
romanos; en el otro, se sitúa un grupo de figuras femeninas vestidas con doble falda
y adornos en la cabeza de los que penden unos ligeros velos; en el centro del espacio
superior, en un área despejada de nubes, surge el personaje central, como un dios
mítico de la comedia grecolatina, disponiéndose a ambos lados sendos grupos de
figuras masculinas y femeninas, con atuendos similares a los de los personajes del
espacio inferior.
29
Véase la lámina 1-19 al final de este capítulo.
31
Respecto al teatro clasicista, se advierte que en las ilustraciones de los
primeros textos teatrales, publicados a comienzos del siglo XVI, tanto los personajes
cotidianos como los mitológicos aparecen vestidos como burgueses renacentistas.
Como indicara Leone de Sommi (1525?-1592) en su tratado Quattro dialoghi in
materia di rappresentazioni sceniche, el hábito suntuoso acrecienta la consideración
y nobleza de las tragedias; nada de malo tiene por tanto:
(...) vestir un servo di veluto o di raso colorato, purché l'abito del suo
patrone fosse con ricami, o con ori, cotanto sontuoso, che avessero fra
loro la debita proporzione, né mi condurei a vestire una fantesca d'una
gonnellaccia sdruscita, né un famiglio d'un farsetto stracciato, ma anzi
porrei a dosso a quella una bona gamurra, et a questo uno apariscente
giacchetto, accrescendo poi tanto di nobile al vestire de i lor patroni
che comportasse la leggiadria de gl'abiti ne i servi (Sommi, Leone de,
1968, p. 48).30
Así, por ejemplo, en aplicación de estos principios sobre el uso del vestuario, los
actores que representaron el Poenelus de Plauto en el teatro Cosimo Roselli de Roma
en 1513 bajo la dirección del humanista Tommasso Inghirami (1470-1516), iban
vestidos con trajes elegantes y suntuosos.
30
(...) Vestir a un siervo de terciopelo o de raso de color, con tal de que el vestido de sus dueños fuera
con bordados, o con oro, siendo ambos suntuosos y guardando entre ellos la debida proporción; y en
lugar de vestir a una sirvienta con una falda descolorida o a un criado con un jubón harapiento, me
gustaría poner sobre la espalda de aquella una buena gamurra [guardapiés] y sobre la del criado una
vistosa chaqueta, aumentando tanto de nobleza la indumentaria de los señores que [ello] comportase la
elegancia de los vestidos de los siervos (traducción propia).
32
rappresentativa e del modo di rappresentare le favole sceniche,31 publicado en
Ferrara en 1598.
31
Véase información sobre esta obra en González Román, Carmen, 2001, pp. 227-229; Molinari,
Cesare, 2006, pp.92-93.
33
Con estos lujosos atuendos, además de impresionar visualmente al público y
potenciar la fantasía del espectador, se pretendía también agradar a los mecenas,
quienes con frecuencia seguían personalmente la elaboración de los vestidos para
asegurarse de que el resultado era digno de ellos. Tal es el caso de Isabella Borgia,
que, con ocasión de los festejos celebrados en Ferrara para las nupcias entre su
hermana Lucrecia y Alfonso d´Este, vigiló personalmente la confección de ciento
diez vestidos para cinco comedias, haciendo hincapié en que dichas prendas fueran
confeccionadas exclusivamente para dicho acontecimiento y en que las destinadas a
una determinada comedia no sirvieran para las otras. La ostentación y el lujo del
vestuario se ponía de especial relieve cuando los actores, antes de comenzar la
representación, desfilaban sobre el proscenio para que el público pudiese valorar de
cerca la elegancia de los trajes fabricados con telas muy variadas (de raso, seda,
cendado, paño), todas nuevas y de gran calidad (Angiolillo, Marialuisa, 1989, p. 40).
Leonardo Da Vinci (1452-1519), durante los años en los que fue pintor en la
corte milanesa de Ludovico il Moro (desde 1482 hasta 1499) trabajó también como
escenógrafo, organizador de fiestas y espectáculos y diseñador de trajes. En
particular, con motivo de los esponsales entre Galeazzo Maria Sforza e Isabel de
Aragón, en 1489, además de organizar los festejos, engalanó el castillo y la calle por
donde debía pasar el cortejo nupcial. Desgraciadamente no se conservan los diseños
ideados por Leonardo para la Festa del Paradiso, ni tampoco los vestidos creados
para el baile; sin embargo, en algunos esbozos conservados en la Biblioteca Real de
Windsor se puede identificar una figura humana engalanada a la antigua con una
sencilla túnica de mangas cortas y amplias.32
34
El artista transformó a todo el grupo en una fila de homini salvatici (hombres
salvajes) guiados por un caballero que iba montado sobre un caballo con las crines
relucientes de oro, y vestido con telas bordadas en oro; la cabeza iba adornada por un
dragón alado cuyas alas cubrían las mejillas del caballero. De este fantástico cortejo
de homini salvatici, con sus monstruosas cabezas, cabe destacar el diseño del
comandante Sanseverino, que puede identificarse por la cabeza de caballero con
yelmo encontrada en la colección Malcom del Museo Británico de Londres.33
35
sus diseños ideados para los espectáculos florentinos de los Médicis se encuentran en
el palacio de los Uffizi de Florencia.34 En los bocetos se representa la ubicación de
los personajes en la escena mediante pinceladas de color; luego, en hojas separadas,
aparecen los diseños del vestuario, indicando el personaje y el intérprete a quien cada
traje va destinado. Son dibujos muy detallistas, en los que se indica el corte del
vestido, los colores, el tipo de tejido y los accesorios, con la finalidad de facilitar su
confección (Angiolillo, Marialuisa, 1989, p. 41). Por último, Giorgio Vasari35 (1511-
1574), más conocido como arquitecto que como figurinista, realizó para los Médicis
los diseños destinados a la bufolata que en 1566 tuvo lugar en la Piazza Santa Croce
de Florencia.36
En la Italia del siglo XVI parece que hubo dos formas de entender la
indumentaria teatral. Una primera, representada por los profesionales que realizaron
proyectos de vestuario pioneros destinados a espectáculos cortesanos y que
concebían la indumentaria como un elemento integrado en el proyecto global de la
puesta en escena, y otra segunda, representada por los actores de la Commedia
34
Florencia, Uffizi, Gabinetto disegni e stampe, n. 2306A, n. 2354A, n. 2355A, n. 2357A, n. 2358A,
n. 2359A, n. 2455A, 2318 A,
35
En su libro, Le vite de' più eccellenti pittori, scultori e architettori (“Las vidas de los más excelentes
pintores, escultores y arquitectos”), publicado en 1550 y reeditado en versión aumentada en 1568,
expuso las biografías de los artistas más importantes del Renacimiento. Gracias a ella, Vassari está
considerado como el primer historiador del arte italiano.
36
Florencia, Uffizi, Gabinetto disegni e stampe, 10 18 S.
36
dell´Arte, para quienes el vestuario era un simple instrumento para describir y
exponer el carácter de cada personaje. Estas dos tendencias parecen haber coexistido
durante toda la centuria, enriqueciéndose mutuamente, y dando lugar con
posterioridad a la creación de diseños más complejos que ya tuvieron en cuenta
ambos aspectos: el personaje en sí y la puesta en escena en su conjunto.
37
38
ILUSTRACIONES DEL CAPÍTULO 1
39
40
Lámina 1-1. Ballet comique de la Reine (1581). Vestuario de las tres sirenas
diseñado por Jacques Patin. Bibliothèque Nationale, París.
41
42
Lámina 1-2. Commedia dell'Arte.
Disfraz primitivo de Pantalone.
Grabado del siglo XVI. Reproducción
localizada en Martinelli, Tristano,
1601, p. 50.
43
44
Lámina 1-4. Commedia dell'Arte.
Disfraz primitivo del Doctor
Graziano ("Balanzone"). Grabado del
siglo XVI. Roma, Biblioteca e
Raccolta teatrale del Burcardo.
45
46
Lámina 1-6. Commedia dell'Arte.
El Capitán en el siglo XVI.
Reproducción localizada en
Martinelli, Tristano, 1601, p. 51.
Bibliothèque Nationale de France,
Département Réserve des Livres
Rares, RES-Y2-922.
47
48
Lámina 1-8. Commedia dell'Arte. Arlequín a finales del siglo XVI, en
Martinelli, Tristano, 1601, p. 6. Bibliothèque Nationale de France,
Département Réserve des Livres Rares, RES-Y2-922.
49
50
Lámina 1-9. Commedia
dell'Arte. Arlequín en el
siglo XVII. Grabado de
Robert Bonnard (1652-
1729) Roma, Biblioteca e
Raccolta teatrale del
Burcardo: inv. 1416,
C11/008
51
52
Lámina 1-11. Commedia dell'Arte.
Pulcinella, siglo XVI. Grabado de
Arnold Van Westerhoud (1651-1725)
Roma, Biblioteca e Raccolta Teatrale
del Burcardo: inv. 4541, Arm. 4-
Speciale 12.
Lámina 1-12. G. D.
Tiépolo. Commedia
dell'Arte. Pulcinellas
del siglo XVIII.
Victoria and Albert
Museum: S. 959-
2010.
53
54
Lámina 1-13. Commedia dell'
Arte. Isabella (la enamorada) en
el siglo XVII. Reproducción
localizada en Maurice Sand,
1860, Vol II, p. 175.
55
56
Lámina 1-15. Bernardo Buontalenti, La Pellegrina (1589). Escena del primer
Intermezzo, La Armonía de las esferas. Grabado de Agostino Carraci basado
en el diseño original de Buontalenti. Victoria and Albert Museum,
Department of Engraving, Illustration and Design and Department of
Paintings n.E. 1186-1931. Grabado E. 247-1942.
57
58
Lámina 1-16. Bernardo Buontalenti.
La Pellegrina (1589). Segundo
Intermezzo. La lucha de las Musas y
las Piérides. Vestuario para las
Piérides. Florencia, Biblioteca
Nazionale Centrale Palatina.
59
60
Lámina 1-18. Bernardo Buontalenti.
La Pellegrina (1589). Segundo
Intermezzo. La lucha de las Musas y
las Piérides: las Hamadríadas.
Detalle de decorado y vestuario.
Florencia, Biblioteca Nazionale
Centrale Palatina.
61
62
2. EVOLUCIÓN DEL VESTUARIO TEATRAL EN EL SIGLO XVII.
El teatro europeo de finales del siglo XVI y primera mitad del XVII alcanzó
un gran esplendor debido a varios factores: de una parte, hubo una pléyade de
excepcionales escritores como Calderón, Lope y Tirso en España, Marlowe,
Shakespeare y Ben Jonson en Inglaterra, o Molière, Racine y Corneille en Francia;
de otra, tuvieron gran difusión en Europa las innovaciones italianas aplicadas a la
construcción de edificios teatrales, escenografía, tramoya, caracterización y vestuario
de personajes; finalmente, la gran afluencia de público a las representaciones en los
nuevos teatros, ya fueran en espacios cerrados o al aire libre, propició la
comercialización del teatro y la profesionalización de los actores.
63
En la mayoría de los casos no existía una planificación previa de montaje, ni
se ensayaba específicamente para la obra que se iba a representar, sino que las
compañías contrataban a aquellos actores que se sabían los papeles de la misma. A
diferencia del teatro representado en Londres, donde los papeles femeninos fueron
desempeñados por muchachos hasta 1660, en Madrid, ya en 1587, se permitió que
las actrices pudieran aparecer en público, tal vez debido a que las “colombinas” de la
Commedia dell´Arte, cuando actuaban en España, nunca se vieron afectadas por esa
prohibición.37
2.1.1 Clasificación del vestuario para personajes estereotipados en las comedias del
Siglo de Oro.
37
Desde 1587 las mujeres gozaron de gran popularidad en las representaciones, hasta el punto de que
una actriz como María Inés Calderón (1611-1649), conocida popularmente como “La Calderona”, que
desempeñó papeles de gran éxito en el Corral de la Cruz desde 1627, llegó a ser muy admirada en la
corte de Felipe IV.
38
Sobre las traducciones en España de los tratados de Serlio y de Vitruvio véase González Román,
Carmen, 2001, pp. 418-423.
64
El vestuario jugaba un papel polivalente: además de vestir al personaje, a
veces sustituía parcialmente los decorados, cumpliendo funciones tales como ubicar
la acción dramática, sugiriendo tiempo y lugar. Tal es el caso de la vestimenta de
pastores, que situaban la acción en las montañas, o la de los cortesanos, que apuntaba
a la vida en palacio, o la de labriego, que sugería un escenario rural. Su utilización
servía también para mostrar determinados rasgos del carácter del personaje. Así, en
Fuente Ovejuna de Cristóbal de Monroy (1612–1649) la indiferencia del
Comendador hacia sus vasallos se pone de manifiesto al comienzo de la tercera
jornada cuando sólo presta atención a su atuendo y a la música que suena, mientras el
Regidor, cuya hija ha sido deshonrada, se queja amargamente. Las acotaciones del
autor indican cuál ha de ser la actitud del comendador:
39
Cuando en el siglo XVII los editores e impresores de Francia, Alemania y los Países Bajos querían
evitar la censura de libros cuyo contenido político, religioso o erótico contravenía las normas de la
Autoridad utilizaban, entre otras, la editorial ficticia Pierre Marteau y la ciudad de Colonia, que era
una ciudad libre en esa época, como lugar de edición. Así ocurre con este libro, en cuya portada figura
el nombre de Pierre Marteau como editor y el de la mencionada ciudad alemana. Sin embargo, no
aparece por ningún lado el nombre del autor, lo que permite sospechar que el contenido del libro no
65
proportionnez aux sujets. Une Scene Romaine & Grecque, se represente avec des
habits Espagnols" (Brunel, Antoine de, 1666, p. 30).40 Sin embargo, en ocasiones,
era posible que el anacronismo en la indumentaria fuera intencionado. Por ejemplo,
Tirso de Molina en su comedia La vida y muerte de Herodes (1636) pide en cierta
ocasión que Augusto César aparezca “como Emperador a lo antiguo” (Molina, Tirso
de, 1907, p. 197) pero poco antes había indicado que Herodes debía quitarse en
escena “el sayo rústico y [se quedase] en calzas y jubón de tabí muy bizarro”
(Molina, Tirso de, 1907, p. 188).
era políticamente correcto. Según Foulché Delbosc este libro se imprimió en Amsterdam por
Abraham Wolfgang (Foulché, Delbosc, Raymond, 1896, pp. 63-66).
40
Los vestidos de los actores no son suntuosos, ni adaptados a los papeles. Una comedia de
argumento romano o griego se representa con traje español (traducción propia).
66
carbón, sombrero sucio,/ astrosa capa y vil coleto" (Hurtado de Mendoza, Antonio,
1728, p. 473).
67
hermandades y el obispado.41 El vestuario utilizado en los bailes del siglo XVII está
relativamente bien documentado; además, el hecho de ser trajes destinados a un
grupo exigiría un mismo modelo de vestimenta para los diversos bailarines, razón
por la que cabe suponer que desde el siglo XVI ya existía un mínimo diseño de
indumentaria en función de la coreografía.
41
Sobre los desfiles procesionales del Corpus y sobre la “La Tarasca” y “Los Gigantes” véase
Shergold, N. D. y Varey, J. E., 1955; Shergold,, N. D. y Varey, J. E., 1961; y Amorós, Andrés, y Díez
Borque, José María, 1999, pp. 218-221.
68
Pensamiento; el de peregrino representa la Vida del Hombre en continua
peregrinación. Otros atuendos propios de personajes típicos de comedias, como el
galán o la dama, se usarán para vestir la Culpa, la Malicia o la Fe. Por último, el
vestido de “pieles” no sólo caracteriza al salvaje, como indica Aurora Egido sino
que, en opinión de Arellano, también puede asumir distintas funciones simbólicas, al
representar el estado de desnudez y desamparo (Hombre), las pasiones y los apetitos
groseros (Deseo), la penitencia y la modestia (para el personaje de Juan el Bautista)
(Arellano, Ignacio, en De los Reyes Peña, Mercedes, 2000, p. 99)
42
Véase el cuadro de catalogación de indumentaria elaborado por la autora de esta tesis basándose en
la descripción que hace Arellano (2000) de las vestimentas en los autos sacramentales (apéndice 2).
69
teatro público en 1634. En 1671 se abrió el teatro Guénegaud, con una capacidad
para mil quinientos espectadores, y destinado a representaciones de ópera; a partir de
1673 escenificaron también tragedias y comedias, estas últimas por las compañías de
Molière y de La Grange; finalmente, en 1680, quedó reservado a La Comédie
Française. Desde 1577 venían realizándose representaciones dentro de palacio, en la
Salle du Petit-Bourbon. Posteriormente, el Cardenal Mazarino trajo de Venecia en
1645 al famoso diseñador de decorados Giacomo Torelli (1604-1678) para que
representara en la corte óperas como La festa theatrale della finta pazza (“La fiesta
teatral de la loca fingida”); también construyó en 1660, en el palacio de las Tullerías
y con motivo de la boda de Luis XIV, un teatro denominado Salle des machines,
(“Sala de máquinas”) destinado a espectáculos teatrales de gran envergadura
escenográfica y tramoyística.
Luis XIV mostró gran interés no sólo por los teatros de la corte, sino también
por los locales públicos, hasta el punto de entregar las salas Petit –Bourbon y Palais
Royal a diversas compañías, que convirtieron unas salas previamente reservadas a la
nobleza en teatros donde se hacían funciones para el público general. La compañía
de Molière se había consolidado profesionalmente entre los años 1645 y 1658,
primero haciendo giras por provincias y luego en París, donde consiguió disponer del
teatro Palais Royal para sus representaciones. Tanto Molière, que actuaba como
principal actor cómico, como su amante, Madeleine Bejart, obtuvieron una gran
acogida por parte del público. Al morir Molière en 1673, su compañía se fusionó con
la del Marais, ingresando otros actores en la compañía del Hotel de Guénegaud.
70
Peinado, Miguel Ángel, y Álvarez Jurado, Manuela, 2005, pp. 30-31; Leal, Juli,
2006, pp. 145-148; Vayón, Pablo J., 2012).
comedias ballet.
71
en una serie de danzas de conjunto en las que participaba toda la corte, ejecutando
una coreografía de composición geométrica. Los espectadores se situaban en galerías
y zonas elevadas para admirar mejor el espectáculo que se desarrollaba en el centro
de la sala (McGowan, Margaret, 1963, pp. 37 y 42-47; Salazar, Adolfo, 1995, pp.
125-136).
El ballet des échecs (“ballet del ajedrez”), ideado probablemente por Enrique
de Saboya, duque de Nemours, se representó durante el carnaval de París del año
1607, en el reinado de Enrique IV. Sobre el suelo de la sala varias personas cubiertas
con máscaras extendieron un gran lienzo de tela pintada como un tablero de ajedrez.
Dos jugadores, vestidos con trajes españoles, entraron danzando para situarse a
ambos lados del tablero; tras la entrada de los bailarines enmascarados y disfrazados
imitando las piezas del ajedrez, comenzó el grand-ballet con la participación de las
damas de la corte.
43
Una descripción detallada del ballet-masquerade aparece en Pasi, Mario, 1981, pp. 46-47.
72
Los Francini construyeron la maquinaria/tramoya y diseñaron la escenografía
y el vestuario del Ballet de la délivrance de Renaud (“Ballet de la liberación de
Reinaldo”), que se representó en el Palacio del Louvre el 29 de enero de 1617, con la
participación de miembros de la corte, incluido el propio rey, Luis XIII, que iba
magníficamente ataviado en su papel de demonio. Esta representación seguía
fielmente el modelo formal de los ballets de cour y tomó el argumento del poema
caballeresco Reinaldo, del poeta renacentista Torquato Tasso (1544-1595). Debido a
la influencia de artistas italianos, como Giulio Caccini (c. 1551-1618) y Octavio
Rinuccini (1562-1621), y a diferencia del ballet comique de la Reine, la danza no se
interrumpía para dar paso a largos parlamentos poéticos, sino que ambas acciones,
danza y canto, tenían lugar simultáneamente.
El Ballet des Fées des Forêts de Saint Germain (“Ballet de las Hadas de los
Bosques de Saint Germain”) se estrenó en el Louvre el 11 de febrero de 1625. El
propio rey Luis XIII intervino en algunas entrées, junto a otros miembros de la corte.
Enrique de Saboya, duque de Nemours, y Belleville prepararon la coreografía;
Marais interpretó al personaje principal, la fée Guillemine (“el hada Guillermina”).
Este ballet anuncia la supremacía del ballet a entrées en detrimento del ballet
melodramatique. La música, el libreto y la escenografía quedan en segundo plano en
beneficio de la danza; sin embargo, ésta pierde capacidad de expresión dramática y
se convierte en un mero pretexto para la exhibición de bailarines profesionales y
44
Véase la lámina 2-1 al final de este capítulo.
45
Una información más detallada del Ballet de la délivrance de Renaud se puede encontrar en
Prunières, Henry, 1914; Pasi, Mario, 1981, pp. 51-52; Reyna, Ferdinando, 1981, pp. 48-50 y Esteban
Cabrera, Nieves, 1993, pp. 84-86.
73
nobles aficionados, todos enmascarados y vestidos de forma burlesca y extravagante,
de acuerdo con la moda de la época.46 Cabe destacar el diseño de vestuario, obra de
Daniel Rabel (1578-1637), un faiseur de masques (“diseñador de máscaras”), cuyos
bocetos originales se conservan en el Louvre.47
74
buena muestra de ello. Tres personalidades de suma importancia para el teatro
francés de este periodo concurrieron en su creación: de un lado, Luis XIV, estudioso
y protector de la danza, de otro, Giovanni Battista Lully, músico y coreógrafo,
nombrado en 1663 compositor de la corte y, finalmente, Pierre Beauchamp (1636-
1705), bailarín, coreógrafo y primer maître de ballet de la Académie Royale de
Musique. La trama y los decorados se atribuyen a Giacomo Torelli (1604-1678). Luis
XIV interpretó el personaje del Sol Naciente vestido con un traje de tejido laminado,
que terminaba en falda corta, dejando ver las piernas cubiertas con largas y finas
medias de seda; un tocado en forma de fuente le adornaba la cabeza. Esta
indumentaria sorprendió a los espectadores de tal manera que, desde entonces, se
conoció a Luis XIV por el sobrenombre de Roi Soleil (“Rey Sol”).49
Los figurines del Ballet Royal de la Nuit fueron diseñados probablemente por
Henri de Gissey (1621-1673) quien, desde 1650, venía desempeñando el cargo de
diseñador oficial de las fiestas cortesanas y del ballet del rey. También son obras
suyas los figurines proyectados, con gran fantasía y creatividad, para el ballet Les
Noces de Pélée et de Thétis (“Las bodas de Peleo y Tetis”,1654), con escenografía
de Torelli, y los pomposos y recargados trajes, ligados a la moda cortesana, creados
para las comedias ballet George Dandin (1668) y Les Fêtes de L’Amour et de
Bacchus (“Las fiestas del Amor y de Baco”, reposición de 1677), con música de
Lully y escenografía de Carlo Vigarani (1637-1713) (Guardenti, Renzo, en Alonge,
Roberto, 2000, Vol. I, p. 1085).
49
Véase la lámina 2-5 al final de este capítulo.
75
célebre Mademoiselle Lafontaine (1655-1738), la primera bailarina profesional de
ballet. Además, la ampliación de las partes cantadas anticipaba la aparición de la
“ópera-ballet”. Finalmente, esta representación supuso el final, entre divertido y
nostálgico, de los ballets de cour, que desaparecieron de la corte francesa después de
que el Rey dejara de participar en las danzas.50 En 1686 se estrenó Armide, basada en
la obra de Torquato Tasso, con música de Lully y libreto de Quinault; Bérain alcanzó
un notable éxito por el diseño del vestuario para los personajes de la obra, todos ellos
(pastores, divinidades, héroes y demonios), lujosamente ataviados con vestidos de
seda y de encaje (Pasi, Mario, 1981, p. 62; Esteban Cabrera, Nieves, 1993, pp. 125-
127).
76
corte. Hasta finales del siglo XVII los personajes femeninos eran interpretados por
hombres, cuya caracterización se veía facilitada por la utilización de máscaras y por
la naturaleza fantástica de las representaciones, que justificaba el uso del travestismo.
Hasta mediados del siglo XVII el vestuario de la danza era muy similar al
diseñado para las fiestas de la corte. Las mujeres lucían generosos escotes que se
abrían sobre un chaleco atado y con adornos de ballena; las mangas, hasta el codo, se
remataban con encajes de “blonda” y las faldas, ceñidas por miriñaques, se cubrían
de telas drapeadas; los zapatos eran botines de punta, con tacones altos. Los hombres
vestían casacas de brocado adornadas con galones y encajes, pantalones ceñidos a la
cintura por un fajín, y calzaban botas con tacones rojos. Los bailarines aficionados
solían danzar con el rostro escondido tras simples máscaras negras o doradas que, en
el siglo XVIII, serían de uso general para los profesionales.
51
Un bailarín interpretaba el personaje de un embajador con un traje de simple tela y un gentilhombre
el de un mendigo con una ropa de seda y de terciopelo (traducción propia).
77
reutilizados en futuras representaciones. En consecuencia surgió la necesidad de
clasificar este material mediante el uso de términos genéricos que han pasado a
formar parte del lenguaje de los profesionales del teatro. Así, para clasificar los trajes
de reyes, de personal de servicio o de personajes mitológicos, se utilizaban términos
como vestido a la turca, hábito de rey, vestuario de esclava, de Tritón, o de ninfa, etc.
78
En las comedias-ballet de Molière, donde primaban la música y la danza, los
trajes estaban diseñados atendiendo a su función en el ballet y no al diálogo
dramático. Siempre que era posible se procuraba integrar las partes danzadas a modo
de escenas que tuvieran un significado lógico en la obra, como, por ejemplo, ocurre
en Le bourgeois gentilhomme, donde, en la entrée que seguía al primer acto, cuatro
bailarines, bajo la guía del maestro de baile, ensayan, ante la atenta mirada de
Monsieur Jourdain, diversos movimientos y pasos de baile para mostrar las
variaciones de una danza.52
52
Una información más detallada sobre el argumento y los montajes de Le bourgeois gentilhomme se
encuentra en Pasi, Mario, 1980, pp. 59-60; Leal, Juli, 2006, p.93.
53
Sobre el papel de Moliére en las comedias-ballet, véanse: Mazouer, Charles, 2006; Grimm, J., 1993;
y Leal, Juli, 2006, pp. 81-109.
79
Las actrices solían completar su atuendo con accesorios propios del personaje
interpretado: el abanico de Ifigenia, la varita mágica de Armida, etc.; la utilería de
mano, además de identificar al personaje, servía como recurso expresivo para la
actriz, pues de esa manera tenía ocupadas las manos (Jullien, Adolphe, 1880, p. 55).
54
La cosa fue tanto más fácil para ellos [para los personajes masculinos representados por mujeres],
ya que antiguamente los vestidos de los persas y de los judíos eran vestidos largos que llegaban hasta
el suelo (traducción propia).
80
diciembre de ese año representó en el Petit Bourbon, con actores italianos y las
mismas máquinas y escenografías utilizadas en Venecia, La Finta Pazza ("La loca
fingida"), con libreto de Giulio Strozzi (1583-1652) y música de Francesco Sacrati
(1605-1650). Esta ópera de argumento clásico (la historia de Aquiles escondido,
disfrazado de doncella, entre las hijas de Licomedes, rey de Sciro) despertó un gran
interés en París: el público aplaudió la música y el recitado de los versos, pero quedó
atónito ante los juegos de artificio y las sorprendentes mutaciones de escena
ejecutadas con los ingenios mecánicos traídos por Torelli. El bailarín y coreógrafo
Giovan Battista Balbi contribuyó notablemente al éxito de la representación al
intercalar ballets cuyos bailarines interpretaban a personajes exóticos: indios vestidos
con faldas de pétalos y con grandes sombreros adornados con plumas que, con la
ayuda de varitas terminadas en antifaces escondidos bajo las plumas, alargaban el
cuello transformándose en avestruces (Jullien, Adolphe, 1880, pp. 9-10).
Ningún figurinista francés del siglo XVII logró desvincularse de los cánones
impuestos por la moda cortesana. Por ello, sin olvidar la labor iniciada por
Buontalenti con el vestuario para los Intermezzi de la Pellegrina, se puede considerar
a Ludovico Ottavio Burnacini (1636-1707) como el primer diseñador teatral.
Burnacini trabajó en la corte vienesa como escenógrafo y diseñador, demostrando
una gran maestría e imaginación en ambos oficios. Sin embargo, su fama se basa en
los figurines que proyectó para diversos espectáculos, la mayor parte de los cuales se
encuentran recogidos en carpetas conservadas en la Colección de Música de la
Biblioteca Nacional de Austria55 y en el Museo del Teatro de Austria.56 Con la
55
Musiksammlung der Österreichischen Nationalbibliothek [Misc. 143].
56
Österreichisches Theatermuseum [Min. 20; Min. 29]. Sobre las colecciones de figurines y
decorados de Burnacini véanse Gregor, Joseph, 1926; Biach-Schiffmann, Flora, 1931; y Molinari,
Cesare, 1985, pp. 28-36, que incluyen varios diseños para personajes de la Commedia dell´Arte. Una
traducción del libreto de la ópera Il pomo d´oro, incluidas las decoraciones creadas por Burnacini, se
81
finalidad de orientar a futuros figurinistas, Burnacini reunió una variada colección de
trajes clasificados por secciones históricas y geográficas, que se completaba con un
apéndice dedicado a los adornos.
Todos esos figurines barrocos están concebidos con una estética que ya
parece muy moderna;57 de hecho, serían luego tomados como modelos por
figurinistas de fines del siglo XIX y principios del XX, como por ejemplo, el ruso
Léon Bakst (1866-1924). La influencia de Burnacini se dejó sentir en la obra de
algunos pintores que, por aquella época, se dedicaron también al figurinismo. El más
importante de ellos fue Antonio Daniele Bertoli (1677-1743), que aún siendo pintor y
escenógrafo, centró su labor en la creación de figurines. Bertoli diseñó trajes y
máscaras para las fiestas de la corte vienesa, bajo el reinado de Carlos VI (1685-
1740). Sus creaciones, aunque reflejan buen gusto y gran habilidad gráfica, carecen
82
de la imaginación y fantasía de los trabajos de Burnacini, pues parecen mucho más
ligadas al gusto anacrónico y cortesano del vestuario francés. Así pues, la influencia
de Burnacini (en cuanto concibió un vestuario en el que predominaba la fantasía)
dejó su sello también en Francia.
83
dramaturgos que se dedicaron a la escritura teatral de forma casi exclusiva. En
aquellos años escribieron y estrenaron sus creaciones autores de la talla de Kyd,
Marlowe, Shakespeare, Jonson, Webster, Middleton, Beaumont, Fletcher, Ford, y un
larguísimo etcétera. Es muy posible que en un principio, los espectáculos se hubieran
dado en patios de posadas, por lo que locales como The Swan todavía guardaban
cierta semejanza con las antiguas posadas.58
Aunque en las compañías inglesas había actores (sólo hombres, pues a las
mujeres les estaba vedada la actividad teatral) que eran además socios capitalistas,
frente a quienes eran simples asalariados, cada compañía llevaba el nombre de su
patrón, por lo general un noble o persona de importancia. El noble que patrocinaba
una compañía era a su vez la garantía legal para la propia supervivencia de la
agrupación.
58
Existe un dibujo del interior de The Swan, que viene a demostrar dicha semejanza; véase Portillo
García, Rafael,1987, p. 92. Sobre los teatros públicos y privados en Inglaterra véanse Macgowan, K. y
Melnitz, W. , 2003, pp. 158-160; Kermode, Frank, 2005, pp. 141-189 y 195-217.
84
teatral Philip Henslowe (1550-1616) registra algunos de los préstamos que hizo para
la compra de instrumentos musicales, y los organizadores de las representaciones
procuraban que la música estuviera presente, no sólo para la entrada de los reyes,
sino para canto y danza, escenas de misterio, etc.
Como el escenario estaba muy cerca de los espectadores, los actores debían
utilizar vestimentas de gran calidad con el fin de evitar que los asistentes pudieran
observar deficiencias en los ropajes. El encarecimiento de los lujosos tejidos
motivaba que las compañías buscaran trajes de segunda mano procedentes de nobles
o caballeros adinerados que los daban a sus sirvientes y que estos vendían a bajo
precio a los actores, de modo que, al igual que en España y Francia, la donación, así
como el préstamo y la compra de vestuario fueron prácticas comunes.59 Sólo
excepcionalmente, y debido a su alto coste, las grandes compañías pagaban la
confección de trajes destinados a determinadas representaciones. Eran los
empresarios teatrales los que rivalizaban entre sí para obtener el mejor vestuario para
sus compañías, sobre todo en las representaciones de tragedias, donde interesaba más
plasmar el lujo y la ostentación de los personajes que la coherencia de su
indumentaria.
59
Un ejemplo concreto de donación de vestuario tuvo lugar en la representación en 1661 de Love and
Honour (1649), donde el actor Thomas Betterton (1635-1710) vistió el traje usado por Carlos II en su
coronación (Guardenti, Renzo, en Alonge, Roberto, 2000, p. 1099).
85
obligada del teatro inglés hasta el año 1660. Dos causas explican este fenómeno: la
primera consistía en la existencia de compañías de niños actores, cuyas actuaciones
en los teatros privados exigían que los jóvenes intérpretes, para poder representar
personajes adultos tanto masculinos como femeninos tuvieran que desarrollar
técnicas de maquillaje y caracterización valiéndose de vestuarios adecuados y de
todo tipo de recursos estilísticos (como pelucas, tocados, postizos…); la segunda
residía en la prohibición de que saliesen actrices a los escenarios (Portillo García,
Rafael, 1987, p. 95). En consecuencia se generalizó el uso de pelucas (la propia reina
Isabel I las utilizaba), y los actores podían comprarlas, alquilarlas o fabricarlas ellos
mismos con trenzas del lana, pelos humanos o de animales, e incluso tiñendo su
propia cabellera.
86
Enrique VIII, y que el propio rey había participado en algunas de ellas. No obstante,
fue Jacobo I quien, con la ayuda artística, literaria y técnica de Ben Jonson e Iñigo
Jones, convirtió esas celebraciones en verdaderos espectáculos llenos de contenido
lírico y de efectos visuales. Algunas mascaradas fueron representadas en las escuelas
de Derecho pero la mayoría se escenificaron en los palacios reales con motivo de
algún festejo real (coronación, bautizo, esponsales, boda, recepción de embajadores,
etc.) y con la participación, tanto de cortesanos como de cantantes y danzarines; así,
la reina Ana, esposa de Jacobo I, intervino en 1605, caracterizada de negra, en The
Masque of Blackness (“La mascarada de la negritud”).60
60
Véase la lámina 2-9 al final de este capítulo.
61
Para una información más detallada sobre las mascaradas de Iñigo Jones véanse Guardenti, Renzo,
en Alonge, Roberto, 2000, Vol. I, p. 1084-1085; Laver, James, 1965, pp. 58-59; Marly, Diana de,
1982, pp. 14-29; Pellegrini, Giuliano, en Borsi et al., 1982, pp. 265-270; Ravelhofer, Barbara, 2006,
pp. 135-154.
87
La mayoría de las mascaradas, escritas por Ben Jonson y con montaje de
Iñigo Jones, trataban de historias pastoriles y mitológicas, de breve extensión,
recitadas al compás de músicas melancólicas. Entre ellas destacan The Masque of
Beauty (“La mascarada de la Belleza” 1608), Oberon the Faery Prince (1611),62 The
Golden Age Restored (“La restauración de la Edad de Oro”, 1616), y Pleasure
Reconciled to Virtue (“La Reconciliación del Placer y la Virtud” de 1618). La propia
naturaleza de la mascarada dejaba en segundo plano la poesía de los textos de
Jonson, pues prevalecían los efectos escenográficos creados por Jones; todo ello, y
tal vez debido a la fuerte personalidad de ambos hombres, hizo que esa colaboración
llegara a su fin y que, además, Jonson convirtiera su rivalidad y posterior enemistad
con Jones en objeto de punzante sátira en su obra An Expostulation with Iñigo Jones
(Macgowan, K. y Melnitz, W., 2003, pp. 184-186; Oliva, César, y Torres Monreal,
Francisco, 1990, p. 162).
Durante el siglo XVII Italia conservó su esplendor artístico. Los artistas que
la visitaban no sólo se sentían atraídos por la huellas de la antigüedad grecorromana
y las enseñanzas de los creadores del Renacimiento, sino que buscaban conocer las
nuevas experiencias y movimientos estéticos surgidos en esta época: el arte barroco,
la ópera y la música de concierto.
El Barroco, que inundó Europa en la primera mitad del siglo, expresó mejor
que el arte clásico la sensibilidad de esta época, un tanto confusa, logrando atraer
tanto a los cortesanos y grandes señores como a las masas populares. El teatro
barroco se destacó por su gusto por la decoración, el recurso a lo maravilloso y la
libertad de expresión de sus autores, pues este movimiento no pretendía la unidad
artística. Como grandes difusores de esta corriente, los artistas italianos eran
requeridos en todas las cortes europeas, mientras que numerosos viajeros de todos los
países acudían a Italia para conocer las nuevas técnicas.
62
Ver las láminas 2-10 y 2-11 al final de este capítulo.
88
representaban sobre todo espectáculos de danza, pantomima, canto, recital y piezas
bucólicas, con motivo de alguna boda real o de la visita de algún príncipe extranjero.
89
Puede afirmarse que con la producción de los artistas ya citados y de otros
que les siguieron, la escenografía como tal nació en el siglo XVII, precisamente
cuando se fusiona el elemento pictórico con el arte mágico y sobrenatural. En esta
fusión de lo pictórico y lo mágico la tramoya adquiere un protagonismo esencial,
pues las mutaciones, que se hacían ya a la vista del público, formaban parte del
espectáculo. Esos cambios de decorado sobre el escenario a la vista constituyen un
rasgo específico del teatro barroco, ya que hasta entonces se había preferido usar una
cortina, a modo de telón de boca, para ocultar la maniobra del cambio, y también
para dar por concluida la función. Con estas innovaciones escenográficas el vestuario
teatral sufrirá un cierto estancamiento con respecto a la escenografía y se subordinará
a ella hasta finales del siglo XIX.
A finales del siglo XVI los artistas italianos, una serie de diseñadores,
pintores, arquitectos, escenográfos y figurinistas contratados por las cortes europeas
y también por compañías de cómicos ambulantes, llevaron el conocimiento de sus
técnicas escénicas a los principales países europeos, cuyos recursos técnicos eran
más rudimentarios que los de Italia. El éxodo de escenógrafos y diseñadores italianos
hacia las cortes europeas, principalmente hacia la francesa, hizo que su labor se
desarrollara fuera de Italia, por lo que sus obras se han analizado en el apartado
correspondiente a Francia.
