Identidad Personal y Memoria
Identidad Personal y Memoria
Identidad Personal y Memoria
Hume critica la idea de sustancia, tanto material, referida a los objetos corpóreos, como
inmaterial, referida al sujeto espiritual o yo. Sostiene que no hay razón alguna que
asegure de manera convincente la existencia de ninguno de estos dos tipos de sustancia.
Para Hume sólo hay percepciones que, según la fuerza o vivencia con las que son
recibidas por los sentidos, pueden clasificarse en impresiones o ideas, que, a su vez,
pueden ser simples o complejas [1]. Las ideas simples corresponden y representan
exactamente las impresiones simples, y no hay circunstancia alguna en las unas que no
se encuentre en las otras. Así pues, no habiendo en la idea de sustancia, material o
inmaterial, correspondencia alguna con ninguna impresión previa de la que se derive,
Hume se resiste a afirmar su existencia.
Entrando en materia, Hume, como se ha dicho, parte de la premisa de que toda idea
encuentra su origen en una impresión, y siendo el yo considerado como constante e
invariable, por ser la referencia de todas las distintas impresiones e ideas, debe
necesariamente corresponder a una impresión igualmente constante e invariable. Debido
a que, según Hume, no hay impresión alguna de este tipo, concluye que el yo, la idea de
la identidad personal, no existe. No se puede concebir el yo sin una percepción, y no se
puede observar sino la percepción misma. Añade que, como toda percepción es
Hume sostiene, por tanto, que el objeto corpóreo y el sujeto espiritual no son sino una
serie de impresiones. Así pues, confundida la tradicional distinción entre objeto y
sujeto, Hume concluye que, debido a que el conocimiento se funda en percepciones
variables y diferentes de las que no cabe inferir la existencia de un objeto o sujeto que
sea su causa, tanto la identidad material, esto es, la existencia de los objetos que se
encuentran supuestamente fuera de nosotros, como la identidad personal, el yo, no son
objetos de conocimiento, sino de creencia.
Ahora bien, Hume olvida que, si se toma como referencia de algo, una otra cosa, al ser
ésta considerada no puede incluirse dentro de lo referido. Es decir, si tomamos como
punto de partida las impresiones y derivamos de ellas las ideas, como sostiene Hume,
aquello que se supone que se encuentra como productor de las impresiones, aunque
según Hume sea una idea y, por tanto, su existencia deba estar legitimada por una
percepción correspondiente, no se puede considerar una impresión. Así pues, aquello a
que se refieren todas las impresiones no puede ser situado en la misma categoría que las
impresiones, porque, de esta manera, referente y referido se encontrarían en un mismo
nivel, sino que debe ser considerado como algo distinto que posee la posibilidad de
abarcar a lo demás referido. Por tanto, el referente no podrá ser referido, pero estará
presente en toda referencia.
Nos vemos obligados a creer, en términos de Hume, que, anteriormente a la identidad
personal, a la ficción del yo operada en el entendimiento, hay una condición de
posibilidad de las impresiones que posibilitan, a su vez, las ideas; es decir, un yo que,
no siendo ficción de la memoria y la imaginación, no siendo un principio de unión
imaginado de lo variable y discontinuo, está presente en todo fingimiento.
NOTAS
[1] David Hume, Tratado de la naturaleza humana (Madrid: Tecnos, 1998), p. 43 y 44.
[2] Op. Cit., p. 339.