Caperucita Roja
Caperucita Roja
Caperucita Roja
Érase una vez una niña que era muy querida por su abuelita, a la que visitaba
con frecuencia aunque vivía al otro lado del bosque. Su madre que sabía coser
muy bien le había hecha una bonita caperuza roja que la niña nunca se
quitaba, por lo que todos la llamaban Caperucita roja.
– “Caperucita anda a ver cómo sigue tu abuelita y llévale esta cesta que le he
preparado”, –le dijo. Además le advirtió: –“No te apartes del camino ni hables
con extraños, que puede ser peligroso”.
El lobo que ya había decidido comerse a Caperucita, pensó que era mejor si
primero tomaba a la abuelita como aperitivo. – “No debe estar tan jugosa y tierna,
pero igual servirá”, – se dijo mientras ideaba un plan.
Caperucita también pensó que era una buena idea, pero recordó nuevamente las
palabras de su mamá. – “Es que mi mamá me dijo que no me apartara del
camino”. A lo que el lobo le contestó: – “¿Ves ese camino que está a lo lejos? Es
un atajo con el que llegarás más rápido a casa de tu abuelita”.
Sin imaginar que el lobo la había engañado, esta aceptó y se despidió de él. El
lobo sin perder tiempo alguno se dirigió a la casa de la abuela, a la que engañó
haciéndole creer que era su nieta Caperucita. Luego de devorar a la abuela se
puso su gorro, su camisón y se metió en la cama a esperar a que llegase el plato
principal de su comida.
A los pocos minutos llegó Caperucita roja, quien alegremente llamó a la puerta y
al ver que nadie respondía entró. La niña se acercó lentamente a la cama, donde
se encontraba tumbada su abuelita con un aspecto irreconocible.
– “Son para verte mejor”, – dijo el lobo imitando con mucho esfuerzo la voz de
la abuelita.
– “Abuelita, pero que orejas tan grandes tienes” – dijo Caperucita aún sin
entender por qué su abuela lucía tan cambiada.
En el momento en que esto sucedía pasaba un cazador cerca de allí, que oyó lo
que parecía ser el grito de una niña pequeña. Le tomó algunos minutos llegar
hasta la cabaña, en la que para su sorpresa encontró al lobo durmiendo una
siesta, con la panza enorme de lo harto que estaba.
El cazador dudó si disparar al malvado lobo con su escopeta, pero luego pensó
que era mejor usar su cuchillo de caza y abrir su panza, para ver a quién se había
comido el bribón. Y así fue como con tan solo dos cortes logró sacar a Caperucita
y a su abuelita, quienes aún estaban vivas en el interior del lobo.