Psicoanalisis Como Praxis - Mozzi Viviana.

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• El psicoanálisis como praxis ●

Obstáculo y saber
A fines de 1880 el conocimiento medico era el hegemónico: el saber lo tenía el médico y el
paciente escuchaba y obedecía. Sin embargo, desde los primeros casos freudianos se
encuentra la subversión de esta idea. Su modo de avanzar partirá de suponerle saber a sus
pacientes invirtiendo la posición del saber respecto del discurso médico. La importancia
del vínculo entre médico y paciente, las consecuencias y efectos que ese vínculo tiene
sobre la curación y, además, incluirse él mismo en la cura, le permitirán hacer de ese
vínculo un concepto fundamental para el psicoanálisis: la transferencia.
Es importante captar el efecto antropológico que tuvo el psicoanálisis en la humanidad; lo
resume bien la parábola de las tres “heridas narcisistas” o del “amor propio”, Copérnico,
primero mostró que el hombre no era el centro del cosmos; Darwin luego dijo que tampoco
es el centro del mundo viviente; finalmente, Freud demostró que el sujeto es satélite de un
inconsciente pulsional: sin saber lo que dice, sin saber que su decir porta una verdad sobre si
mismo y que, sin embargo, él mismo no sabe, destruyendo al yo como amo de las acciones.
Teniendo como horizonte la posición del analista y siguiendo la sugerencia que el mismo
Freud da en 1920, su obra puede leerse a partir de tres grandes escansiones que se ordenan
según el modo de pensar la clínica y, a la vez, indica cómo se van modificando los conceptos
que acompañan esos momentos.
Al comienzo el psicoanálisis era el arte de interpretar, es la época de las formaciones
del inconsciente, los sueños, el chiste, las asociaciones producidas por la apertura del
inconsciente. El analista interpretaba e iba llenando las lagunas del recuerdo y ese
movimiento producía el levantamiento del síntoma.
Pero al avanzar Freud se topa con que no todo es posible de ser recordado. Comienza la
época de los llamados Trabajos sobre técnica psicoanalítica, época de la conceptualización
de transferencia en conexión con la resistencia, ya no se trata de la apertura del inconsciente
sino de su cierre. La tarea del analista será levantar esas resistencias y mover al paciente a
descubrirlas para que caigan.
Si bien se llaman Trabajos sobre técnica psicoanalítica vale aclarar que el psicoanálisis no
es una técnica en sentido preciso. Una técnica es algo que se aprende y se aplica del mismo
modo para todos. El psicoanálisis es, más bien, todo lo contrario, es una praxis, es una
experiencia que vale uno por uno.
El mismo Freud sostiene, haciendo una analogía con el juego del ajedrez, que sólo puede
hacerse una exposición sistemática de las aperturas y los finales, pero nada puede saberse
de la infinidad de movidas entre una y otra.
Con un nuevo obstáculo surge la tercera época. Freud se encuentra con que la meta propuesta
de hacer consciente lo inconsciente no era posible; no es posible volver consciente lo
inconsciente, sino que el paciente se ve forzado a repetir en acto en vez de recordar: “El
paciente no logra recordar todo lo que hay en él de reprimido, acaso, justamente
lo fundamental.”
El trabajo analítico en la última época estará centrado en la resistencia al levantamiento de
las resistencias y la conceptualización de las dos grandes resistencias estructurales que
serán la del ello y la del superyó.
El trauma y la sexualidad desde el inicio
El modo de conceptualizar el trauma también ha sufrido diversas modificaciones a lo largo
de la obra de Freud.
Al comienzo se ubica en un acontecimiento a partir del cual por diferentes caminos se
constituye un síntoma. Según el tipo clínico del que se trate habrá diferentes modos de
formación de síntomas en la histeria, en la obsesión, en la fobia. Pero lo traumático es un
acontecimiento realmente sucedido y de orden sexual.
De todos modos, desde el comienzo Freud deja escrito que si bien cuando los pacientes
“recordaban” el síntoma caía, quedaba como resto la capacidad de formar síntomas y esto
dará lugar a la caída de la teoría de la seducción y el pasaje al concepto de fantasía y al de
realidad psíquica. Ya no se trata de un hecho realmente acontecido, sino que la fantasía
jugará un papel fundamental. Sólo un poco más tarde, el trauma será interno a la estructura
e implicará la construcción de conceptos fundamentales para el psicoanálisis.
Sin embargo, ya entre 1893 y 1895 puede leerse en Freud el trauma no como la remoción de
un cuerpo extraño, sino que lo patógeno se infiltra por una pequeña hendidura, como por
fragmentos y jirones, pudiendo llegar hasta el yo normal. Ya no se podrá extirpar. Los estratos
más superficiales traspasan hacia sectores del yo normal y pertenecen a el “no menos que a la
organización patógena”. Es una organización en la que se esboza una topología.

A diferencia de Charcot, que ubicaba el desarreglo en la función del órgano, para Freud,
desde el comienzo, lo afectado en la histeria es la idea de cuerpo: ya no se tratará del cuerpo
orgánico sino de su representación psíquica. Hará un pasaje de la vivencia sexual prematura
traumática a los modos de defenderse, o una idea es patógena cuando es sometida a los
mecanismos de defensa y es por eso que persigue la etiología de los síntomas.

Unos años más tarde la aparición del concepto de fantasía (que dará lugar a la
conceptualización de realidad psíquica), marcará una nueva vuelta en el modo de pensar el
trauma, ya que lo que Freud pondrá en duda es la dimensión de la “vivencia”, que cobrará
el estatuto de recuerdo encubridor, finalmente único modo de recuerdo (Cf. Supra, p.65). El
acento estará puesto sobre lo sexual y le dará un valor central a la sexualidad en la infancia.
Una de las primeras indicaciones que comienzan a despegarlo del discurso médico
imperante es que Freud considera que la patogénesis de los síntomas histéricos ha de
buscarse en el ámbito de la vida psíquica.
Hasta el siglo XVII, la concepción griega de la histeria permanece inalterada: la histeria se
definía por la crisis misma y su origen se suponía en un desorden de útero. Es por eso que la
asociación inmediata es con el género femenino.
Hacia 1600, Charles Le Pois es el primero en asociar la histeria a una enfermedad cerebral
despegándola del origen en el útero. Luego, la psiquiatría alemana la nombra locura
histérica y esta idea es retomada en Francia hasta que Charcot se encarga de separar la
histeria de la locura.
Jean-Martin Charcot, considerado el padre de la neurología moderna, será uno de los maestros
de Freud cuando va a estudiar a la Salpetrière, un hospital público de París, construido en 1656
para la internación de pobres y vagabundos. Hacia 1800 muchos médicos
neurólogos prestigiosos trabajaban allí convirtiéndolo en uno de los más conocidos en
salud mental. De hecho, cuando Freud llega a París, le escribe una carta a su mujer en la
que señala:
“Charcot, que es uno de los grandes médicos y un hombre de una sensación genial, está
sencillamente desbaratando todos mis objetivos y opiniones […] me deja exhausto; después de estar
con él ya no tengo deseo alguno de trabajar en mis tonterías […] Mi cerebro se queda tan saciado
como luego de una velada en el teatro. Nos é si esta semilla tendrá fruto, pero sí puedo afirmar que
ningún otro ser humano había causado jamás tan gran efecto sobre mí [..]”.

