Cerrillo ClasifLíricaPopTradicInf
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Disponible en:
http://www.cervantesvirtual.com/bib/portal/Platero/portal/lirica/clasificacion.shtml
Es cierto que los niños han imitado, en unos casos, y han hecho suyos, en otros,
textos que no nacieron en su ambiente y que, ni siquiera, se crearon pensando en
ellos. Pero es también cierto, en muchos de esos casos, que el niño ha sido quien, tras
esa apropiación, ha posibilitado la pervivencia del texto en cuestión. Pero también
sucede al contrario, porque existen ejemplos con los que se demuestra que los adultos
han usado, o aún usan, sin saberlo casi siempre, canciones que tienen su origen en el
mundo infantil; y no me estoy refiriendo a autores cultos que, en determinadas obras
de tradición culta, han incluido alguna de estas composiciones. Me refiero a ejemplos
como la conocida y machacona cantinela del «barquito chiquitito»: no hay excursión,
por muy poblada de adultos que vaya, en que no se escuche.
Por otro lado, hay otras clasificaciones,(5) aproximativas o no, de carácter general, es
decir no expresamente infantiles, que también aportan datos de interés. Margit Frenk,
expresando, en sus propias palabras, que «un poco curiosamente»(6), divide su trabajo
en cinco grupos:
1. Cantares de amor.
2. Cantares de la naturaleza.
3. Cantares de trabajo.
Pese a todo, Rodríguez Marín no puede evitar los problemas que plantean
determinadas composiciones, cuyo análisis temático no aporta los argumentos
necesarios para adscribirlas con claridad en uno o en otro apartado. Valga como
ejemplo que el propio autor, en lo que él llama «cantos religiosos», incluye cantinelas
que, difícilmente, pueden ser ignoradas como «conjuros», en unos casos; en otros,
recoge textos con elementos religiosos que se utilizan, sin embargo, con motivo bien
distinto. (De ello hablaremos, con ejemplos concretos, más adelante).
2. Adivinanzas.
3. Juegos mímicos.
4. Canciones escenificadas.
5. Oraciones.
7. Burlas.
8. Trabalenguas.
1. Las nanas
Uno de los géneros más ricos del Cancionero Infantil Español es el de las nanas,
también llamadas canciones de cuna, y, sin embargo, no hay otro género del propio
Cancionero Infantil en que más intervenga el adulto, incluso poniéndose en lugar del
mismo niño, hablando siempre por él y estableciendo así una real y eficaz
comunicación.
¡venid cantando!
y llevarse este niño
que está llorando.
Las nanas son canciones populares, de transmisión oral, en las que podemos
percibir casi las primeras palabras que se le dicen al niño pequeño. Si hubiera que
hacer una clasificación del Cancionero Infantil que contemplara las edades del niño,
habría que incluir las nanas en los primeros momentos de la vida del infante, es decir,
los que van desde su mismo nacimiento hasta aquéllos en que empieza a ser capaz de
expresarse oralmente con cierta autonomía, aunque -es cierto- ello no impide que se
sigan practicando durante más tiempo (los mismos niños -sobre todo, las niñas-, pero
más mayores, jugarán a dormir a sus muñecos cantándoles nanas). Por eso, en
la nana no sólo es importante lo que se dice, sino también la forma de decirlo.
La sencillez comunicativa de la nana, en la que un emisor (el adulto) transmite un
mensaje (directo, breve y conciso) a un destinatario (el niño) del que no se espera
contestación, no es impedimento para que aparezcan elementos que, literariamente,
la enriquecen. Sirva como ejemplo que el emisor se apoya en determinados personajes
-que tienen función secundaria- para reforzar los contenidos de su mensaje, es decir,
para incitar al niño a que concilie el sueño. De este modo, vemos aparecer multitud de
personajes: bien de tradición religiosa: Ángel de la Guarda, San Juan, Santa Ana, San
Pedro, San Vicente, Santa Isabel; bien, animales: «gallinita», «gallo», «buey», «burro»,
«pajarito»; bien elementos inanimados de la naturaleza: sol, árbol, luna; bien, incluso,
otros de diverso tipo: mora, gitana, pastora, morito, además del tradicional y ya
mítico coco.
2. Las adivinanzas.
1. El mundo de lo abstracto.
2. El hombre.
4. La naturaleza.
4.3. La geografía.
4.4. El tiempo.
5. El mundo de la religión.
7. Los juegos.
8.5. De la música.
8.6. Varias.
Los juegos mímicos son un tipo de tonadas que el adulto cuenta o canta al niño muy
pequeño, ejecutando con él, o junto a él, una acción o un juego, cuyo componente
lúdico es esencial, aunque, a menudo, también va implícito un deseo de que el niño
vaya aprendiendo una serie de movimientos o gestos bastante elementales: giros de la
mano,(15) primeros pasos, palmadas, etc. Pero también son juegos mímicos otras
tonadas, igualmente transmitidas por el adulto, dirigidas a los niños que ya pueden
intervenir en su ejecución, aunque sea parcialmente:
(En su ejecución, el adulto intenta -sin conseguirlo siempre- que sea el niño quien
intervenga en la segunda parte de cada verso, para sorprenderle con el verso final,
dándole una leve palmada en la frente, simulando el tope de un borrego).
