Algunas Reflexiones Sobre El Colonialismo
Algunas Reflexiones Sobre El Colonialismo
Algunas Reflexiones Sobre El Colonialismo
Nelson Manrique
1
En este texto se han incorporado subtítulos que no aparecen en el original. Se distinguen por aparecer
dentro de un recuadro.
2
Basada en el sistema gamonal y en el poder de la gran propiedad de la tierra (latifundio). (Esta información
no aparece en el texto original).
3
Lo demostró en el caso límite del holocausto nazi. Para un estado de la cuestión sobre el racismo y la
discriminación étnica y racial a nivel teórico metodológico y en el debate académico en el Perú
contemporáneo véase Juan Carlos Callirgos: El racismo. La cuestión del otro (y de uno), Lima, Desco, 1993.
19
estado práctico, como una praxis social, un sentido común de actitudes no
racionalizadas, en buena medida inconscientes, profundamente enraizado en
las vivencias cotidianas, que podría acercarse a lo que Le Goff sugiere con la
expresión “l´imaginaire”, pero que se distancia de él en que, en tanto ideología,
impone una manera de mirar el mundo4.
4
“Lo ideológico implica una concepción del mundo que suele imponer a la presentación un sentido que
pervierte de la misma manera „lo real‟ material, que aquel otro real, “el imaginario”. No es sino con un golpe
de fuerza que realiza para retornar a „lo real‟ forzándolo a entrar a un cuadro preconcebido de lo ideológico
tiene un cierto parentesco con lo imaginario”. Jacques Le Goff: L‟ imaginaire médiéval. Essais, Paris, 1985,
p.II.
5
La palabra semita hace referencia a los árabes, hebreos y otros pueblos que hablan o hablaron el arameo, el
siríaco, el caldeo, el asirio, el árabe y el himiarita (lenguas de oriente que no derivan del latín). (Esta
información no aparece en el texto original).
6
“Tales sentimientos son impropios de un pueblo de vocación ecuménica que nunca hizo distinción entre
razas superiores e inferiores y se mezcló ampliamente con todas”. Antonio Domínguez Ortiz: La clase social
de los conversos en Castilla en la Edad Moderna, S/R, p. 143.
20
separación entre la "república de españoles" y la "república de indios" -frustrado por
la continuación del mestizaje- dio a lugar a la constitución de las castas, una
categoría cuya función era cuantificar el grado de mezcla racial de los habitantes del
virreinato para perpetuar la segregación racial. Como toda ideología dominante, el
racismo colonial no solo fue portado por los colonizadores sino que fue interiorizado,
y aceptado como “verdadero”, por los grupos colonizados. Esto contribuyó
poderosamente a la estabilidad del orden colonial.
Hasta fines del siglo XVIII la condición de los indígenas era más bien heterogénea,
con la existencia de los curacas de sangre, con un conjunto de privilegios y una
relativa consideración social. La rebelión de Túpac Amaru II intentó unificar a indios,
mestizos, negros, y españoles americanos en un proyecto nacional pluricultural y
multirracial. Su sangrienta derrota abrió el camino a la degradación de la condición
general de los indígenas peruanos, en un proceso que culminó hacia mediados del
siglo XIX con la desaparición del estrato indio noble y el establecimiento de una
situación, que persiste hasta la actualidad, por la cual la condición de “indio” terminó
equiparándose con la de “campesino” y “pobre” (sin que todos los campesinos y
pobres, en cambio, sean necesariamente indios). Esta marginación económico
social generalizada contribuyó a reforzar el estereotipo de la “inferioridad
natural” del indio. En adelante en el imaginario nacional oligárquico el
camino del progreso pasaría por la desindigenización de los vencidos.
7
Deborah Poole: Vision, race, and modernity. A Visual Economy of the Andean Image World, Princeton,
1997, pp. 147-149.
21
consolidación de este proyecto y las elucubraciones de Gobineau, entusiastamente
asumidas por las elites latinoamericanas, que le dieron legitimidad como hechos
científicamente comprobados.
