Rainbow Angie P - Son Como Mariposas
Rainbow Angie P - Son Como Mariposas
Rainbow Angie P - Son Como Mariposas
COMO MARIPOSAS
Angie P. Rainbow
Copyright © 2018
Todos los derechos reservados.
Son como mariposas
Angie P. Rainbow
“El simple aleteo de las alas de una mariposa puede desencadenar un
huracán en otra parte del mundo”
Prólogo.
Recuerdos
Muchos años después, Amber se encontraba recostada en su cama,
descansando de la gran fiesta que acababa de terminar. Se decía a sí misma lo
feliz que era, y sí, eso era muy cierto, realmente se sentía feliz, tenía un esposo
maravilloso con el cual había compartido los últimos 30 años de su vida, unos
hijos espléndidos y unos nietos hermosos, “no puedo ser más afortunada”
murmuró. Amber tenía 68 años y su cara marcaba cada suceso de su vida, las
líneas de sus manos, le hacían saber todo lo que había vivido. Seguía siendo una
mujer muy hermosa, solían decirle que para su edad, estaba sumamente
conservada, pero ella, al verse en el espejo, no podía evitar que su reflejo le
dijera lo contrario. Se preguntaba cómo estaría si tan sólo las cosas hubieran sido
diferentes, si la vida hubiera tomado otro camino. En su mano izquierda, aparte
del anillo que le recordaba los años de casada que llevaba con su esposo, tenía
un anillo más; un anillo sumamente viejo y desgastado, anillo que le recordaba
lo que ni siquiera se molestaba en olvidar, porque sabía que aquello, siempre
estaría presente en toda su vida.
Abrió el cajón que estaba a un lado de la cama, sacó una caja, aquella caja
que nadie más podía abrir y vio la foto, foto que llevaba con ella desde hacía
más de 30 años, la observó fijamente; las lágrimas no pudieron evitar empezar a
brotar de sus ojos grandes marrones, lágrimas que reflejaban lo absurdo que era
lo que todos decían; que el tiempo te hace olvidar, que el tiempo todo lo cura.
Lágrimas que le contaban que aún después de 30 años, el amor seguía en lo
profundo de su alma, lágrimas que parecían lluvia de junio, lágrimas que seguían
doliendo, lágrimas de esas que más duelen; lágrimas de recuerdo. Amber era
muy feliz, eso era cierto, pero esa felicidad de 30 años, no podía compararse a la
felicidad que había tenido esos años, esos pocos años, que al ver la fotografía,
los recordaba como si hubieran sido ayer. Tan sólo unos pocos. 30 años no
podían aún opacar esos años de su vida, porque lo que vivió en esos años le
cambió la vida. Fue feliz en el sentido pleno de la palabra, fue feliz
intensamente, fue feliz locamente, fue feliz apasionadamente. Fue feliz con cada
poro de su piel y de su alma y ahora también lo era y en los últimos 30 años lo
había sido, pero no como esos pocos años, nunca como esos años…
Acarició la foto, acarició esos ojos azules que tanto le gustaban, sonrió al ver
su sonrisa, la sonrisa que reflejaba aquella foto. “Tenía 20 años” se dijo Amber
entre lágrimas…
—Deja que nos tomemos una foto, Amy por favor…
—¡No!, ya tenemos muchas y son muy obvias todas.
—Ja, ja, ja, ¿obvias? Nuestro amor lo es, ¿cómo puedes ocultar lo obvio?…
—Lo hemos hecho, siempre lo hacemos…
—No porque yo quiera hacerlo…
— ¿Volveremos a tener esta conversación? Sabes lo que pasará, tú dirás que
ya no quieres seguir escondiéndote más, yo te contestaré que aún no puede ser
de otra forma, tú responderás que sólo pienso en mí y yo te diré que esto es muy
difícil y tú no lo entiendes. En serio, ¿quieres que volvamos a discutir?
—No, pero, ¿hasta cuándo Amber?…
—No lo sé… ¿por qué no sólo me besas y ya?
—Ja, ja, ja siempre sabes cómo conseguir lo que quieres ¿verdad? Te
besaría hasta morir.
—Sería una forma muy bonita para morir…
—Pues, entonces intentémoslo.
Los recuerdos brotaban uno tras otro, tal cual lo hacían sus lágrimas, parecía
que con cada lagrima que caía, también un recuerdo venía a Amber… Entonces
recordó aquella temporada de su vida, ese invierno de hacía ya 48 años, ese
invierno cuando todo comenzó. Enero parecía tener no sólo la fecha del
nacimiento de Amber, sino también, la historia más bonita que pudo sucederle.
Enero, enero, enero, se repetía. Uno a uno los recuerdos fluían en ella, en forma
de lágrimas, lágrimas que venían de lo más profundo de su alma…
Enero y su esplendor
Era una noche fría de enero llena de neblina, hacía un frío que congelaba los
huesos, como es común en esa época de invierno, el hielo, aunque pequeño, no
dejaba de caer. Amber acababa de llegar a Londres, observó su pequeño
apartamento; segundo piso de la calle Oxford, dos recámaras que si bien no eran
muy grandes, no estaban nada mal. El lugar parecía un poco descuidado, pero
Amber se sentía realmente feliz, al fin estaba cumpliendo sus sueños. Estaba en
aquel país de intercambio, se había ganado la beca para cursar allí un año de la
carrera de artes que estudiaba en New York, junto con su amiga Cassie. Ambas
habían rentado aquel apartamento en esa calle donde solían vivir sólo estudiantes
extranjeros. La pasión de Amber era dibujar, pintar; poder expresar eso que
sentía a través de sus dibujos y pinturas y era realmente buena para hacerlo.
También le encantaba escribir y tenía un talento especial para ello, aunque la
verdad era que no lo hacía tan a menudo.
Cassie se había ido unas semanas antes que Amber, había conseguido el
apartamento y tan sociable como era normal en ella, ya sabía cuál era el bar de
moda al que debían ir cada viernes y que se debía hacer en las noches en esa
ciudad. Cuando llegó Amber a su apartamento se percató que Cassie no estaba,
pero llegó enseguida emocionada por volver a verse después de algunas
semanas.
— ¡Amy! —dijo mientras entraba al apartamento, dándole un efusivo abrazo
—, ¡por fin estás aquí!, tengo el plan perfecto para esta noche…-agregó,
mientras ambas iban caminando hacia la habitación de Amber.
— Cass, a mí también me alegra estar aquí —respondió Amber, con una
enorme sonrisa en su rostro- pero mmm… la verdad es que, quisiera descansar,
acabo de llegar de un viaje pesado, solo quisiera dormir… —siguió diciendo, a
la vez que se aventaba en la cama.
— ¡Amber estás en Londres y es viernes por la noche! Nadie duerme en
Londres un viernes por la noche —dijo Cassie divertida, agarrando de la mano a
Amber haciendo que se levantara— aparte tenemos aún un mes de vacaciones,
podrás dormir lo que te plazca…
—Mmm…
—No acepto un no… ¡Y lo sabes! Si te tengo que llevar cargando, lo haré…
— ¡Eres imposible Cassie!
— ¡Es mi especialidad! —respondió con una amplia sonrisa y guiñándole un
ojo- ahora hay que arreglarnos un poco y ¡vámonos!
…
Llegaron al bar The house, que se encontraba a unas calles de donde vivían y
que era el bar más concurrido y popular del momento, al parecer todos se
reunían ahí. Entraron, Amber un poco arrepentida por haber accedido a ir,
aunque después de la insistencia de Cassie y su poder de convencimiento, era
imposible no hacerlo, hasta el más difícil hubiera accedido. El lugar estaba lleno,
como era costumbre un viernes por la noche, Amber se dijo que podía estar
leyendo en ese momento, terminando el libro que le había regalado Jammie, su
novio, o tal vez escribiendo un poco, o durmiendo, o cualquier cosa, menos
estando en ese lugar tan infestado de gente, donde apenas se podía respirar…
— A este lugar vienen todos, me contaron que hace dos semanas Tom
Hamilton estuvo aquí, ¿puedes creerlo? ¡Tom Hamilton! —decía Cassie
emocionada.
— ¿Te contaron? Seguramente ya eres amiga de más de cien Cassie…
—Ja, ja, ja, no tanto Amy, del que vaya que quisiera ser amiga es del chico
de enfrente y tú de su amigo, mira que chicos tan espectaculares… —dijo Cassie
señalándolos discretamente.
—Cassie te recuerdo que yo tengo novio.
—Que está a más de mil millas de distancia y hasta donde sé, nunca has sido
la imagen de la fidelidad… —dijo divertida, acercándose a Amber y mientras se
levantaba de la mesa, agregó— ¿quieres un whisky?
—Sabes que casi no me gust… —Amber, no pudo terminar la frase porque
Cassie se fue a la barra sin escucharla.
Amber aún no podía concebir estar en ese lugar, claro que le encantaba salir
de vez en cuando, pero nunca como a Cassie que era la típica chica fiestera.
Amber, por el contrario, prefería hacer cosas más tranquilas, quedarse a leer, ver
una buena película, pintar y aún más ese día que se sentía cansada por el viaje.
En muchas cosas no era la típica chica estadounidense de 20 años, solía escuchar
todo el tiempo comentarios sobre lo madura que era para su edad. Cuando sus
amigos en la facultad hablaban de los temas de moda o de quién era el chico más
guapo del momento, ella prefería leer, le encantaban las letras en todos los
aspectos, aunque también tenía momentos en los que salía a emborracharse
como el resto.
Era una chica bastante hermosa en todos los sentidos; tenía unos ojos
grandes marrones que parecía traspasaban a los demás cuando los observaba
fijamente, era alta, muy delgada pero con un cuerpo bien definido, tenía unas
piernas sumamente largas y delgadas que no le gustaban, aunque estaban en
proporción con su cuerpo y la hacían verse increíblemente bien. Su cabello era
claro y rizado, de esos rizos que no están definidos, que sobresalen por ser
desordenados, rebeldes, que llaman la atención por donde quiera que estén. Su
piel blanca enmarcaba perfecto la forma de sus ojos y sus cejas gruesas, le daban
un toque más profundo a su mirada. Tenía un espacio en la barbilla que unas
veces se marcaba más que otras, Amber solía decirse que hasta su barbilla a
veces partida y a veces no partida tenía que ser cambiante como ella, lo cual le
causaba risa.
Era una mujer que poseía un encanto especial, claramente su físico le
ayudaba a esto, pero había algo más; tal vez era su inocencia que la hacía
diferente al resto, tenía ese toque de pureza sin pretender tenerla, simplemente
era parte de ella y solía atraer a muchas personas a su alrededor, y lo que resulta
más atractivo es que ella no lo notaba en verdad. Era torpe, lo que, mezclado con
su forma de ser distraída, a veces insegura, y sumamente divertida, la volvían
ridículamente atractiva. Era una chica con la que se podía conversar de cualquier
cosa, al menos eso le solía decir la gente que la conocía, solían calificarla de
alguien sumamente intelectual, con ideas propias. También era muy divertida,
alegre, bromeando todo el tiempo, le gustaba pasar momentos divertidos con la
gente que la rodeaba. Pero a la vez, era tranquila, seria en determinados
momentos, con un carácter firme y con un aire misterioso.
No se había dado cuenta que en la mesa de enfrente alguien no dejaba de
observarla, en realidad ahí se encontraban cuatro personas, pero una en especial
era la que no podía quitarle la mirada de encima.
Amber estaba sumergida en sus pensamientos, como solía ocurrirle, se había
ido de ese lugar, al menos en su mente así era, hasta que, de repente, una voz la
trajo de vuelta.
— ¡Hola!, soy Ger, ellos son Andrew, Loud y Margareth… —dijo mientras
señalaba a sus amigos, era un chico sumamente guapo, tenía ojos cafés y cabello
un poco largo, parecía un músico, tenía el estilo del clásico músico rockero, con
sus jeans rotos y chamarra de cuero.
—Hola, yo, yo, soy Amber —dijo Amber con el rostro confundido,
volteando a ver a todos.
—Hola Amber, perdón por espantarte —respondió Ger al observar su
reacción— las vimos cuando entraron… a ti y a tu amiga, me refiero… y
pensamos en que tal vez podríamos conocernos y sentarnos juntos, ¿qué opinas?
—agregó con una sonrisa.
En ese momento llegó Cassie, saludándolos y presentándose.
— ¡Tú eres el cantante de The Trains! ¡No puedo creerlo! y tú… tú eres
Margareth Ray, ¡la modelo! —decía Cassie muy emocionada mientras veía a la
chica que se llamaba Margareth y la agarraba del brazo.
—Ja, ja, ja, así es, esos somos y ellos Andrew y Loud, también son de la
banda de Ger, no los mencionaste… —contestó Margareth, muy divertida por la
emoción de Cassie.
Amber no tenía idea de quiénes eran esas personas, al parecer eran famosas,
o al menos conocidos, pero ella nunca había oído hablar de ellos, <¿habré sido
maleducada por no reconocerlos?> se preguntaba Amber, <¿pero cómo iba a
saber quiénes eran, si yo no vivo aquí?>, volvió a decirse Amber.
—Hola, creo que ya te dijeron mi nombre, soy Margareth- le dijo Margareth
a Amber, con una amplia sonrisa, mientras se sentaba a su lado y la saludaba en
la mejilla.
—Yo bueno… soy Amber —respondió con una sonrisa nerviosa, se sentía
nerviosa, bastante nerviosa, era muy extraño estar platicando con una modelo,
aunque acabara de enterarse que eso era, y bueno, no todos los días Amber
platicaba con una modelo, al parecer, reconocida.
Ella no había notado el poder que causó en Margareth; quién desde que
entraron al lugar, no le quitaba los ojos de encima. Margareth se estaba
convirtiendo en la modelo más popular del país, estaba ascendiendo rápidamente
y siendo solicitada por algunas campañas, estaba cerca de los 30 años, aunque
fácilmente podía pasar por una joven que estuviera en los veintes. Era una mujer
capaz de quitarle el aliento a cualquiera; con unos ojos tan azules que parecía
que en ellos se veía el esplendor del mar, eran tan claros que fácilmente podrían
confundirse con el cielo en una tarde despejada, su cabello pelirrojo largo y
ondulado, hacía juego perfecto con su piel blanca. Sus mejillas tenían algunas
pecas, lo cual le daban ese toque de juventud. Y su sonrisa, fácilmente podía
confundirse con una sonrisa coqueta, que expresaba más de lo que debería
expresar.
Tenía un cuerpo muy bien formado, era esbelta pero con atributos que
sobresalían; pechos bien formados, piernas sumamente atractivas, no en exceso
largas, pero en proporción con su estatura. En ese momento, vestía un vestido
azul, que le llegaba un poco arriba de la rodilla y que estaba descubierto de la
espalda, el color del vestido hacía que sus ojos sobresalieran más, viéndose aún
más celestes de lo que ya eran, su cabello ondulado caía por su espalda y si bien
no tenía tanto maquillaje, el poco que llevaba la hacía verse increíblemente
hermosa. Su personalidad hacía sincronía con su físico y su carrera, era
sumamente arrogante y superficial, sus principales intereses eran el poder, el
dinero, la fama, poder tener lo que quisiera en el momento que lo deseaba y lo
cierto era que siempre lo conseguía.
Toda su vida, Margareth había vivido entre lujos y éstos habían aumentado al
ingresar a la carrera de modelaje, tenía todo lo que alguien pudiera desear o al
menos, daba esa impresión. Era una mujer que atraía a quién la viera, que
llamaba la atención en el lugar en el que estuviera. Margareth era consciente del
poder que tenía y lo cierto era que lo usaba cada que podía para conseguir lo que
deseaba…
— ¡Así que eres modelo!, nunca había conocido a una modelo inglesa —dijo
Amber visiblemente emocionada, tal vez era también, que después de varias
copas, el alcohol ya estaba haciendo su efecto…
—Ja, ja, ja, —rio Margareth complacida, había logrado el efecto que
esperaba lograr al contarle a Amber sobre su carrera— pues ya conoces a una…
hemos estado hablando sólo de lo que yo hago, pero dime Amber, ¿tú a qué te
dedicas?- preguntó viendo de arriba a abajo a Amber, que no notó nada.
—Estoy estudiando artes, en New York, pero estoy… estamos Cassie y yo…
de intercambio en la facultad de arte de aquí —contestó sonriendo sutilmente y
después bebió de su copa.
— ¡Oh, increíble!, entonces tenemos aquí a Amber Picasso —contestó
Margareth, con una gran sonrisa, imitando la emoción que Amber hace unos
minutos acababa de expresar.
—Ja, ja, ja, ja —ahora fue el turno de reír de Amber— ¡ojalá!, apenas estoy
empezando en esto, he tenido suerte con lo de la beca, creo que ahora todo
depende de mí…
—Eso es muy cierto —dijo Mar en un doble sentido que Amber no entendió
y mientras agarraba su copa, agregó— ¿sabes? Tienes una sonrisa muy bonita.
— ¡Oh gracias! —Amber se sintió ruborizada, como solía pasarle, y no sabía
si se debía al efecto que el alcohol estaba teniendo en ella, pero sentía una
simpatía muy particular por esa mujer, sentía algo extraño que no sabía a qué se
debía.
Esa noche, Margareth y Amber estuvieron platicando, sin interesarse en la
plática que todo el grupo a su alrededor estaban teniendo también, Amber estaba
realmente impresionada por el trabajo de Margareth; conocía a mucha gente,
gente famosa, había viajado por casi todo el mundo, lo tenía todo, o al menos así
parecía. Era casi una celebridad; en Londres ya era conocida por todos y en
algunas partes de Europa su nombre empezaba a sonar, su próximo paso era
llegar a Estados Unidos a través de una campaña para la promoción de un
perfume que la acababa de contratar. Amber se sentía interesada en lo que le
contaba, aunque nunca había sido una chica a la que le agradara el mundo de las
celebridades, era realmente impresionante escuchar cómo vivían. Ella siempre
había preferido cosas más tranquilas, donde pudiera centrarse solo en su arte, en
dibujar, y pintar, siempre con la mayor calma posible. Parecía que a Margareth le
pasaba todo lo contrario, podía ver su emoción al contarle de todas las fiestas a
las que asistía todo el tiempo. Amber no se explicaba porque siendo tan diferente
a ella, le simpatizaba tanto, no quería dejar de hablar con ella, eran polos
opuestos en casi todo, pero ambas habían simpatizado mucho la una con la otra.
—Entonces ya que no quieren ir a mi casa para seguir con la fiesta, me
pasas… quiero decir, ¿Me pasan su teléfono? —preguntó Margareth sin quitar la
sonrisa que había tenido casi toda la noche. Observaba fijamente a Amber—
digo, para invitarlas a las próximas fiestas y reuniones…
— ¡Claro! — respondió Cassie emocionada— ya me imagino como han de
ser sus fiestas, ¡muero por ir a una!
—Ja, ja, ja —rio Ger— te prometo que no son tan espectaculares, a mí me
aburren.
—Porque vamos a tantas que ya nos parecen todas iguales —dijo Andrew
fingiendo fastidio.
—Entonces su teléfono… —interrumpió Margareth, volteando a ver a
Amber, en realidad era solo su teléfono el que quería, pero al estar Cassie ahí y
al vivir juntas, tenía que pedírselo a ambas. Amber le dio el teléfono y ambas,
Cassie y ella, se despidieron de todos y salieron del lugar.
Londres
Tres días era el tiempo que Amber llevaba en Londres, ese día era domingo
en la noche, todo el fin de semana había nevado, lo que hacía casi imposible
salir, al menos a pie. Por lo que el sábado y ese día, domingo, Amber y Cassie
decidieron quedarse en casa, ver películas y dormir. Aunque Amber tenía que
haberse comunicado con su familia y Jammie, su novio, desde el día que llegó,
no tenía muchas ganas de hacerlo, quería pasarse esos días sólo descansando. Y
tampoco la había llamado Margareth, Amber se preguntaba por qué no lo había
hecho, aunque claro, había dicho que las llamaría sólo para invitarlas a la
próxima fiesta… Todos sus pensamientos se volcaron al viernes por la noche, el
día en que la conoció, hasta que el sonido del teléfono la devolvió a la realidad.
— ¿Hola…? —dijo Amber.
—Hola, hermosa, ¡soy yo, Jammie! —le dijo Jammie muy emocionado, del
otro lado de la línea.
—Jammie… ah, hola… —respondió Amber, tratando de mostrarse más
alegre de lo que realmente estaba por recibir aquella llamada.
—Pensé que me llamarías el viernes, pero supuse que estarías agotada por
el viaje. ¿Qué tal va todo por allá? —preguntó con mucho interés
—Es que llegué muy cansada… Y va muy bien todo, Londres es una ciudad
realmente hermosa, ¡me encanta!
—Me da mucho gusto Amy, pero no puedo evitar estar triste, te extraño… Va
a ser mucho tiempo…
Amber no sentía que lo extrañara, se le hacía algo ridículo, apenas llevaba
unos días lejos de New York, y tampoco sentía que lo iba a extrañar en todo ese
tiempo, como él tantas veces le había dicho.
Jammie era su novio hacía casi un año, lo había conocido en la universidad,
aunque él se encontraba en otra facultad, la de leyes, tenían amigos en común y
por ellos se conocieron. Él se enamoró rápidamente de ella, y ella… aún no sabía
si estaba enamorada de él, pero lo quería, eso era cierto. Jammie era un chico
muy agradable, de 22 años, muy formal para su edad, tal vez era que su carrera
se lo exigía, pero la mayoría del tiempo vestía con traje, su actitud iba en
concordancia con su vestimenta; era muy serio, tranquilo, educado, trabajador,
en fin, el chico que cualquier padre y madre quisieran para su hija. Amber lo
sabía, y tal vez por esta razón había accedido a salir con él, claro que le gustaba,
pero había algo que le hacía falta, y esto lo sabía y lo había comprobado desde la
vez que lo había engañado con otro, aunque claramente Jammie no lo sabía.
—Se nos pasará rápido el tiempo Jammie, cuando menos lo esperes, estaré
de vuelta —le dijo Amber, tratando de parecer convincente.
—Eso espero hermosa. Hablé con tus padres, me dijeron que tampoco les
llamaste… Y bueno, te mandan saludos todos… Te quiero…
—Sí, yo también… muchas gracias, pensaba llamar a mamá, mañana. Le
avisas por favor.
Amber se llevaba muy bien con su familia, tenía un hermano más grande que
ella, con el que tenía una buena relación, aunque no se veían todos los días, pues
Tom ya estaba casado. Con sus padres, Rita y Rudolph, la relación era excelente,
la única vez que había habido un fuerte conflicto, fue cuando Amber les dijo que
quería estudiar arte, a ellos les parecía que no era una buena carrera, pero al final
apoyaron a su hija, como siempre lo habían hecho, hasta ese momento.
Algunas palabras más de despedida y colgó el teléfono. Regresó a recostarse,
Cassie estaba dormida en la cama de al lado. Amber no podía dejar de pensar en
la mujer de esa noche, Margareth, ¿por qué aún no la había llamado?…
< ¿Por qué estoy pensando tanto en ella? > Se recriminó Amber y prefirió
volver a dormir para dejar de pensar.
Al día siguiente ya todo estaba más despejado, la nevada se había tornado en
pequeñas gotas de lluvia que ya estaban cesando. Cassie había amanecido
enferma, tenía temperatura y tenía que quedarse en la cama por varios días,
habían quedado que en cuanto el clima lo permitiera saldrían a recorrer la
ciudad, pero con Cassie enferma, Amber no quería quedarse encerrada más días
y decidió salir un rato, en lo que Cassie despertaba, al parecer la medicina la
mantendría dormida por un buen rato. Salió a dar una vuelta por aquellas calles,
no tenía mucha idea de que haría, pues Cassie era quién ya conocía más la
ciudad, así que optó por caminar y encontrar algún museo o algún otro lugar que
le llamara la atención. Estuvo caminando un buen rato y no se percató que ya se
encontraba bastante lejos de su apartamento, pues se había dejado hipnotizar por
todos los museos que se encontraban por ahí… El próximo al que entró fue al
National Portrait Gallery, famoso por exhibir retratos de personajes importantes
de la historia, salió después de un corto tiempo, pues aunque sí era interesante,
no era lo que estaba buscando. No sabía si seguir caminando y recorriendo o tal
vez, lo mejor era regresar, pues se dio cuenta que no sabía dónde se
encontraba…
— ¡Hola! —le dijo una voz dentro de un carro, el cual iba muy lento a su
lado.
—Hola —contestó sonriendo, cuando se dio cuenta que la persona que la
saludaba, era Margareth.
— ¡Ven sube! —le dijo, mientras se estacionaba. Amber subió y Margareth
la saludó muy afectuosamente, dándole un beso en la mejilla— ¿A dónde vas?
Te vi al cruzar la calle, yo vivo a unas calles de aquí.
— ¿En serio? —Le contestó Amber,- yo… bueno nosotras, Cassie y yo…
vivimos en la calle Oxford y pues… Estaba dando una vuelta, conociendo un
poco.
—Es cierto, que eres extranjera —contestó Margareth con una sonrisa y
agregó— se me acaba de ocurrir algo, ¿qué tal si sirvo como tu guía turística?
—Mmm… yo creo que es una excelente idea, porque la verdad no tengo idea
a dónde ir —respondió Amber con expresión preocupada.
— ¿No me digas que te perdiste? —preguntó Margareth aun con su sonrisa,
que fácilmente podría confundirse con una sonrisa seductora.
