Coloquio Sobre Gramsci - MValderrama
Coloquio Sobre Gramsci - MValderrama
Coloquio Sobre Gramsci - MValderrama
© Miguel Valderrama
© Editorial Palinodia
Diseño editorial
cgm+elissetche | estudio
Miguel Valderrama
Palinodia
Para Beatriz
Que abandone toda esperanza, quien aquí entre
Dante, Inferno
Miguel Valderrama 11
Prólogo
Miguel Valderrama 13
entretenido con un lápiz y una hoja de afeitar. Esta
imagen, acaso esa tarjeta de presentación o ese billete
que podría ser esa hoja de afeitar, es la que de algún
modo se busca retener como resguardo y seña de la
lectura aquí emprendida.
Lágrimas
Miguel Valderrama 17
viene a ocupar ese lugar entre vida y muerte en que
se suspende la narración del regreso a Ítaca. Si en la
Ilíada la muerte opera como una especie de montaje
fulmíneo de la vida, en la Odisea su ausencia vuelve
imposible todo montaje, toda realización de la vida.
1
Hannah Arendt, “The Concept of History: Ancient and
Modern”, Between Past and Future, Penguin Books, New
York, 2006, pp. 41-90.
2
Homero, Odisea, VIII, 71-72.
3
Hannah Arendt, op. cit., p. 45.
4
Ibíd., p. 45.
Miguel Valderrama 19
de Ulises al escuchar el canto de sus propias acciones
son lágrimas de duelo. Ellas ponen término a la me-
lancolía del regreso, permitiendo la “reconciliación
con la realidad”. Ulises llora por el mismo, hace por
fin el duelo de la memoria de su desaparición. A través
de las lágrimas el pasado accede al presente como pa-
sado faltante, como presente histórico. Mónada de
dolor, la lágrima es el aleph del mundo, de los mo-
mentos del mundo5. Signo de interioridad, la lágrima
es también signo de unidad. Su acaecer expresa una
experiencia doliente congregada sobre sí misma, reu-
nida en la afirmación y duelo del propio presente. La
muerte ingresa en el presente como duelo del presen-
te, como memoria presente de la muerte y del pasado.
Al introducir la memoria de la pérdida en el presente,
la lágrima cumple una función memorial de existen-
cia, de huella o monumento de duelo.
5
Pablo Oyarzún, “Memoria, momento y lágrimas. Una
aproximación especulativa al problema de las singularidades
latinoamericanas”, AA.VV., Seminario América 2941, Santia-
go de Chile, Ediciones del Instituto de Arte/PUCV, 2012, pp.
13-31 [p. 31].
Miguel Valderrama 21
ción histórica, sino en el cruce luctuoso de pasado y
futuro anunciado en cada lágrima, en cada postración.
Memoria
Miguel Valderrama 23
militante que debe inventar cada vez su relación con
el presente, Gramsci advierte en la catarsis el punto
de partida de toda la filosofía de la praxis. “Se puede
emplear el término ‘catarsis’ –escribe– para indicar el
paso (passagio) del momento meramente económico
(o egoístico-pasional) al momento ético-político,
o sea la elaboración superior de la estructura en su-
perestructura en la conciencia de los hombres. Esto
significa también el paso (passagio) de lo ‘objetivo a
lo subjetivo’ y de la ‘necesidad a la libertad’. La es-
tructura, de fuerza exterior que aplasta al hombre, lo
asimila a sí, lo hace pasivo, se transforma en medio de
libertad, en instrumento para crear una nueva fuerza
ético-política, en orígenes de nuevas iniciativas. La fi-
jación del ‘momento catártico’ se convierte así, me pa-
rece, en el punto de partida para toda la filosofía de la
praxis; el proceso catártico coincide con la cadena de
síntesis que son resultado del desarrollo dialéctico”6.
6
Antonio Gramsci, “Il termine di ‘catarsi’”, Il materialismo
storico e la filosofia di Benedetto Croce, Roma, Editori Riuniti,
1971, p. 46.
7
Aristóteles, Poética, 1449b 28. Tengo a la vista el comen-
tario de Pablo Oyarzún de este pasaje. En dicho comentario
Oyarzún arriesga esta controvertida y luminosa aclaración de
la definición aristotélica de la tragedia: “la potencia que tiene
la obra de producir un efecto peculiar, de producir un ergon
peculiar. La obra consiste en aquello que la obra opera, y lo
que la obra opera, ustedes saben está dicho en el capítulo sex-
to inicialmente es la catarsis. Entonces, el ergon es en virtud de
lo cual, ante todo, la obra es esa obra. Y la catarsis es, como la
llama Aristóteles, este ergon en el caso de la tragedia”. Véase,
Pablo Oyarzún, Pensar la Poética, Santiago de Chile, 2004,
seminario inédito, p. 4.
Miguel Valderrama 25
la historia. No es extraño, por ello, que comentando
el concepto de política en los Quaderni, el filósofo
y traductor brasileño Carlos Nelson Coutinho haya
podido observar que los términos catarsis y política
son tratados como sinónimos en las notas y apuntes
de Gramsci8. De hecho, agrega Coutinho, “todas las
formas de praxis, incluidas las que no tienen relación
directa con la formación de la conciencia y de la ac-
ción de las clases sociales, implican ese potencial del
‘momento catártico’, o sea, el potencial del pasaje de
la esfera de la manipulación inmediata –de la recep-
ción de la realidad– a la dimensión de la totalidad, del
cambio activo del mundo social”9.
8
Carlos Nelson Coutinho, “El concepto de política en los
Cuadernos de la cárcel”, Dora Kanoussi (comp.), Gramsci en
Río de Janeiro, México, Plaza y Valdés, 2014, pp. 71-89, espe-
cialmente p. 78.
