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Lemir 11 (2007): 37-44

ISSN: 1579-735X
Dos sonetos para dos Sás: Garcilaso y Góngora
María del Carmen Vaquero Serrano
IES Alfonso X el Sabio (Toledo)

Abstract:
In this essay I attempt to show how mu hypothesis that Garcilaso could be playing, in his sonnet xxviii,
with the syllable “sa”, taken from Beatriz de Sa´s surname, is confirmed in Gongora´s sonnet 165, poem in
which the poet from Cordoba also uses the syllable “sa” in the rhymes to remember Guiomar de Sa.

RESUMEN:
En este artículo trato de demostrar cómo mi hipótesis de que que Garcilaso podía estar jugando, en su so-
neto xxviii, con la sílaba “sa” del apellido de doña Beatriz de Sá, se confirma en el soneto 135 de Góngora,
poema en el que el poeta cordobés, también con la sílaba “sa” de sus rimas, evoca a doña Guiomar de Sá.

1. La sílaba «sa» en poemas inspirados por las Sás


En uno de mis más recientes libros, publicado junto a Juan Carlos Pantoja Rivero,
Garcilaso de la Vega. Guía de lectura (Cénlit Ediciones, Berriozar (Navarra), 2006, pp. 130-
149), he incluido un comentario del soneto xxviii del gran lírico toledano. El poema dice
así:
Boscán, vengado estáis, con mengua mía,
de mi rigor pasado y mi aspereza,
con que reprehenderos la terneza
de vuestro blando corazón solía;

5 agora me castigo cada día


de tal selvatiquez y tal torpeza,

.- Para este soneto y el xxiii, que copiaré más adelante, sigo la edición de Elias L. Rivers, Garcilaso de la Vega, Poesías
castellanas completas, Madrid, Clásicos Castalia, 2.º ed., 1972.
38 Lemi 11 (2007) María del Carmen Vaquero Serrano

mas es a tiempo que de mi bajeza


correrme y castigarme bien podría.

Sabed qu´en mi perfeta edad y armado,


10 con mis ojos abiertos, m´he rendido
al niño que sabéis, ciego y desnudo.

De tan hermoso fuego consumido


nunca fue corazón; si preguntado
soy lo demás, en lo demás soy mudo.
Sobre esta composición he concluido que se trata de una adivinanza disfrazada de so-
neto. En sus versos, Garcilaso dice a su amigo boscán que se ha enamorado, pero que no
le pregunte nada sobre la cuestión porque él no hablará acerca de ello. El toledano, recor-
dándonos tantas y tantas adivinanzas, acaba su poesía asegurando que es mudo. Y, por
supuesto, nos ocultará el nombre de la amada. Sin embargo, como también he explicado
ya en repetidas ocasiones, en el Cancionero general de Garcia de resende (Lisboa, 1516),
un grupo de líricos había hecho patente la identidad de una dama, primero, en el encabe-
zamiento de los versos propuestos para una glosa, donde aparecen el nombre de un poeta
y el de la doncella a quien se dirigía («De Simaâo de Sousa ha señora dona briatiz de Saa»)
y, después, jugando muchos de los intervinientes, en sus respectivas glosas, con la sílaba sa
del apellido de la joven.2 Escribo en la guía citada:
El texto que Simâo de Sousa propuso para ser glosado por los caballeros decía:3
Quem qyse saara o mal Quien quisie´ sana el mal
doutra molher tyver, que de otra mujer tuvier´,
oolhe a que lh´eu dysser. vea la que yo dijer´.
Uno de los poetas, conocido como el barón, empezaba así su glosa:
Como saarará meu mal ¿Cómo sanará mi mal
quem folgou de mo fazer...? quien holgó de me lo hacer...?
El conde de Vimioso, por su parte, iniciaba la suya:
A ysta qu´ á-de salua La ista que ha de salva
tudo se pede po ela... todo se piede po ella...
Pero la más interesante para nuestros efectos –ya veremos por qué– es la glosa que
hizo don Álvaro de Abranches, que decía:
Isto nunca vyo ninguem Esto nunca vio cualquier,
po iso nam sey dyze po eso no lo diré;
nem estaa no conheçe ni está en el conoce
sabe çerto donde vem. sabe cierto de dó ien´.
O moo descanso que tem El gran descanso que tien´
quem este meu mal tyve quien este mi mal tuvie´
he nam sabe entende. es no sabe entende.
2.- Recuérdese que el apellido Saa se puede escribir también Sá, con una sola a. A partir de aquí destaco en negrita todo
lo que me interesa.
3.- Todas las traducciones de los siguientes poemas son mías.
Dos sonetos para dos Sás: Garcilaso y Góngora Lemi 11 (2007) 39