—Mmm, creo que sí, bueno, no sé, empecé a caminar y vi un museo, luego
otro… Y ahora ya no sé dónde estoy, mmm… ¡qué torpe soy! —respondió
Amber, haciendo una mueca con los labios.
—Ja, ja, ja, no te preocupes, es normal, es una ciudad desconocida para ti.
Pero debes tener cuidado… yo podría secuestrarte —le dijo Margareth viendo
fijamente la boca de Amber, que aún tenía esa mueca tan particular.
—Ja, ja, ja —rio Amber, desviando la mirada al notar que Margareth la
observaba— espero no lo hagas.
—Sólo bromeaba —respondió riendo y arrancando su carro, dijo— Vamos,
te enseñaré algunos lugares muy bonitos, justo para ti.
Algunos minutos después, llegaron al museo National Gallery. Amber estaba
impresionada por ese museo, estaba enorme y era justo el museo que ella quería
ver; de arte, los anteriores habían sido de ciencia, esculturas e historia y aunque
estaban bonitos, no se asemejaban en nada a ese museo.
— ¿Te gusta? —le preguntó Margareth- quise traerte justo aquí porque
recordé que eres pintora, dicen que cualquier pintor de todo el mundo debe
conocer este museo.
— ¿Qué si me gusta? ¡Esta increíble! ¡Dios!… Mira esta es una obra de
Velázquez, la Venus del espejo, ¡en vivo se ve realmente hermosa! —decía
Amber con mucha emoción…
—Mmm… No tengo idea quién es —respondió Margareth riendo.
— ¿No? Es un pintor barroco, que nació en Madrid, es famosísimo, es uno
de mis ídolos, ¡en verdad me encanta toda su obra! —decía Amber aún con gran
emoción.
—Bar… ¿qué? —preguntó Margareth, que no tenía idea de lo que hablaba
Amber, pero le gustaba ver como se emocionaba.
—Ja, ja, ja, barroco, mmm, es un tipo de pintura… se caracteriza por los
colores intensos, ve esta parte de la pintura —le dijo, señalando la pintura- tiene
luces sumamente intensas, ¿las ves? —le preguntó— y es muy realista, parece
una figura en 3D, pero estamos hablando que surgió alrededor del siglo XVII, o
sea en el renacimiento, era arte muy adelantado a la época, este tipo de arte me
fascina, ellos… los pintores barrocos, le daban mucho énfasis a la pasión y a la
emoción en sus pinturas, ¡me encanta!
— ¡Oh! —dijo Margareth visiblemente cautivada por la pasión con la que
Amber hablaba— no tenía la menor idea, en realidad no conozco mucho de arte,
pero suena interesante.
— ¡Es increíblemente interesante! —respondió Amber, volteando a ver todo
con los brazos extendidos— ja, ja, ja, disculpa mi emoción, pero tú sabes soy
pintora, tengo una debilidad por todo esto, me apasiona… —concluyó un poco
apenada por haberse dejado llevar por aquello que tanto le gustaba.
—Ja, ja, ja, lo sé, y no tienes por qué pedir disculpas, al contrario… me
contagias… tu pasión… —le respondió como solía hacerlo, con un doble sentido
en sus palabras.
Se les fue todo el día recorriendo ese museo, Amber encontraba siempre algo
que le llamaba la atención y Margareth le preguntaba a qué se refería la pintura,
quién la pintó, qué tipo de arte era…
—¿Cómo dijiste que se llama…? —dijo, frunciendo el ceño.
—Ja, ja, ja…Joseph Mallord William Turner, es de aquí, nació en Chelsea, y
pintaba así, paisajes, me parece que fue de los pioneros, el que les dio el
prestigio que ahora tienen. Ve esta pintura, está hermosa, es sobre lienzo, se
llama Lluvia, vapor y velocidad… —respondió Amber que, mientras le daba
aquella explicación a Margareth, no dejaba de ver la pintura.
—Sí, está realmente bonita —respondió Margareth, aunque, lo que ella
observaba en realidad, era a Amber…
Por fin salieron del museo y ya había oscurecido, la tarde se les había pasado
increíblemente rápido. Subieron al carro de Margareth.
— ¡Muero de hambre!, ¿quieres que vayamos a mi casa? —le preguntó
Margareth, mientras empezaba a manejar- o aquí a la vuelta hay un bar dónde
podemos comer algo… En mi casa tengo pizza, la hice yo… ¿Qué prefieres?
— ¡¿Cocinas?! —le preguntó Amber muy sorprendida.
—Ja, ja, ja, ¿por qué te sorprende? —preguntó divertida.
—Mmm no me parecías del tipo de mujer que cocina…
—Y entonces, ¿qué tipo de mujer te parezco Amber? —le dijo Margareth,
volteando a verla.
—Mmm no sé, digo… Eres modelo… Estas muy ocupada, pensé que… No
sé, en realidad-respondió Amber trabándose un poco con las palabras.
—Ja, ja, ja, pues si, cocino, y no es por presumir, pero lo hago excelente.
—Pues me gustaría comprobarlo.
— ¡Perfecto! —respondió Margareth y se encaminó hacia su casa.
Llegaron a la casa de Margareth, Amber la observó, estaba realmente grande,
era normal que su casa sería así, siendo ella una modelo famosa. En todo el
trayecto, Amber había observado mínimo dos anuncios donde salía Margareth, y
empezaba a darse cuenta que en verdad era famosa, lo cual pudo comprobar al
llegar a su enorme casa, ubicada en Belsize Park, al parecer, una de las áreas
preferidas de los famosos. Y al parecer también, de las zonas más costosas del
país. La casa era blanca de tres pisos, los alrededores y el patio estaban llenos de
diferentes plantas y árboles. Entraron a la casa, Amber pudo observar algunas
fotografías de Margareth, en pasarelas, otras con famosos; famosos que a la
mayoría conocía. Le gustaba como había decorado la casa, en la sala que era
enorme, había una gran chimenea y casi para llegar a la cocina que estaba en el
fondo, un pequeño bar con una barra llena de diferentes bebidas, las escaleras
que trasladaban a los dos pisos de arriba tenían una forma de espiral, era una
casa muy bonita en verdad.
—Siéntate Amber, voy a poner a calentar la pizza —dijo Margareth
indicándole el sofá, mientras ella caminaba hacia la cocina.
— ¿Quieres que te ayude? —le preguntó Amber desde la sala.
—No, para nada, ya está hecha, solo la tengo que calentar y servir, ¿quieres
vino?
—Sí, gracias.
Margareth llevó el vino y la pizza servida en un plato, después ella fue por su
plato y se sentó a su lado. Comieron, y estuvieron un rato en silencio, un silencio
muy cómodo en realidad.
—Y… ¿Te gustó? ¿Pase la prueba? —preguntó por fin Margareth sonriendo.
— ¡Está excelente! Tenías razón.
—Me alegro que te haya gustado.
Terminaron de comer y Margareth fue por su cámara, quería enseñarle a
Amber las fotos que le acaban de tomar hace unos días.
—Mira —dijo mientras se sentaba muy pegada a Amber— estoy haciendo
una campaña para un perfume, que pretende lanzarme a lo grande en Estados
Unidos. Me percaté que tú no tienes idea quien soy… —agregó con una sonrisa.
—Mmm…, la verdad no tenía idea, pero de camino hasta aquí, pude ver
algunos anuncios donde sales…
—Bueno, esta campaña pretende que mi nombre empiece a sonar en el otro
lado del mundo, en tu país, específicamente en Hollywood, mira —dijo
sonriendo, mientras se acercaba aún más a Amber y empezaba a enseñarle las
fotos— me las tomó un fotógrafo de renombre, esta es mi favorita —le enseño la
foto en la cual posaba con un vestido rojo sumamente elegante y con el perfume
en la mano.
—Te ves muy bien —le contestó Amber sinceramente.
— ¿Si te parece? —le dijo mientras volteaba a verla, quedando casi pegada a
su rostro.
—Si… —dijo Amber sonriendo nerviosamente, estaban tan cerca que
parecía iban a besarse.
—Este fotógrafo que te digo, se llama Gio, también me está enseñando un
poco de fotografía… Tengo una idea… —comentó a la vez que se levantaba y se
ponía enfrente de Amber —te tomaré unas fotos, así también practico.
— ¡No! —contestó Amber, tapándose la cara con una mano- no creo ser
buena para que me tomes fotos…
—Ja, ja, ja, ¿de qué hablas? —le dijo Margareth tomando el lente de la
cámara— ¡eres bellísima! Anda déjame tomarte unas fotos, por favor —suplicó
con sus dos manos y la cámara entre ellas.
—Mmm… ¿Pero qué hago?, ¿sonrío?… No tengo idea —respondió Amber
haciendo una mueca, tan característica en ella.
—Así quédate, me gusta esa cara que sueles hacer… —le contestó mientras
tomaba su cámara y la colocaba en sus ojos, se acercó más a Amber— tienes
unos ojos bellísimos —le dijo— te voy a sacar una enfocada en ellos.
— ¿Me sigo quedando así? —preguntaba Amber confundida y muy nerviosa
por lo que Margareth le decía y especialmente por su cercanía, la cual en
ocasiones aumentaba y en otras disminuía, dependiendo en qué enfocaba la
cámara.
—Sí, justo así, veme fijamente… —le decía mientras se acercaba más a ella
— ahora sonríe…
—Mmm —Amber sonrió aún confundida, le parecía estar mostrando su
sonrisa más falsa…
— ¡Divino!, —dijo Margareth— te lo dije la primera vez que hablamos y lo
repito, ¡tu sonrisa es hermosa!… ¿No has pensado en ser modelo? —preguntó,
terminando su sesión improvisada y sentándose a su lado.
—Ja, ja, ja, no, en realidad no, no creo que sea algo para mí… —respondió
Amber sonriendo.
—Yo afirmo que sí, eres bellísima, mira y fueron fotos improvisadas —
contestó, mientras le enseñaba las fotos.
—Gracias, pero no… No es lo mío.
Margareth la observó fijamente algunos segundos y sonriendo agregó…
—Me gustas… No… Es decir, me gustan, tus fotos, me gustaron muchísimo
—dijo con la voz dubitativa.
Amber visiblemente nerviosa, tomó su copa de vino y bebió un poco.
Margareth al observar el nerviosismo de Amber, cambió el tema preguntándole
sobre su carrera y su estancia en el país. Después de algunos minutos más de
charla, Amber decidió que era momento de marcharse.
***
Por fin Amber estaba ya en su apartamento, era bastante tarde, y Cassie
dormía profundamente, al parecer las medicinas si eran muy fuertes. Trató de
hacer el menor ruido posible y se metió a la cama sigilosamente. Al día siguiente
se despertó y Cassie que ya estaba despierta, aún se veía enferma.
— ¿Cómo sigues Cass? —le preguntó Amber mientras se levantaba de su
cama.
—Fatal —decía Cassie, recostándose de nuevo.
— ¿Quieres que te prepare un té? —le preguntó.
—Por favor, Amy… Ayer me quede perdidamente dormida, pero desperté un
rato y no estabas, supuse que fuiste a dar una vuelta, mi tonta enfermedad
arruinó los planes —dijo Cass con la cara afligida.
—No te preocupes Cass, lo primero es que estés bien —contestó Amber
desde la cocina donde preparaba el té— Y sí, salí a dar una vuelta…
— ¿Con quién? —preguntó Cassie con la voz coqueta, y enseguida empezó a
toser.
—Mmm —Amber se puso nerviosa, no sabía a qué se debía y tampoco sabía
por qué no podía decirle que había salido con Margareth. — Con nadie Cass…
—Pensé que te habías ligado a alguien… —seguía insistiendo Cassie muy
divertida.
—No, bueno… sólo salí con un guía turístico, ya sabes, no tengo mucha idea
de a dónde ir —dijo Amber nerviosamente, mientras le daba el té y se sentaba en
su cama que estaba al lado de la de Cassie.
— ¿Y está guapo? —preguntó con interés y después le dio un sorbo a su té.
—No… O sea, es más grande… mayor, ya sabes —contestó Amber
trabándose un poco con las palabras— Cass, es solo un guía turístico… Tú sólo
piensas en eso.
Cassie la observaba fijamente y bebía de su té, después agregó
—Te hubieras conseguido mínimo uno guapo y joven-sonrío.
—Eres imposible Cass —puntualizó Amber— ahora me voy a duchar,
porque tengo que salir ya —agregó dirigiéndose al baño. Se había quedado de
ver con Margareth para que le siguiera enseñando la ciudad, pero no sabía
porque razón no podía decírselo a Cassie, si a final de cuentas no era nada malo.
—Me saludas al guía turístico misterioso —le gritó Cassie, mientras se
acomodaba en su cama.
En un café que estaba cerca del apartamento, Margareth ya la estaba
esperando. Le había dicho que ese día, conocerían muchos de los lugares
turísticos del país y así fue, en su carro recorrieron gran parte de la ciudad,
fueron a la torre de Londres. Amber observó impresionada las joyas de la
corona, el edificio central; la Torre blanca, estaba fascinada con la infraestructura
de este lugar. Observó a los cuervos que estaban dentro del lugar, nunca le
habían gustado mucho estos animales, le causaban un temor extraño, pero al
observarlos ahí, no supo que sentir. Según la leyenda que Margareth le contó, se
creía que si los cuervos desaparecían del lugar, la torre se desplomaría, por lo
que uno de los guardias que cuidaba de los cuervos, se encargaba de cortarles los
extremos de una de las alas para que no escapasen, saber esto y ver a los
cuervos, le causó mucha tristeza a Amber…
Después fueron al London Eye, una infraestructura de 130 pies de altura, que
se encontraba sobre el río Támesis, desde ahí, se podía observar gran parte de la
ciudad. A Amber le pareció magnífico este lugar, el hecho de ver a la ciudad
desde las alturas y desde esa estructura que giraba, fue algo que nunca había
experimentado… Asistieron a más lugares, entre ellos el famoso Big Ben, el
Tower Bridge; el puente más famoso de Londres, la Plaza de Trafalgar, y
finalmente, cayendo la noche, fueron al Covert Garden, primero, al Royal Opera
House, dónde observaron una magnífica puesta de teatro y después, en una de
las terrazas que se encontraban cerca, tomaron un café. Margareth quiso pagar
casi todas las entradas de los lugares a los que asistieron, no dejaba que Amber
lo hiciera, aunque ella se negaba a que Margareth pagara todo, Margareth no le
hacía caso y pagaba por ambas…
—Y entonces… ¿Te gusta Londres? —preguntó Margareth.
— ¿Bromeas? ¡Es tan increíble! No me lo creo aún, estar aquí… Es todo tan
hermoso —contestó Amber con cierto cansancio reflejado en su voz, pero éste
no opacaba la gran emoción que experimentaba.
— ¡Estoy muerta! Y en realidad hemos visto muy pocos lugares… Faltan
muchos museos y galerías que estoy segura te gustarán… ¿Me vas a dejar
enseñártelas?
—Sí, claro —respondió Amber con gusto y luego pensó en Cassie, estaba
enferma, pero pronto dejaría de estarlo y ambas habían quedado de recorrer la
ciudad… Amber por alguna razón no quería que Cassie supiera quién estaba
fungiendo como su guía turística…
—Cassie… ¿No se enojará porque recorras la ciudad conmigo? —preguntó
Margareth como si adivinara su pensamiento.
Margareth quería decir que ella llevaba a ambas a recorrer la ciudad, pero la
realidad era que sólo quería estar con Amber, cada vez le gustaba más su
compañía.
—No, no tendría por qué enojarse… —contestó Amber sonriendo y
pensando en que esto era mentira.
Margareth sonrió.
— ¿No crees que esta es la verdadera felicidad? —dijo, quedándose
pensativa.
— ¿Cuál? —preguntó Amber sin tener mucha idea a qué se refería.
-Esta… Poder hacer lo que te plazca, cuando quieras, tener el dinero para
hacerlo, para comprar lo que quieras, para ir a dónde quieras… El dinero, las
cosas.
— ¿Esa crees que es la felicidad?
— ¡Claro! El dinero… Las cosas, lo que puedas comprar con él —dijo
Margareth sonriendo victoriosa— puedes comprar lo que sea, lo que te haga falta
y ya; solución a todo. Por ejemplo: las personas feas, si tienen dinero, se operan
y ya está. Y las pobres y feas, bueno, creo que no hay peor castigo que ese. Ja,
ja, ja- se rio divertida.
Amber no pudo evitar reírse también, pero no compartía en lo más mínimo
esta opinión. No dijo nada.
— ¿Qué opinas Amber? —preguntó Margareth al notar el silencio de Amber.
—Mmm… ¿La verdad?
—Ja, ja, ja, claro…
—No opino lo mismo, no creo que el dinero, el tener cosas, comprarlas y
todo eso, sea la verdadera felicidad, lo de afuera, ser bello físicamente, no creo
que sea lo importante…
—Pero la belleza manda, lo importante es ser una persona bella, rica,
poderosa…Todo eso que dicen que lo importante es el interior y bla, bla, bla, son
tonterías. Lo importante es tu físico, por eso existen carreras como la mía…—
dijo Margareth con una media sonrisa.
Amber frunció el ceño, lo que escuchaba no podía estar más alejado de lo
que ella creía. Innumerables veces, había tenido discusiones por esta cuestión y
lo cierto era que le molestaba en gran medida la gente que era así de superficial,
y trataba de no tener una relación tan profunda con personas así. Pero
extrañamente con Margareth, no se sentía molesta, quería escucharla, quería
saber que pensaba.
—Yo creo que eso es lo que quieren hacernos creer y por eso la gente está y
vive en constante inconformidad, ¿qué es la belleza, para empezar? Es tan
subjetiva… Lo que es bello para ti, puede no serlo para mí.
—Yo creo que lo bello para mí, lo es para muchos, para la mayoría… Tengo
muy buen gusto…—respondió Margareth arrogantemente, observando fijamente
a Amber, le decía estas palabras en un doble sentido.
Amber sonrió y bebió de su taza de café, como era común, no entendió el
doble sentido de las palabras que Margareth acababa de decir.
—Hay cierto patrón o prototipo, esos estándares de belleza que se empeñan
en establecer, pero la verdad es que no a todos les gustan… y en todo es así, en
el arte, los diferentes tipos de arte para cada gusto, la literatura, diferente tipo de
literatura, los diferentes géneros de película… creo que eso es lo interesante, que
haya cosas diferentes.
—Yo creo que soy muy superficial y siempre me fijaré en el “empaque” —
respondió Margareth sonriendo triunfal.
Amber se rio un poco y le preguntó…
— ¿Entonces, eres superficial Margareth?
—Sí, muchísimo, me gusta lo bello, lo que me haga sentir bien… Que mis
ojos admiren eso que está enfrente de ellos…
—Complacer a tus sentidos —completó Amber.
—Exacto.
— ¿Y no crees que eso es momentáneo? Complaces a tus sentidos… ¿Y
luego?… Y bueno, entramos otra vez a lo que te decía, la subjetividad,
complaces a tus sentidos desde lo que a ti te hace sentir bien, lo que es bello para
ti, el sabor de lo que te gusta comer, el ruido de la música que te gusta
escuchar… Pero… ¿Y luego?… Yo creo que se trata de sentir más allá de los
sentidos, porque a final de cuentas nuestra percepción es limitada… Y de eso se
trata, creo —Amber se concentraba mucho en sus palabras— de descubrir, de
sentir más allá de lo superficial. Como dijo Aldous Huxley: “si las puertas de la
percepción se purificaran todo se le aparecería al hombre como es, infinito…”.
Y creo que de eso se trata de ver todo más allá, dejar que todo te “empape” por
completo, no sólo quedarse con la percepción superficial.
Margareth la observaba fascinada, repetía lo que Amber acababa de
mencionar en su cabeza sin poder entenderlo del todo.
—Aunque bueno sobre lo que menciona Huxley, no comparto su perspectiva
y método de purificación…—siguió diciendo Amber, más para sí misma, como
solía hacerlo a menudo. Solía comenzar a hablar de algo que le gustaba y no
frenar, aunque muchas veces hablara sólo para ella misma.
Margareth no tenía idea sobre quién estaba hablando Amber, pero no dejaba
de observarla con mucho interés, casi tiernamente y no dejaba de poner atención
a cada una de sus palabras.
— ¿Quién es él?… ¿Y cuál era su método? —preguntó.
—Un escritor… Escribió un ensayo, “las puertas de la percepción” y ahí
colocó frase de otro autor, creo… El probó ciertas drogas y decía que ese era el
método para apreciar todo tal como es; más allá de los sentidos… sin limitación,
bueno, al menos eso entendí yo… —respondió sonriendo.
— ¿Y tú no crees que las drogas sea el método?
—Creo que no se tiene que buscar afuera lo que ya está adentro.
Margareth la observaba fijamente, ese tema relacionado a las drogas, le
causaba cierta incomodidad.
—Y para ti… ¿Cuál crees que es la verdadera felicidad, Amber?
—Mmm… Podría decir que es diferente a cada persona, tal vez para ti es
esa, tener dinero para hacer lo que quieras en cualquier sentido; desde lo físico
hasta cualquier otro. Pero yo creo que si nos vamos al “fondo” de cada uno, de
cada persona, dejando de lado ese exterior que se empeñan en hacernos creer y
que ya hemos creído que es la felicidad, nos daremos cuenta que la verdadera
felicidad que todos deseamos, no es tan diferente… Coincido contigo en qué
hacer lo que quieres te hace feliz, pero no siento que esto tenga que ir de la mano
con tener dinero… Simplemente hacer lo que quieres, lo que en verdad te gusta,
lo que te apasiona…
—Pues… a la gente que yo he conocido le apasiona el dinero —respondió
Margareth sonriendo.
—Y es respetable…—Amber sonrió también— Pero cuando mueras nada de
ese dinero se irá contigo… Nada, ninguna cosa que hayas comprado se irá
contigo, y yo, yo prefiero quedarme con otras cosas… Es obvio que necesitamos
el dinero para todo, estamos en una sociedad que se rige así. Pero por ese “amor”
al dinero, a las cosas, creo que el mundo es, a mí parecer, no sé, algo muy banal,
una constante competencia, un querer ser siempre el más poderoso, un no valorar
ni amar al otro, un “yo soy más que tú”. No, lo dije mal, el mundo no, el mundo
es hermoso, más bien las personas que lo habitamos, somos así, buscamos el
poder para ser “felices”, constantemente, creemos que la felicidad está afuera…
Pero bueno, yo no creo que el dinero sea algo que apasione… Algo que haga
feliz.
— ¿Qué te hace feliz a ti? —preguntó Margareth observándola, lo que decía
la atrapaba totalmente, aunque fuera tan contrario a su punto de vista.
—Pintar, dibujar, la lluvia, la noche, las estrellas, la naturaleza, los perros,
escribir, conocer y descubrir cosas. Mi familia, yo misma; saber que he
aprendido algo nuevo, que soy diferente y mejor a como era hace un año. Ayudar
a otros en todo lo que pueda, ver una buena película, escuchar una canción que
toque mis sentimientos más profundos, leer una historia que me traspase, o un
poema que me haga vibrar…
Margareth movió un poco la cabeza, sonrió sutilmente y se quedó pensativa
unos segundos…
— ¿Acaso eres poeta? — dijo riendo y agregó— No, en serio… Había
preguntado a otras personas que los hacía felices y las respuestas habían sido
casi siempre las mismas; un carro, una casa, un viaje a París, salir en una
revista… Así, ese tipo de respuestas, todo el tiempo… Y tu… Tu respuesta me
gustó, realmente me gustó…
—Bueno, creo que yo soy muy simple —respondió Amber sonriendo
ampliamente e inmediatamente bebió de su café.
—Para nada… Al contrario… Eres muy… Muy profunda —dijo Margareth
sonriendo de una manera dulce- Creo que yo soy muy superficial, la gente en
general lo es…-Se quedó pensativa…
Amber la observaba y escuchaba el tono en el que decía sus palabras, era
diferente al que siempre solía tener.
—No suelo conocer a gente que piense así, como tú… Y me agrada…En
verdad me agrada como piensas y lo que dices… —dijo nuevamente Margareth
sonriendo de una manera extraña para Amber.
Luces
Los demás días, aunque Cassie ya estaba mejor, Amber siguió saliendo con
Margareth, se turnaba para salir con ambas, tratando de que los lugares a los que
iba con Cassie no fueran los mismos a los que asistía con Margareth. Cassie
estaba segura que Amber estaba saliendo con alguien, con algún chico y no
quería contárselo por alguna razón, Amber solía ser reservada, pero siempre
terminaba por contarle todo a Cassie… Habían sido amigas desde que iban en el
colegio, y al tener muchos intereses en común se habían vuelto muy cercanas,
después al ingresar a la misma carrera en la misma universidad, su amistad era
ya como una hermandad, ambas conocían casi todo de la otra. Cassie era un año
más grande que Amber, era una mujer muy atractiva, tenía el cabello lacio y
negro y la piel blanca aunque menos que la de Amber. Sus ojos eran medianos
de un color casi verde, tenía una sonrisa muy expresiva, lo cual se compaginaba
a la perfección con su carácter alegre. Físicamente, era un poco más llenita que
Amber, y de la misma estatura. Solía ser más sociable que Amber, se interesaba
mucho por los chicos, siempre salía con alguno diferente y Amber durante un
tiempo había hecho lo mismo, hasta que empezó a salir con Jammie en una
relación formal, a diferencia de Amber, Cassie se sentía muy bien al conocer
chicos nuevos y salir con ellos, Amber por el contrario, sentía que algo le
faltaba.