9
Ibíd., p. 79.
10
Peter D. Thomas, “The philosophy of praxis as the
‘catharsis’ of a determinate practical life”, The Gramscian
Moment: Philosophy, Hegemony and Marxism, Leiden, Brill,
2009, pp. 294-297 [294].
11
Ibíd., p. 295.
12
En la edición crítica de los Quaderni del carcere (10, § 6) el
Miguel Valderrama 27
La advierte, empero, como una determinación que no
solo subordina la estética a la poética, que la subordina
a una particular teoría trágica de la temporalidad, sino
que además piensa a la catarsis como obra, como un
trabajo en general que se realiza entre dos muertes, y
que, por tanto, delimita y provoca todo trabajo como
trabajo de duelo. Para quien sabe leer, esta aclaración
final no deja de tener sus efectos de borde, no deja de
inscribirse necesariamente agregándose como parénte-
sis o justificación, haciendo oscilar a la catarsis en una
doble banda de duelo, entre ergon y parergon, entre
estructura y superestructura.
13
Carlos Nelson Coutinho, “El concepto de política en los
Cuadernos de la cárcel”, op. cit., p. 77.
Miguel Valderrama 29
el pliegue aristotélico en que se encuentran y separan
poesía e historia, la catarsis se presenta demorada en el
movimiento excesivo de su propia desaparición, de su
impresentable presentación. En efecto, bajo la sombra
o el asedio de una criptonimia generalizada, Gramsci
parecería advertir en el tormento de Cavalcante la
puesta en acto de una determinada temporalidad trá-
gica donde la hegemonía intercambiaría lugares con
la catarsis, confundiéndose con ella en una cadena de
síntesis sin corte absoluto, sin fin ni finalidad. Domi-
nado por una cierta ilimitación, por un exceso del que
no podría dar cuenta, el proceso catártico designaría
en la Commedia un tipo de praxis continuamente ase-
diada por un tiempo de emergencia, por la tragicidad
de un presente privado de todo montaje, de toda re-
presentación fulmínea de la vida.
Desaparición
Miguel Valderrama 31
de Cavalcante, su obsesión, su único pensamiento
dominante”14.
14
Antonio Gramsci, Q 4, § 78 [p. 517].
15
Héctor P. Agosti, “Prólogo a la edición argentina”, An-
tonio Gramsci, Literatura y vida nacional, trad. José Aricó,
Buenos Aires, Editorial Lautaro, 1961, pp. 9-15 [p. 11].
16
Ibíd., p. 11.
Miguel Valderrama 33
El problema del parergon, de las relaciones entre ergon
y parergon, surge ya en la primera nota dedicada a
la Commedia. Bajo el enunciado “El canto décimo
del Infierno”, Gramsci desarrolla una interpretación
crítica donde la concentración de la lectura no recae
en la figura central de Farinata, sino en la adjunta o
secundaria de Cavalcante. Padre de Guido Cavalcanti,
a Cavalcante le interesa únicamente saber el des-
tino actual de su hijo: ¿está vivo o muerto? Este es
el drama de Cavalcante, su tormento, su obsesión, su
único pensamiento dominante. En magistral síntesis,
Gramsci expone la escena en los siguientes términos:
“¿Cómo representa Dante ese drama? Lo sugiere al
lector, no lo representa; da al lector los elementos para
que pueda reconstruir el drama, y esos elementos pro-
ceden de la estructura. Pero hay de todos modos una
parte dramática, la cual precede a la didascalia. Tres
pinceladas, tres compases: Cavalcante no se presenta
erguido y viril, como Farinata, sino humilde, abati-
do, tal vez arrodillado, y pregunta, vacilante, por el
hijo. Dante responde indiferente, o casi indiferente,
utilizando en pasado el verbo que se refiere a Guido.
Cavalcante nota esto en seguida y grita desesperada-
mente. Duda, no está seguro; pide más explicaciones
con tres preguntas que contienen una gradación de
estados de ánimo: ‘Cómo dijiste: él tuvo — ‘¿No vive
él todavía?’ — ‘¿No hiere sus ojos la dulce luz del
día?’. En la tercera pregunta está toda la ternura pa-
terna de Cavalcante; la genérica ‘vida’ humana se
ve en condición concreta, en el goce de la luz, que
los condenados y los muertos han perdido. Dante
17
Antonio Gramsci, Q 4, § 78 [p. 518]. En la edición de
Letteratura e vita nazionale la nota 78 del cuaderno trece apa-
rece dividida en dos parágrafos. El segundo parágrafo lleva
por encabezado “Il tormento di Cavalcante”.
Miguel Valderrama 35
la ‘catarsis’”18. En efecto, el verbo en pasado desata el
drama filial, haciendo posible reinscribir la muerte en
el presente. Eterno observador, eterno agonizante de
la muerte de su hijo, a Cavalcante le está vedada esta
experiencia profana del presente. Dante se corrige,
reintroduciendo el duelo y la historicidad en la pre-
sencia de un presente ciego. El verbo en pasado actúa
como una especie de palabra lagrimal que viene a de-
sencadenar la catarsis, que la precipita dando lugar al
trabajo de duelo. Cavalcante cae en el proceso, se de-
rrumba en el mismo momento de la elevación trágica.
Sin duda, como bien ha advertido Auerbach en su
comentario del canto, la tensión estilística en general
tiende a lo sublime en todo el verso. El presente atem-
poral del Infierno cede ante una idea de historicidad
que encuentra en la posibilidad de la lágrima su po-
sibilidad más propia de consumación. La sublimidad
de la catarsis, su elevación sin límite, termina así por
confundirse con el elemento de su caída, de su deter-
minación temporal.
18
Antonio Gramsci, Q 4, § 82 [p. 521].
