Buenas Practicas para La Atencion Sanitaria A Trans
Buenas Practicas para La Atencion Sanitaria A Trans
Buenas Practicas para La Atencion Sanitaria A Trans
Editada por la Red por la Despatologización de las Identidades Trans del Estado español
Más información en:
[email protected]
www.stp2012.info
ÍN
DI
CE
1. INTRODUCCIÓN 4
4. BIBLIOGRAFÍA 30
1
INTRODUCCIÓN
1
Este documento es una propuesta para mejorar la atención sanitaria de las personas trans en
el marco del Sistema Nacional de Salud del Estado español. Está dirigida a todos los públicos
pero especialmente a profesionales de la salud y políticas/os que trabajan en las instituciones
sanitarias del Estado. El objetivo de este material es el de generar herramientas de análisis
y marcos de referencia en la elaboración de protocolos alternativos y no patologizantes de
atención sanitaria a personas trans, en un plano local e internacional.
La propuesta que formula este trabajo se materializa en la Guía de Buenas Prácticas para
la atención sanitaria de las personas trans. La estructura de esta publicación se divide en dos
partes. En primer lugar, hemos querido contextualizar y reflexionar de forma crítica acerca
de la problemática que abordamos y situar el estado de la cuestión. En segundo lugar se en-
cuentra el contenido de la Guía, una propuesta a ser enriquecida en un debate abierto, sin
exclusiones, que tenga como principal protagonista los contenidos y perspectivas gestados en
la propia comunidad trans.
Este material ha sido revisado y editado por la Red por la Despatologización de las Identida-
des Trans del Estado Español, una plataforma de activistas, colectivos, movimientos sociales
e investigadoras/es que ha impulsado la histórica lucha por la despatologización de las iden-
tidades trans.
Su publicación coincide con las acciones del Octubre Trans 2010, una inédita jornada inter-
nacional de actividades y manifestaciones que este año movilizará a más de 50 ciudades en
diferentes partes del mundo.
Agradecemos los innumerables y desinteresados aportes recibidos en el proceso de elabo-
ración de este documento y subrayamos, una vez más, nuestro compromiso propositivo para
abrir nuevas perspectivas y continuar nuestra lucha incesante contra la violencia, la estigma-
tización y la marginación de la cual aún somos objeto.
5
2
CONTEXTUALIZACIÓN:
LA PATOLOGIZACIÓN DE LA TRANSEXUALIDAD,
ESTADO DE LA CUESTIÓN EN EL ESTADO ESPAÑOL
Y REFLEXIONES CRÍTICAS
2
2.1 INTRODUCCIÓN
La transexualidad está catalogada desde 1980 como un trastorno mental. Actualmente los ma-
nuales de enfermedades mentales DSM-IV-R (elaborado por la American Psychiatric Association
- APA) y CIE-10 (de la Organización Mundial de la Salud-OMS) la recogen bajo el nombre de “tras-
torno de la identidad sexual” o de “desórdenes de la identidad de género” respectivamente.
El debate sobre la desclasificación o despatologización de la transexualidad ha cobrado en los
últimos años una gran importancia en el seno del activismo trans, gay y lésbico, y progresiva-
mente ha ido captando la atención de diversas/os profesionales de la salud (sobre todo psiquia-
tras, psicólogas/os y psicoanalistas) de todo el mundo.
Antes de entrar en materia es importante aclarar una cuestión terminológica. A lo largo de
este texto no se utiliza el término “transexual” sino “trans”. Nos referimos a trans para englobar
a transexuales, personas transgénero y travestis sin tener que explicitar las diversidades que
existen dentro del propio colectivo trans. Esta palabra, pues, no es un mero sinónimo de “tran-
sexual” (término procedente de la medicina) sino que es una propuesta del movimiento trans
para salir del campo médico y cambiar el paradigma desde el que comprendemos la transexuali-
dad. En este sentido ‘trans’ hace referencia a toda aquella persona que vive en un género distin-
to al que le ha sido asignado al nacer en base a su sexo, independientemente de si ha modificado
su cuerpo o de si ha recibido un diagnóstico de trastorno de la identidad de género.
