TEMA09-La Estructurac Psicotica
TEMA09-La Estructurac Psicotica
TEMA09-La Estructurac Psicotica
Master a distancia.
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Después del camino recorrido, es fácil intuir la psicosis como estructura endeble... Es por ello
que en nuestra intención de delimitar esta estructura, consideramos conveniente organizar el
tema en los siguientes puntos:
3- Clasificación de la psicosis
4- La clínica.
Desde la psiquiatría el término psicosis es algo ambiguo y quizás muy amplio. Se basa sobre
todo en los cuadros sintomáticos de tal forma que se incluyen tanto enfermedades de etiología
orgánica como los cuadros de origen psíquico. La amplitud de cuadros sintomáticos se plasma
en las clasificaciones actuales del DSM IV, donde encontramos múltiples cuadros y
denominaciones.
Bajo nuestro punto de vista, esto lleva a confusión y por ello preferimos partir de los estudios
psicoanalíticos clásicos...
Estas evoluciones realmente se basan en las aportaciones freudianas, aportaciones que marcan
direcciones de elaboración...
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En su primera teoría del aparato psíquico y a la luz de sus trabajos del caso Schreber e
Introducción al narcisismo, analiza la oposición neurosis-psicosis desde el punto de vista de la
relación entre las catexias libidinales y las catexias de las pulsiones del yo.
Freud dejó el camino abierto a la investigación. No se quedó satisfecho con sus propias
estructuraciones y en la última etapa de su obra, sugirió abrir la investigación a un mecanismo
original de rechazo de la realidad o más bien de cierta realidad particular, la castración, e insistió
en el concepto de renegación.
A partir de 1924, Freud comienza a utilizar el término Verleugnung en relación con la castración.
El niño reniega de una realidad de ausencia de pene y considerara después la ausencia real
como producto de una castración...
Las aportaciones de Freud sobre la psicosis se desarrollan a partir del análisis de las “Memorias
de un neurópata, publicadas en 1903 por el presidente de la Corte de Apelaciones de Saxe, el
doctor en derecho P.D. Schreber.
En el principio de su brote, Schreber reconoce como se le impone la idea súbita de que sería
hermoso ser una mujer en el momento del coito. Los malestares físicos son interpretados como
persecuciones del doctor Flechsig, el mismo que le había tratado anteriormente se supone que
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de hipocondría. Schreber lo acusa de asesinato del alma. Freud, en su análisis, destaca como
Schreber se consideraba llamado a procurar la salvación del mundo y devolverle la felicidad
perdida, pero sólo podría hacerlo tras transformarse en mujer. Consideraba Schreber que tenía
un papel redentor que cumplir, convirtiéndose en la mujer de Dios... Según Freud, ese Dios era
sustituto del doctor Flechsig.
Freud destaca como el doctor Flechsig, ahora perseguidor, había sido en realidad objeto de
amor y describe la hipótesis de un empuje de libido homosexual como punto de partida de toda
la enfermedad. Freud interpreta que Flechsig fue para el paciente un sustituto de sus objetos de
amor infantiles, a saber, el padre y el hermano, ambos muertos ya en la explosión del delirio...
En consonancia con sus afirmaciones acerca de la libido infantil, Freud considera que la
paranoia de Schreber tiene su punto de fijación en el estadio del autoerotismo, del narcisismo y
de la homosexualidad, etapa obligada de toda construcción libidinal en la que el niño toma como
objeto de amor a aquel que detenta órganos genitales similares a los de él, pues se ha amado
primero a sí mismo con sus propios órganos genitales.
Para Freud, esto es lo que ocurre en la esquizofrenia, los psicóticos tienen en esencia una vuelta
de la libido sobre el propio cuerpo...
Por medio de un análisis lingüístico, Freud muestra tres maneras de contradecir la proposición:
contradicción del sujeto, del verbo o del objeto. El delirio de persecución opera una inversión del
verbo: “yo no lo amo, él me odia, lo odio porque me persigue”. El erotomaníaco rechazará el
objeto: “no es él a quien amo porque ella me ama”. Por último, el celoso delirante no reconocerá
al sujeto y transformará la proposición en “no soy yo quien ama al hombre, es ella quien lo ama;
no soy yo el que ama a las mujeres él las ama”. La proposición, agrega Freud, puede también
ser rechazada en bloque: “no amo a nadie, sólo me amo a mí” y se trata entonces de delirio de
grandeza.
Según Chemama, el problema teórico a resolver para Freud es el de aclarar los lazos entre
proyección y represión, puesto que, en la economía libidinal del psicótico, una percepción interna
es sofocada, y en su lugar aparece una percepción venida desde el exterior.
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Como hemos comentado antes, después de haber elaborado su segunda tópica, Freud
deslindará el campo de la psicosis en un conflicto entre el yo y el mundo exterior, mientras que el
campo de la neurosis alude a un conflicto entre el yo y el ello (Neurosis y psicosis, 1924).
La constitución del sujeto humano es inherente a la relación con su propia imagen, esta es la
aportación esencial de Lacan para comprender las cosas, se trata del estadio del espejo, etapa
en la que el niño se identifica con su propia imagen. Esa imagen es su yo (moi) con tal que un
tercero la reconozca como tal. Así, por un lado, le permite diferenciar su propia imagen de la del
otro, y le evita, por otro lado, la lucha erótica o agresiva no mediatizada de otro con otro, donde
la única elección posible es “él o yo”· La mediatización tiene que ver con la función paterna. Ese
tercero simbólico es lo que Lacan llama Nombre del Padre.
