La Filosofia de La Historia de Giambatti
La Filosofia de La Historia de Giambatti
La Filosofia de La Historia de Giambatti
de Giambattista Vico
Una mirada desde la historia de las ideas
“Dos extravagancias: excluir la razón, admitir sólo la razón”
Blaise Pascal
Índice de contenidos
IV Conclusiones…………………………………………………………………….. 58
V Bibliografía y referencias………………………………………………………… 60
I Introducción, objetivos y metodología
El presente trabajo es concebido con el objetivo eminente, en primera instancia,
de exponer en todos sus pormenores la teoría histórica —o filosofía de la historia— de
uno de los autores más influyentes y decisivos del debate en torno a la naturaleza de la
ciencia y la verdadera condición de la historia en tanto disciplina, así como la
posibilidad de su estudio y certidumbre, en la Edad Moderna, el napolitano Giambattista
Vico (1668-1744).
El teatro del mundo de las ideas en el escenario de la Europa moderna iba a estar
estrechamente marcado por las decisivas y firmes conquistas del racionalismo como
movimiento filosófico e intelectual, azuzado a su vez por las conquistas en el terreno del
pensamiento de representantes suyos de tanta nombradía como fueron Pierre Bayle,
Baruch Spinoza, Hugo Grocio, Francis Bacon, Samuel Pufendorf, René Descartes, etc.
Esta matriz intelectual racionalista va a constituir la simiente que dará cuerpo en la
subsiguiente centuria al movimiento de la Ilustración o Iluminismo, cuyas máximas
devendrían en el epicentro de la teoría política, histórica y cultural del mundo
occidental. La originalidad y valor del autor que aquí estudiamos subyace en desarrollar
una línea de pensamiento completamente novedosa y original que, apoyándose, ora
sobre los fundamentos racionalistas apuntados, ora sobre la vieja tradición escolástica-
tomista y humanista del mundo clásico a las que el racionalismo vino a relevar, abre una
perspectiva novísima cuyas líneas maestras toman su sustancia por oposición y
disimilitud a los principales postulados y asertos que articulan la sobredicha corriente de
pensamiento hegemónica racionalista-ilustrada.
1
los racionalistas e ilustrados supieron ver, guardaban perfecta concordancia con las
máximas mentales fijas, inmutables y eternas que Descartes sitúa en el intelecto
humano, y que postreros ilustrados como Montesquieu, Voltaire o Condorcet iban a
trasponer al terreno de la historia, la jurisprudencia y la política.
En suma, Vico coadyuvó más precozmente que nadie a poner el dedo en la llaga
del racionalismo ilustrado al afirmar que los valores, las costumbres y las producciones
culturales humanas a lo largo del tiempo no eran axiomas científicos elementales que
pudieran ser aplicados gratuitamente a la historia, sino que esos axiomas que rigen la
historia humana eran cambiantes y resultado de la verdad incontrovertible de que los
hombres hacen su propia historia y en el camino se dan a sí mismos leyes, instituciones
políticas y costumbres en función de sus necesidades inmediatas y del grado de
entendimiento de su inteligencia, cuya esencia radica asimismo en hacerse
históricamente desde la primacía del sentido hasta la reflexión intelectual pura.
2
quasi revolucionario de sus ideas. También remarcaremos las eventuales influencias e
inspiraciones que pudo tener el filósofo napolitano a la hora de componer su teoría
histórica. Ulteriormente trazaremos una línea comparativa de la teoría e ideas de Vico a
propósito de la historia con tres nombres propios de especial y preeminente notoriedad
en el terreno de las ciencias históricas para el pensamiento occidental: Voltaire, Hobbes
y Marx. Los dos primeros autores se nos presentan en el frente opuesto que, según
Isaiah Berlin, Vico abrió con sus ideas, al encuadrarse ambos en la tradición política
liberal que exalta el método científico aplicado al estudio del hombre. Lamento no haber
podido abundar más exhaustivamente en los puntos que unen y separan a Vico de esta
tradición liberal, habiéndome visto forzado, a riesgo de sobrepasar el espacio que según
los criterios y naturaleza que predeterminan este trabajo me están dados, a omitir un
capítulo comparativo con John Locke en que había pensado a priori. Por su parte, el
capítulo consagrado a dibujar una línea comparativa entre las filosofías de la historia de
Vico y Marx se tendrá que circunscribir a un punto muy determinado en razón de las
limitaciones de espacio antes apuntadas: a saber, dar cuenta de que, pese a esbozar una
sociología que pone la nota en el carácter netamente social y material del hombre y su
producto histórico, punto que le hace converger con Vico, Marx no podría rehusar en la
concepción de su teoría histórica su deuda para con los modelos cientifistas y
racionalistas que causaron furor en su tiempo, los cuales pueden considerarse
cabalmente epígonos del movimiento racionalista del XVII e ilustrado del XVIII a los
que antes hemos hecho referencia.
3
Bloque II. El devenir de las naciones como correlato de la
mente humana
La Scienza Nuova (1725), obra maestra de Vico, representa el intento del genial
pensador italiano por combatir esa filosofía “moderna” que despreciaba la historia, las
1
José M. BERMUDO, “Vico y Descartes”, Cuadernos sobre Vico, 9/10 (1998), p. 24.
4
lenguas muertas, la retórica, la jurisprudencia… y todo cuanto no fuera susceptible de
ser traducido a teoremas. No es de extrañarnos, ergo, que una figura como la de Vico,
napolitano de espíritu y sensibilidad humanista, y discurrir tórrido y meridional frente al
adusto y metódico havrais2, tomara plena conciencia de las consecuencias trágicas que
traerían la aplicación de la doctrina cartesiana en todo lo que él había sido formado y
creía.
Con esta vívida conciencia de las peligrosas implicaciones que podrían seguirse
de la asunción incondicional de los postulados de esta “ciencia moderna”, Vico
principió sesuda y metódicamente —siguiendo así la idiosincrasia de su rival—, la
vertebración de su “nueva ciencia”. Mas, en ese decurso de febril e incesante actividad
que tuvo su corolario en la publicación de la primera edición de la Ciencia Nueva en
1725, el napolitano nos fue dejando muestras parciales de su cálida y espontánea
genialidad en otras obras menores no tan conocidas como De ratione (1708) y De
antiquissima (1710), deudoras igualmente de su exquisita formación humanística
mediterránea; una tradición de pensamiento aquélla que arriesgaba ser irremisiblemente
opacada por la “severa policía” de las verdades evidentes, claras y distintas cartesianas.
2
Gentilicio de Le Havre (Normandía, Francia), localidad natal de Descartes.
3
José M. BERMUDO, “Vico y Descartes”, p. 26.
4
Alejandro GUTIÉRREZ, “Verum et factum cum verbo conventur: la historicidad como
discurso en Giambattista Vico”, Cuadernos sobre Vico, 17-18 (2004-2005), p. 99.
5
crítica”, tal como él los denominase5— se manifestaría en un orden pedagógico, por
cuanto entendía el filósofo napolitano que la ciencia cartesiana, en lugar de ajustar los
saberes, su selección, su orden de enseñanza, a la naturaleza humana se olvidaría de su
misión práctica sacrificada a su aspiración especulativa —entendiendo por verdad sólo
aquello que se muestra el entendimiento tan claro y evidente como las verdades de la
matemática—; ignoraría su fin natural de producir hombres y se entregaría a la
búsqueda de un pensamiento universal y desculturalizado. De acuerdo a estas premisas
modernas de ciencia, pues, se soslayarían las cualidades humanas; se impondría en el
plano antropológico una idea de hombre caracterizada por el empobrecimiento de la
mente, de sus potencias creadoras, de su memoria e imaginación, ignorando sus
profundas y fértiles dimensiones poéticas y cívicas —tan caras a Vico en razón de su
prolija formación humanística.
5
José M. BERMUDO, “Vico y Descartes”, p. 27.
6
José BENAVIDES LUCAS, “La Historia en el Barroco y en la Ilustración”, en José
BENAVIDES LUCAS, Filosofía de la Historia, Madrid, Editorial Síntesis, S.A., (sin fecha).
7
Principios como scienza, conscienza o el propio verum ipsum factum son desarrollados por
Vico principalmente en su obra De Antiquissima (1710), donde rebate desde un punto de vista filosófico
los postulados cartesianos con estos nuevos conceptos. Nosotros nos centraremos primordialmente en la
proyección de esos principios de conocimiento “nuevos” sobre la historia de la humanidad, labor
cristalizada en las tres ediciones de la Ciencia Nueva, obra cuyo análisis y desglose de sus contenidos de
tenor histórico más relevantes constituirán la sustancia de este trabajo.
8
Juan CRUZ CRUZ, Hombre e Historia en Vico, Pamplona, Ediciones Universidad de Navarra,
S.A., 1982, p. 59; ÍD, La barbarie de la reflexión: idea de la historia en Vico, Pamplona, Ediciones
Universidad de Navarra, S.A., 1991, p. 280; Gemma MUÑOZ-ALONSO LÓPEZ, “La crítica de Vico a
Descartes”, Cuadernos sobre Vico, 2 (1992)
9
Juan CRUZ CRUZ, Hombre e Historia en Vico, p. 59; ÍD; La barbarie de la reflexión: idea de
la historia en Vico, p. 280.
6
y constata (conscienza) su existencia, pero su fundamento epistémico se muestra infértil
para responder al por qué (scienza) de esa existencia que ha sido constatada
(conscienza) a través de la inducción.
¿Qué es dado, pues, al hombre para conocer?; o, dicho de otra manera: ¿qué ha
hecho el hombre de manera propia y exclusiva de suerte que su conocimiento sobre ello
no se antoje quimera? En este punto es donde se le insinúan a Vico las infinitas
potencialidades que abriga la Historia. La Historia se convierte de este modo en puerta
de entrada a la naturaleza humana para descubrir la esencia de la misma y conducir a su
conocimiento científico10. La historia es el conjunto de hechos que el hombre mismo
crea. “Los hechos que el hombre crea son: tradiciones, normas, lenguajes, religiones,
familias, sociedades y naciones”11.
10
Alejandro GUTIÉRREZ, “Verum et factum cum verbo conventur”: la historicidad como
discurso en Giambattista Vico”, Cuadernos sobre Vico, 17-18 (2004-2005), p. 99.
11
Fabiola MORENO LIMA, “La providencia en el curso y conocimiento históricos”, Cuadernos
sobre Vico, 17-18 (2004-2005), p. 173.
7
razonado de su existencia en un marco físico y temporal; en un segundo nivel,
debidamente analizados y cotejados los avatares particulares de la historia humana y su
desenvolvimiento razonado, podremos deducir leyes de validez universal de la caterva
de contingencias, estructuras inherentes al obrar de la mente humana, que no es sino la
que, en última instancia, se manifiesta en el decurso histórico a través de sus múltiples
variaciones, gradaciones y registros.