Es preciso en esta introducción situar la problemática explicando concretamente como se
diagnostica el trastorno de identidad de género, cual es la situación actual del tratamiento de
las personas transexuales en el sistema sanitario público español y el estado de la cuestión del
activismo por la despatologización trans. Dedicaremos los siguientes apartados a la exposición
de propuestas para crear nuevos modelos de tratamiento.
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2
El origen de la patologización
1 Así lo expresa la Ley 3/2007 de 15 de marzo reguladora de la rectificación registral de la mención relativa al sexo
de las personas, también llamada “ley de identidad de género”.
2 Históricamente, se constata una interrelación estrecha en los procesos de revisión del DSM, CIE y SOC (véase
Matte, Devor, Vladicka 2009).
8
2
En cuanto a la situación médica de las personas trans en el contexto español, el pasado 2008
el Ministerio de Sanidad y Consumo decidió organizar la cobertura sanitaria de las personas
trans por centros de referencia, en lugar de apostar por una inclusión de estos tratamientos
en la cartera de prestaciones generales del Sistema Nacional de Salud, creando así una des-
igualdad de acceso a los tratamientos a nivel territorial. El abordaje se produce en las llamadas
Unidades de Trastornos de Identidad de Género (UTIG) en la que se coordinan psiquiatras y
psicólogas/os, endocrinólogas/os y cirujanas/os (en las UTIGs suele ser habitual que no estén
todos estas/os profesionales (sobre todo cirujanas/os), o que haya algún/a otra/o especialista
(foniatra etc.), dependiendo de cada UTIG), para hacer un seguimiento transversal de los tra-
tamientos a los que se someten las personas trans. Se realiza el diagnóstico del trastorno de
identidad de género, se recetan hormonas y se realizan un número limitado de operaciones
al año, siguiendo, en líneas generales, el procedimiento recomendado en los Standards of
Care (SOC)3. En el Estado Español existen las UTIGs de Andalucía, Cataluña, Asturias, Madrid,
Extremadura, Baleares y País Vasco (Canarias y Galicia están en trámite). Actualmente, de
éstas se han acreditado varios centros de referencia estatal: entre estos centros de referencia
se encuentran el Hospital Clínico de Barcelona, La Paz-Ramón y Cajal de Madrid y el Hospital
Carlos Haya de Málaga.
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2
cia así una movilización internacional con el objetivo de reivindicar la despatologización de las
identidades trans del próximo DSM-V y de asegurar la cobertura médica de los tratamientos
hormonales y quirúrgicos de las personas trans que así lo demanden. La campaña STP-2012 ha
tenido una muy fuerte y positiva respuesta por parte de activistas trans de todo el mundo: el
próximo 23 de octubre del 20105 se movilizarán más de 50 ciudades en Asia, África, América
y Europa (14 de ellas españolas) en un día de lucha mundial contra el trastorno de identidad
de género.
ción del nuevo manual sería en mayo del 2013, un retraso debido a las presiones que está recibiendo la revisión
del DSM.
5 Ver la web oficial de la campaña STP-2012 (http://www.stp2012.info).
6 Para un análisis más extendido de los procesos de exportación del modelo médico occidental, véase Balzer (2010).
10
2
En relación a la identidad de género, en los últimos años ha emergido una perspectiva de de-
rechos humanos que reconoce la libre expresión del género de las personas como un derecho
humano fundamental. Esto se ha materializado en diversos documentos e informes, de entre
los que destacan los Principios de Yogyakarta (2007) y el Informe “Derechos Humanos e Iden-
tidad de Género” de Thomas Hammarberg, Comisario de Derechos Humanos del Consejo de
Europa, publicado en julio de 20097. Al hilo de estas declaraciones internacionales se entiende
que seguir considerando las identidades trans como enfermedades mentales u orgánicas su-
pone una vulneración de los derechos humanos de las personas.