¡Y vaya que tuvo fruto! Fue a partir de la semilla dejada por Charcot y el interés
freudiano por esas mujeres simuladoras abandonadas por la ciencia, que comenzó a armar
todo su edilicio conceptual. Freud se enfrenta con ese resto oscuro de la ciencia teniendo a
la razón científica en oposición con lo que comenzaba a construir: el mundo de la realidad
psíquica. Podemos decir que el psicoanálisis no tiene un origen noble sino, más bien, surge
entre charlatanes y simuladoras.
A partir de esos sujetos tildados de simuladores, porque “imitaban” afecciones orgánicas,
crea un procedimiento de investigación de los procesos psíquicos inconscientes y un método
de tratamiento de las neurosis. También despega la histeria del género y de hecho presentará
la Salpetrière un caso de histeria masculina. Estos desarrollos serán fundamentales para
comenzar a pensar la diferencia entre cuerpo y organismo.
Sin desconocerlo, cuando hablamos de cuerpo en psicoanálisis no nos referimos al cuerpo
orgánico. A lo que se apunta, en tal caso, es a lo que cada sujeto pueda hacer con ese real que
se le presenta en el cuerpo. Hay varias operaciones que deben producirse para tener un
cuerpo en el sentido del psicoanálisis más allá del cuerpo orgánico. Que esas operaciones se
produzcan o no, tendrá diferentes consecuencias:
Desde los primeros historiales pueden precisarse tres cuerpos: el cuerpo orgánico, el
cuerpo de la palabra y el cuerpo recortado por zonas erógenas, el que aloja una satisfacción
paradójica. Esto sostenido en el modo de conceptualizar la sexualidad y ubicarla en la
etiología de los síntomas. A Freud le interesa lo que “se dice” de los síntomas, ya que lo
afectado es una representación del cuerpo, la representación psíquica del cuerpo y no el
cuerpo orgánico.
La sexualidad tampoco será lo que era antes de Freud, ya que se despegará y excederá
definitivamente la genitalidad y la reproducción. Además, por supuesto, incluirá a la
sexualidad infantil, novedad freudiana e ideas que en su época hallaron muchas resistencias.

La histeria provoca el deseo de Freud


Hacia 1893 encontramos enunciaciones y anticipaciones freudianas sobre las que se van a
posar los desarrollos conceptuales. Por ejemplo, en “Sobre el mecanismo psíquico de los
fenómenos histéricos”, ya podrán establecerse mojones que lo llevan a despegarse de sus
contemporáneos bajo la sospecha de que más allá de lo orgánico, en el síntoma se trataba
de otra cosa.
Freud desarrolla la histeria traumática tomando la idea de trauma de Charcot que postulaba
una lesión funcional en el cerebro. Consideraba a la histeria como una enfermedad
neurológica y con el método anatomo-clínico intentaba aislar la localización de la lesión.
Nunca pudo encontrar esa lesión en las autopsias de pacientes diagnosticados como histéricos
y por lo tanto sostenía que la dificultad estaba en el método.
Es por eso que le daba el nombre de lesiones dinámicas o funcionales al que Freud se va a
oponer porque no creía que fuera una enfermedad del sistema nervioso, pero podemos decir
que el concepto de inconsciente dependió histórica y epistemológicamente de los desarrollos
de la patología médica.
Charcot estudia algunas histéricas de su servicio que pronto se convirtieron en las vedettes
que presentaban sintomatologías máximas y se apoya como concepción etiológica en la
herencia; junto a ella, sólo existen agentes provocadores de la neurosis. La eclosión de los
síntomas se producía a causa de un agotamiento general, una infección, una intoxicación o
cierta fragilidad del sistema nervioso. Es por eso que los tratamientos de ese momento era
aislamiento, reposo, hidroterapia, masajes, etcétera.
Para Freud tener como origen la predisposición hereditaria no auguraba un buen
pronóstico en cuanto a los tratamientos, sólo dejaba lugar a cuestiones profilácticas. Propone
para las histerias traumáticas que el trauma debe tener dos condiciones: por un lado, que se
conecte con la representación de un peligro mortal y, por otro, debe tener una relación
particular con una parte del cuerpo.
Trauma y sugestión debían ser equiparables, ya que Charcot reproducía artificialmente la
parálisis de una parte del cuerpo en un enfermo a través de la hipnosis y la sugestión,
métodos utilizados en ese momento, y tanto en el trauma como en la sugestión traumática el
efecto de parálisis era el mismo.
Freud infiere que si la sugestión verbal funciona en el caso de la hipnosis tiene que haber
una representación también en el caso del accidente y constata que en casi todos los casos los
enfermos en el momento del trauma tuvieron la sensación, por ejemplo, de que se le
destrozaba el brazo. Esto comienza a darla a la palabra una participación muy importante en
relación con el trauma.
La pregunta freudiana es: ¿y cuando no hay trauma físico? ¿Cómo se general los síntomas en
la histeria común no traumática? Freud establece una relación entre teoría y clínica.
Transfiere lo estudiado en el caso de Anna O. -caso paradigmático de Breuer, del que Freud
dice que fue el primero en iluminar al médico para ubicar la génesis de los síntomas-, a todos
los casos de histeria y trata de averiguar las circunstancias en que el síntoma aparece por
primera vez, se preguntara por el ocasionamiento del síntoma en la neurosis común no
traumática; pero no será un trabajo simple. Habrá que poner al paciente en estado de hipnosis
para hallar la vivencia teñida de afecto que permitirá comprender el síntoma. Porque dirá,
tampoco en la histeria traumática es el gran trauma mecánico lo que ocasionó el síntoma,
sino que lo que es eficaz es el efecto del terror, el trauma psíquico.

La importancia del lenguaje y el método


Ya la etiología del síntoma no es “el gran trauma”, y un solo y gran suceso, sino un trauma
psíquico entendido como vivencia teñida de afecto. Y en seguida Freud introduce la palabra
como puente, la importancia de la vivencia y el lenguaje.
Son dos cuestiones que recorta desde el comienzo. No sólo deslinda el trauma mecánico,
sino que hace dos afirmaciones:
“No en todos los casos es tan transparente la determinación del síntoma por el trauma psíquico. A
menudo, ella sólo consiste en una referencia simbólica, digamos así, entre el ocasionamiento y el
síntoma histérico.”

