Un Tal Jose Antonio

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PROF. DR.

ENRIQUE DE AGUINAGA De la Real Academia de Doctores


Catedrático emérito de la Universidad Complutense de Madrid. Decano de los
Cronistas de la Villa de Madrid

UN TAL JOSÉ ANTONIO

Casino de Madrid
24 de noviembre de 2005 Madrid
¿Se puede hablar de José Antonio?
Quiero decir José Antonio Primo de Rivera (Madrid, 1903-Alicante, 1936) ¿Se puede
hablar de José Antonio?

Esta reunión responde afirmativamente, en cuanto que el Casino de Madrid da una prueba
de pluralismo, de respeto a las minorías, de libertad de expresión, de convivencia
inteligente y en suma de democracia sin apellidos.

Al Presidente del Casino de Madrid, con su directiva, mi gratitud, como a todos


ustedes que me regalan su compañía afirmativa, en esta tarde madrileña, en la que voy a
procurar el aprobado del aula de San Juan de la Cruz, que lo dejó escrito:

A la tarde serás examinado en el amor.

Desde mi propio atardecer, recuerdo el bello cancionero del Frente de Juventudes,


intento de reconciliación nacional que no se ha valorado debidamente. De aquel cancionero,
en paz y alegría, sin odio, sin adversario, recuerdo y hasta canturreo Marchan las nuevas
juventudes, que termina con estos dos versos optimistas:

¡Gloria! ¡Siempre la Historia


es un quehacer de amor!

Con este pensamiento, siguiendo mi costumbre, para que ustedes administren su


atención o su aburrimiento, he distribuido la conferencia en estaciones, que, en este caso,
serán cinco.
Primera estación

EN LA QUE JOSE ANTONIO ES TABÚ

Mi experiencia es que no se puede hablar de José Antonio Primo de Rivera, al


menos con conocimiento ecuánime. La ignorancia es tal que, frecuentemente, en libros
actuales y solventes, en el índice onomástico, se le confunde con su padre, don Miguel.

José Antonio es hoy el gran desconocido, si no es tergiversado o agraviado porque,


en el caso de que se le conceda existencia histórica, aparece como peligroso pistolero
fascista, como golpista del franquismo o, en el mejor de los casos, como un tal José
Antonio.

José Antonio es un tabú irracional, a izquierda y derecha.

Cristina López Schlichting, a quien, con ocasión del centenario, le propuse un


sencillo recordatorio radiofónico, me escribe: habrá que esperar cincuenta años para que
la gente deje de odiarse a causa de la republica y de la guerra civil [...] José Antonio es
victima de la utilización ideológica, primero, de Franco y, ahora, de los falsos demócratas

Ante mi insistencia, Cristina acabó explicándome que José Antonio es objeto de tal
tabú que siendo como soy el blanco mas perseguido (como parte de COPE) no me atrevo a
tratarlo.

¿A quien se censura de este modo implacable? ¿De quien se trata?

Se trata de un joven esclarecido y gallardo, universitario enamorado del Derecho, que


se perfila como autentica gloria del Foro español, según la autoridad jurídica y adversaria
de Bergamín (1927); que entra en política noblemente, en defensa de su padre (1931); que,
en política, actúa plenamente, como titular de un partido, solo año y medio (desde octubre
de 1934, elegido Jefe de la Falange por tres años, hasta su encarcelamiento en marzo de
1936); que, a pesar de tal brevedad, ha originado más bibliografía que cualquiera de sus
coetáneos ilustres y que muchos de ellos juntos; que
ha dejado mil doscientas paginas de cristalino pensamiento y de nítida prosa, ahí presentes
para su estudio; que ha movilizado a tres generaciones de idealistas; que arrostra el
cautiverio y la muerte estoicamente, ejemplarmente, cristianamente; que para quienes le
analizan y conocen honestamente adviene en arquetipo; que, en fin, hace exclamar al
filosofo francés Gustave Thibon ¡Qué alma más limpia!

La censura es, ciertamente, implacable e irracional. He aquí unas muestras que he


vivido:

En el Instituto de Estudios Políticos (1986), en un inquisitorial auto de fe, se destruye


el depósito de la más admirable edición de sus Obras Completas (la edición de 1977).

En 1999, en la Universidad de Salamanca (en la Salamanca de Unamuno, que


conversa con José Antonio y le califica de cerebro privilegiado, tal vez el más prometedor
de la Europa contemporánea), se prohíbe y persigue un curso promovido por una
asociación de estudiantes, que, previo pago, cubrió una matricula de cuatrocientos para
asistir a las disertaciones sobre José Antonio, entre dos mundos. La evolución de un
pensamiento.

Como catedrático emérito, diré, no sin rubor, que la conferencia que me prohibió el
rector de la Universidad de Salamanca, profesor Berdugo, pude darla finalmente en la
Universidad de Trieste, a requerimiento del profesor Spagnesi, director del Departamento
de Ciencia Política. Me consta que la noticia se envió desde la delegación de la Agencia
Efe en Roma; pero, vaya por Dios, no pudo entrar en los circuitos nacionales.

