Psicoanalisis Como Praxis - Mozzi Viviana.
Psicoanalisis Como Praxis - Mozzi Viviana.
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Obstáculo y saber
A fines de 1880 el conocimiento medico era el hegemónico: el saber lo tenía el médico y el
paciente escuchaba y obedecía. Sin embargo, desde los primeros casos freudianos se
encuentra la subversión de esta idea. Su modo de avanzar partirá de suponerle saber a sus
pacientes invirtiendo la posición del saber respecto del discurso médico. La importancia
del vínculo entre médico y paciente, las consecuencias y efectos que ese vínculo tiene
sobre la curación y, además, incluirse él mismo en la cura, le permitirán hacer de ese
vínculo un concepto fundamental para el psicoanálisis: la transferencia.
Es importante captar el efecto antropológico que tuvo el psicoanálisis en la humanidad; lo
resume bien la parábola de las tres “heridas narcisistas” o del “amor propio”, Copérnico,
primero mostró que el hombre no era el centro del cosmos; Darwin luego dijo que tampoco
es el centro del mundo viviente; finalmente, Freud demostró que el sujeto es satélite de un
inconsciente pulsional: sin saber lo que dice, sin saber que su decir porta una verdad sobre si
mismo y que, sin embargo, él mismo no sabe, destruyendo al yo como amo de las acciones.
Teniendo como horizonte la posición del analista y siguiendo la sugerencia que el mismo
Freud da en 1920, su obra puede leerse a partir de tres grandes escansiones que se ordenan
según el modo de pensar la clínica y, a la vez, indica cómo se van modificando los conceptos
que acompañan esos momentos.
Al comienzo el psicoanálisis era el arte de interpretar, es la época de las formaciones
del inconsciente, los sueños, el chiste, las asociaciones producidas por la apertura del
inconsciente. El analista interpretaba e iba llenando las lagunas del recuerdo y ese
movimiento producía el levantamiento del síntoma.
Pero al avanzar Freud se topa con que no todo es posible de ser recordado. Comienza la
época de los llamados Trabajos sobre técnica psicoanalítica, época de la conceptualización
de transferencia en conexión con la resistencia, ya no se trata de la apertura del inconsciente
sino de su cierre. La tarea del analista será levantar esas resistencias y mover al paciente a
descubrirlas para que caigan.
Si bien se llaman Trabajos sobre técnica psicoanalítica vale aclarar que el psicoanálisis no
es una técnica en sentido preciso. Una técnica es algo que se aprende y se aplica del mismo
modo para todos. El psicoanálisis es, más bien, todo lo contrario, es una praxis, es una
experiencia que vale uno por uno.
El mismo Freud sostiene, haciendo una analogía con el juego del ajedrez, que sólo puede
hacerse una exposición sistemática de las aperturas y los finales, pero nada puede saberse
de la infinidad de movidas entre una y otra.
Con un nuevo obstáculo surge la tercera época. Freud se encuentra con que la meta propuesta
de hacer consciente lo inconsciente no era posible; no es posible volver consciente lo
inconsciente, sino que el paciente se ve forzado a repetir en acto en vez de recordar: “El
paciente no logra recordar todo lo que hay en él de reprimido, acaso, justamente
lo fundamental.”
El trabajo analítico en la última época estará centrado en la resistencia al levantamiento de
las resistencias y la conceptualización de las dos grandes resistencias estructurales que
serán la del ello y la del superyó.
El trauma y la sexualidad desde el inicio
El modo de conceptualizar el trauma también ha sufrido diversas modificaciones a lo largo
de la obra de Freud.
Al comienzo se ubica en un acontecimiento a partir del cual por diferentes caminos se
constituye un síntoma. Según el tipo clínico del que se trate habrá diferentes modos de
formación de síntomas en la histeria, en la obsesión, en la fobia. Pero lo traumático es un
acontecimiento realmente sucedido y de orden sexual.
De todos modos, desde el comienzo Freud deja escrito que si bien cuando los pacientes
“recordaban” el síntoma caía, quedaba como resto la capacidad de formar síntomas y esto
dará lugar a la caída de la teoría de la seducción y el pasaje al concepto de fantasía y al de
realidad psíquica. Ya no se trata de un hecho realmente acontecido, sino que la fantasía
jugará un papel fundamental. Sólo un poco más tarde, el trauma será interno a la estructura
e implicará la construcción de conceptos fundamentales para el psicoanálisis.