Y más abajo agrega:


“[…] Existe, por así decir, un propósito de expresar el estado psíquico mediante uno corporal,
para lo cual el uso lingüístico ofrece los puentes”.

La particularidad de la histeria es que expresa un estado psíquico mediante uno corporal


(conversión). La índole del nexo causal entre el trauma psíquico y el desencadenamiento del
síntoma lo ilustra con la existencia de un cuerpo extraño, que en este momento podemos
definir como el afecto. Pero el recuerdo de aquel suceso era mucho más vivo e intenso que
otros, ese recuerdo tenía una intensidad desacostumbrada el afecto adherido a él era casi
igual al que se produjo en la vivencia real. Este fenómeno “da sustento al fenómeno histérico,
y llega a su término tan pronto como el paciente ha declarado sobre él.”
El intento de averiguar el ocacionamiento del síntoma era, a la vez, una maniobra
terapéutica, ya que al expresar el paciente con palabras el recuerdo y vivenciar el afecto
producido, el síntoma desaparecía. Pero ¿por qué un suceso ocurrido hace tanto tiempo
sigue teniendo efectos, por qué el afecto no se desgasta?
En la suma de excitación, en el destino del afecto estará la clave para Freud. Para la
conservación de la salud, dirá, es necesario empequeñecer la suma de excitación que se
produce en el sistema nervioso, tras una impresión psíquica. Si no se produce la descarga,
el recuerdo conserva el afecto y toda vez que un suceso conserva el afecto se convierte en
trauma psíquico. Es por eso que sostiene que “el histérico padece de unos traumas
psíquicos incompletamente abre accionados.”
Desde el inicio podemos pensar dos dimensiones del quehacer del analista: la dimensión
del obstáculo clínico y sus destinos, los efectos y consecuencias de dicho obstáculo, que
hacia 1914 estará en relación con los Trabajos sobre técnica psicoanalítica. Pueden extraerse
de los primeros textos freudianos los principios éticos que sostienen la clínica.
Si bien al comienzo de sus indagaciones se apoya en el método utilizado hasta ese momento
–la hipnosis-, en los primeros casos encontramos que Freud empieza a poner el acento en
relación con la formación de síntomas, en el universo simbólico de cada paciente.

A Freud no le interesan los síntomas en sí, sino lo que “se dice” de ellos. Ese es, tal vez,
uno de los primeros grandes descubrimientos freudianos que puede ubicarse hacia fines de
los años 1800 en sus primeros casos clínicos. Serán los anticipios del método psicoanalítico
propiamente dicho.
Por otro lado, comienza a advertir el efecto que tiene sobre la cura la relación médico-
paciente. Así, en la “Presentación autobiográfica” retrata que luego de liberar por hipnosis
una paciente, ésta le echa los brazos al cuello en el momento que ingresa alguien del
servicio. Dice Freud:
“[…] Me mantuve lo bastante serio como para no atribuir este accidente a mi irresistible
atractivo personal, y creí haber aprehendido la naturaleza del elemento místico que operaba tras la
hipnosis. Para eliminarlo o, al menos, aislarlo, debía abandonar esta última.”
El método terapéutico utilizado en ese momento –el tratamiento por medio de la hipnosis-
era en principio efectivo: se trataba de recordar el momento en que la abreacción no fue
exitosa, bajo el influjo hipnótico-sugestivo recordar para tramitar el afecto. Pero Freud,
considera que ese método implica creencia, obediencia y dependencia, y es por eso que
muy tempranamente lo abandona e insistirá en buscar la ocasión primera de los síntomas.
De todos modos, la parte inicial de su obra está signada por la sugestión, fundamento de la
hipnosis, a pesar de que sostiene que con este procedimiento se curan los síntomas pero no la
histeria:
“No crean, pues, que con esto hemos ganado mucho para la terapia de la histeria. Al igual que la
neurosis, también la histeria tiene sus fundamentos más profundos, y son éstos los que imponen a
la terapia un cierto límite.”

Un límite. Caían los síntomas, pero restaba la capacidad de formar nuevos. Algo resta
luego de la abreacción, sin embargo, no todo puede abre accionarse.
¿Qué hacer con ese resto? En estos lugares de obstáculos se apoya Freud para continuar
con sus investigaciones.
Etiología de los síntomas y tiempo en psicoanálisis