El juego del deseo capturado en las redes del lenguaje consistiría en la aceptación por parte del
niño de lo simbólico, cuestión que le aportará para siempre de los significantes primordiales de la
madre (esto es, la represión originaria), operación que en el momento del Edipo dará lugar a la
metáfora paterna, la cual se puede formular como sustitución de los significantes ligados al
deseo de ser el falo materno por los significantes de la ley y del orden simbólico (el Otro).
Si hay fracaso de la represión originaria, hay forclusión, rechazo de lo simbólico, que resurgirá
entonces en lo real. El Otro, de la misma forma que el otro, el semejante, será arrojado entonces
al juego de lo especular.
Continuamos con el desarrollo que ya iniciamos en el primer tema del curso... Ya hablamos de la
represión primaria... Profundicemos un poco más.
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El advenimiento del lenguaje es también el de la realidad. Como dice Lacan, el niño hace un
esfuerzo de “incluirse dentro del sistema del discurso concreto del ambiente, reproduciendo de
modo más o menos aproximado en su Fort y su Da los vocablos que recibe del mismo”.
En la psicosis, según Freud, se reconoce un fracaso total o parcial de este proceso. Existe una
insuficiencia de la represión primaria, de ese proceso de renuncia a la inmediatez. El neurótico
reprime el inconsciente porque está constituido, está exiliado en el lenguaje. El psicótico no ha
llevado a cabo tal operación, por eso no tiene intermediación con lo real, por eso reprime lo real.
No puede ser el mismo mecanismo de represión. Es por ello que la palabra alemana que
utilizaba Freud, verwerfung, Lacan la propone traducir por forclusión.
Según Waelhens, la represión originaria tiene que ver con la renuncia a lo inmediato. Se trata de
elaborar que es lo que hace que fracase el proceso, o triunfe lo inmediato...
Para entenderlo, tenemos que tener en cuenta el prematuro nacimiento del ser humano, un
nacimiento que marca una inmaduración neurológica que esta muy presente en el primer año de
vida, época en la que se establece el vínculo con el otro. Esta inmadurez marca esa relación por
un total grado de dependencia. Ello origina que toda autonomía posterior esté marcada por la
tonalidad del desamparo y el abandono. Es el trauma del nacimiento podemos decir lo que se
pone en juego...
El futuro sujeto no puede escapar a las alternativas de la unión dual, de la que se halla
prisionero, a no ser que pueda situarse también fuera de allí donde está preso, como el nietecito
de Freud. Por ello, esto es una primera condición, pero no suficiente, para lograrlo necesita una
determinada ayuda, una determinada mirada de la madre... Si no existe, se da una determinada
falta que es fundamental en la génesis de la psicosis.
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Esa ayuda se constituye incluso antes de que el niño nazca. Todo sujeto viene a ocupar un lugar
en el mito familiar, mito que ocupa un lugar importante en la constitución del sujeto. El hecho de
que el sujeto no tome, por tanto, su propia existencia como mero accidente biológico, tendrá
como contrapartida su inserción en una cierta cadena significativa...
La historia prenatal en la que se constituyen los primeros significantes posibles del ser mismo del
sujeto, no se limita meramente a permitir que el sujeto se sitúe en el deseo interparental. Se trata
de una movimiento activo que debe arraigar en las relaciones que cada uno de los progenitores
mantenga con su propio deseo. Aquí cobra, evidentemente, especial papel la madre. Ahí, la
relación que mantenga la mujer con su cuerpo y con su cuerpo en estado de embarazo es
fundamental. A partir del momento de la concepción, la futura madre atribuye un cuerpo
imaginado a su hijo, cuerpo distinto a lo que el feto todavía puede ser, hay una anticipación que
es la que va a ser puesta en juego en las relaciones posteriores entre la madre y el bebe. Es la
mirada de su madre lo que le va a permitir trascender de su propio cuerpo, de su propia
inmadurez, siempre en un movimiento de anticipación. Esta es la fase del espejo.
Según Aulagnier la madre del psicótico no es necesariamente una mujer dominante o mujer
fálica. Más bien, se trata de una mujer que ella misma encarna la ley. Rehúsa de reconocerse
desprovista de este significante e identificándose al hombre se imagina inconscientemente
revestida. Se arroga así el derecho de entrar en rivalidad con el hombre, para imponerle su
propia ley.
En realidad, Aulagnier está poniendo en juego una madre con tipología perversa en donde no
existe un lugar para los otros como sujetos, donde lo que si acaso se pone en juego es la
posibilidad de que los demás sean objetos... La pareja, el padre, queda al margen...
Esta posición de la madre constituye una ahistoricidad a la hora de transmitir... Ello constituye
una incapacidad para insertar a su futuro hijo en cualquier clase de cadena significante...
Frecuentemente falta e cuerpo imaginado, el cuerpo del futuro hijo...
Es todo esto, lo que está en el origen de la forclusión del nombre del padre.
El reconocimiento del sujeto acerca de sí mismo debe pasar por el desvío que supone el
reconocimiento por parte del Otro. Por haberle reconocido el Otro, desde el comienzo, como
equivalente del cuerpo imaginado que le ha precedido, puede reconocer en el yo especular un yo
ideal. Por el hecho de ser ya el yo especular un objeto codiciable, al estar investido por la libido
materna, se transforma en yo ideal (objeto del narcisismo primario)...
En el psicótico, las cosas son distintas... No dispone de esa mirada, no puede acceder a un yo
ideal, su imagen tiene que ver más con un conjunto de órganos, tiene que ver más con lo real...
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En todo caso, si bien la imagen especular fundamenta la unidad corporal, no parece ser lo único.
La unidad de nuestro cuerpo no es sólo vista, sino también interiormente sentida. No se trata
sólo de que nuestro cuerpo sea vivido como una gestalt, o si acaso se trata de una gestalt en la
que cada elemento representa de algún modo a todos los demás... cada parte remite
constantemente a las otras partes y a la unidad.
