AGUARAGUE E Hidrocarburos
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AGUARAGUE E Hidrocarburos
Bolivia
En el Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado Aguaragüe hay 56 pozos petroleros y 36 de
ellos concentran pasivos ambientales.
El Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap) sostiene que siete de las 22 reservas naturales
bolivianas son las más presionadas por la ampliación de la frontera petrolera.
La vida de 10 221 habitantes de las comunidades indígenas Guaraní y Weenhayek está hoy amenazada
por las actividades hidrocarburíferas.
En Bolivia existen 22 áreas protegidas, una de ellas es el Parque Nacional y Área Natural de Manejo
Integrado Aguaragüe, una serranía rica en biodiversidad por su intensa flora y fauna y sus fuentes
naturales de agua. Pero desde el 2010 las actividades petroleras de cinco empresas, estatales y
extranjeras, ejercen una fuerte presión sobre el área, sobre todo desde que el Estado abrió las puertas a
la exploración en más de un 70 % de la extensión del parque.
El Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap) sostiene que siete de las 22 reservas naturales
bolivianas son las más presionadas por la ampliación de la frontera petrolera. El Centro de
Documentación e Investigación de Bolivia (Cedib) señala en su libro “Los límites de las fronteras
extractivas en Bolivia: el caso de la biodiversidad en Aguaragüe”, que la afectación en el Territorio
Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS) es de un 35 %, en el Madidi y Aguaragüe es de un
72,5 %, en Tariquía de un 55 %, en el Iñao de un 91 % y en Pilón Lajas y Manuripi fluctúa entre un 55 y
90 %.
Vista panorámica de la Serranía del Aguaragüe. Foto: De Refucilon - Trabajo propio, CC BY-SA 4.0
Estas siete áreas protegidas sufren actualmente presiones y problemas medioambientales provocados
por diversos tipos de actividad, principalmente por la minería, la caza indiscriminada de especies, la tala
ilegal y los asentamientos cuya concepción no es la preservación del espacio, según el Sernap.
7 de las 22 reservas naturales bolivianas son las más presionadas por la ampliación de la frontera
petrolera
Pero a esto se suman las amenazas legales o normativas que el Gobierno impulsa en su búsqueda de
materia prima no renovable. “Están buscando más hidrocarburos y hay más presión, porque hay una
coincidencia de potencialidad de hidrocarburos y minería en las áreas protegidas”, comenta la activista y
experta en temas ambientales Cecilia Requena.
Los parques naturales y entre ellos el Aguaragüe son el “pulmón natural de Bolivia” frente a las
irremediables consecuencias que tendrá el Cambio Climático, explica el técnico de la Asamblea del
Pueblo Guaraní, Pablo Ibañez.
El Parque Aguaragüe
El Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado Aguaragüe, ubicado al Sur del país en el
departamento de Tarija, adquirió esta condición en el año 2000. Se trata de un ecosistema de serranía
con formaciones boscosas y recursos hídricos, animales de diversas especies y posee una importante
riqueza en árboles y flores.
El Aguaragüe tiene una superficie de 108 307 hectáreas, es un proveedor de servicios ambientales
relacionados con la oferta de agua a las comunidades y ciudades cercanas a la serranía. Pero el área
tiene también relación espacial y geológica con los principales megacampos gasíferos para la
exportación: San Alberto, Itau, Sábalo, San Antonio y Margarita.
En su territorio fueron construidos 56 pozos petroleros. “El Parque ha sido desde hace muchos años de
permanente exploración y explotación de yacimientos petrolíferos y hubo por lo menos 56 pozos de
exploración desde la década del 60 y se han identificado 36 pasivos ambientales dentro del área
protegida”, informó el director ejecutivo del Sernap, Félix Gonzáles.
Un área del parque donde puede observarse uno de los pozos. Foto: Cedib 2014.
En el año 2010, con la promulgación del Decreto Supremo 0676, se abrió la puerta a la exploración en
más de un 75 % de la extensión del parque. Esta norma permitió ampliar de 33 a 56 las áreas de interés
petrolero a favor de la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB). Las áreas
protegidas no fueron excluidas.
En el Aguaragüe se superponen dos naciones indígenas, la Guaraní y la Weenhayek, las cuales aún no
poseen la titularidad de su territorio. Hay 10 221 habitantes distribuidos en 30 comunidades y a pesar
de ser un Área de Manejo Integrado, no cuenta con un plan para administrar la reserva.