En 1997, con una audacia que todavía no me la acabo de creer, se presenta en el


Ateneo de Madrid el libro Sobre José Antonio, siendo presidente del Ateneo, Paulino
García Partida, de Izquierda Republicana. Fue un acto clamoroso, insólito y de puro estilo
falangista. Los más viejos ateneístas no recordaban otra semejante ni el salón tan
abarrotado. Al día siguiente, ni una palabra en Prensa, Radio o Televisión.

Durante cuatro años, sucesivamente, la Universidad Complutense, en sus oceánicos


cursos de verano, ha negado un ciclo mínimo dedicado a José Antonio, desde un punto de
vista académico, a cargo de catedráticos de la propia Universidad

Tras aquella nueva censura, por carta, ofrezco el curso al Rector de la Universidad
Carlos III, Gregorio Pereces-Barba, que cortésmente me da la callada por respuesta.

El Servicio Filatélico, que la concede a Mortadelo y Filemón, deniega una emisión,


solicitada en tiempo y forma, con motivo del centenario de José Antonio (2003), a
semejanza de las emisiones de Indalecio Prieto, Victoria Kent o Pablo Iglesias.

Debidamente requerido, el Colegio de Abogados de Madrid, al que José Antonio


perteneció (mi oficio de ahogado, tan profundamente querido dice en su testamento), no
accede al menor recordatorio.

La Real Academia de Doctores rechaza una petición académica para señalar el


centenario con una conferencia sobre José Antonio a la vista del Derecho y la Universidad

Con absoluto desconocimiento de su contenido, el Grupo Socialista del


Ayuntamiento de Madrid, mediante un comunicado oficial, exige la prohibición de una
conferencia titulada escuetamente José Antonio Primo de Rivera en el ciclo Madrileños
del siglo XX organizado autónomamente por el Instituto de Estudios Madrileños en el
Centro Mesonero Romanos.

Televisión Española retira de la programación el video del centenario de José


Antonio (23 de abril de 2003) realizado con un aséptico guión de Adriano Gómez Molina.
Se dice que los representantes socialistas, en el Consejo de RTVE interpelan al director
general, que hasta la fecha no ha explicado aquella censura.

El miembro del Consejo de Administración de RTVE, Sacaluga, exige públicamente


la prohibición de la sesión dedicada al centenario de José Antonio en el programa Negro
sobre Blanco de Sánchez Dragó. La sesión se emite, de madrugada; pero el programa de
Sánchez Dragó acaba suprimido.

Raramente (en dos ocasiones, recurriendo personalmente a Jesús de Polanco), los


periódicos publican mis cartas sobre José Antonio, que escribo solo para el
restablecimiento de verdades vulneradas.

En 1998, el Secretario General de la Delegación del Gobierno en Asturias, José


Maria Pérez Rodríguez, del Partido Popular, es destituido fulminantemente por calificar a
José Antonio, ante un reducido auditorio, como español admirable y ejemplar,
injustamente olvidado

Después de haber permanecido cincuenta años, se retira vindicativamente de la


galería del Ateneo de Madrid el retrato de José Antonio, siendo presidente Carlos París
(2000).

Un renombrado catedrático de Historia retira su participación en un encuentro


intelectual sobre José Antonio y se justifica literalmente, por escrito: Mi participación
tendría consecuencias muy negativas para mí en lo profesional y en lo personal (2003)

Enrique Quesada solicita mi dirección para su tesis doctoral, José Antonio, la


derecha y el fascismo; pero la malicia de la Facultad de Historia de la Universidad
Complutense, Sección Moderna y Contemporánea, actúa de modo que el doctorando tiene
que renunciar a su intento.
De modo torpe y solapado, en este mismo año, se retiran los monumentos a José
Antonio, en Guadalajara y Tauste.

Y, ahora, a mi compadre Jaime Campmany le han querido quitar una calle por
falangista o por joseantoniano, como también él prefería.

Llegados a este punto, permítanme ustedes un paréntesis para subrayar, como lo hace
González Cuevas, en su libro El pensamiento político de la derecha española del
siglo XX, tanto los fallos de comunicación de los joseantonianos como la actitud de la
derecha avergonzada de su propia historia.

Considerar como afrentosa la condición de fanquista o falangista, y considerarla así


en un sistema democrático de libertad de expresión de todas las opiniones, es una
irracionalidad pavorosa.

Primero, porque franquista y falangista son ya sustancias históricas como anarquista,


comunista o socialista. No veo hoy a anarquistas, comunistas o socialistas que den una
sola gota de su sangre por la implantación de un autentico anarquismo, un autentico
comunismo o un autentico socialismo.

¡Todos estamos, tan ricamente, inmersos en la dogmática democracia capitalista!

Y, segundo, en cuanto que franquista y falangista hoy son actitudes de restitución de


la verdad, tan sistemáticamente atropellada, en la operación de sustituir el pasado por lo que
no pasó.

Así, a estas alturas, si no fuera por el cainismo flotante, quien quiera se podría
declarar fanquista o falangista, como anarquista, comunista o socialista, con toda
naturalidad y a mucha honra.
Y por supuesto, para las posibles irregularidades, ahí están la Constitución y el
Código Penal. Y cierro paréntesis.

Todo lo anterior y más hace decir al historiador Luis Suárez: José Antonio es el gran
ninguneado y hace falta valor cívico para citarle en público.