Pero la contestación de los intelectuales del interior planteaba objeciones que debían
ser rebatidas. La grandeza del imperio de los incas, que capturó la imaginación
del mundo gracias, entre otras cosas, a la enorme influencia de los Comentarios
Reales del Inca Garcilaso de la Vega, planteaba serios interrogantes en torno a
la “natural incapacidad” de sus descendientes. Se construyeron entonces
discursos que conciliaran la contradicción manifiesta. Uno afirmó que los
incas eran una raza distinta a los indios. Tal fue la explicación brindada por
Sebastián Lorente, un español afincado en el Perú, educador y autor de la primera
“Historia del Perú”, quien estaba convencido, además, de que la potencia genésica de
la población europea terminaría por “blanquear” definitivamente al Perú así que se
difundiese el mestizaje biológico. La otra fue recurrir a la degradación social de
los indios como el resultado de una “degeneración racial”, producto de la
adicción a la cocaína, el alcoholismo, la servidumbre y el medio ambiente
hostil. De una manera y otra, los indios contemporáneos terminaban siendo
racialmente distintos a los admirables incas8.
Pero la construcción del discurso de la exclusión racial tiene vías muy complejas.
Deborah Poole ha mostrado ejemplarmente la forma como una “economía visual”,
que comprendía el uso del espacio, las imágenes y las tecnologías de reproducción
industrial de la imagen (las litografías y sobre todo la fotografía) crearon un circuito
de producción, distribución, intercambio y consumo de imágenes, en un denso y rico
intercambio entre Europa y los Andes, que modelaron una “imagen del mundo” de los
pobladores de los Andes, disciplinando la mirada, contribuyendo a construir formas
de ver la realidad y el lugar reservado al indio9.
8
Cecilia Méndez: “Incas Sí, indios No: Apuntes para el estudio del nacionalismo criollo en el Perú”, Lima
1993
9
Deborah Poole: Op. Cit. Pp. 5-13
10
El censo de 1940 es el último en el cual figura la “raza” como criterio censal y sus resultados arrojan un
52.89% de blancos y mestizos (parece evidente que se decidió agrupar las dos categorías para no mostrar al
grupo “blanco” como abiertamente minoritario); un 45.86% de indios; 0.47% de negros; 0.68% de
“amarillos” y un 0.10% de raza no declarada. Perú. Ministerio de Hacienda y Comercio: Censo Nacional de
Población y Ocupación de 1940, vol.1, Lima, 1940, p. 267.
11
Nelson Manrique: Historia de la República, Lima, 1995, pp. 266-267.
22
biológico sino más bien cambios en las percepciones de las diferencias
raciales, derivados en buena medida del incremento demográfico de la costa, a
expensas de la sierra, y de las ciudades, a costa del campo. El campesino
inmigrante en la ciudad se desindigeniza y se convierte en cholo12.
Los ejemplos sobre los juicios racistas en este período podrían multiplicarse
indefinidamente, pero me limitaré a citar la opinión de uno de los intelectuales que
hasta hoy sigue siendo considerado uno de los grandes forjadores del pensamiento
educativo en el Perú, cuyo nombre ha sido perpetuado asignándolo a varios colegios
de la República: Alejando O. Deustua. La influencia política y social del personaje
permite sospechar hasta qué punto sus afirmaciones eran aceptables para las elites
ilustradas. Deustua fue civilista, llevó una vida de gran relieve dentro del mundo
político y cultural peruano, siendo diplomático, senador, jefe de diversas misiones
enviadas a estudiar los modernos sistemas de enseñanza, ejerciendo también el
cargo de ministro de justicia y ocupando, entre otros puestos, la dirección de la
Biblioteca Nacional y el rectorado de la Universidad de San Marcos 15. En uno de los
últimos textos de su vasta producción, publicado en 1937, sentaba su posición sobre
los indios:
“El Perú debe su desgracia a esa raza indígena, que ha llegado, en su disolución
psíquica, a obtener la rigidez biológica de los seres que han cerrado
definitivamente su ciclo de evolución y que no han podido transmitir al mestizaje
las virtudes propias de razas en el período de su progreso (…). Está bien que se
utilice las habilidades mecánicas del indio; mucho mejor que se ampare y
defienda contra sus explotadores de todas especies y que se introduzca en sus
costumbres los hábitos de higiene de que carece. Pero no debe ir más allá,
sacrificando recursos que serán estériles en esa obra superior y que serían más
provechosos en la satisfacción urgente de otras necesidades sociales. El indio no
12
Aníbal Quijano: Dominación y cultura. Lo cholo y el conflicto cultural en el Perú, Lima, 1980; José
Varallanos: Lo cholo en el Perú, Lima, 1962.