Pues bien, quizá en este poema, que muy probablemente conocía Garcilaso, o en
otros parecidos a él, se halle la clave para solucionar el enigma del soneto del poe-
ta español. Porque, si nos fijamos en el recurso empleado por el Sr. de Abranches
de repetir dos veces el apellido de la dama, una al comienzo de un verso y otra en
el medio de otro, y lo comparamos con el primer terceto de nuestro soneto
Sabed qu´en mi perfeta edad y armado,
con mis ojos abiertos, m´he rendido
al niño que sabéis, ciego y desnudo.
comprobamos que los versos del portugués y del toledano, en cuanto al artificio
empleado y la posición de las palabras clave, son exactos. Abranches y Garcilaso,
los dos, han jugado para aludir a la dama con la primera sílaba del verbo sabe.
Para mí resulta clarísimo que Garcilaso, en su soneto xxviii, mediante un recurso
previamente utilizado por los poetas portugueses del Cancionero general de resende, a
quienes muy probablemente imitaba, nos revela de un modo sutil, pero al mismo tiempo
muy literario, que la dama objeto de su amor no era otra que su cuñada portuguesa doña
beatriz de Sá, la segunda esposa de su hermano Pedro Laso. Y quiero recordar también
que, desde hace años, vengo defendiendo que doña beatriz —acaso conocida como «la
Sá»— fue quien posiblemente inspiró el nombre y la historia de la pastora o ninfa Elisa de
las églogas garcilasianas, cuya muerte lloraba Nemoroso. Este es, pues, el resumen de mis
investigaciones hasta 2006.
Pero la lectura de otro poeta español, admirador profundo de Garcilaso, me ha depa-
rado una agradable sorpresa al volver sobre uno de sus libros. Me refiero a Góngora. Esta-
ba releyendo sus Sonetos completos (edición de birute Ciplijauskaité, Madrid, Ed. Castalia,
4.ª edición, 1981) cuando, de repente, en la página 212, llamó mi atención –nunca antes
lo había hecho– el soneto 135, fechado en 1610. Primero, reparé en su título:
En la muerte de Doña Guiomar de Sá,
mujer de Juan Fernández de Espinosa
Y, después, se fueron mis ojos a la primera frase del comentario que Ciplijauskaité incluye
al pie del soneto. Dice la editora:
Soneto construido sobre la metáfora de la rosa, inspirada por el apellido de la dama.
Sin perder un minuto, leí los catorce versos del —desde ese instante y para mí— sorpren-
dente soneto gongorino.
Pálida restituye a su elemento
su ya esplendor purpúreo casta rosa,
que en planta dulce un tiempo, si espinosa,
gloria del Sol, lisonja fue del viento.
5 El mismo que espiró süave aliento
fresca, espira marchita y siempre hermosa;
no yace, no, en la tierra, mas reposa,
negándole aun el hado lo violento.
Sus hojas sí, no su fragancia, llora
10 en polvo el patrio betis, hojas bellas,
que aun en polvo el materno Tejo dora.
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Ya en nuevos campos una es hoy de aquellas