¿A qué este ensañamiento aniquilador? ¿Será mala conciencia? ¿Será odio a la


excelencia? ¿Será rencor mostrenco? ¿Será simple ignorancia?
Segunda estación

EN LA QUE SE HABLA DE FASCISMO, FRANQUISMO Y VIOLENCIA

Les pido que me crean porque no tengo tiempo para desarrollar datos y argumentos,
que ya he desarrollado en libro, y porque no tengo ningún interés en engañarles a ustedes ni
en engañarme a mi mismo. Queden así tres apuntaciones someras sobre tres afrentas
mostrencas: fascismo, franquismo y violencia.

José Antonio, que aparece en el periodo de entreguerras, entre las apelaciones


universales del fascismo y del comunismo, tiene un primer deslumbramiento pero, en
seguida, se niega a ser fascista. Las pruebas no dejan la menor duda. Hoy, solo fanáticos o
ignorantes invocan al fascismo. La gran patraña de la izquierda, la gran estafa que tan buen
resultado dialéctico le ha dado, ya no se admite seriamente. Solo zarrapastrosos políticos
sacan al fascismo a pasear, cuando no tienen otro recurso. Lo ha dicho el inequívoco Payne
(La Razón, enero, 2005).

Primo de Rivera no fue ni podía ser un fascista concluye el profesor universitario


Sánchez Marín en su libro José Antonio Primo de Rivera. La teoría y la realidad (2004).
Sánchez Marín que, por la censura invisible, ha tenido que editar digitalmente su libro en
Montevideo, tiene cuarenta años y, por lo tanto, escribe contra corriente, sin nostalgia ni
apasionamiento, por imperativo intelectual.

La complejidad política ha unido durante treinta y ocho años los retratos de José
Antonio y Franco, como unidas están sus tumbas; pero, si no se puede decir que Franco
fuese joseantoniano, menos aún cabe la ucronía de que José Antonio fuese franquista.

José Antonio no puede ser enjuiciado por lo que se hizo con su memoria después de
su muerte reconoce Paul Preston. Con suficiente autoridad, se considera que en 1936 no
solo muere José Antonio, sino también su Falange y que el largo periodo posterior de
impregnación falangista, con sus luces y sus sombras, con sus excelencias y
miserias, con su enorme complejidad, no admite simplificaciones y debe ser estudiado en
todas sus dimensiones.

Hablemos de violencia.

En la campaña electoral de 1933, cuando José Antonio aparece con la Falange, el


socialista Indalecio Prieto clamaba: Si somos derrotados en las urnas, a vencer en las
calles al grito de ¡Diva la revolución social! Para esa revolución, explica la socialista
Margarita Nelken, nos harán falta llamas gigantescas que se verán desde cualquier punto
del planeta y olas de sangre que teñirán de rojo los mares.

Días antes, el socialista Largo Caballero, presidente del PSOE, preconizados de la


dictadura del proletariado, afirmaba, en la misma campaña:

Estamos en plena guerra civil. Lo que pasa es que esta guerra no ha tomado aun los
caracteres cruentos que, por fortuna o desgracia, tendrá inexorablemente que tomar.
Tenemos que luchar como sea hasta que en las torres y los edificios oficiales ondee
no una bandera tricolor de una republica burguesa, sino la bandera roja de la
revolución socialista.

Para ello, según el Decálogo publicado en 1934, la única idea que hoy debe tener
grabada el joven socialista en su cerebro es que el socialismo solamente puede imponerse
por la violencia y que aquel compañero que propugne lo contrario, que tenga todavía
sueños democráticos, no pasa de ser un traidor, consciente o inconscientemente .

En el otro extremo, en la misma campaña de 1933, el democristiano José Maria Gil


Robles arenga a los suyos: Queremos una patria totalitaria ¡Que importa que nos cueste
hasta derramar sangre! La democracia no es para nosotros un fin, sino un medio para ir a
la conquista del Estado nuevo. Pocos meses antes, se había desatado la rebelión anarquista,
reprimida brutalmente por el Gobierno republicano, en el pueblo gaditano de Casas Viejas.
En este contexto, José Antonio, ante las ofensas a la justicia y a la Patria, proclama
la dialéctica de los puños y de las pistolas, en frase que es lo único que saben de José
Antonio, y lo saben mal, sus detractores típicos.

El propio José Antonio corrige la frase y explica su dramática resistencia a los


azuzamientos de la derecha y a las provocaciones de la izquierda, para responder a la
violencia.

Hay datos abundantes para analizar esta profunda crisis de José Antonio, uno de los
hombres más ponderados que han existido en la política española, según Juan Ignacio
Luca de Tena, el alma más liberal, según Eugenio Montes, generosa cordialidad frente a
los que no pensaban como él, según Gregorio Marañón; hijo de la luz, según Antonio
Garrigues Walker; fiel a su compostura intelectual, hasta el ultimo momento, según él
mismo, que escribe: Sin la constante vigilancia del pensamiento, la acción es pura
barbarie.

También hay datos para analizar la complejidad de la actitud de José Antonio ante el
golpe militar de 1936 y su transformación en guerra civil, que hoy sigue siendo objeto de
contradicción historiográfica.

Ahí están los doce mensajes sucesivos de José Antonio, que van desde las elecciones
de febrero hasta las vísperas de su muerte. Hay que estudiarlos. Hay que estudiar, en la
deriva de los acontecimientos, la que José Antonio considera única solución del conflicto
ya estallado: la deposición de las hostilidades.

