Un Tal Jose Antonio
Un Tal Jose Antonio
Un Tal Jose Antonio
Casino de Madrid
24 de noviembre de 2005 Madrid
¿Se puede hablar de José Antonio?
Quiero decir José Antonio Primo de Rivera (Madrid, 1903-Alicante, 1936) ¿Se puede
hablar de José Antonio?
Esta reunión responde afirmativamente, en cuanto que el Casino de Madrid da una prueba
de pluralismo, de respeto a las minorías, de libertad de expresión, de convivencia
inteligente y en suma de democracia sin apellidos.
Ante mi insistencia, Cristina acabó explicándome que José Antonio es objeto de tal
tabú que siendo como soy el blanco mas perseguido (como parte de COPE) no me atrevo a
tratarlo.
Como catedrático emérito, diré, no sin rubor, que la conferencia que me prohibió el
rector de la Universidad de Salamanca, profesor Berdugo, pude darla finalmente en la
Universidad de Trieste, a requerimiento del profesor Spagnesi, director del Departamento
de Ciencia Política. Me consta que la noticia se envió desde la delegación de la Agencia
Efe en Roma; pero, vaya por Dios, no pudo entrar en los circuitos nacionales.
Tras aquella nueva censura, por carta, ofrezco el curso al Rector de la Universidad
Carlos III, Gregorio Pereces-Barba, que cortésmente me da la callada por respuesta.
Y, ahora, a mi compadre Jaime Campmany le han querido quitar una calle por
falangista o por joseantoniano, como también él prefería.
Llegados a este punto, permítanme ustedes un paréntesis para subrayar, como lo hace
González Cuevas, en su libro El pensamiento político de la derecha española del
siglo XX, tanto los fallos de comunicación de los joseantonianos como la actitud de la
derecha avergonzada de su propia historia.
Así, a estas alturas, si no fuera por el cainismo flotante, quien quiera se podría
declarar fanquista o falangista, como anarquista, comunista o socialista, con toda
naturalidad y a mucha honra.
Y por supuesto, para las posibles irregularidades, ahí están la Constitución y el
Código Penal. Y cierro paréntesis.
Todo lo anterior y más hace decir al historiador Luis Suárez: José Antonio es el gran
ninguneado y hace falta valor cívico para citarle en público.
Les pido que me crean porque no tengo tiempo para desarrollar datos y argumentos,
que ya he desarrollado en libro, y porque no tengo ningún interés en engañarles a ustedes ni
en engañarme a mi mismo. Queden así tres apuntaciones someras sobre tres afrentas
mostrencas: fascismo, franquismo y violencia.
La complejidad política ha unido durante treinta y ocho años los retratos de José
Antonio y Franco, como unidas están sus tumbas; pero, si no se puede decir que Franco
fuese joseantoniano, menos aún cabe la ucronía de que José Antonio fuese franquista.
José Antonio no puede ser enjuiciado por lo que se hizo con su memoria después de
su muerte reconoce Paul Preston. Con suficiente autoridad, se considera que en 1936 no
solo muere José Antonio, sino también su Falange y que el largo periodo posterior de
impregnación falangista, con sus luces y sus sombras, con sus excelencias y
miserias, con su enorme complejidad, no admite simplificaciones y debe ser estudiado en
todas sus dimensiones.
Hablemos de violencia.
Estamos en plena guerra civil. Lo que pasa es que esta guerra no ha tomado aun los
caracteres cruentos que, por fortuna o desgracia, tendrá inexorablemente que tomar.
Tenemos que luchar como sea hasta que en las torres y los edificios oficiales ondee
no una bandera tricolor de una republica burguesa, sino la bandera roja de la
revolución socialista.
Para ello, según el Decálogo publicado en 1934, la única idea que hoy debe tener
grabada el joven socialista en su cerebro es que el socialismo solamente puede imponerse
por la violencia y que aquel compañero que propugne lo contrario, que tenga todavía
sueños democráticos, no pasa de ser un traidor, consciente o inconscientemente .
Hay datos abundantes para analizar esta profunda crisis de José Antonio, uno de los
hombres más ponderados que han existido en la política española, según Juan Ignacio
Luca de Tena, el alma más liberal, según Eugenio Montes, generosa cordialidad frente a
los que no pensaban como él, según Gregorio Marañón; hijo de la luz, según Antonio
Garrigues Walker; fiel a su compostura intelectual, hasta el ultimo momento, según él
mismo, que escribe: Sin la constante vigilancia del pensamiento, la acción es pura
barbarie.
También hay datos para analizar la complejidad de la actitud de José Antonio ante el
golpe militar de 1936 y su transformación en guerra civil, que hoy sigue siendo objeto de
contradicción historiográfica.