En todo caso, esta unidad es imaginaria. El esquema vivido de la unidad corporal puede ser
considerado como una anticipación del orden más propiamente simbólico.
La posibilidad el lenguaje señala, para un sujeto, la apertura hacia otro al que tomara como
objeto, pero sin confundirse con él ni perderse en esa confusión. Este proceso está relacionado
con el revistimento libidinal del cuerpo del otro. Este revestimento va a diferenciarse de las
anteriores fases de la libido que son autoeróticas, en el sentido de que no hay constitución
todavía de la diferenciación de otro.
En este punto, algunos autores proponen hacer una distinción de dos fases del autoerotismo. En
la primera, los revestimientos son anteriores a la adquisición de la imagen especular y se
refieren, por tanto, a un cuerpo troceado y, en consecuencia, a un fragmento del cuerpo. En la
segunda fase, existe ya conquista de la imagen especular con lo que el revestimiento va a para
a la imagen especular.
En todo caso, el primer objeto más verdadero tiende a confundirse con aquel original y aún
indiferenciado de revestimiento libidinal... La madre es ese otro privilegiado.
Es aquí donde interviene el complejo de Edipo. Para un sujeto para el que la imagen
inconsciente del cuerpo propio permanece confusa y fragmentada, que no ha alcanzado el orden
simbólico, que no ha superado las relaciones especulares, resulta imposible que pueda ingresar
en el Edipo, al menos en un Edipo correcto...
Hay que tener en cuenta que los psicóticos, al menos los de tipo esquizofrénico, en su delirio
manifiestan la presencia de la mayoría de los elementos materiales que contribuyen a la
edificación de las relaciones edípicas... Pero no se entra auténticamente ya que el progenitor del
sexo opuesto, y al que se refiere materialmente el revestimiento libidinal, no está presente en el
nivel que le define como otro distinto al “sí mismo” del sujeto, otro sobre el cual va a incidir la
prohibición resultante de la promulgación paterna de la Ley. El pseudo sujeto permanece, en su
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ser, identificado con el falo de la madre y no sabría por tanto ser el otro de ella, ni ella el otro de
él. El sentido del fantasma, si es que podemos hablar de fantasma, sería más bien: ser su propio
padre con su propia madre.
La decisiva contribución del complejo de Edipo consiste en insertar al sujeto en la ley. A cambio
de la renunciación que le es impuesta, el sujeto recibe el nombre del padre, que será también su
nombre. Así se encuentra para siempre situado en la sucesión de generaciones. Abandona una
existencia natural producto de copulaciones sin sentido. El pacto simbólico que sella la renuncia
al amor edípico sustrae al desorden agitado de la naturaleza biológica para completar una
identidad en el nombre que se lleva, que sitúa en un lugar estructurado, autorizando a desear.
Este pacto implica también la entrada en la negatividad, ya que no se tiene plena y entera
identidad más que asumiendo un nombre que se comparte, que remite al padre y a un
entramado generacional. Algunos autores señalan que este sería el primer sentido de la
castración simbólica.
Nudo borromeo
Como hemos visto, la forclusión del significante Nombre-del-Padre aparece entonces como el
mecanismo que define a la psicosis. De lo que se trata es del rechazo, de una expulsión de un
significante primordial, el cual faltará a nivel de lo simbólico. Entonces, la psicosis consiste en un
agujero, una falta a nivel del significante.
Es en este punto, donde Lacan da un giro a su teoría, giro que nos puede ayudar en la
estructuración de una clínica para la psicosis...
En el Seminario RSI, Lacan trabaja la topología del Nudo Borromeo como la estructura del
sujeto. El Nudo Borromeo consta de tres anillos: Real, Simbólico, Imaginario. Cada uno de ellos
es equivalente al otro, ninguno tiene una categoría de privilegio. Al cortar cualquiera de los tres
anillos los otros dos quedan libres.
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Tomando esta cita de Lacan donde pluraliza los Nombres-del-Padre, y les atribuye una función
de suplencia, podemos considerar que son ellos los que posibilitan que haya nudo.
En el Seminario “Le Sinthome” sostiene que en el nudo de tres no hay diferencia, ya que los
registros están en continuidad. Esta continuidad hace referencia a las características de
homogeneidad y equivalencia de los anillos.
Los tres registros en continuidad forman cadena, pero no nudo. Para que la cadena borromea
haga nudo, el mínimo es siempre de cuatro.
Podríamos pensar que dicho anudamiento viene a marcar un corte, un límite a esta continuidad,
impidiendo que se desarme el nudo borromeo.
En este momento de la obra de Lacan, se puede pensar una reformulación de los primeros
conceptos que daban cuenta de la estructuración subjetiva. Ya no hablaríamos en la psicosis
únicamente de una falla en uno de los tres registros, el simbólico, sino más bien de una particular
falla en el entrecruzamiento de los anillos.
Siempre que nos encontremos con una estructura psicótica va a existir un punto de falla en los
entrecruzamientos del nudo borromeo, que tendrá que ver con la forclusión de los Nombres-del-
Padre.
Angustia en la psicosis
Recordemos algo de la angustia... Y hagamos un recorrido que nos permita ubicar la angustia en
el psicótico y la podamos entender como defensa también en él.
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Desde el inicio del psicoanálisis Freud se ocupa de ella, en la época pre-psicoanalítica tenemos
por ejemplo un escrito fechado en 1894 y otro en 1895 referidos a una neurosis muy popular en
aquella época: "La neurosis de angustia".
La espera angustiosa es el síntoma nodular de esta neurosis, esta espera a la que Freud volverá
a referirse muchos años después en Inhibición, síntoma y angustia tiene su causalidad en una
cantidad o un quantum de angustia flotante. Esta angustia parece desconectada de lo simbólico.