En el año 2010, con la promulgación del Decreto Supremo 0676, se abrió la puerta a la exploración en
más de un 75 % de la extensión del parque.
La actividad petrolera no es reciente en Bolivia, empezó hace muchos años. En Tarija, departamento que
alberga al Parque Nacional Aguaragüe, se otorgaron las primeras concesiones en 1867 y se encontró
petróleo en 1926. Los principales campos petroleros en la Serranía del Aguaragüe fueron: Sanandita, Los
Monos, Camatindi y Caigua. Sanandita fue desmantelada en la década de los 70, según la publicación del
Cedib.
A partir de 1990 se dio paso a las empresas extranjeras. Un diagnóstico realizado a la propuesta de
creación del Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado Aguaragüe (PNANMI) ─elaborado por
la prefectura de Tarija y el Sernap en 1999─ ya señalaba a la actividad hidrocarburífera como una de las
principales amenazas a la estabilidad natural por la presencia de pasivos ambientales.
El tipo de contaminación que producen las actividades petroleras. Foto: Cedib 2014.
Pablo Ibáñez confiesa que el Aguaragüe donde nació y se crió ya no es el mismo. “Era un potencial en el
tema hídrico, fauna y flora, su riqueza natural era intensa, porque tenía montes clasificados alto, bajo y
llanura. Tenía bastante correntía”, cuenta el técnico indígena de la Asamblea del Pueblo Guaraní.
Hoy hay pozos abandonados, caminos que se abren entre la selva tupida, campamentos que llegan y se
van después de abrir las entrañas de la tierra.
Los pasivos ambientales, aquellos sitios contaminados por la liberación de materiales o residuos
peligrosos que no fueron remediados oportunamente, preocupan a los líderes de la organización
guaraní, porque a pesar de los años las empresas no han “sellado” y remediado el impacto de esos
pasivos. “Después de conocer y estudiar el tema medioambiental con relación a los impactos de las
actividades petroleras, llámese exploración, explotación, sísmica, hemos hecho evaluaciones y son
bastante duras”, expresa preocupado Ibañez.
El Sernap a través de su director informó que de los 36 pasivos ambientales en el Aguaragüe “tenemos
en el campo Los Monos tres pozos sellados y uno con fuga de gas y eso nos preocupa”, dijo Gonzales.
El director ejecutivo del Servicio Nacional de Áreas Protegidas, Félix Gonzales. Foto: Sernap.
“Tenemos en el campo Los Monos tres pozos sellados y uno con fuga de gas y eso nos preocupa”.
Las principales empresas que han operado en la zona o en el área de influencia son Chaco (subsidiaria de
YPFB corporación), Petroandina (constituida por YPFB y PDVSA), Eastern Petroleum and Gas, YPFB y
Petrobras (brasileña).
En la Serranía quedan gasoductos y oleoductos para el transporte de gas de los campos San Antonio,
Sábalo y Margarita, que atraviesan más de 2 km del Parque.
Estos tres campos petroleros son los más importantes para la administración del Gobierno boliviano,
porque producen gas para la exportación dirigida a satisfacer los mercados de Argentina y Brasil.
El presidente Evo Morales proyectó para este 2016 una renta de 2600 millones de dólares, lo que en
2015 alcanzó a 3768 millones de dólares y 5489 millones de dólares en 2014.
Las autoridades alientan la exploración de más pozos con el objetivo de encontrar petróleo y gas.
Precisamente en esa idea, el director ejecutivo del Sernap informó que actualmente se construye la
infraestructura para la “perforación de un pozo” en el Aguaragüe. Y anunció el ingreso de otras dos
empresas en las áreas protegidas.
Una excavación en uno de los bloques en la reserva del Aguaragüe. Foto: Cedib 2014
Félix Gonzales del Sernap reconoce que la actividad de las empresas petroleras causan una afectación a
la flora, la fauna y causan contaminación en el agua de las quebradas, por estas razones anuncia que el
Servicio Nacional de Áreas Protegidas, dependiente del Ministerio de Medio Ambiente y Agua, asumirá
medidas más estrictas para evitar el mayor impacto.
Mientras tanto las comunidades indígenas que viven en ese territorio deben lidiar con estas actividades
extractivas que amenazan la calidad del agua y los recursos naturales que necesitan para sobrevivir. “Las
empresas transnacionales que vienen a hacer sus operaciones en territorios indígenas y cuando no
encuentran resultados ellos levantan su campamento y se van ¿Pero quiénes pagan las consecuencias?
Son los pueblos indígenas”, afirma Tomás Araray.