Ahí están los doce mensajes sucesivos de José Antonio, que van desde las elecciones
de febrero hasta las vísperas de su muerte. Hay que estudiarlos. Hay que estudiar, en la
deriva de los acontecimientos, la que José Antonio considera única solución del conflicto
ya estallado: la deposición de las hostilidades.
Hay que estudiar su ofrecimiento al Gobierno como mediador del posible pacto, así
como su propuesta de un plan de pacificación y su proyecto de Gobierno Nacional en el
que, bajo la presidencia de Martínez Barrio (de Unión Republicana), estarían Felipe
Sánchez Román (del Partido Nacional Republicano), Melquíades Álvarez, que
asesinarían en Madrid (del Partido Reformista), Miguel Maura (de Derecha Liberal
Republicana), Manuel Portela (del Partido de Centro), Mariano Ruiz-Funes (de Izquierda
Republicana), Juan Ventosa (de Lliga Catalana), Ortega y Gasset (de Agrupación al
Servicio de la Republica), Indalecio Prieto (del Partido Socialista Obrero Español),
Agustín Viñuales (independiente) y Gregorio Marañon (de Agrupación al Servicio de la
República).
Un adversario político muy notable, José Maria Gil Robles, declara en 1979:
José Antonio nunca quiso una sublevación militar y, mucho menos, que se instalara
una dictadura militar. De eso tengo noticias exactísimas. Quería un golpe falangista.
Podía admitir como instrumento necesario la colaboración de militares, pero un
golpe militar estructurado para dar lugar a una dictadura militar ¡jamás! Esto es
segurísimo.
En 1933 la Universidad de Madrid le hace a Einstein una oferta docente que, a pesar
de su exorbitante dotación económica, el sabio rechaza a causa de la inquietante
inestabilidad de aquella sociedad española.
En aquellos dieciocho meses, José Antonio tiene que enfrentarse a la defección del
marques de la Eliseda, a la expulsión de Ramiro Ledesma (como meses antes había
promovido la expulsión de Ansaldo, el de la Falange de la Sangre), a las dificultades
económicas (celebra una junta con velas, por corte de la electricidad) y al acoso de la
derecha, con la denegación del suplicatorio.
Estas circunstancias no son ciertamente las más propicias para una construcción
política completa, como a veces, exageradamente, se exige de José Antonio.
Jesús Fueyo considera la solidez del pensamiento de José Antonio pero pensamiento
meramente incoado o, como observa Raimundo Fernández Cuesta: ideas esbozadas que
necesitan de su desarrollo.
Tras el fracaso del golpe socialista de octubre de 1934, José Antonio afianza y
concreta la idea:
Ya en el año 1961, a los veinticinco años del fusilamiento de José Antonio, uno de
sus analistas más cualificados, Adolfo Muñoz Alonso, dio una respuesta descarnada:
Admito ciertamente que no se ha realizado el ideal falangista [...J Por otra parte,
abrigo serias dudas sobre la posibilidad de un falangismo, no porque la idea
falangista no sea realizable, sino porque la estratificación social española [los
estamentos españoles] impide que un falangismo pueda ser nunca una realidad.
Sobre esta base, en 1986, a los cincuenta años del fusilamiento de José Antonio,
pude escribir y publicar, sin ataduras, que, si la propuesta capital de José Antonio fue la
síntesis y particularmente la síntesis de derecha e izquierda, hay que admitir su fracaso,
pero en la estela de ese fracaso estamos viviendo, como vivimos de las resultas de tantos
fracasos admirables.
Después, en 1993, José Maria García Escudero, evoca el texto en que José
Antonio dice que en la derecha y en la izquierda tuvieron que alistarse los mejores de
nuestra juventud, unos por reacción contra la insolencia, otros por asco contra la
mediocridad, sometiéndose a la mutilación de ver España sesgada, con un ojo, como si
fueran tuertos; pero que en derechas e izquierdas juveniles arde, oculto, el afán por hallar
la visión armoniosa y entera de España.
El tiempo ha revelado hasta que punto ese texto, del que tantos hicimos carne y
sangre nuestra, era solo tina ilusión generosa; porque esa esperanza de integración
tenia inevitablemente que fracasar, puesto que, en definitiva, incurría en el error de
querer integrar a las dos Españas metiéndolas en el molde político de una de ellas,
[...] Pero ocurría además que dentro del heterogéneo conjunto de fuerzas
concurrentes del lado nacional en julio de 1936, aquella cuyo mensaje integrador
estaba en el texto evocado, era solo una fuerza entre otras y, a pesar de las
apariencias, no la fuerza decisiva.
Frente a la filosofía embriagadora del éxito, el fracaso es aceptable, porque hay una
positiva filosofía del fracaso, de raíz cristiana, frente a una negativa filosofía del éxito de
signo materialista.
Así lo ha visto Julián Marías, que nos alecciona con esta sentencia: lo
verdaderamente importante no es lo que se consigue, sino lo que se propone.