Freud al referirse a ella afirma que la angustia está "libre" de representaciones y se halla
dispuesta en todo momento a asociarse a cualquier representación apropiada.
El estudio de los casos llevará a Freud a plantear que el origen de la angustia se halla en la
libido desviada de su satisfacción. "A la neurosis de angustia llevan todos aquellos factores que
impiden la elaboración psíquica de la excitación sexual somática. Los síntomas de la neurosis de
angustia surgen por el hecho de que la excitación sexual somática desviada de la psique se
gastan subcorticalmente en reacciones nada adecuadas."
La angustia se produce cuando el sujeto se siente incapaz para hacer cesar una excitación
endógena. Dicha excitación actúa como un impulso único y
como una fuerza constante.
Por esta época Freud emplea el término excitación pero el modo en que describe a la misma
puede perfectamente sustituirse por un concepto que desarrollará años más tarde: la pulsión. En
estos escritos la angustia se presenta como la condición de la neurosis y principalmente de la
neurosis histérica, llegando a afirmar que la neurosis de angustia es la contrapartida somática de
la histeria.
Las dos surgen por una insuficiente elaboración psíquica de la excitación sexual, produciéndose
una desviación de la excitación hacia lo somático. La diferencia se manifiesta en que la neurosis
de angustia es puramente somática mientras que la histeria provoca un conflicto psíquico. De allí
que las relaciones entre las neurosis de angustia con la histeria sean estrechas.
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De este modo la angustia puede desencadenarse ya no como respuesta a lo real sino como un
símbolo de una situación que aunque aún no se ha presentado puede presentarse. Este modo
de entender a la angustia la hace equivalente a la espera angustiosa, que es el estado subjetivo
que antes mencionábamos. Sin embargo la explicación económica no es totalmente descartada
ya que la señal de alarma puede desencadenarse ante un incremento de la exigencia pulsional.
En las dos teorías de la angustia Freudiana la represión está en juego. En la primera teoría la
angustia es un efecto de la represión, en la segunda la angustia produce la represión. La
angustia como origen de la represión nos indica que la misma aparece como una defensa de la
pulsión.
La introducción de la concepción de la angustia como señal de alarma del yo sin embargo tuvo
como consecuencia ciertos equívocos como el de considerar que la angustia era un afecto sin
objeto.
Freud en su teoría económica insiste en que la angustia tiene una causa, tiene un objeto que es
el incremento de la demanda pulsional. Dicho en otros términos: la angustia se relaciona con el
goce no simbolizado.
Jacques Lacan en su Seminario de la Angustia -el número X- retomará con énfasis este aspecto
económico de la angustia en donde se hace evidente su relación con el goce.
¿Por qué define a la misma como la señal que no engaña nunca? Es justamente porque la
angustia es una señal de lo real. En el Seminario X tenemos un capítulo con ese título "La
Angustia señal de lo real", esta articulación de la angustia con lo real, la volvemos a encontrar en
"La Tercera", conferencia dictada por Lacan en Roma en l974 en donde afirma que la angustia
es el síntoma tipo de todo acontecimiento de lo real.
La angustia está ligada a todo lo que puede aparecer en el lugar de la falta en su aparición eso
puede tornarse siniestro como lo demuestra la experiencia del unheimlich (lo siniestro) La
angustia se manifiesta cuando en el lugar de la falta aparece el objeto, en términos más precisos
cuando en el lugar de la castración del Otro o del deseo del Otro se manifiesta el objeto
pulsional. El deseo del Otro es un vacío, la angustia aparece en el momento donde el vacío del
Otro se hace manifiesto. Frente al enigma de ese deseo, el sujeto responde con un objeto
pulsional.
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Pero la angustia se manifiesta en todos los casos en donde el sujeto dividido se percibe como
equivalente a un objeto.
Para el neurótico el objeto “a” encuentra su lugar en el fantasma. El objeto a es una elaboración
simbólica de lo real, ocupa el lugar de lo real como un velo. La función que tiene el objeto a como
plus de goce es el de complementar la falta del sujeto. De allí que el neurótico tenga problemas
especialmente con la demanda del Otro. En la neurosis se hace existir al Otro a través de la
demanda, ya sea pedir al Otro el objeto que tiene o hacerse demandar por el Otro el pago de la
deuda que se le debe. El Otro de la neurosis demanda y en esa demanda está siempre en juego
el objeto pulsional. Es un modo de pedir al Otro el objeto perdido, el objeto del goce prohibido.
En la psicosis no existe la defensa contra lo real del fantasma, el objeto no está prohibido, no
está perdido, es por ello que se presenta en lo real. En relación al Otro no se trata de un Otro
completo, sino de un Otro de la falta vivido como una voluntad de goce sin límites, goce que se
satisface solamente cuando el sujeto lo completa, el sujeto claro está, en posición de objeto, es
el caso del presidente Schreber que se ofrece como soporte para que Dios goce de su ser
pasivizado.
Las manifestaciones de la angustia en las psicosis son múltiples y hasta podríamos decir
contradictorias, por ejemplo en el caso Schreber la angustia aparece cuando el Otro se separa
de él, pero también cuando existe la amenaza de que ese completar al Otro tiene la posibilidad
de realizarse.
Clasificación de la Psicosis
La esquizofrenia
Laplanche nos guía... La esquizofrenia es un término introducido por E. Bleuler en 1911 para
designar un grupo de psicosis, cuya unidad ya había señalado Kraepelin, clasificándolas bajo el
epígrafe de demencia precoz y distinguiendo en ella las tres formas que se han vuelto clásicas:
hebefrénica, catatónica y paranoide.
