Rugby 02 - The Player and The Pixie - L.H. Cosway & Penny Reid
Rugby 02 - The Player and The Pixie - L.H. Cosway & Penny Reid
Rugby 02 - The Player and The Pixie - L.H. Cosway & Penny Reid
2
Staff
Fiorella ♥
Fiorella ♥ Bella´
Black Rose Kariza
∞Jul∞ Sam89
Lipi Sergeyev Maeh
Alysse Volkov Taywong
Valentina D.
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*Andreina F*
El Jugador
“La paz viene de dentro. No la busques fuera”.
—Lucy Fitzpatrick (también, tal vez, Buddha).
C
arne era un color extraño para el esmalte de uñas.
Entiendo el negro (para los góticos) e incluso el gris hasta un
cierto punto, pero, ¿carne? Pintabas tus uñas del mismo
eras pelirroja.
color que ya tenían. Era como teñir tu cabello de rojo cuando 6
Absurdo.
Me quedé mirando la sección de colores en la sección de cosméticos
de la tienda departamental, tratando de resistir la urgencia de tomar esa oh-
tan-tentadora sombra de amarillo canario y empujarla dentro de mi bolso.
No la necesitas. No la necesitas. No la necesitas. Los objetos materiales son
transitorios. La alegría que traen es pasajera y vacía… extrañamente, mi
mantra no funcionaba en ese momento.
Así que, probablemente ya has adivinado mi secreto. Tengo una
adicción… o, tal vez, compulsión era la mejor palabra.
Era una ladrona. Una ladrona de tiendas. Y la simple vista de artículos
de consumo lo suficientemente pequeños para ocultar dentro de los confines
de un bolso o un bolsillo de abrigo me ponía los dedos inquietos como no te
imaginas.
Era aborrecible, sabía eso, y luchaba a diario con mi culpa. De hecho,
lo estuve haciendo tan bien en mi intento de dejarlo. Para ser una mejor
persona. Hace seis meses me mudé a Nueva York para empezar un nuevo
trabajo como una fotógrafa/bloguera/YouTuber de celebridades, y decidí
parar. Era mi oportunidad para un nuevo comienzo. No había robado una
sola cosa en todo este tiempo. Sí, la Gran Manzana permaneció intacta de
mi hábito de manos largas. Y sin embargo, ahí me hallaba parada, con
comezón por robarme esa ridícula botella de esmalte de uñas.
Sabía la razón de porqué, y su nombre comienza con una J., esa sería
Jackie Fitzpatrick, mi madre, y proveedora de complejos de inferioridad
donde sea. Era verano y llegué a casa, a Dublín, de visita, para ver a mi
hermano y su prometida, encontrarme con algunos amigos. El problema era,
que me comprometí a quedarme con mi mamá. Regresé durante solo un día
antes de que empezara con sus comentarios acostumbrados.
¿Cuándo vas a encontrar un hombre y establecerte?
Esos pantalones holgados hacen nada por tu figura.
Salir contigo cuando estás vestida así es vergonzoso.
Ningún hombre querrá casarse con una chica con tantas opiniones.
¿Has considerado venir conmigo por una depilación brasileña? A los
hombres les encanta cuando estás sin obstáculos. (Me sonrojé como una
maniaca después de esa.)
¿Harías por favor algo diferente con tu cabello? Mirar todos esos colores
está dándome dolor de cabeza.
Así que sí, incluso si se encontraba mal en tantos niveles, robar era
ese golpe de alivio que necesitaba para poder lidiar con las críticas 7
constantes de mi madre. A decir verdad, fue más por accidente. Un día había
estado al teléfono con ella mientras me hallaba en una tienda. Me regañaba
por algo, y yo me sentía tan estresada que salí antes de pagar. Un raro alivio
me golpeó cuando me di cuenta de que había robado, incluso si fue sin
querer. Después de eso, la compulsión creció y creció, hasta que estuvo
completamente fuera de control… empezaba a salirse de control otra vez.
Mi necesidad de alivio todavía era superior a mis sentimientos de
culpa. Agarré la botella, dejándola caer con discreción dentro de mi bolsa y
me giré para irme. Solamente me había alejado del pasillo hacia la salida
cuando una voz llamó—: ¡Oiga! Espere.
Mi corazón comenzó a correr y calor subió a mis mejillas. Fui
atrapada. No sería la primera vez, pero aun así, no hay nada menos
vergonzoso o inductor de ansiedad que ser encontrado robando. Nada más
por eso, me volví y encontré con un par de ansiosos ojos cafés. Esos ojos
pertenecían a un chico joven, cerca de mi edad, y también un empleado de
la tienda. Esperé por el previsible discurso. Él iba a pedirme volver adentro
así él podría revisar mi bolso, y luego la humillación y vergüenza seguirían.
Definitivamente me lo merecía.
—¿Lucy? ¿Lucy Fitzpatrick? —preguntó de manera vacilante,
Eché un vistazo de lado a lado. ¿Cómo conocía mi nombre? —Ah, sí.
Sonrió. —Soy Ben, Ben O’Connor. Fuimos a la escuela juntos,
¿recuerdas? Solía sentarme a tu lado en Historia.
Ahora que miraba hacia él apropiadamente, lo recordé. Creo que le
pedí prestado su marcador una vez. Era una sorpresa que pudiera
reconocerlo, porque normalmente tenía una memoria de colador. En
realidad tenía que usar trucos para recordar los nombres de las personas.
Por ejemplo, cuando conocí por primera vez a mi amigo en Nueva York,
Broderick, me mantuve imaginándolo en un sombrero café con alas de
helicóptero y una larga gabardina. De ese modo mi cerebro podía hacer la
conexión al Inspector Gadget siendo interpretado en la película por Matthew
Broderick, de ahí el nombre de mi nuevo amigo era Broderick.
—Oh sí. —Sonreí, mientras que por dentro me cagaba de miedo. ¿Me
vio tomando el esmalte de uñas?—. Ahora recuerdo. Ha pasado un tiempo.
¿Cómo te ha ido estos días?
—Genial —respondió con entusiasmo y traté de regresarlo.
—Eso es bueno. Es maravilloso.
Asintió y deslizó sus manos dentro de sus bolsillos. —Sí.
Unos segundos de raro silencio siguieron y yo quería irme. Ben estaba
siendo amigable, y parecía como un chico encantador, pero yo todavía me
sentía en pánico por el esmalte de uñas. Estúpido tentador amarillo canario.
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¿Cómo se suponía que me resistiera a tal viveza? ¿Cómo?
—Te ves diferente ahora —dijo Ben finalmente.
Me reí nerviosamente. —¿Diferente bueno o diferente malo?
Se encogió de hombros. —Solo diferente.
—Debe ser ese cambio de sexo que me hice —dije y me lamenté.
Siempre hacía bromas raras cuando me ponía nerviosa.
Ben me dio una risa de consolación pero claramente no vio el humor.
No lo culpé. Era tan rara a veces. Él aclaró su garganta. —Entonces, sabes
que soy un enorme fan del rugby, ¿cierto?
Mi estómago cayó un poco ante su pregunta. Por un segundo pensé
que me coqueteaba, pero no, esto era acerca de Ronan. Amaba mi hermano
con todo, pero su carrera significaba que muy seguido las personas
quisieran ser mis amigos debido a con quién compartía ADN. Algo depresivo,
pero siempre traté de mirar el lado bueno. Compensar la negatividad con
positividad era la clave para una vida feliz, y estar relacionada a una persona
famosa trae consigo muchas ventajas. Siempre trataba de concentrarme en
esas. Además, yo era una persona naturalmente feliz y llena de vida cuando
no lidiaba con la prejuiciosa influencia de mi madre.
—Oh, ¿lo eres? Eso es genial.
Ben asintió. —Así que, ¿crees que tal vez podrías conseguirme entrar
a la fiesta de esta noche? Me encantaría ir y conocer al equipo. En serio,
sería un sueño hecho realidad.
El grupo Irlandés jugó su último juego de la temporada, y esta noche
había una celebración en marcha para marcar la ocasión.
—Amm, en realidad no estoy segura que pueda arreglarlo, Ben. La
fiesta es en un par de horas —le dije con honestidad.
De pronto, la expresión de Ben cambió. Ya no más la tímida apariencia
educada. Ahora lucía cínico… engreído incluso. Dio un paso hacia delante
y entrecerró sus ojos. —Méteme a la fiesta y no le diré a mi gerente sobre el
esmalte de mierda que acabas de robar.
Mi corazón latió con fuerza y tragué con dificultad, aturdida por su
repentino cambio de personalidad.
Mi atención parpadeó hacia el viejo hombre que manejaba la caja
registradora. Era ridículo, pero sentí un poco de ganas de llorar. A veces era
tan ingenua, tan crédula. Ben no era encantador. Trataba de chantajearme.
No lloré, pero sentí que quería.
—Está bien entonces —le dije—. Me aseguraré de que tu nombre esté
en la lista de invitados.
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Me volví para irme.
—¿Con un acompañante? —llamó Ben detrás de mí. Negativos
pensamientos trataron de inundar mi mente pero los hice retroceder,
repitiendo unas cuantas líneas de Tao Te Ching1 que a menudo usaba
durante la meditación. Ah, eso estuvo mejor. Me sentía en calma ahora.
—Sí, Ben, con un acompañante.
2Juego de palabras, en inglés bubbly, se refiere a las maneras de referirse al champán con
esa palabra: burbujas, espumoso o champán.
una condescendiente ceja, luego me descartó en un instante, regresando su
atención al bar.
Huh.
Tras cerca de treinta segundos todos regresaron a sus conversaciones,
tratando lo mejor posible de ignorar a Sean, Ronan me dijo una vez que Sean
era el tipo de persona que se alimentaba de la atención. Pero ahora que él
se encontraba cerca, lo suficientemente cerca de mí para notar cuán
devastadoramente e ilegítimamente atractivo era: ojos azul claro, mandíbula
fuerte, lindos labios, nariz atractiva.
Suspiro.
¿Por qué los hermosos eran siempre tan príncipes, eh?
Él se apoyó contra el bar, con la descorchada botella de champán
sirviendo un poco en una copa. Tenía una sonrisa come mierda cuando miró
fijamente hacia Ronan, llevando la copa a sus labios, su meñique arriba.
Supe que se metía con Ronan cuando mi hermano murmuró a Anne en voz
baja—: ¿Está jodiéndome?
Annie se sentaba al lado de su prometido, usando un hermoso vestido
azul y luciendo preocupada. Ella rápidamente puso su mano sobre el muslo
de Ronan en un intento de tranquilizarlo.
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Sean seguía sonriendo mientras que Ronan se sacaba cada vez más
de quicio. Solo pasó un minuto o dos antes de que mi hermano finalmente
estallara.
—De acuerdo, Cassidy, claramente tienes algo que decir, así que dilo
—dijo Ronan en voz alta—. Y baja tu maldito meñique.
Los labios de Sean se movieron en algún tipo de satisfacción mientras
meneaba su dedito. —¿Qué? ¿Este meñique? ¿Desafié tus conceptos
cavernícolas de masculinidad, Fitzpatrick? ¿O los meñiques levantados te
excitan?
—No me vengas con eso. Eres tan gay como un video de Snoop Dogg.
Ahora piérdete.
Sean le dio a Ronan una mirada aburrida luego posó su mirada por
la habitación a uno de los nuevos jugadores, un tipo americano llamado
William Moore.
Lo señaló con su dedo; su dedo índice, no su dedo meñique. —Sé que
te las arreglaste para tener a ese campesino remplazándome. Bien, déjame
decirte aquí y ahora, que no va a pasar.
William era fornido como un hombre corpulento y venía de una
pequeña granja en Oklahoma. Su madre era de descendencia irlandesa y él
originalmente jugaba para un equipo semi-profesional en los estados
unidos. William también era uno de los más amables, y el mejor hombre de
buenos modales que jamás conocí, así que me molestaba que Sean estuviera
apuntándole.
Parecía estar molestando a todos los demás también, y noté un
numero de chicos erizarse, sus posturas cada vez más rígidas. Sean no se
hacía ningún favor al gritarle a William. Todo el mundo amaba a William.
—Estás siendo paranoico —dijo Ronan—. Nadie trata de remplazarte,
Cassidy. A pesar del hecho de que a todos nos gustaría meter tu cabeza en
un retrete la mayoría de los días, eres por desgracia talentoso. Es la única
razón por la que nos aguantamos tu pésima personalidad.
Sean no pareció oír el velado cumplido que Ronan le dio y en cambio
se enfocó en el insulto. —Eso es divertido, porque tus chicas tienen una
historia de encontrarme personalmente irresistible. O tal vez simplemente
te encuentran insuficiente. —Sus glaciales ojos se deslizaron a la prometida
de mi hermano—. Es realmente sólo cuestión de tiempo.
Ronan se levantó de su asiento y dio un paso hacia delante. Annie
intentó agarrar su mano y tirar de él hacia abajo, pero ya se había ido. Antes
de que lo supiéramos, se hallaba a centímetros de distancia de Sean,
lanzando dagas con los ojos.
—Si quieres seguir jugando para este equipo, entonces cierra tu puta 12
boca ahora mismo.
Sean lo miró fijamente, aparentemente inafectado por la hostilidad de
Ronan. —Oh, ¿así que ahora tienes algo que decir sobre quién juega y quién
no para el equipo? No recibí el memo sobre tu promoción a nuestro manager.
—Vete. Ahora —dijo Ronan, su mandíbula tensa. Si conocía a mi
hermano, le tomaba un gran esfuerzo no derribar de un golpe a Sean en ese
momento. Tenía un notorio detonador corto, y Sean Cassidy era un experto
en saber cómo encenderlo.
Apenas un segundo pasó antes de que varios de los chicos estuvieran
de pie y sacando a Sean de la habitación. Se fue, pero no antes de dirigirle
a Ronan una inmensa y desafiante sonrisa mientras se iba. Ronan se sentó
de nuevo junto a Annie, quien le dio un suave beso en los labios y susurró
en su oído. Supuse que le decía que no dejara que Sean le afectara.
Sabía que tenía buena intención, pero había demasiada animosidad
entre los dos hombres para que lo dejaran ir. Obvio, sólo fui alguien ajeno
mirando, pero si sabía algo sobre rugby, reconocía un choque lleno de
testosterona y egos, y esos dos no eran una buena mezcla.
Después de unos minutos, todos parecieron calmarse. Sin embargo,
después de la aparición de Sean, nuestra alegre reunión no era tan jovial
como antes. Necesitando hacer pis, dejé la fiesta privada y fui en busca de
un cuarto de baño. Acababa de dejar el cubículo, cuando vi a mi mamá de
pie en el mostrador de maquillaje, poniéndose pintalabios. Sus ojos azules
se fijaron en mí y me dio su habitual expresión. No era ni una sonrisa ni un
ceño, sino algo entre medias, una mueca enmascarada como una sonrisa.
—Lucy, ¿dónde has estado toda la tarde? He querido presentarte al
hijo de un amigo mío. Es un verdadero bombón, posee su propia compañía
y todo.
—Oh —dije, sin comprometerme.
Lavé y sequé mis manos, entonces mamá deslizó su brazo por el mío.
—Vamos, podemos encontrarlo ahora. —Sus ojos fueron a mi cabello por un
segundo y suspiró tristemente. Sabía que se sentía avergonzada por él. De
alguna manera, era una de las principales razones por las que lo hice. En
otra manera, no lo era. Quería ser capaz de expresarme en una manera que
me hiciera feliz. Y tener el cabello de un color que nunca podría ser
encontrado al natural hizo exactamente eso.
Acabábamos de salir del baño cuando intenté apartar mi brazo del
suyo. —Tal vez más tarde, mamá. Le prometí a Annie que volvería pronto.
Tenemos un montón de cosas del trabajo que discutir.
—Esta es una fiesta, Lucy. El trabajo puede esperar por otro día.
Me mantuve firme, plantando mis pies con firmeza en el suelo y no
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permitiéndole llevarme más lejos. Sabía que mi madre tenía sus problemas
e inseguridades; sin embargo, todavía me estresaba. Deseaba que las cosas
pudieran ser diferentes, pero era a menudo difícil estar a su alrededor.
—No, mamá. Voy a volver con Annie. No quiero conocer al hijo de tu
amigo.
Me miró boquiabierta, como si se sorprendiera por mi estallido. Me
sentía un poco sorprendida conmigo misma. A menudo le consentía sus
deseos porque no quería molestar a nadie. Unos momentos pasaron y no
podía decir si iba a perderlo conmigo o no.
Al final no lo hizo, probablemente porque había demasiada gente.
Puso la sonrisa más falsa que jamás vi en su cara y dijo—: Está bien, cariño.
Ve con Annie. Disfruta la fiesta tanto como puedas. Te veré de vuelta en
casa.
Y con eso se volvió y se alejó. Sabía que su última frase no era tan
benévola como la hizo sonar. Al segundo en que llegara a casa esta noche,
estaría dentro por ello. Sí, contendría todo su descontento hasta entonces,
cuando no hubiera ojos atentos para presenciarlo. El pensamiento me hizo
empezar a desear que hubiera algo alrededor que pudiera robar… tal vez un
par de copas de champán. Cabrían en mi bolso de mano, ¿cierto?
Dios, era un desastre.
Dejando escapar un largo suspiro, me desplomé contra la pared.
Sacando mi teléfono de mi bolso, revisé para ver si tenía algún mensaje.
Tenía uno y era de Annie. Leerlo me hizo sonreír y se llevó la mayoría de mis
impulsos de robar.
Annie: Si encerráramos a tu hermano y a Sean en una habitación,
¿cuáles crees que serían las posibilidades de que se mataran el uno al otro o
que empezaran a llorar mientras tienen un emocional corazón a corazón?
Resoplé y tecleé una rápida respuesta.
Lucy: Diría que es una relación de un millón a cero, mi amiga.
Aunque en realidad no vivíamos en el mismo país, Annie y yo nos
volvimos extremadamente cercanas en los últimos meses. Yo era su
comunicadora social y su dadora de consejos en cómo tratar con Ronan, y
ella era mi gurú y dadora de consejos en cómo sobrevivir viviendo en Nueva
York. Además, trabajábamos juntas para crear un blog de publicaciones de
humor sobre ridículas celebridades. ¿Dime dos chicas que no se unirían
sobre eso? Juro que la mayoría de nuestras llamadas de Skype consistían
en el noventa y cinco por ciento en risas y el cinco por ciento en verdadera
conversación.
Metiendo mi teléfono en mi bolso, me volví para ir de nuevo a la
habitación VIP y choqué con un cuerpo. Ese cuerpo era enorme y masculino, 14
y parecía llevar un muy bonito traje. Sólo me tomó una fracción de segundo
reconocer el traje. Pertenecía a Sean Cassidy, quien actualmente me
fulminaba con la mirada.
—Mira por dónde vas, Mini-Fitzpatrick —dijo, con hostilidad en su
voz. Claramente, ser la hermana de Ronan significaba que era su enemiga
número uno.
Levanté mis manos en el aire y repliqué con humor—: Lo siento,
Espumoso. Intentaré ser más cuidadosa la próxima vez.
Una ceja sardónica se alzó. —¿Espumoso?
Casi me reí cuando me di cuenta de cómo le llamé. Tenía todo que ver
con sus gloriosas nalgas, por supuesto, pero no existía manera de que le
fuera a decir eso. No necesitaba empezar a sonrojarme como una maniaca
delante de él.
—He decidido nombrarte como tu bebida favorita, Espumoso —dije,
intentando sacarle una sonrisa. Ronan siempre decía que era demasiado
agradable para mi propio bien y dejaba que la gente tomara ventaja, pero
tal vez Sean no era tan malo como todos pensaban. Tal vez tenía algo bueno
en alguna parte. O tal vez sólo me encontraba achispada.
Pensé que vi sus labios retorcerse con diversión, pero entonces se
puso hostil de nuevo. —Pensé que las chicas como tu limitaban sus
repertorios a refrescos con alcohol y daiquiris con sombrillitas horteras.
Su sonrisa era condescendiente como su tono e hizo un movimiento
para alejarse. Aun así, notaba algo defensivo sobre cómo lo dijo que me hizo
pensar que su comentario era un ataque preventivo. Él pensaba que por ser
la hermana de Ronan lo odiaba automáticamente, así que se mostraba como
si también me odiara. Umm…
—Pareces tenso, tal vez deberías probar la meditación —sugerí.
Se detuvo y se dio la vuelta. —¿Perdona?
—La meditación de Yogi Bhajan se supone que funciona de maravilla.
Para mí, personalmente, el yoga funciona de maravilla. Voy toda tensa y
estresada y salgo ligera y liviana. En serio, considéralo. Te sorprenderán los
resultados.
Esta sugerencia pareció tanto molestarlo como aturdirlo. —¿Qué estás
divagando?
Tomé un par de pasos hacia delante hasta quedarme directamente
frente a él. —Obviamente tienes algunos problemas sin resolver y usas a mi
hermano como una salida para tu hostilidad. Estoy intentando sugerir
algunas maneras de tratar con tu ira. Oh, ¿y sabes qué es genial para
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manejar el estrés? Inmersión total para la relajación y desintoxicación, como
ir a un retiro de yoga. De hecho, voy a hacer uno cuando regrese a los
Estados Unidos la próxima semana. Es en el Lago Squam3, hermoso lugar.
Realmente lo estoy esperando. Deberías pensar en ir.
Por supuesto, no estaba siendo seria, pero me sentía achispada y
charlatana y me sentía un poco mal por él. Existía algo sobre Sean Cassidy
que me recordaba a los perros que había en los albergues de Nueva York,
abusados y maltratados, ladrando a todos porque no sabían en quien
confiar. Obviamente, era una noción ridícula. Sean no era un perro
rescatado, era un arreglado y consentido pura sangre.
Me escuchó hablar, pero sus ojos no se hallaban en mi cara. En su
lugar, vagaron a mis desnudos brazos y hombros antes de aterrizar en mi
pecho. Tenía este pequeño lunar sexy cerca de mi clavícula y actualmente
lo miraba fijamente como si quisiera ponerse realmente cercano y personal
con él.
Vaya, esto no era lo que esperaba en absoluto, pero tenerlo mirándome
de la manera en que me miraba justo entonces, bien, hacia cosquillear mi
piel.
3 Es un lago situado en la región de los lagos de New Hampshire central, Estados Unidos.
Tomó un paso adelante y en mi espacio, su tamaño y proximidad
mareantes, y se burló—: ¿No son esos retiros sólo una excusa para hippies
para juntarse en medio de ninguna parte, comer granola y tener sexo en
grupo?
La manera en que habló hizo que mis estremecimientos
desaparecieran al instante. Ronan tenía razón. Sean era un imbécil. Y yo
era una tonta bondadosa por pensar que existía algo más bajo su arreglada
y refinada superficie. Éramos de dos mundos diferentes. Él creció al sur de
Dublín, un hijo adoptado en una casa privilegiada. Mientras que yo crecí al
norte de Dublín, en la zona de la clase obrera. Mi madre tuvo dos trabajos,
apenas poniendo comida en la mesa. Todo, desde las diferencias en nuestros
acentos a nuestras divergentes actitudes, nos colocaba en mundos
separados.
—No en realidad, es una excusa para ir a algún lugar hermoso,
conocer a gente asombrosa y aclarar tu mente, pero no esperaría que
entendieras eso. —Y con eso, me volví e intenté caminar en línea recta de
vuelta a la fiesta.
Podría haber sido mi imaginación, pero sentí sus ojos sobre mí todo
el tiempo y es posible que acelerara mi irregular paso hasta que estuve a
salvo más allá de la puerta privada. Odiaba que me hubiera afectado. Se
suponía que tenía que ser la calmada, la tolerante, y aun así con sólo un 16
par de palabras cuidadosamente escogidas, me hizo querer estrangularlo.
Ahora totalmente entendía el odio de Ronan por el tipo.
Siempre trataba de creer que todo el mundo tenía el potencial de ser
bueno, de ser redimido. Pero este chico podría ser el que me probara lo
contrario.
Sí, en lo que a mí respectaba, Sean Cassidy era completa, irrevocable
e inequívocamente irredimible.
Hay tres cosas seguras en la vida: la muerte, los impuestos y el frío temor de asistir a otra
reunión familiar.
—Sean Cassidy.
Sean
A
lguien necesita explicarme por qué las cámaras de los teléfonos
móviles hacen ese sonido de clic cuando se toma una foto. ¿No
puedes ver que la foto ha sido tomada? Eso es como agregar un
efecto de sonido a un salero. Claramente, veo que a mí comida se le agregó 17
sal. Puedo probar la sal. No requiero una información sensorial adicional
que me avise que a mi comida se le ha agregado sal.
No había abierto mis ojos todavía, pero me encontraba despierto.
Podía escucharla tomando fotos de mí, así que decidí esperar hasta que
terminara. No necesitaba hacer las cosas incómodas.
Con suerte no tendría una costra de baba en la esquina de mi boca, y
no se habría enfocado en mi cara. Si la memoria no me fallaba, no parecía
de esa clase. Esas fotografías eran trofeos para chicas como ella.
Sentía su aún desnudo cuerpo a lo largo del mío, y su cabello rozando
contra mi hombro desnudo.
Por el ángulo de su postura, deduje que ahora se tomaba selfies
conmigo… mientras dormía.
No. Eso no es para nada molesto. Comportamiento perfectamente
normal. Solo posa con el hombre inconsciente, nada raro sobre ello. Estoy
plenamente seguro que mucha gente disfruta que se tomen fotografías con
ellos mientras duermen.
Rubia rara.
Se apartó, como para desplazarse a través de sus fotos trofeo, y sentí
su cambio a posición sentada en el colchón. Sus falsas largas uñas hacían
clic contra la pantalla táctil de su teléfono, el sonido increíblemente irritante.
Esa fue mi señal para salir.
Estiré mis brazos, cuidadosamente para evadir tocarla, e hice un gran
espectáculo arqueando mi espalda antes de abrir mis ojos. Esto le dio el
suficiente tiempo para esconder su teléfono si se sintiera culpable sobre ser
una oportunista. Cuando abrí los ojos, evité hacer contacto con los de ella.
Descubrí que era mejor establecer las expectativas en el curso adecuado de
“no relación” tan pronto como era posible.
—Bueno, buenos días, guapo. —Se deslizó en las sabanas de nuevo,
sus garras viniendo a mi torso.
Miré a sus manos. No hay señales de teléfono. Lo debe haber puesto
en su mesita de noche. Esto era un alivio; mientras menos discretas eran
las de su tipo más seguido pedían fotografías en el desayuno. La respuesta
era siempre no. Nunca comía con ellas.
No había estado ebrio anoche cuando sugerí la fiesta. Había estado
frío. Irlanda es frío, incluso en verano. Y como que me gusta el frío, a menos
que pueda localizar un cuerpo caliente y compartir su cama.
La mujer se acurruca contra mí. Su piel se sentía suave anoche, pero
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ahora, bañada en la luz de día, se sentía como lija. La quité de mí, ya no
tenía frío, y me senté en el borde de la cama frotando mis ojos.
—¿Qué hora es?
—Solo pasan de las siete. —Ronroneó, sus uñas rascando suavemente
por mi espalda.
—Deja de tocarme. ¿Dónde demonios están mis pantalones?
Apartó la mano con un jadeo y misericordiosamente en silencio
mientras yo escaneaba la habitación.
El sexo era usualmente el precio que pagaba por una noche de calor,
lo cual no tenía sentido porque mis compañeras sin nombre siempre fingían,
incluso cuando me las comía. Fingían en voz alta, con entusiasmo, y a veces
con una impresionante creatividad. Pero fingida, sin embargo.
Solo por una vez, quería ver, escuchar y sentir un verdadero orgasmo
de una mujer. Solo. Una. Jodida. Vez. Estoy comenzando a dudar si las
mujeres son capaces de llegar al clímax. El mito del gran orgasmo
femenino…
—No necesitas ser semejante idiota. —Ella recuperó la habilidad para
hablar. Hubiera deseado que no.
Voy a estar tarde para el desayuno del sábado con la familia si no me
levanto y salgo. Si me perdía el desayuno entonces seria objetivo de meses
de recordatorios pasivo-agresivos por mi tardanza por esa única vez, y seré
enganchado con un año de favores con valor.
—Necesito orinar. —Me levanto de la cama y cruzo su pequeña
habitación hacia la puerta que asumo es el baño, encontrando mis
pantalones en el camino y poniéndomelos. Cierro y bloqueo la puerta, solo
en caso de que ella tenga alguna idea de tomar más fotografías, y hago mis
asuntos. Enjuago su cepillo de dientes con enjugue bucal antes de
cepillarme con él.
Tengo un ritual de limpieza después de una noche de desenfreno
estúpida. Desinfectar el cepillo de dientes, ir a través del botiquín por una
aspirina, lavar mi cara con su jabón, mientras no huela a flores o comida.
Permanecer una noche solo valía la pena por la detectabilidad de sus
productos cosméticos.
Hace como seis meses me follé a una chica y usé su limpiador facial.
Buen material, sin aroma, suave pero dejaba la piel completamente limpia.
No puedo decir su nombre o cómo lucia ella, pero puedo decir que usaba el
limpiador facial llamado Simple para lavar su cara. Se esto porque en mi
camino a casa, me detuve en la tienda de cosméticos y lo compré a granel.
—¿Qué haces ahí? —El cuerpo caliente de anoche movió la perilla.
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Ignoré su pregunta y olí su jabón. Olía como a pastel. Lo puse de
nuevo en su lugar, inservible. ¿Por qué una mujer querría oler a pastel?
Si quiero pastel, como pastel
Si quiero una mujer, me como a una mujer.
Escuché su rabieta, sonaba nerviosa. —¿Cuánto más vas a estar?
Miré una vez más en su gabinete de medicina y encontré una simple
loción. Sin abrir. Abrí el sello y olfateé… sándalo. Apreté un poco en el dorso
de mi mano, quedó brillante y sedoso. Lo metí en mi bolsillo.
—¡Oye! —Golpeó la puerta—. ¿Qué haces…?
Abrí la puerta antes de que terminara la pregunta, causando que
tropezara hacia atrás, sorprendida. Tengo ese efecto en la gente porque no
soy pequeño. A decir verdad, soy bastante grande. Soy más grande de lo que
es conveniente o educado, como mi familia frecuentemente me lo recuerda.
Imponente, me nombró mi tía.
Pero me gusta pensar que soy ágil, especialmente por mi tamaño.
Aprovechando esta agilidad, maniobré alrededor del cuerpo caliente y
localicé mi camisa y chaqueta, poniéndomelos mientras ella observaba. No
perdí el tiempo buscando mi corbata, en vez de eso tomé mis zapatos y
calcetines y me senté en un triste banco en frente de la puerta.
Por la esquina de mi ojo, la miré tomar algunos tímidos pasos hacia
mí; andaba en bata de baño y con sus brazos cruzados sobre su pecho. —
¿Has perdido tu voz? Porque fuiste bastante conversador anoche.
—No —dije, terminando con mi calcetín derecho y moviéndome al
izquierdo.
—¿Es esto un rechazo, entonces?
—Sí. —Realmente me gustaban mis zapatos. Me recordé a mí mismo
encontrar un par de color café.
Ella sorbió. Estaba llorando. Rodé mis ojos. A veces lloraban. A veces
lloraban a montones. Nunca me conmoví con las muestras de sensiblería
abierta. Especialmente cuando podía contar con ser etiquetado en Twitter
hace media hora mientras ella publicaba fotos mías dormido.
Me levanté y abotoné mi camisa, después revisé mi bolsillo trasero
para asegurarme que aún tenía mi cartera y teléfono. Lo hacía.
Así que me fui.
No tuve tiempo de detenerme en la tienda y buscar por la misteriosa
loción de sándalo antes del desayuno, ya que aún tenía que bañarme, 20
afeitarme, y vestirme propiamente. Pero me prometí a mí mismo, si podía
hacerlo a través de esta mañana sin ningún juego de superioridad pasivo-
agresivo, recogería una botella de camino a casa.
¿A quién engañaba? La mayoría de mi familia me detestaba. Recogería
la loción de todas formas.
—Siéntate, Sean. Eres demasiado alto para estar de pie. —Mi tía
ondeó una servilleta hacia mí, después añadió entre dientes—:
Excesivamente imponente. —Dejó la tela en su regazo con grácil
movimiento, el tipo que toma años aprender a perfeccionar pero parece sin
esfuerzo.
Como me dijo en numerosas ocasiones, la apariencia era todo lo que
importaba.
En la actualidad, me hallaba de pie —lo que ella odiaba— en la barra
de desayuno buffet en su terraza acristalada. La cuchara para servir que
sostenía, suspendida en el aire entre el plato caliente y mi plato. Mi plato
estaba vacío. No tuve oportunidad de poner comida aún, así que me quedé
frente a la mesa.
—Una vez que termine el buffet, me sentaré. —Era cuidadoso de no
sonar irritado. Cualquier muestra de emoción era mal visto y atribuido a mi
lamentable parentesco.
—Si debes. —No la miraba, pero podía verla en mi mente, sorbiendo
su té con gran efecto. Mi posición fue la más molesta en la que estuve
probablemente en toda la semana.
Todos los seis primos se reunieron, pero el tío Peter estaba ausente.
Había estado increíblemente ausente los últimos meses, sin embargo, nadie
lo notó. La falta de explicación me hacía creer que el tío Peter, hermano de
mi madre, decidió pasar más tiempo con su otra familia en el país.
La infidelidad de mi tío, fue el secreto peor guardado en la sociedad
de Dublín, que le dio a la tía Cara un elevado rango de mártir en la elite
social.
—Esa fiesta de anoche fue un total desperdicio, Sean. Lamento haber
gastado mi tarde. No sé por qué permití que me convencieras de ir. —Esta 21
declaración vino de mi primo mayor Grady, y mi mano se apretó en la
cuchara de servir.
Grady era un banquero, quince centímetros más bajo que yo, y un
completo idiota. Me rogó por esas entradas hace una semana, después se
presentó con seis amigos en vez de uno, forzándome a tirar de varias cuerdas
para que todos fueran admitidos.
Lo que quería decir era: “No me sorprende. Tu asombrosamente
irreverente existencia significaba que cada noche era un aburrimiento”.
Lo que en realidad dije—: Encontré la noche insuficiente también.
Ambas declaraciones eran igualmente ciertas. Pero justo cuando
terminé de hablar, el espontáneo recuerdo de la hermana de Ronan
Fitzpatrick pasó por mi mente dándome una pausa. Mini-Fitzpatrick la llamé,
pero ella no lucía o se comportaba como su hermano.
Su actitud era como la de un mono: su única estrategia es reaccionar
y recurrir a la violencia y las amenazas. Yo, por otro lado, prefería otro
método.
Él no había hecho una sola cosa en específico para merecer mi odio.
Básicamente me ignoraba. Sin embargo, eso irritaba, siendo sin duda el
mejor jugador en el equipo y teniendo a mi capitán desestimando mis
esfuerzos como mediocres, podría haber pasado por alto sus desaires.
Pero tras años de tomar un asiento trasero ante su popularidad y
teniendo la primera pregunta durante cualquier entrevista para mí del tipo:
¿Qué se siente trabajar con Ronan Fitzpatrick? Me sentía cansado de él.
Quería que se fuera.
El hecho de que fuera universalmente querido por todo el mundo
solamente me molestaba más.
Sí, Ronan era un primate. Tristemente, era un talentoso primate,
irritantemente experto en conseguir gustarles a las personas, una habilidad
que nunca dominé.
Pero su hermana era diferente. Ella me recordó a una… bueno, a una
hada: alegre, atenta y adorablemente curiosa. Fruncí el ceño porque
adorable no era la palabra correcta.
Seductora.
Seductoramente curiosa.
Mucho mejor.
Una nueva imagen, una de Mini-Fitzpatrick yaciendo sobre su espalda
—tímidamente cubriendo sus agradables curvas con una sábana, ese
delicioso toque de belleza evidente, su cabello con los colores del arcoíris
extendido por una almohada blanca— me hizo preguntarme por qué fui tan 22
beligerante con ella anoche.
Me preguntaba si tenía la alfombra para que concordara con las
cortinas. Sin duda alguna daría un nuevo significado al lema de golosinas,
Prueba el Arcoíris.
Estos eran pensamientos inoportunos para un desayuno temprano de
domingo con los cadáveres Cassidy. A regañadientes empujé la imagen lejos,
recordando en su lugar su irritante expresión justo antes de que se alejara.
Hubo un momento, a pesar de mi sórdida historia con su hermano,
que sospeché que trataba de ser agradable en realidad.
Esto me dio qué pensar.
Miraba hacia el arenque ahumado4 cuando mi prima Eilish, la única
decente entre nosotros, cuestionó a Grady. —¿Le rogaste a Sean por estas
entradas?
—¿Qué? Para nada. —Sonó ofendido por la insinuación.
—Sí, lo hiciste. Estuviste babeando todo sobre él la semana pasada.
4El arenque es un pez delgado como la sardina. El arenque ahumado es la forma tradicional
de prepararlo en el Reino Unido.
—¡Eilish! ¿Realmente tienes que usar ese tipo de lenguaje? —Mi tía
recalcó su desaprobación resoplando.
—¿Qué palabras te ofendieron, madre? ¿Babeando?
—¿Podemos abstenernos de discutir tales cosas? ¿Es esto otra
influencia de Sean?
—No, madre. He estado en casa de la universidad por dos días y en
ningún momento Sean ha propuesto discutir babear conmigo.
—¡Oh! Esa palabra. —Una taza de té cayó, haciendo hincapié en el
malestar de mi tía.
No me di cuenta de que Eilish estaría en casa de la escuela tan pronto.
Ella fue enviada a internados desde que tenía diez, probando ser demasiado
escandalosa y rebelde para el temperamento de mi tía. Pero siempre había
pasado los veranos en la tumba de Dublín.
Lo siento. ¿Dije tumba? Quise decir casa.
Fui cuidadoso en borrar la sonrisa de mi rostro antes de volverme a
la mesa del desayuno, y fui igualmente cuidadoso para evitar la mirada de
Eilish. Si era atrapado sonriendo nunca habría escuchado el final de ello.
Mientras tanto, Eilish preguntó a la mesa si alguien leyó el último
reporte sobre la crisis de los refugiados y fue reprendida por poner los codos 23
sobre la mesa. Mi tía hizo varios comentarios poco halagadores comparando
a Eilish con un animal de corral.
La reprensión no fue demasiado mordaz y E no parecía molesta por
ella. Aun sí, los comentarios de mi tía tendían a volverse abusivos sin mucha
advertencia. Mantuve un oído en la conversación, solo en caso de que
necesitara arrojarme sobre la granada del temperamento de tía Cara.
Como era de esperarse, ninguno de mis otros primos hizo ninguna
expresión de oír algo inapropiado.
Theresa comentó sobre el tiempo antes de tomar un mordisco de su
tostada con mantequilla.
Brigid preguntó tranquilamente después a Connor sobre su nuevo
Bentley.
Liam discretamente se sirvió otra taza de café sin levantar la vista del
periódico.
Seguí su ejemplo. Si me mantenía callado, enmascarando todas las
expresiones excepto el aburrimiento, sería libre de esta casa dentro de media
hora. Y cuando me fuera, sabía sin duda que sería frío otra vez.
Siempre era frío cuando dejaba la casa donde crecí.
—¿Viste su cara? ¿Cuándo dije babear? Pensé que iba a desmayarse.
—se burló Eilish en un susurro, ayudándome con mi chaqueta.
—No deberías pinchar al oso —le advertí, sacudiendo mi cabeza hacia
ella, mi cara llena de la desaprobación que trataba sentir. En cambio
luchaba contra una sonrisa.
Eilish era quizás la única persona en mi vida quien podría hacerme
sonreír. Era demasiado buena.
Bueno, tenía un buen corazón, pero disfrutaba probar la paciencia de
su madre.
Se encogió de hombros. —¿Qué puede hacer? ¿Gritarme? Ya no soy
una niña.
Sonreí hacia mi prima, sin decir nada. No me perdí cómo todavía
cortaba la corteza de su tostada y añadió demasiada azúcar a su té durante
el desayuno.
24
—Se buena y te llevaré de compras esta semana.
Nosotros seguíamos susurrando porque la gran entrada de mármol
hacía eco. Me ofrecí a dejarla quedarse en mi piso en más de una ocasión.
Pero creo, a pesar de su tenue relación, que Eilish sentía lastima por su
madre. No quería dejarla completamente sola durante el verano.
Quería decirle a mi prima que sus esfuerzos eran una pérdida de
tiempo, pero no quería ser cruel. Tampoco quería ser la fuente de su
eventual e inevitable desilusión. Me gustaba Eilish tal como era. Ella era sin
duda inteligente, pero su espíritu actualmente se encontraba sin el estorbo
de las cargas de la realidad.
Si Eilish seguía guardado esperanzas para la simpatía de tía Cara, yo
no iba a ser el que reventara su burbuja. Déjenla ser ingenua y optimista.
Sin embargo, temía el día que ella descubriera que todos sus esfuerzos
fueron en vano.
Aprendería eventualmente que es mucho mejor insensibilizarse contra
la decepción.
—Me llevarás de compras incluso si no soy buena. —Se rio Eilish de
mí, inclinando su cabeza a un lado mientras estudiaba mi cara—. No puedes
evitarlo, especialmente cuando me ves en desiguales tonos de azul.
Tenía razón, por supuesto. Pero también se equivocaba. No podía
evitar sino llevarla de compras porque verla feliz inexplicablemente me hacía
feliz. Sin embargo, se equivocaba además, porque usaba sus desiguales
atuendos como una excusa. Nunca le había dicho eso. Era parte del juego
que jugábamos.
Ella pretendería que no podía coordinar sus atuendos y yo pretendería
que me haría distraerme. No me negaba tanto a aceptar que necesitaba a
Eilish un poco más de lo que ella me necesitaba.
—Jueves. Diez en punto. Tendremos té después, si estás en
condiciones de ser vista. —Mantuve mi tono seco y superior, porque la hacía
reír aún más fuerte.
—Jesús, Sean. Suenas como todo un esnob.
—Gracias, qué cumplido tan encantador.
Esto la hizo resoplar y golpear mi hombro con la palma de su mano.
—Sal de aquí antes de que seas atrapado haciéndome reír. Nunca te
perdonaran por ser alegre.
Sonreí hacia mi prima, deseando de nuevo que viniera conmigo.
Tenerla alrededor durante el verano, alguien ingeniosa para hablar, alguien
sin expectativas, de confianza, alguien buena, era el toque de luz en mi año.
Conocía sus razones para quedarse dentro de estas frías paredes durante
25
los meses de verano, pero por su bien, como también por mis propios
propósitos egoístas, deseé que cambiara de opinión.
Antes de que pudiera sugerir, de nuevo, que se mudara conmigo por
el verano, mi tía llamó—: ¿Eilish? Ven aquí. Es tiempo de leer mis cartas.
Suspiré, observando el perfil de Eilish responder—: Un momento,
madre. Solo estoy despidiendo a Sean.
—Él puede encontrar la puerta por su cuenta. Te necesito. —Fue su
respuesta.
Eilish esbozó una pequeña, satisfecha sonrisa. Y mi pecho dolió ante
su expresión. Las palabras te necesito seguían teniendo efecto en mi prima,
aunque ellas me llenaban de terror.
Porque mi tía necesitaba a las personas hasta que ya no lo hacía.
Luego las desechaba. Reconocí la manipulación, me endurecí contra ella.
Eilish no.
Al menos, no todavía.
@LucyFitz: Siempre confía en la amabilidad de extraños… excepto cuando viene en forma
de una copa de vino Sauvignon blanc que no has visto servir.
@RonanFitz a @LucyFitz: ¡¿Qué pasa?! ¿Algún cretino está ofreciendo comprarte
bebidas?
@LucyFitz a @RonanFitz: Relájate. Se supone que es divertido.
@RonanFitz a @LucyFitz: Bueno, no encuentro el concepto de bromear con mí
divertida hermana.
@Anniecat a @LucyFitz: Me disculpo por tu hermano.
26
39
@RugbyTart23 a @SeanCassinova: Eres mucho más grande de lo que esperaba. Me
encantó conocerte. XOXO
@SeanCassinova a @RugbyTart23: Eres mucho más olvidable de lo que esperaba.
¿Nos conocimos? No lo puedo recordar.
Sean
M
e sentía insufriblemente aburrido.
Y frío. 40
El inicio de la temporada baja solía ser un alivio. Lo que
solía ser mi época favorita del año. Pero ahora la falta de
hacer algo, al estar rodeado de parásitos, y el fastidio de sus halagos, la
monotonía crecía rápidamente sofocante.
Ir de fiesta en Mónaco fue tedioso. Tenía la esperanza de encontrar
diversión en España en los talones de la jornada de prensa de un día en
Barcelona. Fue muy necesario un respiro después de pasar un total de
catorce horas en interiores con Ronan Fitzpatrick y el escucharlo hablar
puras tonterías sobre la cohesión del equipo.
Por desgracia, para decirlo sin rodeos, la vida nocturna en España
apesta.
Consideré viajar más al sur, en algún lugar aún más cálido y soleado.
En lugar de ello, y sin detenerme demasiado en mis motivaciones, reservé
un vuelo de regreso a Dublín a finales de junio.
Saliendo de la villa española a las seis de la mañana abandoné a mis
compañeros de viaje sin dejar una nota. En verdad, no podía recordar sus
nombres. Sabía sólo lo básico: que eran ricos y hermosos; yo era rico y
hermoso; que éramos ricos y hermosos juntos.
Y ahora éramos ricos y hermosos aparte.