Sólo cualquier cosa que haya sido hecha por los hombres, pensada, deseada, imaginada por seres
sintientes en tanto que se acomodan a ciertas reglas, obedecen a ciertos principios que pueden ser
discernidos y formulados (aun a pesar de que Dios es la fuente última de todo), puede ser
aprehendida por la imaginación de otros hombres, lo cual se guía en su funcionamiento por
reglas similares.14
12
Juan CRUZ CRUZ, Hombre e Historia en Vico, p. 105; ÍD: La barbarie de la reflexión: idea
de la historia en Vico, p. 315.
13
Juan CRUZ CRUZ, Ibidem, p. 107; La barbarie de la reflexión: idea de la historia en Vico, p.
317.
14
Isaiah BERLIN, Vico y Herder: dos estudios en la historia de las ideas, Madrid, Ediciones
Cátedra (Grupo Anaya, S.A.), 2000, p. 64.
8
va a gravitar desde un punto de vista teórico en torno a dos polaridades que Vico acierta
a denominar Filología y Filosofía. La Filología se ocuparía de aquella dimensión de lo
real tan menoscabada por la ciencia moderna cartesiana: la recogida y observación de
los fenómenos históricos empíricamente observables. Ergo, la Filología recaba, clasifica
y analiza toda esa materia histórica empírica15 que el hombre produce y proyecta hacia
el exterior de sí. La Filología incidiría, pues, en el análisis de esas producciones
humanas que son propias del hombre que hace la Historia: sociedad civil, leyes,
costumbres, lenguaje, derecho, matrimonio, etc. Como bien apunta Cruz, “la Filología
es la doctrina de todas las cosas que dependen del arbitrio humano”16.
15
Que Descartes de seguro menospreciaría por no mostrarse inductivamente y no responder a los
requisitos de claridad y distinción, amén de no acreditar la condición de universalidad, sino que, antes
bien [la materia histórica] se hallaría sujeta a los procesos de devenir, cambio y mutabilidad que dan carta
de identidad a toda realidad exterior al cogito.
16
Juan CRUZ CRUZ, Hombre e Historia en Vico, p. 111.
17
José A. MARÍN CASANOVA, “Ilustración y Romanticismo en la Scienza Nuova: la
racionalidad del mito y el mito de la racionalidad”, Cuadernos sobre Vico 2, 1992, p. 42.
9
Estudiando el comportamiento del hombre en sus fenómenos y creaciones
particulares constatadas históricamente por la Filología, Vico colegirá, tras aplicar la
Filosofía, principios generales que le permitan explicar tanto el comienzo u origen de
las naciones como el desarrollo de las mismas a lo largo del tiempo. Y, puesto que la
Historia es una traslación hacia fuera de las disposiciones de la mente humana de forma
creativa, Vico aducirá que la mente humana, y su consecuente proyección histórica,
atraviesa invariablemente por tres fases o edades: la de los dioses o tiempo oscuro; la de
los héroes o tiempo fabuloso y tiempo de los hombres o racional, representando y
encarnando cada una de estas fases una determinada disposición y actitud del ser
humano amén de sus estructuras mentales; y produciendo, asimismo, cada una de ellas,
una forma distintiva y propia de formas culturales, políticas, sociales y religiosas. La
correlación aquí entre Filología y Filosofía según Vico sería del todo armónica, puesto
que la observancia de las distintas naciones a lo largo de la Historia (Filología) le
permite asentar el aserto de que todas ellas atraviesan indefectiblemente por cada una de
estas tres etapas, que no son sino etapas de la mente humana que se precipitan hacia
fuera tomando forma histórica.
18
Enrique BOCARDO, “La experiencia humana como narración”, Cuadernos sobre Vico, 11-12,
(1999-2000), p. 71.
10
Antes que los grandes pensadores políticos de la época de la Restauración, antes que Hegel,
antes que Marx, Vico ha fijado expresamente la mirada sobre las relaciones que enlazan el
pensamiento a la sociedad y viceversa. Pero pudo hacerlo con novedosa originalidad porque
nadie más que él ha obrado en pro de la historización de la filosofía […]. Para la Ciencia Nueva,
el laboratorio galileano en el que se pone a prueba la verdad es la historia misma. La Historia
para Vico no es el apoyo mejorado de una lógica que quiere fortalecer el concepto haciéndolo
atravesar el universal desarrollo humano: es ella misma lógica de lo concreto como gnoseología
de la humanidad que el nuevo gnoseólogo tiene que aprender a penetrar.19
El vaso comunicante del que habrá de hacer uso el historiador para extrapolarse
y explicar una etapa histórica y los hombres que vivieron en ella viene dado por la
fantasía, pues el historiador, que, en tanto hombre histórico, se halla incrustado en una
determinada etapa histórica con sus consecuentes modos de comportamiento y
raciocinio, debe extrapolarse a —y embeberse de— los modos de razonar, actuar,
concebir e interpretar la realidad que tenían los hombres en sociedad que son objeto de
su estudio; el historiador debe mimetizarse en lo que constituye un ejercicio de
“fantasía” con los modos de pensar, actuar y sociabilizarse de la sociedad o grupo
humano que es objeto de su indagación.
19
Pietro PIOVANI, Introducción al pensamiento de Vico, Caracas, Ediciones de la Facultad de
Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela, 1987, p. 59.
20
Isaiah BERLIN, Vico y Herder: dos estudios en la historia de las ideas, pp. 20-142.
11
Con ese interés por el lenguaje y la semiótica, Vico plantaría la simiente para el
postrero surgimiento de toda una pléyade de ciencias sociales (antropología, sociología
comparada, derecho comparado, lingüística, etnología, religión, literatura, historia del
arte, de las ideas y de las instituciones y de las civilizaciones) que no serían explotadas
sino mucho después de su desaparición.
Refiere Vico que, inmersos en un medio selvático que les conminó a desarrollar
sus músculos y fuerzas para arrostrar los retos que éste les oponía, adquirieron una
fisonomía corpulenta y crecieron vigorosamente hasta convertirse en “gigantes”. La
imaginación, lenguaje, y noción de la religión que podemos presuponer a estos seres se
21
Leon POMPA, “La función del legislador en Giambattista Vico”, Cuadernos sobre Vico, 5/6,
(1995-96), p. 141.
12
nos antoja del todo paralela con su ferocidad y rusticidad primitivas. Vico nos expone,
empero, cómo estos rudos e irracionales gigantes pudieron advertir la idea de la
divinidad. La tierra, inundada con la humedad del diluvio universal, no envió
exhalaciones secas, o sea materias cálidas, al aire para engendrar rayos. De modo que la
primera vez que estos gigantes asistieron al estruendo de los truenos en la esfera celeste,
debieron mirar al cielo para verlo como un gran ser que, con sus truenos y rayos
muestra su omnipotente poder22. Surge así la primera personificación divina, errada
según Vico, pero que asienta la condición necesaria para el desarrollo civil, jurídico e
institucional del ser humano.
Y, retomando el orden de los hechos, es gracias a esa sensación de temor que los
truenos y rayos, bosquejados como deidad de acuerdo con el racionamiento poético y
fantasioso de estos primeros hombres, —aquí cobra sentido el Júpiter de la edad de los
dioses o gigantes romanos— exhortó al hombre bestial, obcecado hasta el momento en
su errante tráfago, a buscar refugio en los montes y cuevas, abandonando su
nomadismo, renegando de su promiscuidad y dando origen y asidero en estas cavernas a
las “familias”, primeras formas políticas a juicio de Vico. Conque la simiente de la
22
Juan CRUZ CRUZ, Hombre e Historia en Vico, p. 345 & La barbarie de la reflexión: idea de
la Historia en Vico, p. 58.
23
Enrique BOCARDO: “La experiencia humana como narración”, p. 73.
24
Paolo CRISTOFOLINI, “Vico y la naturaleza de las religiones de las naciones”, Cuadernos
sobre Vico, 17-18, (2004-2005), p. 50.
13
civilización, gracias a esa idea de deidad que ínsitamente se le prefigura al hombre en la
mente a través de su observación del medio, aun en su estado más primario y bestial,
queda así establecida. La revelación de la deidad supone asimismo el punto de arranque
del raciocinio humano. En efecto, “el primer trueno postdiluviano debe distinguirse del
usual miedo a otras fieras, de las que escapan los gigantes en su erramento ferino. La
mente —hasta ese momento inmersa en los sentidos— comienza a percibir su entorno
atribuyéndole un sentido”25
La primera naturaleza, debido a un fuerte engaño de la fantasía, que es robustísima en los más
débiles de raciocinio, fue una naturaleza poética, o sea creadora, y séanos lícito decir divina, que
dio a los cuerpos el ser de sustancias animadas de dioses, y se lo dio por su idea. Esta naturaleza
fue la de los poetas teólogos, que fueron los más antiguos sabios de todas las naciones gentiles,
cuando todas las naciones gentiles se fundaron sobre la creencia, que cada uno tuvo, de ciertos
dioses propios. Además, era una naturaleza enteramente fiera e inhumana; pero, por ese mismo
error de la fantasía, temían de modo espantoso a los dioses que ellos mismos se habían
imaginado. De lo que quedaron dos propiedades eternas: una, que la religión es el único medio
de refrenar la fiereza de los pueblos; la otra, que entonces convienen las religiones, cuando los
mismos que gobiernan las reverencian en su interior.26
25
Alberto M. DAMIANI, “Orden civil y orden metafísico en la Scienza Nuova”, Cuadernos
sobre Vico, 11-12, (1999-2000), p. 99.
26
Giambattista VICO, Ciencia Nueva, Madrid, Ed. Tecnos, 2006, pp. 610-611.
27
Fulvio TESSITORE, “Vico, la decadencia y el ricorso”, Cuadernos sobre Vico, 23 (2009)/24
(2010), p. 76.
14
Debemos comenzar a partir de algún conocimiento de Dios, del cual no están privados los
hombres, incluso salvajes, fieros e inhumanos […]. El hombre, caído en la desesperación
respecto a todos los auxilios de la naturaleza, desea una cosa superior que le salve. Pero lo
superior a la naturaleza es Dios, y ésta es la luz que Dios ha extendido sobre todos los hombres.
Esto se confirma con la siguiente costumbre humana común. Que los hombres libertinos, al
envejecer, y debido a que sienten que les faltan las fuerzas naturales, se hacen naturalmente
religiosos.28
28
Giambattista VICO, Ciencia Nueva, p. 186.
29
Hombre e Historia en Vico, pp. 346-347.
30
Gustavo SALERNO, “La creación y modificación de las instituciones según la Scienza
Nuova”, Cuadernos sobre Vico, 23 (2009) / 24 (2010), p. 179.