Hay que estudiar su ofrecimiento al Gobierno como mediador del posible pacto, así
como su propuesta de un plan de pacificación y su proyecto de Gobierno Nacional en el
que, bajo la presidencia de Martínez Barrio (de Unión Republicana), estarían Felipe
Sánchez Román (del Partido Nacional Republicano), Melquíades Álvarez, que
asesinarían en Madrid (del Partido Reformista), Miguel Maura (de Derecha Liberal
Republicana), Manuel Portela (del Partido de Centro), Mariano Ruiz-Funes (de Izquierda
Republicana), Juan Ventosa (de Lliga Catalana), Ortega y Gasset (de Agrupación al
Servicio de la Republica), Indalecio Prieto (del Partido Socialista Obrero Español),
Agustín Viñuales (independiente) y Gregorio Marañon (de Agrupación al Servicio de la
República).

Lo infructuoso de la tentativa no afecta a su compostura. en la que permanece


definitivamente.

Un adversario político muy notable, José Maria Gil Robles, declara en 1979:

José Antonio nunca quiso una sublevación militar y, mucho menos, que se instalara
una dictadura militar. De eso tengo noticias exactísimas. Quería un golpe falangista.
Podía admitir como instrumento necesario la colaboración de militares, pero un
golpe militar estructurado para dar lugar a una dictadura militar ¡jamás! Esto es
segurísimo.

Dionisio Ridruejo, ya fuera de la Falange, asegura que para José Antonio la


perspectiva de una guerra civil era un desastre, cualquiera que pudiera ser su resultado. Y
el propio José Antonio, envuelto en su vorágine, opina que una guerra civil, además de
una barbarie es una ordinariez, porque el pueblo que tiene que lanzarse ti ella pone de
manifiesto que ha malogrado una de las gracias mas grandes recibidas del Todopoderoso
por la Humanidad, la inteligencia y un lenguaje común para entenderse.

La guerra civil por antonomasia (1936-1939), también rebelión militar, alzamiento


nacional, guerra facciosa, guerra de liberación, cruzada, guerra incivil, lucha antifascista,
lucha anticomunista, guerra civil mundial, ensayo de la II Gran Guerra o última guerra
romántica, no es algo súbito, inimaginable, sin antecedentes, mera ocurrencia malvada.

Ya en 1866, Fernando de Castro avisa a la Real Academia de la Historia que


España verá ensangrentarse sus ciudades y sus campos en una guerra civil, religiosa.... Ya
en 1915 Luis Araquistain, proponía exteriorizar la guerra civil que palpita en las
entrañas del pueblo español. Y está en la sublevación republicana de Jaca (1930), en el
destierro de Alfonso XIII, para evitar la fraticida guerra Civil, y en la intentona del general
Sanjurjo (1932).

Francisco Largo Caballero, en 1933, como ha quedado dicho, la proclama


abiertamente con caracteres cruentos y, en 1934, la evita el Gobierno al sofocar el golpe de
estado del PSOE. También para evitar la guerra civil, Alcalá-Zamora acepta, en 1936, su
destitución como Presidente de la Republica, mientras que José Maria Gil Robles la
considera absolutamente inevitable y Juan Ignacio Luca de Tena no solo la considera
inevitable, sino también trágicamente necesaria para salvar a nuestra Patria del caos.
Tercera estación

EN LA QUE SE SITUA A JOSE ANTONIO EN SU CONTEXTO

En cualquier caso, el examen de José Antonio debe hacerse en su contexto, no solo


por la necesaria ponderación de las circunstancias, sino también porque el contexto de José
Antonio, la II Republica, difiere radicalmente de nuestro contexto actual.

O ¿es que el PSOE neocapitalista de Rodríguez Zapatero se parece al PSOE de


Largo Caballero, que postulaba la dictadura del proletariado? O ¿es que la sociedad
presente, generada desde una nueva clase media, tiene algo que ver con la sociedad que, en
los años treinta, arrastra el analfabetismo y la pobreza de la I Restauración?

En 1933 la Universidad de Madrid le hace a Einstein una oferta docente que, a pesar
de su exorbitante dotación económica, el sabio rechaza a causa de la inquietante
inestabilidad de aquella sociedad española.

Refiriéndose a los atropellos de la primavera de 1936 (269 asesinatos, 160 iglesias


destruidas, 251 templos asaltados, 10 periódicos arrasados, 146 bombas o petardos
estallados, según el informe de Gil Robles al Parlamento), Stanley G. Payne afirma que el
régimen de Azaña perdió la legitimidad de funciones y que ningún país habría aceptado
aquella situación, en la que se incluye el crimen de Estado perpetrado en la persona que
ostentaba la jefatura de la oposición parlamentaria.

Y es curioso que, entre la multitud de estudios monográficos dedicados a este tiempo,


no se encuentren (al menos, yo no los he encontrado) la censura de Prensa y la suspensión
de periódicos en la II Republica, que José Antonio resume, cuando escribe: Quince días de
libertad de Prensa y de palabra llevarían al estallido de una situación de violencia
inaudita
En aquel contexto, con Mussolini y Hitler en los balcones de Europa y, en algún
momento, en la complacencia de Churchill y Chamberlain, no parece razonable juzgar
desde la mentalidad actual la utilización que entonces se hiciera de términos
como.fascismo, totalitarismo, partidos políticos, parlamentarismo o democracia.

