Adios A Las Formulas Magicas PDF

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Entrevista a Francis Fukuyama

Adiós a las
fórmulas mágicas
Dueño de un universal “embrujo”, el Estado
se ha ganado, con causa, la doble fama de
noble salvador o eterno culpable.

En síntesis s por lo menos audaz que un joven e ignoto investigador prediga “el fin de la historia” en

■ El tema del último libro


de Francis Fukuyama
E un ejercicio de investigación sin esperar cierto sarcasmo. Y naif, si además lo publica en
pleno ascenso de la democracia “liberal” y el capitalismo global. También lo es reflotar la
noción de “Estado” y coronarla como el factor transformador de la realidad geopolítica inter-
sorprende. Denostado nacional, sin parecer contradictorio con los propios antecedentes ideológicos. “Por más de una
durante años por propios y generación, la tendencia ha sido achicar el Estado y transferir, no siempre apropiadamente, las
ajenos, expertos y legos, el actividades del sector público al sector privado”, subraya Fukuyama. A su criterio, ese foco en
Estado resucita en la el tamaño es miope porque no incluye la segunda dimensión fundamental del Estado: su for-
concepción del politólogo taleza. “En el mundo en desarrollo, los gobiernos débiles, incompetentes o inexistentes han si-
como factor transformador do, y son, la causa de problemas institucionales severos.” Si en el mundo post caída del muro
del futuro global. de Berlín de principios de los ’90, cuando escribió su best-seller El fin de la historia y el último
hombre, vio un escenario hegemónico y optimista; hoy, después del 11 de septiembre, otro hi-
■ Fukuyama lo desdobla en to en la historia universal, el paisaje le parece disgregado, expuesto, amenazante.
dos dimensiones: tamaño y
fortaleza. Explica por qué el El escenario mundial actual no es el mismo que hace diez años, cuando habló del fin de la his-
tamaño, dueño de todos los toria. ¿Cómo lo ve en el futuro?
debates en las últimas Depende en gran medida del horizonte temporal que uno elija para el análisis: largo plazo, o
décadas, no es el factor sea, una o dos generaciones, o corto plazo, entre cinco y diez años. Si hablamos de corto plazo,
determinante del desarrollo es dable esperar tiempos de turbulencias e inestabilidad: estados débiles, destruidos o fracasa-
económico de los países dos, democracias que trastabillan en distintos lugares del mundo, multiplicidad de protagonis-
más débiles. tas no estatales, Europa y los Estados Unidos enfrentados. En el largo plazo, siempre y cuando
logremos salir airosos de este complicado período de incertidumbre, el mundo necesitará esta-
■ La fortaleza es el factor que dos nacionales fuertes y efectivos a la hora de cumplir con sus funciones indelegables.
determina el potencial de Desde una perspectiva regional, en Europa, las fluctuaciones permanentes de posición se
crecimiento de una nación. harán cada vez más evidentes, sencillamente, porque ya no existe la Unión Soviética para “an-
Depende de la calidad de las clar” las relaciones como ocurría durante la Guerra Fría. Los países europeos se volverán más
instituciones, un atributo hostiles a los Estados Unidos y a todo lo que represente su ideario. Ya prefieren autocalificar-
difícil de transferir sin las se como la oposición a todo aquello que perciben “estadounidense”: el concepto de libre mer-
condiciones políticas y cado, la unilateralidad, la idea de soberanía y el uso del poder militar post guerra de Irak.
sociales necesarias. En América latina, las desilusiones han sido numerosas. Empezando por la Argentina. Du-
rante los ’90 parecía haber encarado una serie de reformas económicas muy prometedoras
que, supuestamente, llevarían a un desarrollo mucho más rápido y sostenido que el que había
vivido Chile en las décadas anteriores. Las expectativas no se cumplieron debido a un conjun-
to de conflictos y razones complejas, íntimamente ligadas con su propio sistema político y con
su relación con el exterior. Brasil logró evitar algunos de los errores que cometió la Argentina.
No se mantuvo atado a un tipo de cambio. Tomó medidas importantes para encarar la descen-
tralización fiscal, un problema en ambos países. En la Argentina, la incapacidad del gobierno
central de controlar los gastos provinciales fue una de las razones de la crisis más reciente. En
México, el sistema político es más débil de lo que muchos quieren reconocer, porque la oposi-
ción puede bloquear desde el Congreso cualquier iniciativa de reforma crítica —el congreso y

Agenda 2020 1/3


Entrevista a Francis Fukuyama

el presidente Fox responden a distintos partidos políticos. Otro signo de alerta.