“Desde que empezaron las actividades hidrocaburíferas, lo que hace YPFB con las exploraciones ha ido
cambiando el Aguaragûe en su forma paisajística, su estructura, su forma de ser por la entrada de YPFB,
por la apertura de caminos, más la explotación maderable, más incendios. [Esto] no se veía [antes]”,
refuerza Pablo Ibañez de la Asamblea del Pueblo Guaraní.
Mongabay Latam buscó a YPFB para conocer su posición respecto el impacto de las petroleras en el
Aguaragüe, pero tras una semana de espera, no respondieron el cuestionario que se les hizo llegar.
Los pueblos indígenas también están reconocidos por la Constitución. Estos deben ser consultados, por
ejemplo, cuando las medidas ejecutivas o administrativas afecten a sus territorios, sin embargo, el
panorama se complica cuando “las autoridades aducen que si no se dan las obras directamente en
territorio titulado no es necesaria la consulta”, explica el investigador del Cedib, Marco Gandarillas.
“las autoridades aducen que si no se dan las obras directamente en territorio titulado no es necesaria la
consulta”.
El principal argumento para ingresar a las áreas protegidas con actividad extractivista es el desarrollo de
los pueblos. El vicepresidente, Álvaro García Linera, sostuvo al respecto: “Nosotros vamos a usar el
extractivismo, vamos a utilizar el extractivismo todavía un par de décadas, sino de dónde vamos a sacar
el dinero para mantener, ya no digo los bonos, sino las condiciones de formación intelectual y humana
de las personas”.
García Linera justifica esta visión bajo el argumento de promover la reducción de la extrema pobreza en
las comunidades que habitan las áreas protegidas. Por eso en el 2015, el Gobierno puso en vigencia tres
normas para facilitar el ingreso de las empresas petroleras, ya sean estatales o privadas, a las áreas
protegidas y de esta manera alentar las inversiones.
Una de las normas es el decreto supremo 2298 de marzo de 2015, esta medida establece un
procedimiento más expedito para la consulta previa a las comunidades y pueblos indígenas para
actividades hidrocarburíferas.
La Defensoría del Pueblo no tardó en observar tres artículos de esta norma e interponer una “Acción
Abstracta de Inconstitucionalidad” ante el Tribunal Constitucional Plurinacional, argumentando que las
entidades estatales no respetan el derecho de los pueblos indígenas a su libre determinación y a sus
procedimientos de consulta propios. Respecto al tema el Defensor del Pueblo, David Tezanos Pinto,
manifestó que se hará seguimiento al tema aunque esperan un fallo de la instancia que vele por la
constitucionalidad de las normas.
El otro decreto supremo 2366 de mayo de 2015 tiene por objeto “establecer las medidas para el
aprovechamiento de los recursos hidrocarburíferos en todo el país” y considera la importancia de
reducir la pobreza extrema en las comunidades que habitan las áreas protegidas. Además prevé que las
empresas que desarrollen actividades en el área, destinarán el 1 % del monto de la inversión para
compensar y fortalecer el área intervenida.
Finalmente, el decreto supremo 2400 de junio de 2015 modifica los límites máximos permisibles para las
descargas líquidas en cuerpos de agua, las emisiones atmosféricas y los contaminantes en suelos para el
sector hidrocarburífero.
Gandarillas del Centro Documental de Investigación Bolivia (Cedib) sostiene que este escenario pone en
riesgo todo el sistema de la reserva de las áreas protegidas y del parque Aguaragüe, más si se trata de
normas que amparan a las empresas petroleras. “Cualquier medida como estas leyes y decretos
supremos del año pasado van a generar mayor vulnerabilidad”, sostiene el especialista.
“Estamos sumamente preocupados, qué será de aquí a 30 o 20 años que no vamos a tener agua, porque
no hay una política de manejar el Aguaragüe como el pulmón hídrico para el Chaco para una serie de
proyectos productivos”, afirma Ibañez.
Entre tanto, Ibañez y Araray, líderes del pueblo guaraní, insisten en que no están en contra de las
actividades petroleras pero sí le exigen al gobierno boliviano que se respeten las normas que protegen
la reserva natural y que se encargue de precautelar las áreas donde no debería permitirse el desarrollo
de ninguna actividad extractiva.
Ambos coinciden en que la Constitución Política del Estado no se respeta. “Ya no se respeta la
Constitución, mucho menos los derechos de los pueblos indígenas. Ahora son perseguidos políticamente
solo por exigir que se cumplan las normas y las leyes”, señala el técnico Ibañez.