Como decíamos en la introducción, actualmente el DSM y el CIE están siendo revisados y se
prevé que aparezcan en 2013 y 2015 respectivamente. El pasado febrero del 2010 la APA pu-
blicó el borrador del futuro DMS-V, en que se apunta una tendencia a continuar con la patolo-
gización de estas identidades. Se propone modificar el nombre de los Trastornos de Identidad
de Género (TIG) y cambiarlo por “incongruencia de género” y además se apuesta por ampliar
las categorías diagnósticas del trastorno de identidad de género en niños y adolescentes y
del travestismo fetichista entre otras8. En reacción a este borrador, el pasado mes de abril del
2010 la campaña internacional STP-2012 difundió una propuesta de petición de despatolo-
gización9 dirigida a la APA. Más allá de las razones que esgrimíamos en el segundo apartado
de este artículo, en esta propuesta se argumentaba principalmente que la libre identidad de
género es un derecho humano básico y que la patologización es un proceso que estigmatiza
a las personas trans.
Actualmente la mayor parte de los esfuerzos están orientados hacia la APA porque la publicación
de la nueva versión del DSM antecede a la del CIE y la correlación de ambos listados indica clara-
mente la incidencia que la psiquiatría norte-americana ha tenido sobre la catalogación de la OMS.
En algunos países se ha intentado poner fin a la patologización de la transexualidad modi-
ficando sus propias clasificaciones de enfermedades. Este es el caso de Francia, que ha sido
muy controvertido. El activismo trans francés, del cual se ha inspirado en gran parte el activis-
mo español, ha reivindicado durante los últimos años la despsiquiatrización de las identidades
trans. El pasado mes de febrero del 2010 el Ministerio de Sanidad francés dio un paso en este
sentido al eliminar los trastornos de identidad de género de la lista en la que estaba catalo-
7 Para un análisis en profundidad sobre la perspectiva de derechos humanos e identidad de género, ver
Suess (2010).
8 Para más información leer el Comunicado de STP-2012 (2010).
9 Para más información ver la Propuesta de petición a la APA de STP-2012 (2010).
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gada (ALD-23) y reclasificarlos en un nuevo grupo (ALD-31). De este modo han pasado de la
categoría de enfermedades psiquiátricas a enfermedades de causa indeterminada10. Por tanto
se ha despsiquiatrizado pero no despatologizado las identidades trans ya que la transexuali-
dad sigue considerada como una enfermedad.
Para evitar este tipo de reclasificaciones que continúan ubicando la transexualidad en el
paradigma del trastorno, recientemente en el discurso del movimiento trans a nivel global se
ha optado por dejar de utilizar el término psiquiatrización y cambiarlo por el de patologización
queriendo decir que la transexualidad no es una enfermedad mental pero tampoco orgánica.
Podríamos decir que hoy en día, exceptuando algún sector muy conservador, nadie en las
comunidades trans piensa que la identidad de género de las personas trans implique por sí
misma un trastorno mental. En cambio, sí existe un cierto consenso en que es la mejor estra-
tegia hasta el momento para asegurar que las personas trans tengan acceso a hormonas y
cirugías. La proliferación de esta estrategia debe entenderse en un contexto, como es el caso
español, en el que la exploración de vías alternativas y su articulación en un discurso público
es una apuesta reciente. Actualmente, el trabajo más importante está en encontrar la clave
para salir del modelo patologizador sin perder el acceso a los tratamientos médicos. En uno
de sus últimos comunicados internacionales STP-2012 explicaba:
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las personas trans un diagnóstico de enfermedad y que a la vez garantice la cobertura médica
de sus necesidades.
La complejidad más importante en relación a la cuestión de la salud es que cada Estado
regula sus sistemas sanitarios y su seguridad social de formas distintas planteando el reto de
ofrecer respuestas a nivel internacional que tengan en cuenta esta diversidad de modelos.
