Habitar BsAs - 4 - L.Calcagno PDF
Habitar BsAs - 4 - L.Calcagno PDF
Habitar BsAs - 4 - L.Calcagno PDF
GRANDES RESIDENCIAS.
LUCÍA E. CALCAGNO
MARTA E. FEIJOO
JUAN M. BORTHAGARAY
D
Lucía E. Calcagno arquitecta FADU-UBA. Investigadora UBACy T - Programas ALFA e ICCTI. Profe-
sora regular adjunta CBC. Ex miembro del Consejo Asesor de Asuntos Patrimoniales, GCA BA repre-
sentante SCA. Miembro del equipo del Proyecto "Master Internacional en Ciudades Históricas y
Patrimonio Mundial", UPV Valencia. Coordinación Proyecto "Rehabitar·, rehabilitación de grandes
conjuntos habitacionales.
Marta E. Feijóo arqu itecta FADU-UBA, Coautora libro "Guía de la arquitectura de Buenos Aires".para
FADU-UBA. Prem io "Barrios Porteños con Historia", Revista "Todo es Historia". Coordinadora Semi-
narios Forum UNESCO-Universidad y Patrimonio. Artículos en revistas especializadas y en formato di-
gital para el diario "Clarín". Investigación de áreas de protección histórica para el Gobierno de la Ciudad.
Hacia r88o, nace en el mundo una clase que, por su poder económico, buscó diferenciarse
copiando el estilo de vida de la burguesía francesa , que tomó como el más inequívoco signo
de aristocracia. Así, pasaron de la sencillez republicana al lujo ostentoso. La influencia cul-
tural de Francia, con los ideales de democracia y libertad, razón y progreso, fueron acep-
tados y compartidos. La admiración por el arte y la cultura francesa eclipsó nuestras
tradiciones hispanas, que retrotraían a la Colonia. Se trató de dejar de lado todo lo criollo,
que refería a la época de Rosas. Las clases más adineradas abandonaron las casonas de pa-
tios de los barrios de Catedral y se trasladaron a residencias de varios pisos, sobre la Calle
Florida, primero, y más al norte, después. Este desplazamiento del gusto estético derivaría
en términos de "barbarie" y "civilización". A partir de entonces el patrimonio de las Bellas
Artes seguiría las corrientes francesas; la infraestructura y el equipamiento reflejarían la
influencia británica.
A la falta de terrenos que pudieran dar el mayor lucimiento a estas nuevas construcciones,
se crearon espacios urbanos, como la Plaza San Martín, la Avenida Alvear y la actual Pla-
zoleta Carlos Pellegrini. Los palacios cumplieron su rol dentro de la competitiva vida social
local, y en el agasajo de visitantes ilustres, se disputaron el honor de recibirlos. Los palacios
tuvieron su nicho temporal que coincidió con aquella que algunos llamaron "Belle Epoque",
que vio su ocaso con la gran Guerra de 1914-r8, con el derrumbe de los imperios y terminó
definitivamente con La revolución bolchevique de 1918 y el gran crack económico de 1929.
Desde entonces, los palacios, tanto en el mundo como en Buenos Aires, sobrevivieron
como sedes de instituciones públicas, museos y embajadas. Entre nosotros, recientemente,
hemos visto un caso de supervivencia a través de una conversión comercial inteligente en
el caso del Palacio Duhau.
PALACIOS, PALACETES, GRANDES RESIDENCIAS
Lucía E. Calcagno 1 Marta E. Feijoo 1J uan M. Bortha garay
Un tipo excepcional
Los palacio·s y grandes residencias fueron las casas de los potentados. Como
tales, su cantidad estuvo limitada a los pocos dueños de las fortunas necesarias
para construirlos y, sobre todo, para mantener el tren de vida que estos transplan-
tes de los grand hotels particuliers parisinos demandaban. Pero, además, su nú-
mero se vio restringido por la muy escasa disponibilidad de terrenos adecuados
que, a pesar de los sucesivos esfuerzos municipales para aumentar su oferta con
la apertura de la Plaza San Martin y la Avenida Alvear, pronto se agotaron y no
los hubo a ningún precio, por elevado que fuese.
¿Qué justificarla entonces la inclusión de esta categoria junto con las demás que
se tratan en esta recopilación que, ellas sí, se reiteraron en cantidad, tiempo y es-
pacio lo suficiente como para perfilarse como verdaderos "tipos de las casas" de
Buenos Aires?