Mientras Araray dice “lo único que pedimos es que se respete los derechos de los pueblos indígenas y
principalmente la categoría de la consulta en los territorios indígenas. La defensa del parque que
sabemos que es la única fuente agua hídrica del chaco”.
La mancha negra se extiende en el
Aguaragüe
- La declaratoria de reserva natural protegida ha sido
un denominación inútil para el Aguaragüe. Un estudio
oficial confirma la contaminación de suelos y agua en
Sanandita y Los Monos. - Guaraníes llevan décadas
esperando la remediación a los daños de la
extracción petrolera, pero lo que más avanza son los
planes de explotación de los recursos energéticos.
Esa nación indígena continua en la pobreza, sin
servicios básicos y, ahora, sin tierra.
“Han venido a tomar muestras de agua, pero no sabemos los resultados”, esta es la frase que más repiten en las
comunidades indígenas que viven en el área de influencia del Parque Nacional Aguaragüe, zona de recarga
acuífera para la región del Gran Chaco, ubicado en el departamento de Tarija, al sur de Bolivia donde habitan
147.478 personas.
En el Aguaragüe se realiza actividad hidrocarburífera desde los años 20 del siglo pasado, la cual ha dejado
contaminación en sus suelos y fuentes de agua. Un hecho denunciado de manera sostenida por los indígenas
guaraníes, habitantes ancestrales de la zona.
Antes de cerrar 2017, el gobierno y la Unión Europea divulgaron los hallazgos de una investigación que
arrancó en 2014 y los resultados no ocultan el desastre: existen cinco pasivos ambientales de alto riesgo que
contaminan el suelo y agua en el Aguaragüe, dando así la razón a las denuncias de los indígenas.
Los pasivos ambientales son un eufemismo para nombrar a los pozos de exploración y explotación perforados
en los campos petroleros que luego quedan abandonados con deficiencias en el sellado y con emanaciones de
hidrocarburos sin ningún tipo de control.
Esta situación, reconocida oficialmente por el gobierno, trunca uno de los objetivos establecidos cuando se
creó el Parque Nacional y Área de Manejo Integrado en el año 2000: Proteger la serranía del Aguaragüe como
área reguladora del régimen hídrico y como única fuente de agua del chaco tarijeño.
La declaratoria no sirvió para frenar la exploración y explotación de petróleo y gas en las últimas décadas.
Además de los recursos dañados, en las comunidades, los guaraníes aún viven en la pobreza, sin servicios
básicos cubiertos y sin tierra, sin áreas de cultivo.
Pero su riqueza hidrocarburífera se convierte en una amenaza. Desde la década de 1920, el subsuelo del
Aguaragüe ha sido explotado y ha dejado una herencia de pasivos ambientales, como pozos petroleros,
campamentos, infraestructura de almacenamiento, maquinaria y oleoductos, entre otros, que operaron hasta
1996.
De esa primera etapa extractiva, realizada solo por empresas privadas, quedaron al menos 60 pozos
principalmente en las zonas Caigua, Los Monos y Sanandita, según el Centro de Documentación e Información
Bolivia (Cedib). Muchos no fueron cerrados adecuadamente y aún provocan emanaciones de gases y líquidos,
afirmó a la RAI Jorge Campanini, investigador del Cedib.
La explotación, a pesar de ser un área protegida, se incrementó con los contratos petroleros firmados entre
2006 y 2013, tras la nacionalización de las empresas durante la primera gestión de gobierno de Evo Morales.
El Cedib cuantificó que el 72,5% de su superficie está comprometida entre contratos petroleros, contratos de
Sociedad Anónima Mixta, convenios de estudio y áreas reservadas para capitales extranjeros.
Los indígenas guaraníes llevan más de una década denunciando, de manera sostenida, que sus fuentes de agua
están contaminadas por esa actividad extractiva. “No somos escuchados”, aseveró el Mburubicha (capitán
mayor) de la Asamblea del Pueblo Guaraní (APG) de Caraparí, Víctor Barrios, quien lamenta que hasta la
fecha no se haya eliminado esa contaminación.
“El Aguaragüe es nuestra fuente de vida, porque el guaraní se dedica a la caza y la pesca”, expresó Verónica
Roca, indígena de la comunidad Achoral. Contó que cuando no estaban las empresas petroleras en Caraparí
(segunda sección de la provincia Gran Chaco, ubicada a 32 kilómetros de Villamontes), tenían para
alimentarse: “Salías al monte y te conseguías un animal. Cazabas y tenías para vivir. Ibas al río a pescar. Pero
ahora, con las empresas petroleras y el movimiento que hay, hasta el mismo animal ha desaparecido con la
bulla. Eso nos complica más aún la vida”.