Si nos centramos ahora en el caso español, hay que destacar que encontramos indicios de
un determinado cambio hacia posturas despatologizadoras. El pasado 15 de marzo del 2010
el Congreso de los Diputados respondía a la pregunta realizada por el diputado Joan Herrera
del Grupo Parlamentario de ERC-IU-ICV a petición de la Red por la Despatologización de las
Identidades Trans del Estado español. La pregunta era relativa a la opinión del Gobierno en
relación a la catalogación de la transexualidad como un trastorno mental. La respuesta del
Gobierno fue que “comparte la necesidad de descatalogar la transexualidad como un tras-
torno mental”11. Este posicionamiento del Gobierno español nos indica que el discurso de la
despatologización ha calado también en el imaginario de las/os políticas/os y por extensión
del Gobierno.
Aunque el Gobierno no ha rectificado la ley de 15 de marzo 3/2007 en la que refuerza la
perspectiva patologizante y continúa exigiendo a sus ciudadanos un certificado de un diag-
nóstico de disforia de género para acceder al cambio de nombre y mención de sexo en sus
documentos oficiales, ha iniciado un proceso en relación a la cuestión sanitaria. Las últimas
novedades son que el pasado mes de julio del 2010 el Ministerio de Sanidad ha creado una
comisión para la elaboración del primer protocolo de atención a la transexualidad en el siste-
ma sanitario.
Con la Guía de Buenas Prácticas que se presenta a continuación, se propone aportar herra-
mientas de reflexión para un cambio del modelo de atención sanitaria trans-relevante desde
una perspectiva despatologizadora.
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GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS PARA LA
ATENCIÓN SANITARIA A PERSONAS TRANS EN
EL MARCO DEL SISTEMA NACIONAL DE SALUD
3
La presentación de esta Guía de Buenas Prácticas para la atención sanitaria a personas trans
en el marco del Sistema Nacional de Salud del Estado español pretende dar cobertura a la
necesidad de adecuar la práctica médica en salud trans al paradigma de la diversidad que rige
la comprensión de las identidades trans hoy. Esta Guía busca ser una herramienta que pueda
inspirar futuros protocolos de atención sanitaria a personas trans.
El panorama actual de la atención sanitaria a personas trans presenta como marco general
los Protocolos de Cuidado o Standards of Care (SOC), fundamentados en los criterios diag-
nósticos recogidos en el DSM-IV-R y CIE. El SOC es actualmente el documento de referencia
internacional sobre el cual se han inspirado la mayoría de instituciones médicas para abordar
la transexualidad. A pesar de ello, su propuesta ha sido diversas veces cuestionada tanto por
personas trans como por profesionales de la salud12. Dada la ausencia de iniciativa institucional
(tanto estatal como internacional) para actualizar la práctica médica13 y superar el paradigma
tradicional y sus indeseables efectos, se presenta aquí una guía cuya iniciativa y contenidos
12 Para más información sobre las críticas a este modelo consultar Missé y Coll-Planas (2010).
13 Mientras se escribe esta guía, la World Professional Association for Transgender Health (WPATH) se encuentra
en proceso de actualización de los Standards of Care, cuya séptima versión, que llevaba sin actualizarse desde
2001, saldrá en 2011. El presente documento es uno de los que está analizado la Junta Directiva de la WPATH
como parte del proceso de revisión de los SOC. La cuestión determinante es si se tratará de una mera puesta
en actualidad de los tratamientos o de un cambio de paradigma relacionando con el respeto a la diversidad.
Nótese que la edición de los SOC con la que se ha contado hasta la fecha, es anterior a los últimos avances que
han consolidado la articulación de un discurso institucional en torno al reconocimiento de la patologización
como una vulneración de los derechos de las personas trans.
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parten y se nutren del tejido social y del diálogo con personas trans y con profesionales de la
salud especializadas/os en la atención sanitaria a personas trans.
Este documento se estructura en torno a siete ejes fundamentales. Cada uno de ellos
introduce un cambio específico en el modelo tradicional de atención. Como referencia
de tal modelo se toma el practicado en las Unidades de Identidad de Género de los
hospitales españoles.
Se añade un apartado en el que se incorporan a modo de esquemas una comparativa del
modelo de atención recogido en el SOC y el modelo elaborado desde la perspectiva del desa-
rrollo de buenas prácticas.