13
Nelson Manrique: Mercado interno y región. La sierra central 1820-1930, Lima, 1987, p.240.
14
Guillermo Bonfil Batalla: México profundo. Una civilización negada, México, 1989.
15
Alberto Tauro: Enciclopedia Ilustrada del Perú, vol2, Lima, 1988, pp. 716-717.
23
es ni puede ser sino una máquina. Para hacerla funcionar bastaría aplicar los
consejos que el Dr. E. Romero, ministro de Gobierno, consignó en una importante
circular a los prefectos”16.
16
Alejandro Deustua: La cultura nacional, Lima 1937. Nótese que la descalificación racial de los indios se
extiende a su descendencia mestiza, de tal manera que los únicos integrantes de la nación verdaderamente
aptos terminan siendo los descendientes de los conquistadores y los inmigrantes de Europa y Estados Unidos
racialmente no contaminados.
17
Deborah Poole: “Ciencia, peligrosidad y represión en la criminología indigenista peruana”, Lima, 1990.
18
José Luis Rénique: Los sueños de la sierra. Cusco en el siglo XX, Lima, 1991, pp.82-83.
19
Es pertinente, en este caso, recordar las diferentes acepciones de representación sugeridas por Spivak: La
representación mimética, que supone “hablar acerca de”, y la representación política: “hablar por”. Gayatri
Spivak: “Can the subaltern speak?”, Urbana y Chicago, 1998. De hecho ambas se combinan en el discurso
indigenista, pero nos interesa particularmente la segunda, por sus implicaciones en la construcción dela
normatividad jurídica en torno al indio.
24
problema del indio” puede concluirse que el margen para la gestión de alternativas
igualitarias era muy estrecho. Hay el riesgo pues de proyectar retrospectivamente una
crítica políticamente correcta, hoy, anacrónicamente, sobre el pasado 20.
Existe acuerdo en que Mariátegui (Lima, 1895 – 1930), el fundador del marxismo
peruano y uno de los pensadores más originales de América Latina, sentó las bases
para la moderna reflexión social en torno a la cuestión indígena. Mariátegui sostenía
que la base del problema era eminentemente socioeconómica y rechazaba
categóricamente que el “problema del indio” fuera educativo, moral, religioso o
“natural”, rechazando vigorosamente la “solución” por medio del mestizaje biológico.
Pero, como veremos en varios de sus escritos los límites entre lo cultural y lo biológico
– entendido como lo genéticamente transmisible- son tenues.
20
Esta observación, por cierto, no cuestiona para nada la importancia de la entrada que Poole propone, al
invitarnos a reflexionar en las implicaciones que tenía el hecho de que la juridicidad fuera el terreno
privilegiado de acción del indigenismo como movimiento político: “La importancia de la ley como medio de
construir el „conformismo social‟ y de regular o „normalizar‟ la diversidad en la sociedad civil se hizo
evidente en el interés mostrado por el gobierno en legalizar casi todos los aspectos de la vida indígena
andina, después de los levantamientos indígenas e iniciativas indigenistas de los años 20”. Deborah Poole:
Op. Cit, p.348.
21
Nathan Wachtel: Le retour des ancêtres. Les Indiens Urus de Bolovie XXeXVIe siècle. Essai d‟bistoire
règresive, Èditions Gallimars, Paris, 1990. Marisol de la Cadena: “Las mujeres son más indias: etnicidad y
género en el Cuzco”. Cusco, 1991; “La decencia y el respeto. Raza y etnicidad entre los intelectuales y las
mestizas cusqueñas”, en Márgenes Nº 16, diciembre de 1998, Lima, pp. 53-84. Véase también la reflexión de
W. Stein sobre la deconstrucción de los términos “indígena” e “indio”, y la esencialización de las
identidades, construyendo al “indio” o el “indígena” como un “otro”. William Stein: “The fate of „El proceso
del gamonalismo‟: Some Vicisitudes or the other” (ms.), Buffalo, 1997.
