Vegetales Modificados Geneticamente. (1) Paola

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Unidad 1 - Seres Vivos: Estructura, Funcionamiento y diversidad.

Reseña Vegetales Modificados Genéticamente

PRESENTADO POR:

Paola Roció Solarte

C.C. 59707716

TUTOR:

Mery Liliana López Martínez

GRUPO:

201101_111

Universidad Nacional Abierta Y A Distancia – UNAD

Marzo Del 2018


VEGETALES MODIFICADOS GENÉTICAMENTE

El desarrollo de la agro-biotecnología basada en la manipulación genética permite

producir variedades de cultivos agrícolas más resistentes a plagas y enfermedades y en general,

promete incorporar características deseadas, tales como resistencia a sequía y heladas y mejores

cualidades nutritivas. Varios estudios sugieren que la rápida difusión e implementación de los

Organismos Genéticamente Modificados (OGM) o de cultivos transgénicos en la agricultura

comercial estaría modificando el mapa de las ventajas comparativas y competitivas de los países

de América Latina, pero con efectos diferenciados sobre los productores de acuerdo a su tamaño,

grado de capitalización y acceso a las nuevas tecnologías. En efecto, las implicancias de los

cultivos transgénicos para la agricultura de la región han sido fuente de debate y de posiciones

encontradas en diversos foros, asociadas con diversos grados de incertidumbre científica en la

evaluación y percepción de riesgo.

Cultivos que producen su propio insecticida, jitomates que conservan su frescura y sabor

durante varias semanas, capullos donde crece algodón de colores, son algunos ejemplos de lo que

la biotecnología ha logrado a través de las llamadas plantas transgénicas, un campo de

investigación y desarrollo tan fascinante como polémico.

Las plantas transgénicas forman parte del grupo de los llamados organismos modificados

genéticamente y son el resultado del avance de las técnicas de la biología experimental, así como

de la búsqueda de soluciones a diversos problemas de la producción agroindustrial. Muchos de

los conceptos y procedimientos necesarios para obtenerlas se desarrollaron durante los últimos
veinte años; sin embargo, sus aplicaciones comerciales sólo pudieron ser financiadas por las

grandes compañías que hoy dominan el mercado de la agrobiotecnología.

Lo que distingue a las plantas transgénicas es que poseen una o más características que no

fueron heredadas de sus antecesores. En cada una de sus células llevan genes "añadidos"

artificialmente, es decir, fragmentos adicionales de ácido desoxirribonucleico (ADN)

provenientes de otra especie de planta, un virus, una bacteria o un hongo; estos genes contribuyen

a producir nuevas sustancias, a modificar el ritmo del desarrollo de la planta o, bien, a aumentar

su capacidad de defensa contra factores adversos.

El interés en el desarrollo de plantas transgénicas es el de mejorar la calidad y productividad de

los cultivos; además, estas plantas constituyen una poderosa herramienta de investigación.

La ensalada transgénica

El aspecto de una planta transgénica no es, en general, sorprendente; no se trata de

calabazas gigantes, ni de limones con formas extrañas, ni papas que saben a jitomate. A primera

vista, una planta transgénica es semejante a las que no han sido transformadas. El cambio lo

llevan en su interior y éste sí es asombroso: ya es posible adquirir semillas para cultivar plantas

de varias especies que producen un bioinsecticida (cultivos Bt), lo que ha reducido

significativamente la aplicación de pesticidas químicos; otras plantas son resistentes a un tipo de

herbicida, lo cual permite que el combate de malezas o "malas yerbas" sea más efectivo pues los

cultivos no resultan dañados. En particular, destaca una variedad de jitomate diseñada para tener

una maduración retrasada en sus frutos que hace posible que éstos permanezcan más tiempo

frescos en color, textura y sabor. En algunos países existen ya en el mercado productos derivados
de plantas transgénicas de soya, algodón, papa, maíz y jitomate, principalmente. Y quizá pronto

se sumen otros a la lista; actualmente se realizan pruebas de campo y de tipo sanitario de

variedades de calabacita que pueden evitar el ataque de ciertos virus, de oleaginosas como la

colza (canola), que contienen una proporción más saludable para el consumidor de aceites en sus

semillas, y también de papayas y otros frutales que pueden tolerar el aluminio tóxico de suelos