15
A posteriori, estos padres de familia, comenzaron a cultivar la tierra, lo cual fue
imprimiendo una forma más “humana” al mundo circundante. La sociedad se rige
políticamente bajo el control de dichos “padres de familia”, quienes a su vez se hallaban
sometidos a la deidad hostil y amenazante que ellos mismos se habían figurado
imaginativa y fantasiosamente en su observación del medio natural. Estos padres se
presentaban como mediadores ante los dioses, y se consideran sujetos a ellos; en vigor
de tal creencia, efectúan auspicios y ejercicios de adivinación que no tienen por objeto
sino desentrañar los caprichosos designios de aquellos dioses.
El imperio de estos patriarcas se extendía tanto sobre las personas como los
bienes de sus hijos, y más fuertemente aún sobre los fámulos que se habían refugiado en
sus tierras. Estos fámulos eran seres de espíritu fiero y salvaje que —no sintiendo ese
temor reverencial de la deidad que empujó a los padres hacia la vida civil— preservaron
una vida errabunda, guerreando y porfiando entre ellos. Mucho tiempo después,
algunos, conjurándose de la innata violencia de sus semejantes, acudieron a los padres
gobernadores de las sociedades familiares en busca de protección, siendo entonces
cuando recibieron la denominación de fámulos. A cambio de la protección del padre,
éstos cultivarían sus tierras. La formación social inaugural, en consecuencia con la
disposición mental del hombre poético, es una teocracia. Aquellos que sintieron
primeramente el pudor y la revelación de la deidad se convirtieron por consiguiente en
los primeros líderes políticos (los padres de familia) y legitimaron su dominio sobre
aquellos que habían prolongado su “barbaridad” e “impiedad”.
31
Juan CRUZ CRUZ, Hombre e Historia en Vico, p. 352.
32
Ibídem, pp. 353-354.
16
servidumbre de sus sometidos. A la postre, las contradicciones de intereses entre estas
dos clases jurídicamente consagradas ya por el derecho poético, impulsarán el cambio
social. Ciertamente, estas explicaciones acerca del origen de la sociedad humana no sólo
estimula al lector la reminiscencia hegeliana: las concomitancias con el marxismo
resultan asimismo sugestivas, y debe considerarse por tanto en toda estudio de las ideas
marxistas —sin ser lícito por ello forzar el paralelismo— una contingente ascendencia
por parte de la teoría de la historia viquiana sobre el influyente y discutido filósofo
alemán.
33
“Figuras de la barbarie: lugares y tiempos de la barbarie en Vico”, Cuadernos sobre Vico, 15-
16 (2003), p. 153.
17
La barbarie quedaría así, no ya como algo ajeno o que marca la frontera respecto
al presupuesto mundo civilizado de la cultura occidental, sino que se incorpora como
parte connatural y fundante de la misma; y, en virtud de la historia ideal eterna que
subsiguiente desglosaremos, el hombre se halla inexorablemente condenado a volver a
incurrir en tal “barbarie” si es que quiere perpetuar su condición de artesano de la
Historia. La barbarie no obedece a barreras temporales o geográficas, habida cuenta de
que se muestra irremediablemente —y bajo distintas formas— en todo pueblo, sociedad
o civilización sin excepción. La barbarie da génesis a la sociedad al tiempo que supone
—cuando la edad de los hombres se degrada— la promesa del renacer para todos los
pueblos.
Este estadio “heroico” en las “historias de las naciones” —bien es cierto que
Vico se prodiga casi con exclusividad en ejemplos y hechos paradigmáticos de la Grecia
y Roma clásicas— va a estar marcado por el signo del conflicto y la violencia (contesa)
entre los citeriormente instituidos “padres de familia” y los fámulos que les fueron
sometidos, o entre la nobleza y la plebe, tomando los términos de la historia romana. La
edad heroica la vamos a ver cursar desde la aparición del Estado hasta la creación de la
república popular libre, teniendo este decurso de la realidad institucional como hilo
conductor subyacente las referidas confrontaciones entre nobles y plebeyos34. Esa
realidad política cifrada en la confrontación entre dos grupos contrapuestos va a
producir, por supuesto, concomitantes reflejos en los órdenes de la propiedad, el
derecho o la cultura, pues no hemos de perder de vista la concepción organicista que
Vico preconiza de las distintas épocas históricas, desarrollando cada una su propio y
singular sistema social, político, institucional y cultural en dependencia con las
circunstancias particulares que asaltan al hombre en el hacer de su historia.
El dominio que los padres de familia ejercieron sobre los fámulos hubo de
resolverse en un momento dado tan oneroso que éstos se amotinaron contra sus dueños,
constituyendo este trastorno en el orden social de los padres de familia el paso al
subsiguiente en la escala de la historia humana: las repúblicas aristocráticas.
34
George USCATESCU, Juan Bautista Vico y el mundo histórico, Madrid, Publicaciones del
Instituto Luis Vives de Filosofía, 1956, pp. 149-153.
18
A fin de aplacar el descontento de los desafectos fámulos, los padres de familia o
nobles, acordaron constituir un nuevo orden social que, de paso, salvaguardase los
grandes intereses privados de sus monarquías familiares, pues, en tanto en cuanto aun la
propia razón no está exenta del desarrollo esencialmente histórico de la evolución
humana, las facultades mentales de estos padres de familia heroicos no se encontraban
lo suficientemente desarrolladas a la sazón como para captar conceptualizaciones tan
abstractas y complejas del tipo de “bien común” o “universal”, no viendo más allá de
sus propios intereses como clase dominante. A este nuevo orden social que se
identificaba plenamente con los intereses de los padres de familia frente a “sus”
fámulos, se le vino en llamar república. Podemos ver en este término cabalmente
sustanciada la propia condición histórica del lenguaje en la que tanto nos insiste Vico: el
lenguaje no está —como quisieron ver los racionalistas cartesianos y ulteriores
iusnaturalistas ilustrados— desprendido de las condiciones y avatares históricos en que
es empleado y, en consecuencia, de la estructura lógica de las mentes de aquellos
hombres que lo crean, incrustados, a su vez, históricamente, en las condiciones de su
época: el lenguaje es honda y sustancialmente —como el hombre que lo concibe—
histórico; en virtud de ello, como muy atinadamente señala Berlin, “las ‹‹libertades›› o
‹‹cosas públicas›› por las que luchaban estos hombres eran libertades para ellos mismos
contra los usurpadores o déspotas, no se trataba de la libertad para sus sirvientes
subordinados”35.
Tan será así que la nobleza de los padres de familias artífices de la república va a
seguir ocupándose del manejo de los asuntos divinos, lo cual legitimaba su situación de
facto —pero también de iure— prevalente. Este punto se nos antoja abrumadoramente
sugerente. La clase dominante fundaba su superioridad en la religión, toda vez que no
35
Vico y Herder: dos estudios en la historia de las ideas, p. 102.
19
fueron sino ellos los que, allá por la remota edad de los gigantes, sintiendo el primigenio
temor reverencial hacia la deidad en la forma del estrépito del rayo, se refugiaron en las
cuevas y fundaron las familias sobre el basamento mismo de la religión y el culto, en
aquel momento —y en arreglo con la lógica y mentalidad de los feroces gigantes—
cristalizado en la observancia de los auspicios divinos. Los fámulos quedaron excluidos
de esta prístina veneración de la deidad, y prosiguieron su trafagar para incorporarse
más tardes a las familias, haciéndolo ya en una condición claramente inferior y servil,
no logrando arrancar la igualdad a sus amos sino a costa de guerra, violencia y seculares
conflictos.
Así, podemos comprobar cómo lo que podemos llamar una “estructura simbólica
de la hegemonía” —gestión de los cultos a través de los auspicios, legislación privada
de la clase dominante, matrimonios consagrados por los cultos religiosos que dan
acceso al orden familiar y patriarcal (la república) tal como lo concibiesen los originales
padres de familia, etc.— se ordena en tanto prebenda exclusiva de la clase dominante,
no teniendo éstos, por lo demás, intención alguna de extenderla a sus sometidos. En
términos genéricos, valga decir que en la ordenación primitiva de la libertad las familias
eran gobernadas por auspicios divinos. En la nueva religión civil heroica, los nobles
gobiernan clasísticamente ligados a la religión, que era además custodiada por ellos.
Sólo a los nobles pertenecían los derechos y las razones civiles.38
No podía entenderse que hombres bárbaros y feroces (caracteres indivisibles de cortas ideas, y
por ello poco valederas para entender los universales y la eternidad) se consagraran en bien de
36
Juan CRUZ CRUZ, La barbarie de la reflexión: idea de la Historia en Vico, p. 64.
37
Ibídem, Hombre e Historia en Vico, pp. 356-357.
38
Ibídem, pp. 355-356.
20
sus naciones por deseo de fama inmortal […]. Así habían sido hasta entonces consideradas las
acciones de los antiguos héroes por los hombres de mente discursiva, venidos en pos de los
filósofos; aquellas, esto es, que según su razón no fueron acometidas […] más que por su
excesivo afecto particular a la propia soberanía, conservada para ello sobre sus familias por la
patria, que así fue por tal motivo llamada, sobrentendiéndose la palabra Res, esto es, interés de
los padres39.
Uno de los ejemplos más ilustrativos que podemos traer a colación a propósito
de cómo los nobles excluían a los plebeyos de su esfera social, cultural y legislativa es
el veto que aquéllos impusieran a sus siervos acerca del libre uso de las aguas. Y es que,
dada la lógica mental heroica de la nobleza, el agua revestía una importancia simbólica
de primer orden, pues que encarnaba el proceso de sedentarización —a instancias de la
revelación— de los primitivos gigantes junto a las fuentes permanentes de agua; a la
postre, en la gradual institucionalización de las primeras familias, el agua se fue
incorporando simbólicamente a los ritos divinos y a los matrimonios —primera escala
del orden patriarcal divino—. El agua viene, pues, a significar para la clase dominante
un símbolo de sus dominios patriarcales constituidos por sus antepasados que se
refugiaron en las cuevas y se desprendieron de su ruda y bárbara idiosincrasia gigante,
en tanto los fámulos continuaron durante largo tiempo errando en la ferocidad
primitivas, desnudos, volcados a la lujuria y sin revelación alguna de la deidad. Esta
disimetría en los modos de vida en la primera etapa es la que vamos a ver instituirse
políticamente en la edad heroica por los nobles descendientes de los padres de familia
para desmarcarse de los orígenes bestiales de la plebe —descendientes de los que se
incorporaron más tarde a las familias en calidad de sometidos— y reafirmar su
benemérita prosapia y, por consiguiente, su condición social preponderante.
