Folleto Ricardo Güiraldes
Folleto Ricardo Güiraldes
Folleto Ricardo Güiraldes
HOMENAJE
MARTÍN FIERRO
Periódico quincenal de arte y crítica libre
(Proyecto de número, diciembre 1927)
Autores Varios
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En el último Nº de “Martín Fierro” (Num. 44-45) 31-
VIII/15-XI-1927, en la pag. 3, se encuentra este aviso:
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Hoja facsimil: listado tipeado y manuscrito.
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Señor:
.....................
Mi distinguido amigo:
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tencia al entierro y designación de compañeros que ha-
brán de tomar la palabra en el acto, reunión a efec-
tuarse en el local de “Martín Fierro” de 6 a 8 p.m. Por
lo menos se le ruega su asistencia a una cualquiera de
estas reuniones, en vísperas de la llegada de los restos.
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MARTÍN FIERRO
Periódico quincenal de arte y crítica libre
Dirección y Administración:
Tucumán 612, 3º. Buenos Aires, R.A.*
Noviembre 12 de 1927
Señora
Adelaida del Carril de Güiraldes
Distinguida señora:
A la que fue la amantísima compañera, la alentadora
incesante, la colaboradora silenciosa, la creyente imper-
turbable en el genio de Ricardo Güiraldes, los que fuimos
sus amigos y camaradas de “Martín Fierro”, los que en los
últimos años le vimos animarse al contacto de la confianza
que en su talento y su obra comenzaba a demostrarle la
juventud, hasta que él quiso superarse y satisfizo esa con-
fianza con el admirable “Don Segundo Sombra”, sus ami-
gos de las horas de lucha y las primeras horas de su pre-
gusto de gloria, tan merecida, deseamos hacerle llegar, hoy
que Ud. nos devuelve a la tierra su compañero sin vida, la
expresión de nuestro más profundo pesar.
En esta ocasión, además le afirmamos que sabremos
cumplir con nuestro deber de solidaridad intelectual, hon-
rando como se debe la memoria de su esposo, nuestro ilus-
tre amigo.
Saludamos a Ud. con nuestra mayor consideración.
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* [Publicada tambien en “Martín Fierro” (Num. 44-45) 31-VIII/15-
XI-1927, artículo “Martín Fierro” y Güiraldes. Ver edición facsimilar,
Fondo Nacional de las Artes, pag. 376, donde contiene las siguientes
firmas: Alberto Prebisch, Evar Méndez, Pablo Rojas Paz, Jorge Luis
Borges, Leopoldo Marechal, Raúl Scalabrini Ortiz, Francisco Luis
Bernárdez, Ricardo E. Molinari, A. Xul Solar, Emilio Pettoruti,
Leopoldo Hurtado, Norah Lange, Nicolás Olivari, Guillermo de Torre,
Ulises Petit de Murat, Francisco A. Palomar, Pedro V. Blake].
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MARTÍN FIERRO
Periódico quincenal de arte y crítica libre
Dirección y Administración
Tucumán 612, 3º. Buenos Aires. R.A.*
Señor
Don Manuel J. Güiraldes
Estimado Señor:
Los que fuimos con su hijo, Ricardo Güiraldes, com-
pañeros de lucha por una renovación estética, literaria y
artística en el país, por puro amor al progreso y la cultura
nacional, y que vimos encarnarse en él gran parte de las
aspiraciones comunes, cuyo ejemplo nos fortalecía, y en
quien admiramos el sostenido impulso de creación origi-
nal a despecho de la indiferencia o el desaire de sus con-
temporáneos, su inquebrantable honradez intelectual, su
profunda fe en nuestro pueblo y nuestra tierra que en su
magnífica obra final supo interpretar con tan alta poesía
hasta constituir con ella el pedestal de su propio monu-
mento: sus camaradas del periódico y los amigos de “Mar-
tín Fierro” que lo contó en sus filas desde el primer instan-
te, en esta tristísima ocasión en que Europa nos devuelve
su cuerpo sin vida deseamos hacer llegar al varón intacha-
ble padre de tan bien templado varón, el testimonio de nues-
tro más profundo dolor por su pérdida: el designio de es-
perar sus restos y acompañarlos a su última morada, y el
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de honrar su memoria con un número especial del periódi-
co en el cual situarán la figura de Ricardo Güiraldes todos
los jóvenes escritores y cuantos fueron sus admiradores y
son los creyentes de su obra.
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Elogio de “Don Segundo Sombra”1
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Para irse con las “seis penas” de su guitarra
hacia la noche del silencio y del olvido.
CARTA A LA MUJER
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Yo volqué mi ternura en Clara Ordóñez,
sabiendo que era nuestro el amor de los otros.
Tu veías la pampa en mis miradas
y yo en tus labios encontraba el trópico.