ácidos y absorben mejor el fósforo disponible. Se investiga, además, la posibilidad de desarrollar

plantas que puedan ser vehículos de vacunación: se trata de que la propia planta produzca la

vacuna y ésta sea administrada con el alimento mismo, digamos un plátano; otras posibilidades

son plantas que produzcan anticuerpos, diversos fármacos e incluso plásticos biodegradables.

Una muestra del potencial comercial de las plantas transgénicas es el hecho de que en los Estados

Unidos se estén probando actualmente cultivos de este tipo usando casi 100 genes distintos,

introducidos en por lo menos 35 especies vegetales diferentes.

La modificación genética

¿De dónde surge una planta transgénica? Para conocer la respuesta es preciso recordar que

los genes son partes o regiones definidas del ADN, esa larga molécula informativa que poseemos

todos los seres vivos —nuestro genoma— y que está formada por combinaciones enormes de

cuatro "letras" moleculares denominadas bases nitrogenadas. Cada gene contiene una instrucción

específica para la fabricación de una proteína, la cual se "dobla" en una forma característica para

funcionar ya sea como enzima, fibra muscular, hormona o toxina. Así, cada proteína participa en

alguna parte de las numerosas estructuras y actividades de la célula. Normalmente conocemos la

función de los genes a través de la proteína que codifican (y viceversa). En años recientes, ha
crecido el interés por conocer mejor cuáles son los genes importantes para el crecimiento, la

nutrición y aquéllos relacionados con la susceptibilidad a las enfermedades o la resistencia a los

parásitos, para poder incidir en los factores que hacen que las plantas que cultivamos sean

productivas, saludables y más resistentes, o que aumenten su valor nutricional.

La idea central de la modificación genética, en este caso de la creación de plantas

transgénicas, es que si un gene tiene influencia directa en alguna propiedad de un organismo

determinado, es muy posible que el mismo gene afecte esa propiedad en otros organismos. Y esto

se ha comprobado: la adición de genes específicos en varios organismos produce gracias a la

proteína que estos genes originan algunos cambios significativos, heredables y frecuentemente

útiles.

En el caso particular de las plantas, como se pueden regenerar plantas completas a partir de

células individuales o grupos de ellas, una célula a la que se le ha insertado un gene de otro

organismo puede dar origen a plantas completas con copias del gene adicional en el tallo, las

hojas, la raíz, las flores o el fruto.

La ingeniería genética de plantas para usos agrícolas se nutre también de estrategias

basadas en el conocimiento del modo en que varios organismos aprovechan su medio ambiente.

Se sabe que diversos patógenos tienen formas de evitar la acción de sus propias toxinas o que

muchos insectos tienen enemigos que los atacan de modo muy específico. Como existen genes

involucrados en este tipo de capacidades, su inserción en el ADN de las plantas puede darle a

éstas formas especiales de tolerancia o defensa ante plagas y enfermedades. Por ejemplo, existe

un grupo de bacterias del suelo (Bacillus thuringensis), que produce una proteína insecticida que

no es tóxica a muchas especies útiles. Durante casi dos décadas, extractos de este organismo se
han rociado en los cultivos para protegerlos, pero hace cuatro o cinco años se logró introducir en

diversas especies de plantas el gene bacteriano responsable de la toxina, de modo que ahora ellas

mismas producen el insecticida.

Los riesgos y la polémica

En la aplicación comercial de las plantas transgénicas se han considerado varios riesgos

potenciales que pudieran reducir su efectividad o, lo que es peor, que generen problemas de

salud, agronómicos o ecológicos en el futuro.