Primera clase era la única manera de volar cuando uno medía dos
metros y podía levantar un peso de ciento treinta y seis kilogramos. Por lo
general, me reservaría dos asientos, pero el vuelo se encontraba lleno y era
relativamente corto, por lo que me quedé con el asiento de la fila anterior
del pasillo. Era ajustado, pero no incómodo.
—Soy Dorothy. ¿Puedo conseguirte algo antes de despegar? —La
azafata inclinó la cabeza hacia mí, un ave mayor con un aire de abuela en
ella.
—Bourbon y soda, por favor. Sin hielo. Dos botellas. —Le di una
sonrisa distraída mientras alcanzaba una revista SkyMall7. Llegué a ella,
arrancándola desde el bolsillo de la pared frente a mí. ¿Una nueva edición?
Mi pulso se aceleró con el descubrimiento. ¡Brillante!
Lo peor que le pasó a los viajes aéreos en los últimos diez años fue la
quiebra de Xhibit Corp., la compañía matriz de SkyMall. Recordé con
claridad la primera vez que tomé un vuelo y que faltaba en todos los rincones
y grietas habituales.
Fue un día oscuro.
Dorothy me dejó y acaricié los bordes nítidos del catálogo con mis
pulgares.
El tío Peter no fue mucho una figura paterna, pero me dio mi primera
41
revista SkyMall. Fui instruido para "elegir algo por mí mismo y la criada lo
ordenará" después de que mi tercer cumpleaños pasó desapercibido, nada
raro en esa ocurrencia.
Excepto que, como sucedió después, fue un cumpleaños especial.
Este tipo de rarezas. Muchas invenciones extrañas e inteligentes.
¿Quién habría pensado que posiblemente un súper gran patín paracaídas
sería una buena idea? ¿Y los hombres de verdad usan calzoncillos de talle
alto? Por supuesto, consideré pedir la resortera humana.
Con el tiempo, me decidí por un collar que brillaba en la oscuridad y
una correa para el perro de la familia, la primera cosa que vislumbré en la
página cuarenta y siete del catálogo. Lo rodeé con cuidado con un marcador
negro, preparado para devolver el catálogo a la criada.
Y, sin embargo, no pude.
Al final, decidí que podía vivir sin la correa, pero descubrí que no podía
desprenderme de las eclécticas y maravillosas páginas de artilugios
diversos. Me seducía su rareza.
47
M
e sentía como si hubiera muerto he ido al cielo. Aquí me
encontraba yo, en un lugar muy alejado de las tensiones y el
estrés moderno, sin Internet, sin teléfono móvil, pero lo más
importante, sin Jackie Fitzpatrick. Sí, me hallaba a miles de kilómetros de
distancia de mi madre y el impulso de robar era un recuerdo lejano y
olvidado.
—Te ves feliz —dijo Broderick mientras nos sentábamos en un patio
que daba al lago, bebiendo nuestros batidos de col rizada.
—Por supuesto que estoy feliz, Rick. Mira dónde estamos. La gente
que vive aquí debe despertarse cada mañana y sentirse exaltada sólo por
estar viva.
Mi amigo se rio entre dientes. —Sin duda es mucho más relajante que
Manhattan.
Asentí. —Quiero decir, no me malinterpretes, me encanta Nueva York,
pero no podría pasar el resto de mi vida allí. Si alguna vez gano suficiente
dinero me construiría una bonita casa de dos dormitorios en un lugar como
este, adoptaría un montón de perros y me olvidaría del resto del mundo.
—Pero entonces no podrías ver mi hermoso rostro todos los días —
bromeó y le sonreí. Tuve mi parte justa de amigos masculinos platónicos en
mi tiempo, pero Rick era de lejos el más guapo. Y ni siquiera empezaba a
hablar de su acento. Ay, podía escucharlo hablar durante horas. Pronto
llegué a comprender que no teníamos química del tipo romántico. En
realidad, pensé que podría estar abrigando sentimientos por una ex o
colgado de alguna otra chica, y no me involucraría en eso.
Así que, nos convertimos en los mejores amigos en su lugar y
disfrutaba de su compañía.
Hablando de sentimientos abrigados, mi mente había estado un poco
preocupada últimamente, vagando continuamente hacia un jugador rugby
de cabello rubio con una mala actitud. A pesar de que nuestra cena terminó
en términos hostiles, no pude evitar volver a recordar sus manos tocando
mi muñeca, o cómo su brazo se envolvió naturalmente alrededor de mi
cintura, cómo el calor de su cuerpo me calentaba.
Pero era suficiente sobre “Ese que no puede ser nombrado”. Necesitaba
empezar a tratarlo como Voldemort. No hables de él, ni siquiera pienses en
él, y ciertamente no lo imagines arrancando tus bragas con los dientes…
De todas formas.
De regreso a Broderick. Sí, mi amigo era alguien que realmente
merecía ocupar espacio en mis pensamientos. Era un pequeño productor de
música que dirigía su propio blog y sitio web. Hacía reseñas de álbumes y
cosas así, pero realmente su talento se desperdiciaba en la escritura, porque 48
el hombre tenía un fantástico conjunto de gaitas. Piensa en Al Green8 conoce
a Nat King Cole9.
Terminamos nuestros batidos y nos dirigimos adentro para nuestra
clase de yoga a media mañana. Realmente me gustaba la instructora. Su
nombre era María, una ex-monja de Massachusetts que pasó una década
de su vida trabajando como voluntaria con comunidades empobrecidas de
Zimbabwe. Ciertamente era una mujer con historias que contar.
El retiro se situaba en una gran casa de madera con un interior que
consistía casi exclusivamente en blancos y azules pálidos. No había nada
pesado, nada estresante a la vista, sólo tonos serenos y pisos de madera.
Nirvana.
Llegamos un par de minutos temprano para la clase, así que Rick y
yo nos ocupamos de nuestro propio estiramiento y establecimos nuestras
esteras. Nos sentamos cerca del frente, y no pasó mucho tiempo antes de
que la habitación comenzara a llenarse.
52
11 En el original Lucy dice “you’re completely out of touch” por lo que Sean le responde “I
should touch you” debido a la expresión que ella utilizó, pero la palabra touch (tocar) tiene
diferentes contextos.
Los labios de Sean se curvaron en un sonrisa. —Ah, así que sólo
preguntaré cuál es la de él para encontrar la tuya.
—Tus habilidades de deducción realmente me sorprenden —dije
inexpresivamente.
Su tono se volvió contemplativo. —Sabes, creo que es posible que tú
me hayas ofrecido la información porque inconscientemente quieres que te
encuentre. ¿Debería colarme más tarde? ¿Meterme en tu cama y despertarte
con mi cabeza entre tus piernas?
Alcé mis cejas y lo señalé con mi tenedor. —Eso es posiblemente la
cosa más espeluznante que he escuchado en mi vida. ¿Las mujeres
usualmente disfrutan este tipo de charla?
Se veía un poco petulante. —Sí, lo hacen.
Su respuesta carecía de la habitual confianza Cassidy y me puso
curiosa. Tal vez no era el seductor que hacía pensar a la gente que era.
—¿Estás seguro? Porque si alguna vez despertara con una cabeza de
un hombre extraño entre mis piernas estaría llamando de inmediato a las
autoridades. —Traté de mantener una cara seria pero me rendí como un
segundo después. Sean me lanzó una mirada de molestia porque había
frustrado su intento de una charla sexy.
58
—¿Qué es tan gracioso? —preguntó Rick, quitando su atención de
Lisa y Cindy.
Me incliné sobre la mesa. —Así que, pregunta hipotética. Si
despertaras a la mitad de la noche y una mujer que no conoces, o digamos
que la conoces de paso, te estuviera dando una mamada, ¿cuál sería tu
reacción inmediata?
Lisa y Cindy tenían expresiones idénticas de “¿qué demonios?” pero
Rick ni siquiera se inmutó.
¿Ves? Esta es la razón por la que éramos amigos.
—Depende. ¿Cómo exactamente la conozco? ¿Trabaja en la tienda de
café local o es la madre de un amigo de un amigo?
Sonreí. —Realmente quiero ir con la última opción, porque… raro,
pero por razones de simplicidad, imaginemos que ella es la barista de tu
cafetería favorita. Es bonita, da buen sexo oral, pero ya sabes, está en tu
casa, en tu dormitorio, y se ha tomado la libertad de poner tu polla en su
boca. ¿Qué haces?
—Esta es una conversación muy extraña —dijo Lisa.
—No veo el punto —añadió Cindy.
—Síganme la corriente —les dije a ambas—. Hay un punto, lo
prometo.
Sean hizo un sonido a mi lado, una especie de suspiro gruñón.
—Y dime esto —continuó Rick, pareciendo disfrutar la escena
imaginaria—, cuando voy a tomar un café, esta chica y yo, ¿charlamos,
bromeamos de ida y vuelta, o somos todo negocio?
—¿Tiene una influencia en tu respuesta? —pregunté con una amplia
sonrisa.
—Bueno, si tenemos una agradable sensación sucediendo, tal vez por
error le di la impresión de que quería que entrara a mi casa sin ser invitada
por diversión oral. No puedo perder mi mierda si la he conducido a eso.
—Está bien. Eres agradable hasta el punto de que se saludan y
conocen el nombre del otro, pero no charlan.
—Correcto. —Se mordió el labio—. Creo que tendría que pedirle
respetuosamente que se vaya, entonces reporto el incidente a la policía.
Quiero decir, esta mujer obviamente es psicológicamente desequilibrada.
Envié una mirada mordaz hacia Sean. —Ya ves. Es raro. Creo que
deberías quitar todo esta escena de tu repertorio de conversación sucia.
Mi victoria no duró demasiado porque Sean sólo se sentó allí 59
mirándome, ni una sonrisa o un ceño fruncido en su cara. Parecía que no
sabía qué decir, pero también parecía que quería ponerme sobre su rodilla
y castigarme por mi comportamiento.
—Bueno, eso ha sido real —dijo Rick, rompiendo el silencio con una
expresión torcida—. Pero creo que voy pasar el rato en mi habitación por un
rato. Toca la puerta después si quieres ir a caminar o algo.
—De acuerdo, te veo luego.
Con la partida de Rick, Cindy y Lisa hacen rápidamente sus salidas.
—No creo que haya hecho la mejor impresión con esas dos —dije, y oí
a Sean soltar un pequeño resoplido de risa.
—¿Y por qué no? No es como si las asustaste con toda la conversación
de ataques de mamadas en el medio de la noche —conjeturó.
—Se lo merecen. Cindy ha estado toda sobre Rick los últimos días, y
con un esposo —declaré con arrogancia fingida.
Sean rio pero pronto se detuvo, dejándonos en silencio una vez más.
No sabía cómo hacer una salida, lo que me dejó pegada a mi silla, sin
excusas creíbles saliendo de mi mente.
Sentí calor golpear la parte trasera de mi cuello cuando se inclinó
hacia delante, apoyando un codo sobre la mesa. —Dime cuál habitación es
la tuya, Lucy.
Apreté los ojos cerrados por un segundo, tratando de no dejar que su
profunda y seductora voz me afectara. De pronto, el escenario de él viniendo
durante la noche regresó, pero esta vez no me disgustaba. No, me sentía…
intrigada. ¿Cómo luciría exactamente el sexo Sean Cassidy/Lucy
Fitzpatrick?
Un vistazo sutil, una rápida imagen de los dos juntos, desnudos,
miembros enredados, calor áspero, su boca, su lengua, sus dedos y su
mirada azul eléctrico sosteniendo la mía…
Cristo, sudaba y mi corazón latía como si hubiera corrido una
maratón.
…Tal vez sólo una vez.
Después de todo, me moría de ganas por ver su redondeado trasero
en toda su gloria desnuda.
—Nunca publicaste las fotos en la página web de Annie —dijo
entonces, sacándome de mis pensamientos. Me sonrojé, como si tal vez
podía ver exactamente lo que había estado pensado.
60
Lo miré con duda. —¿Has estado buscando?
Alzó un hombro. —Tal vez.
Exhalé. —En realidad, si quieres saberlo, las eliminé.
—¿Las eliminaste? —Se echó hacía atrás, casi como si estuviera
ofendido.
—Si. —No.
Me sostuvo la mirada por varios momentos prolongados, su rígida y
fija mirada como el color del cielo de verano cada vez más acalorada, casi
indignada, con cada minuto que pasaba. Tragué malestar creciente, sin
saber por qué mentí. Pero antes de que pudiera confesarme, el tenso silencio
fue roto inesperadamente.
—Hola, Sr. Cassidy, ¿verdad? Solo quería venir y presentarme
rápidamente. —Esto vino de María, la instructora de yoga. Se dio la vuelta
con evidente renuencia a enfrentarse a ella, dándome una cortante y
estrecha mirada.
Tan pronto como sus ojos me dejaron, reuní una respiración
profunda, agradecida de que ella había capturado su atención. Sintiéndome
aliviada, me di cuenta que era ahora o nunca. Tomé la oportunidad
proporcionada por la distracción de Sean para escapar.
Saliendo de mi asiento, me apresuré fuera del comedor, pensando
que, para el momento en que él mirara de nuevo, ya me habría ido, envuelta
de forma segura en la comodidad de mi habitación.
61
@SeanCassinova: Si los sueños son los intentos del subconsciente de dar vida a los deseos,
entonces necesito comprarle a mi subconsciente una bebida. Y una casa.
Sean
N
o me escabullí en su cabaña esa noche y la desperté con mi
cabeza entre sus muslos. En su lugar, soñé con Lucy y su
cabeza entre mis muslos. Me desperté con un sobresalto,
sudando, llegando al clímax.
Rodando mis ojos a la parte de atrás de mi cabeza, maldije. Las
62
sábanas ahora necesitaban ser lavadas y, desafortunadamente, me di
cuenta de que realmente quería follar a Lucy Fitzpatrick.
Antes de que te lleves la mano al pecho con justificada indignación, o
te desmayes bajo el peso de mi ordinaria barbarie, permíteme explicar por
qué mi deseo de follar a Lucy, o a cualquier mujer específicamente, era una
cosa que temía.
Las cópulas pragmáticas, un medio para un fin, una manera de
asegurar una noche de constante frío… esos podía hacerlos sin problema o
esfuerzo. Unos pocos besos estratégicamente colocados. Un susurro que
asegura el mutuo deseo. Momentos robóticos que tenían la intención de
acelerar el acto. Ellas siempre fingían. A veces yo lo fingía…
Uh.
Las palabras psicoanalistas de Lucy de nuestra truncada cena de
vuelta a casa en Dublín, regresaron a mí. Quizá Lucy tenía razón. Tal vez,
enterrado en lo profundo, un subyacente vacío me poseía. Así que tomaba
artículos de aseo de los armarios de cuartos de baño. Pequeños prohibidos
tesoros para llenar el vacío.
El pensamiento era aleccionador.
Y deprimente.
Y demasiado patético, exagerado e introspectivo.
Por lo tanto, me negaba a creerlo. No me sentía vacío. Era frío.
Sólo… frío.
Además, nadie salía herido durante el intercambio. Ambos
conseguíamos lo que queríamos, después de todo. Las mujeres dormían
conmigo para asegurar su trofeo —una imagen, una historia para sus
chicas— y yo aseguraba una noche de calidez, de sueño libre de
responsabilidades. Esos tipos de intercambios eran corrientes para mí.
Desafortunadamente, con Lucy, quería algo totalmente diferente.
No era la primera mujer que despertaba mi interés. Pero después de
varios esfuerzos frustrados en mi pasado, aprendí a nunca follar a una
mujer que verdaderamente quería. Ver la decepción o la compasión en los
ojos de una mujer después de una noche de torpes, y sin embargo sinceros,
intentos de placer, era un ejercicio de masoquismo.
Me consideraba a mí mismo más como un sádico.
Mi deseo por Lucy hacía mi plan de seducirla un trato más
complicado. Pero no infranqueable (figurativa o literalmente). Simplemente
necesitaba controlar el evento, garantizar que fuera una rápida y frenética
cópula más que un encuentro largo. 63
Para ese fin, armado con una botella de champán, varias cosas de
comer y una cesta de fresas, localicé a Lucy.
Aunque el terreno del retiro se extendía por varios acres, cubierto por
serpenteantes caminos pedregosos rodeados por altos y desconocidos
árboles, Lucy no fue difícil de encontrar. La mayoría del enorme grupo de
clases de yoga tomaba lugar en un estudio al aire libre hecho totalmente de
una madera oscura.
Estéticamente, en el exterior, el estudio se parecía al hijo natural entre
un granero y una cabaña rústica. En el interior, el suelo era brillante y bien
pulido, y sin tabiques. Era un espacio caro y sin cargas. Puertas plegadizas
habían sido empujadas a un lado, dejando vigas estructurales y el tejado
como el único impedimento para el exterior, enviando un resonante
Ooohhhhmmmm a través de los bosques y sobre el lago.
Subí las escaleras hacia el estudio, dejando mis golosinas en el porche
y aproximándome al puesto final con silenciosos pasos. Mirando alrededor
de la esquina tan discretamente como era posible, porque, como aprendí
ayer cuando llegué, estos buscadores de paz interior se enfurecían cuando
su relajación era perturbada, revisé el estudio por Lucy.
La divisé de inmediato. Sorprendentemente, no fue el arcoíris de su
melena lo que captó mi atención. Fue su culo. Lo estuve admirando ayer
cuando llegué, pero no me di cuenta de que lo había memorizado también.
Toda la clase se encontraba en una posición doblada, dándome sus culos,
así que me consentí a mí mismo, tomándome un momento para apreciarlo.
Todo sobre Lucy era pequeño, esquelético y delicado (en apariencia).
Todo excepto su culo. Era perfectamente redondo, casi esférico, y
desproporcionalmente grande para su pequeña figura. Y me hacía la boca
agua.
La clase terminó demasiado pronto para mi gusto, alejándome de mi
escondite antes de que fuera atrapado espiando. Inclinándome sobre el
poste del porche, esperé a que Lucy saliera.
Cuando lo hizo ella sonreía.
Pero cuando me vio, cayó de su rostro.
—¿Qué haces aquí?
—Esperándote. —Sonreí a pesar de su brusca pregunta, mis ojos
recorriendo su cuerpo. Cuando fueron de nuevo a su cara levantada, estaba
tanto complacido como sorprendido de encontrar su mirada desenfocada,
quizá incluso deslumbrada, mientras estudiaba mi cara.
—¿Qué quieres? —Su pregunta sostenía un aire distractor y supe que
preguntaba más que sólo ahora. Quería saber mis intenciones en general.
No hago un hábito de compartir mis intenciones cuando son 64
normalmente malvadas.
Por eso, respondí con el ahora—: He venido a llevarte a un picnic en
una montaña.
—¿Una montaña?
—Eso es correcto.
Se cruzó de brazos, sus ojos agudizándose. Podía ver que asumió que
había estado intentando hacerla el objetivo de una broma. —No hay
montañas por aquí.
—La hay. —Su amigo Broderick se unió a la conversación, dando un
paso a mi lado como si le hubiera pedido validar mi reclamo. Me tensé.
Mi evaluación de Broderick podía ser resumida en una palabra: soso.
Lo último que necesitaba era que su amigo soso se invitara a sí mismo a
acompañarnos.
—¿Qué? —Lucy nos frunció el ceño.
—La montaña Rattlesnake, aunque es más una colina. —Inclinó su
barbilla en dirección del camino—. Las vistas del algo desde la cima son
impresionantes.
—Sí. Impresionantes. —Asentí con la cabeza, luchando por encontrar
una manera de cortarlo por si insistía en acompañarnos.
Estaba a punto de ofrecer que tenía sólo dos copas de champán
cuando Brody agarró a Lucy por la parte superior de su brazo y la tiró hacia
mí, básicamente empujándola en mi pecho. Automáticamente, mis manos
se levantaron para mantenerla en el lugar.
—Ustedes dos, vayan y quemen… energía —dijo él, asintiendo una vez
como si todo estuviera decidido.
—Rick… —empezó a protestar Lucy, pero no intentó liberarse de mi
agarre. Más aún, sus manos vinieron a descansar en mi pecho.
—Lucy. —Sus ojos se ampliaron significativamente, aunque no podía
interpretar su significado.
Ella abrió la boca como si estuviera al borde de lanzar una queja.
Broderick la interrumpió de nuevo, pero se dirigió a mí—: ¿Sabías que
Lucy pensaba sobre convertirse en misionera?
Ella cerró su boca de golpe.
Alcé una ceja ante las noticias. —¿En serio?
—Sí. Pero decidió saltarse la posición de misionera y en su lugar
centrarse en trabajos de caridad en Estados Unidos. Con perros.
65
—¿Con perros? —Estas noticias tocaron la fibra sensible y mis ojos se
movieron sobre Lucy con nueva, y sin embargo renuente, apreciación. Tuve
un perro cuando era más joven. Más aún, la familia tuvo un perro, aunque
lo consideré como sólo mío. Una mascota era todo para un niño no amado.
Había llorado su muerte solo. En el momento se sintió como perder un
miembro. O tal vez un órgano.
Mientras la estudiaba, supuse que tenía sentido que fuera amante de
los animales. Parecía de ese tipo, empática y compasiva. Sentí un
persistente hilo de culpa y rápidamente lo anulé.
—Sí —continuó él, todavía mirando a Lucy—, la posición con perros…
—Está bien, tenemos que irnos. —Su normalmente suave voz era
chillona cuando me agarró la mano y me alejó de su amigo—. Esa montaña
no va a caminarse sola.
Me permití a mí mismo ser guiado, pero la hice parar para poder
recoger la cesta. Ella apartó su mano de la mía. Noté su mirada aletear hacia
Broderick, entonces alejarse a las tablas del porche.
Frunciendo el ceño ante su mirada desviada, eché un vistazo a
Broderick. Él nos miraba con una ligera sonrisa. Cuando atrapé su mirada,
su sonrisa se amplió en una extraña sonrisa, extraña porque era alentadora.
Intenté regresarla.
No pude.
Así que me alejé.
Mientras caminábamos fuera del porche, lado a lado pero sin
tocarnos, resolví seguir mi plan tan pronto como fuera posible. Ya deseaba
a Lucy. Nada sería más desastroso que en realidad me gustara también.
S
ean Cassidy tenía su lengua en mi garganta. 75
O tal vez era yo quien tenía mi lengua en la suya. Sabía que
fui yo quien inició el beso, pero no podía recordar quién
empezó la acción de la lengua. Sean me besaba de una
manera que hacía que mis dedos de los pies se curvaran, mi piel pinchara,
y mis partes de dama se apretaran con necesidad.
Sus grandes y cálidas manos viajaban lentamente desde mi nuca,
hacia abajo por mi espina dorsal, antes de que acunaran sin ceremonias mi
culo. Apretó fuerte y gimoteé contra sus labios.
—Te deseo. —Respiró y su boca se movió hacia mi cuello, plantando
besos húmedos a lo largo de mi piel sensible. Un gruñido bajo escapó de él
mientras mis manos se acercaban a sus musculosos hombros, apretando
fuertemente. Sus dedos se hundieron en mi carne con necesidad, e
inesperadamente, descubrí que me gustaba lo áspero que era.
Mordiendo ligeramente en la parte inferior de mi mandíbula,
murmuró—: ¿Estás mojada?
Mientras me preparaba para contestar, su teléfono empezó a sonar
fuerte, el tono melódico interrumpiendo el silencio. Me separé de él, mi
respiración pesada porque, bueno, me sentía excitada.
—Em —dije, tratando de recuperar el aliento mientras la función
cerebral adecuada continuaba evadiéndome.
—Lucy. —Gimió y me alcanzó, ignorando completamente la llamada
mientras trataba de devolver mi boca a la suya. Puse mis manos en su pecho
para mantenerlo a raya.
—Deberías contestar eso —dije con una voz temblorosa. Todavía
sonaba dentro de su bolsillo, y él suspiró irritado mientras lo sacaba como
si quisiera presionar ignorar. Cuando echó un vistazo a la pantalla hizo una
doble toma, y seguí su mirada para ver que el identificador de llamadas
decía Madre Fitzpatrick, el apodo reacio de mi hermano. ¿Por qué demonios
Ronan lo llamaba?
Casi me dieron ganas de reírme. ¿Era esto una especie de miedoso
sexto sentido de parte de mi hermano? Como si Sean fuera a contestar y
Ronan comenzaría a ladrar por la línea—: ¡Quita tus manos de mi hermana!
Sean parecía tan curioso como yo por saber por qué Ronan lo llamaba.
Aceptó y respondió—: ¿Hola?
—Hola, ¿este es Sean? —respondió una voz femenina. Se hallaba tan
tranquilo aquí que pude oírla claro como el día. Era Annie. ¿Qué demonios?
—Sí, ¿y puedo preguntar con quién estoy hablando? —preguntó, como
si no lo supiera. Sonaba tranquilo y cómodo, no medio fatigado como yo.
—Es Annie. La prometida de Ronan Fitzpatrick. Nos hemos reunido
en varias ocasiones —explicó.
76
—Sí, lo recuerdo —susurró Sean—. Nunca olvido una cara tan bonita
como la tuya.
Fruncí el ceño, molesta por cómo coqueteaba con ella, y perturbada
por el hecho de que me molestaba. Crucé los brazos.
—¡Cuelga el teléfono ahora mismo! —Escuché a Ronan gruñir enojado
en el fondo. Hubo algunos pasos fuertes, como si Annie estuviera corriendo
para alejarse de él. Oí el chasquido de una cerradura, como si acabara de
encerrarse dentro del baño. Sean y yo compartimos idénticas expresiones
de confusión.
Cuando Annie habló de nuevo, sonó sin aliento mientras gritaba a
Ronan—: Déjame hablar con él. Eres demasiado terco para tu propio bien a
veces.
—Desbloquea la puerta, Annie, lo digo en serio —exigió Ronan.
—Hola, uh, lo siento por eso —dijo Annie, hablando a Sean otra vez y
soltando una risa nerviosa—. Mi novio está siendo difícil.
—¿Qué más hay de nuevo? —Sean rio, como si estuviera disfrutando
de esta inesperada interacción. Cualquier cosa para conseguir una reacción
de mi hermano. Suspiré y me acerqué a él, apoyando mi cabeza al lado del
otro lado del teléfono para poder oír mejor.
—Sí, bueno. —Annie se aclaró la garganta—. He llamado porque
necesito tu ayuda y Ronan es demasiado orgulloso para preguntarte.
William Moore, Bryan Leech y él han sido contratados para una sesión de
fotos de ropa deportiva con Adidas en Nueva York este fin de semana.
Desafortunadamente, William está enfermo y no podrá asistir, así que me
preguntaba, ¿si estarías interesado en reemplazarlo?
—Ya tengo un trato con Puma. No estoy seguro de que mi contrato lo
permita.
Annie lanzó un suspiro audible. —Ustedes los jugadores de rugby y
sus acuerdos de patrocinio.
Sean sonrió. —Supongo que no soy la primera persona a la que
llamaste.
—No —respondió tímidamente—. Ronan no es exactamente tu mayor
admirador. En realidad llamé a tu agente primero. Dijo que se encontraba
bajo estrictas instrucciones de no programar ningún trabajo promocional
durante tu descanso, pero pensé en llamarte para ver si estarías interesado
en hacernos un favor. Sé que probablemente no quieras venir hasta los
Estados Unidos, pero creo que sería una gran manera para que tú y Ronan
arreglaran algunos puentes.
Escuché a mi hermano soltar una risa fuerte y burlona en el fondo. 77
Claramente, tenía su oído en la puerta, escuchando justo como yo. Annie
no tenía ni idea de que Sean ya se hallaba del lado de los Estados Unidos.
—Tu cuasi-marido no parece muy convencido —dijo Sean con una
sonrisa en su voz.
—Déjame tratar con Ronan —dijo Annie con firmeza.
Él me miró maliciosamente. —¿Sabes qué? Nueva York suena mucho
más atractiva en estos días.
Mi corazón latía con la posibilidad de tener más tiempo en la misma
área general que Sean Cassidy.
—¿Así que lo harás? —preguntó Annie, con un leve alivio en su voz.
—Le pediré a mi abogado que revise el contrato de Puma y te volveré
a contactar. Si dice que está bien estar afiliado a otra marca, entonces sí, lo
haré.
—Gracias.
—De nada. —En cuanto colgó, se me acercó—. Ahora, ¿dónde
estábamos?
Cuando empezó a deslizar sus brazos alrededor de mi cintura me
alejé, mi corazón acelerado. —No deberíamos habernos besado.
Su expresión encapuchada y excitada se transformó en un ceño
fruncido. —Ya veo...
—No me meto con jugadores de rugby, y estar contigo es una mala
idea por varias razones.
—¿Cómo?
—Sean —Entrecerré mis ojos—, hace unos momentos me dijiste que
no deberías gustarme.
—Dame el gusto. Dime por qué es una mala idea. —Él se encontraba
demasiado cerca, pero no hizo ningún movimiento para tocarme con nada
más que su mirada.
Incliné mi barbilla. —Bueno, para empezar no soy tu tipo.
Sean levantó una ceja y envolvió su brazo alrededor de mi cintura. Me
trajo de golpe contra él, presionando mi vientre contra su pene, que se sentía
duro como el acero debajo de la tela de sus vaqueros. —Obviamente, te
equivocas.
Tragué y traté de no pensar en su tamaño, porque Dios, qué tamaño.
También me pregunté si había mantenido su erección durante toda la
llamada telefónica con Annie, o era tan rápido para hacerlo de nuevo.
Ese pensamiento era a la vez embriagador y sobrio. 78
No tenía palabras, especialmente teniendo en cuenta la sexy mirada
tipo quiero devorarte en su rostro. El universo debe haber escuchado mi
súplica, porque justo en ese momento los cielos se abrieron y la lluvia
comenzó a derramarse.
—Está lloviendo. Deberíamos irnos. —Lo pasé apresuradamente y me
volví para iniciar la caminata. Casi esperaba que discutiera, pero no lo hizo.
En silencio, recogió la cesta de picnic y siguió mi ejemplo. Ninguno de
los dos habló todo el camino hacia abajo, y cuando llegamos al retiro la
tensión entre nosotros era difícil de manejar. Además, me hallaba empapada
hasta los huesos.
Cuando me di cuenta de que mis pezones se veían a través de mi ropa
mojada, crucé mis brazos sobre mi pecho mientras me volvía hacia Sean,
incapaz de encontrar sus ojos. —Te llamaré más tarde.
Antes de que pudiera contestar, me había ido, ya a medio camino a
mi cabaña. Una vez allí, me quité la ropa empapada y abrí la ducha. Cuando
el agua se calentó, pisé bajo el rocío, mi beso con Sean repitiéndose en mi
cabeza.
Recordé la forma en que me agarró el culo, como un hombre poseído,
y me di cuenta de que nunca aproveché la oportunidad para sentir el suyo.
Cuán ridículamente poético fue que una llamada de Ronan (bueno,
técnicamente fue Annie, pero del teléfono de Ronan) fue lo que interrumpió
nuestro momento.
Sabía exactamente por qué lo besé también. Había visto más del lado
humano de Sean hoy, y combinado con lo físicamente atraída que me sentía
hacia él, era casi imposible no besarlo. Le gustaban los perros, y cuando le
conté mi trabajo voluntario en el refugio, su expresión me dijo que pensaba
que era una búsqueda valiosa.
Pero lo más importante, en el fondo, no creía que él se gustara mucho.
Me entristeció. También me hizo querer hacerlo feliz.
Apagué el agua y salí para encontrar que alguien había empujado una
pequeña nota por mi puerta. Mi corazón se aceleró, preguntándose si era de
Sean. Pero, claro, esto se convirtió en la forma de comunicarnos entre
Broderick y yo la última semana o dos, y la nota era de él.
No puedo encontrar a Sean en ningún lado, así que supongo que
significa que no hay carne.
¿Nos vemos en el comedor para cenar?
Espero que hayas disfrutado tu caminata ;-)
Rick. 79
Envolví una toalla alrededor de mi cuerpo y garabateé una respuesta
rápida en el otro lado de la nota. Era la última noche del retiro, pero no me
encontraba en ningún estado de ánimo para ser buena compañía.
No me siento bien.
¿Desayuno, mejor?
Lucy.
Cuando iba a empujar rápidamente la nota bajo la puerta de Rick, salí
y me encontré cara a cara con Sean. Tenía el puño levantado en el aire,
como si estuviera a punto de golpear. Lo miré, notando que todavía no se
había cambiado la ropa mojada.
—Em —dije, mordiéndome el labio inferior mientras su mirada
caliente barría mi cuerpo en toalla.
No respondió, sino que simplemente se adelantó, entrando en mi
cabaña mientras instintivamente retrocedía, dejando caer la nota. Cerrando
la puerta tras de sí con un pie, siguió acercándoseme hasta que mis rodillas
golpearon el sofá. Creo que pude haber soltado un pequeño chirrido pero
realmente no podía estar segura.
—Vamos a intentar esto otra vez. Te deseo —dijo mientras sus manos
me apretaban el cuello y tiraba mi boca a la suya.
Su beso fue duro e implacable, y sentí que mis piernas se debilitaban.
Como si sintiera esto también, deslizó una mano alrededor de mi cintura,
sujetándome contra él. Antes de que pudiera detenerlo, rompió nuestro beso
y soltó mi toalla. Se cayó, exponiendo mi cuerpo entero, y temblé bajo su
astuta atención.
La mirada penetrante de Sean me devoró, trazando las inmersiones y
curvas de mi forma antes de jurar y doblarme para chupar uno de mis
pezones en su boca. Grité de sorpresa porque sus dientes se estrellaron
contra mi piel.
Tal vez sólo se sentía ansioso.
Esto definitivamente pareció ser el caso cuando rápidamente me bajó
en el sofá. Mi cabeza golpeó contra el apoyabrazos y me sacó el aliento.
Bueno, eso dolió un poco...
Sean comenzó a chuparme los senos en un frenesí caliente mientras
su mano iba entre mis piernas. Me sentía tan excitada por el hecho de que
estaba desnuda y me tocaba íntimamente que me tomó un momento para
darme cuenta de que hacía todo mal.
Y quiero decir, muy mal.
Tenía la mano en mi vagina, pero él solo la frotaba sin ritmo ni técnica. 80
Podría haber estado intentado sacar una mancha persistente de la alfombra.
Quiero decir, sus dedos no estaban ni cerca de la vecindad de mi clítoris, y
esa era la parte más importante.
La parte más importante, gente.
Su otra mano apretaba mi pecho con dureza y lo hacía girar de un
lado a otro en un movimiento de encerar, como si estuviera desconectado de
las ramificaciones de su tacto. Además, su lengua no jugaba ningún papel
en la acción, sólo su boca. Fruncí el ceño pero él no lo vio, porque se
encontraba demasiado ocupado dándome los peores preliminares de mi
vida.
¿Cómo podía ser un besador tan asombroso, y un amante tan
inexperto?
Apoyando mis manos sobre sus hombros, lo empujé torpemente y él
gimió como si estuviera arruinando un momento perfectamente bueno.
—Espera, espera un momento. Para —dije, estremeciéndome porque
me sentía terrible. Quiero decir, ¿cómo le dices a uno de los hombres más
atractivos que has conocido que apesta en los juegos preliminares?
No lo haces.
No se lo dices. Te disculpas y pretendes tener un dolor de cabeza, lo
que era una lástima vergonzosa. En realidad, la incapacidad de Sean para
poner su cuerpo a buen uso era un crimen contra todas las mujeres.
—Ronan nunca lo averiguará —me aseguró y se movió para volver a
los negocios.
Lo detuve de nuevo, haciendo una mueca. —No es por eso que es una
mala idea.
Me miró con las cejas suspendidas entre el pánico y la frustración. —
¿Qué sucede, Lucy?
Su voz baja y grave casi me deshace. Casi. Pero entonces me acordé
de sus torpes, incómodas, decididamente poco sexy maniobras. Nunca fui
buena fingiendo, y no iba a empezar ahora.
—No estoy, bueno, realmente no lo estoy sintiendo, Sean.
Me miró durante varios momentos prolongados. Estaba segura de que
ninguna mujer había hecho una pausa antes. Cristo, la mayoría de las
mujeres con las que durmió probablemente se sentían tan entusiasmadas
de estar haciéndolo con Sean Cassidy que ni siquiera se preocuparon si el
sexo era una mierda.
Bueno, no esta mujer. 81
Si el sexo no se sentía bien, entonces no existía realmente un punto
para mí. No follaba por el estatus.
—No lo estás sintiendo. —La declaración de aceptación sonó con una
nota de auto desprecio, sorprendiéndome, obligándome a echar un vistazo
más de cerca a Sucio Sean Cassidy.
El resentimiento endureció sus rasgos, pero su amargura se volvió
decididamente hacia dentro. No se hallaba enojado conmigo. Se sentía
molesto consigo mismo.
Y ahí es cuando me di cuenta de la verdad.
Sean sabía que era una basura en los juegos preliminares. Algo en mi
expresión debió haber registrado mi descubrimiento porque se estremeció y
se apartó de mí. Se pasó una mano por el cabello, parecía humillado.
Sean Cassidy se sonrojaba.
—Tienes razón —dijo con los dientes apretados—. Esto fue una mala
idea.
Se levantó del sofá, se quitó la camisa y sin decir nada, se volvió para
irse.
Un ladrillo cayó en el pozo de mi estómago, mi tripa se torció y de
repente me sentí terrible. Era tan grande, tan poderoso, engreído, y sin
embargo, en ese momento parecía terriblemente inconsecuente, indefenso y
humillado. Solo.
Sin pensar, me paré, agarrando la toalla y rápidamente me cubrí antes
de ir tras él.
—Espera —llamé.
Se giró rígidamente, con las manos en las caderas mientras miraba al
suelo. —¿Qué?
Diablos, sonaba enojado. —Lo siento.
Ahora levantó la mirada, su mirada glacial. —No te disculpes. Nunca
te disculpes por no querer tener sexo. Sólo eras honesta.
—Sí, es verdad. Pero, está es la cosa, quiero tener sexo, contigo. Lo
hago.
Ladró una risa amarga. —¿Una follada por pesar? No me hagas
ningún favor.
—No —respondí con firmeza. Ahora le fruncí el ceño—. Eso no es lo
que es. Me gustas. Me excitas y quiero tener sexo contigo, pero creo que
estamos tocando dos canciones diferentes. Como si estuviera interpretando
Mozart, pero tú estás tocando Led Zeppelin. Ambos necesitamos tocar la
misma melodía. —El reluctante brillo de esperanza detrás de su mirada me 82
hizo querer abrazarlo. Pude ver que se encontraba más que tentado y su
vulnerabilidad aumentó mi confianza. Agregué para una buena medida—:
Si no la misma melodía, entonces por lo menos el mismo género.
Sean se frotó la mandíbula, la boca tirando hacia un lado con una
sonrisa adorablemente tímida, y dio un paso adelante. —¿Y qué sugieres?
Tragué, recordando nuestro maravilloso beso en la colina. Si puede
besar así, seguramente el resto era sólo cuestión de...
Cuestión de…
Umm…
—Estoy sugiriendo que vayamos a mi habitación y le demos a esto
otra oportunidad.
Su mandíbula se movió mientras consideraba mi sugerencia. Después
de un largo momento, finalmente respondió—: De acuerdo, entonces.
Asentí e hice un gesto para que me siguiera hasta el dormitorio. Una
vez allí me senté en el borde de la cama y lo miré.
—Bueno entonces, primero lo primero. Quítate la ropa.
Su sonrisa se ensanchó, menos adorablemente tímida y más
adorablemente engreída, pero no hizo un movimiento. Levanté mis manos.
—Oh, vamos. No estoy siendo una pervertida. Estoy prácticamente
desnuda y tú estás completamente vestido. Necesitamos igualar un poco el
campo de juego.
—Está bien —respondió suavemente y procedió a tirar su camisa por
encima de su cabeza. Mi boca cayó abierta cuando reveló centímetro tras
centímetro de abdominales y músculo perfectamente tonificados.
Quizás sólo debería hacer que se quede allí de pie así puedo mirarlo
desnudo, mientras, ¿me satisfago yo misma?
No, demasiado raro.
Quizás la próxima vez.
Se fueron sus pantalones y luego estaba bajando sus boxérs al suelo.
Mis ojos se engancharon en su pene, el cual era proporcional al resto de su
físico.
De acuerdo, podría trabajar con esto. Definitivamente podría trabajar
con esto. Sus ojos se calentaron y mi respiración se profundizó cuando
nuestras miradas se trabaron. Parecía preocupado por la inclinación y la
curva de mi clavícula, y me sentí extrañamente expuesta con sus ojos allí.
—Dime qué hacer —dijo en una baja, ronca voz, y vi cómo su polla
empezaba a endurecerse con una velocidad alarmante. 83
No dije nada durante tanto tiempo que empezó a acercarse a la cama.
Me encontré moviéndome tan rápido como pude a las almohadas, tirando
de mis rodillas a mi pecho mientras contemplaba el magnífico Hulk de
hombre quien quería tener su perverso camino conmigo.
Sólo tenía que decirle qué hacer.
Bien.
Piensa, Lucy. ¡Piensa!
Él ya se hallaba arrodillado en la cama, completamente desnudo, y
agarrando mis pantorrillas para separar mis piernas. El movimiento hizo
que mi toalla cayera libre una vez más, y su atención vagó hacia mis pechos.
Se tomó su tiempo admirándolos antes de levantar su mirada a mi cara.
Debe haber encontrado algo gracioso en mi expresión, porque rio entre
dientes por la diversión.
—Estoy esperando, Lucy.
Exhalé fuertemente y aclaré mi garganta.
—B-bésame.
Mi cabeza se apoyaba contra las almohadas mientras él se preparaba
sobre mí y bajaba su boca a la mía. Sus labios se movieron lentamente, casi
vacilantes, pero cuando deslicé mi lengua contra la suya, gimió y profundizó
el beso. Me sentí excitándome, algo resbaladizo formándose entre mis
muslos, y en poco tiempo jadeaba, mi clítoris hinchado y dolorido por
presión.
—¿Qué quieres ahora? —susurró Sean y mi excitación aumentó.
—Bésame —repetí el mismo comando que antes.
Su boca se curvó en una sonrisa.
—Te estoy besando.
—En otro lugar —dije tímidamente y sus ojos se oscurecieron.
Rápidamente añadí—: Pero no dientes. Aún no. Sólo tus labios.
—Como desees —murmuró y comenzó plantando suaves, apenas allí,
besos en mi cuerpo. Una vez que su cabeza se hallaba entre mis piernas,
hizo una pausa, como si estuviera preocupado de volver a hacer las cosas
mal.
—S-sopla en mí, suavemente —dije, la garganta cerrada.
Sus labios formaron una O mientras suavemente soplaba y yo gemía
tan alto que me sorprendería si Broderick no lo oyera al lado.
—Lame mi clítoris —continué, todo mi cuerpo ruborizado de
vergüenza. Me sentía extraña de estar instruyéndolo, pero al mismo tiempo
84
era una excitación masiva. Era como un siervo obediente, esperando cada
mandato.
Sean Cassidy como mi propio servidor sexual… me preguntaba si
podría conseguir que me pelara algunas uvas después.
Trayendo su boca más cerca, su lengua serpenteó y me lamió. Mi
cuerpo se arqueó, mi clítoris pulsando por el contacto, y su mano fue a mi
cadera para mantenerme en el lugar. Mis ojos se encontraron con los suyos
y me di cuenta de que esperaba por más instrucciones.
Mi voz sonaba ronca y tensa.
—Ahora usa tu lengua para dibujar círculos alrededor de él.
—¿Suavemente?
—Sí.
Hizo lo que le pedí y gemí de nuevo. Un bajo, grave murmullo emanaba
de la parte posterior de su garganta mientras seguía lamiendo círculos
alrededor de mi clítoris.
—Oh, Dios. —Respiré—. Ahora un poco más rápido.
Tenía los muslos apretados y sabía que si él seguía así no tardaría
mucho en venirme.
—Mírate —susurró Sean, con los ojos ardiendo.
—Pon tus dedos dentro de mí —dije y cumplió.
—¿Así? —preguntó, moviendo lentamente dos dedos hacia dentro y
hacia fuera, suavemente.
—Sí —contesté, mi voz de repente aguda.
Cerré los ojos, sintiendo un orgasmo contrayéndose. Los dedos de
Sean golpeaban justo en el lugar correcto, y combinado con sus círculos en
mi clítoris, me encontré jadeando y temblando cuando me corrí
violentamente en su lengua. Dejé escapar un largo, saciado suspiro, luego
abrí mis ojos para encontrarlo observándome atentamente.
Me desplomé en las almohadas y tiré un brazo sobre mi cara,
ligeramente avergonzada por su inspección cercana. Subió a la cama y tiró
de mi brazo para poder mirarme a la cara.
Parecía fascinado. Lo miré de regreso, sin saber por qué me miraba de
esa forma.
—¿Qué? —susurré, consciente de mí misma.
—Te corriste —dijo, con voz asombrada.
No pude dejar de soltar una pequeña carcajada. 85
—Sí, eso es generalmente lo que ocurre cuando vas por una mujer tan
fantásticamente como lo hiciste, Sean.
Respiró hondo y agarró mi rostro, besándome otra vez. Me probé en
su lengua.
—Podría volverme un adicto a eso.
—¿A qué?
—A darte orgasmos.
Me reí.
—Bueno, ¿quién soy yo para negártelo?
Sonrió, amplio y brillante, y me besó un poco más antes de murmurar
contra mi boca—: Quiero follarte ahora.
Murmuré en acuerdo, mi cuerpo una masa flexible bajo él. Su pene
empujó en mi abertura y se sintió increíble, pero entonces empecé, dándome
cuenta de que no usaba ninguna protección.