Tormento
Miguel Valderrama 39
Esa –y no otra– pareciera ser la intención de Gramsci.
Aprehender a ver aquello que puede significar eso de
estar muerto. En sus notas sobre el canto décimo,
Gramsci observa, en efecto, que si no se tiene en cuen-
ta el drama de Cavalcante “no se ve en acto el tormen-
to del condenado”1. Todo castigo está representado en
acto en la Commedia. Cada muerto experimenta su
estado en el más allá como el último acto perenne de
su drama terreno. En el poema figura y consumación
poseen el carácter de apariciones y acontecimientos
reales e históricos. La condena no es solo ejemplar.
En tanto consumación, ella es forma perfectior de una
determinada figuración histórica; revelación necesaria
del sentido de una acción, de un acto en principio
inconcluso, en movimiento, en transformación. La
historicidad que de un modo u otro se vindica en los
Quaderni reaparece aquí con toda su fuerza, en esta
puntuación de lectura del drama de Cavalcante. El
presente de los condenados, su tormento, vuelve visi-
ble y legible una totalidad de sentido. Se diría que
buscando aprehender la estructura de ese presente
absoluto, de un presente privilegiado donde la totali-
dad se hace visible en cada rostro, en cada tormento,
en cada cuerpo, Gramsci reencuentra la problemática
de la temporalidad cifrada como historia presente. La
“vulgaridad” de Dante, aquella antipática y a menudo
repugnante grosería del estilo denunciada por Goethe,
y que se ve reflejada en la “excesiva aproximación ver-
1
Antonio Gramsci, Q 4, § 78 [p. 517].
2
Para la referencia a Goethe, así como para las observacio-
nes sobre el estilo en la Commedia, véase, Erich Auerbach,
“Farinata y Cavalcante”, Mimesis. La representación de la reali-
dad en la literatura occidental, trad. I. Villanueva y E. Ímaz,
México, Fondo de Cultura Económica, 1950, pp. 166-193
[p. 176].
3
Ósip Mandelstam, Coloquio sobre Dante, trad. Selma Anci-
ra, Barcelona, Acantilado, 2004, p. 19.
Miguel Valderrama 41
historicidad”4. Mandelstam, de igual modo, ha des-
tacado que los diálogos entre Dante y Farinata, y entre
Dante y Cavalcante, están magnetizados por las for-
mas de los tiempos verbales: el pretérito perfecto e im-
perfecto, el pretérito subjuntivo, incluso el presente y
el futuro son presentados en el canto como categorías,
con características categóricas, autoritarias5. Siguien-
do las interpretaciones de la numerología dantesca, se
puede advertir, asimismo, que todo el canto está do-
minado por preocupaciones propias del tiempo de los
hombres. Así, lo atestigua la misma composición del
canto, que en el breve espacio de unos setenta versos
muestra la sucesión de cuatro escenas independien-
tes. La prevalencia del número cuatro, ha observado
Ángel Crespo, simboliza en la Commedia la impor-
tancia del mundo terrenal6. El cuatro es el símbolo
de las cosas temporales, puesto que cuatro son las
estaciones, cuatro los elementos y cuatro los puntos
cardinales. Cuatro es también para Dante el símbolo
de la fortaleza moral (no ha de extrañar, por ello, que
Farinata se presente ante Dante y Virgilio “erguido y
viril”, como si desafiara con el pecho y con la frente
“a todo el infierno”). Ahora bien, en medio de diálo-
gos sostenidos entre criptas ardientes, la historicidad
4
Erich Auerbach, “Farinata y Cavalcante”, Mimesis, op. cit.,
p. 183, p. 188.
5
Ósip Mandelstam, Coloquio sobre Dante, op. cit., p. 20.
6
Ángel Crespo, “Alegorías, figuras y enigmas en la ‘Come-
dia’”, Dante y su obra, Barcelona, Acantilado, 1999, pp. 107-
123 [pp. 112-114].
7
Erich Auerbach, Figura, trad. Yolanda García, Madrid,
Trotta, 1998. Y, más ampliamente, Hayden White, “Auer-
bach’s Literary History: Figural Causation and Modernist
Historicism”, Figural Realism. Studies in the Mimesis Effect,
Baltimore, The Johns Hopkins University Press, 2000, pp. 87-
100. Para una opinión contraria, Carlo Ginzburg, “Auerbach
y Dante: algunas reflexiones”, Finis Terrae. Revista de Humani-
dades, núm. 2, Universidad Finis Terrae, Santiago de Chile,
2013, pp. 71-86.
Miguel Valderrama 43
parece precipitarse y dominar todo el canto.
8
Inferno, X, 36: “com’avesse l’inferno in gran dispitto”.
Ceguera
9
Carta a Tatiana Schucht, 26 de agosto de 1929.
Miguel Valderrama 45
dad de las lágrimas10. En carta a Tatiana Schucht, del
20 de septiembre de 1931, se demora comentando la
ceguera que hiere los ojos de Cavalcante, se demora
para volver a extrañarse, si se quiere, de esas lágrimas
que ven, de esas lágrimas que en la ceguera de los ojos
dan a ver. De toda la correspondencia de la cárcel,
esta es la única carta en la que Gramsci presenta un
resumen detallado del canto décimo. En ella expone
en apretada síntesis un esquema argumental de cuatro
puntos, interpolados por observaciones y digresiones
sobre el estado de la bibliografía dantesca. En lo esen-
cial, podría decirse que el esquema busca invertir
(poner de cabeza) la interpretación dominante del
canto: “[…] El Canto X es tradicionalmente el canto
de Farinata, por eso la severidad que nota De Sanctis
ha sido siempre plausible. Yo opino que en el Canto
X se representan dos dramas, el de Farinata y el de
Cavalcante, y no sólo el de Farinata. – 2] Es extraño
que la hermenéutica dantesca, tan minuciosa y bi-
zantina, no haya notado nunca que Cavalcante es el
verdadero castigado, entre los epicúreos, de los sepul-
cros en fuego; digo castigado con castigo inmediato y
personal, y en este castigo Farinata participa estrecha-
mente, pero también ‘como aquel que al cielo ha des-
preciado’. La ley de contraste en Cavalcante y Farinata
es la siguiente: por haber querido ver el futuro ellos
quedaron privados (teóricamente) por un tiempo de-
10
“Llanto de los más jóvenes. La idea de la muerte se presenta
por primera vez (se hace uno viejo de golpe)”. Antonio Gram-
sci, Q 1, § 70 [p. 143].