Recientemente (de esto no se habla en los periódicos) Adriana Pena, ha publicado en


Internet José Antonio Primo de Rivera, testigo y analista del colapso de la democracia,
estudio intenso de la posición de José Antonio respecto a la democracia; pero no, ante
teoría alguna, sino ante la realidad que vivió. Adriana es una argentina afincada en Estados
Unidos, que en la ciudad universitaria de State College (Pensilvania) se dedica al estudio de
la Historia y, espontáneamente, ha descubierto a José Antonio.

En cuanto a la elaboración de un pensamiento que hoy se pueda someter a un análisis


científico debe tenerse en cuenta, así lo veo yo, que, por encima del aparejo político, los dos
valores inmediatos de José Antonio son la renuncia y la innovación. Su abnegada salida de
la torre de marfil en que le correspondió vivir y su originalidad de un planteamiento
político que se remontaba sobre el orden establecido.

En estricta política, se reconoce el punto de madurez y radicalización de José


Antonio en el llamado discurso de la Revolución española (magnifico según Gibson; uno
los mas importantes y elaborados, según Gil Pecharromán), enmarcado en el año y medio
de su plenitud política como Jefe Nacional de Falange.

En aquellos dieciocho meses, José Antonio tiene que enfrentarse a la defección del
marques de la Eliseda, a la expulsión de Ramiro Ledesma (como meses antes había
promovido la expulsión de Ansaldo, el de la Falange de la Sangre), a las dificultades
económicas (celebra una junta con velas, por corte de la electricidad) y al acoso de la
derecha, con la denegación del suplicatorio.

Estas circunstancias no son ciertamente las más propicias para una construcción
política completa, como a veces, exageradamente, se exige de José Antonio.
Jesús Fueyo considera la solidez del pensamiento de José Antonio pero pensamiento
meramente incoado o, como observa Raimundo Fernández Cuesta: ideas esbozadas que
necesitan de su desarrollo.

Frente a literalismos, catecismos v clasificaciones, el mérito actual de José Antonio


consiste en que, por encima de la incoación política, que tiene el merito de la innovación,
prevalezca su genio personal, como arquetipo e imperativo moral, que se subliman en el
espíritu de sus postrimerías, ante la muerte, y que, en definitiva, son la razón esencial de lo
joseantoniano, al día de hoy, en este otro contexto.
Cuarta estación

EN LA QUE SE EXPLICA UNA SINTESIS Y UN FRACASO

La síntesis, superación de izquierda y derecha, es idea capital en el pensamiento de


José Antonio, que la explica sencillamente:

Se nos ocurrió a algunos pensar si no seria posible lograr una síntesis de la


revolución y de la tradición. De la revolución, no como pretexto para echarlo todo a
rodar, sino como ocasión quirúrgica para volver a trazar todo con pulso firme al
servicio de una norma. De la tradición, no como remedo, sino como sustancia: no
con ánimo de copia de lo que hicieron los grandes antiguos, sino con ánimo de
adivinación de lo que harían en nuestras circunstancias. Fruto de esta inquietud de
unos cuantos, nació la Falange.

Raimundo Fernández Cuesta lo corrobora, muchos años después:

Esta es la trascendencia que los fundadores de Falange Española atribuyeron al acto


del 29 de octubre [de 1933]: alzar la bandera que respetase lo que merecía pervivir
del sistema liberal y aceptase la parte de razón que el comunismo tuviera.

Tras el fracaso del golpe socialista de octubre de 1934, José Antonio afianza y
concreta la idea:

Ni en la derecha ni en la izquierda está el remedio. La victoria de cualquiera de las


dos implica la derrota y la humillación de la otra. No puede haber vida nacional en
una patria escindida en dos mitades irreconciliables: la de los vencidos, rencorosos
en su derrota, y la de los vencedores, embriagados con su triunfo. No cabe
convivencia fecunda sino a la sombra de una política que no se deba a ningún
partido ni a ninguna clase: que sirva únicamente al destino integrador y supremo de
España: que resuelva los problemas entre los españoles sin otras miras que la
justicia y la conveniencia patrias.

De esta síntesis, genial, según Antonio Tovar, ha dicho Jesús Fueyo:

El día que alguien estudie en amor de verdad el pensamiento de la Falange,


descubrirá una de las síntesis más grandiosas del pensamiento español.

Por supuesto, la idea superadora de las esquizofrénicas izquierdas y derechas está en


otras mentes egregias, como la de Juan Pablo II, que la propuso en Bolivia como
instrumento de reconciliación. Y está en José Ortega y Gasset, en Miguel de Unamuno,
en Gregorio Marañón, en Salvador de Madariaga o en Julián Marías para quien el
esquema izquierda-derecha es tan arcaico, tan poco inteligente, tan destructor, tan estúpido
y funesto.

Pero ¿qué se hizo de la propuesta de José Antonio?

Ya en el año 1961, a los veinticinco años del fusilamiento de José Antonio, uno de
sus analistas más cualificados, Adolfo Muñoz Alonso, dio una respuesta descarnada:

Admito ciertamente que no se ha realizado el ideal falangista [...J Por otra parte,
abrigo serias dudas sobre la posibilidad de un falangismo, no porque la idea
falangista no sea realizable, sino porque la estratificación social española [los
estamentos españoles] impide que un falangismo pueda ser nunca una realidad.

