Fe y Razón Como Acto y Virtud en Santo Tomás de Aquino
Fe y Razón Como Acto y Virtud en Santo Tomás de Aquino
Fe y Razón Como Acto y Virtud en Santo Tomás de Aquino
razón, por lo que este autor afirma que “La fe presupone el conocimiento natural, como la gracia
críticas que aducen que existe una contraposición con que: “La fe no está contra la razón, sino
sobre la razón, y por tanto no se dice que niega a la razón como si destruyese a la verdadera
No obstante, la fe puede entenderse como acto, virtud y una unión de ambos aspectos. Así
mismo, la razón también puede entenderse como acto, virtud y el contenido de ambos o la
capacidad humana: el entendimiento. Sin embargo, aunque se relacionen en este punto, son
diferentes entre sí. El acto de la ciencia va a estar indisolublemente ligado a la evidencia que se
pueda proporcionar de un hecho, sobre aquello que pertenece al mundo de lo evidente. Aunque
“el problema consiste en saber si nuestra razón constituye un instrumento suficiente para
alcanzar el término de la investigación metafísica, es decir, la esencia divina” (Gilson, 1951: 32).
“asentimiento con cogitación”. Esta cogitación o pensamiento es lo que precede antes de llegar a
la verdad, es la razón trabajando antes de ver lo que se oculta. Dicho pensamiento se puede basar
El acto de fe entraña adhesión firme y en esto coincide el que cree con el que sabe y
entiende; pero su conocimiento no es perfecto, por visión clara del objeto, en lo que
coincide con el que duda, sospecha u opina. En consecuencia es propio del que cree
Posteriormente Tomás de Aquino da una noción más completa de la fe diciendo que: “El
creer es un acto del entendimiento, que asiente a una verdad divina, por el imperio de la
voluntad, que es movida por Dios mediante la gracia” (Suma Teológica, II, 2a, 9.). Por esto, que
aquí la intención no se mete sólo en la sistematización del ejercicio, sino que también lo hace en
por Dios y creer en Dios” (Suma Teológica, II, 2a, 2). Creer a Dios debido a que el acto de la fe
trata sobre la revelación de la verdad divina, o sea, sobre el Creador y lo que se relaciona con Él;
creer a causa de Dios debido a que la causa de la fe , que escapa a nuestro entendimiento, es la
autoridad de divina quien la desvela; y creer en Dios porque esa aceptación no podría darse sin la
participación de la voluntad impulsada por Dios mediante la gracia, o sea, porque amamos a
Al hablar de algo que no se puede ver con los sentidos, la limitada razón humana no
puede determinar su existencia o validez firmemente, si no es aceptando que esa validez se funda
en la autoridad de Dios y es bueno para la humanidad. Con esto se insta a nuestra voluntad a
pero desde otro el de la ciencia es más perfecto”. En efecto, en lo que atañe al origen y por lo que
refiere a la certeza o seguridad, el acto de la fe es más perfecto, pues el acto de fe tiene por
fuente a la veracidad divina y al amor de Dios por los hombres, y en consecuencia es también de
una certeza o seguridad absolutas. En cambio, por lo que se refiere a la claridad de su objeto, el
acto de la ciencia es más perfecto, ya que versa sobre lo evidente mientras que el acto de la fe
niega la posibilidad de la existencia de esta, solo deja atrás y lo trasciende, es decir, que con el
acto de fe puede el ser humano llegar mucho más lejos y mucho más alto que con el de la
ciencia, poniendo claramente a la fe por sobre la razón. Hasta aquí la primera acepción.
ciencia como virtudes, ya sea como virtud teologal la máxima facultad según Aquino y como
virtud intelectual la racional - científica. La fe, no sólo se lleva a cabo en unos actos, sino que es
así mismo un modo de vida, una virtud, que se encuentra en el entendimiento y que comienza
con este por acción de Dios. Se le puede decir virtud teologal debido a que su objeto es Dios,
específicamente, la verdad divina. En cuanto a la ciencia esta es también un modo de vida, una
sabiduría. Por eso, en el orden teórico, se dan en el hombre tres virtudes intelectuales: la
inteligencia, la ciencia y la sabiduría, y de ellas la inteligencia es innata o cuasi innata, mientras
que la ciencia y la sabiduría son adquiridas. Pero la fe, además de ser virtud teologal y no
intelectual, es virtud infusa o infundida por Dios, y no adquirida por el esfuerzo humano o por la
repetición de actos. Aparte de esto, la virtud de la fe puede darse en nosotros de manera informe
fe formada cuando existe juntamente con la caridad, es decir, con la amistad sobrenatural
respecto de Dios. Y es que para que la fe sea perfecta tiene que entrañar tanto un hábito en el
entendimiento (que es el que asiente a la verdad divina), como un hábito en la voluntad (que es la
que empuja al entendimiento a asentir por amor al bien divino); y en la fe informe permanece el
hábito del entendimiento, pero falta el hábito correspondiente a la voluntad, que es precisamente
la caridad.