11
Carta a Tatiana Schucht, 20 de septiembre de 1931. [p.
272].
12
Sobre esta “mirada oblicua” en Gramsci, véase, Francisco
Fernández Buey, “Plan, estructura y temas de los Cuadernos
Miguel Valderrama 47
través ya supone cierta torcedura, cierta inclinación al
tormento; al menos como evitación o alejamiento del
mismo, como movimiento diagonal que se aleja de la
vertical (como no recordar aquí la verticalidad de
Farinata, frente a la cual Cavalcante se presenta de sos-
layo, como encarnación de una forma oblicua). Figura
geométrica –comprometida todavía con el punto y la
línea, la frontalidad y la confrontación, el horizonte y
la horizontalidad, el vértice y la vertical–, la “mirada
oblicua” gramsciana supone, a su modo, una fórmula
de compromiso, una connivencia con aquello que en
el infierno se guarda y resguarda sobre el tiempo del
mundo. Sin duda, dicha mirada busca exponerse a sí
misma en otra mirada, busca producir un encuentro
precisamente ahí donde la caída se aprehende como
declinación, tumbamiento o colapso. En el canto se
asiste repetidas veces a ese intercambio de miradas.
Frontales, como en las escenas de Farinata. Oblicuas,
como en el episodio de Cavalcante. En su examen del
canto, Gramsci no se detiene a contar las veces en que
palabras asociadas con el privilegio de la vista hacen su
aparición (vedi, veder, viso, guardomini, guardo, occhi,
voi, veggiam), le basta con advertir que la escena de
Cavalcante se construye esencialmente a partir de un
ver que no ve, de una cierta ceguera o cegadora pre-
visión que encuentra en el tiempo histórico su lugar
de precipitación y caída. El tormento se asocia así ín-
timamente al ojo, a la mirada, al propio acto de ver,
Miguel Valderrama 49
da Cavalcante del infierno como cieco carcere. Inte-
rrogando la experiencia posible e imposible a la vez de
estar muerto (experiencia que se presenta no como lo
contrario de estar vivo, no como la simple modalidad
negativa de la vida, sino como una condición singu-
lar de ésta), Gramsci busca ver en acto la naturaleza
de esa ceguera que él desde muy temprano ha identi-
ficado con el tiempo y el tormento. Ya en un escrito
juvenil de abril de 1918, publicado en la edición tu-
rinesa del periódico Avanti!, bajo el título “Il cieco
Tiresia”13, Gramsci esbozaba una interpretación de la
figura de Cavalcante organizada a partir de la relación
entre ceguera e iluminación, entre ver y ver venir. Los
nombres de Tiresias y Casandra sirven en el artículo
de ejemplos míticos de esa relación de pre-visión de
la que se guarda y protege la historia. Esta estrategia
oblicua de confrontación, esta especie de oratio obli-
qua de la política, vuelve a ser retomada más de una
década más tarde en prisión. Gramsci trae a la memo-
ria este escrito juvenil en sus notas sobre la Comme-
dia. Frank Rosengarten, en un importante estudio
sobre estas notas, ha observado que la inscripción de
“Il cieco Tiresia” en los Quaderni no se da sin “dos
pequeños, pero significativos cambios”14. En lugar de
hablar de la ceguera de Tiresias como el precio que
13
Antonio Gramsci, “Il cieco Tiresia”, Sotto la mole: 1916-
1920, Torino, Einaudi, 1960, pp. 320-321.
14
Frank Rosengarten, “‘Little Discovery’: Gramsci’s Interpre-
tation of Canto X of Dante’s Inferno”, Boundary 2, Vol. 14, N
3, Durham, 1986, pp. 71-90 [pp. 84-85].
15
“Farinata e Cavalcante sono puniti dell’aver voluto troppo
vedere nell’al di lá, uscendo fuori dalla disciplina cattolica:
son puniti con la non conoscenza del presente”. Al respecto,
“Il cieco Tiresia”, Sotto la mole, op. cit., p. 321.
16
Antonio Gramsci, Q 4, § 85 [p. 527].
Miguel Valderrama 51
Presente
17
Antonio Gramsci, Q 4, § 78 [p. 517].
Miguel Valderrama 53
inscriba en el tiempo. Orden y tiempo, dos conceptos
o categorías que, en opinión de Manuel Sacristán, in-
formarán toda la escritura de Gramsci18. De acuerdo a
ello, podría decirse que los temas de la “representación
indirecta” del horror, y de la propia distinción entre
historia y poesía, quedan subordinados o inscritos, en
última instancia, en la problemática del tiempo, que
no es otra que la del saber y la historia.
18
Manuel Sacristán, El orden y el tiempo. Introducción a la
obra de Antonio Gramsci, Madrid, Trotta, 1998.
19
Antonio, Gramsci, carta a Tatiana Schucht, 2 de julio de
1933.