flores que ilustra otra mejor Aurora,
cuyo caduco aljófar son estrellas.
La dama que había inspirado el soneto y su esposo me eran personajes conocidos, pues
a ambos los incluí en mi libro Doña Beatriz de Sá, la Elisa posile de Garcilaso. Su genealo-
gía (Ciudad real, Oretania Ediciones, 2002, pp. 37-40).4 En él tengo explicado que doña
Guiomar de Sá era nieta de la hermana pequeña de doña beatriz, llamada también Guio-
mar. Sus padres fueron otra Guiomar de Sá y Luis Vanegas5 [de Figueroa], aposentador
mayor del rey Felipe II, embajador en Portugal y caballerizo mayor de doña Ana de Aus-
tria, última esposa del rey Prudente. Tuvo la doña Guiomar gongorina varios hermanos,
entre ellos, Pedro Venegas de Sá, comendador (como su padre) de Valencia del Ventoso,
de la Orden de Santiago, y alguna hermana como María de Venegas y Sá, comendadora
de Santiago en el convento de la Santa Fe de Toledo. Doña Guiomar, que acaso fuera tam-
bién comendadora como su hermana y en el mismo convento, matrimonió, según bien di-
ce el soneto, con el ilustre caballero Juan Fernández de Espinosa, miembro del Consejo de
Hacienda. El enlace se acordó habiendo fallecido ya el padre de la joven y tengo localizado
un documento con noticias de sus capitulaciones matrimoniales, otorgadas en Madrid,
en junio de 1581.6 A ello puedo añadir que, si bien Juan Fernández de Espinosa parece
que aún vivía en 1586,7 en diciembre de 1598, doña Guiomar ya consta como viuda en dos
documentos, en el primero de los cuales aparecen los nombres de dos hijas suyas, doña
Guiomar y doña María Fernández de Espinosa;8 y en el segundo, acaso el nombre de un
hijo, llamado como el padre, Juan Fernández de Espinosa.9 Las genealogías portuguesas
hablan de otra hija, de nombre Ana Venegas, que casó con su primo segundo Juan Colo-
ma, tercer conde de Elda.10 El único dato biográfico de relieve que nos aporta Góngora es
el del fallecimiento de la dama en 1610. El que su progenitor, Luis Venegas de Figueroa,

4.- Reproduje parcialmente este estudio en <http://parnaseo.uv.es/Lemir/Revista/Revista7> (2003).


5.- El apellido Vanegas aparece también como Venegas. Para este personaje vid. Alfonso Danvila y Burguero, Don Cris-
tóbal de Moura, primer marqués de Castel Rodrigo, Madrid, Colección Diplomáticos Españoles, 900. Vid. también Antonio
Villacorta Baños-García., La Jesuita. Juana de Austria, pp. 59, 6, 65, 96 y 98. Y Real Academia de la Historia, legajo
, carpeta 4, n.º 28: «Elogio de don Luis Venegas de Figueroa, comendador de Guadalcanal y Moratalla, y Trece de la
Orden de Santiago, respostero y aposentador mayor de Felipe II, su embajador en Alemania y otras partes, caballerizo
mayor de la reina doña Ana, mayordomo del emperador Maximiliano II y su embajador a Castilla».
6.- Real Academia de la Historia, M-4 (=9/8), f. 22v.: «Noticias de la escritura de capitulaciones otorgadas por doña
Guiomar de Sá, viuda de Luis Venegas de Figueroa, caballerizo mayor de la reina doña Ana de Austria, de una parte, y
Juan Fernández de Espinosa, del Consejo de Hacienda, de la otra, para el matrimonio de éste con doña Guiomar Venegas
de Figueroa, hija de la primera. Madrid, 7-VI-58».
7.- Real Academia de la Historia, M-37, f. 72: «Extracto de una escritura de censo sobre los bienes de Iñigo de Men-
doza […] a favor de Juan Fernández de Espinosa» (23-VI-586).
8.- Real Academia de la Historia, ibídem: «Extracto de la escritura de redención de censo, otorgada por doña Guiomar
de Sáa, viuda de Juan Fernández de Espinosa, en nombre de sus hijas, doña Guiomar y doña María Fernández de Espino-
sa»(4-XII-598).
9.- Real Academia de la Historia, M-39, ff. 87-03: «Escritura de concierto otorgada por Francisco Zapata, caballeri-
zo del rey Felipe II, y por doña Teresa de Mendoza, su mujer, de una parte; y de otra, Juan Fernández de Espinosa, doña
Guiomar de Sáa, viuda de Juan Fernández de Espinosa, del Consejo de Hacienda, y doña Juana Zapata, mujer de mosén
Rubí Bracamonte…» (7-XII-598).
0.- Véanse en <http://genealogia.netopia.pt> los apellidos Venegas y Coloma. De este matrimonio nacería Juan An-
drés Coloma y Espinosa de Sáa, IV conde de Elda (vid. Real Academia de la Historia, D-33, f. 7v.), nieto de doña Guio-
mar.
Dos sonetos para dos Sás: Garcilaso y Góngora Lemi 11 (2007) 41

