Tópicos de Derecho
Tópicos de Derecho
Tópicos de Derecho
Tópicos de Derec6o:
En torno aC ejercicio de Ca A &osa cía
por el Dr. CARLOS RODB!GUEZ PASTOR,
ex-Ministro de Educación Pública,
y Catedrático Titular de Derecho Romano (P.U.C.)
El. vocablo "tópico" (del griego topos: lugar) tiene dos acepciones: una
vulgar y otra erudita. Vulgarmente; tópico es sinónimo de lugar común, quizá
más propiamente de expresión "trivial", no en cuanto susceptible de tomarse
como algo intrascendente, fútil, insubstancial, falto de novedad, carente de
originalidad o que no sobresale de lo ordinario; sino más bien, como refe·
renda al "trivio" o sea a las tres vías o ramas que antiguamente integraban
las tres artes liberales conectadas con la Elocuencia, a saber: La Gramática,
la Retórica y la Dialéctica, En este sentido, un "tópico" aun vulgarmente
considerado no es tan b:ivial como pudiera parecer.
Desde el punto de vista E'rudito, los "tópicos" son los lugares dialécticos
que, según Aristótel€s, constituían aquellos principios de donde se extraen
los elementos o razones que han de servir para convertir lo dudoso en ra-
cional. En esta acepción los tópicos se reducen a definir, a dividir, a exponer
el género próximo, a enunciar las diferencias específicas, a enumerar los
accidentes de las cesas. Responden a estos interrogantes fundamentales:
QUE; CUANTO; DE DONDE; COMO.
Discurriendo extensivamente, tratar de TOPICOS DE LA ABOGACIA
equivaldrá a plantear aquellas cuestiones que interesan respecto al ejercicio
de nuestra ocupación profesional. Qué es; cómo se diversifica; sobre qué
fundamentos se sustenta; de qué manera funciona. Conceptúo que, de mo-
mento, hay un tópico por analizar, en torno a nuestra actividad de abogados
que es el relacionado con la Oratoria Forense.
Si nos atenemos al origen etimológico y al valor semántico de las dis-
tintas denominaciones que se aplican a nuestra profesión, el "abogado"
(de ad-vocatus), es el "llamado", porque en Roma los jurisconsultos o ex-
pertos en Derecho eran requeridos a prestar el auxilio de su consejo en
las cuestiones difíciles, en los asuntos complejos, en los problemas escabro-
sos que se proponían a su consideración. Se les denominaba también "patro-
nos", por analogía con la función patronal que el "dominus" cumplía con
sus libertos (derecho de patronato), o el patricio con su clientela. Aun hoy
es usual decir que las causas de nuestros clientes han sido puestas bajo
nu~stro patrocinio. Las Siete Partidas consideraron a los abogados como "ora-
dores o voceros" (de os-oris. voz) ya que la defensa suele hacerse verbal-
mente o de viva voz. En el Derecho Canónico recibieron el nombre de
TOPICOS DE DER'tCHO: EN TORNO AL EJERCICIO DE LA ABOGACIA 165
(1) Enrique Díaz de Guijarro, "Abogados y Jueces'', pág. 48. Abeledo.Perrót, 1950.
"Buenos AirH.
166 DERECHO
sobre las cuestiones generales del Derecho y sobre los problemas específicos.
materia del debate. Es verdad que el titulo que nos otorga la Universidad.
después de satisfechas las pruebas reglamentarias, confiere una presunción
de capacidad. Pero es sólo una "presumptio juris". Significa nada más que
un cartón desprovisto de contenido, si quien lo ostenta carece de la ciencia_
necesaria y no mantiene vigentes sus conocimientos, refrescándolos e in-
crementándolos continuamente con el estudio cotidiano y la dedicación
indeficiente, exigibles no sólo para el desempeño de la abogacía cuyas
funciones formales y extrínsecas se cumplen en los Juzgados y Tribunales,
planteado ya el litigio; sino también mediante el consejo oportuno, la adver-
tencia adecuada, la consulta previa, el dictamen experimentado, la orienta-
ción conveniente, la opinión precisa, el parecer sagaz, formas subyacentes
en nuestra Cictividad profesional y que se ejercitan para impedir que surja la
controversia.
Así queda circunscrito y delimitado el doble ámbito dentro del cual
se polariza nuestra profesión. Uno, previo, anterior al juicio en el que pre-
domina el jurista; otro, posterior y subsiguiente en el que prevalece el abo-
gado. Son las dos etapas análogas a la Profilaxia y a la Terapéutica en el
campo de la Medicina: la que previene y la que remedia. En determinados
casos, la función consultiva deberá preferirse a la defensiva. Pues, como
muchas VQCes es mejor prevenir que curar, así en ocasiones más vale evitar
un juicio que defenderlo. Tan abogado es el que previene los litigios, como
el que los defiende una vez producidos. Así ha sido siempre. En Roma, el
"prudens" era el que absolvía previamente las consultas que se le formu-
laban, sobre cuestiones genéricas, ejercitando el "jus publice respondendi".