Es que, a través de la divulgación de algunos de los rasgos de los palacios que lle-
garon hasta los petit-hotels, y a través de ellos hasta los departamentos, estos sí un
tipo de casa predominante en la ciudad, los palacios han dejado su marca. Por sí
solos, a pesar de los pocos que se construyeron, y de la mínima cantidad que so-
brevivió gracias a su conversión al uso público o diplomático, son importantes
hitos en el paisaje urbano. Los petit-hotels, y luego los departamentos, reflejaron en
la disposición interna, aunque en su mínima expresión, el modo de vida nuevo que
los palacios trajeron. Pero además en su cara exterior, de puertas, halles de entrada
y fachadas, impusieron modelos que perduraron en las casas de departamentos
que se levantaron sobre las avenidas, donde dejaron importantes huellas en el pai-
saje urbano. Vale la pena, por tanto, su tratamiento en este capítulo.
Algunas anécdotas cuentan que, en sus dependencias, vivieron tres cancilleres, Figura 1: Fachada del Jardín.
José Maria Cantilo, Enrique Ruiz Guiñazú y Jerónimo Remorino. Palacio Paz.
Figuras 2 y;: Escalinata en el
El Palacio Paz- hoy Palacio Retiro- Círculo Militar Hall de Entrada. Palacio Paz.
Al otro lado de la plaza, ocupando toda una manzana triangular sobre la Avenida
Santa Fe y las calles Maipú y Marcelo T. de Alvear se yergue el otro colosal ejemplo
sobreviviente de los palados porteños, levantado por don José C. Paz, que falleció
antes de poder habitar esta formidable residencia (FiguraD, ver apertura de capítulo).
Paz compró, en una visita a la Exposición Internacional de 1890, durante su
desempeño como embajador en Francia, unos dibujos al joven (pero ya renom-
brado por varios premios que había recibido) arquitecto francés Henri Sortais,
y encargó el desarrollo del proyecto y construcción a los arquitectos locales
Gainza y Agote, que ya le habían construido el edificio de la Avenida de Mayo
para su diario "La Prensa".
En el gran esfuerzo que entrañó la construcción del palacio,la vanidad social es-
tuvo acompañada por la vanidad cívica de Paz, que buscó, con un edificio de su
propiedad, embellecer un costado del espacio urbano altamente significativo de
la Plaza San Martín (Figura 1).
Paz no llegó a habitar su palacio, pero sí lo hicieron su esposa y sus hijos Zelmira
y Ezequiel. Como en el caso del Palacio Anchorena, albergó tres departamentos
independientes, para cada uno de ellos. Estuvo habitado por la familia durante
un breve período de 25 años. Sus salones se abrieron en contadas oportunidades,
aparte de las recepciones en honor del príncipe de Gales y el maharajá de Kapurtala,
que fueron sus ocasiones más gloriosas (Fig¡;ras 2 y J).
La supervivencia del excepcional palacio se debe a que fue adquirido, para ser sede
del Círculo Militar, por el Estado Argentino, ~ante la presidencia del general Justo.
Dos instituciones públicas del Estado proveyeron los nuevos usos que manten-
drían con vida a estos dos notables hitos, sorpresas en el espacio urbano, y sin
los cuales cuesta imaginar a la Plaza San Martín (ver Figura D de la apertura del
capítulo "Un cambio copernicano").
La Avenida Alvear
Un progresivo desplazamiento hacia el norte sobrevino, debido a las preferencias
de la gran burguesía para edificar sus residencias, en los terrenos que estaban
sobre la barranca del Río, desde donde podían disfrutar de vistas despejadas y re-
frescantes brisas. En ese lugar existía la posibilidad de comprar terrenos espacio-
sos que permitieran cumplir con los extensos programas que requerían las
mansiones con las que soñaban.
(Figura4) (Figura 5)
a Palerrno hasta su intersección con la Avenida Dorrego, a partir de la cual toma- s/ Este terreno originaria·
ría el nombre de Avenida Vértiz. El arranque de este nuevo tramo de la Avenida mente fue destmado por don
Alvear iba a quedar presidido por el propio director supremo Carlos Maria de Juan de Garay al Alcalde
Alvear, que la contempla como jinete del grupo ecuestre del afamado escultor Rodngo Ort1z de Zárate,
francés Bourdelle, al tope de una masa escultórica de albañilería y granito, cuyo cuando se repartieron las tie·
conjunto (inaugurado en 1926) por emplazamiento espectacular y calidad, es la rras fuera de la planta urbana
pieza monumental mayor de la ciudad (Figura 8). y del ejido, el
Posteriormente, el avance continuó hada el norte, avalado por los sucesivos in- 24 de octubre de 1580. Citado
tendentes, todos de la gran burguesía, que dieron prioridad al embellecimiento por Alfredo Taullard en
de este sector, donde se abrieron nuevos jardines y plazas, notablemente la Plaza "Los Planos más antiguos de
Bartolomé Mitre, que aloja otro de los hitos de mayor calidad escultórica de la Buenos Aires." 1580-1880.