90
Policiano (1454-1494), con las pastorales63 y con los intermezzi, pues en todas ellas
se utilizaba la música y el canto.64
63
Una pastoral es una obra poética que versa sobre un tema campestre. Superficialmente puede
considerarse como una derivación de las fábulas mitológicas (Alonge, Roberto, 2000, pp. Vol. I, 101-
104).
64
Otros investigadores opinan que el nacimiento de la ópera se produjo cuando en 1595 un grupo de
estudiosos y músicos, agrupados bajo el nombre de la Camerata dei Bardi, en Florencia, trataron de
imitar la tragedia griega al presentar en Daphne una historia mitológica mediante un diálogo
versificado con un fondo musical (Angelini, Franca, 1979, pp. 69-75).
91
El canto y el montaje escenográfico primaron sobre el resto de los elementos
del espectáculo operístico; el argumento y las cualidades interpretativas del cantante
quedaban en un segundo plano. A las mujeres, como sucedía en el teatro, sobre todo
el de Inglaterra, no se les permitió salir al escenario hasta finales del siglo XVII, por
lo que los personajes femeninos eran interpretados por cantantes masculinos, que, a
veces, se hallaban castrados. Cuando la mujer es admitida como intérprete de ópera,
ésta encarga sus trajes a los mejores sastres para rivalizar con las otras cantantes. El
traje, pues, quedará subordinado al divismo de las intérpretes femeninas, sin que
haya una coherencia con la época de la ópera representada.
A finales del siglo XVII surgió la ópera bufa, subgénero de la gran ópera, que
combinaba los temas cómicos del melodrama burgués veneciano con la expresividad
monódica del recitativo y del aria. Una de las primeras óperas bufas fue Il potestá di
Colognole (Florencia, 1657) compuesta por Jacopo Melani (1623-1676) con libreto
de Andrea Moniglia (1624-1700). La comicidad de esta obra consistía en reducir las
palabras a su pura sonoridad verbal, prescindiendo de su significado, recurriendo
para ello a la parodia de lenguas extranjeras, al habla mediante tartamudeo, y a la
imitación de sonidos naturales y animales. Su escenificación era muy similar a la de
la Commedia dell´Arte, pues utilizaba la palabra en función del gesto y del
movimiento escénico. La ópera bufa sirvió de referencia a composiciones musicales
posteriores, como el Renard de Stravinsky, que utilizaba la voz humana como medio
de imitación de los sonidos naturales. (Angelini, Franca, 1979, pp. 132-134).
92
representaciones de la corte eran los organizadores de los festejos y los actores
aficionados los que elegían los trajes de sus personajes.
En las comedias del Siglo de Oro y en las tragedias de los teatros comerciales
ingleses la indumentaria desempeñaba una función múltiple, pues, además de vestir
al personaje, en ocasiones sustituía parcialmente a los decorados indicando la
ambientación de la acción dramática y sugiriendo el tiempo y el lugar en el que se
desarrollaba la misma. Esta función decorativa del vestuario irá poco a poco
desapareciendo en los principales países europeos pues, aunque la indumentaria
precedió a los decorados en la puesta en escena, posteriormente se produjo una
mayor evolución de dichos decorados hacia el proyecto escenográfico, mientras que
el vestuario sufrió un estancamiento. Así el Barroco teatral se caracterizó por una
escenografía desbordante de fantasía e ingenio y por la creación de una maquinaria
tramoyística que cambiaba los decorados a la vista del público.
93
En los ballets donde seguían participando los nobles con los bailarines
profesionales el vestuario seguía mostrando un gran anacronismo, pues los trajes no
se atenían al diseño preestablecido por el figurinista, sino que dependían del gusto y
de las posibilidades económicas de cada intérprete bailarín. Así, se podían ver en un
mismo ballet trajes suntuosos junto a otros de peor calidad.
94
de Iñigo Jones, que aunque estaban destinados a personajes aislados constituirán un
precedente en la historia de la indumentaria teatral inglesa. Asimismo, como en los
demás países europeos, continuará el préstamo y la donación de trajes; sin embargo,
en las representaciones de tragedias históricas el vestuario presentará gran riqueza y
magnificiencia; de hecho, este país se convertirá en uno de los grandes promotores
del diseño de vestuario teatral histórico.
95
96
ILUSTRACIONES DEL CAPÍTULO 2
97
98
Lámina 2-1. Ballet de la Délivrance de Renaud (1617), entrée con
figura de Armide en el centro. Vestuario de Tommaso Francini.
Reproducción localizada en Durand, Étienne, 1617, p. 20. París,
Bibliothèque de l'Institut National d'Histoire de l'Art, Collections
Jacques Doucet: NUM 8 RES 613.
99
100
Lámina 2-2. Ballet des Fées des Fôrets de Saint-Germain (1625), Entrée des
'Esperlucattes' ("Entrada de los Extraviados"). Vestuario de Daniel Rabel.
París, Musée du Louvre, Département des Arts Graphiques, Cabinet des
Dessins: INV 32616, Recto.
Lámina 2-3. Ballet des Fées des Fôrets de Saint-Germain (1625), Entrée du
héraut et des tambours ("Entrada del heraldo y de los tambores"). Vestuario de
Daniel Rabel. París, Musée du Louvre, Département des Arts Graphiques,
Cabinet des Dessins, INV 32680, Recto.
101
102
Lámina 2-4. Ballet de la Douairière de Billebahaut (1626), Seconde entrée du
'Grand Seigneur' ("Segunda entrada del "Gran Señor"). Vestuario de Daniel
Rabel. París, Musée du Louvre, Département des Arts Graphiques, Cabinet des
Dessins: INV 32630, Recto.
103
104
Lámina 2-5. Ballet Royal de la
Nuit (1653), Luis XIV
caracterizado de Rey Sol. Traje
diseñado por Henri de Gissey.
Bibliothèque Nationale de
France, Département des
Estampes et Photographie,
RESERVE FOL-QB-201 (41).
105
106
Lámina 2-7. Ludovico Ottavio Burnacini. Máscaras. Diseños de vestuario para
las fiestas de la corte: Turcos (1680). Österreichisches Theatermuseum Wien:
Inv.No.: HZ_Min20_69.
107
108
Lámina 2-9. Boceto de un traje para una hija de Níger
de la máscara The Masque of Blackness ("La máscara
de la Negritud", 1605). Devonshire Collection,
Chatsworth.
109
110
Lámina 2-10. Iñigo Jones.
Boceto de un traje de hada para
la máscara Oberon the Faery
Prince ("Oberon, el Príncipe de
las Hadas", 1611). Devonshire
Collection, Chatsworth.
111
112
3. EL VESTUARIO TEATRAL EN EL SIGLO XVIII. LA INDUMENTARIA EN
La censura fue otro obstáculo para el desarrollo del arte escénico en este
siglo. A partir de 1701, en Francia, los censores del rey señalaban a los autores los
cortes y correcciones que debían ejecutar en sus obras si querían verlas representadas
en un escenario; también muchos teatros fueron cerrados en París y no volvieron a
abrir sus puertas hasta el año 1791. Las representaciones de baja calidad, las
deficientes reposiciones de obras anteriores y la escasa creatividad de los textos y de
los montajes escénicos, constreñida por el rígido establecimiento de las tres unidades
(acción, lugar y tiempo) restaban esplendor al teatro. Sin embargo, en Italia, la ópera
113
se consolidó como gran espectáculo teatral (Diderot, Denis, 2003, pp. 13-14; Leal,
Juli, 2006, pp. 169-176).
El ambiente teatral se volvió más animado en el siglo XVIII. Los pintores que
diseñaban figurines para el teatro se encargaban también de la creación de trajes para
la vida cotidiana y para los bailes públicos o privados, muy de moda en esta época,
en los que los invitados tenían que asistir cubiertos con máscara o antifaz. No era
raro, especialmente en Francia, el que en estas fiestas participasen también los
actores que, tras haber actuado recitando algunos monólogos, se mezclaban con los
anfitriones e invitados sin sufrir rechazo alguno. La misma promiscuidad, que habría
sido inadmisible años antes, llegaba también a los escenarios de los teatros, donde los
nobles salían a recitar junto a los actores, no sólo en representaciones cortesanas,
sino también en espectáculos dramáticos preparados y organizados por profesionales
del teatro. Así, por ejemplo, en una representación de Armide, en 1749, de Quinault y
Lully, causó verdadera admiración, interpretando el papel de Galatea, Madame
Pompadour (1721-1764), amante de Luis XV.
Poco a poco los actores iban siendo acogidos con simpatía y admiración por
la élite social en los salones más exclusivos de la época, apareciendo así los primeros
actores divos. El interés por el ambiente teatral originó en el público un fenómeno de
imitación colectiva que uniformaba las acciones, los gestos y los hábitos de la vida
cotidiana adecuándolos a los modelos contemplados en el escenario. La influencia de
la vestimenta teatral en la vida cotidiana se puede detectar ya en el siglo XVII. Así,
114
la cantante Marie Le Rochois (c. 1658-1728) interpretando a la diosa Tetis, en la
ópera Thétis et Pélée, (“Tetis y Peleo” París, 1672) lució una corbata de encaje que
se puso muy de moda entre los señores de la época (Jullien, Adolphe, 1880, p. 49);
igualmente, una especie de bata que en 1703 encargó la actriz Madame Dancourt
para una escena de la obra Andrienne, de Baron, donde tenía que aparecer recién
levantada de la cama, fue muy imitada durante gran parte del siglo XVIII,
conociéndose con el nombre de “l´andrienne” (Jullien, Adolphe, 1880, p.56).
115
Desgraciadamente, no solamente el traje elegido sino también la manera de
llevarlo bordeaba en ocasiones el ridículo. Así, sucedía con frecuencia que las
actrices más elegantes entraban en escena dando la espalda al público para que éste
apreciara con todo detalle la fastuosidad de la larga cola del vestido. A partir de
mediados de siglo estas formas de lucimiento teatral comenzaron a despertar el
recelo y la desaprobación de los críticos y eruditos, y del público culto. Así, el
periódico Mercure de France, refiriéndose a la reposición en 1761 de Armide en la
Ópera de París, con figurines del pintor Boucher (1703-1770), aunque admitía el
gusto y refinamiento con que habían sido diseñados los trajes, destacaba algunos
defectos como el que las capas que llevaban los caballeros sujetas a los hombros no
combinasen bien con las armaduras, o que estos mismos caballeros, armados con
todas sus piezas de hierro, luciesen las piernas color carne y calzasen borceguíes a la
antigua. El periódico atribuía
65
Estos pequeños contrasentidos al yugo que impone todavía la antigua opinión del público, al creer
que el teatro de la Ópera no puede admitir más que aquello que siempre se ha visto aquí [En Francia]
y sería menos pretencioso si tuviera un conocimiento más exacto acerca de la verdad de las
representaciones (traducción propia).
116
3.1 La influencia del Clasicismo y de la Ilustración en el vestuario teatral.
66
Le panier era una prenda que tuvo su origen en el “tontillo” español: “una especie de faldellín o
guardapiés que usan las mujeres con aros de ballena, o de otra materia, puestos a trechos, para que
ahueque la demás ropa” (R.A.E., Vol 6, 1739, p. 297). Esta prenda se popularizó en España en la
segunda mitad del siglo XVII. Cuando cruzó los Pirineos y se estableció en Francia, en el siglo XVIII,
se denominó panier, nombre que derivaba de paniers, las cestas que colgaban a ambos lados de los
animales de carga. Le panier fue aumentando gradualmente de amplitud, a ambos lados de las
caderas, y a diferencia del miriñaque que da al cuerpo forma de campana, le panier sólo resaltaba las
caderas.
67
Véase la lámina 3-1 al final de este capítulo.
117
Si les Français n´étaient pas si Français, mes Chinois auraient été plus
Chinois et Gengis encore plus Tartare. Il a fallu appauvrir mes idées e
me gêner dans le costume, pour ne effaroucher une nation très frivole
que rit follement et qui croit rire gaiement de tout ce qui n´est pas dans
ses moeurs, ou plutôt dans ses modes (Voltaire, 1830, p. 165).68
Un acteur qui n´a que du sens et du jugement est froid; celui qui n´a
que de la verve et de la sensibilité est fou. C´est un certain
tempérament de bon sens et de chaleur que fait l´homme sublime; et
sur la scène et dans le monde, celui qui montre plus qu´il ne sent fait
rire au lieu de toucher. Ne chercher donc jamais à aller au delà du
68
Si los franceses no hubieran sido tan franceses, mis chinos habrían sido más chinos y Gengis
todavía más tártaro. Hubo que empobrecer mis ideas y violentarme en el vestuario, para no asustar a
una nación tan frívola que se ríe alegremente de todo lo que no está en sus costumbres o, más bien, en
sus modas (traducción propia).
118
sentiment que vous aurez; tâchez de le rendre juste (Diderot, Denis,
1966, p. 389).69
69
Un actor que sólo tenga sentido común y juicio es frío; el que sólo tiene entusiasmo y sensibilidad
es un loco. Es un determinado temperamento de sentido común y de energía lo que hace al hombre
sublime; y sobre el escenario y en sociedad, quien muestra más de lo que siente hace reír en lugar de
conmover. No tratéis nunca por lo tanto de ir más allá del sentimiento que tengáis; tratad de darlo con
precisión (traducción de Mauro Armiño, en Diderot, Denis, 2003, p. 150).
70
Sería necesario que todos los actores tuvieran un mínimo conocimiento del diseño (…) y a falta de
tales condiciones que al menos la persona de teatro estudiase a los pintores y escultores famosos
(traducción propia).
119
buen gusto, eran con frecuencia muy ahorradoras y los vestidos que se destinaban a
papeles de heroínas se reducían a prendas deterioradas y manchadas, mientras que
los atuendos para las reinas se identificaban con modestos conjuntos de paño negro
que, sólo en algunas ocasiones, se sustituía por una falda decorada en oro. Junto a
reinas con humildes vestimentas y princesas con manchas en sus faldas, recitaban
príncipes ataviados con lúgubres y descoloridos vestidos, pelucas despeinadas y
viejas medias de lana negra (Bellamy, G. Anne, 1822, pp. 53-54).
120
amours de Bastien et de Bastienne (“Los amores de Bastián y Bastiana”,1753), de
Simon Favart, la actriz aparecía en el papel de Bastienne vestida con un traje similar
al de los agricultores, con una simple cruz de oro, sin peluca, los brazos desnudos y
calzando zuecos, sin que este toque de realismo lograse ser apreciado por los
espectadores (Leal, Juli, 2006, pp. 178-179; Guardenti, en Alonge, 2000, vol. II, p.
1171; Julien, Adolphe, 1880, pp. 164, 168). Escaso entusiasmo despertó en el
público el novedoso traje de sultana oriental que Madame Favart lució en Soliman
second (“Soliman segundo”, 1761), de Simon Favart, representando el papel de
Roxane; la actriz afirmó que dicho traje había sido confeccionado exclusivamente
para ella en Constantinopla, pero los grabados referentes a la representación de esta
obra demuestran lo contrario, pues en ellos aparece una dama parisina con el peinado
típico del tercer cuarto del siglo XVIII y con una vestimenta parecida a la oriental
(Jullien, Adolphe, 1880, pp. 95, 158-159; Leal, Juli, 2006, p. 179).71
71
Conservado en la Biblioteca Nacional de Francia: BNF Richelieu Musique fonds estampes Favart
Justine, 002. Véase la lámina 3-2 al final de este capítulo.
121
le public jette sur l´actrice , doit le préparer au caractère qu´elle va
développer (Clairon, 1798, pp. 53-55).72
72
Pido a todas las mujeres, en general, la atención más escrupulosa a sus vestimentas; el vestuario
refuerza mucho la ilusión del espectador, y el actor entra más fácilmente en su papel; no obstante, no
está bien reconstruir exactamente el vestuario, sería indecente y mezquino (…) Es necesario conservar
el modelo e indicar sólo el tipo de traje, y seguir en lo más posible el lujo o la simplicidad del tiempo
y del lugar (…) Sobre todo se deben adaptar los trajes a los diversos personajes; la edad, la austeridad,
el dolor rechazan todo lo que permite la juventud, el deseo de agradar y la serenidad del espíritu; es
necesario lograr que la primera mirada que el público lance a la actriz lo prepare para [entender] el
carácter [del personaje] que ella desarrollará ( traducción propia).
73
El vestuario utilizado por la Clairon en las tragedias Bajazet, Electre y Didon aparece también
descrito en Angiolillo, 1989, p. 74 y en el artículo“Il costume teatrale: un lento cammino verso il
realismo”, de Renzo Guardenti, en Alonge, 2000, p. Vol II, 1170. Ambos autores utilizan el libro de
Jullien (1880) como fuente de información.
122
anacrónico como el de su compañera de reparto que, además, adornaba su cabeza con
una lujosa peluca neoclásica y una llamativa diadema griega (Jullien, Adolphe, 1880,
pp. 133-134; Guardenti, Renzo, en Alonge, Roberto, 2000, Vol. II, pp. 1170-1171).
El camino iniciado por estos dos grandes actores fue influyendo en otros, de modo
que se fue dando gradualmente la espalda al anacronismo secular del vestuario hasta
que, en 1775, en la representación de L´Órphelin, orientados por Voltaire, como ya
se ha apuntado más arriba, realizaron la primera tentativa seria de incorporar con
éxito un vestuario de gran verosimilitud histórica. Sin embargo, aunque contaron con
el apoyo de los intelectuales y filósofos de la Ilustración, que defendieron tal
innovación, sus aportaciones fueron consideradas por algunos críticos de la época
como de escasa entidad, pues la renovación iniciada distaba aún de ser satisfactoria.
Para el crítico Jullien las novedades habían sido de poco relieve, pues todavía en el
siglo XIX "on continua à vêtir les princesses grecques, romaines, françaises,
polonaises, de ce long manteau de velours carré qu´on appelait doliman, et la
principale différence dans les autres habits pour les acteurs consistait dans le
vêtement court ou long, ce qu´ils appelaient être vêtus à la longue" (Jullien, Adolphe,
1880, p. 282).74
74
Se continuó vistiendo a las princesas griegas, romanas, francesas y polacas con aquellas capas de
terciopelo que llamaban doliman, y la principal diferencia en el vestuario de los actores consistía en
los trajes cortos o largos, lo que ellos llamaban vestir a "lo largo" ( traducción propia).
123
también a la puesta en escena y a la ambientación de la obra. Si a ello se añade la
falta de libertad en la creación del vestuario debido al encorsetamiento de los
personajes en la rígida preceptiva de las tres unidades (de acción, tiempo y lugar), no
será difícil entender por qué la escenografía evolucionó más rápidamente que la
indumentaria teatral en este siglo.75
Desde comienzos de siglo los bailes preferidos por la corte francesa fueron
las mascaradas, que habían sustituido a los famosos bals parés.77 En el bal masqué
todos los participantes tenían que camuflarse, según una forma preestablecida, con
máscaras que encargaban a diseñadores famosos, buscando sobre todo la originalidad
de los disfraces. Así, en 1745, para festejar las nupcias del Delfín de Francia, Luis
75
Sobre el Clasicismo en España, véase Carnero, Guillermo, 1999, pp. 23–29; véanse también, para
una información más detallada sobre el teatro en el siglo XVIII en Madrid, a Andioc, René, 1976 y
2005.
76
[Los comediantes] quieren aparecer en escena con sus propios nombres y se atribuyen de antemano
el traje que deben llevar y los sentimientos que van a recitar ( traducción propia).
77
El bal paré “es por su ostentación el sarao que siempre se ejecuta en salón o en sala privada, y no en
plaza o calle” (Núñez de Taboada, M., 1838, p. 89). Un ejemplo de bal paré se muestra en un grabado
de Marie Duclos, sobre un dibujo de A. de Saint Aubin, conservado en la Bibliothèque Nationale de
France, VMPHOTMIRI-13(139). http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/btv1b8430947d. Acceso:
20/08/2012.
124
Fernando de Borbón (1729-1765), con la Infanta María Teresa Rafaela de España
(1726-1746), se organizó en Versalles un gran baile mascarado, en el que, entre
centenares de disfraces diferentes, fueron muy admiradas algunas máscaras de
cigüeña.
Así pues, durante toda la primera mitad del siglo continuará el gusto por la
vistosidad y el anacronismo tan característicos del siglo XVII. El ya citado Algarotti
criticaba que en la escenografía el templo de Giove tuviera los mismos rasgos que
una iglesia, y que una plaza de Cartago apareciera diseñada en estilo gótico;
cuestionaba también la negligencia y las caóticas mezclas en los trajes y en los
78
Todos los trajes de estos personajes (griego, romano, pastor, cazador, guerrero, etc.) están cortados
sobre el mismo molde, diferenciándose únicamente por el color y los embellecimientos que a
profusión les otorga el azar, más que el gusto. El oropel brilla por todas partes; el campesino, el
marinero y el héroe están igualmente recargados de él; cuanto más adornado de baratijas, lentejuelas,
gasas y redecillas esté un traje, tanto mayor mérito tendrá a los ojos del actor y del espectador
desprovisto de buen gusto (traducción propia).
125
complementos de las primeras óperas, esos espectáculos que alcanzarían su apogeo
en el siglo XVIII (Algarotti, Francesco, 1763, p. 57). La arbitrariedad e
incompetencia de los actores del melodrama en la elección de su guardarropía teatral
eran tan graves que en la representación en Nápoles de la ópera L'incoronazione di
Dario (“La coronación de Darío”, estrenada en Venecia, 1717), de Antonio Vivaldi
(1678-1741), el empresario del teatro sintió la necesidad de excusarse ante el
público, por el desajuste que existía en el vestuario de algunos intérpretes y los
personajes que interpretaban, defecto que él achacaba al gusto de los actores y no al
suyo propio. Otro ejemplo de divismo e incoherencia entre traje y personaje lo
protagonizó la soprano Marie Pélissier (1707-1749), al interpretar, en 1730, una
reposición de la opera ballet Le Carnaval et la Folie (“El Carnaval y la Locura”,
1703) del compositor Destouches (1672-1749) y libreto de Lamotte (1632-1731).
Esta cantante había adquirido el vasto vestuario de la actriz Adrienne Lecouvreur
(1692-1730), que había muerto en extrañas circunstancias en 1730, y quiso alardear
de la variedad de su guardarropía cambiándose varias veces de atuendo durante la
representación, sin tener en cuenta el personaje que interpretaba ni la vestimenta que
le correspondía (Jullien, Adolphe, 1880, p. 60).
79
El dessinateur de los menus plaisirs se encargaba de las ceremonias, festivales y espectáculos de
entretenimiento de la corte.
126
se inspiraban en líneas clásicas, aunque hacía concesiones al gusto imperante de la
época por los rasos y drapeados (Jullien, Adolphe, 1880, p. 235)
Más cercanos al Clasicismo fueron los figurines que Moreau diseñó para el
montaje de la ópera Didon (estrenada en Fontainebleau, 1783), de Niccolò Piccinni
(1728-1800) y Jean-François Marmontel. Con esta tragedia lírica consiguió un gran
triunfo la soprano Antoinette Cécile de Saint-Huberty (1759-1812) interpretando a la
reina de Cartago vestida con túnica blanca, con una cenefa bordada en el filo, y
ceñida bajo el pecho, que se complementaba con una amplia capa de color púrpura
recogida en la cintura por uno de sus extremos; una corona, de la cual pendía un velo
caído sobre los hombros, le adornaba la cabeza y calzaban sus pies unas simples
sandalias (Fischer, Carlos, 1931, pp. 123-125).80 Sin embargo, este famoso diseño no
gustó demasiado al público, pues años más tarde, en una reposición de la ópera
L´Iphigenie en Tauride en 1787, la misma cantante eligió para el papel de
L´Iphigenie un vestido de estilo rococó. Algunos críticos consideraron este cambio
de vestuario como una consecuencia de la rivalidad existente entre esta diva y la
cantante Sophie Arnould (1740-1802) la cual, interpretando el mismo personaje un
mes antes, se vistió con la famosa túnica chitone griega (Jullien, Adolphe, 1880, p.
238).
80
Véase la lámina 3-3 final de este capítulo.
127
delle nazioni, e de' soggetti, che sono rappresentati sulla scena” (Milicia, Francesco,
1794, p. 69).81
81
Los vestidos y los complementos tienen que ser lo más cercano posible a las costumbres de la
época, los países y los personajes representados en escena (traducción propia).
82
Véase la lámina 3-4 al final de este capítulo.
83
Una referencia al éxito obtenido por Marie Sallé con Pygmalion se encuentra en una carta , fechada
el 15 de marzo de 1734 en Londres, y que apareció en el Mercure de France en abril de ese mismo
año (Mercure de France, abril de 1734, pp. 770-772).
128
René Boquet (1717-1814), quien por esos años se iniciaba como figurinista en el
Teatro de la Ópera de París (Jullien, Adolphe, 1880, pp. 65-66).
84
Véanse las láminas 3-5 y 3-6 al final de este capítulo.
129
La influencia de Jean George Noverre propició una verdadera revolución en
el ballet, no sólo en lo concerniente al vestuario, sino en todas sus formas. Con él
puede afirmarse que nació el ballet moderno y desapareció la vieja ópera-ballet.
Bailarín, coreógrafo y teórico de la danza formado en las ideas de la Ilustración,
Noverre viajó por toda Europa, pasando un larga temporada en Londres, donde
conoció a Garrick y asistió a sus espectáculos. Gracias a su preparación ilustrada se
dio cuenta de que la concepción tradicional del ballet ligada a las formas barrocas de
las fiestas de la corte había agotado todas sus posibilidades. Su aportación consistió
en unir las partes recitadas y cantadas, hasta entonces intercaladas entre las danzas y
que constituían el hilo conductor de la narración, con las partes danzadas, de manera
que el ballet no apareciese como una sucesión de cuadros aislados (los llamados
entrées), sino como una estructura en la que esas entrées iban engarzadas, según un
diseño cuyo vínculo de unión quedó encomendado exclusivamente a la melodía. Los
elementos fundamentales de esta nueva concepción del ballet fueron el movimiento y
la música; el resto, la escenografía y el vestuario, tenían que ser diseñados según la
evolución de los bailarines en el escenario, sobre los cuáles se tenía que centrar la
atención del público. La escenografía y la indumentaria, bajo la primacía de la danza,
servirían como recurso de apoyo al ballet, pero en ningún caso deberían desviar la
atención del público, que habría de centrarse en ver cómo se movían los danzarines
en un espacio escénico al servicio del tipo de ballet interpretado (Adolphe, Jullien,
1880, pp. 194-198).
130
del color en los trajes, en función de la luz escénica; cerca del proscenio y en su parte
inferior había colocado luces de gran potencia y a los bailarines vestidos con trajes
de colores más fuertes, mientras que el resto, en función de los colores más
difuminados de sus trajes, se situaban gradualmente más próximos al fondo del
escenario, donde las luces eran más tenues, lográndose así una sensación de
profundidad y un cuadro general perfectamente equilibrado (Noverre, Jean Georges,
1760, pp.92-93 y 2004, pp. 114, 270-271).
131
una segunda etapa, tras su encuentro con los intelectuales de la Ilustración y con Jean
George Noverre, eliminó de sus figurines todos los complementos excesivos, tan del
gusto de sus antecesores Bérain y Boucher, y prescindió, siempre que le fue posible,
de los exagerados rellenos y de las rígidas telas de la moda cortesana, tan poco
apropiadas para los trajes de ballet (Angiolillo, Maríaluisa, 1989, p. 79).85
85
Para tener una información más detallada sobre la obra de Boquet véase Fischer, Carlos, 1931, pp.
83-99 y 144-146.
86
El rostro es el órgano de la escena muda (traducción propia).
87
Véase la lámina 3-7 al final de este capítulo.
132
3.2.3 La renovación del vestuario en el teatro inglés del siglo XVIII.
El cierre de los teatros ordenado por Cromwell en el año 1642 supuso el final
del auge teatral que tuvo lugar en Inglaterra desde el reinado de Isabel I. Cuando en
1660 se abren de nuevo los teatros tiene lugar la ruptura definitiva entre el gran teatro
isabelino-jacobeo, y una nuevo tipo de drama, ahora ya influido por las modas que
venían de Francia. Se produjo un descenso en la asistencia del público (entre otras
razones, porque sólo dos locales londinenses gozaban de permiso oficial para ofrecer
representaciones dramáticas), aunque los autores de la época elevaran el tono de sus
obras. Sin embargo, la influencia francesa impulsó el desarrollo de la escenografía y
de las piezas musicales.
133
determinada obra. Así, por ejemplo, en un inventario del año 1744 del guardarropa
del Covent Garden los trajes venían explícitamente asociados al personaje; así, entre
otras vestimentas, había “un nuevo traje de Falstaff”, “unos pantalones del Duque de
Gloucester” o “traje de lino” para el personaje de Aboan en Oroonoko.88 También, en
una representación de Macbeth que tuvo lugar en 1757 en Edimburgo, por primera
vez la cartelera anunciaba que los personajes irían vestidos con “nuevos trajes a la
manera de la antigua Escocia” (Guardenti, Renzo, en Alonge Roberto, 2000, vol. II,
pp. 1175-1176; Price, Cecil, 1973, p. 50).
88
Novela original de Aphra Behn (1640-1689 ) publicada en 1688. Fue una de las primeras novelas
inglesas que presentó personajes africanos desde un punto de vista benevolente. Adaptada para el
teatro por Thomas Southerne (1660-1746) y representada por primera vez en 1695, la obra tuvo tanto
éxito que continuó representándose durante todo el siglo XVIII, siendo más popular la adaptación
teatral que la novela de Aphra Behn.
134
conseguidas hasta el momento en ninguna otra representación;89 el actor obtuvo tal
éxito que, tras el estreno en 1741, interpretó al judío en infinidad ocasiones a lo largo
de su vida (Angiolillo, Marialuisa, 1989, pp. 80; Guardenti, Renzo, en Alonge,
Roberto, 2000, vol. II, p. 1175; Jullien, Adolphe, 1880, pp. 203-224; Marly, Diana
de, 1982, pp. 50-51).
David Garrick fue considerado el más grande actor inglés de su época; desde
1747 a 1779 fue director del Drury Lane, uno de los mayores teatros londinenses,
donde experimentó con nuevas técnicas escenográficas y presentó los textos clásicos
sin las acotaciones que se habían hecho ya tradicionales, especialmente en las obras
de Shakespeare, donde frecuentemente se cambiaba un final trágico por otro feliz; no
obstante, dejó aquellas que eliminaban las partes secundarias en favor del
protagonista. Las mayores innovaciones de Garrick se centraron en el aprendizaje
actoral, enseñando a los actores a recitar con gestos y tonos de voz parecidos a los de
la vida real, y a mantener el carácter del personaje, de manera que fuese el actor
quien se adaptase a éste y no al revés. Para lograr este objetivo (la interpretación
respetando las características del personaje) Garrick postulaba la importancia del
vestuario como elemento diseñado en coherencia con el personaje y con la puesta en
escena.90 A tal efecto montó una sastrería en el teatro, haciéndose paulatinamente de
un rico guardarropa que le permitió no tener que recurrir a la donación de trajes por
la nobleza y pudo abolir la costumbre de vestir al protagonista con trajes más lujosos
y vistosos que los de otros actores.91 Estas ideas contrastaban con las de su amigo
Macklin, partidario de que los trajes en la escena fueran similares a los de los
personajes de reyes y de nobles.
89
Véase la lámina 3-8 al final de este capítulo.
90
Véase la lámina 3-9 al final de este capítulo.
91
La biblioteca de Garrick contenía textos sobre vestuario como Ceremonies et Costumes Religieuses
de tous les Peuples du Monde (Bernard Picard, 1723), A Collection of Dresses of Different Nations,
Ancient and Modern, also of the Characters of the English Stage (Thomas Jeffery, 1757) y A
Compleat View of the Manners, Customs, Arms, Habits, etc. of the Inhabitants of England (Joseph
Strutt, 1775). Véase A Catalogue of the Library, Splendid Books of Prints, Poetical and Historical
Tracts, of David Garrick, Esq., London, Longman and Co., 1823, citado en Alonge, Roberto, 2000,
vol. II, p. 1176.
135
préstamo. Este anacronismo estaba presente también en otras formas de arte, y así
grandes personalidades del pasado eran retratadas con vestimentas contemporáneas
de la época en que vivió el artista que los había pintado, grabado o modelado. Tal es
el caso de la estatua de Shakespeare,92 esculpida por F. Roubillac (c. 1700-1762) en
1758 por encargo de Garrick. El dramaturgo aparece elegantemente vestido, según la
moda cortesana del siglo XVIII, con zapatos de raso y peluca empolvada.93
92
Conservada en el British Museum : M & ME 1823,1-1,1.
93
Para una información más detallada sobre Garrick y su aportación al vestuario teatral, véanse
Bertinetti, Paolo, “La scena inglesa del Settecento al Ottocento”, en Alonge, Roberto, 2000, vol. II,
pp. 310-312; Diderot, Denis, 2003, pp. 187-188; Jullien, Adolphe, 1880, pp. 215-221.
94
Véase la lámina 3-10 al final de este capítulo.
95
Véase la lámina 3-11 al final de este capítulo.
136
fueron los actores los que adquirieron un gran protagonismo, tanto en los escenarios
como en las tertulias de los salones de la nobleza. Así surgió el divismo. El actor
quedaba por encima del autor de la obra y de los restantes recursos escénicos, como
el vestuario. La labor en equipo era nula, por lo que no puede decirse que hubiera un
proyecto de vestuario en las representaciones teatrales de este periodo. Por el
contrario, el vestuario era responsabilidad exclusiva del actor, cantante o bailarín, y
aunque se encargasen trajes a figurinistas profesionales, el diseño de estos trajes se
hacía según el criterio de los divos. El afán de lucimiento fue la causa de que en
Francia los intérpretes de ballet desfilaran sobre el proscenio, antes de la
representación, para que el público admirase sus llamativos vestidos. Así se perdía el
efecto sorpresa de la representación.
137
progresiva de los paniers y de las máscaras será realizada por las propias bailarinas y
no por los figurinistas profesionales. Estas reformas del vestuario para ballet
contarán en Francia con el apoyo de Voltaire y de Noverre, y en Inglaterra con el del
actor Garrick, aunque al principio se verán frenadas por la incomprensión del
público.
138
ILUSTRACIONES DEL CAPÍTULO 3
139
140
Lámina 3-1. El actor Henri Louis LeKain en el papel de
Gengis-Kan de la obra L´Orphelin de la Chine (1755).
Grabado de Pierre Charles Levesque (1765) según el
dibujo original de M.F.A. Castelle. Munich, Bayerische
Staatsbibliothek, Regensburger Porträtsammlung, 355-
rpslg-pos-kf-nr-582-7.
141
142
Lámina 3-2. Justine Favart en el papel de la joven sultana de la obra
Soliman second o Les Trois Sultanes (1761), de Charles Favart. Grabado
de César Corbutt, según dibujo original de Louis-Pierre Le Gendre.
Bibliothèque Nationale de France, Richelieu, Musique, Fonds Estampes
Favart J. 002.
143
144
Lámina 3-3. Ópera Didon (1783). Vestuario diseñado por
Jean Michel Moreau para la cantante Saint-Huberty en el
papel de Didon. Viena, Österreichische Nationalbibliothek:
PORT_ 00156942_01.
145
146
Lámina 3-4. Retrato de Mademoiselle Prevost como bacante de la ópera
Philomela (1723). Óleo sobre lienzo realizado por Jean Raoux (1723).
Musée des Beaux-Arts Tours: Inv. 1872-1-1.
147
148
Lámina 3-5. Louis René
Boquet. Traje de inca para la
ópera-ballet Les Indes
Galantes (1735). París,
Bibliothèque Nationale de
France, Département
Bibliothèque-musée de
l'Opéra, D216 V-40.
149
150
Lámina 3-7. Jasón et Medée Ballet Tragique (1763). Grabado de Francesco
Bartolozzi según dibujo original de Nathaniel Danza (1781). Londres,
Victoria & Albert Museum, Department of Prints and Drawings and
Department of Paintings: E.2836-1962.
151
152
Lámina 3-8. Mr. Macklin y Mrs. Pope en los papeles de Shylock y
Portia en El Mercader de Venecia (1741). Grabado de William
Nutter (ca. 1789) según dibujo original de John Boyne. Londres,
Victoria and Albert Museum: S.201-2009.
153
154
Lámina 3-9. William Hogarth. David Garrick como Richard III en la tragedia
Richard III (1745) de William Shakespeare. Liverpool, Walker Art Gallery.
155
156
Lámina 3-11. Charles Kemble como Coriolano en la
tragedia de Shakespeare Coriolanus. Grabado de
Georges Perfect Harding (1780-1853). Washington, DC,
Folger Shakespeare Library : ART Box H263 no.20
(size S)
157
158
4. ROMANTICISMO Y PRECISIÓN HISTÓRICA EN EL VESTUARIO
La primera mitad del siglo XIX suele estar marcada en determinados países
europeos por el Romanticismo, al que suceden el Realismo y el Naturalismo, ya en la
segunda mitad. Por tanto, ha parecido oportuno analizar el vestuario teatral del siglo
XIX dividiéndolo en dos grandes bloques o apartados, uno dedicado a la primera
mitad, y otro a la segunda, hasta aproximadamente 1870.
En la primera mitad del siglo XIX se intentaron resolver los problemas que,
con respecto al vestuario, ya se habían planteado en el siglo anterior. El artículo
escrito por Jaucourt para L’ Encyclopédie acerca de la palabra costume (“vestuario”)
decía: “Il faut se conformer à ce que l´histoire nous apprend des moeurs, des habits,
des usages & autres particularités de la vie des peuples qu´on veut représenter”
(Diderot, Denis y D´Alembert, Jean, 1751-1765, tome IV, p. 299).98 Esta opinión fue
más o menos aceptada por los hombres de teatro de la época y, como reacción al
anacronismo imperante hasta entonces en la representación teatral, apareció un deseo
de búsqueda de la verosimilitud histórica que luego impregnará la puesta en escena
de todo el siglo XIX, identificándose en la primera mitad con el historicismo. Sin
embargo, el afán por la reconstrucción histórica se limitó en un principio sólo al
periodo grecorromano, lo que conformó un tipo de escenografía compuesto
96
La luz de gas se introdujo en la escena francesa con el estreno en la Ópera de París, en 1822, de
Aladin ou la Lampe Merveilleuse (Allevy, Marie Antoinete, 1976, pp. 57-58), aunque en los
escenarios londinenses ya se utilizaba desde 1817. La iluminación de arco voltaico se utilizó por
primera vez en la Ópera de París en 1846 (Macgowan y Melnitz, 2003, pp. 233-234).
