Cartas de Salvador Novo A Federico García Lorca

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Cartas de Salvador Novo a

Federico García Lorca

& 'obre su fugaz, pero feliz encuentro con García Lorca en Buenos Aires ' Véase Salvador Novo,
Continente vacío. (Viaje a
en diciembre de 1933, Salvador Novo nos dejó una interesante y divertida
Sudamérica), (Espasa Cal-
crónica en su libro Continente vacío (Viaje a Sudamérica) (Espasa Calpe, pe, Madrid, 1935), pp.188-
Madrid, 1935), publicado apenas un año después de su regreso a México. 241; y Novo, «Prólogo», en
Con evidente cariño y añoranza, al final de su vida también volvió a evo- Federico García Lorca,
Libro de poemas. Poema
car la misma historia en el prólogo escrito para la publicación en México del cante jondo. Romance-
de algunas obras de su antiguo amigo español1. Si bien ambos relatos (y ro gitano. Poeta en Nueva
sobre todo el primero) nos ofrecen una imagen bastante candida de esta York. Odas. Llanto por
Ignacio Sánchez Mejías.
amistad, tal vez nos permita ahondar un poco más en el curso seguido por Bodas de sangre. Yerma.
esta relación, la serie "de tres cartas de Novo a Lorca que a continuación (1973; 12a el, Porráa,
se comenta, las tres, hasta ahora, rigurosamente inéditas 2 . México D.F,, 1994), pp.vii-
xix. El mismo texto simó
El viaje de Novo a Sudamérica surgió a raíz de una invitación que se le como prólogo para otro
extendió para que acompañara, como relator oficial, a la comitiva mexica- volumen paralelo en que se
na que asistiría en Montevideo a la VII Conferencia Internacional Ameri- reunieron otros textos de
Lorca: Mariana Pineda. La
cana. En Continente vacío, Novo se ocupa muy poco de lo ocurrido duran- zapatera prodigiosa. Así
te esa conferencia, celebrada en la primera quincena de diciembre de que pasen cinco años.
1933, prefiriendo (para fortuna nuestra) relatar sus propias andanzas al Doña Rosita la soltera. La
casa de Bernarda Alba.
margen de las reuniones oficiales. Entre estas andanzas se destaca preci-
Primeras canciones. Can-
samente la narración de su breve estancia en Buenos Aires, ciudad a la ciones. Para evitar un exce-
que se dirigió poco después de llegar a la capital uruguaya, queriendo so de notas de pie de pági-
na, las referencias a
aprovechar de esta manera algunos de los pocos días libres que tendría
Continente vacío (que son
antes de que empezara su trabajo para «la expedición al Polo Sur» de la las más) se harán en el
que formaba parte. cuerpo del texto mediante
Cuando Novo llegó a Buenos Aires el 30 de noviembre, Lorca llevaba ya la sigla CV, seguidas por el
número de la página.
más de un mes y medio como el ídolo del público argentino. Había dado 2
Los originales de estas
conferencias y recitales ante foros cada vez más entusiastas, mientras que cartas, todas ellas escritas a
su obra Bodas de sangre, estrenada por la compañía de Lola Membrives en máquina, se conservan en
\y Ensayo^ 8

julio, seguía teniendo un éxito como pocas veces se había visto en la histo-
ria del teatro del país. Y como si esto fuera poco, viendo la enorme popu-
laridad gozada por el poeta y dramaturgo andaluz, Victoria Ocampo había
sacado una nueva edición argentina del Romancero gitano, edición que
también se vendía como pan caliente. Fue el suyo un éxito tan fulminante
que, de hecho, la situación se volvió casi insoportable para el propio
Lorca. «Estoy muy mal» se quejó en algún momento, al escribir a su fami-
lia en España, «porque estaba nerviosísimo de tanto beso y tanto apretón
de mano. Cuando me fui al hotel no pude dormir de lo cansado que esta-
ba. Aquí por eso tengo una sonrisa falsa porque lo que quería era que me
dejaran solo y veo que es imposible»3.
Las circunstancias, en fin, no eran muy propicias para que Novo cono-
ciera a Lorca o, al menos, para que entablara con él el tipo de amistad
que quería. «Ante tamaña popularidad —apunta el mexicano— yo vacilo
en mi deseo de conocerlo. Lo admiro mucho, pero no quería ser simple-
mente un admirador suyo más, y quizás no habrá medio de ser su
amigo». [CV, 188] Al juzgar por este testimonio, la reticencia de Novo fue
tan aguda que, de hecho, los dos poetas no se hubieran conocido de no
haber intervenido un tercero. Novo recuerda que, al llegar a Buenos Aires,
no contaba con la amistad de ningún escritor argentino. Sin embargo, sí
contaba con la invitación, que Alfonso Reyes le había hecho llegar en
Montevideo, a que pasara a saludar al joven poeta argentino Ricardo E.
Molinari. «Alfonso Reyes —recordaría— me había traído de Buenos Aires
el grato saludo de Ricardo Molinari en una linda plaquette y me recomen-
dó vivamente verle allá describiéndomelo como un mexicano, moreno
—moracho, de vivos ojos negros y muy aficionado a todo lo nuestro».
Madrid, en la Fundación [CV, 174] Ampliando un poco la descripción de esta figura señera de la
Federico García horca. Mis poesía argentina, cabría agregar que acababa de pasar algún tiempo en
gracias a Manuel Fernández- España, donde se había hecho muy amigo de poetas como Gerardo Diego
Montesinos, director de
dicha Fundación, por ha- y Luis Cernuda, y donde Manuel Altolaguirre le había editado un cuader-
berme permitido la consulta no, Nunca (Ediciones Héroe, Madrid, 1933). No se sabe si había coincidi-
de estos textos y también do ahí con Lorca (el biógrafo de Lorca, lan Gibson, tiende a creer que
por haber accedido a su
publicación. no), pero el hecho es que, cuando llega Novo a Buenos Aires, Molinari ya
3
Apud lan Gibson, Fede- se ha convertido en íntimo del autor de Bodas de sangre y es Molinari
rico García Lorca 2. De quien, al conocer a Novo, lo lleva en seguida a que los dos se conozcan.
Nueva York a Fuente
Grande. 1929-1936 (Grijal-
El encuentro ocurrió la mañana del día Io de diciembre, que coincidió
bo, Barcelona, 1987), pp. con el día del estreno en Buenos Aires de otra obra teatral de Lorca, La
268-9. Esta biografía me zapatera prodigiosa. Lorca los recibió en la habitación que tenía en el Cas-
ha sido de gran utilidad a
telar, un hotel muy céntrico en la elegante Avenida de Mayo. El poeta
la hora de seguir la estan-
cia de Lorca en Buenos español, como de costumbre, estaba sitiado, hasta en su habitación, por
Aires. toda una muchedumbre de fervientes admiradores. «Federico estaba en el
9