Miguel Valderrama 55
porque tus cartas o no me llegan, o no corresponden
a la conversación emprendida”), el interés “desintere-
sado” (disinteressato) del für ewig del prisionero cruza
saludos con ese otro für ewig del “para siempre” del
poeta, donde “para siempre quiere decir Morir”20.
20
El verso puntúa el cierre del poema. Ya Gerratana, en
su prefacio a la edición crítica de los cuadernos, llamaba
la atención sobre el poema de Giovanni Pascolini, en cuya
concepción für ewig, la idea de para siempre, está vincula-
da a la idea de la muerte. De igual modo, Sacristán dedica
un largo comentario a elucidar el “sentido” del für ewig en
Gramsci, en el cual, contra la interpretación de Gerratana, lee
este “para siempre” como caída temporal, como negatividad
no dialectizable. Para ambos comentarios, véase, Valentino
Gerratana, “Prefazione”, Quaderni del carcere, op. cit., vol.
I, pp. xvii y ss; y de Manuel Sacristán, “El undécimo cuader-
no de Gramsci en la cárcel”, en Antonio Gramsci, Introduc-
ción al estudio de la filosofía, trad. Miguel Candel, Barcelona,
Crítica, 1985, pp. 9-41. En el prólogo de Sacristán a la tra-
ducción castellana del cuaderno once, se puede leer una ver-
sión literal del poema “Per sempre”, de Pascolini [pp. 19-20].
21
Inferno, X, 10-15.
22
Frank Rosengarten, “‘Little Discovery’: Gramsci’s Interpre-
tation of Canto X of Dante’s Inferno”, op. cit., p. 76.
Miguel Valderrama 57
En la nota 78 del cuaderno esta pregunta por un ver sin
ver, por una espera sin espera, se plantea con la mayor
visibilidad y la mayor ceguera. La pregunta está guiada
por la visión del tormento, por la puesta en escena de
un drama filial, y, acaso, por un otro pensamiento del
duelo, por su pregunta o solicitación: “¿Cuál es la po-
sición de Cavalcante, cuál es su tormento? Cavalcante
ve en el pasado y ve en el porvenir (avvenire), pero no
ve en el presente, en una zona determinada del pasado
y del porvenir (avvenire) en la que está comprendido
el presente. En el pasado Guido está vivo, en el porve-
nir (avvenire) Guido está muerto, ¿pero en el presente?
¿Está muerto o vivo? Este es el tormento de Cavalcan-
te, su único pensamiento dominante”.
23
Antonio Gramsci, Cuadernos de la cárcel, tomo 2, traduc-
ción Ana María Palos, México, Era, 1981, pp. 228-229 [p.
228].
24
Louis Althusser, “Le marxisme n’est pas un historicisme”,
Louis Althusser y Etienne Balibar, Lire le Capital, vol. I, Paris,
Maspero, 1967, pp. 150-184 [p. 168].
Miguel Valderrama 59
no se pregunta ¿qué tiempo puede corresponder al fin
de los tiempos? En su atención a esa forma petrificada
de temporalidad que corresponde a la vida ultraterre-
na que Dante describe en la Commedia, aquello que
atrae su interés es la forma singular de “mundaniza-
cion” y “terrenalizacion” del drama de Cavalcante.
Historia
Miguel Valderrama 63
guardar de la muerte se le aparece a Gramsci en lo que
tiene de inacabado definitivamente, en todo aquello
que no pudo realizar. Si el tiempo es un pseudónimo
de la vida misma, si no es más que otro nombre con
que nombrar la presencia a sí de un presente, entonces
la muerte se figura necesariamente como sustracción
de esa presencia, como resta e interrupción cegadora
del ahora. Gramsci no cuestiona esta comprensión del
tiempo. No, al menos, en lo esencial. Deslumbrado
por la cripta del canto, no interroga el deseo de pre-
sencia que la pregunta de Cavalcante pone en movi-
miento. El duelo del presente que se da a ver en el
verso25, esa punzadura de muerte en la muerte que la
escena exhibe como tumbamiento y desfallecimiento,
se le presenta a Gramsci como una exigencia de res-
titución de la presencia a sí del presente, como nece-
sidad de inscripción de la representación en el orden
del tiempo.
25
Inferno, X, 52-58.
26
La expresión es de Gramsci. En el canto se lee: “solvetemi
quel nodo che qui ha ’nviluppata mia sentenza”. Cfr. Inferno,
X, 95-96.
27
Antonio Gramsci, Q 4, § 78 [p. 518].
Miguel Valderrama 65
e invisible del canto. Y sin embargo, aun cuando todo
en él parece conmocionarse con esta caída filial, aun
cuando la caída del muerto viene a prefigurar la pro-
pia caída, no se deja de advertir en su lectura la huella
de una traición a todo aquello que en la caída nombra
secretamente la división del presente, el duelo de su
no coincidencia consigo mismo.
28
Benedetto Croce, “La struttura della ‘Commedia’ e la
poesia”, La poesia di Dante, Bari, Laterza, 1943, pp. 47-65.
(quinta edición)
29
Carta a Tatiana Schucht, 26 de agosto de 1929.
30
Carta a Tatiana Schucht, 20 de septiembre de 1931.
31
Antonio Gramsci, Q 4, § 78 [pp. 516-517].
Miguel Valderrama 67
y parergonal, se le presenta a Gramsci mediada por la
problemática croceana, es decir, por un problema en
que lo que se anticipa o lo que se propone es una cierta
defensa o escudo ante la contusión, la punzadura, la
herida que sobreviene en la caída. Hay, en suma, un
desplazamiento de la atención del punctum de la es-
cena al studium de la misma32. Este desplazamiento
vuelve al poema informativo, trasladando la atención
de la lectura desde la singularidad de la imagen poé-
tica al valor de explicación o enseñanza de la historia.