Sobre esta base, en 1986, a los cincuenta años del fusilamiento de José Antonio,
pude escribir y publicar, sin ataduras, que, si la propuesta capital de José Antonio fue la
síntesis y particularmente la síntesis de derecha e izquierda, hay que admitir su fracaso,
pero en la estela de ese fracaso estamos viviendo, como vivimos de las resultas de tantos
fracasos admirables.
Después, en 1993, José Maria García Escudero, evoca el texto en que José
Antonio dice que en la derecha y en la izquierda tuvieron que alistarse los mejores de
nuestra juventud, unos por reacción contra la insolencia, otros por asco contra la
mediocridad, sometiéndose a la mutilación de ver España sesgada, con un ojo, como si
fueran tuertos; pero que en derechas e izquierdas juveniles arde, oculto, el afán por hallar
la visión armoniosa y entera de España.

El propio García Escudero revisa críticamente aquella proposición integradora:

El tiempo ha revelado hasta que punto ese texto, del que tantos hicimos carne y
sangre nuestra, era solo tina ilusión generosa; porque esa esperanza de integración
tenia inevitablemente que fracasar, puesto que, en definitiva, incurría en el error de
querer integrar a las dos Españas metiéndolas en el molde político de una de ellas,
[...] Pero ocurría además que dentro del heterogéneo conjunto de fuerzas
concurrentes del lado nacional en julio de 1936, aquella cuyo mensaje integrador
estaba en el texto evocado, era solo una fuerza entre otras y, a pesar de las
apariencias, no la fuerza decisiva.

Y, en fin, el año pasado (2004), Jaime Suárez, heroísmo intelectual, dedicación


abnegada y admirable eficacia al pie de José Antonio, desarrollaba la idea, partiendo del
empalme de la revolución de la Falange con la revolución republicana del 14 de abril de
1931:

Fracasado el 18 de julio de 1936 para la rectificación violenta de la II Republica


mediante un golpe de Estado, su conversión en guerra civil, nada menos que de tres
años, significó el fracaso total del proyecto de José Antonio de la definitiva síntesis
de las dos Españas en una empresa común. Porque, en efecto, nuestra guerra
significó la radicalización absoluta e incompatible de cada una de las dos Españas,
ahora enfrentadas a muerte, en su sentido más literal. Y, por ello, el posicionamiento
de la Falange, por tantas razones obvias, absolutamente inevitable en uno de los dos
bandos, aunque resultara vencedor, esterilizó a la Falange para llevar a cabo su
proyecto histórico de liderar el resurgimiento de España en una común aspiración
nacional.

Estamos, pues, en condiciones de aceptar dignamente el fracaso histórico-político de


la Falange, que propugnaba el empalme con la revolución republicana del 14 de abril de
1931, la supresión de los partidos, la sustitución del parlamentarismo, el desmontaje del
capitalismo, la creación de formas comunitarias de propiedad, la reforma agraria, la
nacionalización de la banca, la sindicación de la plusvalía o la síntesis izquierda-derecha.

Frente a la filosofía embriagadora del éxito, el fracaso es aceptable, porque hay una
positiva filosofía del fracaso, de raíz cristiana, frente a una negativa filosofía del éxito de
signo materialista.

Jaspers, Sartre, Lacroix y Ortega ven el fracaso como necesario y fascinante.

Naufragar no es ahogarse dice Ortega, mientras que Lacroix eleva el fracaso a


característica de la realidad humana, que fracasa esencial y fundamentalmente; que debe
distinguir entre experimentar el fracaso y sucumbir en él; que permite descubrir la alegría
dentro del fracaso; que no tiene por qué agotar la esperanza; que es aceptación y superación
de lo trágico; que se remonta sobre el escepticismo y el nihilismo.

Así lo ha visto Julián Marías, que nos alecciona con esta sentencia: lo
verdaderamente importante no es lo que se consigue, sino lo que se propone.

José Antonio tenia en la pared de su despacho, el poema de Kipling que dice: Si


tropiezas con el Triunfo, si llega tu Derrota, / y a estos dos impostores les tratas de igual
firma. Y los joseantonianos han tomado como emblema el soneto de Ángel Maria Pascual
que dice: En tu propio solar, quedaste fuera, / del orbe de tus sueños hacen criba.
Quinta estación

EN LA QUE LAS ESTRELLAS LUCEN DE NOCHE

Sobre el fracaso, la proscripción y, por encima de todo, la salvación.

Hay que salvar a José Antonio.

Al final, se suele decir, uno se queda con las personas.

Hay que salvar a José Antonio de la contingencia de su contexto, del fracaso de la


Falange. Hay que salvar a José Antonio como arquetipo humano, como persona egregia,
como modelo de generaciones, en la palabra (bella prosa del siglo XX), en la obra
(conducta heroica) y en el pensamiento (idealismo seductor).

El idealismo es como las estrellas, que no se alcanzan pero nos orientan. Estrella y
estela es la vida del hombre repetía José Antonio, es decir orientación celeste de su huella
terrena. Tras el fracaso del sol, tras el ocaso, lucen las estrellas. Y, para verlas, no conviene
llorar, reza el verso de Tagore.