lecho», relata Novo. «Recuerdo su pijama a rayas blancas y negras, y el


coro de admiradores que hojeaban los diarios para localizar las crónicas y
los retratos, que seleccionaban la fotografía mejor, el ejemplar del Roman-
cero gitano, que le acercaban el vaso de naranjada, que contestaban el telé-
fono...» [CV, 198] Pero, a pesar del gentío, poco a poco se fue establecien-
do el contacto entre Lorca y el recién llegado:

Federico entraba y salía, me miraba de reojo, contaba anécdotas, y poco a poco sentí
que hablaba directamente para mí; que todos aquellos ilustres admiradores suyos le
embromaban tanto como me cohibían y que yo debía aguardar hasta que se marchasen
para que él y yo nos diéramos un verdadero abrazo. Por ahora, tenía que ir a ensayar
La zapatera, que se estrenaba esa noche misma. Allí nos veríamos para conversar des-
pués de la función, si era posible, y si no, al día siguiente yo vendría por él para almor-
zar juntos, solos. [CV, 199],

Novo y Molinari asistieron esa noche al estreno de la obra de Lorca, que


según el autor de Continente vacío reunió al «todo Buenos Aires» (Novo
menciona haber visto a Oliverio Girando y a Norah Lange, así como al chi-
leno Pablo Neruda, pero seguramente muchos más ilustres estuvieron pre-
sentes). Como temían, fue tan ruidoso el éxito de la pieza que los dos ami-
gos tuvieron que renunciar a la idea de reunirse después con el autor. Pero
Lorca no faltó a su promesa. Tal vez el día después del estreno, acudió a
un restaurante de la Costanera a almorzar con Novo. En el curso de la
comida, parece que los dos hablaron, más que de literatura, de sus respec-
tivas vidas: «Federico y yo, solos, como dos amigos que no se han visto en
muchos años, como dos personas que van a cotejar sus biografías, prepara-
das en distintos extremos de la tierra para gustar cada uno de cada otra».
[CV, 201] Según el relato de Novo, Lorca dominó la conversación, recor-
dando sus experiencias en La Habana y en Nueva York, sus contactos ahí y
en España con distintas gentes de México (con Emilio Amero y Antonieta
Rivas Mercado, por ejemplo), y aludiendo también, en algún momento, en
una especie de guiño de ojo hacía su nuevo amigo, a la fama internacional
de que, según él, gozaba entonces el nombre de Novo:

¡Pero zi tú ere mundiá! —me decía— ¡Y yo sabía que tendría que conozerte! En
España y en Nueva Yó, y en La Habana, y en toah parte me han contao anédota
tuyaz y conozco tu lengua rallada pa hazé soneto! —Y luego poniéndose serio—: Pa
mí, la amiztá e ya pa siempre; e cosa sagra; paze lo que paze, ya tú y yo zeremos
amigos pa toa la vía! [CV, 202].