32
Para la distinción entre punctum y studium, véase, Roland
Barthes, La chambre claire, Paris, Editions de l’Etoile, 1980.
33
Antonio Gramsci, Q 4, § 78 [p. 518].
34
Benedetto Croce, “La struttura della ‘Commedia’ e la
poesia”, La poesia di Dante, op. cit., pp. 62-63.
35
Ibíd., p. 62.
36
Ibíd., p. 59. Sobre esta monstruosidad alegórica, véase,
además, Carlo Ginzburg, “Dante’s blind Spot”, Sara Fortuna,
Manuele Gracnolati y Jurgen Trabat (eds.), Dante’s Plurilin-
gualism. Authority, Knowledge, Subjetivity, London, Legenda,
2010, pp. 150-163.
Miguel Valderrama 69
toriográfica. La pregunta por la distinción en la obra
entre historia y poesía, la pregunta por aquello que
es estructura o poesía en el poema, es desencadenada
así por el giro representacional que sigue a la caída de
Cavalcante. Gramsci lo destaca en varios momentos
de su comentario: “Farinata es una serie de estatuas.
Luego Farinata recita una didascalia”37. “Sobre ‘tuvo’
cae el acento ‘estético’ y ‘dramático’ del verso y [ese]
es el origen del drama de Cavalcante, interpretado en
las didascalias de Farinta”38. “Farinata es reducido a la
función estructural de ‘explicator’ para hacer penetrar
al lector en el drama de Cavalcante”39. Y por último,
más adelante, en la nota 86, en ese preciso momento
en que Gramsci parece copiar con entusiasmo de es-
colar las observaciones del profesor Umberto Cosmo
sobre su interpretación de la Commedia: “la compara-
ción con las didascalias de los dramas propiamente di-
chos es sutil y puede ayudar a esclarecer [el drama de
Cavalcante]”40.
37
Antonio Gramsci, Q 4, § 78 [p. 517].
38
Antonio Gramsci, Q 4, § 82 [p. 521].
39
Antonio Gramsci, Q 4, § 83 [p. 524].
40
Antonio Gramsci, Q 4, § 86 [p. 528]. El paréntesis cuadra-
do es mío.
Miguel Valderrama 71
dos estéticamente por el director del espectáculo, en
ese proceso creativo los comentarios tienen una im-
portancia esencial en cuanto limitan el libre albedrío
del director y de los actores. Toda la estructura de la
Divina comedia cumple con esa altísima función” 41.
41
Carta a Tatiana Schucht, 20 de septiembre de 1931.
42
Jacques Derrida, “Le parergon”, La vérité en peinture, Paris,
Flammarion, 1978, pp. 45-72 [p. 69].
43
Carta a Tatiana Schucht, 20 de septiembre de 1931.
44
Antonio Gramsci, Q 4, § 78 [p.518].
Miguel Valderrama 73
siendo estructura o historia no lo es, determina la lec-
tura de Gramsci de la caída de Cavalcante. El punctum
de la caída, aquello que viene a interrumpir el idio-
ma de Dante, la misma singularidad irreductible de
aquello que se pone en movimiento en el poema, es de
pronto desplazado por el mismo desencadenamiento
a que da lugar la caída. La pregunta por el tiempo, por
la punzadura de muerte que el tiempo conlleva y a la
vez interroga, es negada en una precipitación temporal
que neutraliza la caída enmarcándola narrativamente,
reinscribiéndola en la historia. Del parergon se dice
que tiene por determinación tradicional no destacarse
sino desaparecer, hundirse en el momento que des-
pliega su más grande energía. Esta caída del parergon,
esta especie de duelo en el duelo, esta caída que parece
acompañar la caída de Cavalcante, ¿no se presenta
aquí y en todo lugar cómo orla fúnebre?, ¿cómo no-
tación o puntuación de una caída en la representación
histórica? Cayendo sobre la caída, enmarcándola en
una especie de mortaja final, la historia se presenta
así como suplemento parergonal de un cuerpo, de un
cuerpo inclinado en su caída. El punctum de muerte,
que despunta en toda escena donde hay caída y des-
fallecimiento, sede finalmente su lugar al momento
representacional del studium. Momento de traición,
es decir, de traducción. Traducción del ojo y del oído,
elevación de una banda de duelo que cae sobre el ojo
y el oído, dando a ver lo que no se ve en el ver, dando
a escuchar lo que no se escucha en la escucha.
45
Inferno, X, 97-99.
46
Inferno, X, 100-108.
Miguel Valderrama 75
fierno es esencialmente un estado caracterizado por la
certeza de que ya no hay tiempo, de que en el después
del tiempo del después ya no queda tiempo. En
Apocalipsis se lee: “El diablo sabe que le queda poco
tiempo”47. La escasez de tiempo es la raíz de todos
los males, la cifra de todos los satanismos. Acelerar el
curso hacia el estado final, en la sombría certeza de un
esfuerzo penúltimo, postrero, banal, eso es propio de
un apocalipsis infernal. No hay vida en esa agitación,
no hay previsión, donación o esperanza. Ese parece ser
el sentido de la sentencia que Dante ve escrita en uno
de los dinteles de las puertas del Infierno: “que aban-
done toda esperanza, quien aquí entre” [lasciate ogni
speranza, voi ch’entrate]48. La esperanza, ese estado de
espera asociado a lo que ha de venir, a la donación y la
confianza, les está negada a los condenados. Gramsci,
a su modo, lo sabe. No hace falta un apocalipsis cuan-
do la propia vida es consciente de lo que le resta. Y sin
embargo, en la nota 83, en el único lugar de sus notas
donde discute críticamente “la afirmación de que el
canto décimo es ‘por excelencia político’”, Gramsci no
parece advertir del todo lo que la pérdida de horizonte
supone para toda espera, para toda pre-visión, para
toda política. Leyendo sus observaciones críticas sobre
Vincenzo Morello, se diría que se limita únicamente
a señalar el castigo de los condenados: “Farinata dice
47
Apocalipsis 12,12: “¡Ay de la tierra y del mar!, porque el
diablo bajó a vosotros lleno de furor, sabiendo que le queda
poco tiempo”.