En 1898, encontramos el reforzamiento de ideas que se venían gestando y nuevos


conceptos claves y anticipatorios. Si bien en 1893 tiene aún un color determinista, ahora con
el concepto de defensa, rompe con la linealidad causa-efecto. Las coordenadas que quedarán
definidas para su investigación son: la sexualidad será la etiología privilegiada de la
neurosis, da la primera teoría de la angustia, la sexualidad infantil, el cuerpo en su diferencia
con lo orgánico, la sexualidad como concepto diferente a genitalidad, la inversión del tiempo
cronológico.
En las primeras páginas de su texto “La sexualidad en la etiología de las neurosis” se encarga
de dejar claro que preguntar sobre la sexualidad se convierte en un deber del médico, con la
discreción, tacto y seriedad necesarios, ya que los síntomas de las neurosis dicen sobre sus
vínculos con la sexualidad, hay una superposición entre síntoma y sexualidad.
Más adelante refiero algunos movimientos anteriores al armado de su nosología, pero en
este texto por la evaluación de los síntomas podrá verse si se refiere a una neurastenia o a
una psiconeurosis.
En ambos casos, la etiología es sexual, la diferencia es que en el caso de la neurastenia
el conflicto es actual, mientras que en las psiconeurosis pertenece a la vida infantil. Por
otro lado, en las psiconeurosis encuentra un mecanismo psíquico privilegiado: la defensa,
que produce la escisión en la conciencia.
Los síntomas en las psiconeurosis son sustitutos de representaciones reprimidas, motivo
por el cuál son interpretables, mientras que, en las neurastenias, al tratarse de sustitutos del
orgasmo no son accesibles al tratamiento psicoanalítico propiamente dicho, porque no
remiten a una representación reprimida o rechazada, no hay significado psíquico. Estos
desarrollos anticipan próximos movimientos freudianos y la problemática central del final de
las curas.
Pero Freud introduce algo más, subvierte la relación determinista entre la causa y el efecto.
No es la concepción del tiempo lineal, sino que un hecho actual despierta un hecho anterior.
El concepto lógico articulador es el de defensa.
Las vivencias sexuales infantiles tendrán un efecto patógeno retardado o retroactivo
(Nachträglich) a partir de haber dejado huellas psíquicas que sólo en períodos posteriores se
vuelven sustantivos.
Los fenómenos de la psiconeurosis se generan por el efecto retardado de unas huellas
psíquicas inconscientes que sólo serán accesibles para una psicoterapia. Basado en el método
catártico de Breuer, Freud llega a un procedimiento terapéutico que llama “psicoanalítico”, y
que no es por el momento de aplicación universal.
El tiempo atraviesa los conceptos psicoanalíticos. En la obra freudiana, por ejemplo, en el
concepto de fantasía se articulan factores temporales que hacen de la relación del hombre
con el tiempo un modo particular, planteándolas en tres tiempos anudados por el deseo. Un
elemento heterogéneo que anuda pasado-presente-futuro, dando lugar a un tiempo no lineal,
no cronológico,
El psicoanálisis introduce lo posible en tanto permite desarticular lo que se ha hecho
necesario a partir de una contingencia como respuesta a lo imposible.
La vivencia de satisfacción: desde el comienzo “una falta”
Con la vivencia de satisfacción y de dolor que Freud presenta en el “Proyecto de psicología”
queda, por un lado, desde el origen el aparato psíquico marcado por una falta y habrá restos
de dichos procesos.
Si bien es un texto que Freud dejó inconcluso y nunca autorizó su publicación, encontramos
nociones que anticipan conceptos claves para el psicoanálisis. Lo escribe vertiginosamente en
dos semanas y en el tren de regreso a una visita a Wilhelm Fliess en 1895. Se publica
cincuenta años después y considero que es un texto que bisagra entre la neurología y la
psicología.
Freud está armando su teoría del funcionamiento psíquico con un enfoque cuantitativo.
Está intentando darle nombre a esa energía que circula por el aparato que ya había definido
en 1893. Suma de excitación que designa el factor cuantitativo así también cuando habla de
monto de afecto, excitaciones, estímulos.
Trabaja dos vivencias míticas fundamentales que serán fundadoras del aparato psíquico: la
vivencia de satisfacción y la vivencia del dolor como putos de partida para pensar la
constitución del aparato que desarrollará, finalmente, en 1900 con “La interpretación de los
sueños”.
Freud utiliza la neurología como metáfora del aparato psíquico. Parte de dos sistemas de
neuronas: φ (phi: sistema de neuronas pasaderas) y ψ (psi: sistema de neuronas impasaderas)
y luego agrega un tercer sistema ω (omega: que será el sistema vinculado a la percepción).
Podemos ubicar dos ideas ejes: por un lado, la cantidad que escribe Q y que puede estar
en reposo o en movimiento y, por otro, las neuronas que son las partículas materiales. Lo
que escribe Qn indica la cantidad endógena.
Freud postula un principio fundamental de la actividad neuronal: el principio de
inercia que es lo que conceptualiza como el principio de constancia. El aparato recibe
estímulos (cantidad) y procura aliviarse de ellos.
Parece un aparato reflejo: entran cantidades por las neuronas sensitivas que son canceladas
vía la descarga a través de las neuronas motoras. La idea es que el aparato intenta
mantenerse exento de estímulos. Pero existen estímulos de dos tipos: exógenos y endógenos.
Ante los estímulos exógenos es posible producir una descarga total, puede mantenerse
el nivel de tensión a cero (principio de inercia), y esto permite mantener el aparato exento
de estímulos, se puede huir porque son momentáneos.
Pero tiene que reformular el principio de inercia cuando se propone abordar los estímulos
endógenos para los que ya no sirve la posición de huida. Las excitaciones endógenas
provienen del interior del cuerpo; en principio, de las grandes necesidades corporales:
hambre, respiración y sexualidad, de las que ya no es posible huir y habrá que tramitarlas
de otra manera.
Estos estímulos endógenos serán los precursores de la conceptualización de las pulsiones en
1915.

Como resto, el deseo.


Hay una particularidad del ser humano que llama “apremio de la vida” que perturba la
posibilidad de mantener la tensión en 0, pues todo el tiempo asedia al aparato a través de
esas grandes necesidades corporales. Necesidades o estímulos endógenos que producen un
aumento de excitación en el aparato, que provocan tensión.
Para su tramitación la vía que primero se recorre es la alteración interior o expresión de
emociones como un intento de drenaje por la motilidad. Pero esas descargas no cancelan el
estímulo, sólo producen un aligeramiento.
Los estímulos endógenos solo cesarán bajo ciertas condiciones que tienen que realizarse en
el mundo exterior y es lo que llama “acción específica”.
Para realizar esta acción se necesita cierto acopio de energía y eso implica que tiene que
reformular el principio que comanda el aparato.
La vivencia de satisfacción y de dolor indican el pasaje del principio de inercia (tensión 0)
al principio de constancia, que implica mantener constante la cantidad de energía en un
nivel tan bajo como sea factible:
“[…] Aquí una cancelación de estímulo solo es posible mediante una intervención que elimine
por un tiempo en el interior del cuerpo el desprendimiento de Qn , y ella exige una alteración en el
mundo exterior (provisión de alimento, acercamiento del objeto sexual) que, como acción
específica, solo se puede producir por caminos definidos […]”

El desvalimiento del cachorro humano llama al otro que realiza la “acción específica” para la
cancelación del estímulo. Sólo podrá resolver esa acumulación de cantidad el “auxilio ajeno”
que trae aparejada la satisfacción de la necesidad. Ya puede subrayarse una particularidad en
el ser humano en relación con el resto del mundo animal: se necesita de otro. La
prematuración del cachorro humano, el desamparo al nacer hará que “dependa” del otro.
Pero también hay algo allí en relación con la satisfacción que queda construída en relación
con ese otro. Esta dimensión tendrá grandes consecuencias en la conceptualización de la
angustia traumática, tal como la define en sus últimos textos.
El niño procura la descarga por el camino de la alteración interna (berreo o llanto) y no
logra cancelar el estímulo, sobreviene el “auxilio ajeno” y se establece la función secundaria
del entendimiento y la comunicación, fuente primordial de todos los motivos morales: emite
un llamado que el otro decodifica y provee el objeto que provoca la satisfacción de la
necesidad que cancela la excitación. El todo constituye la vivencia de satisfacción, que trae
hondas consecuencias para el desarrollo de las funciones del individuo.
Ésta vivencia tendrá las más hondas consecuencias para el ser humano ya que deja una
huella, una imagen mnémica (memoria) en el aparato y un resto: el estado de deseo. Al
renovarse un estímulo endógeno el aparato tendrá a invertir esa huella, esa “imagen-
recuerdo”, en el intento de lograr la identidad perceptiva. Sin embargo, esta identidad
será imposible:
“[…] esta animación del deseo ha de producir inicialmente el mismo efecto que la percepción, a saber,
una alucinación. Si a raíz de ella se introduce la acción reflectoria, es infaltable el desengaño”.