Los dos evidentemente se congeniaron en seguida y todo parecía indicar


que serían inseparables durante los demás días que durara la estancia de
Novo en Buenos Aires. Si no ocurrió así, fue porque, muy poco después
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de haber comido juntos, Novo de repente cayó víctima de una enfermedad


que lo sumió en «un prolongado, febril sueño». [CV, 207] La fiebre duró
varios días, durante los cuales fue atendido y acompañado por Nieves, la
mujer de su antiguo mentor Pedro Henríquez Ureña, entonces residente
en la capital argentina. Entre los amigos que lo visitaban entonces, parece
que ninguno estaba más pendiente de la salud del enfermo que Lorca:

Federico entraba y salía; más tarde me aseguró que desde un principio supo que
yo no habría de morirme, y a propósito de su clarividencia gitana refirió una leyenda
de «martinicos», duendes, e hizo conjuros por mi salud, que a poco lo hacen lanzar
de su hotel, pues el más eficaz consistía en echar agua por la ventana, y bañó a más
de un transeúnte de la Avenida de Mayo para que yo me aliviara pronto. [CV, 208].

Mientras tanto, ya se había inaugurado la VII Conferencia Internacional


Americana, y desde luego sin que la delegación mexicana contara con su
relator oficial. En cuanto pudo, Novo se levantó de la cama y se trasladó a
Montevideo; pero se ve que no se había recuperado del todo, porque, ape-
nas llegado a la capital uruguaya, volvió a enfermarse. El 11 de diciembre,
ya más o menos repuesto de esta recaída, escribió la primera de sus tres
cartas a Lorca:

[Membrete:]
VII Conferencia
Internacional Americana
Delegación de México
11 de diciembre [1933]
Querido Federico:
he vuelto a estar enfermo, claro, porque me han faltado tus conjuros:
hazlos, por favor, a distancia. Desde la cama —sólo [sw]— y con fiebre y
con calentura, no he podido escribirte, pero tú sabes bien que en el fondo
hay una pasión loca furiosa de atar. ¿Cuándo vendrás a Montevideo, en
donde ya se encuentra tu embajadora? Hoy recibí pruebas de mi poema
que imprimirá Colombo en B[uenos] Afires] y para el que Molinari te
forzó a prometerme un dibujo. ¿Lo harás? Algo así como un marinero, o
una verga marina, o el mar o lo que se te dé la chingada gana, pero ya, en
este momento, porque ahí son lentos para trabajar, y entrégaselo a Moli-
nari, a quien le escribo ahora para rogarle que se encargue de vigilar la
edición. Ah, y mándame un romancero gitano-argentino para mi colec-
ción de incunables. Mi hotel es Gran Hotel. Ahí han estado, según confe-
sión de mi mucama, Novelli, Anatole France... y Tina de Lorenzo.
Te abrazo
Salvador
11

La carta es un buen ejemplo del delicioso desparpajo que caracteriza


muchas de las mejores páginas de Novo. Por otra parte, deja ver la absolu-
ta confianza, por no decir intimidad, que entonces existía entre los dos
poetas. Se trataba, evidentemente, de algo más que una simple relación de
amistad, por lo menos de parte de Novo, quien se declara preso de «una
pasión loca furiosa de atar»... Algunas de las personas a las que alude
Novo en la carta tal vez necesiten alguna aclaración. Cabe señalar que el
embajador de España en la República Argentina era Adolfo Danvila, quien
había acompañado y apoyado al granadino a lo largo de su estancia en
Buenos Aires. (No sé si, al aludir a «tu embajadora», Novo se refería efec-
tivamente a la esposa del embajador o si se trataba de una pequeña
broma hecha a expensas de la masculinidad del señor Danvila; curiosa-
mente, más adelante, como se verá, Novo tendrá ocasión de referirse a
«nuestra embajadora»...) En cuanto a la mucama de Novo, una inmigrante
gallega que llevaba veinticinco años trabajando en el hotel en que éste
estaba hospedado, resulta divertido cotejar con esta breve alusión a ella
los párrafos que el mexicano le dedica en su Continente vacío, donde hay
otras referencias a los ilustres visitantes anteriores con los que se divierte
Novo en identificarse. [CV, 161-2],
Pero, desde luego, la parte importante de la carta es la que se refiere a
la edición de un poema suyo. Aunque no lo identifica en la carta, se trata
de las Seamen Rhymes, un poema bilingüe que Novo había escrito en el
barco durante la travesía de Nueva York a Montevideo. Gracias a su cróni-
ca, sabemos que, tras su llegada al Río de la Plata, había visto unos poe-
mas de Molinari editados en unas hermosas plaquettes por el célebre
impresor argentino Francisco A. Colombo, y que había pensado en segui-
da en la posibilidad de sacar una edición parecida de estos nuevos versos
suyos. Molinari, por lo visto, aceptó la propuesta con entusiasmo e incluso
ofreció pedirle a Lorca que hiciera un dibujo para acompañar el texto. A
diferencia de lo que Novo sugiere en su carta,- Lorca parece haber acepta-
do el encargo con gusto, puesto que, en muy poco tiempo, le pasó no uno,
sino cuatro dibujos a su amigo Molinari. Fue, de hecho, un momento en
que Lorca estuvo muy activo en este,campo de la creación artística, por-
que, por las mismas fechas, realizó unos hermosos dibujos para otras dos
plaquettes, esta vez de Molinari: Una rosa para Stefan George y El taberná-
culo, las dos impresas por Colombo en 1934.
En los dibujos hechos para las Seamen Rhymes no figura, que yo sepa,
ninguna «verga», ni marina ni terrestre; en consonancia tanto con el tema
del poema como con lo que Novo le había pedido en su carta. Lorca sí
realizó, en cambio, una serie de variaciones sobre la figura de un marine-
ro, motivo, por otra parte, recurrente en muchos de sus dibujos más cono-
12