Así, todos los derechos civiles y sobre la propiedad en la edad heroica fueron
copados por la clase dominante. Por carecer “de la religión y del dominio de las aguas”,
los plebeyos eran reiterados en su origen bestial y se les permitía tan sólo el uso de la
vida y de la libertad natural. Es ésta una libertad que les reduce cuasi a una condición
animal; les permite proteger sus vidas, mas excluyéndoles de iure del gobierno y la
cultura.
39
Giambattista VICO, Principios de una Ciencia Nueva: en torno a la naturaleza común de las
naciones, México, D.F., FCE, 2006, pp. 115-116.
21
Esta contraposición de intereses entre clases —codificados y refrendados por la
legislación, jurisprudencia, cultura y Estado— aboca directamente a una acometida
violenta de los plebeyos por ampliar la esfera de sus derechos y forzar su incorporación
al marco civil, religioso, jurídico y cultural de la celosa clase nobiliaria que lo acapara
sólo para sí. Así, el conflicto que plantea la clase oprimida a la clase dominante se nos
evidencia en esta etapa como el motor del progreso histórico. La lucha por la
ampliación de la libertad y el avance la historia se convierte no en una lucha de grandes
personalidades aisladas en tanto vanguardia histórica que arrastra a las masas en pos del
progreso, sino que es un proceso enteramente social y colectivo. De la misma manera
que la constitución de las repúblicas aristocráticas es un hecho colectivo de los nobles
en arreglo a sus intereses colectivos, la advertencia por parte de los siervos sometidos al
imperio paterno de la inobservancia del sistema para con sus intereses y vindicaciones
en cuanto colectivo es un proceso asimismo de naturaleza “social”.
40
Giambattista VICO, Ciencia Nueva, p. 496.
41
Juan CRUZ CRUZ, Hombre e Historia en Vico, pp. 360-361
22
así se significaba que la multitud de fámulos, los cuales ejercían las artes serviles,
puestas bajo el género poético de Vulcano plebeyo, rompieron (en el sentido de debilitar
o menguar) el reino de Júpiter.42
No existe, por lo demás, tampoco una idea de equidad universal, algo que
escapa, con mucho, a las mentes poéticas de los gigantes y héroes. Como vemos, el
42
Ibídem, pp. 362-363.
43
En terminología viquiana, el dominio bonitario supone el reconocimiento y tipificación
jurídica de la propiedad hacia los fámulos por parte de los padres o nobles, en un rango y calidad, sin
embargo, aún ciertamente inferior respecto al régimen de propiedad que se reservan los padres para sí, el
dominio quiritario. El avance que marca el dominio bonitario es esencial si se tiene en cuenta que los
siervos o fámulos no tenían hasta el momento el derecho a la propiedad, permaneciendo en condición
servil en las propiedades de los padres, quienes guardaban ese derecho para sí mismos de forma privativa.
44
Juan CRUZ CRUZ, Hombre e historia en Vico, pp. 361-362.
23
derecho de cada fase histórica responde a la lucha de las clases oprimidas por conseguir
una noción más equitativa del mismo, pero no existe un ideal de equidad en mayúsculas
intuitivamente al alcance del hombre. Según Vico, una comprensión cabal del principio
de equidad es solamente posible en la tercera edad humana, pero no en la poética o
heroica que la preceden. Así, la gente de cualquier periodo histórico habrá heredado,
gracias a sus leyes positivas, la personificación de una idea historizada de lo que es
equitativo y cuando parezca que deje de ser adecuada a la situación, cualquier nuevo
cambio debe tomar su punto de partida para que se pueda ver más equitativo en las
nuevas circunstancias45. La perfección del concepto es asimismo genética,
históricamente generada.
En segundo lugar, como el propio nombre del orden social nos indica
(aristocrático), el poder estaba circunscrito a sus círculos familiares, por lo demás
completamente herméticos en razón de que, al controlar también la esfera del derecho,
excluían a todo contingente aspirante con la prohibición de los matrimonios. Así pues,
todos los derechos —a saber, matrimonios, patria potestad, suidad, agnaciones,
gentilidad, sucesiones legítimas, testamentos y tutelas— eran patrimonio privativo de
los órdenes nobiliarios, lo que les proporcionaba consecuentemente, como se ha dicho,
y en régimen de exclusividad, el poder.
Empero, los pertinaces empellones de la plebe por ampliar sus cotas de libertad
transmutarían drásticamente este orden social, actuando ese grupo, como ya se refiriese
45
Leon POMPA, “La función del legislador en Giambattista Vico”, pp. 145-146.
24
en el capítulo precedente, en tanto promotor del cambio histórico, y con él, de la
naturaleza o disposición de la mente humana y sus sucesivas creaciones. El tanto
anotado por la plebe al orden nobiliario que permitió transitar hacia el tercer estadio
histórico fue el derecho al connubio, esto es, a los matrimonios santificados por la ley,
cosa hasta entonces reservada a aquéllos. Así, en primer punto, la plebe consigue el
acceso a la ley, dilatando las hasta entonces parcas fronteras de ésta, y, en un segundo
momento, se funde con la nobleza a través de pactos, alianzas y matrimonios.
46
Juan CRUZ CRUZ, Hombre e Historia en Vico, pp. 366-367.
47
Si bien su propósito es delinear una “historia universal de las naciones”, Vico, en razón de su
inequívoca formación humanística, a menudo se remitirá a sus vastos conocimientos de la historia romana
como ejemplo de su paradigma filosófico para la Historia.
48
Juan CRUZ CRUZ, Hombre e Historia en Vico, p. 366.
25
los universales razonados. A la metafísica poética se sustituye la filosofía, que marca el
punto culminante de la cultura.49
Que si no hubiesen existido religiones, y por tanto repúblicas, no habrían salido al mundo
filósofos […]. Es necesario que Sócrates, al observar que los ciudadanos atenienses al elaborar
las leyes se iban uniendo en una idea conforme a una utilidad igual común a todos, comenzó a
esbozar los géneros inteligibles, o sea los universales abstractos con la inducción. 51
49
Georges USCATESCU, Juan Bautista Vico y el mundo histórico, pp. 153-156.
50
Fulvio TESSITORE, “Vico, la decadencia y el ricorso”, Cuadernos sobre Vico, 23 (2009)/24
(2010), p. 79.
51
Ibídem, p. 80.
26
No obstante advenido este estadio de los hombres en el cual prima la razón
como facultad humana preponderante y las leyes son equitativas, la condición
netamente egoísta del hombre operará de manera que, teniendo únicamente en
perspectiva sus fines e intereses particulares, traten de redirigir el tan arduamente
conquistado “bien público” hacia ese objetivo partidista. Esta turbación del cuerpo
social tiene su eco en la ley, pues, queriendo cada cual su bien particular, ésta pierde la
universalidad en sintonía con la razón recién adquirida y se multiplica y dispersa a
tenor del arbitrio de cada hombre, que, ya no conforme con la riqueza, aspira al poder.
52
Juan CRUZ CRUZ, Hombre e Historia en Vico, p. 371.
27
la historia”53. De hecho, Vico considera ya la propia instalación de la monarquía como
forma de gobierno como uno de los remedios que la Providencia aplica contra la
decadencia completa.54
Tal ley regia natural es concebida con esta fórmula natural de utilidad eterna: que, puesto que en
las repúblicas libres todos cuidan de sus intereses privados, para los que usan sus armas públicas
en estragos de sus naciones, con el fin de que se conserven las naciones, surja uno solo (como
entre los romanos un Augusto), que, con la fuerza de las armas reclame para sí todas las tareas
públicas y deje que los sujetos se ocupen de sus asuntos privados […] por lo que, habiéndose
convertido los ciudadanos casi en extranjeros de sus naciones, es necesario que los monarcas en
sus personas las rijan y representen. Ahora bien, puesto que en las repúblicas libres, debe
participar el pueblo para llevar a un poderoso a la monarquía, por eso las monarquías por
naturaleza se gobiernan popularmente […]. Por lo que las monarquías son las más conformes a
la naturaleza humana, ya que la razón más desarrollada, como en otra ocasión se ha dicho. 55
53
Fulvio TESSITORE, “Vico: la decadencia y el ricorso”, p. 82.
54
Richard PETERS, La estructura de la historia universal en Juan Bautista Vico, Madrid,
Revista de Occidente, 1930, p. 175.
55
Giambattista VICO, Ciencia Nueva, pp. 670-671.
56
Juan CRUZ CRUZ, La barbarie de la reflexión: idea de la Historia en Vico, p. 85
57
Ibídem, pp. 78-79.
28
humana en mayor o menor proporción en concordancia con la etapa histórica que se
tome.58
Como aduce Peters, la causa profunda de la decadencia es una caída moral. “La
decadencia misma es producida por guerras civiles, lucha de clases, anarquía, el
desencadenamiento desenfrenado de las pasiones populares y de los bajos instintos de
los hombres”.59 Da certezas así la historia del hombre en su propio desenvolvimiento de
que el paso hacia una forma más desarrollada de poseer la verdad (la Filosofía y la
abstracción) no acarrea de manera necesaria un progreso correlativo en la estabilidad y
seguridad de los valores. La decadencia, sobrevenida en un estadio “humano” cuasi
perfecto, trasluce la imposibilidad —también humana— de apuntar al ideal, y abunda en
su condición caída y en la idea del pecado original.
58
Según la lógica que se infiere de las tesis de Vico, en las dos primeras etapas de
preponderancia espiritual poética y fantástica ostentarán mayor gravidez la “espontaneidad” y la
“imaginación”, en tanto la última hará las veces de teatro de la “reflexión”.
59
Richard PETERS, La estructura de la historia universal en Juan Bautista Vico, p. 175.
29
civilizado y que enderece la laxa moral de los hombres obnubilados en su
individualidad reflexiva y en sus intereses particulares. Como agudamente advierte
Peters, en la eventualidad de esta invasión a manos de un pueblo extranjero puede
apercibirse el propósito viquiano de reunir en síntesis la idea platónica del gobierno de
los mejores con la realidad histórica:
Todos los gobiernos son el régimen de los mejores; en la época divina desenfrenada, casi bestial
todavía, el gobierno de los padres es el gobierno de los entonces mejores; en los tiempos
heroicos, cuando las masas de la plebe no han llegado aún a una humanidad propiamente dicha,
el gobierno de la nobleza es el gobierno de los mejores; en los tiempos humanos, en que el
pueblo entero con sus amplias masas se ha hecho humano, el gobierno de todo el pueblo es el
gobierno de los mejores60.
60
Ibídem, p. 176.
61
Juan CRUZ CRUZ, La barbarie de la reflexión: idea de la historia en Vico, p. 49.
62
Ibídem, p. 50.