El deseo inviste esa imagen mnémica que funciona como señuelo para producir la
satisfacción que nunca logra porque tanto de la percepción, como del objeto, como de esa
satisfacción primera, solo ha quedado una huella. Como vivencia está perdida. La vivencia de
satisfacción funda un objeto como perdido, pero pone en movimiento el aparato. Mientras
tanto, el deseo busca volver a evocar esa percepción primera pero solo se encuentra con la
huella.
Entonces, el conjunto de vivencia de satisfacción real y alucinada constituye el fundamento
del deseo que tiene su origen en la búsqueda de satisfacción real.
El individuo intentará alcanzar una y otra vez esa satisfacción cada vez que
aparezca tensión (intentando la identidad de percepción), intenta vía alucinación
encontrar la percepción primera.
Con la tensión de deseo como resto de la vivencia de satisfacción ya el aparato no
puede mantener la constante de la tensión ni estar exento de estímulos. Vía la vivencia de
satisfacción, Freud rompe con el principio de constancia para pasar al principio de placer
como principio económico, que comandará el aparato hasta 1920.

La vivencia de dolor: como resto, los afectos.

También en el “Proyecto...”, Freud describe que, del mismo modo que la de satisfacción, la
vivencia de dolor dejará una huella y restos en el aparato. Define el dolor como una
irrupción de grandes cantidades hipertróficas, se trata de un acrecentamiento cuantitativo que
el sistema ω (percepción) siente como displacer:
“[…] El dolor produce en ψ: 1) un gran acercamiento de nivel que es sentido como displacer por ω;
2) una inclinación de descarga, que puede ser modificada según ciertas direcciones y, 3) una
facilitación entre éstas y una imagen-recuerdo del objeto excitador del dolor. Además es
indiscutible que el dolor posee una cualidad particular que se hace reconocer junto al displacer”.

En la experiencia de satisfacción queda la inclinación del aparato por reinvestir esa primera
huella que causó placer produciéndose esa repetición por vía alucinatoria; en cambio, de la
vivencia de dolor no queda esta inclinación a investir la huella del objeto hostil, ya que
produciría un estado semejante al dolor.
Freud se pregunta por el origen de esa Qn y elabora un supuesto: por la investidura de
recuerdo (imagen-recuerdo del objeto hostil) es desprendido displacer desde el interior del
cuerpo. El aparato debe inhibir la reinvestidura de la imagen-recuerdo del objeto hostil de
modo que pueda evitar el displacer. El resto de la vivencia de dolor serán los afectados.
Ambas vivencias dejan como secuela unos motivos compulsivos.

“[…] Del estado de deseo se sigue directamente una atracción hacia el objeto de deseo,
respectivamente de su huella mnémica; de la vivencia de dolor resulta una repulsión, una
desinclinación a mantener investida la imagen mnémica hostil. Son éstas la atracción de deseo
primaria y la defensa primaria”.

Motivos compulsivos, afecto que no todo puede ser ligado, que no puede ser
tramitado, impidiendo la tendencia a la homeostasis.
Los afectos nunca fueron un buen camino para acceder al inconsciente; para esto último
Freud se remite al desciframiento, mientras que los afectos siempre se desplazan, y por
eso, siempre engañan acerca de su origen.
Sin embargo, a medida que avanza el edificio conceptual de Freud, estos motivos
compulsivos, resto de las vivencias de satisfacción y dolor, cobrarán central importancia.
Su lugar destacado comenzará a partir de 1915 cuando conceptualice la pulsión y los
desarrollos en relación con la angustia traumática tal como la definirá en 1925, en tanto
afectivo privilegiado de la experiencia analítica.

Los afectos serán el resultado de la presencia del lenguaje, efecto de la incidencia de


este sobre el cuerpo orgánico.
Anticipándonos varios años en la obra freudiana, pueden acentuarse tres dimensiones de los
afectos. Por un lado, el que citábamos, la angustia traumática como afecto prínceps que
conecta con lo imposible; por otro, los afectos índices del efecto del rechazo de lo imposible
y, por último, los afectos enigmáticos, restos a los que no se podrá acceder por ningún tipo de
desciframiento.
Para aprehender la importancia de éstos últimos, habrá que tener presente lo que Freud
ubica en la “Carta 52”, como primeras improntas, que llama primeras transcripciones,
imposibles de decir porque no tienen el estatuto de representación; se trata más bien de
restos, fragmentos. Cuando no surge la satisfacción esperada, “total”, Freud responde con las
míticas vivencias de satisfacción y de dolor, míticas en tanto ocupan el lugar del origen.
Es importante tener en cuenta que cuando se refiere a experiencias no se trata de un dato
orgánico biológico sino a experiencias organizadas por el desamparo infantil y por el sistema
simbólico que es encarnado por diversos personajes: pensarlas como biológicas implicaría
alejarse de la tesis freudiana. El cuerpo queda comprometido en un nuevo sistema que altera
profundamente el circuito de la necesidad biológica en los seres humanos y la transforma en
algo inexistente en su pureza, marca y organiza su satisfacción. La experiencia de
satisfacción funciona como matriz estructural que hacer surgir y recortarse el deseo a partir
de la necesidad.
En el aparato psíquico queda la marca, el “recuerdo”, la huella anémica de esa experiencia
de satisfacción y a partir de allí, la realización de deseo se diferenciará de la satisfacción de la
necesidad, porque el “objetivo” de la realización de deseo es volver a encontrar la percepción
de esa huella que quedó grabada.
Freud indica que la realización de deseo implica la inversión de la dirección del arco reflejo
y en un lugar de la salida de la descarga motora, se produce nuevamente una descarga a nivel
del polo sensorial, es decir, una alucinación de esa huella primera.
Esto habla de un sistema anti-adaptivo desde el punto de vista del organismo, pues busca
volver a percibir algo ya percibido.
El aparato psíquico, por el desamparo, busca la identidad de percepción y se juga también en
la vivencia de dolor cuando vuelve, aunque no quiera, a la experiencia de displacer.
Ambas experiencias están organizadas alrededor de otro de los cuidados. El llanto, el grito,
adquieren una función secundaria, la de llamar al otro, ese es el origen, para Freud, de los
motivos morales. Ese grito es identificado con el objeto hostil y se traduce en el grito.
La forma de nostalgia que deja la mítica vivencia de satisfacción se llama deseo; la forma
de recuerdo que deja la vivencia de dolor, se llama afecto, sobre el que se instalará el más
allá de principio de placer, en tanto lo no organizado del aparato, lo que se escapa al
principio de placer.

Las primeras nostalgias freudianas.