cidos. También introdujo palabras que a la vez que confirmaban el carác-


ter bilingüe del poema («amor, «love»), jugaban con el nombre del poeta,
así como con el título de una colección suya anterior («Novo», «amor»,
palabras alusivas a su libro Nuevo amor). Pero, con todo, los dibujos tení-
an mucho más que ver con la angustiante visión del amor del propio
Lorca que con los versos (sosegado canto al mar, los unos; irónica obser-
vación social, los otros) de las Seamen Rhymes. Una cabeza desdoblada en
otra, una cara con huecos negros en lugar de ojos, gotas de sangre que
caen de una nariz, un torso sumido en una lápida, la luna que mira con
mirada impasible: si el marinero es símbolo del amor, para Lorca el amor,
en estos dibujos como en casi toda su obra literaria y pictórica, se acom-
paña de una intuición aterradora de la inminencia de la muerte.
En su carta se ve que Novo esperaba que Lorca fuera a trasladarse a
Montevideo en cualquier momento. El español seguramente habría anun-
ciado su intención de hacerlo, pero dicha visita no la realizaría sino hasta
el mes de enero, cuando Novo ya estaría de vuelta en México. Habría, sin
embargo, un breve reencuentro, al pasar Novo por Buenos Aires, antes de
iniciar el viaje de regreso a México vía Nueva York. Estos, sus últimos
días porteños, los pasó en el mismo hotel que Lorca, el Castelar. Un día
entero (un día inolvidable, según parece) lo pasó acompañado por Lorca;
pero, por lo demás, tal y como nos lo relata en Continente vacío, Novo
cayó víctima de una extraña pereza, tal vez expresión inconsciente de su
renuencia a despedirse de una vida que ya había llegado a significar tanto
para él: «Apenas si vi a Molinari para recoger con él los cien estupendos
ejemplares de Seamen Rhymes, cuya única errata, culpa mía, fue cuidado-
samente corregida en todos. Me porté como un canalla con Nieves, a
quien ni siquiera llamé por teléfono; con Pedro y con el embajador [Ra-
fael] Cabrera, a quienes tampoco visité. Ni siquiera la compañía de Fede-
rico me perteneció por entero esos días, pues tuvo que marcharse a Cór-
doba a dar una conferencia, y ya no pude despedirme de él. Tan sólo
anduvimos juntos un día, todo el día, pero ése no permitimos que nada
nos lo echara a perder.» [CV, 237].
La correspondencia se reanudó el 25 de diciembre, cuando, desde alta
mar, ya rumbo a Nueva York, Novo le escribió a Lorca para enviarle algu-
nas palabras tardías de despedida:

[Membrete]
Salvador Novo
Rosas Moreno 102, México
25 de diciembre de 1933
Federico queridísimo:
Dibujo de Federico
García Lorca
14

ya no te vi, ya no te abracé. Te dejé tu libro y me llevo tu recuerdo y te


dejo mi cariño y te aguardo en México. Ayer compuse el romance de
Angelillo y Adela que te envío y que te está dedicado. Haré en México una
edición de sólo diez ejemplares.
Quiero que me digas a quiénes debo enviar Seamen Rhymes: lo envío ya
a Gerardo Diego, Altolaguirre, Cernuda, Alberti y Salinas, al cuidado de
nuestra embajadora. Dime a quiénes más debo hacerlo: de Buenos Aires
va para Mme Danvila, Nieves y Pedro Henríquez. ¿Crees que deba enviar
más? ¿verdad que no?
Cuéntame cómo acabó el enojo de la mujer con bigotes, salúdame a la
Avenida de Mayo y a la dueña Dolore-dolorida [sic], a tu pequeña Marie
Laurencin etc. Canta la Adelita a bordo del Sebastián Elcano y no olvides
que has contraído el compromiso gitano de ir a México ahora que vayas a
New York. La casa de mi madre es amplia y tranquila y tuya; la casa de
Adela es pequeña y tormentosa y tuya: tú elegirás en cuál vivir.
Te abraza largamente
Salvador