Así fue de alargada aquella dicha.
de Buenos Aires al cinturón del mundo.
Todo ha cambiado.
Tu cada día más lejos,
más distante de aquí y de mi recuerdo.
Y Ricardo se ha muerto.
El, que mereció mujer y amigo.
El, que fue un pedazo de todo mi entusiasmo.
Los has amado en mí, mujer querida?
Clara, Rosaura: lo has amado?
Rosaura, Clara:
que lástima te hayas ido,
tan bien que te quedaba mi cariño.
Ricardo:
que lástima que te hayas muerto,
tan bien que te quedaba el mundo.
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Corresponde a la portada diseñada por Alberto Güiraldes,
San Antonio de Areco, Francisco A. Colombo, editor, 1922.
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Buenos Aires, 29-XII-1927.
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EVOCACIÓN EN HOMENAJE A GÜIRALDES
–¡Fierro!
–¡Sombra!
–El mismo, como sabe?
–Lo esperaba amigo; no podía demorar. En la época
de mis correrías Ud. era ya mocito; calcule pues si andaba
rumbeado.
–Después? No se acuerda Ud.? nos supimos encontrar;
me pidió Ud. unos consejos; yo era ya viejo y pensaba en el
descanso y le di un atadito, con mis últimas experiencias.
–Le tenía fe al mozo; yo no sé... quizás por instinto, y
yo nunca me había equivocado.
–Así decían por allá con lo que me dio y todo lo suyo que
brotaba en la pampa como fruto de la tierra y en el pecho de
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los pocos que le quedaban al llano como troncos viejos, re-
verdecidos con sus sentencias y en el refugio que abrió la
soledad del paisano: los boliches; me fui haciendo digno, sí,
digno de Ud. Yo era gaucho debí haber brotado un día, como
un árbol, en la pampa, por eso le di mi ternura de hijo; y
empecé a sentirlo a Ud., mi padre. También me encontré solo;
más solo que Ud. Fierro. Mis últimos años fueron desolados
como la llanura nuestra, la de entonces, amigo porque ahora...
–Yo pude quedarme otro tiempo allá; pero para que? Si
algunas veces tuve el orgullo de sentirme rey, me avergoncé
ya viejo, de ser un rey sin súbditos; la pampa y mi potro, los
únicos que me quedaban, ya los sentía acabarse... Y pensé
en otra pampa, aunque no fuera rey me acordé de Ud. Don
Martín... Cuántas veces, en el descanso de los arreos, echa-
do panza abajo sobre los copinillos, la cabeza en la horqueta
de las manos, los codos en la almohada de los pastos, se me
iba el sueño corriendo hasta donde el pasto debía hacerle
cosquillas al cielo y alargaba mi mano, inconsciente, como
en el deseo infinito de palpar una emoción, la emoción nue-
va que sentía de otra pampa, más grande y más lindamente
triste que esa de nuestra vida de reseros. Ya vé Don Martín,
me ha tocado el turno; ahora vengo a hacerle compañía.
–Falta me estaba haciendo Don Segundo y de esas
novedades de mis pagos, que parece lo han entristecido,
hasta hacerle a su nombre, también.
–Así es, mejor amigo; nosotros hijos de la pampa, que
hicimos del miedo, el incentivo de nuestro coraje, hemos
criado cola, para que el progreso, nos diera la patada, como
al perro sin dueño y salir con el rabo entre las piernas,
convencidos de nuestra inutilidad, de que estorbamos.
–Triste, amigo Sombra, triste pero cierto; pero todo tie-
ne justificación; aunque los hombres han inventado para su
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comodidad, una palabra, que la meten en todos los lados y
lo explica todo: la ley, y esta debe ser la ley devolución, que
le oí decir las otras tardes al gaucho Ameghino; se andaba
paseando solo y hablaba en voz alta. A veces me sabe venir
a acompañar para los amargos.
–Yo no le he buscado razones Don Martín; me bastó, la
única de sentirme un día, más solo y más inútil que nunca
para venirme mi único afecto se acabo con un amigo perdi-
do… también el progreso, debe haber sido, era guacho el
pobre y me quiso como a mi padre. Yo no hice más que
corresponderle era mi esperanza. ¡La esperanza de la pam-
pa! Cuando se despidió, nuestra última carta estaba jugada...y
habíamos perdido la partida Se fue para su vida aunque su
vida estaba en la pampa ¡Si lo sabía él! Era gaucho; en su
corazón debía escucharse el zumbido del pampero…
–Él debió comprender, que esa despedida, significaba más
que una separación. Él, yéndose, era la vida que avanza. Yo,
Sombra borrándome con el día, como un crepúsculo era un
epílogo; el epílogo de una tradición que se acaba; el final de
la novela gaucha... Ricardo Güiraldes, así lo bautizaron des-
pués. Ahora me sentaré a esperarlo, hasta que vuelva; ese
mundo le debe haber quedado estrecho; su Alma nutrida de
llano y de espacio infinito ha de sentir la asfixia de un encie-
rro y va a venir sólo ¡él mismo! Siguiendo mi huella, va a
venir como yo, campeando horizontes, para estos pagos, abier-
tos como otra pampa, dilatada grande, infinita… Vendrá bus-
cando el puesto entre los suyos jinete con el potro celoso de
otrora. Llegará a la vida que el hubiera querido vivir tendida
como un poncho en el campo abierto; la vida de su alma, su
alma hecha de pampa y de cielo; el alma del gaucho.