Por la gravedad del problema y la demanda de los indígenas, en la última década, instituciones públicas y
privadas, como el Ministerio de Medio Ambiente o la ONG Prometa, llegaron a la zona y tomaron muestras de
suelo y agua para determinar el grado de contaminación; pero, según los indígenas, no conocen los resultados
de esos análisis.
La última vez fue en agosto. “Vinieron, y no dicen nada del resultado. Hay que exigir el resultado. Acaso en
vano van a gastar plata en hacer los análisis”, señaló el Mburuvicha de la APG Villamontes, Hilario Trigo. Se
refiere a la inspección realizada por una comisión conformada por miembros del Ministerio de Medio
Ambiente, la alcaldía de Villamontes, indígenas y campesinos.
Miembros del Ministerio de Medio Ambiente, la alcaldía de Villamontes y comunarios realizaron una
inspección en la Quebrada de Los Monos y tomaron muestras del agua turbia que se filtra en la región para su
posterior análisis. Foto: GAMV
La insistencia guaraní arrancó una remediación ambiental parcial
Tras una marcha de protesta que realizaron desde la población de Yacuiba a Villamontes en 2010, el gobierno
firmó un convenio con los guaraníes para dar una pausa al Aguaragüe mientras se realice la remediación
ambiental en los pozos abandonados entre las décadas del 70 y 90.
Los mburuvichas de Villamontes, Yacuiba y Caraparí coinciden en que esos trabajos no concluyeron hasta la
fecha y lamentan que el gobierno ya haya procedido a dar nuevas concesiones en esa área.
El Aguaragüe tiene una superficie de 108.307 hectáreas, es un proveedor de servicios ambientales relacionados
con la oferta de agua a las comunidades y ciudades cercanas a la serranía. Pero el área tiene también relación
espacial y geológica con los principales megacampos gasíferos para la exportación: San Alberto, Itau, Sábalo,
San Antonio y Margarita.
Por la constante presión de los indígenas, la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos
(YPFB) contrató a fines de 2011 una consultora para que ubique, diagnostique y proponga la remediación a los
pasivos ambientales dejados por las empresas petroleras que operaron desde 1926.
A fines de septiembre de ese año, la estatal petrolera junto a dirigentes indígenas guaraníes y autoridades de
Villamontes, Yacuiba y Caraparí inspeccionaron 12 pozos petroleros abandonados en los años 90 en el
Aguaragüe, tras lo cual acordaron dar prioridad al cierre técnico de seis por la evidencia de la contaminación.
La estatal petrolera realizó un plan de remediación ambiental. Se ejecutó en dos fases, según comunicación
oficial. Empezó en 2011 con dos pozos petroleros en Sanandita (SAN-X3 y SAN-31) que presentaban fugas en
superficie y contaminaban la Quebrada Cororoy. Su remediación ambiental concluyó a inicios del pasado año.
La segunda fase se inició en 2014, abarca siete pozos (SAN-2, SAN-9, SAN-17, SAN-26, SAN-28, SAN-32 y
S/N Itavicua), y aún no fue concluida.
No se conoce con exactitud el número de pozos que hay en el Aguaragüe. Un informe de la consultora
contratada por el gobierno, tras la nacionalización de las empresas petroleras en 2006, registró 135 de esos
pasivos. Según el Cedib, recomendó “proceder a la remediación inmediata” en 19 casos hallados en San
Alberto “por ser procesos erosivos” y en diez pasivos del campo Sábalo por ser “áreas erosionadas con
deslizamiento, erosión severa”.
En el recorrido que realizó, en octubre pasado, este medio por la serranía Santa Rosa donde están los pozos
San Alberto, el urubicha de Caraparí, Víctor Barrios, mostró los pozos cerrados y los que aún funcionan.
Explicó que algunos fueron perforados cerca o sobre los ojos de agua, lo que provocó que algunas de esas
vertientes desaparecieran o se contaminaran.
Entre las comunidades afectadas directamente están Caigua, Los Monos, Sanandita y La Costa. Y en general,
explica Gabriel Baldiviezo, dirigente indígena de Caraparí, las lluvias escurren los contaminantes –usados en
la extracción de petróleo y gas- por la quebrada afectando las fuentes de agua y, lo primero, que se ha visto es
que los peces empezaron a desaparecer.