—Sean, espera. Necesitamos un condón.
—Cristo. —Juró y se levantó—. ¿Están en tú bolsa?
Instantáneamente me desinflé.
—No. No traje nada. No planee… esto.
Me estudió, sus cejas juntas.
—No, supongo que no lo hiciste. —Una pausa y luego una chispa
iluminada detrás de sus ojos—. En realidad, creo que tengo uno en el bolsillo
trasero de mis pantalones.
—¿Oh? —dije, interrogante.
Sonrió.
—Nunca puedes estar demasiado preparado.
—¿Pensabas en follar durante la caminata, verdad?
Sacando el pequeño paquete de aluminio de sus pantalones, volvió a
la cama. Su sonrisa no vaciló.
—Bueno, eres una profesional del picnic. ¿Por qué no agregas otra
habilidad a tu lista?
—No pretendo ganar habilidades que puedan hacerme arrestar —
contesté, coqueteo en mi voz.
—No, imagino que tus robos te ponen en problemas como este.
Mi sonrisa cayó, y una punzada de dolor cortó a través de mí. No sabía
por qué, tal vez porque habíamos sido íntimos, pero la forma descuidada en
86
que se burlaba de una adicción con la que realmente luchaba me hacía
sentir menos entusiasta para continuar.
Me senté en la cama, tirando las mantas alrededor de mí para ocultar
mi desnudez.
—Eso no es algo muy amable para decir —le dije en una voz tranquila.
Sus labios se fruncieron, confusión disminuyendo poco a poco en
comprensión y preocupación mientras arrojaba el condón y volvía a subir
sobre la cama.
—No, no lo fue. Lo siento —murmuró en disculpa mientras intentaba
quitar las mantas.
Las sostuve más apretadas y le di mi perfil.
—Sabes, quizás deberíamos llamarlo algo de una noche.
—Lucy. —Alcanzó mi mano y, después de un rato, le permití que la
tomara. Me besó la parte de atrás de mis nudillos—. Por favor, mírame.
Moví mis ojos a los suyos, lo encontré mirándome con una mezcla de
alarma y sincero arrepentimiento.
—Lo siento. Creo que a estas alturas ya me conoces lo suficiente como
para darte cuenta de que soy terrible en algo más que en los preliminares.
Esto le mereció una reacia y sospechosa sonrisa.
—Sólo intentas meterte en mis pantalones.
—Técnicamente, no estás usando ninguno, pero no es por eso que me
disculpé. —Sus cejas se unieron en consternación por encima de sus ojos
cobalto—. Fue una cosa completamente insensible decirlo. Soy insensible.
Pero me gustaría ser de otra manera, contigo, si me das la oportunidad.
Me sentí derritiéndome. Él era o el campeón del mundo fingiendo
sinceridad, o su franqueza podía ser lo más sexy de él y, en consecuencia,
mi ruina.
—Lo siento —susurró, y de nuevo—. Lo siento.
Bajó su boca a la mía y me besó una vez, dos veces. Antes de que lo
supiera, olvidé mis preocupaciones mientras me perdía en Sean Cassidy
nuevamente. Sus manos bajaron las mantas y recorrieron mi cuerpo,
decididamente suave, como si todos sus movimientos fueran conscientes.
Tiró de mis muslos alrededor de su cintura mientras recogía el condón y
rasgaba el papel con sus dientes.
Miré con extasiado interés mientras lo enrollaba por su eje y luego me
miraba en interrogación.
—¿Cómo puedo hacer que esto sea bueno para ti, Lucy? 87
Oh, guau, realmente era hermoso. Me encontré a la deriva en su
mirada por un segundo antes de que volviera a mis sentidos.
—Sólo… no te detengas.
Pareció sorprendido por esto y tragó densamente. Los músculos de
sus brazos tensos mientras se colocaba y yo perdía el aliento cuando empujó
en mí.
—Oh —grité.
—¿Debo moverme? —Sean gimió y comenzó a moverse antes de que
pudiera responder. Sus caderas empujaban hacia delante y atrás, y no se
detuvo, como le pedí. Me sentía tan pequeña, casi frágil, en comparación
con su tamaño y virilidad—. Te sientes increíble —dijo, mirándome a los
ojos. Sentí una conexión con él, como si realmente nos viéramos en ese
momento. Pero entonces, como si alguien hubiera cortado la electricidad
demasiado pronto, se corrió.
¿Qué demonios?
No me malinterpreten, viendo a un hombre tan atractivo en su
orgasmo como Sean fue una experiencia en sí misma. Eran sólo esas cosas
que solamente habían empezado y luego habían terminado.
—Maldito infierno. —Juró, enterrando su cara en mi cuello y
cambiando de posición para quitar el condón, aún respirando con
dificultad—. Mierda.
No sabía qué decir. Nunca tuve un hombre terminando tan rápido.
—Lo siento —dijo, su voz soñolienta mientras me atrapaba con sus
brazos y se acurrucaba contra mí.
No podía hablar. Todavía me sentía demasiado asombrada. Quiero
decir, estamos hablando de menos de un minuto aquí. Tardaba más
cepillándome los dientes de lo que había durado. Y no sabía si debía
sentirme avergonzada o halagada.
Al fin, finalmente susurré—: ¿Perdón por qué?
Sean permaneció en silencio, y pensé que tal vez se sentía demasiado
avergonzado para contestar, pero luego comencé a notar su respiración
tardía.
Él estaba dormido.
Guau.
¡Guau!
Reí en mi asombro, pero luego fruncí el ceño y sacudí mi cabeza. 88
Ahora no sabía si reírme o sentirme acabada. Pero entonces, me hizo
venir de manera bastante espectacular con sus dedos y lengua, así que no
era como si me hubiera dejado colgando. Y yo le dije que no se retuviera.
Simplemente, no pensé que tomaría la petición tan literalmente.
Sus brazos me sostenían, su cuerpo masivo me calentó y me
encapsuló por completo. Permanecí despierta durante unos minutos y pensé
brevemente en despertarlo, pero a pesar de todo, no quería que se fuera.
Había pasado mucho tiempo desde que pasé la noche con un hombre y sólo
quería disfrutar de ser sostenida, sintiéndome segura y caliente. Fue
agradable.
Cerrando mis ojos, me acurruqué cerca de él, y después de un tiempo
me quedé dormida también.
Cuando me desperté, Sean todavía seguía allí, dormido, y yo me
estaba asando. El calor de su cuerpo era encantador, pero un poco
abrumador. Tan cuidadosamente como pude, me salí de su agarre sin
despertarlo. Después de dar una visita rápida al baño, me tiré encima algo
de ropa y salí a dar un paseo. Cubrí casi todos los terrenos del refugio y
luego hice mi camino al comedor para desayunar.
Armada con un plato de avena y un poco de fruta fresca, fui a unirme
a Broderick donde se sentaba con Cindy y Lisa.
—Lo siento, me perdí la cena—le dije—. No me sentía bien.
Él se encogió de hombros.
—No hay problema.
Comí en silencio mientras charlaban a mí alrededor, mi mente en otro
lugar. No podía evitar pensar en Sean y la contradicción de lo mucho que
me excitó, pero cuán despistado era cuando se trataba de sexo.
¿No era su sobrenombre Sucio Sean?
¿Cómo podría alguien ser tan renombrado por conquistas pero nunca
aprender nada de la experiencia?
¿Era todo tan de borrachos y revuelto que ninguna de las partes
nunca se molestaba en averiguar qué hacía que el otro se sintiera bien?
Y él parecía saber que era malo en eso. Entonces, ¿por qué nunca
consultó en Internet? ¿Por qué no intentó aprender a hacer las cosas bien
antes de ahora? Parecía lo suficientemente impaciente por aprender la
noche anterior…
Me encontraba a la deriva en estos pensamientos cuando el ruido de
una silla chirriando hacia atrás arrebató mi atención. Levantando la mirada,
encontré a Sean uniéndosenos a la mesa. Su cabello estaba mojado y había
cambiado su ropa. Por un momento, me sentí mal por dejarlo despertar en 89
mi cabaña solo.
Su mirada sostuvo la mía por un latido, su expresión sombría.
Arranqué mis ojos de los suyos, luchando contra una feroz oleada de calor
amenazando con alcanzar mi cuello y mis mejillas.
No me ruborizaré. No soy tímida. Soy una mujer adulta que le gusta
tener sexo. ¿Y qué si tuviera que enseñarle cómo y era sexy como el infierno?
Levanté mi mirada hacia Sean una vez más. Seguía mirándome y el
calor detrás de su mirada, la intensidad y la vulnerabilidad de la misma,
borraron todo mi razonamiento y buen sentido. Me miró como si yo fuera el
centro de algo importante. Como si fuera importante para él.
¡Mierda, mierda, mierda!
Me sonrojé.
Entonces maldije entre dientes y apuñalé mi avena con mi cuchara,
resuelta a no hacer contacto visual otra vez. Todo eso se hallaba en mi
cabeza, tenía que estarlo. No podía ir imaginando que la noche anterior
significaba algo para Sean Cassidy.
El Sucio Sean, me recordé de nuevo su apodo. Esto no me hizo sentir
mejor.
Comió y charló con los demás durante unos minutos, mientras yo
regulaba mi respiración, luego su muslo se movió contra el mío mientras se
inclinaba y murmuraba en mi oído—: Deberíamos hablar.
Levanté una ceja hacia él especulativamente, ignorando la piel de
gallina causada por su caliente aliento contra mi cuello.
—¿Sobre qué?
Se inclinó hacia atrás, estudiándome y apretó sus labios juntos.
—Cosas.
—Oh. —Exhalé la palabra.
Sonriendo, sacudió la cabeza.
—No hay necesidad de parecer tan asustada.
—No estoy asustada. —Me asustaba un poco.
Me examinó un momento, su voz sosteniendo un toque de auto
desprecio.
—Tal vez esa no era la elección correcta de palabra. Traumatizado es
probablemente más apropiado.
—Realmente no te estoy siguiendo. 90
Suspiró, su sonrisa haciéndose débil, sus palabras vacilando y
tiñéndose de disculpa.
—Anoche, no hice exactamente lo que esperabas.
—No tenía ninguna expectativa, Sean —mentí, aturdida por su auto-
borrado.
Me escrutó durante varios momentos, como si fuera una ecuación
insoluble, entonces presionó. —Sea como fuere, quiero compensártelo.
—¿Compensármelo? —chillé, imaginando todas las cosas que esa
afirmación podía significar.
—Sí, pero primero…—Frunció el ceño, todavía examinando mi cara, y
se volvió en su silla, su brazo viniendo a descansar a lo largo de la parte
posterior de la mía. Con una expresión dolorosamente sincera, una que hizo
mi corazón revolotear y apretarse, susurró—: Quiero que me enseñes.
@SeanCassinova: ¿En qué se parece el sexo a una fiesta?
@THEBryanLeech a @SeanCassinova: De acuerdo, morderé el anzuelo. ¿En qué se
parece el sexo a una fiesta?
@SeanCassinova a @THEBryanLeech: Es más divertido cuando todo el mundo viene.
@THEBryanLeech a @SeanCassinova: ¿Te das cuenta de esto ahora?
Sean
H 91
ay un idioma que nunca aprecié hasta que me senté frente a
la encantadora Lucy Fitzpatrick y le pedí que me enseñara
cómo follar, buena y apropiadamente.
Ir por todas.
La noche anterior fue una pesadilla. Luego fue un sueño. Y ella había
sido un ángel.
Mi ángel.
No sabía qué pensar sobre eso.
Pero, despertando esta mañana, la cama aún caliente de su cuerpo,
de nuestros cuerpos juntos, e impregnado con su olor, mi primer
pensamiento consciente fue de cómo se veía su rostro cuando llegó a su
orgasmo. Cerré los ojos y reviví la pulsación de su respuesta reflexiva, las
réplicas de su placer, la forma en que su piel se ruborizó de color rosa, y las
perlas de sus pezones de color rosado se dibujaron firmemente y apretadas.
Y, jódeme, acostado en su cama, recordándola, oliéndola, me puse
duro. Necesitaba de su excitación. No podía esperar a tenerla de nuevo.
Y aunque probablemente debería estarlo, no me sentía avergonzado
ni emasculado por el recuerdo de mis errores. Por una vez. No. Algo acerca
de esta chica, esta mujer, me daba la clara impresión de aceptación. Era tan
extraño y desorientador como vigorizante.
Con estos pensamientos despertándome, me levanté, me duché y me
vestí de prisa. Rápidamente llamé a mi abogado sobre el rodaje de Adidas,
exigiendo que encontrara una manera de hacerlo funcionar con mi contrato
de Puma. Corrí al comedor comunitario con la intención de estar con Lucy
en Nueva York durante una semana por lo menos, más tiempo si estuviera
de acuerdo con un arreglo extendido.
No me di cuenta hasta que vislumbré su aureola de cabello que olvidé
buscar a través de sus artículos de tocador antes de salir de su cabaña.
Curioso, eso.
Empujé el pensamiento lejos, no queriendo ser distraído de mi curso
actual. El tiempo era esencial. Hoy marcaba el final del retiro. Se iría a Nueva
York esta tarde y por lo tanto, yo también. Necesitaba que estuviera de
acuerdo con mi proposición precipitada.
Anoche podría haberse reído de mí, pero no lo hizo.
Podría haber fingido, pero tampoco lo hizo.
Empezaba a creer que no existía nada falso sobre Lucy aparte de su
color de cabello. Sin embargo, el remolino arcoíris que enmarcaba su
preciosa cara, como la luz del sol a través de un prisma, le encajaba
perfectamente.
92
Sí. Iba a ir por todas con Lucy Fitzpatrick. Por lo tanto, estaba sudando
y nervioso. Nervioso de una manera nueva y completamente aterradora.
—¿Quieres que te enseñe? —Sus cejas oscuras aladas sobre ojos
azules pálidos y sorprendidos.
Asentí. —Sí.
Se inclinó un poco más cerca, su voz cayó a un susurro. —¿Quieres
que te enseñe qué exactamente?
—Todo.
—Tienes que ser más específico. —Sus palabras sonaban ahogadas.
—Bien. Quiero que me enseñes el arte de los preliminares y el sexo.
Quiero que me enseñes dónde tocar, cómo tocar, cuánto tiempo. Quiero que
me enseñes sobre la presión, lamer y chupar, y…
—Detente. Por favor, deja de hablar. —Cubrió mi boca con su mano,
tirándome dardos con los ojos—. No puedes estar hablando en serio.
La agarré suavemente por la muñeca y empujé sus dedos, besando
las puntas antes de colocar su palma en mi pierna. —Hablo muy, muy en
serio.
—Sean. —Su susurro adoptó una actitud de urgencia. Apartó su
mano y sus ojos hicieron un rápido barrido de la mesa, como para
asegurarse de que nadie nos escuchaba—. No me necesitas para eso. Puedes
ver vídeos de YouTube, hacer una búsqueda en Google o comprar un libro.
He oído que hay uno llamado Kamasutra que se supone que cubre lo básico.
El impulso de volver a tocarla se amplificó, pero no quería asustarla.
Dejé que mi pulgar trazara un círculo en su hombro. Ella no se apartó.
—He visto videos, Lucy. He leído libros. Pero… —Mis ojos se
concentraron en la peca en su clavícula. En mi prisa me olvidé de probarlo
anoche, y tal vez no me diera otra oportunidad.
No pensé que se reiría en mi cara, pero mi instinto se tensó ante la
posibilidad de que dijera que no.
—¿Pero quieres un sujeto de prueba? —Su susurro fue acusatorio.
No.
Te deseo a ti.
Incapaz de recuperar el aliento, me lamí los labios, recordando su
sabor, la sensación de ella viniéndose contra mi lengua. Su mirada cayó a
mi boca y escuché su jadeo, seguido por un gemido estrangulado. —Eso no
es agradable. No lo hagas.
—¿No hacer qué?
—Sabes qué.
93
Fruncí el ceño, sacudí la cabeza, buscando sus ojos. —Honestamente,
no.
Un bajo gruñido frustrado sonó desde la parte posterior de su
garganta. —Eres increíble. Es como si fueras un niño pequeño que pinta
como Rembrandt.
Levanté una ceja. —¿Me has comparado con un niño pequeño?
—Sí. Porque eres completamente ajeno a… —Resopló, mirando a otro
lado y cruzando los brazos—. No importa. Mi punto es… Ni siquiera sé cuál
es mi punto.
Estudié su perfil, notando que su cuello se tonó de color rosado y la
mancha se deslizaba por sus mejillas. Quería tocarlos. Su cabello era una
masa desordenada alrededor de sus hombros. Quería envolverla alrededor
de mis dedos y tirar de su cabeza hacia atrás. Sus labios estaban fruncidos
ante el pensamiento, o un puchero, o algo más irresistible. Quería besarlos
y morderlos.
Cristo, esto era una tortura.
No teniendo nada que perder, me incliné hacia delante y le susurré al
oído—: Por favor, Lucy. Sólo dame una semana.
Tembló y se balanceó hacia mí, su pecho subía y bajaba con
respiraciones medidas.
—Por favor, enséñame cómo hacerte sentir bien. Enséñame cómo
hacerte venir.
Su hombro se apoyó pesadamente en mi pecho, como si la indecisión
fuera una carga demasiado pesada para llevarla sola, así que esperé. Quería
oler su cabello, pero no lo hice. No me moví.
Finalmente, finalmente, asintió, enderezándose, sus ojos parpadeando
a los míos. —Bien.
El impulso de levantarme de mi asiento y lanzarla sobre mi hombro
para que pudiéramos empezar de inmediato era fuerte. Fuerte, repentino, y
completamente fuera de carácter.
Asentí con firmeza, tratando de no sonreír demasiado. —Bueno.
—De acuerdo.
—Bien, entonces…
Me miró una vez más, con los ojos entrecerrados de sospecha. Levantó
un dedo índice y me golpeó en el pecho. —Pero esto es entre nosotros, Sean.
¿Lo entiendes? Nadie, y me refiero a nadie, debe oír hablar de ello. Si le dices
a alguien esto, pondré tus bolas en una licuadora. 94
Sus frases ahogaron mi risa, pero rápidamente capitulé. —Sí. Por
supuesto. —No pensé en los detalles más allá de la próxima semana, pero
estaría de acuerdo con cualquier cosa en este momento.
Me lanzó una mirada más penetrante y luego se levantó bruscamente.
Su silla se arrastró atrayendo la atención de toda la mesa.
Lucy miró a nuestros compañeros de mesa, retorciendo los dedos,
luego anunció un poco demasiado fuerte—: Tengo que ir a empacar.
Ella se fue. La vi irse. Y sonreí.
Existía algo inextricablemente atractivo en la dicotomía de ella. Para
una princesa hada de voz suave con una melena de arco iris, tenía una boca
notablemente agria.
Cuando me di cuenta de que la miraba como un tonto, y sonreía a
nada específicamente, me detuve rápidamente. Me aclaré la garganta,
reemplazando la sonrisa con un ceño fruncido, y buscando en mi entorno
para asegurarme de que no había sido atrapado.
Me enderecé cuando mis ojos se unieron a los de Broderick.
Estábamos solos en la mesa, las mujeres se fueron sin que me diera cuenta.
Me observaba. Por lo general, por lo que sabía, rasgos impasibles fueron
grabados con el menor indicio de una sonrisa.
Me atraparon.
—¿Tienes algo que decir? —Me incliné hacia atrás en mi silla,
cruzando los brazos. La silla protestó, gimiendo bajo mi peso.
—No.
Mi ceño fruncido se profundizó. Era un tipo extraño. Y definitivamente
no era un cordero.
—Entonces, ¿te importa si te hago una pregunta?
—Depende de la pregunta. —Broderick, todavía sonriendo, bebió un
sorbo de café.
—¿Crees que es racista de mi parte que te llame Mocha Frappuccino?
Broderick tosió de sorpresa. Café salpicó la mesa y cubrió su boca con
una servilleta, sus ojos ampliándose mientras me fulminaba con la mirada.
Esperé a que se recompusiera, ofreciendo ninguna ayuda.
—Debes haber tomado la palabra de Lucy —espetó, limpiando su
boca.
—¿Sobre qué?
—Que soy un cordero. 95
—¿Te llama así muy seguido?
—Lo suficiente.
Entrecerré mis ojos hacia él. —No eres un cordero. Eres un lobo negro
vestido de oveja negra.
—Y tú eres una oveja blanca.
—¿Vestido de lobo blanco?
—No. Solo una simple, oveja blanca de cada día.
Mi ceño se intensificó en una mueca. —¿Crees que soy tan ordinario?
—¿Ordinario? —Se encogió de hombros, como si considerara la
palabra, luego asintió—. Promedio es la palabra que usaría.
—¿En serio? —dije alargando las palabras, su evaluación
extraordinariamente irritante por alguna razón desconocida. Pregunté
sarcásticamente—: ¿Qué me hace promedio? ¿Es mi estatura?
—Es porque crees que quieres ser promedio. —Levantó sus cejas,
indicando mi cerebro—. Esperar ser promedio te hace promedio.
Lo miré fijamente por un rato. —¿Yo creo que quiero ser promedio?
—Sí —dijo, soplando su café, y tomando otro sorbo. El molesto vapor
viajó hacia arriba, desapareciendo en el aire por encima de sus cejas.
—Lucy intenta psicoanalizarme también. —Rodé mis ojos lejos de él,
aunque reconocí que no trataba de insultarme. Sus palabras no tenían
malicia—. ¿Eso es lo que hacen ustedes dos todo el día? ¿Analizarse el uno
al otro?
Broderick no era… bueno, no era para nada parecido a un simio. Ni
era malo. Era tranquilo —como un cordero, sí— pero también inteligente.
Era sorprendente.
—Estuve en la marina. No analizamos a las personas. Nosotros las
etiquetamos, es más fácil así, más eficiente. Todo el mundo tiene un rol.
Está definido para ellos así pueden llenarlo.
—¿Y cuál es el rol de Lucy? —pregunté, siguiéndole la corriente.
No me encontraba para nada curioso por su respuesta.
Y definitivamente no me sentía impresionado o incómodo con su
concisa evaluación de lo que quería.
—Ella no es promedio.
A pesar de mí mismo, luché contra una sonrisa. —Ciertamente tienes
algo con las palabras.
—Lo sé. —Los rasgos de Broderick cambiaron solos, regresando a la
impasible neutralidad— Todo lo que sale de mi boca es poesía. 96
Me entregué a la sonrisa y luché contra una carcajada. —Frases de
amor, la encarnación de la belleza en forma hablada.
—Como una jodida mariposa, pero con sonidos.
Y ahora me entregué a la carcajada. Él también. Reímos a carcajadas
juntos de una manera que dos personas no pueden y no ríen solos.
Era una novedosa experiencia, no reírme a expensas de otro, sino
juntos. Era algo que siempre había hecho solo con mi Eilish. Lucy tenía
razón. Donde ella era considerada, Broderick era un cordero. Y me gustaba
mejor así.
Broderick condujo.
Me senté en el frente por defecto debido a que mis piernas eran
demasiado largas para el asiento trasero de su BMW. A decir verdad, mis
piernas eran demasiado largas para el asiento trasero de casi cualquier
vehículo.
Lucy se sentó detrás de Broderick. Con el fin de echarle un vistazo,
tuve que girar completamente. Encontré esto más que irritante. Me ofrecí a
llamar un servicio de auto, tener una limosina que nos recogiera para la
larga jornada a la ciudad de Nueva York.
Ella se sonrojó con una deliciosa sombra de rosa y declinó
formalmente—: No, gracias.
Desafortunadamente, dijo muy poco durante el viaje, dejando a
Broderick y a mí para conversar sin ella. Aunque la atrapé mirándome de
vez en cuando. Ignoré sus persistentes miradas, sin querer darle alguna
razón para ser autoconsciente. Podía verse satisfecha. Me gustó bastante.
De hecho, podía hacer lo que sea que quisiera siempre y cuando nuestro
acuerdo se realizara.
Broderick se encargó de la mayor parte de la conversación. Por lo
general, me importaría muy poco el pasado de una persona. La mayoría de
las personas eran aburridas. Habían llevado pequeñas vidas insignificantes
haciendo pequeñas cosas insignificantes.
Por ejemplo, yo me consideraba aburrido.
Broderick no era aburrido.
97
—¿Estuviste asignado a Guantánamo? ¿En la base naval?
Se encogió de hombros, girando en la calle y maniobrando alrededor
de dos taxis amarillos estacionados fuera del hotel. —Solo por tres años.
—¿Qué hiciste allí? ¿Eras guardia de los reclutas?
—Era el oficial de selección. Aquí estamos. —Señaló hacia el Carlton
Ritz con su barbilla, estacionando el automóvil en una plaza.
No hice movimiento para salir. —¿Qué hace el oficial de selección?
Nosotros estuvimos hablando —o él estuvo hablando— por las últimas
horas, aunque se sintió como si apenas pasara el tiempo. Podía ver por qué
a Lucy le gustaba pasar el tiempo con él.
—Me guardaré esa historia para otro día. Necesito regresar al estudio.
—Broderick levantó una ceja hacia mí, luego su atención se quedó atrapada
en el espejo retrovisor—. Lucy, ¿te importa si te dejo aquí? Dirigirme a la
ciudad es una locura durante la hora pico y ya voy tarde.
—Ah, no hay problema. Gracias por traernos.
Nos arrastramos fuera del auto y un botones corrió con un carrito.
Una idea espontanea me tuvo pidiendo cargar las bolsas de Lucy mientras
ella y Broderick intercambiaban adioses.
Para mi sorpresa, antes de girarse para irse, Broderick dio un paso al
frente y sacudió mi mano. —Fue bueno conocerte, hombre.
—Sí. A ti también. —Y quería decirlo.
—Consigue mi número de Lucy. Te llevaré a mi pub favorito en la
ciudad. Nos comeremos un filete.
Asombrado por la oferta, me tomó un momento para responder. —Lo
haré.
Él asintió una vez, luego se fue. Lo observé empujar dentro del tráfico,
con una curiosa y vacía sensación en mi pecho.
—Creo que le gustas. —Lucy codeó mi brazo con el suyo, atrayendo
mi atención a ella. Su mirada burlona y sonriente mientras añadía con una
voz cantarina—: Y creo que te gusta.
Fruncí el ceño y respondí automáticamente—: A nadie le gusto.
La sonrisa se fue de sus ojos y fue remplazada con sorpresa, luego
determinación. —Bueno, me gustas. Y también a Broderick. Así que, una
vez más, te equivocas.
Estudié sus abiertos rasgos, lo relleno de su labio inferior, la punta de
su barbilla. —¿Te gusto lo suficiente para tener una cena conmigo?
Sus pestañas revolotearon. —C-claro. ¿Cuándo? ¿Mañana?
98
Di un paso dentro de su espacio y junté nuestros dedos. —Esta noche.
Ahora.
—Oh. —Obviamente tomada por sorpresa, Lucy parpadeó hacia
nuestro alrededor, tal vez buscando su bolsa—. Yo, ah. Bueno, necesito ir a
casa y cambiarme.
—Ordenaremos servicio a la habitación. —La jalé hacia la entrada del
hotel y sostuve la puerta mientras la llevaba dentro—. No necesitas
cambiarte. Tengo al botones llevando tu maleta a mi habitación.
Me echó un vistazo por el rabillo de su ojo. —¿Muy presuntuoso?
—Soy un solucionador de problemas.
—Me gustaría algo de ropa limpia.
Me encogí de hombros, dirigiéndola al escritorio de recepción VIP. —
Enviaremos tu ropa sucia a lavar.
—Sean…
—O puedo comprarte algo nuevo. El hotel tiene una tienda.
—No. —Su tono fue plano y despectivo.
Envolví mi brazo alrededor de su cintura, la atraje a mi costado, y
susurré en su oreja—: O podríamos estar desnudos.
Se puso rígida, su aliento se enganchó, pero no se alejó de mi agarre.
Me eché hacia atrás ligeramente así podría ver su perfil. Ella mantuvo sus
ojos diligentemente hacia delante.
Mientras yo nos registraba, ella permaneció en silencio, sin hacer
movimiento de separar nuestros cuerpos. Y cuando la añadí a la habitación
y le presenté una llave, la aceptó, deslizando el rectángulo dentro de su bolso
sin decir una palabra.
99
@SeanCassinova: ¿Dónde se puede adquirir un cuerno de zapato en Nueva York?
@ RugbyFan101 a @SeanCassinova: Te presto mi cuerno cualquier día de la semana,
bebé ;)
@SeanCassinova a @RugbyFan101: ¿Quién eres y de dónde obtuviste mi número?
@ RugbyFan101 a @SeanCassinova: Uh, esto es Twitter.
@SeanCassinova a @RugbyFan101: Ese es un nombre muy extraño. ¿En qué pensaban
tus padres?
@EilishCassidy a @SeanCassinova: Deja de ser un imbécil.
100
Sean
—¿Q
ué quieres hacer?
—Me gustaría lamer tu coño.
Lucy se ahogó en su agua. Había medio
bebido de una botella de agua cuando respondí.
Escuché, examinando el menú del servicio de habitaciones, mientras seguía
tosiendo y chisporroteando.
—Sean…
—Entonces creo que me gustaría un filete. —El restaurante tenía
varios cortes de carne; me decidí por la costilla.
—Sean…
—Vino con la comida. ¿Después de la cena, tal vez bebidas? ¿Entonces
sexo?
—Sean.
Alcé mis ojos del menú, la encontré frunciéndome el ceño desde el otro
lado de la habitación. —¿Qué?
Bufó. —El juego previo es más que sólo lo físico.
Consideré su declaración durante varios segundos prolongados, sin
saber qué trataba de decir o cómo se relacionaba con mi pedido de carne.
Finalmente, admití—: No te sigo.
Volvió a colocar la tapa en la botella de agua. —Parte de ser íntimo
con una persona es cómo le hablas.
—Ah. Quieres que te adule.
—Sí. —Asintió, pero luego frunció el ceño—. No. —Meneó la cabeza—
. Quiero decir, sí. Si quieres que te enseñe a cómo hacer... Hacer todas las
cosas, entonces comienza con cómo me hablas.
Dejé el menú a un lado, considerándola. —Y no te gusta cuando te
digo que me gustaría lamerte...
—Sólo estoy diciendo... —Levantó las manos y habló sobre mí. Ahora
era de un rojo brillante. Me gustaba bastante—. Sólo digo, quiero ser una
buena maestra. El primer paso en los juegos previos es cómo hablas.
—Coqueteo —dije mientras conjeturé su significado—. Puedo hacer
eso.
Levantó una ceja incrédula. —Puedes hacerlo a veces, y generalmente,
por accidente.
—Soy un buen coqueto —dije, incapaz de mantener la actitud
101
defensiva de mi reclamo.
Su expresión decayó y bajó su voz a la de un tono de burla,
citándome—: “¿Debería colarme más tarde? ¿Meterme en tu cama y
despertarte con mi cabeza entre tus piernas?”
Gané contra mi deseo de sonreír, bajando mi barbilla para que no lo
viera, pero mantuve mis ojos en ella. —¿Y, muy sutil?
Sonrió, luego se echó a reír, señalándome. —¿Ves? Simplemente lo
hiciste, sólo flirteaste conmigo accidentalmente.
—¿Lo hice?
—Sí. Lo hiciste. Y también hiciste un buen trabajo.
Fruncí el ceño. —¿Qué hice?
—Esa cosa con tus ojos, y la barbilla. —Lucy depositó su bolsa en el
sofá y cruzó para pararse frente a mí—. Y la pequeña sonrisa, y la
observación descarada. Todas las cosas buenas. Mucho mejor que
arrastrarme de vuelta a tu guarida y golpearme sobre la cabeza con tu gran
polla.
Solté una carcajada por la imagen que sus palabras conjuraron y me
sentía contento por el sonido de su risa.
—A veces eres lindo.
—Y tú eres hermosa —dije, porque era verdad.
—Oh. Buen trabajo.
—¿Buen trabajo?
—Sí. Otro buen ejemplo de coqueteo. Buen trabajo. —Lucy me sonrió
de manera alentadora, me dio unas palmaditas en el hombro y se giró—.
¿Dónde está el baño? Necesito darme una ducha.
La miré mientras caminaba y desaparecía en el dormitorio, dándome
cuenta de que ella pensaba que trataba de coquetear en lugar de
simplemente decir mi opinión.
Tal vez todo lo que tenía que hacer para coquetear con Lucy —y, por
lo tanto, iniciar preliminares de calidad— era decirle la verdad.
Un rato más tarde, oí la ducha. No me obsesioné con ello, porque si
pensaba en una Lucy húmeda, me gustaría unirme a ella. El sexo en la
ducha se sentía como una técnica de nivel avanzado, algo para trabajar.
En cambio, llamé al servicio de habitación. Ya que no sabía lo que
quería, pedí uno de cada elemento vegetariano en el menú. Terminando con
mi tarea, encendí la televisión. No había nada. Lo apagué.
Todavía estaba en la ducha.
102
Ahora mi mente vagaba por una imagen de ella. Mojada. Jabonosa.
Me mordí el labio, mirando la puerta del dormitorio, que se hallaba
entreabierta.
¿Tal vez necesitaba ayuda para lavar su espalda…?
Inquieto —y por inquieto, me refiero a ponerme con fuerza y
dolorosamente duro— me quité mis zapatos, me tiré al suelo, e hice
flexiones. Cuando escuché la puerta del baño abrirse, hice flexiones
combinadas con aplausos. Ayudaron a disipar la "inquietud".
Bueno, ayudaron hasta que la oí preguntar por la puerta—: ¿Qué
haces? ¿Estás aplaudiendo? ¿Mientras haces flexiones?
Hice una pausa, levantando la vista lo suficiente para verla vestida
con un albornoz. Lo que significaba que se encontraba básicamente
desnuda.
El cuerpo brillante.
—Sí. —Me empujé hacia arriba, aplaudí, volví mis manos al piso,
presioné, repetí. Debería haber salido corriendo. Incluso con las flexiones
era completamente demasiado trabajado. Fue embarazoso. Tal vez debería
pasar a burpees12...
—Huh.
La vi acercarse a mi visión periférica. Tenía los pies desnudos.
Subir, aplauso, abajo, repetir.
—Eso es realmente impresionante.
Me reí de la admiración en su voz, luego pregunté—: ¿Quieres ver algo
aún más impresionante?
—Por supuesto... —Una vez más, sonaba desconfiada.
Poniéndome horizontal en posición de tabla, apoyé mis manos a sólo
media pulgada más lejos, luego empujé con más fuerza, aplaudí mis manos
detrás de mi espalda, me atrapé y presioné. Repetir.
—Cristo en una bicicleta. Eso es ridículo. —Lucy se arrodilló junto a
mí y asumió una posición de tabla, tirando del albornoz en su prisa—.
Enséñame.
Rodé a mi lado y la enfrenté. Sonreía, claramente emocionada. Llevaba
su cabello mojado y trenzado sobre su hombro. Parecía cuerda.
—¿Sean? 103
Mis ojos fueron a su cara. Su sonrisa vaciló cuando miré durante
demasiado tiempo sin hablar.
—Sí, sí. —Asentí, volviendo a la alfombra y agarrándola en lugar de
ella—. Empezaremos con la flexión básica.
Lucy resopló. —Sé cómo hacer una flexión.
—Necesito ver tu forma.
—Tengo una gran forma.
—Sí. La tienes
Bufó de nuevo, esta vez apareada con una risa. —Ahora el coqueteo
se te está saliendo de la mano. Bájale.
Le sonreí en respuesta. Sus labios se curvaron en una seductora
sonrisa y una ceja oscura se alzó en acusación. Los ojos de Lucy brillaban
como zafiros mientras me miraba.
Encantador.
109
O
h, hombre. Oh, guau.
No podía decir si era porque yo era una buena profesora o
porque Sean tenía tanto potencial no explotado, pero
nuestra primera lección de sexo se desarrollaba sin
problemas. Me recosté en el colchón, completamente gastada mientras
trataba de recuperar mi aliento. Entonces una leve risa incrédula se me
escapó. Esta situación era más que extraña. Alguien podría pensar que
ganaba mucho más de este arreglo que él. Quiero decir, me dio dos
fantásticas sesiones orales, incluso si se vino prematuramente durante el
sexo...
En este momento se hallaba tendido a mi lado en la cama, con la
cabeza girada hacia un lado mientras observaba mi felicidad post-orgásmica
con una fascinación apenas oculta. Puso una mano en mi estómago; era tan
grande que se extendía de mis costillas a mi cadera.
—¿Qué es tan gracioso? —murmuró con ternura.
Sacudí la cabeza, incapaz de contestar, palabras atoradas en mi
garganta.
Mirándolo ahora, sus párpados bajaron y su voz llena de asombro y
deseo, una fuerza de emoción incómoda e inesperada se apoderó de mí. Tal
vez fue el estelar y sorprendente doble orgasmo, o tal vez me sentía cansada
del viaje, pero al verlo ahora, cómo me miraba, me hizo sentirme codiciosa
por él. Y la codicia se sentía tonta e insegura.
Me senté y tiré del albornoz cerrándolo, girándome y balanceando mis
piernas sobre el borde de la cama. Tomando varias respiraciones profundas,
mi mirada entonces se enganchó en mi maleta.
—¿Lucy? —Su mano se encontraba en mi espalda, frotando un círculo
en la base de mi espina dorsal.
Cerré los ojos, necesitando tragar antes de que pudiera responder. —
Eres un alumno muy veloz.
Ahora se echó a reír, un ronquido sexy y bajo. Me golpeó como una
ola estrellándose sobre mi piel.
—Gracias. Eres una maestra excepcional.
—Ah bueno... —Forcé a mi voz para que sonara divertida y me puse
de pie, alejándome deliberadamente de él y de su calor. Me agaché delante
de mi bolsa y saqué un par de pantalones de yoga limpios, ropa interior y
una camiseta holgada.
—¿Te estás vistiendo? —Por la distancia y la dirección de su voz, podía
decir que seguía en la cama.
—Sí. —Estampé una sonrisa despreocupada en mi cara y, agarrando 110
mi ropa sobre mi pecho, me giré para mirarlo mientras caminaba hacia el
baño—. Desafortunadamente, no puedo quedarme para el bistec y el sexo.
Tengo lugares en los que estar y fotos que tomar.
Su ceño fruncido fue inmediato. Sus ojos se afilaron y se sintieron
como carámbanos penetrantes mientras me estudiaba. Contuve la
respiración. Pensé que iba a discutir.
Tacha eso.
La idiota de mi esperaba que discutiera. Esperaba que me pidiera que
me quedara, o flexionara su recién descubierto músculo coqueto y me
convenciera para quedarme. No entendía este deseo, pero allí estaba:
extraño y alarmante y completamente desagradable.
Por una fracción de segundo, pensé que recibiría mi deseo porque
abrió la boca como para contradecirme.
Pero no lo hizo.
—Bien —dijo, sus labios curvados en una mueca rápida de una
sonrisa, su expresión cada vez más lejana. Sean se recostó en la cama,
moviendo las manos detrás de la cabeza y mirando el techo—. Pero te veré
mañana, ¿verdad?
¡Mierda! Me sentí como una perra total. Acababa de darme el elusivo
doble orgasmo y lo dejaba colgado.
—Sí. Absolutamente. —Traté de sonar alegre, pero no lo logré—. Y
mañana nos enfocaremos en ti. Siento dejarte duro.
Sean negó con la cabeza, su voz sonaba distante de una manera que
me dolía el corazón. —Ya te lo he dicho antes, nunca debes disculparte por
no querer tener sexo con alguien.
Mis pasos vacilaron en el umbral del baño y vacilé, queriendo
corregirlo. Yo sí quería tener sexo con él. Quería tener más que sexo con él.
Y ese era el problema.
En cambio, dije—: Mañana por la tarde debería estar bien, pero sólo
podré quedarme una hora. —No tenía que irme después de una hora, pero
necesitaba establecer límites para mí.
—Bien. —Asintió, luego agarró una almohada, se la llevó a su pecho
y me dio la espalda—. Apaga las luces, ¿quieres? Creo que me echaré una
siesta.
111
13Blackadder en inglés, fue una sitcom histórica británica, producida y emitida por la BBC
entre 1983 y 1989. La serie repasa momentos clave de la historia del Reino Unido, entre
1485 y 1917.
Brona fue un engaño, ya no me sorprendía que Sean fuera tan terrible entre
las sábanas.
Ninguna mujer se quedó lo suficiente para decirle que era una basura,
o que la eyaculación precoz era el equivalente sexual a saltar al tiburón.
Sintiéndome mucho más centrada, este último pensamiento me dio
una idea.
Podría recompensar a Sean por su bondad oral, mientras que al
mismo tiempo le enseñaría algo de autocontrol. Y le podría proporcionar
instrucciones sin permitirme a mí misma enredarme en ideas fantásticas de
nuevo.
Por lo tanto, armada con un plan, llamé a la puerta de su suite
exactamente cinco minutos después del mediodía.
—Lucy —dijo, frunciendo el ceño y sonriéndome, con los ojos llenos
de confusión—. ¿Por qué no usaste la llave?
En lugar de contestar, entré en la suite, dejé caer mi bolsa por la
puerta principal y lo empujé ligeramente hacia atrás con una mano en su
pecho.
—Tienes que tumbarte en la cama y quitarte los pantalones.
Las cejas de Sean saltaron, pero se movió hacia donde lo llevaba y sus 112
manos ya desabrochaban su cinturón. —¿Por qué?
—Así puedo darte una mamada —respondí simplemente.
Dejó escapar una risa ahogada, sus deslumbrantes ojos azules sobre
mi rostro, una sonrisa cálida e interesada en el suyo. —Lejos estoy de ser
poco cooperativo.
Al salir de sus zapatos al entrar en el dormitorio, Sean dejó caer sus
pantalones junto con sus bóxers rojos, sí, bóxers rojos, y salió de ellos. Me
paré frente a él con las manos en las caderas como si estuviera examinando
su progreso, aunque me picaba sacarle la camisa por encima de la cabeza.
Afortunadamente, se quitó la camisa por su cuenta. Tuve que cerrar
la boca antes de que babeara en la alfombra. Voluntariamente, se recostó
en la cama, sus ojos nunca dejaron mi cara.
—No te emociones todavía —dije, con los ojos arrastrándose por su
cuerpo para encontrar su erección ya a pleno mástil.
¡Grillos! ¿Acaso este tipo nunca dejaba de estar duro?
Mis muslos se apretaron instintivamente a la idea de poner su
hermosa y perfecta polla en mi boca... Um, ¿qué decía de nuevo? Ah, claro,
estaba a punto de hablarle del truco. —No tienes permiso para venirte
durante diez minutos enteros.
La habitación quedó muy tranquila. Todo el calor y la diversión
huyeron de su expresión.
Finalmente, preguntó—: ¿Perdón?
Ignoré su expresión incrédula, que en realidad lo decía todo. Diez
minutos no era nada. Sin embargo, mantuve mi voz suave y sensual cuando
le pregunté—: Dime algo. Cuando tienes relaciones sexuales con una mujer,
¿cuánto tiempo duras?
Miró hacia la ventana y se encogió de hombros. —No sé. ¿Se supone
que debo pasar en esa mierda con un cronómetro o algo así?
—No seas listo. Sabes a lo que me refiero. En general, ¿cuánto tiempo,
Sean?
No me miró mientras me respondía—: Algunos minutos, tal vez.
Levanté las cejas cuando su atención se centró en mí. Su expresión
era irritada, aunque nunca lo sabrías al mirar su polla.
Su verga parecía feliz.
—Oh, vamos, no es mi culpa. Normalmente estoy borracho. El sexo
borracho es rápido y descuidado.
—Bueno, no estás borracho ahora. 113
—Estás siendo irrazonable. —Bufó.
Subí encima de él y sus manos se apoderaron de mis muslos. Llevaba
leggins y un vestido. Me quité el vestido, dejándome el sujetador de encaje
negro. Sus ojos se dirigieron instintivamente a mis pechos.
—La próxima vez que estés dentro de mí, ¿no quieres que dure un
poco más? ¿No quieres saborearlo conmigo, Sean? —susurré roncamente, y
todo lo que pudo hacer fue asentir y tragar. Parecía casi fascinado por mi
cuerpo—. Bien, entonces vamos a probar esto. Cuando te meta en mi boca,
quiero que cierres los ojos y pienses en algo aburrido. Algo que no te excite
de ninguna manera.
Inclinándome hacia delante, le di un beso rápido en el pecho y él
aspiró una respiración áspera.
—¿Como qué?
—Como hacer tus impuestos.
—Mi contador hace eso por mí.
—Aspirar tu sala de estar, entonces.
—Tengo una señora de limpieza para eso —dijo con desdén, como si
la sola idea fuera insultante. Traté de no juzgarlo por ello, porque sabía del
tipo de familia de la que procedía y hablar de esa manera era típico, lo
aprendían desde la infancia. No se dio cuenta de lo consentido que sonaba.
—¿No hay ninguna tarea miserable que no te guste hacer?
Lo pensó durante un momento. —No soy el mayor fan del día de
pierna.
Por supuesto que sería algo relacionado con el deporte. —Bueno,
bueno, imagínate que te han dicho que hagas doscientas sentadillas.
Se burló. —No haces doscientas sentadillas, Lucy. Haces sets.
Arqueé una ceja y apunté un dedo en su pecho. —¿Quieres esta
mamada o no?
—Está bien —respondió con voz ronca y realmente era muy sexy.
Escalofríos bailaron a lo largo de mi piel—. Estoy haciendo doscientas
sentadillas. Es absurdo, pero los estoy haciendo. ¿Ahora qué?