El término esquizofrenia proviene del griego y significa hendir o escindir el espíritu. Con ello,
Bleuler pone de manifiesto el síntoma fundamental de esta psicosis: la spaltung o disociación.
Desde el punto de vista clínico la esquizofrenia tiene muchas formas pero podemos destacar los
siguientes caracteres comunes:
- separación de la realidad con replegamiento sobre sí mismo y predominio de una vida interior
entregada a las producciones de la fantasía (autismo).
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Bleuler relacionó la Spaltung esquizofrénica con lo que Freud describió como propio del
inconsciente, es decir, la cohexistencia de grupos de representaciones independientes entre sí.
Pero para Bleuler, la spaltung, en la medida en que implica el refuerzo de grupos asociativos, es
secundaria a un déficit primario que constituye una auténtica disgregación del proceso mental.
La verdad es que Freud no desarrollo demasiado el término. Incluso llegó a proponer un término
distinto: la parafrenia. Ello se debía a su interés de relacionar la esquizofrenia con la paranoia,
interés desarrollado en su análisis del caso Schreber.
Freud postula que estas dos psicosis pueden combinarse en diferentes formas, como ilustra el
caso Schreber y que eventualmente el enfermo puede pasar de una a la otra. En todo caso,
sigue manteniendo la especificidad de la esquizofrenia con relación a la paranoia ya que ve en la
esquizofrenia un predominio del proceso de represión o de retirada de la catexia de la realidad,
sobre la tendencia a la restitución, y dentro de los mecanismos de restitución, predominio de
aquellos que son afines a la histeria (alucinación) sobre los propios de la paranoia, que se
parecen más a los de la neurosis obsesiva (proyección). En el campo de las fijaciones, Freud
afirma que “la fijación correspondiente debe encontrarse en una época más precoz que la de la
paranoia, debe situarse al comienzo del desarrollo que conduce del autoerotismo al amor
objetal”.
A la alucinación del esquizofrénico, Freud le añade otro mecanismo en 1915, un mecanismo que
se pondría en juego más precozmente: el sobreinvestimiento no ya de representaciones de
objeto, como en la alucinación, sino de representaciones de palabra, al que corresponden
clínicamente los trastornos del lenguaje que se ven en la esquizofrenia como los neologismos.
En la lectura lacaniana de Freud, podemos decir que lo que se pone en juego es la pérdida del
poder metafórico de las palabras y con ello lo que se pone en juego es la ausencia o dificultades
de la metáfora fundamental, la metáfora paterna, el Nombre del Padre. Sólo esta metáfora
permite el borramiento de la cosa y le da su poder al símbolo... Para el esquizofrénico, lo
simbólico es real.
Paranoia
Según Laplanche, psicosis crónica caracterizada por un delirio más o menos sistematizado, el
predominio de la interpretación, la ausencia de debilitación intelectual y que generalmente no
evoluciona hacia el deterioro como la esquizofrenia. Freud incluye en la paranoia el delirio de
persecución, la erotomanía, el delirio celotípico y el delirio de grandezas.
El término viene de una palabra griega que significa locura y desorden del espíritu. En la
psiquiatría alemana del siglo XIX, la paranoia englobaba el conjunto de todos los delirios. Fue en
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el siglo XX y por la influencia de Kraepelin que la palabra alcanzó una mayor precisión. El
psicoanálisis contribuyó en la medida que Freud elaboró los puntos en común y limítrofes de la
paranoia y la esquizofrenia.
Freud define a la paranoia por su carácter de defensa contra la homosexualidad. Para él, cuando
predomina este mecanismo en un delirio llamado paranoide, esto constituye razón suficiente
para Freud para relacionarlo con la paranoia, aunque no exista sistematización de los delirios.
Los delirios de persecución, propios de esta clase de psicosis, son el resultado de una
proyección, que produce, a partir del enunciado de la base homosexual: “Yo, un hombre, amo a
un hombre”. Primero se niega y después se invierten los sujetos de tal forma que lo que queda
es “El me odia”. El sujeto queda a salvo de sus deseos homosexuales.
Podemos decir por tanto, que existen dos puntos principales en la teoría freudiana: regresión al
narcisismo y evitación de los fantasmas homosexuales por medio de la proyección.
Melanie Klein desarrolló el primer punto de regresión al narcisismo. Para ella, toda psicosis era
un estado de fijación o regresión a un estadio primario infantil, en la que un yo precoz era capaz,
desde el nacimiento, de experimentar angustia, emplear mecanismos de defensa y establecer
relaciones de objeto, pero con un objeto primario, el seno, escindido entre el seno ideal y el seno
persecutorio. Este yo, todavía desorganizado y lábil desviaría la angustia, suscitada en él por el
conflicto entre las pulsiones de vida y de muerte, por una parte recurriendo a la proyección y, por
otra, a la agresividad... En consecuencia, todo ser humano es desde el principio psicótico y, en
particular, paranoico. Esta posición primaria se denomina esquizoparanoide.
En cuanto al segundo punto, evitación de los fantasmas homosexuales, es Lacan quién retoma
el asunto. Desde la lectura freudiana del texto de Schreber, Lacan introduce un supuesto
esencial para comprender lo que Freud llama el complejo paterno en el neurótico y lo que lo
distingue de lo que se encuentra en el psicótico, clarificando lo que significa la homosexualidad
del paranoico. El supuesto es el de la función paterna simbólica, o metáfora paterna, designada
con el término Nombre del padre, que es necesario distinguir del padre real porque resulta del
reconocimiento por la madre no sólo de la persona del padre, sino sobre todo de su palabra, de
su autoridad, es decir, del lugar que ella le reserva a la función paterna simbólica en la
promoción de la ley. En el paranoico esta metáfora no opera. Hay en él forclusión, hay un
agujero en vez del Nombre del padre.