Por último, queremos señalar que esta propuesta no pretende establecer un nuevo mode-
lo universalizador, de modo que ha de entenderse dentro del contexto en el que se escribe.
Esperamos que esta iniciativa sirva para impulsar otras, de modo que su situación política,
cultural y social específica sirvan como una oportunidad antes que como un obstáculo.
La atención a personas trans debe tener como objetivo crear las condiciones para mejorar la
calidad de vida de las personas trans. Para ello, el primer paso será concretar qué se supone
objeto de intervención para el sistema de salud.
El modelo tradicional de atención médica, basado en las clasificaciones internacionales de
diagnóstico y en los protocolos conocidos como Standards of Care, enmarca la transexualidad
como problema, de modo que es ésta la que se convierte en objeto de intervención. Un pri-
mer paso indispensable para poner en marcha un modelo de atención de buenas prácticas
es reconceptualizar el paradigma médico. No es la transexualidad el problema que conduce
a una persona a la consulta médica: es la relación con el conjunto de normas sociales que
dificultan la vida cotidiana de las personas trans. Para decirlo de otro modo: el problema no
es la transexualidad sino la transfobia. Lo que constituya objeto de intervención desde las ins-
tancias de salud pública debe ser, por consiguiente, el menoscabo de la salud que se produce
cuando el libre desarrollo de la persona se halla obstaculizado por el hecho de no coincidir con
las normas de género socialmente impuestas.
Cuando el sistema médico pierde de vista el marco de la transfobia comienza el fenómeno
de la patologización de la identidad de la persona.
3.2.2 Despatologización
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3
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3
4. Que la transfobia es una violencia específica ejercida contra las personas trans y practicada
tanto social como institucionalmente.
Por ello, a otro nivel, la completa despatologización de las identidades trans supone tanto su
retirada del DSM como de la CIE (al menos como mención patologizante, ya sea mental u orgá-
nica). La des-psico-patologización es un primer paso hacia la despatologización. Cuando se sus-
tituye el diagnóstico psiquiátrico por uno de enfermedad orgánica, sin un cambio más profundo
en el modelo de concebir las identidades trans, se convierte en una forma de repatologización.
La patologización continúa representando la transexualidad como problemática a tratar y
eliminar. En sus distintas maneras, este fenómeno pretende erradicar la transexualidad como
vivencia digna, posible y viable. El modelo médico tradicional impone una única manera de en-
tender las identidades trans: como procesos de “superación de la experiencia” y acceso a una
vida ficticia no-trans.
En este sentido y como se comentará más adelante, el proceso psicoterapéutico se convierte
en opcional (aspecto que es en sí mismo una característica para la viabilidad del proceso14) y se
desencadena a petición de la persona interesada.
3.2.3 Desmedicalización
14 Si hablamos de psicoterapia obligatoria y admitimos a la vez que no hay enfermedad per se, incurriríamos en
un proceso incoherente. Lo que planteamos está basado en la elección de la persona de aquellos procesos que
considera pueden resultarle beneficiosos, pero en ningún caso de obligado cumplimiento.
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del proceso médico. Por consiguiente, tampoco en un indicador del grado de transexualidad
de la / del paciente.
La medicalización de las identidades trans encuentra un punto de apoyo en la patologiza-
ción, así como en su clasificación dentro de los manuales de enfermedades ya mencionados.
Se relaciona con un modelo de intervención de tipo “biomédico” en el que la presencia de un
malestar se correlaciona con una disfunción orgánica y ésta con la aplicación de algún fárma-
co y/o intervención técnica. La industria farmacéutica se halla directamente reforzada por el
desarrollo del modelo biomédico15.
15 También sucede a la inversa, por ejemplo, cuando médicas/os que también están en la industria farmacéutica
son las/os encargadas/os de revisar el DSM-IV.
16 Actualmente se descarta la intersexualidad en el marco del DSM-IV-TR desde donde se fundamentan los Es-
tándares de Cuidado (SOC) para personas trans. En el marco del borrador del DSM-V, patologizan ambas en el
mismo sentido.