Aseguran que eso pasó con la presa Caigua (Villamontes). Captaron agua de las vertientes, la canalizaron hasta
la represa, pero está contaminada. “Ahora, hemos perdido todo, ¿de dónde tendremos agua?”, se preguntan.
En Caigua, los guaraníes contaron que ellos y su ganado enfermaban al tomar el agua que brota naturalmente,
dejaron de usarla porque venía turbia y aceitosa. Como la producción agropecuaria de la zona abastece el 60 %
de los alimentos que consume Villamontes, las autoridades construyeron una presa.
Son años de reclamos que no son atendidos ni por el gobierno ni por las autoridades locales, aseguran. Esas
denuncias no son apoyadas por los campesinos. Ellos minimizan el problema porque perjudica la venta de
pescado o de sus productos agrícolas, explicó la capitana Borda Vega. Caigua es una comunidad mixta, está
conformada por la organización territorial de base (OTB) de los campesinos y la APG de los guaraníes, cada
una se rige por sus propias normas.
En lo que sí están de acuerdo los campesinos en la comunidad Santa Rosa (Caraparí) es que hay menos agua.
Lo atribuyen a que en la apertura de pozos de exploración “hurgaron la tierra y taparon las corrientes de agua”,
explicó Hilario Quispe, dirigente campesino de esa comunidad, que es compartida con los indígenas. Estiman
que disminuyó en 50%.
El estudio presentado, a pocos días de finalizar 2017, por el gobierno y la Unión Europea respalda las
denuncias de los indígenas. Cinco de 41 pozos inventariados en el Parque Nacional Aguaragüe representan un
nivel de riesgo alto.
Los datos oficiales, resultado de una investigación iniciada en 2014, señalan que en el campo Sanandita, el
pasivo ambiental hidrocarburífero SAN-12 presenta fugas de gas provocado posiblemente por daños en su
estructura.
En los suelos adyacentes al pozo SAN-13, cuya estructura está probablemente cubierta por un deslizamiento,
existen altos niveles de hidrocarburos totales de petróleo y benceno tolueno etilbenceno xileno (compuestos
orgánicos volátiles que se están en los derivados del petróleo); así como en los sedimentos de la quebrada que
se encuentra a 35 metros de los pasivos.
En el campo Los Monos, los pozos LMS-X1 y LMS-6 presentan fugas de gas por daño en sus
estructuras. El pozo LMS-10, con los mismos problemas, filtra hidrocarburos líquidos.
Este diagnóstico está plasmado en el proyecto “Gestión de Pasivos Ambientales en Áreas Protegidas y su
influencia en el recurso hídrico” ejecutado entre 2014 y 2017, con el apoyo financiero de dos millones de euros
de la Unión Europea. Presenta información actualizada sobre los pasivos ambientales mineros e
hidrocarburíferos en 15 áreas protegidas nacionales.
En el Aguaragüe, el impacto ambiental más severo de los pasivos ambientales de los pozos SAN-12,
LMSX1 y LMS-6 se da en el aire, por la emisión de gas constante a la atmósfera.
“Es una vulnerabilidad alta porque esa fuga es perceptible en el medio, por lo que es necesario implementar
medidas de cierre”, señala el informe del Proyecto administrado por el PNUD y ejecutado por entidades del
Ejecutivo.
El pozo LMS-10 representa un impacto ambiental severo para el factor agua, porque las
concentraciones de hidrocarburos totales de petróleo están por encima de los límites permisibles del
Reglamento Ambiental del Sector Hidrocarburos.
Estos cinco pasivos ambientales no se cerraron y restauraron de acuerdo a norma, por tanto, representan una
fuente activa de contaminación y de riesgo, principalmente para las comunidades de Sanandita y La Costa.
La recomendación del proyecto es que se proceda con el cierre a corto plazo de los cinco pozos y que se
realice una acción inmediata de cierre y contención de la contaminación de los pozos LMS-X1, LMS-6 y
SAN12,mencionó la experta en hidrocarburos Analia Guachalla Terrazas, miembro del equipo que ejecutó el
proyecto.
Precisamente, YPFB anunció que intervendrá el pozo SAN-12, aunque no se conoce cuándo lo harán. Este
medio pidió una entrevista para conocer detalles del tema hace siete semanas y hasta la fecha no recibió
ninguna respuesta.
Para la directora de Medio Ambiente, María Cristina Arellano, la relevancia del proyecto es que ya se conocen
las áreas vulnerables, para lo cual es necesario encontrar una solución.