En primer lugar, la posibilidad de que los procesos de transformación y regeneración de

las plantas produzcan en ellas alteraciones no deseadas (por ejemplo en su tamaño, coloración o

rendimiento) se descarta por medio de pruebas que se realizan en invernaderos y en el campo. Sin

embargo, es posible que se presenten efectos en el ambiente en una extensión o en un plazo más

largos. Al reproducirse las plantas transgénicas, su polen puede contribuir a que los transgenes

sean diseminados en otras plantas compatibles (de la misma especie pero de distinta variedad), en

las especies silvestres (que a veces son malezas) o en especies ancestrales de las formas

cultivadas, generando problemas ecológicos, comerciales y legales. Éste es todavía un aspecto

que debe evaluarse, considerando el tipo de reproducción de las especies en cuestión. En México

existe preocupación por el maíz y otros cultivos (jitomate, chile, calabaza), ya que nuestro país es

fuente primordial de riqueza en biodiversidad de tales especies.

Se considera también que las variedades transgénicas diseñadas para producir nuevas

toxinas contra plagas (por ejemplo, el algodón Bt) podrían tener efectos nocivos en organismos

benéficos como abejas y catarinas, o bien, que esas toxinas se acumulen en las cadenas

alimenticias e incluso promuevan la resistencia de las plagas. Se han planteado ya diversas

estrategias para el manejo agrícola y una reglamentación que disminuyan algunos de estos

riesgos. Una de esas estrategias, por ejemplo, es destinar una parte del terreno de cultivo a la

siembra de plantas no transgénicas, a fin de conservar el equilibrio en la población de plagas y

evitar que aquellas que desarrollen resistencia a la toxina se multipliquen.

Otra preocupación importante se refiere a la posibilidad de un impacto negativo en la

nutrición y la salud humanas; este riesgo es muy bajo dadas las pruebas y controles sanitarios a

los que se somete cualquier producto nuevo destinado al consumo humano. Un punto más de la

discusión es el derecho, tanto de los consumidores como de cada nación, a comprar o no


productos transgénicos; para ejercer este derecho es preciso que los productos se comercialicen

por separado, no mezclados junto con los convencionales, y que sean fácilmente identificables.

En este sentido, hay posturas encontradas entre los Estados Unidos, que se oponen a etiquetar sus

productos, y sus socios de la Unión Europea, que exigen el etiquetado.

La situación se ha complicado, además, por la necesidad de que la regulación de diversos

aspectos sobre el uso de los productos derivados de plantas transgénicas a nivel mundial sea

compatible con los acuerdos internacionales de comercio.

Hasta el momento prevalece una falta de consenso entre los países sobre cómo regular la

producción, distribución y venta no sólo de plantas transgénicas y sus derivados, también de otros

organismos modificados genéticamente. Un esfuerzo importante pero que no resolvió la cuestión

fue la reunión mundial celebrada el pasado mes de febrero en Cartagena de Indias, Colombia,

convocada para aprobar el llamado Protocolo de Bioseguridad.

Desde el punto de vista sanitario, se ha constatado que las variedades transgénicas ya

comercializadas no son distintas de las convencionales; otras están todavía pendientes de

aprobación. Con respecto a los efectos en el ambiente, hay cierto acuerdo en que es necesaria más

investigación, tanto de las empresas de agrobiotecnología como de instituciones académicas y

organismos públicos.

De cualquier manera, la perspectiva de una agricultura complementada con el cultivo de

plantas transgénicas es aún muy promisoria y una de nuestras mejores opciones para satisfacer la

demanda de alimentos de una población humana en continuo crecimiento.


Referencia bibliográfica

Padilla Acero Jaime. 16 de marzo de 2018. Las plantas transgénicas. Universidad

Nacional Autónoma de México (UNAM) Revista ¿Cómo ves?. Recuperado de:

http://www.comoves.unam.mx/numeros/articulo/7/las-plantas-transgenicas

Schaper, M., & Parada, S. (2001). Organismos genéticamente modificados: su impacto

socioeconómico en la agricultura de los países de la Comunidad Andina, Mercosur y Chile.

CEPAL. Recuperado de: https://repositorio.cepal.org/handle/11362/5737

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