97
Se llama decorado de “medio cajón” o “a la caja” al que presenta las tres paredes y el techo de un
interior, siendo la cuarta pared el muro imaginario que separa el escenario del público.
98
Debemos someternos a aquello que la historia nos enseña acerca de las costumbres, los vestidos, los
usos y las características de la vida de los pueblos que tenemos que representar (traducción propia).
159
mayoritariamente por columnas y templos, y una indumentaria cuyos figurines
reproducían las togas de la antigüedad clásica.
El Burgtheater de Viena, creado en 1741, destacó durante gran parte del siglo
XIX más por la competencia de los directores Shreyvogel y Laube que por la calidad
de sus intérpretes. En sus representaciones intervinieron actores visitantes, venidos
de Alemania, como Ludwig Devrient en la primera mitad del siglo, y,
posteriormente, Ernst Von Possart, Rudolph Schildkraut o Friedrich Haase, que se
adaptaron pronto a las características de la compañía. Sin embargo, el ejemplo del
Burgtheater no fue seguido por las compañías de las cortes alemanas ni por los
teatros municipales.
Durante la primera mitad del siglo XIX Alemania se sumó a la corriente que
propugnaba la precisión histórica en el vestuario teatral. Ya Heinrich Gottfried Koch
(1703-1775), actor y empresario teatral dedicado preferentemente a los montajes de
ambiente medieval y renacentista, hizo diseñar con gran rigor histórico toda la
indumentaria que se precisaba para la representación de L´Hermann ("Arminius") de
160
Johann Elias Schlegel (1719-1749), con el que inauguró el teatro de Leipzig en 1766.
Posteriormente montó en Berlín Götz von Berlichingen ("Gottfried " Götz " de
Berlichingen", 1773), de Goethe, encargando al pintor Johan W. Meil (1733-1805)
que recabase la información histórica necesaria para la confección del vestuario; el
resultado fue tan excepcional y tan innovador para la época y para el país, que el
crítico Friedrich Nicolai (1733-1811), contrario al nuevo movimiento romántico,
afirmó que el éxito de Götz se debió únicamente a su montaje escénico. Al año
siguiente, Ludwig Schroeder (1744-1816) se mantuvo en esta misma línea, con una
reposición del Götz en el Teatro de Berlín, enmarcando su montaje en la Alemania de
los tiempos del emperador Maximiliano (1459-1519) y pretendiendo que tuviera
mayor precisión histórica que el realizado por Gottfried Koch; para ello representó
las salas del castillo de Götz y las del palacio del obispo de Bamberg con enormes
construcciones de pesados bloques de piedra (Angiolillo, Marialuisa, 1989, p. 90).
99
Véase la lámina 4-1 al final de este capítulo.
161
escena en las que aparecían animales vivos y multitud de figurantes. Así en las
representaciones de Die Jungfrau von Orléans (“La doncella de Orleans”, 1801) y
Die Braut von Messina (“La novia de Messina”, 1803), de Schiller, intervinieron más
de trescientas comparsas, mientras que en la representación de Der Zauberchloss
(“El castillo encantado”, 1802), pequeña pieza operística con libreto de Kotzebue
(1761-1819), Iffland hizo subir al escenario varias carrozas tiradas por caballos que
habían sido previamente alquiladas en la calle para tal ocasión. El vestuario se
inspiraba en el período histórico comprendido entre la baja Edad Media y finales del
siglo XVI e Iffland supervisaba personalmente los figurines diseñados para él por
Johann Heinrich Sturmer (ca. 1775-1855). Sin embargo, estos diseños, referidos a
diversas épocas y países, carecían de la armonía y de la homogeneidad propias de un
conjunto equilibrado.
162
instruir a los espectadores, intentó adaptar al máximo la escenografía y el vestuario al
ambiente histórico de la obra representada. Para ello hizo diseñar los bocetos bajo su
supervisión directa, buscando no sólo la precisión histórica, sino también la
homogeneidad en el conjunto. Sin embargo, los resultados no fueron muy diferentes
de los conseguidos en anteriores montajes. Así en la reposición de Dom Karlos,
Infant von Spanien (“Don Carlos”, 1787), de Schiller, la princesa de Éboli aparecía
elegantemente vestida con un traje de paseo acorde con la moda de 1820 y
caracterizada vagamente con mínimos detalles correspondientes al vestuario del siglo
XVI, con “mangas de rebufo”, chaleco en punta, y una larga cadena como
complemento. En esta línea destacaron también los trajes diseñados por Karl
Friedrich Schinkel (1781-1841) para la representación en 1817 de la ópera Alcestes
(1767), de Gluck, dirigida por von Bruehl, que fueron también precisos y coherentes
(Angiolillo, Marialuisa, 1989, pp. 91-92).
163
melodramas y óperas durante la época romántica, hasta su desaparición definitiva en
1859.101
101
Para una información más completa sobre los teatros de Madrid, véanse Muñoz Morillejo, Joaquín,
1923, p. 77; Fernández Muñoz, A. L., 1989, pp. 67-68.
102
Véase dicho documento en el Archivo de la Villa [de Madrid], Sección Corregimiento: Legajo 1-
76-21 (Arias de Cossío, Ana María, 1989, p. 271, nota 14).
164
Martínez de la Rosa (1787-1862) se usó una decoración cerrada para representar la
sala de audiencia del tribunal (Catalán Marín, Soledad, 2003, pp.34-36). También se
utilizó como recurso escénico el escenario vacío, que provocaba suspense y avivaba
la expectación del público, o la presencia de un solo personaje, como ocurría en la
segunda aparición del personaje de Don Álvaro, que desde el foro avanzaba
cabizbajo hacia el proscenio, obligando al público a desviar continuamente la mirada
de un lado a otro del escenario según los desplazamientos del personaje.
103
Véase la carta de Juan Blanchard (escrita en Madrid y fechada en el mes de enero de 1832) donde
se desvelan datos biográficos así como algunos decorados que había realizado (Gómez Alonso,
Rafael, 2002, pp. 103-104)
165
el indispensable distanciamiento crítico, según lo preconizado por Diderot (Romero
Peña, Mercedes, 2006, pp. 346-366). Sin embargo, algunos autores románticos, como
Larra (1809-1837) y Zorrilla (1817-1893), postularon el principio de la verdad que,
en contraste con el distanciamiento del principio de naturalidad, exigía una
identificación entre actor y personaje, de manera que el actor, al interpretar se
convirtiera en el propio personaje. Así, José Zorrilla decía al actor Julián Romea
(1813-1868), quien deseaba para sí el papel principal en la obra Traidor, inconfeso y
mártir (1849):
166
4.2.3 La indumentaria en los dramas románticos y en la danza española.
167
diseñaron la indumentaria para los personajes. No deja claro la autora si se refiere
solamente a España, pues, como se ha visto más arriba, existieron figurinistas
profesionales, al menos desde el siglo XVII, en otros países europeos. Lo cierto es
que en España, al contrario de lo que sucedió en Francia, Inglaterra o Italia, no hubo
una organización de talleres encargados de la producción sistemática de vestuario
teatral. Aquí continuó funcionando la recopilación de trajes almacenados en las
guardarropías de los grandes teatros, como el de la Cruz y el del Príncipe, aunque,
ocasionalmente, se confeccionaran trajes para determinados personajes concretos.
Así, en el inventario de 1840 se especifica la confección de vestuario específico para
ciertas obras: para Carlos II el hechizado se hicieron nueve hábitos de hombre
compuestos de túnicas, escapulario y capillas de bayeta blanca apañadas (Archivo de
la Villa de Madrid, Sec. 4-67-2, 2 a); para El Rey Monje se confeccionaron dos
capillos grandes de percal negro asargado forrado de percalina negra, un hábito de
franela negra con su capillo de franela y mangas, seis pares de mangas grandes de
percal arrasado forradas de percalina negra, y cinco manguitos de percalina negra
(Archivo de la Villa de Madrid, Sec. 4-67-2, 2 r). Sin embargo, M. Ribao recoge la
crítica aparecida en la revista No me olvides en 1837, donde lamentaban el
anacronismo en el uso de los mismos: “los de los caballeros y D. Ramiro de los
primeros cuadros no están nada bien en carácter, pues pertenecen al siglo XIV más
bien que al XII, pero puede disimularse porque hay poquísimos monumentos en
Madrid perteneciente al último siglo” (Ribao Pereira, 1999, pp. 205-206).104
También, algunos pintores – escenógrafos, como los ya citados Blanchard, Gandaglia
y Manuel Castellanos diseñaron diversos trajes que contaron con el reconocimiento
del público, aunque no se ha podido conseguir información sobre la existencia de un
vestuario completo en ninguna obra.
104
Para una mayor información de los inventarios citados véase: Catalán Marín, María Soledad, 2003,
pp. 105-106; y Ribao Pereira, Monserrat, 1999, pp. 205-206
168
Díez Borque J. M., 1999, p. 319). En el año 1816 apareció en Francia la primera
patente para desarrollar industrialmente el tejido de punto tubular y, casi
simultáneamente, aparecieron las túnicas, sustituyendo los toneletes y corsés, y
favoreciendo la ligereza de movimientos. Estos nuevos tejidos contribuyeron
poderosamente a la evolución técnica de la danza pues el punto –elástico y ligero-
permitió a las bailarinas llevar cubiertas las piernas y obtener simultáneamente
libertad en los movimientos. Además significó para los bailarines la sustitución de
los rígidos pantalones por otros más ligeros y ajustados que permitían aumentar los
giros y la variedad de pasos y saltos. Por otro lado, el uso de un calzado flexible y
con suela plana facilitó a las bailarinas desarrollar la técnica de giro, saltar cada vez
más alto y redescubrir un aspecto que había sido olvidado desde el siglo XVI: la
posibilidad de hacer variar el asiento del pie, de pasar del pie plano a la media punta
y de ésta a los pies en punta (Prudhommeau, Germaine, en Folliot, Valérie, 1997, p.
54).
169
cómodas. Los bailes de “los panaderos”, el “zapateado” y el “fandango” se
ejecutaban con zapatos; “la seguidilla” y “la cachucha” con zapatillas denominadas
“españolitas”, que integran un pequeño tacón y “el bolero” con zapatillas planas, que
acabarían llamándose de media punta (Amorós, Andrés y Díez Borque, José María,
1999, pp. 322-328).
106
Actores ambulantes que realizaban sus representaciones durante las ferias de San Lorenzo y San
Germán en tablados improvisados en plena calle. Luego, a lo largo del siglo XVI, algunas compañías
ambulantes acondicionaron los jeux de paume como teatros temporales, sobre todo en provincias
(Leal, Juli, 2006, pp. 153-155; Diderot, Denis, 2003, 12-13).
170
se produjeron en el seno de la Comédie, sino en las pequeñas salas teatrales y en la
Ópera (Leal, Juli, 2006, p. 147).
En 1827, la llegada a París de una compañía de actores ingleses, entre los que
se encontraban Kean, Kemble y Miss Smithson, provocó un gran revuelo entre los
románticos de la época. Las interpretaciones de estos actores despertaron un gran
entusiasmo en los escenarios donde aún imperaba la declamación solemne y
pomposa de la escuela de Talma. Este entusiasmo se hizo extensivo a los textos que
representaban, aunque la lengua inglesa era inaccesible para la mayoría de los
espectadores. La admiración por Shakespeare provocó entre el público la caída de
ídolos nacionales como Corneille, Racine y Voltaire. Los románticos consideraban a
Shakespeare el mejor dramaturgo de todos los tiempos y a Racine un autor de baja
calidad literaria (D´Amico, Silvio, 1955, pp. 150-151).
107
Véase D´Amico, Silvio, 1955, vol. III, p. 153; y Prado, Juan Manuel, 1988, vol. XI, p. 56. Un
estudio, con introducción y notas del préface de Cromwell se encuentra en Souriau, Maurice, 1897.
171
teatro muy alejado de los presupuestos románticos, como Eugène Scribe (1791-
1861), máximo exponente de la pièce bien faîte. Estos dos campos dramatúrgicos,
drama romántico y drama burgués de Scribe, dieron lugar a la realización de nuevos
decorados y vestuarios, muy distintos según se destinaran a uno u otro estilo de
drama.
172
Philastre (1794-ca. 1850) y, sobre todo, Charles Séchan (1803-1874), que fundaría
un importante taller tomando como modelo el de su maestro (Allevy, Marie
Antoinette, 1976, p. 52).
173
en París: el Panorama-Dramatique, a cargo del Barón Taylor, con la intención de
renovar la puesta en escena a partir de este elemento. Sin embargo, el poco tiempo
que se mantuvo activo ese teatro (1822-1823) puso de manifiesto el carácter
prescindible de este recurso en los montajes escenográficos.
Por otra parte, la aparición de la luz de gas hizo posible eliminar las luces de
bambalinas (salvo la primera o “bambalinón”) y contribuir a la recreación de la
ambientación local con efectos de luz y de sombra. Así ocurrió con el estreno en
París en 1822 de la ópera Aladine ou la lampe merveilleuse ("Aladino o la lámpara
maravillosa"), obra póstuma de Nicolas Isouard (1773-1818), donde se utilizó por
primera vez ese tipo de efecto luminotécnico.
174
Jacques Louis David (1748-1825), artista y hombre político, además de
escenógrafo y diseñador, fue pintor oficial y miembro de la Convención Nacional
que enjuició y sentenció a muerte al rey Luis XVI en enero de 1793. Desde muy
joven había comenzado a trabajar en el teatro como ayudante de Rene Boquet (1717-
1814), pero a partir de la Revolución disminuyó su trabajo teatral, dedicándose a
diseñar el vestuario de diversos festejos, como, por ejemplo, el que realizó, por
encargo de Robespierre, para la “Fiesta del Ente Supremo” (1794). Los trajes
consistían en uniformes para los altos cargos de la república y también para algunos
ciudadanos, pero no fueron del agrado del pueblo, ya que a los franceses no les gustó
la idea de tener que ir a París ataviados con unas extrañas casacas y con túnicas
semejantes a la de los antiguos romanos. Salvo esta “Fiesta del Ente Supremo” y
alguna que otra manifestación similar, en la época de la Revolución se produjo un
estancamiento de las artes, que afectó igualmente al teatro. De hecho, se realizaron
muy pocos montajes escénicos, por lo que las últimas novedades en el campo del
vestuario teatral consistieron en la publicación en el Petit Gautier, el 16 de agosto de
1790, de algunas ordenanzas sobre indumentaria teatral. En dicho escrito se indicaba:
"Les démons et les zéphyrs auront des cocardes, et les nymphes ne purront porter des
habits blanc, qu´à la condition d´être noués avec les couleurs nationales. On la verra
sur la robe d´Andromaque et sur le casque de Minerve" (en Jullien, A., 1880, pp.
293-294).109
Para evitar censuras, con o sin órdenes preventivas, en los inventarios de los
programas teatrales se suprimieron todos los términos que pudieran recordar al
antiguo régimen, tales como “trono”, “corona”, “cetro” y, naturalmente, “rey” y
“reino”. Afortunadamente, estas posturas radicales duraron poco tiempo y, ya a
finales de siglo, el vestuario teatral fue de nuevo aceptado por todas las clases
sociales como algo cotidiano (Guardenti, Renzo, en Alonge Roberto, 2000, vol. II,
pp. 1181; Jullien, Adolphe, 1880, pp. 293-294).
175
atuendo de un romano clásico. Talma había admirado en Londres los montajes de los
grandes actores ingleses, y ya en una de sus primeras apariciones en público, en la
representación de Charles IX (1789) de M. J. Chénier , no sólo recitó sin haberse
antes empolvado el cabello, llevando un traje inspirado en la época de Carlos IX,
sino que tomando como modelos diversos retratos del propio Carlos IX, intentó
incluso imitar las facciones de dicho monarca. Su caracterización física no provocó
tanta polémica como la túnica que empleó en la interpretación de Brutus, cuando el
público encontró ridículo que dicho actor recitara como “envuelto en una sábana”.
Talma, con sus innovaciones, retomó el gusto por el vestuario clasicista en
coincidencia con la transformación de las modas clásicas, pseudo-griegas y pseudo-
romanas, que se estaban produciendo en este período. Por eso cuando el actor tomó
parte de nuevo en la escenificación de Brutus, toda la compañía, sin poner
objeciones, llevó túnicas y togas romanas; de hecho, los actores Marvel y Talma, que
encarnaban a Procolo y Tito respectivamente, habían incluso llegado a cortarse el
pelo. La tragedia tuvo un éxito tal que, ocho días después, todos los jóvenes parisinos
que habían presenciado la representación llevaban pelo corto, como el personaje de
Tito. Aquí se produjo un fenómeno contrario a lo que normalmente ocurría en esa
época en los escenarios franceses, pues fue el vestuario teatral el que influyó en la
manera de vestir de un determinado sector del público, mientras que
tradicionalmente se recurría a la moda de la época para vestir a los personajes de una
representación teatral (Jullien, Adolphe, 1880, pp. 301-307).
Entre los pintores y diseñadores que apoyaron con sus trabajos la precisión
histórica que propugnaban los actores, sobresalen en esta primera década del siglo
XIX François- Guillaume Ménageot (1744-1816) y Jean Simon Barthélemy (1743-
1811). Ménageot, hombre de una gran cultura, había estudiado con Boucher (1703-
1770) y, después de haber sido colaborador de Boquet (1717-1814) en la Ópera, se
trasladó a Roma, donde fue director de la Academia de Francia.110
110
La Academia de Francia en Roma fue fundada en 1666 por Jean Baptiste Colbert (1619-1683),
ministro de Luis XIV, con la intención de que los jóvenes artistas franceses, previamente
seleccionados, pudieran formarse mediante el estudio de las obras de arte creadas por los más grandes
maestros de la Antigüedad y del Renacimiento en la ciudad eterna. Para una información más
detallada sobre esta institución, véase Lechleiter, France, 2008.
176
también en aquellos que representaban otras épocas y otros países. Algunos de estos
figurines anticipan el gusto romántico, mientras que otros mantienen el estilo rococó.
De este último estilo fueron, en efecto, los trajes teñidos en colores exóticos para la
ópera Jerusalem Delivrée (“Jerusalen liberada”, 1812) de Louis Luc Louiseau de
Persuis (1769-1819), mientras que los realizados para la ópera Fernando Cortez
(1817) de Gaspare Spontini (1774-1851) eran románticos, y estaban inspirados en el
Renacimiento romano-español.
Más fieles a los cánones neoclásicos, de los que se había impregnado durante
su juventud en Roma, son los diseños de Jean Simon Barthélemy. Entre sus modelos
destacan los trajes para la ópera Proserpine (“Proserpina”, 1803) de Paisiello (1740-
1816). Barthélemy sustituyó desde 1787 a Ménageot como asistente de Boquet y en
1790 asumió el puesto de éste cuando Boquet, de edad avanzada, le dejó como
responsable del vestuario del Théâtre de l´Opéra.
Un poco más joven pero también ligado a los cánones neoclásicos, que luego
serían sustituidos por los románticos, fue Jean Baptiste Isabey (1767-1855), elegante
retratista cortesano. Fue alumno de Jacques Louis David y trabajó como pintor
oficial de Luis XVI, Napoleón, Luis XVIII y Carlos X, y dirigió la moda de la alta
sociedad parisina durante medio siglo. Su faceta teatral se centra sobre todo entre los
años 1807 y 1810, cuando Jean Baptiste Isabey sucede al escenógrafo italiano
Ignacio Degotti (1759?-1824), realizando las escenografías de los teatros imperiales
franceses. Así, hizo los diseños para numerosas puestas de escena de óperas y de
ballets, todos ellos ligados al gusto neoclásico. De entre esos diseños destacan los de
trajes de pliegues clásicos, destinados al ballet de J. P. Aumer (1774-1833) y R.
Krentzer (1766-1831) en la ópera Amours d'Antoine et de Cléopâtre (“Los amores de
Antonio y Cleopatra”, 1808) y los modelos realizados para el ballet de P. Gardel
(1758-1840) y J. Schneitzhoeffer (1785-1852) en una nueva representación de la
ópera Proserpine en 1808 (Fischer, Carlos, 1931, pp. 144-148, 150, 152-153, 156).
177
como Alexandre Evariste Fragonard (1780-1850), hijo del célebre pintor cortesano
Jean Honoré, Yppolite Lecomte (1781-1857) y Louis Boulanger (1806-1867), el
pintor de personajes históricos que diseñó los trajes para todos los estrenos de Victor
Hugo, como, por ejemplo, el de Lucrezia Borgia (1833) (Laver, James, 1964, pp.
167-168).
111
Bibliothèque Nationale de France, Département Estampes et Photographie Oz-108 (1-6)-Pet. fol.
112
Bibliothèque Nationale de France, Département Estampes et Photographie: OA- 4 -PET FOL.
113
Bibliothèque Nationale de France, Département Estampes et Photographie: 4-TB-33.
178
teatral durante los siglos anteriores, fue dando paso a un cada vez mayor rigor
historicista a lo largo del siglo XIX, gracias a la ingente y continua labor de
investigación de los profesionales del teatro (Angiolillo, Marialuisa, 1989, p. 96).
114
Véase la lámina 4-3 al final de este capítulo.
115 Véase una noticia de esta representación en Heilly, Georges d’, 1875, p. 207.
179
con gran simpatía por el público. El famoso collant o maillot confeccionado en seda
de color carne se hizo tan popular, que llegó a convertirse en imprescindible, hasta el
punto de que aún se sigue utilizando hoy en día en la danza clásica. Esta
indumentaria (malla muy ligera y escotada) había sido introducida, según recoge
Jullien (1880, p. 275), citando a Larive (1747-1827), por el diseñador Maillot,
modisto de la Ópera de París. Los maillots eran con frecuencia adornados con
preciosos broches que a distancia parecían incrustados sobre la piel.
La moda de estos nuevos y ligeros trajes fue acogida con entusiasmo, sobre
todo, por las bailarinas más jóvenes y más atractivas durante la época de Napoleón.
Esas bailarinas, ya sin el soporte del maillot, preferían exhibirse casi desnudas,
cubriendo el cuerpo solamente con un ligera túnica. Una de las bailarinas que bailó
semidesnuda fue probablemente Anne Dervieux (1752-1826) en la representación de
la ópera-ballet Persée (1771), realizada en Versalles para festejar a Luis XVI y María
Antonieta.
Otra de las bailarinas que siguió esta moda del semidesnudo fue la bellísima
diva Emilia Bigottini (1784-1858), que en Le Carnaval de Venecie (“Carnaval de
Venecia”, 1816) bailó mostrando generosamente su escultural cuerpo, cubierto solo
por una falda blanca muy ligera, que le cubría hasta la rodilla. Dicha túnica se
ajustaba a la cintura con una cinta de cascabeles, dejando el seno parcialmente
desnudo. El éxito que obtuvo la Bigottini en París fue parejo a la admiración que
despertó su cuerpo, de modo que Le Carnaval de Venecie estuvo en cartel en el
Teatro Ópera durante diez años (Angiolillo, Marialuisa, 1989, p. 86).
4.3.2.2 Garnerey.
El figurinista que vistió a las actrices y a los actores franceses durante esos
años fue Auguste Garnerey (1785-1824), que había estudiado con Jean Baptiste
Isabey y con su padre François Garnerey, refinado diseñador de moda. Además de
los figurines para Le Carnaval, Garnerey diseñó los vestidos para la ópera cómica
Aladine ou la lampe merveilleuse (“Aladino o la lámpara maravillosa”, 1822) de
Nicolas Isouard y Antoine Habeneck (1781-1849), donde la Bigottini aparecía con
un vestido de talle alto que llegaba por debajo de las rodillas. En este traje, cubierto
con adornos de pedrería, llamaba la atención una especie de estola incrustada que se
180
alargaba desde el pecho hasta el borde de la falda; el tocado estaba formado por una
diadema de perlas que hacía juego con el collar y los brazaletes.116
Muy parecidos a los figurines de Aladine fueron los que diseñó Garnerey para
la ópera bufa L'Olympie (“El Olimpia”, 1819) de Gaspare Spontini (1774-1851), para
el ballet de la ópera Clari (“Clara”, 1820) de Krentzer (1766-1831) y para la ópera
Alfred le Grand (“Alfredo el Grande”, 1822), con escenografía de Pierre Ciceri
(1782-1868). Garnerey no era, ni pretendía ser, un revolucionario o un innovador
escandaloso. Sus figurines, escasos de ropa, se inspiraban en el gusto de algunos
años atrás, cuando las bellas bailarinas parisinas se cubrían con una ligera blusa casi
transparente abierta por un lado, mostrando toda la pierna. Cuando estas líneas de
moda, marcadas por el Directorio y el Imperio, fueron sustituidas por las de la época
de la Restauración, Garnerey se anticipó a las nuevas preferencias del público,
imponiendo en el ballet unos modelos de vestidos inspirados en el Renacimiento,
pero de acuerdo con el gusto del momento. Los diseños masculinos consistían en una
ajustada chaqueta con mangas abullonadas, de color oscuro, que llegaba hasta la
mitad de los muslos, cubriendo unos calzones cortos y ajustados. Las piernas se
cubrían con calcetines de seda blanca y zapatos bajos y de material muy flexible.
Como tocado llevaban sombrero con plumas. El vestido femenino era, como ya se ha
comentado, una variante teatral del traje de moda en la época de la Restauración:
talle alto con escote muy amplio, falda semirrecta y larga con forma de tronco de
cono, que llegaba hasta por encima del tobillo; los pies cubiertos con calcetines
blancos y zapatos también muy flexibles para facilitar los pasos de baile.117
116
Véase la lámina 4-4 al final de este capítulo.
117
Un ejemplo de este tipo de trajes se encuentra en un grabado de Maleuvre, que recoge las figuras
de los bailarines François Albert y Emilia Bigottini, con vestuario de Garnerey, en una reposición de
la ópera pantomima Cendrillón de Albert y Sor (París, Théâtre de l´Opéra, 1823) conservado en la
Bibliothèque Nationale de France, Département Bibliothèque-musée de l'Opéra, BMO C-261 (6-524).
http://catalogue.bnf.fr/ark:/12148/cb39752890b. Acceso: 2/08/2012. Véase la lámina 4-5 al final del
capítulo.
118
El bailarín demi caractère “es aquel que [tiene] normalmente menor altura y figura más compacta
[que el bailarín noble] y (…) una mayor facilidad para la exuberancia técnica” (Abad Carlés, Ana,
2012, p. 76).
181
(1829) con libreto de Scribe. Estos figurines fueron el último trabajo de Garnerey,
pues el espectáculo se estrenó después de su muerte.
Los bailarines del siglo XIX utilizaron frecuentemente este tipo de traje (de
estilo folklórico) con poquísimas variantes, tales como la inclusión de pequeños
adornos y complementos para simbolizar el carácter de un determinado personaje,
como por ejemplo, unos delantales de gran colorido para la Fille du Feu (“La hija del
fuego”, estrenada en Londres, 1842) o unos rizados volantes para La Gitane ( “La
gitana”, 1839).119
119
Véase la lámina 4-6 al final de este capítulo.
120
Véase la lámina 4-7 al final de este capítulo.
121
Sobre Garnerey véase Martinet, Aaron, 1796-1843, libro de dibujos y grabados sobre vestuario
teatral editado en varios volúmenes y conservado en la Bibliothèque Nationale de France.
182
4.3.2.3 La llegada del tutú: Marie Taglioni y Eugène Lami.
Este vaporoso vestido, que será usado en los años siguientes y durante el
siglo XX, hasta el punto de que todavía hoy es indispensable en el guardarropa de las
bailarinas clásicas, fue diseñado en 1830 por el figurinista Eugène Lami (1800-
1890), alumno del pintor Horace Vernet (1780-1863), para la Taglioni, que
interpretaba el personaje de Zoloe en el ballet de la ópera cómica Dieu et la
Bayadère (“Dios y la bayadera”, 1830), llamada también Courtisane Amoureuse
(“La cortesana amorosa”) de Daniel François Auber (1782-1871) y Scribe (1791-
1861). Pero en esta representación, el vestido de Taglioni pasó prácticamente
inadvertido. Dos años más tarde, dicho modelo fue retomado por Lami para la ópera
La Sylphide (“La Sílfide”, 1832) del compositor Jean Schneitzhoeffer (1785-1852) y
Adolphe Nourrit (1802-1839), que se estrenó en marzo de 1832 con escenografía de
Pierre Ciceri, coreografía de Filippo Taglioni (1777-1871) y con la interpretación
principal de Marie Taglioni. Este espectáculo de la Sylphide creó escuela. La nube de
tul y organza en la cual Lami había envuelto a Taglioni, aligeraba el cuerpo de la
bailarina y la convertía realmente en una sílfide. Las numerosas descripciones de este
ballet incidían en la apariencia de cuento, debido a la espiritualidad que sugerían las
escenas, y que estaba potenciada por la vestimenta, de tal forma que la ligera falda
blanca, frente a los resplandores verdes y azules de la luz de gas, daba la sensación
de una visión sobrenatural. Se llegó a decir que el éxito de la Taglioni en esta
representación se debió, en parte, a su etéreo vestido, que había acentuado la gracia,
122
Para tener una información más detallada sobre el tutú, véase Jacq-Mioche, Sylvie, en Folliot,
Valérie, 1997.
183
y a la ligereza de sus movimientos (Allevy, Marie Antoinette, 1976, p. 105; Abad
Carlés, Ana, 2012, pp. 87-91; Folliot, Valérie, 1997, pp. 55-56; Fischer, Carlos,
1931, pp. 238, 240-242).123
Parece ser que lo más destacable de aquella puesta en escena fue la perfecta
combinación entre una rudimentaria luminotecnia (luz de gas) y una indumentaria
polivalente con doble función: ante todo, aligerar los movimientos de la bailarina,
estilizándolos al máximo, y, en segundo lugar, crear con ayuda de las luces el color
clave para conseguir una atmósfera de misterio sobrenatural. Se encuentran, por
tanto, en la Sylphide, las primeras fusiones entre la selección de color para el vestido
y la luz, convirtiéndose en un recurso imprescindible para conseguir una determinada
ambientación escénica. Esos mismos efectos serán, años más tarde, desarrollados al
máximo dentro del teatro simbolista y expresionista.
123
Las famosas zapatillas de ballet clásico, atadas por cintas al tobillo y a la pantorrilla y
confeccionadas en tejido de raso y con la punta dura para facilitar los pasos sobre el pulgar y las
volteretas, fueron utilizadas por primera vez por la bailarina Geneviève Gosselin (1791-1818), aunque
quien las puso de moda fue Marie Taglioni a partir del año 1820 (Prudhommeau, Germaine, en
Folliot, Valérie, 1997, pp. 54-55).
124
En la Bibliothèque Nationale de France, département Bibliothèque-musée de l'opéra se conservan,
entre otras, las siguientes reproducciones de figurines del ballet- pantomima La Sylphide: un traje de
la bailarina secundaria Mlle. Noblet (en el papel de Effie) en un grabado de Maleuvre, BMO C-261
(8-728); dos trajes de Mlle. Taglioni (en el papel de la Sylphide) y de Mazillier (en el papel de James
Reuben) en un grabado de Maleuvre, BMO C-261 (8-729); y tres estampas de Mlle. Taglioni, Mlle.
Noblet y Mazilier, D216-9 (68-70).
184
(1805-1879) y el músico Lovenskjold (1815-1870), retomándose el marco escénico
del ballet de Schneitzoeffer. El tutú del ballet de la Sylphide tuvo tal repercusión, que
se llegó a abusar de dicha prenda, pues se usó en numerosas representaciones
posteriores a lo largo del siglo XIX. Como recordaba Teophile Gautier en 1844:
l´Opéra fut livré aux gnomes, aux ondins, aux salamandres, aux elfes,
aux nixés, aux wilis, aux péris et à tout ce peuple étrange et
mystérieux que se prête si merveilleusement aux fantaisies du maître
de ballet (…). Ce nouveau genre amena un grand abus de gaze
blanche, de tulle et de tarlatane; les ombres se vaporièrent au moyen
de jupes transparentes. Le blanc fut presque la seule couleur adoptée
(Gautier, Théophile, 1859, pp. 225-226).125
185
Los bailarines fueron quedando en un segundo plano hasta tener una presencia
mínima en la escena. En las escuelas de danza muy pocos alumnos serían quienes
llegaran a destacar y, a mitad del siglo XIX, en ocasiones los hombres serían incluso
eliminados del ballet, siendo interpretados los personajes masculinos por las
denominadas danseuses travesties (bailarinas con trajes masculinos). El papel de
bailarín interpretado por danseuses travesties se convirtió en una costumbre que se
conservó hasta la época de la Segunda Guerra Mundial. Llama la atención que el
travestismo, que mucho antes se había dado durante algún tiempo en el teatro
español del siglo XVI y durante bastantes años en el teatro inglés de los siglos XVI y
XVII, invirtiera ahora los términos, de modo que en el ballet del siglo XIX los
personajes masculinos fueran desempeñados preferentemente por mujeres.127
127
Salvo en Dinamarca, donde, gracias a Bournonville, los bailarines no desaparecieron de la escena
pues gozaron del respeto del público y de la atención del coreógrafo, que los equiparó a las bailarinas.
(Abad Carlés, Ana, 2012, p. 91).
128
Las bailarinas de caractère, al igual que los bailarines de caractère, tienen en el ballet una función
más dramática que técnica (Abad Carlés, 2012, p. 76).
186
del personaje Giselle, el vestido de Carlota Grisi era muy parecido al diseñado por
Lami para el ballet de la ópera La Sylphide.129
187
4.4.1 Recursos escenográficos.
Charles Kean, hijo del actor Edmund Kean, heredó de su padre el amor por la
reconstrucción histórica. Para sus montajes se hacía asesorar por profesores de
historia y de arqueología, y para los decorados recurría al grupo de escenógrafos más
destacados de la época: Grueve, Lloyds, Gordon, Telbin, entre otros. Normalmente
Kean contrataba a un escenógrafo para cada acto, pensando que de esta manera su
rendimiento sería mejor.130 En cuanto al vestuario contrataba siempre al insustituible
Planché. En 1846, Kean obtuvo un gran éxito en Nueva York con una fastuosa
puesta en escena de Richard III. Este espectáculo se realizó con una meticulosa
precisión histórica. Además de Richard III también fueron célebres las escenografías
para King John, Macbeth y Henry VIII. A partir de 1850 Kean, asociado a Robert
Keeley (1793-1869), pasó a regentar el Princess Theatre donde pudo continuar con
sus montajes fastuosos y realistas.
130
Recuérdese que en Francia, por esta época, en la realización de los decorados de un solo acto
intervenían varios escenógrafos, de modo que incluso un mismo telón podía ser pintado por varios
escenógrafos.
188
primero. Las pequeñas proporciones del escenario le facilitaron unas óptimas puestas
en escena sin tener que invertir grandes sumas de dinero. Phelps, en colaboración con
el escenógrafo Frederick Fenton, introdujo nuevas técnicas, aboliendo las bambalinas
y haciendo gran uso de las transparencias que, según los cambios de luz de gas,
transformaban visualmente las tonalidades de los decorados y el vestuario. Los
ingleses intentaron aunar escenografía e indumentaria para plasmar, no sólo la
“verdad histórica”, sino también lo que ellos consideraban el lujo y la fastuosidad
que habría caracterizado a la época isabelina-jacobea (Angiolillo, Marialuisa, 1989,
pp. 92-96; Marly, Diana de, 1982, pp. 64-80).
En esta primera mitad del siglo XIX, Inglaterra adquirió gran protagonismo
en el vestuario de dramas históricos. Ya en el siglo XVIII actores como Garrick y
Philip Kemble se habían vestido de forma anacrónica, al igual que los intérpretes de
otros países europeos. A principios del siglo XIX (1814), sin embargo, Edmund
Kean había llevado a escena al primer Hamlet ataviado al modo de la época
189
isabelina, rechazando de este modo la costumbre imperante de vestir a dicho
personaje con ropa contemporánea, es decir, ataviado al gusto de la época de los
propios actores y espectadores. Aún más cercano al realismo iconográfico, en lo
referente al montaje escenográfico, se sitúa Charles Kemble (hijo de Roger Kemble),
actor y empresario, primero en colaboración con su hermano mayor John Philip y
después solo, como gerente del Covent Garden.
190
época representada (Finkel, Alicia, 1996, p. 115). El propio Kean se ocupaba de la
investigación del vestuario y de los accesorios, mientras que para la búsqueda de
datos que permitieran la reconstrucción histórica contaba con la ayuda de estudiosos
y expertos. Así ocurrió con la representación de Macbeth de 1853. En una foto
contenida en un promptbook (libro del traspunte) de Macbeth conservado en la
Folger Shakespeare Library, aparece el retrato de Kean (interpretando a Macbeth)
junto a su mujer Ellen Tree (Lady Macbeth). Kean llevaba una túnica marrón con
mangas ajustadas, una cota de malla, sandalias de cuero sujetas a la pantorrilla por
tiras de piel cruzadas y un corto manto sujeto sobre el hombro derecho; su mujer
llevaba un voluminoso vestido marrón con adornos de cenefas amarillas (con dibujos
geométricos) en la falda y en las mangas, un manto oscuro sobre los hombros y, en la
cabeza, una simple diadema de oro sujetando un pañuelo blanco. Su peinado
victoriano, contrastaba fuertemente con la barba y los cabellos encrespados de Kean
(Marly, Diana de, 1982, p. 78, fig. 52).133
133
Véase la lámina 4-10 al final de este capítulo.
191
recordado por su contribución al teatro británico y al estudio del vestuario teatral
desde una óptica de la precisión histórica.
192
lujosamente sólo a los personajes principales de cada pieza (Marly, Diana de, 1982,
pp. 80-81).
En los últimos años de esta primera mitad del siglo XIX, se convierte en
costumbre el que cada actor reconocido llevara en su guardarropa personal una serie
de trajes de época que utilizaría indistintamente, sin tener en cuenta el ambiente de la
obra a representar. Esta práctica provocó un cierto deterioro en la precisión histórica
que con tanto afán se había perseguido en las dos primeras décadas del siglo. El
público ya no se preocupaba tanto de cómo iban vestidos los actores, y con
frecuencia esto importaba poco a los autores del texto.
193
Por otro lado, la edificación de teatros “a la italiana”134 está plenamente
consolidada. Gracias al auge de la ópera, Italia continuará siendo la promotora de
nuevos edificios teatrales surgidos entre finales del siglo XVIII y principios del XIX.
La ópera se convertirá en el género preferido por los grandes escenógrafos para
mostrar sus originales creaciones; pues a diferencia de lo que ocurre en Francia e
Inglaterra, el escenario de medio cajón, destinado sobre todo a la representación de
melodramas de la época, no tendrá tanto éxito en Italia, debido sobre todo al auge de
los grandes montajes operísticos.
