GeneroyPsicoanalisis PDF
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Teresa Lartigue
Olga Varela
Compiladoras
México
Lartigue, T. y Varela, O. (Comps.), (2009). Género y psicoanálisis. Contribuciones contemporáneas, México: María Teresa Lartigue
© D.R. Edición María Teresa de Jesús Lartigue Becerra,
Primera edición : 2009
Prohibida la reproducción parcial o total de la edición.
Diseño de la portada:
Basado en un póster diseñado por Verónica Segovia González
Composición y diseño: Lola Sosa Valdés
© Derechos reservados. Los autores de este libro autorizan la reproducción parcial de sus
textos, citando la fuente, para fines de investigación y difusión científica.
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In memoriam
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INTRODUCCIÓN
I.
Introducción: la sexualidad hoy, prohibiciones y permisividad.
Un acercamiento psicoanalítico 1
1 Mensaje leído por Teresa Lartigue en la sesión inaugural del VII Diálogo Latinoamericano
Intergeneracional entre Hombres y Mujeres, realizado por la Asociación Psicoanalítica de Guadalajara,
A.C. (Grupo de Estudios) con apoyo económico del Comité de Mujeres y Psicoanálisis (COWAP) de la
Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA) el 30 de mayo del 2008 en Guadalajara (México). Por otra
parte, gracias al financiamiento del Comité de la Práctica Analítica y Actividades Científicas (CAPSA)
de la IPA, las doctoras María Teresa Flores de Portugal y Josephine Astrid Quallenberg de Canadá
además de presentar una ponencia, supervisaron los tratamientos psicoanalíticos llevados a cabo por dos
psicoanalistas mexicanas.
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INTRODUCCIÓN
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INTRODUCCIÓN
Giovanna Ambrosio
Chair Comité de Mujeres y Psicoanálisis
Asociación Psicoanalítica Internacional
Associazione Italiana di Psicoanalisi, Roma, Italia
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INTRODUCCIÓN
II.
Primeras palabras: algunas reflexiones desde la bioética
Ante todo quiero agradecer muy sinceramente a la doctora Teresa Lartigue, a quien
respeto profundamente desde el punto de vista profesional y a quien le tengo un
enorme cariño a nivel personal, y a todas las responsables e involucradas en la
organización del evento por la generosa invitación para acompañarles. Se
preguntarán por qué habrán invitado a alguien que trabaja bioética para participar en
la ceremonia inaugural.
En realidad, cuando yo veo en el título “Diálogo Latinoamericano
Intergeneracional entre Hombres y Mujeres. Género y psicoanálisis”, veo implícita
una de las características de la bioética que me gustaría hacer explícita, Empezaré
solamente por identificar los elementos, se trata en primer término de un diálogo,
regional (fundamental en la bioética ubicar debates en el contexto geográfico, cultural
y político), intergeneracional entre hombres y mujeres; se identifican, en estas últimas
categorías, perspectivas de tiempo y cultura (edad, hombre y mujer), que matizan
opiniones, necesidades, propuestas y que son finalmente, voces que se requieren en
el diálogo constructivo y plural.
La bioética es una disciplina reciente en su nacimiento como tal; términos
con los que generalmente se asocian con la palabra bioética son: eutanasia, aborto,
clonación que son correctos, porque son temas de inherente debate ético. De hecho,
un impulso fundamental para su desarrollo como disciplina, fue y se ha mantenido
como motor, el desarrollo tecnológico y sobre todo, su aplicación a la salud.
Desarrollo tecnológico que no sólo se traduce en poder contar con anteojos de
diversas graduaciones, cirugías oculares que permitan remontar miopías, o tener
sillas de ruedas con niveles de sofisticación tales que permitan el acceso y la
movilidad de personas que de otra manera se verían mucho más limitadas en un
entorno que no está diseñado para ellas. No, ahora, tenemos herramientas para que
se comuniquen con nosotros personas incapaces de mover un solo músculo de su
cuerpo, que tienen un tubo instalado en la tráquea para poder respirar, y así, nos
encontramos frente a mentes intactas en cuerpos inútiles, y las mentes totalmente
conscientes de estas limitaciones físicas. Esto por no mencionar cómo el criterio de
muerte ha cambiado ya también , de un paro cardiaco se ha modificado ahora a la
falta de actividad cerebral e incluso están ahora los estados vegetativos permanentes,
en los que no se puede establecer con certeza si quiera si la persona está viva o
muerta, algo impensable hace no muy poco. Es evidente que todo este desarrollo nos
plantea opciones y desafíos éticos respecto a los avances, sus alcances y sus
repercusiones.
Pero la bioética surgió también en el contexto de las reivindicaciones sociales,
es resultado y a la vez instrumento de un cambio fundamental en la sociedad, que es
el de la democratización de la misma. El de recuperar la voz de todas las personas y
grupos involucrados en una decisión vinculada con su vida, así como para proteger a
aquellos cuya autonomía, es decir, su capacidad para decidir, está limitada en ciertas
circunstancias o momentos. La bioética surge en los años setenta, justamente la
década después de cuando las mujeres expresaron su inconformidad con un mundo
que les negaba el acceso equitativo a las oportunidades de desarrollo; en el mismo
tenor que los jóvenes se opusieron contundentemente al sistema imperante y los
movimientos ecologistas decidieron levantar sus voces contra las autoridades que
toman decisiones y acciones respecto al medio ambiente sobre el que todos tenemos
derecho y responsabilidad, pues lo necesitamos para vivir.
Es así, que se hace evidente que todo grupo e individuo tiene que poder
expresar sus necesidades y su parecer respecto de las decisiones que se van a
tomar y que les van a afectar. Es aquí donde hago otra vez referencia a lo
comprehensivo del título de este encuentro y que mencioné al inicio de mi
intervención: un diálogo, regional, intergeneracional, hombres y mujeres….
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INTRODUCCIÓN
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PARTE I:
MUJERES, FEMINIDAD Y
PSICOSEXUALIDAD
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Capítulo 1
El universo fluidifical femenino y su simbolización
Mariam Alizade
El universo fluidifical
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Simbolizar en femenino
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Referencias bibliográficas
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Hyppolite, J. (1966). Commentaire parlé sur la Verneinung de Freud. En Ëcrits, J. Lacan, Paris:
Seuil, pp. 879-887.
Jones, E. (1916). La teoría del simbolismo. Buenos Aires: Edicio-nes Letra Viva.
Klein, M. (1930). On the important of symbol formation in the development of the ego. In The
Writings of Melanie Klein, Vol. 1, pp. 219-32, 1975.
Klein, M. (1932). Primeras relaciones con la madre. En Psicoanálisis de Niños, Buenos Aires:
Editor Asociación Psicoanalítica Argentina,1948, pp..219
Kristeva, J. (2000). El genio femenino: Melanie Klein. Buenos Aires: Paidós, pp. 179-214.
Langer, M. (1944). Algunas aportaciones a la psicología de la menstruación. Revista de
Psicoanálisis, II (2)
Segal, H.(1955). Notas sobre la formación de símbolos. Revista de Psicoanálisis, XXXVIII,
1981, 3.
Thom, R. (1980). Paraboles et catastrophes. París: Champs Flammarion, 1983.
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Capítulo 2
El continente verde
La constitución de la feminidad en un caso clínico
Antes que la mujer fuera definida a partir del hombre (“la sin pene”, “la
castrada”, Freud, 1924), una mujer la comparó a un árbol, en toda su plenitud
y singularidad. No a partir del hacer masculino, sino a partir del simple ser,
como un árbol que produce otros árboles, frutos, sombra... En vez de encarar
la feminidad como un “continente negro” (Freud, 1926), oscuro, ésta es
comparada a un continente verde, vivo, como una gran selva virgen que debe
ser desflorada, con sus incontables árboles. Esta metáfora nos acompaña
como tela de fondo, durante este texto que, como toda escritura, va iluminando
territorios a medida que revela los innumerables horizontes aun desconocidos.
Seguir el trayecto de la vida psíquica de algunas mujeres aquí y allí, puede ir
poco a poco abriendo caminos hacia el “continente verde” y vivo de la
feminidad, partiendo de su propio terreno, respetando sus relieves y
características propias, que aparecerán como invariantes.
Pienso que investigar la “feminidad” a partir de su evolución en el
trayecto de la vida de una mujer, puede significar una revolución en la manera
de abordarla: sin el peso de las teorías clásicas, forjadas a partir de lo
“masculino” y de las patologías femeninas. Esta es la condición para la
exploración: decidirse a emprenderla a partir de su propio curso, agregando
unas pocas teorías que puedan tener sentido y que irán siendo evocadas en el
transcurso de esa experiencia.
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Bruna en análisis
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Los sueños de Bruna (Quiénes son los hombres? Quién soy yo-mujer?)
Después de las vacaciones, Bruna ya no quiere jugar. Le propongo entonces
que se acueste en el diván y ella empieza a contar sueños.
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Ella asocia ese sueño con una discusión que la madre tuvo con el padre
en la que le dijo que con el aliento de alcohol que él tenía (después de un
festejo con amigos), no iba a poder dormir en la cama con él. La madre le
pidió a Bruna que cambiara de cama con el padre. Ella aceptó pero al día
siguiente le dijo que no iba a cambiar más, porque a ella tampoco le gustaba
el olor que el padre había dejado en su almohada. Después de una pausa,
Bruna comenta que está menstruada y que su olor la incomoda mucho. “Es
muy fuerte, usted no lo está sintiendo?” Le digo que ella quiere saber si,
además de su parte rosa “perfumada” de niña-moza, puedo aceptar su
sexualidad de mujer adulta, que ya podría tener hijos. Ella habla entonces
sobre su curiosidad en relación a los hombres, sus olores, sus líquidos, sus
atributos fálicos. Y particularmente sobre su temor a los movimientos
imprevisibles - no sólo los de ellos (toros) sino, también, los que puedan surgir
dentro de sí misma en relación a ellos... Surgen angustias de acceso, difusión
y penetración, como también intentos de dominarlas: regresión,
externalización y dependencia de la opinión de “otra” mujer que no sea la
madre.
El oso adulto y vivo. Tres semanas más tarde ella me cuenta este sueño:
“debajo de la cama de mis padres, que era muy alta, había una puerta por la
que salía un oso. No era peligroso. Iba para el lado de la puerta, la empujaba
y salía. Yo oía cuando él abría la puerta de la calle”. “Era como un osito que
tengo desde siempre, desde que era muy chica, lo tengo todavía en mi cuarto:
es perfecto, parece un oso de verdad. En el sueño era como si hubiera crecido
y tuviera vida. En el sueño, no era malo. Sólo quería salir a la calle” (pausa)
“Le gustaba la selva, no quería dormir encerrada en una casa”.
Le hago notar que dijo la palabra “encerrada” en femenino y ella se ríe. Digo
que parece estar hablando de su parte animal-gente que la acompaña siempre
y que, ahora que ella creció, se siente prisionera bajo de la pareja de los
padres, que siempre la protegieron. Y, entonces, trata de salir, transponer la
puerta de la casa familiar, para poder conocer su naturaleza, entrar en
contacto con su “selva” – su naturaleza femenina, que trajo anteriormente
representada por las flores y hoy ella la trae representada por una “selva”, con
sus flores y animales exóticos – un habitat para su feminidad, de la misma
forma que la floresta es el habitat del oso. Pero, para eso, ella tiene que
enfrentar riesgos. No sabe lo que va a encontrar. Y está atenta a todo lo que
pasa dentro de ella misma, como a los pasos del oso – imprevisibles… Cuenta
que vio una película sobre osos: “Cuando ellos se crecen, la madre hace que
el hijo suba a un árbol bien alto y lo deja allá. Él tiene que bajar solo y, al
llegar abajo, no la encuentra más”.
Ahora Bruna elabora sus curiosidades y temores en relación a la
sexualidad masculina (y a la suya propia) sustituyendo al toro por el osito de
peluche, objeto transicional (Winnicott, 1951, 1971) que la acompañó toda la
vida – objeto que inició su separación en la relación primaria con su madre.
Ahora él es “él” y es “ella”, y esto nos remite tanto a la integración de la
sexualidad femenina, de la bisexualidad, como a la complementariedad
hombre-mujer: uno para el otro.
2 “Finja que agora eu era o seu brinquedo, …seu bicho preferido… Vem, me dê a mão: a
gente agora já não tem medo” (Chico Buarque de Hollanda – João e Maria, Grabadora
Phillips, 1977)
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El “continente verde”
Ese orgullo de ser mujer, internalizado por Bruna, va a poder darle lo que Lou
Andreas Salomé llama “ausencia de orgullo” narcisista: una alegría narcisista
saludable, de quien sabe que tiene un don interno, casi imperceptible, pero
lindo, como los lazos verdes… El que tenga ojos para ver, lo verá… Y si la
interioridad se revela (cf. Klein) como una poesía simbolista en la que la
imagen produce su propia forma (Mitchell, 1986), en lugar de revelarse como
un mito como lo proponía Freud – como la historia de una historia - la
sensibilidad poética del analista para las imágenes que puedan ir surgiendo
durante las sesiones es la que podrá distinguirlas (o no) como “hechos
seleccionados” (Bion), 1962b) colmados de significado.
Algunas de estas imágenes, reveladoras de la interioridad de una mujer,
adquirieron forma en este texto y espero que puedan continuar surgiendo
(Haudenschild, 1999) a partir de la repercusión en la vida mental de cada
lector/a, en el momento imprevisible de cada lectura. Momento que es como el
entrecruzamiento de varias historias, tejidas a través de varias generaciones,
como los caminos en un continente. Nuestro “continente verde” tiene todavía
pocas rutas, que van delineándose hacia dentro y hacia fuera, llenas de
promesas…
Referencias bibliográficas
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Capítulo 3
Cuerpo y dolor psíquico: Romina y Milena
Matilde Ureta de Caplansky
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Primera viñeta
Romina es una joven mujer de 37 años, castaña de ojos claros y muy bonita, de
mediana estatura y expresión muy dulce y femenina; trabaja con éxito en su oficio.
Es casada hace 12 años, con dos hijos, niña de 11 y varón de 7 años. Su matrimonio
es fuente de infelicidad y tensión continua, por temas de infidelidad del esposo y por
falta de dinero. Viene a consultar por una fuerte “depresión” que no la deja dormir, ni
vivir con alegría y tranquilidad. Romina relata que hace años sufre de problemas
urinarios y que esto la lleva a consulta permanente con la especialista. La viñeta que
presento a continuación se dio en un contexto especial: Romina acababa de tener
una operación a la vejiga por pólipos precancerosos y todavía sentía que estaba
convaleciente, además habíamos estado separadas por un mes de vacaciones, lo
cual siempre ha sido motivo de recelo y pena por la suspensión de las sesiones.
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Algunas reflexiones
Segunda viñeta
Milena, mujer de 42 años, casada, con una hija de 10 años, con una
licenciatura universitaria. Consulta por una fuerte depresión y
ansiedad permanente.
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Reflexiones teóricas
Respecto del duelo patológico que presentaba Milena, cabe destacar que el duelo es
un proceso más o menos prolongado que necesita el yo, esencialmente para poder
llegar a aceptar la pérdida definitiva en la realidad del objeto. Debe despegar el deseo
de él, de cada uno de los momentos que lo recuerdan, aquellos en los que dejó su
rastro. Se puede constatar que entre los factores más importantes para superar los
duelos estarían el juicio de realidad, en lo que Klein coincidía con Freud, junto con la
introyección del objeto bueno interno. Si para Freud el trabajo de duelo consistía en
una paulatina liberación del objeto, Klein consideraba que en el trabajo de duelo
logrado se produce la reinstalación en el mundo interno del objeto perdido,
conservándose el vínculo libidinal.
El “anhelo del objeto perdido” ha sido señalado tanto por Freud como por Klein,
aunque los motivos eran libidinales en un caso (Freud) y restauratorios y reparatorios
en el otro (Klein), y no contemplaban la urgencia del sobreviviente por llamar y buscar
a la persona perdida. Según Bowlby tal urgencia posee raíces primitivas. El llamar
(cry) y el buscar (search) han tenido valor de supervivencia para la cría animal y
humana. Alucinaciones, ilusiones, sueños, identificaciones, intentos de suicidio y
hasta conductas de deambulación y fugas en estado disociativo, se encuentran
motivados por la búsqueda no consciente del ausente.
Lutenberg describe que, muchas veces, separaciones o duelos aparentemente
banales desencadenan en ellos inexplicables tormentas emocionales invisibles desde
el punto de vista del registro emocional, pero que luego se transforman en una
amenaza psicosomática que hasta puede comprometer la vida del paciente. Es tal su
primitivismo psíquico, que cualquier frustración puede desencadenar una crisis que
afecta su fisiología somática, tal como les ocurre a los bebés durante el período
perinatal. Estos pacientes casi siempre fracasan ante la demanda de un duelo
elaborativo, por más pequeño que sea. Esto contrasta con la extrema
sobreadaptación a “la realidad” que exteriormente muestran, pues aparentan una
“salud mental” resistente a toda prueba. Se trata de “huérfanos mentales” que han
compensado su vacío interior con una caparazón estructural que invierte dicha
orfandad; son personas hiper maduras que se las arreglan bien en toda ocasión, sin
la ayuda de nadie.
La movilización psicoanalítica que se produce durante el análisis puede dar
lugar a la aparición manifiesta de síntomas somáticos inexplicables; su razón
emocional quedó congelada en la escisión. El aparato psíquico del paciente tiene
una “amenidad” total respecto a estos “contenidos”, en particular si se trata de
emociones. Por esta razón, el dolor psíquico propio de la separación, así como la
angustia y la añoranza, no son vivencias procesadas por la elaboración mental; en
forma automática, buscan y encuentran en los sistemas titulares biológicos y en la
fisiología total del organismo una amortiguación compensatoria de las emociones no
pensables.
Epílogo
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Capítulo 4
Histeria o posición femenina:
los destinos de la mujer
María Esther Guzmán Barajas y Patricia Reyes López
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histérica cuida muy particularmente su imagen corporal, de hecho llega a tomar valor
de falo. Para la histérica, el cuerpo al mismo tiempo que se apuntala en lo real de la
carne, adquiere un estatuto como símbolo fálico que vale más aun que un pene.
Como mencionamos anteriormente, Lacan reformula la diferencia de los
sexos por oposición a la lógica del todo fálico para los hombres y la del no todo fálico
para las mujeres y la oposición de dos tipos de goce, uno fálico y otro suplementario,
que hace del sexo femenino no otro sexo, sino Otro absoluto. La mujer experimenta
un goce que no cae bajo la barra del significante, que no sabe nada del falo, que no
está causado por un objeto a, es un goce forcluido de lo simbólico, “fuera del
inconsciente”. Es un goce sin medida y el sujeto se encuentra sobrepasado por el. El
goce es otro, hace a la mujer Otro, Otro absoluto. La diferencia entre hombre y mujer
se conserva a condición de reconocer la lógica de la ley de la castración, que es la
que lo estructura como sujeto.
Freud convoca al Edipo, para dar cuenta del devenir hombre-mujer. ¿Qué es
para Freud una mujer? Para él, no todas las mujeres son mujeres; lo cual
implícitamente hace referencia a una esencia de la feminidad que escapa a la
anatomía. Para Freud es mujer aquella cuya falta fálica la incita a dirigirse hacia el
amor de un hombre. La niña deviene mujer si espera el falo, ó sea el pene
simbolizado del que lo tiene. Lacan retoma la teoría de Freud y la clarifica, no se trata
del pene, sino del falo, de un significante que tiene lugar en el discurso del Otro. La
mujer también está bajo la primacía del falo; reconocerles un goce diferente que el
que ordena la castración, no significa que estén contra el falo. Lacan en la
controversia del falo se ubica del lado de Freud, para afirmar que el semblante fálico
es el significante amo de la relación con el sexo y que ordena a nivel simbólico la
diferencia entre hombres y mujeres. Para Freud el único destino conveniente para
una mujer, el de “asumir la castración”, es ser la mujer de un hombre. La feminidad no
es vista por él, desde el lado individual personal, sino en relación al otro.
Para Lacan, histeria y feminidad no forman un todo y la frontera entre ellas
debe ser precisada. Distingamos entre el anhelo de ser el falo y la posición en la
relación sexual que hace la mujer falo, que la lleva a buscar un lugar en el
complemento del deseo masculino (rasgo típicamente femenino). Hay también una
disimetría entre el sujeto deseante y el partenaire, como objeto complementario de su
deseo. Esta disimetría se traduce por el hecho de que en la relación sexual es
necesario que el hombre desee y es suficiente que la mujer se deje desear, que se
moldee de acuerdo a los deseos del hombre y aún mas que responda a su deseo. De
ahí que sería necesario preguntarse ¿Qué es el deseo femenino más allá del
consentimiento? Para ello Lacan responde distinguiendo el modo histérico
(identificado con el deseo), del modo mujer (identificado con el goce) aunque se
pueden combinar. La histérica se niega a todo goce y goza de la falta, esto se debe a
que al no poder interiorizar a través de la identificación secundaria, el lugar simbólico
de sus padres como hombre o como mujer, ella vivencia la relación sexual como una
relación incestuosa con sus padres, motivo por el cual excluirá la satisfacción genital
de sus relaciones amorosas. Es por esto que para ella, el identificarse con el deseo,
excluye identificarse con el objeto de goce, lo único que le interesa es sólo el anhelo
de hacerse lo que le falta al otro, aceptará despertar su deseo pero no lo satisfacerá.
Esta voluntad de no satisfacer el goce es la que de manera precisa define la posición
histérica.
La posición femenina es distinta, una mujer quiere gozar, la histérica busca
insatisfacer al Otro, apunta a un plus de Ser, incluso exige ser, ser algo para el otro,
no un objeto de goce, sino un objeto precioso que sustente el deseo y el amor. La
posición femenina hace referencia al goce y se acompaña de un querer hacer gozar,
a diferencia de la histérica que alude mas a un querer Ser.
Lacan menciona que a falta de falo, la mujer cuida muy particularmente su
imagen corporal y esta llega a tomar el valor de falo. Sabemos que las relaciones
entre los sexos están sometidas a la dialéctica de ser o tener el falo. En el nivel
simbólico los hombres tienden a tener el falo y las mujeres a serlo, precisamente
porque no lo tienen. Ser el falo le da a la mujer el lugar de ser el garante objetal de la
falta fálica del hombre. Cada uno juega a ser el detentador del falo para protegerlo
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Lecturas recomendadas
André, J. (1999). La femineidad de otra manera. Traducción Horacio Pons Buenos Aires:
Nueva Visión, 2001
André, S. (1995). ¿Qué quiere una mujer? México: Siglo XXI, 1° edición, 2002
Mayer, H. (1986). Histeria. Buenos Aires: Paidós, 2° edición ampliada 1990
Tubert, S. (1988). La sexualidad femenina y su construcción imaginaria. España: Ediciones El
arquero
Nasio, J. (1991). El dolor de la histeria. Buenos Aires: Paidós, 1993
Soler, C. (2004). Lo que Lacan dijo de la mujeres. Traducción de Ana Palacios, Buenos Aires:
Paidós, 2006
Dor, J. (1991). Estructuras clínicas y psicoanálisis. Traducción Víctor Goldstein, Buenos Aires:
Amorrortu, 2000
Lartigue, T. y Varela, O. (Comps.), (2009). Género y psicoanálisis. Contribuciones contemporáneas, México: Maria Teresa Lartigue
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Capítulo 5
Castración simbólica y subjetivación en relación
a los trastornos de identidad sexual
Cecilia Rodríguez Plascencia
“No tengo pene, pero puedo hacer pipi de pie. No necesito más de lo que tengo.
No soy homosexual, soy un hombre”. Con este tipo de frases Pascale, que
anatómicamente es una mujer, me explicaba a través de diversas sesiones, como
se vivía en su propio cuerpo. Este caso, como muchos otros que nos muestran la
diversidad de trastornos en la identidad sexual, evidencian el hecho de que la
anatomía no necesariamente define a un individuo en las configuraciones de lo
propiamente masculino o femenino. El cuerpo es un campo de inscripción de
códigos socio- simbólicos y la construcción de identidad implica el entrecruzamiento
de aspectos pulsionales e identitarios en un terreno intersubjetivo.
El yo, instancia psíquica que abarca lo corpóreo, inicia su conformación con
un proyecto identificatorio que parte de los enunciados con los que la madre
proyecta sus anhelos sobre el niño, de modo tal que este es depositario de sus
deseos inconscientes. El primer punto de anclaje entre este deseo materno y el
cuerpo infantil, está representado por el sexo, por lo cual, en este campo de
inscripción se gestan las bases de la identidad sexual y los trastornos que en
muchos casos esta identidad implica.
Posteriormente, una resignificación identificatoria se pone en juego en la
dinámica edípica en la cual, el Yo tiene la posibilidad de catectizar emblemas
identificatorios que dependen del discurso del conjunto, y no ya del discurso
exclusivo materno. A partir de ese momento, nuevas referencias modelaran la
imagen a la que el yo espera adecuarse. Sin embargo, para acceder a esa etapa
es imprescindible el corte entre el infans y la madre, para dar cabida a otros
discursos, a otra lógica que rompa la cadena del imaginario, para poder acceder a
lo simbólico. Es en el paso a lo simbólico donde el infans adquiere la condición de
sujeto y donde se significa la función del hombre y la mujer. Es decir, antes de ser
hombre o mujer, hay que ser sujeto. Si no se da ese corte, el infans queda
atrapado en el especular materno, sin poder acceder a la situación edípica, con
todo lo que esta tiene de estructurante, puesto que es en esta dinámica en la que
se juega la dialéctica entre ser el falo o tenerlo.
El corte en la díada madre e hijo, castración simbólica, posibilita el paso a una
terceridad estructurante en cuanto a la movilización del deseo y la falta, la
temporalidad, la finitud, la diferencia de las generaciones y la diferencia de los
sexos. Así, en la conformación de la identidad sexual, la aceptación de la
castración, tiene un papel fundamental que involucra dos perspectivas: La
castración respecto a la madre, como corte de la díada narcisista, y la castración
de la madre de quien se acepta que no tiene pene. La primera es fundamental
para la subjetivación y la segunda para el reconocimiento y aceptación de la
diferencia de los sexos.
En cuanto al caso de Pascale, ya en 1931, Freud1 había hablado de la
masculinización de la mujer como uno de los caminos evolutivos relacionados con
el complejo de castración. Dice “ciertas mujeres se aferran en tenaz
autoafirmación de la masculinidad amenazada y conservan hasta una edad
insospechada la esperanza de que llegarán a tener alguna vez un pene,
convirtiéndose esta en la finalidad cardinal de su vida, al punto de que la fantasía
de ser realmente hombre domina a menudo largos periodos de su existencia”. En
esta descripción se aborda la dificultad de ciertas mujeres de aceptar su cuerpo
sin pene. Esta dificultad involucra una renegación de la realidad que denota un
trastorno psíquico que lo sustenta.
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Lartigue, T. y Varela, O. (Comps.), (2009). Género y psicoanálisis. Contribuciones contemporáneas, México: Maria Teresa Lartigue
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presente trabajo. Sin embargo, lo que quiero señalar es que cuanto mas ha ido
aceptando la realidad Pascale, es decir, cuanto más ha delimitado los procesos
psicóticos, cuanto mas ha ido logrando subjetivarse, cuanto mas ha podido
tramitar psíquicamente lo que antes sólo tenia salida a través del acting-out y los
trastornos psicosomáticos, su psiquismo va encontrando otra organización y todo
esto ha ido teniendo una fuerte implicación en cuanto a su identidad sexual.
Referencias Bibliográficas
Andre J., et al. (1999). Problemática de la histeria. Traducción Isabel Moreno, Madrid: Ed.
Síntesis
Auglanier, P. (1975). La violencia de la interpretación. Traducción Victor Fischman, Buenos
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Dor, J. (1991). Estructuras clínicas y psicoanálisis. Traducción Victor Goldstein. Buenos
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Obras completas, traducción Luis López Ballesteros, Madrid: Biblioteca Nueva, tomo III,
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------ (1927). Fetichismo. Obras completas, op.cit. tomo III,
------ (1931). La sexualidad femenina. En Obras completas, op.cit. tomo III
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Green, A. (1997). Las cadenas de Eros. Traducción Odile Jacob, Buenos Aires: Amorrortu,
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Maleval, J.C. (1981). Locuras histéricas y psicosis disociativas. Traducción Jorge
Pitiagorsky, Buenos Aires: Paidós, 1987
Soler, C. (2004). Lo que Lacan dijo de las mujeres. Traducción Ana Palacios, Buenos
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Capítulo 6
La mitificación de la envidia del pene
Alicia Briseño Mendoza
El concepto de la Envidia del Pene es mencionado por primera vez por Freud en Tres
ensayos de Teoría Sexual (1905), considerando que el interés de la niña hacia el
pene del niño está matizado por la envida primaria. Sin embargo, parece ya admitido
dentro de un uso analítico cuando, en 1914, lo menciona para designar la
manifestación del complejo de castración en la niña.
En las diferencias externas de los órganos sexuales entre mujeres y hombres,
en este hecho fisiológico fundamental del cual deriva la llamada Envidia del Pene,
Freud reconoce, desde mi perspectiva, las relaciones asimétricas entre hombres y
mujeres, relaciones que vienen determinadas no sólo por el hecho físico en concreto,
sino sobre todo por las diferencias marcadas por la cultura. Reconocer simple y
llanamente la existencia de la Envidia del Pene puso en evidencia para Freud, la
desigualdad y circunstancia de la mujer perteneciente al siglo XIX, reconoció lo que él
veía y lo nombró. Una vez designado el concepto, éste adquirió su propia función y
peso, y dio a una sociedad falocéntrica un elemento más para confirmar, quizá
perversamente, las relaciones asimétricas ya existentes entre hombres y mujeres;
incluso creció hasta llegar a una mitificación. Para poder entender la transformación
que el concepto de la Envidia del Pene tuvo hasta mitificarse, es necesario
comprender, al menos en parte, los orígenes de nuestra cultura falocéntrica.
La fundación de las ciudades en Grecia se entendía como un mandato de los
dioses; éstos les indicaban a los elegidos cuándo y dónde establecer una nueva
ciudad. Así, quedaba fundada Olimpia, donde se llevarían a cabo los juegos olímpicos
que permitían suspender cada cuatro años las guerras. También surge Delfos, donde
el Oráculo sagrado de Apolo ‘habla’ a los griegos sobre su salud, su futuro, sus
formas de relación. De igual manera, quedaban indicadas las formas de relación entre
los habitantes, al inicio, sumamente simples, una división entre hombres y mujeres,
luego se fueron complejizando, así que en la Atenas del siglo V a.C., en la
democracia de esa época (muy distinta de la actual), ser ciudadano ateniense
significaba ser: varón, hijo de padre y madre atenienses, con una propiedad libre de
deudas, con esclavos que realizaran el trabajo para mantener su status económico y
social y con tiempo suficiente para poder participar en todas las actividades políticas
que se desarrollaban en el Ágora… y claro, una esposa que estaba dedicada al
hogar, a la crianza de los hijos y al cuidado de la familia. Así lo habían determinado
los dioses, y con estas ideas fundantes se desarrollaron las civilizaciones
occidentales.
El concepto de Envidia del Pene es un término que Freud (1925) utiliza para
designar el anhelo o deseo de un pene por parte de la niña cuando se percata de que
ella carece de un órgano igual al del varón. Esto le produce una herida narcisista que
la lleva a sentirse despojada y, por ello, de entrada a reprocharle a la madre y luego a
despreciarla por no tener ella misma este órgano; con esto, la pequeña se ve
obligada a cambiar de objeto en quien depositar su libido, es decir de la madre hacia
la figura del padre para obtener el órgano deseado. En la fase edípica, se presume
que la envidia del pene dará lugar a dos transformaciones del deseo básico de tener
un pene propio: por una parte, el deseo de incorporar un pene dentro del cuerpo a
través de la procreación de un hijo y por otra, en una identificación con la madre, el de
recibir placer del pene del hombre en la relación sexual. (Freud, 1920 y 1933)
Karen Horney, Helen Deutsch, Melanie Klein, Marie Langer, Blanca
Montevecchio, Emilce Dio y Mariam Alizade, sólo por mencionar algunas autoras, han
hecho diferentes cuestionamientos a esta parte de la teoría. Por un lado, aceptan el
hecho universal de la envidia del pene, pero por otro lado rechazan como única la
teoría de la maternidad y miran al hecho de la envidia del pene como una forma
secundaria de la envidia primaria. Klein, por ejemplo, considera que es equiparable la
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1 Mi traducción
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Referencias bibliográficas
Lartigue, T. y Varela, O. (Comps.), (2009). Género y psicoanálisis. Contribuciones contemporáneas, México: Maria Teresa Lartigue
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Capítulo 7
La mujer fálica
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dirigida contra ella se invierte hacia el yo como respuesta a ese amor confuso
(Kristeva, 1987).
La estructuración del deseo del sujeto tiene lugar en torno al deseo infantil
esencial en el desarrollo, es el deseo de ser deseado por el Otro, el deseo de ser
visto y reconocido por la madre, es lo que va a estar en juego. El ser o no ser
deseado por ella, es lo que va a quedar ahí permanente y que subyace a través de
su historia personal (Lacan, 2005). Eso es lo que se hace un enigma para el niño y
que Casas de Pereda (1989) designa como desmentida, la cual forma parte de la
estructuración psíquica; el bebé y la madre se instalan en el fantasma de la
completud necesaria para vivir y crecer, pero es la unión la que hace factible también
la separación. Esta es la función de la madre fálica, que hace presente la castración
como trama estructural. Esa madre que en los inicios está volcada hacia su hijo para
posibilitarle su existencia, debe tomarlo como parte propia para luego paulatinamente
desujetarlo y permitirle ser (sujeto), pasaje decisivo de bebé-posesión a hijo-otro. Es
este momento cuando una mujer se enfrenta de manera amplia con la angustia de
castración; la psicosis puerperal podría ser la expresión culminante de sus efectos
patológicos (Zak Goldstein, 1998).