fuera cordobés («el patrio betis») y su madre, doña Guiomar de Sá, portuguesa («el ma-
terno Tejo»), era fácilmente deducible por la historia documentada de ambas familias.
Pero adentrémonos en el tema que me ocupa. Lo importante para mi investigación es
lo que resumo en los dos puntos siguientes:
1.º Que, como afirma Ciplijauskaité, el «soneto [se ha] construido sobre la metáfora de
la rosa, inspirada por el apellido de la dama».
2.º Que, en las rimas b de los cuartetos, se juega con la sílaba «sa», en clara alusión
al apellido de doña Guiomar, aunque también en el tercer verso se lea el apellido
de su esposo, casualmente acabado asimismo en «sa». repasaré los cuartetos,
destacando en negrita lo que me interesa de los versos con rimas b:
Pálida restituye a su elemento
su ya esplendor purpúreo casta rosa,
que en planta dulce un tiempo, si espinosa,
gloria del Sol, lisonja fue del viento.
5 El mismo que espiró süave aliento
fresca, espira marchita y siempre hermosa;
no yace, no, en la tierra, mas reposa,
negándole aun el hado lo violento.
De ello infiero tres conclusiones:
1.ª Que doña Guiomar, de quien se toma como base su apellido, es aludida como
rosa y su esposo por su patronímico completo. Ella es una rosa y él, Espinosa.
2.ª Que en este soneto, como ya hicieran los poetas del Cancionero de resende y po-
siblemente Garcilaso en su soneto xxviii, se juega —Góngora lo hace en sílaba
final de rima— con la sílaba «sa».
3.ª Que tanto los líricos portugueses como Garcilaso y Góngora cantan a una mu-
jer de la familia Sá. Los primeros y el toledano, a doña beatriz de Sá; y el último,
a una sobrina nieta de ella, doña Guiomar de Sá. Pero todos emplean el mismo
artificio: la repetición de la sílaba «sa», lo cual —creo— es una confirmación de
mi hipótesis sobre la adivinanza contenida en el garcilasiano soneto xxviii y su
solución.
Para concluir este apartado recordaré dos detalles. Uno de ellos –en relación con la
segunda de las conclusiones– es que, conforme ya dije en su día, en la composición del to-
ledano, también las sílabas finales de los vocablos de las rimas b de los cuartetos (aereza,
terneza, torpeza y bajeza), leídas con el fonema fricativo sonoro de la época (asperedsa,
ternedsa, torpedsa y bajedsa), reproducen asimismo el apellido de la dama. Y si compara-
mos su situación final y en qué versos se han colocado, veremos que coinciden absoluta-
mente con las de Góngora.
boscán, vengado estáis, con mengua mía,
de mi rigor pasado y mi aspereza,
con que reprehenderos la terneza
de vuestro blando corazón solía;
42 Lemi 11 (2007) María del Carmen Vaquero Serrano

5 agora me castigo cada día


de tal selvatiquez y tal torpeza,
mas es a tiempo que de mi bajeza
correrme y castigarme bien podría.
En segundo y último término, traeré a colación –creo que muy justificadamente– que,
en 1978, Adrien roig, en su artículo «¿Quiénes fueron Salicio y Nemoroso»,11 afirmaba,
respecto al nombre del primero de dichos pastores garcilasianos, que Salicio derivaba del
apellido Sá12 e identificaba al personaje con el poeta Francisco Sá de Miranda, de quien,
según Enrique Martínez López, doña beatriz de Sá «era prima segunda».13

2. Las Sás como rosas


Permítanseme en esta parte algunas divagaciones. ¿Con qué flor compararía un poeta
del Siglo de Oro a una dama apellidada Sá? La respuesta la tenemos en el soneto de Gón-
gora: con una rosa. Pero, en el poema del cordobés, la rosa ha muerto. Imaginémosla, en
cambio, si no a ella, a una antepasada suya, viva y en los años de su juventud. ¿No pudo
haber escrito Garcilaso para ella el soneto xxiii? El toledano anima a la joven a disfrutar
de la vida y a ese fin recrea el Carpe diem. Y, aunque en su mente, también está el ausonia-
no Collige, irgo, rosas, ¿por qué no podría estar jugando simultáneamente con la metáfora
de la rosa surgida del apellido Sá? recordemos el famosísimo soneto:
En tanto que de rosa y d´ azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
con clara luz la tempestad serena;