134
El teatro “a la italiana”, de origen cortesano, se compone de dos grandes espacios bien
diferenciados: la zona destinada al público, con forma de herradura, cerrada por una serie de palcos
dispuestos unos sobre otros a distintos niveles y un patio con suelo ligeramente inclinado donde se
colocan las butacas; y un segundo espacio donde se ubica el foso, el telón y el escenario.
135
Se empieza a comprender ahora que la localidad exacta es uno de los primeros elementos de la
realidad. Los personajes hablando u obrando no son los únicos que graban en el espíritu del
espectador el sello fiel de los hechos. El lugar en que ha sucedido una catástrofe es un testimonio
inseparable y terrible, y la ausencia de esta especie de personaje mudo dejaría incompletas en el drama
las más grandes escenas de la historia (traducción propia).
194
París. Ciceri realizó con gran acierto escenografías de paisajes nocturnos y decorados
de ambientes decadentes y en ruinas. También mostró gran capacidad y fantasía en
las técnicas del claroscuro. Entre sus trabajos sobresalen los decorados para la ópera
Guillaumo Tell de Rossini, en 1829, y Robert le Diable (“Roberto el Diablo”, 1832)
ópera de Meyerbeer, con vestuario de Lami. La decoración de Robert le Diable está
considerada como la mejor reproducción escenográfica de un monumento histórico.
Sus decorados reflejan el efecto de luz buscado por la pintura y, en ellos, Ciceri
sustituye los macizos pilares del Claustro de Montfort por las elegantes columnas
que sostienen los arcos de la galería (Allevy, Marie Antoinette, 1976, pp. 103-
104).136
Uno de los discípulos de Ciceri fue Charles Antoine Cambon, artista de gran
imaginación e inventiva. Sus escenografías más valiosas son las que expresan lo
grandioso en un espacio limitado, como sucede en los decorados de la iglesia del
Faust (1859) de Gounod y en los de la Catedral de la obra Le Prophète (“El profeta”,
1849).
Entre las escenografías creadas para la Scala de Milán, destacaron las de los
hermanos Galliari, Bernardino (1707-1794) y Fabrizio (1709-1790), y las de
Giacomo Pregliasco (1755-1828), que trabajaron con gran precisión y meticulosidad.
También fueron célebres las escenografías de Andrea Appiani (1754-1817),
considerado el máximo exponente de la pintura neoclásica. El escenográfo más
activo de la época fue Alessandro Sanquirico (1777-1849), quien con poco más de
veinte años fue el responsable y casi el único ejecutor de los montajes escénicos en
La Scala, y que vistió las óperas de Mozart, Bellini, Donizetti, Rossini y los ballets
de Salvatore Viganó y Carlo Blasis. Entre sus escenografías destacan los decorados
136
Véase la lámina 4-11 al final de este capítulo.
195
para las óperas Semiramide (1823) de Rossini, La Fedra (1821) de Giovanni Simone
y Amleto (“Hamlet”, 1823) de Saverio Mercadante.137
En Italia, los diseños de túnicas de variado colorido y adornos tales como las
coronas de laureles completaron las diversas escenografías inspiradas en la
Antigüedad grecolatina. Las túnicas, como ya se ha indicado en el apartado dedicado
a Francia, se realizan para los bailarines en tejido ligero y, en ocasiones, transparente,
con el largo masculino por debajo de la rodilla y el femenino a mitad de la
pantorrilla. En el caso de los grandes intérpretes, la túnica se confeccionaba en tela
de gran calidad (terciopelo, paño, etc.), y con mucha caída, para resaltar la figura del
gran divo.
En la ópera hay que tener en cuenta que los mejores cantantes no formaban
parte de compañías, sino que eran llamados cuando se les requería para interpretar
las diferentes piezas musicales que ya conocían. Estos intérpretes se encargaban
personalmente del vestuario que tenían que utilizar en su repertorio, buscaban a los
mejores sastres y seleccionaban los mejores tejidos para la confección de sus trajes,
pero frecuentemente la magnificencia de los vestidos no sólo resultaba
desproporcionada para el personaje interpretado, sino que también era discordante
con el vestuario utilizado por el resto de actores e intérpretes del mismo espectáculo.
137
Véase las láminas 4-12 y 4-13 al final de este capítulo.
196
Estas consideraciones ponen de manifiesto una costumbre, ya arraigada en el
teatro de ópera, pues más allá de las estrecheces económicas del empresario y de las
extorsiones de los sastres, la confección del traje de escena, lejos de estar relacionada
con la tipología del personaje, aparece sometida al capricho de cada intérprete,
preocupado sobre todo por hacer alarde de la propia elegancia y originalidad
(Marcello, Benedetto, 1993, p. 50). Años más tarde Algarotti afirmaría que este uso
caprichoso del traje por parte los grandes intérpretes de ópera minaba el principio de
verosimilitud más elemental (Algarotti, Francesco, 1763, p. 56).138
138
El grupo de figurantes de ópera se vestía normalmente con trajes procedentes del guardarropa del
teatro, o que ellos mismo alquilaban. Por tanto, no siempre fueron creados para la ópera que
representaban, sino sólo adaptados con unas cuantas dotes de ingenio y fantasía.
139
Véanse las láminas 4-14 y 4-15 al final de este capítulo.
197
escenografías de Bernardino y Fabrizio Galliari, de Pietro Gonzaga y de Paolo
Landriani.140
140
(Para una información más detallada, véase Fischer, Carlos, 1931).
198
4.6 Conclusiones del capítulo 4.
El vestuario teatral en Francia durante esta primera mitad del siglo XIX
presenta las siguientes características: la concordancia entre traje y personaje de una
determinada época, que será una iniciativa promovida primeramente por los propios
actores y no por los figurinistas.141 Además, el “divismo”, característico de finales
del siglo XVIII, seguirá existiendo, pero los grandes intérpretes, sobre todo los de
ópera, atenderán ya a las orientaciones del diseñador, de modo que el traje diseñado
y confeccionado exclusivamente para ellos no dependerá sólo de su propio gusto y
capricho, sino de la visión personal de un figurinista. Ahora bien, si la tarea del
director de escena aún no está definida, cabe preguntarse quién encargaba esos
modelos de traje al diseñador. En una primera etapa, como ya se ha comentado, los
encargaban los propios actores y actrices; en el ballet, sin embargo, serán los
coreógrafos y los bailarines quienes se pongan en contacto con los diseñadores. En el
teatro romántico y en la ópera, los actores y escenógrafos, en su intento por
conseguir mayor precisión histórica, comienzan a coordinarse con los figurinistas
para conseguir una completa reconstrucción de la época, e incluso en ocasiones,
serán los propios escenógrafos quienes diseñarán el atuendo teatral, produciéndose
en algunos montajes un cierto grado de anacronismo, sobre todo, en las
representaciones de obras de Shakespeare.
199
acortamiento del vestido por encima de la rodilla (finales del XIX) o con ciertas
aportaciones en el diseño de algunos detalles de complementos (pañuelos, broches,
tocados, etc) y utilería de mano (velos, abanicos, etc).
200
El vestuario en Italia, como sucedía en Francia, adquiere un gran
protagonismo en los trajes destinados a los ballets incluidos en las representaciones
de las principales óperas. La originalidad de estos diseños para ballet, realizados
sobre todo por pintores escenógrafos, sufrirá un retroceso con la llegada del famoso
tutú y del maillot. Francia e Italia desarrollarán en esta primera mitad del siglo XIX
una gran labor en el campo de la indumentaria, exportando sus innovaciones e
incluso influyéndose mutuamente puesto que los grandes creadores del diseño de
vestuario, como Garnerey, Lami, Appiani, o Sanquirico, viajan de un país a otro.
201
202
ILUSTRACIONES DEL CAPÍTULO 4
203
204
Lámina 4-1. Angelika Kauffmann. Ifigenia, Orestes y Pílades
(1787), escena de la obra Ifigenia en Táuride (1789) de Goethe.
Weimar, Stiftung Weimarer Klassik, Goethe National Museum.
205
206
Lámina 4-2. La novia de Messina (1803). Pintura de Johann Christian Ernst
Müller según grabado original de Johann Friedrich Matthaei (1812). Weimar,
Goethe National Museum.
207
208
Lámina 4-3. Berthélémy, Jean-Simon, vestuario para Proserpina (1803) de
Giovanni Paesiello. París, Bibliothèque Nationale de France, Département
Bibliothèque-musée de l'Opéra, D216-1(20-23).
209
210
Lámina 4-4. Auguste Garneray, traje para Mlle. Bigottini en la ópera
Aladin ou la lampe merveilleuse (1822), en Recueil de costumes de
théâtre / publié par Vizentini, comédien du roi ; d'apr. les dessins de
MM Auguste Garneray, et H. Lecomte, Bibliothèque Nationale de
France, Département Arts du Spectacle, 4-RIC-73 (2).
211
212
Lámina 4-5. Auguste Garneray, trajes d'Albert (prince Ramir) y de Mlle
Bigotini (Cendrillon) para el ballet pantomima Cendrillon (1823). París,
Bibliothèque Nationale de France, Département Bibliothèque-musée de
l'Opéra, BMO C-261 (6-524).
213
214
Lámina 4-6. Paul Lormier, traje de Marie Taglioni para el ballet La Gitane
(1839). Litografía de W. Kohler según dibujo de Jules Bouvier (Ca. 1840).
Londres, Victoria and Albert Museum: S.264-1988.
215
216
Lámina 4-7. Paul Lormier, traje para Fanny Elssler en Le Diable boiteux
(1836) de Jean Coralli. Litografía de Achille Devéria, según original de
A. Barre. Bibliothèque Nationale de France, Département Musique,
Est.Elssler F.011.
217
218
Lámina 4-8. Lepaulle, François Gabriel Guillaume: Marie Taglioni y su
hermano Paul en el ballet de la Sylphide (1834). París, Musée des Arts
Décoratifs: Inv.34532.
219
220
Lámina 4-9. Valse favorite de Giselle. Dansée par Mme Carlotta Grisi et
Mr. Petipa (1841). París, Bibliothèque Nationale de France, Département
Bibliothèque-musée de l'Opéra: ESTAMPES SCENES Giselle (10).
221
222
Lámina 4-10. Fotografía de
Ellen Kean como Lady
Macbeth y Charles Kean
como Macbeth en Macbeth
(1842). Londres, Victoria
and Albert Museum: S.139
:832-2007.
223
224
Lámina 4-12. Alessandro Sanquirico, decorado del interior del santuario
para Semiramide (1823), ópera de Rossini. Archivi di Teatro di Napoli,
Collezioni Ragni: inv. 00103.
227
228
5. NUEVAS TENDENCIAS TEATRALES EN LA SEGUNDA MITAD DEL
A mediados del siglo XIX, muchos teatros europeos descuidaban los detalles
relacionados con la escenografía y el vestuario, algo particularmente evidente en el
caso de los dramas históricos, que seguían gozando de bastante popularidad entre el
público. De la pulcritud y meticulosidad de los primeros montajes históricos de la
época romántica se había pasado a una cierta indiferencia por la manera de
representar el texto. Se habían dejado de lado las reconstrucciones históricas y la
investigación sobre el estilo de trajes y adornos de época; tampoco se prestaba
suficiente atención a la adecuación entre personaje y vestuario, o entre ambiente
histórico y escenografía, por lo que con frecuencia la ambientación de una
determinada pieza resultaba arbitraria (Angiolillo, Marialuisa, 1989, p. 99).
229
n'est donc pas un caprice, une affaire de mode, mais une marche
logique des esprits. (Zola, Émile, 1895, pp. 118-119).143
143
Actualmente, cuando se monta una pieza de alguna importancia que se desarrolla en Francia o en el
extranjero, en épocas más o menos lejanas, se copia el vestuario de los documentos de esa época, nada
se descuida para llegar a una autenticidad absoluta. (…). Hay en el teatro un movimiento fatal
determinado por los estudios históricos de los últimos cincuenta años. Ante los grabados y los textos
de toda clase exhumados por los investigadores, ante este conocimiento cada vez más extendido y
familiar de los tiempos pasados, era natural que el público exigiera una reconstrucción exacta de la
época en la puesta en escena. No era por tanto un capricho, una cuestión de moda, sino el camino
lógico de la razón (traducción propia).
144
Véase la lámina 5-1 al final de este capítulo.
230
imposible en la práctica escénica. Por mucho que se intentara conseguir un cierto
naturalismo escénico, la realidad exterior difícilmente puede tener cabida dentro de
un escenario, pues los personajes teatrales se someten siempre a un proceso de
estilización y selección, mientras que el propio lenguaje escénico es ya de por sí una
pura convención. La representación teatral no sólo se basa en la observación de la
realidad, sino que por fuerza necesita una organización artística de esa realidad,
utilizando para ello la imaginación y la inventiva (Oliva, César y Torres Monreal,
Francisco, 1990, pp. 312-313).
231
una compañía teatral. Con ella, Saxe- Meiningen diseñó unos espectáculos inspirados
en los que él mismo había visto en Inglaterra, retomando así la meticulosa
reconstrucción histórica de las representaciones románticas de la primera mitad de
siglo (Braun, Edward, 1992, p. 15).
232
escenario a la parte de atrás, a través del estrecho sendero, de modo que los
espectadores vieran la parte posterior del equipaje de los soldados y no sus caras:
como si una corriente de armaduras se apretara y bulliera a lo largo del camino, hacia
la ciudad (Carlson, Marvin, 1961, p. 246).
Los ensayos de esta compañía eran largos y cuidados. En las obras que
requerían la presencia de masas en escena se prestaba gran atención a los actores
extras o figurantes. A semejanza de lo que hacía Kean, Saxe-Meiningen dividía la
figuración numerosa en grupos pequeños, colocando al frente de cada uno a un actor
experimentado. Su manejo de la figuración fue siempre muy aplaudido por el público
y la crítica. Además, se prohibió a los actores de mayor rango que ocuparan todo el
tiempo una posición de primer plano, de modo que en lugar de situarse junto a las
candilejas, como era entonces costumbre, se colocaban junto a los demás actores
(Macgowan y Melnitz, 2003, p. 250; Braun, E., 1992, p. 20). En lugar de “primeros
actores” y “primeras actrices”, empeñados en destacar por su virtuosismo, se prefería
a artistas dedicados humildemente a “servir” al drama; así un actor podía desempeñar
el papel principal en una función, y un papel secundario o de comparsa en otra.
Nadie estaba exento de esta obligación. Se trataba de conseguir un espectáculo global
con admirables efectos de conjunto y, en determinados montajes, mostrar la grandeza
y solemnidad del texto junto con el ambiente de la época representada (D´Amico,
Silvio, 1955, p. 358).
233
Así ocurrió con el montaje de Julius Caesar de Shakespeare, que se presentó
en Berlín el 1 de mayo de 1874 y donde, en la escena del foro romano, destacaban
por igual Anthony (Marco Antonio) encarnado por el actor Ludwig Barnay (1842-
1924) y la figuración. En esta representación se consiguió por primera vez una
ilusión escénica verdaderamente innovadora, pues en lugar de lucir los personajes
unas sábanas cualesquiera que pasaran por togas, o de mostrar a las mujeres con
peinados modernos, todos los detalles estaban muy cuidados; desde el candelabro de
la tienda de campaña de Brutus hasta la cabeza de medusa del manto de Caesar,
todos tenían un cierto toque de autenticidad (Braun, Edward, 1992, p. 18-20).145
Este gusto por el detalle no era bien visto por ciertos sectores del mundo del
teatro, porque pensaban que tanta meticulosidad en el vestuario distraía al público y
145
Véase la lámina 5-2 al final de este capítulo.
234
le impedía disfrutar del texto. En efecto, la calidad de los trajes era la misma para
todos los personajes, ya fueran protagonistas o meras comparsas, pues, además de
tener en cuenta el carácter de los personajes, el criterio fundamental para la
asignación de vestidos era la consecución de una armonía cromática entre todos
ellos, y entre vestuario y puesta en escena. Así Saxe-Meiningen mostraba su
preferencia por los tonos rojizos para el decorado, pues con ellos se conseguía el
contraste con los vivos colores del vestuario, quedando el conjunto excepcionalmente
homogéneo (Angiolillo, Marialuisa, 1989, p. 100).
235
representaciones fueran demasiado prolongados, debido a las complicadas
mutaciones de escena que habrían de realizarse; sobre todo, porque el duque gustaba
de utilizar distintos niveles en el escenario, introducir voluminosos elementos
tridimensionales tales como rocas, y además, se inclinaba por la disposición escénica
de “medio cajón”. Esos aspectos pueden ser criticables, pero resulta innegable que
las representaciones de esa compañía fueron tremendamente innovadoras en su
momento y que tuvieron una enorme repercusión en el futuro desarrollo de la puesta
en escena en Europa.
236
5.3 El teatro libre de Antoine.
237
Antoine llevó a cabo la reforma de los viejos sistemas de interpretación con
una compañía que incluía, en diversas ocasiones, a actores no profesionales (un
químico, un comerciante de vinos, un sastre, etc.). En 1888 visitó Alemania para
conocer el trabajo de la compañía de Saxe-Meiningen; inspirándose en ellos, adoptó
un nuevo enfoque con respecto a la figuración, y prestó mayor atención a la labor de
conjunto. Sin embargo, pese a los logros conseguidos en la interpretación por los
actores de la Saxe-Meiningen, Antoine consideraba que los actores alemanes estaban
demasiado limitados por las normas y adolecían de la libertad suficiente para actuar
con naturalidad; además, creía que debían ser menos delicados, más groseros, y
llevar una indumentaria más sencilla.146 Aunque aprobaba la coordinación en los
grupos de figurantes, valoraba negativamente el que pronunciaran los parlamentos al
unísono, en lugar de repartir frases entre los distintos personajes, aunque con ello se
sacrificase la comprensión completa de las mismas. Así, tras haber visto el montaje
de Guillaume Tell que escenificó la compañía de Saxe-Meininger, escribe Antoine:
146
Véase la lámina 5-3 al final de este capítulo, donde se pueden observar las diferencias de vestuario
y figuración del montaje de Julius Caesar por Antoine con respecto a la puesta en escena de la misma
obra a cargo de los Saxe-Meiningen.
147
La única y sincera objeción que encuentro a su trabajo es ésta: que en esta misma [representación
de] Guillaume Tell, por ejemplo, al haber escrito Schiller un papel para la muchedumbre, todos los
figurantes gritaban la misma frase y al unísono. Esto es pesado y falso. ¿Pero no podrían hacerse las
réplicas de esta muchedumbre en un rumor sabiamente combinado? Si les hiciéramos gritar: "Viva
Gambetta", por ejemplo, sabe usted lo que yo haría? Dividiría mis doscientas comparsas en una
decena de grupos, si usted quiere: mujeres, niños, burgueses, etc. Los burgueses empezarían "Vi…",
las mujeres acelerando el ritmo comenzarían cuando los otros gritasen "Gam…", y [luego] entrarían
238
Antoine no se centraría, como Saxe-Meiningen, en la plasticidad visual, sino
en la naturalidad interpretativa. De ahí que sus actores hablasen como en la vida
diaria y sacrificasen la declamación tradicional para reproducir un acento y unos
gestos más vivos y reales, aunque a veces resultaran incorrectos, pero que recordaran
la forma espontánea de la gente corriente. Si era necesario, se tapaban la cara e
incluso daban la espalda al público, o se interrumpían, o hablaban todos a la vez. Por
eso la gran aportación de Antoine fue conseguir una representación “anti-teatral”, es
decir, la técnica de actuar como si los actores no estuviese en un teatro (D´Amico,
1955, vol III, pp. 363-364; Braun, Edward, 1992, pp. 38-39).
los chiquillos, cinco segundos después de todo el mundo. Se trata, en suma, de un coro que hay que
ajustar (traducción propia).
239
los propios actores quienes conseguían el traje adecuado para cada personaje (García
Barquero, Juan y Zapatero Vicente, Antonio, 1983, p. 16; D´Amico, Silvio, 1955,
vol. III, p. 363; Braun, Edward, 1992, p. 35; Guardenti, Renzo, en Alonge, Roberto,
2000, vol. II, p. 1190-1191).
240
Raquín, de Zola, Vor Sonnenaufgang ("Antes del amanecer") de Gerhart Hauptmann
o Fröken Julie ("La señorita Julia") de Strindberg.
241
(“La muchacha de las manos cortadas”, publicada en 1886 y estrenada en 1891) de
Pierre Quillard (1864-1912) y L´Intruse (“La intrusa”, publicada en 1890 y estrenada
en 1891) de Maurice Maeterlinck (1862-1949). Fort rompió con el monopolio del
Naturalismo y causó una revolución en el diseño escenográfico. Influyó además en la
creación del Théâtre de l’Oeuvre, que se mantuvo estable, pese a sus grandes
dificultades económicas, desde 1893 hasta 1899, escenificando, de acuerdo con la
estética marcada por dicha corriente, un considerable repertorio de piezas,
simbolistas, realistas, o surrealistas, como Ubú Roi ("Ubú Rey") (Braun, Edward,
1992, p. 52). El principal promotor del Théâtre de l’Oeuvre fue Lugné-Poe (1869-
1940), que debutó como actor en 1891 en el Théâtre de l´Art, donde sus
interpretaciones en L’Intruse y en Les Aveugles (“Los ciegos”, 1890), ambas de
Maeterlinck, impresionaron al dramaturgo, quien le otorgó su confianza y respeto.
242
interprètes ont eu tort de vouloir, créer une atmosphère de mystère autour des
personnages par leurs gestes hiératiques et le lyrisme de certaines intonations; c´est
de l´allégorie, oui; mais de l´allegorie vivante. Jouez-la donc en vivant" (Jullien,
Jean, 1896, p. 442).149
149
Los intérpretes de la obra se equivocaban cuando intentaban crear una atmósfera de misterio
alrededor de los personajes con sus gestos hieráticos y su entonación lírica. Es verdad que es una
alegoría, sí; pero una alegoría viva. Por lo tanto, interprétenla como personas vivas (traducción
propia).
243
(“mierda”) desencadenó las iras del público. Pese a lo marginal y absurda que en un
principio pudo parecer Ubu Roi, Apollinaire (1880-1818) y André Breton (1896-
1966), que redescubrieron a Jarry alrededor de 1916, lo consideraron un precursor
del movimiento surrealista por haber roto los moldes tradicionales del teatro, ya que
Ubu no se ajustaba a las convenciones y no seguía el orden y la racionalidad propios
del escenario francés de aquella época.150
Resulta paradójico que precisamente con Ibsen, quizá más alejado del
Simbolismo que ningún otro dramaturgo de la época, Lugné-Poe demuestra hasta
qué punto puede un actor sugerir sin tener que decir, y cómo el espectador puede
llegar a construir todo un mundo imaginario sin que apenas se lo indiquen el texto o
la puesta en escena. Pese a la limitación de recursos por parte de los seguidores de la
corriente simbolista, su máximo precursor, Lugné-Poe, dio un nueva significado a las
ideas de estilo en la dirección teatral, llegando a influir poderosamente en el teatro en
general y, sobre todo, en las corrientes expresionista y surrealista que vendrían a
continuación.
150
Para una información más detallada sobre el estreno y posteriores representaciones de Ubu Roi,
véanse Grillo Torres, María Paz, 2000, pp. 303-305; Braun, Edward, 1992, pp. 65-72; y Robichez,
Jacques, 1957, pp. 356-367.
244
del actor, capaz por sí solo de crear nuevos espacios con el gesto, el movimiento y la
palabra.
245
poète (…) le théâtre sera ce qu´íl doit être: un prétexte au réve
(Quillard, Pierre, 1891, pp. 181-182).151
151
El Naturalismo, es decir, la representación de un incidente particular, un documento accidental y
trivial, es la contradicción misma del teatro (…) Lejos de ayudar al libre juego de la imaginación, el
telón pintado [la escenografía naturalista] la destruye. El decorado debe ser una pura ficción
ornamental que complete la ilusión y sugiera el drama por medio de líneas y colores (…) No se puede
distraer de la acción al espectador con accesorios discordantes sino que éste debe abandonarse por
completo a la voluntad del poeta (…) el teatro será lo que debe ser: un pretexto para el sueño
(traducción propia).
246
mar”). En montajes posteriores ese sesgo onírico se apreciará en dramas simbolistas
que toman su materia de la fantasía y del mito de los sueños, como L’Oiseau bleu
(“El pájaro azul”, 1908), de Materlinck, representado en París en 1911 por el Teatro
del Arte de Moscú, con decorados y vestuario de V. E. Egorov (1878-1960).152
de Rouché.
152
Para una mayor información sobre la puesta en escena de L’Oiseau bleu véase Moussinac, Léon,
1922, pp. 47-48.
247
sombría variedad de azules, verdes y grises que representaban el castillo y el bosque
(Braun, Edward, 1992, pp. 56-57; y Robichez, Jacques, 1957, pp. 164-165).
153
Para los vestuarios (...) [inspirados en] los siglos XI-XII, o bien según Memling (siglo XV), como
queráis y según las circunstancias (traducción propia).
154
Sueño largamente con los vestuarios. He aquí. ¿No crees que para Melisenda mejor que el verde
podría ser algún malva que podríamos encontrar en casa Liberty? Peleas iría de verde, que se combina
maravillosamente con el malva (...) La casaca de un verde más sombrío que el maillot (verde oscuro o
gris) para tener la gradación a partir de los cabellos casi negros de la señorita Aubry (...). Si Peleas va
de verde no creo que Melisenda pueda llevarlo [el color verde], tendrían que parecer que surgen de
una sopa, para dar el pego. Creo, por otra parte, que el malva irá mejor con la belleza rubia de la
señorita Meuris. Un vestido simple y marcando bien el cuerpo, el cuello desnudo, el talle alto, el
248
Camille Mauclair (1872-1945) confirma en su libro Servitude et Grandeur
Littéraires ("Servidumbre y grandeza literarias", 1922) la participación directa de
Materlinck en el diseño de los trajes destinados a Pelléas et Mélisande : "Une
couturière du passage Choiseul fit à bon compte les costumes, dont j'établissais les
dessins d'après des photographies de primitifs flamands que m'envoyait Maeterlinck"
(Mauclair, Camille, 1922, p. 102).155
Con respecto a Ubu Roi (1896), de Alfred Jarry (1873-1907), este drama en
clave grotesca parecía inspirarse en la tragedia Macbeth de Shakespeare y aunque no
vestido muy largo por delante y por detrás, de manera que oculte los pies, cinturón de orfebrería,
quizá algunas piedras preciosas en el cuello y en las mangas (evitando naturalmente los riegos de los
abalorios). Para el tocado, ¿qué dirías de cintas violetas trenzadas en los cabellos (evitando
naturalmente lo griego) o bien simplemente algunas hojas [diadema de hojas] un poco lucidas?
(traducción propia).
155
Una modista del pasaje Choiseul hizo buena parte de los trajes, cuyos diseños elaboraba yo según
fotografías de primitivos flamencos que me enviaba Maeterlinck (traducción propia).
156
Entre las críticas del estreno cabe mencionar el artículo de Henri de Régnier en L´Art Moderne, 21
de mayo de 1893, alabando los decorados y la interpretación de los actores. Véanse también en esta
línea los artículos de Henry Bauer en L´Echo de Paris, 20 de mayo de 1893, Francisque Sarcey en Le
Temps, 22 de mayo de 1893 y Jules Lemaitre en Journal des Débats, 21 de mayo de 1893.
249
se pueda considerar una obra simbolista, se trae aquí a colación por haber sido
representada y dirigida por Lugné-Poë, máximo exponente del teatro simbolista. En
un principio Alfred Jarry y Lugné-Poë habían concebido la representación de Ubu
Roi como un espectáculo de guiñol, pero finalmente la puesta en escena se alejó
sensiblemente de ese primer proyecto, realizándose con actores reales. El vestuario y
los decorados se elaboraron siguiendo las minuciosas directrices de Jarry, quien ya
en una carta fechada el 8 de enero de 1896 dirigida a Lugné-Poë se manifestaba
sobre la atemporalidad del vestuario "[avec] peu couleur locale ou chronologiques
que possible (Revue L´Oeuvre, mayo de 1912, en Robichez, Jacques, 1957, p.
365).157
157
[Con] el menor color local o cronológico posible (traducción propia).
250
tendía el brazo, Ubu clavaba una llave imaginaria en la palma de su mano, etc. De
hecho, Lugné-Poë, al utilizar al actor para describir lo que no se podía ver o lo que
no se podía explicar, estaba renovando el arte de la pantomima (Robichez, Jacques,
1957, pp. 366).
Con independencia del fracaso que supuso Ubu Roi, los espectáculos de
Lugné-Poe obtuvieron el favor del público gracias a montajes refinados, para cuya
realización contó con los mismos artistas que habían trabajado con Fort y con
Toulose-Lautrec. Sin embargo, la compañía se hallaba en permanente estado de
inestabilidad financiera. Los escasos recursos con que contaba Lugné-Poe se ponen
de manifiesto en el comentario realizado por uno de los extras acerca del montaje de
En folkefiende ("Un enemigo del pueblo", 1882) de Ibsen:
158
Queríamos crear en nosotros mismos, dice uno de ellos recordando la función de Un Enemigo del
pueblo, la ilusión de una transformación [producir el efecto de cambio de vestuario]. El único medio a
nuestra disposición era subirnos el cuello de la chaqueta, bajarnos el ala de nuestros sombreros,
intercambiar los abrigos o usarlos al revés. Tratábamos de simular edad, frunciendo el ceño,
encorvando la espalda o fingiendo un desilusionado mal humor (traducción propia).
251
5.4.3.1 El manifiesto de Rouché.
159
Los vestuarios tienen que ser diseñados en estrecha armonía con la escena. El escenógrafo y el
diseñador tienen que colaborar en el intento de fundir la aparición escultural y pictórica de los actores
o de las comparsas con las líneas y los colores del conjunto escenográfico (….)La escenografía tiene
que ser concebida no como la ampliación de un cuadro de una pinacoteca, sino como un decorado
[que tiene que servir de fondo a los actores] (…) Además, personajes y decorados son inseparables:
ambos tienen que constituir un conjunto único (traducción propia).
160
Fuller utilizó la luz eléctrica para crear imágenes en movimiento, producidas, en parte, gracias a los
efectos de la luz sobre su propia silueta ampliada por los ligeros tejidos de su vestimenta. Para mayor
información sobre su trabajo véanse Moussinac, Léon, 1922, pp. 25-29 y Sánchez, José Antonio,
1999, pp. 47-54.
252
Rouché llamará para trabajar en su Théâtre des Arts, fundado en 1910, a una
serie de artistas que ya habían estado en contacto con el teatro simbolista de Fort y
Lugné-Poe, tales como Maxime Dethomas (1867-1929), Jacques Drésa (1869-1929),
y René Piot (1869-1934). También se servirá de creadores de moda como Paúl Poiret
(1879-1944) y Jacques Doucet (1853-1929). Éstos transformarán la indumentaria y la
escenografía, y contribuirán a perfilar y poner en práctica las ideas de Rouché sobre
el predominio del elemento pictórico en el montaje escénico (Moussinac, Léon,
1922, pp. 56-57; y Guardenti, Renzo, en Alonge, Roberto, 2001, vol III, pp. 948-
949).
161
Véase la lámina 5-4 al final de este capítulo.
162
"El ballet-pantomima, arte imitativo, es la pintura de las pasiones realizada por la danza en acción.
El medio de expresión propio del ballet pantomima, al cual no basta la sola ejecución, es el gesto, no
ya convencional, sino brotado del corazón y de la emoción (...) La sucesión de "entrées seul" debe
reemplazarse por el desarrollo de una acción que esté conforme con los caracteres de los personajes"
(Noverre, Jean Georges, 2004, pp. 41-42).
253
plantas (rosales en flor) como a fuertes arbustos y árboles (por ejemplo, frutales
como el manzano). Todo este marco escénico un tanto bucólico está íntimamente
ligado a la acción de la obra: la araña acecha desde el manzano a la mariposa
indiferente, las hormigas transportan por tierra un pequeño pétalo de rosa, algunos
gusanos mordisquean una manzana, etc.
Por otra parte, los trajes diseñados para los pequeños insectos se inspiran en
las ilustraciones minimalistas de cuentos infantiles. La diversidad de modelos de
vestimenta (mariposa, araña, hormigas, gusanos, etc.) no funciona en detrimento de
la armonía que preside la obra. Dethomas consigue dicha armonía, en primer lugar,
mediante el agrupamiento de personajes con un mismo tipo de traje (las hormigas y
los gusanos) y la individualización de otros personajes como la mariposa y la araña,
que llevan diseños totalmente diferenciados del resto, para resaltar su protagonismo,
romper la monotonía y conseguir el contraste visual entre los trajes diseñados para el
conjunto de personajes de la misma naturaleza (hormigas) y los destinados a un
personaje individualizado, como la mariposa. En segundo lugar la armonía se
consigue seleccionando los colores del vestuario, teniendo en cuenta no sólo el
carácter de cada personaje, sino su propia ubicación escénica, de modo que no
desentone con el cromatismo del decorado y de los efectos de la luz, intentando que
los colores de los trajes y de los decorados, dispuestos armoniosamente, contrasten
con los del telón de fondo. Los colores elegidos por Dethomas fueron el verde (para
la hierba) y el negro (para la tela de araña) que vienen a contrastar con las pinceladas
de blanco (para la mariposa), el rojo (para las manzanas) y el azul (para el cielo).163
Cuanto más sobrio y austero era Dethomas, más fastuoso y teatral se volvía
Drésa. Para Le Sicilien ou L'amour peintre (“El siciliano o el amor pintor”, 1667) de
Molière, representada en 1910 por el Théâtre des Arts había diseñado un lujoso
vestuario, inspirado en trajes franceses de la época barroca y en vestidos orientales
procedentes de miniaturas persas, que el crítico Moussinac (1890-1964) consideraba
un conjunto de:
163
Para una mayor información sobre esta puesta en escena, véanse Moussinac, Léon, 1922, p. 65.
Véase también la lámina 5-5 de este ballet al final de este capítulo.
254
Adraste en velours noir, turban rose, manteaux grenat avec doublures
vertes, costumes des danseurs, légers, fragiles, aisant paraître plus
lourds les costumes chargés d'ornements et de broderies des autres
personnages (Moussinac, Léon, 1922, p. 67).164
Otro de los escenógrafos y figurinistas que trabajaron para el Théâtre des Arts
fue René Piot (1869-1934), alumno preferido de Gustavo Moreau (1826-1898), de
quien había heredado el gusto por los decorados fantásticos y el color dorado. En las
pinturas dedicadas a André Gide, Piot manifiesta su gusto por el contraste cromático
conseguido a base de juegos de luz, y por su capacidad para resaltar sobre fondos
simples, es decir, sobre lienzos de un solo color (blanco, azul o verde), la riqueza de
una decoración irreal a base de motivos de la naturaleza, como sacada de un exótico
sueño. Un claro ejemplo de su talento es el que observamos en el vestuario que
elaboró para Idoménée de Mozart, representada en 1912, y muy especialmente, en los
decorados y trajes de la pieza oriental Le Chagrin dans le palais de Han ("La tristeza
164
Verdaderas maravillas de composición y de buen gusto, que hacían contrastar sus preciosos colores
con delicada disonancia. Adrasto [aparecía] con velo negro, turbante rosa, capa de color granate y con
bordados verdes; los trajes de los bailarines ligeros y frágiles hacían que las vestimentas de los otros
personajes parecieran más pesados y recargados (traducción propia).
255
en el palacio de Han", 1912) de Louis Laloy (1874-1944), un texto inspirado en un
drama chino del siglo XIII sobre el desengaño amoroso de una joven y bella
princesa.
Para recrear la leyenda china en la que se basa el drama, Piot diseñó varios
decorados inspirados en antiguas ilustraciones chinas que consistían en campos de
color de oro, plata, y negro. En uno de los decorados se mostraba una mariposa
solitaria en un parque rebosante de luz, que se correspondía con la deslumbrante
belleza de la Princesa, rodeada de mujeres que la engalanaban como a un ídolo. Para
la decoración destinada al campo de los tártaros, Piot pintó lienzos muy oscuros, pero
idóneos para sugerir la agitación de los terroríficos guerreros extranjeros. En
contraste, para el parque del palacio imaginó un decorado de líneas muy simples: un
horizonte de montañas rosadas, una ribera gris y un cielo pálido infinitamente
transparente y delicado. Esta decoración constituía el marco perfecto para situar los
amores de los protagonistas. Cuando aparecen luego los consejeros en escena
trayendo malas noticias, se cambia el decorado del parque por otro que muestra un
caos salvaje, con peñascos rojos y negros bordeando las agitadas aguas de un río
pardo y tumultuoso. Este impresionante decorado enmarca la escena final en la que
la Princesa dice adiós a su país antes de arrojarse al río. Resultan interesantes los
contrastes de color utilizados para el final de la tragedia, y la habilidad de Piot para
cambiar rápidamente de tonalidades y pasar sin apenas transición de la claridad de
una escena feliz a la terrible oscuridad del trágico desenlace.
256
prenda.165 Con este tipo de vestuario se consigue plasmar la ingenuidad y la frescura
del amor de juventud que emana del contenido de la obra, todo ello situado en un
marco idílico y legendario (Moussinac, Léon, 1922, pp. 70-72).
Durante la segunda mitad del siglo XIX el teatro ruso se encontraba bajo el
monopolio del Estado, pues sólo los teatros que se hallaban bajo el control de la
corona tenían permiso para actuar en Moscú y San Petersburgo. En dichos teatros el
director era sólo un funcionario que supervisaba los ensayos, pues los decorados eran
simples paneles pintados sacados de un amplio repertorio acumulado en almacenes, y
el vestuario lo aportaban los propios actores. Esta situación impedía la existencia de
una competencia que estimulara la creación y, además, dicha creación se veía
limitada por la censura imperial, que alcanzaba no sólo a la moral y a la política, sino
también al arte.
165
Véase la lámina 5-6 al final del capítulo.
257
que le financiaron la construcción de dos teatros, uno en sus propiedades del campo,
y otro en su casa de Moscú. Dos hechos reforzaron esta inclinación teatral: las
representaciones de los Meininger, que habían visitado Rusia varias veces entre 1885
y 1890, y las de Tommasso Salvini (1829-1915) que, por esos mismos años, había
estado también en Moscú. Influido por la forma de hacer teatro que había visto en
esas dos agrupaciones, Stanislavsky se lanzó a la tarea de dirigir, convirtiéndose en el
primer director de teatro ruso. En un intento de imitar los métodos de Chronegk
(1837-1891), subdirector de los Meininger, estableció normas sin precedentes en
cuanto a la disciplina de grupo, la ilusión escénica, los efectos teatrales y la
preocupación por los detalles.