—Cierra los ojos y realmente visualízalo —susurré, inclinándome
hacia atrás para presionar mi boca hacia la V definida en su cadera. Sus
músculos abdominales saltaron al contacto y sonreí, disfrutando de lo
reactivo que era.
Continué besando mi camino por su cuerpo, hice una pausa cuando
alcancé su verga. Él gimió cuando la besé, suave como una pluma. Luego lo 114
lamí, esta vez con más fuerza, antes de llevarlo completamente a mi boca.
Maldijo profusamente.
—Realmente es difícil seguir pensando en esas sentadillas en este
momento. —Gruñó, sus manos empuñando las sábanas.
Me moví por toda su longitud y volví a subir, y un chorro de salazón
pre-seminal me llenó la boca. Hombre, nunca iba a durar diez minutos. Miré
el reloj.
12:07.
Sean se agachó y tiró del lazo del extremo de mi trenza. Pasó los dedos
por mi cabello, liberando todos los mechones mientras lo chupaba. Sus
cálidas palmas tomaron mi cara durante un segundo, casi con reverencia,
antes de apretarme el cabello con un puño apretado. Levanté la mirada y
nuestras miradas se encontraron. Maldijo. Mi atención volvió al reloj otra
vez por un segundo.
12:09.
—Jesús —susurró Sean, jadeando, frunciendo el ceño como si
estuviera concentrándose realmente. Quería decirle que cerrara los ojos
como le instruí, pero me sentía demasiado cubierta por la niebla de la
excitación y no podía manejarlo.
Dejé que su polla saliera de mi boca y luego lamí su longitud,
recogiendo sus bolas. Gimió, la sensación surgiendo de su pecho.
—No puedo hacer esto, Lucy. Mierda, eres tan hermosa.
—Cierra tus ojos. Piensa en esas doscientas sentadillas —dije
temblorosa, porque al oírle llamarme hermosa con esa rasposa voz sexy,
tenía las rodillas un poco débiles.
—No quiero cerrar los ojos cuando podría estar mirándote —susurró.
Lo tomé de nuevo en mi boca, esta vez moviéndome más rápido. Sus
muslos se tensaron y sus ojos se abrieron, poseyéndome con una sola
mirada.
Dios, estuve lista. Tan completamente lista.
Él era hermoso. A pesar de todos mis planes y mis límites, mi corazón
se apretó de nuevo con sentimientos que tenía demasiado miedo de explorar.
Esto era una locura. Yo estaba loca. Traté de recordar la cara de la
mujer que tomó una foto de sí misma con Sean mientras dormía. Me recordé
que él nunca ha tenido una novia.
Sean Cassidy no hacia lo de las relaciones.
E incluso si lo hacía, incluso si quería algo más que lecciones conmigo,
nunca habría un nosotros. Estaba siendo ridícula.
115
Culpaba a su cuerpo. Su cuerpo me hacía querer lo imposible.
Era definitivamente su cuerpo y no la inquietante vulnerabilidad suya.
No eran sus respuestas rápidas, ingeniosas, o la manera en que descubrió
mi secreto oscuro y no respondió juzgándome, en su lugar con
entendimiento, camaradería y preocupación.
Definitivamente nada de eso.
Un segundo después se vino, llenando mi boca mientras sostenía mis
mejillas con sus palmas de nuevo, su expresión feroz mientras me
consumía. La cabeza de Sean cayó atrás de vuelta a las almohadas y
discretamente limpié mi boca con el dorso de mi mano.
Me senté allí por un momento, tratando de reunir mis sentidos. Algo
pasaba. Algo que había pensado que era un golpe de suerte ayer. Algo no
planeado e inconveniente.
Su mano se sentía caliente cuando acarició a lo largo de mi espalda,
buscando perezosamente mi atención. Me volví hacia él y armé una pequeña
sonrisa. El reloj marcaba las 12:13. Duró casi seis minutos.
—Ven aquí —susurró y mi interior se derritió. Dudé, con ganas de ir
hacia él, pero asustada, también.
Estuve a salvo de tomar una decisión cuando mi teléfono sonó fuerte
en mi bolsa. Saltando lejos, fui para agarrarlo.
Era mi amiga, Mackenzie. Su nombre parpadeando en la pantalla me
llevó de vuelta a la realidad.
—Oye, chica —gorjeó tan pronto como respondí, su voz un alivio
bienvenido—. El localizador de locación, para nada espeluznante, de
Facebook fue lo suficiente amable para informarme que estás de vuelta en
la ciudad. ¿Cómo estuvo New Hampshire?
Forcé una risita a su característica actitud sarcástica. —Fue
maravilloso. Rick y yo lo pasamos genial —respondí mientras sentía dos
fuertes brazos enroscarse alrededor de mi cintura. La nariz de Sean acarició
mi cuello antes de chupar el lóbulo de mi oreja en su boca. Tomó cada onza
de fuerza de voluntad que poseía para no gemir. Ya estaba duro de nuevo.
Podía sentir su erección presionando mi trasero.
—Entonces, sé que probablemente no quieres sumergirte
directamente al trabajo, pero si lo que he escuchado por ahí es cierto, Carly
Stevens y Dean Newman van a estar cenando en Le Cirque en una hora.
Podría hacer unas geniales fotos para el blog —dijo, terminando en una voz
cantarina.
Pateé lejos la niebla invasora de lujuria inspirada por los movimientos 116
seductores de Sean y me centré en mi entusiasmo a la oportunidad de nuevo
contenido. El sitio web de The Socialmedialite estuvo esperando por
artículos en las últimas semanas desde que había estado de visita en casa
y luego en el refugio. Mackenzie era una fotógrafa para Cosmopolitan, lo
cual, si la conocías, era simplemente hilarante. Era la chica Cosmo más
improbable que jamás conocí
Sean continuó colmando mi lóbulo con atención mientras consideraba
mis opciones. Quedarme aquí por los próximos cuarenta y cinco minutos y
disfrutar el efímero pero caliente sexo con el propio Adonis, cayendo más
profundo en este pozo irracional de lo que fuera, o aventurarme en el estrés
de la ciudad y trabajar un poco.
Me animé a abrazar mi culpa. Annie estaría muy decepcionada si
supiera que dejé pasar la oportunidad de fotografiar a Carly y Dean, así que,
con este pensamiento en mente sabía qué tenía que hacer.
—Suena bien. Te veré allí —le dije a Mackenzie antes de colgar.
Sean dejó salir una respiración lenta. —Te vas, ¿verdad? —dijo
mientras me daba la vuelta en sus brazos y lo miraba.
—Lo siento, el deber llama —respondí con pesar. La evidente
decepción en su rostro me tuvo diciendo sin pensar—. ¿Quieres venir?
Arqueó su ceja. —¿Para fotografiar celebridades?
De pronto me sentí insegura, probablemente por la idea de Sean
Cassidy cruzándose con mi vida diaria se sentía demasiado como una
relación. —Um, sí.
Se encogió de hombros. —De acuerdo, bueno, solo déjame tomar una
ducha rápida primero.
Fue al baño y me puse mi vestido. Mi cabello era un desastre así que
lo puse en un moño desordenado. Por desgracia, mi cámara se hallaba en
el apartamento de Annie, donde había estado viviendo durante los últimos
meses, y no tendríamos tiempo para ir allí y conseguirla. La de mi iPhone
tendría que servir.
Unos cinco minutos después, Sean salió desnudo, gotas de agua
recubriendo su fina, fina piel. Tragué saliva, sintiéndome repentinamente
tímida, y me ocupé a mí misma comprobando mis notificaciones de Twitter.
Mientras tanto, él parecía ajeno a cómo me lo comía con los ojos, lo cual era
tan completamente frustrante. Cuando miré de nuevo estaba vestido.
—¿Estás lista? —preguntó. Asentí y antes de que me diera cuenta
estábamos afuera del hotel, parando un taxi amarillo.
—Calle 58 Este, por favor —le dije al conductor mientras ponía la
dirección del restaurante en Google.
Sean se sentó junto a mí, con las piernas separadas en lo que es la
117
definición por excelencia de la postura de hombre. Aunque siendo grande
como era, imaginé que no podía evitarlo. Miró por la ventana, observando la
ciudad pasar, (aunque lentamente, ya que era la hora pico en Manhattan).
Mis ojos trazaron la fuerte línea masculina de su mandíbula y cómo llevaba
su cabello rubio oscuro despeinado y sexy en la parte superior pero afeitado
a ras en la parte posterior.
Noté que su boca empezó a curvarse en una sonrisa antes de que sus
ojos se movieran hacia abajo y a un lado.
—¿Disfrutando la vista? —preguntó, su voz tranquila, íntima y
bordeada con una pregunta más profunda.
—Debes saber lo hermoso que eres —murmuré.
Sus labios se tensaron y tomó un segundo para que respondiera.
Cuando lo hizo echó su mirada encapuchada sobre mí, tomando mi mano y
suavizando sus dedos sobre mis nudillos. —Soy demasiado grande e
imponente para ser hermoso.
—Eso es ridículo.
—¿Lo es? —Sus ojos buscaron los míos—. La mayoría de las cosas
hermosas son delicadas, tan frágiles que incluso mirarlas se siente como si
podrías romperlas. —Susurró esa última parte y me encontré recuperando
el aliento. Se sentía como si tratara de decirme algo; que yo era la cosa
delicada y frágil que describió, mi corazón latía rápido como las alas de una
mariposa.
—Eso no es verdad. La belleza viene en muchas formas, y la clase
fuerte y poderosa es la más admirable. Es fácil ser débil; simplemente no
haces nada, pero la fuerza necesita valor y esfuerzo.
Sus ojos ardían mientras levantaba mi mano, llevándola a su boca y
presionando sus labios en el interior de mi muñeca. Me estremecí. —Tienes
esta increíble manera de mostrarme nuevas formas de ver las cosas, ¿sabes
eso, Lucy Fitzpatrick? —preguntó, y mi estómago dio una vuelta en su lugar.
—No deberías decir cosas como esa —dije bruscamente.
—¿Por qué no?
—Porque me confunden.
Su atención se redujo a mis labios. —¿Sería eso tan malo?
—Sí. —Asentí una vez, muy enfáticamente, emparejado con una
sonrisa tensa, hablando más alto de lo estrictamente necesario—. Sería lo
peor.
Entrecerró los ojos como si fuera a protestar, pero arrugué mi cara
hacia él, forzando alegría. Sacando mi mano de la suya, señalé a su rostro
con el dedo de forma acusadora. Necesitaba romper la tensión. 118
—Y sabes por qué sería lo peor. Así que mantén tus halagos y manos
para ti mismo mientras estoy tratando de trabajar.
Porque soy débil cuando eres amable conmigo, y necesito ser fuerte.
Estas eran las palabras que no dije.
No respondió. En su lugar se me quedó mirando como si quisiera
discutir. El auto se detuvo y quité mi atención de Sean para ver que
habíamos llegado justo en la calle de Le Cirque. Me obligué a concentrarme
en el trabajo, en verdad contenta de tener una excusa para cambiar el tema,
y estiré el cuello. Pronto vi una manada de fotógrafos ya reunidos afuera. Se
quedaban atrás. Charlando entre sí, así que sabía que la feliz pareja no
estaba allí todavía.
La mano de Sean fue a mi espalda baja mientras me dejaba pasar y
me di cuenta que ya le había pagado al conductor. Cuando estábamos en la
calle su mano aún permanecía en su lugar, y algo se apagó en mi estómago
con la idea de estar juntos así en público. En cierto modo, me encantaba el
anonimato. Nadie nos conocía aquí, quiénes eras nuestras familias, o de
dónde veníamos, ni sabían todas las razones por las que no deberíamos
estar juntos.
Al ver la cola de caballo negro azabache de Mackenzie y cazadora roja,
llevé a Sean antes de tocarla en su hombro, tratando de deshacerme de los
sentimientos residuales del malestar causados por su cercanía, y sus
palabras y… todo.
Ella se dio la vuelta y rompió en una amplia sonrisa cuando me vio,
sus expresivos ojos verdes enmarcados por gruesas gafas de carey.
—¡Lucy! Te extrañé —exclamó, tirando de mí en un abrazo.
—También te extrañé. ¿Ningún signo de Carly y Dean todavía? —
pregunté y negó.
—No hay avistamientos de Carl-D hasta ahora. Estoy tratando de
Hacer de Carl-D una cosa, ¿crees que tardará? —Sonrió con picardía pero
entonces su mano cayó abierta cuando sus ojos se posaron en Sean. Miró
con atención su cara, su atención viajando lentamente abajo a su cuerpo
antes de dejar escapar una tos ahogada—. Uh —dijo con voz ronca. Pensé
que podría estar un poco con la lengua atada.
—Este es Sean. Él es mí, um, mi amigo de casa —dije, aun sintiendo
un poco de inseguridad mientras lo presentaba.
—Hola —dijo Mackenzie, su voz toda rara y entrecortada. Siempre me
había dicho que se convertía un desastre con tartamudeo alrededor de
hombres atractivos, pero nunca lo vi en acción hasta ahora.
—Y esta es mi amiga Mackenzie —continué—. Sean, Mackenzie, 119
Mackenzie, Sean.
—Es un placer —ronroneó Sean, tomando su mano y elevándola a su
boca para un breve beso. Entrecerré mis ojos hacia él, preguntándome si lo
hizo a propósito sólo para ponerla nerviosa.
—Oh, Dios mío, tu acento —soltó Mackenzie y luego se volvió rojo
brillante. Me miró y no tan discretamente articuló—: Guau.
Por el rabillo del ojo noté dos camionetas negras llegando y me
apresuré a sacar mi teléfono. Mackenzie voló en acción también, tomando
su cámara que había estado colgando de su cuello, levantándola a nivel de
sus ojos.
Levanté mi teléfono, frustrada por cuán lejos estábamos. Había
demasiadas personas frente a mí y no podía conseguir una fotografía
decente. Ya que Mackenzie era unos buenos centímetros más alta, no tenía
el mismo problema.
—¿Qué pasa? —preguntó Sean, su brazo frotándose contra el mío
cuando se acercó.
Resoplé. —Mi punto de vista es demasiado bajo. No puedo conseguir
ninguna buena foto.
—Bueno, eso es fácil de remediar —dijo, y sin otra palabra me levantó.
Chillé de sorpresa mientras me ponía sobre sus hombros. Al parecer pesaba
absolutamente nada.
—Sean —grité en un pequeño jadeo asustado.
—Estoy tratando de ayudarte —dijo, agarrando mis muslos, los cuales
montaban la parte posterior de su cuello—. Ahora rápido, toma tus
fotografías antes de que vayan adentro.
Tragué saliva y volví mi atención a la pareja de la Lista-A, quienes se
hallaban siendo conducidos dentro por su equipo de seguridad. La cámara
de mi teléfono era decente, pero los flashes de los fotógrafos a mi alrededor
opacaban mis tomas. Me las arreglé para tomar una decente de Dean con
su mano en la espalda baja de Carly, y sabía que nuestras lectoras
femeninas amarían o detestarían el gesto cariñoso, dependiendo el tipo de
fanáticas que fueran.
Sean hizo la misma cosa conmigo cuando salimos del taxi. El
pensamiento causó un revoloteó de euforia juvenil de prisa a través de mi
vientre. Necesitaba controlar esta euforia juvenil. Esta euforia juvenil
necesitaba una revisión de la realidad. Tal vez una bofeteada de perra.
Una de sus manos apretó ligeramente mi muslo y chillé de nuevo. —
Oye, compórtate —le advertí, mirándolo. Me lanzó una sonrisa y luego un 120
flash me cegó. Volteando la cabeza, vi a Mackenzie enfrentándonos,
tomando una foto.
Le lancé una mirada. —¿Qué haces?
Se encogió de hombros y bajó la mirada, bajando la cámara. —Lo
siento. Ustedes dos son simplemente adorables juntos.
—Elimina la foto, por favor —dije, una espiga de pánico haciendo que
enderezara la espalda.
—¿Por qué? —preguntó, sin entender.
—Por favor, sólo bórrala, Mack —dije y asintió. No podía haber
ninguna evidencia fotográfica por ahí de nuestra relación, no, no relación,
acuerdo, porque si alguna vez caía en las manos equivocadas, mi hermano
tendría mis tripas como ligas.
Sólo así, salí del hechizo de Sean Cassidy, porque Ronan realmente
tendría mis tripas como ligas. Estar con Sean no solo enojaría a Ronan, le
haría daño. Se sentiría traicionado.
Y preferiría masticar vidrio que lastimar a mi hermano.
Sean dejó escapar un suspiro, como si estuviera frustrado por algo,
entonces empezó a bajarme por su cuerpo. Una vez que mis pies tocaron el
suelo, traté de ignorar el ceño fruncido estropeando sus facciones y me
aferré a la idea aleccionadora de Ronan.
—Necesito comer. Vamos. —Sean agarró mi mano un poco
bruscamente—. Una vez más, fue un placer conocerte, Mackenzie.
Le di una sonrisa de disculpa, le dije que la llamaría mañana, y deje
que Sean me arrastrara. Caminamos un rato en silencio pesado, yo
fijándome en la reacción de Ronan si se enterara, Sean poniéndose
visiblemente más agravado con cada paso.
Pronto el sonido ruidoso de su silencio eclipsó mi preocupación por
que Ronan descubriera mi deslealtad, y nos detuve. —Sabes, es un poco
raro estar sosteniendo la mano de alguien cuando están enojados contigo.
Arqueó una ceja y me miró. —No estoy enojado contigo. Estoy…
decepcionado de ti. Hay una diferencia.
—¿Estás decepcionado de mí? —pregunté, una punzada de culpa
apoderándose de mi pecho. Este día pasó de simple a complicado a un ritmo
alarmante. Me había despertado con una fuerte sensación de mí misma y
un plan para darle a Sean una mamada. Sólo una mamada. Un ejercicio de
gratificación retardada. Una lección simple e impersonal.
Ahora mira dónde estábamos.
121
Tanto para planes bien establecidos.
Sean se volvió para mirarme. —Sí, Lucy, lo estoy. Dime, ¿cómo es que
una chica con el cabello salvaje arcoíris y un espíritu tan divertido y
despreocupado podría preocuparse tanto por lo que piensan los demás?
—Sabes por qué. —Miré al suelo porque su mirada era demasiado
pesada para mí sostenerla.
Lo sentí estudiándome mientras su mano se acercaba para tomar una
de mis mejillas. Finalmente, dejó escapar un largo suspiro y dijo—: Te dejaré
tenerlo a tu manera esta vez.
Sus palabras multiplicaron mi confusión, porque por lo que habíamos
acordado, nadie debía saber sobre nosotros. Él mismo me dijo que se
aseguraría de que Ronan nunca descubriera lo que sucedía.
El miedo, sentimientos inconvenientes que no quería pensar, se
volvieron más poderosos que antes.
Me gustaba Sean Cassidy. Me gustaba con algo más que con mi
vagina.
Le di una pequeña señal de asentimiento, y sugerí—: Hay una muy
buena tienda de perros calientes cerca, si tienes hambre, claro.
Su frente se arrugó. —¿Creía que eras vegetariana?
Agradecida por el cambio de tema, decidí seguirle la corriente. —Sólo
cuando me estoy desintoxicando, el resto del tiempo como carne. ¿Sabes
cuánto podríamos reducir el daño ambiental si todos tuviéramos un día
vegetariano por semana?
—No lo sabía, pero gracias por informarme —dijo. No podría decir si
estaba siendo sarcástico.
—Deberías considerar tomar parte en el Día Mundial Sin Carne este
año. —Le di un codazo alentador con mi codo—. Yo lo haré, y Rick también.
—No puedes mantener un físico como el mío sobreviviendo con
garbanzos —respondió Sean—. Ahora vamos, vamos a comprar carne de
calle para cenar. Realmente sabes cómo tratar a un hombre.
—Oh, no seas tan esnob —lo reprendí, riéndome, y lo conduje en la
dirección a la tienda.
A lo largo del camino vi a un chico jugando a lanzar el disco con su
perro en el parque. Sacando mi teléfono, tomé unos cuantos disparos. Sean
arqueó una ceja interrogadora en mi dirección, así que le expliqué—: Tomar
fotografías de animales es un pasatiempo mío. He estado coleccionándolos
por un tiempo ahora. De hecho, espero crear un blog. En lugar de los
Humanos de Nueva York, podría ser Animales de Nueva York. O algo así. No
lo sé. Tal vez es tonto. 122
—No creo que sea tonto —dijo Sean con calidez—. Pienso que es una
idea genial. Además, si los millones de vistas de vídeos de gatitos están en
YouTube es algo que pasar, sin duda hay un mercado para ello.
Me encogí de hombros, tímida pero agradecida de que no hubiera
pensado que fuera una idea estúpida. Cuando le dije a mamá se rio y dijo
que sólo trataba de encontrar otra manera de no tener un trabajo real.
—Pensé que podría compartir historias con las imágenes, también —
continué—. En el refugio de animales siempre tenemos perros entrando con
cuentos de abandono o cómo se les ha dejado defenderse a sí mismos. Siento
que la gente necesita escuchar sus historias.
Sean asintió entusiasmadamente. —Y si estos perros son adoptados
en hogares, sabes, rehabilitados, podrías agregar eso, también. Dar a la
historia un final feliz.
Sonreí ampliamente, desconcertada por su sugerencia. —Es una idea
encantadora. Cualquiera podría pensar que tienes un corazón blando bajo
todo ese músculo y fuerza muscular, Sean Cassidy —bromeé.
Levantó un hombro. —Simplemente me gusta una buena historia
desvalida, eso es todo. Cada vagabundo merece una oportunidad de amar.
—Me miró un momento, y fui capturada por la sinceridad en su mirada.
Después de un segundo, se volvió auto consciente—. Y, ya sabes, una casa
y una cama caliente para dormir en la noche.
—Tienes razón. Ningún perro, o persona para el caso, nunca debe ser
dejada fuera en el frío.
Justo después de que lo dije, Sean parecía inmóvil, como si acabara
de decir algo que resonara con él. La intensidad que provenía de él era casi
demasiada, así que decidí cambiar la conversación.
—De todos modos, si estás interesado, debes venir conmigo al refugio
alguna vez. Siempre necesitan la ayuda adicional, y estoy segura de que
estarían más que felices de dar la bienvenida a un tipo fuerte como tú. Hay
un gigantesco malamute14 llamado Stan, y juro que es tan poderoso que casi
me tira del brazo de su cavidad cuando lo llevo a pasear.
Sean rio entre dientes ruidosamente. —Cuando era niño tenía un
perro lobo irlandés. Su nombre era Wolfie, original, lo sé. El perro era
enorme. Hasta que tuve mi estiramiento a los catorce años, corría círculos
a mí alrededor.
Podía decir por la forma en que habló de la mascota que él lo había
amado, y algo en mi corazón se calentó al pensar en Sean amando algo que
no sea él mismo. Era una especie de calor más o menos peligroso, que podía
transformarse en auténticos sentimientos si se dejaba desatendido. 123
—Ojalá pudiera haberlo conocido.
—Él era… un buen amigo. Lo tuve durante diez años. Murió cuando
tenía veintiún años y nunca tuve suficiente en mí para conseguir otro. Esto
va a sonar ridículo, pero era como perder a una persona —dijo, riendo
tiernamente cuando oí algo atrapado en su voz.
Agarré su brazo y lo apreté. —No es ridículo, lejos de eso. Lo amabas.
Y… —continué, sonriendo ahora—, por lo que a mí respecta, los perros son
gente, así que nunca dejes que nadie te diga lo contrario.
Sean me devolvió la sonrisa, y en ese momento se sintió como si
realmente nos “entendiéramos” mutuamente.
Caminamos un poco más lejos en un cómodo silencio, el tipo de limbo
agradable que uno comparte con un amigo, hasta que llegamos a la tienda
de perros calientes. Una vez allí, ordené por él, y luego nos sentamos en un
banco cercano del parque para comer. Sean tomó varias mordidas gigantes
de su perro caliente y ya se había ido. Me hallaba un poco aturdida por cuán
rápido comía.
14El malamute de Alaska es un perro originario de la zona ártica, una de las razas más
antiguas dentro de los perros de trineo. Como perro de trineo es naturalmente fuerte. Es
capaz de cargar pesos considerables (hasta 20 kg) durante decenas de kilómetros.
—Guau, ¿te apresuras a través de todo de la misma manera que te
apresuras con el sexo? —pregunté honestamente, realmente queriendo
saber. Mientras tanto, mi perro caliente entero se sentaba intacto en mi
regazo.
Me consideró mientras masticaba el último bocado. —Eso es un golpe
bajo, pero sí, no veo el punto de esperar. Si quieres algo, ve por ello.
—Bueno —dije bajando la voz—, no sabes lo que te falta. Hay mucho
que decir sobre saborear las cosas.
—¿Estamos hablando de perros calientes ahora, o sexo? Porque estoy
un poco confundido.
Levanté mis hombros y luego los dejé caer. —Estamos hablando de
todo. Sexo, arte, libros, películas. ¿Podrías poner un DVD y avanzar rápido
hasta el final? No, porque entonces no puedes disfrutar de la progresión de
la historia.
—Así que esto es como el juego preliminar de nuevo, ¿verdad? Quieres
que te incite, tomar mi tiempo, tentarte. —Su sonrisa era diabólica.
—Exactamente —dije, finalmente levantando mi perro caliente y
tomando un bocado. Mastiqué lentamente, luego tragué antes de volverme
hacia él—. Si simplemente empujas comida por tu garganta, vas a perderte
todos los maravillosos sabores.
124
Se concentraba en mí ahora, sus ojos creciendo caídos y sexys.
—Hablando de eso, ¿cuándo puedo probar tus sabores de nuevo,
Lucy?
Me aclaré la garganta, incapaz de encontrar su mirada, pero todavía
tratando de ser descarada. —Nadie te detendrá, Espumoso.
Dejó escapar una risa profunda y abundante y me rodeó los hombros
con un brazo. —No estoy seguro de que el apodo me quede más. Piensa en
otro —dijo en un tono ronco.
—Espumoso te queda perfectamente —lancé de regresó—. Además, ni
siquiera sabes lo que realmente significa todavía.
Ahora inclinó su cuerpo hacia mí, cerrando la distancia entre
nosotros.
—¿Mentiste?
—Tal vez.
Su expresión mostraba intriga. —Dime.
Hice una mueca ligeramente, porque seamos realistas, el verdadero
significado de su apodo era algo embarazoso. —Esa noche que hablamos
por primera vez, te nombré Espumoso en mi cabeza debido a tu culo de
burbuja.
—Mi… ¿culo de burbuja? —Pareció genuinamente perplejo.
—Oh, no me des eso. Sabes que tu trasero es fantástico.
Él rio suavemente y se inclinó para rozar sus labios sobre la parte
inferior de mi mandíbula. —Así que es tuyo, como sucede. —Una pausa—.
¿Qué tan lejos estamos de tu lugar?
—No lejos.
—Vamos, entonces —instó—. Toda esta charla de traseros me tiene
con ganas de tomarte por detrás.
Jadeé una risa sorprendida, porque él realmente solo decía lo que en
el infierno quería a veces. Cuando nuestros ojos se encontraron, los suyos
se habían oscurecido, y tragué en medio de la prisa la excitación que sentía.
Mi hambre repentinamente olvidada y reemplazada por otro tipo,
envolví mi perro caliente y lo guardé en mi bolsa. No permitiéndome pensar
demasiado en mis acciones, tomamos otro taxi hasta el apartamento de
Annie y antes de que lo supiera, guiaba a Sean por las escaleras, una bola
de anticipación formándose en mi vientre.
Era un montón de nervios y calentura. Sean pasó una mano arriba y 125
abajo de mi espalda mientras buscaba mis llaves. Entonces, para mi horror,
oí movimiento venir de adentro.
Comprensión cayó en mí, y tuve tiempo suficiente para alejar a Sean
y dejarlo fuera de vista antes de que Annie abriera la puerta.
—Lucy —exclamó, tirándome en un abrazo—. Me alegro de que hayas
vuelto. Acabamos de llegar del aeropuerto hace una hora.
—Oye, Annie, no me di cuenta de que ibas a visitarme —dije,
volviéndola ligeramente para poder dirigir mi mirada de pánico a Sean sobre
su hombro—. Vete —articulé hacia él y pareció recibir el mensaje.
Volviéndome rápidamente y caminando por el pasillo, finalmente podía
respirar cuando desapareció de vista. Sin embargo, no parecía feliz, ni un
poco.
Por un segundo deseé poder llamarle de nuevo, decir al infierno con
toda la confidencialidad y decirle a mi hermano que Sean y yo éramos
amigos… con algún tipo de beneficios. Por desgracia, no estaba
completamente equipada para lidiar con la tercera guerra mundial todavía.
Mi corazón siguió golpeteando en mi pecho, todavía en modo pánico.
—Lo sé —contestó Annie, llevándome dentro del apartamento—.
Ronan tiene una sesión de fotos con Adidas esta semana, así que pensé en
venir. Sólo estamos de vuelta por unas noches. Hay tanto que hacer para la
boda, así que no podemos irnos mucho tiempo. Una visita voladora,
realmente.
—Oh, bueno, estoy feliz de que estés aquí, aunque sea sólo por un
tiempo —le dije.
Oí un golpe en la alacena y luego mi hermano salió de la cocina. —No
hay nada que comer. —Gruñó antes de verme—. Lucy, ¿cuándo regresaste
de New Hampshire? —preguntó mientras venía a darme un abrazo. Yo me
encontraba rígida y torpe considerando el hecho de que casi había caído al
apartamento, lista para hacer cosas muy traviesas con su archienemigo.
—Ayer por la mañana —respondí—. Broderick nos trajo de vuelta.
La atención de mi hermano fue rápidamente atraída por otros
asuntos.
—¿Qué es ese olor? ¿Trajiste comida a casa? Por favor, di que sí.
—Oh, sí, lo hice en realidad —respondí y busqué en mi bolsa por el
perro caliente. Ronan lo sacó de mi mano y mordió justo en él.
—No debería estar comiendo esto.
—Es la temporada baja. Puedes tener un perro caliente. —Annie rio,
sacudiendo su cabeza a mi hermano.
—Hombre, ¿por qué la comida rápida siempre es tan buena? —Gruñó.
126
—Porque todos amamos las cosas que son malas para nosotros —
intervino Annie mientras ordenaba a través de una carpeta llena de
documentos de viaje.
Ronan le guiñó un ojo y le dirigió una caliente mirada que yo intentaba
sinceramente ignorar. Amaba a mi hermano y todo, pero no quería saber de
su vida sexual, muchas gracias.
—¿Dónde has estado, Lucy? —preguntó Annie mientras fui a
sentarme en el sofá—. Pareces un poco ruborizada.
—Acabo de llegar de Le Cirque —me apresuré a responder, deseando
que mi pulso se ralentizara ya—. Sólo tuve mi teléfono conmigo, pero me las
arreglé para obtener algunas fotos decentes de Carly Stevens y Dean
Newman dirigiéndose dentro para cenar.
—Oh, genial, déjame ver —dijo, viniendo para sentarse a mí lado.
Le pasé el teléfono, abriendo la galería de fotos y empezó a
desplazarse.
—Estos son buenos. Definitivamente podemos usarlos —dijo
entusiasmadamente.
Me sentía contenta de que no hubiera notado el ángulo inusualmente
alto, pero me encontraba preparada a decirle que me había subido en una
pared o algo así. Sí, eso era cierto, una grande, varonil pared hecha de puro
músculo.
Bajando la mirada de nuevo, vi que se hallaba casi al final de las fotos
que había tomado hoy, y si se deslizaba más lejos, habría llegado a las de
Sean. Las que no podía llevar a mí misma a eliminar por alguna extraña
razón. Le quité el teléfono de la mano con más fuerza de la necesaria y me
levanté del sofá.
—Bueno, creo que me voy a acostar en mi habitación por un rato —
dije, mi voz nerviosa—. Enviaré estas a tu correo electrónico si quieres
escribir un artículo para ir con ellos esta noche.
Annie frunció el ceño. —¿Te sientes bien? Pareces un poco apagada.
Reuní una débil sonrisa y bromeé—: ¿Esa es tu manera de decirme
que me veo cansada? Estoy bien, sólo un poco agotada de todo el viaje de
ayer. Saldremos mañana.
—Tengo una estúpida maldita sesión de estrategia con mi equipo de
publicidad mañana temprano, montón de estúpidos. Y luego las reuniones
con los gerentes de la Unión para el resto del día. —Gruñó Ronan.
Dirigiéndose a mí, Annie señaló su laptop. —Si no tienes planes,
127
¿pensaba que podríamos repasar el horario para el blog mañana? Los
lectores respondieron bien a tú último artículo y si estás interesada, podrías
encargarte más de los posteos.
—¡Oh! ¿En serio? —Esto era enorme, pues el blog de Annie tenía miles
de seguidores, y significaba más responsabilidad. De repente, me alegré de
haber rechazado sexo con el Adonis Sean antes en favor de seguir el dato de
Carl-D.
¡Trabajos antes que meneos!
—Sí, en serio. Pero tendrás que desarrollar tu propio seudónimo,
personalidad en línea, los trabajos. Tengo una reunión en mis viejas
oficinas, pero podemos comenzar después del almuerzo. Tomará todo el día.
—Eso funciona. Tengo que estar en el refugio de animales mañana
temprano para ayudar en mi turno, pero soy completamente tuya después
de eso. —Asentí vigorosamente, luego traté de relajarme añadiendo—:
Quiero decir, suena bien. Lo que creas que es mejor.
Annie reía de nuevo. —Ustedes, Fitzpatricks, son demasiado lindos.
—Pronto serás una Fitzpatrick, también. —Ronan dio unos pasos
detrás de Annie, deslizando sus brazos alrededor de su cintura.
—Esa es mi señal para salir. —Levanté mi pulgar sobre mi hombro y
comencé a caminar hacia atrás hacia mi habitación.
—Está bien, ve a esconderte —me despidió Ronan—. Pero después de
la sesión de fotos del viernes, vamos a cenar en Tom's si quieres unirte a
nosotros.
—Sí, claro, suena genial —devolví y cerré mi puerta.
Una vez que estuve sola dentro de mi habitación, exhalé pesadamente.
Seguía apretando mi teléfono con tanta fuerza que estaba en peligro de
agrietar la pantalla. Eso fue una escapada por un pelo.
Incapaz de resistir, me dejé caer sobre mi cama y tiré de las fotos de
Sean y mías, admirándolas como una niña de doce años sacando pétalos de
una flor y coreando: “él me ama, él no me ama.”
Esto no era bueno. No es bueno en absoluto.
128
@SeanCassinova: Prefiero la compañía de los perros a la de la gente. Los perros no se
enojan cuando olvidas de lavar los platos. Perros 1- 0 Humanos.
@EilishCassidy a @SeanCassinova: Nop. Ellos solo lamen tu cara y te aman de todos
modos. ¿Recuerdas a Wolfie? Lo extraño.
@SeanCassinova a @EilishCassidy: Yo también
Sean
D
espués de dejar a Lucy, caminé alrededor de las calles de 129
Nueva York sin destino en mente.
Hice algunas compras. Tomé un capuchino de mi pastelería
favorita en la pequeña Italia. Pero la ciudad, opresivamente caliente y
extrañamente vacía, se sentía solitaria en un modo que no había
experimentado o notado en mis visitas previas.
Pensé en llamar a uno o dos conocidos, gente superficial que podría
apreciar verse conmigo. Me decidí en contra. No quería particularmente ese
tipo de compañía. Estar solo me pareció infinitamente más atractivo que
ensillarme a mí mismo con la falta de sinceridad.
Así que en la tarde fui a San Patricio y regresé al hotel temprano. No
teniendo nada que hacer, bajé al gimnasio y trabajé duro, esperando la
llamada de Lucy, pero no terriblemente sorprendido cuando no la recibí.
Después de unas horas, cuando el agotamiento llegó, me bañé y caí
dormido, tratando muy duro de pensar en cosas triviales en lugar de la
creciente e incómoda opresión en el pecho.
Eventualmente me quedé dormido. Pero soñé con Lucy. A decir
verdad, me desperté en medio de la noche, mi masiva erección frustrante y
persistente. Sin tener otra opción, tuve que usar mi mano, pensando en ella
y nuestra siguiente lección.
¿Qué era lo siguiente que podría enseñarme? ¿Tendríamos que pasar
a cursos de maestría ahora que conquistaba rápidamente los conceptos
básicos? ¿Me dejaría tomarla en la ducha? La fantasía se volvió
infinitamente más sucia mientras me la imaginaba de vuelta en el vestuario
en el campus de la Unión en Dublín.
Ella esperándome después de un partido, todos los demás se habían
ido. La imaginé sentada en el banco afelpado enfrente de mi casillero, las
piernas abiertas y tocando tímidamente su piel para mostrarme que no
había usado bragas mientras me vio jugar desde las gradas.
Curiosamente en esta fantasía, yo era capaz de llegar al clímax
después de que ella se viniera. Muchas veces. En cada superficie de la
habitación. En las regaderas. Y en el sauna. Después desperté de nuevo,
rodeado de la oscuridad de la habitación de hotel, necesitando otra ducha
pero demasiado cansado para moverme de la cama.
Cuando desperté la siguiente mañana, busqué en mis mantas por ella,
confundido al principio por su ausencia. Después recordé que había sido
una fantasía, una ilusión de sueño de algo que nunca pudo haber sido.
Gruñí, miserable e irritado. ¿Qué me pasaba?
El sonido de mi teléfono cortó a través de mis miserables
pensamientos y lo alcancé deprisa deseando que fuera ella. No pasó 130
desapercibido para mí la forma en que mi corazón saltó cuando vi que era
un mensaje de ella.
Lucy: Espero que esto no te despierte, pero quería decirte algo
importante. No puedo reunirme hoy. Estaré en el refugio de animales por el
turno de la mañana y trabajando esta tarde hasta tarde. ¡Disfruta tu día libre!
Una punzada de decepción se retorció en mis omóplatos, o tal vez era
la persistente tirantez de mi entrenamiento la noche anterior. Releí su
mensaje de nuevo, una idea formándose. Sin dejarme a mí mismo debatir la
inteligencia de mi sugerencia, rápidamente escribí una respuesta.
Sean: ¿Dónde queda el refugio? Te llevaré café.
Respondió inmediatamente
Lucy: Ya tengo café, pero si quieres venir a ayudar, no te voy a detener.
Sean: ¿Qué estaré haciendo?
Lucy: Hoy es día de aseo, así que todos se preparan para un baño.
Viste ropa casual.
Lucy: Eso significa no elegantes trajes deportivos.
Sean: ¿Qué hay de mi botella de champú con diamantes incrustados?
Lucy: Eso está bien. También traje la mía, junto con mi dispensador de
jabón de esmeraldas y rubíes. Te mando un mensaje con la dirección.
Sonreí a nuestro fácil intercambio, mi decepción olvidada.
Rápidamente me duché y cambié en un par de pantalones cortos para correr
y una camisa de microfibra. Ambas eran transpirables y de secado rápido.
Necesitando sacar algo de energía antes de ver cara a cara con el
objeto de mis traviesas fantasías, decidí correr las tres millas hasta el
refugio. No era tan opresivamente sofocante en la mañana como lo era por
las tardes.
Me las arreglé para trabajar fuera lo peor de mi nerviosismo para el
momento en que llegué a la dirección que Lucy me escribió. Sin embargo, y
de nuevo, mi corazón saltó alrededor de mi pecho cuando abrí la puerta del
refugio y entré.
De inmediato fui golpeado con el familiar olor a polvo para pulgas y
perro. Una ola de inesperada nostalgia me invadió mientras pensaba en las
tardes entre semana, entrenando en los campos de atrás en la extensa finca
de mis tíos, y tomando un descanso para jugar con Wolfie.
Antes de que me sumergiera más profundo en esos recuerdos, la voz
de Lucy cortó a través de mi breve reminiscencia.
—Oye, ¡eres tú!
131
Me giré y la encontré caminando hacia mí vestida con vaqueros
rasgados y holgados y una camiseta blanca llana. Llevaba una sonrisa
amplia y amistosa. Parecía sorprendida de verme.
—¿Pensaste que no vendría?
Lucy metió las manos en los bolsillos de atrás de sus pantalones y se
encogió de hombros, la sonrisa se extendió por sus labios. —No sabía si
estabas siendo serio acerca de ayudar. Pero me alegra que estés aquí.
Nos examinamos el uno al otro por un rato. Descubrí que sonreía
también, pero era muy tarde para esconderlo.
Un poco incómodo por mi descubrimiento, decidí cambiar de tema. —
¿Me he vestido apropiadamente? —Hice un gesto hacia mi camisa.
—Sí. Estás perfecto —dijo ella brillantemente, después se giró y me
hizo un gesto para que la siguiera—. Tú puedes secarlos con una toalla y
cepillarlos mientras yo los baño.
Me dirigió hasta un pequeño pasillo. El sonido de los ladridos de
perros creciendo cada vez más. Entramos en una habitación donde asumí
que trabajaban y tragué más allá de mi nostalgia, controlando mi expresión.
Las jaulas se alineaban en las paredes. Algunos perros estaban solos.
Algunos tenían compañero. La mayoría ladró en cuanto entré. Una gran
cubeta de metal a un lado, posicionada bajo un grifo. Pasé a Lucy y caminé
a la primera jaula, ofreciendo la parte de atrás de mi mano a la mezcla de
pitbull que ladraba más fuerte. Él inmediatamente olfateó, se tranquilizó y
meneó la cola mientras me agachaba enfrente de él.
No esperaba que estar tan cerca de los caninos fuera tan
desorientador.
Ciertamente, había estado alrededor de perros antes. Pero aquí donde
estaba me rodeaban por todos lados. Mi deseo de jugar y acariciarlos a todos
era abrumador. Como lo era la tristeza de que no tenían hogares. Ellos vivían
en un refugio, un lugar temporal a donde no pertenecían. En una jaula.
Sabía cómo era eso.
—Conoce a Hampton. —Lucy puso su mano en mi hombro,
sonriéndome, y señaló hacia un enorme perro negro que recorría el largo de
un gran corral al final de la habitación—. Él es novato y necesita que lo
cepillen.
—¿Poniéndome a trabajar de inmediato? —Me enderecé, estrechando
hacia ella los ojos en fingida desconfianza—. ¿Ni un beso de saludo?
Sacudió la cabeza y giró mis hombros, empujándome hacia el corral
de Hampton. —No necesitas lecciones besando, lo haces bien. Y dijiste que
querías ayudar.
132
Suspiré tristemente y abrí la cadena de la puerta de la jaula del
novato, cerrándola tras de mí. —Esclavista.
Lucy se rio ligeramente. —Llámame como quieras, pero necesitamos
bañar a todos esos perros antes de mediodía. Annie está en la ciudad y tengo
que trabajar esta tarde.
—Bien. —Sostuve mi mano a Hampton el novato y le permití olfatear
antes de aproximarme.
—Él está casi seco. —Me tendió un cepillo a través de la jaula.
Presumiblemente, esperaba que lo usara en el gran bruto en frente de mí,
meneando la cola y con la lengua colgando a un lado de su boca.
Aparentemente, Hampton le gustaba como olía y fuimos mejores
amigos. Le sonreí, cuidadoso de no enseñar mis dientes.
—¿Qué hiciste anoche? —preguntó Lucy, caminando a una de las
otras jaulas y recuperando a un terrier blanco y negro.
—Fui a misa en San Patricio. —Incapaz de detenerme a mí mismo, le
acaricié la cabeza y me arrodillé al lado de Hampton, cepillándole el pelo
grueso en el cuello, justo detrás de las orejas, su cola se movió más rápido.
Lucy me dirigió una pequeña sonrisa burlona por encima del hombro.
—¿Estás practicando?
Con “practicar”, quiso decir: “¿Eres un católico practicante?”
—No. En realidad no he estado en la iglesia en años. No desde que
empecé a jugar al rugby en la escuela secundaria.
—¿No fuiste con tus padres? Mi mamá siempre nos hizo ir todos los
domingos y, ya que fuimos a la escuela privada, íbamos cada mañana
durante la semana. Esas monjas solían asustarme.
Me aclaré la garganta antes de responder, manteniendo los ojos
atados al perro jadeante. —No. Realmente no conocí a mis padres. Mi madre
me dio a su hermano cuando yo era muy joven.
En mi visión periférica vi a Lucy ladeando su cabeza hacia un lado,
con las cejas bajando. —¿Qué quieres decir? ¿Te dio a tu tío?
—Solo así. Mi madre… No tomó buenas decisiones. —Una manera
educada de decir que me dejó abandonado en su piso durante días a la vez—
. Mi tío Peter y su esposa, mi tía Cara, vieron que tenía potencial atlético.
Así que se ofrecieron a encargarse de mí.
Aunque mi irresponsable madre me impuso a mis tíos, ellos me
aceptaron como suyo.
Pero con una condición.
—Como sabes, las mejores familias tenían uno o más jugadores de 133
rugby en su linaje. Toma a tu propia familia como un ejemplo. —Mi mirada
parpadeó hacia la suya.
Lucy sacudió la cabeza, lanzándome una mirada extraña. —No me
considero una Fitzpatrick. No quieren tener nada que ver conmigo. Si le
preguntas a mis abuelos, te dirían que nunca han oído hablar de Ronan o
de mí.
—Eso es porque ya tienen la pluma proverbial en su gorra. Tu padre
era un jugador de rugby y tu tío abuelo Brian. Fui el primer Cassidy en
demostrar alguna aptitud para ello. —Lucy me miraba ahora, su rostro
carente de expresión. Era sabia, mi Lucy. Porque si me hubiera mirado con
lástima, no habría continuado. Pero como era, su silencio de aceptación
estimuló mis palabras—. Mi tía y mi tío acordaron que el rugby tenía que
ser mi prioridad. Así que mientras su familia iba a misa, entrené con los
entrenadores privados que contrataron. Yo era una oportunidad.