5 y en tanto que´l cabello, que´n la vena


del oro s´escogió, con vuelo presto
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:

coged de vuestra alegre primavera


10 el dulce fruto, antes que´l tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,


todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.
Fijémonos en que Garcilaso repite dos veces la palabra «rosa», pronunciada en su épo-
ca con s sonora; que se emplea el adjetivo «hermosa» (como en la rima del verso 6 del so-
.- Criticón, 4 (978), pp. -36.
2.- Ibídem, p. 30. Se puede asimismo consultar el artículo, aunque con cambios notales en las notas, en <http://cvc.
cervantes.es/obref/aih/pdf/06/aih_06__62.pdf>.
3.- Enrique Martínez López «El rival de Garcilaso: «esse que de mi s´está reyendo» (Egl. I. 80)», Boletín de la Real
Academia Española, 6, 98, p. 98, n. 9. También yo he tratado del parentesco entre el poeta y la cuñada de Garcilaso en
Doña Beatriz de Sá…, pp. 45-47.
Dos sonetos para dos Sás: Garcilaso y Góngora Lemi 11 (2007) 43

neto gongorino), también con s sonora; y que, en el verso final, la palabra «mudanza» se
leería mudantsa igualmente con s, pero en este caso sorda por ir precedida de consonante.
Cuatro veces, por tanto, la sílaba «sa» y dos de ellas en la metáfora rosa, que es la única
flor que aparece junto con la azucena, si bien esta solo consta una vez.
Y nos podemos preguntar: ¿qué hizo Góngora al volver en otro conocidísimo soneto
sobre el tópico del Carpe diem? Copiaré el poema:
Mientras por competir con tu cabello,
oro bruñido al sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio en medio el llano,
mira tu blanca frente el lilio bello;

5 Mientras a cada labio por cogello


siguen más ojos que al clavel temprano,
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello,

goza cuello, cabello, labio y frente,


10 antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,

no solo en plata o víola troncada


se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.
¿Qué es lo que más nos sorprende en este poema en relación con lo que venimos ana-
lizando? Pues que, en el soneto de Góngora, la rosa ha desaparecido y ha sido sustituida
por el clavel. No así la azucena que ahora se designa con el nombre genérico de lirio. Y se
habla de una nueva flor, la violeta. Pero la rosa –insisto en ello– se ha esfumado, tal vez
porque en esta ocasión el Carpe diem no se dirigía a una joven Sá.

3. Flores marchitas y flores cortadas


Y a las Sás les llegó la muerte. «Marchitará la rosa el viento helado», había escri-
to Garcilaso, y tal vez aquella misma joven inspiradora del soneto murió sin habérsele
aún cubierto «de nieve la hermosa cumbre». Unos ochenta años después, Góngora dará
cuenta del final de Guiomar de Sá, «casta rosa», que «espira marchita y siempre hermo-
sa». Uno y otro poeta, conmocionados por la desaparición de aquellas mujeres que en
belleza al parecer a todas excedían, no pudieron dejar de cantarlas en el momento de su
muerte. Y así, Garcilaso, convirtiendo –siempre según mi hipótesis– a doña beatriz de Sá
(nacida en las Azores) en la bella ninfa o pastora Elisa, nos cuenta cómo la blanca Nise
refleja en la tela que labraba el dolor de las silvestres diosas por la desaparición de la dama
portuguesa, venida del mar de Lusitania. Y decía el toledano:
En la hermosa tela se veían,
entretejidas, las silvestres diosas
salir de la espesura, y que venían
44 Lemi 11 (2007) María del Carmen Vaquero Serrano

todas a las riberas presurosas,


en el semblante tristes, y traían
cestillos blancos de purpúreas rosas,
las cuales esparciendo derramaban
sobre una ninfa muerta que lloraban.

Todas con el cabello desparcido,


lloraban una ninfa delicada
cuya vida mostraba que había sido
antes de tiempo y casi en flor cortada. […]

[…] se aflige Nemoroso


y llama `Elisa´; `Elisa´ a boca llena
responde el Tajo, y lleva presuroso
al mar de Lusitania el nombre mío,
donde será escuchado yo lo fío».
Y Góngora, al morir doña Guiomar de Sá, le dedica el ya citado soneto, del que selecciono
para terminar los siguientes versos:
Pálida restituye a su elemento
su ya esplendor purpúreo casta rosa […]

El mismo que espiró süave aliento


fresca, espira marchita y siempre hermosa; […]

Sus hojas sí, no su fragancia, llora


en polvo el patrio betis, hojas bellas,
que aun en polvo el materno Tejo dora.

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