258
teatro Hermitage, que contaba con acogedores camerinos y un salón-biblioteca. La
compañía estaba formada mayoritariamente por alumnos de Danchenko y por
jóvenes reclutados en La Sociedad de Arte y Literatura; en total, no superaban los
cuarenta miembros. Entre aquellos actores y actrices se encontraban, por ejemplo,
Lilina (1866-1943), futura esposa de Stanislavsky, el joven Meyerhold (1874-1942),
Olga Knipper (1868-1959), casada con Chéjov, y Vasilii Kachalov (1875-1948)
considerado en Rusia como el más grande actor trágico de la época.
259
investigaciones fue la colaboración con renombrados pintores y escenógrafos
vanguardistas como Dobuzhinsky y Craig, así como los montajes de estilo simbólico
e incluso expresionista, de obras de Ibsen, Leonidas Andreiev y Maeterlinck,
buscando nuevos medios de expresión, bajo la influencia del trabajo realizado por
Meyerhold en San Petersburgo entre 1906 y 1907. El estreno en 1912 de Hamlet, con
la colaboración de Edward Gordon Craig, constituyó la culminación de esta etapa
simbolista y casi expresionista que el propio Stanislavsky situó cronológicamente
entre el año 1906 y la Revolución de Octubre de 1917.167
167
Véanse los periodos cronológicos del Teatro del Arte de Moscú establecidos por el propio
Stanislavsky en su obra Mi vida en el arte (Stanislavsky, Konstantin, 1981, p. 216).
260
contribuyendo a fomentar la concepción del decorado escénico como un lugar en el
que se vive, siguiendo el ejemplo de los Meininger, y utilizando en el escenario
espacios diagonales y diferentes niveles, para lo que usaría rampas, escaleras,
montículos, etc. Explicaba Stanislavsky que para preparar una distribución adecuada
de los objetos y de los muebles en el escenario el director de escena necesitaba la
ayuda del pintor, y se alegraba de haber contado con Simov, por ser un pintor que
poseía un gran talento y abundantes conocimientos no sólo en el campo de la pintura,
sino también en cuestiones teatrales ligadas con el papel del régisseur (director de
escena). V. A. Simov se interesaba no sólo por los decorados, sino también por la
pieza y por los problemas teatrales en general. Sabía sacrificarse, como pintor, con
miras a la idea general de la puesta en escena (Stanislavsky, Konstantin, 1981, p.
198).
261
En la etapa del realismo psicológico, la estrecha colaboración de Simov con
Stanislavsky y Danchenko dio como fruto una completa fusión de todos los recursos
escénicos. Tanto el figurinista como el escenógrafo estaban lo suficientemente
compenetrados con el mundo de Chéjov como para captar la atmósfera de una
aristocracia decadente a través de una escenografía de interiores. Uno de los
montajes escenográficos más significativos de esta etapa fue el de la pieza de Chéjov
Las tres hermanas, estrenada el 31 de enero de 1901 en Moscú. En este caso, si bien
la interpretación que había fijado Stanislavky no se ajustaba a la dramaturgia de la
obra de Chejov, la escenografía, diseñada por Simov en estrecha colaboración con el
dramaturgo, estuvo más acorde con la estructura de la pieza teatral que las que se
habían realizado en montajes anteriores, como, por ejemplo, La gaviota y Tío Vania.
168
Véanse las láminas 5-7 y 5-8 al final de este capítulo.
262
5.5.3 El vestuario en el teatro de Stanislavsky: El Zar Fedor, La vida del hombre y
El pájaro azul.
263
más adecuado para su personaje, como tradicionalmente hacían los actores en siglos
anteriores, la elección de la vestimenta se coordinaba ahora con el trabajo del
director, del escenógrafo y otros profesionales responsables de la puesta en escena
(Angiolillo, Marialuisa, 1989, p. 116; Guardenti, Renzo, en Alonge, Roberto, 2001,
vol. III, pp. 953-954; Stanislavsky, Konstantin, 1981, pp. 167-169).
5.5.3.1 La línea de precisión histórica en el vestuario del Zar Fedor y la etapa del
Realismo psicológico.
264
molusco pulidas y preparadas de manera especial (Stanislavsky,
Konstantin, 1981, p. 203).
Tras la lectura de estas líneas se puede apreciar la intensa labor de equipo que
realizaba la compañía, no sólo en la búsqueda de material para los trajes, sino
también en lo concerniente a los adornos que complementaban el atuendo que
caracterizaba a los personajes. También se preocuparon en la compañía por el color,
tiñendo algunos trajes para avivar los colores y tonalidades de las telas.169
169
Véase la lámina 5-9 al final de este capítulo.
265
En la etapa del Realismo psicológico, correspondiente a los montajes de las
obras de Chejov, no se elaboraron grandes proyectos de vestuario, pues se realizó un
trabajo de recopilación, más que de creación, ya que la mayoría de estos dramas se
situaban en la época contemporánea y, además, la figuración era prácticamente nula
en dichas piezas. Toda la puesta en escena se centraba en resaltar los conflictos
interiores de los personajes y también en la creación de decorados que reflejaran la
atmósfera propia de las piezas de Chéjov. Es cierto que en estas representaciones los
trajes complementaban el proyecto escenográfico y resaltaban la caracterización
individual del personaje, pero estos objetivos se conseguían mediante vestidos ya
confeccionados, siguiendo la moda de la época, o bien, mediante arreglos de sastrería
realizados en el taller de costura de la propia compañía.170
5.5.4 El principio del terciopelo negro en La vida del hombre y en El pájaro azul.
266
¿Cómo era posible que un principio práctico tan interesante no hubiera
sido utilizado en el escenario? (Stanislavsky, Konstantin, 1981, p.
333).
171
Véase la lámina 5-11 al final de este capítulo.
267
un antecedente del teatro expresionista (Angiolillo, Marialuisa, 1989, pp. 116-117;
Stanislavsky, Konstantin, 1981, pp. 337-338).
Une chambre modeste chez des paysans bleges, oú deux enfants son
couchés et dorment. Des visions étincelantes leur apparaissant de
láutre côté de la route, devant la maison, éclairent tout à coup la pièce.
Le plafond, les murs, les meubles, les objets disparaissent en un clin
d´oeil, et des milliers de lueurs porduisent un effet fantastique. Les
décors sont à jour et percés d´une quantité innombrable d´ouvertures
d´où jaillit en masse la lumière. Ce débordement de lumière se déverse
en tourbillons et crée une impression de lanterne magique. (Rouché,
Jacques, 1910, p. 47) 173
172
Véase la lámina 5-12 correspondiente a un decorado del Pájaro azul, al final de este capítulo.
173
Una modesta habitación de la casa de los campesinos belgas, donde dos niños acostados duermen.
Visiones resplandecientes apareciendo al otro lado de la carretera, delante de la casa, alumbran de
golpe la habitación. El techo, las paredes, los muebles, los objetos desaparecen en un abrir y cerrar de
ojos, y millares de luces producen un efecto fantástico. Los decorados son de día y están perforados
por una cantidad innumerable de aberturas, por donde brota en masa la luz. Este desbordamiento de
luz se desvía en remolinos y crea una impresión de linterna mágica (traducción propia).
268
Tal ambientación de fantasía y ensueño se acentuaba con la exhibición de un
vestuario de gran variedad cromática, caracterizada por una serie de matices
inusuales, que desvelaba una imaginación prodigiosa: eran trajes destinados a
personajes de cuento, tales como animales parlantes y elementos de la naturaleza
humanizados. El personaje del Agua, por ejemplo, estaba ataviado con una túnica
azul y ligeras cintas transparentes que se agitaban con los movimientos de la persona
que lo encarnaba; el Fuego, con un amplio vestido fluctuante de velos rojos, se
confundía con los decorados de tonos rojizos y negros. En contraste, los personajes
de animales, como el Perro y el Gato, iban vestidos a la moda del siglo XVIII, y
sobre esos vestidos no desentonaban los rostros maquillados, a modo de auténticas
máscaras felinas (Angiolillo, Marialuisa, 1989, p. 117; Moussinac, Léon, 1922, pp.
47-48; Rouché, Jacques, 1910, pp. 47-48). Así, por ejemplo, el Gato vestía traje
negro muy estilizado, cuello blanco de monja, guantes blancos y zapatillas
terminadas en punta; el rostro maquillado para parecer la cara de un auténtico gato:
largos bigotes, ojos pintados y cabellera blanca con dos montículos de mechones de
pelo a modo de orejas. El Perro, con vestimenta aún más acorde con la moda del
siglo XVIII: pantalones ceñidos hasta la rodilla, casaca abierta y abotonada, con
remates de encaje en las mangas, medias tupidas, calzado plano, y el rostro
maquillado parcialmente de negro, con los cabellos oscuros a modo de media
melena.174
269
en escena se recurrió sobre todo a la agrupación plástica, a poses expresivas y a la
mímica de los actores. En la escena del infierno, los Grandes Seres que habían vivido
en mundos anteriores eran personificados por enormes estatuas ubicadas en diversos
planos del escenario, sobre el fondo de terciopelo negro. La confección de estas
estatuas era muy sencilla:
270
5.6 Conclusiones del capítulo 5.
Con el Théâtre des Arts, fundado por Rouché, el simbolismo se fusiona con
las tendencias más modernas y vanguardistas, llegando ahora a adquirir mayor
protagonismo los pintores, con lo que va a primar el color. A partir del manifiesto de
Rouché la indumentaria, en relación a la escenografía, estará subordinada a la idea
general de conjunto, que viene proyectada por el director de escena. Estos postulados
se llevarán a la práctica en el Théâtre des Arts consiguiendo que el proyecto de
vestuario y, sobre todo, su relación con la puesta en escena, quede prácticamente
consolidado ya en los albores del siglo XX.
271
Respecto al Teatro del Arte de Moscú, en una primera etapa, Stanislavsky
siguió la línea de precisión histórica marcada por los Meininger, pero, salvo en El
Zar Fedor, las otras piezas representadas de acuerdo con esta tendencia no lograron
superar los montajes del duque de Saxe-Meiningen, pues Stanislavsky se centró
sobre todo en la interpretación del actor, más que en la plasticidad que pudiera
aportar a las escenas el trabajo con el grupo de figurantes. En esta etapa debe
valorarse el intenso trabajo de búsqueda, recopilación y arreglo de vestuario,
realizado en equipo, además del lujo en algunos trajes y adornos que se conseguirá
por medio de sencillos materiales, pintados y transformados para tal fin.
272
ILUSTRACIONES DEL CAPÍTULO 5
273
274
Lámina 5-1. Teatro de la Puerta de San Martín. La taberna, 2º
cuadro: el lavadero (1900). Fotografía de Boyer (18..-19..). París,
Bibliothèque-musée de l'Opéra - Magasin de la Réserve
ESTAMPES SCENES Assommoir.
275
276
Lámina 5-2. Los Meininger, Marco Antonio ante el cadáver de César (1874)
Grabado de J. Kleinmichel según un dibujo del duque George II de Saxe-
Meiningen (1879). Washington, DC, Folger Shakespeare Library Digital
Image Collection: ART File S528j1 no.39 (size M).
277
278
Lámina 5-4. Maxime Dethomas: decorado para Le Carnaval
des enfants (1910). Moussinac, Léon, 1922, pp. 16-17.
279
280
Lámina 5-6. René Piot: figurines para La tristeza en el palacio de Han (1912).
Moussinac, Léon, 1922, pp. 34-35.
281
282
Lámina 5-7. Decorado diseñado por Simov para el acto II de Las tres hermanas
de Chejov (1901), Théâtre Artistique, Moscú,. Bablet, Denis, 1989, ilustración nº
42.
Lámina 5-8. Diseño de Simov para el acto IV de Las tres hermanas (1901) de
Chejov. Bablet, Denis, 1989, ilustración nº 43.
283
284
Lámina 5-9. Decorado y vestuario de Víctor Simov para el Zar Fedor (1898).
Théâtre Artistique, Moscú. Reproducción localizada en Bablet, Denis, 1989,
ilustración nº 38.
285
286
Lámina 5-10. La Gaviota (1898) de Chejov. Meyerhold, Vsevolod, 1998, p. 50.
287
288
Lámina 5-12. Decorado de Egorov para El pájaro azul (1908). Reproducción
localizada en Rouché, Jacques, 1910, p. 35.
289
290
Lámina 5-13. Vestuario de Egorov para el personaje de El Agua en El
pájaro azul (1908). Reproducción localizada en Rouché, Jacques, 1910, p.
32.
291
292
Lámina 5-14. Vestuario de Egorov para el
personaje de El Gato en El pájaro azul
(1908). Reproducción localizada en
Rouché, Jacques, 1910, p. 40.
293
294
6. EL VESTUARIO EN LOS BALLETS COREOGRÁFICOS DE ITALIA Y RUSIA
En la segunda mitad del siglo XIX y primeros años del XX el ballet que se
representaba en Italia se caracterizó por su espectacularidad. Eran montajes
particularmente llamativos y coloristas, que en un principio se denominaron ballets
coreográficos, y que más tarde se transformarían en los famosos vodeviles.175 Los
primeros experimentos en la dirección de un ballet con un único hilo conductor se
habían iniciado con Noverre y fueron luego seguidos por coreógrafos románticos como
Filippo Taglioni, Jean Coralli y Jules Perrot (1810-1892). Los argumentos, que en la
primera mitad del siglo XIX se habían apoyado en temas históricos y orientales, pasaron
a inspirarse años después en nuevas corrientes estéticas como el Naturalismo, o en
nuevas tendencias filosóficas como el Positivismo, así como en los descubrimientos
científicos y técnicos, que serían los que condicionarían de forma sustancial el ballet
coreográfico.
175
Comedia aligerada con canciones y bailes de carácter marcadamente frívolo y alegre, y de asunto
amoroso, muy popular en Francia durante los siglos XVIII y XIX, cultivada por autores como Labiche y
Scribe (Gómez García, Manuel, 1997, p. 881).
176
Espectáculo teatral de carácter frívolo en el que se alternan números dialogados y musicales. Procede
del vaudeville francés.
295
simbolizar el triunfo de la Luz sobre el Oscurantismo a lo largo de la historia. En la
escena final un numeroso grupo de bailarinas, portando banderas de diferentes países,
venían a representar la fraternidad entre los pueblos. La repercusión de este ballet fuera
de Italia fue tal que se construyó en París un teatro especialmente para su puesta en
escena177 y en época reciente todavía se ha seguido representando, como lo demuestra la
reconstrucción libre que hizo Ugo Dell´Ara (1921-) en Florencia en 1967, coreografía
que pasó al repertorio de la Scala. Más recientemente, en enero de 2002, el ballet de la
Scala de Milán, siguiendo los cánones originales, volvió a representar Excelsior en la
Ópera de París, cosechando un gran éxito, en opinión del crítico Roger Salas (1950-),
según se desprende del artículo publicado en El País el 11 de enero de 2002, en el que
se alaba la espectacularidad del montaje:
Excelsior es una fiesta plástica que fue calificada en su tiempo, 1883, por
la prensa francesa como "ballet científico humanitario" (...). Excelsior
tiene que ser visto como una pieza de anticuario que se restaura con sus
colores fuertes y sus dorados originales. Escenas como el descubrimiento
de la pila voltaica, el excavado del túnel transalpino o la apertura del
canal de Suez son deliciosos cuadros que divierten al son de una música
sin demasiada enjundia, pero con la suficiente pompa y circunstancia
como para acompañar tal despliegue escénico (Salas, Roger, El País, 11
de enero de 2002).
296
celebrado el cuadro o la escena de la electricidad, donde aparecían numerosas coristas y
bailarinas, vestidas con trajes blancos ceñidos a la cintura y con grandes “pamelas”
blancas adornadas con velos de tul.178
Alfredo Edel diseñó también el vestuario para otros ballets coreográficos, con
música de Marenco y coreografía de Manzotti, que se estrenaron en las últimos décadas
del siglo XIX; entre ellos habría que destacar el ballet Pietro Micca ("Pedro Micca",
1875), estrenado en la Scala de Milán, Sieba o La spada di Wodan ("Sieba o la espada
de Wotan", 1877), ballet de gusto romántico, inspirado en evocaciones históricas, o
Ballo Amor ("El baile del Amor", 1886), ballet estrenado en la Scala, y que reflejaba la
apoteosis del amor sobre la tierra, empezando por el origen del hombre y finalizando
con las grandes conquistas científicas de la civilización.
297
a algunas óperas como Simon Boccanegra (1897, en la Scala) de Verdi, o La Bohème
(1897, en la Scala) de Puccini (Angiolillo, Marialuisa, 1989, 109-110; Pasi, Mario,
1981, 137-140; Reyna, Ferdinando 1981, 122-124).
298
interpretación, libreto, música, diseño de vestuario y decorados, hasta conseguir una
puesta en escena armónica y coherente.
299
el alhelí era muy adecuado el terciopelo, mientras que el brillo del satén era perfecto
para los lirios, y las sedas y gasas se adaptaban muy bien para la confección de flores
silvestres como la margarita o la amapola. Por otro lado, la combinación de tejidos en
un mismo traje era una tarea difícil y compleja; así, para confeccionar el atuendo del
narciso para el ballet de la pantomima Dick Whittington utilizó el satén para el cuerpo
de la flor en forma de trompeta, y la seda para los pétalos exteriores; el tocado era de
raso verde complementado con un velo de seda color marrón verdoso que recordaba al
tallo de la flor.181 Wilhelm explicaba también la dificultad de conseguir en sus diseños
florales una "informalidad elegante"; para ello observaba detenidamente diversas flores
y hojas, y experimentaba no solamente con el dibujo, sino también con la confección
del traje (corte y costura) y con los efectos especiales que se producían al teñir diversos
tejidos y materiales. Un ejemplo de esta elegancia informal lo constituyen los figurines
creados para Rosa d´Amore ("Rosa de Amor", estrenada en la Scala en 1888), de
Manzotti y Bayer (1852-1913). Entre estos figurines destacan la elegancia y ligereza de
los vestidos diseñados para tres de las bailarinas principales. La diferenciación de los
tres personajes se conseguía mediante distintos motivos florales en los tocados y en los
dibujos de las telas, mientras que la armonización del trío se lograba por medio de un
mismo corte para los tres vestidos (ceñido a la cintura, largo de falda por debajo de la
rodilla y velos de tul imitando hojas de flores).182
Uno de los mejores trabajos de Wilhelm fue la creación del vestuario para el
estreno en 1885 de la célebre opereta Mikado, con música de Sullivan y libreto de
Gilbert. Los diseños, basados en trajes japoneses del siglo XVIII, se acomodaban a su
estilo floral y mostraban una mayor delicadeza y elegancia que los diseñados por
Wilhelm para los ballets de Adeline Genée, en los que utilizaba sedas, tafetanes,
181
Véase la lámina 6-3 al final de este capítulo.
182
Véase la lámina 6-4 al final de este capítulo.
300
lentejuelas y gasa de plata en un mismo traje (Angiolillo, Marialuisa, 1989, pp. 112-
113; "Wilhelm", Victoria and Albert Museum).
En todos estos diseños Comelli muestra una fantasía aún más exuberante que la
de Wilhelm y, aunque su estilo fresco y alegre se adaptaba más a espectáculos de
géneros ligeros entonces en boga, como la opereta y el vodevil, trabajó también para el
teatro dramático, creando el vestuario para los montajes de A Midsummer Night´s
Dream ("El sueño de una noche de verano") y As You Like It ("Como gustéis"), piezas
183
Véase la lámina 6-5 al final de este capítulo.
301
de Shakespeare que se representaron en Londres en 1901. Dichos montajes mostraban
un vestuario muy original y creativo, con trajes de gran fantasía y colorido. Considerado
uno de los figurinistas más célebres y prolíficos de su tiempo, los diseños de Comelli se
conservan en museos como el Victoria & Albert Museum, de Londres, el Victorian Arts
Centre en Melbourne y, sobre todo, el de la Royal Opera House, de Londres, que cuenta
con más de 1400 diseños suyos, realizados entre finales del siglo XIX y principios del
XX. (Angiolillo, Marialuisa, 1989, p. 112; Dark, Sidney, 1902, pp. 162-167).
Lovat Fraser participó en la I Guerra Mundial, sufriendo un ataque con gas que
le dejaría secuelas para toda la vida. Retirado por enfermedad del ejército en agosto de
1916, conoció en Estados Unidos a su futura esposa la actriz Grace Inez Crawford
(1889-1977) con la que se casó en 1917. A partir de su matrimonio, Fraser incrementó
su actividad como figurinista teatral, motivado por los intereses teatrales de su esposa,
con la que colaboró en varios proyectos de traducciones de obras líricas italianas del
siglo XVIII.
184
Para Ana María Preckler el estilo Liberty es sinónimo de Art Nouveau, que en España tomó el nombre
de Modernismo (Preckler, Ana María, 2003, vol I, p. 429).
302
diferentes tonos del color (Angiolillo, Marialuisa, 1989, 113; Laver, James, 1964, p.
200).
Para el director Nigel Playfair (1874-1934), con el cual trabajó más que con
ningún otro, realizó, en colaboración con su esposa Grace, la escenografía y el vestuario
para los montajes de La Serva Padrona ("La criada señora", 1919), ópera bufa de
Pergolesi (1710-1736), y la comedia As You Like It, de Shakespeare, estrenada esta
última en abril de 1919, en la noche de apertura del festival de Shakespeare en
Stratford-Upon-Avon, y reestrenada en 1920 en el teatro Lyric Hammersmith de
Londres.
185
Sobre este montaje véase Tomarken, Edward, 1997, pp. 34-36.
186
Véase la lámina 6-6 al final de este capítulo.
303
teatrales británicas de finales del siglo XIX y, sobre todo, en las operetas de Gilbert and
Sullivan y en la comedia musical. Su reestreno en el teatro Lyric Hammersmith de
Londres el 5 de junio de 1920, bajo la dirección de Nigel Playfair (1874-1934), resultó
un gran éxito, alcanzando más de mil cuatrocientas representaciones. Esta obra, en lugar
de recurrir a los grandes temas y a la música de ópera, utiliza tonadas y personajes de la
vida cotidiana para criticar la corrupción existente en todos los niveles sociales, desde
los políticos hasta los mendigos (Laver, James, 1964, p. 200; Marly, Diana de, 1982, pp.
138-140).
Los diseños de Fraser para esta obra musical alcanzaron un gran reconocimiento
y fueron utilizados para diversos montajes posteriores. Los trajes recuerdan el estilo
goldoniano;187 en una de las escenas aparece una joven señora ataviada con un elegante
vestido, de amplio escote, compuesto por el clásico panier y el corpiño entrecruzado,
ceñido a la cintura, con mangas hasta el codo y acabadas en encaje, complementándose
dicho atuendo con un tocado modelo cofia y con un calzado puntiagudo de pequeño
tacón. Contrastando con el anterior vestido, Lovat diseñó el traje para el personaje de
una anciana con un estilo más estilizado e innovador: una larga túnica de color oscuro y
dibujos diseminados por toda la tela, con el talle alto ceñido por un fajín negro y con
flecos; la cabeza iba cubierta por un pañuelo negro a modo de turbante, y el calzado
consistía en unas simples babuchas negras.188
187
El estilo goldoniano en el vestuario hace referencia a la indumentaria utilizada en el teatro de Goldoni
y que se corresponde con los trajes que vestía la aristocracia italiana entre finales del siglo XVII y la
primera mitad del XVIII. Goldoni introduce pinceladas de la Commedia dell´Arte sobre todo en los
complementos como el calzado, tocado y maquillaje (Guardenti, 2000, pp 1177-1179).
188
Véase la lámina 6-7 al final de este capítulo. En respuesta a una consulta sobre la ubicación de los
figurines de esta lámina, los responsables del Victoria and Albert Museum afirman que todos los
figurines de la producción The Beggar's Opera de 1920 dirigida por Nigel Playfair se hallan almacenados
en una misma caja, pero faltan justamente los reproducidos en esta lámina. Parece ser que hay un objeto
que falta en la caja desde 1974. Su número de referencia es E.2275-1938, sin embargo no tienen la
certeza de que dicho objeto esté relacionado con los figurines a los que hacemos referencia en la
consulta. Dichos figurines se encuentran reproducidos en Angiolillo, Marialuisa, 1989, p. 115, quien
remite al Victoria and Albert Museum como fuente primaria de localización de los mismos.
304
Marialuisa, 1989, p. 113; Fraser, Claud Lovat, Collections, Victoria & Albert's
collections, S.1176-2010).
189
Sobre estas facetas artísticas de Ricketts, véase "Mr. Charles Ricketts", The Times, 9 de octubre de
1931, p. 7.
305
En A Miracle ("Un milagro", estrenada en 1907), escrita y dirigida por Granville
Barker, los diseños de los trajes se basaron en gradaciones del color verde; en Attila
("Atila", estrenada en 1907), escrita por Laurence Binyon (1869-1943) y dirigida e
interpretada por Oscar Asche (1871-1936) el proyecto de escenografía y vestuario se
basó en diferentes gradaciones del color rojo que acentuaban el exotismo de los trajes
bárbaros y el sentido trágico de la pieza teatral ("Mr. Charles Ricketts. Painter and Stage
Designer", The Times, 9 de octubre de 1931, 7). 190
Los dos montajes que otorgaron a Ricketts más notoriedad fueron los de King
Lear ("El rey Lear", estrenada en 1909), de Shakespeare, y The Mikado ("El Mikado",
estrenada en 1926), de Gilbert and Sullivan. Para el montaje de King Lear, dirigido por
Norman Mac Kinnel (1870-1932) presentó toda la escenografía y vestuario en
tonalidades de verde. Para la opereta The Mikado, estrenada en el teatro Princes´s, bajo
la dirección de J. M. Gordon (1857-1944), Ricketts, al igual que ya había hecho
Wilhelm para la representación de esta misma obra, se inspiró también en el vestuario
japonés del siglo XVIII, pero transformándolo según su visión personal del color. Este
montaje fue juzgado por algunos críticos como demasiado detallista, mientras que otros
adujeron que el tono ligero de la opereta no encajaba bien con la seriedad de estos
trajes, que además resultaban pesados y sobrecargados. Sin embargo, la mayoría de
estos diseños serían imitados durante más de cincuenta años en posteriores reposiciones
de The Mikado.191
190
Véase la lámina 6-8 al final de este capítulo.
191
Véanse las láminas 6-9 y 6-10 al final de este capítulo. The Mikado se estrenó por primera vez en el
teatro Savoy de Londres el 14 de marzo de 1885, con vestuario de Charles Wilhelm y dirección de Gilbert
y Sullivan, posteriormente se representó en Moscú a finales de 1885, con la participación actoral de
Stanislavsky, bajo la dirección de su hermano Alexéiev y decorados de K. A. Korovin (1861-1939)
(Stanislavsky, 1981, pp. 82-83). En España, la compañía de teatro catalana Dagoll-Dagom estrenó un
nuevo montaje de The Mikado el 20 de mayo de 1986 en el Auditorio de Palma de Mallorca, bajo la
dirección de Juan Vives y con escenografía y vestuario de Montse Aménos e Isidre Prunés. De este
montaje la compañía citada hizo una reposición en el año 2005. Para una mayor información sobre el
montaje de The Mikado de 1926, con vestuario de Charles Ricketts, véase Bell, Diana, 1989, pp. 148-152.
306
(Angiolillo, Marialuisa, 1989, p. 167; Guardenti, 2001, vol. 3, p. 954; The Mikado,
Gilbert and Sullivan Archive). 192
Pese al éxito que en su tiempo, e incluso después, han tenido estos grandes
ballets, Petipa en realidad no era un innovador, pues sus coreografías se adherían al
gusto tradicional, exhibiendo un espectáculo concebido para resaltar la habilidad de la
pareja de primeros bailarines, mientras que el cuerpo de baile hacía la función de
elemento escenográfico. El vestuario era el tradicional tutú, que se comenzó a utilizar
después del ballet de la Sylphide (estrenada en 1832), aunque ligeramente modificado
por las bailarinas, que poco a poco habían ido acortando el largo vestido romántico
hasta llevarlo donde empiezan los muslos, transformándolo así en el tutú moderno, o
192
Véanse las láminas 6-11 y 6-12 al final de este capítulo.
307
“tutú a la italiana”, que no sólo no impedía los movimientos sino que concentraba la
atención del público en las piernas.193
El vestuario para los hombres seguía el modelo diseñado por Garnerey: una
chaqueta corta, una camisa de mangas amplias y suaves pantalones ajustados. Nadie
había pensado en apartarse de este modelo de atuendo; el propio Nijinsky (1890-1950),
por acortar su traje más arriba de la ingle en la representación de Giselle en el teatro
Marijnsky de San Petersburgo en 1911, fue despedido de los teatros imperiales. No
obstante, este gusto por la tradición había experimentado ciertos cambios en Rusia,
gracias al entusiasmo de un público atento y apasionado. Los avances del ballet ruso se
centraron, sobre todo, en la técnica, aunque manteniendo el respeto por las escuelas
italiana y francesa (Angiolillo, Marialuisa, 1989, pp. 122-123; Reyna, Ferdinando,
1981, pp. 125-132; Abad Carlés, Ana, 2012, pp. 111-146).
193
Este nuevo tutú es introducido en Rusia por la célebre bailarina Virginia Zucchi (1849-1933), cuando
debuta con un pequeño intermedio en un café concierto, alcanzando un gran éxito y logrando el
reconocimiento de los críticos. Con gran delicadeza y exotismo Virginia Zucchi bailó no ya vistiendo el
típico tutú romántico, sino otro mucho más vaporoso que dejaba traslucir sus piernas. Este tutú en forma
de rueda fue bautizado seguidamente como “tutú a la italiana” (Reyna, Ferdinando 1981, pp. 126-127).
Véase la lámina 6-13 al final de este capítulo.
194
En 1898 con la ayuda del empresario Sava J. Mamontov y la princesa Tenishev, un grupo de jóvenes
artistas, sobre todo pintores (Korovin, Golovín, Benois), fundaron en San Petersburgo la revista Mir
Iskusstva ("Mundo del Arte") con la intención de resaltar y dar a conocer el arte ruso nacional. La revista
se convirtió en el centro de la cultura de los más prestigiosos artistas rusos. Su director fue Diaghilev, el
308
por otro, el realismo de Stanislavsky; de hecho, fue el propio Stanislavsky quien
sustituyó las tradicionales zapatillas de raso de las bailarinas por sandalias de
inspiración fenicia. El atuendo se caracterizaba en líneas generales por su gran colorido
y por el lujo de detalles. Particularmente llamativa y fastuosa debió resultar la
vestimenta de Asdrubal, que bajaba por una escalera con un vestido rojo y negro,
cubierto con amplia capa que reforzaba los movimientos del cuerpo (Angiolillo,
Marialuisa, 1989, pp.123-124; Salazar, Adolfo, 1995, pp. 212-214; Pasi, Mario, 1981,
pp. 148-152).
cual revolucionará el mundo del espectáculo con su famoso ballet. Su repercusión en los campos de la
escenografía y el vestuario marca una nueva manera de concebir la puesta en escena del ballet, de ahí que
su vida y su obra se analice ampliamente en el siguiente capítulo.
309
efectos lumínicos.195 Appia pedía para los montajes escénicos, ya fueran ballets, óperas
o piezas de teatros dramático, una “luz viva”, de modo que la iluminación del escenario
fuera cambiando en el transcurso de la acción, según se necesitara. La mise en scène -
escribió- es un cuadro que se compone en el tiempo (Macgowan, K., y Melnitz, W.,
2003, pp. 300-303).
310
argentée. La couleur possède ici deux modes d´existence: la couleur-
matière, celle des piliers que appartient à l´objet, et la couleur-lumière,
fournit l´eclairage. Appia a renoncé à la couleur signifiée par la peinture
(Bablet, Denis, 1989, p. 265).196
Según Appia, el arte escénico debe basarse en la presencia física del actor, es
decir, en el uso de su propio cuerpo. En su opinión, el actor debe despojarse de todo
vestuario que pueda entorpecer gestos y movimientos. Estas consideraciones de Appia
sobre vestuario estaban muy influidas por las teorías del suizo Jacques Dalcroze (1865-
1950), compositor, coreógrafo y promotor de la gimnasia rítmica. Dalcroze hacía danzar
a sus bailarines envueltos en suaves medias que dejaban las piernas y los brazos
desnudos. En 1912 presentó en la sala teatral de Hellerau (Alemania) la ópera Orfeo, de
Gluck, en colaboración con Appia y el pintor Alexander Von Salzman (1874-1934).
Entre los asistentes se encontraban la flor y nata del mundo teatral de la época: Paul
Claudel, Max Réinhard, G. B. Shaw, Pavlova, Diaghilev, Nijinski, etc. Nijinski aplicó el
método dalcroziano a sus coreografías con los ballets rusos a partir del 1913 (Sánchez,
José A.,1999, pp. 65-72).198
196
Imaginemos por un instante que somos uno de los espectadores que asistieron en 1903 al Manfred de
Byron-Schumann. Se alza el telón. ¿Qué vemos? Un decorado único: el suelo que se alza peldaño a
peldaño de izquierda a derecha, y unos pilares de un rojo violáceo. Un haz oblicuo de luz roja cae por la
izquierda encima de Némesis y roza la silueta de Manfred. A la derecha Astartés está bañada por una luz
plateada. El color posee aquí dos modos de existencia: el color–materia, el de los pilares que pertenece al
objeto, y el color-luz que proporciona la iluminación. Appia ha renunciado al color significado por la
pintura (traducción propia).
197
Vamos al teatro para asistir a una acción dramática y es la presencia de los personajes en la escena la
que justifica esa acción. El actor es por tanto un elemento esencial en la puesta en escena (traducción
propia).
198
Sobre el método Jaques-Dalcroze véanse: Jaques-Dalcroze, Émile, 1921; y Baril, Jacques, 1987, pp.
379-390.
311
Siguiendo a Jaques-Dalcroze, Appia trata de vestir al actor estilizándolo al
máximo, con medias negras que resalten los movimientos; además, les proyecta un haz
de luz para que destaquen las expresiones del rostro. Así, hace recaer la atención del
espectador en el actor que, en su opinión, debe ser el centro absoluto de la escena. Cree
Appia que el actor, en tanto que ser humano en movimiento, no precisa más que unas
medias negras que hagan resaltar sus miembros cuando salta, gira sobre sí mismo, se
contorsiona o se comunica mediante gestos: “un maillot noir sur le corps nu, laissant le
cou, les bras, les jambes et les pieds découverts et nus; (...) ou bien, dans les mêmes
conditions, une courte tunique" (Appia, Adolphe, 1923, p. 14).199 Aboga también Appia
por la simplicidad de los decorados y rechaza los telones pintados que, según él,
sacrifican la interpretación del actor y su expresión. Tampoco está a favor del traje de
época ya que, como suele ser recargado y resulta ajeno al propio actor, aunque añada
una nota importante al decorado y a la ambientación, dificulta en gran medida el
movimiento y la gesticulación. En opinión de Appia:
Las teorías de Appia sobre vestuario parecen especialmente indicadas para los
miembros de un cuerpo de baile y para los bailarines de ballet, pero quizá no sean
siempre adecuadas para el actor, pues quien interpreta una obra de tendencia más o
menos realista encuentra en la indumentaria, siempre que se halle dentro de unos
parámetros lógicos de complejidad, no un obstáculo para sus gestos y trabajo en escena,
sino una gran ayuda. Esto lo hizo ya notar Stanislavsky, especialmente en sus
reflexiones sobre el vestuario para el montaje de Otelo. De hecho, el propio Appia
distingue entre la indumentaria de la ópera y la destinada a la obra dramática no
199
Una malla negra sobre el cuerpo desnudo, dejando el cuello, los brazos, las piernas y los pies
descubiertos y desnudos (...) o bien, en las mismas condiciones, una corta túnica (traducción propia).
312
musical. En los montajes operísticos, el vestuario tiene menor trascendencia, pues viene
dado por una ciega necesidad de lujo; en cambio, como opina Appia:
313
diferencia esencial entre el oficio de un gran modisto mundano y el del
sastre de un gran teatro (Appia, Adolphe, 2000, pp. 164-165).
Appia escribe estas consideraciones teóricas cuando aún era normal que los
actores y actrices, particularmente los que desempeñaban papeles principales,
estuviesen obligados por normas del contrato a proporcionar su propio guardarropa,
particularmente en las compañías que carecían de medios suficientes. En el mundo de la
ópera eran las grandes divas quienes, para competir con sus rivales, optaban libremente
por sufragar su propia vestimenta, recurriendo a lujosos trajes confeccionados por
sastres de renombre (“modistos mundanos” como los llamaba Appia). Por lo tanto estas
afirmaciones no deben tenerse en cuenta de forma generalizada, pues como ya se ha
comentado en anteriores capítulos, en los dramas históricos, en el teatro de los
Meininger y de Stanislavsky, en los ballets e incluso en diversos montajes operísticos
existían ya figurinistas profesionales que se encargaban parcial o totalmente del
vestuario.
Esta cita pone de manifiesto la influencia que los cambios de luz ejercen también
sobre el color de los trajes, sobre los personajes y sobre toda la ambientación escénica.
Appia propone una “luz activa” que debe influir de forma dinámica y esencial en todo el
montaje escénico. Parece que llegó a proponer tales principios tras haber analizado
200
Para Appia la concepción del drama nace de la música y el poeta le da forma mediante la palabra y el
sonido en la partitura. El drama se vuelve visible mediante el actor y la implantación del decorado que
conlleva, a su vez, la iluminación y la pintura. Así se crea el Wort-Tondrama: la unión de la música, la
poesía y el drama, como obra de arte total (Appia, Adolphe, 2000, p. 106).
314
escena por escena los dramas musicales de Wagner y haber descubierto que el efecto del
decorado, de los movimientos del actor y de los cambios de luces debían reforzar el
curso de la acción dramática. Así por ejemplo, al montar el tercer acto de Die Walküre
("La Valquiria", 1924) Appia no se limitó a un solo boceto, como hacían la mayor parte
de los escenógrafos, sino que elaboró siete diseños distintos para indicar de forma
minuciosa los cambios de luces y la posición de los intérpretes durante el desarrollo de
toda la escena (Macgowan, K., y Melnitz, W., 2003, pp. 300, 303; Bablet, Denis, 1989,
pp. 239-279).
El otro artista que, junto con Appia, rompió con las últimas tendencias del siglo
XIX, aunque de manera opuesta, fue Edward Gordon Craig (1872-1966). Director y
escenógrafo inglés, hijo de la actriz Ellen Terry (1847-1928), empezó a trabajar como
actor a la edad de seis años, bajo la influencia de su madre y de su tutor, el gran actor
Henry Irving (1838-1905), aunque, posteriormente, prefirió dedicarse al diseño
escenográfico y de vestuario, y a los escritos teóricos sobre teatro.