—Una oportunidad —repitió ella, con irritación en la voz—. Eras un
niño.
—Sí, pero ansiaba sus elogios. Entrené. Todo el día, todos los sábados
y domingos. Cuando no me hallaba en la escuela o dormía, entrenaba.
—¿Y tus amigos? ¿Compañeros? ¿Novias? ¿Qué hacías para
divertirte?
Me encogí de hombros, balanceándome a un lado al igual que la gran
bestia que trataba de lamerme.
—No tenía amigos, aparte de mi perro, porque las amistades eran
distracciones. Nunca he tenido compañeros de equipo, no realmente. Se me
recordaba a menudo que todos los tipos con los que jugué eran un medio
para un fin.
“Necesito que entrenes, Sean. Necesito que hagas al equipo”, decía mi
tía, haciéndome creer que mi éxito era primordial para su felicidad.
Al final, el rugby fue mi gracia salvadora. Era grande, fuerte y atlético.
—A mi tía nunca le gustó mi tamaño —continué, sin esperar—. Pero
le gustaba la idea de un jugador profesional de Union en la familia. Cuando
hice que el equipo elevara su estatus social.
La caja había sido revisada.
Cumplí mi papel.
Mi utilidad terminó.
Ya no era necesario.
Ahora simplemente tolerado.
—Eso es horrible, Sean. Nadie merece ser usado así, y menos aún un 134
niño.
Le di a Lucy una sonrisa vacía. —No importa. Está en el pasado.
Exhaló, sonando dolorida, como si quisiera discutir.
Alejé su preocupación. —Viví la primera parte de mi vida deseando
complacer a mis tíos. Y ahora vivo mi vida para complacerme. Así que, al
final, todo salió bien —mentí. Porque no tener ningún propósito era algo
terrible.
—¿Al menos te gusta? —preguntó ella con voz seca.
Pensé en la pregunta, moviéndome a la parte baja de la espalda de
Hampton y usando trazos largos y suaves con el cepillo.
—Soy bastante bueno en eso.
Lucy bufó impacientemente y cerró la llave del agua, sus manos ahora
se encontraban cubiertas de jabón mientras enjabonaba al pequeño Boston
Terrier en la bañera. —Ser bueno en algo no es lo mismo a que te guste algo.
Negué con la cabeza, sonriéndole. —Y lo contrario también es cierto.
Aficionarse a algo no es lo mismo que ser bueno en ello, por lo que los
excelentes maestros son tan esenciales.
Le tomó un momento, pero finalmente entendió a lo que me refería.
Cuando lo hizo, dos rayas de color brillaron sobre sus mejillas.
—Sé serio. Si pudieras hacer algo en el mundo, aparte de jugar al
rugby, ¿qué harías?
Me paré de mi posición inclinada, acariciando la cabeza de Hampton.
Por mucho que admirara su intento de mantener la conversación por
el buen camino, no pude evitar intentar descarrilar sus esfuerzos. —Ah,
vamos, Lucy. Creo que sabes lo que me gustaría hacer con mi tiempo, si me
dieran la oportunidad.
Hampton se rascó en mi pierna. Cuando no le di mi atención, se
levantó de un salto, con las patas aterrizando en mi cadera.
Ella apretó los dientes, pero finalmente no pudo ocultar su sonrisa
avergonzada, incapaz de encontrar mi mirada. —He creado un monstruo —
murmuró.
—No, simplemente has despertado, y excitado, un hambre latente. —
El perro me empujó. Si hubiera sido de menor estatura, habría logrado
empujarme. Como estaba, apoyé mis pies separados y mantuve los ojos fijos
al hermoso, floreciente, rubor que calentaba el cuello de Lucy.
—Eres un demonio sexual —dijo en broma, con los labios retorcidos
hacia un lado, comprimiéndose mientras trataba de volver a ocultar su
sonrisa. Lucy alzó la mirada y me calenté mientras se deslizaba sobre mí.
Pero entonces sus ojos se abrieron y jadeó—. Oh, Dios mío, Sean. —Me
135
señaló—. ¡Sean, el perro!
Levanté una ceja hacia ella, luego miré hacia Hampton y me ahogué
por mi sorpresa.
La gran bestia bombeaba en mi pierna.
Lo empujé enseguida, pero debió haber pensado que era un buen
juego. Aterrizó en sus patas y vino cargando hacia atrás, su lengua todavía
colgando de su boca, saltando en mí una vez más. Sostuve el cepillo para
alejarlo. Como era de esperar, resultó ser un impedimento terriblemente
inadecuado.
Lucy sostenía su estómago, riéndose tan fuerte que no pareció
importarle que hubiera puesto jabón por toda la parte delantera de su
camisa.
—Parece que has despertado un hambre latente en Hampton. —Se las
arregló para decir, luego se reía de su propia broma.
—¡Cristo! Él no tomará un no por respuesta. —A pesar de las
circunstancias, y para mi sorpresa, encontré que estaba riendo también
mientras trataba de evadir los persistentes avances del perro.
—Sólo… déjalo… acabar, no le llevará… mucho tiempo. —Jadeó,
limpiándose los ojos con la parte trasera de sus manos mientras Hampton
me perseguía alrededor de la perrera.
Esto era medio horrible, medio hilarante. No podía quedarme inmóvil
el tiempo suficiente para abrir la puerta, porque cada vez que me ponía de
pie, Hampton se hallaba sobre mí.
—¿Qué? ¡No! No quiero que termine. Ve a encontrar otra pierna,
Hampton. —Traté de patearlo suavemente, pero ladró felizmente.
—Piensa que estás siendo tímido.
—Juro que este perro haría una excelente defensa, sería imbatible en
un juego.
—O un melé15 —gritó Lucy.
—Eres hilarante, Lucy. Pero no eres quien está siendo magullada por
un Terranova gigante.
—¡Ah! Magullado —me señaló, reconociendo mi inadvertido juego de
rugby—. Vamos, Sean. Sólo necesita algo de... ¡Oh, Dios mío! —gritó Lucy y
cayó sobre su trasero mientras Hampton intentaba montarme una vez más,
esta vez saltando más arriba y lamiéndome la cara.
—¿Ahora estás intentando hacer preliminares? —pregunté 136
secamente, aunque también me estaba riendo—. Demasiado tarde,
Hampton. Tal vez si me hubieras comprado un trago primero.
Saltando a un lado para evitar sus maniobras, finalmente logré abrir
la puerta. Rápidamente pasé, cerrando la puerta con la cadena antes de que
pudiera seguirme. Él saltó hacia la puerta, golpeando el metal, y luego
rebotó lejos, paseando a lo largo de la perrera.
Miré a Lucy, vi que no se había recuperado. Sus hombros temblaban
y parecía como si no pudiera recuperar el aliento. Su cabeza estaba echada
hacia atrás y lágrimas de felicidad escapaban de sus ojos.
Cristo, era hermosa.
Mientras tanto, Hampton me ladró. Parecía frustrado. Dejándolo.
Apagándolo. Casi lo sentía por él… pero no realmente.
A nadie le gusta ser la pierna que está siendo follada. A nadie.
15En rugby, jugada en la que varios integrantes de cada equipo, agachados o agarrados, se
empujan para hacerse con el balón, que ha sido introducido en medio de ellos, y pasárselo
a otro jugador que está detrás.
@LucyFitz: Tema del día: celebridades que se ven como otras celebridades.
@BroderickAdams a @LucyFitz: Julia Roberts = Steven Tyler
@LucyFitz a @BroderickAdams: #alucinando
S
ean fue un excelente ayudante.
A pesar de los intentos de seducción de Hampton, el humor
de Sean fue alegre y convincente. Nunca lo vi tan relajado. Y 137
cuando llegó la hora de irme, se quedó y ayudó al segundo
turno a preparar el resto de los perros.
Mientras yo saltaba en un taxi y me dirigía a casa, volviendo justo
antes de que Annie entrara por la puerta. Inmediatamente empezamos a
trabajar, aunque tuve problemas para concentrarme. Si no pensaba en la
terrible infancia de Sean y me enfadaba en su nombre, me distraía lo amable
que había sido con los perros en el refugio.
¿Qué pasaba con los hombres amantes de los animales? Fue tan
amable sobre todo, trabajando duro, queriendo ayudar. Hizo que mi corazón
se volviera loco.
A la mañana siguiente, después de dormir de pies a cabeza porque
mis sueños estuvieron plagados de imágenes ridículas de Sean, yo y nuestra
futura mascota, una preciosa mezcla de Labrador color chocolate con
grandes ojos marrones, Annie se levantó antes de mí. No es de extrañar,
dado que seguía con el horario de Dublín, que era cinco horas adelante.
Cuando salí a la cocina, vi que había preparado un delicioso surtido
de pasteles. Esta era una de las cosas que más me gustaba de Annie; la
mujer tenía un fuerte aprecio por los pasteles.
—Toma un pastelito de crema y un poco de café —dijo desde la sala—
. Entonces volveremos a trabajar en tu nueva personalidad en línea.
—Suena divertido. —Cogí el pastelito de crema según como me fue
instruido. ¿Quién era yo para discutir con salsa de chocolate a las ocho y
media de la mañana?
Justo cuando tomé mi primer bocado, escuché mi teléfono sonar
desde mi habitación, alertándome de un nuevo mensaje de texto.
—Vuelvo enseguida —dije alrededor del pastelito. Estaba masticando
y me arrastré de vuelta a mi habitación, mirando la jarra de café con
nostalgia mientras me iba.
Sacando mi celular de mi bolsa, mi corazón saltó al leer el nuevo
mensaje.
Sean: ¿A qué hora vas a venir?
Por alguna razón desconocida, cerré mi puerta antes de responder.
Lucy: Lo siento. Quise decirte ayer. La profesora necesita un día libre
para ponerse al día con las cosas del trabajo. ¿Qué tal mañana?
Sean: ¿Dónde estás? ¿Estás en tu apartamento? ¿Debo llevarte
sustento? ¿Carne de calle, tal vez?
Lucy: No traigas comida. Estaré en mi apartamento trabajando todo el
día con Annie. Me dio una promoción.
Sean: Eso es genial. Déjame llevarte esta noche a celebrar. Te recogeré
138
a las 6.
Lucy: Muy gracioso.
Sean: No estaba siendo gracioso. Déjame invitarte.
Fruncí el ceño ante el último mensaje de texto de Sean.
Lucy: Mala idea.
Sean: ¿Por qué?
¿Trataba de ser lindo? O era completamente obtuso. Respondí con un
sabor de irritación antes de pensar en mis palabras.
Lucy: Porque prefiero que mi hermano no sepa que le estoy enseñando
a su archienemigo cómo dar orgasmos a las mujeres.
No respondió durante más de un minuto. Justo cuando estaba a
punto de lanzarlo a la cama, el teléfono vibró con un nuevo texto.
Sean: Técnicamente solo me enseñas cómo darte orgasmos a ti. ¿Cómo
sé si esta información es generalizable para todas las mujeres?
Lucy: Confía en mí, lo es.
Sean: Si estás ocupada hoy, tal vez debería hacer una prueba.
Me quedé mirando las últimas seis palabras que acababa de teclear,
con el corazón latiendo en mi garganta, la cara enrojecida por el calor
incómodo, el pecho me dolía cada vez que intentaba respirar. No sabía por
qué me sentía tan ciega. ¿No era ese el punto de nuestras lecciones? Miré el
espejo de mi dormitorio, estudié mi reflejo.
—Estás bien con esto —me dije, luego aclaré mi voz cuando noté el
ligero temblor en ella—. No es para ti. Es un jugador de rugby. Es el enemigo
de Ronan. Y es un pendejo, excepto cuando está ayudando a limpiar a los
perros rescatados. No te sorprendas tanto.
Pensé en añadir “eres lo suficientemente buena, eres lo suficientemente
inteligente, y maldita sea, otros hombres quieren follarte”, pero sentía que eso
sería auto-afirmación exagerada.
Tomé varias respiraciones profundas hasta que mi mente se calmara
y el dolor en mi pecho se convirtiera en un dolor sordo antes de responder.
Lucy: ¡Claro! Siéntete libre de probar tus nuevas técnicas con las
mujeres de Nueva York. Pueden enviar sus notas y regalos de gratitud a mi
casilla postal. ¡Que te diviertas!
Con eso apagué mi teléfono.
Lo apagué completamente.
139
Y lo enterré bajo tres pantalones vaqueros en mi cajón.
150
Sean
N
o sabía lo que hacía.
Las peticiones, las cosas que quería, las palabras que nunca
hablaría ni me permitiría pensar eran ahora incontenibles.
Es el sexo, repetí. De nuevo. Usé esta explicación,
ahora repetida, como una simple justificación de la compleja cacofonía de
mi mente.
—¿Estar contigo? —Sus largas y oscuras pestañas revoloteaban,
golpeando como alas de mariposa apenadas contra el calentamiento de sus
mejillas rosadas.
Me lamí los labios, saboreándola allí. —Sí.
Me miró, confundida. Yo también me sentía confundido. Y
extrañamente asustado.
Porque no era el sexo.
159
@EilishCassidy a @Sean Cassinova: ¿Dónde estás? #TíaEnfadadaQuiereSaber
@Sean Cassinova a @Eilish Cassidy: En algún lugar que nunca quiero dejar.
#Paraíso
Sean
T
iré ligeramente y ella se tropezó hacia delante, incapaz de
soportar su propio peso. La capturé, acercándola en mis brazos.
Me agarró débilmente, su cabeza apoyada contra mi hombro
mientras escuchaba sus entrecortadas respiraciones, sentía su cuerpo 160
temblar.
Logro. Y… orgullo. Una profunda y absoluta satisfacción se extendió
como un incendio a través de mis venas, calentándome desde dentro
mientras ella se acurrucaba más cerca, me agarraba más fuerte, y suspiraba
con saciada alegría.
—A más más —murmuró contra mi cuello, colocando un beso allí.
Levanté una ceja, amando la fricción de su suave piel cuando se
movió. —¿Perdón?
—Tienes una A doble más en sexo oral, Sean. Te has graduado.
Sonreí para mí mismo, porque aunque no requería de verificación
verbal adicional más allá de sus jadeantes gemidos y gritos de placer,
disfruté de su franqueza.
—Bueno. —Besé su sien y busqué su mano. Besé sus nudillos uno a
la vez. Entonces busqué por algo más que besar y me decidí por su cuello
ya que era lo más cercano.
Su cabeza se ladeó, permitiéndome más acceso. —En serio. Estrella
de oro. Tus padres estarán tan orgullosos al final.
Me reí, entendiendo y apreciando la broma a pesar de que mi historia
familiar era más perversa que divertida. Apartando los pensamientos sobre
mis progenitores, acaricié su pecho, masajeándolo, amando su peso y la
sensación de tenerlo bajo mi palma.
—Oh, Cristo. No has terminado, ¿no es así? —Gimió, aunque era un
gemido feliz, aderezado con excitación.
—Ni por asomo. —Saboreé la piel de su cuello, buscando un lugar que
la hiciera retorcerse y lo encontré justo debajo de su oreja.
Su respiración se atoró. —¿Es ahora cuando se supone que me
arrodillo para ti?
Sí.
Concentré mis esfuerzos en el lugar que había descubierto porque el
pensamiento de que se arrodillara para mí envió toda mi sangre hacia el sur.
Mordí su lóbulo, pasando mi pulgar de un lado a otro por el pezón,
obligándome a ir lento.
Necesitaba estar consciente, especialmente cuando ella me distraía.
—Eso depende —susurré—. ¿Quieres arrodillarte?
Asintió perezosamente. Sus uñas dejaron medias lunas en mis
hombros cuando se arqueó contra mí, ofreciéndome más de su cuello.
—¿Rogarás? 161
Asintió más vehementemente, frotando sus muslos juntos
incansablemente. Deslicé mi mano por sus costillas, contándolas en el
camino, y agarré un puñado de su hermoso, redondo culo.
—¿Dirás por favor? —Arremoliné mi lengua en su lóbulo y se
estremeció. Tomé nota de la reacción.
Mi Lucy tenía orejas sensibles. Bueno saberlo.
—Por favor. —Las simples palabras fueron ahogadas, agudas y
suplicantes.
Sonreí. Si este intercambio fuera alguna indicación, estar consciente
era un premio.
—¿Por favor, qué, encantadora, Lucy? —Llevando su mano a la toalla
sobre mi polla, la alenté a acariciarme a través de la tela.
Justo allí.
—Por favor, fóllame, Sean.
—¿Cómo?
—Por favor, tómame desde atrás.
Dejé de besarla y detuve su mano. Rechinando mis dientes, pensé
sobre hacer doscientas sentadillas. Quería que rogara —porque las palabras
sucias de su dulce boca, en su dulce voz, eran enloquecedoras y sexys como
la mierda—, pero empezaba a perder rápidamente el control.
Cuando estuve seguro de que la crisis había sido evitada, aclaré mi
garganta y me enderecé desde el suelo, sobre mis rodillas ante ella,
descartando mi toalla mientras me movía. Sus dedos inmediatamente
rodearon mi longitud y ella se arrodilló también.
—Por favor. —Se estiró para colocar un hambriento beso con mordisco
en mi cuello, sus pechos rozándose contra mi pecho.
Me aparté de su boca y le di la vuelta, los pensamientos de las
doscientas sentadillas no lejos de mi mente cuando acuné su culo y susurré
en su oído—: ¿Y?
Vaciló, echándome un vistazo sobre su hombro con ojos amplios. —
¿Y-y?
Pasé mis dedos de su cadera a su coño y acaricié, gruñendo cuando
la encontré aún húmeda de mis anteriores esfuerzos y su excitación. Su
respiración se atoró y presionó su espalda contra mi pecho, ampliando sus
piernas. Mi toque fue una ligera caricia en su sensible carne. Saboreé la
resbaladiza e hinchada sensación de ella. Cuando lamí mis labios, la
saboreé allí.
—Dime qué quieres que haga —susurré más que hablar, no podía
162
discernir por qué—. Y ruégame que lo haga.
—Por favor. —Gimió, persiguiendo mi boca.
Me incliné lejos, colocando mi mano en su espalda y guiándola hacia
delante hasta que estuvo sobre sus manos y rodillas.
—¿Por favor, qué?
Su cuerpo tenso, una impaciente, hermosa y dolorida cosa. Presionó
hacia atrás, frotando su culo contra mi entrepierna.
—Por favor, fóllame ya.
Alcanzando el condón en la mesa lateral, me empuñé mientras lo
rodaba, apenas resistiendo la urgencia de empujar hacia delante, y coloqué
mi otra mano en su cadera, sujetándola en el lugar.
Joder. Lucy húmeda. Caliente. Deseándome. Espera. Contrólate.
Control.
Y lo hice. Controlé mi cuerpo y mi voz, preguntando—: ¿Te tomo
ahora?
—Dios, sí. —Lucy arqueó su espalda y extendió sus piernas más
amplio, ofreciéndose a sí misma y disparándome dagas sobre su hombro—.
Tu charla sucia es genial, Sean. Pero en serio, ¿puedes sólo continuar?
Le sonreí, mis dedos flexionándose en su cadera. —¿Tienes hambre?
—Hambrienta. —Sus ojos se entrecerraron.
—¿Estás segura? —Me burlé en su entrada con la cabeza de mi polla.
—Deja el parloteo, Cassidy. Pon el pene en la vagina y vamos a hacer
rodar este tren de la cena.
Solté una carcajada y sin más discusión, agarré sus caderas y empujé
hacia delante, deslizándome en su resbaladiza calidez. Jadeó, empujando
hacia atrás, arrojando su cabello arcoíris hacia un lado.
Me moví dentro de ella, manteniendo mis movimientos lentos y
deliberados, en parte para prolongar el momento y en parte porque
sospechaba que Lucy prefería un toque suave.
Sin embargo, para mi sorpresa, después de varios momentos, sus
caderas se movieron sin descanso, como si buscaran. Un gruñido de
descontento llegó a mis oídos justo antes de que ella ordenara—: Más duro.
Más rápido. Más sucio.
—¿Perdón?
Contoneó su culo. —Dije más duro. Fóllame más duro. Tira de mi
cabello. Golpea mi culo. Toca mi clítoris. Haz algo.
Chispas se encendieron en la base de mi espina dorsal ante sus
163
palabras. La rodeé con la mano, encontrando su clítoris y lo tracé.
Inclinándome hacia delante, mordí su espalda y costado, embistiendo más
rápido.
Pronto, los sonidos del sexo, la unión primitiva, el rudo choque de
pieles, emparejó con sus gemidos, llenando la habitación. Ambos estábamos
cubiertos en un brillo de sudor. Me sentía hipnotizado por la vista de ella:
la expansión de suave y húmeda piel, la redondeada curva de su perfecto
culo.
—Di algo ahora —rogó, sacándome de mi meditación de su cuerpo—.
Dime que he sido mala.
—Has sido muy mala. —Golpeteé su clítoris, manteniendo el toque allí
ligero mientras golpeaba dentro de ella—. Tendré que castigarte.
Gimió. —¿Qué harás?
Dudé, no teniendo ni idea de cómo continuar y no sintiéndome
particularmente tranquilo, intentando retener mi orgasmo mientras
alimentaba el suyo.
—Haré que te desnudes para mí —farfullé un deseo secreto y fui
recompensado con otro gemido.
—Sí…
—Y te tocaré, donde me plazca.
—Joder, síiii…
—Entonces te arrodillarás delante de mí y chuparás mi polla.
—Oh, Dios.
—Y te tocarás a ti misma.
Lucy empujó hacia atrás, sus dedos de los pies apuntando, sus
piernas flexionándose, sus caderas rodando con agitados movimientos. —
¡Joder, joder, joder!
Y lo sentí. La sentí correrse mientras me hallaba enterrado dentro de
su dulce y perfecto cuerpo. La euforia fue eclipsada sólo por el salvajismo
de mi propia necesidad. Tres más rápidas embestidas me hicieron ver
estrellas y gritar su nombre y hacer promesas de toda naturaleza mientras
su cuerpo se apretaba en espasmos a mí alrededor.
Era un irreal y potente placer. Cuando bajé del éxtasis, mi cara
presionada en su espalda entre sus omóplatos, no puede evitar pensar sobre
la próxima vez que conseguiría mi dosis.
Lucy Fitzpatrick era mi droga de elección y se había convertido
rápidamente en una necesidad. No tenía deseo de contemplar la
rehabilitación. 164
M
e desperté sola y desnuda.
Cuando miré alrededor de la habitación, vi que la maleta 169
de Sean se había ido. La puerta del armario se encontraba
abierta y sólo la luz del sol en las perchas vacías me
saludó.
La luz del sol sobre aquellas perchas vacías era tal vez la cosa más
triste que jamás vi. Mi corazón se hundió. Mis miembros se sentían
demasiado pesados para moverse.
No lloré. No inmediatamente, en todo caso. En cambio, me tumbé en
la cama e hice ejercicios de respiración, tratando de aclarar mi mente. No
funcionó. Así que recordé que yo fui la primera en decir que no. Yo lo alejé.
Mis razones eran válidas. Estaba siendo inteligente y realista.
Y entonces lloré.
Me acurruqué en una bola y lloré como un bebé hasta que un golpe
sonó en la puerta. Mi corazón saltó, porque mi corazón no pensaba con
claridad. Salté de la cama, tirando la sábana alrededor de mí mientras corría
hacia la puerta.
Tirando de ella abriendo sin mirar por la mirilla, mi tonto corazón se
fue en picada cuando me encontré con un hombre en un traje de pie fuera
de la puerta. Detrás de él había una bandeja de servicio de habitaciones y
otro hombre, vestido con un uniforme de camarero.
—¿Sra. Fitzpatrick? —preguntó el hombre del traje, sin mostrar
ningún signo de ser sorprendido por mi apariencia.
Agarré la sábana más fuerte a mi pecho. —¿Uh, sí?
—Soy Davies, su conserje. Y tengo una nota para usted del Sr.
Cassidy. También ha enviado una bandeja. ¿Podemos ponerla dentro?
Parpadeé a este tipo, Davies, durante varios segundos antes de que
sus palabras se acomodaran en mi cerebro. No tenían sentido, no
exactamente, pero me di cuenta que bostezaba ante él como una enferma
mental.
—Oh, sí. Por favor traiga la bandeja. —Me quede detrás de la puerta,
permitiendo al camarero empujarla a la habitación.
Davies no cruzó el umbral. En cambio, el camarero de servicio, me
entregó una nota y varias cajas, todo grabado con la insignia del hotel.
—Él dejó instrucciones específicas de que la habitación se guarde para
usted, siempre que lo desee: un día, una semana, un mes; así que, por favor
sepa que estamos a su servicio.
Estas palabras fueron también tonterías, por lo tanto acepté los
paquetes y la nota, asintieron cortésmente, y busqué en mi bolsa para poder
darles a estos chicos una propina. —Ah, está bien. Gracias. 170
Davies alzó las manos cuando el camarero hizo rodar el carro fuera de
la habitación. —Eso no será necesario. El Sr. Cassidy ya se encargó de todo.
—Um…
—También fuimos cuidadosos asegurándonos de que ninguno de los
alimentos entrara en contacto con fresas, ya que el Sr. Cassidy explicó que
es alérgica.
—Oh. —Mi corazón se agitó. Lo recordó.
—Disfrute de su desayuno. —Davies alcanzó hacia delante y cerró la
puerta mientras me encontraba a un lado, agarrando las cajas y la nota en
mi pecho.
Fruncí el ceño a los artículos, la habitación extrañamente luminosa y
tranquila.
¿Qué acababa de suceder?
Parpadeando mis ojos, encontrándolos secos y crujientes, me
concentré en la tarjeta y las cajas.
Haciendo malabarismos con los artículos, ataqué la tarjeta primero,
devorando su escritura.
Mi preciosa Lucy,
Gracias. Por todo.
Eres magnífica.
Ahora tienes a dos personas en todo el mundo que siempre
estarán allí para ti.
Tuyo,
Sean.
Lo leí unas diez veces, rastreando las letras ordenadas y eficientes con
la yema de mi dedo. La emoción cruda, incontrolable trajo nuevas lágrimas
a mis ojos.
Era tal zoquete; tonto, maravilloso, dulce, divertido, imposible,
reflexivo, atractivo. Me sorbí la nariz y abrí el paquete más grande primero.
Se encontraba lleno de ropa. Debajo había varios pares de sujetadores sexys
y bragas.
No me compraste ropa mi trasero.
Dejé el paquete grande a un lado y abrí la siguiente caja con los dedos
temblorosos, jadeando cuando vi el artículo dentro.
Era un colgante con cristales blancos y negros sobre un metal de tono
plateado. Incluía una cadena de color plateado. Un colgante del Yin y Yang. 171
Era perfecto y siempre me recordaría a él, a nosotros.
Fui a la deriva a la comida y levanté la tapa de metal, encontrando un
banquete estrictamente vegetariano de yogur de almendras, granola y fruta
fresca, tres tipos de frutos secos, pan integral, y conservas de zarzamora.
Por lo general, me devoraría este tipo de banquete.
Pero hoy puse la tapa en su lugar y reclamé una silla en la sala de
estar, justo al lado del lugar donde tuvimos sexo la noche anterior. Cerré
mis ojos recordando, reuniendo varias respiraciones de refuerzo.
Nosotros.
Nuestros.
Sean y yo.
Odiaba que nuestras vidas existieran en dos mundos muy diferentes.
Y odiaba que tuviera que marcharse. El odio era una emoción fuerte,
que a menudo trataba de evitar, pero allí estaba en todo su esplendor feo.
Sean Cassidy me hizo sentir cosas, cosas intensas, y demasiadas de ellas
en realidad.
Pensé vestirme rápidamente e ir al aeropuerto, sólo para verlo, sólo
para despedirme en persona. Pero me preocupaba demasiado. Si comenzaba
a ponerme toda llorosa y con los ojos llorosos observando en la puerta de
salida, entonces sabría la creciente profundidad de mis sentimientos por él.
Eso no puede suceder. Sería un mensaje confuso grande y gordo, no
sería justo para ninguno de nosotros.
No hubo Sean y yo. No nosotros. Nunca lo hubo. Realmente no.
Sin embargo, por un momento anoche —no mientras íbamos a ello
contra la pared o sobre la alfombra, pero mientras estábamos tumbados en
la cama, tocándonos, hablando de nosotros mismos, compartiendo entre
sí— se sintió posible.
179
@BroderickAdams: ¿350 dólares por un boleto de Guns N 'Roses? Creo que no, Saul
Hudson, creo que no.
@LucyFitz a @BroderickAdams: ¿Queeeé? ¿Viene con un striptease del Axl Rose de
1988?
@BroderickAdams a @LucyFitz: LMAO20.
E 180
ran exactamente tres semanas para el día después de mi último
robo de galletas cuando Broderick y yo llegamos al aeropuerto
JFK para nuestro vuelo a Dublín. Al ser tan buen amigo de
Annie, él también venía a la boda, y yo deseaba forzarlo a unirse al grupo
de las chicas para la noche de despedida.
Sean y yo continuamos intercambiando mensajes de texto. Con cada
intercambio me ponía cada vez más confusa e… involucrada. Hace dos
semanas tomé una foto de mi vaso y se la envié porque la persona había
escrito mi nombre como Loosey en lugar de Lucy.
Lucy: Demando que cambies mi información de contacto a Loosey en
tu teléfono. Ahora ese es mi nombre.
Sean: Si me quieres, voy a volar a Nueva York y darle una paliza al tipo
que escribió eso en tu taza.
Lucy: ¿No crees que es gracioso?
Sean: Nadie llama a mi chica una chiflada21.
20 Es un acrónimo que proviene de la frase en inglés: Laughing my ass off, la cual puede
traducirse al español como "riéndome hasta que se me parta el culo".
21 En el inglés original se escribe loose.
Al día siguiente me envió una foto de su taza de café; la barista escribió
un número de teléfono al lateral. Sentí una punzada de celos hasta que él
envió un mensaje de texto.
Sean: Por lo menos tienes una palabra. Me han asignado un número.
Sólo llámame Jean Valjean.
Sean: Y el tuyo es “vagamente” basado en tu nombre.
Sean: ¿Ves lo que hice allí? ;-)22
Lucy: No puedo ni siquiera contigo. ¿Cómo sabes quién es Jean
Valjean?
Sean: Todos conocen el 24601. ;-)23
Lucy: Pensamiento al azar. Si todo el mundo hiciera un guiño tanto en
la vida real como en los medios de comunicación social y en los mensajes de
texto, el mundo sería un lugar mucho más espeluznante.
Sean: Te enviaría un emoticón de "Me encantaría lamer tu coño", pero
mi iPhone no tiene uno.
Lucy: Esos ingenieros de Apple han estado durmiendo seriamente en
el trabajo.
Lucy: ;-) 181
Sean: Ah, sí, abraza el espeluznante guiño. ;-)
Esas conversaciones de todo el día, porque ahora nos enviábamos
mensajes todo el día, todos los días, eran confusas porque eran agradables,
pero a menudo eran mucho más que agradables. Sin embargo, ninguno de
nosotros intentó llamar al otro. Y la falta de resolución me hacía sentir como
un caso mixto.
Por lo tanto mi desliz actual de crimen en el aeropuerto.
—¿Tienes algo en la manga? —preguntó Broderick unos segundos
después de haberme metido un tubo de lápiz labial.
¿Cómo diablos me vio?
—¿Qué? —pregunté, rendida.
Rick sonrió. —Tienes una expresión traviesa. Dime qué estás
tramando.
Exhalé aliviada y levanté un hombro. —Solo espero presentarte a
todas mis amigas de Dublín. Van a adorar tu acento.
22 Sean hizo un juego de palabras con la palabra Loosely que significa vagamente.
23Jean Valjean es el personaje principal de la novela Los miserables de Víctor Hugo. Uno
de sus alias era 24601.
No reaccionó como esperaba, sino que frunció el ceño y examinó una
botella de colonia de hombres. —Oh, bueno.
Me reí. —No te emociones demasiado ni nada.
—Estoy emocionado —dijo con la voz menos emocionada jamás antes
escuchada.
—¡Oh, Dios mío! Broderick Thelonious Adams, estás viendo a alguien,
¿es así?
Se encogió de hombros tratando de parecer despreocupado. —Sabía
que me arrepentiría de haberte dicho mi segundo nombre. Y no, no estoy
saliendo con nadie.
—Tu papá te llamó por Thelonious Monk24, ese es un súper genial
segundo nombre. Pero en serio, ¿no escondes a una chica en algún lugar?
—Me tienes. La contrabandeo en mi maleta. No le digas a la seguridad
del aeropuerto.
Le di una sonrisa con ojos entrecerrados justo antes de que mi
teléfono empezara a sonar. Mi corazón dejaba de latir por un instante, como
siempre lo hacía cuando me preguntaba si podía ser Sean. Pero no, lo saqué
para ver el número de mi mamá parpadeando en la pantalla.
Dando unos pasos fuera de la sección de cosméticos de la zona libre 182
de impuestos, levanté el teléfono a mi oído y respondí.
—Hola, mamá. Ahora estoy en el aeropuerto. Pronto iremos a abordar
nuestro vuelo.
—Lucy, ¿qué es todo esto que estoy oyendo de tu estancia en la casa
de Ronan? —preguntó con voz aguda.
Suspiré y cerré los ojos por un segundo, deseando alejarme de toda
esta conversación. —Es más fácil ya que soy la dama de honor de Annie y
todo. Va a haber un montón de cosas de última hora para organizar. Y nos
quedaremos en el K Club desde el jueves en adelante, así que no es que
importe mucho de cualquier manera.
—Sí, bueno, al menos podrías haberme informado. Tenía a Bernie
haciendo la habitación de invitados y todo, pensando que te quedarías
conmigo, entonces tengo que saber de tu hermano que no lo harás. Nadie
me dice nada en estos días —dijo, una nota de desdén hacia sus palabras
mientras trataba de sonar afectada con un tono herido. Bernie era su ama
de llaves, aunque ella lo llamaba su sirviente. Jurarías que había nacido con
una cuchara de plata en la boca y no con los humildes comienzos que tuvo
en realidad.
Sean
—E
sa es una mala idea —dijo Bryan, de pie junto a mí,
un paria al acecho. Claramente, él notó las miraditas
mutuas entre Lucy y yo.
192
Respondí sin dejar de mirar a mi compañero de equipo—: Si quisiera
tu opinión, la habría pedido. —No había visto a Lucy en semanas, y tenía
hambre de verla. No ansiaba la censura del buenecito del huevo malo de
nuestro equipo.
Bueno… El otro huevo malo.
—¿Primero su novia, ahora su hermana? Tsk. —Bryan chasqueó su
lengua, aunque su chasqueo era baboso y descuidado—. ¿Por qué no te
calmas, eh? Es su boda. Dale un maldito descanso, por Dios santo.
La mayoría de nuestros compañeros de equipo se encontraban
borrachos, algunos más que otros, pero ni yo siquiera estaba prendido.
Tomé una decisión consciente de mantenerme sobrio. Lo dije en serio
cuando le envié un mensaje de texto a Lucy diciendo que no quería hacer
las cosas difíciles para ella con su hermano. Si hubiera bebido hasta el
exceso, entonces habría sido propenso a hacer eso.
Perdí la cuenta del número de veces que casi anuncié mis intenciones
de reclamar a Lucy como mía. Pero no lo hice, todavía, no. En lugar de eso,
me mordí la lengua o me excusé.
Básicamente, había sido un santo.
—No todo es acerca de Madre Fitzpatrick —murmuré, aunque todavía
no había desviado la mirada de Lucy. Pero entonces, ella no había mirado
todavía lejos de mí. Una sonrisa encantadora aún permanecía en sus labios
y detrás de sus ojos.
Cristo, la extrañaba. El último mes fue el más largo de mi vida.
Aparte de las primeras dos semanas después de mi partida, nos
enviamos mensajes de texto todos los días, pero ella nunca envió una foto
de suya, siempre memes o fotos de idiotas ligando con ella, a propósito
escribiendo mal su nombre en tazas de café. Me había perdido viéndola. Casi
le pedí que enviara una foto, pero dibujé una línea antes de irme. Una línea
que no sabía cruzar sin asaltarla y suplicarle en mis manos y rodillas, que
nos diera esta oportunidad.
En otras palabras, no sabía cómo no ser un tonto con Lucy
Fitzpatrick. Y extrañamente, no me importaba.
Sin embargo, no tenía fotos de ella o de nosotros juntos, un hecho
triste que planeaba remediar lo antes posible.
—Eres un maldito pelele. —Bryan se rio, empujando mi hombro con
fuerza.
—¿Lo soy?
193
No respondió de inmediato y sentí que su atención embriagada se
alejaba de mí, varios segundos antes de que admitiera—: Ella es caliente.
—Ella es hermosa. —Mi declaración una contradicción obvia a su
evaluación infravalorada.
Bryan asintió, presumiblemente ahora inspeccionando a Lucy con un
ojo crítico. —Bonita de una manera extraña y rara.
Mi ceño fruncido fue inmediato, odiando su descripción, pero mantuve
mi control sobre la mirada de Lucy.
No era extraña. Era única.
No era rara. Era libre de espíritu.
Era encantadora.
Asombrosa.
Maravillosa.
Perfecta.
Y si no dejábamos de mirarnos el uno al otro pronto estaríamos
atrayendo más atención que las opiniones embriagadas de Bryan Leech.
Pero Lucy ya no me sonreía. Su mirada se había intensificado,
solemne, casi torturada. Ella sentía la atracción, de eso estaba seguro.
Ahora, si tan solo pudiera arreglar un jalón oportuno…
Bryan bufó de manera poco elegante, interrumpiendo mis
pensamientos. —No importa si se parece a Helena de la maldita Troya. Ese
pájaro está fuera de los límites, para mí, para todos esos otros malditos
pajeros aquí, y sobre todo fuera de los límites para ti.
La mano gigante de Bryan rodeó el aire alrededor de nosotros y luego
aterrizó en mi hombro, un peso pesado y significativo. Me dio un pequeño
sacudón para enfatizar su punto.
Por supuesto, malditos pajeros era una descripción exacta de nuestros
compañeros de equipo y un término de cariño. Y el resto de sus palabras
eran verdaderas también. Lucy Fitzpatrick se hallaba fuera de los límites de
la misma manera que Eilish lo estaba de esos bárbaros.
No se jode con la familia, literalmente o figurativamente. Iba en contra
de las reglas del comportamiento decente. Por otra parte, yo me propuse
intencionalmente romper las reglas con Lucy, que, por cierto, me salió por
la culata de manera espectacular. Y nunca había sido un ejemplo de
decencia.
Siempre mantuve que la decencia estaba completamente 194
sobrevalorada.
Frunciendo el ceño y pareciendo decididamente afectada, Lucy
arrancó sus ojos de los míos, su mirada cayó a la calle. Parecía estar
confundida, si no abrumada por sus pensamientos. Quería ir con ella.
Me enderecé de la pared y casi lo hice, pero la mano de Bryan me
sostuvo en su lugar. —No, no, no. —Sacudió su cabeza, caminando delante
de mí y señalando un dedo en mi cara. Era uno de los pocos miembros de
nuestro equipo casi de mi tamaño—. No hay ninguna puta manera.
—Muévete.
Su agarre se apretó. —No. Es por tu propio bien, amigo. Eres un
maldito jodido, pero eres un gran ala25.
—¿Debo llamarte Madre Leech ahora? —me mofé, sabiendo que él de
todas las personas despreciaría el apodo. Siguiendo los movimientos de Lucy
sobre la cabeza de Bryan, miré como se reunía con las esposas y novias.
Noté a un hombre en su compañía. Broderick.
Me gustaba Broderick.
25Es la denominación que recibe una posición en el juego del rugby que integra el grupo
de delanteros o forwards, en la que el jugador se ubica en los flancos del scrum o grupo.
Más importante aún, parecía gustarle a Broderick. No tenía prejuicios
ridículos contra mí, como mi bien merecido título de gran manipulador y
malhechor.
—Puedes llamarme como quieras, Cassidy. Mientras sigas jugando
bien con Ronan y quites las manos de su hermana. —Me pregunté cuántas
pintas más se requerían para hacer que Bryan Leech estuviera inconsciente.
Sospeché que más que varias. Nosotros, los jugadores de rugby, por regla
general, éramos enfurecidamente capaces cuando se trataba de nuestras
copas.
Lucy ahora daba furtivamente miradas ansiosas entre su hermano y
yo. Mi intestino se tensó. Al ver la verdadera angustia en su expresión y
cómo se mantenía rígida. La miseria, al causarle un momento de angustia,
desinfló cualquier diseño que tenía de un revolcón robado.
Hace dos meses, podría haber disfrutado causarle a cualquier persona
asociada con Ronan Fitzpatrick cualquier nivel de incomodidad. Pero
ahora…
Mi atención volvió a la expresión sombría de Bryan. —No sé de qué
hablas —dije, quitándole la mano del hombro—. Se está haciendo tarde.
Será mejor que me vaya.
Él parpadeó. La confusión y la sospecha arrugaron su frente. —¿Cuál 195
es tu juego, Cassidy? No puedes renunciar tan fácilmente, no está en tu
naturaleza.
—Exactamente —concordé, aunque no sólo con la última declaración.
No me rendía, y renunciar no estaba en mi naturaleza. Más bien, por una
vez, quería ser decente, o al menos dar la apariencia de ello.
Por Lucy.
Permitiéndome una mirada final y persistente, metí las manos en los
bolsillos y volví la espalda a la fiesta, escabulléndome sin ofrecer palabras
de felicitación o de despedida. No lo tenía en mí para ser insincero. La
insinceridad era excesiva una vez que habías respirado el aire refrescante
de la sinceridad ingenua.
Era una noche fría y cerré mi chaqueta contra ella. El recuerdo de mi
semana con Lucy me mantuvo caliente durante casi un mes. Dudaba que
mis acciones esta noche, por muy nobles que fueran, lograrían un efecto
similar.
—No entiendo por qué no puedes conseguir que una de tus mujeres
te acompañe a esta boda. —Eilish me miró a través del reflejo del espejo de
la tienda—. ¿No tienes multitudes de ellas? Creo que leí un artículo que se
lanzaban a ti por docena.
—No recuerdo que nadie se arrojara a sí misma, por así decirlo, en mi
dirección general, y mucho menos doce mujeres a la vez. —Me rasqué la
barbilla, examinando la elección de vestido de mi prima y decidiendo que
era demasiado corto.
—Eso parece algo que uno recuerda con cierta claridad.
Ignoré su burla. —Aunque una vez, una señora se cayó por un tramo
de escaleras y aterrizó a mis pies.
—¿Pero se arrojó a sí misma?
—No. Fue más un tropiezo. Y llamó a una ambulancia. Pero la visité
para firmar el yeso. Por cierto, ese vestido es demasiado corto.
Eilish alzó una ceja roja hacia mí y se miró a sí misma. —Sean, estás
siendo ridículo. Me pasa de las rodillas.
Estábamos en la parte trasera de una boutique de lujo para mujeres
196
en Clarendon Street, en un área destinada para probarse ropa. Varios
puestos de cortinas alineaban la pared posterior y un sofá se hallaba
colocado a un lado. Era el único lugar para sentarse, por lo que fue donde
esperé, desplazándome a través de la página web para la que Lucy tomaba
fotos en mi teléfono. Ni siquiera sabía por qué, porque claramente no iba a
haber ninguna foto de ella, o mía para el caso, pero de alguna manera la
práctica me calmaba, me hacía sentir como si estuviera con ella a pesar de
que no lo hacía. Ve a psicoanalizar eso.
Lucy me envió varios textos desde nuestro encuentro sin palabras la
noche anterior. No respondí a ninguno de ellos. La falta de sentimiento en
ellos me irritaba.
Lucy: ¿Te fuiste?
Lucy: Gracias por ser tan amable con Ronan.
Lucy: Finalmente en casa, cansada. Me voy a dormir.
Y eso era todo lo que envió.
¿Ves? Irritante.
El buen sentido me dijo que nada había cambiado. Lucy no me ofreció
nada. Su comportamiento fue consistente desde nuestro primer encuentro
hasta el último, y todos los mensajes de texto intermedios. No tenía nada
que reprocharle.
Todavía… Ninguna mención de extrañarme, querer verme. ¿Era un
simple “no puedo vivir sin ti” demasiado pedir?
Y, sin embargo, aunque no habíamos hablado ni había dado voz a la
necesidad tan evidente en sus ojos, el ver a Lucy anoche cimentó algo. No
habíamos terminado. Lejos de ahí. Nuestra incapacidad para ir un día sin
hacer contacto significaba que la cosa entre nosotros no iba a desaparecer.
Esas eran mis reflexiones mientras Eilish se probaba vestidos detrás
de la cortina. De vez en cuando, si le gustaba un vestido, salía y me lo
mostraba mientras evaluaba su reflejo.
—Entonces es demasiado apretado —discutí. Me gustó ese vestido por
lo menos hasta ahora.
Sonrió. —No es demasiado apretado. Está bien.
Fruncí el ceño ante su sonrisa y su tono pacificador.
—¿No preferirías algo menos revelador? —pregunté.
La boca de mi prima se abrió y sus ojos se abrieron un poco antes de
que echara la cabeza hacia atrás y riera con gusto, volviéndose hacia mí y
colocando sus manos en sus caderas. 197
Normalmente me gusta ir de compras, tanto con mi prima como en
general. A la mayoría de los hombres no les gusta ir de compras. Yo no era
la mayoría de los hombres. De hecho, lo único que no odiaba acerca de la
farsa de relación con Brona O'Shea era ir de compras y vestirla con ropa
elegante.