25
Clorinda Matto de Turner. El indigenismo está atravesado por flagrantes
contradicciones. Algunos de los indigenistas más conspicuos, siendo exteriores a la
sociedad india, formaban con ella parte de un complejo social y cultural mayor –
la constelación gamonal-, integrando el bloque de poder local que oprimía y
explotaba al indio. El trágico fin de Andrés Alencastre (Kilko Waraka), estudioso de
la realidad andina, un destacado revalorizador de su cultura y fino poeta en lengua
quechua, muerto por sus excolonos cuando trataba de recuperar la hacienda que le
había expropiado la reforma agraria, es sólo la manifestación extrema de un fenómeno
mucho más generalizado de lo que se cree.
Por otra parte, formando parte de un país con una fuerte tradición centralista y
proviniendo del interior, marginado económica, política y socialmente, los
indigenistas tenían reivindicaciones anticentralistas frente a la sociedad
criolla del litoral, que los marginaba y discriminaba, considerando a su mundo
ajeno, “bárbaro” y “atrasado”: la gran traba que impedía la modernización de
la nación. Los mistis, considerándose “blancos” por oposición a los “indios” en sus
regiones de origen, podían proclamarse retóricamente “indios” cuando se dirigían
escritos -el caso extremo sea el del gamonal cusqueño y parlamentario José Angel
Escalante- un personaje de un asombroso oportunismo político, quien, cuando militaba
en las filas del leguiísmo, escribió un ensayo polémico dirigido contra Mariátegui y Luis
Alberto Sánchez titulado “Nosotros los indios”, en el cual, descalificando a sus
oponentes, escribía:
Explorando las posibilidades del indigenismo como movimiento cultural (lo que él
denomina el indigenismo-2), Lauer considera que sus limitaciones deben entenderse
22
José Ángel Escalante: “Nosotros los indios”, en Manuel Aquézolo: La polémica del indigenismo, Lima,
1976, p.52. Este texto fue escrito cuatro años después de que el leguiísmo había aplastado la rebelión
indígena por las armas.
23
Mirko Lauer: Andes imaginarios. Discursos del indigenismo-2, Lima, SUR Casa de Estudios del
Socialismo / CERA “Bartolomé de las Casas”, 1997, pp.13-14.
26
como el resultado de “un desencuentro sincero entre un tema –lo autóctono- y
quienes se interesaron por él -los indigenistas-2-, organizado por la ideología en tanto
falsa conciencia. Por eso hay un énfasis en lo que podemos llamar las trampas de la
modernización”24.
Aún más problemático es el papel de los indigenistas que migraban a las urbes
occidentalizadas y afirmaban la vigencia de sus sociedades originarias a través de la
idealización del indio; no el de carne y hueso, al que en muchos casos explotaban y
consideraban racialmente inferior, sino del “indio histórico”, creador de una gran
cultura, que sólo esperaba ser redimido de su triste condición. Queda pues
planteada la cuestión de si el discurso del indigenismo no constituyó una
expropiación del discurso indígena. Después de todo, la condición para que el
indigenismo existiera, en tanto que representación política, era la
“incapacidad” de los indígenas (racionalizada con muy diversos argumentos)
para hablar por ellos mismos. Un discurso sobre los indios que, a pesar de ser en
algunos casos coetáneo con el despliegue de las vastas movilizaciones indígenas,
permaneció ajeno a ellas, discurriendo paralelamente a la praxis histórica de los
indios que pretendía representar.
24
Ibíd., p.17.
25
Ulises Juan Cevallos Aguilar: Indigenismo y construcción de lo nacional en el Boletín Titikaka (1926-
1930), Lima, 1997.
26
He propuesto un modelo de interpretación de la crisis peruana en “Violencia en el Perú: El caso de Sendero
Luminoso”, en Antropología. Revista de pensamiento antropológico y análisis etnográficos, Nº6, Madrid,
diciembre de 1993.
27
Dennos Chávez de Paz: Juventud y terrorismo. Características sociales y económicas de los condenados
por terrorismo y otros delitos, Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1989.