Así ha surgido lo joseantoniano, sin militancia alguna, como actitud personal,


producto de un decoro intelectual, como sublimación del fracaso falangista, como rescate
de la memoria, mientras que, hierba que nace entre las losas, aparecen signos, recatados e
insistentes, de supervivencia, contra viento y marea.

José Antonio, por libre, ha estado en la Feria del Libro.

José Antonio está en una nueva tesis doctoral que ahora prepara Frank Geinitz en la
Universidad de Munich.

José Antonio está legalizado en una plataforma cultural, que tiene teléfono y pagina
en Intemet.
José Antonio está en libros recientes: el libro académico del profesor Sánchez
Marín, La teoría y la realidad (2004), el libro critico de Leon Klein, Falange, que analiza
el fracaso (2002); el libro de Fuentes, Salvad a José Antonio (2005); el libro bibliográfico
de Diaz y Uribe, El yugo y las letras (2005); y el libro sorprendente de Martín Otin, El
hombre al que Kipling dijo si (2005).

José Antonio, de repente, está en las memorias de José Maria Sanz, el roquero, más
conocido como Loquillo.

Aunque sea para la irresponsabilidad, José Antonio no deja de estar en las columnas
de Umbral como antes lo estuvo en las de Haro.

José Antonio está entre los quinientos españoles de primera categoría, de todos los
tiempos, en el Diccionario Biográfico Español que prepara la Real Academia de la
11istoria y comprende cuarenta mil biografías.

Y, también, en la intimidad de reuniones y cenáculos, como el del 29 de octubre, que


mantienen la llama viva.

Algunos dirán que son empecinamientos. Yo repito que es la hierba que sale entre las
losas opresoras. Esta es la vigencia de José Antonio y no la de las formulas políticas
ocasionales.

Eugenio Montes, inteligencia de la Falange, lo vio madrugadoramente y, ya en 1945,


a los nueve años de la muerte de José Antonio, a los nueve años de la muerte de su
Falange, lo dejó escrito: Los puntos, los programas, las situaciones pasan. Puntos,
programas, situaciones. La referencia no puede ser mas explicita. Y concluye:

Nunca José Antonio, cifra ardiente de una ensoñada España, será ceniza porque ha
trascendido a una arquetípica actitud ante lo humano.
Esta es la vigencia esencial de José Antonio. Y, si ustedes me lo aceptan, yo mismo
me ofrezco como prueba. En 1944, recién ingresado en la Escuela Oficial de Periodismo,
escribo, frente al mito, un primerizo, ingenuo, artículo titulado, José Antonio, el Hombre.

Después, durante sesenta años, actualizándolo, he reescrito aquel artículo, veces y


veces, sin ganancia, sin obediencia, por mi cuenta y riesgo, ateniéndome a las
consecuencias personales. Sesenta años de perseverancia independiente, por encima de
todas las vicisitudes, con espíritu critico, casi siempre a las duras, y aquí me tienen, en mi
ancianidad, más libre que nunca, confesando a José Antonio, sin retroceso.

Pero ¿qué nos ha legado José Antonio?. A esta pregunta inquisitorial, Arnaud Imatz,
autor de una tesis francesa sobre José Antonio, responde como Unanumo respondió a la
pregunta: ¿Qué nos ha dejado Don Quijote?:

Él se ha dejado a si mismo. Un hombre, un hombre vivo y eterno, vale por todas las
teorías y todas las filosofías. Otros pueblos han dejado instituciones, libros; nosotros
hemos dejado almas.

Así, no importan los errores humanos. El joseantoniano, juzgo por mi mismo, no cree
que José Antonio sea infalible. Al joseantoniano no le afecta que José Antonio no acierte
en el diagnostico económico del capitalismo, como sostiene Massot, o que se contradiga en
la aceptación de Kelsen, como explica Gómez Molina.

¿Se equivocó José Antonio en la inquietante proposición de la invasión de los


bárbaros? ¿Nos equivocamos nosotros al transportar aquella idea al actual fenómeno de la
inmigración?

Dice José Antonio:

En la revolución rusa, en la invasión de los bárbaros a que estamos asistiendo, van


ya, ocultos y hasta ahora negados, los gérmenes de un mundo futuro y mejor.
Tenemos que salvar esos gérmenes y queremos salvarlos. Esta es la labor verdadera
que corresponde a España y a nuestra generación: pasar de esta última orilla de un
orden económico y social que se derrumba a la orilla fresca y prometedora del orden
que se adivina.

El lema Ni comunismo ni capitalismo, que se abre a la tercera vía, será todo lo


utópico que se quiera, pero es una idea no solo presente en José Antonio, sino también en
otros nobles pensamientos. Juan Pablo II la reitera claramente en la encíclica Solicitudo
re¡ sociales, en los discursos brasileños de 1980, en el discurso a los obispos europeos
(1985) y, en 1999, en la exhortación La Iglesia en América o en la Academia Pontificia
para las Ciencias.