Algunos me llamaban superficial. Yo simplemente me consideraba
interesado en la estética.
Por supuesto, nunca disfruté comprar con Brona o comprarle cosas.
Ella había estado agradecida, pero descubrí que no era gratitud lo que
quería.
De hecho, no sabía qué era lo que quería o por qué comprarle cosas a
Eilish me daba un profundo sentido de satisfacción.
Desde que salimos de Nueva York, había llevado a Eilish de compras
no menos de siete veces y le había comprado todo tipo de ropa y accesorios.
Me gustaba gastar dinero en ella, y ella no discutía, sólo aceptaba la
prodigiosa como una buena chica.
Pero había tantas cosas mal con el vestido actual, que empezaba a
tener problemas para ordenar sus defectos en su totalidad.
En primer lugar, era negro, con un poco de encaje a lo largo del cuello
en V. Y aunque llegaba más allá de sus rodillas, era demasiado apretado
para una chica de su edad. Lo emparejó con tacones de punta, lo cual no
podía ser bueno para sus pies. Me preocupaba por sus tobillos.
En general, se veía... sexy. Incorrecto. Lo odiaba.
Hice una mueca ante su buen ánimo y mirada alegre, que sólo la hacía
reír más fuerte.
—Ay, Sean —Se secó los ojos—, tu expresión ahora es adorable.
—No puedes usar eso. —Resoplé, revisando mis gemelos—. Eres
demasiado joven.
—Tengo diecinueve.
Fruncí el ceño, con irritación y confusión.
¿Era eso cierto? ¿Cuándo cumplió Eilish diecinueve? ¿No tenía quince
años? Dieciséis a lo sumo… conté hacia atrás. Fue enviada a un internado
en Estados Unidos cuando cumplió diez años. ¿Habían pasado ya nueve
años desde que la consolé la noche anterior a su partida?
Mi mirada volvió a deslizarse sobre su cuerpo una vez más y la
molestia se encendió cuando me di cuenta de que ella, de hecho, parecía
una mujer. Cuando encontré sus ojos, su amplia sonrisa seguía en su lugar. 198
—No se te permite tener diecinueve años.
Su sonrisa en respuesta fue melódica y teñida con un inconfundible
aire de afecto. —Sin embargo, tengo diecinueve años. ¿Estoy en mi segundo
año de universidad en Brown, o te has olvidado?
—No. —Pensando en ello, recordé algo acerca de que ella iba a la
escuela en Massachusetts—. No lo he olvidado… precisamente.
—No te sientas mal por eso. —Apartó mi expresión de pesar y algo
parecido a la apatía se fijó en sus rasgos—. No creo que mi padre o mis
hermanos sepan dónde voy a la escuela, o mi especialización para el caso.
Tu desinterés no me molesta.
Par para el curso: fingir pequeñas cosas como metas de vida y
ambiciones eran sin importancia. No me gustaba lo fácil que Eilish era capaz
de fingir. Sin embargo, con su familia, fingir era mucho más seguro que la
alternativa.
De repente, me pareció muy importante que ella supiera que yo
estaba, y siempre había estado, interesado en su bienestar.
—No pienses eso, E. Sé dónde vas a la escuela. Y me parece recordar
que tu especialización es algo aburrido, como el periodismo o algo parecido
a hacer con la letra P.
Sus labios temblaron cuando encontró mis ojos en el espejo. —
Biología Computacional.
—Sí. Exactamente. —Asentí, intentando valientemente mantener mi
sonrisa escondida—. Eso es lo que dije.
Sacudió la cabeza hacia mí, pero me complacía ver su sonrisa, por
pequeña que fuera.
Recogí el vestido morado que había preferido antes. Tenía flores
rosadas y cuello de tortuga, y la falda le ocultaría completamente las
piernas. —¿Qué hay de éste? ¿No es el color púrpura tu color favorito?
Rodó los ojos, resoplando, y se giró a su reflejo. —No tengo diez años,
no tengo un color favorito. Y no usaré eso.
—Mira, las flores parecen pequeñas mitocondrias. Justo como te
gusta.
—¿Qué sabes de las mitocondrias?
—Yo leo. La potencia de la célula, ¿correcto? —A decir verdad, detecté
una cortina de ducha con un modelo de célula animal en las páginas de la
revista SkyMall y la ordené para mí. Me gustaba estudiarlo mientras me
duchaba. Además, parecía como arte abstracto.
Su boca se aplastó mientras luchaba contra su sonrisa. —Correcto. 199
—Así que… ¿éste? ¿Con las flores rosadas? —Traté de nuevo.
—No. Me gusta totalmente este. —Se giró hacia un lado, su sonrisa se
liberó mientras se inspeccionaba a sí misma.
Ugh.
Desastre.
Le pregunté a Eilish hace dos semanas, tan pronto como me invitaron,
ya que no tenía ganas de fingir con alguien más. Cualquier otra cita
requeriría interés y atención fingidos. Pero mi prima, cuya compañía
honestamente disfrutaba, sería fácil.
Además, no importa mi nivel de desinterés, la idea de llegar con una
cita cuando Lucy estaría presente hizo apretar mí estómago de forma
incómoda y mi cabeza se sentía demasiado pequeña para mi cerebro.
Esperaba que ella y yo pudiéramos robar unos momentos al menos. Eilish
sería una aliada valiosa, cubriéndonos si era necesario.
Pero ahora sospechaba que estaría pasando la noche advirtiendo a los
calientes jugadores de rugby de mi prima demasiado bella y poco mundana.
Vencido por una pelirroja perezosa, treinta centímetros más baja que
yo, de mala gana le presenté mi tarjeta de crédito al vendedor que había
estado de pie en atención, observando nuestro intercambio con indiferencia
practicada. —Cualquier cosa que quiera, incluso ese vestido horrible.
Eilish se echó a reír de nuevo, arrojando una cortina de cabello
brillante y perfecto sobre su hombro. Se parecía a mi tía en apariencia y
gracia en sus movimientos, pero su manera no podía haber sido más
diferente.
—¿Realmente me veo horrible?
—No. Eres preciosa, pero ese vestido es espantoso. Estaré alejando a
los lascivos pervertidos de rugby durante toda la noche contigo vestida así.
Alejándose del espejo, Eilish se acercó a mí. Me puse de pie y le permití
que pusiera un ligero beso en mi mejilla. Aunque se levantó de puntillas,
todavía tenía que agacharme para que ella pudiera alcanzar mi rostro.
—Eres muy amable, Sean —susurró conspiradoramente—. No te
preocupes, no le diré a nadie tu secreto.
—No lo soy realmente. —No lo era, por lo general.
—Sí, lo eres. Siempre has sido agradable. —Apretó mi brazo—.
¿Recuerdas cuando mi madre me envió lejos? Me sentía aterrorizada y me
hiciste sentir mejor. Me ayudaste a ser valiente.
—Tú solo tenías diez años y ella estaba siendo un oso. 200
—Fuiste muy amable.
Me encogí de hombros, cada vez más incómodo con el cuadro que
Eilish pintaba de mí. —Lo único que hice fue abrazarte.
—Por lo menos durante una hora. Y luego prometiste golpear a
cualquiera que fuera malo para mí.
Me encogí de hombros de nuevo, mirando por encima de su cabeza a
nada en particular. —No me gustó cuando lloraste. Además, golpear a las
niñas desagradables sonaba divertido.
—Funcionó bien, ¿no? Yo era la afortunada. —Su tono se volvió
introspectivo y volví mi atención hacia ella, encontré a Eilish
considerándome con una mirada meditativa—. Lástima que no te hayan
enviado también.
La campana de la tienda resonó, anunciando un nuevo cliente. Pero
E y yo continuamos intercambiando miradas de compasión, párrafos y
páginas de comprensión compartidas con una sola mirada.
—¿Has intentado ponerte en contacto con tu padre? —susurró,
frunciendo el ceño con preocupación.
Aprendí la identidad de mi padre después de que mi madre se fuera
hace seis años; era un deportista alemán de cierta fama. Un escalador de
montaña, y más de veinte años mayor que mi madre. Eilish sabía porque
había llamado y se lo dije en ese momento. Sin embargo, no había tomado
ninguna medida.
Sacudí la cabeza, decidiendo que estaba aburrido del tema. —Me
muero de hambre, y parece como que lloverá.
La comida y el clima, maravillosamente benigno ya que tampoco
requería una opinión.
Cruzó los brazos y me fulminó con la mirada. Pude ver que ella quería
presionar el asunto, pero esperaría su tiempo. Ella era tortuosa de esa
manera.
—Has comido hace una hora.
—Lo sé. Comí hace una hora. —Eché un vistazo a mi reloj y le di una
mirada ligeramente aterrada—. Podría morir por falta de sustento. Estoy
perdiendo el tiempo.
E dio un paso hacia atrás y sonrió otra vez, luego se giró, tirando de
su cabello sobre su hombro. —Aquí, descomprime esto y me cambiaré. Te
llevaré a un buffet de todo-lo-que-puedas-comer. Eso debería marearte un
poco.
—Me han sacado de la mayoría de esos lugares por lo menos una vez. 201
—Desaté la parte superior del vestido y busqué el diminuto tirón de la
cremallera, mis grandes dedos no eran lo suficientemente ágiles—. “Todo lo
que puedas comer” nunca significa “Todo lo que Sean puede comer”.
Eilish resopló una risa poco elegante mientras alguien dijo—: ¡Oh!
Perdóname.
La exclamación y la disculpa sacaron mi atención de la elusiva
pestaña de cremallera. Ambos, Eilish y yo, miramos a la mujer que rondaba
a la entrada del vestidor. Parpadeé hacia ella, encontrándola familiar pero
no muy capaz de identificarla.
—Hola, Sra. Fitzpatrick. —Eilish asintió educadamente, quitándole su
mejor aire de superioridad en el sur de Dublín.
Ah, misterio resuelto.
La mujer mayor inclinó su cabeza, ahora totalmente compuesta, de
tal manera que me hizo querer darle una recomendación para un buen
quiropráctico, o tal vez alguien que pudiera ayudarla a quitar la vara de su
culo.
La abuela de Lucy.
—Buenas tardes, Eilish. —Entonces para mí—: Sr. Cassidy. —
Entonces de vuelta a Eilish—: ¿Cómo está tu madre?
Estudiaba a esta mujer mientras Eilish y ella intercambiaban
cumplidos sin sentido. A decir verdad, se parecía mucho a Lucy. Sus ojos
eran de la misma forma y color. Lucy heredó la gracia etérea de su abuela y
delicadas características de hada. Su aspecto de fragilidad.
Pero esta mujer no era hermosa. Era fría y distante. Controlada.
Previsible.
Mientras que Lucy era inequívocamente impresionante, cálida y
atractiva. Despreocupada. Impulsiva.
Lucy era todo hermoso y bueno. Podría parecer delicada, pero no lo
era. Era firme, leal y resistente.
Y esta mujer se negó a conocerla.
—¿Comprando supongo? —preguntó la señora Fitzpatrick con
benevolencia.
—No —dije, sólo para ser contrario. Un feroz desagrado me atrapó
inesperadamente. Como tal, todas mis observaciones de ahora en adelante
serían acerbo en el mejor de los casos, beligerante en lo peor.
Eilish me dio una mirada extraña y forzó una risa. —Por supuesto.
Estamos comprando vestidos para una boda este fin de semana.
Belígeramente, añadí—: Para la boda de tu nieto, como una cuestión 202
de hecho.
La señora Fitzpatrick parpadeó, pero la curva vacía de sus labios,
destinada a ser una sonrisa, no vaciló. —Claro.
—Sí. ¿Sabía que Ronan se va a casar? —presioné—. Y también con
una chica encantadora. Genial, en realidad.
La extraña mirada de Eilish se convirtió en algo completamente
diferente, porque sabía que no me gustaba Ronan. A su oído, debe haber
sonado como si estuviera encantado por él.
Y tal vez lo estaba.
Pensamiento inquietante, ese.
—Señor Cassidy, no hablamos de esas personas. Ellos apenas...
—¿Qué? ¿Apenas qué? —No levanté la voz. Más bien la bajé, la
suavicé.
Sin embargo, algo en mi tono debió haber comunicado mi ira porque
la mayor Fitzpatrick levantó su barbilla y olisqueó antes de responder con
un gesto de desprecio de su muñeca. —Difícilmente todos, como estoy
segura que puede apreciar, tenemos relaciones desafortunadas que
preferimos no discutir.
Ignoré su desprecio contra mí y presioné el asunto. —¿Y qué hay de
tu nieta?
—No conozco a la chica ni quiero hacerlo.
Me estremecí, sin certeza de por qué esperé una respuesta diferente.
Cómo la mujer podía hablar de Lucy como si fuera desafortunada más allá
de mí. ¿Se permitía la violencia contra las mujeres cuando la mujer en
cuestión era tan caliente como una lata de pis?
Mis rasgos probablemente traicionaron mis pensamientos cuando
Eilish sintió la necesidad de insinuarse entre yo y la alta y poderosa señora
Fitzpatrick. —Déjame llevarte al frente, Theresa, están colocando nuestras
compras, pero creo que Bridget debería estar libre para echar una mano si
estás buscando algo...
La voz de Eilish se desvaneció, llevando suavemente a la otra mujer a
la tienda principal y lejos de mí.
La interferencia de mi prima fue algo bueno, ya que mis pensamientos
seguían siendo violentos.
La abuela de Lucy era la matriarca de nada en particular, desde que
se negó a aceptar a los hijos de su único hijo como familia. Mi tía y mi tío
no ganaron ningún premio de padre o madre del año, pero me aceptaron
cuando mi madre me abandonó. La tía Cara era desagradable e insensible,
203
pero al menos había ido a través de los movimientos.
Pero la señora mayor Fitzpatrick… supuse que su orgullo era la única
fuente de calor en su casa. Era una casa grande, por lo que su orgullo debió
ser sustancial. Incluso colosal.
—¿Qué fue eso? —Eilish reapareció, sus ojos verdes amplios y llenos
de asombro.
—Es una vieja bruja sin sentimientos.
—¡Shhh! —Eilish corrió, agitando las manos frenéticamente, y susurró
ásperamente—: Te oirá.
—No me importa si lo hace. Tampoco imagino que le importe lo que
diga.
Recordé las palabras de Lucy de hace tantas semanas, cuando
estábamos en el taxi, justo antes de que la hubiera levantado sobre mis
hombros y me hubiera sometido a la carne de calle. Era algo acerca de
encontrar la belleza en la fuerza. Un sentimiento que rechacé en aquel
momento, pero que tenía mucho más sentido ahora, frente a su débil
relación.
Mi prima me examinó por un momento, confusión grabada en la forma
en que su frente se arrugó. —¿Qué se te ha metido? ¿Pensé que despreciabas
a Ronan?
—No es tan malo. —Miré el techo, decidiendo y diciendo las palabras
al mismo tiempo.
Si Ronan fue el responsable, como dijo Lucy, de mantenerla protegida
de la influencia de esas horribles personas, dándole un hogar cariñoso,
apoyo, manteniéndola a salvo, entonces supuse que podía hacer mejor que
mi constante acosamiento.
—Nunca pensé que te oiría decir esas palabras. —Ella estaba
asombrada—. Siempre lo has llamado simio.
—No todos los simios son malos. —Me encogí de hombros—. Son
leales y fuertes, cuidan de los suyos. Actúan sin pensar, se arriesgan, lleva
su corazón en su funda, permite que sus emociones superen el buen
sentido. Pero quizás… —Miré por encima de su hombro, mi atención se fijó
en un brillante vestido de lentejuelas de arcoíris, colgado en un estante de
devolución.
—¿Quizás qué? —preguntó Eilish, intentando seguir mi línea de
visión.
Sentí mi boca curvarse con una sonrisa inesperada, porque iba a
204
comprar el vestido para Lucy. Las reglas y la decencia deben joderse. De
alguna manera iba a convencer a Ronan Simio Fitzpatrick que era digno de
su hermana.
—Quizá, mi querida prima, el buen sentido está sobrevalorado.
@LucyFitz: Simon Cowell es mi flechazo famoso extraño. Allí, lo dije.
@Anniecat a @LucyFitz: Siempre sospeché que pantalones de talle alto ponen el flotador
en su barco ;-)
@LucyFitz a @Anniecat: En realidad el centelleo en su ojo. Me hace preguntarme qué
está pensando...
—S 205
upongo que no pasará mucho tiempo antes de oír el
repiqueteo de pequeños pies —dijo mamá a Annie
mientras nos sentábamos en la sauna en nuestros
trajes de baño, sudando, porque al parecer era bueno para la piel.
Fue el día antes de la boda y estábamos en el Club K, un gigantesco
hotel de época y campo de golf en Madrid, donde se celebraría la ceremonia
y la recepción.
Annie echó a mamá una sonrisa y respondió—: Tal vez, dame un par
de años para disfrutar de ser una recién casada primero, Jackie.
Sonreí, tan orgullosa de mi pronta-futura-cuñada. Ella había sido tan
dócil y tímida cuando comenzó a ver a Ronan, pero ahora había entrado
realmente en su propia piel, y no tenía absolutamente ninguna reserva
acerca de tratar de poner a mi madre en su lugar.
—Oh, sólo espera. Estarás embarazada antes de que la luna de miel
termine —continuó mamá, negándose a abandonar el tema.
—¡Mamá! —le susurré—. Por el amor de Dios, supéralo. Ella todavía
tiene que pasar por el día de la boda primero.
Podría haber reaccionado de manera exagerada. Había estado tensa
durante casi un mes. Al ver a Sean hace dos noches y no poder siquiera
hablar con él hizo que todo fuera exponencialmente peor. No podía dejar de
pensar en él.
Annie se encogió de hombros e hizo un gesto a Orla y Marie, que
también se unieron a nosotras para nuestro día de spa. —Está bien. Estas
dos ya han estado en mi caso sobre bebés hace meses, así que estoy
acostumbrada a ello.
Marie, la futura novia de uno de los compañeros de Ronan, sonrió
amablemente. —Estamos tratando de darle algún estimulo amistoso, eso es
todo.
—Exactamente —dijo Orla—. Y pensar lo hermoso que serán sus
hijos. Me puedo imaginar a esos ojos grandes magníficos de Bambi en una
niña.
—Muy cierto —dijo mamá sonando alegremente.
Mirando mis dedos de los pies a través del vapor, soplé una
respiración, frotando un punto apretado entre mis hombros. —Hombre, qué
manera de sentir pena por ese niño. Ni siquiera ha sido concebida todavía y
la expectativa de la belleza ya está siendo presionada en ella.
De acuerdo, estaba siendo un poco ácida. No era normalmente una
gruñona como tal, pero la falta de resolución con Sean me llevaba hacia
abajo. Me encontraba sentada a horcajadas sobre la línea de ser leal a mi
hermano (que no era) y ser más que amigos con Sean (que no era, en
realidad no). Quería a ambos, pero no podía tenerlo tampoco. Mi cerebro se 206
sentía como si estuviera siendo partido en dos.
No tuve noticias de Sean desde la noche de la despedida de soltera. Le
envié mensajes tres veces y no respondió. Me dije que era lo mejor. Porque
era lo mejor.
Lástima que mi corazón no estaba de acuerdo.
Además, y simplemente manteniéndolo real aquí, necesitaba la acción
de dormitorio, algún tipo de liberación, pero tenía que ser de Sean. La idea
de permitir que cualquier otra persona me tocara enviaba a mi estómago
repulsión.
Tenía que ser Sean.
Necesitaba que me tocara.
—No hay cuestionamiento que cualquier niño de mi hijo será hermoso
como puede ser —dijo mamá, con los ojos entrecerrados nivelados sobre
mí—. Siempre has estado celosa de Ronan, Lucy.
—No estoy celosa de nadie. Amo a mi hermano. Todo lo que estoy
diciendo es, un bebé no debería medirse en términos de atractivo físico. Es
un bebé con sangre, por amor a Cristo.
—Por favor, no empieces con otro de tus enfáticos discursos
políticamente correctos. Sólo porque elegiste ocultar tus únicos rasgos
buenos no significa que tienes que hacer que aquellos que son atractivos
parezcan menos.
Había algo en su tono que me hizo perder mi garra. —Cristo, eres
condescendiente.
—Estoy diciendo la verdad. Ahora calla, que nos estás avergonzando
y haciendo una escena —dijo, paseando su mirada hacia abajo para un
grupo de mujeres en el otro extremo de la habitación con vapor.
—Bueno, Dios no lo quiera, hago eso.
—Lucy —dijo en advertencia, con sus ojos exigiendo que cerrara el
infierno.
—¿Sabes qué, mamá? A veces se siente como que mi propia existencia
es una vergüenza para ti, así que creo que te haré un favor y saldré del
agarre de greñas durante el resto del día. Y no te preocupes, volveré a Nueva
York después de la boda, por lo que no tendrás que aguantarme en absoluto
durante mucho más tiempo.
Habiendo dicho mi parte, me puse de pie y le disparé a Annie una
mirada de disculpa antes de salir de la sauna. Sí, estaba siendo un poco
histérica y excesivamente lo contrario, pero mi madre era un detonante y
era uno de esos días.
207
—Lucy, vuelve aquí —llamó mamá, su agravamiento apenas
disimulado. La ignoré.
Me sentía completamente ansiosa y tensa mientras caminaba hacia
las duchas. El agua caliente y el jabón con aroma limón y pepino hicieron
un poco para aliviar mi malestar.
Una vez que me encontraba limpia y vestida, comprobé mi teléfono
para los mensajes. Había estado comprobando constantemente, como un
adicto en busca de su próxima dosis.
No esperaba nada, pero esperaba. Y cuando vi que habían varios a lo
largo de la última hora y todos eran de Sean, mi corazón latió con fuerza.
Una oleada de nervios caliente inundó mi sistema cuando golpeé el botón
para leerlos, recordando nuestras miradas cargadas, precisas de hace dos
noches, cuando los ciervos y las gallinas colisionaron.
No habíamos intercambiado una sola palabra, sin embargo, la mirada
que me dio expresó su deseo más de lo que mil sonetos podrían tener.
Estaba segura que mis propias miradas reflejaron lo que querían
exactamente como antes en él.
Sean: Acabo de registrarme el hotel, un día antes. Estoy en la
habitación 206 si no tienes nada que hacer... y tengo una camiseta en la
maleta con tu nombre en ella ;-)
Sean: En realidad, tiene mi nombre en ello, pero ya sabes lo que quiero
decir. Realmente me gustaría verte, Lucy.
Sean: Te veías hermosa la otra noche, incluso en ese espantoso traje.
Odié que no pudiéramos hablar ni tocarnos. Fue la peor clase de tortura...
Rodé mi pulgar sobre la pantalla, mordiendo mi labio inferior mientras
consideraba cómo responder, mi corazón todavía tronando y mi pecho
apretado y dolorido. Quería verlo, Dios lo quería, pero me encontraba aquí
para la boda de mi hermano. Tener cualquier tipo de encuentro íntimo con
Sean en este momento sería una falta de respeto por completo.
Y encuentro íntimo que quería decir montones y montones de sexo
caliente, satisfactorio, sudoroso.
Ronan no merecía mi deslealtad. Con esto en mente, decidí hacer caso
omiso de los mensajes de texto a pesar de que me tuvieron revoloteando con
excitación nerviosa y deseo insoportable.
Por otra parte…
Sean iba a seguir pidiendo verme.
Ir a su habitación para aclarar la situación sería bueno.
Necesitaba ponerlo recto, hacerle saber que no debía intentar nada
este fin de semana. 208
No más miradas añorantes.
No más textos provocativos.
No quiero arruinar un solo momento de Ronan y Annie.
Sí. Plan inteligente. Tengo que verlo para decirle… que no puedo verlo…
¿Verdad?
Con la nueva determinación, le envié un texto.
Lucy: Estaré allí en 5. Tenemos que hablar… Sólo hablar.
Fui a la habitación que compartía con Annie y dejé mis cosas antes
de ir a la habitación 206. Todo el camino sentía mi corazón en la garganta,
mientras preparaba un discurso en mi cabeza. Levantando la mano, golpeé
en la puerta, y segundos después Sean abrió.
Me quedé sin aliento ligeramente a la vista de él. Al verlo la otra noche
fue nada comparado con esto. Aquí estábamos solos, sin nada que nos
impidiera tocarnos, justo como Sean afirmó que había estado muriendo.
—Lucy —dijo, como si mi nombre fuera una respuesta. Sonrió y su
expresión era abierta y esperanzadora, emocionada y contenta.
Y, ¡mierda, mierda, mierda, mierda! Mi corazón saltó. Una especie de
melancólica calidez viajó por mi columna vertebral, por mis extremidades, y
se enroscó alrededor de mi cerebro, haciéndome olvidar el discurso que
había estado practicando.
—Sean —dije, y era el sonido de mi voz, todo soñador y lleno de
anticipación, que me sacó de mi estupor—. Has estado en el yate con la fam,
¿verdad? —pregunté con una confianza insegura. Llevaba una camisa de
rugby de manga larga con cuello blanco, pantalones beige y zapatos de
barco. Sonreí al traje, deseando desarmar el momento con humor.
Sonrió, como si disfrutara de mi burla, pero no dijo nada. Siguió
mirándome fijamente.
Me aclaré la garganta, mi atención se enganchó en el teléfono que
tenía en la mano. Un video reproduciéndose en su pantalla. Sólo me tomó
un segundo para reconocer que eran imágenes de la sesión de karaoke la
otra noche y me estremecí.
—¿Eso está en YouTube? —pregunté, mis mejillas calentándose en
vergüenza.
Sean me sonrió tan cálidamente, con tanto afecto, que pensé que mi
corazón podría explotar. —Lo está. Nunca me dijiste que tenías aspiraciones
de una carrera de hip hop.
—Apágalo, por favor. Voy a asesinar a Orla. Estaba tan borracha
durante eso.
209
—En realidad, estoy disfrutando mucho —dijo Sean mientras entraba
en la habitación y volvió su atención al video—. ¿Acabas de cantar las
palabras “tu cuerpo no necesita explicación”? Oh, Dios mío, Lucy, haré de
esto mi tono de llamada.
Me deslicé por el teléfono. —Cállate. Quizás tu culo de burbuja inspiró
mi elección de canción. ¿Alguna vez pensaste en eso?
—Bueno, sufrimos unas pocas semanas aparte. Supongo que tus
ensueños sobre mi trasero trabajaban su camino en áreas extrañas de tu
vida. —Hizo una pausa, viendo el video en silencio por un momento antes
de bajar su voz a un estruendo sexy—. Tienes algunos movimientos de baile
muy intrigantes. Quizás deberías darme un espectáculo privado.
—Oh, claro, también iré a ponerme tu jersey para eso también,
¿verdad? —murmuré, un susurro de pánico haciendo que mi columna
vertebral se endureciera.
Su sonrisa era amplia. —Eso sería muy apreciado, sí.
Solo sacudí mi cabeza hacia él, tragando mi ansiedad. Sabía que
estaría muy contento de sentarse y mirar mientras yo daba vueltas sin nada
más que su camiseta de equipo. Un momento de silencio se produjo cuando
me senté al final de la gran cama que ocupaba una buena parte de la
habitación.
Esto era divertido. Me divertía con Sean y llevábamos nuestra ropa
puesta, de ahí el pánico.
La relación fácil que desarrollamos se sentía cómoda y por lo tanto
peligrosa. Esto no era bromas amistosas. Esto era conversar como dos
personas en una relación. Dos personas que se gustaban y se habían
comprometido el uno al otro.
Parecía rodearme como un depredador rodea a su presa, y la carne de
gallina rebordeaba mi piel. Podía sentir su atención pero me sentía
demasiado asustada para mirar, así que miré la alfombra. Si lo miraba sabía
que olvidaría para siempre cada palabra de mi discurso y lo dejaría tener su
camino conmigo.
O mejor, hacer nuestro camino el uno con el otro.
Mirando directamente al frente, le pregunté—: ¿Podrías sentarte?
—¿Por qué?
Finalmente lo miré, mi voz inestable. —Porque me estás poniendo
nerviosa de pie sobre mí así.
Sus labios se curvaron ligeramente. —Me gusta mucho ponerte
nerviosa.
Mi mirada se volvió suplicante. —Sean. 210
Tragó saliva, asintió con la cabeza una vez, con los ojos cada vez más
intensos mientras caminaba hacia el sillón frente a mí y se sentó. —En tu
mensaje dijiste que querías hablar.
Agarré el borde de la cama, con las palmas sudando. —Sí, sólo quería
aclarar algunas cosas.
—Qué formal de ti. Tengo que admitir, Lucy, esto no es exactamente
como esperaba que me saludaras después de todas estas semanas lejos. —
Sonó indignado.
Inconscientemente, jugueteé con el colgante alrededor de mi cuello, el
colgante de Sean. Sus ojos se dirigieron al movimiento y parecían calentarse
cuando vio lo que llevaba puesto. —Estás usando el collar.
—Me encanta —dije sin pensar.
—Puedo comprarte otro.
—Eso no es necesario.
—Me gusta verte con diamantes. Deberías tener más de ellos.
Me ahogué, mis ojos abultados. —¿Diamantes?
—Sí. Diamantes.
Miré el colgante, viéndolo de nuevo. Diamantes. Lo que supuse que
era un hermoso collar de plata y cristal era, de hecho, algo completamente
diferente.
Mirándolo fijamente, me di cuenta de que su valor cambiaba su
significado. Se sentía más pesado alrededor de mi cuello y en mis dedos. Sin
embargo, no me encantaba más porque fuera caro. Me encantaba lo mismo.
Lo dejé caer en mi pecho sobre mi ropa, agarrando la cama de nuevo.
—No deberías haberlo comprado.
—¿Por qué no?
—Porque es demasiado caro.
Se encogió de hombros, recogiendo un trozo de pelusa de sus
pantalones. —Realmente disfruto comprando cosas para las mujeres en mi
vida, tomando interés en su atuendo y compras. Pregúntale a mi prima
Eilish, ella lo atestigua.
Ahora fruncí el ceño. —¿Llevas a tu prima a comprar ropa?
—No así. Eilish tiene apenas diecinueve años. Es como una hermana
menor para mí.
—Oh.
—Podrías llegar a conocerla mañana. La traeré como mi cita en la
211
boda.
Esta información me sorprendió. De hecho, me calentó el corazón
pensar en Sean llevando una hermana pequeña como su cita.
También me alivió. No estaba segura de que pudiera soportarlo
apareciendo con algún parásito obsesionado por la fama que no se
preocupaba por Sean aparte de su estatus de celebridad.
—Eso es muy dulce de tu parte —le dije, mi voz un poco insegura.
—Puedo ser increíblemente dulce.
Miré el suelo alfombrado de felpa. —¿Puedes?
—Sabes que puedo, cuando quiero. —Un momento pasó y Sean
suspiró—. ¿Qué querías discutir, Lucy?
—Para.
—¿Detener qué?
—Deja de decir mi nombre con esa voz.
—Es la única voz que tengo.
—Sabes a lo que me refiero. La voz sexy. Para.
—No puedo evitarlo si encuentras mi voz sexy, o mi culo, mi boca, los
dientes, la lengua...
Me paré bruscamente de la cama, apretando los ojos y tratando de
contar hasta diez para calmar mi pulso acelerado. Estar tan cerca de él y
ver toda la vulnerabilidad y el anhelo y el sexo en sus ojos me hacía estallar
en un sudor frío.
Frotándome las sienes, rogué—: No hagas esto, Sean.
Mis ojos seguían cerrados cuando sentí un calor familiar cerca de mí.
Sean me había doblado en sus brazos, mi rostro apoyado en su esternón.
Dios, era alto. Y construido. Y cálido. El inesperado alivio de estar tan cerca
de él era abrumador. Mi garganta se endureció y se secó, mientras las
mariposas revoloteaban dentro de mi estómago con un salvaje abandono.
Su mano masajeó mi hombro antes de caer en cascada por mi espalda
hasta la base de mi espina dorsal. Allí aplicó una ligera presión y dejé
escapar un gemido. Su brazo que aún se hallaba a mí alrededor se tensó, y
sentí que una dureza empezaba a crecer en su sección media. Temblé.
—Pienso en ti todo el tiempo —dijo, con la boca amortiguada donde
descansaba contra mi cabello—. Eres mi primer pensamiento cuando me
despierto. Durante el entrenamiento, cuando estoy cenando, conduciendo a
casa al final del día, cada vez que salgo. 212
—Sean...
—Tú, ocupando todos mis pensamientos, eso no es normal, Lucy.
Dijiste que lo olvidaría. No lo he hecho. No puedo. Y no quiero hacerlo.
Me estremecí de nuevo mientras él empuñaba mi nombre como un
arma nuclear. —Es la distancia. Piensas en mí todo el tiempo porque sabes
que no puedes tenerme.
—Había tantos fines de semana cuando estuve a sólo un clic de
reservar un vuelo a Nueva York para verte. Solo para verte. Para hablar,
como hemos estado haciendo ahora. Quiero estar contigo todo el tiempo.
No pude recuperar el aliento, el dolor agudo y el deseo de penetrar mi
corazón.
—¿Qué habrías hecho? —continuó—. ¿Me habrías rechazado?
Sus palabras me hicieron derretir y su mano en la base bajó de la
columna vertebral, acariciando mi culo y haciendo que un suspiro saliera
de mi boca. Sus dedos se curvaron entre mis piernas, rozando
tentadoramente cerca de un punto que dolía. Gemí y él respondió con un
gruñido retumbante.
—Me encanta verte venir, la forma en que te ves. Está marcado en mi
mente. Por favor, déjame hacerte venir ahora. —Su gruñido se convirtió en
un susurro.
—No —dije, tan en voz baja que no sabía si lo oyó.
Gimió. —¿Por qué no?
—Porque todavía tenemos que hablar.
—Hemos estado hablando.
Esto era una locura. Porque no era la promesa del sexo. Ni siquiera
eran sus palabras. Fue como las dijo. La adoración. La inconfundible
vulnerabilidad. Suspirando. Alegato. Promesa.
Inhalando una respiración profunda por coraje, empujé lejos de él con
las manos temblorosas y fui a sentarme en la cama otra vez. Cuando lo miré,
su mirada parecía en llamas, y sabía que sentarme aquí había sido una mala
elección. Estaba desnudándome, desnudándome con los ojos, y la
intensidad era agitada. De pie de nuevo, me acerqué al sillón que había
ocupado anteriormente y crucé mis piernas.
—Simplemente no quiero poner en peligro nada sobre esta boda —
comencé, manos jugueteando con el dobladillo de mi parte superior—.
Estoy... —Pensé en confesar mi hurto en el crimen, pero decidí no hacerlo— 213
. Estoy al borde.
—Si estás al borde, sé algo que te relajará —dijo seductoramente.
Sentí que sus palabras penetraron profundamente en mis huesos cuando
mi libido gritó: sí, sí, ¡que te ayude a relajarte!
Sacudí la cabeza. —Lo digo en serio, necesito mantenerme fuera de
problemas, Sean. Ya soy la oveja negra de la familia, y acabo de enojar a mi
madre sin razón real. Eso no es un buen comienzo para los días más
importantes de la vida de mi hermano.
Sean inclinó la cabeza. —Eres demasiado colorida para ser la oveja
negra.
—¿Puedes hablar en serio conmigo un minuto?
—Estoy hablando en serio —dijo, antes de caminar hacia delante para
arrodillarse delante de mí. Tomó mis manos en las suyas, frotándose los
pulgares por el interior de mis muñecas. Traté de ignorar lo maravilloso que
se sentía—. Si tu madre piensa que tienes algo de qué avergonzarte,
entonces es su pérdida, porque he experimentado lo increíble que eres. En
el momento en que entras en una habitación la alegras, Lucy Fitzpatrick, y
por mi parte me siento como el bastardo más afortunado del mundo por
haberte conocido.
—Tú... —Empecé pero mi voz me falló—. No puedes decir cosas así
cuando intento decirte que no podemos estar juntos. No es justo.
Sus pulgares se detuvieron, y cuando habló su voz sonaba helada.
Era un fuerte contraste con su tono previamente calentado. —Espera un
minuto. Contéstame honestamente. ¿Viniste aquí para decirme que no
podríamos estar juntos hasta después de la boda, o viniste a decirme que
no podemos estar juntos?
—Yo... no lo sé.
Me miró fijamente por un segundo, el dolor asombrado en sus ojos
haciendo mi estómago caer. Levantándose desde su posición arrodillada,
caminó hacia el otro lado de la habitación mientras pasaba una mano por
sus rizos rubios. Observé como los músculos de sus hombros se
amontonaban con tensión. Dejó escapar una respiración irritable antes de
descansar las manos en las caderas.
—Estás haciendo algo que podría ser tan simple en algo realmente
complicado aquí, Lucy —dijo con frustración, aún sin mirarme.
—Nunca ha habido nada sencillo en ti y en mí —respondí—. Ambos
sabíamos que no podía ir más allá de lo físico desde el principio. Te lo dije…
—Sí, pero eso fue antes. Ahora las cosas son diferentes. Soy diferente.
214
No pude evitar darle una mirada escéptica. —¿Lo eres? Lo último que
supe era que tenías ganas de salir y comenzar a practicar tus nuevas
habilidades adquiridas con otras mujeres.
Bueno, así que fue un golpe bajo, pero me sentía desesperada y
defensiva.
Sus ojos azules helados se volvieron oscuros mientras me miraban,
su mandíbula trabajando. Cuando habló, se me acercó; su voz se elevaba
con cada palabra hasta que estuvo cerca de gritar. —Era yo hablando
mierda y lo sabes. No estaba dispuesto a salir y encontrar otras mujeres.
Tenía ganas de quedarme en la cama contigo. O tomar café contigo. O
perseguir celebridades contigo. Cualquier cosa, siempre y cuando
estuviéramos juntos. —Su mirada era errática ahora, vagando por mis
rasgos como si no supiera si besarme o estrangularme.
Apenas podía hablar, tan fascinada por la mirada de sus ojos. Mis
siguientes palabras fueron un susurro débil. —Eso es una mierda.
—¿Se siente como una tontería para ti? —Gruñó antes de arrancarme
de mi asiento, acariciando mis mejillas, y tirando de mi boca a la suya.
Jesús, María y José, olvidé lo devastador que era su beso.
Tan pronto como sus labios se encontraron con los míos, perdí la
batalla conmigo misma. Su lengua penetró en mi boca y supe que no podía
detenerme. No quería parar. Yo quería esto, él, más de lo que las palabras
podían decir, y cuando me levantó, cerré mis piernas alrededor de su
cintura, aguantando la vida como nunca quise dejar ir.
Mi espalda golpeó el suave colchón de felpa y él subió encima de mí,
mis muslos a cada lado de su cintura. Su lengua se deslizó contra la mía en
una seductora danza y el vago pensamiento me golpeó de cómo siempre
había sido un besador increíble, a pesar de todo lo demás. Un segundo más
tarde rompió el beso, jurando profusamente mientras bajaba la cabeza,
presionando su rostro contra mi pecho.
—Jesús jodido Cristo —exclamó, con las puntas de los dedos
empujándome en la espalda mientras me sostenía. Traté de recuperar el
aliento mientras me pasaba las manos por el cabello.
—Sean, ¿estás bien?
—Sí, simplemente... Estoy tratando muy duro para no venirme y
avergonzarme ahora mismo, pero no te he tocado en semanas.
Su declaración inesperadamente sincera sacó el viento de mis velas y
casi me eché a reír. Él fue el que me agarró y me tiró en la cama, después
de todo.
—Entonces vente —dije.
215
Arqueó una ceja.
Levanté un hombro, demasiado agotada para luchar contra mi
abrumadora necesidad de él por más tiempo. —Tal vez tener relaciones
sexuales hará las cosas más fáciles en la ceremonia mañana —dije, como si
estuviera tratando de convencerme de los méritos de la idea,
racionalizándome como un verdadero adicto.
Sean frunció el ceño. —¿Y después de la ceremonia?
Me moví, frotándome contra él, sintiéndolo tenso. Su mirada se volvió
más oscura.
Me apresuré a decir—: Simplemente... Escucha, vamos a pasar la
ceremonia mañana sin romper la ropa del otro. Luego hablaremos de lo que
viene después.
Rio entre dientes, algo de su tensión anterior se deslizó lejos mientras
colocaba un beso suave, adorador en mis labios. —Eso haría algunas
fotografías de boda muy interesantes.
No pude evitarlo. Le sonreí, impresionada por la luz, y la aireada
sensación de alegría que me dio compartir un momento de humor con él. —
En efecto.
Pero entonces su humor disminuyó cuanto más me miraba. Una
inquietud inusual e inconfundible arrugó su frente. —No voy a contentarme
con una sola vez más, Lucy. Esto no es un adiós.
Tragué saliva, asintiendo sombríamente, y presioné mi palma contra
su fuerte mandíbula, necesitando tocarlo. Susurré—: Lo sé.
El calor y la promesa llenaron su mirada, su atención trazó la línea de
mis cejas, nariz, labios y se desvió hacia mi cuello y mi pecho. Comenzó a
desabrochar la camisa que llevaba y presionó besos calientes y hambrientos
en mis pechos. Tomando mi pezón de encaje entre los labios, le dio una
mordida aguda, y jadeé. Mis pensamientos se convirtieron en avance tan
pronto como comenzó a moverse por mi cuerpo hasta que su cara estaba
entre mis muslos. Me acarició allí, y dejé escapar un grito agudo ante la
sensación antes de que abriera los botones y me sacara los vaqueros.
—¿Qué quieres? —preguntó, mirándome mientras deslizaba un dedo
bajo el borde de mis bragas, encontrándome húmeda.
—Ya sabes lo que me gusta —contesté, mi voz más aire que sonido.
—Sí —dijo, con las cejas juntas en una expresión atractiva, masculina
y pensativa—. Lo hago, ¿verdad?
En esto tiró de mi ropa interior a un lado, exponiéndome a su mirada
intensa. Inclinando su cabeza, lamió levemente mi clítoris y todo mi cuerpo
216
se resistió.
—Oh, Dios.
Sean alargó la mano, despojándome hábilmente de mi sostén y
empujando mi camisa lejos de mis hombros hasta que terminé desnuda ante
él. Con los ojos puestos en mis pechos, comenzó a rodar sobre mí en serio y
cerré los ojos, mi cabeza cayendo de nuevo en las almohadas mientras
saboreaba la sensación. Movió dos dedos dentro de mí y gemí en voz alta
ante la sensación de plenitud.
Sólo pasó un minuto antes de que me viniera en su boca. Chupó mi
clítoris entre sus labios, sosteniéndolo allí mientras las olas de mi orgasmo
me consumían, el alivio y la tortura de ello. Me di cuenta de que hacía mucho
ruido, como si estuviera disfrutando haciéndome venir tanto como me
gustaba venir. Pero entonces, cuando se levantó de rodillas, mirándome con
una posesión tan oscura, noté la mancha húmeda en su entrepierna.
Él también se vino.
No podía creer que se hubiera venido sólo de hacerme eso. Sabía que
era una venida rápida, pero tenía la sensación de que había más. Nosotros
juntos éramos mucho más intensos.
Sean + Lucy = Espectacular.
Con ambas manos jugueteaba con mis pechos, rozando sus nudillos
a lo largo de los lados sensibles haciéndome temblar. Se inclinó para
besarme suavemente. Me probé en sus labios.
—Vuelvo enseguida —murmuró antes de salir de la cama e ir al baño.
Me quedé allí, saciada y cubierta de niebla, mientras escuchaba el
agua que entraba en la habitación de al lado. Cuando Sean regresó estaba
desnudo, y mis ojos hicieron un barrido lento de su físico perfectamente
formado. Ni siquiera intenté esconder mi mirada lujuriosa.
Sonrió cálidamente. Fue una sonrisa privada, una sonrisa para
amantes, e hizo que mi corazón se apretara.
—Me encanta cuando me miras así —dijo con voz ronca mientras
venía y me levantaba por las caderas. Un segundo después nos había dado
vuelta con un fluido movimiento así yo yacía encima de él.
—¿Por qué? —pregunté, todavía toda sensibilera.
—Es territorial. Una mirada que me hace sentir como tu hombre. Me
gusta la idea de ser tuyo.
Sus palabras me sorprendieron, y todo lo que podía hacer era mirarlo
fijamente, boca abierta, mientras estrujaba mi cabeza en el hecho de que
Sean Cassidy quería ser mío. 217
¿Qué demonios?
¿Y por qué en el infierno el concepto sonaba tan malditamente
atractivo?
—Eso es… eso es… um —divagué, incapaz de pensar en una
respuesta apropiada.
Sean se rio entre dientes. —No tienes que decir algo. Sé que estoy más
en esto que tú y está bien.
—¿Hablas en serio? —chillé—. Todo en lo que puedo pensar es en ti,
Sean. Estoy en esto. Créeme. Si no fuera por ciertas circunstancias, estaría
cortejándote como una hija de puta.
Soltó una carcajada más fuerte, su voz llena de afecto. —Creo que yo
soy el que se supone que te corteje.
—Oye, soy una chica moderna. Estoy a favor de las chicas cortejando
a los chicos, y viceversa. Lo que sea que funcione.
Era vagamente consciente de que Sean había comenzado a mecer
nuestros cuerpos. Ya estaba duro, ahora eso no era una… sorpresa.
La cabeza de su pene rozó contra mi clítoris y me estremecí. Se sentía
increíble.
—¿Te gusta eso? —susurró, levantando la mirada hacia mí con ojos
caídos mientras continuaba meciéndonos.
Mordí mi labio. —Mmm-hmm.
—¿Me quieres dentro de ti?