Freud construye su nosología separándose de las nosologías psiquiátricas de la época. Lo que
recibe en 1888 como herencia de la psiquiatría está dentro de la neurosis, dos grandes grupos:
neurastenia e histeria. Freud produce un primer movimiento teniendo en cuenta su teoría de la
cantidad de excitación y se encuentra del lado de la neurastenia una debilidad, un “menos” (-)
del sistema nervioso, y en la histeria, un exceso, “un más” (+), una voluntad firme pero
imponente.
El paso siguiente es que saca a la histeria de su lugar entre las neurosis y surge el campo
de la neuro-psicosis. Estamos en 1894. Este movimiento está sostenido en que en la histeria
hay un mecanismo psíquico llamado defensa mientras que en la neurastenia no lo hay.
Su nosología no es una clasificación de síndromes simplemente cognitiva, sino que Freud
encuentra oposiciones estructurales que consideraba instrumentos decisivos para guiarse en
la clínica.
Hacia 1896 aparece la pareja de la histeria que es la neurosis obsesiva (un invento
freudiano) que llama fobias y representaciones compulsivas. Ambas –neurosis obsesiva e
histeria- comparten igual mecanismo psíquico con diferencias en el modo de resolución. Las
neuro-psicosis pueden pensarse como una solución a un conflicto, la diferencia entre ambas
estará en el empleo de la cantidad, el destino del afecto: en la histeria irá al cuerpo y en la
neurosis obsesiva permanecerá en lo psíquico, poniéndose en juego en los pensamientos. La
pareja de la neurastenia propiamente dicha, es la neurosis de angustia marcada por un plus.
De ese modo, descompone la neurastenia en dos entidades clínicas, distribuyendo de un lado
todos los síntomas efecto de una menos y del otro los que contradicen esa categoría y que le
parecen efecto de un exceso, un plus de excitación, operación que realiza en 1895.
En la etiología de ambas hay una oposición, mientras que en la neurastenia propiamente
dicha se genera tras poluciones espontáneas o que se adquiere por masturbación, a la
etiología de la neurosis de angustia pertenecen factores que corresponden a una retención de
la excitación sexual, por ejemplo, las abstinencias o el coitus interruptus. Por otro lado, en
las neuro-psicosis los síntomas son sustitutos de representaciones reprimidas y en ese punto
son interpretables, pero en las neurastenias son sustitutos del orgasmo, por lo tanto, no son
accesibles al tratamiento psicoanalítico propiamente dicho porque no remiten a una
representación reprimida o rechazada, no hay significado psíquico ya que el conflicto es en lo
actual de la sexualidad, mientras que en el grupo de las neuro-psicosis hay una vivencia
sexual prematura traumática sucedida en la infancia.
Concluye allí con su fórmula y primera definición y teoría de la angustia: la excitación
sexual somática se desvía de lo psíquico y por esa causa recibe un empleo anormal. La
angustia neurótica es libido sexual traspuesta.
Freud distingue en este momento entre la tensión sexual somática, por un lado, y la libido
sexual, el placer psíquico por otro, concibe a la libido como algo exclusivamente psíquico.
Poco tiempo después ya la considerará potencialmente inconsciente; pero tendremos que
esperar hasta 1910.
Cuando la excitación sexual somática llega a la corteza cerebral se transforma en psíquica y
esto implica un estado de tensión libidinal que es preciso descargar por acción específica. En
el momento en que la excitación somática pasa a psíquica, un grupo de representaciones es
cargado con cantidad de excitación sexual y esto implica un estado de tensión libidinal, lo
cual le sirve para sostener la diferencia entre soma y psique.
En este momento tenemos una adecuación, una acción específica que puede responder a
la tensión. Más tarde veremos que no hay una satisfacción que podemos llamar adecuada a
las pulsiones sexuales.
Entonces, excitación sexual está reservada para el proceso somático, corporal y libido
para la sexualidad en términos psíquicos, como placer psíquico.
Es en “La sexualidad en la etiología de las neurosis”, donde al grupo de las neurastenias las
llamará neurosis actuales para remarcar los motivos actuales del conflicto, a diferencia del
acontecimiento infantil de las neuro-psicosis, que pasa a llamar psiconeurosis para resaltar
el mecanismo psíquico cuyos desencadenantes son experiencias del sujeto.
Más adelante distinguirá etiologías específicas, pero siempre para ambas seguirá siendo
sexual. Esta insistencia freudiana se dirigía a combatir la concepción vigente acerca de la
herencia como causa fundamental. Podía tratarse de un fenómeno sustantivo pero
inaccesible a la influencia del médico.

Neurosis actuales Psiconeurosis


Neurastenia Neurosis de Histeria Fobias y
propiamente dicha angustia representaciones obsesivas
(-) (+) (+) (-)

Mecanismo orgánico Mecanismo psíquico (defensa)


Conflicto en lo somático Conflicto en lo psíquico
Conflicto sexual actual Vivencia sexual prematura traumática

Antecedentes del inconsciente y de la pulsión.


Inconsciente
En el intento por defenderse de esa suma de excitación que perturba la economía del aparato
se produce una escisión en la conciencia. Esta “doble conciencia”; producto de la operación
de los mecanismos psíquicos puestos en marcha, anticipa el concepto de inconsciente como
el de represión. Operaciones que quedarán mucho más definidas en 1894, en el texto “La
neuro psicosis de defensa”. Encontramos allí el antecedente del concepto inconsciente y el
concepto de defensa como articulador que lo lleva a definir el grupo psíquico separado,
antecedente del inconsciente, como su consecuencia.
Si bien es un texto de 1894, como lo señala James Strachey (comentador y editor de la
edición inglesa de la obra freudiana) en el “Apéndice”, es un texto en el que Freud hace
públicas muchas de las nociones teóricas fundamentales sobre las que va a descansar toda
su obra posterior.
La defensa será el concepto pilar fundamental para la teoría que desarrolla en este texto y
la sostendrá en un supuesto más general que llama hipótesis auxiliar. Asimismo, quedará
indicado que según el modo en el que opere la defensa se determinarán los tipos clínicos.
A partir del estudio de la psiconeurosis, Freud da cuenta de la formación de los síntomas en
los diferentes tipos clínicos. Trabaja la histeria partiendo del supuesto de la escisión de
conciencia con la formación de un grupo psíquico separado. En esto coincidía con sus
contemporáneos Pierre Janet y Josef Breuer: en la histeria había una escisión de conciencia y
amnesia acerca de los acontecimientos. En lo que no coincidían era respecto del origen de esa
escisión.
Para Janet esa escisión era primaria, algo que pertenecía al campo de la herencia y que
seguramente era donde iba a encontrarse la lesión. Para Breuer, era secundaria, adquirida y
se producía por unos estados hipnoides en el que las representaciones quedaban fuera del
comercio asociativo. Freud, en cambio va a describir tres formas de histeria.
Por un lado, a la que llama histeria hipnoide y da las razones para oponerse a Janet, diciendo
que consiguió demostrar que la “escisión del contenido de conciencia es la consecuencia de
un acto voluntario del paciente”. Primera afirmación fuerte de Freud; no sólo no es
hereditaria sino que la escisión de conciencia es un “acto voluntario”, un acto deliberado. Por
otro lado, es la histeria de retención pura en la que la escisión es mínima y que por medio de
la abreacción pueden ser tramitados.
Freud considera otra forma de histeria a la que llama histeria de defensa o
adquirida, separándola de la histeria hipnoide y de la retención.
Encuentra el anudamiento de las fobias y representaciones obsesivas con la histeria y
para ello va a poner el acento sobre el mecanismo que genera la escisión y el concepto que
las anudará va a ser el de defensa.
El recorrido es el siguiente: se presenta una representación inconciliable para el yo, una
representación que genera displacer y que no puede tramitar por el pensamiento. Por eso
la persona “decide” olvidar, no confiando en que su yo pueda resolver el conflicto.
Es en el intento por parte del sujeto de defenderse de esa representación inconciliable para
el yo por su contenido sexual donde se produce la escisión de conciencia, conformando un
grupo psíquico separado que será el anticipo del concepto de inconsciente. El fracaso del
olvido es lo que produce lo patológico: el olvido que no se logra completamente es lo que
provoca las reacciones patológicas en la histeria, en las fobias y representaciones obsesivas y
en la psicosis alucinatoria; y en esto se ve una predisposición patológica a enfermar, pero no
necesariamente una “degeneración” personal o hereditaria.