Sin embargo, ya entre 1893 y 1895 puede leerse en Freud el trauma no como la remoción de
un cuerpo extraño, sino que lo patógeno se infiltra por una pequeña hendidura, como por
fragmentos y jirones, pudiendo llegar hasta el yo normal. Ya no se podrá extirpar. Los estratos
más superficiales traspasan hacia sectores del yo normal y pertenecen a el “no menos que a la
organización patógena”. Es una organización en la que se esboza una topología.
A diferencia de Charcot, que ubicaba el desarreglo en la función del órgano, para Freud,
desde el comienzo, lo afectado en la histeria es la idea de cuerpo: ya no se tratará del cuerpo
orgánico sino de su representación psíquica. Hará un pasaje de la vivencia sexual prematura
traumática a los modos de defenderse, o una idea es patógena cuando es sometida a los
mecanismos de defensa y es por eso que persigue la etiología de los síntomas.
Unos años más tarde la aparición del concepto de fantasía (que dará lugar a la
conceptualización de realidad psíquica), marcará una nueva vuelta en el modo de pensar el
trauma, ya que lo que Freud pondrá en duda es la dimensión de la “vivencia”, que cobrará
el estatuto de recuerdo encubridor, finalmente único modo de recuerdo (Cf. Supra, p.65). El
acento estará puesto sobre lo sexual y le dará un valor central a la sexualidad en la infancia.
Una de las primeras indicaciones que comienzan a despegarlo del discurso médico
imperante es que Freud considera que la patogénesis de los síntomas histéricos ha de
buscarse en el ámbito de la vida psíquica.
Hasta el siglo XVII, la concepción griega de la histeria permanece inalterada: la histeria se
definía por la crisis misma y su origen se suponía en un desorden de útero. Es por eso que la
asociación inmediata es con el género femenino.
Hacia 1600, Charles Le Pois es el primero en asociar la histeria a una enfermedad cerebral
despegándola del origen en el útero. Luego, la psiquiatría alemana la nombra locura
histérica y esta idea es retomada en Francia hasta que Charcot se encarga de separar la
histeria de la locura.
Jean-Martin Charcot, considerado el padre de la neurología moderna, será uno de los maestros
de Freud cuando va a estudiar a la Salpetrière, un hospital público de París, construido en 1656
para la internación de pobres y vagabundos. Hacia 1800 muchos médicos
neurólogos prestigiosos trabajaban allí convirtiéndolo en uno de los más conocidos en
salud mental. De hecho, cuando Freud llega a París, le escribe una carta a su mujer en la
que señala:
“Charcot, que es uno de los grandes médicos y un hombre de una sensación genial, está
sencillamente desbaratando todos mis objetivos y opiniones […] me deja exhausto; después de estar
con él ya no tengo deseo alguno de trabajar en mis tonterías […] Mi cerebro se queda tan saciado
como luego de una velada en el teatro. Nos é si esta semilla tendrá fruto, pero sí puedo afirmar que
ningún otro ser humano había causado jamás tan gran efecto sobre mí [..]”.
¡Y vaya que tuvo fruto! Fue a partir de la semilla dejada por Charcot y el interés
freudiano por esas mujeres simuladoras abandonadas por la ciencia, que comenzó a armar
todo su edilicio conceptual. Freud se enfrenta con ese resto oscuro de la ciencia teniendo a
la razón científica en oposición con lo que comenzaba a construir: el mundo de la realidad
psíquica. Podemos decir que el psicoanálisis no tiene un origen noble sino, más bien, surge
entre charlatanes y simuladoras.
A partir de esos sujetos tildados de simuladores, porque “imitaban” afecciones orgánicas,
crea un procedimiento de investigación de los procesos psíquicos inconscientes y un método
de tratamiento de las neurosis. También despega la histeria del género y de hecho presentará
la Salpetrière un caso de histeria masculina. Estos desarrollos serán fundamentales para
comenzar a pensar la diferencia entre cuerpo y organismo.