Desde estros supuestos, más que de una homosexualidad, se trata de una posición transexual,
es decir, de una feminización del sujeto, subordinada no al deseo de otro hombre, sino a la
relación que su madre sostiene con la metáfora paterna y, por tanto, con el falo. Si no puede ser
el falo que le falta a la madre, puede ser las mujeres que le faltan a los hombres.
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La manía y la melancolía
La manía
El síntoma clásico de las crisis maníacas es la fuga de ideas. La expresión verbal o escrita está
acelerada, es incluso brillante, pero parece haber perdido toda resistencia y toda orientación,
como si el pensamiento sólo estuviese organizado por puras asociaciones o conexiones literales.
Otro síntoma es la gran capacidad para distraerse y su respuesta inmediata a toda demanda. En
contraste con la riqueza de pensamientos, las acciones son inadecuadas y se pone en juego la
pérdida del sentimiento de lo imposible.
La manía fue abordada al comienzo del psicoanálisis por Abraham en 1911 y por Freud en 1915
cuando elabora duelo y melancolía. En la melancolía el sujeto sucumbe y en la manía el sujeto
puede apartar el complejo que causa el hundimiento. En Psicología de las masas y análisis del
yo, Freud confirma que el maniaco confunde yo e ideal del yo. En el Yo y el Ello (1923), Freud
llega a considerar la manía como una defensa contra la melancolía. Esta noción de defensa
maníaca fue retomada y desarrollada por Melanie Klein y Winnicott.
Desde Lacan, podemos decir que el maniaco triunfará sobre la castración ya que ignora las
coerciones de lo imaginario (el sentido) y de lo real (lo imposible), alcanzando así dentro de los
simbólico una relación al fin lograda con el otro, a través de una constitución desenfrenada
hecha posible por la riqueza inagotable de su nueva realidad. En todo caso, parece más
devorado por el orden simbólico que manejador de él.
Freud propone en 1924 (Neurosis y psicosis) propone situar la psicosis maniaco depresiva en un
marco particular donde el conflicto patógeno surge entre el yo y el superyo. De esta forma la
distingue del conflicto depresivo (entre el yo y el ello) y del conflicto de la psicosis (entre el yo y el
mundo exterior).
La melancolía
Se puede definir según Chemama como afectación profunda del deseo, concebida por Freud
como la psiconeurosis por excelencia, caracterizada por una pérdida subjetiva específica, la del
yo mismo.
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un desinvestimiento narcisista extremo. Es una enfermedad del deseo que podemos considerar
que conlleva una pérdida narcisista grave.
Un rasgo clínico que distingue la culpa del melancólico de la de otros estados depresivos es la
acusación dirigida contra sí mismo, donde no hay duda, es comprobación nada más. Se trata de
un odio que se dirige sobre el ser mismo del sujeto, desprovisto de toda posesión, hasta la de su
propio cuerpo.
Desde nuestro punto de vista, la melancolía va más allá, por tanto, de un fondo depresivo común
que podemos encontrar en cualquier sujeto... Partimos más bien de que la melancolía apunta a
la imposibilidad de hacer el duelo. Desde este punto de vista, es claro porque está en los
senderos de la locura.
Lacan, en el seminario de la Angustia, nos dice “El problema del duelo es el del mantenimiento
de los vínculos por donde el deseo está suspendido, no del objeto a, sino del i(a). El i(a), yo
ideal, moi, en definitiva apunta al registro de lo imaginario. Más adelante y con Freud, apunta a
que lo sucede en la melancolía es que triunfa el objeto y nosotros añadiríamos que triunfa sobre
la imagen.
Esta elaboración, muy en la línea de Freud, revaloriza la función del i(a). Podemos decir que en
esa envoltura del a es donde se encuentran las herramientas necesarias para la elaboración de
un duelo, y que en la melancolía esa envoltura es frágil, puesto que lo que triunfa es el objeto.
Si lo que emerge es un objeto sin ropaje, sólo nos queda el agujero siniestro. Tenemos que
pensar que pasa con el yo. Desde Lacan estamos habituados a estudiar el yo desde dos
perspectivas: el je y el moi. El je es el sujeto del enunciado, y es el que, al ser una palabra,
aliena más al sujeto de lo que es el orden natural. Con el je, ya no se más de ese pedazo
decarne, de lo que se trata es de un significante en juego con otros significantes. El je es
producto de la alienación del sujeto en el lenguaje, y nos va a señalar la posición simbólica del
sujeto. En la melancolía, el je está fuera de juego, no existe esa alienación radical en el lenguaje.
Esto es debido a que no se ha nombrado apropiadamente en el discurso parental, ha fallado el
pacto parental, esto es, el narcisismo primario, y el melancólico se pierde en el lugar del no ser,
no ser en el mundo del lenguaje, de ahí su silencio.
Tomadas así las cosas, recobra especial importancia el moi, pero este moi no está mediado por
el je en la melancolía con lo que el revistimento del a está cojo. De ahí que en la melancolía
salga victorioso el objeto, ese núcleo del yo que tiene que ver con lo real.
El yo es la percepción de una imagen proyectada en una superficie, pero para que exista esa
superficie es necesario que exista el deseo de otro, de la madre, y más aún, el deseo parental. Si
falta ese deseo, el yo que pueda advenir es una prótesis imaginaria precariamente sostenida y
demasiado cerca de lo real.
Pero andemos más, el yo es un resto que ocupa o sustituye al objeto perdido, el objeto del que
se trata es el a, que es el residuo de un corte, un corte que tiene que ver con la entrada del
sujeto en el universo simbólico y que primitivamente surge como resto del desencuentro con el
Otro.