Como ocurre con otros géneros de la Lírica Popular de Tradición Infantil, el primer
problema con el que nos encontramos al estudiar estas composiciones es doble: la
fijación de sus límites y la terminología que emplearemos para su designación. En las
antologías y cancioneros existentes podemos encontrarlas agrupadas o diferenciadas
en «canciones de comba», «de rueda», «de corro», «de filas», «de columpio», «de
grupos»... En otras ocasiones se las conoce con el término más general de «canciones
infantiles». Pese a los problemas que conlleva esta fijación y delimitación, parece
conveniente realizar un esfuerzo en tal sentido, con el que se evite su posible
confusión con otros tipos y con el que, al mismo tiempo, se logre la mayor
aproximación a su definición y, con ella, a su
caracterización.
Hay un problema más, también general a la lírica popular infantil, que no debemos
olvidar: la frecuencia con que los niños adoptan como suyos cantos que no van,
expresamente, dirigidos a ellos. Si este hecho se ha generalizado a través del paso del
tiempo y el canto en cuestión ha pasado a ser de uso exclusivo, o claramente
mayoritario, del mundo infantil, no pasa nada; pero si no ha sido así, podemos caer en
el error de considerar «infantil» lo que pertenece a la tradición general de toda una
colectividad, en la que el niño interviene, pero sólo como un grupo social más.
Precisamente, esto es lo que pasa con algunas canciones que podrían incluirse en este
apartado del que estamos hablando: las llamadas «canciones de estación».
Quinto, quintorro,
quítate ese gorro;
si no te lo quitas,
te pego en el morro.
En todos estos casos, los niños tienden a abreviar, sin llegar a usar totalmente la
canción original; el acortamiento se suele producir por el final, como si llegara un
momento en que les cansara seguir el desarrollo narrativo del romance.
Por tanto, en este rico grupo de composiciones se deben recoger todas aquellas
canciones que se acompañan, en la mayoría de los casos, de ritmos musicales muy
concretos (que, además, funcionan como soporte temático de determinados juegos o
acciones escenificadas de carácter grupal). Lo de menos es que estas canciones se
interpreten saltando a la comba, haciendo corros, columpiándose, andando en filas o
en grupo o cogidos de la mano haciendo rueda.
5. Las oraciones.
Este posible componente supersticioso hace que, cuando menos, sus semejanzas
con el «ensalmo» y, a veces, con el «conjuro», puedan ser discutidas.
Quizá no sea uno de los casos más graves, porque -al menos- se ha construido sobre
una base rítmica que se identifica con la tradición infantil: cuartetas octosilábicas, con
rima alterna en los versos pares, aunque escapándose asonancias en algunos de los
versos impares. De todos modos, los contenidos de la composición mencionada están
envueltos de una especie de caparazón artificial, fruto más del apasionamiento de un
adulto que de la ingenuidad de un niño. La mejor prueba de que es
una oración forzada es la de que no se usa más que en determinados contextos -mes
de mayo- que no han surgido espontáneamente del mundo infantil, y que para usarla
es necesario que el niño se la aprenda de memoria, para luego no volver a utilizarla. Lo
explica muy bien Ana Pelegrín cuando dice:
Como ocurre en otros géneros de la lírica popular infantil, el sin sentido por el sin
sentido, el placer emocionante de la palabra absurda y, a veces, del puro disparate, es
esencial en estas composiciones. Al margen de posibles significados lógicos, casi
siempre ausentes, subyace una especie de magia, cuyo sustento es el propio lenguaje
empleado. Precisamente entre estas suertes hay bastantes ejemplos de lo que Alfonso
Reyes llamó «jitanjáforas»(20) y que él mismo definía como:
7. Las burlas.
culito de rana;
si no sanas hoy,
sanarás mañana.
¿Es una burla? ¿O es un «conjuro»? ¿O es, más bien, un juego mímico? El contexto
en que se interprete es el que, como casi siempre, nos lo va a indicar: si el adulto
acaricia suavemente la mano abierta del niño pequeño tras habérsela golpeado, y esta
acción -al resultarle placentera- es demandada por el crío en ocasiones en que no se
ha golpeado, estaremos ante un juego mímico. Pero si el adulto, incluso un compañero
de juego, recita la cantinela, dirigiéndose a otro niño, no tan pequeño como el referido
en el caso anterior, que también se queja tras un golpe, lo entenderemos como
una burla. Y en cualquiera de los casos, el contenido específico de la canción (la caricia
suave de la mano en parte lesionada como acción curativa) aporta elementos
significativos que son propios del conjuro.
No obstante, debemos entender como burlas el género que tiene como finalidad la
manifestación, casi siempre pública, por parte de un emisor, individual o múltiple, de
una mofa que provoca una actitud, un hecho, un defecto físico, incluso un descuido o
un error, del receptor que es quien, además, sufre la burla; en el caso de que
la burla la motive un juego, será el azar del mismo -en su desarrollo- el que haga que el
muchacho sufra la mofa.