En el último párrafo de la carta aparecen algunas alusiones muy crípti-


cas. «La mujer con bigotes» tal vez fuera una de las personas que preten-
dieron «atrapar» a Lorca el último día que él y Novo quisieron estar jun-
tos, a solas. (En Continente vacío Novo relata la divertida estrategia
inventada por Lorca para zafarse de ellas). Al mencionar «tu pequeña
Marie Laurencin», Novo obviamente no se refería a la pintora francesa del
mismo nombre, pero la verdadera identidad de la persona aludida, al
igual que la de «la dueña Dolorida-Dolore», seguramente sólo la sabrían
las dos partes de la correspondencia, o alguien muy cercano a ellas, como
Molinari. Como dato bibliográfico, cabe señalar que la carta confirma lo
que Novo insinúa en Continente vacío: a saber, que las Seamen Rhymes
salieron de la imprenta antes de la fecha (del Io de enero de 1934) regis-
trada en el colofón. También resulta interesante leer la lista de las perso-
nas a quienes Novo pensaba enviar su nueva plaquette. Si bien sería tenta-
dor asociar los nombres de los poetas españoles con los gustos y
preferencias estéticas del propio Novo, resulta más probable que se trate
simplemente de aquellos poetas con los que Molinari había hecho más
amistad durante su estancia en España. En todo caso llama la atención el
que Novo no mencione a ningún poeta rioplatense; tampoco menciona a
Pablo Neruda, omisión significativa si se recuerda la estrecha amistad que
entonces ligaba a Lorca con el poeta chileno.
Por otra parte, Novo anuncia en su carta la redacción de un nuevo
poema, su «Romance de Angelillo y Adela», que, aun cuando no lo dice
SlmoidíQÍKS!)
15

abiertamente, tiene bastante que ver con su amistad con Lorca. El pretex-
to visible del poema fue la relación que Novo había entablado en Montevi-
deo con Angelillo, un joven torero andaluz que, encontrándose sin dinero,
decidió un día dirigirse a Novo para que éste le ayudara a comprar el
pasaje a España. Angelillo sabía que Novo era mexicano y «habiendo
mexicanos —le explicaba a Novo—, les gustarán los toros, y gustándoles
los toros, ayudarán a un torero que está en desgracia». [CV, 230]. A Novo
no le gustaban en absoluto los toros, pero, a pesar de ello, no pudo opo-
ner resistencia ante una lógica tan impecable. «Le tendí un billete, uno de
esos sucios, grandes billetes uruguayos. Le aconsejé ver a su ministro o a
su embajador en Buenos Aires, que estaba entonces en Montevideo, y a
quienes yo me encargaría de recomendar que lo repatriaran. No se le
había ocurrido una solución semejante, ni su posibilidad. Contaba alegre-
mente rescatar su traje de luces, ponerse al día en la pensión con el gran-
de y sucio billete y algún día, quizá, vendría a México. No olvidaría nunca
ese favo». [CV, 230-231].
Este muchacho, a quien Novo nunca más volvería a ver, figura como el
protagonista de su «Romance de Angelillo y Adela», un poema que consti-
tuye un homenaje muy obvio (y a veces bastante ripioso, hay que decirlo)
al autor del Romancero gitano:

El se llamaba Angelillo
—ella se llamaba Adela—,
él andaluz y torero
—ella de carne morena—,
él escapó de su casa
por seguir vida torera;
mancebo que huye de España,
mozo que a sus padres deja,
sufre penas y trabajos
y se halla solo en América4.

Ahora bien, la carta a Lorca tendería a confirmar lo que Novo ya había


insinuado en Continente vacío: a saber, que la persona disfrazada bajo el
nombre de «Adela» no era sino él mismo. Las páginas en cuestión de
dicho libro son aquellas en las que Novo evoca la larga conversación que
había tenido con Lorca en Buenos Aires el primer día que comieron jun-
tos. Al resumir los detalles de esta conversación, Novo subraya sobre todo
el entusiasmo con que Lorca habla del famoso corrido de la revolución
mexicana conocido como «Adelita»: 4
Salvador Novo, «Roman-
ce de Angelillo y Adela»,
Recuerdo ahora, Federico, como si te escribiera una carta que no contestarías en Poesía (Fondo de Cultura
la prisa y el ajetreo en que vives, cómo aquella tarde tu intimidad y el fuego de tu Económica, México D. F.,
conversación desataron la nostalgia del indiecito en evocadora elocuencia del México 1977), p. 105,
16

que presentías y que tardas tanto en certificar. Tú cantaste la Adelita, que sabías tan
bien, y me dijiste que para ti esa canción simbolizaba todo el México que querías
conocer, que Adelita era para ti una mujer viva, de carne y hueso, idolatrada por los
sargentos, respetada hasta por el mismo coronel; fiel a su soldado, apasionada,
morena y fecunda.

Al proseguir en su narración, Novo habría explicado a Lorca que la


muchacha en que se inspiró el anónimo autor de este corrido habría sido
nada menos que una criada de su casa cuando su familia vivía en To-
rreón. Sea apócrifa o no esta atribución, lo cierto es que, al contar la his-
toria de esta muchacha, Novo se identifica apasionadamente con la figura
de Adela, quedando tan pasmado al escuchar el corrido de boca de Lorca,
como, según él, habría quedado pasmada la «verdadera» Adela al escu-
charlo de labios del compositor y cantor original. «Con aquella boca suya,
plena y sensual como una fruta», escribe Novo, refiriéndose a esta Adela
«suya», pero dirigiéndose todavía a Lorca, «no pensaba sino en el abrazo
vagabundo de aquel con quien al fin huyó por los montes de aquella estre-
cha cárcel de su Laguna; no imaginó jamás esta perenne sublimación de
su vida en un himno que ahora a tus ojos vuelve a prestarle un corazón y
que llena el mío del violento jugo de la nostalgia». [CV, 203],
Es decir, Adela revive en Novo gracias a la acción poética de Lorca,
transformación que queda fielmente reflejada en el «Romancillo», donde
la utilización de esta máscara de «Adela» permite al poeta dar expresión
indirecta a un tema tan tabú como lo era entonces el de la homosexuali-
dad. Pero no sólo esto: si Novo se convierte en «Adela» ante la mirada (y
la voz) del poeta granadino, ¿realmente deberíamos tomar al pie de la
letra la identidad literal del otro protagonista de la relación, «Angelillo»?
¿No cabría ver en esa anécdota del torero, que supuestamente estructura
el poema, un simple pretexto que permitiría a Novo expresar una pasión
originada, en realidad, en otro (es decir, en Lorca)? En todo caso, la con-
clusión del romance expresa sentimientos demasiado vehementes para
poder haberse originado en el brevísimo encuentro con el torero, tal y
como Novo nos lo cuenta en Continente vacío:

Porque la Virgen dispuso,


que se juntaran sus penas
para que de nuevo el mundo
entre sus bocas naciera,
palabra de malagueño
—canción de mujer morena—,
torso grácil, muslos blancos
—boca de sangre sedienta.
Porque la Virgen dispuso
que sus soledades fueran
17

como dos trémulos ríos


perdidos entre la selva
sobre las rutas del mundo
para juntarse en la arena,
cielo de México oscuro,
tierra de Málaga en fiesta.
¡Ya nunca podrá Angelillo
salir del alma de Adela!

Sea cual fuere la relación real o deseada de Novo, tanto con Angelillo
como con Lorca, lo cierto es que fue Lorca quien motivó esta identifica-
ción de Novo con la Adela del corrido, identificación que Novo quiso per-
petuar al escribir su romance en homenaje a Lorca. Cabe señalar, por
cierto, que en este homenaje Novo no sólo pone en juego una fusión (y
confusión) de los papeles sexuales tradicionales, sino que también postula
una interesante confluencia racial y cultural entre lo mexicano y lo espa-
ñol, mestizaje que se traduce, entre otras cosas, en el cruce establecido en
el poema entre el corrido y el romance. Es decir: así como Novo se con-
movió al escuchar el corrido de la «Adelita» de boca del autor del Roman-
5
cero gitano, él a su vez quiso que éste se conmoviera (o al menos, se divir- Véase Salvador Novo,
Romance de Angelillo y
tiera) al ver esta misma «Adela» convertida en personaje.de un romance Adela (Imprenta Mundial,
gitano... escrito por un mexicano. México D.F., 1934). El
En enero de 1934 Novo estuvo de regreso en México, donde en seguida colofón reza: «Se acabó de
imprimir en México en la
encargó una edición limitadísima de su «Romance», tal y como había Imprenta Mundial el día 31
anunciado 5 . Por su parte, tras sucesivas decisiones de prorrogar su estan- de enero de MCMXXXIV».
cia, Lorca finalmente abandonó el Río de la Plata en el mes de marzo. A En cuanto a la «Justifica-
ción» de la tirada, se señala
diferencia de lo que anticipaba Novo, su barco, de regreso a Europa, no lo siguiente: «Del Romance
pasó por Nueva York; por ello, Lorca ni siquiera se habría planteado la de Angelillo y Adela se han
posibilidad de interrumpir su viaje para bajar de Estados Unidos a Méxi- impreso únicamente quince
ejemplares en papel Impe-
co, tal y como Novo evidentemente quería que hiciera. Pero, según parece,
rial, numerados del I al XV
Lorca sí contestó esta segunda carta de Novo. De esta misiva, por desgra- y fuera de comercio». El
cia, sólo conocemos el pequeño detalle que nos comunica Novo en el pró- poema lleva una escueta
dedicatoria «A Federico
logo escrito en 1973 para la edición de Porrúa, donde recuerda que, estan-
García Lorca», que, por
do ya en México, en 1934, recibió «apenas [...] unas líneas» del poeta cierto, no aparece en la edi-
español, dirigidas (y aquí viene la cita de Lorca) «al indiecito que llevas ción de la Poesía de Novo
debajo de la tetilla izquierda» 6 . Detalle gracioso, que ofrece una pequeña y publicada por el Fondo de
Cultura Económica; cabe
divertida variante con respecto a una observación parecida que Lorca le señalar que en la edición
habría hecho el día que comieron juntos en la Costanera bonaerense y que del Fondo tampoco figura
éste recoge nuevamente en Continente vacio: «Toda nuestra España la dedicatoria a Molinari
que encabeza la edición
—recordaría Novo, refiriéndose a la fascinante conversación de Lorca— princeps de las Seamen
fluía de sus labios en charla sin testigos, ávida de acercarse a nuestro Ryhmes.
6
México, que él miraba en el indiecito que descubría en mis ojos». [CV, Novo, «Prólogo», p , xix.
c» 18