Desde ese día cuando habían conocido a Margareth, a Ger, a Loud y a
Andrew, Cassie había hablado por teléfono con Ger, al parecer ambos se habían
gustado y Ger la había invitado a salir por fin. Cassie ya no sólo estaba segura
que Amber salía con un chico, también pensaba que ese chico era Loud o
Andrew, y le parecía buena idea salir en algún momento en parejas.
Amber vería a Margareth, con quien en realidad había pasado todos los días,
ambas cada vez se llevaban mejor, era como si se conocieran de más tiempo,
Amber se sentía muy cómoda estando y hablando con ella, eran tan diferentes,
pero a la vez podían hablar de cosas que no se hablaban con todo el mundo….
—Ya hemos recorrido muchísimos museos y galerías, ahora tocan los bares,
en los cuales, yo si soy experta —dijo Margareth con una amplia sonrisa,
mientras estaban detenidas en el tráfico.
—Mmm… La verdad, los bares no son lo mío, pero has soportado mis
aburridos museos, entonces creo que te lo debo…
—Ja, ja, ja, ha sido todo un placer Amy… —contestó Margareth mientras
volteaba y le daba un beso en la mejilla a Amber.
Amber se sonrojó visiblemente, era claro que la cercanía de Margareth y los
besos que constantemente solía darle en la mejilla, la ponían muy nerviosa.
Parecía que Margareth tenía una forma muy cercana para relacionarse con la
gente, al menos con Amber así lo hacía y ella al no estar tan acostumbrada a eso,
no podía evitar ponerse nerviosa. Aunque en ese nerviosismo se escondía algo
más, algo que Amber aún no sabía que era…
Después de manejar durante un largo rato, por fin llegaron a un bar a las
afueras de la ciudad, Amber lo observó, se llamaba “The pink bar” y el nombre
estaba en total concordancia con la decoración del lugar, casi toda era rosa.
Entraron y observó que la mayoría de las personas que estaban en aquel lugar,
eran mujeres, si había algunos hombres, pero se tenía que buscar muy bien para
encontrarlos, le dio la impresión también que la mayoría de las mujeres que
estaban ahí eran pareja, justo al entrar vio al fondo, cerca del baño, a dos mujeres
comiéndose a besos, no les pudo quitar los ojos de encima, hasta que la voz de
Margareth diciéndole que fueran a su mesa, la hizo reaccionar. Se sentaron y se
dio cuenta que algunas mujeres saludaban a Margareth, algunas veces anteriores
ya había pasado esto, era claro que por ser una modelo conocida la gente la
reconocía, pero parecía que ahí era aún más conocida que en todos los lugares en
los que habían estado antes…
—Este es de mis lugares favoritos. — Comentó Margareth sonriendo a la par
que les llevaban sus bebidas— Siento que aquí puedo ser realmente yo…
—Está… Está muy bonito —dijo Amber observándolo, tomó su Martini y
bebió, después agregó— y te conocen mucho.
—Si… Suelo venir seguido…
Amber observaba alrededor y se daba cuenta que su primera impresión era
real, la mayoría de las mujeres que estaban ahí, si eran pareja o estaban en ese
plan, ella se sentía un poco incómoda, pero al estar con Margareth esa
incomodidad disminuía, realmente le gustaba estar con ella.
Pidieron más copas y así la noche fue pasando, entre pláticas, risas y copas…
—Ven vamos a bailar —dijo Margareth mientras tomaba de la mano a
Amber.
Amber estaba empezando a sentirse mareada, esa combinación de bebidas
que había consumido, las cuales incluían whisky, Martini, vodka, Cosmopolitan,
y hasta la bebida típica de lugar; el pink shot, que consistía en un poco de ron
mezclado con licor de café y fresas; que le daban el color rosa que tenía, ya
estaban haciendo su efecto.
Se pusieron a bailar y Margareth se pegó mucho a Amber, el lugar estaba
repleto, pero en la pista de baile no había tanta gente. Amber se sentía mareada y
todo se movía para ella, sentía las manos de Margareth tocándola al ritmo de la
música, sintió como los brazos de Margareth se entrelazaban por su cuello,
ambas quedaron de frente la una con la otra. Amber observó la sonrisa de
Margareth enfrente de ella, parecía que estaba a punto de besarla… Y de pronto
una mujer interrumpió la escena y jaló a Margareth hacia ella, Amber se quedó
parada durante unos segundos, cuando otra mujer llegó y la tomó de la cintura,
bailando para ella. Observó que la otra mujer que se había llevado a Margareth
no la soltaba, Margareth parecía que buscaba a Amber…Hasta que, Margareth y
la otra mujer, desaparecieron de la escena. La mujer con la que estaba Amber se
le acercaba cada vez más, tenía una amplia sonrisa en el rostro. La observó
mejor, se dio cuenta que era atractiva, rubia con el cabello largo y lacio, delgada
y tenía ojos verdes… Amber decidió alejarse de ella e irse a sentar a la mesa, la
mujer no la siguió, se quedó a bailar y pronto consiguió otra pareja… Pasaron
unos minutos, antes de que Margareth regresara y se sentara también.
—Esa mujer, la mujer que me llevó con ella, es… Era una amiga… —dijo
Margareth un poco nerviosa.
Amber la observó, ella había visto cómo la tocaba la otra mujer, no pudo
observar más porque la mujer que se le había acercado a ella, le tapaba la vista y
porque desaparecieron de repente. El alcohol estaba haciendo cada vez más su
efecto y todo le daba vueltas…
—Amber, quiero decirte algo… Algo sobre mí… No sé si ya lo hayas
notado, pero a mí… A mí me gustan… las mujeres…—volvió a decir Margareth,
queriendo decirle en verdad, que ella le gustaba más que todas las mujeres que
estaban ahí y que todas las mujeres que había conocido… también se sentía
mareada, pero no como Amber, ese día no había bebido tanto, ya que tenía que
manejar, por lo que prefirió casi no beber, aparte de que Margareth se
emborrachaba con suma facilidad.
Amber la observaba, no sabía si estaba sorprendida, o si ya lo sospechaba…
En ese momento no sabía nada, su cabeza no dejaba de dar vueltas…
—Me… siento mal —alcanzó a responder Amber antes de vomitar.
Margareth se levantó inmediatamente y se acercó a Amber, la llevó al baño
para que se pudiera limpiar… Amber vomitó una vez más, antes de que salieran
del lugar y entraran al auto de Margareth, se quedaron ahí un gran rato. A Amber
le daba vueltas todo, si bien no tomaba tan seguido, cuando lo hacía no le solía
pasar lo que acababa de acontecer, era la primera vez que vomitaba por estar
ebria… Era la primera vez que se sentía así…
Amber decía muchas cosas extrañas que hacían reír a Margareth, hablaba
sobre la mujer que había llegado de la nada con ella, mezclando las palabras, los
nombres, los sucesos, llamando Margareth a otras personas, llamando Margareth
a todos. En fin, cada cosa que decía era ininteligible y a Margareth le causaba
mucha gracia. Amber se recargó en el asiento del auto quedando de frente a
Margareth y la observó durante unos minutos, su mirada aunque un poco perdida
por el estado de ebriedad en el que se encontraba, se clavó en su rostro, estiró
una de sus manos hacia su cara y la acarició un poco. Margareth sintió la caricia
y tomó la mano de Amber en la suya, Amber se acercó poco a poco a Margareth,
parecía que quería darle un beso, pero antes de que pudiera darse cuenta, Amber
se quedó profundamente dormida. Margareth sonrió para sí misma, y la observó,
en verdad le gustaba estar con ella, le gustaba el contacto que accidentalmente
siempre provocaba tener, le gustaba como Amber la acababa de acariciar de
pronto y su cercanía, le gustaba, le gustaba mucho.
No sabía exactamente dónde vivía Amber, todas las veces anteriores se
quedaban de ver en algún café que estaba cercano al apartamento de Amber y
Cassie, pero no sabía realmente cuál era su apartamento, y pensó que no era
buena idea despertarla, al parecer, ni siquiera iba a poder hacerlo… Decidió
manejar hacia su casa.
***
Margareth recostó a Amber en su cama, la veía ahí completamente dormida
por la borrachera, había querido desde el principio dormir a su lado, pero nunca
imaginó que sus deseos se iban a cumplir de esa manera. Aunque en realidad sus
deseos eran otros y esos claramente no iban a cumplirse, al menos no por esa
noche. La observó un largo rato, era realmente hermosa, Margareth se decía que
ni siquiera así, estando tan ebria, podía verse mal… La deseaba tanto, desde la
primera vez que la vio entrar al bar aquella noche, le pareció bellísima, le gustó
mucho, no pudo quitarle los ojos de encima ni un segundo, y se daba cuenta que
cada vez le gustaba más, al principio ella había querido solo acostarse con ella,
pero ahora, tal vez estaba sintiendo muchas cosas más…
Amber dormía profundamente, Margareth se puso su ropa de dormir, tapó a
Amber y se recostó del otro lado de la cama, de espaldas a ella, quería estar
lejos, pues no quería que sus deseos ganaran… No pudo permanecer así mucho
tiempo, volteó cuando sintió el brazo de Amber en su cintura, abrazándola,
Amber seguía durmiendo profundamente, claramente, colocó su brazo ahí de
forma accidental. Margareth sentía una atracción muy fuerte por ella, y ésta con
el paso de los días aumentaba y ahora tenerla a su lado abrazándola, aunque
Amber no tuviera la menor idea de lo que estaba pasando, era algo que a
Margareth la excitaba. Quedó de frente a Amber y acarició lentamente su cabello
y su cara, quería… Quería besarla, tocarla… Que Amber la besara y la tocara
también, sabía que Amber no era lesbiana, pero sabía también que cuando
estaban juntas ambas se la pasaban muy bien… Margareth decidió levantarse e ir
a dormir a otra habitación, estaba segura que quedarse un minuto más ahí con
Amber, no era una buena idea…
Al siguiente día, Amber despertó con un dolor terrible de cabeza, tardó un
rato en darse cuenta donde estaba. Observó la enorme habitación, la cama grande
en la que estaba acostada, los muebles en el centro de la habitación; una pequeña
mesita con un pequeño sillón, el librero enfrente de la cama, el sofá del otro lado
y el balcón que estaba cerrado, y al fin supo que estaba en la recamara de
Margareth. La noche anterior se le presentaba con imágenes difusas, recordó el
lugar rosa, recordó los tragos uno tras otro, y experimentó un malestar en el
estómago, recordó cuando bailó con Margareth, recordó a la mujer que agarró a
Margareth del brazo, a la otra mujer que se acercó a ella, recordó lo que
Margareth le había dicho y cuando vomitó, después de ahí nada, no tenía idea
cómo había llegado hasta ahí.
Margareth entró con un café y abrió el balcón para que entrara un poco de
luz…
— ¿Te molesta? —le preguntó.
—Un poco —respondió Amber con los ojos entrecerrados— pero está bien-
dijo sentándose en la cama y tomando la taza de café que Margareth había
colocado en el mueble de a lado, y agregó— Gracias por el café… Me duele
todo.
—Me imagino —respondió Margareth, con una sonrisa divertida, mientras se
sentaba en la cama— tomaste mucho…
— ¡No lo vuelvo a hacer! —respondió Amber afligida.
—Ja, ja, ja, fue divertido.
— ¿Hice muchas tonterías?… Aparte de vomitar… —preguntó Amber con
su cara aun afligida.
—Ja, ja, ja, no… Sólo dijiste unas cuantas cosas que no entendí y ya… No te
preocupes Amy a todos nos pasa —contestó Margareth tomando la mano de
Amber, ella enseguida la quito y tomó de nuevo la taza de café para beberlo
todo.
Margareth notó esto y pensó que Amber se sentía incómoda por lo que le
había confesado la noche anterior, estaba segura que sí lo recordaba. Tal vez
Amber era de esas personas que aún no entendían como a una mujer podían
gustarle otras mujeres, no se le hacía de ese tipo de personas, pero en realidad,
no sabía bien como era, pues casi no la conocía. No sabía que a Amber lo que le
estaba ocurriendo era otra cosa…
—Tengo que irme Margareth, Cassie debe estar muy preocupada, son casi las
tres de la tarde —dijo Amber levantándose y observando el enorme reloj que
Margareth tenía en la pared de enfrente….
—Yo te llevo —respondió Margareth y Amber aunque quería hacerlo, no se
negó.
No tardaron mucho en salir, pues Amber se había dormido con la misma ropa
del día anterior, al quedarse tan dormida, Margareth no había podido moverla
para quitársela y ponerle otra ropa.
Durante el trayecto casi no conversaron como solían hacerlo las veces
anteriores, en la cabeza de Amber pasaban muchas cosas, no quería que
Margareth pensara que le molestaba o incomodaba lo que ella le había dicho,
pero tampoco quería hablar… Margareth a su vez, sí pensaba que Amber se
sentía incómoda. Pensaba que tal vez al confesarle eso, Amber había entendido
implícitamente lo otro, que era lo que realmente quería decir, pero que aún no se
atrevía… Pensaba que no había sido buena idea decírselo.
Llegaron por fin al apartamento de Amber, esta vez sí la llevó hasta ahí y
supo por fin exactamente donde vivía, Amber se despidió y Margareth le
preguntó si podían verse después, Amber lo pensó un poco y finalmente,
accedió.
— ¡Amy! ¿Dónde estabas? —fue lo primero que dijo Cassie al verla, su voz
sonó preocupada.
—Lo lamento Cass, no te avisé que no llegaría… —respondió Amber
sentándose en el sofá.
—No tienes que hacerlo Amy, pero me preocupe, no tenía idea dónde
estabas, si te había pasado algo… —dijo también sentándose en el sofá, a la vez
que la observaba, con la misma ropa del día anterior, para Cassie, era claro que
había pasado la noche con alguien…
—Lo sé… Lo lamento en verdad.
—Ya no importa… No pasó nada… O bueno, más bien no pasó nada malo…
Y… ¿ya me vas a contar quién es el misterioso con el que sales y que te hace
pasar la noche afuera? —preguntó Cassie sonriendo ampliamente.
—Cass… —respondió Amber seriamente, Cassie no se cansaba de
interrogarla al respecto y ella quería contarle lo que le estaba pasando pero no
podía, aún no podía hacerlo.
—Vamos Amy, ¿qué pasa?, ¿ya no me tienes confianza?
—No es eso Cass, es que no es lo que te imaginas, no pasa nada…
—Mmm… no pretendo que me cuentes las cosas a la fuerza Amy, pero
solías contarme todo, no entiendo porque esta vez no. Sé que Jammie es mi
amigo también, pero lo que tú me cuentas siempre es sagrado para mí.
—Lo sé Cass, y es en serio, no pasa nada.
—Está bien Amy… —respondió Cassie sin creerle nada y agregó— ¿no me
vas a preguntar cómo me fue con Ger?
—Lo lamento, tienes razón… ¿Cómo te fue? —dijo Amber más animada.
—Me gusta Amy, fuimos a cenar, y él es tan, tan dulce… En verdad me
gusta.- respondió alegremente, recostándose en el hombro de Amber.
— ¡Me alegro mucho Cass! —poniendo afectuosamente, una de sus manos
en la cabeza de Cassie— ¿Volverán a verse?
—Sí, pasado mañana… Estaba pensando en que saliéramos, tú con Loud, yo
con Ger… Ya sabes —dijo Cassie, levantando la cabeza y observando a Amber.
Seguía estando segura que la persona con la que salía Amber era Loud.
Antes estaba entre Loud y Andrew, pero Ger la noche anterior, le había
confesado que a Loud le había gustado Amber desde esa noche cuando se
conocieron.
— ¿Loud? —preguntó Amber sorprendida.
—Sí, Loud, una cita de parejas….ya sabes —agregó Cassie sonriendo.
—Lo pensaré —respondió Amber, la realidad era que en ese momento, no
tenía el más mínimo interés en salir con Loud, ni con ningún otro chico— voy a
ducharme —agregó mientras se levantaba y se dirigía a la recámara donde estaba
el baño.
Almas
Era fin de semana y el clima estaba bastante agradable, Amber ya se había
acostumbrado al frío que solía hacer siempre en aquel país, aunque ese día no
hacía tanto, el cielo estaba nublado y se podía sentir el viento rozando
lentamente el rostro, algo que a Amber le fascinaba. En la tarde, Margareth pasó
por Amber como habían quedado y fueron a una heladería muy famosa de la
zona, Margareth tenía una debilidad enorme por los helados y quería llevarla a
ese lugar que era su favorito.
—Amo los helados, y estos son uff, ¡la gloria! —decía Margareth mientras
saboreaba su enorme helado.
—Ja, ja, ja, creo que tu representante no estaría muy contento en este
momento…
—No me importa, me encantan.
—Mmm…, cambiando un poco el tema…—dijo Amber dubitativa y aunque
le costaba un poco de trabajo hacerlo, agregó- he estado pensando en lo que me
contaste la otra noche.
—¿Qué…? Ah ya sé, lo de mis gustos… —respondió Margareth con una
sonrisa- pues… es cierto-agregó alzando las cejas.
—Pero he escuchado que sales con Tom Hamilton, lo vi apenas ayer en la
noche en esos programas en los que hablan de las celebridades, ¿entonces te
gustan las mujeres?…—preguntó Amber, sorprendida.
—Esos programas me fastidian tanto. Y sabes, diría que me gustan las
personas, ja, ja, ja, pero no, la verdad, aquí entre nosotras, déjame decirte que
los hombres no son para nada lo mío, pero las mujeres, son… no sé, ¡me
encantan las mujeres! —dijo Margareth sonriendo— obviamente para tener más
fama, y que todo salga bien, a veces tienes que fingir ser algo que no eres y a la
gente le encantan las historias de amor hombre-mujer, y mucho más si son dos
personas famosas, ya sabes, el cuento de hadas; “oh, la modelo y el cantante son
pareja”. Pero… te diré la verdad, Tom Hamilton está saliendo con otro hombre,
y al parecer su representante le dijo que es imposible que ahorita se sepa la
verdad. Muchas niñitas se sentirían decepcionadas de su ídolo, el marketing se lo
cobraría, las campañas de publicidad, la televisión, etcétera, su carrera se vendría
abajo y yo…yo estoy siendo cada vez más conocida, entonces se les ocurrió la
grandiosa idea de que todos pensaran que él y yo salimos, nos fotografiaron en
algunas fiestas y todo eso… pero no, para nada.
—Y la chica de ese día… ¿Saliste con ella? —preguntó Amber, escuchando
atentamente lo que Margareth contaba, se sorprendía y no de buena manera, de
saber cómo se manejaba en realidad todo ese mundo de las celebridades.
—Sí, salimos hace algunos meses… Lo lamento si te sentiste incómoda en
ese lugar. Pero quería ir contigo ahí para que lo conocieras, realmente me gusta
ese lugar y suelo ir porque no es tan conocido, no hay gente famosa, cámaras y
todo eso, tú sabes… puedo ser yo.
—No me incomodo ir, bueno… En realidad no lo sé, nunca había ido a un
lugar así, donde hubieran tantas mujeres y…y, ¿ya no sales con esa mujer? —
volvió a preguntar Amber.
—No, ya no —respondió Margareth sonriendo— ¿quieres saber la verdad?
—preguntó con esa sonrisa de lado tan característica en ella y que parecía
utilizar a propósito como coqueteo. Amber afirmó con la cabeza— suelo salir
con muchas, muchísimas mujeres. Ella, digamos, que era otra más y me hizo una
escena porque después de que nos acostamos, no volví a responder sus llamadas.
— concluyó de manera arrogante.
Amber abrió los ojos enormemente. No le sorprendía en lo más mínimo que
Margareth saliera con muchas mujeres, era sumamente guapa y sabía que
muchas querrían salir con ella. Le sorprendía la manera en la que lo decía, hasta
cierto punto le molestaba su arrogancia.
— ¿Y no te da miedo que todos empiecen a hablar sobre eso? —preguntó
Amber seriamente.
—No para nada, en realidad no me importa si la gente sabe que me gustan
las mujeres, que me gustan mucho —respondió divertida. Por alguna razón,
quería decirle aquello a Amber, solía hacer eso con las mujeres con las que
salía, se mostraba arrogante y coqueta, aunque sabía que, desafortunadamente
para ella, con Amber no estaba saliendo en ese plan como con las otras mujeres.
— Aunque a mí representante sí que le importa, prefiere que lo mantenga en
secreto, pero bueno, hasta el momento no he salido con ninguna que me haga
querer gritarle al mundo que la amo, y que estoy con ella… tú entiendes, mucha
gente rumora sobre mis gustos, pero yo no lo he dicho, digamos que está
implícito. Si fuera por mí, no me importaría que se supiera… ¿Y sabes en
realidad cual es mi sueño? —le contestó Margareth muy concentrada en sus
palabras, dejando la arrogancia y regresando de nuevo a ser ella misma, como
siempre le pasaba cuando platicaba con Amber.
— ¿Cuál? —preguntó Amber, estaba prestando mucha atención a todo lo que
ella le decía.
—Tener una historia de amor, así, no sé, como Johnny Cash y June, como
Diario de una pasión, como Titanic, como John Lennon y Yoko. Pero
claramente, entre otra mujer y yo, muero por tener una historia así, o sea, cuando
la gente ve a una mujer con otra mujer, todos inmediatamente piensan en sexo,
creo que aún no pueden creer que pueda existir una historia así, de amor
inmenso, entre dos mujeres. ¿Dime tan sólo un libro famoso o película famosa
de amor, pero que sean en verdad famosos, y que sea de dos mujeres? —contestó
Margareth y rio en seguida, negando con la cabeza- Ja, ja, ja, escúchame hablar;
“Margareth Ray la encarnación de la superficialidad hablando de estas
cursilerías”… Creo que tienes un poder Amy… Un poder sobre mí, me haces
decir cosas que a nadie más le diría —agregó pensativamente, viendo fijamente
a Amber, con algo que podría llamarse ternura.
—Creo que, sólo te escucho, tal vez no todos lo hacen… A mí me gusta
escuchar a la gente… —dijo Amber, desviando la mirada, no podía evitar
ponerse nerviosa al sentir los ojos fijos de Margareth en ella— ¿Sabes? Nunca
pensé que te gustara diario de una pasión, Titanic y todo eso, es muy cursi. Ja, ja,
ja… —eso era cierto, después de lo que acababa de decir Margareth y de todas
las pláticas anteriores, pensaba que Margareth era muy diferente a lo que estaba
escuchando en ese momento.
— ¡A todos les gusta!, ¿quién no quisiera tener una historia así? —replicó,
fingiendo asombro de manera divertida.
—Yo no… —dijo Amber arqueando las cejas, moviendo la cara en negativa
y volteando a verla.
—Mmm, no te creo… —le respondió.
—Es verdad, creo que el amor es algo sobrevalorado, digo yo he tenido
relaciones sentimentales y nunca he sentido eso de lo que todos hablan, y soy
feliz, ahora mismo tengo novio en New York y no me estoy muriendo por estar
lejos de él —decía Amber pensativa y agregó— Ese amor sólo puede existir en
los libros y películas, por eso venden tanto, ja, ja, ja.
—Pues… Johnny Cash y June existieron, John Lennon y Yoko también… Yo
creo que más bien, no ha llegado la persona que te haga sentir eso, que
estremezca cada parte de tu ser —le dijo Margareth sin quitarle los ojos de
encima- pero tú me dijiste que escribes, siempre he creído que la gente que
escribe, escribe al amor… ¿sobre qué escribes Amber? ¿Tú no escribes sobre
amor?… ¿De qué tratan tus escritos? —preguntó con interés.
—Mmm…. —Amber se quedó callada por un momento— tratan de la vida,
del sentido de la vida, de por qué estamos aquí, no creo que todo tenga que girar
alrededor de una historia de amor.
—Yo creo que estamos aquí para amar —interrumpió Margareth- no le
encuentro otro sentido a la vida, amar, descubrirte a través de amar a otro, a otra
en mi caso… quisiera sentir esa clase de amor que te hace sentir completamente
vivo, que le da sentido a todo, que no sólo es algo carnal o algo físico. Yo creo
que para eso estamos aquí para sentir, y sentir amor sobre todo, o sea podemos
sentir muchísimas cosas, pero estoy muy segura que nada se compara con el
amor, y yo, la verdad yo quisiera sentirlo…
— Yo también —Amber no pudo evitar pensarlo, pero no lo dijo, se
recriminó así misma por pensar que ella también quería amar cuando ya se había
convencido así misma que no creía en eso. Pero no dijo nada, lo que respondió
fue— Me has sorprendido, lo que menos pensé que iba a decir de ti, estoy a
punto de hacerlo. Eres una modelo muy cursi Margareth.
Ambas rieron divertidas…
— ¿Sabes algo? Me gusta mucho conversar contigo Amy —Margareth tomó
la mano de Amber en la suya, se daba cuenta que existía una confianza entre
ambas, que podía decirle lo que en verdad quería decir, lo que estaba en el fondo
de su alma.
—A mí también Mar… —respondió Amber sin dejar de tomar su mano.