Al ser consultada por la RAI, sobre la urgencia de intervenir en las cinco zonas de alto riesgo en el Aguaragüe,
Arellano dijo que se continuará con el trabajo y se empezará por los pasivos más complicados. “Tampoco son
muchos, digamos; entonces, hay que trabajar”, puntualizó.
La viceministra de Medio Ambiente, Cinthia Silva Maturana, dijo a la RAI que elaboraron un “Plan de
Acción” para la remediación del pasivo ambiental del pozo Los Monos 10, que establece la realización de
medidas ambientales a corto, mediano y largo plazo que serán necesarias para el cierre definitivo del mismo.
Aunque aún no cuentan con los fondos para su ejecución.
Erick Arauz, responsable de Medio Ambiente de la alcaldía de Villamontes, quien participó en la inspección
realizada en agosto en la quebrada de Los Monos junto a los guaraníes, manifestó a este medio que esperan
que el gobierno realice las acciones necesarias para resolver ese problema, puesto que no es atribución de ese
municipio realizar la remediación ambiental.
Arellano destacó que el proyecto elaboró una propuesta de normativa para el tratamiento específico de estos
pasivos que será incorporada al Reglamento para la Prevención y Control Ambiental de la Ley 133 del Medio
Ambiente. “Ahora viene una fase de aplicación. (…) Nos toca trabajar en la segunda parte; además, que los
sectores se involucren y ver cómo se va realizar la remediación”, adelantó la autoridad.
Los cinco pozos de mayor preocupación del proyecto aportan datos nuevos que no fueron contemplados en la
primera intervención de YPFB, dijo el investigador del Cedib, aunque puntualiza que no existe información
sobre el impacto en la salud de las personas. “Hay denuncias de infecciones, enfermedades e incluso la
inaccesibilidad de este recurso por parte de algunas poblaciones, justamente porque es agua que está
contaminada. El caso de Caigua es el más ejemplificador al respecto”, puntualizó Campanini.
Antes de los trabajos de remediación realizados por YPFB, un equipo de investigadores del Cedib, evaluó la
calidad del agua en algunos puntos de quebradas afectadas por los pasivos aguas arriba, en el Aguaragüe.
“Las concentraciones de hidrocarburos en algunos puntos estaban muy por encima de la norma, luego de la
intervención de pozos hubo un sector que bajó sus niveles, principalmente en Sanandita. Pero en zonas como
Caigua e Itavicua eran elevados”, explicó.
El segundo, el decreto 2366, establece medidas que permite el desarrollo de actividades hidrocarburíferas de
exploración en áreas protegidas. El tercero, el decreto 2400, modifica los límites máximos permisibles para las
descargas líquidas en cuerpos de agua, las emisiones atmosféricas y los contaminantes en suelos para el sector
hidrocarburífero.
Con lo cual se dio paso a nuevos emprendimientos en las áreas protegidas. El Cedib graficó estas
intervenciones en el Aguaragüe.
En un breve recuento, Campanini señaló que ahora “están entrando en funcionamiento cinco pozos
recientemente perforados en el campo Caigua por YPFB Chaco S.A., lo mismo (en menor escala) en el campo
Los Monos. También se perforaron y cerraron los pozos Camatindi y Timboy x2 (este último dio negativo, lo
perforó Petroandina SAM)”. Hace siete semanas, este medio envió un cuestionario a la estatal petrolera YPFB
Chaco para conocer la situación pero no se obtuvo respuesta.
Al investigador del Cedib le llama la atención que tanto en el campo Los Monos como en Sanandita se tenga
previsto el reinicio de actividades de exploración/explotación: “Es decir, la remediación urgente en estos pozos
va paralela con el reinicio de operaciones. Un nuevo gran problema”.
Justamente por este avance, en 2016, los guaraníes realizaron un bloqueo impidiendo el paso a la empresa
YPFB Chaco hacia el campo Caigua. Exigían que primero se realice la remediación ambiental, lo cual no
sucedió. “Hemos perdido esa batalla”, recordó con pesar el dirigente indígena Baldiviezo.
La actividad hidrocarburífera no mejoró la calidad de vida de los guaraníes, pese al auge económico generado
para el Gran Chaco. “La nacionalización no trajo ningún beneficio. Ni gas tenemos. Vivimos en medio de los
gasoductos que pasan a la Argentina y nosotros seguimos cocinando a leña”, dijo el capitán de la comunidad
Yeroviarenda, Julián Tórrez Chillo, ubicada en Yacuiba, cerca de la planta procesadora de gas.