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pueda elegir entre las distintas opciones disponibles, y sin que el diagnóstico intersexual sea
motivo de exclusión o de un trato diferenciado por parte de la/ del profesional de salud, o de
que tenga que cumplir requerimientos distintos a los de las/os demás pacientes para que sus
demandas sean tomadas como legítimas.
Hasta el momento, el modelo tradicional de atención ha hecho del paso por la instancia sani-
taria una nueva experiencia de discriminación y victimización. La atención en los hospitales se
ha visto constreñida por el propio requisito que se ha autoimpuesto para poder funcionar: el
diagnóstico y la comprensión del proceso y de la persona bajo el paradigma de la enfermedad.
Las consecuencias han sido reforzar el imaginario social bajo el cual la identidad de la persona
trans es el resultado de un error de la naturaleza que el sistema médico se esforzará en corre-
gir ya que es él quien contiene las respuestas.
Ya se ha comentado que no es posible plantear un cambio en la atención sanitaria que no
pase por dejar a un lado de manera definitiva el paradigma de la enfermedad (mental u orgá-
nica). Si el paso por el sistema de salud tiene algún papel que jugar este no es el de la eva-
luación, la administración de hormonas o el desarrollo de las operaciones sino el de apoyar
el proceso de subjetivación de la persona. La incorporación de una visión despatologizadora
en las/os profesionales de la atención es condición necesaria pero no suficiente: hará falta el
desplazamiento hacia una función de acompañamiento en el que el asesoramiento y la vincu-
lación a las redes comunitarias existentes pueden jugar un papel vital. El asesoramiento im-
plica el acceso a visiones y experiencias de vida en las que las identidades trans son opciones
dignas de ser vividas. El conocimiento de espacios y grupos fuera del sistema médico permite
descentrar la transexualidad de una visión medicalizadora y potenciar la autonomía de las
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Para un cambio hacia un proceso que garantice las condiciones para la salud trans, las ca-
racterísticas de las/los profesionales que intervienen requieren una revisión del actual perfil
definido bajo el paradigma de la enfermedad.
En primer lugar, dado que de lo que se trata no es de establecer un diagnóstico sino de
acompañar un proceso, la atención por personal de psiquiatría no es requerida. Si la función
es asesorar y desarrollar un acompañamiento social, psicológico y sexológico en el caso de
que la persona lo demande, hablamos de un conjunto de competencias que podrían desarro-
llarse desde diversas áreas (trabajo social, terapia sexológica y/o psicoterapia).
En segundo lugar, la formación en sexología y/o estudios de género con perspectiva despa-
tologizante debe ser un requisito imprescindible y transversal para el conjunto de profesiona-
les que intervienen en la salud trans. En lo que respecta a la formación profesional éste es un
cambio urgente a introducir. Los estudios de género pertenecen al ámbito de formación social
y hasta ahora ha sido posible desplegar unidades de atención sobre el género sin solicitar
conocimientos, habilidades y competencias en la comprensión del género, al igual que no ha
sido necesario tener formación sexológica en estas mismas unidades. Esta situación constitu-
ye uno de los factores de riesgo en la garantía del proceso.
3.3 BASES EN LAS QUE SE SUSTENTA ESTA GUÍA
1. Ningún protocolo de atención sanitaria a personas trans debe dirigirse a suprimir la tran-
sexualidad, el transgenerismo, etc. como opciones de vida. En la práctica actual, se da este
proceso de supresión cada vez que se considera que lo único que puede ser una persona
que acude a consulta es hombre o mujer, y que las maneras de serlo pueden prescribirse
en cualquier manual, consulta o proceso médico.
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3
2. Ningún protocolo, fase del protocolo o tratamiento ha de tener como objeto modificar la
identidad de género de la persona, sino atender los malestares derivados del contexto so-
cial en el que ésta es vivida.
3. Ningún/a profesional de la salud puede emitir dictamen alguno sobre la identidad de géne-
ro de la persona, aún menos evaluar si esta es o no una persona trans.