De Juan Pablo 11 son estas tres precisiones:

1. La caída del muro que dividía el Este y el Oeste ha dejado en evidencia otros
escandalosos muros de pobreza, violencia y opresión política que aún dividen ti
amplios sectores de la Humanidad

2. En el origen de numerosos y graves problemas sociales y humanos que atormentan


en la actualidad a Europa y al mundo se encuentran también las manifestaciones
degeneradas del capitalismo

3. Era legitimo combatir el sistema totalitario, injusto, que se definía socialista o


comunista. Pero también es verdad lo que dice León XIII, es decir, que hay "semillas
de verdad" incluso en el programa socialista. Es obvio que no se deben destruir estas
semillas, que no deben perderse

¿No resuenan en estas semillas aquellos gérmenes del discurso de José Antonio? La
realidad es que el capitalismo incrementa la desigualdad, que en la última década ha
aumentado la brecha entre pobres y ricos, según el reciente informe de la Organización de
las Naciones Unidas La situación social mundial del 2005.
La realidad es que dos mil quinientos millones de personas, 40 por ciento de la
población mundial, sobreviven con menos de dos euros al día. La realidad es que cinco
millones se mueren de hambre en Mauritania, Malí, Níger y Burkina Faso. La realidad es
que los países ricos practican el proteccionismo de sus mercados e impiden el acceso de los
países pobres. La realidad es que si, según la Declaración Universal, todos los seres
humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos, esto depende de las circunstancias
de su nacimiento. La realidad es que el huracán Katrina ha sacado a la luz las miserias del
propio imperio.

El informe de la ONU pone este ejemplo: Por cada dólar de café de Tanzania que se
vende en una cafetería de Estados Unidos, el campesino percibe menos de un centavo.

Si no refrenamos al capitalismo, este _fomentará la implantación de una


modernización exhausta y empobrecedora, ha declarado recientemente el filósofo Jürgen
Habermas. Y, con otras firmas, se puede leer en los periódicos: La humanidad no puede
vivir asentada sobre la atroz injusticia que sacude al mundo y que alimenta en parte la
guerra del terror. Las guerras de los Estados Unidos y de la Unión Europea son de ricos
contra pobres. Lugar horrible este mundo; da vergüenza ser contemporáneo.
Desheredados del planeta, porque el destino ha querido que nacieran en un mundo inferior
y el mundo opulento esta muy ocupado y prefiere mirar a otro lado, para mantener su
riqueza.

También, cuando el Papa habla profundamente de la justicia social, los medios se


distraen, como ocurrió, en 1999, con el discurso al Cuerpo Diplomático, del que los
periódicos españoles omitieron, de modo ostensible, todas las críticas al capitalismo.

Se cierra el círculo de la síntesis. De la reconciliación mundial volvemos a la


reconciliación nacional, en la que José Antonio se ofrece como mediador para acabar con el
conflicto y así persevera definitivamente.
Tras dos agotadoras y patéticas jornadas del juicio oral, tras la enorme tensión de las
cuatro horas que dura la deliberación del Jurado, José Antonio escucha la lectura de su
sentencia de muerte a las tres de la madrugada del 18 de noviembre de 1936.

Repuesto de la natural conmoción, José Antonio avanza hacia la mesa y abraza al


Presidente del Tribunal, el magistrado Eduardo Iglesias del Portal, que acaba de condenarle
a muerte. Le abraza y le pide perdón por el mal rato que habría pasado por su causa, ya que
ambos se conocían de la actividad forense.

En este abrazo, aunque poco conocido, suficientemente documentado, puede


cifrarse el magno monumento de la reconciliación nacional El escalofriante abrazo de José
Antonio en aquel trance supremo, no es solo un momento estelar, un relámpago. Es la
iluminación de la trayectoria de su pensamiento en la búsqueda permanente e infatigable de
la síntesis.

Y, luego, la propia reconciliación. No hace falta una sensibilidad especial para


estremecerse, hoy mismo, con el prodigio de serenidad, entereza y espiritualidad de las
doce cartas y el testamento que José Antonio escribe, en la precariedad de su celda, en la
jornada del 18 de noviembre. Su testamento es una de las cosas más impresionantes que
puede leer un hombre, un español, un intelectual declara el catedrático Fernando Suárez.

Su última invocación sigue retumbando:

Ojalá fiera la mía la ultima sangre española que se vertiera en discordias civiles. Ojalá
encontrara ya en paz el pueblo español, tan rico en buenas calidades entrañables, la
Patria, el Pan y la Justicia.

En búsqueda de la síntesis que subyace, sean todas las condenas y resistencias el


estimulo de nuestra propia reconciliación, en la guerra que no cesa y, ahora atizada,
mantiene el tabú de José Antonio para deshonor de la inteligencia
¿Cuándo dejará de actuar la censura invisible, la censura del mercado, la corrección
política?

Todavía queda gente, buena gente, que puede decir como San Pablo a los corintios:

Nos aprietan por todos los lados, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no
desesperados; acosados, pero no abandonados; nos derriban, pero no nos rematan;
en toda ocasión y en todas partes, llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que
también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.

Cabe concluir, respondiendo a la pregunta que dejé sin contestar en la primera


estación. Las prohibiciones, proscripciones, marginaciones, tergiversaciones, silencios,
censuras y desdenes que sofocan o intentan sofocar la presencia de José Antonio son el
miedo al deslumbramiento.

Tras la lectura ocasional de las Obras Completas de José Antonio, en Buenos Aires,
en el destierro, en 1956, y luego, treinta y cinco años después, en Madrid, en 1991, Rosa
Chacel repetía y repetía

¡Deslumbrante, José Antonio! ¡Deslumbrante!

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