Magia
Faltaba cada vez menos para que iniciaran las clases en la facultad. Cassie y
Amber aprovechaban el tiempo para salir a conocer el espléndido país en el que
se encontraban. Decidieron ir a una plaza cercana al apartamento, ya que querían
comprar algunas cosas para cuando iniciaran las clases. Aparte de comprar
cuadernos, pinceles, lienzos y diferentes pinturas, compraron también, algunas
cosas para el apartamento, algunas plantas pequeñas para decorarlo y comida
que ya se estaba terminando. Se sentaron en una de las terrazas de la plaza para
comer algo, y en ese momento llegaron Ger y Loud, esto tomó por sorpresa a
Amber, pero se dio cuenta que a Cassie no, que había planeado aquel encuentro
“casual”…
—Hola chicas —dijo Ger mientras saludaba primero a Cassie y luego a
Amber… Loud repitió el acto. Ambos tomaron asiento, Ger a lado de Cassie y
Loud a lado de Amber.
— ¿Cómo están? —preguntó Cassie sonriendo.
Amber se sentía un poco incómoda, Cassie por alguna razón pensaba que
ella estaba saliendo con Loud y al observarla, notó que había planeado ese
encuentro.
—Muy bien, estábamos pensando en invitarlas al cine o algo así- preguntó
Loud amistosamente, observando a Amber.
—Pues hoy tenemos que hacer unas cosas… —respondió Amber haciendo
una mueca con la cara.
—¡Claro que vamos! —interrumpió Cassie. Amber la observó fijamente,
fulminándola con la mirada. — Amy, lo de la casa puede esperar… —le dijo al
observar su reacción.
Estuvieron un rato en aquella terraza, terminando de comer. Ger y Cassie
estaban en un plan bastante romántico, ella besaba su mejilla, él la tomaba de la
mano, se abrazaban, en fin, se veía que se la estaban pasando muy bien.
Por otro lado, Loud y Amber sólo estuvieron conversando, Loud le contó de
las diferentes presentaciones que su banda iba a tener por la ciudad, cada vez los
contrataban en más lugares y se estaban haciendo famosos. Le contó que a él
también le gustaba pintar, y a veces solía escribir, al platicar con él, Amber notó
que tenían bastantes cosas en común y le pareció un chico atractivo. Loud era
muy alto, con la piel y el cabello claro, su cabello que era mediano, no tan largo
ni tan corto, lo peinaba de lado, tenía ojos verdes, que podían confundirse a
veces con un color miel. Era delgado, pero tenía el cuerpo un poco marcado por
el ejercicio que practicaba, vestía al igual que Ger como rockero, podía
observarse fácilmente, a distancia, por su vestimenta, que eran músicos. A Loud
desde la primera vez que observó a Amber en aquel bar, le pareció una mujer
muy guapa, aunque no había dicho nada, pues sabía que a Margareth también le
gustaba mucho, ella la había visto primero al entrar aquella noche al bar y
también sabía que cuando a Margareth le interesaba algo, hacía todo por tenerlo
y siempre lo conseguía. Ellos, Ger, Andrew, Loud y Margareth, eran amigos
desde hace algunos años, por eso cuando Margareth vio a Amber y les dijo que
le gustaba, Ger se encargó de acercarse a ellas, a Amber y Cassie, para que
pudieran conversar. Aunque, Loud estaba seguro que Margareth no tendría
suerte con Amber, algo le decía que a ella no le gustaban las mujeres, estaba
seguro que él, esta vez, sí tendría alguna oportunidad con ella.
Decidieron ir a ver una película en el cine que estaba en esa plaza, durante el
tiempo que duró la película, Loud abrazó a Amber, ella no reaccionó, pero
tampoco le quitó el brazo o se alejó. Por su parte, Cassie y Ger se besaron casi
toda la película, Amber los observaba de repente, aunque, ella no tenía el
mínimo interés en hacer lo mismo con Loud. Sí le parecía muy atractivo y ese
día al platicar con él se dio cuenta que eran muy parecidos en las cosas que
habían conversado, pero todos los pensamientos de Amber los ocupaba otra
persona…
Casi al caer la noche, Ger y Loud, las llevaron a su apartamento, Loud le
preguntó a Amber si podían verse otro día y ella le dijo que estaría ocupada,
Loud insistió, y al fin Amber accedió.
— ¡Muero por Ger! —dijo Cassie suspirando mientras se acostaba en el sofá.
—Ya lo noté, creo que todos lo notamos —respondió Amber sonriendo a la
vez que se sentaba también en el sofá, poniendo las piernas de Cassie, en las
suyas.
—Y Loud se muere por ti Amy, es muy guapo —dijo Cassie sonriendo
ampliamente.
—Sí, lo es… —respondió Amber sin emoción alguna en su voz.
— ¿Qué pasa? ¿No te gusta? —preguntó Cassie y en seguida, agregó— ah
ya sé, Jammie…
—Jammie… —repitió Amber, aunque en el fondo no era en él en quien
pensaba.
—Amy yo sé que tú no amas a Jammie y estás en Londres rodeada de
músicos guapos… ¿Quién puede culparte? —dijo Cassie sonriendo.
Amber sonrió también y movió la cabeza en negativa.
—Qué loca estás Cass… Ya vamos a dormir.
—Así me quieres… —dijo Cassie riendo. Y ambas fueron hacia la
habitación.
Pasaron dos días antes de que Amber volviera a ver a Margareth, y a Amber
le parecieron eternos, trataba de concentrarse haciendo otras cosas, pero nada la
distraía de los pensamientos fijos en esa mujer. ¿Qué estaba pasándole?… pensó
que pintando podía dejar de pensar en ella, pero pronto se dio cuenta que
empezó a dibujar los ojos de Margareth, su rostro, su cabello y decidió dejar de
hacerlo.
Por fin llegó el día en el que vería a Margareth, fueron a su casa y después de
un gran rato de estar conversando en la sala como solían hacerlo, Margareth le
sugirió que subieran al tercer piso, ahí tenía alberca y terraza, y aunque el clima
no era favorable para nadar, podrían tomar una limonada mientras platicaban.
—Y tú, me dijiste que tienes novio, ¿cuánto llevas con él? —preguntó
Margareth con interés.
—Mmm…—Amber se quedó pensativa— cerca de 1 año…
—Oh… Pensé que menos… y en serio, ¿no lo extrañas?
—No… Apenas llevo unas semanas lejos, no creo que sea para tanto.
—Yo creo que no lo quieres…
—Lo quiero, claro que si… —interrumpió Amber, aunque sus palabras
sonaban forzadas.
—Tal vez no lo dije bien —dijo Margareth— yo creo que no estás
enamorada… quieres a tus amigos no tan cercanos, quieres a tu familia lejana
que casi no ves… quieres esas nuevas botas que acaban de salir, pero… sólo te
enamoras, sólo amas a alguien que te estremece, ¿me explico? Yo creo que ese
no es el caso de tu novio.
—Mmm… Tal vez tienes razón, no siento eso que dicen se siente cuando
estás enamorada, pero… tampoco creo en eso… ¿sabes? — decía Amber
pensativa— tengo un serio problema con este tema, el amor… no lo entiendo…
me parece una prisión, tengo un problema con la fidelidad también —agregó
sonriendo— no sé, todo este tema me genera un enorme conflicto.
—O sea qué, ¿has engañado a tu novio? —preguntó Margareth quien cada
vez estaba más interesada en las palabras de Amber.
—Mmm… sí, digamos que una vez… La verdad he engañado de cierta
manera a todos mis novios… pero es que no entiendo porque debe existir ese
acuerdo implícito en el que los dos no deben estar con nadie más, me parece
agobiante la exclusividad… pero también, hace unos años intenté tener una
relación abierta y tampoco funcionó… creo que el amor, en cualquiera de sus
tipos no es para mí- respondió Amber sonriendo, le sorprendía estar teniendo
esas pláticas con ella, era como si… como si se conocieran de más tiempo y
pudieran hablar de todo.
Margareth a la par, sonrió…
—Yo creo que… no has conocido a alguien que te haga sentir eso, amor…
que el sólo hecho de que pronuncie tu nombre te haga feliz, que cuando te vea y
te toque, tu piel vibre… ese amor que te atrape por completo- decía Margareth y
se notaba conmovida.
Amber la observaba con mucha atención.
—Creo… no, no creo, estoy muy segura que un amor así llega de repente, es
inexplicable… y de lo que hablas, la exclusividad que yo entiendo como
preferencia, va de cierta forma ligada al amor —Margareth volteó a ver a Amber
quién sonreía incrédula y Margareth agregó— te pongo un ejemplo que tal vez te
parecerá fuera de lugar, pero no… tienes una comida favorita, supongo, una que
prefieres por encima de todas las comidas, ¿no?…
—Mmm si —contestó Amber intrigada.
— ¿Cuál es? —preguntó de nuevo Margareth.
—La italiana, sobre todo la pasta.
—Entonces, la pasta es tu comida favorita, la prefieres por encima de otras,
amas esa comida más que a cualquier otra… eso no quiere decir que no haya
otras que no te gusten… pero esa comida tiene algo en particular que otras
comidas no tienen… en música, ¿cuál es tu grupo favorito?
—Pues —Amber reflexionaba las palabras de Margareth… —The Smiths,
¡amo a The Smiths!
—Y prefieres a The Smiths por encima de cualquier otro grupo, aunque haya
otros que también te gustan, no tienen lo que ese grupo The Smiths tiene… por
cierto no los conozco… —dijo Margareth riendo.
— ¿No los conoces? —contestó Amber visiblemente sorprendida— son de
aquí, británicos… ¡tienes que conocerlos!
—Ja, ja, ja, no conozco mis raíces —dijo Margareth aun riendo— ¡tienes que
enseñármelos!… entonces… regresando a lo que trataba de decirte… así en
todo, tienes una película o sí, tal vez más, que son tus favoritas, pero estoy
segura que hay una en particular que la prefieres… en los pintores que te gustan,
escritores, actores, razas de perros… en fin… yo creo que eso pasa cuando
conoces a una persona y… primero, te gusta porque tiene algo que nadie más
tiene, después la conoces, te enamoras, la amas y esto va ligado a la preferencia
y exclusividad, prefieres a esa persona por encima de cualquier otra, porque ves
en ella cosas que absolutamente nadie más tiene ni tendrá, esa persona es única
para ti, la amas porque te hace sentir algo que nadie más podría hacerte sentir, la
prefieres por encima de todas las personas… no sé, así es para mí —concluyó
Margareth.
— ¿Y si tienes muchas cosas en una sola categoría que son tus favoritas? O a
veces en ciertas temporadas lo que era tu favorito cambia… —preguntó Amber
sonriendo.
—Yo creo que, siempre hay algo que prefieres por encima de lo demás, que
amas más que lo otro en cualquier momento. Yo por ejemplo, podría escuchar
siempre a Johnny Cash, en todo momento.
Amber sonrió. Y Margareth la observaba fijamente con mucha atención,
Amber se quedó pensativa…
— ¿Qué piensas?
—Nunca lo había visto así… —respondió Amber viendo a Margareth.
— ¿Me compras la idea? —preguntó Margareth riendo.
—Ja, ja, ja, tal vez… —respondió Amber quién también reía… —pero tú,
sales con muchas, muchísimas mujeres —mencionó Amber, recordando las
palabras que Margareth le había dicho— ¿cómo encaja eso en la idea que acabas
de presentarme? —preguntó, entrecerrando un poco los ojos.
—¿Tienes que analizarlo todo, Amy? —preguntó riendo divertida, haciendo
que Amber riera y negara con la cabeza. — Encaja porque no he encontrado a la
mujer por la que decida dejar a todas las otras, no he encontrado a la que prefiera
por encima de todas —rio. Amber no pudo evitar reír también, volviendo a negar
con la cabeza.
—Eres muy cínica —respondió Amber.
Margareth seguía riendo.
—Soy sincera, sí, tal vez, cínica y arrogante, pero sincera —mordió uno de
sus labios y Amber desvió la mirada —hablando en serio, yo —siguió diciendo
Margareth- en lo particular, no entiendo a las relaciones abiertas, donde
compartes a tu pareja y todo eso. Sé que hay gente a la que le funciona, pero
estoy segura que a mí no. Estoy segura que si tengo una pareja estable, a la que
ame, a mí nunca podría funcionarme algo así, siempre he pensado que cuando
estas con alguien, es porque tiene eso que nadie más, porque te hace sentir eso
que nadie más puede, porque sólo quieres estar con ella…
—Mmm… ¿Y si encuentras a varias personas que tengan algo que te guste?
—preguntó Amber.
—Siempre van a existir otras personas que te gusten también, pero siento
que estás con la que tiene algo más, algo que todas esas personas no… Estoy
segura que esa “libertad” que presumen tener esas relaciones abiertas, no se
compara a la que puedes experimentar estando con una sola persona,
conociéndola a profundidad, descubriéndola, a esa intimidad que experimentas
al entregarte por completo al otro y que el otro se entregue a ti…
Amber no había dejado de observar a Margareth y de escuchar atentamente
cada una de las palabras que decía.
—Eres… No sé… No pensé que tuvieras esta idea sobre el amor… —dijo
Amber haciendo una cara de duda.
—Ja, ja, ja… La gente cree que salgo con muchas personas, que sólo me
encanta la fiesta y no mentiré, ya lo sabes, sí, la verdad me encanta la fiesta —
rio Margareth— pero en el fondo, soy… Soy muy cursi… Creo en encontrar a
alguien que te haga sentir ese amor que no acaba, que no aburre, que quieras
estar siempre con ella, que te estremece.
Margareth observaba fijamente a Amber.
—Yo… Yo no sé qué creer, que esperar… ¿Crees que encontrarás a alguien
así, no sé, algún día? —preguntó Amber dubitativamente, desviando la mirada,
aún no podía acostumbrarse a los ojos azules de Margareth fijos en ella.
—Ahora más que nunca lo creo… —agregó Margareth extrañamente. Y se
quedó callada, ambas se quedaron calladas.
Minutos después, Margareth se levantó y bajó a la cocina, rápidamente
regresó con más limonada.
Amber se encontraba a lado de la alberca, tocando el agua.
—Mira, ven… hay algo aquí— le dijo a Margareth, con una voz muy seria.
Margareth hizo una cara extraña y le preguntó que era, puso la limonada en
la mesa y se acercó a Amber, en seguida Amber volvió a meter la mano en el
agua y salpicó a Margareth, quien primero hizo una cara de sorpresa, abriendo
los ojos y la boca enormemente al sentir como la mojaba el agua…
— ¡Eres una tramposa! —dijo Margareth con una cara divertida. Empezó a
reírse al observar que Amber no dejaba de hacerlo y también salpicó a Amber de
agua, ella se echó a correr, pero el agua la alcanzó, regresó al otro lado de la
alberca y trato de salpicar nuevamente a Margareth. Ambas estuvieron un gran
rato jugando ahí hasta que terminaron completamente empapadas.
—Ahora por tu culpa tendré que poner a secar mi ropa —dijo Amber
riéndose.
—Ja, ja, ja, ¿ahora es mi culpa? ¡Tú empezaste! —contestó Margareth,
también reía. Ambas estaban en la habitación.
—Te quería enseñar el pequeño animal que había en el agua, bueno quería
que lo sintieras… —rio Amber.
— ¡Qué chistosita! —respondió Margareth sonriendo.
Margareth se quitó la blusa y saco otra para ponérsela, Amber estaba
enfrente de ella, y la observó un momento, estaba sólo con el sostén. No pudo
evitar observarla más de la cuenta, observando el lunar que tenía muy cerca del
ombligo, hasta que desvió la mirada. Se había recargado en el sofá que se
encontraba en la habitación.
—Tienes que quitarte esa ropa o te enfermarás —dijo Margareth, mientras se
ponía una blusa seca.
—No tengo otra ropa aquí —dijo Amber riendo, trataba de dirigir sus ojos
hacia otro lado, se sentía un poco incómoda, aunque se repetía a si misma que no
tenía por qué sentirse así.
—No has parado de reírte —contestó Margareth contagiada por la risa de
Amber.
—Es que si hubieras visto la cara que pusiste cuando te salpique, estarías
igual… parecía que tus ojos iban a salirse.
—Ja, ja, ja, qué chistosa —dijo Margareth imitando a Amber…mientras
buscaba en el mueble donde tenía ropa— tenía mucho que no me divertía así —
agregó sonriendo.
—Yo también —contestó Amber que ya estaba temblando por estar
empapada.
—Eres muy divertida Amy —dijo Margareth con un tono divertido y
extendiéndole una blusa y un short a Amber agregó— Ponte eso.
Amber le sonrió y se volteó para ponerse la blusa, Margareth observó
detenidamente su espalda, se sentía casi hipnotizada por aquella parte del cuerpo
de Amber. Notaba que su espalda estaba perfectamente marcada, la silueta de su
cintura le pareció sumamente sensual…
—Dame tu blusa, para que ponga a secarlas juntas —dijo Margareth
nerviosamente, antes de que Amber empezara a quitarse el pantalón, salió
rápidamente a dejar las blusas para que se secaran y regresó por el pantalón, que
Amber ya se había cambiado.
Cuando regresó al apartamento Cassie no estaba, había salido con Ger.
Amber puso una película y se sentó en el sofá para verla, aunque lo cierto era
que no estaba prestando atención a lo que ocurría en la pantalla, en su mente solo
estaba la plática que había tenido con Margareth, lo bien que la habían pasado.
De pronto su mente se invadió por la imagen de Margareth sin blusa sólo en ropa
interior en frente de ella, y pudo sentir como en su cuerpo algo extraño pasaba…
sonó el teléfono y esto la devolvió a la realidad…
—Hola Amber, habla Loud.
—Loud, hola…
—Tenía ganas de hablar contigo… Y… de verte…
Amber pensó que era una buena idea, así dejaría de estar pensando cosas que
se decía no debía pensar…
—Yo… Yo también —mintió Amber, tratando de mostrar alegría.
—¿En serio? —dijo Loud visiblemente emocionado.
—Si Loud, en serio… ¿puedes mañana? —preguntó Amber.
—¿Mañana? —preguntó asombrado por la respuesta de Amber— Por-por
supuesto…
Quedaron de verse al día siguiente en la tarde para ir a caminar y platicar un
poco.
Llegó el día siguiente y Amber salió con Loud, su salida fue de menor
tiempo del que Amber pensó aunque no la pasaba nada mal estando con él, en
ese momento, su mente no dejaba de darle vueltas a un asunto y a una sola
persona. Amber le mintió a Loud diciéndole que tenía que regresar temprano
para hacer algunas cosas que tenía pendiente.
Loud se la había pasado muy bien con ella, cada vez le gustaba más su
compañía. Amber notaba que cuando estaba con Margareth todo era diferente, el
tiempo parecía que se pasaba muy rápido, siempre tenían algo de qué hablar, se
divertían mucho estando juntas, y aunque con Loud no se aburría y podían
hablar de sus gustos en común, no se la pasaba tan bien como con Margareth,
sentía que no había esa magia que al parecer tenía con ella. Amber se repetía en
innumerables ocasiones que Margareth sólo podía ser su amiga, se repetía que
sólo tenía que ser su amiga, pero a la vez notaba que tampoco al estar con Cassie
quien ya era su amiga desde hace mucho, se la pasaba como con Margareth, era
diferente, con ella era muy diferente…
Amber llamó a Margareth para que se vieran nuevamente, no quería salir tan
frecuentemente con ella, pero notaba que en verdad le gustaba el tiempo que
pasaban juntas, hicieran lo que hicieran, aunque en ocasiones no hicieran nada
más que conversar, se la pasaba muy bien.
Revelaciones
El bosque de Epping se encontraba al noroeste de Londres, estaba situado en
parte del Sur de Essex, un condado londinense. El bosque era un lugar
extremadamente bello, lleno de muchos árboles de todos los tamaños, praderas y
matorrales, también en el lugar se encontraban algunos ríos y lagunas, plantas de
todo tipo que se formaban en los valles, en verdad, la vista que ofrecía aquel
lugar, era realmente magnífica. Se podía ir ahí para andar en bicicleta, acampar,
nadar en los ríos y lagunas, caminatas guiadas o de forma individual. Se podía
simplemente caminar por el lugar observando todos los árboles, todas las plantas
y todos los matorrales que se atravesaran, el lugar era un lujo para los ojos que
pudieran observarlo. Amber le había contado a Margareth en días anteriores, que
le encantaban estos lugares, donde se pudiera estar en contacto con la naturaleza
y Margareth quiso enseñarle este bosque. Caminaron durante un gran rato por
ese lugar, observaron la laguna y caminaron por la arboleda, en un momento,
cuando caminaban cerca de uno de los ríos del lugar, Margareth tomó de la mano
a Amber y ella no la soltó, comúnmente Margareth tenía un contacto muy
cercano con Amber, y esto había aumentado en los últimos días y lo cierto era
que a Amber no le molestaba en lo más mínimo.
Después de caminar un largo rato observando el lugar, decidieron sentarse,
llevaban una mochila donde tenían algunos alimentos, agua y una manta de
modo que pareciera que iban a montar un picnic. Se sentaron y pusieron las
cosas arriba del amplio pasto. Comenzaron a comer en medio de ese hermoso
lugar, a su alrededor se encontraban árboles de todos los tamaños, podían
escuchar el murmullo del viento y el ruido del agua cayendo en el río… Amber
observó que Margareth se encontraba sumamente callada, tal vez sólo quería
observar ese majestuoso lugar, pero parecía que había algo más en su silencio.
—Es hermoso este lugar… —dijo Amber maravillada, observando a su
alrededor.
No obtuvo respuesta alguna de Margareth, la observó parecía ida, como si no
estuviera ahí…
—Margareth… —volvió a decir Amber.
— ¿Qué… qué pasa? —dijo Margareth después de unos minutos, con una
voz sorprendida.
— ¿Estás bien? —preguntó Amber.
—Sí… ¿Qué decías?
—Que este lugar es hermoso —respondió Amber emocionada.
—A mí me da tristeza —contestó Margareth con la voz apagada.
Amber la observó, su rostro también estaba apagado, durante todo el trayecto
Margareth había estado muy seria, algo le estaba ocurriendo.
— ¿Tristeza? —preguntó Amber, no entendía como un lugar lleno de tanta
belleza como ese, podría causarle tristeza, a ella por el contrario la hacía sentir
muy bien…
—Si… Me doy cuenta de lo vacía que estoy —respondió Margareth sin
observar a Amber y con su voz tan apagada como había estado.
Amber no había dejado de obsérvala, pensaba en la razón del sentimiento de
vacío que Margareth experimentaba, ella misma lo había sentido muchas veces,
pero no entendía cómo en un lugar así podía sentirse vacía y triste.
— ¿Vacía? —volvió a preguntar Amber.
—No me gusta lo que soy… Lo que hago —contestó tajantemente
Margareth.
Amber no tenía idea a lo que se refería Margareth.
—La gente suele creer que por salir en revistas de moda soy feliz, que soy
feliz por salir en esos anuncios mostrándoles cómo deben ser… la gente cree que
yo soy en verdad feliz… —dijo nuevamente Margareth.
— ¿No eres feliz Mar? —preguntó Amber frunciendo un poco las cejas,
observaba la expresión de Margareth y se sentía realmente confundida, por las
pláticas anteriores, podía jurar que Margareth era realmente feliz con esa vida
que llevaba.
—No…
— ¿No te gusta tu trabajo? —preguntó Amber, no sabía muy bien hacia
dónde llevar la conversación.
—No… Quiero decir… si, ¿a quién no le gustaría?, tengo dinero, fama,
poder, belleza… —contestó Margareth sin escucharse convencida, trataba de
sonreír, pero lo único que se formaba en ella era una media sonrisa, cargada de
tristeza.
—Mmm… ¿Pero eso no te hace feliz? —volvió a preguntar Amber.
Margareth tragó saliva y volteó a ver a Amber.
—No, y constantemente quiero sentirme mejor, completa… y ¿sabes?…
hago cosas, cosas para llenar ese vacío… Y no, no funcionan, todo me hace
sentir peor…
Amber no sabía de qué exactamente hablaba Margareth y antes de que
pudiera decir algo, Margareth prosiguió.
—Siento que algo me falta…Aunque este rodeada de tanta gente, de fans,
de… y en realidad, estoy, estoy realmente sola.
Amber escuchaba su voz tan apagada, y pensó en que hasta ese momento
cuando ella había hablado de su familia o de su novio, Margareth no lo había
hecho, nunca hablaba de su familia, de sus padres, o hermanos, por lo que sabía
no tenía pareja, y los únicos amigos cercanos que le conocía eran a los chicos de
la banda. Algunas veces le había hablado de dos de sus grandes amigos, sus
mejores amigos, de los cuales se había alejado los últimos años de su vida.
Parecía que lo que acababa de afirmar Margareth era real, estaba sola… pero
Amber pensaba que cómo una mujer como ella podía sentirse así, era hermosa,
era conocida, era famosa, era rica… lo tenía todo o al menos todo lo material
que la gente quiere tener. Ella misma lo acababa de decir.
— ¿Y tu… tu familia? —preguntó Amber, pensando en que tal vez no debió
decir eso y cuando observó la cara de Margareth se arrepintió totalmente de la
pregunta, sus ojos se empezaron a llenar de lágrimas y observó como Margareth
apretaba la mandíbula, claramente no quería llorar.
—Yo no tengo familia —dijo muy seria, aún con los ojos llorosos a punto de
dejar correr las lágrimas.
—Lo… Lo lamento, no quería hacerte sentir mal… —contestó Amber
visiblemente apenada.
Margareth sonrió pero su sonrisa era opacada por la expresión de su rostro,
era una sonrisa triste.
—Tú nunca podrías hacerme sentir mal Amy —dijo con un tono diferente,
lleno de dulzura.