El niño varón en un primer momento ante la percepción dolorosa que la mujer no
tiene pene, niega esta percepción ominosa (unheimlich) insoportable y por eso
responde con la desmentida (Freud, 1905, 1919, 1927) y una decisión mediadora, es
la fantasía: “el miembro está, pero es aún muy pequeño, después crecerá”. En este
momento es fundamental la presencia de la madre fálica puesto que su ausencia
cobra vigencia ominosa y remite a la fuerza de la unión con la madre (lo familiar de lo
siniestro). Es un corte, pero para la madre fálica es el corte de la separación. “El que
primero es pequeño y luego crecerá es el niño mismo, el hijo que como pequeño falo
de la madre, nace a la vida”. El niño tiende a expresar el vínculo de objeto mediante
la identificación: yo “soy” el objeto. El pecho es un pedazo mío, yo soy el pecho.
Luego: yo lo “tengo” es decir, yo no lo soy. Para aceptar la castración o la amenaza
que hace ver una ausencia, se requiere la existencia de un proceso de simbolización
de la pérdida, destrucción del narcisismo primario, pérdida de la unidad omnipotente
madre-niño, es lo que permite el acceso a la diferencia. En la patología perversa el
quedar privilegiado por la madre implica llevarlo a la muerte, apareciendo lo siniestro
en toda su magnitud ya que la relación madre-hijo, no sería una demanda de amor
sino una posesión alienante en la imposible -¿posible?- completud, esto es lo
ominoso (Casas de Pereda, 1989).
Viñeta clínica
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Silvia estudia y trabaja, comenta que en la escuela se llevaba mal con sus
compañeros, sentía que no encajaba en el grupo donde estaba y pidió cambiarse
creyendo que eran los demás los que estaban mal, dice sentirse muy sola y algo le
dice que ella es la que no puede adaptarse. De su familia nuclear menciona que
fueron cuatro, dos hermanos mayores ya casados, en su casa viven una hermana
menor, su papá, su mamá y ella; la madre se dedica a las tareas de la casa y el padre
está jubilado.
A su padre no lo recuerda mucho siendo niña, ya que él trabajaba la mayor
parte del tiempo fuera de la ciudad; de lo que se acuerda es que cuando él se iba de
viaje, ella dormía en la cama con la madre. La relación con su mamá la describe
como buena ya que últimamente se ha “agarrado” mucho a ella, pero que antes la
consideraba rígida, terca, gritona, y les pegaba. Comenta también que en ocasiones
se desesperaba y sola se golpeaba en el clóset por lo que Silvia y sus hermanos se
asustaban mucho. Estando en la secundaria Silvia dejó de comer por lo cual en una
ocasión se desmayó y le diagnosticaron anemia, no le gustaba estar en su casa. Es a
su hermana menor a quien le cuenta lo que le pasa ya que siente que la madre ya
tiene suficientes problemas como para darle más preocupaciones. El padre se jubiló
hace ocho años y considera que este hecho le afectó a su mamá porque estaba
acostumbrada a que se hacía siempre lo que ella decía, y al papá sólo se dirigían
para pedirle dinero.
Seis meses después de iniciado el análisis empezó a salir con un compañero
de la escuela ocho años menor que ella a quien se refería como “mi amiguito”,
después que él le pide que sea su novia, ella lo rechaza sintiéndose muy triste por la
separación, pues considera que sólo tiene este amigo y que nunca pensó que le fuera
a pedir que anduviera con ella. Junto con el distanciamiento de su amigo, viene un
período de vacaciones en el tratamiento lo que para ella es muy difícil, ya que las
separaciones las vive de una manera muy intensa.
Al regreso me dice que cree que está embarazada porque ha sentido náuseas
y se ha sentido con mucha flojera, que en este período salió con un muchacho que
recién había conocido, salieron por primera vez y tuvieron relaciones sexuales,
ninguno de los dos se cuidó. -Yo le digo que parece que lo que ella deseaba era no
sentir la separación conmigo y tapar el vacío con quien fuera-. Pasó un tiempo más,
se hizo exámenes y salió positiva la prueba de embarazo, pensó en abortarlo y en lo
que iba de un especialista a otro y hacerse exámenes, finalmente el médico le dijo
que ya habían pasado dos meses y medio y hacer el aborto en esta edad gestacional
era riesgoso para ella por lo cual no se lo practicó. Posteriormente me dice que ya
habló con sus padres y que respondieron bien, no como ella esperaba -con enojo-,
pero que le preocupa mucho cómo le va a hacer para trabajar, estudiar y cuidar un
bebé, aunque su mamá ya le dijo que ella se lo cuida. Un mes después me dice que
va a dejar el tratamiento porque necesita ahorrar para el parto y comprar las cosas
del bebé, que no gana mucho y tiene que ayudarle a su mamá con los gastos de la
casa pues lo que aporta el papá de la pensión que recibe no es suficiente.
Comentarios al caso
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Referencias bibliográfícas
Lecturas Recomendadas
Dupetit, S. B. (1999). Género femenino, número singular, muy singular. En Mujeres por
Mujeres, M. Lemlij (ed.) Perú: Fondo Editorial Sidea, pp. 203-210.
Julién, Ph. (2002). Psicosis, perversión, neurosis. Buenos Aires: Amorrortu
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Capítulo 8
Mujer de plastilina
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identidad del máximo modelo de sexualidad femenina, cuerpo bello y erótico para
atraer la mirada del otro.
En la última década, los gimnasios se han constituido en prácticas voyeristas--
exhibicionistas institucionalizadas. En los hombres y mujeres que asisten a los
gimnasios, y que hacen del ejercicio una adicción, un culto a su narcisismo corporal,
se observa que en la significación de un gesto como es la mirada, será entendido por
ambos protagonistas como una invitación, un consentimiento para la conquista, para
“ligar” como se diría en el lenguaje popular. Ahí se “enamoran” mujeres, cuyo
trastorno de personalidad narcisista, escindidas en su imagen inconsciente del
cuerpo, se satisfacen con moldear su esquema corporal para ser miradas, deseadas
y conquistadas; se colocan así en la posición de ser causa del deseo del otro. Al ser
mirada por el otro, la mujer sostiene su narcisismo, constituye así el eje vertebral de
su identidad femenina. El hecho de exhibirse en la mujer se desprende de los
atributos de su cuerpo entero. “El exhibicionismo en la mujer es un imperativo de lo
que se ha teorizado como su verdadera feminidad: -ser objeto causa de deseo-” (Dio
Bleichmar, 1997:384).
La mujer de plastilina expresa mediante el moldeamiento de su esquema
corporal, la actualización de su narcisismo – culto al cuerpo – por carecer de otras
expresiones como la de simbolización. Con sus carencias narcisísticas, la mujer de
plastilina trataría de reparar en su esquema corporal una imagen relacional arcaica,
movilizando su libido en una relación actual que la narcisise, la catectice con su
mirada en el espejo y la mirada de los demás, en un contacto ilusorio con el otro.
Contacto fallido por no estar referido a una intersubjetividad imaginaria, marcada en el
ser humano por la dimensión simbólica.
Se sostiene que en la mujer de plastilina falló la estructuración del vínculo
con la madre, no fue mirada por ella y ahora en su afán reparatorio se mimetiza con el
espejo, con la mirada que si puede recrear desde ella misma. Satisfacción inmediata
de la necesidad, del deseo de ser objeto de deseo, a través de algo concreto, tangible
como es su esquema corporal. Un esquema corporal delgado y embellecido,
moldeado con ejercicio y cirugías estéticas, con prótesis de senos prominentes, con
la fantasía infantil de tener más mamá o ser más mujer. No hay soporte psíquico para
la simbolización, el lenguaje y la sublimación, sólo importa ser mirada y admirada,
seducir y ser seducida. Desarticulada, con grados variables de escisión del yo,
respecto del significado sexual de los comportamientos vinculados a la estética,
belleza y gracia del cuerpo, la mujer de plastilina, a través del culto a su cuerpo
narcisista, escinde su esquema corporal, lo desarticula de su imagen inconsciente
del cuerpo. Falla en el narcisismo primario, falla en el vínculo madre-bebé; la mujer de
plastilina al sentirse mirada por el otro, referente de la madre, ilusiona el derecho de
afirmar su belleza seductora narcisista. La mirada del otro no modifica su esquema
corporal, sólo lo catectiza, lo erotiza y seudo “cura” el narcisismo herido producto de
la relación vincular fallida con la madre. Sin embargo, es una falacia. No es
moldeando cual plastilina su esquema corporal que se curan las heridas a su
narcisismo.
La mujer de plastilina que sólo vive para darle culto al cuerpo, deriva el placer
narcisista de su esquema corporal, posiblemente por la desarticulación con su imagen
del cuerpo, la que permanece desvalorizada y desnarcisizada. Muestra fallas en su
capacidad de simbolizar; su falla narcisista la hace cuerpo como los psicosomáticos
(Harrsch, 2005; 2006); no metabolizan las palabras en una imagen del cuerpo
relacional. Comenta Lartigue (2004) que el problema más grave de la patología límite
es el trastorno de los procesos del pensamiento.
Dolto en sus planteamientos sobre el estadío del espejo, hace notar que de
nada sirve si el sujeto se confronta de hecho con la falta de un espejo de su ser en el
otro. Incluso puede ser dramático que a la niña-niño al que le faltó la presencia de su
madre o de otro ser vivo que se refleje con ella o él, acabe “perdiéndose” en el
espejo. De aquí que se infiera que a la mujer de plastilina de nada le sirve que se
deleite en verse y ser vista en el espejo desde la pulsión escópica. Terminará por
perderse en él, en su narcisismo corporal, trampa ilusoria de relación con el otro, ya
que por alguna razón en la imagen escópica no se constituyó la cohesividad, el
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P A R T E I : M U J E R E S , F E M I N I D A D , P S I C O S E X U A L I D A D
Referencias bibliográficas
Lartigue, T. y Varela, O. (Comps.), (2009). Género y psicoanálisis. Contribuciones contemporáneas, México: Maria Teresa Lartigue
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Capítulo 9
La mujer metonimia
Laura Mejorada de la Mora
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Lacan (1966) pone el acento en la división que la primacía del falo introduce
en la mujer: la feminidad se especifica por un desdoblamiento del goce que encuentra
su mecanismo fundamental en el proceso de una división, una partición dirá
Lemoine-Luccioni (1976), más que de una castración simplemente. Una mujer se
desdobla antes de unificarse, bajo el significante mujer y considera que es por el lado
del padre, que el falo solo imaginario en la relación madre e hijo puede recibir su
fundamento simbólico; pero en lo que concierne a la niña aunque abre una salida a la
dependencia materna, se encuentra en el origen de una insatisfacción puesto que lo
que le es significado como punto de referencia se sitúa en el registro fálico y deja en
la sombra lo que sería su feminidad. Lo que lleva a André a concluir que la madre no
puede ofrecer a su hija un rasgo que sostenga su identidad de mujer, porque no
existe significante de la identidad femenina y debe enfrentarse a esa falta que redobla
su castración,
Por lo que coincido con Lemoine cuando afirma que la mujer accede a la
castración simbólica, por identificación con el hombre: imaginando un pene faltante y
simbolizando así la falta con que la privan todos los fenómenos de partición, el parto,
ella misma, el pecho, las heces, la menstruación, el alumbramiento y pasa de la
pérdida imaginaria de una mitad de si a la del órgano sexual viril. Después a la
pérdida simbolizable de un órgano sexual; por lo tanto de la castración imaginaria a
la castración simbólica por identificación. Así la castración masculina se superpone a
la partición imaginaria femenina y se hace simbólica porque se inserta sobre la
partición simbólica que ya ha intervenido a partir del estadio del espejo, en un
proceso de simbolización propiamente femenino. por eso la partición imaginaria es el
régimen psíquico propiamente femenino. No es la angustia de castración la que
conoce, sino la angustia de partición que vive en su cuerpo desde el momento del
alumbramiento y al separarse de su madre al nacer de la cual sin embargo una parte
coexiste en ella y se desdobla, la duplica, y es mitad de si, la falta originaria es la
madre pero en un primer momento no se simboliza en un falo, su soporte es su
imagen especular.
El punto de reversión de reintegración y vuelta a la metonimia es el momento
del espejo y procreación, donde se modifica el trayecto de la pulsíón: yendo del
narcisismo al objeto. Es cierto que su propio órgano sexual no está amenazado, por
lo que aquí interviene otro proceso de simbolización, en ese transcurso la mujer se
toma a si misma como objeto perdido, convirtiéndose en símbolo de la unidad
perdida, representada por el cuerpo como un todo sin fisuras. Ella juega a ser, por
eso la experiencia especular es un momento privilegiado de apertura a lo simbólico
donde la madre cumple la función de interruptor, la hija pierde una imagen
embaucadora pero recupera su deseo y el que se hace objeto de su deseo es el Otro
de la madre. El espejo se rompe y la hija repite su experiencia de partición, pero se
recupera como sujeto deseante porque la madre tiene un deseo propio que ella no
puede colmar, en la repetición la imagen especular con que la niña se confundía, es
apartada pero reiterativa y operando el corte en el recorrido de la pulsíón escópica, la
mujer se da a ver, en lugar de perderse en el espejo, se ofrece como objeto (a) de
deseo y provoca la respuesta del Otro, y es aquí donde se abre el acceso para la
mujer al registro de lo simbólico/real.
¿Cómo podría no identificarse con el falo? Si de acuerdo a Kristeva y Climent
(1998) el falo es lo sagrado por excelencia, del órgano al cuerpo entero su pasión
seduce por que encarna potencialidades que hacen de el nuestro ordenador corporal.
Sin embargo, la organización fálica está cuestionada desde lo femenino como aquello
que viene a perturbar la norma, encarnación de lo diferente, de lo excluido, que
conduce al goce femenino, suplementario no acotado que tiende a lo ilimitado, retorno
imposible al goce primero (Glocer de Fiorini, 2001). Feminidad primordial que se
construye donde la madre es el lugar de la omnipotencia y de lo absoluto y hace
anclaje en el campo narcisista que se reduplica imaginariamente en la niña, porque
la especularidad no presenta fisuras mismo sexo, mismo cuerpo es homogénea esta
feminidad ideal que se desdobla como imaginario femenino. Por eso, la mujer se
encuentra anclada a la metonimia atemporal y eterna que amenaza la integridad
narcisista al correr el riesgo de quedar atrapada en la relación dual con la madre
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retorno del doble, del semejante, lo siniestro, lo real que amenaza pero que también
fascina y la rehace ordenando las identificaciones primarias en el plano del ser y de
la existencia.
De ahí que Green (1997) considere que el repudio no es lo femenino, sino lo
materno, porque estas relaciones primitivas son objeto de una poderosa atracción
siempre activa; por lo que la partición y la fractura del espejo son movimientos
continuos. Desde que se nace y al ser nombrada como mujer ya se marca una
primera pérdida, no se abarcan los dos sexos y esta se reproduce cuando accede a la
diferenciación sexual, movimiento simbólico de subjetivación y sexuación.
De acuerdo a Serge Andre, una de las consecuencias psíquicas de esta
operación es el establecimiento de un modo de pensamiento femenino, pues
confrontada a la anatomía la niña sabe que pensar, lo comprende todo en un
parpadeo, ha visto eso, intuye que no lo tiene y quiere tenerlo. Comprender y concluir
se conjugan en un mismo tiempo, y Kristeva refiere lo sagrado a esa experiencia,
punto de encuentro entre sexualidad y pensamiento. Entre el cuerpo y el sentido que
las mujeres realizan intensamente sin preocuparse por ello y que justo ha sido el
espacio en que mejor ha podido dar rienda suelta tanto a esa degradación como al
placer. A su nada como a su gloria, en la propia dinámica del desdoblamiento que
hace de su ser un ser irreconciliable, un ser de deseo.
No hay subjetivación femenina por fuera de lo simbólico y de acuerdo a
Kristeva aquella que es susceptible de dar la vida, es un sujeto sin duda; pero cuya
represión sigue siendo problemática. Y propone el perfume como la imagen de esa
represión femenina, de porosidad turbadora, donde el cristal de la represión no resiste
a la presión de una realidad interior porque el yo femenino es vaporoso y el cuerpo
vaginal impone a la mujer una experiencia interior de la realidad interior, que no se
deja sacrificar por lo prohibido, participa del sacrificio, lo asume, pero lo altera
(Kristeva y Climent, 1998). Lo transforma aun cuando el despliegue de sus deseos
es peligroso, porque se desarrolla en el campo del otro que genera la falta
indispensable que sostiene el deseo activo que la hace ser.
Hay una discordancia entre los ideales femeninos como positividad y la
castración imaginaria como carencia o negatividad, pero coexisten en la metonimia
como núcleo de simbolización y de encadenamiento de las sustituciones
ecuacionales que van del pecho al deseo, de las heces al pene y del pene al hijo.
Serie de equivalencias destinadas a encontrar sustitutos simbólicos de una carencia
primordial y aquí la mujer tiene la posibilidad de crear objetos que promuevan una
concepción del deseo que no excluyan las operaciones de presencia ausencia en la
génesis del pensamiento simbólico y sus representaciones en el campo de la
sexualidad y de su significante femenino.
Kristeva nos dice al respecto ¿y si lo sagrado fuera la percepción inconsciente
del insostenible erotismo? ¿Y si lo femenino fuera el goce de esta divergencia
potencia/impotencia y de esa extraordinaria flaqueza? Si bien el deseo está implicado
en el proceso de representación simbólica, la cualidad productiva del imaginario y su
espacio de creación transformadora muestran la potencialidad representacional del
psiquismo femenino para conectar lo real del cuerpo con las estructuras. Desde la
intersección de la diferencia se crea un lugar de mediación a través de lo imaginario
como espacio transicional que une, separa y dimensiona un limite no sólo como
negatividad que representa lo que la mujer no es, sino como un espacio con leyes
propias de procesamiento de la representación de la ausencia, cuya existencia sólo
puede ser captada a nivel de movimiento psíquico y se descubre no únicamente
como enigma de lo que no es, sino como otra manera de ser de las significaciones,
de las diferencias. Espacio límite donde lo femenino aparece como encarnación
metafórica, bisagra entre lo originario, lo arcaico, y el campo simbólico.
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Referencias bibliográficas
André, S. (1995) ¿Qué quiere una mujer? Buenos Aires Argentina, Siglo XXI Editores, 2002.
Durrmeyer, L. et al. (1999). Cambiar de placer. En La Feminidad de otra manera, J. André
(dir), Traducción: Horacio Pons, Buenos Aires: Editorial Nueva Visión, 2001
Glocer Fiorini, L. (2001). Lo femenino y el pensamiento complejo. Buenos Aires: Lugar
Editorial
Green, A. (1997). Las Cadenas del Eros. Traducción Irene Agoff, Buenos Aires: Amorrortu,
1998
Kristeva J. y Climent, C. (1998). Lo femenino y lo Sagrado. Traducción Maribel García
Sanchez, Madrid: Ediciones Cátedra, 2000
Lacan J. (1966). Escritos 2. México: Siglo XXI Editores, 15° Edición, 1989
Lemoine-Luccioni E. (1976). La partición de las mujeres. Traducción Teodoro P. Lecam,
Buenos Aires: Amorrortu, 2001
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Capítulo 10
Acaso ¿no tengo sino estas marcas crueles?
Observaciones psicoanalíticas sobre cortes en la piel en
mujeres adolescentes
Graciela Cardó Soria
El síntoma
Viñetas clínicas
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Adolescencia
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El cuerpo
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El dolor
Pero estas marcas duelen, entonces ¿por qué? Desde su libro Narcisismo de vida,
narcisismo de muerte, Green (1993) porporciona una pista. El dolor proviene de un
secuestro del objeto; será “el resultado de la lucha que el objeto emprende para
desasirse, mientras el yo se encarniza con él, mortificándose con su contacto, porque
en fin de cuentas el yo se lastima a sí mismo: el objeto secuestrado ya no existe, es
una sombra del objeto” (p. 144). Es como un niño exasperado y abatido que se
golpea contra la pared. Priman acá sentimientos de injusticia y perjuicio. La herida
narcisista convertida (cito a Green, p.146) “en llaga abierta, hace indispensable el
secuestro del objeto..” Y esto es lo que quizás se lleve al acto. Imaginando dañar al
otro, se daña al cuerpo, a nuestra casa temporal –al decir de Alizade (1999), a
nuestro habitat, que a la vez es un extranjero en nuestra mismidad psíquica. De ahí
que la investidura negativa, la del hueco en el psiquismo dejado por el objeto hace
que lo negativo de uno sea más real que lo positivo del otro (Green, 1993).
Se advierte entonces, que el cuerpo se envuelve en sufrimiento (Alizade,
1992; Anzieu, 1987), la piel cortada se metamorfosea en corteza-costra que
reemplaza al dolor psíquico y a la angustia. La envoltura existe, pero interrumpida
por cortes y rasgaduras, tal como lo muestran los brazos de estas mujeres que son
huellas del dolor sin placer. Anzieu, nos recuerda que “… el dolor no es lo contrario o
lo inverso del placer…la satisfacción es una “experiencia”, el sufrimiento es una
“prueba”….el dolor…destruye los caminos que canalizan la circulación de la
excitación, corto-circuito… reduce los desniveles entre los subsistemas psíquicos y
tiende a difundirse en todas las direcciones” (pp. 219). Esto hace desaparecer las
estructuras fundantes entre el yo psíquico y el yo corporal; esto lleva a la soledad, “…
el dolor no se comparte….lo ocupa todo y ya no existo como Yo: existe el dolor” –dirá
Anzieu (p.219). Una forma de anestesiar este dolor es replicarlo en el propio cuerpo
que será hablado en el acto.
La mujer
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madre, en un intento fallido por lograr la individuación resultante del final del complejo
de Edipo en la mujer (Alizade 1992). Para emerger del naufragio edípico como ser
autónoma, feminidad y soledad han de unirse. La joven adolescente buscará el
matricidio simbólico y -en su impotencia- descargará su ira contra si misma. El corte
busca entonces, un efecto de liberación del dolor causado por una dependencia
mórbida con el objeto de “amor”. La soledad auto afirmativa fruto del final del
complejo de Edipo es una meta a alcanzar en el análisis del corte, de sus
motivaciones inconscientes y del deseo que oculta, más allá de su apariencia
masoquista.
¿Qué ocurre entonces con la mujer en los momentos primarios que sabemos,
se reeditan en la adolescencia? Lemoine-Luccioni (2001) dirá que la niña pierde a su
madre una segunda vez al descubrir que ama a su padre, no se sentirá castrada sino
“negada” viviendo la angustia de la partición. Será el signo del abandono lo que la
marcará: madre, padre, parejas, hijos, reglas… (Alizade1992; Lemoine, 2001). La
mujer diría: “si me abandonas muero…me pierdo”, el hombre diría: “si me abandonas
te mato”. Separación y muerte juntas delinean la “partición imaginaria” de la mujer.
El otro, el objeto le da subjetividad, y a la vez le da la aterradora posibilidad de
desaparecer como sujeto.
Queda claro pues, que la separación no es sencilla, sobre todo para la mujer
quien privilegia la cercanía y la intimidad en contraposición a la autonomía y la
independencia, blasones masculinos (Chodorow,1984; Gilligan, 1994). Para la mujer
(dirá Lemoine), hay pérdida real vivida imaginariamente como parte de sí misma, será
frustración imaginaria que despierta la pérdida primera y antigua de aquella parte de
sí: la madre. Al ser dejadas nuestras adolescentes se parten la piel. Respondería
ello a un proceso de simbolización propiamente femenino que seguiría la línea de la
partición de la envoltura contenedora de interfaz de la piel de la mujer, aquella piel
que antaño envolviera a dos seres del mismo sexo: madre e hija. ¿Sería esto lo
propiamente femenino?
Nos encontramos con la envoltura faltante del cuerpo de un novio que las ha
dejado desgarradas, como bien lo describe Alizade (1992). El cuerpo erógeno que se
unió al dolor se divide y deja de ser objeto de la reparación, el cuerpo al ser cortado,
partido, se pierde al sufrimiento y deja –por instantes infinitos- de sostener la vida
(haciendo una lectura en negativo de lo planteado por Alizade). Tal vez el cuerpo
deviene en ofrenda ya que es posible que se desplieguen “diferentes órdenes de
cuerpo a cuerpo: de palabra, de gestos, de caricias tiernas, de sensualidad
desenfrenada, de violencia” (Alizade, p. 53). El cuerpo, la piel se pone, se usa, se
explota, deja de gozar…
Alizade (1991) nos recuerda que Aulagnier en 1975 “introdujo el término “odio
radical” para designar un afecto violento, enraizado en los arcaísmos que se
despiertan cuando se experimenta el estado de necesidad hacia el semejante” (p.73).
La confusión propia de la adolescente que vive la frustración del objeto bajo el signo
imaginario-social de abandono, pérdida, partición y negación, trastoca la estructura
con-fundiendo regresiva y narcisistamente sujeto y objeto: ella será el objeto de aquel
odio radical. En la clínica asistimos a movimientos destructivos de odio radical y
buscamos atravesarlo para explorar los aspectos latentes contenidos en el síntoma.
Así pues, el núcleo deviene corteza, el psiquismo en cuerpo, el yo en otro:
fuerza del narcisismo negativo que re-trae al sujeto a aquellos funcionamientos
primarios inscritos en el cuerpo que fuera cuerpo uno con la madre. En lugar de
emplear el odio para separarse, éste es dirigido contra el yo-cuerpo, contra el yo-piel.
Deseo también señalar nuevamente la posible función desesperadamente
positiva del cortarse. Nos lo enseña la viñeta de Lucía, cuando nos cuenta que el
dolor físico paró el psíquico. El cuerpo –como símbolo del yo- queda separado y
diferenciado, marcado. Sería entonces también, un corte simbólico peculiar por cierto,
una especie no de “insight” sino de “painsight” al decir de Green. Sería el cuerpo real
que se vuelve en campo de batalla de las pulsiones de vida y de muerte (Tubert,
2001). Ante la falla de la unificación especular, el corte de la piel semejaría el intento
extremo de diferenciar y separar, bajo el signo de la partición y del dolor femenino.
Sería un salir traumático por cierto, de lo confusional de lo Uno, un desgarramiento de
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la piel envoltorio inicial. Emergería vía el discurso que recrea el acto, la posibilidad de
subjetivación, del cumplimiento de la tarea adolescente: identidad, no omnipotencia,
mortalidad.
Quedan muchas preguntas por responder, sólo quisiera terminar con el poema
de Pablo Neruda –un hombre- quien describe dramática y hermosamente estos
avatares femeninos:
Referencias bibliográficas
Lartigue, T. y Varela, O. (Comps.), (2009). Género y psicoanálisis. Contribuciones contemporáneas, México: Maria Teresa Lartigue
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Capítulo 11
Mujer..... ¿Objeto o Sujeto?
Reflexiones en torno al sometimiento en mujeres mexicanas
1 Fragmento del discurso que se decía a las niñas aztecas recién nacidas en una pequeña
ceremonia religiosa, efectuada al cortarles el cordón umbilical. (Fray Bernardino de Sahagún).
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Referencias bibliográficas
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Capítulo 12
Mujer en cuerpo y casa
Carmen Villoro
El telar
El cuerpo
Habitamos el cuerpo como cualquier otro recinto. Andamos por sus corredores, nos
asomamos a las habitaciones, nos dejamos fascinar por sus sótanos oscuros, nos
familiarizamos con sus pequeños rincones. El cuerpo nos alberga, nos protege, es el
techo seguro al que siempre volvemos. Como casa que es, con el paso de la vida se
va llenando de humedades y grietas; se empolva, mancha, se puebla de voces,
captura miradas, almacena caricias y sobre sus muros crecen vertiginosamente vivos,
los recuerdos. Es el cuerpo la cáscara de la pasión pero también su fuente: al más
mínimo roce del aire sobre la expuesta piel surge el desorden. El cuerpo es casa pero
también patio, abertura de los sentidos hacia el cielo, árbol de venas que se despliega
hacia los puntos cardinales, estanque perturbado por las nubes.
Si toda forma, creada por el hombre o no, puede ser símbolo de su misterioso
secreto, el cuerpo es la metáfora por excelencia. El cuerpo dice lo que el alma calla.
Gira. Danza, se duerme, se derrumba y comprendemos su leguaje de ola sostenida o
de pájaro herido. Anda el cuerpo, se dobla, se dispone. Nuestra mirada escucha su
alfabeto de gracia, su grito de violencia, su murmurar de ritmos y de gestos. Por eso
el cuerpo es siempre afrenta siempre puente o puerta hacia otros territorios.
El cuerpo es soledad y desdoblamiento, monólogo y diálogo, cántaro de la
intimidad, afluente de luz hacia los oros.
Pero qué digo del cuerpo, si la palabra no desentraña su misterio, si sólo la
fruta de otro cuerpo lo descifra.
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El hijo
El amor
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La casa
Nuestra casa está siempre en el centro del mundo. Es, simbólicamente, nuestro
mundo interno. Los muebles, los cuadros, las plantas, las telas que la habitan hablan
fielmente de nosotras. La casa es refugio, protección, seno materno. En ella, las
mujeres vamos depositando las cosas que nos nombran. El sótano, la sala, el cuarto
de los niños, nuestro cuarto donde el amor es una presencia oculta, se van llenando
poco a poco de nuestras huellas muy particulares. Damos vida a espacios y
corredores, sentimos cómo las macetas florecen con nuestro riego taciturno. Ahí
crecen los hijos, ahí amamos, ahí pasan las tardes. Somos las habitantes silenciosas
de este mundo de tiestos y dalias, de aroma a jabón y frijoles, de almohadas, toallas y
escobas.
El clóset
El jardín
Pasillos y escaleras
Son los lugares olvidados de la casa. Sigilosos, se deslizan entre los cuartos y
ocupan, sin que nos demos cuenta, un lugar en nuestros sueños.
A través de la escalera nos vamos despojando. Dejamos sobre los peldaños
las cacerolas, los olores, el afecto tibio que se nos había pegado al cuerpo. Como si
fueran piezas de ropa, nos desnudamos entre ellos y entramos a la recámara, esa
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otra atmósfera que llena nuestro ser de diferentes nombres. Cuando ascendemos,
nos esperan el cielo y la razón. Si bajamos nos internamos en los propios desvaríos.
Perdernos y encontrarnos es el eterno juego en el espacio y el tiempo. En
estos lugares de la casa no se habita, se transcurre. En ellos todo pasa: los hombres,
los días, la vida.
Los pasillos pueden ser túneles adustos como los de los ferrocarriles, o
puentes sobre una bahía imaginaria, o galerías adornadas con tiestos y con pájaros.
Por ellos viajamos en nuestra propia casa. Su carácter transitorio, su razón de ser
“mientras llegamos”, nos hace sentir en el hogar la posibilidad de la ausencia y la
distancia. Por ellos somos caminantes al interior de nuestra morada infinita.
La recámara
Si quieres conocer a alguien, abre el cajón de su buró: lentes, pastillas, una pomada,
un recado, cortaúñas, broches para el pelo, lista de cosas por hacer, algún amuleto.
Si en la recámara hay libros, no serán cualesquiera, sino aquellos que cambiaron el
rumbo de la vida o el que en este momento nos acompaña en soledad como
comparsa solidario. Cuando salimos de la habitación en ella nos quedamos y los
demás pueden adivinarnos en la caja de los collares, entre los pliegues de las
cortinas, en los casi imperceptibles desniveles del colchón. En nuestro cuarto
amamos. Es el escenario de las tormentas pasionales y de la calma chicha. La cama
es ese barco a la deriva en el que naufragamos por propia voluntad. Sus rincones se
llenan de palabras difícilmente repetibles. En las noches de insomnio, cuando los
tenues sonidos de la calle, los reflejos indirectos de las luces exteriores y las sombras
de los árboles crean una atmósfera distinta en el cuarto, recordamos algo que
habíamos olvidado. Cuando alguien muere, deja en la recámara su presencia oculta.
Los objetos y los olores que ahí habitan nos regresan a nuestra propia infancia.
Donde ahora está la troca de pilas que prende luces podría haber estado el tren de
cuerda; donde están la televisión y el Nintendo, tal vez estaba el rincón de los cuentos
que nos leía el abuelo. Escondidos en la caja de triques están el trompo de madera,
el yoyo, el papalote; sobre la cama ronca nuestro bebé de trapo, o el oso de peluche.
El cuarto de los niños no es un lugar cerrado; en él hay parques con todo y
sus columpios; basta que cerremos los ojos para escuchar el chirriar del subeybaja,
los gritos que se pierden en el verano, los trinos de los pájaros que retornan al filo de
la tarde. Caben en este cuarto la playa con sus dunas de arena y sus castillos, el
rancho con sus vacas y sus pollos para perseguir, el río con sus sapos que atrapar.
Debajo de la cama, las mismas brujas y los mismos diablos, quizá con
diferentes maquillajes, se siguen asomando entre las sombras. Cuando apagamos la
luz, las pesadillas se dispersan en el aire.
En un baúl están las travesuras; detrás de la cortina aguardan su momento
todos los sentimientos; en el cajón viven agazapados los secretos; en cajitas de todos
los tamaños esperan las fantasías y los peligros.
La cocina
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El baño
La azotea
El trabajo nos hace subir a la azotea. Cargando una canasta o un balde, accedemos
al espacio más modesto de la casa, más humilde. La azotea nos despoja de
problemas vanos, nos obliga a contemplar el cielo, las ramas altas de los árboles. En
ella nos llenamos de sol y nos contagiamos de amplitud.
Subimos a tender la ropa, es cierto, pero después de un rato, ya estamos
asoleando nuestros sueños. Algo hay de río de pradera en la azotea, algo de libertad
y de dominio. Lo mundano, lo difícil, la vida cotidiana, suceden abajo, en espacios
cerrados. Estar arriba nos otorga el poder de las nubes y los pájaros.
En la azotea no estamos solos. El cemento gris teje una llanura polvorienta
sobre la ciudad. Somos sólo una parte más del vecindario. Nuestro techo es otro de
tantos en un mismo, integrado paisaje de cables, gatos y cuerdas, donde se
despliega la intimidad de las familias. Las azoteas igualan, gracias a ellas nos
despojamos de prejuicios.
Ahí habitan fragmentos de la infancia. ¿Cuántas veces nos subimos a
escondidas?
¿Cuántas nos mantuvimos a la orilla, dichosos por el peligro? En ella
recordamos a alguien que nos cuidó con delantal mojado y manos olorosas a jabón.