En las tres regiones guaraníes (Caraparí, Villamontes y Yacuiba) afirman que siguen en la pobreza. La mayoría
de sus comunidades no cuentan con servicios básicos, como agua, luz y alcantarillado (33,78% de cobertura en
2012). El dirigente indígena Trigo remarcó que, luego de 11 años del actual gobierno, recién les dotaron de
energía eléctrica y agua a domicilio, pero “ni siquiera es agua potable”.
Viven en comunidades mixtas (de campesinos y de indígenas), pocas son exclusivamente de indígenas. “Nos
quedamos sin tierra y un pueblo indígena sin territorio, sin monte, llega a desaparecer. Ahora esa es la lucha
fundamental que tenemos”, manifestó Baldivieso.
Reclaman por el atropello a sus derechos porque no realizan la consulta previa e informada como establece
el Convenio 169. “Nos dicen mezquinos, pero solo buscamos nuestra seguridad, la del agua y de los bosques.
En cambio, ellos (las empresas hidrocarburíferas) vienen, hacen sus desastres, no cuidan el medio ambiente, lo
dejan y se van a otro lado”, reniega Verónica Roca, dirigente de la APG Caraparí.
Basta con ver el mapa de deforestación de la ABT, dijo Campanini, “hay una creciente mancha de
deforestación dentro la reserva, sobre todo en las cercanías de Yacuiba”. Los pobladores de las zonas
intervenidas señalan que los accesos construidos para la actividad hidrocarburífera sirven también para el
ingreso de madereros ilegales y cazadores furtivos.
A la par, esta actividad implica impactos directos e indirectos, en los cursos de agua, suelo, impactos inducidos
(como la colonización), deforestación, entre otros. En la comunidad Yeroviarenda, en Yacuiba, afirman que se
alteró su vivencia con el ruido y el calor que genera la planta separadora de Líquidos Gran Chaco desde que
entró en funcionamiento en 2015. “Estamos viendo que ya no se produce nada (agrícola) alrededor de la
planta. Se siente como sube el calor. Es como una cocina a gas que está ardiendo día y noche desde que se
inauguró esa planta”, describe el guaraní Tórrez.
Los indígenas mencionan que tienen acuerdos con las empresas hidrocarburíferas para realizar algunas mejoras
en comunidades afectadas por esa actividad. Lo llaman compensación. Sin embargo, observan que no se haga
lo mismo en áreas donde no hay comunidades, sobre todo en la parte alta de ese parque nacional. “Como si lo
que hacen en la parte alta del Aguaragüe no afectara a la parte baja donde están las comunidades. Como si el
Aguaragüe fuera tierra de nadie”, increpa la guaraní Borda.
En Caraparí, el Mburuvicha Barrios recuerda que hace décadas había gran cantidad de animales silvestres que
cazaban para comer: “Sigue habiendo pero ya no como antes. Con semejante bulla, día y noche, en los pozos y
la contaminación se van los animales”.
Sobre las críticas que hace el gobierno a los dirigentes guaraníes, Baldiviezo dice que si fuera cierto que
reciben grandes cantidades de dinero de las petroleras como compensación, no seguirían en la pobreza. “No
estaríamos mendigando a las instituciones”, dijo.
Los guaraníes están desconcertados porque recién la estatal petrolera y el Servicio Nacional de Áreas
Protegidas está trabajando con un Plan de Manejo del Aguaragüe y ya la petrolera iniciará una nueva
exploración. El último acuerdo que obtuvieron, producto de sus movilizaciones en 2016, era la eliminación de
todos los pasivos ambientales antes de dar el visto bueno a nuevo trabajos de exploración.
“Nuestros hijos y nuestros nietos nuevamente van a sufrir con los pasivos ambientales. El gas sale y mañana
pasado se termina y, nuevamente, vamos a quedar con los pasivos ambientales”, lamentó el líder indígena
Julián Tórrez. Les preocupa las fuentes de agua del Aguaragüe. El temor del pueblo guaraní es que cuando ahí
hay perforación y explotación, dijo Tórrez, es seguro que en la quebrada se secan las corrientes de agua.
Este es un reportaje realizado por Miriam Jemio para la Red Ambiental de Información, con el apoyo de la
Fundación para el Periodismo (FPP), en el marco de la Iniciativa para el Periodismo de Investigación de las
Américas del International Center for Journalists (ICFJ) en alianza con CONNECTAS