315
Al igual que se hacía con los diversos movimientos de un ballet, cada detalle de
la acción dramática debía ser estudiado con atención. De igual forma, el espacio
escénico había de ser minuciosamente planificado, pues sería el ámbito en el que se
moverían los actores; también había que estudiar todos los movimientos. El espacio del
escenario debía ser calculado, por tanto, con gran precisión, pues en él había que
colocar a los actores quienes, una vez situados en la escena, carecían de entidad
individual y pasaban a formar parte de un conjunto que había de resultar armonioso,
perfecto. Siguiendo con esta línea de razonamiento, el actor podía también ser sustituido
por muñecos, incluso por sombras que simbolizaran una figura humana. De esta manera
se podía llegar a la pantomima; por eso Craig fue definido por algunos críticos como
coreógrafo y no como director de teatro dramático (Craig, Gordon Edward, 1987, pp.
137-148; Grande Rosales, María Ángeles, 1997, pp. 163-173).
Craig afirma que no había que reproducir la naturaleza sino interpretarla, por lo
que opta por un vestuario carente de verismo para la mayoría de sus montajes. Así, por
316
ejemplo, en la representación del Hamlet de 1910 para el Teatro del Arte de Moscú,
dirigida por Stanislavsky y con escenografía y vestuario de Craig, las capas de Hamlet
no son ni inglesas, ni danesas, ni pertenecen a ningún periodo histórico, sino que son
meras manchas de color que sirven al director para complementar la escena:
201
Véase la lámina 6-15 al final de este capítulo.
202 Sobre el montaje de Hamlet véanse también Braun, Edward, 1992, pp. 110-114; Grande Rosales,
María Ángeles, 1997, 289-313; y Senellick, Laurence, 1976.
317
también en otras experiencias teatrales anteriores, como se aprecia en el montaje de la
adaptación de la ópera Dido and Aeneas (“Dido y Eneas”) de Henry Purcell (c. 1659-
1695), que se representó en 1899 en la sala de conciertos de Hampstead (por aquel
entonces todavía un pequeño pueblo de las afueras de Londres), con música de Martín
Shaw (1875-1958). Los juegos de luces empleados en ese espectáculo fueron muy
innovadores, pues se suprimieron las candilejas y las luces del proscenio,
sustituyéndolas por puentes de luz y focos situados a ambos lados del escenario y al
fondo de la sala (algunos de los focos se cubrieron con filtros coloreados). Ese tipo de
luminotecnia determinaba efectos importantes y producía grandes contrastes sobre el
decorado y el vestuario. Así por ejemplo, el color púrpura de los cojines del trono de
Dido se convertía en negro luctuoso cuando Dido, en el último acto se lamentaba de la
muerte de Eneas (Grande Rosales, María Ángeles, 1997, pp. 178-179).203
203
Sin embargo, en el libreto de la ópera de Purcell Eneas no muere sino que, por mandato de Júpiter, se
marcha de la ciudad y Dido se suicida por sentirse abandonada (Purcell, Henry, 1889, p. 8 ).
318
colores. En 1902 The Masque of Love fue nuevamente representada junto a la ópera
pastoral de Händel (1685-1759) Acis and Galatea.
Si se presta atención a los trajes del montaje de Acis and Galatea, uno de los
figurines que destaca particularmente es el diseñado para el personaje de Galatea. Craig
muestra una figura femenina de cuerpo entero muy estilizada y ataviada con una especie
de túnica elaborada prácticamente en su totalidad con tiras de lana. Dicha túnica se
compone de dos cuerpos: uno, que abarca desde el cuello hasta la media pierna,
realizado a base de tiras de de lana, y otro, simulando un friso de “teselas” desde la
media pierna hasta los pies. Esta cenefa es la que rompe con la monotonía del estilo
“telar” del primer cuerpo del vestido, e incluso rememora simbólicamente la época
neoclásica griega. Destaca también en el dibujo la postura del personaje, con uno de los
brazos abiertos en horizontal, formando con las tiras de la manga una especie de cortina
y asumiendo así funciones decorativas. El tocado sigue la misma línea del vestido,
elaborado también con tiras de lana asemejando una melena ondulada. El figurín viste al
319
personaje de forma aislada e individual, pero si se traslada al escenario, este modelo de
traje adquiere funciones decorativas; por sus características puede incluso confundirse
con la escenografía generando dinamismo en todo el conjunto escénico, pues la función
polivalente del traje -viste al personaje y complementa la escenografía- no es estática
sino que cambia con el transcurso de la acción y con los efectos producidos por el juego
de luces, ya que como bien aconsejaba Craig al figurinista: "debes integrarlo [el
vestuario] de alguna manera al movimiento general que con tu fantasía puedas observar
en escena" (Craig, Gordon Edward, 1987, p. 87).204
La fusión de la luz con los colores de los trajes se pone también de manifiesto en
el segundo acto del montaje The Vikings of Helgeland (“Los Vikingos de Helgeland”
1903), de Ibsen, con música de Martín Shaw. En una de las escenas, Craig, para crear la
atmósfera tenebrosa de un primitivo salón, proyectó una luz oscura desde arriba, y el
vestido de Valkiria de la actriz Hellen Terry adquirió un magnífico color azul cuando se
detenía en el centro del escenario. Como si se tratara de un cuadro, Craig utilizaba con
sumo cuidado el juego de luces creando no sólo fuertes contrastes sino también finos
matices de luz que transformaban los colores del decorado y del vestuario (Braun,
Edward, 1992, pp. 106-107; Grande Rosales, María Ángeles, 1997, pp. 182-183).
204
Véase la lámina 6-16 al final de este capítulo.
Sobre los consejos de Craig al figurinista, véase Craig, Edward Gordon, 1987, pp. 87-92.
320
escenográficas (Grande Rosales, María Ángeles, 1997, pp. 209, 226-227; Angiolillo,
Marialuisa, 1989, pp. 114-115).205
Existe una diferencia importante entre los diseños creados por Edel para los
ballets coreográficos y los creados por Fraser y Appia para el ballet. El vestuario de
estos últimos se despoja del estilo ostentoso elaborado por Edel para el Excelsior. En
esta época, el traje de tutú en los llamados “ballets blancos” (sobre todo en Italia y en
Rusia) coexiste con las vestimentas de estilo histórico-social de los llamados “ballets
coreográficos”; no obstante, el tutú sufre una transformación, al acortarse su largo por
encima de las rodillas. En los “ballets blancos”, las coreografías de Marius Petipa se van
perfeccionando y van adquiriendo un gran protagonismo; en ocasiones, el cuerpo de
baile, como en La Bella durmiente o en el Lago de los cisnes, sirve al mismo tiempo de
fondo escenográfico. Asimismo, la música en estos ballets se vuelve más asequible para
un público menos sofisticado.
205
Véase la lámina 6-17 al final de este capítulo.
206
Recogidos principalmente en The Art of the Theatre (“El arte del teatro”, 1905), On the Art of the
Theatre (“Sobre el arte del teatro”, 1911) y en los artículos publicados en sus revistas The Mask (“La
máscara”, 1908-1929) y The Marionette ("La marioneta", 1918-1929).
321
escenógrafos, bajo la supervisión de Stanislavsky, crearán pequeños mini-dramas dentro
del ballet, integrando la técnica y la estética visual del ballet con el realismo del
pequeño drama representado. Por ejemplo, en Salambó no hará falta llevar zapatillas de
raso, sino que podrán sustituirse por otras más acordes con el personaje interpretado,
aunque se sacrifique el virtuosismo técnico conseguido con el calzado de raso clásico.
322
y As You Like It, mientras que Lovat Fraser, con el director Playfair, realiza, para esta
última comedia una indumentaria y una escenografía revolucionarias para la época.
También un espectáculo de gran contenido social, como The Beggar´s Opera, dirigida
por Playfair con diseños de Fraser, sentará un precedente en la representación de todas
las comedias históricas posteriores, sobre todo, en el musical moderno y en la opereta.
323
324
ILUSTRACIONES DEL CAPÍTULO 6
325
326
Lámina 6-1. Escenografía y vestuario de Alfredo Edel para el cuadro de la
electricidad del ballet Excelsior (1881), en una reposición montada en la Scala
en 1910. Archivo Fotográfico Mondadori.
327
328
Lámina 6-3. Charles Wilhelm. Diseño para el personaje
Narciso en el Bell Flower Ballet de la pantomima Dick
Whittington (1890). Londres, Victoria and Albert Museum:
Art. 90-2011.
329
330
Lámina 6-4. Charles Wilhelm. Vestuario diseñado para la ópera Rosa d´Amore
(1888) de Manzotti y Bayer. Londres, Victoria and Albert Museum: E.1497-
1952.
331
332
Lámina 6-5. Attilio Comelli. Vestuario diseñado
para el personaje Musetta de la ópera La Bohème
(1899) de Puccini. Londres, Royal Opera House
Collections online. Attilio Comelli Design
Collection: ROH/COM/DES/COS/0057.
333
334
Lámina 6-6. Claud Lovat Fraser. Vestuario diseñado para el
personaje Rosalinda en el montaje de la comedia As You Like
It (1919) de Shakespeare. Londres, Victoria and Albert
Museum: S.1176-2010.
335
336
Lámina 6-7. Claud Lovat Fraser. Vestuario diseñado para el montaje de The
Beggar's Opera (1920) de John Gay. Victoria and Albert Museum.
337
338
Lámina 6-8. Charles Ricketts. Vestuario diseñado para el personaje Ildico de la
tragedia Attila (1907) de Laurence Binyon. Costume Designs, Harry Ransom
Center, Universidad de Texas en Austin.
339
340
Lámina 6-9. Charles
Ricketts. Vestuario para un
personaje femenino de la
opereta The Mikado (1926)
de Gilbert & Sullivan. The
Gilbert and Sullivan
Archive.
341
342
Lámina 6-11. Charles Ricketts.
Vestuario diseñado para el personaje
Gianetta de la opereta The Gondoliers
(1929) de Gilbert & Sullivan. Gilbert
and Sullivan archive.
343
344
Lámina 6-13. Georges Clairin. Retrato de Virginia Zucchi con el
tutú de rueda (1884). París, Bibliothèque-musée de l'Opéra:
MUSEE 553.
345
346
Lámina 6-14. Adolphe Appia. Espacio rítmico, Der Taucher (1910), de Schiller.
Ginebra: Institut Jaques-Dalcroze.
347
348
Lámina 6-15. Edward Gordon Craig. Escenografía y vestuario para el acto I, escena
II de Hamlet (1910) de Shakespeare. Teatro del Arte de Moscú, bajo la dirección de
Stanislavski. Reproducción localizada en Craig, Edward Gordon, 1913, p. 81.
349
350
Lámina 6-16. Edward Gordon Craig. Vestuario diseñado
para el personaje de Galatea de la ópera Acis and Galatea
(1902) de Händel. Shaw, Martin y Craig Gordon, 1902.
351
352
Lámina 6-17. Edward Gordon Craig. Escenografía y vestuario para
Electra (1906) de Hugo von Hofmannsthal. Reproducción localizada en
Craig, Edward Gordon, 1913, p. 35.
353
354
7. LA LLEGADA DE DIAGHILEV Y EL TRIUNFO DEL FIGURINISMO EN EL
BALLET.
A finales del siglo XIX y principios del XX, el público de Rusia estaba
acostumbrado a asistir a espectáculos exclusivos de danza, mientras que en otros países
de Europa, como Francia, Italia o Inglaterra, los ballets formaban parte de programas
que incluían otros tipos de espectáculos. Los avances en la técnica de la danza, ligados
al desarrollo de las zapatillas de punta, el acortamiento del tutú y la mayor libertad que
fueron adquiriendo los bailarines para saltar y girar, propiciaron en Rusia el virtuosismo
de los bailarines principales, quedando el cuerpo de baile reducido a una función
coreográfica y decorativa. La formación impartida en Rusia a finales del siglo XIX
combinaba elementos de las escuelas de danza francesa e italiana y produjo bailarines
excepcionales.
En esta época el repertorio ruso estaba dominado por los ballets de Marius
Petipa y Lev Ivanov (1834-1901), que consiguieron extraordinarios montajes como los
ya citados de La bella durmiente (1890), Cascanueces (1892) y El lago de los cisnes
(1894). Sin embargo, en los albores del siglo XX se produjo un cierto estancamiento en
las producciones de ballets, ya que obedecían a fórmulas repetitivas y carentes de
originalidad. Una nueva generación de coreógrafos percibió la necesidad de crear
producciones innovadoras.
355
7.1 Vida de Diaghilev y nacimiento de la compañía.
356
Tras esta humillación se centró en su revista de arte y en la organización de
exposiciones; de hecho, hasta el final de la década no volvió a pensar en el ballet
(Pritchard, Jane , 2011, pp. 47-48).
Durante estos años (1906-1908) Diaghilev, que seguía en contacto con los
bailarines de los ballets imperiales, fue madurando la idea de producir espectáculos de
ballet a modo de presentación de las diversas culturas europeas. Un hecho le sirvió de
acicate para materializar estas nuevas inquietudes: en marzo de 1909, el Zar, sin previo
aviso, le retiró toda ayuda financiera, de modo que un mes más tarde, Diaghilev, que
dirigía los ensayos de un grupo de bailarines en San Petersburgo, telegrafíó a su
promotor en París: "Nada de ópera este año. Llevo brillante compañía de ballet, ochenta
bailarines, los mejores solistas, quince representaciones. Repertorio ampliable (...) tres
ballets por programa (...) Empiece gran publicidad" (Marsh, Geoffrey, en Pritchard,
Jane, 2011, p. 24).207
207
Este telegrama, fechado el 6 de abril de 1909, se conserva en la colección Astruc Papers de la
Biblioteca Pública de Nueva York, sección de Artes Escénicas.
357
adelante, aunque fuese a costa de dejar la ópera y centrarse en el ballet, que resultaba
más fácil de financiar.208
Diaghilev fue el precursor del arte total en los ballets, pues su puesta en escena
era el resultado de un trabajo armonizado donde la coreografía, la danza, el vestuario, la
208
Algunos estudiosos han tomado los ensayos que dieron comienzo el 15 de abril de 1909 como el punto
de arranque de la compañía de los Ballets Rusos, pero, en realidad, lo que hacía Diaghilev era contratar a
los bailarines del Zar durante sus vacaciones del Ballet Imperial. Fue en el otoño de 1910 cuando, al cabo
de dos temporadas de ballet, Diaghilev decidió formar su propia compañía y empezó a firmar contratos
con colaboradores importantes (Marsh, Geoffrey, en Pritchard, Jane, 2011, p. 31).
358
escenografía y la música sacrificaban el protagonismo individual para integrarse en un
proyecto de espectáculo común. Como dijo en su día la gran bailarina Tamara
Karsavina (1885-1978) y reproduce Abad Carlés en su libro sobre la historia del ballet y
de la danza: "Hombres del calibre de Diaghilev son pocos y distantes en el tiempo (...)
Él fue la antología de una época única en la vitalidad y rápida madurez de sus artistas, él
fue el resumen y sustancia de su tiempo. Él recogió en sí mismo y presentó a sus
contemporáneos la esencia de los valores artísticos como si se proyectaran por un
prisma" (Abad Carlés, Ana, 2012, p. 162).
Es revelador que donde quiera que fuese y en todas las etapas de su carrera,
Diaghilev creara una atmósfera familiar en sus empresas. No tuvo el respaldo de una
organización profesional ni cuando publicaba Mir Iskusstva, ni cuando hacía
exposiciones, ni siquiera para los grandes proyectos de colaboración que dieron forma a
los Ballets Rusos. En su lugar, dependió siempre de amigos y parientes para apoyar sus
esfuerzos. Al final de su vida, en 1929, cuando era mundialmente famoso y llevaba más
de veinte años reinando en el ballet europeo, la estructura de gestión de su empresa era
la misma que en 1898, cuando empezó a publicar Mir Iskusstva en San Petersburgo
(Scheijen, Sjen, en Pritchard, Jane, 2011, p. 37).
359
desarrollaba en París; entonces participaban también Misia Sert (1872-1950), la condesa
Greffulhe (1860-1952) y el empresario Gabriel Astruc (1864-1938). Mientras que el
grupo ruso se centraba en los aspectos artísticos, el de París se ocupaba también de la
captación de fondos y de la promoción.
360
Y los expertos saben que sabe y reverencian su consejo" ( Nichols, Beverley, The
Sketch, 30 de junio de 1926, p. 526, en Pritchard, Jane, 2011, p. 63).
En ocasiones, los Ballets Rusos solían rendir homenaje a la historia del país
donde estuvieran actuando; así se hizo en Francia con Le pavillon d´Armide ("El
pabellón de Armida, junio 1909) y Les Sylphides ("Las sílfides", 1909), en Alemania,
con Le Carnaval ("El Carnaval", 1910), y en Inglaterra con The Triumph of Neptune
("El triunfo de Neptuno", 1926), ballets en los que la trama se unía a la escenografía
para evocar una época pasada. En Le pavillon d´Armide, Benois manifestó su pasión por
la corte de Luis XIV y, en particular, por los trajes de Louis-René Boquet, diseñados
para los espectáculos cortesanos. También Bakst utilizó como modelo los diseños de
Boquet, de Jean Bérain y de Jean Baptiste Martín para los figurines de The Sleeping
Princess ("La princesa durmiente", 1922). Por otra parte, los palacios diseñados por
Bakst para el ballet, memorables por sus maravillosas perspectivas, procedían de las
escenografías de Ferdinando Galli da Bibbiena (1657-1743). En París, el traje de Les
Sylphides fue el tutú blanco roto con falda larga de ballet romántico y la inclusión de
361
alas inspiradas en las que llevaba el traje de La Silphide de 1832. En el Ballet Imperial
de 1908 las bailarinas vestían tutús románticos, pero Benois los modificó para
Diaghilev, dándoles un aire más estilizado y favorecedor. En cuanto a Inglaterra, para
The Triumph of Neptune se buscó inspiración en decorados y trajes del siglo XIX para
teatrillos de juguete y se emplearon unas túnicas con incrustaciones de piedras falsas,
que eran restos de una pantomima victoriana encontrados en la sastrería teatral de C. W.
May (Pritchard, Jane, 2011, p. 68).
No obstante, a pesar de tener en cuenta los gustos del público francés e inglés,
Diaghilev era consciente de que su compañía hacía en realidad un ballet ruso de
exportación, lo que se evidencia en la mayoría de sus montajes: los ballets rusos
representaban las estepas rusas en El príncipe Igor (1914), las tierras de Mongolia en Le
sacre du printemps ("La consagración de la primavera", 1913), la región del Cáucaso en
Thamar (1912), la frontera con la India en Le dieu bleu ("El dios azul", 1912) y el
oriente sensual de Samarcanda en Sheherezade (1910); los famosos "krémlines"
(ciudadelas) con iglesias de cúpulas bulbosas aparecían en los decorados de L´oiseau de
feu.
362
top of them. The tall, mitre-shaped Russian head-dresses, once they had slipped slightly
to one side, just refused to stand up straight again (Sokolova, Lydia, 1989, p. 71). 209
363
"Los ballets rusos son una creación de Diaghilev y sus colaboradores. No existió nada
parecido antes de él y a él es a quien se le debe el desarrollo reciente del arte
coreográfico en el mundo entero" (Pritchard, Jane, 2011, p. 45).
Estas palabras de Stravinski no parecen ser un mero halago amistoso, sino una
apreciación hecha desde los propios conocimientos artísticos del compositor; sus
consideraciones coinciden con la crítica favorable de Juan J. Luna, conservador del
Museo del Prado, quien escribe:
364
opinión de diversos historiadores, la danza no ha vuelto a recuperar el lugar que tuvo en
tiempos de aquel genial artista. Por otra parte, algunas de sus más logradas
producciones se mantuvieron durante mucho tiempo como verdaderas obras maestras.
En tan sólo veinte años la compañía contó con cinco coreógrafos (Fokine, Massine,
Nijinski, Balanchine y Nijinska) que, al igual que los artistas que trabajaron con ellos,
se acabarían desplazando en diversas direcciones, de modo que la danza llegaría a
florecer a lo largo del siglo XX principalmente en América, Francia e Inglaterra. De esta
manera nacerían dos nuevas escuelas que se convertirían en fundamentales hasta
nuestros días: la británica y la americana (Pritchard, Jane, 2011, p. 83; Abad Carlés,
Ana, 2012, pp. 219-221).
Todo eso habría de cambiar con la llegada de los Ballets Rusos cuyos trajes, que
representaban una amplia variedad de estilos y modelos, supusieron una innovación en
cuanto a vestuario, debida en parte a las reformas puestas en marcha por Mijail Fokine.
Pero este coreógrafo y Diaghilev no fueron los únicos en emplear a pintores como
figurinistas; una serie de jóvenes artistas también estaban renovando el panorama
365
escénico europeo. Ya en el capítulo anterior, al tratar de la opereta londinense, se ha
aludido a la profesionalización de los pintores como diseñadores de vestuario. Este
nuevo cambio de rumbo en los diseños de escenografía y vestuario lo explica Léon
Bakst al analizar las diferencias entre lo viejo y lo nuevo en decoración y vestuario:
Bakst reivindicaba así un ballet con personajes más diferenciados, que dejase atrás los
arquetipos de los ballets coreográficos, proponiendo una escenografía y un vestuario
más acordes con la parte emocional de los personajes.
Lo viejo y lo nuevo coexistieron por poco tiempo en los Ballets Rusos; sin
embargo, en la primera etapa se puso de manifiesto la precisión histórica en cuanto a
212
Sobre el estreno y coreografía de El sombrero de tres picos véase Fundación Juan March, 1993;
Buckle, Richard, 1991, pp. 369-371 y 391-392; Abad Carlés, Ana, 2012, pp. 200-203.
213
Sobre la repercusión del baile flamenco en París y Londres y las relaciones de las bailarinas españolas
con Diaghilev véase Almeida Cabrera, Pedro Juan, 1995, pp. 25, 27, 32-33, 27, 41-42, 44-45, 47-48.
366
vestuario en la representación de la ópera Borís Godunov (1908); así se refleja en una
carta enviada en 1908 por Diaghilev a un periodista de París, donde explica los planes
para la puesta en escena de dicha ópera. En esa carta214 manifiesta él que la fidelidad
histórica en el montaje impresionará al público, pues: "los trajes de Boris Godunov
serían réplicas exactas (...) basadas en (...) el famoso grabado La Embajada de Iván el
Terrible al emperador Maximiliano (...) Los accesorios proceden de documentos
auténticos guardados en los gabinetes secretos de los museos de Moscú" (Pritchard,
Jane, 2011, 55).
Esta tendencia histórica sería luego abandonada para dar paso a un enfoque más
impresionista de la escenografía y del vestuario, un tratamiento en el que el color y la
imaginación primaban sobre el interés arqueológico. Así, en contraste con el trabajo de
Golovín, los diseños de Bakst para La princesa durmiente de 1921 tienen cohesión, no
sólo en el diseño del figurín, sino también en su realización como traje, aunque se
empleara en su confección a varios sastres independientes (Woodcock, Sara, en
Pritchard, Jane, 2011, pp. 111-112).
214
Conservada en Jerome Robbins Dance, División de la New York Public Library for the performing
Arts, MYPL (s) MGZM (-res-10).
367
la formación académica de los bailarines; por ejemplo, cuando Nijinski, en sus
coreografías de L'après-midi d'un faune ("La siesta de un fauno") y Le sacre du
printemps, los obligaba a moverse de manera muy diferente a la establecida en el ballet
tradicional.
Vaslav Nijinski, que sucedió a Fokine como coreógrafo de los Ballets Rusos,
aportó grandes innovaciones, tanto en el movimiento como en la gesticulación de los
bailarines. Él y Massine eran completamente inexpertos cuando Diaghilev les insistió
para que experimentaran en el campo de la coreografía. El figurinista y pintor Larionov
motivó sobre todo a Massine para que introdujera en sus coreografías rasgos y danzas
del folklore ruso. Ya en la década de 1920, los coreógrafos Bronislava Nijinska y
215
Sobre las reformas de Fokine en coreografía véase su carta publicada en The Times, de 6 de julio de
1914, p. 6.
368
George Balanchine volvieron a utilizar la técnica académica, pero cada uno la condujo
por nuevos derroteros. Nijinska empleó el calzado de puntas para sugerir el punzante
trenzado del pelo en el ballet Les noces ("Las bodas", 1923) y justificó su uso cuando,
conversando con Diaghilev (según ella misma relata) manifestó que la danza con
calzado de puntas podía expresar el ritmo del trenzado, sin necesidad de que unas
bailarinas peinen y trencen el cabello de la novia. Contaba Nijinska:
369
flamenco Félix Fernández García (1893-1941) (Pritchard, Jane, 2011, pp. 70-78;
Buckle, Richard, 1991, pp. 369-371, 391-393, 448-449; Abad Carlés, Ana, 2012, pp.
200-203).
En cuanto a los figurinistas, éstos se inspiraban asistiendo a los ensayos; así, por
ejemplo, Pablo Picasso estaba presente cuando ensayaba Tamara Karsavina El
sombrero de tres picos para asegurarse de que el traje que había diseñado para ella se
movía con la danza.216 La propia Tamara Karsavina cuenta en sus memorias: "At the
time of the rehearsals he had completed all the costumes save mine, and he would come
and watch me dance. The costume he finally evolved was a supreme masterpiece of
pink silk and black lace of the simplest shape -a symbol more than an ethnographic
reproduction of a national costume" (Karsavina, Tamara, 1961, p. 247). 217
En el ballet Narcise ("Narciso", 1911) las curvas fluidas de los fulares diseñados
por Bakst se integraban en la coreografía de Fokine extendiendo los movimientos más
216
Véase la lámina 7-1 al final de este capítulo.
217
En el momento de los ensayos había completado todos los trajes, menos el mío, y venía a verme bailar.
El traje que finalmente diseñó era una suprema obra maestra de seda rosada y encaje negro con la forma
más sencilla; era más un símbolo que una reproducción etnográfica de un traje nacional (traducción
propia).
370
allá del cuerpo. Picasso, que hizo los figurines para El sombrero de tres picos, asistía a
los ensayos de este ballet y Massine, su coreógrafo, reconocía la influencia de la
evolución de los figurines en la coreografía; precisamente la colaboración de Massine
con el figurinista Larionov produjo, como se indica más abajo, una de las obras
maestras de la puesta en escena de los Ballets Rusos: Le Soleil de nuit. En La boutique
fantasque ("La boutique fantástica", 1919) el movimiento de las señoras inglesas al
entrar en la tienda interactuaba con el vaivén de los trajes diseñados por André Derain
(1880-1954) pues, aunque los dibujos de Derain parecían ingenuos e inacabados y sus
figuras desmañadas y regordetas, transmitían exactamente la información que
necesitaba un sastre. A pesar de que, por regla general, los figurinistas (o los pintores)
que diseñaban los trajes se preocupaban de que éstos estuviesen en consonancia con la
coreografía, hubo algunas excepciones en determinados ballets, como es el caso de los
figurines que el pintor Matisse (1869-1954) diseñó para Le Chant du rossignol ("El
canto del ruiseñor", 1920).
La selección de los tejidos y de los colores era esencial, en especial para Bakst,
que empleaba el color en términos no sólo decorativos sino también simbólicos. Esta
selección, por parte de los figurinistas, dependía del tipo de coreografía elegido. En
Bakst las telas abarcaban desde tejidos étnicos auténticos hasta material de tapicería,
desde costosos terciopelos de seda y linos estampados hasta los algodones más baratos.
Para la ropa de trabajo de Le pas d'acier ("El paso de acero", 1927) se emplearon
materiales innovadores como la ropa de segunda mano, mientras que la mica218 era
perfecta para el estilo futurista de La Chatte. Una tela inadecuada podía arruinar el
efecto coreográfico; aunque los fulares sueltos de los diseños de Bakst para Narcise
parecen diáfanos y delicados, como los tejidos de poco peso, son difíciles de controlar,
y por eso en lugar de seda se utilizó una lana fina para su confección.219
218
El tejido de mica está formado por un tejido de vidrio más láminas delgadas de papel de mica
impregnadas en resina. Véase la lámina 7-2 al final del capítulo.
219
Véase la lámina 7-3 al final de este capítulo.
371
limitaban la ligereza de los movimientos, adecuándolos a las características de los
personajes.220 Las sedas empleadas para las Dances polovtsiennes du Prince Igor
("Danzas polovtsianas del Príncipe Igor", 1909) eran auténticos ikats, tejidos en
Uzbekistan, que Nikolai Roerich compró en los mercados de San Petersburgo; sus mil
tramas y colores intensificaban la fuerza, la energía, la sensualidad y el sentido de
libertad de la coreografía de Fokine, pero este efecto múltiple y cambiante se perdió en
las reposiciones posteriores, cuando ya no se pudo disponer de los ikats (Abad Carlés,
Ana, 2012, pp. 206-207, 210; Woodcock, Sara, en Pritchard, Jane, 2011, p. 113).
Durante la vida de los Ballets Rusos, las mallas evolucionaron hasta constituir
un traje en sí. Su decoración era una técnica nueva y los responsables no tardaron en
darse cuenta de que para evitar deformaciones había que aplicar el dibujo sobre la
prenda una vez puesta. Bakst lo descubrió en el ensayo con trajes de Le Spectre de
la Rose ("El espectro de la rosa", 1911); él y Diaghilev observaban atentos a la costurera
María Stepanova mientras ella iba descosiendo y volviendo a distribuir todos los pétalos
sobre el traje que vestía Nijinski. En L'après-midi d'un faune se pintaban las mallas y el
cuerpo con manchas que cubrían el tejido y la piel. A veces eran los propios figurinistas
los que ejecutaban esa pintura: Picasso pintó los remolinos y las estrellas de los
acróbatas en Parade ("Parada", 1917), Georges Braque (1882-1963) pintó las flores de
las mallas y el corpiño de Flora en Zéphyr et Flore (Céfiro y Flora, 1925) y Pável
Chelichev 1898-1957) diseñó para el ballet Ode ("Oda", 1928) leotardos y mallas
blancas sin adornos y cascos blancos ceñidos que tapaban el pelo, convirtiendo a los
bailarines en esculturas abstractas.221 En este ballet el proyecto de vestuario estaba
plenamente fusionado con la escenografía y la coreografía, para lo cual el juego de luces
desempeñó una función primordial, empleándose una serie de recursos técnicos propios
del teatro expresionista.222
Si bien los figurinistas trataron de adaptar sus creaciones a las coreografías, los
modistos de moda que diseñaron trajes para algunos ballets de Diaghilev no siempre
valoraron la importancia de adaptar los diseños a la coreografía. En 1924, Coco Chanel
(1883-1971), en vez de diseñar trajes específicos para el ballet Le train bleu ("El tren
220
Véase la lámina 7-4 al final de este capítulo.
221
Véanse las láminas 7-5 y 7-6 al final de este capítulo. Para una información más detallada sobre el
ballet Parade véase Buckle, Richard, 1991, pp. 363-365.
222
Véase la relación del juego de luces con el vestuario expresionista en Roldán, Moral, María Sierra,
2002, p. 37.
372
azul", 1924) lo que hizo fue vestir a los bailarines con modelos de su colección creada
en ese momento, sin tener en cuenta que estos trajes, destinados a personas que
deseaban presumir de nuevos modelos deportistas y playeros, no eran adecuados para
los bailarines. El resultado fue que sus trajes de baño de punto constituyeron un peligro
potencial, pues su holgura dificultaba que el bailarín, León Voisikovski, en el papel de
golfista, pudiera sujetar bien a su pareja en los complicados lanzamientos y encuentros
ideados por la coreógrafa Bronislava Nijinska. Además, Lydia Sokolova, en el papel de
Perlouse, lucía unos pendientes de tornillo con perlas falsas que se convirtieron en el
accesorio de moda para toda la década, pero que no eran los más adecuados para un
escenario, ya que pesaban tanto que le impedían oír la música debidamente. Como a
Chanel también se le había olvidado el calzado, Sokolova eligió unas zapatillas de baño
de goma, poco apropiadas para bailar.223
223
Véanse las láminas 7-7 y 7-8 al final de este capítulo.
224
Las mujeres flappers eran chicas jóvenes de los años veinte que usaban faldas cortas, no llevaban corsé
y lucían el pelo cortado simétricamente, formando una media melena. Escuchaban y bailaban jazz
(música no convencional en esos años), fumaban, bebían, tenían un tratamiento del sexo bastante abierto,
conducían automóviles y, en general, alardeaban de un comportamiento que se burlaba de las
convenciones sociales y sexuales de la época.
373
calor. No soportan [las bailarinas] el menor almohadillado en las caderas y se quitan
subrepticiamente las ballenas de los corpiños" (Woodcock, Sarah, en Pritchard, Jane,
2011, p. 128).
Bronislava Nijinska describía sus problemas con el traje para el ballet Carnaval
(1910) de esta manera:
When I tried to dance my Papillon for the first time onstage in Paris, in
costume, I discovered that I had to increase my speed as I circled the
stage to hold a precarious balance at a forty-five-degree angle. With the
slightest deviation I would fall over, and so I had to do my dance time
and again until finally I had mastered the effect of the incline and was
dancing the Papillon on the outermost point of this equilibrium, which
contributed so much to my speed, lightness, and freedom of movement
(Nijinska, Bronislava, 1992, p. 294). 225
225
Cuando traté de bailar mi Papillon por primera vez sobre el escenario en París vestida con el traje,
descubrí que tuve que aumentar la velocidad al recorrer la escena en círculos para mantener un precario
equilibrio en ángulo de cuarenta y cinco grados. Con la más leve desviación me caería, así que tuve que
repetir el baile una y otra vez hasta que finalmente dominé el efecto de la inclinación y logré bailar el
Papillon en el punto más extremo dentro de ese equilibrio y de ese modo gané mucho en velocidad,
ligereza y libertad de movimiento (traducción propia).
374
simple malla, pero con el traje correspondiente tenía que girar más deprisa para superar
la inercia que provocaba la falda de crinolina.226
Había trajes que suponían un cierto riesgo para la integridad física de los
bailarines, como los ya citados trajes de baño de Chanel para Le train bleu; otros
resultaban demasiado aparatosos, como, por ejemplo, los trajes diseñados por Larionov
para el ballet Chout. Los trajes de este ballet llamaban la atención por su gran colorido y
su perfecta integración con el decorado, también diseñado por Larionov, pero las varas
de mimbre que llevaban dichas vestimentas, aunque apenas se veían entre los
espectaculares colores de las faldas de las bailarinas, resultaban un verdadero estorbo
para ellas, especialmente en los pasos de saltos y giros (Buckle, Richard, 1991, pp. 418,
420-421; Sokolova, Lydia, 1989, p. 180).
Bailar Le Sacre du printemps con los trajes diseñados por Roerich suponía todo
un reto para los bailarines, pues la enérgica coreografía de Nijinski, los trajes de lana y
de franela, la cantidad de bailarines situados muy juntos, unos con otros, sudando por el
esfuerzo y los nervios, y el olor insoportable de la lana húmeda y caliente de las
vestimentas hacían del espacio escénico un ambiente poco agradable para los sentidos.
Cuando se volvió a usar el vestuario original en la versión de Massine de 1920, la danza
de la doncella elegida para el sacrificio era tan vigorosa que hubo que sustituir el traje
de lana por otro de seda, y en lugar de llevar una pesada peluca, la bailarina Lydia
Sokolova salió con su pelo natural, aplastado mediante un cosido de puntadas en zig zag
(Woodcock, Sara, en Pritchard, Jane, 2011, p. 129).227
226
Para una mayor información sobre el decorado y vestuario del ballet Carnaval véase Buckle, Richard,
1991, pp. 192-193. Asimismo véase la lámina 7-9 al final de este capítulo.
227
Para una mayor información sobre las dos coreografías de Le Sacre du printemps véanse Buckle,
Richard, 1991, pp. 282-286, 403-405; Kochno, Boris, 1970, pp. 87-89.
375
El propio Benois supervisó el maquillaje de Tamara Karsavina en el personaje
de Petrushka; para ello le pintó el rostro con un redondel de colorete en cada mejilla y
le perfiló los ojos sin expresión, para dar la impresión de la cara de una muñeca. En
ocasiones eran los propios coreógrafos los que tomaban la iniciativa en la creación de
maquillaje y peluquería, preocupándose de que ambos elementos se integraran en la
coreografía y en el vestuario seleccionados. Así ocurrió en el ejemplo ya citado del
ballet Les noces con coreografía de Nijinska. Recuérdese la insistencia en caracterizar a
la novia con largas trenzas.
Tired and hot, I had to undo the thirty safety-pins with which my long,
thick sash was fixed tightly around me. I was standing in a hot bath,
scrubbing the brown make-up and dirt off my feet and legs, when the
stage manager flew into my dressing-room without stopping to knock (...)
How I got myself cleaned up or put on the new white make-up, with
tights and ballet shoes, in order to open Spectre looking like a débutante
radiant after her first ball, I simply do not know. It is the sort of thing that
still happens to me in nightmares (Sokolova, Lydia, 1989, p. 92). 228
376
coreógrafos del momento compensaba en gran medida todas estas vicisitudes. Además,
en determinados momentos, los bailarines, sobre todo los más veteranos de la compañía,
eran conscientes no sólo de la calidad artística de los trajes, sino también de la gran
ayuda que prestaban a la coreografía y a la visión plástica y estética de cada ballet. Así,
por ejemplo, en el ballet Ode, algunas bailarinas tenían la horrible sensación de salir
desnudas con los leotardos y mallas blancas y lisas diseñadas por Chelichev, pero la
bailarina Alexandra Danilova (1903-1997) reconocía que dicho vestuario resultaba muy
adecuado para los cambiantes dibujos geométricos de la coreografía de Massine.
377
Como cuenta Beaumont, Diaghilev no sólo supervisaba el vestuario, sino que se
atrevía a modificarlo, no por mero capricho, sino para impedir que dichos trajes
obstaculizaran cualquier paso de danza, o incluso también para mejorar visualmente una
determinada escena coreográfica. Otro ejemplo de estas iniciativas se encuentra en el
día del estreno del ballet Les Biches ("Las ciervas", 1924); Diaghilev vio el traje que
Marie Laurencin (1883-1956) había diseñado para la bailarina Vera Nemchinova (1899-
1984) en el papel de la Garçonne (una larga levita en terciopelo azul) y decidió que
había que cortarla, "¡Dame las tijeras, Grigoriev!", exclamó Diaghilev. Cortó el cuello
creando un amplio escote en pico; siguió cortando la levita hasta que apenas cubría las
nalgas de la bailarina.229 Nemchinova, horrorizada, exclamó: "¡Me siento desnuda!".