Fue la azotea el lugar perfecto para esconderse, decir secretos, hacer cosas
prohibidas. En la juventud se convirtió en terraza de la soledad, del amor y el
desamor, el diálogo con las estrellas.
En la azotea se abolen las distancias: bajo el manto del cielo todos estamos,
afortunada o inútilmente, cerca.
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PARTE II:
MATERNIDAD, EMBARAZOS
CRÍTICOS, PÉRDIDAS PERINATALES
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PA R T E I I : M AT E R N I D A D , E M B A R A Z O S C R Í T I C O S , P É R D I D A S P E R I N ATA L E S
Capítulo 13
Madre santa, mujer deseada. Género y sexualidad
en la nulidad de matrimonios en Jalisco, siglo XIX.
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PA R T E I I : M AT E R N I D A D , E M B A R A Z O S C R Í T I C O S , P É R D I D A S P E R I N ATA L E S
El divorcio desde los romanos. El documento nos presenta una mujer que
presenta testigos y pruebas para demandar el divorcio o la separación temporal de su
marido; arguye como causales los golpes, los malos “tratamientos” y los amagos para
quitarle la vida; pero el principal argumento a su favor es, tener concubinas
cometiendo adulterio, y aún más; le sostiene otro ilícito más; mantener amistad con
mujer casada. Asegura llevar una vida intolerable que la exaspera; y la infelicidad que
vive en su matrimonio, no es el resultado de su imprudencia, sino por las
inmoralidades y desórdenes del marido y vivir en el placer, el cual le es negado a su
propia esposa.
El marido demanda el perdón de la esposa, pero también él se lo otorga, ya
que al asumirse como católico cristiano, protesta reunirse en su matrimonio y guardar
“una paz inalterable”. Para hacer la expulsión de las acciones y pensamientos que los
llevaron al distanciamiento prometen el cumplimiento de sus deberes maritales, y
mediante la confesión y comunión, esperan la ayuda de Dios y el perdón de sus
pecados. La esposa mantiene en su discurso la demanda y aún ante la confrontación
con su marido, se sostiene en los hechos que declara; sin embargo, obligada por los
deberes de la religión que profesa; la católica, acepta cumplir con la ley de Dios; y
perdonando a su marido; acepta reunirse con él, y continuar su vida marital; lo cual
lleva a que la declaración de hechos que registró en esta demanda se archive.
Caso Segundo. María Juliana Torres entabla demanda de divorcio contra su legítimo
esposo Francisco Vallarta. 2
Secundino Ponce de León, Juez de Paz suplente, certifica que María
Juliana Torres instruyó demanda conciliatoria pidiendo ser divorciada de
Francisco Vallarta, fallándole que no teniendo facultades el tribunal para el
divorcio, sólo quedaron separados por 15 días para que se promoviera el
trámite ante el tribunal correspondiente, al no acceder la demandante al
advenimiento que se les propuso. Ante el Provisor expuso, representada
por su abogado el Lic. Pedro Zubieta, que ha llevado en paciencia la cruz
del matrimonio, esperando como Job que Dios proveyese algún día
consuelo a las tribulaciones que ha tenido que probar. No dejaba de
sonreír alguna vez con la halagüeña esperanza de que su prudencia y su
silencio sirvieran de estímulo para retraer de la embriaguez al que un día
poseyó su corazón. El velo de la impasibilidad con que se esmeraba a
encubrir la amargura de su sensible corazón, ofuscó al marido que osó
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Caso Tercero. Ventura Romero suplica se declare nulo el matrimonio que efectúo a
sus 16 años de edad y sea disuelto legítimamente para siempre el vínculo que la ha
reunido con Ismael Romero por ocho años. 3
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El argumento que sostiene esta demanda no sólo es válido para el divorcio limitado o
separación temporal sino la causal que enuncia, lo valida para declarar la nulidad del
matrimonio. Las condiciones que se alegan ya no sólo van al incumplimiento de las
responsabilidades conyugales en cuanto a la vida familiar, sino se expone la actitud
del hombre hacia uno de los fines matrimoniales que si no se enuncian por el
carácter “mojigato” de la época, la mujer lo demanda y reconoce como uno de los
fines matrimoniales; las atenciones afectivas y el cumplimiento de las funciones
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Reflexiones Finales
Referencias bibliográficas
Archivo:
Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Guadalajara
Sección Justicia. Serie: Matrimonios. Nulidad. Años: 1852 – 1866.
Recursos electrónicos:
Obtenido en la red mundial 17 de diciembre de 2007. Epístola Melchor Ocampo. Disponible en
htpp://usuarios.lycos.es/aime/epístola.html.
Obtenido en la red mundial. 18 de diciembre de 2007. Divorcio (en la Teología Moral. Defensor
del Lazo Matrimonial. Disponible en Enciclopedia Católica.
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Capítulo 14
La diversidad en la maternidad elegida:
entre el deseo y la biología
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Viñetas clínicas
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pareja pero no están informados sobre el deseo de maternidad y del tratamiento. Les
cuesta resolver el cuándo y cómo hablar con ellos. Tienen temores a las reacciones
del medio social pensando a futuro cuando por ejemplo el niño/a comience la
escolaridad. Se trabajó como en cualquier pareja que necesita construir el lecho
psíquico de un niño. Se les sugirió que recabaran información legal con una abogada
entrenada en derecho de los niños y las familias. Pudieron armar un contexto de
sostén con amistades y las familias muy de a poco aceptaron la empresa elegida. Las
sesiones duraron aproximadamente seis meses, al cabo de los cuales realizaron
varios intentos sin éxito. Después de un año, en una charla sobre homoparentalidad,
abierta a la comunidad, que organizamos en la Asociación Psicoanalítica Argentina,
se acercan para re contactar y compartir la noticia del embarazo de Gabriela. Nos
mantenemos desde entonces en comunicación por e-mail. Así me piden colaboración,
pues han creado un foro de parejas lésbicas y quisieran contar con asesoramiento si
alguna situación lo requiere. A partir de dicho foro se constituyó además, un pequeño
grupo autogestivo de parejas de mujeres que desean ser madres. Felipe nació en
febrero.
Vale comentar, que la inseminación artificial no es una tecnología moderna, los
primeros intentos de llevarla a cabo se remontan al siglo XV. Se cree que la
inseminación artificial fue intentada en Juana, esposa del Rey Enrique IV de Castilla.
En el siglo XVIII el sacerdote y fisiólogo italiano Spallanzani realizó experimentos
exitosos de inseminación artificial en animales. Ya a comienzos del siglo XX se
realizaban en mujeres, inseminaciones heterólogas. En 1949 aparecieron métodos de
congelación y descongelación del esperma y en 1950 surge la idea de añadir
antibióticos al semen para prevenir enfermedades venéreas. Posteriormente, en los
años 70 y 80 se desarrollaron métodos eficaces de recolección de semen y
criopreservación, momento que aparecen bancos de esperma en distintos países.
Marisa de 34 años y Juan de 37, vienen a la consulta después que realizaron
tratamientos de estimulación de los ciclos ovulatorios y para mejorar la calidad y
cantidad de espermatozoides. Finalmente, ante los fracasos de fertilización asistida e
ICSI (inyección intracitoplásmática de espermatozoides), les sugieren recurrir a un
banco de semen. El médico especialista considera oportuna la derivación. Ambos
son médicos, están juntos hace seis años, la información científica es conocida, pero
como sujetos necesitan procesar inter e intrasubjetivamente los efectos de la
renuncia a la paternidad genética y aceptar al mismo tiempo, gestar un niño con
semen de donante. En espacios analíticos individuales están tramitando los efectos
en la subjetividad y además en entrevistas de pareja indagan los conflictos surgidos
en la vincularidad, pactos inconscientes, deseo de hijos y de mater-paternidad,
actualización de proyectos. Marisa con un recorrido psicoanalítico previo al problema
reproductivo, no quiere renunciar a la maternidad biológica. La adopción no es un
camino que en este momento se dispongan a contemplar.
Puntualmente considero, imprescindible duelar (elaborar el duelo) la maternidad
biológica y desistir de los tratamientos médicos, para acceder a la adopción, ya que
es una elección también compleja. En estas historias presentadas, uno de los puntos
medulares para desplegar, es el vínculo con el futuro hijo/a y la narración/información
que se le brindará sobre el origen procreativo. Este tema es nodal, antes de cualquier
tratamiento, pues se entrecruza con la sexualidad, con la trayectoria edípica de los
progenitores- futuros padres y/o madres.
Tomando algunas ideas de Talila Saal, para entender las cuestiones del cuerpo y
el sexo, hay que ubicarlas en el registro de lo real, simbólico e imaginario, ya que
cuando hablamos de cuerpo erógeno no lo hacemos desde la biología. En tanto que
“nos encontramos aquí con una importante subversión de un orden natural aparente,
ya que no es el organismo en sus funciones naturales el que soporta y apuntala la
aparición del deseo, sino que es el deseo del otro, imprescindible para que el niño
viva, el que asegura y posibilita su supervivencia corporal”(Saal, 1998: 23).
Acordamos así, que todo sujeto es hablado antes de su existencia, habita en los
proyectos y fantasías, ocupa un espacio, absorbe energía libidinal, es promesa de
ser. Ese lugar es el deseo de la madre, siendo además efecto de la castración, que
no debe ni puede reducirse sólo al deseo de hijo pues la maternidad no es la única
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función de las mujeres. Dice Saal: “Lo específico de este deseo, que hace de la
maternidad un hecho de cultura y no de naturaleza, como a veces impropiamente se
ha pretendido, es el simple expediente del que dispone cada mujer de decir que no a
la maternidad. En esta posibilidad del no, se produce un salto cualitativo fundamental
que transforma en un hecho de elección y no destino. Dar vida no se reduce a parir,
dar vida es desprenderse”.
Tengamos presente que las distintas sexualidades se organizan a partir de un
orden simbólico, donde lo fundante es la castración. Siendo la incompletud en
varones y mujeres, la que motoriza el deseo. En la clínica planteada, es esencial
partir de la elección por la maternidad que deciden las mujeres. Al mismo tiempo,
apuestan a un proyecto de familia. Convengamos que la familia es una estructura
social desaventurada y en crisis constante, siendo central aún, actualmente, en tanto
que contempla la normativización de la sexualidad relacionada con la procreación y
con la crianza de las y los niños. Podemos hablar de familias legales y legítimas, en
tanto que las parejas lésbicas o gays no tienen figura jurídica de igual categoría que
las heterosexuales, por lo menos en Argentina.
Es entonces que en la familia suscribiendo las ideas althuserianas sobre la
familia como productora y reproductora de sujetos en una comunidad determinada,
desligamos las funciones de crianza, de la maternidad y paternidad de la biología.
Hecho importante ya que no sólo en la vincularidad familiar los sujetos se
constituirán como tales, sino que serán filiados en un orden simbólico genealógico
independiente del origen genético. Por último, es indiscutible, por cierto que familia y
cultura son subsidiarias de la trama edípica.
La inquietud sobre el origen de la vida, sobre la reproducción, surge en la
infancia como indagación epistémica que lleva a la construcción de las teorías
sexuales infantiles, se anudan con las identificaciones parentales, con el Edipo, sobre
todo con la novela familiar de deseo. Esto no tiene que ver con la unión de un óvulo
con un espermatozoide. La función de la medicina es curar, suturar la falla orgánica,
reconocer en el paciente una persona que padece.
En estas temáticas, las y los psicoanalistas tenemos un campo amplísimo para
reflexionar, investigar y escuchar, siendo tan sólo posibilitadores para que cada
sujeto descubra sus verdades inconscientes, hacer hablar al deseo, amortiguar el
sufrimiento y generar las mejores condiciones subjetivas para que advenga un nuevo
sujeto humano.
Referencias bibliográficas
Foucault, M. (1976). Historia de la Sexualidad. “I. La voluntad de saber”. México: Siglo XXI, 22
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Langer, M. (1951). Maternidad y sexo. Buenos Aires: Paidós, 1964
------ et al. (1971). Cuestionamos. Buenos Aires: Granica
------ (1982). Conferencia. Oh, madre libérame de eso que llaman instinto maternal.
“Feminismo y sexualidad”. En Seminario: Feminismo, Política y Movimientos Feministas.
México: Centro de Estudios Económicos y Sociales del Tercer Mundo, 1-3 marzo
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------ (1984). Conferencia. Caí en idealizar la maternidad. Invitación de H. Kesselman, Madrid
Saal, F. (1998). Palabras de analista. México: Siglo XXI
Vezzetti, H. (1996). Marie Langer: psicoanálisis de la maternidad. Anuario de Investigaciones
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Capítulo 15
La función de la analista en la clínica con pacientes
con embarazo crítico
Luz María Abatángelo de Stürzenbaum
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Conclusiones
Creo que como analista me alié con los aspectos más libidinales que la paciente
portaba. Pude entrar en la “locura terapéutica” que me permitió conectarme con ella,
percibir su estado y no destruirme en el intento. Durante el tercer trimestre volvieron
los sueños, ahora más libidinales: soñaba con el parto, veía a su bebé. La ansiedad
de separación se reactivó con la cercanía del momento del parto. Con el nacimiento
comenzó un proceso de desprendimiento y reencuentro. La elaboración del duelo por
la muerte del padre y el trabajo sobre los aspectos tanáticos de la madre le
permitieron, en algún sentido, sostener la nueva vida. Su yo quedó enriquecido con
una identificación erótica y su libido disponible para el nuevo objeto.
Referencias bibliográficas
Aslan, C.M. (1978). Un aporte a la metapsicología del duelo. Revista de Psicoanálisis (Buenos
Aires), XXXV (1)
Baranger, W. (1969). El muerto-vivo, estructura de los objetos en el duelo y los estados
depresivos. En Problemas del campo psicoanalítico, Buenos Aires: Kargieman,
Freud, S. (1914). Introducción al narcisismo. En Obras completas, trad. José L. Etcheverry,
Buenos Aires: Amorrortu, Vol. XIV
------- (1917). Duelo y melancolía. En Obras Completas op. cit. Vol. XVI.
------- (1920). Más allá del principio del placer. En Obras Completas op. cit. Vol. XVIII
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Green, A. (1995). De locuras Privadas. Buenos Aires: Paidós
Winnicott, D. (1979). Realidad y juego. Buenos Aires: Gedisa
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Capítulo 16
Pensar más allá de los pioneros:
el caso de Lorena
Doris Berlín
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ausentaba después de vacaciones, pedía cambios de hora. Entendí los manejos para
construir el encuadre a su manera como una necesidad de disponer de la analista
reeditando un vínculo fusional.
Paralela a esta forma de vincularse conmigo se mantuvo una insistencia en
mantenerse unida al bebé perdido. Lorena se quedaba largas horas llorando,
pensando que el hijo estaba vivo, en una comunicación secreta, en la cual a pesar
que ella lo sabía muerto, éste reaparecía a través de una conexión muy intensa con
él. El vacío interior lo llenaba con una idea delirante que obturaba la falta. No
obstante, casi cuando parecía un imposible, superó esa perdida al cabo de largos y
penosos meses.
En ese primer año de tratamiento inició estudios de diseño gráfico los cuales
culminó con éxito. Diseñar, hacer uso de su creatividad y sentido estético para
responder a las demandas de sus clientes, le ha proveído desde entonces un medio
de sustento y de gran satisfacción laboral. Además de ejercer su oficio ha demostrado
tener habilidades gerenciales que le permiten planificarse para atender distintos
clientes y además encargos para producción masiva. Cabe destacar que durante esa
época el esposo apoyó su tratamiento; sin embargo, a medida que ella se iba
autonomizando se vislumbraron entre ellos dificultades importantes, celos por parte
de él y violencia física.
Ubico una segunda fase del proceso, el momento en el cual más allá de una cadena
de actuaciones que ha caracterizado a esta paciente, es posible elaborar las
identificaciones que organizan su mundo interno. Se asoma una relación de sumisión
extrema con el esposo, la única forma que percibe de no contrariarlo y de poder
seguir con su matrimonio, cuestión que en lugar de aminorar la violencia del marido,
pareciera exacerbarla, como que si éste intuyera que a la par que sometida, Lorena
se va alejando. También con su madre existe una relación de sumisión extrema en la
cual ella no se puede negar a ninguna de sus demandas materiales. Es así como
puede mantener un lugar para la madre, a través de regalos y a través de
permanecer casada, en un matrimonio con un profesional proveedor. Me habló de sus
fantasías sexuales de ser una prostituta conquistada, rescatada y transformada. Con
ese tema, la paciente expresa su placer masoquista de la entrega a otro que dispone
de ella, mas también expresa el deseo de un nuevo comienzo, en el cual alguien le dé
la mano y apueste a construir con ella.
Ante la inminencia de perder la frágil unión con su marido, aparece la presión
de tener un segundo hijo. Le insisto en que lo piense, mas ella en lugar de pensarlo
hace un acting en el cual se separa del tratamiento y se embaraza por segunda vez,
planificándose con un especialista para gestar un varón. De esa forma también hace
caso omiso de la información que posee, que la hace candidata a embarazos de alto
riesgo. Vuelve al tratamiento donde me pide que la ayude a conservar la relación de
pareja. Cuando se entera que espera niña sobreviene angustia y rechazo ante la idea
de traer al mundo un ser desprotegido, proclive a muchas agresiones e incapaz de
defenderse. Trabajamos sus fantasías asesinas con este embarazo el cual llegó a
desear. Sin embargo, muy avanzado el embarazo sobrevinieron contracciones muy
fuertes que llevaron a una cesárea. La bebe nació con problemas y al cabo de varios
días falleció. Desarrolla una crisis muy fuerte con la idea persecutoria de ser una
madre asesina. Así como después de la primera pérdida se quedaba conectada al
recuerdo del bebé perdido, en esta segunda oportunidad permanece conectada a la
hija a partir de alucinaciones visuales en las cuales esta la mira y le llora. La hija se
ha convertido en un monstruo asesino, en virtud del desamor que le profesa la madre,
de esa forma se reedita el rechazo transgeneracional del cual padeció. Surgen
recuerdos de la madre en la primera infancia, en la cual ésta la agredía tirándole toda
una serie de objetos.
Al cabo de un año fue elaborando su duelo patológico. Dice así:” yo no quería
ese embarazo, mi cuerpo lo rechazó, mi cuerpo es sabio. No fue que tuve una mala
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intención con la bebé sólo fue sobrevivencia”. Una vez elaborada la pérdida de la
niña, Lorena decide separarse del esposo, siguen sucediéndose los acontecimientos
difíciles, sin embargo parece que hay fortaleza para enfrentarlos. En el esposo se
observa un incremento de su crueldad, con tácticas altamente sofisticadas que no
describiré. Sin entrar en detalles por demás escabrosos del acoso del cual fue
víctima, Lorena gradualmente perdió el miedo e insistió en divorciarse, cuestión que
después de bastantes esfuerzos consiguió. Sucedió al contrario de lo que yo misma
esperaba, puesto que él era su único familiar que la quería y con quien podía contar.
Fue decisivo aquí, el haber podido trabajar su ideal de ser la hija perfecta-casada
para la madre, lo que permitió superar la relación de extrema dependencia y violencia
con su pareja. Se produce una elaboración analítica de su divorcio, plantea que él ha
sido quien mas la ha apoyado, en realidad su única familia, pero a partir de su
violencia ya no lo desea, no puede ser obligada a hacer el amor por la fuerza.
Lorena, ha logrado establecer gradualmente contratos laborales más dignos para ella.
Manifiesta estar sostenida por su trabajo, el placer que le proporciona ver la mirada
satisfecha de sus clientes cuando les entrega un trabajo. El goce de producir para
disfrutar del instante placentero que ocasiona en los otros parece una versión
sublimada de su entrega fusional. Es también una forma mas refinada de amamantar
a los otros que no le ha sido vedada.
Con respecto a la relación analítica, de una posición demandante, que ejercía
una presión contratransferencial intensa, ha pasado a ser un vínculo de una persona
que está comprometida con un encuadre de dos veces por semana. Se vislumbra un
mundo de relaciones sociales a través del último trabajo. Siente que ha progresado
mucho, ya no le parece que la solución a su vida sería el matrimonio con la casita
feliz. Se ha convertido en una mujer trabajadora y siente que no está tan mal ser una
de ellas. Una más del montón de divorciadas pero no por ello una puta. Se podría
decir que su padecer se acerca algo más al sufrimiento común, expresado en forma
de proceso secundario y es menos una sucesión de actuaciones. Sin embargo, las
relaciones de pareja siguen siendo un área de numerosas dificultades. Aunque
afortunadamente ella disfruta las relaciones sexuales tiene trabas para desarrollar un
vínculo cercano. De una entrega indiscriminada que promueve violencia doméstica ha
pasado a una posición de distancia, autosuficiencia defensiva y sarcástica. Desde el
punto de vista médico se ha definido una recomendación de no intentar nuevamente
un embarazo. La relación con el análisis sigue siendo muy particular, la analista
soporta que la paciente determine en cada sesión qué tan profundo puede pensar y
cuánto el enfrentar los problemas del día a día es posible a partir de no pensar.
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Referencias bibliográficas
Torres, A.T (2007). Historias del continente oscuro. Ensayos sobre la condición femenina.
Caracas: Editorial Alfa
Yonke, A. y Barnet, M.(2001). Persistence of Early Psychoanalytic Thought about Women.
Gender and Psychoanalysis, 6:53-73
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Capítulo 17
Azucena negra: un conjuro contra el suicidio
Cristina Oetling
Las azucenas negras no existen. O no deberían de existir. Porque resulta que son
blancas y así las desearíamos ver, siempre limpias, espigadas, bonitas, y sanas. Pero
sucede que pueden ser pintadas o injertadas como los alcatraces de las esquinas,
para que se conviertan en negras, y transmitan una imagen de fealdad, suciedad,
engaño y maldad. Porque todos sabemos que deberían ser blancas. Y aunque uno
les talle para querer ver lo blanco, siguen siendo negras. Con la pintura y el injerto se
quedan negras para siempre. Es mas, nunca fueron blancas porque desde que
estaban por nacer, el injerto de color negro las convirtió en negras. Y así se quedaron,
negras para siempre.
Así le pasó a Azucena que decía ser blanca, cuando en realidad disfrutaba ser
negra. Nacida de una madre fálica, simbiótica y por supuesto psicótica, le insertó para
siempre ese injerto malévolo convirtiéndola en fea, sucia, oscura, y llena de odio. En
suma una Azucena negra, que llegó a su máximo esplendor al tener 36 años cuando
se le paralizaron las manos al dar a luz a su hija. Cuando la conocí su vida se
desarrollaba en un caminar arrogante mostrándose como muy fina, delicada y bien
vestida, siendo en realidad una figura obesa con el pelo casi al ras del cráneo, con un
discurso sarcástico, blasfemo y déspota, en el que devaluaba y destruía cualquier
frase o interpretación que se cruzaba con sus palabras. Me daba la impresión que
cada que hablaba echaba como dicen en los cuentos, “sapos y culebras”. Traía un
tatuaje en el tobillo, un arete en la nariz, el pelo parado con las puntas pintadas de
güero y se pintaba las uñas negras. Dotada de un narcisismo también negro, hacía
alejarse a cualquier persona que se cruzara por su camino, convirtiendo los
encuentros de su vida, en encuentros deficientes, inservibles, e inútiles. Aunque decía
que seguía casada, nunca estaba con su marido. Ella dormía en un cuarto y él en
otro. Se veían como cada mes porque él viajaba mucho y comía siempre con su
mamá, porque para qué hacía comida.
Azucena era una profesionista que caminaba siempre en círculo sin que nada
le interesara ni le pareciera suficientemente bueno. Para ella, todo era poco, limitado,
insuficiente. Su queja era continua, pero no hacia sí misma y sus actos, sino a todo el
mundo a su alrededor, a la vida en sí. Nada era como ella anhelaba. Haba pensado
dedicarse a lo que ella quisiera, viviendo bien sin trabajar. Pero en el momento en que
se había embarazado, cayó sobre ella la frustración y la rabia mas grande. Un velo
negro cubrió su vida –decía-, y ahora tenía que lidiar con su hija. Su enorme rabia la
imposibilitaba para moverse, y tras de sí sólo dejaba una lenta pero constante estela
de odio. Llevaba ocho años de casada y cuando llegó a tratamiento su hija ya tenía
seis años.
Decía que acudía junto con Andrea porque ya no sabía qué hacer con ella, no
la aguantaba mas, reprobaba en la escuela, no la obedecía, era tonta, sucia y fea,
todo lo hacía mal. Le criticaba sus juguetes, sus juegos, sus cuadernos, la ropa que
se ponía, y hasta la forma que tenía el pelo. Le decía que olía feo, se peinaba
horrible, se vestía sin gusto y le caía tan gorda que le chocaba que fuera su hija. La
niña lloraba y toda angustiada se le abrazaba porque no sabía que quería, no
entendía porque Azucena la rechazaba, porque no la abrazaba. Pero Azucena
permanecía impávida, sin moverse, sin responder un milímetro a la súplica de su hija.
Y tras de todo ahora tenía la artritis que le había quedado como secuela de la
parálisis, y la había imposibilitado de cuidarla. Lo único que si cuidaba eran sus
manos metiéndolas a bolsas térmicas para poder moverlas. El día que las metía las
podía mover por varias horas, pero cuando no lo hacía, se quedaba con todos los
dedos rígidos y su hija tenía que hacer las cosas por ella. Se dirigía hacia Andrea de
forma déspota y devaluatoria criticándole sus movimientos, su hablar, y su ropa, y no
soportaba que le pidiera algún favor y se acercara a ella. “Quítate” le decía, “hueles
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horrible, que cochina”. Sesión tras sesión yo trataba de mostrarle lo que hacía con su
hija, la forma en que la trataba, la agredía y la devaluaba, pero Azucena siempre
decía que “ni modo, que ella era así, y que se aguantara”.
Green en su libro La nueva clìnica psicoanalìtica y la teoría de Freud nos
habla de dos formas de expresión de la pulsión de muerte, una ligada atribuible al
superyò, que puede ser comprendida en términos de culpabilidad, y otra libre, de
algún modo flotante y difusa que sería responsable del aferramiento mas obstinado a
la enfermedad, y que tendría que ver con una enfermedad del mal. En ella, la
sexualidad iría unida con el mal porque su componente erótico sería dominado por su
componente narcisista en el que el odio, tiene su fuente en la autoafirmación del yo, y
monopoliza casi enteramente al erotismo.
Parecía que el masoquismo de Azucena podía ser interpretado como el signo
de una voluntad de poder “invertida” que obedecía a una organización narcisista, a
diferencia de la voluntad de poder común, convirtiéndose entonces en infalible. Y era
infalible porque no conocía la derrota, ya que lo que para los otros podía ser causa de
abatimiento, y esperanza deshecha, aquí era apoteosis suprema, en la que entre más
fuerte es la caída, más alta es la victoria. El trastorno masoquista sólo dependía de
ella misma, y se libraba de cualquier incertidumbre, ya que sumida en este juego de
“el que pierde, gana” era fácil ser invencible, y es aquí donde radica el verdadero
problema del mal. Aquí donde el masoquismo del yo sobrepasa en mucho al sadismo
del superyó. En este mal, está implícita una destructividad que desempeña un papel
capital en que el sujeto mata a sus objetos “sin tocarlos” como si se privara hasta del
goce masoquista que se pudiera extraer de sus heridas. Por eso Azucena nunca
quería tocar a s u hija, ni quiso tocarla desde que nació. Prefería hacerla sufrir
insultándola y desdeñándola, despreciándola y mostrando una indiferencia hacia su
sufrimiento que iba haciendo a Andrea volverse cada vez más loca.
En la siguiente viñeta, se puede apreciar lo anterior:
“Desde que nació Andrea tengo las manos así, ni ganas me daban de
cuidarla, y ni para que si ni la quería. Yo no quería que ella naciera, no la
esperaba. Vino a descomponer toda mi vida. Primero tener que aguantar
todo el embarazo que fue horrible. Y tras de todo hacerme esto. Ahora
tengo que aguantarla y sin poder, porque por su culpa tengo así las
manos, ni pintarme las uñas puedo, menos iba a poder andarle
cambiando sus pañales con todas sus cochinadas que hacía. Siempre fue
una cochina, igual que ahora, se hacía a cada rato, no se aguantaba
nada”.
Cuando Green nos dice que la forma mas terrible de destructividad es la aniquilación
por “nadización” que consiste en una desinvestidura brutal e inconsciente del objeto,
nos está hablando de ese mal que es insensible al dolor del otro. Esta forma es mas
temible que la manifestada bajo el aspecto de un odio inextinguible que los años no
consiguen extinguir ni atenuar, ya que mientras que el bien impulsa a aliviar la pena,
el mal, es como un monstruo cruel que no sólo anhela aumentar el padecimiento, sino
que peor, prefiere ignorarlo como hacía Azucena con Andrea. Por eso es el mal. Aquí
se comprenden entonces las raíces narcisistas del mal. El malo no es el que hace el
mal, sino el que ama el mal, en el que no sólo se goza del sufrimiento del otro, sino
que además de detectarlo, designarlo, y localizarlo a fin de encontrar materia para
exterminarlo, se piensa que una vez vencido y aniquilado, reinarán sin rival la
felicidad y el Bien Soberano. Así la culpa de Azucena desaparecía, porque las
acciones mas destructoras sobre Andrea eran acciones purificadoras. Amar el mal sin
remordimiento se funda en la certidumbre de asegurar el triunfo del bien. Si se elimina
al otro responsable del mal, se elimina el mal, conjurando así la angustia depresiva de
sentirse malo.
Para Green (1990) la locura implica una intrincación con la libido erótica
cualquiera que sea su expresión agresiva, pero en la psicosis se deja prevalecer la
destructividad, ya sea que ésta domine ampliamente sobre lo erótico, o que se
encuentre desintrincada casi por completo, armonizando así con esa “función
desobjetalizante” de la pulsión de muerte. Cuando la destructividad contra el otro
tiene que llegar bastante lejos para poderse realizar, se instaura esta condición
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Referencias Bibliográficas
Lartigue, T. y Varela, O. (Comps.), (2009). Género y psicoanálisis. Contribuciones contemporáneas, México: Maria Teresa Lartigue
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Capítulo 18
Desarrollo del sentimiento materno en el análisis de niños:
Ana y Diana1
La maternidad hace parte de la vida de toda mujer. En un ínter juego entre la fantasía
y la realidad, ser madre puede constituir un deseo o un no deseo, ser un proyecto a
ser realizado o, no. O aún más, provocar un temor o una repulsión. Nacemos de una
mujer que se unió a un hombre prohibido para nosotros, y a partir del casamiento (o
de la unión libre) de los dos; en nuestro mundo interno desarrollamos (o no), la
capacidad de unirnos a otro hombre, engendrar un ser y llegar a ser madre.
Independiente de dar a luz un hijo/a fruto de nuestro vientre o adoptarlo, es a través
de un proceso más o menos exitoso que nos convertimos en madre. Este proceso
incluye una elaboración del complejo de Edipo, la identificación con los aspectos
femeninos y masculinos del padre y de la madre, la capacidad de quedarse solo, la
capacidad de pensar y de revêrie. Además, la percepción de una criatura de carne y
hueso separada de nuestro cuerpo y la disminución de la idealización del hijo/a
imaginario propicia el nacimiento psicológico tanto del niño/a como de la madre.
Como analista de niños, recibo madres y padres en busca de ayuda para sus
hijos/as, padres necesitando análisis, pero sin la posibilidad de invertir en ellos
mismos. Lo que oigo me interesa sobretodo para entender la dinámica familiar y
delinear la historia del niño/a, cuidando de preservar el lugar del pequeño paciente.
Sin embargo, las modificaciones provenientes del análisis del niño/a se reflejan en los
demás miembros de la familia. La transferencia y la contratransferencia se extiende a
los padres, que pueden beneficiarse de la función continente de la analista. De esta
forma se amplía el espacio del pensar y de lo lúdico en la familia incrementando el
continuo proceso de “convertirse en padre y madre”.
En este trabajo, me gustaría reflexionar sobre el desarrollo del sentimiento
materno a lo largo del tratamiento de un hijo; presentaré el caso de dos madres que
tuvieron sus primeras hijas alrededor de los cuarenta años y que presentaban una
demanda de ayuda en relación a los conflictos con la maternidad. La primera, a quien
llamaré de Ana, adoptó una niña a los cuarenta y cinco años y la segunda, Diana,
consiguió engendrar su hija a los cuarenta. Durante el análisis de las hijas, las
madres desarrollaron su función materna, se volvieron más cuidadosas, afinando la
sintonía afectiva con las hijas, poniendo más armonía en sus vidas y en la familia y,
sobre todo, favoreciendo la individualización de las niñas.
Ana
Me procuró para una apreciación de su hija de cuatro años deseando que la pudiese
tratar también a ella o, por lo menos, orientarla en cuanto al difícil ‘papel de madre’.
Me describió a la niña como retraída, brusca en sus cariños y agresiva con los
amiguitos. La relación con Marina era un constante “caída de brazos”, una verdadera
guerra. Ana se preocupaba con la normalidad de la niña, temiendo la agresividad de
ambas y teniendo fantasías matricidas y filicidas. Deseaba una hija perfecta y para
eso programaba toda su educación de forma bastante rígida.
Casada hacía muchos años, Ana postergó al máximo la maternidad
dedicándose mucho a su profesión. Cuando se cambió de ciudad creyó que era la
hora de tener un hijo y decidió adoptarlo. Se encargó del prenatal de una chica
dispuesta a entregar su bebé, quedándose con Marina desde sus primeros días. La
adopción de la hija tan deseada coincidió con la pérdida de una figura materna
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Diana
Muy ansiosa y afligida, esta madre llegó solicitando ayuda por la dificultad de
adaptación de Victoria en la escuela creyendo que la niña de seis años estaba
desencadenando ‘síndrome de pánico’. Percibía el sufrimiento de la hija y se
desesperaba al no conseguir ayudarla. Hasta entonces había intentado resolver los
problemas interrumpiendo fases de adaptación en la guardería, cambiándola de
escuela, haciendo arreglos con los profesores, mandando y desmandando. Sentía
que estaba errando, fallando, y no sabía cómo cambiar, se presentaba
extremadamente herida en su narcisismo.