Pulsión.
Esta idea freudiana está sostenida en la hipótesis auxiliar que plantea al final de “Las
neuro psicosis de defensa”:
“[…] en las funciones psíquicas cabe distinguir algo (monto de afecto, suma de excitación) que tiene
todas las propiedades de una cantidad –aunque no poseemos medio alguno para medirla-, algo que es
susceptible de aumento, disminución, desplazamiento y descarga, y se difunde por las huellas mnémicas
de las representaciones como lo haría una carga eléctrica por la superficie de cuerpos.”

Plantea –como lo hizo en el “Proyecto...”- una fuera constante en el aparato que podemos
pensar como el anticipo del concepto de pulsión. Una fuerza constante o fuente independiente
de desprendimiento de displacer, independiente del principio de placer, independiente de la
tendencia al equilibrio homeostático del aparato. Si no existiese esa fuente independiente de
desprendimiento de displacer no habría motivos para la defensa ni para todas sus
consecuencias.
Por ahora, todo el proceso defensivo parte del yo. No será así más tarde porque el yo dejará
de ser una instancia que trabaja para el servicio del equilibrio, sino que en el yo mismo habrá
un núcleo que no garantiza para nada el equilibrio.
Pero, ¿cómo se forman los síntomas? ¿Cuál es la génesis de los síntomas?
La diferencia entre los distintos tipos clínicos estará dada por el destino del afecto que porta
la representación que produce displacer en tanto su contenido es sexual. Es por eso que se
vuelve inconciliable con las representaciones del yo. El yo trata de tomar como no acontecida
esa escena y lo que se produce es la acción de la defensa como respuesta a la dimensión
perturbante de la fuerza constante en un intento de tramitarla: le quita a la representación
inconciliable el afecto para convertirla en una representación débil formando el grupo
psíquico separado. La representación queda reprimida y cada vez que una vicencia se conecte
con esa representación reprimida y debilitada va a aportar un nuevo afecto e imponer por un
momento el enlace asociativo de ambos grupos, lo consciente y lo inconsciente y otra vez
tendrá que operar la defensa. La cuestión ahora es qué hacer con el afecto desprendido de la
representación inconciliable por la defensa.

Hasta aquí el proceso en la histeria y en las fobias y representaciones obsesivas es el


mismo, pero ahora los caminos se separan. En la histeria el afecto se traspone a lo corporal
aparimiento que Freud llama conversión, manteniendo un nexo con la vivencia traumática.
El factor característico de la histeria no es la escisión de conciencia que comparte con las
fobias y representaciones obsesivas sino la aptitud para la conversión.
En el caso de la obsesión no está presente la capacidad conversiva y, sin embargo, también
se defiende separando representación de afecto, permaneciendo este último dentro del
ámbito psíquico, se desplaza a otra representación que no es inconciliable para el yo
volviéndola sintomática. La representación obsesiva es un sustituto de la representación
sexual inconciliable y reemplazada en la conciencia por cualquier otra representación que no
sea inconciliable para el yo, pero de la que el obsesivo ya no se podrá desprender.
La ventaja que obtiene el yo con la conversión en la histeria es mayor que la que obtiene con
las representaciones obsesivas porque el afecto en la obsesión no cambia, no disminuye,
permanece en lo psíquico y sólo la representación reprimida por su contenido sexual permanece
excluida del recordar, pero el afecto se traslada intacto a otra representación que, si bien no
tiene ya la carga sexual, se le impone al yo otra idea incomprensible y molesta.
En ambos tipos clínicos -histeria y obsesión- el proceso incluye el divorcio y el enlace
falso, no son conscientes y quedan en el ámbito de lo psíquico. La diferencia estará en el
modo de operar de la defensa. El destino de esa doble conciencia podrá leerse en los últimos
textos freudianos. La cura será desandar el camino de la defensa para darle otra tramitación.

La defensa en la psicosis.

Es importante señalar esto porque va a introducir la diferencia en el modo de operar


la defensa en la psicosis:
“[…] Ahora bien, existe una modalidad defensiva mucho más enérgica y exitosa, que consiste en
que el yo desestima la representación insoportable junto con su afecto y se comporta como si la
representación nunca hubiese comparecido. Sólo que en el momento en que se ha conseguido esto,
la persona se encuentra en una psicosis que no admite otra clasificación que ‘clasificación
alucinatoria’”.

En el campo de la psicosis la defensa opera expulsando, desestimando y rechazando al mismo


tiempo en conjunto la representación y el afecto, produciendo necesariamente una
modificación en el yo: éste se comporta como si eso desagradable nunca hubiera ocurrido, y
el efecto es que el yo se defiende mediante el refugio en la psicosis. Arranca la representación
inconciliable junto con el afecto pero ésta se entrama con un fragmento de la realidad, lo que
resulta es que el yo también se deshace total o parcialmente de la realidad y lo lleva a la
confusión alucinatoria o delirio.
El conflicto no deja una marca –como en el caso de la histeria o neurosis obsesiva- porque la
defensa no opera separando la representación como el afecto fuera del campo de los
representantes psíquicos, no queda la representación debilitada dentro de lo psíquico.
En la psicosis no hay retorno de lo reprimido porque nada ha sido reprimido sino que ha
sido expulsado y el retorno de eso expulsado tiene otras características que toman la
forma del delirio o las alucinaciones. Entonces:
Opera la DEFENSA produciendo el divorcio entre RI y MA:

RI + MA

Neurosis → RI → se reprime formando GPS.
↳ MA → Histeria: cuerpo (conversión)
↳ Obsesión: pensamiento
↳ Fobia: al exterior

Psicosis → rechazo de la RI + MA = retorno en alucinaciones/delirio.