8. Los trabalenguas.
Los trabalenguas debemos entenderlos como una especie de «burla», ya que son
cantinelas que un emisor propone a un destinatario para que las repita con exactitud,
sabiendo de su dificultad y con la casi total certeza de que, al menos al principio, se
equivocará, lo que provoca un momento de mofa o burla, por la torpeza expresiva de
quien intenta el recitado.
El trabalenguas es un tipo de juego basado en la complicación sonora de las
expresiones sobre las que se construye la tonada; expresiones que, por otro lado,
suelen caracterizarse por su ilógica significativa y que, en ocasiones, son auténticos
disparates, pero con los que los muchachos experimentan un verdadero placer al tener
conciencia de que las usan en el contexto de un juego; hecho que, en general, es
consustancial a la poesía popular de tradición infantil, incluso a la que ha sido escrita
por adultos expresamente para ellos.
Por algunos elementos temáticos («angelitos», «cielo») que aparecen, incluso por el
significado que tienen en el texto, podríamos encuadrar la cancioncilla en lasoraciones;
pero si nos atenemos al contexto en que muchas veces se interpreta: para apoyar los
comienzos del sueño del niño pequeño, esta cantinela habría que etiquetarla
como nana.
En ella también hay elementos temáticos propios de una tradición religiosa, pero
que sirven de apoyo para que esta composición se use acompañando los primeros e
indecisos pasos del niño que aún no sabe andar.
Hay, finalmente, otros tipos de lírica popular, recogidos como de tradición infantil
en algunos cancioneros y colecciones: los «villancicos», las «canciones de estación»,
los «refranes», los «conjuros», etc. Nosotros no los recogemos, porque entendemos
que sólo parcialmente son de tradición infantil; son, más bien, patrimonio general de
determinadas colectividades, en las que el niño interviene, pero sólo como una parte
más de ellas. Por otro lado, el acceso del niño a esas manifestaciones del folclore
poético es parcial, ya que las complicaciones significativas, incluso referenciales, del
«conjuro», por poner un ejemplo, imposibilitan ese acercamiento.
La pena, la gran pena, es que esta espléndida poesía lírica popular está perdiendo su
vía natural de transmisión: la oralidad; al menos, nos queda el consuelo de
conservarla, en gran medida, por escrito.
4. Es especialmente recomendable el libro de Arturo Medina (El silbo del aire, cit.),
que hoy es considerado un clásico del Cancionero Infantil, del que se han hecho ya
doce ediciones, desde que apareciera hace treinta años.
5. FRENK, Margit: Lírica española de tipo popular. Madrid. Cátedra, 1978, pp. 24 y
25. Y RODRÍGUEZ MARÍN, Francisco: Cantos populares españoles. Madrid, 1882.
(Madrid. Atlas, 1981; cfr. Los índices de los volúmenes I, II, III y IV).
14. Al respecto, conviene precisar que los problemas clasificatorios del Cancionero
Infantil aparecen muy a menudo; en este caso, nos podemos encontrar con que una
misma cantinela es interpretada por adultos que se dirigen a niños que aún no saben
hablar, pero también por niños de edades superiores, variando las características de la
interpretación en cada caso. Un ejemplo sería éste: Tilín, talán, / campanitas de San
Juan, / unas vienen y otras van. El adulto la canta teniendo sobre sus rodillas al niño
pequeño, al tiempo que lo balancea hacia delante y hacia atrás (sería, en este
caso, juego mímico). Los niños no tan pequeños la interpretan jugando en parejas, con
la espalda de uno junto a la del otro, agarrados fuertemente por la cintura o por los
antebrazos, para poder levantarse alternativamente el uno al otro, imitando, sin duda,
el voltear de las campanas.
15. Cinco lobitos tenía la loba. / Cinco lobitos detrás de una escoba. / Cinco tenía y a
cinco crió, / y a todos los cinco tetica les dio.
16. En GIL, Bonifacio: Cancionero Infantil, cit., p. 25. (Gil indica que desconoce el
autor de esta composición y de otras más que también incluye, pero afirma que fueron
anotadas por una señora a la que, expresamente, cita: D.ª Isabel Gallardo. Sin duda,
esta canción, notablemente forzada en muchas de sus partes, debió sufrir el énfasis
creativo de algún adulto concreto, que pudiera haber sido la misma señora citada).
17. PELEGRÍN, Ana: Poesía española para niños. Madrid. Taurus, 1982, p. 7.
19. Un gato se cayó a un pozo, / las tripas le hicieron guá. / Arre, moto, piti,
poto, / arre, moto, piti, pa. / Sal-va-do-es-tás.//
20. Cfr. REYES, A.: «Las jitanjáforas», en Libra. Buenos Aires, 1929. Y «Alcance de las
jitanjáforas», en Revista de Avance. La Habana, 15 de mayo de 1930.