Diana se casó contra la voluntad de sus padres queriendo probar que podría
“darse bien en la vida”. Hizo una alianza profesional con el marido por el que, durante
un buen tiempo no habría condiciones externas ni internas para el proyecto de un
hijo. Después, los sobrinos fueron llegando y el reloj biológico avanzando y, ya cerca
de los cuarenta años, se empeñó en embarazar. Aún sentida por una primera
gestación muy deseada y sufrida que no llegó al fin, Diana trabajó incesantemente
durante su segundo embarazo ignorando su ‘estado interesante’. Cuando la bebé
nació antes de tiempo la madre se sumergió en un ‘mundo de gritos’ y se deprimió.
Depresión que debe haber aumentado por el dolor del hijo perdido y que dejó sin
rumbo a esta mujer tan práctica y objetiva.
Victoria al nacer lloró mucho y exprimió en su cuerpo su malestar a través de
infecciones repetidas, como habitualmente hace un bebé en dificultad. Madre e hija
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A guisa de conclusión
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Referencias Bibliográficas
Bion, W.R. (1962). Uma teoria sobre o pensar. En Estudos Psicanalíticos Revisitados (Second
Thoughts), Rio de Janeiro: Imago, 1994, pp. 127-137
Winnicott, D.W. (1960) La théorie de la relation parent-nourisson. En De la Pédiatrie à la
Psychanalyse. Paris: Payot, 1978, páginas 244, 249, 250
Lartigue, T. y Varela, O. (Comps.), (2009). Género y psicoanálisis. Contribuciones contemporáneas, México: Maria Teresa Lartigue
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PARTE III:
MASCULINIDAD, PATERNIDAD,
RELACIONES DE GÉNERO
Lartigue, T. y Varela, O. (2009). Género y psicoanálisis. Contribuciones contemporáneas, Guadalajara: Asociación Psicoanalítica de Guadalajara (Grupo de Estudios)
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Capítulo 19
Vicisitudes en el desarrollo de la identidad masculina.
Importancia del género del analista y del paciente en el
proceso analítico 1
MaríaTeresa Flores
“Es todo un mundo confuso, de penetración difícil, y más difícil cuanto más
pretendo ponerlo claro, transparente. No sé si fueron primero lágrimas o el
sonido del bandoneón. En cualquier caso me acuerdo de dos casas – una
en Eira, otra en Adro. Sé que las lágrimas y las estrellas eran en la casa de
Eira y la música del bandoneón en la casa de Adro. Mi madre me dijo que
yo nací en la casa de Adro, y sólo un poco más tarde, cuando la familia la
abandonó del todo, nos mudamos a la casa de Eira. Ambas eran casas
pequeñas, térreas, con dos divisiones, más que suficientes para que la
madre y el hijo vivieran. Aún hace pocos años vi esas casitas donde mi
madre y yo comenzamos a ser uno del otro, y me parecieron
increíblemente pequeñas….
En frente a la puerta de entrada había un arca enorme. Sé que en
esas arcas guardan los pobres todo lo que tienen: la ropa, el pan… Un
buen día, cuando me acerqué al arca – quién sabe si para darle a entender
a mi madre que quería pan – había allí encima una cosa que yo no había
visto nunca. Andando de puntillas, puse la mano encima y empujé.
Entonces lo que ocurrió fue maravilloso: de dentro salió un sonido bonito,
más bonito aún que la voz de mi madre que ciertamente ya había oído
cantar. O tal vez no, tal vez yo no hubiera oído todavía a mi madre cantar.
Mi madre era en ese momento una mujer triste…
Una mañana desperté solo en casa. Me desperté llorando – ¡Mamá,
mamá… !- pero mamá no venía. No había mamá. Había sólo una puerta
cerrada – ¡Mamá, mamá… !- Y la casa desierta. Por las amplias ranuras de
la puerta veía la mañana afuera. Era una mañana de sol caliente, tal vez de
Julio, tal vez de Agosto. Debía de haber pacas de paja en la era de
enfrente. Pero mis ojos mal veían, estaban llenos de agua y de angustia. –
¡Mamá, mamá… !- y de repente, en la mañana clara, comenzaron a caer
estrellas pequeñitas, estrellas verdes, rojas, estrellas de oro. Las lágrimas
me caían por la cara. – ¡Mamá, mamá… ! - La nariz apretada contra la
puerta, los ojos muy abiertos, viendo a través de las ranuras las estrellas
cayendo, unas detrás de otras. –¡ Mamá, mamá… !…Y nadie me abrió la
puerta para poder coger las estrellas. Ni siquiera tú, mamá, que a esas
horas andabas ganándote el pan para la boca de aquel que hoy te ofrece
estos versos”.
Lartigue, T. y Varela, O. (Comps.), (2009). Género y psicoanálisis. Contribuciones contemporáneas, México: Maria Teresa Lartigue
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Miguel. Está en análisis desde hace cerca de cinco años, después de haber hecho
una psicoterapia, durante dos años. Cuando vino a mi consulta tenía 29 años, y había
tomado la decisión de interrumpir la carrera de estilismo siendo una manera de
protegerse de las “mariconas que había allí y que me perseguían y decían cosas”.
Desde el principio se sintió asediado y atraído por profesores homosexuales, lo que le
creaba momentos de gran angustia, con innumerables somatizaciones, falta de aire y
quejas gastrointestinales, sintiéndose en pánico con el miedo de morir. Era un joven
muy delgado, de estatura media y que transmitía una enorme inseguridad y timidez.
Refería innumerables complejos con su cuerpo, además de las “maneras débiles”
creía que tenía los “hombros muy estrechos y era raquítico”, vistiendo siempre
cazadoras amplias que le escondían el cuerpo. Las angustias hipocondríacas y
homosexuales fueron uno de los motivos que lo trajeron a mi consulta, aunque Miguel
viviese con el miedo de que el análisis tuviese como objetivo quitarle ‘su’
homosexualidad.
Miguel es el hijo más joven, aquél que debería haber sido “la niña”; tiene un
hermano cuatro años mayor que él que siempre fue el orgullo de la familia. Vivieron
durante su infancia en un ambiente totalmente femenino, pues el padre se encontraba
largos períodos en el extranjero. La madre es una mujer muy ansiosa, siendo con
frecuencia llevada de urgencia al Hospital debido a sus “crisis”.
De niño tenía con frecuencia “crisis de falta de aire”, que fueron diagnosticadas
como crisis de angustia que la presencia de la madre no conseguía contener ni
calmar, “Era raro…todas los niños temen a los médicos, las batas blancas, y yo le
pedía a mi madre que me llevase al Hospital, y en cuanto entraba allí mejoraba, me
sentía tranquilo.”
Miguel describe situaciones que podrían corresponder a alucinaciones
hipnagógicas cuando de niño estaba intentando dormir y “veía cubos gigantes de
azúcar que rodaban en el aire” y se dirigían hacia él amenazándole como si fueran a
aplastarlo, haciendo que se sobresaltara y entrase en pánico. Recientemente en el
análisis asoció esto espontáneamente con los senos maternos y el sofoco sentido en
la relación con su madre.
El padre, siempre ausente, nunca funcionó como un container para la ansiedad
de la mujer y del hijo, ni como un elemento separador y tranquilizador del hijo
facilitándole un modelo masculino de identificación, potenciándose la ansiedad en una
colusión e indiferencia con la madre, que sólo recientemente Miguel consigue
concienciar y a veces contener y elaborar.
Para Miguel, la madre no servía de vehículo de modelos de identificación
masculinos, dificultando y empobreciendo la posibilidad de desarrollo de la identidad
masculina creando incluso situaciones en las que, aliándose al hijo mayor, lo
humillaba, lo que hacía que se sintiera completamente desamparado e infravalorado.
Ogden (1989) refiere que la ausencia de un sólido objeto interno paterno, en la
relación de objeto edípica, inconsciente, de la madre, tiende a provocar un vacío
emocional y a privar al niño de un elemento crucial para la elaboración psicológica e
interpersonal del Complejo de Edipo. La madre con una segura identificación paterna
podría facultar al niño“el tercero fálico” (phallic third) que le permitiría escapar del
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Juan, de 28 años, comenzó con su análisis hace cerca de ocho años. Estaba aislado
en casa, por crisis de pánico y sentimiento de incapacidad, desvalorización y gran
impulsividad y agresividad. Al principio, el análisis se centró esencialmente en el
miedo a perder el control de la agresividad con impulsos violentos por agredir a la
madre con la que había dejado de hablar “como medida de protección” por las críticas
constantes que ella le hacía. Juan había tenido desde niño una relación muy próxima
con la madre viviendo una enorme angustia cuando ella se ausentaba.
Alrededor de los cuatro años, coincidiendo con el nacimiento del hermano, la
madre tiene una depresión grave, pasando largos períodos aislada, en la cama no
pudiendo ser incomodada. “Si fui un hijo tan deseado, como dice mi madre, no sé
porqué acumulé tantas inseguridades”.
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Juan, que había idealizado desde pequeño la figura del padre reconoce que estaba
constantemente recurriendo al padre para darse valor ante sus compañeros.
“Físicamente siempre me sentí más el débil de la clase. Si hoy soy bastante alto, fue
sólo en la adolescencia que di el estirón”.
El padre había mantenido durante la infancia de los hijos una relación próxima,
no como padre sino como hermano mayor, lo que provocó hasta hoy un apagamiento
de las diferencias de generación. Hoy, Juan encara con dificultad el envejecimiento
del padre y el hecho de que ya no sea más un superhéroe puesto que él siempre le
había visto reaccionando con enorme agresividad, como reacción a la desesperación
de ver a la figura que siempre había idealizado y fuera su soporte y modelo de
identificación mostrar sus fragilidades como si él mismo corriera el riesgo de
desmoronarse con la decadencia del padre.
Juan tenía su propia empresa junto a un socio. La empresa rápidamente alcanzó
gran éxito para lo que él no estaba preparado; lo invadió el pánico y provocó que
vendiera su parte de la empresa al socio por un precio insignificante. “ Yo sé que hay
muchas cosas que están mal, que me hacen daño pero yo las hago, incluso sabiendo
que me puedo estar perjudicando porque es la manera de hacer que mi padre se
sienta responsable por mis sufrimientos y por mi vida”. A veces el rechazo al éxito y la
violencia contra su padre me han hecho sentir el peligro de suicidio…
En el caso de Juan podremos considerar que las dificultades en estructurar una
identidad masculina más sólida y la existencia de aspectos narcisísticos marcados se
deben a que en el momento de la depresión de la madre, Juan no contó con una
figura sustitutiva, un padre, afectivo y próximo con quien pudiera compensar la
pérdida maternal y rivalizar sin sentirse amenazado de abandono o retaliación.
Es la presencia del padre lo que ayuda al niño ofreciéndose como objeto de
identificación dentro de una relación de intimidad afectiva contribuyendo para la
consolidación de su identidad masculina. La hipótesis de la desidentificación de
Greenson y Stoller (citados por Diamond, 2006), en la que para el desarrollo de la
masculinidad, el niño necesitaría des-identificarse de la madre es muy debatida, si
se considera que los niños que pasaron por esa des-identificación tenderían a
desarrollar una mayor fragilidad y una rígida identidad masculina. (Diamond, 2006;
Reichbart, 2006)
En los pacientes hombres con una frágil identidad masculina ¿habría algún beneficio
en tener un analista hombre? Con una analista mujer ¿habría limitaciones en el
desarrollo del proceso analítico por una tendencia a mantener a los pacientes en
posiciones regresivas con el intuito de evitar la erotización en la relación analítica?
En la relación con Miguel, inicialmente mi actitud fue de container, intentando
intervenir para contener y disminuir la angustia que le ponía al borde de la
desorganización. Aunque estaba tranquilo con nuestra relación ésta era enseguida
rechazada, surgiendo la imagen de la madre, de una forma idealizada como el único
objeto confiable. Miguel en esos momentos abandonaba las clases, el análisis, e iba
junto a su madre donde permanecía algunos días. Se dibujaba una reacción
terapéutica negativa, como si el contacto con una nueva relación envolvente y
tranquilizadora le hiciera confrontarse con el abandono y rechazo materno. Negarme
era una forma de negar esa toma de consciencia y mantener la imagen de la madre
idealizada.
Yo, unas veces era sentida como un buen objeto materno, contenedor y
organizador, otras veces como el Otro, el tercero, en una identificación con la figura
paterna, aquél que lo pretendía separar de su madre y de sus fantasías
homosexuales. Sentía que esta homosexualidad a la que él se pretendía aferrar
aunque no la practicase, le garantizaba alguna cohesión de su yo que por varias
veces parecía estar al borde de la desintegración, con vivencias de desrealización y
despersonalización. El único momento en el que él mantenía una “intimidad” con una
imagen masculina era a través de sus fantasías homosexuales, que parecían
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Capítulo 20
La identificación con el padre como sustento
de la potencia masculina
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puede un niño incorporar el pene del padre potente sin quedar fijado a él?, ¿cuáles
son las dificultades que atraviesan estos sujetos para asumir una sexualidad potente,
no sólo en la manifestación de ésta, sino en su capacidad productiva, en gozar de lo
que hacen, sin tener la angustia homosexual que los paralice?” (Bleichmar, 2006)
¿Como hace un niño, entonces, cuando al interior de la familia el padre lo está
seduciendo y la madre lo está ignorando? El chico no puede encontrar otra salida,
porque lo están presionando por los dos lados. Ante esa situación de huída de la
madre, traslada su demanda al padre, y el padre, que ya es un seductor, toma para sí
a ese niño hambriento de afecto.
A través de la presentación de un paciente, quien ante el deseo de agradar o
competir con el padre en todo lo que realiza, pone de manifiesto su incapacidad para
separarse de él, de asumir su vida como propia, y, con la desilusión de no poder
lograr la atención de ese padre sin una alteración en cuanto a la elección del género,
pero sí en cuanto a la potencia masculina, muestro las dificultades que tiene para
asumirse como tal, de ser potente. En estos casos, ¿bajo qué formas constituye el
hijo varón no solo su identidad de género, sino la potencia genital que le de el rasgo
dominante a su sexuación?
Freud consideraba que el primer objeto de amor del bebé, de cualquier sexo,
es la madre. Como dice Bleichmar y otros: el padre solamente puede ser conocido,
en un principio, a través del deseo que la madre tiene por él y en cómo se lo trasmite
al hijo; la función del padre desde un principio es hacer la interdicción del deseo de la
madre de apropiarse del hijo; pero ¿qué sucede cuando la madre no catectiza
adecuadamente a su hijo y el padre se excede en su libidinización al mismo?, ¿qué
ocurre cuando el padre no hace su función en cualquiera de los tiempos de
constitución de la masculinización, sino más bien opera como un doble de la madre al
erogenizar al bebé, y no lo separa de la madre? Se trata de una madre insatisfecha
con su compañero sexual, quien entonces se vuelca hacia el hijo, procurando que
éste llene el vacio que le deja su varón. Transgeneracionalmente es necesario que la
madre desee al hijo, asimismo, que manifieste deseo de tener un hijo y a este hijo en
particular. Es necesario que sea capaz y que favorezca en el niño la identificación con
su sexualidad anatómica; esto no sucede cuando la madre sólo lo necesita para
cubrir su falta de compañero. Estas madres, invasoras pero no tiernas, provocan el
alejamiento del niño hacia el padre seductor.
Siguiendo el pensamiento de Silvia Bleichmar enuncio brevemente los tres
tiempos de la masculinización: el primero es en el que se instituye la identidad de
género; no es aún un carácter genital, ya que no sostiene todavía la diferencia
anatómica, pero ya implica un cierto posesionamiento, en relación a lo que el otro
significativo enuncia: eres “niño” o “niña”, tienes que vestirte de tal o cual forma o
expresar tus sentimiento así o asá; es lo que sería el deseo de los padres. Este
primer tiempo, en el cual se marca el “qué se es” en el núcleo mismo del yo y se
instalan los atributos que la cultura, en la cual el niño se insertará, considera
pertinentes para uno u otro sexo, coexiste el polimorfismo perverso, que es anterior al
reconocimiento de la diferencia anatómica. Es la identificación ofrecida por el otro, es
la operatoria ejercida por el otro humano, lo que el otro refleja de mí mismo, tal y
como se funda en el estadio del espejo, que le abre la posibilidad de una propuesta
identificadora que lo humaniza.
En el segundo tiempo se establecen las diferencias de los sexos. Recordemos
que la estructura del complejo de Edipo implica un aspecto positivo, en donde se
tiene una relación tierna el padre del sexo contrario y una relación hostil el del propio
sexo, debido a que es obstáculo para la satisfacción del deseo. También existe el
complejo de Edipo negativo, en donde el progenitor del mismo sexo se ve favorecido
por los afectos tiernos, y el del sexo contrario por la rivalidad y el odio. “Esta
injerencia de la bisexualidad es lo que vuelve tan difícil penetrar con la mirada las
constelaciones de las relaciones de objeto e identificaciones primitivas, y todavía más
difícil describirlas en una síntesis” (Freud, sobre la sexualidad femenina).
El niño varón recibe de parte del padre el pene que le otorga la potencia de
masculinidad y el ejercicio de ésta. Es paradójico que sea a través de la donación del
pene. Por otra parte, de acuerdo a lo que significa el pene para la madre, la
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valoración que le atribuye, tanto al pene del niño como al del hombre, determinarán
cómo se constituye el narcisismo de la masculinidad. Es decir, el pene no es
suficiente para constituir la masculinidad genital y la potencia fálica en general. “Es
necesario que el pene se envista de potencia genital, la cual se recibe de otro
hombre” (Bleichmar 2004). El tercer tiempo es el simbólico, y es producto de la
resolución del Edipo. En éste entran las identificaciones secundarias: qué tipo de
hombre va ser, la conformación de sus ideales y de su conciencia moral. En la
tradición clásica del psicoanálisis sería el asumirse como hombre, el identificarse con
el padre del mismo sexo.
Voy a compartir una viñeta clínica que ejemplifica como un hecho de
seducción del padre (quien además es muy persecutorio) y la desvalorización del
paciente provoca un proceso identificatorio del hijo con el padre: el primero se
convierte en el padre.
Viñeta clínica
P. Ayer empecé a sentir otra vez la angustia, no fuerte, pero, así como
desesperado, no como otras veces pero así como angustiado, pues, este,
como, la necesidad de hacer algo, que algo deje de hacer. Hoy en la
mañana fui hablar con el Director, le comente algunos casos que había
por ahí, que a mí me parecían mal. El me dio todo su apoyo, no. Si tú me
dices que no firme el contrato no lo firmo. A partir de ahí todo el día me la
pasé bien. Incluso, hasta el mal genio que traía otros días se me quitó, no
sé hasta qué punto de un giro esto, me sentí cómodo, estando bien con
mi jefe, me apoya.., para mí es muy importante ese apoyo, horita me
siento tranquilo pues, después de ese rato. … el me mandó hablar. No
tuve que ir yo, yo ya iba para su oficina cuando me dijeron que me
hablaba, ya le comente el caso tranquilo pues. La importancia… no se, la
figura que tiene él para mí. Así como si hubiera quedado bien con mi
papá. Si llegué a pensar eso, recordé que cuando mi papá quedaba
contento con algo conmigo, y a pesar de todo lo que digo que no me cae
bien y todo eso, yo me quedaba satisfecho…
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Referencias bibliográficas
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Capítulo 21
“¡Las mujeres son unas copionas! hay que botarlas a la
basura” Fobia a lo femenino en un niño de cinco años (el hijo)
Carmen Rosa Zelaya Pflucker
Los trabajos que presentamos Johanna Mendoza Talledo (capítulo siguiente) y yo, se
basan en el análisis de dos procesos terapéuticos que se desarrollaron
temporalmente en forma paralela: el de Julián y su hijo Pablo de cinco años de edad.
La importancia de esta comunicación radica, primero, en la posibilidad de observar
los conflictos intrapsíquicos así como las dificultades en el mundo de relación tanto
del padre como de su hijo. Segundo nos permiten observar el papel de las
identificaciones inconscientes en la construcción de la identidad masculina y
reflexionar sobre el tema de la transmisión de los modelos de una generación a otra
(transgeneracional). Esperamos que estos escritos contribuyan a la reflexión del
estudio teórico y clínico de la constitución de la identidad masculina, tema que
consideramos no ha sido frecuentemente puesto de relieve como lo exigen los
cambios actuales.
Según una leyenda del Talmud, el Midrash, el niño al nacer queda dotado de
un conocimiento universal; sin embargo agrega que, un ángel aparece, toca con su
dedo su labio superior y este conocimiento se desvanece inmediatamente en el
olvido.1 Al parecer, esta leyenda da cuenta de la intensidad elaborativa que supone
para el psiquismo humano atravesar por el laborioso proceso de representarse los
distintos sucesos básicos de la vida y por ende uno de ellos, la sexualidad.
En la actualidad resulta muy difícil precisar el contenido de esta noción.
Sabemos que Freud encontró grandes resistencias y oposición frente a sus primeros
planteamientos acerca de la sexualidad infantil. Abordar su comprensión supone
distinguir claramente lo sexual de lo genital. La alusión a lo arcaico como aquel primer
momento de encuentro pulsional con el ambiente psíquico, en el cual las fantasías
originarias dan lugar a la inscripción de las primeras huellas psíquicas, como lo
señala André Green (1990), abre una perspectiva de exploración más profunda en la
comprensión de las primeras formas primitivas de organización psíquica.
Joyce Mc Dougall (1998) sostiene que “en los orígenes mismos, la sexualidad
humana es esencialmente traumática. Los múltiples conflictos psíquicos que surgen
del choque de las pulsiones internas y la fuerza coactiva y despiadada del mundo
externo se inician en el primer encuentro sensual del bebe con el seno” (p.11). Esta
afirmación, compartida por el mismo Green, hace suponer en la intensidad afectiva
que se juega en los primeros contactos corporales. La angustia, va a configurar un
primer modelo de relación, movida por las expresiones pulsionales más puras, dentro
de un marco de confusión total.
Al observar a un bebe recién nacido, ¿podemos considerar que en el modo de
entrar en contacto con el cuerpo de su madre pueda tratarse de una sexualidad
orientada al placer? O más bien de una imperiosa necesidad inicial de sujetarse, de
una angustia primaria por sobrevivir (Pérez, A. 1996), o de búsqueda de prolongación
fusional del estado fetal (Bouchart-Godard, 1992; Kristeva, 1980), y que todo ello se
transforme y conduzca progresivamente al descubrimiento de la sensación de placer,
sexual.
El cuerpo femenino, el de la madre, con sus texturas, temperaturas y olores
constituye la primera referencia de placer (Aulagnier, P, 1993), pero de quien también
emergerá, como lo señala Sophie de Mijolla (2004) el fantasma de una madre diosa
arcaica, omnipotente e indiferente, representante del “continente negro”, a través de
la cual la aberración suprema será el imaginar que sólo puede desear objetos para su
propio beneficio.
1Leyenda citada del texto de Janine Chasseguet-Smirgel Freud and female sexuality:the consideration
of some blind spots in the exploration of the “dark continent”.
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Viñeta clínica
Motivo de consulta. Los padres de Pablo consultan preocupados por sus reacciones
violentas, confiesan sentirse impotentes por no poderlo detener. Ataca a golpes e
insultos a sus padres, hermano menor y personas cercanas gritándoles lleno de rabia
cuando no obtiene lo que desea, “quiero que se mueran!”.
El padre ubica el comienzo de estas reacciones en el momento que la madre
queda embarazada de su segundo hijo, dice que se vuelve temeroso, irritable y
celoso a partir de entónces. Por su cuenta confiesa sentir él mismo mucho rechazo a
saludar a las mujeres con un beso, recuerda cómo lo obligaban de niño a hacerlo y
por eso no se lo exige a Pablo. La madre se muestra deprimida y temerosa, tanto de
las reacciones de Pablo como de las de su esposo. Dice que él también es muy
exigente, perfeccionista y explosivo.
Antecedentes. Los padres de Pablo son dos profesionales jóvenes, y de exitosa
ubicación en sus respectivos trabajos. Deciden tener a Pablo luego de acabar ambos
sus estudios de postgrado. Comparten la alegría del embarazo, se preparan
asistiendo a cursos y leyendo libros sobre crianza. La madre comenta haberse
imaginado muy desprendida, de poder seguir con su ritmo normal de trabajo, viajando
y continuando su vida normal de antes. Sin embargo, ella deseaba también ser una
madre diferente a la suya, a quien recuerda muy ansiosa e incapaz de hacerse cargo
de sus hijos, quienes fueron criados por sus abuelos.
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Pablo: Ella (la bebita) corría como loca por toda la casa y se estrellaba
muy fuerte contra la pared, muchas veces.
Terapeuta: Debe dolerle mucho cada golpe.
Pablo: Lloraba a gritos.
Terapeuta: Alguien debe venir cuando la escuchen.
Pablo: Nadie la escuchaba
Terapeuta: Pero dónde estaban sus papás?
Pablo: Estaban lejos, en la oficina, nunca la iban a escuchar porque
además no había nadie cerca.
Más adelante, ya a los cinco años, cuando Pablo comenzó a asistir solo a sus
sesiones, desnuda a las muñecas y con rabia garabatea sus cuerpos, mientras
exclama, “Las mujeres son unas copionas! Hay que botarlas a la basura! Y nunca
más las vayas a recoger!”. También expresa una profunda frustración y angustia las
veces que no lo entiendo o que no puedo satisfacer alguno de sus deseos, me ordena
a gritos, “No me mires! No pestañees! No respires!... y no me voy a controlar! Porque
mi papá también me grita a mí y a mi mamá, y no se controla!”. Al año y medio de
transcurrida la terapia con Pablo y sus padres, me llama el padre muy conmovido
para pedirme una sesión para él solo.
Discusión
La historia de Pablo da cuenta del fuerte desencuentro sufrido desde los comienzos
de su vida, traumático en su contacto con el seno. La evidente intensidad de sus
necesidades pulsionales sufren una insoportable frustración al enfrentarse con padres
ansiosos, inexpertos y sin el apoyo ambiental que necesitaba la madre para sostener
y responder las demandas de Pablo al nacer. Las sucesivas experiencias de
frustración parecen haber dejado enquistado un profundo y desgarrador sentimiento
de desamparo e incomprensión. En cada frustración pareciera revivir el dolor de la
desvalidez, del desamparo y la angustia temprana al sentir que su integridad queda
expuesta al peligro de ser atacado por aquellas figuras poderosas y salvajes que
provienen de sus fantasías primitivas.
P. L Assoun (2006) destaca la experiencia de impotencia y mortificación frente a
situaciones que activan la angustia de castración como una vivencia muy cercana a lo
real. Señala que, “La forma propiamente fóbica de la angustia, con esa vivencia de
estar “acorralado”, revela el temor central de feminización...el hecho de estar a la
merced del Otro y de ya no “poder poder”, hace que responda mediante el pánico” (p.
75).
Pablo se encontraba sumido en un estado de impotencia y pavor. Fijado en
un modo arcaico de relación objetal, abrumado por el miedo a “quedarse sin comida o
a que se la mezclen”, como también a ser comido por los mounstros o ser violado por
“la arcaica divinidad paterna y/o por el cocodrilo materno”. Su necesidad de
aferramiento e intolerancia a la separación estaría estrechamente relacionada a las
sucesivas interferencias en el desarrollo de la “preocupación maternal
primaria” (Zelaya,C.R. 2007), cuando la madre confiesa su impotencia para atender y
cuidar a Pablo, y su deseo por volver pronto al trabajo. Pablo era identificado por la
madre como el hijo “agresor” (Raphael-Leff, J, 1995) que debía ser expulsado, como
él mismo hacía con sus aspectos más vulnerables proyectados en las figuras
femeninas. Arrojarlas a la basura expresaba su desesperación por desaparecer tales
aspectos de su espacio vital.
Las escenas de violencia y crueldad contra el cuerpo femenino reflejan así
mismo su necesidad por matar o destruir a la mujer-madre de la temprana infancia,
por temor a verse atrapado claustrofóbicamente en su poder.
Dentro del contexto de una relación de objeto, R.J Perelberg (2003) señala que la
“pasividad” está asociada, en términos de lo arcaico, a la fantasía de una posición
específica en la situación de seducción de la escena primaria. Precisa que, el repudio
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Capítulo 22
Algunas reflexiones sobre la subjetividad masculina:
Julián y la búsqueda de su masculinización (el padre)
Johanna Mendoza Talledo
Para el niño varón, la madre de la prehistoria, figura arcaica investida con todos los
atributos de completud y grandiosidad, no es la misma que se constituye en objeto de
deseo a partir del reconocimiento de la diferencia sexual anatómica. Ella, luego de
este reconocimiento, caerá “bajo el signo de la derrota narcisista que atraviesa tanto
al sujeto como al objeto” (Bleichmar, 2006). No existiría una continuidad, sino
precisamente una discontinuidad marcada por la ambivalencia y por la presencia de
un padre sexuado, figura que desde los inicios de la vida ha estado presente, pero sin
embargo cobra una específica significación en este momento del desarrollo del niño.
En los primeros tiempos no hay padre con función instauradora de la ley, de la
función estructurante, no hay padre de la prohibición, del ideal del yo. La presencia y
proximidad del cuerpo de quien podríamos llamar padre primigenio, además del lugar
que posee dentro de la mente de la madre, ocupa el lugar del tercero o separador del
vínculo fusional inicial con ella, Klein se refirió a este momento como la función de
corte antes de poner de relieve su función de interdictor. Estas primeras inscripciones
ingresan como representaciones que, debido a la fuerza de las pulsiones
provenientes de la madre primigenia, pueden ser conceptualizadas como
representaciones residuales (Bleichmar, 2006).
Freud (1920) señaló en Más allá del principio del placer que en la etapa
edípica, la efervescencia de la vida sexual infantil está condenada a la extinción
porque los deseos del niño no son compatibles con la realidad. “La perdida del amor
del objeto materno y el fracaso dejan tras de sí una permanente herida narcisista, la
que contribuye mas que ninguna otra cosa a un sentimiento de inferioridad”.
Asimismo, Chasseguet- Smirgel (1976) subraya la necesidad de considerar la
realidad fundada en la correlativa y absoluta diferencia entre generaciones. Cuando el
niño varón se percata de la diferencia anatómica, la realidad no es que la madre está
castrada, sino que ella posee una vagina que el niño no puede llenar o satisfacer. La
realidad es que el padre posee un pene que el pequeño niño no tiene.
Entonces el niño debido al estado de desvalidez con que nace y la
consecuente dependencia materna (la hilflosigkeit freudiana), y segundo al
sentimiento de inferioridad generado por la percepción de la diferencia entre
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Material Clínico
La primera vez que vi a Julián me impresionó como una persona que en la tipología
de Kretschmer se le describiría como leptosomático: bajo, delgado, ágil, de cara
angulosa y ojos alertas, subió las pocas escaleras antes del ingreso al consultorio y
justo antes de saludarme me dijo “sorry, pero tengo dificultad de tocar a las mujeres”.
Los temas que traía a sesión eran descritos a través de un discurso
marcadamente racional, lógico, competitivo. Su contenido estaba relacionado
frecuentemente a las dificultades que se presentaban en el espacio laboral. Julián
expresaba la urgente necesidad de poder “vencer” estos obstáculos y principalmente
a los otros, cuando aquellos simbolizaban figuras de autoridad, invirtiendo buena
parte de su tiempo y energía en estas “estrategias de guerra”. Ésta fue la manera en
que Julián me comunicó cuan invadido y perseguido se sentía por toda esta
problemática de competencia, lucha, rivalidad, y de demostración compulsiva de
potencia, y cómo frente a las mínimas frustraciones reaccionaba con un gran esfuerzo
por controlar la situación.
Con mucha menos frecuencia Julián habló sobre la relación con su esposa e
hijos, esto llamó mi atención debido a que precisamente uno de ellos estaba en
terapia por aquel entonces. A su esposa la presentó como su socia, como aquella
compañera en quien confiaba y junto a la cual estaban ambos comprometidos en “no
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repetir el pasado” Con respecto a sus hijos expresó “quiero brindarles protección,
apoyo y soporte para que no les falte nada porque ya sufrirán en el futuro, yo quiero
ser el padre perfecto mientras que son niños porque cuando crezcan se
desilusionarán de mí….como es lo normal…no?”
Julián se entregó con fervor a “hacer su vida solo”, terminar la carrera y ser un
profesional exitoso. Creo posible que el participar en la terapia de su hijo lo puso en
contacto con esta problemática guardada celosamente de su conciencia, y fue aquella
experiencia la que resquebrajó su “geoda psíquica”. Geoda Psíquica es un concepto
que propone Joan Raphael-Leff (1994) para referirse a una compartimentalización
sellada en relación a un trauma tan profundamente perturbador como para borrarlo de
la memoria, mientras que se conserva por ejemplo, una aguda ansiedad, repeticiones
y actuaciones temáticas sobre la falta, el trauma o la ausencia, que van mas allá de la
comprensión en la vida cotidiana. “El umbral de la experiencia de la escisión de la
geoda es la intensa reentrada vívida al área original del trauma, junto con la
hiperexcitación física, la imaginación vívida y el afecto abrumador” (Raphael-Leff,
2006). Luego del resquebrajamiento de la geoda psíquica de Julián, expresada en
esta crisis de celos, sobrevivo el reconocimiento paulatino y doloroso de sus
dificultades.
¿Qué significó para Julián que su madre hubiese mantenido una relación
amorosa con otro hombre que no era su padre? ¿Por qué se sintió tan avergonzado
frente a su grupo de pares y no sintió, por ejemplo, rabia, dolor, pena o decepción?
¿Julián se percibía y percibía a su padre, insuficientemente masculinos para retener/
satisfacer a su madre?