4. Ningún protocolo puede dar por sentada la preeminencia de patologías de carácter físico o
mental en personas transexuales, de modo que se adecuará la práctica a la atención al resto
de usuarias y usuarios de los servicios de salud. Esta suposición ha de considerarse producto
de las asociaciones estereotípicas de las y los profesionales que intervienen en el proceso.
5. Ningún protocolo debe evaluar la adecuación a los roles y estereotipos de género dominan-
tes ni potenciará la adquisición de estos para regular el acceso a los tratamientos.
7. Ningún protocolo puede establecer un trato diferencial para personas trans que hayan sido
diagnosticadas como intersexuales ni exigir una comprobación diagnóstica de tal condición
cuando ésta no haya sido confirmada.
8. Ningún protocolo, profesional de la salud o documento médico debe recurrir a una deno-
minación de la persona que no sea acorde con su autodenominación. La autodenominación
de la persona debe prevalecer sobre la de las/os profesionales en todos los niveles de la
práctica médica.
9. Ningún protocolo debería evaluar la identidad trans de la persona que busca la atención
sanitaria en función de su adherencia a pasos establecidos de tratamiento, ni por ningún
otro criterio.
11. Ningún protocolo puede inducir la feminización o la masculinización de una persona, sino
que debe respetar en todo momento las vivencias particulares dentro de la multiplicidad
de la diversidad de expresiones de género.
12. Ningún protocolo ni intervención médica puede basarse sobre la idea de que el género es
una expresión de la biología, por tanto tampoco en la concepción de que de un determi-
nado sexo debería derivarse un determinado género.
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13. Ningún/a profesional de la psicología / sexología está capacitada/o para evaluar el género
de una / de un paciente. La actuación basada en considerar su propio género más correc-
to y natural que el de las personas a las que atiende constituye un ejercicio de poder que
establece una atención desigual y discriminatoria en contra de la / del paciente.
14. Ningún protocolo ni intervención médica ha de servir para poner a una/un paciente la
bajo prueba de la “Experiencia de la Vida Real” para que demuestre efectivamente cuál
es su identidad. Esta prueba supone un ejercicio de poder por parte de la / del profesional
que no se exige a ningún otro tipo de pacientes, y además pone a la / al paciente bajo una
condiciones injustas e innecesarias y puede acarrear consecuencias negativas para la vida
de ésta / éste.
15. Ningún/a profesional puede jerarquizar e impedir intervenciones quirúrgicas por encima
de otras similares. Por ejemplo, haciendo el acceso a las mastectomías más complicado
que a las mamoplastias (por consideración subjetiva de la / del profesional de que no es
lo mismo “cortar” que “añadir”).
16. Todo protocolo de atención sanitaria y todo proceso de atención médica debería orientarse
a potenciar la mejora de las condiciones de las personas trans para generar su propia ma-
nera de vivir el género, de significar su cuerpo desde el reconocimiento de las diferentes
maneras de hacerlo, fuera de las estigmatizaciones que recaen sobre aquellas identidades,
expresiones de género y cuerpos que quedan al margen de las concepciones tradicionales
de hombre y mujer.
17 Extraídos de HBIGDA (2001), Standards of Care for Gender Identity Disorders (Sixth Version): http://www.wpa-
th.org/documents2/Spanish%20Translation%20-%20SOC.pdf (comprobado el 13 de Octubre 2010)
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3
8. Ser integrante de un conjunto de profesionales que se interesan por los trastornos de iden-
tidad de género.
9. Educar a familiares, patronos e instituciones sobre trastornos de identidad de género.
10. Hacerse accesible a los pacientes para tratamiento de seguimiento.
(HBIGDA 2001: 6)
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3
MASTECTOMIA
Continuación:
Casos severos
de TIG
Opciones para
adaptación de género
IDONEIDAD
¿Está preparado/a para
pasar a una nueva etapa? 2º. CERTIFICADO CIRUGíA
DE RECOMENDACIÓN GENITAL
¿Mantiene adecuadamente el
tratamiento?