divino – misterioso de la gracia, mientras que la ciencia, como virtud intelectual que es, está
natural. Y consideremos por último el objeto de la fe y el objeto de la ciencia. Por lo que hace a
la fe, su objeto material (es decir, aquello sobre lo que la fe versa) es Dios y todo lo que con Dios
se relaciona; o sea, que dentro de dicho objeto material hay que establecer un orden, siendo Dios
lo primero (como la fuente que es de toda otra realidad) y todo lo demás que con Él se relaciona,
lo segundo. Y en cuanto al objeto formal (es decir, la luz desde la que todo se conoce) es la
verdad divina, manifestada a nosotros por la revelación. En cambio, por lo que se refiere a la
ciencia (a todas las ciencias humanas y a la culminación de las mismas que es la sabiduría), su
objeto material es la realidad toda, incluida la causa primera, o sea, Dios; mientras que su objeto
formal es la luz natural de la razón que, partiendo de los primeros principios evidentes de suyo,
siguiente pregunta: Hay verdades que han sido reveladas por Dios y propuestas para ser
aceptadas acríticamente, y que sin embargo admiten demostración racional y ser así objeto de
ciencia. ¿Cómo es esto posible? Porque dada la diferencia esencial entre fe y ciencia, no puede
una misma verdad al mismo tiempo y por el mismo sujeto ser creída y científicamente sabida. La
solución que Santo Tomás propone a este problema es que era conveniente que una serie de
verdades necesarias para nuestra salvación, aunque racionalmente demostrables, fueran de hecho
reveladas, pues de lo contrario sólo unos pocos hombres, y después de largo tiempo, y con
peligro de equivocarse, habría conocido esas verdades. He aquí sus mismas palabras:
Fue también necesario que el hombre fuese instruido por revelación divina sobre las
mismas verdades que la razón humana puede descubrir acerca de Dios, porque de lo
contrario esas verdades acerca de Dios, investigadas por la razón humana, serían
conocidas por muy pocos, tras de mucho tiempo y mezcladas con muchos errores; y, sin
aquélla es superior a ésta, aunque jamás puede haber contraposición entre ambas. Igualmente que
la gracia no destruye la creación, sino que la presupone, la vuelve más perfecta y en armonía con
ella, así también la fe no destruye la razón, sino que la supone y la eleva y guarda con ella una
plena armonía.
Un ejemplo claro de esa concordancia entre la razón y la fe nos la da la teología. En
efecto, en la teología sagrada (es decir, la que está apoyada en la divina revelación, a diferencia
de la llamada teología natural, apoyada sólo en la razón), se produce una colaboración entre la
razón y la fe como explicaré a continuación. La fe brinda las verdades primeras en las que se
cimenta el discurso teológico, pero la razón nos da y constituye esa misma explicación. Esto se
debe a que en el pensar tomista, las verdades reveladas por Dios pueden ser de dos tipos: las
reveladas de forma explícita y las que sólo de forma implícita se han comunicado a los mortales.
contenido concluyentemente es percibido sin más por los distintos actos de fe, otras muchas
virtudes, escondidos completa o parcialmente, que allí también se hallan, necesitan un esfuerzo
de explicitación y desarrollo, que ya no lo tienen los meros actos de fe, sino los actos de la razón,
la cual se basa en la fe. De este modo, es posible hablar de una revelación formal o explícita,
sobre la que versa la fe, y una revelación completa o parcial, sobre la que trata la teología
sagrada. Este última no es un mero saber humano, puesto que está arraigada en la fe, que es un
saber divino, pero tampoco es un puro saber divino, puesto que utiliza la luz de la razón y sus
discursos naturales, para hacer explícito lo que antes era sólo implícito. La teología así es un
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- García, J. (1999). Fe y Razón. Cuadernos de anuario filosófico N° 88. Pamplona:
Universidad de Navarra.
- Echavarría, Martín. (2013). La analogía de fe y razón en santo Tomás de Aquino.
de: http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/revistas/santo-tomas-razones-fe.pdf