Hacia el segundo mes de terapia, llevado por el deseo de mejorar sus
distantes relaciones con los compañeros de trabajo se impuso la tarea de asistir a las
diferentes reuniones sociales, a compartir horas de almuerzo, etc. Se sintió muy
contento con la buena respuesta de parte de todos y comenzó aventurarse en hacer
bromas especialmente a una de sus compañeras. En una ocasión le dijo que se dejara
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de refunfuñar tanto porque se estaba poniendo tan fea como la madrastra de Blanca
Nieves. En una siguiente oportunidad ella le respondió que, con su afán de tener
todo bajo control y creerse lo máximo él era como Lord Farquuad. “Me mató. ¿Tú
conoces a Lord Farquuad?” me preguntó. Los que han visto Shrek, recordarán al
Gobernador de Duloc, de poco más de un metro de alto, limpio, ordenado,
egocéntrico y con ansias de poder, y que para tener una mejor apariencia usa una
armadura la cual tiene piernas que lo hacen lucir más alto.
Esta imagen que Julián me confiaba me permitía entender su imperiosa
necesidad de poder como compensación de la falta de potencia masculina. En este
sentido podríamos interpretar las piernas/ prótesis del personaje, como aquel
agregado que le permite en su fantasía tener un falo potente (¿aquel que su padre no
le ofreció?) y la armadura de metal nos sugiere una referencia a su propia armadura
defensiva que oculta la falta ¿falta de potencia, aquella que da sentido a su
masculinidad?
Meses más tarde Julián recordaría una experiencia de contenido homosexual
cuando tenía 11 años. Coincidieron en el baño con un amigo del barrio y comenzaron
un dialogo sobre cómo se “tiraba” a lo que Julián respondió “no sé, creo que con esto”
enseñando su pene mientras orinaba; el otro púber también hizo lo mismo en el
preciso momento que entraba el mayor del grupo y los vio. Esto llevó a una serie de
burlas e insultos entre todo el grupo que los tildaban de maricones, y para salir del
problema el amigo implicado dijo que Julián lo había obligado a mostrar su pene.
Julián se sintió decepcionado (por la mentira) e injuriado (por el insulto) y trató en
vano de defenderse con explicaciones. Cuando llegó a su casa le contó al padre lo
sucedido y éste le contestó: “Te quedan solo dos alternativas ó te quedas jodido con
el cartel de maricón y te callas, o vas y le rompes la cara” Julián salió al día siguiente
a pegarle a este amigo pero él había viajado fuera del país, así que “cegado por la
cólera” y de manera impulsiva comienza a pelearse con todo el grupo. “Claro que me
masacraron pero por lo menos rompí dos bocas” Al año siguiente este amigo vuelve
para vacaciones y Julián al verlo en la calle, sin pensarlo dos veces se le abalanza y
comienza a pegarle de tal manera que tres adultos tuvieron que detenerlo. Describe
que dejó al compañero tan mal herido que lo llevaron a una clínica y que estaba tan
furioso que si no lo detenían lo hubiese matado.
En la siguiente sesión él volvió a recordar el incidente de los 16 años,
agregando que al día siguiente del pleito y de su denuncia, ve a su madre con signos
de haber sido golpeada, se dirigió donde su padre para “cuadrarlo” y éste le dice:
“que vienes a decirme algo maricón, si tu sabías lo que pasaba y no hiciste nada”.
En resumen, la historia de Julián nos permite entender de qué modo los
eventos sucedidos en su adolescencia se configuraron como una experiencia
traumática que determinaron la constitución de una identidad de género masculina y
estilos de relación particulares: con los hombres a través de una marcada, singular
competencia y rivalidad, y con las mujeres mostrando una fuerte desconfianza y un
reiterado evitamiento, conformándose un modo compulsivo de demostración de su
potencia masculina.
Propuse al inicio que para entender la complejidad de la construcción de la
subjetividad masculina, se tiene que considerar la confluencia de dos vertientes: en
primer término una mirada materna que otorgue valor al órgano que posee su hijo
varón, como representativo de la masculinidad y de la potencia masculina genital,
órgano que marca la diferencia y que brinda placer. Todo indica que la madre de
Julián no pudo cumplir con esta función. Más bien reforzó una imagen arcaica de
madre preedípica insensible, omnipotente, todopoderosa, abandonadora cuando lo
hizo espectador reiteradamente de su relación amorosa. En la fantasía de Julián, esta
injuria narcisista y el abandono pareciera haber sido interpretados como un rechazo
por su falta de virilidad.
Por otro lado, el padre fue una figura distante, que lo descalificó drásticamente
en su masculinidad (que vienes a decirme algo maricón, si tú sabías lo que pasaba y
no hiciste nada). No acompañó ni sostuvo a Julián para que éste procesara sus
angustias respecto a su masculinidad. A diferencia de ello ofreció mensajes sobre lo
masculino como sinónimo de impulsividad, actuación y violencia. Es elocuente la
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asociación con Lord Farquuad, aquel pequeño hombre con piernas adicionales para
lucir más alto, representando su self empobrecido y disminuido, proveyéndose él
mismo un pene sustituto para dar/ darse la imagen de potencia masculina, aquel
órgano que confirmaría su masculinidad y que el padre no le ofreció como modelo.
Injuriado y sintiéndose culpable por la denuncia realizada, la que desencadenó
el derrumbe familiar, Julián guardó, como el mismo lo describió “en un cuarto”, en una
Geoda psíquica, todo su desamparo, odio, angustias, y culpa y a través del
mecanismo de escisión separó de su conciencia el temor al ataque, el temor a no ser
suficientemente masculino y potente, y la amenaza de la cercanía de los otros,
especialmente de las mujeres, y destinó buena parte de su energía en continuar
peleándose, siguiendo la recomendación del padre. Julián construyó de esta manera
un mundo particular monocromático. Sin embargo reencaminó gran parte de su
esfuerzo en su proceso terapéutico. Paulatinamente fue percibiendo un mundo con
matices y color, donde a los dos años aproximadamente en terapia, expresó que el
sonido de las palabras de las mujeres comenzaban a relajarlo, donde estaba
emocionado por reconocer los olores de las personas, y donde ya no sentía tanto
temor por abrazarse con los otros.
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Capítulo 23
Repercusiones emocionales del aborto en los hombres
Dolores Montilla Bravo
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Conclusiones
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Capítulo 24
Las alteraciones en la relación hombre-mujer
en la contemporaneidad
Eliane de Andrade
En la historia del psicoanálisis solemos escuchar acerca de las mujeres de una forma
despectiva. Ganaron la categoría de la histeria, transformando este cuadro en
femenino. Son tratadas como costilla de Adán, a quienes les falta algo y por ello no
consiguen ser seres humanos suficientemente adultos. A pesar de que Freud (1912)
haya declarado su poca comprensión sobre ellas, continúa en 1931 (Sexualidad
femenina) afirmando la correlación fálica del clítoris.
Sabemos que al crear una teoría se torna necesario englobar todas las partes
sobre el paradigma inicial, bajo el riesgo del edificio teórico desmoronarse. Así, Freud
tal vez no haya podido volver a ver sus puntos de vista sobre la mujer, una vez que el
"falo" es el centro de la teoría de la castración y del complejo de Edipo. Pero aún ante
la constatación de que no podría equivaler el Edipo femenino al masculino, nuestro
maestro siguió adelante dejando a las mujeres por cuenta de sus seguidores.
Para Freud que llama a la mujer de "criatura que no tiene pene" (1931:266), la
niña descubre "su inferioridad orgánica" lo que la conduce a: 1) cese de toda su vida
sexual, 2) una desafiante super enfatización de su masculinidad y 3) dar los primeros
pasos hacia la feminidad definitiva. Delega para la mujer de esta forma, un lugar
donde precisa abstraerse de su agresividad y conformarse a la pasividad. Si la libido
es una sola, como él postula, ¿no sería lógico que la agresividad en la mujer y la
necesidad de ser reconocida fuera vista de manera similar a la del hombre? Quiero
decir, ¿hombres y mujeres no deberían ser vistos con sus diferencias anatómicas y
psicológicas, sin uno ser término de comparación o equivalencia para el otro?
Pienso de qué forma el psicoanálisis, fundado en esta visión falocéntrica, ha
contribuido para una visión aún estereotipada y consternadora de la mujer, en la
contemporaneidad. A través de la clínica podemos ver que hombres y mujeres
todavía sufren con la duda de lo que se debe o no hacer, para ser considerados
realmente hombres y mujeres. Pero al final, ¿qué es un diálogo entre hombres y
mujeres en la actualidad? ¿Será que cambiaron las configuraciones de las relaciones
en la contemporaneidad? ¿Estarán las mujeres de hoy más aptas para una relación
que sus antepasadas? ¿Los hombres estarán más cerca de las mujeres con los
avances que ellas tuvieron con relación al trabajo, estudio, sociedad? ¿Podrían las
mujeres comprender y amar a los hombres siendo que compiten con ellos? ¿Podrían
los hombres amar a su competencia?
Parece que los cambios en el funcionamiento social de las personas sólo logra
un verdadero éxito tras algunos siglos. Entonces, ¿qué encontramos en nuestra
clínica en cuanto a la relación hombre y mujer? Partiendo del conocimiento
psicoanalítico, nos atenemos al hecho de que las teorías priman por un énfasis
masculino. ¿Para qué sirve un hombre? Preguntó la hija de una amiga de una
paciente que había acabado de separarse. La niña de siete años no conseguía
comprender todo el sufrimiento que la madre había pasado en la separación y la
ausencia del padre. Después no comprendía la falta de él dentro de casa pues sus
fantasías de que algo terrible ocurriría no se habían cumplido. De esta manera, con
todo provisto en casa, la niña le pregunta a su madre sobre que hacía el padre allí, ya
que ellas sobrevivían tan bien sin él.
¿Qué lugar ocupa un padre en la mente de un niño que formula una pregunta
de esas? ¿Qué lugar ocupa este hombre en la mente de su mujer? ¿Qué lugar o
noción de hombre ocupa en la mente de este hombre? Según Muraro (2002) " por el
superyó, el padre es subjetivado y el hombre consigue finalmente, tornarse padre de
sí mismo, pero a costa de su verdadera autonomía, tornándose por el superyó,
dependiente de las reglas sociales y de la autoridad moral colectiva, mucho más
intensamente que la mujer. Y es por ello que él nunca consigue alcanzar la plena
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individualidad". Por esto, la autora postula que la mujer podría volverse un ser más
ético por tener la libertad de cuestionar la moral impuesta autoritariamente por el
superyó. A ella le compete el manejo de la docilidad que le permita el aplacamiento de
la severidad del superyó, sin perder el rumbo de la cultura.
Por otro lado, ¿cómo mantener esta docilidad que la mujer murariana debería
tener si contemporáneamente ella requiere ocupar los mismos lugares sociales que el
hombre? ¿Con qué tiempo bordará la ternura y la docilidad necesarias para la
constitución de un hogar si está tan ocupada como el hombre? Mejor dicho (perdón a
las feministas), más ocupada que el hombre, pues -en la mayoría de los casos- este
todavía no divide las tareas del hogar realmente, sin hablar del tiempo que la mujer
necesita para arreglarse para el día a día con una apariencia exigida tanto interna
como externamente. Pienso que aquello que acerca a los hombres y las mujeres
permanece igual a través de los siglos; sea, deseo de amor, sexo, protección, familia.
Pero, ¿qué es lo que cambia contemporáneamente?
Ilustración en la vida
R. es una abogada exitosa, de 34 años de edad, casada, con un hijo. Su marido tiene
40 años y es también abogado. R. busca el análisis para intentar entender una
tristeza que le viene a menudo, durante la vida. Sin ser depresiva, la tristeza que ella
comunica es una constatación de que no puede cambiar a los otros. Casada desde
hace diez años, describe al marido como alguien que lleva una vida separada de la
suya. Él tiene su clientela, amigos, hobbies y otras actividades de las cuales ella no
participa. R. se queda en casa con su hijo buena parte de las mañanas, tiene su
propia clientela, practica natación y sale mucho con sus amigos.
R. relata que se siente muy sola y para completar, viven alejados de la ciudad.
Por ello, a lo largo de los años desarrolló una serie de amistades masculinas para
compensar la ausencia del marido. Teniendo la misma profesión que él, ella se
pregunta por qué él no tiene tiempo para ella. A pesar de esta constatación R.
mantiene el casamiento y elogia al marido, intentando hacerse creer de que "todo
está bien", que es ella quien precisa de “arreglo”. Los años van pasando y R., que
sólo aceptó acudir al tratamiento psicoanalítico dos veces por semana, va
paulatinamente aclarando la naturaleza de los vínculos que establece; va
quedándose menos triste y descubriendo alegrías independientes de su marido.
Contratransferencialmente él siempre me pareció frío y distante, pensé que tenía otra
relación fuera del casamiento, dado el grado de distancia con R y con el hijo.
A medida que el análisis de baja frecuencia va caminando, R. va percibiendo
que no precisa del marido. En un primer momento, después de un año de tratamiento,
me pide que pase a emitirle los recibos de honorarios a nombre de él; un año
después de este pedido, vuelve a solicitarme los mismos a nombre de ella. En cierta
sesión me dice que su abuela calificaría a su marido de bueno, pues él "llena todas
las latas de víveres". Pasó de esta forma a estar informada de la calidad de proveedor
del marido, calidad esta de la que me admiro, considerando que la paciente cubre
sus propios gastos, los de su hijo y otros. Me viene entonces una sensación de que
R. está buscando un lugar para colocar a este marido que ella no sabe para qué
sirve.
Un año más tarde el marido se presenta celoso por algo totalmente inofensivo
que la paciente hizo y promueve una separación. R. tiene entonces que trabajar
conmigo el sentido de aquel casamiento que ella mantuvo siempre de una manera
algo intelectual. Solamente entonces, en este momento, la paciente relata que el
marido sufre de eyaculación precoz.
Vuelvo al asunto del falocentrismo. ¿Qué es lo que una mujer independiente,
joven, bonita, hace al lado de un hombre que no le provee ni siquiera placer sexual?
¿Por qué el casamiento se torna para una persona de escolaridad universitaria algo
que precisa ser mantenido a toda costa en el 2008? ¿Qué alteraciones en el ideal del
yo de esta mujer ocurrirán por la ruptura del casamiento? Este movimiento de querer
estar casada a toda costa ¿remite al consenso (que el psicoanálisis ayudó a difundir)
de que la mujer no vale nada sin un hombre a su lado?
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PARTE IV:
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PARTE IV: COWAP EN LACOMUNIDAD Y/O ELTRABAJO CON PERSONAS VIVIENDO EN CONDICIONES DE POBREZA
Capítulo 25
Estrategias de intervención en una institución que atiende
niños/as indígenas en riesgo en la ciudad de México
1 Proyecto APM 03-23 /Fondo de coinversión DIF-DF; nuestra gratitud a la Lic. Olinda Ortiz y al
personal de los dos Centros de Día del DIF/DF por su invaluable colaboración, así como a las doctoras
Delia de la Cerda, Rosa Aurora Balderas y María Cristina Chardón por su decidido apoyo al proyecto.
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PARTE IV: COWAP EN LACOMUNIDAD Y/O ELTRABAJO CON PERSONAS VIVIENDO EN CONDICIONES DE POBREZA
bajo) fue llevada a cabo por las dos investigadoras responsables del proyecto a
través de la consolidación de un grupo de trabajo directo2, en el que emergieron los
siguientes temas, propuestos por el grupo y que reflejaban las necesidades del
mismo: 1) Indicadores cualitativos, diagnóstico del personal como equipo de trabajo,
manejo de expectativas y presentación de casos difíciles; 2) Historia clínica y guía de
entrevista; 3) El manejo de los padres y la entrevista inicial, cómo lograr un buen
“enganche” con ellos; 4).Contratransferencia y transferencia, el manejo de los afectos;
5) Revisión del reglamento del Centro de Día 1.
Una vez conocidas las demandas del personal, se impartieron en sábado
diversos talleres 3, con el objetivo de desarrollar las habilidades, actitudes y
conocimientos tanto de formación profesional, como de superación personal, para
que de esta manera, los trabajadores de los Centros pudieran enfrentar y manejar de
manera óptima a las y los niños y a los padres. Asimismo, para establecer un
proceso de re-dignificación de su profesión que esperamos haya impactado a la
población infantil a su cargo. También se ofrecieron becas del 80% a las personas
interesadas en cursar el Diplomado Internacional de la Parentalidad (ver Solís
Pontón, 2002; Solís Pontón et al, 2006) resultando en cuatro solicitudes, de las
cuales, una declinó por razones de salud, las tres restantes concluyeron el
Diplomado. Por otro lado, se ofreció el servicio del Centro de Atención Psicoanalítica
“Ramón Parres” de la APM con una cuota reducida de $90 pesos por sesión; de igual
manera se hizo difusión de otras asociaciones donde podrían obtener el servicio de
psicoterapia con cuotas reducidas, como lo es en la Asociación Mexicana de
Psicoterapia Psicoanalítica de Grupo (AMPAG).
La segunda parte, la evaluación de los niños/as y sus familias fue llevada a
cabo por alumnas del CEP4 El proyecto se presentó ante todos los alumnos como
una oportunidad de aprendizaje profesional y también para realizar su tesis
profesional con el material obtenido del proyecto.
Es importante destacar que las alumnas debían de supervisar cada caso con
un analista socio de la APM o con un psicoterapeuta psicoanalítico egresado del CEP,
especialistas en niños y adolescentes y/o en aspectos interculturales. Se transmitió
una invitación a todos los socios y egresados/as, logrando consolidar una lista de 15
supervisores que ofrecieron su colaboración de manera gratuita5.
2 Con base en los parámetros del modelo de psicocomunidad, la Mtra. Pérez Calderón fungió como
tutora (y observadora silenciosa) y la Dra. Lartigue como supervisora; el encuadre fue de seis sesiones
de tres horas de duración los viernes de las 9.00 a las 12.00 horas en las instalaciones del Centro de Día
No. 1 (en la Ciudadela); se anunció la despedida desde el principio y a partir de la tercera sesión se
manejó en las tres sesiones restantes. Las sesiones fueron audiograbadas, y se siguió el método de
asociación libre durante las mismas; hacia el final se interpretaban las necesidades y demandas de las y
los participantes, a las cuales se procuró posteriormente dar una respuesta con la impartición de talleres y
el Diplomado Internacional de la Parentalidad y la canalización a psicoterapia individual y/o grupal. Una
vez concluido el proyecto se efectuó una sesión más de evaluación y de devolución de resultados a las y
los participantes del grupo también en viernes y con el mismo horario.
3 El proceso de capacitación abarcó también el manejo del Test Psicomotriz de Lauretta Bender; el Test
de la Casa-Árbol-Persona (HTP) y el Test de Familia; asimismo, se llevó a cabo otro taller sobre
“Psiquiatría perinatal e intercultural”; otro sobre “La entrevista inicial en psicoterapia”; y dos más
respecto de “La entrevista inicial en psicoterapia de familia y pareja” y “La entrevista inicial en
psicoterapia de niños y adolescentes”. Se habló también de la transferencia y la contratransferencia, y
se impartieron técnicas de manejo de emociones, de cómo poner límites a los niños/as, de la empatía,
del yo observador. Estos talleres fueron impartidos de manera gratuita por psicoanalistas de APM y un
psicólogo de la Universidad Iberoamericana
4Cinco egresadas de la Maestría en Psicoterapia General: Camille Cassereau, Alma Gutiérrez, Elizabeth
Lomelí, Cinthya Quesada y Elsa Ruiseñor y una alumna de la Maestría en Psicoterapia Psicoanalítica de
Niños y Adolescentes: Bertha Escobar.
5 A los cuales les hacemos llegar nuestro más sincero agradecimiento; en particular, al doctor Jorge
Armando Barriguete quien junto con la doctora Delia de la Cerda supervisaron la gran mayoría de los
casos.
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PARTE IV: COWAP EN LACOMUNIDAD Y/O ELTRABAJO CON PERSONAS VIVIENDO EN CONDICIONES DE POBREZA
Las y los niños evaluados (67 en total) contaban entre los cuatro y los 14 años
de edad. El 40% eran de origen indígena (mazahuas, triques y otomíes) y el 60%
urbano marginales, todos viviendo en condiciones pobreza extrema. Las
problemáticas que se han encontrado en los niños/as y sus familias parten de una
patología transgeneracional en la que se han transmiten graves fallas en la
parentalidad de generación en generación. Ejemplo de esto son: abandono,
negligencia y abuso físico y emocional por parte de los padres, al igual que la
ausencia del padre. Traumas psíquicos que han generado agresividad en el niño/a,
delincuencia y una “pseudomadurez” o parentalización. Se presentaron problemas de
falta de control de impulsos tanto agresivos como sexuales. De igual manera se han
encontrado trastornos propios del choque cultural (aculturación) que viven los
indígenas al emigrar de zonas rurarles a la ciudad, problemas de identidad y
sentimientos de ser discriminados racialmente (por sus rasgos físicos o
indumentaria). Aunado a esto hay que considerar el medio de violencia urbana en el
que se encuentran inmersos6.
Como parte importante de la capacitación del personal, las alumnas brindaron
retroalimentación de los casos evaluados por ellas al personal del DIF y les
proporcionaron herramientas prácticas para su manejo desde su posición de
promotores del desarrollo socio emocional de las y los niños.
La instrumentación del proyecto en el rubro de la capacitación del personal
fue relativamente sencilla, ya que en todo momento contamos con el interés,
participación y disponibilidad del personal. Las reacciones contratransferenciales de
las y los analistas que trabajamos directamente con ellos han sido similares: se trata
de un grupo entusiasta, activo, comprometido, sensible y abierto al cambio que se
moviliza a través del proceso de aprendizaje. De igual manera pudimos percibir la
dificultad que mostraban para manejar los afectos que se activan y re-activan al
trabajar con niños y niñas (y en ocasiones con sus padres) en condiciones de
pobreza extrema. Esto ha sido verbalizado por ellos en todas y cada una de las
sesiones de trabajo y en los talleres de capacitación. Manifestaron también diversas
inquietudes y preguntas sobre: cómo manejar sus afectos ante el dolor del otro, que
se manifiesta en “ganas” de llorar cuando la o el niño o adolescente expresa su dolor;
cómo manejar el desgaste y cansancio emocional que sienten (algunos de ellos
presentaban el síndrome de burnout). Las emociones que expresaron sentir con
mayor frecuencia fueron las de impotencia y tristeza (aunque en el trabajo directo en
las sesiones de los viernes, surgió también el enojo y la ira como defensa ante la
depresión). Diferentes miembros del grupo expusieron situaciones dónde los niños les
provocaban coraje, sobre todo al hablar con groserías o no pedir permiso para entrar,
ante la falta de límites y aparente desinterés, etc. Manifestaron en todo momento su
deseo de saber cómo enfrentar estas situaciones, ya que si bien habían aprendido
técnicas para manejar la problemática en el momento, al final de la jornada laboral,
se quedaban con el enojo, resentimiento y malestar emocional.
El personal se quejó de que los padres percibían al Centro como un
receptáculo para depositar a sus hijos/as y olvidarse de sus responsabilidades como
progenitores; llamaba la atención el hecho de que un buen número de niños/as se
dirigía en ocasiones hacia el personal como papá o mamá. Hablaron largamente de
los ambientes familiares difíciles en los que se encontraban los menores, que
provocaba un sentimiento de impotencia en el personal, ya que no podían modificar
esta realidad, lamentable de verdad en la que viven de millones de niños. Esto
generaba en algunos miembros, sentimientos de desear rescatar a los niños
llevándoselos a sus casas y sintiendo un intenso enojo hacia los padres. Sentían que
su intervención era tremendamente limitada. La carga emocional del grupo era tal que
en varias ocasiones, emergía un llanto profundo y un gran dolor en las sesiones de
los viernes al relatar sus experiencias con los niños y sus familias.
En estas sesiones de supervisión grupal (conforme al método de
Psicocomunidad como ya se mencionó) se intentó brindar la posibilidad de que todos
6Ver al respecto cinco viñetas clínicas en las que se profundiza el problema de la migración interna (de
provincia al DF) y sus repercusiones (Lartigue et al., 2006).
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PARTE IV: COWAP EN LACOMUNIDAD Y/O ELTRABAJO CON PERSONAS VIVIENDO EN CONDICIONES DE POBREZA
los participantes pudieran elaborar las confrontaciones con las propias carencias y la
toma de conciencia de los distintos afectos y emociones surgidos en las interacciones
con los pequeños con el propósito de ofrecerles una salida y ponerlos al servicio de la
tarea primaria de la institución. Asimismo, se intentó favorecer la cohesión e
integración del grupo, y de incrementar la capacidad de autogestión, de autonomía
yoica al modificar patrones de comportamiento y de relación con las y los niños y sus
familias.
Ahora bien, dentro de las sesiones de tutoría (parte técnica del trabajo, las
evaluaciones diagnósticas y recomendaciones de tratamiento para las y los niños)
que la maestra Calderón llevaba a cabo con las estudiantes del CEP (sesiones de
dos a tres horas por semana) se le hizo notar la discrepancia entre la imagen que
tenía del personal (semejante a la de Teresa Lartigue) y aquél que vivían las alumnas
en sus constantes visitas al Centro de Día. Llegaron al grado de decirnos que el
personal con el que nosotros trabajábamos era distinto de aquél que ellas veían; se
preguntaban que a cuál Centro acudíamos nosotras. Las estudiantes relataban
situaciones, ya trabajadas dentro del grupo en las sesiones de los viernes con el
personal, pero que continuaban repitiéndose de manera casi idéntica a como habían
sido narradas al iniciar el trabajo de capacitación. Mencionaron las situaciones de
falta de límites, la dificultad para implantarlos de manera adecuada; esto es, o el
personal se comportaba de manera laxa en un estilo laisse faire o, bien se
desesperaban, y en ocasiones llegaban a los gritos y a enfrascarse en una franca
lucha de poder con los niños/as y/o jaloneos con ellos. También advirtieron
situaciones de contacto físico con los niños/as (abrazos), en una especie de
transferencia erótica o erotizada. En la última sesión de evaluación se intentó
analizar de nueva cuenta todos estos aspectos, con la toma de conciencia de que el
personal por una parte estaba trabajando con una población hiperestimulada en lo
sexual y en lo hostil, agresivo y por la otra, al ser un trabajo diario, cotidiano se
dificultaba la elaboración, por lo que en lugar de reparar continuaban repitiendo los
mismos patrones de comportamiento. No había suficiente espacio para permitir la
reflexión, la simbolización y la mentalización; de ahí la necesidad y la recomendación
inicial de buscar una psicoterapia personal o grupal.
La clara escisión ante estas dos visiones del personal nos ha llevado a pensar
que se trata de un reflejo de la escisión misma de los niños/as que es proyectada
hacia las figuras parentales representadas por el personal, que a su vez la actúa. Los
estados de disociación y escisión causados por la violencia doméstica y la pobreza en
que viven los niños/as a diario es llevada al Centro, “el hogar simbólico”, y
reproducida de manera inconsciente por el personal, que si bien a un nivel de
intensidad mucho menor, podría contribuir a perpetuar el círculo de violencia a través
de la relación víctima/victimario. La inhabilidad y/o la dificultad por parte de un
personal motivado y comprometido, para llevar a la práctica lo aprendido ha sido la
mayor dificultad que hemos vivido.
Es indispensable la instrumentación de un requisito explícito de psicoterapia
individual o grupal para el personal, auspiciado por el propio DIF; o bien que la
institución provea una solución, del tipo de un grupo operativo o de autogestión o de
autoayuda o de crecimiento personal al menos una vez a la semana dentro de sus
horarios de trabajo. De esta manera el personal se beneficiaría, y por ende, los niños/
as y sus familias; recurso sin el cual no se logrará hacer la transición de “la buena
intención” a “la buena práctica”. El no proveer al personal que trabaja con la niñez en
riesgo en condiciones de pobreza extrema, con un espacio de manejo de afectos es
equiparable a no proveer a un policía con un chaleco antibalas.
Por otra parte, pensamos que el trabajo del psicoanalista o psicoterapeuta
psicoanalítico no está únicamente en el consultorio privado, por lo que es
indispensable que dentro de la formación (como psicoanalista y/o psicoterapeuta) se
promueva la identificación del estudiante con el rol de agente social de cambio, con
todos los cuestionamientos que esto conlleva.
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PARTE IV: COWAP EN LACOMUNIDAD Y/O ELTRABAJO CON PERSONAS VIVIENDO EN CONDICIONES DE POBREZA
Referencias bibliográficas
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PARTE IV: COWAP EN LACOMUNIDAD Y/O ELTRABAJO CON PERSONAS VIVIENDO EN CONDICIONES DE POBREZA
Capítulo 26
Prevención de la violencia por medio del rescate
de la función parental en São Paulo, Brasil
Introducción
En este breve texto, que tiene como subtítulo “La escucha psicoanalítica realizada en
una ONG de los arrabales de la ciudad de São Paulo (Brasil)” pretendemos abordar la
experiencia de trabajar con una población que atendimos en la Organización No
Gubernamental denominada “Arrastão” 1. Se trata de habitantes que viven en una
posición social clasificada de exclusión, en que muchas necesidades básicas no sólo
no son tenidas en cuenta como también son continuamente violadas. Cuando
mencionamos “necesidades básicas” también nos referimos a las necesidades del
alma, tal como las definió la filósofa Weil, S. (1949), o sea: necesidad de la verdad, de
orden, de seguridad, de igualdad, de respeto por la propiedad privada y por la
propiedad colectiva, etc. Al estar privadas de este tipo de necesidades, muchas
personas, que en su gran mayoría (más de 70%) son oriundas de las regiones más
pobres del Brasil (noreste), están en situación de desarraigo tanto de la tierra como
de los familiares y de las costumbres. Ellas se ven impelidas a vivir en los suburbios
de la ciudad de San Pablo, o sea, la región más violenta. Por tanto, en la gran
metrópolis se deparan con las peores condiciones para desarrollarse como seres
humanos integrales.
Generalmente, la experiencia psíquica de esta población es la de tener un
fuerte resentimiento, de sentimientos de desvalorización, con vivencias de pérdida de
la dignidad, lo que a menudo provoca graves cuadros psicopatológicos, tales como
depresión profunda y actitudes antisociales. Al estar destituidas de las necesidades
básicas, estas personas, muchas veces, son perturbadas de manera irremediable en
el proceso de constituir el self y el psiquismo. Tal como lo señala Donald Winnicott, las
conductas antisociales muestran una tentativa de encontrar un camino para llegar a
rescatar una existencia sin sentido, para recuperar lo que les han privado. “La
comprensión de que el acto antisocial es una expresión de esperanza se hace vital
para el tratamiento de los niños que presentan dicha tendencia antisocial (…) La
tendencia antisocial se caracteriza por tener un elemento que compele el medio
ambiente a ser importante. Por medio de las pulsiones inconscientes, el paciente
compele a alguien para que se encargue de cuidarlo (…) Cuando hay una tendencia
antisocial, hubo un verdadero despojo (no una simple carencia) (…)” (Winnicot, 1984)
pg139-140.
En una situación de tanta precariedad humana (¿inhumana?) preguntamos:
¿Qué papel debe ocupar el psicoanalista? Pensamos que uno de los papeles a
desempeñar es el de diferenciar cuál es el sentido de la violencia en ese medio y, si
fuera posible, darle a la destructividad otro lugar además de una simple descarga
pulsional. Nos referimos a un lugar de transformación y metabolización para que
pueda llegar a transformarse en lenguaje simbólico.
Sostenemos que el trabajo con esta población debería ser doble: por un lado,
reconocer el sufrimiento que están pasando, atestiguando y legitimando su
1Miembros de la SBPSP que trabajan en esta organización: Alessandra Ricciardi Gordon, Cândida Sé
Holovko, Edoarda Paron Radvany, Maria Elizabeth F. Moraes, Melanie Farkas y Maria do Carmo
Meirelles Amaral
Lartigue, T. y Varela, O. (Comps.), (2009). Género y psicoanálisis. Contribuciones contemporáneas, México: Maria Teresa Lartigue
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PARTE IV: COWAP EN LACOMUNIDAD Y/O ELTRABAJO CON PERSONAS VIVIENDO EN CONDICIONES DE POBREZA
indignación por las injusticias y agresiones que han vivido; y, por el otro lado, crear las
condiciones para que esas personas puedan volver a sentirse dignas al encontrar un
lugar de pertinencia y esperanza en la vida (en que el yo y el ideal del yo estén
fortalecidos).
Este es el relato de una experiencia que estamos realizando desde hace dos años, en
carácter de miembros del Comité Mujeres y Psicoanálisis (COWAP) y también como
integrantes del Sector de Convenios y trabajos en conjunto [Setor de Parcerias e
Convênios] de la Sociedade Brasileira de Psicanálise de São Paulo, junto a una
Organización No Gubernamental. Esta ONG atiende a 1.100 niños y jóvenes que
pertenecen a una comunidad de los alrededores de San Pablo, actividad que se viene
realizando con esa población desde hace 40 años. Dicha institución promueve los
programas de alfabetización y complemento de las actividades escolares, tales como:
deportes, artes, culinaria, música, computación, talleres de diseño de modas,
cuidados con el medio ambiente, etc. La ONG también trabaja en función
multiplicadora al preparar profesores e instructores, ofreciendo su experiencia a otras
ONGs. Uno de los principales objetivos consiste en preparar a los jóvenes para que
puedan ingresar en el mercado laboral, por medio de la creación de condiciones para
que se desarrollen de una manera más saludable en términos emocionales, sociales
e intelectuales. Además de ello, también hay la intención de sacar a muchos jóvenes
del camino de la calle y la delincuencia, y de ese modo se ayudará a prevenir la
violencia urbana.
Empezamos nuestra actividad con un extenso estudio de la institución,
recopilando datos de la población por medio de los educadores que trabajan
directamente con los jóvenes y sus familiares. Este trabajo inicial de diagnóstico
institucional junto a los educadores (cuidadores) con el tiempo pudo revelar que tenía
una eficacia terapéutica, lo que provocó una demanda para continuar la realización de
los encuentros con ellos, ya que no sólo nos ofrecía informaciones sobre la manera
en que funcionaba la Institución y las problemáticas de los niños y jóvenes, como
también expuso la urgente necesidad que ellos sentían de tener un espacio
privilegiado de escucha para elaborar las angustias y el sobrepeso emocional que,
por lo general, provoca el trabajar con este tipo de población. Es así que se creó una
oportunidad para reflexionar al respecto de sus experiencias y también para elaborar
los conflictos que obstruyen el trabajo y así debilitan las funciones (tales como
conflicto con la autoridad, problemas de jerarquía, con la determinación de límites
para esos niños tan difíciles, problemas de rivalidad, el tener que convivir con
historias dramáticas de vida, etc.).