El idealismo es como las estrellas, que no se alcanzan pero nos orientan. Estrella y
estela es la vida del hombre repetía José Antonio, es decir orientación celeste de su huella
terrena. Tras el fracaso del sol, tras el ocaso, lucen las estrellas. Y, para verlas, no conviene
llorar, reza el verso de Tagore.
José Antonio está en una nueva tesis doctoral que ahora prepara Frank Geinitz en la
Universidad de Munich.
José Antonio está legalizado en una plataforma cultural, que tiene teléfono y pagina
en Intemet.
José Antonio está en libros recientes: el libro académico del profesor Sánchez
Marín, La teoría y la realidad (2004), el libro critico de Leon Klein, Falange, que analiza
el fracaso (2002); el libro de Fuentes, Salvad a José Antonio (2005); el libro bibliográfico
de Diaz y Uribe, El yugo y las letras (2005); y el libro sorprendente de Martín Otin, El
hombre al que Kipling dijo si (2005).
José Antonio, de repente, está en las memorias de José Maria Sanz, el roquero, más
conocido como Loquillo.
Aunque sea para la irresponsabilidad, José Antonio no deja de estar en las columnas
de Umbral como antes lo estuvo en las de Haro.
José Antonio está entre los quinientos españoles de primera categoría, de todos los
tiempos, en el Diccionario Biográfico Español que prepara la Real Academia de la
11istoria y comprende cuarenta mil biografías.
Algunos dirán que son empecinamientos. Yo repito que es la hierba que sale entre las
losas opresoras. Esta es la vigencia de José Antonio y no la de las formulas políticas
ocasionales.
Nunca José Antonio, cifra ardiente de una ensoñada España, será ceniza porque ha
trascendido a una arquetípica actitud ante lo humano.
Esta es la vigencia esencial de José Antonio. Y, si ustedes me lo aceptan, yo mismo
me ofrezco como prueba. En 1944, recién ingresado en la Escuela Oficial de Periodismo,
escribo, frente al mito, un primerizo, ingenuo, artículo titulado, José Antonio, el Hombre.
Pero ¿qué nos ha legado José Antonio?. A esta pregunta inquisitorial, Arnaud Imatz,
autor de una tesis francesa sobre José Antonio, responde como Unanumo respondió a la
pregunta: ¿Qué nos ha dejado Don Quijote?:
Él se ha dejado a si mismo. Un hombre, un hombre vivo y eterno, vale por todas las
teorías y todas las filosofías. Otros pueblos han dejado instituciones, libros; nosotros
hemos dejado almas.
Así, no importan los errores humanos. El joseantoniano, juzgo por mi mismo, no cree
que José Antonio sea infalible. Al joseantoniano no le afecta que José Antonio no acierte
en el diagnostico económico del capitalismo, como sostiene Massot, o que se contradiga en
la aceptación de Kelsen, como explica Gómez Molina.
1. La caída del muro que dividía el Este y el Oeste ha dejado en evidencia otros
escandalosos muros de pobreza, violencia y opresión política que aún dividen ti
amplios sectores de la Humanidad
¿No resuenan en estas semillas aquellos gérmenes del discurso de José Antonio? La
realidad es que el capitalismo incrementa la desigualdad, que en la última década ha
aumentado la brecha entre pobres y ricos, según el reciente informe de la Organización de
las Naciones Unidas La situación social mundial del 2005.
La realidad es que dos mil quinientos millones de personas, 40 por ciento de la
población mundial, sobreviven con menos de dos euros al día. La realidad es que cinco
millones se mueren de hambre en Mauritania, Malí, Níger y Burkina Faso. La realidad es
que los países ricos practican el proteccionismo de sus mercados e impiden el acceso de los
países pobres. La realidad es que si, según la Declaración Universal, todos los seres
humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos, esto depende de las circunstancias
de su nacimiento. La realidad es que el huracán Katrina ha sacado a la luz las miserias del
propio imperio.
El informe de la ONU pone este ejemplo: Por cada dólar de café de Tanzania que se
vende en una cafetería de Estados Unidos, el campesino percibe menos de un centavo.
Ojalá fiera la mía la ultima sangre española que se vertiera en discordias civiles. Ojalá
encontrara ya en paz el pueblo español, tan rico en buenas calidades entrañables, la
Patria, el Pan y la Justicia.
Todavía queda gente, buena gente, que puede decir como San Pablo a los corintios:
Nos aprietan por todos los lados, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no
desesperados; acosados, pero no abandonados; nos derriban, pero no nos rematan;
en toda ocasión y en todas partes, llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que
también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.
Tras la lectura ocasional de las Obras Completas de José Antonio, en Buenos Aires,
en el destierro, en 1956, y luego, treinta y cinco años después, en Madrid, en 1991, Rosa
Chacel repetía y repetía