Lynn Picknett - Lucifer No Es El Diablo
Lynn Picknett - Lucifer No Es El Diablo
Lynn Picknett - Lucifer No Es El Diablo
oscurantismo
«La historia secreta de Lucifer», de la escritora esotérica Lynn Picknett, es uno de los
más recientes y completos libros de la gnosis que pone a las iglesias católica y
protestantes en tela de juicio. Gnosis significa conocimiento: los gnósticos no aceptan
la irracional teoría de que un Díos bueno, único, creó el mundo lleno de
imperfecciones y no es responsable para nada del mal que ocurre a larga escala en el
cotidiano. Esbozaré unos breves apuntes, muy sectoriales, sobre este libro rico en
hipótesis heterodoxas que contrarían a la teología católica, evangélica y mormón.
Lucifer, potencia de la inteligencia y del fuego físico, sería como Prometeo que salvó a
los hombres ofreciéndoles el fuego, invención divina, para cocinaren sus alimentos, se
calentaren y iluminar sus cuevas y habitaciones.
Estructuralismo: en todas las culturas de todas regiones del mundo hay mitos
con una estructura común, universal. El contrario del nominalismo, que postula no
haber esas esencias generales comunes.
Así, en los siglos XII y XIII, el luciferismo no satanista, precursor del protestantismo,
del libre espirito y de la masonería iluminada de los siglos XVIII-XXI, encarnó en la
herejía cátara, al sur de Francia. Los cátaros eran vegetarianos o cási
vegetarianos, consumidores de pez, y pacifistas, igualaban el hombre a la mujer,
muchos practicaban el amor libre desconectando la noción de santidad de la de
“pureza corporal” y consideraban a la iglesia católica romana, corazón del
feudalismo en Europa, como el poder del Diablo y de la materia, causa de
guerras y explotación de las grandes masas trabajadoras.
«Al igual que los gnósticos, creían que Jesús era hijo de la Luz, no el hijo de Díos.
Tanto él como Satanás eran hijos de Dios padre, dos manifestaciones de una divinidad
que reunía tanto el bien como el mal. Existían dos Jesús: uno físico, que era el amante
de María Magdalena, y otro puramente espiritual que nunca pudo ser crucificado (por
este motivo los cátaros no aceptaban el simbolismo tradicional del crucifijo aunque
tenían su propia cruz, el rosace, que representaba el Cristo solar). (Lynn Picknett, «La
historia secreta de Lucifer», Editorial Planeta, Pág.160).
« En su libro La Corte de Lucifer, de 1937, Rahn argumenta que algunos grupos que
se consideraban relacionados entre sí (los cátaros, los caballeros templarios, los
trovadores y otros por el estilo) formaban parte de una religión gnóstica centrada en
Lucifer (también denominado por ellos “Lucibell”), o en su equivalente europeo Apolo,
el dios solar. Rahn también vinculó el florecimiento de la “corte de Lucifer” a los mitos
nórdicos en un intento de crear una religión de raíces europeas más que de Oriente
Próximo. Según la hipótesis de Rahn, lo que unía a todos estos grupos era el Santo
Grial, ya que éste se había relacionado por separado tanto con los cátaros como con
los templarios». (Ibíd., Pág. 162).
Las acusaciones contra los templarios, arrestados en 1307, en Francia, por orden del
papa Clemente y del codicioso rey Felipe el Bello, incluían el hecho de pisotearen la
cruz, que rechazaban. La cruz impuesta por la jerarquía de la iglesia simbolizaba la
aceptación de la servidumbre, del yugo feudal y del sacrificio sin sentido, contrario a la
razón y la libertad sexual que Apolo-Lucifer representa. ¿Quién representa el
satanismo, el instinto sádico, en este conflicto cátaros-papado? Sin duda, la
Inquisición, el papado con su ley de dar muerte y torturas crueles, expropiación
de bienes, prisión y exilio a los seguidores del Díos de la Luz, de la gnosis,
opuesto al Díos de las Tinieblas de la iglesia persecutoria y hegemónica.
Según Lynn Picknett, Jesús mantendría una relación sexual de doble calado: con
María Magdalena, que no sería una prostituta sino una sacerdotisa, de la religión
de la Diosa, y con Juan, el discípulo amado. Antes del cristianismo masculino
impuesto por el emperador romano Constantino y antes del judaísmo, hubo religiones
de la Diosa, que incensaban a la mujer y le daban libertad sexual y cultural.