En el decorrer de los encuentros, hemos podido observar cambios relevantes
en el grupo de los educadores, tales como una mayor contención de la ansiedad, de
la impulsividad y también se dio una disponibilidad más grande para escuchar y tratar
a los niños y jóvenes. Es así que se produjo un evidente cambio en la actitud de los
educadores, los que pasaron de una actitud más pasiva a tener comportamientos
más reivindicativos junto a la organización y, de ese modo, se hicieron más reflexivos
y creativos. Con el paso del tiempo, ellos se mostraron más unidos al grupo y mucho
menos angustiados (las quejas relacionadas con la fantasía de depresión
prácticamente desaparecieron. Bien diferente que al principio, cuando el fantasma
traspasaba al grupo). Además de ello, también se redujo considerablemente el índice
de rotatividad del personal.
La experiencia caminó tan bien que despertó el interés del grupo de coordinadores y
de la propia presidencia de la institución, los que empezaron a tener un lugar de
escucha psicoanalítica y a elaborar las cuestiones institucionales.
Después de un año de trabajo, empezamos el proyecto con los grupos de
madres, manteniendo de forma paralela el trabajo que realizábamos tanto con los
educadores como con los coordinadores. Las mujeres que frecuentan los grupos
fueron seleccionadas de entre las madres que tenían niños que presentaban más
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PARTE IV: COWAP EN LACOMUNIDAD Y/O ELTRABAJO CON PERSONAS VIVIENDO EN CONDICIONES DE POBREZA
“La igualdad es una necesidad vital del alma humana. Consiste en el reconocimiento
público, general, efectivo, expresado realmente por las instituciones y costumbres, de
que la misma cantidad de respeto y atenciones es debida a todo ser humano, porque
el respeto se le debe al ser humano como tal y no tiene grados.”( Weil,1949:19).
Ya en la primera sesión con las madres, hemos constatado que apenas uno
de los niños no presentaba quejas de violencia. Las madres estaban muy
angustiadas y no tenían muchas esperanzas de que se solucionaran las dificultades
por las que pasaban. Se sentían impotentes para lidiar con la agresividad y rebeldía
de sus hijos. A menudo, debido a la desesperación, las madres les pegaban a los
hijos, haciéndolo de una forma violenta y así creaban un círculo vicioso de violencias
que se perpetuaban. Debido al clima acogedor que se le ofrecía al grupo, eso
rápidamente permitió que las madres relataran de manera emocionada las propias
experiencias traumáticas infantiles por las que habían pasado. Se trataba de
situaciones en las que habían recibido brutales palizas, muchas veces sin ningún
motivo aparente, y ello les había provocado un enorme sentimiento de rebeldía y
humillación. De modo paradójico, se daban cuenta de que ahora estaban
reaccionando de la misma manera con sus propios hijos, y eso les provocaba una
enorme ansiedad y culpa. Se hacía evidente la transmisión transgeneracional de la
violencia en función de los innumerables traumas que habían vivido en las varias
generaciones y que ahora, se hacían presentes en el grupo.
De a poco, fue posible ir diferenciando, con las madres, los diferentes
motivos para los comportamientos antisociales de sus hijos (ver Perelberg, 1999).
Por momentos la agresividad podía ser vista como una forma de acercamiento y
comunicación; en otros momentos, era vista como la expresión de frustración,
decurrente de varias situaciones de privación o dificultades para atender a las
Lartigue, T. y Varela, O. (Comps.), (2009). Género y psicoanálisis. Contribuciones contemporáneas, México: Maria Teresa Lartigue
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expectativas del medio; otras veces, era una manera de crear una distancia
(separación-individuación) en la relación con los padres que tendían a relacionarse
con los hijos de una forma simbiótica y asfixiante. La posibilidad de examinar, junto
con las madres, todas esas situaciones, nombrándolas, les permitía identificar, en
ellas mismas, muchas de aquellas motivaciones, y era muy provechoso cuando ellas
se veían en el relato de otras participantes.
En varias ocasiones fue posible ayudar a las madres para que
comprendieran la diferencia entre lo que significa autoridad y autoritarismo. Era
evidente que, cuando ellas se sentían desamparadas e impotentes frente a la
agresividad de sus hijos, las madres usaban la fuerza bruta como una tentativa de
controlar la situación, pero con el tiempo se aclaró que la violencia solamente
generaba más violencia. Por lo tanto, fue necesario fortalecer la función materna
para que no precisaran funcionar de un modo tan autoritario y agresivo. También ha
quedado muy claro, en los encuentros con las madres, cómo la experiencia de la
maternidad, para algunas de las mujeres tan necesitadas y sufridas, emergía como
siendo la única posibilidad de mantener vivo todavía un proyecto de futuro. Se
trataba de rescatar la propia historia, una búsqueda de resignificación de sus
experiencias, impedidas por el exceso traumático de violencia, destructor de las
subjetividades. A continuación, vamos a ilustrar el clima emocional que fue vivido
en los grupos de madres por medio de un breve relato de tres historias que
ocurrieron en esos grupos.
Hortência nos cuenta que es madre soltera de una púber de 11 años de edad, quien
presenta muchas dificultades de adaptación en la ONG. El padre de Íris es negro y
cuando la niña nació él decidió abandonar a madre e hija. La familia de Hortência,
que tiene un fuerte prejuicio racial y nunca había aprobado la unión, al ver que Íris
también era negra, se alejó. Hortência, al ser abandonada por el marido y por toda la
familia, desarrolló un gran resentimiento en relación a las personas en general, y a los
hombres en especial. Por ello, se dedicó exclusivamente al trabajo y a cuidar de la
hija.
La mayor parte del día, trabaja como empleada doméstica y a la noche
convive de manera beligerante con la hija. Hortência dice que la hija es muy
inteligente para inventar historias, mentiras, pero que tiene gran dificultad para dar
cuenta de la enseñanza escolar, muchas dificultades para aprender y para prestar
atención en las clases. Desde los siete años que no se queda quieta nunca en el
aula, siendo muy agitada. Íris se siente inferior a las otras compañeras, y a las
primas, por el hecho de ser negra y por sentirse una “burra”. Hortência dice que ella,
como madre, es una persona sin paciencia, que se irrita con facilidad y es agresiva.
Siempre le pega a la hija cuando comprueba que contó mentiras, especialmente
cuando Íris comete algún hurto, porque ella les roba objetos a las compañeras y saca
dinero de las carteras, incluso de las educadoras. La madre dice que, cuando le pega,
la lastima y a veces la agrede con un cinturón mientras su hija se está bañando. Lo
hace para que los vecinos no escuchen los gritos y así no la denuncien ante las
autoridades del Concejo de Menores [Conselho Tutelar]. La madre añade que la hija
está tomando cuerpo de mujer, que le gusta maquillarse, pasear y Hortência teme
que su hija se dedique a la prostitución, por eso la encierra en casa cuando tiene que
salir. Hortência está desesperada por no poder dominar a la hija y porque ya no
puede creerle en lo que dice o hace. El comportamiento de Íris le molesta tanto que
termina por agredirla más de la cuenta. La madre no sabe de qué sería capaz su hija
Íris; a veces tiene miedo de que la hija la denuncie por malos tratos o que invente una
historia para perjudicarla.
Hortência relata que siempre le pegaban mucho cuando era chica, que los
padres la agredían de una manera muy violenta. A veces, cuando ella pierde el
control con la hija llega a pensar que le gustaría ser diferente de sus propios padres,
pero no logra mantener el control de la situación. Con el transcurrir de las sesiones de
grupo se pudo ir diferenciando, junto con esa madre, cuántos de los comportamientos
Lartigue, T. y Varela, O. (Comps.), (2009). Género y psicoanálisis. Contribuciones contemporáneas, México: Maria Teresa Lartigue
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antisociales de la hija expresaban la serie de angustias que ella misma vivía y que
eran, incluso, un pedido de ayuda.
Fue dable observar, también, que muchos de los actos de rebeldía que tenía
la hija correspondían a un comportamiento propio de la edad y que eran una
búsqueda de individuación en una relación simbiótica madre-hija. Además de ello, se
observó que los hurtos cometidos por la hija eran pedidos de ayuda y expresaban el
sentimiento de hallarse sin recursos, su menos valía. El hecho de poder hablar desde
otro ángulo que no fuera el de la moral y el castigo, le abrió a la madre un espacio de
escucha inimaginable. La agresión provocada por la desesperación y la impotencia
fue dándole paso a una escucha más sensible de la madre en relación a la hija. Es
así que Hortência empezó a llevarle al grupo una serie de situaciones en las que
buscaba enseñar y valorar las pequeñas actividades de la hija en el ambiente
doméstico, tales como lavar los platos, cocinar, lo que fue abriendo un espacio de
placer en la relación de las dos, que hacía mucho tiempo que no sentían.
En la última sesión del año del grupo de padres, Hortência hizo una
declaración muy conmovedora. Nos dijo que había llegado destruida al grupo, sin
tener ninguna esperanza de ayuda. Dijo que había ido al grupo más para preservar el
lugar de la hija en la ONG, y que en los comienzos, tenía resquemor de hablar a
cerca de la violencia que ella misma practicaba y de los hurtos cometidos por la hija.
Sin embargo, llegó a notar que en este lugar no había exigencias ni se emitían juicios,
sino que al contrario, era uno de los raros lugares en que se podía hablar y ser
escuchada, entonces comprobó que muchas cosas podían cambiar en la vida. Dijo
que ya no recibía quejas de hurtos perpetrados por la hija; que las dos habían vivido
momentos de intimidad y compañerismo; que descubrió que hasta ese entonces no
había tenido una vida propia porque había vivido siempre en función de la hija y que
eso las ahogaba a las dos. Ahora, Hortência consiguió hacer amistades en el grupo y
tiene interés en cuidarse; decidió arreglarse el pelo, como otras integrantes del grupo,
y hacerse las uñas, cosa que no hacía por años. Ella ahora tiene mucha más
confianza y esperanzas; anhela continuar en las reuniones del grupo para compartir
las angustias.
La vida de Rosa, una bella mulata de 40 años de edad, es una verdadera secuencia
de tragedias. Se trata de una emigrante del estado de Bahía, madre de 10 hijos, los
que son fruto de diversos compañeros, siendo que Rosa tuvo su primer hijo a los 12
años. La mayoría de ellos permanecieron en el terruño, con familiares de Rosa o de
los diversos compañeros. Actualmente, vive con dos hijas –una de cinco años y la
otra, de cuatro- que pasan todo el día en la ONG, mientras ella trabaja como
acompañante de una mujer anciana.
Nos cuenta que su vida siempre fue muy difícil: pasó hambre, vivió con los
hijos debajo de un puente, juntaba cajas de cartón en las calles para tener algún
dinero, que se drogaba (con crack y cocaína), que fue traficante para poder
alimentar el vicio, que una vez casi se muere por sobredosis en una época en que
estaba totalmente abandonada por la familia y por los amigos. Fue en ese momento
que decidió dejar las drogas y entrar en una secta religiosa, que la ayudó a
recuperarse para la vida.
Llegó a las reuniones del grupo debido a que su hija más chica anda muy
agitada. En la clase, despierta a las otras compañeritas en el horario de la siesta, las
agrede y también enfrenta, de manera agresiva, a la madre. Rosa le pega a la hija, y
dice que después, el llanto de su hija le duele a Rosa. Relata que su propia madre
trabajaba mucho y que no sabe qué es el amor de una madre, y no se siente capaz
de ser una madre adecuada. El progenitor de las niñas era un alcohólico que
agredía a Rosa tanto física como moralmente. Rosa, gracias a la intervención de la
Comisaría de las Mujeres, logró expulsarlo de la casa hace once meses. No
obstante, hacía un mes que él había retornado al hogar y le había prometido a Rosa
que nunca más iba a beber ni a agredirla. En uno de los encuentros de grupo de
padres, Rosa parecía estar viviendo un cuento de hadas con el padre de las niñas,
Lartigue, T. y Varela, O. (Comps.), (2009). Género y psicoanálisis. Contribuciones contemporáneas, México: Maria Teresa Lartigue
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PARTE IV: COWAP EN LACOMUNIDAD Y/O ELTRABAJO CON PERSONAS VIVIENDO EN CONDICIONES DE POBREZA
estando todo en paz con la familia y con ella. Había mucha disposición de ánimo
para escuchar y acoger a las niñas.
A pesar de eso, en una de las sesiones del grupo, Rosa, nos relató llorando
que el compañero volvió a dedicarse a la bebida y que la agredía físicamente, como
también la insultaba de manera torturante; que la seguía por todas partes y que
constantemente la amenazaba de muerte. Tanto ella como las niñas tenían mucho
miedo y estaban muy asustadas. Se armó un tumulto en el grupo, en que las
integrantes indignadas la incentivaron para que diera parte a las autoridades de la
Comisaría de la Mujer, para que echara al marido de la casa…Una madre,
especialmente belicosa, mencionó su propio caso en el que logró echar al marido de
la casa con la ayuda de la mencionada Comisaría de la Mujer, incentivándola
enfáticamente para que Rosa hiciera lo mismo. Con la intención de hallar una
solución práctica e inmediata le fue sugerido a Rosa que recurriera al Servicio Social
de la ONG ‘Arrastão’ para que la asesoraran adecuadamente.
En ese momento, todas las participantes estábamos muy movilizadas y
tentadas para recurrir a soluciones más concretas, hasta que nos dimos cuenta de
que nuestra función, en aquel lugar, era trabajar el conflicto de esa madre. Un
conflicto que se refería al hecho de que, aunque estuviera viviendo una realidad de
violencia y persecuciones perpetradas por el marido, a Rosa le era muy difícil y
doloroso tener que renunciar al sueño de volver a tener una familia, un padre para
las hijas, y un hogar idealizado. Quizás era más doloroso renunciar a ese sueño que
las propias agresiones físicas de las que era objeto. Pensamos que lo mejor que
podríamos hacer en ese preciso momento era nombrar a los sueños y los dolores
que provoca el enfrentarse con una realidad tan cruel. Pensamos que esa
intervención ayudó la búsqueda de una ayuda concreta, dirigiéndose al Servicio
Social de la ONG para que la ayudaran con la separación del marido.
Nos dimos cuenta de que habíamos sido movilizadas de una manera
contratransferencial y que por momentos casi habíamos perdido la objetividad que
requería nuestra función, todo con el intuito de ayudar a esa mujer para que no
tuviera que sufrir más las agresiones físicas.
En otra sesión y ya estando más fortalecida, Rosa nos cuenta que cuando el
marido fue a agredirla ella lo enfrentó y le dijo que ya no se quedaría pasiva, que ya
había estado presa una vez y que ahora ella no iba recibir una paliza sin retrucar.
Al ser cuestionada sobre los motivos del encarcelamiento que Rosa había
mencionado, nos cuenta el terrible hecho acaecido: Hacía unos años, Rosa vivía en
una casilla de una villa de emergencia [palafito, villa miseria, ‘favela’] y por
encontrarse desempleada no podía pagar el alquiler. El dueño de la casilla ya la
había amenazado en varias oportunidades. Rosa es de la opinión que él armó la
siguiente situación: Rosa había salido para trabajar sin darse cuenta de que ese día
era primero de mayo, feriado nacional. Cuando regresaba a su domicilio, a lo lejos
vio a su hija de ocho años que se dirigía a la panadería y un sentimiento de inmensa
aflicción se apoderó de Rosa. Esta hija se había quedado en casa para cuidar a otra
hijita de Rosa, un bebé de ocho meses. Rosa, al llegar a la puerta de la casa se dio
cuenta de que estaba entreabierta… ingresó… tenía el corazón en la boca… cuando
entró vio a un hombre totalmente desnudo, de espaldas a la entrada y de frente a su
bebita, que estaba desnudita y acostada en la cama. Enloquecida por la escena que
estaba presenciando, Rosa agarró un cuchillo y agredió reiteradamente a ese
hombre, que después falleció.... Nos relató que se había quedado tres días sin
saber qué había pasado. La detuvieron por tres meses, hasta que se presentaron
varios testigos para declarar que habían visto a su hija de ocho años y a ese
hombre, totalmente desnudos. Llamó la atención que Rosa relató todo lo ocurrido
sin mostrar ninguna emoción. La psicoanalista se sorprendió con ello y le preguntó: “
__ Su hija tenía ocho meses?” Rosa y otras madres se echaron a reír y algunas
madres comentaron: “__De la manera en que contó todo eso, asustó hasta a la
psicoanalista!”.
Utilizando nuestra contratransferencia, dijimos que la situación fue tan
terrorífica que Rosa creó una forma de expresar a las psicoanalistas cómo esa
experiencia había impactado en su vida y que ella, para poder relatarla, necesitó
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PARTE IV: COWAP EN LACOMUNIDAD Y/O ELTRABAJO CON PERSONAS VIVIENDO EN CONDICIONES DE POBREZA
Margarita es una mujer de alta estatura, corpulenta, de raza negra, oriunda de una
familia que siempre vivió en villas de emergencia [palafitos], en condiciones de
extremada pobreza y rodeada de mucha violencia. La madre de Margarita tuvo 12
hijos, siendo seis hombres y seis mujeres. Desde muy chiquitita, Margarita y sus
hermanas aprendieron a defenderse de su padre alcohólico que constantemente
abusaba sexualmente de las hijas. Margarita se autodenomina una “nega
desaforada” [una negra brava], porque siempre la madre le decía que si alguien se
peleara en la calle y volviera a casa quejándose por ello, entonces le iría a dar una
paliza por llevar quejas. Por eso, Margarita aprendió, en su propio hogar, que la
agresividad era la única manera de poder sobrevivir. Sus hermanas y ella siempre
alimentaron un fuerte resentimiento contra la mamá que nunca las protegió de los
embates incestuosos del padre, de quien siempre fue cómplice.
Margarita relata que tres de sus hermanos ingresaron, muy temprano, en el
mundo de las drogas, robos y criminalidad. Que ella había vivido la muerte de los tres
en tiroteos que se dieron dentro de la villa de emergencia o en sus inmediaciones,
producto de peleas entre traficantes de drogas. Relata también que buscó el grupo de
padres porque tiene cuatro hijos y quiere saber cómo educarlos para que no entren
en el mundo de la criminalidad. Dice que en una época ella fue a consultar a un
psiquiatra porque se sentía muy agresiva, se peleaba mucho con los hijos, lloraba
todo el día y muchas veces ni lograba salir de la cama. El compañero de Margarita le
decía que ella era muy perezosa, que no tenía ganas de trabajar, que destruiría la
vida de los hijos con tanta agresividad, y que la depresión era una enfermedad de
riesgo. Margarita tomó remedios antidepresivos por un tiempo y después el médico le
dijo que podría interrumpir la medicación. Sin embargo, ella piensa que debe reiniciar
el tratamiento medicamentoso porque otra vez se siente vulnerable.
El grupo de madres escuchó en silencio, con mucho respeto y emoción la
narrativa. Cuenta que tuvo un compañero con el que tuvo dos hijos: João de trece
años y Marcos, de nueve. El papá de esos hijos los abandonó cuando Marcos tenía
cuatro meses de edad, y él se fue a vivir con otra mujer, en otra ciudad. Desde aquel
momento, nunca más tuvieron noticias del padre. Margarita conoció a otro hombre
con quien tuvo dos hijos más: Eduardo, de seis años y Pedro, de cuatro años. El
padre de esos chicos siempre vivió con su propia madre en otra casa, un poco mejor
que la casilla de Margarita, de madera y llena de agujeros en el techo. Margarita
relata que su casa es muy precaria, pero que a los hijos nunca les faltó arroz y
frijoles, a la mesa. Ella siempre trabajó de empleada doméstica y en una época
dejaba a su hijo Marcos y a los menores bajo los cuidados del hermano más grande
João.
Nos cuenta que está en el grupo de padres porque tiene muchos problemas
con su hijo Marcos. Cuando éste tenía siete años, las vecinas le dijeron a Margarita
que cuando ella salía a trabajar, João no lograba cuidarlos a todos, especialmente a
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Marcos que estaba faltando a la escuela y que andaba en malas compañías en la villa
de emergencia. Marcos a los siete años era muy agresivo; le encantaba andar en la
calle, se dedicaba a realizar pequeños hurtos y estaba trabajando para un grupo de
traficantes de su villa de emergencia, entregando drogas a algunos usuarios. Ganaba
algún dinero de los traficantes, así como ropas y zapatillas que estaban de moda.
Cuando Margarita se enteró de todo ello, se desesperó y empezó a faltar al trabajo
para seguir al hijo con la finalidad de saber qué estaba haciendo. Marcos recibió una
gran paliza de su madre, hecho que lo rebeló y se fue a vivir con uno de los
traficantes.
Desesperada por lo sucedido, Margarita se dirigió a los fondos de la villa de
emergencia, donde se concentraban los traficantes, para hablar con el responsable
por la salida de Marcos, de su hogar. El traficante le contestó que ahora el pibito “era
de él y que no se metiera en la vida de ellos o sufriría represalias”. Margarita pensó
que el traficante la podría matar, o que el propio hijo podría hacerlo debido al odio que
sintió por la paliza que Margarita le había dado.
En aquellos días, sin descanso, pensó que podría sacar al hijo de esa vida; le
decía a todo el mundo que nunca permitiría que su hijo se convirtiera en un criminal.
Se trataba, apenas, de un niño de siete años! La imagen de los hermanos de
Margarita, criminales y muertos, no la abandonaba ni por un instante. Logró derivarlo
al Concejo de Menores [Conselho tutelar], órgano del gobierno que trata de la
asistencia jurídica de los niños y jóvenes. Por decisión de las autoridades el hijo fue
llevado, por un año y medio, a una escuela de monjas, hasta que logró una vacante
en la ONG ‘Arrastão’ y así retornó a casa.
Margarita, quien hasta ese momento siempre pensaba que todo en la vida le
salía peor que a los demás, ahora reconocía que estaba recibiendo algo bueno.
Después de pocos encuentros, en el grupo de padres, descubrió más fuerza para
buscar un empleo en un lugar más valorado en términos sociales, y empezó a
trabajar en un shopping.
En una charla que tuvimos con los coordinadores, éstos nos relataron que
había ocurrido un nítido, evidente cambio en las actitudes de Margarita en relación a
los hijos. Ella ahora estaba visiblemente más comprometida con la educación, el
cuidado de los hijos y también estaba más presente en la vida de ellos. En suma,
mucho más que haber sacado el hijo del mundo de la criminalidad, ahora Margarita
estaba ejerciendo claras funciones maternas. Tomó la decisión de abandonar el
trabajo en el shopping para dedicarse a cuidar a niños cuyos padres estaban todo el
día afuera, pues ese sería un medio para estar más tiempo junto a sus propios hijos.
Somos de la opinión que esa mujer, tan sufrida, que difícilmente vivió un
momento en su vida de tanta continencia y con posibilidades de compartir con otros
los dolores más profundos que la aquejaban, al vivir la experiencia de contención del
grupo de padres, pudo desarrollar las funciones maternas al identificarse con los que
cuidan y de ese modo pudo estar más capacitada para el cuidado de sí misma, de
sus propios hijos y de los ajenos que hay a su alrededor.
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Comentarios finales
Hemos constatado que el grupo de madres pudo crear un espacio muy valioso para
la emergencia de las experiencias emocionales que anteriormente no habían podido
ser simbolizadas ni nombradas. La violencia que las propias madres han sufrido y
que reproducían al tratar a sus hijos, era el resultado de lo que había quedado sin
sentido. Por eso, eran reproducidas por la compulsión a la repetición que se
expresaba de manera transgeneracional. Al estar desarraigadas, las madres tendían
a reproducir las violencias que habían vivido y de ese modo producían un círculo
vicioso de más desarraigo.
La escucha psicoanalítica de las personas privadas de las más básicas
necesidades del alma define un setting diferente del que hay en los consultorios,
priorizando menos la transferencia de los significados del registro vivido en el
pasado y priorizando más la transferencia para el futuro, la búsqueda de sentido que
da una dirección, un proyecto de futuro. Safra afirma: “En nuestro trabajo, por lo
general, estamos conscientes de la manera en que la transferencia es afectada por
los significados del pasado. Sin embargo, la situación transferencial también es
significada por el futuro. En este caso, el analista es puesto en el lugar que el
analizado/a anhela realizar y encontrar” (2006:87).
La importancia de la experiencia de la maternidad, para un grupo de mujeres
privadas de los más variados bienes (materiales, físicos y psíquicos), puede ser
ilustrada por el interesante relato de Silvia Lobo2 :
“En los comienzos de los años ochenta se realizó en San Pablo una reunión
pionera que concentró a mujeres de diversas edades y situaciones sociales. Se
hicieron presentes tanto estudiantes como obreras, amas de casa y profesionales
liberales, todas incentivadas por el interés en reflexionar al respecto de las
cuestiones femeninas, entre ellas: la despenalización del aborto. Existía el deseo de
que de ese encuentro saliera una posición política al respecto del asunto, que fuera
originada por las propias mujeres. En el transcurso del día se formaron pequeños
grupos, incentivados por afinidades profesionales o personales, que reflexionaron y
se posicionaron sobre las cuestiones de interés mutuo, y cuando terminó el
encuentro, decidieron volver a reunirse para compartir con el grupo más grande los
posicionamientos que habían adoptado. De a uno, los grupos de estudiantes, amas
de casa, profesionales liberales, se fueron presentando y manifestaron concordancia
en la posición de despenalizar el aborto. Sin embargo, para sorpresa de muchas, el
grupo de mujeres obreras se opuso enfáticamente a la propuesta sobre el aborto.
Ellas manifestaron que tener un bebé era lo más gratificante que tenían en sus
vidas. Se sentían humanizadas al dar a luz a una nueva vida, porque frente a un
ejercicio laboral de nítida explotación, y una vida amorosa solitaria, a menudo
violenta, el ser humano que salía de sus propios cuerpos era lo que más las
dignificaba. Ninguna, del grupo de mujeres obreras, firmó ninguna propuesta que
colocara, mínimamente, en riesgo esa experiencia vital que es la maternidad” .
Ayudar a las madres para que piensen sobre sus realidades, poder contener
la turbulencia emocional provocada por una realidad tan opresora y crear un espacio
para descubrir los valores que deseen cultivar junto a los hijos, puede ser una
manera de contribuir para reducir, al menos en parte, la terrible amenaza que
emerge de la violencia urbana, y ayudar, por lo menos a algunos niños y jóvenes, a
encontrar un poco más de esperanza. Se trata de una esperanza para creer en un
futuro no tan dramático, en un ambiente con un poco más de calidad psíquica que
favorezca el desarrollo cognitivo/afectivo/emocional. “Eso tiene que ser realizado
inmediatamente. Es indescriptiblemente urgente. Perder la oportunidad sería incurrir
en una responsabilidad casi equivalente, quizás, a un crimen” (Weil, 2001:194).
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Referencias bibliográficas
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Capítulo 27
Espacio transicional. Transición a la modernidad y
vivencia de locura en un grupo de mujeres
de la provincia de Canas, Cusco
Elizabeth Haworth
1 Las comillas son porque no creemos que lo moderno en este contexto sea “mejor” que lo tradicional,
sino porque algunos debates se dan así.
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PARTE IV: COWAP EN LACOMUNIDAD Y/O ELTRABAJO CON PERSONAS VIVIENDO EN CONDICIONES DE POBREZA
fuéramos nosotras las que trabajáramos con ellas. Contamos con un intérprete
bilingüe con mucha calidez y comprensión de la tarea, además conocido por ellas.
El grupo estaba conformado por siete mujeres, todas campesinas, habitantes
de Yanaoca y un solo hombre que luego de algunas reuniones desertó. Se les
plantea una consigna abierta sin tema específico, un número de reuniones, cada
quince días, que luego se amplía a pedido de ellas y a una hora fija. Si bien el
encuadre tuvo varios cambios, debido a descoordinaciones y a ciclos de cosecha, se
tuvieron 10 reuniones. Las sesiones fueron supervisadas por la psicoanalista Cecilia
Martínez.
Las mujeres que conforman el grupo son dirigentes de Yanaoca; ellas
pertenecen a distintas comunidades adyacentes. El conflicto que generó el pedido de
intervención se daba entre la dos principales dirigentes: Micaela, quien provenía de
Chumbivilcas 2, era mayormente quechua hablante, traía referencias a un universo
mítico-religioso y Tomasa, que poseía tierras, era madre sola, viuda y directiva de la
Federación Campesina, organización fuerte de la zona. Podríamos decir que el
conflicto se daba entre la tradición y la modernidad, entre el cambio y la permanencia.
El resto del grupo podría dividirse según este criterio: la mayor Bernarda, hablaba un
castellano antiguo perfecto, había sido criada con curas y trabajado en Lima. Era
tratada con mucho respeto, considerada la “sabia” del grupo. No era casada pero
había adoptado un niño. Grimanesa era muy joven, tenía tierras, sufrió mucho de
niña y se casó con un profesor “muy bueno”. Carmen, su pariente, también tenía “su
estancia” y era casada con 2 niñas. Peregrina, era también muy del lugar, su esposo
había sido un dirigente connotado de un partido de izquierda que había sido víctima
de una incursión militar y tenía dañada la vista. Él siempre la orientaba en la
defensoría.. Durante los años de violencia, Canas era zona de paso de Sendero
Luminoso pero no fue propiamente zona terrorista. Arminda también es del lugar.
Entonces, tenemos un grupo de mujeres líderes, algunas transitan por diversos
mundos y otras permanecen ancladas en su comunidad. Varias de ellas tienen hijos
estudiando o trabajando en Cusco, son muy activas, trabajan mucho. Algunas de
ellas caminan una hora o más para llegar a Yanaoca a las reuniones. Esto nos habla
de la dinámica de la comunidad: ellas usan Internet, están familiarizándose con el e-
mail, cultivan sus tierras ellas mismas, van a sus celebraciones y empiezan a ver que
hay algo que no está bien en su comunidad y se hacen Defensoras.
La vivencia de la propia locura las lleva a buscar ayuda. Desde el inicio del proceso
grupal, las alusiones a la locura y a la muerte son reiteradas. A modo de anécdota,
antes de iniciar la primera reunión, había un Taparaco3 en la puerta del local. Se
alarman un pues ello significa, dicen, que la muerte ronda la casa, Yo les digo que
quizás “algo malo va a morir” (quizás para tranquilizarme yo también). Una de ellas,
Micaela, responde: “yo”. Micaela es la portavoz que constantemente denuncia la
locura y la muerte. Tanta violencia enloquece la comunidad y las enloquece a ellas.
Me resulta difícil expresar el clima de tensión, de miedo al derrumbe, conjuntamente
con una fuerza sorprendente para aliviar el dolor ajeno. Sus principales problemas
están planteados en términos de persecución, ellas son objetos de persecución de
autoridades, dirigentes pero también de ellas mismas. Por sus relatos, diera la
impresión de vivirlo todo a la vez, no hay hitos ni referencias, las muertes son iguales:
no importa si es por edad o si es súbita por accidente o por violencia. Casi todas
asocian la locura a los traumas de su infancia; otras a elementos más míticos: desde
que retiré la vasija polvo amarillo, huesos seguro, me sentí como desvanecida, perdí
el sentido. Yo me sentía muerta, no respondía nada. A partir de allí soy muy
nerviosa, tengo ganas de golpear... Este relato es posterior a un episodio de
Lartigue, T. y Varela, O. (Comps.), (2009). Género y psicoanálisis. Contribuciones contemporáneas, México: Maria Teresa Lartigue
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piensa que son atrasadas, que tienen que incorporarse al desarrollo moderno
capitalista, se les ofrece internet pero no mercados ni desarrollo agrario; tampoco se
trabajan los espacios de encuentro para procesar los temores y desconfianzas al
recibir todo esto. En este caso, a pesar de las diferencias, hay como diría el filósofo
Wittgenstein, juegos de lenguaje compartido (ser mujer, peruana, conocer sobre
violencia, psicoterapeuta) que hizo posible un espacio potencial compartido que abrió
la posibilidad de re-crear nuestras propias culturas. Así como en ese encuentro se
reactiva la unthinkable anxiety del grupo, así también ocurre lo que plantea Saúl Peña
a partir de Winnicott como la locura suprimida o reprimida del terapeuta. En varios
momentos nos planteamos qué hacíamos allí, cuál era nuestra motivación
inconsciente,. Quizás tenía que ver con nuestra propia experiencia de provenir de
experiencias culturales diferentes que se conectaban de alguna manera con cómo se
sienten ellas también y ese era un punto en común. No es necesario ser igual sino
que es a partir de respetar las individualidades donde se produce el encuentro.
Winnicott nos propone considerar la experiencia cultural como un encuentro que
trasciende la existencia personal y que está en estrecha relación con el juego previo
al juego estructurado.
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Lima, de relaciones entre individuos separados, cada cual con la capacidad de tomar
decisiones, con modelos de mujeres independientes o el de ellas, con un mundo de
relaciones, colectivo, amplio, con mucha envidia y también solidaridad. En un
determinado momento, viven esto como una traición a su comunidad pero son
conscientes de que la comunidad tiene que cambiar su visión para con las mujeres.
Esta experiencia les ha permitido poder conocer y circular entre dos culturas, sin
perder la suya.
En estos momentos, en que se reabren discusiones sobre programas y
acciones a nivel del Estado, es ya un lugar común afirmar que el Perú está muy
fragmentado, que no nos reconocemos en los otros ni ellos en nosotros. Desde la
empresa y la cooperación internacional se proponen iniciativas interesantes pero a
veces no se busca generar un espacio de encuentro que permita la escucha mutua.
La urgencia, el apuro en cumplir metas cuantitativas hace que no nos detengamos a
considerar de qué manera se están entendiendo los términos, se está generando
desconfianzas y temores de perder lo obtenido, la angustia frente al caos y la
confusión. Quizás muchas de estas iniciativas podrían ser menos conflictivas si nos
tomáramos un tiempo para ponernos en contacto con nuestras propias ansiedades y
las de los otros. En este sentido, la propuesta de Winnicott apunta a generar una
experiencia de encuentro cultural, de holding compartido que pueda llevar a un
cambio individual y cultural. Winnicott dice que no siempre lo que hace es
psicoanálisis, entendido de la manera ortodoxa y nos enseña como el generar
espacios que se sostengan unos a otros a manera de una red, va a permitir el
surgimiento de nuevas experiencias y personas con sentido, que recreen su cultura
una y otra vez.