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La entrada en el mundo simbólico exige el asesinato de la cosa, tal como diría Lacan. A partir de
ahí, se puede hablar de constitución del sujeto y de cómo está dividido por el discurso del Otro...
Mas para ello hace falta la constitución de ese objeto que tiene que ver con el vacío, la hiancia
que implica la falta de objeto. En la melancolía, ese objeto no está suficientemente constituido y
estructurado, se puede decir que la cosa anda demasiado viva y que, por tanto, sujeto, objeto y
campo del otro, no están suficientemente delimitados. El sujeto no puede nombrarse y se halla
perdido en el marasmo de su goce.
¿Se trata del objeto o del no-objeto en la melancolía?. Al menos, podemos decir que no existe un
objeto a propicio para poder asentar el yo-moi, no hay falta, sólo agujero siniestro, esto es, goce.
Goce en cuanto lo real come al cuerpo, en tanto que no se trata de un cuerpo libidinal, sino del
cuerpo muerto, no hay recubrimiento. La precipitación en el suicidio es fácil desde aquí, la
muerte está profundamente asentada en el cuerpo. Es más, le suicidio es la forma, para el
melancólico, de intentar producir un sujeto, pues es ahí donde puede constituirse ese resto, ese
objeto a que sustente y delimite el campo del Otro y de su falta.
Desde la clínica... ¿Cómo posicionarse frente a estos sujetos, donde la función fálica está
ausente?. Lo que van a ver en sus analistas y médicos más que a un Sujeto Supuesto saber, va
a ser un Sujeto Supuesto Ser. Desde ahí, la clínica se hace complicada, pero siempre nos queda
la escucha, una escucha que pueda marcar, en este caso, una mirada anticipatoria del lugar
donde pueda advenir un corte, un resto en el continuo de su goce....
Un buen intento de clasificación de la psicosis, un intento que está marcado por el interés clínico,
es el de Antonio Godino Cabas. Es una de las clasificaciones posibles, pero la hemos elegido
porque la consideramos bastante clarificante y porque parte de un supuesto que compartimos...
la situación teórica y clínica de la psicosis no difiere mucho de la situación y status que gozaba la
histeria en la época de Freud. Al enfrentarse con el delirio psicótico, el psicoanálisis actual
estaría enfrentando las mismas dificultades que enfrentara el pensamiento de Freud al atisbar el
universo de las neurosis.
Para fundamentar esta cuestión, Godino Cabas se fija en como la histeria, en su momento, era
un cuadro difuso capaz de acoger en su seno síntomas de las más diversas características. Ello
mismo ocurre todavía con la psicosis y se presenta hoy como una estructura nosográfica tan
ambigua a veces que termina aceptando la esquizofrenia junto a la paranoia y la melancolía sin
que exista una diferenciación plenamente clara.
Además, al igual que a la histeria se le atribuían causas orgánicas o biológicas, a la psicosis hoy
en día se le buscan causas hormonales y glandulares. Los neurotransmisores parecen cumplir
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una función de causa... Nos situamos en otro polo y pensamos que al igual que en la histeria la
causalidad orgánica puede estar completamente desechada, pensamos que la profundidad en el
estudio de la psicosis nos alejará cada vez más de causalidades orgánicas...
Godino Cabas defiende el modelo freudiano en la medida que subordina la cuestión de las
clasificaciones al descubrimiento de las causas específicas de toda sintomatología. Para Freud,
el diagnóstico es ante todo un ordenamiento clasificatorio de los factores causales y de la
dinámica interna. Ello difiere bastante de las clasificaciones psiquiátricas donde lo que
predomina es un ordenamiento de los efectos sintomáticos.
Hay una diferencia etiológica en estos dos grandes grupos, diferencia etiológica que le lleva a
Godino a distinguir entre Psicosis de la ausencia y Psicosis de la presencia.
Toda psicosis supone una falla a nivel del Nombre del Padre y por lo tanto supone una
desarticulación a nivel del falo, pero a pesar de esa carencia, las Psicosis de Presencia
presentan una cierta inscripción de la función materna en tanto que las Psicosis de Ausencia
parecen carecer incluso de esta inscripción.
De esta forma el conjunto vacío de las psicosis de ausencia, estaría marcado por el falo en las
psicosis de presencia.
Fuera de la clasificación deja a las oligofrenias y otras con conocido componente orgánico,
aunque no diferenciado del todo.
Partimos de que el principio etiológico de las psicosis se encuentra situado en el Estadio del
espejo, pero entendiendo el Estadio del espejo más que como una cuestión evolutiva, como una
cuestión estructural. Una estructura que Lacan proponer definir como una identificación, fruto de
la incorporación de una Imago la cual sería causa del comportamiento libidinal lúdico ante el
reconocimiento en espejo. En definitiva, se trata de un organizador capaz de manifestarse en
observables clínicos. Por ello, Lacan la llamara estructura ontológica.
El estadio del espejo delimita dos tiempos diferenciables que las psicosis muestran de manera
explicita en la clínica puesto que ellas van desde un cuerpo fragmentado a un cuerpo unificado y
del cuerpo unificado al otro.
La clasificación:
1- Psicosis de Ausencia
1.1 Autismo
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1.2 Esquizofrenia
a- simple: catatonia
b- Precoz: Paranoide
2- Psicosis de Presencia
2.1 Melancolía
2.1.1 Melancolía
a- Melancolía involutiva
b- Psicosis senil
c- Psicosis del puerperio
2.1.2 Manía
2.2 Paranoia
a- Síndromes paranoides
b- Parafrenia. Hipocondría
Marcadas radicalmente por la ausencia materna. Es decir, no hay una presencia simbolizable y
representable capaz de sustituir esa relación biológica que deja al sujeto sin un modelo de
relación. La falta de la falta es la causa del estado esquizofrénico.