Amber no había dejado de observarla ni un minuto y agarró su mano,
Margareth la apretó con fuerza. En seguida Margareth abrazó con muchísima
fuerza a Amber, la tomó por sorpresa, pero también la abrazó, era claro que
Margareth necesitaba urgentemente un abrazo.
Amber sintió como Margareth se aferraba a ella, sentía sus brazos aferrados a
su espalda, podía escuchar su respiración y escuchaba también que…
¿Margareth estaba llorando?… ¿Qué habría detrás de esa mujer?, ¿por qué se
sentía así?, ¿por qué decía que no tenía familia, que estaba sola?…
No se movió ni dijo nada, esperó hasta que Margareth la soltara y esto lo
hizo después de varios minutos, se limpió algunas lágrimas tratando de que
Amber no lo notara.
—Gracias Amy, siempre logras hacerme sentir mejor… —dijo Margareth
con una pequeña sonrisa dibujada en su rostro.
Amber se sonrojó, no podía evitarlo, esto le pasaba cada que Margareth
estaba cerca de ella, se limitó a sonreírle también.
Después de ese episodio, regresaron a donde habían dejado el auto
estacionado y se encaminaron a la ciudad, ya era bastante noche. Antes de que
Amber se bajara del auto, Margareth la detuvo…
—Amy… Me gustas… En verdad me gustas mucho —dijo Margareth de
repente.
Amber se quedó callada unos minutos.
—Margareth a mí… A mí no me gustan las mujeres —respondió Amber,
esto era cierto, pero por alguna razón se sentía muy extraña al decírselo a ella.
—Lo sé —respondió Margareth con una sonrisa— pero quería… Tenía que
decirlo, me siento muy atraída hacia ti…
Amber estaba comenzando a sentirse nerviosa, muy nerviosa, desvió la
mirada…
—No sé qué responder…
—No tienes que responder nada… —respondió Margareth sonriendo
nerviosamente. Nunca se había sentido así por decirle a una mujer que le
gustaba.- sólo… no me dejes de hablar, de salir conmigo, odiaría ya no verte,
odiaría que te alejaras de mí.
—No lo haré Mar —respondió Amber y tomó brevemente su mano, y al
sentir que Margareth la apretaba y lo que esto le ocasionaba, la soltó— tengo…
tengo que irme.
Y trató de bajarse pero por alguna extraña razón no pudo abrir la puerta
correctamente como todas las veces anteriores, esa extraña razón era porque
estaba muy nerviosa y cuando esto ocurría, solía volverse muy torpe…
Margareth la observó fallando una y otra vez al tratar de abrir la puerta y sonrió,
nunca antes la había visto actuar así y esto le gustó mucho, realmente le encantó.
Se acercó para abrir ella la puerta. Amber la sintió enfrente de ella y esto la hizo
ponerse nerviosa y enrojecer nuevamente, quería bajarse ya y salir corriendo.
Por fin la puerta se abrió y Amber bajó inmediatamente.
Sentimientos
Era cierto, Amber le había dicho a Margareth que no le dejaría de hablar
después de lo que le había confesado, pero no sabía qué hacer, no dejaba de
pensar en ella ni un sólo minuto, y también pensaba que lo mejor era alejarse un
poco. ¿Qué le estaba pasando con esa mujer?, ¿por qué no podía dejar de ver sus
ojos en todos lados?…se repetía una y otra vez que eso no podía estarle pasando,
menos con una mujer, nunca se había ni imaginado que eso podría pasarle a
ella…
Esa semana, Margareth estaría concentrada en las fotos que iban a tomarle y
era la ocasión perfecta para que Amber se alejara y pudiera concentrarse en otras
cosas. Por otro lado estaba Jammie, había estado pensando en él y estaba segura
que ya no podía continuar con esa relación, no quería terminarlo por teléfono, y
tampoco podía dejar que las cosas continuarán…decidió llamarlo y enfrentar las
cosas así, odiaba hacerle eso, pero ella sabía qué hace mucho las cosas ya no
estaban funcionando con él, si es que algún día habían funcionado.
Por fin se decidió a llamarlo, ya habían tenido algunas charlas en esas
semanas, pero siempre habían sido muy breves, sobre todo porque Amber no
quería hablar mucho con él, se sentía muy mal por darse cuenta que en ese
tiempo casi no pensaba en él y que mucho menos lo extrañaba. Sabía que aunque
no era la manera, lo mejor era terminar con esa relación, habló con él y a Jammie
le pareció que todo se debía a lo lejos que Amber estaba de él. Le parecía que era
normal que Amber sintiera muchas cosas extrañas estando tan lejos, trató de
decirle que estaba confundida por lo que estaba viviendo en ese momento
estando en Londres, pero Amber no cambió de idea. Jammie le pidió una y otra
vez que sólo se tomaran un tiempo, que cuando ella regresara podrían hablar.
Pero Amber lo tenía decidido, le dijo que ella ya había tomado su decisión y
Jammie enojado colgó.
Amber no pudo evitar sentirse mal y se lo contó a Cassie, quería contarle
también lo que le estaba pasando, lo confundida que se encontraba por lo que
estaba empezando a sentir, pero no se atrevió, no podía hacerlo, por más que
quería no, aún no podía.
Había aprovechado para ir a comprar comida, ya que ese día Cassie no había
preparado nada, comúnmente Cassie solía hacer la comida para ambas, ya que
Amber no era muy buena en la cocina y en realidad no le gustaba mucho, no era
lo suyo. Estaba en la plaza comprando el pan, cuando escuchó una voz muy
conocida detrás de ella…
— ¡Amy!
Amber volteó y se dio cuenta de quién era aquella voz, era Margareth.
Parecía que aunque tratara, el destino no la dejaba alejarse de aquella mujer.
—Mar… Margareth… ¿qué haces por aquí? —preguntó sorprendida.
—Suelo venir aquí a comprar —respondió Margareth sonriendo, mientras le
daba un beso en la mejilla, que alargó un poco más de la cuenta— hoy por fin
descansé, había tenido muchísimo trabajo y bueno, cuando descanso me gusta
encargarme de las cosas de mi casa, ya sabes, la comida y todo eso.
Amber la observó, llevaba en cada mano algunas bolsas con diferentes
productos, pan, leche, pastas, carne, pollo, y muchas más cosas. Recordó la
primera vez que salió con ella y que fue a su casa y probó su comida, era en
verdad una de las mejores comidas que había probado. Recordó que Margareth
le dijo que le encantaba cocinar y lo mucho que eso le sorprendió, pues para
nada se veía como alguien a quien le gustaran tanto aquellas cosas…
— ¿Vas a cocinar? —preguntó Amber, también con una sonrisa. Le era
imposible no sentirse cómoda con aquella mujer, aunque ese nerviosismo que
sintió desde la primera vez que habló con ella, aún estaba, nunca desaparecía.
—Sí, no había podido hacerlo, y hoy que puedo, planeó cocinar lo más que
pueda —respondió Margareth sonriendo ampliamente. Ambas comenzaron a
caminar fuera de aquel local. — ¿quieres ir a comer conmigo a mi casa? —
preguntó Margareth amistosamente.
—Mmm… me encantaría… pero tengo que ir al departamento con Cassie,
mira — dijo enseñándole la bolsa que llevaba en la mano izquierda —yo
también llevo, pero comida ya hecho —agregó sonriendo.
—Ja, ja, ja,… tú te lo pierdes —respondió Margareth juguetonamente.
Amber no pudo evitar ponerse nerviosa, más que de costumbre. — Bueno,
¿puedo acompañarte… irte a dejar al departamento?… está un poco lejos de aquí
y llevas cosas…—agregó.
Ambas seguían caminando por aquella plaza, una a lado de la otra.
—S…si… sólo deja voy por dos cafés… ¿Vamos? —dijo Amber
dubitativamente, y ambas caminaron a la cafetería que estaba al fondo de aquella
plaza.
Después de ir por aquellos cafés y de qué Amber le comprara uno a
Margareth también y de seguir charlando un poco, salieron de la plaza y se
dirigieron al auto de Margareth, se subieron y Margareth comenzó a manejar por
aquellas calles estrechas. En el camino, ambas siguieron charlando, Margareth le
platicó lo que había hecho esa semana en la sesión fotográfica… Justo cuando
doblaron la esquina, ya a unas pocas calles del departamento de Amber, ésta
observó algo extraño, un bulto tirado, un bulto peludo… era un perro, que al
parecer, había sido atropellado.
—Espera, detente —dijo un poco alterada.
— ¿Qué pasa? —preguntó Margareth confundida.
—Ahí en la esquina, hay… hay un perro.
Margareth no entendía absolutamente nada, pero se detuvo, tal como Amber
le había dicho.
Amber bajó y en seguida Margareth detrás de ella, Amber caminó a toda
prisa hacia la esquina y sí, comprobó que lo que estaba ahí, era un perro
lastimado, un perro de color gris que al parecer sí había sido atropellado.
Amber llegó y se agachó a acariciar a aquel animal que ante la caricia se
movió un poco, se quejaba muy tenuemente, como si se hubiera quejado mucho,
minutos atrás, y ya estuviera cansado de hacerlo… Margareth llegó también y la
observó.
— ¿Sabes el número de algún veterinario? O… ¿hay un veterinario cerca? —
le preguntó Amber, visiblemente preocupada. A Amber le fascinaban los
animales, especialmente los perros, sentía un amor muy especial por ellos,
cuando estaba frente a uno, era como si no existiera nada más, más que aquel
animal.
—No…no Amy no tengo el número de ningún veterinario —respondió
Margareth rascándose un poco la cabeza, aún aturdida por la reacción de Amber.
— Pero unas calles atrás, por Lincon, creo que hay un veterinario…
—Tenemos que llevarlo, si… si lo dejamos aquí se va a morir —dijo Amber,
aún con esa cara de preocupación.
Margareth la observaba, nunca había visto esa cara que tenía en ese
momento, su rostro estaba muy asustado, y veía como no dejaba de acariciar al
animal y decirle algunas palabras de aliento. Margareth no sabía porque, pero
toda esa escena le causaba mucha ternura y emoción.
Lo cierto era que a ella, no le gustaban los perros, al contrario, no se diría
que los odiaba, pero prefería tenerlos muy lejos de ella.
—Ayúdame —volvió a decirle Amber, haciendo la seña para que le ayudara
a cargarlo.
Margareth al observarla no podía negarse. Ambas, con un poco de trabajo
cargaron con mucho cuidado al perro, que era de tamaño considerable y lo
llevaron hacia el carro. Margareth no podía creer que iba a subir a un animal a su
auto, para ella su auto era casi sagrado y no dejaba que ningún animal se subiera
en él, no dejaba que se ensuciara, era en realidad demasiado cuidadosa para todo
eso. Pero observaba a Amber, y algo en ella se estremecía completamente.
Subieron al perro en los asientos de atrás y Amber se subió ahí con él. Margareth
manejó hasta aquella calle. Durante todo el camino observó a través del espejo
retrovisor las reacciones de Amber, que constantemente le decía algunas
palabras al perro haciendo que este de alguna manera dejara de quejarse,
observaba que cuando esto pasaba Amber sonreía, con un tipo de sonrisa que
Margareth no podía explicar. <Una sonrisa tan suya, una sonrisa tan pura>,
pensó Margareth.
Observó, aunque no estaba tan segura de haber visto bien, que en un
momento, Amber se limpió el rostro, pareciendo que limpiaba algunas lágrimas
que caían de sus ojos.
Después de algunos minutos llegaron por fin al veterinario, Margareth bajó
rápidamente a tocar la puerta y entre los tres, el veterinario, Amber y Margareth
llevaron al perro hacia dentro. Una vez adentro, el veterinario comenzó a revisar
cuidadosamente al animal.
—Al parecer fue atropellado —comenzó a decir- le lastimaron mucho su
pata trasera- agregó, enseñándoles la herida que el perro tenia ahí, una herida un
poco profunda, ya se comenzaba a vislumbrar un poco el hueso del animal.
Margareth frunció el ceño, un poco asqueada por lo que estaba viendo.
Amber, por el contrario, tenía una cara de tristeza y no había dejado de acariciar
la cara del perro.
—Tal vez si hubiera pasado más tiempo —siguió diciendo el veterinario, a la
par que revisaba al animal, el cual estaba recibiendo las caricias de Amber—
habría sido mucho peor, pudo haber entrado en un shock por el dolor y morir. Lo
trajeron a tiempo, ¿es suyo? —preguntó, y comenzó a preparar una jeringa para
inyectar al perro con anestesia.
—No —respondió rápidamente Margareth, aún con esa cara con el ceño
fruncido.
—Lo encontramos —añadió Amber.
— ¡Oh!, qué bueno que lo trajeron, ahora tendré que anestesiarlo para que no
sienta más dolor y lo curaré, ¿está bien? —dijo el veterinario.
—Lo dejamos hacer su trabajo —respondió de nuevo Margareth,
dirigiéndose rápidamente hacía la puerta.
— ¿Sabe de algún lugar donde podrían tenerlo? —preguntó Amber, dejando
ya de acariciar al perro que ya había sucumbido ante la anestesia. Haciendo que
Margareth rodara los ojos y se detuviera antes de salir.
—Mmm…—el veterinario se quedó pensativo- conozco un par de lugares —
dijo sonriendo.
Amber a la par sonrió.
— ¿Cómo en cuánto tiempo regresamos? —preguntó, haciendo que
Margareth hiciera una mueca de disgusto con los labios, ella no tenía idea todo
lo que Amber haría por un animal.
—Tardaré como una hora —respondió el veterinario.
Ambas salieron de ahí, dirigiéndose al auto de Margareth, subieron y
Margareth se dispuso a arrancar.
—Espera —dijo Amber— tenemos que estar por aquí cerca, para regresar y
ver cómo sigue.
Margareth suspiró…
—Si quieres nos quedamos aquí adentro del auto, una hora —respondió, un
poco fastidiada, aunque inmediatamente, lo pensó mejor y era una estupenda
idea, estaría ahí, solo con Amber, durante una hora.
Amber escuchó el tono de voz de Margareth y también había observado su
reacción durante el tiempo que habían estado adentro con el veterinario, recordó
que Margareth tenía cosas qué hacer y pensó que lo que había pasado estaba
arruinando sus planes.
—Lo, lo lamento… si quieres puedes irte, yo me puedo quedar… —
comenzó a decir— Tengo que llamarle a Cassie, tenía que llegar con la comida,
hace media hora. —Amber sacó su móvil y comenzó a llamar a Cassie, habló
rápidamente con ella, explicándole un poco lo que había pasado…— en verdad,
Margareth, puedes irte si quieres…—agregó después de finalizar la llamada.
—N-no… yo me quiero quedar. Perdón —Margareth no tenía idea porque
razón le pedía perdón a Amber— pero la verdad los animales, los perros, no me
gustan y ver a ese perro así, no sé, fue extraño para mí.
Amber la observaba extrañada, no entendía como a alguien no podían
gustarle los perros, muchas veces ya se había encontrado con gente así, a la que
no le gustaban y aun no podía entender el por qué.
— ¿No te gustan los perros? — preguntó sorprendida…— creo que te hice
ayudarme en algo que no te agrada —agregó con la voz apenada.
—No, no te preocupes Amy. Nunca había cargado a un perro atropellado, es
una nueva experiencia para mí, desde que te conozco me has hecho vivir nuevas
experiencias —dijo Margareth de forma divertida, haciendo sonrojar
enormemente a Amber— primero los museos, los pintores… —agregó
Margareth, dándose cuenta de lo que había dicho, tratando de relajar la
conversación — y ahora los perros… vi que a ti te gustan… y mucho.
— ¡Me fascinan! —Amber no pudo evitar emocionarse al responder- me
parecen tan hermosos, en todos los sentidos. No entiendo como a alguien no le
pueden gustar. —Observó con una mueca a Margareth, que sonrió.
—Es que son mugrosos —comenzó a decir Margareth, haciendo que esta
vez, Amber frunciera el ceño— sueltan pelos y son ruidosos, sólo ladran y
huelen mal…
Amber no pudo evitar soltar una carcajada. Margareth un poco confundida,
la observaba.
— ¿Entonces, esas son las razones por las que no te gustan?
—Sí, en general sí.
— ¿Has tenido un perro alguna vez? —preguntó de nuevo Amber.
—No —respondió Margareth, negando con la cabeza.
Amber sonrió sutilmente.
— ¿Sabes? Yo toda mi vida he tenido perros, antes de venir a Londres, tenía
dos perras y ambas murieron, ya eran viejitas, llevábamos 15 años con una y 13
con la otra —dijo Amber, un poco melancólica— y suelo ir a albergues y ahí los
paseamos, rehabilitamos, les damos de comer… —Amber se notaba emocionada
al contarle esto. No solía decírselo a nadie, en realidad, nadie sabía que ella iba
cada semana a diferentes albergues de perros a ayudar, era algo que siempre lo
había reservado para ella misma. Era algo muy suyo, que nunca había querido
compartir con absolutamente nadie. Siempre había creído que las buenas
acciones que se realizaran deberían quedar así, entre la persona que resultaba
beneficiada y la persona que las realizaba, en nadie más. En este caso, no era
solamente a personas a quienes ayudaba, sino a animales. Nunca había querido
que nadie lo supiera, pero por alguna razón, se lo estaba contando a Margareth.
Margareth la observaba detenidamente, observaba su emoción al contar esto
y ese estremecimiento que había sentido minutos antes, cuando la vio con aquel
perro, volvió a surgir en ella, por alguna razón, Margareth se sentía muy
conmovida…
—Oh, no tenía idea- respondió Margareth.
—Bueno, no voy por la vida diciendo “soy Amber y voy a albergues de
perros, mucho gusto.” respondió divertida. Ambas sonrieron- Me gusta ayudar a
otros, ¿sabes? Una persona muy importante para mí me lo enseñó… de hecho
nadie lo sabe… hasta ahorita… sólo tú- agregó, un poco apenada.
Era como si una capa de complicidad mezclara aquel ambiente, como si
ambas estuvieran enteradas del mejor de los secretos, aunque parecía tal vez
tonto, ambas así lo sentían. Margareth sonrió de nuevo, y mordió su labio,
haciendo que Amber desviara la mirada…
—Me lo contaste a mí —dijo con un tono extraño, más para sí misma que
para Amber— pude ver tu reacción con ese perro —volvió a decir, esta vez con
mayor volumen de voz— noté lo preocupada que estabas.
Amber suspiró.
—Todo el tiempo llegan casos así al albergue, perros atropellados que nadie
ayuda, maltratados y cosas muy feas, en verdad muy feas. No entiendo porque la
gente es así, los perros, ellos no hacen nada. Son, en serio, hermosos, nunca vas
a encontrar un amor tan puro como el que te dan esos animales…
Margareth no había podido quitarle los ojos de encima, las palabras de
Amber la estremecían.
—Nunca he convivido con uno…
— ¿No? —dijo Amber más sorprendida. — tienes que hacerlo, estoy casi
segura que si todas las personas crecieran con un perro o con algún animal,
serían sino más felices, al menos más compasivas… ¿Sabes?, tengo una idea…
—agregó.
—No me voy a quedar con ese perro —dijo Margareth burlonamente.
Amber movió la cabeza.
—No, eso no es, aunque no sería mala idea…—dijo divertida, haciendo que
Margareth sonriera y negara con la cabeza— acompáñame a llevar al perro a uno
de los lugares que mencionó el veterinario, estamos ahí un rato, convivimos con
los perros y si nos dejan, los paseamos, bañamos, les damos de comer… y me
dices que te parecen, si te gustan podemos regresar… Si no, nunca más me
acompañas y nunca más vuelvo siquiera a mencionar la palabra perro delante de
ti. ¿Aceptas? —concluyó Amber sonriendo, sus palabras sonaban casi
suplicantes, haciendo que Margareth sonriera con ternura.
Torció un poco los labios, nunca le había agradado la idea de estar cerca de
un perro, y si aceptaba estaría cerca no sólo de uno, si no de muchos más… pero
las palabras de Amber, dichas en ese tono le hacían imposible poder negarse, y
también, así podría estar con ella, mucho más tiempo.
—Está bien, acepto —dijo Margareth sonriendo, la verdad era que, sólo
había aceptado para estar más cerca de Amber… Amber a su vez, sonrió y junto
las manos, aplaudiendo sutilmente— pero, tú tendrás que hacer algo también, a
cambio… —agregó Margareth misteriosamente.
Amber confundida, la observó.
—Supongo que es lo que corresponde —dijo.
Margareth se quedó pensativa unos segundos y después con seriedad, afirmó.
—Tú tendrás que hacerme un baile, privado…—dijo, haciendo que Amber
enrojeciera en gran medida, Margareth empezó a reír sonoramente al observar
aquella reacción de Amber.
Solía hacerle este tipo de comentarios todo el tiempo, y parecía que Amber
aún no se acostumbraba a ellos, si es que algún día lo haría, pues cada que decía
un comentario así, Amber se sonrojaba en exceso, haciendo reír a Margareth y
haciendo que le gustara cada vez más decirle este tipo de cosas. No había
conocido a ninguna mujer que se sonrojara así como le pasaba a Amber. Solía
conocer a mujeres que le contestaban con otro comentario del tipo, siguiéndole
el juego y haciendo que Margareth se aburriera, porque sabía que esas mujeres
eran experimentadas como ella o incluso más, pero al observar las reacciones de
Amber, era mucho más divertido decirle estas cosas a ella. A Margareth le
parecía sumamente tierna e inocente y eso hacía que la deseara cada vez más.
—Hubieras visto tu reacción —dijo Margareth aún riendo.
Amber la observaba, simulando enojo, aunque contagiada por las risas de
Margareth, también comenzó a reír.
—No hablabas en serio —dijo Amber, con la cara un poco enrojecida.
Margareth seguía riendo un poco y negó con la cabeza.
—Aunque si quieres.
— ¡Margareth! —Amber la reprendió tiernamente.
—Ja, ja, ja, sólo bromeó. Ya en serio, lo que quiero que hagas es que cocines,
conmigo —dijo Margareth, recordando que en una ocasión, Amber le había
comentado lo mucho que la desesperaba la cocina, creía que nunca iba a ser
buena para eso, no le gustaba en lo más mínimo.
Amber cerró unos segundos los ojos, movió la cabeza y sonrió.
—Es lo que corresponde —volvió a decir Margareth levantando una ceja—
tú me harás estar con esos mugr… —se interrumpió, al observar la mirada
fulminante de Amber en ella— con esos perros… yo te haré estar en una cocina,
estaremos a mano- concluyó con una amplia sonrisa triunfal.
—Es lo que corresponde —dijo Amber levantando una ceja, imitándola.
Se dieron cuenta que ya había pasado más de una hora. Casi dos horas
habían pasado en el auto conversando, una vez más el tiempo se les había pasado
sumamente rápido. Entraron de nuevo a la veterinaria, el perro estaba tendido
como lo habían dejado al ingresar, pero esta vez, tenía un vendaje en la pata
lastimada y en su rostro se le veía una expresión diferente, al menos esto notó
Amber, al observar que el perro parecía estar dormido plácidamente. El
veterinario les dijo que todo había salido bien y que el perro empezaría a
despertar dentro de pocos minutos, les recomendó que lo dejaran pasar la noche
ahí y que al día siguiente, lo llevaran a uno de los albergues que él les
recomendaría. El perro comenzó a despertar y Amber rápidamente se dirigió a
él, al parecer la recordaba, pues comenzó a mover rápidamente la cola.
—Hola bebé, ¿cómo estás?, ¿ya te sientes mejor? —le dijo Amber con una
voz dulce, llena de amor, mientras lo acariciaba. El perro movió más deprisa la
cola.
Margareth la observaba con ternura, nunca antes había escuchado esa voz en
ella y por un momento deseo ser ella a quien Amber le hablara así. Rápidamente,
Margareth se reprendió a sí misma por lo tonto de su pensamiento, ¿cómo podía
querer ocupar el lugar de aquel perro, sólo para que Amber le hablara así?
<Pero qué idiota eres, Margareth> se dijo a sí misma.
Después de algunos minutos más en los que Amber hablaba con el perro, le
daba agua y el veterinario observaba que estuviera reaccionando bien, quedaron
de ir el día siguiente por el perro para llevarlo al que sería su nuevo hogar. Por
fin, ambas salieron de ahí y Margareth fue a dejar a Amber al departamento.
Al día siguiente como habían quedado, se dirigieron a uno de los albergues
que el veterinario les recomendó. Amber sabía un poco como funcionaban estos
lugares, pero en Londres era un poco diferente que en su país, ahí tenían que
asegurarse que el perro que estaban llevando no era suyo, pues había casos de
personas que llevaban a sus perros ahí, diciendo que los habían encontrado
extraviados y los abandonaban, en caso de que se dieran cuenta que algún dueño
abandonaba a su perro, se le sancionaba. Después de asegurarse que el perro no
era de ambas, al saber que iban recomendadas por el veterinario de Lincon, las
hicieron pasar, mostrándoles los diferentes espacios del lugar.
Era un albergue muy amplio, estaba a las afueras de la ciudad y por esta
razón había mucho más jardín y espacio para que los perros pudieran correr
libremente por ahí. Antes de llegar al enorme jardín, el albergue estaba separado
por secciones, en las cuales había varios especialistas de acuerdo a los perros que
se llevaran ahí. Por ejemplo, estaba la sección de perros quemados, donde
diferentes doctores se encargaban de ellos, o la sección de perros golpeados,
donde también habían especialistas encargándose de ellos. Había una cantidad
enorme de animales, ya que el lugar era muy grande.