Referencias Bibliográficas
Lartigue, T. y Varela, O. (Comps.), (2009). Género y psicoanálisis. Contribuciones contemporáneas, México: Maria Teresa Lartigue
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Capítulo 28
Factores asociados al apego inseguro
en gestantes mexicanas de alto riesgo1
Armando Córdova,
Teresa Lartigue,
Nora Hinojosa y
Margarita Arévalo
Introducción
El cerebro humano, así como el de otras especies avanzadas, está programado para
seguir patrones y establecer relaciones interpersonales estrechas para sentir
seguridad y regularse, tanto fisiológica como emocionalmente, ante las exigencias de
la supervivencia y de la adaptación social. Este proceso se ha estudiado a través de
la teoría del apego. Cuando se enfrenta una amenaza y el individuo logra restablecer
la seguridad con la aproximación hacia el cuidador o figura principal de apego
emocional, se activa el sistema de exploración, lo cual posibilita la curiosidad por el
medio y el aprendizaje(Bowlby, 1985).
La teoría del apego es útil para explorar la forma en la que se establecen los
vínculos sociales más importantes durante la vida, al tiempo que permite predecir la
capacidad emocional para ejercer las funciones parentales(Ainsworth et al., 1978).
John Bowlby identificó que la base de la seguridad de un individuo se desarrolla a
partir de la proximidad a una figura que lo atienda y cuide adecuadamente. Encontró
que la plataforma de desarrollo socio-emocional del individuo, se forma a partir de la
respuesta materna a las señales y necesidades afectivas del infante, lo cual da por
resultado una cualidad específica del apego adulto. Por su parte, Ainsworth propuso
que la madre o figura sustituta, a través de sus respuestas, facilita el patrón
conductual del bebé desarrollando una calidad relacional y estableciendo un
determinado tipo de apego (seguro o inseguro). Con base en esta observación
desarrolló un instrumento de laboratorio que permite explorar el tipo de apego del
infante al que denominó Situación Extraña. Según el tipo de apego se anticipa y se
reacciona a las interacciones sociales más importantes, con el consiguiente
procesamiento de los pensamientos y emociones. Se ha demostrado que el tipo de
apego de la madre (evaluado a través de la entrevista de apego adulto, AAI por sus
siglas en inglés), se asocia con el tipo de apego de su infante -evaluado a través de
la Situación Extraña (Hesse, 1999; Hinojosa, 2005).
En estudios longitudinales se ha observado que el apego inseguro es un factor
de vulnerabilidad para el desarrollo ya que: afecta la autoestima, la confianza básica,
la regulación emocional y la capacidad de organización y planeación (Stalker et al.,
2005). Los individuos con un apego inseguro tienen importantes limitaciones en su
capacidad de auto-regulación y de interacción social con las figuras cercanas;
asimismo presentan un desarrollo emocional, cognoscitivo y social disminuido, lo que
implica desventajas considerables en todas las etapas de la vida.
Se clasifica el apego de acuerdo a diferentes patrones de respuesta parental
(capacidades de la figura de apego). Las madres seguras y autónomas son capaces
de ser sensibles y empatizar con los afectos (incluso los negativos) de sus hijos (as),
debido a que identifican con precisión las necesidades y estados emocionales. Las
respuestas de las madres autónomas transmiten un apego seguro en sus bebés (ver
1 Este capítulo forma parte del informe final de la investigación ETS-VIH/SIDA y trastornos de
personalidad en mujeres embarazadas y sus parejas. Prevención y detección de prácticas de alto riesgo,
realizado con el apoyo económico del CONACYT (MO252-9911), el Instituto Nacional de Perinatología
(212250), el Comité de Investigación de la Asociación Psicoanalítica Internacional y la Asociación
Psicoanalítica Mexicana. Los autores reconocen la colaboración del actuario Gerardo Vázquez en la
asesoría estadística y de la Mtra. Itzel González en la elaboración de la base de datos.
Lartigue, T. y Varela, O. (Comps.), (2009). Género y psicoanálisis. Contribuciones contemporáneas, México: Maria Teresa Lartigue
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PARTE IV: COWAP EN LACOMUNIDAD Y/O ELTRABAJO CON PERSONAS VIVIENDO EN CONDICIONES DE POBREZA
cuadro 1). Por su parte, las madres clasificadas como inseguras pueden ser
subdivididas en tres categorías: descartantes (desvalorizantes), preocupadas y
desorganizadas/no resueltas (ver Cuadro 1). Las primeras presentan una respuesta
disminuida hacia sus infantes, desarrollando en ellos apegos llamados evitantes; el
segundo tipo presenta una respuesta exagerada e inapropiada, lo que corresponde a
niños/as con apego resistente o ambivalente. En el último tipo se presenta la
incapacidad para integrar y estar consciente del propio comportamiento, sin
coherencia en el estado mental, especialmente cuando se han expuesto a un evento
traumático; el comportamiento es extraño, y por momentos pueden agredir o asustar
a sus hijos (Main y Solomon, 1990).
Los estímulos estresantes que se mantienen por suficiente tiempo o que se
presentan con gran intensidad, pueden llegar a modificar el apego seguro de una
madre y provocarle “respuestas alienantes” como: culpa, enojo, sobreprotección y
desregulación afectiva; en consecuencia el infante deja de considerarla como una
persona confiable en cuanto a su capacidad de brindar protección. Se destaca que la
regulación afectiva puede ser alterada por la experiencia de emociones negativas
intensas. Los estresores en la vida de las madres alteran su estabilidad y
funcionalidad (desde el nivel neurofisiológico hasta el interaccional) provocando una
regulación emocional y conductual inadecuada, tanto en sí mismas como en sus
infantes. Lo anterior puede incidir en la calidad del apego, si el factor de estrés tiene
la suficiente intensidad y frecuencia para alcanzar a alterar el estado mental de la
madre (Lieberman, 2004).
Se han identificado diversos factores asociados al apego inseguro entre los
cuales destaca la historia de abuso sexual o físico en la infancia. Asimismo, se ha
informado que las madres con baja capacidad intelectual, o inferior a la de sus hijos
(por 10 puntos o más), tienden a ser inseguras, lo cual afecta a la sincronía o
concordancia materno-infantil (Crandell y Hobson, 1999). También se ha identificado
que el apego inseguro se asocia con una baja autoestima, baja calidad en las
relaciones familiares (conflictos maritales e interacción familiar inadecuada), bajo nivel
socioeconómico (índice de pobreza) y falta de apoyo social (Anderson y Telleen,
1992; Bifulco et al., 2004).
De acuerdo con Van IJzendoorn la prevalencia de apego seguro dependiendo
de la cultura o país es de 55 a 67%. Un estudio realizado en 186 diferentes culturas
mostró que dentro de la clasificación insegura, fue el Desvalorizante el que prevaleció
entre las madres del norte de Europa y también de los Estados Unidos; mientras que
en Japón predominó el tipo Ambivalente (IJzendoorn, 1995; IJzendoorn y Sagi, 1999).
Se ha demostrado que las madres con apego inseguro tienden a transmitir un
ejercicio inapropiado de la parentalidad (Bretherton y Munholland, 1999).
Con base en lo anterior el objetivo del presente estudio fue identificar tanto el
tipo de apego-adulto de gestantes mexicanas, como algunas de las variables
asociadas al apego inseguro, a fin de sentar las bases para establecer programas de
intervención que promuevan un mejor desarrollo materno-infantil.
Metodología
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PARTE IV: COWAP EN LACOMUNIDAD Y/O ELTRABAJO CON PERSONAS VIVIENDO EN CONDICIONES DE POBREZA
Resultados
Del total de las 74 mujeres se perdieron cinco debido a fallas técnicas en las
grabaciones (fallas del equipo electrónico, ruido ambiental); se contó con 69
expedientes completos para fines del análisis. Las gestantes tuvieron una edad
promedio de 28.9 años (I.C. al 95%; 27.5 a 30.4), con una desviación estándar de 5.9
años y un intervalo entre los 20 a 42 años; 71% refirieron tener una relación conyugal,
ocho de cada diez tenía una escolaridad media o superior y el 29% sólo alcanzó nivel
básico. El 68% se dedicaba al hogar (ocupación no-remunerada). Predominó el nivel
socioeconómico medio bajo4 (61%) y un nivel bajo (30%). Se incluyeron cuatro
mujeres con VIH y 11 con VPH en esta submuestra, ninguna presentó ambas
infecciones; el total de las gestantes con VIH fueron inseguras, mientras que con el
VPH se encontraron cuatro seguras y siete inseguras.
De un total de 69 mujeres, 47.8% obtuvo una clasificación Insegura de las
cuales 20.3% fueron Desorganizadas, 20.3% Desvalorizantes y 7.2% a Preocupadas
(Fig.1). Se destaca un nivel más alto al esperado en la clasificación de Inseguras
Desorganizadas, clasificación que se establece debido a experiencias traumáticas no-
resueltas. El índice de concordancia inicial entre los tres jueces fue de 70%, lo que se
2 El abuso emocional se caracteriza por interacciones repetidas que tienen como consecuencia la
disminución del status o del auto concepto de la víctima, aumentando así el poder de controlarla O
´Hearn RE, Davis KE (1997). Women's experience of giving and receiving emotional abuse: An
attachment perspective J Interper Violence 12:375-391.
3 La AAI fue aplicada por Armando Córdova y calificada por los autores del presente estudio, mientras
que el ACE y los demás datos se recabaron por Teresa Lartigue y por otros integrantes del
Departamento.
4 Los ingresos mensuales por familia oscilaban entre los $2,000 a $5,000, y en el nivel bajo entre los
$1,265 y $2,000.
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DISCUSIÓN
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PARTE IV: COWAP EN LACOMUNIDAD Y/O ELTRABAJO CON PERSONAS VIVIENDO EN CONDICIONES DE POBREZA
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Cuadro 1
Clasificación de la Calidad del Apego.
60%
52.20%
45%
30%
20.30% 20.30%
15%
7.20%
0%
Autónomas Inseguras Desorganizadas Inseguras Desvalorizantes Inseguras Preocupadas
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Cuadro 2
Ejemplos de preguntas de la Entrevista de Apego Adulto (AAI)*
Cuadro 3
Ejemplos del Cuestionario de Experiencias Adversas de la niñez y adolescencia
(ACE).
Abuso Físico Algunas veces los padres u otros adultos lastiman a los niños,
mientras usted crecía, es decir en sus primeros 18 años de vida, con
qué frecuencia un adulto que vivía en casa: 1) lo empujó, tomó con
fuerza, abofeteó o aventó algo hacia usted o 2) le pegó con fuerza
dejándole marcas o heridas.
Abuso Sexual Algunas personas durante sus primeros 18 años de vida han tenido
experiencias sexuales con un adulto o alguien al menos cinco años
mayor. Estas experiencias pueden haber involucrado a un pariente,
amigo o extraño que: 1) le tocó o acarició en una forma sexual, 2) le
hizo tocar su cuerpo en una forma sexual; 3) intentó tener algún tipo
de penetración sexual con usted; 4) tuvo realmente una relación
sexual (incluyendo penetración) con usted.
Testigo de Algunas veces ocurren golpes entre los padres. Mientras creció en
violencia sus primeros 18 años, ¿con qué frecuencia su padre (padrastro o
parental pareja de su madre), hizo cualquiera de las siguientes acciones hacia
su madre? (se describen acciones concretas).
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Cuadro 4
Variables incluidas en Regresión Logística para Apego Inseguro en Gestantes.
Notas. Para una mejor interpretación se obtuvo el reciproco del cociente de momios en la
transformación respectiva, obteniéndose:
=19.30
El modelo de regresión logística que permite estimar la probabilidad de que una mujer
sea definida como insegura se obtiene a partir de:
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Capítulo 29
La Calidad del Apego. Vicisitudes en el establecimiento
del vínculo materno-infantil1
Karla Gonsen Covarrubias
Introducción
La Teoría del Apego desarrollada por John Bowlby (1958) y Mary Ainsworth (1963),
se refiere al vínculo afectivo entre un niño/a pequeño y su madre o figura materna
que se desarrolla como resultado de una tendencia biológica innata en los seres
humanos para establecer y mantener lazos emocionales con una figura materna o
cuidador (Bowlby, 1982;1989). Según Bowlby, el bebé recién nacido viene dotado de
un equipo conductual que tiene la función de vincularlo a su madre para asegurar su
supervivencia. La conducta de apego, no sólo cumple una función biológica
protectora durante todo el ciclo vital, sino que permite satisfacer una necesidad innata
de interacción social, de protección y de apoyo que tendría la finalidad de alcanzar un
sentimiento adecuado de seguridad (Ainsworth y Bowlby, 1991).
Antes de que transcurra el primer año de vida surge el apego propiamente
dicho y es posible observar como el niño ha desarrollado ya un fuerte vínculo de
afecto con una figura materna (Bowlby, 1990). Por medio de un procedimiento de
laboratorio denominado “Procedimiento de la Situación Extraña” (SSP por sus siglas
en inglés) ha sido posible medir la calidad del apego identificando diferencias
individuales en los bebés, delimitándose cuatro patrones de relación: apego seguro
(Tipo B), apego inseguro evitante (Tipo A), apego inseguro ambivalente o resistente
(Tipo C) (Ainsworth, Velar, Waters y Walls, 1978) y apego desorganizado (Tipo D)
(Main y Solomon, 1990).
El apego seguro (B) comprende una interacción en la cual el niño/a mantiene
un patrón de alejamiento-proximidad-alejamiento e interacción con su madre. Al darse
una separación el niño la busca y se aflige, inhibiendo su conducta en vez de llorar.
Ante el reencuentro busca el contacto y emite conductas que lo promueven y lo
mantienen. El infante puede utilizar a la madre como una base segura que le permite
la exploración del ambiente y al mismo tiempo se establece una afectividad
compartida en la que el niño es capaz de acercarse y distanciarse sin perder el
contacto.
El apego inseguro evitante (A) describe un tipo de relación en la cual la o el
bebé no interactúa con la madre, puede mostrar una imagen de rechazo, desinterés o
incluso la evitación activa. El niño/a explora activamente el ambiente pero no busca
mantener el contacto.
El apego inseguro ambivalente o resistente (C) se refiere a un tipo de relación
en la cual el infante interactúa muy poco con la madre, pero al hacerlo sostiene una
conducta ambivalente de aproximación y rechazo. Al separarse de la madre
experimenta una angustia intensa, llora y se muestra pasivo ante la búsqueda. Ante
un reencuentro, el niño/a se resiste al contacto, puede llegar a empujarla o a
golpearla y difícilmente se le puede tranquilizar y consolar. Ante la dificultad de
separarse de su madre muestra una gran pasividad en su conducta exploratoria. Este
tipo de apego se caracteriza por una búsqueda de proximidad y contacto combinada
con la resistencia a la figura de apego.
1 Este capítulo forma parte del informe final de la investigación “ETS-VIH/SIDA y trastornos de la
personalidad en embarazadas y sus parejas. Detección y prevención de prácticas de riesgo”, realizada
con el apoyo económico de la Secretaría de Salud, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología
(MO252-9911), el Instituto Nacional de Perinatología (212250), la Asociación Psicoanalítica Mexicana y
el Comité de Investigación de la Asociación Psicoanalítica Internacional otorgado a las doctoras Teresa
Lartigue (2000) y Nora Hinojosa (2003); la autora del trabajo se capacitó y obtuvo su certificación en el
Procedimiento de la Situación Extraña (Tipos A, B y C ) en el Instituto de Desarrollo Infantil de la
Universidad de Minnesota.
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Apego y desarrollo
Bowlby (1982) propuso que los modelos internos de trabajo (representaciones del self
y de los otros internalizados) en la infancia funcionaban como prototipos de relaciones
posteriores a lo largo de la vida. Actualmente la investigación ha permitido evaluar la
permanencia de la clasificación del apego a través de la vida y se ha encontrado
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Metodología
Resultados y Discusión
El primer hallazgo de esta investigación tiene que ver con la distribución del tipo de
apego encontrado en la muestra total (n=46), donde el 28.3% (13) de los casos fueron
clasificados con apego seguro B; el 17.4% (8) con apego inseguro evitante A; el
23.9% (11) con apego inseguro resistente/ambivalente C; 28.3% con apego
desorganizado/desorientado D; y el único caso (2.2%) con la categoría de
inclasificable se incluyó en el rubro de apego inseguro. Estos porcentajes difieren
notablemente de lo informado en otros países occidentales donde en grupos no
clínicos de clase media, la distribución estándar es 62% B, 15% A, 9% C y 15% D. La
distribución encontrada podría deberse a las condiciones de pobreza en la que vivían
la mayoría de las madres, ya que se ha visto que en clases bajas los porcentajes
varían notablemente, por ejemplo el apego desorganizado/desorientado D alcanza
hasta un 25% (Van Ijzendoorn et al., 1999), porcentaje similar al observado en esta
muestra que fue del 28.3%.
Al comparar el tipo de apego de las y los hijos de las madres deprimidas, con
el de los hijos de madres sin evidencia de psicopatología, no se encontraron
diferencias significativas, por ejemplo: en el grupo de las madres con depresión el
31.8 % (7) se clasificó con apego seguro B; 13.6 % (3) con apego inseguro evitante A;
27.2 % (6) con apego inseguro resistente/ambivalente C y el 27.3 % (6) con apego
desorganizad/desorientado D. En el grupo control el 25.0 % (6) de los casos fueron
clasificados con apego seguro B; 20.8 % (5) con apego inseguro evitante A; 20.8 %
(5) con apego inseguro resistente ambivalente; 4.2 % (1) fue inclasificable
incluyéndose en la categoría de apego inseguro y 29.1 % (7) con apego
desorganizado/desorientado D. A diferencia de la hipótesis enunciada se encontró
que en esta muestra no hay una relación estadísticamente significativa entre la
3Una descripción más amplia de la metodología se encuentra en Gonsen (2007); Lartigue et al. (2004);
Córdova y Lartigue (2004); Vázquez et al. (2005) y González et al. (2008).
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4 Carter et al., 2001; Graham, 2000; DeMulder y Radke-Yarrow, 1991; Campbell y Cohn, 1997; Dawson
et al., 1992 citados en Martins y Gaffan, 2000; van Ijzendoorn, Schuengel y Bakermans-Kranenburg
1999.
5 Estos resultados contrastan con un estudio previo realizado en 1992-1993 en el INPer con 38 díadas
materno infantiles, donde el porcentaje de apego seguro fue del 79% y de inseguro 21% (sólo con los
dos tipos A y C, ya que no se calificó el apego desorganizado). Cabe destacar que en este estudio, todos
los bebés (24 niñas y 14 niños) eran primogénitos y las madres recibieron atención psicológica y
nutricional (Córdova et al, 1994).
6Aún y cuando varias investigaciones reportan que las poblaciones clínicas se caracterizan mayormente
por categorías de apego inseguras, los resultados con respecto a la depresión y las categorías inseguras
son inconsistentes. Existe evidencia que parece indicar que no hay relación entre las categorías de apego
y los trastornos depresivos del Eje 1 (Dozier, Stovall y Albus citados por Hinojosa, 2005).
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PARTE IV: COWAP EN LACOMUNIDAD Y/O ELTRABAJO CON PERSONAS VIVIENDO EN CONDICIONES DE POBREZA
Referencias Bibliográficas
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Capítulo 30
Comunicación marital asociada a la depresión.
Estudio con gestantes mexicanas y su pareja1
1 Este capítulo forma parte del informe final de la investigación “Comunicación Marital y su asociación
con la depresión en mujeres gestantes y su pareja”, registrado en la Dirección de Investigación del
Instituto Nacional de Perinatología “Isidro Espinoza de los Reyes” (INPerIER)con el número:
212250-501131.
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Metodología
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Resultados
El análisis para esta población corresponde a un grupo integrado por 120 mujeres y
120 hombres que son pareja; cabe señalar que no se trata de un estudio por parejas
sino de la comparación por grupos. La descripción sociodemográfica se realizó para
ambos grupos; en el grupo de gestantes las edades fluctuaron entre los 20 y 41 años,
con una media de 30. El promedio de años de escolaridad fue de 12 con un mínimo
de 6 y un máximo de 16 años, encontrando que la proporción mayor se ubicó en el
nivel de escolaridad medio (preparatoria o carrera técnica). Con relación a su estado
civil el 68% cuenta con una unión civil y/o religiosa, con un promedio de seis años de
unión y se distribuye entre quienes tienen un año y quienes llegan a los 19 años de
vivir conyugalmente. La ocupación fue principalmente en el hogar (85%) es decir con
una ocupación no remunerada y el 55% presentó sintomatología depresiva4. Con
respecto a los hombres, las edades oscilaron entre los 19 y 49 años, con una media
de 33 años; en escolaridad presentaron un promedio de 11 años un mínimo de 4 y un
máximo de 16, ubicándose en un nivel medio incompleto. Su ocupación fue
remunerada en un 72% y manifestaron ser estudiantes el 23%; únicamente el 16% de
los hombres presentó sintomatología depresiva.
Se compararon las seis dimensiones que componen la Escala de
Comunicación Marital incluyendo el resultado global; los dos grupos, uno con
depresión (casos) y otro sin depresión (control) presentan diferencias significativas en
varias dimensiones.
Mujeres; en la Escala de Comunicación Marital se compararon las seis dimensiones
incluyendo el resultado global, existe mayor comunicación de las gestantes no
deprimidas con relación a su pareja, que de quienes presentaron depresión (con una
significancia estadística de (p>.006). Existe más comunicación sobre la familia
extendida (p>.039) en el grupo de mujeres que no presenta depresión, a diferencia
de quienes padecen depresión. Con relación a su vida sexual existe mayor
comunicación con la pareja cuando no hay un diagnóstico de depresión (p>.002). La
comunicación sobre su relación marital es significativamente mayor en las
embarazadas sin depresión (p>.000). Hablan más de su trabajo las mujeres sin
depresión (p>.008). En la Escala de Estilo de Comunicación las mujeres sin depresión
viven a su pareja con un estilo positivo (p>.010) a diferencia de las gestantes con
depresión que viven a la pareja con un estilo reservado (p>.000) o negativo (p>.001)
o violento (p> .022).
Hombres; en la Escala de Comunicación Marital se observa que los hombres sin
depresión comunican más en general a su pareja (p>.031), y también en lo referente
a su trabajo (p>.009), a temas sobre su relación marital (p>.012) y la familia
extendida (p>.041) en comparación de quienes tienden a la depresión. En la Escala
de Estilo de Comunicación Marital los hombres no deprimidos viven a su pareja con
estilo positivo (p>.000), mientras que los hombres con tendencia depresiva se
perciben con estilo violento (p>.000) o estilo negativo (p>.000) o reservado (.013).
Conclusiones
De este estudio se desprende que las mujeres y los hombres con sintomatología
depresiva tienen menores niveles de comunicación en todas las dimensiones
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Referencias bibliográficas
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Capítulo 31
Depresión en gestantes y experiencias
adversas en la infancia1
1 Este capítulo forma parte de informe final de la investigación: “Violencia y otros eventos traumáticos
en la infancia y/o adolescencia en gestantes con depresión”, registrado en la Dirección del INPerIER con
el número 212250-50111. La autora agradece al actuario Gerardo Vázquez su valiosa ayuda en el
procesamiento estadístico de los datos.
Lartigue, T. y Varela, O. (Comps.), (2009). Género y psicoanálisis. Contribuciones contemporáneas, México: Maria Teresa Lartigue
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bienestar físico y mental (González et al., 2008, Mendoza et al., 2008). Además de
causar lesiones, la violencia lleva a que aumente el riesgo a largo plazo de que las
mujeres desarrollen otros problemas de salud. Las mujeres con una historia de
maltrato físico o abuso sexual enfrentan también un riesgo mayor de embarazos no
previstos o involuntarios, infecciones de transmisión sexual y complicaciones médicas
durante el embarazo.
En México, según datos de la Encuesta Nacional sobre Violencia contra las
Mujeres 2003 (26,042 sujetos), el 60.4% de las mujeres informó que había sufrido
alguna forma de violencia alguna vez en la vida. Al indagar sobre el abuso en la
infancia se encontró que el 42.2% había padecido maltrato físico, el 21.4% había
recibido insultos, 16.5% fue víctima de humillación (estos dos últimos rubros se
ubican entre lo que se denomina abuso verbal, emocional o psicológico) y el 7.6%
había sido víctima de abuso sexual antes de los quince años de edad, donde los
principales agresores fueron familiares varones, el padrastro o el padre. Ser testigo
de la violencia conyugal en la infancia y/o adolescencia es otra forma de maltrato con
efectos adversos en la salud (Heise et al., 1999); esto es, presenciar los golpes,
bofetadas, puntapiés y palizas y/o el menosprecio, intimidación y humillación
constantes del padre hacia la madre.
El estudio y la investigación sobre el impacto de este tipo experiencias
adversas en la infancia o traumas psíquicos infantiles se ha limitado en alcance y la
mayoría de las veces se ha centrado en una forma de adversidad, particularmente
abuso sexual; escasas investigaciones han determinado el impacto de más de un tipo
de abuso. Los acontecimientos adversos no ocurren en formas puras, por lo que es
necesario determinar los efectos de traumas y abusos múltiples en resultados del
riesgo de salud del adulto (Guerra, 2004).
El Estudio de Experiencias Adversas en la Infancia es una línea de
investigación de la Clínica Kaiser de Valoración Permanente de la Salud en San
Diego, y se ubica en un contexto de cuidado primario de la salud (prevención
primaria); se espera encontrar la relación a largo plazo o las consecuencias o efectos
de las experiencias infantiles en importantes problemas médicos y de salud pública
en la vida adulta. Es una línea de investigación retrospectiva y prospectiva (Vincent
et al., 1998).
En México no existen estudios que hayan investigado los efectos de la
violencia y otros eventos traumáticos en la infancia como precursores de embarazos
involuntarios en mujeres embarazadas que padecen depresión; asimismo, existen
pocos estudios donde se contemple la perspectiva de género y aspectos de violencia
contra la mujer o el maltrato a las niñas.
Es importante señalar que desde esta perspectiva, además de considerar las
diversas etapas del ciclo reproductivo de la mujer, en las que se puede presentar o no
depresión, como durante el embarazo, parto, postparto y climaterio, han surgido
otras hipótesis que relacionan la depresión con las condiciones de vida y las
características subjetivas de las mujeres, así como con la violencia doméstica y de
género, violencia del exterior que nos remite en la teoría psicoanalítica al concepto de
trauma, a esa irrupción violenta de energía que desorganiza al yo. Se postula como
etiología de la depresión en la mujer, el estereotipo de la feminidad (Dio Bleichmar,
1991); por lo que resulta importante estudiar y establecer la relación existente entre
las condiciones que predisponen a la depresión y los modelos de feminidad y
masculinidad vigentes.
La violencia doméstica y/o de género influye sobre la salud de diversas
maneras; se han logrado identificar “patologías de género femenino”, principalmente
referidas a estados depresivos, como un modo paradigmático de expresar el malestar
emocional, que además resulta en enfermedades crónicas. Asimismo, la suma de
eventos estresantes, que a la larga rebasan el umbral de resistencia del yo, se
convierte en estrés crónico, produciendo un agotamiento psicológico y fisiológico
asociado con enfermedades como la hipertensión arterial, obesidad y asma. Cabe
destacar que alrededor de un tercio de las mujeres maltratadas sufren depresiones
importantes y algunas de ellas, se hacen adictas al alcohol y a las drogas y la
probabilidad de intentar suicidarse en cinco veces mayor (Lartigue, 1999).
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Resultados preliminares
2Intitulada “La depresión materna. Su efecto en las interacciones madre-hijo/a en el primer año de
vida”; realizada con el apoyo económico del CONACyT SEP-2003-CO243690/A-1 (PRONABES); y
por el Instituto Nacional de Perinatología 212250-50091 y la Asociación Psicoanalítica Mexicana
(Lartigue et al., 2004), de la cual se desprende el presente proyecto.
3Habían aceptado participar otras 40 gestantes, sin embargo se dieron de baja de la investigación por
diversas razones, entre ellas, el tiempo de traslado al INPer, así como no tener con quién dejar a sus hijos
pequeños.
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las que padecían depresión, con o sin trastorno de personalidad, en total 105 mujeres (66.4%), los cuales
se contrastaron con las 53 mujeres del grupo control (33.5%).
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Capítulo 32
Vías de entrada y sistemas motivacionales en los
estados depresivos. Una aproximación durante la gestación1
Caso clínico
1 Este capítulo forma parte del informe final de la investigación “La depresión materna. Su efecto en las
interacciones madre-hijo/a en el primer año de vida”, realizada con el apoyo económico del
CONACYT: SEP-2003-CO243690/A-1 (PRONABES), INPerIER. 212250-50091 y la Asociación
Psicoanalítica Mexicana (Lartigue et al., 2004).
Lartigue, T. y Varela, O. (Comps.), (2009). Género y psicoanálisis. Contribuciones contemporáneas, México: Maria Teresa Lartigue
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su primera pareja porque no era responsable ni con ella ni con su hija, pasaba muy
poco tiempo con ellas, la paciente refiere que “no les hacía caso”; debido a esta
situación, cuando tuvo dos embarazos más, prefirió abortarlos porque no “quería
embarazarse de él”.
Su abuela tiene 70 años, vive enfrente de ellos, por lo que va seguido a
visitarla, aunque no se queda mucho tiempo porque su abuela padece de migraña, no
tolera el ruido y como sus hijos son muy “inquietos” su visita es rápida.
Describe la relación con su abuela como “buena, dentro de lo que cabe” ya
que fue una mujer muy exigente con ella, dura y poco cariñosa; aunque en su
embarazo, tanto su abuela como sus tíos y tías la apoyan completamente. A
diferencia de cuando su madre y una de sus tías se embarazaron, pues uno de sus
tíos las corrió de la casa. Aurora comenta que la tía que también se embarazó joven y
fue corrida de su hogar, es a quien más se siente “pegada”, tiene una buena relación;
pues la visitaba constantemente, le llevaba comida, ropa y tenía atenciones con ella
cuando era niña. La considera una mujer que sabe “afrontar situaciones difíciles,
pues también tiene un marido alcohólico, está sola y ha sabido sacar adelante a ella y
sus hijos”, la admira.
En contraste de la relación que tiene con su tía, con su madre tiene una “mala
relación”, desde pequeña se ha sentido rechazada por ella, piensa que la dejó porque
no quería ser responsable, quería seguir en fiestas, la visitaba poco y no le “llevaba
nada”. Cuando Aurora se embarazó, su madre la regañó, esta situación la paciente la
vivió fuera de tiempo, ya que a decir de Aurora “quería estar presente cuando nunca
lo estuvo”. La paciente comenta que ha intentado alejarse de su madre, mantenerse
separada; aunque últimamente su madre la busca constantemente, pero ella no cede
con facilidad ante este acercamiento.
Aurora tiene tres hermanos menores de diferentes padres. Comenta que se
lleva bien con ellos, aunque le hubiera gustado convivir con sus hermanos cuando era
pequeña. Dice que su madre tiene la “culpa” de que sus hermanos sean drogadictos
o que anden en “malos pasos”, pues roban, no trabajan o están aislados de la familia.
Con respecto a su padre, menciona que no lo conoce, sabe cómo se llama,
que es “drogadicto” y estuvo en el reclusorio. No le ha preguntado a su madre por él
porque piensa que no obtendría una respuesta de parte de ella, así como tampoco
está interesada en saber más sobre la vida de él, ni por qué no pudo vivir con su
madre.
Otra descripción importante es con relación a lo sucedido durante la
entrevista. Al escuchar la entrevista se percibe que su tono de voz es bajo, con ritmo
lento y pausado; su tiempo de reacción a las preguntas es largo, aproximadamente
de 20 segundos, lo que da la impresión de que sus pensamientos están bloqueados
por sus emociones; aunque también podría ser que piensa mucho sus respuestas
para no equivocarse.
Por otra parte, cabe señalar que después de los primeros 10 minutos de la
entrevista, a mí como entrevistadora me sucedió lo mismo; es decir, hubo una
resonancia a la que se respondió de manera automática. De la misma forma en que
Aurora hablaba, yo hacía las preguntas en un tono de voz bajo, con ritmo lento y
pausado. Sin embargo, después apareció una reacción de ansiedad de mi parte. Hay
varios aspectos que llaman la atención de la interacción que se dio entre la
entrevistadora – entrevistada: cuando el tiempo de reacción de respuesta se
acercaba a los 20 segundos, la entrevistadora intervenía para acelerar la respuesta o
hacía más preguntas. Este tipo de reacción conduce a la reflexión en cuanto que
despierta desesperación; lo que llevó a la entrevistadora a ser co protagonista de la
entrevista.
Otro aspecto es que a veces no se sigue el hilo conductor de las respuestas
por lo que no se profundiza en el tema; la reflexión en este punto es una posible
disociación ideo - afectiva a un tema doloroso como una posible reacción
contratransferencial. Cuando en Aurora hay llanto por el tema doloroso, hay conexión
afectiva, empatía, el tono de voz es suave cuando se señala el estado emocional. De
esta forma, se puede confirmar la resonancia: cuando hay disociación en la paciente,
resuena con disociación, cuando hay integración, resuena con integración.
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identificación con los objetos malos constituyen su falso self, al tratar de dar una
imagen de sí misma que no es real, usando mecanismos defensivos para mantener
esta falsa cohesión.
La proyección de objetos malos realizada a su madre e hijos despiertan por
una parte el temor de venganza de los objetos hacia ella, la Angustia Persecutoria y
por otra que sus hijos, en específico su hija, actúe las depositaciones de sus
proyecciones que la calificarían como mala madre. Entonces, podría ser que la
preocupación que manifiesta hacia su hija sea resultado de una formación reactiva,
ante la posibilidad de que sea confirmada como objeto malo dejando en ella una
herida narcisista, reconociendo su propia agresividad, disminuyendo su self y
fragmentando a su yo; por lo que estaría de acuerdo a Klein en la posición esquizo-
paranoide, en lugar de la posición depresiva como se podría pensar por el aparente
deseo de reparar a sus objetos. Desde esta visión, es posible que la culpa sea un
mecanismo de defensa y una vía de entrada.