201]. La observación hecha en la carta es la misma, pero en la nueva ver-


sión el grado de intimidad que la imagen de «la tetilla» presupone, es
mucho mayor. Desde luego, el corazón «indígena» de Novo no pasaba de
ser una broma compartida por los dos poetas; aunque, dicho esto, hay que
recordar que las aspiraciones cosmopolitas de Novo no le impedían desa-
rrollar a la vez un auténtico interés en la cultura indígena de su país, tal y
como habría de demostrar, muchos años después, al escribir obras de tea-
tro como Cuauhtémoc e In ticitexcatl o el espejo encantado.
Contra lo que pudo haberse pensado, la correspondencia no se terminó
7
Desáe mucho antes de aquí, sino que, tras un año de silencio, se reanudó, súbita y efímeramente,
que se instaurara el gobier-en enero de 1935. Ya para entonces la carrera de ambos, pero sobre todo
no de Lázaro Cárdenas, ella de Novo, había sufrido cambios importantes, en parte debido a aconte-
grupo de los «Contemporá-
neos» al que Novo pertene- cimientos políticos ocurridos en sus respectivos países. En México, en
cía ya Iwbía sido objeto de diciembre de 1934, se había inaugurado un nuevo gobierno bajo la presi-
varios ataques por parte de dencia del general Lázaro Cárdenas, que anunciaba no sólo reformas
fervorosos defensores de
sociales muy radicales, sino también una política cultural de orientación
esta misma política nacio-
nalista. Véase al respecto elnetamente nacionalista. No se sabe si fue por haberse mostrado escéptico
ensayo de Guillermo Sheri-ante tal concepción de la cultura 7 o simplemente por ser víctima casual de
dan, «Entre la casa y la
las sustituciones burocráticas que acompañan a todo cambio de gobierno
calle. La polémica dé 1932
entre nacionalismo y cos- en México, pero el hecho es que en seguida Novo fue cesado de su puesto
mopolitismo ¡iterarioü, en en la secretaría de Educación Pública. «Personalmente no conocí a Cárde-
Roberto Blancarte (cotnp.),nas durante su administración», confesaría años después. «Sin embargo,
Cultura e identidad nacio-
nal (Fondo de Cultura Eco- conocí los efectos de su estancia en el Palacio Nacional: me zafó de la
nómica, México D.F., burocracia» 8 . Furioso ante semejante ultranza, Novo decidió escribirle a
1994), pp. 384413. Cabría Lorca anunciándole su deseo de huir del país:
señalar qué, aun cuando
Novo personalmente com-
partiera el punto de vista [Membrete:]
de sus amigos, a la hora de Salvador Novo
la verdad su conducta
parece haber sido muy Sevilla, 3 México D.F.
poco solidaria con ellos. 3 de enero de 1935
Véase, al respecto, otro tra- Querido Federico:
bajo del mismo Sheridan,
«El malo y el desconfiado: La vida en México se ha vuelto insoportable para mí. Es indispensable e
Un encontronazo entre Joséinaplazable que me marche —y tengo miedo de la dura lucha en los Esta-
Gorostka y Salvador dos Unidos. Mí deseo de ir a España se agrava y me obsesiona. ¿Crees tú
Novo», Biblioteca de Méxi-
que podría ganarme allá la vida —una mediana vida? Puedo dirigir edicio-
co (México D.F.), núm. li-
li (diciembre 1992), pp.33- nes, traducir libros, enseñar inglés —en último caso escribir en los diarios
39. o corregir pruebas en una imprenta. No sé realmente qué puedo hacer,
8
Apud Emmanuel Carba- pero alguna aptitud tendré. No puedo vivir más en México y ningún país
lio, Protagonistas de la me atrae como ese mío.
literatura mexicana, 2a ed.,
SEP, México, 1986 (Lectu- Me dicen que podría vivir —modestamente, claro, con quinientas pese-
ras Mexicanas, 48), p. 314. tas al mes. ¿Es esto cierto? En ese caso, puedo llevar conmigo unas cinco
19 ty Ensayo^
mil —¡está ahora tan cara con respecto a nuestra pobre moneda!— para
vivir diez meses. Si al cabo de ellos no he encontrado modo de ganarme la
vida, ¿qué cuesta arrebatármela? Mi madre —mi única familia— se queda
en México. Tiene su madre, tiene hermanos y le dejo el auto y muebles y
biblioteca que en último caso puede vender. No sabes cuánto amo a Méxi-
co, a este México que ha caído en las peores horribles manos. Sufro
mucho, Federico.
Me dicen que en la calle de Las Infantas hay unos departamentos para
solteros, pequeños. ¿Quisieras informarte de su renta, tratar uno para mí
y avisarme a vuelta de correo aéreo, de estas tres consultas abstractas?
1. ¿Crees que podré ganarme allá la vida? 2. ¿Podré vivir con 500 pesetas
mensuales? 3. ¿Cuánto renta un departamento adecuado de soltero? Partiré
en cuanto tenga tu respuesta. Te imploro que me contestes. Puedo salir
enseguida.
Te abraza tu atribuladela, 9
Salvador El hecho de que la prota-
gonista de la última obra
teatral de Loma, La casa
Lorca seguramente se habrá sonreído al ver a su amigo Adela converti- de Bernarda Alba, se lla-
do ahora en «atribuladela»9. Por lo demás, resulta difícil imaginar cómo mara Adela, no creo que
pase de ser una curiosa
habría reaccionado ante el plan anunciado por Novo. Con quinientas pese- coincidencia. Sin embargo,
tas al mes, éste seguramente hubiera podido vivir modestamente en cabe señalar que el propio
Madrid (tengo entendido que, por estas mismas fechas, Luis Cernuda vivía Novo sí se complacía en
imaginar que el autor de la
—austeramente, es cierto— de las doscientas pesetas que ganaba trabajan- obra a lo mejor había pen-
do para las Misiones Pedagógicas). Es decir: los problemas prácticos del sado en su «Adela» a la
cambio propuesto por Novo se hubieran podido resolver. Y no cabe duda hora de escribirla. Refirién-
dose a Lorca, comentó lo
de que Lorca tenía afecto por Novo... Pero, pese a todo, no es imposible siguiente: «Y mientras lo
que el español haya vacilado ante la decisión de animar a Novo a lanzarse recuerdo con tristeza, me
a esta aventura. A fin de cuentas, ¿no se trataba de una decisión bastante hago la ilusión de que al
bautizar con el nombre de
comprometedora, sobre todo si se toma en cuenta, por un lado, la actitud Adela a la más decidida de
más que amistosa de «Adela» hacía él y, por otro, la importancia que ya sus protagonistas, haya
había cobrado en la vida de Lorca su relación amorosa con su joven secre- recordado a la inspiradora
tario Rafael Rodríguez Rapún? Por otra parte, ¿la propuesta de Novo real- de nuestra canción nacio-
nal, mi narración de cuyas
mente iba en serio o fue sólo el desahogo momentáneo de su enojo con el hazañas tanto le entusias-
nuevo régimen? mó en Buenos Aires.»
Si Lorca le contestó a Novo no lo sabemos. El hecho es que Novo desis- Véase Novo, La vida en
México en el período pre-
tió por fin de su propósito. Siguió en México, donde, como periodista y sidencial de Manuel Avila
como poeta satírico, se granjeó la reputación de ser uno de los críticos Camacho, compilación y
más feroces del gobierno revolucionario de Cárdenas. Tanto fue así que el nota preliminar de a José
Emilio Pacecho (2 ed.,
lector de estas cartas se pregunta qué hubiera pasado de haberse reunido Consejo Nacional para la
Novo con Lorca en Madrid. Después de las elecciones de noviembre de Cultura y las Artes, México
1933, el gobierno de la República Española había tomado un giro abrupto DI., 1994),$. 374.
cfi 20