RAFAEL GIJENA VAN MARCKE
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ÚLTIMO POEMA A RICARDO GÜIRALDES
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Tu eres de nosotros como lo es la tierra florecida
y la ciudad que tu también amabas lanceando el cielo
con sus enormes edificios –Sólo tu corazón era tan alto.
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“DON SEGUNDO SOMBRA”
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en lo por venir, con su raigambre de verdades. Uno in-
funde la enseñanza real, como los maestros griegos, que
fueron los más humanos: y otro hace aprovechamiento
de tales beneficios para adquirir la conducta de un hom-
bre que puede llegar a una sabiduría. Don Segundo tie-
ne el perfil neto de los hombres seguros. Su vivacidad
alcanza las nubes y su silencio un tono inmortal. El fon-
do apenas romántico del muchacho, restringido por el
golpeteo de la realidad, lo presenta en dirección hacia
la belleza, cuando entrevé una vida estudiosa, como com-
pensación de tanta dureza.
ANTONIO GULLO
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PARA RICARDO GÜIRALDES EN SU MUERTE
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Su obra pasará de una mano a otra, como pasan las
caricias.
NORAH LANGE
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EPITAFIO A RICARDO GÜIRALDES
LEOPOLDO MARECHAL
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EN LA ETERNIDAD DE GÜIRALDES
Seña de eternidad
cierta en su vida más que en esta imagen.
Ya se ha vuelto un virtuoso del espérame
como luna en las aguas y brisa de la sombra.
Ahora he visto un ángel tejiendo la mañana
para sus campos de pasión aislada.
Un reflejo de patria entra en su sueño...
Orbitas de ternura describiendo
lunas aventureras lo acompañan.
Con su emoción regula
el destino suspenso de las aves
y la constancia lenta de las flores.
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Una estrella insistente sobre el llano
hoy es su explicación y comentario.
CARLOS MASTRONARDI
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GÜIRALDES
RICARDO E. MOLINARI
LA REVISTA DE MÚSICA
Mi querido Evar,
Le envío dos carillas a máquina para el número de
Ricardo Güiraldes. Es todo lo que mi tristeza pudo tradu-
cir en letra.
Salud, Nicolás Olivari.
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“DON SEGUNDO SOMBRA”,
de Güiraldes
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campo. Nada de suntuosas decoraciones; un decorador en
el campo fracasaría y si es “rococó” como Enrique Larreta
su fracaso es más rotundo.
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El episodio en que se revela “Don Segundo Sombra”
como hombre guapo es un ejemplo de la bizarría de Güi-
raldes para describir escenas fuertes, sobrias, sin el abuso
de lo patético.
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–Tome amigo y hágalo componer, que así tal vez no le
sirva ni pa carniar borregos”.
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PARA ESTA AUSENCIA DE RICARDO
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Queridísimo Evar:
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elogio de su “Don Segundo Sombra”, y Franco Ciarlanti-
ni aceptaba para los tipos de la Editorial Alpes la traduc-
ción italiana tan deseada por el autor de la obra que mu-
chos consideran la ola de aliento universal que haya pro-
ducido Sudamérica en los últimos tiempos.
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Y en verdad la figura del Gaucho no podía en tiempo de
demolición encontrar más grande y puro artista que la injer-
tase con una novela genial a la sensibilidad moderna, asegu-
rando a la vida eterna de la obra de arte los elementos esen-
ciales de ambiente y de vida que, mestizo indioespañol, lo
generaron, y con el cambio de los cuales desaparece y se
convierte en leyenda, o, según la definición de argentinos
de hoy que viven en la ciudad, “en un estado de alma”.
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UNA HERMOSA VIDA
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Un instante de campo argentino moría sin remisión
arrollado por el avance codicioso de las ciudades.
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sojuzgado por el hechizo de los horizontes, ese hombre
con alma de viento tenía la bella inutilidad de un mito.
-o-
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máticas, croquis de temperamentos, narraciones, todos aho-
ra bien claros ejercicios y tanteos preparatorios de su traba-
jo final. “Xaimaca”, quizá imposición de aprendizaje, es su
única infidelidad.
R. SCALABRINI ORTIZ
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