Margareth caminaba observando cada una de las secciones donde se
encontraban los perros, veía como había animales muy maltratados siendo
atendidos por diversas personas y esto le causaba un poco de urticaria, haciendo
que mientras iban caminando, Margareth fuera rascándose constantemente.
Llegaron a la sección donde se quedaría el perro que habían encontrado,
Amber lo llevaba con una correa que el veterinario les había obsequiado, el
animal tenía aún la pata vendada, haciendo que caminara cojeando, aunque
parecía sentirse mucho mejor. La sección donde se quedaría aquel animal, era la
de rehabilitación, después de atender los diversos problemas por los que habían
pasado esos animales, llegaban a esa sección donde como su nombre lo decía, se
les rehabilitaba para poder integrarse a las actividades con los demás animales.
Amber observó aquel lugar, era un patio grande donde habían diversos
perros, y donde las personas que estaban con los perros los ayudaban a varias
cosas, algunos estaban ejercitándose, haciendo que el perro estuviera echado y la
persona jalándole con cuidado las patas, en otros lados había perros corriendo
con un carrito en las patas traseras, al parecer era para ayudar a su columna, ya
que esos perros habían quedado inmóviles de aquellas patas. Amber sonreía
ampliamente observando todas esas escenas, para ella no había un lugar mejor
que ese lugar, para ella esos lugares eran su paraíso. Por el contrario, Margareth
tenía en su rostro una expresión de incertidumbre, aún no se sentía muy bien
estando en aquel lugar.
Dejaron al perro con algunos de los encargados que lo ayudarían a
rehabilitarse, al parecer su rehabilitación sería breve y pronto podría ir a jugar y
hacer las demás actividades con todos los perros.
—Aquí te vas a quedar, bebé —Amber le decía al animal, otra vez con esa
voz que parecía sólo podía ocupar para hablar con aquellos animales.- te van a
ayudar para que te sientas mejor y puedas jugar, ¿eh? —lo acarició con mucha
ternura, y el perro por primera vez, ladró, haciendo que Amber y la dueña del
lugar que iba con ellas, sonrieran.
Margareth a su vez, observó la escena y frunció un poco el ceño, le gustaba
ver a Amber hablando así con ese animal. No pudo evitar al escuchar que el
perro le ladraba, pensar si Amber de cierta manera se comunicaba con él,
regañándose una vez más a sí misma, por ese pensamiento tan absurdo. <Ay
Margareth Ray, últimamente solo piensas tonterías>, se dijo y sonrió divertida
para sí misma.
Después pudieron salir al enorme jardín, donde se encontraban muchos
perros, ahí la mayoría estaban jugando, aunque había otros a los que estaban
bañando y otros más siendo visitados por gente que quería adoptarlos. Con el
permiso de la dueña, Amber y Margareth se quedaron ahí, y comenzaron a
ayudar a bañar a algunos perros. Bañaron al mismo, ya que Margareth no quería
hacerlo sola, estuvieron un rato ahí, mojándose entre ellas también. Quién
empezó fue Amber, que le lanzaba jabón o burbujas a Margareth, haciendo que
está se riera y se vengara mojándola también. Cuando terminaron de bañar a
aquel enorme perro, éste se sacudió empapándolas, sobre todo a Margareth pues
Amber sabía que los perros solían hacer esto después de bañarse y se había
hecho para atrás, cosa que Margareth no, quedando completamente empapada.
Amber no pudo evitar estallar de risa al observar aquella escena, Margareth
siendo empapada, tratando de cubrirse la cara con las manos, con los ojos
cerrados y con la boca abierta por la sorpresa. Después de ser empapada,
Margareth también comenzó a reírse sonoramente. Al parecer, ya se estaba
divirtiendo mucho en aquel lugar.
Comenzaron a jugar con el perro y después con los demás, corriendo y
lanzándoles palos o pelotas o diversos juguetes que habían ahí. Amber parecía
una niña pequeña divirtiéndose y lo cierto era que Margareth también, ella que
nunca había acariciado a un perro, en ese momento tenía a uno subiéndose y
recargando sus dos patas delanteras en su pecho, Margareth comenzó a
acariciarlo y el perro la lamió amorosamente. Amber observó aquella escena y
sonrió con simpatía, sabía que nadie después de estar con algún perro algunas
horas, iba a librarse de sus encantos. Y así estuvieron un enorme rato en aquel
lugar, Margareth no había podido librarse de ese perro que la había lamido, al
parecer se había encariñado con ella…
En ese lugar, Margareth acarició a tantos perros, que pensó que era por todos
los años que no lo había hecho. Amber se sentía complacida con todo eso,
observaba las reacciones de Margareth, su expresión, muy diferente a la del día
anterior y a la del inicio de aquel día, se le veía realmente contenta, parecía que
la estaba pasando muy bien.
Al fin, salieron de ahí. Pero regresaron los tres días siguientes, querían saber
cómo seguía el perro que habían llevado, que era en realidad perra. La habían
bautizaron con el nombre de Mía. Amber quería quedársela pero sabía que no
estaría siempre en aquel país, Margareth no podía cuidarla como se debía pues
su trabajo la mantenía ocupada la mayor parte del tiempo. Por lo que decidieron
dejarla en el albergue, no fue una mala elección, pues ahí cuidaban con mucho
cariño a todos los animales, también podría tener oportunidad de ser adoptada
por alguna familia, no todos eran adoptados, pues algunos no podían dejar el
lugar, pero a los que sí, los colocaban con buenas personas. Tal vez Mía podría
ser una de esas perras que fuera adoptada y si no, Amber había quedado de ir a
verla cada semana. Margareth comentó que ella también iría, haciendo que
Amber se sorprendiera, pues ya no se lo había pedido. Al parecer, su idea había
salido mejor de lo que pensó.
***
—Y entonces, ¿ya lo dirás? —preguntó Amber. Se encontraba con Margareth
en la enorme cocina de su casa. Ambas estaban en la pileta lavando algunos
platos. Margareth los lavaba y Amber los secaba para ponernos en su lugar.
— ¿Decir qué? —preguntó Margareth con una sonrisa, haciéndose la
desentendida.
—Sabes de qué hablo —le dijo Amber, frunciendo un poco el ceño— de los
perros…
— ¿De esos mugrosos? —preguntó Margareth bromeando.
Amber le lanzó una mirada llena de furia y Margareth comenzó a reírse.
Empezó a sacar las cosas de la alacena, ya que le tocaba a Amber cumplir su
parte del trato, ese día iban a cocinar juntas.
—Ja, ja, ja. No hablo en serio —volvió a decir Margareth— está bien, lo
diré, me… me gustan los perros… ya me gustan los perros —comentó, alzando
un poco los hombros.
Lo que acababa de decir era verdad, después de pasar los últimos tres días a
lado de tantos perros, Amber lo había conseguido, ya le gustaban y lo cierto era
que mucho.
Amber tenía dibujada en el rostro una sonrisa triunfal. Ella lo sabía,
absolutamente nadie podía resistirse a esos animales tan encantadores.
—El siguiente paso será que adoptes a uno…—empezó a decir Amber.
—Oye, oye, oye… —interrumpió Margareth, levantando una mano— me
gustan, pero sólo para un ratito… no para tener mi casa llena de pelos, y limpiar
sus… sus cosas y tenerlos corriendo todo el día aquí- agregó simulando cara de
asco.
Amber se quedó seria unos segundos y después al observar la sonrisa de
Margareth, sonrió también.
—Tal vez, después —agregó Margareth, guiñando un ojo— ahora a cumplir
tu parte, señorita —volvió a decir, a la vez que se colocaba en la estufa,
encendiéndola y colocando agua para calentarla— estoy esperando que me
bailes- comentó juguetonamente.
Amber volvió a enrojecer, sabía que Margareth le decía todas esas cosas por
el efecto que causaba en ella, pero simplemente, no podía evitarlo, no podía
controlar cuando se sonrojaba y cuando no. Margareth la observaba con el rostro
así y no pudo evitar estallar de risa. Haciendo que Amber le lanzara un pequeño
trapo, en señal de enojo.
Después de aquella broma, ambas comenzaron a cocinar, Amber a intentar
hacerlo, siguiendo los consejos de Margareth y observándola, aunque se dio
cuenta que era mucho más difícil de lo que se imaginó, tal vez era que su poca
disposición hacia la cocina, le hacía más difícil todo. Cocinarían una pasta,
siendo la comida favorita de Amber, Margareth creyó que era buena idea que la
supiera hacer. Inmediatamente, Margareth comenzó con las indicaciones,
diciéndole que tenía que poner la pasta en el agua hirviendo, para que se cociera,
indicándole como preparar la salsa, diciéndole que ingredientes agregar.
Amber trataba de seguir lo que Margareth le decía y lo hacía, pero en algunas
ocasiones tiraba algunos ingredientes, o algunos trastes, en una ocasión, tiró un
poco de salsa, salpicando a Margareth, que sólo sonrió divertida. Se estaba
dando cuenta que Amber tenía en verdad unas manos muy torpes y esto lejos de
desagradarle, hacía que se sintiera mucho más atraída a ella. Pensaba, como
podía ser posible que alguien, siendo tan brillante para muchas cosas, tan
inteligente, tan profunda e interesante, pudiera ser tan torpe para otras. Amber le
parecía el ser humano más dulce que podía existir.
Por fin, después de un poco más del tiempo que tendría que haber tomado
preparar la pasta, terminaron. Margareth un poco sucia, por la salsa salpicada sin
querer por Amber y Amber un poco fastidiada, pensaba que sus manos no
podían ser más torpes. Se sentaron a comer, conversando mucho, como siempre
lo hacían…
—Soy la peor cocinera del mundo —dijo Amber con la cara afligida,
sirviendo el jugo en ambos vasos.
—Ja, ja, ja —rio Margareth— si quitamos que tiras todo lo que se atraviesa,
no estás tan mal —dijo divertida, mientras llevaba el tenedor a la pasta y se
disponía a probarla.
Amber seguía haciendo esa cara de aflicción, pero no pudo evitar sonreír al
escuchar el comentario de Margareth, también se dispuso a probar lo que había
tratado de cocinar.
— ¿Acerco una cubeta por si vomitas? — le dijo a Margareth antes de que se
llevara el bocado.
Margareth volvió a reír. Por fin, probó la pasta y simuló una cara de asco.
Amber abrió enormemente los ojos, muy sorprendida.
—Es horrible, ¿verdad?, mejor no lo pruebo…—comenzó a decir
tristemente…
—Sólo estoy bromeando —interrumpió Margareth, riéndose— en realidad,
no está nada mal… claramente te falta práctica, pero prueba, esta rico —le dijo
sonriendo.
Amber la miraba incrédula, creía que tal vez era otra de las bromas de
Margareth, tal vez sólo quería que lo probara para causarle ganas de vomitar…
Con mucho cuidado, Amber se llevó el bocado a la boca, haciendo que
Margareth sonriera al observarla, pues no le había quitado los ojos de encima.
Amber probó la pasta y se llevó una enorme sorpresa, Margareth tenía razón, no
estaba nada mal, ¿en verdad ella había cocinado eso?…
— ¿Y? —preguntó Margareth sonriendo.
—No puedo creer que yo haya cocinado esto… —respondió Amber
sonriendo también.
—Después de casi destruir mi cocina, si, tú lo hiciste. —dijo Margareth
divertida. Ambas comenzaron a reírse.
Después de terminar la comida, de conversar y de reírse mucho, comenzaron
a recoger la mesa y a lavar los trastos.
Antes de terminar de lavar todo, Amber agarró un poco de agua, salpicando a
Margareth con ella, esta vez, a propósito. Margareth respondió el acto y una vez
más, empezaron a jugar como niñas pequeñas salpicándose… Hasta que,
Margareth agarró las manos de Amber, colocándolas detrás de su espalda, para
que ya no pudiera defenderse, quedando muy cerca la una de la otra, quedando
como hipnotizadas observándose.
Margareth no le quitaba la vista de encima a los labios de Amber, veía el
lunar que tenía arriba del labio de lado derecho, siempre le había parecido muy
sensual, observaba que sus labios le parecían sumamente provocadores, tenía la
boca un poco abierta, haciendo que sus dientes se vieran y observaba que los
colmillos de abajo resaltaban más que el resto de los dientes, algo que también le
parecía muy sensual. Llevó su vista a los ojos de Amber, ¿cómo unos ojos
podían ser tan profundos?, se preguntó, era como si pudiera verse el alma de
Amber a través de ellos, los observó, casi hechizada por ellos, eran tan grandes y
tan marrones. En ese momento se veían más obscuros que en otras ocasiones,
otra cosa que realmente le gustaba, era que podían verse a veces más claros, casi
miel y a veces más oscuros e intensos, como en esa ocasión…
Amber también observaba el rostro de Margareth muy cerca, podía sentir su
respiración, observaba sus pecas en sus mejillas, sus mejillas se veían sutilmente
enrojecidas, observaba sus ojos azules, más azules que nunca, nunca los había
visto de tan cerca y le parecían el cielo, en un acto que no pudo evitar, sus ojos
se posaron en los labios de Margareth, los observó unos segundos, un poco
abiertos, eran tan rosas, tan seductores, tan provocativos…
—T…tengo que irme —dijo Amber tartamudeando, y desprendiendo sus
manos de las manos de Margareth, para caminar apresuradamente hacia la puerta
y salir de ahí, lo más pronto que pudo.
Detonación
El viernes había llegado ya, corría el mes de febrero, Amber llevaba un mes
completo en Londres y cada vez le gustaba más, esa ciudad era magnifica, los
días cuando la recorrió con Margareth había conocido muchísimos lugares
impresionantes, todos los alrededores parecían de ensueño. Margareth le había
dicho que ese viernes había una fiesta para lo de la campaña del perfume y
quería que ella la acompañara, pero Amber no estaba muy convencida, algo muy
fuerte le estaba pasando a ella con esa mujer, todas las pláticas que tenían, hacían
que Amber se preguntara cosas, muchas cosas, los momentos que estaban
compartiendo le ocasionaban tantas emociones y no quería saber que eran, en
realidad no quería comprobarlo. Después de que Margareth le había confesado
que sentía una atracción por ella y de lo que acababa de ocurrir unos días
anteriores, había decidido alejarse un poco, y le había dicho que ese día no podía
ir a su fiesta.
Pensó que esa noche era un buen momento para leer un poco y empezar con
ese escrito que había dejado inconcluso hace unos meses, también, ya sólo le
quedaban pocos días de vacaciones y tenía que empezar a preparar todo para
cuando llegara el momento de ir a la escuela. Se encontraba en la recámara,
Cassie al parecer había peleado con Ger, porque no sabía nada del evento de
Margareth, y Ger al ser su amigo, era claro que estaría ahí… Sonó el timbre de la
puerta y Amber escuchó que Cassie decía una maldición, la puerta la había
espantado…
—Hola Cass —dijo la voz…
—Ho…hola, pasa, pasa —contestó Cassie.
Amber reconoció la voz, era Margareth, ¿qué hacía ahí?… Ella misma le
había dicho que ese día no iba poder acompañarla , y nunca había llegado a
buscarla hasta ahí, los días anteriores que se habían visto, por algún acuerdo no
dicho, pero al parecer conocido por ambas, se quedaban de ver algunas calles, en
el café que estaba cerca de ahí. Amber salió de su recámara y observó a
Margareth, estaba muy guapa, más guapa que de costumbre, con un vestido rojo
no tan largo, abierto por un costado donde se le podía ver un poco de piel, su
cabello se veía más largo, ondulado como siempre, pero esta vez se veía mejor, y
de la cara, se había maquillado los ojos y hacía que resaltara el azul que los
poseía, marcando más su mirada, su boca pintada de un rojo muy fuerte hacia un
juego excelente con su cabello del mismo color y contrastaba con su piel blanca.
—Hola Amy —dijo Margareth alegremente, dándole un beso en la mejilla —
vengo por ti.
—Margareth —contestó Amber con seriedad— hoy no puedo, pensé que te
había dicho…
— ¿A dónde van? —preguntó Cassie, interrumpiendo.
—A una fiesta, es para iniciar la publicidad del perfume del que soy modelo,
¿que Amber no te contó? —le preguntó Margareth, simulando sorpresa.
—No, últimamente no me cuenta nada —respondió Cassie un poco seria,
volteando a ver a Amber.
—Puedes venir tú también Cass, si quieres… —le dijo Margareth
amistosamente.
— ¡Me encantaría! —contestó emocionada.
— ¡Esta perfecto! Vayan ustedes dos… —respondió Amber aún seriamente.
—Ja, ja, ja, no, claro que no, las tres o nada… — interrumpió Margareth,
mientras se sentaba en el sofá.
—Margareth tengo una amiga muy aburrida —dijo Cass señalando a Amber
— vamos Amber, no tienes nada que hacer, solo ibas a leer, ¡ya no seas tan
aburrida!
—Tenía entendido que tú tampoco querías salir con nadie, Cass. — la
observó fulminándola con la mirada— Pero, en serio, vayan ustedes…
—Pues ya quiero salir, vamos, por favor, ¿quieres que me arrodille? —dijo
Cassie suplicantemente…
— ¡Cass!… No es necesario, osh… Está bien, vamos— dijo un poco molesta
Amber, tenía una seria dificultad para decirle no a la gente, sobre todo a aquella
que amaba.
— ¡Pues ya está, vámonos! —dijo con una gran sonrisa Margareth,
levantándose del sofá.
— ¿Bromeas? —le respondió Cassie— ya me imagino en donde va a ser la
fiesta, Amber y yo, tenemos que arreglarnos, mírate tú, estás guapísima,
seguramente si nos ven junto a ti, van a pensar que somos tus cocineras o algo
parecido.
—Ja, ja, ja, que graciosa eres Cass —respondió Margareth riendo— pero
está bien, ¿quieren que pasemos a comprar unos vestidos?
— ¿Qué? —dijo Cassie abriendo enormemente los ojos— Si, cla…
—No —interrumpió Amber muy seria— nosotras tenemos, vamos Cass y la
llevó casi obligada a su cuarto.
—Aquí las espero —contestó Margareth con una amplia sonrisa, volviendo a
sentarse en el sofá.
No podía disimular cuánto le gustaba que Amber fuera así, que se le negara,
le encantaba como tenía sus propios intereses y principios y los seguía, aunque
eso le hacía más difícil todo. A Margareth ya no sólo le gustaba físicamente,
también su personalidad la estaba atrapando totalmente, su actitud tan diferente a
la de ella, a la de todas las mujeres que solía conocer, su personalidad fuerte por
fuera y a la vez con esa sensibilidad que aunque se empeñaba en ocultar salía a
relucir. Su torpeza que acaban de descubrir, todo en ella le parecía sumamente
atractivo, ¿acaso ya estaba enamorada de Amber?… Pero Amber se lo había
dicho hace unos días, las mujeres no le gustaban, aunque eso no hacía que
Margareth se rindiera, ella sabía que a Amber también le pasaba algo cuando
estaba con ella, lo podía sentir, estaba segura…
— ¿Qué hiciste Amber?, ¡pudo habernos comprado vestidos carísimos! — le
recriminaba Cassie.
—A mí no me gusta que venga una desconocida a comprarme cosas, es sólo
eso Cass — le decía Amber secamente, mientras sacaba su ropa.
— ¡A veces eres tan aburrida! — le contestó Cassie- y no creas que se me
olvida que nunca me dijiste que te invitó hoy…
—No tiene importancia, no pensaba ir… — le dijo Amber empezando a
quitarse la ropa.
— ¡Pero yo sí!… ¿Sabes qué escuché?… que le gustan las mujeres — decía
Cassie mientras empezaba también a desvestirse- tal vez le guste yo, ¿no
crees?… Imagínate cómo sería ser su novia…
— ¿Qué te pasa Cass?, ¿Ahora ya te gustan las mujeres? — le respondía
Amber enojada, frunciendo el ceño y poniéndose el vestido que había elegido.
—Ja, ja, ja, estoy bromeando, estás de un humor insoportable. Bueno…
bromeaba con lo de ser su novia, lo cierto es que si escuché que le gustan las
mujeres… Y mejor dicho, tal vez le gustes tú… — dijo Cassie sonriendo,
mientras se dirigía al baño.
— ¡Deja de decir estupideces! — contestó Amber más enojada- no estoy de
humor…
—Ay perdón, ¡grinch! — gritó Cassie divertidamente y a partir de ahí se
arreglaron en silencio.
***
— ¡Vaya!, se ven muy guapas — dijo Margareth dirigiéndose en realidad a
Amber a quien observaba de arriba a abajo.
Amber tenía puesto un vestido negro que le resaltaba su esbelta figura, unas
botas largas que hacían que sus piernas parecieran aún más largas de lo que ya
eran, no era de maquillarse mucho y a decir verdad no le hacía falta,
simplemente se había pintado los ojos para marcarlos un poco y esto hacía que
se vieran muy grandes, más de lo que ya eran. No le dio tiempo de hacerse algo
en el cabello, su cabello que siempre estaba desordenado, y optó por ponerse un
sombrero, que en realidad no le tapaba el cabello, al contrario dejaba verlo todo,
sólo lo acomodaba mejor, cualquiera que la viera daría por entendido que era
compañera de la misma campaña publicitaria de Margareth. Cassie por su parte,
también se veía bastante bien, ella había optado por un vestido rosa que llamara
la atención, como era costumbre en ella, y su cabello lacio lo había amarrado un
poco dejando que cayera por su espalda, acostumbraba a maquillarse más y esta
vez no había sido la excepción, marcando mucho sus ojos y su boca. En realidad
las tres parecían todas unas celebridades.
Llegaron al lugar del evento, una casa ubicada en Camden Square, los
alrededores estaban llenos de bares donde la mayoría de los famosos del
momento iban, en una de esas calles se encontraba el bar donde habían conocido
a Margareth y a los demás. Entraron y ya había una mesa reservada para
Margareth. En el lugar se encontraban muchas celebridades, actores, cantantes,
modelos. Cassie estaba realmente impresionada, veía a los cantantes, a Tom
Hamilton, junto con Sinn Martin, por otro lado estaba también la actriz Amy
Bringston, con más famosos. Se sentaron en la mesa y Margareth les comentó
que Ger y los demás llegarían después. Cassie ignoró este comentario.
— ¡Tom Hamilton se está besando con otro hombre! — dijo Cassie, muy
sorprendida.
Observando la esquina donde estaba Tom con aquel chico.
—Ja, ja, ja, es su novio — contestó Margareth divertida.
—Pero, pero, ¿qué su novia no eras tú? — le preguntó Cassie aún muy
sorprendida.
—Mmm no, ese es su verdadero novio. Díganos que le gustan cosas
diferentes y a mí… también — respondió sonriendo Margareth, y tomó su copa
de whisky para darle un trago.
Amber simplemente observaba la plática, eso era algo que ella ya sabía y
tampoco estaba de humor para intervenir.
—Entonces, ¿es cierto lo que dicen?, ya sabes, que a Tom le gustan los
hombres y que tú…que a ti te gustan los hombres… y también las mujeres… —
comentó Cassie, muy asombrada.
— ¡Cassie! —dijo Amber molesta y le dio un pequeño codazo— no seas
imprudente.
—Ja, ja, ja, no te preocupes, Cass, no eres imprudente —interrumpió
Margareth— y si es cierto, me gustan las mujeres… también- agregó, queriendo
decirle en realidad, que sólo las mujeres le gustaban, pero por alguna razón no lo
hizo, tal vez por la cara que observaba en Amber. Constantemente, Margareth
volteaba a ver a Amber, que fingía no verla- ¿a ti Cass, crees que te podría gustar
una mujer?- le preguntó sonriendo.
Amber no podía creer que Margareth hubiera preguntado eso, estaba
empezando a incomodarse con esa platica, pero ¿por qué?… ¿qué era lo que
realmente le incomodaba?
—Nunca me ha gustado ninguna mujer —respondió Cassie sonriendo— pero
ya sabes, nunca digas nunca… Supongo que tú sales con muchas…—agregó
sonriendo y dándole un sorbo a su copa.
¿Cassie diciendo eso? Cuántas veces habían hablado Amber y Cassie sobre
hombres, algunas veces Cass, cuando había salido el tema, decía que no entendía
a las lesbianas, cómo podían preferir a una mujer que a un hombre. Y ahora
estaba diciendo eso, ahora salía con su: “nunca digas nunca”. ¿Acaso Margareth
le gustaba?, ¿acaso Cassie estaba coqueteando con Margareth?…
—Bastantes, no me quejo, hay de dónde escoger. Soy lo que podría decirse,
una mujeriega —respondió Margareth riendo, con esa sonrisa arrogante que solía
mostrar. Amber la observó fijamente y rodó los ojos, en señal de disgusto, no
tenía idea por qué, pero le molestaba tanto cuando Margareth hablaba de todas
las mujeres con las que solía salir. Cassie a la vez, rio, se estaba divirtiendo con
aquella conversación.
—Me imagino, creo que cualquiera querría salir contigo —respondió Cassie
sonriendo. El alcohol estaba haciendo que sin saber, se prestara al coqueteo de
Margareth.
Amber no podría creer lo que estaba escuchando, su rostro enrojeció
visiblemente y volvió a rodar los ojos. “Muy bien, Cassie, auméntale más el ego
a esta mujer”, se dijo así misma. Se sentía realmente molesta.