Diaghilev respondió: "¡Pues ve a comprarte unos guantes blancos!" (Buckle, Richard,
1991, p. 458). El resultado fue que el personaje de la Garçonne, desde su estreno, se ha
caracterizado por ser bailado con guantes blancos, aportándole al personaje cierto aire
de glamour y elegancia (Abad Carlés, Ana, 2012, pp. 212-213; Pritchard, Jane, (ed.),
2011, pp. 78, 82).
229
Véase la lámina 7-10 al final de este capítulo.
230
Para una mayor información sobre la coreografía y el estreno del ballet Les Biches véase, Pasi, Mario,
1981, p. 1924; Buckle, Richard, 1991, pp. 456-457.
378
Rusia los decorados de las primeras producciones, y Vladimir Polunin (1880-1957) y su
esposa Elisabeth Polunin, de soltera Elisabeth Violet Hart (1880-1950), que pintaron, a
partir de la Primera Guerra Mundial, casi todos los telones de los Ballets Rusos.
También estaban las sastras, como María Stepanova, el equipo de costureras y sastres
dirigido por Grace Lovat Fraser (viuda de Lovat Fraser) y el peluquero que se encargaba
de las pelucas, de los tocados, y del estilismo en general.
379
traje había que ajustarlo individualmente a cada bailarín. Cuando variaba el reparto de
papeles, la sastra tenía que volver a arreglarlos, pues los trajes que usaba un bailarín no
servían, en algunos casos, para otro. Así, los trajes que se puso Alicia Markova (1910-
2004) cuando tenía diecisiete años hubo luego que adaptarlos en diversas ocasiones.
Además, el vestuario de determinados montajes sufría un desgaste continuo; así, por
ejemplo, los calzones masculinos del vigoroso príncipe Igor se ven muy distintos de una
actuación a otra.
Otro problema relacionado con el atuendo era que en cada lugar de actuación
había que buscar proveedores para el funcionamiento diario de la guardarropía y,
además, lavanderías donde lavar centenares de prendas. El único personal permanente
estaba formado por una jefa de guardarropía y su ayudante, de modo que en cada ciudad
donde hubiera que actuar se buscaban costureras temporales ya que, cuando había
cambios en el reparto del ballet se necesitaba adaptar los trajes a los nuevos bailarines.
380
sino a un conjunto de ellos, creándose uno para cada ballet. Además la guardarropía ya
no se almacenaba en un determinado teatro, sino que era la propia compañía la que
guardaba y trasladaba de un lugar a otro todas las vestimentas junto con sus tocados y
complementos. El cuidado y atención con que se trataba el vestuario representa el sello
estético y personal de los Ballets Rusos, de manera que los trajes que se conservan
actualmente continúan transmitiendo una gran fuerza emocional, como se demostró
recientemente en la exposición celebrada en Madrid entre febrero y junio de 2012. En
aquella exhibición, los trajes envolvían a los asistentes, transportándolos al mundo
mágico de los ballets para los que fueron creados.
381
de Arte de San Petersburgo como estudiante libre, trabajando a tiempo parcial como
ilustrador de libros. En 1890 se hizo miembro del movimiento Mir Iskusstva, y en 1899
participó junto a Diaghilev en la fundación de la revista del mismo nombre. Los
gráficos y dibujos que creó para esta revista le otorgaron cierta notoriedad.
382
La fantasía proyectada en estos ballets también la plasmó en montajes de
ambiente clásico: la sala romana del ballet Le martyre de Saint Sébastien ("El martirio
de San Sebastián", 1911) fue transformada por Bakst en un fastuoso salón de estilo entre
barroco y persa; con similar fantasía oriental vistió a las bacantes del ballet Narcise,
pues llevaban una originales túnicas de color naranja y azul; vistió al personaje de la
nodriza en Phédre ("Fedra", 1923) con un himation de color rojo y oro sobre una túnica
blanca; los bailarines y figurantes de Le Dieu Bleu llevaban trajes en color oro, azul,
verde y rojo que recordaban a las antiguas miniaturas persas.
Bakst cultivaba una gran variedad de estilos, dependiendo del ballet para el que
diseñara el vestuario, y, si bien es cierto que destacó especialmente en los diseños de
indumentaria para las tragedias griegas y para los ballets de estilo exótico y oriental,
también supo crear con maestría trajes refinados que recordaban las comedias de
Goldoni y la Commedia dell´Arte, como, por ejemplo, los figurines realizados para
Carnaval, o el precioso vestido para el personaje de Colombina creado en 1921 para el
ballet The Sleeping Princess.233 El vestuario de este último ballet, ambientado en la
época barroca francesa, puede considerarse como una de sus obras maestras; todos los
trajes, tanto el del bailarín principal como los de los figurantes, eran extraordinarios; las
vestimentas más pesadas correspondían a una escena que se desarrollaba durante la
cacería: los personajes interpretaban una serie de danzas cortesanas, por lo que los
vestidos estaban diseñados para que con ellos fuera posible el baile. Si bien la mayoría
232
Véanse las láminas 7-11 y 7-12 al final de este capítulo.
233
Véase la lámina 7-13 al final de este capítulo.
383
del vestuario de este ballet se confeccionó en París, varios de los trajes de esa escena
concreta fueron elaborados, en los días previos al estreno en Londres, en el taller
regentado por Grace Lovat Fraser (Buckle, Richard, 1991, pp. 427-429).
Uno de los trajes de The Sleeping Princess que muestra mayor riqueza, tanto en
el tejido como en los complementos, fue el destinado al personaje del Príncipe
Encantador, utilizado por el bailarín Pierre Vladimirov (1893-1970) en el acto III para la
escena de la boda. Dicho traje está confeccionado en terciopelo de seda, algodón y tisú
de plata; lleva un fajín de color rojo con flecos dorados y, como tocado, un gran
sombrero de lana con adornos de hilo metálico y pluma; destacan los enormes puños de
las mangas, de las que sobresale, en fino contraste, un delicado encaje, el cuello con
"chorrera" de encaje, y adornos con tiras de terciopelo rojo, aparte de la valiosa
ornamentación compuesta de cadeneta incrustada por toda la casaca, en color oro viejo
y plateado envejecido. El barroquismo de este traje no está reñido con la elegancia y
majestuosidad que desprende, y constituye un ejemplo más de la gran diversidad de
estilos que Bakst podía desplegar en sus figurines. Si se compara con los trajes
diseñados para Schéhérazade, Cléopâtre o Narcise, resulta radicalmente distinto;
incluso las tonalidades de color tierra de esta casaca son completamente diferentes de
las vestimentas de estilo oriental.234
384
europeo los cortes y las prendas de culturas lejanas y exóticas, transformándolas en
ropajes teatrales, sujetos a las leyes del escenario. Aunque también fue criticado entre
algunos profesionales de la danza por hacer desaparecer los movimientos de los
bailarines bajo el juego de las telas y de los decorados, lo cierto es que su aportación al
vestuario escénico resulta indiscutible, pues se dedicó principalmente a la indumentaria,
diseñando la escenografía en función del vestuario, y no al revés, como había venido
siendo la costumbre hasta entonces (Angiolillo, Marialuisa, 1989, p. 126; Regner, Otto
Friedrich, 1965, pp. 79, 234). No se trataba de una fusión de escenografía e
indumentaria, sino de una adaptación de la escenografía al vestuario; por esta razón, en
sus puestas en escena, la indumentaria era la que marcaba el modelo escenográfico.
Naturalmente, este cambio de rumbo dado a la relación entre los recursos
escenográficos y el vestuario se debe no solamente a Bakst, sino también a Diaghilev,
ya que él supo canalizar y reconducir la incesante pasión creadora del primero.
Desde muy joven Benois había demostrado gran afición por el ballet y coincidía
con Diaghilev en que dicho género podía ser elevado a la categoría de obra de arte total,
si se planteaba como drama musical. En efecto, como recoge Helena Kriúkova, el ballet,
para Benois, "no se trata tan sólo del arte de la danza, sino de un género dramático y de
un estado dramático del espíritu" (Kriúkova, Helena, 2001, p. 39). Por esta razón, y
también debido a sus conocimientos y contactos en el mundo del ballet, Benois estuvo
al lado de Diaghilev no sólo como mero figurinista y escenógrafo, sino también como
director artístico de los Ballets Rusos hasta 1911, cuando abandonó dicho cargo por
decisión propia.
385
del Arte de Moscú, en calidad de escenógrafo, figurinista y subdirector de escena (en
colaboración con Stanislavsky) y, luego, tras abandonar Rusia, trabajó en los teatros de
París, Milán, Londres y Nueva York.
En Les Sylphides ("Las Sílfides"), Benois había hecho revivir el llamado ballet
blanc ("ballet blanco") y los elegantes trajes de la época de la Taglioni. El único
hombre, Nijinski, con ropa al estilo Garnerey (pantalón ajustado y chaqueta de pana
oscura sobre una camisa cerrada al cuello por un gran lazo blanco), resaltaba entre los
ligeros vestidos de las bailarinas; este vestuario (el del bailarín), que permaneció luego
en el guardarropa del teatro, es conocido en la actualidad como "traje a lo Nijinski". El
vestido de la sílfide, que lucía la bailarina Lydia Lopokova, revelaba el encanto y la
delicadeza del diseño de Benois; estaba confeccionado con seda, algodón y tarlatana, y
llevaba un armazón metálico para las pequeñas alas adosadas a la espalda. Este traje
muestra algunas diferencias con el clásico tutú; así la falda presenta una mayor caída y
un ligero acortamiento respecto a los modelos exhibidos por Marie Taglioni y, en
cuanto al color, se pasa del "blanco puro" al "blanco roto" que presta más calidez a la
vestimenta. El cuerpo del vestido, de color crudo viejo, rompía la monotonía del color y
del tejido de la falda, estaba confeccionado con la citada tarlatana (tejido áspero a modo
de fina arpillera) y se componía de mangas cortas y amplio escote, que terminaba por la
235
Para más información sobre el argumento y representación de Le pavillon d´Armide véase Pasi, Mario,
1980, p. 154; Benois, Alexandre, en Kochno, Boris, 1970, pp. 2-21; Benois, Alexandre, 1947, pp. 286-
287, 291-292.
386
espalda en las pequeñas alas, características del personaje de la sílfide. Otra diferencia
que se observa en la falda es que ésta se halla terminada sin remate, como si el velo de
tul hubiese sido cortado con las manos; su aspecto vaporoso se consigue gracias a la
abundancia de tul de seda empleado en su confección y dispuesto en varias capas
superpuestas.
La visión del traje en vivo, como se pudo comprobar en la exposición que tuvo
lugar en Madrid en el año 2012, refleja más perfección y belleza que su reproducción en
la lámina del catálogo, pues muestra el aire estilizado y favorecedor que le dio Benois y
del que carecen los anteriores atuendos de la sílfide.236 Aunque se utilizaron varios
decorados, realizados por diversos escenógrafos en este ballet, el más famoso de todos
ellos fue el realizado por Benois, que muestra una escena romántica bajo la luz de la
luna, con una iglesia en ruinas y un cementerio (Angiolillo, Marialuisa, 1989, p. 127;
Buckle, Richard, 1991, pp. 172-174; Kochno, Boris, 1970, pp. 11, 14, 32). 237
236
Véase la lámina 7-15 al final de este capítulo.
237
Para mayor información sobre el montaje y los decorados del ballet Les Sylphides véase Pasi, Mario,
1980, 156-158 y Benois, Alexandre, 1947, 292-294.
387
my childhood, and had been the delight of my father before me (Benois,
Alexandre, 1947, pp. 324-325). 238
Para el cuerpo de baile, representado por la gente del pueblo, Benois había
ideado un vestuario con tonalidades cromáticas apagadas (azul arena, matiz de
herrumbre, verdes oscuros) que contrastaban, además de con el maquillaje, con el
vestuario de las tres marionetas: la muñeca bailarina, interpretada por Karsavina, vestía
un traje blanco con rayas de color rojo y azul; el muñeco Petrushka, interpretado por
Nijinski, llevaba maquillaje blanco y un traje formado por chaqueta blanca con un gran
cuello bordado de color naranja, además de pantalón verde oscuro y naranja. El moro,
interpretado por Alexander Orlov, lucía chaqueta verde y plata con mangas de color
azul añil, pantalón bombacho color naranja y botas verdes; su turbante, verde y plata,
adornado con un penacho blanco plata, contrastaba con el modesto sombrero de
Petrushka (Angiolillo, Marialuisa, 1989, p. 127; Buckle, Richard, 1991, pp. 205-207,
227-229; Woodcock, Sarah, en Pritchard, Jane, 2011, p. 127; Benois, Alexandre, 1947,
pp. 324-338). 240
Tras la Primera Guerra Mundial Benois dejó de trabajar con Diaghilev, y hacia
1930 abandonó definitivamente Rusia y se instaló en París. En esta segunda etapa de su
actividad, Benois trabajó para la compañía de Ida Rubinstein (1885-1960), diseñando
escenografías y figurines que evocaban la ópera-ballet de la Francia barroca; realizó,
238
Petrushka, el guiñol o polichinela ruso, no menos que Arlequín, había sido mi amigo desde mi más
tierna infancia. (...) Inmediatamente sentí que "era un deber para con mi viejo amigo" el que yo lo
inmortalizase sobre un escenario real. Más aún me tentaba la idea de representar la Feria de la Semana de
la Mantequilla en el escenario, las queridas "balagni" [casetas de feria] que habían sido el deleite de mi
niñez, y fueron el deleite de mi padre antes de mí ( traducción propia).
239
Para mayor información sobre el argumento de Petrushka y su repercusión en la historia del ballet
véase Pasi, Mario, 1980, pp. 167-168; Reyna, Ferdinando, 1981, p. 140.
240
Véanse las láminas 7-16, 7-17 y 7-18 al final de este capítulo.
388
por ejemplo, los figurines para el ballet Les Enchantements d´Alcine ("Los
encantamientos de Alcina", 1929) de George Auric (1899-1983).
En la reposición en 1927 del ballet Le coq d´or ("El gallo de oro"), estrenada por
los Ballets Rusos en 1914, Benois evitó seguir el personal estilo de los figurines creados
para la representación de 1914 por Goncharova y optó por dar al festivo colorido del
vestuario popular ruso un matiz casi caricaturesco, cercano al siglo XVIII. Sin embargo,
pese a la riqueza y perfección de los trajes diseñados por Benois, la propuesta realizada
por Goncharova parece ser más original y creativa, debido a la fuerza del colorido, tanto
de los decorados como del vestuario.
Ya en sus últimos años, Benois trabajó para los más prestigiosos teatros de
Europa, permaneciendo siempre fiel a sus primeras ideas, que están presentes en el
alegre vestuario de la ópera Falstaff (1947) de Verdi (1813-1901) y en el de la ópera
Eugenio Oneguin (1948) de Chaikovski, ambas estrenadas en la Scala de Milán.
Refiriéndose a su legado, Regner escribe que Benois se ha convertido en un clásico de
la escenografía, "un eslabón intermedio que comunica con todos los modernos que
después de él se dedicaron al ballet" (Regner, Otto Friedrich, 1965, p. 235).
Golovín fue miembro del famoso movimiento artístico Mir Iskusstva y, entre
1908 y 1917, ocupó el cargo de pintor-decorador jefe en la plantilla de los Teatros
Imperiales de San Petersburgo, siendo nombrado académico de Bellas Artes en 1912.
Considerado uno de los escenógrafos y figurinistas más importantes de la historia del
teatro, sus figurines son excepcionales no sólo por la calidad artística, precisión de
detalles y conocimiento profundo de las épocas históricas, sino también por la
extraordinaria claridad en la expresión (Benois, Alexandre, 1947, pp. 198-200).
389
Entre sus diseños escenográficos y de vestuario realizados para Diaghilev
destacan los decorados y trajes para la ópera Boris Godunov, del músico Modest
Mussorgski (1839-1881), estrenada en París en la temporada de 1908. En este montaje,
la decoración y el vestuario se hallaban enmarcados dentro de la línea de precisión
histórica de los Ballets Rusos de la primera etapa. Golovín contó con la colaboración
del pintor Bilibin (1876-1942), muy atraído por el folklore ruso, que consiguió una serie
de trajes antiguos, algunos de los cuales sirvieron como vestuario para determinados
intérpretes y figurantes, y otros, como modelo de referencia para los diseños de diversos
vestidos. Así lo indica el propio Diaghilev:
Este traje, inspirado en los vestidos de la Corte rusa, tiene forma de túnica con
amplias mangas acampanadas y una especie de doble cuello "babero" rompiendo la
simetría de la larga túnica. Todo en él refleja gran solemnidad y lujo, gracias a la
390
riqueza de los tejidos y complementos utilizados, pues está confeccionado con hilo
metálico, seda con cuentas de cristal, perlas de estilo oriental, forro de seda pintada en
color metal y réplica de piel; los tonos dorados y las ramificaciones de hojas verdosas
contrastan con la blancura de la infinidad de perlas incrustadas a lo largo de toda la
túnica. El vestido se complementa con un largo cordón dorado, del que pende una cruz,
en torno al cuello, y un gorro, a modo de corona, realizado en tejido dorado y con un
ancho borde circular de piel, con suave pelo marrón.241
Golovín colaboró no sólo con Diaghilev, sino también con Meyerhold (1874-
1940) en varios montajes, entre los que destacaron Don Juan (1910), de Molière,
Masquerade "El baile de las máscaras", 1917), de Lérmontov, y los realizados con el
Teatro del Arte de Moscú. Respecto al vestuario de Don Juan, el actor vestía un traje
suntuoso, confeccionado con rico tejido de paño que llevaba decoraciones doradas y
preciosos bordados que se complementaban con la ambientación escénica y situaban al
personaje en el clima fastuoso de la corte de Luis XIV. En Masquerade, Meyerhold y
Golovín quisieron mostrar la época de la Rusia zarista con motivos extraídos de la
Commedia dell´Arte y utilizando un vestuario caracterizado por un fuerte contraste
cromático que, unido a la suntuosidad del marco escenográfico, contribuía a mostrar una
visión fantasmagórica de la época representada; sin embargo, Benois criticaba el exceso
de detalle y de refinamiento de los cuadros escénicos diseñados por Golovín para
Masquerade que resultaban, en cierta forma, incoherentes con respecto a la acción. A
pesar de estas críticas nadie puede dudar de la maestría de Golovín en el uso del color y
de su capacidad para diseñar propuestas diversas en cuanto a decorado y vestuario para
un solo montaje (Guardenti, Renzo, en Alonge, Roberto, 2001, p. 959; Benois,
Alexandre, 1947, p. 199).
241
Véase la 7-19 al final de este capítulo.
242
Véanse las láminas 7-20 y 7-21 al final de este capítulo.
391
Natalia Sergeyevna Goncharova (1881-1962) estudió escultura en la Academia
de Arte de Moscú, pero comenzó a pintar en 1904. En sus cuadros, aunque incorporó
elementos fauvistas y cubistas, están presentes los rasgos más primitivos del arte
folklórico ruso. En 1912 organizó, con su marido Mikail Larionov, la exposición "La
cola del burro", concebida como una ruptura con la influencia del arte europeo y un
intento de establecer una escuela independiente rusa de arte moderno. Goncharova
provenía también del movimiento Mir Iskusstva, y en 1914 comenzó a diseñar trajes de
ballet y decorados en Ginebra; ya en 1921 se trasladó a París, donde trabajó para
Diaghilev y sus Ballets Rusos. En esa época Goncharova y Larionov se encontraban en
su plenitud artística y gracias a Diaghilev lograron consagrarse mundialmente como
escenógrafos y figurinistas; por desgracia, la muerte de Diaghilev supuso para ambos el
declive en prestigio y posición económica.
392
situaban bailarines con trajes de color dorado y detrás, funcionando como elementos
escenográficos y vestidos de rojo, los coristas del Bolshoi. Era una escenografía en la
que un poderoso colorido acompañaba los pasos de los bailarines, limitándose la música
a actuar como mero hilo conductor de una cuidada coreografía.
Otro gran proyecto, que no llegó a estrenarse, fue Liturgie ("Liturgia"), una
interpretación coreográfica de la vida de Cristo en el que colaboraron de forma conjunta
Goncharova y Larionov con Diaghilev y Massine. Liturgie sintonizaba a la vez con las
creencias religiosas de Goncharova (profesaba la religión cristiana ortodoxa) y con la
idea que ella tenía del teatro: un templo o espacio consagrado en donde se
interrelacionaban el "proscenio" con el "auditorio". La mala suerte, sin embargo,
persiguió a esta producción que, pese a los esfuerzos de Goncharova, no llegó a feliz
término. Diaghilev contaba con Stravinski para que escribiera una partitura de cuatro
interludios, pero el compositor se negó a colaborar en un espectáculo de tema sacro.245
Entonces Diaghilev jugó con la idea de utilizar meros sonidos como acompañamiento,
pero, aunque había discutido este sistema con Filippo Marinetti (1876-1944), esperando
la colaboración de una orquesta futurista, al final no se consiguió ninguna partitura.
Recuerda Massine que Diaghilev procuró incluso hacerse con partituras de antiguos
cánticos de Kiev, pero el caos producido por la guerra lo impidió, por lo que las
ilusiones se desvanecieron ante tantos obstáculos (Buckle, Richard, 1991, pp. 326-327;
Bowlt, John E., en Pritchard, Jane, 2011, 96).
244
Véase la lámina 7-22 al final de este capítulo.
245
Véase un fragmento de la carta, de 8 de marzo de 1915, que Diaghilev dirigió a Stravinski sobre el
particular (Kochno, Boris, 1970, p. 101).
393
Todavía se conservan algunos de los bocetos escenográficos y figurines
diseñados por Goncharova para dicho proyecto: ángeles con alas color bermellón y
serafines de cuatro ojos, con vestidos de oro y plata; pero, como escribe Buckle: "es
difícil imaginar cómo podrían haberse realizado en el escenario las angulosas formas
bizantino-cubistas de sus drapeados, salvo que se hicieran en escayola" (Buckle,
Richard, 1991, p. 326).
El periódico The Times describía el ambiente que Goncharova quería reflejar con
sus trajes: "Fishiness, scaliness, greenness, wetness, underwaterness" ("The Russian
Ballet. Sea Production at the Coliseum." The Times, 4 de noviembre de 1918, p.
11),247mientras que la revista Lady, en otro artículo fechado el 7 de noviembre del
mismo año, destacaba el gran tocado bizantino "de tejido metálico y hojas tiesas" (en
Buckle, Richard, 1991, p. 383).
246
Véase la lámina 7-23 al final de este capítulo.
247
Peces, escamas, verde humedad y submarinismo (traducción propia).
394
Para el ballet Les Noces ("Las Bodas", 1923), estrenado en París, Goncharova
había realizado dos proyectos completos de diseño de escenografía y vestuario. En
primer lugar, durante los años de la Primera Guerra Mundial, diseñó el ballet con los
rojos y amarillos estridentes que había empleado en Le coq d´or; más tarde, creó un
diseño de vestuario en el que predominaban los azules y rosas pastel, con bordados de
oro y plata.248 Sin embargo, la coreógrafa Nijinska rechazó ambas propuestas de
vestuario, pues aunque los diseños le parecían adecuados para una ópera rusa, no los
consideraba apropiados ni para la música que había compuesto Stravinski ni para la
coreografía que ella misma imaginaba. Este planteamiento de Nijinska molestó
inicialmente a Diaghilev, aunque luego reconsideró su propuesta de que los trajes fueran
más sencillos, e iguales para todo el mundo; también se avino a que el ballet se
interpretara con calzado de puntas para alargar las siluetas de los bailarines y hacer que
se parecieran a los santos de los mosaicos bizantinos. Así pues, Diaghilev aceptó un
vestuario basado en las prendas reglamentarias que se llevaban en la clase de baile,
pensando que " It was easy to 'Russianize' these costumes by lengthening the women's
tunics to convert them into sarafans (an old style of Russian peasant dress) and by
changing the neckline of the men's shirts to turn them into villagers (Kochno, Boris,
1970, p. 189).249
248
Para una mayor información sobre estos proyectos, véase Ballet Magazine, vol. 8, nº 3, 25-26.
249
"Era fácil 'rusificar' los trajes, alargando los vestidos de las mujeres para convertirlos en sarafanes
(antiguos trajes de campesinos rusos) y cambiando los cuellos de las camisas de los hombres, para
transformarlos en campesinos" ( traducción propia)
395
Boris, 1970, pp. 186-189; Goncharova, Natalia y Larionov, Michel, en Goncharova et
al., 1955, p. 35).250
First scene: A dark night, with phosphorescent apples. The stage is full of
apples, and not a single tree; the garden [orchard] is dark brown. The
décor must be worked out in minute detail-like Mantegna's "hunt'' in
Mantua, or like the Avignon frescoes. Then, for the second scene the
back cloth is changed: the garden is transformed into the Holy City, the
apples become the gilded onion domes of churches, a countless swarm of
churches crowded together (citada en Kochno, Boris, 1970, p. 54).251
Respecto al vestuario, Goncharova pudo ver los antiguos trajes, diseñados por
Golovín y Bakst para el estreno de 1910 que se hallaban almacenados en Montecarlo; el
propio Diaghilev aconsejó a Grigoriev que se limpiaran cuidadosamente antes de ser
mostrados. Para la confección de los nuevos trajes, Goncharova contó con la
colaboración de Vera Sudeikina (1888-1982), segunda esposa de Stravinski, quien por
250
Véase la lámina 7-24 al final de este capítulo.
251
Primera escena: noche oscura, con manzanas fosforescentes. El escenario está lleno de manzanas, no
un árbol solamente; el huerto es de tono marrón oscuro. El decorado debe ir pintado con detalles
minuciosos, como la cacería de Mantegna en Mantua, o como los frescos de Avignon. Luego, para la
segunda escena, se cambia el telón de fondo: el jardín se transforma en la Ciudad Santa, y las manzanas
se convierten en los bulbos dorados de las iglesias, una multitud incontable de iglesias apiñadas
(traducción de Ignacio Malaxecheverría en Buckle, Richard, 1991, p. 512-513).
252
Véase la lámina 7-25 al final de este capítulo.
396
su propia iniciativa realizó algunos trajes nuevos y modificó algunos viejos con el
consentimiento de Goncharova, quien se amoldaba bien a cualquier contingencia y no
era nada exigente cuando se trataba de ahorrar dinero. Vera compró varios metros de
viejas cortinas de encaje ordinario, las pintó de color dorado y las cortó en patrones para
pegarlos sobre los viejos trajes de boyardos diseñados por Golovín para la escena de la
boda (Buckle, Richard, 1991, p. 512-516).
253
Uno de los espectáculos más hermosos que nos ha ofrecido esta compañía antes y después de la guerra
(traducción propia).
254
En la planificación de un proyecto de vestuario, conviene pues buscar la relación óptima de sus tonos y
del juego de sus volúmenes con los de los otros trajes y el decorado, con el fin de que estas diversas
combinaciones no contradigan el sentido de la visión teatral y creen psicológica y visualmente una unidad
de espectáculo (traducción propia).
397
Mijail Larionov (1881-1964) nació en la región de Moldavia y allí, en la casa de
sus abuelos, transcurrió su primera juventud, rodeado de la belleza natural de sus
paisajes, que influirían decisivamente en su arte. En 1898 se trasladó a Moscú, donde
estudió en la escuela de Pintura, Escultura y Arquitectura y allí, junto a su mujer,
Natalia Goncharova, conoció a Konstantin Korovin (1861-1939), cuando éste fue
nombrado profesor en la escuela citada en 1902; sus enseñanzas tuvieron una
importancia capital para ambos pintores. En 1903, a raíz de una importante exposición,
Larionov conoció a Diaghilev, y entabló con él una gran relación, tanto de amistad
como profesional.
Por esos años, en colaboración con Goncharova, desarrolló su propia versión del
Futurismo: el Rayonismo.255 Con este movimiento pretendía representar la carga
emocional de los colores, llegando a una pintura abstracta en la que la textura y la
intensidad del color reflejaran matices cubistas y constructivistas. En 1913 publicó el
manifiesto del movimiento, firmado por numerosos artistas, como su compañera
Goncharova; en 1914 dio a conocer su pintura en París, pero regresó a Rusia al estallar
la guerra, abandonando prácticamente desde entonces la pintura de caballete para
centrarse en el diseño teatral para los Ballets Rusos de Diaghilev.
Larionov albergaba novedosas teorías sobre todas las ramas del arte teatral,
incluido el ballet. Así, colaboró con Massine en la creación de los movimientos
coreográficos de Liturgie y, por indicación de Diaghilev, supervisó el trabajo de este
coreógrafo, llegándose a una gran compenetración entre ambos. Tal es el caso del ballet
255
El rayonismo fue un movimiento artístico ruso, encabezado por Mijail Larionov, que se basaba en la
observación de los rayos solares analizando la luz, las inflexiones y reflexiones luminosas que se
entrecruzan entre sí. Intenta plasmar la percepción de los rayos que emanan del objeto y la propagación
rápida y simultánea de la luz, deformando la realidad y convirtiendo el color en el tema central de la obra.
Este movimiento vanguardista transgredía los códigos figurativos tradicionales atendiendo a los estudios
científicos realizados sobre la luz y su incidencia en los objetos; fue reconocido como una de las primeras
manifestaciones del arte abstracto, aunque tuvo corta vida y no llegó a crear escuela (Rayonismo.
http://www.todacultura.com/movimientosartisticos/rayonismo.htm. Acceso: 5/10/2013).
398
Le Soleil de Nuit, donde Larionov no sólo realizó la escenografía y el vestuario sino que
colaboró con Massine, sugiriéndole que la coreografía girara en torno a los personajes
del dios-sol "Yarilo" (a quien los campesinos rusos rendían tributo en ceremonias
rituales y danzas, celebrando la llegada de la primavera) y la Doncella de la Nieve, hija
del Rey Escarcha, destinada a derretirse al calor del sol cuando se enamorase de un
mortal. Esta colaboración de Larionov y Massine es señalada por Buckle en su libro
sobre Diaghilev, donde recoge este comentario de Massine: "Trabajando en Sol de
noche parecía que Larionov y yo nos inspirábamos mutuamente (...) Creo que gracias a
Larionov comprendí por vez primera la verdadera índole de aquellas antiguas danzas
rituales de los campesinos" (Buckle Richard, 1991, p. 326).256
Although the costumes were vivid in colour and wonderful to look at,
they were appallingly uncomfortable (...) The boys had a delightful
number led by Kremnev as principal character dancer. They carried pigs'
bladders on the end of sticks which they banged on the ground (...)
Massine wearing clappers on his hands painted with great sun symbols,
performed all those eccentric jumps he liked so much (Sokolova, Lydia,
1989, pp. 71-72). 257
Larionov diseñó un vestuario bastante variado. En primer lugar creó unos trajes
para campesinas y campesinos, inspirados en el folklore ruso, que contrastaban con
otras vestimentas, como el traje de Massine, totalmente irreal, que lo hacía parecer un
saltimbanqui. Destacaba también el traje de la Doncella de la Nieve, personaje
interpretado por la bailarina Lydia Lopokova; estaba confeccionado en seda, terciopelo
y lino con aplicaciones, y era mucho más sencillo que el del resto de las mujeres de este
ballet, para facilitar la libertad de movimientos, ya que Lopokova bailaba "el solo" al
256
Sobre la colaboración de Massine con Larionov en Le Soleil de Nuit véase también García Márquez,
Vicente, 1995, pp. 56-60.
257
Aunque los trajes eran de vivos colores y maravillosos de contemplar, eran terriblemente incómodos
(...) Los chicos tenían un número encantador, liderados por Kremnev como principal bailarín de carácter.
Llevaban vejigas de cerdo sujetas al extremo de palos que golpeaban ruidosamente contra el suelo (...).
Massine con platillos en las manos pintadas con grandes símbolos solares, realizaba todos aquellos
excéntricos saltos que tanto le gustaban (traducción propia).
399
ritmo de una canción interpretada desde fuera del escenario por la cantante Soia
Rosovska. 258
Este texto viene a confirmar la importancia del vestuario en toda la puesta en escena de
Le Soleil de nuit; los trajes, como acertadamente comenta el crítico anónimo, cobran y
dan vida a estos personajes tan dispares y auténticos. Pero el éxito no sólo se debió al
figurinista, sino al resultado de la compenetración de éste con el coreógrafo (Buckle,
Richard, 1991, pp. 325-326, 329; Kochno, Boris, 1970, p. 102; García-Márquez,
Vicente, 1995, pp. 56-60).
258
Véanse las láminas 7-26 y 7-27 al final de este capítulo.
259
Le Soleil de nuit fue una delicia. Era como una caja de juguetes rusos que hubieran cobrado vida y
risa, brillantes con su papel dorado, salpicados de color. Trajes cómicos de campesinos, campesinas y
bufones; entre ellos, Bobyl, un payaso con casaca blanca, y Massine, el coreógrafo largamente aplaudido,
caracterizado como una marioneta con címbalos, y la cara de color bermellón. El público aclamó con
razón este ballet, danzado con la música de Rimski-Korsakoff (traducción propia).
400
ruso; en la versión definitiva para el estreno de Londres de 1918, Massine adaptó la
coreografía y añadió el pas de deux260 para los personajes de Bova y la Princesa Cisne.
401
Larionov. De hecho, se ha introducido aquí un principio nuevo: el de
conferir al artista decorador la dirección del movimiento plástico, y hacer
que un bailarín simplemente le dé forma coreográfica. Tanto el decorado
como la música de este ballet son extremadamente modernos, y acordes
con las características rusas sin los temas musicales derivados del folclor
(Observer, 5 de junio de 1921, en Buckle, Richard, 1991, pp. 420-421).
262
A pesar del brillante decorado y vestuario cubistas con que lo había dotado el Sr. Larionov, y de la
música igualmente brillante e igualmente cubista del Sr. Prokofiev, produce el efecto de una charada
flojamente improvisada (traducción propia).
402
tela. Así el traje de uno de los bufones se hallaba confeccionado en lana, algodón, tejido
"buckram"263, franela, raso y percal, con metal y pintura.264 Los trajes femeninos
llevaban también varillas de alambre en los bordes de la falda y de bambú a lo largo de
la misma, para arquear la falda y dar sensación de volumen (Buckle, Richard, 1991, pp.
413-415, 418, 420-421; Kochno, Boris, 1970, pp. 156, 159-160; Sokolova, Lydia, 1989,
p. 180).
Uno de estos trajes lo había llevado Lydia Sokolova (en el papel de esposa del
Bufón), quien por cierto no se sentía muy contenta en ese papel por considerar que no
había verdadero baile. El citado traje se exhibió en la exposición de los Ballets Rusos
celebrada en Madrid en el año 2012 y apareció como portada del programa de dicha
exposición. Esta vestimenta se componía de dos cuerpos: corpiño hasta la cintura y
falda con vuelo, y una serie de jaretas armadas con tiras de bambú que, junto con el
alambre de los bordes de la falda, aportaban volumen a esta parte del vestido. Además,
la falda tenía una abertura lateral que servía para facilitar la entrada de aire y aliviar el
calor que pudiera sentir la bailarina con sus movimientos de danza. Llamaba la atención
la variedad del colorido y los dibujos de estilo rayonista cosidos a la falda. El traje se
complementaba con un tocado tradicional ruso, el kokoshniks, tan característico de
algunos figurines creados por Goncharova y Larionov. Para concluir, podría afirmarse
que la fuerza que proyectan las diferentes tonalidades de color, con esos raros dibujos
esparcidos por la falda, la diversidad de los tejidos empleados en su confección y la
propia hechura del traje provocan un gran impacto en los ojos del espectador; por ello,
aunque la bailarina permanezca quieta en algunos momentos de su actuación, su propio
traje continúa generando sensación de ritmo y movimiento. 265
Le Renard ("El Zorro") fue el último trabajo de vestuario diseñado por Larionov
para los Ballets Rusos. Este ballet de estilo burlesco, con música de Stravinski y
coreografía de Nijinska, se estrenó en el Théâtre National de L´Opéra de París en mayo
de 1922. Posteriormente se repuso en el teatro Sarah Bernhard de París en 1929, con
coreografía de Lifar, bajo la supervisión de Larionov.266 El vestuario diseñado por
263
Tela gruesa de lino o algodón muy utilizada en los forros de los sombreros y en la encuadernación de
libros.
264
Véanse las láminas 7-28 y 7-29 al final de este capítulo.
265
Véase la lámina 7-30 al final de este capítulo.
266
Para mayor información sobre el argumento y los estrenos de este ballet véase Pasi, Mario, 1981, pp.
192-193.
403
Larionov estaba basado en ilustraciones de fábulas, e incorporaba matices
caricaturescos. Así, por ejemplo, los bailarines llevaban el nombre de su personaje muy
a la vista, sobre la malla pintada, mientras que el zorro, para engañar al gallo en una de
las escenas, iba peinado como una muñeca de trapo y escondía el rostro tras una
máscara de cartón, mostrando la cola peluda que despuntaba por debajo de la falda a
cuadros.
Los trajes de los diferentes personajes proyectan una fantasía arrolladora que
traslada al espectador no sólo a la tradición del folklore ruso, sino también al mundo de
los cuentos e imágenes infantiles de proyección universal. Así lo atestigua el entrañable
figurín del zorro disfrazado de monja; este figurín muestra uno de los muchos disfraces
del astuto zorro, que pretende ser más listo que el gallo, el gato y la cabra. El zorro viste
una especie de abrigo con caperuza que lo cubre hasta las pantorrillas, pero que deja ver
parte de la cola y de las piernas peludas; el traje se complementa con unas medias de
malla y unas zapatillas grandes, evocadoras del estilo lúdico de las ilustraciones
infantiles. Como contraste, y para recordar que va disfrazado de monja, el zorro lleva un
rosario colgando de la manga izquierda. 267
404
d´utilisser la scéne sur toute sa hauteur, conformément aux objectifs visés par le
constructivisme" (Goncharova, Natalia y Larionov, Michel, en Goncharova et al. 1955,
33). 269
Para concluir, se puede afirmar que Larionov contribuyó al éxito de los ballets
en los que intervino con sus proyectos de escenografía y vestuario, divulgando con sus
creaciones las tendencias pictóricas y teatrales de vanguardia. Para conseguir esos
objetivos Larionov fusionó las corrientes artísticas del momento, como el Cubismo, el
Constructivismo, el Futurismo y el Rayonismo, con las experiencias del grupo de
pintores que se inspiraron, al igual que él, en las tradiciones del folklore ruso (Kochno,
Boris, 1970, pp. 176-177, 179; Buckle, Richard, 1991, p. 559; Goncharova, Natalia, y
Larionov, Michel, en Goncharova et al., 1955, pp. 32-33).