Estirpe de Pero más problemático es el presente y el futuro de los países andinos. Ha habido una suer-
te de revolución democrática: los indígenas se han incorporado por primera vez a la política y
investigadores su participación es activa. Bolivia, Ecuador, Colombia y Perú son algunos ejemplos. El gran de-
safío es consolidar este proceso pacíficamente.
Aunque todavía queda mucho por resolver en la región, no se puede negar que los avances
Nieto del fundador del departa- institucionales también han sido considerables. Los errores de política económica que se co-
mento de economía de la Univer- metieron durante la crisis de la deuda de los ’80 no se repitieron. La hiperinflación, al igual que
sidad de Kyoto e hijo de un soció- la política fiscal y la monetaria irresponsables, parece difícil que vuelvan a instalarse. Esos
logo, Francis Fukuyama es profe- cambios han iniciado un proceso prolongado, complejo y doloroso, pero cuyas múltiples ven-
sor de economía política interna- tajas, no se puede negar, se irán acumulando con el tiempo.
cional en la Johns Hopkins Univer-
sity. En Yale estudió literatura Durante la última década, el discurso económico y político se ha centrado en el “tamaño” del Es-
comparada y después viajó a París tado. En su libro usted lo considera una de sus dos dimensiones fundamentales junto con la “for-
para estudiar a Roland Barthes y taleza”. ¿En cuál de las dos ve las fallas de los países de América latina?
Jacques Derrida. Un año de de- Creo que el principal problema de los países latinoamericanos más grandes —México, Bra-
construcción en Europa fue sufi- sil, la Argentina— es un Estado de tamaño desmesurado, pero relativamente débil a la hora de
ciente. Volvió a los Estados Unidos implementar las políticas que define en cada ámbito. Por ejemplo, la Argentina, durante el go-
y completó su doctorado en Cien- bierno peronista, adoptó el modelo europeo de Estado de bienestar para instaurarlo en un país
cia Política en Harvard. Consagra- mucho más pobre que la mayoría de las democracias de Europa. Incluso elaboró cláusulas más
do como best seller mundial, su inflexibles y onerosas. Era el peor de los cuadros: un Estado con un alcance amplio y poco po-
primer libro, El fin de la historia y der —o poder discrecional— para hacer cumplir la ley. Los antecedentes de Brasil y México no
el último hombre, cosechó records son muy diferentes. Chile, en cambio, evitó esa combinación contraproducente de Estado
en ventas, y críticas sarcásticas de “grande” y expansivo pero débil, porque redujo sustancialmente su tamaño a principios de los
políticos y expertos. ’80 a través de una administración fuerte, que siempre sostuvo.
Intelectual y polémico, publicó
después: Trust: la confianza; La ¿Esa tendencia a copiar modelos no demuestra cierta debilidad de la clase política? ¿No debe-
gran ruptura, El fin del hombre. rían tener una “agenda” asociada a lo que realmente necesita y conviene al país y su gente, y no
Acaba de editarse en español con tan ideológica? A menudo los gobernantes parecen comportarse como dueños y no como repre-
el título La construcción del Estado sentantes.
su último libro State-Building, Go- Creo que eso está cambiando. Una de las consecuencias de la globalización es la mayor in-
vernance and World Order in the formación disponible sobre lo que ocurre en el mundo y, a la vez, un feedback casi inmediato
21st Century. de lo que el mundo piensa de los sucesos domésticos.

Usted afirmó que suelen ignorarse o subestimarse los ciclos de retroalimentación “correctivos”
inherentes a los sistemas sociales. ¿Son una característica de todos los sistemas o sólo de los más
desarrollados?
Una de las ventajas de la democracia es que en este sistema los líderes son responsables.
O sea que, frente a una falla crítica en las decisiones o en las políticas aplicadas, la gente, las
use o no, dispone de herramientas para forzarlos a corregir el rumbo o desplazarlos. En los paí-
ses autoritarios no ocurre lo mismo. Si uno observa a Cuba, verá que está detenida en un nivel
de desarrollo que seguramente se mantendrá sin cambios hasta que Fidel Castro muera. La
posibilidad de aprender y corregir está neutralizada o anulada.

Por ser “susceptibles de formalización”, el diseño y la gestión de las organizaciones son más fá-
ciles de “transferir” entre culturas y sociedades que otras instituciones más abstractas.
En ningún caso es fácil cuando se cruzan fronteras nacionales. Todavía tenemos que inves-
tigar qué instituciones son más “lisa y llanamente transferibles”. La organización de un banco
central, por ejemplo, exige conocimiento técnico y un número de personas relativamente re-
ducido. La transferencia no es compleja.
En la vereda opuesta a este tipo de organización concreta está la vigencia y aplicación efec-
tiva de las leyes: cualquier modelo es muy difícil de transferir de un Estado a otro, porque es
un sistema de funcionamiento complejo y disperso, íntimamente ligado con intereses críticos
de los políticos y que demanda algo más que un experto “técnico”. La “transferibilidad” de mo-
delos e instituciones nunca está asegurada. Depende, en gran medida, del tipo de “agencia”
pública del que se trate y, casi siempre exige una buena dosis de contenido local para evitar el
“rechazo”.