a la derecha, cosa que había llevado a muchos artistas e intelectuales


como Lorca a asumir, a su vez, una postura política mucho más radical.
Es decir, en 1935 ya existía un abismo ideológico entre los dos poetas.
Para tener una idea de la magnitud de esta diferencia, basta con tener
presente el trabajo de Lorca a la cabeza de la compañía teatral «La Barra-
ca»: auspiciada por la República Española (aunque castigada por el nuevo
gobierno de derechas), esta importante labor tenía su equivalente en Méxi-
co en proyectos de cultura popular promovidos por Cárdenas... y fustiga-
dos por Novo. Si bien es cierto que el granadino nunca permitía que sus
ideas políticas interfiriesen con sus amistades personales, resulta difícil
creer que las ideas de Novo, y sobre todo su pasión por airearlas de mane-
ra provocativa, no hubieran terminado por distanciar a los dos amigos.
Novo tuvo la esperanza de que se volvieran a ver en México, en el vera-
no de 1936. Parece que Lorca tuvo la intención de visitar el país (incluso
anunció haber comprado el billete para el viaje); sin embargo, en el últi-
mo momento cambió de idea y se quedó en España, donde, muy poco
después del levantamiento militar del mes de julio, fue fusilado por los
insurrectos. Es decir, después de los breves días vividos en Buenos Aires,
los dos amigos nunca más volverían a verse. Pero fue tal el impacto que el
poeta español tuvo sobre NovOj que, a pesar del paso del tiempo, éste
siempre se guardaría fiel a su memoria. Y de hecho, tal vez sea ésta la
imagen que finalmente nos ofrece esta breve correspondencia: la de una
pasión humana, más que de una relación literaria. A fin de cuentas, y a
pesar del indudable interés biográfico del «Romance de Angelillo y Adela»,
el encuentro entre Novo y Lorca no dejó, en ninguno de los dos poetas,
ninguna huella literaria importante. El encuentro personal, en cambio,
dejó, en Novo si bien no tanto en Lorca (que no parece haber correspondi-
do a los sentimientos del otro en la medida que éste seguramente hubiera
querido), una huella indeleble; tan indeleble que incluso unos treinta y
."> Novo, «Prólogo»! p . xix. nueve años más tarde, al escribir el prólogo a las obras de Lorca, el mexi-
{Agradezco los valiosos co- cano se sentiría obligado a evocar una vez más a «la persona cuyo genio,
mentarios que hizo Antho-
ny Stanton sobre un primer gracia, voz, ha permanecido, a la vez congelada y viva, inmóvil y dinámi-
borrador de este trabajo.) ca, en mi recuerdo»10.

James Valender

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