Sin desconocerlo, cuando hablamos de cuerpo en psicoanálisis no nos referimos al cuerpo
orgánico. A lo que se apunta, en tal caso, es a lo que cada sujeto pueda hacer con ese real que
se le presenta en el cuerpo. Hay varias operaciones que deben producirse para tener un
cuerpo en el sentido del psicoanálisis más allá del cuerpo orgánico. Que esas operaciones se
produzcan o no, tendrá diferentes consecuencias:
Desde los primeros historiales pueden precisarse tres cuerpos: el cuerpo orgánico, el
cuerpo de la palabra y el cuerpo recortado por zonas erógenas, el que aloja una satisfacción
paradójica. Esto sostenido en el modo de conceptualizar la sexualidad y ubicarla en la
etiología de los síntomas. A Freud le interesa lo que “se dice” de los síntomas, ya que lo
afectado es una representación del cuerpo, la representación psíquica del cuerpo y no el
cuerpo orgánico.
La sexualidad tampoco será lo que era antes de Freud, ya que se despegará y excederá
definitivamente la genitalidad y la reproducción. Además, por supuesto, incluirá a la
sexualidad infantil, novedad freudiana e ideas que en su época hallaron muchas resistencias.
A Freud no le interesan los síntomas en sí, sino lo que “se dice” de ellos. Ese es, tal vez,
uno de los primeros grandes descubrimientos freudianos que puede ubicarse hacia fines de
los años 1800 en sus primeros casos clínicos. Serán los anticipios del método psicoanalítico
propiamente dicho.
Por otro lado, comienza a advertir el efecto que tiene sobre la cura la relación médico-
paciente. Así, en la “Presentación autobiográfica” retrata que luego de liberar por hipnosis
una paciente, ésta le echa los brazos al cuello en el momento que ingresa alguien del
servicio. Dice Freud:
“[…] Me mantuve lo bastante serio como para no atribuir este accidente a mi irresistible
atractivo personal, y creí haber aprehendido la naturaleza del elemento místico que operaba tras la
hipnosis. Para eliminarlo o, al menos, aislarlo, debía abandonar esta última.”
El método terapéutico utilizado en ese momento –el tratamiento por medio de la hipnosis-
era en principio efectivo: se trataba de recordar el momento en que la abreacción no fue
exitosa, bajo el influjo hipnótico-sugestivo recordar para tramitar el afecto. Pero Freud,
considera que ese método implica creencia, obediencia y dependencia, y es por eso que
muy tempranamente lo abandona e insistirá en buscar la ocasión primera de los síntomas.
De todos modos, la parte inicial de su obra está signada por la sugestión, fundamento de la
hipnosis, a pesar de que sostiene que con este procedimiento se curan los síntomas pero no la
histeria:
“No crean, pues, que con esto hemos ganado mucho para la terapia de la histeria. Al igual que la
neurosis, también la histeria tiene sus fundamentos más profundos, y son éstos los que imponen a
la terapia un cierto límite.”
Un límite. Caían los síntomas, pero restaba la capacidad de formar nuevos. Algo resta
luego de la abreacción, sin embargo, no todo puede abre accionarse.
¿Qué hacer con ese resto? En estos lugares de obstáculos se apoya Freud para continuar
con sus investigaciones.
Etiología de los síntomas y tiempo en psicoanálisis
El desvalimiento del cachorro humano llama al otro que realiza la “acción específica” para la
cancelación del estímulo. Sólo podrá resolver esa acumulación de cantidad el “auxilio ajeno”
que trae aparejada la satisfacción de la necesidad. Ya puede subrayarse una particularidad en
el ser humano en relación con el resto del mundo animal: se necesita de otro. La
prematuración del cachorro humano, el desamparo al nacer hará que “dependa” del otro.
Pero también hay algo allí en relación con la satisfacción que queda construída en relación
con ese otro. Esta dimensión tendrá grandes consecuencias en la conceptualización de la
angustia traumática, tal como la define en sus últimos textos.
El niño procura la descarga por el camino de la alteración interna (berreo o llanto) y no
logra cancelar el estímulo, sobreviene el “auxilio ajeno” y se establece la función secundaria
del entendimiento y la comunicación, fuente primordial de todos los motivos morales: emite
un llamado que el otro decodifica y provee el objeto que provoca la satisfacción de la
necesidad que cancela la excitación. El todo constituye la vivencia de satisfacción, que trae
hondas consecuencias para el desarrollo de las funciones del individuo.