30
otros podían protegerse y defenderse o guardarse; pero la barbarie de la reflexión, con una
rudeza vil, tiende a insidias (con lisonjas y abrazos), a la vida y a la fortuna de sus confidentes y
amigos.63
Una vez recorrido este tránsito que lleva a una nación concreta a través de la
historia de la fantasía bestial del albor de le edad de los dioses a la “barbarie de la
63
Georges USCATESCU, Juan Bautista Vico y el mundo histórico, p. 182.
64
José FERRATER MORA, Cuatro visiones de la historia universal. San Agustín, Vico,
Voltaire, Hegel, Madrid, Alianza Editorial, S.A., 1986, p. 85-86; José M. SEVILLA, “Consolación
mediante la historia. Cuatro visiones de la historia universal”, Cuadernos sobre Vico 2, 1992, p. 210.
31
reflexión” del periclitar de la edad de los hombres, dicho camino a través de las “ideas
humanas” podrá ser recorrido nuevamente sobre idénticos mimbres estructurales
(despliegue ternario de las tres edades), en lo que Vico viene a llamar un ricorsi, en
tanto que, “en la primera instancia, o en el primer procedimiento (corsi) no se consiguió
el objetivo previsto; el proceso tiene que comenzar de nuevo: y esto es el recurso”65.
Vico explicita su teoría del ricorso a través de la civilización romana, pues ve en la
Edad Media europea efectivamente un ricorso del corso de la Antigüedad romana que
ya nos expusiese con prodigalidad de pormenores. Esta ley del ricorso no debe
conducirnos a equívocos. No obstante la sugestión implícita del concepto, el ricorso
nada tiene que ver con el eterno retorno que se maneje en otras filosofía de la historia; el
ricorso no expresa una necesidad de que los hechos singulares se repitan en arreglo al
corso que le precede, puesto que no es una ley que afecta a los contenidos, sino
netamente a las formas. Hay re-curso cuando la mente (en su estructura subjetiva de
sentidos, imaginación y razón), retoma el contacto inmediato y espontáneo con el
designio divino a través de la fantasía que había perdido con su culto a la abstracción en
la edad de los hombres. “Hay que volver, no a los contenidos burdos de la primera edad,
sino a la simplicidad primitiva del primer mundo de los pueblos, o sea, al contacto con
Dios, a la religión, para desde ella encontrar el sentido de la veracidad, fundamentos
naturales de la justicia”66.
Impelido por ese espíritu de verificar las leyes históricas de pretendido orden
universal que ha extraído de su historia de Roma y Grecia en un tiempo posterior, Vico
va a columbrar en las grandes empresas guerreras de comienzos de la Edad Media, en
las luchas contra herejes y en las cruzadas un retorno del stato ferino de las edades
65
Juan CRUZ CRUZ, La barbarie de la reflexión: idea de la historia en Vico, p. 89
66
Giambattista VICO, Ciencia Nueva, p. 743.
32
divina y heroica67. Asimismo, de la misma manera que la religión suponía la condición
sine qua non para abandonar el estado bestial y principiar la civilización en el mundo
pagano, esta barbarie inicial del ricorso de la Edad Media también es superada por mor
de la religión (en este caso la cristiana en lugar de la pagana). También, la sociedad
medieval, como la época heroica del mundo clásico, estaba dominada por sacerdotes,
quienes, como los padres que reunieron en torno suyo a los famuli huidos de sus
persecutores, dieron acogida en sus iglesias rurales a aquellos que huían de las vesánicas
invasiones de los pueblos bárbaros del septentrión, dando origen con ello a los feudos
medievales. Y, lo que es aún más importante, la sociedad medieval, en su momento,
también produjo su propio gran poeta, quien mejor manejó la lengua “heroica” italiana:
Dante, el Homero de la segunda vuelta de la cultura humana68.
Es asombroso el recurso que en esta parte hicieron las cosas humanas, ya que en tales tiempos
divinos recomenzaron los primeros asilos del mundo antiguo, dentro de los cuales oímos de
Livio que se fundaron las primeras ciudades. Porque —al proliferar por todas partes la violencia,
rapiñas, asesinatos, por la suma ferocidad y fiereza de aquellos siglos tan bárbaros; y […] al no
haber otro medio eficaz de frenar a los hombres, desligados de todas las leyes humanas, más que
las divinas, dictadas por la religión— naturalmente, por el temor de los hombres de ser
oprimidos y asesinados, los más mansos en tanta barbarie iban a los obispos y abades de aquellos
siglos violentos y ponían a sus familias, sus patrimonios y a sí mismos bajo la protección de
éstos, y eran recibidos por aquéllos; esta sujeción y protección son los principios constitutivos de
los feudos. De ahí que en Germania, que debió de ser la más fiera y feroz de todas las demás
naciones de Europa, quedaran casi más soberanos eclesiásticos (obispos o abades) que seglares
[…] Por eso en Europa se observa un extraordinario número de ciudades, tierras y castillos que
tienen nombres de santos; y también en lugares yertos o escondidos, con el fin de oír la misa y
hacer los demás oficios de piedad, ordenados por nuestra religión, se abrían pequeñas iglesias,
las cuales se puede decir que fueron en aquellos tiempos los asilos naturales de los cristianos. 69
33
fantasía hasta la reflexión, quedando esa naturaleza progresiva evidenciada a su vez en
las múltiples producciones humanas. Una nación concreta no está condenada a la
extinción por el hecho de lindar los “excesos de la reflexión” pues siempre le quedará
retornar a un prístino estado brutal que le pone en contacto con la religión y le permite,
en consecuencia, iniciar un nuevo recorrido hacia la razón reflexiva de los tiempos
humanos. El ricorso es la esperanza de todos aquellos pueblos que han visto truncados
sus desarrollos.
34
Historia de los pueblos. Así, Vico comprueba que la única nación que ha completado el
circuito completo del corso pasando por las tres etapas —y aun ha iniciado un ricorso
en la Edad Media europea— es el pueblo romano. Entre tanto, en los indígenas
americanos distinguía una naturaleza similar a la divina grecorromana; en Japón o Rusia
percibe regímenes con inequívocos resabios aristocrático-heroicos. Por otra parte,
pueblos como Cartago o Numancia —en tanto que Roma ha sido capaz de agotar todo
un corso y vivificarse en un ricorso significado en los tiempos medievales— han sido
bestialmente trocados por la fuerza de la contingencia histórica y ni tan siquiera fueron
capaces de completar su corso. “Esto es también un signo de que Vico no construye su
sistema de un modo rígido y dogmático, sino que quiere bosquejar tan sólo a grandes
trazos una línea general de la evolución”71. La necesidad histórica de los corsi e ricorsi
no constituye por tanto la correspondencia de la historia con una teleología
extrínsecamente prediseñada por una inteligencia superior, sino la manifestación de la
naturaleza íntimamente humana diacrónicamente e históricamente desplegada en toda
su riqueza y variabilidad en torno al marco de referencia de los corsi e ricorsi,
aderezada por lo demás con las singularidades que cada pueblo o cultura pueda aportar
al trasfondo común de índole tríadico.
Lo dicho (la libertad con la que el ser humano hace la historia) no es óbice para
que Dios juegue un papel sustancial, seminal, en la filosofía de la historia viquiana. En
efecto, Vico observa en la historia a pesar del egoísmo paralizante de los individuos, un
incremento continuo de invenciones, una mejora ininterrumpida de las costumbres y de
las instituciones sociales, una progresiva civilización, un paso de la pasión a la virtud73;
he ahí el espectro de la Teodicea. En efecto, una Providencia tutela de algún modo el
71
Richard PETERS, La estructura de la historia…, p. 163.
72
Isaiah BERLIN, Vico y Herder…, p. 105.
73
Juan CRUZ CRUZ, La barbarie de la reflexión…, p. 86.
35
ars humano de la Historia, pero sin vulnerar por ello su plena libertad en el hacer
histórico.
Porque precisamente los hombres han hecho este mundo de naciones […] Sin embargo, este
mundo, sin duda, ha salido de una mente muy distinta, a veces del todo contraria y siempre
superior a los fines particulares que los hombres se habían propuesto; estos fines restringidos,
que convenidos en medios para servir a fines más amplios, ha obrado siempre para conservar la
generación humana en esta tierra […] La Providencia […] se nos hace sentir abiertamente en
estos tres sentidos: uno de asombro, otro de veneración que han tenido todos los doctos hasta
ahora por la sabiduría inenarrable de los antiguos, y el tercero del ardiente deseo por el que
ansiaron buscarla y conseguirla; pues éstos son de hecho tres luces de su divinidad, que les
despertó los anteriormente mencionados tres bellísimos sentidos correctos que, después, por la
vanidad de los doctos, unida a la vanidad de las naciones […] se depravaron. 75
74
Con excepción del pueblo judío, a cuyos filósofos y profetas Dios reveló directamente la ley
eterna y universal a través de las Sagradas Escrituras. Por contra, al resto de pueblos “gentiles” no les
cabe sino descubrir las verdades y las virtudes divinas a través de la marcha histórica.
75
Giambattista VICO, Ciencia Nueva, p. 745 & pp. 747-748.
36
proyectados por la luz de una naturaleza humana idéntica, que se desarrolla desde la
barbarie hasta la reflexión tríadica o ternariamente. En este punto, Vico se mostró muy
superior y tanto más perspicaz que las postreras filosofías de la historia decimonónicas
que preconizaban un orden teleológico lineal de perfección constante y gradual hasta
alcanzar un estado utópico; para Vico, la “perfección”—la utopía, expresado en
términos histórico-sociales— es asimétrica con la naturaleza connaturalmente
imperfecta del hombre.
No se trata, ergo, en Vico del resultado de un acto humano deliberado, sino del
trabajo del espíritu humano (mente) obedeciendo a su propia naturaleza esencial, la cual
fue creada por un Dios trascendente que lo hizo de esa manera. “La idea de que el
hombre puede escaparse de ese círculo, controlar su propio destino, hacer las leyes a su
gusto […] y ser libre, prudente y racional para siempre —idea de que estaban
convencidos Condorcet, Saint Simon, Comte o Marx— es rechazada por Vico”76. “Ante
esta historia la Providencia no es ni trascendente ni inmanente, porque es una ‹‹ley de
necesidad, por la que el individuo debe llegar hasta el extremo de su experiencia››,
cualquiera que ésta sea”77. La Historia no se detiene jamás, “ni en medio de la paz ni en
medio de la guerra, ni en la dulzura ni en la esperanza. La Historia es perpetua agonía,
pero mientras hay agonía hay vida, y mientras hay vida hay esperanza”78.
Quien hizo todo esto fue mente, porque lo hicieron los hombres con inteligencia; no fue destino,
porque lo hicieron con elección; no azar, porque perpetuamente, haciéndolas siempre del mismo
modo, salen las misas cosas.79
76
Isaiah BERLIN, Vico y Herder…, pp. 116-118.