Con este grupo de figurinistas de los Ballets Rusos la indumentaria logrará estar
al mismo nivel que la escenografía en creación y perfección; incluso, en algunos casos,
superará el proyecto escenográfico. El arte de los pintores y figurinistas rusos que
trabajaron con Diaghilev en su primera etapa -Bakst, Benois, Golovín, Roerich- dio
luego paso a jóvenes como Goncharova, Larionov, Picasso, Derain, Matisse, Chelinev,
Chirico, Braque, Chagall, etc. Algunos de ellos trabajaron intensamente con Diaghilev
en su última etapa e iniciaron nuevos caminos artísticos, como el Constructivismo, el
Cubismo o el Expresionismo, dejando atrás las visiones barrocas de sus predecesores,
aunque, excepcionalmente en algunos ballets, se olvidaron de la visión de conjunto
escénico que deberían tener sus figurines, siempre, como deseaba Diaghilev, al servicio
de un personaje y de una puesta en escena teatral y no meramente pictórica.
269
Cada uno de los elementos del decorado tenía pues su propia función y permitía utilizar el escenario en
toda su altura, conforme a los objetivos apuntados por el Constructivismo (traducción propia).
405
7.4 Conclusiones del capítulo 7.
406
incluso, que dependiera de las exigencias de ésta; la segunda proponía que la calidad
pictórica de los trajes debía resultar estéticamente autosuficiente, aunque los trajes
obstaculizasen el movimiento de los bailarines, limitando el espectáculo a una mera
exhibición de trajes, como sucedió con el proyecto de vestuario de Matisse para Le
Chant du rossignol.
407
408
ILUSTRACIONES DEL CAPÍTULO 7
409
410
Lámina 7-1. Traje diseñado por Pablo
Picasso para la bailarina Tamara
Karsavina en el ballet El sombrero de
tres picos (1919). Archivo Manuel de
Falla, Granada.
413
414
Lámina 7-5. Malla
diseñada por Pablo Picasso
para uno de los bailarines
del ballet Parade (1917).
Fotografía de Lachmann.
Londres, Victoria and
Albert Museum: S.5424-
2009.
Lámina 7-6. Malla diseñada por Pável Chelichev para una bailarina
del ballet Ode (1928). Cambridge (Massachusetts), Harvard College
Library, Stravinsky-Diaghilev Foundation Collection: b MS Thr 502
(103).
415
416
Lámina 7-7. Trajes
diseñados por Coco
Chanel para los
bailarines Leon
Woizikovsky y Lydia
Sokolova en el ballet
Le Train Bleu (1924).
Fotografía de Sasha.
Londres, Victoria and
Albert Museum,
Theatre & Perfomance
Collection: Imagen No.
2010EA6779-01.
417
418
Lámina 7-9. Traje diseñado
por Leon Bakst para
Bronislava Nijinska en el
ballet Carnaval (1910).
Londres, Victoria and
Albert Museum: S.725-
1990.
419
420
Lámina 7-11. Traje diseñado por Léon Bakst para la mujer de Putifar en el
ballet La Légende de Joseph (1914). Collection Comoedia Illustré 1909-
1921. París, Bibliothèque Nationale de France, Département Littérature et
Art: B-144.
421
422
Lámina 7-12. Traje diseñado por Léon Bakst para
el personaje Joseph en el ballet La Légende de
Joseph (1914). Collection Comoedia Illustré
1909-1921. París, Bibliothèque Nationale de
France, Département Littérature et Art: B-144.
423
424
Lámina 7-13. Figurín de
Léon Bakst para el
personaje Colombina en el
ballet The Sleeping
Princess (1922). Londres,
Victoria and Albert
Museum: E.1108-1922.
425
426
Lámina 7-15. Traje diseñado por Alexandre Benois y utilizado por Lydia
Lopokova en una reposición ca. de 1920 del ballet Les Sylphides (1909).
Londres, Victoria and Albert Museum: S.874-1980.
427
428
Lámina 7-16. Traje diseñado
por Alexandre Benois para
Tamara Karsavina en el
ballet Petrouchka (1911).
Collection Comoedia Illustré
1909-1921. París,
Bibliothèque Nationale de
France, Département
Littérature et Art: B-144.
429
430
Lámina 7-18. Decorado de Alexandre Benois para las escenas primera y cuarta
del ballet Petrouchka (1911). Moscú, Museo del Teatro Bolshoi.
431
432
Lámina 7-19. Traje diseñado por Alexandre Golovin para el personaje
Boris Godunov en la escena de la coronación de la ópera Borís Godunov
(1908). Londres, Victoria and Albert Museum: S.459 a E-1979.
433
434
Lámina 7-20. Traje de
caballero diseñado por
Alexandre Golovín para el
ballet L´oiseau de feu (1910).
San Petersburgo, Museo
Estatal de Teatro y Música.
435
436
Lámina 7-22. Decorado diseñado por Natalia Goncharova para la ópera-ballet
Le coq d´or (1914). Colección particular. Reproducción localizada en
Pritchard, Jane, 2011, p. 95.
437
438
Lámina 7-23. Traje diseñado por Natalia Goncharova para el personaje La Princesa
del Mar en el reestreno de la ópera ballet Sadko (1918). Londres, Victoria and
Albert Museum: S.741-1980.
439
440
Lámina 7-24. Vestuario
diseñado por Natalia
Goncharova para el
ballet Les Noces
(1923). Washington,
DC, Bronislava
Nijinska Collection,
Music Division,
Library of Congress
(045.00.00) Digital ID
# br0045.
441
442
Lámina 7-26. Traje diseñado
por Mijail Lariónov para el
personaje La Doncella de las
Nieves en el ballet Le Soleil
de Nuit (1915). Londres,
Victoria and Albert Museum:
S.830-1981.
443
444
Lámina 7-28. Figurín diseñado
por Mijail Lariónov en 1915 para
el ballet Chout (1921). Londres,
Victoria and Albert Museum:
E.283-1961.
Lámina 7-29. Delantera y trasera del traje diseñado por Mijail Lariónov para
uno de los bufones del ballet Chout (1921) según el figurín de la lámina 7-28.
Londres, Victoria and Albert Museum: S.761-1980.
445
446
Lámina 7-30. Traje diseñado
por Mijail Lariónov para la
Mujer del Bufón en el ballet
Chout (1921). Londres,
Victoria and Albert Museum:
S.762-1980.
447
448
CONCLUSIONES
En principio se puede afirmar que, en líneas generales, durante los siglos XVI
Y XVII no se tiene conciencia de que hubiera que planificar el vestuario a utilizar en
las representaciones teatrales. Sin embargo, el presente estudio demuestra que tanto
en el siglo XVI como en el XVII hubo ya atisbos de figurinismo teatral,
principalmente en Italia y Francia, aunque siempre en relación con personajes que
deben aparecer agrupados en escena, sobre todo en espectáculos de música y danza,
y, de forma muy especial, en los espectáculos cortesanos y aristocráticos. Dan buena
fe de ello los Intermezzi de la Pellegrina (Florencia, 1589) y los ballets de cour,
especialmente Le ballet comique de la Reine (París, 1581) ambos de naturaleza
musical y coreográfica.
Tal vez, de no haber existido durante todo el siglo XVII la costumbre tan
extendida de acudir al préstamo y a la donación de trajes (lo que a su vez propició el
anacronismo y la falta de coherencia entre atuendo y personaje) las compañías
teatrales habrían desarrollado más y mejor una disciplina de diseño de indumentaria.
Sin embargo, dos fenómenos espectaculares del XVII aparecen como excepción a
esa circunstancia, y son, de una parte, las representaciones palaciegas de España,
449
especialmente las que exhibían personajes alegóricos y mitológicos (en los autos
sacramentales y en las "invenciones" o mascaradas), y, de otra, los espectáculos
musicales de la corte londinense en tiempos de Jacobo I de Inglaterra (1603-1625),
para cuyos personajes mitológicos y alegóricos Iñigo Jones diseñó diversos figurines
que se han conservado hasta hoy.
450
Al despuntar el siglo XIX y puesto que el drama romántico se suele
ambientar en el pasado, las compañías empiezan a plantearse un cierto rigor
historicista y, por lo tanto, empiezan a coordinarse con pintores y artistas gráficos
que, en un principio, se responsabilizan también de la escenografía (en su mayor
parte, telones pintados). Tal maridaje entre escenógrafo y diseñador de vestuario
seguirá siendo un fenómeno habitual en numerosos teatros europeos durante todo el
siglo XIX e incluso a principios del siglo XX.
Irrumpen con fuerza a principios del siglo XIX las óperas y los ballets, cuya
necesidad de vestuario para grupos propicia el que surjan figurinistas mucho más
profesionales y especializados. De hecho todos los indicios apuntan a que es la
necesidad de vestir a la figuración lo que impulsa el proyecto de vestuario colectivo
para cada puesta en escena. Habría que citar en primer lugar a Garnerey (1785-1824),
y especialmente su diseño para el vestuario de la ópera L´Olympie (1819). La labor
de Garnerey se verá grandemente entorpecida por la normativa que luego impone
Lami (1800-1890) con la colaboración de la bailarina Marie Taglioni (1804-1884) y
que desemboca en el establecimiento, a partir de 1832, del clásico tutú como prenda
normativa.
Las compañías inglesas, en su afán por optimizar los gastos de montaje sin
renunciar a la precisión histórica, optan por el abaratamiento de materiales, de modo
que la apariencia escénica pueda suplir el verismo histórico. Al bajar los costes de
tejidos y materiales de vestuario, el diseño se hace más asequible, y se pone al
alcance de compañías teatrales de menor presupuesto.
Las óperas, sobre todo las que se producen y exportan desde Italia, conceden
ya en esta época gran importancia al vestuario. Sin embargo, se aprecia todavía una
gran diferencia entre los divos y divas, encargados de dar vida a los personajes
principales, y el resto del reparto. No obstante, la idea de que la figuración ha de ser
homogénea y acorde con el resto de la puesta en escena se va imponiendo de forma
progresiva. Se diseñan ya en esta época vestuarios para los figurantes, sobre todo en
los montajes de elevado presupuesto. Al mismo tiempo se empieza a generalizar la
costumbre de almacenar vestuario de montajes anteriores para reciclarlos y usarlos
en espectáculos futuros. Nacen así los grandes guardarropas de los principales teatros
de ópera; paradójicamente tal riqueza de vestuario acumulado conlleva un
451
empobrecimiento en la creación, sobre todo por lo que se refiere a diseño de
figurines.
452
las veces de fondo escenográfico, con lo que de algún modo se llegan a fundir
vestuario y escenografía.
Surgen por esta época, además, varios teóricos del diseño de vestuario, tales
como Charles Wilhelm (1858-1925), Adolph Appia (1862-1928) y Gordon Craig
(1872-1966), que se preocupan del efecto que la luz produce en los colores de los
trajes y en el de los decorados.
453
454
BIBLIOGRAFÍA
Obras citadas
ABAD CARLÉS, Ana, Historia del ballet y de la danza moderna, Madrid, Alianza
Editorial, 2012.
ALMEIDA CABRERA, Pedro Juan, Néstor y el Mundo del Teatro, Las Palmas de
Gran Canaria, Museo Néstor Las Palmas de Gran Canaria, 1995.
--- (ed.), Storia del teatro moderno e contemporáneo. Il grande teatro borghese:
Settecento-Ottocento, Vol. II. Turín, Einaudi, 2000.
---, (ed.), Storia del teatro moderno e contemporaneo. La nascita del teatro
moderno:Cinquecento-Seicento, vol. I, Turín, Einaudi, 2000.
ANDIOC, René, Teatro y Sociedad en el Madrid del siglo XVIII, Madrid, Fundación
March y Castalia, 1976.
270
Para poder acceder a las direcciones de Internet indicadas en esta bibliografía es necesario suprimir
de la dirección de la URL todos los posibles espacios en blanco contenidos en la misma.
455
ANGIOLILLO, Marialuisa, Storia del costume teatrale in Europa, Roma, Lucarini,
1989.
ANTOINE, André, “Causerie sur la mise en scéne”, Revue de París, tome deuxième,
Mars-Avril 1903, París, Bureau de la Revue de París, 1903, pp. 596-612.
http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k174704.image.langES.r=Revue%20de
%20Paris. Acceso: 8/10/2012.
---, Oeuvres complétes, Vol. II, Bablet-Hahn, Marie Louise (ed.), Lausana, L´Âge
d´Homme, 1986.
456
---, "El vestuario en los autos sacramentales (el ejemplo de Calderón)", en De los
Reyes Peña, Mercedes, 2000, pp. 85-107.
ARIAS DE COSSÍO, Ana María, “La escenografía teatral en el Madrid de Carlos III:
un intento de renovación” Anales de historia del arte, nº 1, Madrid,
Universidad Complutense, 1989, pp. 265-280. http://revistas.ucm.es/index.
php/ANHA/article/view/ANHA8989110265A. Acceso: 28/08/2012.
457
BELL, Diana, The Complete Gilbert & Sullivan, Nueva Jersey, Wellfleet Press,
1989.
BENOIS, Alexandre, "The origins of the Ballets Russes", en Kochno, Boris, 1970,
pp. 2-21.
BERTI, Franco, “Bocetos para vestidos” en Borsi, Franco, 1982, pp. 255-259.
BOWLT, John E. (ed.), Russian Art of the Avant-Garde. Theory and Criticism 1902-
1934, Nueva York, The Viking Press, 1976.
---, "Leon Bakst, Natalia Goncharova y Pablo Picasso", en Pritchard, Jane, 2011, pp.
91-109.
458
BRUNEL Antoine de, et al., Voyage d'Espagne: contenant entre plusieurs
particularitez de ce Royaume (...) Avec une relation de l'estat &
Gouvernement de cette Monarchie; & une relation particuliere de Madrid,
Colonia, Chez Pierre Marteau, 1666. http://
books.google.es/books/about/Voyage_d_Espagne.html?hl=es&id=_0NCAA
AAcAAJ. Acceso: 18/03/2014.
CARNERO, Guillermo, Estudios sobre teatro español del siglo XVIII, Zaragoza,
Prensas universitarias de Zaragoza, 1997.
459
CERVANTES SAAVEDRA, Miguel de, Ocho comedias, y ocho entremeses nuevos,
nunca representados [1615], Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de
Cervantes; Madrid, Biblioteca Nacional, 2001. http://www
.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/49061407203409139071902/p0
000002.htm#fol_1_8. Acceso: 7/12/2013.
CRAIG, Edward Gordon, El arte del teatro,[1911], México, Grupo Editorial Gaceta,
1987. Traducción: M. Margherita Pavía, [Título original: On the Art of the
Theatre].
---, Towards a New Theatre, Londres, Toronto, J.M. Dent & Sons Ltd., 1913.
D´AMICO, Silvio, Historia del teatro universal, Vol. II, Buenos Aires, Losada,
1954. Traducción: J. R. Wilcock, [Título original: Storia del teatro
drammatico].
---, Historia del teatro universal, Vol. III, Buenos Aires, Losada, 1955. Traducción:
J. R. Wilcock, [Título original: Storia del teatro drammatico].
---, Silvio, Historia del teatro universal, Vol. IV, Buenos Aires, Losada, 1956.
Traducción: Enrique Pezzoni, [Título original: Storia del teatro
drammatico].
DARK, Sidney, "The Art of theatrical disguise", Cassell's Magazine, Vol. 25, ( julio
de 1902, pp. 162-167). http://www.rohcollections.org.uk/collection Comelli
.aspx. Acceso: 25/ 04 / 2013.
460
DE LOS REYES PEÑA, Mercedes, El vestuario en el teatro español del Siglo de
Oro, Madrid, Compañía Nacional de Teatro Clásico, 2000.
DIDEROT, Denis, Oeuvres complètes de Diderot: rev. sur les éd. originales
comprenant ce qui a été publié à diverses époques et les ms. inédits
conservés à la Bibliothèque de l'Ermitage par J. Assézat. Vol. XIX / 2 / 1
Nendeln, Liechtenstein, Kraus Reprint LTD., 1966. http://gallica.bnf
.fr/ark:/12148/bpt6k2340 68. Acceso: 18/08/2012.
---, Paradoja sobre el comediante, carta a dos actrices, traducción y notas de Mauro
Armiño, Madrid, Valdemar, 2003. [Título original: Paradoxe sur le
comédien. Lettre à Madame Riccoboni. Lettres à Mlle. Jodin].
DÍEZ BORQUE, José María, Teatros del Siglo de Oro: Corrales y Coliseos en la
Península Ibérica. Cuadernos de teatro clásico 6, Madrid, Ministerio de
Cultura, 1991.
---, Los espectáculos del teatro y de la fiesta en el Siglo de Oro, Madrid, Laberinto,
2002.
DURAND, Étienne et al., Discours au vray du ballet dansé par le Roy, le dimanche
XXIXe jour de janvier M. VIc. XVII, París, Pierre Ballard, 1617.
461
http://bibliotheque-numerique.inha.fr/collection/4836-discours-au-vray-du-
ballet-danse-par-le/. Acceso: 6/01/2014.
FINKEL, Alicia, Romantic stages: Set and Costume Design in Victorian England,
Londres, McFarland, 1996.
462
andalucia.es/catalogo/catalogo_imagenes/imagen.cmd?path=1002888&posi
cion=1. Acceso: 18/03/ 2014.
FUNDACIÓN JUAN MARCH, Picasso. El sombrero de tres picos. Dibujos para los
decorados y el vestuario del ballet de Manuel de Falla [cat. expo.,
Fundación Juan March, Madrid]. Madrid, Fundación Juan March, 1993.
GÓMEZ ALONSO, Rafael, “La comedia de magia como precedente del espectáculo
fílmico”, Historia y Comunicación Social nº 7, Madrid, Servicio de
Publicaciones de la Universidad Complutense, 2002, pp. 89-107.
463
GÓMEZ GARCÍA, Manuel, Diccionario Akal de teatro, Madrid, Akal, 1997.
---, "Preface to Catalogue of One-Man Exhibition, 1913", en Bowlt, John E., 1976,
pp. 54-60.
---, "Il costume in scena", en Alonge, Roberto, Vol. I, 2000, pp. 1067-1100.
464
---, "Il costume teatrale: un lento cammino verso il realismo", en Alonge, Roberto,
Vol. II, 2000, pp. 1163-1193.
HALL Edward, Hall's Chronicle; containing the history of England during the Reign
of Henry the Fourth, and the succeeding monarchs, to the end of the Reign
of Henry the Eighth, Londres, printed for J. Johnson, T. C. and J. Rivington,
T. Payne, Wilkie and Robinson, Longman, Hurst, Rees and Orme, Cadell
and Davies, and J. Mawman, 1809. https://archive.org
/details/hallschronicleco00halluoft. Acceso: 18/03/2014.
HEILLY, George d´, Foyers et coulisses, Vol. II, París, Tresse, 1875. http://
gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k56615679. Acceso: 2/08/2012.
JARRY, Alfred, Ubú rey, Edición de Lola Bermúdez, Madrid, Cátedra, 1997.
Traducción: José Benito Alique, [Título original: Ubu roi].
JONSON, Ben, The Works of Ben Jonson, Cornwall, Barry (ed.), Londres, Edward
Moxon, 1838.
465
JULLIEN, Adolphe, Histoire du costume au théatre. Depuis les origines du théatre
en France jusqu´a nos jours, París, G. Charpentier, 1880.
http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k568 16535. Acceso: 19/03/2014.
JULLIEN, Jean, Le théâtre vivant : théorie critique, Vol. 2, París, Tresse & Stock
éditeurs, 1896. http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/ bpt6k54945d. Acceso:
18/11/2012
KOCHNO, Boris, Diaghilev and The Ballets Russes, Nueva York, Harper & Row,
1970.
KRIÚKOVA, Helena, "La magia del engaño. Dos palabras sobre el señor Rosenberg
(Leon Bakst)", Acotaciones. Revista de investigación teatral, Nº 6, (enero-
junio 2001), pp. 25-40.
LARRA, Mariano José de, “De las traducciones”, El Español, 11 de marzo de 1836,
pp. 3-4. Biblioteca Nacional. Hemeroteca Digital.
http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0003469530 &page =3&
search =&lang=es. Acceso: 20/01/2014.
LAVER, James, Breve historia del traje y la moda, Madrid, Cátedra, 2012.
Traducción: Enriqueta Albizua Huarte, [Título original: Costume and
Fashion. A concise history].
---, Costume in the Theatre, Nueva York, Hill and Wang, 1964.
466
LECHLEITER, France, Les envois de Rome des pensionnaires peintres de
l’Académie de France à Rome de 1863 à 1914, París, Université Paris
Sorbonne, tesis doctoral leída en 2008. http://www.theses.paris-sorbonne.fr
/these.lechleiter.pdf. Acceso: 21/01/2014.
LOPE DE VEGA, Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo [1609], edición de
Juan Manuel Rozas, Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes,
2003. http://www.cervantesvirtual.com/obra/arte-nuevo-de-hacer-come
dias-en-este-tiempo--0/. Acceso: 9/01/2014.
LUNA, Juan J., "Diaghilev. El impulsor de la obra de arte total", ABC de Sevilla, 15
de enero de 2011, pp. 3.
467
Lancaster (ed.), París, Libraire Ancienne Honoré Champion, 1920.
https://archive.org/details/lemmoiredemahe00mahe uoft. Acceso:
18/03/2014.
MARLY, Diana de, Costume on the Stage 1600-1940, London, Batsford, 1982.
468
MERCIER, SEBÁSTIEN, Du Theâtre ou Nouvel Essai sur L´Art Dramátique,
Amsterdam, Chez E. Van Harrevelt, 1773. https://archive.org/details/dut
htreounouvel00mergoog. Acceso: 19/03/2014.
MERCURE DE FRANCE, Dédié au Roi, París, chez Guillaume Cavelier et al., avril,
1734, 770-773. http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k63547926.image.
Acceso: 19/03/2014.
MOLINA, Tirso de, Comedias de Tirso de Molina, Tomo II, Cotarelo y Mori, Emilio
(ed.), Madrid, Bailly-Bailliere e Hijos, Editores, 1907.
469
MOLINARI, Cesare, Storia del teatro, Roma, Laterza, 2006.
MONTANER, Isabel (ed.), Opera y Zarzuela. Gran discoteca familiar, Vol. II,
Barcelona, Planeta, 1991.
"Mr. Charles Ricketts. Painter and Stage Designer", The Times, 9 de octubre de
1931, p. 7.
NEWTON, Stella Mary, Renaissance Theatre Costume and the Sense of the Historic
Past, Londres, Rapp and Whiting, 1975.
NOVERRE, Jean Georges, Lettres sur la danse, et sur les ballets, Lyon, Aimé
Delaroche, 1760.
470
.es/books/about/Diccionariofrances_espa%C3%B1ol_y_espa%C3%B1ol
.html ?hl=es&id= qrsNAAAAYAAJ. Acceso: 20/08/2012.
OLIVA, César, "Tipología de los lazzi en los Pasos de Lope de Rueda", Criticón, 42,
1988, pp. 65-76.
PALAZZI, Rosana, “El próximo viernes se verá la Sylphide del Colón”, Habitués del
Teatro Colón, 4 de julio de 2012. http://habituesdelteatro
colon.wordpress.com/2012/07/04/el-prximo-viernes-se-ver-la-sylphide-del-
coln-municipalidad-de-godoy-cruz/. Acceso: 24/09/ 2012.
PASI, Mario, (ed.), El Ballet. Enciclopedia del Arte coreográfico, Madrid, Aguilar,
1981. Traducción: Juan Novella Domingo, [Título original: Il balletto:
Repertorio del teatro di danza dal 1581].
PELLEGRINI, Giuliano, "Iñigo Jones 'El Florentino'", en Borsi, Franco et. al., 1982,
pp. 265-270.
---, Recollections and Reflections (1872), Londres, Sampson Low, Marston &
Company, 1901. http://ia600308.us.archive.org/7/items/recollectionsref00
planrich/recollectionsref00planrich.pdf. Acceso: 6/08/2012.
---, The Extravaganzas of J. R. Planché, Dillon, T. F., Crocker and Tucker, Stephen
(ed.), Londres, Samuel French, 1879. http://
www.archive.org/details/extravaganzasofj01plan. Acceso: 6/08/2012.
471
PORTILLO GARCIA, Rafael (ed.), Estudios literarios ingleses: Shakespeare y el
teatro de su época, Madrid, Cátedra, 1987.
PRECKLER, Ana María, Historia del Arte Universal de los siglos XIX y XX, Vol. I,
Madrid, Editorial Complutense, 2003.
PRICE, Cecil John Layton, Theatre in the Age of Garrick, Oxford, Blackwell, 1973.
PRITCHARD, Jane, "La producción de ballets", en Pritchard, Jane, ed., 2011 pp. 45-
61.
PRITCHARD, Jane, "La transformación del ballet", en Pritchard, Jane, ed., 2011, pp.
62-89.
PURCELL, Henry, The works of Henry Purcell. Volume III. Dido and Aeneas,
Londres, Novello, Ewer an Co., 1889. http://ia700808.us.archive
.org/25/items/imslp-and-aeneas-z626-purcell-henry/PURCELL_-_Dido_
and _Aeneas_-_Full_Score .pdf. Acceso: 14/05/2013
472
1971, pp. 180-183. http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k164461.image.
langES.r=Revue%20d%C2%B4Art%20dramatique. Acceso: 29/10/2012.
RAVELHOFER, Barbara, The Early Stuart Masque: Dance, Costume, and Music,
Nueva York, Oxford University Press, 2006.
"Rayonismo". http://www.todacultura.com/movimientosartisticos/rayonismo.htm.
Acceso: 5/10/2013.
REGNER, Otto Friedrich, El nuevo libro del ballet, Buenos Aires, Eudeba, 1965.
Traducción: Gabriela Moner, [Título original: Das Neue Ballettbuch].
---, "Pelléas et Mélisande", L´Art Moderne, 21, (21 de mayo de 1893, pp. 161-162).
http://digistore.bib.ulb.ac.be/2010/DL2864764_1893_f.pdf. Acceso: 24/04/
2014.
473
RIPA, Cesare, Iconología, Vol. I-II, Madrid, Akal, 2007. Traducción: Juan Barja,
Yago Barja.
ROMERO PEÑA, Mercedes, El teatro en Madrid a principios del siglo XIX (1808-
1814), en especial el de la Guerra de la Independencia, Madrid, 2006.
http://eprints.ucm.es/tesis/fll/ucm-t29436.pdf. Acceso: 24/07/2012.
ROUCHÉ, Jacques, L´art théâtral modern, París, Edouard Cornély & Cie , Éditeurs,
1910. http://ia600500.us.archive.org/1/items/lartthatralmod00 roucuoft/lart
thatral mod00roucuoft.pdf. Acceso: 21/10/ 2012.
"Russian Ballet. The Fire Bird", The Times, 26 de noviembre de 1926, p. 12.
SALAS, Roger, "El ballet de la Scala de Milán triunfa en París con la reconstrucción
de Excelsior", El País, 11 de enero de 2002. http://elpais.com/
diario/2002/01/11/cultura/1010703602_850215.html. Acceso13/2/ 2014.
474
SALAZAR, Adolfo, La danza y el ballet, México, Fondo de Cultura Económica,
1995.
SHAW, Martin y CRAIG, Gordon, Souvenir. Acis & Galatea. Masque of Love.
Londres, J.J. Waddington, 1902.
SHERGOLD, Norman David y VAREY, John Earl, "Documentos sobre los autos
sacramentales en Madrid hasta 1636", Revista de la biblioteca, Archivo y
Museo del Ayuntamiento de Madrid, nº 24, 1955, pp. 203-313.
475
SOKOLOVA, Lydia, Dancing for Diaghilev, San Francisco, Mercury House, 1989.
"The Russian Ballet. First Performance of Chout", The Times, 10 de junio de 1921, p.
12.
"The Russian Ballet. Sea Production at the Coliseum", The Times, 4 de noviembre de
1918, p. 11.
"The Shakespeare Memorial National Theatre. Mr. G. B. Shaw's new play", The
Times, 25 de noviembre de 1910, p. 13.
"Theater", Il Journal des Luxus und der Moden, 5 de enero de 1801, pp. 30-32.
http://zs.thulb.uni-jena.de/receive/jportal_jparticle_00088298. Acceso :
20/03/2014.
476
"Théâtre. Les Ballets Russes au Grand-Théâtre", Journal de Genève, 21 de diciembre
de 1915, p. 6.
TOMARKEN, Edward, (ed.) As You Like It from 1600 to the Present: Critical
Essays, Nueva York, Garland Pub., 1997.
VALLETTE, Alfred, "Théâtre D´Art", Mercure de France, Vol. II, mayo de 1891,
pp. 300-305. http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k1051454.image.langES.r=
Mercure %20de%20France. Acceso: 18/11/2012.
477
Entrevistas personales
478
APÉNDICES
479
480
1 FRANCO BERTI: BOCETOS PARA VESTIDOS
481
482
Los bocetos buontalentianos para los vestidos de los intermedios de la
Pellegrina, representada en 1589 en Florencia en el Teatro Mediceo de los Oficios,
constituyen un testimonio iconográfico de notable interés para una hipótesis de
reconstrucción del espectáculo y los métodos de trabajo de entonces. Los diseños, ya
puestos en relación con estas fiestas por Aby Warburg (cf. A. Warburg, I costumi
teatrali per gli intermezzi del 1589, en "Atti dell'Istituto Musicale di Firenze",
Florencia, 1895) son fruto del genio 'caprichoso' de Bernardo Buontalenti (...) [que]
es al mismo tiempo escenógrafo, sastre, director de escena [y] director (...)
483
Ciertamente no todos los números eran claramente legibles, y alguno faltaba
totalmente, pero siempre, en este último caso, las cartas tenían ciertamente un
recorte. De todos los vestidos sólo se refiere un único modelo dentro de cada "libro",
lo que nos atestigua inequívocamente cómo éstos constituían las colecciones
definitivas y 'oficiales' de los figurines escogidos, y no un momento de estudio
preventivo, en el que se establecerían a su vez diversas hipótesis de realización para
cada detalle del vestido. La tesis encuentra su confirmación en un cotejo de los
diseños de que hablamos con los bocetos para las escenas de los intermedios, obra
del mismo Buontalenti: éstos últimos constituyen anteproyectos en los que,
evidentemente, la figura humana se hace sobre todo a medida para las dimensiones
escénicas y la vestimenta es frecuentemente indicada genéricamente; los diseños de
cada personaje representan a su vez un momento decisivo, un estudio esmerado de
los detalles, un momento en que las selecciones definitivas han sido realizadas, y la
idea llega a transformarse en objeto a través del trabajo de los sastres: entonces hay
que bajar a los detalles, indicar no sólo las plumas de oca de los vestidos de las
Sirenas, sino también su peinado, el color de la ropa, el nombre de los intérpretes
para dar así a los encargados la manera de tomar las medidas y hacer que el vestido
se adapte a la persona.
484
2 CATALOGACIÓN DEL VESTUARIO EN LOS AUTOS SACRAMENTALES
485
486
VESTIMENTAS PARA PERSONAJES TERRENALES.
Trajes de pescadores.
Traje de bandolero.
Traje de soldado.*
Traje de rey-reina.
Traje de príncipe-princesa.
Traje de villano.*
Traje de peregrino.*
Romano.
Moro.
Judío.
Negro.
487
Indio.
Traje de Dios.
Traje de Cristo.
Traje de la Virgen.
Trajes de ángeles.
Trajes de santos.
Traje de demonio.
Traje de rufián.
488
Con traje de “rey” o de “príncipe” para Jesucristo.
Con traje de “salvaje” (pieles)* para: Adán, San Silvestre, San Juan
Bautista.
Con un atrezzo muy simbólico irán cada una de las Estaciones: Un cazo
de agua, llevará el Invierno; un ramo de flores, la Primavera; un ramo de
espigas, el Verano y un cesto de frutas, el Otoño.
489
VESTIMENTAS DISTINTAS PARA UN MISMO PERSONAJE. (CAMBIO DE
VESTIDO)
490
3 BOCETO DE EMILIO BURGOS PARA EL MONTAJE DE DON JUAN TENORIO
491
492
La imagen que se nos muestra al final de este apéndice pertenece a un boceto
del escenógrafo y figurinista Emilio Burgos (1911-2003) para la puesta en escena de
Don Juan Tenorio (1844), de José Zorrilla (1817-1893), en 1950.271 En esta lámina
se puede comprobar cómo una obra enmarcada en la época del teatro clásico español
puede representarse con una escenografía y un vestuario vanguardistas.
Emilio Burgos crea estos diseños desde una perspectiva personal, utilizando
recursos estéticos claramente expresionistas y adhiriéndose así a la tendencia
subjetiva en la indumentaria y en la escenografía. El artista sólo ha necesitado
esbozar unos elementos mínimamente localistas -una tumba enmarcada por dos
cipreses y un grisáceo arco de entrada con una balaustrada- para situar la
ambientación de la conocida escena del panteón, conectando lo terrenal del escenario
con lo espiritual reflejado en el telón de fondo.
En este telón, las formas angulosas y la selección de los colores con sus
contrastes de claroscuros sirven para mostrar un cielo luminoso e irreal. La figura
femenina que sube por la escalinata central aparece con una vestimenta de color
azulado y blanco, mientras que las figuras angelicales situadas al final de la
escalinata van vestidas en tonos verdosos, grisáceos y rosados. los tonos amarillentos
y los colores pasteles de la escalinata potencian la luminosidad y la perspectiva de
ese cielo cubierto por infinidad de nubes de diferentes formas y tonalidades. Dichos
efectos visuales se refuerzan por medio de una acertada luminotecnia que genera al
mismo tiempo diversidad y armonía en toda la ambientación escénica.
271
Este boceto se encuentra localizado en el Museo Nacional del Teatro de Almagro: Es. 117.
493
espada que evoca la época del Siglo de Oro; de ahí que los mínimos elementos
ornamentales y los escasos complementos de los trajes se hayan diseñado para
resaltar no los caracteres individuales de los personajes, sino el rol social que
desempeñan según su estatus y profesión, en este caso el grupo de hidalgos
caballeros de la Orden de Santiago.
494
495
496
4 UN EJEMPLO DE RECOPILACIÓN DE VESTUARIO: LA FAVORITA
497
498
En la puesta en escena de la ópera La Favorita (1840) de Gaetano Donizetti
(1797-1848) en el teatro de la Maestranza de Sevilla, en mayo de 1992, el director de
escena Giuseppe de Tomasi trasladó la ambientación escénica al siglo XIX en lugar
de atenerse a la época de la ópera representada cuya acción transcurría originalmente
en el siglo XIV. Esta traslación no es arbitraria, sino que obedece a las características
románticas que impregnan dicha obra.
499
refuerza mediante enaguas almidonadas, en lugar de crinolinas y polisones utilizados
en los trajes de la siguiente lámina. Las mangas se encuentran fruncidas en los
hombros y se alargan hasta las muñecas en consonancia con el decoro que requieren
estas escenas. Según el tejido del traje se distinguen dos tonalidades de verde: los
vestidos en tela aterciopelada presentaban un color verde botella que a la luz de los
focos proyectaba reflejos plateados, mientras que los trajes en seda y organza
mostraban un verde agua menos intenso que al contraste con las luces reflejaba tonos
dorados que aparecían como incrustados en el vestido. Otro grupo de damas
presentaba el mismo modelo de traje en color negro, intensificando así el riguroso
luto de la escena del entierro, como se muestra en la figura de la segunda lámina.
272
Un polisón es un armazón o almohadilla que, sujeta a la cintura, ahueca la falda por detrás. Hacia
1770 ya se utilizaban pequeños polisones en algunas prendas, pero fue en la segunda mitad del siglo
XIX cuando el uso del polisón adquirió verdadera carta de naturaleza (Laver, James, 2012, pp. 145,
176, 190,194-195, 203).
500
Para concluir se puede afirmar que Giuseppe de Tomasi ha seleccionado un
vestuario que, aunque no se ciñe con precisión histórica a la obra representada sí se
halla dentro de la tendencia arqueológica en la indumentaria, pues las vestimentas se
atienen a una ambientación claramente localista, reflejando el estilo dieciochesco
indicado por Tomasi. Por lo tanto, esta recopilación de vestuario resultó satisfactoria,
pues el director de escena escogió la vestimenta de acuerdo con la idea general que
deseaban transmitir; además, en lugar de recurrir a trajes aislados de diversas
procedencias, Tomasi acudió a un conjunto de vestuario con un mismo enfoque
estético que había pertenecido a una producción anterior unificada y perfectamente
catalogada por el servicio de guardarropa de la Scala.
501
502
Lámina 2. Vestuario para la escena primera de los actos primero
y cuarto de la representación de La Favorita. Sevilla, Teatro de la
Maestranza, 17 de mayo de 1992.
503
504
Lámina 4. Vestuario para las escenas tercera del primer acto, cuarta del
acto segundo y séptima y octava del acto tercero de la representación de
La Favorita. Sevilla, Teatro de la Maestranza, 17 de mayo de 1992.
505
506
5 BALLETS RUSOS: UNA PRODUCCIÓN SUBMARINA EN EL COLISEUM
507
508
Peces, escamas, verdor, humedad, inmersión, ¿nos atrevemos? Shelleyniano.
Movimientos raros y sospechosos, incluso grotescos en el detalle, pero
extraordinariamente acuáticos en conjunto. Música con un ritmo mitad cómico,
mitad estimulante. Un Orfeo no del inframundo, sino del profundo mar, llevando
consigo su insistente tamborileo del mundo cotidiano a las pausadas y sigilosas
profundidades. Destellos y fulgores azules y verdes y de un rosado escamoso; y
desde su interior se va hundiendo lentamente un clamor carmín. Y el siempre
inescrutable ritmo del mundo de arriba, abriéndose paso en la verde quietud de las
profundidades. Sólo tal ejercicio de contorsionismo del lenguaje puede describir lo
acuoso, pulsante, palpitante, el silencio del abismo de Sadko, el ballet que los rusos
presentaron en el Coliseo la noche del sábado. Se trata de la coreografía de Bolm, el
vestuario de Goncharova y la bizarra, submarina e insistente música de Rimsky-
Korsakoff (probablemente resulte tediosa a la décima audición). El juglar Sadko
levanta las pasiones de la hija del Rey del Mar y ella, para ganárselo, lo ahoga.
Cuando éste alcanza a las profundidades, hace que todos los moradores submarinos
dancen alocadamente al ritmo de su música en las verdes profundidades,
confrontando violentamente la ondulada quietud de su aleteo. El propio Rey del Mar,
con todo el boato de su lustrosa vestimenta, se ve obligado a contonearse, brincar y
bailar como una pequeña langosta o una sirena cualquiera. Y Sadko, al ver el daño
que podría infligir, rompe las cuerdas de su frenético gusli y vuelve a la superficie
del mundo diurno cotidiano.
509
Idzikovsky ("Sea Production at the Coliseum", The Times, 4 de noviembre de 1918,
traducción de Rafael Moreno Esteban).
510
511
512