—Ja, ja, ja —rio Margareth y bebió un sorbo de su copa, para después,
preguntarle a Cassie— ¿Besarías a una mujer, Cass? —le volvió a preguntar
Margareth, a quien en verdad no le importaba, pero había notado la incomodidad
de Amber y algo dentro de ella le decía que la incomodidad de ésta, se debía al
interés que ella estaba fingiendo tener por Cassie. Quería saber la reacción de
Amber al escuchar el interés fingido por su amiga, quería saber qué haría Amber,
al notar que no le estaba prestando la más mínima atención…
—Mmm… Tal vez —respondió Cassie, con un tono amistoso.
— ¿Me besarías a mí? —preguntó una vez más Margareth, esta vez de una
forma seductora…
Amber se sentía cada vez más molesta, pero molesta ¿por qué?... Nunca
había sido buena para disimular lo que sentía y justo en el momento en que
Margareth le hizo esa pregunta a Cassie, Amber vio a Margareth tan fijamente y
con tanto enojo que parecía la quería matar, si las miradas matasen, dicen…
Pero ¿por qué estaba enojada?… < ¿Estoy celosa?…, pero no puedo estar
celosa> se decía Amber a sí misma. Y enseguida, intempestivamente, se levantó
de la mesa.
—Yo mejor me voy —dijo bruscamente y empezó a caminar hacia la salida.
Margareth que todo lo había planeado para saber qué pasaría, sonreía
triunfal. Observaba toda la reacción de Amber en la plática, especialmente en esa
última pregunta, cuando la vio con esos ojos, abriéndolos más que de costumbre,
algo que hacía cuando se sorprendía y que a Margareth le encantaba… la
reacción que acababa de tener Amber era mucho más de lo que ella se esperaba.
Cassie le gritó a Amber y se iba a levantar para ir detrás de ella, pero Margareth
la detuvo.
—Yo voy Cass, creo que se molestó por lo que yo dije, entonces tengo que ir
yo —dijo fingiendo desconocer que había pasado y fue a buscarla.
***
— ¡Amber, espera! — gritó Margareth, que iba corriendo atrás de ella por la
calle. Amber escuchó y siguió caminando. Hasta que otro grito de Margareth
hizo que por fin se detuviera— ¿Qué pasó?, ¿por qué te vas?- le preguntó
Margareth.
—No quiero saber con cuantas mujeres has estado o con cuantas quieres
estar o si Cassie te gusta y la quieres besar. Ese tipo de pláticas no me agradan…
—respondió Amber visiblemente molesta y frenando la cantidad de palabras que
estaban a punto de salir de ella, como solía ocurrirle.
—Y entonces, ¿qué tipo de pláticas son las que te gustan Amber? —preguntó
Margareth sonriendo un poco. Escuchaba y veía a Amber y sabía que lo que
había querido comprobar minutos antes, estaba ocurriendo.
—Tú ni siquiera las entiendes… —musitó Amber.
—Ja, ja, ja, olvidaba que eres muy profunda para mí —respondió Margareth
en tono de burla y agregó con una amplia sonrisa— ¿O acaso, te pusiste celosa?
—Ja, ja, ja —rio Amber exageradamente y se sonrojó, ella misma se acababa
de hacer esa pregunta, ella misma estaba preguntándose eso— ¡Por favor!…
¿Celosa yo?, ¿de quién, de ti Margareth?… ja, ja, ja, te lo repito, a mí no me
gustan las mujeres —agregó haciendo énfasis en esas últimas palabras.
Lo que acababa de decir era cierto, al menos antes de conocerla así solía ser,
pero con esa mujer algo le pasaba, algo que no sabía que era y no dejaba de
preguntárselo…
Margareth sonrió aún más, complacida por todo aquello y se acercó un poco
a Amber.
— ¿Entonces, yo… yo no te gustó ni un poco? —preguntó casi en susurro,
acercándose más a ella, podía sentir en su rostro como la respiración de Amber
se agitaba cada vez más, le puso una mano en la cintura y la atrajo con fuerza
hacía ella.
Amber se quedó congelada, no se movió, aunque en realidad todo su cuerpo
si se movía involuntariamente, temblaba al sentir la respiración de Margareth en
su rostro, al ver como sus ojos la veían con tanto deseo, quería irse de ahí… O,
¿lo quería realmente?, parecía que sus piernas no reaccionaban a lo que se
supone ella quería.
Margareth estaba muy cerca y colocó su mano en el rostro de Amber,
acariciándolo y quitándole el cabello que caía en él y entonces la besó. Amber
no sabía qué hacer, sus manos parecían estar congeladas en sus costados… no
contestó el beso enseguida, pero después, no pudo evitarlo… se besaron, primero
tiernamente, pero después, con tanta pasión como les era posible hacerlo. Podía
sentir la respiración agitada de Margareth, como aumentaba mientras el beso se
hacía más intenso, sentía una de sus manos moviéndose por su cintura, en su
espalda, subiendo y bajando como la marea, la otra mano en su mejilla,
acariciándola suavemente, bajando un poco por su cuello. Y sentía su lengua
pidiendo permiso para entrar y entrando en su boca, sentía como chocaba con la
suya, sus manos parecía que cobraban vida y agarraban también a Margareth por
la cintura y la cara, atrayendo su cuerpo más a ella, quedando completamente
pegadas. La sentía, todo en ella se estremecía, su cuerpo parecía que hablaba
otro idioma que ella no comprendía, un idioma que nunca antes había
escuchado…
Después de unos minutos dejaron de besarse, Amber estaba muy confundida,
tenía miedo, pero ese beso…ese beso era el mejor que había sentido en toda su
vida, aún lo podía sentir… Amber se hizo para atrás…
— ¡No vuelvas a hacer eso! —le recriminó a Margareth viéndola fijamente,
con una mueca de disgusto y aún con la voz y la respiración agitadas.
—No sentí que te desagradara en lo más mínimo —contestó Margareth sin
quitarle los ojos de encima, también estaba muy agitada.
— ¡Sólo no vuelvas a hacerlo! —alcanzó a decir Amber, casi gritando, con
una seriedad absoluta.
Tragó saliva, podía verse el enorme nerviosismo que escondía detrás de esa
seriedad y molestia, en seguida se volteó y se fue caminando rápidamente.
Margareth quería ir detrás de ella, volverla a besar, sentirla otra vez, pero sabía
que no era buena idea, tenía que quedarse en la fiesta y dejaría que Amber
asimilara lo que acababa de pasar.
Amber caminó varias calles de regreso a su casa, podía tomar un taxi, pero
prefirió caminar y así despejarse un poco, ¿qué acababa de pasar?… Margareth
la había besado, pero ella también y era cierto, le había gustado, nunca antes
había sentido eso con nadie, pero ella no era así… No era como Margareth, no
podía ser así, no quería ser así. Veía la noche de la ciudad, como se iluminaba
todo con las luces de los autos, de los hoteles, de los bares, escuchaba todo el
ruido, pero sólo podía pensar en ella, esa mujer no salía de su mente. En realidad
desde la vez que la conoció así había sido. ¿Qué le estaba pasando?…
Llegó por fin al apartamento y se recostó en su cama, de su mente no salía el
beso que se había dado con Margareth, ella ocupaba cada espacio de sus
pensamientos, cerraba los ojos y la veía, sentía sus manos en su cintura
atrayéndola hacia ella, su cuerpo, su lengua… y se decía una y otra vez que no
debía pensar en eso… Después de varios minutos se quedó dormida, unas horas
después escuchó ruidos y se percató que Cassie había llegado, se hizo la
dormida, no quería hablar con ella, no quería hablar con nadie. Hasta que al fin,
volvió a dormirse profundamente.
Alas de pájaro
—Amy, ¿qué pasó ayer?, ¿por qué te fuiste? —preguntó Cassie mientras
servía el desayuno.
Amber se sentó en la silla y comenzó a comer.
—Sabes que no me gustan mucho esos lugares, me sentía incómoda…
—Margareth me dijo que no pudo alcanzarte, salió a buscarte —respondió
Cassie— yo quería salirme también para ir contigo, pero inició todo y después
llegó Ger y me dijo que quería hablar y bueno, ya sabes…
Amber se quedó pensando en lo que Cassie había dicho sobre Margareth.
Margareth había mentido diciendo que no había podido alcanzarla.
—Qué bueno que no te saliste… A ti si te gustan esas fiestas y no me hubiera
gustado que sólo por mí te la perdieras, Cass…
— ¿Te cae mal Margareth? —preguntó de pronto Cassie.
—No… Bueno… Tú sabes somos diferentes… ¿Por qué lo preguntas? —
preguntó un poco nerviosa, llevándose un pedazo de fruta a la boca.
— ¡Muy diferentes! —dijo Cass riendo— Ayer noté que te incomodaba lo
que ella decía y me dio la impresión que te cayó mal.
—No, no me cae mal… Bueno tampoco la he tratado mucho… —mintió
Amber.
—Ayer a mí me cayó muy bien… Hubieras visto cuando inició el evento…
Fue increíble… Pero después, no sé… Margareth no estaba tan animada.
— ¿No? —preguntó Amber interesándose más en la plática.
—No… Yo pensé que bailaría toda la fiesta o que estaría con algún chico
o… chica- dijo sonriendo de una manera pícara— O no sé, algo así, pero no…
Sólo estuvo sentada con algunas personas y noté que estaba muy sería, como
pensativa…
—Tal vez sólo estaba cansada… —dijo Amber sin mucho ánimo.
—Si yo fuera ella hubiera aprovechado la noche… Era el centro de
atención… —respondió Cassie sonriendo, sirviendo más jugo en ambos vasos…
— Y ahora se va de viaje a Bélgica… ¡Su vida es increíble!
Amber se limitó a sonreír sutilmente sin decir nada.
—Aún no puedo creer que todos esos rumores sean verdad — continuaba
diciendo Cassie mientras masticaba— que a ella le gusten las mujeres…
— ¿Qué tiene de extraño? —preguntó Amber con seriedad.
—Nada, digo no tengo nada en contra de eso… sólo me despierta curiosidad
— respondió Cassie, sonriendo ampliamente, para después llevarse un pedazo de
hot cake a la boca.
— ¿Curiosidad? —preguntó de nuevo Amber, estaba sintiendo ese enojo
repentino que había sentido la noche anterior… eran ¿celos? — ¿Qué tipo de
curiosidad?… ¿la besarías? —preguntó, mientras se arrepentía de mostrar tanto
interés en las palabras referentes a Margareth.
— ¿Ahora quién es la curiosa? —replicó Cassie divertida- no, no es ese tipo
de curiosidad. No niego que Margareth es guapísima, creo que sería una más en
su lista… —Amber frunció un poco el ceño— pero no, para nada, yo soy cien
por ciento hombres. — agregó Cassie llevando una mano a su pecho, de manera
dramática.
Amber no pudo evitar reír.
— ¿Tú la besarías? —preguntó de nuevo Cassie.
Amber que ya había terminado su desayuno, se levantó de la mesa,
cambiando esa sonrisa que tenía en la cara por una de total seriedad, casi
enojo…
— ¡No digas idioteces! —dijo esto, mientras se dirigía a su recámara.
Cassie se estaba divirtiendo con la plática, conocía a Amber y sabía que a
ella también le encantaban los hombres, sólo la estaba molestando.
—Sólo bromeaba, enojona —dijo levantándose y en seguida, le gritó
divertida— ¡gracias por ayudarme a recoger los platos!
El viaje que Margareth realizaría, llegó, estaría fuera por dos semanas y antes
de marcharse llamó a Amber, pero ésta no le respondió. Amber no quería hablar
con ella, más bien, no podía hablar con ella, porque la realidad era que moría de
ganas de hablarle, de verla, tal vez de… ¿De volver a besarla?… Decidió que lo
mejor era salir con Loud esos días, creyó que tal vez así podía interesarse en él y
olvidar lo que estaba sintiendo…
Y así, esas semanas en las que Margareth no estuvo, Amber salió con Loud,
él intentaba acercarse a ella, abrazarla, sugerir que fueran algo más que amigos,
pero Amber constantemente lo rechazaba, en una ocasión intentó besarla y
Amber no accedió, y Loud se disculpó. Aún con sus constantes rechazos Loud
no cedía. No podía decirse que se la pasaba mal con él, porque no era así, tenían
muy buenas platicas, ambos pensaban de manera similar, los intereses en común
que compartían hacia que fuera muy fácil conversar, se divertía mucho con él,
pero Amber se daba cuenta que siempre que salía con él, la única persona en la
que ella podía pensar era en Margareth…
—Ger y Loud nos invitan mañana a verlos tocar —dijo Cassie.
—No tengo ganas Cass —respondió Amber sin muchas ganas.
— ¿Peleaste con Loud? —preguntó Cassie mientras se sentaba en la cama,
donde Amber estaba recostada leyendo el libro “En épocas de lilas…” de E. E.
Cummings.
—No… Es sólo que no tengo ganas… —respondió sin dejar de leer.
—Amy, no puedes dejar que yo vaya sola, tengo que ir a ver a Ger, pero no
quiero ir sola… ¡por favor! —dijo Cass mientras tomaba la pierna de Amber.
Amber dejó el libro a lado y se sentó…
—Es tu novio, Cass, obvio tienes que ir.
—Y tu casi novio es Loud. Se va a sentir mal si no vas…
—No es mi casi novio, somos amigos y ya — respondió Amber seriamente.
—Ja, ja, ja… Me vas a decir que en este tiempo, ¿no ha pasado nada entre
ustedes?… Todavía recuerdo aquella noche que no llegaste, y de la que aún no
me has platicado… —dijo Cass con la voz divertida.
Amber recordó esa noche, cuando salió con Margareth a ese bar… Cuando
Margareth le confesó que le gustaban las mujeres… Cuando ella se puso muy
borracha… Cuando se dio cuenta que Margareth le gustaba a ella, aunque se lo
siguiera negando, cuando durmió en la cama de Margareth… Pensó que podía
contárselo a Cassie, era su amiga, la comprendería, no la juzgaría… Pero por
más que lo intentaba no podía contárselo… ¿Por qué no podía?
—Bueno está bien, vamos —dijo Amber tratando de cambiar la atención de
Cassie hacia otro tema que no fuera aquella noche y lo logró, Cassie se subió a la
cama y comenzó a saltar en ella, como una niña pequeña, Amber la observaba
divertida.
Cassie solía ser así todo el tiempo, a veces a Amber le parecía que su amiga
tenía 10 años en realidad, aunque con una mente un poco pervertida. En muchas
cosas eran muy diferentes, Cassie solía hacer lo que quería sin pensar en las
consecuencias, se dejaba llevar todo el tiempo, muchas veces era inmadura, y
Amber que era lo contrario, solía gustarle mucho eso de su amiga, ya que
aunque, también era espontánea, pero era muy madura para su edad, solía saber
siempre que hacer y cómo actuar…
La noche cayó y ya estaban en el bar, el cual estaba repleto. “The Trains”
cada vez se volvían más famosos. En el grupo, Ger era el vocalista, Loud el
baterista y Andrew el guitarrista. Tenían muchas fans y podía verse como las
mujeres se volvían locas por ellos. Por fin terminaron de cantar y Cassie fue al
camerino a buscar a Ger.
Loud se acercó a Amber, se sentó con ella y empezaron a conversar…
—Y entonces… ¿qué te pareció? —preguntó Loud sonriendo.
—Estuvo increíble, tienes muchas fans. —respondió Amber sonriendo
también.
—Ja, ja, ja, no tantas, la mayoría siempre están detrás del vocalista… De
Ger… Y ¿sabes algo?…
— ¿Qué?
—A mí sólo me interesa tener a una fan… —Loud se acercó poco a poco a
Amber, agarró su barbilla con la mano y la besó, Amber lo besó a él también.
De repente escucharon una voz que los devolvió a la realidad.
— ¡Vaya!
Era Margareth, se encontraba enfrente de ellos. Acaba de llegar de su viaje y
al ser amiga de los chicos de la banda, era obvio que iba a ir, pero no se esperaba
que Amber estuviera ahí, y mucho menos que estaría besándose con Loud.
Amber la observó, Margareth tenía una expresión que Amber no había visto
en ella, estaba… ¿molesta?, ¿celosa?
— ¿No me digan que ya son novios? —preguntó con un tono de burla, que
escondía los celos que estaba sintiendo.
Loud también la observó y sonrió, no tenía idea que Margareth y Amber se
habían visto muchas veces anteriores, tampoco sabía que Margareth le había
confesado a Amber cuánto le gustaba y mucho menos que ellas también se
habían besado…
—Todo depende de Amber —respondió Loud abrazándola con ternura.
Margareth veía fijamente a Amber y sonreía fingidamente…
—Claro, todo siempre depende de ella…-dijo sin quitarle los ojos de encima
a Amber y sin quitar esa sonrisa extraña.
Amber estaba muy seria, no se movía, ni respondía nada, y tampoco dejaba
de observar a Margareth, se sentía mal, como sí la estuviera engañando, como si
estuviera haciendo algo que no debía hacer.
— ¡Pues qué la pasen bien! — volvió a decirles Margareth en ese mismo
tono sarcástico, bebió del vaso de Amber que estaba en la mesa, lo volvió a
colocar en su lugar y se fue a otra mesa que estaba en el fondo, ahí la estaban
esperando algunas personas que Amber no conocía.
Pasaba la noche y Amber no podía dejar de observar la mesa en donde se
encontraba Margareth, aparte de que quería verla, Margareth llamaba la atención
de todo el mundo, parecía que se la estaba pasando muy bien, hacía mucho
ruido, se reía estrepitosamente, se ponía a bailar, en especial con una mujer que
no se le despegaba ni un minuto, en realidad Margareth había tomado mucho y
ya estaba ebria. Loud no se había despegado ni un minuto de Amber, ella trataba
de poner atención a su plática, pero la realidad era que no dejaba de ver a
Margareth, quien también de repente volteaba y ambas cruzaban miradas. La
mirada de Margareth era de completo enojo, y Amber había tratado de sonreírle
en más de una ocasión, ganándose una sonrisa burlona y extraña de parte de
Margareth.
Minutos después, Margareth se dirigió hacia el baño, caminaba como si
estuviera siguiendo una línea en zigzag, el alcohol estaba haciendo su efecto,
Amber la observó y fue rápidamente tras ella… Antes de entrar al baño, Amber
la jaló hacia una mesa que estaba al fondo.
Margareth lanzó un grito de sorpresa, pero enseguida vio que era Amber
quien la había tomado del brazo. Y se calló, ambas se sentaron. Margareth un
poco forzada a hacerlo.
— ¿Qué? Ya te aburriste de Loud — dijo Margareth sonriendo burlonamente
con la voz molesta y extraña, claramente estaba ebria.
—Estás tomando mucho Margareth, todo el mundo te está viendo…
Margareth se rio burlonamente…
— ¿Tienes miedo que diga que me estoy emborrachando por ti, Amber? —
dijo Margareth fingiendo una sonrisa, su voz sonaba cada vez más molesta.
—Margareth por favor… —Amber colocó la mano en el rostro de
Margareth. Margareth cerró los ojos un momento… los abrió y quitó su mano
con fuerza…
—Regrésate con Loud, no te preocupes Amber, no diré nada, lo nuestro sólo
fue un simple beso, no fue nada — Margareth trato de levantarse de la mesa,
pero Amber la jaló del brazo para que volviera a sentarse.
—Espera…
— ¿Qué quieres Amber?, ¿demostrar que nadie puede resistirse a ti?,
¿demostrarte que también le puedes gustar a una mujer?… ¿demostrártelo a ti
misma? —dijo Margareth, cada vez más enojada, su rostro enrojecía por el
coraje que estaba sintiendo y por la borrachera.
Amber la observaba, no había quitado la mano de su brazo… Se acercó más
a Margareth, no podía evitarlo, era como si tuviera un imán que la hacía
acercarse, ella, esa mujer le provocaba tantas cosas, realmente le gustaba, le
gustaba mucho.
Puso ambas manos en el rostro de Margareth y se acercó más, los ojos azules
de Margareth estaban clavados en ella, no se movía, ambas se observaron
durante unos segundos y Amber la besó… Sintió otra vez esa sensación que no
experimentaba con nadie más, que nunca antes había experimentado, el beso
inmediatamente se tornó apasionado, casi violento, podía sentir sus lenguas
chocando, pelando una con la otra, sentía el aliento y el sabor a whisky de
Margareth, sentía sus manos tocándola, ella a su vez, la tocaba, tocaba su
cabello, la atraía hacia ella…
Después de unos minutos, Amber se hizo para atrás y se levantó rápidamente
para irse, esta vez Margareth fue quien la tomó del brazo, la observó con los ojos
llenos de enojo, de pasión, de incertidumbre; de todo lo que Amber le
provocaba. Sabía que le gustaba, pero no sabía que esperarse, no sabía lo que
ella misma sentía, no sabía en verdad a que estaba jugando Amber…
— ¿Ya te lo demostraste?… salúdame a Loud… —dijo, muy molesta… Y
aventó con mucha fuerza el brazo de Amber.
Amber se apresuró hacia la salida, quería quedarse con Margareth, pero a la
vez tenía miedo, eso, todo eso, era algo nuevo para ella, algo que nunca había
experimentado con ninguna otra mujer, en realidad ninguna otra persona le
provocaba esas emociones que Margareth le estaba provocando. Salió del bar sin
despedirse de Loud, sin buscar a Cassie para que ambas regresaran juntas, sin
decirle a nadie que se iba. Tomo un taxi y llego al apartamento. Casi una hora
después sonó el teléfono, era Cassie preocupada por ella.
—No, Cassie, estoy bien, sólo me bajó la presión un poco y me sentí mal,
pero tú quédate allá, disfruta la noche. Me despides de Loud.
***
Al día siguiente se despertó muy tarde y Cassie seguía durmiendo, se preparó
algo para comer y se sentó a leer un poco, hasta que el sonido del teléfono, la
regresó a la realidad…
— ¿Hola…? —contestó Amber.
—Hola Amber, soy Margareth.
—Margareth… —dijo Amber, tragando saliva.
—Tú sabes que necesitamos hablar… —respondió Margareth.
—Ayer no sé qué pasó…
—Me besaste —interrumpió Margareth muy seria.
—Estaba ebria —mintió Amber.
— ¿Y la vez pasada también? —dijo Margareth en un tono sarcástico.
—Tú me besaste a mí…
—Tú lo contestaste Amber…
Amber suspiró profundamente. No podía seguir haciéndose la tonta.
—Tenemos que hablar —le dijo tranquilamente.
—Lo sé… ¿Puedo verte hoy?
—S… Sí… —respondió dudando.
—Paso por ti a las siete —dijo Margareth y sin esperar respuesta, colgó.
Amber no sabía que era todo eso que le estaba pasando, ya tenía claro que le
gustaba Margareth, con los besos que se habían dado y con todo lo que le pasaba
estando con ella, lo había terminado de comprobar, pero era una mujer, ¿cómo
podía estarle pasando eso con una mujer?… Ella que nunca se había sentido
atraída en lo más mínimo por ninguna mujer, ella que creía que nunca sentiría
algo así por alguien, estaba sintiéndolo, algo muy fuerte le estaba ocurriendo con
Margareth….
Cassie por fin se despertó, el día anterior había regresado muy tarde del
bar… Cuando salió con Ger de su camerino, pasada la noche, vieron que Loud
estaba solo y le preguntaron por Amber, él les dijo que no tenía idea dónde
estaba, le había dicho que iría al baño y ya no regresó. Cassie se preocupó y fue
cuando llamó a Amber. Sabía que algo le pasaba y ya estaba empezando a
preocuparse, ella había pensado que todo se debía a Loud y a que Amber se
sentía culpable por Jammie, pero ya había terminado con Jammie y la seguía
viendo igual, o incluso peor. Cassie empezaba a decirse que Loud no era la razón
por la que estaba así, Loud se moría por ella y a ella, a veces parecía que no le
importaba… ¿Qué podría estarle pasando a Amber?… Y… ¿Por qué no le
contaba nada? Siempre habían confiado mucho la una en la otra, pero esta vez
Amber no le contaba nada…
Amber caminó hacia el café donde Margareth ya la estaba esperando, ambas
se observaron y ninguna se movió, hasta que Margareth se acercó y la saludó
dándole un beso en la mejilla, en realidad el beso fue muy pegado a la boca.
Amber nerviosamente, se hizo para atrás y la observó… Margareth sugirió que
fueran a hablar a su casa y aunque Amber no estaba tan segura, aceptó…
—Siéntate Amy —le dijo pegando con la mano en el asiento del sofá. Amber
se sentó, separada de ella, Margareth no pudo evitar sonreír al ver que Amber
había elegido casi la otra esquina para sentarse y continúo— a mí me gusta ser
sincera siempre, y contigo lo he sido desde el principio, lo sabes… me gustas
Amy, me gustas muchísimo desde la primera vez que te vi me gustaste y ahora
que te conozco, me encantas, ya no sólo es algo físico como con todas…
¿sabes?, estoy… estoy enamorada de ti…
—Yo no sé qué me está pasando Margareth, estoy… estoy confundida… a
mí nunca me había gustado ninguna mujer, nunca había besado a ninguna, no
había sentido esto que… en serio, no sé qué hacer… No sé porque te besé ayer,
no lo hice por lo que dijiste, no quiero demostrarme nada, no quiero jugar
contigo, es sólo que… No sé, no sé qué me pasa… —respondió Amber con un
tono preocupado, sin observar a Margareth.
—Amy… Estaba ebria y molesta cuando dije eso —dijo Margareth
tranquilamente— Lo hiciste, me besaste, porque te gusto, yo sé que te gusto —
decía mientras se acercaba a Amber— y creo que sientes algo por mí, ¿no
podrías olvidar que nunca te ha gustado una mujer?, ¿no puedes simplemente
dejarte llevar? —Margareth se encontraba a un costado ya de Amber y le agarró
el cabello. Amber se levantó en seguida.