—Sí, por favor. —Añadí el por favor porque sabía que a él le gustaba
cuando lo decía; y por extraño que parezca, me gustaba decírselo.
Su pene empujó hacia mi entrada y cerré los ojos. No usaba un
condón y la sensación de nuestra piel era demasiado buena. Le diría que se
pusiera uno… en un minuto. Solo necesitaba sentir esto por un… minuto…
más.
Todavía estaba resbaladiza y húmeda de cuando él bajó en mí, y antes
de saberlo se había deslizado tan fácilmente dentro de mí.
Era alucinante. Sus manos fueron a mis caderas, casi yendo todo el
camino alrededor de mi cintura.
—Joder, te sientes increíble. —Gruñó, bombeando en mí.
—Sean. —Suspiré—. Nosotros no… olvidaste el condón.
Sus ojos estallaron en leve pánico tan pronto como dije las palabras.
—Mierda. —Juró en voz baja—. Si no estás con la píldora puedo… 218
—No, estoy en ella, es solo… —Mordí mis labios, dudando mucho que
él tuviera el autocontrol de salirse aun si quería. Este era el mismo hombre
que se quejó sobre durar diez minutos enteros por una mamada, después
de todo.
Entendimiento pareció llegar a sus ojos. —Estoy limpio. Me hago
análisis todo el tiempo por el trabajo. Mi última vez fue hace tres semanas.
—¿Tres semanas?
Frunció el ceño, su expresión volviéndose fiera. —Debes saberlo, no
ha habido nadie aparte de ti.
Asentí y añadí mi propia difusa confesión. —Estoy limpia. Y no ha
habido nadie aparte de ti también.
—No deseo a nadie más que a ti —dijo, como un canto, como si
estuviera tan concentrado en la sensación de mí, que no escuchó mis
palabras.
—Oh —dije, porque fue todo lo que pude manejar, cerrando mis ojos
de nuevo. Él seguía moviéndose dentro de mí. Fue instintivo, como si no
pudiera detenerse ahora que había comenzado.
—¿Esto se siente bien para ti? —preguntó, todavía muy concentrado
en mi placer. No podía creer que había ido de una serie de rollos de una
noche a quien no le importaba la satisfacción de sus amantes, a un hombre
que saboreaba cada momento de mi placer. ¿Yo le hice esto? El pensamiento
era al mismo tiempo estimulante y serio.
—Dios, sí, ¿siquiera tienes que preguntar? —respondí, mis palabras
saliendo apresuradamente.
—Quiero estar seguro. Es importante para mí hacerte sentir bien.
—Estás pensando demasiado. Sal de tu cabeza y solo haz lo que tu
cuerpo te dice.
Comencé a montarlo y gimió, su cabeza cayendo en las almohadas.
Abrí mis ojos y él me observaba. Su mirada nunca dejó la mía, sus manos
todavía me sostenían fuerte, mientras ambos empujábamos nuestros
cuerpos al borde del éxtasis. Un momento después él comenzó a mover sus
palmas hacia arriba y sobre mis caderas. Instintivamente, tomé sus manos
y las levanté a mis pechos. Los cubrieron completamente y me encantó cómo
se sintió, me encantaba sentirlo en cada pulgada de mí.
—Sigue tocándome —lo insté mientras sentía un agudo y penetrante
placer formarse desde la punta de mi estómago y todo el camino hacia abajo
a mi clítoris. Pellizcó mis pezones y jadeé—. Sí, eso se siente increíble.
Gruñendo, se levantó para tomar un pezón en su boca, su otra mano
presionando en mi espalda baja. Mis gemidos llenaron la habitación
219
mientras él continuaba follándome, su otra mano bajó entre nosotros para
encontrar mi clítoris.
—Sean —grité mientras me frotaba, demasiadas sensaciones
golpeándome al mismo tiempo.
—Vente —demandó con un gruñido, el sonido vibrando de su boca
todavía sobre mi pezón me atravesó. Sus dedos seguían haciendo círculos
en mi clítoris, y sentí la humedad entre nosotros cubrirlo—. Vente conmigo
—me instó de nuevo justo antes de que su boca dejara mi pecho y buscara
mis labios.
Su beso fue húmedo y desesperado, y cuando su lengua se hundió
dentro me vine violentamente allí mismo, con él todavía dentro de mí. Me
llené de calidez cuando sus movimientos relentecieron y su boca cayó de la
mía para morder posesivamente mi barbilla. Él continuó moviéndose hasta
que drenó cada último momento de su orgasmo.
—Jesucristo, Lucy —soltó, abrazándome con fuerza.
—Sean. —Jadeé, envolviendo mis brazos alrededor de su cuello
mientras ambos caíamos hacia atrás en la cama, saboreando los efectos
secundarios de lo que fue posiblemente el sexo más asombroso que alguno
de nosotros había experimentado nunca.
Yo estaba segura de ello.
Porque no fue solo sexo…
Girándonos, él hizo cuchara conmigo. Amaba cuán grande y cálido
era su cuerpo. Amaba cómo acariciaba mi cuello. Amaba cómo sus manos
eran cuidadosas y reverentes.
—Quédate conmigo —dijo, más como un suave murmullo que
palabras habladas.
Asentí, entregándome a ello, a él, alejando la despedida solo por un
poco más de tiempo.
Porque esto era agradable. Era más que agradable. Era espectacular.
Se sentía necesario.
Me gustaba —no, me encantaba— estar entre sus brazos. Amaba el
después tanto como amaba el durante.
Ante mi asentimiento, se relajó. Y después de un rato su respiración
se estabilizó y me di cuenta que se había quedado dormido. Un momento
después mi teléfono se iluminó con una llamada.
Ronan.
Mi corazón se apretó. Ya que estaba en silencio, dejé que la llamada
sonara, y un minuto después vi que me dejó un mensaje de voz. Cogiendo
el teléfono y levantándome con cuidado de la cama, lo sostuve contra mi 220
oído y escuché.
—Oye, Luce. Mira, sé que las cosas han sido agitadas los últimos días
y no hemos tenido realmente la oportunidad para hablar, pero quería
disculparme por cómo te hablé en el auto. Annie tiene razón, estaba siendo
un abusador. Solo me preocupo por ti tanto y no quiero que seas herida por
malas personas. Tú eres tu propia persona y entiendo que tomas tus propias
decisiones, así que voy a tratar de ser menos un tonto protector desde ahora.
Bueno, tanto como pueda. Solo sé que lo siento y siempre estaré allí para
cuidarte. En fin, llámame cando escuches esto.
Tan pronto como la llamada acabó, miré atrás hacia Sean, la
indecisión revolviendo mi estómago. Mi hermano no era la clase de hombre
que a menudo admitía cuando se equivocaba, así que ese mensaje era algo
grande. Y tanto como él no quería molestarme, yo no quería herirlo.
Pero tampoco quería molestar a Sean.
No sabía qué hacer.
Lo que Sean y yo acabábamos de compartir fue monumental, altera
vidas, y tanto como amaba a Ronan, no estaba segura que podría darme por
vencida sobre lo que tenía con Sean solo para mantener a Ronan feliz.
No podía sentir arrepentimiento. Si tuviera la oportunidad, sabía que
haría todo exactamente igual. Tomaría las mismas decisiones. No
renunciaría a mi tiempo con Sean por una montaña de paz interior. Aun así,
necesitaba tiempo para pensar, para descubrir un plan para decirle a Ronan
sobre Sean y conseguir que lo acepte en mi vida sin convocar el apocalipsis.
Para el momento que estuve vestida él roncaba ligeramente, y me odié
por dejarlo, pero no había nada más por hacer. Encontrando un bloc de
papel y un bolígrafo, escribí una rápida nota y la dejé sobre el borde de la
cama.
Anoche lo fue todo. Lamento irme cuando prometí que me
quedaría, pero necesito algo de tiempo para pensar. Hablaremos
después de la boda.
Tuya,
Lucy.
XOXO.
Con una última mirada hacia su apuesto perfil dormido, me deslicé
fuera de la habitación sin hacer un solo sonido.
221
@SeanCassinova: Cuando olvidas empacar calcetines de deporte y todo lo que quieres es
correr hasta estar entumecido.
Sean
H
abía sido acusado de no tener corazón. Frecuentemente. Por
todos.
Bien, por todos menos Eilish. Ella deliraba.
De todos modos, la acusación nunca me molestó mucho 222
porque lo consideraba totalmente posible. Me gustaba Eilish, me gustaba
un montón. Me gustaban mis zapatos. Me gustaba mi fama. Me gustaba
tener una crema hidratante efectiva. Me gustada el poder y el dinero y un
buen filete.
Casi me encantaba la revista SkyMall.
La última y única cosa que sabía sin sombra de duda que había
amado fue mi perro de la infancia.
Pero cuando desperté y Lucy se había ido, tal profundidad de pena e
ira y miedo fluyeron por mi pecho que sentí como si me ahogara en ellos.
Al principio, intenté explicar su ausencia. Llámalo supervivencia.
Llámalo ilusión. Llámalo el poder de la desastrosa influencia de Lucy
Fitzpatrick.
Sin embargo, nunca fui bueno mintiéndome a mí mismo. Cuando
confirmé que no estaba en ninguna parte de la suite, supe con absoluta
seguridad que no tenía corazón. Presioné una mano en las costillas de mi
lado izquierdo. Una violenta y punzante sensación arrancó una mueca de
mí, lo cual hizo cada inhalación incómoda y superficial.
No era un sin corazón. Porque, y admitía esto totalmente consciente
de cuán completamente patético sonaba, existía una buena oportunidad de
que mi corazón acabara de romperse.
Realmente, hasta este momento, había estado en negación. Pensé que
el fin de semana era el principio de algo bueno y sólido para nosotros. Le
dije que no la había olvidado como insistió en que sucedería. Por alguna
extraña razón, pensé que mi devoción haría una diferencia. Pensé que ella
vería mi constancia y…
No sé.
¿Vería que era el correcto?
¿Nos daría una oportunidad real?
¿Me elegiría?
¿Presentaríamos un frente unido contra su hermano?
Fui un tonto.
Su ausencia sólo podía significar una cosa.
Y porque el agudo dolor en mi pecho sólo había crecido a más
inmanejable en el periodo de cinco minutos, levanté la lámpara junto a la
cama y la lancé contra la pared, pedazos hechos añicos de porcelana volando
en todas direcciones. Lancé mi mirada sobre la habitación, buscando por
algo más que destruir, aún incapaz de aspirar una respiración completa, y
atrapé mi reflejo en el espejo.
Parecía aturdido, furioso y completamente incivilizado. Oficialmente
223
me convertí en un melodramático y sentimental imbécil.
Era un simio.
Asqueado, me aparté del espejo. Fui como una tormenta a mi maleta
y me vestí en mi ropa de ejercicio. Dejé salir una hilera de maldiciones
cuando me di cuenta de que olvidé mis calcetines de deporte.
¿Cuándo en el infierno olvidé alguna vez los calcetines de deporte?
Había estado ansioso por verla y me apresuré a empacar. Todo lo que
llevaba eran calcetines con rombos para mi traje. Podría haber estado
mentalmente trastornado y enfurecido, pero no era insensible al decoro de
la moda. No era para nada insensible. Aún no, en todo caso.
Me puse mis zapatillas sin calcetines —lo que aborrecía— y cerré de
un portazo detrás de mí, sin preocuparme si despertaba u ofendía a alguno
de los puritanos y estoicos residentes. Necesitaba usar mi cuerpo, correr
hasta estar entumecido, o sino diezmaría el interior de mi habitación de
hotel.
Tal vez haría ambos.
La ira golpeaba a través de mi corazón, cosiendo los pedazos rotos,
endureciendo y enfriando la sangre en mis venas. Demasiado impaciente
para esperar el ascensor, tomé las escaleras, decidiendo mientras descendía
que iba a odiarla. Necesitaba detestarla.
Ya había rogado. Irse después de prometer quedarse significaba que
me había rechazado. No la extrañaría.
Irrumpiendo en el vestíbulo sólo minutos más tarde, fui directo a la
esquina oeste del hotel, irritado por el patrón del yeso en el moldeado de la
corona. ¿Eran esos peces? ¿Flores? Los odiaba. Llamativos y espantosos.
Ya que el K Club tenía un amplio curso de golf de primera categoría,
también tenían una tienda profesional con una pequeña colección de ropa.
La hora era tardía, pero no demasiado tarde. La tienda seguía abierta.
Un hombre levantó su cabeza cuando entré, su saludo muriendo en
sus labios ante mi fulminante mirada.
—Calcetines —demandé.
Sus cejas se alzaron, sus ojos ampliándose con alarma. Tragando
nerviosamente, levantó su barbilla hacia la pared de atrás. —Sí, señor. En
una cesta, justo allí.
Gruñí mí no respuesta y marché hacia donde me indicó. Miré a la
cesta. Estaba llena de los más ridículos y horteras calcetines estampados
que jamás había visto. Pelotas de golf caricaturadas en sonrientes soportes, 224
palos de golf colocados en un corazón, pequeños golfistas balanceando un
palo.
Atroz.
Levanté mi cabeza para gritar al hombre y exigirle que me trajera
calcetines para verdaderos atletas, cuando una sucesión de color atrapó mi
atención. Más exactamente, muchos colores. Todos los colores del arcoíris.
Lucy.
Corazón y pulmones atorándose, tropecé medio paso atrás,
parpadeando ante la vista de ella entrando en la tienda, sin confiar en mis
ojos. Sin embargo, ahí se encontraba ella. De compras.
Se había ido, terminando con nosotros, no hacía más de una hora. Al
parecer, eso es lo que uno hace después de romper el corazón de alguien.
Echan un vistazo a las cosas en una tienda dentro de un hotel ordinario de
golf en Kildare.
Obviamente.
Mi recado original fue completamente olvidado y aceché hacia ella.
Porque tenía que hacerlo. No fue una decisión consciente y no tenía ni idea
de lo que iba a decir o hacer.
Sólo…
Cristo.
Sólo quería verla.
El último mes fue una tortura sin su fácil sonrisa y burlona risa. Mi
único indulto fueron los mensajes de texto diarios.
Busqué contener rápido mi rabia, aunque no pude manejarlo. Crudo,
prominente dolor me ahogó mientras detenía en seco mi acercamiento y
estudiaba su perfil.
Joder.
Odiaba esto.
Ella había estado llorando. Sus ojos lucían hinchados, sus labios
hinchados y abusados, la punta de su nariz roja. El resto de su típicamente
piel ruborizada parecía blanca y demacrada. Observar su miseria no ayudó.
Más bien, avivó una repentina desesperación por aliviar su malestar. Sin
pensar, empecé a acercarme el resto de la distancia entre nosotros, con
intención de hacer algo.
Pero entonces hizo algo inesperado que me hizo detenerme. Recogió
un paquete de tres caras pelotas de golf y lo deslizó en su bolso. Después,
se quedó congelada por varios segundos. Entonces procedió a recoger cuatro
más, del tipo amarillo neón desagradable, y los colocó en su bolso también. 225
Entonces se disparó hacia la salida.
La miré boquiabierto, incapaz de entender lo que acababa de
presenciar.
A menos que ella hubiera desarrollado una insaciable afición por
pelotas de golf caras en los últimos cuarenta y cinco minutos, Lucy estaba
robando para aliviar su grave sufrimiento emocional. Sólo fui testigo de su
hábito una vez —hace meses ahora— y lo deseché como inofensiva diversión
sin sentido.
Doscientos euros en pelotas de golf no era diversión. Era compulsión.
Ella casi llegaba al perímetro de la tienda cuando me sacudí del agarre
del estupor y cargué tras ella, sin querer perderla en el vestíbulo del hotel.
Pero entonces mi estómago cayó, porque la alarma de la tienda dio un alto
pitido. Un previamente inadvertido detector destelló rojo y blanco, alertando
a todo el interior de que alguien trataba de escapar con elegantes pelotas de
golf.
Rápidamente eché un vistazo alrededor, horrorizado al ver al hombre
que había interrogado sobre calcetines sólo minutos antes trotando hacia
una paralizada Lucy, su expresión atronadora.
—¡Tú, ahí! Vacía tu bolso.
Ella articuló las palabras—: Oh, mierda. —Sus ojos se cerraron
mientras un sonrojo escarlata de mortificación se extendía por su cuello y
mejillas. Él alcanzó a Lucy antes que yo y le arrebató su bolso, el mismo
bolso del que me burlé en el restaurante después de que la hubiera divisado
robando la primera vez. Entonces sin ceremonia lo volvió bocabajo y lo
sacudió.
Rescátala, insistió una voz impulsiva en los recovecos de mi mente.
Rescátala como ella te habría rescatado a ti.
Posesiones cayeron de su bolso, repiqueteando en el suelo de mármol
de la tienda. Cuatro contenedores de pelotas de golf cayeron junto con su
teléfono, billetera y otros objetos varios.
Cuando su teléfono colisionó con el mármol, un inconfundible sonido
de rotura de la pantalla rompiéndose reverberó como un tiro entre mis
orejas. Fue lo último lo que me puso en acción.
—Has roto su teléfono —dije, cargando hacia delante, trayendo la
atención de Lucy y del vendedor hacia mí. Sentí sus ojos como un toque
físico. No necesitaba ver su cara para saber que la sorprendí como el
infierno.
Él retrocedió un paso ante mi aproximación, levantando su barbilla
para encontrar mi mirada fulminante, y respondiendo con altiva 226
impaciencia—: Lo siento por el inconveniente, señor. Pero acabo de atrapar
a una ladrona. —Hizo un gesto hacia Lucy, o malinterpretando o
escuchando mal mí queja.
—No, no lo has hecho —insistí, dando un paso delante de ella
protectoramente y cruzándome de brazos.
Demóralo, insistió mi mente. Engaña. Amenaza. Improvisa. Arregla
esto.
La boca del hombre se abrió y cerró, revisando mis palabras.
—¿Sabes quién es ella? —Di otro paso adelante, alzándome sobre él y
fulminándolo con la mirada amenazadoramente.
—Sean —rogó su suave voz—. No lo hagas.
Los ojos del hombre se entrecerraron y apretó su mandíbula. —No me
importa si es la hermana de la Reina, es una ladrona y voy a llamar a la
policía.
—Perderás tu trabajo —amenacé, complacido al ver sus ojos
ampliarse con un momento de duda—. Es la hermana de Ronan Fitzpatrick,
capitán del equipo de rugby irlandés.
—No me importa el rugby —dijo él, aspirando engreídamente.
—Bueno, deberías. —Gruñí, tanto irritado como perversamente
complacido porque no fuera un fan del rugby—. Él se va a casar aquí
mañana. ¿Qué crees que el director dirá si llamas a la policía por su
hermana pequeña después de que se ha gastado miles de euros en su día
especial?
Frunció el ceño, una profunda V de consternación formándose entre
sus cejas. Un sonido a mi derecha atrapó mi atención y permití que mi
mirada se desviara por un breve momento. Habíamos atraído una multitud.
Boquiabiertos transeúntes se detuvieron para mirar el intercambio.
Desafortunadamente, su presencia pareció tener el efecto de reforzar
su resolución. Él sacó su pecho y levantó su barbilla más alto. —Como dije,
no me importa quién es ella. Nada niega el hecho de que ha intentado robar
varios cientos de euros en mercancía valiosa de mi tienda. Ahora si me
excusas, tengo que llamar a las autoridades.
Sin pensar, coloqué mi mano en su brazo para detener sus
movimientos. —Espera…
—¡Suélteme, señor!
—Tienes a la persona incorrecta.
Él luchó con su brazo por mi agarre. —Ciertamente no.
227
—Sí —dije hirviendo de ira, al ver que la intimidación del tipo normal
no me llevaría a ninguna parte y, peleando por una solución que la haría
libre y segura, anuncié—: Puse las pelotas en su bolso.
—¡Sean! —Lucy se hallaba a mi lado, sus manos envolviendo mi
muñeca—. Detén esto.
Entrelacé mis dedos con los suyos para detener sus movimientos. —
Mientras ella no miraba, las puse en su bolso, pensé que sería una buena
broma. Ella no tenía ni idea.
—No hiciste tal cosa. —Resopló el hombre, claramente viendo a través
de mi mentira.
—Lo hice, y no puedes probar lo contrario.
Lucy intentó rodearme, así que envolví mi brazo a su alrededor,
cubriendo su boca justo cuando dijo—: No, él…
—Lo hice.
Se tensó contra mi agarre, sus manos viniendo a las mías en un
esfuerzo por quitar mis dedos para que pudiera hablar.
—Lo hice. Fui yo. Llama a los guardias. No me importa.
El vendedor miró entre los dos como si estuviéramos locos. Lucy
gruñó, ahora intentando codearme en el estómago.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó una nueva voz, una que de
inmediato reconocí—. Suelta a mí hermana, Cassidy.
No lo hice. La sostuve más fuerte por miedo a que soltara su
culpabilidad. Lucy se tensó, abandonó su lucha tan pronto como su
hermano apareció.
Le disparé a Ronan una mirada, esperando que pudiera aprovecharme
de su conducta reaccionaria por los próximos momentos.
—Ah. Ronan. ¿Puedo presentarte al hombre que está intentando
arrestar a tu hermana?
—¿Arrestar a Lucy? —preguntó en voz baja, sus ojos moviéndose entre
nosotros tres. Detrás de mí, localicé a varios de nuestros compañeros de
equipo, todos mirando la escena con silenciosa preparación. Listos para
saltar a la acción si su capitán requería ayuda.
Por una vez, su ciega lealtad no me agravió.
—Eso es correcto. Este hombre está determinado a llamar a la policía
incluso después de que le expliqué que fue una broma.
—No fue una broma —dijo con rabia el vendedor. Una vena sobresalió
en relieve en su frente enrojecida—. Esa chica —Apuntó a Lucy con obvio
rencor y desprecio, y vi a Ronan tensarse ante el movimiento—, intentó robar 228
de mi tienda, y este odioso hombre está tratando de tomar la culpa por ello.
Moví mis ojos a los de Ronan, encontrando los suyos amplios con
comprensión.
—Y si él —El vendedor hizo un gesto hacia mí—, soltara a la ladrona,
ella confesaría todo por sí misma.
—No la sueltes —ordenó Ronan, dándome una escueta mirada. Luego
se dirigió al vendedor, gritó—: Si él dice que lo hizo, entonces lo hizo. Deja
de acosar a mi hermana y llama a la policía. Haz que vengan y resuelvan
esto. Ve.
El hombre se tensó en sorpresa, atónito, luego abrió la boca como si
estuviera listo para discutir. Pero no lo hizo. En su lugar, dio una beligerante
y orgullosa aspiración y se giró sobre sus talones, marchando al mostrador
de la tienda y agarrando el teléfono detrás.
Lucy resopló por su nariz, atrayendo mi atención de vuelta a ella.
Relajé mi agarre ligeramente y traté de bajar la mirada, examinar su
expresión. Ella miraba fijamente hacia delante, viéndose mortificada y
enojada.
Me incliné para susurrar algo en su oído, un ruego para que se
estuviera callada, pero fui interrumpido de hacer eso por Ronan.
—No sé qué pasó —Bajó su voz para que sólo nosotros tres
estuviéramos al tanto de sus amenazadoras palabras—, pero lo que sea que
le estés intentando hacer a mi hermana…
—Sólo escucha por un puto segundo, ¿bien? —Gruñí, inclinándome
más cerca—. Estoy tratando de evitar que se meta en problemas. Déjame
tomar la culpa y sácala de aquí.
La incoherente protesta de Lucy se perdió en mi mano mientras Ronan
se tambaleaba hacia atrás, frunciendo el ceño y parpadeando hacia mí. Su
atención pareció establecerse en mi palma sobre la boca de su hermana,
tocándola con obvia familiaridad.
—¿Y por qué harías eso? —exigió él en un duro susurro, después de
recuperarse adecuadamente de mis palabras y la descarada verdad que veía.
Él podría haber sido un patán cabezón, pero era un perceptivo patán
cabezón. Algo en su mirada me dijo que estaba sumando las palabras
rápidamente, pintando un cuadro y llegando a algún tipo de conclusión.
Lucy chilló y se tensó.
Ignorándola, lo miré fijamente, flexionando mi mandíbula, indeciso
con qué curso tomar.
El momento de la verdad.
229
¿Me aceptaría Ronan alguna vez para su hermana? Probablemente
no.
¿Me escogería Lucy alguna vez sobre su hermano? Más que
seguramente no.
Por lo tanto, ¿qué tenía que perder?
Nada…
Todo.
Ya perdí a Lucy. Ella ya tomó su decisión dejando mi habitación. Pero
el tonto enfermo de amor en mí no podía soportar verla infeliz. Decirle a su
hermano sobre nosotros, destrozar su mundo, no era mi decisión para
tomar.
Tragué el sentimiento que, probablemente debido a la auto-
conservación, no se había formado en mi mente.
En su lugar, respondí de manera vacilante—: Para que me debas una.
¿Por qué más?
Ronan levantó una incrédula ceja, sus ojos moviéndose entre los míos,
buscando. Entonces su mirada cayó hacia la de su hermana. Para mi
sorpresa, algo como astuta comprensión unió sus cejas. Y cuanto más
estudiaba él a Lucy, más incrédula se volvía su mirada, como si estuviera
alcanzando su mente y forzosamente extrayendo la verdad.
—Bueno, que me jodan. —Respiró, parpadeando una vez hacia su
hermana. Ronan levantó su fulminante mirada hacia mí de nuevo, su
expresión una tanto de ira como de shock—. Estás enamorada de él.
No fui arrestado.
Tampoco Lucy.
El director del hotel llegó para interceptar a los policías y reprender al
vendedor.
No lo lamenté por el hombre. Él era lo bastante viejo para saberlo
mejor. El mundo gira en torno al dinero y poder y esos quienes ejercen
ambos. Él fue un tonto por presionar el asunto.
Ronan hizo la mayoría de la charla y el equipo se mantuvo alrededor
para firmar autógrafos para los policías, yo mismo incluido. Aunque no
podía escapar de las miradas iracundas de Ronan. De hecho, les di la
230
bienvenida.
Con toda su ira enfocada en mí, tal vez se tomaría las cosas con calma
con Lucy.
Mientras tanto, después de que la ayudé a recoger los contenidos de
su bolso, Lucy fue sin ceremonias acompañada arriba por Bryan Leech y
William Moore, los Oklahoman. Había estado callada en su miseria, la culpa
en guerra con la vergüenza.
La vergüenza se sintió como un puñetazo en mi estómago. Pero era
un chico grande. Perseveraría. De hecho, mientras me encontraba junto a
Ronan, firmando autógrafos para la policía y los huéspedes del hotel, una
abierta ira se apoderó.
Lucy tenía un problema. No uno pequeño. Un gran problema.
¿Y qué hacía su hermano? Se deshacía de ella, enviándola a Nueva
York como si fuera una vergüenza. No era raro que ella hubiera desarrollado
una insaciable afición por pelotas de golf caras, y sombra de ojos, y
cualquier otra cosa.
Ronan me lanzó una mirada sucia que prometía un mundo de dolor y
se la devolví. Picaba por poner mis manos en el bastardo. La última vez que
peleamos, retuve mis puñetazos, porque golpearle hubiera sido
contraproducente para mi meta de verlo expulsado del equipo por mala
conducta.
Pero esta vez…
Puso una mano en mi hombro, con asesinato en sus ojos, y flexionó
sus musculosos dedos en la articulación. —Es el momento de que tengamos
una charla, imbécil.
Me lo quité de encima e hice un gesto hacia la puerta que llevaba
afuera. —Las damas primero.
Sonrió sin humor, sacudiendo su cabeza, pero me precedió por la
puerta. Caminé detrás de él a una distancia segura. No tenía planes de
atacarlo desde atrás. Además, nuestros compañeros de equipo habían caído
en la línea detrás de mí. Incluso si quisiera taclearlo, tenía nueve de sus
más grandes fans mirando cada uno de mis movimientos.
Una vez fuera, hizo una pausa hasta que estuve igualado con él,
entonces caminamos lado a lado por el césped, hacia la fuente en el centro
del camino.
Él habló primero. —Explícame cómo sucedió esto.
Me reí forzadamente. —No te debo mierda, Fitzpatrick.
Continuó como si no hubiera hablado. —Primero Brona. ¿Ahora Lucy? 231
¿Mi madre es la siguiente?
Me estremecí interiormente, haciendo una mueca, pero conteniendo
el insulto sobre su madre justo antes de que dejara mi lengua.
—¿Vas a tontear con todas las mujeres de mi vida? Sólo me gustaría
saber qué esperar. —Su tono era decepcionantemente suave. Sabía que una
vez que llegáramos al terreno más allá de la fuente, donde la luz disminuía
a la oscuridad, haría su movimiento.
—Para que conste, nunca follé a Brona. —Metí mis manos en los
bolsillos de mis pantalones cortos mientras me burlaba de él con un
obligado aire de aburrimiento. No podía esperar a llevar mis puños a su
bonita cara.
—Eso es mentira.
—Nop. Nunca la toqué más allá de lo que era requerido para colorear
tu percepción de la situación. Hiciste todo el pesado levantamiento solo,
Madre Fitzpatrick.
Los pasos de Ronan ralentizaron y estuvo en silencio por varios
latidos. —¿Nunca follaste a Brona?
—No.
—E hiciste… —Aclaró su garganta y volví mi cabeza para mirar su
perfil. Su garganta trabajó y vi verdadera angustia pasar por sus rasgos.
Aclarando su garganta una segunda vez, gritó a los chicos detrás de
nosotros—: Retrocedan, ¿sí?
Se detuvieron con su orden y continuamos hacia la fuente.
—¿Qué pasa con Lucy? —finalmente se las arregló para decir
bruscamente una vez que ganamos un poco de distancia de los otros.
Le fruncí el ceño.
Noté que no podía obligarse a preguntar: “¿follaste a Lucy?”
Es más, algo de aire dejó mi globo de furia ante el atisbo de
vulnerabilidad llenando sus palabras.
Suspiré, negando con la cabeza y alejando la mirada. —No lo llamaría
así.
—¿Cómo lo llamarías?
—No es tu maldito asunto.
Ronan ahogó una brusca carcajada, su tono incrédulo. —¿No es mi
asunto?
—Así es. Lo que pasa entre Lucy y yo… 232
Se detuvo, agarrando el frente de mi camisa. —Jodidamente no digas
su nombre.
Lo empujé, consciente de los otros cerniéndose a varios metros de
distancia. Mi pronta ira había sido eclipsada por un notable cansancio. Tal
vez desde la primera vez que puse mis ojos en el hombre, no quería pelear
con Ronan.
—Lo que pasa con nosotros es entre nosotros.
—Como el infierno lo es —Cargó hacia mí—, no cuando estás tratando
de…
—La amo —admití, a él y a mí mismo.
Se detuvo, ojos marrones destellando peligrosamente. —Es mentira.
Me reí, de nuevo sin humor, negando con mi cabeza ante la ironía de
su declaración. —Eso es lo que dijo cuando le dije que quería que fuera mía.
Cuando me rechazó.
Por qué abría esa herida delante de Ronan Fitzpatrick, no tenía idea.
Tal vez eso era lo que la gente enamorada hacía. Se convierten en
caricaturas malhumoradas de Byron con odio a sí mismos. Se convierten en
masoquistas.
Joder, me odiaba a mí mismo.
Ugh.
De repente fui todo lo que no podía soportar del hombre frente a mí.
Y además, no podía obligarme a mí mismo a que me importara.
—¿Te rechazó?
Eso lo detuvo, y se enderezó un poco más, su expresión diciéndome
que se sentía orgulloso de su hermana. Obviamente, había malinterpretado
mi significado. Probablemente pensaba que ella rechazó mis inapropiados
avances sexuales. Si él supiera…
Pensé sobre corregir su suposición, pero decidí dejarlo nadar
alrededor de su mundo de ensueño. Como dije, no era asunto suyo.
Ahora al otro problema.
—Lo que quiero saber —empecé, esperando hasta que encontró mi
mirada fulminante antes de continuar—, es por qué, si sabías que Lucy
tenía un problema de cleptomanía, nunca insististe en que buscara ayuda
psicológica.
Ronan se encogió. Claramente mis palabras lo atraparon
completamente fuera de guardia. Abrió su boca para responder. Lo corté,
renovada irritación llameando ante su apatía e inacción.
—Ella necesita ayuda, Ronan. No es algo de lo que estar avergonzada,
233
enviarla lejos.
Balbuceo por un momento antes de explicar débilmente—: No la envié
lejos. Pensé que había parado… pensé que no estaba…
—Bueno, claramente los eventos de esta noche prueban que te
equivocas —reprendí—. Y esta no es la primera vez que me he cruzado con
ella exhibiendo esta compulsión. Tu madre es obviamente una mala
influencia, así que la culpo. Sabes que Lucy no roba a menos que esa
maldita mujer esté alrededor, conduciéndola a hacerlo. —Ronan continuó
mirándome como si me hubiera crecido un balón de rugby por cabeza hasta
que lo miré amenazadoramente y añadí—: Y también te culpo a ti.
—¿Me culpas? —preguntó estúpidamente con ojos amplios.
—Sí. Eres su hermano. Deberías estar atento a ella, no ignorar sus
gritos de ayuda.
—¿Sus gritos de ayuda? —repitió como un loro, viéndose incluso más
atónito.
—Sí —dije a través de dientes apretados, perdiendo mi paciencia. Un
gruñido retumbó desde mi pecho—. Oh, por amor de Dios, Ronan. ¿Podrías
tomarte un momento en tu ensimismada pequeña burbuja para pensar en
tu amada hermana? Ella es… magnifica y maravillosa y altruista y te
necesita. ¿Y dónde estás tú?
—¿Dónde estoy yo? —Esa pregunta la hizo con una ligera sonrisa.
Me exasperó.
—No lo sé. Pero no estás ocupándote de ella, ¿no es así? —desafié,
retándolo a contradecirme.
Me estudió, su mirada fríamente evaluadora. Me tomó varios
momentos ver a través de mi propia irritación antes de darme cuenta de que
él ya no se encontraba enojado. O, al menos, no parecía estarlo.
—Hmm.
Entonces asintió, se volvió y se alejó.
Y lo miré irse, un ceño de atónita confusión en mi cara. Finalmente
encontré mi voz, grité tras él—: ¿A dónde vas?
—A hablar con Lucy —gritó de vuelta sobre su hombro, casi
alegremente. Luego añadió—: Y por el amor de Dios, Sean. Ve a ponerte
unos calcetines. No puedes correr con los pies desnudos.
234
@LucyFitz: Altos, bajos, altos, bajos... ESTOY TAN LISTA PARA ALGO DE
MALDITAS AGUAS CALMADAS.
D
espués de que Bryan y William me acompañaran a la suite,
encontré a Annie y Broderick compartiendo una taza de
chocolate en la zona del salón. Honestamente, habría
encontrado la vista adorable si no hubiera estado tan angustiada. Annie vio
la mirada en mi cara y se levantó rápidamente, acercándose para envolver 235
sus brazos alrededor de mí.
—¿Qué pasó? —preguntó con preocupación.
Me mordí el labio inferior para no llorar y sacudí la cabeza. Soy la peor
hermana del mundo.
Annie puso sus manos sobre mis brazos justo por encima de los codos
y me dio un apretón tranquilizador. —Seguramente, sea lo que sea, no puede
ser tan malo.
Mi falta de respuesta fue una auto-recriminación enredada. —Annie,
tu boda es mañana. Tuya y de Ronan. Y soy una arpía egoísta. ¿Qué
demonios está mal conmigo?
—Lucy, cálmate. Solo cuéntanos lo que pasó.
Mis ojos llenos de pánico se encontraron con Broderick sobre su
hombro y él me dio una sonrisa plana y molesta. —¿Las cosas se salieron
de control?
Asentí, cubriéndome la cara con las manos. —¿Por qué soy así? ¿Por
qué no puedo ser normal?
—Nadie te quiere normal. —Annie envolvió su brazo alrededor de mis
hombros.
—Pero tú y Ronan…
—No estamos hablando de Ronan y de mí. Estamos hablando de ti.
—¿Así que Ronan se enteró? ¿Cómo lo tomó? —interrumpió
Broderick, sonando simpático. Yo no merecía simpatía.
—De acuerdo, alguien llene los espacios en blanco aquí. —Annie tiró
mis manos lejos de mi cara—. ¿Qué está pasando?
—Tengo… —empecé, me detuve, tomé una respiración profunda, y
empecé de nuevo—. Tengo un problema, Annie. He estado guardando un
secreto.
—¿Secreto? ¿No te refieres a secretos? —Cómo Broderick manejaba
decir eso y aún sonar comprensivo se hallaba más allá de mí. Era un
maestro Jedi de ser simpático.
—Broderick…
—Alguien ilústreme antes de explotar con curiosidad. ¿Qué podría
tenerte así de molesta? —Annie alzó la voz, mirando entre los dos.
Abrí la boca para confesar, pero Broderick me robó las palabras. —
Lucy es una ladrona compulsiva y se ha acostado con Sean Cassidy.
Annie jadeó.
Lo miré con furia. 236
Broderick se encogió de hombros.
—Dabas demasiados rodeos. Ahora está ahí afuera y no tienes que
decirlo. De nada.
—¿Es esto cierto? —preguntó Annie, sus ojos se abrieron con
preocupación.
Preocupación.
No juicio.
Suspiré abatida y me arrojé a una de las sillas de la suite, volviendo a
enterrar mi cara en mis manos. —Sólo traté de robar doscientos euros de
pelotas de golf.
—Santa mierda. Eso es un montón de pelotas de golf. —Broderick dio
un silbido bajo.
Ahora estaba llorando. No gritos grandes y con ráfagas llorando.
Simplemente un llanto tranquilo, el tipo de lamento de soy-la-peor-persona-
en-el-mundo. —No lo es realmente. Sólo son unas doce bolas. Son muy caras
aquí.
—De acuerdo, espera. —Annie tiró su silla cerca de la mía y
suavemente sacó mis manos de mi cara. Me dio una sonrisa engatusadora—
. Comienza desde el principio.
Le di un movimiento de cabeza tembloroso y luego procedí a derramar
mi tripa. Le conté a ella y a Broderick todo, toda la saga de Sean Cassidy y
Lucy Fitzpatrick, sin el Sean siendo basura en la parte del sexo.
Ellos escucharon, y Annie llevaba una expresión pensativa
completamente libre de juicio. Era un mundo lejos de cómo Ronan me miró
con incredulidad atónita, cuando de alguna manera llegó a la conclusión de
que estaba enamorada de Sean.
¿Estaba enamorada de él?
Me froté el pecho, donde había permanecido un dolor de hinchazón
desde que dejé esa nota para que la encontrara. ¿Cómo podía terminar las
cosas cuando todo lo que quería hacer era envolverme alrededor de él y
nunca dejarlo ir?
Tratando de ignorar estos pensamientos perturbadores, me volví hacia
Annie. —Lamento mucho haber hecho una escena en vísperas de tu boda.
Ella alejó mi disculpa. —Por favor. No me importa eso. Me preocupo
por ti.
—No tengo ni idea de qué hacer. —Sacudí la cabeza, nuevas lágrimas
se escaparon de las comisuras de mis ojos.
Apretó los labios, abrió la boca, la cerró y la abrió de nuevo. —Bueno, 237
creo que deberías estar con Sean, Lucy.
Abrí la boca para objetar y levantó una mano para detenerme.
—Comprendo tus reservas. Vas a tener un infierno de tiempo
hablando con Ronan. Casi estalló un vaso sanguíneo cuando le dije que
invité a Sean a la boda. Pero, cariño, es tu vida. No de Ronan. Necesitas
vivirla y dejar de preocuparte tanto de lo que él o tu madre piensan sobre
tus decisiones. Tienes que confiar en que Ronan te va a amar, pase lo que
pase.
Su respuesta me dio esperanza y me desinfló. Me sentía feliz de que
pensara que debía estar con él, pero mi parte deprimida se hizo eco de mis
preocupaciones por Ronan.
Annie abrió la boca para hablar de nuevo cuando sonó un fuerte golpe
en la puerta. —Lucy, abre —prosiguió la voz severa de Ronan. Annie se
quedó inmóvil.
—La boda es mañana. No puedes verme, vete —le gritó, agotada.
El tono de Ronan se suavizó un poco. —Lo siento, amor. ¿Podrías ir a
la otra habitación un rato? Necesito hablar con mi hermana.
Annie me miró inquiridoramente, pero sacudí fervientemente la
cabeza, olisqueando y limpiándome la nariz con el dorso de la mano.
Necesitaba un pañuelo y un escondite.
—Vas a tener que hablar con él eventualmente —susurró, e hice una
mueca.
—Tiene razón. Ve a hablar con tu hermano —agregó Rick, susurrando
también.
—¿Qué están susurrando? Puedo escuchar susurros. —Gruñó
Ronan.
Suspiré y dije—: Bien, voy a hablar con él. Ahora tú y Rick vayan a
esconderse en la otra habitación.
Cada uno me dio una mirada comprensiva antes de caminar por la
puerta que conducía a uno de los dormitorios. Una vez cerrada la puerta,
solté una exhalación temblorosa y fui a dejar entrar a mi hermano. Ronan
entró con intención, una inquietud extraña por él como si no supiera por
dónde empezar.
Me lanzó una mirada profundamente preocupada mientras caminaba.
Incapaz de tomar su ansioso silencio, dije con voz entrecortada—: Lo
siento mucho.
Dejó de caminar, sus ojos se estrecharon hacia mí mientras
preguntaba—: ¿Por qué?
Reuní otra gran inspiración y respondí con prisa—: Siento mucho 238
haber causado la escena en la planta baja. Mañana es tu boda y sé que fui
egoísta y destructiva. Te lo prometo, me sentía mucho mejor. No había
robado nada en casi seis meses antes del verano. Pero entonces…
Ronan agitó sus manos a través del aire y habló sobre mí. —Lucy,
tienes una compulsión. No estoy diciendo que robar está bien y estupendo.
Estoy diciendo que es un problema y que necesita ser arreglado. De una vez
por todas.
Asentí con asombro y repetí—: Lo siento mucho.
Los ojos de mi hermano se suavizaron y él me sonrió. —Deja de decir
lo siento. No eres una mala persona. Sólo estoy preocupado por ti.
Asentí, presionando mis labios y afirmando mi barbilla para evitar que
se tambaleara. Nos separamos el uno del otro, mi hermano mayor, mi héroe,
y yo.
La decepción.
La vergüenza.
Estaba tan cansada de ser la vergüenza.
Hablando de…
—¿Sean está bien? —pregunté con vacilación.
Ronan soltó una risa forzada, su mirada perdió algo de su suavidad
mientras empezaba a caminar de nuevo. —Sí, está bien.
—¿No fue arrestado?
—No.
—Oh, Dios. Eso está bien —dije, con alivio. Había estado bien
preocupada.
Por un lado, me sorprendió la forma en que intervino y trató de desviar
la culpa de mí. Por otra parte, estaba irritada por cómo intervino y me había
desviado la culpa.
Robé las pelotas demasiado caras. La culpa descansaba sobre mis
hombros. Necesitaba asumir la responsabilidad de mis acciones. Por lo
tanto, sí, me alegré de no haber sido arrestada por andar haciendo las cosas
mal.
Cuando Ronan finalmente dejó de pisotear como un toro enojado,
preguntó—: Empieza desde el principio, dime cómo todo este… asunto entre
tú y Cassidy… Dime cómo ocurrió.
Me encogí de hombros, incapaz de mantener el contacto visual
durante mucho tiempo. Mi atención seguía flotando alrededor de la
habitación como una avispa maníaca. 239
—Estoy esperando, Lucy. —Ronan levantó su voz.
Me limpié los ojos, echando un vistazo a la alfombra. —Nos conocimos
en una fiesta para el equipo de rugby. Yo pensé que era horrible —le dije
honestamente.
—Correcto. Así que, ¿cómo vas de pensar que es horrible a mirarlo
con grandes ojos saltones? —preguntó con un gesto salvaje de la mano.
Fruncí un poco la ceja. —No lo miro con los ojos saltones. Lo miro con
los ojos normales.
Ronan me dirigió una ceja arqueada y esa mirada de hermano mayor
que decía que buscaba evasivas. Suspiré y me moví en su lugar.
—Bien. Supongo que empezó correctamente cuando chocamos uno
con otro en la ciudad un día. Me pidió que cenáramos. Pensé que bromeaba.
No lo hacía. Le dije que sí. Las cosas progresaron desde allí.
—¿Así que esta es la cena de la que me hablaste? ¿Por qué dijiste que
sí?
—Bien. De acuerdo, me chantajeo. Él me vio tomar alguna sombra de
ojos, robar, y lo usó como chantaje. ¿Pero honestamente? Habría ido de
cualquier manera.
Los ojos de Ronan se abrieron como si acabara de decirle Papá Noel y
Genghis Khan tuvieron un amor tórrido desde el siglo XII.
—Oh Dios, Ronan, vamos. —Rodé mis ojos, sintiéndome un poco
mejor ahora que estábamos involucrados en peleas normales de hermano y
hermana—. Incluso tienes que ver lo hermoso que es. Salí a cenar una vez.
Al menos, eso es lo que pensaba. Y luego dijo algo grosero y le tiré mi bebida
en la cara y me fui.
Esta noticia pareció tranquilizarle un poco.
—Bien. —Asintió una vez—. Eso es bueno. Entonces, ¿cómo vas de
lanzar tu bebida en su cara a los ojos saltones?
Solté una exhalación gigante y me senté pesadamente en el sofá,
estudiando mis dedos mientras respondía. —Es complicado. Sabía que salir
con él estaba mal y que te enfadaría. Le dije que podíamos ser amigos y nada
más. Nunca le contó a nadie sobre mi problema de hurto. Y al principio
pensé que éramos amigos, o haciéndonos amigos. Le hacía un favor,
ayudándolo a salir. Pero sólo tenemos esta cosa entre nosotros que es difícil
de ignorar. Una atracción.