77
Fulvio TESSITORE, “Sentido común, teología de la historia e historicismo en Giambattista
Vico”, Cuadernos sobre Vico 21/22 (2008), p. 129.
78
José FERRATER MORA, Cuatro visiones de la historia universal…, p. 86.
79
Giambattista VICO, Ciencia Nueva, p. 746.
37
hartamente facilitada por la oscuridad de sus textos más cimeros— hacia sus propias
sensibilidades o preconcepciones sobre la época de Vico, tomando, mudando a veces,
las que se antojaban más útiles y operantes de cara a los problemas históricos de su
contemporaneidad. Tal ha sido precisamente, reputo, el error más común en que ha
incurrido la historiografía en orden al brillante filósofo napolitano, a saber, desarrollar
un estudio exegético de los, a menudo abstrusos e inextricables, textos viquianos a la
luz de paradigmas y postulados historiográficos familiares al investigador pero
completamente extraños al objeto, sustrayendo así la obra viquiana de su indispensable
tejido histórico, temporal y cultural.
80
Benedetto CROCE, The Philosophy of Giambattista Vico (translated by R. G. Collingwood),
Oxford, Pembroke College, 1913.
38
No podemos amplificar más la mirada sobre el nutrido y abigarrado cuadro que
es la Nápoles en este lapso histórico-temporal, siendo fuerza que nos conformemos con
el registro de los actores que conforman y dan sustancia a esta peculiar coyuntura. El
enfrentamiento entra estas dos escuelas filosóficas pronto cobraría una dimensión
política, enfrentando a la inveterada estructura eclesial —portaestandarte y custodia de
la tradición aristotélico-tomista de la escolástica— con el poder civil, consciente de la
operatividad de las nuevas ideas provenientes de Francia e Inglaterra para fundamentar
sobre bases teoréticas más ciertas la paulatina imposición sobre el poder eclesial que
principiase en la Baja Edad Media.
Ese rico movimiento naturalista no tardó en ser proscrito y perseguido por las
autoridades inquisitoriales virreinales, con la anuencia y condescendencia en este caso
del poder temporal. Lejos de disolver el frenesí intelectual que bullía por doquiera en la
capital virreinal, los filósofos, escritores y literatos interesados por las nuevas ideas
tuvieron que aguzar el ingenio para no mostrarse como herejes ante los ojos de la
Inquisición. Así, muchos de estos autores, aun alineándose con la corriente de
pensamiento naturalista-materialista y atea desarrollada desde el Renacimiento,
enderezaron su heterodoxia con el estudio del cartesianismo, alegando que la teoría del
pensador francés, al reconocer y dar cuenta , al contrario que las corrientes materialistas
81
Jonathan ISRAEL, Radical Enlightenment: Philosophy and the making of modernity (1650-
1750), New York, Oxford University Express inc., 2001, p. 49.
39
del mundo clásico vivificadas en el Renacimiento, de la existencia del alma y de la
concepción dual del hombre, no suponía una delación intelectual tan transparente como
lo era abrazar abiertamente el epicureísmo o el materialismo de Demócrito.
82
Ibídem, pp. 51-52.
83
Moisés GONZÁLEZ GARCÍA & Josep MARTÍNEZ BISBAL (eds.), Autobiografía de
Giambattista Vico, Madrid, Siglo XXI de España Editores, S. A., 1998, pp. 40-41.
40
como los respectos y pormenores en vigor de los cuales se convertiría en una clara
reacción contra la Nueva Filosofía; una reacción, sin embargo, no tanto en calidad de
continuadora del ya lánguido escolasticismo aristotélico-tomista cuanto en la forma de
una teoría completamente nueva que toma presupuestos culturales de esa antigua
tradición cuanto de esos padres de la Nueva Filosofía tales como Bacon, Newton,
Bayle, Descartes o Spinoza contra la que se dirige.
En un tiempo en que este método científico ubicuo —no distingue entre ciencias
y humanidades— aspiraba a monopolizar la vida intelectual, el genio de Giambattista
Vico configuró un cuerpo teórico, sustentando en un no siempre documentado trabajo
histórico que queda compensado por la originalidad y la brillantez humanística de las
hipótesis que el autor plantea, que amenazaba todos los nuevos postulados sobre los que
descansaba esta Nueva Filosofía llamada a articular el mundo moderno.
84
Isaiah BERLIN, Contra la corriente: Ensayos sobre historia de las ideas, Madrid, Fondo de
Cultura Económica, S. A., 1983, p. 145.
85
Véase a ese tenor el punto 2.1 de este trabajo.
86
Eduardo BELLO, “Dos concepciones de la filosofía de la historia: Vico y Voltaire”,
Cuadernos sobre Vico, 27 (2013), p. 17.
41
Vico retoma una vieja formulación escolástica que podríamos remontar a San
Agustín87, o, como sagazmente observa Mondolfo, a la Antigüedad Clásica —que tan
bien conocía Vico merced a sus estudios humanísticos—, donde ya atisba este autor una
temprana proposición que hace concursar el hacer y el conocer88, aquello que fuese el
puntal de la teoría filosófica viquiana, y que él nos refiere en los términos de verum
ipsum factum.
42
virtud, la justicia, o la sociedad ideal, en tanto principios universales que han existido
siempre y que han estado siempre al alcance de los hombres, se hallan incrustados cual
brillantes vetas de áureo mineral entre la masa informe del caleidoscopio histórico,
fincando, en consecuencia, la misión del historiador en detectar y explicar estos
momentos históricos o periodos presididos por esas claves explicativas eternas y fijas;
los únicos dignos de ser recuperados para la memoria colectiva en la medida en que se
adecúan al modelo unívoco y universal. Ésta referida es, en epítome, la tarea del
historiador según Voltaire, paradigma del philosophe ilustrado plenamente convencido
de la posibilidad de extrapolar los logros de Newton, Bayle, Descartes o Bacon en el
campo de la ciencia al estudio de la naturaleza humana.
Vico hace germinar con su teoría una incipiente demarcación entre lo que en
nuestros días podemos diferenciar netamente como ciencias naturales y ciencias
humanas. Las ciencias naturales tratan con la relativamente inalterable naturaleza del
mundo físico, viendo las cosas desde “afuera”, en tanto “los estudios humanísticos ven
la realidad desde dentro, a través de una especie de perspicacia empática”92, abriendo
con ello la senda de una nueva línea de pensamiento y conocimiento que ponía la nota
sobre las facultades creadoras y singulares del ser humano y las distintas culturas frente
a los baremos cientifistas de universalización, racionalización y homogeneidad que
consagró el movimiento de la Ilustración; el nuevo sentido del estudio del ser humano
en sociedad, labrado claramente contra corriente a su tiempo por Vico, sería explotado y
abundado en tiempos sucesivos por otras figuras que presentan pasmosas coincidencias
con Vico, como Johann Georg Hamman o J. Gottfried Herder, cuya Einhfühlung en
particular presenta sustantivas reminiscencias en relación con la fantasía viquiana. El
eje sobre el que bascula la teoría de estos autores prerrománticos palpita de manera
91
Ibídem, p. 63.
92
Ibídem, p. 63.
43
bisoña en Vico: a saber, que, frente al individuo o sujeto que capta y aprehende el
conocimiento en la teoría del racionalismo ilustrado, el sujeto protagonista de la historia
y de las formaciones humanas en Vico gravita en torno a la individuación de diferentes
pueblos y culturas, haciendo prevalecer, así, la acción colectiva sobre la individual.
93
Eduardo BELLO, “Dos concepciones de la historia universal…”, p. 25.
94
Voltaire contrapone su visión secular de la historia a la providencialista diseñada por J.
Benigne Bossuet en su Discours sur la histoire universelle (1681).
44
plegamiento a normas fijas y universales, a criterios de orden invariable. En otras
palabras: valdría decir que Voltaire escudriña el universal ilustrado en la historia, la
Razón; Vico no se interesa por la identificación del concepto, sino que repara más bien
en su “hacerse”, en su recorrido, en su condición fluctuante, en su hechura histórica.
Esta secularización de la historia compuesta por Voltaire pronto daría pie a las
primeras utopías seculares, entendidas todas ellas, al menos en el mundo occidental, en
torno a los conceptos clave de Progreso, Ciencia o Civilización. Por contra, Vico, como
buen cristiano piadoso que era, no se dejó seducir por ninguna promesa de paraíso
terrenal; “el reino de Dios no es de este mundo; el hombre es débil y pecador. El intento
aun de imaginar un reino perfecto sobre la tierra implica una negación de la
irremediable finitud del hombre y de sus obras, aun de las obras de su mente y su
imaginación”95. La utopía ilustrada parte de la cristalización de todos los valores y
máximas de orden universal en un determinado Estado y sociedad; pero Vico negaba
esos valores intemporales: cada sociedad era portadora de unos valores y formas
exclusivas e irrepetibles: la poesía homérica, como la prosa de Plutarco o los
ideogramas egipcios, eran sólo concebibles en su debido tiempo y contexto histórico.
Por mucho que los philosophes tratasen de persuadirse de lo contrario, el avance de las
ciencias con el consiguiente germen de la sociedad tecnificada y sus correlativas cotas
de progreso material jamás podría recuperar esas formas culturales, producto de una
mente humana no sólo remota en el tiempo, sino emocional, psicológica e
instintivamente disímil. Tan escéptico se reveló Vico respecto a las potencialidades de
la razón humana que, en su filosofía de la historia, no es sino un exceso de la misma, en
la edad de los hombres, la que torna a las hombres más crueles, egoístas y malvados de
lo que lo fueron cuando se hallaban, en la edad de los dioses, encerrados en sus
sentidos, abocando la civilización hacia el precipicio.
95
Isaiah BERLIN, Contra la corriente…, p. 190.
45
paralelismos y puntos de encuentro que permita en todo momento la confrontación y el
cotejamiento de ambos filósofos a propósito de problemas determinados, con vistas a
inferir, en último punto, en qué convergen y en qué divergen ambos autores acerca de
los sobredichos problemas deliberadamente introducidos por nosotros.