27
En el Perú de hoy se afirma que la población indígena es hoy minoritaria y
que el mestizaje generalizado ha liquidado las bases sobre las cuales se
asentaba la discriminación racial. Adicionalmente, las instituciones que permitían
su reproducción social, como el tributo pagado por los indígenas, la servidumbre
cuasi feudal en las haciendas tradicionales, el relativo aislamiento geográfico de las
poblaciones indígenas, antes confinadas a la sierra y la selva, la escasa integración
nacional, la debilidad del estado central, sobre la cual creció el gamonalismo, han
desaparecido o están por desaparecer. La desaparición del racismo sería sólo cuestión
de tiempo.
Esta forma de plantear la cuestión confunde los términos del problema. El racismo es
un fenómeno que opera fundamentalmente en la intersubjetividad social. Los
cambios sociales objetivos no tienen la misma velocidad que aquellos que se operan
en las subjetividades. Y cuando se produce un desfase significativo entre unos y otros
se crea una brecha que se constituye en una fuente potencial de violencia social. Si a
ella se unen determinadas condiciones, como resultado en este caso da una crisis
social generalizada, el resultado puede ser la emergencia de un proyecto político
como Sendero Luminoso28.
Las características del racismo peruano (y esto debe ser aplicable a la situación
de otros países de América Latina) lo convierten en un fenómeno inabordable a
partir de las categorías analíticas desarrolladas en otros contextos sociales.
Una comparación puede ilustrarlo. El racismo blanco contra los negros, en los países
anglosajones, supone la posibilidad de “objetivar” a aquel a quien se discrimina. En
tanto el mestizaje fue más bien excepcional, el “blanco” discriminador siente al
“negro” discriminado como algo ajeno y exterior a sí; un objeto sobre el cual se
puede descargar la discriminación, el odio y el desprecio. En el Perú es imposible tal
“objetivación” del discriminado, pues el sujeto discriminador no puede separarse del
“objeto” que discrimina. Para la mayoría de la población peruana usar el
término “indio” para insultar a otra persona, teniendo también sangre india
en las venas, supone negar una parte de su propia identidad: discriminar,
odiar y despreciar a elementos constitutivos del propio yo. La alienación
radical. La imposibilidad de reconocer el propio rostro en el espejo. Se produce así
una forma de racismo profundamente enrevesada y difícil de abordar.
28
He desarrollado estos temas en el ensayo “Political Violence, Ethnicity and Racism in Peru in the Time of
War”, Journal of Latin American Studies, Vol 4, Nº1, Londres, 1995.
28
japoneses con un 3.1%, y los negros, con un 2.2%. La reducción de la importancia
que se le concede al racismo antiindígena y la elevación de la del racismo antimestizo
entre los adolescentes, constituye toda una revolución en las mentalidades en el país.
Por otra parte, la contundencia de identificar al estrato blanco como el más racista
manifiesta una preocupante polarización social29. El racismo no ha desaparecido;
habiendo sido dominantemente antiindígena, ha pasado a ser un racismo
dirigido fundamentalmente contra los sectores mestizos de la población. La
reseña del libro de Max Hernández dedicada al Inca Garcilaso y al mestizaje y el
prólogo que redacto al libro de Juan Carlos Callirgos La cuestión del otro (y de uno)
tocan esta cuestión.
Al momento de publicar estas líneas la cuestión del racismo ha mostrado, una vez
más, su desagradable rostro con las denuncias contra las prácticas discriminatorias
ejercidas por ciertas discotecas limeñas contra quienes no tienen un fenotipo
aceptable según los propietarios del negocio. Y el respaldo que el Poder Judicial les
ha otorgado, invocando como justificación la “libertad de mercado” (!) muestra hasta
qué punto el viejo tema del racismo sigue siendo una cuestión de actualidad, una
traba que impedirá construir cualquier orden moderno y democrático en tanto no sea
encarada. Quizás haya llegado la hora de dejar de esconder la basura bajo la
alfombra y empezar a hacer la necesaria limpieza en casa.
29
Rädda Barnen: “Voces con futuro. Sondeo Nacional opinión de niños y adolescentes”, Nº15, Lima, julio de
1993.
29