—No… No sé… me gusta estar contigo, pero tal vez tú estás confundiendo
las cosas, yo sólo puedo ser tu amiga… —dijo Amber levantándose del sofá y
sabiendo que eso no era verdad.
—Hace unos momentos dijiste que nunca te había gustado una mujer, que no
habías sentido eso, los otros días he sentido tu cercanía, ayer tú te acercaste a mí
y me besaste, la otra noche contestaste mi beso, también coqueteas con Loud, te
besas con él, no sé si son novios… Y ahora dices que yo estoy confundiendo las
cosas- respondió Margareth con una media sonrisa.
—Lo de Loud… No nos habíamos besado antes, ayer fue la primera vez y
no… No Margareth, no somos nada… —respondió Amber, no entendía porque
le daba explicaciones, aún se encontraba parada. Margareth se levantó también.
— Dime Amber, ¿qué carajo quieres? —preguntó fastidiada.
—No sé… pero a ti, a ti no… —respondió Amber volteándose, para
esconder lo que sus ojos en verdad revelaban.
—Está bien… —suspiró— yo nunca he hecho algo que tú no quieras Amber,
y si sólo quieres y puedes ser mi amiga y ya no va a pasar nada más entre tú y
yo, está bien, lo respeto… —dijo Margareth muy seria. — Vamos te llevo a tu
casa.
—No, Margareth espera, yo… —musitó Amber volteando a ver a Margareth
— yo si quiero que pase algo entre tú y yo… —se fue encima de ella y la besó
con toda la pasión que le provocaba.
Otra vez la sensación que tanto le había gustado la noche anterior, podía
sentir su cuerpo pegado al de ella, sentía cómo la respiración de ambas
aumentaba cada vez que sus bocas se entrelazaban, sus lenguas parecían una
sola, ambas cayeron en el sofá, Amber arriba de Margareth, y sentía como ella le
tocaba la espalda por debajo de la blusa, tocaba su piel, la cual se estremecía con
cada toque. Margareth le susurraba cosas al oído.
—Me encantas Amy, ¿quieres que vayamos a mi recamara? —le preguntó
mientras le besaba el cuello.
—Sí —respondió Amber, casi en susurro, por fin cedía a lo que estaba
deseando no sabía desde hace cuánto, no podía creer que su corazón latiera
tanto, parecía que estaba a punto de salirse del pecho.
—Espérate aquí unos minutos, no tardo —le respondió Margareth mientras
se levantaba del sofá y subía las escaleras. Después de unos minutos, que a
Amber le parecieron eternos, por fin Margareth bajo por ella.
—No te has arrepentido, ¿verdad? — le preguntó con la voz muy baja y le
agarró la mano.
—No debes estarlo Amy, aquí solo han pasado cosas bonitas… —dijo,
observándola también, la observaba llena de brillo en los ojos, con una
expresión sumamente amorosa, mientras besaba su mano.
Pasión
Las clases por fin habían comenzado, Amber asistía tres días de la semana a la
escuela; cuando le dieron la lista de materias que llevaría, se sintió muy feliz,
tenía muchas ganas de volver a concentrarse en la facultad, de dedicarle tiempo a
eso que amaba hacer. Cassie y ella tenían algunas clases juntas. Y en otras estaba
con completos desconocidos. La facultad le pareció muy bonita, desde la
primera vez que la vio, y ahora tres semanas después, seguía pareciéndole un
sueño estar estudiando en aquel lugar…
Margareth había tenido mucho trabajo los últimos días y esas semanas había
salido nuevamente de viaje, después de la primera noche que habían pasado
juntas no habían vuelto a verse como hubieran querido, en realidad sólo habían
hablado pocas veces por teléfono… Amber tenía mucho miedo, aún no podía
hacerse a la idea de todo lo que estaba sintiendo, no podía asimilarlo, todo le
estaba ocurriendo tan rápido… Pero la verdad era que, sentía algo muy grande
por esa mujer, aún había muchas cosas que no sabía de Margareth, que no
lograba entender, pero lo cierto era que estaba enamorada, realmente enamorada
de ella, aunque seguía negándoselo, tratando de convencerse que para Margareth
ella sería una más…
Acabaron las clases del día y Amber se encontraba afuera de la facultad
platicando con un compañero, cuando vio que el carro de Margareth se
estacionaba justo enfrente, había ido por ella, Amber no pudo disimular la
alegría que le causaba volver a verla, no se imaginaba que iría por ella, en
realidad, no sabía cuándo volvería a verla. Margareth se acercó y observó
detenidamente al chico con el que estaba Amber. La saludó en la mejilla y le dio
un abrazo muy afectuoso…
—Mar —dijo Amber abrazándola también…
Se dio cuenta que Margareth no le quitaba los ojos de encima al chico que
estaba con ella.
—Él es Troy, va conmigo en la clase de dibujo…
—Yo te he visto —dijo Troy, sonriendo ampliamente— eres Margareth, la
modelo… ¿verdad?
Margareth lo ignoró y no respondió.
—Si es ella —respondió Amber extrañada y observó que Margareth se había
quedado muy seria. — Bueno… Troy, tenemos que irnos —agregó,
despidiéndose.
Ambas se fueron caminando hacia el carro y Margareth intentó agarrar la
mano de Amber, pero ella la soltó y volteó, quería asegurarse que nadie las
estaba viendo… Margareth no había cambiado la cara de seriedad que tenía…
Llegaron a donde estaba el auto y entraron…
— ¿Quién es él? —fue lo primero que Margareth preguntó antes de arrancar
el auto.
Las clases seguían su curso y Amber cada vez se familiarizaba con aquella
facultad y con aquel país. Su tiempo se repartía entre ir a clases, los días en los
que tenía que asistir, salir con Cassie, pasar tiempo con Margareth y
acompañarla a su trabajo. Habían iniciado una relación secreta, nadie sabía que
ambas estaban saliendo. Amber tenía muchas dudas de todo aquello, pero
cuando estaba con Margareth era como sí todo lo demás desapareciera, como sí
sólo fueran ellas dos, cada que la besaba, cada que la abrazaba, cada que la
tocaba, todas sus dudas desaparecían. Pero cuando no estaba con ella otra vez
todo surgía, el miedo se apoderaba de ella, no quería que nadie se enterara que
salía con otra mujer, no quería que la gente le pusiera esa etiqueta, ni siquiera
podía decir la palabra sin sentirse incomoda, ella no era así, no era lesbiana, no
era como Margareth… Seguía viendo a Loud, quién le había pedido que fuera su
novia y aunque lo cierto era que Amber estaba con Margareth, aceptó. No estaba
enamorada de Loud, pero le tenía un cariño especial, no se la pasaba mal estando
con él, se divertía mucho, podían platicar de muchas cosas, pero la verdad era
que estaba con él para convencerse a sí misma que lo de Margareth iba a pasar
pronto, que sólo sería por un tiempo. Era algo que Amber no solía hacer, no solía
ser egoísta y utilizar a otros para su beneficio propio, pero esta vez con Loud lo
estaba haciendo. Había aceptado también para no levantar sospechas, no quería
que nadie se enterara de lo de ella y Margareth. Cuando Margareth supo que
Amber le había dicho que sí a Loud, hubo una gran pelea entre ambas…
— ¿Qué pasa Amy?, ¿qué es eso tan importante que me tienes que decir? —
preguntó Margareth sonriendo, recostándose en el sofá y haciéndole la seña para
que Amber se recostara también. Pero Amber se sentó en el otro sofá, el sofá
para una sola persona. Margareth se sentó y se puso seria.
—Ayer vi a Loud —respondió Amber, jugando un poco con sus manos en
señal de nerviosismo, sin ver a los ojos a Margareth. Margareth sí la observaba
fijamente. — me pidió que saliéramos… —continuó Amber.
—Ya salen —respondió Margareth interrumpiendo, aún seria, sabía que se
veían de vez en cuando, y le molestaba mucho tocar ese tema. Hasta antes de
Amber, Margareth y Loud solían ser muy amigos, y desde que vio el interés de
Loud en Amber, cuando los vio besándose, Margareth se alejó de él. Y cuando
Loud le confesó que estaba enamorado de Amber, sin saber que Margareth
también lo estaba, ya casi ni podía verlo…
—Me pidió que saliéramos, pero… como novios… —respondió Amber
tragando saliva.
Margareth frunció el ceño.
—Y acepté —concluyó Amber dubitativamente.
— ¿Qué…? —fue lo que alcanzó a responder Margareth, que ya estaba muy
molesta.- ¿ahora eres la novia de Loud? —preguntó irónicamente…
—Margareth… —Amber habló, tratando de suavizar las cosas.
—Me estás diciendo que ahora serás la novia de Loud, que te acostarás con
él… sí no es que ya lo hiciste —dijo Margareth en un tono cada vez más
molesto.
— ¡No me he acostado con él! —respondió Amber, alzando la voz.
—Pero serás su novia, ¿Sabes lo que hacen los novios, no Amber? ¡Tienen
sexo! —dijo Margareth que a estas alturas ya había perdido la compostura.
Amber suspiró…
—Yo no quiero tener sexo con él —dijo más tranquilamente, tratando de
calmar todo— no lo tendremos, Mar, Loud es muy comprensivo…
— ¡Porque está enamorado de ti! —Margareth seguía muy molesta— y no es
el único idiota que lo está —dijo casi para ella misma, aunque Amber la
escuchó…
—Sí yo salgo con Loud nadie sospechara de lo nuestro —murmuró Amber,
reflexionando sus últimas palabras <lo nuestro>… ¿qué era eso que tenían ella y
Margareth?…
Margareth se levantó del sofá y empezó a caminar de un lado a otro.
—Primero acepté que mantuviéramos lo nuestro —respondió haciendo
énfasis en las palabras que Amber había mencionado— en secreto, porque no
estas lista para que todos lo sepan…
—También es por tu carrera, sí se sabe podría perjudicarte… —interrumpió
Amber.
— ¡Mi carrera me vale un carajo! —dijo Margareth alterándose— yo podría
mañana mismo declarar públicamente que estoy contigo… lo de mantenerlo en
secreto sólo es por ti Amber, porque no puedes afrontar el hecho de que estas
con una mujer…
Amber se levantó también del sofá y se llevó una mano a la frente en señal
de desesperación, no dijo nada, sabía que Margareth tenía la razón.
—Y ahora tengo que aceptar que seas novia de Loud, tengo que aceptar
verlos juntos… —continuó diciendo Margareth.
Ambas se quedaron unos minutos en silencio, hasta que Amber habló…
—Tienes razón Margareth, no tienes por qué aceptar nada —Margareth
confundida, la observaba— creo que esto llegó más lejos de lo que tenía que
llegar… —Amber aún no había visto a los ojos a Margareth— hay que dejarlo
aquí.
— ¿Qué quieres decir? —preguntó Margareth acercándose a Amber— ¿estás
terminando? —volvió a preguntar inseguramente, mientras la tomaba del brazo.
—Sí, esto nunca debió pasar… yo… yo no soy así… —respondió Amber
tartamudeando, esta vez viendo a los ojos a Margareth, que aun la sostenía del
brazo.
— ¿Estás segura? —preguntó de nuevo Margareth acercándose más a
Amber. De pronto, en un movimiento rápido, la recostó en el sofá grande,
Margareth quedó arriba de ella.
—No Margareth… —susurró Amber mientras sentía la lengua de Margareth
recorrer su cuello, sentía como su cuerpo se estremecía con aquel contactó, su
respiración se agitaba, las palabras que había dicho claramente no estaban en
concordancia con lo que su cuerpo estaba sintiendo. Margareth utilizaba sus
manos para acariciar todo el cuerpo de Amber y besaba su cuello, aún no había
besado su boca, a pesar de que moría de ganas… estaba provocándola, estaba
haciendo que se retractara de sus palabras…
—Dime que me detenga —susurró Margareth sensualmente en el oído de
Amber, con una voz ronca— dime que me detenga, que deje de tocarte y lo haré.
Dime que nunca más haga esto… —volvió a susurrarle en el oído para después
morderlo sutilmente. Amber no pudo contener el gemido que lanzó. Sentía el
cuerpo de Margareth arriba de ella, lo que sus manos estaban haciendo, lo que su
lengua tocaba, tenía que decirle que se detuviera y salir corriendo de ahí para
nunca más volver a verla, pero no podía, no quería hacerlo…
— ¿Me detengo, Amber? —susurró una vez más Margareth en su oído,
después se despegó un poco de ella, la observó fijamente, mordió su propio labio
reflejando lo que quería hacer en el labio de Amber, reflejando todo el deseo que
Amber le provocaba.
Amber negó con la cabeza y la besó intensamente, mordió el labio de
Margareth con fuerza, haciendo que ésta sonriera llena de pasión, ahí estaba la
respuesta, Amber la deseaba tanto como ella.
***
—Tienes razón Mar, no puedo pedirte que también aceptes que salga con
Loud — dijo Amber mientras acariciaba la espalda desnuda de Margareth.
Habían terminado ambas recostadas en el sofá, sus cuerpos parecían en perfecta
sincronía, uno arriba del otro.
—Hazlo Amber —respondió Margareth que tenía recargada la cabeza en el
pecho de Amber- sal con Loud, yo sé que para ti es muy difícil esto, pero yo
quiero estar contigo, te quiero Amy- Margareth levantó la cabeza y observó a
Amber con ternura— si tengo que soportar que finjas una relación con él para
poder estar contigo, lo haré…Sólo, sólo te pido que delante de mí trates de no
besarlo… al menos no tanto.
Amber la observaba también, hizo una mueca con un gesto que fácilmente
podría confundirse con amor…
—Te quiero Mar —respondió con ternura.
Era la primera vez que Amber le decía esto a Margareth y no era algo que
decía sólo por decir, siempre había pensado que algunas palabras tenían que ser
dichas cuando se sintieran completamente, cuando cada parte del ser, las sintiera
en totalidad, cuando ese sentimiento estremeciera el alma. Y ella lo podía sentir,
quería a Margareth, la quería. Margareth besó con mucha dulzura a Amber, ya
no podían hacer nada, estaban perdidamente enamoradas la una de la otra.
***
—Siempre me he preguntado cuál es ese libro que lees todo el tiempo —dijo
Margareth, llevándose la taza de café que tenía en las manos, a la boca para darle
un sorbo. Se encontraba sentada en el sofá, Amber estaba recostada con las
piernas recargadas en las de Margareth.
Amber hizo a un lado el libro que estaba leyendo y la observó sonriendo.
—Leo diferentes, pero este en particular es mi favorito —respondió.
Margareth la observaba encantada, siempre que la veía leyendo o pintando le
fascinaba, le parecía que Amber se transformaba en algo mágico, aún más
mágica de lo que ya le parecía.
— ¿Cuál es? —preguntó con interés.
—Cartas a Chepita de Jaime Sabines. Jaime Sabines es mi escritor favorito
—comenzó a decir Amber— y este libro, es hermoso, es poesía pura.
Margareth frunció un poco el ceño, lo cierto era que ella tenía muy poco
conocimiento de todo ese mundo que Amber le enseñaba, no conocía a muchos
escritores, o pintores, o libros y cuando Amber le contaba todo aquello se sentía
maravillada. Así como cuando Amber conocía de su mundo, del que desconocía
todo.
— ¿Por qué es tu favorito? —preguntó sonriendo sutilmente interesándose
más en aquella plática.
Amber a la par sonrío, le gustaba mucho la manera en la que Margareth se
interesaba por sus gustos, por lo que ella hacía, le gustaba que con Margareth
podía hablar de absolutamente todo, de todo con lo que nadie más podía hablar
comúnmente. Le extendió el libro a Margareth, indicándole que leyera la reseña.
—Y la cursi soy yo —dijo Margareth segundos después de haberla leído,
haciendo que ambas rieran un poco. — te gusta porque habla de amor…—siguió
diciendo Margareth.
—Tal vez —respondió riendo Amber, era verdad que le gustaba por eso, pero
hablar de amor con Margareth la hacía temblar, se sentía vulnerable, insegura
hablando de aquello con ella, por lo que siempre prefería bromear al respecto—
es el mejor escritor, para mí —continúo Amber— sus palabras, son intensas, son
hermosas, expresan tanto… Mira…—dijo, pidiéndole de nuevo el libro a
Margareth, cuando ésta se lo regresó, lo hojeó un poco, buscando aquellas
palabras que no se atrevía a decirle, las iba a decir a través de aquel libro, a
través de las palabras de otro iba a decirle sus verdaderos sentimientos. Diría
todo, través de las palabras de su autor favorito…
“Te digo que te quiero
te repito que estás en mí como yo mismo
te confieso otra vez que estoy enfermo de ti
que me eres necesaria como un vicio tremendo
imprescindible, exacta, insoportable.
Y eres mi salud, mi fortaleza, mi canto puro, mi alma
intacta.
Devengo ser en ti. Soy cosa, cielo, infierno, tabú,
divinidad. Soy en ti lo contradictorio y lo simple. La
última esencia, el uno, la realidad.”
Jaime Sabines, Cartas a Chepita (junio 4, 1948)
Margareth escuchaba atentamente cada una de las palabras que Amber decía,
notaba la emoción con la que Amber hablaba, esa emoción que la inundaba a
ella completamente. Nunca, ningunas palabras como esas, la habían traspasado
así, le parecía que Amber era poeta, la mejor de las poetas y que esa poeta, le
estaba recitando a ella, sólo a ella. Margareth sonrío y un deseo inmediato se
apoderó de ella, de su cuerpo y de su alma, un deseo que tenía el nombre de la
mujer que estaba a su lado, hablando con esa voz que la tocaba en el alma.
—Eso… eso que acabas de decir —dijo Margareth trabándose con las
palabras y colocando la taza de café, que ya estaba vacía, en la pequeña mesa
que se encontraba a lado del sofá. — ¿por qué justo eso? —preguntó con
curiosidad.
Amber tragó saliva y la observó fijamente, sus ojos le expresaron lo que no
podía decirle con sus propias palabras.
—Al azar… fue… lo encontré al hojear el libro, al azar… —respondió
dubitativamente, con una sonrisa nerviosa, sabiendo que aquello era mentira.
Había leído infinidad de veces aquel libro y sabía a la perfección, donde se
encontraba cada cosa, cada palabra, cada frase. Había elegido justo esas palabras
para decírselas a Margareth, porque era lo que sentía en realidad, cada palabra
que había pronunciado la sentía inmensamente. Margareth sonrío y no dijo nada,
sólo se acercó a Amber y sin dejarla pronunciar una palabra más, la besó. La
besó tan ferozmente como podía hacerlo, la besó demostrándole que ella también
sentía cada una de las palabras dichas por Amber, la besó una y otra vez, cada
vez con mayor intensidad, con mayor arrebato, tratando de que sus bocas fueran
una, de que sus lenguas y su saliva se mezclaran a la perfección, tratando de que
el amor y la pasión que sentía, pudiera sentirse en cada beso.
***
Transcurrieron los días siguientes y Amber empezó lo que podría llamarse
una relación con Loud, había ocasiones en las que tenía que salir con él y con su
banda y casi siempre en las mismas reuniones estaba Margareth, era una
situación realmente incómoda para ambas. Cuando Loud besaba a Amber sin
que ésta pudiera evitarlo, Margareth trataba de no verlos, y de no ser tan obvia
para que no descubrieran los celos que estaba sintiendo. Margareth y Amber
tenían una relación muy cariñosa, solían agarrarse de las manos de vez en
cuando, abrazarse muy efusivamente o darse besos en las mejillas todo el
tiempo, y todos lo atribuían a que se habían vuelto muy amigas.
En una ocasión, hubo una fiesta en el trabajo de Margareth, era para celebrar
una campaña que algunos modelos, incluida ella, estaban realizando. Y fue
cuando Amber conoció a Fray y Dael, los mejores amigos de Margareth. Habían
estado distanciados por cuestiones que Amber aún desconocía, pero desde que
empezaron a salir, Amber le sugirió a Margareth que los buscara, notaba cuánto
los extrañaba, pues siempre hablaba de ellos, recordando todo lo que habían
vivido, especialmente hablaba de Fray.
Fray era el único que sabía sobre su relación, Margareth le contaba todo a él
y aunque al principio a Amber le había molestado esto, sabía que Margareth
necesitaba hablar de su relación con alguien y Fray era el indicado, pues
Margareth lo consideraba como su hermano. Fray también era homosexual y en
ese momento tenía novio, Ryan. Fray acababa de cumplir 27 años, dos años
menos que Margareth, y era un chico sumamente atractivo, no sólo por su físico,
también su personalidad ayudaban a esto. Era muy alto, Amber y Margareth le
llegaban al hombro, y era delgado, aunque con complexión atlética. Tenía el
cabello un poco largo y café claro, con un flequillo que le cubría un poco el ojo
derecho. Tenía barba que lo hacía verse aún más atractivo y un poco más grande.
Su personalidad era muy parecida a la de Amber; interesado por el arte, era
diseñador, solía interesarse también por la naturaleza y los libros. Y también era
muy divertido y simpático, bromeaba constantemente. Por estas similitudes entre
sus personalidades, inmediatamente, Fray y Amber se llevaron muy bien, parecía
que eran viejos amigos, pues la confianza entre ambos se dio al minuto de
conocerse…
—Así que esta es la famosísima Amber —dijo Fray sonriendo y saludando
afectuosamente a Amber.
Amber sonrió alegre y también lo saludó.
— ¿Verdad que es guapísima? —comentó Margareth amorosamente,
haciendo que Amber se sonrojara completamente…
Fray sonrió con complicidad.
—Lleva meses diciéndome lo perfecta que eres. —comentó divertido,
dirigiéndose a Amber…
Amber rio y volteó a ver a Margareth, colocó un brazo, por su cintura,
atrayéndola tiernamente hacia ella.
—Tenía muchas ganas de conocerte —le dijo a Fray— ella lleva meses
hablándome de ti…
—Espero que cosas buenas —agregó Fray, haciendo que los tres rieran
divertidos…
Después de aquella noche, habían vuelto a salir con Fray en varias ocasiones,
a veces salían en parejas, Fray iba con su novio y Amber con Margareth y en
otras ocasiones salían con los demás chicos, incluyendo a Dael. Dael era la
mejor amiga de Margareth, la había conocido después de Fray, era fotógrafa y
por el trabajo, habían coincidido un par de veces haciéndose muy buenas amigas.
Dael era rubia, con el cabello sumamente lacio y largo, tenía un flequillo que le
caía en la frente, sus ojos eran pequeños de un color esmeralda, era delgada y de
estatura baja. Tenía la edad de Margareth y podría decirse que una personalidad
muy diferente a ella, tal y como Fray, Dael también solía interesarse por
cuestiones lejanas a lo material. El arte estaba muy presente en su vida, y más,
en ese momento, que acababa de comprometerse con un pintor. Parecía que las
personas con las que Margareth desarrollaba lazos importantes, eran sumamente
diferentes a ella, notándose mayormente las diferencias con la personalidad de
Amber. Al ser parecidos en algunas cuestiones, Amber desarrolló una muy
buena relación con Dael y Fray, aunque, rápidamente, Amber y Fray se
volvieron casi mejores amigos.
Con las clases en facultad, Amber estaba bastante ocupada, aunque no iba
todos los días y no tenía tantas materias, las pocas materias que tenía robaban
toda su atención. Aparte, aprovechaba para salir con Cassie a diferentes lugares
de Londres, muchos ya los había conocido con Margareth, pero había
muchísimos más por conocer. De vez en cuando, se reunían todos; Amber con
Loud y Cassie con Ger y los chicos las llevaban a diferentes lugares. En otras
ocasiones, Margareth iba con ellos, aunque tenía que ir con algún chico que
fingiera ser su pareja en ese momento, y ese chico era Tom, ya que se estaba
haciendo común que a Margareth le tomaran fotos los medios. Y cuando la veían
con Tom hacia que las fotografías fueran en mayor cantidad, todos los medios
rumoraban sobre su supuesta relación.
Y a su vez, Margareth estaba trabajando muy arduamente, lo que hacía que
fuera aún más complicado poder verse con Amber, pero solían encontrar algún
pretexto para poder pasar tiempo a solas sin que nadie sospechara nada. La
campaña de Margareth estaba siendo todo un éxito y su nombre empezaba a ser
cada vez más conocido, en América aún no se sabía mucho de ella, ya que el
primer paso había sido lanzar la campaña por toda Europa y Asia y esto había
sido de grandes resultados. Constantemente, Margareth tenía que salir a
diferentes lugares a promocionar la campaña, o a diferentes sesiones
fotográficas, la invitaban a participar en comerciales y en algunos programas, se
estaba volviendo en alguien muy conocida.
Cuando su trabajo se lo permitía, Margareth iba por Amber a la escuela y
pasaban todo el día juntas, Amber inventaba que tenía que hacer algunas cosas
para sus clases, en las que no estaba con Cassie, que tenía que tomar fotos o
pintar algo y que le pediría ayuda a Margareth, pues ella conocía toda la ciudad y
la podía llevar a sacar fotografías o pintar paisajes. Esto hacia que esas ocasiones
para verse y estar solas, fueran muy a menudo.
—Tengo que dibujar a alguien para mi clase de expresión y pensé… ¿Quién
podría ser más bella que Margareth Ray para que la dibujara? —dijo sonriendo
Amber.