En todo caso, la filosofía del ser humano de Hobbes en cuanto cuerpo físico
debe ser expuesta, aun en líneas generales muy vagas, pues de ello depende en buena
medida la comprensión de su filosofía civil, la cual viene a representar una deducción
lógica de aquélla. Haciendo denotar su deuda para con las teorías mecanicistas de los
Galileo y Bacon, Hobbes describe al ser humano como una máquina automática, una
máquina que se mueve impulsivamente en pos de alcanzar sus propios deseos. Estos
movimientos que espolean la “máquina humana” en función de los deseos que se le
figuran se clasifican de acuerdo a una doble índole: de acercamiento, cuando la persona
se acerca a las cosas que desea; y de alejamiento, cuando ésta se aleja de las cosas que
ponen en peligro su vida. En un pasaje de sus Elementos define el poder de un hombre
para conseguir algo en los siguientes términos:
Las facultades corporales y espirituales [y] otros poderes semejantes que por ellos se adquieren
(v. g.) riquezas, autoridad, amistades o favores, y buena fortuna. [Esto va seguido de la
formulación:] Y como el poder de un hombre resiste y dificulta los efectos del poder de otro, el
poder no es más que el exceso del poder de uno sobre el poder del otro. Pues poderes opuestos
iguales se destruyen entre sí, y semejante oposición se llama contención. 96
Este pasaje clarifica, pues, lo que se ha pergeñado en líneas citeriores como una
inferencia lógica de aquello: esto es, el ser humano es una máquina dotada de una serie
de órganos y tejidos que funcionan en consonancia a fin de que “el cuerpo” pueda
colmar sus deseos y rehuir el peligro, el dolor y la muerte. La naturaleza humana está
programada en coherencia con estas claves. En tanto que un ser humano concreto trata
de satisfacer un deseo, frustrará —operando este principio como una ley social
inobjetable— el deseo de un semejante que ansiaba lo mismo para sí. En razón de ello,
sostiene Hobbes que “la primera inclinación general de toda la humanidad es un deseo
perpetuo e insaciable de poder tras poder que sólo cesa con la muerte […] La
96
C. B. MACPHERSON, La teoría política del individualismo posesivo, Barcelona, Editorial
Fontanella, S. A., 1970, p. 42.
46
competencia por obtener dichos logros inclinan a los hombres a la lucha, a la enemistad
y a la guerra”97.
97
Patricio ALARCÓN, “El temor reverencial: un principio político en Hobbes y Vico”,
Cuadernos sobre Vico 23, (2009)/24 (2010), p. 94.
98
C. B. MCPHERSON, La teoría política del individualismo posesivo, pp. 30-39.
99
Es preciso tener presente el contexto histórico en el marco del cual Hobbes compuso su teoría
de la condición natural del hombre como una guerra de todos contra todos, es decir, en unas
circunstancias, la Guerra Civil inglesa, en que su país se debatía en una lucha fratricida entre monárquicos
y parlamentarios, el clásico conflicto que la historiografía británica ha recogido como Court-Country.
47
de la condición humana los que harían valer su ley, es decir, la lucha incesante y
perpetua de todos contra todos, el egoísmo, y el afán de riqueza y poder que confronta a
los hombres secularmente.
Este punto se nos presenta (la condición natural o ley natural que rige el
comportamiento humano) ciertamente sugerente, y considero oportuno abundar en sus
posibilidades, ya que nos puede llevar a enlazar con la teoría de Vico en orden a esa
misma problemática de la condición natural o ley natural que rige el comportamiento
humano. Hobbes postula, pese a su materialismo mecanicista, más implícita que
explícitamente, una naturaleza fija para el ser humano, o sea, que éste se comporta de
manera invariable a lo largo de la historia, vislumbrando siempre su objeto en la
inmediata satisfacción de su deseo de poder, riqueza y gloria amén de la conjuración del
peligro, el dolor y la muerte. El despliegue de esa naturaleza en cada particular entraña
la necesaria consecuencia de una guerra perenne que provoca inseguridad,
incertidumbre y miseria, añadiendo, por tanto, un componente precario, fatal y
pesimista a la vida del hombre. Ante la evidencia de esa atroz condición, los hombres se
ven obligados, en pos de sus propios intereses a título individual, a concurrir en
sociedad y ceder parte de sus derechos a un soberano que garantizase la paz y proteja a
título individual las propiedades de cada hombre. De esto se sigue, como Hobbes
asevera en su Leviathan, que toda sociedad “se hace para la ganancia o para la gloria;
esto es, no tanto por amor hacia nuestros semejantes como por amor hacia nosotros
mismos”100. Este punto hace diferir, casi antinómicamente, a Hobbes y Vico no sólo en
sus teorías en orden al origen de la sociedad, sino también al propio trasfondo sustancial
de la naturaleza humana, toda vez que, para Vico, la vertebración de la sociedad y el
postrero desarrollo institucional venía inducido por el súbito desvelo de la piedad
humana, de su reverencia hacia la divinidad, significada en el temor que los rayos del
cielo le infundían a los grossi bestioni de la edad divina; en Hobbes, por contra, el
tránsito iniciático hacia la vida civil asienta su origen en el cálculo frío y racional de
cada individuo de sus propios intereses a título individual.
100
C. B. MACPHERSON, La teoría política del individualismo posesivo, p. 35.
48
buscar una fórmula de gobierno definitiva para la sociedad no de acuerdo a unos
postulados de origen metafísico, sino a una presuposición de ley natural que cree haber
derivado del comportamiento de los hombres en sociedad, pero sólo de su sociedad
actual. Lo que Hobbes estaba analizando desde el principio, era la naturaleza del
hombre civilizado, del hombre de su inmediata contemporaneidad; porque, al contrario
que Vico, Hobbes comparte la idea, aunque pasado por un novedoso tamiz materialista
y mecanicista, de una naturaleza y razón humana fija. El método analítico-sintético que
tanto admiraba en Galileo y que él mismo adoptó, consistía en descomponer la sociedad
existente en sus elementos más simples y recomponer luego esos mismos elementos en
un todo lógico”.101
Al contrario, dado que las causas de las cosas naturales no están en nuestro poder, sino en la
voluntad divina, y que la mayor parte de ellas (y sin duda alguna, el éter) son invisibles, no
podemos deducir sus propiedades de sus causas, puesto que no las percibimos. No obstante, a
partir de las propiedades que percibimos podemos demostrar sus consecuencias, infiriendo de
ellas, en los límites de lo que nos está permitido, que hayan podido tener tal o cual causa. […]
Por otro lado, la política y la ética […] pueden ser demostradas a priori; en efecto, nosotros
sabemos cuales [sic] son los principios de donde se derivan lo justo y lo equitativo e,
inversamente, lo injusto y lo inicuo, es decir, que nosotros mismos hemos creado las causas de la
justicia: las leyes y los contratos. Porque, antes de la creación de las leyes y los contratos, no
existía entre los hombres ninguna justicia… 102
Ciencia es tener conocimiento de este tipo de causa (pues el criterio de poseer la ciencia de una
cosa es el de relacionarla con el efecto y la prueba de la causa es producir la cosa. Esto es
101
Ibídem, p. 37.
102
José M. BERMUDO, “Vico y Hobbes: el ‹‹verum-factum››”, Cuadernos sobre Vico 1, 1991,
pp. 144-145.
49
absolutamente verdadero porque se convierte con el hecho, tal que el conocimiento de algo y su
producción es una misma cosa.103
103
Ibídem, p. 145.
104
C. B. MCPHERSON, La teoría política del individualismo posesivo, p. 50.
105
En su narración de la Guerra Civil inglesa que enfrentó a realistas contra parlamentarios,
Hobbes va a ver singularizados los intereses y sensibilidades de la sociedad jerárquica y de costumbre,
que tanto vitupera en sus escritos teóricos, en el bando realista.
50
mismo Hobbes reputa paradigmático de esta sociedad jerárquica y de costumbre, se
fundamenta teóricamente no en que es el ordenamiento de sociedad más concorde a la
idiosincrasia humana, sino en un pretendido plan divino o providencial según el cual los
reyes deben de gobernar sobre los hombres en su nombre; frente a ello, Hobbes va a
argüir en sus escritos un ordenamiento social acorde a la idiosincrasia humana, acorde,
por supuesto, a la idiosincrasia humana que él ha inferido en sus observaciones.
Partiendo de que los hombres son naturalmente ambiciosos, codiciosos y ávidos de
gloria, el modelo jerárquico sólo permite porfiarse el poder a aquellos que se ubican en
su cúspide. En cambio, su modelo, que Mcpherson atisba como el germen de la
sociedad posesiva de mercado, permite a los hombres una consecución ininterrumpida
de riqueza, poder, gloria y fama dentro de las lindes de un marco legal y de derecho que
permite y garantiza que estas conquistas se cristalicen de manera pacífica, y no a través
de la guerra, el desencuentro y el exterminio.
En el modelo de sociedad de Hobbes los medios de los que cada hombre cuenta
naturalmente que le permiten procurarse un mayor poder se subsumen a una lógica de
mercantilización. Las propiedades naturales humanas, computándose por supuesto entre
ellas su trabajo y su capacidad de producción, se prestan a la alienación a cambio de
dinero, con lo cual, el fluctuar multidireccional del dinero permite la riqueza individual,
y, al contrario que una sociedad jerárquica que encona a los individuos en un esquema
tanto más fijo, anida la potencialidad de que medrar socialmente se torne socialmente
transversal e indiferenciado. Este marco permite a los individuos que desean más
placeres de los que ya tienen —deseo éste, según Hobbes, ínsito al ser humano— tratar
de hacerse para su propio uso con los poderes naturales de otro. Y ello lo hacen a través
del mercado. Esta sociedad es, por tanto, la más acorde a las exigencias de Hobbes: “es
una sociedad en la que los hombres que desean más pueden tratar —y así lo hacen— de
conseguir los poderes de otros […], y todo ello por métodos pacíficos y legales que no
destruyen la sociedad por la fuerza declarada”106, sino que, eso que antes era realizado
por la vía de la guerra y el conflicto, se opera ahora cual transacción mercantil entre
hombres libres, conscientes y racionales.
106
C. B. MCPHERSON, La teoría política del individualismo posesivo, p. 60.
51
hace derivar las obligaciones políticas de los hombres a través de como son, es decir,
complejas entidades mecánicas que propenden naturalmente a acumular más poder del
que naturalmente son depositarios a costa de sus semejantes; y esta naturaleza humana
evidenciada por Hobbes se acompasa cabalmente en los esquemas de la sociedad
posesiva de mercado, que permite que el hombre despliegue sus instintos competitivos
—en términos de mayor adquisición de poder, no de agresión— en un sistema
nítidamente delineado que permite la competitividad y el afán de mayor poder y riqueza
connatural al hombre al tiempo que garantiza la paz, seguridad y, sobre todo, propiedad
de todos, lo cual quedaba al albur de las pasiones humanas en el estado de naturaleza,
término, recordemos, con el que Hobbes refiere un escenario hipotético donde los seres
humanos dan igualmente rienda a sus pasiones, pero con la diferencia esencial de que
no existe un soberano que contemporice sus apetitos.