Ésta vivencia tendrá las más hondas consecuencias para el ser humano ya que deja una
huella, una imagen mnémica (memoria) en el aparato y un resto: el estado de deseo. Al
renovarse un estímulo endógeno el aparato tendrá a invertir esa huella, esa “imagen-
recuerdo”, en el intento de lograr la identidad perceptiva. Sin embargo, esta identidad
será imposible:
“[…] esta animación del deseo ha de producir inicialmente el mismo efecto que la percepción, a saber,
una alucinación. Si a raíz de ella se introduce la acción reflectoria, es infaltable el desengaño”.
El deseo inviste esa imagen mnémica que funciona como señuelo para producir la
satisfacción que nunca logra porque tanto de la percepción, como del objeto, como de esa
satisfacción primera, solo ha quedado una huella. Como vivencia está perdida. La vivencia de
satisfacción funda un objeto como perdido, pero pone en movimiento el aparato. Mientras
tanto, el deseo busca volver a evocar esa percepción primera pero solo se encuentra con la
huella.
Entonces, el conjunto de vivencia de satisfacción real y alucinada constituye el fundamento
del deseo que tiene su origen en la búsqueda de satisfacción real.
El individuo intentará alcanzar una y otra vez esa satisfacción cada vez que
aparezca tensión (intentando la identidad de percepción), intenta vía alucinación
encontrar la percepción primera.
Con la tensión de deseo como resto de la vivencia de satisfacción ya el aparato no
puede mantener la constante de la tensión ni estar exento de estímulos. Vía la vivencia de
satisfacción, Freud rompe con el principio de constancia para pasar al principio de placer
como principio económico, que comandará el aparato hasta 1920.
También en el “Proyecto...”, Freud describe que, del mismo modo que la de satisfacción, la
vivencia de dolor dejará una huella y restos en el aparato. Define el dolor como una
irrupción de grandes cantidades hipertróficas, se trata de un acrecentamiento cuantitativo que
el sistema ω (percepción) siente como displacer:
“[…] El dolor produce en ψ: 1) un gran acercamiento de nivel que es sentido como displacer por ω;
2) una inclinación de descarga, que puede ser modificada según ciertas direcciones y, 3) una
facilitación entre éstas y una imagen-recuerdo del objeto excitador del dolor. Además es
indiscutible que el dolor posee una cualidad particular que se hace reconocer junto al displacer”.
En la experiencia de satisfacción queda la inclinación del aparato por reinvestir esa primera
huella que causó placer produciéndose esa repetición por vía alucinatoria; en cambio, de la
vivencia de dolor no queda esta inclinación a investir la huella del objeto hostil, ya que
produciría un estado semejante al dolor.
Freud se pregunta por el origen de esa Qn y elabora un supuesto: por la investidura de
recuerdo (imagen-recuerdo del objeto hostil) es desprendido displacer desde el interior del
cuerpo. El aparato debe inhibir la reinvestidura de la imagen-recuerdo del objeto hostil de
modo que pueda evitar el displacer. El resto de la vivencia de dolor serán los afectados.
Ambas vivencias dejan como secuela unos motivos compulsivos.
“[…] Del estado de deseo se sigue directamente una atracción hacia el objeto de deseo,
respectivamente de su huella mnémica; de la vivencia de dolor resulta una repulsión, una
desinclinación a mantener investida la imagen mnémica hostil. Son éstas la atracción de deseo
primaria y la defensa primaria”.
Motivos compulsivos, afecto que no todo puede ser ligado, que no puede ser
tramitado, impidiendo la tendencia a la homeostasis.
Los afectos nunca fueron un buen camino para acceder al inconsciente; para esto último
Freud se remite al desciframiento, mientras que los afectos siempre se desplazan, y por
eso, siempre engañan acerca de su origen.
Sin embargo, a medida que avanza el edificio conceptual de Freud, estos motivos
compulsivos, resto de las vivencias de satisfacción y dolor, cobrarán central importancia.
Su lugar destacado comenzará a partir de 1915 cuando conceptualice la pulsión y los
desarrollos en relación con la angustia traumática tal como la definirá en 1925, en tanto
afectivo privilegiado de la experiencia analítica.
Pulsión.