48
Inferno, III, 9.
49
Antonio Gramsci, Q 4, § 83 [p. 524]
Miguel Valderrama 77
viva. ¿Sería por ello una poesía de lo inefable, de lo in-
expresado? No creo. Dante no renuncia a representar
el drama directamente, porque éste es precisamente
su modo de representarlo. Se trata de un ‘modo de
expresión’ y pienso que los ‘modos de expresión’ pue-
den cambiar en el tiempo así como cambia la lengua
propiamente dicha”50.
El oído, la escucha
50
Carta a Tatiana Schucht, 20 de septiembre de 1931.
51
Werner Hamacher, 95 tesis sobre la filología, trad. Laura
Carugati, Buenos Aires, Miño y Dávila editores, 2011, p. 31
[tesis 83].
Miguel Valderrama 79
disdegno’] el quien [cui] se refiere sin duda a Virgilio,
pero no es un complemento de objeto, sino uno de los
pronombres habituales al que le falta la preposición
con. ¿Y el objeto de ‘tuvo menosprecio’ [‘ebbe a dis-
degno’]? Se obtiene del precedente ‘no vengo por mí
mismo [‘da me stesso non vegno’] y es, pongamos por
caso, o el sustantivo venida [venuta] o, si se quiere,
una proposición objetiva: de venir [de venire]”52.
52
Antonio Gramsci, Q 4, § 82 [p. 521].
53
Antonio Gramsci, Q 4, § 82 [p. 521].
Miguel Valderrama 81
4
CRIPTAS
Apocalipsis
54
Giorgio Agamben, “Apocalittico”, Il tempo che resta.
Miguel Valderrama 83
La alusión a este otro tiempo enmarca la escena de
Farinata y Cavalcante. En un primer momento, será
Virgilio quién señalará a Dante la ocurrencia de este
otro tiempo, de un tiempo de tormento y vacancia
que domina esa especie de sobrevida ultraterrena que
llevan las sombras de los condenados. La memoria de
este otro tiempo abre el diálogo del canto, y viene a
puntuar aquel momento en que Dante y Virgilio en-
tran en el sexto círculo del Infierno, que es al mismo
tiempo el primer círculo de la ciudad de fuego. A la
pregunta de Dante por aquella gente que arde en crip-
tas abiertas, cuyas losas se encuentran suspendidas so-
bre las cabezas de los condenados, Virgilio se limita
a responder que todas esas criptas quedarán selladas
una vez que hayan vuelto de Josafat las almas con los
cuerpos que han quedado allá arriba55. Con Josafat, el
poeta alude al juicio final, al ultimísimo día que nom-
bra la llegada del Mesías en un tiempo del después del
después del tiempo.
56
Inferno, X, 97-99
57
Inferno, X, 106-108.
58
Me refiero a la edición de la Divina comedia, al cuidado de
Ángel Chiclana.
Miguel Valderrama 85
porvenir, del futuro, se entrelazan libremente con los
motivos de la verdad o la esencia del hombre. La ver-
dad del hombre, su ser pasado, se conserva y retiene
en su cumplimiento, que no es otra cosa que la apro-
piación de esa verdad, de ese pasado sobrepasado y
conservado en el juicio final del fin de los tiempos. El
pasado emana del futuro, de un porvenir abierto aún
en la eternidad.
59
Massimo Cacciari, “Dante profeta”, Juan Barja y Jorge Pé-
rez de Tudela (eds.), Dante. La obra total, trad. Belén Ruiz
Molina, Madrid, Círculo de Bellas Artes, 2009, pp. 89-126
[p. 123].
60
Erich Auerbach, “La representación”, Dante, poeta del
Miguel Valderrama 87
prensible teniendo en cuenta el eskhaton61. El tiempo
breve, el tiempo prejuzgado se ofrece a la mirada a
través de una puerta abierta, de un resplandor inextin-
guible que alumbra en medio de las tinieblas. Límite
infranqueable, aún en la muerte la puerta del futuro
permanece abierta como signo de un fin del tiempo
prometido y anunciado como memoria y espera de un
después, de un tiempo del después en el después del
tiempo. No hay un más allá del Apocalipsis. Aún en el
Infierno, se espera ante una puerta abierta.
61
Véase, Massimo Cacciari, El poder que frena. Ensayo de teo-
logía política, trad. María Teresa D’Meza y Rodrigo Molina-
Zavalía, Buenos Aires, Amorrortu, 2015. La lectura clásica
sobre los presupuestos teológicos de la historia es desarrollada
por Karl Löwith en Meaning in History (1949). En castellano,
consúltese la traducción del libro de Löwith de la edición ale-
mana al cuidado de Bernd Lutz, del año 2004. Al respecto,
Karl Löwith, Historia y salvación del mundo. Los presupuestos
teológicos de la filosofía de la historia, trad. Norberto Espinosa,
Buenos Aires, Katz, 2007. Para una aproximación al agota-
miento de este “régimen de historicidad”, François Hartog,
Croire en l’histoire, Paris, Flammarion, 2013.
62
En efecto, esta particular oposición de antes y después,
junto con la de arriba y abajo, domina el movimiento en la
Commedia. Como ya se ha advertido anteriormente, en esta
incardinación de la temporalidad, Dante sigue a Aristóteles:
“Esto es el tiempo, el número del movimiento según lo ante-
rior y lo posterior”. Véase, Aristóteles, Física IV, 11, 129b 1-3.