Las esquizofrenias se distinguen del autismo por el hecho que el sujeto ha ingresado a la palabra
y ésta participa de la formulación del delirio y la alucinación. En la esquizofrenia simple es común
la producción de un curso patógeno cuyo desencadenamiento es la reclusión en el silencio, es la
forma de la catatonia. Se trata de un mutismo secundario a diferencia del autismo. Se trata de
una posición a la que el sujeto llega después de un itinerario donde el cuerpo pasa a ocupar el
lugar de la palabra y se adquiere un rigor tónico y muscular del cuerpo que subraya la palabra.
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- La Psicosis de Presencia.
A diferencia de las Psicosis de ausencia, aquí existe un deseo, está presente el falo. Son
psicosis hijas de un cierto deseo a pesar de todo. En las psicosis de presencia hay un saludable
imago referenciado al sujeto. No se trata ya del vacío característico de las psicosis de ausencia.
Recordemos que el acceso a lo simbólico, tiene como condición y pre-requisito, el
establecimiento de un cierto registro imaginario. Se trata de una imago especular en tanto gestalt
unificante del propio cuerpo (unificante de ese universo señalado por la necesidad.), bajo el
deseo del otro. Partiendo del Otro y de su intervención en el niño, tendremos como saldo una
imago cuya elaboración (realizada en el complejo de Edipo) conduce a la construcción y al
acceso de lo simbólico.
En las psicosis de presencia se constituye algo de esta imago, mas no hay lugar ni condiciones
para metabolizar y comprender el lugar y la formación del tercero. Por esta razón, el tercero
termina siendo una amenaza. Una amenaza cuyo prototipo tiene a la paranoia.
Dentro de este grupo, se incluye a la melancolía, aunque ello es discutible desde el enfoque
anteriormente expuesto al hablar de la melancolía... Pero Godino Cabas insiste... Bajo su punto
de vista, en la melancolía se trata de un duelo relativo a la pérdida de la imagen fálica. Ese duelo
puede asumir la forma discursiva de la depresión (la melancolía propiamente dicha) o bien puede
asumir la forma discursiva de la negación, dando así lugar a la manía... La melancolía se puede
presentar como involutiva dando lugar a una presencia parecida al autismo. Mas también hay un
conjunto de melancolías cuya expresión tiene la forma de brotes perfectamente aislados y
episódicos como las psicosis de puerperio.
La manía obedece al mismo nódulo de la melancolía, con la diferencia de que ese nódulo ocupa
un lugar diferente pues obedece a una negación.
Por último, la paranoia... El nódulo es el mismo que el de la melancolía: ruptura fálica, ausencia
del Nombre del Padre, pero en ella el sujeto asume una actitud diferente pues se propone
descifrar activamente a través del delirio el enigma de su posición... Esta investigación puede
asumir la forma de una investigación episódica, por brotes, el nombre que le daríamos sería el
de síndrome paranoide. O bien, puede asumir la forma de una investigación constante y
sistemática, es la paranoia propiamente dicha. Aquí existe la posibilidad del encapsulamiento del
delirio que conocemos con el nombre de parafrenia y una de cuyas desviaciones es la
hipocondría.
La clínica
Ya hemos ido estableciendo un posible abordaje con comentarios aislados en el texto y con
comentarios no explícitos pero que se contienen en el texto. En todo caso, si consideramos esta
diferenciación entre psicosis de ausencia y presencia, las exigencias de una clínica son
diferentes... Las psicosis de ausencia plantean la necesidad de construir una referencia
imaginaria capaz de dar cuenta de la matriz simbólica del sujeto, por eso sus formaciones son
restitutivas. En cambio, en las psicosis de presencia, se pone en juego el objetivo de construir
una referencia relativa a la alteridad y a la matriz simbólica capaz de acoger el significado y el
sentido del otro.
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En las psicosis de ausencia, la inscripción del objeto y del otro parece tan precaria que la
demanda es siempre demanda de presencia de los mismos. Más aún, demanda de presencia en
lo real.
Dicho de otra forma, en tanto las psicosis de ausencia buscan acceder al paraíso narcisista
aspirando a la presencia en lo real del objeto, las psicosis de presencia buscan conservar el
paraíso narcisista aspirando a confirmar la permanencia constante del mismo.
La posición del analista difiere en uno y otro caso. Se inscribirá en calidad de Otro de la
demanda (en lo real) o bien en calidad de Otro de la castración (en lo imaginario) según que se
trate de uno o de otro tipo de psicosis.
En este contexto, se hace constructivo y adquiere relevancia el hablar en tercera persona. Ello
permite el descentramiento narcisista e imaginario del sujeto, permite salir, de alguna forma, del
escenario puramente imaginario y especular. Se introduce un desdoblamiento en la escena que
permite un alejamiento de lo siniestro.
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En todo caso, Godino Cabas afirma que la analizabilidad no depende de la estructura tan sólo
sino fundamentalmente del proyecto del sujeto. Al mencionar proyecto, se refiere al Ideal. Y
aunque en la psicosis la lesión de la estructura simbólica incide en la organización del Ideal, hay
una cierta existencia. En tanto forclusión, se supone una exclusión del ideal fálico y ello se
produce al precio de una repetición. Es necesario que la exclusión se repita para mantener la
estructura... Y la repetición (aunque sea de una negación fundamental) ya supone un proyecto.
Es en ese proyecto donde se perfila nuestro objeto de estudio y trabajo como clínicos. Se trata
de la proyección de las sombras del falo en el sujeto...
CUESTIONES.
BIBLIOGRAFÍA
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Antonio Godino Cabas: La función del falo en la locura. Editorial Trieb. 1980
A. De Waelhens: La psicosis. Ediciones Morata. 1982
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