Esta idea freudiana está sostenida en la hipótesis auxiliar que plantea al final de “Las
neuro psicosis de defensa”:
“[…] en las funciones psíquicas cabe distinguir algo (monto de afecto, suma de excitación) que tiene
todas las propiedades de una cantidad –aunque no poseemos medio alguno para medirla-, algo que es
susceptible de aumento, disminución, desplazamiento y descarga, y se difunde por las huellas mnémicas
de las representaciones como lo haría una carga eléctrica por la superficie de cuerpos.”
Plantea –como lo hizo en el “Proyecto...”- una fuera constante en el aparato que podemos
pensar como el anticipo del concepto de pulsión. Una fuerza constante o fuente independiente
de desprendimiento de displacer, independiente del principio de placer, independiente de la
tendencia al equilibrio homeostático del aparato. Si no existiese esa fuente independiente de
desprendimiento de displacer no habría motivos para la defensa ni para todas sus
consecuencias.
Por ahora, todo el proceso defensivo parte del yo. No será así más tarde porque el yo dejará
de ser una instancia que trabaja para el servicio del equilibrio, sino que en el yo mismo habrá
un núcleo que no garantiza para nada el equilibrio.
Pero, ¿cómo se forman los síntomas? ¿Cuál es la génesis de los síntomas?
La diferencia entre los distintos tipos clínicos estará dada por el destino del afecto que porta
la representación que produce displacer en tanto su contenido es sexual. Es por eso que se
vuelve inconciliable con las representaciones del yo. El yo trata de tomar como no acontecida
esa escena y lo que se produce es la acción de la defensa como respuesta a la dimensión
perturbante de la fuerza constante en un intento de tramitarla: le quita a la representación
inconciliable el afecto para convertirla en una representación débil formando el grupo
psíquico separado. La representación queda reprimida y cada vez que una vicencia se conecte
con esa representación reprimida y debilitada va a aportar un nuevo afecto e imponer por un
momento el enlace asociativo de ambos grupos, lo consciente y lo inconsciente y otra vez
tendrá que operar la defensa. La cuestión ahora es qué hacer con el afecto desprendido de la
representación inconciliable por la defensa.
La defensa en la psicosis.
En 1896 Freud examina más de cerca aquello contra lo cual opera la defensa. Luego de
situarla como lo nuclear de las neurosis trabaja la etiología específica de la histeria y afirma
lo que ya ha sostenido acerca de que los síntomas histéricos están determinados por una
vivencia sexual traumática. Lo que Freud quiere investigar ahora es acerca del período de
la vida en el que ocurren y la naturaleza de estos traumas infantiles.
Respecto del período de la vida afirma que tiene que ser la niñez temprana, anterior a la
pubertad, y que tiene que consistir en una efectiva irritación de los genitales (procesos
semejantes al coito).
En la histeria esa experiencia es vivida en forma pasiva y no son las vivencias en sí las que
poseen un efecto traumático sino su recuerdo en la pubertad: lo que posee valor traumático no
es la vivencia sexual en sí misma sino su reanimación como recuerdo. Es considerar el
trauma pensado en dos tiempos: una experiencia sexual prematura, anterior a la maduración
sexual, que se juega en el propio cuerpo, que deja marca y que en la pubertad se actualiza
adquiriendo valor traumático.
Interpone entre la primera escena sexual, que aún no tiene para el sujeto tal sentido, el
período de lactancia o período de amnesia y luego otra escena, un segundo momento en la
pubertad que resignifica el primer acontecimiento y que produce un displacer mayor. Esas
huellas no se descubren por el recordar consciente, sino que da cuenta de ellas a partir de los
síntomas. Una vivencia o excitación post pubertad desencadena el síntoma histérico que tiene
efecto sólo porque despierta la huella mnémica de la vivencia sexual prematura de la infancia
vivida pasivamente.
En relación con la neurosis obsesiva la etiología también será una vivencia sexual de la
primera infancia, pero a diferencia de la histeria es vivida activamente, con placer. Sin
embargo, en la obsesión también habrá una primera escena de pasividad sexual, anterior a la
acción placentera, que será el factor eficaz de la represión. Siempre se trata de reproches
que retornan de la represión y están referidos a una acción sexual realizada con placer en la
infancia. “Para elucidar esta tesis es necesario describir la trayectoria típica de una neurosis
obsesiva.”