Uno de los resultados de la articulación de los diversos componentes en
Aurora es la confusión como parte de los Déficits Yoicos, que limitan su capacidad
para establecer relaciones interpersonales con su madre, hijos y pareja: “Un poco
confundida… remover cosas del pasado me ha hecho estar confundida… mejor que
no estuve con ella (mamá) y luego digo pues sí porque ella es mi madre, no sé, no sé
qué decir… “; asimismo, conduce a la duda en el pensamiento que paraliza las
funciones yoicas y toma de decisiones, con la respectiva disminución de autoestima
que repercute en su self.
En la danza infinita de la interpretación, se encontraron siete vías de entrada
para las depresiones de Aurora: realidad externa traumática (abandono materno a los
tres meses), identificación con figuras femeninas “malas”, culpa, agresividad,
trastornos narcisistas, angustia persecutoria y déficits yoicos. Todas articuladas entre
ellas para retroalimentarse y mantenerse: el abandono materno que se ha realizado
desde hace tres generaciones ha mantenido la identificación con madres ausentes,
deprimidas, “malas madres”, generando agresividad hacia los objetos primarios; en
un segundo momento a la hija, que representa la madre ausente. Al mismo tiempo se
tiene miedo que estos objetos regresen para vengarse; surge la angustia persecutoria
y en formación reactiva la culpa que desencadena en los trastornos narcisistas, con
su respectiva baja de autoestima, pobre autoconcepto y falso self. Debido a que unas
modifican a otras y a sí mismas, se desencadena el efecto hacia los sistemas
motivacionales.
En la combinación de las vías de entrada con los Sistemas Motivacionales,
se puede inferir que Aurora es una madre hostil y rechazante hacia sus hijos, en
especial hacia su hija mayor, con la que repite el apego evitativo como una estrategia
de adaptación que usó con su propia madre - abuela, como objeto sustituto. Debido a
que no fue una bebé querida, estimada o valorada por su madre, Aurora tiene baja
autoestima, su autoconcepto es de inferioridad y no tiene autonomía. Tanto su madre
como su abuela no desplegaron hacia Aurora cuidados para aliviar la tensión o
expresar cariño, por lo que ella misma no es capaz de manifestarlos; con respecto a
este punto también podemos inferir que por una parte se sintió cuidada con relación a
su sobrevivencia, ya que le da mucha importancia a todo lo relacionado con el
sentimiento de protección primaria: alimento, vestido, techo; mientras que por otra, no
sintió la hetero-autoconservación psíquica, lo que dificulta que ella pueda conservar
internamente al otro, y redunde en su tendencia a “abortar” a sus objetos.
Durante el proceder hermenéutico sobre la historia de Aurora, sobresalió una
parte que llamó la atención a la entrevistadora: hay ciertas figuras en su pasado,
como la tía y abuela; en el presente su actual pareja, la maestra de la escuela de su
hija y probablemente la psicóloga con la que acude a terapia, que dan la impresión
de haber rescatado a Aurora en el sentido de que la protegieron, la han nutrido de
ciertos elementos positivos que le han permitido ligarse a la vida y actuado como
nuevos self objects parcialmente buenos. Esta constancia objetal parcial del pasado
y más constante del presente puede llegar a ser suficiente para que Aurora despierte
de sus depresiones, adquiera mayor capacidad de insight y con el trabajo terapéutico
Lartigue, T. y Varela, O. (Comps.), (2009). Género y psicoanálisis. Contribuciones contemporáneas, México: Maria Teresa Lartigue
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PARTE IV: COWAP EN LACOMUNIDAD Y/O ELTRABAJO CON PERSONAS VIVIENDO EN CONDICIONES DE POBREZA
logre la integración estructural, que le permita simbolizar su vida con diferentes ojos y
desde una nueva perspectiva.
En la autorreflexión de la narrativa, la entrevistadora percibe que en la
combinación de la realidad externa traumática y la historia de Aurora es fácil dejarse
guiar hacia la misma visión depresiva, sin salida, con dificultades, avasalladora, que
la paciente tiene sobre sí misma, por lo que es una tarea importante del clínico/a,
tener la habilidad para entrar y salir del proceso para que pueda tener conciencia de
no quedarse atrapado por la perspectiva de la paciente deprimida.
De acuerdo a las interpretaciones realizadas hasta el momento de la historia
de Aurora, parece ser que el componente que marca cierta pauta hacia las
depresiones, por la combinación entre los módulos con el apego evitativo es el
abandono, o mejor dicho, la representación que ha realizado Aurora en el a posteriori
del abandono del que fue “víctima” por parte de su madre. Lo que haya escuchado y
vivido acerca de este abandono es un parte aguas para su realidad psíquica. La
victimización con la que se representa está en juego la mayor parte de su vida, a
través de “acusar” ante los demás la falta emocional de su madre y no sólo la parte
de la pérdida real, característica típica de la melancolía según Freud; por lo que
probablemente la sensación que despierta en los otros puede ser clave como
Herramienta de Diagnóstico, es decir, la resonancia en la entrevistadora ante la
reacción de la díada pasividad/desesperación de Aurora.
Proceder hermenéutico
El primer paso fue identificar la unidad del Núcleo Central de la Depresión (NCD) en
las entrevistas de las gestantes, objeto de estudio. Se realizan cuatro lecturas de
cada entrevista transcrita verbatim, usando colores de plumón para subrayar las
oraciones y frases de las diferentes dimensiones que abarcan la primera categoría. Al
realizar la lectura, se anotan las asociaciones libres que surjan en el nivel teórico, de
resonancia y contratransferencia. Una vez identificadas las oraciones se vacían en un
cuadro para facilitar el procedimiento; las cuatro dimensiones que constituyen el NCD
son: irrealizabilidad del deseo, impotencia/desesperanza; presencia del afecto
displacentero e inhibición psicomotriz o hiperexcitación; se incluye también la manera
como cada gestante definió su estado depresivo (sus frases u oraciones específicas).
Este mismo procedimiento se realiza con la segunda categoría de vías de
entrada en sus nueve módulos 2, con nueve lecturas, cada una con su respectivo
color y cuadro para obtener los diferentes caminos por los cuales estas mujeres
embarazadas del INPer llegaron a sus depresiones. Al realizar la lectura, se anotan
también las asociaciones libres que surjan en el nivel teórico, de resonancia y
contratransferencia. Cuando las oraciones son identificadas se vacían en un cuadro
para facilitar el procedimiento; las nueve vías de entrada son: realidad externa
traumática (siempre significada por la fantasía), identificación con figuras parentales,
culpa, agresividad, déficits yoicos, trastornos narcisistas, angustias persecutorias,
estereotipos de género y enfermedades médicas.
De la misma forma, se continúa con el análisis de la última categoría, los
sistemas motivacionales, que a partir de la técnica de análisis de contenido con el
significado latente se hacen inferencias respecto de cuáles son los sistemas que se
identifican en las mujeres. Al realizar la lectura, de igual manera se anotan las
asociaciones libres que surjan en el nivel teórico, de resonancia y contratransferencia.
Cuando las inferencias son planteadas se vacían en un cuadro; los cuatro sistemas
motivaciones descritos por Bleichmar (1997) son: apego, hetero conservación,
narcisista y sensual/sexual.
2 En el Modelo Modular Transformacional de Hugo Bleichmar (1997) aparecen siete vías de entrada;
para la investigación se añadió en el lugar ocho los estereotipos negativos de género de Dio Bleichmar
(2005) y en noveno las enfermedades médicas que presentaron las pacientes durante su embarazo y que
califican como embarazo de alto riesgo.
Lartigue, T. y Varela, O. (Comps.), (2009). Género y psicoanálisis. Contribuciones contemporáneas, México: Maria Teresa Lartigue
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PARTE IV: COWAP EN LACOMUNIDAD Y/O ELTRABAJO CON PERSONAS VIVIENDO EN CONDICIONES DE POBREZA
Una vez identificadas las tres categorías con sus diversos módulos, se realiza
la escucha de la entrevista audio grabada, en la que también se anotan las
asociaciones libres que surjan en el nivel teórico, de resonancia y contratransferencia.
Si hay omisiones o equivocaciones en la transcripción verbatim, se realizan los
cambios; también se reacomodan las categorías de los módulos en los cuadros ya
llenados, se les ordena de acuerdo al tema o contenido. Si surgen nuevas
dimensiones durante la lectura o escucha de la entrevista, se realiza un cuadro
diferente, con las características descritas previamente. En ese momento, en el
cuadro del Núcleo Central de la Depresión, se vacían las palabras que usaron las
pacientes para definir su depresión3.
En la continuación del proceder hermenéutico aplicado a los casos, la
narrativa se inicia con la descripción de los datos generales de la paciente
embarazada: ficha de identificación, familia nuclear, actitud durante la entrevista,
interacciones de la relación en la entrevista, tiempo en el que narra la paciente,
situaciones únicas encontradas en la paciente. De manera general, se narra la
historia de vida de la paciente. En este punto, se compara, coteja o sincroniza la
resonancia identificada en el texto escrito y en el cassette audiograbado como parte
de la intersubjetividad paciente – entrevistadora. Siguiendo el mismo proceso, se
prosigue a la categoría de núcleo central de la depresión, describiendo los tres
módulos; después las vías de entrada, con sus nueve módulos para finalizar con los
cuatro sistemas motivacionales. Se integran las interpretaciones para concluir con la
identificación de las categorías.
El método hermenéutico descrito previamente se realiza la mayor parte del
tiempo desde un punto de vista de narradora testigo, en otras ocasiones de narradora
protagonista u observadora. Se usan los cuadros de las tres categorías para relatar
las depresiones de las pacientes, se les da significado a sus palabras textuales, se
reflexiona sobre sus pensamientos, sentimientos y los de la entrevistadora, para
volver a cuestionarlos y hacerlos propios; haciendo referencia a diversos autores de
la teoría psicoanalítica, así como también al contexto e historia de la paciente y
entrevistadora.
Hacia el final del proceder hermenéutico se realiza la articulación de las
diversas interpretaciones encontradas en las historias de las mujeres para concluir
con el tercer elemento que surge de la danza entre las pacientes y la entrevistadora,
que resalta el significado intersubjetivo de las depresiones de estas mujeres y la
entrevistadora durante el embarazo. Al finalizar el análisis de las distintas mujeres
entrevistadas por mí, estaré en condiciones de diseñar una guía para el tratamiento
psicoterapéutico de embarazadas aquejadas del mismo sufrimiento psíquico.
Referencias bibliográficas
3 Si en alguno de los cuadros no aparece alguna dimensión, se debe a falta de información de la gestante
o bien, porque está ausente de acuerdo a cómo se codifica, posteriormente se imprimen cada uno de los
tres cuadros.
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PARTE IV: COWAP EN LACOMUNIDAD Y/O ELTRABAJO CON PERSONAS VIVIENDO EN CONDICIONES DE POBREZA
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PARTE IV: COWAP EN LACOMUNIDAD Y/O ELTRABAJO CON PERSONAS VIVIENDO EN CONDICIONES DE POBREZA
Capítulo 33
Cosmovisión de la maternidad y el hijo/a
en embarazadas con o sin depresión 1
Mayra Chávez Courtois,
Erika Arce Zacarías,
Ivett Bolaños Delfín y
Alejandra Hernández-Maldonado
Introducción
1 Este capítulo forma parte del informe final del Proyecto “La Depresión, factores de riesgo
sociodemográficos y su relación con la práctica de maternaje” con número de registro 212250-50101
INPerIER.
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PARTE IV: COWAP EN LACOMUNIDAD Y/O ELTRABAJO CON PERSONAS VIVIENDO EN CONDICIONES DE POBREZA
Material y Métodos
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PARTE IV: COWAP EN LACOMUNIDAD Y/O ELTRABAJO CON PERSONAS VIVIENDO EN CONDICIONES DE POBREZA
Resultados
Cabe señalar que los grupos no son distintos entre si en lo referente a la edad, nivel
de escolaridad y estado civil; la media de edad para el grupo A (gestantes sin
depresión fue de 32.73 (DE 5.795) y para el B (con depresión) fue de 30.31 (DE
5.64). Respecto del nivel de escolaridad, 22 mujeres del grupo A y 20 del B tenían un
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PARTE IV: COWAP EN LACOMUNIDAD Y/O ELTRABAJO CON PERSONAS VIVIENDO EN CONDICIONES DE POBREZA
Algunas de los frases que expresaron las mujeres sin depresión sobre
la maternidad desde el sistema de emociones placenteras fueron que
la maternidad es: amor, un logro, tranquilidad, muchas cosas,
seguridad, algo valioso, maravilloso, reflexivo, hermoso. Pero también
expresaron emociones displacenteras como: cansancio, absorbe todo
el tiempo, no estaban preparadas para la maternidad, sentimientos
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PARTE IV: COWAP EN LACOMUNIDAD Y/O ELTRABAJO CON PERSONAS VIVIENDO EN CONDICIONES DE POBREZA
encontrados.
Mientras que para las embarazadas con depresión (grupo B) sus
emociones placenteras se resumen con las siguientes frases:
sensación de bienestar, respeto a ellas, acto de compartir, mucho
orgullo, cuesta trabajo, es difícil, algo padre, acompañamiento,
admiración. En tanto en las emociones displacenteras existen más
expresiones en comparación con el grupo A, siendo las siguientes:
sobreprotección, aprehensión, decepción, miedo de no hacer lo
correcto, coraje, riesgos, sentirse atadas, ninguna emoción, tristeza,
nostalgia y presión. Existen emociones que compartieron ambos
grupos, para el caso de las placenteras se encuentran la: satisfacción,
ternura, algo bonito, alegría, emoción y felicidad; mientras que de las
displacenteras, la única compartida fue la angustia.
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Cabe destacar que en otro sentido, el contenido de las respuestas matiza los
significados y emociones que las mujeres construyen sobre la maternidad y la
relación con su hijo/a. En el caso de los significados sobre la maternidad (Ejemplo I),
ambos grupos comparten que el ser madres es una responsabilidad y de ahí se
derivan una serie de sinónimos que hacen referencia al cuidado; sobre todo dichas
respuestas se encuentran en el grupo de las mujeres con depresión, pues para el
grupo A, la percepción de la maternidad se enfoca más al cambio de vida que les ha
provocado esta nueva etapa. Respecto de los significados relacionados con la
identidad de género (Ejemplo I) no hay diferencias cualitativas entre las mujeres con
depresión y sin depresión.
En relación a las emociones placenteras sobre lo que implica la maternidad
(Ejemplo II) se aprecia que las respuestas del grupo A tienen un enfoque de
tranquilidad y de amor, mientras el grupo B sí llega a manifestar sensaciones de
dificultad. Para el caso de la emociones displacenteras (Ejemplo II) las gestantes con
depresión tienen más respuestas, y en éstas si llegan a expresar tristeza, enojo,
nostalgia y presión, palabras que de alguna manera no aparecen en aquellas que no
presentan dicho estado de ánimo.
En el tema de los significados sobre la/os hijos (Ejemplo IV) en ambos grupos no
se advierten diferencias cualitativas; por el contrario la percepción hacia el hijo/a se
basa en ser lo más importante. Al considerar las respuestas relativas a los
significados del hijo/a relacionados con la identidad de género (Ejemplo IV), cabe
señalar que son congruentes con los que expresaron en el tema de la maternidad,
esto es, las y los hijos son la “parte complementaria en su existencia” son el “centro
de su vida”; en ese mismo sentido fluyen las expresiones sobre las emociones hacía
el hija/o (Ejemplo III), en ambos grupos la presencia del hija/o representa cariño, pero
sobre todo refleja un sentido de fortaleza. Donde sí se dan diferencias de contenido,
son en las emociones displacenteras (Ejemplo III); las gestantes del grupo A sólo
sienten preocupación por el hija/o, mientras que las mujeres con depresión
manifiestan miedo, tristeza y siente que el hija/o abarca mucho de su tiempo.
Discusión
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PARTE IV: COWAP EN LACOMUNIDAD Y/O ELTRABAJO CON PERSONAS VIVIENDO EN CONDICIONES DE POBREZA
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PARTE V:
HOMENAJES
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PA R T E V: HOMENAJES
Capítulo 34
Ana Freud, lazos inconscientes para la
construcción de una psicoanalista
Joséphine-Astrid Quallenberg
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Referencias bibliográficas
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PA R T E V: HOMENAJES
Capítulo 35
Julia Kristeva: una pensadora en los límites
Nacida en Sofía en 1942, Julia Kristeva a los 23 años se muda a Francia, desde
entonces su tierra y lengua de adopción, para doctorarse en lingüística en la École
des Hautes Études. Se unió al grupo Tel Quel donde conoció a su futuro marido
Philipe Sollers. Los artículos de Kristeva comenzaron a aparecer publicados por Tel
Quel y por el periódico la Crítica, Sus investigaciones en lingüística incluyendo su
interés en los seminarios de Lacan, en el mismo año dieron lugar Al texto de Roma y
a Semiótica búsqueda del semánalisis.
Julia Kristeva es una emigrante en el amplio sentido del término, viajera en
permanente movimiento y cambio, provocadora hasta los límites. Al terminar su
doctorado comienza a estudiar psicoanálisis y hace de esta disciplina ya no sólo una
articulación para sus lecturas sino una práctica clínica, su laboratorio de investigación
sobre el sujeto y su fuente principal de reflexión teórica. Termina su entrenamiento
como psicoanalista en 1979
Comenzó en 1976 a viajar regularmente a Estados Unidos de Norteamérica
para enseñar como profesora visitante permanente en el departamento de francés de
la Universidad de Columbia. Son herederas de la experiencia norteamericana
muchas de las páginas de Historias de Amor (1983), de Sol Negro, depresión y
melancolía (1987) escritas en ese país, así como su novela Los samuráis, donde
plasma la vida y el mundo particular de la universidad estadounidense.
En la evolución de su pensamiento, lo psi ocupa un centro del que irradia el
gran abanico de conceptos que introduce la obra. Crítica primero las bases
freudianas, regresando después de manera renovada y lúcida a la gran fuente de
conocimiento que es el psicoanálisis de Sigmund Freud, Kristeva insiste en un
concepto clave para el psicoanálisis: re-nacimiento, El poder de anamnesis y de re-
estructuración psíquica que significa el trabajo del inconsciente gobiernan esta
noción. Y así lo expresa: “Si existe una adquisición en la historia del psicoanálisis es
precisamente esta complejidad del aparato psíquico de la que Freud fijó los hitos y
que fue enriquecida por las aportaciones de sus sucesores: los kleinianos, los
lacanianos, los winnicottianos y otros” (Paris, 2003:14). Para ella el psicoanálisis es
una aventura amorosa que atempera la angustia, alienta el re-nacimiento y cree en el
recomienzo creativo incesante. Esas novelas privadas de público, que son las de los
pacientes, abren en la experiencia psicoanalítica la posibilidad de oír la palabra, el
goce, la pulsión, las perturbaciones, los silencios. El analista construye su teoría del
sujeto como ser-en-proceso y de la subjetividad como lenguaje, amoroso y en
revuelta.
Julia Kristeva señala que: “es en la imagen del sufrimiento femenino y
materno, que resume la dificultad de ser mujer, en lo que he puesto mucho de mi
experiencia personal” (Paris, 2003:14). Cabe remarcar que Kristeva no se considera
a si misma ni a sus escritos como los de una feminista, aunque muchos de éstos
hayan sido usados por las mismas. Señala que, Simone de Beauvoir funciona como
paradigma de una voz que logró hacerse oír en una cultura patriarcal y monológica,
(aunque la criticó por su rechazo a la maternidad). Kristeva, no se adhirió por eso al
feminismo en términos previsibles: polemizó con sus pares instalados en el discurso
falocéntrico del mismo modo que discrepó con las feministas. Se interesó, por la
condición femenina por las relación madre/hijo-a y por las condiciones lingüísticas
que esa relación importa para la construcción de la subjetividad. Insistió en el poder
de una cultura dominada por el varón que reprime la voz de las mujeres, Sostenía
que la mujer nunca se puede definir, la mujer como concepto deja de ser ese sujeto
real de carne y hueso y se trata mas de una identidad ideologizada atravesada por el
concepto de género y de posicionamiento, que por las determinaciones biológicas.
Insiste en que se debe reconocer la identidad y la diferencia. Los movimientos
reivindicativos del feminismo, no son libertarios, el feminismo moderno sólo habrá
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Es en el libro Las nuevas enfermedades del alma, que explica, que antes de
querer superar a Freud, para proponer una visión más justa de las mujeres, hay que
tratar de comprender su noción de castración. Freud, explica, constata una angustia o
un miedo ante la castración y una envidia subsiguiente del pene: se trata de
formaciones imaginarias, propias de los discursos de los neuróticos de ambos sexos,
hombres o mujeres. La fantasía de la escena originaria y la fantasía de la
castración, aunque nada las haga presentes en la realidad son hipótesis necesarias
que nos permiten situar los fundamentos del discurso neurótico del hombre y la mujer.
Los textos de Freud sobre todo los de la segunda tópíca, los metapsicológicos y sus
prolongaciones especialmente Lacan dan a entender que la castración es la
construcción imaginaria que se apoya en un mecanismo psíquico que constituye el
campo simbólico y todos los seres que se inscriben en él. Se trata del advenimiento
del lenguaje como separación de un estado de placer fusional para que la
instauración de la diferencia, remitida a objetos separados de un sujeto, constituya el
sentido, común para ambos sexos. Algunas relaciones familiares conducen a algunas
mujeres (especialmente a las histéricas) a renegar de esta separación y del lenguaje
que de ello se deriva, esto es lo que dice el descubrimiento freudiano sobre este
punto. Para que esta operación constitutiva de lo simbólico y de lo social pueda
aparecer en toda su verdad, y que la entiendan ambos sexos, sería justo inscribir en
ella también toda la serie de privaciones y de exclusiones que acompañan la angustia
de perder el pene y que imanen la perdida de la completad y de la totalidad. La
castración aparece entonces como el conjunto de los cortes indispensables para el
advenimiento simbólico.
Las mujeres al igual que los hombres, podrán tener acceso al orden simbólico
a través del padre, quedando atrapada en el clásico doble vínculo; Si la mujer se
identifica con la madre, se coloca en el lugar exclusión y de marginación del orden
patriarcal. Si, por el otro lado se identifica con el padre, hace de ella y de su imagen
una figura masculina que provoca la misma exclusión del orden patriarcal. Por lo que
la mujer debe rehusar ese dilema; aceptar la Ley y la diferencia sexual en el marco
patrilineal y rehusar convertirse en uno de ellos. Desde su posición marginal ella
puede entrar en la cadena simbólica. Por lo que las mujeres no deben rechazar entrar
en el orden simbólico, pero tampoco deben adoptar el rol masculino como modelo de
la feminidad.
Kristeva desarrolla el término “Genio Femenino” a través de la vida y obra de
tres mujeres lúcidas y escrutadoras del siglo XX, originales en sus planteamientos,
superadoras (cada una en su ámbito) de lo que significa la subjetividad femenina;
Hanna Arendt-Melanie Klein-Colette. Los rasgos comunes de estas tres mujeres, para
Kristeva, es que siendo mujeres defendieron una cierta afirmación fálica, que no
fueron pálidos espejos del hombres, ni mujeres masculinas Fueron mujeres en el
esplendor del término: no se mimetizaron con la potencia varonil, pero hicieron de su
afirmación fálica la posibilidad de avanzar en su singularidad poniendo de manifiesto
la superación de la dicotomía binaria de los sexos. La bisexualidad psíquica es, una
experiencia humana que sólo algunos sujetos están atentos a descubrir y expresa en
sus obras y sus pensamientos. Así cada sujeto inventa en su intimidad un sexo
específico es allí en donde reside su genio, es sencillamente su creatividad, es lo que
llama el Genio Femenino.
Se podría definir genio, desde la óptica kristeviana, como la capacidad de
abrirse camino a través y más allá de una situación que se da como cerrada, como la
determinación movida por una fuerza íntima que sabe deconstruir la condición de algo
cristalizado: la historia, el ser mujer, el modo de amar, el arte. A diferencia de las
existencias automatizadas, una vida memorable es para Julia Kristeva aquella digna
de ser contada, por haber aportado una novedad, una singularidad creativa capaz de
alentar un advenimiento, un re-nacer o una revuelta. Estaba y está persuadida de que
el logro último de los derechos de hombre y la mujer es el cuidado dedicado al pleno
desarrollo de su singularidad y el genio es la versión más compleja de la singularidad.
Cada una debe liberar la condición femenina de las restricciones biológicas, sociales,
circunstanciales, valorizando la iniciativa de romper esos programas culturales
represores de la individualidad.
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que les permita construir identidades provisionales, sujetos en proceso, dentro del
orden simbólico. Ve el amor como una agencia que da al sujeto el permiso de actuar.
Referencias biblográficas
Lartigue, T. y Varela, O. (Comps.), (2009). Género y psicoanálisis. Contribuciones contemporáneas, México: Maria Teresa Lartigue
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PA R T E V: HOMENAJES
Capítulo 36
COWAP, logros y desafíos en el décimo aniversario
Teresa Lartigue
El Comité de Mujeres y Psicoanálisis (COWAP) por sus siglas en inglés) fue creado
en 1998 durante la presidencia de Otto Kernberg en la Asociación Psicoanalítica
Internacional (IPA), siendo la primera Chair Joan Raphael- Left;(1998-2001), seguida
por Mariam Alizade (2001-2005) y Giovanna Ambrosio (2005- 2009). En 2008
celebramos el décimo aniversario en las tres regiones (Latinoamérica, Norteamérica,
Europa y resto del mundo) que conforman la IPA.
Desde su fundación, COWAP pretende mantener un espacio constantemente
abierto de reflexión, cuestionamiento e intercambio con otras disciplinas sobre
problemas complejos, entre ellos: sexualidades, feminidad, masculinidad,
parentalidad, maternidades, paternidades, subjetividades, relaciones jerárquicas entre
los géneros, diferencia sexual, psicopatologías y violencia de género.
Las principales actividades tienen que ver con el apoyo local, nacional e
internacional a grupos de estudio vinculados con estas temáticas, así como la
organización de conferencias en distintos países, diálogos latinoamericanos, eventos
regionales, investigaciones y publicaciones. Asimismo, busca crear oportunidades
para realizar encuentros psicoanalíticos, grupos de trabajo y talleres teórico clínicos,
con el fin de generar nuevos conocimientos que permiten seguir enriqueciendo la
teoría y el tratamiento psicoanalítico en las diversas partes del mundo.
El comité de COWAP durante la presidencia (2005-2009) de Claudio Laks
Eizirik (Brasil) y la secretaría general de Mónica Siedman de Armesto (Argentina)
estuvo conformado de la siguiente manera: Chair Giovanna Ambrosio (Roma), Co-
chair para Europa María Teresa Flores (Portugal), Co-chair para Norteamérica Arlene
Kramer Richards (Estados Unidos de Norteamérica) y Co-chair para Latinoamérica
Teresa Lartigue (México). Fungieron como consultoras: Mariam A. Alizade (Argentina),
Joan Raphael-Left (Inglaterra) y Matilde Ureta de Caplansky (Perú) y se integraron al
Comité: Doris Berlín (Venezuela), Teresa Haudenschild (Brasil), Frances Salo
(Australia), Gertraud Schlesinger (Alemania), Eleanor Schuker (Estados Unidos de
Norteamérica) y Judith Setton-Markus (Canadá).
El principal objetivo en este periodo, ha sido el estimular la investigación
acerca de los problemas que conciernan a las complejas relaciones entre las
categorías de la sexualidad y el género, con sus implicaciones para el psicoanálisis.
Nuestro proyecto consiste en estudiar las influencias culturales e históricas en la
construcción de las teorías psicoanalíticas relacionadas con los hombres y mujeres.
Metas principales 1:
1) Consolidar nuestra red de trabajo a través de la formación de
pequeños grupos de estudio, investigación y reflexión en cada
sociedad psicoanalítica.
2) Alentar y fomentar la participación de nuestros colegas varones, y
poner nuestras experiencias socio-históricos y debates del Comité
al servicio de la reflexión de la teoría y la clínica psicoanalíticas.
3) Continuar con la promoción de la reflexión teórico clínico acerca de
una “imagen femenina completa” con sus áreas de luz y sombra.
4) Promover también esta misma reflexión teórica y clínica acerca de
la imagen masculina.
5) Prestar máxima atención al desarrollo de constructos teóricos
psicoanalíticos y a la calidad clínica del trabajo del Comité,
estimulando el estudio de temas de alto impacto social como:
sexualidad y género, gestación, maternidad, envejecimiento y
“confusión de lenguas”.
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Los principales desafíos en América Latina tienen que ver con el poder continuar con
las publicaciones de los diálogos latinoamericanos, auspiciadas por la Asociación
Psicoanalítica Internacional; el diseño y realización de investigaciones tanto empíricas
como conceptuales sobre las temáticas que hemos privilegiado, principalmente sobre
la construcción de la parentalidad en situaciones de riesgo (como migración interna y
externa, homoparentalidades, etc.) y las patologías de género como la depresión que
se presenta en una doble proporción en las mujeres y la mortalidad masculina que
ocurre de manera más temprana en los varones. Asimismo, la inserción de
seminarios de Género y Psicoanálisis en los programas de formación psicoanalítica
que imparten los Institutos de Psicoanálisis afiliados a FEPAL y a la IPA y si es
posible, también en los diferentes Programas de Estudios de Género que se imparten
en universidades e instituciones de educación superior.
Desde la perspectiva teórica, se requiere el poner a trabajar las diferentes
corrientes, escuelas o enfoques surgidos dentro del psicoanálisis, con la finalidad de
ir estructurando una metapsicología de las identidades subjetivas (como persona
primero y después como sujeto femenino, masculino, andrógino, indiferenciado por
nombrar sólo algunas categorías, que también están sujetas a discusión y debate).
Desde la perspectiva de la clínica, poder privilegiar la “escucha de género” y estar
muy atentos/as a las reacciones contratransferenciales teñidas por la ideología de los
sistemas sexo género imperantes en cada grupo sociocultural.
Por otra parte, es fundamental el continuar el trabajo de COWAP en la
comunidad2 (con personas viviendo en condiciones de pobreza extrema y
vulnerabilidad psicosocial), iniciativa propuesta por Candida Se Holovko y otras
colegas de Sao Paulo; así como impactar las políticas públicas con el fin de apoyar la
prevención del incesto y las otras modalidades de la violencia de género (entendida
como “todo acto de fuerza física o verbal, coerción o privación amenazadora para la
vida, dirigida al individuo mujer y niña, que cause daño físico o psicológico,
humillación o privación arbitraria de la libertad y que perpetúe la subordinación
femenina3 ) en sus mútiples modalidades. Entre ellas, el abuso físico, emocional o
psicológico, el sexual (principalmente el incesto), el ser testigo o víctima de violencia
conyugal, la explotación económica, la discriminación por género, al igual que el ser
víctima de abandono, negligencia, indiferencia y descuido.
Por último, se requiere establecer vínculos con la nueva Comisión de Trabajo
de la Federación Psicoanalítica de América Latina (FEPAL) denominada
“Psicosexualidad y Género”, coordinada por Julia Lauzón (Chile 2008-2010), al igual
que con colegas y analistas en formación del Instituto Latinoamericano de
Psicoanálisis (ILAP), así como con la reciente asociación psicoanalítica de Paraguay
que no ha nombrado aún su miembro de enlace ante el Comité.
2 En este volumen, se presentan nueve capítulos, que intentan dar cuenta de esta iniciativa dentro del
Comité; por otra parte es importante mencionar que los trabajos presentados en el VII Diálogo que no se
incluyeron en este volumen, como son los de Ma.Teresa del Bosque, Raquel Tawil, Laura M. Verduzco
y Ma. Isabel Rodríguez se publicaron en el libro de Masculinidad. Una mirada desde el Psicoanálisis
(Tawil, 2009); asimismo, una versión modificada del presentado por Beatriz Agrest y Eva Rotenberg
puede consultarse en el libro de Homoparentalidades. Nuevas familias.
3Heise, L., Pitanguy, J. y Germain, A. (1994). Violencia contra la mujer: La carga oculta de salud.
Organización Panamericana de la salud/ Banco Mundias, Washington, p 69
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Cabe hacer notar que Olga Varela y yo nos sentimos muy complacidas por
haber compilado el presente volumen, que pretende mostrar la manera de pensar y
de trabajar de colegas provenientes de Iberoamérica; esto es, de Portugal, México,
Venezuela, Argentina, Brasil, Perú y de una mexicana radicada en Montreal, Canadá.
Nuestra profunda gratitud a las colegas que viajaron desde sus lugares de origen, así
como a las y los psicoanalistas y analistas en formación de la Asociación
Psicoanalítica de Guadalajara, A.C. (Grupo de Estudio), por su entusiasmo,
dedicación y esfuerzo al haber hecho posible el VII Diálogo Latinoamericano, que
contó con la presencia de 120 profesionales y estudiantes de los distintos estados de
la República Mexicana, a quienes también agradecemos su asistencia y participación
logrando que hubiera “diálogo”, y que este fuera fructífero y enriquecedor.
De igual manera, nuestro agradecimiento al Comité de la Práctica Analítica y
Actividades Científicas (CAPSA) de la IPA, por su apoyo económico que permitió, que
dos psicoanalistas mexicanas vivenciaran otra mirada, otra escucha (desde las otras
regiones de la IPA) mediante la supervisión de dos tratamientos psicoanalíticos, el
primero conducido por Adriana Lira (Guadalajara) y el segundo por Raquel Tawil
(ciudad de México).
Deseo concluir, con algunas frases del mensaje que nos envió Claudio Laks
Eizirik para ser leído en la ceremonia de inauguración: “La celebración de 10 años de
fecundo y creativo trabajo de COWAP es una inmensa alegría para todos … Veo con
satisfacción que el psicoanálisis puede contribuir a la reflexión internacional y para
realizar acciones conjuntas en dirección a una mejor comprensión y entendimiento
entre hombres y mujeres, y quizá para crear una atmósfera más civilizada, más
democrática en las relaciones humanas”.
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