En cambio el Abogado, bajo d nombre de "causiducus" era el que, ante
el Magistrado defendía el caso concreto. Ambas categorías corresponden a
las que, dentro del Derecho Inglés, están representadas por los "sollicitors"
y por los "barristers", es decir, por los consultores y por los abogados
propiamente tales.
En una y otra esfera se requiere como condición "sine qua non" e-
insustituible, de la ciencia, cuyo presupuesto es precisamente el titulo del
que nos premune la Facultad. Empero, la capacidad teórica y doctrinaria
debe ser complementada con: el estudio, asiduo, indeclinable, tenaz y per-
severante. Cicerón en su libro "De Oratore" expone cómo debe trabajar el
Abogado, en el estudio, en la dirección, en el análisis, en el escudriñamiento
de cada uno de los asuntos que se le encomiendan, a fin de alcanzar el
éxito propuesto. Recuerdo haber leído en una obra de Francis Wellman,
miembro del Foro de New York, intitulada "Cómo ganar juicios", que la
palabra maestra que remueve todos los obstáculos; el verbo mágico que
obra positivos milagros, es el trabajo, El malogrado profesor uruguayo Eduar-
do Couture, sintetizó en los cuatro primeros preceptos del Decálogo que
redactó, al ser incorporado en el Colegio de Abogados de Buenos Aires, este
aspecto de nuestra actividad profesional. 19 Estudia, pues, el Derecho se
transforma constantemente, y sino sigues sus pasos, serás cada día menos
abogado; 29 Piensa porque el Derecho se aprende estudiando pero se
ejercita pensando; 39 Trabaja porque la Abogacía es una ardua fatiga ai
servicio de la Justicia; 49 Lucha por el Derecho, empero el día en que en-
cuentres en conflicto el Derecho con Justicia, lucha por la Justicia.
TOPICOS DE DEBECHO: EN TORNO AL EJERCICIO DE LA ABOGACIA 167
por encima del nivel común de las gentes; quien no posea una memoria
firme y rápida; quien esté d~sprovisto de una imaginación fértil y vivaz;
quien no tenga espíritu generalizador, criterio analítico, aptitud metódica Y
facilidad elocutiva.
Lo que ocurre es que todas estas cualidades nativas, han de desarro"'
liarse, ejercita:rse, cultivarse, desenvolverse, enriquecEU"se y fecundizarse
con el estudio asiduo de las reglas oratorias, con la práctica constante de
hablar en público; con el hábito de escuchar a los grandes oradores y con
la lectura frecuente de los mejores modelos.
Cuántos sabios eminentes sólo han logrado dominar el difícil arte
de la palabra hablada, a costa de enormes sacrificios. Demóstenes, por
ejemplo, por su tartamudez, por la pobreza de su estilo, por sus defectos
iísicos, suscitó hilaridad al pronunciar sus primeros discursos. Pero a fuerza
de trabajo sistemático, de estudio tenaz y de severa autodisciplina, llegó
a convertirse en el más famoso orador de Grecia y en uno de los más
ilustres de la humanidad. El mismo Cicerón, la más gigantesca luminaria
de la literatura romana, dedicó varios años al aprendizaje de la oratoria,
al lado de sus grandes maestros.
Se ha sostenido en ocásiones que los jueces y magistrados, por la
profundidad de sus conocimientos jurídicos, por su versación acerca de los
dispositivos legales; por su experiencia en el discernimiento de la justicia,
se mantienen impasibles e invulnerables al impacto de los discursos de los
abogados; por lo que la Oratoria resulta inútil, superflua, innecesaria y hasta
contraproducente. Ojalá que esto fuese siempre cierto. Pero las cuestiones
de hecho y de d~recho contenidas en los juicios; los problemas que se
debaten en los estrados judiciales, son a veces tan complejos, tan enmcua-
ñados, tan difíciles, que nadie más que los juzgadores requieren suficientes
elementos de convicción que los abogados ponen a su disposición en sus
informes orales, pronunciados con arreglo a la técnica de la oratoria forense.
Así los jueces procuran en sus ftxllos hacer que triunfe la justicia. Empero,
al logro de esta victoria, colaboran eficientemente los abogados, quienes
en frase de Héctor Lafaille, resultan los soldados desconocidos de la juris·
prudencia.
En síntesis, el abogado, en el desempeño de su función de defensor,
es ante todo un orador. Por ello, debe reunir cualidades intelectuales y
éticas sobresalientes; algunas congénitas y natürales; pero otras adquiridas
y vigorizadas con el estudio, con la dedicación y el trabajo. Aun las dotes
nativas deben ser esmeradamente cultivadas y desarrolladas a base de la
técnica y de las prácticas oratorias.
De lo expuesto, deslizándonos como por sobre un plano indicado, !fe-
gamos a una conclusión lógica e insoslayable: la conveniencia de restable-
cer en el Pensum de los estudios facultativos, la asignatura de ORATORIA
FORENSE, dictada desde luego, con arreglo a criterios metodológicos reac·
tualizados, de acuerdo con las inspiraciones de una concepción moderna y
con sujeción a una técnica renovada. Quede esta conclusión como una se-
milla echada en el surco de la inquietud intelectual que tanto distingue a
las autoridades universitarias, a fin de que, meditando sobre ella, decidan
si vale la pena que florezca y fructifique.
---:e:--