63
Massimo Cacciari, “Dante profeta”, op. cit., pp. 95 y 96.
Miguel Valderrama 89
Escenas de sufrimiento, pasión y dolor. Escenas de
aquello que debería estar alejado de la vista. Gramsci
pareciera en estas escenas ocupar a la vez el lugar de
Farinata y Cavacante. Pareciera identificarse, por un
lado, con la figura soberbia de Farinata, en su despre-
cio descomunal del cielo y el infierno, así como, de
igual modo, pareciera ocupar el lugar de Cavalcante
al identificarse con el amor del padre, con esa pietà
imposible que su mirada reclama. Esta doble identi-
ficación es el índice de una inmanencia absoluta, de
un rechazo a toda trascendencia, a todo último cielo.
Quizá por ello, en su comentario del canto, Gramsci
ignora las referencias escatológicas a un apocalipsis in-
fernal. Emulando el desprecio que Farinata manifiesta
por el dolor de Cavalcante, se limita a anotar en su
cuaderno una simple corrección, un ajuste menor a la
interpretación que Vincenzo Morello desarrolla de los
versos finales del canto: “Morello se detiene en la pre-
dicción de Farinata sin pensar que, si esos heresiarcas
pueden saber el futuro, deben saber el pasado, dado
que el futuro se vuelve siempre pasado; esto no lo lleva
a releer el texto y verificar el significado”64.
64
Antonio Gramsci, Q 4, § 83 [p. 525].
65
Inferno, IV, 42.
66
Gramsci se revela contra aquellos versos atribuidos a Carlo
Bini por Mario Bonfantini, en reseña publicada en la Italia
Letteraria, el 22 de mayo de 1932: “‘La prisión es una lima tan
sutil, / que templando el pensamiento hace de él un estilo’”.
No, protesta Gramsci: “¿Quién escribió esto? ¿El mismo Bini?
Pero, ¿acaso ha estado de verdad en la cárcel? (seguramente
no mucho). La prisión es una lima tan sutil, que destruye
completamente el pensamiento”. Véase, Q 9, § 51 [p. 1126].
Miguel Valderrama 91
acaso un tiempo del después en el después del tiempo.
67
Para una revisión de la expresión, véase, Peters Thomas,
“Historicism, absolute”, Historical Materialism, núm. 15,
London, 2007, pp. 249-256; Fabio Frosini, “Storicismo e
storia nei Quaderni del carcere di Antonio Gramsci”, Bolletino
Filosofico, núm. 27, Roma, 2012, pp. 351-367.
68
Antonio Gramsci, Q 11, § 15 [pp. 1403-1404].
Miguel Valderrama 93
Se vive de una condición espectral que abre la histo-
ria a la historia, que la descompone en imágenes, en
intervalos, en punctum y miradas. No hay historia sin
interrupción de la historia. No hay tiempo sin inte-
rrupción del tiempo. No hay imagen sin interrupción
de la imagen.
Interregno
69
Antonio Gramsci, Q 10 § 8 [p. 1226].
70
Antonio Gramsci, Q 4, § 37 [p. 455].
Miguel Valderrama 95
vez experiencia de la imagen, de su ruina o ceniza71.
71
Esta experiencia de la imagen se puede encontrar ya en la
Commedia, en el tratamiento que Dante da a la imagen en
relación al cuerpo vivo. Véase, Hans Belting, “Imagen y som-
bra. La teoría de la imagen de Dante en proceso hacia una
teoría de arte”, Hans Belting, Antropología de la imagen, trad.
Gonzalo Vélez, Buenos Aires, Katz, 2007, pp. 233-261.
72
Fabio Frosini, “Storia”, Guido Liguori y Pasquale Voza
(eds.), Dizionario gramsciano. 1926-1937, Roma, Carocci
editore, 2009, pp. 807-811.
73
Guiseppe Cacciatore, “Storicismo”, Dizionario gramsciano,
Miguel Valderrama 97
rregno es así una que se sueña liberada “de cualquier
ideologismo”75, que vive atrapada en la pasión por to-
car lo real.
75
Antonio Gramsci, Q 4, § 24 [p. 155].
76
Es sabido que las tesis de Walter Benjamin sobre el con-
cepto de historia se interrumpen con la imagen de una puerta
abierta, de una “pequeña puerta” por donde puede pasar el
Mesías. Esta imagen, sin embargo, no designa en Benjamin el
futuro, sino el pasado. La comentada acuarela de Paul Klee,
Angelus Novus, en torno a la cual gira la novena tesis de Ben-
jamin, bien podría ser aprehendida como la imagen alegórica
de un concepto de historicidad elaborado contra el futuro. En
la versión francesa de las Tesis esta reflexión sobre la historia
encuentra en Dante una garantía. En efecto, en la quinta tesis
de Sur le concept d’histoire se lee que este otro concepto de his-
toria se apoya “en el verso de Dante”. La variante en cuestión
es la siguiente: “La auténtica imagen del pasado solo aparece
en un relampagueo. Imagen que no surge sino para eclipsarse
por siempre en el instante siguiente. La verdad inmóvil que
no hace más que esperar a quien la busca no corresponde, en
modo alguno, a ese concepto de la verdad en materia de his-
Miguel Valderrama 99
Epílogo
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111
Índice
Advertencia 11
Prólogo 13
1. Catarsis 15
Lágrimas. Memoria. Desaparición
2. Acto 37
Tormento. Ceguera. Presente
3. Caída 61
Historia. El ojo, el ver. El oído, la escucha.
4. Criptas 81
Apocalipsis. La puerta del futuro. Interregno.
Epílogo 99
Agradecimientos 103
Bibliografía 105
Colección Historia del secreto