«María Magdalena cometió lo que para los primeros cristianos de Judea debió de ser
un acto de osadía blasfema por parte de cualquiera, pero con más razón tratándose de
una mujer que era extranjera y probablemente negra(tal como se ha apuntado con
anterioridad, el racismo no lo inventó el Imperio británico). Ella ungió a Jesús. Ocurrió
en Betania, en casa de un hombre conocido en la historia simplemente como Simón el
Leproso (un nombre probablemente ficticio), tal como lo describe el Evangelio según
San Marcos.» (Lynn Picknett, «La historia secreta de Lucifer», Editorial Planeta,
Pág.104-105).
Y tras hablar del luciferino Leonardo da Vinci, un genial artista y sabio esotérico del
Renacimiento italiano, y de las interpretaciones contenidas en sus cuadros como La
última cena, Lynn añade:
«La respuesta puede ser simplemente que, para Leonardo, la situación fue
literalmente así: la Magdalena y el joven san Juan participaron en ritos sexuales
sagrados y secretos con Jesús, rituales de los que el resto de los discípulos quedaban
excluidos y de los que quizá solo tenían una ligerísima idea. Cabe imaginar que sabían
que tenían lugar actos sexuales con los dos favoritos a puerta cerrada y que, en el
fondo, odiaban este hecho, pero su respecto y amor por el carismático gurú les llevaba
a soportarlo, aunque sólo fuese en apariencia.» (Lynn Picknett, «La historia secreta de
Lucifer», Editorial Planeta, Pág.125).
«Porque ahora se sabe que Jesús y Juan eran rivales, como también lo eran los
respectivos miembros de sus sectas. De hecho, a pesar de la descripción bíblica de
Juan como una especie de loco ermitaño del desierto que hace un breve acto de
presencia para reafirmar la imagen de Jesús, sin causar problema alguno aparte de
esto, su carisma personal y su movimiento fueron inmensos. Los seguidores del
Bautista se propagaron más allá de Egipto, donde tenía su centro de en el puerto de
Alejandría, y llegaron hasta un lugar tan lejano como Éfeso, en Turquía. (...)»
«Según la secta de Juan que aún sobrevive, los mandeos gnósticos - de los que
hablaremos más adelante - el Bautista era un hombre casado y con hijos, líder de una
religión muy perseguida que contaba tanto con sacerdotes como con sacerdotisas. (...)
Los libros sagrados de esta secta narran el enfrentamiento de estos dos titanes
messiánicos, Juan y Jesús, a orillas del río Jordán. Aseguran que Jesús tuvo que rogar
a Juan que le bautizara y que, cuando este accedió, la siniestra divinidad Ruah (similar
al Espírito Santo hebreo) lanzó una cruz negra sobre las aguas en señal de
desacuerdo. Juan echa a Jesús con la siguiente abjuración: "Sea tu báculo como um
palo de estiercól". No cabe duda de que no se podían ni ver...»
(Lynn Picknett, «La historia secreta de Lucifer», Editorial Planeta, 2007, Pág.135 y
138).
Es cierto que los evangelios gnósticos arrojan una luz luciferina, racional, sobre
las omisiones y las sombras de las narrativas de los cuatro evangelios
canónicos que la iglesia seleccionó como fuente de verdad para la multitud de los
cristianos.
No es una novedad, en la literatura gnóstica, el concepto del Grial como piedra que
adornaba la cabeza de Lúcifer, el más bello de los ángeles, o díos de la Luz. Lyn
Picknett escribe aludiendo a Otto Rahn, el famoso investigador alemán de Montségur
en el siglo XX:
«Para Rahn, el Grial era una de las varias tablas de piedra grabadas con caracteres
rúnicos, aunque desarrolló la idea de que el Grial era tres cosas a la vez: un libro de
conocimiento, un cáliz simbólico que contiene ese conocimiento y una piedra. Él creía
que se trataba de una piedra verde, parecida a la legendaria esmeralda del maestro
Hermes Trimegisto, en la cuál están grabados los mayores secretos ocultos. Rahn la
consideraba una esmeralda con 144 caras (doce por doce, el número de la
perfección), o 144 piedras menores inscritas en una esmeralda. Esta piedra se había
desprendido de la corona de Lúcifer al caer éste a la Tierra (concretamente en
Montségur).» (Lynn Picknett, «La historia secreta de Lucifer», Editorial Planeta,
Pág.164).
Nos encontramos con el número 144, un número simbólico, que también se halla en el
Apocalipsis de San Juan al referir como 144 000 el número de los elegidos para la
salvación. Montségur es, al sur de Francia, el lugar rocoso donde se mantuvo el último
gran foco de resistencia cátara, aplastado en marzo de 1244, por los cruzados de la
iglesia católica feudal. El hecho de que algunos creyeron que el Grial,
hipotéticamente, hubiera recogido la sangre de Jesucristo pone, en un modo
discreto, la cuestión luciferina en el centro de la demanda cristiana de la
caballería medieval. El Grial es emanación de Lúcifer.