dudad. La prolongación de la Avenida Alvear abrió nuevas oportunidades para pp.13-
levantar palacios con emplazamientos espectaculares. Tanto celo urbanístico 6/ Ver versión Taquigráfica
municipal, combinado, en lo arquitectónico, con el esfuerzo patriótico de los mi- de la 5•. Sesión Ordinaria del
llonarios empeñados, a través de la construcción de sus palados, en demostrar 2do. Período. 24 de Septiem-
"que no éramos indios", a la postre, iba a rendir sus frutos. bre de 1909 en "Concejo
Uegó un momento en que alguien, en 1925, pudo decir, de esta suntuosa área Deliberante No. 32", pp-361.
"...Aquello es aristocrático, pulido, artístico y magníficamente bello ... los palacios 7/ Citado en "Argentina.
aúnan la grandeza, el lujo ..." la arquitectura mezclaba todos los estilos: "... man- Edición Especial en Home-
siones que evocan Chateaux en Espagne ... trianones escondidos entre espesuras ... cot- naje a S.A.R. el príncipe de
tages cuyas paredes son de enredaderas" ... acerca de la escena urbana se decía "hay Gales con motivo de su visita
en esas calles ... una discreta semisoledad de buen tono ... el comercio apenas profana a la República Argentina"
con tal o cual negocio aislado la pompa de las manzanas patricias... el resto de aquel PP-42/43·
entorno es una región de palacios yjardines, con que la capital argentina puede man-
tener airosa su "aigrette" de gran ciudad mundial"_?
Pero fuerza es reconocer que la fuente: - "Argentina. Edición Especial en home-
naje a S.A.R. el príncipe de Gales con motivo de su visita a la república Argen-
tina n - es harto sospechosa de autocomplfcencia.
Además, bastaba alejarse un poco de esta suntuosa escenografia para que la ilusión
se desvaneciese. Pero, después de todo, ¿no presentaban todas las grandes capita-
les, Berlín, Viena, Londres, Nueva York y hasta la misma París (sí, París) tantas
áreas a las que la gente prudente y de bien, sabía que era un error asomarse?
La Avenida Alvear tomaría la configuración que aún hoy puede verse en la cuadra
entre Montevideo y Rodríguez Peña, donde sobreviven una pintoresca villa de es-
tilo ciertamente no afrancesado (Figura 9) de cuyo jardin emerge la copa de un
árbol portentoso, cuyas ramas atraviesan la avenida, en un singular hito del pai-
saje urbano, hasta tocar la fachada del palacio de enfrente, que sobrevive como
Casa de la Cultura (Figura 10). En la otra esquina, con un extenso frente sobre
Alvear, un frente igual sobre Posadas y toda la cuadra sobre la calle Montevideo,
perdura otro notable palacio gracias a que hoy es sede de la Nunciatura Apostólica.
antes estaban vedados. Es cierto que un acceso menos público y amigable que el Figura 9: Esta es la residencia
de un museo, pero acceso al fin . más antigua que se conserva
Cabe acá una reflexión acerca de la necesidad de encontrar nuevas y válidas fun- en la Av. Alvear .Circa 1890.
ciones para los edificios que se desea conservar. Figura 10: Fachada actual
Sería deseable que este fmal relativamente feliz fuese compartido por el edificio sobre Av. Alvear.
vecino de la esquina de Alvear y Rodríguez Peña (Figura 9). que se encuentra en Figura 11: Residencia Duhau:
un lamentable y peligroso estado de abandono. la única cuadra que se ha
mantenido intacta desde las
Otro sobreviviente: el Palacio Alzaga Unzue primeras décadas del siglo
Una estrategia hotelera similar se intentó con este notable palacio, ubicado sobre hasta nuestros días.
la Calle Cerrito, entre Alvear y Posadas, pero con mucho menos éxito. Final-
mente el resultado fue torpe, por la brutal relación en que quedaron la torre
nueva y el palacio, con gran menoscabo del segundo, aunque es justo señalar
que las dimensiones del terreno dieron al proyectista mucha menor capacidad
de movimiento que en el caso anterior.