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Entrevista a Francis Fukuyama

En la Argentina se hicieron grandes cambios institucionales sin el respaldo del cambio cultural
necesario para que la sociedad se adapte a ellos. Entonces, con el tiempo y el resultado de la ex-
periencia, se van aplicando “parches”. No parece serio. ¿Cómo debe ser el proceso de construc-
ción o reconstrucción del Estado?
En primer lugar tenemos que distinguir el punto de partida: un Estado fracasado o un Es-
tado débil. Una categoría completa de problemas, más severos que los que padece América la-
tina, se asocia a Estados que fracasaron como Afganistán, Somalia, Irak, Haití. En estos casos
hay que reconstruirlos desde la base: el ejército, la policía, las instituciones financieras, la edu-
cación, la salud. En la mayoría de los otros países, en los que el problema es la debilidad, la
agenda es de reforma: vigencia y cumplimiento de la ley, transparencia, responsabilidad de las
instituciones públicas y privadas, legitimidad. En toda América latina no creo que sea la demo-
cracia como sistema de gobierno la que atenta contra su desarrollo, sino la “eventualidad” de
la aplicación de la ley. O la falta de consistencia. Dos cuestiones que no soluciona un grupo de
“expertos”. Por ejemplo, si no se asegura y protege el derecho de propiedad, no habrá inversión
ni desarrollo en el largo plazo.

¿Cuál es el rol de las instituciones multinacionales políticas y financieras en el desarrollo?


Tienen mucho que hacer. La forma en que se desenvolvieron en estas últimas décadas no
fue efectiva. En algunas crisis específicas —Afganistán, los Balcanes— las consecuencias de su
intervención fueron nefastas. Tampoco fue positiva su contribución en América latina ante
problemas menos severos. El tipo y la calidad del asesoramiento del Fondo Monetario Interna-
cional o el Banco Mundial siguen en tela de juicio. Necesitan una buena reforma. Deben re-
pensar sus lineamientos estratégicos, su misión, su organización y su funcionamiento.

Alguna relación guarda esa necesidad de reforma con la caída en desgracia del consenso de
Washington de la que se habla, y con la emergencia de un nuevo (des)orden mundial.
A mi criterio, el consenso de Washington era una plataforma sensata que nació básicamen-
te en respuesta a la crisis de la deuda de los ’90 en los países latinoamericanos, cuyos ejes eran
el gasto público descontrolado y la emisión monetaria como recurso para cubrir el déficit, pro-
blemas críticos que había que resolver (ver Gestión, Volumen 8, Número 6, Noviembre-Diciem-
bre 2003). Creo que hoy mucha gente en Washington es más consciente de que aquello era só-
lo una solución parcial porque, sin el cambio de las instituciones políticas y sociales subyacen-
tes, las correcciones de política económica no pueden sino tener un impacto limitado o cau-
sar distorsiones. No es lo mismo firmar un tratado de comercio que fortalecer como institu-
ción a una empresa de telecomunicaciones privatizada.

¿Cómo se puede fomentar ese cambio institucional? ¿Cuál es la posible contribución de los indi-
viduos, las organizaciones informales, las ONG, los partidos políticos?
No creo que exista una receta única. En última instancia depende de cuán intenso y vigo-
roso sea el debate interno en cada sociedad. De hecho, si ponerse firme contra el Fondo Mone-
tario en el discurso político afecta la negociación de la deuda en detrimento de los tenedores
de bonos, éstos necesitarán agruparse para defender sus intereses. Estas organizaciones no
gubernamentales se han convertido en un signo de la época, que se incorpora a las discusio-
nes políticas. El mensaje que pretendo transmitir en State-Building —La construcción del Es-
tado, en su versión en español— es que no existe una fórmula mágica porque la mayoría de
las cuestiones bajo análisis son políticas y cada país tiene sus propias urgencias. El corazón de
esa reforma no está en seleccionar el diseño o el modelo más apropiado de institución, sino
en identificar las restricciones o limitaciones políticas que impiden su implementación y en-
contrar la forma de sortearlas para resolver los problemas reales y fortalecer al Estado en sus
dos dimensiones: alcance y capacidad; tamaño y fortaleza. Caso contrario, y aunque suene de-
salentador, el nivel inadecuado de desarrollo institucional seguirá bloqueando las posibilida-
des de desarrollo económico. Es importante reconocerlo para no volver a equivocarse. Porque,
tanto para las sociedades individuales como para la comunidad global, el debilitamiento del
Estado no es el preludio de la utopía sino del desastre. ●

© Gestión/Entrevista de
Graciela González Biondo

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