—¿Estás atraída por él?
—Sí —contesté simplemente—. ¿No sentiste lo mismo cuando
conociste a Annie? Como si supieras que perseguirla iba a ser un montón
240
de problemas de los que podrías prescindir, pero no podrías evitarlo de todas
formas.
Ahora sólo me miraba, su expresión inescrutable. Cruzó los brazos y
sus labios se tensaron en una línea firme cuando admitió a regañadientes—
: Podría haberlo hecho.
Transcurrieron varios minutos de silencio antes de que Ronan volviera
a hablar. —Lo que tienes que entender aquí, Lucy, es que Annie y Sean son
dos personas muy diferentes. Annie es preciosa y fundamentalmente
amable. Mientras que Sean es un mocoso egoísta y mimado. Claro, podría
jugar con la idea de cuidar tu seguridad, pero cuando se trata de esto, la
emoción de una nueva relación va a desaparecer y se dará cuenta cuánto
cuesta la misma. No quiero verte invirtiendo en un hombre que te va a dejar
plantada a largo plazo.
—¿Sabes que nunca se acostó con Brona, verdad?
Ronan exhaló pesadamente. —Ha dicho algo así en la planta baja, sí.
—Así que también debes saber que él no es el mocoso mimado al que
le gusta llevar a todos a creer. Es como un mecanismo de defensa. Si empuja
a la gente desde el principio, no tiene que preocuparse de ser rechazado más
tarde.
Ronan ya estaba sacudiendo la cabeza antes de que terminara. —
Luce, incluso si eso es cierto, ¿no crees que es un poco jodido? Sí, tal vez
nunca durmió con Brona, pero todavía fabricaba una relación con ella. Ese
no es el comportamiento de un individuo en sus cabales.
—Escuchen, no estoy defendiendo a Sean o a lo que hizo, solo estoy
tratando de explicar que una persona es más complicada que una acción.
Él es más que un mocoso mimado. —Me puse de pie frente el sofá, ya sin
peligro de llorar, sintiendo lo correcto de mis palabras mientras las dije—.
Si alguien me mirara esta noche, el desastre que hice abajo, robando pelotas
de golf de todas las cosas, podrían llamarme mocosa malcriada y dejarlo así.
Sí, soy un desastre. Lo que hice fue un desastre. Pero me gusta pensar que
no soy definida por…
—No. Luce. Ese argumento no funciona porque tú tienes un problema
compulsivo. Tú no robas en venganza de la tienda de golf del K Club. Sean
Cassidy hace esa mierda porque es un idiota. Esa es la diferencia.
—Pero, ¿no lo ven? Empujar a la gente lejos es la compulsión de Sean.
Él ha sido rechazado toda su vida. Hizo lo que hizo porque sintió celos.
Piensa que todo se te ha servido en bandeja de plata y que todos te aman
sin preguntar. Es básicamente celos juveniles, Ronan. Y apuesto a que si
hubieras sido amigable con él desde la primera vez que lo conociste, las
cosas podrían haber sido muy diferentes. 241
Ronan levantó su voz con frustración. —No fui amigable con él.
Apenas incluso hablé con él.
Gesticulé con mis manos. —Exacto, ¿no lo ves? Lo ignoraste, así que
él construyó esta ridícula y sin sentido cosa de celos. Por el amor de Dios,
ustedes, hombres grandes y corpulentos, son pequeños cuando se trata de
esto.
—No soy pequeño.
—En lo que respecta a Sean, lo eres. Ambos necesitan dejar que esta
disputa absurda se vaya ya. Seguro, seré la primer persona en admitir que
él no es perfecto, que tiene problemas en los que necesita trabajar, pero
también yo, y también tú, Ronan.
—¿Me estas comparando con Sean Cassidy?
Ignoré esta pregunta indignada y presioné. —Todos tenemos
problemas. Los humanos somos defectuosos y todo lo que podemos esperar
es trabajar para hacernos mejores. No perfectos, solo mejores.
Ronan empezó a caminar de nuevo, su manos en las caderas, su
mandíbula dura. —Maldito infierno. —Gruñó, luego de un minuto entero
dijo—: Odio como a veces tienes tanto sentido.
Le di una pequeña sonrisa, dándome cuenta que la admisión le costó
algo.
—También tendría sentido si solo te tomaras un segundo en pensar
las cosas antes de lanzarte a toda velocidad y tirar todos tus juguetes del
cochecito.
Mi hermano estrechó su mirada ante mi frase pero no lo negó. —Sigo
pensando que va a terminar mal. ¿No solo puedes detener esto antes de que
vaya más lejos? Crees que lo amas pero, ¿cómo puedes? No es posible.
Me sentí erizada y respondí a la defensiva—: Nunca dije que lo amaba
—Olvidas que he pasado toda la vida aprendiendo tus trucos, Lucy.
Te vi escaleras abajo. Lo vi escrito en toda tu cara, pero es solo lujuria. Estoy
seguro que es lo mismo de su lado. Él también piensa que está enamorado
de ti.
Me tomó unos veinte segundos recuperarme de la declaración de
Ronan, antes de manejarlo. —¿Te dijo eso? —La pregunta fue un débil
susurro, mi corazón corriendo. No estaba segura del porqué, pero la idea de
Sean confesando su amor por mí a mi hermano, la única persona que podría
vencer la mierda fuera de él por ello, me hizo sentir toda cálida y blanda por
dentro.
Ronan resopló. —Sí, lo hizo.
242
Lo dejé asentarse por un momento, saboreando la hermosura de todo
ello antes de dar vuelta a otra cosa que dijo. —¿Por qué crees que es
imposible para nosotros estar enamorados?
—¿No es obvio? Ni siquiera han dormido juntos. Por todo lo que sabes
podría ser terrible en la cama.
Ante esto me eche a reír, una risa llena desde el vientre, mis manos
yendo a mi medio para sostener mi estómago. Uno, porque Ronan no sabía
qué apropiado era su comentario, y dos, porque pensaba que no habíamos
dormido juntos. Casi quería rodar mis ojos a que todavía me viera como
casta, su peculiar hermana pequeña.
—¿De qué te ríes?
—¿Quién te dio la idea de que no habíamos dormido juntos?
Las distintivas cejas de Ronan se acercaron cada vez más, hasta
formar una línea oscura de desaprobación. —Sean me lo dijo abajo.
Lo encontré difícil de creer. —¿Él en realidad lo dijo, palabra por
palabra? ¿Lucy y yo no hemos dormido juntos?
Ronan frunció el ceño con tanta fuerza que pensé que su cara se iba
a romper. —Bueno, tal vez no palabra por palabra. Dijo que tú lo rechazaste,
pensé… —Ahora su expresión se volvió a incredulidad, después a ira,
después a decepción fraternal. Lo sentí cortar a través de mí como un
cuchillo.
—Lo rechacé —dije suavemente—. Lo he rechazado varias veces…
hasta que ya no lo hice.
Ahora él me miraba como si fuera una extraña, y eso era lo más
doloroso. Corrió una mano a través de su cabello y juró. —¡Joder!
Pero Annie tenía razón.
Sus palabras de más temprano volvieron a mí. Necesitaba vivir mi
propia vida. Ronan tal vez no le gustaran mis decisiones, pero estaba bien.
—Ronan —continúe, mi voz aún suave—. Nunca hice nada de eso para
lastimarte. Tú, de todas las personas, deberías saber que no podemos
controlar por quien se desarrollan los sentimientos, cómo a veces se aferran
a la persona menos probable y más inconveniente. Te amo, nunca te
desobedecería intencionalmente. No me propuse más que ser amiga de
Sean. Eres mi héroe, siempre lo has sido. Te he admirado desde que era
pequeña, pensé que el sol se levantaba y se ponía sobre tus hombros, y aún
lo hago. Pero en algún punto, y totalmente en contra de mi voluntad, me
enamoré de Sean Cassidy.
Me encogí de hombros, porque me sentía indefensa. No tenía control
sobre si Ronan finalmente perdonaría a Sean o no. Pero entonces, Ronan no
243
tenía control sobre la profundidad de mis sentimientos por Sean, tampoco.
—Si no puedes aceptar a Sean y a mí, me romperá el corazón. Pero lo
entenderé. Te amaré, no importa qué decidas.
En ese momento me di cuenta lo mierda me había sentido desde que
Sean se fue. No quería parar de estar con él. Había leído suficientes libros
sobre la felicidad y la auto-realización para saber que negarse a sí mismo
las cosas que traen alegría solo crearía un agujero dentro de ti. Y ese agujero
se infectaría hasta que se volviera negro y toxico.
Mientras más pensaba en Sean, más un nuevo, inexplorado
sentimiento empezó a cubrir mi pecho. No podía creer cuan diferente me
sentía por él ahora, comparado en cómo me sentía cuando nos conocimos
la primera vez. Y si no hubiera estado ahí en esa tienda esa noche, si él no
hubiera estado ahí para intervenir y sacrificarse a sí mismo por mí, habría
sido arrestada. Habría pasado la noche antes de la boda de mi hermano
encerrada en la cárcel.
Tal vez podría haberlo merecido.
Pero Annie y Ronan no merecían tal escena, ni yo siendo una
vergüenza en la víspera de su boda. Por eso me encontraba verdaderamente
arrepentida y me sentía determinada a compensarlos, no solo era un camino
no saludable, sino también tenía que sacrificarme por la paz mental de mi
hermano.
También era algo irónico. Pensé que mi relación secreta con Sean
arruinaría la boda de Ronan, cuando en realidad había sido la cosa para
salvarla. Sean trató de actuar como si fuera un esnob vacío y descuidado
pero en el fondo era tan bueno. Y lo amaba.
Lo amaba tanto que me aterraba.
Me encantaba que hubiera sido terrible en la cama. Me encantaba que
no hubiera querido ser terrible en la cama. Amaba que tuviera que enseñarle
cómo hacerme venir. Amaba que fuera vano y materialista. Amaba que le
encantaran los perros. Amaba que robara cosas de los gabinetes de las
mujeres, y que estaba completamente fuera de contacto con la realidad.
Amaba cómo me dijo que mi estilo era horrible incluso cuando sabía que
secretamente lo adoraba. Amaba que él disfrutara darme placer más que el
hecho de obtenerlo para él. Y Amaba que quisiera protegerme tanto que se
arriesgó a ser arrestado si eso significaba que yo caminaría libre.
Ronan estuvo en silencio por tanto tiempo que un pequeño golpe vino
del cuarto donde Annie y Broderick se habían encerrado. Mi amigo sacó la
cabeza.
—¿Ustedes dos están bien? —preguntó Rick, entrando en el salón y 244
mirando cuidadosamente entre Ronan y yo. Annie permanecía escondida en
el dormitorio.
Miré a mi hermano. —No estoy segura.
Ronan dio una pesada respiración y puso sus cartas sobre la mesa.
—Correcto, así que así es como vamos a hacer esto. No… no te obstruiré el
camino para que veas a Sean.
Me quedé boquiabierta. —¿El infierno se ha descongelado?
Sonrió. —No seas una listilla y solo escucha. No estoy diciendo que
tienes mi bendición para correr a Las Vegas y casarte, pero podemos ver a
dónde van las cosas entre ustedes dos. Pasos de bebé. Pero antes de
comenzar a jugar bien con Sean, y no te va a gustar esta parte, Luce,
necesito que vayas a ver a un terapeuta
De nuevo, me tomó al menos diez segundos procesar sus palabras, y
cuando lo hice me dejaron completamente confundida. —Pero mamá dijo
que era vergonzoso y podía perjudicar tu carrera, yo siendo un…
—No me importa lo que diga mamá. Déjame lidiar con ella. De hecho,
la voy a hacer ir contigo. Tú robas cuando estás ansiosa, y nuestra madre
es el mayor recurso de ansiedad en nuestras vidas. Y ella es tu madre, Lucy,
la única que alguna vez vas a tener. Así que a pesar de que podría ser más
fácil meter la cabeza a la arena, no puedes simplemente cortarla. Ambas
necesitar lidiar con los problemas entre ustedes si alguna vez van a mejorar.
—Pero yo vivo en Nueva York. ¿Cómo vamos a tener sesiones de
terapia viviendo en dos países diferentes?
—Pueden hacerlo por Skype. O incluso volaré cada quince días si es
necesario. De cualquier manera, estamos haciendo esto. Voy a intentar
superar mis problemas con Cassidy, pero tú tienes que trabajar en superar
tus problemas también.
Lo miré fijamente mientras masticaba mi labio, asombrada de que
estuviera considerando arreglar los puentes con Sean, incluso si había una
trampa. Había estado casi lista para no volver a ver a mamá de nuevo
después de mi irrupción en el sauna, pero sabía que eso era injusto. Ronan
tenía razón. Es la única madre que tendré, y necesitamos arreglar nuestra
mierda. Si ella está preparada para aceptarme como era, entonces estaba
preparada para aceptarla a ella… incluso si me hacía querer arrancar mi
propio cabello a veces.
—Está bien, lo haré —le dije mientras sacudía la mano de un tirón.
Él la tomó y la chocamos antes de que Ronan me jalara en un masivo
abrazo de oso, sacando el aire de mí. Sentí que me sostenía apretado
mientras decía con arrepentimiento—: Lo siento si no he estado ahí para ti 245
últimamente. No pasará de nuevo. Y lamento haber sido un bruto. Solo
quiero que estés segura y feliz. Es lo que siempre he querido.
No dije nada, solo acepté el abrazo y el cálido sentimiento de
comodidad fraternal. Nos separamos cuando Broderick dijo—: Aw, ¿no son
ustedes dos adorables?
Fruncí el ceño juguetonamente a mi amigo, al mismo tiempo sintiendo
que un peso se me quitó de encima. No me di cuenta, pero por mucho tiempo
había sido difícil respirar. Este corazón a corazón con Ronan devolvió el aire
a mis pulmones.
Me observaba entonces, sonriendo y sacudiendo su cabeza. —Sean
sangriento Cassidy. No pudiste haber escogido a un candidato más
desagradable si volvieras a casa y me dijeras que te enamoraste de Donald
Trump.
Me reí en voz alta cuando Broderick se estremeció.
—Lo siento —dijo Ronan, riendo suavemente mientras miraba hacia
el dormitorio en dirección a donde Annie se escondía. Con una profunda
exhalación, caminó a la puerta, golpeó ligeramente y llamó en voz gentil—:
Duerme bien, Annie querida, porque mañana me voy a casar contigo.
Pude decir que ella sonreía cuando respondió con voz diminuta, su
cara probablemente presionada contra la puerta—: Te amo, Ronan.
Él puso su palma contra la madera. —Te amo también.
Y entonces, después de desearme buenas noches a mí y a Broderick,
se fue.
Juro que mi corazón brillaba dentro de mi pecho ante sus palabras
susurradas. A veces mi hermano podía ser tonto, pero otras veces podía ser
el hombre más romántico del mundo.
246
@LucyFitz: El cabello de la Juez Judy es del mismo color que su cara, que es del mismo
color que su mesa, que es del mismo color que su silla #pensamientosalazar
@BroderickAdams a @LucyFitz: Oye, eso rima :-)26
@RonanFitz a @LucyFitz: ¿Necesito repetirme sobre los alucinógenos?
I
ntenté localizar a Sean, para aclarar las cosas, para disculparme,
para arrojarme sobre él, pero desapareció. O, y tal vez más
probablemente, no quería hablar conmigo.
247
Mi teléfono se rompió, así que intenté usar el de Broderick para
enviarle un mensaje. No respondió.
Pasé por su habitación y merodeé afuera por veinte minutos o así,
finalmente deslizando una nota bajo su puerta.
Sean,
Lo siento tanto, sobre todo. Mi teléfono está roto, así que puedes
contactarme marcándole a Broderick. Necesitamos hablar. Lo siento.
Lucy.
PD. Lo siento mucho.
Creo que finalmente me rendí alrededor de las dos y media de la
mañana, echa un caótico manojo de nervios, y me quedé dormida cerca de
las cuatro de la mañana. Cuando me desperté a la mañana siguiente, la
suite se encontraba revuelta de actividad.
Fuera en la sala, Annie y las otras damas de honor estaban teniendo
su cabello y maquillaje hecho. Ella fue totalmente demasiado agradable y
no me despertó. Habiéndome quedado dormida, llegaba tarde y sólo tenía el
Sean
T
al vez existía una pequeña posibilidad de que no siempre tuviera
razón en todo.
255
…Quizás.
—Te dije que era sencillo —dije.
Entonces otra vez, quizás no.
Lucy sacudió la cabeza, una sonrisa reacia jugando sobre sus
deliciosos labios antes de que gritase sobre la música. —No existía nada
simple en la conversación que tuve con mi hermano anoche.
La preocupación me hacía retrasar mis movimientos mientras la
consideraba. —¿Estás bien?
Asintió, su sonrisa enigmática. —Estoy bien.
Fruncí el ceño. —¿Qué significa eso?
En vez de contestar, sus ojos corrieron sobre mi rostro. —¿Se lanzaron
puñetazos? Porque ambos parecen estar en buen estado. ¿O están las
magulladuras en otra parte?
—Por favor. —Rodé mis ojos, girándola y luego volviéndola a mis
brazos—. Haces que parezca que somos salvajes.
Resopló. El sonido me hizo reír. La sostuve más cerca, pero no tan
cerca como yo quería. Después de todo, era una boda. Los niños estaban
presentes.
De todos modos, estábamos atrayendo miradas. Algunos
conmocionados, la mayoría con desaprobación. No me importaba nada las
opiniones de los demás. Sólo la de Lucy.
—Sólo soy salvaje contigo —bromeé, gustándome cómo sus ojos se
afilaron. Su sonrisa se volvió perversa mientras le decía las palabras.
—Eres… —comenzó a decir, luego puso su labio inferior entre los
dientes. Todavía bailando, me estudió con incertidumbre.
—Adelante.
—¿Te enojaste conmigo? —exclamó por fin, su expresión traicionando
preocupación y culpa.
Inmediatamente sacudí la cabeza y luego me acerqué a su oído. —No.
—Pero, ¿lo estás? —Sus dedos agarraron las solapas de mi chaqueta.
Miré a las otras parejas en la pista de baile mientras hablaba. —No vi
tu nota. Se cayó del lado de la cama y no la vi en el suelo hasta después del
desagrado en la tienda anoche. Me temo que no miraba muy de cerca
cuando me desperté y tú no te encontrabas allí. Reaccioné, reaccioné
exageradamente, y pensé que me habías dejado anoche para siempre y yo…
me sentía furioso.
—Oh, Sean. No me fui para siempre. Sólo necesitaba... 256
—Lo sé. —Cubrí sus manos con las mías, animándola a relajarse—.
Hablaremos más tarde.
Embarazosamente, no vi su nota porque inmediatamente salté a la
peor conclusión posible. No iba a admitirlo en voz alta, pero cuando pensé
que me había dejado, me convertí en el simio que siempre desprecié en
Ronan.
—Lo siento mucho por la nota.
—No lo hagas. Desearía que dejaras de sentirlo. —No tenía nada que
lamentar. Había sido yo el simio. Y entonces fui imperdonablemente torpe,
incapaz de devolverle su sonrisa en la ceremonia. No estaba acostumbrado
a perder la paciencia, no estaba acostumbrado a perder el control.
—Sean…
Antes de que pudiera continuar pensando, nos interrumpieron. Una
mano en mi hombro me hizo retroceder y alejarme de Lucy, no con
brusquedad. Con empeño.
—Vamos, Cassidy. Vámonos. —William Moore se puso a mi lado; su
tono no era agresivo, sólo demandante.
Levanté una ceja a mi compañero de equipo. —¿A dónde vamos?
Me soltó el hombro. —Estamos teniendo un partido.
—¿Qué? ¿Un partido de rugby? —preguntó Lucy, sus ojos incrédulos
moviéndose entre los dos.
—Eso es correcto. —William asintió con la cabeza y sonrió hacia Lucy,
satisfecho desproporcionadamente por su pregunta.
—¿Qué? ¿Ahora? —pregunté, mirando alrededor de la habitación y
viendo que nuestro equipo y varios otros se quitaban sus chaquetas y las
dejaban sobre las sillas.
—Sí. Ahora. —William señaló mi corbata—. Espero que el esmoquin
no sea de alquiler.
—Ciertamente no. —Casi me estremecí con repugnancia. Alquilar un
esmoquin, el mismo pensamiento odioso.
—Bueno. Lucy puede sostener tu chaqueta y mancuernas. Estás en
mi equipo. —Asintió con la cabeza como si todo estuviera decidido y salió de
la pista de baile, sin esperar a ver si lo seguía.
—¿Cómo pasó eso? —dije—. ¿Perdiste una apuesta?
—No del todo. Gané el sorteo de monedas y tú fuiste mi primera
elección. —William caminó hacia atrás y me lanzó una rara sonrisa—. Sólo
hoy, jugarás como hooker27. 257
28Un maul comienza cuando un jugador portando la pelota es agarrado por uno o más
oponentes, y hay uno o más compañeros del portador de la pelota asidos él.
29Un ruck es una fase del juego donde uno o más jugadores de cada equipo, que están
sobre sus pies, en contacto físico, se agrupan alrededor de la pelota que está en el suelo.
30 Ruck y fuck se pronuncian de manera similar.
suponía que estaban limitados a tres, casi todos los jugadores del equipo de
Ronan seguían encima de mí.
—Está bien, está bien —dijo William cuando sentí un segundo
impacto bajo mi mandíbula—. Suéltalo. Acabas de perder un punto.
—¿Lo hicimos? —respondió descaradamente John O'Mar—. Pensé
que Sean todavía tenía el balón.
—No, grandísimo idiota. —Rio William. Ronan se arrodilló en mis
costillas mientras se levantaba, luego "accidentalmente" pisó mi mano.
—Oh, maldito infierno. —Gruñí, sosteniendo mis dedos cerca de mi
pecho mientras me liberaba de la pila.
—Oh, cállate, gran bebé.
Miré a través de un ojo y encontré a Ronan de pie sobre mí, ofreciendo
su mano, una sonrisa pequeña y satisfecha en su rostro. Cuando no acepté
su oferta de inmediato, se agachó y me levantó.
De pie frente a él, flexioné mis dedos. —¿Te sientes mejor? —pregunté,
trabajando mi mandíbula y encontrándola dolorida, pero no rota. Me había
mordido el interior de mi mejilla, aunque no podía decir si la sangre que
goteaba por mi barbilla era de mi nariz o mi boca.
—Sí. —Ronan asintió, acariciándome en el hombro con un tipo 259
solemne de afecto—. ¿Listo para tener otra oportunidad?
Escupí sangre en el suelo y me limpié la nariz. —Absolutamente…
—Absolutamente no. —Tanto Ronan como yo nos volvimos para
encontrar a Lucy corriendo hacia el campo, con su expresión atronadora—.
¿Qué demonios crees que estás haciendo, Ronan? ¿Qué demonios fue eso?
Está sangrando por cada orificio. ¿Satisfecho?
Ronan se encogió de hombros, luchando con una sonrisa. —No cada
orificio.
Lucy lo miró y le dio un puñetazo en el estómago. Era fuerte, pero
claramente se preparó para su asalto, ya que no le afectó en absoluto.
—Cristo, Luce. Somos jugadores de rugby. Esto es lo que hacemos.
—¿De verdad? ¿Doce hombres en un ruck? —Sus suaves manos se
movían sobre mi cara con suaves movimientos y su frente se arrugaba de
preocupación—. Jesús, Sean. Estás destrozado.
La olía, su perfume, su esencia. Hay algo sobre sacar la mierda fuera
de ti que tiene tu sangre corriendo. Si pudiera haberla llevado al campo, lo
habría hecho.
Lo quería.
Crecí en el pensamiento, entendiendo por qué los antiguos
merodeadores eran exhibicionistas después de violentos ataques.
Mientras tanto, Ronan cruzó sus brazos sobre su pecho. —Ha tenido
peores. Vamos, Luce, estás reteniendo el partido.
Lucy me pasó la mano a través del brazo y me llevó lejos, llamando
sobre mi hombro. —Bueno, vamos a tener que jugar sin Sean.
—¿Vas a hacer eso, Cassidy? ¿Serás llevado por tu mujer? —escuché
gritar a Bryan Leech en algún lugar detrás de mí.
—Apuesta a que lo hago —respondí inmediatamente, haciendo sonreír
a mis compañeros de equipo que se reunieron para observar el
enfrentamiento entre hermanos.
—Hombre inteligente —dijo alguien. Sonaba como Ronan, pero no
podía estar seguro.
Puede que solo tuviera un ojo trabajando, mientras que el otro ya se
había hinchado rápidamente, pero no podía sacarlo de Lucy
Dondequiera que me llevara, yo iría
260
Ella me bañó.
Fue la experiencia más gloriosa, aunque frustrada, por su insistencia
de que no la tocara mientras se hacía cargo de mis heridas. No eran terribles,
nada que dejara una cicatriz. Me sentía totalmente móvil, aunque mi ojo
izquierdo estaba hinchado y mis costillas doloridas.
Nada que una semana de paquetes de hielo no pudiera arreglar.
—¡Oh! Tu cara —se lamentó ella, poniendo una toalla llena de hielos
lejos de mi ojo. Fruncía el ceño, contemplándome con piedad y
preocupación. Me gustó bastante.
—No te preocupes, nada de eso es permanente. Ahora mi cara coincide
con tu cabello.
Estábamos sentados en mi cama en la suite. Por el contrario, ella
estaba sentada a mi lado y yo acostado, permitiendo sus mimos porque
empezaba a descubrir cuánto me gustaba ser molestado. Pero solo si Lucy
hacía un lio de ello. Ella seguía con su vestido de dama de honor y yo andaba
envuelto en una bata de baño.
—Eso no es gracioso, Sean —dijo, aunque sus palabras eran
claramente divertidas—. No quiero que tu cara coincida con mi cabello.
Quiero tu cara de vuelta a la normalidad.
La cogí de la mano antes de que se la llevara y admití abruptamente—
: Te he echado de menos.
Me dio una pequeña sonrisa, como si considerara tonta la declaración,
inclinando la cabeza y permitiéndome retener sus dedos como rehenes. —
¿Cuanto me extrañaste?
—Hasta ahora. Hasta justo este momento. —Presioné su palma entre
las mías, estudiando cómo encajaban juntas, cómo mi gran mano se comía
la suya mucho más pequeña—. Creo que siempre te he extrañado.
Estuvimos en silencio por un momento y sentí sus ojos en mí mientras
examinaba nuestros dedos. Sus uñas eran perfectas y atroces. Tenía el
esmalte astillado, los bordes irregulares. Necesitaba una manicura, pero
solo si ella quería.
—Creo que te he extrañado toda mi vida —murmuré sin pensar a sus
nudillos antes de traerlos a mis labios.
261
No dijo nada, dejándome besar cada una de sus articulaciones, y
después dejó salir—: Sean, estoy enamorada de ti.
Dejando de lado mis movimientos, escondí mi sonrisa con su mano y
cerré los ojos. La habitación estaba tan callada excepto por el sonido de su
respiración. El silencio era suave, íntimo, y Lucy rodeaba cada parte de mí.
La olía. La tocaba. Estaba en mi mente y mi corazón, su calor borrando lo
que alguna vez fue frío.
Este era un momento que quería saborear. Para recordar.
Frecuentemente.
—¿Sean? —Su voz era pequeña, insegura
—¿Umm?
Se movió en la cama, tratando de retirar su mano. La sostuve con
rapidez, succioné su dedo de en medio y lamí, lo chupé en mi boca,
ignorando el corte en mi mejilla.
Un temblor recorrió su brazo.
—¿Qué haces? —preguntó en un susurro sin aliento.
—Estoy probándote.
Lucy suspiró, nervios sonando como risa. —¿Por qué haces eso?
—No lo sé —respondí honestamente—. Porque quiero y puedo.
—¿Tratas de distraerme?
—¿De qué?
—Del hecho de que solo derramé mis entrañas sobre ti y no has dicho
nada al respecto. Ni siquiera un miserable: “Gracias, Lucy. Gracias por estar
enamorada de mi culo esnob”.
Comencé a reír pero tuve que parar, haciendo una mueca. Mis
costillas dolían. —No me hagas reír.
—Te serviría bien si te hiciera cosquillas.
Uno de mis ojos se abrió. —No te atreverías.
Arrugó la nariz. —Bueno, no. Porque te amo. Y no quiero verte herido.
Deslicé mi mano sobre su brazo, sobre su hombro, enredando mis
dedos en su cabello. —Desearía tener una foto de nosotros juntos.
Ella sonrió, casi avergonzada. —Tengo una, si la quieres.
—¿Tienes una? —Traté de recordar cuándo nos tomamos juntos una
foto, o al menos una que ella no haya borrado.
Lucy buscó en la mesita de noche y me tendió mi teléfono. —Pon tu
contraseña.
262
Hice como ordenó y se lo regresé. Ella se concentró en mi pantalla
mientras decía—: Solo voy a entrar a mi correo electrónico. Me la envíe a mí
misma. No tienes permitido burlarte de mí pero la hice mi fondo de pantalla
en mi laptop.
Terminando su tarea, me mostró el teléfono de nuevo y mi boca se
abrió en sorpresa. Era la foto que tomé la primera noche, cuando la forcé a
tener una cena conmigo, incapaz de ayudarme a mí mismo.
Ella había ordenado atún.
—Pensé que la habías borrado.
Se encogió de hombros, con una sonrisa. —Te dije eso porque no
quería que supieras que me gustó.
—Así que la conservaste
—Si. —Asintió una vez.
—Y la mirabas cada noche
Entrecerró los ojos. —No cada noche.
Quería sonreír ante eso, de echo quería gritar mi descubrimiento
desde los tejados, pero mi mejilla y costillas protestaban. Amaba que le
hubiera gustado, la forma en que me veía, era suficiente para mantener la
imagen y el riesgo de descubrimiento.
¿Eso me hacía vanidoso? Probablemente. O bueno.
—También tengo algo para ti, ve a buscar en el armario. —Me aferré
a mi teléfono mientras ella caminaba dudosa de la habitación al armario.
Escuché su jadeo cuando abrió la puerta, permitiendo a mis ojos que se
apartaran de la foto del teléfono así podía ver la feliz expresión en su cara.
—Este es el vestido más genial. Mira cuán brillante. —Levantó el
vestido de arcoíris que compré mientras salí con Eilish—. Pero, Sean, es
realmente corto. ¿Es un vestido o una túnica?
—Un vestido. Del tipo que debes vestir sin bragas.
—Seré arrestada por indecencia. —Sonrió colgándolo de vuelta en el
armario, sus manos deteniéndose en las lentejuelas del vestido—. Me
encanta, pero no tenías que hacer eso.
—Quería hacerlo. Me recordó a ti. ¿Lo usarías?
—¿Qué? ¿Ahora?—Miró de nuevo al vestido.
—Ahora, más tarde, pronto.
—Si, por supuesto. Pero si voy a salir en eso. Estaré usando bragas. 263
Hice un show frunciendo el ceño, después gesticulé hacia ella—: ¡Ven
aquí por favor!
Vino inmediatamente y se inclinó sobre mí, mirándome preocupada.
—¿Qué? ¿Por qué? ¿Estás bien?
Mi atención cayó a sus labios. —Quiero besar a la mujer que amo.
Se apartó con sorpresa, después dio una enorme sonrisa. —¿Me
amas?
Asentí, ciertamente mi sonrisa igualando a la suya. —Lo hago.
—Estás enamorado de mí. —Se inclinó cerca, sus ojos abiertos, y lo
más feliz que la he visto. Prometí poner esa mirada en sus ojos cada día.
—Estoy tan enamorado de ti. —La jalé más cerca. Curvando mis dedos
a lo largo de las hebras de su cabello mientras ella bajaba.
Rozó un suave beso sobre mi boca, riendo y sonriendo. —No puedo
creer que estés enamorado de mí.
—¿Por qué no?
—¡No lo sé! —dijo con asombro—. Yo solo, no lo sé. Se siente divertido
decir o pensar sobre ello. Cómo, Sean Cassidy, el bruto trasero de burbuja
está de cabeza sobre los talones en el amor con la agrietada Lucy Fitzpatrick.
La pareja más equivocada del mundo.
—Somos perfectos juntos. —Alisé una mano por su costado y levanté
su elegante vestido, buscando por el borde de sus bragas y encontrando el
dulce punto entre sus muslos.
Se puso rígida, su sonrisa cayendo. —¿Qué haces?
—Quiero probarte. Siéntate en mi cara, déjame…
Trató de retirarse, pero yo tenía un agarre en su cabello.
—No, no, no. Tienes todas tus costillas magulladas y cortes. Estoy
cuidando de ti
—Encárgate de mí —susurré, liberando su cabello y llevando su mano
a mi polla.
Su boca cayó abierta. —¿Alguna vez dejas de estar caliente?
—Solo cuando no estoy contigo. E incluso entonces estoy semiduro,
porque pienso en ti.
Lucy jaló su mano y se rio. Haciéndome reír, disfrutando su libre y
fácil sonrisa. Mientras su risa caía, su mano se acercó y se cerró sobre mi
erección y acarició una vez.
—Descansa ahora. Más lecciones después.
Lo mejor que pude, levanté una ceja ante estas noticias. —¿Quieres 264
decir que hay más? ¿Más lecciones?
Lucy guiñó y me sonrió, sosteniendo mi mirada con la de ella. —Oh
Sean, mi amor, con nosotros, va a haber una vida de lecciones.
@LucyFitz: ¿Cuál es el trato con Yorkie Bars en estos días? Definitivamente volviéndose
más pequeñas.
@BroderickAdams a @LucyFitz: ¿Mi opinión? Los fabricantes de chocolate y la OMS
están conspirando para jodernos mientras continúan subiendo los precios
#Conspiracióndulce.
@RonanFitz a @LucyFitz: Decidieron modelarlos al tamaño de la virilidad de
@SeanCassinova.
@SeanCassinova a @RonanFitz; O el tamaño de tu coeficiente intelectual.
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Algunos años después…
—R
ealmente me gusta el de color vino. El estampado de
flores está demasiado usado.
Un taxi amarillo tocó en el fondo mientras sostenía mi
teléfono frente a mí, haciendo múltiples tareas corriendo por una concurrida
calle de Manhattan y conversando en video con mamá.
—Pero el estampado de flores tiene un escote más alto. Sabes que hoy
estoy muy consciente de mi cuello, Lucy.
—Tu cuello está bien. Consigue el vestido de color vino. Te verás muy
hermosa en él y esta cita tuya creerá que ganó la lotería.
Mi madre hace una mueca de preocupación con sus labios, frunciendo
el ceño en su frente. Pensaba seriamente en su elección de traje. Y antes de
que te preguntes, no, el infierno no se congeló. Mi madre y yo teníamos una
conversación amistosa como un par de viejas amigas. No se había convertido
en nuestra norma, todavía no; pero tenía grandes esperanzas de que lo sería
en otros dos años.
La terapia era un trabajo en progreso. Claro, tomó un montón de
convencimiento por parte de Ronan para finalmente conseguir que ella viera
la luz, pero al final accedió a unirse a mí para unas pocas sesiones. Unas
pocas sesiones se convirtieron en cada sesión, y no voy a mentir, al principio
fue duro. Teníamos una vida de problemas para trabajar, después de todo.
El primer día que entré en la oficina de la Dra. Hollyfield me habló de
una pequeña cosa llamada prueba telefónica. Si una persona te llama y
simplemente no puedes soportar atender y hablar con ellos, entonces son
probablemente tóxicos y debes cortarlos de tu vida. Si es una persona que
no puedes cortar de tu vida, entonces necesitas encontrar un nuevo enfoque
para tratar con ellos.
—¿Y si no me quiere? —preguntó mamá—. ¿O si no podemos pensar
en nada de qué hablar?
—Ahora estás siendo ridícula —contesté—. Mírate, eres un partido.
Además, ambas sabemos que puedes hablar por Irlanda, así que no me
digas eso.
Movió su cabeza y me dio una pequeña sonrisa. —Si tú lo dices.
En el caso de mamá y yo, comencé a darme cuenta de que no
importaba lo mucho que molestara o cuántas veces ella comentara mi
apariencia, no existía nada que pudiera realmente hacer para detenerme de
vivir mi vida como yo quería. Podía decir lo que quisiera, todavía teñiría mi
cabello de cualquier color que eligiera, saldría con quién quisiera salir y me 266
pondría la ropa que me gustaba usar.
A medida que profundizamos en nuestros problemas, tuvimos
muchos avances. Aprendí sobre sus inseguridades que se remontaban a su
relación con mi padre y cómo su familia la rechazó. Más tarde moriría
trágicamente, dejándola desamparada y sola. Todas estas cosas la
endurecieron, pero ahora estaba viendo a la Dra. Hollyfield sola y durante
nuestras sesiones.
—Sí lo digo. Ahora vaya a arreglarse. Este tipo no sabe lo que está a
punto de golpearlo.
Ahora se echó a reír, con un rubor que le coloreaba las mejillas casi
de niña. —Es un constructor, ¿sabes? Trabaja con sus manos...
—De acuerdo, para justo ahí. Puedo darte tantas charlas cuando
necesites, pero realmente no quiero saber nada de sus manos y de lo que
hace con ellas.
Me puso los ojos en blanco. Sí, así es, mi propia madre puso los ojos
en blanco. Pensé que debía ser la niña aquí. —Bien. No diré más. Dale mi
amor a Ronan y a Annie cuando los veas. Diles que los extraño y no puedo
esperar a que regresen a casa la semana que viene.
—Lo haré, mamá. Disfruta de tu cita. Te llamaré mañana para todos
los detalles.
—La espero con ansias. —Hizo una pausa, su sonrisa creciendo un
poco acuosa antes de añadir—: Te amo, Lucy.
Le devolví su sonrisa y su sinceridad. —También te amo.
Colgando, reflexioné sobre cómo las cosas habían cambiado. Nuestra
relación no era perfecta, pero ella era más feliz. Yo me sentía más feliz.
Empezaba a esperar por sus llamadas telefónicas y ¡se sentía como un
maldito milagro!
Ah, sí, y no había robado una sola cosa en más de dos años. Ni
siquiera tomar las pantuflas y artículos de baño cuando me alojaba en
hoteles. Era una mujer completamente nueva.
Colgué mi teléfono en mi bolsa y continué mi camino, con la esperanza
de que no iba a llegar tarde. Ronan y Annie se encontraban en Nueva York
toda la semana para reuniones de negocios y se suponía que iba a cenar con
ellos en el restaurante de Tom.
Siempre que mi hermano y su esposa venían a visitar no se podía
mantenerlos lejos de Tom's. Annie se hallaba absolutamente loca por la
comida allí. Incluso dijo que vendería el alma de su primogénito por la receta
secreta de su pastel de pacana.
Doblando la esquina del restaurante, eché un vistazo por la ventana
para verlos sentados en un reservado. Ronan rodeaba a Annie con su brazo
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mientras le colocaba cariñosamente un beso en la sien. Me dolía el corazón
mientras los veía, tan enamorados, porque me hacía extrañar a Sean aún
más de lo que ya lo hacía.
Por desgracia, iba en tres semanas que no lo había visto, y aunque el
video chat era una bendición, no era lo mismo que verlo en persona. Había
tantas noches que me encontré abrazando mi almohada, deseando que
fuera él. Y ni siquiera empiezo a hablar de sexo por internet. Nos volvimos
muy expertos en ello, tan desesperados uno del otro, pero separados por un
océano entero.
Con un suspiro pesado, abrí la puerta y fui golpeada
instantáneamente con el delicioso aroma de la salsa de vino tinto de Tom.
Había algo en su comida que siempre olía a casa, y me sentí un poco menos
abatida cuando entré.
Ronan alzó la mano cuando me vio entrar, me saludó con un gesto y
empecé a sacar los hombros de mi chaqueta mientras me metía en la cabina
al otro lado de ellos.
—¡Hola, ustedes dos! Dios, me muero de hambre —dije mientras me
acomodaba en el asiento—. He estado persiguiendo a ese nuevo cantante
australiano todo el día, tratando de conseguir fotos para el blog. ¿Conoces
a quien canta esa canción que siguen tocando en repetición en todas partes?
Además tuve un turno en el refugio de animales esta mañana y sólo
rescataron a diez cachorros, ninguno de los cuales quería un baño.
—Hola, Lucy —dijo Annie, mordiéndose el labio, por alguna razón no
comentando lo que acababa de decir.
—Luce. —Asintió Ronan con la cabeza en saludo. Miré entre los dos,
dándome la sensación de que había algo. La boca de Annie se crispó, como
si quisiera sonreír, pero trataba de retenerla.
—¿Qué está pasando? —pregunté, mi tono suspicaz. Cuando moví mi
pie debajo de la mesa se encontró con algo voluminoso; agaché la cabeza
para ver una maleta empujada por allí. Miré hacia Ronan y Annie—. ¿Qué
pasa con la maleta? ¡No me digas que se van a casa temprano! Siento que
acaban de llegar aquí.
Ronan levantó un hombro y tomó un trago del agua colocada frente a
él. —No, todavía estaremos aquí hasta la próxima semana.
Annie soltó una carcajada en un júbilo apenas refrenado mientras
apretaba a Ronan en el brazo. Le lanzó una mirada indulgente y sacudió la
cabeza con un suspiro. —Eres un poco romántico.
—Está bien, uno de ustedes me dirá qué pasa antes de morir de
hambre —me quejé. Mientras lo decía, algo llamó mi atención en el otro lado
del restaurante. La puerta que conducía al baño de los hombres se abrió,
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un hombre salió.
Me paré abruptamente, con la cadera golpeando la mesa en mi prisa,
pero me sentía demasiado emocionada en ese momento para sentir
cualquier dolor. Las lágrimas me pincharon los ojos cuando empecé a
moverme por la habitación, esquivando a los camareros y a otros clientes
sólo para llegar a él.
Los ojos de Sean encontraron los míos y se calentaron
instantáneamente mientras extendía sus brazos. Corrí los últimos pies,
arrojándome en su abrazo. Me atrapó, empujándome contra él mientras
enterraba mi rostro en su pecho, inhalando su olor.
—¿Qué haces aquí? Pensé que no te iba a ver por otras dos semanas
—le pregunté cuando finalmente encontré mi voz.
Las cálidas manos de Sean masajearon la base de mi columna
vertebral mientras me sonreía, me sonrió como si fuera el centro de todo su
universo.
—Quería sorprenderte —murmuró él, inclinándose para robar un
beso.
Apreté sus mejillas y comencé a plantar besos en su rostro como una
loca hambrienta de afecto. No podía creer que estuviera realmente aquí, que
sentía su calor y su cuerpo contra el mío.
—Te he echado mucho de menos —dije, casi al borde de las lágrimas—
. En serio, no estoy segura de cuánto tiempo más puedo seguir haciendo
esto.
Me miró fijamente, su expresión se volvió seria por un momento. —Lo
sé, cariño, lo sé. Vamos a unirnos a tu hermano y a Annie. Estamos
bloqueando el camino de todos.
Me eché hacia atrás, de repente consciente de que había varias
personas tratando de pasar por donde estábamos entre dos mesas. —
Correcto. Sí. Lo siento —dije, lanzando una mirada de disculpa en sus
caminos.
Sean deslizó sus grandes dedos por los míos y me condujo hasta el
reservado. Mi corazón cantó en mi pecho, todas mis entrañas encendidas
con alegría y alivio. Ahora estaba aquí. Ya no tenía que echarlo de menos.
Al menos hasta que tuviera que salir de nuevo.
No. Me negué a pensar en eso. Sólo quería disfrutar de él mientras
podía, por mucho tiempo que pudiera durar.
—Cristo, Cassidy, he visto que los choques en la autopista hacen
menos interrupción que tú. Creo que necesitas reducir esos esteroides —
dijo Ronan.
A lo largo de los años, mi hermano y Sean fueron cayendo en una
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especie de amistad a regañadientes. Ambos habían aceptado la presencia
del otro en sus vidas, y honestamente, pensé que incluso podrían disfrutar
en secreto de la compañía del otro. Sin embargo, nunca se permitirían
admitirlo en voz alta. Tampoco podían llevar a cabo una conversación sin
que al menos cinco insultos fueran echados de un lado a otro.
El ego masculino era una raza extraña.
—No me odies por lo que he nacido. Está bien ser de tamaño hobbit,
Fitzpatrick. Nadie te está juzgando —dijo Sean, con una gran sonrisa en la
cara.
—Soy de tamaño normal —replicó Ronan—. Tú eres el único cuyos
bíceps bloquean el sol.
—Exactamente, mis bíceps son fenomenales. Gracias por señalarlo.
—No fue un cumplido, idiota —respondió Ronan con una sonrisa.
—¿Idiota en la mesa de la cena, realmente, Ronan? Veo que tienes
más trabajo que hacer en tus modales.
Rodé mis ojos a los dos y me metí bajo el brazo de Sean,
acurrucándome y mirando a través de la mesa para sonreír a Annie. Ambas
sonreímos, acostumbradas a sus bromas.
—Oh, Dios mío, ¿se callarían y besarían ya? Esto se está volviendo
ridículo —bromeó Annie y me reí en voz alta. Ambos al instante paralizaron
sus disputas. Mi cuñada tenía a veces un mal genio. Ronan frunció el ceño
y el rostro de Sean formó una mueca. Me acurruqué más cerca de mi novio
y presioné un beso en la parte inferior de su mandíbula.
—Estoy tan feliz de que estés aquí —susurré.
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El Canalla
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