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3
Como podemos observar en el cuadro, la primera fase se completa con la evaluación del
sujeto y se hace necesaria la obtención de un primer certificado de recomendación. Este
es al que llamamos “Diagnóstico de Trastorno de Identidad de Género”, que une los pro-
cesos del DSM-IV-TR y del CIE-10 con este protocolo y como se observa en el esquema
es indispensable para continuar con el proceso, independientemente de hasta dónde se
desee llegar.
La obtención de este primer certificado, que lo expedirá un/a profesional de la psiquiatría
o un/a psicóloga/o clínica/o, implica la valoración de la / del paciente en consulta bajo dos
conjuntos de criterios: los criterios de “elegibilidad” y los criterios de “idoneidad”.
Los criterios de elegibilidad son los que establecen como requisitos la mayoría de edad,
el conocimiento de los riesgos y beneficios que entraña el tratamiento y la demostración de
al menos 3 meses de vida real (o en su defecto, el paso por tres meses de psicoterapia).
La experiencia en “vida real” consiste en documentar que se vive con el rol del géne-
ro deseado (conforme a lo masculino o conforme a lo femenino). A veces es posible no
tener en cuenta el tercer criterio (vida real o psicoterapia) para evitar la autoadministra-
ción de hormonas.
Si los criterios de elegibilidad se cumplen se procede a evaluar si la persona está prepara-
da para pasar a la siguiente etapa del tratamiento. Para ello, deben cumplirse los llamados
criterios de idoneidad:
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3
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3
MÉDICO DE CABECERA
IDENTIFICACIÓN DE
LA DEMANDA
REFORMULACIÓN
DE LA DEMANDA
TERAPEUTA
ACOMPAÑAMIENTO CONSENTIMIENTO
A PETICIÓN ESPECIALISTA INFORMADO
DE LA PERSONA
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3
Nos encontramos con un modelo en el que la persona interesada contacta con su médica/o
de cabecera que realiza la primera intervención sanitaria: mediante un volante habilita la par-
ticipación de la nueva figura del trabajador/a social, o si no de la figura profesional establecida
(psicóloga/o, sexóloga/o). En vez de evaluar los criterios de elegibilidad e idoneidad, esta/o
profesional ayudará a la persona a identificar los apoyos en su red social, a revisar posibilida-
des vivenciales, incluyendo las que se sitúan más allá del marco binario de los sexos, y a deci-
dir si desea o no suprimir su caracteres sexuales secundarios o acudir a cirugía. La presencia
de un diagnóstico psiquiátrico previo no debería constituir un impedimento en el acceso a la
atención sanitaria trans-específica.
Además, se da importancia a las redes comunitarias, pues una de las consecuencias del
estigma es el rechazo y la soledad derivado del proceso que hemos analizado. El acompaña-
miento terapéutico sería opcional en este modelo.
Una vez que la demanda está clara, se procede a pasar a las/os especialistas en interven-
ciones quirúrgicas o tratamientos. Para ello, la persona debería contar con las perspectivas
tanto a nivel social, como de riesgos y beneficios, así como del conocimiento de las técnicas
y de varias/os cirujanas/os. Después de la intervención quirúrgica, se facilita la posibilidad de
seguimiento, si la persona así lo desea.
A modo de conclusión
Con esta Guía de Buenas Prácticas, pretendemos poner a disposición un documento para el
debate sobre posibles vías para desarrollar un modelo de atención sanitaria a personas trans
desde una perspectiva despatologizadora que nos otorgue el derecho de decisión sobre los
procesos de modificación corporal deseados y que tenga en cuenta nuestra pluralidad de
identidades, trayectorias y expresiones de género. Este es un nuevo punto de inflexión en una
lucha que consideramos histórica. Son nuestras voces trans invitando a construir alternativas
a una tradición de patologización de nuestras vidas.
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4
BIBLIOGRAFÍA
4
APA (2000), Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM-IV-TR): www.psych.org.
Balzer, Carsten (2010) “<<Eu acho transexual é aquele que disse: “eu sou transexual!”>>.
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