RI: Representación inconciliable
MA: Monto de afecto.
GPS: Grupo psíquico separado (antecedente del inconsciente).
----------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Hay que subrayar que el fracaso de la defensa que implica el retorno de lo reprimido y la
formación de compromiso es una operación exitosa de la defensa, en tanto logra bajar la
tensión del aparato. El fracaso propiamente de la defensa será lo que resta de esta
operación, que se manifestará en lo compulsivo del síntoma.

Algo más acerca de la defensa y formación de síntomas

En 1896 Freud examina más de cerca aquello contra lo cual opera la defensa. Luego de
situarla como lo nuclear de las neurosis trabaja la etiología específica de la histeria y afirma
lo que ya ha sostenido acerca de que los síntomas histéricos están determinados por una
vivencia sexual traumática. Lo que Freud quiere investigar ahora es acerca del período de
la vida en el que ocurren y la naturaleza de estos traumas infantiles.
Respecto del período de la vida afirma que tiene que ser la niñez temprana, anterior a la
pubertad, y que tiene que consistir en una efectiva irritación de los genitales (procesos
semejantes al coito).
En la histeria esa experiencia es vivida en forma pasiva y no son las vivencias en sí las que
poseen un efecto traumático sino su recuerdo en la pubertad: lo que posee valor traumático no
es la vivencia sexual en sí misma sino su reanimación como recuerdo. Es considerar el
trauma pensado en dos tiempos: una experiencia sexual prematura, anterior a la maduración
sexual, que se juega en el propio cuerpo, que deja marca y que en la pubertad se actualiza
adquiriendo valor traumático.
Interpone entre la primera escena sexual, que aún no tiene para el sujeto tal sentido, el
período de lactancia o período de amnesia y luego otra escena, un segundo momento en la
pubertad que resignifica el primer acontecimiento y que produce un displacer mayor. Esas
huellas no se descubren por el recordar consciente, sino que da cuenta de ellas a partir de los
síntomas. Una vivencia o excitación post pubertad desencadena el síntoma histérico que tiene
efecto sólo porque despierta la huella mnémica de la vivencia sexual prematura de la infancia
vivida pasivamente.
En relación con la neurosis obsesiva la etiología también será una vivencia sexual de la
primera infancia, pero a diferencia de la histeria es vivida activamente, con placer. Sin
embargo, en la obsesión también habrá una primera escena de pasividad sexual, anterior a la
acción placentera, que será el factor eficaz de la represión. Siempre se trata de reproches
que retornan de la represión y están referidos a una acción sexual realizada con placer en la
infancia. “Para elucidar esta tesis es necesario describir la trayectoria típica de una neurosis
obsesiva.”

La trayectoria típica de la neurosis obsesiva.

Para referirse a la trayectoria típica de la neurosis obsesiva (que también encontramos en el


“Manuscrito K”), describe un primer momento, que llama de “inmoralidad infantil”, donde
están los gérmenes de la neurosis posterior en el que hallamos la experiencia sexual infantil
activa y vivida con placer que dará lugar a los reproches. Ya adelantamos que Freud
sostendrá que, del mismo modo como sucede con la histeria, siempre se encuentra una
experiencia previa vivida pasivamente y con displacer.
El segundo período corresponde a la maduración sexual. Al recuerdo de aquellas acciones
sexuales placenteras se anuda un reproche y el nexo con la primera vivencia vivida
pasivamente, a partir de lo cual esas representaciones son reprimidas. Pero ya sabemos que
la represión nunca es exitosa, lo que surge son los síntomas primarios de defensa.
No se trata aún de síntomas propiamente dichos, sino que son formaciones que consolidan la
represión, su función es más bien “apoyar” y mantener la represión: escrúpulos de la
conciencia moral, vergüenza, desconfianza de sí mismo, etcétera. A partir de aquí se inicia
el tercer período de salud aparente o defensa lograda.
El período siguiente es el del “fracaso” de la defensa y el retorno de lo reprimido, período
de la enfermedad en el que también se recortan tres momentos.
A lo primero lo designa como el retorno de los recuerdos infantiles reprimidos y los
reproches asociados. Ingresan, retoman a la conciencia deformados, en forma desfigurada a
través de formaciones de compromiso que los hace irreconocibles. Es la noción freudiana de
síntoma, la desfiguración y la formación de compromiso entre las representaciones
reprimidas que quieren hacerse conscientes y las represoras que no lo permiten. Si bien el
efecto de la represión ha “fracasado”, sigue operando en la desfiguración.
Luego, el momento que sigue es el de la defensa secundaria. Aparecen síntomas
secundarios contra las representaciones obsesivas que dan como resultado la manía de duda,
la meticulosidad, la compulsión de cavilar, la compulsión de pensar, ceremoniales, que
constituyen “medidas protectoras”, que se mudan en acciones obsesivas.
Restos hasta 1900
Hasta 1900 Freud aún no tenía definidos dos conceptos bisagra para pensar el campo del
psicoanálisis: el inconsciente propiamente psicoanalítico y la pulsión. Sin embargo,
pueden encontrarse en sus primeros textos los hilos a partir de los cuales construye su
edifcio conceptual.
El encuentro con esas “simuladoras” le permitieron comenzar a establecer no solo la
importancia del lenguaje en la formación y disolución de los síntomas sino también recortar
un resto, “algo” que permanecía ajeno a la cadena de las representaciones y que, sin
embargo, tiene un efecto crucial en la constitución de la estructura subjetiva.
El trabajo freudiano consistió en orientarse por lo disparatado de una idea, no para
desecharla sino para definir qué otro sentido podía portar. De este modo fue más allá de
lo fenoménico, característica de la psiquiatría de la época, para recortar la determinación
inconsciente a partir de la escucha y la palabra como herramienta.
Por otro lado, Freud hizo del vínculo con el paciente un concepto: la transferencia, y
no rehusó ese lugar sino que lo introdujo, lo hizo formar parte del dispositivo mismo.
La capacidad de formación de síntomas que coloca en el horizonte la compulsión de
repetición, la hipótesis auxiliar, esa energía que no se logra ligar, entre otros, serán los
primeros nombres de la sospecha freudiana de lo imposible.
Y es allí, en donde la razón fracasa, en donde el psicoanálisis se aloja, dándole lugar a
lo incomprensible.

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