El compromiso social queda así labrado sobre los intereses egoístas de cada
hombre, sobre una obligación utilitaria y no moral como vemos en Vico, en cuyo
sistema los hombres se pliegan a sus propias ideas sobre la divinidad y sus actos
contingentes son reconducidos por la mente providencial —cuyo poso está en la propia
mente humana que Él creo— hacia un fin racional. En Hobbes, el progreso depende de
que los hombres sean fríos, calculadores, perspicaces y actúen siempre en perspectiva
de sus propios intereses particulares, lo cual redundará a la larga en una mejora del
colectivo. Hobbes hace derivar las obligaciones y normas que deben regir la vida social
y cívica de los hombres de los propios hechos107 que éstos protagonizan, en una suerte
de verum-factum con su marca personal, sin inferencia alguna de una providencia que sí
se insinúa sugestivamente a veces en la teoría viquiana: los hombres aceptan las leyes
que los atan a un soberano y a la observancia de las mismas en la medida en que les
convienen, y, por otro lado, en tanto en cuanto son conocedores racionales de su
naturaleza inusitada, violenta y desmesurada, y no porque éstas [leyes] les vengan dadas
por unas normas morales a priori, anteriores a la sociedad o fundadas en postulados
metafísicos a la manera de la ley divina.
107
Ibídem, pp. 70-71
52
estaba ya en éste”108. Como sugiere J. Bermudo109, en la teoría política y social de
Hobbes no sólo podemos encontrar algo parecido al verum-factum, sino que fue más
consecuente al aplicarlo que el filósofo napolitano. Sus pocos escrúpulos filosóficos y
su vehemente defensa del hombre entendido como máquina-autómata le permitieron
una formulación fuerte, radical y definitiva; Vico, más filósofo, aprisionado entre su
celo católico y su formación escolástica, se mueve buscando un apoyo metafísico en su
teoría, una convergencia de la historia de los hombres con el plano ideal, con una
deferencia hacia Platón y la tradición que le condujo en última instancia a introducir a la
Providencia en su historia hecha por los hombres, lo cual ya contravenía
substancialmente la piedra de toque del verum-factum en su traslación a la historia: la
historia como ars humano.
Ambos autores hacen partir sus teorías históricas del reconocimiento expreso de
la autoría enteramente humana de la misma. Otra idea sumamente sugerente que se
presta a concursar en ambos autores yace en el juicio común de reputar el conocimiento
de la realidad no como un libro abierto que se abre a una inteligencia humana nítida y
perfecta —ésa era la idea cartesiana—, sino que pliegan el conocimiento individual que
exalta el racionalismo ilustrado a las condiciones históricas, sociales y económicas —
cobrando esta última dimensión [la económica] un papel tanto más notable en la teoría
108
Ibídem, p. 74.
109
José M. BERMUDO, “Vico y Hobbes: el ‹‹verum factum››”, p. 143.
110
Adrienne FULCO, “Vico y Marx: conciencia humana y estructura de la realidad” en Giorgio
TAGLIACOZZO (comp.), Vico y Marx: afinidades y contrastes, México, Fondo de Cultura Económica,
S. A., 1990, p. 123.
53
de Marx— concretas y específicas en que el individuo se incardina. La conciencia de la
que parte el conocer se convierte así en un producto social; tanto Vico como Marx
“explican la naturaleza social del hombre y la naturaleza social del conocimiento
humanos en términos de origen y desarrollo de la conciencia […] El problema
gnoseológico se encuentra inextricablemente atado al problema de la naturaleza
humana”.111
54
naturaleza habida cuenta de la condición netamente material del mismo. De acuerdo con
esta lógica histórica sobreexpuesta, aquellos grupos (clases en terminología marxista)
que han conseguido apropiarse del trabajo de los otros han impuesto su propia visión de
la realidad.
He ahí la falla que separa, según Marx, al hombre del conocimiento pleno y
develado de su realidad inmediata: la fuerza obliteradora que sobre él ejerce la ideología
del grupo dominante, que le hace percibir la realidad según su filtro, es decir, según los
intereses de clase del grupo que la ha diseñado. El conocimiento puro e incondicionado
sujeto-objeto no será posible mientras existe una clase dominante que, movida por sus
intereses particulares, distorsione esta realidad imponiendo sobre las otras su propia e
interesada percepción.115 Si entendemos esto cobra sentido la misión histórica
trascendental que Marx atribuye al proletariado como clase social. El proletariado es la
única clase en la historia humana que no universaliza falsamente sus propios intereses.
En el estadio socialista, por primera vez, los intereses de la clase dominante son
114
Recuérdese que la propiedad eminente de las clases sociales a la luz de la teoría marxista, el
criterio permite distinguir a unas de otras, es la relación particular que cada una establece con los modos
de producción y, por ende, con la materia y la transformación de la naturaleza.
115
Jeffrey BARNOUW, “El hombre haciendo historia: el papel de los plebeyos en Vico, el
proletariado en Marx” en Giorgio TAGLIACOZZO (comp.), Vico y Marx: afinidades y contrastes, pp.
95-112.
55
verdaderamente los intereses universales, por cuanto, suprimiendo la apropiación del
trabajo del hombre por el hombre, la naturaleza humana y la dignidad humana cifrada
en la posesión de su trabajo, que socavó la división del trabajo, queda restituida. El
proletariado universaliza la realidad porque acompasa la sociedad y su ordenamiento
con el ideal de naturaleza humana fijada por Marx: el derecho del hombre a disponer
libremente de su trabajo. La producción comunista, al contrario que las precedentes, no
es otra labor de redistribución en la división del trabajo; al contrario, “necesariamente
está ‹‹dirigida en contra los modos de actividad precedentes, termina con el trabajo››,
en el sentido de trabajo enajenado, y ‹‹suprime el gobierno de clase junto con las clases
mismas››”116, ya que esto es llevado a cabo por la clase a la cual la sociedad ya no
reconoce como clase.
116
Ibídem, p. 110.
56
términos que lo entiende Marx. El sustrato cultural e intelectual —ya sea en la edad de
los dioses, los hombres o los dioses— es común a toda la sociedad, y no un artificio
privativo del que hace uso interesadamente una clase para velar una estructura
económica y de producción favorable.
Lo que explica la base idealista del materialismo de Marx es el viejo mesianismo y profetismo
judíos inalterados a través de los dos mil años de historia económica… El Manifiesto Comunista
conserva aún los caracteres básicos de la fe mesiánica: la certidumbre de cosas en que esperar
[…] El entero proceso de la Historia, según se esboza en el Manifiesto Comunista, corresponde
al esquema general de la interpretación judeo-cristiana de la Historia como un providencial
avance hacia una meta final llena de significado.117
117
Moisés GONZÁLEZ GARCÍA, “Progreso e historia en Vico y Marx”, Cuadernos sobre Vico
11-12 (1999-2000), p. 142.
118
Patrick H. HUTTON, “La religión y el proceso de civilización en Vico y Marx” en Giorgio
TAGLIACOZZO (comp.), Vico y Marx: afinidades y contrastes, pp. 136-145.
57
total en el marco de un estado ideal a través del auxilio del avance de la ciencia y la
tecnología. Esa fe en la ciencia y la tecnología era una premisa casi universalmente
aceptada en el siglo del “cientifismo” que a Marx le tocó vivir.
IV Conclusiones
La enseñanza capital de Vico, no ya sólo para los historiadores, sino para todos
los científicos sociales en general, yace en que toda aprehensión clara y nítida de
nuestra realidad va a resultar siempre pretendida e inverosímil. Que las criterios
axiomáticos de los que deducir verdades incontrovertibles sólo son posibles en las
ciencias puras y que, el hombre, al estudiarse a sí mismo, ha de tomar conciencia y
constancia del mar de ideas y juicios variables, a menudo encontrados, en que se
sumerge; el historiador no podrá atenerse a unas máximas de cumplimiento universal
como sí es lícito y exigible al matemático o al físico; su percepción de la realidad
histórica está interferida por el tamiz de sus propios juicios personales, sociales o
culturales, que suelen atender, por lo demás, a una contextura histórica y circunstancial
particular que nublan, como observaba Vico, cualquier pretensión de conciencia nítida,
transparente y objetiva con la que soñaban ilustrados y racionalistas. Vico nos reclama,
frente a la esclerosis metodológica de los que trabajan con fórmulas, mímesis y empatía
58
hacia nuestro objeto de estudio, y, sobre todo, fantasía, seguir ingeniando siempre
nuevos métodos y filtros de visión de la realidad histórica, porque, como nos enseña la
historia de nuestra disciplina, la historiografía, el acontecimiento histórico nunca ha
resultado compatible con la fórmula universal que pretende el científico: lo que era una
prueba incontrovertible para Bossuet, no lo fue tanto para Gibbon; no opinaron lo
mismo respecto a lo que constituye un hecho histórico Ranke, Michelet, Macauly,
Guizot o Dilthey; no es el mismo pasado el que aparece ante los ojos de los
nacionalistas y marxistas, o ante clericales y liberales.
59
racionalidad sobreprotectora que anida y late en el fondo de la vicisitud histórica es, en
lugar de la razón inmanente ilustrada, una providencia aún trascendente, mas en tránsito
de devenir inmanente, al situarla dirigiendo indirectamente las mentes humanas que
hacen la historia, y no determinando la marcha histórica humana desde una posición
extrínseca.
V Bibliografía y referencias
BERLIN, Isaiah: Contra la corriente, Ensayos sobre historia de las ideas, Madrid,
Fondo de Cultura Económica, S.A., 1983.
BERLIN, Isaiah: “Giambattista Vico”, Cuadernos sobre Vico 11-12 (1999-2000), pp.
17-32.
BERLIN, Isaiah: Vico y Herder, dos estudios en la historia de las ideas, Madrid,
Ediciones Cátedra (Grupo Anaya, S.A.), 2000.
BERMUDO, José M., “Vico y Descartes”, Cuadernos sobre Vico 9/10, 1998, pp. 23-41.
BERMUDO, José M., “Vico y Hobbes: el ‹‹verum factum››”, Cuadernos sobre Vico 1,
1991, pp. 135-153.
BOCARDO, Enrique, “La experiencia humana como narración”, Cuadernos sobre Vico
11-12 (1999-2000), pp. 63-80.
60
CROCE, Benedetto, The Philosophy of Giambattista Vico (translated by R.G.
Collingwood), Oxford, Pembroke College, 1913.
FERRATER MORA, José, Cuatro visiones de la historia universal. San Agustín, Vico,
Voltaire, Hegel, Madrid, Alianza Editorial, S.A., 1986.
MONDOLFO, Rodolfo: “Verum factum”, Desde antes de Vico hasta Marx, Madrid,
Siglo veintiuno de España editores, S.A., 1971.
61
MUÑOZ-ALONSO LÓPEZ, Gemma, “La crítica de Vico a Descartes”, Cuadernos
sobre Vico 2, 1992, pp. 51-63.
POMPA, Leon, “La función del legislador en Giambattista Vico”, Cuadernos sobre
Vico 5/6, 1995-96, pp. 139-153.
62